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FUNCiÓN, FUERZA FíSICA Y


RENDICiÓN DE CUENTAS EN LA
pOLIcíA LATINOAMERICANA:
PROPOSICIONES PARA UN NUEVO
MODELO POLICIAL
Luis Gerardo Gabaldón
FUNCiÓN, FUERZA FíSICA Y RENDICiÓN DE
CUENTAS EN LA POLiCíA LATINOAMERICANA:
PROPOSICIONES PARA UN NUEVO
MODELO POLICIAL
Luis Gerardo Gabaldón 1
I
¿QUÉ HACE Y QUÉ NO HACE LA pOLIcíA?

Uno de los problemas fundamentales para definir la función policial es que


las normas jurídicas se ocupan, fundamentalmente, de establecer condicio-
nes para la utilización de los resultados de la acción policial antes que de
definir las facultades de la policía. Es así como la Constitución y las leyes
procesales regulan este tema en términos de límites y restricciones, señalan
requisitos de actuación válida y establecen salvaguardas sustantivas y pro-
cesales a los poderes de la policía, antes que establecer un elenco de
funciones y atribuciones. A la policía se le tiende a decir más allá de dónde
no debe pasar, antes que indicarle precisamente lo que debe hacer.

Esta situación es la regla en países con tradición de derecho consuetudina-


rio, donde son los tribunales los que definen, según los casos que conocen,
los poderes de la policía, pero se manifiesta también, aunque en menor
medida, en los países con tradición de derecho escrito, donde la jurispru-
dencia juega un rol menos importante en la definición de los poderes de
la policía. Ello sugiere que en todas partes hay siempre algo indefinido en
cuanto a la policía, que es fuente de tensiones y disputas entre diversas
personas.

Así como se ha dicho que para reconocer lo que es pornografía hay que
verla, aunque resulte difícil conceptuarla, el reconocimiento de la función
policial, que depende de percepciones variables en cada sociedad, puede

1 Profesor Titular de derecho penal y criminología en las Universidades de los Andes, Mérida y
Católica Andrés Bello, Caracas, Venezuela. Especialista en derecho penal y criminología,
Universidad de Roma (lgabaldo@ucab.edu.ve).
estar sometido a esta misma condición. Sin embargo, fijar mediante con-
ceptos el alcance de la función policial es importante, porque el poder
coactivo que le ha sido atribuido a la policía y la tutela de los derechos y
garantías de los ciudadanos así lo exigen.

LA pOLIcíA ENTRE EL CONTROL SOCIAL FORMAL E INFORMAL

La policía es una agencia de control social formal, si entendemos por este


último la definición, individualización, detección, restricción y supresión
de conductas socialmente indeseables que se encuentran previstas en nor-
mas como susceptibles de sanción. Estas conductas, de alguna manera,
están prohibidas bajo la amenaza de la aplicación de una pena pública
mediante el debido proceso legal. La policía cuenta con un poder para
aprehender, someter, poner a disposición de la justicia y lograr la sanción
de estas conductas definidas por la legislación como punibles.

Hay otras formas de control social en las cuales no interviene el Estado,


como la disciplina familiar y escolar, las regulaciones de los grupos profe-
sionales y sociales, los preceptos religiosos, las normas de urbanidad,
cortesía y etiqueta, etc. En todas estas formas de control, cuando puede
resultar afectado un derecho reconocido por el Estado, este último y sus
instituciones -entre ellas la policía- pueden ser invocados para intervenir
por parte de los titulares del control primario. Muchas veces se trata de
un área gris cuyos límites se negocian según el momento y lugar de la
ocurrencia. Así sucede, por ejemplo, cuando un padre siente que no pue-
de controlar la conducta rebelde de un hijo adolescente, cuando la viola-
ción de un código de ética profesional crea una situación inmanejable por
el grupo profesional correspondiente, cuando hay que echar de una iglesia
a alguien que abiertamente irrumpe contra la solemnidad de una celebra-
ción y no puede ser sometido por los fieles o cuando, en una fiesta
privada, la intervención de los participantes resulta insuficiente para con-
tener a alguien que se ha vuelto agresivo por la embriaguez. En todos
estos casos, la policía puede resultar el último recurso al cual acudir,
aunque la mayoría de la gente no admita, en principio, que estas situacio-
nes sean de competencia policial.

En muchas oportunidades, y sin que medien conflictos directos entre los


particulares, la policía puede intervenir, a requerimiento privado o por
propia iniciativa, frente a conductas que no revisten carácter ilegítimo.
Pensemos en una llamada para auxiliar a alguien que está en peligro de
muerte o lesión, sin que nadie lo haya agredido. O en una discusión que

256 SEGURIDAD YVIOLENCIA: DESAFíos PARA LA CIUDADANíA


perturba a los vecinos de un edificio, sin que se haya violado una ordenan-
za municipal sobre ruidos molestos. En estos y otros muchos casos, la
actividad de la policía rebasa lo legalmente sancionado, y pocas personas
dudarían que la intervención policial resulta oportuna y conveniente.

Estos ejemplos muestran que la policía, si bien se define como una agen-
cia de control social formal, con respaldo del Estado, que debería ajustar
su actuación a procedimientos en un sentido estrictamente legalista, en la
práctica y de acuerdo a diversos contextos sociales y culturales, opera con
criterios muy flexibles, en muchos casos sin referentes legales estrictos y
la mayoría de las veces en función de lo que los ciudadanos definen, en
cada situación, como un problema policial.

APROXIMACiÓN A LA FUNCiÓN POLICIAL

Podemos entender como función policial cualquier actividad, dotada de


exhibición efectiva o simbólica de la coacción, encaminada a reducir la
incertidumbre en una situación de confrontación entre dos o más personas
o grupos cuando los mecanismos de diálogo se encuentran severamente
afectados y existe la propensión a una escalada de la violencia.

Este concepto supone varias cosas: a) la policía es una agencia equidistan-


te de las partes en conflicto; b) la intervención policial es subsidiaria, en
el sentido que opera en defecto de otros mecanismos inmediatos para
resolver el conflicto entre las personas; c) la intervención policial es
minimalista, en el sentido que opera en los límites estrictamente necesa-
rios para restablecer el equilibrio perturbado; por ello se dice que la
policía conoce de los hechos y no del derecho, pues carece de facultades
para resolver una disputa con criterios decisorios permanentes, sino den-
tro de un marco estrictamente temporal y situacional; d) la intervención
policial es pacificadora, en el sentido que propende a reducir la tensión
coyuntural entre actores sociales y a crear un estado de sosiego; es por
ello que el "orden público" tiende a ser definido como un aspecto impor-
tante del desempeño de la policía, si bien las tendencias recientes enfati-
zan la tutela y garantía de los derechos como un principio más adecuado
para definir la función policial; e) la intervención policial implica siempre
algún grado de coacción física, pues es la única institución estatal que se
encuentra, en el ámbito doméstico, dotada de poder coactivo inmediato.

