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Facultad de Periodismo y Comunicación Social / Relaciones Internacionales

Alumna: Ciccone Andrea.


Legajo: 8063/6.

Mirando Atrás : La ETA y sus comienzos

Se puede decir que la ETA (“Euskadi Ta Askatasuna”) es un producto del


nacionalismo vasco y del franquismo. Ya que, no se puede entender, sin estos dos
factores que favorecieron a su creación y que permitieron su supervivencia.
La ETA nace como un grupo terrorista, desde las entrañas de la juventud del partido
nacionalista vasco quienes consideraban que el PNV (Partido Nacionalista Vasco) no
hacía lo necesario para luchar contra la dictadura ultraderechista del General Franco en
España.
También, muestra el sentimiento nacionalista de un pueblo que ve reprimida su
forma de vida, y cultura, a través de un sector intransigente de la política, que llegó al
poder gracias al uso de las armas. Fue este régimen totalitario quien reprimió con
violencia la lengua, la cultura y a los propios vascos, que no tenían el derecho de hablar
en público su lengua, el Euskara.
Primero formaron el colectivo Ekin. Ideológicamente era una combinación de
nacionalismo vasco y marxismo leninismo, mezclado con los manuales de guerrilla.
ETA era mayoritariamente apoyada por la población vasca, en los últimos años del
franquismo, no por su nacionalismo sino porque era el único grupo capaz de crear
problemas serios a la dictadura. De ahí surge el problema de su importante apoyo social,
aún hoy, casi un cuarto de siglo después de la muerte del General Franco, y tras varias
décadas de su constitución.
Trataron de extender sus ideas utilizando técnicas propagandísticas. En un principio
se limitaron a editar folletos, pero al no conseguir continuar con sus pretensiones a
través de la propaganda, no tardaron en decidirse a realizar sus primeras acciones
ilegales, entre estas se encuentra su primer asesinato, el cual ocurrió en la estación de
Amara, en San Sebastián, el 28 de junio de 1960, cuando una bomba en la sala de
consignas, produjo la muerte a María Begoña Urroz Ibarrola, una niña vasca de año y
medio, esta acción -según ellos reivindicativa- marcaría de algún modo la forma de
actuar del terrorismo etarra.
España es uno de los países más descentralizados del mundo, tiene concedidas
competencias de autogobierno a muy altos niveles. La comunidad autónoma vasca tiene
20.600 kilómetros cuadrados y algo más de dos millones de habitantes.
El referéndum de apoyo a la Constitución del seis de diciembre de 1978 tuvo en
Euskadi una participación de 642.396 electores frente a las 859.427 abstenciones.
Además, en esos 642 mil votos hay que incluir 163.191 de votos negativos, un 25
por ciento de los sufragios. Esta constitución protege las diversas nacionalidades y
regiones que constituyen el estado español, garantizando su nivel de auto gobierno. El
texto constitucional y el régimen de las autonomías reconocen el derecho de Cataluña,
el País Vasco y Galicia, a considerarse "naciones", categoría más elevada y distinta que
la de "regiones", y a desarrollar y promover su lengua y cultura en la más irrestricta
libertad; además, les concede una amplia gama de competencias administrativas,
económicas, educativas y políticas. Esto es lo que se conoce como el Estado de
autonomías, integrado por las 17 comunidades autónomas además de Ceuta y Melilla.
El Estatuto de Autonomía tuvo un amplio respaldo social. Con esta autonomía,
buscada por el pueblo vasco, la lucha de ETA dejó de tener sentido, y tras la Amnistía
General proclamada por parte del Estado, y la liberación de los presos políticos, se
esperaba una desaparición de la banda.
Pero, desde entonces, siempre ha quedado un rescoldo de ETA dispuesta a
continuar matando, secuestrando e intimidando al pueblo, con el pretexto de defenderlo
de un único enemigo, el gobierno español, opresor del pueblo vasco.

