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Alberto Vieira
Vieira, Alberto (1992), Portugal y las Islas del Atlantico, Funchal, CEHA-Biblioteca Digital, disponível
em: http://www.madeira-edu.pt/Portals/31/CEHA/bdigital/madeira-geral/1992-AVIEIRA-
portugalilhas.pdf, data da visita: / /
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Colección Portugal y e1 Mundo
Director coordinador: José Andrés-Gallego
Disefio de cubierta: .José Crespo
O 1992,Alberto Vieira
O 1992,Fundación MAPFRE América
O 1992,Editorial MAPFRE, S. A.
Paseo de Recoletos, 25 - 28004 Madrid
ISBN: 84-7100-347-3 (rústica)
ISBN: 84-7100-348-1 (cartoné)
Depósito legal: M. 25819-1992
Impreso en 10s talleres de Mateu Cromo Artes Grhficas, S. A.
Carretera de Pinto a Fuenlabrada, dn. Km. 20,800 (Madnd)
Impreso en Espana-Printed in Spain
ALBERTO VIEIRA
PORTUGAL
Y LAS ISLAS
DEL ATLANTICO
EDITORIAL
MAPFRE
LA REVELACIÓN DEL ESI->ACIO
Y EL OCÉANO ATLAN~TCO
. ., .
La emgracion insular ..................................................................
Madeira y Ias Canarias ....................... .................................
Madeira y Ias Azores ....................................
8 Portugal y Ias klax de1 Atlúntico
.,
La lucha por la posesion de1 océano ....
E1 sistema de Ia fortificación de Ias is1;is
E1 Atlántico y las islas en 10s siglos xvrii y xa:
, .
La nueva geografia economica ............ .......................................
Asistencia ....... ................... ....... ........ . .. ........... .... .... .... ... ....
d a s rslas dei Atlántico fincionaron como
auténticos laboratorios de experienciiis hu-
manas qnr promo~ieron la adaptación de
hombres 3' cultivor a nuevus ambienter y a1
establecimien~ode nn vivo diúlogo entre
las gentr2.r de t<uropa y África.. .>>
Francisco Teiiveiro, 196 1
El dragón (Dracacea Draco), árbol común de 10s bosques de 10s archipiélagos de
Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde, hoy casi extinguido. En el siglo xv se le
extraia Ia Ilamada sanare de draaón que se usabe como tinte, y sus troncos se
utilizaban para Ia conshucción déembarcaciones. Éste es un conjunto de 10s que
existen todavia en 10s alrededores de Funchal.
Fotografia: Esc. Manuela Aranha
Ayer como hoy Ias islas fueron y continú;in siendo protagonistas ac-
tivas de1 proceso económico y político cn el contexto europeo y mun-
dial. En el caso de1 espacio atlántico son todavia una referencia impor-
tante para los continentes que lo rodean. I'ara algunas Ia función de apo-
yo en Ias comunicaciones se transformó, de acuerdo con el progreso y
Ia nueva coyuntura política. en puntus estratégicos para Ia defensa de
Occidente. Otras ahrieron nuevos caminos, destacándose como impor-
tantes estancias de turismo. Por otro lado, çI devenir de1 proceso polí-
tico, en este final de1 siglo xx,vino a atribuirles una posición diferente
merced a su independencia (Cabo Verde y Si« Tomé) « aiitonomía (Ma-
deira, Azores y Canarias). Pero, ante todo, csto nos parece una justifi-
cada y breve referencia sobre los primeros niomentos de1 desarrollo dc
estas nuevas sociedades con Ia expansidn europea.
La comprensión de esto sólo es posihle mediantc el adecuado en-
cuadre en 10s espacios continentales vecinos. que en cierros casos ejer-
cen una acción dominante. Por lo tanto, era nuestro deseo, cuando nos
propusirnos tratar el tema, abordar Ia presencia portuguesa en el Atlán-
tico, pero, teniendo en cuenta que exisren en esta colección otros to-
mos en los cuales se hace un tratamientc especializado de1 Brasil, Ma-
greb y el África Negra, optamos por hacer incidir nuestro anilisis sobre
Ias islas portuguesas de1 Atlántico oriental.
El mundo insular creado por 10s portugueses en el vasto océano
presenta numerosas cspecificidades, perc, tamhién una filiación pro-
funda con los espacios continentales vecinos, por lo que no puede ser
desvinculado de este contexto. Tal como tendremos oportunidad de
constatar, los cuatro archipiélagos definidos por sus veinticuatro islas
16 Portugal y las d a s de/ Ailántico
' O Medrlerrüneri r , o Mundo Me<iiierrinr<o nii <$,o<-d&, Fzhpe 11, 2 vols., Lisboa,
1984 (1.' edicion cn 1949).
' .Tcuzliu a Ami'ricir Si~lorX i l i y Xi)il, Sei,iila. 19h3
22 Portugal v Iczs islas del Atlántico
res)? Keporr on rhr results of joint firld investigations unclertaken on Corvo in June
1 9 8 3 ~en Riviifo de Sludi Fentci, XII, Roma, 1984, pp. 31-46,
' J. Agostinho, *Achados arqueológicos nos A ~ o r c s »en Açoreona, IV, p. 97.
«Arlántico» çn Dzrionúrio de Hi.~tdriad i Portuxli/. I , Lisboa, 1975, pp. 247-249.
30 Portugal y Ias isla.~de1 Atlántico
Introduçüo 2 l ~ f i ~ t ó r dor
i a D e i o b n k e n t u r Portugucici, I.isboa, 1986, pp. 165~169.
" Ar Nnvrgaç6e~portriguexor no Atlântico e tio Indici,, Lisboa, 1989, pp. 43-44.
" Moniimenta Henricina, I , Coimbra, 1960, n." 9 7 . pp. 2 3 0 ~ 2 3 4 .
'" J . M. Silva Marqiles, Dercobrimentor Pnrtugr<eiei, I . pp. 4 0 ~ 4 2 .
34 Portugal y las idas dei Atlántzco
" P. E. Russrll, O infente D. Henriquc e <ir ilhas C~inánar lima ditnen.c2o moi c o m
preendidii dd b i o p f k henriyurna, Lisboa, 1979.
38 Portugal y Ias islas de1 Atlántico
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PORTO SANTO
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MADEIRA
A T L A ' N ~ I C O
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DESERTAS
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32O
Archipiélago de Madeira. -
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I1
LA OCUPACIÓN DE LAS ISLAS
Madeira fue de todas Ias islas Ia primera eri merecer una ocupación
efectiva por parte de los colonos europeos. Por eso emerge en e1 con-
texto de1 espacio atlántico como un área pionera y después modelo de
10s procesos, técnicas y productos que sirvieron de referencia para Ia
afirmación portuguesa.
La colonización se inició a partir de 1420 y 10s primeros colo-
nos tuvieron a su disposición numerosas condiciones propicias para el
éxito de Ia iniciativa. Era una isla que estaba abandonada, abierta a
cualquier iniciativa de poblamiento, rica en maderas y agua y con
buenas ensenadas para su abordaje. No sucedia lo mismo en Ias Azo-
res o en Ias Canarias, Cabo Verde y São Tomé, donde surgieron nu-
merosas dificultades a1 establecimiento p;ninsular. En e1 primer caso,
fueron 10s seismos y volcanes los que hicieron huir a 10s primeros
colonos. En el segundo, Ia presencia de una población autóctona -10s
guanches- difícil de dominar, mientras en Ias últimas dos fueron Ias
condiciones inhóspitas de su clima las que dificultaron Ia presencia eu^
ropea.
Por todo esto, Madeira merece una referencia especial, dado que
sirvió de modelo para Ias demás actividades de ocupación Ilevadas a
cabo por portugueses y castellanos en el espacio atlántico.
Tal como aqui ya hemos referido, a pesar de Ia existencia de prue-
bas irrefutables sobre el conocimiento de Ias islas acá de1 Bojador desde
tiempos remotos, sólo a principios de1 siglo xv surgió Ia necesidad de
reconocerlas y ocuparlas. La coyuntura peninsular a Ia que se alia in-
evitablemente Ia disputa por Ia posesión de las Canarias condicionó Ia
inmediata apuesta portuguesa por Ia colonización de Madcira.
54 Portugal 31 lar islas de1 Atlántico
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OCERNO
BRIICIOSa
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ATLA'N T I C O
SANTA HARY
51 w mo 21P ea"
Archipiélago de Ias Azores.
orden. Las cartas de donación de Ias capitanias de Ias islas nos aclaran
que e1 efectivo poblamiento tuvo lugar en Ia década de 10s sesenta o
setenta, siendo el resultado de Ia presencia de flamencos en Faial y de
madeirenses en São Miguel. Las islas más occidentales -Corvo y Flo-
res- se encontraban en 1507, según Valentim Fernandes, sin poblar.
Tales dificultades resultaron, fundamentalmente, de1 hecho de es-
tar en las islas activos 10s fenómenos volcánicos y de estar sujetas a asi-
duos terremotos. En San Miguel se habla de erupciones en los anos de
1444 y 1445, a las que se sucedieron Ias de 1563 en Pico Sapateiro y
1630 en Ias Furnas. En cuanto a Ias demás islas, tenemos idénticas si-
tuaciones en São Roque do Pico (1562), en S i o Jorge (1580) y en Faial
(1672). En Ias dos últimas 10s efectos fueron desvastadores: en São Jor-
ge se perdieron cuatro mil cabezas de ganaclo y quinientas pipas de
vino, en tanto que en Faial e1 fenómeno pruvocó un primer movimiento
emigratorio hacia el Brasil.
La infanta dona Beatriz, a1 confirmar en 1474 Ia compra de Ia ca-
pitania de la isla de São Miguel por Rui C;»nçalves da Câmara refiere
que Ia «citada isla desde e1 comienzo de su poblamiento hasta la pre-
sente fue muy mal aprovechada y pobladan. Iln verdad fue este segun-
60 Portugal y Ias das de1 Atlúntico
todas Ias islas son rnuy sanas y tienen muchos aires frescos de1 norte
y nordeste [...I y para concluir toda Ia infamia de que ellas fueran dé-
biles y muy enfermas es falsa, porque 10s hombres, exentos de comer
y beber, teniendo castidad, viven mucho en ellas y, siendo lujuriosos,
mueren a causa de diarreas y de sangre '.
Pero 10s que vivían allí atestiguan Ias palabras de Valentim Fernan-
des, e, infinitas veces, dieron conocimiento a1 rey de1 hecho. Son prueba
La ocupación de las islas 63
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se servían para Ia cura de leprosos. Aqui encontró só10 seis o siete mo-
radores que tenían la función de matar las cabras, salar la carne y cue-
ros y enviados al reino. De entre éstos, menciona a Rodrigo Afonso,
escribano de Ia hacienda real, que le proporcionó el necesario abaste-
cimiento de carne y sal. Después estuvo en Santiago, con Ia intención
de recoger ganado vacuno para Ia Espanola; pero el calor tórrido mo-
lestó a su tripulación, viéndose forzado a seguir viaje antes de 10 pre-
visto.
Valentim Fernandes, nueve anos más tarde, alude a1 estado de ocu-
pación de Ia isla de Santiago, al enunciar que e s t á poblada con mucha
gente», y para Fogo dice só10 «con gente» 1. cn cuanto a Ias demás re-
sume al afirmar que estaban epobladas dc cabras y no de gente». Aun
así, e1 número de vecinos de ambas debia de ser reducido, pucs en un
inventario de L513 Ia principal villa (Ribeira Grande) es citada con ape-
nas 162 habitantes. Más tarde, en 1548, ésta la de Praia presentaban
1.200 moradores. Ambas con 10s demás núcleos de pohlación de San-
tiago y de Fogo aparecen en 1582 con 15.708 moradores I ' . En Ias dos
islas, si incluimos Ia creación de Ias parroquias. así como 10s censos de
crecimiento de los tributos de 10s vicarios, constataremos el progreso
de Ia población en e1 siglo m, en especial en cl último cuarto de siglo,
en que fueron creadas once parroquias, existicndo só10 dos en Fogo,
con más de mil doscientas almas de confesión
Después tuvo lugar Ia colonización dc Ias islas de Brava 11545) y
de Santo Antão (1548). Ile Ias restantes s6lo se sabe de algunos datos
sueltos de Ia población en fechas diversas: São Nicolau es resefiada en
1595 con sesenta almas de confesión, Boavistii recibia en 1677 el pri-
mer párroco, Maio se presentaba en 1699 con doscientos treinta habi-
tantes, mientras Sal dcbió ser ocupada en fecha incierta a finales de ese
siglo. Hasta Ia aparicidn de un párroco en Ias islas, lo que se concreta
en 1677 en Maio, Boavista y São Nicolau, ei servicio religioso era pres-
tado una vez a1 ano por un padre visitador.
