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ELECTIVA DE LA INVESTIGACIÓN

ÉTICA DEL INVESTIGADOR

CARLOS ALBERTO BRUGES SILVA

DOCENTE:
MARTHA LAURA GONZALEZ

INSTITUTO NACIONAL DE FORMACIÓN TECNICA PROFESIONAL


INFOTEP
SAN JUAN DEL CESAR- LA GUAJIRA
2020-1
ÉTICA PROFESIONAL DEL INVESTIGADOR

1. ÉTICA PROFESIONAL

La ética profesional hace referencia al conjunto de normas y valores que hacen y


mejoran al desarrollo de las actividades profesionales. Es la encargada de
determinar las pautas éticas del desarrollo laboral mediante valores universales
que poseen los seres humanos. Aunque ésta se centre en estos valores, se
especifica más en el uso de ellos dentro de un entorno plenamente laboral.

La ética laboral es fundamental en cualquier persona que desee trabajar, ya que


ésta implica la práctica de valores como la responsabilidad, puntualidad, estudio,
constancia, carácter, concentración, formación, discreción, entre otras.

Suelen aparecer conflictos cuando existen discrepancias entre la ética profesional


y la ética personal. En esos casos, las personas deben tomar medidas, como la
objeción de conciencia, si se cree que no se está actuando correctamente.

1.1. ¿PARA QUÉ SIRVE LA ÉTICA PROFESIONAL?

La ética profesional debería verse plasmada en un código y así prevenir errores.


Se supone que la ética profesional también determina cómo debe actuar un
profesional en una situación determinada. En un sentido más bien estricto,
podríamos solo señalar las carreras que son de nivel universitario o superior, pero
también deben considerarse los oficios y cualquier otro trabajo permanente.

Esto se debe a que el profesional enfrenta diariamente diferentes situaciones, y la


ética profesional debería verse plasmada en un código de ética profesional para
prevenir errores, cada colegio de profesionales debería contar con uno que deje
en claro qué está bien y qué no, tanto moral como éticamente.

1.2. TIPOS DE ÉTICAS PROFESIONALES


o Ética profesional del abogado. Siempre son importantes lo valores para
cada profesión, pero específicamente en la abogacía se ponen en práctica
aquellos que son fundamentales, como por ejemplo, la justicia, la
honestidad, la lealtad, la diligencia y el secreto profesional.

o Ética profesional de un docente. Para todos los docentes es de suma


importancia desarrollar principios éticos, no solo para ellos mismos, sino
que son ellos los que poseen una gran responsabilidad social con lo demás.
Su tarea es llevar a cabo de la mejor manera posible sus actividades diarias
laborales.

o Ética profesional de un psicólogo. Estos profesionales cuentan con sus


propios códigos éticos ante el manejo de su trabajo. Algunos aspectos
propios de su trabajo son la confidencialidad, responsabilidad
y honestidad entre ambas partes, es decir, profesional-paciente.

o Ética profesional de un administrador. Al igual que en la profesión


nombrada anteriormente, en la administración de empresas también existen
códigos que están considerados dentro de un marco ético. La lealtad,
legalidad, diligencia y honestidad son los valores éticos fundamentales para
realizar estos trabajos.

La responsabilidad es una parte esencial cuando hablamos de ética


profesional, sin ella no seríamos capaces de establecer nuestras propias metas,
tanto laborales como profesionales. Cuando sabemos que debemos actuar bajo la
responsabilidad, se ponen en juego la voluntad de uno mismo y la libertad. La
responsabilidad hará que cada persona pueda realizar de forma justa y profesional
todo su trabajo.

La ética es considerada como una ciencia encargada de estudiar los


comportamientos de los seres humanos bajo normas que debe haber en una
convivencia en sociedad. De esta forma se aplica al ámbito profesional de un
individuo, ya que se trata de las decisiones que se toman de forma totalmente
consciente y voluntaria. Por esto mismo, no son considerados éticos aquellos
comportamientos involuntarios, es decir, que no sucedieron bajo el propio
consentimiento.
1.3. CARACTERÍSTICAS DEL PROFESIONAL

Una profesión es aquella actividad que se elige de forma personal y se ofrece ante


los demás para su beneficio y para el beneficio propio también. Pero las
condiciones para realizar esas actividades son diversas, y la principal es aplicar la
ética profesional que debe de tener a la hora de ejercer cada profesión.

El sentido estricto de la palabra profesión hace referencia solo a las carreras


universitarias, pero también se puede hablar de los oficios, ya que ellos son
una vocación que también estará al servicio de otras personas.

Es el deber de todos los trabajadores aplicar la ética profesional en cada actividad


que esté a su alcance, ya que ésta posee un conjunto de normas que hará de ese
trabajo algo digno, además de probar su lealtad, honestidad y todo tipo de
bien moral que sea necesario para el presente y futuro, tanto del propio
profesional como de sus compañeros y personas a la que se les brindará el
servicio.

