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Universidad Nacional de La Plata

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


Departamento de Filosofía
Seminario: “Opinión pública y ciencia: John Dewey en la encrucijada social”

El debate Lippmann-Dewey: expertos, prensa y comunicación entre la teoría


política del espectador y la democracia como experiencia.

Livio Mattarollo
Legajo n° 92569/0

1- Introducción:
La publicación de The Public and its Problems en 1927 puede leerse como una
doble respuesta. En términos generales, John Dewey responde a la primera crisis de la
sociedad capitalista norteamericana y a los riesgos que conllevan la expansión de un
desarrollo científico y tecnológico que no contemple las condiciones para la
transformación de una Gran Sociedad en una Gran Comunidad. Ahora bien, esta obra
también se concibe como respuesta a los planteos de Public Opinion, libro publicado
por Walter Lippmann cinco años antes, respecto de la posibilidad de una democracia
popular y de una opinión pública informada, competente y activa. Las referencias
explícitas e implícitas a la obra de Lippmann junto con la reseña de Public Opinion que
publica Dewey en The New Republic hacia 1922 son algunas de las fuentes del
denominado “Debate Lippmann-Dewey”1. Desde esta última perspectiva intentaremos
reconstruir los argumentos centrales de cada obra, particularmente en lo que respecta a
la relación entre conocimiento y comunicación, lo cual nos llevará a analizar el rol de la
prensa y el rol del experto, según lo conciban cada uno de los autores en cuestión.
Una primera cuestión que vale aclarar es que, de acuerdo con el planteo de
Michael Schudson, el “Debate Lippmann-Dewey” no fue tal porque se construyó de
manera unilateral: Dewey responde a Lippmann pero no hay registros de una
devolución por parte de este último. En verdad, lo que reavivó la lectura de los citados

1
Las fuentes del debate incluyen también The Phantom Public, libro que Lippmann publica en 1925 y la
reseña de Dewey, publicada el mismo año en The New Republic, bajo el título de “Practical Democracy.”
textos de Lippmann y Dewey, presentándolos en términos de “debate”, fue la discusión
entre intelectuales liberales en Estados Unidos sobre los medios masivos de
comunicación durante las décadas de 1980 y 1990, particularmente bajo la influencia de
James Carey.2
Acerca del presente trabajo, lo hemos estructurado en 4 partes principales
(incluyendo esta Introducción), cada una de ellas con sus respectivos subtítulos y
pequeñas secciones. En el apartado sobre Lippmann el objetivo es reconstruir los
argumentos de Public Opinion, poniendo el acento en las Partes VI, VII y VIII, donde
se evalúan los temas que hemos mencionado con anterioridad. No obstante, una primera
lectura de la obra revela rápidamente que todos los temas allí trabajados se vinculan de
un modo tan estrecho que el recorte y selección de los mismos constituye una primera
dificultad. Es por ello que si bien el interés fundamental de este trabajo pasa por
cuestiones relativas a la filosofía política resulta imprescindible dar cuenta de algunos
temas típicos de gnoseología que están a la base de los planteos recientemente
mencionados. De este modo, buscaremos seguir el hilo conductor del texto en el mismo
orden con que lo presenta su autor, junto con algunas apreciaciones surgidas de la
reseña de Dewey. La intención es partir de los temas más generales y recaer en planteos
más específicos, a sabiendas de que el recorte propuesto ha dejado por fuera muchas
referencias que enriquecerían este escrito.
Para el caso de John Dewey, si bien prestaremos atención a la primera recepción
de Public Opinion, a partir de la citada reseña, la principal fuente que tendremos en
consideración será The Public and its Problems. Para la exposición de sus argumentos
procederemos de manera inversa a como lo haremos con el caso de Lippmann:
comenzaremos por el sexto y último capítulo del libro, donde Dewey analiza la figura
del experto y su vínculo con un público democrático, con el objetivo de mostrar que las
conclusiones de cada filósofo son diametralmente opuestas. En términos generales,
Dewey considera que es muy difícil evitar la asociación entre investigación del experto
e interés privado, sea científico o económico; luego, no hay tal lazo entre interés público
y el cuerpo de expertos, a menos que se reformen las condiciones de comunicación de la
empresa científica y, en definitiva, de las condiciones sociales de la Gran Sociedad.
Posteriormente, la idea es “retroceder” hacia la cuestión de la prensa y sopesar el rol que
Dewey le confiere para el fortalecimiento de una comunicación libre y sistemática de la
2
Schudson, Michael (2008). “The ´Lippmann-Dewey Debate” and the Invention of Walter Lippmann as
an Anti-Democrat 1986-1996” en International Journal of Commnucation 2 (2008). USA, University of
Southern Calofornia Press, p. 1-20.
investigación científica. En otras palabras, esa sección irá desde un argumento
específico hacia una de las fórmulas generales que articulan la obra: el conocimiento es
comunicación. A modo de conclusión, consideraremos en qué medida esa condición de
comunicación rige también para la constitución de un público políticamente activo y
cuál es su incidencia en la formación de una opinión pública genuina y duradera.
Una vez que hemos reconstruido sendas estructuras argumentativas estaremos en
condiciones de comparar el tipo de sujeto que supone cada uno de los planteos
recogidos: para ello apelaremos a la contraposición entre lo que hemos llamado “teoría
política del espectador” (a partir de una expresión recogida del texto Filosofía y
democracia: John Dewey, de Richard Bernstein) y la idea deweyana respecto de
recobrar el sentido de la lógica en términos de diálogo. Finalmente, buscaremos
fundamentar por qué algunos aspectos de la propuesta de Dewey supone una
concepción de la democracia más integradora, toda vez que no la concibe solamente
como una forma política sino como una idea de vida social que debe realizarse en todos
los modos de asociación.

