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2017

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Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Páginas iniciales

DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO. TEXTOS Y


MATERIALES
Tercera Edición

(Directora)

PAZ ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA

Catedrática de Derecho Internacional Público. Universidad de Oviedo

Primera edición, septiembre 2010

Segunda edición, julio 2013

Tercera edición, mayo 2016

Con la colaboración de Raúl Rodríguez Magdaleno

Profesor Ayudante Doctor

Universidad de Oviedo

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2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo I. El ordenamiento jurídico internacional

Capítulo I

El ordenamiento jurídico internacional

Sumario:

1. Caracteres generales
1.1. Introducción
1.2. Declaración sobre los principios de Derecho internacional referentes a las relaciones de
amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones
Unidas. A/RES/2625 (XXV)
1.3. CIJ Asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), fondo. Sentencia de 27 de junio de 1986
1.4. Convenio de Viena sobre el derecho de los tratados, de 23 de mayo de 1969. Artículo 53
1.5. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente
ilícitos, aprobado por la CDI en segunda lectura en su 53º período de sesiones (2001)
1.6. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996
1.7. CIJ Asunto relativo a las Consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el
territorio palestino ocupado. Opinión Consultiva de 9 de julio de 2004
1.8. CIJ Asunto de las Cuestiones relativas a la obligación de enjuiciar o extraditar (Bélgica c.
Senegal). Sentencia de 20 de julio de 2012
1.9. CIJ Asunto de las Inmunidades jurisdiccionales del Estado (Alemania c. Italia; Grecia
(interviniente)). Sentencia de 3 de febrero de 2012
1.10. CIJ Asunto del Derecho de asilo (Colombia/Perú). Sentencia de 20 de noviembre de 1950.
Opinión disidente del Juez Read
1.11. Convenio de Viena sobre el derecho de los tratados, de 23 de mayo de 1969
1.12. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996
1.13. Lecturas recomendadas
2. La codificación del Derecho internacional
2.1. Introducción
2.2. Carta de las NN UU, de 26 de junio de 1945. Artículo 13.1
2.3. Estatuto de la CDI. A/RES/174 (II)
2.4. Estatuto de la Comisión de Derecho Internacional de la Unión Africana, adoptado por la
12 sesión ordinaria de la Asamblea, celebrada en Addis Abeba, Etiopía, del 1 al 4 de
febrero de 2009
2.5. Lecturas recomendadas

1. CARACTERES GENERALES

1.1. INTRODUCCIÓN

El derecho internacional público es el ordenamiento jurídico de la comunidad internacional; está


formado por un conjunto de principios y normas que constituyen un sistema. Se trata de un
ordenamiento jurídico autónomo, ya que posee sus propios modos de creación de normas y
evoluciona al compás del grupo social del que emana. Como consecuencia del carácter dinámico
del ordenamiento jurídico internacional se ha ido produciendo una ampliación de sus sujetos y de
sus funciones, pasando de garantizar el estatuto de los Estados y su coexistencia a regular la
cooperación internacional para satisfacer intereses comunes y, más recientemente, a proteger
intereses fundamentales de la comunidad internacional en su conjunto.

Mientras que los principios expresan valores jurídicos que informan el ordenamiento jurídico
internacional en su totalidad o en un sector del mismo, las normas prescriben comportamientos a
sus destinatarios, existiendo no obstante entre principios y normas una relación sustantiva pues
los primeros informan a las segundas. En el actual estado de evolución del derecho internacional
público, cabe hablar de unos principios estructurales que expresan los valores jurídicos básicos
que inspiran el conjunto del ordenamiento; su enumeración más completa se encuentra en la
Resolución 2625 (XXV), aprobada por la AG de las NN UU el 24 de octubre de 1970, si bien no puede
considerarse como exhaustiva. Estos principios estructurales constituyen el núcleo de las normas
imperativas o normas de ius cogens , que no admiten acuerdo en contrario, frente a las normas
dispositivas, cuyo contenido puede ser excluido o modificado por obra de la voluntad de sus
destinatarios. La práctica internacional reciente, incluida la jurisprudencia de la CIJ, ofrece
diversas referencias a este tipo de principios y normas.

Por otra parte, si bien el derecho internacional público es un ordenamiento de carácter general,
aplicable en principio a las relaciones del conjunto de los sujetos internacionales, también hay
normas internacionales particulares que atienden a las situaciones propias de un grupo de
Estados. Dentro de este derecho internacional particular destaca el derecho internacional regional
generado en determinadas regiones entre los Estados que comparten vínculos geográficos,
históricos y culturales, como es el caso de las Repúblicas americanas desde el siglo XIX o de los
Estados africanos desde la segunda mitad del siglo XX. Estos derechos regionales o particulares
pueden contribuir a aportar o modificar instituciones en el derecho internacional general y
también proporcionan normas cuyo ámbito de aplicación se circunscribe al grupo específico de
Estados, lo que plantea cuestiones de invocación, prevalencia y prueba.

Desde la perspectiva de la creación del derecho, el principio de la soberanía del Estado se traduce
en la exigencia del consentimiento para que una obligación pueda vincular a un Estado o para que
una situación pueda producir efectos jurídicos respecto de él, lo que entraña el relativismo de los
derechos y obligaciones internacionales, con los límites de las normas imperativas y las
obligaciones erga omnes , también reconocidas por la CIJ.
Finalmente, la consideración del ordenamiento jurídico internacional como sistema permite
afirmar su plenitud, en el sentido de que contiene respuesta para todas las cuestiones jurídicas
que puedan plantearse, ya que el juez internacional puede tratar de colmar las lagunas a través de
las vías de autointegración existentes en el ordenamiento. Por consiguiente, no cabe en principio
pronunciar un non liquet ; sin embargo, la CIJ lo ha hecho en relación con la amenaza o el empleo
de las armas nucleares en circunstancias extremas de legítima defensa.

1.2. DECLARACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE DERECHO INTERNACIONAL REFERENTES A LAS


RELACIONES DE AMISTAD Y A LA COOPERACIÓN ENTRE LOS ESTADOS DE CONFORMIDAD CON
LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS. A/RES/2625 (XXV)

La Asamblea General ,

Recordando sus resoluciones 1815 (XVII) de 18 de diciembre de 1962, 1966 (XVIII) de 16 de diciembre
de 1963, 2103 (XX) de 20 de diciembre de 1965, 2181 (XXI) de 12 de diciembre de 1966, 2327 (XXII) de
18 de diciembre de 1967, 2463 (XXIII) de 20 de diciembre de 1968 y 2533 (XXIV) de 8 de diciembre de
1969, en las que afirmó la importancia del desarrollo progresivo y la codificación de los principios de
derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados,

Habiendo examinado el informe del Comité Especial de los principios de derecho internacional
referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados, que se reunió en Ginebra
del 31 de marzo al 1 de mayo de 1970,

Poniendo de relieve la suprema importancia de la Carta de las Naciones Unidas para el


mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y para el desarrollo de las relaciones de
amistad y la cooperación entre los Estados,

Profundamente convencida de que la aprobación, con ocasión de la celebración del vigésimo quinto
aniversario de las Naciones Unidas, de la Declaración sobre los principios de Derecho Internacional
referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la
Carta de las Naciones Unidas, contribuiría a fortalecer la paz mundial y constituiría un
acontecimiento señalado en la evolución del derecho internacional y de las relaciones entre los
Estados al promover el imperio del derecho entre las naciones y, en particular, la aplicación
universal de los principios incorporados en la Carta,

Considerando la conveniencia de difundir ampliamente el texto de la Declaración,

1. Aprueba la Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de
amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas,
cuyo texto figura en el anexo a la presente resolución;

2. Expresa su reconocimiento al Comité Especial de los principios de derecho internacional referentes


a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados por su labor, cuyo resultado ha sido
la preparación de la Declaración;

3. Recomienda que se realicen los mayores esfuerzos para que la Declaración sea de conocimiento
general.

Anexo

Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a
la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas

Preámbulo

La Asamblea General,

[...]
Considerando que el desarrollo progresivo y la codificación de los siguientes principios:

a) El principio de que los Estados, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la


amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas,

b) El principio de que los Estados arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos
de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia,

c) La obligación de no intervenir en los asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, de
conformidad con la Carta,

d) La obligación de los Estados de cooperar entre sí, de conformidad con la Carta,

e) El principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos,

f) El principio de la igualdad soberana de los Estados,

g) El principio de que los Estados cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de
conformidad con la Carta;

para conseguir su aplicación más efectiva dentro de la Comunidad Internacional, fomentarían la


realización de los propósitos de las Naciones Unidas,

[...]

3. Declara además que:

Los principios de la Carta incorporados en la presente Declaración constituyen principios básicos de


Derecho Internacional y, por consiguiente, insta a todos los Estados a que se guíen por estos
principios en su comportamiento internacional y a que desarrollen sus relaciones mutuas sobre la
base de su estricto cumplimiento.

1.3. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES MILITARES Y PARAMILITARES EN Y CONTRA NICARAGUA


(NICARAGUA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA), FONDO . SENTENCIA DE 27 DE JUNIO DE 1986

190. Puede encontrarse otra prueba del carácter consuetudinario de la prohibición del uso de la
fuerza, recogido en el artículo 2.4 de la Carta, en el hecho de que las declaraciones de los
representantes de los Estados se refieren a ella no sólo como un principio de derecho internacional
consuetudinario, sino como un principio fundamental o esencial de dicho derecho. Durante la
codificación del derecho de los tratados, la Comisión de Derecho Internacional consideró que «el
derecho de la Carta concerniente a la prohibición del uso de la fuerza constituye el ejemplo claro de
una norma internacional que se ha tornado ius cogens» (párr. 1 del comentario de la Comisión al
artículo 50 de su proyecto de artículos sobre el derecho de los tratados, Anuario CDI, 1966-II, p. 270).
En la memoria que ha presentado sobre el fondo del asunto, Nicaragua afirma que el principio de
prohibición del uso de la fuerza consagrado en el artículo 2.4 de la Carta de las Naciones Unidas «es
tenido, actualmente, por parte del ius cogens» . En su contramemoria sobre la competencia y la
admisibilidad del caso, los Estados Unidos creyeron necesario citar las opiniones de la doctrina
calificando este principio de: «norma universal», «derecho internacional general», «principio de
derecho internacional universalmente reconocido» y «principio de ius cogens».

1.4. CONVENIO DE VIENA SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS, DE 23 DE MAYO DE 1969.


ARTÍCULO 53

Artículo 53. Tratados que están en oposición con una norma imperativa de derecho internacional
general (ius cogens).

Es nulo todo tratado que, en el momento de su celebración, esté en oposición con una norma
imperativa de derecho internacional general. Para los efectos de la presente Convención, una norma
imperativa de derecho internacional general es una norma aceptada y reconocida por la comunidad
internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo
puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el mismo
carácter.

1.5. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR HECHOS


INTERNACIONALMENTE ILÍCITOS, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA LECTURA EN SU 53º
PERÍODO DE SESIONES (2001)

Capítulo III. Violaciones graves de obligaciones emanadas de normas imperativas de Derecho


internacional general

Artículo 40. Aplicación de este Capítulo

1. El presente capítulo se aplicará a la responsabilidad internacional generada por una violación


grave por el Estado de una obligación que emane de una norma imperativa de derecho internacional
general.

2. La violación de tal obligación es grave si implica el incumplimiento flagrante o sistemático de la


obligación por el Estado responsable.

1.6. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES .


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996

79. Es indudable que el hecho de que un gran número de normas de derecho humanitario aplicable
en caso de conflicto armado sean tan fundamentales para el respeto de la persona y constituyan
«principios elementales de humanidad», como señala la Corte en su Fallo de 9 de abril de 1949 en la
causa del Estrecho de Corfú (ICJ Reports, 1949, p. 22), ha sido la causa de que los Convenios de La
Haya y de Ginebra hayan sido ratificados de forma tan amplia. Además, todos los Estados han de
cumplir esas normas fundamentales, hayan ratificado o no ratificado los convenios que las
estatuyen, porque constituyen principios intransgredibles del derecho internacional
consuetudinario.

[...]

83. En las actuaciones que nos ocupan se ha dicho que esos principios y normas del derecho
humanitario forman parte del ius cogens, según la definición del artículo 53 de la Convención de
Viena sobre el derecho de los tratados, de 23 de mayo de 1969. La cuestión de si una norma forma
parte del ius cogens, guarda relación con el carácter jurídico de la norma.

1.7. CIJ ASUNTO RELATIVO A LAS CONSECUENCIAS JURÍDICAS DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN


MURO EN EL TERRITORIO PALESTINO OCUPADO . OPINIÓN CONSULTIVA DE 9 DE JULIO DE 2004

155. La Corte observa que las obligaciones violadas por Israel comprenden algunas obligaciones erga
omnes . Como indicó la Corte en el asunto de la Barcelona Traction, esas obligaciones son por su
propia naturaleza materia de interés para todos los Estados y, habida cuenta de la importancia de los
derechos involucrados, puede entenderse que todos los Estados tienen un interés jurídico en su
protección ( Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited, Second Phase, Judgment, ICJ
Reports 1970 , p. 32, párr. 33.) Las obligaciones erga omnes violadas por Israel son la obligación de
respetar el derecho del pueblo palestino a la libre determinación, y algunas de sus obligaciones con
arreglo al derecho internacional humanitario.

156. En lo tocante a la primera de dichas obligaciones, la Corte ya ha observado (párrafo 88 supra )


que en el asunto de Timor Oriental , describió como irreprochable la afirmación de que el derecho de
los pueblos a la libre determinación, tal como ha surgido de la Carta y de la práctica de las Naciones
Unidas, tiene un carácter erga omnes ( ICJ Reports 1995 , p. 102, párr. 29). La Corte recuerda asimismo
que, con arreglo a la resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General, ya mencionada supra (véase el
párrafo 88):

«Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, la realización del
principio de la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, de conformidad con las
disposiciones de la Carta, y de prestar asistencia a las Naciones Unidas en el cumplimiento de las
obligaciones que se le encomiendan por la Carta respecto de la aplicación de dicho principio...»

157. Con respecto al derecho internacional humanitario, la Corte recuerda que en su Opinión
Consultiva sobre la Legalidad del uso o la amenaza de armas nucleares , expresó que un gran número
de reglas del derecho humanitario aplicable en caso de conflicto armado [son] tan fundamentales
para el respeto de la persona humana y [constituyen] principios elementales de humanidad..., que
todos los Estados han de cumplir esas normas, hayan o no ratificado los convenios que las estatuyen,
porque constituyen principios intransgredibles de derecho internacional consuetudinario ( ICJ
Reports 1996 (I) , p. 257, párr. 79). En opinión de la Corte, tales reglas incorporan obligaciones que son
esencialmente de carácter erga omnes .

1.8. CIJ ASUNTO DE LAS CUESTIONES RELATIVAS A LA OBLIGACIÓN DE ENJUICIAR O


EXTRADITAR (BÉLGICA C. SENEGAL) . SENTENCIA DE 20 DE JULIO DE 2012

99. Según la Corte, la prohibición de la tortura pertenece al derecho internacional consuetudinario y


ha adquirido el carácter de norma imperativa ( jus cogens ).

Esta prohibición reposa sobre una amplia práctica internacional y sobre la opinio juris de los Estados.
Figura en numerosos instrumentos internacionales con vocación universal (en particular la
Declaración universal de derechos humanos de 1948; los convenios de Ginebra para la protección de
las víctimas de guerra de 1949; el Pacto internacional de derechos civiles y políticos de 1966; la
resolución 3452/30 de la Asamblea General sobre la protección de todas las personas contra la
tortura y otras penas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, de fecha 9 diciembre 1975), y ha
sido introducida en el derecho interno de casi la totalidad de los Estados; en fin, los actos de tortura
son denunciados regularmente en el seno de las instancias nacionales e internacionales.

100. Sin embargo, la obligación de perseguir a los presuntos autores de actos de tortura, en virtud de
la convención, sólo se aplica a los hechos ocurridos después de su entrada en vigor para el Estado
interesado. El artículo 28 del convenio de Viena sobre el derecho de los tratados, que refleja el
derecho consuetudinario en la materia, dispone que:

«Las disposiciones de un tratado no obligarán a una parte respecto de ningún acto o hecho que haya
tenido lugar con anterioridad a la fecha de entrada en vigor del tratado para esa parte ni de ninguna
situación que en esa fecha haya dejado de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del
tratado o conste de otro modo».

La Corte considera que nada en la convención contra la tortura revela una intención de obligar a un
Estado parte a incriminar, en virtud del artículo 4, por los actos de tortura ocurridos previamente a
su entrada en vigor para ese Estado, ni a establecer su competencia sobre tales actos, conforme al
artículo 5. De ello se deduce, según la Corte, que la obligación de enjuiciar, prevista en el artículo 7,
apartado 1, de la convención no se aplica a tales actos.

1.9. CIJ ASUNTO DE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DEL ESTADO (ALEMANIA C. ITALIA;
GRECIA (INTERVINIENTE)). SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO DE 2012

B. La relación entre el jus cogens y la regla de la inmunidad del Estado

92. La Corte pasa ahora al segundo aspecto del argumento de Italia, según el cual las reglas violadas
por Alemania entre 1943 y 1945 pertenecían al jus cogens . Este aspecto de la defensa italiana reposa
en la hipótesis de que existiría un conflicto entre las normas de jus cogens que forman parte del
derecho de los conflictos armados y el reconocimiento de la inmunidad de Alemania. Según Italia, las
normas de jus cogens prevalecen siempre sobre toda norma contraria del derecho internacional, ya
figure en un tratado o proceda del derecho internacional consuetudinario; dado que la norma en
virtud de la cual un Estado goza de inmunidad ante las jurisdicciones de otro Estado no tiene el
estatuto de jus cogens , debería ser descartada.

93. En consecuencia, este argumento reposa sobre la existencia de un conflicto entre una norma, o
normas, de jus cogens y la norma de derecho consuetudinario que obliga a un Estado a conceder la
inmunidad a otro. Sin embargo, en opinión de la Corte, semejante conflicto no existe. Suponiendo, a
los fines del presente examen, que las normas del derecho de los conflictos armados que impiden
matar civiles en territorio ocupado o deportar civiles o prisioneros de guerra para someterlos a
trabajo forzado sean normas de jus cogens, estas normas no entran en conflicto con las que regulan
la inmunidad del Estado. En efecto, estas dos categorías de normas se refieren a situaciones
diferentes. Las que rigen la inmunidad del Estado son de naturaleza procesal y se limitan a
determinar si los tribunales de un Estado tienen base para ejercer su jurisdicción respecto de otro.
No tienen incidencia en la cuestión de saber si el comportamiento respecto al cual se han
emprendido las acciones era lícito o ilícito. Es por lo que el hecho de aplicar el derecho
contemporáneo de la inmunidad a una instancia relativa a acontecimientos ocurridos entre 1943 y
1945 no afecta al principio según el cual los tribunales no deben aplicar el derecho de manera
retroactiva a fines de pronunciarse sobre cuestiones de licitud y de responsabilidad (como ha
explicado la Corte en el apartado 58 supra ). Por la misma razón, el hecho de reconocer la inmunidad
de un Estado extranjero conforme al derecho internacional consuetudinario no viene a juzgar lícita
una situación creada por la violación de una norma de jus cogens , ni a prestar ayuda o asistencia
para el mantenimiento de esta situación, y por tanto no contravendría el principio enunciado en el
artículo 41 de los artículos de la Comisión de derecho internacional sobre la responsabilidad de los
Estados.

[...]

95. Aunque se sostuviera que una norma que no tenga carácter de jus cogens no podría ser aplicada
si esto debilitara la aplicación de una norma de esta naturaleza –incluso en ausencia de conflicto
directo entre ellas– la Corte no encuentra nada que venga a justificar semejante aserto. Una norma
de jus cogens es una norma que no sufre ninguna derogación, pero las normas que determinan el
alcance y la extensión de la jurisdicción, así como las condiciones en que esta jurisdicción puede ser
ejercida, no derogan las normas de naturaleza material que tienen valor de jus cogens , y no hay
nada intrínseco a la noción de jus cogens que imponga modificarlas o descartar su aplicación. Tal es
el enfoque que ha retenido la Corte en dos asuntos, incluso cuando su decisión tenía por efecto
descartar un medio por el cual una norma de jus cogens hubiera podido ser aplicada. En el asunto de
las Actividades armadas , ha estimado que el valor de jus cogens reconocido a una norma no le
confería una competencia que por otra parte no tenía ( Actividades armadas en el territorio del Congo
(nueva demanda: 2002) (República democrática del Congo c. Ruanda) , sentencia, C.I.J. Recueil 2006 , p.
6, par. 64 y 125). En el asunto de la Orden de arresto , aunque sin mencionar expresamente la noción
de jus cogens , ha juzgado que el hecho de que un ministro de asuntos exteriores fuera acusado de
crímenes contrarios a normas que indudablemente tenían valor de jus cogens no impedía a la
República democrática del Congo pedir, como le autorizaba el derecho consuetudinario, que el
interesado se beneficiara de la inmunidad ( Orden de arresto del 11 de abril de 2000 (República
democrática del Congo c. Bélgica), C.I.J. Recueil 2002, p. 3, par. 58 y 78). La Corte estima que el mismo
razonamiento vale para la aplicación del derecho internacional consuetudinario relativo a la
inmunidad de un Estado perseguido ante los tribunales de otro Estado.

96. Por otra parte, el argumento extraído de la primacía del jus cogens sobre el derecho de la
inmunidad ha sido descartado por los tribunales nacionales del Reino Unido ( Jones c. Arabie saoudite
, Cámara de los Lores, [2007] 1 AC 270; ILR , vol. 129, p. 629), de Canadá ( Bouzari c. République
islamique d'Iran , Tribunal de apelación de Ontario, (2004) DLR , 4th Series, vol. 243, p. 406; ILR , vol.
128, p. 586), de Polonia (Natoniewski, Tribunal supremo, Polish Yearbook of International Law, vol.
XXX, 2010, p. 299), de Eslovenia (sentencia del Tribunal constitucional en el asunto no Up-13/99 ), de
Nueva Zelanda ( Fang c. Jiang, Alto Tribunal, [2007] NZAR , p. 420; ILR , vol. 141, p. 702) y de Grecia (
Margellos , Tribunal superior especial, ILR , vol. 129, p. 525), así como por el Tribunal Europeo de
derechos humanos en los asuntos Al-Adsani c. Reino Unido y Kalogeropoulou y otros c. Grecia y
Alemania (que se examinan en el apartado 90 supra ); en cada ocasión, el argumento ha sido
descartado tras un atento examen. La Corte no considera que pueda extraerse una conclusión
diferente de la sentencia dictada el 9 de marzo de 2011 por el tribunal de casación francés en el
asunto La Reunión aérienne c. Jamahiriya Árabe Libia (pourvoi no 09-14743, 9 marzo 2011, Bull. civ. ,
marzo 2011, no 49, p. 49). En este asunto, el Tribunal de casación solamente ha decidido que aún
admitiendo que una norma de jus cogens pueda constituir una restricción legítima a la inmunidad
del estado, los hechos del caso no justificaban semejante restricción. De lo anterior resulta que las
decisiones de los tribunales italianos que son objeto del presente asunto son las únicas jurisdicciones
nacionales en las cuales se ha retenido el razonamiento sobre el que se basa esta parte del segundo
argumento de Italia. Por otra parte, ninguna de las leyes nacionales relativas a la inmunidad del
Estado que han sido examinadas en los apartados 70 y 71 supra ha limitado la inmunidad del Estado
en los casos en los que están en cuestión violaciones del jus cogens .

97. En consecuencia, la Corte concluye que, incluso admitiendo que las acciones intentadas ante las
jurisdicciones italianas se relacionaban con violaciones de normas de jus cogens , la aplicación del
derecho internacional consuetudinario relativo a la inmunidad de los Estados no se veía afectada.

1.10. CIJ ASUNTO DEL DERECHO DE ASILO (COLOMBIA/PERÚ). SENTENCIA DE 20 DE NOVIEMBRE


DE 1950. OPINIÓN DISIDENTE DEL JUEZ READ

Antes de examinar este problema, es preciso ofrecer algunas explicaciones previas. En el curso del
procedimiento escrito y de los debates orales se han hecho frecuentes referencias al «derecho
internacional americano» y a la «institución americana del asilo». Como mis conclusiones se fundan
en gran medida sobre el sentido que atribuyo a estas expresiones, resulta necesario que indique su
significado.

La palabra «americano» ha sido empleada en un sentido particular; se refiere a un grupo regional de


Estados a saber las veinte repúblicas de América latina. Esta región representa la parte más grande
de América meridional y central, y se extiende a ciertas zonas de América del Norte, al Sur del Río
Grande, entre ellas a dos islas de las Antillas. Sin embargo, no abarca América del Norte, del Sur y del
Centro en su conjunto; en este sentido, el empleo de la palabra «americano» se presta a error. Para
evitar esa confusión, resultará útil entrecomillar este término cuando sea empleado en este sentido
particular.

Por lo que respecta al «Derecho internacional americano», bastará confirmar su existencia como
conjunto de reglas jurídicas convencionales y consuetudinarias, complementarias del Derecho
internacional universal, y que rigen las relaciones interestatales del mundo panamericano.

1.11. CONVENIO DE VIENA SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS, DE 23 DE MAYO DE 1969

Artículo 34. Norma general concerniente a terceros Estados. –Un tratado no crea obligaciones ni
derechos para un tercer Estado sin su consentimiento.

Artículo 35. Tratados en que se prevén obligaciones para terceros Estados. –Una disposición de un
tratado dará origen a una obligación para un tercer Estado si las partes en el tratado tienen la
intención de que tal disposición sea el medio de crear la obligación y si el tercer Estado acepta
expresamente por escrito esa obligación.

Artículo 36. Tratados en que se prevén derecho para terceros Estados. –1. Una disposición de un
tratado dará origen a un derecho para un tercer Estado si con ella las partes en el tratado tienen la
intención de conferir ese derecho al tercer Estado o a un grupo de Estados al cual pertenezca, o bien
a todos los Estados, y si el tercer Estado asiente a ello. Su asentimiento se presumirá mientras no
haya indicación en contrario, salvo que el tratado disponga otra cosa.

2. Un Estado que ejerza un derecho con arreglo al párrafo 1 deberá cumplir las condiciones que para
su ejecución estén prescritas en el tratado o se establezcan conforme a éste.

1.12. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES .


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996

95. Tampoco puede pronunciarse la Corte sobre la validez de la opinión de que el recurso a la
utilización de las armas nucleares es ilícito en cualquier circunstancia, dado que es intrínseca y
totalmente incompatible con la legislación aplicable a los conflictos armados. Ciertamente, como ya
ha indicado la Corte, los principios y normas que se aplican a los conflictos armados –cuyo núcleo
está presidido por una consideración de humanidad– hacen que el desarrollo de las hostilidades
armadas se supedite a requisitos estrictos. Así pues, quedan prohibidos los métodos y medios de
combate, que excluyen cualquier distinción entre objetivos civiles y militares o dan lugar a
sufrimientos innecesarios de los combatientes. Habida cuenta de las características singulares de las
armas nucleares, a las que se ha referido anteriormente la Corte, la utilización de esas armas parece,
de hecho, escasamente compatible con el respeto de tales requisitos. No obstante, la Corte considera
que no cuenta con elementos suficientes para llegar con toda certeza a la conclusión de que la
utilización de las armas nucleares está forzosamente reñida con los principios y normas aplicables a
los conflictos armados en cualquier circunstancia.

96. Además, la Corte no puede perder de vista el derecho fundamental de todo Estado a su
supervivencia y, por ende, su derecho a recurrir a la legítima defensa de conformidad con el artículo
51 de la Carta en el caso de que su supervivencia se vea amenazada.

Tampoco puede hacer caso omiso de la práctica conocida como «política de disuasión», a la que
durante muchos años ha recurrido una parte apreciable de la comunidad internacional. Además, la
Corte toma nota de las reservas formuladas por algunos Estados que poseen armas nucleares a los
compromisos que habían contraído particularmente con arreglo a los Protocolos de los Tratados de
Tlatelolco y de Rarotonga y a las declaraciones que formularon en relación con la prórroga del
Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, de no recurrir a la utilización de esas
armas.

97. En consecuencia, habida cuenta de la situación actual del derecho internacional en su conjunto,
examinada más arriba por la Corte, y de los elementos de hecho de los que la Corte tiene constancia,
ésta considera que no puede pronunciarse definitivamente sobre la licitud o ilicitud de la utilización
de las armas nucleares por un Estado en circunstancias extremas de legítima defensa, en las que su
propia supervivencia correría peligro.

[...]

105. Por las razones que anteceden:

LA CORTE,

[...]

2. Responde de la siguiente manera a la cuestión planteada por la Asamblea General

[...]

E. Por siete votos contra siete y el voto de calidad del Presidente,

De los requisitos anteriormente mencionados se infiere que la amenaza o el empleo de las armas
nucleares sería generalmente contrario a las normas del derecho internacional aplicable a los
conflictos armados, particularmente los principios y normas del derecho humanitario;

No obstante, habida cuenta de la situación actual del derecho internacional y de los elementos de
hecho de los que dispone, la Corte no puede pronunciarse definitivamente sobre si la amenaza o el
empleo de las armas nucleares sería lícito o ilícito en circunstancias extremadas de legítima defensa,
en las que corriera peligro la propia supervivencia del Estado;
1.13. LECTURAS RECOMENDADAS

CASANOVAS y LA ROSA, O., «Unidad y pluralismo en Derecho internacional público», C.E.B.D.I. ,


vol. II, 1998, pp. 35-267.

CARNERERO CASTILLA, R., «Inmunidades estatales y violación de normas de ius cogens . La


posición de la Corte Internacional de Justicia», El Derecho internacional en el mundo multipolar del
siglo XXI. Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. Torres Bernárdez, J.C.
Fernández Rozas, C. Fernández de Casadevante Romaní, J. Quel López, A.G. López Martín coords.),
Iprolex, Madrid, 2013, pp. 477-488.

CASADO RAIGÓN, R., VÁZQUEZ GÓMEZautor>, E.M., «La impronta del ius cogens en el proyecto de
artículos de la Comisión de Derecho Internacional sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos», Soberanía del Estado y Derecho Internacional: homenaje al profesor
Juan Antonio Carrillo Salcedo , (M. VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, A. SALINAS DE FRÍAS coords.),
Servicios de Publicaciones de la Universidades de Córdoba, Sevilla y Málaga, Sevilla, 2005, t. I, pp.
343-360.

CEBADA ROMERO, A., «Los conceptos de obligación erga omnes, ius cogens y violación grave a la
luz del nuevo proyecto de la CDI sobre Responsabilidad de los Estados por hechos ilícitos», REEI ,
nº 4, 2002.

ESPALIÚ BERDUD, C., «De la vie et de la mort des normes impératives en droit international», RBDI
, vol. 46, 2013, pp. 209-231.

ESPALIÚ BERDUD, C., «El ius cogens, ¿salió del garaje?», REDI , vol. 65, 2015, pp. 93-121.

ESPÓSITO, C., « Jus Cogens and Jurisdictional Immunities of States at the International Court of
Justice: A Conflict Does Exist », disponible en http://ssrn.com/abstract=2103482

– «El ius cogens y las inmunidades jurisdiccionales de los Estados ante la Corte Internacional de
Justicia», El Derecho internacional en el mundo multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al profesor
Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. Torres Bernárdez, J.C. Fernández Rozas, C. Fernández de
Casadevante Romaní, J. Quel López, A.G. López Martín coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 333-348.

FERNÁNDEZ TOMÁS, A., «El ius cogens y las obligaciones derivadas de normas imperativas: entre
el mito y la realidad», Soberanía del Estado y Derecho Internacional: homenaje al profesor Juan
Antonio Carrillo Salcedo , (M. VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, A. SALINAS DE FRÍAS coords.), Servicios
de Publicaciones de la Universidades de Córdoba, Sevilla y Málaga, Sevilla, 2005, t. I, pp. 619-638.

FOIS, P., «Sulle pretese novità del regionalismo internazionale contemporáneo», RDI , 2012, pp. 5-
28.

GUTIÉRREZ ESPADA, C., «Sobre las normas imperativas del Derecho Internacional», Pacis Artes.
Obra Homenaje al Profesor Julio D. González Campos , UAM/Eurolex, Madrid, 2005, t. I, pp. 273-290.

KOLB, R., «La détermination du concept de ‘ius cogens’», RGDIP , vol. 118, 2014, pp. 5-29.

PÉREZ GONZÁLEZ, M., «Apuntes sobre los principios generales del derecho en el Derecho
internacional», Soberanía del Estado y Derecho Internacional: homenaje al profesor Juan Antonio
Carrillo Salcedo , (M. VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, A. SALINAS DE FRÍAS coords.), Servicios de
Publicaciones de la Universidades de Córdoba, Sevilla y Málaga, Sevilla, 2005, t. II, pp. 1021-1036.
QUISPE REMÓN, F., «Las normas de ius cogens: ausencia de catálogo», AEDI, 2012, 143-183.

REMIRO BROTÓNS, A., «Universalismo, multilateralismo, regionalismo y unilateralismo en el


nuevo orden internacional», REDI , vol. LI, 1999, pp. 11-57.

ROLDÁN BARBERO, J., «Los principios estructurales del Derecho Internacional setenta años
después de la Carta de San Francisco», Las Naciones Unidas desde España. 70 aniversario de las
Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España en las Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.),
Asociación para las Naciones Unidas en España, Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp. 111-124.

2. LA CODIFICACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL

2.1. INTRODUCCIÓN

La condición de derecho no escrito que caracteriza a las normas consuetudinarias ha impulsado el


fenómeno de la codificación del ordenamiento internacional, tarea que al no existir un legislador
internacional llevan a cabo los propios Estados, si bien en buena medida lo hacen por medio de
determinadas Organizaciones Internacionales, entre las que destaca la labor de las NN UU, en
particular la de la Comisión de Derecho Internacional, y también la de algunas Organizaciones
regionales. El relativismo inherente al derecho internacional impide que la codificación tenga
alcance general, siendo el tratado internacional el instrumento más utilizado. Por otro lado, la
complejidad del proceso de codificación implica que se haya ido realizando por sectores o por
instituciones concretas. En principio, técnicamente cabe distinguir entre codificación y desarrollo
progresivo, aunque en la práctica ambas funciones se desarrollan conjuntamente.

2.2. CARTA DE LAS NN UU, DE 26 DE JUNIO DE 1945. ARTÍCULO 13.1

La Asamblea General promoverá estudios y hará recomendaciones para los fines siguientes:

a) fomentar la cooperación internacional en el campo político e impulsar el desarrollo progresivo del


derecho internacional y su codificación;

[...]

2.3. ESTATUTO DE LA CDI. A/RES/174 (II)

Artículo 1

La Comisión de Derecho Internacional tendrá por objeto impulsar el desarrollo progresivo del
Derecho internacional y su codificación.

[...]

Artículo 2

1. La Comisión se compondrá de treinta y cuatro miembros de reconocida competencia en materia de


Derecho internacional.

[...]

Artículo 3

Los miembros de la Comisión serán elegidos por la Asamblea General, de una lista de candidatos
propuestos por los Gobiernos de los Estados miembros de las Naciones Unidas.

[...]

Artículo 8

En toda elección, los electores tendrán en cuenta que las personas que hayan de ser elegidas para
formar parte de la Comisión reúnan individualmente las condiciones requeridas, y que en la
Comisión, en su conjunto, estén representadas las grandes civilizaciones y los principales sistemas
jurídicos del mundo.

Capítulo II. Funciones de la Comisión de Derecho Internacional.

Artículo 15

En los artículos siguientes, la expresión «desarrollo progresivo del derecho internacional» es


utilizada, por comodidad, para designar la elaboración de proyectos de convenciones sobre temas
que no hayan sido regulados todavía por el derecho internacional o respecto a los cuales los Estados
no hayan aplicado, en la práctica, normas suficientemente desarrolladas. Del mismo modo, la
expresión «codificación del derecho internacional» se emplea, por comodidad, para designar la más
precisa formulación y la sistematización de las normas de derecho internacional en materias en las
que ya exista amplia práctica de los Estados, así como precedentes y doctrinas.

A. Desarrollo progresivo del derecho internacional

Artículo 16

Cuando la Asamblea General pase a la Comisión una propuesta sobre desarrollo progresivo del
derecho internacional, la Comisión observará el siguiente procedimiento:

a) Designará a uno de sus miembros como Relator;

b) Formulará un plan de trabajo:

c) Distribuirá un cuestionario entre los Gobiernos e invitará a éstos a proporcionarle, dentro de un


plazo determinado, los datos e informes que se relacionen con los temas incluidos en el plan de
trabajo;

d) Podrá designar a algunos de sus miembros para que trabajen con el relator en la preparación de
anteproyectos, en espera de que se reciban las respuestas al cuestionario;

e) Podrá consultar con instituciones científicas y con especialistas, sin que éstos hayan de ser
necesariamente nacionales de los países Miembros de las Naciones Unidas;

f) Estudiará los anteproyectos presentados por el relator;

g) Cuando la Comisión encuentre satisfactorio un anteproyecto, pedirá al Secretario General que lo


publique como documento de la Comisión. La Secretaría dará toda la publicidad necesaria a este
documento, el cual irá acompañado de todas aquellas explicaciones y documentación que la
Comisión estime adecuado aportar en su apoyo. La publicación incluirá los informes que hayan sido
proporcionados a la Comisión en respuesta al cuestionario antes mencionado en el inciso c) ;

h) La Comisión invitará a los Gobiernos a que, dentro de un plazo prudencial, presenten sus
observaciones acerca de dicho documento;

i) El Relator y los miembros designados al efecto volverán a examinar el anteproyecto, tomando en


cuenta esas observaciones, y prepararán un proyecto definitivo y un informe explicativo que
someterán a la Comisión para su estudio y aprobación;

j) El proyecto que así resulte aprobado será presentado por la Comisión, junto con sus
recomendaciones, a la Asamblea General por conducto del Secretario General.
[...]

B. Codificación del derecho internacional

Artículo 18

1. La Comisión examinará en su totalidad el campo del derecho internacional, a fin de escoger las
materias susceptibles de codificación, tomando en cuenta los proyectos oficiales o privados que ya
existan.

2. Cuando la Comisión juzgue necesaria o conveniente la codificación de una materia determinada,


presentará su recomendación a la Asamblea General.

3. La Comisión deberá conceder prioridad a los asuntos cuyo estudio le haya pedido la Asamblea
General.

[...]

Artículo 20

La Comisión redactará sus proyectos en forma de articulados y los someterá a la Asamblea General,
con un comentario que contenga:

a) Una presentación adecuada de los precedentes y otros datos pertinentes, con inclusión de tratados,
sentencias judiciales y doctrina;

b) Conclusiones sobre:

i) El grado de acuerdo existente sobre cada punto, en la práctica de los Estados y en la doctrina;

ii) Las divergencias y los desacuerdos que subsistan, así como los argumentos invocados en apoyo de
una u otra tesis.

Artículo 21

1. Cuando la Comisión encuentre satisfactorio el anteproyecto, pedirá al Secretario general que lo


publique como documento de la Comisión. El Secretario dará toda la publicidad necesaria al
documento, acompañado de las explicaciones y documentación que la Comisión estime conveniente
aportar en su apoyo. La publicación incluirá los informes proporcionados a la Comisión por los
Gobiernos, en virtud del artículo 19. La Comisión decidirá acerca de si las opiniones de las
instituciones científicas o de los especialistas consultados por la Comisión han de ser incluidas en la
publicación.

2. La Comisión pedirá a los Gobiernos que presenten, dentro de un plazo prudencial, sus
observaciones sobre dicho documento

Artículo 22

Tomando en cuenta tales observaciones, la Comisión preparará un proyecto definitivo que someterá,
con sus recomendaciones y por conducto del Secretario General, a la Asamblea general.

Artículo 23

1. La Comisión podrá recomendar a la Asamblea General:

a) Que no adopte medida alguna respecto de un informe ya publicado;

b) Que tome nota del informe o lo apruebe mediante una resolución;

c) Que recomiende el proyecto a los Miembros, a fin de que concluyan una convención;

d) Que convoque una conferencia para concluir una convención.


2. La Asamblea General, siempre que lo juzgue conveniente podrá devolver los proyectos a la
Comisión para nuevo examen o nueva redacción.

[...]

2.4. ESTATUTO DE LA COMISIÓN DE DERECHO INTERNACIONAL DE LA UNIÓN AFRICANA,


ADOPTADO POR LA 12 SESIÓN ORDINARIA DE LA ASAMBLEA, CELEBRADA EN ADDIS ABEBA,
ETIOPÍA, DEL 1 AL 4 DE FEBRERO DE 2009

Artículo 1.– Definiciones.

En este Estatuto, salvo indicación en contrario:

[...]

«AUCIL» significa Comisión de Derecho Internacional de la Unión Africana;

Artículo 2.– Establecimiento de la Comisión de Derecho Internacional de la Unión Africana.

1. Se establece la AUCIL como un órgano consultivo independiente de la Unión de conformidad con el


Artículo 5 (2) del Acta Constitutiva.

2. La estructura, objetivos y funciones de la AUCIL se definen en este Estatuto.

Artículo 3.– Composición.

1. La AUCIL estará compuesta por once (11) miembros de reconocida competencia en derecho
internacional, que sean nacionales de los Estados Miembros y que ejercerán sus funciones a título
personal.

2. Dos (2) miembros no podrán ser nacionales del mismo Estado.

3. La composición de la AUCIL reflejará y respetará los principios de representación geográfica


equitativa, los principales sistemas jurídicos del Continente y de representación equitativa de género.

Artículo 4.– Objetivos.

La AUCIL actuará a instancias de... otros Órganos de la Unión. Tendrá los siguientes objetivos
específicos:

a) desarrollar actividades relativas a la codificación y el desarrollo progresivo del derecho


internacional en el continente africano con especial atención a las normas de la Unión tal como se
recogen en los tratados de la Unión, en las decisiones de los órganos políticos de la Unión y en el
derecho internacional consuetudinario africano que surge de la práctica de los Estados Miembros;

b) proponer proyectos de acuerdos marco, reglamentos modelo, formulaciones y análisis de


tendencia emergentes en la práctica de los Estados para facilitar la codificación y el desarrollo
progresivo del derecho internacional;

c) colaborar en la revisión de los tratados existentes, colaborar en la identificación de áreas en las


que se requieran nuevos tratados y preparar proyectos al respecto;

d) dirigir estudios sobre cuestiones jurídicas de interés de la Unión y sus Estados Miembros;

e) impulsar la enseñanza, estudio, publicación y divulgación de la literatura sobre derecho


internacional en especial las normas de la Unión con miras a promover la aceptación y el respeto de
los principios de derecho internacional, el arreglo pacífico de controversias, el respeto de la Unión y
el recurso a sus órganos cuando sea necesario.

Artículo 5.– Desarrollo progresivo del derecho internacional.


1. La AUCIL identificará y preparará proyectos de instrumentos y estudios en áreas que todavía no
hayan sido reguladas en derecho internacional en el continente africano o que no estén
suficientemente desarrolladas en la práctica de los Estados africanos.

2. Cuando la Asamblea o el Consejo Ejecutivo u otro órgano remita a la AUCIL una propuesta
específica para su estudio con el fin de avanzar en el desarrollo progresivo del derecho internacional,
la AUCIL, en general, adoptará el siguiente procedimiento para desarrollar su trabajo:

a) nombrará a uno de sus Miembros como Relator;

b) hará circular un cuestionario entre los Estados Miembros y les invitará a proporcionar, en un
período de tiempo determinado, información relevante para su trabajo;

c) consultará con instituciones relevantes y expertos;

d) cuando considere que el proyecto es satisfactorio, solicitará al Presidente o a la Comisión que


publique el proyecto como documento de la AUCIL. La Comisión publicará este documento, junto con
todo material explicativo y de apoyo que la AUCIL considere apropiado. El documento incluirá
cualquier información proporcionada por la AUCIL para responder al cuestionario al que se refiere
el párrafo c) de este apartado;

e) invitará a los Estados Miembros, órganos o instituciones de la Unión a presentarle sus comentarios
sobre este documento en un período de tiempo determinado.

3. El Relator nombrado conforme a este artículo y los Miembros revisarán el proyecto, tomando en
consideración los comentarios de los Estados Miembros, órganos o instituciones de la Unión, y
prepararán el proyecto final con un informe explicativo que someterán a la AUCIL para su
finalización.

4. La AUCIL someterá el proyecto final con sus recomendaciones a la Asamblea, por medio del
Consejo Ejecutivo, y por su propia iniciativa o a petición del órgano o institución de la Unión podrá
hacer un informe provisional al órgano o institución que presentó la propuesta o proyecto.

5. La AUCIL también considerará propuestas y proyectos de convenios multilaterales presentados


por Estados Miembros y órganos de la Unión para impulsar y facilitar el desarrollo progresivo del
derecho internacional y su codificación.

Artículo 6.– Codificación del derecho internacional.

1. Con el fin de establecer un pronunciamiento acreditado de derecho internacional, la AUCIL será


responsable de la codificación del derecho internacional mediante la formulación sistemática y
precisa de normas de derecho internacional en ámbitos en los que ya hay extensa práctica de los
Estados, precedentes y doctrina en el continente africano.

2. Cuando la AUCIL considere que es necesario la codificación de una particular área del derecho
internacional, estudiará la materia y presentará sus recomendaciones a la Asamblea, por medio del
Consejo Ejecutivo.

3. Por iniciativa propia, la AUCIL puede estudiar todo el ámbito del derecho internacional en el
continente africano con el fin de seleccionar áreas para su codificación, teniendo presente los
proyectos de códigos existentes.

4. La AUCIL dará prioridad a las peticiones de codificación que le presenten la Asamblea u otros
órganos de la Unión.

5. La AUCIL adoptará el plan de trabajo que considere apropiado en cada caso.

6. A través del Presidente de la Comisión, la AUCIL dirigirá a los Estados Miembros una solicitud
detallada para que le proporcionen los textos jurídicos, reglamentos, decretos, decisiones judiciales,
tratados, correspondencia diplomática y cualquier otro documento relevante sobre el tema a
estudiar que considere necesario.
7. La AUCIL preparará sus proyectos en forma de Artículos y los someterá a la Asamblea, por medio
del Consejo Ejecutivo, junto con un comentario que contenga:

a) una presentación adecuada de precedentes y otros datos relevantes, incluyendo tratados,


decisiones judiciales y doctrina;

b) Conclusiones que definan:

i) la extensión del acuerdo sobre cada punto en la práctica de los Estados y en la doctrina;

ii) las divergencias y desacuerdos que existan, así como los argumentos que se invocan a favor de
cada solución.

8. Cuando la AUCIL considere que un proyecto es satisfactorio, solicitará al Presidente de la Comisión


que lo publique como documento de la AUCIL. La Comisión dará publicidad al documento con el
material explicativo, si lo considera adecuado. La publicación incluirá toda información
proporcionada por los Estados Miembros de la UA. La AUCIL decidirá si las opiniones de cualquier
institución relevante o experto individual consultado serán incluidas en la publicación.

9. La AUCIL solicitará a los Estados Miembros que le sometan sus comentarios sobre el documento de
la AUCIL a considerar en un plazo de noventa (90) días.

10. Tomando en consideración los comentarios y observaciones de los Estados Miembros, la AUCIL
preparará un proyecto de documento final junto con sus recomendaciones y un informe explicativo,
que someterá a la Asamblea por medio del Consejo Ejecutivo.

11. La AUCIL puede recomendar que la Asamblea, por medio del Consejo Ejecutivo:

a) no adopte medidas;

b) tome nota del informe;

c) recomiende el proyecto a los Estados Miembros con miras a celebrar un convenio.

12. La Asamblea, si lo considera apropiado, devolverá el proyecto a la AUCIL para su reconsideración


o reelaboración.

13. La AUCIL tomará en consideración mecanismos para facilitar la prueba del derecho internacional
consuetudinario, mediante la recopilación y publicación de documentos relativos a la práctica de los
Estados y las decisiones de los tribunales nacionales e internacionales sobre cuestiones de derecho
internacional, y a este respecto presentará un informe sobre su trabajo a la Asamblea por medio del
Consejo Ejecutivo.

Artículo 7.– Contribución a los objetivos y principios de la Unión.

En el desempeño de sus funciones relativas al desarrollo progresivo del derecho internacional y a la


codificación del derecho internacional, la AUCIL contribuirá a los objetivos y principios de la Unión
tal como se establecen en los artículos 3 y 4 del Acta Constitutiva y, en particular, al estudio de todas
las cuestiones jurídicas relativas a la promoción de la paz y la seguridad en el continente africano, la
demarcación y delimitación de las fronteras africanas y las cuestiones jurídicas relativas a la
integración política y socio-económica del Continente.

Artículo 8.– Revisión de Tratados

1. La AUCIL tendrá competencia para proponer, si es necesario, la revisión de los Tratados OUA/UA
con el fin de:

a) asegurar la armonía entre los tratados UA y los desarrollos jurídicos en curso;

b) asegurar la continuidad del proceso de contribución al desarrollo del derecho internacional


mediante el impulso del establecimiento de estándares por los Estados miembros.
c) asegurar que el establecimiento de estándares dentro de la Unión es y continúa siendo relevante y
adecuado;

d) promover la armonización de obligaciones internacionales.

Artículo 9.– La enseñanza, el estudio y la difusión del Derecho Internacional.

Con el fin de impulsar la enseñanza, el estudio y la difusión del derecho internacional y del derecho
de la Unión Africana, la AUCIL colaborará con las universidades, instituciones y otros centros
educativos y de investigación así como con los colegios de abogados y otras asociaciones de juristas.

2.5. LECTURAS RECOMENDADAS

DAUDET, Y., «Actualités de la codification du droit international», RCADI , 2004, t. 303, pp. 9-118.

ESCOBAR HERNÁNDEZ, C., «Naciones Unidas y el impulso del Derecho Internacional : la labor de
la Comisión de Derecho Internacional», Las Naciones Unidas desde España. 70 aniversario de las
Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España en las Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.),
Asociación para las Naciones Unidas en España, Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp. 391-410.

LÓPEZ MARTÍN, A.G., «La codificación del Derecho Internacional en el umbral del Siglo XXI. Luces
y sombras en la labor de la CDI», Anuario IHLADI , 2001, pp. 367-390.

PASTOR RIDRUEJO, J. A., «Las Naciones Unidas y la codificación del Derecho Internacional:
aspectos jurídicos y políticos», Las Naciones Unidas y el Derecho Internacional , (C. FERNÁNDEZ DE
CASADEVANTE ROMANÍ, F. J. QUEL LÓPEZ coords.), Ariel, Barcelona, 1997, pp. 173-185.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo II. Los sujetos del ordenamiento internacional

Capítulo II

Los sujetos del ordenamiento internacional

Sumario:

1. El Estado y su estatuto internacional


1.1. Introducción
1.2. Convención sobre los derechos y deberes de los Estados, hecha en Montevideo el 26 de
diciembre de 1933
1.3. Convenio de Viena sobre el derecho de los tratados, de 23 mayo de 1969. Artículo 6
1.4. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente
ilícitos, aprobado por la CDI en segunda lectura en su 53º período de sesiones (2001).
Artículo 1
1.5. Estatuto de Palestina en las Naciones Unidas. A/RES/67/19
1.6. Convención de las NN UU sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus
bienes, de 2 de diciembre de 2004
1.7. TEDH Asunto Sabeh El Leil c. Francia. Sentencia (Gran Sala) de 29 de junio de 2011
1.8. Conclusiones del Abogado General P. Mengozzi, presentadas el 24 de mayo de 2012
(Ahmed Mahamdia y República Argelina Democrática y Popular, asunto C-154/11)
1.9. STJUE (Gran Sala) de 19 de julio de 2012 (Ahmed Mahamdia y República Argelina
Democrática y Popular, asunto C-154/11)
1.10. TEDH Asunto Al Adsani c. Reino Unido, Sentencia de 21 de noviembre de 2001
1.11. CIJ Asunto de las Inmunidades jurisdiccionales del Estado (Alemania c. Italia; Grecia
(interviniente)). Sentencia de 3 de febrero de 2012
1.12. Sentencia TC 107/1992, de 1 de julio de 1992
1.13. Sentencia TC 18/1997, de 10 de febrero de 1997
1.14. Sentencia TS (Sala de lo Social, Sección 1ª), núm. 2568/2011, de 25 de junio de 2012
1.15. Ley Orgánica 16/2015, de 27 de octubre, sobre privilegios e inmunidades de los extados
extranjeros, las organizaciones internacionales con sede u oficina en España y las
conferencias internacionales celebradas en España. Preámbulo, artículos 2 y 4-20
1.16. Lecturas recomendadas
2. Las Organizaciones Internacionales
2.1. Introducción
2.2. CIJ Asunto relativo a la Reparación por daños sufridos al servicio de las Naciones Unidas.
Opinión Consultiva de 11 de abril de 1949
2.3. Convención de Viena sobre el derecho de los tratados entre Estados y Organizaciones
internacionales o entre Organizaciones internacionales, de 21 de marzo de 1986. Artículo
6
2.4. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales,
aprobado por la CDI en segunda lectura en su 63º período de sesiones (2011). Artículo 3
2.5. Convención de Viena sobre la representación de los Estados en sus relaciones con las
Organizaciones Internacionales de carácter universal, de 14 de marzo de 1975
2.6. Acuerdo de Sede entre el Reino de España y la Secretaría de Cooperación
Iberoamericana, hecho el 25 de febrero de 2000
2.7. Sentencia TSJ de Madrid (Sala de lo Social), de 5 de mayo de 2008
2.8. Ley Orgánica 16/2015, de 27 de octubre, sobre privilegios e inmunidades de los estados
extranjeros, las organizaciones internacionales con sede u oficina en españa y las
conferencias internacionales celebradas en España. Título v. Artículos 34-39
2.9. Lecturas recomendadas
3. Otros sujetos internacionales: los pueblos, las minorías, la persona humana y las ONGs
3.1. Introducción
3.2. Pacto de derechos civiles y políticos; Pacto de derechos económicos, sociales y culturales,
de 16 de diciembre de 1966. Artículo 1
3.3. Pacto de derechos civiles y políticos, de 16 de diciembre de 1966. Artículo 27
3.4. Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o
étnicas, religiosas y lingüísticas. A/RES/47/135
3.5. Declaración de las NN UU sobre los derechos de los pueblos indígenas. A/RES/61/295
3.6. CIDH caso caso pueblos Kaliña y Lokono vs. Surinam . Sentencia de 25 de noviembre de
2015 (fondo, reparaciones y costas)
3.7. Estatuto de la CPI, hecho en Roma el 17 de julio de 1998
3.8. CPI. Reglas de Procedimiento y Prueba. Regla 103
3.9. Relación consultiva entre las NN UU y las organizaciones no gubernamentales.
E/RES/1996/31
3.10. Convenio Europeo de salvaguardia de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales, de 4 de noviembre de 1950. Artículo 34
3.11. Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las
mujeres y la violencia doméstica, de 11 de mayo de 2011
3.12. Lecturas recomendadas

1. EL ESTADO Y SU ESTATUTO INTERNACIONAL

1.1. INTRODUCCIÓN
La subjetividad internacional se caracteriza por los datos de la actualidad –en cuanto que la
cualidad de sujeto debe establecerse en relación a un momento histórico determinado– y la
pluralidad, ya que la evolución de la sociedad internacional ha dado lugar a la existencia de
diversos sujetos, con diferentes capacidades jurídicas y por tanto con distintos niveles de
subjetividad. En efecto, hay diferentes grados de personalidad jurídica internacional, partiendo en
todo caso de que como ha señalado la CIJ el sujeto se define por la doble circunstancia de tener
capacidad para ser titular de derechos y obligaciones internacionales y para hacer valer sus
derechos por el cauce de una reclamación internacional. Así pues, la capacidad para participar en
el proceso de creación y aplicación de las normas así como la de relacionarse con otros sujetos
internacionales son los elementos que determinan la personalidad jurídica internacional.

El Estado es el sujeto originario y durante siglos el único, pues la comunidad internacional fue
inicialmente una sociedad de Estados soberanos. Es el único sujeto pleno porque posee la totalidad
de derechos y deberes internacionales y por medio de su capacidad de creación de normas
internacionales atribuye capacidad jurídica a otros entes. Si bien el fenómeno de mundialización
está afectando a la posición tradicional del Estado soberano en la comunidad internacional, en el
sentido de establecer una creciente interdependencia política, económica y tecnológica, y por
tanto se está produciendo una cierta debilidad del Estado para hacer frente a sus funciones
tradicionales, sin embargo éste conserva su posición central en la sociedad internacional y en su
ordenamiento jurídico.

Aunque el nacimiento de un Estado es una cuestión de hecho, su reconocimiento internacional


requiere la presencia de tres elementos: territorio, población y gobierno. El derecho internacional
le atribuye al Estado un estatuto basado en los principios de soberanía, independencia e igualdad,
sobre cuya base ejerce plenamente sus poderes con los límites derivados de los deberes de
respetar los derechos de los demás Estados y sus obligaciones para con la comunidad
internacional en su conjunto. Los principios rectores del estatuto internacional del Estado le
protegen respecto del ejercicio de la jurisdicción por otro Estado mediante la inmunidad de
jurisdicción y de ejecución, que en la actualidad tiene un alcance relativo, estando planteada la
cuestión de cómo incide sobre ella la garantía del respeto de los derechos humanos protegidos por
normas imperativas. En el derecho español, después de que el Tribunal Constitucional señalara
con acierto el contenido de la inmunidad y su relación con el derecho a la tutela judicial efectiva,
la materia está regulada en la Ley Orgánica 16/2015, de 27 de octubre, sobre privilegios e
inmunidades de los Estados extranjeros, las Organizaciones Internacionales con sede u oficina en
España y las Conferencias y Reuniones Internacionales celebradas en España.

1.2. CONVENCIÓN SOBRE LOS DERECHOS Y DEBERES DE LOS ESTADOS, HECHA EN MONTEVIDEO
EL 26 DE DICIEMBRE DE 1933

Artículo 1 . El Estado como persona de derecho internacional debe reunir los siguientes requisitos:

I. Población permanente.

II. Territorio determinado.

III. Gobierno.

IV. Capacidad de entrar en relaciones con los demás Estados.

Artículo 2. El Estado federal constituye una sola persona ante el Derecho internacional.

Artículo 3. La existencia política de un Estado es independiente de su reconocimiento por los demás


Estados. Aun antes de reconocido el Estado tiene derecho de defender su integridad e independencia,
proveer su conservación y prosperidad y, por consiguiente, de organizarse como mejor lo entendiere,
legislar sobre sus intereses, administrar sus servicios y determinar la jurisdicción y competencia de
sus tribunales.

El ejercicio de estos derechos no tiene otros límites que el ejercicio de los derechos de otros Estados
conforme al Derecho internacional.

1.3. CONVENIO DE VIENA SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS, DE 23 MAYO DE 1969.


ARTÍCULO 6

Capacidad de los Estados para celebrar tratados. Todo Estado tiene capacidad para celebrar tratados.

1.4. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR HECHOS


INTERNACIONALMENTE ILÍCITOS, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA LECTURA EN SU 53º
PERÍODO DE SESIONES (2001). ARTÍCULO 1

Responsabilidad del Estado por sus hechos internacionalmente ilícitos

Todo hecho internacionalmente ilícito del Estado genera su responsabilidad internacional.

1.5. ESTATUTO DE PALESTINA EN LAS NACIONES UNIDAS. A/RES/67/19

La Asamblea General,

Guiada por los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y destacando, a este
respecto, el principio de la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos,

Recordando su resolución 2625 (XXV), de 24 de octubre de 19701, en la que afirmó, entre otras
cosas, que todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, la
aplicación del principio de la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos,

[...]

Recordando también su resolución 43/177, de 15 de diciembre 1988, en la que, entre otras cosas,
tomó conocimiento de la proclamación del Estado de Palestina por el Consejo Nacional de
Palestina el 15 de noviembre de 1988 y decidió que en el sistema de las Naciones Unidas se
utilizase la designación «Palestina» en lugar de la designación «Organización de Liberación de
Palestina», sin perjuicio de las funciones y la condición de observador de la Organización de
Liberación de Palestina en dicho sistema,

Tomando en consideración que, de conformidad con una decisión del Consejo Nacional de
Palestina, se confirieron al Comité Ejecutivo de la Organización de Liberación de Palestina las
atribuciones y responsabilidades del Gobierno provisional del Estado de Palestina.

[...]

Encomiando el plan de 2009 de la Autoridad Nacional Palestina para construir las instituciones de
un Estado palestino independiente en un período de dos años, y acogiendo con beneplácito las
evaluaciones positivas al respecto sobre su preparación para acceder a la condición de Estado
realizadas por el Banco Mundial, las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional, que se
reflejan en las conclusiones de la presidencia del Comité Especial de Enlace de abril de 2011 y
conclusiones posteriores de la presidencia, que determinaron que la Autoridad Palestina superaba
el umbral en el que un Estado pasa a ser operativo en los principales sectores estudiados,

Reconociendo que Palestina es miembro de pleno derecho de la Organización de las Naciones


Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Comisión Económica y Social para Asia
Occidental y el Grupo de los Estados de Asia y el Pacífico, así como de la Liga de los Estados
Árabes, el Movimiento de los Países No Alineados, la Organización de Cooperación Islámica y el
Grupo de los 77 y China, Reconociendo también que, hasta la fecha, 132 Estados Miembros de las
Naciones Unidas han reconocido al Estado de Palestina,

Tomando nota del informe de 11 de noviembre de 2011 del Comité del Consejo de Seguridad de
Admisión de Nuevos Miembros,

Destacando que las Naciones Unidas tienen una responsabilidad permanente respecto de la
cuestión de Palestina hasta que se resuelva satisfactoriamente en todos sus aspectos,

Reafirmando el principio de composición universal de las Naciones Unidas,

1. Reafirma el derecho del pueblo palestino a la libre determinación y a la independencia en su


Estado de Palestina en el territorio palestino ocupado desde 1967;

2. Decide conceder a Palestina la condición de Estado observador no miembro en las Naciones


Unidas, sin perjuicio de los derechos adquiridos, las prerrogativas y la función de la Organización
de Liberación de Palestina en las Naciones Unidas como representante del pueblo palestino, de
conformidad con las resoluciones y la práctica pertinentes;

3. Expresa la esperanza de que el Consejo de Seguridad considere favorablemente la solicitud


presentada el 23 de septiembre de 2011 por el Estado de Palestina para su admisión como
miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas;

4. Afirma su determinación de contribuir a la realización de los derechos inalienables del pueblo


palestino y la consecución de un arreglo pacífico en el Oriente Medio que ponga fin a la ocupación
que comenzó en 1967 y haga realidad la visión de dos Estados, con un Estado de Palestina
independiente, soberano, democrático, contiguo y viable que viva junto a Israel en condiciones de
paz y seguridad sobre la base de las fronteras anteriores a 1967;

[...]