Estos principios sobre la función policial definen, antes que competencias


estrictas, estilos de intervención y desempeño. Por una parte una atribución

FUNCiÓN, FUERZA FíSiCA Y ~ENDICIÓN DE CUENTAS EN LA pOLIcíA LATINOAMERICANA 257


Luis Geranio Gabaldón
amplia y general de competencias a la policía es improcedente, pues no
solo sería difícil pensar en todas las posibles ocurrencias de pertinencia
policial sino porque, en caso de que se elaborase ese elenco, se habrían
restringido al mínimo las libertades individuales. Por otra, una restricción
minimalista de las competencias podría dejar por fuera muchas ocurrencias
de pertinencia policial y favorecer el recurso a la violencia privada en
aquellos casos excluidos. Es por ello que la legislación, especialmente de
carácter procesal, excluye explícitamente algunas tareas de la policía cuan-
do están atribuidas a otras agencias, o establece parámetros de actuación
restrictivos cuando se trata de funciones específicas de la policía, como el
arresto o el interrogatorio.

Aunque la idea de que la policía se mueve en un ámbito donde los agentes


sociales fijan las competencias y la legislación establece los procedimien-
tos para ejecutarlas pudiera parecer incompatible con un marco de estric-
ta legalidad, ella reconoce que esta es la verdadera situación de la poli-
cía. Como agencia moderna fue establecida en forma estable para resolver
los conflictos donde la variedad de actores, la dispersión de creencias y
perspectivas, el aflojamiento de los lazos primarios y los antagonismos de
clase, crearon un ambiente propicio para la emergencia de disputas. Di-
chas disputas podrían fácilmente escalar hasta el uso indiscriminado de la
violencia. El Estado se convirtió en una entidad más bien impersonal a la
cual acceden y se alternan en posiciones de poder personajes muy diver-
sos, donde la forma de mantener la convivencia pacífica es mediante la
cesión del monopolio de la apl.icación de la fuerza a una instancia que se
supone imparcial y que debe guiarse por pautas procedimientales clara-
mente definidas. Este es el marco de desempeño de la policía, al menos
dentro de las sociedades democráticas.

LA FUNCiÓN POLICIAL NO ES CUESTiÓN DE ESTRICTA LEGALIDAD


CUANDO ES BENIGNA

Se puede entender como control social benigno aquel que se ejerce con
bajas dosis de coacción. Así como un efecto benigno de un medicamento
implica escaso daño al organismo, podemos entender como un producto
benigno del control social el acatamiento de pautas y reglas, más por el
convencimiento que por la fuerza. La violencia ha sido invariablemente
vista como un signo de desorganización e inestabilidad. Las acciones poli-
ciales que más alarma producen son las que despliegan alto índice de
coacción y de violencia, y tienden a ser identificadas con su aspecto
represivo. En sentido estricto, la represión no requiere siempre de la

258 SEGURIDAD Y VIOLENCIA: DESAFíos PARA LA CIUDADANíA


violencia, ya que podría operar por inducción y por vergüenza, como
cuando alguien que controla el acceso a un transporte colectivo en horas
pico, devuelve a quien pretende rebasar la fila de acceso hasta la posición
que le corresponde. En este caso existe una clara represión del comporta-
miento desviado, a través de un señalamiento firme del controlador del
acceso, que ocasiona cierta vergüenza al abusador frente a los demás
usuarios, quienes aprueban implícitamente la conducta del controlador. La
policía actúa en muchos casos de este modo, enfatizando lo que los fun-
cionarios llaman "el respeto a la autoridad", sin utilizar la fuerza. Estos
comportamientos son necesarios para normalizar y estabilizar situaciones
de desorden coyuntural. Pocas personas objetarían estos procedimientos,
salvo quienes resultan directamente afectados por la restricción y su ex-
posición, cuando el señalamiento implique una vejación o una gran ver-
güenza frente a los demás.

En general, las personas razonables tienden a aceptar la intervención


policial cuando es moderada, cuando se percibe que se realiza en condi-
ciones no discriminatorias y cuando no implica vejación moral o maltrato
físico. En todos estos casos, la estricta legalidad pasa a un segundo plano.
La legalidad se invoca cuando se percibe que la intervención ha excedido
cierto límite, siempre que pueda ser válidamente esgrimida: un abogado
está en mejores condiciones que un delincuente para reclamarle a la
policía que está violando sus derechos.

LíMITES LEGALES PARA EL EJERCICIO DE LA FUNCiÓN POLICIAL

Si la atribución o restricción extensa de las competencias policiales resul-


ta difícil por las razones antes indicadas, los estilos, las prácticas y los
propósitos de la acción policial deberían merecer atención preferente en
el marco de la legislación. Ello no 'implica dejar el margen abierto para
que la policía haga cuanto le plazca, sino más bien restringir lo que no
deseamos que haga mediante el desarrollo de una normativa y una cultura
que enfaticen los instructivos, los procedimientos y el fomento de las
buenas prácticas policiales. Obviamente, cuando hay instancias estatales
concurrentes que tienen competencias específicas, las atribuciones de la
policía se encuentran, por definición, limitadas: no es admisible para la
policía detener por más del lapso legal sin notificar al fiscal o al juez; no
es admisible una visita domiciliaria policial sin orden judicial; no es admi-
sible un interrogatorio del imputado sin la notificación de los derechos,
incluida la asistencia de un abogado. Sin embargo, en el área gris de lo
que no queda claramente definido, la función policial puede someterse a

FUNCiÓN, FUERZA FlslCA y RENDICiÓN DE CUENTAS EN LApOLIcíALATINOAMERICANA 259


Luis GerardoGaba/dón
restricciones de acuerdo a las metas institucionales, los prtncipíos de
actuación, los estándares de desempeño, los sistemas de acreditación de
las agencias policiales y los mecanismos de supervisión, auditoría y rendi-
ción de cuentas. En esta materia la legislación puede desempeñar una
función que ha sido pasada por alto en la normativa legal que regula el
desempeño de los cuerpos policiales.