2- Walter Lippmann: de las Pictures in our Heads al Intelligence Work.

2.1 Perspectiva gnoseológica y concepto de Public Opinion


El primer capítulo de Public Opinion lleva por título “The World outside and the
Pictures in our Heads”, anticipando de manera clara y sintética cuáles serán los planteos
subsiguientes. Con el objetivo de no extender el análisis de las cuestiones gnoseológicas
nos limitaremos a presentar una reconstrucción de ciertos conceptos fundamentales: (i)
picture, (ii) pseudo-environment y (iii) stereoypes. Lippmann comienza su
argumentación desde dos supuestos: por un lado un supuesto ontológico respecto de un
“ambiente real” con características estructurales propias; por otro lado un supuesto
gnoseológico acerca de un sujeto cuyas capacidades no le permiten conocer el mentado
ambiente real en toda su dimensión, complejidad, variedad, combinaciones y
mutaciones. Visto que ese sujeto con capacidades cognitivas limitadas tiene que actuar
en el ambiente y que muchos elementos de este último le quedan fuera del alcance,
necesita reconstruirlo en una versión más simple como para poder tratar con él e intentar
que sus acciones sean lo más adecuadas posible: “To traverse the World men must have
maps of the World.”3
Esa reconstrucción es lo que Lippmann describe constantemente como las
pictures in our heads o como fictions, en tanto representaciones del ambiente hechas en
mayor o menor medida por el hombre mismo. Esas representaciones reducen la
complejidad de las relaciones entre el ambiente y el sujeto, quien obtiene una mayor
estabilidad y predictibilidad para sus acciones, y dan lugar a un pseudo-environment, es
decir la representación general que el sujeto se hace a sí mismo del ambiente real, un
híbrido entre condiciones externas y factores humanos.4 En consecuencia, el sujeto no
tiene contacto directo con el ambiente real sino que sus sentimientos, pensamientos y
actos se fundamentan en las imágenes mentales.
Hay un tercer elemento que complementa estas notas sobre los principales
aspectos gnoseológicos de Public Opinion: el concepto de stereotype. Lippmann
sostiene que frente a la confusión del mundo exterior el sujeto de conocimiento capta un
rasgo característico de la escena que remita a un tipo o generalidad ya conocidos y
luego “completa” el cuadro con aquellos datos que obtiene de las formas estereotipadas
por su cultura. De acuerdo con este argumento en la mayoría de los casos primero
definimos qué es lo que estamos viendo y después iniciamos el proceso de percepción,
de manera que “los hecho que vemos” dependen en gran medida de nuestros hábitos
selectivos y creativos de observación. Este mecanismo de apelar a estereotipos y
complementar los rasgos centrales de cada escena es para el sujeto un modo de
economizar esfuerzos en su incesante contacto con el medio y también una forma
minimizar el margen de error a través de ciertas uniformidades supuestas en el
ambiente.
De manera esquemática el estereotipo puede entenderse en términos de
imágenes, categorizaciones o generalizaciones que toman algunos aspectos del ambiente
real o del patrón de comportamiento de los individuos o grupos y dan pie a ciertas
expectativas respecto del mundo. Un rasgo fundamental de este concepto es que no
corresponde a una actividad intelectiva del sujeto sino más bien perceptiva: el
estereotipo “is a form of perception, imposes a certain characterr on the data of our
senses before the data reach the intelligence.” 5 Estos estereotipos constituyen una
3
Lippmann, W. (1998) Public Opinion (primera edición: 1922). New Jersey, Transaction Publishers,
p.16.
4
Siguiendo la Introducción de Public Opinion a cargo de Michael Curtis, en este contexto pictures in our
heads y pseudo-environment son expresiones intercambiables, en cuanto ambas refieren a lo mismo.
5
Ibid. p. 98.
representación del mundo en cierta medida consistente que le permite al sujeto llevar
adelante un comportamiento ajustado y proyectar sobre el mundo los sentidos, valores y
derechos propios.
Lippmann señala a lo largo del primer capítulo del texto dos problemas
fundamentales. En primer lugar, así como hay una asimetría entre el ambiente real y las
representaciones que el hombre tiene de ese ambiente, también hay una relación
asimétrica entre los actos del sujeto y sus consecuencias: los primeros son una respuesta
al pseudo-environment mientras que las consecuencias de esos actos impactan en el
ambiente real, donde se suceden las acciones. En este sentido, Lippmann plantea una
correlación triangular entre (i) la escena de la acción, (ii) la imagen humana de la
escena, y (iii) la respuesta humana a la imagen de la escena: el sujeto actúa en un
ambiente movido por estímulos que provienen del pseudo-environment y las
consecuencias de sus acciones repercuten en aquel ambiente real. El segundo problema
es, según Lippmann, el principal: el hombre no sólo actúa en un ambiente al que accede
de manera indirecta mediante representaciones limitadas sino que además toma esas
pictures como si fueran el ambiente en sí mismo. De este modo el sujeto no es conciente
de que “The world that we have to deal with politically is out of reach, out of sight, out
of mind. It has to be explored, reported, and imagined.”6
Hacia el final de esta Parte I encontramos una primera definición para los
conceptos de public affairs y public opinion. Aquellos rasgos de la escena de la acción
que inciden en el entrecruzamiento del accionar propio y ajeno constituyen los asuntos
públicos, mientras que las imágenes propias de esas relaciones, objetivos, intereses,
necesidades, de los otros y de sí mismos forman las opiniones públicas. Ahora bien,
cuando estas opiniones son actuadas o ejecutadas por grupos de personas o por
individuos en nombre de esos grupos dan lugar a la Opinión Pública (en este caso es
central la distinción generada por la singularidad del concepto y sus letras mayúsculas)
Una vez que Lippmann evalúa por qué razones las pictures in our heads tienen
un acceso limitado a los hechos (entre otras, debido a la censura, las limitaciones del
contacto social o la dificultad de comprender eventos complejos desde un vocabulario
simple) y cómo el patrón de estereotipos se introyecta en los sujetos y se identifica con
los propios intereses de estos últimos, examina el proceso por el cual las opiniones
respecto de los asuntos públicos se cristalizan en una Opinión Pública. En primer
término aquellas imágenes sobre ambientes no vistos (especialmente en los ambientes a
6
Ibid. p. 29.
los que no fuimos ni iremos nunca) tienden a perder las dimensiones de la realidad, se
desfiguran y gradualmente el sujeto deja de recordar o saber por qué siente lo que siente
respecto del asunto. En definitiva, sus imágenes quedan reemplazadas por nombres y
símbolos y finalmente el significado de éstos queda desplazado de las imágenes
primitivas y se torna muy flexible y amplio. En el contexto político (y allí es donde
Lippmann sitúa su análisis) la estrategia para conformar una Opinión Pública sólida
intenta hallar un símbolo que no signifique nada en particular pero que cuente con la
capacidad de nuclear diversas opiniones y sentimientos personales (divergentes entre sí
en muchísimos puntos). Así, cuando los partidos o los diarios hablan de
“Americanismo”, Justicia” o “Humanidad” lo hacen con la expectativa de nuclear
distintas ideas que se cruzan bajo un concepto tan general que las incluya a todas.

