Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
los enfermos
los
enfermos
la enfermeda era un signo de probeza y abandono, ya que quedaban desamparados y les tocaba
mendigar.
los pecadores
los
pecadores
en aquel tiempo el nombre "pecador" se le hacia referencia a personas con situacion economica.
los mendigos
tenian que pedir limosna para que no fueran una carga para su familia.
los
mendigos
las mujeres
su lugar era el hogar, debia encargarse de los deberes y ocuparse de los hijos.
las
mujeres
los esclavos
esclavos
Siguiendo con el proyecto iniciado hace varios años orientado a hacer un estudio sobre cuestiones
sociales en la Biblia, durante el año 2004-2005 dedicamos nuestro curso al estudio de textos
escogidos de los evangelios relativos a la actitud de Jesús ante los marginados sociales hasta
llevarnos a la comprensión de Jesús como un automarginado de su tiempo por la causa del Reino
de Dios.
Para ello tuvimos en cuenta las aportaciones de las ciencias sociales en el estudio de los textos del
Nuevo Testamento y seguimos las orientaciones fundamentales de los estudiosos del Jesús
Histórico. Los instrumentos bibliográficos básicos de nuestra indagación fueron las obras de John
P. Meier, Un judío marginal. Nueva Visión del Jesús Histórico, (4 vol.) Estella, Editorial Verbo
Divino, 1999-2003 y la mía propia, como profesor del curso, José Cervantes Gabarrón, Sinopsis
Bilingüe de los Evangelios con los paralelos del evangelio de Juan, Estella, Verbo Divino, 1999,
22004.
En la primera parte del curso abordamos los diversos criterios de historicidad aplicados al estudio
de los evangelios y comúnmente aceptados en la exégesis bíblica moderna. A partir de ellos,
fuimos analizando los datos evangélicos que permiten afirmar que Jesús fue un automarginado
social en virtud de su opción radical y absoluta por el Reino de Dios y su justicia. Éste tiene como
prioridad indiscutible entre sus destinatarios a los marginados y excluidos de la tierra, a los pobres
y a los desheredados del mundo. La fidelidad de Jesús a esta prioridad de su ministerio público es
lo que históricamente le costó la vida. Jesús murió ejecutado en la cruz como un marginado, tras
una sentencia injusta de las autoridades religiosas y políticas de su tiempo, y la razón última de su
ejecución fue la prioridad de los marginados en su mensaje religioso frente a las instituciones
religiosas de su época, el templo, la ley y el sábado. La curación de un leproso y la curación de la
mujer con hemorragias de sangre se convierten en paradigmas de la actuación de Jesús en
relación con los marginados. El mensaje de Jesús acerca de los marginados está en plena
coherencia con su actuación liberadora respecto a los excluidos sociales de su tiempo.
La curación del leproso por parte de Jesús es un signo revelador del Reino de Dios que él ha
anunciado e inaugurado (Mc 1,39-45). La enfermedad maldita de la lepra era motivo de exclusión
de la comunidad israelita por razones de impureza y de prevención de su transmisión. Así aparece
legislada la actuación con los enfermos de lepra en el libro bíblico del Levítico (Lv 13) y así fue
desarrollada posteriormente en las legislaciones rabínicas de la Misná. El leproso era, de hecho,
como un muerto en vida.
En ese contexto social y religioso de exclusión de los enfermos de lepra por razones de seguridad y
de prevención, interviene Jesús de manera provocadora. Un leproso no podía acercarse a nadie y
todo lo que tocaba quedaba impuro. Por eso tenía que vivir fuera de los poblados y advertir de su
presencia por dondequiera que pasaba. En cambio para Jesús el leproso es, sobre todo, un
marginado y excluido de la comunidad que necesita ayuda. El amor de Jesús hacia el leproso le
conmociona profundamente, le remueve sus entrañas de misericordia. Entonces extiende su
mano, lo toca y le devuelve la salud. Sin embargo más importante incluso que la recuperación de
la salud fue la recuperación de la dignidad como persona liberada de la marginación a la que
estaba sometido por la legislación vigente. El que había sido leproso quedó limpio y reincorporado
a la sociedad.
