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La théorie est conduite par nécessité interne a sai­


sir non seulement le systeme linguistique dans son
schéma et dans son usage pris dans leur totalité comme
dans leurs détails, mais aussi l'homme et la société hu­
maine présents dans le langage et, a travers luí, a accé­
der au domaine du savoir humain dans son entier.

LOUIS HJELMSLEV

... els mots s6n només per a entendre'ns i no per a


[entendre'ls:
s6n el comen~ament, just un senyal del sentit.

CARLES RIBA
Primera edición en BIBLIOTECA DE BOLSILLO: septiembre de 2008

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2008. - BROSMAC, Polígono Industrial 1, calle C, Móstoles (Madrid)

ESTA EDICIÓN

Después de tanto tiempo de su primera edición, el autor


de este libro tuvo una extraña sensación, un cierto te­
mor, al comenzar a releerlo con mirada crítica; como
si fuera algo que ya nada tiene que ver con él: Un puen­
te que va de la oralidad cálida del pensamiento, de los
latidos concretos del tiempo donde fluye, a los sur­
cos de la escritura que nos lo alejan. Es explicable este
temor si queremos mirar esa escritura con la objetivi­
dad de una obra que, en cierto sentido ya no es nues­
tra. Pero esa es, en el fondo, una pretensión imposible
porque, como se dice más adelante, un libro es un espe­
jo donde el autor se reconoce siempre a sí mismo. Ese
reconocimiento se debe, tal vez, a que los libros nos
leen también: Son espejos porque nos vemos en ellos y
tienen, además, el maravilloso poder de leemos cuando
los leemos, de mirarnos, cuando los miramos. Han
sostenido, en los surcos de sus líneas, el palpitar del
tiempo, y por ello nos miran, nos recuerdan, nos esti­
mulan y hasta nos entienden. Las palabras escritas son
espejos; pero también luces que iluminan si sabemos
intuir el espacio iluminado, si sabemos movemos, re­
conocernos, en él.
En el prólogo a la cuarta edición, se había aludido
al hecho de qu~ los problemas planteados en él seguían
6 ESTA EDICIÓ N ESTA EDICIÓ N 7

vivos; pero desde comie nzos del nuevo siglo, como he to de la existen cia, podría conve rtirse en «una hueste
podido compr obar en esta nueva lectura , sus plante a­ en movim iento de metáfo ras, meton imias, antrop omor­
miento s han confir mado que más allá del domin io fi­ fismos , en resum idas cuenta s, una suma de relacio nes
losófic o alcanz an, sin preten derlo concre tamen te, un human as que han sido realza das, extrap oladas ... y que
cierto espaci o históri co, casi biográ fico, en el que alien­ despué s de un prolon gado uso, un pueblo consid era
ta todo lo que pensam os y sentim os. Esta compr oba­ firmes , canón icas, vincul antes. Las verdad es -sus pa­
ción me ha dejado no sé si satisfe cho; pero, al menos labras -, son ilusion es de las que se ha olvida do que lo
tranqu ilo. son; metáfo ras gastad as ... moned as que han perdid o
Desde hace una decen a de años se han agudiz ado su troque lado, y que no son ya moned as, sino simple y
alguna s de las cuesti ones que se expon en en estas pá­ aplast ado metal» . y esto lo decía, porqu e su rig~rosa
ginas. Segur o que la mínim a satisfa cción del autor, forma ción de filólogo clásico , le había hecho descu­
al enfren tarse con sus propio s textos se debe, en este brir el latido, el palpit ar de las palabr as, en su lucha
caso, a que todo aquell o que tiene que ver con el len­ por entend er lo que nos dicen, para qué nos sirven , y
guaje nos lleva siemp re a las estruc turas esenci ales, qué podem os hacer o deshac er con ellas.
sustan ciales , de los seres human os. Esa posibi lidad En el último capítu lo de este libro, en el que se ana­
de comun icació n, de intelig encia, de interp retació n, y liza una forma de racion alidad como la cartes iana, se
tambié n de oscure cimien to y manip ulació n, sigue sien­ recoge el texto en el que Derca rtes afirma que aquell o
do, como en la época de los sofista s, «el tema de nues­ que verdad erame nte nos perten ece, aquell o que está
tro tiempo ». Porqu e nunca han tenido los seres huma­ en nuestr o poder, son nuestr os pensam ientos . Pero los
nos tantas facilid ades para comun icarse y entend erse pensam ientos se deterio ran cuand o no es la intelig en­
como hoy y, sin embar go, podría n, a pesar del ruido cia y la pasión por entend er lo que nos mueve. Un con­
mediá tico, estar instala dos en el inmen so desier to del glome rado inform e de interes es, de miseri as, de ofus­
silenci o y de la desme moria. camie ntos y cegue ras encha rcan el río, el fluir de la
Precis ament e esas múltip les vías, esos medio s tan vida human a. Pensa r sobre el lengua je que guard a y
sorpre ndente s y podero sos para hacer fluir las pala­ alumb ra nuestr os pensam ientos , ya que estos son lo
bras, nos dejan, mucha s veces, sin saber lo que que­ que realme nte nos sostien e y constr uye nuestr a hu­
remos decir con ellas. Porqu e podría ocurri r que hu­ manid ad, es una tarea de presen te y una posibi lidad
biéram os perdid o la volunt ad de decir algo, la pasión de futuro . Me gustar ía que este libro pudies e servir
por entend er, y el gozo de enriqu ecer e interp retar lo un poco a esta empre sa, a esta necesa ria casi urgent e
que entend emos. Un pasaje famos o de Nietzs che, en aventu ra.
su peque ño escrito «sobre verdad y mentir a en sentid o
extram oral», nos advier te de que la verdad , fundam en­
PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN

Va camino de los treinta años la publicación de la


primera edición de este libro. Treinta años no son mu­
chos para una pequeña obra filosófica, sobre todo si se
tiene en cuenta que, a pesar de tantas crisis, y aunque
pudiéramos pensar que han envejecido, los libros de
los grandes filósofos, escritos hace siglos, siguen toda­
vía en cartel. Por supuesto no se trata de una compa­
ración. No pretendo insinuar, ni siquiera a distancia
infinita, que estas páginas puedan acogerse a tan "exce­
lentes ejemplos de inmortalidad filosófica como la que
desde Platón hasta Nietzsche, por ejemplo, conocemos.
Pero, tal vez, esos treinta años sirvan para contemplar
cómo un libro que sostiene, cautelosamente, unas
determinadas tesis, ha visto confirmadas sus propues­
tas con una cierta rotundidad. Y no porque su autor
posea don profético alguno, sino porque ese concepto,
"tan romántico, de Zeitgeist, de espíritu del tiempo, por
así decirlo, se ha manifestado también en el nuestro.
Por muy modesta que sea una propuesta filosófica, si
no anda muy descaminada, alcanza siempre ese ca­
mino real donde conducen todos los senderos del pen­
samiento, por más que, a ratos, en lugar de desbro­
zarlo lo enmarañamos.
Corren, según se dice, malos tiempos para la filoso­
fía y el famoso Zeitgeist sopla con menos fuerza, y si lo
hace apenas alcanza a mover una hoja. Parece, pues,
10 PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN 11

que las tempestades de ideas andan desalentadas y em­ Desde él se han levantado la mayoría de sus obras. Se­
piezan a esfumarse ante el horizonte de otras tempes­ mejante construcción, que ha adquirido la forma de
tades, confiemos en que no de acero, movidas por algo los distintos lenguajes que, sobre el natural, configu­
que; ya nada tiene que ver con la mente y con sus deli­ raba el espacio de la cultura, ha dejado ver las tenden­
cados productos. cias del existir humano y, al par, ha colaborado a la
Pero volviendo a Filosofía y lenguaje, es verdad que permanencia y progreso de la vida social.
la revolución lingüística de nuestro siglo, que tan rigu­ El lenguaje es, pues, vehículo de transmisión y me­
rosamente ha marcado no sólo a la teoría del lenguaje dio donde se produce la interpretación de nuestra ex­
sino a la filosoffa misma, deja ver un claro horizonte periencia. La reflexión filosófica sobre el lenguaje, y el
de preocupaciones muy fecundas para el pensamiento. engarce que la consciencia lingüística tiene con el de­
Impulsado por tal giro lingüístico, por la necesidad de sarrollo mental de la especie, ofrece una perspectiva
ampliar el espacio de las formalizaciones que han lle­ insustituible para analizar las obras del hombre y el
vado a la lógica a un sin igual desarrollo, y por las camino más firme para realizarlas.
aportaciones de la filosofía analítica, parecía que los Ellogos, como espacio e instrumento de comunica­
problemas de la filosofía del lenguaje sólo podían plan­ ción y como ámbito teórico donde la memoria con­
tearse en eSe marco. Pero el tiempo, no sé bien si bajo serva una parte importante del tiempo del hombre, se
la tormentosa apariencia de Zeitgeist, nos enseña que fue construyendo, como decía, sobre esa experiencia
hay que mirar a un espacio más dilatado y descubrir, del mundo, mediada por los sentidos y sedimentada en
en él, el viejo horizonte en el que alumbraron los pri­ la mente. Pero la fuente casi exclusiva de información
meros análisis sobre ellogos. fue la realidad del vivir y, a partir de ella, la conscien­
Estos análisis estuvieron sostenidos por una idea cia de que la apariencia fenoménica del mundo, su ser
fundamental y que siempre, aunque no expresamente, percibido exigía continuamente una proyección hacia
ha alimentado cualquier intento de interpretar el su ser entendido y, en definitiva, hacia el mundo obje­
mundo y comunicar los resultados de esa interpreta­ tivo cuyo ser sólo se sustenta en la presencia enigmá­
ción. La filosofía y la ciencia fueron, en principio, dos tica, masiva y corporal de su estar.
formas de lenguaje que pretendían transmitir tales ex­ Un libro es como un espejo donde, a pesar de las
periencias. La mente que creaba formas de comunica­ fluctuaciones de la historia y de las perspectivas de la
ción intuyó, tal vez, que esos saberes, por muy alejados propia vida, cada autor se reCOnoce a sí mismo e in­
que pudieran parecer del inmediato mundo de la vida, cluso conoce esos otros motivos, posiblemente extra­
enraizaban en él. Nada que fuese producto del trabajo lingüísticas, que determinaron su particular manera de
y de la praxis podía tener otro origen que no radicase articular; en la escritura, su personal lenguaje.
en la afirmación de la vida y de los intereses de los En un mundo como el nuestro, donde el verdadera­
hombres. El lenguaje como resultado de una larga ela­ mente asombroso imperio de la comunicación que ha
boración desde la experiencia fue, sin duda, el suelo llegado a construir un ser sin su estar, a través de las
sobre el que se edificó la parte esencial de la cultura. simples, puras imágenes que, la mayoría de las veces,
12 PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN 13

lo representan, el cultivo del lenguaje y la continua re­ la plenitud del tiempo, la persistencia del ser, al domi­
flexión sobre él, constituyen una tarea primordial. No nio de la pura sucesión de irrealidad, de instantes, pa­
sólo porque una reducción del mundo a esas imáge­ radójicamente, sin tiempo. Esos <<lluevas» instantes
nes, frecuentemente manipuladas ideológicamente y despiertan sin duda el aliento de cada presente, bajo su
tras de las que no existe realidad alguna, convierten al acuciante mascarada, y convierten a la vida humana
espectador en un personaje tan irreal y sin sustancia en solitaria, inconexa, presencialidad irreal.
como las visiones entre las que se desliza sino, sobre Hoy que se habla de «autopistas de la información»
todo, porque sin la presencia del lenguaje y de su mun­ -expresión por otra parte terrible, si pensamos en lo
do especulativo, queda privado del instrumento más que puede llegar a significar- se precisa un pensa­
importante para su afirmación y, por supuesto, para miento que aprenda a analizar y juzgar el contenido
su siempre lento, problemático, pero imprescindible que sobre tan veloces medios se desliza. Porque podría
progreso moral. ocurrir que tan vertiginosa carrera de noticias estu­
Esos años transcurridos, desde la primera edición viese trazada entre los lugares de la nada, entre espa­
de este libro, dejan ver, en la historia personal del au­ cios vacíos donde la mente puede volver a su espeso,
tor; algunos de los temas que entonces y hoy ~iguen originario, conglomerado de instintos.
siendo objeto de ocupación intelectual: la memoria, el Naturalmente que las páginas que siguen no tratan
universo especulativo que anida en el lenguaje, la es­ de proponer remedios para algo que requiere un conti­
tructura de una subjetividad que se hace en la historia nuado y creciente estudio y que, esperemos, va a ser
y que puede ser estimulada y alentada por las institu­ tema de preocupación en el futuro desarrollo de la in­
ciones de la sociedad en la que le ha tocado vivir, la teligencia humana; pero entre sus líneas creo percibir
responsabilidad de cada sujeto en la lengua matriz que, un espíritu que sigue vivo en las ilusiones de su autor.
sobre la lengua materna, es capaz de construir los ele­ Ese espíritu parece confirmar que el aire del pensa­
mentos que movilizan su personal habla y, en nuestro miento es, efectivamente, el lenguaje, y que el ritmo
caso, el discurso filosófico. pausado de las palabras y el espejo interior en el que
Crece el interés por perfeccionar el sistema de las se miran y reconocen, es una construcción que nada
comunicaciones humanas. Percibimos que el poder tiene que ver con el flujo precipitado con que noticias
sobre el mundo y sobre los hombres consistirá, como y mensajes nos agobian. Los latidos del corazón' mar­
casi siempre, en la capacidad de entrar en su mente, y carán siempre el acompasado medir del tiempo hu­
en su posibilidad de juzgar, entender y descubrir. y ve­ mano, y es desde él desde donde se han levantado las
mos, también, que el etéreo imperio de las imágenes y palabras.
el instantáneo agobio de la información acrecienta ese EMILIO LLEDÓ
poder.
Precisamente por ello, la memoria colectiva ofrece 1995
más que nunca otra forma de visibilidad, de apertura:
la de contraponer la experiencia de lo que hemos sido,
PRÓLOGO

Los trabajos reunidos en este volumen han ido sur­


giendo como reflexiones en torno a una historia de la
filosofía del lenguaje. Esta historia se proyectó, en un
principio, como un estudio amplio que abarcase desde
los presocráticos hasta la filosofía de nuestro tiempo.
El interés de tan largo recorrido no obedecía, sin em­
bargo, a un mero afán erudito por cubrir esta incom­
prensible laguna en el campo de la investigación filo­
sófica, sino que más bien pretendía romper con una
tradición historiográfica que nos ha entregado la evo­
lución del pensamiento como algo desgajado del len­
guaje en el que se forma y de la sociedad de la que se
alimenta.
El positivismo lógico ha intentado mostrar, con in­
dependencia de cualquier estudio diacrónico, los fe­
cundos resultados de un tajante planteamiento formal
en estas cuestiones; y la filosofía analítica, por su
parte, ha sacado partido también de apretar al máximo
el sentido de una proposición, para evitar que el len­
guaje se derrame, absurdamente, más allá de los lími­
tes de sus propias posibilidades.
El resultado de todo este esfuerzo ha originado en
el pensamiento contemporáneo una complicada retí­
cula de términos y problemas, necesaria en parte para
situar el frente de los nuevos planteamientos. Hablar
hoy de filosofía del lenguaje quiere decir alzarse al ni­
PRÓLOGO 17
16 PRÓLOGO
pero el hecho de que esta afirmación pueda ser cierta
ve! de esas discusiones, más o menos especializadas, y
prueba que ese lenguaje, en cuanto signo y comunica­
moverse por los hilos de esa trama, para ver los que de
ción, es utilizado por alguien y para alguien. Esta uti­
ellos pueden seguirse, y los que nos llevan a un espacio
lización es un ingrediente previo a toda formulación
vacío.
lingüística y una clave imprescindible para alcanzar la
Sin embargo, el presente libro no pretende entrar
total inteligibilidad de una proposición filosófica.
en las discusiones técnicas sobre el intrincado sistema
El lenguaje solidifica de cierta ~anera las experien­
conceptual de la lógica, la analítica o la semántica mo­
cias humanas, pero son éstas las que crean, orientan y
derna, sino buscar una apertura, a través de ellas, para
determinan al lenguaje. Detrás de todos los sistemas
conectar de nuevo con lo que es el fundamento de toda
conceptuales, tal como han llegado hasta nosotros, po­
significación y de todo lenguaje: la relación entre hom­
demos descubrir siempre el horizonte real de la natu­
bre y mundo, entre individuo y sociedad.
raleza y de la historia. Incluso, en el momento actual,
Se trata, pues, de trazar, en torno a los problemas
las motivaciones de nuestras preferencias y de nuestras
filosóficos, los límites dentro de los cuales puede em­
posibles seguridades teóricas, arrancan de una estruc­
pezar a construirse, con holgura, una teoría completa
tura general en la que estamos insertos y que presta el
de la significación filosófica. Lo cual no quiere decir
último y definitivo sentido a nuestras obras y a nues­
que el nivel alcanzado en nuestros días no sea funda­
tro pensamiento. La lucha por esta integridad herme­
mental para llegar a perspectivas más dilatadas; pero,
néutica y por mantener despierta, en el seno de la his­
a veces, eS conveniente hacer un alto en e! camino y,
toria, una conciencia crítica que asuma y explique to­
aun a riesgo de volver a un grado de complejidad que das sus manifestaciones, es la única y verdadera
parece haber sido definitivamente abandonado, llamar
garantía de progreso. El pasado y el presente filosófico
la atención sobre algunas de las cuestiones que plantea
quedan, así, cobijados en el contexto exclusivo, dentro
ese discutible abandono. del cual lo que nos dicen es algo y sirve par('l algo. El
Parece evidente que el pensamiento filosófico se
tema del lenguaje y el pensamiento adquiere entonces
desplaza, cada vez más, hacia el lado del lenguaje, y es
su auténtica dimensión humana, que no es otra que su
posible que esta propensión, cuando alcance su mo­
dimensión real, en la que se expresa plenamente la voz
mento de saturación máxima, nos permita ver con cla­
de la historia, y nuestro diálogo con el presente.
ridad que, fuera de la estructura lingüística, no queda
nada que podamos, coherentemente, llamar «problema·
filosófico».
Pero, efectivamente, esta reducción de plantea­
mientos, que facilita cualquier tipo de reflexión, no
debe llevarnos a pensar que, aunque el «problema filo­
sófico» quede circunscrito plenamente en la órbita de
su expresión, carezca de sentido buscar en otro domi­
nio su origen y justificación. La filosofía es lenguaje;
CAPíTULO 1
FILOSOFÍA DEL LENGUAJE

COMO HISTORIA DE LA FILOSOFÍA *

La lingüística y la lógica han llevado hoy los pro­


blemas del lenguaje, desde el punto de vista formal, a
un particular estadio de desarrollo. Esto ha sido causa
de que ambas disciplinas se hayan desgajado de un pri­
mitivo tronco y hayan alcanzado una total indepen­
dencia. En el momento, sin embargo, en que una cien­
cia o un ámbito científico determinado se constituye
como tal, parece que pierde sus raíces, a medida que
va configurando su estructura abstracta. Ésta es la ra­
zón por la que la ciencia que ha conseguido un alto
grado de formalización comienza a funcionar, desde
ese mismo nivel, con eficacia suficiente como para no
necesitar recurso alguno a un estadio primitivo y fun­
damentador.
La autonomía lograda por las ciencias, debido sin
duda a esa formalización, no es un proceso uniforme,
sino que, como ya Aristóteles había señalado,! sigue un

* Publicado en lenguaje y ¡¡losof{a, Novena Semana Española de Filo­


sof{a, Madrid, e.S.Le., 1969.
1. Aristóteles, Metafisica, 1064 b 2-15. Véase también Metafisica, 1061·
a 28 ss.; 1029 a 10-15; 1036 b 32 ss.; 1077 b ss. De anima, 431 b 15 ss.
20 flLOSOF1A y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSOFíA 21

orden lógico-ontológico, basado en las diferencias for­ mino de la lógica: «Lo más curioso todavía es que,
males que descubre en el objeto en cuestión. Si hay, en hasta ahora, no ha podido dar un paso hacia adelante,
consecuencia, tipos de saber, como la matemática, que y, en principio, parece cerrada y concluida.» Una im­
no necesitan recurrir a niveles distintos, por ejemplo, a plícita perspectiva histórica está aludida en esta for­
la experimentación, hay ciencias, por el contrario, mulación kantiana, a la que han pretendido responder
como la física, cuya «recurrencia» a otros niveles cons­ indirectamente Prantl,5 Scholz,6 Bochenski,7 Kneale. 8
tituye una condición imprescindible para la funda­ Estos esfuerzos que representan, con distinta for­
mentación del propio. tuna, el logro de una perspectiva histórica en la evolu­
El problema, sin embargo, es el siguiente: ¿está si­ ción de la lógica, no han tenido réplica en un dominio
tuada la lógica moderna en un nivel de «recurrencia»? mucho más vasto y fecundo como el de la filosofía del
¿Ha conseguido como lógica matemática un predomi­ lenguaje. Las razones de este abandono son muy di­
nio de lo matemático sobre ellogos? ¿Es lo matemá­ versas, y una de las que suelen aducirse es la evidente
tico sustantivo o adjetivo en su constitución esencial? modernidad de esta disciplina en comparación con la
¿Necesita la lógica formal «sprachliche Grundbe­ lógica. Sin embargo, «el problema filosófico planteado
griffe»?2 En una palabra: ¿es logos, en sentido griego, en tomo al origen y esencia del lenguaje es tan antiguo
ellogos de la lógica moderna? como el de la esencia y origen del sen>.9 Por lo tanto,
La respuesta a semejantes cuestiones llevaría, en cabe afirmar que la historia del lagos podría haber te­
parte, a una reflexión filosófica sobre los últimos prin­ nido una historia paralela a la historia del ser, y aun en
cipios de la lógica matemática, que quizá se saliera del el caso de que esto no fuera así, sus diferencias repre­
ámbito de una filosofía del lenguaje,3 pero dentro de sentarían siempre un contraste fecundo. Establecida
ésta, y en una perspectiva histórica, sería posible llegar esta perspectiva histórica, ganaría el pensamiento un
a integrar la lógica en un proceso evolutivo en el que nuevo ámbito y fundamentación, que podría servir de
pudiera enraizar sin perder la autonomía de su esen­ referencia a ciertas tesis de la filosofía contemporánea
cial formalismo. debidas, sin duda, a un lento pero creciente interés por
En el prólogo a la segunda edición de la Critica de la historia del lagos: «La inseparabilidad de palabra y
la razón pura4 escribe Kant a propósito del seguro ca­ cosa es, pues, en una u otra forma, postulado de todas

2. Cf. Paul Lorenzen, Formale Logik, Berlín, de Gruyter, 1958, pp. 7 ss.
Véase a este respecto la distinción entre «lenguaje completamente formali­ 5. Carl Prantl, Geschichte der Logik inz Abendlande, Leipzig, S. Hir­
zado» y «parcialmente formalizado», que establece R. M. Martin, Verdad y schel, 1855-1870,4 vols.
denotación, Madrid, Tecnos, pp. 32-33. 6. Heinrlch Scholz, Abriss der Geschichte der Logik, Friburgo-Munich,
3. Efectivamente, el problema de una posible «filosofía de la lógica. Albert, 19592 •
podria plantearse siempre como especie de la filosofía del lenguaje, o como 7. l. M. Bochenski, Foro!ale Logik, Friburgo-Munich, Karl Albert,
algo completamente independiente. En el primer caso apenas seria fecunda 1956. (Hay trad. cast.)
una referencia a la historia, pero es posible que, como filosofía del lenguaje, 8. William y Martha Kneale, The Developnzenc uf Logic, Oxford, Cla­
tuviese interés esta referencia. rendon Press, 1966 3 • (Hay trad. cast.)
4. Kant, Kritíc der reinen Vernunft, B. VIII (ed. Schmidt, Hamburgo, 9. Emst Cassirer, Philosophie der symbolischen Formen, 1, Dannstadt,
Meiner, 1952, p. 14). Wiss. Buchgesellschaft, 1956, p. 55. (Hay trad. cast.)
COMO HISTOR IA DE LA FILOSO FíA 23
22 FILosoF íA y LENGUA JE

las épocas cultura les positivas, y la separa ción entre Steinthal;14 sobre todo el de este último sigue siendo
palabr a y cosa el comie nzo del escept icismo y del rela­ un trabajo fundam ental.
tivismo.»lO El proble ma consiste, sin embar go, en lo En nuestro siglo no se ha publicado una obra que
que entien da Urban por «separación». El definir lo po­
pueda compararse a las anterio rmente citadas. Este hecho
sitivo y lo negativo de una época por el grado de inte­ es tanto más lamentable cuanto que el análisis del pensa­

gració n con que se entien da ellogo s, requie re un dete­ miento lógico, por un lado, y el nacimiento y desarrollo de
nido análisi s de sus estruc turas, de sus necesa rias im­ ciertas disciplinas como la fenomenología, la semántica,
plicaci ones y de su insepa rabilid ad. No es. inexacto, etcétera, por otro, han logrado perspectivas desde las que
es posible esclarecer nuevamente las viejas cuestiones.
15
con todo, el centra r la reflexi ón en torno al lengua je so­
bre el proble ma de su grado de relació n con las cosas, El único estudi o que, sin llenar compl etamen te esta
porque , precisa mente, ha sido de este plante amien to laguna , se aproxi ma a una exposi ción compl eta, es el
de donde ha arranc ado la filosofía del lengua je. El arco de Hans Arens. 16 Esta obra mezcla , sin embar go, pro­
tendid o entre el Crátilo de Platón y el Tractatus de Witt­ blema s exclus ivamen te lingüís ticos con cuestio nes filo­
genste in conser va una esenci al conexi ón sobre la base sóficas, en una antolo gía unida por una leve explica­
de ese plante amien to, del que la lógica, por ejempl o, ción teórica del antolo gista. 17
no es más que la decidi da y fructíf era radica lizació n de En un plano filosófico, la mejor aporta ción a esta
uno de sus extremos. histori a dellog os la constit uye todaví a el capítu lo pri­
mero de la primer a parte del libro de Cassirer. Pero la
18
Por eso, un deteni do exame n de los puntos de infle­
xión de tal arco es uno de los más necesa rios trabajo s 14. H. Steinthal , Geschichte der Sprachwissenschaft bei den Griechen
Dümm­
en el campo de la histori a de la filosofía. Ya en 1923 se und Romern mit besonderer Rilcksich t auf die Logik, 2 vals., Berlln,
ler, 1890-1891.
quejab a Cassir er 11 de la ausenc ia de una exposi ción de 15. Meritori a, en este sentido, aunque, a veces, muy arbitraria
, es la
-Br. J.
la histori a de la filosofía del lengua je, y citaba el hecho labor desarroll ada por el catedráti co de la Universi dad de Friburgo
Sprachge­
Lohman n en su revista Lexis. Studium zur Sprachphilosophie,
de que en la edició n del Obe1Weg de 1920, al lado de schichte und Begriffsfo rschung, publicad a desde 1948.
numer osos trabajo s sobre histori a de la ética, estétic a, 16. Hans Arens, Sprachwissenschafí. Ver Gang ihrer Entwicklung
van der
trabajo de
metafí sica, etc., no se incluía ni un solo título sobre Antike bis zur Gegenwart, Friburgo-Munich, Karl Albert, 1955. Otro
es el de
este tipo, aunque exclusivamente antológico y partiendo de Locke,
histori a de la filosofía del lenguaje. 12 Únicam ente la fi­ Heinrich Junker, Sprachph ilosophis ches Lesebuch , Heidelbe rg, Winter, 1948.
le
losofía del lenguaje en la Antigü edad ha merec ido en el las dos obras de André Jacob, Points de vue sur langage,
Son muy valiosas
1973.
París, Klincksieck, 1969, y Genese de la pensée linguistique, Paris, Colin,
siglo pasado dos detalla dos estudio s, de Lersch13 y 17. A pesar de que este libro es, hoy, lo más completo que se
ha pu­
acio­
blicado y está enriquec ido con una copiosa bibliografía, las interpret
son bastante discutibl es; W. Porzig, p. e., ha expresad o ante
nes del autor
10. Wilbur M. Urban, Lenguaje y realidad, México, FCE, 1952, p. 15. ellas una cierta reserva. Véase Das Wunder der Sprache, Berna,
Francke,
11. Op. cit., p. 55, n. 1.
se ob­ 19578, p. 398. (Hay trad. cast.)
12. En la edición de 1926, que sigue a la manejad a por Cassirer 18. Op. cit., 1, pp. 55-123. Es interesan te también, para el
plantea­
en
serva la misma laguna. Este vacío parece que va a dejarse sentir también miento del problem a con posterio ridad a 1923, fecha en la que se
publica
de
la reelabor ación que de esta obra prepara la editorial Benno Schwabe la exposició n de Cassirer, el artículo de Karl atto Apel, "Sprache und Wahr·
Basilea. hische
B. heit in der gegenwa rtígen Situation der Philosophie» (Philosop
13. L. Lersch, Die Sprachphilosophie der Alten, 3 vals., Bonn, H. Rund.schau, VII, 3-4, 1959, pp. 161-184).
K6nig, 1838-1841.
24 FILosoFíA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSofíA 25

tesis de este autor de que el lenguaje es una «forma» les se entretenían discutiendo sobre los usos auténticos
simbólica, y de que la forma es el objeto fundamental de las palabras. La influencia intelectual de los sofistas
de la investigación, limita en exceso el campo del len­ se basaba, precisamente, en un análisis de las posibili­
guaje. 19 dades teóricas del lagos puestas al servicio de la prác­
Una nueva reflexión sobre estas cuestiones tiene, tica. Las especulaciones sofisticas debieron, en parte,
pues, que repetir los pasos fundamentales dados en la motivar el estudio que Platón emprende. Una lectura
investigación de la estructura y peculiaridad del len­ detenida del Crátilo nos permite ver, en función de la
guaje, ampliando su propio horizonte. Precisamente sofistica y contra ella, un empeño por liberar al pensa­
esta ampliación, contra lo que pudiera parecer, es la que miento de la estrecha relación entre palabra y cosa,
permite dar cabida y fundamento a las modernas for­ proyectándolo sobre el eidos. Al orientar de esta ma­
malizaciones, si es que éstas pretenden conservar aún nera el ser del lenguaje, se pretendía liberarlo de las li­
algún parentesco, por muy lejano que sea, con el lagos. mitaciones y confusiones del onoma. Ésta es una de las
razones por las que el Crátilo plantea, de manera ta­
jante, su búsqueda del lagos entre la doble y antagó­
II nica estructura de nomos y physis. Pero la pregunta so­
bre el ser del lagos no se hace directamente a éste, sino
Que «el lenguaje es el último y más profundo pro­ al onoma y, en este sentido, es justo que, bajo el título
blema del pensamiento filosófico»,20 no es una afirma­ del diálogo, los antiguos editores colocasen «sobre la
ción referida sólo al pensamiento contemporáneo. En exactitud de los nombres».
los comienzos de la filosofía occidental, Platón dedicó Parece que, a través de las discusiones sofisticas, se
un diálogo, el Crátilo, a un examen de algunos proble­ ha perdido la fe en la seguridad de las palabras, y una
mas del lagos. El Crátilo constituye, históricamente, la corriente de escepticismo, unida a un deseo de fundar
primera piedra en el vasto edificio de la filosofía del en algo más firme el ser del lenguaje, recorre las pági­
lenguaje. El hecho de que Platón dedicase todo un diá­ nas del Crátilo. La pregunta que incesantemente se nos
logo a estas cuestiones no representa, sin embargo, un hace en el diálogo es: ¿Pueden llevarnos las palabras al
caso aislado en el mundo griego. Jenofonte 21 nos conocimiento de las cosas? No podía expresarse de
cuenta cómo, en un banquete en Atenas, los comensa­ manera más clara la antigua confianza en el onoma:
«El nombre es un instrumento que nos muestra y nos
19. Cf. Hans G. Gadamer, Wahrheit u~d Methode. Grundzüge einer analiza la realidad.»22 Por consiguiente, entre la reali­
philosophischen Hemzeneutik, Tubinga, J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), 1960,
pp. 381-382. Una crítica a la concepción de Cassirer emprende también dad expresada y su expresión tenía que existir una re­
R. Honigswald, Philosophie und Sprache Problemkrilik und System, Basilea, lación objetiva, real y ontológicamente fundada. La
Falke, 1937,461 pp. Recientemente ha comenzado a publicar Eugenio eo­
seriu sus cursos de historia de la filosofía del lenguaje profesados en la Uni­
cita platónica no descansa, sin embargo, en el onoma
versidad de Tubinga: Die Geschichte der Sprachphilosophie von der Antike ni en su poder diacrítico o manifestativo, sino en la
bis zur Gegenwart, 1, 11, Tubinga, 1970, 1972.
20. Wilbur M. Urban, op. cit., p. 13.
21. Memorabilia, I1I, 14,2. 22. Crátilo, 388 b.
26 FILOSOFíA Y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 27
ousia, en las cosas. Ahora bien, esta relación entre pa­ que puso nombres a las cosas. Sin embargo, esta fun­
labra y cosa tenía que poseer una justificación y un ción no puede ejercerse de un modo arbitrario, ya que
fundamento. ¿De dónde viene esta relación? ¿Por qué los nombres son imágenes de formas superiores del co­
razón el que dice las palabras dice también, en cierto nocimiento y, por lo tanto, para acertar en dar nombre
sentido, las cosas? Dos tesis se enfrentan aquí como a las cosas, hay que tener en cuenta la «razón» y la
posibles soluciones al problema: «naturaleza» de la realidad. Pero physis no significa en
la concepción pitagórica la naturaleza de las cosas
a) Las palabras tienen una relación natural (q>úO'u) en su contenido material y visible, sino la naturaleza de
con las cosas. la razón. Las palabras son naturales porque son racio­
b) Las palabras son denominaciones arbitrarias, y nales. 24
sólo el acuerdo y la ley (VÓI.HP) han hecho que tengan Otro sentido del término physis lo encontramos en
relación con las cosas. relación con la medicina. También las palabras son
«productos de la naturaleza».25 Igual que los animales
El sentido de la afirmación sobre la relación natu­ emiten sonidos espontánea y naturalmente, el hombre
ral de palabra y cosa es una posición que puede pare­ posee una facultad de formar conceptos que corres­
cer extraña. ¿Cómo hay que entender aquí physis? ponde a la realidad natural,26
¿Con la misma significación que los primeros filósofos Frente a la tesis de la physis se sitúa la sofística al
presocráticos? En primer lugar, y en relación con el destacar el convencionalismo del lenguaje. Si las pala­
problema del lenguaje, physis quería decir que la pala­ bras tuvieran, de hecho, algo «natural», esta naturaleza
bra nos ofrece exactamente la «naturaleza» de su ob­ se comunicaría necesariamente a la comprensión de lo
jeto. Por eso no quedaba lejos de esta explicación aque­ hablado, y no habría así posibilidad de un falso com­
lla otra, unida a las supersticiones populares, según la prender. Por consiguiente, al carecer el logos de este
cual si la palabra tenía algún poder o fuerza mágica,
esto era <j>ÚO'Et. Pero tal concepción no podía sostenerse
en el pensamiento filosófico y ese ofrecimiento del ob­ 24. Cf. Emst Hoffmann, Die Sprache und die archaische Logik (Hei­
deIberger Abhandlungen zur Philosophie und ihrer Geschichte, 3), Tubinga,
jeto que el onoma nos hace tenía que poseer más só­ J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), 1925, pp. 21 ss. Sobre el sentido de la duali­
lido fundamento. Algunos precedentes a la formula­ dad nonlOs-physis y los cambios en su significado es fundamental H. Stein­
thal, op. cit., I, pp. 44-79.
ción platónica encontramos en el pensamiento griego. 25. Cf. Theodor Gomperz, ed., Die Apologie der Heilkunst, Leipzig,
Según nos refiere Proclo, en su comentario al Crátilo,23 1910, pp. 36 ss. Un sentido parecido a éste, que nos recuerda a Dem6crito,
al ser preguntado Pitágoras sobre qué es lo más sabio encontramos en Platón, Leves, 892 c.
26. E. Hoffmann, op: cit., pp. 25 ss., alude a otras teorias sobre phy­
contestó que el «número» y, en segundo lugar, aquel sis, entre ellas la relacionada con la doctrina de los elementos, y que Platón
recogerá en el Crátilo. Un amplio estudio sobre este concepto puede verse
en F. Heinimann: NonIOS und Physis. Herkunft und Bedeutung einer Anti­
these im griechischen Denken des 5. Jh. (Schweizerische Beitrage zur Alter­
23. Procli Diadochi, en Platonis Cratylum Commentaria, ed. Georgius tumswissenschaft, ed. por B. Wyss, I), Basilea, 1945. Además, D. Holwerda,
Pasquali, Lípsiae, Teubner, 1908, p. 6. Véase también del mismo Proclo el Commentatio de vocis quae est qlúm~ vi atque usu praesertim in graecitate
Comentario al TinzeQ, n, 84 E. Aristotele anteriore, Groninga, 1955.
28 FILosoFíA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 29
poder «natural», se puede forzar su significado; si las sorprender el que dos terceras partes del diálogo estén
palabras no dan en las cosas, sí pueden dar en el ánimo dedicadas a un estudio etimol6gico de un gran número
de los que las escuchan, y provocar en ellos reacciones de vocablos griegos.3° S610 considerando a las palabras
y sentimientos dirigidos por la voluntad de quien les mismas como organismos naturales que nos descu­
habla. Por consiguiente, hay un «arte de las pala­ brían su esencia, podía, de hecho, llegarse a una solu­
bras»,27 que las ordena y analiza para servir de instru­ ci6n sobre el ser dellenguaje. 31 Claro está que Plat6n
mento de persuasión. Estas ideas de los sofistas no se no llega a analizar científicamente las etimologías; sin
apoyaban, en el fondo, en una concepción de la pala­ embargo, el hecho de que diese tanta importancia a
bra que tuviese su fundamento y sentido, q>ÚOl:.t, o sea este tema hace suponer que consideraba fundamental
«por naturaleza», sino VÓIl'P, «por ley». Idéntica con­ el poder construir una ciencia de la palabra.32 Al no po­
cepci6n sobre el convencionalismo del lenguaje sos­ der hacerlo, Plat6n buscará en el puro pensamiento la
tiene Dem6crito, a quien, por cierto, se considera el soluci6n de este problema. El onoma, tal como se nos
fundador de esta teoría,28 si bien sus fundamentos son presenta en la carta VIl,33 ocupa el grado inferior del
muy distintos de aquellos en los que se basaban los so­ conocimiento, pero el mismo Plat6n reconoce que hay
fistas.
Éstos eran, esquemáticamente, los planteamientos
del antiguo antagonismo que Plat6n recoge en el Crá­ 30. Es incomprensible que este famoso apartado etimológico sea in­
terpretado por muchos investigadores como un juego de Platón, así, p. e.,
tilo. S6crates, criticando ambas posturas, parece no de­ H. Gauss, Handkonznlentar zu den Dialogen Platos, 11, 1, Berna, Lang, 1956,
cidirse en esta alternativa. Esta indecisi6n encontrará p. 206. A1bin Lesky, Geschichte der griechischen Literatur, Berna, Francke,
1958, p. 492. Por no citar más de dos ejemplos. Por supuesto que la misma
una explicaci6n posterior en otros escritos plat6nico.s, opinión sostienen Praechter en Friedrich Überwegs Grundiss der Geschichte
en donde, por salvar la independencia y superioridad der Philosophie, l, die Philosophie des Altertums, Darmstadt, Wiss. Buchge­
del pensamiento, Plat6n criticará el lenguaje y su fija­ sellschaft, 1957'4, p. 257 (<<vielleicht persiflierendes SpieJ,,), U. v. Wilamo­
witz, Platon, 1, Berlín, Weidmann, 1929, pp. 295 ss., Cassirer, op. cit., p. 62.
ci6n por medio de la escritura. 29 Frente a esta opinión, entre otros, Max Leky, «Plato as Sprachphilosoph.
Pero el esfuerzo que el Crátilo lleva a cabo por in­ Würdigung des platonischen K.ratylos» (Studien zur Geschichte und Kultur
des Altertums, X, 3), Paderborn, Schoningh, 1919, pp. 85 ss. Un sugestivo
terpretar dialécticamente ambas tesis, expresa clara­ planteamiento de esta cuestión presenta Peter R. Hofstater, «Vom Leben
mente la importancia del problema. Por eso, no debe des Wortes. Das Problem an Platon Dialog Kratylos dargestelIt» (Erkenntnis
und Besinnung, 11), Viena, Braumüller, 1949, principalmente el cap. 1,
donde se critica la bibliografía sobre esta discusión.
27. Platón, Fedro, 261 a. CE. Gorgias, Alabanza de Elena (Diels, 11, 290, 31. Que en la Academia era corriente plantearse problemas etimoló­
15 ss.). Para los problemas de la retórica sofística, véase la obra funda­ gicos, nos lo recuerda Cicerón, Acadenzica, 1, VIII, 32, «Verborum etiam ex­
mental de Eduard Norden, Die antike Kunstprosa vom VI. Jahrundert v. Chr. plicatio probatur, id est, qua de causa quaeque essent ita nominata, quam
bis in die Renaissance, 1, Darmstadt, Wiss. BuchgeselIschaft, 19585, pp. 63­ E'tU¡J.OAOyio.V apellabant».
126. 32. Cf. Steinthal, op. cit., p. 99. También M. Leky, op. cit., p. 85.
28. Cf. frag. 26 (Diels, 11, 148). También Parménides parece haber de­ 33. 342 b. Además, Leyes, 895 d. Sobre el problema del conocimiento
fendido lo mismo, véase el frag. 19 (Diels, 1, 245). en la carta VII, véase J. Stenzel, «Über den Aufbau der Erkenntnis im VII.
29. Cf. carta VII, 341 d ss. Fedro, 274 c ss. Un interesante trabajo so­ platonischen Brief» (Kieine S<;hriflen zur griechischen Philusuphie. Darrnstadt,
bre esta cuestión es el de Wilhelm Luther, «Die Schwache des geschriebe­ Wiss. Buchgesellschaft, 1956, pp. 85-106), aunque no estudia los dos grados
nen Lagos» (Gymnasium, Zeitschrift (ür Kultur der Antike und humllnistis­ inferiores del conocimiento, que se relacionan con el lenguaje, y centra
che Bildung, 66, núm. 6, 1961, pp. 526-548). todo su interés en el tercer grado, el EiOroAOV.