2-2 Alcance y limitaciones del rol de la prensa


Una vez que ha quedado claro este diagnóstico sobre las falencias de la teoría
política, un primer candidato capaz de fortalecer los puentes entre el sujeto y aquellos
aspectos “no vistos” del ambiente es la prensa, particularmente los diarios. En pocas
palabras, la tarea de la prensa pasaría por brindar una imagen del mundo cada vez más
completa y confiable. Sin embargo, veremos que los diarios no pueden salirse de la
“lógica del estereotipo” porque quedan encerrados en la dinámica del mercado y el
modo en que estructuran su tarea se limita a captar y mantener lectores.
El argumento de Lippmann respecto de la imposibilidad de la prensa para salvar
aquellas deficiencias de la teoría política se extiende a lo largo de cuatro capítulos, en
los cuales se distinguen dos problemas fundamentales. De un lado el lector no paga lo
que debería pagar por el trabajo del reportero, de manera que el editor encuentra el
dinero que necesita para mantener su diario a través de las publicidades. En
consecuencia, (i) el lector deviene un potencial comprador de la mercancía publicitada,
(ii) la circulación del diario se vuelve un medio para el fin del vendedor y (iii) la noticia
queda supeditada a la venta del producto y debe conformarse al punto de vista del
lector-cliente (buying public). Asimismo, si bien Lippmann reconoce un tipo de lector
que en principio se diferencia del lector-cliente, denominado constant reader, el
problema es que éste juzga al diario en relación con aquellas noticias en las que se ve
involucrado y según se correspondan éstas con su sentido común; por ende, aquellas
noticias que no refieren directamente a la experiencia del constant reader son tratadas
como si fueran ficciones, de modo que el canon de la verdad queda inaplicable y el
editor se limita a presentar la noticia de tal forma que capte el interés del lector. En
definitiva, sea para satisfacer las expectativas comerciales del publicista y del buying
public o para mantener la atención del constant reader el editor debe hacer corresponder
las noticias con los prejuicios del lector, hacer que éste se involucre e identifique
personalmente con lo que lee y para ello no puede sino apelar a aquellos estereotipos e
imágenes estandarizadas que debía dejar atrás.
El segundo eslabón del planteo tiene como punto de partida la distinción entre
news y truth: las primeras señalan eventos, episodios, incidentes, al tiempo que las
segundas iluminan aspectos no vistos del ambiente, los relaciona y aporta elementos
para que el pseudo-environment sea lo más completo posible. El problema surge cuando
se sobreestima la capacidad de registro de la prensa y se quiere extender el alcance de
las noticias a tal punto que no se espera de ellas un conjunto de opiniones respecto de
los eventos que señalan sino un canon de verdades que se conviertan en un órgano de
gobierno democrático. Sin embargo, las propias limitaciones de la prensa para registrar
las governing forces llevan a Lippmann a concluir que la prensa no puede tomar el lugar
de las instituciones públicas y a afirmar que, en tanto no se obtenga una organización
social fundamentada en registros, mediciones y análisis bajo la forma de un system of
intelligence, no habrá lugar para una imagen del mundo confiable que solucione el
defecto inherente a la teoría política clásica en general y al gobierno democrático en
particular.

