Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Las siguientes líneas se han confeccionado como mera noticia, por lo que en
algunos aspectos no ha prevalecido la rigurosa exactitud que debe poseer todo trabajo
científico. Se ha creído conveniente realizar un breve artículo sobre uno de los
hallazgos más llamativos encontrados durante la campaña arqueológica del año 2002, en
el monasterio de Santa María de Piasca (Cabezón de Liébana). Las labores de
documentación arqueológica y análisis pormenorizado de cada uno de los materiales
encontrados se encuentran en plena fase de desarrollo, por lo que nuestro estado de
conocimiento es todavía muy primario. No obstante, el interés de las evidencias
encontradas, así como la pretensión de informar a la sociedad de las labores realizadas,
nos han incitado a mostrar un avance de las evidencias arqueológicas exhumadas, en
este inmueble de excepcional valor en el conjunto de las manifestaciones románicas del
norte de la Península Ibérica.
Este hallazgo fue uno de los principales motivos para ampliar la campaña de
excavación, en el otoño del 2002 (1 al 4 de Noviembre), centralizándonos en el entorno
de la necrópolis (Cuadros D-2 y E-3, de 4 X 4 m), área que durante ese año no se había
trabajado. Los resultados obtenidos han sido de máximo interés arqueológico, aportando
testimonios del proceso histórico de cristianización en Liébana. Se ha exhumado una
superposición de tumbas (fosa simple, ataúd y de lajas), algunas mostrando fenómenos
de reutilización. La mayoría de las sepulturas son de tipología de cistas, algunas de las
cuales presentan orejeras, y en dos casos poseen una variante tipológica mixta
constituida por lajas y remate de mampostería “a hueso”. Es así mismo, interesante el
hallazgo de una pequeña estela anepígrafa y amorfa, constituida por una simple loseta
hincada dispuesta en la cabecera de una tumba.
En nuestro estado de conocimiento, no se puede afirmar con seguridad científica que las
inhumaciones y estos “fuegos rituales” fueran sincrónicos. Lo más probable es que así
lo fuere, como evidencia la existencia de carboncillos en el interior de las tumbas. Esta
posibilidad no se encuentra totalmente contrastada, existiendo en algún caso, por
ejemplo una tumba, en la que se reconoce cenizas en el interior de la tumba de lajas, la
existencia de un túmulo o estrato de tierra de distinto color que cubre la tumba y sobre
este nivel depósitos de carboncillos y rubefacción del terreno, evidenciando dos
momentos distintos en los que se práctica ese ritual. En el célebre trabajo sobre el
mundo merovingio el investigador E. Salin explica la existencia de este fenómeno,
constatado en numerosas necrópolis, por dos posibles motivos: El primero se vincula
con hogueras rituales realizadas en las inmediaciones de las tumbas. La segunda
consideración lo relaciona con cenizas y carboncillos procedentes de hogares
domésticos respondiendo a antiguas creencias que relacionan la muerte con la unidad
familiar (SALIN, 1952, Vol. II: 202 y ss.).
Los hallazgos de Piasca presentan una cierta novedad científica en tanto que parece
haberse encontrado hogares, junto con resto de alimentos. Es decir, los elementos
arqueológicos exhumados (impronta de fuegos, restos de animales y antropológicos)
pueden estar en relación y poseer una deposición sincrónica. Todo indica que nos
encontramos ante testimonios de un banquete funerario.
K.B. Young viene a explicar todos estos fenómenos, en sus estudios sobre el mundo
funerario merovingio, dentro del proceso de aculturación de las sociedades
precristinianas del Occidente medieval. La Iglesia no se implicó decididamente a aplicar
la ortodoxia, respetando las prácticas funerarias locales o “indígenas” dentro de la esfera
de la tradición familiar, más preocupada de erradicar otros vestigios de cultos paganos
(altares, magia, idolatría), desarrollados en la esfera pública (YOUNG, K.B., 1977: 54-
57). El imperio carolingio intentará poner fin a la costumbre del rito funerario de la
incineración, condenando a la pena capital a sus practicantes (Capitulatio de partibus
Saxoniae, 775-790, 7, M.G.H., Capitularia regnum Francorum, t. I: 69, citado por
SALIN, Vol. II: 358). En la Crónica de Albelda se señala como el monarca Ramiro I de
Asturias (842-850) tuvo que reprimir con dureza las muy extendidas prácticas mágicas.
Siguiendo los trabajos de investigación de Iñaki García Camino, del que este artículo es
deudor, entorno al cambio de milenio la muerte se cristianizará, eliminándose
progresivamente sus adherencias paganas (GARCÍA CAMINO, 2002: 250;
AZKÁRATE, A. y GARCÍA, I., 1992). Para la necrópolis de Santa María de Piasca, se
cuenta con varias fechas absolutas realizadas sobre muestras óseas pertenecientes a
diversas tumbas de lajas. Concretamente, se efectuó una datación de una sepultura que
evidenciaba claramente el fenómeno tratado. El resultado obtenido se contextualiza
cronológicamente en un periodo avanzado del medievo, entorno al siglo XIII (UGRA nº
605: edad de radiocarbono convencional 780+/- 60 BP; con fecha calibrada en el año
1275 AD).