_.

30 FILosoFíA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 31


que servirse de él para ascender en la escala del saber. III
Aquí, sin embargo, no preocupa ya el problema de los
nombres en sí mismos, como algo que puede presentar La concepción aristotélica del lenguaje presenta,
en su propia estructura y composición elementos inte­ frente a la platónica, un peculiar punto de vista. Más
resantes al investigador. El nombre constituye un todo' próximo a nuestra idea genética del idioma, Aristóteles
indivisible, que funciona sólo como un ingrediente de no se interesa tanto por la búsqueda de la esencia del
una unidad más amplia, que es la E:mO''t1Í~TJ. El viejo lenguaje, cuanto por su funcionamiento, por las posi­
tema del Crátilo ha desaparecido y las palabras han bles relaciones que pueden establecerse entre palabras.
quedado, como parecía deducirse de algunos plantea­ En este sentido, es el auténtico creador de la lógica:
mientos pitagóricos, proyectadas hacia el dOO<;.34 En el Por ello, sin embargo, su aportación a la filosofía del
Crátilo, es el mismo lenguaje el que es objeto primor­ lenguaje en cuanto tal queda limitada, al centrar todo
dial de investigación, y en él encontramos, por primera su interés en el aspecto funcional del logos.38 Su pen­
vez, un sostenido empeño por ver si «los símbolos del samiento, que partía del concepto de energeia,39 tenía
lenguaje no podrían situarse, como verdaderos con­ que proyectarse dinámicamente. Por eso su misma in­
ceptos originarios, en la raíz misma de su sistema on­ terpretación del lagos quedó integrada en una estruc­
tológico».35 El resultado fue negativo, como Platón tura lógica que, si bien no permitía sacar de las pala­
mismo confiesa al final del diálogo,36 pero con ello
bras la explicación de las realidades que significaban,
quedó establecido un fundamento para la ciencia de la
podía, sin embargo, descubrir en ellas unos determi­
etimología, y una nueva perspectiva, esencialmente ón­
nados comportamientos, sostenidos en un particular
tica, para penetrar en la sustancia del lagos. Al proce­
modo conceptual de referencia a la realidad. 40 El len­
der así, Platón destacó un aspecto fundamental de la
guaje es, por lo tanto, un símbolo, y este símbolo es,
filosofía del lenguaje: el problema de su contenido
primeramente, representación en nosotros mismos, y
frente al problema de su forma, que hoy, a pesar de la
sólo en segundo lugar dice referencia a las cosas. En
crisis sufrida en relación con las dificultades para
esta interiorización del lagos se da un paso decisivo
construir una semántica estructural, parece haberse
para la construcción de una lógica forma1. 41 Un intere­
superado.37

38. Al considerar, además, a la lógica como algo que no era esencial­


mente filosófico, abandonó el problema filosófico del lenguaje, o, al menos,
no le dedicó especial interés. Cf. W. Jager, Aristóteles, bases para la historia
34. Cf. E. Hoffrnann, op. cit., p.23.
de su desarrollo intelectual (versión espaiiola de J. Gaos), México, FCE,
35. Hennann Diels, «Die Anfange der Philologie bei den Griechen. 1947, p. 61.
(Neue Jahrbücher für das klassische Altertum, Geschichte und deutsche Lite­ 39. En este sentido, véanse las interpretaciones de WaIter Brocker,
ratur und für Piidagogik, XXV, 1910, p. 7).
36. Crátilo, 439 b. Aristoteles, Frankfurt, KIostermann, 1957,2." ed., pp. 176-212.
40. Aristóteles, De lnterpretatione, 16 a 3-4.
37. Cf., p. e., Wilhelm Luther, Weltansicht und Geistesleben. Versuch 41. El problema de en qué sentido hay que entender el fonnalismo de
einer wissenschaftlichen Grundlegung der philosophischen Sprachanalyse an la lógica aristotélica es una cuestión actualmente muy debatida, y cuyos
Beispielen aus der griechischen Geistesgeschichte von Homer bis Aristoteles, puntos de vista están hoy éondicionados por la ausencia de trabajos reno­
Gotinga, Vandenhoeck-Ruprecht, 1954, p. 7.
vadores sobre filosofía del lenguaje. H. Scholz, op. cit., pp. 3-5, pretende
32 FILosoF íA y LENGUAJE
COMO HISTORIA DE LA FILOSOFíA 33
sante ejempl o que expres a claram ente las caracte rísti­ . dan de onoma . En Platón , como ya se vio anterio r­
cas del lagos aristot élico lo encon tramos en el términ o
mente, el onoma es un instrum ento que nos «enseñ a»
'tó avát..oyov. En forma neutra con artícul o no aparec e
(DtDUO'lcat..tKÓV) algo de la substa ncia; que preten de
en Platón . En este autor sólo tenem os un texto,42 en
abrirn os la compr ensión de la realida d, o, por lo me­
donde surge el términ o avá/..oya. en relació n con
nos, que' constit uye un peldañ o en el progre so hacia
O'úIlIlE'tpU y en un sentid o ontoló gico. Por el contra rio, ella. En Aristót eles, en cambi o, y al comie nzo del De
en Aristót eles, que crea el términ o, lo hallam os a lo
Interpretatione,43 encon tramos la siguien te definic ión:
largo de toda su obra, y no sólo en sus escrito s lógi­
«"OvoIlU Ilév ouv EO''tl cprov'lÍ O1lIlUV'ttlci¡ KU'ta O'uv8'lÍlCll V
cos. Esta simple diferen cia cuanti tativa nos lleva a re­ aVEU Xpóvou.» (<<El nombr e es un sonido signifi cativo
flexion es de índole cualita tiva, porque no podem os en­ media nte un acuerd o, y sin tiempo .») El onoma está
tender dicho términ o si no alcanz amos un nuevo esta­
aquí caract erizad o como cprov'lÍ y, por lo tanto, como re­
dio en la concep ción del lagos. Para Aristótele.s esta presen tación . Al determ inarlo así, se destac a el sentid o
palabr a es, esenci almen te, relació n, armon ía, concor ­
primor dialme nte concep tual. LTJIlUV'ttlClÍ tiene, ademá s,
dancia . Esto, a su vez, es movim iento, unión de extre­
un caráct er simból ico, frente a lo que suele creerse . 44
mos, agrupa ción y organi zación . En definit iva, com­
Pero, sobre todo, hay algo esenci al de esta definic ión:
posició n. Claro está que aquí parece estable cerse una
mientr as la platón ica parecí a buscar la substa ncia y
cierta semeja nza con la dialéct ica platón ica. Sin em­
queda ba delimi tada así por la ousia, la aristot élica se
bargo, la diferen cia es radica l. La dialéct ica platón ica
presen ta acomp añada por una determ inació n exclus i­
es un proces o ontoló gico; la forma sirve únicam ente
vamen te formal aVEU Xpóvou.
para enfren tar diverso s conten idos, que, a su vez, van
Esta diferen ciación con que Aristót eles disting ue
modifi cándos e y alterná ndose en esa forma. La lógica
ovollU de pr;IlU, por ejempl o, marca un paso decisiv o
aristot élica, por el contra rio, expres a las relacio nes co­
en la consid eració n del lengua je. Aquí estamo s ya más
nexiva s entre formas ; es una lógica de signifi cantes cerca de la gramá tica que de la filosofía, y esa ausen­
más que de signifi cados, que se fija, sobre todo, en la cia de tempo ralidad , con que Aristót eles especi fica el
semejanza o desemejanza entre términ os, más que en onoma , en lugar de ser una caract erizac ión proyec tada
los términ os mismo s. hacia el lengua je en genera l, y, desde ahí, hacia las co­
La diferen cia que existe entre Platón y Aristó teles sas, es una relació n entre los elemen tos del t..óyo~
puede ejempl ificars e en las definic iones que ambos
a1tocpuv'ttKÓ~.

precísar lo «formal» en Aristóteles y su peculiar idad frente al formalis 43. 16 a 19-20.


mo­ 44. Efectivamente, acostum brados a consider ar la semántic a como
posterior . Dos trabajos importan tes sobre este tema son los de Hans
Luka­ concíenc ía de las significacíones y sus cambios, olvidamos que,
siewicz, Aristotle's Syllogistic (rom the standpoi nt o( modero (ornzal para los
Logic, griegos, <rTlIlU{vro significaba, más bien, «poner una señal» (Heródot
Oxford, Clarendon Press, 19572 , y Günther Patzig, Die aristotelische o. 2,
Syllogis­ 38), «hacer un signo» ([Hada, 16, 172; Odisea, 22, 450). Tenía, pues, un sen­
tik, Gotinga, Vandenh oeck-Ru precht, 1959. (Hay traduccí ón inglesa.)
tido arbitrari o y, por lo tanto, conceptu al y acordado . De ahí el frecuent
42. Timeo, 69 b. Cf. el Lexicon platonicu m de F. Ast, donde podemos e
comprob ar el escaso empleo de vocablos compues tos sobre este empleo de este verbo como término militar, p. e., Tuc., 284; 7,
término. 50; Jeno­
fonte, Anábasis, 4, 3, 29; 4, 2, 1, etc.
34 FILosoF íA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSo FíA 35
A pesar del predom inio lógico en el análisi s del len­
IV
guaje, hay, sin embar go, un fundam ento ontoló gico,
que consis te en la relació n que los <J'tOtXEta tienen El nomin alismo repres enta en la histori a del pensa­
como mome ntos constit utivos del ser. Toda la estruc­ miento mediev al un violen to ataque a la lógica aristo­
tura ontoló gica de la realida d reperc ute, en cierto sen­ télica, tal como la habían conceb ido, hasta ahora, los
tido, en la estruc tura lógica del lengua je. Con gran pre­ escolá sticos. Esta lógica había llegado , en mucho s ca­
cisión ha expres ado Hoffrn ann este hecho: 45 «De la idea sos, a un grado tan absurd o de formal ismo, que era
aristot élica de los mome ntos del ser se ha alimen tado preciso un nuevo escept icismo para permit ir, desde él,
hasta hoy toda la histori a del lenguaje; de la idea del asegur ar otra vez la fe en el lengua je. Lo que mucho s
"Sustrato" (el sonido como U1tOKEÍ/.1EVOV, causa materi al), human istas del renaci miento iban a critica r tambié n
la fonética; de la causa moven s, la lingüística; del Bidos en la lógica escolá stica, no era sólo el pseudo forma­
aristotélico, la morfología; del Telas, la filosofía del len­ lismo en el que incurr ía, sino, ademá s, el que ese for­
guaje. Todos son camino s que nos llevan al lenguaje.» malism o, que sólo tiene justific ación en las esferas ex­
Pero la supera ción de la lógica arcaica que Aristóte­ clusiva mente lógicas del lengua je, había invadi do el
les llevó a cabo con su descub rimien to de las leyes silo­ ámbito total de éste. Al destac arse princip almen te en el
gísticas despre ndió el proble ma de la lógica de la matriz lengua je su consti tución lógica, su poder conexi vo, su
del lagos. La autono mía lograd a hizo del lagos un ins­ estruc tura relativ a y absorb er estas caracte rística s las
trumen to concep tual, purific ado en parte del lastre de demás estruc turas del lagos, vieron , tanto nomin alistas
conten idos que no fueran lógicos esenci alment e. Pero como renace ntistas , un alejam iento total de la realida d
con esto se perdió el sentido de la totalid ad, que es el ob­ y una pérdid a de aquell o que podía fecund ar toda es­
jeto adecua do para toda autént ica filosofía del lenguaje. pecula ción abstra cta. Con la vuelta alIaga s y a las co­
Una vuelta a posicio nes «naturales» en la consid e­ sas, con la supres ión de los «entia sine necess itate», se
ración del lengua je la repres entan los estoico s. En ellos recobr aba de nuevo el princip io platón ico del Crátilo,
se plante a de nuevo la antigu a distinc ión UÓI.Hp-<pÚ<JE1, «apren der las cosas sin las palabras» ,47 o, al menos , sin
afirma ndo que el lengua je, como fruto de las repres en­ los nombr es tal como éstos habían quedad o despué s
tacion es human as, tiene un víncul o natura l con las co­ de varios siglos de «dialéctica.» No se haría, sin em­
sas. Su idea del lengua je consti tuye un mome nto fun­ bárgo, justici a a este períod o si en su caract erizac ión
damen tal, sobre todo en el desarr ollo de la gramá tica; genera l y esquem ática no se tuviese concie ncia de que
pero, ademá s, con su vuelta al antago nismo del Crátilo,
trajero n a la filosofía del lengua je una serie de proble ­
mas semán ticos nuevos . 46
hoeck-Ruprecht, 1948, especialm ente pp. 32-63. También el mismo
autor
«Die BegIÜndung der abendHindishen Sprachlehre durch die Stoa»
(N. G. G.,
Philosophische-historische Kiasse, 1, N. F. I1I, 6, 1939). A Virieux-Reyrnond,
45. Ernst Hoffrnann, op. cit., p. 78. La logique et l'épistémologie des Storciens. Leurs rapports avec
46. Cf. sobre estos temas, que ahora no pueden detallarse: Max la logique
Poh­ d'Aristote et la logique et la pensée contemporaines, Lausana, 1949.
lenz, Die Stoa. Geschichte einer geistigen Bewegung, 1, Gotinga,
Vanden­ 47. Crátilo, 438 e.
36 FILosoFíA y LENGUAJE
COMO HISTORIA DE LA FILOSOFíA 37

con ello se llega a una violenta simplificación. 48 Por eso fuerzo semejante, condicionado, por supuesto, a otras
hay que referirse a la semántica como una disciplina perspectivas, en los trabajos de LippS,SI que pretenden
que tuvo gran auge en la Edad Media y que compensó, ganar para la lógica aspectos no formales y, por ello,
en cierta manera, la ausencia de otras preocupaciones más conservadores del carácter unitario y sustantivo
lingüísticas, que ya los griegos habían tenido y que, dellogos. .
por distintas razones, no encontraron resonancia en
este período. Este aspecto semántico aparece, sobre
todo, en una serie de Tractatus de modis significandi, v
muchos de ellos inéditos y que, en parte, han sido es­
tudiados por Grabmann. 49 Estas obras no se diferen­ En los comienzos de la semántica como disciplina
ciaban mucho en su estructura de las antiguas gramá­ independiente se encuentra John Locke. S2 Con Locke
ticas, pero en ellas se trataban las partes de la oración empieza también una época fundamentalmente crítica
como «modos de significación» o de referencia a di­ en la filosofía del lenguaje. Ya no se trata de justificar
versos aspectos del ser y el pensamiento. 50 Sobre la el fenómeno lingüístico desde la lógica o la ontología,
base de las categorías aristotélicas, estos autores en­ sino, sencillamente, desde la psicología y, más exacta­
contraron que había partes de la oración que también mente, desde el hecho mismo del habla. Este problema
entraban dentro de estas categorías; así, el nombre era no es, pues, meramente lógico, sino que arrastra con­
substantia cum qualitate; el verbo, actio veZ passio; sigo todo el proceso del pensamiento. Locke ha formu­
substantia sine quaZitate, el pronombre, etc. Con esto se lado con claridad este hecho: S3 «I began to examine the
trascendía el aspecto meramente lógico o conexivo, y extent and certainty of our knowledge. 1 found it had
se alcanzaba una dimensión ontológica y significativa. so near a connexion with words that, unless their force
A muchos siglos de distancia encontraremos un es­ and manner of signification were first well observed,
there could be very little said clearly and pertinently
48. C. Prantl, en su Geschischte der Logik, anteriormente citada, ha concerning knowledge, which, being conversant about
dedicado tres volúmenes a exponer parte de la lógica medieval. Véase ade­
más M. Grabmann, Die Geschichte der scholastischen Sprachphilosophie des truth, had constantly to do with propositions. And
heiligen Thonzas von Aquin und ihre 'Anwendung auf Probleme der 171eologie, though it terminated in things, yet it was, for the most
Paderborn, 1937.
49. Martin Grabmann, «Die Entwicklung der mittelalterlichen part, so much by the intervention of words, that they
Sprachlogik» (Mittelalterliches Geistesleben, 1, Munich, 1926, pp. 104-146); seemed scarce separable from our general knowledge.»
del mismo autor: «De Thoma Erfordiensi auetore grammaticae quae Joanni
Duns Scoto adscribitur speculativae» (Archivum Franciscanum Historicum,
51. Cf. Hans Lipps, Untersuchungen zu einer hermeneutischen Logik,
15, 1922, pp. 273-277). Como se sabe, esta obra sirvió de tema a la Habili­
Frankfurt a. M., Klostermann, 1959'; además, Die Verbindlichkeit der Spra­
tationschrift de Heidegger, realizada bajo la dirección de Ricker. Heidegger
che, Arbeiten zur Sprachphilosophie und Logik, Frankfurt a. M., Kloster­
la atribuía, como era frecuente, a Duns Scoto, y así el trabajo se titula Die
mann, 1958 2•
Kategorien und Bedeutungslehre Duns Seotus, Tubinga, 1916. Otros tratados
52. Cf. An Essay conceming Human Understanding, cuyo libro tercero
De nzodis signiflcandi se deben a Michael de Marbas, Siger de Courtrac,
Juan de Dacia, Thomas Ockam, etc. está dedicado exclusivamente al estudio de las palabras desde el punto de
vista semántico. Cf. Heinz Kronasser, Handbuch der Senzasiologie, Heidel­
50. Cf. E. Gilson, La philosophie au Moyen Age, Paris, Payot, 1952',
p. 406. Véase también Hans Arens, op. cit., p. 36. berg, Winter, 1952, p. 28.
53. Locke, op. cit., libro IIJ, cap. 9, seco 21.
38 FILOSOFíA Y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 39

Este pasaje de Locke representa, pues, un paso deci­ de su concepción total de la filosofía, lleva, lo mismo
sivo y renovador en la comprensión del lenguaje. En él que ésta, una raíz insuperada y fecunda.
se afirma: Casi paralelamente al empirismo inglés corre el ra­
cionalismo con una acentuación diferente del sentido y
a) Conexión esencial entre pensamiento y expre­ estructura de la lógica y, por consiguiente, del len­
sión. guaje. Aunque en Descartes no podamos afirmar que
b) Necesidad de un análisis total del fenómeno del exista una preocupación determinada por estos proble­
lenguaje para penetrar en la estructura del conoci­ mas, encontramos en su carta a Mersenne,56 un plan­
miento. teamiento interesante en la búsqueda de un lenguaje
c) El conocimiento está orientado hacia la verdad, universal. Este peculiar modo de expresión debe cons­
que se expresa en forma de proposiciones. tituirse sobre las formas fundamentales de la razón hu­
d) Las palabras intervienen de una manera deci­ mana, comunes a todos los hombres. «Et si quelqu'un
siva en la orientación del pensamiento hacia las cosas. avait bien expliqué quelles sont les idées simples qui
e) La función significativa del lenguaje es fuente sont en l'imagination des hommes... j'oserais espérer
de su función eidética. ensuite une langue universelle fort aisée a apprendre, a
prononcer et a écrire, et ce qui est le principal, qui ai­
Este punto de partida de Locke, que puede conside­ derait au jugement, lui representant si distinctement
rarse como fundamentación de una «lógica no formal»
toutes choses, qu'il lui serait presque impossible de se
y que en Alemania había de dar origen a la Erkennt­ tromper; au lieu que tout au rebours, les mots que
nistheorie o a la Wissenschaftslehre,54 alcanza su máxima
nous avons 11' ont quasi que des significations confuses,
estructuración y desarrollo en la lógica de John Stuart auxquelles l'esprit des hommes s'étant accoutumé de
MilI, cuyo título es ya suficientemente significativo. 55
longue main, cela est cause qu'il n'entend presque rien
Pero, aparte de la influencia más o menos patente que parfaitement.»57 Frente al pensamiento de Locke, por
la obra de Locke pueda haber ejercido en el pensa­ ejemplo, las ideas expresadas en esta famosa carta re­
miento posterior, es evidente que ya en ella hay una re­
presentan una concepción del lenguaje más unilateral
novación en el modo filosófico de objetivar y com­
y empobrecido. El lenguaje debe ser un instrumento de
prender el fenómeno del lenguaje. Esta renovación, en
la razón. Las lenguas que existen son, para Descartes,
el fondo, no tiene nada que ver con el problema del
un conglomerado de elementos racionales e irraciona­
empirismo, cuya supuesta superación no implica, al
les, de ahí que no sirvan más que para crear confusión.
mismo tiempo, una superación de esta perspectiva loc­ De esta manera pierde Descartes toda la perspectiva
kiana sobre el lenguaje que, si bien surge como parte histórica en el estudio de las lenguas y, en consecuen­

54. Cf. Heinrich Scholz, op. cit., p. 15.


55. «A System of Logic Ratiocinative and Inductive, being a connec­ 56. Descartes, (Euvres et lettres, ed. André Bridoux, Paris, La Pléiade,
ted view of the principIes of evidence and the methods of scientific investi. 1953, pp. 911-915 (carta del 20 de noviembre de 1629).
gation.» 57. Descartes, op. cit., p. 915.
40 FILosoFíA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 41

cia, uno de los más ricos soportes para entender la mu­ hacer resaltar el adjetivo «formah, tendrá que plan­
tua relación entre pensamiento y expresión. Sin em­ tearse, y no sólo desde un punto de vista propedéutico,
bargo, con este paso hacia una Lingua universalis se el problema de qué entiende por <<lógica)) y en qué me­
determinaba una nueva dirección, que Leibniz iba a dida el lagos es ingrediente de ella.
trazar en sus líneas fundamentales y que llega hasta la
lógica simbólica. Pero Leibniz no es sólo el creador de
la Characteristica universalis y, por consiguiente, el pre­ VI
cursor de la lógica moderna. La lectura atenta del libro
tercero de sus Nouveaux essais 58 nos permite ver una Una nueva tendencia en la interpretación del len­
preocupación mucho más amplia que la del mero for­ guaje arranca con la aproximación a la estética y con
malismo: «más bien, la Characteristica universalis le la subjetivación de ésta a través del concepto de «ge­
servía de medio a través del cual podía llevarse a cabo nio)), que tan importante papel va a representar a par­
una coherente combinatoria de conceptos, para llegar tir de Kant.62 Sobre este concepto de subjetividad tiene
con esta combinatoria a nuevos conocimientos y reali­ lugar el giro que el tema del lenguaje va a dar a lo
dades, o sea, a crear algo nuevo».59 Esta idea, y no ex­ largo del siglo XVIII. Con este giro, el lenguaje comienza
clusivamente la de enfrentarse a Locke, hace que en el a ser no sólo representación, sino expresión de lo emo­
libro tercero de los Nouveaux essais... surja también el cional e impulsivo. Tanto el aspecto racional como el
problema semántico y etimológico. 60 Cassirer ha for­ sentimental se unen en las especulaciones de Hamann,
mulado así este hecho: «Toda Characteristica, que no se para quien «el lenguaje es el único órgano y criterio de
limita a un arbitrario lenguaje de signos, sino que la razÓn)).63 Pero, como órgano y criterio de la razón,
como Characteristica realis quiere expresar las verda­ el lenguaje expresa no sólo el aspecto discursivo, sino
deras relaciones fundamentales de las cosas, requiere que, además, es testigo y símbolo de la vida. 64 Lo que
un análisis lógico de los contenidos del pensa­ en Hamann era una simple anticipación alcanza con
miento. »61 En consecuencia, tanto el análisis de conte­ Herder más amplio y profundo desarrollo. La antigua
nidos como su formalización, son dos procesos que teoría del lenguaje como instrumento, que llega a Her­
han de marchar correlativos. En rigor, todo idioma der a través de su maestro Hamann, adquiere en él una
universal ha de depender de la «verdadera filosofía)), y precisa formulación~ El lenguaje no es instrumento,
una lógica formal, por muy marcadamente que quiera
62. Algunas de las doctrinas de la Kritik der Urteilskraft influyeron
más que la propia concepción del lenguaje, ya que para Kant «ist die Spra­
che ein System von belanglosen Zeichen, dessen sich das rationale Denken
58. Leibniz, Nouveaux essais sur l'entendement humain. Libre 1II, in selbstherrlicher und vollig unabhangiger Weise als eines Instruments der
«Des Mots» (ed. de Engelhardt y Holz, Dannstadt, Wiss. Buchgeselischaft, Kundgabe dient». Cf. WiÍhelm Luther, op. cit., p. 5.
1961, pp. 2-221). 63. J. G. Hamann, Metakritik über dem Purismus der reinen Vernunft
59. Hans H. Holz, Leibniz, Stuttgart, Kohlhammer, 1958, p. 87. (H. Junker, Sprachphilosophisches Lesebuch, Heidelberg, Winter, 1948,
60. Leibniz, op. cit" III, véase, además, Die philosophische Schriften, p.40).
ed. por C. 1. Gerhardt, Berlín, 1875 ss., vol. III, pp. 262 ss. 64. Cf. Cassirer, op. cit., p. 94, donde caracteriza, con acierto, el lugar
61. Cassirer,op. cit., I, p. 70. que Hamann ocupa en la filosofía del lenguaje.
42 FILosoFíA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 43

sino que el acto de pensar mismo es un acto de len­ mundo de las sensaciones se convierte en mundo de
guaje. Por consiguiente, contra lo que creía Kant, todo representaciones. El lenguaje no es, pues, una cosa que
conocimiento está esencialmente unido a su expresión se crea o produce, sino un modo y una determinación
lingüística. 65 Esto supone, a su vez, la manifestación de la energeia del espíritu. 68
del carácter de cada pueblo, que se concreta en la Estamos ya a un paso de Humboldt, y, con ello, de
forma y los contenidos de su lengua. Esta idea era re­ uno de los momentos más interesantes de la reflexión
novadora y original. «El lenguaje, como instrumento sobre el lenguaje. Con la afirmación de que el lenguaje
del pensamiento, era una idea familiar; como conte­ no es ergon , sino energeia, se entra de lleno en el do­
nido, o sea, como tesoro de todos los pensamientos del minio de la filosofía. El lenguaje como ergon pertenece
hombre, era algo nuevo; pero como forma, y a la par a la lingüística, como dynamis a la psicología del len­
límite del pensamiento humano, era algo realmente guaje y como energeia a la filosofía. 69 Por consiguiente,
inaudito.»66 El radical cambio que ha tenido lugar con toda definición del lenguaje ha de ser siempre genética
Herder nos lo indica perfectamente la primera de las y dialéctica, pero, al mismo tiempo, la reflexión sobre
«leyes naturales» que establece en la segunda parte de él, no puede dejar sin analizar cada uno de sus com­
su Abhandlung: 67 «El hombre es un ser activo y con li­ ponentes. Con esto establecía Humboldt dos principios
bertad de pensar, cuyas fuerzas progresan continua­ fundamentales: el primero se refería al lenguaje como
mente; por eso es una criatura del lenguaje.» Si com­ actividad y, por lo tanto, como creación del que habla,
paramos esta afirmación con los estadios anterior­ «pues el lenguaje es siempre mediador, en primer lu­
mente recorridos, descubrimos en ella un punto de gar, entre la naturaleza infinita y la finita; después, en­
inflexión en la historia de la filosofía del lenguaje: de tre un individuo y otro. Jamás su esencia se encuentra,
órgano se ha convertido el lenguaje en organismo. plenamente, en un individuo, sino que tiene siempre
El hombre no puede objetivar el lenguaje porque no que ser adivinada, arrancada del otro»,7° Por consi­
hay lugar fuera de éste desde donde pudiera realizarse guiente, el lenguaje es, al mismo tiempo, subjetivo y
absolutamente dicha objetivación. El lenguaje no es, objetivo; subjetivo porque no es algo «dado» por el
pues, objeto, como ha podido serlo para el Platón del mundo exterior, sino que es un modo peculiar de re­
Crátilo o para el Descartes de la epístola a Mersenne, presentar en nosotros mismos ese mundo,71 Pero el
sino que es, en un profundo sentido, creador del hom­ lenguaje es también objetivo, porque es obra de una
bre mismo. Esta peculiar creación es algo en progreso
y desarrollo, no algo acabado; es un factor en la es­ 68. Cf. Cassirer, op. cit., 1, p. 97. Véase además el libro fundamental
tructuración de la conciencia, en virtud del cual el de E. Fiesel, Die Sprachphilosophie der deutschen Romantik, Tubinga, 1927.
69. Cf. Erich Heintel, «Sprachphilosophie» (Deutsche Philologie im Au­
friss, ed. por Wolfgang Stammler, 1, Berlín, Erich Schmidt, 1957', col. 577).
65. Cf. Karl-Gustav Gemid, epílogo a su edición de Herder (Werke in 70. Wilhelm von Humboldt, Gesammelte Schriften, ed. por la Berliner
zwei Blinden, Munich, Hanser, 1953),11, p. 750. Akademie der Wissenschaften, Berlín, 1903 ss., vol. I1I, p. 296.
66. Hans Arens, op. cit., p. 105. 71. Para Cassirer, op. cit., pp. 101-103, estas ideas de Humboldt ex­
67. Johann Gottfried Herder, Abhandlung aber den Ursprung der Spra­ presan claramente el influjo de la filosofía trascendental de Kant, mezclada,
che (Werke ..., ed., Gemid, 1, p. 794). en algunos momentos, con elementos de Schelling.
44 FILosoFíA y LENGUAJE COMO HISTORIA DE LA FILOSoFíA 45

nación a lo largo de su historia y es, en este sentido, sea sólo un medio a través del cual se expresa la ver­
algo extraño al individuo. 72 Esta objetividad del len­ dad, sino, principalmente, un camino seguro para des­
guaje frente al hombre supone que éste se encuentra cubrir aquello que aún no conocemos,?5 Esta idea su­
siempre sumergido en una tradición y, por tanto, en un pone una dialéctica de contenidos más que de formas,
modo peculiar de contemplar el mundo. Esta tradición e implica la concepción unitaria del logos griego. Si,
se concreta en la «lengua materna», de la cual no efectivamente, a través del lenguaje podemos progre­
puede salirse jamás, ni siquiera en el caso de que se sar en el conocimiento, es porque la palabra no es
traslade a otro mundo idiomático; siempre se queda mero símbolo o formalización de contenidos, sino que
atado a la propia y originaria perspectiva. No pode­ en ella se integran, de alguna manera, la objetividad y
mos, pues, aproximarnos al mundo de una manera in­ la subjetividad. Por eso, la esencia del lenguaje con­
mediata, sino siempre con un «intermediario» que es siste en llenar con la materia del mundo fenoménico
el lenguaje. Este «mundo intermedio» es lo que Hum­ la forma de los «pensamientos)); el lenguaje siempre
boldt llama Weltansicht, «no, precisamente, porque tiende a lo formal, y como las palabras ocupan el lu­
para poder captar cada fenómeno individual haya que gar de las cosas, éstas, en cuanto materia, tienen que
hacerse cargo de todo el universo, sino porque nos encontrar una forma a la que estén sometidas. 76 Esta
pone en situación de descubrir las complicadas corres­ idea de una peculiar formalización en el lenguaje la
pondencias y relaciones del mundo y a orientarnos en encontramos también sustentada en el concepto de
ellas».73 organismo. Precisamente por la armonía y adecuación
Con esto llegamos al otro principio, establecido por de la naturaleza a la que, a propósito de estos mismos
Humboldt e intuido ya por Herder, el principio de «or­ problemas, se había referido Platón,77 cada expresión
ganismo)). Ahora bien, esta estructura orgánica del y cada palabra trasciende siempre la órbita de la sub­
lenguaje no se refiere únicamente a su aspecto formal, jetividad, para insertarse en contextos más amplios y
sino a su materia y contenidos 74 y, en consecuencia, fecundadores de esa misma subjetividad. Esta dialéc­
dentro de esa estructura general, los más pequeños tica de contenidos permitió a Humboldt escapar del
componentes de ella poseen una profunda y armónica subjetivismo absoluto y «no huyó [sic] la exigencia de ver
conexión~ Así se explica el hecho de que el lenguaje no en el lenguaje una bipolaridad, un movimiento dialéc­
tico entre lo subjetivo y lo objetivo, lo individual y lo

72. Cf. Humboldt, Werke in fanf Biinden, ed. por A. Flitner y KI. Giel, 75. El diálogo entre Sócrates y el esclavo que Platón nos refiere en el
111, Schriften zur Sprachphilosophie, Darmstadt, Wiss. Buchgesellschaft, Menón (82 a - 85 c) es un ejemplo, tal vez el primero, de esta interpretación
1963, p. 20 (Ges. Schriften, IV, 27). dialéctica y armónica del lenguaje. Se suele interpretar este pasaje como un
73. Wilhelrn Luther, op. cit., p. lO. mero juego de conceptos, para aludir al tema de la preexistencia, cuando de
74. La idea de una gramática «inductiva» era fruto de esta concep­ lo que en realidad se trata es del descubrimiento de una función orgánica
ción general. Cf. Otto Jespersen, Die Sprache, ihre Natur, Entwicklung und y fundamentadora del lenguaje. Cf. E. Lledó, «La anamnesis dialéctica en
Entstehung, Heidelberg, Winter. 1925, p. 39. Véase también Ernst atto, Platón», Emerita, XXIX, 2, 1961, pp. 219-239.
Sprachwissenschaft und Philosophie, Berlín, de Gruyter, 1949, pp. 64-65, Y 76. Cf. Humboldt, Werke in fünf Biinden, I1I, p. 13 (Ges. Schriften,
Walter Porzig, Das Wunder der Sprache, Probleme, Methoden und Ergebnisse IV, 17).
d. modo Sprachwissenschaft, Berna, Francke, 1957', p. 371. (Hay trad. cast.) 77. Menón. 81 d.
46 FILOSOFíA Y LENGUAJE
COMO HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 47
interindividual O superindividual, entre energeia y en la brújula de la interpretación del lenguaje ha se­
ergon».78
guido, en el fondo, el rumbo del pensamiento en gene­
Humboldt, a pesar de algunas imprecisiones79 en ral. Pero además, a partir de Humboldt, el ideal de una
las que, sin embargo, se manifestaba el espíritu de su consideración unitaria del lenguaje se va disgregando
época, representa no sólo el comienzo científico de la en una serie de intentos aislados que van desde el neoi­
investigación lingüística, sino, al mismo tiempo, la cul­ dea-lismo de Croce81 o Vossler82 hasta las investigacio­
minación de una serie de especulaciones sobre el len­ nes lingüísticas positivas. Por supuesto que, con poste­
guaje, de la que ha de arrancar, precisándola y supe­ rioridad a estos autores, la filosofía del lenguaje ha
rándola, toda verdadera integración del logos en el dado un nuevo paso, del que no son ajenos los progre­
proceso del pensamiento. Heidegger, refiriéndose al sos realizados por la lógica y la moderna filosofía ana­
trabajo de Humboldt «Über die Verschiedenheit des lítica. Pero estos progresos han disociado, cada vez
menschlichen Sprachbaues... », ha insistido en la mo­ más, la unidad sostenida por Humboldt. Así, la lógica,
dernidad de su obra: «Desde su publicación, hasta al ceñirse a la expresión matemática y no sustentarse
nuestros días, esta obra ha influido, explícita o implí­ más en la palabra, ha determinado un campo especia­
citamente, en toda la lingüística y la filosofía del len­ lísimo, aparentemente desligado de toda necesidad de
guaje. »80
fundamentación filosófica. En otro extremo, diame­
tralmente opuesto, se encuentran las especulaciones de
VII Heidegger,83 cuya influencia ha sufrido en los últimos
años una evidente merma. Frente al positivismo lógico,
Frente a los trabajos de Humboldt, e impulsado por a la lógica matemática, en donde la estructura racional
las investigaciones de Darwin, representa August colabora a dar una gran impresión de solidez y rigor,
Schleicher el otro extremo. El concepto de «orga­ encontramos el pensamiento vagaroso, muy alejado ya
nismo» de Humboldt, diluido en consideraciones teó­ de Sein und Zeit, del Heidegger de la última época.
ricas fundadas en la ideología de la época, pasa a con­ Hay, sin embargo, algo de común en estas manifesta­
vertirse en «organismo natural.» Del Geist que domina ciones del pensamiento filosófico: la preocupación por
el romanticismo alemán hemos pasado a la Natur en el lenguaje, por precisar sus límites racionales o irra­
su más concreto sentido. Este cambio de orientación
81. B. Croce, Estetica come scienza dell'espressione e linguistica gene­
78. G. Nencioni, Idealismo e realismo nella scienza dellinguaggio, Flo­ rale, Milán, 1902.
82. K. Vossler, Positivismus und Idealismus in der Sprachwissen­
rencia, 1946, pp. 109-110. Citado por E. Coseriu, Teor(a del lenguaje y lin­
gü{stica general, Madrid, Gredos, 1962, p. 32. schaft, Heidelberg, 1904. Una breve caracterización de las diversas tenden­
cias modernas, puede encontrarse en el artículo «Sprachphilosophie» de
79. Cf., p. e., Erich Heintel, op. cit., col. 589. Cassirer, op. cit., p. lOO,
y, por último, Otto Jespersen, op. cit., p. 38, quien, sin duda, exagera este Hermann Schweppenhauser publicado en Das Fischer Lexicon, Philosophie,
aspecto. Frankfurt a. M., 1958, pp. 326-327.
80. Martin Heidegger, Der Weg zur Sprache (en Die Sprache, ed. por 83. Martin Heidegger, Holzwege, Frankfurt a. M., Klostermann, 1950,
la Bayerischen Akademie der sch5nen Künste, Munich, Oldenbourg, 1959, sobre todo pp. 248-295. Además Erliiuterungen zu Holderlins Dichtung,
p.97). Frankfurt a. M., Klostermann, 1951, y Unterwegs zur Sprache, Pfullingen,
Neske, 1960.

r
48 FILOSOFÍA Y LENGUAJE

cionales. En este momento crucial se halla la vieja


cuestión del lagos y su sentido, que tanto ha preocu-
pado en sus momentos capitales al pensamiento filo-
sófico. Pero este antagonismo, mayor aún que el que
aparece en el Crátilo, habrá de superarse, igual que se
ha superado, integrado, asimilado todo en la historia.
El camino que ha de seguirse necesita, previamente, CAPíTULO 2
un claro y amplio trazado. Es evidente que, como filo-
sofía, la alternativa aludida no ofrece posibilidad de EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO:
continuación, y que ese camino ha de arrancar de HACIA UNA REVISIÓN
otros presupuestos. Pero antes de emprender la mar- DE LA TERMINOLOGÍA FILOSÓFICA *
cha es necesario hacer un renovador estudio de la obra
de Wittgenstein, especialmente de sus Philosophische
Untersuchungen, porque ellas, una vez más, han que- 1
rido alcanzar la esencia problemática del lagos, que es
la esencia de la filosofía. El resultado de este esfuerzo Los senderos por los que discurre la filosofía con-
puede trazar e iluminar, en su crítica de las posibilida- temporánea marcan, con más precisión que hace
des y aporías, el sendero futuro por el que tiene que treinta años, las inflexiones que dieron al pensamiento
andar el pensamiento. filosófico los grandes pensadores del primer cuarto del
siglo xx. Pero el hecho de que podamos percibir con
claridad, en el horizonte cultural, los rumbos de esos ca-
minos nos permite, a la vez, comprobar la inseguridad
de sus orientaciones. Ni siquiera el pensamiento más
tradicional se salva de este desconcierto. Sus esquemas
y terminologías, que en última instancia podrían servir
de refugio, acusan, hoy más que nunca, su vaciedad.
Si se atiende, pues, al desarrollo de la filosofía ac-
tual con un cierto deseo de entender, se observa inme-
diatamente la peculiar crisis en la que se encuentra.
Por supuesto que no es ésta la primera vez que en la
historia de la filosofía aparecen épocas de desorienta-
ción y esterilidad. Parece, incluso, que es un ritmo ya