2-3 La figura del experto como mediador entre el ciudadano privado y la


administración Estatal.
Una de las fuentes que hemos consultado con frecuencia a la hora de trabajar con
Public Opinion es la reseña que publicó John Dewey al poco tiempo de editada la obra.
Allí Dewey observa que las Partes I a VII se caracterizan por presentar un análisis
comprehensivo y preciso pero particularmente por tener un fuerte componente crítico y
deconstructivo. En consonancia con esta apreciación, desde los temas que aquí hemos
seleccionado podemos rescatar dos grandes conclusiones críticas:
(i) tanto en el aspecto gnoseológico como en la práctica política, el sujeto
de conocimiento y las teorías políticas clásicas deben enfrentar el
mismo problema: tratar con un ambiente al que no acceden sino
indirectamente y regular las acciones individuales y colectivas que
impactan sobre el ambiente real.
(ii) la prensa no puede cumplir con las expectativas de convertirse en un
instrumento para la práctica política democrática y se limita a repetir
los mismos estereotipos con los que los hombres constituyen su
imagen del mundo, pues ha quedado encerrada en la lógica del
mercado y no tiene los medios para registrar las fuerzas políticas y
encabezar las instituciones públicas.
Una vez que Lippmann establece esta última conclusión debe entonces proponer
una alternativa que pueda aportar más y mejores datos a la hora de conformar nuestra
imagen del mundo y actuar en consecuencia. La octava y última Parte de Public
Opinion constituye el aspecto propositivo y se dedica a plantear la posibilidad de
organizar un cuerpo de expertos que tenga como función primordial representar de
modo inteligible la complejidad del ambiente real para que los funcionarios políticos y
el público en general puedan tomar decisiones de manera racional, informada y
despojada de estereotipos. En otros términos, la tarea de este grupo de expertos pasa por
mejorar los registros de los fenómenos sociales, precisar aquellos conceptos vagos y
acríticos y desarrollar métodos de análisis y comparación de la información registrada.
Estos expertos, a diferencia del público en general, no se dejan llevar por los
estereotipos, los símbolos o las imágenes. Esta tarea de organizar una maquinaria de
conocimiento es para Lippmann una propuesta con la finalidad política de mejorar la
relación sujeto-ambiente y conforma según el autor una de las pocas soluciones que
apuntan al núcleo del problema de la teoría política: “And no reform, however
sensacional, is truly radical, wich does not consciously provide a way of overcoming the
subjectivism of human opinión based on the limitation of individual experience.”7
Un punto interesante de este argumento es que si bien el trabajo de investigación
llevado adelante por los expertos es pensado como un instrumento para la dirigencia
política y en este sentido las actividades de ambos deben ser paralelas, la primer
condición que establece Lippmann para el buen funcionamiento del cuerpo de expertos
es la total independencia respecto del poder ejecutivo. La razón fundamental para esta
pauta es que los expertos tenderían a concentrar el poder que les brinda su conocimiento
y a comunicar las conclusiones y decisiones que consideran apropiadas, es decir que
tenderían a convertirse en una burocracia.
En el desarrollo de estas notas propias del cuerpo de expertos Lippmann
presenta un análisis de los Departamentos de Estado de Estados Unidos y luego asume
7
Ibid. p. 397.
que las mismas características pueden ser extensivas a las ciudades, a la administración
rural, al gobierno estatal y a una federación de ciudades, oficinas rurales y Estados.
Retomando aquella condición de independencia, y como si fueran un despliegue de la
misma, se reconocen otros tres requisitos centrales para el buen funcionamiento del
intelligence work: (i) independencia económica, a los fines de evitar que la
investigación responda al interés del organismo que la financie, sea estatal o privado;
(ii) ocupación permanente de los cargos, lo cual incluye empleo vitalicio, pensión por
jubilación y licencias por estudio y entrenamiento; y (iii) libre acceso a datos,
documentos y entrevistas.
La principal “característica dinámica” de la organización de expertos es el
intercambio de material y la coordinación de sus investigaciones para generar un gran
centro de conocimiento e información. En principio esta red de material no excedería las
esferas de la investigación y de la información pero a medida que sus resultados
iluminen cada vez más aquellos aspectos no vistos del ambiente real podrán tener más
incidencia para la toma de decisiones. En este sentido, los expertos funcionan como
mediadores entre la política profesional y la opinión pública, favoreciendo si no un
consenso racional, al menos la toma de decisiones efectivas. No obstante esta
descripción del trabajo de los expertos es importante aclarar dos cuestiones centrales: (i)
el intercambio de materiales, investigaciones y resultados queda restringido al ámbito de
los expertos y no parecen haber instancias de intercambio con el público en general, y
(ii) los resultados quedan destinados en primera instancia a los miembros del gobierno
representativo, sea en política o en las industrias, y recién de manera secundaria ese
trabajo apunta al público en general (en caso de estar interesado por algún evento o
actividad, el lugar del ciudadano privado se circunscribe a asociaciones voluntarias que,
en todo caso, podrán contar con material provisto por el intelligence work, mas nunca es
él mismo destinatario primario de las investigaciones de los expertos). En conclusión,
“para Lippmann ‘información’ y ‘opinión’, ‘conocimiento objetivo’ y ‘debate’
(podemos agregar ‘investigación’ y ‘comunicación’) eran cosas incompatibles.”8
3- John Dewey: Investigación, comunicación y conocimiento en la formación
de la opinión pública.

3-1 Expertos e intereses

8
Ramón del Castillo, “Érase una vez en América”, Estudio preliminar a John Dewey (2004). La opinión
pública y sus problemas (Primera edición: 1927). Madrid, Ediciones Morata, p 13.
La primera recepción que hace Dewey sobre la cuestión de los expertos aparece
en la ya citada reseña que escribe sobre Public Opinion. Si bien considera que la obra
sabe señalar con claridad algunos de los problemas más profundos de la teoría política,
no sucede lo mismo con el alcance de las soluciones que allí se proponen. Dewey critica
fuertemente el tipo de destinatario que supone la actividad del cuerpo de expertos: en
vez de vincularla directamente con la cúpula administrativa de las instituciones
públicas, las relacionaría más estrechamente con los medios de comunicación y las
noticias para difundir los eventos y vincular al público en general con el trabajo de los
expertos y las decisiones que se tomen. Semejante estrategia apunta a una solución más
radical que la mera instrucción de oficiales, administradores y directores públicos y
pone el eje en las relaciones que pueden gestarse entre el trabajo de los expertos y el
público en general. En palabras del propio Dewey,