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Comienzos del nacionalismo y separatismo vasco

El nacionalismo vasco aparece en Bilbao a finales del pasado siglo. Es una reacción
xenófoba ante la inmigración y el fin de las viejas leyes (los Fueros) que suponían una
particularidad institucional desde 1525.
A estas leyes la iconografía nacionalista les da la importancia de pacto entre los
vascos y la Corona para que Vizcaya y Navarra formen parte del Reino. Durante las
guerras Carlistas, entre los partidarios del absolutista Fernando VII y de Don Carlos se
produce una primera confrontación, porque se cuestionan los Fueros Vascos. Los fueros
sobreviven gracias al Convenio de Bergara de 1839, pero en 1879 son derogados
definitivamente. La Diputación de Vizcaya luchó contra este decreto y, en 1877, el
gobernador civil disolvió las Juntas Generales vizcaínas por decreto. A cambio, se
consiguió el denominado Concierto Económico, o sea, la autonomía fiscal, y que sólo fue
interrumpido durante la dictadura franquista. Este es el primer “agravio” que provocó
años después el nacimiento del nacionalismo vasco.
Las bases ideológicas del nacionalismo vasco fueron establecidas por Sabino Arana
y Goiri y se apoyan sobre dos pilares: Jaun-goikoa eta lagi-zarra. En vascuence Dios y
Leyes Viejas (fueros). El concepto encierra tres apartados: la ley, la raza y el idioma.
A finales del siglo pasado, el impulsor del Partido Nacionalista Vasco (P.N.V.),
Sabino de Arana y Goiri, decidió sembrar la semilla del separatismo vasco en España.
En aquella época el nacionalismo catalán empezó a resurgir, y Sabino se planteó iniciar
en Euskadi un movimiento nacionalista similar, aunque, sin duda, mucho más violento.
Este escritor vasco no dudó en emplear los más graves insultos contra muchos de
los pueblos de España -fundamentalmente contra el castellano- como el mejor medio y
modo para luchar por sus ideas políticas.
Es necesario dar una breve definición del nacionalismo: según el filosofo francés
Renan "lo que constituye una nación no es hablar la misma lengua ni pertenecer al
mismo grupo étnico, sino haber llevado a cabo grandes logros en común en el pasado, y
desear realizarlos en el futuro".
Las quejas, que se formulan en este caso, son muchas por ejemplo al sistema de
enseñanza no universitaria del País Vasco y de Cataluña, porque el poder político ha
adaptado a su gusto y criterio las enseñanzas de los centros educativos, para guiar a su
conveniencia a los educandos.
Al tomar ese pasado, e inculcarlo en los alumnos, como un símbolo nacional, lo que
se hace es reforzar los procesos nacionalistas. Esto facilita la manipulación del poder
político. El idioma también funciona como un fuerte símbolo nacional.
Sin que esto signifique restar el compromiso con el pacifismo y la legalidad de los
movimientos nacionalistas que rechazan la acción directa y optan por la vía electoral,
hay que decir también que no son los métodos y las conductas lo que determina que un
movimiento político sea nacionalista, sino un núcleo básico de afirmaciones y creencias
que todos los nacionalistas, pacíficos o violentos, suscriben.

ETA : Un problema de todos.

Enrique Rodríguez Galindo, general de la Guardia Civil y especialista policial en ETA,


afirmó hace años que la guardia civil podía detener muchos comandos pero que el
problema sólo lo podían resolver los políticos. Debido a que el terrorismo es el más grave
síntoma de un problema social, no el problema en sí. La realidad social en Euskadi muestra
que casi doscientas cincuenta mil personas votan a Euskal Herritarrok, marca electoral de
la izquierda abertzale. Esto se ve acentuado por una política poco contenedora e inflexible.
También se ve representado por la significativa cantidad de jóvenes vascos
encerrados en un ambiente político que los ha convertido violentos adolescentes. El
balance de este tipo de violencia, como es el ejemplo de cinco mil actos vandálicos y casi
catorce mil millones de pesetas (casi 100 millones de dólares estadounidenses) en daños
materiales desde 1988 hasta 1997, provoca un rechazo frontal de la sociedad, que vive
rodeada de centenares de grupos de jóvenes organizados para destruir.

