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grupos marginados y excluidos en tiempo de Jesús

los enfermos

los

enfermos

la enfermeda era un signo de probeza y abandono, ya que quedaban desamparados y les tocaba
mendigar.

el enfermo era sospechoso de pecado, acusado de impuro y expulsado de la sociedad

los pecadores

los

pecadores

eran publicanos, prostitutas, pastores, carniceros etc...

en aquel tiempo el nombre "pecador" se le hacia referencia a personas con situacion economica.

eran excluidos, sufrian rechazo y despresio de parte de los demas .

los mendigos

en su mayoria eran ciegos, tullidos o mutilados , que mendigaban.

tenian que pedir limosna para que no fueran una carga para su familia.

pedian limosna fuera de las puertas del templo.

los

mendigos

las mujeres

su lugar era el hogar, debia encargarse de los deberes y ocuparse de los hijos.

no podia participar en la vida publica.

las mujeres eran las mas vulneradas e indefensas .

las

mujeres

los esclavos

no tenian derechos legales , eran tratados como propiedad de sus dueños .

no tenian hacienda por eso les tocaba vivir de la ayuda ajena.

casi un tercio de poblacion eran esclavos.


los

esclavos

SEMINARIO «JESÚS ENTRE LOS MARGINADOS»

José Cervantes Gabarrón

Prof. Nuevo Testamento · Foro I. Ellacuría

Siguiendo con el proyecto iniciado hace varios años orientado a hacer un estudio sobre cuestiones
sociales en la Biblia, durante el año 2004-2005 dedicamos nuestro curso al estudio de textos
escogidos de los evangelios relativos a la actitud de Jesús ante los marginados sociales hasta
llevarnos a la comprensión de Jesús como un automarginado de su tiempo por la causa del Reino
de Dios.

En nuestra metodología abordamos el origen y el proceso de formación de los evangelios


sinópticos y realizamos una lectura comparada de los mismos de modo que, desde los criterios
científicos de la exégesis actual, pudimos remontarnos hasta el conocimiento de los datos
evangélicos de valor histórico en la aproximación a Jesús.

Para ello tuvimos en cuenta las aportaciones de las ciencias sociales en el estudio de los textos del
Nuevo Testamento y seguimos las orientaciones fundamentales de los estudiosos del Jesús
Histórico. Los instrumentos bibliográficos básicos de nuestra indagación fueron las obras de John
P. Meier, Un judío marginal. Nueva Visión del Jesús Histórico, (4 vol.) Estella, Editorial Verbo
Divino, 1999-2003 y la mía propia, como profesor del curso, José Cervantes Gabarrón, Sinopsis
Bilingüe de los Evangelios con los paralelos del evangelio de Juan, Estella, Verbo Divino, 1999,
22004.

Con nuestra metodología habitual, es decir, descubriendo la pluralidad de lenguajes y de géneros


literarios del Nuevo Testamento, y acercándonos al conocimiento de los contextos sociales en los
que se fueron configurando las tradiciones orales y escritas de los evangelios, descubrimos el
carácter nuclear de la predicación y de la actuación de Jesús a favor de los marginados sociales de
su tiempo. Veinte personas, muchas de ellas ya habituales en nuestros cursos, siguieron con sumo
interés el programa de estudio, las lecturas indicadas y los trabajos del curso.

El programa desarrollado fue el siguiente:

La historicidad de los Evangelios

Jesús, un judío marginal

La prioridad de los marginados en el mensaje de Jesús: Mt 11,2-6 y par.

Jesús y los marginados: La curación del leproso: Mc 1,40-45 y par.

Jesús y la mujer: La hija de Jairo y la hemorroisa: Mc 5,21-43 y par.

La ejecución en la cruz de un marginado.

En la primera parte del curso abordamos los diversos criterios de historicidad aplicados al estudio
de los evangelios y comúnmente aceptados en la exégesis bíblica moderna. A partir de ellos,
fuimos analizando los datos evangélicos que permiten afirmar que Jesús fue un automarginado
social en virtud de su opción radical y absoluta por el Reino de Dios y su justicia. Éste tiene como
prioridad indiscutible entre sus destinatarios a los marginados y excluidos de la tierra, a los pobres
y a los desheredados del mundo. La fidelidad de Jesús a esta prioridad de su ministerio público es
lo que históricamente le costó la vida. Jesús murió ejecutado en la cruz como un marginado, tras
una sentencia injusta de las autoridades religiosas y políticas de su tiempo, y la razón última de su
ejecución fue la prioridad de los marginados en su mensaje religioso frente a las instituciones
religiosas de su época, el templo, la ley y el sábado. La curación de un leproso y la curación de la
mujer con hemorragias de sangre se convierten en paradigmas de la actuación de Jesús en
relación con los marginados. El mensaje de Jesús acerca de los marginados está en plena
coherencia con su actuación liberadora respecto a los excluidos sociales de su tiempo.