The union of social science, acces to Facuss, and the art of literary
presentation is not an easy thing to achieve. But its attainment
seems to me the only genuine solution ofthe problem of an
intelligent direction of social life. (...) The enlighment of public
opinion seems to me to have priority over the enlightment of
officials and directors.9

Ahora bien, la respuesta más fuerte de Dewey a la propuesta de Lippmann está


en el último capítulo de The Public and its Problems10. Dentro del análisis general
sobre los obstáculos que afectan las concepciones metódicas de la investigación social
Dewey dedica un extenso pasaje a la relación entre los expertos y el público
democrático. El diagnóstico de Dewey es el siguiente: por un lado existe una clase
económica fuerte que se erige como dominante y por otro lado existe una clase
intelectual que se arroga una supuesta inteligencia como atributo personal. Visto que las
condiciones que permiten a esa clase dominante mantener su poder económico
dependen en gran parte de invenciones tecnológicas y que estas últimas escapan de sus

9
John Dewey (1922) The Collected Works of John Dewey 1882-1953. The Early Works: 1892-1898 (5
volumes). The Middle Works: 1899-1924 (15 volumes). The Later Works: 1925-1953 (17 volumes).
Southern Illinois University Press. MW, vol. 13, p. 344.
10
Acerca de The Public and its Problems hemos trabajado con la siguiente edición: John Dewey (2004).
La opinión pública y sus problemas (Primera edición: 1927). Traducción de Ramón del Castillo. Madrid,
Ediciones Morata.
manos, el control de esa oligarquía quedaría en el cuerpo de expertos y no en manos del
público en general.11
Ahora bien, esa idea del cuerpo de expertos (que Dewey entiende como una
actualización de la consigna platónica del rey filósofo) resultaría impracticable porque
el público, pese a todas las limitaciones intelectuales y a su incapacidad política que se
le atribuyen, no aceptaría una sumisión pasiva a la intervención directa del cuerpo de
expertos. De esta manera, y atentos a que para Dewey lo que sí es factible es el
ocultamiento del dominio político de una clase económica poderosa, la clase intelectual
tiene dos alternativas: o bien se alían con la clase dominante y se convierte en
instrumentos de esta última, o bien se aproximan al público general, lo cual implica que
este último participe en las decisiones que se tomen.
El factor de la especialización del trabajo del experto es para Dewey clave
porque si bien es lo que garantizaría una mayor pericia y precisión de cualquier
investigación que se lleve adelante, al mismo tiempo se agranda la brecha entre sendas
investigaciones y las necesidades que debería atender. En consecuencia, alejarse de los
intereses públicos y desconocer el modo de regulación política propio del gobierno
popular le permite a Dewey afirmar que “La clase de expertos se encuentra tan
inevitablemente alejada de los intereses comunes que se convierte en una clase con
unos intereses privados y un conocimiento privado que en cuestiones sociales no es
conocimiento en modo alguno.”12 Según logramos interpretar, el gobierno de expertos
es una alternativa que obtura el surgimiento y crecimiento de cualquier idea
proveniente de otro campo porque no permite instancias de debate, consulta y
persuasión y evita que se conviertan en ideas de dominio público, a los fines de
mantener el monopolio de la posesión del conocimiento y de la toma de decisiones; a la
vez, limita la posibilidad de que el interés público juegue algún papel a la hora de
juzgar la importancia de las investigaciones de ese cuerpo de expertos. En definitiva, si
no hay posibilidad de que el público general pueda informar sobre sus necesidades y
sobre los intereses comunes, el gobierno de los expertos deviene una oligarquía que
protege los intereses de unos pocos y que se posiciona de tal manera que obliga al

11
Como nota de color, Dewey no habla solamente de clase económica, clase intelectual y público general
sino que también lo hace en términos de “oligarquía dominante”, “aristocracia intelectual” y “masa
ignorante y voluble de intereses superficiales y triviales”, en lo que a nuestro entender es una parodia a
algunas expresiones de Lippmann.
12
John Dewey. Op. Cit. p. 168. En su versión original el fragmento dice: “A class of Experts is inevitably
so removed from common interests as to become a class with private interest and private knoledge, wich
in social matters is not knowledge at all.” John Dewey. Op. Cit. LW, vol. 2, p. 364.
cuadro administrativo y ejecutivo a tener en cuenta su asesoramiento. Desde este punto
de vista, el ideal de objetividad que dicen defender las élites intelectuales y políticas no
asegura, e incluso entorpece, la formación de una opinión pública plena.
Para cerrar esta revisión del rol de los expertos Dewey deja bien claro que es
justamente la mejora esas condiciones de debate, discusión y persuasión lo que
constituye el problema del público por excelencia. De este modo, la tarea de los
expertos, valorada por su pericia técnica y por descubrir y hacer públicos los hechos de
los que dependen las políticas (nada más y nada menos), se complementa con un
perfeccionamiento de los procesos de divulgación de las conclusiones y con la apertura
suficiente para que el público en general pueda juzgar la importancia de los
conocimientos que las investigaciones brinden acerca de los intereses comunes: el
propósito de Dewey es agrandar las bases y fines sociales de la investigación científica.