LA pOLIcíA COMO SERVICIO PÚBLICO

Si la policía se define como servicio público, su desempeño se encuentra


orientado hacia la satisfacción de una necesidad social amplia, de deman-
da extendida por parte de la población, aunque variable en cuanto al nivel
de consumo, como sucede con el agua, la electricidad, el gas, el transpor-
te público, la vialidad, la salud y el abastecimiento de productos alimenti·
cios. Ello implica algunas consecuencias en cuanto a la concepción y orga-
nización de la policía misma, y en cuanto al marco legal que debe
establecerla. Podríamos destacar, entre las más relevantes:

a) La policía debería cumplir estándares mínimos de funcionamiento y


desempeño, independientemente del organismo o nivel territorial de
adscripción. Ello supone una base organizativa que no puede ser
franqueada ni violentada sin comprometer la calidad mínima del
servicio que se ofrece.
b) La policía está al servicio del colectivo y no de los titulares coyuntu-
rales de poder dentro o fuera de la organización estatal. Ello supone
normas de funcionamiento que estimulen la identificación y perte-
nencia a la organización antes que las lealtades personales, así
como un esfuerzo sostenido para quebrar coaliciones y acuerdos
entre algunos actores sociales y la policía, en perjuicio de otros que
generan clientelismo y conducta de clanes.
c) La función policial se centra en la tutela y protección de los dere-
chos y en el mantenimiento de un entorno social pacificado, donde
se minimice la violencia y se expandan los mecanismos de acuerdo y
consenso. Ello supone reforzar el principio de la autoridad y el
acatamiento basado en la convicción y la legitimidad.
d) La policía no es un servicio exclusivo y comparte responsabilidades
en materia de control social con otras instancias formales e informa-
les, así como divide y negocia espacios con los particulares, como
sujetos singulares o como organizaciones de intereses. Ello supone
que no se debe hacer caer en la policía todo el peso de la responsa-
bilidad por el cumplimiento de la ley y el mantenimiento de la

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seguridad, no solo por cuanto muchas otras instancias públicas tie-
nen un rol importante que cumplir en esta materia, sino porque la
seguridad privada está cumpliendo cada vez un rol más importante,
particularmente en la protección a la propiedad.

EL USO DE LA FUERZA FíSICA POR PARTE DE LA pOLIcíA

Se puede entender por fuerza física policial el uso de cualquier tipo de


interferencia que rebasa una simple sugestión, a fin de que algún ciudada-
no haga algo o se abstenga de hacerlo. Algunos departamentos policiales
definen la fuerza como la coacción ejercida sobre alguien para controlar
una agresión física o la resistencia al sometimiento. Esto implica que la
fuerza puede apuntar a la sujeción, inmovilización o incapacitación corpo-
ral, usos asociados a finalidades instrumentales de control, aunque tal
fuerza podría también asumir un significado expresivo, como castigo o
sanción en sí mismos. En una concepción amplia, la fuerza incluye, desde
los comandos verbales asertivos que implican más que una simple sugeren-
cia o indicación, hasta el uso de las armas de fuego con resultado de
heridas o muertes. Algunos suponen que la sola presencia policial con los
signos de autoridad, en particular si es masiva, implica un tipo de fuerza
mediante el amedrentamiento.

En un sentido muy amplio, la fuerza física supone coacción externa, en


efecto o inminente, que es utilizada por la poücia con el objeto de lograr
el sometimiento, el acatamiento, la neutralización, el control e incluso el
castigo de un ciudadano en una situación determinada, sea o no producto
de una infracción a la normativa legal. Esta visión amplia de la fuerza
comprende su manifestación como fenómeno, antes que sus calificaciones
jurídicas. En efecto, desde el punto de vista normativo, en el marco del
Estado moderno, la fuerza policial tiende a ser definida en su perspectiva
instrumental, como coacción dirigida especiñcarnente, y solo en la medida
necesaria, a la obtención de una finalidad legalmente autorizada, de
modo que el castigo de los ciudadanos no es una atribución legal de la
policía.

Todos los movimientos para definir modelos de policía han considerado


esta cuestión como fundamental. El modelo "profesional" enfatiza la ne-
cesidad de adoptar estándares para el desempeño policial que hagan más
confiable y previsible su desempeño, y esta confiabilidad y previsibilidad
pasan por el uso controlado de la fuerza física. En tanto, el modelo
"comunitario" enfatiza la necesidad de la resolución de los conflictos y de

FUNPÓN, fUERZA FÍSICÁ.Y REI'lDlC1ÓNpECUENTAS EN LA P.QUCÍALAT1NOAMERICANA 261


. Luis Gerartio Gabaldón
la colaboración vecinal, con el objeto de minimizar la confrontación y, por
ende, reducir la probabilidad del uso de la fuerza. Se podría decir que
incluso el movimiento conservador de la "tolerancia cero", al menos como
propósito, busca la minimización de la fuerza policial, evitando que las
situaciones escalen o evolucionen hacia delitos mayores, detectando e
'interviniendo precozmente frente a las incivilidades con el objeto de in-
ducir pautas tempranas de urbanidad, de reducción y sometimiento de
infractores. El mismo propósito se encuentra detrás de los modelos de
"eficiencia" basados en la respuesta inmediata y la saturación de refuer-
zos en el sitio del suceso, donde el objetivo es reducir las probabilidades
de que la resistencia, la confrontación y, por consiguiente, el uso de la
fuerza, se expandan más allá de lo previsible.

El tema de la fuerza física figura desde hace tiempo en la agenda de la


investigación y de las políticas sobre el desempeño de la policía, aunque
constituye algo sensible y complejo. Como muchos han sostenido, el poder
coactivo inmediato, como potestad legal, es la propiedad que distingue
esencialmente a la policía de otras instituciones de control social, aunque
los límites para su ejercicio constituyen un tema de debate continuo y es,
probablemente, la fuente de reclamos ciudadanos más dramática frente al
desempeño policial. Si bien nadie cuestiona que la policía debe disponer
de la potestad de la coacción física para operar, e incluso esta disposición
se defiende como un logro de la modernidad, en cuanto facilita el mono-
polio de la fuerza por parte del Estado, al momento de juzgar cuándo y
cómo debió utilizarse la fuerza en una situación determinada surgen dis-
crepancias que tienen que ver con la posición relativa de los sujetos
activos y pasivos de la fuerza. Surge así la cuestión del abuso de la fuerza,
que algunos denominan violencia. Se entiende por abuso de la fuerza, en
general, una situación donde alguna persona ha definido el uso de la
coacción policial como inaceptable, excesivo o desmesurado, tanto en
cuanto a su extensión, es decir, en lo atinente a las situaciones o a las
personas a las cuales se aplica, como en cuanto a su intensidad, esto es,
en lo referente al grado de la coacción utilizada.

