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Oración inicial

Señor Jesús, queremos velar contigo, queremos estar junto a ti. Quizá no se nos ocurran muchas
cosas, pero queremos estar, queremos sentir tu amor, como cuando nos acercamos a una
hoguera, queremos amarte, queremos aprender a amar. Lo importante es estar abiertos a tu
presencia. Y agradecer, alabar, suplicar. Y callar, escuchar, no decir nada, simplemente estar.

Acógenos como discípulos que quieren escuchar tus palabras, aprender de ti, seguirte siempre.
Acógenos como amigos. Y haz de nosotros también tus testigos, testigos del amor.

Señor Jesús, toca esta noche nuestro corazón, danos tu gracia, sálvanos, llénanos de la vida que
sólo tú puedes dar.

Meditación: (Se canta una canción)

Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como campana
que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera
todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar
montañas, si no tengo amor, nada soy. Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente y
bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia. No es grosero, ni egoísta; no se irrita ni lleva
cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo
excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. El amor no pasa jamás. Desaparecerá el don
de hablar en nombre de Dios, cesará el don de expresarse en un lenguaje misterioso, y
desaparecerá también el don del conocimiento profundo. Porque ahora nuestro saber es
imperfecto, como es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios; pero cuando
venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba
como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. Ahora vemos por medio de un espejo
y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces
conoceré como Dios mismo me conoce. Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el
amor; pero la más excelente de todas es el amor.

Acción de Gracias

Un hombre llamado Alfredo, con el rostro abatido de pesar, se reúne con su amiga Marisa en un
restaurante para tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias... que si el trabajo, la
crisis actual, la escasez de dinero, la relación con su pareja, su vocación... todo parecía ir mal en su
vida. Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 100 euros y le dijo: -"Alfredo,
¿quieres este billete?" Alfredo, un poco confundido al principio, le dijo: -"Claro Marisa... son 100
euros, ¿quién no los querría?" Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó
hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo, volvió a
preguntarle: -"¿Y ahora lo quieres igual?" -"Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen
siendo 100 euros. Claro que los tomaré si me lo entregas." Entonces Marisa desdobló el arrugado
billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
-"¿Lo sigues queriendo?" -"Mira Marisa, sigo sin entender qué pretendes, pero ese es un billete de
100 euros y mientras no lo rompas, conserva su valor..." -"Entonces Alfredo, debes saber que
aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo
tan valioso como siempre lo hayas sido... Lo que debes preguntarte es CUÁNTO VALES en realidad
y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado". Alfredo se quedó mirando a
Marisa sin atinar con palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente
en su cerebro. Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice
agregó: -"Toma, guárdalo para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal... Pero me debes un
billete nuevo de 100 euros para poder usarlo con el próximo amigo que lo necesite!" Le dio un
beso en la mejilla a Alfredo -quien aún no había pronunciado palabra- y levantándose de su silla se
alejó rumbo a la puerta. Alfredo volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó en su billetera y dotado
de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta.

Jesús te habla al corazón:


“Ven a Mí . . .  Yo te daré nuevas fuerzas.” “Cuánto he deseado verte y
pasar algún tiempo de quietud contigo, en comunión contigo ‘de corazón a
corazón’, como lo hacen los mejores amigos. Sé que estás cansado y agotado por las
vicisitudes, los quehaceres y los problemas de la vida y del mundo. Querido mío,
quiero que me cuentes todos tus pesares. Todo lo que te preocupa a ti me
preocupa a Mí. Me gusta escuchar y el tiempo que tengo es ilimitado. Quédate
conmigo y descansa un rato. Permíteme llenarte de amor, alegría y paz. Solamente Yo
puedo darte paz verdadera, una paz que el mundo no puede dar. Cuéntame de tus
necesidades y tus anhelos. Cuéntame de tus seres queridos, cómo están y qué
cosas necesitan.  Ellos son mis amados también.”

* Háblale a Jesús en el Santísimo Sacramento (ya sea que esté en el sagrario


o expuesto en la custodia) tal como le hablarías a tu mejor amigo. Dale a
conocer todas tus preocupaciones y necesidades, y también las de tus familiares,
seres queridos, amigos y vecinos. Manifiesta dolor por las faltas que hayas
cometido (pecados), y por las personas a quienes hayas perjudicado u ofendido.
Pídele la gracia de perdonar a todos los que te hayan hecho daño. Ora pidiendo
guía y curación.

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