1.6. CONVENCIÓN DE LAS NN UU SOBRE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DE LOS ESTADOS


Y DE SUS BIENES, DE 2 DE DICIEMBRE DE 2004

Los Estados Partes en la presente Convención ,

Considerando que las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes constituyen un
principio generalmente aceptado en el derecho internacional consuetudinario,

Teniendo presentes los principios de derecho internacional consagrados en la Carta de las Naciones
Unidas,

Considerando que una convención internacional sobre las inmunidades jurisdiccionales de los
Estados y de sus bienes fortalecería la preeminencia del derecho y la seguridad jurídica,
particularmente en las relaciones de los Estados con las personas naturales o jurídicas, y contribuiría
a codificar y desarrollar el derecho internacional y a armonizar la práctica en este ámbito,

Teniendo en cuenta la evolución de la práctica de los Estados respecto de las inmunidades


jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes,

Afirmando que las normas del derecho internacional consuetudinario seguirán rigiendo las
cuestiones que no estén reguladas por lo dispuesto en la presente Convención,

Han convenido en lo siguiente :

[...]

Parte II

Principios generales

Artículo 5

Inmunidad del Estado

Todo Estado goza, para sí y sus bienes, de inmunidad de jurisdicción ante los tribunales de otro
Estado, según lo dispuesto en la presente Convención.

Artículo 6

Modos de hacer efectiva la inmunidad del Estado

1. Un Estado hará efectiva la inmunidad a que se refiere el artículo 5 absteniéndose de ejercer


jurisdicción en un proceso incoado ante sus tribunales contra otro Estado y, a estos efectos, velará
por que sus tribunales resuelvan de oficio la cuestión del respeto de la inmunidad de ese otro Estado
a que se refiere el artículo 5.

2. Un proceso ante un tribunal de un Estado se entenderá incoado contra otro

Estado si éste:

a ) es mencionado como parte en el proceso; o

b ) no es mencionado como parte en el proceso, pero este proceso tiende efectivamente a menoscabar
los bienes, derechos, intereses o actividades de ese otro Estado.

Artículo 7

Consentimiento expreso al ejercicio de jurisdicción

1. Ningún Estado podrá hacer valer la inmunidad de jurisdicción en un proceso ante un tribunal de
otro Estado en relación con una cuestión o un asunto si ha consentido expresamente en que ese
tribunal ejerza jurisdicción en relación con esa cuestión o ese asunto:

a ) por acuerdo internacional;

b ) en un contrato escrito; o

c ) por una declaración ante el tribunal o por una comunicación escrita en un proceso determinado.

2. E1 acuerdo otorgado por un Estado respecto de la aplicación de la ley de otro Estado no se


interpretará como consentimiento en el ejercicio de jurisdicción por los tribunales de ese otro Estado.

Artículo 8

Efecto de la participación en un proceso ante un tribunal

1. Ningún Estado podrá hacer valer la inmunidad de jurisdicción en un proceso ante un tribunal de
otro Estado:

a ) si él mismo ha incoado ese proceso; o


b ) si ha intervenido en ese proceso o ha realizado cualquier otro acto en relación con el fondo. No
obstante, el Estado, si prueba ante el tribunal que no pudo haber tenido conocimiento de hechos en
que pueda fundarse una demanda de inmunidad hasta después de haber realizado aquel acto, podrá
hacer valer la inmunidad basándose en esos hechos, con tal de que lo haga sin dilación.

2. No se entenderá que un Estado ha consentido en que un tribunal de otro Estado ejerza jurisdicción
si interviene en un proceso o realiza cualquier otro acto con el solo objeto de:

a ) hacer valer la inmunidad; o

b ) hacer valer un derecho o interés sobre bienes objeto de litigio en el proceso.

3. La comparecencia de un representante de un Estado ante un tribunal de otro Estado en calidad de


testigo no se interpretará como consentimiento del primer Estado en el ejercicio de jurisdicción por
ese tribunal.

4. La incomparecencia de un Estado en un proceso ante un tribunal de otro Estado no se interpretará


como consentimiento del primer Estado en el ejercicio de jurisdicción por ese tribunal.

Artículo 9

Reconvenciones

1. Ningún Estado que incoe un proceso ante un tribunal de otro Estado podrá hacer valer la
inmunidad de jurisdicción ante ese tribunal en lo concerniente a una reconvención basada en la
misma relación jurídica o en los mismos hechos que la demanda principal.

2. Ningún Estado que intervenga en un proceso ante un tribunal de otro Estado para presentar una
demanda podrá hacer valer la inmunidad de jurisdicción ante ese tribunal en lo concerniente a una
reconvención basada en la misma relación jurídica o en los mismos hechos que la demanda
presentada por él.

3. Ningún Estado que formule reconvención en un proceso incoado contra él ante un tribunal de otro
Estado podrá hacer valer la inmunidad de jurisdicción ante ese tribunal en lo concerniente a la
demanda principal.

Parte III

Procesos en que la inmunidad del Estado no se puede hacer valer

Artículo 10

Transacciones mercantiles

[...]

Artículo 11

Contratos de trabajo

[...]

Artículo 12

Lesiones a las personas y daños a los bienes

[...]

Artículo 13

Propiedad, posesión y uso de bienes

[...]
Artículo 14

Propiedad intelectual e industrial

[...]

Artículo 15

Participación en sociedades u otras colectividades

[...]

Artículo 16

Buques de propiedad de un Estado o explotados por un Estado

[...]

Artículo 17

Efectos de un convenio arbitral

[...]

Parte IV

Inmunidad del Estado respecto de las medidas coercitivas adoptadas en relación con un proceso ante
un tribunal

Artículo 18

Inmunidad del Estado respecto de medidas coercitivas anteriores al fallo

No podrán adoptarse contra bienes de un Estado, en relación con un proceso ante un tribunal de otro
Estado, medidas coercitivas anteriores al fallo como el embargo y la ejecución, sino en los casos y
dentro de los límites siguientes:

a ) cuando el Estado haya consentido expresamente en la adopción de tales medidas, en los términos
indicados:

i) por acuerdo internacional;

ii) por un acuerdo de arbitraje en un contrato escrito; o

iii) por una declaración ante el tribunal o por una comunicación escrita después de haber surgido
una controversia entre las partes; o

b ) cuando el Estado haya asignado o destinado bienes a la satisfacción de la demanda objeto de ese
proceso.

Artículo 19

Inmunidad del Estado respecto de medidas coercitivas posteriores al fallo

No podrán adoptarse contra bienes de un Estado, en relación con un proceso ante un tribunal de otro
Estado, medidas coercitivas posteriores al fallo como el embargo y la ejecución, sino en los casos y
dentro de los límites siguientes:

a ) cuando el Estado haya consentido expresamente en la adopción de tales medidas, en los términos
indicados:

i) por acuerdo internacional;

ii) por un acuerdo de arbitraje o en un contrato escrito; o


iii) por una declaración ante el tribunal o por una comunicación escrita después de haber surgido
una controversia entre las partes; o

b) cuando el Estado haya asignado o destinado bienes a la satisfacción de la demanda objeto de ese
proceso; o

c ) cuando se ha determinado que los bienes se utilizan específicamente o se destinan a su utilización


por el Estado para fines distintos de los fines oficiales no comerciales y que se encuentran en el
territorio del Estado del foro, si bien únicamente podrán tomarse medidas coercitivas posteriores al
fallo contra bienes que tengan un nexo con la entidad contra la cual se haya incoado el proceso.

Artículo 20

Efecto del consentimiento a la jurisdicción sobre las medidas coercitivas

Cuando se requiera el consentimiento para la adopción de medidas coercitivas de conformidad con


los artículos 18 y 19, el consentimiento para el ejercicio de jurisdicción en virtud del artículo 7 no
implicará consentimiento para adoptar medidas coercitivas.

Artículo 21

Clases especiales de bienes

1. No se considerarán bienes utilizados o destinados a ser utilizados específicamente por el Estado


para fines que no sean un servicio público no comercial conforme a lo dispuesto en el apartado c )
del artículo 19:

a ) los bienes, incluida cualquier cuenta bancaria, que sean utilizados o estén destinados a ser
utilizados en el desempeño de las funciones de la misión diplomática del Estado o de sus oficinas
consulares, sus misiones especiales, sus misiones ante organizaciones internacionales o sus
delegaciones en órganos de organizaciones internacionales o en conferencias internacionales;

b ) los bienes de carácter militar o los que sean utilizados o estén destinados a ser utilizados en el
desempeño de funciones militares;

c ) los bienes del banco central o de otra autoridad monetaria del Estado;

d ) los bienes que formen parte del patrimonio cultural del Estado, o parte de sus archivos, y no se
hayan puesto ni estén destinados a ser puestos en venta;

e ) los bienes que formen parte de una exposición de objetos de interés científico, cultural o histórico
y no se hayan puesto ni estén destinados a ser puestos en venta.

2. Lo dispuesto en el párrafo 1 se entenderá sin perjuicio de lo previsto en el artículo 18 y los


apartados a ) y b ) del artículo 19.

1.7. TEDH ASUNTO SABEH EL LEIL C. FRANCIA . SENTENCIA (GRAN SALA) DE 29 DE JUNIO DE
2011

a) Principios generales

46. El Tribunal recuerda que el derecho a un proceso justo, garantizado por el artículo 6.1 del
Convenio, debe interpretarse a la luz del principio de la preeminencia del derecho, que exige la
existencia de una vía judicial efectiva que permita reivindicar los derechos civiles... Cada justiciable
tiene derecho a que un tribunal conozca cualquier reclamación relativa a sus derechos y
obligaciones de carácter civil. Es así como el artículo 6.1 consagra el «derecho a un tribunal», del que
el derecho de acceso, esto es el derecho de acudir a un tribunal en materia civil, sólo constituye un
aspecto...

47. Sin embargo, el derecho de acceso a un tribunal, reconocido por el artículo 6.1, no es absoluto: se
presta a limitaciones implícitamente admitidas, pues requiere por su propia naturaleza una
regulación por parte del Estado. Los Estados contratantes gozan en la materia de un cierto margen de
apreciación. En cambio, corresponde al Tribunal decidir en última instancia sobre el respeto de las
exigencias del Convenio; debe verificar que las limitaciones establecidas no restringen el acceso
ofrecido al individuo de una manera o hasta un punto tales que el derecho se encuentra afectado en
su misma sustancia. Por otra parte, semejante limitación al derecho de acceso a un tribunal sólo se
concilia con el artículo 6.1 si persigue un fin legítimo y si existe una relación razonable de
proporcionalidad entre los medios empleados y el fin perseguido...

48. Por otra parte, el Convenio debe interpretarse a la luz de los principios enunciados por la
Convención de Viena de 23 de mayo de 1969 sobre el derecho de los tratados, que enuncia en su
artículo 31.3 c) que hay que tener en cuenta «toda regla pertinente de derecho internacional
aplicable en las relaciones entre las partes». En efecto, el convenio, incluido su artículo 6, no puede
interpretarse en el vacío... Además el Tribunal no puede perder de vista el carácter específico de
tratado de garantía de los derechos humanos que reviste al Convenio, pero debe tener en cuenta
igualmente los principios pertinentes de derecho internacional, incluidos los relativos a la concesión
de la inmunidad a los Estados...

49. Por tanto, de manera general, no debería considerarse como una restricción desproporcionada al
derecho de acceso a un tribunal tal como lo consagra el artículo 6.1 las medidas tomadas por una Alta
Parte contratante que reflejan las reglas de derecho internacional generalmente reconocidas en
materia de inmunidad de los Estados. De la misma manera que el derecho de acceso a un tribunal es
inherente a la garantía de un proceso justo reconocido por este artículo, ciertas restricciones al
acceso deben ser consideradas como inherentes a él; se encuentra un ejemplo en las limitaciones
generalmente admitidas por la comunidad de las naciones relacionadas con la regla de la inmunidad
de los Estados ( Al-Adsani c. Reino Unido [GS], no 35763/97, § 56, TEDH 2001-XI, Kalogeropoulou y
otros c. Grecia y Alemania , (dec.), no 59021/00, TEDH 2002-X, Fogarty , precitado, § 36, y Cudak ,
precitado, § 57).

[...]

51. Así, en los casos en que la aplicación de la regla de la inmunidad de jurisdicción del Estado
obstaculiza el ejercicio del derecho de acceso a la justicia, el Tribunal debe averiguar si las
circunstancias de la causa justificaban ese obstáculo.

52. El Tribunal recuerda igualmente que semejante limitación debe perseguir un fin legítimo y que la
inmunidad de los Estados, consagrada por el derecho internacional, se deriva del principio par in
parem non habet imperium, en virtud del cual un estado no puede ser sometido a la jurisdicción de
otro Estado ( Cudak , precitado, § 60, y Al-Adsani , precitado, § 54). Ha considerado que la concesión
de inmunidad a un Estado en un procedimiento civil perseguía el fin legítimo de respetar el derecho
internacional con el fin de favorecer la cortesía y las buenas relaciones entre Estados mediante el
respeto de la soberanía de otro Estado ( ibidem ).

53. De otro lado, la restricción litigiosa debe igualmente ser proporcionada al fin perseguido. El
Tribunal recuerda a este respecto que la inmunidad absoluta de los Estados ha sufrido desde hace
muchos años una erosión cierta, en particular con la adopción de la Convención sobre las
inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en 2004 ( Cudak , precitado, § 64). Esta última se basa en un proyecto adoptado en 1991 que
contenía un artículo relativo a los contratos de trabajo, el cual ha introducido una importante
excepción en materia de inmunidad de los Estados, siendo el principio que la regla de inmunidad no
se aplica a los contratos de trabajo concluidos entre un Estado y el personal de sus misiones
diplomáticas en el extranjero, salvo excepciones limitativamente enumeradas en el apartado 2 del
artículo 11 ( Cudak , precitado, § 65).

54. En fin, está bien establecido en derecho internacional que, incluso aunque no haya sido
ratificado, una disposición de un tratado puede tener fuerza obligatoria, además de las obligaciones
creadas por las partes contratantes, si refleja el derecho internacional consuetudinario, bien porque
«codifica» este último, bien porque de nacimiento a nuevas reglas consuetudinarias ( Cudak ,
precitado, § 66). Así, el artículo 11 del proyecto de la Comisión de Derecho Internacional de 1991, tal
como ha sido retomado por la Convención de 2004, se aplica a título de derecho internacional
consuetudinario, y esto incluso si el Estado no ha ratificado esta convención, por cuanto tampoco se
ha opuesto ( Cudak , precitado, §§ 66-67).

b) Aplicación de estos principios al presente caso

55. El Tribunal recuerda ante todo que en el asunto Cudak , que se refería al despido de un miembro
del personal local de una embajada, ha juzgado que las restricciones al derecho de acceso a un
tribunal perseguían un fin legítimo ( Cudak , precitado, § 62). No ve ninguna razón para llegar a otra
conclusión en el presente caso.

56. Conviene por tanto examinar la cuestión de saber si la restricción litigiosa al derecho de acceso
del demandante a un tribunal era proporcionada al fin perseguido.

57. Como ha recordado el Tribunal (apartado 54 supra ), el artículo 11 del proyecto de la Comisión de
Derecho Internacional de 1991, tal como ha sido retomado por la Convención de 2004, se aplica a
título de derecho internacional consuetudinario, y esto incluso cuando el Estado no ha ratificado esta
Convención, por cuanto tampoco se ha opuesto ( Cudak , precitado, §§ 66-67). Pues, si Francia no ha
ratificado esta Convención, no se ha opuesto: bien al contrario, la ha firmado el 17 enero 2007 y el
procedimiento de ratificación está actualmente en curso ante el Parlamento francés...

58. En consecuencia, se puede considerar que las disposiciones de la Convención de 2004 se aplican al
Estado demandado, a título de derecho internacional consuetudinario ( Cudak , precitado, § 67), lo
que el Tribunal tendrá en cuenta al examinar si el derecho de acceso a un tribunal en el sentido del
artículo 6 § 1 ha sido respetado.

59. Como fue el caso en el asunto Cudak respecto al derecho lituano, esta conclusión se encuentra
confirmada por el derecho interno francés. En su jurisprudencia, el Tribunal de casación rechaza en
efecto aplicar la inmunidad de jurisdicción de una manera absoluta, considerando que está excluida
en el marco de un litigio relativo al empleado de una embajada que no ejerce ninguna
responsabilidad particular en el ejercicio del servicio público diplomático (apartado 25 supra ). Tal ha
sido en particular su posición en un asunto similar, relativo no a la reestructuración de una
embajada, como en el presente caso, sino a la reorganización por un Estado de su representación en
el extranjero, en el cual el Tribunal de casación ha juzgado que si el Estado se beneficia de la
inmunidad de jurisdicción en cuanto a la apreciación de los motivos de la decisión de cierre, el juez
francés mantiene el poder de verificar la realidad del cierre y de decidir sobre las consecuencias del
despido motivado por éste ( ibidem ).

60. Por otra parte, el Tribunal estima que el demandante, que no era ni agente diplomático o
consular de Kuwait ni nacional de este Estado, no se adscribía a ninguna de las excepciones
enumeradas en el artículo 11 de la Convención de 2004. Al respecto el Tribunal recuerda que este
último consagra la regla de la ausencia de inmunidad de jurisdicción de los Estados en relación con
los contratos de trabajo, salvo excepciones limitativamente enumeradas.

61. Destaca en particular que el apartado 2 a) del artículo 11 es claramente ajeno al presente asunto,
pues el demandante no ha sido contratado para ocuparse de funciones particulares en el ejercicio del
poder público. En cuanto al apartado 2 d), que contempla expresamente el despido de un empleado,
no sería aplicable en el caso, por cuanto no se ha establecido de ninguna forma que existiera un
riesgo de interferencia con los intereses del Estado en materia de seguridad: la sentencia del tribunal
de apelación de París no contiene ninguna referencia al hecho de que el Estado de Kuwait hubiera
invocado que el Jefe del Estado, el Jefe del gobierno o el Ministro de Asuntos Exteriores, autoridades
enumeradas por esta disposición, opinaban que existía tal riesgo.

[...]

66. Por otra parte, el Tribunal hace notar que las disposiciones del artículo 11 de la Convención de
2004, en particular las excepciones que allí son enumeradas y que deben ser interpretadas
estrictamente, no han sido tenidas en cuenta además por el tribunal de apelación y el Tribunal de
casación.

67. En conclusión, al acoger la excepción vinculada a la inmunidad de jurisdicción y rechazando la


demanda del demandante, sin motivación pertinente y suficiente, y pese a las disposiciones
aplicables del derecho internacional, las jurisdicciones francesas han quebrado el mantenimiento de
una relación razonable de proporcionalidad. De este modo han afectado a la sustancia misma del
derecho del demandante de acceder a un tribunal.

68. Por tanto, ha habido violación del artículo 6 § 1 del Convenio.

1.8. CONCLUSIONES DEL ABOGADO GENERAL P. MENGOZZI, PRESENTADAS EL 24 DE MAYO DE


2012 (AHMED MAHAMDIA Y REPÚBLICA ARGELINA DEMOCRÁTICA Y POPULAR , ASUNTO C-
154/11)

II. Litigio principal y cuestiones prejudiciales

9. El demandante en el procedimiento principal, el Sr. Mahamdia, ostenta la doble nacionalidad


argelino-alemana. Vive en Berlín. Desde septiembre de 2002 trabaja en la Embajada en Berlín de la
demandada en el procedimiento principal, la República Argelina Democrática y Popular. En méritos
de sus actividades profesionales el Sr. Mahamdia debía transportar a los visitantes y los
colaboradores de la Embajada. No era el chófer adscrito al embajador de Argelia en Alemania pero,
ocasionalmente, pudo transportarlo. Nunca se encargó directamente de la valija diplomática pero
pudo transportar al colaborador que se hubiera designado para hacerse cargo de ella o para
transmitirla. Por lo demás, las partes del procedimiento principal discrepan sobre si el Sr. Mahamdia
prestó igualmente servicios de interpretación. No obstante, el órgano jurisdiccional remitente parte
de la base de que no realizó ninguna actividad relacionada con el ejercicio de la soberanía del Estado
argelino.

[...]

11. La República Argelina Democrática y Popular despidió al Sr. Mahamdia en agosto de 2007 con
efecto a 30 de septiembre de 2007. Éste presentó una demanda ante el Arbeitsgericht Berlin para que
dicho tribunal declarara que el despido no había puesto fin a la relación laboral, condenara a su
empleador al pago de una indemnización sustitutoria de preaviso y al mantenimiento provisional de
la relación laboral. La República Argelina Democrática y Popular impugnó entonces la competencia
internacional de los tribunales alemanes debido tanto al carácter extraterritorial de sus actividades
como a la cláusula de sumisión procesal contenida en el contrato de trabajo. El 2 de julio de 2008 el
Arbeitsgericht Berlin desestimó la demanda del Sr. Mahamdia basándose en la inmunidad de
jurisdicción de que, según observó, goza la demandada. Se interpuso un recurso de apelación ante el
Landesarbeitsgericht Berlin-Brandenburg que, en una sentencia de 14 de enero de 2009, reformó
parcialmente la sentencia recaída en primera instancia y declaró que el despido no había puesto fin
a la relación laboral. Dicho tribunal señaló, en primer lugar, que la demandada no podía, en el marco
de dicho litigio, invocar la inmunidad jurisdiccional de los Estados. A renglón seguido, consideró que,
en todo caso, la cláusula de sumisión procesal contenida en el contrato de trabajo no cumplía los
requisitos establecidos por el artículo 21 del Reglamento nº 44/2001. Por último, llegó a la conclusión
de que podía considerarse que la Embajada de la demandada estaba comprendida, a modo de
establecimiento, en el ámbito de aplicación del artículo 18 de dicho Reglamento.

12. La República Argelina Democrática y Popular interpuso un recurso de casación contra la


resolución de 14 de enero de 2009. El 1 de julio de 2010, el Bundesarbeitsgericht revocó dicha
resolución y devolvió el asunto al órgano jurisdiccional remitente que, por lo tanto, debe
pronunciarse nuevamente en el marco del presente litigio. En su resolución, el Bundesarbeitsgericht
instó, en particular, al órgano jurisdiccional remitente a que examinara una vez más la problemática
relativa al Derecho aplicable para la determinación del órgano jurisdiccional competente teniendo
en cuenta el hecho de que hasta el presente el Tribunal de Justicia nunca ha definido su postura
sobre si la embajada de un Estado tercero en un Estado miembro de la Unión puede considerarse una
«agencia», una «sucursal» o «cualquier otro establecimiento» a efectos del artículo 18, apartado 2, del
Reglamento nº 44/2001.

13. En su resolución de remisión, dicho órgano jurisdiccional señala que no puede reconocerse a la
República Argelina Democrática y Popular la inmunidad de jurisdicción, en particular, en virtud de
la resolución del Bundesarbeitsgericht de 1 de julio de 2010, recaída en el asunto principal, a tenor de
la cual los litigios en materia de Derecho laboral entre un empleado de una embajada sita en el
territorio alemán y el Estado tercero al cual representa son competencia de los tribunales alemanes
siempre que, en méritos de su contrato de trabajo, el trabajador no haya realizado ninguna actividad
relacionada con el ejercicio de la soberanía de ese Estado tercero.

14. En tal contexto el Landesarbeitsgericht Berlin-Brandenburg decidió suspender el curso de las


actuaciones y, mediante resolución de remisión recibida en la Secretaría del Tribunal de Justicia el 29
de marzo de 2011, plantear a este órgano judicial, sobre la base del artículo 267 TFUE, las dos
cuestiones prejudiciales siguientes...

[...]

IV. Análisis jurídico

A. Observaciones preliminares sobre la inmunidad de jurisdicción del Estado empleador

16. Antes de responder a las dos cuestiones prejudiciales planteadas, considero conveniente dedicar
unas breves reflexiones sobre la inmunidad de jurisdicción invocada por la República Argelina
Democrática y Popular.

17. La regla según la cual ningún Estado puede ser demandado ante los órganos jurisdiccionales de
otra entidad soberana es una regla muy conocida del Derecho internacional público. Pues bien,
según reiterada jurisprudencia, «las competencias [de la Unión] deben ser ejercidas respectando el
Derecho internacional» y «cuando adopta un acto, [la Unión] está obligada a respetar todo el Derecho
internacional, incluido el Derecho consuetudinario internacional». En su caso, las normas de Derecho
derivado deben interpretarse a la luz de las reglas internacionales consuetudinarias. Considero, por
lo tanto, que se plantea la cuestión de si, en un litigio determinado, como el litigio principal, la
problemática relativa a que el Estado parte en ese litigio goce de la inmunidad de jurisdicción
–problemática que se examinará a la luz de la práctica internacional que acto seguido voy a
presentar– puede influir en la solución de los problemas suscitados en la presente remisión
prejudicial relativos a la interpretación del Reglamento nº 44/2001.

18. Por una parte, el órgano jurisdiccional remitente ha señalado muy claramente que, desde el
primer momento del litigio, la República Argelina Democrática y Popular ha invocado su inmunidad
de jurisdicción, y partió asimismo claramente de la base de que dicha inmunidad es irrelevante en el
caso de autos. Se basa en una jurisprudencia nacional a tenor de la cual, para apreciar si, en un litigio
relativo a un contrato de trabajo que hubiera celebrado, un Estado puede hacer valer su inmunidad
de jurisdicción, debe determinarse si la actividad desarrollada por el trabajador en méritos de ese
contrato forma parte, o no, del ejercicio del poder público. Al considerar que el demandante en el
procedimiento principal únicamente ha desarrollado una actividad subalterna, esencialmente
técnica, de acuerdo con su contrato de trabajo, el órgano jurisdiccional remitente consideró que no
participaba en el ejercicio del poder público argelino. En consecuencia, a su juicio, el Estado argelino
no podía invocar su inmunidad de jurisdicción.

19. Por otra parte, existen algunas dudas en cuando a la naturaleza, en Derecho internacional
público, de la inmunidad de jurisdicción de los Estados.

20. En efecto, la inmunidad de jurisdicción es un concepto poco claro, difícilmente previsible y muy
dependiente de las sensibilidades nacionales. La apreciación realizada por el órgano jurisdiccional
remitente es una nueva piedra jurisprudencial aportada al edificio de la doctrina de la inmunidad,
dado que el régimen relativo a la inmunidad de jurisdicción de los Estados es eminentemente
jurisprudencial. En efecto, pocos Estados se han dotado de instrumentos escritos en la materia.

21. No obstante, es preciso observar una evolución casi general en favor de la consagración de una
inmunidad relativa a la jurisdicción que se basa en la distinción fundamental entre los actos
realizados iure imperii y los actos realizados iure gestionis, siendo estos últimos comparables a los
actos realizados por particulares. En otras palabras, el mero hecho de que un Estado sea parte
demandada en un procedimiento ya no basta para que se le reconozca inmediatamente la
inmunidad de jurisdicción. El Estado moderno se ha convertido en un actor polimorfo de la vida
jurídica y puede actuar, mantener relaciones jurídicas sin, no obstante, ejercer, en tales casos, su
soberanía o su poder público: pienso, en particular, en el Estado comerciante, pero, asimismo, desde
luego, en el Estado empleador. Dado que no se acompañan sistemáticamente del ejercicio de
prerrogativas de poder público, dichas diferentes facetas de la actividad jurídica del Estado dan lugar
a que ya no se justifique un reconocimiento automático de la inmunidad de jurisdicción. El
Bundesarbeitsgericht ha declarado, por ejemplo, que las actividades de un ascensorista empleado en
la Embajada de los Estados Unidos de América en Alemania no estaban comprendidas en el ámbito
de la soberanía estatal y que, por lo tanto, no procedía reconocer la inmunidad de jurisdicción del
Estado empleador. Se ha pronunciado del mismo modo en relación con la actividad de un técnico
doméstico empleado en la misma Embajada y responsable del mantenimiento de diversas
instalaciones técnicas que comprenden el sistema de alarma o las de un conserje.

22. Esta nueva relatividad se explica por el poder exorbitante de la inmunidad de jurisdicción que
elimina toda acción judicial y constituye la encarnación institucionalizada de la negación de justicia.

23. Dicho lo anterior, debe reconocerse igualmente que, en realidad, no existe ninguna teoría de la
inmunidad relativa de jurisdicción de los Estados. Volviendo al Estado empleador, las soluciones
nacionales son muy diversas y los órganos jurisdiccionales nacionales hacen prevalecer, ya la
naturaleza de la actividad desarrollada, ya la finalidad de dicha actividad, ya la naturaleza del
contrato. A veces, estos criterios deben cumplirse de forma acumulativa para que se levante la
inmunidad. Además, puede contemplarse la cuestión relativa a la inmunidad de manera distinta
según que se trate de un litigio referente a la selección, al despido o al ejercicio mismo de la
actividad.

24. Las referidas divergencias nacionales son hasta tal punto pronunciadas que, por una parte,
resulta muy difícil llevar a cabo cualquier codificación a escala internacional y, por otra, ello puede
incluso poner en duda la verdadera existencia, más allá de una indiscutible tendencia, de una norma
de Derecho internacional consuetudinario en la materia.

25. La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no dispensa ninguna respuesta
mucho más categórica. Ha declarado, ante todo, que «el reconocimiento de la inmunidad soberana a
un Estado en un procedimiento civil persigue el objetivo legítimo de cumplir el Derecho
internacional con el fin de favorecer la cortesía y las buenas relaciones entre Estados gracias al
respeto de la soberanía de otro Estado» y que, «por lo tanto, no se pueden considerar de forma
general una restricción desproporcionada al derecho de acudir ante un tribunal, tal como lo
consagra el artículo 6, apartado 1 [del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y Libertades Fundamentales, firmado en Roma el 4 de noviembre de 1950], las medidas
adoptadas por una Alta Autoridad contratante que reflejen principios de Derecho internacional
generalmente reconocidos en materia de inmunidad de los Estados».

26. No obstante, con motivo de la sentencia Cudak c. Lituania , el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos dejó constancia de las inflexiones de la comunidad internacional en favor de la doctrina de
la inmunidad relativa en materia de despido. En dicho asunto, una nacional lituana había
desarrollado la actividad de secretaria en la Embajada de Polonia en Vilnius y había entablado una
acción de indemnización ante los tribunales lituanos a raíz de su despido. La República de Polonia
invocó su inmunidad de jurisdicción, lo cual dio lugar a una declaración de incompetencia por parte
de los órganos jurisdiccionales lituanos. Si bien siguió reconociendo que la inmunidad de jurisdicción
persigue un objetivo legítimo a la luz del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y las Libertades Fundamentales, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró en ese
asunto que la reacción de los tribunales lituanos había sido desproporcionada tras haber
comprobado que la demandante no había desarrollado ninguna tarea relacionada con el ejercicio de
la soberanía del Estado polaco y decidió que se había infringido el artículo 6, apartado 1, de dicho
Convenio. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos reiteró su jurisprudencia Cudak c. Lituania con
ocasión de su sentencia Sabeh El Leil c. Francia . En ambos casos, examinó el estado del Derecho y de
la jurisprudencia de los Estados a los que se referían las demandas para determinar si ya admitían
casos de inmunidad relativa antes de afirmar que el artículo 11 de la Convención –no ratificada– de
Nueva York, que establece, en su apartado 1, el principio según el cual «ningún Estado podrá hacer
valer la inmunidad de jurisdicción ante un tribunal de otro Estado, por lo demás competente, en un
proceso relativo a un contrato de trabajo entre el Estado y una persona natural respecto de un
trabajo ejecutado o que haya de ejecutarse total o parcialmente en el territorio de ese otro Estado»,
tiene carácter vinculante en la medida en que, siempre según el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, refleja el Derecho internacional consuetudinario. El Tribunal Europeo de Derechos
Humanos ha excluido siempre el carácter no vinculante de la propia Convención, considerando que
en el momento de la elaboración de dicho artículo 11, los Estados demandados no habían formulado
objeciones particulares ni tampoco se habían opuesto a la Convención de Nueva York. Esta serie de
afirmaciones no impide, sin embargo, que se puedan plantear algunos interrogantes. Las
divergencias nacionales a las que he hecho alusión anteriormente podrían, por lo demás, militar en
favor de un punto de vista más matizado.

27. Así, aunque sigue siendo indudable la obligación de tener en cuenta las reglas de Derecho
internacional consuetudinario, cuando son pertinentes para la interpretación de las normas de
Derecho derivado de la Unión, a la luz de todos estos elementos, debe estarse a la postura inicial del
juez remitente según la cual, en el marco del litigio principal, la República Argelina Democrática y
Popular no puede ampararse en su inmunidad de jurisdicción, máxime si se considera que el
objetivo de este postulado es preservar la tutela judicial efectiva del demandante en el procedimiento
principal. Por lo tanto, respondería a las dos cuestiones prejudiciales que ha planteado el
Landesarbeitsgericht Berlin-Brandenburg teniendo en cuenta que se refieren a un litigio en relación
con el cual el Estado demandado no puede invocar su inmunidad de jurisdicción.

1.9. STJUE (GRAN SALA) DE 19 DE JULIO DE 2012 ( AHMED MAHAMDIA Y REPÚBLICA ARGELINA
DEMOCRÁTICA Y POPULAR , ASUNTO C-154/11)

37. Mediante su primera cuestión, el órgano jurisdiccional remitente pregunta, en esencia, si el


artículo 18, apartado 2, del Reglamento nº 44/2001 debe interpretarse en el sentido de que una
embajada constituye un «establecimiento» a efectos de esa disposición y si, en consecuencia, dicho
Reglamento es aplicable para determinar el órgano jurisdiccional competente para conocer de una
demanda interpuesta contra un tercer Estado por el trabajador de la embajada de ese Estado situada
en un Estado miembro.

48. Al interpretar dichos conceptos de «sucursal», «agencia» y «cualquier otro establecimiento», el


Tribunal de Justicia ha establecido dos criterios que determinan si una acción judicial relativa a la
explotación de una de esas categorías de establecimiento está relacionada con un Estado miembro.
En primer lugar, el concepto de «sucursal», «agencia» y «cualquier otro establecimiento» presupone
la existencia de un centro de operaciones que se manifiesta de modo duradero hacia el exterior como
la prolongación de una casa matriz. Ese centro debe estar dotado de una dirección y materialmente
equipado para poder negociar con terceros que, de ese modo, quedan dispensados de dirigirse
directamente a la casa matriz (véase la sentencia de 18 de marzo de 1981, Blanckaert & Willems ,
139/80, Rec. p. I‑819, apartado 11). En segundo lugar, el litigio debe referirse bien a actos relativos a la
explotación de dichas entidades, bien a obligaciones contraídas por éstas en nombre de la casa
matriz, cuando esas obligaciones deban cumplirse en el Estado en que se encuentren tales entidades
(véase, en este sentido, la sentencia Somafer , antes citada, apartado 13).

49 En el litigio principal, procede recordar, con carácter preliminar, que, como se establece en el
artículo 3 del Convenio de Viena sobre las relaciones diplomáticas, las funciones de una embajada
consisten esencialmente en representar al Estado acreditante, proteger sus intereses y fomentar las
relaciones con el Estado receptor. En el ejercicio de esas funciones, la embajada, como cualquier otra
entidad pública, puede actuar iure gestionis y ser titular de derechos y obligaciones de carácter civil,
especialmente a raíz de la celebración de contratos de Derecho privado. Así ocurre cuando celebra
contratos de trabajo con personas que no desempeñan funciones que forman parte del ejercicio del
poder público.

50. En lo que se refiere al primer criterio mencionado en el apartado 48 de la presente sentencia, es


preciso señalar que una embajada puede asimilarse a un centro de operaciones que se manifiesta de
modo duradero hacia el exterior y que contribuye a identificar y representar al Estado del que
procede.

51. En cuanto al segundo criterio establecido en dicho apartado de la sentencia, es evidente que el
objeto del litigio principal, a saber, una controversia en el ámbito de las relaciones laborales,
presenta un vínculo suficiente con el funcionamiento de la embajada de que se trata en lo que
respecta a la gestión de su personal.

52. Por consiguiente, en lo concerniente a los contratos de trabajo celebrados por una embajada en
nombre del Estado, ésta constituye un «establecimiento» en el sentido del artículo 18, apartado 2, del
Reglamento nº 44/2001 cuando las funciones de los trabajadores con los que ha celebrado dichos
contratos están relacionadas con la actividad de gestión llevada a cabo por la embajada en el Estado
receptor.

53. Ante los órganos jurisdiccionales alemanes y en sus observaciones formuladas en el presente
procedimiento prejudicial, la República Argelina Democrática y Popular ha sostenido que reconocer
la competencia de un tribunal del Estado receptor de una embajada equivale a infringir las reglas de
Derecho internacional consuetudinario de la inmunidad de jurisdicción y que, en virtud de dichas
reglas, el Reglamento nº 44/2001 y su artículo 18, en particular, no son aplicables a un litigio como el
que constituye el objeto del procedimiento principal.

54. A este respecto, ha de señalarse que principios de Derecho internacional generalmente


reconocidos en materia de inmunidad jurisdiccional excluyen que un Estado pueda ser demandado
ante los órganos jurisdiccionales de otro Estado en un litigio como el principal. Esa inmunidad de
jurisdicción está consagrada en el Derecho internacional y se basa en el principio par in parem non
habet imperium, ya que un Estado no puede estar sujeto a la jurisdicción de otro Estado.

55. Sin embargo, como el Abogado General señala en los puntos 17 a 23 de sus conclusiones, en la
situación actual de la práctica internacional, dicha inmunidad no tiene un valor absoluto, sino que se
reconoce generalmente cuando el litigio se refiere a actos de soberanía realizados iure imperii. En
cambio, puede excluirse si la acción judicial tiene por objeto actos realizados iure gestionis, que no
pertenecen al ámbito del poder público.

56. En consecuencia, teniendo en cuenta el contenido de dicho principio de Derecho internacional


consuetudinario sobre la inmunidad jurisdiccional de los Estados, ha de considerarse que éste no se
opone a la aplicación del Reglamento nº 44/2001 en un litigio como el principal, en el que un
trabajador solicita el pago de indemnizaciones e impugna la resolución del contrato de trabajo que
celebró con un Estado, cuando el tribunal que conoce del asunto compruebe que las funciones
ejercidas por ese trabajador no forman parte del ejercicio del poder público o cuando la acción
judicial no pueda interferir en los intereses del Estado en materia de seguridad. Sobre la base de esa
apreciación, el tribunal que conoce de un litigio como el principal puede considerar también que ese
litigio está comprendido en el ámbito de aplicación material del Reglamento nº 44/2001.

57. De cuanto antecede resulta que procede responder a la primera cuestión que el artículo 18,
apartado 2, del Reglamento nº 44/2001 debe interpretarse en el sentido de que la embajada de un
Estado tercero situada en el territorio de un Estado miembro constituye un «establecimiento» a
efectos de dicha disposición, en un litigio relativo a un contrato de trabajo celebrado por ésta en
nombre del Estado acreditante, cuando las funciones desempeñadas por el trabajador no forman
parte del ejercicio del poder público. Corresponde al órgano jurisdiccional nacional que conoce del
asunto determinar la naturaleza exacta de las funciones ejercidas por el trabajador.

1.10. TEDH ASUNTO AL ADSANI C. REINO UNIDO , SENTENCIA DE 21 DE NOVIEMBRE DE 2001


61. Ciertamente, el Tribunal admite, sobre la base de estos precedentes, que la prohibición de la
tortura se ha convertido en una norma imperativa de Derecho internacional. Sin embargo, el
presente asunto no afecta, como era el caso de las decisiones Furundzija y Pinochet, a la
responsabilidad penal del individuo por los actos de tortura, sino a la inmunidad del Estado frente a
una acción civil de indemnización por torturas que se han dado en su territorio. No obstante el
carácter singular que el Derecho internacional reconoce a la prohibición de la tortura, el Tribunal no
puede hallar en los convenios internacionales, las decisiones judiciales u otros documentos en su
posesión, ningún elemento sólido que le permita concluir que en Derecho internacional no goza de la
inmunidad de jurisdicción frente a una acción civil ante los tribunales de otro Estado, en el que se
sustancian las acusaciones de torturas [...] el Tribunal no considera probado que exista una norma en
Derecho internacional que excluya la inmunidad de jurisdicción de los Estados en caso de acciones
civiles por daños causado por torturas, cometidos fuera del Estado del foro.

62. En su informe sobre las inmunidades de jurisdicción y ejecución de los Estados y sus bienes [...] el
Grupo de trabajo de la CDI ha constatado, en efecto, una tendencia que ha aparecido a lo largo de
unos años en la práctica y legislación de los Estados en materia de inmunidad: los demandantes, cada
vez con más frecuencia, esgrimen la teoría de la imposibilidad de invocar la inmunidad en casos de
muerte o daños corporales infligidos por el Estado, cuando incumple normas de derechos humanos
consideradas parte del ius cogens, en especial respecto de la prohibición de la tortura. El Grupo de
trabajo ha reconocido al respecto que si bien es cierto que en ciertos casos los tribunales nacionales
había acogido esta tesis, no lo es menos que en la práctica son muy pocas las decisiones que la
aplican, habiéndose hecho valer en la mayoría de estos casos [...] la tesis de la inmunidad soberana.

63. El Grupo de trabajo de la CDI ha puesto de manifiesto casos posteriores que vienen a reforzar esta
postura de que un Estado no puede invocar la inmunidad, en caso de violaciones de los derechos
humanos. Para empezar, la excepción prevista por los Estados Unidos en la Foreign Sovereign
Immunities Act (FSIA) que los tribunales americanos habrían aplicado en dos casos. En segundo
lugar, la decisión de la Cámara de los Lores en el asunto ex parte Pinochet (nº 3) , que subraya «los
límites de la inmunidad en casos de violación masiva de los derechos humanos por los agentes del
Estado». El Tribunal considera que ni uno ni otro caso asientan sólidas bases para afirmar que los
Estados no puedan invocar la inmunidad ratione personae , cuando se trate de una acción civil por
tortura, y mucho menos que no pudieran hacerlo en 1996, época en la que el Tribunal de apelación
dictó sentencia en este caso.

64. En cuanto concierne a la enmienda de la FSIA, el mismo hecho de que debiera modificarse,
reafirma la persistencia de la regla general de Derecho internacional que permite invocar la
inmunidad también en casos de acciones civiles por daños provenientes de la tortura. Por otra parte,
la enmienda es de alcance limitado: el Estado al que se privaría de la inmunidad debería ser
señalado como colaborador con el terrorismo y el reclamante debe ser ciudadano norteamericano. El
efecto de la FSIA encuentra otra limitación: los bienes del Estado extranjero pueden beneficiarse de
la inmunidad de jurisdicción y ejecución si encajan en las excepciones previstas por la Ley [...]

65. En cuanto al asunto ex parte Pinochet, [...] el Tribunal recuerda que la mayoría de la Cámara de
los Lores estimó que, tras la Convención contra la tortura, e incluso antes, la prohibición de la
tortura, a manos de agentes del Estado, tenía la condición de norma de ius cogens o norma
imperativa y que ningún torturador de ningún Estado parte en la Convención gozaba de inmunidad
frente a procesos penales. Sin embargo, como también reconoció el Grupo de trabajo de la CDI, este
asunto afectaba a la inmunidad de responsabilidad penal individual de un antiguo jefe de Estado que
se encontraba físicamente, en aquel entonces, en el Reino Unido. Igualmente, las decisiones de la
Cámara de los Lores se cuidaron de recordar que su postura no tenía incidencia sobre las
inmunidades, ratione personae, de las que gozan los Estados soberanos extranjeros en casos de
acciones civiles por actos de este tipo [...]. Para llegar a esta conclusión, la Cámara de los Lores invocó
las decisiones del Tribunal de Apelación en el caso Al-Adsani , precisamente.

66. Por consiguiente, aunque se reconozca la importancia fundamental de la prohibición de la


tortura, cada vez más extendida, la Corte no considera que en el Derecho internacional actual se
haya admitido que los Estados no puedan invocar la inmunidad en los supuestos de acciones civiles
que traigan causa de torturas, perpetradas fuera del Estado del foro. La Ley de 1978, que otorga la
inmunidad a los Estados por daños resultantes de un atentado contra la integridad física de las
personas, salvo que se dañara al Reino Unido, no entra en contradicción con el Derecho internacional
actual en materia de inmunidades del Estado.

1.11. CIJ ASUNTO DE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DEL ESTADO (ALEMANIA C. ITALIA;
GRECIA (INTERVINIENTE)). SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO DE 2012

57. La Corte considera que la regla de la inmunidad del Estado juega un papel importante en derecho
internacional y en las relaciones internacionales. Procede del principio de la igualdad soberana de
los Estados que, como se desprende claramente del apartado 1 del artículo 2 de la Carta de las
Naciones Unidas, es uno de los principios fundamentales del orden jurídico internacional. Este
principio debe ser considerado conjuntamente con aquel en virtud del cual cada Estado ostenta la
soberanía sobre su propio territorio, soberanía de la que se deriva para él un poder de jurisdicción
respecto a los hechos que se producen en su suelo y de las personas que están presentes en él. Las
excepciones a la inmunidad del Estado constituyen una derogación del principio de la igualdad
soberana. La inmunidad puede constituir una derogación del principio de la soberanía territorial y
del poder de jurisdicción que de ella se deriva.

[...]

59. Las Partes están igualmente en desacuerdo en cuanto al alcance y a la extensión de la regla de la
inmunidad del Estado. A este respecto, la Corte destaca que numerosos Estados (incluidos Alemania e
Italia) operan hoy día una distinción entre los actos jure gestionis , respecto de los cuales han
limitado la inmunidad que reivindican para ellos mismos y los actos jure imperii . Este enfoque es
igualmente el de la convención de las Naciones Unidas y de la convención europea [véase igualmente
el proyecto de convención interamericana sobre la inmunidad jurisdiccional de los Estados
establecido por el Comité jurídico interamericano de la Organización de Estados americanos en 1983
( ILM , vol. 22, p. 292)].

60. En el presente caso, la Corte no está llamada a pronunciarse sobre la manera en que el derecho
internacional regula la cuestión de la inmunidad de los Estados cuando los actos en cuestión son
actos jure gestionis . Los actos de las fuerzas armadas y de otros órganos del Estado alemán en
cuestión eran seguramente actos jure imperii . La Corte destaca que, en respuesta a una pregunta
planteada por un miembro de la Corte, Italia ha reconocido que los actos implicados debían ser
calificados como actos jure imperii , et ce, malgré leur caractère illicite. La Corte considera que las
expresiones «jure imperii» y «jure gestionis» no implican en modo alguno que los actos considerados
sean lícitos, sino que indican solamente si deben ser apreciados a la luz del derecho que rige el
ejercicio del poder soberano (jus imperii) o del derecho que rige las actividades no soberanas del
Estado, en particular las de orden privado y comercial (jus gestionis) . En la medida en que esta
distinción es pertinente a los fines de determinar si un Estado tiene base para beneficiarse de la
inmunidad de jurisdicción ante los tribunales de otro Estado a propósito de un determinado acto,
debe ser tomada en consideración antes de que los tribunales en cuestión puedan ejercer su
competencia, mientras que la cuestión de saber si este acto es lícito o no no puede ser resuelta más
que en el ejercicio de esta competencia. Aunque el presente caso tenga de inhabitual el que la ilicitud
de los hechos en cuestión ha sido admitida por Alemania en todas las etapas del procedimiento, la
Corte estima que esto no tienen incidencia sobre su calificación como actos jure imperii .

60. Las Partes están de acuerdo en considerar que los Estados gozan, como regla general, de la
inmunidad en el caso de los actos jure imperii . Tal es el enfoque adoptado por la convención de las
Naciones Unidas, la convención europea y el proyecto de convención interamericana, así como en las
leyes adoptadas por los Estados que han legislado sobre la cuestión y en la jurisprudencia de los
tribunales nacionales. Es teniendo esto presente como la Corte debe considerar la cuestión que
plantea el presente caso, es decir, la de saber si la inmunidad es aplicable a los actos cometidos por
las fuerzas armadas de un Estado (y de otros órganos de éste actuando en cooperación con estas
fuerzas) en el marco de un conflicto armado. Alemania sostiene que la inmunidad es aplicable y que
no son aplicables aquí ninguna de las excepciones a la inmunidad de las que goza un Estado respecto
de los actos jure imperii . Por su parte, Italia hace valer que Alemania no tiene base para beneficiarse
de la inmunidad en los procedimientos que han sido emprendidos ante sus tribunales por el doble
motivo de que, en primer lugar, esta inmunidad no se extiende, en lo que se refiere a los actos jure
imperii , a los actos perjudiciales o delictivos que hayan entrañado la muerte, un perjuicio corporal o
un perjuicio material, cometido en el Estado del foro y, que, en segundo lugar, independientemente
del lugar donde se han producido los actos en cuestión, Alemania no podría beneficiarse de la
inmunidad porque eran constitutivos de las violaciones más graves de las normas de derecho
internacional con carácter imperativo, y que no existía, para remediarlo, ninguna otra vía de
recurso. La Corte examinará uno tras otro cada uno de los argumentos de Italia.

2. El primer argumento de Italia: los daños han sido causados en el territorio del Estado del foro

62. El primer argumento de Italia consiste, en esencia, en sostener que el derecho internacional
consuetudinario ha evolucionado de tal manera que los Estados ya no pueden, hoy, pretender que
tiene inmunidad respecto de los actos que hayan entrañado la muerte, un perjuicio corporal o un
perjuicio material en el territorio del Estado del foro, y esto incluso si los actos en cuestión han sido
realizados jure imperii ... En apoyo de este argumento, Italia invoca la adopción del artículo 11 de la
convención europea y del artículo 12 de la convención de las Naciones Unidas, así como el hecho de
que nueve de los diez Estados inventariados por ella, que han promulgado leyes específicamente
relativas a la inmunidad de los Estados extranjeros, han adoptado disposiciones parecidas a las de
estas dos convenciones (Pakistán es la excepción). Italia reconoce que la convención europea
contiene una disposición en virtud de la cual este instrumento no se aplicaría a los actos de las
fuerzas armadas extranjeras (artículo 31); sin embargo sostiene que no se trata más que de una
cláusula de salvaguardia que tiene esencialmente por objeto evitar todo conflicto entre la convención
y los instrumentos que regulan el estatuto de las fuerzas extranjeras presentes en el territorio de un
Estado con el consentimiento de éste, y que de ella no se deduce que se beneficien de la inmunidad
respecto a los actos cometidos por sus fuerzas armadas en el territorio de otro Estado...

63. Alemania hace valer que, en tanto que descartan la inmunidad del Estado para los actos jure
imperii , ni el artículo 11 de la convención europea ni el artículo 12 de la convención de las Naciones
Unidas reflejan el derecho internacional consuetudinario. Sostiene que estas dos disposiciones están,
en todo caso, desprovistas de pertinencia en el presente asunto puesto que ninguna de ellas se aplica
a los actos de las fuerzas armadas. Alemania observa igualmente que no solamente ningún tribunal
nacional –fuera de los asuntos sometidos a la justicia italiana y del asunto Distomo en Grecia– han
considerado que un Estado no podía invocar la inmunidad respecto a los actos cometidos por sus
fuerzas armadas en el marco de un conflicto armado, sino incluso que las jurisdicciones de varios
Estados se han declarado expresamente incompetentes en casos semejantes, por el motivo de que el
Estado demandado se beneficiaba de esta inmunidad.

[...]

66. La Corte examinará ante todo la cuestión de saber si la adopción del artículo 11 de la convención
europea o del artículo 12 de la convención de las Naciones Unidas apoya de alguna manera el
argumento de Italia... Como ya se ha indicado... ninguno de estos instrumentos está en vigor entre las
Partes en el presente asunto. Por tanto sólo son pertinentes en la medida en que sus disposiciones, el
proceso que ha conducido a su adopción y su puesta en práctica aporten luz sobre el contenido del
derecho internacional consuetudinario.

67. El artículo 11 de la convención europea enuncia la excepción territorial en términos generales...


Sin embargo, esta disposición debe ser leída a la luz del artículo 31...

Aunque el artículo 31 tenga especialmente por objeto tratar la cuestión de las relaciones entre la
convención y los diversos acuerdos relativos al estatuto de las fuerzas armadas extranjeras que un
Estado acoge en su territorio, se desprende claramente de su tenor que no se limita a esto y que
excluye del ámbito de aplicación de la convención todo procedimiento que se refiera a los actos de
las fuerzas armadas extranjeras, ya estén presentes en el territorio del Estado del foro con o sin el
consentimiento de este último, y ya hayan sido cometidos los actos en tiempo de paz o en tiempo de
guerra...
68. La Corte estima, como Italia, que el artículo 31 tiene el efecto de una «cláusula de salvaguardia», y
que la cuestión de la inmunidad del Estado por razón de los actos de sus fuerzas armadas salen
enteramente, por ello, del ámbito de aplicación de la convención y que debe ser resuelta a la luz del
derecho internacional consuetudinario. Sin embargo, se deduce que no se podría considerar que el
hecho de que la excepción territorial esté prevista en el artículo 11 de la convención europea
corrobora el argumento según el cual un Estado no puede pretender tener inmunidad en lo relativo a
los actos perjudiciales cometidos por sus fuerzas armadas...

69. El artículo 12 de la convención de las Naciones Unidas está redactado de la manera siguiente...

Contrariamente a la convención europea, la convención de las Naciones Unidas no contiene ninguna


disposición expresa que excluya de su ámbito de aplicación los actos de las fuerzas armadas. Sin
embargo, se indica en el comentario del artículo 12 de la Comisión de Derecho Internacional que éste
no se aplica a las «situaciones vinculadas a conflictos armados» ( Anuario de la Comisión de derecho
internacional , 1991, vol. II, segunda parte, p. 48, par. 10). Cuando presentó el informe del comité
especial sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes (Naciones Unidas, doc.
A/59/22) a la Sexta Comisión de la Asamblea General, el presidente de este comité indicó que el
proyecto de convención había sido establecido partiendo del principio generalmente admitido de que
las actividades militares no entraban en el ámbito de aplicación de este instrumento (Naciones
Unidas, doc. A/C.6/59/SR.13, p. 6, par. 36).

Ningún Estado rechazó esta interpretación. Además, la Corte destaca que dos de los Estados que ese
día ratificaron la convención, Noruega y Suecia, hicieron declaraciones idénticas indicando que,
según ellos, «la Convención no se aplica[ba] a las actividades militares, incluidas las actividades de
las fuerzas armadas durante un conflicto armado...». A la luz de estas diferentes declaraciones, la
Corte concluye que no puede considerarse que la inclusión del artículo 12 en la convención venga a
apoyar el argumento según el cual el derecho internacional consuetudinario no reconoce a un Estado
inmunidad en los procedimientos relativos a actos perjudiciales que hayan entrañado muerte, un
perjuicio corporal o un perjuicio material, cometido en el territorio del Estado del foro por las
fuerzas armadas y órganos asociados de otro Estado en el marco de un conflicto armado.

70. La Corte pasa a la práctica de los Estados tal como se refleja en las legislaciones nacionales y
destaca que nueve de los diez Estados a los que las Partes se han referido, que han legislado
específicamente en la materia, han adoptado disposiciones previendo que un Estado no puede
invocar la inmunidad en lo que respecta a actos perjudiciales que hayan entrañado muerte, un
perjuicio corporal o un perjuicio material en el territorio del Estado del foro (Estados Unidos... Reino
Unido... Sudáfrica... Canadá... Australia... Singapur...Argentina... Israel... y Japón...). Sólo la ordenanza
de 1981 relativa a la inmunidad de los Estados, de Pakistán, no contiene ninguna disposición análoga.

[...]

72. La Corte pasa a la práctica de los Estados, tal como se refleja en las decisiones de las jurisdicciones
nacionales, en relación con la inmunidad del Estado en lo que respecta a los actos de las fuerzas
armadas...

77. En opinión de la Corte, la práctica estatal que se deriva de las decisiones judiciales atestigua que
un Estado continúa gozando, en el marco de instancias civiles, de inmunidad por razón de actos jure
imperii cuando están en cuestión actos que hayan entrañado muerte, un perjuicio corporal o un
perjuicio material cometido por sus fuerzas armadas y otros órganos en el marco de un conflicto
armado, incluso cuando los actos en cuestión han tenido lugar en el territorio del Estado del foro.
Esta práctica va acompañada de la opinio juris , como atestiguan las posiciones de diversos Estados y
la jurisprudencia de un cierto número de jurisdicciones nacionales, que han indicado claramente
que consideraban que el derecho internacional consuetudinario exigía reconocer la inmunidad. La
ausencia casi total de jurisprudencia contraria es significativa, así como el hecho de que ningún
Estado ha declarado jamás –ya sea en el marco de los trabajos de la Comisión de derecho
internacional sobre la inmunidad del Estado, de la adopción de la convención de las Naciones Unidas
o en cualquier otro contexto del que la Corte pueda tener conocimiento– que el derecho
internacional consuetudinario no prescribiría la inmunidad en este tipo de asuntos.
78. A la luz de lo anterior, la Corte estima que el derecho internacional consuetudinario impone
siempre reconocer la inmunidad al Estado cuyas fuerzas armadas u otros órganos son acusados de
haber cometido en el territorio de otro Estado actos perjudiciales en el curso de un conflicto armado.
Esta conclusión resulta confirmada por las decisiones del Tribunal Europeo de derechos humanos...

79. En consecuencia, la Corte concluye que, contrariamente a lo que ha sostenido Italia en el marco
de la presente instancia, la decisión de las jurisdicciones italianas de no reconocer la inmunidad a
Alemania no podría justificarse sobre la base de la excepción territorial.

3. El segundo argumento de Italia: el objeto y las circunstancias de las demandas presentadas a las
jurisdicciones italianas

80. El segundo argumento de Italia, que, a diferencia del primero, se aplica a todas las reclamaciones
presentadas ante la justicia italiana, consiste en sostener que el rechazo de la inmunidad estaba
justificada por la naturaleza particular de los actos que constituían el objeto de estas reclamaciones y
teniendo en cuenta las circunstancias en las que éstas se insertaban. Este argumento comporta tres
aspectos. En primer lugar, Italia hace valer que los actos que han dado lugar a dichas reclamaciones
constituían violaciones graves de los principios del derecho internacional aplicables al desarrollo de
los conflictos armados, a saber crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Seguidamente,
sostiene que las normas así vulneradas eran normas imperativas (jus cogens) . Finalmente, alega que
dado que se había negado a los demandantes cualquier otra forma de reparación, el ejercicio de su
competencia por las jurisdicciones italianas era necesario a título de último recurso. La Corte
examinará uno a uno cada uno de estos aspectos, poniendo de relieve que Italia, en la audiencia, ha
señalado también que sus jurisdicciones habían fundado el rechazo a la inmunidad de Alemania en
el efecto combinado de estos tres aspectos.

A. La gravedad de las violaciones

81. El primer aspecto se basa en la idea de que el derecho internacional no reconoce la inmunidad a
un Estado que haya cometido violaciones graves del derecho de los conflictos armados (o del derecho
internacional humanitario, por retomar la expresión comúnmente utilizada hoy, aunque no era
empleada en los años 1943-1945).

En el presente asunto, la Corte ya ha indicado claramente (ver apartado 52 supra ) que los actos de
las fuerzas armadas y de otros órganos del Reich alemán que están en el origen de las instancias
planteadas ante las jurisdicciones italianas eran violaciones graves del derecho de los conflictos
amados, constitutivas de crímenes en derecho internacional. La cuestión es saber si, por este hecho,
Alemania está privada de su derecho a la inmunidad.

83. Dicho esto, la Corte debe no obstante investigar si el derecho internacional consuetudinario ha
evolucionado hasta el punto de prohibir a un Estado prevalerse de su inmunidad en caso de
violaciones graves de los derechos humanos o del derecho de los conflictos armados. Aparte de las
decisiones de la justicia italiana que son objeto de la presente instancia, no existe prácticamente
ninguna práctica estatal que pueda considerarse que apoya la propuesta según la cual un Estado
estaría privado de su inmunidad en semejante caso.

[...]

91. La Corte concluye que, en el estado actual del derecho consuetudinario, un Estado no está privado
de su inmunidad por la sola razón de que está acusado de violaciones graves del derecho
internacional de los derechos humanos o del derecho internacional de los conflictos armados. Al
formular esta conclusión, la Corte subraya que sólo se pronuncia sobre la inmunidad de jurisdicción
del Estado mismo ante los tribunales de otro Estado; la cuestión de saber si y, en su caso, en qué
medida puede aplicarse la inmunidad en el marco de procedimientos penales emprendidos contra
un representante del Estado no se plantea en el caso concreto.

B. La relación entre el jus cogens y la regla de la inmunidad del Estado

[Véase Capítulo I, texto 1. 9]


C. El argumento del «último recurso»

98. El tercer y último aspecto del segundo argumento de Italia consiste en afirmar que con justo título
los tribunales italianos habían rehusado reconocer a Alemania la inmunidad que de otro modo
hubiera pretender, por el motivo de que habían fracasado todas las demás tentativas de obtener
reparación por parte de los diversos grupos de víctimas que habían emprendido las acciones
intentadas ante las jurisdicciones italianas...

[...]

100. Por otra parte, como la Corte ha precisado, si bien en el contexto diferente de la inmunidad de
jurisdicción en materia penal de los representantes del Estado, el hecho de que la inmunidad pueda
obstaculizar el ejercicio de la competencia judicial en un determinado asunto no tiene incidencia
sobre la aplicabilidad de las normas materiales del derecho internacional ( Orden de arresto del 11 de
abril de 2000 (República democrática del Congo c. Ruanda) , sentencia, C.I.J. Recueil 2002 , p. 25, par. 60;
ver igualmente Ciertas cuestiones relativas a la asistencia judicial en materia penal (Djibouti c.
Francia), sentencia, C.I.J. Recueil 2008 , p. 244, par. 196). A este respecto, la Corte subraya que la
cuestión de saber si un Estado puede gozar de la inmunidad ante las jurisdicciones de otro Estado es
totalmente distinta de la de saber si la responsabilidad internacional de éste está comprometida y si
le incumbe una obligación de reparación.

