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EPICURO Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

Carlos García Gual


Para explicarnos mejor algunos de los rasgos de la
filosofía de Epicuro conviene, desde un principio,te-
ner en cuenta algunos datos de su vida. Época,patria
y condición social, si no determinan, condicionanal
menoslas preguntas y respuestas del horizonte inte-
lectual. Algunas historias de la filosofía suelen fingir
un proceso absoluto y utópico de las ideas, en el que
unasteorías filosóficas polemizan con otras sobre un
fondo abstracto, con escasas referencias a las circuns-
tancias históricas de la vida de los filósofos, convertida
en anécdota marginal a su pensar. Aunque pensamos
queenel plano general teórico probablemente nadie
defiende hoy esta falsa autonomía del pensamiento
frente a la vida personal, sin embargo, nunca está
de más prevenirnos contra el riesgo de un teorizar

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ahistórico de un modo concreto. En nuestro caso pa- revueltos para la orgullosa ciudad, cuya gloria polí-
rece imprescindible la evocación del marco histórico tica declinaba ya hacia un recuerdo retórico, los del
del mundo helenístico en que a Epicuro, el último año 323. En el año anterior el victorioso Alejandro
gran filósofo ateniense, le tocó vivir. había exigido desde la lejana Asia honores divinos;
Nació en Samosen el 341 a. C. y pasó enesta isla y los atenienses, escépticos e irónicos, le habían con-
su niñez y adolescencia. Su padre, Neoclés, ciudada- sagrado comoa un dios. Entoncesllegó la noticia de
no ateniense, se había establecido allí como colono, que, con una impertinencia notable, Alejandro había
y se ganaba la vida como maestro de escuela. Era muerto, a los pocos meses, en Babilonia. Por los mis-
entonces ésta una profesión connotada por un bajo mos días desapareció de la escena griega otro tipo
nivel social y una cierta ramplonería de oficio. Alu- escandalosamente popular: Diógenes, a quien apo-
diendo a esta condición del padre insultará a Epicuro daban «el Perro». En su legendario tonel, o más bien
el satírico Timón, llamándolo «el hijo del maestro de en su tinaja, el cínico apátrida que se proclamaba
escuela»: «el último de los físicos y el más desvergon- «cosmopolita», y que no habría cambiado su miseria
zado, el hijo del maestro de escuela, que vino de Sa- por el imperio de Alejandro, abandonó este mundo
mos, el más ineducado de los animales» (D.L., X, 3). cuyas convenciones había ridiculizado y ofendido.
Las condiciones de su posición familiar no eran las La noticia de la muerte del monarca macedonio
más favorables para una niñez despreocupada. La incitó a la ciudad de Atenas a un nuevo intento de
familia, compuesta de los padres y cuatro herma- recuperar su autarquía política, azuzada otra vez por
nos, parece haber estado muy unida; y las relaciones el impenitente Demóstenes. Según unabrillante pre-
cordiales de Epicuro con su madre (como muestra dicción oratoria, «el olor del cadáver de Alejandro iba
la carta dirigida a ella, testimoniada por Diógenes a llenar el universo». La derrota de la armada atenien-
de Enoanda) y con sus hermanos (que le acompaña- se en Amorgos enel 322 fue la última gran batalla de
rán en sus viajes y convivirán con él en el Jardín) son los atenienses porla libertad, la sagrada y renombra-
ejemplarmente auténticas. da libertad. Demóstenes, acosado en la persecución,
A los dieciocho años Epicuro tuvo que marchar se suicidó. En cuanto a Aristóteles, que, temeroso
a Atenas, la ciudad de sus antepasados, para prestar de ser acusado de filomacedonio y de impío, se había
servicio militar como efebo, durante dos años. Días refugiado en Cálcide, abandonando el Liceo, murió

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también aquel año después de haber disecado el cos- También en Samos había repercutido la conmo-
mosy catalogado el universo. Al frente de la escuela ción política. Los colonos atenienses, entre ellos la
quedaba su sucesor, 'Teofrasto, interesado en conti- familia de Neoclés, fueron expulsados de la isla. El
nuar una vivisección al por menorde plantas y carac- padre de Epicuro fijó su nueva residencia en Colo-
teres psicológicos. fón, ciudad de la costa jonia, ilustre como pretendi-
Los dos destructores de la ciudad como marco da patria de Homero, y como hogarnatal dellírico
político, Alejandro y Diógenes, y los dos defensores Mimnermoy de Jenófanes,el poeta crítico y teólogo
últimos, Aristóteles en la teoría y Demóstenes en la ilustrado del siglo vi. A ella acudió Epicuro a reunir-
práctica política, desaparecieron en poco más de un se con su familia, y allí residió desde el 321 al 311, des-
año. Aqueltrágico período de 323-321, que fue para de sus veintiuno a sustreinta y un años. Durante este
Epicuro el del encuentro con la ciudad de sus mayo- tiempo completa su formación filosófica, frecuentan-
res, la gloriosa Atenas, fue para ésta el de la pérdida do la escuela que en la vecina isla de Teos regentaba
de sus esperanzas políticas. Desde entonces en Ate- Nausífanes, un discípulo de Demócrito y de Pirrón.
nas no brillarán los políticos ni los ideólogos, sino tan Detengámonosenesta formación filosófica, muy sig-
sólo maestros de cultura, filósofos cargados de pasa- nificativa para comprendersu propiateoría.
do y de resignación. La democracia, tan malherida El interés de Epicuro porla filosofía parece haber
por las sucesivas crisis y consecuencias bélicas, expe- despertado muy temprano: a los catorce años. Según
rimentaba un nuevorevés. Los militares macedonios una anécdota, se irritó con su maestrode letras (gram-
vencedores reservaron los derechos de ciudadanía a matistés), quien no supo explicarle el sentido de la
aquellos que poseían más de dos mil dracmas; es de- afirmación de Hesíodo de que «primero erael caos»,
cir, a unos nueve mil atenienses, mientras que más y quelo remitió a los filósofos para su aclaración.
de la mitad de la población se veía privada de ellos. Estas anécdotas de las biografías griegas tienen más
Comodecía, amargamente sin ilusiones, el epitafio interés por su intenciónsignificativa que por su auten-
compuesto a los muertos en Queronea, años antes: ticidad. En ésta podemos subrayar dos rasgos: el tem-
«¡Oh, Tiempo, que ves pasar todos los destinos hu- pranocriticismo del filósofo contra la educación tra-
manos, dolor y alegría; la suerte a la que hemos su- dicional fundada en la lectura de los poetas, maestros
cumbido, anúnciala a la eternidad!». de sabiduría retórica, y la dificultad en admitir esa