La curación del leproso por parte de Jesús es un signo revelador del Reino de Dios que él ha
anunciado e inaugurado (Mc 1,39-45). La enfermedad maldita de la lepra era motivo de exclusión
de la comunidad israelita por razones de impureza y de prevención de su transmisión. Así aparece
legislada la actuación con los enfermos de lepra en el libro bíblico del Levítico (Lv 13) y así fue
desarrollada posteriormente en las legislaciones rabínicas de la Misná. El leproso era, de hecho,
como un muerto en vida.

En ese contexto social y religioso de exclusión de los enfermos de lepra por razones de seguridad y
de prevención, interviene Jesús de manera provocadora. Un leproso no podía acercarse a nadie y
todo lo que tocaba quedaba impuro. Por eso tenía que vivir fuera de los poblados y advertir de su
presencia por dondequiera que pasaba. En cambio para Jesús el leproso es, sobre todo, un
marginado y excluido de la comunidad que necesita ayuda. El amor de Jesús hacia el leproso le
conmociona profundamente, le remueve sus entrañas de misericordia. Entonces extiende su
mano, lo toca y le devuelve la salud. Sin embargo más importante incluso que la recuperación de
la salud fue la recuperación de la dignidad como persona liberada de la marginación a la que
estaba sometido por la legislación vigente. El que había sido leproso quedó limpio y reincorporado
a la sociedad.

Jesús desobedeció la ley y quebrantó todas las medidas preventivas. La reacción de Jesús merece
gran atención. En vez de temer al contagio y a contaminarse con la impureza del leproso, él sintió
una gran convulsión interior al ver el sufrimiento cruel del enfermo marginado. En lugar de velar
por su propia seguridad y de protegerse ante la presencia de una supuesta amenaza a la salud
pública y al control social de la misma, Jesús se mueve en otro sentido y tiende su mano al
excluido. Había visto en el leproso al ser humano sufriente, indigente y necesitado de ayuda,
maltratado y oprimido por la ley. La intervención de Jesús es digna de admiración en toda su
extensión. Tan admirable como el efecto de la curación es la acción sorprendente y extraordinaria
de tocar al leproso. El prodigio de Jesús ha consistido en romper con una ley de exclusión y
marginación del ser humano y saltarse a la torera las medidas preventivas de seguridad para poner
al marginado en el centro de mira de su amor. Tal actuación de Jesús es una señal inequívoca de la
llegada del Reino de Dios a este mundo. Por aquí va el cambio de mentalidad que el evangelio
reclama.

El análisis de este texto así como el de la resurrección de la hija de Jairo y la curación de


hemorroisa (Mc 5,21-43 y par.) fueron el objeto material y específico de nuestra indagación en
este curso, mediante el cual se mostró la prioridad de los marginados en el mensaje de los
evangelios.
Jesús y los marginados
marginado,da
adj. Dicho de una persona o de un grupo: No integrado en
la sociedad (RAE)

adj. y s. Que está socialmente aislado o en situación de


inferioridad. Que está separado o apartado del trato social:

Vamos a acercarnos a la realidad social de algunos


colectivos que podríamos considerar "marginados" en la época
de Jesús (y en nuestra época) y vamos a intentar aproximarnos
a la actitud que Jesús de Nazaret mantiene ante estos
marginados.

Los pecadores
La primera categoría de marginados en la sociedad judía
contemporánea de Jesús la forman los pecadores. ¿Quiénes
podían considerarse como tales? Desde luego todos aquellos que
quebrantaban la Ley de Moisés de manera grave y notoria. En
esta condición estaban las rameras, los adúlteros, los ladrones y
los bandidos.

