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No quiero ver morir al niño

o
lecciones bíblicas sobre como ser indiferente al dolor ajeno

En una de las frías noches bogotanas una pequeña niña, de tal vez nueve años
(pero aparentando siete), atraviesa la calle a la señal del semáforo.
En sus manos, unas flores se marchitan como su sonrisa.
No debí haber sentido nada, como todo el mundo seguiría mi camino sin detenerme, sin siquiera
haberme sentido incomodo.
Algo pasó y miré mi reloj: 11:25 p.m. Y de repente una pregunta en mi cabeza:
¿que hace una niña tan pequeña en la calle a esta hora? ¿En este sitio?

¡Estúpida pregunta!
¿Por qué me aterraba la hora, cuando su sola presencia en la calle debía escandalizarme?
¿Qué hace una niña trabajando? ¿Porque no esta en su casa? ¿Tendrá casa?
Por que trabaja, acaso no debería estar estudiando, jugando, durmiendo...

Estamos tan acostumbrados a ver personas en situaciones infrahumanas que se nos volvieron
parte del paisaje. Lo peor, nuestra indiferencia no es accidental. En ella se basa el modelo de
desarrollo al que estamos acostumbrados.
El ascenso socio-económico establecido como proyecto de vida, en donde las otras personas son
solamente “los demás”, es decir todos los que sobran porque están “de más”.

… El modelo de desarrollo que deberíamos seguir, no debería permitir que nos encontráramos
niñas trabajando, ni a media noche ni nunca,
y mucho menos que nos acostumbremos con esas escenas.
Que pasemos de largo pensando que el esfuerzo que hemos hecho durante el día es
suficientemente bueno para nosotros,
porque así nuestra hija no tendrá que estar allí en la calle,
sino en casa durmiendo, o esperando un beso de su padre.1

Hoy es incontestable que el actual sistema mundial es una máquina de producción de


muerte. Hace unos días en un congreso sobre bioética aquí en Bogotá constataba que
“cuando la humanidad está en condiciones de producir la mayor cantidad de alimentos
en la historia, no sólo continúan habiendo hambrunas en mayor proporción, sino que
los alimentos que se producen, modificados genéticamente, no lo son para solucionar
el problema del hambre, sino para garantizar la dependencia en el mercado de las
semillas, y la rentabilidad de la cosecha”2
1
Extractos de John HERNANDEZ, Por cual vía al desarrollo?, 2007.
2
John HERNANDEZ, Fe, ciencia y bioética: Algunas reflexiones desde el protestantismo.
Primer Congreso Internacional de Bioética e diálogo Ecuménico e Interreligioso, Conferencia Episcopal
de Colombia. Bogotá, agosto de 2007
Hoy el asunto que debemos plantearnos no es solo acerca de la realidad social en la
que estamos inmersos. Existe una responsabilidad inherente al ser cristiano, acerca de
la necesidad de actuar. Es ese asunto el que quiero abordar a partir de algunos
elementos bíblicos. Los seres humanos elaboramos mecanismos para justificar
nuestras acciones frente a aquellos aspectos que consideramos se salen de nuestras
capacidades. El hambre mundial, por ejemplo, es un asunto tan global que pensamos
que nuestras acciones personales no tienen mayor incidencia. De esta forma
preferimos omitirnos o actuar de modo que nuestras acciones no signifiquen un aporte
sustancial, pero tranquilicen nuestra conciencia.

Una historia más en medio e muchas historias

El relato Bíblico al que les invito que nos acerquemos está en Génesis 21: 9-21, mas
exactamente el relato de la exilio de Agar y el drama de ella y su hijo en el desierto3.

