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El “éxodo”, ¿un “lugar de memoria”1?

Tematizar el pasado o “el pasado es un país extraño”, esta expresión de David


Lowenthal contribuye a redefinir una vez más los vínculos que trabamos desde nuestro
presente con ese pasado y nos alerta frente a una familiaridad y cercanía que opera en
términos de obstáculo epistemológico.

El ejercicio de pensar en ese presente (en el caso que nos convoca el presente de lo que
la historiografía tradicional ha denominado el “éxodo”) y a partir de ahí, su futuro y su
pasado, evitando caer en concepciones prefiguradas de antemano en relación al
surgimiento de la nacionalidad y del Estado Oriental, nos permite introducir la
incertidumbre, lo incierto y por lo tanto evitar las explicaciones determinadas a priori.

Hay un artículo del historiador José Pedro Barrán titulado “La independencia y el miedo
a la revolución social en 1825” escrito a mediados de los años 80, donde el autor
manifiesta su extrañeza en torno a la ausencia de Artigas (en términos de nombrarlo,
identificarlo –porque en realidad Artigas ya se había internado en el Paraguay en 1820,
más que internado se fue defendiendo –cuando ya la correlación de fuerzas le eran
francamente adversas- de los ataques de las fuerzas del caudillo federal Ramírez) en las
proclamas, documentos relativos a la independencia en 1825. Y esto fue un aspecto que
los historiadores que se dedicaron a estudiar este período (historiadores como Pivel
Devoto, Eduardo Acevedo) nunca señalaron. Al respecto señala: “Pero, ¿es que el
artiguismo había desaparecido? El que no se haya expresado en la documentación de
1825 de ninguna manera certifica que el artiguismo hubiese muerto el día que Artigas
se internó en el Paraguay en 1820”. Y más adelante agrega “El artiguismo había
encarnado en demasiadas cosas para morir con la desaparición de su líder”. 3 Podríamos
hacernos un poco la composición de que para aquellos protagonistas que encarnaron la
“gesta de los Treinta y Tres”, los protagonistas de la década del 20, la época
identificada con la revolución y con el artiguismo era su “historia reciente”, quiero
decir que los sectores que lideraban el proceso en esa década tenían dificultades con el
pasado reciente, no era conveniente evocarlo.

¿Cuáles podrían haber sido las experiencias, cuál había sido la “historia vivida” para
muchos integrantes de la sociedad de aquella época?

Veamos algunas de esas experiencias…

El 20 de octubre de 1811 se firma el armisticio entre el gobierno de Buenos Aires y el


de Montevideo, el cual implicó el obligado retiro de las tropas de José Rondeau y José
Artigas y la devolución al gobierno con sede en Montevideo de la jurisdicción sobre
esos territorios.

1
Expresión del historiador Pierre Nora, autor de la obra monumental “Los lugares de la
memoria”. Señala Pierre Nora en relación al carácter operativo de dicha noción: “…no los
acontecimientos por sí mismos sino su construcción en el tiempo, el apagamiento y la resurgencia de
significados, no el pasado tal como tuvo lugar sino sus reempleos permanentes, sus usos y desusos, su
pregnancia sobre los presentes sucesivos; no la tradición sino la manera en que se constituyó y
transmitió”.
2
Texto realizado por Juanita Bertinat y publicado en “150 años de la Colonia Suiza/Nueva
Helvecia. En busca de nuestra identidad (2012), Textual, Colonia Suiza/Nueva Helvecia.
3
Barrán, José Pedro “La independencia y el miedo a la revolución social en 1825”, p. 17-18
Fichas de Estudio FCU, Montevideo
Durante esos días la reunión de los “vecinos en armas” nombra a Artigas “Jefe de los
Orientales”. A su vez, el conocimiento de la firma y ratificación del armisticio, así como
el nombramiento de José Artigas como Teniente Gobernador del Departamento de
Yapeyú con sede en Santo Tomé, determinaban el alejamiento de sus tropas de la Banda
Oriental. Junto a la retirada del ejército se produjo la marcha de las familias. Esto
habitualmente es lo que se ha identificado con el “éxodo del pueblo oriental”

A propósito de que la historia se construye y la historia se escribe es interesante


preguntarse y observar como los distintos presentes vuelven hacia el pasado
diversificando las interpretaciones. Esto es lo que habitualmente se denomina “la
historiografía”, en este caso, la historiografía de la revolución en el Río de la Plata, o
de la Revolución Oriental y en este caso específico que nos concentra la historiografía
del “éxodo”.

