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LA CONSTITUCIÓN DE 1863, CONCRECIÓN DEL PROYECTO DEL

LIBERALISMO RADICAL

Por: Óscar Andrés Moreno

La ciudadanía presente en la Carta de Rionegro representa la concreción de un proyecto


ideológico – político, de una pugna por los sentidos de la modernidad y por el derecho de
alcanzar un modelo de desarrollo imitativo de las potencias hegemónicas europeas. El 8 de
Mayo de 1863 y el 21 de septiembre de 1792 (I República Francesa) comparten una
pretensión, una necesidad: acabar con la historia, crear una nueva historia. La legitimidad
del presente está sustentada en las pretensiones del futuro, nunca más en la conservación
del pasado.
Esta Constitución, de marcado tinte racional – normativo, pretende dotar de soberanía al
individuo, restringiendo la del Estado. Lo normativo se muestra como el horizonte jurídico
– político a seguir, y el imperio de la ley resalta el papel del constituyente, del concepto de
ley como expresión de la voluntad del pueblo soberano.

La anécdota del comentario hecho por Víctor Hugo acerca de la Constitución de Rionegro
ejemplifica la adopción del constitucionalismo racional – normativo en tierras colombianas.
Su exclamación: ¡Pero esta es una constitución para ángeles!, refleja el carácter
revolucionario y utópico de dicha carta magna. Valencia Villa resalta dicha naturaleza
radicalmente normativa: “En ningún otro código político esta tan manifiesta como en este
la creencia desmesurada en el poder de la palabra escrita para cambiar la realidad social”1 .

La creación de instituciones nuevas (los estados soberanos), el mayor ahínco del régimen
federal como radicalización del modelo de 1858, la amplia gama de libertades individuales,
entre otros; pretendían crear un nuevo orden de cosas, asegurar las condiciones para que las
instituciones liberales fueran factibles acabando con los rezagos coloniales.

1. “De los derechos y garantías individuales a todos los habitantes y transeúntes por el
territorio de la Unión”

1
Valencia Villa, Hernando (2010) Cartas de batalla. Una crítica del constitucionalismo colombiano. Bogotá:
Panamericana Editorial. Pág. 166
1863 marca el triunfo del laissez-faire en materia de derechos, es la victoria de “La libertad
individual; que no tiene más límites que la libertad de otro individuo; es decir, la facultad
de hacer u omitir todo aquello de cuya ejecución u omisión no resulte daño a otro individuo
o a la comunidad”2. El ciudadano presente en esta carta es radicalmente moderno, su
propósito fundamental es la búsqueda de la autonomía y la soberanía individual.
Sin embargo esta propuesta de ciudadano tiene hondas raíces históricas, cognoscibles a
través de la crítica que comienza en los albores del siglo XVII, con el pesimismo hispánico.

1.1 La colonia revisada: Legado español y emergencia del paradigma anglo-francés

Es evidente la relación que guarda la decadencia del poderío del Imperio Español con el
fenómeno de las independencias. Sin embargo, este agotamiento progresivo, aunque
alcanzó su cenit en el bienio 1810 – 1812, hunde sus raíces en el pesimismo del
pensamiento hispánico del siglo XVII.

Dicho pesimismo, de matiz autorreflexivo y crítico, es un fuerte precedente de la crítica que


hará suya el liberalismo radical de mediados del siglo XIX. Introspección articulada en
torno al ethos español que posee tres características fundamentales.

El primer punto de reflexión se refiere al integralismo hispánico. El apego a la tierra


-herencia del contacto con los musulmanes- a lo rústico, a la vida campesina, explican la
imposibilidad de la especulación agraria; la riqueza es inseparable de la posesión de tierras.

El segundo momento de reflexión cuestiona el carácter nobiliario que adoptó la cultura


hispánica, más que todo en el ámbito estatal. El tamaño de la burocracia, la propensión al
servicio eclesiástico y al ejército (armas y letras), hacían ver el ejercicio político como un
asunto de privilegios y favores, asociado más a una burocracia de tipo tradicional. Es
fundamental, en dicho hálito nobiliario, la tradición legalista española profundamente
estamental, iusnaturalista y conservadora.