Además de estos pecadores por transgresión hay otros que


lo son por razón de su oficio. Según la opinión de los judíos
algunos profesionales faltaban a la justicia en el ejercicio de su
quehacer. Así estaban calificados los pastores, porque era
inevitable que entraran con sus ovejas a pastar en campos
ajenos. Lo mismo hay que decir de los publicanos, que eran los
encargados de recaudar la contribución para Roma. Contrataban
una cantidad global con el gobernador romano y después hacían
la recaudación por su cuenta.
Ya sabían ellos lo que tenían que hacer para no perder nada
y ganar mucho: abusar de su cargo. En efecto, en ocasiones
hacían pagar a los contribuyentes más cantidad de dinero de la
que exigía el impuesto, con lo cual se hacían muy ricos. Los
judíos despreciaban y aborrecían a los publicanos y les
recortaban sus derechos civiles; por ejemplo, no podían ser ni
jueces ni testigos. Y obraban así no sólo por el odio que les
inspiraba su complicidad con los romanos, sino por considerarlos
hombres injustos y ladrones.
¿Cuál fue la postura de
Jesús con los pecadores? En primer lugar tiene para ellos
palabras de aliento y esperanza: "no he venido a buscar a
los justos, sino a los pecadores"; "tus pecados quedan
perdonados". Y al buscar un símbolo para retratarse, y a la vez
dibujar el rostro de Dios, se fija en el pastor que carga con gozo
sobre sus hombros a la oveja descarriada; o se asemeja al
padre misericordioso, que abre su corazón y su casa al hijo
pródigo y libertino. Con razón llamaban a Jesús "amigo de
publicanos y pecadores".

Además, el evangelio nos habla del gesto acogedor, que


comprende y perdona, hasta defender a una mujer pública en
contra de la opinión del fariseo Simón. En lugar de condenar,
como implícitamente le pedían los judíos más puritanos, salva y
rehabilita a la mujer adúltera. Pone también como modelo de
oración la súplica contrita de un publicano. Y se aloja en casa de
Zaqueo y come a su mesa; ese detalle puede parecer trivial a
una mentalidad occidental, pero entre los orientales era signo
de la mayor amistad. Por último, destacamos que elige a uno de
ellos (Mateo – Leví) como apóstol.

Esta opción de Jesús en favor de los pecadores llama la


atención y es muy significativa. La sociedad israelita estaba
montada teocráticamente; era un pueblo religioso, elegido por
Dios, llamado a ser santo. La palabra pecador no designaba
sólo la dimensión espiritual del hombre, sino que era también
una calificación social: los pecadores estaban mal vistos, no
tenían sitio en aquella sociedad, ocupaban los estratos más
bajos, estaban marginados y excluidos de la misma. Por eso la
postura de Jesús, poniéndose cerca de los pecadores, resultaba
chocante y hasta escandalosa.

¿Qué dirían los judíos fervorosos, los que se creían


perfectos, cuando oyeran proclamar a Jesús que "los publicanos
y las rameras irían delante de ellos en el reino de Dios"?

Los enfermos
En las sociedades primitivas, muy escasas en servicios
sanitarios, los enfermos de toda índole formaban un grupo
amplísimo.

a) Los evangelios mencionan a los leprosos; es probable


que en aquella época, sin grandes conocimientos médicos, la
mentalidad popular calificase como tales a cualquiera que
tuviese una enfermedad en la piel, además de a los leprosos
propiamente dichos.

b) Otro vocablo empleado con frecuencia es el


de posesos o endemoniados; es comprensible que agruparan
bajo estos términos a muchos dolientes de tipo psíquico, en los
que no se adivinaba trastorno alguno corporal, pero tampoco se
los veía como personas normales.

c) Finalmente estaban los que sufrían alguna deficiencia


física: los ciegos, los paralíticos (tullidos), los mudos y los cojos.
Todos ellos estaban apartados de la vida social.
Un rasgo común que los caracteriza a todos es su condición
de pobres. La inmensa mayoría eran personas sin trabajo y sin
recursos monetarios. Ni podían valerse por sí mismos ni la
familia podía sustentarlos; por eso se veían obligados a
mendigar, colocándose a la entrada de las ciudades por donde
solía pasar la gente, para pedir una limosna a los transeúntes.