3.2 Comunicación y prensa: roles en la formación de una genuina opinión


pública
Hemos visto entonces que un requisito para que la investigación especializada
se convierta en conocimiento social reside en sus condiciones de comunicación. Esta
afirmación nos lleva en primer lugar a presentar la distinción que propone Dewey entre
ciencia pura y ciencia aplicada. En términos generales, la ciencia pura (y todo lo que
se vincule a “la pureza” del conocimiento) se caracteriza por ser demasiado
especializada al punto que se vuelve comunicable solo para los expertos, es decir que se
vuelve una ciencia ajena que no se concibe desde el punto de vista de su interacción
con los intereses compartidos y con la conducción de los asuntos públicos. Por el
contrario, “Como ‘aplicación’ significa una conexión marcada con la experiencia y el
bienestar humanos (…) la ciencia se convierte en conocimiento en su sentido honorable
y categórico sólo en la aplicación.”13 La condición de la aplicación de una investigación
reside, como hemos dicho, en la absorción y distribución de la ciencia, en la
comprensión común y en una comunicación libre y sistemática que garantice la
divulgación de las conclusiones científicas. De acuerdo con lo que apunta Richard
Bernstein en Filosofía y democracia: John Dewey, el método científico que tiene en
mente Dewey comprende “la actitud abierta hacia la investigación científica, la
imaginación requerida para su práctica exitosa, la disposición a someter las hipótesis
propias a debate y crítica pública, el carácter intrínsecamente comunal y cooperativo
13
Ibid. p. 151.
(…)”14 Ahora bien, así como hay un interés moral en la honestidad, imparcialidad e
intencionalidad de ampliar el alcance de los resultados de cualquier investigación,
Dewey entiende que la ciencia pura implica un abandono de la responsabilidad del
investigador, quien se refugia en un círculo de conocimiento cerrado y distorsiona el
carácter de la ciencia.
De manera esquemática, si para Dewey (i) los asuntos públicos tienen que ver
con las consecuencias indirectas de una transacción y (ii) las investigaciones científicas
y los avances tecnológicos generan consecuencias indirectas y a largo plazo, entonces
(iii) las investigaciones científicas y los avances tecnológicos son asuntos públicos. Por
otro lado, si (i) el público son todos aquellos que se ven afectados por las consecuencias
indirectas de las transacciones y (ii) la forma de garantizar el conocimiento de esas
consecuencias indirectas es la plena publicidad y la comunicación libre y sistemática de
todos los asuntos referentes al público, entonces (iii) la comunicación no sólo es
condición para el conocimiento sino también para la constitución de un público, que se
organiza políticamente para regular las consecuencias indirectas de las diversas
acciones. Una de las alternativas que propone Dewey para lograr esa comunicación
libre y sistemática es traducir el lenguaje técnico a un léxico que sea generalmente
comprendido, a signos que denoten las consecuencias mediatas e inmediatas de la
investigación. Ello se debe a que la manera de obtener o verificar un conocimiento de
los fenómenos sociales depende de una divulgación y circulación de la información
eficiente, hasta que el hecho de la vida en comunidad llegue a ser de dominio público.
Siguiendo a del Castillo, una opinión que se mantenga al margen de la discusión será
siempre una idea a medio camino, una idea sin aclarar; por el contrario, el modo de
evaluar si una idea es adecuada y provechosa para la situación problemática a la cual
responde es hacerla pública y debatirla:

Llegar a comprender una situación, adquirir conocimiento fiable, veraz, útil,


adecuado en relación a los problemas que suscitan su búsqueda, sólo puede
ser el resultado de la experiencia, de la creación de medios que generen más
y mejor discusiones sobre un curso de acción dado, y no fruto de una
perspectiva neutral, ajena, externa.15