Por último se replantea al hombre económico hispánico. El ánimo poco laborioso hispánico
era explicado desde varias perspectivas históricas: la tradición combativa de las “razas

2
Constitución de los Estados Unidos de Colombia, 1863. Articulo 15 #3
latinas”, la defensa de la cristiandad frente a los musulmanes, el gran influjo de oro
proveniente de América, son algunos de los fenómenos que posibilitaron el desprecio al
trabajo. El ethos quijotesco de hospitalidad, lealtad y generosidad, propio de terratenientes
honorables se veía enfrentado a “un nuevo elemento de poder; se gestaba también la
formación de un nuevo tipo de hombre, el burgués, cuyas formas de vida se irán
imponiendo cada vez más”3 .

El liberal tipológico, el burgués, la segunda modernidad, se forja al calor del ethos


hispánico en decadencia. Es su negación, su más enconado rival hasta la emergencia del
proletariado como clase política desde mediados del siglo XVIII. Frente al integralismo,
propone el fin de la fisiocracia, separa riqueza de posesión de tierras, comerciante frente a
hacendatario, la ciudad contra el campo. Frente a los privilegios, al carácter nobiliario, al
ejercicio monárquico y absolutista del poder pregona la igualdad de los individuos, la
burocracia legal, la nomocracia, el gobierno de la razón frente al gobierno de los hombres,
la separación de poderes. Frente al ethos quijotesco opone el homo economicus, la
sagacidad, la frugalidad, la flexibilidad, la laboriosidad; ética católica frente a ética
protestante.
Como nos lo muestra Loaiza Cano, en la Nueva Granada se comienzan a establecer
sociabilidades en torno a las premisas de la modernidad anglo-francesa. El autor muestra a
través de los jóvenes liberales reunidos en torno a la Escuela republicana, la emergencia de
una actitud imitativa que buscó “(…) fomentar algunas divisas fundamentales, por ejemplo
los lemas de igualdad, fraternidad y libertad o la utilización corriente de la palabra
ciudadano que, como en Francia, era un término que representaba la abolición de títulos de
nobleza y la igualación política”4

1.2 “Para un pueblo naciente es igualmente peligroso innovarlo todo, que mantenerlo
todo en una situación estacionaria”.

Son pues estos actores -uno en decadencia, el otro adquiriendo forma a través de la
negación de su rival- los que lucharán por la hegemonía de la nueva nación. En Europa la

3
Jaramillo Uribe, Jaime. (1996). El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá: Planeta Colombiana
Editorial S.A. Pág. 21
4
Cano Loaiza, Gilberto. (2011). Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Colombia, 1820 –
1886. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. Pág. 180
confrontación presentó tres escenarios distintos: en Inglaterra la nobleza logró un equilibrio
móvil entre tradición y el nuevo ethos; Francia y en menor medida Alemania, a través de
las corrientes románticas, demostrará una adaptación progresiva, traumática y brusca (en
ausencia del equilibrio móvil se optó por la tabula rasa, intención primordial de la
promulgación de la I República Francesa de 1792). Por último tenemos el ethos quijotesco,
el caso más extremo de inadaptación en la Europa dieciochesca, tan arraigado que incluso
afirmará Ortega y Gasset que “Somos un pueblo <pueblo>, raza agrícola, temperamento
rural. Cuando se pasan los Pirineos y se ingresa en España, se tiene la impresión de que se
llega a un pueblo de labriegos. La figura, el gesto, el repertorio de ideas y sentimientos, las
virtudes y los vicios son típicamente rurales”5; nostalgia doble: el Imperio que fue y las
colonias, ahora independientes que perciben la separación como tragedia.

La nueva nación deberá empezar a tomar decisiones. A medida que 1820 comienza a
hacerse más lejano, la identidad generada en la guerra con España se desgasta y la Gran
Colombia se enfrenta a la necesidad de detener la fragmentación del territorio. La tradición
pierde su poder aglutinante y, entre 1830 a 1848, asistimos a una oscilación entre
instituciones coloniales y republicanas.