VISIONES SOBRE EL ABUSO DE LA FUERZA FíSICA POLICIAL

Frecuentemente se observan dos tipos de perspectiva sobre este proble-


ma. Una de ellas vincula el abuso de la fuerza, que suele denominarse
violencia policial, a las desigualdades sociales, a la estratificación, al
dominio de grupos sobre el aparato del Estado o al desarrollo del temor
dentro de determinados grupos de personas frente a la amenaza que

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pueden representar otros grupos. Otra perspectiva centra la atención en


los factores situacionales y las variables personales de los funcionarios
policiales que se encuentran asociados al incremento de la coacción poli-
cial. Dentro de la visión latinoamericana predomina la primera perspecti-
va y el uso excesivo de la fuerza se plantea, por lo general, como la
expresión de un Estado autoritario, del cual la policía sería su brazo
armado, que pretende perpetuar por medio de la violencia los privilegios
de clase o dominio. Esta perspectiva centra su atención en los aspectos
estructurales o colectivos de la policía, sin considerar las variables indivi-
duales o de encuentro que pueden determinar la emergencia de la violen-
cia policial. Dentro de los países industrializados predomina la segunda
perspectiva, según la cual el uso excesivo de la fuerza sería un problema
vinculado a la incertidumbre e imprevisibilidad de los encuentros entre
ciudadanos y policías, o a condiciones personales de los policías que guar-
dan relación con su madurez, entrenamiento o experiencia. Es así como se
ha documentado que los encuentros que implican agresión o resistencia de
parte de los ciudadanos tienden a generar mayores situaciones de coac-
ción policial, así como los funcionarios más jóvenes e inexpertos, o ex-
puestos a situación de incertidumbre y falta de adecuado control, estarían
mayormente propensos a utilizar el arma de fuego.

Ambas perspectivas examinan una parte del problema. Por un lado, proba-
blemente la conflictividad social, la polarización, la percepción de la
amenaza y el temor consiguiente frente a grupos de personas, e incluso
frente a individuos percibidos como peligrosos, incremente la intensidad
de la respuesta policial para "controlar la criminalidad"; por otro lado, la
reducción de situaciones de incertidumbre situacional y el aumento de la
previsibilidad en los encuentros con los ciudadanos, al transformar una
situación en menos riesgosa, quizas favorece la adopción de respuestas
más ponderadas y menos violentas por parte de la policía. Ninguna pers-
pectiva es completa, porque la primera resulta insuficiente para regular el
desempeño cotidiano de la policía y la segunda ignora aspectos de la
organización social que pueden contribuir al incremento de la violencia
policial.

LOS MARCOS NORMATIVOS PARA EL USO DE LA FUERZA FíSICA

Un marco normativo se puede entender como un conjunto de reglas y


parámetros dentro de los cuales se está autorizado a obrar. Dentro del
moderno Estado de derecho, el principio de la legalidad es, por ejemplo,
el marco normativo para el ejercicio de la función pública: los órganos del

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Estado no deben hacer más de lo que les es atribuido por las normas de
competencia. Siendo la policía una agencia de carácter estatal, el uso de
la fuerza física, que es su atribución esencial y la más crítica, debería
estar condicionado por la legalidad.

El marco normativo guarda relación directa con la justificación. Una justi-


ficación es una explicación fundada y razonada de acuerdo con un princi-
pio general, de carácter moral o legal, sobre un determinado comporta-
miento. En el caso de la policía, dichas justificaciones tendrán que ver
con los principios, normas, técnicas y procedimientos admisibles para la
utilización de la fuerza física.

Los temas de la justificación y del marco normativo para el uso de la


fuerza policial no son, por supuesto, de exclusivo dominio policial. Las
percepciones sociales juegan un papel fundamental en esta materia. He-
mos podido destacar que, por ejemplo, los estudios sobre la fuerza física
por parte de la policía en el medio anglosajón, por lo general, no distin-
guen entre fuerza justificada e injustificada, sugiriendo que el uso de la
fuerza ilegítima por parte de la policía no es un tema de reflexión en sí
mismo. Por el contrario, entre los países latinoamericanos, la mayoría de
los estudiosos del tema dan por sentado que la fuerza policial es abusiva,
por lo cual la cuestión de la fuerza justificada pareciera estar fuera del
campo de la investigación. Estas diferencias suponen que lo que en una
cultura es percibido en principio como admisible, en otra lo es como
inadmisible, y sugiere que los marcos normativos están condicionados no
solo por pautas legales, sino también por las representaciones sociales y
por las visiones que los ciudadanos tienen de la policía.

PAUTAS LEGALES Y REGLAMENTARIAS PARA EL USO DE LA FUERZA


FíSICA POLICIAL

Una revisión de la normativa de diversos países sobre el uso de la fuerza


por parte de la policía indica que hay distintos niveles de generalidad en
la especificación de las condiciones bajo las cuales se prescribe o se
prohíbe su utilización. Así, la Carta Canadiense de Derechos garantiza el
derecho de los ciudadanos de no ser privados de la vida, la libertad o
seguridad de la persona "fuera de los principios de justicia fundamental".
La Ley Penal inglesa de 1967 establece que cualquier persona (sin distin-
guir funcionarios policiales) puede usar la fuerza que sea razonable para
un objetivo legítimo. Según el Código Penal de Brasil, la policía para usar
el arma o la fuerza debe considerar la legalidad, la legitimidad y la licitud

264 SEGl,IRIPADY VIOLENCIA:·PESAFíOSPARA LACIUPAPANíA


de la acción. En Venezuela las normas del Código Penal establecen, entre
las causas de justificación del uso de la fuerza, la defensa legítima y el
cumplimiento de un oficio o cargo sin traspasar los límites legales, y
castiga el uso de las armas, fuera de los supuestos antes indicados, con
una pena agravada respecto al delito en que se hubiere incurrido con
dicho uso.

Todas estas cláusulas, si bien establecen principios normativos de razona-


bilidad, resultan insuficientes al momento de fijar parámetros de uso
aceptable de la fuerza en situaciones específicas. A través de las entrevis-
tas en una investigación adelantada con funcionarios policiales venezola-
nos del occidente del país, pudimos comprobar que los policías consideran
estas normas muy genéricas y el entrenamiento para el uso de la fuerza
como insuficiente o inadecuado. Evidentemente existe una amplia grieta
entre los principios normativos sobre la legitimidad del uso de la fuerza y
los criterios operativos para aplicarla en situaciones concretas. Esta dis-
crepancia parece ser universal, pues se manifiesta en la legislación de
diversos países. Todo ello sugiere que se debe avanzar más allá de las
pautas legales y los reglamentos generales para definir criterios que per-
mitan discriminar entre situaciones y niveles aceptables de aplicación de
la fuerza física por parte de la policía.