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No hay ningún estudio sociológico fiable que muestre la reacción de la población
vasca ante la ruptura de la tregua de la organización terrorista ETA, y es imposible predecir
su reacción ante un atentado. Al secuestrar a Miguel Ángel Garrido (29), un concejal del
Partido Popular en la vizcaína localidad de Ermua, una manifestación recorrió las calles de
Bilbao, una de las ciudades más importantes de Euskadi y de España, con más de 700.000
personas pidiendo a ETA que no cumpliera su amenaza. A las cuatro de la tarde del
domingo 12 de Julio, media hora después de cumplirse el plazo, unos cazadores
encontraron el cuerpo de Miguel Angel Garrido. Días después, en Madrid, Barcelona,
Toledo, y otras grandes ciudades de España, la población salió a la calle para demostrar su
apoyo al pueblo vasco, su repulsa por el atentado y su exigencia a ETA para que deje de
matar. Se calcula que participaron más de dos millones de personas en la movilización de
Madrid.
Sin embargo, pese al repudio generalizado, la organización terrorista siguió con su
escalada de asesinatos de concejales del PP. En respuesta a esto, en el seno de la ETA ya
se fraguaba la vuelta al poder de los ideólogos de una solución negociada, para evitar un
divorcio definitivo con su base social.

Una mirada analítica sobre el terrorismo de ETA.

Raymond Arón establece que "es considerada como terrorista una acción violenta
cuyos efectos psicológicos no guardan proporción con los resultados puramente físicos,
la ausencia de discriminación contribuye a propagar el temor ya que nadie esta
directamente apuntado y nadie se encuentra protegido".
Este factor se puede comprobar refiriéndose a sucesos ya actitudes concretas que
se dejan ver cotidianamente por una sociedad jaqueada por el miedo y la impotencia.
Cristina Cuesta, que perdió a su padre, asesinado por ETA, cuando tenía 20 años,
participó en la fundación "Gesto por la Paz" recopilando un libro con el testimonio de las
víctimas sin voz. En una de sus páginas se puede leer: "Los últimos atentados de ETA
han hecho aumentar el nerviosismo y el miedo. La situación ha empeorado y el
nerviosismo hace que hasta los grupos pacifistas se irriten unos con otros. No estamos
ni serenos ni preparados para llevar todo esto solos. Adolecemos de falta de liderazgo
político. Durante años, los familiares de las víctimas de ETA han permanecido en
silencio, olvidadas e ignoradas. Además de perder a seres queridos, han tenido que
soportar, con la indiferencia y, a veces, la inquina de los vecinos, situaciones de acoso y
pánico que debían mantener en secreto. La ley del silencio, del muro invisible que
levanta en torno a las víctimas una sociedad que se niega a reconocer la tragedia de
esas familias".
Aron considera que "en el caso del terrorismo indiscriminado, se llega a considerar a
todos como sospechosos, y dejar caer la venganza sobre cualquiera. La confianza
desaparece, por lo que no existe comunidad: si los hombres no saben que pueden
esperar unos de otros no viven ya en sociedad, todos tienen miedo y todos se encuentran
solos".
A la actitud pasiva del gobierno, a pesar de haber logrado desbaratar varios
comandos etarras, se contrapone el accionar directo de los separatistas. A los atentados
con explosivos, los secuestros extorsivos y las matanzas, a estos se le suma la utilización
de técnicas especiales, como la llamada reeducación o de lavado de cerebro. Se trata de
una estrategia conjunta de persuasión y subversión. El esfuerzo subversivo consiste en
tratar de romper una comunidad existente e integrar a los individuos desarraigados en
una comunidad distinta, este se ejercerá no clandestinamente sino a la luz del día (esto
da cuenta del inmediato reconocimiento de los atentados por parte de los etarras).
El conflicto vasco puede considerarse, según las distinciones del autor de "Paz y
guerra entre las naciones", como una guerra infraestatal. Estas son entendidas como
"aquellas que tiene como objeto, el mantenimiento o la descomposición de una unidad
política o nacional". Según Aron, estas figuran entre las más crueles y son desde algunos
puntos de vista, pueden pensarse como guerras civiles. Estos conflictos generalmente
enfrentan a un poder organizado y a poblaciones que se niegan a obedecerles. En este
caso, según se dijo líneas arriba, no se trata de una mayoría absoluta de la población
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vasca la que quiere lograr la separación definitiva del estado español (basándose en la
reivindicación de doctrinas culturales, históricas e ideológicas propias y distintas), sino de
un grupo minoritario de ciudadanos representados por unidades partidarias nacionalistas
y apoyados a través de la violencia con un brazo armado, en este caso ETA. La
utilización de la violencia simbólica y la clandestina o dispersa (tan común al siglo XX), se
corresponde con el empleo de la palabra y de armas para modificar un orden estatal en
tiempos de paz a través del accionar terrorista".