Vacilan las modernidades, se tantean. Siguen operando las sociabilidades hispánicas, no


todo puede cambiarse. Emergen el cultivo del idioma y la tradición literaria común, como
símbolos de la unidad colombiana y latinoamericana. Sin embargo este llamado, exánime si
se quiere, a la unidad a través de la tradición española, tiene de trasfondo la permanencia de
las estructuras sociales y jerárquicas de la primera modernidad. El discurso de la limpieza
de sangre seguirá actuando (Castro-Gómez; 2005), la primera modernidad seguirá
estableciendo y creando simbolismos “los hacendados como héroes esta legitimidad por la
representación de la tierra y los trabajadores pobres como territorios salvajes que necesitan
del trabajo de los hacendados para amoldarlos / someterlos hasta adquirir una forma
adecuada”6 .

1.2 Emergencia del ciudadano moderno: Fin de la generación de transición.

5
España invertebrada, Madrid, 1948, pp. 129 – 130.
6
Rojas, Cristina. (2001). Civilización y violencia: La búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo XIX.
Bogotá: Editorial Norma. Capítulo 4: Las voces subalternas
En 1848 lo irresoluto se torna inaplazable. La racionalización, la ruptura, comienza a
articularse como ideal social; las ideologías del 48, el socialismo utópico, de matiz francés
y la corriente utilitaria benthamista arremeten contra “aquella misma Majestad, que se ha
perpetuado en la región chibcha, disfrazada con el gorro frigio”7 .

El valor de la corriente utilitarista, más que el divorcio metafísico e ideológico con España,
es mayoritariamente jurídico: el ataque a la tradición legalista hispánica. El homo
economicus a través del racionalismo jurídico utilitarista, deriva toda la legislación de unos
principios simples (mayor placer o la mayor felicidad para el mayor número) frente al ethos
quijotesco que se encontraba predispuesto a lo concreto, casuista, poco sistemático, basado
en una concepción personalista y “realista” que se preocupó poco por principios generales.

La constitución de 1863 representa la victoria de la corriente benthamista, que consagra la


capacidad y autonomía de la racionalidad para imponer criterios normativos; los derechos
consagrados en dicha carta se enarbolan como principios universales.
La rama legislativa adquirió gran poder, por la tendencia liberal de caracterizar la ley como
fuente indiscutible de la autoridad. Es entonces el Legislativo, tal y como lo planteó Locke,
quien “representará el pueblo colombiano”8.
El ciudadano adquiere una importancia absoluta en la dialéctica legitimidad – obediencia;
el citoyen racional, ilustrado, se pregunta ¿Por qué obedecer?, a lo cual los liberales
radicales respondieron en la constitución de 1863 con la nomocracia: se obedece a la ley
porque es elaborada por los representantes del pueblo colombiano. Este aspecto fue de
suma polémica durante la Convención pre-promulgación de la Carta; estaba de un lado la
imputación de la falta de legitimidad del Pacto de Unión del 20 de Septiembre de 1860,
debido a su ausencia de base popular y su configuración “estratégica”, aunque dicho Pacto
hubiese determinado el esbozo de las problemáticas abordadas en la Convención y en gran
medida el régimen adoptado en Rionegro. De otro lado estaba la gran desconfianza que
sentían los gólgotas por el espíritu personalista y autoritario de Mosquera:

“El partido liberal se oponía a la idea de Mosquera de convocar una convención


nacional para ratificar lo estipulado en el Pacto y darle el carácter de ordenamiento

7
Samper, Miguel. (1984). La protección (Extractos). En: Los radicales del siglo XIX. Escritos políticos. Bogotá:
El Áncora Editores. Pág. 20
8
Constitución, Articulo 38
constitucional, complementándolo con algunas disposiciones adjetivas. Para aquél
era imprescindible una constituyente soberana, integrada de la forma más
democrática posible dentro de las condiciones políticas del país” 9

Son las libertades y derechos consagrados en el artículo 15 los principios racionales sobre
los cuales se construye el edificio jurídico – político de la Constitución de 1863; que sirven
como instrumento de definición del liberalismo como partido político y va depurando la
propuesta de 1863, de los coqueteos que experimento el liberalismo con las posturas de los
socialista utópicos.