Jesús desobedeció la ley y quebrantó todas las medidas preventivas. La reacción de Jesús merece
gran atención. En vez de temer al contagio y a contaminarse con la impureza del leproso, él sintió
una gran convulsión interior al ver el sufrimiento cruel del enfermo marginado. En lugar de velar
por su propia seguridad y de protegerse ante la presencia de una supuesta amenaza a la salud
pública y al control social de la misma, Jesús se mueve en otro sentido y tiende su mano al
excluido. Había visto en el leproso al ser humano sufriente, indigente y necesitado de ayuda,
maltratado y oprimido por la ley. La intervención de Jesús es digna de admiración en toda su
extensión. Tan admirable como el efecto de la curación es la acción sorprendente y extraordinaria
de tocar al leproso. El prodigio de Jesús ha consistido en romper con una ley de exclusión y
marginación del ser humano y saltarse a la torera las medidas preventivas de seguridad para poner
al marginado en el centro de mira de su amor. Tal actuación de Jesús es una señal inequívoca de la
llegada del Reino de Dios a este mundo. Por aquí va el cambio de mentalidad que el evangelio
reclama.
Los pecadores
La primera categoría de marginados en la sociedad judía
contemporánea de Jesús la forman los pecadores. ¿Quiénes
podían considerarse como tales? Desde luego todos aquellos que
quebrantaban la Ley de Moisés de manera grave y notoria. En
esta condición estaban las rameras, los adúlteros, los ladrones y
los bandidos.
Los enfermos
En las sociedades primitivas, muy escasas en servicios
sanitarios, los enfermos de toda índole formaban un grupo
amplísimo.
La postura de Jesús
Las mujeres
La condición de las mujeres en la época de Jesús era
bastante penosa. En el aspecto familiar sólo se pensaba en ellas
para el matrimonio; era la única salida posible. Pero al casarse
llevaban siempre la peor parte. El marido se convertía en amo y
señor; la esposa no pasaba de sirvienta, que tenía que lavarle la
cara, las manos y los pies; esta tarea la cumplían también los
esclavos si no eran judíos. Soportaban la poligamia y el
divorcio; los hombres podían abandonarlas no sólo por
adulterio, sino por motivos fútiles, como el haber perdido
encanto físico o no saber cocinar bien. Si alcanzaban la
maternidad, sí gozaban de mayor respeto y veneración. Pero si
no tenían hijos, como la falta de fecundidad se atribuía sólo a
las mujeres, tenían que soportar la ignominia de que las
llamaran estériles; era una desgracia por la que tenían casi que
ocultarse y no aparecer en público.
La postura de Jesús
En esta sociedad tan masculinizada, la irrupción de Jesús no
puede ser más revolucionaria. Comienza por hablar con ellas,
gesto que no dejó de extrañar a sus mismos discípulos, aunque
nada se atrevieran a decirle. Y no sólo dialoga con ellas, sino
que las admite en su compañía, las instruye en la doctrina del
reino, recibe de ellas ayudas económicas, deja que le acaricien
los pies y le perfumen la cabeza. Al exigir que el matrimonio sea
indisoluble, protege a la mujer de los caprichos del varón. Llega
a tener amistad con Marta y María, le agrada verse consolado
por algunas en el camino del Calvario y que le acompañen en
las últimas horas de su vida en la cima del Gólgota. Y en contra
de la mentalidad judía, que no las admitía como testigos
válidos, porque las tenían por mentirosas, es a ellas a quienes
primero se aparece cuando ha resucitado.
Los pobres
La tierra de Palestina es árida y poco fértil. Saqueada a lo
largo de su historia por sucesivas guerras, y desde hacía ocho
siglos ocupada por potencias extranjeras, era en tiempo de
Jesús una nación esquilmada. No había muchos esclavos; sólo
eran numerosos en la corte de Herodes. Pero
los pobres formaban una verdadera legión. Unos vivían de las
ayudas que la gente les daba; otros ganaban su escaso sustento
con el trabajo. Estar sin él era trágico para los jornaleros.
La postura de Jesús
En primer lugar quiso nacer dentro de los pobres. Su
madre, María de Nazaret, estaba casada con un carpintero,
profesión que no podía ser
Otros marginados
Estas cuatro clases de personas mencionadas, socialmente
marginadas en la sociedad judía, y a las cuales dedicó Jesús las
mayores atenciones, no son las únicas en sufrir discriminación.
A su lado, y mirando los datos que nos ofrecen los evangelios,
podríamos recordar algunos más. Dejemos sobre ellos un leve
apunte.