NORMAS OPERACIONALES PARA EL USO DE LA FUERZA FíSICA POLICIAL

Las normas operacionales para el uso de la fuerza física por parte de la


policía pretenden regular, para situaciones específicas de trabajo policial
y encuentros con los ciudadanos, la extensión y la intensidad en el uso de
la coacción, tomando en consideración variables situacionales vinculadas
al tipo de hecho que se pretende controlar y al comportamiento del
ciudadano que debe ser controlado.

La regulación de la extensión de la fuerza tiende a ser más precisa para


las formas extremas de coacción que para las formas intermedias. Así, el
denominado "uso mortal de la fuerza física", que se vincula con la utiliza-
ción de las armas de fuego y con ciertas técnicas físicas de sofocación,
que muy probablemente ponen en riesgo la vida del sujeto pasivo, tienden
a ser limitadas a la defensa legítima propia o de terceros. Un criterio
restrictivo -que limita el uso de esta forma extrema de fuerza física a la
protección frente a una amenaza real contra la vida del funcionario o de
un tercero- ha permitido disminuir la utilización de disparos y reducir las
muertes en episodios de fuga, cuando la vida propia o de un tercero no se

FUNCiÓN, FUERzníslCAy REND1CJÓNDEcUENTAS EN LA pC¡lIcíALATINOJ\.MERJCANA 265


Luis ,GerardoGabaldón
encuentran en riesgo. El uso de modalidades intermedias de fuerza debe-
ría quedar condicionado, antes que por el tipo de delito por el cual se
persigue a un sospechoso, por los niveles de resistencia y oposición que
exhibe el ciudadano cuando niega someterse.

El continuo usual en la utilización de la fuerza policial comprende gene-


ralmente cinco niveles: órdenes verbales, que supone conminar decidida-
mente al interlocutor a someterse; técnicas de sujeción, que implican uso
de llaves o recursos de fuerza "a manos libres" para dominar al individuo;
uso de instrumentos, como el bastón de mando para intimidar y, eventual-
mente, para apoyar la sujeción; uso de armas intermedias, como agentes
químicos u otros instrumentos para incapacitar temporalmente; y uso del
arma de fuego, con la finalidad de neutralizar un ataque mortal inminente
o en acto. A cada nivel de fuerza corresponde un nivel de resistencia o
agresión del sujeto pasivo de la fuerza: actitud desafiante, resistencia
pasiva, resistencia activa, amenaza no mortal y amenaza mortal.

Estos modelos, que con variantes se vienen aplicando en distintos departa-


mentos de policía, enfatizan que el objeto de la fuerza es dominar al
sospechoso, independientemente del delito que haya cometido, por lo
cual la fuerza se desvincula de cualquier uso expresivo, como castigo por
algo que el sospechoso haya realizado con anterioridad a la situación en la
cual está siendo sometido. Sin embargo, la investigación consistentemente
muestra que el uso expresivo de la fuerza, por parte de la policía, persiste
como práctica y que algunos funcionarios definen la "afirmación de la
autoridad", el "respeto de la policía" e incluso el "castigo de los delin-
cuentes", como actividades cotidianas y deseables dentro de la policía.
Estas justificaciones para la aplicación de la fuerza no guardan relación
con el comportamiento del ciudadano en la dinámica del encuentro, sino
con su conducta anterior o concomitante que representa un desafío e
irrespeto de la investidura policial, más allá de la amenaza específica que
implica en ese momento para la integridad del funcionario. Por esta ra-
zón, el uso expresivo de la fuerza es mucho más difícil de controlar y
reglamentar que el uso instrumental, por ello debe prestarse especial
atención a este problema en cualquier modelo de entrenamiento y capaci-
tación policial.

EVALUACiÓN Y SEGUIMIENTO DEL USO DE LA FUERZA FíSICA POLICIAL

Ninguna política sobre el uso de la fuerza por parte de la policía puede


ser efectiva sin conocer la incidencia de dicho uso y sin establecer
mecanismos confiables que permitan intervenir para adecuar el compor-
tamiento policial a los estándares predefinidos. Aunque se hayan incor-
porado a la legislación interna los Principios Básicos sobre el Uso de la
Fuerza y las Armas de Fuego por parte de los Funcionarios encargados de
hacer cumplir la Ley de Naciones Unidas, y aun cuando en reglamentos
policiales se mencionen escalas progresivas del uso de la fuerza en fun-
ción del comportamiento del ciudadano en el encuentro con la policía,
poco se sabe sobre las ocurrencias en las cuales se utilizan las armas,
salvo los casos extremos que concluyen en muertes de ciudadanos cuyos
allegados cuentan con suficiente capacidad de reclamo para denunciar
los casos a la Fiscalía, los tribunales o a las Organizaciones No Guberna-
mentales de Defensa de los Derechos Humanos. Los procedimientos in-
ternos de las policías para el control y seguimiento de casos en los
cuales se usa la fuerza son virtualmente inexistentes y ello influye nega-
tivamente en la definición y ejecución de políticas para su control.

Se considera que el proceso de control del uso de la fuerza por parte de la


policía requiere de, al menos, tres condiciones:

1. Reglamentos e instructivos claros, articulados con un entrenamiento


efectivo, mediante los cuales los mandos operativos y los superviso-
res inmediatos de los agentes policiales deben tomar responsabili-
dad especial en la aplicación de los estándares.
2. Registro de episodios y ocurrencias en los cuales se ha utilizado la
fuerza, más allá de cierto nivel y no solo de las situaciones en las
cuales resultan muertes o heridas.
3. Sistemas de alerta e intervención temprana para corregir las desvia-
ciones y para el fomento de buenas prácticas policiales, incluyendo
la suspensión preventiva y el reentrenamiento de funcionarios que
no cumplan con los estándares, antes de que los episodios revistan
carácter de ilícitos penales y ameriten la intervención de la instan-
cia judicial.