El proceso histórico de reivindicación de los derechos de primera generación comienza en


1848, cuando las diversas ideologías presentes en la revolución de dicho año configuraron
de forma parcial el devenir político de la Nueva Granada; no es conveniente la explicación
causal, la afirmación de que la revolución francesa de 1848 tuvo derivaciones en América
(Colmenares, 1997). Sin embargo, esas ideas logran instrumentalizarse como afirmación
del oscuro pasado hispánico en contraste con el porvenir, lleno de oportunidades, franco-
anglosajón; comienza a hacer carrera la idea de la posibilidad de la interacción armónica y
natural de intereses privados sin necesidad de un Estado fuerte e interventor; se plantea la
escisión entre individuo (con todas sus libertades y posibilidades) y Estado (imagen de la
barbarie española). Es la voluntad de afirmación de una clase, en algún caso emergente y en
otros perteneciente a la elite, de modificar la estructura colonial persistente para desarrollar
las instituciones acordes con su homo economicus. El liberalismo colombiano comienza a
reflexionar en una época que promueve la apertura de serias dicotomías, bifurcaciones de
no retorno donde está en juego nada más y nada menos que el ejercicio del poder político.

Positivismo científico o filosofía escolástica, burocracia de letrados y nobles o autoridad


racional – legal (técnicos), ciencias teológico – jurídicas o físico-naturales, economía
agraria o manufacturera, Estado paternalista o liberal mínimo, el ethos burgués o la
concepción románica de la existencia.

2. El homo economicus en la Constitución de Rionegro

9
Mejía Arango, Lázaro. (2007). Los radicales. Historia política del radicalismo del siglo XIX. Bogotá:
Universidad Externado de Colombia. Pág. 158.
La constitución de 1863 atacó los rezagos coloniales desde la perspectiva económica. En
La protección, Miguel Samper presenta una clara apología del laissez-faire, que resume las
posturas económicas de la carta de Rionegro. El dejad hacer, más que una postura frente al
libre mercado, es también una forma de ser en el mundo, con sus múltiples acepciones –
política, estética, ética-.

La carta de Rionegro recoge las críticas que señalan que la colonia nos aisló del mundo.
Durante dicho periodo, mientras en Europa se consolidaba la hegemonía de la clase
burguesa, sus modos de producción y mejoras técnicas, la economía colonial se centraba en
productos como el tabaco y el oro, además de las cargas impositivas absurdas que no
permitieron el ejercicio de la libre empresa. El ocaso de la primera modernidad hizo que la
Corona radicalizara el control sobre América:

“Ordenamos que en ningún puerto ni parte de nuestras indias Occidentales, Islas y


Tierra Firme, de los mares del Norte y del Sur, se admita ningún género de tratos con
el extranjero, aunque sea por vía de rescate o cualquier otro comercio, pena de vida y
perdimiento de todos los bienes a los que contravinieran a esta nuestra ley, de
cualquier estado y condición que sean”10

José María Samper también criticará este aislamiento desde su correlato político: la
excesiva centralización. El aislamiento no fue sólo comercial, hubo restricción al laissez-
faire intelectual:

“El gobierno español prohibió en todas sus posesiones, con el mayor rigor, la
introducción y la lectura de libros de política, filosofía, historia y la alta literatura. Se
temía que al penetrar la luz en las colonias todo el edificio se derrumbara. La
Inquisición completaba lo que los cancerberos de las aduanas iniciaban: la
prescripción del libro y la persecución contra el introductor y el lector” 11

Esto configuró en gran medida la política de la nación independiente. En los autores del
liberalismo radical es frecuente la referencia a “los vicios procedentes de la colonia”,
continuidad que desde todo punto de vista era insostenible e inadecuada. Samper atacará

10
Samper, Miguel. (1984). La protección (Extractos). En: Los radicales del siglo XIX. Escritos políticos. Bogotá:
El Áncora Editores. Pág. 20
11
Samper, José María. Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas
colombianas. Bogotá: Centre d'Etudes de l'Amerique Latine. Pág. 50
con vehemencia la protección concretada en las Leyes de 28 de septiembre y 10 de julio de
1821, que prescribieron el libre cambio y la exportación de metales preciosos; era inaudito
que la pretensión del aislamiento hispánico se concretara en la nación independiente. Por su
parte José María Samper observa con malos ojos el ejercicio recurrente del caudillismo
político, el gran tamaño del Estado, la monomanía legislativa y los obstáculos entre el
ciudadano y las esferas del poder. Ambos contraponen a este deshonroso legado, la
experiencia anglosajona y la colonización norteamericana.