En Santiago, en Ribeira Grande, por el hecho de desembocar allí
una ribera de abundante agua y una ensenada que favorecia e1 contacto
permanente con el mar, sirviendo de ebcala a Ias rutas de Ia India. se
' A. (:aireii-a. «A capivania das ilhas d r Cahu Vercii,» en Keviitii dc ilistória eco^
norriict~c Socidl. n: 19. 1987. [pp. 295~303.
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G O L F O DE GUINEA
Los t8xtrunjeros
COSTA OE LOS
A T I A'N T I C O
MERCADOS
4 LISBOA.FLANDES
O BLLRBADOS, INDIA. B W S I L
3 TENERIFE. GRANCW4111&.LbUROTE
4 RIEIRII GRANDE (MNTIAGO)
- RUTAS DE I M P O R T A U ~ N
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d Afitcmu, I , , 1 57. 1 . 383
la Ribeira Grande Ia residencia de ciento scsenta y dos vecinos, siendo
de éstos treinta y dos esclavos. En la segunda hay 13.700 esclavos
(87 %) y 1.008 vecinos (13 %), en las dos islas. Aquí es evidente Ia ma-
yor concentración en Ribeira Grande, donde representan más de1 92 %
de la población ". Ante esto se torna evidente Ia diferencia entre el fe-
nómeno de la esclavitud de los dos archipiélagos con 10s arriba citados.
En todas Ias idas Ia presencia de1 esclaro negro no era pacífica,
siendo considerada en muchos momentos como un factor d e fuerte ines-
tabilidad social. Los fugitivos, en uno y otro lado, generaban e1 habitual
recelo de Ias autoridades, que todo hacian para sanar 10s aspectos no-
civos que su presencia podría causar. Peco en tanto en Madeira !Ias
Azores e1 conflicto era ocasional, no asumiendo proporciones graves, lo
mismo no se podia decir de Ias islas de Guinra.
En São Tomé, 10s fugitivos se reunian en ias montanas en cuadri-
Ilas y asaltaban esporádicamente las villas. De ahí resultaron también
algunas sublevaciones importantes (en 1547 y 1595) que pusieron en
peligro Ia permanencia de 10s europeos y Ia continuidad de1 cultivo de
Ia cana de azúcar. Fue célebre la revuel~ade 1595, comandada por Arna-
dor, esclavo fugitivo de Bernardo Vieira ". El enfrentamiento de 10s es-
clavos fugitivos comenzó a ser evidente a partir de 1531, ano en que
los habitantes de São Tomé manifestaron su aprensión a1 rey por Ia pre-
sencia de tales grupos de esclavos fugitivos, considerados una amenaza
permanente para Ia isla. De ahí resultó Ia necesidad de medidas por par-
te de la corona, en caso contrario «se perderá esa isla y pronto será
toda de 10s negros».
También en Ias Azores, más propiamentc en Vila Franca do Cam-
po, quedó registrada una revuelta de esclavos en 1522, teniendo por
jefe a un tal Badail, esclavo de Rui Gon~alvesda Câmara, pero sin nin-
gún efecto para la sociedad. En Madeira, donde el grupo era más nu-
meroso, no se conoce ningún tipo de revuelta, más allá de los casos a i s ~
lados de violencia de lns esclavos fugitivos en 10s caminos que circun-
daban Ias serranias d e Ia ida.
ticular, abarcando 10s siglos xvi a xviii, en que 10s impulsos individuales
se sobreponen a Ia iniciativa oficial. Este último fue el momento de ex-
presión plena de Ia presencia lusitana y de su paulatino declinar ante
Ia Restauración dc Ia monarquia portuguesa y de Ia guerra de fronteras
mantenida hasta 1665.
La cuestión o disputa por Ia posesión de las islas Canarias fue el
preludio de nuevos enfrentamientos con el objetivo de monopolizar las
navegaciones atlánticas. El enfrentamiento inicial fue entre Portugal y
Castilla, y tuvo como escenario Ias islas Canarias. Esta disputa comenzó
a mediados de1 siglo xrv, pero só10 en Ia centuria siguiente, por inicia-
tiva de1 infante don Henrique, tuvo su mayor expresión.
La expedición de Jean de Betencourt en 1402 marca e1 inicio de
la conquista de las Canarias; en tanto, su subordinación a Ia soberania
de la corona castellana y a1 reconocimiento en 1421 por el papado de
esta nueva situación hizo renacer Ia poléniica de1 siglo xiv. A1 infante
portugués restaban solamente dos posibilidades: Ia solución diplomáti-
ca, haciendo valer sus derechos junto a1 papado, y el recurso de una
intervención bélica legitimada por e1 espiritu de cruzada que a ella se
pretendia asociar. De esta última situación resultaron Ias expediciones
de don Fernando de Castro (1424 y 14401 y de Antonio Gonçalves da
Câmara (1427). Pero en todos 10s frentes Ias conquistas fueron efíme-
ras y de poco vali& por ejemplo, Ia compra en 1446 de Ia isla de Lan-
zarote a Maciot de Betencourt, por 20.000 reales blancos a1 ano y re-
galias en Ia isla de Madeira. De eso s6lo rcsultó Ia ramificación de esta
importante farnilia a Madeira y, después, a Ias Azores. El litigio se cierra
en 1480 con Ia firma de un tratado en T»ledo. Desde entonces Ia c o ~
rona portuguesa abandona su reivindicación por Ia posesión de esas is-
Ias con garantias de que Ia burgiiesía andaluza no se en~rometeráen el
comercio de Guinea.
La coyuntura de estas islas y dc Ia relación de Ias coronas penin-
sulares acompaiíó desde el inicio Ias conexiones canario-madeirenses.
En e1 siglo xv e1 vínculo de Madeira y Lanzarote se afilia en Ia célebre
disputa entre las coronas peninsulares por Ia posesión de Canarias. A
finales de1 siglo siguiente su reafirmación y expansión a todo e1 archi~
piélago canario fueron el resultado de Ia cicupación de Ia isla en 1582
por don Agustín Herrera, acto quç se materializó en Madeira en la
unión de Ias dos coronas peninsulares. Entre tanto, en Ias Azores tuvi-
mos desdc 1582 Ia presencia de imporr;intcs contingentes militares cs-
lo ocupación dtz 101 ~ s l d ~ 95
ellos con una acción decisiva en Ia economia de1 archipiélago en 10s si-
glos m y XVII.
Es fácil testimoniar la asiduidad de 10s contactos, pero difícil se
vuelve avalar Ia dimensión asumida por Ia presencia portuguesa en este
archipiélago, en cuanto a su origen geográfico. En 10s diversos actos no-
tariales, que consultamos, se ignora, muchas veces, e1 origen geográfico
de 10s interventores portugueses. E1 hecho de que muchos se consignen
en diversos actos relacionados con otros de Madeira u otorgando po-
deres para e1 cobro de deudas y administración de herencias nos Ileva
a sospechar su origen madeirense.
Cuando 10s contactos entre Madeira y las Canarias fueron más fre-
cuentes resultó natural Ia presencia de una importante comunidad ma-
deirense en ese archipiélago, con principal relieve en las islas de Lan-
zarote, Tenerife y Gran Canaria. Alli fueron agentes destacados de
comercio y transporte entre 10s dos archipiélagos o artesanos, especial-
mente zapateros. Los azorianos, mayoritariamente de Ias islas Terceira
y Sáo Miguel, surgen en menor número, preferentemente ligados a Ia
faena agrícola.
La clase mercantil de origen madeirense en Ias Canarias sigue un
rumbo peculiar; al contrario que 10s flarnencos e italianos, no se empa-
dronan de inmediato, manteniendo e1 estatuto de permanentes. La ne-
cesidad de establecimiento es casi siempre e1 corolario de1 progreso de
sus operaciones comerciales y de las inversiones en tierras.
Los cambios operados en la coyuntura política a partir de 10s acon-
tecimientos de1 afio 1640 condicionaron Ia presencia de1 madeirense.
É1, que hasta entonces se beneficiaba de un estatuto preferencial en la
sociedad y economia lanzarotefia, por ejemplo, desaparece paulatina-
mente de1 escenario de acción. Y , hecho insólito, [os pocos que conse-
guimos rastrear en Ia documentación procuran ignorar o apagar su ori-
gen, figurando só10 como vecinos sin otra referencia.
Esta situación coincide con e1 fin de Ia relación comercial incidien-
d o sobre 10s cereales de Ias Canarias, pues a partir de 1641 dejó de apa-
recer en Funchal, siendo sustituido por e1 azoriano o por nuevos mer-
cados como la Berberia y América de1 Norte. <Será ésta resultado de
la crisis de cultivo de cereales canarios o fruto de1 ambiente de mutua
represalia peninsular? Citaremos también que a partir de entonces sur-
gieron nuevos y más prometedores destinos para la emigración, como
e1 Brasil, que motivarían este cambio.
De Ia presencia de Ia comunidad portuguesa en Canarias resulta-
ron numerosas influencias, hoy todavia visibles en Ias aportaciones lin-
guísticas y etnográficas. Son evidentes los portuguesismos en las no-
menclatura de 10s oficios, utensilios y productos a 10s que estuvieron
ligados: azúcar, vino, pesca, construcción civil y fabricación de calzado.
Por e1 contrario tamhién tenemos algunos testimonios de Ia presencia
de 10s aborígenes de las Canarias en Madeira y Azores. Su presencia
como esclavos o 10s asiduos contactos entre Ias islas favorecieron estas
aportaciones. En Ia isla de São Miguel, a pesar de estar atestiguada so-
lamente la presencia de dos guanches -un pastor y un maestro de ma-
quinaria- su presencia dejó rastro en la toponimia con e1 pico y la lo-
goa de1 canario. En Madeira, más allá de esa referencia toponímica,
persisten vestigios de su presencia en Ia construcción de cuevas para la
vivienda (Ribeira Brava) y culto religioso (São Roque d o Faial) y en Por-
to Santo el uso generalizado de1 gofio.
EL MUNDO ATLÁNTICO
E1 siglo xv marca e1 inicio de Ia afirmacion de1 Atlántico, nuevo es-
pacio oceánico revelado por Ias gentes peninsulares. E1 mar, que hasta
mediados de1 siglo xn, se mantuviera ajcno a Ia vida de1 mundo euro-
peo, atrajo sus atenciones y en poco tiempo vino a sustiruir el mercado
y via mediterráneos. La apertura, como vimos, fue titubeante, pero ge-
neradora, en e1 inicio, de numerosos conflictos: primero fue la disputa
por la posesión de las Canarias, que sc extenciió, después, a1 propio do-
minio de1 mar oceánico Portugucscs y castellanos entraron en acérrimo
conflicto, sirviendo e1 papado de árbitru en esra rcpartición. Los fran-
ceses, ingleses y holandeses, que, cn un primer momento, fueron sola-
mente espectadores atentos, entraron tanihieil en Ia disputa a reivindi-
car un mau? liberum y c1 usufructo de Ias nucvas rutas y mercados. En
estas circunstancias, el Atlántico no fue s<ilo el mercado via comercial
por excelcncia de Europa, sino tambi6n uno de los principales escena-
rios en que se desarrollaron 10s conflictos que definen Ias opciones po-
líticas de Ias coronas europeas, expresadas por mediu de Ia guerra de
corsarios.
En esta contienda político-económica, quc e1 océano generó, se
centrari nuestra atcnción. Haremos un brcve sumario de Ias cuestio-
nes, poniendo en evidencia Ias que nos parccen imprescindibles para
Ia comprensión de1 protagonismo de 10s espacios insulares. En reali-
dad, como tendremos oportunidad de vet, Ias islas fueroii los princi-
pales pilares de Ia estratcgia de1 dominio de1 océano, y por eso niismo
todas Ias iniciativas en este ámbito repercutirán de modo evidente en
ellas.