El control sobre el uso de la fuerza por parte de la policía representa


varias dificultades. La policía tiende a resistir la interferencia externa en
esta materia, bajo el argumento de que los demás no conocen el trabajo
policial o, en el mejor de los casos, de que las buenas prácticas policiales,
incluyendo aquellas atinentes a la fuerza física, corresponden a criterios
estrictamente profesionales e internos de la propia institución, con base
en el principio del funcionario mejor entrenado para cumplir apropiada-
mente su función. Por ello la auditoría externa, aunque necesaria, es
difícil de implementar en esta materia.
Un modelo policial con perfil de servicio público profesional, transparen-
te, eficiente y responsable, deberá considerar, en materia del uso de la
fuerza física, los siguientes principios generales:

1. El énfasis en el uso instrumental y no expresivo de la fuerza, esto


es, en la idea de que la fuerza se utiliza, cuando es preciso, para
alcanzar un objetivo legítimo y bien definido dentro de la práctica
policial admisible, y no para afirmar la autoridad, la identidad o el
poder de castigo del funcionario policial.
2. La afirmación de la vida como valor supremo constitucional y legal, y
el establecimiento del respeto a la misma como límite para la exten-
sión e intensidad en el uso de la fuerza física, restringiendo la fuerza
mortal a los casos de defensa de la propia vida o la de terceros.
3. El desarrollo, mediante reglamentos e instructivos precisos, de esca-
las progresivas para la intensidad del uso de la fuerza, en función de
y en directa correspondencia con los niveles de oposición o resisten-
cia del ciudadano a la intervención policial.
4. El establecimiento de procedimientos de seguimiento, registro y
alerta temprana de episodios de uso de la fuerza, incluyendo todos
los casos de utilización de armas de fuego, a fin de ilustrar, cuantifi-
car y analizar los episodios recurrentes de dicho uso, con la finali-
dad de adoptar las medidas pertinentes para aplicar en forma efec-
tiva los estándares admisibles.
5. Supervisión de campo y reentrenamiento de funcionarios policiales
para adecuar su actuación a las políticas y estándares sobre el uso
de la fuerza.
6. Publicidad y difusión de los principios y prácticas policiales admisi-
bles sobre el uso de la fuerza, a fin de que la ciudadanía los conozca
y ajuste su comportamiento en los encuentros con la polícia de
conformidad con dichos principios y prácticas, contribuyendo a res-
paldarlas, minimizando las ocurrencias de resultados mortales y el
maltrato policial.

¿RENDIR CUENTAS PARA QUÉ?

El tema de la rendición de cuentas se ha incorporado a la discusión de la


gestión social desde hace algún tiempo mediante la observación de que
algunas agencias desarrollan prácticas y estilos que no siempre favorecen
a los usuarios. Este tema ha alcanzado relevancia respecto a las agencias
públicas y privadas que ejercen funciones de interés social y se encuentra
frecuentemente vinculado a los conceptos de apertura y transparencia
que deberían orientar la gestión en una sociedad democrática. El principio
de la transparencia (y su contrapartida, la opacidad) figuran rutinariamen-
te dentro de diagnósticos comparados de democracia, control ciudadano,
pluralismo y gestión participativa entre diversos países y sociedades.

Si bien como postura ideológica el tema de la rendición de cuentas se ha


vuelto popular, más difícil resulta identificar en qué consiste, frente a
quién se propone, cuáles son los criterios para exigirla y qué efectos
tendría sobre el desempeño y futuro de cualquier institución. En materia
policial la cuestión resulta particularmente sensible, por cuanto es propio
de la policía minimizar el escrutinio y propiciar una cultura de autosufi-
ciencia, algunas veces amparada por el discurso del profesionalismo y
otras tantas expresada como solidaridad entre los pares.

Dado que la policía es una agencia dotada del poder de la coacción, cuya
intervención implica, de ordinario, restricciones de las facultades de algu-
nos ciudadanos, la cuestión de dar cuenta de sus acciones adquiere parti-
cular relieve. De hecho, no parece haber acuerdo sobre cómo se accede y
qué uso podría darse a la información que se requiere.

¿EN QUÉ CONSISTE LA RENDICiÓN DE CUENTAS?

En un sentido convencional, la rendición de cuentas puede expresarse


como un informe administrativo sobre la inversión de los recursos materia-
les dispuestos para diversas actividades programadas. Esta es una acep-
ción de contraloría administrativa, muy restringida dentro de una concep-
ción de la policía como servicio público. Cuando solicitamos un informe de
rendición de cuentas a una empresa de suministro de agua o electricidad
exigimos algo más que una relación administrativa del gasto en instalacio-
nes, mantenimiento y personal, para procurar información sobre cobertura
de los servicios, extensión de las redes de suministro, población atendida
y, probablemente, nivel de satisfacción pública frente al servicio prestado
y planes de beneficio comunitario. Lo mismo podría aplicarse a la policía:
no nos interesa saber únicamente cuál es la distribución del gasto por
partidas presupuestarias y si no ha habido malversación de fondos, sino
cuáles son sus indicadores y estándares de desempeño y en qué medida
están siendo atendidas las necesidades ciudadanas.

Este sentido más detallado, que abarca la satisfacción de necesidades


colectivas con base en principios y estándares definidos, es lo que consti-
tuye el tema fundamental de la rendición de cuentas policial y de los

FUNCTÓN¡tU~R:z~FLsICAYRENDI¿ IÓNi liECUENTAS EN.··LA"ou~fA· LATINOAMERICANA 269


. . tuts (;erCIrdo GCIbaldón
mecanismos para hacerla efectiva. Dentro de este marco de referencia se
encuentra, por supuesto, la cuestión de la disciplina y la supervisión del
comportamiento de los funcionarios policiales, porque precisamente a tra-
vés de dicho comportamiento se manifiesta la concordancia o discrepancia
policial con su misión y con los objetivos declarados (aspecto sustantivo) y
con las reglas preestablecidas para su desempeño (aspecto procedimen-
tal). A mayor claridad sobre unos y otros, mayor facilidad para precisar los
indicadores y efectuar la correspondiente auditoría.

CONTROL Y RENDICiÓN DE CUENTAS DESDE ADENTRO

El control interno supone que existen estructuras y departamentos dentro


de la propia policía que se encargan de supervisar y corregir el trabajo de
otros funcionarios. Según algunos, este sistema de control es fundamen-
tal, pues la policía es refractaria a la supervisión externa y muchas deci-
siones que provienen desde afuera, incluyendo las judiciales del más alto
nivel, aún con el valor que puedan tener como un precedente y su impli-
cación para validar jurídicamente actuaciones policiales, podrían resultar
inaplicables por la falta de desarrollo de procedimientos internos de se-
guimiento y supervisión de los funcionarios policiales. De nada valen de-
claraciones de principios e incluso planes de acción que no son aplicados,
supervisados y corregidos por funcionarios con capacidad de gestión y con
responsabilidades de comando.