Estas discusiones se concretan en los siguientes artículos de la constitución de 1863:

Artículo 5: La propiedad; no pudiendo ser privados de ella, sino por pena o contribución
general, con arreglo a las leyes, o cuando así lo exija algún grave motivo de necesidad
pública, judicialmente declarado y previa indemnización.
Artículo 6. La libertad absoluta de imprenta y de circulación de los impresos, así nacionales
como extranjeros
Artículo 7. La libertad de expresar sus pensamientos de palabra o por escrito sin limitación
alguna;
Articulo 8. La libertad de viajar en el territorio de los Estados Unidos, y de salir de él, sin
necesidad de pasaporte ni permiso de ninguna autoridad en tiempo de paz, siempre que la
autoridad judicial no haya decretado el arraigo del individuo. En tiempo de guerra, el
Gobierno podrá exigir pasaporte a los individuos que viajen por los lugares que sean teatro
de operaciones militares;
Articulo 9. La libertad de ejercer toda industria y de trabajar sin usurpar la industria de otro,
cuya propiedad hayan garantizado temporalmente las leyes a los autores de inventos útiles,
ni las que se reserven la Unión o los Estados como arbitrios rentísticos; y sin embarazar las
vías de comunicación, ni atacar la seguridad ni la salubridad;
Articulo 10. La igualdad; y en consecuencia, no es lícito conceder privilegios o distinciones
legales, que cedan en puro favor o beneficio de los agraciados; ni imponer obligaciones
especiales que hagan a los individuos a ellas sujetos de peor condición que los demás;
Articulo 11. La libertad de dar o recibirla instrucción que a bien tengan, en los
establecimientos que no sean costeados con fondos públicos.
Estas libertades configuran la idea de un Estado mínimo, donde la protección de los
derechos individuales busca generar una esfera de no acción del ejecutivo en gran medida
por la desconfianza ante el tamaño del Estado. La intervención excesiva altera un orden
armónico que precisa de una expresión mínima del estado:

“No menos perniciosa es la tendencia reformadora llevada al exceso. En hispano-


Colombia, mientras que los gobiernos conservadores han querido gobernar demasiado,
restringiendo la libertad, los radicales han pretendido llevar la reforma hasta el punto
de hacer leyes para crear necesidades y situaciones artificiales, anticipándose a la
opinión y al tiempo. El hombre de Estado no tiene la misión de crear intereses,
necesidades y opiniones, sino la de administrar del mejor modo posible los intereses
creados por la sociedad, abrir el camino a los esfuerzos espontáneos” 12 .

La idea federal emerge como la forma de gobierno más adecuada para la acción del libre
cambio concretada en el Estado mínimo. Por una parte porque impide la centralización, con
la consecuente manipulación por parte de la capital, de la política económica; también
permite la dinamización del comercio interno, tan dificultoso por la geografía, gracias a la
competencia y modernización necesarias para alcanzar el progreso. Por su parte José María,
defenderá la idea federal por la relación que guarda con el modelo democrático. La
experiencia norteamericana nos enseña que dicho modelo permite el ejercicio de la
autonomía y las libertades. El carácter indirecto del sufragio devela la admiración del
modelo estadounidense, la inconveniencia del sufragio universal abre la puerta a la noción
de la representación decimonónica liberal, como lo afirma Mejía “A diferencia de la
situación anterior, en la Constitución de 1863 la titularidad de las funciones se entregó a los
Estados , dejándose en manos del gobierno central una autoridad derivada”13.

El homo economicus desde la idea federal esta expresado en la constitución de 1863 en los
siguientes artículos:
3. A no restringir con impuestos, ni de otro modo, la navegación de los ríos y demás aguas
navegables que no hayan exigido canalización artificial;
4. A no gravar con impuestos, antes de haberse ofrecido al consumo, los objetos que sean
ya materia de impuestos nacionales, aun cuando se hayan declarado libres de los derechos
12
Samper, José María. Óp. Cit. Pág. 224
13
Mejía Arango, Lázaro. Óp. Cit. Pág. 224
de importación; ni los productos destinados a la exportación, cuya libertad mantendrá el
Gobierno general;
5. A no imponer contribuciones sobre los objetos que transiten por el Estado, sin destinarse
a su propio consumo;
6. A no imponer deberes a los empleados nacionales, sino en su calidad de miembros del
Estado, y en cuanto esos deberes no sean incompatibles con el servicio público nacional;
7. A no gravar con impuestos los productos y propiedades de la Unión Colombiana.