Estaban marginados por un doble capítulo:

a) Nunca se ha dado trato de privilegio a los enfermos. Pero


menos aún si se sospechaba que podían contagiar a los sanos,
como era el caso de los leprosos, obligados a vivir en el campo,
sin entrar en la población; o se los tenía por impuros y
relacionados con los malos espíritus.

b) Pero además, por incluirlos entre los pecadores; por una


falsa teología creían muchas veces que las enfermedades las
mandaba Dios como castigo por los pecados cometidos.

La postura de Jesús

Jesús se desvive por los enfermos. Acudían en tropel a


cualquier sitio en que él estuviera. A veces, dando gritos, le
pedían socorro. En otras ocasiones, como hizo la mujer
hemorroísa, se acercaban tímidamente a él y le tocaban con la
esperanza de verse curados. Jesús nunca hizo ascos de ningún
enfermo; jamás desatendió a los que se le presentaban; incluso
llegó a tocar con su mano a los leprosos, haciendo trizas el tabú
de lo puro y de lo impuro. Y siempre hacía con ellos lo que más
necesitaban: curarles la enfermedad y reintegrarlos en la
sociedad. Con razón dice un evangelista: "salía de él una virtud
que sanaba a todos" (Lc 6,19).

Las mujeres
La condición de las mujeres en la época de Jesús era
bastante penosa. En el aspecto familiar sólo se pensaba en ellas
para el matrimonio; era la única salida posible. Pero al casarse
llevaban siempre la peor parte. El marido se convertía en amo y
señor; la esposa no pasaba de sirvienta, que tenía que lavarle la
cara, las manos y los pies; esta tarea la cumplían también los
esclavos si no eran judíos. Soportaban la poligamia y el
divorcio; los hombres podían abandonarlas no sólo por
adulterio, sino por motivos fútiles, como el haber perdido
encanto físico o no saber cocinar bien. Si alcanzaban la
maternidad, sí gozaban de mayor respeto y veneración. Pero si
no tenían hijos, como la falta de fecundidad se atribuía sólo a
las mujeres, tenían que soportar la ignominia de que las
llamaran estériles; era una desgracia por la que tenían casi que
ocultarse y no aparecer en público.

Socialmente no gozaban de ninguna consideración. Más bien


estaban terriblemente discriminadas. Si nacía un varón,
estallaba la alegría en casa; si era mujer, aparecía la
indiferencia y aun la tristeza. Las escuelas eran sólo para los
muchachos; la formación de la mujer se limitaba a aprender los
trabajos domésticos: coser, tejer, guisar. Eran siempre como
menores de edad; cuando estaban solteras, respondía por ellas
el padre; si casadas, el marido. Siempre se las miraba como
inferiores a los hombres; si había huéspedes en casa, ella comía
aparte; si había que heredar, los hijos iban delante de las hijas.
No participaban en la vida pública; salían poco de casa; y no
estaba bien visto que se hablara con ellas en la calle. En fin,
hasta se las podía vender como esclavas para pagar las deudas.

En el terreno religioso persiste la marginación de la mujer.


Los rabinos no les enseñan la ley, porque harían mal uso de lo
aprendido. En las sinagogas están separadas de los hombres por
una barrera; el culto comienza si al menos hay diez hombres,
pero no se hace el recuento de las mujeres; no se les permite
intervenir; tienen que limitarse a escuchar. Al dar a luz quedan
como impuras durante cuarenta u ochenta días, según haya
nacido niño o niña. No las obligan todas las cláusulas de la ley,
pero están sometidas a las penas más graves si las quebrantan.
No tienen obligación de rezar el shema; y tienen que aguantar
que los hombres recen: "alabado sea Dios por no haberme
hecho mujer".

La postura de Jesús
En esta sociedad tan masculinizada, la irrupción de Jesús no
puede ser más revolucionaria. Comienza por hablar con ellas,
gesto que no dejó de extrañar a sus mismos discípulos, aunque
nada se atrevieran a decirle. Y no sólo dialoga con ellas, sino
que las admite en su compañía, las instruye en la doctrina del
reino, recibe de ellas ayudas económicas, deja que le acaricien
los pies y le perfumen la cabeza. Al exigir que el matrimonio sea
indisoluble, protege a la mujer de los caprichos del varón. Llega
a tener amistad con Marta y María, le agrada verse consolado
por algunas en el camino del Calvario y que le acompañen en
las últimas horas de su vida en la cima del Gólgota. Y en contra
de la mentalidad judía, que no las admitía como testigos
válidos, porque las tenían por mentirosas, es a ellas a quienes
primero se aparece cuando ha resucitado.