101. No obstante lo anterior, la Corte no puede acoger el argumento de Italia según el cual los
tribunales italianos estaban justificados para negarle a Alemania la inmunidad de jurisdicción en
razón de las insuficiencias que presentarían las disposiciones adoptadas por ésta con miras a
conceder reparación a las víctimas italianas. No ve, en la práctica de los Estados –de la que se deriva
el derecho internacional consuetudinario– ningún elemento que permita afirmar que el derecho
internacional haría depender el derecho de un Estado a la inmunidad de la existencia de otras vías
efectivas que permitan obtener reparación. Ni el derecho interno relativo a estas cuestiones ni la
jurisprudencia de los tribunales internos que han tenido que conocer excepciones basadas en la
inmunidad permiten concluir que el derecho a dicha inmunidad estaría subordinado a semejante
condición previa. Además, los Estados no han enunciado tal condición en la convención europea o la
convención de las Naciones Unidas.

D. El efecto combinado de las circunstancias invocadas por Italia

105. En la audiencia, el consejero de Italia ha afirmado que los tres aspectos del segundo argumento
de Italia debían ser examinados conjuntamente; dicho de otra forma, que era en razón del efecto
acumulado de la gravedad de las violaciones, del estatuto de las normas violadas y de la ausencia de
otras vías efectivas de reparación como se justificaba la decisión de los tribunales italianos de
negarle la inmunidad a Alemania.

106. La Corte ya ha establecido que ninguno de los tres aspectos del segundo argumento de Italia
puede justificar por sí solo el comportamiento de los tribunales italianos. No está convencida de que
estos elementos no tendrían el mismo efecto si se les considera conjuntamente. Nada en el examen
de la práctica de los Estados viene a corroborar la tesis según la cual si dos de esos elementos o
incluso los tres se encontrasen reunidos, esto justificaría que un tribunal nacional niegue su derecho
a la inmunidad al Estado extranjero encausado ante él...

4. Conclusiones

107. Por tanto, la Corte considera que la negativa de los tribunales italianos a reconocer la inmunidad
que ha concluido que Alemania podía pretender a título de derecho internacional consuetudinario
constituye un incumplimiento de las obligaciones que el Estado italiano tenía respecto a aquella.

[...]

IV. Las medidas de ejecución tomadas sobre bienes pertenecientes a Alemania en territorio italiano

[...]
113. Antes de examinar el fundamento de las pretensiones de la demandante en este punto, la Corte
observa que la inmunidad de ejecución de la que gozan los Estados en lo que respecta a sus bienes
situados en territorio extranjero va más allá de la inmunidad de jurisdicción de la que se benefician
estos mismos Estados ante los tribunales extranjeros. Incluso si una decisión ha sido regularmente
adoptada contra un Estado extranjero, en circunstancias tales que este último no podía prevalerse de
una inmunidad de jurisdicción, de ello no resulta ipso facto que el Estado condenado pueda ser
objeto de medidas de ejecución, en el territorio del Estado del foro o en el territorio de un tercer
Estado, con el fin de ejecutar la sentencia en cuestión. Igualmente, la eventual renuncia por un
Estado a su inmunidad de jurisdicción ante un tribunal extranjero no implica por sí misma renuncia
a su inmunidad de ejecución en lo relativo a los bienes que le pertenecen y que se encuentran en
territorio extranjero. Las normas del derecho internacional consuetudinario relativas a la inmunidad
de ejecución y las que regulan la inmunidad de jurisdicción (entendida stricto sensu como el derecho
de un Estado a no ser sometido a un procedimiento judicial ante los tribunales de otro Estado) son
distintas y deben ser objeto de aplicación separada.

[...]

115. Para basar su demanda en el punto que ahora se examina, Alemania se ha referido a las reglas
enunciadas en el artículo 19 de la convención de las Naciones Unidas. Dicha convención no ha
entrado en vigor pero, en opinión de Alemania, ha codificado, en materia de inmunidad de ejecución,
las normas existentes en el derecho internacional general. Su contenido se impondría pues en tanto
que refleja el derecho consuetudinario en la materia.

[...]

117. Cuando la elaboración de la convención de las Naciones Unidas, estas disposiciones dieron lugar
a largas y difíciles discusiones. La Corte estima que no le es preciso para las necesidades del presente
asunto determinar si el artículo 19 refleja en todos sus elementos el derecho internacional
consuetudinario en vigor.

118. En efecto, le basta constatar que existe como mínimo una condición que debe ser cumplida para
que se pueda tomar una medida de ejecución respecto a un bien perteneciente a un Estado
extranjero: que el bien en cuestión sea utilizado para las necesidades de una actividad que no persiga
fines de servicio público no comerciales, o que el Estado propietario haya consentido expresamente
en la aplicación de una medida de ejecución, o incluso que este Estado haya reservado el bien en
cuestión para la satisfacción de una demanda judicial...

V. Las decisiones judiciales italianas declarando ejecutivas en Italia decisiones de jurisdicciones


griegas pronunciando condenas civiles contra Alemania

[...]

128. Cuando, como en el caso, se presenta ante un tribunal una demanda tendente a que conceda el
exequatur de una sentencia extranjera que ha decidido en contra de un tercer Estado, está llamado a
ejercer él mismo su jurisdicción respecto al tercer Estado en cuestión. Es cierto que el procedimiento
de exequatur no tiene por objeto resolver el fondo del litigio, sino solamente dar fuerza ejecutiva a
una decisión ya dictada, en el territorio de un Estado distinto del juez que ha resuelto sobre el fondo.
No es menos cierto que concediendo o denegando el exequatur ejerce un poder jurisdiccional que
conduce a dar a una decisión extranjera los efectos correspondientes a la de una decisión distada
sobre el fondo en el Estado requerido. El procedimiento introducido ante este juez debe, en
consecuencia, ser considerado como intentado contra el tercer Estado condenado por la decisión.

129. A este respecto, la Corte destaca que según el artículo 6 aparado 2 de la convención de las
Naciones Unidas...

Aplicado a un procedimiento de exequatur , esta definición implica que tal procedimiento debe ser
considerado como dirigido contra el Estado que ha sido condenado por la decisión extranjera...

130. Resulta de lo que precede que el juez ante el que se presenta una demanda de exequatur de una
decisión extranjera que condena a un tercer Estado debe preguntarse si el Estado demandado se
beneficia de una inmunidad de jurisdicción, teniendo en cuenta la naturaleza del asunto que ha sido
juzgado, ante los tribunales del Estado en el cual el procedimiento de exequatur ha sido emprendido.
En otros términos, debe preguntarse si, en el caso de que se le hubiera planteado a él mismo el fondo
de un litigio idéntico al que ha sido resuelto por la decisión extranjera, hubiera tenido que conceder
la inmunidad al Estado demandado en virtud del derecho internacional...

1.12. SENTENCIA TC 107/1992, DE 1 DE JULIO DE 1992

2. Entiende la demandante que la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 8 de


febrero de 1990, al haber admitido la inmunidad absoluta de ejecución de la Embajada de la
República de Sudáfrica, ha vulnerado su derecho a la tutela judicial efectiva y a no padecer
indefensión, por no haberse interpretado restrictivamente el privilegio de inmunidad de los Estados
en materia de contratos de trabajo. A su juicio, no existe base legal para admitir la inmunidad de
ejecución frente a la sentencia laboral favorable a sus intereses, habiéndose vulnerado el derecho a
la tutela judicial en su vertiente de derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales (SSTC
32/1982, 61/1984, 67/1984, 109/1984, entre otras muchas)...

[...]

3. [...] cabe afirmar que la decisión del presente recurso de amparo debe realizarse a partir de la
motivación de dos postulados básicos. El primero es que el régimen de inmunidad de ejecución de los
Estados extranjeros no es contrario, cualquiera que éste sea, al derecho a la tutela judicial efectiva
consagrado por el art. 24.1 CE. El segundo es que, aun no dándose esa incompatibilidad entre
inmunidad absoluta o relativa de ejecución de los Estados extranjeros ante nuestros Tribunales con
el art. 24.1 CE, una indebida extensión o ampliación por parte de los Tribunales ordinarios del ámbito
que es dable atribuir a la inmunidad de ejecución de los Estados extranjeros en el actual
ordenamiento internacional acarrea una violación del derecho a la tutela judicial efectiva del
ejecutante, porque supone restringir sin motivo las posibilidades del justiciable de conseguir la
efectividad del fallo, sin que ninguna norma imponga una excepción a dicha efectividad.

La compatibilidad del régimen de inmunidad de ejecución de los Estados extranjeros con el derecho
a la tutela judicial efectiva en su faceta de derecho a la ejecución deriva de que debe reputarse
legítimo desde el punto de vista constitucional que el Legislador, con un fundamento objetivo y
razonable, impida que la potestad de ejecución forzosa pueda dirigirse sobre determinados bienes.
Así, por ejemplo el Legislador puede legítimamente, con fundamento en la dignidad de la persona,
excluir de la ejecución forzosa aquellos bienes que sirven a la subsistencia en condiciones
mínimamente dignas de los particulares (art. 1.449 LECiv). Del mismo modo, los principios de
legalidad presupuestaria y de continuidad de los servicios públicos, entre otros sirven de
fundamento a la exclusión de la ejecución forzosa respecto de bienes de titularidad pública; si bien
en tales casos los Tribunales cuentan con potestades compulsivas suficientes que sustituyen a las de
ejecución forzosa en sentido estricto. Así, en lo que ahora interesa, por lo que respecta a los Estados
extranjeros la soberanía y el principio de igualdad de los Estados es fundamento suficiente para que
se pueda legítimamente excluir la potestad ejecutiva respecto de los bienes que dichos Estados
tengan en nuestro territorio.

Si hubiese que concluir, además, que dicha inmunidad es de carácter absoluto y que los órganos
jurisdiccionales no pueden realizar ningún tipo de actividad ejecutiva –ni de ejecución forzosa en
sentido estricto ni de carácter compulsivo– frente a un Estado extranjero, no por ello habría que
concluir que se produce una vulneración del derecho a la ejecución. Además, dicho derecho a la
ejecución, entendido lato sensu como derecho a la efectividad de la resolución judicial dictada,
podría verse satisfecho a través de expedientes distintos de la ejecución forzosa sobre los bienes del
Estado extranjero. Así, por ejemplo, cabría pensar en el recurso a la vía de la protección diplomática,
en los casos en que la misma sea procedente con arreglo al Derecho internacional público, o, en
último término, en una asunción por parte del Estado del foro del deber de satisfacer la obligación
judicialmente declarada, cuando la inejecución de la misma pudiera suponer un sacrificio especial
para el justiciable contrario al principio de igualdad ante las cargas públicas.
4. Las anteriores consideraciones no obstan a que este Tribunal estime que una indebida extensión
por parte de los Tribunales ordinarios del privilegio de la inmunidad de ejecución pugne con el
derecho a la tutela judicial efectiva, porque supone una restricción del derecho del justiciable a la
ejecución del fallo que no tiene base legal. Ello implica que, a los efectos del presente caso, debe este
Tribunal examinar si resulta razonable entender, como hizo el Tribunal Superior de Justicia de
Madrid, que la República de Sudáfrica goza de inmunidad absoluta de ejecución frente a los
Tribunales españoles. Si una interpretación distinta fuese posible, habría que concluir que la
sentencia impugnada vulneró el derecho de la recurrente a la tutela judicial efectiva.

La determinación del régimen vigente en nuestro ordenamiento en materia de inmunidades de los


Estados extranjeros es tarea que entraña cierta dificultad. Dicha dificultad deriva del hecho de que, a
diferencia de otros países, que han codificado esta materia en leyes específicas o como parte de leyes
procesales generales, nuestro Legislador decidió seguir la técnica de la remisión normativa,
defiriendo en bloque al Derecho internacional público el sistema de inmunidades estatales. Así,
dispone el art. 21 LOPJ:

«1. Los Juzgados y Tribunales españoles conocerán de los juicios que se susciten en territorio español
entre españoles, entre extranjeros y entre españoles y extranjeros con arreglo a lo establecido en la
presente Ley y en los Tratados y Convenios internacionales en los que España sea parte.

2. Se exceptúan los supuestos de inmunidad de jurisdicción y de ejecución establecidos por las


normas del Derecho internacional público.»

Esta remisión al Derecho internacional público obliga al intérprete de nuestro Derecho y, en


particular, obliga a los órganos jurisdiccionales españoles a adentrarse en dicho ordenamiento para
sacar a la luz los supuestos en que pueden verse impedidos de ejercer actividad jurisdiccional –sea
ésta de naturaleza declarativa, ejecutiva o cautelar– frente a determinados sujetos amparados por la
inmunidad (Estados extranjeros, personas jurídico-públicas extranjeras, personal diplomático y
consular, etc.). La remisión implica, en consecuencia, la necesidad de que los órganos jurisdiccionales
españoles –incluido este Tribunal– se conviertan en intérpretes y aplicadores de la legalidad
internacional, tal y como han tenido que hacer otros Tribunales nacionales, sin que ello suponga en
absoluto una interferencia por parte del ordenamiento español en el Derecho internacional público,
pues las normas de éste se conforman, entre otras cosas, en función de las prácticas internas
adoptadas en cada materia por los Estados miembros de la Comunidad Internacional. La mencionada
remisión normativa del art. 21.2 LOPJ exige, en cada caso, determinar la norma aplicable en
conexión con el ordenamiento internacional; solución esta a la que nada cabe achacar en estrictos
términos jurídico-constitucionales, aunque parece aconsejable que se lleve a cabo un desarrollo
legislativo de esta materia que produzca una mayor seguridad jurídica.

La concreción de esas normas internacionales a las que remite el art. 21.2 LOPJ es una tarea que
exige del intérprete una inducción basada en datos diversos, las convenciones internacionales de
carácter universal o regional y las prácticas internas de los Estados, tanto en el plano legislativo,
como en el judicial y administrativo; tarea que al tiempo debe tener en cuenta el proceso evolutivo
que en esta materia es apreciable en la realidad internacional.

Dentro de esa evolución constante de las reglas internacionales en esta materia se puede, no
obstante, trazar como tendencia clara una progresiva relativización de las inmunidades de los
Estados extranjeros ante los Tribunales nacionales; relativización que resulta más acusada y clara en
lo que respecta a la inmunidad de jurisdicción pero que, aun en menor medida, también se ha dejado
sentir en lo tocante a la inmunidad de ejecución.

Dado que la inmunidad de jurisdicción no forma parte de los problemas planteados en el presente
recurso de amparo, baste decir al respecto que, desde la tradicional regla absoluta de inmunidad de
jurisdicción fundada en la igual soberanía de los Estados que expresaba el adagio par in parem
imperium non habet , el ordenamiento internacional ha evolucionado a lo largo de este siglo hacia la
cristalización de una regla relativa de inmunidad, que habilita a los Tribunales nacionales a ejercer
jurisdicción respecto de aquellos actos del Estado extranjero que no hayan sido realizados en virtud
de imperio, sino con sujeción a las reglas ordinarias del tráfico privado. La distinción entre actos iure
imperii y actos iure gestionis , por compleja que pueda ser su concreción en casos concretos y por
diverso que sea su desarrollo en la práctica de los Estados y en las codificaciones internacionales, se
ha abierto paso como norma internacional general. Y ello sin perjuicio de que en el ordenamiento
internacional subsistan otro tipo de inmunidades de carácter absoluto o cuasiabsoluto, como son las
del personal diplomático y consular o la inviolabilidad de las sedes de los locales diplomáticos y
consulares y de sus bienes. Conviene señalar ya en este punto que las inmunidades del Estado
extranjero y otro tipo de inmunidades de Derecho internacional (en especial, las diplomáticas y
consulares) no deben ser confundidas o identificadas. Sin perjuicio de que en ciertos supuestos
ambos tipos de inmunidades puedan solaparse, lo cierto es que se trata de instituciones diferentes y
resulta erróneo que la remisión que el art. 21.2 LOPJ hace a las normas internacionales se concrete
sin más en las Convenciones de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares, cuando se está en
presencia de supuestos de inmunidad del Estado extranjero y sus órganos.

Si de la inmunidad de jurisdicción pasamos a la inmunidad de ejecución, cabe apreciar mayores


cautelas a la hora de sentar excepciones a la regla de la inmunidad, mas sin que quepa negar que
dichas excepciones se van abriendo paso en la práctica de numerosos Estados. Dichas excepciones
siguen la huella del criterio sentado para la inmunidad de jurisdicción, es decir, se considera
incontrovertible que un Tribunal interno no puede adoptar medidas de ejecución (o cautelares)
sobre bienes de un Estado extranjero en el territorio del Estado del foro que sean destinados por
aquél al sostenimiento de actividades soberanas o de imperio. Este sería el contenido claro de la
inmunidad de ejecución en el momento presente. A partir de aquí, la aceptación de la no inmunidad
de ejecución de los bienes que el Estado extranjero destine en el Estado del foro a actividades iure
gestionis o de inequívoca naturaleza privada o comercial varía, moviéndose entre la no aceptación
de la más mínima excepción a la inmunidad de ejecución hasta posturas ciertamente avanzadas que
exigen una inequívoca afectación de los bienes a actividades iure imperii . Esta variación en los datos
que aporta la actual realidad jurídica internacional dificulta, sin duda, la concreción de cuál es la
norma que, por remisión del art. 21.2 LOPJ, resulta aplicable en nuestro ordenamiento. A este
respecto, cabe aportar los siguientes datos:

A) El Proyecto de artículos sobre inmunidades de los Estados elaborado en el seno de la Comisión de


Derecho internacional de la ONU establece como principio la inmunidad absoluta de ejecución del
Estado extranjero. Como excepción a dicho principio, el Proyecto CDI, aparte del supuesto de que el
Estado extranjero preste su consentimiento a la ejecución, establece la de los bienes estatales afectos
específicamente a fines comerciales y no gubernamentales, sin que, entre otros, puedan nunca ser
considerados como utilizados o destinados a fines comerciales «los bienes, incluida cualquier cuenta
bancaria, que estén situados en el territorio de otro Estado y sean utilizados o estén destinados a ser
utilizados para los fines de la misión diplomática del Estado o de sus oficinas consulares». Este
proyecto de codificación internacional carece naturalmente de fuerza obligatoria, aunque su valor
indicativo sea muy alto, dada la sede en que se redactó y los materiales utilizados para su confección.

B) En el ámbito europeo debe mencionarse el Convenio europeo sobre inmunidad de los Estados y su
protocolo adicional, hecho en Basilea el 16 de mayo de 1972, por iniciativa del Consejo de Europa.
Aunque sean pocos los Estados entre los que se encuentra en vigor y aunque España no sea parte del
mismo todavía, resulta también muy indicativo. En materia de inmunidad de ejecución, el Convenio
distingue entre un régimen general y un régimen facultativo para los Estados parte. El régimen
general consagra la regla de la inmunidad absoluta de ejecución del Estado extranjero, sin perjuicio
de que dicho Estado tenga la obligación ex convenio de dar efecto a la sentencia dictada. El régimen
facultativo al que voluntariamente pueden someterse los Estados parte sí que contempla la
relatividad de la inmunidad de ejecución, al permitir con carácter general que las sentencias se
ejecuten sobre bienes utilizados exclusivamente para actividades industriales o comerciales ejercidas
por el Estado extranjero de la misma manera que una persona privada. En cualquier caso, el
Convenio restringe en cierta medida la posibilidad de ejecución al exigir que los bienes que sean
objeto de la misma se destinen no ya genéricamente a actividades industriales o comerciales, sino a
la misma actividad industrial o comercial que dio lugar a la demanda y, además, que se destinen
exclusivamente a dicha actividad.

C) En el ámbito de las más recientes legislaciones nacionales sobre esta materia, realizadas sobre
todo en países anglosajones o de su órbita de influencia, se observa que, aun partiendo igualmente
del principio de la inmunidad de ejecución, se aceptan excepciones a la misma, centradas en el
concepto de bienes usados para actividades comerciales en el Estado del foro. Así, por ejemplo, la Ley
estadounidense de inmunidades soberanas extranjeras de 1976 excluye la inmunidad de los bienes
de un Estado extranjero usados para una actividad comercial en los Estados Unidos, siempre que
dichos bienes sean o hayan sido usados para la actividad comercial de la que derivó el litigio. La Ley
británica de 1978 excluye con carácter general la inmunidad de ejecución de aquellos bienes del
Estado extranjero que en el momento de la misma se utilicen o se pretendan utilizar para fines
comerciales. Las leyes de Singapur (1979), Pakistán (1981), de la República Sudafricana (1981) y de
Canadá (1982) siguen el modelo británico, con la particularidad en los casos de Singapur y Sudáfrica
de que los litigios derivados de contratos de trabajo realizados con Estados extranjeros están
acogidos a la inmunidad de jurisdicción y, consecuentemente también a la inmunidad de ejecución.
La Ley australiana de 1985 sienta la misma exclusión de la inmunidad de los bienes destinados a
actividades comerciales y, si bien excluye de tal consideración a la «propiedad diplomática», exige
simplemente que los bienes estén destinados sustancialmente –y no exclusivamente– a actividades
comerciales. En resumen, estas recientes legislaciones de países de la órbita anglosajona, aunque no
puedan reputarse por sí mismas como configuradoras de una práctica general de los Estados,
muestran una clara tendencia a la relativización de la inmunidad de ejecución de los Estados
extranjeros.

D) Por último, cabe mencionar cómo las jurisprudencias nacionales de numerosos Estados han
reconocido en supuestos concretos la posibilidad de que los Tribunales del foro realicen actos de
ejecución. Así, en Bélgica (asunto Socobel ), en Suiza (caso República Árabe Unida contra señora X ), en
Francia (caso Sociedad Eurodif contra República Islámica de Irán ). En Austria, en Holanda, los
Tribunales han reconocido excepciones a la inmunidad de ejecución. La Sentencia de 13 de
diciembre de 1977 del Tribunal Constitucional Federal Alemán (caso de la República de Filipinas ),
paradigmáticamente, afirma que, aun siendo cierto que las medidas de ejecución afectan más
directamente a la soberanía del Estado extranjero que las meras resoluciones judiciales declarativas,
no existe una norma general de Derecho internacional, que imponga la inmunidad absoluta de
ejecución del Estado extranjero.

A la vista de los datos aportados por la realidad jurídica internacional no cabe sino concluir que el
art. 21.2 LOPJ, al remitir al Derecho internacional público, no impone una regla de inmunidad
absoluta de ejecución de los Estados extranjeros. Antes al contrario, permite afirmar la relatividad de
dicha inmunidad. El art. 24.1 CE, aunque como ha quedado dicho no impone, sí coadyuva a entender
en un sentido limitado la inmunidad de ejecución, sobre todo si se tiene en cuenta que la ratio de las
inmunidades de los Estados extranjeros no es el de otorgar a éstos una protección indiscriminada,
sino la de salvaguardar la integridad de su soberanía. Por ello, con carácter general, cuando en una
determinada actividad o cuando en la afectación de determinados bienes no esté empeñada la
soberanía del Estado extranjero, tanto el ordenamiento internacional como, por remisión, el
ordenamiento interno desautorizan que se inejecute una sentencia y, en consecuencia, una decisión
de inejecución supone una vulneración del art. 24.1 CE.

5. La peculiaridad del presente caso es que la demandada y ejecutada en el proceso de que trae causa
este recurso de amparo fue la República de Sudáfrica como tal Estado soberano y no su Embajada o
alguno de sus representantes diplomáticos. Por ello, ni el Convenio de Viena de 1963 sobre relaciones
consulares, ni el de 1961 sobre relaciones diplomáticas, que sirven de fundamento a la prohibición
de una ejecución forzosa contra bienes de las misiones diplomáticas y consulares, no pueden servir
para definir si la inmunidad de ejecución del Estado sudafricano era absoluta o relativa, sino sólo
para excluir determinado tipo de bienes –los adscritos a la Embajada sudafricana– de la ejecución
forzosa.

Sentado que en la actualidad el Derecho internacional público no impone una inmunidad absoluta de
ejecución, sino que permite que los Tribunales nacionales dirijan la ejecución forzosa frente a un
Estado extranjero y que, en consecuencia, una interpretación distinta de la remisión contenida en el
art. 21.2 LOPJ debe considerarse vulneradora del art. 24.1 CE por restringir sin causa legal el derecho
a la ejecución, queda por determinar con qué amplitud o, si se quiere, con qué límites puede un
tribunal español ejecutar una sentencia sobre bienes de un Estado extranjero en nuestro territorio.

En dicha tarea de concreción, debe partirse de dos principios generales: en primer término, el
Derecho internacional impide que se lleven a cabo medidas de ejecución forzosa sobre aquellos
bienes de titularidad del Estado extranjero que estén afectados o destinados al desenvolvimiento de
actividades de soberanía o de imperio, permitiendo tan sólo la ejecución sobre bienes que estén
destinados al desenvolvimiento de actividades económicas en las que no esté empeñada su potestad
soberana por actuar conforme al Derecho privado. Ahora bien, en segundo término, debe tenerse
especialmente en cuenta que, dentro del abanico de bienes de los que pueda ser titular un Estado
extranjero en nuestro territorio, gozan de un específico régimen de protección los bienes de las
misiones diplomáticas y consulares, en virtud del art. 22.3 de la Convención de Viena de 1961 de
relaciones diplomáticas y del art. 31.4 de la Convención de Viena de 1963 de relaciones consulares. Es
decir, la relatividad de la inmunidad de ejecución de los Estados extranjeros se asienta en la
distinción entre bienes destinados a actividades iure imperii y bienes destinados a actividades iure
gestionis ; mas, con independencia de este criterio, los bienes de las misiones diplomáticas y
consulares son absolutamente inmunes a la ejecución, en virtud de los Convenios de Viena de 1961 y
1963.

Del art. 22.3 del Convenio de Viena de 1961 se deduce que no son en absoluto susceptibles de
ejecución forzosa los bienes de la República de Sudáfrica situados en el recinto de su Embajada,
incluida la sede misma. Ahora bien, la duda se plantea respecto de aquellos bienes del Estado
extranjero que, sin estar en la sede de la Embajada ni estar expresamente mencionados en el art. 22.3
de la Convención de Viena de 1961, están destinados por el Estado extranjero al sostenimiento de su
misión diplomática. Concretamente, el problema consiste en determinar si las cuentas corrientes
bancarias abiertas a nombre de una Embajada o cuyos fondos estén destinados al sostenimiento de la
misma están amparadas por el citado precepto, puesto que el Auto que anula la sentencia impugnada
procedió al embargo de parte del importe de una cuenta corriente bancaria abierta a nombre de la
Embajada de Sudáfrica, lo que para la representación de la República de Sudáfrica implica una grave
quiebra de las relaciones entre Estados soberanos.

La práctica internacional contemporánea exceptúa claramente de toda medida de ejecución las


cuentas corrientes bancarias de la Embajada. A título indicativo, pues carece de fuerza normativa,
cabe citar el art. 23 del ya mencionado Proyecto sobre inmunidades jurisdiccionales de los Estados.
También ésta es la opinión aceptada en resoluciones de altos Tribunales nacionales en fechas aún
recientes.

En su decisión de 12 de abril de 1984, en el caso Alcolm Ltd. contra la República de Colombia , la


Cámara de los Lores británica ha estimado que el embargo de la cuenta corriente de la Embajada de
Colombia no era posible de acuerdo con la Ley inglesa, aunque esa cuenta corriente sirva además de
para hacer frente a los gastos corrientes de la Embajada, eventualmente para fines comerciales, al
ser uno e indivisible el saldo de la cuenta corriente a favor de la misión diplomática. También el
Tribunal Constitucional Federal Alemán en su Sentencia de 3 de diciembre de 1977 (caso República
de Filipinas) ha rechazado la embargabilidad de cuentas corrientes de las misiones diplomáticas,
protegida dentro de las inmunidades que el Derecho internacional general prevé para las misiones
diplomáticas, por estar conectadas con el normal funcionamiento de la Embajada, aplicándosele el
brocardo ne impediatur legatio , puesto que la apertura de una cuenta corriente es un mecanismo
necesario para el buen funcionamiento de la misión diplomática, bastando al respecto una
declaración por parte del órgano competente del Estado en cuestión de que la cuenta corriente está
destinada a asegurar la continuidad del funcionamiento de la Embajada.

Esta inembargabilidad de las cuentas corrientes de titularidad del Estado extranjero en bancos
situados en el territorio nacional afectados al desenvolvimiento de la actividad ordinaria de las
misiones diplomáticas y consulares, constituye la práctica internacional generalizada, de la que se
deriva que la inmunidad de los Estados y de los bienes de las misiones diplomáticas y consulares en
materia de ejecución impide que la ejecución forzosa pueda dirigirse, dentro de los bienes que las
misiones diplomáticas y consulares puedan tener en el Estado del foro, contra aquellas cuentas
corrientes. Y ello incluso si las cantidades depositadas en Entidades bancarias puedan servir también
para la realización de actos en lo que no está empeñada la soberanía del Estado extranjero, esto es, a
la realización de actividades iure gestionis a las que puede no alcanzar la ratio de la inmunidad de los
bienes de las misiones diplomáticas y consulares. Esta eventualidad de que una cuenta corriente
destinada a asegurar el funcionamiento de la misión diplomática, y consular del Estado extranjero
pueda ser utilizada también para fines comerciales no justifica la exclusión de esa inmunidad de
ejecución, y consecuente inembargabilidad, tanto por el carácter único e indivisible del saldo de la
cuenta corriente, como por la imposibilidad de una investigación de las operaciones y de los fondos y
destinos de los mismos en una cuenta corriente adscrita a una misión diplomática, lo que supondría
una interferencia en la actividad de la misión diplomática, contraria a las reglas del Derecho
internacional público.

No se le oculta a este Tribunal la dificultad que la inembargabilidad de dichas cuentas corrientes


puede representar en algunos casos para el éxito de una ejecución forzosa frente a un Estado
extranjero en los supuestos en que su inmunidad haya quedado exceptuada. Mas, la razonabilidad de
la inmunidad en estos casos, en atención a la soberanía e igualdad de los Estados, conduce
indefectiblemente a la conclusión de que el embargo de una cuenta corriente de una Embajada es un
acto prohibido por el art. 21.2 LOPJ.

Como consecuencia de ello, en lo que interesa al presente recurso de amparo, debe entenderse que,
en la medida en que la sentencia impugnada anuló un Auto que había decretado el embargo de las
cuentas corrientes de la República de Sudáfrica, no se vulneró el derecho a la tutela efectiva de la
recurrente. Tenía razón la demandada en este proceso de amparo al denunciar la ilicitud de dicha
medida y, en consecuencia, el amparo no puede abarcar la petición de la recurrente de que se
mantenga o se ordene de nuevo el embargo de las cuentas corrientes de la demandada, porque el
derecho a la tutela judicial efectiva de la recurrente, en su vertiente de derecho a la ejecución, no
alcanza a que dicha ejecución se dirija sobre bienes amparados por una causa legal de inmunidad.

6. La sentencia impugnada no se limita, sin embargo, a anular el Auto que declaró los embargos de
determinadas cuentas corrientes, sino que a esa anulación añade las consecuencias legales
inherentes a tal declaración respecto de la causa y los embargos ordenados en el mismo. Como
además en el fundamento tercero de la sentencia se alude no sólo a la inembargabilidad de las
cuentas corrientes a favor o adscritas al funcionamiento de una Embajada, sino que se refiere
genéricamente al «embargo del dinero efectivo que un Estado extranjero posea en entidades
bancarias españolas», y la anulación del Auto de 21 de marzo de 1981 puede entenderse como
confirmación del Auto inicial de 19 de febrero de 1988, que además de declarar la inmunidad de
ejecución, aunque referida a la Embajada de la República de Sudáfrica, ordenó no seguir la ejecución
y proceder al archivo de la misma, puede entenderse que la sentencia impugnada no se ha limitado,
con toda corrección desde la perspectiva constitucional que nos corresponde examinar, a anular el
embargo decretado de las cuentas corrientes de la Embajada, sino que además ha cerrado el paso, al
confirmar el archivo de las actuaciones y referirse genéricamente a la inembargabilidad de las
cuentas del Estado extranjero demandado, a continuar la ejecución sobre otros posibles bienes o
dineros del Estado ejecutado situados en nuestro territorio que no gocen de inmunidad de ejecución.

Puede suceder que, al margen de los bienes inembargables porque efectiva o presumiblemente estén
destinados al desenvolvimiento de la actividad de las misiones diplomáticas o consulares, el Estado
extranjero –en este caso la República de Sudáfrica–, objeto de ejecución, sea titular de otros bienes en
nuestro país. Respecto de estos bienes, si existen, la inmunidad de ejecución garantizada por el
ordenamiento internacional y, por remisión, por el art. 21.2 LOPJ, sólo alcanza a aquellos que estén
destinados a la realización de actos iure imperii , pero no a aquellos destinados a la realización de
actividades iure gestionis . De este modo, los Tribunales ordinarios, para satisfacer el derecho a la
ejecución de sentencias, están habilitados para dirigir la actividad de ejecución forzosa frente a
aquellos bienes que estén inequívocamente destinados por el Estado extranjero al desenvolvimiento
de actividades industriales y comerciales en las que no esté empeñada su potestad soberana por
actuar conforme a las reglas del tráfico jurídico-privado. Corresponde en cada caso al Juez ejecutor
determinar, conforme a nuestro ordenamiento, de entre los bienes de los que sea titular
específicamente el Estado extranjero en nuestro territorio, cuáles están inequívocamente destinados
al desenvolvimiento de actividades económicas en las que dicho Estado, sin hacer uso de su potestad
de imperio, actúa de la misma manera que un particular. Sin que, por lo demás, cumplida esta
circunstancia, sea necesario que los bienes objeto de la ejecución estén destinados a la misma
actividad iure gestionis que provocó el litigio, pues otra cosa haría ilusoria la ejecución en casos como
el presente en que, al tratarse del despido de una trabajadora de una Embajada, y admitido que
dichos litigios quedan al margen de la inmunidad de jurisdicción del Estado extranjero, ningún bien
quedaría sustraído a la inmunidad de ejecución, ya que sólo los bienes de la Embajada estarían en
conexión con la actividad que provocó el litigio.

La sentencia impugnada, al declarar genéricamente la inejecución contra el dinero efectivo que el


Estado ejecutado posea en Entidades bancarias españolas, al margen del destino específico de ese
dinero, y confirmar el archivo de las actuaciones, ha aplicado una regla de inmunidad absoluta de
ejecución de los bienes de la República de Sudáfrica que no viene exigida por el art. 21.2 LOPJ y, por
tanto, supone una inejecución de las sentencias firmes sin causa legal desconocedor del derecho a la
tutela judicial electiva. El Auto del Juzgado de lo Social, y en la medida que lo confirma, la sentencia
impugnada vulneraron el derecho a la tutela judicial efectiva de la recurrente en cuanto ordena el
archivo de las actuaciones sin dar ocasión a que la ejecución pudiera realizarse sobre otros bienes de
los que sea titular la República de Sudáfrica en nuestro territorio, y que no estando destinados al
funcionamiento de su representación diplomática o consular, estén destinados al desenvolvimiento
de actividades en las que dicho Estado no haga uso de su potestad o imperio.

Procede, en consecuencia, estimar parcialmente el recurso de amparo en cuanto a la confirmación


del archivo de las actuaciones resultantes del Auto del Juzgado de lo Social núm . 11 de Madrid de 21
de marzo de 1908. Como esta confirmación no deriva directamente de la sentencia del Tribunal
Superior de Justicia de Madrid aquí impugnada que en su fallo se limitó a revocar el Auto que había
ordenado unos determinados embargos, la estimación parcial del amparo en el presente caso no
requiere la anulación de la sentencia, sino que para el restablecimiento del derecho constitucional
vulnerado basta anular el Auto de la Magistratura de Trabajo núm. 11 de Madrid de 19 de febrero de
1988, reponiendo las actuaciones ante dicho órgano judicial, hoy Juzgado de lo Social núm. 11 de
Madrid, para que pueda proseguir las actuaciones del proceso de ejecución frente a otros posibles
bienes del Estado ejecutado a los que no afecta la inmunidad de ejecución, si consta su existencia o
son señalados por alguna de las partes.

1.13. SENTENCIA TC 18/1997, DE 10 DE FEBRERO DE 1997

7. [...] En esta tarea, deben resaltarse de inmediato las diferencias que concurren entre el caso de
autos y los resueltos en las SSTC 107/1992 y 292/1994, aunque en algunos aspectos la doctrina allí
contenida sí sea, como se verá, de aplicación al presente caso. Desde esta perspectiva, frente a lo
acaecido en aquellos supuestos, este recurso de amparo no se interpone porque el órgano judicial
haya estimado una inmunidad absoluta de los bienes de la Embajada ejecutada y, en consecuencia,
haya denegado la ejecución de la sentencia correspondiente. Se interpone porque a pesar de que se
han intentado varios embargos éstos se han visto mayoritariamente frustrados y no ha podido
satisfacerse el derecho del recurrente a la ejecución de la sentencia laboral.

Bien es cierto que, en nuestro caso, el Juzgado de lo Social denegó el embargo solicitado por el
Abogado del Estado sobre bienes existentes en el domicilio de la demandada y sobre los distintos
vehículos que le prestaban servicio. Pero esta decisión, es perfectamente acorde con la doctrina
contenida en las reiteradas SSTC 107/1992 y 292/1994, según la cual tales bienes gozan de inmunidad
absoluta de ejecución.

Al margen de esta decisión, y lejos de realizar una proclamación general de inmunidad de ejecución
de la Embajada de Guinea Ecuatorial, el Juzgado de lo Social ha procedido al embargo de los únicos
bienes –cuentas corrientes con cantidades dinerarias irrisorias, como se relata en los antecedentes–
que han aflorado de la demandada durante la fase de ejecución; bienes que, desde luego no han
cubierto más que una parte insignificante de la obligación de la embajada ejecutada.

Pues bien, como se ve, no nos enfrentamos aquí con una decisión judicial que niegue el derecho del
recurrente a ver ejecutada la resolución recaída en el proceso laboral por estimar la concurrencia de
la inmunidad de ejecución de los bienes de la deudora. El problema es otro: el objeto de este amparo
consiste en una decisión de archivo provocada por la supuesta insolvencia de la Embajada deudora.
O visto desde otra perspectiva: de las diligencias realizadas por el órgano judicial no ha surgido el
conocimiento de la existencia de bienes embargables suficientes con los que la Embajada deudora
pudiera hacer frente a la obligación impuesta en la sentencia cuya ejecución se pretendía.

Con ello, toda la cuestión se centra en determinar si el órgano judicial, sobre quien recae la carga de
llevar a término la ejecución, ha impulsado el procedimiento con el alcance que el art. 24.1 CE le
impone en el ámbito laboral.

Desde luego, no puede afirmarse que, en el presente caso, el Juzgado de lo Social haya mantenido una
actitud pasiva durante la fase de ejecución. Antes al contrario, basta leer los antecedentes de esta
resolución para comprender cuán laboriosa y compleja ha sido la tarea desempeñada por el Juez,
que se ha visto incluso obstaculizada por la renuncia de diversos organismos públicos en dar
respuesta a los distintos oficios que les ha dirigido durante el recurso de la ejecución. No debe
olvidarse que la falta de respuesta o la respuesta tardía de tales organismos pudo, por otra parte,
haber generado su responsabilidad, como ya puso de manifiesto la Comisión Disciplinaria del
Consejo General del Poder Judicial en su Acuerdo de 5 de diciembre de 1990, que consta en las
actuaciones, por el que archiva el expediente abierto contra el Juez del Juzgado de lo Social núm. 20
«... por no apreciarse, según lo informado, responsabilidad disciplinaria, ya que la interrupción del
curso de la ejecutoria no es atribuible al Juzgado de lo Social núm. 20 de Madrid sino a la
Administración».

Ahora bien, constatado esto, es preciso señalar también que en este supuesto lo que está en juego es
el derecho fundamental de un ciudadano; y, cualquiera que sea la complejidad de la causa y las
dificultades que entrañe su adecuada resolución, el órgano judicial viene obligado, por el propio
ordenamiento, a utilizar todas las vías que objetivamente sean posibles y pertinentes para dotar de
eficacia al contenido del derecho fundamental en litigio. De esta forma, la decisión judicial de
interrumpir las actuaciones no debe responder a un principio de discrecionalidad o razonabilidad
subjetiva sino a un principio imperativo objetivo marcado por el ordenamiento, en los términos
expresados en nuestro fundamento jurídico 4.º. Y, por los motivos que ahora se dirán, tal supuesto se
ha producido en esta causa.

8. En efecto, el examen del cumplimiento de aquel principio objetivo pone de manifiesto ciertas
carencias en la realización de las actividades indagatorias sobre la existencia de bienes de la
ejecutada ante el elenco de organismos públicos, entidades y personas privadas que el art. 247 LPL de
1990 (actual art. 248 LPL de 1995) preveía frente al art. 204 LPL de 1980. Según consta en los
antecedentes, ciertamente, a petición de la parte recurrente, el órgano judicial decretó el embargo de
los saldos de la Embajada existentes en las cuentas corrientes de las entidades financieras indicadas
por el actor, con los resultados ya descritos. No obstante, su actividad impulsora de oficio se
circunscribió a dichas entidades sin solicitar ampliación informativa a otros organismos en los que
previsiblemente pudieran constar la relación de tales bienes, como, por ejemplo el Ministerio de
Asuntos Exteriores u otros Ministerios que, por razón de competencia, pudieran tener constancia de
esos bienes o derechos afectables. Lo propio hay que señalar de los requerimientos realizados a los
Registros de la Propiedad de Madrid y de Majadahonda y al Ayuntamiento de Madrid, a fin de que
remitiesen certificación de bienes inmuebles que aparecieren inscritos a nombre de la Embajada de
Guinea Ecuatorial.

Pero, además, y ello es fundamental, el contenido de los distintos requerimientos y oficios


mencionados adolecían de una importante imprecisión: pretendía únicamente la averiguación o, en
su caso, el embargo de bienes de titularidad de la Embajada de Guinea Ecuatorial. Sin embargo, como
se dejó indicado en el fundamento jurídico 6.º, aunque, en puridad, la demandada en el proceso de
instancia no fuera la República de Guinea Ecuatorial, sino su Embajada, ésta no es sino órgano de
aquel Estado y su representante en España, por lo que las posibilidades de ejecución de la sentencia
se extienden también a aquellos otros bienes de que sea titular el Estado en último término
demandado, y a los que no alcance la inmunidad de ejecución. En consecuencia, ha quedado al
margen de la investigación el principal titular potencial de bienes susceptibles de utilización para
lograr una ejecución de la sentencia acorde con el derecho fundamental protegido.

En ese mismo ámbito de carencias, también se hace notar la no cumplimentación de lo dispuesto en


el art. 246 LPL de 1990 por parte del órgano judicial, pues no ha requerido a la ejecutada para que
efectuase manifestación sobre sus bienes o derechos con la precisión necesaria para garantizar sus
responsabilidades y con necesaria indicación, además, de las personas que ostentaran derechos de
cualquier naturaleza sobre sus bienes.

Sin embargo, dadas las circunstancias del presente caso, el desfallecimiento más relevante sufrido
por el órgano judicial en la ejecución de la sentencia se refiere al seguimiento de dos diligencias
iniciadas por el Juzgado, a instancia del Abogado del Estado, en relación con los organismos
competentes de los Ministerios de Economía y Hacienda y de Asuntos Exteriores.

En efecto, como se ha señalado con detalle en los antecedentes, el órgano judicial, tras requerir la
información pertinente, decidió, de un lado, dirigir oficio a los referidos organismos decretando el
embargo de los créditos que pudiera haber concedido a Guinea Ecuatorial y la retención y puesta a
disposición del Juzgado de las cantidades que pudieran tener pendiente de pago al mencionado
Estado y, de otro lado, requerir del Ministerio de Asuntos Exteriores el acceso a la vía diplomática.

El contenido de las contestaciones relativas al embargo y a la retención de créditos y ayudas, o bien


fueron negativas, en el sentido de que en tal momento no existían fondos disponibles, o bien fueron
positivas, señalando la existencia de tales fondos, pero expresando a su vez la imposibilidad de
acceder a lo solicitado por el Juzgado porque la aceptación de dicha solicitud hubiera supuesto, a su
juicio, el que España incurriera en responsabilidad internacional al traer causa las ayudas de un
Tratado de amistad con Guinea Ecuatorial.

El requerimiento dirigido al Ministro de Asuntos Exteriores concluyó con una nota verbal a la
Embajada de la República de Guinea Ecuatorial que no tuvo respuesta alguna.

Decretar el archivo en estas circunstancias equivale a no agotar las posibilidades de actuación que el
ordenamiento ofrece al órgano judicial ejecutor. En efecto, respecto de las ayudas y subvenciones, el
Juez se conformó, sin más indagación, con la contestación de que no existían en tal momento fondos
disponibles siendo así que consta en el expediente que este tipo de ayudas se conceden de forma
periódica, como en la práctica ha venido ocurriendo entre los años 1989 a 1995 en los que el Estado
español ha concedido sustanciosas ayudas y subvenciones al Estado de Guinea Ecuatorial. Por otra
parte, y ante la negativa de la Administración de acceder al embargo decretado de las ayudas y
subvenciones, por entender ésta que la aceptación de dicha orden supondría el que España
incurriera en responsabilidad internacional, el órgano judicial debió reiterar hasta obtener respuesta
y bajo el apercibimiento correspondiente, la orden referida, pues el cumplimiento de las sentencias y
demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales es obligatorio, así como prestar la colaboración
requerida por éstos en el curso del proceso y en la ejecución de lo resuelto (arts. 118 CE, 17 LOPJ y
410 del Código Penal).

En cuanto a la vía diplomática, dada la ya referida trascendencia que debe atribuirse a la


colaboración del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Juzgado debía haber reiterado su
requerimiento antes de declarar el archivo, no aquietándose ante la falta de respuesta de la
Embajada a la nota verbal. El órgano judicial debía insistir en el requerimiento al Ministerio de
Asuntos Exteriores para que adoptase las medidas que el Derecho internacional le ofrece en el
ámbito de las relaciones diplomáticas frente a la Embajada de otro Estado y frente al mismo Estado
en el ámbito de las relaciones económicas. De haberse reiterado la gestión iniciada, cabía esperar un
resultado positivo en orden a la pretendida ejecución de la sentencia y ello sin perjuicio de la
responsabilidad de la Administración por su inactividad, caso de no continuarlas.

Al no reiterar su orden y ceder pasivamente ante las respuestas de la Administración, el Juez declinó
su obligación de utilizar cuantos cauces le brinda el ordenamiento para ejecutar una sentencia firme.
Cabría pensar, no obstante, que en el ínterin el Juez asumió la respuesta de imposibilidad de
embargo de aquellos bienes ofrecida por el mencionado Ministerio; pero ello, obligaba al órgano
judicial a exteriorizar, mediante resolución motivada, cuáles eran los impedimentos que, a su juicio,
concurrían para no proceder al embargo de las ayudas y subvenciones otorgadas al Estado de Guinea
Ecuatorial. Sea como sea, y visto desde la perspectiva que se quiera, la conclusión sigue siendo la
misma: cuando finalmente se ha llegado al conocimiento de la existencia de determinados bienes de
la Embajada deudora, el órgano judicial se muestra inactivo siendo así que el ordenamiento le
compelía a actuar a fin de satisfacer el derecho fundamental del recurrente a ver ejecutada la
Sentencia de 22 de abril de 1986.

9. Por todo lo expuesto, el recurso de amparo debe ser estimado. El derecho a la tutela judicial
efectiva sin indefensión, en su vertiente de derecho a la ejecución de las resoluciones firmes, ha sido
conculcado por el órgano judicial por cuanto la diligencia de 30 de noviembre de 1993 ha procedido
al archivo de la ejecución antes de haber agotado todas las posibilidades de actuación judicial que el
ordenamiento jurídico prevé, en los términos indicados en los fundamentos anteriores.

No obstante, y a pesar de este reconocimiento, no podemos concluir esta sentencia sin insistir, de
nuevo, en el hecho de que una vez se hayan cumplido las obligaciones que derivan del deber de
tutela judicial por parte del Juez ejecutante, y que ahora se declaran por el momento insatisfechas, de
persistir la insolvencia del deudor o de no hallarse bienes destinados a actividades iure gestionis , el
consiguiente archivo ya no afectaría el derecho fundamental reconocido en el art. 24.1 CE, pues dicho
precepto ni garantiza la solvencia de los deudores, ni impide la aplicación del régimen de inmunidad
de ejecución a ciertos bienes de los Estados extranjeros, como podría ser el caso.

1.14. SENTENCIA TS (SALA DE LO SOCIAL, SECCIÓN 1ª), NÚM. 2568/2011, DE 25 DE JUNIO DE 2012

FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO

La sentencia recurrida, del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 8-6-2011, resuelve el recurso
de suplicación construido sobre un único motivo de censura jurídica, formulado por la Embajada de
Chile contra el auto que desestima el recurso de reposición planteado frente a la decisión judicial de
proceder al embargo de determinadas cantidades existentes en diversas cuentas corrientes de las
que es titular la indicada Embajada de Chile, en proceso de ejecución derivado de proceso por
despido del actor.

La Sala cita la doctrina contenida en concreto en las SSTC 18/1997 y 176/2001, y, a partir de lo
concluido en esta última, razona: que en las Embajadas existen... determinados bienes no susceptibles
de ser trabados por gozar, según la legislación vigente, del privilegio de inmunidad, lo que ciertamente
no impide..., que el apremio pueda llevarse a cabo sobre otras cosas o derechos no protegidos por la ley
internacional ..., y considera que entre estos últimos «se encuentran los fondos depositados en
cuentas corrientes, destinados a la gestión de la Embajada, cuales son los aquí correctamente
embargados, pues es lógico entender que el dinero es para realizar los actos de gestión y los gastos
que los mismos generen, es decir, para actividades de naturaleza comercial y similar. Por
consiguiente, si no se ha probado que las cuentas corrientes embargadas están destinadas
exclusivamente a operaciones funcionales de la Embajada, estas cuentas deben ser incluidas entre
los bienes que ostentan la condición de ejecutables».

«Es cierto que las cantidades obrantes en las cuentas pueden servir también para la realización de
actos en los que está empeñada la soberanía del Estado extranjero a las que alcanza la inmunidad,
pero no lo es menos que a falta de aquella precisión acreditada, el saldo de la cuenta corriente
presenta un carácter único e indivisible, resultando imposible una investigación de las operaciones y
de los fondos y destinos de los mismos en una cuenta adscrita la Embajada, porque supondría una
interferencia en la actividad de la misión diplomática contraria a las reglas del Derecho
Internacional Público. En consecuencia, si el Juez ha declarado que se trata de fondos destinados a
realizar actos de gestión y tal declaración no ha sido destruida, debe estimarse que el saldo es único e
indivisible en su consideración de bien embargable».

SEGUNDO
El recurso de casación para la unificación de doctrina se interpone por la parte ejecutada, Embajada
de Chile, y tiene por objeto la declaración del carácter inembargable de las cuentas corrientes de que
es titular la Embajada.

Se aporta como sentencia de contraste la dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid de
16-5-2006.... En ella se resuelve el recurso de suplicación entablado por la parte demandada-
ejecutada, la Embajada de la República de Corea en España contra el auto que confirmó el embargo
tratado sobre sus cuentas corrientes, dictado en proceso de ejecución derivado de proceso por
despido del actor. El recurso consta de dos motivos de censura jurídica de similar contenido, en los
que se alega la infracción de los arts. 605, 606 y 609 de la LEC, art. 22.1 LOPJ, art. 22.3 de la
Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas de 18-4-1961, art. 31.4 de la Convención de Viena
sobre relaciones consulares de 24-4-1963 y doctrina del Tribunal Constitucional contenida en las
sentencias 107/1992, 292/1994, 18/1997 y 176/2001

La cuestión que se plantea es también la de la embargabilidad de las cuentas corrientes de las que es
titular la Embajada. La Sala para fundamentar su fallo acude, en particular, a la STC 107/1992, de la
que extrae, en esencia, que, si bien es cierto que no existe una absoluta inmunidad de ejecución, sino
solamente relativa, no obstante, dicha sentencia del TC concluye la inembargabilidad de las cuentas
corrientes de las que son titulares las Embajadas, pese a no mencionarse de forma expresa entre los
bienes inembargables con arreglo al Convenio de Viena de 18-4-1961; y también a la STC 292/94, la
que, se dice, insiste en que... son absolutamente inmunes a la ejecución los bienes de las misiones
diplomáticas y consulares, incluyendo las cuentas corrientes bancarias –según la práctica
internacional contemporánea–.»

Así pues, la Sala confirma la tesis de la Embajada ejecutada, considerando que el Juzgado ha trabado
embargo sobre bienes excluidos de la ejecución por tratarse de cuentas corrientes de las que es
titular la Embajada, decretando la nulidad de los autos recurridos en la parte que se refiere al
embargo de dichas cuentas corrientes.

Puede apreciarse que concurre entre ambas resoluciones comparadas el requisito o presupuesto de
contradicción exigido en el art. 217 de la Ley de Procedimiento Laboral (LPL ) para viabilizar el
recurso de casación unificadora, por cuanto existe identidad de hechos, fundamentos y pretensiones
entre la sentencia recurrida y la de contraste, pero las consecuencias jurídicas alcanzadas son
distintas.

En efecto, en ambos casos se trata de sentencias que resuelven recursos de suplicación contra autos
dictados en procesos de ejecución frente a las demandadas, Embajadas de países extranjeros en
España, Chile y República de Corea, respectivamente. En ambos casos se impugna el embargo de las
cuentas corrientes de las Embajadas demandadas. Las normas jurídicas y la doctrina constitucional
alegada y aplicable es la misma en las dos sentencias, coincidiendo las dos resoluciones en que en las
embajadas existen bienes no susceptibles de embargo por gozar del privilegio de la inmunidad, junto
a otros que no están protegidos por este privilegio. Sin embargo, la sentencia recurrida ha entendido
que la cuenta corriente de la embajada, no obstante la unidad de su saldo, también está destinada a
gastos de gestión ordinaria (puesto que no se ha probado que su destino sean exclusivamente actos
en los que está empeñada la soberanía del Estado extranjero, a los que alcanza la inmunidad), lo que
autoriza su embargo; contrariamente, la sentencia de contraste ha considerado que la cuenta
corriente de la embajada tiene naturaleza de bien inembargable.

TERCERO

Sin combatir ninguno de los hechos se alega la infracción de los arts. 605, 606 y 609 de la LEC, el art.
21.2 de la LOPJ, el art. 22.3 de la Convención de Viena de 1961, de relaciones diplomáticas, y el art.
31.4 de la Convención de Viena de 1963 de relaciones consulares, así como la consolidada doctrina
del TC (SSTC 107/1992, 292/1994, 18/1997, y 176/2001). La cuestión que se plantea se circunscribe a
determinar si es posible el embargo de las cantidades citadas de las cuentas corrientes bancarias de
la Embajada.

Señala el Ministerio Fiscal, en su informe, que «en realidad en el presente caso nos encontramos ante
la confrontación de normas legales de distinta naturaleza. De una parte, las normas de derecho
internacional recogidas en la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas de 18 de abril de
1961 y, de otra, el derecho al trabajo que recoge el artículo 35 CE, el derecho a la tutela judicial
efectiva del artículo 24 CE en su vertiente de ejecución de sentencias, y diferentes preceptos del
Estatuto de los Trabajadores».

Y continúa: «Dice el artículo 22.3 de la mencionada Convención que "los locales de la misión, su
mobiliario y demás bienes situados en ellos, así como los medios de transporte de la misión, no
podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución". Y realizando una
interpretación literal del precepto acorde con la realidad social, conforme dispone el artículo 3 del
CC, queda claro que nada dice sobre las cuentas corrientes, pues exclusivamente se refiere a locales o
edificios, mobiliario y demás bienes incluidos en esos edificios, así como los medios de transporte».

Sin embargo, la sentencia 107/92, establece que «la relatividad de la inmunidad de ejecución de los
Estados extranjeros se asienta en la distinción entre bienes destinados a actividades "iure imperii" y
bienes destinados a actividades "iure gestionis"; mas, con independencia de este criterio, los bienes
de las misiones diplomáticas y consulares son absolutamente inmunes a la ejecución, en virtud de los
Convenios de Viena de 1961 y 1963».

«Del art. 22.3 del Convenio de Viena de 1961 se deduce que no son en absoluto susceptibles de
ejecución forzosa los bienes de la República de Sudáfrica situados en el recinto de su Embajada,
incluida la sede misma. Ahora bien, la duda se plantea respecto de aquellos bienes del Estado
extranjero que, sin estar en la sede de la Embajada ni estar expresamente mencionados en el art. 22.3
de la Convención de Viena de 1961, están destinados por el Estado extranjero al sostenimiento de su
misión diplomática. Concretamente, el problema consiste en determinar si las cuentas corrientes
bancarias abiertas a nombre de una Embajada o cuyos fondos estén destinados al sostenimiento de la
misma están amparadas por el citado precepto, puesto que el Auto que anula la sentencia impugnada
procedió al embargo de parte del importe de una cuenta corriente bancaria abierta a nombre de la
Embajada de Sudáfrica».

«Esta inembargabilidad de las cuentas corrientes de titularidad del Estado extranjero en bancos
situados en el territorio nacional afectados al desenvolvimiento de la actividad ordinaria de las
misiones diplomáticas y consulares, constituye la práctica internacional generalizada, de la que se
deriva que la inmunidad de los Estados y de los bienes de las misiones diplomáticas y consulares en
materia de ejecución impide que la ejecución forzosa pueda dirigirse, dentro de los bienes que las
misiones diplomáticas y consulares puedan tener en el Estado del foro, contra aquellas cuentas
corrientes. Y ello incluso si las cantidades depositadas en Entidades bancarias puedan servir también
para la realización de actos en lo que no está empeñada la soberanía del Estado extranjero, esto es, a
la realización de actividades iure gestionis a las que puede no alcanzar la ratio de la inmunidad de
los bienes de las misiones diplomáticas y consulares. Esta eventualidad de que una cuenta corriente
destinada a asegurar el funcionamiento de la misión diplomática, y consular del Estado extranjero
pueda ser utilizada también para fines comerciales no justifica la exclusión de esa inmunidad de
ejecución, y consecuente inembargabilidad, tanto por el carácter único e indivisible del saldo de la
cuenta corriente, como por la imposibilidad de una investigación de las operaciones y de los fondos y
destinos de los mismos en una cuenta corriente adscrita a una misión diplomática, lo que supondría
una interferencia en la actividad de la misión diplomática, contraria a las reglas del Derecho
internacional público».

«Puede suceder que, al margen de los bienes inembargables porque efectiva o presumiblemente
estén destinados al desenvolvimiento de la actividad de las misiones diplomáticas o consulares, el
Estado extranjero –en este caso, la República de Sudáfrica–, objeto de ejecución, sea titular de otros
bienes en nuestro país. Respecto de estos bienes, si existen, la inmunidad de ejecución garantizada
por el ordenamiento internacional y, por remisión, por el art. 21.2 LOPJ, solo alcanza a aquellos que
estén destinados a la realización de actos iure imperi, pero no a aquellos destinados a la realización
de actos iure gestionis. De este modo, los Tribunales ordinarios, para satisfacer el derecho a la
ejecución de sentencias, están habilitados para dirigir la actividad de ejecución forzosa frente a
aquellos bienes que estén inequívocamente destinados por el Estado extranjero al desenvolvimiento
de actividades industriales y comerciales en la que no esté empeñada su potestad soberana por
actuar conforme a las reglas del tráfico jurídico-privado. Corresponde en cada caso al Juez ejecutor
determinar, conforme a nuestro ordenamiento, de entre los bienes de los que sea titular
específicamente el Estado extranjero en nuestro territorio, cuales están inequívocamente destinados
al desenvolvimiento de actividades económicas en las que dicho Estado, sin hacer uso de su potestad
de imperio, actúa de la misma manera que un particular».

En el caso de la sentencia del TCº nº 107/92 se otorgó parcialmente el amparo al trabajador


recurrente porque «La sentencia impugnada, al declarar genéricamente la inejecución contra el
dinero efectivo que el Estado ejecutado posea en Entidades bancarias españolas, al margen del
destino específico de ese dinero, y confirmar el archivo de las actuaciones, ha aplicado una regla de
inmunidad absoluta de ejecución de los bienes de la República de Sudáfrica que no viene exigida por
el art. 21.2LOPJ y, por tanto, supone una inejecución de las sentencias firmes sin causa legal
desconocedor del derecho a la tutela judicial efectiva», anula el Auto que lo acordó y repone las
actuaciones ante el Juzgado de lo Social a fin de que prosigan las actuaciones del proceso de
ejecución frente a otros eventuales bienes del Estado ejecutado, que no gocen de la inmunidad de
ejecución en los términos indicados en el fundamento jurídico 6º». Esta doctrina se reitera en la
sentencia del mismo Tribunal nº 292/94, que, en un caso similar, otorga también parcialmente el
amparo y ordena la misma reposición de las actuaciones, porque «el Auto recurrido procedió a
denegar la ejecución solicitada sin intentar determinar, conforme establecíamos en nuestra STC
107/1992 (fundamento jurídico 6º), la existencia de bienes del Estado demandado inequívocamente
destinados al desenvolvimiento de actividades económicas y a los que no alcance la inmunidad
específica de las misiones diplomáticas».

CUARTO

Así pues, en el caso ahora examinado, y conforme a la anterior doctrina, las cuentas corrientes de la
titularidad de la Embajada de Chile que fueron embargadas no aparecen inequívocamente
destinadas al desenvolvimiento de actividades económicas en que no esté empeñada su potestad
soberana –aunque eventualmente, además de para atender al funcionamiento de la actividad
diplomática, fuesen también utilizadas para fines comerciales–, y por tanto no puede calificarse de
bienes embargables conforme a la interpretación que la práctica internacional contemporánea hace
del art. 22.3 de la Convención de Viena.

Consecuentemente, el Juez de la ejecución recabando la colaboración de los poderes públicos del


Estado del Foro (España) y, en especial, de su Ministerio de Asuntos Exteriores – puede seguir
agotando su actividad indagatoria sobre la existencia de otros bienes embargables – forma de pago
de la nómina del personal laboral contratado, etc.– o remitir a que se curse el exequator de la
sentencia en los términos que ofrece en su Nota la Embajada condenada. Pero lo que no procede es
presumir que las cuentas embargadas están exclusivamente destinadas a actividades de gestión y
trabar el embargo, por lo que procede estimar el recurso y casar la sentencia recurrida y resolver el
debate de suplicación estimando el recurso de tal naturaleza y dejando sin efecto el auto del Juzgado
que ordenó trabar el embargo.