Emerge el deseo civilizador, la operacionalización de la no-simultaneidad, de un marcado


carácter étnico. Operan los dispositivos de blancura, ya no en base a privilegios y estatus
social, como en el ethos quijotesco, ahora se opera en términos de civilización (razón) y
barbarie. El laissez-faire clasifica, según su adopción o repulsa, los grupos sociales en
maestros y alumnos, con la consiguiente relación desigual de poder político y económico.
Éstos últimos son infantilizados, un reconocimiento a través de la inferioridad del otro. El
homo economicus representa el ideal progresista de la modernidad por tanto “Artículo 78.-
Serán regidos por una ley especial los Territorios poco poblados, u ocupados por tribus de
indígenas, que el Estado o los Estados a que pertenezcan consientan en ceder al Gobierno
general con el objeto de fomentar colonizaciones y realizar mejoras materiales. Desde que
un territorio cuente población civilizada (…)”14, se acentúan los mecanismos étnicos de
diferenciación.

Miguel Samper representa la posición de los radicales frente a las nociones de igualdad que
potencialmente distorsionen el proyecto liberal. El golpe de Melo y la adhesión de los
artesanos a la causa del general, es visto como factor desestabilizador del proyecto
ideológico de la burguesía. El liberalismo quiso ejercer el papel histórico para ellos
reservado, la vanguardia de la superación de la colonia y la inauguración del sistema liberal
burgués, por tanto se arrogan la exclusiva interpretación y ejercicio de los conceptos de
libertad e igualdad:

“Muy triste en considerar lo poco que valen los consejos de la prudencia y las
relaciones mutuamente ventajosas entre todas las clases realmente laboriosas, delante
de las sugestiones interesadas de la política. La libertad es el alimento de aquellas

14
Artículo 78, Constitución de 1863.
relaciones, como es la falsa idea de la igualdad, el sofisma que determina estas
preferencias”15 .

José María Samper se encuentra en un debate más complicado. Su problemática gira en


torno a las dicotomías del hombre blanco. La segunda modernidad rompe la división
tripartita basada en la orbis terrarum, reinterpretada por el cristianismo en términos
jerárquicos: el lugar de privilegio correspondía a Europa.

Se abre en la comunidad intelectual europea la contraposición entre las razas latinas y las
sajonas; de la mano de Gobineau, Samper en su obra Ensayo sobre las revoluciones
políticas, hará un balance de la colonización hispánica en contraposición con las colonias
norteamericanas, con el fin de contraponer el papel de España como Madre Patria y
consolidar el proceso que constituyó a Inglaterra como paradigma luego de la
independencia. Inclusive esa admiración por las razas sajonas permeo al mismo general
José Hilario López que afirmó de Mosquera que : “Compatriotas acompañadme a saludar
con el entusiasmo del patriotismo al ciudadano general Tomas Cipriano de Mosquera,
dándole el glorioso sobrenombre que bien se merece. ¡Viva el Washington Colombiano, el
Washington de la América de Sur!”16.

La tesis central del trabajo de José María Samper es mostrar, como influyó el hecho de que
la conquista española fuese una obra estatal, en antagonismo con el modelo de colonización
norteamericano, basado en la iniciativa privada. Este es el punto de partida para explicar la
abismal diferencia entre las Américas.

El modelo civilizatorio español se caracterizó, en lo político, por la dominación exclusiva


de la Corona de los aparatas administrativos – estatales, con el agravante del no
asentamiento de los funcionarios en el territorio. Ejercicio de exclusión política sustentado
en el desprecio por los indígenas, mestizos y criollos.

Además comprendió un fuerte ejercicio de centralización política y administrativa, por la


motivación extractiva del Imperio español, donde los asuntos normativos y judiciales
dependerían exclusivamente de la metrópoli. Todo esto agravado con los ejercicios de

15
Samper, Miguel. Óp. Cit. Pág. 30.
16
Mejía Arango, Lázaro. Óp. Cit. Pág. 165.
restricción de libertades de expresión, de empresa, entre otras, que aislaron la colonia
respecto de los cambios económicos, políticos y sociales.

Su conquista estuvo basada en colonos libres que buscaron asentarse permanentemente en


el territorio, por tanto, orientaron sus esfuerzos a la fundación de instituciones políticas y
sociales con vocación de estabilidad. Esto le da un matiz más civil que puramente
económico al proceso colonial norteamericano.