Un individuo podrá establecer su ética profesional mediante dos puntos


fundamentales, ellos son:

 Valores individuales: Como nombramos anteriormente, los valores


individuales son todos aquellos que posee una persona a través de sus
vivencias, experiencias y su propia voluntad.
 Código oficial de ética: Este tipo de código rige el comportamiento ético de
un profesional.

2. LA ÉTICA EN LAS EMPRESAS

La ética profesional proviene del concepto de ética empresarial, la cual establece


cómo deberían ser las condiciones en las que un ser humano se relacione con su
entorno. Es importante que el profesional ofrezca un servicio justo y que realice
una buena labor, es lo que corresponde y que resulta bien para los clientes.

La ética empresarial tiene tres ramas:

o Economicismo limitado. Tiene como objetivo maximizar los beneficios


pero respetando las normas legales.
o Dualismo racionalista. Busca los beneficios pero respetando los
principios que establece alguna teoría ética racionalista.
o Realismo moderado. Entiende que el ser humano puede identificar las
necesidades de su entorno y establecer una relación equitativa con este
medio.

La ética no implica coacción, es decir que está libre castigos físicos, sanciones o
multas como los de la sociedad, por ejemplo el que tendría robar un auto. Lo que
sí implican los actos ética y moralmente incorrectos es la responsabilidad.

Las personas deben ser responsables sobre sus propios actos, dado que cada
uno de nosotros siempre actúa con libertad, voluntad e inteligencia, no de manera
forzada. También tienen que ver la libertad y la voluntad con la elección de una
carrera, por lo tanto la persona humana debe ser respetuosa de las obligaciones
y derechos que esa profesión conlleva.

Asimismo, los derechos también son importantes en la ética profesional, ya que si


un profesional sostiene que hay algo que no responde a lo que él considera
correcto en su pensamiento ético, no debería estar bajo ninguna circunstancia
obligado a hacerlo.

Por ejemplo, hablemos de los abogados: sabemos que en un juicio todas las


partes involucradas deben contar con un abogado defensor, pero ¿qué pasa si un
abogado es asignado y él no desea representar a una persona porque sabe que
es un caso indefendible o porque defenderlo va en contra de sus principios?

Nadie debería poder obligarlo a defender ese caso, aunque sin lugar a dudas
habrá alguien que haga a un lado su pensamiento ético y actúe en pos de algo
que para esa persona tiene mucho más peso, en este caso la paga que se recibirá
por el trabajo. Esto ocurre en muchos casos. Otro ejemplo que podemos citar son
aquellas industrias que para realizar su trabajo deben comprometer al medio
ambiente y lo hacen sin titubear ni cuestionarse la ética o la moral.
3. LA ÉTICA DEL INVESTIGADOR FRENTE A LA PRODUCCIÓN DEL
CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

3.1. LA ÉTICA DEL INVESTIGADOR

Bien se sabe que el conocimiento no es neutro. La investigación científica de la


que surge tampoco lo es. Menos aún, el sujeto o los sujetos que le dan origen a tal
actividad y proceso. Aquella tesis de la neutralidad valorativa, ha quedado en el
pasado por su función ideológica interesada. La presunción de que el
conocimiento pueda ser algo totalmente objetivo, donde la influencia del sujeto en
el objeto es nulo, precaria, o inexistente, está completamente superada. La
actuación humana es la que impregna de sentido la construcción racional de la
realidad. Sin esta acción sería casi imposible una valoración ética sobre los fines
de las acciones y su comportamiento intencional (Delgado Ocando, 2000).
Efectivamente toda investigación es una especie de vector sobre la realidad:
origen y retorno sobre ella y el sujeto. Esta correlación permite considerar a la
investigación científica en un sentido pragmático, como parte de la vida y en
cuanto tal, como algo que puede influir y determinar normas y conductas de los
investigadores. Debemos concebir la investigación como un proceso dirigido a la
producción del conocimiento y su difusión, pero en el marco de un compromiso
ético que garantice la credibilidad de ese conocimiento y su aplicación
humanitaria. El investigador es uno de los principales responsable de la
producción del conocimiento ante la sociedad, de manera que él mismo debe darle
un sentido ético a la finalidad y los objetivos de la ciencia. La ética del investigador
no puede ser, socialmente hablando, independiente de la verdad y la utilidad del
conocimiento. La investigación y sus resultados, quedan envueltos por la cultura y
los valores del investigador. La conducta del investigador forma parte de un
sistema de valores compartidos. De alguna manera su personalidad queda
representada en su voluntad ética, y ella termina siendo reconocida por la
comunidad científica y la misma sociedad como equivalente de lo justo, equitativo
y honesto de su compromiso con la verdad. El conocimiento verdadero será el
propósito central del investigador, debe lograrlo a partir de una correcta concreción
entre su conducta personal y su ideología investigativa, que no debe tergiversar y
falsear el conocimiento final de su trabajo, menos pasar como original resultados
de otros colegas investigadores.