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oposición fisica de caos y cosmos, que puede rela- Discípulo de Demócrito y relacionado con Pirrón
cionarse con su filiación atomista. En efecto, el paso —ya hemosaludido a ello—, este atomista con incli-
del caos al cosmos parece requerir la apelación a un naciones escépticas había escrito un libro llamado El
principio ordenador externo a la materia misma (la Trípode sobre los tres fundamentos del conocimien-
divinidad, la Inteligencia divina, o algo así), y a una to; enseñaba en la costa jonia, lejos de la influencia
teleología física, principios que el atomismo excluye, social de platónicos y peripatéticos, las teorías físicas
o de los que al menos puede prescindir. No sabemos del atomismo; y exponía unateoría de las emociones
quién pudo haber puesto al joven estudiante en con- que señalabael fin de la vida serena enla «inalterabi-
tacto con la física atomista. Su primer maestro de lidad» (acataplexia) del ánimo, posición semejante a la
filosofía, que conozcamos, fue el platónico Panfilo. de sus maestros, y no muy distante de la del propio
Detalle interesante, por lo que hemos subrayado de Epicuro.
la oposición de Epicuro al platonismo, tanto en suslí- Todosestos detalles hacen más notable la agria reac-
neas fundamentales cuanto en su rechazo decidido de ción de Epicuro contraél, al calificarle de «molusco»,
toda educación previa al filosofar (comoera la paideia «analfabeto», «bribón» y «prostituta», entre otras re-
matemática y dialéctica exigida por los académicos). ferencias a su servilismo y su sofistería. Tal vez fue
Es posible que durante su estancia en Atenasasis- la decepción, al observar la probable incongruencia
tiera a alguna lectura de Jenócrates, el segundo su- entre la teoría física, abocada como en Demócrito al
cesor de Platón en la jefatura de la Academia. Y que determinismo, y la conclusión ética, lo que explica la
mantuviera algún contacto con los estudiosos del hostilidad hacia su maestro. «Peor que un oponente,
Liceo, donde Teofrasto había sucedido a Aristóteles. Nausífanes era en términos ideológicos un desviacio-
Aunque hay algún testimonio de que estudió con el nista», sugiere J. M. Rist'. Esa mismavirulencia verbal
peripatético Praxífanes en Rodas por algún tiempo, la atestigua Epicuro con otros filósofos, adjetivando
existe en esto una dificultad cronológica. Su maes- a Platón de «áureo» (burla de la distinción en clases
tro de los años de formación, entre los veinte y los sugeridas por aquél) y a los platónicos de «aduladores
treinta, ya que el estudio dela filosofía persistía ha- de Dionisio» (el tirano de Siracusa), a Aristóteles de
bitualmente un largo período, fue indiscutiblemente
Nausífanes de Teos. 1]. M. Rist, Epicurus, Cambridge, Cambridge University Press, 1972.

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«depravado», a Heráclito de «embrollador», a Demó- de su propio pensamiento. Sólo el material bruto de
crito de «charlatán», a los dialécticos de «devastado- ese pensamiento le había sido proporcionado por sus
res», y a Pirrón de «inculto» e «ineducado»(D.L., X, 8). maestros de hecho, tales como Nausífanes, y sus an-
Del atomista Leucipo negó la existencia (probable- tecesoresespirituales, como Demócrito y Leucipo».
mente no comopersonafísica, sino comofilósofo). El caso es que, a sus treinta y un años, después de
Estas críticas que no conocemosen detalle, pero estos diez de aprendizaje técnico, Epicuro fundó su
que —apesar de la escasa diplomacia habitual de los primera escuela propia en Mitilene.
filósofos para con sus competidores— parecen de no- En un año esta escuela fracasó por la hostilidad
table dureza verbal, se explican probablemente porel pública de otros filósofos y de la gente de la locali-
objetivo moral y pragmático quela filosofía asume dad, y Epicuro tuvo que abandonar la ciudad. Pro-
para Epicuro. Toda la sabiduría teórica de sus prede- bablemente sacó algunas conclusiones ventajosas de
cesores no habría sido, a sus ojos, desde esa perspec- este fracaso: una mayor prudenciaparael futuro y la
tiva moralista, más que una diversión sin conclusio- compañía de Hermarco,fiel discípulo y su sucesor en
nes válidas para la vida. En gran parte paideia, en el la dirección del Jardín.
doble sentido de «educación»y «cultura» (despreciable Desdeel 310 al 306 Epicuro habita en Lámpsaco,
como un superfluo presupuesto del auténtico filo- donde se rodea de un círculo de fieles discípulos y
sofar para Epicuro), pero no el camino que pudiera amigos, Idomeneo, Leonteo y su esposa 'Temista,
conducir hacia la felicidad. Metrodoro, personas de posición distinguida en la
Como observa con acierto Rist, «sea cual sea la ra- ciudad; Polieno de Cízico y su amante Hedeia, Colo-
zón, personal, filosófica o ideológica, de la hostilidad tes (cuyosatírico escrito contra las escuelas filosóficas
de Epicuro hacia el maestro de quien probablemente rivales motivó una réplica de Plutarco cuatrocientos
más había recibido, no hay duda de que Epicuro se años después), y el joven Pitocles, entre otros. Cuan-
proclamaba autodidacta. Lo único que esto puedesig- do en 306 abandona esta ciudad para instalarse en
nificar, si queremos verlo desde una perspectiva amis- Atenas, deja en ella un buen recuerdo y un círculo
tosa, es que aquello que él valoraba más en su propia epicúreo de fieles discípulos.
filosofía, sus actitudes éticas, sus ideas sobre la liber- «Durante cierto tiempo filosofó en interrelación
tad y la necesidad y sobre los dioses, eran el producto con otros filósofos, pero luego se retiró a un ámbito