Conclusión

El discurso nacionalista ha conseguido un domino político, cultural y social


notablemente mayor que el correspondiente a su fuerza electoral, ha marcado hasta ahora lo
socialmente aceptable en el País Vasco y en Cataluña, se debe a la falta de alternativas
consistentes de los llamados partidos e intelectuales constitucionalistas. Una de las
muestras más claras de la imposición del discurso nacionalista es la desaparición de la
palabra España del vocabulario de los vascos (seguramente también de los catalanes); se
incluye, por otro lado a los constitucionalistas, quienes han interiorizado como norma social
de comportamiento que siempre es conveniente sustituir España por Estado para no
molestar al otro. Han aprendido, entre otras cosas, que colocar o exigir la colocación de la
bandera española en las diversas instituciones del País Vasco junto a la ikurriña es sobre
todo "una provocación".
El compromiso autonomista, descentralizador vasco, ha sido tal, que parece causar
un efecto contrario. Dejando sin elementos que identifiquen a los nacionalistas, de tal forma
que para mantener su reclamo reivindicativo y el enemigo exterior, es decir, Madrid, España,
todos los nacionalistas vascos se han hecho independentistas.
El vasquismo es aceptable, pero siempre que antes, durante y después, sean
compatibles con una identidad española igualmente aceptada. Fronteras abismales separan
a los nacionalistas que practican el terrorismo de los nacionalistas que actúan en la
legalidad y rechazan los métodos violentos. Naturalmente que constituye una diferencia
sustancial defender un ideal de manera pacífica, por la vía de las elecciones y dentro de la
ley, o asesinando, secuestrando y colocando coches-bomba.
El punto de partida de toda doctrina nacionalista es un acto de fe, no una concepción
racional y pragmática de la historia y de la sociedad. Un acto de fe colectivista, que imbuye a
una entidad mítica —la nación— de atributos trascendentales, capaces de mantenerse
intangibles en el tiempo, indemnes a las circunstancias y a los cambios históricos,
preservando una coherencia, homogeneidad y unidad de sustancia entre sus miembros y
elementos constitutivos, aunque, en la contingencia, aquella unidad sea invisible y
pertenezca al dominio de la ficción.
Para esta doctrina, los individuos no existen separados de la nación, que les da el
ser, la identidad, palabra clave de la retórica nacionalista, que los crea social, cultural y
políticamente, y que se manifiesta a través de ellos, en la lengua que hablan, las costumbres
que practican, las vicisitudes de una historia que comparten, y, también, en algunos casos,
en la religión, la etnia o raza a la que pertenecen.
Esta utópica noción de una comunidad perfectamente homogénea y unitaria se
desvanece apenas intentamos contrastarla con las naciones reales y concretas, donde,
todas, en mayor o menor medida lucen una gran heterogeneidad, en los dominios cultural,
racial y social, al extremo de que la noción de "identidad colectiva" resulta un concepto
extraño.
El nacionalismo contrarresta este desmentido a sus tesis con otra de sus
instrumentos esenciales, el victimismo: una larga lista de agravios históricos y usurpaciones
políticas y culturales de la potencia colonizadora e imperial para destruir, contaminar y
degenerar a la nación víctima.
Necesita los agravios para explicar la supuesta adulteración de la unidad nacional
(en el dominio de la lengua, de la cultura, de las instituciones y hasta de la raza) y para

