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Libro de Artista

Trabajo Práctico Nº 2

Didáctica de las Artes Visuales I

Escuela de Arte Ricardo Carpani


3º Artes Visuales
Alumna: Montaña Carla Soledad
Profesor: Silva Mario
E n el siguiente texto se realizará un recorrido en el tiempo de
experiencias propias relacionadas a la forma de aprender,
utilizando ejemplos y conceptos tomados de la biografía
trabajada en clase.
Bibliografía:
• Matrices de aprendizaje: Constitución del sujeto en el proceso de
conocimiento. Ana P. de Quiroga.
• Modelos formativos en educación artística: Imaginando nuevas
presencias para las artes en educación. Imanol Aguirre Arriaga.
Universidad Pública de Navarra.
Mis primeros pasos: Preescolar

Ser hija única jamás fue una complicación para mí. Muchas personas
les decían a mis padres que comenzar el preescolar me iba a resultar
bastante difícil ya que, al no tener hermanos u otros menores en la
familia, iba a ser incapaz de vincularme con otros fácilmente. Mis padres,
jóvenes en ese entonces, de 26 y 23 años, temerosos me acompañaron
desde el primer día de clases y no han dejado de hacerlo.

Recuerdo ese primer día. Recuerdo la sonrisa de mi mamá con lágrimas en


los ojos. Recuerdo el cabello y los ojos de mi primera señorita. Carla. La
seño se llamaba Carla. Imagínense lo que fue para mi que la señorita se
llamara igual que yo. Algo tan común para los adultos, en la mente de un
pequeño fue totalmente alucinante.

Ella me ayudó a relacionarme rápido con los otros niños. Siempre fui muy
vergonzosa, y no sabía realmente como actuar con mis pares. La docente
siempre supo qué hacer en cada momento. Supo utilizar las cosas que me
gustaban para integrarme al grupo. Por ejemplo, sabía que me gustaba
dibujar, entonces se armaban actividades y juegos donde yo debía ser la
iniciadora, la que comenzara el dibujo que todos terminaríamos al final de
la clase.

Así y otras cosas ayudaron a que lograra desenvolverme y compartir lo


que más me gustaba hacer. Creo que este es un claro ejemplo del
aprendizaje explícito e implícito ya que, aprendiendo a dibujar, también
aprendí a compartir. Como menciona Ana P. de Quiroga, en el libro
“Matrices de aprendizaje”, capítulo IV, página número 34, cito: “En cada
experiencia puede haber un aprendizaje explícito que se objetiva y
condensa en un contenido o una habilidad. […] Pero la experiencia en la
que se realiza ese aprendizaje explícito es a la vez fuente de otro
aprendizaje. Esa experiencia deja en nosotros una huella. […] Este es un
aprender implícito”.
Ingreso a la Primaria

Llegó el día más esperado. Comenzar en primer grado. Todo era


absolutamente nuevo. El edificio era otro, los docentes eran otros, nada
se comparaba a esa pequeña sala celeste de la que veníamos cruzando la
calle. El día inició cantando el himno Nacional. Ya lo conocíamos, pero
ninguno de nosotros sabía cómo cantarlo. Recuerdo que la primera
actividad de arte, la docente nos habló de eso. Del primer día de clase, de
cómo nos sentimos al escuchar el himno sin saber la letra, o al menos,
comprender lo que decía. Entonces, sacó una grabadora, colocó un
cassette y nos dijo que en la hoja pintáramos y dibujáramos que la música
nos hacía sentir. Si bien hicimos esta actividad en varias oportunidades en
años posteriores con diferentes tipos de música, esa primera vez fue la
que más impacto tuvo en mi infancia.

Cada obra de arte, así llamaba la docente a nuestros trabajos, era


condecorado y puesto a la vista de toda la escuela, tanto dibujos y
pinturas como también creaciones que realizábamos en la materia de
manualidades. Luego a fin de año, todo se exponía en un patio interno de
la escuela. Así fue hasta tercer grado.

Puedo creer que en ese momento se estaba haciendo uso del Modelo
Expresionista, (Modelos formativos en educación artística: Imaginando
nuevas presencias para las artes en educación) y que como explica el
texto, este modelo está centrado en el sujeto y la expresión de
sentimientos y emociones a través del arte.
Llega 4° grado: Cambio de escuela

Al terminar tercer grado, nos mudamos de localidad. Por lo tanto,


me cambiaron de escuela. No estaba preocupada ni afligida hasta el día
que me llevaron por primera vez a buscar vacante. La escuela que
visitamos era ni más ni menos la misma a la que había concurrido mi
mamá. Lo más emocionante de esto fue que las dueñas del
establecimiento aún estaban al frente. Así como algunas maestras ahora
ocupaban puestos diferentes, pero seguían trabajando en la escuela. Hubo
llantos y abrazos, todas reconocieron a mi mamá. Si llevo este recuerdo a
los sentidos, puedo decir que cerrar los ojos y sentir el aroma del jazmín
me retrotrae a esa sala de dirección, donde realizaban las inscripciones.