108 Portugal y Ias islus drl Atlántico
E1 período que transcurre en las dos décadas finales de1 siglo xvr
está marcado por numerosos esfuerzos de Ia diplomacia europea en e1
sentido de conseguir Ia solución para 10s ataques de Ia piratería; para
lo cual Portugal y Francia habían acordado en 1548 Ia creación de dos
tribunales de arbitraje, cuya función era anular Ias autorizaciones de re-
presalia y cartas de piratería. Pero su existencia no tuvo reflejos evi-
dentes en Ia acción de 10s corsarios. Hay que hacer notar que es pre-
cisamente en 1566 cuando tenemos noticias de1 más importante asalto
francés a un lugar portugués. En octubre de 1566 Bertrand de Mont-
luc, a1 mando de una armada compuesta de tres embarcaciones, perpe-
traba uno de 10s más terribles asaltos a Vila Baleira y a la ciudad de
Funchal. Acontecimiento parecido só10 fue el asalto de 10s argelinos en
1616 a Porto Santo y Santa Maria, o e1 de 10s holandeses a São Tomé.
La muy noble y rica ciudad de Funchal, durante quince días, que-
dó a1 mando de estos corsarios, que robaron los productos agrícolas
(vino y azúcar), profanaron Ias iglesias (Ia catedral de Funchal) e hicie-
ron prisioneros a muchos esclavos. Parte de este botín fue subastado
en e1 momento de su partida entre 10s residentes, o vendido en Ia isla
de La Palma, donde hicieron escala.
De este asalto quedaron algunos relatos y testimonios presenciales,
pero e1 más punzante y pormenorizado fue el de Gaspar Frutuoso, que
en e1 libro Saudades da Terra, dedicado a Madeira, describe de modo
sucinto 10s acontecimientos y condena el descuido de sus gentes. Tal
como refiere, Ia ciudad estaba «muy rica de muchos azúcares y vinos,
y 10s moradores prósperos, con muchas alhajas y ricos ajuares, muy pa-
cífica y abastecida, sin temor ni recelo de1 mal que no cuidabann '.
Arquivo liiitóri<o da Madeira, vol. XVI, 1911, doe. n: 169. pp. 284288 (21 de
junio).
' R. Canta, O Refiento de Fortifica(ão dc di,n Sihasliáo (1572)... Fiinchal, 1984.
116 l'ortugal y lus Irlu.7 de1 Atlántico
que está junto a ella y en ella bate mucha~sveces, cuandci alli hay ma-
rejada.
Luego, desp~irsde Ia Aduana, a un otiro de bestia* está Ia Fortaleza
Vieia, quç cs Ia principal, situada sobrr una roca, y tiene por Ia banda
dcl mar sçis grandes y hçrmosos cantis de agua, que de ella salen y
rn ella nacen, en Ia mima roca sobrr Ia que está fundada, y que de
ninguna maneta se puedc tomar ni coger, por Ia banda de tierra, por
ningún ençmigo; esta fortaleza tienç, por parte de1 mar. dos cubelos,
como torres rnuy fuertes, quç guardan e1 mismo mar y artillería, de
los que están bien provistos, !r. por Ia banda de tierra, otros dos, que
guardan toda Ia ciudad por encima, por estar más altos que ella, tr-
niendo en dicha parte tambitn un muro rnuy alto y fuerre, con una
fortisima puçrta abatible;... I .
' S d u i i d r . ~dii
7;,rra, lib. 11, pp. 1 1 0 1 14.
Ariil<'u, doi Aqor~s.\o1 V. pp. 364~36iI 1543); <ir., rbzii<,m v01 h'.pp. 121~124.S . d.
La política utlánttcd 117
' Vémc nuestro cs~udiosohre Comrircio lnvrin,uiar nor ihuior xiJ v XVI, Funchal,
1987, pp. 1 7 ~ 2 4 .
Las escalas del oréano Ias >das 127
a c I, Angra, 1989, p 2 h ;
kenru . 4 q r < ~ n ~vol
que Madeira surgiese en e1 siglo x\- com11 uno de 10s principales ejes
de1 dominio y navegación portugueses en e1 htlántico.
Tal como nos refiere Zurara, Ia isla fue desde 1445 el principal
puerto d r escala para Ias navegacioiiçi a lo largo de Ia costa africana.
Pero el mayor conocimiento de los marei, 10s avances tecnológicos y
náuticos retiraron a Funchal esta pusición de bisagra r n Ias navegacio-
nes atlánticas, siendo sustituida por los purrtos de Ias Canarias o Cabo
Verde. Así, a partir de principias de1 siglo svi, Madeira resultará un pun-
to de referencia para Ia navegación atlintica, una escala ocasional para
reparación y aprovisionamiento de vino Sólo e1 resurgir económico dc
Ia isla conseguirá atraer Ias atencioiics dc Ias armadas, navegantes
aventureros.
D e este modo se puede concluir que Ias islas situadas a ias pucrtas
de entrada y salida protagonizaron un papel importante en Ias rutas
atlánticas. Pero para surcar largas distancias rumbo a Brasil, a Ia costa
africana o al indico, era necesario disponer cie más puertos de escala,
pues el viaje era largo y difícil.
Las áreas comerciales de Ia costa de (;uiriea y, después, con el pa-
saje de1 cabo de Rurna Esperanza, las indicas hicieron indispensable la
existencia de escalas intermedias. I'rimero Arguim, que sirvió de facto-
ria y escala pata Ia zona de Ia costa de (iuinea, despuGs, con Ia reve-
lación de Cabo Verde, fue la isla de Santiago la que se afirmó como
principal escala de Ia ruta de ida para 10s portugueses y podia niuy bien
sustituir a Ias Canarias o Madeira, lo que realmente aconteció.
Algunas islas m;is fueron reveladas y tuvieron un lugar prominente
en el trazado de Ias rutas. Es el caso de Sào Tomé para cl área de na-
vegación de1 golfci de Guinea y de Santa Ilelena para Ias carabelas de
Ia ruta de1 Cabo. También Ia fuerte ~->r»yeccionde los archipiélagos
de São 'í'omé Cabo Verde sobre los espacios vecinos de Ia costa afri-
cana Ilevó a Ia cororia a crear dos factoria5 (Santiago y Sio Tomé) con
objeto de contl-olar, a partir dc ahí, todas Ias transaccioncs comerciales
de Ia costa africana. D e esta forma, cn el Atlántico siir Ias principales
escalas de Ias rutas de1 indico arribabati cn 10s puertos de Ias islas de
Santiago, Santa IIelena y Ascensióti. Aili 121s armadas se reabastecían de
agua, lena, vituallas o procedían a ligeras reparaciones. Además, se re-
vela, incluso. Ia de Santa Helena com<)escala de reagrupamiento de Ias
flotas venidas de Ia India después de iiuhlar cl cabo: misión idéntica a
Ia de Ias Azores cn cl final de Ia travesia oceinica.
132 Portugal y las is1a.c de1 Atlántico
lento, había un apretado control y reglamentos para Ias tareas, por me-
dio de estatutos y ordenanzas específicos.
Mayor y más evidente era Ia actuación a nivel de1 sector comercial.
En este caso Ias autoridades intervenían con c1 doble objetivo de ase-
gurar, por un lado, el comercio monopolista cie Ia burguesia nacional
y, por otro, Ia normalización de 10s circuitos. AI mismo tiempo, deherán
mencionarse Ias ordenanzas municipales que defienden, única y exclu-
sivamente, intereses de los conciudadanos; esto es, garantizar e1 ahas-
tecimiento de1 mercado local de productos esenciales. Las ordcnanzas,
de Ias que se conocen Ias de Funchal, Angra, Ponta Delgada, Ribeira
Grande, Velas, Vila Franca d o Campo, son de ell« testimonio, como ten-
dremos oportunidad de comprobar '.
Las Canarias, por Ia riqueza de 10s recursos humanos y naturales,
destacan en e1 siglo xv como e1 primer hlanco. Pero Ia conquista y
ocupación fueron retardadas por Ia disputa clitrc- Ias dos coronas pe-
ninsulares y e1 enfrentamiento de los guanclies. De este modo, Madeira
asumió una posición cumhre en el proccso, una vez frustradas Ias i n i ~
ciativas en Porto Santo.
El archipiélago azoriano y Ias demás islas en e1 área de Guinea tu-
vieron su desarrollo en una época tardia, impidiendolo varios factores
de orden interno a 10s que no son ajenas Ias condiciones mcsológicas.
E1 clima y el suelo áridos, por un lado, seísmos y volcunes, por e1 otro,
eran un cartel poco alentador para los primeros pohladores. En ambos
casos e1 comienzo de1 cultivo de Ia cana de azúcar estiivo ligado a los
madeirenses. Ellos habian recibido Ias t6cnic;is de los italianos pero
pronto se aprestaron a difundidas en tndo cl cspacio atlántico.
Madeira, que se encontraba a poco más d r medio siglo de cxisten-
cia como sociedad insular, estaba en condiciones de ofrecer los contin-
gentes de colonos habilitados para Ia apertura dc nuevos harhechos y
e1 lanzamiento de nuevos cultivos en Ias islas v ticrras vecinas. Así su-
cedió con e1 trasplante de cana de azúcar a Santa Maria, São Miguel,
Terceira, Gran Canaria, Tenerife, Santixgo, São Tomé y Brasil.
La tendencia unificadora de Ia economía agrícola de1 espacio insu-
lar chocó con varios ohstáculos que, dcspu&s, conclujeron a un reajustc
de Ia política económica la definición dç Ia complementariedad entre
a 1%. Vieiro, «As postura\ municipais <ia içl;iili.i!;i i .\çori.r iius si.coliis w a xvii»
vri 111 Col<iyuLo Ir,li~riiii<ion<il0i Arrjrc., i, o Al/Ün/i<ii, .\ngi-;i <i<>HÇI-oisriii~. 1<189.
138 Portugal y las islas de1 Atlátztico
vinedos, Ias huertas y 10s frutales dominados por Ia casa de paja y, más
tarde, por lujosas viviendas senoriales.
A partir de1 siglo xm el Atlántico fue invadido por nuevos cultivos
de 10s espacios recién conocidos, que pasaron a formar parte de Ia dieta
alimenticia de Ias poblaciones: primero el maíz, después el name y Ia
patata. Pero su presencia en Ia agricultura insular varió de archipiélago
en archipiélago. E1 maiz Ilegó pronto a Ias ilzores y São Torné, cn tanto
en Madeira su aparición só10 tuvo Iiigar en e1 siglo XLX. La patata c o ~
menzó a tener aceptación en Madeira Azi~resen Ia segunda mitad de1
siglo XVII.
Los crreulc~
Se sicnibra uii nioyo dç tiçrra i-on trcint;, y cinco y hasta cuareriia ;iI-
quçii-çs dr trigo, y no sufrc t a n t a siniictitc como Ias otras islas, porque
es de rnucha pr<iducci«n,y sç çncuciitr:in pies de trigo dc un grano
que da ciento diei, ciento \.çintr cspi,yas. y es corniin de nqiiellcis qur
Sçnor, esta islu Terceira çstá rati ncccsitada dc trigri corno nunca cs-
tuvo porquc cstá en condicibn iir alguns gcnie algunos dias no conicr
pan, bien quç por eso no han de inorir, liorquç hay cosas aqui eu Ia
lirrrii ccin iluc mantenerse este poco ticmpo que 1t.s falta. Esto, Sc-
nor, causó nri habcr bucna simientr ptirque rn ticrra de un rnoyo de
semhrado se sembró moyo y rncdio rri qur se lanzó a Ia tierra qui-
nicntos rnoyos de trigo dci qiic sc acosturnhraha a lanzar; esto causó
esta mçngiia de trigo y que ahora han dc sembrarse tambitn más
tierras de Ias que nunca se senibrí) sçgún Ia información que tengri
ç n todas estas idas de Ias Azores ha! esio salv<ien Ia isla de Santa
Maria, doiidc dicen teiier cl trigo qur lei mnccesario ... I " .
atlántico. De un lado, una isla extensa con vastas áreas propicias a1 cul-
tivo de1 cereal, de1 otro un área con flojas posihilidades agrícolas, pero
disfrutando de una posición estratégica.
La economia azoriana se estructuró a partir de Ia primera mitad de1
siglo m, bajo e1 signo de este ambiente, dando origen a dos áreas de
actividad económica dominantes, en torne a Ias cuales se colocan Ias
demás como regiones periféricas.