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privado fundando la escuela que lleva su nombre», dores del Pórtico (Zenón de Citio tard
aría aún unos
dice Diógenes Laercio (X, 2). No sabemossi ese aban- años en exponer su doctrina estoica), Epic
uro busca la
dono de la predicación pública para dedicarse a una vida reposaday la fecundidad enel trabajo inte
lectual
enseñanza privada y restringida al grupo de seguido- en aquel ambiente cargado de recuerdos y amarguras.
res íntimos se refiere a la estancia en Lámpsaco, y es Atenas acababa de ser otra vez «liberada»; ahor
a (en
un resultado del recelo y la desconfianza tras la expe- el 307) por Demetrio Poliorcetes; y es probable que
riencia de Mitilene sobre la agresividad de otros filó- para la fundación de su escuela Epicuro aprovechara
sofos y la muchedumbre. Pero es probable que ya el la oportunidad deeste hecho, que oscurecería la pro-
círculo de Lámpsaco fuera, comoel Jardín ateniense, tección política al Liceo y la Academia, de tendenci
a
un local privado y de cierta familiaridad, más seguro filomacedonia, que aquel año tuvieron que cerrar sus
para el cultivo de unalibre sinceridad y de la tan pre- puertas varios meses.
ciada amistad. Nosabemoscuáles fueron los avatares psicológicos
Cuando Epicuro vuelve de nuevo a Atenas, quince de Epicuro, ni qué parte de su obra habría compuesto
años después de su primera visita, se halla en medio antes de su llegada a Atenas para su establecimiento
del camino de su vida. A sus treinta y cinco años ha definitivo. A través del estilo de su prosa podemossu-
recorrido varias localidades jónicas prestigiosas en la Poner un carácter vehementey austero. ¡Qué impr
e-
cultura y la filosofía griegas, desde que su familia en sión le produciría el pueblo, desengañadoy temeroso
,
322 tuvo que abandonar Samos. En algunas de estas aduladory retórico, de Atenas, después de habe
r reco-
ciudades ha conocido a filósofos devotos de la tradi- rrido durante largos años las ciudades jónicas, de
haber
ción científica de los jonios y ha fundado una escuela encontrado vagabundosapátridas, tiranos engolados,
de filosofía. Pero la vuelta a Atenas, después de estos profesores de astronomía y supersticiosos de mil nue-
quince años de experiencias viajeras, para establecer- vos cultos! Desorden y servilismo en el alma de las
se allí definitivamente en la escuela que se llamará muchedumbresnecias, que Epicuro despreciará siem-
el «Jardín», es sintomática de su apego a esta ciudad, pre con el mismotalante aristocrático de otros filóso-
la única en que podrásentirse ciudadano. Más que la fos griegos, como Sócrates, Platón o Demócrito.
propagandafilosófica y la discusión con los rivales de Los sucesores de Alejandro intentaban entre tan-
la Academia y del Liceo, o con los futuros predica- to repartirse la herencia de un imperio. Los caudillos