* Publicado en Actas del III Congreso Español de Estudios Clásicos, 1,


Madrid, 1968.
50 FILOSOFíA Y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 51
habitual en la dialéctica filosófica el que, después de extraño que la profunda esencia del lenguaje haya
un período particularmente fecundo y original, siga sido captada siempre en conexión con los problemas
otro sin relieve.
fundamentales de la filosofía, y raras veces como un
No tendría sentido entrar ahora en el estudio de las tema aparte.» y, sin embargo, contra la opinión de
causas, por otra parte muy claras, que han llevado a Stenzel habría que afirmar que, precisamente cuando
los actuales derroteros filosóficos y a su falta de orien- la esencia del lenguaje entró en contacto con las cues-
tación. Quede únicamente apuntado el hecho: la pro- tiones fundamentales de la filosofía, lo hizo con ese
funda crisis que, desde el final de la segunda guerra carácter marginal antes aludido y, por consiguiente,
europea, paraliza el pensamiento filosófico. como un tema secundario y accidental. Por otra
Esta crisis, sin embargo, queda en parte encubierta parte, cuando el lenguaje ha sido objeto si~temático
por una aparente vida intelectual -publicaciones, re- de investigación, tal análisis ha sido realizado desde
vistas, etc.-, que a una mirada superficial podría ha- determinadas perspectivas filosóficas, condicionado-
cer pensar que no hay tal crisis o, al menos, que no es ras del análisis, o bien desde el ángulo no menos fe-
muy grave.
cundo, pero parcial, de determinados presupuestos
Pero, por otro lado, se presienten hoy también las lingüísticos.
futuras rutas del pensamiento filosófico, caso de que Sin embargo, antes de estos estudios sistemáticos
quiera seguir conservando algo de lo que los griegos del lenguaje, que podrían encontrar su origen en la
entendieron por CP1Aocrocpia. obra de Humboldt yen el extraordinario impulso que
La filosofía contemporánea, para salir de esta cri- adquirieron, sobre todo en el siglo XIX, los estudios fi-
sis, discurre por varios senderos, y la tierra sobre la losóficos y lingüísticos, la filosofía no había incluido
que esos senderos se dibujan se llama lenguaje. Su in- totalmente el problema del logos en la contextura
mediata y constitutiva realidad es una realidad lingüís- misma del ser. Al menos después de Aristóteles. Esto
tica. La importancia que de día en día adquiere esta no quiere decir, en manera alguna, que los esfuerzos de
cuestión anuncia, en la crisis presente, un renovado y los lógicos medievales con sus tratados De modis signi-
fecundo horizonte. ficandi, de Leibniz, de Condillac, de Locke (cuyo libro
Sin embargo, los problemas del lenguaje habían tercero del Essay Conceming Human Understanding
sido, a menudo, objeto de la reflexión filosófica. Del puede considerarse como el primer trabajo sistemático
Crátilo platónico arranca una larga veta de cuestiones de semántica moderna), no hayan representado una
en torno al lenguaje, al margen de la cual han acam- toma de conciencia sobre el lenguaje y sobre sus parti-
pado, a veces, los filósofos; pero siempre al margen. culares implicaciones con la realidad y con el pensa-
En su Filosofía del lenguaje! escribe Stenzel: «No es miento.
Pero, al lado de esto, sorprende que, en filósofos
1. J. Stenzel, Philosophie der Sprache, Munich, R. Oldenbourg, 1964
como Descartes o Kant, el lenguaje no tuviera interés
(reimpresión de la Sección IV del Handbuch der Philosophie de 1934), p. 4. filosófico alguno. Para Kant, por ejemplo, el lenguaje
(Hay trad. cast.)
es un sistema de signos intrascendentes, de los que se
52 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSOFICO GRIEGO 53

sirve el pensamiento racional, como mero instrumento puro vehículo de algo esencialmente distinto de él
de información. 2 mismo. El punto clave de este proceso se alcanza
En este sentido, la filosofía occidental representaba cuando este pretendido carácter instrumental del len-
un claro retroceso frente a la especulación griega, que guaje cuaja en una terminología. No obstante la preci-
había centrado parte del pensamiento presocrático en sión de la que, tradicionalmente, se enorgullece el pen-
ellogos, que había hecho en el Crátilo el primer ensayo samiento terminológico y la clara delimitación concep-
sistemático sobre el origen y sentido de las palabras y tual con que parece investirse, la terminología ha sido
que, sobre todo en Aristóteles, había trazado con su siempre la paralización del pensamiento. No para el
teoría de la significación y del símbolo, las coordena- que la crea, sino para el que se sirve de ella sin una
das para situar el fenómeno del lenguaje y para funda- previa reflexión sobre los pasos que el lenguaje ha
mentarlo, entendido como distancia y comunicación, dado hasta finalizar en el «término", Porque toda termi-
en una ontología surgida de las mismas estructuras del nología, por muy descarnada que se nos presente en
lenguaje. 3 sus esquemas formales, es siempre el producto de una
Pero, al parecer, la filosofía griega, que había de de- serie de operaciones intelectuales y, en definitiva, lin-
terminar esencialmente la marcha del pensamiento oc- güísticas que, de alguna manera, tienen que estar pre-
cidental por lo que respecta al ser, no habría de influir sentes en el término. Las definiciones o explicaciones
de manera tan decisiva por lo que respecta al logos. que implica el ponerse de acuerdo para la inteligencia
Aquí podría insertarse la famosa división heidegge- de fórmulas terminológicas no son más que el esfuerzo
riana de la historia de la filosofía como una época de por incorporar al término ese proceso de gestación y,
olvido del ser, que comienza precisamente con Platón. por consiguiente, por enraizarlo en la matriz originaria
Aunque, más que un olvido del ser, ha sido un olvido de la lengua. El sentido de un término no es otra cosa
del logos lo que ha condicionado el desarrollo de la fi- que la historia de su constitución; y, a su vez, el sentido
losofía. de una terminología no es otra cosa que los supuestos
Las razones de este importante cambio podrían en- comunes que automáticamente la convierten en len-
contrarse, tal vez, en la dificultad de objetivación del guaje. Precisamente, el término es sólo término para
lenguaje, debida a su misma inmediatez y proximidad, aquel que desconoce su sentido. Cuando estos supues-
a su continuo «estar a mano» como instrumento y tos o este sentido se nos han hecho patentes, la termi-
nología ya no es más que una mera estructura sinté-
2. Cf. W. Luther, Weltansicht und Geistesleben. Versuch einer wissm-
schaftlichen Grundlegung der philosophischen Sprachanalyse an Beispielen tica, un esquema significativo, con el que el lenguaje
aus der griechischen Geistesgeschichte von Han/er bis Aristoteles, Gotinga, economiza la continua explicación y presencia de su
Vandenhoeck-Ruprecht, 1954, p. 5.
3. Cf. P. Aubenque, Le probleme de 1'etre chez Aristote. Essai sur la pro-
horizonte total. Como los hitos en el camino del pen-
blématique aristotélicienne, Paris, PUF, 1962, pp. 106 ss. Un interesante aná- samiento, su sentido es la continua referencia a ese
lisis encontramos también en W. Wieland, Die aristotelische Physik. Vnter- camino.
suchungen über die Grundlegung der Natunvissenschaft und die sprachlichen
Bedingungen der Principienforschung bei Aristoteles, Gotinga, Vandenhoeck-
Ruprecht, 1962, pp. 141 ss.
54 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 55

II sustancialmente, el contenido y la significación de esos


términos y, por consiguiente, apenas si tenía sentido
En la historia de la filosofía, al lado de la reflexión conservarlos; en el segundo caso, la disociación im-
antes mencionada sobre ellogos, ha habido también lo puesta por una terminología no asimilada llegaba a de-
que podríamos denominar «constantes terminológi- sorganizar el pensamiento en los momentos capitales
cas». En estos casos, el pensamiento no llegaba a una de su evolución y sistematización.
terminología, como meta y síntesis final de una serie Pero no es sólo el problema terminológico el que
de procesos dialécticos, sino que, aceptando los esque- nos lleva a adentrarnos en uno de los grandes temas de
mas formales de esas constantes, levantaba entre ellas la filosofía, de cuyo exacto planteamiento depende el
o sobre ellas sus construcciones ideales. Claro está que futuro de este particular modo de saber. Es la estruc-
la terminología aceptada tenía, de alguna manera, que tura lingüística, el fenómeno mismo del lenguaje, el
integrarse en el complejo lingüístico d~l que iba a for- que presenta uno de los aspectos más renovadores y
mar parte. Pero se integraba como tal terminología y originales, para volver otra vez a hacer dinámico y crea-
sin que latiese en ella el previo horizonte lingüístico dor el pensamiento filosófico.
del que se había destacado, y en cuya continua refe- En su «enciclopedia» de filosofía del lenguaje 4 es-
rencia se justificaba. El proceso de integración de una cribe Urban: «El lenguaje es el último y el más pro-
terminología, plenamente constituida en un organismo fundo problema del pensamiento filosófico. Esto es
lingüístico extraño, implica necesariamente la aniqui- verdad, sea que nos acerquemos a la realidad a través
lación delas relaciones semánticas de las que original- de la vida, sea a través del intelecto y la ciencia.»
mente vive toda terminología. Esto ha ocurrido fre- El pasaje de Urban no es sino un ejemplo, entre
cuentemente en la filosofía occidental, cuyas aporta- múltiples que podrían citarse, del despertar de una
ciones han ido surgiendo por el dinamismo que los nueva era filosófica. Si la segunda mitad del siglo pa-
griegos imprimieron a su pensamiento. Si la historia sado significa en filosofía el despertar de la conciencia
de la filosofía había de ser, como afirmaba Whitehead, histórica, la segunda mitad de nuestro siglo XX va a sig-
notas a pie de página de los diálogos de Platón, esta fi- nificar el despertar de la conciencia lingü{stica. Al me-
losofía iba a quedar también orientada por el inmenso nos por lo que a la filosofía se refiere, porque la lin-
bloque de terminología filosófica que Aristóteles nos güística como disciplina tiene su origen, como es sa-
legó. bido, en el siglo pasado, precisamente cuando surge la
En la incorporación de términos procedentes de un conciencia histórica. Pero además del interés por los
contexto cultural y lingüísticamente extraño, por ejem- estudios filológicos, que necesariamente iba a repercu-
plo, aristotélicos, podían ocurrir dos cosas: o que estos tir --como ha ocurrido en estos años- sobre la filoso-
términos fuesen absorbidos plenamente por el con- fía misma, el paisaje histórico que nos circunda ha
texto receptor, o que sobrenadasen en él como restos
arqueológicos en un paisaje intelectual renovado. En el 4. W. M. Urban, Lenguaje y realidad. La filosofía del lenguaje y las prin-
primer caso era el nuevo contexto el que modificaba, cipias del simbolismo, trad. esp., México, FCE, 1952, p. 13.
56 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 57

condicionado también los nuevos planteamientos. de las que lentamente se destaca una que luego ex-
Como escribe Morris: 5 «El lenguaje es de una impor- tiende su denotación sobre una cantidad creciente de
tancia tan capital que se convierte en tema de interés casos, hasta que, por fin, llega a abarcarlos todos y a
central en épocas de intenso reajuste de la sociedad. ejercer la función de un concepto genérico.»
No sorprende, pues, que en nuestros días, así como en En el pasaje de Usener encontramos una expresión
las postrimerías de la cultura griega y en la Edad Me- que puede servirnos de hilo conductor para una parte
dia, se evidencien tentativas para desarrollar una doc- de los planteamientos en torno al problema del len-
trina comprensiva de los signos.» Esta doctrina de los guaje filosófico: <<nuestro lenguaje que piensa por no-
signos o semiótica ha de tener, sin embargo, una apli- sotros». Esta expresión, que en 1896 no dejaría de pro-
cación mucho más concreta que la de servir de punto ducir asombro entre algunos filósofos a pesar de las in-
de partida y de enfoque para una nueva teoría del len- vestigaciones de Humboldt, es hoy día un presupuesto
guaje, por muy interesante que sea el formularla. Por- fundamental para todo trabajo sobre el lenguaje: «No
que, de no ser así, ocurrirá, como ocurrió en las épo- hay que olvidar --escribe Coseriu-7 que no es la len-
cas citadas por Morris, que, al no conectarse ple- gua la que se determina por la realidad sino que, al
namente su esfuerzo especulativo con la realidad contrario, es la realidad la que se concibe mediante la
lingüística misma, al separarse peligrosamente el do- lengua.» En el plano exclusivamente filosófico encon-
minio del pensamiento del dominio del lenguaje, la traremos la misma idea modulada en distintos concep-
idea de su expresión volverá de nuevo a perderse, en tos. Así, Nicolai Hartmann8 afirmará: «El individuo
la precaria y difusa universalidad del ser, su elemento desconoce corrientemente hasta qué punto está domi-
fecundador y clarificador, el logos. nado por el lenguaje, soporte del pensamiento.» Y el
Nuestra época no puede por menos de acortar esa mismo Lavelle9 nos sorprende escribiendo que «el len-
distancia ontológica que ya Usener había presentid06 guaje no es, como se cree, el vestido del pensamiento,
en su ejemplar estudio sobre los nombres de los dioses: sino que es su verdadero cuerpo. El pensamiento no es
«El salto entre la percepción específica y los conceptos nada sin la palabra».
generales es mucho mayor de lo que permiten suponer Por otro lado, la psicología más reciente ha confir-
nuestras nociones escolares y nuestro lenguaje que mado estas tesis superando, por ejemplo, los viejos
piensa por nosotros. Es tan grande, que no puede ima- planteamientos de la escuela de Würzburgo, cuyas in-
ginarse cómo llegó a realizarse si el lenguaje mismo, vestigaciones sobre la posibilidad de un pensamiento
sin ser el hombre consciente de ello, no hubiera pre-
parado e impulsado todo este proceso. Es el lenguaje el
que produce una multitud de expresiones individuales, 7. E. Coseriu, «Logicismo y antilogicismo en la gramática», en Teoría
del lenguaje y lingüfstica general, Madrid, Gredos, 1962, p. 245. Por supuesto
que esta cita expresa la radicalización de un problema, cuya solución, sin
5. Ch. Monis, Signos, lenguaje y conducta, trad. esp., Buenos Aires, embargo, no puede decidirse tan simplificadamente como aquí se pretende.
Losada, 1962, p. 8. 8. N. Hartmann, Das Problem des geistigen Seins, Berlín, de Gruyter,
6. H. Usener, Giitternamen. Versuch einer Lehre von der religiosen Be- 19492 , p. 220.
griftsbildung, Bonn, 1896, p. 330. 9. L. LaveIle, La parole et l'écriture, París, Artisan du livre, 1942, p. 18.
58 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 59
sin imágenes pretendían, a su vez, demostrar el error Lévi-Strauss, y los estudios semánticos, desde Russell a
del asociacionismo. Basta leer los trabajos de Piaget lO Guine.
y Wallon,ll realizados sobre una firme base experi- Por lo que se refiere a la antropología de Lévi-
mental, para confirmar esta teoría. En la misma direc- Strauss, y aunque no ha podido todavía influir sobre
ción, los estudios de Vygotskyl2 sintetizan una parte los estudios particulares de revisión del lenguaje filo-
importante de las investigaciones psicológicas moder- sófico,14 ha removido ya algunas cuestiones fundamen-
nas. Efectivamente, «la unidad del pensamiento verbal tales. Así, su comunicación en 1952 al Congreso de
la encontramos en la significación de la palabra. Am- antropólogos y lingüistas de Bloomington l5 y su bien
bos términos constituyen una amalgama tan estrecha conocido artículo l6 han suscitado una interesante polé-
de pensamiento y lenguaje, que resulta difícil dilucidar mica en la que han participado Gurvitch 17 y Handri-
si es un fenómeno del habla o del pensamiento. Una court-GranaLl8
palabra sin significado es un sonido vacío. El signifi- Lévi-Strauss sostiene que, sin reducir la sociedad o
cado es, por tanto, un criterio de la palabra y su com- " la cultura al lenguaje, puede realizarse una auténtica
ponente indispensable». revolución copernicana, interpretando, en función de
una teoría de la comunicación,19 la estructura misma
de la sociedad. Esto no quiere decir que exista una se-
III rie de correspondencias, término a término, entre el
lenguaje y la cultura considerada como el conjunto de
Trabajos recientes sobre el lenguaje han especifi- datos relativos a una sociedad determinada. Para defi-
cado, de distintas maneras, ese pensamiento genérico. nir exactamente las relaciones entre lengua y cultura
Dejando a un lado los problemas exclusivamente lin- hay, pues, que excluir dos hipótesis: una según la cual
güísticos y los que han sido tema de las teorías semán- no podría haber correlación entre los dos órdenes y la
ticas que giran en tomo al conocido libro de Ogden y hipótesis inversa de la correlación total en todos los ni-
Richards The Meaning of Meaning, 13 destaquemos entre
las corrientes actuales más importantes, con cuyo aná- 14. Véanse principalmente Race et histoire (Pans, Unesco, 1952),
lisis y crítjca tendrá que enfrentarse el pensamiento Tristes tropiques (Pans, Plon, 1955), Anthropologie structurale (Pans, Plon,
1958), La pensée sauvage (Pans, Plon, 1962) y, por último, Le cru et le cuit
contemporáneo, las teorías antropológicas de Claude (Pans, Plon, 1964), que inicia la serie Mythologiques.
15. «Linguistique et anthropologie» (Anthropologie structurale, pági-
nas 77-91).
16. Cl. Lévi-Strauss, «Language and the Analysis of Social Laws., en
10. J. Piaget, Le langage et la pensée chez l'enfant, Neuchatel. Dela- Amer. Anthrop., LIn, 1951, pp. 155-163 (Anthropologie structurale, cap. IlI).
chaux-Niestlé, 1923. 17. G. Gurvitch, «Le concept de structure sociale. (Cah. Int. Soc., n,
11. H. Wailon, Les origines de la pensée chez /'enfant, París, PUF, 1955, pp. 3-44).
19633 • 18. Handricourt-Granai, «Linguistique et sociologie» (Cah.Intem. So-
12. L. S. Vygotsky, Thought and Language, Cambridge, Mass., MIT, ciO/., n, 1955, pp. 114-129).
1962, p. 120. ' 19. CI. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, cit., p. 95. Véase desde
13. Ogden-Richards, The Meaning of Meaning, Londres, Routledge- el campo lingüístico la valoración que de esta obra hace Jakobson, Essais
Kegan Paul, 19364 • de linguistique générale, Pans, Minuit, 1963, p. 27.
60 FILosofíA y LENGUAJE
EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 61
veles. La hipótesis de trabajo más fecunda ocupa una había partido de estudios realizados sobre las len-
posición media: se pueden establecer correlaciones en- guas de los indios americanos (navajo, hopi, azteca,
tre ciertos aspectos y ciertos niveles. La tarea consiste maya, etc.) enfrentándolos a la estructura lingüística
en encontrar cuáles son estos aspectos y dónde están indoeuropea. Los estudios de Whorf pretendían de-
estos niveles. 20 mostrar cómo, por ejemplo, la concepción del tiempo
Sin embargo, la temática general de esta relación en las lenguas europeas estaba codificada en unas es-
venía ya planteándose desde Humboldt;, y han sido dos tructuras distintas de las lenguas no europeas. Esta co-
lingüistas y etnólogos americanos, Edward Sapir y dificación 23 se daba sobre la base de dos conceptos
Benjamin Lee Whorf, los que la han matizado. 21 fundamentales: «espacialización» y «cualificación».
Para Humboldt, como es sabido, la visión del Nuestras lenguas europeas nos sugieren la espacializa-
mundo que el hombre tiene está, en cierto sentido, pre- ción y especificación del tiempo, y nos hacen contarlo
determinada por su lenguaje. Pues bien, partiendo de como monedas o longitudes espaciales. La llamada
esta tesis 22 escribe Sapir: «Los seres humanos no viven «hipótesis de Whorf» se centra en torno a estas cues-
sólo en un mundo objetivo, y menos aún en el mundo tiones. Es, pues, nuestro lenguaje el que nos da la
de la actividad social tal como se la entiende corrien- forma de experiencia que imaginamos tener del
temente, sino que, en gran parte, están a merced de mundo. La reducción del mundo en cosas y en proce-
aquel lenguaje particular que se ha convertido en el sos separados está determinada por nuestra gramáti-
medio de expresión de su sociedad. Es una ilusión ca. «Las concepciones newtonianas del espacio, del
imaginar que los hombres se adaptan esencialmente a tiempo y de la materia no son instituciones legadas a
la realidad sin ayuda del lenguaje, y que el lenguaje la naturaleza de todos los hombres o a la del mundo,
mismo no es otra cosa que un medio para resolver pro- sino adquisiciones que se derivan de la cultura y del
blemas específicos de comunicación o de reflexión. El lenguaje, de donde necesariamente Newton las ha sa-
hecho es que una gran parte del "mundo real" está mo- cado. »24
delada inconscientemente según los hábitos lingüísti- No es necesario, por consiguiente, afirmar que cier-
cos del grupo.» tas estructuras diversas lo son porque expresan hechos
Un paso más en los análisis de Sapir representan diversos, sino que es más justo afirmar que «los hechos
los trabajos de su discípulo Benjamin Lee Whorf. Éste son diversos para todo hablante, porque sus instru-
mentos lingüísticos le ofrecen modos diversos de ex-
20. Cf. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, p. 97. presarlos». Whorf expuso esta tesis como «una nueva
21. En Alemania, los equivalentes a la obra de Sapir y Whorf, por lo teoría de la relatividad» o como «el principio de la re-
que se refiere al tema general de la influencia del lenguaje sobre la Wel-
tanschauung, aunque desde perspectivas más teóricas, pueden encontrarse latividad lingüística». La visión newtoniana del mundo
en J. Trier, Der deutsche Wortschatz in¡ Sinnbezirke des Verstandes, Heidel-
berg, Winter, 1931, y L. Weisgerber, Die sprachliche Erschliessung der Welt,
23. La obra fundamental de Whorf es Language, Thought and R.eality.
Düsseldorf, Schwann, 1954-1955'.
Selected Writings of B. J. Whorf, ed. de Carroll, Cambridge, Mass., MIT,
22. Sapir, «The Status of Linguistics as a Science», en Language, V, 1956.
1929, pp. 209 ss. 24. Whorf,op. cit., p. 153.
62 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 63

la conecta Whorf con la civilización occidental del observaciones un tanto primitivas. Whorf establece
otoño de la Edad Media, que dividía y subdividía el sus correlaciones entre objetos que revelan dos nive-
tiempo con módulos cada vez más precisos, a causa de les muy alejados por la cualidad de las observaciones
las invenciones mecánicas, del desarrollo de la indus- y por la fineza de los análisis a los que cada uno de
tria y el comercio, etc. Un hombre del siglo XVII sentía estos campos -el cultural y el lingüístico- están so-
el tiempo de modo muy distinto a uno del siglo XIV, in- metidos. 26
merso en una vida más natural y cuyo tiempo se me- Esta aguda observación de Lévi-Strauss permite un
día por ritmos aproximados: el sol, las horas de ora- enfoque de los problemas filosóficos y, sobre todo, de
ción, etc. Resulta, por tanto, casi imposible encontrar aquellos que tienen que ver con el lenguaje. La obra fi-
el significado total de un enunciado del siglo XIV, al losófica, por muy abstracta que sea y por muy pro-
menos tal como se percibía en esta época. Aquí com- funda que pretenda aparecernos en virtud de esa abs-
probamos una vez más 25 cómo nuestra lengua «subdi- tracción, no es más que la interpretación lingüística de
vide el mundo... subdivide la situación... interrumpe el una realidad que en todo momento la trasciende y al
fluir de la experiencia... reduce en fragmentos el am- par la integra.
plio y continuo fluir de la existencia... secciona la na- En cuanto a las investigaciones semánticas, tanto
turaleza de diversos modos según las líneas trazadas los problemas de terminología cuanto las mismas
por nuestros idiomas». cuestiones filosóficas tendrán que plantearse, en
Las teorías de Whorf, a pesar de los puntos de dis- parte, desde el amplio horizonte en el que hoy se des-
cusión que ofrecen, han contribuido a demostrarnos pliega la semántica histórica, estructural, analítica o
que el lenguaje unas veces facilita y otras entorpece la constructivista. «La semántica analítica, por ejemplo,
percepción correcta del mundo. no agota la filosofía, pero es su propedéutica indis-
Lévi-Strauss ha reconocido, desde sus estudios pensable. »27
antropológicos, el sugerente punto de partida que El análisis y la crítica de las Philosophische Unter-
marca la hipótesis de Whorf, aunque observa, con ra- suchungen de Wittgenstein,28 publicadas por primera
zón, que éste estudia el problema del lenguaje desde vez en 1953, que aborda el estudio del lenguaje natu-
una estructura eminentemente lingüística. O sea, que ral y no del formalizado o científico, podría aportar
el objeto frente al que se detiene no está dado por una un instrumental teórico interesante para demostrar
aprehensión empírica e intuitiva de la realidad, sino problemas terminológicos de la tradición filosófica
más bien captado a través de un análisis metódico y occidental. Además, en esta obra, el lenguaje es con-
de un considerable trabajo de abstracción. A su vez, cebido como una Lebensform, y en consecuencia,
la entidad cultural con la que compara sus datos lin-
güísticos apenas está elaborada y surge a través de' 26. Cf. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, p. 84.
27. M. Bunge, Antolog(a semántica, Buenos Aires, Nueva Visión, 1960,
pp. 10-11.
25. Cf. G. Mounin, Teoria e storia della traduzione. Turin, Einaudi. 28. L. Wittgenstein, «Philosophische Untersuchungen., en Schriften,
1965, p. 90. Whorl, op. cit., pp. 157 SS., 207 ss. Frankfurt, Suhrkamp, 1960.
64 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 6S

como algo más amplio que el dominio exclusiva- Esto no quiere decir que los clásicos de la interpre-
mente lógico. 29 tación del pensamiento griego no hayan enriquecido
nuestro saber sobre él. Pero puede haber ocurrido
también que, igual que la filosofía en general, la crítica
N del pensamiento griego se encuentre hoy inmovilizada
ante la misma aporía.
Ahora bien, ¿qué pueden aportar estos estudios al Por eso, el ensayo de un nuevo enfoque de las cues-
problema de la terminología filosófica y en qué rela- tiones tradicionales puede resultar, en principio, apro-
ción se encuentran estas cuestiones con las del len- vechable. ¿Qué pueden, pues, aportar estos estudios re-
guaje filosófico griego? Por supuesto que no se trata de .cientes a nuestra investigación?
aplicar, estrictamente, determinados métodos de se- En este punto tenemos ya metódicamente que situar-
mántica más o menos estructural a lo Trier o Mataré, nos ante el problema del lenguaje filosófico griego. En
ni entrar en discusiones sobre el concepto de signifi- un espléndido trabaj031 ha escrito Kurt van Fritz: «De en-
cado, ni siquiera volver a una crítica del lenguaje se- tre todos los pueblos europeos, es el griego el único que
gún los esquemas escépticos de Fritz Mauthner, cuyos ha sacado de sí mismo el lenguaje filosófico y científico.»
voluminosos trabajos publicados a principio de sigl030 En esta originalidad radica la situación de privilegio que
han sido incomprensiblemente olvidados. caracteriza al pensamiento griego. Al no arrancar este
Quizá pueda parecer sorprendente además que, a pensamiento de simples esquemas teóricos o de meras
propósito del pensamiento griego, cuya bibliografía co- formulaciones lingüísticas, aunque en su transcurso la
nocemos y citamos hasta la saciedad, aparezcan aquí, presencia de la escritura se hiciese cada vez más acu-
aunque sea de pasada, nombres inusitados en estos con- sada, la filosofía griega implicó, con mayor o menor in-
textos, como los de Lévi-Strauss o Whorf por ejemplo. .tensidad, una constante atadura a lo sensible. El filósofo
Creo, sin embargo, que es tiempo ya de romper un poco griego, proyectado siempre sobre la realidad exterior, so-
la costra idealista o idealizante que envuelve una gran bre la intuición de la realidad extrasubjetiva, fue, en
parte de los estudios clásicos, al menos los que tocan el cierto sentido, ciego para la subjetividad. Pero este mar-
campo filosófico. Desde hace más de cincuenta años se cado tono objetivista era una consecuencia legítima de la
repiten incansablemente los mismos esquemas teóricos, receptividad y humanidad del pensamiento. Precisa-
desgastados hoy ya y, por supuesto, anacrónicos. mente porque el filósofo griego se encuentra en todo mo-
mento ligado a la comunidad, su lenguaje filosófico no
29. En tomo al problema de lo lógico en el lenguaje, d. Coseriu. fue glosa o entrelazamiento a una determinada termino-
op. cit., pp. 235 Y 260, Y Uedó, "A propósito de una lógica hennenéutica••, logía, sino al lenguaje natural, al lenguaje heredado, que
en Revista de Filosof(a. LXXVI, 1961, pp. 41-50. no era patrimonio del individuo, sino de la comunidad.
30. F. Mauthner, Beitriige zu einer Kritik der Sprache, Stuttgart, 1901-
1902,3.- ed., Leipzig, F. Meiner, 1923. Muy interesante es también su Wor-
terbuch der Philosophie, 1-I1I, Leipzig, F. Meiner, 19232 • La reciente obra de
G. Weller, Mauthner's Critique of Langage. Cambridge University Press, 31. K. von Fritz. Philosophie und sprachlicher Ausdruck bei Denwkrit,
1970, tal vez sirva para que se vuelva a hablar de Mauthner. Plato und Aristoteles, Dannstadt, WBG, 19632, p. 9.
66 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 67

La razón era, pues, para los griegos lagos, o sea dis- no ha de consistir, como se ha pretendido, en volver a
curso, habla llena de sentido. El mismo Platón32 lla- situar las lenguas existentes en el cuadro de una eidé-
mará al pensamiento un diálogo del alma consigo tica de todo lenguaje posible para objetivarlo delante
misma. El pensamiento estaba, pues, ensartado en las de una conciencia constituyente, universal y objetiva-
estructuras mismas del lagos y, a través de ellas, se dora, sino como una vuelta al sujeto que habla... El
producía dialécticamente. El lagos no era simplemente lenguaje no es el resultado caótico de hechos lingüísti-
reflexión, vuelta a la intimidad, sino razón expresada, cos independientes, sino de un sistema en el que todos
reflexión comunicada. Esta expresión suponía, en con- los elementos concurren a un esfuerzo de expresión
secuencia, una determinada ligadura con aquel para única orientado hacia el presente y el porvenir y go-
quien algo se expresaba. bernado por una lógica actual. »35
Esta comunicación y participación que el lagos im- Esta perspectiva husserliana modula dos viejas te-
pone quiere decir: sis. Por un lado, el problema del lenguaje así conce-
bido da razón al platonismo: el lenguaje es un tejido de
a) Que el pensamiento apunta esencialmente a su ideas. Pero también se hace justicia al aristotelismo: el
expresión. Que es, por consiguiente, un pensamiento lenguaje que hablamos parece que está encajado en la
social. En su mismo núcleo intelectual se asienta la ne- ontología aristotélica, en la teoría de la substancia y el
cesidad de comunicación. accidente. En la metafísica aristotélica se hizo expre-
b) Que tan pronto como el filósofo griego elabora sión conceptual algo que yacía en el lenguaje del pue-
un pensamiento o contempla una teoría, por esa ín- blo griego y de toda la familia indoeuropea. El que
tima constitución del lagos está expresando algo, está haya una substancia, algo inmutable, y que esto se
afirmando algo con alguien y para alguien. identifique, en cierto sentido, como una unidad con
sus accidentes, no es otra cosa que lo que encontramos
Es interesante observar cómo en la filosofía mo- en la estructura del lenguaje mismo, en cuanto que
derna, concretamente en el Husserl de la última éste hace predicaciones de sujetos. 36 Por tanto, en cada
época,33 aparece una modulación de estas dos tesis: el forma de juicio, en cada forma de á,1tóq>a.vmc; encon-
lenguaje es una manera de mirar los objetos, es el tramos una estructura fundamental de la realidad.
cuerpo del pensamiento. A través de esta corporeidad, Aquí comprobamos, pues, la permanencia de una
los pensamientos que, sin él, serían en última instancia trayectoria que arranca del mundo griego y a cuyos úl-
fenómenos privados, adquieren valor de intersubjetivi- timos representantes me referí anteriormente. Efecti-
dad. 34 Por consiguiente, «la fenomenología del lenguaje vamente, los griegos no tenían una palabra que signifi-

32. Platón, Sof., 264 e. 35. M. Merleau-Ponty, .Sur la phénoménologie du langage» (Pro-
33. Husserl, Fomzale und transzendentale Logik, Halle, 1929, p. 20. blemes actuels de la phénoménologie, París, Desclée de Brouwer, 1952,
Cf. n. 35. pp. 92-93).
34. Husserl, .Der Ursprung der Geometrie., en Rev. Int. Phil., 1,1939, 36. Cf. Wieland, op. cit., pp. 150 ss. Cf. también 1. Brunschvicg, Les
pp. 210 ss. I1ges de l'intélligence, Pans, 1939, p. 65.
68 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 69

case lo que nosotros entendemos hoy por lenguaje. Lo En segundo lugar, las investigaciones de la antropo-
más parecido era el lagos, que era tanto la esencia del logía estructural de Lévi-Strauss nos han mostrado de
lenguaje cuanto lo significado en él: el argumento, el manera sugestiva el otro gran enraizamiento del len-
tema, el objeto del diálogo. La interpretación griega guaje con la comunidad, con la cultura, con un estadio
del lenguaje se mueve entre estos dos polos: el Aóyoe; es determinado de la polis y del espíritu del hombre.
tanto lo dicho, lo significado, cuanto la yAro'C't(J.., aquel Ahora bien, estas nuevas confirmaciones están si-
órgano de nuestra boca con el que pronunciamos. tuadas, aunque al mismo nivel, en planos más profun-
La filosofía griega comenzará con Platón a luchar dos de la realidad, y con resultados científicos enri-
contra esta identificación de palabra y cosa, de lenguaje quecidos en múltiples perspectivas. De ahí lo incom-
y pensamiento. Porque «el dominio de este lenguaje so- prensible que resulta, cuando el pensamiento ha
bre el pensamiento era tan grande, que la filosofía con- abordado determinados frentes y ocupado posiciones
sideró tarea suya liberarse de él. Por eso los griegos, in- concretas, el hecho de que se cultiven incansablemente
fluidos por la sofística, vieron en el onoma la confusión posiciones atrasadas, reductos arcaicos alrededor de
yel extravío del pensamiento» ... Por eso Platón se orien- los cuales languidece el pensamiento.
tará hacia el eidos y «la crítica de la justeza de los nom- Pero había aludido también a la semántica.. Aquí
bres realizada en el Crátilo representa el primer paso en surge una delicada cuestión que ha planteado Urbano La
una dirección al final de la cual se encuentra la teoría transferencia de nombres o de signos idiomáticos de un
contemporánea del lenguaje, como algo instrumental y «objeto» a otro es la primera ley del lenguaje. En el curso
el ideal de un sistema de signos lógicos. Colocado vio- de la historia, las palabras pierden sus viejos sentidos y
lentamente entre la imagen y el símbolo, el ser del len- adquieren otros nuevos, o en algunos casos no adquieren
guaje sólo podía nivelarse en el puro ser simbólico».37 ninguno y son así Scheinworter, palabras vacías. «Esta
Pero en el fondo era exacto lo que afirmaba 38 Hegel: noción de palabras vacías, de grandes zonas del discurso
«Cuando en Grecia palabra y cosa se oponían, era la humano que consisten en un verbalismo vacío, ha sido la
palabra lo supremo, pues una cosa no expresada era apelación última de todas las tendencias antimetafísicas
algo irracional. Lo racional sólo existe como lenguaje.» del pensamiento.»39 El que las palabras hayan perdido
Ese nivel alcanzado por el pensamiento griego coin- todo su sentido, nos dirá, es una proposición absurda.
cide con la temática apuntada anteriormente. Parece, sin embargo, que el problema no está bien plan-
En primer lugar, los trabajos más rigurosos sobre teado. Para plantearlo con más rigor nos puede servir la
psicología del lenguaje nos confirman la intuición semántica moderna. No se trata de que las palabras es-
griega sobre la estructura dialéctica -dialógica- del tén vacías, sino sencillamente de que ya no sean logos, de
pensamiento y sobre la estructura intelectual -eidé- que se hayan disociado de tal manera el pensamiento y
tica- de la lengua. su expresión que el plano del término no llegue a ajustar
ya con el plano· del lenguaje.
37. Gadamer,op. cit., p. 395.
38. Hegel, «Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie» (Jubi-
laeul1l Ausgabe, XVIII), Stuttgart, Frommans, 1959, p. 133. 39. Urban,op. cit., p. 156.
70 FILosoFíA y LENGUAJE EL LENGUAJE FILOSÓFICO GRIEGO 71
Si, como decía Hegel, la filosofía es la historia he- mente, el lenguaje filosófico griego. Pero, así como
cha conceptos, el lenguaje, podemos glosar nosotros, muchas de sus afirmaciones teóricas sobre el lenguaje
es la historia hecha palabra. Porque sólo a través de se mueven en la fecunda línea humboldtiana y no es-
ella nos hablan las palabras. Sólo a través de la histo- tán desprovistas de cierto poder de sugestión (<<el len-
ria y, por supuesto, a través del sistema en el que viven guaje es la casa del ser», «lo que el lenguaje expresa es
las palabras, puede plantearse en serio el problema de la más originaria esencia del ser», «lo que permanece
una significación y, por tanto, el ajuste de estos dos lo fundan los poetas», etc.), sus ensayos de semántica
planos. ontológica en relación con el lenguaje griego constitu-
Parece, pues, que las «constantes terminológicas» yen, por el contrario, un extraño fenómeno, para que
no se acompasan a este ritmo. Por ello la filosofía mo- lo estudie la sociología filosófica, y recuerdan el texto
derna ha tomado conciencia de este problema que po- de Morris, anteriormente citado, a propósito del len-
dríamos formular en los siguientes términos: guaje y de las épocas de reajuste social.
Esta mística del lagos, este esterilizador ejercicio de
a) ¿Puede una reflexión sobre el lenguaje dar flui- estilo, por muy renovador que haya podido parecemos
dez a una terminología endurecida de la que ha desa- alguna vez, implica una terrible negativa a lo que el
parecido totalmente la realidad -el ser- y, por consi- lenguaje es como casa del ser, y también como morada
guiente, la filosofía? del hombre. La cuestión terminológica vuelve a plan-
b) ¿Puede la perspectiva del lenguaje constituir un teársenos de nuevo. Pero aquí nos tropezamos con
punto de incisión en la llamada perspectiva del ser? aquel empleo terminológico en el que el término -en
este caso el lenguaje griego- no sirve como punto de
El libro clásico de Martin Heidegger, Sein und Zeit, llegada, sino como punto de partida. No es una termi-
se abría con una impresionante40 afirmación platónica: nología vacía aquella de la que se sirve Heidegger, sino
«Hace tiempo que estáis familiarizados con lo que que- que la convierte en una terminología hinchada y, en
réis decir cuando usáis la expresión ser; nosotros tam- consecuencia, deformada.
bién creímos alguna vez que lo sabíamos, pero ahora, Con todo, el proceder de Heidegger ha sido sinto-
sin embargo, nos encontramos con que no lo sa- mático. Sintomático de esta preocupación que acucia
bemos.» hayal pensamiento y por cuya ruta tendrá que cami-
La respuesta de Heidegger a este interrogante fue nar: la casi vulgar y trivial y profunda senda del len-
una respuesta ontológica. Al menos la que en 1927 dio guaje.
con Sein und Zeit, porque después el filósofo alemán Pero en el fondo de todos estos planteamientos late
ha ido desviando su preocupación por el ser hacia el como base una escueta, pero no por eso menos radical
encuentro del lagos. Una gran parte de sus trabajos cuestión. Desde Humboldt y Herder hemos hecho
posteriores tienen por objeto el lenguaje y, concreta- nuestra, con las variaciones y acotaciones pertinentes,
la tesis de que el lenguaje es un modo de ver la reali-
40. Platón, So[., 244 a.
dad, de entenderla, de interpretarla. Pero ¿por qué?
72 FILOSOF1A y LENGUAJE

¿Por qué cada pueblo tiene una determinada manera


de construir su Weltanschauung, su visión del mundo?
¿Por un capricho de la mente? ¿ü más bien porque el
lenguaje, incluso el filosófico, es verdaderamente logos
y nos habla desde la realidad, desde la sociedad, desde
la historia?
En estos tres puntos, sincrónicamente, tendrá que CAPíTULO 3
incidir también la semántica filosófica. Porque el len-
guaje de un pueblo no es más que la biograffa de su es- INFORMACIÓN FILOSÓFICA
píritu; de su lucha por entender y asimilar el mundo. E HISTORIA*

Hacer hoy historia de la filosofía significa plantearse,


de alguna manera, ciertas cuestiones generales en tomo
al sentido del conocimiento histórico y de la metodolo-
gía para llegar a tal conocimiento. Este planteamiento
responde al nivel en que tanto la historia como la filo-
sofía se encuentran actualmente. Ambos saberes pre-
sentan una profunda fisura que ha de encajarse y sol-
darse para que puedan recuperar la función que verda-
deramente les corresponde, aunque pierdan el viejo
prestigio que, no hace muchos años, se le concedía, y
con el que se ocultaba, precisamente, lo más importan-
te de su cometido. Simplificando mucho estas funciones
podríamos afirmar que a la historia le corresponde, so-
bre todo, el ser memoria colectiva, y a la filosofía, el ser
consciencia crítica. Por supuesto que con ello expresa-
mos únicamente el horizonte en el que estos dos sabe-
res tienen que dibujarse; y el problema que, en conse-
cuencia, hay que plantear es cómo se constituye y espe-
cifica esa memoria colectiva y esa consciencia crítica.

