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za a la previsión de habilitación legal de la potestad admi-
nistrativa sancionadora y a la regulación mínima, en la Ley,
de los tipos y sanciones y, en concreto, de los límites máxi-
mos de éstas.
Vemos entonces que cuando la jurisprudencia española
determina relajar la aplicación de la norma para matizar sus
efectos, en este caso, lo hace con el objeto primero de armo-
nizar el modelo constitucional de la distribución de potes-
tades, en virtud del cual, como vimos, a las
comunidades autónomas se le confieren com-
petencias para regular sus propios procedi-
mientos administrativos. Esto resulta lógico
pues la jurisprudencia española tiene una deli-
cada labor unificadora a la hora de armonizar
la administración de la justicia, lo que justifica,
a su vez, que los jueces actúan con prudencia a
fin de legitimar sus actuaciones en una repar-
tición territorial tan compleja como la suya.
En su caso —esto es, el caso español— se
justifica, entonces, la ardua labor jurisdiccional
que ha justificado la doctrina de atenuación
del rigor de ciertos principios que ordenan la
potestad sancionadora y de las garantías del
procedimiento administrativo sancionador para
una mayor flexibilidad en su aplicación12.
III. LAS BASES CONSTITUCIONALES DEL
PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO SANCIONADOR
A LA LUZ DE LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA
DOMINICANA
En el caso dominicano, en la Constitución de 2010 y su cláusu-
la del Estado social y democrático de derecho los parámetros
de la Administración pública adquieren una nueva perspectiva,
pues este modelo de Estado se funda en el respeto de la digni-
dad humana y los derechos fundamentales; su función esencial
es la protección efectiva de esos derechos, así como garantizar
la obtención de los medios que permitan a las personas “per-
feccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva dentro
de un marco de libertad individual y de justicia social, compa-
tibles con el orden público, el bienestar general y los derechos
de todos y todas13.
La concepción del Estado como un Estado de derecho
“transforma la naturaleza de la relación entre la Administra-
ción pública y las personas”, tal y como se considera en la Ley
107-13 sobre los Derechos de las Personas en sus Relaciones
con la Administración y de Procedimiento Administrativo14, la
cual —así lo dispone en su artículo 1— tiene por objeto regu-
lar los derechos y deberes de las personas en sus relaciones con
12 MALJAR, Daniel. Derecho administrativo sancionador: Buenos Aires, Editorial Ad-Hoc, 2004, p. 74.
13 Artículo 8 de la Constitución de la República Dominicana.
14 Específicamente en su considerando segundo.
20 | GACETA JUDICIAL
la Administración pública, los principios que sirven de susten-
to a esas relaciones y las normas de procedimiento administra-
tivo que rigen a la actividad administrativa.
De ahí que el derecho constitucional sirve como colum-
na vertebral para el ejercicio del control sobre la función de la
Administración y para la realización de ese objetivo —garan-
tía del bien común—, estableciendo límites en las actuaciones
de la Administración. Tales límites tienen como eje princi-
pal el principio de legalidad, de cuyo desarro-
llo se manifiesta la figura del debido proceso,
garantía de derechos fundamentales a la cual
se obligan todas las autoridades, incluso cuan-
do estas han sido dotadas —por el constituyen-
te y por el legislador— de potestades discrecio-
nales con la finalidad de alcanzar el fin último
del Estado.
El constituyente dominicano, al estable-
cer el debido proceso como una de las prin-
cipales garantías de los derechos fundamenta-
les, dispuso en el inciso 10 del artículo 69 de
la Constitución que sus normas se aplicarán a
toda clase de actuaciones judiciales y adminis-
trativas; dispuso, además, en su artículo 138,
que la “Administración pública está sujeta en
su actuación a los principios de eficacia, jerar-
quía, objetividad, igualdad, transparencia, eco-
nomía, publicidad y coordinación, con someti-
miento pleno al ordenamiento jurídico del Estado”.
En efecto, en la República Dominicana, si bien la Constitu-
ción no define expresamente el concepto de potestad sancio-
nadora, la reconoce en su artículo 40.17 al señalar que “[e]n el
ejercicio de la potestad sancionadora establecida por las leyes,
la Administración pública no podrá imponer sanciones que de
forma directa o subsidiaria impliquen privación de libertad”.
Respecto del procedimiento administrativo sancionador,
este debe comportarse conforme al debido proceso dispues-
to por el citado artículo 69 de la Constitución de la Repúbli-
ca, aplicable, tal y como lo establece el inciso 10 de dicho tex-
to, a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas. Esta
garantía, como principio rector de las actuaciones de la Admi-
nistración, implica que tales actuaciones se realizarán de acuer-
do con las normas de procedimiento y competencia estable-
cidas en la Constitución y las leyes, con plena garantía de los
derechos de representación, defensa y contradicción.
La jurisprudencia del Tribunal Constitucional dominica-
no ha ido sentando jurisprudencia al respecto a partir de la
sentencia TC/0048/12, en la que sostiene que se comete una
infracción constitucional cuando, en un procedimiento disci-
plinario, se viola el debido proceso y el derecho de defensa.
AÑO 23, NÚM. 389, SEPTIEMBRE 2019