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justificar las políticas que se propone impulsar desde el poder a fin de restablecer la pureza
e integridad de la nación, ensuciadas por siglos de dominio extranjero.
La realidad es que, por su naturaleza misma, este género de medidas, encaminadas
a retroceder la realidad presente de una sociedad bicultural o multicultural hacia una mítica
unidad lingüística que justifique la visión histórica del nacionalismo, se traduce a la corta o a
la larga en violaciones de los derechos humanos, empezando por el de la libertad individual
y el derecho a la libre elección.
Según, Raymond Aron es fundamental el poder defensivo que depende de la unidad
nacional: los ´revolucionarios´ no triunfan si no encuentran un mínimo de complicidad
voluntaria en la población". Por su parte Carl Von Clausewitz, precisa en su libro "De la
guerra" las condiciones con las cuales es posible lograr el armamento del pueblo: es
necesario que el conflicto se desarrolle dentro del país, que el resultado final no se decida
en una sola batalla perdida, que el centro de operaciones cubra un espacio suficientemente
vasto. Todas estas son condiciones que el pueblo vasco potencialmente cumple. Es
innegable que si se logra un consenso que determine la acción colectiva por parte del
pueblo, los políticos y la rama armada, será muy difícil para el estado español rehusarse a
llevar adelante los propósitos políticos del separatismo vasco. En caso contrario se estaría
enfrentando la posibilidad de una gran guerra civil, que en el mejor de los casos, ninguno de
los contendientes aceptaría a arriesgar.
Los antecedentes históricos tienen también un peso determinante a la hora de tomar
ciertas decisiones. El paso, no transitorio, del gobierno totalitario del general Francisco
Franco, que coartó todo tipo de libertades y derechos al pueblo vasco, en una coyuntura
internacional signada por gobiernos absolutistas de carácter fascista, marcó de alguna
manera la psicología de las masas. Es probable que este sea un factor significativo por el
cual no se logra la unificación del País Vasco, tendiente a desarrollar un proyecto en común
y llevar sus reivindicaciones hasta las últimas consecuencias.
Por último, son también las cicatrices resultantes de ese gobierno nacionalista,
ultraderechista de Franco lo que ha dejado asentada una imagen nefasta, como es natural,
de las modalidades violentas que hoy en día practica la ETA, y han transformado a este
siglo en el más cruel de la historia mundial.

Bibliografía:

 Paz y guerra entre las naciones. Raymond Aron.


 Introducción a las relaciones internacionales. Frederick Hartman
 De la guerra. Carl Von Clausewitz.
 Ermua, 4 días de julio. El País Aguilar. Madrid, 1997
 ETA, Historia política de la lucha Armada. Luigi Bruni. Editorial Txalaparta. Tafalla,
1996
 Historia de ETA. José María Garmendia. Haramburu editor. San Sebastian 1995
 De la negociación a la tregua. Florencio Domínguez. Taurus. Madrid 1998.
 Historia del nacionalismo vasco en sus documentos, Tomo I. Javier Corcuera y
Yolanda Oribe. Editorial Eguzki. Bilbao 1991.
 Diarios On Line
 El País, España
 La web de Jaika
 Clarín, Argentina

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