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militares, intrigantes y belicosos, Antígono, Casan- y reunionesse celebrarían tanto en la casa como en
dro, Lisímaco, Demetrio y Tolomeo, se enfrentaban el Jardín. Al parecer existían ciertos grados entre
sin otros afanes ideológicos que sus ambiciones per- los discípulos, y Epicuro era reverenciado como«el
sonales, mientras todas esas perturbaciones afecta- maestro»o «guía» de la comunidad. Entre los compo-
ban a una población cada vez más sumisa y entregada nentes de ésta estaban los fieles amigos y seguidores
al despotismo de los nuevos monarcas. La vida, con de Lámpsaco; varias mujeres, alguna de respetable
esos inesperados revesespolíticos y las consiguientes posición, comola citada Temista, o bien «heteras»,
crisis económicas, había cobrado un perfil de insegu- como Hedeia de Cízico o la ateniense Leontion (que
ridad, y el ciudadano medio, que un tiempo creyó escribió un tratado contra Teofrasto, elogiado por
en su acción personal en la democracia ateniense, se Cicerón por su excelente estilo); y también esclavos
sentía subordinadoal caos. de uno y otro sexo. Este grupo de personas, retiradas
Epicuro compró en Atenas una casa en el respeta- a un círculo privado, con sus propias reglas éticas y su
ble distrito de Melite y un «jardín» cerca de la puerta concepción del mundo, debía escandalizar un tanto
del Dípylon, en la vecindaddela famosa Academia de a los maledicentes que consideraban el Jardín, don-
Platón. (Como anota De Witt, muchos turistas en de se predicaba «el placer», como disipado centro de
siglos posteriores podían combinar en el mismo pa- orgías y alegres contubernios?,
seo la visita a los dos santuarios filosóficos. Cicerón Para Epicuro, estos años de retiro ateniense fue-
y su amigo Ático visitaron así el Jardín en el 78 a. C. ron de una notable austeridad y de una gran activi-
sorprendiéndose de su pequeñez, tal vez en compa- dadintelectual. Probablementela casi totalidad de su
ración con las «villas» romanas que ellos conocían). enorme obra escrita —que ocupaba másde trescien-
Señala Farrington queel famoso Jardín (en griego Ke- tos rollos de papiro, según Diógenes Laercio— fue
pos) sería tal vez muy parecido a un «huerto», cuyas compuesta entonces. Su salud, delicada siempre, em-
habas, bien repartidas, sirvieron para mantenera la peoraba hasta tal punto que muchos días no podía
comunidad epicúrea en algún momento de hambre
* De Witt describe la organización de la escuela epicúrea con exagerada precisión.
en Atenas (comoen el asedio del año 295). Las clases Porotra parte subrayemosquesi Epicuro ha sido «el más calumniadotal vez de los
personajes de la historia antigua» (De Witt), esto no se debe sólo a sus enemigos
2 N. W. de Witt, Epicurus, 1964, pp. 89-105; Farrington, The Faithof Epicurus, 1967, ideológicos, sino tambiéna la interpretación popular escandalizada ante ese retiro
Pp. 29-30. privado.

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DN

tenerse en pie, sus vómitos eran frecuentes y necesi- Probablemente la impresión de que el mundo está
taba unasilla de tres ruedas (su famoso «trikylistos») enfermo,sin rumboy sin finalidad, sometidoslos hom-
para trasladarse de un sitio a otro. El Jardín, lugar bres a los terrores del futuro y a tormentos mutuos, y
de paz, en un mundo agitado por continuas revuel- ese énfasis en la seguridad y en la filosofía como medi-
tas y trastornosbélicos, recibía las visitas de amigos y cina, responden a una experiencia vital. En la crisis de
admiradores. Las cartas fragmentarias que conserva- los valores tradicionales,la adulación retórica habíalle-
mosrevelan una gran afectividad entre los discípulos gado a notables extremos, y como sucede en todos los
y el maestro. momentos de perturbación política, el lenguaje había
«Envíame —escribe a uno de ellos— un tarrito de degradadosussignificados. Como un ejemplo signifi-
queso, para que pueda darme unfestín de lujo cuan- cativo, el famoso himno de Hermocles a Demetrio Po-
do quiera». Los placeres de estos pequeños lujos y liorcetes, el inquieto conquistador, le reconocía como
el recuerdo agradecido de los momentosfelices del a un dios, más cercano y más activo que los diosestra-
pasado animaban la serenidad de sus días. Esta ale- dicionales: «Los otros dioses, pues, o se encuentran
gre moderación del Jardín, un hedonismo que por muy distantes o no tienen oídos o no existen o no nos
su limitación resulta casi una ascética, armoniza bien prestan un momento de atención, pero a ti te vemos
con la antigua máxima apolínea de que la sabiduría presente, no de piedra ni de madera, sino de verdad».
consiste en la moderación y el conocimiento de los El himno, compuesto hacia el 290 a. C. por encar-
límites. Como observó Nietzsche, fino catador de go del propio Demetrio, es un síntoma de los tiem-
humanidad: «Una felicidad tal sólo la ha podido en- pos. Mientras tanto, un filósofo a la moda, Evémero
contrar un experimentado sufridor; la felicidad de de Mesana, cuya obra iba a cobrar rápidamente un
un ojo, ante el que se ha vuelto sereno el mar de la amplio prestigio, exponía en la corte macedonia su
existencia, y que no puede saciarse de contemplar teoría sobre el origen de la religión. En ella sostenía
la superficie de la piel marina que se mece suave y quelos dioses no son más que antiguos héroesy reyes
coloreada; nunca antes se presentó una moderación benefactores, divinizados por la gratitud y el irónico
tal de la sensualidad»*. olvido de las generaciones mortales. En la teoría re-
percute un reflejo de la deificación de los grandes con-
*E Nietzsche, La gaya ciencia, máx. 45. quistadoresde la época helenística.

