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El autor parte del análisis de las distintas fracciones empresarias en la etapa previa a los
gobiernos peronistas (fue y es un tema muy debatido, porque allí se originaron o consolidaron
los sectores que serán decisivos en los gobiernos peronistas). Los aportes sobre este tema no
cuestionan la existencia de las empresas extranjeras y su incidencia en la producción industrial.
Mejor dicho, se centran en la importancia y el desarrollo de las empresas nacionales durante la
década infame. En algunos casos se abre el interrogante si a estos se los pudo considerar como
una burguesía nacional.
Esta estructura en la primera etapa del ISI permitió que se expresaran dos características:
La primera consistió en que las subsidiarias extranjeras se instalaron en actividades
oligopólicas en las que también habían empresas locales de menor incidencia que
quedaron supeditadas al comportamiento de aquellas, que ejercían el liderazgo
sectorial.
La segunda fue que, en general, las firmas extranjeras controlaron las ramas
industriales que eran los núcleos económicos y tecnológicos de los bloques
sectoriales.
A pesar de que el grado de extranjerización era menor que las nacionales, esto implicó una
modificación de la estructura económica y las formas de inversión.
Los más trascendente es que las empresas locales se conformaron como burguesía nacional en
el momento en que establecieron su propia central empresaria, la Confederación General
Económica (CGE), a partir de la cual enarbolaron sus propias reivindicaciones, por lo general
contrapuestas con las esgrimidas por la tradicional Unión Industrial Argentina (UIA).
Pero, entre las firmas extranjeras y las locales, quedó subsumida una fracción empresaria
tradicional diferente a ambas, con intereses, condiciones estructurales e identidad propia.
Esta fracción estaba compuesta por capitales de distinto origen y grado de diversificación
económica:
En segundo lugar: formaban parte otros capitales, de origen local, que provenía de los
sectores dominantes pampeanos y provinciales que adquirieron trascendencia
nacional por su pertenencia o integración con la oligarquía pampeana. Ejemplo de
estos capitales son: Braun Menéndez, Ingenio Ledesma, Terrabusi, Fortabat y
Corcemar.
En tercer lugar: también habían capitales estrechamente relacionados con capitales
extranjeros de carácter financiero, cuyos representantes se ligaban social y
económicamente con la oligarquía pampeana.
Esta fracción empresaria, por su origen, conformación e intereses se la puede considerar como
un sector de la oligarquía local, con intereses de la industria, el agro y otras actividades
económicas. De allí, es que se la denomine oligarquía diversificada.
Ya en los años 30, esta fracción de clase tenía una significativa influencia, y en los 40 fue la
fracción empresaria la que impulsó la alternativa industrial exportadora del Plan Pinedo, ante
el agotamiento del modelo agroexportador clásico.
Es poco discutible que la gestión del primer gobierno peronista llevó a cabo una profunda
redistribución del ingreso en detrimento de la oligarquía terrateniente pampeana – a través de
una acentuada modificación de los precios relativos- con el objetivo de impulsar el desarrollo
industrial del país. Este cambio, junto con las políticas específicas destinadas a solucionar el
acuciante problema económico y social de los arrendatarios, derivó en la desconcentración de
la propiedad pampeana más significativa de la historia argentina, con el consecuente
resentimiento de los terratenientes (datos en p. 32). En este texto, según el autor, el análisis
consiste en aprender lo que ocurrió con las diversas fracciones empresarias en la nueva
actividad dinámica impulsada por el peronismo: la producción industrial.
Hay consenso relativamente en que el peronismo generó la burguesía nacional, al igual que la
conformación de la CGE en 1953.
La creación de la CGE como aglutinante de la burguesía nacional dentro del capital fue
equivalente a la organización de la CGT, como central única de los trabajadores. Cabe destacar
que esta analogía no se establece entre dos conformaciones sociales distantes, sino entre dos
realidades sociales que con un orden de prioridad especifico, estaban intensamente
imbricadas, constituyendo una alianza social.
La alianza fue posible porque la clase trabajadora, como sujeto social y político, enfrentó el
poder oligárquico intentando modelar un nuevo tipo de Estado que impulsó la conformación
de una burguesía nacional asentada en una dinámica compatible con una mayor participación
de los trabajadores en la distribución del ingreso.
