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no interdependientes. Son las sociedades con estatus separados. Hasta el siglo XIX la es-
tructura de la sociedad era plana: la de una disposición de partes separadas en un todo. T.
Hobbes fue uno de los primeros sociólogos que, en un poderoso esfuerzo de análisis de-
ductivo-inductivo, pretendió reducir la sociedad a sus elementos nucleares —los hombres
en el estado de naturaleza— para intentar después reubicarlos en la nueva sociedad alum-
brada por el pacto social.
El modelo orgánico supone concebir a la estructura de la sociedad como si se tratara
de un organismo vivo, formada por partes interrelacionadas, interdependientes y evolu-
tivas, controladas por un centro rector. Es el modelo propio de los sociólogos evolucio-
nistas. Con las aportaciones de Spencer y Darwin acerca de la evolución de los seres vi-
vos en un sentido selectivo y unidimensional se produce una analogía de la sociedad a los
cuerpos orgánicos; los darwinistas sociales conciben la sociedad como un cuerpo que
evoluciona. La estructura como conjunto de partes situadas en el mismo plano y que evo-
lucionan en una dirección.
El modelo piramidal concibe a la sociedad dividida en estratos, siendo además estos
estratos determinados por la infraestructura. Es el modelo que pone en boga el marxismo
clásico. A partir de él se produce un cambio cualitativo en la concepción de la estructura
de la sociedad; las partes de la sociedad dejan de dibujar la unidad de una figura en un
mismo plano para situarse en planos y niveles distintos, con una dependencia de las par-
tes superiores respecto de las inferiores. La estructura social aparece estratificada; los
estratos sometidos al determinismo: los originarios y básicos determinan a los derivados
(en Marx, los estratos económicos determinan a los culturales).
Finalmente el modelo formal de la estructura social se desgaja de la realidad social
concreta para construir unos modelos abstractos de sociedad; son arquetipos mentales de
las sociedades históricas. Es el modelo del estructuralismo.
En la sociología contemporánea cabe encontrar un sentido concreto y descriptivo y
otro abstracto y formal de estructura social. Radcliffe-Brown y Lévi-Strauss representan
ambos sentidos.
A. R. Radcliffe-Brown (1972, 20) define a la estructura social como «una ordena-
ción de personas en relaciones institucionalmente controladas o definidas». Es la idea de
estructura que viene desde Spencer, quien daba por supuesta una concepción de la estruc-
tura similar a la de Radcliffe-Brown. Es un concepto descriptivo, ya que la estructura es
una ordenación de relaciones. Aunque en este sociólogo se insinúa ya un concepto abs-
tracto, que tendrá después mucho futuro, pues en una ocasión distingue entre la estructura
como relación observable en la realidad y la forma estructural, que está subyacente a esta
estructura de la realidad, y que el sociólogo no supo desarrollar (ibid., 219-230). Viene a
decir el antropólogo social que existe una estructura concreta de una sociedad, que es la
observable directamente en un trabajo de campo, y una estructura superpuesta e idéntica,
que es la que siempre conserva la sociedad en su evolución, y que se determina en las
estructuras históricas. La estructura básica es siempre la misma, la «forma estructural»,
aunque cambien los elementos históricos y contingentes que en un momento dado la con-
figuran. Estamos a un paso de una concepción formal de estructura, que Radcliffe-Brown
no llegó a dar.
Lévi-Strauss adelanta un concepto ideal de estructura social, rescatándole de la
experiencia. La estructura es una construcción mental que deriva de la contemplación
de las realidades sociales; es un modelo abstracto y latente en la realidad social, del que
no son conscientes los agentes o actores sociales, que el investigador debe descubrir e
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interpretar a través de una ley o un modelo explicativo de la realidad. Recuerda este con-
cepto de estructura a los tipos-ideales de Max Weber, que también eran construcciones
mentales que servían de punto de referencia a los tipos históricos. «Es necesario y sufi-
ciente —asegura el sociólogo belga— alcanzar la estructura inconsciente que subyace en
cada institución o cada costumbre para obtener un principio de interpretación válida para
otras instituciones y otras costumbres, a condición naturalmente de llevar lo bastante
adelante el análisis» (1968,22). El modelo no es un modelo aislado y separado, sino un
modelo que interpreta a la realidad y que posee las mismas leyes lógicas que ésta.