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¡Quédiferentes los dioses que, a su propio ejemplo En Atenas muere Epicuro treinta y cinco años des-
y semejanza, afirmará Epicuro, apartados y felices de pués; años que podemos suponer de reposo y activi-
los tumultos del mundo, como el sabio auténtico! dadfilosófica frente a la ajetreada primera época de
También él será llamado un dios por sus discípulos su vida. Desde su retiro presenció con desilusión los
(así Lucrecio, V, 8 y ss.), que tal vez recordarán su pro- sucesos de la política ateniense y griega de la época,
pia expresión: «En nada, pues, parece hombre mortal política confusa y envilecida. Frente a las perturba-
quien vive entre inmortales bienes» (D. L., X, 135); ciones de su tiempo, el filósofo busca la impertur-
bienes comola sabia templanzay la amistad. babilidad o ataraxia; y, frente a la servidumbre y el
Para Epicuroelfilosofar se define comola búsque- servilismo, la capacidad de gobernarse a sí mismo.
da de un remedio contra la confusión de su época. La independencia que la ciudad ha perdido, puede el
La Filosofía es definida de modo característico como sabio todavía guardarla para sí mismo en su retiro y
medicina del alma, y el cuidado médico del alma es su mente libre. «El más grande fruto de la autosufi-
el oficio del filósofo, que se transformaasí en un psi- ciencia es la libertad» (Gnomologio vaticano, 77).
quiatra o psicoanalista de una sociedad perturbada
por el temor y la servidumbre. En esta terapia psí-
quica hay un recuerdo socrático: therapeía tes psyches,
el «cuidado del alma» era para Sócrates la actividad
filosófica, a lo que ahora se añade un nuevo acento
sobre la enfermedad colectiva que hay que evitar.
Ya el sofista Antifonte había insistido en esta virtud
médica de la Filosofía, y su método de curación por
la palabra hacía de su ideario una téchne alypias, de
ciertos ecos en los tratamientos psicosomáticos de la
moderna medicina”.

3 Cf. W. K. C. Guthrie, A History of Greek Philosophy III, Cambridge, 1969, p. 290 ss.
Sobre Sócrates puede verseel libro de Vives Génesis y evolución de la ética platónica,
Madrid, 1970, p. 131 y ss.

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SOBRE EL EPICUREÍSMO
Emilio Lledó
Formas de vivir parece que fueron las propuestas
de los filósofos en ese largo período que, después de
Aristóteles, ha dado en llamarse «helenismo». No es
que, un siglo antes, las ideas de Sócrates, Platón y el
mismoAristóteles no hubiesen pretendido lo mismo.
La República platónica —ese gran cuadro ideal en el
que se habla de la organización de los seres huma-
nos y de su convivencia— estableció, con radicali-
dad, los engarces colectivos que sostienen la sociedad
y los principios quela rigen. También Aristóteles, en
la Política o en las Éticas, hizo algunos de los análisis
mássutiles para entender qué es el bien del hombre
y cuáles son las estructuras que, en común, alientan y
afianzan ese bien. Estos escritos, que brotaban ya en
los primeros pasos —pasos muy firmes, por cierto—
de la filosofía, indicaban también un sendero porel Pero, efectivamente, la reflexión sobre la organiza-
que había de desplazarse el pensamiento humano. ción de la polis implicaba, a su vez, el conocimiento de
Y ese sendero tenía que ver, en primer lugar, con la la realidad humana, y de las formasbajo las cuales el
organización de la convivencia y, tal vez, en segundo «ser» se presentaba en ese mamífero tan singular y, al
lugar, con las posibilidades de esa convivencia parala mismo tiempo, tan colectivo. Por eso Platón, en los
felicidad, parael bien vivir. Diálogos, pretende mostrar, con elementos muy hete-
Conindependencia de las especulaciones másteó- rogéneos, la imagen de esos seres humanos, de qué
ricas que idearon los filósofos griegos y, concreta- están hechos, qué razones los alimentan, qué deseos
mente, Platón y Aristóteles, todas ellas estuvieron los empujan. Aristóteles, estimulado por los plantea-
inmersasen ese espíritu político que no era otra cosa mientosplatónicos, levantó, a su vez, un impresionan-
que el reconocimiento de la necesidad de la solida- te edificio para acercarse a esta «filosofía de las cosas
ridad, y en vistas de esa convivencia afectiva, la bús- humanas»y construyó unaserie de saberes que se des-
queda de la justicia como forma suprema de hacer- plazaban por territorios hasta entonces inexplorados:
la posible. la lógica, la psicología, la física, la zoología, la retó-
rica, la poética, la metafísica, la ética, la política. Todo
Es verdad que todo ello implicaba un análisis de las ello tenía sentido porque podía ayudar a la construc-
estructurasreales e ideales de ese «animal que habla» ción de la Política, «el más arquitectónico y dominante
que tan certeramente había caracterizado Aristóte- de los saberes porque parece ser que los comprende a
les. Un animal que habla, porque la esencia del con- todos... pues aunque el bien del individuo y el de la
vivir necesita de la comunicación, y ésta es, a Su vez, ciudad sean el mismo, es evidente que será mucho
el elemento estructurador de la polis. Un animal que más grande y más perfecto alcanzar y preservar el
habla porque convive, porque vive con otros que le bien de la ciudad; porque, ciertamente, ya es apete-
son próximos, que le son cercanos, que le son amigos cible procurar este bien para uno solo, pero es más
o, incluso, enemigos. Y convivir es hablar, comuni- hermoso y sublime lograrlo para un pueblo y paralas
carse, entenderse. La ya tan conocida tradición de la ciudades»(Ética a Nicomáco, 1, 2, 1094a 26 - 1094b 10).
convivencia sigue siendo un ideal imprescindible de La filosofía del período llamado helenismo, que va
la política de todos los tiempos. surgiendo después de la época clásica del pensamiento

