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ROSARIO DE LOS 7 DOLORES

Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo.


Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de
compartir los sufrimientos más hondos de la vida de María en la tierra. Al
mismo tiempo esta devoción nos ayuda a entender el mal que hemos cometido
y nos lleva a un verdadero arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los de
María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, participamos en la
redención de nuestros pecados y los del mundo entero.
Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados.
Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser
verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu
muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.
Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
 
Primer Dolor - La profecía de Simeón (cf. Lucas 2,22-35)
«Ahora tu siervo puede morir en paz, mi Señor», dijo.
Simeón los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí,
este niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento
de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción y
una espada traspasará aun tu propia alma a fin de que sean revelados los
pensamientos de muchos corazones.

Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes
palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de Jesús.
Querida Madre, obtén para nosotros un auténtico arrepentimiento de nuestros
pecados.

-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


 
  Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa, recuérdanos
siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
Segundo Dolor - La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)
Un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y
le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a
Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque
Herodes va a buscar al niño para matarlo.» Así que se
levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a

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su madre, y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de
Herodes. De este modo se cumplió lo que el Señor había dicho por medio
del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Consideremos el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que
huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza
decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus
privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la
tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzanos la gracia de perseverar en la
confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de nuestra
vida.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
 
Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa, recuérdanos siempre
los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
Tercer Dolor - El Niño perdido en el Templo (Lucas 2,41
-50)
Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta
de la Pascua. Y cuando tuvo doce años, subieron a la
fiesta, como era costumbre. Pasados aquellos días, al
regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo
advirtiesen sus padres. Suponiendo que iba en la
caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los
parientes y conocidos, y como no lo encontrasen, retornaron a Jerusalén
en busca suya.
Y ocurrió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado
en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles. Cuantos le
oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas. Al verlo
se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?
Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. Y él les dijo: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las
cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo»
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido
a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a
Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron
en el templo. Madre querida, cuando el pecado nos lleve a perder a Jesús,
ayúdanos a encontrarlo de nuevo en el templo, en la Iglesia, en los
sacramentos, en mis hermanos, en el templo de los más necesitados.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
 

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 Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa, recuérdanos
siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.

Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús camino al


Calvario (IV Estación del Vía Crucis)
En la subida al Calvario Jesús encuentra a su madre. Sus
miradas se cruzan. Se comprenden. María sabe quién es
su Hijo. Sabe de dónde viene. Sabe cuál es su misión.
María sabe que es su madre; pero sabe también que ella
es hija suya. Lo ve sufrir, por todos los hombres, de ayer, hoy y mañana.
Y sufre también ella.
Consideremos el tremendo dolor que sintieron los ojos de María cuando se
encontraron; el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su Hijo en
medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. María, nosotros también
queremos acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdanos a reconocerlo en mis
hermanos y hermanas que sufren.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre 

Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa, recuérdanos siempre


los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su
madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús,
viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba,
dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al
discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el
discípulo la acogió en su casa.
Contemplemos los dos sacrificios en el Calvario - uno, el cuerpo de Jesús; el
otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor
viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie
de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus
enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu
hijo." Y a nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre." María, te
aceptamos como nuestra Madre y queremos recordar siempre que Tú nunca le
fallas a tus hijos.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

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 Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa, recuérdanos
siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.

Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado


de la Cruz (Marcos 15, 42-46)
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de
Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato
que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo
autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Consideremos el amargo dolor que sintió el Corazón de María
cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su
regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta
aflicción. Haz que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de
nuestras vidas.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre
 
Antes de cada misterio, diga: Madre Misericordiosa, recuérdanos siempre
los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.

Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro (Juan 19,


38-42)
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado
José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a
Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se
lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro
nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la
entrada del sepulcro y se marchó.
 Madre mía, acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu
dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado a
tu Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos
amas. Por el dolor que sentiste en tu soledad, cuando dejaste el cuerpo de tu
Hijo en el sepulcro, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te
pedimos en esta oración: vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo
amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.
 -Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Oración final

4
Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna
semejante a ti, hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial, madre de
nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por
nosotros, junto con el arcángel san Miguel y todas las virtudes del cielo y con
todos los santos, ante tu santísimo Hijo amado, Señor y Maestro. Gloria al
Padre... Como era...

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