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¿ES POSIBLE LEVANTAR NUESTRA ECONOMÍA?

Antonio Quezada Pavón

Hay un nuevo programa económico del Gobierno para reactivar nuestra


economía. Felizmente fue concebido, como debe serlo en el sector público, a
través de la discusión y el debate para evitar la tiranía de las asunciones
dogmáticas. El tema es en realidad cómo movilizar las diferentes formas de
capital para reconstruir el Estado. Para empezar, hay que reconocer que
vivimos un entorno democrático y capitalista, de los cuales no se beneficia
la gran mayoría de los ecuatorianos, ya que, si bien no es necesariamente
una democracia represiva, definitivamente seguimos en un tipo de economía
de industrias extractivas y pagamos por asistencia técnica tan costosa que
se ha vuelto una forma de corrupción, y no ha sido capaz de pensar en
nuestro desarrollo en forma creativa y orgánica. Y estamos localizados en un
solo mundo globalizado, que no es necesariamente inclusivo, pero que nos
obliga a aceptar premisas de un régimen de derechos y responsabilidades y
de rendición de cuentas. Y en este entorno se desarrolla nuestra economía,
nuestra sociedad civil y nuestro gobierno. Pero la teoría económica
tradicional que se enseña en las universidades es prácticamente inútil en el
contexto de nuestro país afectado por la pobreza, el desempleo, la tentación
del narcotráfico y las poderosas mafias de la corrupción. Esto es lo que nos
debe obligar a salir hacia adelante y no se lo hace mediante elaborados
algoritmos matemáticos a los cuales, como académico, les tengo profundo
respeto. El Gobierno debe guardar y preservar para sí sus principales
funciones: control sobre la violencia y la inseguridad; control administrativo;
control sobre las finanzas públicas para la creación de la riqueza, su
redistribución y los impuestos; inversión en el capital humano; creación de
derechos ciudadanos mediante políticas públicas; provisión de la
infraestructura; administración de los activos tangibles e intangibles del
Estado mediante adecuada regulación; creación y apertura a los mercados;
elaboración de acuerdos internacionales, incluyendo crédito; y
definitivamente la creación de leyes y su sujeción a un Estado de derecho.
Para lograrlo, tenemos que repensar la noción de capital y el menos
importante en este gran proyecto es el capital financiero: el dinero, que en
nuestro país no es realmente capital, sino solo efectivo, pues carecemos de
estructura institucional, organización y habilidades gerenciales para
transformar este efectivo en capital.  Y de hecho lo que se necesita es
obtener todas las formas de capital: capital físico, capital institucional,
capital social, capital humano, evidentemente capital financiero, y lo que es
más crítico, el capital que proporciona la seguridad y el acceso a la
información. El Gobierno debe atraer la inversión privada para que logre esta
transformación. Tardamos 18 años en formar un profesional y unos 22 un
PhD, lo cual nos lleva a repensar en el tema del tiempo. No podemos repetir
las modalidades que hemos heredado. La mayor parte de nuestra población
está por debajo de los 20 años de edad. Ellos miran la vida de diferente
manera y necesitan que les demos una guía distinta y otra forma de
entrenamiento para desarrollar sus habilidades. Hay que orientarlos no
solamente a solucionar problemas, sino sobre todo a involucrarse en su
responsabilidad social global. Tienen que inmiscuirse en los temas de la
corrupción y no solamente en la búsqueda de un ambiente sano. Si los
jóvenes no se interesan en los lacerantes problemas de la corrupción y su
erradicación, ¿entonces quién lo hará? (O)

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