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Dos psicólogos en cuarentena

Por Lic. Silvia Castelao y Lic. Juan Pablo Mizrahi1

Introducción
Somos dos psicólogos egresados de la UBA, con experiencia en clínica
psicoanalítica de adultos, en Psicología Forense y docencia universitaria.
Estamos formados en temáticas relativas al aparato psíquico en su articulación
con lo disruptivo y lo traumático.
En tiempos de cuarentena por la pandemia de Coronavirus elaboramos
este escrito que puede ayudarnos a todos: tanto a profesionales de la salud
mental, como a otros profesionales de la salud que están sosteniendo a los
pacientes con su trabajo cotidiano y también a pacientes y a población en
general. Para hacerlo nos nutrimos de nuestra experiencia personal con
pacientes y peritados, de lecturas que hicimos en este tiempo de cuarentena y
también de los aportes del psiquiatra austríaco Viktor Frankl, quien en su libro
“El hombre en busca de sentido” detalla sus vivencias de cuando estuvo
prisionero en varios campos de concentración por el nazismo, y también realiza
unos desarrollos muy interesantes sobre dichas vivencias, el psiquismo, el
sentido del sufrimiento, la liberación, el vínculo con los otros, entre otras
temáticas, en un contexto altamente disruptivo y prolongado como lo fue ese
encierro. Somos conscientes de que este, nuestro momento histórico y
específicamente la cuarentena, no son comparables con las atrocidades
padecidas en los campos de concentración nazi, pero esa experiencia analizada
por este autor puede ayudarnos a entender algo de esta crisis y darnos
herramientas de intervención para sobrellevarla de una mejor manera.

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Juan Pablo Mizrahi es Lic. en Psicología, psicoanalista en el ámbito privado, docente en
www.psicologosforenses.com, Perito de parte y Consultor Técnico en la Justicia Nacional. Celular: 11 4
974-4840 e-mail: jpmizrahi@gmail.com
Silvia Castelao es Lic. en Psicología y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Psicología, Perito
Oficial en el Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional y titular de cátedra de Psicología Forense en
la Universidad de Palermo. Celular: 11 6 738-4380. E-mail: licsilviacastelao@gmail.com

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Además, siguiendo los desarrollos sobre lo disruptivo de Moty Benyakar,
intentaremos aportar nuestras reflexiones como profesionales comprometidos
con la salud mental de la población, ante los dramáticos acontecimientos que
ocurren en la actualidad, con el propósito de preservar la subjetividad de las
personas en un mundo cada vez más amenazante, mediante la aportación de
herramientas válidas para afrontar dichas circunstancias.

Lo disruptivo de la pandemia

La característica que asume a nivel mundial la pandemia del Coronavirus


produce de manera generalizada signos de miedo, desconcierto e incertidumbre
ante una amenaza invisible que, al no poder ser fácilmente identificada, puede
dificultar la instrumentación de formas de defensa apropiadas.
Este clima o ambiente cargado de amenazas difusas, intangibles e
irreconocibles constituye lo que Benyakar denomina “entorno disruptivo”, que
es aquel que tiene el potencial de promover de manera continua y permanente
alteraciones profundas en el psiquismo de quienes los habitan.
La amenaza invisible que constituye el Coronavirus combina rasgos tanto
del suceso fáctico disruptivo (peligro concreto de ser infectado) como del
entorno disruptivo (conformado básicamente por un ambiente psicosocial
distorsionado por la pandemia).
Un suceso fáctico disruptivo es, desde las conceptualizaciones de
Mordechai Benyakar, todo suceso exterior al aparato psíquico, abrupto y
sorpresivo, que tiene la potencial capacidad de irrumpir en personas,
instituciones y comunidades. Si este potencial se realiza, se altera en ellas un
estado de equilibrio preexistente, creando una desorganización,
desestructuración y/o distorsión en el modo habitual de procesar. Disruptivo es
un concepto relacional ya que se trata de un suceso que actúa sobre algo o
alguien, hay un interjuego permanente entre lo que es inherente al suceso y lo
propio de la categoría sobre la que impacta.