14
Richard Bernstein (2010). Filosofía y democracia: John Dewey (Traducción de Alicia García Ruiz).
Barcelona, Herder, p. 227.
15
Ramón del Castillo. Op. Cit. p. 16 (cursivas en el original).
Esta cita puede introducirnos en el análisis que hace Dewey respecto del rol de
la prensa en el cumplimiento de esta “condición de comunicación”, tanto para la
formación de un público como para la investigación social. En primer término Dewey
observa que el modo en que han mejorado los medios de comunicación (la referencia es
especialmente al avance tecnológico en las herramientas físicas de recogida de
información y comunicación de la misma) es inversamente proporcional a la
comunicación que efectivamente mantienen los miembros de la Gran Sociedad, en gran
parte debido a la dispersión y apatía del público.16
Una de las funciones que Dewey reserva a los medios de comunicación,
particularmente la prensa escrita, es favorecer la restauración del público y el desarrollo
de una investigación social contemporánea y cotidiana. En función de este objetivo las
noticias deben presentarse de tal manera que integren el nuevo evento, la noticia, en
relación con un curso continuo de acontecimientos; en otras palabras, la prensa debe
reconstruir la continuidad de la experiencia, proceso que permite entender que el
significado de una noticia depende de su dimensión y consecuencias sociales. Por el
contrario, el estilo sensacionalista de presentar las noticias constituye de por sí el modo
más obvio de romper con la continuidad, puesto que se apela al impacto emocional, a
las sensaciones intensas y efímeras que no ubican a la noticia en un curso de acción
(junto con esta característica Dewey reconoce la influencia de los intereses privados, la
censura y la manipulación, en lo que a nuestro entender es un guiño al planteo de
Lippmann).
Ante este panorama, sumado a las maniobras de control de opinión y de
propaganda para obtener una dirección política favorable que impiden la genuina
participación del público, Dewey mismo reconoce que su idea de la prensa diaria como
aquel espacio en donde la auténtica ciencia social debe manifestar su realidad parece un
tanto ridícula. Sin embargo, y debido a que sólo la investigación contemporánea y
cotidiana puede dar lugar a un conocimiento útil para los juicios de interés público, la
prensa parece ser el mejor medio para mantener vínculos estrechos entre la
investigación y los asuntos públicos, sea para reconocer situaciones problemáticas o,
como hemos apuntado con anterioridad, para juzgar la importancia de las
investigaciones sobre los intereses compartidos. Dewey incluso adelanta la objeción de
16
Dewey dice, en pocas palabras, que una Gran Sociedad es “una sociedad que existe, pero que no está
integrada.” Sin dudas que los conceptos de Gran Sociedad, Gran Comunidad y de “público eclipsado”
articulan muchos de los argumentos que aquí presentamos pero no podemos más que mencionarlos:
profundizar en estas nociones amerita un trabajo dedicado exclusivamente a semejante tarea, la cual no
constituye el interés de este escrito. Ver Dewey, Op. Cit. p. 126.
que esta estrategia de comunicación puede derivar una prensa escrita que reproduzca
las especificidades del lenguaje técnico y que no consigan la atención del público en
general, a lo cual responde apelando al inmerso potencial del arte y al rol del artista. La
liberación de su capacidad para la presentación literaria de las conclusiones y
consecuencias de las investigaciones científicas es una condición para la formación de
la opinión pública tan importante como la propia liberación de la investigación social.
En este momento podemos decir con Dewey que “La comunicación de los
resultados de la investigación social es lo mismo que la formación de la opinión pública
(…) Porque la opinión pública es el juicio que se forman y mantienen quienes
componen el público, y se refiere a los asuntos públicos.” 17 A diferencia de la opinión
dirigida por intereses particulares, que se caracteriza principalmente por su
discontinuidad, su intermitencia y su corrección respecto de la inmediatez mas no del
curso de los acontecimientos, una genuina opinión pública es aquella que surge de una
investigación interconectada y reiterada, de un método efectivo y organizado, capaz de
proporcionar el material necesario para una opinión duradera respecto de los asuntos e
intereses públicos.
Todas las consideraciones anteriores nos permiten interpretar lo siguiente: si
bien las relaciones que propone Dewey no son lineales ni mucho menos, existe una
cierta secuencia de antecedentes y consecuentes que concluyen en la generación de
políticas públicas para dirigir las acciones cuyas consecuencias indirectas son
deseables. Para ello es indispensable una opinión pública continua y organizada, que se
nutra de un conocimiento aplicado en la vida. Asimismo, el conocimiento requiere, para
conformarse como tal, de una investigación cotidiana y contemporánea, cuyas
conclusiones se divulguen de manera libre y sistemática. En su conjunto, la
investigación rica y elevada junto con la comunicación ingeniosa y sutil son
condiciones que deben cumplirse para el advenimiento de una Gran Comunidad, una
sociedad en la cual las consecuencias indirectas de las acciones se conozcan de tal
modo que permitan el surgimiento de un Público articulado y organizado. Así, la
democracia se consolidará desde la libre investigación social y el arte de una
comunicación plena e intensa y permitirá una vida en comunión, libre y enriquecedora.

4- “Teoría política del espectador” y lógica como diálogo. Conclusiones

17
John Dewey. Op. Cit. p. 153.
Finalizada la tarea de reconstrucción e interpretación de argumentos podemos
entonces comenzar con un trabajo comparativo. Respecto del planteo de Lippmann, en
primer término vale apuntar cuál es su concepción de mass: lo presenta como una
entidad que no puede superar las limitaciones gnoseológicas de sus individuos, es decir
que está signada por una limitación estructural. De esta manera, se requiere la presencia
de la labor del experto como mediadora entre la mass y el ambiente y como
simplificadora de las inevitables complejidades de este último. Por otro lado Lippmann
remarca varias veces el rol que tiene la persona con autoridad en la transmisión e
imposición de símbolos y en consecuencia se hace notoria la cristalización de una
estructura jerárquica encargada de transmitir los grandes estereotipos y patrones de
conducta hacia un público que se no interviene en la generación de ideas sino que se
limita a elegir por una entre dos alternativas: Yes or No.
A nuestro entender su “teoría gnoseológica del espectador” se refleja
directamente en sus elaboraciones sobre teoría política: podemos hablar entonces de una
“teoría política del espectador” que supone un concepto de mass muy estático y casi sin
intervención en las decisiones políticas ni en lo que respecta al interés público. Desde la
óptica de Dewey, uno de los motivos que dan cuenta de esta pasividad del público es la
restringida circulación de la información acerca de investigaciones y avances científicos
y tecnológicos; en efecto, aquella red de datos y herramientas que supuestamente
aparecerían con el trabajo del intelligence work quedan, como hemos señalado, limitada
al uso de los círculos expertos y de la estructura política ejecutiva.
De acuerdo con la lectura de del Castillo, Lippmann no considera seriamente la
posibilidad de una democracia participativa, ni que fuera posible sin la marcada
diferencia entre opinión y autoridad. Desde nuestro punto de vista, si bien tenemos en
cuenta que Lippmann insiste en la independencia del intelligence work respecto del
cuadro ejecutivo y en su carácter consultivo mas no resolutivo (y de allí que
consideremos apropiados algunos de los argumentos por los cuales Schudson defiende
la postura de Lippmann frente a las críticas de Carey 18), pensamos que al menos desde
Public Opinion no surgen espacios para la participación política del ciudadano. Visto
que ya no rigen los paradigmas del self-centered man ni de una self-contained
community, estimados por Lippmann como los elementos que permiten a los hombres
tratar con el mismo ambiente, manejar un mismo código moral, y permitir la realización
de la democracia tal como la pensaron los pioneers democrats, la alternativa de
18
Michael Schudson. Op. Cit. p. 4, 10 y 11.
Lippmann se focaliza en el rol de los expertos y deja de lado la acción participativa del
ciudadano privado. En otras palabras, este último deviene un espectador cuya incidencia
en las decisiones del poder ejecutivo es mínima y su participación en instancias políticas
intermedias ni siquiera parece contemplada.
En esta última apreciación radica una de las diferencias más notables entre
Lippmann y Dewey pues este último, desde la defensa de una ciencia libre de intereses
privados y con medios y resultados difundidos ampliamente, supone un público
informado que mantiene su atención sobre la investigación social y que se constituye
junto a las condiciones de comunicación en un modo dialéctico. En estos términos, es
fundamental que la práctica científica se aleje de los intereses empresariales privados y
se constituya como conocimiento social aplicado, bajo la supervisión de una opinión
pública adecuadamente informada.
Por otro lado, a partir de una analogía que propone del Castillo entre ciencia y
democracia, entendemos que es posible extender el carácter activo de la opinión pública
desde su posicionamiento ante la investigación científica hacia su lugar en la esfera
política. De hecho, una de las alternativas frente al “eclipse del público” es la creación
de modos de asociación que no se fundamenten en meros gustos y aficiones sino que
tengan una identificación colectiva más profunda y se basen en la organización
colectiva para valorar y promover las consecuencias indirectas que todos los miembros
juzgan como deseables. Nos tomamos el permiso de citar in extenso a Dewey:

Dondequiera que exista una actividad conjunta cuyas consecuencias se


juzguen buenas por todas las personas particulares que intervienen en
ella, y donde la consecución de ese bien produzca un deseo firme y un
esfuerzo decidido para conservarlo justamente como lo que es, como un
bien compartido por todos, dondequiera que ocurra esto –digo- habrá una
comunidad. La clara conciencia de una vida comunitaria, con todas sus
implicaciones, constituye la idea de democracia.19

Más allá del denso contenido conceptual de la frase anterior, lo que nos interesa
rescatar es la noción de democracia como experiencia comunitaria y en este sentido las
páginas finales del libro avanzan sobre la cuestión de la reforma práctica de las
condiciones sociales. Según nuestra lectura, si una de las características de un público
políticamente activo es la total percepción de las consecuencias indirectas de sus actos

19
John Dewey. Op. Cit. p. 138.
y la organización para promover ciertas acciones provechosas y evitar otras
perjudiciales (lo cual deriva en la creación de un interés común), Dewey piensa en la
recuperación de la vida comunitaria a pequeña escala, como puede ser la comunidad
vecinal, porque en un ámbito más bien pequeño es más fácil que se generen una
verdadera percepción y comprensión de los demás, una experiencia genuinamente
compartida. En consecuencia, al igual que la investigación aplicada y la libre
comunicación, la posibilidad de establecer relaciones cara a cara es también una
condición para que el público se halle a sí mismo y para que la opinión pública se
vuelva auténtica.
Para finalizar, y haciendo notar que todos los conceptos que hemos rastreado
forman una red de relaciones compleja, la comunicación también juega un rol en la
recuperación de las relaciones comunales directas porque permite participar en las
actividades conjuntas y compartir sus resultados. Ser un miembro de una comunidad
implica interactuar en una comunicación recíproca, una comunicación con cualidad
estética que involucre a quienes participen en ella. La comunicación adquiere su pleno
sentido cuando se deja atrás, la marginalización, la polarización y la fragmentación, es
decir, cuando la tolerancia deviene una virtud central.20 En pocas palabras, todos los
integrantes de un público auténticamente organizado deben participar en un diálogo
constante: “Sólo la comunicación puede crear una Gran Comunidad.”21

5- Bibliografía
1- Bernstein, Richard (2010). Filosofía y democracia: John Dewey (Traducción de
Alicia García Ruiz). Barcelona, Herder.
2- Curtis, Michael (1998). Introducción a Lippmann, Walter (1998). Public
Opinion (primera edición: 1922). New Jersey, Transaction Publishers.

20
Para esta noción de la comunicación con cualidad estética hemos trabajado con Gergory Fernando
Pappas (2008). John Dewey´s Ethics. Democracy as experiencie. Bloomington, Indiana University Press,
pp. 232-6.
21
Ibid. p 134
3- del Castillo, Ramón (2004). “Érase una vez en América”, Estudio preliminar a
John Dewey (2004). La opinión pública y sus problemas (Primera edición: 1927).
Madrid, Ediciones Morata.
4- Dewey, John (1922). The Collected Works of John Dewey 1882-1953. The Early
Works: 1892-1898 (5 volumes). The Middle Works: 1899-1924 (15 volumes). The Later
Works: 1925-1953 (17 volumes). USA, Southern Illinois University Press.
5- Dewey, John (2004). La opinión pública y sus problemas (Primera edición: 1927).
Traducción de Ramón del Castillo. Madrid, Ediciones Morata.
6- González Hernández, David (2011). “El público y sus problemas. John Dewey
en los estudios de comunicación” en Razón y Palabra. Primera Revista Electrónica en
América Latina especializada en Comunicación. Disponible en
http://www.razonypalabra.org.mx/N/N75/monotematico_75/21_Hernandez_M75.pdf
7- Lippmann, Walter (1998). Public Opinion (primera edición: 1922). New Jersey,
Transaction Publishers.
8- Pappas, Gregory Fernando (2008). John Dewey´s Ethics. Democracy as
experiencie. Bloomington, Indiana University Press.
9- Schudson, Michael (2008). “The ´Lippmann-Dewey Debate” and the Invention
of Walter Lippmann as an Anti-Democrat 1986-1996” en International Journal of
Commnucation 2 (2008). USA, University of Southern Calofornia Press.

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