¿Cuándo se comenzó a hablar del éxodo? Hasta aproximadamente 1880 la emigración


oriental era prácticamente desconocida. Señala Pivel Devoto en la Advertencia al tomo
VI de la Colección Archivo Artigas “la emigración oriental de 1811 era un episodio casi
desconocido para el común de los habitantes del país. Quienes se habían ocupado de él,
lo habían hecho en forma somera, sin penetrar en su contenido y, por lo general,
desnaturalizando su sentido y carácter. Las ideas históricas sobre una época, sobre un
personaje o un acontecimiento determinado, no se forman por la obra exclusiva de un
investigador por grande y erudito que pueda resultar su esfuerzo. Son también, hijas de
la época y de las circunstancias”4.

Algunos no obstante se habían ocupado del tema. Por ejemplo Francisco A. Berra en su
obra “Bosquejo histórico de la República Oriental del Uruguay desde su descubrimiento
hasta el año 1830”, del año 1866. En esa primera edición señala: “Se retiró hacia el
Norte del territorio llevándose a ancianos, jóvenes y mujeres en número de catorce a
diez y seis mil, desde donde hostilizó a las fuerzas portuguesas”; en 1874 al publicar la
segunda edición se expresa en estos términos “se retiró hacia el Norte del territorio
llevándose por la fuerza y violencia de todo género a ancianos, jóvenes y mujeres” y por
último en la edición de 1881 indica que en su retirada el ejército de Artigas fue
“arrastrando por la fuerza y el terror cuantas familias hallaba a su paso”5.

Fue un historiador uruguayo radicado en Argentina (en este contexto de construir un


pasado para un país que no lo tenía concientizado, un país que finalmente se asumía en
su territorialidad, un país que se transformaba finalmente en un Estado, un Estado-
Nación) quien acuña el término de “éxodo” para referirse a este proceso. Señala Pivel
Devoto: “Fregeiro, que había alcanzado notoriedad y posición en los centros
universitarios de Buenos Aries, había logrado obtener para su archivo personal el legajo
que contenía la correspondencia original de Artigas con el gobierno del Paraguay entre
los años 1811 a 1814, papelería que documentaba el período hasta entonces más oscuro
de la Patria Vieja. Con ese material concibió el plan de un libro sobre la vida de Artigas,
plan que dio a conocer en un prospecto publicado en 1883. Uno de los capítulos del
libro estaba consagrado al estudio particular de la emigración de 1811. Bauzá había
dicho en 1882, que el hecho rememoraba un episodio bíblico. Fregeiro completó el
pensamiento, dio al episodio la denominación, clásica desde entonces: El Exodo.
4
Pivel Devoto, J. Archivo Artigas, Tomo 6 Advertencia, pág XV.
5
Op. cit. pág. XV
El libro no llega a publicarse pero el autor a manera de adelanto da a conocer a un
periódico de Montevideo el capítulo que Carlos María de Pena incorporó en 1885 a la
revista del Ateneo.6 Es ilustrativo de esta inflexión historiográfica la necesidad de un
nuevo relato que se acompasara a esa nueva realidad y la necesidad de un ´”heroe
fundador”. Es el paso de la llamada “leyenda negra” al “culto artiguista”

¿Cómo lo llamaron los contemporáneos? Al respecto tenemos este testimonio: “Fue una
operación muy amarga –dejando casi desierta aquella campaña y algunos pueblos que
pudieron tocarse- que por un equívoco muy particular clasificaron los paisanos como la
“redota”, por decir otra cosa, estas palabras son expresión de Carlos Anaya en
“Apuntaciones Históricas y Políticas escritas en el departamento de Montevideo en
1851”, publicadas por María Julia Ardao en la “Revista Histórica, publicación del
Museo Histórico Nacional, Tomo XX, págs. 263 a 412. Montevideo 1954.
Otras interpretaciones aluden a la redota en términos de derrotero, camino a seguir.