Es común definir este viraje en el cultivo cerealífero aioriano como
resultado de una actuación de1 movimiento demográfico insular. No
obstante, si tenemos e n cuenta 10s datos demográfiios para los aiios de
1567 y 1568, podemos concluir que no hubo cambio significativo en
e1 natural movimiento ascendente. S6io hay que destacar un reajuste
de Ia geografia pohlacional de1 siglo xvr, con el dominio de las áreas
cn franco desarrollo. Así sucedió en São Miguel con el espacio agrícola
en torno a1 eie de Ponta DelgadaIRiheira Grande y en Terceira con la
ciudad de Angra.
La deficiencia cerealífera de algunas áreas de1 archipiélago azoriano
se debe fundamentalmente a un cambio en Ia estructura económica, a
Ia que no fue ajena su posición en Ia dinamica económica de1 mundo
colonial atlántico. Las alteraciones más significativas ocurrieron en Ter-
ceira con e1 sector de actividad dominante e1 primario dio lugar a1 ter-
ciario. En Sáo Miguel éste mantuvo Ia supremacia, relegando a un se-
gundo plano a los demás.
A partir de Ia mitad de1 siglo xvi, de acuerdo con e1 rnmbo defi-
nido por estas áreas, Ia coyuntura ccrealifera será asimétrica, demostra-
tiva de este viraje. Desde entonces Terceira se mantuvo como una isla
carente que busca su provisión en Graciosa, en Sã» Jorge y, también,
en São Miguel, mientras que el sue10 niicaelense sc afirmará como e1
área agrícola por excelencia, donde se cultivaba la hierba pastel y e1 ce-
real. Esta última estaba preparada para ser e1 potencial granero de1 At-
lántico europeo, contando con un solo impedimento: el cultivo rentable
de la hierba pastel. De este modo, Ia situación cerealífera definida por
Fréderic Mauro entre 1570 y 1669 no pone cn duda Ia tcoría divulgada
de que Ias Azores iueron e1 granero de Portugal y de Ias plazas de Afri-
ca, antes confirma y refuerza nuestra idea de que éste se situaba en São
Miguel.
Esta isla era la principal productora de1 cereal de1 archipiélago e,
igualmente, Ia que ofrecía mejores condiciones en cuanto a Ia extensión
La economia insular 149
I). CORVO
0. FLORES
ORkCIOSA
PICO
M O MIOUEL
A T L A ' N T I C O
HASTA 700 M O F
1000 - 1 5 0 0
snw. MA&
1501 - 2000
2001 - z5m
La falta de1 cereal en São Miguel, a partir de la mitad de1 siglo xw,
surge como consecuencia de los malos anos agrícolas y de Ia acción espe-
culativa de la aristocracia y clase mercantil micaclense, interesadas en el co-
mercio de1 cereal y con fuerte influencia en las concejalías de las tres ma-
gistraturas, y nunca como resultado de una quiebra en las cosechas. Los
pocos datos disponibles comprueban esta tendencia.
Diferente fue lo que sucedió a 10s colonc~sportugueses cuando lle-
garon a Santiago y Si« Tomé. Allí no medraban 10s cultivos que defi-
nian Ia dieta alimenticia europea y tuvieron un gran disgusto cuando
vieron Ias primeras espigas secas. De este modo sintieron la necesidad
de estructurar de forma diversa Ia colonizacion de las islas y Ia agricul-
tura a implantar.
Recurrir a los africanos, como esclaros i, no, fue Ia solución más
acertada para superar el primer obstáculo. Tenian una alimentación di-
ferente a Ia de los europeos, basada cn rl niaiz zaburro, en e1 arroz y
en e1 name, cultivos que allí prosperaban con facilidad. Entretanto, los
pocos europeos que alli se instalaron estuvieron siempre dependiendo
de1 bizcocho o harina enviados desde Ias islas o desde e1 reino.
E1 padre Baltaiar Barreira esboza en I(i06, de forma clara, Ia si-
tuación en Ias islas de Cabo Verde.
Lu uid y e1 uino
El ritual cristiano hizo que se valoraran ambos productos, que, por esu
mismo, acompanaron el avance de Ia cristiandad. En ambos casos fue
fácil Ia adaptación a Ias idas más allá de1 Bojador, pero lo mismo no
sucedió con Ias de Guinea. La vid consiguici penetrar en este último es-
pacio si bien adquiriendo una importancia diminuta.
Martin Behaim da cuenta a finales de1 siglo xv de la plantación de
vides en São Tomé, en tanto un piloto anbnimo testimonia en 1607 Ia
existencia de vifias en Ia isla de Fogo, 11 en otros documentos encon-
tramos Ia referencia a su cultivo tambiin en São Nicola~iy Maio. El
vino producido en Ia isla de Fogo era considerado por algunos viajan-
tes, que por allí pasaron y tuvieron oportunidad de probarlo, semejante
a1 de Madeira. De este modo, Ia viticultura quedó reservada a Ias islas
de1 Mediterráneo Atlántico, donde el vino adquirió un lugar importante
en ias exportacioncs.
En Madeira e1 cultivo de Ia vid aparece ya con gran relevancia al
comienzo de Ia colonización, siendo una importante moneda de cambio
con e1 exterior. Cadamosto, a mediados de1 siglo xv, se admira de Ia
calidad y valores de producción de Ias cepas madeirenses. En verdad
e1 cultivo de Ia vid había adquirido inmediatarnente una exrensa parcela
de1 terreno barbechado en el frente sur, extendiéndose dcspués a todo
e1 área agrícola de Ia isla, a partir de finales de1 siglo xv. Pero su de-
sarrollo fue obstaculizado por el dominio de los canaverales y, por eso
mismo, Ia afirmación plena sólo tendrá lugar a partir de1 momento en
que surjan Ias primeras dificultades en r1 comercio de1 azúcar.
La evolución de Ia cosecha vitivinícola madeirensc de los siglos x\r
y x v ~sólo podrá ser conocida a través de1 testimonio de visitantes ex-
tranjeros, ya que es escasa Ia información cn Ias fuentes diplomáticas.
Hans Standen definia en 1547 Ia economia madeirense por el binomio
vinolazúcar; pasados 23 anos sólo sc hahlaba de1 vino como principal
factor de1 sistema de cambios con el exterior. Los trigales y canaverales
dieron lugar a Ias parras y matorrales. La vid se volvió el cultivo casi
exclusivo de1 colono madeirense. De este modo, e1 vino adquirió e1 pri-
mer lugar en Ia ecunornia madeirense, manteniéndose asi cerca de tres
siglos.
La rápida y plena afirmacibn de\ vino de Madeira en el mercado
atlántico derivo de1 elevado contenido alcoh~jlico,lo que le favoreci6 en
Lu economia zn.sular 153
"' 1'E. Guerreiro, Rt,lojõo anual doi roirur qur. hzerdri iir p u d m do co»iq><inhtude ir^
rui.. , T. I., iibro TV, Coimhlr, 1930, p. 401
156 I'ortugal y las is1a.r de/ Atlúntico
eso mismo, en su perímetro Ias mejores tierras para el cultivo de1 azú-
car. Entretanto a Ia de Machico restaba sólo una ínfima parcela y todo
un vasto espacio arbolado necesario para la construcción y actividad de
10s ingenios. En 1494, de1 azúcar producido en Ia isla sólo el 20 % pro-
venía de Machico, siendo todo lo demãs de Funchal: Ia relación entre
estos valores en el período de 1494 a 1537 oscilaba entre 10s 5:l (1494)
y 10s 3:l (1521-1524).
En Ia capitania de Funchal existían áreas distintas para e1 cultivo
de canaveral. La estimación de 1494 distingue allí dos áreas de cana-
verales: Funchal y sus alrededores, y el restante espacio a partir de1
Campanario, conocido como partes de1 Fondo. El último área era el de
mayor cosecha, con e1 74 % de Ias arrohas de Ias tasas de 1494. Pasados
veintiséis anos, Ia situación evolucioni) de modo favorablc para Fun-
chal, que presentaba el 33 %.
E1 período de plena afirmación de cstc cultivo se sitúa entre 1450
y 1521. Durante esos anos 10s canaverales dominaron e1 panorama agri-
cola madeirense y el azúcar fue el principal pl-oducto de cambio con el
mercado externo. El ritmo de crecimiento de este cultivo se rompi6 en
10s anos de 1497-1499, por una crisis momcntinca en Ia comercializa-
ción. A partir de 1516 los efectos de Ia competencia se hicieron sentir
en Ia isla y condujeron a un paulatino abandono de los canaverales.
La presencia de este cultivo en el sue10 niadeirense condujo a una
reestructuración de1 régimen de organizaciOn agrícola de acuerdo con
sus especificidades. Para Ia plena afirmación de los canaverales fueron
necesarias algunas condiciones, más allã de Ias ofrecidas por e1 suelo:
e1 agua para el regadío y para accionar 10s ingeriios; Ia madera para cons-
truirlos y Ia leria para mantener e1 funcionamiento de Ias calderas.
Gracias a la presencia de estos factores 1;i cana se expandi6 en Ia
ida. Aun así, conviene aclarar que los can;ivrrales madeirenses nunca
alcanzaron Ia dimensión de 10s brasilenos y de 10s de São Tomé. Aqui,
a1 contrario de 10 que sucedió al otro lado de1 Atlántico, el cultivo sólo
podia ser hecho de niodo intensivo en tcrrazas escalonadas de forma
ingeniosa por el madrirense.
De acuerdo con Ia valoración de 1491 se podrá decir quc el siste-
ma de organización de tierras en torno a1 azucar se caracterizó por e1
dominio de Ia pequena propiedad: los propietarios con mãs de 1.000
arrobas representaban sólo 22, mientras que cn cl período dc 1509 a
1536 serán 44, hahiendo 15 con valores superiores a 2.000 arrobas.
158 Portugal y las i.slu.r úel Atlúnticu
Para e1 afio de 1494 es posible saber cuil es Ia importancia asumida
por los canaverales, ya que Ia valorización era hecha individualmente
por cada uno: para un total de 209 propietarios tenemos 431 cafiave-
rales.
Es común decir que 10s cultivos de cana heneficiaban directamente
a amplias capas de la población madeirense, I« que no parece corres-
ponderse con Ia verdad, pues Ia tendencia ;I[ ercesivo parcelamiento de
Ia propiedad no disminuyó Ia capacidad de afirmación de 105 grandes
propietarios, que se servian de arrendatarios o colonos: en 1494 de 10s
209 propietarios de cultivos de cana contril>uycn sólo uii 21 por cicnto.
Si tenemos en cucnta este número de propictarios y e1 de aquellos que
contribuyen en e1 período de 1509 a 153í. (263 propietariosl nos ve-
remos forzados a admitir que e1 cultivo hcneiiciaha sólo a Lin reducido
número de madeirenses. Los demis gozab;in de beneficios indirectos.
merced al comprorniso con Ias diversas tarras ligadas al culti\.o, trans-
porte, transformación y comercio. En el primci- grupo, dc beneficiarios
directos, se incluian mercaderes nacionales y zxtraiijeros 1, Ia aristocra-
cia local comprometida ron Ia administraci611 rc.al y senorial: anibos con-
trolaban, en cl siglo xvi. el 51 '% de Ia cosech:~,situindose en el grupo
de propietarios con niás de 1.000 arrobas.
Este tipo de análisis só10 nos Iùe posible para Madeira, donde dis-
ponemos de algiinos libros de registro J e los irnpiiestos sobre el azúcar
recaudado, faltando idéntica informacicin c11Iiis hzores y São Tomé.
La cana de azúcar f i e , de todos los culti\:os trasplantados en e1 es-
pacio atlántico, aquel que rnayor cuidado rcqiiería en iin período limi-
tado de tiernpo. E1 ciclo vegetativo definia uri acompaiiamiento cons-
tante a lo largo de1 aiio: plantar, mondar, Jeshojar, combatir Ias plagas
y efectos nociiros de los anirnales, cortar y, Jrspués, Ilcvar e1 ingenio
adonde se molía 11extraia e1 jugo para Ia i:ibricacii>n de1 azúcar.