3.2. INCUMPLIMIENTOS ÉTICOS DEL INVESTIGADOR Y SUS


REPERCUSIONES

La importancia de la reflexión de Cortina (1998), con respecto a la ética aplicada y


cívica, tan sucintamente expuesta, nos da la oportunidad de reflexionar sobre
algunos de los problemas propios de la “ética del investigador” cuando ésta no es
cumplida cabalmente, y su consecuente conflicto desde el punto de vista de los
“derechos de autor”, cuando son éstos lo que terminan siendo afectados por una
expresa falta de ética. Las faltas éticas son faltas que se comenten en el ámbito
de la moralidad pública, cívica. En ese sentido estás faltas pueden ser objeto de
discusión y crítica por parte de un individuo, comunidad o sociedad que se sientan
afectadas por ellas. Se incumple lo que debe ser y en este incumplimiento se
transgreden ciertos valores que han sido normados universalmente, con la
finalidad de garantizar el bien, la justicia, la verdad, la honestidad, la fidelidad, la
solidaridad -entre otros valores-, a quienes los ejercen de común acuerdo. Existe
de manera implícita y explícita un derecho a deber ser, que un individuo o
colectivo asumen como código de conducta que honra y ennoblece. La
convivencia de la comunidad o de la sociedad queda garantizada porque la
finalidad de uno es la de los otros y viceversa. De este modo el valor de
solidaridad con el que se comparte un valor-ideal no debe ser quebrantado por el
interés egoísta de alguien. Eso supondría desaprobar tal conducta por ser
contraria a los fines de todos.

3.2.1. Una ética aplicada al campo de la investigación. Cuando se habla


de la ética del investigador, que debemos entender, según lo explica
Cortina (1998), como una ética aplicada, estamos hablando de unos
principios de legitimación, representación e identificación de una forma
particular y original de actuar, producir y difundir el conocimiento
científico y humanístico, en el ámbito de una comunidad intelectual que
se confiesa respetuosa de la libertad creadora del otro, de su
originalidad y autenticidad reflexiva y discursiva. Queremos decir que
estamos en presencia de un individuo o colectivo humano que se ha
preparado y formado dentro de los más exigentes requisitos
metodológicos y epistemológicos de su área de especialización, dentro
de sus respectivas normas y valores éticos. Sea por ejemplo, los del
médico para quien el logro de la salud del enfermo es el bien final, o los
del abogado para quien ese bien final está en la práctica de la justicia.
De ninguna manera podría considerarse el usufructo de la profesión
como medio para alcanzar ese fin. Pero esta disposición a cumplir con
las normas o los valores éticos, no es una disposición natural y
espontánea del investigador, sino que resulta de una compleja trama de
relaciones sociales que termina por definir un perfil, una actitud, un
modo de ser, de razonar los problemas y tomar las decisiones de
acuerdo a valores. Entonces, todo desempeño social incluye el
desempeño de la profesión en relación con el entorno de esos valores
que se han adquirido y que están implícitos en el cumplimiento moral y
ético de la disciplina en la que se desarrolla el conocimiento. Un estadio
no excluye al otro, ambos son coexistenciales. La línea divisoria entre el
conocimiento científico y la ética, es completamente imaginaria. No se
puede prescindir de la ética en la construcción del conocimiento, lo
contrario supone, como sabemos, una mutación en el orden del saber
que acentuaría, todavía más, la tendencia desmoralizadora del
conocimiento humano por parte de la razón técnica, y que está tan bien
caracterizada por Habermas (1973) en sus estudios
Sobre la sociedad capitalista avanzada. Pues bien, la ética del
investigador debe estar soportada por una voluntad de actuar siempre
con la verdad y la honestidad, en plena correspondencia con la
comunidad científica a la que pertenece y a su contexto social. Una ética
en la que el respeto a la autonomía de los interlocutores debe partir del
respeto a sí mismo, así como de la confianza y tolerancia de la que
debemos valernos para conciliar los diversos puntos de vistas y evitar
las predisposiciones alevosas y personalistas. Considera Cortina (1998)
que la ética aplicada debe basarse cada vez más en la estructura
dialógica de la racionalidad, a fin de abrirse de un modo más pleno a la
deliberación, ya que “no se puede decidir qué normas son morales si no
es a través de un diálogo que se celebre entre todos los afectados por
ellas y que llegue a la convicción por parte de todos de que las normas
son correctas” (Cortina, 1998: 31). Esto hace posible que la valoración
del contenido de la norma básica exprese efectivamente, no el interés
particular, sino el interés generalizable de todos aquellos que se siente
representados en la aplicación de la norma, a fin de evitar los conflictos.