¿Como lo llamó el propio Artigas? “La emigración” y así se expresaba en el oficio que
dirigiera a la junta del Paraguay narrando los sucesos acontecidos y tejiendo redes de
alianza y apoyo, el 7 de diciembre de 1811.

Algunos testimonios revelan la conmoción de la cotidianeidad, la ruptura de las


jeraquías sociales en definitiva “vivir y existir” en tiempos revolucionarios.

Señala Agustín Beraza : “En la marcha hacia el Paso Real de Yapeyú, se incorporaron
las familias de la zona más poblada del país, que llegaban desde la Colonia del
Sacramento, Cufré, Espinillo, San Salvador, Víboras, Santo Domingo de Soriano,
Capilla nueva y Porongos. Desde aquel lugar hasta el Salto, recibió la incorporación de
todos los pobladores de la Banda del Norte del Río Negro, a tal punto que cuando el
General Diego de Souza llegó a Paysandú, en el mes de junio del año siguiente, halló,
de toda esta población, sólo a ‘dos indios muy viejos’7

El padrón levantado durante la permanencia en el Ayuí, fija en 4031 el número de


personas civiles que habían marchado a través del territorio oriental.

Un detalle interesante lo constituye la presencia de niños (la cuarta parte de los


censados). Podemos hacernos una composición de la extensión de las carretas
desplazándose por los campos y cuchillas, cruzando ríos, arroyos y acampando a su
vera o en la orilla de los montes. Todo esto supone tambien aproximadamente 8000
bueyes. Asimismo hay que agregar “que junto con la masa que emigraba y
custodiándola, marchaba el Ejército Oriental, cuyos contingentes ascendían a 6000
hombres” 8

Es el historiador argentino Angel Justiano Carranza, quien entre el variado conjunto de


información que integra su obra “Campañas Navales de la República Argentina Tomo
6
Archivo Artigas Tomo 6 Advertencia de Pivel Devoto. Señala Pivel Devoto: Clemente L.
Fregeiro, “Artigas. Estudio histórico. El Éxodo del Pueblo Oriental, en Anales del Ateneo del Uruguay,
Año IV,.Tomo VIII, números 41, 42, y 43, págs. 64-75; 81-96 y 169-182, Montevideo, enero, febrero y
marzo de 1885.
7
Revista Trimestral Do Instituto Histórico e geográfico do Brasil. Tomo XLLI. Parte I. Pág. 365.
Oficio del General Deigo de Souza al Conde das Galveas, Barra del Arroyo San Francisco, 13 de junio de
1812, citado por Agustín Beraza en El pueblo reunido y armado (1967), Ediciones EBO, Montevideo.
8
Beraza, A. op. cit. pág. 44.
II, pág. 153, Buenos Aires, 1916” hace referencia al padrón de familias que formaron la
columna del éxodo. Este importante documento se publica por primera vez en 1925 en
las páginas de la Revista Histórica del Museo Histórico Nacional.

En este ejercicio de relecturas y resignificaciones vamos percibiendo un entramado de


relaciones atravesado por la complejidad y la pluralidad. En este sentido es interesante
visualizar como la historiografía más reciente y a veces no solo desde el ámbito de la
historiografía sino desde otros lugares (pienso en Carlos Maggi y su obra Artigas y el
lejano norte) han ido colocando ciertos temas, diversificando las miradas replanteando
los vínculos del movimiento (me gusta más pensar en un movimiento político y no
“Artigas” por aquello de “conductor y conducido”) con otros actores, con otros sectores
sociales, en un momento de rupturas varias y de creación de nuevos códigos de
relacionamiento. Al respecto el vínculo con los indios, y con un marco territorial que
contrasta con el Uruguay “prefigurado” tan enseñando en nuestras aulas. Historiadores
a uno y otro lado del Río de la Plata como José Carlos Chiaramonte, Tulio Halperin
Donghi, Raúl Fradkin, Ana Frega, Ana Ribeiro son itinerarios posibles a transitar que
arrojen nueva luz y que contribuyan a una resignificación de los procesos históricos.

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