El control y rendición de cuentas desde adentro se ha concentrado, funda-


mentalmente, en el uso de la fuerza física y en la detección y reducción de
la corrupción policial, probablemente las dos situaciones que generan ma-
yor cantidad de quejas ciudadanas, aunque comprenden también cuestiones
relativas al cumplimiento de horarios y tareas, a la correcta utilización de
los equipos, a las normas de decoro personal y a la obtención de productos
y resultados conformes con la planificación de las actividades. En todos
estos casos, el llamado sistema de detección precoz, que supone individua-
lizar hechos sintomáticos aunque no extremos de conducta inapropiada, así
como la intervención temprana, que supone actuar con efectividad desde
un primer momento, se consideran bases de un adecuado sistema de con-
trol. Aunque pudiera pensarse que la rendición de cuentas en este caso es
marginal, pues no hay audiencia externa directamente involucrada en los
procesos de detección e intervención frente a faltas de disciplina primaria,
el control interno, en la medida en que produce correctivos oportunos y
evita la escalada de la conducta desviada, facilita el propósito de explicar
qué y cómo hace la policía frente a su propio personal, contribuyendo a
FLACSO - 8ihliotp.ca

generar un clima de contención y regulación desde el interior de la institu-


ción. El ambiente interno de indulgencia y desidia, que deja el desarrollo
de la actividad de los funcionarios policiales a su arbitrio y que no identifica
signos tempranos de desviación y abuso, contribuye a la generalización y
normalización de prácticas frente a las cuales resulta difícil luchar una vez
que se han instaurado.

Un buen sistema de control y rendición de cuentas interno supone el


desarrollo de mecanismos efectivos de seguimiento del trabajo policial a
través de la supervisión cotidiana, lo cual conlleva muchas cosas, entre
ellas, el desarrollo de claras competencias por niveles jerárquicos, el
desarrollo de procesos de registro y reportaje de ocurrencias por parte de
los propios funcionarios policiales, la quiebra del sentido de complacencia
entre supervisores y supervisados y la independencia, e incluso la separa-
ción física, entre quienes deben abrir y sustanciar las averiguaciones disci-
plinarias y quienes son sus sujetos pasivos. Dado que la cultura policial
fomenta la solidaridad interna, debido al síndrome de aislamiento policial,
especial cautela debe adoptarse para contener el amiguismo, el compa-
drazgo y el encubrimiento entre supervisores y supervisados. Todo ello
implica el desarrollo de estándares estrictos en materia de gestión de
inspectoría o de unidades de asuntos internos dentro de la policía.

CONTROL Y RENDICiÓN DE CUENTAS DESDE AFUERA

No bastan los controles internos dentro de la policía. Crecientemente se


insiste en la necesidad de la supervisión externa, fundamentalmente para
cumplir con dos exigencias: por una parte, contrarrestar el espíritu corpo-
rativo de cierre y solidaridades endógenas, en particular cuando se trata
de prácticas normalizadas que vulneran derechos ciudadanos, y por otra,
facilitar la participación ciudadana en la gestión policial, a fin de contri-
buir a su desempeño eficiente conforme a principios socialmente acepta-
bles. La rendición de cuentas externa puede adoptar muchas formas y
abarcar un gran espectro de actividades policiales, desde la gestión presu-
puestaria hasta las prácticas de control social. Sin embargo, la experien-
cia acumulada se ha centrado, fundamentalmente, en aquellas modalida-
des que pretenden dar satisfacción a las quejas de los ciudadanos sobre el
mal desempeño policial, bien desde una perspectiva más bien individual,
apuntando hacia la sanción de faltas disciplinarias, bien hacia la correc-
ción de procesos administrativos que incrementan el desarrollo de buenas
prácticas policiales. Los dos sistemas son complementarios dentro de una
visión amplia sobre el desarrollo organizacional de la policía.

FuNCIÓN, FlJERZAFJSl.cA YR.ENúICtMDECUENTA5 EN lA POUCíAlATINOAMERICANA 271


. . LUisGetatdo G.abaldón
Las modalidades centradas en la sanción de faltas disciplinarias indivi-
duales apuntan a la participación ciudadana en la detección, procesa-
miento y eventual sanción de funcionarios que violan principios de ac-
tuación legal o que implican tratos desiguales y discriminatorios,
comprendiendo, fundamentalmente, los reclamos con ocasión del ejerci-
cio de la fuerza policial, dado que este tema es particularmente sensible
para la población. Los sistemas de rendición de cuentas, en esta mate-
ria, tienen básicamente que ver con los procesos para investigar y sus-
tanciar las quejas, procesos que adoptan, en alguna medida, una partici-
pación limitada de los ciudadanos, a través de la publicidad de los
procedimientos adelantados y las sanciones impuestas, de la garantía de
la confidencialidad en la recepción de las quejas, para no exponer a
represalias a los denunciantes, y de mecanismos de supervisión y obser-
vaciones sobre el proceso disciplinario por parte de los ciudadanos, a fin
de evitar sesgos debidos al espíritu corporativo y a la poca permeabili-
dad de la policía frente al escrutinio externo. En general se admite que,
mientras más conocidas por todos son las reglas y procedimientos disci-
plinarios para sancionar las faltas policiales, mientras mayor reserva y
protección se brinda al denunciante de una falta "frente a la posible
retaliación de los policías afectados, mientras mayor es la supervisión de
los procesos disciplinarios en curso y la incorporación de observaciones
de los ciudadanos respecto a su desarrollo y resultados, existe más con-
trol externo de la policía que contribuye a incrementar la satisfacción
ciudadana. La publicidad de reglas y procedimientos tiene que ver con la
transparencia, el tratamiento confidencial de las quejas con el respeto,
mientras la supervisión de los procesos con la participación ciudadana.
Transparencia, respeto y participación ciudadana son componentes fun-
damentales para una gestión policial democrática y con vocación de
servicio público.

Las modalidades centradas en la corrección de procesos administrativos


persiguen, antes que la sanción de determinados funcionarios, la enmien-
da de prácticas viciosas o inadecuadas en función del mejoramiento del
servicio policial. Esta modalidad se acerca más a la contraloría social, si
se entiende por esta última una actividad tendiente a mejorar prácticas y
procesos en interés colectivo, mediante el acatamiento por convicción y
el desarrollo de rutinas que apuntan en el sentido deseado. Sin descuidar
la detección de casos individuales que se desvían, el control mediante
contraloría (o auditoría) se centra en mejorar la organización para des-
alentar la desviación, así como en una industria cualquiera el incremento
de la seguridad operativa minimiza los casos de accidentes laborales, o
como en un hospital un sistema de saneamiento ambiental disminuye el

'1.72 SE~UR¡DAPYVIf)lEtKIA:.DESAfí{)s PARA lA CIUDADANíA


riesgo de las infecciones oportunistas. Si bien pensar en la policía en
términos de industrias u hospitales podría parecer extraño, el común de-
nominador estaría dado porque todas estas instancias desarrollan una acti-
vidad de repercusión colectiva cuyo resultado debe ser lo más aceptable
posible para el público destinatario, bien se trate de artículos de consu-
mo, de salud o de seguridad ciudadana.