Por lo expuesto, en nombre de S. M. El Rey y por la autoridad conferida por el pueblo español.

FALLAMOS

Estimamos el recurso de casación para la unificación de doctrina interpuesto por el letrado D.


Roberto Sáinz-Trápaga y García en nombre y representación de la República de Chile frente a la
sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, de fecha 8 de junio de
2011, dictada en el recurso de suplicación número 1670/2011. Casamos y anulamos dicha sentencia y,
resolviendo el debate de suplicación, estimamos el recurso de esta naturaleza interpuesto contra el
auto del Juzgado de lo Social nº 10, que revocamos dejando sin efecto la providencia de 30/7/2010,
que declaró embargados los saldos de las cuentas bancarias de la titularidad de Embajada de Chile a
que se ha hecho referencia.
1.15. LEY ORGÁNICA 16/2015, DE 27 DE OCTUBRE, SOBRE PRIVILEGIOS E INMUNIDADES DE LOS
EXTADOS EXTRANJEROS, LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES CON SEDE U OFICINA EN
ESPAÑA Y LAS CONFERENCIAS INTERNACIONALES CELEBRADAS EN ESPAÑA. PREÁMBULO,
ARTÍCULOS 2 Y 4-20

PREÁMBULO

Las inmunidades soberanas del Estado encarnan, tradicionalmente, un principio básico del
Derecho Internacional que deriva, a su vez, de los principios de independencia, soberanía e
igualdad de los Estados ( par in parem imperium non habet ). Su contenido jurídico es básicamente
de naturaleza procesal y supone que los jueces y tribunales de un Estado no pueden juzgar a otro
Estado. Abarca tanto el derecho del Estado a no ser demandado ni sometido a juicio ante los
órganos jurisdiccionales de otro Estado (inmunidad de jurisdicción), como el derecho a que no se
ejecute lo juzgado (inmunidad de ejecución).

[...]

En segundo lugar, por lo que concierne al régimen jurídico básico de las inmunidades de que
gozan los Estados extranjeros en el Estado del foro, existe la Convención de las Naciones Unidas,
de 2 de diciembre de 2004, sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes,
que representa el principal intento codificador en la materia. Pero esta Convención, abierta a la
firma en Nueva York el 17 de enero de 2005, no ha entrado aún en vigor ni es probable que lo
haga en un futuro inmediato, ya que se precisa para ello el depósito de treinta instrumentos de
ratificación o adhesión (art. 30.1) y por el momento solo diecisiete Estados lo han llevado a cabo.
No obstante, la propia Asamblea General de Naciones Unidas considera que las inmunidades
recogidas en este instrumento constituyen «un principio generalmente aceptado en el Derecho
Internacional consuetudinario», de manera que su cumplimiento «fortalecería la preeminencia
del derecho y la seguridad jurídica, particularmente en las relaciones de los Estados con las
personas naturales o jurídicas»; igualmente, destaca «la importancia de la uniformidad y la
claridad en el derecho de las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes». En todo
caso, España depositó su instrumento de adhesión a la Convención el 11 de septiembre de 2011 y
ha mostrado siempre un firme compromiso internacional en defensa de los principios y garantías
del régimen de inmunidades.

[...]

II

Por lo que respecta al ámbito jurídico interno, el tratamiento de las inmunidades exige considerar
tanto la perspectiva constitucional y legislativa, como el marco jurisprudencial establecido
básicamente por la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la materia.

Desde la perspectiva constitucional, el artículo 24 de la Carta Magna garantiza el derecho de todas


las personas «a obtener la tutela judicial efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus
derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión». Por su
parte, el artículo 117.3 establece que «el ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de
procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado corresponde exclusivamente a los Juzgados y
Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las
mismas establezcan». No existe, empero, previsión alguna en relación a las inmunidades del
Estado extranjero.

Por otro lado, la Constitución recoge igualmente una clara exigencia de cumplimiento de las
obligaciones jurídicas derivadas del Derecho Internacional (arts. 93 a 96). Entre ellas, lógicamente,
se incluyen las obligaciones contenidas en tratados internacionales celebrados por España en
materia de inmunidades, así como otro tipo de obligaciones que puedan derivar del Derecho
Internacional consuetudinario o de sentencias obligatorias de tribunales internacionales.

En el plano legislativo, la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial prevé en el
apartado primero del artículo 21 que «los Juzgados y Tribunales españoles conocerán de los
juicios que se susciten en territorio español entre españoles, entre extranjeros y españoles y
extranjeros con arreglo a lo establecido en la presente ley y en los tratados y convenios
internacionales en los que España sea Parte». Si bien, por lo que directamente afecta a la
inmunidad, el apartado segundo fija que «se exceptúan los supuestos de inmunidad de
jurisdicción y de ejecución establecidos por las normas del Derecho Internacional Público». Esta
disposición supuso, en su momento, una importante novedad, que permitía a España cumplir con
sus obligaciones internacionales. En parecido sentido, la Ley 1/2000, de 7 de enero, de
Enjuiciamiento Civil también recoge en su articulado la adecuada remisión a «los tratados y
convenios internacionales de los que España sea parte», al referirse a aspectos de la jurisdicción
civil concernidos por las inmunidades (art. 36). Estas previsiones normativas resultan, en suma,
acordes con el Derecho Internacional.

Por su parte, el Tribunal Constitucional ha considerado plenamente conforme con la Constitución


el «límite negativo que se deriva de la inmunidad jurisdiccional atribuida a los Estados
extranjeros». De este modo, «el legislador necesariamente ha de tener presentes los límites,
positivos y negativos, que el Derecho Internacional impone a los Estados» y ello «viene a
corroborar la justificación objetiva y razonable de la inmunidad de la jurisdicción (...)», porque
«caso de que se extendiera más allá del ámbito delimitado por el Derecho Internacional y tratara
de hacer efectiva en todo caso la tutela jurisdiccional en el orden interno, el Estado podría
incurrir, al hacerlo así, en un hecho ilícito por la violación de una obligación internacional, lo que
entrañaría su responsabilidad internacional frente a otro Estado» (STC 140/1995, de 28 de
septiembre, Fundamento Jurídico 9). Por lo que se refiere a la inmunidad de ejecución, el Tribunal
Constitucional también ha considerado que el régimen de esta inmunidad «se contiene en normas
de Derecho Internacional público que se obtienen por inducción de datos de origen muy diverso,
entre los que se encuentran las convenciones internacionales y la práctica de los Estados» (STC
18/1997, de 10 de febrero, Fundamento Jurídico 6).

Sin embargo, esta remisión genérica al Derecho Internacional provoca, en el plano judicial
interno, cierta inseguridad jurídica e incluso un casuismo jurisprudencial que, en ocasiones,
puede conducir a errores o contradicciones, susceptibles, en el plano externo, de comprometer la
responsabilidad internacional de España. De hecho, el legislador ha recibido una abierta
recomendación del propio Tribunal Constitucional para que regule el régimen de las inmunidades
de los Estados extranjeros en España en aras a garantizar una mayor certeza en el ámbito
jurisdiccional interno sobre la base de una doctrina restringida de la inmunidad de jurisdicción y
de ejecución (STC 107/1992, de 1 de julio).

Por tanto, casi tres décadas después de la introducción del ya aludido precepto en la Ley Orgánica
del Poder Judicial, parece conveniente desarrollar legislativamente la cuestión a través de una Ley
Orgánica que, con pleno respeto de las obligaciones internacionales asumidas por nuestro país,
regule de forma sistemática esta materia...
[...]

Artículo 2. Definiciones.

A los efectos de la presente Ley Orgánica, se entiende por:

a) Inmunidad de jurisdicción: prerrogativa de un Estado, organización o persona de no ser


demandado ni enjuiciado por los órganos jurisdiccionales de otro Estado;

b) Inmunidad de ejecución: prerrogativa por la que un Estado, organización o persona y sus


bienes no pueden ser objeto de medidas coercitivas o de ejecución de decisiones dictadas por los
órganos jurisdiccionales de otro Estado;

c) Estado:

i) El Estado y sus diversos órganos de gobierno;

ii) Los elementos constitutivos de un Estado federal o las subdivisiones políticas del Estado, que
estén facultados para realizar actos en el ejercicio de la autoridad soberana y actúen en tal
capacidad;

iii) Los organismos e instituciones del Estado y otras entidades públicas, aunque tengan
personalidad jurídica diferenciada, siempre que estén facultados para realizar actos en el ejercicio
de la autoridad soberana del Estado y que actúen en tal capacidad; y

iv) Los representantes del Estado cuando actúen en esa condición.

[...]

n) Transacción mercantil: todo contrato o transacción mercantil de compraventa de bienes o


prestación de servicios; todo contrato de préstamo u otra transacción de carácter financiero,
incluida cualquier obligación de garantía o de indemnización concerniente a ese préstamo o a esa
transacción; cualquier otro contrato o transacción de naturaleza mercantil, industrial o de
arrendamiento de obra o de servicios, con exclusión de los contratos individuales de trabajo. Para
determinar si un contrato o transacción es una «transacción mercantil», se atenderá
principalmente a la naturaleza del contrato o de la transacción, pero se tendrá en cuenta también
su finalidad si así lo acuerdan las partes en el contrato o la transacción o si, en la práctica del
Estado que es parte en uno u otra, tal finalidad es pertinente para la determinación del carácter
no mercantil del contrato o de la transacción.

[...]

TÍTULO I

Inmunidades del Estado extranjero en España

Artículo 4. Inmunidades del Estado extranjero.

Todo Estado extranjero y sus bienes disfrutarán de inmunidad de jurisdicción y ejecución ante los
órganos jurisdiccionales españoles, en los términos y condiciones previstos en la presente Ley
Orgánica.

CAPÍTULO I
Inmunidad de jurisdicción

Sección 1.ª Consentimiento del estado extranjero al ejercicio de la jurisdicción por parte de órganos
jurisdiccionales españoles

Artículo 5. Consentimiento expreso.

El Estado extranjero no podrá hacer valer la inmunidad de jurisdicción en un proceso ante un


órgano jurisdiccional español respecto de una cuestión en relación con la cual haya consentido de
forma expresa el ejercicio de dicha jurisdicción:

a) por acuerdo internacional;

b) en un contrato escrito; o

c) por una declaración ante el tribunal o por una comunicación escrita en un proceso
determinado.

Artículo 6. Consentimiento tácito.

El Estado extranjero no podrá hacer valer la inmunidad de jurisdicción ante un órgano


jurisdiccional español en relación con un determinado proceso:

a) Cuando este haya sido iniciado mediante la interposición de demanda o querella por el propio
Estado extranjero;

b) Cuando el Estado extranjero haya intervenido en el proceso o haya realizado cualquier acto en
relación con el fondo;

c) Cuando el Estado extranjero haya formulado reconvención basada en la misma relación


jurídica o los mismos hechos que la demanda principal; o

d) Cuando se haya formulado reconvención basada en la misma relación jurídica o los mismos
hechos que la demanda presentada por el Estado extranjero.

Artículo 7. Comportamientos que no constituyen consentimiento a la jurisdicción.

No se interpretará como consentimiento del Estado extranjero al ejercicio de la jurisdicción por


órganos jurisdiccionales españoles respecto de un determinado proceso:

a) La intervención del Estado extranjero en el proceso para hacer valer la inmunidad;

b) La comparecencia de un representante del Estado extranjero en el proceso en calidad de


testigo;

c) La incomparecencia del Estado extranjero en el proceso; o

d) El consentimiento expreso o tácito, otorgado por el Estado extranjero, a la aplicación de la ley


española a la cuestión objeto del proceso.

Artículo 8. Revocación del consentimiento.

El consentimiento del Estado extranjero al que se refieren los artículos 5 y 6 no podrá ser
revocado una vez iniciado el proceso ante un órgano jurisdiccional español.
Sección 2.ª Excepciones a la inmunidad de jurisdicción del estado extranjero

Artículo 9. Procesos relativos a transacciones mercantiles.

1. El Estado extranjero no podrá hacer valer la inmunidad ante los órganos jurisdiccionales
españoles en relación con procesos relativos a transacciones mercantiles celebradas por dicho
Estado con personas físicas o jurídicas que no tengan su nacionalidad, salvo en los siguientes
supuestos:

a) Cuando se trate de una transacción mercantil entre Estados; o

b) Cuando las partes hayan pactado expresamente otra cosa.

2. No se considerará que un Estado extranjero es parte en una transacción mercantil cuando


quien realiza la transacción sea una empresa estatal o una entidad creada por dicho Estado,
siempre que dicha empresa o entidad esté dotada de personalidad jurídica propia y de capacidad
para:

a) Demandar o ser demandada; y

b) Adquirir por cualquier título la propiedad o posesión de bienes, incluidos los que este Estado le
haya autorizado a explotar o administrar y disponer de ellos.

Artículo 10. Procesos relativos a contratos de trabajo.

1. Salvo acuerdo en otro sentido entre España y un Estado extranjero, este no podrá hacer valer la
inmunidad de jurisdicción ante los órganos jurisdiccionales españoles en un proceso relativo a un
contrato de trabajo entre ese Estado y una persona física, cuando el trabajo haya sido ejecutado o
haya de ejecutarse total o parcialmente en España.

2. No obstante lo dispuesto en el apartado anterior, el Estado extranjero podrá hacer valer la


inmunidad de jurisdicción en los procesos a los que dicho apartado se refiere, en los siguientes
supuestos:

a) Cuando el trabajador hubiera sido contratado para desempeñar funciones que supongan el
ejercicio del poder público;

b) Cuando el empleado sea:

i) Un agente diplomático, según se define en la Convención de Viena sobre Relaciones


Diplomáticas de 1961;

ii) Un funcionario consular, según se define en la Convención de Viena sobre Relaciones


Consulares de 1963; o

iii) Un miembro del personal diplomático de una misión permanente ante una organización
internacional o de una misión especial o que haya sido designado para representar al Estado
extranjero en una conferencia internacional.

c) Cuando el proceso tenga por objeto la contratación, la renovación del contrato o la readmisión
del trabajador;

d) Cuando el proceso tenga por objeto el despido del trabajador o la rescisión del contrato y una
autoridad competente del Estado extranjero comunique que dicho proceso menoscaba sus
intereses de seguridad;

e) Cuando el trabajador fuera nacional del Estado extranjero en el momento de interposición de la


demanda, salvo que dicha persona tuviese su residencia habitual en España; o

f) Cuando el Estado extranjero y el trabajador hayan convenido otra cosa por escrito, salvo que la
competencia de los órganos jurisdiccionales españoles fuese irrenunciable para el trabajador.

Artículo 11. Procesos relativos a indemnización por lesiones a las personas y daños a los bienes.

Salvo acuerdo en otro sentido entre España y un Estado extranjero, este no podrá hacer valer la
inmunidad de jurisdicción ante los órganos jurisdiccionales españoles en un proceso relativo a
una acción de indemnización pecuniaria por muerte o lesiones sufridas por una persona o por
daño o pérdida de bienes, causados por un acto u omisión presuntamente atribuible a dicho
Estado, siempre que:

a) El acto u omisión se hubiera producido total o parcialmente en territorio español; y

b) El autor material del acto u omisión se encontrara en territorio español en el momento en que
dicho acto u omisión se produjo.

Artículo 12. Procesos relativos a la determinación de derechos u obligaciones respecto de bienes.

Salvo acuerdo en otro sentido entre España y un Estado extranjero, este no podrá hacer valer la
inmunidad de jurisdicción ante los órganos jurisdiccionales españoles en un proceso relativo a la
determinación de:

a) Derechos reales, la posesión o el uso del Estado extranjero respecto de bienes inmuebles
situados en España;

b) Obligaciones del Estado extranjero derivadas de alguno de los derechos a los que se refiere el
párrafo anterior;

c) Derechos del Estado extranjero sobre bienes muebles o inmuebles adquiridos por herencia,
legado o cualquier otro título sucesorio, donación o prescripción; o

d) Derechos del Estado extranjero relativos a la administración de dichos bienes cuando estén
afectos a un fideicomiso o pertenezcan a la masa activa en un procedimiento concursal o al
patrimonio de sociedades en liquidación.

Artículo 13. Procesos relativos a la determinación de derechos de propiedad intelectual e


industrial.

Salvo acuerdo en otro sentido entre España y un Estado extranjero, este no podrá hacer valer la
inmunidad de jurisdicción ante los órganos jurisdiccionales españoles en un proceso relativo a:

a) La determinación de derechos de propiedad intelectual o industrial de dicho Estado extranjero,


cuando estos derechos estén protegidos por la legislación española; o

b) La supuesta infracción por el Estado extranjero de los derechos de propiedad intelectual o


industrial de un tercero, cuando estos derechos estén protegidos por la legislación española.
Artículo 14. Procesos relativos a la participación en personas jurídicas y otras entidades de
carácter colectivo.

Salvo acuerdo en otro sentido entre España y un Estado extranjero, este no podrá hacer valer la
inmunidad de jurisdicción ante los órganos jurisdiccionales españoles en procesos relativos a su
participación en sociedades, asociaciones, fundaciones y otras entidades, con o sin ánimo de lucro,
dotadas o no de personalidad jurídica, que conciernan a las relaciones de dicho Estado con la
entidad o los demás participantes en ella, siempre que esta:

a) Se haya constituido con arreglo a la legislación española o bien su administración central o su


establecimiento principal se encuentre en España; y

b) No esté formada exclusivamente por sujetos de Derecho Internacional.

Artículo 15. Procesos relativos a la explotación o cargamento de buques pertenecientes a un


Estado o explotados por este.

1. Salvo acuerdo en otro sentido entre España y un Estado extranjero que sea propietario de un
buque o lo explote, este no podrá hacer valer la inmunidad ante los órganos jurisdiccionales
españoles en un proceso relativo a:

a) La explotación de dicho buque, incluyendo, en particular, las acciones relativas a abordajes y


otros accidentes de la navegación, asistencia, salvamento, avería gruesa, reparaciones,
avituallamiento y otros contratos concernientes al buque y las relativas a las consecuencias de la
contaminación del medio marino, siempre que, en el momento de producirse el hecho que da
lugar a la acción, el buque estuviera siendo utilizado para un fin distinto del servicio público no
comercial; o

b) El transporte de su cargamento, siempre que, en el momento de producirse el hecho que da


lugar a la acción, el cargamento estuviese siendo utilizado exclusivamente o estuviera destinado a
ser utilizado exclusivamente para un fin distinto del servicio público no comercial.

2. A los efectos de lo dispuesto en el apartado anterior, el término explotación abarca la posesión


del buque, su control, su gestión o su fletamento, ya sea por tiempo, por viaje, a casco desnudo u
otro.

3. Cuando en el curso del proceso se planteen dudas sobre el carácter público no comercial del
buque o de su cargamento, al que se refiere el apartado 1, la certificación acreditativa de tal
carácter, firmada por el jefe de misión del Estado extranjero acreditado ante España o por la
autoridad competente del Estado extranjero en el caso de que este no disponga de misión
acreditada ante el Estado español, hará prueba plena.

4. Lo dispuesto en el apartado 1 no se aplica, en ningún caso, a los buques de guerra y buques de


Estado extranjeros, que gozarán de inmunidad a todos los efectos.

Artículo 16. Procesos relativos a los efectos de un convenio arbitral.

Cuando un Estado extranjero haya convenido con una persona natural o jurídica nacional de otro
Estado la sumisión a arbitraje de toda controversia relativa a una transacción mercantil, salvo
acuerdo de las partes en otro sentido en el convenio arbitral o en la cláusula compromisoria, el
Estado no podrá hacer valer la inmunidad ante un órgano jurisdiccional español en un proceso
relativo a:
a) La validez, interpretación o aplicación de la cláusula compromisoria o del convenio arbitral;

b) El procedimiento de arbitraje, incluido el nombramiento judicial de los árbitros;

c) La confirmación, la anulación o la revisión del laudo arbitral; o

d) El reconocimiento de los efectos de los laudos extranjeros.

CAPÍTULO II

Inmunidad de ejecución

Artículo 17. Inmunidad del Estado extranjero respecto de medidas de ejecución.

1. Los órganos jurisdiccionales españoles se abstendrán de adoptar medidas de ejecución u otras


medidas coercitivas contra bienes del Estado extranjero, tanto antes como después de la
resolución judicial, salvo que dicho Estado lo haya consentido, de manera expresa o tácita.

2. Después de la resolución judicial, los órganos jurisdiccionales españoles podrán también


adoptar medidas de ejecución si se ha determinado que los bienes objeto de aquellas se utilizan o
están destinados a ser utilizados por el Estado con fines distintos de los oficiales no comerciales,
siempre que se encuentren en territorio español y tengan un nexo con el Estado contra el que se
ha incoado el proceso, aunque se destinen a una actividad distinta de la que dio lugar al litigio.

Artículo 18. Consentimiento a la adopción de medidas de ejecución.

1. El consentimiento expreso del Estado extranjero al que se refiere el artículo anterior habrá de
contenerse en:

a) acuerdo internacional;

b) un contrato escrito; o

c) una declaración ante el tribunal o una comunicación escrita en un proceso determinado.

2. Se considera que existe consentimiento tácito a los efectos del artículo anterior únicamente
cuando el Estado extranjero ha asignado bienes de su propiedad a la satisfacción de la demanda
objeto del proceso.

3. El consentimiento del Estado extranjero para el ejercicio de la jurisdicción, al que se refieren los
artículos 5 y 6 no implicará, en ningún caso, consentimiento para la adopción de medidas de
ejecución.

Artículo 19. Revocación del consentimiento a la adopción de medidas de ejecución.

El consentimiento del Estado extranjero al que se refiere el artículo anterior no podrá ser
revocado una vez iniciado el proceso ante un órgano jurisdiccional español.

Artículo 20. Bienes del Estado dedicados a fines públicos no comerciales.

1. De los bienes propiedad del Estado extranjero o de los que este ostente su posesión o control, se
consideran en todo caso específicamente utilizados o destinados a ser utilizados para fines
públicos no comerciales los siguientes:
a) Los bienes, incluidas las cuentas bancarias, utilizados o destinados a ser utilizados en el
desempeño de las funciones de la misión diplomática del Estado o de sus oficinas consulares,
misiones especiales, representaciones permanentes ante organizaciones internacionales o
delegaciones en órganos de organizaciones internacionales o en conferencias internacionales;

b) Los bienes del Estado de naturaleza militar o utilizados o destinados a ser utilizados en el
desempeño de funciones militares;

c) Los bienes del banco central u otra autoridad monetaria del Estado que se destinen a los fines
propios de dichas instituciones;

d) Los bienes que formen parte del patrimonio cultural o de los archivos del Estado o de una
exposición de objetos de interés científico, cultural o histórico, siempre que no se hayan puesto ni
estén destinados a ser puestos a la venta; y

e) Los buques y aeronaves de Estado.

2. Lo dispuesto en el punto a) del apartado anterior no será de aplicación a cuentas bancarias


destinadas exclusivamente a fines distintos de los públicos no comerciales.

3. Los bienes enumerados en este artículo no podrán ser objeto de medidas de ejecución, salvo que
el Estado extranjero haya prestado su consentimiento.

1.16. LECTURAS RECOMENDADAS

ABU-TARBUSH QUEVEDO, J., «Palestina: Retomando la iniciativa», REEI , nº 24, 2012

ARP, B., «Dos males, un bien no hacen: el asunto Cassier ante los tribunales estadounidenses y la
inmunidad de jurisdicción de España», REDI, 2011, pp.161-177.

CRAWFORD, J., The Creation of States in International Law , 2ª ed., Oxford UP, 2005.

ESPÓSITO MASSICI, C., «Desarrollos recientes en el proceso de codificación de las inmunidades


jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes», Estudios de Derecho Internacional en Homenaje al
Profesor Ernesto J. Rey Caro , (DRNAS DE CLÉMENT, Z., coord.), DRNAS-LERNER, Córdoba, 2002, pp.
331-344.

FERNÁNDEZ TOMÁS, A. F., «Las lesiones a las personas como excepción a la inmunidad de
jurisdicción y su aplicación a los actos de las fuerzas armadas: una crítica a la sentencia de la CIJ
en el asunto de las Inmunidades Jurisdiccionales del Estado» , El Derecho internacional en el mundo
multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. TORRES
BERNÁRDEZ, J. C. FERNÁNDEZ ROZAS, C. FERNÁNDEZ DE CASADEVANTE ROMANÍ, J. QUEL
LÓPEZ, A. G. LÓPEZ MARTÍN coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 385-424.

GARRIDO MUÑOZ, A., «Un paso moderado, aunque necesario y técnicamente novedoso, en
materia de inmunidad de jurisdicción del Estado: Comentario a la sentencia del TEDH de 23 de
marzo de 2010 en el asunto Cudak c. Lituania», RGDE , nº 21, junio 2010.

GONZÁLEZ CAMPOS, J. D. «Bienes de los Estados extranjeros en España», Diccionario de Obras


Públicas y Bienes Públicos , (J. V. González García dir.), Iustel, Madrid, 2007, pp. 112-126.

GUTIÉRREZ ESPADA, C., «La adhesión española (2011) a la Convención de las Naciones Unidas
sobre las inmunidades jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes (2005)», Cuadernos de
derecho transnacional , vol. 3, 2011, pp. 145-169.

HAFNER, G., «The United Nations Convention of Jurisdictional Inmunities of States and their
Property», NYIL , 2004, pp. 3-47.

HERZ, M., «La nueva Convención de Naciones Unidas sobre la inmunidad de jurisdicción de los
Estados y sus bienes», REEI , nº 10, 2005, disponible en www.reei.org .

JIMÉNEZ PIERNAS, C., «Estados débiles y Estados fracasados», REDI , vol. 65, 2013, pp. 11-49.

ORAKHELASHVILI, A., «Jurisdictional Immunities of the State (Germany v. Italy; Greece


Intervening)», AJIL , vol. 106, 2012, pp. 609-616.

SALMON, J., «La qualité d’État de la Palestine», RBDI , vol. 45, 2012, pp. 13-40

VACAS FERNÁNDEZ, F., «El reconocimiento y la ratificación del estatuto de la Corte Penal
Internacional por el Estado de Palestina: Un proceso complejo con importantes consecuencias
jurídicas», REEI , nº 30, 2015, disponible en www.reei.org.

2. LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES

2.1. INTRODUCCIÓN

En su condición de instrumento a través del cual los Estados institucionalizan la cooperación


internacional, las Organizaciones Internacionales intergubernamentales son sujetos de derecho
internacional, con una capacidad directamente relacionada con el cumplimiento de las funciones
y fines señalados en su tratado constitutivo. Tienen una personalidad jurídica funcional, pues no
poseen la plenitud de derechos y deberes internacionales como sucede con los Estados, sino que
sus facultades y obligaciones están determinadas por las funciones específicas que le hayan sido
encomendadas. Por consiguiente, el nivel de capacidad jurídica varía de una organización a otra.

En todo caso, su estatuto internacional incluye la capacidad para celebrar tratados con los Estados
o con otros sujetos internacionales, pueden ser sujeto activo y pasivo de responsabilidad
internacional, participar en los procedimientos de arreglo pacífico de las controversias
internacionales y establecer relaciones con los demás sujetos.

2.2. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA REPARACIÓN POR DAÑOS SUFRIDOS AL SERVICIO DE LAS
NACIONES UNIDAS . OPINIÓN CONSULTIVA DE 11 DE ABRIL DE 1949

Las cuestiones que se plantean a la Corte se refieren a la «capacidad para presentar... una
reclamación internacional», por tanto, debemos comenzar definiendo qué debe entenderse por tal
capacidad, considerando las características de la Organización, con el fin de determinar, si en
general, entre ellas se incluye el derecho a presentar una reclamación internacional.

La capacidad de presentar una reclamación internacional, para quienes pueden hacerlo, es la


capacidad de recurrir a los métodos habitualmente reconocidos por el Derecho internacional para el
establecimiento, la presentación y el arreglo de reclamaciones. Entre estos métodos, se puede
mencionar la protesta, la petición de investigación, la negociación y la petición de sometimiento del
asunto a un tribunal arbitral o la Corte, en la medida en que su Estatuto lo permita.
Los Estados poseen ciertamente esta capacidad. Un Estado puede presentar una reclamación
internacional frente a otro. Tal reclamación se presenta como una reclamación entre dos entes
políticos, iguales en derecho, de estructura semejante y ambos sujetos inmediatos del derecho
internacional. Se trata mediante negociaciones y, en el estado actual del derecho relativo a la
jurisdicción internacional, no puede someterse a un tribunal internacional sino con el
consentimiento de los Estados afectados.

Si la Organización dirige a uno de sus miembros una reclamación, ésta será presentada y tratada de
la misma manera. Podrá, en su caso, respaldarse por los medios políticos de los que dispone la
Organización.

De esta forma la organización podrá garantizarse el respeto de sus derechos por el Estado miembro
contra el que reclama.

Pero, ¿en el orden internacional, posee la Organización una naturaleza que comporta la capacidad
para presentar una reclamación internacional? Para responder a esta pregunta, es necesario
dilucidar si la Carta ha dado a la Organización una condición tal que posea frente a los Estados
miembros el derecho de presentar reclamaciones. Es decir, ¿tiene la Organización personalidad
internacional? Esta última expresión es tal vez una expresión de carácter doctrinal que pudiera ser
controvertida, pero aquí se utilizará para referirse a que, si la Organización tiene reconocida esta
personalidad, es una entidad capaz de beneficiarse de obligaciones que se imponen a sus Estados
miembros.

Para responder a esta cuestión, que no se ha resuelto por el tenor literal de la Carta, deben tenerse en
cuenta las características que ésta ha dado a la Organización.

Los sujetos de derecho, en un sistema jurídico, no son necesariamente idénticos en cuanto a su


naturaleza o al alcance de sus derechos, y su naturaleza depende de las necesidades de la
comunidad. El desarrollo del derecho internacional, a lo largo de la historia, ha sido influido por las
exigencias de la vida internacional y el incremento progresivo de las actividades colectivas de los
Estados, que ha hecho surgir ejemplos de acciones acometidas en el plano internacional por sujetos
que no son Estados. Este desarrollo llevó, en 1945, a la creación de una organización internacional,
cuyos propósitos y principios son enunciados en la Carta de las Naciones Unidas. Para satisfacer estos
fines, es indispensable que la Organización tenga personalidad internacional.

La Carta no se ha limitado simplemente a hacer de la Organización creada por ella un centro en el


que se armonicen los esfuerzos de las naciones hacia los fines comunes mencionados (art. 14). La
Carta le ha asignado órganos, le ha dado una función propia. Ha definido la posición de los Miembros
en relación con la Organización, al imponerles la obligación de cooperar plenamente en cualquier
acción emprendida por ella (art. 25), de aceptar y aplicar las decisiones del Consejo de Seguridad, al
autorizar a la Asamblea General a dirigirles recomendaciones, al dotar a la Organización de
capacidad jurídica, privilegios e inmunidades en el territorio de cada uno de sus Miembros, al prever
la celebración de acuerdos entre la Organización y sus Miembros. La práctica, en especial por la
conclusión de tratados en los que la Organización es parte, ha confirmado esta característica de una
Organización colocada, en ocasiones, frente a los Estados miembros y que, en su caso, tiene el deber
de recordarles ciertas obligaciones. A esto se añade que las Naciones Unidas son una Organización
política, con una misión política de carácter muy importante y con una dimensión muy amplia:
mantener la paz y la seguridad internacionales, desarrollar las relaciones de amistad entre las
naciones, realizar la cooperación internacional en el orden económico, social, intelectual o
humanitario (artículo primero), y que actúa por medios políticos respecto de sus Miembros. La
«Convención sobre los privilegios en inmunidades de las Naciones Unidas», de 1946, crea derechos y
deberes entre cada signatario y la Organización (véase en especial la sección 35). Así pues, sería
difícil concebir cómo una convención tal podría desplegar sus efectos si no es en el plano
internacional y entre partes que poseen personalidad internacional.

En opinión de la Corte, la Organización estaba destinada a ejercer funciones y a disfrutar de derechos


–y lo ha hecho– que sólo pueden explicarse si la Organización posee en gran medida personalidad
internacional y capacidad de actuar en el plano internacional. Actualmente es el tipo más elevado de
organización internacional, y no podría responder a las intenciones de sus fundadores si estuviera
desprovista de personalidad internacional. Hay que admitir que sus Miembros, al asignarle ciertas
funciones, con los deberes y las responsabilidades que las acompañan, la han revestido de la
competencia necesaria para permitirle cumplir de manera efectiva con sus funciones.

Por consiguiente, la Corte llega a la conclusión de que la Organización es una persona internacional.
Esto no equivale a decir que es un Estado, lo que no es, o que su personalidad jurídica, sus derechos y
deberes, sean los mismos que los de un Estado. Aún menos puede entenderse en el sentido de que la
Organización sea un «super-Estado», cualquiera sea el significado de esta expresión. Esto tampoco
implica que todos los derechos y deberes del Estado deban encontrarse en el plano internacional [...]
Esto significa que la Organización es un sujeto de Derecho internacional, que tiene capacidad de ser
titular de derechos y deberes internacionales y que puede hacer valer estos derechos mediante
reclamaciones internacionales.

La cuestión a examinar, a continuación, es la de saber si la suma de estos derechos en el plano


internacional comprende el derecho de presentar reclamaciones internacionales de la naturaleza de
las referidas en la presente solicitud de opinión consultiva. Se trata de una reclamación contra un
Estado para obtener una reparación, en razón del perjuicio causado por el perjuicio infligido a un
agente de la Organización en el ejercicio de sus funciones. Mientras un Estado posee la totalidad de
los derechos y deberes que reconocer el Derecho internacional, los derechos y deberes de un ente
como la Organización dependen de sus propósitos y funciones, enunciados explícita o implícitamente
en su instrumento constitutivo y desarrollados en la práctica. Las funciones de la Organización son
de un carácter tal que no podrían alcanzarse en la práctica si tuvieran que llevarse a cabo por los
ministerios de Asuntos Exteriores de los 58 Estados miembros o un número mayor. La Corte concluye
que los Estados miembros han conferido a la Organización capacidad para presentar las
reclamaciones internacionales que sean necesarias para desempeñar sus funciones.

2.3. CONVENCIÓN DE VIENA SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS ENTRE ESTADOS Y


ORGANIZACIONES INTERNACIONALES O ENTRE ORGANIZACIONES INTERNACIONALES, DE 21
DE MARZO DE 1986. ARTÍCULO 6

Capacidad de las organizaciones internacionales para celebrar tratados.– La capacidad de una


organización internacional para celebrar tratados se rige por las reglas de esta organización.

2.4. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE LAS ORGANIZACIONES


INTERNACIONALES, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA LECTURA EN SU 63º PERÍODO DE
SESIONES (2011). ARTÍCULO 3

Todo hecho internacionalmente ilícito de una organización internacional genera su responsabilidad


internacional.

2.5. CONVENCIÓN DE VIENA SOBRE LA REPRESENTACIÓN DE LOS ESTADOS EN SUS RELACIONES


CON LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES DE CARÁCTER UNIVERSAL, DE 14 DE MARZO DE
1975

Artículo 2. Alcance de la presente Convención

1. La presente Convención se aplica a la representación de los Estados en sus relaciones con


cualquier organización internacional de carácter universal y a su representación en conferencias
convocadas por tal organización o bajo sus auspicios, cuando la Convención haya sido aceptada por
el Estado huésped y la Organización haya completado el procedimiento previsto en el artículo 90.

[...]

Artículo 5. Establecimiento de misiones


1. Si las reglas de la Organización lo permiten, los Estados miembros podrán establecer misiones
permanentes para el desempeño de las funciones previstas en el artículo 6.

2. Si las reglas de la Organización lo permiten, los Estados no miembros podrán establecer misiones
permanentes de observación para el desempeño de las funciones previstas en el artículo 7.

3. La Organización notificará al Estado huésped la creación de una misión con antelación a su


establecimiento.

Artículo 6. Funciones de la misión permanente

Las funciones de la misión permanente son, en particular:

a) asegurar la representación del Estado que envía ante la Organización;

b) mantener el enlace entre el Estado que envía y la Organización;

c) celebrar negociaciones con la Organización y dentro del marco de ella;

d) enterarse de las actividades realizadas en la Organización e informar sobre ello al gobierno del
Estado que envía;

e) asegurar la participación del Estado que envía en las actividades de la Organización;

f) proteger los intereses del Estado que envía ante la Organización;

g) fomentar la realización de los propósitos y principios de la Organización cooperando con ella y


dentro del marco de ella.

Artículo 7. Funciones de la misión permanente de observación

Las funciones de la misión permanente de observación son, en particular:

a) asegurar la representación del Estado que envía y salvaguardar sus intereses ante la Organización
y mantener el enlace con ella;

b) enterarse de las actividades realizadas en la Organización e informar sobre ello al gobierno del
Estado que envía;

c) fomentar la cooperación con la Organización y celebrar negociaciones con ella.

[...]

2.6. ACUERDO DE SEDE ENTRE EL REINO DE ESPAÑA Y LA SECRETARÍA DE COOPERACIÓN


IBEROAMERICANA, HECHO EL 25 DE FEBRERO DE 2000

El Reino de España y La Secretaría de Cooperación Iberoamericana.

Teniendo en cuenta que el Protocolo, hecho en La Habana, el 16 de noviembre de 1999, al Convenio


de Bariloche de Cooperación en el Marco de las Cumbres Iberoamericanas, que constituyó la
Secretaría de Cooperación Iberoamericana, establece en su artículo 4.2 que la sede de este organismo
estará situada en la ciudad capital de un Estado miembro de la Conferencia Iberoamericana
designado por los Jefes de Estado y de Gobierno Iberoamericanos.

Tomando en consideración que los Jefes de Estado y de Gobierno de la Conferencia Iberoamericana,


en la reunión de La Habana, de 16 de noviembre de 1999, han designado la ciudad de Madrid como
sede de la Secretaría de Cooperación Iberoamericana.

Dispuestos a proveer un marco jurídico para la regulación de los derechos, inmunidades y privilegios
de la Secretaría de Cooperación Iberoamericana y de sus funcionarios, conforme a lo dispuesto en el
artículo 6.3 del Protocolo.
Han decidido concluir el presente Acuerdo de sede.

Artículo 1. Personalidad jurídica y libertad de acción.

España reconoce la personalidad internacional y la capacidad jurídica de la Secretaría de


Cooperación Iberoamericana (denominada en adelante SECIB ).

España garantiza a la Organización la independencia y la libertad de acción inherentes a su


condición de organismo intergubernamental de carácter internacional.

Artículo 2. Sede de la SECIB.

El Gobierno español se compromete a poner a disposición de la SECIB los locales necesarios para que
pueda ejercer sus funciones. Se compromete, asimismo, a tomar las medidas necesarias para
permitir a la SECIB la utilización de los edificios que integran su sede.

La sede de la SECIB abarca los locales de cuya situación y características estará informado el
Gobierno español.

El desarrollo de este artículo será objeto de los Acuerdos complementarios que ambas partes estimen
oportuno concluir.

Artículo 3. Inviolabilidad.

1. Los locales de la sede de la SECIB serán inviolables, cualquiera que fuese el propietario de los
mismos. Ningún agente de las autoridades españolas podrá entrar en ellos sin consentimiento del
Secretario de Cooperación Iberoamericana o de su representante autorizado.

2. Los archivos de la Organización, su correspondencia oficial y, en general, todos los documentos


que le pertenezcan u obren en su poder y estén destinados a su uso oficial serán inviolables donde
quiera que se encuentren.

3. Los bienes y haberes de la Organización en España estarán exentos de todo género de registro,
requisa, confiscación, expropiación y de cualquier otra medida coactiva de carácter ejecutivo,
administrativo, judicial o legislativo.

4. La Organización se encargará de la vigilancia de los locales de su sede y de mantener el orden


dentro de ella. El Gobierno español adoptará todas las medidas adecuadas para garantizar la
protección de la sede.

Artículo 4. Inmunidad de jurisdicción.

1. La SECIB gozará de inmunidad de toda jurisdicción penal, civil y administrativa, excepto en la


medida en que el Secretario de Cooperación Iberoamericana haya renunciado expresamente a la
inmunidad y, asimismo, excepto en lo que se refiere a acciones civiles iniciadas por terceros contra la
SECIB por daños y perjuicios derivados de accidente de vehículo autorizado perteneciente a la SECIB
y conducido por un funcionario de la misma.

2. La inclusión en un contrato en el que la SECIB sea parte de una cláusula en la que se reconozca la
jurisdicción de un tribunal ordinario español constituirá una renuncia formal a la inmunidad. Sin
embargo, y salvo cláusula expresa en contrario, tal renuncia no se extiende a las medidas de
ejecución.

3. La iniciación por la SECIB de un procedimiento judicial implicará su renuncia a la inmunidad de


jurisdicción en el supuesto de una demanda reconvencional.

[...]

Artículo 10. Estatuto de los representantes de los Estados miembros de la SECIB.

1. Los representantes de los Estados miembros de la SECIB que asistan a las asambleas, conferencias
o reuniones convocadas por ella disfrutarán en España de los siguientes privilegios e inmunidades:
a. Inviolabilidad personal, del lugar de residencia y de todos los objetos propiedad del interesado.

b. Inmunidad de arresto y de detención e inmunidad de jurisdicción con respecto a sus palabras,


escritos y todos los actos ejecutados en el ejercicio de sus funciones oficiales.

c. Facilidades aduaneras para sus efectos personales y exención de la inspección de su equipaje


personal en las mismas condiciones concedidas a los agentes diplomáticos en misión temporal.

d. Exención de toda restricción en materia de inmigración y de formalidades de registro de


extranjeros.

Artículo 11. Estatuto del Secretario de Cooperación Iberoamericana y de los funcionarios de ciertas
categorías.

1. El Secretario de Cooperación Iberoamericana gozará de los privilegios, inmunidades, exenciones y


facilidades concedidos a los Jefes de misión diplomática acreditados en España.

2. El alto funcionario de la SECIB que actúe en nombre del Secretario de Cooperación Iberoamericana
por ausencia o impedimento de éste, gozará, durante ese período, del mismo Estatuto que el
Secretario de Cooperación Iberoamericana y tendrá la misma consideración que los encargados de
negocios ad interim de las misiones diplomáticas acreditadas en España.

3. El Secretario de Cooperación Iberoamericana designará a los funcionarios que, en razón de las


responsabilidades de las funciones que les correspondan, gozarán de los privilegios e inmunidades,
exenciones y facilidades concedidos a los agentes diplomáticos acreditados en España. El número de
estos funcionarios se determinará periódicamente de acuerdo con el Gobierno español.

4. El Secretario de Cooperación Iberoamericana designará a los funcionarios que, en razón de sus


funciones, gozarán de los privilegios e inmunidades, exenciones y facilidades concedidos al personal
administrativo y de servicio de las misiones diplomáticas acreditadas en España. El número de estos
funcionarios se determinará periódicamente de acuerdo con el Gobierno español.

5. Los familiares de las personas a que se refiere este artículo, que convivan con ellas y estén a su
cargo, y que no ejerzan actividad lucrativa alguna, gozarán de los mismos privilegios e inmunidades
que aquéllas.

[...].

Artículo 18. Solución de controversias.

Cualquier controversia relativa a la aplicación o interpretación del presente Acuerdo o de cualquier


otro Acuerdo adicional que pudiera estipularse, si no es resuelta por medio de negociación entre
ambas partes, será sometida para su solución definitiva, a petición de cualquiera de ellas, a un
Tribunal compuesto de tres árbitros. Los árbitros serán nombrados: Uno por el Secretario de
Cooperación Iberoamericana; otro por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España y el tercero por
los otros dos árbitros. Si una de las partes no designara a un árbitro o no se lograra acuerdo sobre la
designación del tercer árbitro (en el plazo de tres meses desde la petición de arbitraje), cualquiera de
las partes podrá pedir al Presidente del Tribunal Internacional de Justicia que designe el árbitro o
árbitros necesarios, según el caso.

[...]

2.7. SENTENCIA TSJ DE MADRID (SALA DE LO SOCIAL), DE 5 DE MAYO DE 2008

SEXTO. [...] Pocas veces la jurisprudencia social se ha enfrentado a cuestiones atinentes a la


inmunidad de jurisdicción, y cuando lo ha hecho ha sido siempre en relación con Estados extranjeros
y sus legaciones representativas, en tanto que la civil ha abordado en ocasiones la prerrogativa de
inmunidad jurisdiccional de los agentes diplomáticos acreditados en nuestro país. Aunque en este
caso se trate de una Organización internacional radicada en España no parece que los criterios
interpretativos elaborados por dicha doctrina resulten ajenos a la cuestión que nos ocupa. En tal
sentido, la sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 1 de diciembre de 1986 señala
que: «(...) Por ello, debemos de acudir para resolver el problema a los siguientes preceptos: a) Artículo
24-1 de la Constitución, que representa un cambio favorable, al romper con la presunción
anteriormente imperante de "in dubio pro inmunitate" , ya que establece el derecho de toda persona a
obtener la tutela efectiva de sus derechos e intereses legítimos, sin que pueda producirse su
indefensión. Derecho equivalente a la afirmación que el texto constitucional hace de que en ningún
supuesto puede producirse la denegación de justicia, al ser la voluntad del constituyente el reconocer
con carácter general el derecho a la jurisdicción. Precepto al que la doctrina del Tribunal
Constitucional y la de esta Sala han dado un alcance amplísimo, que dificulta, si no impide, que algún
órgano jurisdiccional pueda acceder a la solicitud de inmunidad de jurisdicción invocada por un
Estado extranjero en base a textos legales del ordenamiento positivo vigente (ver sentencias de la
Sala de 10 de febrero y 4 de junio del presente año). b) La exposición de motivos del Real Decreto
1654/1980, de 11 de julio, sobre Servicio Contencioso del Estado en el extranjero, afirma que "la
doctrina de la inmunidad absoluta de jurisdicción puede considerarse ya en su etapa final", y que
"hoy en día la mayor parte, si no la totalidad de los Estados, aceptan la teoría restringida de la
inmunidad de jurisdicción, lo que ha producido un aumento de litigios en los que el Estado o sus
órganos, son parte de una jurisdicción extranjera". En su articulado establece las normas de defensa
y de actuación del Estado español cuando es demandado ante Tribunales extranjeros. c) El artículo
25-1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1 de julio de 1985, dispone que en el orden social los
Juzgados y Tribunales españoles serán competentes en "materia de derechos y obligaciones
derivados de contrato de trabajo, cuando los servicios se hayan prestado en España o el contrato se
haya celebrado en territorio español"». En sentido parejo, la sentencia de igual Sala del Alto Tribunal
de 10 de febrero de 1986, a cuyo tenor: «(...) la vigencia de ese principio básico, que fue
históricamente aceptado, está siendo cuestionada en la actualidad por la doctrina científica en base a
la realidad internacional que permite comprobar cómo los Tribunales de Estados extranjeros vienen
decidiendo en la esfera de los "acta iure gestioni ", aunque no en la de los " acta iure imperii ",
cuestiones que afectan (al margen, por tanto, de los litigios entre Estados como sujetos de Derecho
Internacional Público, sometidos a los Tribunales internacionales) a otros Estados soberanos y
concretamente al español».

SÉPTIMO. En síntesis, tenemos una tendencia dominante según la cual el principio de inmunidad de
jurisdicción no tiene carácter absoluto, sino relativo, debiendo considerarse restringido por regla
general a los actos de imperio, que no a los de gestión, desde el mismo momento que su razón de ser
no es otra que la expresada a través del brocado ne impediatur legatio o, en otras palabras, contribuir
a garantizar el ejercicio eficaz de las funciones que, en este caso, competen a la OEI. Con base en
cuanto antecede, no es ocioso recordar ahora que si bien para nuestro Tribunal Constitucional
mereció un juicio positivo de constitucionalidad la inmunidad de jurisdicción de la que, a título
personal, gozan los agentes diplomáticos acreditados en nuestro país, la razón de llegar a esta
conclusión, contraria, en suma, a la lesión que se aducía del artículo 24.1 de nuestra Carta Magna,
fue, precisamente, la existencia de otras vías jurisdiccionales para la defensa de los legítimos
intereses del demandante de amparo, aunque hubieran de seguirse ante los Tribunales del Estado
acreditante.

OCTAVO. Así, el Tribunal Constitucional, en su sentencia 140/1995, de 28 de septiembre, proclama


que: «(...) A los fines de este examen conviene comenzar recordando que desde la primera de sus
Sentencias, la de 16 de enero de 1981, este Tribunal ha afirmado con reiteración la plenitud
jurisdiccional de los Jueces y Tribunales españoles en cuanto exigencia que se deriva del derecho a la
justicia o derecho a la tutela jurisdiccional, "que se califica por la nota de efectividad". Pero también
ha declarado reiteradamente que el art. 24.1 CE no reconoce un derecho incondicional o absoluto a la
prestación jurisdiccional, sino un derecho a obtenerla por las vías procesales existentes y con
sujeción a una concreta ordenación legal (SSTC 19/1981, 49/1983, 113/1990 y 172/1991). Por ello, este
Tribunal ha declarado que, en cuanto se trata de un derecho prestacional, "el de la tutela judicial
efectiva, en sus distintas vertientes, (...) es conformado por las normas legales que determinan su
alcance y contenido concretos y establecen los requisitos y condiciones para su ejercicio" (STC
107/1992). De suerte que el legislador, dentro de su ámbito de configuración legal, puede establecer
límites al pleno acceso a la jurisdicción, al igual que al pleno acceso a la ejecución de sentencias,
siempre y en el bien entendido de que dichos límites sean razonables y proporcionados respecto de
los fines que lícitamente puede perseguir en el marco de la Constitución (STC 107/1992). A lo que cabe
agregar, por último, que confrontados a normas legales que pueden limitar o dificultar el acceso a la
jurisdicción, hemos dicho que su interpretación ha de llevarse a cabo, cuando la norma así lo
permita y sin violentar sus términos, de forma que no se menoscabe o excluya el acceso a la justicia
(SSTC 294/1994, 37/1995, 55/1995 y 58/1995); pues a diferencia de lo que ocurre con la interpretación
de las normas que limitan la admisibilidad de un recurso contra una sentencia dictada en un proceso
celebrado con todas las garantías, en este caso puede quedar afectado el contenido esencial del
derecho constitucional al acceso a la justicia que el art. 24.1 CE garantiza».

NOVENO. La citada sentencia continúa así: «(...) Y aun cuando esta consecuencia haya hoy
desaparecido en las legislaciones, sin embargo la ratio de la inmunidad de jurisdicción en materia
civil continúa siendo la misma, como es generalmente reconocido: Permitir el libre y eficaz ejercicio
de las funciones de la misión diplomática en el Estado receptor (...). En efecto, esta limitación ha de
reputarse legítima desde un punto de vista constitucional pues posee un doble fundamento objetivo y
razonable (...)», finalizando del modo que sigue: «(...) tampoco cabe olvidar que el reconocimiento de
la inmunidad jurisdiccional al Agente diplomático no priva al particular con el que contrata (...) de la
protección judicial, ya que el art. 31.4 del Convenio de Viena de 1961 ha determinado un Tribunal
competente para hacer valer su pretensión, aun cuando éste sea el de otro Estado, al disponer que
"La inmunidad de jurisdicción de un Agente diplomático en el Estado receptor no le exime de la
jurisdicción del Estado acreditante". Lo que implica, en las circunstancias del presente caso, que la
recurrente de amparo pudo hacer valer su pretensión dirigida al pago de la renta ante los Tribunales
italianos. Lo que lleva a estimar, en suma, que el obstáculo que se deriva del art. 31.1 del Convenio de
Viena de 1961 no es desproporcionado o excesivo para el particular, dado que éste puede lograr en
ciertos supuestos el acceso a los órganos jurisdiccionales españoles y, en todo caso, puede recurrir a
los del Estado acreditante».

DÉCIMO. Sin embargo, en el caso enjuiciado dicha alternativa no es posible, habida cuenta que el
artículo 12.5 del Acuerdo de Sede de 24 de junio de 2004 impide por completo al personal que presta
sus servicios para la OEI el acceso a la jurisdicción, tanto española, como de cualquier otro Estado
miembro e, incluso, de ámbito internacional, lo que mal puede casar con el artículo 24.1 de la
Constitución española. Según aquel precepto internacional cualquier controversia que surja entre las
partes «deberá ser sometida al arbitraje de equidad, para su resolución definitiva». Es decir, no es
que se obstaculice o limite el acceso a la justicia, sino que se niega radicalmente. Como expresa el
Tribunal Constitucional en su sentencia 352/2006, de 14 de diciembre, con cita de la 174/1995, de 23
de noviembre: «(...) Con ello se planteaba si resultaba "conforme con la Constitución, concretamente
con sus artículos 24.1 y 117.3 CE, un precepto que establece un sistema de arbitraje institucional e
imperativo, en virtud del cual el acceso a la jurisdicción queda condicionado al consentimiento
expreso, formalizado en un pacto, de todas y cada una de las partes implicadas en una controversia".
Para resolver la cuestión se partía de la premisa de que "el derecho a la tutela judicial efectiva que
reconoce y consagra el art. 24.1 CE se refiere a una potestad del Estado atribuida al poder judicial
consistente en la prestación de la actividad jurisdiccional por Jueces y Tribunales, es decir, como
señala el ATC 701/1988, «por los órganos jurisdiccionales del Estado integrados en el Poder Judicial".
Esta actividad prestacional en que consiste el derecho a obtener la tutela judicial efectiva, permite al
legislador, como hemos declarado reiteradamente, su configuración y la determinación de los
requisitos para acceder a ella, pero también hemos dicho que esa facultad legislativa no puede
incidir en el contenido esencial de ese derecho, "imponiendo para su ejercicio, como declaramos en
la STC 185/1987, obstáculos o trabas arbitrarios o caprichosos que lo dificulten, sin que tal dificultad
esté en modo alguno justificada por el servicio a un fin constitucionalmente lícito". Y añadíamos
seguidamente que "del precepto cuestionado no puede decirse, ciertamente que imponga un
obstáculo arbitrario o caprichoso para acceder a la tutela judicial efectiva, pues responde, como
destacan el Fiscal General y el Abogado del Estado, a la plausible finalidad de fomentar el arbitraje
como medio idóneo para, descargando a los órganos judiciales del trabajo que sobre ellos pesa,
obtener una mayor agilidad a la solución de las controversias de menor cuantía; pero al hacerlo de
forma que no pueda eludirse más que a través de un convenio entre los interesados, establece un
impedimento para el acceso a la tutela judicial contrario al derecho de todas las personas «a obtener
la tutela efectiva de los Jueces y Tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos".
Sobre esta base concluíamos que el sistema establecido en el primer párrafo del art. 38.2 LOTT
entonces enjuiciado resultaba contrario al derecho a la tutela judicial efectiva pues: (...) La norma
entonces declarada inconstitucional "al exigir un pacto expreso para evitar el arbitraje y acceder a la
vía judicial, estaba supeditando el ejercicio del derecho a la tutela judicial efectiva de una de las
partes al consentimiento de la otra" y este "tener que contar con el consentimiento de la parte
contraria para ejercer ante un órgano judicial un pretensión frente a ella" quebrantaba "la esencia
misma de la tutela judicial", vulnerando así las exigencias del art. 24.1 CE en relación con el art. 117.3
CE».

UNDÉCIMO. Si esto era así en aquel supuesto, cuánto más en el que ahora se somete a nuestra
consideración, en el que toda controversia surgida entre la OEI y el personal a su servicio tiene que
ser resuelta, necesaria y definitivamente, por un árbitro «designado de común acuerdo», lo que
supone que sus empleados carezcan, sin más, del derecho de acceso a la jurisdicción o, en otras
palabras, que se les haya privado de obtener justicia ejerciendo en sede judicial sus derechos e
intereses legítimos, no ya en España, sino en cualquier otro Estado. Precisamente por ello, si la
inmunidad de jurisdicción debe entenderse con carácter relativo, que no absoluto; si los actores
tienen nacionalidad española y prestan servicios para la Organización demandada en España, donde
están domiciliados; si la sede central de la OEI radica también en nuestro país, concretamente en
Madrid; si la materia a que se anuda su reclamación ninguna relación guarda con los actos de
imperio propios de aquel Organismo internacional, sino simplemente con la gestión de los recursos
humanos y económicos de que está dotado; y si, por último, de ninguna manera cabe admitir el
impedimento absoluto de acceder a la tutela judicial efectiva que, en su literalidad, conlleva el
artículo 12.5 del Acuerdo de Sede de 24 de junio de 2004, nada cabe objetar a hacer una
interpretación del artículo 5.1 de dicho Tratado internacional más favorable a hacer realidad un
derecho constitucionalizado como fundamental como es el de acceso a la jurisdicción, debiendo
entenderse, por todo lo expuesto, que los Tribunales españoles del orden social sí tienen competencia
judicial internacional para conocer de la controversia material que se plantea en la demanda rectora
de autos, lo que, como es obvio, no significa, como acertadamente razona el Magistrado de instancia
al final del tercer fundamento de su sentencia, anticipar nada «sobre cuál deba ser la legislación
sustantiva aplicable, y eventualmente también sobre la aplicabilidad o no del Estatuto de los
Trabajadores, así como cuál deba ser la normativa reguladora de la relación de servicio de los
demandantes y sus efectos sobre el caso planteado».

DUODÉCIMO. Lo anterior hace que este motivo deba acogerse y, con él, el recurso en su integridad,
sin que haya lugar por ello a la imposición de costas, y con declaración de nulidad de la sentencia
recurrida retrotrayendo las actuaciones al momento en que la misma recayó, para que por el
Juzgador a quo , con absoluta libertad de criterio, mas partiendo del rechazo de la excepción de
inmunidad de jurisdicción opuesta por la Organización internacional demandada, se dicte otra
nueva en la que entre a resolver las demás cuestiones promovidas en la instancia.

2.8. LEY ORGÁNICA 16/2015, DE 27 DE OCTUBRE, SOBRE PRIVILEGIOS E INMUNIDADES DE LOS


ESTADOS EXTRANJEROS, LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES CON SEDE U OFICINA EN
ESPAÑA Y LAS CONFERENCIAS INTERNACIONALES CELEBRADAS EN ESPAÑA. TÍTULO V.
ARTÍCULOS 34-39

TÍTULO V

Privilegios e inmunidades de las organizaciones internacionales con sede u oficina en España

Artículo 34. Inviolabilidad de las organizaciones internacionales.

1. Los locales de las organizaciones internacionales, cualquiera que sea su propietario, sus
archivos, su correspondencia oficial y, en general, todos los documentos que les pertenezcan u
obren en su poder y estén destinados a su uso oficial serán inviolables dondequiera que se
encuentren.
2. Los locales de las organizaciones internacionales, así como todos sus medios de transporte,
bienes y haberes en España no podrán ser objeto de registro, requisa, confiscación, expropiación o
de cualquier otra medida coercitiva de carácter ejecutivo, administrativo, judicial o legislativo.

Artículo 35. Inmunidad de las organizaciones internacionales.

1. En ausencia de acuerdo internacional bilateral o multilateral aplicable, las organizaciones


internacionales gozarán, respecto de toda actuación vinculada al cumplimiento de sus funciones,
de inmunidad de jurisdicción y de ejecución ante los órganos jurisdiccionales españoles de todos
los órdenes, en los términos y condiciones establecidos en la presente Ley Orgánica.

No obstante lo dispuesto en el párrafo anterior, cuando se trate de procedimientos de Derecho


privado o de procesos del ámbito laboral relativos a miembros del personal de las organizaciones
internacionales, estas no podrán hacer valer la inmunidad, salvo que acrediten disponer de un
mecanismo alternativo de resolución de la controversia, ya esté previsto en el tratado constitutivo,
los estatutos, el reglamento interno o en cualquier otro instrumento aplicable de las
organizaciones internacionales.

2. Salvo acuerdo en otro sentido, las organizaciones internacionales no gozarán de la inmunidad


prevista en el apartado 1 en relación con acciones de naturaleza civil iniciadas por terceros por
daños resultantes de accidente causado por vehículos de motor pertenecientes u operados por la
organización en su beneficio o relacionadas con una infracción de tráfico en la que se encuentren
involucrados tales vehículos.

Artículo 36. Personal propio de las organizaciones internacionales.

1. El máximo representante de las organizaciones internacionales en España gozará de la


inmunidad acordada por el Derecho Internacional a los Jefes de misión diplomática, que se
extenderá a los familiares a su cargo que no tengan nacionalidad española ni residencia habitual
en España. Igualmente gozarán de inviolabilidad personal, así como de residencia,
correspondencia y equipaje.

2. La persona que sustituya temporalmente al máximo representante de la organización gozará de


la inmunidad a la que se refiere el apartado anterior durante el periodo de duración de la
sustitución.

3. El resto del personal de las organizaciones internacionales cualquiera que sea su nacionalidad,
gozará de inmunidad de jurisdicción y no podrá ser objeto de ninguna forma de detención en
relación con cualesquiera palabras, escritos y actos ejecutados en el ejercicio de sus funciones.

4. Los expertos y otras personas contratadas por las organizaciones internacionales para el
desempeño de misiones específicas durante un tiempo limitado gozarán de inmunidad de
jurisdicción y no podrán ser objeto de ninguna forma de detención en relación con cualesquiera
palabras, escritos y actos realizados en el ejercicio de sus funciones.

5. La inmunidad de jurisdicción a la que se refiere este artículo subsistirá después de haber cesado
en la condición de representante, miembro del personal, experto o contratado de la organización
por los actos realizados en el ejercicio de sus funciones durante su permanencia en el cargo de
que se trate.

Artículo 37. Consentimiento de las organizaciones internacionales al ejercicio de la jurisdicción


por parte de los órganos jurisdiccionales españoles.
1. Las organizaciones internacionales no podrán hacer valer la inmunidad de jurisdicción ante un
órgano jurisdiccional español respecto de una cuestión en relación con la cual hayan consentido
de forma expresa el ejercicio de dicha jurisdicción:

a) Por acuerdo internacional;

b) En un contrato escrito; o

c) Por una declaración ante el tribunal o por una comunicación escrita en un proceso
determinado.