9 Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, jugaba con su hijo Isaac.
10 Entonces dijo a : "Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a
compartir la herencia con mi hijo Isaac".
11 Esto afligió profundamente a Abraham, ya que el otro también era hijo suyo.
12 Pero Dios le dijo: "No te aflijas por el niño y por tu esclava. Concédele a Sara lo que ella te
pide, porque de Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
13 Y en cuanto al hijo de la esclava, yo haré de él una gran nación, porque también es
descendiente tuyo".
14 A la madrugada del día siguiente, tomó un poco de pan y un odre con agua y se los dio a
Agar; se los puso sobre las espaldas, y la despidió junto con el niño. Ella partió y anduvo errante
por el desierto de Berseba.
15 Cuando se acabó el agua que llevaba en el odre, puso al niño debajo de unos arbustos, 16 y
fue a sentarse aparte, a la distancia de un tiro de flecha, pensando: "Al menos no veré morir al
niño". Y cuando estuvo sentada aparte, prorrumpió en sollozos.
17 Dios escuchó la voz del niño, y el Ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo: "¿Qué te pasa,
Agar?", le dijo. "No temas, porque Dios ha oído la voz del niño que está ahí.
18 Levántate, alza al niño y estréchalo bien en tus brazos, porque yo haré de él una gran
nación".
19 En seguida Dios le abrió los ojos, y ella divisó un pozo de agua. Fue entonces a llenar el odre
con agua y dio de beber al niño.
20 Dios acompañaba al niño y este fue creciendo. Su morada era el desierto, y se convirtió en un
arquero experimentado.
21 Vivió en el desierto de Parán, y su madre lo casó con una mujer egipcia.

3
Esta historia, la cual tiene un paralelo en Génesis 16, es tal vez el relato más antiguo, pero que trae
otros motivos mas de carácter etiológico, por lo que además presenta otras consideraciones, esta sin
embargo trae implicaciones mas profundasen cuanto al drama humano que encierra
A mi modo de ver este relato es muy significativo en muchos aspectos, proponemos
empezar a leerlo desde abajo. Comencemos constatando que, como acontece
generalmente, la victima de la historia es una victima anónima. En todo el texto Ismael
no es mencionado por su nombre, es solamente “el hijo de la esclava” alguien
prescindible para la sociedad. Uno de los tantos niños4 condenados a morir y que
escondemos anónimamente en estadísticas, números.

Pero aunque en el centro de la historia esta en la amenaza que gira en torno de la vida
del niño, son otros los que toman la escena en la misma. Cada uno desde su papel
toma decisiones que afectan al niño. Todos defienden sus decisiones y justifican sus
actos.

Para Sara, por encima del bienestar del hijo de la esclava esta el bienestar del hijo
propio. Isaac, recién destetado es “amenazado” por los juegos5 de su hermano mayor.
Su presencia es un riesgo para la herencia de su hijo. El argumento de los juegos se
percibe como muy débil frente a la decisión firme que se ha de tomar. Por detrás está
el interés del control de clan. La heredad incluye aspectos políticos y económicos muy
fuertes, que son la causa última de la necesidad de exclusión del niño. Esta motivación
político-económica, no es algo marginal. Por esta razón:

Aquel cuadro de los dos niños jugando juntos en pie de igualdad basta para que la
celosa madre decida: que se marche Ismael, pues con el paso de los años se irá
convirtiendo, él que es el mayor, en un rival cada vez más poderoso para Isaac y
acabará repartiendo con él la herencia6.

