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Introducción de la Teoría de Juegos

Pocas cosas pueden ejemplificar tan bien la importancia de las decisiones que un juego. Y por qué
no, el juego más popular del mundo en el año de su torneo más importante en el mundo: el fútbol.

Todos conocemos el fútbol, un multitudinario deporte en el cual los hombres participan


directamente, sin la intervención de máquinas, fichas o piezas, usando simultáneamente sus
habilidades individuales y el trabajo en equipo, se juega mediante una estrategia para llegar a la
línea de meta y anotar un gol. Los equipos aprovechan no sólo las habilidades de sus integrantes,
sino, también, las acciones del equipo contrario: por supuesto los errores y fallas de los otros
jugadores.

Con ésto, es fácil advertir que el éxito en un partido de fútbol, depende no sólo de una buena
estrategia del equipo y de la pericia individual sino, además, de las acciones, errores y omisiones
de los otros. En consecuencia, el éxito en el juego es consecuencia de la interacción de los
contrincantes y no sólo de las virtudes de uno de ellos.

Pensemos solo un instante en el tenis. Ese es otro deporte que materializa muy bien lo que
acabamos de decir. En éste, es muy frecuente ganar más por los yerros del contrario
(denominados errores no forzados y doble faltas) que por las virtudes de uno.

Así, el tenis y el fútbol, son juegos que comparten un elemento interactivo y competitivo. Hay
otros juegos (como el parchís), en los cuales, los individuos se apoyan en otros elementos y hacen
que el desarrollo y el resultado dependan de una buena estrategia, los errores de los contrarios y
la suerte al tirar los dados. Con esto, podemos identificar que los juegos en los que el azar también
está presente, puede no ganar el más hábil sino quien tiene una suerte superior, como es el caso
de las máquinas tragamonedas.

También están los que dependen de una acción posterior en una relación de números accionados
por terceros que no participan directamente del juego: la lotería o del bingo son buen ejemplo. En
estos últimos juegos, los individuos carecen de participación y, en consecuencia, de
responsabilidad sobre los resultados. Por ello es, que tal vez, no hay alegría en sus jugadores. No
viven el partido, no disfrutan de la confrontación, ya que cualquier resultado dependerá de
terceros o del azar.

Vemos que el resultado de un juego tiene componentes que marcan su destino, como son la
habilidad, la interacción (con los errores de los contrarios) y el azar. Pero también existen juegos,
como el golf, en donde no hay interactividad, ya que cada jugador lucha contra un estándar y su
rendimiento no depende de la interacción con otros jugadores. Al no haber interacción, en el golf
no es nada común ver las populares trifulcas que muchas veces se ven en partidos de fútbol.

Entonces, los juegos en los que la interacción de sus contrincantes es fuerte, se da lugar un
intercambio humano en todo sentido, propia de la psicología con una situación y acción
antagónica de principio a fin. Este antagonismo da a ciertos juegos (como el fútbol, el baloncesto,
el béisbol, etc.) matices de conflictos mucho más profundos, como las guerras. Es frecuente que
en estos deportes los seguidores de un equipo sientan antipatía por los seguidores de otro, sin
siquiera conocerlos. Antipatía que muchas veces se traduce en interacciones violentas. Violencia,
como en la guerra.
Bien, incluso, en estas interacciones (que pueden tornarse en verdaderos conflictos bélicos)
existen una serie de reglas que las partes acuerdan seguir y respetar, como el denominado juego
limpio, y que dan marco reglamentario a los juegos, incluso aquellos en los que el azar tiene una
preponderante participación en el resultado: en el parchís no se pueden saltar más casillas que las
que haya marcado el dado, o en el fútbol no se puede tomar el balón con la mano siendo un
jugador de campo diferente al portero.

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