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El carácter del ser del lenguaje en Platón.

...mi querido amigo, querer separar todo de todo es una empresa loca, que
supone un hombre de hecho extraño á las musas y á la filosofía.
(El Sofista, Platón)

...lo bello, el bien y todas las cosas de estas clases, ¿debe decirse que
existen en sí ó que no existen?
(Cratilo, Platón)

Es evidente que el lenguaje ha representado para el humano en su cognición uno de los


problemas más varios y pues prueba de ello son las múltiples derivaciones de que de él
nacen: un signo, un sonido, un símbolo, un pensamiento, un discurso, una expresión. El
lenguaje ha representado un total misterio que la filosofía del lenguaje no ha resuelto en
más de dos mil años, y que varias ramas de estudio han analizado encerrándolo en una
determinada manera de cómo se nos presenta: la lingüística delimita los sistemas y
característica de una lengua; la gramática asume el estudio de la simbología escrita de
una lengua; etc. Pues no es una coincidencia que se nos presente como un misterio ya
que nos rodea por todas partes y nos acompaña en todos los actos de nuestra vida, [y]
cuando intentamos establecer una relación cognoscitiva con él, se escapa a nuestra
mirada.1 Se diluye, se transforma en otra cosa, nunca podemos asirlo por completo, es el
gran misterio que nos convoca como convocó, ya de remembranza mitológica, a Cratilo,
Hermógenes y Sócrates en Cratilo principalmente, ya que no es la única obra en que
Platón ha hablado de manera incidental o directa del lenguaje, pues acá también
tomaremos y beberemos del diálogo donde tratan la figura del sofista: El Sofista. Imagen
de sofista que a pesar de sus argucias y sus habilidades discursivas aportó, en sus
incesantes búsquedas hacia la perfección del discurso, una manera de modelar y
sistematizar la lengua: forma expresiva del lenguaje.
La rectitud de los nombres en Cratilo recae en la discusión de lo natural o
convencional, en la armonía y el sentido del nombre en sí, en la concordancia del
significante con el mundo real. -Si es amarillo por favor que sea amarillo- ¿acaso en la
naturalidad no hay convención? Tampoco debemos ser unos convencionalistas
(positivistas) porque si suponemos que el lenguaje es un material convencional entonces
¿con qué lenguaje o sistema simbólico nos pusimos de acuerdo para poder llegar a una
1
Vélez, D.C. (1995). El misterio del lenguaje. Planeta Colombiana Editorial S.A.
convención? -¡Es una espiral que se carcome!-No quisiera ser como el sofista, pues no
lo sé y no pretendo saberlo todo y pienso como Nietzsche que <<Todo lo profundo ama
la máscara>>, pues el lenguaje es eso, una máscara que nos hace humanos y los
humanos somos la máscara de la existencia del lenguaje en su abstracción de animal
simbólico (Cassirer, 1944). Platón nos expresa con ímpetu la naturalidad de la lengua, la
mímesis del signo en la esencia, una imitación de lo demiurgo por lo demiurgo, pues nos
queda claro que hace una distinción del lenguaje en sus categorías ya muy renombradas;
la imagen, el sonido: lo sensible; lo expresado, el sentido: lo ideal. El tema principal en
este dialogo es el nombre, lo que expresa correcta e incorrectamente, pues la búsqueda,
el desglose de sus etimologías lo lleva a establecer un punto intermedio, un punto
evidente, pero inasible en su ser. El hecho está en una cuestión ontológica de la verdad,
más que del nombre. Se ve una clara búsqueda por lo que se considera como verdadero:

>>No hay inteligencia que pueda conocer el objeto que conoce, si este objeto no tiene
una manera de ser determinada.2

Pues vemos que como en El Sofista la determinación de las cosas es encontrar una
mismidad, una otredad, un movimiento y un reposo, y un ser, una forma determinada de
armonizar en el uno y en el otro. El discurso empieza por el ser de las cosas, por la razón,
no por un sofisma, una mentira adornada por la imitación falaz de algo. Las palabras no
pueden ser todas algo que concuerden, pero tiene un ser, una verdad. El Sofista y Cratilo
tienen un punto de búsqueda en común: el nombre apropiado para el ser de las cosas.
Pues Platón nos dice que no podemos conocer las cosas por los nombres mismos, ya que
los legisladores3 recaen en errores donde la subjetividad es expresada. ¿Acaso no somos
subjetivos al hablar? No queremos caer a la palabrería que tanto desdeña Platón.
Ocupémonos ahora en la apreciación que hacen Teetetes y el Extranjero del lenguaje
en El Sofista; nos refieren primero el juicio y el pensamiento, como distinciones de
nuestro mundo discursivo:

2
Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 4, Madrid 1871: 347-472.
3
Es para los antiguos griegos el artífice, el formador de los nombres que a partir de los sonidos y las sílabas establece
su conveniencia y naturalidad entre lo nombrado y el nombre en sí.
>>Por consiguiente, puesto que el discurso es verdadero ó falso, y puesto que el
pensamiento es como el diálogo del alma consigo misma; el juicio, el término del
pensamiento, y la imaginación, de que hablábamos ántes, mezcla de la opinión y de la
sensación, todas estas diversas operaciones, á causa de su parentesco con el discurso,
han de ser también á veces falsas, por lo ménos algunas de ellas.4

Vemos que hay un claro establecimiento de lo falso y lo verdadero como


indispensable para el juicio, el pensamiento y la imaginación, pues el ser se compone y
evoluciona por estos factores, factores que se enlazan en el lenguaje por dos elementos,
según Platón indispensable, para que haya un discurso con sentido: el nombre y el verbo.
Aunque no tiene en sí en cuenta, como lo harán los estoicos y algunos pensadores
grecolatinos, otros elementos discursivos, resalta estos (el nombre y el verbo) como de
natural relación, relación que más que nombrar o referir, ayudan a discurrir, a que el
discurso sea discurso:

>>Los nombres colocados solos, unos en pos de otros, no forman un discurso; y lo


mismo sucede con los verbos sin nombres.5

Estableciendo así determinaciones en el discurso y la razón. Los nombres para Platón


más allá de una cosa es un medio de conocer las cosas por una reflexión, un discurso, un
pensamiento, o por la imaginación aunque esta no sea de preferencia para merced de lo
verdadero. La vida aquí suele ser sola sin el lenguaje, la vida del lenguaje suele ser una
simple cosa sin el humano. -¡Antropocentrismos!-
Nos queda sin más volver una y otra vez a la obra de Platón y a nuestra arborescencia
griega antigua; establezcamos consecuentemente la importancia de estos; no es ajeno que
la metafísica invada los discursos de la filosofía del lenguaje pues de allí provenimos, de
lo mítico, de lo subjetivo. La cultura no es más que un hecho natural de nuestra
simbolismo convenido; las preguntas en la estela universal son las mismas ¿qué es el
lenguaje?, ¿qué es el humano?, ¿cuál fue el principio?, ¿qué nos hace poseedores de un
principio? Preguntas que se revuelven en la magma de lo sensible, punto de molde
diverso, embate del agua que nos hace devolver una y otra vez en el mar de las cosas,
embate que nos pone una marca en la piel racional, nuevo hito que amplía nuestra

4
Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 4, Madrid 1871: 9-142.
5
Ibíd.
perspectiva de las cosas. Convengamos pues que ese misterio, ese mito, como dice Lévi-
Strauss, es la máquina que nos lleva una y otra vez del lenguaje a la lengua, en un
constante trastorno de lo que es verdadero para la falsedad.

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