Si bien es cierto que Sara es quien toma la decisión, ella no la ejecuta. La tarea le
corresponde a Abraham. Es él el patriarca del clan y quien en últimas debe asumir la
responsabilidad. Los v. 11 y 12 presentan justificativas para el obrar del patriarca. La
primera alude a la buena intención de su corazón. La tristeza es utilizada para aliviar la
responsabilidad del acto mismo: si, es cierto que los expulsó, pero fue contra su
voluntad, hizo lo que estuvo a su alcance. Aun comida y bebida los dio para el viaje.
De este modo la responsabilidad de Abraham es presentada como siendo menor. En la
misma dirección apunta el segundo argumento en defensa del patriarca: Dios mismo
sabe porque es necesario que esto suceda. Finalmente Dios es Dios de la historia,
4
En el texto final, el redactor para incluir los dos relatos que nos cuentan esta historia le estable una
cronología en la que Ismael debería tener cerca 17 años. El texto sin embargo nos muestra a un niño
pequeño q es llevado en los hombros.
5
Mostrar la distinción entre burlarse y jugar conm
6
Gerhard VON RAD, El libro del Génesis. p. 285.
Abraham debe estar tranquilo, pues Dios sabe lo que hace. Es más, la tristeza de
Abraham puede ser vista como incapacidad de confiar en la providencia de Dios.7

Las medidas que toma Abraham, a todas luces insuficientes, son presentadas como el
tercer argumento en su defensa. Tomó pan, un odre de agua se los dio a Agar y le
puso en el hombro al niño. De cierta forma el libra su responsabilidad, ahora ya no es
su problema, se lo quito de sus hombros y los puso en hombros de otra. Las medidas
tomadas, es decir, la expulsión y la entrega de las raciones de pan y agua, garantizan
que no se tenga en drama en el jardín de la casa. La familia patriarcal se ve segura de
no presenciar el grotesco espectáculo que provoca el dolor ajeno. Ahora ya no es más
su asunto. Y efectivamente, su historia de aquí en adelante no tendrá más que ver con
éste, estos personajes, enajenados del tema salen de escena.

Ahora el problema es de Agar. La esclava, utilizada en su momento, ahora es


desechada. Ya no sirve a los propósitos de quienes toman las decisiones. Deambula
por el desierto, porque más problemático que estar en el desierto, es no tener a donde
ir. Errante ve agotar las provisiones y ella, que no esta acostumbrada a hacerlo,
también toma decisiones.

Echa al niño bajo una mata y se aleja. La historia nos presenta el límite del drama
humano. Estar frente a la muerte con la sensación de impotencia apoderándose de
ella. Su dolor la sumió en pasividad frente al futuro, su llanto no se acompaña de nada
más que de lágrimas. No quiero ver morir al niño. Ese parece ser el deseo profundo
de todos los personajes.

Ni Sara, ni Abraham, al igual que Agar quieren verlo morir. A los primeros no tanto por
que les interese que el niño no muera, pues si ha de morir que muera, solo que lejos
de su presencia.

Hasta aquí vemos como motivaciones del actuar de los personajes envidia (ansia de
poder), tristeza y dolor. Lo paradójico de la historia es que tanto la envidia, la tristeza
y el dolor produjeron el mismo efecto, legitimada, cada una, por la propia condición de
quien los experimenta. Todas generan a su modo respuestas que al niño le significan
el fin. Hasta aquí, ninguno de los personajes actúa decididamente en favor del niño.

7
Así Lutero ve en Sara una actitud más receptiva en cuanto a la voluntad de Dios. Ella y no Abraham
percibe la necesidad de proteger la promesa hecha por Dios. Ver la citación de Lucero en VON RAD, op.
Cit., p. 286, nota 37.
Ahora la historia va a cambiar de rumbo. El punto de giro es el llanto, pero no el de
Agar. Es por un llanto anónimo e inaudible para nosotros, para Sara y Abraham y aun
para el narrador. Pero Dios ha escuchado al niño8 allí en el abandono donde este se
encuentra. Solo desde esta escucha del llanto silencioso, se desprenden acciones a
favor del niño.

Dios primero interpela a Agar: ¿qué es lo que te pasa? Hay que reflexionar sobre la
propia situación. ¿Que es lo que nos pasa? Aun, por legítimo que sea el dolor de Agar,
no es posible justificar el no hacer nada que cambie sustancialmente la situación del
niño. La pregunta no espera una respuesta explicita. Agar, particularmente, debe
superar el dolor, para actuar coherentemente.