La Corona inglesa ejerció un papel diferente de su colega hispánico, más que la ambición
extractiva se declinó por la garantía de la autonomía de las colonias, actuando como un
“estado más mínimo”, menos invasivo, que el Imperio español.

Este proceso tan diferenciado configuró dos pilares de la civilización norteamericana: la


autonomía y las libertades (religiosa, política y de expresión principalmente).

Estado mínimo, libre mercado y principio de no simultaneidad fueron los elementos del
liberalismo clásico que desarrolló la Constitución de 1863, como Carta del progreso y la
civilización. En la dicotomía orden – libertad, de marcado carácter decimonónico, tomó las
armas intelectuales por la libertad. Inauguraron un lugar común, el hilo conductor de la
crítica y alejamiento de la tradición colonial española: Los aspectos negativos imputados a
España, apuntan todos a la debilidad económica heredada del régimen extractivo español. Y
esa debilidad, esa inadaptabilidad con los nuevos tiempos fue causada por la inexistencia
del homo economicus en la matriz socio-económica española; son profetas del porvenir e
interpretadores del pasado. Era una constitución para dioses, para ciudadanos nuevos, se
pretendía crear una nueva historia “(…) una combinación reducida a estas dos ideas: dejar
hacer libremente a los ciudadanos cuanto sea inocente, y hacer con eficacia lo que sea
superior transitoriamente a los esfuerzos individuales. La libertad es perfectamente
conciliable con la iniciativa oficial, siempre que los gobiernos prescindan de hacerles
competencia a los particulares, sin llevar su acción más allá de lo que exija la debilidad
transitoria del esfuerzo privado. Con este sistema, la intervención gubernamental será
realmente útil y fecunda, y los gobiernos, asegurando al estabilidad política con la
estabilidad de los intereses, simplificaran su tarea y apartaran de su vida muchos y grandes
embarazos”17

BIBLIOGRAFIA.

FUENTE PRIMARIA

• Constitución política de los Estados Unidos de Colombia. Recuperado el 27 de


noviembre de 2012 en: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/derecho/constitucion-
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• Samper, Miguel; González, Florentino; Galindo, Aníbal; Murillo Toro, Manuel;


Camacho Roldan, Salvador; Mosquera, Tomas Cipriano de; Rojas Garrido, José María;
Nieto, Máximo A.; Pérez Triana, Santiago; López Agudelo, José Hilario; Pérez Roque,
Felipe (1984) Los radicales del siglo XIX. Escritos políticos. Bogotá: El Áncora Editores.

• Samper, José María. Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de
las repúblicas colombianas. Bogotá: Centre d'Etudes de l'Amerique Latine. Pág. 50.

FUENTE SECUNDARIA

• Mejía Arango, Lázaro (2007) Los radicales. Historia política del radicalismo del
siglo XIX. Colombia: Universidad Externado

• Valencia Villa, Hernando (2010) Cartas de batalla. Una crítica al constitucionalismo


colombiano. Bogotá: Panamericana Editorial.

• López Lopera, Liliana María y Uribe, María Teresa (2008) La guerra por las
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La Carreta Editores E.U

• Colmenares Germán (1997) Partidos políticos y clases sociales. Bogotá: Tercer


Mundo editores

• Jaramillo Uribe, Jaime. (1996). EL pensamiento colombiano en el siglo XIX.


Bogotá: Planeta Colombiana Editorial S.A

17
Samper, José maría. Óp. Cit. Pág. 232
• Rojas, Cristina. (2001). Civilización y violencia: La búsqueda de la identidad en la
Colombia del siglo XIX. Bogotá: Editorial Norma. Capítulo 4: Las voces subalternas

• Colmenares, German. (1997). Partidos políticos y clases sociales. Bogotá: TM


Editores

• Castro-Gómez, Santiago (2010) La hybris del punto cero: ciencia, raza e ilustración
en la Nueva Granada (1750-1816). Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana

• Ocampo, José Fernando (Ed.). (2008). Historia de las ideas políticas en Colombia.
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• Sierra Mejía, Rubén (Ed.). (2006). El radicalismo colombiano del siglo XIX. Bogota:
Universidad Nacional de Colombia.

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