2. Las organizaciones internacionales no podrán hacer valer la inmunidad de jurisdicción ante un


órgano jurisdiccional español en relación con un determinado proceso:

a) Cuando este haya sido iniciado mediante la interposición de demanda o querella por la propia
organización;

b) Cuando la organización internacional haya realizado cualquier acto relativo al fondo del
proceso;

c) Cuando la organización internacional haya formulado reconvención basada en la misma


relación jurídica o los mismos hechos que la demanda principal; o

d) Cuando se haya formulado reconvención basada en la misma relación jurídica o los mismos
hechos que la demanda presentada por la organización internacional.

3. La inclusión en un contrato en el que sean parte las organizaciones internacionales de una


cláusula en la que se reconozca la jurisdicción de un órgano jurisdiccional ordinario español
constituirá una renuncia a la inmunidad de jurisdicción.

Artículo 38. Comportamientos que no constituyen consentimiento a la jurisdicción.

No se interpretará como consentimiento de la organización internacional al ejercicio de la


jurisdicción por órganos jurisdiccionales españoles respecto de determinado proceso:

a) La intervención de la organización internacional en el proceso para hacer valer la inmunidad;

b) La comparecencia de un representante de la organización internacional en el proceso en


calidad de testigo;

c) La incomparecencia de la organización internacional en el proceso; o

d) El consentimiento expreso o tácito, otorgado por la organización internacional a la aplicación


de la ley española a la cuestión objeto del proceso.

Artículo 39. Revocación del consentimiento.

El consentimiento de la organización internacional al que se refiere el artículo 37 no podrá ser


revocado una vez iniciado el proceso ante un órgano jurisdiccional español.

2.9. LECTURAS RECOMENDADAS

CACHO SÁNCHEZ, Y., «Responsabilidad internacional de las Naciones Unidas por la actividad
ilícita de sus fuerzas de mantenimiento de la paz», REEI , nº 13, 2007, disponible en www.reei.org .

DE BAILLENEIX, J.L., «La personnalité des organisations internationales au crible de son


énonciation», RGDIP , vol. 116, 2012, pp. 579-604

GONZÁLEZ VEGA, J., «Las organizaciones internacionales», Enciclopedia Jurídica Básica (R.
MONTOYA MELGAR dir.), Civitas, Madrid, 1995, pp. 4677-4683.

KLABBERS, J., «The Transformation of International Organizations Law», EJIL , vol. 26, 2015, pp. 9-
82.

LLANOS MANSILLA, H., «Las Organizaciones internacionales como sujetos del Derecho
internacional», Anuario IHLADI , vol. 8, 1987, pp. 97-129.

MANGAS MARTÍN, A., «La contribución de las organizaciones internacionales a la


democratización y gobernabilidad de la sociedad internacional», La calidad de la democracia: las
democracias del siglo XXI , (A. GUERRA, J. F. TEJANOS TORTAJADA coords.), 2009, pp. 439-460.

RICHARD, V., «Les organisations internationales entre responsability et accountability: le régime


de responsabilité esquissé par la CDI est-il adapté aux organisations internationales?», RBDI , vol.
46, 2013, pp. 190-205.

SUR, S., «Les organisations internationales: dynamiques et désenchantements», RGDIP , vol. 116,
2012, pp. 667-674.

3. OTROS SUJETOS INTERNACIONALES: LOS PUEBLOS, LAS MINORÍAS, LA PERSONA


HUMANA Y LAS ONGS

3.1. INTRODUCCIÓN

Junto a los Estados y las Organizaciones Internacionales, en la actualidad existen otros entes que
no sólo son actores de las relaciones internacionales sino que poseen determinadas capacidades
jurídicas atribuidas por el ordenamiento internacional. Entre ellos, los pueblos sometidos a
dominación colonial o extranjera tienen reconocido un estatuto internacional vinculado al
derecho de libre determinación, que en su caso incluye el derecho a constituirse en Estados. Este
mismo derecho se atribuye también a todos los pueblos, pero sólo en su vertiente interna
relacionada con el derecho a la democracia. Además, las minorías y los pueblos indígenas son
objeto de especial consideración con el fin de salvaguardar su identidad.

Por su parte, la persona humana está viendo acrecentado su estatuto como consecuencia de la
progresiva humanización del derecho internacional público. La subjetividad de los individuos se
constriñe a determinados ámbitos, en particular al de la protección de sus derechos humanos y
libertades fundamentales, en el que no sólo disfrutan de un reconocimiento de tales derechos sino
que también se les atribuye un papel dentro del sistema de control del respeto de tales derechos. A
lo que hay que añadir los avances en la exigencia de responsabilidad penal individual por la
comisión de crímenes internacionales, lo que añade una dimensión pasiva a las capacidades
activas previamente atribuidas.

Las Organizaciones Internacionales no Gubernamentales, sin alcanzar subjetividad internacional,


están cada vez más presentes en las relaciones internacionales, asumiendo tareas incluso en los
procedimientos de creación y aplicación de las normas, como se ha puesto de relieve en relación
con la Corte Penal Internacional. De esta forma, las ONGs impulsan y colaboran con los sujetos
tradicionales del derecho internacional.

3.2. PACTO DE DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS; PACTO DE DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES


Y CULTURALES, DE 16 DE DICIEMBRE DE 1966. ARTÍCULO 1

1. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen
libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural.

2. Para el logro de sus fines, todos los pueblos pueden disponer libremente de sus riquezas y recursos
naturales, sin perjuicio de las obligaciones que derivan de la cooperación económica internacional
basada en el principio del beneficio recíproco, así como del derecho internacional. En ningún caso
podrá privarse a un pueblo de sus propios medios de subsistencia.

3. Los Estados Partes en el presente Pacto, incluso los que tienen la responsabilidad de administrar
territorios no autónomos y territorios en fideicomiso, promoverán el ejercicio del derecho de libre
determinación, y respetarán este derecho de conformidad con las disposiciones de la Carta de las
Naciones Unidas.

3.3. PACTO DE DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS, DE 16 DE DICIEMBRE DE 1966. ARTÍCULO 27

En los Estados en que existan minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, no se negará a las personas
que pertenezcan a dichas minorías el derecho que les corresponde, en común con los demás
miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religión y a
emplear su propio idioma.

3.4. DECLARACIÓN SOBRE LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS PERTENECIENTES A MINORÍAS


NACIONALES O ÉTNICAS, RELIGIOSAS Y LINGÜÍSTICAS. A/RES/47/135

La Asamblea General,

Reafirmando que uno de los propósitos básicos de las Naciones Unidas, proclamados en la Carta, es el
desarrollo y el estímulo del respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos,
sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión,

Reafirmando la fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona


humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas,

Deseando promover la realización de los principios enunciados en la Carta, la Declaración Universal


de Derechos Humanos, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, la
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y
discriminación fundadas en la religión o las convicciones y la Convención sobre los Derechos del
Niño, así como en otros instrumentos internacionales pertinentes aprobados a nivel mundial o
regional y los celebrados entre distintos Estados Miembros de las Naciones Unidas,

Inspirada en las disposiciones del artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
relativas a los derechos de las personas pertenecientes a minorías étnicas, religiosas o lingüísticas,

Considerando que la promoción y protección de los derechos de las personas pertenecientes a


minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas contribuyen a la estabilidad política y social de
los Estados en que viven,

Subrayando que la promoción y la realización constantes de los derechos de las personas


pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas, como parte integrante del
desarrollo de la sociedad en su conjunto y dentro de un marco democrático basado en el imperio de
la ley, contribuirían al robustecimiento de la amistad y de la cooperación entre los pueblos y los
Estados,

Considerando que las Naciones Unidas tienen un importante papel que desempeñar en lo que
respecta a la protección de las minorías,

Teniendo presente la labor realizada hasta la fecha dentro del sistema de las Naciones Unidas, en
particular por la Comisión de Derechos Humanos y la Subcomisión de Prevención de
Discriminaciones y Protección de las Minorías, así como por los órganos establecidos de conformidad
con los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales
pertinentes sobre derechos humanos, en cuanto a la promoción y protección de los derechos de las
personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas,

Teniendo en cuenta la importante labor que realizan las organizaciones intergubernamentales y no


gubernamentales en lo que respecta a la protección de las minorías y la promoción y la protección de
los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas,

Reconociendo la necesidad de lograr una aplicación aún más eficiente de los instrumentos
internacionales sobre derechos humanos en lo que respecta a los derechos de las personas
pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas,

Proclama la presente Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías
nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas,

Artículo 1

1. Los Estados protegerán la existencia y la identidad nacional o étnica, cultural, religiosa y


lingüística de las minorías dentro de sus territorios respectivos y fomentarán las condiciones para la
promoción de esa identidad.

2. Los Estados adoptarán medidas apropiadas, legislativas y de otro tipo, para lograr esos objetivos.

Artículo 2

1. Las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas (en lo


sucesivo denominadas personas pertenecientes a minorías) tendrán derecho a disfrutar de su propia
cultura, a profesar y practicar su propia religión, y a utilizar su propio idioma, en privado y en
público, libremente y sin injerencia ni discriminación de ningún tipo.

2. Las personas pertenecientes a minorías tendrán el derecho de participar efectivamente en la vida


cultural, religiosa, social, económica y pública.

3. Las personas pertenecientes a minorías tendrán el derecho de participar efectivamente en las


decisiones que se adopten a nivel nacional y, cuando proceda, a nivel regional respecto de la minoría
a la que pertenezcan o de las regiones en que vivan, de toda manera que no sea incompatible con la
legislación nacional.

4. Las personas pertenecientes a minorías tendrán el derecho de establecer y mantener sus propias
asociaciones.

5. Las personas pertenecientes a minorías tendrán derecho a establecer y mantener, sin


discriminación de ninguno tipo, contactos libres y pacíficos con otros miembros de su grupo y con
personas pertenecientes a otras minorías, así como contactos transfronterizos con ciudadanos de
otros Estados con los que estén relacionados por vínculos nacionales o étnicos, religiosos o
lingüísticos.

Artículo 3

1. Las personas pertenecientes a minorías podrán ejercer sus derechos, incluidos los que se enuncian
en la presente Declaración, individualmente así como en comunidad con los demás miembros de su
grupo, sin discriminación alguna.

2. Las personas pertenecientes a minorías no sufrirán ninguna desventaja como resultado del
ejercicio o de la falta de ejercicio de los derechos enunciados en la presente Declaración.

Artículo 4

1. Los Estados adoptarán las medidas necesarias para garantizar que las personas pertenecientes a
minorías puedan ejercer plena y eficazmente todos sus derechos humanos y libertades
fundamentales sin discriminación alguna y en plena igualdad ante la ley.

2. Los Estados adoptarán medidas para crear condiciones favorables a fin de que las personas
pertenecientes a minorías puedan expresar sus características y desarrollar su cultura, idioma,
religión, tradiciones y costumbres, salvo en los casos en que determinadas prácticas violen la
legislación nacional y sean contrarias a las normas internacionales.

3. Los Estados deberán adoptar medidas apropiadas de modo que, siempre que sea posible, las
personas pertenecientes a minorías puedan tener oportunidades adecuadas de aprender su idioma
materno o de recibir instrucción en su idioma materno.

4. Los Estados deberán adoptar, cuando sea apropiado, medidas en la esfera de la educación, a fin de
promover el conocimiento de la historia, las tradiciones, el idioma y la cultura de las minorías que
existen en su territorio. Las personas pertenecientes a minorías deberán tener oportunidades
adecuadas de adquirir conocimientos sobre la sociedad en su conjunto.

5. Los Estados deberán examinar medidas apropiadas de modo que las personas pertenecientes a
minorías puedan participar plenamente en el progreso y el desarrollo económicos de su país.

[...]

3.5. DECLARACIÓN DE LAS NN UU SOBRE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS.


A/RES/61/295

La Asamblea General ,

Guiada por los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y la buena fe en el
cumplimiento de las obligaciones contraídas por los Estados de conformidad con la Carta,

Afirmando que los pueblos indígenas son iguales a todos los demás pueblos y reconociendo al mismo
tiempo el derecho de todos los pueblos a ser diferentes, a considerarse a sí mismos diferentes y a ser
respetados como tales,

Afirmando también que todos los pueblos contribuyen a la diversidad y riqueza de las civilizaciones y
culturas, que constituyen el patrimonio común de la humanidad,

Afirmando además que todas las doctrinas, políticas y prácticas basadas en la superioridad de
determinados pueblos o individuos o que la propugnan aduciendo razones de origen nacional o
diferencias raciales, religiosas, étnicas o culturales son racistas, científicamente falsas, jurídicamente
inválidas, moralmente condenables y socialmente injustas,

Reafirmando que, en el ejercicio de sus derechos, los pueblos indígenas deben estar libres de toda
forma de discriminación,

Preocupada por el hecho de que los pueblos indígenas han sufrido injusticias históricas como
resultado, entre otras cosas, de la colonización y de haber sido desposeídos de sus tierras, territorios
y recursos, lo que les ha impedido ejercer, en particular, su derecho al desarrollo de conformidad con
sus propias necesidades e intereses,

Reconociendo la urgente necesidad de respetar y promover los derechos intrínsecos de los pueblos
indígenas, que derivan de sus estructuras políticas, económicas y sociales y de sus culturas, de sus
tradiciones espirituales, de su historia y de su filosofía, especialmente los derechos a sus tierras,
territorios y recursos,

Reconociendo también la urgente necesidad de respetar y promover los derechos de los pueblos
indígenas afirmados en tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos con los Estados,

[...]

Destacando que corresponde a las Naciones Unidas desempeñar un papel importante y continuo de
promoción y protección de los derechos de los pueblos indígenas,

Estimando que la presente Declaración constituye un nuevo paso importante hacia el


reconocimiento, la promoción y la protección de los derechos y las libertades de los pueblos
indígenas y en el desarrollo de actividades pertinentes del sistema de las Naciones Unidas en esta
esfera,

[...]

Proclama solemnemente la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos
indígenas, cuyo texto figura a continuación, como ideal común que debe perseguirse en un espíritu
de solidaridad y respeto mutuo:

Artículo 1

Los indígenas tienen derecho, como pueblos o como individuos, al disfrute pleno de todos los
derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos en la Carta de las Naciones Unidas, la
Declaración Universal de Derechos Humanos y las normas internacionales de derechos humanos.

Artículo 2

Los pueblos y los individuos indígenas son libres e iguales a todos los demás pueblos y personas y
tienen derecho a no ser objeto de ningún tipo de discriminación en el ejercicio de sus derechos, en
particular la fundada en su origen o identidad indígenas.

Artículo 3

Los pueblos indígenas tienen derecho a la libre determinación. En virtud de ese derecho determinan
libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.

Artículo 4

Los pueblos indígenas, en ejercicio de su derecho a la libre determinación, tienen derecho a la


autonomía o al autogobierno en las cuestiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así
como a disponer de medios para financiar sus funciones autónomas.

Artículo 5

Los pueblos indígenas tienen derecho a conservar y reforzar sus propias instituciones políticas,
jurídicas, económicas, sociales y culturales, manteniendo a la vez su derecho a participar
plenamente, si lo desean, en la vida política, económica, social y cultural del Estado.

[...]

Artículo 46

1. Nada de lo contenido en la presente Declaración se interpretará en el sentido de que confiere a un


Estado, pueblo, grupo o persona derecho alguno a participar en una actividad o realizar un acto
contrario a la Carta de las Naciones Unidas , ni se entenderá en el sentido de que autoriza o alienta
acción alguna encaminada a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial
o la unidad política de Estados soberanos e independientes.
2. En el ejercicio de los derechos enunciados en la presente Declaración, se respetarán los derechos
humanos y las libertades fundamentales de todos. El ejercicio de los derechos establecidos en la
presente Declaración estará sujeto exclusivamente a las limitaciones determinadas por la ley y con
arreglo a las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos. Esas limitaciones no
serán discriminatorias y serán sólo las estrictamente necesarias para garantizar el reconocimiento y
respeto debidos a los derechos y las libertades de los demás y para satisfacer las justas y más
apremiantes necesidades de una sociedad democrática.

3. Las disposiciones enunciadas en la presente Declaración se interpretarán con arreglo a los


principios de la justicia, la democracia, el respeto de los derechos humanos, la igualdad, la no
discriminación, la buena gobernanza y la buena fe.

3.6. CIDH CASO CASO PUEBLOS KALIÑA Y LOKONO VS. SURINAM . SENTENCIA DE 25 DE
NOVIEMBRE DE 2015 (FONDO, REPARACIONES Y COSTAS)

1. El caso sometido a la Corte . – El 28 de enero de 20141, la Comisión Interamericana de Derechos


Humanos (en adelante «la Comisión» o «la Comisión Interamericana») sometió el caso Pueblos Kaliña
y Lokono (en adelante «los Pueblos Kaliña y Lokono») contra la República de Surinam (en adelante
«el Estado» o «Surinam») ante la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. De
acuerdo con la Comisión, el presente caso se relaciona con la responsabilidad internacional del
Estado por una serie de violaciones de los derechos de los miembros de ocho comunidades de los
pueblos indígenas Kaliña y Lokono del Río Bajo Marowijne, en Surinam. Específicamente, por la
ausencia, hasta la fecha, de un marco normativo que reconozca la personalidad jurídica de los
pueblos indígenas, por lo que esta no ha sido reconocida en favor de los Pueblos Kaliña y Lokono
hasta la actualidad. Asimismo, el Estado no ha establecido las bases normativas que permitan un
reconocimiento del derecho a la propiedad colectiva de las tierras, territorios y recursos naturales de
los pueblos indígenas Kaliña y Lokono. Esta falta de reconocimiento ha sido acompañada por la
emisión de títulos de propiedad individuales a favor de personas no indígenas; el otorgamiento de
concesiones y licencias para la realización de operaciones mineras, y el establecimiento y
continuidad de tres reservas naturales en parte de sus territorios ancestrales. Las violaciones del
derecho a la propiedad colectiva derivadas de esta situación continúan hasta la fecha. Además, ni el
otorgamiento de concesiones y licencias mineras ni el establecimiento y permanencia hasta el día de
hoy de reservas naturales, han sido sometidos a procedimiento alguno de consulta dirigido a obtener
el consentimiento previo, libre e informado de los Pueblos Kaliña y Lokono. Todos estos hechos han
tenido lugar en un contexto de falta de protección judicial y en un marco de desprotección
normativa, debido a que en Surinam no existen recursos efectivos para que los pueblos indígenas
puedan exigir sus derechos.

[...]

100. En atención a los derechos de la Convención alegados en el presente caso, la Corte realizará el
siguiente análisis: 1) Derecho de la Personalidad Jurídica, en relación con los artículos 21, 25, 1.1 y 2
de la Convención Americana; 2) Derecho a la propiedad colectiva y Derechos políticos, en relación
con los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana, y 3) Derecho a la protección judicial, en
relación con los artículos 1.1, 2, 13 y 23 de la Convención Americana. Es preciso señalar que, de
acuerdo con la jurisprudencia de la Corte, las alusiones que se hagan a los estándares sobre los
derechos de los pueblos indígenas, también son aplicables a los pueblos tribales.

DERECHO AL RECONOCIMIENTO DE LA PERSONALIDAD JURÍDICA (ARTÍCULO 3) EN RELACIÓN


CON LOS ARTÍCULOS 1.1, 2, 21 Y 25 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS
HUMANOS

[...]

111. Por su parte, esta Corte toma nota de lo establecido también por diversos organismos
internacionales, tales como: el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la
Organización de las Naciones Unidas (en adelante «ONU»), el Comité de Derechos Humanos de la
ONU, así como el Relator Especial sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, los cuales han
manifestado que el marco jurídico de Surinam no reconoce la personalidad jurídica a los pueblos
indígenas para la protección de sus territorios y recursos naturales.

112. En el presente caso, es un hecho no controvertido que en la actualidad el ordenamiento interno


de Surinam no reconoce la personalidad jurídica a los pueblos indígenas, y en consecuencia carecen
de capacidad para ostentar títulos de propiedad colectivos. Lo anterior, habría sido corroborado por
el Estado en la audiencia y por los representantes indígenas de la Asamblea Nacional de Surinam
durante la diligencia in situ de la delegación de la Corte a la misma.

113. Lo anterior, resulta aún más gravoso con motivo de lo ya dispuesto en la sentencia en el caso del
Pueblo Saramaka de 28 de noviembre de 2007 ( supra párr. 107), que fue reiterado al Estado, para
efectos de dicho caso, mediante Resolución de Cumplimiento de 23 de noviembre de 2011151.

114. En conclusión, ya que el ordenamiento jurídico interno de Surinam no reconoce el ejercicio de la


personalidad jurídica de los pueblos indígenas y tribales de manera colectiva, esta Corte considera
que el Estado ha violado el artículo 3 de la Convención Americana, en perjuicio de los Pueblos Kaliña
y Lokono, en relación con el artículo 2 de la misma. Además, para efectos del presente caso, la falta
de reconocimiento de la personalidad jurídica de los Pueblos Kaliña y Lokono impacta, como será
analizado infra , en la violación de otros derechos reconocidos en los artículos 1.1, 21 y 25 de la
Convención.

[...]

DERECHO A LA PROPIEDAD COLECTIVA (ARTÍCULO 21) Y DERECHOS POLÍTICOS (ARTÍCULO


23) EN RELACIÓN CON LOS ARTÍCULOS 1.1 Y 2 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA

[...]

122. De conformidad con lo dispuesto por esta Corte en el 2007, en el caso del Pueblo Saramaka Vs.
Surinam , la legislación interna de Surinam no reconoce el derecho a la propiedad comunal de los
miembros de sus pueblos tribales y no ha ratificado el Convenio No. 169 de la OIT. No obstante,
Surinam ratificó tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), como el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), y votó a favor de la
Declaración de Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas. El Comité sobre Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, que es el organismo de expertos independientes que supervisa la
implementación del PIDESC por parte de los Estados Parte, ha interpretado el artículo 1 en común de
dichos pactos como aplicable a los pueblos indígenas. Al respecto, en virtud del derecho a la
autodeterminación de los pueblos indígenas conforme a dicho artículo 1, los pueblos podrán
«provee[r] asimismo a su desarrollo económico, social y cultural» y pueden «disponer libremente de
sus riquezas y recursos naturales» para que no se los prive de «sus propios medios de subsistencia».
Conforme al artículo 29.b de la Convención Americana, esta Corte no puede interpretar las
disposiciones del artículo 21 de dicho instrumento en el sentido que limite el goce y ejercicio de los
derechos reconocidos por Surinam en dichos Pactos.

123. Asimismo, el Comité de Derechos Humanos ha analizado las obligaciones de los Estados Parte
del PIDCP, incluido Surinam, bajo el artículo 27 de dicho instrumento y notó que «no se negará a las
personas que pertenezcan a dichas minorías el derecho que les corresponde, en comunidad con los
demás miembros de su grupo, a gozar de su propia cultura, [la cual] podrá consistir en un modo de
vida que está fuertemente asociado con el territorio y el uso de sus recursos naturales. Esto podría
ser particularmente cierto de los miembros de comunidades indígenas que constituyen una
minoría».

124. El análisis anterior sustenta una interpretación del artículo 21 de la Convención Americana al
grado de exigir el derecho de los integrantes de los pueblos indígenas y tribales a que determinen y
gocen, libremente, de su propio desarrollo social, cultural y económico, el cual incluye el derecho a
gozar de la particular relación espiritual con el territorio que han usado y ocupado tradicionalmente.
Por ello, en el presente caso, el derecho a la propiedad protegido conforme al artículo 21 de la
Convención Americana, e interpretado a la luz de los derechos reconocidos en los artículos 1 en
común y 27 del PIDCP, los cuales no podrán ser restringidos al interpretar la Convención Americana
en el presente caso, confiere a los integrantes de los Pueblos Kaliña y Lokono el derecho al goce de su
propiedad de conformidad con su tradición comunitaria.

125. Aplicando el criterio mencionado al presente caso, la Corte, concluye que los Pueblos Kaliña y
Lokono conformados como pueblos indígenas, se encuentran protegidos por el derecho internacional
de los derechos humanos que garantiza el derecho al territorio colectivo que han usado y ocupado
tradicionalmente, derivado del uso y ocupación de la tierra y de los recursos necesarios para su
subsistencia física y cultural y, asimismo, que el Estado tiene la obligación de adoptar medidas
especiales para reconocer, respetar, proteger y garantizar a sus integrantes el derecho de propiedad
comunal respecto de dicho territorio.

126. Asimismo, la Corte considera importante resaltar que si bien las partes no han alegado la
violación del artículo 23 de la Convención durante el procedimiento ante este Tribunal, estima
pertinente aplicar el principio iura novit curia , el cual «permite estudiar la posible violación de las
normas de la Convención que no han sido alegadas en los escritos presentados por las partes,
siempre y cuando éstas hayan tenido la oportunidad de expresar sus respectivas posiciones en
relación con los hechos que las sustentan». Por lo que la Corte se pronunciará respecto de este
derecho.

127. En vista de lo anterior, a la luz de los alegatos de las partes, la Corte constata que las violaciones
alegadas se relacionan con cuatro controversias principales: a) la falta de reconocimiento del
derecho a la propiedad colectiva y la ausencia de delimitación, demarcación y titulación de las tierras
ancestrales de los pueblos indígenas Kaliña y Lokono; b) el otorgamiento de títulos de propiedad y de
otra naturaleza a personas no indígenas dentro del territorio reclamado por los Pueblos Kaliña y
Lokono; c) las afectaciones en el uso y goce de las áreas de las reservas naturales dentro de los
alegados territorios tradicionales, y d) la falta de participación efectiva, a través de un proceso de
consulta frente a las concesiones mineras dentro de una de las reservas naturales en el territorio
ancestral.

[...]

B.2 La falta de reconocimiento del derecho a la propiedad colectiva de los pueblos indígenas
Kaliña y Lokono

B.2.1 El derecho a la propiedad colectiva y el deber de delimitar, demarcar, titular y


garantizar el uso y goce del territorio colectivo

129. La Corte recuerda su jurisprudencia en la materia, en el sentido que el artículo 21 de la


Convención Americana protege la estrecha vinculación que los pueblos indígenas guardan con sus
tierras, así como con los recursos naturales de las mismas y los elementos incorporales que se
desprendan de ellos. «Entre los pueblos indígenas existe una tradición comunitaria sobre la
propiedad colectiva de la tierra, en el sentido de que la pertenencia a ésta no se centra en un
individuo sino en el grupo y su comunidad. Tales nociones del dominio y de la posesión sobre las
tierras no necesariamente corresponden a la concepción clásica de propiedad, pero la Corte ha
establecido que merecen igual protección del artículo 21 de la Convención Americana. Desconocer
las versiones específicas del ejercicio del derecho al uso y goce de los bienes, dadas por la cultura,
usos, costumbres y creencias de cada pueblo, equivaldría a sostener que solamente existe una forma
de usar y disponer de los bienes, lo que a su vez significaría hacer ilusoria la protección de tal
disposición para estos colectivos».

130. La Corte ha considerado que los indígenas, por el hecho de su propia existencia tienen derecho a
vivir libremente en sus territorios. Asimismo, la estrecha relación que los indígenas mantienen con la
tierra debe ser reconocida y comprendida como la base fundamental de su cultura, vida espiritual,
integridad y sistema económico. «Para las comunidades indígenas la relación con la tierra no es
meramente una cuestión de posesión y producción sino un elemento material y espiritual del que
deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo a las
generaciones futuras». La cultura de los miembros de las comunidades indígenas corresponde a una
forma de vida particular de ser, ver y actuar en el mundo, constituido a partir de su estrecha relación
con sus tierras tradicionales y recursos naturales, no sólo por ser estos su principal medio de
subsistencia, sino además porque constituyen un elemento integrante de su cosmovisión, religiosidad
y, por ende, de su identidad cultural, por lo que la protección y garantía del derecho al uso y goce de
su territorio, es necesaria para garantizar no sólo la supervivencia sino el desarrollo y evolución
como pueblo de estas comunidades.

131. A lo largo de su jurisprudencia en la materia, la Corte ha enfatizado la relevancia de garantizar


la protección del carácter colectivo de la propiedad indígena (supra párr. 129). Al respecto, en los
casos paraguayos de las comunidades Yakye Axa, Sawhoyamaxa y Xákmok Kásek se estableció que: a)
la posesión tradicional de los indígenas sobre sus tierras tiene efectos equivalentes al título de pleno
dominio que otorga el Estado, por lo que el área poseída en la práctica es equivalente a la propiedad;
b) los miembros de los pueblos indígenas que por causas ajenas a su voluntad han salido o perdido la
posesión de sus tierras tradicionales mantienen el derecho de propiedad sobre las mismas, aún a
falta de título legal, salvo cuando las tierras hayan sido legítimamente trasladadas a terceros de
buena fe, y c) los miembros de los pueblos indígenas que involuntariamente han perdido la posesión
de sus tierras, y éstas han sido trasladadas legítimamente a terceros inocentes, tienen el derecho de
recuperarlas o a obtener otras tierras de igual extensión y calidad.

132. Por su parte, en cuanto a las garantías del uso y goce de la propiedad, en el caso de la Comunidad
Mayagna (Sumo) Awas Tingni Vs. Nicaragua la Corte señaló que los Estados deben garantizar la
propiedad efectiva de los pueblos indígenas y abstenerse de realizar actos que puedan llevar a que
los agentes del propio Estado, o terceros que actúen con su aquiescencia o su tolerancia, afecten la
existencia, valor, uso o goce de su territorio. En el caso del Pueblo Saramaka Vs. Surinam se estableció
que los Estados deben garantizar el derecho de los pueblos indígenas de controlar efectivamente y
ser propietarios de su territorio sin ningún tipo de interferencia externa de terceros. En el caso
Sarayaku Vs. Ecuador se dispuso que los Estados deben garantizar el derecho de los pueblos
indígenas y tribales para el control y uso de su territorio y recursos naturales.

B.2.1.1 Respecto de la falta de delimitación, demarcación y titulación en el caso

133. La Corte ha establecido que, en atención al principio de seguridad jurídica, es necesario


materializar los derechos territoriales de los pueblos indígenas a través de la adopción de medidas
legislativas y administrativas necesarias para crear un mecanismo efectivo de delimitación,
demarcación y titulación, que reconozca tales derechos en la práctica. Lo anterior, considerando que
el reconocimiento de los derechos de propiedad comunal indígena debe garantizarse a través del
otorgamiento de un título de propiedad formal, u otra forma similar de reconocimiento estatal, que
otorgue seguridad jurídica a la tenencia indígena de la tierra frente a la acción de terceros o de los
agentes del propio Estado, y que este «reconocimiento meramente abstracto o jurídico de las tierras,
territorios o recursos indígenas carece prácticamente de sentido si no se [establece, delimita y
demarca] físicamente la propiedad».

134. Al respecto, en el caso del Pueblo Saramaka la Corte determinó que el marco legal del Estado de
Surinam «meramente le otorga[ba] a los integrantes del pueblo [...] un privilegio para usar la tierra,
el cual no le garantiza[ba] el derecho de controlar efectivamente y ser propietarios de su territorio
sin ningún tipo de interferencia externa [... Por tanto,] [a] fin de obtener [un] título, el territorio que
los miembros de [los] pueblo[s] [...] han usado y ocupado tradicionalmente debe ser primero
demarcado y delimitado, a través de consultas realizadas con dicho pueblo y con los pueblos
vecinos».

[...]

138. La Corte ha establecido que los derechos territoriales de los pueblos indígenas «abarcan un
concepto más amplio y diferente que está relacionado con el derecho colectivo a la supervivencia
como pueblo organizado, con el control de su hábitat como una condición necesaria para la
reproducción de su cultura, para su propio desarrollo y para llevar a cabo sus planes de vida». «La
propiedad sobre la tierra garantiza que los miembros de las comunidades indígenas conserven su
patrimonio cultural».
139. Cabe precisar, que para efectos de la delimitación, demarcación y titulación del territorio
tradicional en el presente caso, la Corte estima que el derecho a la propiedad de los pueblos
indígenas y tribales contempla garantías plenas sobre los territorios que tradicionalmente han
poseído, ocupado, y utilizado para ejercer su propia forma de vida, subsistencia, tradiciones, cultura
y desarrollo como pueblos. Sin perjuicio de lo anterior, existirían otras áreas tradicionales
complementarias o adicionales a las que hayan tenido acceso para sus actividades tradicionales o de
subsistencia (que en su caso pueden compartir otros fines), respecto de las que se debe garantizar, al
menos, su acceso y uso en la medida de lo que corresponda.

[...]

141. Sin perjuicio de lo anterior, siendo que es un deber del Estado delimitar los territorios
tradicionales, corresponde a éste, mediante un proceso consultivo y a través de las medidas
necesarias de carácter administrativo y legales, conforme a los estándares internacionales en la
materia, primeramente delimitar los territorios que le corresponden a los Pueblos Kaliña y Lokono,
de conformidad con el párrafo 139 de esta Sentencia, para así proceder a demarcarlos y titularlos,
garantizando su uso y goce efectivo. Para ello, el Estado también debe respetar los derechos que le
puedan asistir a los pueblos tribales o sus miembros en el área. Para ello, el Estado deberá
desarrollar, de común acuerdo con las comunidades indígenas y maroons, reglas de convivencia
pacíficas y armoniosas en el territorio en cuestión.

142. En vista de lo señalado, la falta de delimitación, demarcación y titulación de los territorios de los
Pueblos Kaliña y Lokono por parte del Estado ha violado el derecho a la propiedad colectiva,
reconocido en el artículo 21 de la Convención Americana, y el deber de adoptar medidas de derecho
interno, establecido en el artículo 2 de la misma, en perjuicio de tales pueblos.

B.2.2 Respecto del derecho a solicitar la reivindicación del territorio ante la existencia de
títulos individuales a favor de terceros no indígenas ni tribales

143. En el presente apartado, corresponde al Tribunal analizar las alegadas afectaciones con motivo
de la titulación a terceros en el territorio reclamado como tradicional por los Pueblos Kaliña y
Lokono y con ello determinar sí, en su caso, les asiste el derecho a la reivindicación en su favor. Por
ello, el Tribunal considerará la existencia de dichos títulos, la posesión de las tierras reclamadas, la
vigencia del derecho de reivindicación, así como la ponderación entre los derechos a la propiedad
privada y colectiva.

[...]

149. Al respecto, la constante jurisprudencia de la Corte ha establecido que los pueblos indígenas y
tribales que involuntariamente han perdido sus tierras tradicionales, y éstas han sido trasladas
legítimamente a terceros inocentes, tienen el derecho a solicitar la reivindicación o a obtener otras
tierras de igual extensión y calidad.

150. De igual manera, tal cómo se estableció en los casos de las comunidades indígenas de Moiwana,
Yakye Axa, Sawhoyamaxa y Xákmok Kásek , la base espiritual y material de la identidad de los
pueblos indígenas se sustenta principalmente en su relación única con sus tierras tradicionales, por
lo que mientras esa relación exista, el derecho a solicitar la reivindicación de dichas tierras
permanecerá vigente. Si esta relación hubiera dejado de existir, también se extinguiría ese derecho.
En este sentido, la Corte analizará el derecho de los Pueblos Kaliña y Lokono a solicitar la
reivindicación de sus territorios tradicionales.

151. Para determinar la existencia de la relación de los pueblos indígenas con sus tierras
tradicionales, la Corte ha establecido que: i) ésta puede expresarse de distintas maneras según el
pueblo indígena del que se trate y las circunstancias concretas en que se encuentre, y ii) la relación
con las tierras debe ser posible. Algunas formas de expresión de esta relación podrían incluir el uso o
presencia tradicional, a través de lazos espirituales o ceremoniales; asentamientos o cultivos
esporádicos; caza, pesca o recolección estacional o nómada; uso de recursos naturales ligados a sus
costumbres, y cualquier otro elemento característico de su cultura. El segundo elemento implica que
los miembros de los pueblos indígenas no se vean impedidos, por causas ajenas a su voluntad, a
realizar aquellas actividades que revelan la persistencia de la relación con sus tierras tradicionales.

[...]

155. Sin perjuicio de lo anterior, la Corte reitera su jurisprudencia en el sentido que tanto la
propiedad privada de los particulares como la propiedad colectiva de los miembros de las
comunidades indígenas tienen la protección convencional que les otorga el artículo 21 de la
Convención Americana. Sobre el particular, la Corte ha señalado que cuando existan conflictos de
intereses en las reivindicaciones indígenas, o el derecho a la propiedad comunal indígena y la
propiedad privada particular entran en contradicciones reales o aparentes, habrá de valorarse caso
por caso la legalidad, necesidad, proporcionalidad y el logro de un objetivo legítimo en una sociedad
democrática196 (utilidad pública e interés social), para restringir el derecho de propiedad privada,
por un lado, o el derecho a las tierras tradicionales, por el otro, sin que la limitación a este último,
implique la denegación de su subsistencia como pueblo. El contenido de cada uno de estos
parámetros ha sido definido por el Tribunal en su jurisprudencia ( Caso Comunidad indígena Yakye
Axa y en adelante ).

156. En este sentido, a la Corte no le corresponde decidir si el derecho a la propiedad colectiva de los
Pueblos Kaliña y Lokono debe primar sobre el derecho a la propiedad privada, por cuanto no es un
tribunal de derecho interno que dirime las controversias entre particulares. Esa tarea corresponde
exclusivamente al Estado, sin discriminación alguna y tomando en cuenta los criterios y
circunstancias anteriormente señaladas, entre ellas, la relación especial que los pueblos indígenas
tienen con sus tierras.

157. Asimismo, el Tribunal considera que el hecho de que las tierras reclamadas estén en manos
privadas, no constituye per se un motivo suficiente para denegar prima facie las solicitudes
indígenas. Ello, posicionaría a los pueblos indígenas en una situación vulnerable donde los derechos
a la propiedad individual pueden triunfar sobre los derechos a la propiedad comunal, debido a la
sola existencia de títulos en favor de los primeros, en detrimento de los segundos, como lo ocurrido
en casos como Tjang A Sjin v. Zaalman y Celientje Martina Joeroeja-Koewie y otros v. Surinam &
Surinam Stone & Industries N.V. ( supra párrs. 62 a 64).

158. Lo anteriormente señalado, no significa que siempre que estén en conflicto los intereses
territoriales particulares o estatales y los intereses territoriales de los miembros de las comunidades
indígenas, prevalezcan los últimos por sobre los primeros. Por ello, si el Estado se ve imposibilitado,
por razones objetivas, concretas y justificadas de adoptar medidas para devolver el territorio
tradicional y los recursos comunales a los Pueblos Kaliña y Lokono205, luego de que se haya
valorado adecuadamente conforme a lo indicado en esta Sentencia la posibilidad de expropiación de
los territorios de terceros, podrá el Estado ofrecer tierras alternativas de igual o mayor extensión y
calidad, el pago de una justa indemnización o ambos y de manera consensuada con los pueblos
interesados ( infra párr. 281).

159. Sin perjuicio de lo anterior, el Estado deberá desarrollar, de común acuerdo con los Pueblos
Kaliña y Lokono y los terceros, reglas de convivencia pacífica y armoniosas en las tierras en cuestión,
que respeten los usos y costumbres de dichos pueblos y garanticen su acceso al río Marowijne ( infra
párr. 283).

160. Con base en lo expuesto, la Corte concluye que el Estado de Surinam tenía conocimiento de los
reclamos de reivindicación de tierras de los Pueblos Kaliña y Lokono y continuó emitiendo títulos de
propiedad y arrendamiento en favor de terceros privados, al menos hasta el 2013, a pesar de dichos
reclamos concretos. Asimismo, el Tribunal reitera que la falta de delimitación, demarcación y
titulación en favor de los Pueblos Kaliña y Lokono, potenció la continuidad de la emisión de títulos,
sin que existiera en el fuero interno un recurso que les permitiera lograr la protección de sus
derechos ( infra , párr. 268), lo anterior en contravención del deber de garantía del artículo 21 de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma.

[...]

VI-III DERECHO A LA PROTECCIÓN JUDICIAL (ARTÍCULO 25) EN RELACIÓN CON LOS


ARTÍCULOS 13, 1.1 Y 2 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA

[...]

240. En lo que respecta a pueblos indígenas y tribales, la jurisprudencia de este Tribunal ha señalado
que los Estados tienen el deber de establecer procedimientos adecuados en el marco del
ordenamiento jurídico interno para procesar las reivindicaciones de tierras de los pueblos indígenas,
derivado de la obligación general de garantía que establecen los artículos 1 y 2 de la Convención. De
esta forma, los recursos ofrecidos por el Estado deben suponer una posibilidad real para que las
comunidades indígenas y tribales puedan defender sus derechos y puedan ejercer el control efectivo
de su territorio.

[...]

251. En este sentido, la Corte estima que conforme a la jurisprudencia del Tribunal, así como de otros
estándares internacionales en la materia, los recursos internos, deben ser interpretados y aplicados
con el fin de garantizar los derechos humanos de los pueblos indígenas, tomando en cuenta los
siguientes criterios:

1. reconocimiento de la personalidad jurídica colectiva, en tanto pueblos indígenas y tribales, así


como de la personalidad jurídica individual, como miembros integrantes de dichos pueblos;

2. otorgamiento de capacidad legal para interponer acciones administrativas, judiciales o de


cualquier otra índole de manera colectiva, a través de sus representantes, o en forma individual,
tomando en cuenta sus costumbres y características culturales;

3. garantía de acceso a la justicia de las víctimas -en tanto miembros de un pueblo indígena o tribal-
sin discriminación y conforme a las reglas del debido proceso, por lo que el recurso disponible
deberá ser:

a) accesible, sencillo y dentro de un plazo razonable. Ello implica, entre otras cosas, el
establecimiento de medidas especiales para asegurar el acceso efectivo y eliminación de obstáculos
de acceso a la justicia, a saber:

i) asegurar que los miembros de la comunidad puedan comprender y hacerse comprender en los
procedimientos legales iniciados, facilitándoles intérpretes u otros medios eficaces para tal fin;

ii) proporcionar el acceso a los pueblos indígenas y tribales a asistencia técnica y legal en relación
con su derecho a la propiedad colectiva, en el supuesto de que estos se encontrasen en una situación
de vulnerabilidad que les impediría conseguirla, y

iii) facilitar el acceso físico a las instituciones administrativas y judiciales, o a los organismos
encargados de garantizar el derecho a la propiedad colectiva de los pueblos indígenas y tribales, así
como facilitar la participación de los pueblos en el desarrollo de los procesos judiciales,
administrativos o de cualquier otra índole, sin que ello les implique hacer esfuerzos desmedidos o
exagerados, ya sea debido a las distancias o a las vías de acceso a dichas instituciones, o a los altos
costos en virtud de los procedimientos.

b) adecuado y efectivo para proteger, garantizar y promover los derechos sobre sus territorios
indígenas, a través de los cuales se puedan llevar a cabo los procesos de reconocimiento,
delimitación, demarcación, titulación y, en su caso, de garantía del uso y goce de sus territorios
tradicionales;

4. otorgamiento de una protección efectiva que tome en cuenta las particularidades propias que los
diferencian de la población en general y que conforman su identidad cultural295, sus características
económicas y sociales, su posible situación de vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores,
usos y costumbres, así como su especial relación con la tierra, y

5. respeto de los mecanismos internos de decisión de controversias en materia indígena, los cuales se
encuentren en armonía con los derechos humanos.
[...]

258. De esta forma, la Corte considera que las actuaciones y omisiones de las autoridades estatales en
los procedimientos judiciales y peticiones analizadas en el presente apartado, no han dado
respuestas adecuadas y efectivas a los reclamos planteados, por lo que no han mostrado una
posibilidad real para que los Pueblos Kaliña y Lokono alcancen la reivindicación de sus territorios
ancestrales.

[...]

268. En vista de lo anteriormente señalado, el Tribunal concluye que las disposiciones internas antes
mencionadas no proporcionaron recursos legales adecuados y efectivos para proteger a los
miembros de los Pueblos Kaliña y Lokono contra actos que violan su derecho a la propiedad, los
procedimientos judiciales y las peticiones interpuestas no resultaron efectivas para tal efecto, y el
Estado no otorgó la información solicitada por los representantes ni fundamentó la imposibilidad de
entrega de la misma. Por ello, el Estado es responsable por la violación del derecho a la protección
judicial establecido en el artículo 25 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1, 2
y 13 del mismo instrumento.

[...]

VIII

PUNTOS RESOLUTIVOS

329. Por tanto,

LA CORTE

DECLARA,

Por seis votos a favor y uno en contra, que

1. El Estado es responsable por la violación del derecho al reconocimiento de la personalidad


jurídica, contemplado en el artículo 3 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1,
2, 21 y 25 de la misma, en perjuicio de los Pueblos Kaliña y Lokono y sus miembros, en los términos
de los párrafos 105 a 114 de la presente Sentencia.

Disiente el Juez Pérez Pérez.

Por seis votos a favor y uno en contra, que

2. El Estado es responsable por la violación del derecho a la propiedad colectiva y los derechos
políticos, reconocidos en los artículos 21 y 23 de la Convención Americana, en relación con los
artículos 1.1 y 2 de la misma, en perjuicio de los Pueblos Kaliña y Lokono y sus miembros, en los
términos de los párrafos 122 a 230 de la presente Sentencia.

Disiente el Juez Pérez Pérez.

Por seis votos a favor y uno en contra, que

3. El Estado es responsable por la violación del derecho a la protección judicial, reconocido en el


artículo 25 de la Convención Americana, en relación con los artículos 1.1, 2 y 13 de la misma, en
perjuicio de los Pueblos Kaliña y Lokono y sus miembros, en los términos de los párrafos 237 a 268 de
la presente Sentencia.

Disiente el Juez Pérez Pérez.

Y DISPONE,

Por unanimidad, que:


4. Esta Sentencia constituye por sí misma una forma de reparación.

5. El Estado deberá otorgar a los Pueblos Kaliña y Lokono el reconocimiento legal de la personalidad
jurídica colectiva, en los términos establecidos en el párrafo 279.i.a de la presente Sentencia.

6. El Estado deberá delimitar, demarcar y otorgar título colectivo del territorio tradicional a los
miembros de los Pueblos Kaliña y Lokono, así como garantizar su uso y goce efectivo, tomando en
cuenta los derechos que asisten a otros pueblos tribales en la zona, en los términos establecidos en
los párrafos 279.i.b, 284 y 285 de la presente Sentencia.

7. El Estado deberá, a través de sus autoridades competentes, establecer la manera como se


protegerán los derechos territoriales de los Pueblos Kaliña y Lokono en caso de que las tierras
reclamadas sean propiedad del Estado o de terceros, en los términos establecidos en los párrafos 280
a 285 de la presente Sentencia.

8. El Estado deberá adoptar las medidas adecuadas para que se garantice el acceso, uso y
participación efectiva en favor de los Pueblos Kaliña y Lokono en las reservas naturales de Galibi y
Wane Kreek, en los términos establecidos en el párrafo 286 de la presente Sentencia.

9. El Estado deberá adoptar las medidas necesarias para que no se lleven a cabo actividades que
puedan afectar su territorio tradicional, en particular en la reserva de Wane Kreek, mientras no se
garanticen los proceso referidos para la participación efectiva de los Pueblos Kaliña y Lokono, en los
términos establecidos en el párrafo 287 de la presente Sentencia.

10. El Estado deberá implementar las acciones suficientes y necesarias con el fin de rehabilitar la
zona afectada en la Reserva Natural de Wane Kreek, en los términos establecidos en los párrafos 290
a 291 de la presente Sentencia.

11. El Estado deberá crear un fondo de desarrollo comunitario a favor de los miembros de los
Pueblos Kaliña y Lokono, en los términos y plazos establecidos en los párrafos 295 a 299 de la
presente Sentencia.

12. El Estado deberá poner en marcha los mecanismos necesarios de coordinación entre instituciones
con el fin de velar por la efectividad de las medidas antes dispuestas, dentro del plazo de tres meses a
partir de la notificación del Fallo, en los términos de lo establecido en los párrafos 285, 290, 291, 295 y
299 de la presente Sentencia.

13. El Estado deberá adoptar las medidas necesarias con el fin de reconocer la personalidad jurídica
colectiva de los pueblos indígenas y tribales en Surinam, en los términos establecidos en el párrafo
305.a de la presente Sentencia.

14. El Estado deberá adoptar todas las medidas necesarias para crear un mecanismo efectivo de
delimitación, demarcación y titulación de los territorios de los pueblos indígenas y tribales en
Surinam, en los términos establecidos en el párrafo 305.b de la presente Sentencia.

15. El Estado deberá adoptar las medidas necesarias para crear o adecuar sus recursos internos con
el fin de garantizar de manera efectiva el acceso a la justicia de los pueblos indígenas y tribales de
manera colectiva, en los términos establecidos en el párrafo 305.c de la presente Sentencia.

16. El Estado deberá adoptar las medidas necesarias con el fin de garantizar: a) procesos efectivos de
participación efectiva para los pueblos indígenas y tribales en Surinam; b) la realización de estudios
de impacto ambiental y social, y c) la repartición de beneficios, de ser el caso, en los términos
establecidos en los párrafos 305.d de la presente Sentencia.

17. El Estado deberá implementar los programas o cursos permanentes relacionados con los
derechos humanos de los pueblos indígenas y tribales, en los términos establecidos en el párrafo 309
de la presente Sentencia.

18. El Estado deberá realizar las publicaciones y transmisión radial en los términos establecidos en
los párrafos 312 a 313 de la presente Sentencia.
19. El Estado debe pagar las cantidades fijadas en el párrafo 323 de la presente Sentencia por
concepto de reintegro de costas y gastos, dentro del plazo de seis meses contado a partir de la
notificación de la misma.

20. El Estado debe, dentro del plazo de un año contado a partir de la notificación de la presente
Sentencia, rendir al Tribunal un informe sobre las medidas adoptadas para cumplir con la misma.

21. La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en ejercicio de sus atribuciones y
en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y
dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo
dispuesto en la misma.

Los jueces, Humberto Antonio Sierra Porto y Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot, hicieron conocer a
la Corte su voto concurrente conjunto, y el juez Alberto Pérez Pérez su voto parcialmente disidente,
los cuales acompañan esta Sentencia.

Emitida en inglés y español, el texto en español siendo el auténtico, en San José, Costa Rica, el 25 de
noviembre de 2015.

3.7. ESTATUTO DE LA CPI, HECHO EN ROMA EL 17 DE JULIO DE 1998

Artículo 1. La Corte

Se instituye por el presente una Corte Penal Internacional («la Corte»). La Corte será una institución
permanente, estará facultada para ejercer su jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes
más graves de trascendencia internacional de conformidad con el presente Estatuto y tendrá
carácter complementario de las jurisdicciones penales nacionales. La competencia y el
funcionamiento de la Corte se regirán por las disposiciones del presente Estatuto.

[...]

Artículo 5. Crímenes de la competencia de la Corte

1. La competencia de la Corte se limitará a los crímenes más graves de trascendencia para la


comunidad internacional en su conjunto. La Corte tendrá competencia, de conformidad con el
presente Estatuto, respecto de los siguientes crímenes:

a) El crimen de genocidio;

b) Los crímenes de lesa humanidad;

c) Los crímenes de guerra;

d) El crimen de agresión.

[...]

Artículo 15. El Fiscal

1. El Fiscal podrá iniciar de oficio una investigación sobre la base de información acerca de un
crimen de la competencia de la Corte.

2. El Fiscal analizará la veracidad de la información recibida. Con tal fin, podrá recabar más
información de los Estados, los órganos de las Naciones Unidas, las organizaciones
intergubernamentales o no gubernamentales u otras fuentes fidedignas que considere apropiadas y
podrá recibir testimonios escritos u orales en la sede de la Corte.

3. El Fiscal, si llegare a la conclusión de que existe fundamento suficiente para abrir una
investigación, presentará a la Sala de Cuestiones Preliminares una petición de autorización para ello,
junto con la documentación justificativa que haya reunido. Las víctimas podrán presentar
observaciones a la Sala de Cuestiones Preliminares, de conformidad con las Reglas de Procedimiento
y Prueba.

[...]

6. Si, después del examen preliminar a que se refieren los párrafos 1 y 2, el Fiscal llega a la
conclusión de que la información presentada no constituye fundamento suficiente para una
investigación, informará de ello a quienes la hubieren presentado. Ello no impedirá que el Fiscal
examine a la luz de hechos o pruebas nuevos, otra información que reciba en relación con la misma
situación.

[...]

Artículo 25. Responsabilidad penal individual

1. De conformidad con el presente Estatuto, la Corte tendrá competencia respecto de las personas
naturales.

2. Quien cometa un crimen de la competencia de la Corte será responsable individualmente y podrá


ser penado de conformidad con el presente Estatuto.

3. De conformidad con el presente Estatuto, será penalmente responsable y podrá ser penado por la
comisión de un crimen de la competencia de la Corte quien:

a) Cometa ese crimen por sí solo, con otro o por conducto de otro, sea éste o no penalmente
responsable;

b) Ordene, proponga o induzca la comisión de ese crimen, ya sea consumado o en grado de tentativa;

c) Con el propósito de facilitar la comisión de ese crimen, sea cómplice o encubridor o colabore de
algún modo en la comisión o la tentativa de comisión del crimen, incluso suministrando los medios
para su comisión;

d) Contribuya de algún otro modo en la comisión o tentativa de comisión del crimen por un grupo de
personas que tengan una finalidad común. La contribución deberá ser intencional y se hará:

i) Con el propósito de llevar a cabo la actividad o propósito delictivo del grupo, cuando una u otro
entrañe la comisión de un crimen de la competencia de la Corte; o

ii) A sabiendas de que el grupo tiene la intención de cometer el crimen;

e) Respecto del crimen de genocidio, haga una instigación directa y pública a que se cometa;

f) Intente cometer ese crimen mediante actos que supongan un paso importante para su ejecución,
aunque el crimen no se consume debido a circunstancias ajenas a su voluntad. Sin embargo, quien
desista de la comisión del crimen o impida de otra forma que se consuma no podrá ser penado de
conformidad con el presente Estatuto por la tentativa si renunciare íntegra y voluntariamente al
propósito delictivo.

4. Nada de lo dispuesto en el presente Estatuto respecto de la responsabilidad penal de las personas


naturales afectará a la responsabilidad del Estado conforme al derecho internacional.

3.8. CPI. REGLAS DE PROCEDIMIENTO Y PRUEBA. REGLA 103

Regla 103. Amicus curiae y otras formas de presentar observaciones

1. La Sala, si lo considera conveniente para una determinación adecuada de la causa, podrá en


cualquier etapa del procedimiento invitar o autorizar a un Estado, a una organización o a una
persona a que presente, por escrito u oralmente, observaciones acerca de cualquier cuestión que la
Sala considere procedente.

2. El Fiscal y la defensa tendrán la oportunidad de responder a las observaciones formuladas de


conformidad con la subregla 1.

3. La observación escrita que se presente de conformidad con la subregla 1 será depositada en poder
del Secretario, que dará copias al Fiscal y a la defensa. La Sala fijará los plazos aplicables a la
presentación de esas observaciones.

3.9. RELACIÓN CONSULTIVA ENTRE LAS NN UU Y LAS ORGANIZACIONES NO


GUBERNAMENTALES. E/RES/1996/31

El Consejo Económico y Social,

Recordando el artículo 71 de la Carta de las Naciones Unidas,

[....]

Recordando también su resolución 1993/80, de 30 de julio de 1993, en la que pidió que se


emprendiera una revisión general con miras a actualizar, si fuera necesario, su resolución 1296
(XLIV), de 23 de mayo de 1968, así como a dotar de coherencia a las normas que rigen la
participación de las organizaciones no gubernamentales en las conferencias internacionales
convocadas por las Naciones Unidas, y también que se hiciera un examen de los medios de mejorar
los arreglos prácticos para la labor del Comité Encargado de las Organizaciones no Gubernamentales
y la Sección de Organizaciones no Gubernamentales de la Secretaría,

Recordando además su decisión 1995/304, de 26 de julio de 1995,

Confirmando la necesidad de tener plenamente en cuenta la diversidad de las organizaciones no


gubernamentales en los planos nacional, regional e internacional,

Reconociendo la amplitud de los conocimientos especializados de las organizaciones no


gubernamentales y la capacidad de éstas para apoyar la labor de las Naciones Unidas,

Teniendo presentes los cambios ocurridos en el sector no gubernamental, especialmente el


surgimiento de un gran número de organizaciones nacionales y regionales,

Exhortando a los órganos rectores de las organizaciones, órganos y organismos especializados


pertinentes del sistema de las Naciones Unidas a que examinen los principios y las prácticas relativas
a sus consultas con organizaciones no gubernamentales y a que tomen las medidas que procedan a
fin de promover la coherencia a la luz de las disposiciones de la presente resolución,

Aprueba la siguiente versión actualizada de los arreglos contenidos en su resolución 1296 (XLIV), de
23 de mayo de 1968:

Arreglos para la celebración de consultas con las Organizaciones No Gubernamentales

Parte I

Principios que habrán de aplicarse para establecer relaciones consultivas

Se aplicarán los siguientes principios al establecer relaciones consultivas con organizaciones no


gubernamentales:

1. La organización deberá ocuparse de asuntos que sean de la competencia del Consejo Económico y
Social y sus órganos subsidiarios.

2. Las finalidades y los propósitos de la organización deberán ser conformes al espíritu, los
propósitos y los principios de la Carta de las Naciones Unidas.

3. La organización deberá comprometerse a dar su apoyo a la labor de las Naciones Unidas y a


fomentar la divulgación de sus principios y actividades, de conformidad con sus propias finalidades y
propósitos y con la naturaleza y el alcance de su competencia y sus actividades.
4. Sólo cuando se indique expresamente lo contrario, la palabra «organización» denotará las
organizaciones no gubernamentales nacionales, subregionales, regionales o internacionales.

5. Podrán establecerse relaciones consultivas con organizaciones internacionales, regionales,


subregionales y nacionales, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y los principios y
criterios establecidos con arreglo a la presente resolución. Cuando examine las solicitudes de
reconocimiento de organizaciones no gubernamentales como entidades consultivas, el Comité
Encargado de las Organizaciones no Gubernamentales deberá velar, en la medida de lo posible, por
la participación de organizaciones no gubernamentales de todas las regiones, en particular de los
países en desarrollo, a fin de contribuir al logro de una participación equitativa, equilibrada, eficaz y
genuina de las organizaciones no gubernamentales de todas las regiones y zonas del mundo. El
Comité también prestará particular atención a las organizaciones no gubernamentales que cuenten
con conocimientos o experiencia especiales que quizá desee aprovechar el Consejo Económico y
Social.

[...]

Parte II

Principios que rigen la naturaleza de los arreglos para celebrar consultas

18. La Carta de las Naciones Unidas establece una clara distinción entre la participación sin derecho a
voto en las deliberaciones del Consejo y los arreglos para celebrar consultas. Los artículos 69 y 70 no
prevén la participación sino en el caso de los Estados que no son miembros del Consejo y en el de los
organismos especializados. El artículo 71, que se aplica a las organizaciones no gubernamentales,
dispone arreglos adecuados para celebrar consultas. Esa distinción, introducida deliberadamente en
la Carta, es fundamental y los arreglos para celebrar consultas no deben ser de tal naturaleza que
concedan a las organizaciones no gubernamentales los mismos derechos de participación otorgados
a los Estados que no son miembros del Consejo y a los organismos especializados vinculados con las
Naciones Unidas.

19. Los arreglos no deben ser de tal naturaleza que impongan un trabajo excesivo al Consejo o que lo
aparten de su misión de organismo coordinador de la política y la acción, que le asigna la Carta, para
transformarlo en una tribuna abierta a todos los debates.

20. Las decisiones referentes a los arreglos para celebrar consultas deben estar inspiradas en el
principio de que tales arreglos tienen por objeto, por una parte, permitir al Consejo, o a uno de sus
órganos, obtener información o asesoramiento autorizado de organizaciones dotadas de especial
competencia en los asuntos con respecto a los cuales se hacen los arreglos para celebrar consultas y,
por otra parte, permitir a las organizaciones internacionales, regionales, subregionales y nacionales
que representan a importantes sectores de la opinión pública expresar las opiniones de sus
miembros. Por lo tanto, los arreglos para celebrar consultas que se hagan con cada organización
deberán referirse a los asuntos con respecto a los cuales esa organización tenga particular
competencia o por los cuales se interese especialmente. Las organizaciones reconocidas como
entidades consultivas deben limitarse a las que por sus actividades internacionales en las esferas
indicadas en el párrafo I supra estén calificadas para hacer una contribución importante a la labor
del Consejo y, en resumen, deben reflejar en lo posible, en forma equilibrada, los principales puntos
de vista o intereses en estas esferas de todas las zonas y regiones del mundo.

Parte III

Establecimiento de relaciones consultivas

21. Al establecer relaciones consultivas con cada organización, se tendrán en cuenta la índole y el
alcance de sus actividades, y la asistencia que el Consejo Económico y Social o sus órganos
subsidiarios puedan esperar de ella en el desempeño de las funciones decididas en los Capítulos IX y
X de la Carta de las Naciones Unidas.

22. Las organizaciones que tengan interés en la mayoría de las actividades del Consejo y de sus
órganos subsidiarios, que logren demostrar, a satisfacción de éste, que pueden hacer contribuciones
sustantivas y continuas al logro de los objetivos de las Naciones Unidas en las esferas indicadas en el
párrafo 1 supra , y que estén estrechamente relacionadas con la vida económica y social de los
pueblos de las zonas que representan; tales organizaciones, que deberán tener un número
considerable de miembros y ser ampliamente representativas de importantes sectores de la sociedad
en un gran número de países de diferentes regiones del mundo, se denominarán organizaciones
reconocidas como entidades de carácter consultivo general.

23. Las organizaciones que tengan particular competencia y se interesen especialmente en sólo
algunas esferas de actividad del Consejo y de sus órganos subsidiarios y que sean conocidas en las
esferas en que tengan o pretendan tener carácter consultivo se denominarán organizaciones
reconocidas como entidades de carácter consultivo especial.

24. Otras organizaciones que no estén reconocidas como entidades consultivas de carácter general o
especial pero que a juicio del Consejo o del Secretario General, en consulta con el Consejo o su Comité
Encargado de las Organizaciones no Gubernamentales, puedan aportar contribuciones ocasionales y
útiles a la labor del Consejo, o de sus órganos subsidiarios u otros órganos de las Naciones Unidas,
sobre determinadas cuestiones dentro de su competencia, se incluirán en un repertorio que se
denominará la Lista. Dicha Lista podrá incluir además organizaciones reconocidas como entidades
consultivas o que tengan una relación análoga con un organismo especializado o un órgano de las
Naciones Unidas. Dichas organizaciones podrán consultarse a petición del Consejo o de sus órganos
subsidiarios. El hecho de que una organización figure en la Lista no bastará para considerarlo una
calificación para su reconocimiento como entidad consultiva general o especializada, si una
organización solicitara esa condición.