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Definamos ahora al “entorno disruptivo” también desde la perspectiva de
este lúcido psicoanalista: es un medio humano o físico masivamente
distorsionado por la ocurrencia de varios sucesos disruptivos que instalan una
deformación ambiental que puede devenir crónica.
Los efectos devastadores e ilimitados que, de este modo, adquiere el
pánico que puede advenir ante dicho peligro, pone en evidencia las limitaciones
de nuestros instrumentos conceptuales y, por ende, de nuestras herramientas
clínicas para hacer frente a tales efectos.
El temor al contagio, entendido como algo que en cualquier momento
puede irrumpir en forma violenta, instantánea e impredecible y con un alto
contenido amenazador e importante valor simbólico, produce un “estado” de
ansiedad permanente y generalizada durante el cual las personas sienten que,
aunque “nada pasa”, todo puede pasar. Como los seres humanos tenemos la
facilidad de acomodarnos a las condiciones más extremas y atenuar así sus
consecuencias, el estar en contacto permanente con las noticias de la pandemia
genera sentimientos que sirven para reavivar el valor de la amenaza y
mantener el estado de temor y confusión.
Tal como sostiene Benyakar, “el potencial patogénico de las situaciones y
entornos disruptivos es enorme si, cuando los hechos así lo permiten, no se
actúa convenientemente antes, durante y después de los acontecimientos. Las
poblaciones pueden ser preparadas para que desarrollen su propios recursos y
puedan defenderse de los posibles efectos traumáticos de las catástrofes,
cualquiera sea su índole, natural o humana. Esto significa capacitar a la
población para que pueda captar el tipo y la dimensión de las amenazas, que
pueda organizar y disponer de los recursos que tiene, propios y de la
comunidad, y para que sepa cómo actuar durante los acontecimientos. A esta
capacidad adquirida por las poblaciones la hemos denominado inmunidad
psíquica”.

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La situación de pandemia por el Covid-19 que estamos atravesando
cumple de manera estricta con todas y cada una de las condiciones que
potencian la capacidad disruptiva de un evento:
- ser inesperado;
- interrumpir un proceso normal y habitual indispensable para
nuestra existencia o para mantener el equilibrio, ya que en
nuestro país las medidas ordenadas por el gobierno de aislamiento
social preventivo y obligatorio ha generado la literal suspensión de
toda la vida y las actividades cotidianas en las que cada uno se
sostiene y mediante las cuales da sentido a su existencia cotidiana;
- minar el sentimiento de confianza en los otros, ya que al
tratarse de un virus que se contagia por el contacto cercano con los
otros, obliga a mantener la distancia para con los otros, generando la
sospecha de que en cualquier otro que se nos acerca puede
encontrarse en germen el tan temido virus, promoviendo la idea del
otro como enemigo y/o peligro potencial;
- contener rasgos novedosos no codificables ni interpretables
según los parámetros que ofrece la cultura, lo que resulta
evidente ante la aparición de un virus desconocido hasta la
actualidad, no sólo para la población en general sino especialmente
para la comunidad científica, promoviendo situaciones inéditas para la
mayoría de las personas, como lo son la parálisis global de las
economías de los países, la reclusión de todos en sus hogares, entre
las más evidentes, visibles e inéditas;
- amenazar la integridad física propia o de otros significativos,
ya que se trata de un virus que (hasta lo que sabemos, si bien esto
fue modificándose desde las primeras noticias) no hace diferencias de
clase, ni de género, ni de edad, ni de raza, siendo en consecuencia
posible que el mismo ponga en riesgo la vida de todos, y

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- distorsionar o destruir el hábitat cotidiano, lo que se observa en
la abrupta suspensión de la vida habitual de las ciudades y lugares de
residencia de cada uno, incluyendo los lugares de trabajo y de
estudio, lo que no permite avizorar si los mismos sobrevivirán a los
devastadores efectos que podría generar la pandemia.

