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Vandalismo- Columna semanal de Sergio Aguayo - 12 de diciembre 2012

 
Para Alejandro Solalinde, justamente reconocido.

La violencia vandálica es terca y se niega a salir de la vida pública. Reaparece en


la calle y busca resquicios por doquier.

El 2 de octubre de 1968 los vándalos que dispararon indiscriminadamente contra la


multitud eran un puñado de oficiales del Estado Mayor Presidencial que obedecían
órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz. La historia difundida desde el
gobierno era diferente y fue adoptada por la mayor parte de los medios de
comunicación mexicanos: jóvenes violentos habían agredido a las fuerzas del
orden.

El gobierno impuso su versión y su voluntad en el corto plazo. Los Juegos


Olímpicos se inauguraron como si nada hubiera sucedido, jueces serviles
refundieron en Lecumberri a los líderes más connotados y el 10 de diciembre la
Secretaría de Relaciones Exteriores escenificó en Bellas Artes una primorosa
conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las
instituciones de la República sirvieron de alfombra para que se deslizara la
voluntad presidencial. Al final, fue una endeble puesta en escena. La llamada
"noche de Tlatelolco" es símbolo de lo que no deseamos para nuestro país.

El 1o. de diciembre de 2012 se repitió una parte del pasado. Un pequeño grupo de
vándalos incendió la calle y algunos medios desprestigiaron al movimiento juvenil y
minimizaron los excesos policiacos, los ministerios públicos y los jueces de la
capital compitieron en torpezas, ineficiencias y parcialidad. Once días después la
autoridad capitalina sigue siendo incapaz de esclarecer quiénes planearon y
financiaron los desmanes.

Sin embargo, hay diferencias enormes con la historia de 1968. Hubo medios de
comunicación que señalaron desde un primer momento las inconsistencias de la
versión oficial utilizando, para ello, la abundante evidencia que circuló por las redes
sociales demostrando los excesos policiacos. Fue también determinante la
indignación de esa parte de la ciudadanía decidida a defender las libertades
alcanzadas.

Otra diferencia notable es el extraordinario trabajo realizado por la Comisión de


Derechos Humanos del Distrito Federal que presentó el 6 y 7 de diciembre dos
informes en los que documentaba abusos, torturas y contradicciones
gubernamentales. Al actuar con tanta determinación y rapidez demostró la
importancia que tienen los organismos públicos de derechos humanos
comprometidos con los derechos de las víctimas.

Las trifulcas callejeras se dieron en medio de una batalla parlamentaria ligada


directamente con el uso de la fuerza por parte del Estado. Desde hace unas
semanas el equipo de Enrique Peña Nieto ha impulsado una reestructuración de la
Administración Pública Federal. Una pieza fundamental del proyecto es la creación
de una supersecretaría de Gobernación que incorporará en su organigrama a las
decenas de miles de efectivos encuadrados hasta hoy en la Policía Federal.

El PRI y el Verde presentaron esa propuesta en el Congreso. Las fracciones del


PAN, PRD, MC y PT en el Senado detectaron riesgos potenciales para la vida
democrática y pusieron varias condiciones para aceptarla. Se inició un feroz
forcejeo. El PRI fue cediendo y aceptó, por ejemplo, que el titular de la Secretaría
de Gobernación comparezca cada seis meses ante comisiones legislativas. El
punto de mayor desacuerdo era la exigencia opositora de que dos terceras partes
del Senado ratifiquen los nombramientos del comisionado nacional de Seguridad y
del secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Estamos ante una petición sensata y legítima porque el historial y la personalidad


de quienes ocupen esos cargos influirán en la manera en que se comporten las
corporaciones policiacas. En México sigue habiendo políticos y gobernantes
dispuestos a utilizar la violencia como forma de gobierno y quien lo dude puede
revisar lo sucedido en Atenco, Estado de México, y en la Alameda capitalina.

El PRI hizo todo lo que pudo para vencer la resistencia opositora. A tanto llegó su
frustración que la semana pasada se lanzó a tomar la tribuna de la Cámara Alta.
Ayer martes, 11 de diciembre, la fracción del PRI en el Senado rectificó y dio un
ejemplo de cordura con la abstención de sus senadores, e hizo posible la
aprobación de candados democráticos al uso de la fuerza. Es una actitud que se
aprecia porque México vive una institucionalidad democrática incompleta; no
podemos dejar resquicios al vandalismo embozado o al de cuello blanco
almidonado.
 

La miscelánea

El 1o. de diciembre hubo desmanes y violencia en otras ciudades de la República.


Las similitudes entre la capital y Guadalajara son tan notables que valdría la pena
investigar si estamos ante un plan desestabilizador más amplio. Ayudaría que el
responsable de la seguridad pública federal, Manuel Mondragón y Kalb, explique
por qué aseguró el 1o. de diciembre que la violencia que asolaba al centro de la
ciudad era deliberada.
 

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