[...]

Parte VII

Participación de las Organizaciones No Gubernamentales en las Conferencias Internacionales


convocadas por las Naciones Unidas y en su proceso preparatorio

41. Cuando se haya invitado a organizaciones no gubernamentales a participar en una conferencia


internacional convocada por las Naciones Unidas, su acreditación es prerrogativa de los Estados
Miembros, ejercida por conducto del comité preparatorio respectivo. Dicha acreditación debe estar
precedida de un proceso adecuado para determinar si reúnen los requisitos pertinentes.

42. Como norma se otorgarán acreditaciones de participación a las organizaciones no


gubernamentales reconocidas como entidades de carácter consultivo general, a las reconocidas como
entidades de carácter consultivo especial y a las organizaciones que figuren en la Lista que
manifiesten su deseo de asistir a las conferencias internacionales pertinentes convocadas por las
Naciones Unidas y a las reuniones de los órganos preparatorios de dichas conferencias. Otras
organizaciones no gubernamentales que deseen ser acreditadas podrán solicitarlo a la secretaría de
la conferencia de conformidad con los requisitos establecidos a continuación.

[...]

49. Toda organización no gubernamental a la que se haya concedido acreditación para asistir a un
período de sesiones del comité preparatorio, incluso las reuniones preparatorias conexas de las
comisiones regionales, podrá asistir a todos sus períodos de sesiones futuros, así como a la propia
conferencia.

50. En reconocimiento de la índole intergubernamental de la conferencia y de su proceso


preparatorio, la participación activa de las organizaciones no gubernamentales en una y otro, si bien
es bien recibida, no entrañará funciones de negociación.

51. Las organizaciones no gubernamentales acreditadas ante la conferencia internacional, de


conformidad con la práctica establecida de las Naciones Unidas y a discreción del presidente y con el
consentimiento del órgano interesado, podrán tener la oportunidad de hablar brevemente en el
comité preparatorio y en la conferencia, en sus sesiones plenarias y en sus órganos subsidiarios.

52. Durante el proceso preparatorio, las organizaciones no gubernamentales acreditadas ante la


conferencia podrán presentar exposiciones escritas en los idiomas oficiales de las Naciones Unidas
que consideren apropiados. Esas exposiciones escritas no se publicarán como documentos oficiales a
menos que así se disponga en reglamentos de las Naciones Unidas.

[...]

3.10. CONVENIO EUROPEO DE SALVAGUARDIA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y DE LAS


LIBERTADES FUNDAMENTALES, DE 4 DE NOVIEMBRE DE 1950. ARTÍCULO 34

Demandas individuales.– El Tribunal podrá conocer de una demanda presentada por cualquier
persona física, organización no gubernamental o grupo de particulares que se considere víctima de
una violación, por una de las Altas Partes Contratantes, de los derechos reconocidos en el Convenio o
sus Protocolos. Las Altas Partes Contratantes se comprometen a no poner traba alguna al ejercicio
eficaz de ese derecho.

3.11. CONVENIO DEL CONSEJO DE EUROPA SOBRE PREVENCIÓN Y LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES Y LA VIOLENCIA DOMÉSTICA, DE 11 DE MAYO DE 2011

Capítulo IX – Mecanismo de seguimiento

Artículo 66 – Grupo de Expertos en la lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia
doméstica

1.El Grupo de Expertos en la lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica (en
lo sucesivo denominado “GREVIO”) se hará cargo de velar por la aplicación del presente Convenio por
las Partes.

[...]

Artículo 68 – Procedimiento

[...]

5. El GREVIO podrá recibir informaciones relativas a la aplicación del Convenio de organizaciones no


gubernamentales y de la sociedad civil, así como de instituciones nacionales de protección de los
derechos humanos.

3.12. LECTURAS RECOMENDADAS

GONZÁLEZ VEGA, J. A., «Revisitando el concepto de minoría: Derecho Internacional, Derecho


Europeo y práctica española (A propósito de la aplicación del Convenio Marco para la protección
de las Minorías Nacionales)», Derecho y Minorías , (ABAD CASTELOS, M., BARRANCO AVILÉS, M. C.,
LLAMAZARES CALZADILLA, M.C., coords.), Dykinson, Madrid, 2015, pp. 15-54.

BEN-ARI, R.H., The Legal Status of International Non-Governmental Organizations. Analysis of Past
and Present Initiatives (1912-2012) , Martinus Nijhoff Publishers, Leiden-Boston, 2013.

PÉREZ-PRAT DURBÁN, L., Sociedad civil y Derecho internacional , Tirant lo Blanch, Valencia, 2004.

RODRÍGUEZ CARRIÓN, A., y otros, «Los sujetos del Derecho internacional en un mundo en
transformación», Persona y Estado en el umbral del siglo XXI (A. SALINAS DE FRÍAS coord.),
Facultad de Derecho de Málaga, 2001, pp. 485-520.
TEIJO GARCÍA, C., Organizaciones internacionales no gubernamentales y derecho internacional ,
Dilex, Madrid, 2005.

TORRECUADRADA GARCÍA-LOZANO, S., «La situación jurídica internacional de los pueblos


indígenas», Cursos de Derechos humanos de Donostia-San Sebastián , vol. 5, 2004, pp. 335-363.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo III. La formación de las normas y la creación de los derechos y obligaciones internacionales. La
integración de las normas internacionales en el ordenamiento interno

Capítulo III

La formación de las normas y la creación de los


derechos y obligaciones internacionales. La
integración de las normas internacionales en el
ordenamiento interno

Sumario:

1. Los actos unilaterales y el comportamiento de los Estados


1.1. Introducción
1.2. CIJ Asuntos de los Ensayos nucleares (Australia c. Francia) (Nueva Zelanda c. Francia).
Sentencia de 20 de diciembre de 1974
1.3. CIJ Asunto de la Controversia fronteriza (Burkina Faso/República de Malí). Sentencia de
22 de diciembre de 1986
1.4. CIJ Asunto de las Actividades armadas en el territorio del Congo (nueva demanda: 2002)
(República Democrática del Congo c. Ruanda), competencia y admisibilidad. Sentencia de
3 de febrero de 2006
1.5. Principios rectores aplicables a las declaraciones unilaterales de los Estados capaces de
crear obligaciones jurídicas, aprobados por la CDI en su 58º período de sesiones (2006)
1.6. Conclusiones de la abogado general sra. Eleanor Sharpston presentadas el 15 de mayo de
2014 (Parlamento Europeo y Comi
1.7. CIJ Asunto de Pesquerías (Reino Unido c. Noruega). Sentencia de 18 de diciembre de 1951
1.8. CIJ Asunto del Templo de Preah Vihear (Camboya c. Tailandia). Sentencia de 15 de junio
de 1962
1.9. CIJ Asunto de la Delimitación de la frontera marítima en la región del Golfo de Maine
(Canadá/Estados Unidos de América). Sentencia de 12 de octubre de 1984
1.10. CIJ Asunto relativo a la Frontera terrestre y marítima entre Camerún y Nigeria (Camerún
c. Nigeria; Guinea Ecuatorial interviniente), excepciones preliminares. Sentencia de 11 de
junio de 1998
1.11. CIJ Asunto relativo a la Soberanía sobre Pedra Branca/Pulau Batu Puteh, Middle Rocks y
South Ledge (Malasia/ Singapur). Sentencia de 23 de mayo de 2008
1.12. CPA Asunto relativo al área marítima protegida de Chagos (Mauricio C. Reino Unido).
Laudo arbitral de 18 de marzo de 2015
1.13. Lecturas recomendadas
2. La costumbre internacional
2.1. Introducción
2.2. CIJ Asunto de la Competencia en materia de pesquerías (Reino Unido c. Islandia), fondo.
Sentencia de 25 de julio de 1974. Opinión individual del Juez F. de Castro
2.3. CIJ Asunto de la Delimitación de la frontera marítima en la región del Golfo de Maine
(Canadá/Estados Unidos de América). Sentencia de 12 de octubre de 1984
2.4. CIJ Asunto del Derecho de asilo (Colombia/Perú). Sentencia de 20 de noviembre de 1950
2.5. CIJ Asunto del Derecho de paso por el territorio indio (Portugal c. India). Sentencia de 12
de abril de 1960
2.6. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996
2.7. OMC Órgano de Apelación. Informe de 16 de enero de 1998. Asunto relativo a las medidas
que afectan a la carne y a los productos cárnicos (hormonas) (Estados Unidos c. Unión
Europea)
2.8. Sentencia TC 237/2005, de 26 de septiembre de 2005
2.9. La situación en Somalia. S/RES/1816 (2008)
2.10. CIJ Asunto de la Controversia relativa a los derechos de navegación y derechos conexos
(Costa Rica c. Nicaragua). Sentencia de 13 de julio de 2009
2.11. CIJ Asunto de las Inmunidades jurisdiccionales del Estado (Alemania c. Italia; Grecia
(interviniente)). Sentencia de 3 de febrero de 2012
2.12. STJUE (Gran Sala) de 21 de diciembre de 2011 (Air Transport Association of America,
asunto C-366/11)
2.13. CIJ Asuntos de la Plataforma continental del Mar del Norte (República Federal de
Alemania/Dinamarca; República Federal de Alemania/Países Bajos). Sentencia de 20 de
febrero de 1969
2.14. CIJ Asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), fondo. Sentencia de 27 de junio de 1986
2.15. Sentencia TS (Sala de lo Contencioso, sección 5), núm. 7249/2012, de 24 de octubre de 2012
2.16. Lecturas recomendadas
3. Los tratados internacionales
3.1. Introducción
3.2. Informe de la CDI sobre la labor realizada en su 18º período de sesiones (1966). Proyecto
de artículos sobre el derecho de los tratados con sus comentarios
3.3. CIJ Asunto de la Delimitación marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein
(Qatar c. Bahrein), competencia y admisibilidad. Sentencia de 1 de julio de 1994
3.4. Proyecto de artículos de la CDI sobre el derecho de los tratados (1966). Comentario al
artículo 8
3.5. Proyecto de artículos de la CDI sobre el derecho de los tratados (1966). Comentario al
artículo 9
3.6. Guía de la práctica sobre las reservas a los tratados, aprobada por la CDI en su 63º
período de sesiones (2011)
3.7. Comité de Derechos Humanos. Observación General número 24, de 4 de noviembre de
1994
3.8. Sentencia arbitral de 20 de junio de 1977, entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
del Norte y la República Francesa, sobre Delimitación de la plataforma continental
3.9. Lecturas recomendadas
4. Los tratados internacionales en el ordenamiento español
4.1. Introducción
4.2. Ley 25/2014, de 27 de noviembre, de tratados y otros acuerdos internacionales
4.3. Sentencia TC 137/1989, de 20 de julio de 1989
4.4. Sentencia TC 165/1994, de 26 de mayo de 1994
4.5. Sentencia TC 31/2010, de 28 de junio de 2010
4.6. Informe del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación sobre el proyecto de
Convenio Marco de Colaboración entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía
y el Gobierno Regional de Piura (Perú)
4.7. Sentencia d TC 198/2013, de 5 de diciembre 2013
4.8. Canje de cartas para la celebración de la tercera reunión para coordinar las
investigaciones sobre la demostración del comportamiento del combustible gastado y los
componentes de los sistemas conexos de almacenamiento durante el almacenamiento a
muy largo plazo, del 11 al 15 de abril de 2016, hecho en viena el 29 de octubre de 2015 y
21 de enero de 2016
4.9. Consejo de Estado. Dictamen número 46.901, de 7 de marzo de 1985
4.10. Consejo de Estado. Dictamen 683/2013, de 18 de julio de 2013
4.11. Consejo de Estado. Dictamen 616/2010, de 13 de mayo de 2010
4.12. Auto TC 114/1991, de 11 de abril de 1991
4.13. Sentencia TC 155/2005, de 9 de junio de 2005
4.14. Declaración TC 1/1992, de 1 de julio de 1992
4.15. Declaración TC 1/2004, de 13 de diciembre de 2004
4.16. Sentencia TC 38/2007, de 15 de febrero de 2007
4.17. Lecturas recomendadas
5. Los actos de las Organizaciones Internacionales
5.1. Introducción
5.2. Constitución de la Organización Internacional del Trabajo, de 11 de abril de 1919
5.3. Constitución de la Organización Mundial de la Salud, hecha el 22 de julio de 1946
5.4. Convención de las NN UU sobre el Derecho del Mar, de 10 de diciembre de 1982. Artículo
160
5.5. Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Artículo 288
5.6. Lecturas recomendadas
6. Las relaciones entre el Derecho internacional y el derecho interno
6.1. Introducción
6.2. CPJI Asunto relativo al Intercambio de poblaciones griegas y turcas. Opinión Consultiva
de 21 de febrero de 1925
6.3. CPJI Asunto relativo al Tratamiento de los nacionales polacos y de otras personas de
origen o lengua polaca en el territorio de Dantzig. Opinión Consultiva de 4 de febrero de
1932
6.4. CIJ Asunto relativo a la Aplicabilidad de la obligación de arbitraje en virtud de la sección
21 del Acuerdo de 26 de junio de 1947 relativo a la sede de la Organización de las
Naciones Unidas. Opinión Consultiva de 26 de abril de 1988
6.5. Sentencia TC 141/1998, de 29 de junio de 1998
6.6. Sentencia TS (Sala de lo Militar, Sección 1ª), núm. 198/2009, de 19 de enero de 2009
6.7. Ley 27/2014, de 27 de noviembre, de tratados y otros acuerdos internacionales. Artículos
23, 24, 28 y 31
6.8. Lecturas recomendadas

1. LOS ACTOS UNILATERALES Y EL COMPORTAMIENTO DE LOS ESTADOS

1.1. INTRODUCCIÓN

En la sociedad internacional, el derecho se crea de forma descentralizada por parte de sus sujetos,
a través de diversos procesos. Al respecto, cabe distinguir entre los procesos de formación de
normas y los procedimientos específicos por los que se establecen obligaciones internacionales. En
todos ellos, para que un sujeto específico quede vinculado resulta imprescindible la manifestación
de su consentimiento.

Un acto o declaración unilateral de un Estado puede crear, por sí solo, una obligación para su
autor y correlativos derechos para otros Estados. El factor determinante es el consentimiento
individual del Estado que hace la declaración y la obligación y sus correspondientes derechos
surgen desde el momento en que la declaración se produce. Este procedimiento se basa en el
principio de la buena fe, el cual es también la base de otro procedimiento específico basado en el
comportamiento recíproco de dos o más Estados respecto de una situación concreta, en la que la
aquiescencia de uno de ellos respecto a la actitud manifestada por otro puede crear o modificar
dicha situación, así como los derechos y obligaciones de las partes.

1.2. CIJ ASUNTOS DE LOS ENSAYOS NUCLEARES (AUSTRALIA C. FRANCIA) (NUEVA ZELANDA C.
FRANCIA). SENTENCIA DE 20 DE DICIEMBRE DE 1974

17. Con anterioridad a la presentación de la demanda en el presente caso [9 de mayo de 1973], el


Gobierno francés había realizado ensayos atmosféricos de armas nucleares en su centro de
experimentos del Pacífico, en el territorio de la Polinesia francesa, en 1966, 1967, 1968, 1969, 1970,
1971 y 1972. El lugar utilizado para las explosiones fue principalmente el atolón de Mururoa, situado
a unos 6.000 kilómetros al Este del continente australiano. El Gobierno francés ha establecido «zonas
prohibidas» para las aeronaves y «zonas peligrosas» para la navegación aérea y marítima, con miras
a impedir que aviones y navíos se acercasen al centro de experimentos; estas zonas fueron
establecidas en cada uno de los años en que tuvieron lugar las explosiones y durante el período de
los ensayos.

18. Como ha indicado en sucesivos informes a la Asamblea General el Comité científico de las
Naciones Unidas para el estudio de las radiaciones ionizantes, los ensayos de armas nucleares
realizados en la atmósfera han liberado en ésta y, posteriormente, han diseminado en todo el mundo,
con intensidad variable, cantidades mensurables de materias radioactivas. Australia afirma que los
ensayos atmosféricos franceses han provocado la caída en territorio australiano de sustancias de esta
naturaleza. Francia sostiene que los elementos radioactivos producidos por sus experimentos son
mínimos, que cabe considerarlos como despreciables, y que las sustancias caídas sobre el territorio
australiano como consecuencia de los experimentos no constituyen un peligro para la salud de la
población australiana.

[...]

20. Recientemente, se han hecho ciertas declaraciones autorizadas en nombre del Gobierno francés,
en relación con las intenciones de éste respecto de sus futuros experimentos nucleares en el océano
Pacífico. El alcance de estas declaraciones así como su incidencia sobre este procedimiento serán
examinados detenidamente más adelante en esta sentencia.

[...]

34. Es conveniente examinar por orden cronológico las declaraciones antes mencionadas. La primera
de ellas es la contenida en el comunicado publicado por la Presidencia de la República Francesa el 8
de junio de 1974, poco antes del inicio de la serie de ensayos nucleares realizados por Francia en
1974: «El Diario oficial del 8 de junio de 1974 publica la orden por la que entran en vigor las medidas
de seguridad en la zona de experimentación del Pacífico Sur. Con este motivo, la Presidencia de la
República desea manifestar que, en atención al progreso alcanzado en la ejecución de su programa
de defensa en medios nucleares, Francia podrá pasar a la fase de pruebas subterráneas tan pronto
como haya concluido la serie de experimentos prevista para este verano». Una copia del comunicado
fue trasmitida al Departamento de Negocios Extranjeros de Australia, mediante nota de 11 de junio
de 1974 de la Embajada de Francia en Canberra y, como se ha indicado, el texto del comunicado ha
sido puesto a disposición del Tribunal durante la fase del procedimiento oral.

35. De otra parte, la Corte no puede dejar de mencionar que en la audiencia pública en el asunto
paralelo planteado por Nueva Zelanda contra Francia el 9 de mayo de 1973, un consejero ha
mencionado otro documento. En la audiencia de 10 de julio de 1974, el Attorney-General de Nueva
Zelanda, tras referirse al citado comunicado de 8 de junio de 1974 ha indicado que con fecha 10 de
junio de 1974 la Embajada de Francia en Wellington había dirigido al Ministerio de Negocios
Extranjeros de Nueva Zelanda una nota de la cual leyó el siguiente pasaje: «Francia, en atención al
progreso alcanzado en la ejecución de su programa de defensa en medios nucleares, podrá pasar a la
fase de pruebas subterráneas tan pronto como haya concluido la serie de experimentos prevista para
este verano. De este modo, los ensayos atmosféricos que han de efectuarse próximamente serán
normalmente los últimos de este tipo».

36. La Corte debe examinar también las declaraciones hechas en esta materia por las autoridades
francesas con posterioridad a la fase del procedimiento oral, es decir, la de 25 de julio de 1074, por el
Presidente de la República, la del 16 de agosto de 1974 por el Ministerio de Defensa, la del 25 de
septiembre de 1974 por el Ministro de Asuntos Exteriores ante la Asamblea General de las Naciones
Unidas y la de 11 de octubre de 1974 por el Ministerio de Defensa...

[...]

41. Visto cuanto precede, la Corte estima que Francia ha manifestado públicamente su intención de
dar por terminada la realización de ensayos nucleares en la atmósfera, al final de la serie de pruebas
de 1974. En especial, el Tribunal debe tener en cuenta la Declaración del Presidente de la República
de 25 de julio de 1974 (párrafo 37) seguida por la declaración del Ministerio de Defensa de 11 de
octubre de 1974 (párrafo 40). Tanto una como otra ponen de relieve que las declaraciones oficiales
hechas en nombre de Francia sobre la cuestión de las futuras experiencias nucleares no están
subordinadas a lo que eventualmente puede implicar la indicación contenida en el término
«normalmente» [párrafo 35, supra ].

42. Antes de examinar si las declaraciones de las autoridades francesas se corresponden con el objeto
de la petición de Australia de que se ponga fin a las pruebas nucleares en la atmósfera del Pacífico
Sur, es preciso determinar, en primer término, la naturaleza de estas declaraciones así como sus
efectos en el plano internacional.

43. Se acepta que las declaraciones que revisten la forma de actos unilaterales y afectan a situaciones
de derecho o de hecho pueden tener como efecto el crear obligaciones jurídicas. Las declaraciones de
esta naturaleza pueden tener y de hecho tienen normalmente, un objeto muy preciso. Cuando el
Estado autor de la declaración tiene la intención de quedar obligado de acuerdo con sus términos,
esta intención confiere a la declaración el carácter de un compromiso jurídico, quedando obligado el
Estado interesado en el futuro a seguir una línea de conducta conforme con su declaración. Un
compromiso de esta naturaleza, expresado públicamente y con la intención de obligarse, incluso al
margen del ámbito de las negociaciones internacionales, posee un efecto obligatorio. En estas
condiciones, no es necesaria ninguna contrapartida para que la declaración produzca efecto, ni
tampoco es necesaria aceptación ulterior ni una réplica o reacción por parte de otros Estados, pues
ello sería incompatible con la naturaleza estrictamente unilateral del acto jurídico mediante el cual
se ha pronunciado el Estado.

44. Naturalmente, no todos los actos unilaterales implican obligaciones, pero un Estado puede optar
por tomar una determinada posición en relación con un asunto dado con la intención de obligarse; lo
que deberá determinarse interpretando el acto. Cuando los Estados hacen declaraciones que limitan
su libertad de acción futura, se impone una interpretación restrictiva.

45. Por lo que se refiere a la forma, conviene señalar que no es éste un ámbito en el cual el derecho
internacional imponga normas estrictas o especiales. El hecho de que una declaración sea verbal o
escrita no entraña ninguna diferencia esencial, pues tales declaraciones, hechas en virtud de
circunstancias particulares, pueden constituir compromisos en derecho internacional sin necesidad
de quedar consignados por escrito. Por tanto, la forma no es decisiva. Como ha afirmado la Corte en
su sentencia sobre las excepciones preliminares en el asunto del Templo de Preah Vihear «[como]
generalmente ocurre en el derecho internacional, que insiste especialmente en la intención de las
partes, cuando la ley no prescribe una forma concreta, las partes son libres de elegir la que les plazca
con tal que su intención se deduzca claramente» ( CIJ Recueil , 1961, p. 31). En el mismo asunto, la
Corte ha agregado: «la única cuestión pertinente es la de determinar si la redacción empleada en una
determinada declaración pone de relieve claramente la intención» ( ibid, p. 32).

46. Uno de los principios básicos que rigen la creación y la ejecución de obligaciones jurídicas, sea
cual sea su fuente, es el de la buena fe. La recíproca confianza es una condición inherente a la
cooperación internacional, especialmente en una época en que esta cooperación es cada vez más
indispensable. Igual que la misma norma del derecho de los tratados pacta sunt servanda , el carácter
obligatorio de un compromiso internacional asumido mediante declaración unilateral se basa en la
buena fe. Los Estados interesados, por tanto, pueden tener en cuenta las declaraciones unilaterales y
otorgarles confianza; y están facultados para exigir que la obligación así creada sea respetada.

1.3. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA FRONTERIZA (BURKINA FASO/REPÚBLICA DE MALÍ).


SENTENCIA DE 22 DE DICIEMBRE DE 1986

34. Las Partes han expuesto en profundidad los orígenes de la controversia fronteriza que se
presenta ante esta Sala. Sin embargo, como se trata de definir el trazado de la frontera tal como
existía en los años 1959-1960, y puesto que las Partes coinciden en rechazar cualquier valor jurídico a
los actos de administración posteriores que hubieran sido realizados por alguna de ellas sobre el
territorio de la otra, no es pertinente la historia de los incidentes fronterizos y los esfuerzos
desarrollados para poner fin a la controversia. Un argumento esgrimido por el Representante de
Burkina Faso requiere especial atención. Este argumento está basado en la conducta del Gobierno de
Malí durante las negociaciones que condujeron a los acuerdos que fueron concluidos para la
delimitación de los 900 ó 1.022 kilómetros de frontera que no se encuentran en disputa, y sobre la
actitud de dicho Gobierno hacia el trabajo de una Comisión de Mediación de la Organización para la
Unidad Africana que se constituyó en 1975. De acuerdo con Burkina Faso, Malí aceptó como
obligatoria la solución de la controversia propuesta por aquella Comisión. Dado que este argumento
basado en la aquiescencia podría, si fuera correcto, hacer inútil cualquier investigación dirigida a
establecer la frontera heredada del período colonial, conviene examinarlo desde ahora a título de
cuestión previa.

[...]

36. A continuación del conflicto armado entre los dos países que estalló el 14 de diciembre de 1974, se
efectuaron llamadas a la conciliación, principalmente por el Jefe de Estado de Somalia, el entonces
Presidente de la Organización para la Unidad Africana, y por el Presidente de Senegal. El 26 de
diciembre de 1974, el Presidente de Alto Volta, Malí y Togo, Níger, Guinea y Senegal. Una de las tareas
de la Comisión como se afirmó en el comunicado de Lomé era «la búsqueda de una solución de la
disputa fronteriza sobre la base de los documentos legales existentes». La Comisión de Mediación se
reunió el 6 y 7 de enero de 1975 y constituyó una subcomisión militar y una subcomisión jurídica; el
papel de esta última era «elaborar un borrador de propuesta para someter a la Comisión,
comprendiendo...una propuesta de solución...». El 11 de abril de 1975, el Jefe de Estado de Malí dio
una rueda de prensa a la agencia France-Presse, durante la cual afirmó que:

«Malí se extiende sobre 1.240.000 kilómetros cuadrados, y no podemos justificar una lucha por un
pedazo de territorio de 150 kilómetros de longitud. Incluso si la Comisión de la Organización para la
Unidad Africana decide objetivamente que la línea fronteriza pasa a través de Bamako, mi Gobierno
cumplirá la decisión».

[...]

39. La declaración del Jefe de Estado de Malí de 11 de abril de 1975 no fue hecha durante las
negociaciones o conversaciones entre las dos Partes; a lo sumo, revestía la forma de un acto
unilateral del Gobierno de Malí. Tales declaraciones, «relativas a situaciones de derecho o de hecho»
pueden sin duda «tener por efecto la creación de obligaciones jurídicas» a cargo del Estado en
nombre del cual se realizaron, como la Corte ha observado en los asuntos de los Ensayos Nucleares (
CIJ Recueil , 1974, pp. 267,473). Pero la Corte también dejó claro en aquellos asuntos que sólo «cuando
el Estado autor de la declaración entiende estar vinculado conforme a sus términos»... «aquella
intención confiere a la declaración el carácter de un compromiso jurídico» ( ibid ). En consecuencia,
todo depende de la intención del Estado en cuestión y la Corte señaló que a ella corresponde «formar
su propia opinión del significado y alcance otorgado por el autor de la declaración unilateral que
puede crear una obligación jurídica» ( ibid, pp. 269, 474). En el asunto relativo a las Actividades
militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América), la Corte
examinó un comunicado trasmitido por la Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua a la
Organización de Estados Americanos, en el que la Junta señalaba sus objetivos; pero la Corte no pudo
encontrar nada en aquella comunicación «que permitiera concluir que existía la intención de hacer
nacer un compromiso jurídico» ( CIJ Recueil , 1986, p. 132, par. 261). La Sala considera que tiene el
deber de mostrar gran prudencia cuando se trata de una declaración unilateral carente de
destinatario preciso.

40. Para examinar las intenciones del autor del acto unilateral, deben tenerse en cuenta todas las
circunstancias en las que el acto ocurrió. Por ejemplo, en los asuntos de los Ensayos Nucleares, la
Corte consideró que ya que los Estados demandantes no eran los únicos afectados por la posible
continuación por el Gobierno francés de los ensayos de la atmósfera, aquella declaración unilateral
del Gobierno había «trasmitido al mundo entero, incluyendo al demandante, su efectiva intención de
finalizar aquellos ensayos» ( CIJ Recueil , 1974, p. 269, par.51, p.474, par. 53). En las circunstancias
particulares de aquellos casos, el Gobierno francés no pudo expresar intención alguna de estar
obligado sino por declaraciones unilaterales. Es difícil observar cómo puede haber aceptado los
términos de una solución negociada con cada uno de los demandantes sin comprometer al mismo
tiempo la posición que él defendía en cuanto a la licitud de su conducta. Las circunstancias del
presente caso son radicalmente diferentes. Aquí, no hay nada que impida a las Partes manifestar su
intención de aceptar con carácter obligatorio las conclusiones de la Comisión de Mediación de la
Organización para la Unión Africana por vía ordinaria: un acuerdo formal sobre la base de la
reciprocidad. Como no hay acuerdo de esta clase concluido entre las partes, la Sala encuentra que no
hay base para interpretar la declaración hecha por el Jefe de Estado de Malí de 11 de abril de 1975
como un acto unilateral con implicaciones jurídicas en relación con la presente controversia.

1.4. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES ARMADAS EN EL TERRITORIO DEL CONGO (NUEVA
DEMANDA: 2002) (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO C. RUANDA), COMPETENCIA Y
ADMISIBILIDAD. SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO DE 2006

45. La Corte examinará ahora la segunda cuestión, a saber, la del alcance jurídico de la declaración
realizada el 17 de marzo de 2005 por la Sra. Mukabagwiza, Ministra de Justicia de Ruanda, en la
sexagésima primera sesión de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. En el curso de
las audiencias, la República Democrática del Congo citó esta declaración y sostuvo que podía
interpretarse que corroboraba la retirada por parte de Ruanda de la reserva efectuada al artículo IX
del Convenio sobre el Genocidio o como constitutiva de un compromiso unilateral con efectos
jurídicos en lo relativo a la retirada de la reserva. En su afirmación la Sra Mukabagwiza afirmó
particularmente lo siguiente:

«Ruanda se encuentra entre los primeros países que más instrumentos internacionales de derechos
humanos han ratificado. Sólo en 2004, nuestro Gobierno ratificó una decena de ellos, entre otros los
relativos a los derechos de la mujer, a la prevención y lucha contra la corrupción, a la prohibición de
armas de destrucción masiva, así como al medio ambiente. Los escasos instrumentos pendientes de
ratificación, así como las reservas formuladas en el pasado que aún no han sido retiradas, lo serán
dentro de poco»

46. La Corte comenzará examinando el argumento de Ruanda, conforme al cual no puede estar
jurídicamente obligada por la declaración en cuestión, puesto que no procede de un Ministro de
Asuntos Exteriores o de un Jefe de Gobierno «investidos automáticamente del poder de comprometer
a ese Estado en cuestiones de relaciones internacionales, sino por un Ministro de Justicia que no
puede comprometer al Estado y obligarle a retirar una concreta reserva». A este respecto, la Corte
observa que, de acuerdo con su jurisprudencia constante ( Ensayos Nucleares (Australia c. Francia),
CIJ Recueil 1974, pp. 269-270; Aplicación del Convenio para la prevención y sanción del delito de
genocidio (Bosnia y Herzegovina c. Yugoslavia), Excepciones Preliminares, Sentencia, CIJ Recueil 1996
(II ), p. 622, para. 44; Orden de Arresto de 11 de abril 2000 (República Democrática del Congo c. Bélgica),
Sentencia, CIJ Recueil 2002, pp. 21-22, para. 53; ver también Estatuto Jurídico de Groenlandia Oriental
(Dinamarca c. Noruega), Sentencia, C.P.J.I, Series A/B, No. 53, p. 71), es una regla bien establecida en
derecho internacional el que el jefe de Estado, el Jefe de Gobierno y el Ministro de Asuntos Exteriores
representan al Estado en virtud del ejercicio de sus funciones, incluyendo la realización, en nombre
del mencionado Estado, de actos unilaterales con valor de compromisos internacionales. La Corte
además recuerda que, en cuestión de conclusión de tratados, esta regla de derecho consuetudinario
se concreta en el artículo 7, párrafo 2, de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, la
cual establece que «en virtud de sus funciones, y sin tener que presentar plenos poderes, se
considerará que representan a su Estado: a) Los jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de
Relaciones Exteriores, para la ejecución de todos los actos relativos a la celebración de un tratado».

47. La Corte toma nota, sin embargo, de que con una frecuencia creciente en las modernas relaciones
internacionales otras personas que representan al Estado en ámbitos específicos pueden estar
autorizadas por el Estado para obligar al mismo por medio de sus declaraciones en materias que
entren dentro de su ámbito de competencias. Puede ser así, por ejemplo, en el supuesto de los
titulares de carteras ministeriales que ejerzan, en las relaciones exteriores, poderes en su ámbito de
competencias e, incluso, de determinados funcionarios.

48. En este caso, la Corte observa que la Sra. Mukabagwiza intervino ante la Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas en su calidad de Ministra de Justicia de Ruanda y que ella misma
indicó en particular que hacía su declaración «en nombre del pueblo ruandés». La Corte observa
además que las cuestiones relativas a la protección de los derechos humanos que fueron objeto de
esta declaración entraban dentro del ámbito de competencias de un Ministro de Justicia. A juicio de
la Corte, en principio no cabe excluir que un Ministro de Justicia pueda, en determinadas
circunstancias, comprometer con sus declaraciones al Estado del que es representante. La Corte no
puede por tanto aceptar el argumento de Ruanda, cuando afirma que la Sra Mukabagwiza no podía,
con su declaración, obligar internacionalmente al Estado de Ruanda, debido simplemente a la
naturaleza de las funciones por ella ejercidas.

49. Con miras a determinar el alcance jurídico de esta declaración, la Corte debe, sin embargo,
examinar su contenido real, así como las circunstancias en las que ha sido realizada ( Ensayos
Nucleares [Australia c. Francia], Sentencia, CIJ Recueil 1974 , p. 269, para. 51; Controversia Fronteriza
[Burkina Faso/ República de Mali], Sentencia, CIJ Recueil 1986, pp. 573-574, paras. 39-40).

50. En primer lugar, la Corte recuerda que una declaración de este tipo no puede crear obligaciones
jurídicas más que si posee un objeto claro y preciso ( Ensayos Nucleares [Australia c. Francia] [Nueva
Zelanda c. Francia], CIJ Recueil 1974 , p. 267, para. 43; p. 269, para. 51; p. 472, para. 46; p. 474, para.
53). En este sentido, la Corte observa que en su declaración, la Ministra de Justicia de Ruanda indicó
que «las reservas formuladas en el pasado y aún no retiradas, lo serían dentro de poco», sin referirse
explícitamente a la reserva hecha por Ruanda al artículo IX de la Convención sobre el Genocidio. La
declaración plantea simplemente en términos generales la cuestión de las reservas ruandesas. Como
tal, la expresión «reservas formuladas en el pasado y aún no retiradas» se refiere indistintamente a
cualquier reserva hecha por Ruanda a un tratado internacional del cual es parte. Ciertamente, vista
en su contexto, esta expresión puede ser interpretada en el sentido de referirse únicamente a las
reservas realizadas por Ruanda a «los instrumentos internacionales de derechos humanos», a los
cuales se hace referencia en un pasaje precedente de la declaración. A este respecto, la Corte observa,
sin embargo, que los instrumentos internacionales en cuestión deben ser entendidos en un sentido
amplio, ya que, de acuerdo con los términos de la declaración, aquéllos parecen abarcar no sólo los
instrumentos «relativos a los derechos de la mujer», sino también los referentes a la «prevención y
lucha contra la corrupción, la prohibición de armas de destrucción masiva, así como del medio
ambiente». La Corte por lo tanto está obligada a señalar el carácter indeterminado de los tratados
internacionales a los que se ha referido la Ministra de Justicia de Ruanda en su declaración.

51. La Corte observa además que esta declaración se limita simplemente a indicar que «las reservas
formuladas en el pasado y aún no retiradas, lo serán dentro de poco», sin indicar un plazo preciso
para tales retiradas.

52. Se desprende de lo anterior que el contenido de la declaración de la Ministra de Justicia de


Ruanda no es lo suficientemente preciso en relación con la cuestión particular de la retirada de
reservas. Por la generalidad de sus términos, esta declaración no puede ser considerada como la
confirmación por Ruanda de una retirada ya decidida de su reserva al artículo IX de la Convención
sobre el Genocidio, o como cualquier tipo de compromiso unilateral por su parte que pudiera
producir efectos jurídicos en relación con tal retirada; a lo sumo podría interpretarse como una
declaración de intenciones, de alcance muy general.

53. Esta conclusión se corrobora con el examen de las circunstancias en que tal declaración fue
hecha. En efecto, la Corte constata que la misma se realizó en el contexto de una exposición de la
política general de promoción y protección de los derechos humanos que la Ministra de Justicia de
Ruanda realizó ante la Comisión de Derechos Humanos.

1.5. PRINCIPIOS RECTORES APLICABLES A LAS DECLARACIONES UNILATERALES DE LOS


ESTADOS CAPACES DE CREAR OBLIGACIONES JURÍDICAS, APROBADOS POR LA CDI EN SU 58º
PERÍODO DE SESIONES (2006)

La Comisión de Derecho Internacional ,

Observando que los Estados pueden resultar obligados por su comportamiento unilateral en el plano
internacional,
Observando que los comportamientos capaces de obligar jurídicamente a los Estados pueden adoptar
la forma de declaraciones formales o consistir simplemente en una conducta informal, incluido, en
determinadas situaciones, el silencio, en la que razonablemente pueden basarse los demás Estados,

Observando también que la cuestión de si un comportamiento unilateral del Estado obliga a éste en
una situación determinada depende de las circunstancias de cada caso,

Observando además que a menudo es difícil en la práctica determinar si los efectos jurídicos
dimanantes del comportamiento unilateral de un Estado son la consecuencia de la intención que ha
manifestado o dependen de las expectativas que su conducta ha suscitado entre otros sujetos de
derecho internacional,

Aprueba los siguientes principios rectores, que sólo versan sobre los actos unilaterales stricto sensu ,
es decir, los que adoptan la forma de declaraciones formales formuladas por un Estado con la
intención de producir obligaciones en virtud del derecho internacional,

1. Unas declaraciones formuladas públicamente por las que se manifieste la voluntad de obligarse
podrán surtir el efecto de crear obligaciones jurídicas. Cuando se dan las condiciones para que eso
ocurra, el carácter obligatorio de tales declaraciones se funda en la buena fe; en tal caso, los Estados
interesados podrán tenerlas en cuenta y basarse en ellas; esos Estados tienen derecho a exigir que se
respeten esas obligaciones;

2. Todo Estado tiene capacidad para contraer obligaciones jurídicas mediante declaraciones
unilaterales;

3. Para determinar los efectos jurídicos de tales declaraciones, es necesario tener en cuenta su
contenido, todas las circunstancias de hecho en que se produjeron y las reacciones que suscitaron;

4. Una declaración unilateral obliga internacionalmente al Estado sólo si emana de una autoridad
que tenga competencia a estos efectos. En virtud de sus funciones, los jefes de Estado, jefes de
gobierno y ministros de relaciones exteriores son competentes para formular tales declaraciones.
Otras personas que representan al Estado en esferas determinadas podrán ser autorizadas para
obligar a éste, mediante sus declaraciones, en las materias que correspondan a su esfera de
competencia;

5. Las declaraciones unilaterales podrán ser formuladas oralmente o por escrito;

6. Las declaraciones unilaterales podrán ser dirigidas a la comunidad internacional en su conjunto, a


uno o varios Estados o a otras entidades;

7. Una declaración unilateral entraña obligaciones para el Estado que la ha formulado sólo si se
enuncia en términos claros y específicos. En caso de duda en cuanto al alcance de las obligaciones
resultantes de una declaración de esta índole, tales obligaciones deberán ser interpretadas
restrictivamente. Para interpretar el contenido de esas obligaciones, se tendrá en cuenta ante todo el
texto de la declaración, así como su contexto y las circunstancias en que se formuló;

8. Es nula toda declaración unilateral que esté en oposición con una norma imperativa de derecho
internacional general;

9. De la declaración unilateral de un Estado no puede resultar ninguna obligación para los demás
Estados. No obstante, el otro Estado o los otros Estados interesados pueden contraer obligaciones en
relación con una declaración unilateral de esa índole en la medida en que hayan aceptado
claramente tal declaración;

10. Una declaración unilateral que ha creado obligaciones jurídicas para el Estado que hace la
declaración no puede ser revocada arbitrariamente. Para determinar si una revocación sería
arbitraria, habrá que tener en cuenta:

i) Todos los términos de la declaración que se refieran específicamente a la revocación;

ii) La medida en que los sujetos a quienes se deba el cumplimiento de las obligaciones se hayan
basado en ellas;

iii) La medida en que se ha producido un cambio fundamental en las circunstancias.

1.6. CONCLUSIONES DE LA ABOGADO GENERAL SRA. ELEANOR SHARPSTON PRESENTADAS EL 15


DE MAYO DE 2014 (PARLAMENTO EUROPEO Y COMI

[...]

2. El 16 de diciembre de 2011, el Consejo de la Unión Europea, actuando sobre la base de una


propuesta de la Comisión modificada y tras consultar (pero sin solicitar su aprobación) al Parlamento
Europeo, adoptó mediante la Decisión 2012/19 (en lo sucesivo, «Decisión») una declaración dirigida a
Venezuela sobre la concesión de posibilidades de pesca en aguas de la UE a los buques pesqueros
venezolanos (en lo sucesivo, «Declaración»). La Declaración fue notificada mediante nota verbal a
Venezuela.

[...]

56. Esta Declaración señala:

«1. La Unión Europea concederá posibilidades de pesca a un número limitado de buques pesqueros
que enarbolan el pabellón de [Venezuela] para faenar en la parte de la [ZEE] frente a la costa de la
Guayana Francesa situada a más de 12 millas náuticas desde las líneas de base, sujetas a las
condiciones establecidas en la presente Declaración.

2. De conformidad con el artículo 22 del [Reglamento de autorización de pesca], los buques pesqueros
que enarbolan el pabellón de [Venezuela] autorizados, que faenen en la zona a que se refiere el
apartado 1, deberán cumplir las disposiciones de la política pesquera común de la Unión Europea
relativas a las medidas de conservación y control y las demás disposiciones de la Unión Europea que
regulan las actividades pesqueras en dicha zona.

3. En particular, los buques pesqueros que enarbolan el pabellón de [Venezuela] autorizados deberán
cumplir todas las normas y los reglamentos pertinentes de la [UE] que especifiquen, entre otras
cosas, las poblaciones de peces que pueden capturarse, el número máximo de buques autorizados y
la proporción de las capturas que deberá desembarcarse en los puertos de la Guayana Francesa.

4. Sin perjuicio de la retirada de la autorización concedida a los distintos buques pesqueros que
enarbolan el pabellón de [Venezuela] por su incumplimiento de las normas y los reglamentos de la
[UE] pertinentes, la [UE] podrá retirar en cualquier momento, mediante una declaración unilateral,
el compromiso específico expresado en la presente Declaración de conceder posibilidades de pesca.»

[...]

83. Si la Declaración no es parte de un acuerdo internacional, ¿es un instrumento unilateral


vinculante autorizado por el Derecho internacional y el Derecho de la UE?

84. En Derecho internacional, los instrumentos unilaterales pueden adoptar diversas formas y tener
distintas funciones y efectos jurídicos (y/o políticos). Por ejemplo, pueden utilizarse declaraciones
para reconocer nuevos Estados, para efectuar una declaración política, para aceptar la competencia
de un tribunal de justicia o para hacer una declaración interpretativa que cumpla los requisitos para
probar la existencia de Derecho internacional consuetudinario En el contexto del presente
procedimiento, la cuestión se centra en una declaración unilateral por escrito en virtud de la cual la
UE asume obligaciones en favor de un tercer Estado con arreglo al Derecho internacional.

85. En el ámbito del Derecho internacional, no cabe duda de la capacidad de los Estados para realizar
este tipo de declaraciones, si bien, con arreglo al Derecho internacional consuetudinario, la
naturaleza de algunas condiciones que confieren a la declaración su carácter vinculante no ha sido
aún determinada o confirmada. Que yo sepa, ningún tribunal internacional se ha pronunciado aún
sobre la cuestión de si otras personas jurídicas, en particular las organizaciones internacionales,
tienen capacidad para efectuar declaraciones similares, ni tampoco la Comisión de Derecho
Internacional de las Naciones Unidas (en lo sucesivo, «CDI») ha examinado esta cuestión
detalladamente.

86. Las organizaciones internacionales, exactamente igual que los Estados, pueden tener
personalidad jurídica. A diferencia de los Estados, la capacidad que se deriva de dicha personalidad
jurídica debe conferirse a la organización (expresa o implícitamente). No veo razón por la que el
Derecho internacional pudiera oponerse a que una organización internacional con personalidad
jurídica internacional tenga capacidad para efectuar una declaración unilateral con la intención de
obligarse, siempre y cuando así lo autorice el tratado constitutivo de dicha organización. Si, de este
modo, una organización internacional tiene capacidad para celebrar acuerdos internacionales y, por
lo tanto, para obligarse a través de ellos frente a Estados u otras organizaciones internacionales
(independientemente del tipo de obligación y de si ésta es recíproca o no), en principio el Derecho
internacional no se opone a que esa organización tenga capacidad para obligarse respecto de la
misma obligación mediante una declaración unilateral.

87. Además, si bien diferentes fuentes de obligaciones pueden estar sometidas a requisitos
particulares relativos, entre otras cosas, a su creación, validez y extinción, los principios básicos
subyacentes —en particular, los principios de buena fe y consentimiento— son los mismos. Por este
motivo, creo que los requisitos relativos, por ejemplo, a la creación, validez y desistimiento que han
sido desarrollados en Derecho internacional en relación con las declaraciones efectuadas por Estados
pueden aplicarse del mismo modo a las declaraciones efectuadas por una organización
internacional, incluso si algunos de los requisitos no son aplicables exactamente del mismo modo.

88. ¿Cuáles son estos requisitos?

89. En Derecho internacional, lo importante es la manifestación (oral o escrita), en términos claros y


concretos, de la intención de producir efectos jurídicos con arreglo al Derecho internacional y, por
tanto, de crear obligaciones para el autor de la declaración. Siempre que esa intención sea clara y se
haga públicamente, el Derecho internacional, en general, no prescribe requisitos formales. La
intención debe determinarse a la luz del contenido real de la declaración y de todas las
circunstancias de hecho en las que se lleva a cabo y expresarse por la autoridad competente para
realizar tales declaraciones vinculantes.

90. Este enfoque también se refleja en el principio rector nº 1 de la CDI, según el cual las
«declaraciones formuladas públicamente por las que se manifieste la voluntad de obligarse podrán
surtir el efecto de crear obligaciones jurídicas». Aunque los principios rectores no son vinculantes y
posiblemente su autoridad y vigencia deban establecerse con el tiempo, los considero no obstante
una extrapolación útil de la jurisprudencia y de la práctica de los Estados respecto a la naturaleza
vinculante de las declaraciones unilaterales.

91. Por lo tanto, del principio de buena fe se desprende que los «Estados interesados pueden
reconocer y confiar en declaraciones unilaterales y tienen derecho a exigir el cumplimiento de las
obligaciones así creadas». Este principio es aplicable también en circunstancias en la que una
declaración unilateral vinculante puede ser revocada.

92. Sin embargo, de acuerdo con el principio de que no se puede imponer una obligación a un Estado
sin su consentimiento, una declaración unilateral vinculante no puede crear obligaciones para otros
Estados. Así, el Tribunal Internacional de Justicia declaró que una declaración unilateral es
vinculante cuando su eficacia no depende de ningún quid pro quo, ni de su aceptación posterior, ni
de ninguna respuesta o reacción por parte de otros Estados, por cuanto dicho requisito no sería
compatible con la naturaleza unilateral del acto jurídico a través del cual el Estado manifestó su
voluntad.

1.7. CIJ ASUNTO DE PESQUERÍAS (REINO UNIDO C. NORUEGA) . SENTENCIA DE 18 DE DICIEMBRE


DE 1951
El Gobierno de Reino Unido alegó que el sistema de delimitación noruego no le era conocido y que
carecía así de la notoriedad requerida para fundamentar un título histórico que le fuera oponible. La
Corte no puede admitir este punto de vista. Estado ribereño del Mar del Norte, altamente interesado
en las pesquerías de estas regiones, potencia marítima tradicionalmente atenta al derecho del mar y
particularmente interesada en la defensa de la libertad de los mares, el Reino Unido no pudo ignorar
el Decreto de 1869 que había incluso provocado una petición de explicaciones por parte del Gobierno
francés. Por otra parte, al conocerlo, no pudo equivocarse sobre el alcance de sus términos que lo
describían con toda claridad como la aplicación de un sistema. Con mayor razón es aplicable a la
misma la observación respecto al Decreto de 1889, relativo a la delimitación de Romsdal y Nordmöre,
que aparecía como una reiterada manifestación de la práctica noruega.

La notoriedad de los hechos, la tolerancia general de la comunidad internacional, la posición de Gran


Bretaña en el Mar del Norte, su interés específico en la cuestión, su prolongada abstención,
permitirían en cualquier caso a Noruega oponer su sistema al Reino Unido.

La Corte está obligada, por consiguiente, a concluir, que el método de las líneas rectas consagrado
por el sistema noruego, se impone por la particular geografía de la costa noruega: que con
anterioridad al origen de la controversia, este método se había consolidado por una práctica
constante y suficientemente larga, respecto de la cual la actitud de los Gobiernos demuestra que éstos
no la consideraban contraria al Derecho Internacional.

1.8. CIJ ASUNTO DEL TEMPLO DE PREAH VIHEAR (CAMBOYA C. TAILANDIA). SENTENCIA DE 15
DE JUNIO DE 1962

En su sentencia de 26 de mayo de 1961, por la cual la Corte se ha estimado competente para decidir
en la controversia que le ha sido sometida por la demanda del Gobierno camboyano presentada el 6
de octubre de 1959, se ha descrito en los siguientes términos el objeto de la controversia: «En el
presente asunto, Camboya invoca la violación por Tailandia de la soberanía territorial camboyana
sobre la región del templo de Preah Vihear y sus contornos. Tailandia responde afirmando que este
territorio está situado al lado del lado tailandés de la frontera común entre los dos países y que se
halla bajo la soberanía tailandesa. Se trata de una controversia relativa a la soberanía territorial».

El objeto de la controversia sometida a la Corte se limita, por tanto a una disputa sobre la soberanía
en la región del templo de Preah Vihear. Para resolver esta cuestión de soberanía territorial, la Corte
deberá determinar cuál es la frontera entre los dos Estados en este sector. Han sido presentados
mapas y diversas consideraciones han sido hechas a este respecto... [entre ellas, debe retenerse que,
por un trazado de 1904, Francia y Tailandia –entonces llamada Siam– fijaron como límite fronterizo
en este sector la línea divisoria de aguas, confiando la determinación de la frontera a una comisión
mixta franco-siamesa. El levantamiento de los mapas, por diversas razones, fue hecho
exclusivamente por cartógrafos franceses; y los mapas remitidos al Gobierno de Siam. En estos
mapas, anejos al Tratado, la región de Preah Vihear, incluido el templo, quedaba bajo la soberanía de
Camboya, entonces posesión francesa].

[...]

El verdadero problema –y el problema esencial en este caso– es el de saber si las Partes han adoptado
el mapa del anejo I y la línea que éste indica en tanto que representación del resultado de los trabajos
de delimitación de la frontera en la región de Preah Vihear, confiriendo de este modo un carácter
obligatorio a este mapa.

Tailandia lo impugna en lo que le concierne y declara haber adoptado una actitud puramente pasiva
en los acontecimientos posteriores. Sostiene igualmente que una conducta que implicase todo lo más
una carencia de oposición no sería suficiente para establecer que había consentido en que, respecto
de Preah Vihear, se abandonase la línea divisoria de las aguas mencionada en el artículo 1º del
Convenio de 1904 hasta el punto de afectar a la soberanía sobre la zona del templo.

La Corte no comparte este punto de vista. Se desprende claramente de la documentación que la


publicación y la comunicación de los once mapas relacionados anteriormente, incluido el mapa del
anejo I, han constituido un acontecimiento de cierta importancia. No se trataba de un simple
intercambio entre los Gobiernos francés y siamés; aun cuando en el caso de que hubiera sido así, ello
habría podido ser suficiente en derecho. Por el contrario, los mapas recibieron una amplia
publicidad en todos los medios científicos interesados...El hecho de que el mapa del anejo I fuera
trasmitido como pretendiendo representar el resultado de los trabajos de delimitación se desprende
claramente de la carta que se dirigió el 20 de agosto de 1908 al Ministerio de Asuntos Exteriores en
Bangkok por el Ministro plenipotenciario de Siam en París, en la cual este último declara: «En lo que
respecta a la Comisión mixta de delimitación de fronteras y a la solicitud de los comisarios siameses
de que los comisarios franceses prepararán mapas de diversas fronteras, los comisarios franceses
acaban de ultimar su trabajo». Agrega que le han sido entregados una serie de mapas con la finalidad
de que los trasmita al Ministro de Asuntos Exteriores de Siam. Da a continuación una lista de los once
mapas, incluido el de la región de Dangrek, habiendo recibido cincuenta ejemplares de cada uno de
ellos...

Se ha sostenido en nombre de Tailandia que esta entrega de los mapas por las autoridades francesas
ha sido, por así decirlo, unilateral; que Tailandia no fue invitada a acusar recibo de los mapas y que
no lo hizo. En realidad, tal y como se verá a continuación, un acuse de recibo muy claro se desprende
indiscutiblemente de la conducta de Tailandia; pero incluso si no hubiera sido así, es evidente que las
circunstancias eran de tal naturaleza que exigían en un plazo razonable una reacción por parte de
las autoridades siamesas en el supuesto de que éstas hubieran querido impugnar el mapa o hubieran
tenido graves objeciones que plantear al respecto. Ahora bien, las autoridades siamesas no han
reaccionado ni en aquella época ni durante numerosos años; por este hecho, debe concluirse su
aquiescencia. Qui tacet consentire videtur si loqui debuisset ac potuisset...

[...]

Incluso si existiera alguna duda sobre la aceptación del mapa por parte de Siam en 1908 y, en
consecuencia, de la frontera señalada en él, esta Cortel, teniendo en cuenta los sucesos posteriores,
consideraría que Tailandia, por razón de su conducta, no podría hoy afirmar que no ha aceptado el
mapa. Durante cincuenta años este Estado ha gozado de las ventajas que le aseguraba el Convenio de
1904, aunque no fuese más que la ventaja de una frontera estable. Francia, y por su mediación,
Camboya, confiaron en su aceptación del mapa. Puesto que ninguna de las dos partes puede invocar
el error, carece de importancia averiguar si esta confianza estaba fundada en la convicción de la
exactitud del mapa. Tailandia no puede ahora alegar que jamás ha sido parte voluntaria del acuerdo
al mismo tiempo que continúa invocando los beneficios de éste y gozando de ellos.

Sin embargo, la Corte considera que en 1908-1909 Tailandia aceptó el mapa del anejo I como
representación del resultado de los trabajos de delimitación y consiguientemente ha reconocido la
línea, trazada sobre el mapa como frontera, cuyo efecto es situar a Preah Vihear en territorio
camboyano. La Corte estima, de otra parte, que, considerada en su conjunto la conducta posterior de
Tailandia, ha confirmado y corroborado su aceptación inicial; y que los actos ejecutados por
Tailandia en dicho lugar no bastan para anularla. Mediante su conducta, ambas Partes han
reconocido la línea y, por ello mismo, convinieron efectivamente en considerarla como constitutiva
de la frontera.

1.9. CIJ ASUNTO DE LA DELIMITACIÓN DE LA FRONTERA MARÍTIMA EN LA REGIÓN DEL GOLFO


DE MAINE (CANADÁ/ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA). SENTENCIA DE 12 DE OCTUBRE DE 1984

129. En las exposiciones canadienses, los términos aquiescencia y estoppel son empleados de forma
conjunta, y prácticamente a los mismos fines. Canadá definió de la siguiente manera las reglas
relativas a la aquiescencia, considerada como reconocimiento de derechos:

«Cuando el gobierno de un Estado que es parte en una controversia tiene conocimiento,


directamente o por deducción, de la conducta de la otra parte o de una afirmación de derecho por la
misma, y se abstiene de protestar contra esta conducta o esta afirmación, es porque el gobierno
acepta tácitamente la posición jurídica que traduce la conducta de la otra parte o su afirmación de
derechos» (Audiencia de 4 de abril de 1984, tarde).

En cuanto al estoppel, Canadá admite que en derecho internacional esta «doctrina» continúa en
proceso de evolución. Según este país, sin embargo, en el presente supuesto se dan todas las
condiciones que permiten invocar este principio, aunque se tengan en cuenta las más estrictas.
Canadá ha sostenido en el procedimiento oral que el estoppel es «el alter ego de la aquiescencia». En
todo caso añade que aún admitiendo que las condiciones para el reconocimiento de una situación de
estoppel son más severas que las requeridas para la aquiescencia (los Estados Unidos argumentan
que la parte que desee invocar esta forma de los «propios actos» debería fundarse en el hecho de que
las declaraciones o la conducta de la otra parte han actuado ya sea en su propio detrimento, ya sea a
favor de la otra) este último criterio debería ser considerado cumplido en el presente caso.

130. La Sala comprueba en todo caso que las nociones de aquiescencia y de estoppel, con
independencia del estatuto que el derecho internacional les reconozca, derivan ambas de los
principios fundamentales de la buena fe y de la equidad. Sin embargo, proceden de razonamientos
jurídicos diferentes; la aquiescencia equivale a un reconocimiento tácito manifestado mediante un
comportamiento unilateral que la otra parte puede interpretar como un consentimiento; el estoppel ,
por su parte, está vinculado a la idea de los «propios actos» ( forclusion ). Según cierta doctrina, los
«propios actos» ( forclusion ) constituyen el aspecto procesal y el estoppel el aspecto de fondo del
mismo principio. Sin entrar en un debate teórico que desborde los límites de este contexto, la sala se
limitará a poner de relieve que, siendo pertinentes los mismos hechos tanto para la aquiescencia
como para el estoppel (excepto cuando existe perjuicio), puede considerar ambas nociones como
aspectos distintos de una misma institución.

[...]

145. La sentencia en los asuntos de la Plataforma Continental del Mar del Norte parece haber
enunciado en los términos más precisos las condiciones que permiten invocar la doctrina del
estoppel . Pero incluso dejando a un lado el elemento del detrimento o perjuicio causado por el
cambio de actitud de un Estado –elemento que distingue el estoppel en sentido estricto de la
aquiescencia– esta última también supone una aceptación clara y constante ( vid . CIJ Recueil , 1969,
p. 26). En el presente caso, la conducta de los Estados Unidos, por su carácter incierto, no satisface las
condiciones exigidas por la sentencia de 1969, ya sea a título de estoppel o de aquiescencia.

1.10. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA FRONTERA TERRESTRE Y MARÍTIMA ENTRE CAMERÚN Y


NIGERIA (CAMERÚN C. NIGERIA; GUINEA ECUATORIAL INTERVINIENTE), EXCEPCIONES
PRELIMINARES . SENTENCIA DE 11 DE JUNIO DE 1998

48. Nigeria plantea una segunda excepción preliminar al exponer que durante

«al menos veinticuatro años antes del depósito de la demanda, las Partes, en el transcurso de los
contactos y conversaciones que ellas tenían regularmente, habían aceptado la obligación de arreglar
todas las cuestiones fronterizas por medio de mecanismos bilaterales existentes».

Según Nigeria, se habría producido un acuerdo implícito de recurrir exclusivamente a estos


mecanismos y de no invocar la competencia de la Corte Internacional de Justicia. A título subsidiario,
Nigeria sostiene que la conducta de Camerún ha creado una situación de estoppel que le prohibiría
dirigirse a la Corte. Nigeria invoca finalmente el principio de la buena fe y la regla pacta sunt
servanda en apoyo de su argumentación.

49. Camerún expone que los órganos bilaterales que han tratado de diversas dificultades fronterizas
surgidas entre los dos países no han tenido más que una existencia intermitente y que ningún
mecanismo institucional permanente ha sido puesto en marcha. Señala además que no se ha
producido entre las Partes ningún acuerdo explícito o implícito para conferir una competencia
exclusiva a tales órganos. Por último, según Camerún, no se reúnen en el caso las condiciones fijadas
por la jurisprudencia de la Corte para que exista una situación de estoppel . Por tanto, no habría
lugar a la aplicación del principio de buena fe y de la regla pacta sunt servanda.
[...]

57. Pasando al segundo aspecto de la excepción, la Corte examinará si las condiciones fijadas por la
jurisprudencia para que exista una situación de estoppel se dan en el caso.

La existencia de tal situación supondría que Camerún habría adoptado un comportamiento o hecho
declaraciones que testimoniaran de una manera clara y constante que había aceptado arreglar la
controversia de fronteras sometida hoy a la Corte por vías exclusivamente bilaterales. Ello implicaría
por otra parte que Nigeria, fundándose en esa actitud, habría modificado su posición en detrimento
propio o habría sufrido algún perjuicio [ Plataforma Continental del Mar del Norte, sentencia, CIJ
Recueil , 1969, p. 26, par. 30; Controversia Fronteriza terrestre, insular y marítima (El
Salvador/Honduras), demanda a efectos de intervención, sentencia, CIJ Recueil, 1990, p. 118, par. 63].

Estas condiciones no se cumplen en el caso. En efecto, como se ha precisado más arriba en el párrafo
56, Camerún no ha reconocido un carácter exclusivo a las negociaciones celebradas con Nigeria, ni
tampoco Nigeria parece haberlo hecho. Por otra parte, esta última no demuestra haber modificado su
posición en detrimento propio ni haber sufrido un perjuicio por el hecho de que podía haber
buscado una solución a los problemas de fronteras existentes entre los dos Estados recurriendo a
otros procedimientos, pero se ha visto impedida a hacerlo fundándose en la posición
pretendidamente adoptada por Camerún.

58. Por último, la Corte no está convencida de que Nigeria haya sufrido un perjuicio por el hecho de
que Camerún haya entablado un procedimiento ante la Corte en lugar de proseguir las negociaciones
que, por otro lado, estaban en un punto muerto en el momento del depósito de la demanda.