Ahora bien, que la situación que estamos afrontando contenga de


manera clara y concreta un altísimo potencial disruptivo, no debe hacernos
olvidar que dicha categoría de análisis constituye un concepto relacional, lo que
implica que tiene un componente que lo relativiza: hay un interjuego
permanente entre las condiciones inherentes de los eventos y los aspectos que
las relativizan, ya que el efecto que pueda producir en cada una de las
personas va a depender de diversas condiciones del sujeto en el que vaya a
impactar.
“Un evento se consolida como disruptivo cuando desorganiza,
desestructura o provoca discontinuidad. La desorganización y lo que ocurra con
ella no le pertenecen al evento sino que dependen del sujeto que lo vive”.
Será necesario investigar y conceptualizar de manera apropiada las
características que posee la situación que actualmente atravesamos en tanto
entorno disruptivo, así como el particular impacto que vaya a producir en cada
sujeto a nivel de sus vivencias, que podrá ser ansiógeno, estresogénico o
traumatogénico. En qué vaya a consistir dicho impacto será algo que sólo
podremos verificar en cada sujeto que lo vive analizando sus reacciones
individuales después de ocurrido el evento o el tránsito por el entorno
disruptivo. Para ello, Benyakar propone la categoría de análisis “Experiencia”,
que supone escuchar el relato de quien ha vivido una situación disruptiva: tanto
qué ha vivido como lo que supone que dicho evento le ha generado. Recién ahí
podremos inferir como profesionales de la salud mental cuál ha sido la vivencia
que ha generado dicha situación, la particular articulación entre el

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evento/entorno fáctico y la vivencia correspondiente, y establecer si dicha
situación disruptiva ha podido ser elaborada o no.
Debe tenerse en cuenta que es a nivel de la vivencia (que constituye una
categoría de análisis que refleja el modo en que el mundo externo irrumpe y
toma contacto con el mundo interno, a través de la articulación de la
representación y el afecto correspondientes) que podremos verificar el impacto
generado por dicho evento/entorno fáctico disruptivo en cada sujeto. Esto es
trascendente, ya que en la medida en que se puedan conjugar los factores
exógenos y los endógenos de manera adecuada, eso permitirá la articulación de
un afecto con una representación. Que dicha articulación se produzca va a
depender no solamente del potencial disruptivo de la situación, sino también y
especialmente de los llamados factores de sostén ambiental del sujeto y de los
recursos de afrontamiento que posea, que son los que van a relativizar dicho
potencial. Conforme dicha articulación se produzca, el vivenciar de dicho sujeto
permitirá el procesamiento apropiado de dichas situaciones disruptivas, y por lo
tanto su adecuada elaboración.
Entonces, en la medida en que dicho proceso articulador pueda
producirse, el sujeto podrá elaborar las situaciones disruptivas, debiendo
diferenciarse claramente la vivencia de estrés de la vivencia traumática.
Detengámonos en esta importantísima distinción: en la vivencia de estrés, que
está habitualmente motivada a partir de una situación displacentera, se le
adiciona al mismo tiempo el displacer propio de la tensión máxima que se
produce a nivel de la articulación entre afecto y representación, alterando,
desregulando o desestabilizando dicha articulación, generando una tensión
interna en el sujeto a partir de la inestabilidad que genera dicha tensión en la
articulación, pero permitiendo al cabo dicha articulación. En la letra reveladora
de Benyakar: “La articulación afecto-representación tiene cualidades
estabilizadoras, lo cual no implica que toda vivencia sea agradable. Enfrentarse
a eventos desagradables puede producir displacer pero, si se cuenta con la
capacidad de articular el afecto con la representación, el evento será

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elaborable”. Resulta menester destacar que la circunstancia de que en el
vivenciar de estrés exista un factor que permite la mediatización entre afecto y
representación, es decir que no desarticule sino que permita dicha articulación,
sin quitarle a la situación su condición de amenazante, le permite al psiquismo
no solamente verificar que se pudo atravesar dicha situación, habiendo salido
indemne a la misma, sino al mismo tiempo habiendo podido desarrollar
defensas frente a la situación de peligro, que podrán ser utilizadas en ulteriores
situaciones de riesgo que dicho sujeto deba atravesar. Esta función
mediatizadora constituye un elemento central que deberemos tener en cuenta
para nuestra práctica clínica.