Mientras que Ias tareas relacionadas coo VI cultivo sc realizaban de
forma lenta a lo largo de1 ano, la parte relaciiinada con Ias lahores dçl
ingenio era una actividad intensiva que debia \cr ejecutada en un corto
período. El ingenio trabajaha dia y noche, multiplicándose Ias tareas en-
tre cl molino, e1 horno Ia purga. Todo esto debía hacersc de forma
continuada y realizarse en un plazo de 72 lioras, pues en caso contrario
Ia cana y e1 jugo cornenzaban a t'ermentai-. /\nie tal hecho, se volvia jus^
La economia insular 161
tificable Ia presencia de numerosa mano de obra, que só10 podia ser re-
clutada entre 10s esclavos. E1 fenómeno fue descrito, hacia 1530, por
Giulio Landi de Ia siguiente forma:
Se fabrica el azúcar de esta maneta: cogen primero Ias cafias y Ias ex-
tienden por orden en los surcos. Después, cubiertas de tierra, Ias van
regando reiteradas veces, de modo que Ia tierra sobre 10s surcos no
se reseque, sino que se mantenga siempre búmeda. De ahí que, por
Ia fuerza de1 sol, cada nudo produce su cana, que crece poco a poco
cerca de cuatro brazas, y sucedia asi porque e1 terreno aplicado al cul-
tivo tenía más fuerza d e producción [...I. Así maduran a1 cabo de dos
anos y, una vez maduras, Ias cortan en primavera, cerca de1 pie. Los
pies, germinando d e nuevo, producen otras canas para e1 ano siguien-
te, éstas no crecen tan altas, sino cerca de menos de una hraza, y a1
fin d e un ano maduran. Cortadas estas segundas, se arrancan total-
mente Ias plantas, para después, a su debido tiempo, reponer otras
canas como se dice. Una vez maduras, muchas veces son danadas por
Ias ratas. Por eso 10s esclavos son diligentes en coger y matar estas
ratas [...I. Los lugares donde con enorme actividad y hahilidad se fa-
brica e1 azúcar están en grandes haciendas, y el proceso es e1 siguien-
te: primero, después de Ilevar Ias caiias cortadas hacia 10s lugares arri-
ba mencionados, Ias ponen debajo de una muela movida por agua, Ia
cual, triturando y aplastando Ias canas, lcs extrae todo e1 jugo. Aqui
hay cinco vasos puestos por orden, en cada uno de los cuales el jugo
extraído de Ias ~.anaspasa un cierto tiempo en ebullición, pasando des-
pués a Ias otros vasos, y a fuego lento le dan con habilidad Ia cocción,
de modo que Ilegue a espesura tal que, puesto después en moldcs de
barro, pueda endurecer. La espuma que se forma 1cocer el aiúcar
se echa en barriles, excepto Ia que sale dc Ia primera cocción, porque
ésta se hecha fuera; pero Ia otra, que se conserva, es muy semejanie
a Ia mie1 '-.
.
" I. Cabtro IIrni-iil~içr, n O ciclo du ti(uc;ii- c i ~ S;i< i I'olni. rio\ b c c i l l o h \L e \vi»
rn I'oriu~ril no Mundo, I , Lisho;i, 1989, p. 271
" Mununzr>rin ibliiiiori,iriu ,4f;iianu, IV, 1951. t i 6 , 1 . 16~20.
F<,i.,rnni/<'. I.islii~;i.lq411. li. 128.
' (1 Monirii,iiti> <I<,l'iil<~>ilrni
168 Portugal y Ias islas del Atlánándrco
Hacen un cobertizo alto de tahlas [...I, todo cerrado por arriba y por
10s lados, sin ventana alguna. solamente con Ia abertura de Ia puerta;
levantan dentro de é1 un estrado de tina altura de seis pies, con vigas
distantes una de otra cuatro pies, y sobre ellas van extendiendo ta-
blas, en las cuales colocan los panes de azúcar: debajo de dicho e s ~
trado están algunos rnaderos secos. de árboles gruesos, 10s cuales, lan-
zándoles hego, no hacen Ilama ni humo, peru se van consurniendo
de1 mismr, modo que el carbón. Y de este modo secan 10s azúcares,
como en tina estufa, conservándolos dçspués en lugares todos cerra-
dos coo tziblas, de modo que el :iirr no cntre.
"' h1az>e.p@o d <liihoa 2 ;lha dt .Ti<i Toriri' eizritu por u»i piii>to <inónimo,Lisboa,
1989, pp. 2 5 ~ 2 9 .
angolefios en 1574 alcanzaron particularmente a los ingenios de azúcar.
Pasados algunos anos se redoblaron Ias dificultades con 10s asaltos de
10s holandeses (1595-1596 y 1641) y Ia revuelta de 10s Mocambos
(1595-1596). A esto se podrá afiadir la presencia de1 bicho de Ia cafia
(1621) y, a partir de 1635, Ia falta de esclavos para Ia cosecha, debida
a Ia presencia de 10s corsarios holandeses en 10s principales mercados
negreros. Adviértase que en 1641, cuando tuvo lugar la ocupación ho-
landesa, fueron abandonados más de sesenta ingenios, siendo 10s res-
tantes quemados por éstos o por 10s angolefios. De esta forma, 10s
invasores impedian su competencia con el de Pernambuco, que preten-
dian controlar. La coyuntura tuvo reflejos evidentes en Ia cosecha de
Ia segunda mitad de siglo, conduciendo cl cultivo hacia un estado
de crisis de1 que nunca se recuperaria.
para satisfacer Ias carencias de1 mercado de textiles. Hasta el siglo XVII,
con la introducción de1 anil en Europa, ésta fue la principal planta de
Ia tintoreria europea, de donde se extraian los colores negro y azul. Ade-
más, Ia disponibilidad de otras plantas tintoreras, como Ia orchilla (de
donde se sacaba un tono castano rojizo) y Ia sangre de drago, trajo con-
sigo Ia Ilegada de italianos y flamencos, interesados en el comercio, quie-
nes a su vez nos legaron Ia nueva planta tintorera: Ia hierba pastel.
La hierba pastel fue primero cultivada en Madeira, y después en
Ias Azores y en Ias Canarias. Pero só10 en el archipiélago azoriano, en
Ias islas de São Miguel, Terceira, São Jorge y Faia1 alcanzó rnayor di-
mensión económica. La toponimia registra si1 presencia y define 10s es-
pacios de su cultivo.
En Madeira se hace referencia al cultivo y al comercio );a en e1 si-
glo xv. Los italianos habian sido los principales interesados en el co-
mercio, lo que los Ilevó a considerar a Madeira como la isla de1 pastel.
En e1 siglo xvi está documentada su salida hacia Flandes. Pero 10s da-
tos documentales son escasos así como Ias rcferencias que evidencian
su presencia, lo que puede deberse a su posicidn secundaria en Ia eco-
nomia madeirense en favor de otros productr~s,como e1 vino y el azú-
car, dominantes y de los que se obtcnian elevados réditos.
Fue en el archipiélago azoriano donde Ia hierba pastcl alcanzó un
lugar de gran relieve. Su importancia es comparable a Ia que asumió e1
azúcar çn Madeira, Canarias y São Tomé. Fiic c1 cultivo de Ia hierba
pastel e1 que activó 10s cambios con e1 exterior y despertd el inten:s de
10s mercaderes italianos, flamencos e ingleses. Su promocidn en Ias islas
se debió a Ia presencia de 10s flarnencos. pero heron 10s ingleses en
10s siglos xvi y >i\,ii 10s que lo consumieron preferentemente. Ellos par-
"
ticiparon en Ia colonización de Terceira cie I:aial. Pero iue en Ia isla
de Sáo Miguel en donde se produjo Ia mayor parte de Ia hierba pastcl
exportada de Ias h<ires, siendo ésta I-esponsable de Ia aparicidn de
varias fortunas, como Ias de Jorge Hotelho y Francisco Arruda de
Costa.
Siguiendo e1 ejernplo de lo sucedido coii e1 azúcar en Madeira, Ia
corona concedi6 varios incentivos para Ia promoción de1 cultivo, que,
con Ia incesante búsqueda por parte de los niercaderes nórdicos, hicie-
ron avanzar rápidamente su cultivo. En 1589 1.inschoten referia que «e1
negocio más Srecuente tle estas islas es e1 pastel», de cuyos componen-
tes hacían el «principal empleo», siendo e1 comercio «e1 principal pro-
172 Portugal y las islas de1 Atlúntico
Es Ia hierba pastel un cuarto gknrrci, que usan 10s tintoreros para dar
color azul, sobre Ia cual se da rnejor el color negro; [...I cl cual, recogido
en hojas, sc muele en Ias máquinas que dije, y está cn una bandeja Ia
rnasa de éste hasta e1 dia siguiente. escurriendo algún jugo, y entnnces
son obligados los labradores a haccr bolas, haciendo unos bolos redon-
dos, cada uno cuanto pueden comprender ambas manos en e1 medio, y,
después dç hacer Ias bolas, se ponc a secar en unos canizos a1 sol y al
viento, y sçco se guarda en casa hasta cl mes de enero, febrem y mario,
cuando lo pesan y recihen los mercaderes y reccigen cn sus silos ladri-
Uados y entalados, donde quebrando aquçllos bollcis cada diei quintalrs,
poco más o menos, vierten una pipa d r agua, dondç lo guardan treinta
dias ganando rnucho calor y virando cada dia. Pasados los treinta dias,
por algún cspacio de tiernpo, lo vuelven cada dos dias, y despuks 10 vie-
ne a virar el granador, que lo grana dos dias a la semana hasta secarse,
y después 10 venden 10s de Ia tirrra a l<isde fuera o a Icrs de Ia misma
tierra...
"I.
E1 comercio de cuhotaje
" Biblioteca Púhlica r Arquivo de Porits I)rlgada. Climaru Miiniiipul de I>onia Drl-
d a , " 4 I . 12.
'' I. H. Linschotr. nI1irtúria de Navezacaoa cn lioleiim do Inliiiuio Hz.rtb>ico dc
184 Portugal y las islaf de1 Atlúntzco
El comercio tnterinsulur
servicio de1 infante don Henrique, en Ia disputa por Ia posesión de1 ar-
chipiélago y de la atracción que éstas ejercieron sobre 10s madeirenses.
Todo esto contrastaba con Ias hostilidades azorianas hacia la ruta de
abastecimiento de cereales a Madeira. Anadir, también, que Funchal
fue por mucho tiempo un puerto dç apoyo a I»s contactos cntre Ias Ca-
narias y e1 viejo continente.
Los contactos asiduos entre los archipiélagos, caracterizados por Ia
permanente corriente emigratoria, sc definen como una constante de1
proceso histórico de los archipiélagos, hasta el momento en que e1 en-
frentamiento político o económico 10s separó. Esta última situación
emerge en Ia segunda mitad dcl siglo xvii como resultado de Ia com-
petencia creada por el vino producido. simultáneamente, en 10s tres ar-
chipiélagos.
El trigo fue, sin duda, e1 principal móvil de Ias conexiones interin-
sulares. Según los testimonios de Giulio L;indi (1530) y Pompeo Arditi
(1567) 10s cereales fueron 10s principales activadores soportes de1 sis-
tema de cambios entre Madeira y los archipiélagos vecinos, que, por
eso mismo, fueron considerados e1 grancru madcirense. La ruta de abas-
tecimiento de cereales tuvo su máxima expresión a principias de1 siglo
xvi. La referencia mas antigua al envio dc trigo de Canarias hacia Ma-
deira data de 1503 en La Palma y 1506 en Tenerife, rti tanto la pre-
sencia de1 azoriano solo está documentada a partir de 1508, ano en que
Ia corona defini6 Ia obligatoriedad dcl abahtecimiento ;i Madeira.
E1 comercio de1 cereal a partir de Ias Canarias se consolidó a través
de Ia regularidad de los contactos con Madcira, siendo sólo perjudicado
por 10s embargos temporales, micntras quc el de Ias Azores fue impues-
to por la corona, ya que Ia burguesia y iiristocracia azorianas, especial-
mente de São Miguel, no se mostrahan iriteresadas en mantener esta
via. Todo e1 enipeno de 10s azorianos estaha canalizado hacia el comer-
cio especulativo con e1 reino o hacia 10s contratos de ah;istecimiento de
Ias plaias africanas. Ilesde 1521 e1 prccio )- Ia forma dc transporte de1
cereal aioriano eii Madeira estaban lxijo cl control de1 municipio. De
este modo era difícil Ia especulaci6n por parte de Ins arrendatarios y
mercaderes micaelenses.