* Trabajo inédito (Barcelona, 1973).


74 FILOSOflA y LENGUAJE I,I!
INFORMACIÓN FILOSÓFICA E mSTORlA 75
1
1
Cualquiera que esté en contacto con los ambientes de esa burguesía, han producido leves cambios en los '1

intelectuales «de vanguardia» ha percibido las dificul- trabajos de los historiadores. Tal vez, la única excep-
tades de instalación que en el edificio del saber cientí- ción con la que se ha pensado revitalizar los esquemas
fico encuentra, por ejemplo, la historia. Es frecuente historiográficos es la llamada historia «económica».
1I

ver, en publicaciones diversas, largas reflexiones sobre Esta exigencia de revisar, bajo nueva óptica, el paisaje
el tema de la «muerte de la historia». Al parecer, esta histórico era una necesidad impuesta por los profun-
expresión proviene, en parte, de una actitud, más o dos cambios en algunos sectores de la sociedad de
menos ideológica, que pretende liberamos de la res- nuestro siglo y por la presencia de las revoluciones que
ponsabilidad de nuestro inmediato pasado. En un pIa- en él han tenido lugar. Sin embargo, los indudables
no meramente privado, esta responsabilidad podría ser aciertos de la historia «económica}) comienzan a ser
mínima; pero, en el plano público, la «muerte de la his- manipulados y domesticados, de forma que lo que po-
toria» implicaría una cierta liberación de responsabili- día convertirse en una radical revisión e iluminación
dades para los políticos e instituciones oficiales, que, del pasado y, por tanto, de lección para el presente
con sus decisiones al abordar oportunística y frívola- queda, a veces, reducido a Un aditamento frívolo con el
mente problemas ineludibles, encontrarían justificados que se adornan cierta páginas históricas, sin sacar más
así sus actos, borrados ya en la niebla del pasado, don- consecuencias que las que permiten las circunstancias
de los aciertos y los errores, el bien y el mal, quedan del presente, en el que tales historias se escriben.
diluidos en la misma «muerte»). Lo que del pasado nos presenta la historiografia se
Pero hay raZOnes también que explican el posible considera, pues, como un modo más de manipular
descrédito de la historia y, por tanto, la falta de interés nuestra consciencia para que ésta, divertida entre los
por aquella investigación que intenta, en cierto senti- vericuetos de un mundo ya imaginario e irreal, se olvi-
do, hacemos presente el pasado. Entre estas razones de de actuar sobre la realidad y sobre la vida. La des-
vamos a destacar las siguientes: confianza de la historia, entre algunos sectores de la
vanguardia intelectual, puede tener su origen, más o
1) El cultivo del pasado, dentro de una importan- menos consciente, en esta radical limitación de la obra
te tradición historiográfica, ha tenido por base unos histórica y en los condicionamientos que pesan sobre
presupuestos idealizados, en los que la pretendida his- ella.
toria Científica insistía con la misma inconsciencia que En la historia de la filos afia hay ejemplos contun-
los antiguos «mitólogos». El pasado, que se creía res- dentes de este ciclo hermenéutico que ha cobijado a las
catado a golpe de erudición y de crítica textual, volvía grandes figuras del pensamiento antiguo. El Platón de
a diluirse entre aquellas interpretaciones que hacían Grote, o el de Wilamowitz, o el de Friedliinder acusan
juego con los sueños de una burguesía finisecular, no claramente las inflexiones de un subsuelo histórico del
muy diferentes, por cierto, de los ritos mágicos primi- que brotaban las interpretaciones de estos autores, co-
tivos o de los mitos homéricos. Estos ideales, filtrados mo variaciones sobre un mismo tema. De idéntica ma-
en nuestro siglo por las insustanciales modificaciones nera podríamos referimos al Aristóteles que nos pre-
11

76
1

FILOSOFÍA Y LENGUAJE
INFORMACIÓN FILOSÓFICA E IllSTORIA 77
senta Brentano, O Jaeger, O Dühring, O Wieland, O Au-
Tal vez este posible fracaso se deba a que pedimos a la
benque. Pero, aparte de las diferentes modulaciones de
historia algo que no puede o no ha podido darnos: un
estos intérpretes y de su validez para aclararnos unos
hechos o un lenguaje, se piensa que este esfuerzo es
saber vivo; una serie de planteamientos, soluciones y, t,
por tanto, experiencias que no sólo han conformado
una manera más de sumergirnos en cuestiones que, en 11
nuestra mentalidad y dado las coordenadas de nuestra
el fondo, apenas tienen que ver con nosotros, y de
situación en el presente, sino que nos ayudan a confi-
plantearnos problemas etéreos de un mundo cuyo solo
gurar y a mejor orientar el futuro. Si la historia no
aliento está en las páginas del libro que de él nos
habla. puede ofrecer esto, ya no es más que un mero pasa-
tiempo; un remedio no muy eficaz contra el aburri-
La historia, así entendida, es un lujo más de la
miento; una especie de ciencia ficción del pasado, pa-
cultura; un lujo de clase ----como es, en el fondo, el ar-
ra refrescar, en el mejor de los casos, los rastrojos del
te- y, como tal, condimento para suaves digestiones.
presente.
2) Aun en el supuesto de que debamos, a través de
3) En consecuencia, hoy nos planteamos la pre-
la historia, mantener contacto con el pasado, ¿pode-
gunta de ¿para qué la historia?, ¿para qué y por qué
mos, de hecho, relacionarnos con él?, ¿podemos co-
hablamos del pasado?, ¿qué buscamos en este conti-
municar estos contenidos históricos, y hacerlos llegar
nuo remodelamiento de hechos inexistentes? La res-
a nuestro presente, conservando su sentido claro, su vi-
gor, su realidad? puesta es difícil. Contra ella se levantan las exigen-
cias de un presente cada día más acelerado, cada día
Efectivamente, el tipo de información que la histo-
más voraz de proyectos, de enfoques, de nuevas sen-
I
ria transmite es, a duras penas, verificable. Pero en el
das en las que la inteligencia parece encaminarse
caso de que lo fuera documentalmente, la historia co-
más vigorosa y dinámicamente que hacia el tranqui-
mo realidad pasada, como praxis, es algo totalmente
distinto de los restos que, como documentos o monu- lo e inerme mundo del pasado. Se piensa, pues, que
esas energías teóricas, gastadas en las «mitologías»
mentos, nos quedan de ese presente sido, o de los libros
históricas, son Un sacrificio absurdo, inmolado en
que describen esa vida pasada. ¿Qué tipo de informa-
aras de la nada.
ción es, por tanto, la información histórica?, ¿qué va-
lor pueden tener, en la construcción del presente y del
futuro, unos sistemas conceptuales que se refieren a
hechos, situaciones y personajes, pero que Son ya irrea- II
les, invisibles, inexistentes? La historia pasada queda,
así, reducida a los libros que hablan de ella. La histo- Argumentos parecidos inciden sobre la filosofía.
Junto a la crisis de la historicidad descubrimos tam-
ria es, pues, lenguaje; un lenguaje particular del histo-
bién una crisis de la «filosoficidad». El saber filosófico
riador, en el que suele manifestarse, sobre todo, la
ha sufrido, en nuestros días, desplazamientos decisi-
perspectiva individual o de clase, desde la que unos he-
vos. Estos desplazamientos han dejado a la filosofía en
chos, que ya no son hechos, se divisan e interpretan.
una cierta intemperie. El extraordinario desarrollo de
78 FILOSOFIA y LENGUAlE INFORMACIÓN FILOSÓFICA E HISTORIA 79

la lógica, los avances de la psicología y de la sociología las tergiversaciones y modificaciones del lenguaje
han ido parcelando y embargando el viejo y, en parte, . trasciende la esfera de la lingüística y de la misma so-
desértico latifundio filosófico. ciología del lenguaje, para situarnos en ese campo
¿Cuál es, entonces, el dominio que le queda a la fi- . problemático que, por ahora, podemos seguir llaman-
losofía? La respuesta nos llevaría muy lejos, pero, de to- . do «filosofia de! lenguaje» . Además, e! análisis cientí-
das formas, vamos a esquematizarla. En primer lugar le i fico del fenómeno lingüístico, en todas sus manifesta-
quedan los textos filosóficos: ese ingente conglomerado, ciones, desde las elaboraciones formales hasta los
de sistemas conceptuales, desde los presocráticos hasta usos cotidianos, es un elemento imprescindible en la
las más recientes teorías de nuestro tiempo. La lectura. cultura de! presente.
renovadora de esa memoria colectiva, que ha sido tan- La antropologia contemporánea tiene, sobre estas
tas veces desenfocada u oscurecida, puede aportar in- bases, un amplio campo de desarrollo. Porque el len-
formaciones e, incluso, soluciones. La historia del pen- . guaje, según la definición aristotélica, al comienzo de
samiento no está agotada. La interpretación más certe- la Polftica, es aquello que levanta al hombre de su con-
ra y libre de! pasado, apenas si ha comenzado. Esta texto animal: "e! hombre es un animal que tiene la-
interpretación, desde la perspectiva de nuestro presen- gos», Pero la segunda gran definición aristotélica, tan~
te, es un tesoro que no podemos enterrar ni dilapidar. tas veces trivializada también, es que «el hombre es un
El hecho de que pueda plantearse seriamente el recha- . animal político» y, por consiguiente, se desenvuelve ex-
zar esta herencia indica hasta qué punto quienes con- clusivamente en el conglomerado social. El lagos, el
trolan la vida colectiva han conseguido ya nuestro em- lenguaje, no es sólo un mero instrumento de comuni-
pobrecimiento esencial, nuestra total alienación. La cación, sino que crece y alienta entre las estructuras de
memoria colectiva, mal recordada, puede desorientar- la sociedad, en la convivencia del hombre con el mun-
nos en las coordenadas de la historia, pero la memoria do creado por él, y con los otros hombres.
colectiva aniquilada es una especie de suicidio, un mo~ Por último, el estudio de la ética, en el contexto de
do nuevo de desesperación. Esta historia de! pensa- la sociedad, será un tema fundamental para la filoso-
miento nos llega como lenguaje, enraizado en e! suelo fía. El planteamiento de los problemas éticos -la opo-
mismo de los intereses que lo configuraron. sición entre el bien y el mal- a un nivel exclusiva-
Esto nos lleva al otro gran dominio que aún le que- mente especulativo, como juego conceptual de sutile-
da a la filosofía, por mucho que el desarrollo impre- zas metafísicas, es una de las razones que hizo posihle
sionante de la lingüística parezca haberlo ocupado ex- que, mientras nos entreteníamos con las definiciones y
clusivamente para sí: el lenguaje. Este nuevo enfoque precisiones sobre estos términos, construyendo sobre
de la investigación filosófica no se centra sólo sobre los ellos los más bellos sistemas, la sociedad -que se
textos históricos, casi únicos testigos del pasado, sino adornaba con tales artificios especulativos- cometiese
en el análisis sincrónico del lenguaje de nuestros días. en la realidad las mayores vilezas. Mientras se predi-
El lenguaje no es un simple medio neutro de co- caban o escribían hermosos discursos sobre la justicia,
municación. El estudio de las causas que provocan los derechos humanos, la paz, etc., se organizaban ase-
80 FILOSOFíA Y LENGUAJE INFORMACIÓN FILOSÓFICA E HISTORIA 81

sinatos colectivos, se justificaba la tortura y, lo que e III


peor, se disimulaba la condena de estos hechos bajo un,
torrente de palabras abstractas, de conceptos «éticos», De este posible futuro filosófico, el aspecto que aho-
de términos ambiguos. ra nOS interesa es el de la historia de la filosofía, o sea,
La ética es una praxis, una actividad; la teoría sobre! la lectura de unas obras que una determinada tradi-
ella sólo es justificable si se une firme e inequívoca-' ción suele denominar «filosóficas». Estas obras las su-
mente a la práctica. El texto de Aristóteles en la Ética ponemos inmersas en esa corriente, paralizada ya, que
nicomaquea (l094 b) no ha perdido nada de su actua- llamamos pasado. Pero la objetivación de esa forma
lidad: «Y puesto que la política se sirve de las demás peculiar de realidad que es la filosofía conviene descu-
ciencias prácticas y legisla además qué es lo que se de- brirla en el marco de otras posibles objetivaciones de
be hacer y de qué cosa hay que apartarse, el fin de ella realidades culturales, que también son objeto de histo-
comprenderá los de las demás ciencias, de modo que ria. La historia del arte, por ejemplo, estudia funda-
constituirá el bien del hombre. Porque aunque el bien mentalmente esos restos del pasado que constituyen
del individuo y el de la ciudad sean idénticos, es claro las «obras de arte». La estructura referencial de esta
que será mucho más grande y perfecto alcanzar y pre- historiografía tiene, pues, como objeto esa realidad
servar el de la ciudad: porque, ciertamente, ya es ape- concreta, plástica, visible, que se especifíca bajo la for-
tecible procurarlo para uno solo, pero es más hermoso ma de escultura, pintura, etc. La información que la
y elevado procurarlo para un pueblo. Éste es el objeto historia nos transmite es, en principio, clara. La histo-
de nuestra investigación, que es una cierta teoría polí- ria del arte describe, analiza, esos objetos artísticos,
tica.» haciendo lenguaje la ensimismada soledad del arte. La
Las concepciones, más o menos tradicionales, del obra artística puede ser percibida por cualquier espec-
bien y del mal tienen que ser investigadas en la com- tador, pero la historia de esas formas estéticas intenta
plicada trama de lo sociaL aun a riesgo de que, a ve- proyectar esa presencia inmediata y reaL que el arte
ces, puedan confundirse con planteamientos utilita- tiene, hacia el contexto en el que surgió, o sea, hacia
rios u oportunistas, y aunque nos parezca que el bien, un pasado más o menos remoto. En este caso, la his-
el mal y la justicia quedan relegados al diccionario de . toriografía constituye una especie de acompañamiento
los términos abstractos, de las utopías, de las simples teórico a la desnuda y continuada presencia que es,
palabras consoladoras. El dominio de la ética social y esencialmente, el fenómeno artístico.
del lenguaje tiene que incidir, de algún modo, en el En la historia poUtica, o en lo que, sin adjetivos, po-
estudio mismo de la historia de la filosofía. De ahí demos denominar, simplemente, historia, parece que la
que cualquier planteamiento historiográfico ha de palabra pasado apunta a la descripción de un sistema
abordarse renovadoramente desde el lado del lengua- conceptual que hace presente y comunica la compleja
je y desde el marco y el ajuste que, en una posible éti- trama de eso que encierran los términos vida humana,
ca sociaL presenta el autor o el movimiento filosófico relaciones humanas. La estructura referencial de la his-
estudiado. toria es, por ejemplo, el hombre Alejandro, o Napo-
82 FILOSOF/A y LENGUAJE INFORMACIÓN FILOSÓFICA E HISTORIA 83

león, o los demás hombres que vivieron y tuvieron una Los «temas» literarios tienen también una particular
realidad semejante a la nuestra, y que en sus actos fue- verdad que no se mide en función de la demostrabili-
ron tejiendo, en función de unas coordenadas sociales, dad, de su deducibilidad, pero que permite, precisa-
económicas, culturales, etc., el suelo histórico. mente por ello, que pueda hablarse de buena o mala
La información que esa historia nos transmite con- literatura. La estructura referencial del lenguaje lite-
siste en la aproximación, por el lenguaje, de los "he- rario pasa, a través de su expresión, a manifestar, en
chos» históricos. Nos dice cómo son esos hechos; am- la vida humana, en la capacidad reflexiva y crítica del
plía, con el trabajo de erudición, la cantidad de infor- hombre, planos nuevos de instalación, a abrir deter-
mación que circunda esos hechos, y hace visible a minados niveles en la realidad y en la sensibilidad hu-
nuestra imaginación e inteligencia un cuadro del pasa- mana, aunque no los describa totalmente, ni analice y
do donde se expresa una experiencia plena del hom- conecte sus elementos.
bre, con planteamiento, desarrollo y solución. A pesar La información literaria, cuando verdaderamente lo
de lo inacabado del proceso histórico en cuanto tal es, representa una parte importante de esa verdad más
proceso, el pasado aparece en él concluido. Observa- amplia que es la comunicación humana. Sus caracte-
mos los resultados, los fracasos y los logros de unos ci- rísticas difieren, como es natural, de la comunicación
clos humanos, y descubrimos incluso las vias que de- científica, del lenguaje científico, pero el análisis dete-
bían de haberse seguido, los senderos abandonados. La nido de este tema, en el que ahora no podemos entrar,
información que la historia del pasado nos ofrece pue- llevaria a plantearnos radical y rigurosamente los dos
de convertirse en un motor poderoso para constituir el conceptos más usuales de la cultura actual, cada vez
futuro. más malgastados, más desgastados y más confusos: la
Algo parecido ocurre con la histol'ia de la literatura. verdad y la razÓn.
Aquí nos enfrentamos con el lenguaje como objetivi- La información del lenguaje literario es distinta
dad absoluta: la obra literaria descansa, exclusiva y también del lenguaje histórico. Mientras que la verdad
originariamente, en el lenguaje. Sin embargo, su es- del lenguaje histórico se funda en su grado de aproxi-
tructura referencial última es el hombre para quien se mación a unos hechos reales, aunque no presentes, en
escribe y de quien, en el fondo, se escribe. Es cierto la exactitud de su referencia a través de documentos,
que la literatura informa, sobre los temas que elige, de etcétera, en su certera e inequívoca mostración, el len-
distinta manera a como lo hace la filosofía, aunque a guaje literario no apunta a nada real, en el sentido de
ésta se la pueda acusar, muchas veces, de hacer litera- que pueda ser verificado por los hechos, en una posi-
tura, mala literatura, como afirmaba Carnap. La lite- ble repetición de lo sido, La estructura referencial del
ratura maneja, sobre todo, ese conglomerado psíquico lenguaje literario no tiene compromiso alguno con lo
que abarca el nombre de «sentimientos», de incitacio- histórico concreto; su compromiso reside más bien en
nes o informaciones imprecisas y son a ellos a los que, la riqueza de su información humana, en su capacidad
como impulsores de comportamientos, incluso de ac- de sugestión y desmitificación, en su poder para esta-
titudes intelectuales, se orienta fundamentalmente. blecer un diálogo creador con el lector y abrir, así,
84 FILOSOFíA Y LENGUAJE INFORMACIÓN FILOSÓFICA E HISTORIA 85

perspectivas nuevas a la sensibilidad y estímulos a la lenguaje elaborado so- sentimientos, ideales,


inteligencia. bre obras literarias y experiencias sociales,
Por lo que respecta a la historia de la filosofia, po- sobre otros lenguajes critica de la sociedad,
Historia que pueden colaborar etc., pero desde una
demos afirmar que la estructura referencial de la his-' en la lectura e interpre- exclusiva perspectiva
de la
toriografía filosófica es esa amplia temática de la que, literatura tación de esas obras. en la que el lenguaje
en distintos idiomas, nos hablan las obras «filosófi-: acentúa su poder de 00-
cas». Sin embargo, en este punto podríamos pregun- ' municaci6n mostrativa,
más que demostrativa.
tamos lo mismo que en el caso de la literatura: ¿a qué'
se refiere ese lenguaje, cuál es su horizonte de alusivi- lenguaje elaborado so- esquemas generales
dad? Porque mientras en la obra literaria es relativa- bre .obras filosóficas», del Universo; del com-
mente fácil responder a esta cuestión, ya que e! mun- Historia o sea, sobre un tipo pe- portamiento; el eidos
do imaginativo sobre el que opera el lenguaje, sobre de la culiar de interpreta- platónico; estructuras
filosofía ción y fundamentación básicas del conoci-
todo en la novela, se reduce a hechos y comporta-' de la realidad y del miento.
mientas humanos, en la filosofía, por el carácter de! hombre.
lenguaje filosófico, no puede delimitarse con claridad
e! contorno de ese lenguaje, ni mucho menos precisar Según este esquema, que, aunque muy simple, ex-
de qué habla. presa una cuestión merecedora de detenidos análisis,
Esquematizando algunas de estas diferencias: se trata de descubrir la estructura referencial de! len-
guaje filosófico: aquello de lo que tal lenguaje habla.
Modo de presencia Estructura referencial Dentro del ejemplarismo platónico, este problema se
lenguaje elaborado so- la obra de arte como soluciona fácilmente. El lenguaje es reflejo, copia de
bre realidad; el objeto y, en un mundo superior e inmutable, e! eidético, y si de al-
Historia a) otros lenguajes: cierto sentido, el am- go habla, habla de ese mundo; la estructura referencial
del arte documentación; biente cultural y políti- de este lenguaje es, en el fondo, algo parecido al Eidos
b) la obra misma: co que detennina gus-
descripción. platónico. Pero esta explicación salta por encima de!
tos, y selecciona temas,
etcétera. problema.
Buscamos la estructura referencial de la obra filo-
lenguaje elaborado so- los hombres, perso- sófica. Para progresar en esta búsqueda tenemos que
bre otros lenguajes. najes de la historia, plantear cómo se constituye un significado filosófico, o,
(Quizá podria excluir- creadores y modifica-
se la historia contem- dores de hechos; la mejor dicho, para no caer en la crítica de Austin, ¿qué
Historia poránea, al menos en praxis humana; el en- es 10 que llamamos filosófico en un lenguaje?
general la reducida órbita de tramado de lo social, La filosofía llega hasta nosotros, por medio de una
una experiencia per- movido siempre por serie de proposiciones, en un determinado idioma. En
sonal; de la descrip- intereses, presiones y
ción de unos hechos posibilidades. e! análisis de la estructura de esas proposiciones, po-
vistos, etc.) demos distinguir los siguientes planos:
'11
!i

86 FiLOSOFíA Y LENGUAJE INFORMACIÓN FILOSÓFICA E mSTORIA 87


1) El lenguaje natural. Efectivamente, reacción ante él. Hay un tipo peculiar de universal fi-
bras de un texto filosófico pertenecen a una lengu losófico que se constituye siempre sobre la base de esa
concreta, sin cuyo entramado proposicional no tendri experiencia histórica.
sentido alguno lo «filosófico» de ese lenguaje. Po 4) La presencia de la sociedad. Una parte esen-
ejemplo, la palabra «pensar», por mucha carga termi- cial del vocabulario filosófico se constituye por la mu-
nológica que un filósofo ponga en ella, tiene que signii tua dependencia entre tenninología y sociedad. Pala-
ficar. sobre todo, aquello que entendemos corriente-o bras como ~(alma», «razón», «libertad», «ser», «conoci- ,1
mente por tal palabra. Cuando Heidegger, por ejemplo, miento)), ({Yo» «experiencia», «materia» «espíritu»,
I I
¡

!
explicita en una obra que lleva por título, precisamen etcétera, han quedado, casi siempre, ceñidas por los
te, Qué significa pensar el contenido de este término,; esquemas sociales en que se pronunciaban o utiliza-
tiene que mantener necesariamente, a pesar de toda: ban. Incluso hoy, que estamos, según se dice, en época
sus elucubraciones, un vínculo directo con lo que e de crisis, de fermentación y renovación, algunas de las
lenguaje natural ha ido almacenando, a lo largo de su., proposiciones que se pueden formar con los términos
historia, en ese término. En caso contrario, la respues . filosóficos mencionados, y con otros muchos que pu-
ta heideggeriana seria una respuesta que igual tendría! dieran añadirse, provocarían la más violenta reacción
que ver con la pregunta ¿qué quiere decir pensar?, coJ en capas muy extensas y diversas de la sociedad. Hay '1
mo con la pregunta ¿qué quiere decir X? términos filosóficos clásicos, que seria imposible in- li
Por consiguiente, la mayoría de las palabras que cluir en una proposición negativa, en el seno de un de-
componen un texto filosófico son palabras en las que terminado tipo de sociedad. La estructura social impo- 111:
pesa, sobre todo, el significado que poseen en la lengl!a ne, pues, una especie de cerco en tomo a ciertos tér-
natural de la que arrancan. minos hasta convertirlos en tabú. La filosofía ha
2) La tradición filosófica, que ha determinado J acatado a su manera ese cerco, y en este acatamiento
unos cauces de desarrollo en los que determinadas pa- se ha ido confígurando la semántica de muchos ténni-
labras han adquirido un contenido que, provisional- nos. Detrás del aparente sentido metafísico de las ter-
mente, podemos llamar «contenido filosófico». Así,' minologías clásicas, y sobre todo del uso que de ellas
Nous en Jenófanes; penser en Descartes; UneU en Kant; se hace, encontramos siempre ese cerco de la sociedad,
Wissenschaft en Fichte; Geist en Hegel; positive en fonnado, sobre todo, por intereses ideológicos, o sea,
Comte; negation en Sartre, etc. por· intereses de clase, por discriminaciones, por temo-
3) La mera tradición histórica, en la que una pala- res y violencias, por la defensa de privilegios, o por el
bra ha servido de sistema referencial hacia las cosas. A ataque a actitudes renovadoras. De esta manera, inclu-
pesar de las distintas variaciones sobre el tema «pen- so la fílosofía más abstracta, los sistemas conceptuales 1

sar», este ténnino ha significado un modo peculiar de más abstrusos, y precisamente por ello, han sido «pro- i!1
relación Con el mundo. Cualquier modificación lin- ductos sociales» en los que se abre o comprime un ho-
güística y cultural sobre tal palabra ha implicado siem- rizonte de posibilidades, según los presupuestos y las ¡II'
pre un modo abstracto de captación del mundo y de metas de la sociedad en los que se engendran. En con- 11
1III,i

'I 'I~I

88 FILOsoFíA y LENGUAJE INFORMACIÓN FILOSÓFICA E HISTORIA 89 I¡IIIIII!


secuencia, toda filosofía, por muy alejada que parezca Estas perspectivas representan un enriquecimiento 1

de la realidad, acaba siempre por incorporarse a la del campo filosófico y, por supuesto, de la historia de 111

maquinaria social que. a su manera, la utiliza. De lo la filosofía. En las «experiencias filosóficas» que ya
contrario, no podría explicarse el hecho de las modas han sido hechas y que, en cierto modo, contemplamos 1

filosóficas, de las predilecciones por cierto tipo de pen- ya «socializadas», el nivel de información es más com- 11
samiento, de las reacciones frente a determinadas acti-'! pleto que un ángulo de visión individual, adscrito a la 11

tudes intelectuales realmente innovadoras, de la mani-, experiencia inmediata de la propia vida, en la que sólo 1'1

pulación que se lleva a cabo sobre algunas orientacio- se capta el presente irrealizado o inacabado. Esa pecu-
liar «socialización» implica, sencillamente, que puedo
1

nes filosóficas para amaestrarlas o acomodarlas al 1I 1 1;


contexto social que las necesita, pero que no puede ver el tablero general de relaciones, en cuyo contexto
aceptarlas sin esa manipulación adulteradora. De ah! se fecundan las ideas y se entienden y explican los he- 111,
que, aunque la filosofía pudiese tener una estructura" chos. En esa retícula, de profundas conexiones, se per- ,1

meramente teórica, un carácter etéreo y aséptico, su cibe el eco que ciertas filosofias podian despertar, los I
inserción en la vida y en la historia impide, como es ló- cauces por los que tales ideas fluyen, la amplia trama
gico, su desarticulación y su mera consideración teóri- de problemas y discusiones que se tejen en tomo a de-
ca. Basta mirar al pasado e incluso al presente filosófi-, terminados núcleos teóricos.
ca para constatar este hecho.

Los filósofos no han considerado nunca a la filoso- :'


fía como una especie de juego dialéctico, ni siquiera
como un discurso científico en el que su verdad se en-
hebrase exclusivamente en los hilos de ese mismo dis-
curso, y en la respuesta que a él diese, en sus fenóme-
nos y comportamientos, la naturaleza. Parece que lo
que distingu!a al lenguaje filosófico de los otros len-
guajes era este rico entramado en el que, en definitiva,
como afirmó Hegel, la «historia se hacía concepto».
Pero esta historia no es sólo la fuerza de un Geist, o un
Volksgeist, como simples entidades culturales, sino co-
mo expresión de la sociedad concreta que se hace des-
de la base de los individuos que la forman y que, a su
vez, expresan los niveles de la educación que en esa so-
ciedad se imparte. y que vienen siempre configurados,
con mayor o menor intensidad, por las fuerzas respon-
sables o irresponsables de esa sociedad.
11'
'11,

CAPíTULO 4
1I1

LENGUAJE E HISTORIA l'


DE LA FILOSOFÍA* 11

11

1,

El estudio, el conocimiento y la descripción de todo lo


.1
que ha antecedido a nuestro presente suele denominarse
historia. Este término es, sin embargo, problemático. La
filosofía y teona de la historia, la metodología histórica,
han dado abundante y contradictorio testimonio de esta
problematicidad. Por lo que respecta a la filosofía, el tér­
mino historia, aplicado a ella, ha supuesto también una
cierta dificultad. Una larga, excesiva y en gran parte esté­
ril polémica ha sido el fruto de la pretendida conexión en­
tre ambos términos: historia de la filosofía.
Si la historia implicaba cambio y progreso, los de­
fensores de la filosofía como un saber de esencias in­
mutables e intemporales no podían, en ningún mo­
mento, aceptar que este saber se diluyese y modificase
en la temporalidad. Si, por el contrario, la filosofía es­ I
1
taba sujeta al cambio, tenía que ser algo muy distinto 1
,',
1'
~I i
1,1
de un saber inmutable e intemporal. Entre estos extre­ 1
l'
mos han circulado los diversos planteamientos en
lill
torno a esta cuestión.
Ilill
* Publicado en Hermeneutik und Dialektik, lI, Tubinga, Mohr, 1970.
1

¡!

111
92 FILOSoF lA y LENGUAJE
LENGUAJE E HISTORIA DE LA FILOSOFlA 93
Pero una reflexi ón previa deberí a ser impres cindi­ en ellos na hay más que un lengua je, una serie de pro­
ble ante cualqu ier consid eració n sobre la filosofía en
posicio nes cuyo sentid o puedo descif rar si conoZCO la
su pasado . Porque , efectiv amente , si la filosofía es una estruc tura lingüís tica desde la que me hablan . ¿Dónd e,
ocupac ión actual y, por tanto, se realiza en mi pre­
pues, descub rir, entre líneas, en unas página s teórica s
sente, y se expres a hacia un futuro , el del posibl e lec­
abstra ctas, el subsue lo no exclus ivamen te filosófico en
tor o el de las preten siones del filósofo, tenem os que
e! que se asienta n?
admitir, tambié n, que esta posibl e ocupa ción en nues­
Ademá s de este plante amien to que podría mos lla­
tro presen te ---<¡ue no es más que un términ o formali­
mar «intra- textual », podem os, en un plano genera l y
zador de nuestr a vida, de nuestr a situac ión- ha po­
«extra -textua l», hacem os la siguien te pregun ta: ¿qué
dido ser ejercid a antes de nosotr os, desde otras vidas y
querem os decir con "histor ia» cuand o hablam os de
desde otras situaci ones. A este «antes de nosotr os» lla­
mamo s provis ionalm ente histori a. histori a de la filosofía?
A esta pregun ta se ofrece n diversa s respue stas:
Sin embar go, en el camin o de esta reflexi ón encon­

tramos una perspe ctiva que, tal vez por Su proxim idad,

1. Histor ia, en filosofía, quiere decir la descrip ­


no ha sido suficie ntemen te objetiv ada. Aunqu e esta ob­
ción de las etapas que especi fican un «antes» genéri co;
jetivac ión pueda hacers e en planos genera les, vamos a
o sea, la descri pción cronol ógico- dialéct ica por la que,
analiza rla en el ámbito concre to de la histori a de la fi- "
losofía. al parece r, ha pasado el pensam iento.
2. Histor ia quiere decir la sucesiv a incorp oració n
Supon emos, pues, que una reflexión sobre el sen­ de las experi encias , en nuestr o caso, teórica s del pa­
tido del mundo y del hombr e ha tenido lugar en e! «an­
tes» de nuestr o presen te. El hecho sobre e! que se basa sado.
3. Histor ia quiere decir la concie ncia de una ab­
nuestr a suposi ción es exclus ivamen te la presen cia de
soluta no-ori ginalid ad en cualqu ier creació n human a.
las obras filosóficas. Por presen cia no hay que enten­
4. Histor ia quiere decir lengua je. Porque el len­
der otra COsa que el simple dispon er, ahora, de unos
guaje es, entre otras cosas, el modo como en el pre­
determ inados volúm enes, en determ inados idioma s y
sente de la concie ncia actúa, determ inándo la, el pa­
que solemo s llamar escrito s filosóficos. La histori ogra­
fía remite estos volúm enes a unas épocas pasada s, a sado.
una cultura , a una escuel a y, por supues to, a un autor;
Pero estas respue stas, con excepc ión de la cuarta ,
que se ocupó en circun stancia s más o menos determ i­
na son satisfa ctorias , porque dan por supues to aquello
nables de transm itir, por escrito , sus pensam ientos .
que es, para nosotr os, proble ma. El admiti r simple ­
Pero, de hecho, para mí, lector o intérpr ete, no hay mente el concep to de evoluc ión, o de sucesiv a incor­
más que la presen cia silenci osa de esas obras filosófi­
poraci ón en el presen te de lo pasado , es una triviali za­
cas. ¿Dónd e está en ellas la histori a? ¿Dónd e objetiv ar
ción de! proble ma. La histori a human a no es como un
lo históri co en este presen te, en el que como lector o
árbol en el que la savia encuen tra en el tronco cauce,
intérpr etes nos hacem os cargo de estos textos? Porqu e
orient ación y protec ción. Precis ament e porque no lo
94 FJLOsoF lA y LENGUAJE
LENGUAJE E mSTOR IA DE LA F1LOSOFIA 95
es, siempr e podria mos pregun tarnos por el signifi cado
hechos y que, teórica mente , se han sedime ntado en ese
de la expres ión "desar rollo del pensam iento» .
lengua je.
¿Es una génesis, en el sentid o preciso del términ o,
lo que constit uye el suelo de la histori a de la filosofía,
o son más bien saltos estruc turales los que posibilitan II
el desarro llo? y si es génesis, ¿cómo funcio na este pro-,
ceso, qué materi a actúa, por qué hilos pasa? ' La histori a es lenguaje, porque éste constit uye un
En una palabr a: ¿no es una simple y desafo rtunad a" modo privile giado de cómo lo "ya antes» se comun ica
metáfo ra hablar de contin uidad del pensam iento en la
al "ahora ». Sin comun icació n no habría ni perma nen­
histori a, si no se precis a claram ente qué entend emos
cia ni contin uidad. De ahí que la histori ografía haya
por contin uidad y, sobre todo, cuál es el cauce de esa'
preten dido siemp re buscar los indicio s de una posible
posible contin uidad? Es evidente que sería fácil una:
comun icació n en todo aquello que conser vaba la es­
inmed iata respue sta: el cauce es el hombr e. Pero con
tructu ra elemen tal del signo. El histori ador busca, en
ello no habría mos precis ado nada en Una cuestió n que)
el fondo, entabl ar un diálogo con totalid ades del pa­
alcanz a más allá de esta fundam ental respue sta.
sado que sólo son parcia lmente visibles entre los restos
Efectiv amente , no se puede n acepta r cama explica­
que de él nos quedan . Estos restos adquie ren mayor es
ción de estos proces os históri cos una serie de términ os,
posibi lidade s herme néutic as cuand o se nos presen tan
que son en el fondo totalm ente hetero géneos : por
como lengua je, como docum ento u obra literar ia, o
ejemplo, evolución, continuidad, génesis, desarrollo, etc.
sea, como testigo s con voz, a los que sólo hay que pres­
Pero si admiti mos Como hipóte sis de trabajo la de­ tar el oído de la interpr etació n exacta, que consis te en
finición de histori a como lengua je, tal vez podam os en­
saber integra rlos en las totalid ades a las que real y ver­
riquec ernos con alguno s puntos de apoyo para ulterio ­
dadera mente perten eciero n en su presen te, cuand o
res reflexi ones. Esto no quiere decir que aquí Se plan­ «todavía no» eran restos.
tee una vez más la vieja discus ión entre sincro nía y
Pero en el caso de los textos filosóficos, de la histori a
diacro nía. El nivel en el que se presen ta el proble ma es
de la filosofía, ¿qué querem os decír al referim os a estas
distint o. No se trata sino de consid erar en el lengua je,
totalidades, en cuyo horizo nte se inserta n los restos del
"ya previa mente presen te» en cualqu ier toma de con­

pasado , en nuestr o caso las obras de los filósofos?

ciencia lingüística, Un «(antes» condic ionado r y delimi ­


tador. ¿Cómo estructurar, en un cierto esquem a homog é­
neo, este legado filosófico que nos llega, según dice la
Todo presen te del lengua je es posibl e por su previa
histori ografía , en distint os planos , y que no podem os
y necesa ria ausenc ia de un "ya antes» . Por ello, cuand o
verdad erame nte distinguir, ya que es siemp re el pre­
a través de un lengua je comen zamos a abrirn os inte­

sente del texto, su inmed iata y real presen cia lo que se

lectua lmente a la realida d, estamo s recibie ndo en


me da? ¿Cómo busca r y descub rir en esos textos algo
nuestr a intelec ción la versiÓn de todos los esfuer zos
que ciertam ente respon da a lo que suele denom inarse
por entend er y asimil ar esa realida d que «ya» fueron
histori a?
96 FILOSOFfA y LENGUAJE LENGUAJE E HISTORIA DE LA F1LOSOFfA 97