Recibe el nombre de grupo social el conjunto de personas que mantiene una relación
y cohesión y una organización mínimas para alcanzar fines comunes. Es básico en el
grupo social la mínima relación y el objetivo común. De lo contrario estaríamos ante
otras formas de agrupación, pero no ante un grupo social propiamente dicho. Veremos en
el siguiente epígrafe que el grupo social se diferencia del conglomerado, que es un con-
tingente de personas accidental, desorganizado, falto de cohesión y momentáneo. El
conglomerado pasa a convertirse en grupo social, lo cual no es infrecuente, cuando la
culminación de un objetivo nacido de un conglomerado exige orden y concierto para su
satisfacción (el auditorio que se rebela contra unos estafadores y persigue su captura).
No todos los sociólogos definen al grupo social con estas notas distintivas cierta-
mente escasas; algunos exigen más: la conciencia de grupo, valores compartidos, dura-
ción. Creo que la inclusión de tales notas dejaría fuera a numerosos conjuntos que reci-
ben con frecuencia el calificativo de grupo en la doctrina sociológica.
El grupo es la unidad básica del análisis sociológico; no lo es el individuo (a no ser
comtemplado dentro y desde el referente de un grupo); tampoco lo es la sociedad como
tal (a veces se denomina impropiamente «sociedades» a los grupos).
Son múltiples las clasificaciones posibles de grupos sociales. Una de las más ex-
haustivas es la ofrecida por G. Gurvitch (1962, 216-225). Adelanto algunos criterios
significativos para una propuesta propia de clasificación de los grupos:
B) Por razón de la interacción de sus miembros, los grupos sociales van desde
relaciones flexibles y de mínima cohesión a relaciones sólidas y de fuerte cohesión. Es
ésta una importante característica de los grupos sociales, que sirve para la diferenciación
de los modelos clásicos que estudiaremos en el epígrafe siguiente. Son los grupos que
podemos llamar difusos o integrativos.
H) Por la cualidad de sus miembros, los grupos pueden ser horizontales, si están
formados por personas que pertenecen al mismo estatus, o verticales, si aquéllas se repar-
ten por diversos estatus.
L) Por las relaciones externas que mantienen los grupos, éstos pueden presentar re-
laciones de coordinación, subordinación, autonomía o antagónicas. Los criterios anterio-
res han servido para proporcionarnos una visión interna de los grupos, de cómo es por
dentro un grupo social. Este criterio mira a las relaciones de cada grupo con los demás, y
nos llevaría a múltiples perspectivas que dejamos en suspenso por las limitaciones pro-
pias de esta obra de carácter general.
Semejantes a los conglomerados, pero distintos a ellos, son los conjuntos sociales
(a los que los sociólogos citan con plurales denominaciones), que ni siquiera exigen el
requisito de una reunión informal, como los conglomerados, sino que son listas de perso-
nas afectadas por una misma característica: los que hacen turismo internacional, los que
leen el periódico ABC. Estos conjuntos tienen un valor sociológico, porque: a) denotan la
curva de intereses de los colectivos sociales; b) forman la protoforma de futuros grupos, y
c) constituyen segmentos sociales idóneos para la investigación social.
asociaciones se caracterizan por una relación impersonal de sus miembros, a los que no
se les exige una idoneidad o afinidad especiales, sino que cumplan sus funciones dentro
de la división del trabajo programada para obtener los fines de la sociedad. Los sujetos de
las comunidades son un fin en sí mismos; los de las sociedades son cada uno un medio
para los otros.