2.1.2 Crecimiento económico, distribución del ingreso y expansión industrial durante los
primeros gobiernos peronistas (1946-1955)
El crecimiento industrial se dio hasta 1948, después no logró mantenerse, pero la tendencia
fue positiva aun a pesar de la crisis de 1952. La industria consolidó su predominio sobre la
producción agropecuaria, afianzándose irreversiblemente en las décadas posteriores. Todo
esto se debió a una intervención profunda del Estado en el proceso económico, que permitió
una significativa distribución de la renta agraria (antes apropiada por la oligarquía
terrateniente y el capital extranjero) hacia los trabajadores, los empresarios industriales
vinculado al abastecimiento del mercado interno y al Estado.
Inicialmente se trató de una etapa excepcional, en la que luego irrumpieron los problemas de
la Balanza de Pagos.
La excepcionalidad inicial radica en que durante los primeros años del gobierno peronista, la
Argentina exhibía una holgada posición acreedora neta con el resto del mundo, pero una
parte no estaba disponible por insolvencia del principal país deudor, Inglaterra, como
consecuencia de la segunda guerra mundial. La evolución del saldo acreedor indica su punto
culmine en 1946, para reducirse en 1947 y luego caer abruptamente en 1948. Esta acentuada
disminución se relacionó con la disminución de las reservas (y no con un incremento de la
deuda externa), provocada por la amplia nacionalización de los servicios públicos, del cual el
más excesivo fue la nacionalización de los ferrocarriles ingleses en 1947. (Más info p. 38-39).
Cabe destacar, como dice el autor, que las negociaciones para nacionalizar los servicios
públicos en general, y los ferrocarriles en particular, comenzaron con el gobierno de la
Concordancia durante la década infame, ya que ese proceso se estaba llevando a cabo en otras
partes del mundo.
La relación entre la deuda externa y exportaciones tuvo fuerte crecimiento, aunque, de todas
maneras, nunca llegó a los niveles que alcanzó en la segunda etapa del ISI (1958-1975).
El Plan Pinedo de 1940 fue impulsado por las fracciones de la oligarquía. En este proyecto de
industrialización alternativo (exportador) al del peronismo (mercado internista), se
mencionaba explícitamente la nacionalización de los servicios públicos, lo que es un indicador
del grado de avance de las negociaciones por parte de algunos de los sectores que habían
integrado el gobierno de la Concordancia.
Por otra parte, durante la década de 1940 los sectores nacionalistas de las fuerzas armadas y
de distintas fracturas del sistema político, influenciados todos ellos por FORJA, fueron
conformando una propuesta alternativa al modelo agroexportador, también industrialista pero
asentada en el consumo interno y la redistribución del ingreso hacia los asalariados. Desde el
punto de vista del peronismo, la nacionalización de los servicios se consideraba vital para
consolidar la política económica.
También fue necesario renovar parte de la maquinaria y equipos instalados. Tanto es así que
en los años 50, el gobierno de Perón intentó solucionar este problema mediante la
promulgación de la primera Ley sobre las inversiones extranjeras y la negociación con capitales
extranjeros para la explotación petrolífera, lo que implicaba asumir la impotencia estatal para
llevarla a cabo y reconocer a la fracción industrial dominante la capacidad de hacerlo, cosa
que más tarde hará, pero redefiniendo la naturaleza del Estado mediante las Fuerzas
Armadas.
Durante sus primeros gobiernos, el peronismo consiguió disciplinar a varios sectores centrales
de la agotada economía agroexportadora pero fue doblegado por las fracciones del capital que
conducían la actividad dinámica promovida. Entre ellos se encontraba, además del capital
extranjero, la fracción dominante de la oligarquía argentina.
El principio del fin del gobierno peronista comenzó cuando la rentabilidad obtenida por las
fracciones industriales dominantes comenzó a descender. Entiéndase bien, a disminuir
respecto de la “época de oro”, ya que seguía siendo notablemente alta en términos históricos
e internacionales. Ante esta situación, y tal como lo harán en los siguientes años, las fracciones
dominantes del capital llevaron a cabo una ofensiva política, ideológica y económica para
instalar socialmente la convicción de que el problema radicaba en los excesivos gastos
estatales y en el elevado nivel de los salarios. La posición de la burguesía nacional no se
diferenció demasiado de la adoptada por fracciones empresarias dominantes.