UNA VISiÓN INTEGRADA DE LA RENDICiÓN DE CUENTAS

Podríamos estar asistiendo a un proceso de convergencia entre la comuni-


dad y la policía en lo relativo a la rendición de cuentas. Una de las
novedades del proceso de reforma policial que actualmente se adelanta
en Venezuela es la amplia consulta nacional que se ha efectuado, median-
te instrumentos de diverso alcance y públicos muy variados, entre julio y
septiembre de 2006. Los resultados de la consulta mediante el número
telefónico gratuito sugieren que la supervisión de actuaciones y la rendi-
ción de cuentas representan el 42% de las opciones de los ciudadanos
respecto a la contraloría social, mientras que del arqueo temático de los
cupones depositados en buzones distribuidos por todo el país, se despren-
de que el 79% de los comentarios vinculados a la rendición de cuentas
mencionan la participación comunitaria como muy importante en la ges-
tión policial. Por otro lado, una revisión de los resultados de 14 talleres
con participación de 1.207 funcionarios de policía uniformada y de 9 talle-
res con participación de 1.010 guardias nacionales, permite concluir que
los propios policías estiman que la incorporación de las comunidades como
contralores sociales es fundamental, que debe buscarse una base local
para la evaluación de la gestión policial y que los controles internos de la
policía, principalmente a nivel de inspectorías y oficinas de asuntos inter-
nos, no son objetivos ni transparentes en la actualidad. Es posible que la
arbitrariedad, el clientelismo y la precariedad de las autoridades de go-
bierno policial estén promoviendo una cultura emergente de la rendición
de cuentas mediante contraloría social que se consideraba hace poco
impensable. Esto sugiere que hay un campo de trabajo promisorio para el
desarrollo de mecanismos de rendición de cuentas que incorporen a los
ciudadanos a través de grupos organizados y de procesos que permitan
realizar un mejor seguimiento y control de la policía en función de las
necesidades de las comunidades.

Los sistemas de rendición de cuentas deben combinar procedimientos in-


ternos que fomenten estándares de profesionalización, ética y sentido de
pertenencia entre los funcionarios policiales y procedimientos externos

FUNCiÓN, FUERZA FíSICA Y RENDICiÓN DE CUENTAS EN LA POLlcíALATINOAMERlCANÁ 273 .1


Luis Gerardo Gabaldón
que fomenten participación ciudadana, imparcialidad y garantías en el
tratamiento de quejas y reclamos. Entre la declaración y la implantación
efectiva de estos procedimientos puede haber un largo trecho, difícil de
recorrer. Independientemente de su valor propagandístico para un modelo
policial que se define como democrático, el funcionamiento efectivo de
estos mecanismos contribuye a la credibilidad de la policía y a la satisfac-
ción de las expectativas ciudadanas.

Dos consideraciones adicionales resultan pertinentes. En primer lugar,


debe tenerse en cuenta la necesidad de estabilizar procesos en el tiempo,
pues la experiencia demuestra que algunas iniciativas plausibles y desea-
bles, en la medida en que fueron implementadas solamente con el liderza-
zo personal de algún jefe policial o de un comisionado, decayeron tan
pronto su figura desapareció de la escena; aunque el liderazgo es impor-
tante, lo es más el efecto multiplicador en la estructura policial y la
promoción de una cultura de la rendición de cuentas y del control. En
segundo lugar, las organizaciones policiales excesivamente centralizadas y
con jerarquías rígidas son más difíciles de cooptar para un modelo de
auditoría o contraloría social. En la medida en que se dispone de institu-
ciones policiales más pequeñas y descentralizadas, se hace más factible
identificar grupos o instancias comunitarias apropiadas para el ejercicio
de la contraloría social.

Algunas líneas generales para el desarrollo de los mecanismos de rendición


de cuentas podrían ser las siguientes:

1) Balance entre supervisión interna y externa, de modo que, sin des-


cuidar el fomento de prácticas de autocontrol y profesionalismo
dentro de la policía, que suponen el quiebre del amiguismo, se
fomente también la participación ciudadana para la presentación de
quejas fundamentadas y para la contribución en la definición de
procesos y estándares que eleven el nivel del servicio policial.

2) Fomento de la sanción disciplinaria oportuna para infracciones poli-


ciales, evitando la instauración y/o normalización de prácticas abu-
sivas por estímulo o negligencia de los superiores.

3) Desarrollo de sistemas de intervención temprana que permitan de-


tectar malas prácticas y conductas inapropiadas antes de convertir-
se en patrones de comportamiento 'individual o grupal dentro de los
cuerpos policiales.

274
4) Difusión de los manuales de conducta y disciplinarios, asi como de
los resultados de los procedimientos de sanción, entre la población,
a fin de fomentar el reconocimiento público de la policía como una
instancia autorregulada con criterios y procesos plausibles.

5) Garantía de mecanismos de confidencialidad y protección a los de-


nunciantes de 'irregularidades policiales frente a la retaliación de los
funcionarios denunciados.

6) Desarrollo de mecanismos de contraloría social con soporte en las


organizaciones comunitarias estables y acreditadas, de modo que
los procesos de supervisión obedezcan a principios sustentables y
no sean producto de disputas o acusaciones con base clientelar o
partidista.

7) Fomento de mecanismos de conciliación y compensación que permi-


tan resolver casos de reclamos que no impliquen elevadas dosis de
violencia o maltrato hacia los ciudadanos, sobre las bases de la libre
aceptación de los involucrados en el conflicto.

8) Énfasis en procesos continuos y a largo plazo, de intensidad sosteni-


da, a fin de instaurar y mantener buenas prácticas con continuidad
administrativa, independientemente de los cambios de gestión poli-
tica o de dirección policial.

PERSPECTIVAS

Las consideraciones realizadas hasta aquí asumen un entorno en el cual


resultan factibles acuerdos básicos y donde existe cierta homogeneidad
cultural y se propende a la reducción de los desequilibrios entre actores
sociales conforme a criterios mínimos de convivencia. La suposición de
que estas condiciones son necesarias no implica desconocer situaciones
de tensión y excepción, como escenarios caracterizados por elevadísima
confrontación y desarraigo, tareas de inteligencia y seguridad del Estado
y grupos organizados de delincuencia que conforman estructuras discipli-
nadas y jerárquicas, situaciones todas en las cuales los parámetros que
se han discutido difícilmente resultarán totalmente aplicables. Sin em-
bargo, su discusión, decantación e incorporación a los nuevos modelos
policiales facilitarán el establecimiento de un programa para un desem-
peño más eficiente y menos violento, no solo en países donde una parte
significativa de la violencia social es atribuible a la policía, sino en

275
aquellos donde esta continúa siendo una caja negra. Aunque refleja de
manera ineludible el ambiente y la sociedad donde se desempeña, ello
no implica renunciar al propósito de trabajar por una sociedad donde
tengamos una mejor policía.

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