El pasado se nos presenta bajo la forma de signo y dades educativas, o sea, de estructuración ética e inte­
la historiografía ha pretendido la reconstrucción e in­ lectual. El horizonte del quién está, pues, ceñido por la
terpretación de esta significatividad. La obra filosófica, educación positiva o negativa a la que estuvo some­
al presentársenos como lenguaje es, por consiguiente, tido.
un signo en grado sumo. Para descifrarlo, quizá pueda Pero esa educación que forma o deforma a una in­
ser interesante el ensayar en la contextura de este dividualidad no es algo teórico o abstracto, sino resul­
signo una reconstrucción de su sentido, en función de tado de la totalidad social en la que se encuentra el in­
un triángulo de motivaciones y estructuras, proyecta­ dividuo. Totalidad social que llega esencialmente a tra­
das desde los términos que, como síntesis, presidinan vés del lenguaje. No es posible educación humana si
los vértices de este triángulo. Estos términos son: quién no hay comunicación lingüística. Pero el lenguaje que
habla, de qué habla, a quién habla. actúa educativamente es un lenguaje acentuado ya de
Toda obra filosófica puede, efectivamente, centrarse una peculiar manera y que nos orienta, dirige y hasta
entre los vértices de este triángulo, porque de alguna conmina desde los ángulos de esa inflexión. Incluso la
manera su presencia responde a esa triple constitución carencia de inflexión pedagógica, la no existencia de
originadora. Veamos cada uno de estos puntos. educación en el sentido usual de la palabra, se mani­
fiesta inconfundiblemente en el lenguaje, porque éste
siempre transmite, consciente o inconscientemente, los
III deseos, las represiones, las frustraciones del grupo so­
cial que lo habla. Todo lenguaje es, pues, educativo,
La obra filosófica ha sido producida por alguien, formativa o deformativamente.
por un quién determinado, que para los historiadores El quién del filósofo que nos habla en la obra filo­
de la filosofía responde a un nombre concreto, Aristó­ sófica es un quién cuya presencia sirve, por las razones
teles, Spinoza, Fichte. ctc., y que patentiza u oculta los aludidas, a poner un acento más, a dar una inflexión
niveles de constitución de ese quién. El quién que ha peculiar al objeto lenguaje que, a su través, resuena y
creado una obra filosófica es, por lo general, un quién se humaniza. A su vez el filósofo es, en cierto sentido,
individual. En él podríamos distinguir, a su vez, tres un resultado, sumiso o rebelde, de los acentos con que
planos constituyentes. El primero sena el plano de la el lenguaje ha pretendido marcar su personalidad.
educación. Toda una serie de condicionamientos inte­ El segundo plano lo constituye la clase intelectual a
lectuales están, de alguna manera, presentes en el la que el filósofo pertenece y que es, en cierto sentido,
quién que, a través de una obra, se comunica con no­ su clase social. De alguna manera, el hombre vive in­
sotros. La voz que desde el texto nos habla ofrece, con serto en el horizonte de intereses y realizaciones -teó­
mayor o menor intensidad, las inflexiones que expre­ ricas en nuestro caso- de un determinado grupo hu­
san los logros y fracasos de una biografía intelectual. mano. En el lenguaje del texto filosófico, en la organi­
No hay obra filosófica, literaria, humana, en la que no zación de ese mundo lingüístico, única presencia para
esté presente el quién como fruto de presiones o facili- nosotros de ese quién, tiene que quedar un eco que, de
98 FILOSOFíA Y LENGUAJE LENGUAJE E HISTORIA DE LA FILOSOFíA 99

algún modo, sea reflejo de las pretensiones reales de con lo que exclusivamente quisiéramos contar. Antes,
esa clase. Detrás, pues, de ese lenguaje se vislumbra el pues, de esta búsqueda «fuera» del lenguaje, conviene
quién del autor, a través de ciertas preferencias termi­ agotar todas las posibilidades «dentro», incluso para sa­
nológicas, de ciertos presupuestos o hipótesis, de su es­ ber si es justificado un planteamiento «fuera de».
tilo objetivo O persuasivo o declamatorio o confiden­ El qué, efectivamente, no se agota en su mera sig­
cial, de sus prejuicios e inhibiciones. nificación. Todo lenguaje y, fundamentalmente, ellen­
En un tercer estrato, el quién que en el texto nos ha­ guaje de la obra filosófica presenta un espesor deter­
bla responde, en su lenguaje, a determinadas pregun­ minado, una masa más o menOS densa, en cuyo entra­
tas que flotan en el espacio teórico de la época, y que, mado se complica y entrelaza la plenitud de su posible
generalmente, pueden venir resonando a través de significatividad. Es justificado siempre el plantearse el
planteamientos anteriores más o menos originarios. problema del «más allá» del lenguaje, del «fuera» de la
Pero hay preguntas por las que el filósofo se siente más estructura lingüística, pero este «fuera» del lenguaje
acuciado, y en el hecho de esta mayor o menor incita­ tendrá siempre que objetivarse desde los diversos pia­
ción radica una interesante clave hermenéutica. La nos con que el lenguaje lo contempla. Sin embargo, la
obra filosófica con la que nos enfrentamos nos pre­ contemplación desde el lenguaje na es algo neutro y
senta una selección de cuestiones y una modulación de desobjetivado. Desde W. van Humboldt, sabemos hasta
las mismas, realizada por el quién que a través del len­ qué punto el lenguaje implica ya un compromiso teó­
guaje nos habla. rico y, en consecuencia, una cierta objetivación. Preci­
samente, el peculiar espesor que lo conforma, no es
mera subjetividad, simple estructura formalizadora e
IV irreal. La masa lingüística se ha ido espesando sobre la
ambivalencia subjetividad-objetividad, y en ella se ha
¿De qué habla el texto filosófico? El qué aludido en posado una determinada experiencia y visión del
la pregunta es la condensación de ciertas estructuras y mundo. Las oposiciones o neutralizaciones de la se­
contenidos. Efectivamente, en la obra filosófica se inte­ mántica estructural, por ejemplo, lo son efectivamente,
gran unos materiales que constituyen la entidad de ese en el {(dentro) del lenguaje, en el mecanismo de sus tensio­
qué. Por consiguiente, la pregunta sobre el «de qué» no nes, pero en ellas se manifiesta y queda integrado, al par,
se contesta descubriendo su significatividad. El «de un peculiar modo de presencia de lo real en su multiforme
qué» habla no se satura plenamente traduciéndolo por e inagotable riqueza, y un pecualiar modo de objetivación
un «qué significan» las obras filosóficas, «a qué se re­ de la inteligencia humana ante las cosas.
fiere su lenguaje», «hacia qué realidad apuntan sus pa­ Esta compacta constitución del lenguaje puede ade­
labras». Aunque esta pregunta es justificada y, en cierto más analizarse, en un texto filosófico concreto, desde
sentido, hay que planteársela, nos traslada, sin em­ diversos planos, entre los que podríamos precisar, por
bargo, hacia un dominio eminentemente problemático ejemplo:
y, al parecer, fuera del texto filosófico, que es aquello
LENGUAJE E mSTORIA DE LA FILosoFÍA 101
100 FILOsoF1A y LENGUAJE
Tal vez podría añadirse que el texto filosófico, más
1. Una serie de proposiciones, contenidas y enla­ que objetos, señala relaciones; más que cosas, concep­
zadas según el uso del idioma en el que el texto está es­ tos; más que realidades, idealidades, o sea, tensiones
crito. lingüísticas; más que referencias, inferencias. Sobre la
2. Una serie de términos que podríamos llamar faz proposicional del texto surge lo filosófico, a través
«filosóficos>, porque se refieren a unos posibles conte­ del vocabulario que lo constituye Y de un halo teórico
nidos, entre los que se encuentra eso que se suele de­ solidificado sobre él.
nominar filosofía. Pero el contenido de este vocabulario debe diferir
claramente de cualquier otro modelo semántico, para
Por supuesto que el primer punto expresa los es­ que, de hecho, podamos afirmar de un texto que es fi­
quemas lingüísticos usuales, que permiten entender losófico. Esa diferencia quizá pueda encontrarse en su
gramaticalmente el sentido de esas proposiciones, estructura referencial, más difícil de delimitar siempre
mientras que el punto segundo implica unos esquemas que en cualquier otro tipo de lenguaje, por ejemplo, en
teóricos en los que se insertan los contenidos gramati­ el científico, en el literario, en el histórico, etc.
calmente conexos, y que, al parecer, son los sustenta­ En el qué de este hablar filosófico se objetivan, al
dores de la filosofía. El lenguaje filosófico no es, pues. ritmo de sus términos especiales, de su semántica, las
eminentemente el lenguaje de la sintaxis, sino el len­ tensiones intelectuales del pasado, los movimientos
guaje de la semántica. históricos del presente Y las proyecciones ideales que
Por lo que respecta al punto primero, el lenguaje marcan una orientación hacia el futuro.
encuentra su instancia o su estructura referencial fuera Todo texto filosófico recoge una herencia. pero
del dominio filosófico. y dentro del esquema lingüís­ amasa con ella, y en el hogar de la época, un alimento
tico gramatical correspondiente, La verdad de una pro­ que se nos ofrece siempre con una intención. Esto es
posición filosófica es, en principio, la elemental verdad posible porque el lenguaje que nOS habla supone, por
de su gramática, y no tiene originalmente sentido por sí mismo, un contenido orientado por el autor, pero
ser filosófica, sino por ser proposición de un lenguaje. preexistente siempre a tal orientación en la lnatriz
No es, por tanto, filosófica la estructura proposicional misma de la lengua.
de un texto filosófico. Antes de ser texto fHosófico tiene El texto filosófico es. pues. el lenguaje de una ex­
que ser lenguaje en el vulgar sentido de su coherencia traña significatividad, en la que se expresa una lucha
formal. por situar al hombre en el horizonte de su propia libe­
¿Dónde descubrir, entonces, que estas páginas ante ración. Toda obra filosófica verdadera encuentra su
mis ojos son páginas filosóficas? ¿Dónde objetivar tam­ sentido en la coherencia en la que esa liberación se ex­
bién en ellas a la filosofía? Podríamos anticipar que la presa y en la plenitud en la que la comunicación que
característica distintiva está en la terminología de esas implica se formula.
proposiciones, en ciertas palabras con las que están
construidas, en su horizonte de alusividad; en defini­
tiva, en su semántica.
102 F1LOSOÁA y LENGUAJE LENGUAJE E HISTORIA DE LA FILOSOFíA 103
v lector o intérprete. En el espacio íntimo de aquel que
lo recibe, la letra se hace voz y palabra.
Pero esto nos lleva a un tercer momento, a aquel Entender, pues, la obra filosófica significa, entre
en el que nos preguntamos: «a quién hablan los textos otras cosas, que en el ámbito de «lo dicho», el quién
filosóficos». Para que se dé el lenguaje no basta el lector descubre su plena inteligibilidad. Sin embargo,
quién que habla; es necesario además el a quién para este proceso, en el que el interlocutor capta el posible
el que se habla. La plenitud del lagos es el diálogo. De mensaje que el texto transmite, se realiza sobre la base
ahí que por muy independiente y cerrada que sea la de un nuevo supuesto «lo no-dicho». En esta estructura
obra filosófica, por muy enrevesado que nos parezca se encierra tanto el quién autor, como los diversos pla­
su lenguaje, tiene de alguna manera que existir como nos que componen el qué de lo dicho. Porque, efectiva­
comunicación, y no sólo porque el autor, más o me­ mente, lo dicho es, en el caso de la obra filosófica, lo es­
nos conscientemente, lo pretenda, sino porque len­ crito: esos signos o letras sobre el papel. El carácter ob­
guaje quiere decir lo mismo que intersubjetividad. La jeto del lenguaje escrito empieza y concluye ahí. La
existencia de todo lenguaje supone esencialmente una labor hermenéutica es, pues, una integración y adecua­
multiplicidad de conciencias; e incluso, en la famosa ción de lo no-dicho, en los límites definidos de lo dicho.
definición platónica del pensamiento como diálogo
del alma consigo misma, encontramos ya, en la sole­
dad de la conciencia, la estructura de una esencial al­ VI
teridad.
La obra filosófica no tendría el más mínimo sentido Esas tres estructuras, el quién, el qué y el a quién,
si entre sus páginas, a través de su aparente neutrali­ han bordeado, en todo momento, el desarrollo de la in­
dad teórica, no estuviese presente, entre otras, la pro­ teligencia humana. Su contenido ha variado en el
yección ideológica y la proyección soteriológica. El lec­ tiempo, pero, precisamente, al ser estructuras teóricas
tor o intérprete percibe, además de lo dicho, de lo que que pocas veces han confluido con la praxis, han ido
en estas páginas se expresa, el vínculo de una inten­ surgiendo casi idénticas a sus momentos originales. La
ción, que modifica esencialmente nuestro silencioso polémica de Lévi-Strauss con Sartre sobre las socieda­
diálogo con la obra escrita. Su horizonte de alusividad des frías o calientes tal vez podría explicarse porque en
queda dibujado en el perfil de una de esas posibles las calientes la técnica ha supuesto un indudable pro­
proyecciones.
greso al representar, e,n el fondo, el punto de inserción
Pero, además, el diálogo de la obra escrita, que se de una teoría con la realidad, o sea, de una praxis to­
enlaza en el tiempo con los más imprevistos lectores, tal y verdadera.
supone, en consecuencia, que el quién al que se dirige Pero el otro progreso, el de la misma historia como
no es algo neutro o intemporal. Las proyecciones ante­ planificación y desarrollo, es mucho más discutible.
riormente mencionadas chocan o se integran en la pro­ No porque no haya habido replanteamiento y clasifi­
pia estructura histórica, cultural, ideológica, del quién cación de problemas, sino porque, efectivamente, el
104 FILOSOFIA y LENGUAJE LENGUAJE E mSTORIA DE LA FILOSOFIA 105

cambio de motivaciones, de temas y tesis en el su­ implicado, ni siquiera con la revolución copernicana
puesto desarrollo de! pensamiento no ha implicado, en de Kant, una incorporación tan fecunda de contenidos
grado alguno, y por lo que respecta a este estricto de-" y experiencias como en la física o en cualquier otra
sarrollo del pensamiento, en cuanto tal pensamiento, ciencia positiva. Las razones que explican este hecho
la más mínima superación. Valgan un par de ejemplos: están en el dominio de la praxis. El pensamiento filo­
¿Qué representa, como superación de veinticuatro si-' sófico, por ejemplo, e! ético, no lleva consigo supera­
glos de historia, la Ética de Hartmann, frente a la de ción si se mantiene en e! orden puramente especula­
Aristóteles? ¿En qué podna percibirse la diferencia tivo, Quizás a esto se refería Marx con su aforismo de
histórica superadora cuando se lee e! Sein und Zeit de ' la mera interpretación de! mundo que, hasta entonces,
Heidegger, o el Parménides de Platón? Las posibles habían hecho los filósofos. Cuando el pensamiento no
«mejoras» no son, en el fondo, más que leves cambios encuentra posibilidad de integración en la praxis,
estructurales -oposiciones y neutralizaciones- en la ',' quizá porque no le es en muchos momentos funda­
sociedad, en la cultura, en la historia misma, del quién mental, no tiene contraste posible con el que enfrentar
escritor. su verdad. '1

"
Esto no quiere decir que no se hayan logrado, en al­ ¿Cómo plantear, pues, exactamente, el problema de
gún momento, precisiones necesarias sobre opacas e la historia de! pensamiento, si no es, de alguna ma­
inútiles cuestiones; pero a pesar de que hemos querido nera, unida a aquello que hace que la historia sea ver­
siempre salvar a la historia, como dinamizadora de! daderamente progreso o al menos auténtico cambio: la
pensamiento, como camino que nos lleva a la continua praxis? ¿Cómo hablar de un sucesivo nivel de las ideas,
superación del hombre, nada hay más necesario de re- " si el orden especulativo es siempre un orden parcial y,
visión, en nuestros días, que el problema mismo de la en consecuencia, carece de la única estructura nivela­
historicidad, Lo cual tampoco quiere decir que frente a dora: la praxis, la realización? ¿Cómo suponer historia
la historia de la filosofía como progreso, haya que vol­ en las ideas si creemos que el ardo idearum es inde­
ver a la vieja concepción de una filosofía estática, in­ pendiente del hombre en cuya entidad vive, funda­
temporal y valedera de una vez para siempre. Nada mentalmente, este mundo ideal? ¿Cómo pensar en su­
más irreal. Pero si, de hecho, se pretende ver en la his­ cesión del pensamiento, si no le vemos suceder, encar­
toria del pensamiento algo más que una mera descrip­ nado y fluyente, a través de las generaciones?
ción de planteamientos, tropezaremos con una gran di­
ficultad, Desglosado de la praxis, e! mundo de las ideas
se mueve siempre en u,na órbita relativamente monó­ VII
tona y alienadora, Porque, efectivamente, según los
ejemplos mencionados, no se puede hablar de progreso La historia de! pensamiento es una historia pecu­
histórico en Heidegger o en Aristóteles, en e! mismo liar. Si el término historia no sólo implica e! .antes» de
sentido en el que se habla de Otto Hahn frente a De­ nuestro presente, sino que además supone que en ese
mócrito. El transcurrir temporal de la filosofía no ha «antes» ha habido estadios que expresan una evolu­
LENGUAJE E HISTORIA DE LA FiLOSOFíA 107
106 f1LOSOFÍA y LENGUAJE

ción, la filosofía tendrá que incluirse en ella. Pero esta vés de la presión que la praxis ejerce sobre ellas, y por
inclusión en el desenvolvimiento humano. en el cam­ praxis hay que entender, en nuestro caso, la presencia
bio de generaciones y de planos históricos, lo es sólo de las intenciones de un qui¿n; presencia en la que se
pan ialmente. La filosofía como mera teoría no tiene condensa la cultura, el nivel social, los intereses de una
sentido si, de algún modo, no va unida a la praxis his­ personalidad o de un grupo, en el que el lenguaje
tónca. El pensamiento filosófico ha sido un esfuerzo presta la imprescindible y determinante estructura in­
por una liberación y una afirmación del ser humano. tersubjetiva.
La filosofía que no ha contribuido a ello, no es filoso­ No hay más que la realidad de un presente en nues­
fía. El «saber por el saben> es, en este caso, una de las tra tarea de historiadores de la filosofía. El presente de
vaciedades más famosas de la cultura hUlnana. la obra escrita, que nos habla desde un antes, pero que
Por consiguiente, lo histórico de la filosofía ha ido sólo a través de su lenguaje nos descubre las estructu­
a la par de los pasos marcados por esa liberación y ras que lo forman, nos repliega hacia su pasado y nos
afirmación del hombre. Cuando la filosofía se convir­ ofrece el primero. esencial e ineludible paso para su in­
tió en una reflexión, dentro de una órbita exclusiva­ terpretación.
mente teórica, empezó a perder su fundamento y su
posibilidad de ser efectivamente teorla, visión de algo.
Pero entonces, como visión de sí misma, la filosofía
tuvo que contemplarse sólo en el espejo del lenguaje.
Para objetivarse y encontrarse en él tuvo que hacerse
tenninología. El término filosófico era la posibilidad de
cosificación en el lenguaje, de que no fuera simple
transparencia, limpio cristal hacia un paisaje inexis­
tente, sino que en ese cristal se tropezase con el tér­
mino, como una posibilidad de objetivación. Sin em­
bargo, este proceso no fue suficiente para trascender al
lenguaje mismo, cuando el término se fue convirtiendo
en un nudo reseco, sin relación ya con la cuerda que
en otro tiempo anudó.
La historia de la filosofía se nos presenta, una vez
más, enmarcada en una dificultad que le es esencial, y
que alude al planteamiento inicial de estas líneas, pero
cuya solución ha de buscarse sobre nuevas bases. Las
ideas, como tales, no tienen historia, si consideramos
al pensamiento como un ámbito teórico, como una
simple formalización. La historia llega a las ideas a tra-
CAPíTULO 5

LENGUAJE

E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA *

El camino que la filosofía ha recorrido desde sus


orígenes griegos parece estar orientado, por multi­
forme que pueda ser su desarrollo, en una sola direc­
ción. Esta dirección supone la continuidad de una de­
terminada problemática, y su variedad obedece a los
distintos niveles históricos en los que esa problemática
ha sido modulada. Pero, al lado de la continuidad de
los problemas, hay otro componente de la filosofía que
ha prestado riqueza a su desarrollo y vigor a su evolu­
ción: la temática filosófica no se ha planteado, a lo
largo de la historia, desde la afirmación de los estadios
anteriores, sino, la mayoría de las veces, desde su ne­
gación. Basta dirigir la mirada hacia esos momentos
que acostumbramos a llamar capitales en la historia
del pensamíento filosófico, para confirmamos en esta
tesis. Precisamente este hecho ha sido causa de las
múltiples discusiones, casi siempre estériles, en tomo
a la cuestión de la tradición filosófica y del carácter
más o menos científico de la filosofía.
Pero la negación de la filosofía anterior o la oposi­
ción a sus planteamientos era, como es sabido, un pe­

... Publicado en Homenaje a X Zubiri, Madrid, S. E. P., 1970.


11I11

110 FILOsoFlA y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 111

culiar modo de afirmación. Desde Hegel suele llamár­ sente que nos ofrece unos elementos para integrar, de al­
selc dialéctica: sobre el sendero de lo presente, desde el guna manera, en la filosofía.
camino orientado ya por el pasado, determinar no sólo De esos elementos hay que analizar particular­
la forma, sino la materia del futuro. Penetrar en el sub­ mente uno: el lenguaje. Por supuesto que, con ello, no
suelo de la senda filosófica, enfrentándose con lo ante­ se pretende volver a plantear problemas de terminolo­
rior, incorporándolo en nuevas estructuras y llenándo­ gía filosófica -hoy, además, imposibles si no se parte
las del contenido que brota de esa oposición. de una concepción general del lenguaje- ni proclamar
Entender verdaderamente el ritmo de las alternativas una dudosa originalidad en cuestión que, desde el Crá­
originadas por este desarrollo supone una nueva interpre­ tilo platónico, ha sido tema del que se han ocupado, a
tación de la historia de la filosofía. Esta renovadora lec­ menudo, los filósofos.
tura ha de exigirse, fundamentalmente, por dos razones. Mi intención es, más bien, no tanto el exponer una
Primera, por el momento actual de la filosofía, cuya inse­ vez más el esquema de una reflexión sobre el lenguaje,
guridad, Opor decirlo con la palabra tópica, cuya crisis es de una filosofía del lenguaje, cuanto el descubrir su
evidente. Crisis que no obedece sino a ese ritmo histórico carácter trascend ental en la interpretación de la filoso­
aludido; a que nos hallamos hoy en un fecundo enfrenta­ fía, y el ejemplificar, en un marcO concreto, qué quiere
miento con el pasado filosófico. La importancia de ese en­ decir efectivamente la continuidad dialéctica del pen­
frentamiento puede medirse por los esfuerzos que por sa­ samiento. Por consiguiente, además de en los moldes
1ir de tal situación critica está haciendo, desde 1927, la fi­ platónico o hegeliano, tendríamos que pensar en el
,1

losofía, y que, como era de esperar, se ha agudizado a hecho de que toda dialéctica es posible porque está en­
partir de 1945. Pero, además, y en segundo lugar, este em­ hebrada al hilo del lagos, de aquello que le presta au­
peño por rellenar con tierra viable y sustentadora la vieja téntica continuidad: el lenguaje. En esa continuidad
ruta filosófica, el originario trazado del pensamiento, si no aludida como esquema formal del desarrollo de la his­
ha cuajado aún en una época creadora, de particular re­ toria del pensamiento, el lenguaje ofrece la materia so­
lieve para la filosofía -eS indudable que la nuestra no lo bre la que esa formalización ha sido posible.
es todaVÍa-, ha dejado, sin embargo, como residuo de sus Un incomprensible pudor parece, sin embargo, ha­
experimentos, una serie de componentes con los que ten­ ber impedido que los filósofos y estudiosos de la filoso­
.drá que habérselas nuestra reflexión. El futuro de la filo­ fía se planteasen este problema de una manera radical
sofía que es, en una parte esencial, el futuro del hombre, y completa. Múltiples son también las razones 'de este
I¡dependen, en gran medida, del uso que sepamos hacer de hecho, pero como no eS ahora el momento de analizar­
esas perspectivas que, más o menos explícitamente, yacen las, sólo voy a mencionar una: el mito de la profundi­
n el fondo de la ciencia y la cultura de nuestros días. Si dad filosófica, I que ha diluido a la filosofía, muchas ve­
reemos que la especulación filosófica tiene raíces no es­ ces, en un pensamiento fantasmagórico, incoherente y
ulativas que brotan del .uelo de la historia que es, en
.efinitiva, el suelo de la sociedad, el suelo de la cultura, el 1. Seria interesante hacer el estudio del origen y semántica del tér­
uelo del lenguaje, no podemos desoír la llamada del pre- mino «profundo» como caracterización de un lipo supremo de reflexión.
112 FiLosoFíA y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 113

absolutamente vacío. Este pensamiento tenía que de­ horizonte más amplio del lenguaje, incluso del len­
fender su vaciedad constitutiva o su paralizada forma­ guaje natural del que, de una manera u otra, tienen
lización, distanciándose de toda referencia al lenguaje, que partir. La evolución del pensamiento de Wittgens­
porque éste podía ser la única clave que nos permitiera tein desde el Tractatus hasta las Philosophische Unter­
descubrir la oquedad de su pretendida construcción. suchungen o los Zettel, es claro exponente de esto. In­
Pero la perspectiva del lenguaje pretende, además, cluso una filosofía comO la de Heidegger, que parece
recobrar una parte fundamental del horizonte hacia el alejada de los problemas de lógicos y semánticos mo­
que los griegos orientaron el pensamiento filosófico, y dernos, ha incidido cada vez más de lleno en el len­
que ha sido olvidado y oscurecido. Cuando Aristóteles guaje, en la «casa del sep>, aunque haya sido dentro de
en un famoso texto,' definió el hombre como i;i¡íov una peculiar mística dellogos. Sin olvidar, desde luego,
AÓYOV EXOV, no quena decir animal rationale, ni apun­ que el primer trabajo importante de Heidegger tuvo
taba a la misma órbita semántica de su interpretación como tema la teoría de la significación, y que su obra
latina. La fórmula que traducía el texto griego enmas­ arrancaba de la fenomenología, cuya importancia den­
caraba una parte esencial de lo dicho por Aristóteles. tro de la filosofía del lenguaje no ha sido estudiada aún
Tener logos era la característica por la que el hombre como merece. Quizá se deba, una vez más, este olvido,
se despega de su contexto animal y se inserta en su a las razones antes mencionadas.
esencia. Pero logos es más que rationale, porque origi­ Pero además, la misma teoría de la naturaleza, la
nariamente, y a lo largo de su evolución en la filosofía moderna física, la cibernética, etc., han comenzado a
griega, su significado implicó una relación imprescin­ sentir la inseguridad de sus construcciones, si no in­
dible con la expresión, con el pensamiento expresado. cluían en ellas el lenguaje. Basta leer las reflexiones
con la palabra. que hace Heisenberg3 para percatarse de la necesidad
Por supuesto que, contra lo que posteriormente ha­ de esta inclusión. AlIado, pues, de la constante del len­
bría de pensarse, esta conexión con el lenguaje no era, guaje, cuya presencia podríamos ir descubriendo en
en absoluto, una trivialización del pensamiento, sino casi todos los movimientos filosóficos y científicos del
más bien, una vuelta al origen y, en consecuencia, el presente, el impresionante desarrollo de la lingüística,
redescubrimiento de una constante filosófica. Las épo­ a partir, por ejemplo, de Troubetzkoy ha confirmado la
cas de crisis, y sobre todo la nuestra, han servido para importancia de un renovador tratamiento de este
llamar la atención hacia este hecho. Si pasamos revista tema, para volver a plantear los viejos problemas de la
a los movimientos filosóficos del presente, veremos filosofía.' ¿Cómo hablar ya de filosofía del lenguaje o
como están ceñidos por idéntica preocupación. Los
problemas que, por ejemplo, se plantean en tomo a la
3. Wemer Heisenberg, Physik und Philosaphie, Frankfurt a. M.. 011s­
lógica moderna, a la formalización del pensamiento, tein, 1959, pp. 139 ss. (Ullstein BUcher, núm. 249).
no pueden entenderse plenamente si no se les ve en el 4, Una obra importante en la que se reúnen diversos trabajos, en una
nueva visión de la teona y filasofia del lenguaje es la editada por Jeuy A.
Podar y Jerrold J. Katz, The Structure of Language, Readings il1 the Philo­
2. Po!., 1253 a 9~1O. sophy afLanguage, Englewood Cliffs. N. Y., Prentice·Hall Ine., 1964.
114 FILOsoFíA y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 115

teoría del conocimiento, de una manera seria y fe­ sobre el valor terapéutico que pueda tener, en el pen­
cunda, sin tomar en consideración a Whorf, a Jakob­ samiento filosófico, la filosofía analitica de Oxford, por
son, a Chomsky? La misma antropología estructural de ejemplo. Estos planteamientos que, con cierto retraso,
Claude Lévi-Strauss es una prueba más de cómo los han empezado a estar de moda en algunos sectores de
moldes lingüísticos se han apoderado de otros domi­ la fílosofía continental, cansados quizá de la dilatada y
nios del saber. difusa experiencia existencialista, no son más que un
Nos hemos educado en la idea de que la filosofía aspecto marginal del problema al que, de una manera
era el tronco unitario, de que el pensamiento filosófico general, quiere aludirse.
abarcaba los más diversos objetos, pero, al parecer, Aceptando provisionalmente el esquema ontológico
este saber superior o esta «ciencia buscada», como clásico, la cuestión que nos interesa puede enunciarse
Aristóteles llamaba modestamente a su grande y des­ en dos niveles distintos, uno teórico y otro práctico. En
pués maltratado invento, ha perdido interés por la bós­ el nivel teórico podría expresarse en los siguientes tér­
queda, por aproximarse a los otros saberes, por di­ minos: ¿constituye la perspectiva del lenguaje algo más
luirse, si es preciso, en ellos, para realizarse y objeti­ que un mero ángulo de proyección para determinados
varse. problemas filosóficos? Porque, efectivamente, se habla
Tal vez en este momento convenga hacer dos preci­ y escribe sobre filosofía del lenguaje; se estudia el fun­
siones. La aproximación aquí mencionada no tiene que cionamiento psicológico, el comportamiento y condi­
ver con el tradicional planteamiento que, desde siem­ cionamiento sociológico del hombre que habla; se des­
pre, y sobre todo en nuestro siglo, ha llevado a algunos criben las estructuras racionales, la coherencia del
pensadores a preocuparse de la filosofía de la física, o lenguaje, sus vacíos, sus oposiciones e, incluso, sus si­
de la matemática, o de la cultura. El problema es muy lencios. Pero, en el fondo de muchas de estas tentati­
diferente. No se pretende iluminar el dominio de una vas meritorias, hay una especie de prejuicio ontoló­
ciencia desde la filosofía, buscando para esta ciencia gico, coma si por encima de estos análisis, flotase in­
una base más amplia que la de su propia estructura contaminado e intocable el problema del ser, el
científica, sino sencillamente ver si hay posibilidad de auténtico tema filosófico. La apertura hacia el mundo
descubrir, en la misma filosofía, la presencia de ese y hacia el pensamiento que el lenguaje ofrece no es, en­
cuasi-trascendental, que se encuentra en la mayoría de tonces, más que una apertura. Después, la filosofía
los esfuerzos intelectuales de nuestro siglo: el lenguaje. vuela, coma Platón pretendía, con sJIs propias alas, li­
y descubrirlo, no desde una nueva magia del lagos bre ya del lastre de las palabras. 5 Pues bien, ¿no sería
-por muy importante que desde un punto sociológico tiempo ya, como Sócrates afirmaba en otro contexto,
pueda parecer este descubrimiento--, sino desde los de bajar hasta el lenguaje los problemas ontológicos?
distintos planos en que la ciencia del lenguaje nos lo Este descenso no implica negación alguna, sino senci­
presente. llamente hacer que estos temas se enlacen, de alguna
La segunda precisión pretende superar el equívoco
de que aquí se trata, de nuevo, de llamar la atención S. Cf., p. e., Carta VII, 343 a SS.; Fedro, 274 e ss.
116 FILosoFíA y LENGUAJE
LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 117
manera, en la malla intrincada, coherente y jugosa del
discurso humano. Si cada lenguaje, como quería Hum­ Expresada en estos términos parece que, por su tri­
boldt, es una manera de ver el mundo, ¿podemos cegar vialidad, estas preguntas no pueden llevarnos dema­
de esta visión a la filosofía, si la física, la matemática, siado lejos, quizá porque hemos olvidado cómo el pen­
la biología, etc., se confrontan hoy con él? En una pa­ samiento de Aristóteles o Descartes o Husserl se sus­
labra, ¿es posible la reflexión sobre el lenguaje como tentaba y avanzaba sobre interrogaciones semejantes.
una episteme fundamentadora del ser, de la realidad? Pero además, cuando nos preguntamos por lo que
Porque, al parecer, tanto la filosofía que llamaríamos nos dicen los filósofos, la interpretación de la filosofía
ontológica, como la filosofía analítica, han exagerado adquiere un ángulo de proyección delimitado y obje­
las inflexiones de sus perspectivas, aunque nos hayan tivo. Porque otro de nuestros hábitos intelectuales nos
dejado planteado el problema Con gran nitidez; «la lleva continuamente a referirnos al pensamiento de He­
vieja filosofía daba al lenguaje por supuesto e investi­ ráclito, o de Kant, como si se tratase de una extraña
gaba el mundo. La filosofía lingüística da el mundo entidad imprecisa, de límites inciertos, que sobrevuela
por supuesto e investiga el lenguaje»,' porque, «allí la historia envuelta en un aire de misterio, de esote­
donde la vieja filosofía veía un complicado mundo de rismo, de panacea universal para los iniciados. Efecti­
problemas, la filosofía lingüística ve un complicado vamente, hablamos del pensamiento de los filósofos,
conjunto de hábitos lingüísticos, situados en un pero ese pensamiento no existe más que como pensa­
mundo carente de todo problema». 7 miento expresado, porque no hay pensamiento que, de
El análisis de todos los planos que integran este ni­ alguna manera, no se objetive y se cosifique en un len­
vel teórico obligaría a un nuevo sistema de filosofía del guaje. Por consiguiente, cuando nos referimos al pen­
lenguaje en el que, necesariamente, habrian de in­ samiento de un filósofo apuntamos hacia ese pensa­
cluirse los problemas que debate la lingüística y la an­ miento expresado, a esas obras que en griego, latín o
tropología estructural, la sociología del lenguaje, la alemán nos hablan, y con las que dialogamos. Por con­
teoría de la información, las investigaciones en torno a siguiente, si no podemos referirnos a un pensamiento
los problemas teóricos de la traducción, como las de filosófico prescindiendo de la expresión, de la realiza­
Mounin, etc.' ción lingüística de ese pensamiento, tenemos que con­
En la práctica, la cuestión podría, escueta y simple­ cluir «que la filología Como análisis de aquello que se
mente, plantearse así: ¿Qué nos dicen las obras filosó­ dice en la profundidad del discurso, constituye la
ficas? ¿A quién hablan? ¿De qué hablan? ¿Desde dónde forma moderna de la crítica».'
hablan? Se trata, una vez más, y con un instrumental más
afinado de la aventura de leer, de la hermenéutica de
6. E. Gellner, Palabras y Cosas, Madrid, Tecnos, 1962, p. 8l.
la obra filosófica. «Los métodos de interpretación se
7. Gellner, op. cit., p. 96. enfrentan hoy, en el pensamiento moderno, con las téc­
8. G. Mounin, ús problemes théoriq/4es de la truduction, París, Galli­
mard, 1963. Véase también, Das problem des Obersetzens, editado por Hans
J. StOrig, Dannstadt, Wiss. Buchgesellschaft, 1963. 9. Michel Foucault, Les 111015 el ks choses. Une archioIogie des scien­
ces humaines, Pans, Gallimard, 1966, p. 311.
118 FILOSOFÍA Y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACiÓN FILOSÓFICA 119

nicas de fonnalización: las primeras, con la pretensión Fedro, lo terrible que tiene la escritura y que es, en ver­
de hacer hablar al lenguaje en su misma interioridad, dad, igual a lo que ocurre con la pintura. En efecto, los
y lo más cerca posible de lo que se dice en él, sin él; las productos de ésta se yerguen como si estuvieran vivos,
segundas, con la pretensión de controlar todo lenguaje pero si se les pregunta algo, caen en un desdeñoso mu­
eventual, y de sopesarlo por la ley de lo que es posible tismo. Lo mismo les ocurre a las palabras escritas. Se
decir. Interpretar y fonnalizar se ha convertido en las,' creería que hablan como si comprendieran algo de lo
dos grandes formas de análisis de nuestro tiempo.»'. que dicen, pero si se les pregunta, queriendo aprender
Éste es el punto en e! que hoy se encuentran situa- • algo de lo dicho, expresan tan sólo una cosa que siem­
das dos concepciones diversas pero complementarias t: pre es la misma... constantemente necesitan de la
de! lenguaje, desde que, a partir sobre todo de los lin­ ayuda de sus padres, pues por sí solas no son capaces
güistas y teóricos de! siglo XIX, ha ido adquiriendo es­ de defenderse ni de socorrerse a sí mismas.» 11
pesor y objetivación. Pero no vaya referirme ahora a El diálogo con la obra escrita, con e! lenguaje para­
esta larga y apasionante historia que se remonta hasta lizado en letra, ha necesitado, desde siempre, la pre­
los presocráticos, y de la que se ha hecho una apretada sencia de una voz viva que supiese responder a los
síntesis al comienzo de este libro. Parale!a, pues, al silencios de la letra muerta. Este interlocutor ha ad­
proceso que culmina en los modernos ejercicios de for­ quirido ciudadanía intelectual bajo e! nombre de intér­
malización, ha corrido una preocupación hennenéu­ prete, y la hennenéutica ha sido la ciencia que ha pre­
tica cada vez más intensa. A medida que e! lenguaje tendido dar dinamismo de diálogo al lejano y aventu­
adquiría alteridad y objetividad como tal lenguaje, iba rado monólogo de la obra escrita.
presentando un aspecto inédito y compacto. De hecho, Joachim Wach ha narrado en una obra clásica" los
e! lenguaje encerraba en sus estructuras e! tesoro de lo esfuerzos por constituir una teoría de la interpretación
que los hombres han sido (historia), han soñado o que­ desde Ast, Wolf y, sobre todo, Schleiermacher, hasta
rido (literatura), han pensado (filosofía, ciencia). El Steinthal y Preller. Todo un siglo de cavilaciones para
momento supremo de esta cosificación lingüística leer más allá de! lenguaje, para dejar oir en la palabra
tiene lugar en la obra literaria, quiero decir en la obra la voz, para descubrir en e! nombre e! significado, en
escrita. A través de ella el lenguaje se objetiva, pero al la expresión, el pensamiento.
par, conserva, de una manera problemática aunque Pero las teorías que Wach describe implican, por lo
enonnemente precisa, su constitución dialéctica, su general, una concepcíón de! lenguaje que apenas tiene
poder comunicativo y social. La obra escrita nos habla ya que ver con la nuestra. El paisaje que tras ella se ex­
también desde unos determinados presupuestos. No es tendía, como sustento de la interpretación, estaba le­
sólo un qué infonnante, sino un quién dialogante. ñido de historicismo: e! lenguaje no era más que un
Con ello ha surgido, sin embargo, una dificultad ca­
racterística y que ya había visto Platón: "Pues eso es, 11. Fedro, 275 d-e.
12. Joachim Wach, Das Verstehen, Grundu'Jge einer Geschichte der her~
nleneutischen Theorie im 19. Jahrundert, Tubinga, Mohr, 1, 1926.266 pp.; n,
10. Michel Foucau1t, op. cit., p. 312. 1929. 378 pp.: lll, 1933,350 pp.
120 FILOSOFlA y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 121

cristal que había que pulir continuamente y que nos reales, no son más que categorías del pensamiento, o
llevaba al dominio de un Geist informe, o de la psico- . sea transposición de categorías del lenguaje. «Es evi­
logía de un pueblo, o de unas entidades más o menos dente que la lengua no ha orientado la concepción me­
arqueológicas. Pero además, ese cristal hermenéutico tafísica del ser; cada pensador griego tiene la suya,
estaba coloreado por la metafísica panteísta de la indi­ pero ella ha permitido hacer del ser una noción objeti­
vidualidad, que subyace a una gran parte de la histo­ vable»,'O y precisamente por el empleo del artículo de­
riografía y al pensamiento del siglo XIX." terminado que, para Snell, fue lo que permitió el nivel
La superadón de estas perspectivas ha sido inten­ teórico del pensamiento griego.'!
tada por una serie de obras, que han puesto de relieve Todo aquello que es objeto del conocimiento está,
la importancia de la teoría de la interpretación. Así pues, abarcado por el horizonte del lenguaje. A esto se
Kad Larenz,l4 Emst Fuchs,15 Leo Strauss,lb Theodor refiere la hipótesis de Sapir y Whorf, que este último
Litt1 7 y, sobre todo, Emilio Betti, con su monumental ha definido como una especie de teoría de la relativi­
teoría general de la interpretación," y Hans G. Gada­ dad lingüística, según la cual, «no todos los observa­
mer, cuya obra representa una pieza fundamental en la dores llegan, a través de un mismo fenómeno físico, a
historia de la hermenéutica filosófica.!' la misma conclusión teórica, a la misma imagen del
Con estos estudios y las investigaciones de la lin­ mundo, a no ser que su base lingüística sea semejante.
güística más reciente, el lenguaje se nos ha objetivado o pueda ser reducida a un denominador común»." En
y se nos ha distanciado. Pero esta objetivación y dis­ los idiomas europeos, afirma Whorf, hay una coinci­
tanciamiento tienen matices muy peculiares. Aunque, dencia de estructuras que, a primera vista, parecen
a partir de Wilhelm van Humboldt, el lenguaje ha ga­ adecuarse a las de la lógica natural. Esta coincidencia
nado una perspectiva nueva, no deja de ser sorpren­ ha hecho que en el fondo de las distintas lenguas eu­
dente el hecho de que ya en Aristóteles el lenguaje ropeas se dé una comunicación sobre la base de la
fuese un condicionamiento en la visión o theoria de la
realidad. Lo que se ha considerado como categorias 20. Émile Benveniste¡ Problemes de lingüistique générale, París, Galli­
mard, 1966, p. 71; véase también pp. 66 ss. Cf., además, W. Wieland. Die
aristotelische Physik, Untersuchungen aber die Grundlegung der Naturwu­
13. Cf. Hans G. Gadamer, Wahrheit und Methade, Grundzüge einer senschaft und die sprachliche Bedingunget! der Prinzipienforschung bei Aris­
philosophischen Hemleneutik. Tubinga, Mohr, 1960, pp. 186 ss. toteles, Gotinga, Vandehoeck-Ruprecht, 1962, pp. 141 ss. Puntualizadones
14. Karl Larenz, Methodenlehre der Rechtswissenschafl, Berlín, SprinM a la opinión de Benveniste pueden verse en la nota aneja a P. Aubenque a
ger, 1961, XII. 381 pp. (Hay trad. cast.) su trabajo «Aristote et le langage&, Annales de la Faculté des Lettres d'Au,
15. Emst Fuchs, Hemumeutik. Bad Cannstadt, Mü11erschon, 19581,271 pp. L XLIII. pp. 103-105.
16. Leo Strauss, Persecution and lhe Art of Writing, Glencoe, m., The 21. Bruno Snell, Die Endeckung des Geutes, Studien :;:ur Entstehung
Free Press, 1952,201 pp. des europdischen Denkens bei den Griechen, Hamburgo, Claassen, 1955.
17. Theodor Litt, Die Wiedererweckung der geschichtlichen Bewusst. pp. 299 ss. (Hay traducción castellana.)
seins, Heidelberg, Quelle und Meyer, 1956, 243 pp. 22. Benjamin L. Wharf, Language, Thought and RealiiY, Selected Writ­
18. Emilio Betti, Teoria generale della interpretazione, 2 vols., Milán, ings of .. , ed. por J. B. Canon, Cambridge, Mass., The M.I.T. Press, 1956,
Giuffre, 1955, 982 pp. p. 214. Anotaciones críticas reclentes a la tesis de Whorf pueden verse en
19. Hans G. Gadamer, op. cit. Gadamer representa, desde la tradición E. Albrecht. Sprache und Erkenntnis, Logisch-linguistische Analyse, Berlín,
alemana. una serie de perspectivas que sería interesante analizar y enfren­ D. V. W., 1967, pp. 20 ss. Y A. Sehaff, Lenguaje.v conocimiento, México, Gri­
tar, eritieamente, con las del libro de Foucault, anteriormente citado. jaiba, 1967, pp. 87 ss.
122 FiLosoFíA y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACiÓN FILOSÓFICA 123

misma cultura. Ahora bien, «todos los observadores algo conforme a un acuerdo, este acuerdo no es un
europeos» na son «todos los observadores». «Cuando, acto que otorgue significación a un objeto libre de ella.
por ejemplo, científicos chinos describen el mundo en No se trata del origen de la significatividad, sino de su
términos semejantes a los de los científicos occidenta­ sentido. Al lenguaje le es esencial el acuerdo, pero, por
les, esto quiere decir que han aceptado, globalmente, el ello, el lenguaje no es obra de acuerdo alguno»."
sistema de racionalización occidental, pero no que ha- , El lenguaje es, por tanto, el medio en el que se co­
yan llegado a él desde las perspectivas del sistema lin- , nectan, ontológicamente, la subjetividad y la objetivi­
güístico al que, naturalmente, pertenecen.»" Los estu­ dad. Este medio que enriquece dialécticamente la lla­
dios de Whorf sobre las primitivas lenguas americanas,' mada apertura del hombre a las cosas es, en el fondo,
por ejemplo, sobre la lengua y metafísica hopi, son una determinación: aquella que viene de la estructura
confirmación de ese principio de relatividad lingüístico de la mente humana, que organiza, necesariamente,
de estirpe humboldtiana. la posibilidad de sus contenidos en la actualidad de
El mundo del lenguaje nos inunda efectivamente.. una forma.
No hay lugar fuera del lenguaje, desde el que pudiera Pero parece que con estas referencias al lenguaje
éste, verdadera y absolutamente, objetivarse. Ésta po­ hemos vuelto a caer en el nivel teórico que intentába­
dría ser la prueba de que el lagos no puede convertirse í mos abandonar. Se trata, sin embargo, de hacer avan­
en monólogo formalizador, sino que es, por esencia,' zar los estudios hermenéuticos, insertándolos en el
diálogo, comunicación. La comunicación no necesita contexto concreto de la obra escrita. Porque hemos
un adiestramiento concreto, sino que es un fenómeno hablado, hasta ahora, del lenguaje como forma que
vital en el que vive la comunidad. De ahí que la tesis, conforma nuestra visión del mundo, pero esto tiene
ya iniciada en el Crátilo platónico, del carácter arbitra­ lugar siempre en el marco exacto en el que ese len­
rio del lenguaje, requiera también una revisión. La mo­ guaje se cosifica, realmente, ante nosotros como obra
derna lingüística, desde Saussure, ha sostenido, en ge­ escrita.
neral, el carácter arbitrario del signo lingüístico, pero Aquí, ante nuestro presente, han llegado estas
hay que tener en cuenta que «la significación no viene .' obras: ediciones cuidadas y recientes, aunque sabernos
por un acuerdo (O\JV(h'¡1CIJ), sino conforme a un que nos hablan desde hace veinticinco siglos o unos
acuerdo (Ka~a. o\Jv(h'¡K11v), lo cual quiere decir que todo decenios. No queremos referirnos, sin embargo, como
acuerdo concreto presupone lenguaje. O sea, en la pa­ el hábito endurecido, al pensamiento de estos lejanos
labra y en la oración no puede tratarse de un tipo cual­ interlocutores. Porque este pensamiento, corno tal, no
quiera de acuerdo. Uno no se pone de acuerdo sobre existe sin objetivación en el lenguaje. No hay más que
una significación. Acuerdo y función significativa son el silencio de unas líneas, de una escritura que, de le­
dos momentos originarios y que no pueden derivarse jos, como el mito platónico de Theuth, es borrosa ima­
el uno del otro. Por tanto, si toda oración sólo significa gen de una voz, de un lagos. Y nos hablan.