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griego, no implica sólo una mera sucesión temporal. han aportado territorios nuevos, visiones nuevas con
Las escuelas epicúreas, estoicas y escépticas que cu- que alimentar nuestra vida y, por supuesto, nuestros
brían buenaparte del espacio cultural a partir del siglo cerebros. Pero estos filósofos han sido, al menos, co-
Iv a. C. arrancan también de muchosdelos plantea- nocidos. Sus obras han llegado hasta nosotros en su
mientos de Platón y Aristóteles, aunque sea para po- mayor parte, y aunque hayan podido ser rechazadas,
lemizar conellos. malinterpretadas e, incluso, prohibidas, han alcanza-
Unodelos opositores más radicales a los grandes do al menosa sus posibles lectores.
maestros griegos va a ser Epicuro. Su personalidad, Pero de Epicuro no nos quedan más quetres car-
desfigurada, semiborrada en la tradición filosófica, tas dirigidas a sus amigos, recogidas en la posterior
representa, sin duda, unadelas figuras más atractivas recopilación de Diógenes Laercio, ya a finales delsi-
y, a la par, misteriosas de la historia del pensamiento. glo m1 de nuestra era, y unos cuantos fragmentos.
Noesfácil probarlo, pero podría establecerse unahi- Porreferencias de otros autores sabemos que la pro-
pótesis plausible afirmando que Epicuro fue una de ducción escrita de Epicuro fue muy abundante y el
las primeras víctimas de la censura ideológica. Las mismo Diógenes Laercio, al comienzo del libro X de
razones de esta condena constituyen, también, una su Vidadelos filósofos más ilustres, da títulos comoSo-
de las dificultades mayores para entender, en todos bre la naturaleza, Sobre el amor, Sobre las plantas, Sobre
los detalles, el sentido de su mensaje. la justicia, Sobre las imágenes mentales, Sobre la música,
Pero esa mismadificultad nos permite adentrarnos Sobre las enfermedades, Sobre las sectas, Sobre las formas
por senderos que han estado abriéndose siempre en los de vida, Sobre el juicio y la elección, etc. Algo parecido
márgenes del amplio camino dela tradición, aunque había ocurrido con un filósofo muy próximoal pen-
no siempre hayan sido recorridos. Éste sería el motivo samiento de Epicuro y del que éste podría conside-
de la marcada «marginalidad» del epicureísmo. Una rarse discípulo. Demócrito de Abdera, el otro gran
filosofía, pues, «incorrecta», no asumida plenamente materialista de la antigijedad, por utilizar una expre-
por los «correctos» dominios de una buena parte de la sión usual en los manuales de filosofía, autor de una
Filosofía. Es verdad que esta simplificación puede re- extensa obra escrita a quien sólo podemos conocer a
sultar injusta para algunos de los grandes innovado- partir de breves fragmentos supuestamente auténti-
res filosóficos que, dentro del camino «tradicional», cos, reunidos amorosamente por los filólogos. Otro

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maldito, pues, de la filosofía y a quien, sin embargo, pequeños grupos de amigos repartidos por las islas
debemosunadelas intuicionescientíficas fundamen- y por las ciudades de Asia Menor.
tales: el concepto de átomo y la estructura atómica El llamado «Jardín» de Bpicuro era, sin embargo,
de la materia. muy distinto de las instituciones docentes fundadas
Epicuro, hijo de colonos atenienses, había nacido por Platón y Aristóteles. Mucho menos preocupa-
en el año 342 a. C. en la isla de Samos, muy próxi- do porllevar a cabo investigacionescientíficas o lin-
ma a las costas de Asia Menory a esas ciudades que, gúísticas, como en el Liceo, y nada interesado, como
como Mileto y Éfeso, habían sido cunadela filosofía. lo estuvo la Academia, en forjar líderes políticos, «re-
Pero el colono Neoclés, su padre, no sólo se dedica- yes-filósofos» que se hicieran cargo de la nave del Bs-
ba a cultivarla tierra, sino a una profesión tal vez no tado y que supieran llevarla a buen puerto, Epicuro
muy distinta, la de maestro de escuela, en la que, al llevó a cabo una verdadera revolución en la forma y
parecer, le ayudabasu hijo. Exiliados los padres a Co- sentido de sus enseñanzase, incluso, en la variedad
lofón, Epicuro entró en contacto con discípulos de de sus oyentes. Mujeres, esclavos, niños, ancianos
Demócrito e incluso tuvo influencias aristotélicas. acudían al Jardín a escuchar al maestro y a dialogar
Es a los treinta años cuando empieza sus enseñanzas conél. Estos encuentrosse orientaban, casi exclusiva-
en Mitilene, que continúa por otras ciudades. Estos mente, a descubrir en qué consistía la felicidad desde
viajes le permitieron rodearse de un pequeño círcu- las raíces mismas sobre las que se levantaba cada vida
lo de fíeles amigos que, como Hermarco, Metrodoro individual. Esto implicó ya un planteamiento muy
y Colotes, le acompañarían ya toda la vida. distinto de aquel «hombre político» que tanto había
Pero quizá, el momento más importante de ese preocupado a Platón y a Aristóteles. Sorprende que
peregrinaje fue su llegada a Atenas en el año 306 y, Epicuro reclamase de sus amigos que no se dedica-
allí, la compra de una casa, con un pequeñojardín, sen a la política. Sorprende, porque esta ocupación
que habría de convertirse en una escuela de sabi- había sido entendida como una entrega total al bien
duría, en un establecimiento semejante a la famosa de los otros, y esta entrega debía alcanzar un nivel
Academia platónica o al Liceo de Aristóteles. Epicu- tal de generosidad que Platón mismollegó a pensar
ro residió en Atenas, hasta su muerte en el año 271, si los políticos podrían ser felices. «Serán ellos —los
aunque emprendió algunos viajes para visitar a los gobernantes— los únicos ciudadanos a quienes no