59. En estas condiciones, Camerún, al someterse a la Corte, no ha ignorado las reglas de derecho
invocadas por Nigeria en apoyo de su segunda excepción. Nigeria en consecuencia carece de
fundamento para invocar el principio de buena fe y la regla pacta sunt servanda , principio y regla
que sólo atañen a la ejecución de obligaciones existentes. En su segundo aspecto, la excepción de
Nigeria no deber ser admitida.

1.11. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA SOBERANÍA SOBRE PEDRA BRANCA/PULAU BATU PUTEH,
MIDDLE ROCKS Y SOUTH LEDGE (MALASIA/ SINGAPUR). SENTENCIA DE 23 DE MAYO DE 2008

121. En ciertas circunstancias, la soberanía sobre un territorio puede pasar a otro Estado, como
consecuencia de la ausencia de reacción del que la poseía frente al comportamiento del Estado que
actúa en calidad de soberano, es decir, retomando la expresión usada por Max Huber en el asunto
relativo a la Isla de Palmas, frente a manifestaciones concretas de ejercicio de la soberanía territorial
(Isla de Palmas/Países Bajos/Estados Unidos de América), sentencia de 4 de abril de 1928, RGDIP, t.
XLII, 1935, pp. 164 y 165 (traducción francesa). Tales manifestaciones de ejercicio de soberanía
exigen una respuesta, en cuya ausencia se convierten en oponibles al Estado en cuestión. La ausencia
de reacción bien puede considerarse aquiescencia. La noción de aquiescencia «equivale a un
reconocimiento tácito manifestado por un comportamiento unilateral que la otra parte puede
interpretar como consentimiento» (Delimitación de la frontera marítima en la región del golfo del
Maine/ Canadá/Estados Unidos), sentencia CIJ Rec. 1984, p. 305, par. 130). En otros términos, un
silencio también puede ser elocuente, pero solamente si el comportamiento del otro Estado exige una
respuesta.

122. Un punto determinante para la apreciación de la conducta de las Partes por la Corte se refiere a
la importancia de primer orden que revisten en el derecho internacional y en las relaciones
internacionales, la soberanía estatal sobre un territorio, así como el carácter estable y cierto de dicha
soberanía. Por ello, todo cambio de titular de la soberanía territorial, fundado sobre el
comportamiento de las Partes, tal y como se ha descrito con anterioridad, debe manifestarse de
forma clara y desprovista de ambigüedad a través de dicho comportamiento y de los hechos
relevantes. Esto es así, especialmente si lo que está en riesgo para una de las Partes es, de hecho, el
abandono de su soberanía sobre una parte del territorio.
[...]

276. La Corte es de la opinión de que los hechos relevantes, incluyendo la conducta de las partes,
examinadas y resumidas previamente en los dos párrafos anteriores, refleja una evolución
convergente de las posiciones de las partes con respecto al título de Pedra Branca/Pulau Batu Puteh.
La Corte concluye, en vista de la conducta de Singapur y sus predecesores à titre de souverain,
considerada conjuntamente con la conducta de Malasia y sus predecesores, y especialmente teniendo
en cuenta la falta de respuesta a la conducta de Singapur y sus predecesores, que en 1980 la
soberanía sobre Pedra Branca /Pulau Batu Puteh había pasado a Singapur.

1.12. CPA ASUNTO RELATIVO AL ÁREA MARÍTIMA PROTEGIDA DE CHAGOS (MAURICIO C. REINO
UNIDO). LAUDO ARBITRAL DE 18 DE MARZO DE 2015

iv. Estoppel, manifestaciones y confianza

435. El estoppel es un principio general del derecho que sirve para asegurar, en palabras de Lord
McNair, «que la jurisprudencia internacional reconoce en cierta medida el principio de que un
Estado no puedo decir una cosa y la contraria – allegans contraria non audiendus est .» El principio
deriva del requisito general de que los Estados han de conducirse de buena fe en sus relaciones
mutuas, y su función es la de proteger las legítimas expectativas de un Estado que actúa confiando en
la conducta de otro...

[...]

436. El estoppel, en derecho internacional, es diferente de las «complicadas clasificaciones,


modalidades, tipos, subtipos y características procesales» de su homólogo de derecho interno (
Templo de Preah Vihear (Camboya c. Tailandia), Sentencia de 15 Junio 1962, Opinión Individual del
Vicepresident Alfaro, I.C.J. Reports 1962, p. 39; véase también ibid., Opinión Individual de Sir Gerald
Fitzmaurice, I.C.J.Reports 1962 , p. 52 en p. 62), sin embargo, su frecuente invocación en los procesos
judiciales internacionales ha permitido delimitar el alcance del principio. La Corte Permanente de
Justicia Internacional rechazó aplicar el principio en el asunto de los Empréstitos serbios, señalando
la ausencia de una «manifestación clara e inequívoca por parte de los tenedores de bonos respecto de
la cual el Estado deudor tuviera derecho a confiar y haya confiado» ( Pago de varios préstamos
serbios emitidos en Francia, Sentencia de 12 Julio 1929, P.C.I.J. Series A, Nos. 20/21 , p. 5 en p. 39). En el
asunto Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited , el Tribunal rechazó la invocación por
parte de España del estoppel al no haber prueba de «que se hubiera causado algún perjuicio real al
demandado» ( Bélgica c. España) Excepciones Preliminares, Sentencia, I.C.J. Reports 1964 , p. 3 en p.
25), y el requisito de detrimento de la confianza ha aparecido de manera repetida en sentencias
posteriores de la Corte. En el asunto del Golfo del Maine , el Tribunal sostuvo que las manifestaciones
deben ser hechas por una autoridad con competencia para obligar a su Estado ( Delimitación de la
Frontera Marítima en la región del Golfo del Maine (Canadá c. Estados Unidos de América), Sentencia
de 12 Octubre 1984, I.C.J. Reports 1984 , p.246 en pp. 307-308). Y en los asuntos de la Plataforma
Continental del Mar del Norte , el Tribunal rechazó la existencia de estoppel en ausencia de lo que
describió como «un comportamiento anterior, declaraciones, etc., que no solo muestren clara y
sostenidamente [la manifestación alegada como fundamento del estoppel], sino que también hayan
causado que [las partes en litigio], basándose en dicha conducta, hayan modificado su posición en su
detrimento o sufran algún perjuicio» (( República Federal de Alemania/Dinamarca; República Federal
de Alemania/Países Bajos), Sentencia, I.C.J. Reports 196 9, p.3 en p.26, párr. 30).

437. Adicionalmente - y a diferencia de , al menos, algunas formas de estoppel en derecho interno- el


principio en derecho internacional no distingue entre actuaciones que afecten a hechos ya existentes
y aquéllas otras relativas a promesas de acción futura o declaraciones jurídicas. La cuestión del
estoppel en los asuntos de la Plataforma Continental del Mar del Norte estribaba en si la República
Federal de Alemania había manifestado de manera clara y consistente su aceptación del régimen
jurídico contenido en la Convención de 1958 sobre la Plataforma Continental, a la que no se había
adherido. La Corte Internacional de Justicia rechazó tal conclusión, no con el argumento de que la
materia tratada no era susceptible de producir un estoppel, sino más bien en tanto que ni la
mencionada forma de actuación , ni la supuesta confianza, eran evidentes en los hechos presentados
( Plataforma Continental del Mar del Norte (República Federal de Alemania/Dinamarca; República
Federal de Alemania/Países Bajos), Sentencia, I.C.J. Reports 1 969, p.3 en p.26, párr. 31-32). El Tribunal
es de la opinión de que las formas de conducta capaces de generar el estoppel no están estrictamente
definidas en derecho internacional...

[...]

438. Según esta jurisprudencia, el estoppel puede ser invocado cuando a) un Estado ha actuado de
forma clara, a través de palabra, conducta o silencio; b) tales manifestaciones fueron hechas por un
agente autorizado para hablar en nombre del Estado con respecto al asunto en cuestión; c) el Estado
que invoca el estoppel fue inducido por tal actuación a adoptar un comportamiento determinado en
perjuicio suyo, o a otorgar un beneficio al Estado que realizó la actuación; y d) tal confianza era
legítima, puesto que la actuación era de naturaleza tal que ese Estado tenía derecho a confiar en ella.

1.13. LECTURAS RECOMENDADAS

DE PIETRI, D., «La doctrina de los actos unilaterales pasa inadvertida ante el TJUE», La Ley Unión
Europea , núm. 24, 2015, pp. 22-32.

SINCLAIR, I., « Estoppel and Acquiescence», Fifty Years of the International Court of Justice. Essais
in honour of Sir R. Jennings , (V. Lowe, M. FITZMAURICE eds.), Grotius Publications, Cambridge,
1995, pp. 104-120.

TORRES CAZORLA, M. I., «La historia jamás contada de los actos unilaterales: de los ensayos
nucleares al asunto de la República Democrática del Congo contra Ruanda», REDI , vol. LVIII, 2006,
pp. 257-269.

2. LA COSTUMBRE INTERNACIONAL

2.1. INTRODUCCIÓN

Uno de los procesos de formación de las normas internacionales opera a partir de la práctica de
los sujetos, mediante la creación y repetición de precedentes de manera constante y uniforme,
junto con la convicción jurídica de estar actuando conforme a derecho. Este proceso se producirá
en un período de tiempo de cierta extensión, de forma que en un momento determinado se
producirá la cristalización del consenso, dando lugar a la aparición de la norma consuetudinaria.
Su ámbito puede ser general pero también regional o local, si los Estados interesados que
participan en la formación de la costumbre se circunscriben a un determinado ámbito geográfico.
Por otra parte, la exigencia del consentimiento para que el Estado quede vinculado explica la
figura del objetor persistente, el Estado que se opone sistemáticamente a una costumbre en
formación que si llegara a crearse no resultaría oponible al Estado objetor.

Durante mucho tiempo, el ordenamiento jurídico internacional ha estado compuesto de esta clase
de normas; la aparición posterior de los tratados internacionales –en particular los de
codificación– y de los actos de las organizaciones internacionales no ha disminuido la importancia
de la costumbre, como pone de relieve la jurisprudencia internacional.

Por otra parte, los procesos de formación de normas consuetudinarias y convencionales pueden
entrecruzarse, ya sea porque un tratado declara una costumbre ya existente, ya porque la
celebración de un tratado colabora en la cristalización de la norma consuetudinaria o ya sea
porque a partir de una norma convencional se inicie un proceso de creación de una costumbre. En
todo caso, las normas surgidas a través de estos procesos de interacción conservan una existencia
autónoma, sin que se produzca una confusión normativa.

2.2. CIJ ASUNTO DE LA COMPETENCIA EN MATERIA DE PESQUERÍAS (REINO UNIDO C. ISLANDIA),


FONDO. SENTENCIA DE 25 DE JULIO DE 1974. OPINIÓN INDIVIDUAL DEL JUEZ F. DE CASTRO

2. El argumento clave del demandante es que la regla de las 12 millas constituye derecho
internacional en vigor porque se ha convertido en una regla de derecho consuetudinario y,
asimismo, porque no ha sido abrogada por una costumbre contraria. Es necesario examinar, por
tanto, si la regla de las 12 millas posee el valor de una regla de derecho internacional
consuetudinario.

Según la communis opinio , el derecho internacional consuetudinario existe cuando una práctica ha
cristalizado con los caracteres siguientes:

a) Una aceptación general o universal. La actitud de los Estados no debe ser dudosa. La norma en
cuestión debe ser generalmente conocida y aceptada de manera expresa o tácita. Lo que conduce a
pensar que la costumbre internacional es obligatoria es el hecho de que expresa un consensus tacitus
generalis , si no como pacto tácito al menos como expresión de una convicción general. Para que
nazca una costumbre internacional no es suficiente que una norma sea adoptada por varios Estados
en sus leyes nacionales, en tratados o convenios o que sea aplicada en decisiones arbitrales: en el
caso de que otros Estados adopten una regla distinta será inoponible al Estado que siempre se opuso
a su aplicación ( CIJ, Recueil 1951, p. 131). La existencia de una tendencia mayoritaria, incluso su
aceptación en un convenio internacional, no significa que el convenio ha consagrado o cristalizado
dicha regla en norma de derecho consuetudinario (CIJ, Recueil 1969, p. 41).

b) Una práctica uniforme. Para la formación de una nueva regla de Derecho internacional es preciso
que la práctica de los Estados, con inclusión de los Estados especialmente interesados, haya sido en
sustancia o prácticamente uniforme ( CIJ, Recueil 1951, p. 25, id. pp. 116, 131, CIJ, Recueil , 1969, p. 42).

c) Una duración considerable. Es el tiempo el que hace madurar una práctica y la transforma en
costumbre. Los textos emplean los términos de preascripta consuetudo, per plurimos annos observata,
diutirnis moribus introductum , etc. El Tribunal ha admitido una cierta flexibilidad en el requisito
relativo a la duración, pero solamente a condición de que «la práctica de los Estados, con inclusión de
la de los Estados especialmente interesados, haya sido frecuente y prácticamente uniforme en el
sentido de la disposición invocada y se haya manifestado de manera que establezca un
reconocimiento general del hecho de que está operando una regla jurídica o una obligación jurídica»
( CIJ, Recueil , 1969, pp. 43 y 45).

d) La opinio juris . «No sólo los actos considerados deben poner de relieve una práctica constante sino
que, por añadidura, deben ser testimonio, por su naturaleza o la manera en que han sido aceptados,
de la convicción de que esta práctica se ha hecho obligatoria por la existencia de una regla jurídica...
Los Estados... deben... pues, tener el sentimiento de conformarse a lo que equivale a una obligación
jurídica».

2.3. CIJ ASUNTO DE LA DELIMITACIÓN DE LA FRONTERA MARÍTIMA EN LA REGIÓN DEL GOLFO


DE MAINE (CANADÁ/ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA). SENTENCIA DE 12 DE OCTUBRE DE 1984

111. No hay que buscar en el derecho internacional un cuerpo de reglas detalladas. Este derecho
comprende en realidad un conjunto de normas dirigidas a asegurar la coexistencia y la cooperación
vital de los miembros de la comunidad internacional, conjunto al cual se añaden una serie de reglas
consuetudinarias en las que la existencia de la opinio iuris de los Estados se prueba por vía de
inducción, tomando como punto de partida el análisis de una práctica suficientemente amplia y
convincente, y no por vía de deducción a partir de ideas preconcebidas a priori . Así pues, resulta
superfluo considerar que el derecho internacional consuetudinario ofrece un conjunto de reglas
completamente formado, dispuestas a ser aplicadas para la solución de todos los problemas de
delimitación que se presenten. Es preferible buscar una mejor formulación de la norma
fundamental, respecto de la cual, las Partes hubieran tenido la posibilidad de estar de acuerdo y en
relación a la cual un examen de la realidad de las relaciones jurídicas internacionales revele su
existencia, no solamente en la convicción jurídica de las Partes en la presente controversia, sino en el
conjunto de los Estados.

2.4. CIJ ASUNTO DEL DERECHO DE ASILO (COLOMBIA/PERÚ). SENTENCIA DE 20 DE NOVIEMBRE


DE 1950

El Gobierno de Colombia se ha prevalido finalmente de manera general del derecho internacional


americano. Además de las reglas convencionales ya examinadas, se ha fundado en una pretendida
costumbre regional o local, propia de los Estados de América Latina.

La parte que invoca una costumbre de esta naturaleza debe probar que se ha constituido de tal
manera que se ha hecho obligatoria para la otra Parte. El Gobierno de Colombia debe probar que la
regla de la que se prevale está de acuerdo con un uso constante y uniforme practicado por los
Estados en cuestión, y que este uso traduce un derecho perteneciente al Estado que concede el asilo y
un deber que incumbe al Estado territorial. Ello resulta del artículo 38 del Estatuto del Tribunal que
hace mención de la costumbre internacional «como prueba de una práctica generalmente aceptada
como Derecho».

En apoyo de sus tesis relativas a la existencia de tal costumbre el Gobierno de Colombia ha citado un
gran número de tratados de extradición que, como ya ha sido dicho, no son pertinentes en la
cuestión aquí considerada. Ha citado convenios y acuerdos que no contienen ninguna disposición
relativa a la pretendida regla de calificación unilateral y definitiva, tales como la Convención de
Montevideo de 1989 sobre derecho penal internacional, el Acuerdo boliviano de 1911 y el Convenio
de la Habana de 1928. Han invocado convenios que no han sido ratificados por el Perú, tales como los
Convenios de Montevideo de 1933 y 1939. De hecho, el Convenio de 1933 sólo ha sido ratificado por
once Estados y el Convenio de 1939 solamente por dos.

El abogado del Gobierno de Colombia se ha basado a este respecto muy particularmente en el


Convenio de Montevideo de 1933. Se ha sostenido que este Convenio no ha hecho otra cosa que
codificar principios ya reconocidos por la costumbre de América Latina y que podría oponérsele al
Perú como prueba de derecho consuetudinario. El limitado número de Estados que han ratificado
este Convenio revela la debilidad de esta tesis, que por otra parte se ve afectada por el preámbulo del
convenio, en el que se dice que modifica al Convenio de La Habana.

Finalmente, el Gobierno de Colombia ha citado un gran número de casos particulares en los cuales el
asilo diplomático ha sido efectivamente concedido y respetado. Pero no ha sido probado que la
pretendida regla de la calificación unilateral y definitiva haya sido invocada o que –si en ciertos
casos ha sido invocada de hecho– haya sido aplicada fuera de las estipulaciones convencionales por
los Estados que concedían el asilo en cuanto derecho referido a ellos, y respetada por los Estados
territoriales como deber que les afectaba y no solamente por razones de oportunidad política. Los
hechos sometidos al Tribunal muestran tantas incertidumbres y contradicciones, tantas
fluctuaciones y discordancias en el ejercicio del derecho de asilo diplomático y en las opiniones
manifestadas oficialmente en distintas ocasiones; ha habido tal falta de consistencia en la rápida
sucesión de los textos convencionales relativos al asilo, ratificados por algunos Estados y rechazados
por otros, y la práctica ha sido influida de tal manera por consideraciones de oportunidad política en
los distintos casos, que no ha sido posible deducir de este conjunto una costumbre constante y
uniforme aceptada como derecho, en lo relativo a la pretendida regla de la calificación unilateral y
definitiva del delito.

La Corte no podría entonces admitir que el Gobierno de Colombia haya probado la existencia de tal
costumbre. Suponiendo que esta costumbre existió solamente entre ciertos Estados de América
Latina, no podría oponérsele al Perú que, lejos de haberla aceptado con su actitud, por el contrario la
ha rechazado absteniéndose de ratificar los Convenios de Montevideo de 1933 y 1939, que fueron los
primeros en incluir una regla relativa a la calificación del delito en materia de asilo diplomático.

2.5. CIJ ASUNTO DEL DERECHO DE PASO POR EL TERRITORIO INDIO (PORTUGAL C. INDIA).
SENTENCIA DE 12 DE ABRIL DE 1960

Con vistas a determinar si Portugal ha consolidado el derecho de paso que reivindica, la Corte debe
tomar en consideración lo sucedido en el curso de los períodos británico y post-británico. En el curso
de estos períodos, el paso hacia los enclaves ha dado lugar a una práctica entre los portugueses y el
soberano territorial, que Portugal invoca para establecer el derecho de paso por él reclamado.

En tanto que esta pretensión de Portugal a un derecho de paso se formula por este país sobre la base
de una costumbre local, se alega en nombre de la India que no puede constituirse costumbre local
alguna entre dos Estados solamente. Resulta difícil sostener que el número de Estados entre los
cuales puede constituirse una costumbre local sobre la base de una práctica prolongada y continua
entre dos Estados, práctica aceptada por ellos como reguladora de sus relaciones, no constituya la
base de derechos y obligaciones recíprocas entre estos dos Estados.

2.6. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES .


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996

64. A continuación la Corte pasará a examinar el derecho internacional consuetudinario a fin de


determinar si de él se desprende una prohibición de la amenaza de uso o el uso de armas nucleares
como tal. Según ha afirmado la Corte, la sustancia de ese derecho debe buscarse principalmente en la
práctica real y en la opinio juris de los Estados [Plataforma Continental (Jamahiriya Arabe
Libia/Malta), Judgment, ICJ Reports, 1985, p. 29, párr. 27].

65. Los Estados que opinan que el uso de armas nucleares es ilícito han intentado demostrar la
existencia de una norma consuetudinaria que prohíbe su uso. Se refieren a la práctica
ininterrumpida y uniforme de no utilización de armas nucleares por los Estados desde 1945 y en esa
práctica creen ver la expresión de una opinio juris por parte de los que poseen esas armas.

66. Otros Estados, que defienden la legalidad de la amenaza de uso y el uso de armas nucleares en
ciertas circunstancias, invocaron la doctrina y la práctica de la disuasión en apoyo de su argumento.
Recuerdan que siempre, en concierto con otros Estados, se han reservado el derecho a utilizar esas
armas en el ejercicio de su derecho de legítima defensa contra una agresión armada que pusiera en
peligro sus intereses de seguridad vitales. En su opinión, si no se han utilizado armas nucleares desde
1945, no es por la existencia o el surgimiento de una costumbre, sino simplemente porque,
afortunadamente, no se han presentado las circunstancias que podrían justificar su uso.

67. La Corte no se propone pronunciarse aquí respecto de la práctica conocida como «política de
disuasión» Señala que es un hecho que varios Estados han seguido esa práctica durante la mayor
parte de la guerra fría y siguen haciéndolo. Además, los miembros de la comunidad internacional se
encuentran profundamente divididos respecto de si el hecho de que no se haya recurrido a las armas
nucleares en los últimos cincuenta años constituye la expresión de una opinio juris. En estas
circunstancias, la Corte no se considera capaz de encontrar que existe esa opinio juris.

68. Según algunos Estados, la importante serie de resoluciones de la Asamblea General, iniciada con
la resolución 1653 (XVI), de 24 de noviembre de 1961, relativas a las armas nucleares y en las que se
confirma, con sistemática regularidad, la ilegalidad de las armas nucleares, pone de manifiesto la
existencia de una norma del derecho internacional consuetudinario que prohíbe el recurso a esas
armas. Sin embargo, según otros Estados, esas resoluciones no tienen carácter vinculante por sí solas
ni son declarativas de ninguna norma consuetudinaria que prohíba las armas nucleares; algunos de
esos Estados han señalado también que la serie de resoluciones en cuestión no sólo no contó con la
aprobación de todos los Estados poseedores de armas nucleares, sino tampoco con la de muchos
otros.

69. Los Estados que consideran que el empleo de armas nucleares sea ilegal señalaron que el objetivo
de esas resoluciones no era establecer nuevas normas, sino simplemente confirmar el derecho
consuetudinario relativo a la prohibición de medios y métodos de guerra, cuyo empleo, rebasaba lo
permisible en situaciones de hostilidades. A su modo de ver, esas resoluciones en cuestión no hacían
sino aplicar a las armas nucleares las normas vigentes del derecho internacional aplicables a los
conflictos armados; eran simplemente el «continente» o «instrumento» que contenía ciertas normas
consuetudinarias preexistentes del derecho internacional. Así pues, para esos Estados poca
importancia tiene que el «instrumento» hubiera suscitado votos negativos, pues éstos no pueden dar
lugar a la anulación de esas normas consuetudinarias que se han confirmado en el derecho de los
tratados.

70. La Corte observa que las resoluciones de la Asamblea General, aunque no son vinculantes,
pueden a veces tener valor normativo. En ciertas circunstancias pueden proporcionar pruebas
importantes para determinar la existencia de una norma o la aparición de una opinio juris. Para
saber si una determinada resolución de la Asamblea General cumple ese recaudo, hay que examinar
su contenido y las condiciones en que se aprobó; también hay que ver si existe una opinio juris en
cuanto a su carácter normativo. Puede ocurrir asimismo que una serie de resoluciones muestre la
evolución gradual de la opinio juris necesaria para el establecimiento de una nueva norma.

71. Examinadas en su conjunto, las resoluciones de la Asamblea General que se han presentado ante
la Corte declaran que el empleo de armas nucleares constituye «una violación directa» de la Carta de
las Naciones Unidas y en algunos casos establecen que «debería prohibirse» su uso. Esas resoluciones
se han centrado algunas veces en asuntos conexos de diversa índole; no obstante, varias de las
resoluciones que se están examinando en el presente caso han sido aprobadas con numerosos votos
en contra y abstenciones; así, aunque son un claro indicio de la profunda preocupación que existe
con respecto al problema de las armas nucleares, todavía distan de establecer la existencia de una
opinio juris sobre la ilegalidad del empleo de esas armas.

72. La Corte observa, además, que en la primera de las resoluciones de la Asamblea General en la que
se proclamó expresamente la ilegalidad del empleo de las armas nucleares, a saber, la resolución
1653 (XVI), de 24 de noviembre de 1961 (mencionada en resoluciones subsiguientes), después de
hacer referencia a algunas declaraciones internacionales y acuerdos vinculantes, desde la
Declaración de San Petersburgo de 1868 hasta el Protocolo de Ginebra de 1925, se procedió a calificar
la naturaleza jurídica de las armas nucleares, a determinar sus efectos y a aplicar las normas
generales del derecho internacional consuetudinario a las armas nucleares en particular. Esa
aplicación por la Asamblea General de las normas generales del derecho consuetudinario al caso
particular de las armas nucleares demuestra que, a su juicio, no existía ninguna norma específica en
el derecho consuetudinario que prohibiera el empleo de las armas nucleares; de haber sido así, la
Asamblea General podía simplemente haberse referido a ella, sin necesidad de realizar ese ejercicio
de calificación jurídica.

73. Habida cuenta de lo anterior, la Corte señala que la aprobación anual por la Asamblea General,
por gran mayoría de votos, de resoluciones en las que se recuerda el contenido de la resolución 1653
(XVI), y se pide a los Estados Miembros que concierten una convención que prohíba el empleo de las
armas nucleares en cualquier circunstancia, pone de manifiesto el deseo de un sector muy amplio de
la comunidad internacional de dar un importante paso hacia el desarme nuclear completo, mediante
la prohibición específica y expresa del empleo de las armas nucleares. La aparición, como lex lata, de
una norma consuetudinaria por la que se prohíba específicamente el empleo de las armas nucleares
como tales se ve dificultada por las continuas tensiones entre la incipiente opinio juris, por un lado, y
la adhesión todavía muy fuerte a la práctica de la disuasión, por el otro.

2.7. OMC ÓRGANO DE APELACIÓN. INFORME DE 16 DE ENERO DE 1998. ASUNTO RELATIVO A LAS
MEDIDAS QUE AFECTAN A LA CARNE Y A LOS PRODUCTOS CÁRNICOS (HORMONAS) (ESTADOS
UNIDOS C. UNIÓN EUROPEA)

141. La argumentación básica de las Comunidades Europeas es que el principio de cautela es o se ha


convertido en «una norma consuetudinaria general del derecho internacional» o por lo menos «en
un principio general del derecho»

[...]

142. Los Estados Unidos no consideran que el «principio de cautela» represente el derecho
internacional consuetudinario y sugieren que se trata más de un «enfoque» que de un «principio». El
Canadá también es de la opinión de que el principio de cautela aún no ha sido incorporado al corpus
del derecho internacional público; no obstante, admite que el «enfoque de cautela» o «concepto»
constituye «un principio incipiente del derecho», que en el futuro puede cristalizarse en uno de los
«principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas», en el sentido del
apartado c) del párrafo 1) del artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia.

143. La condición jurídica del principio de cautela en el derecho internacional sigue siendo objeto de
debate entre los académicos, los profesionales del derecho, los órganos normativos y los jueces.
Algunos consideran que el principio de cautela se ha cristalizado en un principio general del derecho
medioambiental internacional consuetudinario. El hecho de que haya sido aceptado ampliamente
por los Miembros como un principio de derecho internacional general o consuetudinario parece
menos claro. No obstante, consideramos que es innecesario, y probablemente imprudente, que en
esta apelación el Órgano de Apelación tome posición sobre esta importante pero abstracta cuestión.
Tomamos nota de que el propio Grupo Especial no hizo ninguna constatación definitiva con respecto
a la condición del principio de cautela en el derecho internacional y que el principio de cautela, por
lo menos fuera del ámbito del derecho medioambiental internacional, aún no tiene una formulación
autorizada.

144. A pesar de ello, el principio de cautela, por sí solo, y sin una directiva textual inequívoca a ese
efecto, no exime a un Grupo Especial de la obligación de aplicar los principios (de derecho
internacional consuetudinario) normalmente aplicables a la interpretación de los tratados en su
lectura de las disposiciones del Acuerdo MSF.

2.8. SENTENCIA TC 237/2005, DE 26 DE SEPTIEMBRE DE 2005

5. En efecto, dicha falta de autorización que el Tribunal Supremo halla en el Convenio sobre
genocidio para la activación de la jurisdicción internacional de modo unilateral por un Estado no se
aviene con el principio de persecución universal y de evitación de la impunidad de tal crimen de
Derecho internacional, que, como ha sido afirmado, preside el espíritu del Convenio y que forma
parte del Derecho consuetudinario internacional (e incluso del ius cogens , según ha venido
manifestando la mejor doctrina) sino que, antes bien, entra en franca colisión con él. En efecto,
resulta contradictorio con la propia existencia del Convenio sobre genocidio, y con el objeto y fin que
lo inspiran, que las partes firmantes pacten la renuncia a un mecanismo de persecución del delito,
máxime teniendo en cuenta que el criterio prioritario de competencia (el territorial) quedará en
multitud de ocasiones mermado en sus posibilidades de ejercicio efectivo por las circunstancias que
puedan entrar en juego en los diferentes casos. De igual modo que ha de resultar contradictorio con
el espíritu del Convenio que formar parte del mismo conlleve una limitación en las posibilidades de
combatir el delito que Estados que no lo hubieran firmado no tendrían, en tanto en cuanto no
quedarían constreñidos por esa supuesta y cuestionable prohibición.

6. No estando, a juicio del Tribunal Supremo, reconocida la jurisdicción universal por el Convenio
sobre genocidio, sostiene la Sala Segunda de este Alto Tribunal que su asunción unilateral por el
Derecho interno debe, entonces, venir limitada por otros principios, en virtud de lo que viene siendo
regla en la costumbre internacional. De ello se derivará una restricción del ámbito de aplicación del
art. 23.4 LOPJ, exigiendo para su entrada en juego determinados «vínculos de conexión», como que el
presunto autor del delito se halle en territorio español, que las víctimas sean de nacionalidad
española, o bien que exista otro punto de conexión directo con intereses nacionales. El empleo de
tales criterios correctores se fundamenta por la Sentencia objeto de análisis en la costumbre
internacional, llegando a la conclusión de que, no correspondiéndole a cada Estado en particular
ocuparse unilateralmente de estabilizar el orden, el ejercicio de la competencia universal sólo será
legítimo cuando exista el citado punto de conexión; el cual, resalta la resolución impugnada, ha de
tener una significación equivalente a los criterios que, reconocidos en la Ley nacional o los Tratados,
permiten la extensión extraterritorial de la competencia.

En apoyo del presupuesto de partida, a saber, que en la costumbre internacional se ha venido


restringiendo el alcance del principio de justicia universal, invoca el Tribunal Supremo determinadas
resoluciones jurisprudenciales de Tribunales de terceros Estados o internacionales; así cita en
particular diversas resoluciones del Tribunal Supremo Federal alemán, la decisión de la Corte de
Casación belga sobre el caso Sharon , así como la resolución de la Corte Internacional de Justicia de
La Haya, de 14 de febrero de 2002 (caso Yerodia ), en la que se condenó a Bélgica por la expedición de
una orden de arresto internacional dictada contra el Ministro de Asuntos Exteriores de la República
Democrática del Congo.

Pues bien, lo primero que hemos de poner de manifiesto es que resulta harto discutible que tal sea la
regla en la costumbre internacional, y ello, en particular, por cuanto la selección de referencias
jurisprudenciales efectuada por el Tribunal Supremo en apoyo de dicha tesis no abona tal
conclusión, sino, antes bien, la contraria. Al respecto, no ha de ser preciso un amplio desarrollo
argumental, dado el hecho de que el Voto particular a la Sentencia impugnada, firmado por siete
Magistrados (cuya trascendencia no puede dejar de resaltarse), ha venido, de modo convincente, a
refutar la pretendida validez de las resoluciones citadas como sostén teórico del planteamiento
seguido por la Sala Segunda, aportando otras referencias de signo contrario. Como se afirma por los
Magistrados discrepantes de la mayoría, las resoluciones alemanas citadas no representan el status
quaestionis en ese país, en tanto en cuanto decisiones del Tribunal Constitucional alemán posteriores
a las resoluciones citadas por la Sentencia combatida han venido a avalar un principio de
jurisdicción universal sin necesidad de vínculos con intereses nacionales (citándose, a título de
ejemplo, la Sentencia de 12 de diciembre de 2000, donde se ratificó la condena por delito de
genocidio dictada por Tribunales alemanes a ciudadanos serbios por crímenes cometidos en Bosnia-
Herzegovina contra víctimas bosnias). Por lo que respecta a la Sentencia del Tribunal Internacional
de La Haya en el caso Yerodia , ha de concluirse que ésta no puede ser empleada como precedente de
las pretendidas restricciones a la competencia universal, pues limitó su conocimiento a la cuestión de
si se habían vulnerado o no las normas internacionales de inmunidad personal, no habiéndose
pronunciado, en cambio, acerca de la jurisdicción universal en materia de genocidio, dado que así lo
había solicitado expresamente la República Democrática del Congo en su demanda. Y lo mismo debe
afirmarse en relación a la Sentencia de la Corte de Casación belga de 12 de febrero de 2003, de cuyo
contenido el Tribunal Supremo alude solamente a los aspectos relacionados con la inmunidad de los
representantes estatales en ejercicio, y en cambio omite toda mención al reconocimiento expreso que
en dicha resolución se formula de la jurisdicción universal establecida en la legislación belga.

Si a lo acabado de afirmar añadimos que existen multitud de precedentes en Derecho internacional


que avalarían la postura contraria a la seguida por el Tribunal Supremo en la materia, el
presupuesto en que la Sentencia del dicho Alto Tribunal sostiene su interpretación restrictiva del art.
23.4 LOPJ (la existencia de una limitación generalizada del principio de justicia universal en el
Derecho internacional consuetudinario) pierde gran parte de su sustento, teniendo en cuenta, en
particular, que la selección de referencias no es exhaustiva y no incluye algunas significativamente
contrarias a la orientación que se mantiene. A este respecto resulta discutible que la Sentencia omita
mencionar que, frente a lo que pudiera desprenderse de su lectura, la Ley española no es la única
legislación nacional que incorpora un principio de jurisdicción universal sin vinculación a intereses
nacionales, pudiendo citarse las de países como Bélgica (art. 7 de la Ley de 16 de julio de 1993,
reformada por la Ley de 10 de febrero de 1999, que extiende la jurisdicción universal al genocidio),
Dinamarca (art. 8.6 de su Código penal), Suecia (Ley relativa a la Convención sobre el genocidio de
1964), Italia (art. 7.5 CP) o Alemania, Estados que incorporan, con mayor o menor amplitud, la
represión de distintos crímenes contra la comunidad internacional a su ámbito de jurisdicción, sin
restricciones motivadas en vínculos nacionales. A título de significativo ejemplo basta indicar que la
Sentencia del Tribunal Supremo cita la resolución del Tribunal Supremo Federal alemán de 13 de
febrero de 1994 y sin embargo no hace mención alguna al art. 6 CP alemán ni al Código de crímenes
contra el Derecho internacional de 26 de junio de 2002 (Ley promulgada con la finalidad de adaptar
el Derecho penal alemán al Estatuto de la Corte Penal Internacional) en cuyo artículo primero se
dispone que sus preceptos se aplicarán a los crímenes en él contemplados (genocidio, crímenes
contra la humanidad y crímenes de guerra incluidos en el Estatuto de la Corte) «incluso cuando el
delito sea cometido en el extranjero y no tenga relación alguna con Alemania».

2.9. LA SITUACIÓN EN SOMALIA. S/RES/1816 (2008)

El Consejo de Seguridad,

Recordando sus anteriores resoluciones y las declaraciones de su Presidencia sobre la situación en


Somalia,

Profundamente preocupado por la amenaza que los actos de piratería y robo a mano armada contra
buques suponen para el suministro rápido, seguro y efectivo de ayuda humanitaria a Somalia, para
la seguridad de las rutas comerciales marítimas y para la navegación internacional,

[...]

Teniendo en cuenta la situación crítica reinante en Somalia y la falta de capacidad del Gobierno
Federal de Transición (GFT) para interceptar a los piratas o patrullar y asegurar las rutas marítimas
internacionales frente a la costa de Somalia o las aguas territoriales de Somalia,

Deplorando los recientes incidentes de ataque y secuestro de buques en las aguas territoriales y de
alta mar frente a la costa de Somalia, incluidos los ataques y secuestros de buques operados por el
Programa Mundial de Alimentos y numerosos buques comerciales, y el grave efecto adverso de estos
ataques en el suministro rápido, seguro y efectivo de ayuda alimentaria y otra asistencia
humanitaria al pueblo de Somalia, y los graves peligros que plantean para los buques, las
tripulaciones, los pasajeros y los cargamentos,

[...]

Tomando nota de la carta de fecha 9 de noviembre de 2007 dirigida al Presidente del Consejo de
Seguridad por el Secretario General, en que indicó que el Gobierno Federal de Transición (GFT) de
Somalia necesitaba y estaba dispuesto a recibir asistencia internacional para resolver el problema,

Tomando nota además de la carta de fecha 27 de febrero de 2008 dirigida al Presidente del Consejo de
Seguridad por el Representante Permanente de la República Somalí ante las Naciones Unidas, por la
que se transmitía el consentimiento del GFT al Consejo de Seguridad para recibir asistencia urgente a
fin de asegurar las aguas territoriales e internacionales frente a la costa de Somalia para permitir el
movimiento seguro del transporte marítimo y la navegación,

Habiendo determinado que los incidentes de piratería y robo a mano armada contra buques en las
aguas territoriales de Somalia y en alta mar frente a la costa de Somalia agravan la situación de
Somalia, que sigue constituyendo una amenaza para la paz y la seguridad internacionales en la
región,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Condena y deplora todos los actos de piratería y robo a mano armada contra buques en las aguas
territoriales y en alta mar frente a la costa de Somalia;

[...]

7. Decide que, durante un período de seis meses a partir de la fecha de la presente resolución, los
Estados que cooperen con el GFT en la lucha contra la piratería y el robo a mano armada en el mar
frente a la costa de Somalia, previo aviso del GFT al Secretario General, podrán:

a) Entrar en las aguas territoriales de Somalia con el fin de reprimir actos de piratería y robo a mano
armada en el mar, en forma compatible con las acciones de esa índole permitidas en alta mar
respecto de la piratería con arreglo a las disposiciones pertinentes del derecho internacional; y

b) Usar, en las aguas territoriales de Somalia, en forma compatible con las acciones permitidas en
alta mar respecto de la piratería con arreglo a las disposiciones pertinentes del derecho
internacional, todos los medios necesarios para reprimir los actos de piratería y robo a mano
armada;

[...]

9. Afirma que la autorización conferida en la presente resolución sólo es aplicable a la situación en


Somalia y no afectará a los derechos, obligaciones o responsabilidades que incumban a los Estados
Miembros en virtud del derecho internacional, incluidos cualesquiera derechos u obligaciones en
virtud de la Convención, respecto de ninguna otra situación, y subraya en particular que no se
considerará precedente del derecho consuetudinario internacional, y afirma además que esta
autorización ha sido conferida únicamente tras recibirse la carta de fecha 27 de febrero de 2008
dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad por el Representante Permanente de la República
Somalí ante las Naciones Unidas, por la que se transmitía el consentimiento del GFT;

[...]

2.10. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA RELATIVA A LOS DERECHOS DE NAVEGACIÓN Y


DERECHOS CONEXOS (COSTA RICA C. NICARAGUA). SENTENCIA DE 13 DE JULIO DE 2009

140. La Corte examinará ahora el fondo de la demanda de Costa Rica relativa a los derechos de pesca
para la subsistencia. Costa Rica sostiene que ha existido desde hace tiempo una práctica en virtud de
la cual los habitantes de la rivera de la costa costarricense de San Juan pescan en el río para asegurar
su subsistencia. Esta práctica sobrevivió al Tratado de 1858 y constituye según el mismo una norma
consuetudinaria. En apoyo a esta tesis, Costa Rica se refiere a una Ordenanza Real de 1540 conforme
a la cual el curso superior del río, a partir del lago y en una distancia de 15 leguas, pertenece a
Nicaragua; mientras que su curso inferior, hasta el mar Caribe pertenece a Costa Rica; no obstante,
para los fines de la navegación y pesca el río y el lago son comunes. Costa Rica pone de relieve el
hecho de que los vecinos de la zona vienen practicando la pesca con fines de subsistencia, práctica
que no ha sido contestada por parte de Nicaragua hasta el inicio de este procedimiento.

Nicaragua responde que Costa Rica no ha probado que la costumbre se haya establecido de tal
manera que se haya convertido en obligatoria para Nicaragua. Si bien es cierto que Nicaragua con
carácter general ha tolerado un uso limitado por los vecinos costarricenses del río San Juan para la
pesca no comercial, esta tolerancia no puede interpretarse como fuente de un derecho. Es más, Costa
Rica, conforme a Nicaragua, ha aceptado de manera constante que no tiene más derechos que los
derivados de los Tratados y no del derecho consuetudinario. Finalmente, en la audiencia, Nicaragua
ha reiterado que «no tiene intención alguna de impedir a los vecinos costarricenses la realización de
actividades de pesca para la subsistencia». Costa Rica, en su declaración final sobre este punto,
solicita a la Corte tomar nota en la parte dispositiva de la decisión de la posición mantenida por
Nicaragua, de acuerdo a la cual la pesca para la subsistencia practicada por los vecinos ribereños no
deberá ser impedida.

141. La Corte recuerda que las partes están de acuerdo en que aquello que está en disputa es la pesca
por los vecinos costarricenses para la subsistencia. No se trata de una cuestión de pesca comercial o
deportiva. La Corte también que las partes no han intentado definir la pesca de subsistencia (excepto
por las exclusiones), y tampoco han solicitado a la Corte que ofreciese una definición. Sin ninguna
duda la pesca de subsistencia ha existido desde hace mucho tiempo. Dejando de lado por el momento
la cuestión de la pesca practicada en el río desde el barco, de la cual se ocupará más adelante la
Corte, las Partes están de acuerdo en que la práctica de la pesca de subsistencia está establecida
desde hace mucho tiempo. Por el contrario, no están de acuerdo respecto a la cuestión relativa a si
esta práctica ha pasado a ser obligatoria para Nicaragua y si desde entonces los vecinos ribereños
pueden en virtud de una norma consuetudinaria dedicarse a la pesca de subsistencia en la orilla del
río. La Corte pone de manifiesto que no hay que esperar que una práctica de este tipo, por su propia
naturaleza, considerando en particular el aislamiento de la región y la reducida y dispersa población,
deba ser consignada de manera formal en ningún tipo de registro oficial. En opinión de la Corte el
hecho de que Nicaragua no haya negado la existencia de un derecho derivado de tal práctica, que se
ha mantenido sin ser cuestionada ni perturbada durante un muy largo periodo de tiempo, es
particularmente revelador. Por lo tanto, la Corte concluye que Costa Rica posee un derecho
consuetudinario. Este derecho está subordinado a cualquier medida de reglamentación en materia
de pesca que Nicaragua pudiera adoptar de forma legítima, particularmente para la protección de los
recursos y del medio ambiente.

142. La Corte no suscribe la tesis de Nicaragua, según la cual Costa Rica habría admitido, en el marco
de estos procedimientos, no poseer otros derechos que los derivados de los tratados. Toda
declaración hecha al respecto no se refería más que a los derechos de navegación en conflicto con
relación al tratado de 1858 y otros instrumentos obligatorios; la demanda relativa a los derechos de
pesca se basaba, desde el principio, en una costumbre.

143. Sin embargo, la Corte no considera que este derecho consuetudinario se extienda a la pesca
practicada en el río a bordo del barco. Tan sólo existen escasos y recientes indicios con relación a
dicha práctica. Además, tales indicios lo son, más bien, de rechazo de ese tipo de pesca por las
autoridades nicaragüenses.

144. En consecuencia, la Corte concluye que la pesca de subsistencia, practicada por los habitantes de
la orilla costarricense del río San Juan desde dicha orilla, debe ser respetada por Nicaragua en tanto
constituye un derecho consuetudinario.

2.11. CIJ ASUNTO DE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DEL ESTADO (ALEMANIA C. ITALIA;
GRECIA (INTERVINIENTE)). SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO DE 2012

54. En las relaciones entre Alemania e Italia, es solamente el derecho internacional consuetudinario
el que basa el derecho a la inmunidad, y no disposiciones convencionales...

55. La Corte debe pues, conforme al párrafo b) del apartado 1 del artículo 38 de su Estatuto,
determinar la existencia de una «costumbre internacional como prueba de una práctica
generalmente aceptada como derecho» que confiera la inmunidad al Estado y, en su caso, cuál es su
alcance y contenido. Para hacerlo aplicará los criterios, que ha enunciado en múltiples ocasiones,
que permiten identificar una norma de derecho internacional consuetudinario. Como indicó
claramente en los asuntos de la Plataforma continental del Mar del Norte , se requiere en particular
una «práctica efectiva» acompañada por la opinio juris para que exista tal norma ( Plataforma
continental del Mar del Norte (República Federal de Alemania/Dinamarca; República Federal de
Alemania/Países Bajos), sentencia, C.I.J. Recueil 1969 , p. 44, par. 77). Por otra parte, la Corte señaló lo
siguiente:

«es evidente que la sustancia del derecho internacional consuetudinario debe ser buscada en primer
lugar en la práctica efectiva y la opinio juris de los Estados, incluso si los convenios multilaterales
pueden tener un papel importante a jugar recogiendo y definiendo las normas derivadas de la
costumbre o incluso desarrollándolas» ( Plataforma continental (Jamahiriya árabe Libia/Malta,
sentencia, C.I.J. Recueil 1985 , p. 29-30, par. 27.)

En el caso concreto, una práctica estatal particularmente importante se desprende de la


jurisprudencia de los tribunales internos que han tenido que pronunciarse sobre la inmunidad de un
Estado extranjero, de las leyes adoptadas por aquellos Estados que han legislado en la materia, de la
invocación de la inmunidad por ciertos Estados ante tribunales extranjeros, así como de las
declaraciones hechas por los Estados con ocasión del examen detallado de esta cuestión por la
Comisión de derecho internacional y luego por la adopción de la convención de las Naciones Unidas.
En este contexto, la opinio juris se refleja especialmente por la afirmación, por parte de los Estados
que invocan la inmunidad de jurisdicción ante los tribunales de otros Estados, de que en virtud del
derecho internacional tienen derecho a beneficiarse de ella; por el reconocimiento, por parte de los
Estados que conceden esta inmunidad, de que se trata de una obligación que les impone el derecho
internacional; y, inversamente, por la afirmación de los Estados, en otros asuntos, de su derecho a
ejercer su jurisdicción respecto a Estados extranjeros. Si es cierto que los Estados deciden a veces
conceder una inmunidad más amplia no impuesta por el derecho internacional, el hecho es que, a
fines de la presente instancia, el reconocimiento de la inmunidad en semejante caso no va
acompañada de la opinio juris requerida y, por tanto, no aclara la cuestión planteada a la Corte.

56. Aunque la cuestión de los orígenes de la inmunidad de los Estados y de los principios que la
sustentan ha sido objeto de largos debates, la Comisión de derecho internacional, en 1980, ha
constatado que la regla de la inmunidad de los Estados había «sido adoptada como regla general del
derecho internacional consuetudinario sólidamente enraizada en la práctica contemporánea de los
Estados ( Anuario de la Comisión de derecho internacional , vol. II, segunda parte, p. 144, par. 26). La
Corte estima que esta conclusión, que reposaba sobre un análisis exhaustivo de la práctica de los
Estados, ha sido confirmada desde entonces por un conjunto de leyes nacionales, de decisiones
judiciales, de afirmaciones de un derecho a la inmunidad, así como por los comentarios de los
Estados sobre lo que se convertiría en la convención de las Naciones Unidas. Resulta de esta práctica
que los Estados, ya sea cuando invocan la inmunidad para sí mismos o cuando la conceden a otros,
parten generalmente del principio de que existe en derecho internacional un derecho a la inmunidad
del Estado extranjero, del que se deriva para los demás Estados la obligación de respetarlo y de darle
efecto.

2.12. STJUE (GRAN SALA) DE 21 DE DICIEMBRE DE 2011 ( AIR TRANSPORT ASSOCIATION OF


AMERICA , ASUNTO C-366/11)

1. La petición de decisión prejudicial tiene por objeto, por una parte, las condiciones en las que
pueden ser invocados los principios del Derecho consuetudinario internacional y las disposiciones de
convenios internacionales en una cuestión prejudicial de validez, y por otra parte, la validez, en
relación con el Derecho convencional y consuetudinario internacional, de la Directiva 2008/101/CE
del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de noviembre de 2008, por la que se modifica la
Directiva 2003/87/CE con el fin de incluir las actividades de aviación en el régimen comunitario de
comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero (DO 2009, L 8, p. 3).

2. Dicha petición fue presentada en el marco de un litigio entre Air Transport Association of America,
American Airlines Inc., Continental Airlines Inc. y United Airlines Inc. (en lo sucesivo, conjuntamente,
«ATA y otras») y el Secretary of State for Energy and Climate Change en relación con la validez de las
medidas de transposición de la Directiva 2008/101 adoptadas por el Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda del Norte.

[...]

Mediante su primera cuestión, el tribunal remitente pregunta, en esencia, si se pueden invocar los
principios y disposiciones del Derecho internacional que menciona en la presente remisión
prejudicial para apreciar la validez de la Directiva 2008/101, en cuanto la misma incluye a la aviación
en el régimen de comercio de derechos de emisión de la Directiva 2003/87.

[...]

2. Sobre el Derecho consuetudinario internacional

101. Procede recordar que, como se desprende del artículo 3 TUE, apartado 5, la Unión contribuye al
estricto respeto y al desarrollo del Derecho internacional. Por consiguiente, cuando adopta un acto,
está obligada a respetar todo el Derecho internacional, incluido el Derecho consuetudinario
internacional que vincula a las instituciones de la Unión (véanse, al respecto, las sentencias de 24 de
noviembre de 1992, Poulsen y Diva Navigation , C-286/90, Rec. p. I-6019, apartados 9 y 10, y de 16 de
junio de 1998, Racke , C-162/96, Rec. p. I-3655, apartados 45 y 46).

102 Por tanto, debe analizarse, en primer lugar, si se ha reconocido que los principios a los que se
refiere el tribunal remitente forman parte del Derecho consuetudinario internacional. En caso
afirmativo, deberá determinarse entonces, en segundo lugar, si los justiciables pueden, y en qué
medida, invocar dichos principios para impugnar la validez de un acto de la Unión, como la Directiva
2008/101, en una situación como la del litigio principal.
a) Sobre el reconocimiento de los principios del Derecho consuetudinario internacional invocados

103. A este respecto, el tribunal remitente se refiere a un principio conforme al cual cada Estado
tiene soberanía plena y exclusiva sobre su espacio aéreo y a otro principio conforme al cual ningún
Estado puede pretender válidamente someter parte alguna de la alta mar a su soberanía. También
menciona el principio de libertad de sobrevolar la alta mar.

104. Estos tres principios están considerados la expresión del estado actual del Derecho marítimo y
aéreo consuetudinario internacional y, por otra parte, dichos principios fueron codificados,
respectivamente, en el artículo 1 del Convenio de Chicago [véase, sobre el reconocimiento de dicho
principio, la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de 27 de junio de 1986, asunto actividades
militares y paramilitares en Nicaragua y contra ésta (Nicaragua/Estados Unidos de América),Recueil
des arrêts, avis consultatifs et ordonnances 1986, p. 392, apartado 212], en el artículo 2 de la
Convención de Ginebra de 29 de abril de 1958 sobre la alta mar (Recueil des traités des Nations unies,
vol. 450, p. 11) (véase también, sobre el reconocimiento de este principio, la sentencia de la Corte
Permanente de Justicia Internacional de 7 de septiembre de 1927, asunto « Lotus », Recueil CPJI 1927,
serie A, nº 10, p. 25), y en el artículo 87, apartado 1, frase tercera, de la Convención de las Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar, firmada en Montego Bay el 10 de diciembre de 1982, que entró en
vigor el 16 de noviembre de 1994 y celebrada y aprobada en nombre de la Comunidad Europea por la
Decisión 98/392/CE del Consejo, de 23 de marzo de 1998 (DO L 179, p. 1).

105. Por lo demás, la existencia de estos principios del Derecho internacional no fue rebatida, ni en
sus observaciones escritas ni en la vista, ni por los Estados miembros ni por las instituciones de la
Unión, ni tampoco por la República de Islandia ni por el Reino de Noruega.

106. En cuanto al cuarto principio enunciado por el tribunal remitente, a saber, aquél según el cual
las aeronaves que sobrevuelen la alta mar están sometidas a la competencia exclusiva del Estado de
su matrícula, debe afirmarse, en cambio, que, además de que el Gobierno del Reino Unido y, en cierta
medida, el Gobierno alemán, niegan la existencia de tal principio, no existen elementos suficientes
para acreditar que el principio del Derecho consuetudinario internacional, reconocido como tal,
según el cual un buque que se encuentre en alta mar está, en principio, sometido exclusivamente a la
ley de su pabellón (véase la sentencia Poulsen y Diva Navigation , antes citada, apartado 22) se
aplique por analogía a las aeronaves que sobrevuelan la alta mar.

b) Sobre la posibilidad de que se puedan invocar los principios examinados y los requisitos para ello

107. Es necesario poner de manifiesto que los principios de Derecho consuetudinario internacional
mencionados en el apartado 103 de la presente sentencia pueden ser invocados por un justificable
para que el Tribunal de Justicia examine la validez de un acto de la Unión siempre que, por un lado,
estos principios puedan cuestionar la competencia de la Unión para adoptar dicho acto (véanse las
sentencias de 27 de septiembre de 1988, Ahlström Osakeyhtiö y otros/Comisión , 89/85, 104/85, 114/85,
116/85, 117/85 y 125/85 a 129/85, Rec. p. 5193, apartados 14 a 18, y de 24 de noviembre de 1993,
Mondiet , C-405/92, Rec. p. I-6133, apartados 11 a 16), y por otro lado, el acto controvertido pueda
afectar a los derechos que atribuye al justiciable el Derecho de la Unión o crear a cargo de éste
obligaciones en relación con dicho Derecho.

108. Pues bien, en el asunto principal, dichos principios del Derecho consuetudinario internacional se
invocan, en esencia, para que el Tribunal de Justicia aprecie si la Unión era competente, en relación
con dichos principios, para adoptar la Directiva 2008/101, pues ésta extiende la aplicación de la
Directiva 2003/87 a los operadores de aeronaves de terceros Estados cuyos vuelos con destino u
origen en un aeródromo situado en el territorio de un Estado miembro de la Unión se realicen en
parte sobre la alta mar y sobre el territorio de éstos.

109. Por tanto, aunque el alcance de los principios de que se trata se manifieste limitado a crear
obligaciones entre Estados, no se puede excluir, en unas circunstancias como las del asunto del que
conoce el tribunal remitente, en el cual la Directiva 2008/101 puede crear obligaciones derivadas del
Derecho de la Unión, para las demandantes en el litigio principal, que éstas puedan invocar dichos
principios y que el Tribunal de Justicia pueda examinar, por tanto, la validez de esa Directiva en
relación con tales principios.

110. No obstante, puesto que un principio de Derecho consuetudinario internacional no reviste el


mismo grado de precisión que la disposición de un acuerdo internacional, el control jurisdiccional
debe limitarse necesariamente a determinar si las instituciones de la Unión, al adoptar el acto
controvertido, incurrieron en errores manifiestos de apreciación en lo que respecta a las condiciones
de aplicación de dichos principios (véase, al respecto, la sentencia Racke, antes citada, apartado 52).

111. Habida cuenta de todas las consideraciones anteriores, procede responder a la primera cuestión
que, de los principios y disposiciones del Derecho consuetudinario internacional mencionados por el
tribunal remitente, sólo pueden ser invocados, en unas circunstancias como las del asunto principal,
para apreciar la validez de la Directiva 2008/101:

- por una parte, dentro de los límites de un control del error manifiesto de apreciación que
pudiera ser imputable a la Unión por lo que respecta a su competencia, en relación con dichos
principios, para adoptar esta Directiva:

- el principio según el cual cada Estado tiene soberanía plena y exclusiva sobre su propio
espacio aéreo;

- el principio según el cual ningún Estado puede pretender válidamente someter parte alguna
de la alta mar a su soberanía;

- el principio que garantiza la libertad de sobrevolar la alta mar.

- por otra parte,

- los artículos 7 y 11, apartados 1 y 2, letra c), del Acuerdo de cielos abiertos, y

- el artículo 15, apartado 3, de dicho Acuerdo, puesto en relación con los artículos 2 y 3,
apartado 4, del mismo.

2.13. CIJ ASUNTOS DE LA PLATAFORMA CONTINENTAL DEL MAR DEL NORTE (REPÚBLICA
FEDERAL DE ALEMANIA/DINAMARCA; REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA/PAÍSES BAJOS) .
SENTENCIA DE 20 DE FEBRERO DE 1969

37. Dinamarca y los Países Bajos sostienen que, sea cual sea su situación respecto del Convenio de
Ginebra en cuanto tal, la R. F. de Alemania, no obstante, está obligada a aceptar el método de
equidistancia– circunstancias especiales en materia de delimitación puesto que, si el empleo de este
método no es obligatorio convencionalmente, forma parte –debe ser ahora considerado como
formando parte– de una regla de Derecho internacional general que, al igual que las demás reglas del
derecho internacional general o consuetudinario, obliga a la R. F. de Alemania automáticamente y
con independencia de todo consentimiento especial, directo o indirecto. Esta tesis presenta dos
aspectos, uno de derecho positivo, otro más fundamentalista. En lo que respecta al derecho positivo,
se basa en los trabajos de organismos jurídicos internacionales, en la práctica de los Estados y en el
efecto atribuido al mismo Convenio de Ginebra; el conjunto de estos factores pondría de relieve o
daría origen a la opinio juris sive necessitatis indispensable para la formación de nuevas reglas de
Derecho internacional consuetudinario.

61. [...] Su tesis era más bien la siguiente: si antes de la Conferencia [de Ginebra de 1958] el Derecho
relativo a la plataforma continental se hallaba únicamente en estado embrionario, y si la práctica de
los Estados carecía de uniformidad, sin embargo «la definición y consolidación del derecho
consuetudinario en vías de formación se había efectuado gracias a los trabajos de la Comisión de
Derecho internacional, a las reacciones de los Gobiernos ante la obra de la Comisión y a los debates
de la Conferencia de Ginebra» de manera que este derecho consuetudinario en formación «había
cristalizado por el hecho de la adopción del Convenio sobre la plataforma continental por la
Conferencia».

[...]
70. La Corte debe abordar ahora la última fase de la argumentación de Dinamarca y de los Países
Bajos. Su tesis es ésta: incluso si en la fecha del Convenio de Ginebra no existía ninguna regla de
derecho internacional consuetudinario consagrando el principio de equidistancia y aun si el artículo
6 del Convenio no cristalizaba ninguna regla de este género, tal regla ha surgido con posterioridad al
Convenio, de un parte por el hecho de la influencia ejercida por éste y, de otra, por la práctica
ulterior de los Estados; esta regla, convertida en regla de derecho internacional consuetudinario y
obligatoria para todos los Estados, con inclusión de la R. F. de Alemania, debería ser declarada
aplicable para la delimitación de las zonas de la plataforma continental de cada una de las Partes en
el Mar del Norte.

71. Al atribuir el artículo 6 del Convenio la influencia y el efecto indicados, esta tesis supone
manifiestamente que lo considera como una disposición normativa que ha servido de base o punto
de partida a una regla que, puramente convencional o contractual en su origen, se habría integrado
desde entonces en el conjunto del Derecho internacional general y actualmente sería aceptada como
tal por la opinio juris, de manera que ahora obligaría incluso a los países que no son ni nunca han
sido parte en el Convenio. Esta situación entra en el ámbito de lo posible, ciertamente y ocurre de
tiempo en tiempo; es incluso uno de los métodos reconocidos mediante los cuales pueden formarse
nuevas reglas de Derecho internacional consuetudinario. Pero al mismo tiempo, no debe
considerarse que este resultado se logra fácilmente.

2.14. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES MILITARES Y PARAMILITARES EN Y CONTRA NICARAGUA


(NICARAGUA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA), FONDO . SENTENCIA DE 27 DE JUNIO DE 1986

178. Numerosas razones llevan a considerar que, incluso si dos normas provenientes de las dos
fuentes del derecho internacional se presentan idénticas por su contenido, e incluso si los Estados
considerados están obligados por las reglas en cuestión en ambos planos –convencional y
consuetudinario– estas normas conservan una existencia distinta. Así es desde el punto de vista de su
aplicabilidad. En una controversia jurídica entre dos Estados, uno de ellos puede hacer valer que la
aplicabilidad a su propia conducta de una regla convencional depende de la conducta de otro Estado
respecto de la aplicación de otras reglas relativas a materias diferentes, pero incluidas en el mismo
convenio. Por ejemplo, si un Estado ejercita su derecho a suspender la ejecución de un tratado o
ponerle fin, porque la otra parte ha violado [en los términos del art. 60, párr. 3.b) del Convenio de
Viena sobre el derecho de los Tratados] «una disposición esencial para la consecución del objeto y fin
del tratado», está dispensado de aplicar una regla convencional en sus relaciones con el otro Estado,
en virtud del incumplimiento de una regla convencional diferente, cometido por éste. Pero si las dos
reglas en cuestión existen también en derecho internacional consuetudinario, el hecho de que uno de
los Estados no haya aplicado una de ellas, no faculta al otro Estado a oponerse a aplicar la segunda.
Por otra parte, reglas idénticas en derecho convencional y en derecho internacional consuetudinario,
se distinguen también desde el punto de vista de los métodos empleados para su interpretación y su
aplicación. Un Estado puede aceptar una regla contenida en un convenio, no tan sólo porque es
favorable a la aplicación de la regla misma, sino además porque las instituciones o mecanismos
previstos para asegurar el respeto de las reglas de este convenio, le parecen convenientes. Si la regla
de que se trata se corresponde con una regla consuetudinaria, dos reglas con idénticos contenidos
son tratadas de modo diverso, por lo que se refiere a los órganos encargados de controlar su
cumplimiento, según sea una consuetudinaria y otra convencional. La presente controversia nos
ilustra sobre este punto.