23. Benjamin 1. Whorf, op. cit., p. 214. 24. Wolfgang Wieland, op. cit., p. 162.
124 FILOSOFíA Y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 125
Pero así como la literatura en general va «encerrán­ realidades, efectos, soluciones diferentes. La filosofía,
dose en una intransitividad radica!»," y funciona como el «pensamiento» que desde estas formas llega hasta
un cosmoS concluso que, a lo largo de su propia histo­ nosotros, trae ya en ellas el peso de una voluntad, el re­
ria, irá abandonando los ejes de su organización, la flejo de unos valores intelectuales, el perfil de unos se­
obra filosófica sigue un camino distinto, y en dos nive­ dimentos de la vida y de la historia.
les: el nivel de la forma y el nivel del contenido. Este perfil conforma también la comunicación filo­
No voy a entrar ahora en la descripción estructural sófica: No podremos entender el pensamiento preso"
de los modelos filosóficos, a nivel de la forma, y de los crático si no sabemos verlo implicado, aunque sea ne­
que podrian destacar: gativamente, en el mito y en la «techne». Tampoco sa­
bremos oír un diálogo platónico si se desconocen las
1) el modelo «físico» particularidades dellogos griego y los problemas de la
2) el modelo onto-teológico comunicación intelectual. No tiene sentido la filosofía
3) el modelo humanista de la historia de san Agustín desconectada del pensa­
4) el modelo racionalista miento religioso que la condiciona. ¿Podremos captar
5) el modelo idealista el interés «metódico» de Descartes si olvidamos el an­
6) el modelo positivista tropomorfismo de la época? La Ethica ordine geome­
7) el modelo metafísico trico... ¿no expresa, según se nOS ha dicho, el ideal de
8) el modelo simbólico las ciencias matemáticas que, por entonces, se afir­
9) el modelo estructuralista maba? ¿Puede interpretarse a Hegel sin un amplio co­
10) el modelo marxista. nocimiento del romanticismo alemán? Por último, y
por no citar más que un ejemplo contemporáneo, ¿no
La forma de la obra filosófica que viene de algunos son los ensayos del Heidegger último eco de corrientes
de estos modelos presenta unas estructuras, fácilmente que brotan de lo que se suele llamar «la destrucción de
determinables, que tendremos que conocer para poder la razón)?
entablar el diálogo que nos promete. Por ejemplo, las Es, pues, en el nivel del contenido donde la insis­
Summae medievales no tienen mucho que ver con los tente reflexión sobre el lenguaje presenta mayor ri­
Essay del empirismo inglés o con los Tratados del idea­ queza. Dada la supuesta atmósfera especulativa que
lismo alemán. Todo esto es, por supuesto, una clasifi­ baña la filosofía, podría parecer que el desarrollo lineal
cación externa; aparentemente externa, porque dentro del «pensamiento» bastaria que conservase su coheren­
de esos esquemas genéricos, el lenguaje, la comunica­ cia horizontal para justificarse y agotarse plenamente
ción funciona ya específicamente. La palabra adquiere entre sus límites correctos. Porque, efectivamente, la
resonancias distintas, dentro de esos ámbitos genéri­ instancia del lenguaje filosófico no es, en principio,
cos, y tanto el que escribe como el que lee pretenden como la de la ciencia, reflejo de comportamientos obje­
tivos. Pero, por ello, el lenguaje de la obra filosófica
25. Míche1 Foucau1t, op. cit., p. 313. aparece más cargado de significatividad. El lenguaje de
126 FILOSOFíA Y LENGUAJE LENGUAJE E INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA 127

la ciencia, de la obra literaria o de la obra histórica de­ sofía es semántica. Semántica que no hay que enten­
jan traslucir la estructura referencial, sin la que ese len­ der, primordialmente, como el estudio de la significati­
guaje careceria de sentido. La obra científica pretende vidad dinámica, dentro de los posibles sistemas refe­
ser lectura de la naturaleza; la obra literaria, expresión renciales a que, de hecho, apuntan las palabras, sino
de contenidos estéticos, alusión a lo inefable, a la reali- I como la aceptación del sentido estático, en el que se
dad vivida y entendida en la palabra y desde la palabra, " aglutinan, en el lenguaje, las experiencias de la comu­
etcétera; la historia, reflejo de los hechos. Pero tanto la nidad, de la reflexión y, por supuesto, de la historia.
naturaleza como la imagen como los hechos cuentan , ¿De qué hablan, entonces, los textos filosóficos?
en el lenguaje tanto como el lenguaje mismo. ¿Qué tipo de realidad es la que en ellos se expresa?
La filosofía, sin embargo, no expresa originaria- ' ¿Cómo es la estructura de ese qué? El lenguaje nos
mente una estructura referencial inmediata. Aquí conserva los planos de una peculiar objetividad. En la
surge la pregunta primera de ese nivel práctico al que palabra filosófica se determina, abstractamente, la his­
anteriormente se hizo alusión. ¿Qué dicen las obras fi­ toria de las resonancias objetivas, las tensiones a través
losóficas? A esta pregunta se podría responder con los de las cuales ha abierto la inteligencia un camino en el
distintos elementos que en las distintas filosofías orga­ mundo.
nizan lo que, con más o menos propiedad, llamamos Por eso el lenguaje de la obra filosófica nos habla,
sistema. Pero la cohesión de las estructuras sistemáti­ no sólo desde su sintaxis, sino desde su semántica, en
cas no ofrece otra verificabilidad que la de la propia la que, efectivamente, se oculta el ser. Un ser en cuya
estructura lingüística. No hay, en principio, referencia morada vive el hombre, la historia humana, de la que
a la naturaleza, o al mundo imaginario, o a los hechos. es expresión y parte el filósofo, por mucha originalidad
El pensamiento filosófico no tiene otra estructura refe­ que pretenda. La lectura de la obra filosófica noS lleva
rencial inmediata que la de su mismo lenguaje. Pero, a duplicar nuestra atención por el lado de la coheren­
precisamente por ello, esta soledad del logos le hace cia orgánica, pero también por el lado de las resonan­
buscar con más solicitud la compañía de sí mismo. cias plenas, que sólo son posibles en el lenguaje.
En esta búsqueda, la diacronía se hace sincronía. Como es sabido, el momento inicial de la filosofía
La estructura lineal, que se tiende en el tiempo espe­ se fundó en el concepto de ser. Desde entonces, el to­
culativo de la coherencia, se hace vertical en el espacio rrente de la especulación ontológica ha fluido incesan­
real de la palabra. Si no admitimos el segundo sistema temente en el pensamiento occidental. Pero el con­
referencial del ejemplarismo platónico, el ámbito de la cepto de logos quedó embalsamado en los viejos di­
filosofía acaba necesitando el espacio real del logos. ques griegos. Alguna vez se ha resquebrajado parte de
Sin él, la coherencia sería pura formalización; con él ese muro, y se han refrescado los monótonos rastrojos
-por el sentido supraindividual del lenguaje- la filo­ del pensamiento. Las grietas en ese muro son hoy nu­
sofía llega a ser algo más que forma. merosas; me atreveria a decir amenazadoras. La mi­
Por la vertiente de la coherencia, la filosofía será sión de la filosofía actual puede consistir, en parte, en
mera sintaxis; por la vertiente de la sincronía, la filo- hacer uso del esquema dialéctico mencionado al prin­
128 FILOSOFlA y LENGUAJE

cipio, y dentro de él enfrentarse radicalmente con todo


el pensamiento anterior. Derribar de una vez esa injus­
tificada muralla, para que ellogos fluya, parejamente,
en el cauce tantas veces reseco del ser.
Esto será posible sabiendo mantener el equilibrio
exacto entre formalización y hermenéutica. Porque si
perdemos el peso real del lenguaje por formalizar, per­ CAPíTULO 6
deremos nuestra historia, nuestro pasado. Pero tam­
bién, si conservamos, por no hacerlo fluido con nues­ «LÓGICO" Y «TERMINOLÓGICO"
tra reflexión, el lastre del lenguaje, los hábitos lingüís­ EN FILOSOFíA *
ticos inertes, los términos vacios. perderemos el saber
yel futuro. (UNA NOTA INTRODUCTORIA
En la introducción a la C71tica de la razón pura ha­ AL LENGUAJE DE HEIDEGGER)
bía expresado Kant, con un ejemplo célebre, el pro­
blema que, en un contexto muy diferente. ha motivado
estas reflexiones: «La ligera paloma que en fácil vuelo
Una de las ideas cada vez más arraigada en el pen­
corta el aire, sintiendo al par la resistencia que le
samiento contemporáneo es la de que toda crítica a ese
ofrece, podría pensar que en un espacio sin aire vola­
pensamiento ha de aproximarse a él a través del ünico
ría mejor.» Pero ese aire es, precisamente, el que le
permite el vuelo. camino posible, el lenguaje. Efectivamente, el lenguaje,
al serIo de un pensamiento, constítuye no sólo una vía
Pues bien, el aire del pensamiento es el lenguaje.
de acceso. sino, además, una parte integrante y esen­
cial de ese mismo pensamiento. Ésta es la raZÓn por la
que, actualmente, las disciplinas hermenéuticas han
logrado un amplio desarrollo y por la que la obra lite­
raria -filosófica o artistica- ofrece en si misma, a
través del lenguaje, una perspectiva fecunda para lle­
gar al pensamiento que expresa. Desde la época de
Schleiermacher! hasta los trabajos de Belti' y Gada­

• Publicado en Homenaje al pro[. Alarcos, Univen;iciad de Valladolid,


1966.
1. Friedrich Schleiermacher, Hemuneutik, ed. Heinz Kimmede, Hei·
de1berg, Winler, 1959.
2. Emilio Betti, Teon'a generale. deila interpretal.{one, 2 vals., Milán,
Giuffre. 1955.
DO FILosoFfA y LENGUAJE ((LÓGICO») y «(TERMINOLÓGICO» 131

mer' se ha ido tejiendo una espesa red de teorias, pre­ obra filosófica ha de ser sustituida por una nueva es­
supuestos, puntos de vista, para descubrir en el análi­ tilística filosófica, que he llamado «expresión ló­
sis y estudio de una obra dominios intelectuales cada gica». La razón que justifica este hecho ha sido for­
vez más amplios y profundos. mulada con gran precisión, aunque en otro contexto
Esto no quiere decir que, en la «filosofía», la ex­ diferente, por Gerhard Krüger, «el pensamiento está
presión del pensamiento filosófico, como nueva for­ esencialmente unido al lenguaje, al lenguaje natural
ma, haya de servir de objeto para el análisis estilístico. heredado, que no es propiedad de un único pensador,
No se trata de eso. La hermenéutica filosófica tiene sino de la comunidad».' Por consiguiente, en la «ex­
que fijarse no tanto en el aspecto meramente ex­ presión» de ese pensamiento encontramos ya sus ras­
presivo del lenguaje cuanto en el aspecto lógico, o sea, gos característicos.' El descubrimiento de estos ras­
en el lagos como manifestación de un determinado gos ha de ser objetivo fundamental de la «estilística
contenido intelectual. De ahí que la actitud crítica filosófica». Pero esto noS lleva a otra cuestión impor­
ante el lenguaje tenga muchas veces que partir, dentro tante, aquella que distingue entre filoso{las lógicas
de la hermenéutica filosófica, de un análisis semán-' " y {iloso{las terminológicas. Admitiendo, provisional­
tico. Con ello se destaca no sólo el contenido de la mente, el término lógica en su aceptación corriente,
obra en cuestión, sino que, además, se puede descu­ se entiende por filosofía lógica aquella que se funda­
brir la lógica interna sobre la que se estructura su úl­ menta en un empleo usual o casi usual del lenguaje;
tima y esencial validez. por filosofía terminológica aquella que se sustenta o
La crítica de la filosofía arranca, pues, de un estu­ pretende sustentar su pensamiento no en «el lenguaje
dio de la «expresión lógica». Por expresión lógica no natural heredado», sino en una estructura expresiva,
hay que entender el aspecto meramente formal del con mínimo apoyo en el lenguaje usuaL y, por consi­
lenguaje, sino su aspecto material. o sea, el ente real guiente, sustentada originariamente en el «pensa­
o intelectual al que apunta. Partiendo de esa conside­ míento» mismo. Por supuesto que toda filosofía ló­
ración se nos presenta una perspectiva que ha sido gica precisa, en muchos momentos, de la creación de
frecuentemente abandonada, y que tiene que ver con ciertos términos que responden, paralelamente, al
el significado original del lagos griego, no sólo enten­ descubrimiento de nuevas perspectivas. Pero esto
dido como expresión, sino como razón y pensa­ constituye algo excepcionaL y los «términos» creados
miento. 4 La lógica externa, simplemente formal. de la están siempre unidos, con mayor o menor firmeza, al
lenguaje natural. Así, en una época tan interesante y
3. Hans Georg Gadamer, Wahrheít und Methode, Grundzüge einer phi­
losophischen Hernteneutik, Tubinga, Mohr, 1960. En 1972 se publicó la ter· 5. Gerhard KIi.iger, Grundfragen der Philosophie. Geschichte, Wahr­
cera edición de esta obra. (Hay traducción castellana.) hell, Wissenschaft, Frankfurt a. M., Klostermann, 1958, p. 158.
4. Orientada en esta dirección está la obra de Hans Lipps, Untersu· 6. cf. Ernst C8ssirer, Philosophie der s.'Ymbolischen Formen, vol. 3.°,
chungen zu einer hermeneutischen Logik, Frankfurt a. M" Klostermann, Darmstadt, 1958, pp. 3 ss. Véase también Hermann Ammann, Die mensch­
19592• También del mismo autor, Die Verbindlichkeit ckr Sprache. Arbeiten liche Rede. Sprachphilosophi.sche Untersuchungen, Darmstadt, Wissenschaft­
mr Sprachphilosophie und Logik, Frankfurt a. M., KIostermalUl. 19582 . liche BuchgeseUschaft, 1962, pp. 141 ss.
«LÓGICO» Y «TERMINOLÓGICO» 133
132 FILOSOFíA Y LENGUAJE

dar reducido el lenguaje, ni siquiera en su mero as­


definitiva en el desarrollo de la filosofía como la
pecto científico, a un simple encadenamiento de ante­
griega, puede afirmarse que toda creación terminoló­
cedente y consiguiente, mientras permanecen en la
gica estuvo radicalmente unida al lenguaje natural.
oscuridad asociaciones, resonancias, imágenes signifi­
En una palabra, que la terminología fue en todo mo­
cativas de las palabras. 10 De ahí que, como el mismo
mento lagos. Por eso no es exagerado afirmar, como
Heisenberg afirma, el físico ha manejado conceptos
Stenzel,' que sólo hay un pueblo (el griego) y una fi­
que no eran sino ampliación del lenguaje usual, pero a
losofía que haya sacado todos sus conceptos de la ex­
veces, precisamente por ello, se ha visto forzado a re­
periencia y contacto con el propio lenguaje. Esto
currir a un lenguaje esencial y exclusivamente termi­
quiere decir, sobre todo, que el pensamiento griego
nológico como el simbolismo matemático.
comenzó a ser tal pensamiento, no desde la elabora­
Lo que se ha denominado anteriormente «filoso­
ción de una terminología, sino desde el lagos; no
fías lógicas» no tiene, sin embargo, que ver con lo
desde el término, sino desde el lenguaje y, por consi­
que, actualmente, suele denominarse «positivismo ló­
guiente, desde la realidad. «De esta manera, no pre­
gico». En primer lugar, porque el adjetivo «lógico» del
domina ni lo material ni lo formal, sino que cada uno
positivismo está entendido de una manera exclusiva­
de ellos está condicionado mutuamente. No se per­
mente formal, y dicho positivismo, aparte de sus in­
mite, pues, un distanciamiento de lo externo e in­
dudables logros en el campo del simbolismo y la crí­
terno..., la meta es, en el lenguaje, la unión de esos
tica del lenguaje, ha centrado su interés en un descu­
dos aspectos.»)B
brimiento cada vez más amplio y preciso del poder
El equilibrio al que Eucken se refiere fue una de las
conexivo y conclusivo del lagos. JI Además, el positi­
causas de la inagotable fecundidad de este pensa­
vismo lógico ocupa un lugar fuera de esta doble divi­
miento. El contacto «inmediato» con la realidad y con
sión de la filosofía en lógica y terminológica. Si es
el lenguaje hace que, por ejemplo, el mayor número de
cierto que, dado su simbolismo, la lógica se encuen­
términos abstractos surgiese con la medicina hipocrá­
tra aparentemente más próxima a lo que se ha lla­
tica. 9
mado «filosofía terminológica», su pretendida inde­
El lenguaje es, pues, la estructura fundamental del
pendencia del lenguaje natural la convierte en un
pensamiento y éste, en su marcha expresiva a través de
modo peculiar de comunicación, semejante a la ma­
aquél, no debe prescindir de la carga real que, en todo
temática y, por tanto, exclusivamente formal. Sus
momento, acompaña al lagos. Por eso, no puede que­
10. Véase en este sentido las agudas observaciones de Werner Hei·
senberg, Physik und Philosoph[e, Berlín, Ullstcin, 1959, pp. 142 ss.
7. Julios Stenzel, K1ein.e Schnfien l.ur griechischen Philosophie, Dann­ 11. La polémica en torno al significado de la lógica matemática cae
stadt, Wissenschaftliche Buchgesellschafi, 1956, p. 74. totalmente fuera de este trabajo, entre otras razones porque esa po~émica
8. Rudolf Eucken, Geschichu der philosophischen Tenllil101ogie, Hil­ carece de sentido, ya que la lógica moderna, dentro de su órbita concreta,
desheim, Glms, 1960 2, p. 11. supone un indiscutible progreso sobre la lógica aristotélica. Una escueta
9. Cf. J. Balt, Les noms d'ation en -Si5 (·tis), Copenhague, Universi­ pero interesante referencia a esta polémica puede verse en Albert Menne,
tetsforlaget, 1940. También P. Chantraine, La {onnation des noms en grec Logik und Existen!., Meisenheim. A. Hain, 1954, pp. 11 ss.
anden, París, Champion, 1933.
134 FILOSOFIA y LENGUAJE ({LÓGICO» y ((TERMINOLÓGICO)) 135

conceptos fundamentales, como en la física, han de En la obra de Heidegger podemos distinguir; por lo
estar definidos con tal precisión que, para lograrla, es que respecta a nueS tro tema, dos etapas. La primera
imprescindible la abstracción matemática." En este está centrada en torno al Sein und Zei!; la segunda co­
sentido ha sido posible pensar las entidades y rela­ mienza con la publicación de Holzwege en 1950. A par­
ciones lógicas como enteramente distintas de las pa­ tir de este libro ha publicado Heidegger una serie de tra­
labras, y «los avances de la lógica moderna se han bajos en tomo al lenguaje, en un lenguaje que, por
orientado hacia la separación entre la lógica y la ma­ cierto, requiere a su Vez un peculiar entorno. Para en­
triz idiomática de que procede»." No es éste el caso trar en las peculiaridades de este lenguaje y ejemplificar
de las filosofías terminológicas, que han encontrado en él lo que se entiende por filosofía terminológica pue­
en nuestro siglo un amplio desarrollo, y cuyo más tí­ den centrarse las siguientes observaciones en un estudio
pico representante es Martin Heidegger. El lenguaje del Heidegger de la segunda época, y en el que el autor
de este autor no es, sin embargo, un simbolismo ma­ nos ha indicado, programáticamente, su pensamiento
temático. Su lenguaje es, aparentemente, un lenguaje sobre este tema. Se trata de la conferencia pronunciada
natural; no se comunica a través de una notación más en la Universidad de Munich en enero de 1959 y que
o menos arbitraria, sino que lo hace por medio de la lleva por título «Der Weg zur Sprache»,1' Como hilo
lengua natural, por muy original que sea el empleo conductor pueden servimos unas palabras de Karl L6­
que, en muchos momentos, hace de esa lengua. Pero with al final de su libro sobre Heidegger." «Lo más ca­
esa originalidad o posible arbitrariedad es lo que con­ racterístico de las interpretaciones y análisis heidegge­
vierte a su expresión en «terminológica»). Efectiva­ rianos consiste siempre en que, aun en los pasajes más
mente, el lenguaje ha adquirido, con su historia, una abstractos, llevan siempre el sello de nuestro tiempo.»
determinada carga significativa, que, a veces, se an­ Todas las peculiaridades de la filosofia de Heideg­
quilosa y pierde, pero que la mayoría de las veces está ger tienen, pues, una justificación que trasciende su
presente en él. De lo contrario, no habría comunidad propia órbita para ser exponente «de nuestro tiempo».
idiomática ni comunicación posible. Puede ocurrir, El lenguaje heideggeriano también lo es, y de la misma
sin embargo, que sobre la base de ese idioma co­ manera, lo que el filósofo piensa del lenguaje.
mience el autor a construir no una simbolización, El eje de su trabajo es la concepción del lenguaje
sino una superestructura del lenguaje natural, porque como algo dinámico, como un Weg, como un camino.
entre ambos se ha introducido, como barrera infran­ Esta idea tiene su más conocido representante en Wil­
queable, el propio «pensamiento» del autor. La base helm Van Humboldt y su tesis del lenguaje concebido
verbal sobre la que se apoya ese pensamiento parece
ser más bien la superestructura terminológica que la
14. Se publicó el mismo año en un pequeño volumen, que recogía
estructura natural. otros trabajos de diferentes autores sobre el mismo tema, y que lleva por tí·
tulo general Die Sprache, edición de la Academia bávara de Bellas Artes,
Munich, Oldenbourg, 1959, pp. 93-114.
12. Cf. Wemer Heisenberg, op. cit., p. 143. 15. Karl L~mth, Heidegger, Denker in dil1ftiger Zeit, Gotinga, Vanden·
13. Wilbur Marshall Urban, op. cit., p. 31. hoeck-Ruprecht, 1960, p. 110. (Hay trad. cast.)
136 FILOsoFfA y LENGUAJE «LÓGICO» Y «TERMINOLÓGICO» 137

no como un ergon, sino como una energeia. Pero Hei­ exactamente sus contornos, para dar más exactitud al
degger se apresura a afirmar que el camino de Hum­ lenguaje como información. I ' Precisamente es esto lo
boldt quedó, en algún momento, sin orientación pre­ que no ocurre en el lenguaje de Heidegger. A pesar de
cisa porque se apartó de sí mismo, de su objetivo, el su empeño etimológico, fecundo a veces, al destacar en
lenguaje, y tomó la dirección del hombre,l' desviándose su contexto ciertas palabras y al usarlas, no quedan de­
por consiguiente hacia otra cosa distinta de lo que ha­ finidos con precisión sus contornos, sino, más bien, os­
bía que investigar. El camíno que pretende seguir Hei­ curecidos. Claro está que Heidegger no pretende en
degger no pierde de vista el lenguaje, sino que se ningún momento crear una terminología para facilitar
orienta única y exclusivamente hacia él. Por eso pro­ una información. Su intención metafísica le hace afir­
pone una fórmula especial: «Die Sprache als die Spra­ mar al mismo tiempo que el «lenguaje es monólogo» y
che zur Sprache bringen».17 «hacer hablar al lenguaje que el lenguaje. como ya había afirmado en la «Carta
en cuanto lenguaje». En ella se compendia perfecta­ sobre el humanismo», eS «la casa del ser».20 Este mo­
mente su pretensión. nólogo ontológico nos conduce fuera del campo del
Un decidido empeño fenomenológico parece reso­ lenguaje para colocamos en un dominio distinto. Éste
nar en esa fórmula. «Die Sache selbst» husserliana es es el dominio en el que su terminología encuentra el
aquí «die Sprache selbst», absteniéndose Heidegger de contexto adecuado.
considerar en él otra cosa que su única y exclusiva La terminología heideggeriana habla, como el
esencia. Se trata, pues, de descubrir lo característico y mismo autor ha dicho, en otro sentido, «exclusiva y so­
esencial dellenguaje. IB litariamente consigo misma» ,ZJ y, al ser esto así, DOS
Pero este descubrimiento se lleva a cabo conside­ proyecta hacia un mundo místico, intuitivo, donde el
rando al lenguaje desde un ángulo y según una actitud, lenguaje pierde su sentido «lógico» para ganar su par­
a la que se podría hacer, y con mayor justificación aún, ticular sentido «termínológico». Indudablemente que
la misma crítica que Heidegger hace a Humboldt. esto puede ser también lenguaje, puede convertirse en
Efectivamente. Heidegger, en su camino hacia el len­ comunicación, ya que las palabras de ese lenguaje des­
guaje, cuyos pasos va describíendo con agudeza feno­ piertan en el lector o en el oyente respuestas yecos.
menológica, busca una cierta realidad, que puede ha­ Pero lo importante es destacar aquí que estos ecos se
ber perdido también su verdadera esencia. Con esto convierten en monólogos individuales, ya que no tie­
llegamos al punto en el que ese lenguaje se desgaja de
sus «raíces naturales)) y se convierte en terminología.
19. Ésta eS la cuestión a que alude Wemer Heisenberg, op. cit., p. 141,
Pero no una terminología en el sentido que supone la cuando afirma que la inseguridad radical en la significación de las palabras
creación de unos términos, en los que se han perfilado ha sido causa de que se intentase llegar a la segmidad de la definición, o
sea, a la delimitación de un marcO que nos indica cuándo puede y euándo
no puede usarse una determinada palabra. Véase en este sentido el intere·
sante estudio de Cad F. van Weizsaecker. ~Sprache als Inforrnation», en
16. M. Heidegger, op. cit., p. 100. Die Sprache, Munich, 1959, pp. 33-53.
17. M. Heidegger, op. cit., p. 94. 20. M. Heidegger, op. cit., pp. 112-113.
18. M. Heidegger, op. cit., p. 100. 21. M. Heidegger, op. cit., p. 93.
138 F1LOSoFlA y LENGUAJE «LÓGICO» Y (TERMINOLÓGICO» 139

nen contraste racional ni real que sirva para ampliar o Ereignis. Pero, además, la consciente imprecisión de
estructurar, de modo general y comunicable, esas per­ ese horizonte del idioma nos lo hace aparecer no en la
sonales vivencias pseudoidiomáticas. delimitación y enmarque propio de un término, sino
La terminologia heideggeriana no cumple, pues, en la poética inexactitud de un monólogo para la inti­
con una misión fundamental de toda terminología, midad.
porque no delimita, sino que oscurece los conceptos. La esencia de! lenguaje no está buscada por el único
Pero ¿qué quiere decir este oscurecimiento? No otra camino posible, que es e! camino analítico. Heidegger
cosa sino que la palabra comienza a moverse en lo im­ nos habla de un lenguaje cuyo ser trascienda la realidad
preciso y, por consiguiente, a diluirse en una especie idiomática; su camino no es (camino del lenguaje»,
de irracionalismo. Un ejemplo claro, entre muchos, lo sino de una especial terminología en la que se oculta y
encontramos en e! trabajo a que venimos refiriéndo­ desaparece la verdadera esencia de la realidad buscada.
nos. Hablándonos de la esencia de! lenguaje nos dice, Ese camino conduce a un nuevo Topos ouranios, en
entre otras cosas: «Das Ereignis versammelt den Au­ donde la filosofía, incomprensiblemente, busca y ha
friss der Sage und entfaltet ihm zum Gefuge des buscado en otras múltiples ocasiones un refugio frente
1
vie!fiiltigen Zeigens. Das Ereignis ist das Unschein­ a la realidad. El lagos se inclina aquí no de! lado de la
barste des Unscheinbaren, das Niichste des Nahen expresión, ni siquiera del lado de la racionalidad, sino 1

und das Femste des Femen, darin wir Sterblichen uns hacia una «razón raciocinante», cuya sola actividad, de­ 1
;
senraizada y absoluta, es su única justificación de exis­
1

zeitlebens aufhalten.»22 Después de afirmar que lo ca­


racterístico de aquello que se abre en e! lenguaje es tencia y, al mismo tiempo, su única morada. Tal vez Sea
(das Ereignen)),23 este «acontecen> motiva un comenta­ así e! lenguaje «casa del sen>; pero indudablemente no
rio que contradice e! verdadero sentido etimológico de es «casa de los seres»), «morada de la realidad), «puente
la palabra." Efectivamente, Ereignis es para Heidegger que une al hombre y a su mundo».
«lo más próximo de lo próximo, lo más lejano de lo le­ Más fecundo como punto de partida para un estu­
jano»; entre estas dos infinitas distancias podría, me­ dio filosófico del lenguaje parece ser e! método seguido
tafóricamente hablando, situarse e! lenguaje, no das por Wittgenstein, sobre todo en la época de las Phi/o­ J

sophische Untersuchungen. 25 El autor arranca no de


una idea total o sintética de! lenguaje, sino de una con­
22. M. Heidegger, op. cit.. p. 107. La traducción de estas difíciles pro­
posiciones heideggerianas podría ser: «El acontecimiento reúne el contorno cepción parcial y analítica. Este punto de vista analí­ I
1

de la fábula y lo desarrolla hasta convertirlo en estructuras del múltiple tico hace aparecer su obra quizás excesivamente des­
mostrar. El acontecimiento es lo menos aparente de lo que carece de apa­ 1

riencia, lo más próximo de lo próximo, lo más lejano de lo lejano, en lo que


membrada en una serie de visiones y observaciones 11 1

nosotros, mortales, pennanecemos de por vida.» parciales que, sin embargo, van perfectamente ensam­ 1

23. El empleo de esta palabra rompe ya con el lenguaje natural. bladas en una consecuente directriz metódica. Esta di­ 111
puesto que aquí se alude a un problemático juego etimológico.
24. Véase, por ejemplo, Friedrich K1uge, Elymologisches W6rterbuch 1

r
111
der deutschen Sprache, Berlín, de Gruyter, 1960, p. 171, donde se relaciona
etimológicamente esta palabra con (ir·)ougen <\Vor Augen slellen», poner 25. Ludwig Wittgenstein, Schriften, Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1960,
ante los ojos, cosa que supone ya una clara y delimitada presencia. pp. 279-544.
140 FlLosoFfA y LENGUAJE «LÓGICO» y «TERMINOLÓGICO» 141

rectriz metódica está expuesta en las primeras líneas piedra por piedra, o, al menos, tomar abundantes
de las Philosophische Untersuchungen, en donde se nos muestras de cada parte de esa ciudad del lenguaje.
ofrece una cita de san Agustín:" "Cum ipsi appellabant Pero esas muestras no se separan y desgajan de los
rem aliquam, et cum secundum eam vocem corpus ad otros componentes, sino que se pretende analizarlas
aliquid movebant, videbam et tenebam hoc ab eis vo­ allí mismo donde actúan y son parte. El descubri­
cari rem illam, quod sonabant, cum eam vellent osten­ miento de la esencia del lenguaje se basa en un análi­
dere.» Wittgenstein afirma que, en estas palabras, ha­ sis de sus estructuras fundamentales, una de las cuales
llamos una determinada imagen de la esencia del len­ es la proposición. No es extraño, por eso, que sea el
guaje humano, a saber: que las palabras denominan análisis de proposiciones, con toda su aureola "real>,
objetos, que cada palabra tiene una significación, y de resonancias, uno de los objetivos de Wittgenstein, ni
que esta significación está subordinada a la palabra en que ya en el Tractatus se diga: «el pensamiento es la
el sentido de ser el «objeto» en cuyo lugar se encuen­ proposición llena de sentido»."
tra la palabra. Esto es, sin embargo, un punto de par­ En consecuencia, la filosofía de Wittgenstein es una
tida que le servirá para llevarnos a una serie de agudos "filosofia lógica». Su pensamiento se mueve siempre
planteamientos sobre el problema de la significación. y dentro de los márgenes del lagos, tal como éste se pre­
sobre otras muchas cuestiones. Su aproximación al senta inmediatamente. Ante dicha presencia, el autor
lenguaje no es, como en Heidegger. la marcha hacia un siente el lenguaje como una frontera del pensamiento,
ente metafísico, fenomenológicamente descrito e idio­ y los usos de ese lenguaje como una variedad que nos
máticamente oscurecido, sino un continuo partir de la permite llegar a su esencial unidad.
realidad inmediata del lenguaje natural para descubrir, Sin embargo, los análisis lógicos de Wittgenstein, su
en esta realidad, aquellas capas ontológicas que es­ continua lucha con el fenómeno del lenguaje, tropie­
tructuran el fenómeno del lenguaje. En este sentido, la zan siempre con una barrera previamente establecida
filosofía del lenguaje de Wittgenstein está muy pró­ por él y cuya detallada exposición no es ahora el mo­
xima a la lógica hermenéutica de Hans Lipps, y su­ mento de analizar: que el lenguaje es un límite, fuera
pone, frente a ésta, por el interés de sus análisis y la del cual no tiene sentido el pensamiento. Pero entre las
amplitud de su horizonte, una enorme superación. Con múltiples posibilidades del lenguaje, al que el autor
razón compara Wittgenstein el lenguaje a una vieja frecuentemente alude, parece que se ha olvidado una
ciudad, con callejas y pequeñas plazas, con casas vie­ fundamental: la de que el lenguaje mismo es un pro­
jas y nuevas, y todo ello rodeado de nuevos barrios, en ceso creador, en íntima conexión con el mundo, y que
calles regulares y casas uniformes." Para descubrir, sin en ese proceso se van abriendo nuevas vías de ensan­
embargo, de qué manera ha llegado a formarse tal ciu­ che que llevan a nuevos suburbios de eSa ciudad idio­
dad, el autor piensa que ha de analizarse casa por casa, mática de la que el mismo Wittgenstein habla.

26. San Agustín, Confesiones, J, 8, ed. A. C. Vega, Madrid. BAC, 1946,


p.338, 28. Ludwig Wittgenstein, Tractaius logico-philosophicus, 4, Schnfi.en,
27. Ludwig Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, p. 296. ed. cit., p. 24. (Hay trad. cast.)
142
FILOSOFÍA Y LENGUAJE

Ello permit e que la realida d del lagos se nos pre­


sente con todas las caract enstic as de una verdad era
realida d y, al mismo tiempo , justific a la afirma ción de
que «toda filos afia ha de ser crítica del lengua je,. Por
este sender o se ha de mover una parte fundam ental de
la filosofía, si es que se quiere Ser consec uente con su
propia y más profun da preten sión.
CAPíTULO 7
UN MODELO DE SEMÁNTICA
FILOSÓFICA*

Las crisis que la filosofía ha sufrido por asegur ar


una parcel a del saber y encerr ar dentro de ella sus ob­
jetos, el mundo de aquell o que es e! tema concre to de
su investi gación , ha marca do las etapas de un posibl e
desarr ollo de! pensam iento. Pero esta lucha por la con­
quista de un mundo objetiv o que fuese, a la paz; exclu­
sivame nte filosófico ha signifi cado, en parte, una pér­
dida de otros domin ios que antes pudier an haber per­
tenecid o a la filosofía.
No voy, por supues to, a descri bir el plante amien to Y
la estrate gia de esta lucha, sino solame nte a llamar la
atenci ón sobre la impor tancia del lengua je como un
domin io en el que el pensam iento filosófico, proyec ­
tado sobre la histori a de ese mismo pensam iento, pu­
diera aún demor arse.
El lugar destac ado que el lengua je ha llegado a te­
ner en la filosofía inglesa contem poráne a Y en la co­
rriente intelec tual irradia da por el Círcul o de Viena ad­

* Publicado en Teoría y sociedad. Homenoje al pro! Aranguren.