Hasta ahora hemos contemplado el sistema social como un todo, en las unidades so-
ciales que le dan forma y en las relaciones o nexos de las mismas; es hora de que, en un
proceso analítico, fijemos la atención en los individuos que constituyen la base del
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4.1.1. Concepto
Suele ser Ralph Linton uno de los puntos de referencia en los estudios de estatus so-
cial, porque definió el concepto relacionándole con el de función —equivalente a lo que
ahora llamamos rol social— y con los criterios de asignación de estatus. El estatus «re-
presenta la posición del individuo en relación a toda la sociedad» (1972, 122). El estatus
es un concepto global que define el lugar en la sociedad, y que resume la totalidad de
posiciones que el individuo mantiene: «como ciudadano, abogado, masón, metodista,
esposo, etc., resume Linton, que pueda tener el Sr. Pérez». La función según Linton es
«el aspecto dinámico del estatus», «el ejercicio de los derechos y deberes» que implica el
estatus o posición.
F. Parkin (1978, 43 y ss.) refiere que así como la clase tiene un componente econó-
mico y se define por la situación ante el mercado, el estatus es el prestigio que no siempre
está relacionado con una posición de clase. Estatus y clase social son conceptos que no se
identifican. De lo que resulta que estatus es la posición en una escala de prestigio social.
Clase social es la posición en el orden económico: uno de los órdenes del prestigio social.
En este sentido podemos asegurar que los intelectuales y los sacerdotes en Europa tienen
un estatus (prestigio) que no suele corresponderse con su posición de clase (inferior a su
prestigio), en términos generales.
El estatus es la posición social, el lugar que se ocupa en la sociedad. El rol es la con-
ducta que cabe derivar precisamente de la posición social. Conociendo el estatus es posi-
ble adivinar en cierta medida el rol; observando el rol, o actuaciones en la sociedad, se
puede averiguar el estatus, ya que son conceptos estrechamente relacionados.
El estatus no es reducible a términos económicos exclusivamente, como se ha visto;
Linton escoge tres criterios básicos existentes en toda clase de sociedad antigua para
definir los estatus de los individuos en la sociedad: la edad, el sexo y el parentesco, y
entresaca numerosos ejemplos de sociedades primitivas en los que advierte el peso clasi-
ficador de estos criterios.
En la sociedad antigua y medieval el nacimiento lo era todo; por el nacimiento se
pertenecía a una clase social y difícilmente se salía de ella (como tampoco era posible el
ingreso en ella de extraños). El nacimiento estaba además unido al signo de la riqueza: la
posesión de tierras, cuando aún no tenían tanta importancia otras riquezas más móviles
como el dinero de la industria y del comercio; la sociedad estaba dividida en estamentos,
cuya endogamia semejaba al actual sistema de castas.
En la sociedad contemporánea los bienes y el dinero siguen conservando su im-
portancia, pero no por sí mismos, sino en cuanto unidos a la ocupación dentro de la
sociedad; por ello la profesión —una ocupación organizada— es hoy una indicación
del estatus que se posee; hay estatus prevalentes no unidos al nivel económico, como la
posición que en general disfrutan las clases intelectuales. E incluso, excepcional-
mente, puede producirse una ruptura entre poder adquisitivo y posición de prestigio,
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como es el caso de ciertas minorías étnicas adineradas (los judíos en Europa o Amé-
rica) o de ciertos líderes religiosos que llevan una vida de sacrificio (los brahmanes
de la India).
Hoy confluyen en el estatus un conjunto de cosas: nacimiento, potencial adquisi-
tivo, bienes, influencias, poder, prestigio, respeto, ocupación, etc. Si bien es verdad
que son el nivel económico y la ocupación los signos más claros, y más aceptados
socialmente, para fijar el estatus de las personas y de los grupos en la sociedad ac-
tual, del mismo modo que lo eran la riqueza en la sociedad moderna y el nacimiento
en la sociedad antiguo-medieval.