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esté permitido manejar ni tocar el oro nila plata, ni (Us. 163), nos dice: «Feliz tú que huyes, a velas des-
entrar bajo el techo que cubra estos metales, ni lle- plegadas, de toda clase de paideia, de educación». Una
varlos sobresí, ni beber en recipientes fabricados con educación que, en lugar de desarrollar la autarquía y
ellos» (República, II, 417a). «El gobernante no está la libertad, nos esclavizaba con la angustia de tradi-
para atender a su propio bien, sino al del goberna- cionales mitologías —las telarañas, que diría Nietz-
do» (República, l, 347d). Esta teoría, llena de buena sche—, contradice su fundamental misión.
voluntad, había sido, desgraciadamente, contradicha La «sensación», como principio de todo conoci-
por la práctica, y Epicuro entendió que era necesa- miento requería, sin embargo, una estructura más
rio arrancar de otros principios muy distintos para la teórica desde la que confirmarse. Epicuro escribió,
educación de los «guardianes», de los vigilantes y cui- sobre esto, un libro perdido, que llevaba el título de
dadores del zoológico humano. Canony queconsistía en un estudio de reglas para dis-
Paraello intuyó que había queintensificar las rela- cernir lo verdadero de lo falso. El mundodelas sen-
ciones con nosotros mismos antes de pensar en orga- saciones necesita criterios para organizarlas. Porque
nizarnos como sociedad. Las grandes teorías de sus la mente se nutre de las experiencias que van ofre-
predecesores habían olvidado un principio esencial ciendo esas sensaciones. Experiencias que crean «opi-
de todafelicidad y, por supuesto, de toda sabiduría: el niones», «anticipaciones», formas de ver las cosas que
cuerpo humanoy la mente que lo habitaba. Conres- condicionan la aparente neutralidad de lo que vemos.
pecto a la mente, tenía que estar libre de los terrores Nuestro mundointerior, ese microcosmos que nos
que, en buena parte, había incrustado en ella la reli- constituye, determina las interpretaciones de todolo
gión. Una mente atemorizada es una mente infeliz que sentimos, de todo lo que vemos y oímos. Hay
y, al mismo tiempo, es, de alguna forma, creadora algo en nosotros que se «anticipa» —porutilizar un
de infelicidad. Esta infelicidad y estos temores son término característico de Epicuro— a nuestra expe-
principios destructores de la vida, de la alegría que riencia de los otros seres.
debe inundarla existencia, y el sustentarse en ellos Esto plantea una cuestión de gran actualidad y,
es una de las grandesfalsificaciones que han pobla- sin duda, condicionará, en parte, el desarrollo del
do la historia. Probablemente Epicuro está pensando pensamiento contemporáneo. La presión que ejerce
en este problema cuando, en un chocante fragmento ese inmenso imperio de información que nosasfixia

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y condiciona, acaba por marcar las direcciones de cree, sino quien aplica las opiniones de esa gente a
nuestra ideología, y crear, en nuestra capacidad de en- los dioses, ya que no son sino presunciones vanaslas
tender, grumosideológicos en los que se atasca lo que razonesde la genteal referirse a los dioses... porque
vemos del mundoy lo que somos capaces de entender. éstos, entregados a su propia excelencia, acogen a sus
Ese atasco mental provoca violencias e injusticias semejantes, pero consideran extraño todo lo que les
desdela fanática ceguera de quienes no han sabido o es ajeno» (Carta a Meneceo, 123-124). «Hermano, per-
podido liberarse de la presión de una educación «con- manecefiela latierra»,diría siglos después Nietzsche.
dicionada». «El fruto más importante de la autarquía El dualismoy la teología platónica que establecía un
es la libertad» (Gnomologio vaticano, 77). Una liber- mundo superior y distinto, al que había que tender
tad que es, por supuesto,la libertad de poder pensar. incesantemente, un mundo de ideas ejemplares, mo-
El ya tradicional temade la libertad de pensamiento delo y fin de la existencia, quedaba reducido a una
es, hoy, una de las cuestiones capitales de la socie- tarea mucho más modesta y, al parecer, más vulgar.
dad y una de las frases hechas que habría que des- Es posible que, en un estadio superior de nuestro de-
hacer. Porque esa deseable libertad de pensamiento sarrollo, nos apareciera ya otro horizonte, humano
notiene nada que ver con que podamosdecir lo que también, en el que acrecentar todas nuestras capaci-
pensamos, sino con que podamos pensar lo que de- dades; pero antes había que plantear, con claridad, los
cimos. Para ello es necesario que nuestra mente no límites de aquello que realmente somos,los límites y
esté corrompida por las informaciones recibidas a mensajes de nuestro cuerpo. Un pensamiento que se
través de una formación sectaria, padecida en tantas olvidase de nuestra débil pero imprescindible estruc-
escuelas, cuya misión no es formar seres humanos tura carnal, de la delicada fábrica de nuestro cuerpo,
libres, sino secretarios de una ideología, fanáticos de estaba condenado a perderse en «vanas fantasías». Lo
unareligión. primero era aceptar esa peculiar condición de nues-
Epicuro desarrolla, pues, una filosofía del «más tro ser, y esto implicaba una verdadera democratiza-
acá». Los dioses están muy lejos de nosotros, y no ción de la existencia. El cuerpo y nuestra condición
podemostener vínculo alguno con ellos, ni, por su- carnal son el punto de partida para la reunión y con-
puesto, se preocupan de nosotros. «Por tanto no es vivencia con otros cuerpos, que arrastran cada uno la
impío quien reniega de los dioses en lo que la gente historia de su lucha porexistir.