Barce­
lona, Ariel, 1970.
144 mOSoF/A y LENGUAJE UN MODELO DE SEMÁNTICA FlLOSÓFlCA 145

quirió mayor relieve hace unos años por el movimiento mismo y alteridad, cuyo sentido sólo se alcanza si,
estructuralista que pretendió, con diversa fortuna efectivamente, hay alguien para quien ese aparente
romper los moldes de la lingüística y adentrarse por e: monólogo se realiza. Pero aun en el caso más extremo
campo más extenso de las llamadas ciencias del espí­ de reflexión filosófica en el que, por un extraño su­
ritu. puesto, se quisiese prescindir de cualquier referencia
Pero estas corrientes intelectuales que señalan, in­ al posible dialogante o interlocutor, la estructura so­
dudablemente, un nuevo horizonte en el que plantear cial del lenguaje, el ser algo constitutivamente dis­
muchos problemas filosóficos, no han elaborado una tinto de aquel que lo maneja, llena a ese fracasado
metodología con la que abordar estos problemas. A' monólogo de resonancias intersubjetivas y de impres­
causa del Confusionismo provocado por algunas mo­ cindible alteridad. La dialéctica de lo pensado se ob­
das más o menos fecundas, la filosofía corre el peligro, jetiva en la lógica de lo dicho. En esta objetivación, el
una vez más, de perder de vista el horizonte del len­ pensamiento no puede caminar verdaderamente si no
guaje, sin haberse apenas detenido en él, y abando­ es por los cauces de las palabras, de sus combinacio­
narlo hacia un desconocido universo de estructuras y nes y relaciones, que acaban cosificando y humani­
símbolos, cuyo sentido depende, fundamentalmente,. zando la incierta realidad de lo pensado. Un nuevo
de su enraizamiento en la cultura y en la historia. Las . saussurismo filosófico nos haría ver que la parole del
páginas que siguen pretenden trazar algunas directri­ filósofo sólo habla al hilo de la langue de la que se
ces en torno a esa metodología buscada. sirve; pero esta langue es la incorporación de un con­
junto de contenidos preexistentes a la creación del
pensador. Las innovaciones terminológicas más atre­
Ir vidas no son sino leves variaciones al tema inmenso
del lenguaje.
Toda obra filosófica es esencialmente lenguaje. Pero esto nos conduce a la cuestión de la herme­
Esto quiere decir que es comunicación y, por consi­ néutica de lo dicho, que tendremos que considerar
guiente, que siempre se cuenta con la presencia de un también en dos planos distintos:
interlocutor. Esta presencia convierte en diálogo el
aparente monólogo de la palabra, que reposa en el si­ a) El plano de la parole, de la personalidad del au­
lencio de la página. La transformación necesaria para tor, en nuestro caso, del filósofo.
semejante diálogo tiene lugar porque la letra escrita b) El plano de la langue, o sea, de la estructura
está sumida en la atmósfera de su signiflcatividad. El lingüística de la que se sirve, del idioma que escribe o
monólogo se hace diálogo, porque tanto el autor habla.
como el lector u oyente están instalados sobre un uni­
verso común de significaciones. La existencia de ese Lo «dicho» queda, pues, como referencia a posibles
horizonte de alusividad, sin el cual no hay lenguaje, significados, en los que los lectores o investigadores
imprime al monólogo de la obra escrita un dina- tienen que descubrir el sentido, la justificación. En el
UN MODELO DE SEMÁNTICA FILOSÓFICA 147
146 FILOSOFIA y LENGUAJE

esquema de lo «dicho» se constituye la obra filosófica hacia un significado fijo, monosemántico. No es una
como una voz desde la inmanencia de la palabra, pero clave que nOS abre un cierto e inconfundible conte­
la entendemos desde la trascendencia de la lengua, y a nido. No es un término que nos indica, inequívoca­
través del dilatado horizonte de alusividad de sus sig­ mente, un sentido. Quizás en un nivel primero de de­
nificados. sarrollo lingüístico como el del niño, o en el plano del
Por consiguiente, toda palabra es, de hecho, el lenguaje naturaL los significantes se proyecten hacia
punto de referencia que nos proyecta sobre ese hori­ un campo simple e inequívoco de significados, como,
zonte. Pero, con ello, no hemos alcanzado realmente e! en e! ejemplo usuaL la palabra «árbol>, hacia el con­
verdadero problema. Se trata de situar e! centro de una cepto «arbof», y hacia la ((cosa)) que pueden ver nues·'
hermenéutica filosófica sobre la base misma del len­ tras ojos, Y con la que siempre hemos asociado esa pa­
guaje, de la palabra que, en esta obra, permite la co­ labra. En este caso, entender la palabra árbol quiere
municación y la inteligencia. decir traspasar su imagen acústica o visual y, orienta­
Siguiendo provisionalmente el conocido esquema dos por ella, situarnos en un plano que, desde siempre,
lingüístico, diríamos que se trata de intercalar, entre e! ha estado asociado a tal imagen. La instalación en ese
significante y el significado, una teoría de relaciones plano, provocada por e! estímulo de la palabra, debe
que nos lleve a la cosa. Pero aquí surge la cuestión: constituir un primer esquema previo en el proceso de
¿cuál es la cosa filosófica?, ¿a qué realidad se vuelven entender. Cuando leo o escucho un idioma que co­
los significantes a través del campo más amplio del sig­ nozco, las palabras que constituyen ese momento de
nificado? ¿O es que la realidad de la filosofía se agota atención tienen sentido para mí, o sea, pueden ser en­
en el simple dominio del significado, sin que tenga ya tendidas, porque las he aprendido anteriormente, por­
que ver con esa realidad extrasubjetiva y extralingüís­ que he establecido, de alguna manera, una relación en­
tica que solemos sintetizar con la palabra mundo, y tre el estímulo de esas palabras y el horizonte de obje­
con la que queremos aludir a lo que nos rodea, a lo que tos hacia e! que, en la vida de cada lengua, se proyecta
se nos opone, a lo que realmente somos? Antes, sin el estímulo.
embargo, de precisar e! sentido de estas cuestiones e Esto es una esquematización de una relación sim~
intentar responderlas, conviene insistir en el plantea­ pie: palabra-cosa, por la que indudablemente co­
miento lingüístico. mienza el lenguaje en el niño. Entre palabra y cosa, o
Los signos lingüísticos, en nuestro caso, de un texto sea, entre estímulo y sentido, comienza a levantarse
filosófico, constituyen el estímulo que despierta en el el dominio del significado. No nos interesa ahora se­
lector la inteligencia de lo dicho, por vía de una inter­ ñalar su formación y su constitución, sino mencionar
Ipretación más o menos inmediata. Pero ¿cuál es el me­ la existencia de ese campo intermedio que, frecuente­
anismo de este proceso?, ¿qué es entender un texto fi­ mente, se constituye también en término final de! es­
osófico? tímulo.
Suponemos que el estímulo de! significante no es Bien sea en el modelo de Ullmann, o en su nueva
Igo que, en principio, nos proyecte automáticamente versión en el trapecio semántico, tal como lo ha desa­
148 mosoFlA y LENGUAJE
UN MODELO DE SEMÁNTICA FILOSÓFICA 149
rrollado Klaus Heger; l es cierto que una gran parte de
la estructura referencial del lenguaje no acaba en la lla- En esta irradiación se fundamenta una de las estructu-
mada «cosa», sino en el significado mismo. Podríamos ras esenciales del lenguaje humano. Este universo del
afirmar; de otra manera, que el dominio del significado significado es lo que permite la estructura social del
invade el dominio de la cosa. Los tres estadios que aca- lenguaje, sobre la base de la intersubjetividad. La ex-
ban de mencionarse aquí pueden esquematizarse del periencia se convierte en intersubjetiva por la inser-
siguiente modo: ción en el plano del significado.
Por supuesto que este esquema triangular, signifi-
A B
cante, significado, cosa, construido sobre el modelo pri-
1) signo . e mero, o sea, sobre el primer sistema de señales, puede
...... o:cosa»
(estímulo) plantear múltiples cuestiones en torno al vértice de la
2) significante .
(respuesta)
significado. ., _ « cosa» cosa, sobre todo si aceptamos el hecho de que es en
3) significante . significado este vértice donde se realiza el contraste preciso para
afirmar el sentido del lenguaje. Sin embargo, dejando l
En el primer esquema nos movemos en un nivel a un lado los problemas de teoría del conocimiento en Ili
elemental. que abarca cualquier respuesta inmediata al torno a la verdad de un significado, a la posible con-
estímulo natural dado. La respuesta instintiva animal frontación entre lo pensado y el mundo extrasubjetivo, ,,'

se sitúa, en principio, a este nivel. En el segundo esta- es claro que el vértice de la cosa hace salir a la pareja JI!
"1'

mos ya dentro del esquema clásico que intercala, entre significante-significado del dominio de su mutua im-
estímulo y cosa, el bloque del significado, convirtién- plicación e inmanencia. El hecho de que el lenguaje
Ijl,
,
dose entonces el estímulo en significante y condicio- haya comenzado siendo un estímulo más o menos ela-
nándose así su respuesta, su proyección hacia la cosa. borado, pero siempre en conexión con el mundo en 'r
Parece, pues, como si en este esquema tuviese lugar tomo, permite siempre que este esquema original sirva '1
"1",11
1

una justificación del triángulo semántico, al poder re- para decidir sobre la esencial alteridad del lenguaje,
'1'1
posar éste en el vértice de la cosa. La necesaria vague- sobre la ineludible dualidad que, en principio, le cons-
ness y dispersión que el significado introduce vuelve a tituye. Dualidad que no brota, fundamentalmente, 1
111'
1'I,i
concentrarse en el foco de la cosa. Cuando tiene lugar como resultado teórico de un análisis en la estructura
esta concentración afirmamos que hemos entendido l' elemental de signo. La dualidad original del lenguaje
«qué quiere decir" el significante. El significado, en ,1 consiste, sobre todo, en poner en relación con un signo
este caso, no es más que una necesaria irradiación del '\"1 un ámbito real y objetivo de distinta e independiente
significante hacia la totalidad de una clase de objetos. : constitución y que, como dominio material de expe- 1'1
li riencia, no depende en absoluto de él. El lenguaje ha 1'"
,1 surgido, pues, como llamada de atención sobre el 1'1
1. Klaus Heger, «Die methodologlschen Voraussetzungen Von Ono- mundo, o sea, sobre algo esencialmente distinto. En
masiologie und begrifflicher Gliederung» (Zeirschrift tiJ.r romanische Philo-
logie, 80. 1964, pp. 486-516), este sentido, quizá podamos hablar de reflejo del Ij'1"
mundo, pero aquí hay ya un principio de elaboración 11:
1
1"


I~
"'1
I

150 FlLOSOFIA y LENGUAJE UN MODELO DE SEMÁNTICA FlLOSÓFlCA 151

que, aunque pudiera estar en el momento originario, mulo-mundo, la reconstrucción del sentido de una sig-
no fue, con todo, lo más originario de eSe momento. nificatividad.
Si dirigimos, entonces, nuestra mirada a ese tercer Si al significado lo vemos sólo como una mera ex-
Ill
it
estadio, en e! que se prescinde del vértice de la cosa tensión y, por supuesto, complicación del significante,
porque e! significado ha invadido este dominio, pode- no podremos salir nunca de la inmanencia del signo.
mos recordar siempre el esquema original de constitu- Pero un signo inmanente es una contradicción. Los es-
ción lingüística, si queremos romper la inmanencia del tudios sobre el lenguaje poético, sobre estilística y se-
signo, o sea, si queremos entender el sentido de la sig-"
nificatividad. I
mántica nos han enseñado a descubrir en la palabra
una aureola de alusividad que no es más que el conta-
'f
1
Porque es evidente que en la estructura del len- 11
gio enriquecedor que esa palabra ha sufrido a través de
guaje humano, por razones hasta cierto punto cono- la dilatada convivencia entre múltiples contextos. Esta
cidas, ha habido una distensión del significado. El 111

mismo lenguaje, por su característica de intersubjeti-


vidad, ha constituido el campo del significado como
aureola semántica es, en el fondo, un enriquecimiento
del uniforme y originario esquema del que brotó el len-
guaje, pero en ella tiene lugar un singular modo de co-
li
'
un sustitutivo de la, no siempre a mano, realidad ob- sificación. Entre el significante y la cosa no se intercala 1111
jetiva. Pero, además, este amplio campo del signifi- ya un significado amplio, pero neutro, y cuya principal
11I
cado ha ido levantando en el lenguaje un mundo pe- misión es proyectarnos sobre la cosa, sino que el sig-

~I
culiar, enormemente rico, fecundo y problemático. La nificado adquiere una solidez determinada en la que se
problematicidad radica, precisamente, en la consis- inserta, como datos objetivos y no como una mera
tencia con que se ha investido el significado. Porque, transparencia relacional, las experiencias de la lengua,
al invadir el vértice de la cosa, el lenguaje ha tenido las intenciones de! hablante, los ecos y usos sociales 1'1\
que cosificarse para justificar esta invasíón. Pode- que, tantas veces, enriquecen o empobrecen a las pala-
mos, sin embargo, suponer que, para que el lenguaje bras, los variados matices que sintetizamos con la ex- 1'1

conserve su originaria e imprescindible dualidad, presión «vida de la lengua». "1\ '

tiene que darse en el vértice del significado no sólo la El tercer esquema, al que antes se hizo mención, I

irradiación, amplificación y universalización del sig- sufre una transformación que podemos representar
I
nificante, sino que, para salir de la inmanencia del así:
signo, e! significado tendrá que justificar, de alguna
manera, su extensión hacia el vértice de la cosa y, por A B e
último, la supresión de ésta. significante... significado... alusividad ... (cosa)
En el caso de que a! significado ya no le sea posible semántica
recobrar su justificación en la cosa y de que, efectiva-
mente, no encontremos en el lenguaje más que la su- Sin embargo, así como el esquema completo, signi-
puesta oposición significante-significado, tendremos ficante-significada-cosa, parece que, por mucha orien-
que plantear, sobre la base del esquema origina! estí- tación que el lenguaje suponga en nuestra visión del
152 FILosoFIA y LENGUAJE UN MODELO DE SEMÁNTICA FILOSÓFICA 153

mundo, nos arranca del lenguaje mismo para llevamos III


hacia los objetos, en el esquema significante-signifi-
cado no tiene lugar esa proyección hacia la objetivi- El esquema general empleado hasta ahora se con-
dad, aunque el significado haya sustituido o invadido creta en la interpretación del lenguaje filosófico, o más
el vértice de la cosa. precisamente, de la escritura filosófica. En el silencio
Efectivamente, el hecho de que el significado no de nuestro cuarto de trabajo leemos las páginas de un
sea, en este caso, mera transparencia, y el que la alusi- filósofo. Los ojos fijos en los signos que la letra des-
vidad semántica integre, difusamente, las experiencias pliega sobre el papel. Cada percepción de lo escrito nos
de la lengua y las realizaciones contextuales de las pa- lleva a un segundo momento, en el que el signo se hace
labras, permite que se presienta un nuevo modo de ob- inteligencia al descubrir el significado. Pero este pro-
jetividad, y que el desplazamiento y anulación del vér- ceso no es tan simple, aunque, como hipótesis, poda-
tice de la cosa vaya sustituido por una especie de cosi- mos esquematizarlo con cierta precisión. En este mo-
ficación semántica. mento volvemos a repetir la pregunta: ¿qué es entender
El que sea posible esta cosificación es un logro del Un texto filosófico?
lenguaje humano. Pero no un mero logro formal o es- No se trata ya de describir los elementos formales
tructural, sino un logro del lenguaje como expresión de que podrían ocultarse en esos signos, ni ver las simples
la conciencia que se constituye en su relación con el relaciones entre significante, significado y cosa. Más
mundo. Esto permite, al mismo tiempo, que en un ex- que en el funcionamiento, pensamos en el contenido
tremo de ese amplio dominio del significado vaya sur- de la significatividad.
giendo esa cosificación semántica, como un modo sin- En este punto podría resultar interesante volver al
gular de objetividad. primitivo esquema de estímulo-cosa. En tanto que obra
El esquema podría expresarse ahora así: escrita, el estímulo será, en principio, el signo; y la
cosa, si es algo, será la filosofía. Pero resulta que las
A B e proposiciones que componen el lenguaje actualizado
en el momento de la lectura no nos remiten, con la
significante... significado... cosificación semántica misma precisión que, por ejemplo, la palabra árbol, a
una realidad que responda a la palabra filosofía. Esta
Con esta solidificación de la alusividad, el lenguaje palabra es un término que encierra un significado muy
consigue así rellenar el hueco de la cosa ausente o ine- amplio y difícil de delimitar. Además, cada palabra o
xistente. Suponemos, pues, que esa cosificación per- proposición de un texto no nos habla de «filosofía»,
mite iniciar la hermenéutica de la obra filosófica, y, sino de unos determinados contenidos de índole muy
con ello, sobre el ejemplo concreto que ésta nos diversa y de muy variada temática.
brinda, intentar un análisis de la constitución y sentido El estímulo de esos signos despierta en nosotros
de esa problemática cosificación. una respuesta concreta. La estructura de esa respuesta
se llama intelección. Pero la inteligencia del texto su-
154 F1LosoFfA y LENGUAJE UN MODELO DE SEMÁNTICA F1LOSÓF1CA 155 ~
I 11i

pone que, en alguna parte, tiene que darse una clave mí un árbol, ni pueden ser nunca presentes «todos los
para que aparezca claro la significación y el sentido del árboles». En consecuencia, e! «sabemos de qué se ha-
texto. bla» es e! primer paso en la constitución de un signifi-
Es evidente que, en el tradicional triángulo semán·; cado. Hay un tácito acuerdo en e! lenguaje, en todos
tico, la intelección de un significante podría definirse. los que lo usan, que se ha ido construyendo sobre esa
así: «Entender una palabra quiere decir saber la rela· primera relación inmediata:
ción que se establece entre ella y la cosa de la que es,
signo.» Pero esto sólo podría referirse a aquella pala.:, grito-fonema-pa1abra --> realidad extralingüística.
bra que apunta a una realidad concreta: mesa, lám.l 111111',i,
para, libro; o sea, a una realidad a la que habitual·:
1,1:
mente se ha unido tal palabra. Porque hay significan·, IV
tes que no indican nada concreto, y cuya relación se
establece con unas supuestas «entidades abstractas» En el problema que nos interesa, relacionado con la
que, desde Frege, han dibujado, con más o menos pre·: lectura de un texto filosófico, hemos de tener presente
cisión, lo que suele llamarse teoría del sentido. Esto i las variaciones de ese triángulo semántico al que ante-
nos lleva, sin embargo, a plantearnos la cuestión de! ¡ riormente se hizo mención. Los signos que constituyen
origen de estas «entidades abstractas», que constitu· este texto tienen un significado, o sea, gozan de un
yen, a su vez, el sentido de gran parte de las palabras cierto grado de inteligibilidad. Esta inteligibilidad es la
de una lengua. consecuencia teórica del hecho de que «sabemos de
En e! lenguaje concreto, como hemos visto ante· qué se habla». Pero este saber es, en el fondo, e! resul-
riormente, basta que se dé, junto a la palabra, una rea- tado de varios procesos hermenéuticos, más o menos
lidad extralingüística mentada por ella, para que poda-' conscientes, y que constituyen la cosificación semán-
mas hablar de! «sentido» de esa palabra. En este caso, tica. Esta cosificación justifica, en su estructura, la ra-
«sentido» es la dirección que la palabra toma hacia el zón de ser del lenguaje, del signo escrito, de la letra, y
mundo real, y el ajuste que con él establece. Pero hay en ella podemos distinguir los siguientes niveles:
otro sentido de! «sentido», a saber, e! de las llamadas 11.1"

«entidades abstractas», entre las que, al parecer, hay a) Temzinológico. Efectivamente «sabemos de qué
que situar las filosóficas. habla» un texto filosófico cuando conocemos el conte-
Sin embargo, conviene insistir ahora en e! hecho de nido de los términos que, usados con un cierto sentido,
que toda referencia concreta, al estilo de árbol = reali- jalonan e! discurso. En este caso e! lenguaje del texto fi-
dad mentada por esta palabra, y siempre que tal reali- losófico adquiere un matiz peculiar. El término que en
dad no esté presente, tiene sentido porque sabemos de este lenguaje aparece es algo más que pura transparen-
qué se habla; sabemos que tal palabra significa tal cosa. cia; su significado es algo más que «sentido hacia». El
Pero e! mundo de las cosas no es un mundo actual- " término es, precisamente, un momento esencial de cosi-
mente presente, como no es actualmente presente para ficación. En él se solidifica la intención del filósofo, o
156 FILosof1A y LENGUAJE UN MODELO DE SEMÁNTICA FILOSÓFICA 157

sea, su interpretación de la realidad, o de un problema fía lleva en su desarrollo una problemática determi-
concreto de la filosofía. La langue en la que el filósofo nada. La intensidad de unas preguntas, la claridad de
escribe, se convierte así en parole. El término es, pues, unas respuestas, el predominio de unos términos o de
una «cosa semántica»; o sea, un tipo de objetividad so- una temática dependen de un engranaje de tensiones
bre el que descansa una parte esencial de eso que lla- reales, de intereses concretos, de presiones en las que
mamos filosofía. Bien es verdad que el término, a su la sociedad acu.sa el impacto de las fuerzas que la mue-
vez, tiene un significado, y esto parece llevamos a un ven, los grupos que la configuran y los hábitos que la
proceso indefinido. Sin embargo, el problema a que condicionan.
aquí se alude indica, únicamente, que así como el len- d) Ideológico. Pero además de la sociedad como
guaje natural supone una instalación previa, y detrás base de una estratificación de presiones, usos e intere-
de él un universo entero de significatividad sobre el ses, que pasan, de algún modo, a la reflexión filosófica,
que nos encontramos, el término supone una determi- hay un nuevo aspecto en la constitución semántica de
nada elaboración, un provisional o definitivo despegue la filosofía. Es evidente que, aunque haya podido ser
del contexto natural, para situarnos en un plano en el enmascarado muchas veces, ese complejo dominio que
que ya no es natural el previo acuerdo. abarca la sociedad determina al pensamiento. Por con-
b) Teórico. En este nivel se sitúa, diacrónica- siguiente, en la filosofía actúan fuerzas, consideradas,
mente, el texto en cuestión. El planteamiento de un en principio, como ajenas a lo que se suele entender
filósofo en relación con un problema determinado es, por filosofía. Pero esto no es una determinación mera-
de alguna manera, respuesta a ese pensamiento filo- mente pasiva. A su vez, la filosofía, o el pensamiento
sófico, que llega al presente desde el que trabaja el fi- en general, actúa sobre esas presiones o presencia de la
lósofo. Hay épocas en la historia de la filosofía en que sociedad. El resultado de esta configuración mutua po-
este nivel teórico es absolutamente imprescindible dríamos denominarla ideología.
para la interpretación y análisis de un texto. Piénsese,
por ejemplo, en el idealismo alemán donde leer a Ya no se trata, pues, de decir cómo es el mundo o el
Fichte es recordar a Kant, o donde entender la mayo- hombre, según la idílica forma con la que se suele neu-
ría de los planteamientos de Hegel presupone haber tralizar el pensamiento filosófico, sino se trata de sa-
oído algunas de las preguntas de Fichte y conocer los ber, para qué es el rmmdo y qué se puede hacer con el
presupuestos desde los que parte el romanticismo en hombre. En este caso la filosofía no es una simple ac- 1!li'
Alemania. El lenguaje filosófico incorpora un compo- tividad cognoscente, sino un poder conformador o de-
!I
nente semántico, que proyecta a ese lenguaje hacia formador de la realidad.
unas estructuras referenciales que lo explicitan y ob- Filosofar se ha convertido, entonces, en una em-
jetivan. presa comprometida y comprometedora, y el len- I
i

c) Sociológico. Aquí aparece un elemento funda- guaje filosófico deja traslucir continuamente, si lo
mental que, a menudo, ha sido olvidado o desconocido sabemos leer, los supuestos y exigencias de ese com-
por la historiografía filosófica. Es cierto que la filoso- promiso.
158 flLOSOFlA y LENGUAJE

v
La obra filosófica se nos presenta como un discurso
sobre algo, desde la comprometida estructura del len-
guaje. Esta estructura orienta nuestras predilecciones,
nuestras interpretaciones y nuestras obras.
En este sentido, el pensamiento ha dejado de ser
teoría. Ya no es una visión que ve el mundo, sino una CAPÍTULO 8
visión que selecciona lo que quiere ver del mundo, que
crea y orienta la realidad histórica y a los hombres con SEMÁNTICA CARTESIANA*
ella.
El lenguaje filosófico adquiere así complejidad y (UNA LECTURA DEL DISCOURS DE LA MÉTHODE)
consistencia. El significado lleva consigo toda la carga
de alusividad que constituye la esencia del lenguaje,
por la que éste deja de ser mero signo de algo, para 1
convenirse en una especie nueva de realidad. El signi-
ficado se dilata hacia el vacío vénice de la cosa, y, en La vuelta al pasado filosófico supone hoy el plantea-
el hueco de ésta, el «habla. filosófica se solidifica por miento previo de una serie de cuestiones metodológi-
la ineludible presión que en ella ejerce la historia y el cas. Primero por una monotonía y pobreza de la histo-
mundo. riografia filosófica, pero además, porque en amplios
sectores de la vida intelectual es fácil percibir un cieno
despego por la historia. Las razones de este despego
son múltiples, pero una de ellas, quizá la más general,
es que la conciencia histórica ha sido sustituida por la
conciencia lingüística. Por supuesto que por concien-
cia lingüística no habría que entender una mera consi-
deración formal y abstracta, sino una vía esencial, pri-
mera e imprescindible de acceso al pensamiento. o sea,
a lo que el hombre ha leído en la naturaleza y en la so-
ciedad, y a lo que ha querido, más o menos explicita-
mente, hacer con ambas. En consecuencia, esta con-
ciencia lingüística sobre la que, al parecer, se inclina la
balanza de los intereses intelectuales de nuestro
tiempo, no nos deja inmersos en su inmediata sincro-

.... Publicado en Convivium, Universidad de Barcelona, núm. 31, 1970.


160 FlLOSoF!A y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 161

nía, sino que nos proyecta diacrónicamente hacia el sophe au masque.' Pero también hay un tópico de la
pasado. historiografía filosófica que contradice, al menos en un
En las páginas que siguen, se pretende leer a Des- aspecto, este enmascaramiento; la claridad cartesiana.
cartes liberándolo de unos cuantos tópicos que, por lo A tal grado ha llegado la contaminación semántica
general, suelen ser los temas predilectos de la historio- de ambos términos que decir cartesiano es, en defini-
grafía cartesiana. Estos tópicos se centran en torno a tiva, decir claro, coherente, lógico. Incluso se ha defi-
términos como subjetividad, cogito, racionalismo, etc., nido el espíritu francés con el adjetivo formado por el
pero además alcanzan a otras palabras sobre las que nombre de philosophe au masque. Es evidente que este
suele apoyarse el peso de una interpretación. Esto no enmascaramiento se atribuye a una actitud personal,
quiere decir que los enmarques del pensamiento carte- en relación con el proceso de Galileo y con los proble-
siano que tal metodología ofrecen, no tengan un sen- mas en torno a las posibles fricciones entre la filosofía
tido y una determinada justificación teórica, pero, a y el dogma que, al parecer, obligaron a Descartes a ser
veces, nos impiden leer el texto de Descartes en el con- precavido en sus investigaciones y publicaciones. Pero
texto de su más profunda semántica. El significado no deja de sorprender el hecho de que pueda hablarse,
más inmediato, real y coherente de lo que representó sin más, de claridad, en un estilo filosófico que era la
el comienzo de la filosofía moderna, se nos esfuma en única expresión de ese enmascaramiento. Sin em-
parte entre los dilatados meandros hermenéuticos de bargo, bien podría servir, como hipótesis de trabajo
sus intérpretes. para una atenta lectura de Descartes, la presencia en
Desde Kuno Fischer 1 hasta Husserl,' Alquié3 o Gue- su obra de una capa de problemas muy distintos de los
roult' hay un largo camino de estudios y análisis. Pero, que parece que enmascara esa supuesta claridad.
como en el caso de Gueroult y en su interpretación de
las Meditaciones, se insiste demasiado en algunos de
los temas menos originales del pensamiento cartesiano II
con los que, tal vez, se pagaba tributo también a los
más vacíos tópicos de la época. Una cuestión todavía no suficientemente estudiada
Entre esta bibliografía, hay un trabajo cuyo título en muchos filósofos es lo que podríamos llamar su
ha hecho fortuna, como expresión de un problema de «estilo filosófico». Entendiendo por esta expresión la
fondo para toda interpretación; Descartes. Le phi/o- mayor o menor dificultad para encontrar desde su len-
guaje la clave para su pensamiento.
1. K. Fischer. Ge;;chichte der l1eUeyen Philosophie, 5. Aufl. Heidelberg, Hay estilos que diluyen la distancia entre palabra y
Winter, 1912. horizonte de alusividad. Cualquier empleo del lenguaje
2, E. Husserl, Carlesianische Meditationen und pariser Vortraege, La
Haya, Nijhoff. 1950 (Husserliana 1). como información es un ejemplo de la total absorción
3. F. Alquié, Lo. dicouverte nu!taphysique de l'homme chez Descartes,
París, PUF, 1950.
4. M. Gueroult, Descarles selon l'ordre des raisons, Pans, Aubier. 1953, 5. M. Leroy, Descartes. Le philosophe au masque, París, Rieder, 1929,
2 veIs. 2 vols.
162 FILOSOFíA Y LENGUAJE SEMÁNTICACARTESMNA 163

de ese horizonte, en beneficio de la pura e inmediata cribir el nuevo método, las nuevas aportaciones que
significatividad. No hay otra estructura referencial que' implica, para la filosofía, la terapéutica cartesiana. En
la señalada, directa e inequívocamente, por la palabra. definitiva, entender a Descartes, al filósofo de la clari-
Pero hay otro tipo de lenguaje, que consiste en pro- dad, era descansar en la coherencia natural de su len-
yectar, ante sus términos, un lejano horizonte en el que', guaje y, desde él, lanzar alguna mirada a su tiempo y,
es preciso buscar la clave para entenderlos. En este caso, " sobre todo, al futuro de la filosofía. En la obra del fi-
parece como si la función del lenguaje no fuera signifi- " lósofo francés no se buscaba, pues, el paisaje miste-
cativa, sino alusiva; como si la palabra no fuese signo de rioso y distante del Geist hegeliano, o del Sein de Hei-
algo definido, sino indicación de un brumoso horizonte. : degger, para cuya aproximación tantos esfuerzos ha
En principio, podría aplicarse esta distinción a la" hecho la hermenéutica. El objeto «filosofía» era, al pa-
que existe entre el lenguaje concreto y el abstracto. recer, muy distinto en los metafísicos especulativos que
Pero no basta con ello. Porque precisamente es ellla- en este metafísico de la coherencia y de la inmediatez.
mado lenguaje abstracto aquel que, por su propia" Con todo, entender a Descartes, partiendo del nivel de
constitución, vive más estrechamente ligado a la len- su lenguaje, objetivando todo su pensamiento en la ex-
gua. Así como la estructura referencial del lenguaje presión que de él nos llega, ofrece a la historiografía filo-
concreto no es lingüística, si admitimos que este len- sófica un fecundo punto de partida. A través del lenguaje,
guaje es signo de la «realidad» objetiva, la estructura" único dato imprescindible para cualquier interpretación
referencial del lenguaje que no significa cosas no filosófica, podemos llegar a descubrir los nudos teóricos
puede ser otra que la pura estructura lingüística. Con de este tejido intelectual. No se trata, pues, de buscar más
esto no se pretende negar la existencia de los fenóme- allá de sus palabras el horizonte de alusividad en cuyo
nos que posibilitan la formación, justificación y sen- contraste se aclaran, sino descubrir dentro de la expre-
tido de esas palabras abstractas, sino sencillamente ne- sión filosófica los motivos de su pensamiento y algunas
gar su carácter de objeto, como término de una precisa directrices olvidadas de su mensaje intelectual.
y delimitada significatividad. Al final de la primera parte del Discurso del Método,
Pero en autores como Descartes, cuyo estilo filosó- Descartes nos ofrece el objeto fundamental de su in-
fico se caracteriza por su sencillez y precisión, el pro- vestigación: «Mais, apres que j'eus employé quelques
blema de la inteligencia de lo que en él se dice presenta années a étudier ainsi dans le livre du nwnde, et a ta-
una peculiar dificultad. cher d'acquérir quelque expérience, je pris un jour la
La claridad con la que se suele caracterizar el pen- résolution d'étudier aussi en moi-méme, et d'employer
samiento y, por tanto, el lenguaje cartesiano oculta, sin toutes les forces de mon esprit a choisir les chemins
embargo, una serie de motivos que, a primera vista" que je devais suivre.»6
desaparecen entre la aparente inmediatez y delimita-:i
ción de lo dicho. En consecuencia, entender a Descar-, 6. Descartes, (Euvres el kttres, Pads, Gallimard. 1958 (BibliotMque
de la Pléiade. Textes présentés par André Bridoux). Los números entre pa-
tes ha sido, muchas veces, buscar relaciones entre sus réntesis, a continuación de cada cita de Descartes, indican la. página de esta
obras, analizar precedentes o condicionamientos, des- edición. Los subrayados son míos.
11'
164 FILOSOFÍA Y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 165 :1 1 ¡

11,'
El «mí mismo» constituye, como es sabido, la pri- El tema central del Discurso del Método es, pues, el ,1

mera piedra del edificio cartesiano. Sin embargo, la se- de la constitución, contenido y estructura de la concien-
lección de este «objeto» filosófico tiene lugar despu~s, cia humana. Frente al cogito ergo sum como un reci-

de una especie de recorrido socrático ante distintos sa- piente vacío pero firme, desde el que puede levantarse
beres, y después de haber intentado leer en el «livre du' un determinado mundo teórico, la filosofía cartesiana

monde)}. Pero este (moi-meme» tematizada como ob- representa algo más concreto, real y metodológicamente
jeto de investigación, no puede en Descartes ser el «yo. fecundo. Es cierto que, como ha mostrado Gilson,' en

vacío, puro sustento de la conciencia. Por consi- Descartes hay un componente de ideas tradicionales,
guiente, este «moi-meme), tiene que presentar un espe- que son utilizadas en momentos importantes de su filo-
sor determinado para evitar que se diluya en esas «sp~­
culations qui ne produisent aucun effet» (131).
sofía. Sin embargo, no es esto lo más original de su pen-
samiento, a pesar de la insistencia con que ha sido es- ~,

El «yo» como objeto es, en Descartes, el fruto de una'


decepción ante los distintos saberes que se han ido depo-
sitando en la conciencia sin critica alguna; pero en nin-'
gún momento la negación del mundo, sino la afirmación
tudiado por la mayoría de los historiadores.
Entre este apretado haz de ideas tradicionales, Des-
cartes ha trazado las líneas fundamentales por las que
caminará buena parte de la ciencia y el pensamiento
1, ~
de que en esa conciencia se ha constituido una visión de-' moderno. En este sentido, más que en las Meditacio- 1,
formada de la realidad. Es claro que esta deformación nes, encontramos en el Discurso los rasgos caracterís-
tiene lugar exclusivamente por intermedio del lenguaje ticos de esta nueva metodología. Por ello ,es Descartes 11'
que da contenido a la estructura formal del «moi-meme». el iniciador de la filosofía moderna, de una actitud in- '1 ,'

En la primera parte del Discurso vemos el tema del telectual que implica algo más positivo que una mera "'

yo como una forma de objetividad, que constituye un especulación con «esencias») «cosas materiales», «co-
punto de partida imprescindible para cualquier inter- gito» , «extensión», «prueba ontológica», etc. El racio-
pretación del «grand livre du monde». Esta actitud car- nalismo no es, pues, la expresión de una extraña retí- 111

tesiana ha sido glosada frecuentemente por la crítica cula intelectual que gobernase nuestro saber de las co- '11

filosófica, y sobre ella se ha especulado en aras de un sas, desde la tiranía de unos nuevos esquemas 1

idealismo, cuya semántica tendría que justificarse me- dogmáticos, sino una sencilla lectura, coherente y hu- 1

todológicamente. Porque, en la primera parte del Dis- " mana del gran libro del mundo.
curso, el «yO» no aparece como una mera estructura 1

'

especulativa, sino como el resultado de esa decepción 11 :

intelectual ante la perspectiva teórica de las ciencias y III 1

1'1
la filosofía de su tiempo. El «yo» es el protagonista del
Antes de intentar reconstruir la estructura referen-
Discurso del Método, porque esta obra es, sobre todo, ',11111,
cial, en la que descansa el sentido del «moi-meme» car-
una autobiografía intelectual, uno de los grandes mo-
delos en los que aprender la función, sentido y sus- 7. E. Gilson, ÉtUiks sur le ró/e de la pensée midiévale dans la (orma·
tento del j3{0C; 8EropTl'nKóc;. tion du systerne cartésien, París, Vrin, 195P.
166 FILosoFíA y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 167

tesiano, tendríamos que hacernos una elemental pre- mente esta misma claridad arrastra un cierto grado de
gunta: ¿Qué buscamos cuando nos interrogamos por el complicación si la insertamos en su contexto más in-
sentido de una fórmula, de una expresión, o por la so- mediato: «d'étudier aussi en moi-meme» (132). Porque
lución de un problema? Tratemos de precisar alguna desde el momento en que salimos de la conformidad
de las bases sobre las que construiríamos nuestra res- habitual con el lenguaje, la expresión de Descartes ya
puesta: no es tan clara. ¿Qué quiere decir, realmente, «tomé un
día la resolución de estudiar en mi mismo»? ¿Dónde
a) El lenguaje en el que se nos comunica la fór- está la estructura referencial que, desde el nivel del len-
mula o el término en cuestión y que no entendemos, guaje, nos sirve de clave hermenéutica para entender
se nos presenta, por ello mismo, en su mera materia- lo que esa expresión significa? Porque no es fácil de
lidad. . determinar este «mí mismo» como objeto de estudio,
b) Para superar este primario modo de presencia, si, como parece evidente, Descartes no quiere decir
tenemos que reconstruir un contexto en el que aquello que «mí mismo» sea, por ejemplo, equivalente a
que se nos presenta como problema encuentra un co- cuerpo humano y que, por tanto, va a estudiar este
bijo teórico que le presta sentido y, en consecuencia, la cuerpo desde un punto de vista biológico, físico, etc.
respuesta que buscamos. ¿Qué quiere decir, entonces, estudiar en «mí mismo»?
c) Los elementos de esa estructura son elementos Si, a pesar de la objetivación que indudablemente su-
de lenguaje en un determinado nivel de significatividad. pone, este m( mismo no es mero complemento de es-
d) Este nivel de significatividad nos sirve para la tudiar, sino objeto, realidad, estructura en la que se es-
intelección del término o problema, bien porque co- tudia, ¿qué es lo que se pretende estudiar en mi
nozcamos ya ese nivel, por familiaridad con una ter- mismo? ¿Qué tipo de realidad se asienta y recoge aquí?
minología concreta, o bien porque se sustente directa- ¿Cómo se aprehende el qué aposentado en esa mismi-
mente sobre el lenguaje natural en el que estamos ins- dad? En una palabra, ¿qué podríamos entender por
talados. este mí mismo cartesiano, recipiente y fundamento de
e) Hay, pues, diversos tipos de lenguaje que supo- un nuevo saber?
nen diversos tipos de instalación en un problema, y La desnuda presencia de este «mí mismo» adquiere
que constituyen las claves imprescindibles para su so- consistencia, según hemos dicho, como fruto de una
lución. decepción. Los distintos saberes que, programática-
mente, se describen en la primera parte del Discurso, y
El «moi-meme. que al final de la primera parte del que forman, en resumen, el panorama de la ciencia del
Discurso marca un momento importante en su poste- siglo XVII, al ser analizados en el recipiente de este «mí
rior desarrollo nos plantea ciertas dificultades del or- mismo», se sumergen en una inquietante inseguridad.
den de las señaladas anteriormente. Por eso, esta mismidad es, sobre todo, el espintu crí-
En primer lugar, en lenguaje natural, es claro el tico, el paso primero de una vocación intelectual, que
sentido de la expresión «ffioi-meme>l, pero precisa- ve la historia y el mundo, no desde la tradicional lec-
1111'

168 FILOSOf1A y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 169 '1


1

tura, desde el lenguaje al uso, sino desde la sospecha se infiltran en ese saber que, hasta entonces, podía
de que el saber y la conciencia humana pueden, equi- haber sido fecundo; lo fijan y utilizan integrándolo en
vocadamente, constituirse. una totalidad en la que pierde su función estimula-
1I
1