Algunas intervenciones posibles

Con nuestros pacientes nos sirvió lo siguiente: enviamos un audio de


WhatsApp a cada uno de ellos rescatando, valorizando y atesorando sus
potencialidades, sus mecanismos de defensa, sus formas de afrontamiento que
los mantuvieron vivos hasta ahora, y eso no es poca cosa!!!!! Apelamos a este
gran acopio de recursos psíquicos que ellos conocen y que practican desde
hace muchísimos años para que les permita enfrentar este dificilísimo momento
que pasamos. La respuesta fue sorprendente: todos se sintieron reconfortados,
movilizados en lo más profundo, con el desafío de redoblar sus fuerzas y
echando mano a sus rutinas, a sus andamiajes y a sus recursos para soportar lo
insoportable del terror, la muerte, el aislamiento, la ansiedad y la depresión.
También remarcamos que, obviamente, es un momento atípico, no pasó nunca
algo así en nuestra vida, ni en el mundo. Nadie sabe qué va a pasar, ni qué le
puede pasar. Obvio que si lo deciden podemos tener sesiones por algún medio
virtual, el que creamos más conveniente. La clave es, pues, trabajar con lo que
se tiene: así como hacemos con lo que tenemos de acopio en nuestras casas,
los víveres que pudimos comprar, los tiempos que podemos capitalizar, el
psiquismo va a hacer con eso que tiene, el psiquismo está también en modo

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“cuarentena”. Obviamente, hay psiquismos y psiquismos: aquellos que tienen
buenos recursos, que fueron libidinizados, amados y cuidados, van a encontrar
un lugar de refugio y de fortaleza, incluso para sostener a otros. Pero aún esto
lo podemos aplicar en psiquismos que no corrieron tan buena suerte con sus
otros significativos y quizás más aún en esos casos, porque aprendieron a
sobrevivir, aprendieron a ser fuertes aún en la máxima adversidad, que es que
el otro no te quiera, te dañe, te descuide. ¡Qué fortaleza habrán construido
para sobrevivir a ese desamparo primordial!
Hemos tomado conocimiento de pacientes y nuevos consultantes con
sintomatología de tipo ansiosa, fóbica y depresiva fundamentalmente que
amerita una intervención específica, poniendo de resalto que en este momento
es conveniente atender al síntoma evitar su instalación y/o agravamiento,
proponiendo entrevistas para evaluar la situación e inclusive sopesar la
necesidad de una actuación psico-farmacológica.
Este momento no es oportuno para trabajar identificaciones fallidas,
desanudar ataduras pasadas; tenemos que apelar a lo que se tiene, y con eso
trabajar en pos de cuidarse y cuidarnos.
En una sesión por video llamada con una paciente, surgieron cuestiones
centrales que se venían trabajando en ese análisis, relativas a la repetición
mortífera en torno de sus elecciones de objeto con los hombres. Todo esto, a
partir de una situación ocurrida con su pareja dos días antes del inicio de la
cuarentena, que motivó su separación de él, a lo que se le sumó lo que una tía
mayor le reveló respecto de la novela familiar de su madre, que le permitió
comprender en parte las razones de la ferocidad para con ella de su madre
estragante. En medio de una profunda angustia por la conmoción que esto
supone para ella, y ante su pregunta de si resulta posible suponer que alguna
vez podrá romper con esta repetición mortífera, la intervención fue apuntalarla
en un aspecto que la diferenciaba de la historia familiar: el estar siempre un
paso adelante, pudiendo afrontar (no sin dolor) las situaciones, en lugar de
negarlas. Para haber sido la primera sesión por video llamada, en medio de la

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situación de excepción que vivimos, no era recomendable ahondar en este
punto de conmoción subjetiva y máxima vulnerabilidad, y sí enfatizar sus
recursos y potencialidades.

De otra forma, algo similar pusimos en práctica con amigos y familiares:


a una amiga que lamentaba como lo más grave no poder ir a trabajar, le dije
que quedarse en su casa es su trabajo ahora, quedarse en casa era el trabajo
más valioso que podía hacer. A otra amiga que nos había regalado unas
berenjenas en escabeche (en uno de los últimos encuentros sociales que
tuvimos antes de esta cuarentena!!!), le enviamos una foto de ese frasco y sus
berenjenas, diciéndole: “¡Todavía comiendo tus berenjenas en cuarentena!”
Este es un modo de hilvanar el pasado con el presente, y también anticipar un
futuro, diciéndole: “¡Esperamos tus nuevas berenjenas!”. En un posteo de una
amiga por Facebook, en el que se lamentaba de su hipocondría y de la
exacerbación de lavandina, alcohol en gel y off (no olvidemos el dengue!!!) uno
de nosotros le respondió: “Ante las crisis, obvio, no podemos dejar de lado
nuestra neurosis, después de todo ella nos ayudó todo este tiempo a
sobrevivir!!!! Pero sí podemos y debemos acotarla, por lo menos eso hago con
la mía y me digo: ¡calmate, no es tiempo de hacerte la loca!´”
No es momento ni son circunstancias para tomar decisiones
trascendentales para nuestra vida, porque estamos todos transitando un tiempo
atípico, totalmente alejado de las coordenadas que dieron sentido a nuestras
creencias, rutinas y proyectos. Nada más alejado de la realidad de las cosas,
frases tales como: “Ahora vemos con claridad la realidad de las cosas” o
“Ahora veo quién es en realidad mi pareja, mi hijo, mi hermano... ahora está
demostrando lo que verdaderamente es...”. Esto es falso porque lo que el otro
hace o dice y lo que nosotros percibimos es una realidad trastocada por
parámetros completamente desconocidos y tendenciosos como lo son el
aislamiento, la soledad, los riesgos, la muerte, los miedos y la ansiedad. En
palabras de Víctor Frankl: “Ante una situación anormal, la reacción anormal
constituye una conducta normal“. Es normal estar irritable, miedoso, cansado,