La garantia de abastecimiento intcriio de cereales, que habia sido
una constante en c1 inicio de Ia coloiiizacion de Madeira, no resisti6 e1
asalto de los cultivos europeos para Ia exportación, que en poco tiempo
invadieron casi todo el territorio arable. El ;irchipiélag«, compuesto só10
Lu economia ksuluu 187
por dos islas, siendo una de ellas de débiles recursos, tenia que asegu-
rarse necesariamente e1 abastecimiento recurriendo a Ias islas vecinas.
En 1546 de 12.000 moyos consumidos sólo un tercio fue producido lo-
calmente, siendo e1 resto importado de Ias islas próximas o de Europa.
En los siglos m y xvii Ia oferta de1 cereal insular, de Ias Canarias
y de Ias Azores, representó cerca d e Ia mitad de Ias entradas. En el caso
de Ias Azores casi todo provenia de São Miguel y de Faial, en tanto en
Ias Canarias destacaron Ias islas de Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife.
La permanencia de esta ruta de abastecimiento de cereales implicó
Ia extensión de los cambios comerciales entre los tres archipiélagos, ya
que al comercio de1 cereal se asociaron otros productos, como contra-
partida favorahle para 10s cambios. A Ias Azorrs los madeirenses tenían
para ofrecer vino, azúcar, conservas, maderas, ejes y duelas de pipa,
reexportación de instrumentos y otros productos de menor importancia.
Para Ias Canarias Ia oferta se extendía a Ia fruta verde, manojos de mim-
bre, zumaque y panos de estopa, sayal o manta.
Las islas azorianas fueron al principio un consumidor preferente
de1 vino madeirense y canario. Todo esto debido a Ia necesidad de en-
contrar una contrapartida rentable al comercio de cereales y por ser el
vino que producían de baja calidad. Pues el afamado vino de Pico se
afirmó sólo a partir de Ia segunda mitad de1 siglo XVII. En e1 ano 1574
el vino de Madeira desembarcado en el puerto de Ponta Delgada re-
presentaba el 42 por ciento de Ias importaciones vinícolas, siendo el
más cotizado en el mercado micaelense. Lo mismo sucedia en Angra en
Ia segunda mitad de siglo, En e1 siglo xvii el mayor incremento de Ia
viticultura de Ias islas de1 grupo central y Ia creciente mejoría de calidad
contribuyeron a Ia subordinación de1 producto en el sistema de cambios
con Madeira y Ias Canarias. A finales de Ia centuria el producto todavia
continuaba siendo destacado en Ias entradas de Ia aduana de Ponta Del-
gada.
El comercio entre Madeira y Ias Canarias era muv anterior al es-
tablecimiento de los prirneros contactos con Ias Azores. La rclación se
iniciaria a mediados de1 siglo xv, activada por Ia disponibilidad en el
archipiélago de csclavos, carne, queso y sebo. Pero Ia insistencia de los
madeirenses en los contactos con Ias Canarias no seria de1 agrado de1
infante don Fernando, senor de Ia isla, interesado en promover 10s con-
tactos con Ias Azores. A pesar de eso. ellos continuaron y Ia ruta ad-
quirió un lugar relevantc en Ias relaciones extrrnas de Ia isla. valiéndole
188 Portugal y las islas de1 Atlúntico
MILES DE LIOVOS
22 14
17 ( 4
12 14
114
Z 14
a'íalca cclriaaias M~DEIRI LISBOA OTROS
AZORES. 108.000
OTROS. 5302
CANARIAS. 27.777
EUROPA. 54.967
'" Arquivo Regional da Madcira, Misericordia <lu I:iinchal, :n 684, fols. 785-790 v.".
a
V. Rau. Ert:riutlr,~.Sobre o Ilrrtürr<i do ,Sal P o r / u ~ u < iLishoa,
, 1989, p. 217.
Bahía de Funchal en el siglo xvi (Centro de Estudios de Historia
y Cartografia Antigua).
sular, mientras que e1 segundo rumbo fue delineado por Ia politica eco-
nómica trazada en e1 espacio insular. El último destino fue impuesto
por Ia corona.
E1 mercado de1 reino fue e1 primer consiimidor de trigo azoriano
pero no e1 único ni el principal destino de1 trigo isleno, pues en lugar
cumbre y reservado estaban Ias plazas portuguesas de1 norte de África.
E1 movimiento de trigo azoriano hacia éstas se hacia bajo el control real
por medio de asentadores que en Lisboa rccibian e1 contrato de abas-
tecimiento y de alli enviaban los respectivos na\.ios a cargar el trigo guar-
dado.
Estr comercio se beneficiaba de 10s privilcgios establecidos por Ias
ordenanzas reales, siendo considerado como prioritario en Ias transac~
ciones cerealiferas azorianas: todo el comercio de trigo en el archipic-
lago, especialmente en São Miguel y Terceira, deberia hacerse «sin
perjuicio de 10s lugares de África». De este niodo, una vez iniciada Ia
cosecha se procedia a Ia recaudación de1 referido trigo, estimado en
unos 2.000 6 3.000 moyos. Aden~ásde ello, el contratante 0 procurador
tenía Ia prioridad en Ia compra de1 cereal, por lo que Ia libre salida de
trigo só10 tenia lugar después de1 resguardo de1 «saco para África». Pero
esta ordenanza causal~aperjuicio a los agricultores, en caso de que tar-
dase el envio de Ia remesa. La cámara de Ponta Delgada recomendaba
en 1644 a 10s contratistas de dicho trigo que hiciesen Ia compra antes
de agosto, en caso contrario no se responsabilizaba de1 cumplimicnto
de1 contrato. Estas medidas eran Ia consccuencia de una serie de situa-
ciones que imposibilitaban ai archipiélago para atender sus compromi-
sos y para asegurar el abastecimiento interno.
La violencia con que Ia corona imponía Ia ruta, impidiendo a1 mer-
cader ejecutar 10s cambios comerciales corricntes o rctardándolos; e1
tono descriptivo de 10s estatutos y recomendaciones, teniendo la des-
fachatez de afrontar Ia requisicion de los navios y carros necesarios para
el transporte y carga de1 referido trigo; y, por fin, la constante presencia
de1 administrador para el abastecimiento de Ias plazas, crearon dificul-
tades en Ias relaciones de cambio en el mercado cerealifero azoriano.
El archipiélago estaba condenado a niantener e1 cereal bajo rigu-
roso control, que abarcaba Ia producción y el comercio. El senorio (rey,
capitán, donatario, terrateniente) y e1 contratista desde Lisboa contro-
laban todos los circuitos de1 mercado insiilar, dictando las normas que
regian Ias compras. Si tenemos en cuenta Ias necesidades dei consumo
196 Portugal y las Lslas de1 Atlántico
local y el «saco dç trigo* para Ias plazas dc África y Madeira, poco trigo
sobraba para el comercio.
E1 gran mercader de cereal hizo fortuna con e1 aprovisionamiento
de Ias plazas norteafricanas, como contratista, como intermediario de
los senoríos (como sucede con e1 conde de Vila Franca) o con e1 re-
curso al contrabando y especulación posibles. Los más importantes mer-
caderes locales aparecen como representantes de 10s asentadores; tén-
gase en cuenta el caso de Manuel Alvarcs Senra, que file procurador
de Avaro Fernandes de Elvas y contratista de1 abastecimiento de Tán-
ger (16361, mientras que Guilherme Chamberlin representó a Pedro Al-
ves Cabra1 v a Manuel da Costa Braza. <,
" V. Kau, op. o~.. pp. 210-221; F. Castclci Br.~nc«.«O Comércio Externo de São
'I'i~nit n o seculo XVII» cn Studin, n 24. I.ishoii, 1'160, pp. 7 3 98.
chilla, algodón y esclavos, recibiéndose a camt~iopaííos y, a vçces, ce-
reales o pescado seco y salado.
E1 comercio azoriano estaba orientado casi exclusivamente a 10s
centros textiles de1 norte, especialmente con Ias islas Británicas y a tra-
vés de agentes comerciales, que en el siglo x\,ii asumen una posición
hegemónica en e1 puerto de Ponta Delgada. En los registros de salida
y entrada de1 puerto, en e1 período de 1620 ;I 1694, más de Ia mitad
de Ias embarcaciones çran inglesas, y e1 comercio de Ia mayoria de cllas
se dirigia hacia Inglaterra. La principal mercancia en tránsito en e1 puer-
to de Ponta Delgada era la hierba pastel, que tuvo su momento estelar
en Ias décadas de 10s veinte y treinta. En este contexto es evidente Ia
hegemonía de1 mercado y mercaderes ingleses, pues Ia casi totalidad de
Ia hierba pastel (98 %) exportada en e1 período de 1621 a 1676 fue con-
ducida hacia Inglaterra. La parte sobrantc sc distribuyó en Holanda,
Francia, Flandes y Sevilla. Adviértase que r1 inglés ignoró Ias prohibi~
ciones impuestas a su presencia por Ia corons a finales de1 siglo .n~.
Su fuerte presencia en Ia isla y el recurso al pabellón de nacionalidades
autorizadas posibilitaron que esta via comercial se mantuviese abierta.
900,032
- --.-
100.032
32
FLi\NDES íR>UICIA INGLATERRA ITALlA PORTUGL TLR(IUIII
OTROS
nía como destino exclusivo ej Brasil, pasó también a ser conducido ha-
cia 10s nuevos mercados, que asumieron un lugar dominante a partir de
finales de Ia centuria. A 10s puertos de Pernambuco, Rio de Janeiro y
Bahía vinieron a juntarse 10s de Nueva Inglaterra, Nueva York, Pensil~
vania, Virginia, Maryiand, Bermuda, Barbados, Jamaica, Antigua y Cu-
razao. En e1 período de 1686 a 1688 dc Ias 688 pipas entradas en Bos-
ton tenemos 266 de Madeira y 421 de Pico.
Esta situación refleja una realidad que marcará e1 comercio en Ias
centurias siguientes: 10s azorianos abastecían, preferentemente, 10s pun-
tos de América de1 Norte, Ilevados poi- el rumbo de los balleneros, en
tanto 10s madeirenses hacian incidir sus contactos en Ias Antillas ingle-
sas y francesas.
Las islas de Santiago y São Tome, merced a Ia proximidad de Ia
costa africana, se afirmaron como importantes almacenes de trata de ne-
gros africanos durante 10s siglos xv a xvri, teniendo como principal des-
tino, a partir de1 siglo m, el nuevo continente americano. La primera
factoria dominaba Ia vasta área conocida como Rios de Guinea, en tan-
to la segunda se cxtendía desde São Jorge de Ia Mine hasta Angola, pa-
sando por Axem 1, Benim. Tal como mencionamos, la colonización sólo
fue posihle gracias a las facilidades concedidas a los habitantes para e1
comercio en esta costa.
La evolución de1 comercio no fue constante y estlivo durante mu-
cho tiempo sujeta a 10s cambios de la coyuntura atlántica. Así, Sao
Tomé asumió un lugar relevante en e1 comercio con el golfo de Guinea
hasta e1 último cuarto de1 siglo xvi: siendo Ia crisis, a partir de 1578,
resultado de1 desvio de Ias rutas hacia e1 litoral africano. En e1 período
que transcurre hasta 1650 entraron en São Tomé 94.900 esclavos, con
una mayor incidencia en los anos 1501 a 1575. Entretanto, en Ia época
de Ia unión de las dos coronas peninsulares, e1 número de esclavos con-
ducidos desde S i o Tomé a Ias Indias de Castilla ilartagena, Veracruz
y Margarita) alcanzó 10s 4.828, esto es el 20 por ciento de1 total. Los
problemas con Ia economia azucarera hahían colocado a Ia isla en si-
tuación de dependencia de1 comercio de este producto, refiriéndose el
escribano de Ia factoria en 1551 " ilue éstc era e1 principal rendimiento
La economia z'nsulur 203
Corona
c3 Monarca
Los funcionarzos
Lu jurisdicción
' Ciradi, cri e1 Iiicr,, niariuelino de 1515. ,\.ir,iztiriic iutii llenri<-,#i,, . W 1974. pp.
150-151.
Monumrnlii iMii>ioiiin<iA/ric,ana, XIV. py. i 7 y i 7 i ~ 7 3cartas
. dc 16 de dicicm~
brc y 19 dc mayo
224 Portugal y l a ~idas de1 Atlántzco
". Vieira, *As posturas municipais da Madeira c i\~oresnos séculos >N a > T I »
en 111 Coióyuio ln/rrn<i<.iunaIiobre or Ayorer <, Atlântico, n p r a do Heroismo. 1989.