4. LA PÉRDIDA DEL SENTIDO ÉTICO EN EL CAMPO DE LA


INVESTIGACIÓN:

Nos desenvolvemos en una sociedad en la que la competitividad y la usura, el


tráfico de influencias y la corrupción a todos los niveles, incluso los más
inimaginables, están coordinados cada vez más por el fraude, la estafa, el robo, el
hurto, el plagio, la publicidad engañosa, la violencia de todo género, etc., a cuya
influencia tampoco escapan los miembros de las comunidades científicas y
académicas, generadoras por excelencia de la cultura, las artes y el conocimiento.
Hoy en día los resultados de la investigación científica, se encuentran
amenazados por la Babel de la inmoralidad. En más de una oportunidad se ha
venido constatando en nuestras comunidades científicas, aunque todavía resulten
ser excepciones, conductas deshonestas y/o delictivas por parte de algunos
investigadores, en relación con la producción y divulgación de conocimiento. Algo
que es realmente lamentable, si se entiende que es en estos particulares y hasta
elitescos lugares del saber, donde deberían estar atrincherados los profesionales
del bien pensar y del bien actuar. Y este es uno de los puntos álgidos que merece
nuestra atención en esta oportunidad. Es el caso cuando el investigador falta a su
ética, como suele decirse. Cuando su conducta deshonesta, sea por interés
individual, adhesión política, rencilla personal, mediocridad intelectual, desafía
abiertamente el êthos propio de su actividad profesional, infligiendo un grave mal a
la comunidad de investigadores en la que se encuentra. Ejemplos de esta realidad
pueden ir desde la paráfrasis de una simple idea que se toma de otro autor,
escamoteamiento o manipulación de una referencia bibliográfica, hasta el plagio
parcial o total de un texto; desde hacer caso omiso a las normas de presentación
de un artículo, por ejemplo, la que prohíbe presentar el mismo artículo
simultáneamente a dos revistas, hasta la reposición de artículos que con simples
retoques se encubre su fecha de vencimiento; desde el pago económico por la
realización de trabajos de grado, hasta la coacción o intimidación personal a un
miembro de jurado para que falle o consienta a favor de alguien, etc. Son muchos
los casos y situaciones que pudieran mencionarse, lo que nos hace suponer que
la ética de algunos investigadores está fuertemente resquebrajada en sus fines,
hábitos, metas, valores, carácter, como lo señala Cortina (1998). El perjuicio que
esta actitud inmoral causa a la academia científica y humanística de una
universidad, es suficiente para que se denuncie el agravio que se comete contra la
comunidad de investigadores, y aplicar aquellas sanciones disciplinarias instituidas
por los reglamentos y las leyes universitarias -a veces civiles- creadas para tal
efecto, con el objeto de “remoralizar” nuestras instituciones en su nivel práctico; es
decir, recuperar el sentido que portan los valores de la actividad que nos es propia
–investigación y docencia. Es necesario reflexionar seriamente sobre la mejor
manera de lograr el desarrollo de los bienes internos y externos que corresponden
a esa actividad, e igualmente los medios adecuados para actuar en esa dirección
(Cortina, 1998: 24). El reconocimiento y aceptación del status ético de la
investigación, como de la docencia, debe ser entendido como algo más que un
código de normas que deben respetarse a priori por un individuo o grupo de
individuos. Es algo más complejo. El status ético de la investigación depende de la
ética de los investigadores; es decir, de su desenvolvimiento moral para tratar con
transparencia los diversos asuntos que conciernen a la creación y difusión de los
conocimientos. Igualmente, del perfil con el que se debe valorar la misión científica
que la universidad desea proyectar en la sociedad. De alguna manera esta
simbiosis entre los investigadores, los procesos investigativos y la ética
académica, termina por galvanizar la moralidad privada y pública del investigador,
siendo capaz de comprometer sus actos y su voluntad en la realización de unos
valores que determinan la orientación práctica del conocimiento en función del
bien, la justicia, la felicidad y la prudencia.
BIBLIOGRAFÍA.

o MÁRQUEZ FERNÁNDEZ, Álvaro. La ética del investigador frente a la


producción y difusión del conocimiento científico. En: Revista Venezolana
de Gerencia. Vol.; 6. núm. 16, (Oct-Dic. 2001) p. 632-650. Disponible en:
https://www.redalyc.org/pdf/290/29061608.pdf

o RAFFINO, María. Ética profesional. [En línea]. (04 de abril de 2020).


Disponible en: https://concepto.de/etica-profesional/

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