Entre mediado del ’50 y del ’70 la economía argentina evolucionó con un comportamiento
cíclico de corto plazo del producto y los precios. Si bien, cabe destacar que hubo una
expansión económica, que trajo aparejada la implantación de nuevas inversiones extranjeras
durante la gestión gubernamental del desarrollismo (1958-1964), que afianzaron la
industrialización y dieron lugar a la segunda etapa de ISI.
Había una iniciativa estatal que integraba a la oligarquía diversificada como fracción
empresarial dominante, se daba una relación entre el Estado y sus proveedores de bienes y
servicios, que se conoció como la patria contratista.
Pero este plan fracasó debido a limitaciones técnicas, pero sobre todo la movilización fue el
factor que tuvo una notable influencia en la inviabilidad del plan. Se trata de los
levantamientos sociales que se desarrollaron en mayo de 1969 en las ciudades de Corrientes,
Rosario, La Plata y Tucumán y culminaron entre el 29 y el 31 de ese mes en el denominado
Cordobazo. Esa gesta dio por terminada no solo la gestión de Krieger Vasena, sino también del
propio general Onganía como conductor de la dictadura militar, que en junio fue
reemplazado por el general Levingston.
Los orígenes del peronismo se enclavan en la ‘30, con la aparición de un frente social, que
luego será un movimiento político alternativo al liberalismo y al comunismo, estrechamente
vinculado a los planteos de la iglesia católica y a la evolución política del Ejército. No obstante,
desde el inicio, dentro de este frente social (que luego se convertiría en un frente político)
convivieron dos tendencias que se enfrentaron de distinta manera, por un lado, las líneas
nacionalistas más conservadoras, relacionadas con el régimen oligárquico. Por otro lado, los
sectores que reivindicaban el contenido popular, antioligárquico y antiimperialista,
vinculados al proceso de industrialización y a potenciar a la clase trabajadora.
Ese es el sentido de la tendencia hacia una mayor participación de los asalariados en el ingreso
y también el de la puesta en marcha de grandes proyectos (como la empresa Aluar) que serian
controlados por capitales locales. Lo mismo ocurrió con las regulaciones para el capital
extranjero radicado en el país. Finalmente se estableció un registro nacional de inversiones
extranjeras. En consonancia con estos procesos, luego de la etapa de desnacionalización de
empresas locales durante la gestión de Krieger Vasena, se registró una retracción de la
inversión extranjera, sobre todo a partir de la reducción en la reinversión de utilidades, e
incluso por un incremento de la repatriación de capital por parte de firmas instaladas en las
etapas anteriores.
2.2.1 Modificación del ciclo sustitutivo de corto plazo y las transformaciones en el sector
externo de la economía argentina.
Pese a la importancia que asumió la distribución regresiva del ingreso como una severa
restricción al crecimiento, la situación del sector externo operaba como un factor limitante
fundamental para el desarrollo económico. A lo largo de esta segunda etapa de la sustitución
de importaciones, ante el estancamiento relativo de las exportaciones agropecuarias, hubo
reiteradas manifestaciones en el ámbito político y académico acerca de la necesidad de
diversificar las exportaciones locales, incorporando las ventas externas de productos
industriales, como forma de expandir la disponibilidad de divisas destinadas a las compras de
bienes intermedios y capital demandados por el propio sector industrial. (Gráficos y análisis
pág. 64 y 65).
Las exportaciones fue un factor clave en la modificación de las características que adoptó el
ciclo sustitutivo a partir de mediados de la década del sesenta, aunque hay evidencias que
indican la existencia de otra variable que operó en el mismo sentido: el endeudamiento
externo.
La composición de la deuda externa estaba contraída por el sector público que tuvieron como
objetivo subsanar las restricciones surgidas en el sector externo de la economía argentina.
También la que contrajo el sector privado, que fue del 43% del total entre 1963 a 1975,
habiéndose incrementado a lo largo del tiempo. Aunque una parte mayoritaria de la deuda
externa privada era de carácter comercial (relacionada con el financiamiento del comercio
exterior), la financiera tuvo una incidencia creciente a lo largo del período. La deuda externa
también fue relevante para ampliar la disponibilidad de divisas.