226 Portugal y las z:rlas del AtlántlCo
Las idas sc poblaron de una \,ri,i. ni, rstán, como 1;i India, sfligirndo
a los Iiornhrrs continiianientç, y clc ;\tas nos provrrm<isdc trigo, por
dondç antes beneficio que dano 110s causa su poblamiento, ahundati~
do en tierras fertilisirnas y lahi-adore, que Ias cultivan; nos dan tinta
pastel buçna para tenir paiios, ;rzGcai y iltras crisas nccrsarias para Ia
vida, aunqur de todas nos api-riv<:ch;irnosmal ' .
Los obispados
" Traducido por I'r M.Juvenal Pita I'encir>i. A .\i' dri Fundml, I:unchal, 1963,
84.
i>.
254 Portugal y las i7la.r de1 Atlántico
La Reforma y la (:ontrarreformu
De este modo, Ias islas de Cabo Verde y Sao l'omé fueron Ias más aten-
didas.
En Madeira el primer obispo en pisar e1 suelo de su diócesis fue
don Ambrosio, en nombre de1 arzobispo don Martinho de Portugal, que
allí estuvo en 1538 acompanado por dos visitadores (Jordão Jorge y Al-
varo Dias). Fue a partir de entonces cuando sc reorganizaron Ias parro-
quias, estableciéndose normas religiosas para SLI preservación en Ias igle-
sias, a través de los libros de registro. Después de su muerte, en 1544,
el obispado permaneci6 vacante hasta 1551.
En este período estuvo en Funchal el obispo don Sarello, de las
Canarias, que dio «órdenes a muchas personas y recorrió toda Ia isla
confirmando en común a todos 10s que de ello tenian necesidadn. Y,
en 1552, fue nombrado ílay Gaspar do Casal, que no rcsidió en Ia isla,
siendo e1 hecho más destacable e1 haber participado en e1 Concilio de
Trento. Su sucesor, don Jorge de Lemos, nomhrado en 1556, fue quien
en realidad dio forma a Ia aplicación de Ias órdcnes de1 concilio, siendo
seguido después por don Jerónimo Barreto (1571.1585) don Luis de
Figueiredo de Lemos (1586-1608), considerados los verdaderos artífi-
ces de esta reforma en Madeira.
Eii Ias Azores, en el período que iransciirrc hasta Ia creación de1
obispado en 1534, el poder eclesiástico era ejercicio desde fuera: pri-
mero por el vicario de Tomar (1442-1514) y <ic.spuéspor el obispo de
Funchal. Durante este período el gobierno eclrsiástico cra ejercido por
un obispo visitador, a quien era atribuida una misión especifica y tem-
poral.
El primero que Ileg6 a Ias islas azorianas fue don João Aranha, obis-
po de Safim, que estuvo en São Miguel y Terceira. Más tarde, en 1505,
Vasco Afonso, vicario de Machico, fue nombrado visitador general y en
1506 Bartolomeu Fernandes fuc nomhrado magistrado eclesiástico de1
archipiélago.
Con Ia creación de1 obispado de Funchal en 1514 Ias Azores pa-
saron a su jurisdicción. En 1523 fue el viçario de Angra el nombrado
para e1 cargo de visitador y magistrado cclesiástico de Ias Azores. Es e1
comienzo de Ia centralización de1 gobierno eclesiástico en esta ciudad.
A1 m i m o tiempo que fue creado el obispado de Angra tatnbién apa-
recieron los de São Tomé y Santiago. Pero en 10s dos últimos la pre-
sencia de un obispo cre6 numerosos pr«blemas. Los primeros prelados
262 Poytugal y las islas de1 Atlánttco
menor impacto de Ias órdenes de1 papa y (te los sínodos diocesanos. En
los archipiélagos de Madeira y de Ias Azores fueron entonces divulga-
dos algunos libros de Ias visitas que nos dan cuenta de una común re-
ligiosidad popular 1 9 .
Las consecuencias de1 Concilio de Trento son evidentes en Ia es-
tructura religiosa de Ias islas. En cuanto a1 patrimonio de1 clero se crea-
ron Ias condiciones necesarias para su magisterio con el aumento de Ias
congruas y sustentos. En Ias Azores éstos quedaron establecidos por 10s
edictos de 1563, 1569 y 1591, y en Madeira, por los de 1572 y 1598".
Teniendo en cuenta Ia importancia dc Ias constituciones sinodales
para Ia definición de Ia religiosidad, preseritaremos un breve análisis de
Ias existentes, só10 en Ias diócesis cle Angra (15591 y Funchal (1578 y
1602).
En un análisis de contenido se verifican numerosas semejanzas, lo
que prueba que hay un origen común. En realidad 10s textos se basa-
ban en un formulario común: Ias constituciones sinodales de Lisboa,
aprobadas en e1 sinodo de1 25 de agosto de 1536. Algo peculiar suce-
dió con Ia vicaría de Tomar, que despiiés de Ia creación de Ia diócesis
de Funchal se mantuvo como nullius di»resr\~,pero rigiéndose por un
texto propio aprobado en el sinodo de1 18 al 22 de junio de 1554. En
el preámbulo es citado, a ejemplo dc Ia5 constituciones de Angra de
1559, e1 origen en un texto anterior de Funchal; de este modo se pue-
de afirmar que Ias de don Jerónimo Barreto (1578) no fueron Ias pri-
meras establecidas para e1 obispado, Iiabicndo unas anteriores que se
perdieron. Fernando Augusto da Silva'. nos refiere, a propósito de
esto, que e1 arzohispo don Martinho cle I'ortugal redactó unas consti-
tucionesque sirvieron de regla al gobierno de1 obispado de Funchal.
Para Antonio de Vasconcelos ?' ésta5 hicrun cstablecidas por don Diogo
" M. I:. Enes. Ai ~ i s i t a rpmtoraii dd motriz Jt. .S& .Sc,hasiido de i'ozta Delgada
11674-17391, hiipra d o Heroismo, 1983; E. dos S;intiis, «A sociedade rnadrirensç na épo-
ca moderna. Alguns indicadores» en Acioi </o I (oloyuiri Iiiirmricionui dr Historin da Ma-
deire, vol. 11. 1:unchal. 1989, pp. 1 . 2 1 2 ~ 1 2 2 5 .
'" Arquivo doi Aprr,i, vol. N.pp. 1 8 4 ~ 1 9 2 A. : Rodrigucs dc Axr\edu, rAnoraçóesn
en Saudad~s&'Irrro i Fiinchal, 1873. pp. 5 3 6 ~ 5 6 6 .
" .Sr~b.rídioxpare a lfisirlória da dioa.re h I:iirichol, Funchal, 1946. p. 9 8 .
" «Noto <:ranol<igico-hihliographica tias ci,nstituiçuçs diucexinas portuguesas até
hoje irnprcssasn cn O lriiiiiuto, Coimbra, v i > I 5 8 , 19 11. p. 494.
Pinheiro, que sirvió simultáneamente de obispi~de Funchal !r vicario de
Tomar.
Comparados 10s sínodos de Angra (1559) con 10s de Funchal
(1578) se verifica que e1 impacto de Ias normas tridentinas fue poco
significativo, incidiendo só10 en 10s aspectos doctrinales, pero con po-
co valor para su articulado. Hecho evidente de quç en Ias idas Ia prác-
tica cultual de1 clero y Iaicos, aun a nirel teórico, no estaba fuera de1
buen camino.
La doctrina expresada en Ias constitucioncs puede ser dividida en
cinco puntos: 10s sacramentos, e1 rito religioso, e1 clero, Ia administra-
ción de1 patrimonio y de la justicia, los pecados y Ias faltas. Mientras
que 10s dos primeros se mantuvieron casi sin'cambios, de acuerdo con
Ias contingencias de Ia coyuntura y de Ias niievas dudas que ella generó,
los demás se adaptaron a nuevas situacioncb. Y el principal cambio tuvo
lugar tras e1 (:oncilio de Trento, como forma de adecuarlo a Ias refe-
ridas norrnativas.
El concilio intervenía con Ia intención de mantener una cierta
uniformidad en el rito religioso, bien en Ia Santa Misa, bien en Ia ad-
ministración de los sacramentos. Antes I-einaba Ia indisciplina, lo que
generaba algunas veces escándalos, particularmente en el caso de1 ca-
samiento: eran numerosas las bodas clandestinas ycosanguineas. Los as-
pectos doctrinales inciden, preferentemente. sohre e1 bautismo. Ia con-
firmación, Ia comunión y el matrimonio.
Las normativas tridentinas establecian Ia nccesidad de unificar e1
rito de 10s sacramentos y por eso encontramos Ias mismas órdenes en
Ias constitucioncs, aunque expresadas dc forma diferente. Pero aqui 11
allá subsisten algunas peculiaridades. Por ejemplo. en Ias Azorcs se in-
siste en Ia ensenanza de Ia doctrina v cn el bautismo casamiento de
los infieles venidos de Guinea, Indias 1, Brasil; t.n tanto en Madeira don
Luis Figueiredo de Lemos establecia un capitulo especial sobre los es-
clavos. Esto dcmuestra e1 interés de Ia Iglesia en e1 evangelización de
10s infieles y Ia irnportancia asumida por Ia pohlación esclava en ambos
archipiélagos.
Después de establecidas estas'normas para Ia administración de 10s
sacramentos, el interés se desplazó al clero, procurando definir conductas
de vida «honesta» 1, ejemplar. Comparadas Ias constituciones postriden-
tinas con Ias anteriores se .nota una mayor incidencia en Ias primeras çn
cuanto a1 sacramento de Ia orden. Aqui se recomendaba una mayor t o r ~
mación de1 clero, 111 qiiç derivó en Ia necrsicia<i de crçar scmitiarios.
266 Portugal y las zslu.\ de1 Atlántico
Los j u d i o y ld 1nqui.iición
en estas islas, según algunas veccs fui informado, sç vçn c<in tanto
rxceso y pi>c<itçmor dr Dios c<imrtirndo 10s pecados públicamentc
qiie se podría en ellas temer qiic vinicse sobrç sus habitantes e1 gran
vestigador encuentra 10s más significativos que existen sobre 10s ar-
chipiélagos de Cabo Verde y Sáo Tomé y a ellos anade textos narra-
tivos y documentación diplomática.
Carreira, Antonio, Cabo Verde Formação e extinção de uma sociedade es-
crauocrata (1460-18781, Lisboa, 1983 12."d.). Pertenece al autor
e1 mayor número de trabajos históricos sobre el archipiélago de
Cabo Verde, de1 que este estudio es un ejemplo.
Colóquio Internacional de História da Madeira (actas de1 I y 111, 3 vols.,
Funchal, 1989-1990. En 10s tres volúmenes están reunidas Ias actas
de1 primero (1986) y segundo (1989) coloquios realizados en Fun-
chal por Ia Secretaria de Turismo, Cultura y Emigración de Go-
bierno Regional de Madeira.
Dias Urbano de M e n d o ~ a ,A vida de nossos avós, 8 vols., Vila Franca
d o Campo, 1944-1948. Intento de recreación de Ia vida de los an-
tepasados con el recurso a documentos que el autor también pu-
blica. Esta obra y otras publicadas de1 mismo autor son indispen-
sables para Ia comprensión y estudio de Ia historia micaelense.
Duncan, T. B., Atlantic islands. Madeira, the Azores, and the Cape Verdes
in seuenteenth-century. Commerce and navigation, Chicago, 1972. El
primer estudio, hecho de forma separada, sobre 10s archipiélagos
portugueses (Madeira, Azores y Cabo Verde) en el siglo mi.
Drummond, Francisco Ferreira, Anais da ilha Terceira, 4 vols., Angra do
Heroismo, 1850-1864 (reedición en 1981). En estos cuatro volú-
menes se presenta de forma cronológica Ia historia de Ia isla Ter-
ceira hasta 1832. Como complemento deberá indicarse Ia edición
reciente de sus Apontamientos Topoyráficos, Puliticos, Civis e Ecle-
siásticos para a Historia das nove ilhas dos Açores servindo de suple-
mento aos A n a i ~de ilha Terceira, Angra do Heroismo, 1990, edición
de J. G. Reis Leite.