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obsesionado por la limpieza, insomne, negador maníaco, sentirnos vulnerables,
querer hacer de todo para aprovechar el tiempo y no lograr hacer ni la cuarta
parte de lo que nos propusimos, amar y odiar al pobre otro que nos acompaña
en esta cuarentena y un sin número de etcéteras. Si no nos pasara algo de
esto, seríamos lo que se llamó normópatas o sobreadaptados.

¡El tiempo está fuera de quicio!

A todos esta pandemia y la cuarentena nos cortó proyectos, pero no


para siempre!!! Tenemos que construir (mejor dicho co-construir, porque se
hace con otro/s) y reforzar este hilván entre el pasado, nuestro presente
(¡altamente desfigurado!) y el futuro. Esa costura, esa puntada es un soporte
enorme para nuestro psiquismo en un tiempo que está fuera de quicio!!!
Vimos que la regresión a tiempos pasados es una norma en muchos de
nosotros en esta cuarentena. Acá van varios ejemplos: un colega volvió a leer
“El Principito” que ya había leído en su infancia; Silvia, en su segundo día de
cuarentena, posteó una foto de ella y su mellizo en la pasada marcha del 24 de
marzo y escribió: “Extraño a mi mellizo!!!!!!!! Es lógico: estuvimos juntos desde
siempre!!!!” En este mismo momento, Silvia lo mira a Juan Pablo (que está con
los auriculares en la compu) y le pregunta: “¿Qué estás haciendo?” Y le dice:
“Estoy viendo el partido de la final de la Copa Libertadores River-Boca de 2018,
la final eterna, la del ‘y va el tercero, y va el tercero y va el tercero’”. La comida
de más es regresiva, también estamos más predispuestos a rescatar recuerdos
de nuestra infancia, adolescencia, y de tiempos más cercanos también. Esto es
propio de la regresión, mecanismo defensivo que remite a un refugio en el
pasado, la memoria, en tiempos en donde este presente no estaba ni siquiera
pensado! No es la comida, no es el Principito en sí, no es el encuentro concreto
con el mellizo o el triunfo de River a donde regresamos, es un modo de huir de
este presente amorfo y nuestra brújula es el pasado, obviamente adornado e
idealizado!!!

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El presente actual de cuarentena es asimilable a la categoría de
existencia provisional, así la llama Viktor Frankl y se nos impone en varias
versiones: un presente incierto, aburrido, apático y de otro lado se presenta
como una excelente oportunidad, un desafío, un reto para analizar y sacar
algunas conclusiones sobre nuestra existencia. Muchas de nuestras vidas (que
consideramos comunes) son un torbellino de apuros, de superposición de
tareas (¡un día Silvia en su trabajo llegó a concientizar cinco tareas
simultáneas!) en cuerpos cansados y psiquismos estresados, una vorágine de
hacer y hacer.... hasta que este virus paró la máquina siniestra!!! Reforzamos y
estimulamos esta invitación privilegiada para asistir a este experimento de parar
y analizar!!!
Para sobrellevar el presente aplastante, tedioso y problemático
rescatamos dos percepciones: la naturaleza y el humor. La naturaleza es
hermosa y sigue ahí afuera. ¿Quién no miró en estos días el atardecer desde
nuestros balcones o terrazas con otros ojos? La naturaleza es la mayor
experiencia que tenemos de que la vida quiere seguir viviendo, no se detiene,
es eterna, es casi lo único que no se detuvo. Y el humor nos permite siempre
tomar distancia de las situaciones, imperdibles algunos memes y los videos de
Verónica Llinás en “yo me arreglo sola”.
El presente también posibilita un análisis de determinadas conductas
egoístas, narcisísticas y psicopáticas que rayan en lo ridículo y quizás sea una
invitación también a entenderlas. Los llamados “chetos” que expusieron varios
medios (el surfer, el de zona norte que golpeó al empleado de seguridad de su
edificio, el de buquebus, etc.) muy probablemente no tienen incorporados
recursos de afrontamiento para situaciones de crisis porque seguramente por
su clase y por la educación que recibieron no están acostumbrados a
incorporar la ley y menos aún saben vérselas con la frustración. Además de
burlarse de la ley, muy probablemente no tengan recursos psíquicos defensivos
y de afrontamiento para poder enfrentar solos y eficazmente una situación
altamente crítica como lo es una pandemia, porque nadie los entrenó ni educó