I
Bajo la luz de este «moi-meme", como contraste de dora y creadora. '111, 1I

los saberes depositados en él, aparecen algunos de los e) Pasividad y actividad del «moi-méme". Dentro
planos que estratifican la conciencia: de los planos anteriormente señalados, y que intervie- 11
1

nen en la cosificación del yo, se podrían integrar dos


11
a) Los distintos saberes que, transmitidos por la elementos: el yo que sustenta y lo sustentado en él. 11
tradición, ofuscan y confunden muchas veces nuestra Porque no hay sustentación sin yo, ni yo sin contenido.
correcta lectura del mundo y, en consecuencia, nuestra Pero esto vuelve a plantear, en otro plano, la pregunta
1'1"1
interpretación de él. Estos saberes se amalgaman con primera del sentido del «moi-meme». ¿Qué encierra
la conciencia, constituyendo un bloque de «aceptacio- esta palabra, si se desprende de aquello a lo que, en la
1
nes» sin crítica. expresión cartesiana, sirve de sustento? ¿Qué es real-
b) La serie de formas no eienUfieas que estructu- mente «moi-meme» más allá de su mera formulación
ran nuestra mentalidad, y forman el fondo moral sobre lingüística? Quizá la respuesta brote de este plantea- 11

el que se levanta nuestro comportamiento. Entre estas miento doble, al que Descartes se refiere cuando em-
formas se desliza la voluntad de vivir en un mundo plea la expresión «étudier en moi-meme". SiR el con-
moral y social establecido. tenido, sin el saber depositado en la conciencia, no hay
e) Los esquemas de posibilidad, entre cuyos límites posibilidad de aprehender el «moi-meme», pero preci-
se realiza toda obra humana. Estos esquemas son, en samente, por el carácter peculiar de todo saber, de toda
el fondo, expresión de la mutua dependencia entre construcción teórica, el «ffioi-meme») es un cierto tipo
hombre y mundo. Fuera de estos esquemas de posibi- de actividad que, en el enfrentamiento con el «livre du
lidad, no es realizable actividad humana alguna. Efec- monde", produce una especie de lectura de ese libro
tivamente, el «moi-meme) vive inserto en estas fronte- del mundo, que se denomina ciencia. Por ello, el «moi-
ras que sólo puede, en cierto sentido, romper el len- meme» ya no es tanto el posible análisis de unos plan-
guaje, por el mero hecho de poder expresar y formular teamientos objetivos, cuando la, por ahora, tímida I11

esta limitación. pero concreta presencia de la subjetividad en la objeti- 1II

d) La paralización del saber. Al lado de esta úl- vidad o, con términos más exactos, del hombre en el
tima frontera de posibilidad que ciñe el obrar y en- mundo.
tender, se da un dominio previo de inactividad, sur-
gido por una serie de motivaciones teóricas y prácti- El «moi-meme" señala un amplio margen frente a
cas, que impiden a la inteligencia ir más allá del nivel cualquier atadura, incluso la más sutil, del saber esta-
alcanzado. El saber no es entonces «camino hacia", blecido y aceptado. El «moi-meme" apunta aquí, no
sino muralla que detiene. Las presiones de una socie- hacia una problemática teoría de la libertad o a un pre-
dad, el peso de unos supuestos principios éticos, etc., kantismo en el que ya se configurase una especie de
1'
1

,11'1

170 FILOSOFÍA Y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 171

sujeto trascendental, sino hacia una praxis de la libe- braciones para explicar, por ejemplo, la relación entre
ración, a una metodología del saber como tarea hu- pensamiento y ser,' o para determinar las característi-
mana, como arriesgado compromiso entre lo estable- cas de la transparencia del ego.
cido por la ciencia y la independencia del sujeto empe- Pero lo que el Discurso nos dice es otra cosa. Este
11'1
ñado en dilatar la experiencia intelectual. «moi-meme» por cuyo último significado se discute, 11
,,1
El «ffioi-meme» cartesiano es, pues, expresión de surge, en la segunda parte, no bajo un problemático
una determinación indeterminada, de este saber capaz carácter de objeto especulativo, sino de objeto histó-
de en!'iquecerse o, si es preciso, corregirse en el hori- rico. El mundo histórico irrumpe en la conciencia, la
zonte de su propio dinamismo. solidifica y la estructura. «Je demeurais tout le jour en-
Este impulso crítico, orientador a su vez de nuevos fermé seul dans un poele, oil j'avais tout le loisir de
rumbos intelectuales, constituye una lección impor- m'entretenir de mes pensées» (132). Estos pensamien-
tante de la primera parte del Discurso. Frente a los dis- tos no son un recurso gnoseológico para desligar al yo
tintos saberes de la época, no quedan más que dos es- de las cosas y el mundo, sino que nos entregan un de-
tructuras posibles, en donde pueda, realmente, cons- terminado contenido para arrancar a la conciencia de
truirse un nuevo tipo de ciencia: a) «le grand livre du su aparente soledad.
monde», b) «la science... qui se pourrait trouver en La segunda parte del Discurso se abre con una sor-
moi-meme». Por un lado, pues, el inmenso dominio de prendente confesión: «J'étais alors en Allemagne, oil
la experiencia; por otro lado, el yo como posible reci- l' occasion des guerres qui n'y sont pas encare finies
piente de una visión deformada de la realidad, pero m'avait appelé» (132). La irrupción de la historia que
también como elemento imprescindible de libertad. El aquí tiene lugar marca un nuevo y decisivo estadio en
Discurso del Método será la búsqueda de un «moi- el desarrollo de la conciencia y en la estructura gene-
meme» capaz de servir eficazmente a la construcción ral de la vida intelectual. ¿Cómo está constituido este
de un nuevo saber, y de servir de contraste y verifica- mundo histórico? Las «pensées» con las que Descartes
bilidad para calibrar otros saberes. se entretiene, según nos dice, le llevan, en primer lugar,
a la conocida imagen de la ciudad construida por un
solo arquitecto. Todo el mundo de la cultura humana
IV parece edificado sobre un contradictorio patrón, sobre
la diacronía de la historia, alargada por generaciones
Esta presencia del yo, que descubrimos en la pri- que le han prestado su variedad y, al parecer, su caren-
mera parte del Discurso, plantea un problema cuya so- cia de sentido. Es el mismo tema que Wittgenstein' re-
lución parece encontrarse en la segunda. Porque el yo, cogerá cuando compara al lenguaje con una vieja ciu-
la conciencia, o cualquier otro término que se emplee dad, hecha de casas de diversa época y de calles de
para explicar el «moi-meme», no hacen justicia al ver-
8. F. Alquié, op. cit., p. 181.
dadero sentido del discurso cartesiano. Es corriente 9. L. Wittgenstein, Schriften, 1, Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1960,
comprobar en los intérpretes modernos, largas elucu- p.296.
172 FlLOSOF/A y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 173

complicado trazado. La historia se presenta así opues- voz de ese pueblo. La razón funcional que opera en
ta a la coherencia de la razón, no porque en ella no busca de fundamentos nuevos, tiene que captar, como
haya habido una determinada armonía en su desarro- lastre intelectual, el sedimento objetivo en el que las di-
llo, sino porque ha ido surgiendo al ritmo de las nece- versas conciencias se constituyen, se contrastan y fe-
sidades inmediatas, de las presiones de la realidad, sin cundan. La posible riqueza del "peuple», solidificada
la ordenación de una legislación que, previamente, en sus opiniones y por consiguiente en su lenguaje,
orientase su rumbo y economizase sus vicisitudes. aparece como confusión frente al «je».
Pero frente a esta situación con que la realidad his- Aún están lejos el Volksgeist y la historia como dia-
tórica se presenta a la conciencia, encontramos un as- léctica. En su absoluta soledad, la historia tiene que
pecto importante que podríamos denominar la órbita constituirse entonces como conciencia prudente: «je
de la praxis. En ella ya no se presenta al reformador in- me résolus d'aller si lentement, et d'user de tan't de
telectual el mundo blando de la conciencia constitu- circonspection en toute chose... » (136). Porque el
yente e interpretadora, sino la dureza de la realidad nuevo hombre cartesiano tiene de alguna manera que
constituida. Esta órbita se estructura en tres planos de realizarse, que salir de sí. Para ello no basta la mera
oposición: perspectiva teórica. Hay que empezar por incorpo-
rarse plenamente, prácticamente, a esas estructuras
ciudadano . «Étatll que encontramos en desacuerdo con nuestra mentali-
científico . «corps des sciences» dad ya liberada. Esta incorporación concreta va a te-
pedagogo . "l'ordre établi dans les écoles ner lugar por un peculiar artificio cartesiano: la mo-
pour les enseigner» ral provisional.

Pero ninguna de las estructuras establecidas se deja


modificar, como tales totalidades, por la presión que v
ejerza una conciencia individual bajo la forma de ciu-
dadano, científico o pedagogo. Cuando surge la necesidad de una «morale par pro-
Aunque los límites de este enfrentamiento están cla- vision» nos encontramos ya fuera de la conciencia, de
ramente trazados por Descartes, la salida vuelve a en- la soledad del yo. La conciencia se reconoce como con-
contrarse a nivel de la conciencia, ya que es más fácil ciencia libre, pero en el mundo objetivo de la praxis;
arreglar las propias opiniones que organizar la objeti- precisamente allí donde su obrar no es la obra lineal y
vidad constituida. Con todo, en la soledad de esta lu- «par ordre) del «ffioi-meme».
cha por liberamos de las opiniones que han depositado Para justificar, en cierto sentido, esta moral provi-
en nosotros las estructuras políticas, científicas o pe- sional, Descartes establece un símil típico ya en su
dagógicas, hay una oposición que no está expresa en método: la arquitectura. Mientras se levanta el nuevo
Descartes, la de individuo-pueblo. Al hacer el individuo edificio, hay que tener un lugar donde «on puisse etre
limpieza de sus opiniones, elimina, en el lenguaje, la logé commodement pendant le temps qu'on y travail-
174 FILOsoFlA y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 175

lera» (140). Al parecer no se puede dilatar el com- La soledad moral cartesiana implica, pues, el sos-
portamiento adecuado en espera de una nueva y defi- tenimiento de la moral de los otros, «a cause que je
nitiva moral. Se puede ser «irrésolu» en el pensa- voulais remettre toutes [les opinions] a examen j'étais
miento, pero la acción nos obliga, y esta obligación assuré de ne pouvoir mieux que de suivre celles de
tiene necesariamente que encuadrarse dentro de de- mieux sensés» (141).
terminadas líneas de conducta. El hecho de esta ne- Pero para poder seguir, en la época de soledad mo-
cesidad es, a la par, la prueba de esa salida definitiva ral. las opiniones de los «mieux sensés» y encontrar así
del mundo de la conciencia, y de la imprescindible una precaria pero imprescindible compañia necesita
inserción en el mundo de los otros, en el mundo de la llevar a cabo Descartes una operación hermenéutica
praxis, en el mundo de la realidad. Podemos suspen- que constituye uno de los momentos centrales del Dis-
der nuestras decisiones teóricas hasta tanto no haya- curso. Esta operación consiste en descubrir verdadera-
mos llegado a un determinado grado de claridad, mente las ideas y opiniones de sus semejantes, al me-
pero lo que no podemos es detener nuestro compor- nos de los mejores, y tener, aunque sea provisional-
tamiento práctico, nuestros imperativos reales, nues- mente, una pauta de conducta, una salida a la
tra vida. En este momento aparece en el Discurso la imposible soledad moral. La dificultad de este descu-
vieja oposición entre teoría y praxis, y en ella la ne- brimiento se debe «non seulement a cause qu'en la cor-
gación del mundo teórico, como única morada para ruption de nos mceurs iI y a peu de gens qui veuillent
el hombre. Sólo la praxis nos justifica y humaniza al dire tout ce qu'i1s croient, mais aussi a cause que plu-
ser creadora, y al tener que realizarse siempre en con- sieurs I'ignorent eux-mémes; car I'action de la pensée
tacto con el pensamiento que la orienta. Cuando esto par laquelle on croit une chose, etant différente de
no ocurre, porque el pensamiento orientador aún no celle par laquelle on connait qu'on la croit, elles sont
existe, hay que vencerse del lado de la realidad exte- souvent I'une sans I'autre» (141).
rior, del lado de la vida. En este caso, para que nues- En este fundamental texto descubrimos una serie
tro obrar no sea una realización inhumana, un simple de aspectos cuyo análisis puede tener interés en la bús-
comportamiento de autómata, hay que buscar un queda de esa temática cartesiana. Para su interpreta-
modo de justificación para nuestra presencia entre Ción podríamos destacar un primer nivel. en el que
los hombres, para que sea coherente nuestra inser- Descartes establece una oposición entre
ción en la sociedad.
La soledad intelectual de la primera parte se ha a) decir . lo que se cree
convertido aquí en soledad moral. Pero la soledad mo- b) ignorar .. ]0 que se cree
ral es imposible, precisamente por ese imperativo de la
acción. No queda más que colocarse bajo el ethos esta- Esta doble estructura, a su vez, corre paralela con
blecido, vivir conforme a él, el tiempo en el que nues- otra en la cual se establece una nueva y más matizada
tro pensamiento continúe en estado de irresolución e oposición:
inseguridad.
176 maSaBA y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 177

1. Acción del pensamiento ruption de nos moeurs», ese contenido objetivo no es


por la que se cree algo. claro. Supongamos también una sociedad esclavista en
2. Acción del pensamiento la que unos ciudadanos se hubieran percatado de la
por la que [se conoce que] se cree algo.
falsedad de los principios sobre los que se funda esa
sociedad. El contenido objetivo previo a ese percatarse
Estas precisiones en tomo a un fenómeno aparen-
será: «la sociedad esclavista es justa». Pero, en este
temente simple tienen lugar porque Descartes reco-
caso, la proposición que expresa este contenido no es
noce que, debido a la corrupción de las costumbres, se
fruto de un planteamiento científico, sino sencilla-
llega también a corromper la misma «chose qui pense»
mente de una instalación dentro de ese tipo de socie-
(Méditation seconde, ed. cit., p. 277). No es extraño
dad. Se está instalado en esa sociedad, y, por las razo-
que, en este momento del Discurso, podamos descubrir
nes que sea, no se es consciente de la falsedad de esa
cuál es, en realidad, el sentido y contenido del yo car-
proposición, que, incluso, puede no formularse nunca,
tesiano. El yo sustentador, el yo teórico, mero punto de
ni objetivarse de manera que pueda tomarse ante ella
partida de especulaciones sin cuento y. por cierto, nada
una actitud positiva o negativa. La proposición «la so-
cartesianas. es aquí el yo histórico, el hombre concreto
ciedad esclavista es justa» no es ni afirmada ni negada;
a quien Descartes se dirige y a quien, realmente, quiere
es un presupuesto lejano. una base casi natural, un in-
reformar.
grediente más de aquellos que configuran la vida hu-
Nos encontramos, pues, en un estadio en el que el
mana en sociedad. La constitución de la creencia no
yo es la suma de los comportamientos objetivos que in-
es, pues, dialéctica; no está objetivando y planteando
tegran nuestra personalidad y nuestra relación con el
sus supuestos, sino aceptando sus elementos constitui-
mundo. En el texto cartesiano, esta relación la encon-
dos. Si tuviéramos que representar esta actitud, po-
tramos reflejada en los siguientes momentos:
dríamos hacerlo así
a) «on croit une chose», contenido objetivo
b) <d'action de la pensée»
c) el conocimiento on la
d) el contraste de la praxis croit
e) el «dire».
La posible objetividad del «on la», de aquello que
Veamos cada uno de estos puntos: puede ser el contenido de la proposición en cuestión,
forma un bloque con el acto (croit), por el cual se asi-
a) «On croit une chose.» mila ese contenido objetivo. La incipiente objetividad
Supongamos un contenido objetivo, hasta cierto de la chose (on la croit) está diluida en la estructura del
punto determinable, como el que podría describirse al croit, inseparable de ella y, por consiguiente, ininteligi-
intentar explicar el término «justicia». Debido a la «cor- ble, inalcanzable a la razón.
III! I

" 1:
178 FILOSOFÍA Y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 179 "

b) «Caction de la pensée» nace ya de un supuesto


on la ~ on connart
que no es meramente negativo, como en el caso ante- croit
rior en el que la instalación no permite el más mínimo
dinamismo del pensamiento, aunque sea para afirmar El dinamismo no es ya interior al acto, sino exte-
el on la." Aquí hay ya un acto tético, una «posición», rior. Es un nuevo acto en el que la objetividad no está
que implica la afirmación de la «creencia» desde sus en el on la, sino que en esa objetividad está incluido
propios supuestos. El «se cree algo. implica la afirma- también el croit, o sea, la forma de aceptación del on
ción de lo creído desde el mismo motor de la creencia. la. Pero en el momento en que el contenido total, ob-
La representación de este segundo momento podría jetivo, es on la croit, el conocimiento se salva ya de
ser: ese dinamismo del croit, surgido por hábito o conve-
niencia, y la reflexión empieza a constituir nueva-
mente ese contenido, a enriquecerlo, criticarlo e, in-
on la cluso, a eliminarlo. Este verdadero acto intelectual
del connait es, de hecho, desinteresado y creador.
i Fundamenta una nueva constitución, o fundamenta
un nuevo objeto.
¿En qué se diferencian los dos actos? El on croit no
acepta otra constitución que la que brota de sus pro-
Ya no es una instalación pasiva, en la que el croit se pios elementos. El on connalt acepta otros elementos
derrama por todos los elementos del on la, sino que el que enriquezcan o contrasten el on croit.
croit es un acto afirmativo y, por tanto, «action de la Conocer es, pues, analizar, integrar, constituir. Al
pensée», fuera del mismo contenido afirmado, recono- analizar, descubrimos las partes del on croit, cuya ca-
ciéndolo y aceptándolo. Este dinamismo no es aún una racterística consistía, antes del análisis, en presentarse
actitud racional-su objetivación no es algo previo a la como una totalidad inalterable. Al integrar, incorpora-
reflexión-, sino el mero enfrentar de un contenido, mos a ese objeto, nuevamente constituible, elementos
para poder incidir sobre él desde el ángulo del croit. y conexiones que nos lo sitúan a otro nivel. Al consti-
Este dinamismo puede motivarse: 1) por hábito subje- tuir, realizamos esa incorporación, buscando referen-
tivo; 2) por conveniencia de intereses; 3) por hábito ob- cias y creando el objeto conforme a ellas.
jetivo, en el que se manifiesta la presión de la sociedad El je cartesiano es la presencia, en la filosofía, de
o de la historia. esa fecunda dualidad (oposición) entre constitución y
c) Pero imaginemos un tercer momento que re- constituyente.
presentaríamos: Un ejemplo de esta dualidad la encontramos en el
planteamiento de definiciones: si afirmo que esto es un
10. En el impersonal on vemos también un determinado tipo de ob·
jetividad; de ahí que aparezca junto con la (chose) y no con croit, como, libro, porque es un libro, estaría dentro de la forma ob-
gramaticalmente, corresponderla. jetiva del on la. Si afirmo que esto es un libro, porque i!

III
1 1'
180 FILosoFlA y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 181 1

("
I
un libro es... (y doy una definición), estaria en la pers- car y comunicar las razones de ese obrar. El «dire» 11

pectiva del on croit. Esta definición, asumida habitual- puede moverse en dos niveles distintos: como justifica-
mente por el on croit, seria un ejemplo típico de endu- ción y manifestación de la praxis o cama ocultación. II
recimiento tenninológico. Si afirmo que esto es un li- En el ámbito de la praxis y de la ética observamos un 1
bro, pero lo objetivo a él y a su definición antes de interesante tema de relaciones que detennina las nece-
entender lo que es, y precisamente para entenderlo, es- sarias implicaciones entre pensamiento y acción. 1
1

toy en el estadio del on connait. Hay, pues, un "decir» que expresa un nivel teórico
1
d) En este punto entramos en contacto con la justo; aquel que corresponde a la estructura misma de 1
praxis. ¿Puede darse un conocimiento puramente teó- la conciencia, a sus valores, seguridades y proyectos.
rico, al nivel de un enfrentamiento con la objetividad Este contenido constituye un bloque de «creencia»
ya constituida, con la objetividad histórica? Hay aná- que, en este caso, no es más que el sistema teórico que
lisis en los que parece que la teoría se mueve en es- forma la propia mentalidad. El "decir», al ser cohe-
quemas lineales de razón. Pero no olvidemos que he- rente e integrado, manifiesta siempre ese sistema teó-
mos partido de aquel momento del Discurso en el que rico. Paralelo a él corre el mundo de la praxis, en el
se trata de establecer unas reglas de moral provisio- que puede desarrollarse un obrar como nivel práctico
nal, y se habla de "m<eurs» y de "corruption». En injusto. Esta injusticia lo es, en primer lugar, si no se
este caso, ¿está constituido el acto de pensar de ex- ajusta al «decir»; si en su obrar aparece el hombre in-
clusivos elementos teóricos? ¿No hay en ese acto de coherente y desintegrado con el sistema que forma su
conocimiento un momento previo, un acto previo, yo, y con el "decir» que lo manifiesta.
provocado, a su vez, por la praxis, por el sentimiento Hay también un obrar justo que integra, sin nece-
de insuficiencia de una determinada explicación, la sidad de decirlo, el "decir». La obra absorbe aquí la
del on croit? En una palabra, ¿cuál es la motivación función misma del lenguaje en su ejemplaridad prác-
del on connaft? El desdoblamiento necesario para la tica. Es cierto que esta praxis positiva puede encon-
actitud reflexiva puede surgir: 1) Por decepción o trarse supeditada a una interpretación, a un decir de
duda. 2) Por insuficiencia del supuesto c;ontenido otros, que inserta en su trama la justificación y el sen-
fundante del on croit. 3) Por desarticulación del on la tido de esa praxis. La praxis positiva, al realizarse en
de contextos estructuradores que lo situaban en un medio de una sociedad en la que impere la «corrup-
horizonte terminológico asimilado críticamente a tion de nos m<eurs», se encuentra sometida a las pre-
nuestro horizonte intelectual. 4) Por necesidad de siones y falsificaciones de los grupos que la integran.
una nueva perspectiva teórica modificada por los La praxis sigue siendo positiva, pero las versiones que
cambios históricos. un «dire» interesado ofrezca de ella hacen que su efi-
e) El "dire». Una vez constituido, desde el on cacia y su ejemplaridad pueda quedar disminuida o,
connait, el nuevo objeto, y «afin que je ne demeurasse incluso, anulada.
point irrésolu en mes actions» (139), cabe, además de Al lado de este empleo del "dire» se desliza un
la posibilidad del nuevo obrar, la posibilidad de justifi- obrar injusto, que haria imposible un «dire» justo, ya
182 FILosoFlA y LENGUAJE SEMANTICA CARTESIANA 183
que hay niveles en la praxis de tan marcado perfil que praxis. Los hombres que pueden servir, provisional-
no pueden, verdaderamente, enmascararse. Sin em- ¡ mente, de modelo a Descartes, practicaban conforme a
bargo, la sociedad ejerce su control sobre cualquier he- lo que creían, pero no decían por qué lo practicaban.
cho, y en determinados casos es posible desarrollar un El "dire» hacia el que Descartes apunta supone la jus-
«dire», en el que se suavice o hasta se justifique la vio- l,, tificación de la nueva praxis, y la constitución, desde el
lencia de esa praxis injusta. De ahí que ,di y a peu de I
decir y el obrar, del on croir. El "dire» del on croit
gens qui veuillent dire tout ce qu'ils croient» (141). .} nuevo daría «habitabilidad» y extensión reformadora
Esta disociación implica la referencia continua al al cerrado on croit personal.
mundo histórico y real constituido, y para superarla
«je devais plutót prendre garde a ce qu'Hs pratiquaient 1 El «dire», o sea, la trama coherente y explícita del
significado, implica: toma de conciencia, comunica-
qu'a ce qu'ils disaient» (141). Pero esto es una medida ción y totalización. Toma de conciencia y comunica-
de prudencia, y en un nivel de reflexión critica. Porque ción son funciones imprescindibles del lenguaje. La
a pesar de la ejemplaridad de la praxis, a pesar de ese primera, para que el hombre alcance la adecuada dis-
lenguaje de las obras, parece como si éstas fueran mu- tancia, al entender y expresar el mundo; la segunda,
das o inexpresivas para cambiar el comportamiento de para que esa inteligencia y expresión puedan partici-
los otros. La praxis necesita, pues, el "dire» para ca. parse, corregirse y enriquecerse. Pero, además, el len-
municarse y llegar a aquellos que no fueron testigos; guaje nos ata totalmente a la sociedad de la que somos
para extenderse y generalizarse. parte, nos compromete con las ideas y usos de esa so-
Toda praxis, precisamente por el peligro de esa di- ciedad, al aceptarlas o rechazarlas. El esquema com-
socÍación con el ((dire» tiene que identificarse, homo-
J
pleto de esta amplia relación podría expresarse así:
geneizarse Con su propia comunicación, con su im-
prcscindible acto de inteligibilldad que le presta el (on la I ~ (croit ¡ f- !on connuít 1 ~ ¡Praxis 1 f- Idirej
lenguaje, y que constituye siempre su momento de uni-
versalización y de pervivencia. Mientras el nivel del objetividad afirmación conciencia y acuerdo real COllClen-

"dire» no se identifica, de hecho, con la praxis, ésta grado de esa con la afir- da del
afirmación mación compro~
queda, además, sin contenido teórico, sin estructura de miso
comunicabilidad. En un nivel inferior está el "hacer
sin saber o sin saberlo», que rebaja al hombre al auto- La segunda máxima, que se refiere a la firmeza y
matismo o a la alienación.
resolución en el comportamiento moral, es meramente
No basta, pues, con una praxis nueva, en la que Se un imperativo táctico para que nuestro obrar pueda
realice una determinada actitud critica frente a un sa- superar la indecisión al regirse sólo por opiniones pro-
ber, o frente a una moral tradicional. No basta un bables. Es una máxima en la que se reconoce la inelu-
nuevo "creer» que ponga en marcha esa praxis. Es ne- dible necesidad de la acción, aunque los principios que
cesarió, además, el «dire», la comunicación, la formu- la determinan no puedan establecer, con claridad, las
lación por la que se expande y abre el sentido de la razones que justifican plenamente nuestras obras.
184 FILOsoFlA y LENGUA JE SEMÁNT ICA CARTESIANA 185
La tercera máxim a es de orden ideal, «de til.cher contex to aparez ca el tema del estoici smo. Cuand o el
toujou rs plutót a me vaincr e que la fortun e, et a chan- mundo se presen ta bajo la forma de «fortun a», coma
ger mes désirs que l' ordre du monde ; et généra lemen t, algo que escapa a la praxis y a la media ción creado ra,
de m'acco utume r a croire qu'il n'y a rien qui soit en- na queda otra salida que el refugio de «mis pensa-
tierem ent en notre pouvoi r, que nos pensée s ... » (142). miento s». Pero este refugio no es, en Descar tes, fruto
La estruc tura que se destac a en estas líneas está sus- del escept icismo . El «poden> sobre los pensam ientos
tentad a por la oposic ión que se estable ce entre, no consis te en el simple ejercic io intelec tual, que opera
librem ente, sin atadur a ni compr omiso . El domin io so-
cambiar mis deseos . mejor que e! orden de! mundo bre los pensam ientos acaba por implic ar, de alguna
vencen ne a mí . más bien que a la fortuna maner a, la exacta interpr etació n del mundo y el servi-
cio a los otros hombr es.
Aquí aparec e otro nuevo tipo de dualid ad, a distint o
nivel de las que se encuen tran en otras partes del Dis-
curso. Encon tramos términ os como «désirsl), ({fortune»,
VI
«volonté»), «POUV Oif», que nos sitúan en un determ inado
horizo nte de interpr etación . Es interes ante, sin em- En la cuarta parte del Discur so aparec e el términ o
bargo, observ ar que en las oposic iones estable cidas pa- «medit acione s», y «elles sont si métaph ysique s et si
rece como si se enfrentase un elemen to racional con peu comm unes, qu'elles ne seront peut etre pas au
uno irracio nal, el yo frente a la fortuna ; el pensam iento gout de tout le monde » (146). Entre este nuevo estadio
frente al azar, a lo imprev isto, a 10 incont rolado o inde- y el que inicia el Discur so han queda do las reglas de
termin ado. El yo ceñido por lo irracio nal. Por otro lado, moral como una etapa centra l con la que, en cualqu ier
los deseos, aquello que de suyo no es racion al ni con- mome nto, se podría contra star el sentid o de esaS me-
trolable, frente al orden del mundo , a la razón y armo- ditacio nes. Encon tramo s aquí eSos temas consid erados
nía que aparec e en la misma natura leza. Lo irracio nal, típicam ente cartesi anos, como aquello s que hacen eS-
pues, en el domin io del sistem a de lo racion al. candal izarse a Ryle en su crítica al mito de Descar tes. l1
Si la primer a máxim a era teoría de la moral, y en La búsqu eda de! centro de la subjeti vidad, de la re-
relació n con ella, descub rimien to de la oposic ión teo- constr ucción de la concie ncia a partir de ese punto, de
ría-pra xis; si la segund a se refiere más bien a la praxis, la estruc tura de la certez a en abstra cto, de la idea de
como dinam ismo moral, como necesi dad de obrar; la perfec ción, etc., son parte de esOS temas. El plante a-
tercera apunta , sobre todo, a la moral person al, a la miento es, tambié n, distint o del de la prime ra parte.
moral individ ual. Por eso vuelve Descar tes otra vez al Allí e! yo aparec e objetiv ado en la amalg ama de los dis-
refugio de la intimid ad, «il n'y a rien qui soit entiere - tintos sabere s; es un simple términ o en e! que se ex-
ment en notre pouvoir, que nos pensée s» (142). Los
pensam ientos aparec en, así, objetiv ados en una nueva
11. Cf. Gilbert Ryle, The concept of Mind, Londres, Hutchinson
forma: «pouvoin). No es, pues, extraño que en este and
Ca" 1949.
186 FILOSOFíA Y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 187

presa la conciencia, la realidad, el saber. Aquí, sin em- procurer, autant qu'il est en nous, le bien général de
bargo, no es la mismidad del moi-meme lo que inte- tous les hommes» (168). Para esto distingue Descartes
resa, su contenido y constitución, sino el punto origi- entre una filosof{a especulativa, filosofía oficial que se
nadar de esa mismidad. enseña en las escuelas, y una filosof{a práctica por la
La quinta parte del Discurso, aunque se presenta, que nos convertimos en «maitres et possesseurs de la
en principio, como una serie de deducciones de las se- nature» (168). El objetivo fundamental de la filosofía
guridades ya establecidas, es un resumen de las cues- es, pues, contribuir al progreso humano. Filosofía
tiones físicas que van a aparecer en Le monde ou Traité quiere decir aquí ciencia, en su significado más mo-
de la lumiere. Percibimos en estas páginas del Discurso derno. El saber tiene que tender hacia la explicación y
el entusiasmo con que Descartes habla de los proble- dominio del mundo. Esta empresa intelectual no
mas físicos o biológicos, que parecen estar más en con- puede llevarse a cabo sin un nuevo espíritu de colabo-
sonancia con sus verdaderas intenciones y con el sig- ración, porque «plusieurs peuvent plus voir qu'un
nificado más profundo de su filosofía. Pero esto nos homme seu!>, (172). El trabajo en equipo, la ayuda del
lleva ya a la última parte, donde claramente aparece el Estado, la defensa de la vida intelectual, de la inde-
«para qué filósofos», y el objetivo final del pensa- pendencia y libertad son temas tratados en estas im-
miento cartesiano. presionantes páginas cartesianas."
En esta última parte, junto a la ya habitual confe- Junto al sentido comunitario del saber, y a propósito
sión intelectual, se nos presenta un programa de tra- de la continuidad de su obra, hace Descartes una alu-
bajo y una serie de metas que alcanzar. Pocas páginas, sión al problema de la comunicación y la creación cien-
sin embargo, tan olvidadas o tan enterradas para la tífica: «pour ce qu'on ne saurait si bien concevoir une
historiografía, que se ha entretenido, por el contrario, chose, et la rendre sienne, lorsqu'on l'apprend de
en largas y vacías especulaciones con todo lo que era quelque autre, que lorsqu'on !'invente soi-meme» (173).
accidental al cartesianismo. El filósofo de la máscara Como consecuencia de la libertad individual, el hombre
ha sido, pues, nuevamente enmascarado, y no sólo por es capaz, a través del saber recibido, de tejer su propia
famosos y fieles comentaristas, sino incluso por auto- crítíca a ese saber, y de contribuir a su progreso.
res, como Ryle, que por desenmascarar pseudoproble-
mas creaban pseudocartesianismo, aceptando el carte-
sianismo oficial, o sea, el cartesianismo inexistente. VII
El tema autobiográfico que, de nuevo, encontramos
La creación filosófica, precisamente porque se de-
al final del Discurso, adquiere la alteridad adecuada en
sarrolla dentro de la sociedad, se inserta en esquemas
la estructura social frente a la que se destaca. La tarea
intelectual carece de sentido, si no tiene objetivos hu-
manos, si no busca la liberación de los otros. «J'ai cm 12. El libro de Roger Lefevre, L'human.isme de Desearles, Pans, PUF,
1957, 284 pp., da una interpretación muy insuficiente, sobre el tema del hu-
que je ne pouvais les tenir cachées (mes spéculations), manismo. en la que se acogen todos los tópicos que imposibilitan cualquier
sans pécher grandement contre la loi qui nous oblige a renovadora interpretación del caltesianismo.
188 FILosoFíA y LENGUAJE SEMÁNTICA CARTESIANA 189
que pueden deformarla o empobrecerla. Si esto ocurre La historia del pensamiento filosófico representa
en el presente, y ha ocurrido en el pasado, Descartes también un momento importante en esa mutación
teme que el progreso se malogre en el futuro, debido a creadora. Sobre todo, porque aquellos pensadores que
esta tergiversación que amenaza al pensamiento. "A supieron establecer relaciones verdaderas con su época
l'occasion de quoi je suis bien aisé de prier ici nos ne- siempre tienen un hueco ejemplar y fecundo en cual-
veux de ne croire jamais que les choses qu'on leur dira quier presente posterior, y, por tanto, pueden servir de
viennent de moi, lorsque je ne les aurai point moi- estímulo, correctivo y experiencia. Al hacerles este
meme divulguées» (174). Ante este posible error de in- hueco no podemos aceptar, tal vez, los contenidos, la
terpretación en el futuro, Descartes proyecta una cau- materia de aquello que dijeron, pero su sistema de re-
tela interpretativa, fundada en la propia conciencia y laciones, sus actitudes y planteamientos, en una pala-
la propia experiencia de verdad. Quizá sea éste un mo- bra, la forma con la que abordaron los contenidos que
mento inicial de la hermenéutica filosófica: el mo- nos transmiten, constituyen siempre una lección inol-
mento en el que la superficie sin relieve de lo pasado vidable. A través de ellos, como a través de la historia
adquiere la pulsación suprema en el instante funda- en general, nos habla la memoria colectiva. Esta me-
mentador del yo, o sea, de la experiencia intelectual in- moria nos hace superar siempre el pasado por el mero
mediata, de la historia personal, de la vida. hecho de tener que traerlo hacia nuestro presente, ha-
Desde la experiencia científica personal, Descartes cia nuestros contenidos y experiencias.
contempla en la historia de la filosofía una esencial En el caso concreto de la vuelta al pasado para re-
oposición: la que surge entre los "escritos de los filó- coger esa memoria filosófica, no podemos atamos a lo
sofos» y "las extravagancias que se les atribuyen». Por- ya sabido. Esos «esprits fort médiocres» que se sujetan
que, a pesar de ser "les meilleurs esprits de leur a los modelos pasados y se encierran en ellos, sin acep-
temps..., on nous les a mal rapportés» (174). En la in- tar la evolución y sin aspirar al progreso para el que
terpretación del pasado, Descartes insiste en que hay esos mismos modelos sirven «sont comme la lierre, qui
que captar el sentido de aquello que fue verdadera- ne tend point a monter plus haut que les arbres qui le
mente dicho, que hay que interpretar correctamente, y soutiennent» (174). Toda superación implica, pues, el
en su contexto adecuado, el contenido y la forma del tronco de ese árbol que funda y desde el que se parte,
autor en cuestión y, por último, que hay que superar y una serie de objetivos hacia los que se tiende. Estos
esos conocimientos partiendo, de algún modo, de ellos. objetivos son, entre otros, la conquista y humanización
De lo contrario, la historia humana carecería de lo que del mundo, la inteligencia entre los hombres.
la funda y especifica: el progreso. Por progreso hay que En la interpretación del pasado filosófico distingue
entender la revisión, renovación, perfeccionamiento de Descartes lo que es «intelligiblement expliqué dans
las ideas en la praxis histórica, en el contexto real de leur auteup> de aquellas cuestiones «dont il ne dit rien
cada tiempo, de cada situación, de cada sociedad, y et auxquelles il n'a peut-etre jamais pensé» (174). El re-
con el objetivo de mejorar síempre la armonía total en- cobrar lo <<inteligiblemente explicado» constituye una
tre los hombres. tarea fundamental en el estudio del pasado. El carácter
190 FIWSOFíA y LENGUAJE SEMÁNTICACARTEffiANA 191

de inteligibilidad viene dado por una serie de coorde- greso humano. Saber y progreso que sólo tienen sen-
nadas de las cuales podrían destacarse: la adecuación tido si es útil al hombre. Este tema se destaca junto a
con la época; la posibilidad de conexión desde el pre- otro, esencial también para entender el manifiesto car-
sente del autor hacia el futuro; la capacidad para hacer tesiano: el lenguaje, No hay comunicación ni progreso
viable, en cada presente, todos los esfuerzos que se han posible si falta aquel instrumento imprescindible para
hecho en relación con la liberación humana y la lec- la transmisión y creación de ese progreso, Este instru-
tura exacta del mundo. mento ha de ponernos en contacto inmediato con el
La inteligibilidad del pasado es, en el fondo, una mundo y con «mon pays». Por eso Descartes afirma
función del sentido que de la libertad y del saber tu- que escribe en francés, en la lengua de su «raison na-
vieron esos autores con cuyas obras nos ocupamos. turelle», Esta lengua no habla en una terminología ce-
Porque, precisamente, al no ser fácil de descubrir, se rrada, con una lectura parcial de la realidad, con un in-
ha tejido una falsa hermenéutica sobre el legado cultu- necesario bagaje exclusivamente libresco, como era el
ral. Los huecos que podría presentarnos la lógica de caso del latín de las escuelas filosóficas, en el que ha-
esa inteligibilidad los hemos llenado con planteamien- bía desaparecido una gran parte de la herencia intelec-
tos que nada tenían que ver con ella. Esta manipula- tual de los griegos, de su expresión de la physis y la po-
ción sobre el pasado tiene sus raíces más profundas en lis, La propia lengua ofrecía a Descartes, aunque no
el deseo de ocultar determinadas soluciones que ya tu- fuera consciente de ello, la visión de una realidad, asi-
vieron lugar, pero que inquietarían nuestro presente o milada ya por la experiencia colectiva, mediatizada y
desharían nuestros intereses. teñida también, pero abierta, como el lenguaje mismo,
Descartes señala la importancia que tiene el revisar a la crítica y a la creación.
la visión del pasado, el dejar oír su verdadera lección, Es cierto que esta preocupación por el lenguaje pa-
el destacar lo que es realmente inteligible y, por consi- rece que no va en consonancia con la duda metódica
guiente, nos aporta la experiencia de unas teorías que que, al extenderse a todo saber, llegaba también al len-
ya han tenido contacto con la sociedad y con el guaje. Y, sin embargo, la crítica cartesiana apunta, más
tiempo, o sea, que ya han cuajado, de alguna manera, bien, a los saberes de la época que, precisamente, no
en praxis. De ahí que aquellos que quieren cegar nues- hablaban la lengua natural. sino una lengua en la que
tras perspectivas pretenden siempre borrar el interés había desaparecido la naturaleza.
por'el pasado o, si esto no es posible, transmitirnos de Aquel presente cartesiano, que se formuló en el Dis-
él una imagen deformada, incompleta, inexpresiva, cours de la Méthode, llega hasta nosotros en un mo-
para seguir encerrados en la soledad inconexa de un mento de crisis filosófica muy profunda, de búsqueda
presente en el que somos utilizados y maniatados, por- de un camino real para el pensamiento. Y como en-
que no tenemos la compañía sonora y alerta de la his- tonces, aliado del lastre inútil de los conceptos termi-
toria. nologizados y resecos, de un vocabulario ambiguo y
En las últimas líneas del Discurso, su autor hace, sistemáticamente utilizado para la confusión, vuelve el
una vez más, profesión de fe en el saber y en el pro- tema del lenguaje a presentarse como un mundo al

1
192 FILOsoFlA y LENGUAJE

lado del mundo, como una interpretación de la realidad.


Este mundo al lado hay que explorarlo en su misma y
peculiar estructura, pero sin olvidar que su última se-
mántica consiste en servir de comunicación entre los
hombres, de memoria colectiva y de auténtico reflejo
de la vida y de las cosas.
~'.

ÍNDICE
Esta edición , ,. S

Prólogo a la cuarta edición , , .. , 9

Prologo 15

CAPITULO 1. Filosofía del lenguaje como historia de


la filosofia 19

CAPITULO 2. El lenguaje filosófico griego: Hacia una


revisión de la terminología filosófica 49
CAPITULO 3. Información filosófica e historia. . . . . . 73

CAPITULO 4. Lenguaje e historia de la filosofia .... 91

CAPITULO 5. Lenguaje e interpretación filosófica. . . 109

CAPíTULO 6. «Lógico» y ((terminológico» en filosofía


(Una nota introductoria al lenguaje de Heidegger) 129

CAPITuLO 7. Un modelo de semántica filosófica ... 143


CAPíTULO 8. Semántica cartesiana (Una lectura del
Disco",s de la méthode) 159

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