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Cicatrización por segunda intención

Las heridas producidas por mordeduras entre perros, gatos y otras especies, tienen una probabilidad
muy alta de complicaciones, la mayoría de ellas asociadas con infecciones y grandes pérdidas de
tejidos.

En una mordedura se combinan muchos factores que favorecen la infección, como la cantidad de


contaminantes propios de la boca que se inoculan y depositan en la herida, la isquemia producida
por la presión y el desgarro de los tejidos, la acumulación de líquidos que se transforman en un
medio de cultivo ideal para las bacterias sembradas en la herida, dando como resultado un lecho de
tejido anaeróbico que posibilita un gran desarrollo bacteriano.
En primera instancia la magnitud de la herida no parece importante ya que se limita a pequeñas
laceraciones en la mayoría de los casos que nos hacen pensar en una pronta recuperación del tejido
afectado después de una limpieza profunda y un tratamiento antibiótico adecuado. Nada más lejos
de la realidad.
Fracasado el intento de aposición primaria de la zona de la herida, [en un intento de
revascularización y eliminación del espacio muerto, evitando la acumulación de líquidos con un
drenaje pasivo (Penrose)] se desarrolla una cronología de sucesos que desembocan en
la cicatrización por segunda intención.

A partir de las primeras 48 horas, el tejido comienza a desvitalizarse, se produce generalmente una
dehiscencia de la sutura previa, que termina con una herida abierta, de bordes anfractuosos, mal
oliente, exudativa y con esfacelación del tejido implicado.
En esta parte del proceso, se deben eliminar todos los restos necróticos de tejido (esfacelos) lavando
con abundante suero fisiológico, ayudado por un raspado con cepillo quirúrgico, para proceder a la
preparación de la zona con el fin de promover una cicatrización por segunda intención (sin aposición
de los tejidos que cubran el defecto primario).
Generalmente delimitamos la herida con una sutura de nylon entre el borde cutáneo y la herida, sin
ejercer tensión ni cubrir la herida. Una vez limpia la zona, se debe proteger con un vendaje
humedecido en sustancias o preparados comerciales que favorezcan la capilaridad y granulación del
tejido, evitando la proliferación bacteriana. Personalmente utilizo la miel con este fin.
Hay muchos preparados naturales como el aloe vera, o sustancias como el azúcar que cumplen
idéntico fin. La industria farmacológica cuenta con muchos productos adaptados a este cometido.

El vendaje se debe retirar al menos una vez al día durante las primeras semanas, ya que al inicio, la
herida exuda muchos líquidos, que si no son retirados junto con el vendaje pueden conducir a una
maceración del tejido que retrasa la cicatrización y promueve la colonización bacteriana.
A partir de la tercera semana es posible apreciar una reducción (contracción) muy grande de la
herida y una tendencia a la epitelización. En este período es cuando ya se puede dejar al aire,
siempre y cuando la desecación no produzca una costra abundante que retrase el proceso de
cicatrización iniciado.

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