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para eso. La capacidad para tolerar la frustración se aprende en los primeros
años de vida! Esta pandemia también va a hacernos reflexionar sobre la
educación de los niños y niñas a los que todo se les da, nunca un “no”,
altamente consumistas, altamente alienados al otro.
El futuro se nos plantea también como soporte de este tránsito. Más que
futuro es un sentido, un propósito, una meta en el futuro a la que aspirar, un
objetivo para alcanzar tanto comunitario como personal. Más que metas
particulares, la propuesta es avizorar qué sentido quiero realizar una vez que
esto pase. Esto hay que construirlo proponiendo y trabajando un futuro con
sentido. Frankl cita a Nietzsche: “El que tiene un por qué para vivir puede
soportar casi cualquier cómo”. E incluso va más allá de esto al afirmar que
muchos hombres en el lager manifestaban: “Ya no espero nada de la vida”, a lo
que él respondía: “En realidad no importa que no esperemos nada de la vida,
sino que la vida espere algo de nosotros”. Hagamos introspección y
seguramente en esta máxima crisis podemos encontrar que la vida todavía
espera mucho de nosotros: como amigos, padres, profesionales, hijos e
integrantes de nuestra comunidad.
De la pandemia y de la cuarentena no se nos escapan otras
circunstancias altamente conflictivas tales como un aislamiento social
preventivo y obligatorio muy difícil de cumplir en los barrios carenciados,
también en contextos familiares disfuncionales y/o violentos con riesgo grave
para colectivos especialmente vulnerables como lo son los NNA y las mujeres
(los feminicidios aumentaron con el aislamiento!!!), la catástrofe en el ámbito
laboral, con riesgo de telegramas de despidos o suspensiones, una economía ya
diezmada por años de retroceso, pobreza y recorte de derechos ahora casi
herida de muerte por el parate general, los presos hacinados en un sistema
penitenciario ya colapsado por el modelo de cárcel depósito en muchos casos
violando pautas básicas de derechos humanos y del debido proceso, los niños
que transitan sus días sin sus pares, sin la escuela, sin la recreación en una
plaza.

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Los factores de sostén ambiental

A partir de los desarrollos de Judith Herman, pero también de los de


innumerable cantidad de autores y de nuestra propia experiencia, surge que la
posibilidad de afrontar lo disruptivo y de restaurar el agujero que deja lo
traumático es la red social: “… la recuperación sólo puede tener lugar dentro
del contexto de las relaciones, no puede suceder en aislamiento”.
Lo social, lo comunitario y por encima de ello un Estado que entiende la
gravedad de la situación imperante, que se nutre de opiniones de un comité de
expertos, que posee la flexibilidad y la decisión de optar por la vida y la salud,
aplicando medidas de contención a la altura de la emergencia del momento,
todo ello confluye en una función reparadora, co-mediatizadora y salutogénica
en nuestro contexto de pandemia y cuarentena.

Bibliografía:

Benyakar, M. (2006). Lo disruptivo: Amenazas individuales y colectivas: el


psiquismo ante guerras, terrorismos y catástrofes sociales. Editorial Biblos.

Frankl, V. (2015). El hombre en busca de sentido. Herder Editorial.

Herman, J. L. (2004). Trauma y recuperación: cómo superar las consecuencias


de la violencia. Espasa.

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