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Nuestro cuerpo es, pues, el centro inicial del de- Entre esas trampas Epicuro intuía, probablemente,
mos,de la colectividad de otros cuerpos, de otras exis- la desorganización social, el engaño, y toda esa im-
tencias, indigentes también como la nuestra. Y pre- parable rueda de la injusticia que, para sustentarse,
cisamente porque, en sus estructuras esenciales, ese acude la violencia.
cuerpo es semejante a otros cuerpos, no cabe discri- La decidida defensa del placer que encontramos en
minación posible en los elementos sobre los que se muchosde los fragmentos epicúreos, era consecuen-
levanta la vida. «La voz de la carne pide no tener ham- cia de ese revolucionario descubrimiento del cuerpo
bre, ni sed, ni frío; pues quien consigue esto o confíe y de su bien. El placer y el dolor son los dos hilos que
en conseguirlo, puede competir en felicidad con el atraviesan nuestra carne y nos avisan continuamente
mismo Zeus» (Gnomologio vaticano, 33). Un programa de lo que nos conviene. Son los dos grandes mensa-
verdaderamente modesto, y en el quese reflejaba, sin jeros que la naturaleza puso sobre aviso en nuestra
embargo, la fraternidad de nuestros deseos con la ne- vida. Pero esa vida placentera estaba llena de sensatez
cesidad de la existencia. No tener hambre, ni sed, ni e inteligencia y se enlazaba con la amistad «que sobre-
frío constituía el fundamento de esa democratización vuela el mundo entero convocándonos a todos para
del cuerpo humano, fundamento a su vez de la po- que despertemosenla felicidad» (Gnomologio vaticano,
sible felicidad. Un programa modesto pero que, en 52). Probablemente, la manipulación que la historia
su sencillez, albergaba los principios de la igualdad, hizo de esa teoría del placer y del cuerpo fue una ma-
los principios a los que nadie podía renunciar, y que nera de desacreditar lo que había de revolucionario
nadie nos podía arrebatar. en esa mirada que se abría a ese oscurecido y maltra-
Noes extraño, pues, que Epicuro sintiese recha- tado territorio,
zo porla ciudad opulenta, la política de consumo y Por ello la filosofía de Epicuro se sustentaba en el
lujo que, en su inmoderación, animalizaba a los se- reconocimiento de la «sensación» comocriterio fun-
res humanos y provocaba, en la mayoría deellos, la damental de la vida. Una sensación que, como prin-
miseria y el dolor. «Siento el gozo de mi cuerpo al cipio de energía creadora, llenaba nuestra mente de
alimentarme de pan y agua, y escupo sobrelos pla- memoriae inteligencia conectándonos con el mundo
ceres de la suntuosidad, no por ellos mismos, sino y enriqueciendo nuestra experiencia de él. De acuer-
por las trampas que nos tienden» (115, Arrighetti). do coneste privilegio de los sentidos, el mundo, más

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allá de ellos, era, como en Demócrito, un juego ince- tirá en «tener más», sino en «ser más». Para ello Epi-
sante de «átomos»invisibles regidos por la necesidad curo nos descubrió al gran ausente de esa reflexión
y el azar. Un universo de átomos existentes, como el sobre la vida feliz: el cuerpo, la verdadera vida de los
espacio en el que se mueven, desde toda la eterni- latidos y la carne, de la serenidad y la amistad.
dad. Pero este mundo invisible construía lo visible, En una época como la nuestra, en la que la so-
ese inabarcable universo de lo que experimentamosy ciedad de consumo acaba por consumirel tiempo y
sentimos. Un universo de posibilidad, en el corazón los deseos, y, en muchos momentos, contribuye a la
mismodela realidad. estupidización colectiva, Epicuro nos ofrece un inte-
Este universo de átomos relativamente libres se ligente consejo: «De los deseos, unos son naturales
manifestó en la ética de Epicuro con expresiones, a y necesarios, otros naturales pero no necesarios, y
veces provocativas, contra la hipocresía de aquellos otros, al fin, ni naturales ni necesarios, sino que pro-
escandalizados dueños del poder político e ideológi- vienen de opinionessin sentido».
co, dueños también del gozo y el placer que les daba
su riqueza y su seguridad y que, sin embargo, predi- Los textos de Epicuro, en su original griego, fueron
caban la dura e inamovible resignación y la tristeza recogidos, en una magnífica edicióncrítica aparecida,
para los pobres hijos del abandonosocial, para los es- por primera vez, en 1887 y reeditada posteriormente:
clavizados por los temoresreales a los que sus domi- Hermann Usener, Epicurea, Stuttgart, Teubner 1966.
nadores los condenaban. Había, pues, que combatir Otra excelente edición del texto griego, con traduc-
el temoral dolor y la muerte, ayudándosedela inteli- ción italiana, es la de Graciano Arrighetti, Epicuro,
gencia y la serenidad frente a los que, con la insisten- Opere. Turín, Einaudi, 1960. Hay una segunda edición
cia en esas realidades de la naturaleza, nos quitaban aumentada, en 1973. Según estas ediciones hemosci-
la alegría de vivir. Unaalegría que, a pesar de las difi- tado los fragmentos reproducidos en este texto.
cultades, era una fuente de creatividad y de progreso.
Lalectura de los textos de Epicuro nos devuelveel
optimismoque brota de unainteligente mirada sobre
la oculta felicidad. Como en los mejores momentos
del platonismo,la eudaimonía, la felicidad, no consis-

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