Frutuoso, Gaspar, Saudades da Terra (libros 1 a 6) 7 vols., Ponta Del-
gada, 1977-1987. En esta obra escrita en Ia década de 10s noventa
de1 siglo xw el autor reuni6 todo lo que consigiiió recoger sobre
10s archipiélagos de Madeira, Azores, Canarias y Cabo Verde. Tex-
to indispensablç, es cierto, pero confrontado con Ia documentación
disponible.
Gil, Maria Olimpia da Rocha, O arquipelagu dos Açores no século xvrr.
Aspectos sócioeconómicos (1575-1675), Castelos Branco, 1979. Uno
de 10s primeros intentos de sistematización de Ia sociedad y eco-
nomia azorianas en un período crucial de Ia historia de este archi-
302 Portugal y lar islas del Atlántico
Roma António, 46
Luis de, 82 (;iovanni, 80
Pedro dc, 82 Standen, Hans, 152
Russel, P. E., 37 Tavares, Fernáo. 43
Sá Cruz, Mada Clara, 273 Távora
Sacco, Pero, 82 1:ernando de, 254
Sacramento, fray Tim<iteudo, 257 fray Lourengo de. 254, 258, 262, 270
Salvador, J. A., 269 Trinciia
Salvago, Lucas, 80 Antonio, 163
Santa Mana, iray J o i . 262 ,Marcos, 269
Santarem Tnstão, 272
João de, 50 'l'ristão, Vaz, 54
vizcondc de. 29, 36 l'rivr.. Diogo de, 45. 99, 161, 162, 21 1,
Santiago, Eray Jorge de, 255, 262 214
Santo Oficio, 266, 268. 269, 270 l'rlr\
Santos, E. dos, 264 Icrnão, 27, 211, 214
Sáo Dionisio, fray Aniuniu de, 254 Ira" António da Silva. 254, 262
São Jorge, Iray Bcntu de, 257 l'rnreiro, F., 133, 136
São Paulo, iray Srbastiao, 257, I'erra Nova,
São Simão, iray Francisc,,. 262 Anrique, 45
SareUo, don 261 <;uirarte, 46
Sataspes, 28 'l'inoco, António Velho, 242
Sebastião, dan, 116, 119 Torneo, Francisco Cardoso, 269
Séneca, 31 Trist:i<i,Nuno, 48
Sergio, António, 246 Ulhoa. Maninho de, 257
Senra, Manuel Aivarc\. 196 Ilrhano V. 247
Sçrnigi, Jerónimo. 80 Urhina, Juan, 119
Sículo, Didoro. 28 Usodimare, 108
Silva Vala~tç,108
Fernando Augusto da, 264 Valdca, Pedro, I26
Filipe de. 212 Varela. c:. 64
Silves, Diogu de, 39, 10 Vasconcelos
Sintra, Gon~alode, 48 Antonio de, 264
Sinto N, 109, 248 Luis Mendes. 246
Soeiro, H., I ) i hlanim Mendes, 55
Soligo, Cristobal, I3 1,130 de iMenezc5 r. 212
Sousa
Gonqalo de, 62, 212 J<>à0,74
fray Pedro de. 255 'l'ristáo, 41. 205, 207, 209, 212
J.K., 69 Veigii. Tristáo Vaz da, 110, 119, 210
Cristovão Doria de. 82 Velh<>.Gon~alo.39, 40. 58, 211, 215
Garcia Homem de, 55 Verlirid.cn, Charies, 37, 124
Sousa, João Correia de. 212 Vidal Pércz, 93
Soveral. Francisco. 257, 203 Virir.!
Spínola ,lihei-to. 137, 225
Indice onomástico 309
239,241,242,244,245,246,250,253,
258,261,262,263,264,265,266.269,
270, 271, 272, 273. 276
capitania de, 211 capitania de, 212
esrructura adtninktrativa de, 218 esrructuta adrninisiraiiva de, 218
senario de, 208 irlotes de, 212
Bahía, 112, 292 uhispor de, 254
Barbados, 202 (:achcu. 193
Barcarena, 144 (:idiz. cortes de, 207
Barcelona, 200
obispo de, 247
Basilea. Concilio de. 38 (:ámai-a de Lobos, 55. 57, 243, 248
Benim, 202 (laminha, 194, 196
Berhena, 98 (:arianas. archipirlago de, 13, 15, 21, 22.
29, 31. 12, 31, 14, 35, 36, 37, 38, 39,
Bermunda, 202
41, 42, 46, 48. 53, 76, 79, 82, 83, 85,
Boavista, isla de, 47, 49. 64, 65, 131, 174, 86. 88, 89, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98,
213. 215, 216 99. 107. 108. 124. 125. 126. 129. 130.
capitania de, 212
srnorío de, 208
Bojador, cabo, 32. 38. 53, 90, 108, 109,
152, 173, 188
Boston, 202
Braga, 77
Brasil, 15, 21, 59, 71, 72, 84, 88, 89, 92,
96, 99, 100, 102, 103, 104, 124, 126, <:ipango, -17
127, 129, 130. 131, 137, 151,155,161, Coimhra, 260, 263
164, 166, L70, 196,202,203,207,246, C o n p , 76. 131, 258
253, 265, 269 <:i,nstantinopla, 200
Cumpanía Gerieral de Comercio para Corvi>.isla, 28, 29, 59, 61. 99, 125, 142,
el, 120 141. 174, 182. 184. 214, 216
Compania General de1 Estado de, 201 capiratiía de, 211
Bmva, ida de. 65. 121. 216 scnorío de, 208
capitania dc, 212 Curazao, 202
Brrtana. 142 (:hios. 200
~~~
Bristol, 46 r,.,,"
,,a"LL,
07
,,
Bnránicas jslas, 199 Demerara, isla dc. 102
Buena Esperanza, cabo de, 130, 259 I>escria, isla, 32, 253
Bugio, islote de, 213 scnurío de. 208
Burgos, obispo de, 38 I>esiçrtas. isias. 174. 207
Cabo Verde. archi~iélaaode. 13. 15. 22. capitania de, 212
Englland, Koyal Cumpany of, 120
Eiiirç~Douru~e-hlinho, 77, 198
Espana, i 3
E~pari<da isla, 65
Estados Uriidos, 102
dr
(;iicrra de la liid~~endencia
índice toponimico 313
Europa, 34, 37, 90, 107, 112, 124, 145, capitania de, 211
156, 164,171, 187, 191, 192, 193, 194, seiiorio de, 208
200, 203, 229, 259, 275 Granada, 34
de1 norte, 174, 198, 269 GranadiUa, 97
Faial, ida, 59, 61, 62, 80, 81, 82, 116, Guinea, 28, 94, 109, 112, 126, 129, 131,
143, 146, 166. 171, 181, 182, 184, 187, 175, 259, 265
216, 250 archipiélago de1 golfo de, 22, 50, 76,
capitania de, 21 1 78, 89. 91, 103, 110, 119, 131, 134,
Feiteiras, 142 137,152,177,179,185,190,219,242,
F ~.~~
- 144
n...,s i p ... 251. 258
Fernando Póo, isla de, 29, 50, 66, 134 c o s ~ ade, 21, 39, 47, 83, 86, 100, 108,
Flandes, 171, 199, 200, 270 110, 119, 130, 138, 140, 173, 174, 177,
179, 185, 193, 201, 219, 251, 258
Flures, isla de Ias, 59, 61, 62, 80, 99, 112,
125, 126, 127, 142. 145, 174,182, 184, golfo de, 29, 83, 100, 129, 130, 174,
214, 216 200,202
Rios dc, 75, 86, 89, 167. 190. 193,
capitania de, 21 1
200, 202, 203, 242. 244
Florida, 110
Hawai, isla de, 102
Fogo, isla de, 49. 64, 65. 71, 78, 90, 152,
Hea,,écdes, islas de 27
155, 216, 219, 220, 244
Hierro, isla de, 125
capitania de, 212
Hispaliiola. isla de Ia, 47, 131
seiiodo de, 208
llolanda. 120. 174, 199
Francia, 111, 120, 174, 199
Horta, 132. 263
Fuerteventura, isla de, 29, 95, 187, 188
batalla naval del, 12 1
Funchal, 13, 17. 43, 45, 54, 55, 57, 58, Ihénca, 37, 194
60, 67, 68, 72, 85, 92, 93, 95, 96, 97,
98, 111, 112, 114. 115. 116, 119, 121, Icode, 97
130, 132, 137, 153, 154, 156, 157, 163, India, 46, 50, 65, 96, 126, 127, 129, 130,
164,180,181. 186, 188, 189,190, 191, 131, 246
197, 198,200.201,207. 209,210,213, Tndias, 182, 229, 265
216,217,219,221,222.224,225,226, (:anagrna de, 202
227,228,231,232,233,234,235,236. de Castilla, 22, 126, 127, 131,202,203
237,239,240,243,244,245,247,248, de I'ortugnl, 131
251, 253,261,262, 263. 264, 265, 266, occidcntaies, 22, 76, 125
270, 272, 273 orientaler., 22.125
,
capitania de. 212 Indias Occidrntales, <:umpaiiía de Ias, 120
Furnas. 59 indico, oceano, 21, 26, 101, 130, 251
Gambia, rio, 259 Inglaterra. 15. 120. 173, 174, 199, 270
Gaspar Fructuosu, 85 Islandia, 46
Génova, 46, 200 Italia. 181
Gihraltar, estrecho de. 109 Jamaica, 202
Goa, 253 João Esmrraldo, cumbrc dr, 165
Gomera, isla de Ia, 38, 47, 108, 125, 174, Juhv. raho. 29
247 Lahrador. 46
Gran Canaria, isla de, 38, 47. 83, 93, 97, Lagoa, 60. 153, 173, 219
98, 125, 137, 164 Lagos, 194
Graciosa,61, 134, 142, 143. 148. 153, 181, 1,anzarotc. isla de. 29. 39. 93. 94, 95. 96,
184.212, 215. 216, 228 97. 98. 125, 187, 188
obispado de Rubisã«, 247
Lapa, 66
Lrgname, isla de lo, 32
Lcvante, mar de, 31
Lisboa, 31, 47, 70, 80, 83. 109, 114, 115. Mediierraneo, mar, 25, 31, 37. 46, 109,
125, 126, 127, 141, 167. 168,175,194, 135. 205
Livorno, 200
Londres, 198
Machico, 43, 55, 57, 58, 72, 157, 180, Mina, 74, 127, 111
181,207, 209, 210, 219, 244,248,261, S;iu Jorge de Ia, 202, 203
272. 273 Mo)gador, 197
capitanía de. 212 Moiambique, 102, 164
Madeira, archipiélago de, 13, 15, 16, 21, Nicca, Concilio de, 261
22, 23. 26, 31, 32, 35, 36, 37, 39, 40, Nnrdrs~ciisla de Madeira), 60
41, 42. 43, 45, 46, 47, 48, 49, 51, 54. Nordcstr iisla dr São Miguel), 219
78, 83, 85, 87, 88. 89, 90, 91, 93, 95,
Nomandia, 37
96, 98, 99, 100, 101, 102. 108, 110,
120,121, 124. 125, 130. 131, 133, 154, Nucva Inglaterra, 202
155, 173,207,216,220,221,250.253. Niirva York, 202
275, 276 Niiçri, Mundo, 37, 42, 48, 64, 92, 93,
capitanía de, 212 123, 177
estructura adminisriariva de, 218 Op<>no.77, 194. 197
isla de. 53. 54. 55. 56. 57. 58. 67. 69. Oricntc, 76, 100. 127
Ormuz. 101
I'alma, rsla de In, 38. 83. 97, 111. 125,
164, 186
Palm;is. cabo de ias, 259
I'slmas de Gran Canaria, Las, I90
ohispado d e Rubii-ão, 247
I'ará, 191
Partes de1 Fondo. comarcs de, 72, 157
Pcnsilvania, 202
l'ernamhuco, 112, 169, 202, 203
I'ico, ida, 61, 62. 80. RI. 99, 116, 143.
265, 266,269. 270, 2i1. 272, 2 7 j 153, 181, 184, 187. 202, 215, 216
capitania de, 212 cal~itanisde, 21 1
obispus de, 254 Pico Sapateiro. 59
sefiorio d i , 208 I'onia Delgada, 60, 62. RI, 83, 119, 132,
117, 142, 147, 148. 150, 153. 154,181,
Magreb, 15
182, 181. 184. 187, 188, 195. 196. 198.
Maia, 273