Comenzaron las clases. Primer día en cuarto grado. Fue un año difícil.
Terminaba antes que mis compañeros las consignas, por lo que la docente
me dejaba hacer la tarea para casa en la clase, pero me aburría bastante y
ella lo notaba. El contenido curricular que estaban dando en cuarto grado,
yo lo había trabajado el año anterior en la otra escuela. En ese momento
creo haber pasado por una crisis de aprendizaje tal como lo explica el
texto De “Matrices de aprendizaje”, capítulo IV, página número 37, cito:
“La crisis introduce la posibilidad de analizar, de hacer conscientes
nuestros modelos y por lo tanto introducimos a partir de ella la
posibilidad de transformación de nuestros modelos de aprendizaje. […]
La crisis es fundamental, en tanto posibilidad de crecimiento, porque
rompe la familiaridad encubridora con nuestros modelos internos de
aprendizaje y vínculo”. Con nueve años cuestioné a la docente por no
comprender por qué veíamos temas del año pasado, creyendo
inocentemente que, si yo ya los había visto en la otra escuela, significaba
que mis nuevos compañeros también. Quería compartir con mis
compañeros mis experiencias pasadas en la otra escuela, lo que había
aprendido. Pero la docente no me dejó. Solo me dio más tarea que lo
habitual para mantenerme ocupada. Así fue pasando el tiempo, hasta que
pude estar al mismo nivel que mis compañeros. Hoy en día, estudiando
didáctica y todas las estrategias metodológicas que existen y se pueden
crear, pienso que la docente pudo haber solucionado el problema de una
manera diferente, de una manera en la que no me hiciera sentir que yo
era la equivocada, la que “se estaba portando mal y tenía que quedarse
quietita y calladita terminando la tarea en clase”.

Los años pasaron y empezamos a tener profesores de materias


específicas. Teníamos profesor de plástica. Mis ganas de aprender habían
vuelto, ahora sabía que en esta materia podría ser capaz de hacer lo que
tuviera ganas realmente, que iba a poder dibujar lo que quisiera, que
podíamos tener el famoso y cuestionado “dibujo libre” de nuevo.

Pero no. No fue así. Este profesor seguía el Modelo Logocentrista, el cual
fundamenta que la buena obra de arte está sujeta a reglas y principios
universales, y tiene como estrategia metodológica el respeto a la norma
y el procedimiento. Teníamos que dibujar exactamente lo que él nos
pedía, de la manera exacta que nos enseñaba. No teníamos permitido
utilizar otros materiales o colores que no fueran los que había pedido. Si
alguno no había llevado algún material solicitado, se quedaba sin hacer la
consigna, sentado y en silencio hasta que terminara la hora.

Así fue hasta 9° grado, cada año haciendo los mismos trabajos con el
mismo profesor.

Secundaria

En ese entonces, la secundaria se comenzaba después del 9° grado.


Teníamos tres años, los que conformaban la secundaria. Dependiendo de
qué modalidad habíamos elegido en el último año de la primaria,
cursaríamos Arte, Humanidades o Economía. Creo que muchos de mis
compañeros no elegimos Arte por haber tenido una primaria llena de
malas experiencias a lo que artístico se refería. O quizás hablo por mí sola.
Me hubiera gustado seguir la modalidad de Arte, pero supongo que la
frustración me impidió hacerlo. Cada fin de año de esos tres años me sentí
arrepentida, porque veíamos las exposiciones de los trabajos de los
alumnos de esa modalidad, y deseaba profundamente que hubiera alguna
obra de mi autoría, pero no estaba permitido. Así como tampoco me
dejaron, en segundo año, cambiarme de modalidad.

Un profesor de política me dijo que “Arte esta lleno de vagos”, y esa


misma concepción la compartía toda la escuela. Los que estaban en la
modalidad de arte eran clasificados como los peores del instituto.
Horrorosa clasificación. Más para adolescentes de 15 años. Pero bueno,
estamos hablando de una concepción que ya tiene más de 13 años. Los
tiempos y la apreciación de las materias artísticas han cambiado. Por
suerte.

Por otro lado, teníamos materias como psicología y comunicación que nos
dieron otra perspectiva. Puedo decir que estos profesores obviamente
utilizaban el Modelo Filolingüista, ya que el enfoque está en el hecho
comunicativo y narrativo. Su fundamentación es que el arte es un
lenguaje, hay una psicología de la percepción, un impacto de la imagen,
un impulso de la cultura visual.

En la materia de comunicación también puedo decir que utilizó la


Educación artística y cultura visual, que toma al arte como un hecho
cultural, y que tiene como propósito formativo la comprensión crítica de
la función social y cultural de los instrumentos visuales.

Con este profesor realizamos muchas actividades que concluían en obras


de arte grupales. Recuerdo el impacto que tuvo en mí la clase en la que
aprendimos sobre vanguardias.

Esas materias fueron las que crearon en mi ese interés en el arte y la


historia de la misma.
Conclusión

Realizar este trabajo me permitió tomar conciencia de los


cambios que ha sufrido la educación en estos años.

Pude comprender que la matriz de aprendizaje es un proceso


en el cual se lleva a cabo la constitución social del sujeto, el cual a su
vez se constituye en una práxis, es decir, una trayectoria de
aprendizaje (Aquí y ahora), en la cual vamos aprendiendo a
aprender. Esto significa que organizamos y significamos nuestras
experiencias (registramos estímulos, recogemos información,
desechamos otros hechos y procesos) y construimos así hábitos de
aprendizaje que son las maneras de percibir secuencias de conducta
y están ligados a nuestra identidad.

Entendí que construimos permanentemente actitudes de


aprendizaje, es decir que cada experiencia vivida, cada quiebre de
modelos internos, cada nueva reflexión crítica nos permite
constituirnos como sujetos de conocimiento.

En resumen, todos somos seres en constante cambio, pero


creo personalmente que los docentes llevarían el primer lugar en
este proceso cambiante. Nunca dejemos de aprender, nunca nos
alejemos de la autocrítica y lograremos cada día ser mejores sujetos
cognoscentes.

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