4.1.2. Caracteres
1. La objetividad del estatus quiere decir que éste comporta una evaluación social
externa, la de los miembros de la sociedad, donde cada uno posee su estatus. J. H. Fichter
define brevemente el estatus social así: «el puesto que ocupa la persona en la estructura
social, tal como lo juzga y lo evalúa la misma sociedad» (1986, 59), recalcando el signo
de la objetividad de los estatus. El estatus produce una valoración en la sociedad en fun-
ción de las manifestaciones o signos del mismo. Es posible una contradicción entre el
estatus subjetivo —la posición que uno cree que ocupa en la sociedad— y el estatus obje-
tivo —la posición que piensa la sociedad que uno ocupa—. Pero lo que importa es el
estatus en sentido objetivo: la catalogación social externa.
4.1.3. Tipología
1. La tipología más general es la que los clasifica en razón del criterio del título
de adquisición. Se denominan estatus originarios o atribuidos cuando se accede a los
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mismos por el nacimiento o por una relación externa (los que se adquieren por herencia o
donación), sin la contribución efectiva de quien accede al estatus; y estatus adventicios o
adquiridos, si se consiguen meritoriamente a través del esfuerzo personal.
2. Por razón de su movilidad los estatus pueden ser estáticos o dinámicos, según
las dificultades de acceso a los mismos y la permanencia en ellos una vez adquiridos.
Los primeros son propios de las sociedades fuertemente jerarquizadas; los segundos, de
las sociedades competitivas. Importa que los estatus sean dinámicos, porque ello será
indicativo de la existencia de unas condiciones de igualdad de oportunidades (en el
acceso) y que no generan situaciones de privilegio (en su disfrute).
4.2.1. Concepto
No hay acuerdo en la doctrina sociológica sobre qué debe entenderse por rol social:
para unos es el papel o función que realmente se desempeña; para otros son las expectati-
vas que se esperan de los actores sociales; para terceros son las obligaciones que derivan
del estatus social (en contraposición a los derechos del estatus) o el conjunto de derechos
y deberes.
Así, G. Rocher define al rol social como el conjunto de «normas a las que se sujeta
la acción de los individuos» (1990, 43); Francis M. Merril (1969, 189) lo define como el
conjunto de expectativas de los sujetos en la interacción social; R. Linton (ya lo hemos
indicado), como «los derechos y deberes» derivados de la posición social; Parsons (1961,
42) lo define como expectativas estructuradas, esto es, normativas de una persona en un
proceso de interacción social con otros titulares de roles.
Creo que un sentido amplio del rol es el más aceptable: el rol como expectativas que
cabe esperar de quien ocupa una posición social.
El rol social es el papel que debe ser ejecutado en la sociedad, por lo que los su-
jetos sociales reciben el nombre teatral de actor en buena parte de los sociólogos
actuales desde que lo puso de moda el mismo Parsons. En realidad uno actúa en el
teatro de la vida desarrollando varios papeles en función de las diversas posiciones
que ocupa en la sociedad.
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1. Los actores sociales cumplen una variedad de roles en relación con otros actores
asimismo ejercientes de una pluralidad de roles: el de padre, hijo, amigo, profesional,
deportista, miembro de un club, ciudadano, quizá creyente, etc. Si una persona posee
múltiples roles, la interacción de los mismos es posible.
2. Ahora bien, así como los estatus suelen estar bien definidos, no sucede lo
mismo con los roles, en los que los actores tienen cierta libertad interpretativa, sin pasar-
se de los límites representados por las expectativas que se esperan de los papeles.
3. Los roles se caracterizan por su reciprocidad, ya que los roles de cada uno son
alternativos en relación con los de otros; el rol de padre exige el de hijo; el de empresario
se corresponde con el de trabajador, etc.
4.2.2. Clases
Los roles pueden ser específicos, si está bien definido el rol, como el de un profe-
sional de la abogacía, o difusos, si los papeles sociales del actor son vagos, como el de
las denominadas «primeras damas» de los Estados, cónyuges de los jefes de Estado o de
gobierno.
Los roles también pueden ser vinculantes, cuando entran en el marco de una norma
jurídica o un uso social; a veces, la exigencia de los usos son más fuertes que las de las
normas jurídicas, que, estando protegidas por el aparato coactivo del Estado, carecen de
compulsión por su ineficacia. O bien voluntarios, cuando el rol no es coactivo, y se desa-
rrolla libremente.