Como el espanto ante al presente absurdo y el futuro incierto no ayuda, es tiempo de


acción. Mas allá de la realidad presente, existe el deseo profundo el corazón de Dios
en reacción a la supervivencia del niño. Estaríamos tentados a esperar por una acción
de Dios en favor del niño de carácter sobrenatural, pero Dios nos sorprende. El llama
a Agar a tomar medidas: Levantarse, alzar al niño, y tomarle de la mano. La traducción
literal de esto último es ase tu mano fuertemente a el9.

Esta acción implica una actitud a favor de si misma y en solidaridad con el menor. Lo
que está en juego es la protección del menor, pero queda claro que la supervivencia
de Agar esta relacionada con la del niño. O sobreviven ambos o ambos han de morir.

Ahora los ojos de Agar cambian. Ahora ve frente ella una fuente, “queda claro que la
fuente ya se encontraba allí antes; parece como si el narrador evitase hablar de un
milagro extensivo al orden natural y exterior”10. La acción de Dios esta determinada
por la conversión del que sufre para que pueda volverse, no solo agente se su propio
cambio, sino también, elemento de protección y apoyo para quien sufre a su lado.

Conclusiones

Después de este ejercicio, no es difícil leer nuestra realidad. Por esta razón quiero
retomar algunos de los aspectos para que juntos podamos establecer mecanismos
para no caer en las trampas de la auto-justificación de nuestra pasividad.

8
Así el narrador hacer alusión al nombre Ismael, Dios ha escuchado, que no es mencionado
explícitamente.
9
Ver. VON RAD, op. cit., p. 287.
10
ID. Ibid.
1. Detrás del drama humano del no acceso a las mínimas condiciones para la vida,
hemos de reconocer intereses de terceros. Estos intereses pueden estar expresos en
la intencionalidad formal de eliminación del otro, pero también de forma sutil en el no
reconocimiento (y por lo tanto la perpetuación) de la ausencia de dichas condiciones.
Por esto tenemos la obligación de distinguir entre los motivos aparentes y las causas
profundas que establecen los esquemas de exclusión.

2. Es necesario reconocer y reclamar de quienes tienen la capacidad de hacer algo,


para cambiar los actuales esquemas de exclusión. Las ideologías político-religiosas no
pueden encubrir la verdad sobre las acciones que deben ser tomadas.

El temor paralizante en las victimas es una herramienta más en las manos de quienes
detentan el poder. El llano y el sufrimiento es legítimo, no significa que no se deba
llorar. Pero el llanto no debe conducir a la inaccion. Las gragimas no eben nublar
nuestros ojos. Dios escucha a quien llora y esto lo mueve. LO importante en llanto no
son la lagrinmas, sino el dolor. Este es el llanto que Dios oye. ISMAEL. Ios ha
escuchado, por eso no hay que temer. Su escucha es una escucha activa. Así, somo
invitados no solo a verlas lagrimas, de quien llora. A un tiro de arco, el llanto casi no se
escucha. Como desespera el llanto de un niño. Pero Dios nos acerca nos hace oírlo.
Nos pide invita a ver el dolor de quien llora, aun de aquellas victimas que solo lloran en
el silencio, por que su voz es silenciada, o puesta aun tiro de arco, lo suficientemente
lejos para no escucharlos.

3. La acción de Dios se concretiza en las acciones de quienes el protege. Solo, a partir


de la solidaridad seremos capaces de ver condiciones diferentes.

4. En la historia, lo que cambia con la acción de Dios es la actitud frente al dolor. Este
cambio es una conversión, provocada por la palabra de Dios (Rom 10:17) que mueve a
quien la escucha (alguien que sufre también) a acercarse a quien sufre. Esta nueva
actitud permite ver lo que siempre ha estado ahí. Las condiciones de supervivencia no
dependen de condiciones externas a aquell que ya nos ha dado Dios. Es necesario ver
de nuevo, con las ojos enjugados

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