Los pobres
La tierra de Palestina es árida y poco fértil. Saqueada a lo
largo de su historia por sucesivas guerras, y desde hacía ocho
siglos ocupada por potencias extranjeras, era en tiempo de
Jesús una nación esquilmada. No había muchos esclavos; sólo
eran numerosos en la corte de Herodes. Pero
los pobres formaban una verdadera legión. Unos vivían de las
ayudas que la gente les daba; otros ganaban su escaso sustento
con el trabajo. Estar sin él era trágico para los jornaleros.

El relato de la multiplicación de los panes sirve para


imaginarnos el triste panorama de la miseria del pueblo: sin
alimentos suficientes que llevarse a la boca, sin trabajo con el
que poder ganar el jornal diario, sin techo donde guarecerse. La
parábola del rico epulón y del pobre Lázaro, o la de la mujer
angustiada por haber perdido una moneda, son muy expresivas
del ambiente en que vivió Jesús. Como suele suceder en casi
todas las épocas, esa pobreza económica llevaba aparejada la
pobreza social; no sólo se carecía de dinero, sino de amistades,
de prestigio y de influencia.

La postura de Jesús
En primer lugar quiso nacer dentro de los pobres. Su
madre, María de Nazaret, estaba casada con un carpintero,
profesión que no podía ser

muy  lucrativa en el medio


campesino. Cuando llegó la hora de elegir discípulos, llamó a
pescadores del lago de Tiberíades y a labriegos de las campiñas
de Galilea. Es verdad que, según la tradición, tenía una túnica
inconsútil, que los soldados no quisieron romper en trozos tal
vez para que no se estropeara. Pero él mismo dijo que su vida
estaba a la intemperie, con menos seguridad que los pájaros, a
los que no falta el calor del nido, o que las raposas, que tienen
sus madrigueras; Jesús, el hijo del hombre, no tenía donde
reclinar su cabeza.

Y además Jesús optó por los pobres. Tan cercano se siente


a esa categoría que alguien ha podido resumir su evangelio no
en la frase "el reino, la salvación ha llegado", sino en esta otra:
"el reino, la salvación ha llegado a los pobres y pecadores".
Vivió el amor universal, sin excluir a nadie, pero mostró sus
preferencias por los desheredados.

Otros marginados
Estas cuatro clases de personas mencionadas, socialmente
marginadas en la sociedad judía, y a las cuales dedicó Jesús las
mayores atenciones, no son las únicas en sufrir discriminación.
A su lado, y mirando los datos que nos ofrecen los evangelios,
podríamos recordar algunos más. Dejemos sobre ellos un leve
apunte.

Marginados son los niños. No se los tenía en cuenta para


nada. Jesús los pone como modelos de humildad, cuando
exhorta a los adultos a ser como ellos, si quieren entrar en el
reino de los cielos. Y emplea el tiempo con ellos, cosa que no
debió de parecer bien a los apóstoles, a juzgar por las palabras
del Maestro: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo
impidáis".
También eran discriminados los gentiles. La ley prohibía
tratar con ellos. Ni se podía entrar en sus casas, porque
contaminaban, ni se les dejaba penetrar en el hogar de un
israelita, ni en el atrio interior del templo. Los judíos no subieron
al pretorio de Pilato cuando fueron a condenar a Jesús. Pero él sí
atiende la petición de la mujer cananea, curando a su hija.

También son marginados los samaritanos. Era una raza


mestiza, con mezcla de sangre judía y pagana. Además se
habían apartado de la ortodoxia de Jerusalén, edificando su
propio templo en la montaña de Garizín. Entre ellos y los judíos
puros había fuertes tensiones y enemistades. Ni siquiera se
podían pedir un vaso de agua. El peor insulto era llamar a uno
"samaritano". Sin embargo, Jesús los propone como modelos de
gratitud y de amor.
Por último están los campesinos, los hombres del pueblo
llano. No eran sólo los que vivían en el medio rural, sino los
ignorantes que desconocían la Ley y, en consecuencia, no
podían tampoco practicarla con fidelidad. Las clases cultas y los
fariseos autosuficientes los despreciaban como parias de aquella
sociedad. Jesús vivió en cordial cercanía de ellos.

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