179. Así pues, está claro que las reglas del derecho internacional consuetudinario conservan una
existencia y una aplicabilidad autónomas con respecto a las del derecho internacional convencional,
incluso cuando ambas categorías de derecho tienen un contenido idéntico. Por consiguiente, al
determinar el contenido del derecho internacional consuetudinario aplicable a la presente
controversia, la Corte deberá cerciorarse de que las Partes están obligadas por las reglas
consuetudinarias en cuestión; pero nada le impedirá considerar estas reglas que, por lo mismo,
serían diferentes a las reglas convencionales que la reserva americana le impide aplicar en la
presente controversia.
180. Durante la fase dedicada a las cuestiones de competencia y de admisibilidad, los Estados Unidos,
sin embargo, han presentado otro argumento en apoyo de su tesis, según la cual la reserva relativa a
los tratados multilaterales no permite a la Corte conocer de las demandas nicaragüenses fundadas en
el derecho internacional consuetudinario. Los Estados Unidos han subrayado que los tratados
multilaterales en presencia contienen normas jurídicas que las Partes han aceptado expresamente
como rectoras de sus derechos y obligaciones recíprocas y que en virtud del principio pacta sunt
servanda, el comportamiento de las Partes continuará estando regido por estos tratados, pese a lo que
la Corte pueda decidir respecto del derecho consuetudinario. De ello resulta, según los Estados
Unidos, que la Corte no puede pronunciarse válidamente sobre los derechos y obligaciones
recíprocos de ambos Estados en tanto no le sea posible hacer referencia a sus derechos y obligaciones
convencionales; en efecto, estaría entonces aplicando normas distintas de aquellas que las Partes se
han obligado a cumplir en sus relaciones internacionales, tal como éstas existen.

181. La cuestión suscitada por este argumento radica entonces en saber si las disposiciones de los
tratados multilaterales controvertidos y, en particular, las de la Carta de las Naciones Unidas,
difieren de las reglas consuetudinarias pertinentes hasta el punto que una sentencia por la que la
Corte se pronunciase sobre los derechos y obligaciones de las Partes en virtud del derecho
internacional consuetudinario, sin tener en cuenta el contenido de los tratados multilaterales que les
obligan recíprocamente, tendría un carácter totalmente académico y no sería «susceptible de
aplicación o ejecución» (Camerún Septentrional. ClJ Recueil, 1963, p. 37). La Corte no lo entiende así.
Como ha sido recordado, a propósito del empleo de la fuerza, incluso los Estados Unidos sostienen
que existe identidad total entre las reglas respectivas del derecho internacional consuetudinario y las
disposiciones de la Carta. La Corte no ha hecho suya tesis tan extrema, puesto que ha concluido
(párrafo 174) que, en algunos puntos, los ámbitos regulados por ambas fuentes del derecho no
coinciden exactamente y que las reglas sustanciales que los expresan no tienen un contenido
idéntico. Ahora bien, lejos de haberse distanciado de un derecho internacional consuetudinario que
subsistiría tal cual, la Carta ha consagrado en esta materia principios que se encontraban ya en el
derecho internacional consuetudinario; y éste se ha desarrollado en los cuarenta años siguientes bajo
la influencia de la Carta, hasta el punto que muchas de las reglas enunciadas en la Carta han
adquirido ahora un status independiente de ésta. La consideración esencial es que la Carta y el
derecho internacional consuetudinario derivan, ambos, de un principio fundamental común que
proscribe el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. En opinión de la Corte, las eventuales
diferencias entre sus contenidos no llegan hasta el punto que una sentencia que se limitara al ámbito
del derecho internacional consuetudinario se revelara ineficaz o inadaptada, o más aún, no
susceptible de aplicación o ejecución.

182. La Corte concluye que le corresponde ejercitar la competencia que le confiere la declaración de
aceptación hecha por los Estados Unidos en virtud del artículo 36, párrafo 2 del Estatuto, a fin de
pronunciarse sobre las demandas de Nicaragua, fundadas en el derecho internacional
consuetudinario, y esto aunque las controversias «derivadas» de las Cartas de las Naciones Unidas y
de la Organización de Estados Americanos escapen a su jurisdicción.

183. Obtenida esta conclusión, la Corte debe ahora identificar las reglas del derecho internacional
consuetudinario aplicables a la presente controversia. Para ello, debe examinar la práctica y la opinio
juris de los Estados. Tal como ha sostenido recientemente: «es evidente que la sustancia del derecho
internacional consuetudinario debe indagarse, en primer lugar, en la práctica efectiva y en la opinio
juris de los Estados, incluso aunque los convenios multilaterales pueden desempeñar un papel
importante registrando y definiendo reglas derivadas de la costumbre o también desarrollándolas»
[Plataforma continental (Jamahiriya árabe libia/Malta), CIJ Recueil, 1985, pp. 29 y 30, párr. 27].

A este respecto, la Corte no debe perder de vista la Carta de las Naciones Unidas, ni la de la
Organización de Estados Americanos, pese a la eficacia de la reserva relativa a los tratados
multilaterales. Aunque la Corte no sea competente para decidir si el comportamiento de los Estados
Unidos viola estos convenios, puede y debe tomar en consideración el contenido, en el marco de la
identificación del derecho internacional consuetudinario, que los Estados Unidos habrían igualmente
violado.
184. La Corte desea poner de relieve que las Partes parecen estar claramente de acuerdo, como se
verá más adelante, sobre el contenido del derecho internacional consuetudinario relativo al no uso
de la fuerza y a la no intervención. Sin embargo, este acuerdo entre las Partes no exime a la Corte de
la búsqueda de las reglas aplicables a este derecho. El Tribunal no puede considerar que ciertas
reglas formen parte del derecho internacional consuetudinario y sean aplicables como tales a los
Estados por el mero hecho de que éstos las reconozcan. La Corte, a quien el artículo 38 del Estatuto
obliga a aplicar, entre otros, la costumbre internacional «como prueba de una práctica general
aceptada como derecho», no puede ignorar el papel esencial de una práctica general. Cuando dos
Estados convienen en incorporar a un tratado una regla particular, su acuerdo resulta suficiente
para regular sus relaciones recíprocas; pero en el ámbito del derecho internacional consuetudinario
no basta que las partes mantengan idéntica actitud sobre lo que consideran una regla jurídica. La
Corte debe asegurarse que la existencia de la regla en la opinio juris de los Estados está confirmada
por la práctica.

185. En la presente controversia, la Corte, aun cuando ejerce su competencia únicamente en relación
a la aplicación de las reglas consuetudinarias relativas al no recurso a la fuerza y a la no
intervención, no podría pasar por alto el dato de que las Partes están vinculadas por estas reglas
tanto en el plano convencional, como en el consuetudinario. De otro lado, a los acuerdos
convencionales de las Partes que conciernen a las reglas en cuestión, se añade en este caso concreto
varios reconocimientos de su validez como derecho internacional consuetudinario, reconocimiento
que ha sido expresado por otros medios. Así pues, a la luz de este «elemento subjetivo» –según la
expresión empleada por la Corte en su Sentencia de 1969 en los asuntos de la Plataforma continental
del mar del Norte (CIJ Recueil, 1969, p. 44)– debe ser evaluada la práctica pertinente.

186. No debe esperarse que la aplicación de las reglas en cuestión sea perfecta en la práctica estatal,
en el sentido de que los Estados se abstengan con entera constancia de recurrir a la fuerza o a la
intervención en los asuntos internos de otros Estados. La Corte no estima que para el establecimiento
consuetudinario de una regla, la práctica correspondiente deba ser rigurosamente conforme a dicha
regla. Considera suficiente para deducir la existencia de reglas consuetudinarias que los Estados
conforme su conducta a las mismas en términos generales, calificando los comportamientos
contrarios a la regla en cuestión como violaciones de ésta y no como manifestaciones del
reconocimiento de una regla. Si un Estado actúa de forma aparentemente irreconciliable con una
regla reconocida, pero excusa su conducta invocando excepciones o justificaciones contenidas en la
regla misma, se produce como resultado una confirmación y no un debilitamiento de la regla, al
margen de que la actitud de ese Estado encuentre o no justificación sobre esa base.

[...]

188. La Corte comprueba, pues, que las Partes están de acuerdo en considerar que los principios
relativos al uso de la fuerza que figuran en la Carta de las Naciones Unidas, corresponden en lo
esencial a las existentes en el derecho internacional consuetudinario. Así pues, ambas Partes
comparten la opinión de que el principio fundamental en esta materia se expresa en los términos
utilizados en el artículo 2, párrafo 4, de la Carta. En consecuencia, aceptan la existencia de una
obligación convencional de abstenerse, en sus relaciones internacionales, de la amenaza o el uso de
la fuerza, ya sea contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, ya
sea de cualquier otra forma incompatible con los fines de las Naciones Unidas. No obstante, la Corte
debe asegurarse la existencia de una opinio juris en el derecho internacional consuetudinario,
relativa al valor obligatorio de dicha abstención. Esta opinio juris puede deducirse, entre otras y con
la prudencia necesaria, de la actitud de las Partes y de los Estados en relación a ciertas resoluciones
de la Asamblea General, especialmente respecto a la resolución 2625 (XXV)...

El efecto de un consentimiento al texto de tales resoluciones no puede interpretarse como un simple


recordatorio o especificación del compromiso convencional asumido en la Carta. Antes al contrario,
puede interpretarse como una adhesión al valor de la regla o de la serie de reglas declaradas por la
resolución y tomadas en sí mismas. El principio de abstención del uso de la fuerza, por ejemplo,
puede ser considerado como un principio de derecho internacional consuetudinario no condicionado
por las disposiciones relativas a la seguridad colectiva o a las facilidades y contingentes con los que
debe contribuirse, en virtud del artículo 43 de la Carta. Esta toma de posición puede aparecer en
otros términos como la expresión de una opinio juris respecto a la regla (o serie de reglas) en
cuestión, considerada a partir de entonces con independencia de las disposiciones de la Carta a las
que está sometida en el plano convencional.

[...]

190. La validez en el derecho consuetudinario del principio de prohibición del uso de la fuerza,
expresado en el artículo 2, párrafo 4, de la Carta de las Naciones Unidas, se confirma también en el
hecho de que los representantes estatales lo mencionan con frecuencia no sólo a título de principio
de derecho internacional consuetudinario, sino incluso como principio fundamental o esencial de
este derecho. En sus trabajos sobre la codificación del derecho de los tratados, la Comisión de
Derecho Internacional expresó la opinión de que «el derecho de la Carta relativo a la prohibición del
uso de la fuerza, constituye en sí mismo un ejemplo llamativo de una regla de derecho internacional
que forma parte del jus cogens».

[...]

207. En relación a los comportamientos que acaban de ser expuestos, la Corte debe subrayar no
obstante que, como recordara en los asuntos de la Plataforma continental del mar del Norte, para que
haga su aparición una nueva regla consuetudinaria, los actos correspondientes no sólo deben
«representar una práctica constante», sino además han de obedecer a una opinio juris sive
necessitatis. O bien los Estados que actúan en esta condición o bien otros Estados llamados a
reaccionar, deben comportarse de manera que testimonie «la convicción de que esta práctica es
obligatoria por la existencia de una regla jurídica. La necesidad de semejante convicción, es decir, la
existencia de un elemento subjetivo, está implícita en la noción misma de opinio juris sive
necessitatis» (CIJ Recueil, 1969, p. 44, par. 77).

La Corte carece de competencia para pronunciarse sobre la conformidad con el derecho


internacional del comportamiento de Estados que no son partes en la presente controversia o del
comportamiento de las Partes sin vinculación con la misma; tampoco está autorizado a ofrecer a los
Estados opiniones jurídicas no solicitadas. La significación que presenta para la Corte la existencia de
comportamientos estatales incompatibles a primera vista con el principio de no intervención, reside
en la naturaleza del motivo invocado como justificación. La invocación por un Estado de un derecho
nuevo o de una excepción carente de precedentes al principio, podría tender a la modificación del
derecho internacional consuetudinario si fuere compartida por otros Estados. Pero la realidad
prueba, sin embargo, a juicio de la Corte, que los Estados no han justificado su conducta
argumentando la existencia de un nuevo derecho de intervención o de una nueva excepción al
principio que prohíbe ésta. En diversas ocasiones las autoridades de los Estados Unidos han expuesto
con claridad los motivos existentes para intervenir en los asuntos de un Estado extranjero, referidos
a la política interior de este país, a su ideología, al volumen de su equipamiento en armas o a la
orientación de su política exterior. Pero en este caso asistimos a la exposición de consideraciones de
política internacional y no a la afirmación de reglas de derecho internacional actual.

2.15. SENTENCIA TS (SALA DE LO CONTENCIOSO, SECCIÓN 5), NÚM. 7249/2012, DE 24 DE OCTUBRE


DE 2012

FUNDAMENTOS DE DERECHO

SÉPTIMO

[...]

Conviene no perder de vista, a este respecto, que en el sistema de fuentes del Derecho Internacional
el Derecho Convencional y el Derecho Consuetudinario no se encuentran en relación de jerarquía,
pues ambas tienen entre sí el mismo rango normativo. Más aún, el Derecho Convencional y el
Derecho Consuetudinario interactúan en el proceso de creación de las reglas internacionales. Así
(dicho sea lo que viene a continuación a grandes rasgos), se habla de una interacción declarativa
cuando la costumbre ya existente es recogida y declarada en un convenio internacional, produciendo
el efecto de que desde la entrada en vigor del Tratado la prescripción rige simultáneamente y de
forma paralela tanto en el plano consuetudinario como en el convencional. Asimismo, se utiliza por
la doctrina la expresión «efecto cristalizador» para hacer referencia a los casos en que la norma
consuetudinaria en vías de formación se consolida como tal precisamente en virtud de un acto
relevante como es su recepción en un Tratado; y finalmente se habla de «efecto constitutivo» cuando
las disposiciones de un Tratado se erigen como modelo o pauta de conducta para los sujetos de
Derecho Internacional en el plano consuetudinario hasta dar lugar a una norma de tal carácter.

2.16. LECTURAS RECOMENDADAS

FERRER LLORET, J., «La insoportable levedad del Derecho internacional consuetudinario en la
jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia: el caso de las inmunidades jurisdiccionales
del Estado», REEI, núm. 24, 2012, disponible en www.reei.org

NORMAN, G., TRACHTMAN, J. P., «The Customary International Law Game», AJIL , 2005, pp. 541-
580.

ROBERTS, A. E., «Traditional and Modern Approaches to Customary International Law: A


Reconciliation», AJIL , 2001, pp. 757-791.

TALMON, S., «Determining customary International Law: the ICJ’s methodology between
induction, deduction and assertion», EJIL , vol. 26, 2015, pp. 417-443.

VERDIER, P.-H., VOETEN, E., «Precedent, Compliance and Change in Customary International
Law», AJIL , vol. 108, 2014, pp. 389-434.

3. LOS TRATADOS INTERNACIONALES

3.1. INTRODUCCIÓN

Instrumento esencial para la creación de derechos y obligaciones en el derecho internacional, el


tratado internacional es fruto del consenso de los Estados intervinientes en su celebración, la cual
se lleva a cabo mediante un proceso formalizado compuesto por diversas etapas que arranca con
la negociación y termina con la entrada en vigor. En sus manifestaciones más comunes –los
tratados celebrados entre Estados, entre Estados y Organizaciones Internacionales o entre éstas–
el derecho de los tratados ha sido codificado en los Convenios de Viena de 1969 y 1986, que
ofrecen una regulación simétrica al tiempo que el segundo tiene en cuenta las particularidades
que presentan las Organizaciones Internacionales como participantes en el proceso de
celebración. Además, la CDI ha elaborado un pormenorizado proyecto de directrices en materia
de reservas a los tratados. Partiendo de la propia denominación del texto convencional, los
Convenios de Viena contienen una regulación flexible en la que prima con frecuencia la
autonomía de la voluntad de las partes a lo largo de todas las fases del proceso. Esta permisividad
es especialmente significativa en el caso de las reservas, aunque la práctica tiende a restringirla en
algún sector, como el de los derechos humanos.

3.2. INFORME DE LA CDI SOBRE LA LABOR REALIZADA EN SU 18º PERÍODO DE SESIONES (1966).
PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS CON SUS COMENTARIOS
2. « Tratado» . El término tratado se utiliza en todo el proyecto de artículos en un sentido genérico
para denominar toda clase de acuerdos internacionales celebrados entre Estados y consignados por
escrito. Aunque el vocablo «tratado» en un sentido nada más denota un solo instrumento solemne,
hay otros acuerdos internacionales, tales como los canjes de notas, que no constituyen un solo
instrumento solemne y que, no obstante, son ciertamente acuerdos a los que se aplica el derecho de
los tratados. Asimismo, muchísimos instrumentos aislados, de uso cotidiano, tales como las «minutas
aprobadas» o los «memorandos de acuerdo», no pueden calificarse en rigor de instrumentos
solemnes, pero son sin duda alguna acuerdos internacionales sujetos al derecho de los tratados. Una
convención general sobre derecho de los tratados debe abarcar todos esos acuerdos, y la cuestión de
si, para denominarlos, ha de emplearse el término «tratados», en vez de «acuerdos internacionales»,
es una cuestión de terminología más que de fondo. La Comisión estima que existen varias razones
que apoyan decididamente el uso del vocablo «tratado» con este fin .

3. En primer lugar, el tratado en forma simplificada, lejos de ser excepcional, es muy corriente y su
uso se va generalizando cada vez más. En segundo lugar, las diferencias jurídicas, en la medida en
que verdaderamente existan, entre los tratados en debida forma y los tratados en forma simplificada,
radican casi exclusivamente en el procedimiento de celebración y entrada en vigor. Las normas de
derecho relativas a la validez, la eficacia y los efectos, la ejecución y el compelimiento, la
interpretación y la extinción, se aplican a toda clase de acuerdos internacionales. En cuanto a estas
cuestiones, se admite que hay algunas diferencias importantes de carácter jurídico entre ciertas
clases o categorías de acuerdos internacionales. Pero estas diferencias no proceden de la forma, ni de
la denominación, ni de ninguna otra característica exterior del instrumento en que constan, sino
exclusivamente de su contenido. Por tanto, sería inadmisible excluir del alcance general de una
convención sobre el derecho de los tratados ciertas formas de acuerdo internacional tan sólo porque,
en cuanto al procedimiento de celebración y de entrada en vigor, puedan existir ciertas diferencias
entre esos acuerdos y los acuerdos en debida forma. En tercer lugar, aun en el caso de los acuerdos
solemnes, hay una gran variedad de denominaciones que hacen difícil la clasificación de los
acuerdos internacionales. Así, por ejemplo, además de las denominaciones de «tratado»,
«convención» y «protocolo», no es raro encontrar las de «declaración», «carta», «pacto», «convenio»,
«acta», «estatuto», «acuerdo», «concordato», mientras que denominaciones tales como «declaración»,
«acuerdo» y « modus vivendi» pueden darse tanto a los acuerdos en debida forma como a los
acuerdos en forma simplificada. En cuanto a estos últimos, se los denomina de muchísimas maneras,
aunque algunas denominaciones tales como «acuerdo», «canje de notas», «canje de cartas»,
«memorando de acuerdo» o «minuta aprobada» sean más corrientes que otras.

3.3. CIJ ASUNTO DE LA DELIMITACIÓN MARÍTIMA Y CUESTIONES TERRITORIALES ENTRE QATAR


Y BAHREIN (QATAR C. BAHREIN), COMPETENCIA Y ADMISIBILIDAD. SENTENCIA DE 1 DE JULIO
DE 1994

22. Las Partes están de acuerdo en considerar los canjes de notas de diciembre de 1987 como
constitutivos de un acuerdo internacional con fuerza obligatoria en sus relaciones mutuas. Bahrein
sostiene en cambio que el acta del 25 de diciembre de 1990 no es más que una simple síntesis de la
negociación, análogo a las actas de la comisión tripartita, que no tiene por tanto valor de acuerdo
internacional y que no podría por tanto servir de base para la competencia de la Corte.

23. La Corte observará en primer lugar que un acuerdo internacional puede tomar formas variadas y
presentarse bajo denominaciones diversas. El parágrafo l. a) del artículo 2 de la convención de Viena
sobre el derecho de los tratados de 23 de mayo de 1969 dispone que a los fines de esta convención

«se entiende por "tratado" un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por
el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y
cualquiera que sea su denominación particular.»

Por otra parte, como la Corte dijo en el caso de un comunicado conjunto

«no existe regla de derecho internacional que prohíba que un comunicado conjunto constituya un
acuerdo internacional destinado a someter una controversia al arbitraje o al arreglo judicial» (
Plataforma continental del mar Egeo, sentencia , ClJ Recueil , 1978, p. 39, par. 96).

Con el fin de determinar si un acuerdo de esta clase ha sido concluido,

«la Corte debe tener en cuenta ante todo los términos empleados y las circunstancias en las cuales el
comunicado ha sido elaborado» ( ibid .).

24. El acta de 1990 se refiere a las consultas entre los dos ministros de asuntos exteriores de Bahrein
y de Qatar en presencia del ministro de asuntos exteriores de Arabia Saudita. Enuncia lo que ha sido
«convenido» entre las Partes. Reafirma en su párrafo 1 los compromisos anteriormente suscritos (lo
que incluye como mínimo el acuerdo constituido por los canjes de notas de diciembre de 1987).
Dispone en su párrafo 2 que el rey de Arabia Saudita continuará sus buenos oficios hasta mayo de
1991, y excluye que con anterioridad la controversia sea sometida a la Corte. Trata de las condiciones
en las cuales la controversia podrá ulteriormente ser llevada ante la Corte. Toma nota de la
aceptación por Qatar de la fórmula bahreiní. Dispone que los buenos oficios de Arabia Saudita
continúen mientras que el asunto esté pendiente ante la Corte y añade que, si se alcanza un
compromiso, el asunto será removido de la lista de la Corte.

25. El acta de 1990 incluye pues la reafirmación de obligaciones pasadas; confía al rey Fahd la tarea
de intentar encontrar una solución para la controversia en un plazo de seis meses; por último, trata
de las condiciones en las cuales se podrá someter el asunto a la Corte después de mayo de 1991. Así, y
contrariamente a lo que sostiene Bahrein, este instrumento no es una simple síntesis de reunión,
análoga a las elaboradas en el marco de la comisión tripartita. No se limita a relatar discusiones y a
resumir puntos de acuerdo y de desacuerdo. Enumera los compromisos en los que las Partes han
consentido. Crea así para las Partes derechos y obligaciones en derecho internacional. Constituye un
acuerdo internacional.

26. Sin embargo Bahrein hace valer que los signatarios del acta nunca han tenido la intención de
concluir un acuerdo de esta naturaleza. Invoca a este respecto una declaración de su ministro de
asuntos exteriores, fechada el 21 de mayo de 1992, por la cual el interesado precisa: «en ningún
momento he estimado que al firmar el acta comprometía a Bahrein mediante un acuerdo obligatorio
en derecho». El ministro añade que, según la Constitución de Bahrein, los «tratados «relativos al
territorio del Estado» no pueden entrar en vigor hasta que hayan sido efectivamente adoptados como
leyes». Indica que no habría tenido por tanto capacidad para firmar un acuerdo internacional que
produzca efectos con la firma. Consciente de esta situación, él habría estado dispuesto a suscribir una
declaración consignando un entendimiento político, pero no un acuerdo jurídicamente vinculante.

27. La Corte no estima necesario interrogarse sobre cuáles podrían haber sido las intenciones del
ministro de asuntos exteriores de Bahrein, al igual que por otra parte las del ministro de asuntos
exteriores de Qatar. En efecto, los dos ministros han firmado un texto que recoge compromisos
aceptados por sus gobiernos, alguno de los cuales debían recibir aplicación inmediata. Habiendo
firmado un texto de estas características, el ministro de asuntos exteriores de Bahrein no puede
sostener ulteriormente que él sólo creía suscribir una «declaración consignando un entendimiento
político», y no un acuerdo internacional.

28. Bahrein rechaza sin embargo que se haya concluido un acuerdo internacional, desarrollando otra
argumentación. Según él, la conducta ulterior de las Partes demostraría que ellas no han considerado
jamás el acta de 1990 como un acuerdo de esta naturaleza. Ésta habría sido no solamente la posición
de Bahrein, sino también la de Qatar. Bahrein expone en efecto que Qatar ha esperado a junio de
1991 para pedir a la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas que registre el acta
de diciembre de 1990 por aplicación del artículo 102 de la Carta, registro que ha sido objetado por
Bahrein. Bahrein añade que, contrariamente a las prescripciones del artículo 17 del pacto de la Liga
de Estado Árabes, Qatar no ha depositado el acta de 1990 ante la Secretaría general de ésta; y que
además no ha seguido los procedimientos requeridos por su propia Constitución para la celebración
de los tratados. Este comportamiento pondría de relieve que Qatar, como Bahrein, no han
considerado jamás el acta de 1990 como un acuerdo internacional.

29. La Corte observará que un tratado o acuerdo internacional no registrado ante la Secretaria de la
Organización de las Naciones Unidas no puede, según las disposiciones del artículo 102 de la Carta,
ser invocado por las partes ante un órgano de la Organización de las Naciones Unidas. La ausencia de
registro o el registro tardío en cambio no tiene consecuencias sobre la validez misma del acuerdo,
que no deja por ello de vincular a las partes. Por ello, la Corte no podría deducir de la circunstancia
de que Qatar haya solicitado el registro del acta de 1990 solamente seis meses después de su firma
que este Estado consideraba, en diciembre de 1990, que dicha acta no constituía un acuerdo
internacional. La misma conclusión se impone en lo que se refiere a la falta de registro del
instrumento en la Secretaría general de la Liga de Estados Árabes. Por otra parte, la Corte no
encuentra ningún elemento en el expediente que le permitía deducir del eventual desconocimiento
por Qatar de sus normas constitucionales relativas a la celebración de los tratados que éste no tenía
intención de concluir o no consideraba haber concluido un instrumento de esta naturaleza; y tal
intención, incluso si existiera, no podría prevalecer sobre los propios términos del instrumento en
cuestión. Por tanto, la argumentación de Bahrein sobre estos puntos no puede ser aceptada.

30. La Corte llega a la conclusión de que el acta de 25 de diciembre de 1990, como los canjes de notas
de diciembre de 1987, constituye un acuerdo internacional que crea derechos y obligaciones para las
Partes.

3.4. PROYECTO DE ARTÍCULOS DE LA CDI SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS (1966).


COMENTARIO AL ARTÍCULO 8

1. El artículo se refiere a la norma que ha de regir la votación por la cual se adopte el texto del
tratado, o sea, la votación por la cual se deciden la forma y el contenido del proyecto de tratado. En
esta etapa, los Estados negociadores no tienen otra finalidad que la de redactar el texto del tratado,
como documento en que se enuncian las disposiciones del proyecto del tratado, y sus votos, aunque
al final de las negociaciones se emitan a favor de la adopción del texto en su totalidad, se refieren
únicamente a este procedimiento. Por consiguiente, el voto emitido en esta etapa no constituye en
sentido alguno una expresión del consentimiento del Estado en obligarse por las disposiciones del
texto, consentimiento que tendrá que manifestarse de otra manera (firma, ratificación, adhesión o
aceptación).

2. Antiguamente, el texto de un tratado casi siempre se adoptaba por acuerdo de todos los Estados
participantes en las negociaciones y cabe decir que la unanimidad era la norma general. El
desarrollo de la práctica de redactar tratados en grandes conferencias internacionales o en
organizaciones internacionales ha llevado sin embargo, a un empleo tan normal del procedimiento
del voto de mayoría que, al parecer de la Comisión, se apartaría de la realidad el establecer la norma
de la unanimidad como norma general para la adopción de los textos de los tratados redactados en
conferencias o en organizaciones. La unanimidad sigue siendo la regla general para los tratados
bilaterales y para los tratados redactados por un pequeño número de Estados; pero para los otros
tratados multilaterales hay que establecer una norma general diferente, aunque los Estados
interesados, si así lo deciden, podrán aplicar la regla de la unanimidad en determinados casos.

3.5. PROYECTO DE ARTÍCULOS DE LA CDI SOBRE EL DERECHO DE LOS TRATADOS (1966).


COMENTARIO AL ARTÍCULO 9

1. La autenticación del texto del tratado es necesaria para que los Estados que han participado en la
negociación sepan, de modo definitivo, antes de que hayan de decidir si serán parte en el tratado,
cuál es el contenido del tratado que han de suscribir. Por consiguiente, tiene que haber un momento
en el cual el proyecto sobre el cual se han puesto de acuerdo las partes queda establecido como texto
del tratado y no pueda ser alterado. La autenticación es el procedimiento por el cual se establece el
texto definitivo y consiste en un acto por el cual se certifica que ese texto es el correcto y auténtico.

2. En el pasado, los juristas no solían referirse a la autenticación como parte del procedimiento para
la celebración de tratados. La razón de ello parece ser que, hasta época relativamente reciente, la
firma era el procedimiento general de autenticar un texto. Pero la firma tiene otra función como un
primer paso para la ratificación, aceptación o aprobación del tratado o una manifestación del
consentimiento del Estado en obligarse por el tratado. En consecuencia, la finalidad de la firma como
medio de autenticación queda absorbida por las otras finalidades. Pero en los últimos años se han
ideado otros procedimientos de autenticación del texto de los tratados en nombre de todos o la
mayoría de los Estados negociadores. Ejemplos de ello son la incorporación de textos no firmados de
proyectos de tratados a las actas finales de conferencias diplomáticas, el procedimiento de
organizaciones internacionales en virtud del cual las firmas de su presidente o de otra autoridad
competente autentican los textos de los convenios internacionales y los tratados en los cuales la
autenticación se efectúa por la incorporación del texto a una resolución de una organización
internacional. Son estas novedades en la práctica de celebración de tratados las que subrayan la
necesidad de ocuparse separadamente de la autenticación como un procedimiento aparte en la
celebración de un tratado. Otra consideración es que el texto de un tratado puede ser «adoptado» en
un idioma, pero «autenticado» en dos o más idiomas.

3.6. GUÍA DE LA PRÁCTICA SOBRE LAS RESERVAS A LOS TRATADOS, APROBADA POR LA CDI EN
SU 63º PERÍODO DE SESIONES (2011)

1.1. Definición de las reservas

Se entiende por «reserva» una declaración unilateral, cualquiera que sea su enunciado o
denominación, hecha por un Estado o por una organización internacional al firmar, ratificar,
confirmar formalmente, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a él, o cuando un Estado hace
una notificación de sucesión en un tratado, con objeto de excluir o modificar los efectos jurídicos de
ciertas disposiciones del tratado en su aplicación a ese Estado o a esa organización.

[...]

1.2. Definición de las declaraciones interpretativas

Se entiende por «declaración interpretativa» una declaración unilateral, cualquiera que sea su
enunciado o denominación, hecha por un Estado o por una organización internacional con objeto de
precisar o aclarar el sentido o el alcance de un tratado o de algunas de sus disposiciones.

[...]

1.3. Distinción entre reservas y declaraciones interpretativas

La calificación de una declaración unilateral como reserva o declaración interpretativa está


determinada por los efectos jurídicos que su autor se propone producir.

1.3.1. Método de determinación de la distinción entre reservas y declaraciones interpretativas

Para determinar si una declaración unilateral formulada por un Estado o una organización
internacional respecto de un tratado es una reserva o una declaración interpretativa, procede
interpretar la declaración de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a sus
términos, con miras a dilucidar la intención de su autor, a la luz del tratado a que se refiere.

1.3.2. Enunciado y denominación

El enunciado o la denominación de una declaración unilateral constituye un indicio de los efectos


jurídicos perseguidos.

[...]

2.1.1. Forma de las reservas

Una reserva habrá de formularse por escrito.

[...]

2.5.7. Efecto del retiro de una reserva


1. El retiro de una reserva entraña la aplicación, en su integridad, de las disposiciones a que se
refería la reserva en las relaciones entre el Estado o la organización internacional que retira la
reserva y todas las demás partes, con independencia de que éstas hayan aceptado la reserva o hayan
formulado una objeción al respecto.

2. El retiro de una reserva entraña la entrada en vigor del tratado en las relaciones entre el Estado o
la organización internacional que retira la reserva y un Estado o una organización internacional que
hubiere hecho una objeción a la reserva y se hubiere opuesto a la entrada en vigor del tratado entre
ese Estado u organización y el autor de la reserva a causa de dicha reserva.

[...]

2.6.1. Definición de las objeciones a las reservas

Se entiende por «objeción» una declaración unilateral, cualquiera que sea su enunciado o
denominación, hecha por un Estado o por una organización internacional como reacción ante una
reserva a un tratado formulada por otro Estado u otra organización internacional, por la que el
Estado o la organización se propone impedir que la reserva produzca los efectos jurídicos deseados u
oponerse de otro modo a la reserva. [...]

2.6.5. Forma de las objeciones

Una objeción habrá de formularse por escrito.

[...]

2.6.7. Manifestación de la intención de impedir la entrada en vigor del tratado

Cuando un Estado o una organización internacional que formule una objeción a una reserva quiera
impedir la entrada en vigor del tratado entre él o ella y el Estado o la organización internacional
autor de la reserva, deberá manifestar inequívocamente esa intención antes que de otro modo el
tratado entre en vigor entre ellos.

[...]

2.6.12. Plazo de formulación de las objeciones

Salvo que el tratado disponga otra cosa, un Estado o una organización internacional podrá formular
una objeción a una reserva dentro de los doce meses siguientes a la fecha en que haya recibido la
notificación de la reserva o hasta la fecha en que ese Estado o esa organización internacional haya
manifestado su consentimiento en obligarse por el tratado, si esta última es posterior.

[...]

2.7.1. Retiro de las objeciones a las reservas

Salvo que el tratado disponga otra cosa, una objeción a una reserva podrá ser retirada en cualquier
momento.

2.7.2. Forma del retiro de las objeciones a las reservas

El retiro de una objeción a una reserva habrá de formularse por escrito.

[...]

2.8.1. Formas de aceptación de las reservas

La aceptación de una reserva puede resultar de una declaración unilateral en ese sentido o del
silencio observado por un Estado contratante o por una organización internacional contratante en
los plazos previstos en la directriz 2.6.12.

2.8.2. Aceptación tácita de las reservas


Salvo que el tratado disponga otra cosa, se considerará que una reserva ha sido aceptada por un
Estado o una organización internacional si estos no han formulado ninguna objeción a la reserva
dentro del plazo fijado en la directriz 2.6.12.

[...]

2.8.3. Aceptación expresa de las reservas

Un Estado o una organización internacional podrán en cualquier momento aceptar expresamente


una reserva formulada por otro Estado u otra organización internacional.

2.8.4. Forma de la aceptación expresa de las reservas

La aceptación expresa de una reserva habrá de formularse por escrito.

[...]

2.8.8. Aceptación de una reserva al instrumento constitutivo de una organización internacional

Cuando el tratado sea un instrumento constitutivo de una organización internacional y a menos que
en él se disponga otra cosa, una reserva exigirá la aceptación del órgano competente de esa
organización.

2.8.9. Órgano competente para aceptar una reserva a un instrumento constitutivo

Sin perjuicio de las reglas de la organización, la competencia para aceptar una reserva al
instrumento constitutivo de una organización internacional corresponde al órgano competente para
resolver:

- sobre la admisión de un miembro en la organización; o

- sobre las enmiendas al instrumento constitutivo; o

- sobre la interpretación de ese instrumento.

2.8.10. Modalidades de la aceptación de una reserva a un instrumento constitutivo

1. Sin perjuicio de las reglas de la organización, la aceptación del órgano competente de la


organización no podrá ser tácita. No obstante, la admisión del Estado o la organización internacional
autor de la reserva constituirá la aceptación de ésta.

2. A los efectos de la aceptación de una reserva al instrumento constitutivo de una organización


internacional, no se exigirá la aceptación individual de la reserva por los Estados o las
organizaciones internacionales miembros de la organización.

[...]

3.1. Validez sustantiva de una reserva

Un Estado o una organización internacional podrá formular una reserva en el momento de firmar,
ratificar, confirmar formalmente, aceptar o aprobar un tratado o de adherirse a él, a menos:

a) que la reserva esté prohibida por el tratado;

b) que el tratado disponga que únicamente pueden hacerse determinadas reservas, entre las cuales
no figure la reserva de que se trate; o

c) que, en los casos no previstos en los apartados a) y b), la reserva sea incompatible con el objeto y el
fin del tratado.

3.1.1. Reservas prohibidas por el tratado

Una reserva está prohibida por el tratado si en éste figura una disposición que:
a) prohíbe cualquier reserva;

b) prohíbe reservas a determinadas disposiciones a las que se refiere la reserva en cuestión; o

c) prohíbe ciertas categorías de reservas entre las que figura la reserva en cuestión.

[...]

3.1.3. Validez sustantiva de las reservas no prohibidas por el tratado

Cuando el tratado prohíba la formulación de ciertas reservas, una reserva que no esté prohibida por
el tratado podrá ser formulada por un Estado o una organización internacional únicamente si no es
incompatible con el objeto y el fin del tratado.

3.1.4. Validez sustantiva de determinadas reservas

Cuando el tratado prevea la formulación de determinadas reservas sin especificar su contenido, una
reserva podrá ser formulada por un Estado o una organización internacional únicamente si no es
incompatible con el objeto y el fin del tratado.

3.1.5. Incompatibilidad de una reserva con el objeto y el fin del tratado

Una reserva es incompatible con el objeto y el fin del tratado si afecta a un elemento esencial del
tratado, necesario para su estructura general, de tal manera que comprometa la razón de ser del
tratado.

3.1.5.1. Determinación del objeto y el fin del tratado

El objeto y el fin del tratado deben determinarse de buena fe, teniendo en cuenta los términos del
tratado en el contexto de éstos, en particular el titulo y el preámbulo del tratado. También se podrá
recurrir a los trabajos preparatorios del tratado y a las circunstancias de su celebración, así como,
cuando proceda, a la práctica ulterior de las partes.

3.1.5.2. Reservas vagas o generales

Una reserva habrá de redactarse en términos que permitan percibir su sentido, a fin de determinar,
en particular, su compatibilidad con el objeto y el fin del tratado.

3.1.5.3. Reservas relativas a una disposición que refleja una norma consuetudinaria

El hecho de que una disposición convencional refleje una norma de derecho internacional
consuetudinario no impide por sí mismo la formulación de una reserva a esa disposición.

3.2. Evaluación de la validez sustantiva de las reservas

Podrán evaluar la validez de las reservas a un tratado formuladas por un Estado o una organización
internacional, dentro de sus respectivas competencias:

- los Estados contratantes o las organizaciones contratantes;

- los órganos de solución de controversias, y

- los órganos de vigilancia de la aplicación del tratado.

3.2.1. Competencia de los órganos de vigilancia de la aplicación de tratados en materia de evaluación


de la validez sustantiva de una reserva

1. Un órgano de vigilancia de la aplicación de un tratado, a los efectos de cumplir las funciones que
tenga asignadas, podrá evaluar la validez sustantiva de las reservas formuladas por un Estado o una
organización internacional.

2. La evaluación hecha por tal órgano en el ejercicio de esta competencia no tendrá más efectos
jurídicos que los del acto que la contiene.
3.2.2. Determinación de la competencia de los órganos de vigilancia de la aplicación de tratados en
materia de evaluación de la validez sustantiva de las reservas

Los Estados o las organizaciones internacionales, cuando confieran a unos órganos la competencia
para vigilar la aplicación de un tratado, deberían especificar, cuando proceda, la naturaleza y los
límites de las competencias de esos órganos en materia de evaluación de la validez sustantiva de las
reservas. [...]

3.3. Consecuencias de la falta de validez sustantiva de una reserva

3.3.1. Irrelevancia de la distinción entre las causas de invalidez

Una reserva formulada a pesar de una prohibición resultante de las disposiciones del tratado o de su
incompatibilidad con el objeto y el fin del tratado no es válida, sin que proceda hacer una distinción
entre las consecuencias de esas causas de invalidez.

[...]

4.2.4. Efectos de una reserva establecida en las relaciones convencionales

1. Una reserva que quede establecida con respecto a otra parte excluirá o modificará en lo que
respecta al Estado o la organización internacional autor de la reserva en sus relaciones con esa otra
parte los efectos jurídicos de las disposiciones del tratado a que se refiera la reserva, o del tratado en
su conjunto con respecto a ciertos aspectos específicos, en la medida determinada por la reserva.

2. En la medida en que una reserva establecida excluya los efectos jurídicos de ciertas disposiciones
de un tratado, el autor de la reserva no tendrá derechos ni obligaciones en virtud de esas
disposiciones en sus relaciones con las demás partes con respecto a las cuales quede establecida la
reserva. Del mismo modo, esas otras partes no tendrán derechos ni obligaciones en virtud de esas
disposiciones en sus relaciones con el autor de la reserva.

3. En la medida en que una reserva establecida modifique los efectos jurídicos de ciertas
disposiciones de un tratado, el autor de la reserva tendrá los derechos y las obligaciones previstos en
esas disposiciones, tal como hayan sido modificados por la reserva, en sus relaciones con las demás
partes con respecto a las cuales quede establecida la reserva. Esas otras partes tendrán los derechos y
las obligaciones previstos en esas disposiciones, tal como hayan sido modificados por la reserva, en
sus relaciones con el autor de la reserva.

3.7. COMITÉ DE DERECHOS HUMANOS. OBSERVACIÓN GENERAL NÚMERO 24, DE 4 DE


NOVIEMBRE DE 1994

1. Al 1º de noviembre de 1994, 46 de los 127 Estados Partes ratificantes del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos habían formulado 150 reservas de diverso alcance a su aceptación de las
obligaciones estipuladas en él. Algunas de esas reservas excluyen la obligación de establecer y
garantizar derechos concretos enunciados en el Pacto. Otras están redactadas en términos más
generales, destinadas con frecuencia a garantizar la preeminencia en el tiempo de algunas
disposiciones jurídicas internas. Y otras se refieren a la competencia del Comité. El número de
reservas, su contenido y su alcance pueden menoscabar la eficaz aplicación del Pacto y tienden a
debilitar el respeto hacia las obligaciones de los Estados Partes. Conviene que los Estados Partes
sepan exactamente cuáles son las obligaciones que ellos, y otros Estados Partes, han contraído de
hecho. Y el Comité, en el cumplimiento de los deberes que le imponen el artículo 40 del Pacto o los
Protocolos Facultativos, necesita saber si un Estado está vinculado o en qué medida por una
determinada obligación. Esto exigirá determinar si una declaración unilateral es una reserva o una
declaración interpretativa y cuáles son su aceptabilidad y efectos.

2. Por estos motivos, el Comité ha considerado útil examinar en un comentario general las cuestiones
de derecho internacional y de política en materia de derechos humanos que se suscitan.

En el comentario general se identifican los principios de derecho internacional aplicables a la


formulación de reservas y en relación con los cuales se determina su aceptabilidad e interpreta su
objeto. Se examina la función de los Estados Partes en relación con las reservas de terceros.

Se examina también la función del propio Comité en relación con las reservas. Y se formulan algunas
recomendaciones a los actuales Estados Partes para el estudio de las reservas y a aquellos Estados
que todavía no se han hecho partes sobre las consideraciones jurídicas y de política en materia de
derechos humanos que han de tenerse presentes si piensan ratificar el Pacto o adherirse a él con
reservas.

3. No es siempre fácil distinguir una reserva de una declaración sobre la manera en que un Estado
interpreta una disposición, o de una exposición de política. Tendrá que tenerse presente la intención
del Estado y no la forma del instrumento. Si una declaración, independientemente de cómo se
designe, tiene por objeto excluir o modificar el efecto jurídico de un tratado en su aplicación al
Estado, constituye una reserva. Por el contrario, si una llamada reserva se limita a exponer la
manera en que un Estado interpreta una disposición, pero no excluye ni modifica dicha disposición
en su aplicación a ese Estado, no se trata en realidad de una reserva.

[...]

5. El Pacto no prohíbe las reservas ni menciona ningún tipo de reserva permitida. Lo mismo cabe
decir del Primer Protocolo Facultativo. El párrafo 1 del artículo 2 del Segundo Protocolo Facultativo
dispone: «No se admitirá ninguna reserva al presente Protocolo con excepción de una reserva
formulada en el momento de la ratificación o la adhesión en la que se prevea la aplicación de la pena
de muerte en tiempo de guerra como consecuencia de una condena por un delito sumamente grave
de carácter militar cometido en tiempo de guerra». Los párrafos 2 y 3 contienen algunas obligaciones
de procedimiento.

6. El que no se prohíban las reservas no significa que se permitan todas ellas. La cuestión de las
reservas en relación con el Pacto y el Primer Protocolo Facultativo se rige por el derecho
internacional. El párrafo 3 del artículo 19 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados
ofrece la orientación pertinente. Se estipula en él que, cuando el tratado no prohíbe una reserva o
ésta entra dentro de las categorías permitidas expresamente, un Estado podrá hacer una reserva
siempre que no sea incompatible con el objeto y fin del tratado. Aun cuando el Pacto, a diferencia de
otros tratados de derechos humanos, no incluya una referencia concreta a la prueba del objeto y fin,
dicha prueba rige la cuestión de la interpretación y aceptabilidad de las reservas.

[...]

8. Las reservas contrarias a normas perentorias no serían compatibles con el objeto y fin del Pacto.
Aunque los tratados constituyen un simple intercambio de obligaciones entre los Estados que les
permite reservarse inter se la aplicación de normas de derecho internacional general, otra cosa son
los tratados de derechos humanos, cuyo objeto es beneficiar a las personas que se encuentran en su
jurisdicción. En consecuencia, las disposiciones del Pacto que son de derecho internacional
consuetudinario (y a fortiori cuando tienen el carácter de normas perentorias) no pueden ser objeto
de reservas. Así pues, un Estado no puede reservarse el derecho de practicar la esclavitud, de
torturar, de someter a personas a tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes, de privar
arbitrariamente a las personas de la vida, de detener y encarcelar arbitrariamente a las personas, de
denegar la libertad de pensamiento, conciencia y religión, de presumir que una persona es culpable
hasta que demuestre su inocencia, de ejecutar a mujeres embarazadas o a niños, de permitir el
fomento del odio nacional, racial o religioso, de denegar a las personas en edad núbil el derecho a
contraer matrimonio o el de denegar a las minorías el derecho a gozar de su propia cultura, profesar
su propia religión o utilizar su propio idioma. Y, aunque las reservas a cláusulas concretas del
artículo 14 puedan ser aceptables, no lo sería una reserva general al derecho a un juicio con las
debidas garantías.

9. Aplicando de manera más general la prueba del objeto y fin al Pacto, el Comité observa que, por
ejemplo, la reserva al artículo 1 que deniegue a los pueblos el derecho a establecer libremente su
condición política y a proveer su desarrollo económico, social y cultural, sería incompatible con el
objeto y fin del Pacto. Tampoco sería aceptable una reserva a la obligación de respetar y garantizar
los derechos y hacerlo sobre una base no discriminatoria (párrafo 1 del art. 2). Ni puede un Estado
reservar su derecho a no adoptar las medidas necesarias a nivel interno para hacer efectivos los
derechos reconocidos en el Pacto (párrafo 2 del art. 2).

10. El Comité ha examinado también si algunas categorías de reservas pueden ser contrarias a la
prueba del «objeto y fin». En particular, ha examinado si las reservas a las disposiciones inderogables
del Pacto son compatibles con su objeto y fin. Aun cuando no existe una jerarquía de importancia
entre los derechos en el Pacto, no cabe suspender la aplicación de algunos de ellos ni siquiera en
momentos de emergencia nacional.

Ello subraya la gran importancia de los derechos inderogables. Pero no todos los derechos de gran
importancia como los artículos 9 y 27 del Pacto se han hecho en realidad inderogables. El motivo de
que se declaren inderogables algunos derechos se debe a que su suspensión no influye en el control
legítimo del estado de emergencia nacional (por ejemplo, el no encarcelamiento por deudas, en el
artículo 11). Otro motivo consiste en que la derogación puede de hecho ser imposible (como, por
ejemplo, la libertad de conciencia). Al mismo tiempo, algunas de las disposiciones son inderogables
precisamente porque sin ellas no existiría el imperio de la ley. Cualquier reserva a las disposiciones
del artículo 4 entraría en esta categoría, dado que dicho artículo estipula precisamente el equilibrio
que ha de conseguirse entre los intereses del Estado y los derechos del particular en situaciones de
emergencia. Y algunos derechos inderogables, a los que en ningún caso cabe formular reservas dada
su condición de normas perentorias, revisten también este carácter, como la prohibición de la
tortura y la privación arbitraria de la vida. Si bien no existe una correlación automática entre las
reservas a las disposiciones inderogables y las reservas que van en contra del objeto y fin del Pacto,
los Estados tienen la grave responsabilidad de justificar esas reservas.

11. El Pacto no consiste simplemente en los derechos que en él se especifican, sino en importantes
garantías de apoyo. Esas garantías constituyen el marco necesario para asegurar los derechos
enunciados en el Pacto, por lo que son fundamentales para su objeto y fin. Algunas de ellas tienen
ámbito nacional y otras internacional. Por ello, no son aceptables las reservas destinadas a eliminar
esas garantías. De este modo, un Estado no puede formular una reserva al párrafo 3 del artículo 2 del
Pacto, indicando que no se propone ofrecer recursos para las violaciones de los derechos humanos.
Esta clase de garantías forman parte integrante de la estructura del Pacto y mantienen su eficacia. El
Pacto prevé también, para el mejor logro de los objetivos que en él se enuncian, una función de
vigilancia por parte del Comité. Las reservas destinadas a excluir este elemento básico de la
concepción del Pacto, que está destinado también a garantizar el disfrute de los derechos, son
igualmente incompatibles con su objeto y fin. Ningún Estado puede reservarse el derecho a no
presentar un informe para que sea examinado por el Comité. La función del Comité con arreglo al
Pacto, ya sea en virtud del artículo 40 o de los Protocolos Facultativos, entraña necesariamente la
interpretación de las disposiciones del Pacto y la elaboración de una jurisprudencia. En
consecuencia, toda reserva que rechace la competencia del Comité para interpretar de cualquier
disposición del Pacto sería también contraria al objeto y fin de dicho tratado.

12. El Pacto tiene como finalidad garantizar los derechos en él enunciados a todas las personas
sometidas a la jurisdicción de un Estado Parte. Es probable que se requieran para ello algunas
exigencias. Tal vez deban modificarse las leyes internas para que reflejen los requisitos del Pacto; y
se necesitarán mecanismos a nivel interno para que los derechos amparados en el Pacto puedan
hacerse efectivos dentro de cada Estado. Las reservas ponen a menudo de manifiesto la tendencia de
los Estados a no modificar una determinada ley. Y, en ocasiones, esa tendencia se eleva a la categoría
de política general. Suscitan especial preocupación las reservas formuladas en términos generales,
que básicamente privarían de efecto a todos los derechos enunciados en el Pacto que requiriesen
cualquier modificación de las leyes nacionales a fin de garantizar el cumplimiento de las
obligaciones contenidas en el Pacto. De este modo, no se han aceptado auténticos derechos u
obligaciones internacionales. Y, cuando no existen disposiciones para asegurar que puedan hacerse
valer ante los tribunales nacionales los derechos enunciados en el Pacto y no se permite, además, que
puedan presentarse reclamaciones individuales al Comité en virtud del Primer Protocolo Facultativo,
se han eliminado todos los elementos fundamentales de las garantías del Pacto.
[...]

16. El Comité considera importante que se determine cuál es el organismo que tiene la competencia
jurídica para adoptar decisiones respecto de las reservas a los instrumentos de derechos humanos.
En lo que se refiere a los tratados internacionales en general, la Corte Internacional de Justicia ha
indicado en el caso de las reservas a la Convención sobre el Genocidio (1951) que un Estado que haya
puesto objeciones a una reserva por motivos de incompatibilidad con el objetivo y el propósito de un
tratado podría, mediante esa objeción, considerar que el tratado no está en vigor entre él y el Estado
que formule la reserva. En el párrafo 4 del artículo 20 de la Convención de Viena sobre el derecho de
los tratados figuran disposiciones muy pertinentes para el presente caso respecto de la aceptación y
las objeciones a las reservas. Ello ofrece a los Estados la posibilidad de rechazar una reserva
formulada por otro Estado. El artículo 21 se refiere a los efectos jurídicos de las objeciones hechas
por los Estados respecto de las reservas formuladas por otros Estados. Fundamentalmente, una
reserva impide la aplicación de la disposición a la que se haya formulado dicha reserva entre el
Estado que la formula y otros Estados; asimismo, una objeción al respecto hace que la reserva
solamente se aplique entre el Estado que la ha formulado y el Estado objetor en los aspectos a los que
no se aplique la objeción.

17. Como se indica anteriormente, es en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados
donde se definen las reservas y también donde se prevé la aplicación de la prueba del objeto y fin a
falta de otras disposiciones concretas. Pero el Comité considera que las disposiciones de la
Convención relativas a la función de las objeciones de los Estados en relación con las reservas no son
adecuadas para abordar el problema de las reservas a los tratados de derechos humanos. Esos
tratados, y concretamente el Pacto, no son una red de intercambios de obligaciones entre los Estados.
Se refieren a la otorgación de derechos a las personas. No ha lugar al principio de la reciprocidad
entre los Estados, salvo tal vez en el limitado contexto de las reservas formuladas a las declaraciones
sobre la competencia del Comité en virtud del artículo 41. Y, dado que la aplicación de las normas
clásicas sobre las reservas es tan inadecuada para el Pacto, los Estados no han considerado con
frecuencia interesante o necesario desde el punto de vista jurídico oponerse a las reservas. No cabe
deducir del hecho de que los Estados no formulen una protesta que una reserva sea compatible o
incompatible con el objeto y fin del Pacto. Se han formulado objeciones ocasionalmente, unos
Estados sí, pero no otros, y no siempre se han especificado los motivos; cuando se hace una objeción,
no se suele especificar una consecuencia jurídica y, en ocasiones, incluso se indica que la Parte que
hace la objeción no considera que el Pacto no esté en vigor entre las Partes interesadas. En pocas
palabras, la situación es tan poco clara que no cabe suponer que, por el hecho de no hacer
objeciones, un Estado considere que una determinada reserva sea aceptable. El Comité opina que,
debido a las características especiales del Pacto en su calidad de tratado de derechos humanos, es
debatible qué efecto surten las objeciones entre los Estados inter se . Sin embargo, la objeción a una
reserva formulada por los Estados puede ofrecer cierta orientación al Comité para interpretar su
compatibilidad con el objeto y fin del Pacto.

18. Por necesidad ha de ser el Comité quien decida si una determinada reserva es compatible con el
objeto y fin del Pacto. Ello se debe en parte, tal como se indica anteriormente, a que se trata de una
tarea inadecuada para los Estados Partes en relación con los tratados de derechos humanos y, en
parte, a que es una tarea que el Comité no puede eludir en el desempeño de sus funciones. A fin de
conocer el alcance de su deber de examinar el cumplimiento del Pacto por un Estado en virtud de lo
dispuesto en el artículo 40 o una comunicación presentada con arreglo al Primer Protocolo
Facultativo, el Comité ha de adoptar necesariamente una opinión sobre la compatibilidad de la
reserva con el objeto y fin del Pacto y con el derecho internacional en general. Dado el carácter
especial de los tratados de derechos humanos, debe establecerse objetivamente la compatibilidad de
una reserva con el objeto y fin del Pacto en relación con un principio jurídico, y el Comité está en
condiciones especialmente adecuadas para realizar esta tarea. La consecuencia normal de una
reserva inaceptable no es la de que el Pacto carezca de todo vigor para la parte que formula la
reserva. Antes bien, será posible considerar independientemente esa reserva, en el sentido de que el
Pacto será aplicable para la parte que formule la reserva sin que la reserva se tenga en cuenta.

19. Las reservas deben ser específicas y transparentes a fin de que el Comité, quienes estén sometidos
a la jurisdicción del Estado que formula la reserva y los demás Estados Partes puedan tener en claro
cuáles son las obligaciones de derechos humanos que han sido o no contraídas. Así pues, las reservas
no deben tener carácter general sino que han de referirse a una disposición concreta del Pacto e
indicar en términos precisos su ámbito en relación con él. Al examinar la compatibilidad de posibles
reservas con el objeto y fin del Pacto, los Estados también deben tener en cuenta el efecto general que
un grupo de reservas pueda tener, así como el efecto de cada una de ellas sobre la integridad del
Pacto, lo que sigue siendo una consideración fundamental. Los Estados no deben formular tantas
reservas que, en la práctica, sólo acepten un número reducido de obligaciones de derechos humanos
y no el Pacto propiamente dicho. A fin de que las reservas no impidan permanentemente el logro de
las normas internacionales de derechos humanos, no deberían circunscribir de manera sistemática
las obligaciones asumidas tan sólo a las que ya existan en normas menos estrictas de derecho
interno. Tampoco se debería tratar de eliminar con declaraciones interpretativas o reservas el
significado autónomo de las obligaciones del Pacto, decidiendo que son idénticas o que han de
aceptarse solamente en la medida en que sean idénticas a las disposiciones existentes en el derecho
interno. Los Estados no deben tratar de determinar, mediante reservas o declaraciones
interpretativas que el sentido de una disposición del Pacto es igual al dado por un órgano de
cualquier otro organismo internacional establecido en virtud de un tratado.

20. Los Estados deben establecer procedimientos para garantizar que toda reserva propuesta sea
compatible con el objeto y fin del Pacto. Conviene que el Estado que formule una reserva indique en
términos precisos las leyes o prácticas internas que considera incompatibles con la obligación del
Pacto a la que se formule la reserva, y que explique el plazo que necesita para hacer que sus propias
leyes y prácticas sean compatibles con el Pacto, o por qué no está en condiciones de armonizar sus
leyes y prácticas con el Pacto. Los Estados deben también asegurarse de que se revise periódicamente
la necesidad de mantener las reservas, teniendo en cuenta toda observación y recomendación que el
Comité pueda hacer durante el examen de sus informes. Las reservas deben ser retiradas lo antes
posible. Los informes al Comité deben contener información acerca de las medidas adoptadas para
revisar, reconsiderar o retirar las reservas.

3.8. SENTENCIA ARBITRAL DE 20 DE JUNIO DE 1977, ENTRE EL REINO UNIDO DE GRAN BRETAÑA
E IRLANDA DEL NORTE Y LA REPÚBLICA FRANCESA, SOBRE DELIMITACIÓN DE LA PLATAFORMA
CONTINENTAL

59. El Tribunal considera que la respuesta a la cuestión del efecto legal de las reservas francesas se
encuentra en parte en las alegaciones de la República Francesa y en parte en las del Reino Unido.
Evidentemente, la República Francesa está en lo cierto al afirmar que el establecimiento de
relaciones convencionales entre ella y el Reino Unido sobre la base del Convenio (sobre la Plataforma
Continental de 1958) depende del consentimiento de cada Estado en obligarse mutuamente por sus
cláusulas; y que cuando formuló sus reservas al artículo 6º manifestó su consentimiento en obligarse
por las disposiciones de este artículo sometido a las condiciones incluidas en las reservas. Por otra
parte, es muy importante la observación del Reino Unido en el sentido de que su rechazo está
dirigido sólo a las reservas y no al artículo 6 en su totalidad. En resumen, el desacuerdo entre los dos
países no se refiere al reconocimiento de la aplicabilidad del artículo 6º en sus relaciones mutuas
sino únicamente a las materias reservadas por la República Francesa de la aplicación del artículo 6.
El efecto del rechazo del Reino Unido de las reservas se limita así a las reservas mismas.

60. Enunciar esta conclusión no es, sin embargo, suficiente para responder a la cuestión del efecto
legal del desacuerdo entre las Partes relativo a la introducción de reservas en la aplicación del
artículo. La tesis del Gobierno francés de que el efecto es hacer inaplicable en su totalidad el artículo
6º debe ser excluida porque, como ya se ha indicado, atribuye al rechazo un ámbito más amplio de lo
que sus términos justifican. La tesis del Reino Unido, de que las reservas no le son oponibles y de que
el artículo 6º se aplica sin ninguna modificación debe ser excluida igualmente porque permitiría que
el rechazo unilateral anulase las condiciones expresas establecidas por la República Francesa al
manifestar su consentimiento en obligarse por el artículo. Atribuir un efecto tal al rechazo de las
reservas no es fácil de armonizar con el principio de consentimiento mutuo en la conclusión de los
tratados. El Tribunal advierte también que en las negociaciones que tuvieron lugar entre las partes
durante los años 1970-1974 se hicieron referencias a la tercera reserva reclamando «circunstancias
especiales» en las área mencionadas, sin que se hiciera ninguna indicación respecto a que la
República Francesa no pudiera invocar la reserva contra el Reino Unido.

61. En un sentido más limitado, sin embargo, el efecto del rechazo, en opinión del Tribunal, puede
decirse que consiste en hacer las reservas no oponibles al Reino Unido. Lo mismo que el efecto de las
reservas francesas es impedir que el Reino Unido invoque las disposiciones del art. 6º excepto sobre
las bases de las condiciones establecidas en las reservas, así también el efecto de su rechazo es
impedir que la República Francesa imponga las reservas al Reino Unido con el fin de invocar contra
él como obligatoria una delimitación hecha sobre las bases de las condiciones contenidas en las
reservas. Así, el efecto combinado de las reservas francesas y su rechazo por el Reino Unido no es ni
hacer inaplicable el art. 6º in toto , como la República Francesa pretende, ni hacerlo aplicable in toto ,
como el Reino Unido principalmente pretende. Es hacer inaplicable el artículo entre los dos países en
la extensión, pero sólo en la extensión, de las reservas; y éste es precisamente el efecto contemplado
en tales casos por el artículo 21, párrafo 3 del Convenio de Viena sobre el derecho de los tratados y el
efecto indicado por el principio del consentimiento mutuo.

62. El hecho de que el artículo 6º no es aplicable entre las Partes en la medida que es excluida por las
reservas francesas no significa que no hay normas legales que regulen la delimitación de la frontera
de esas áreas donde la reserva opera. Por el contrario, como la Corte Internacional de Justicia
observó en los asuntos de la Plataforma Continental del Mar del Norte, «hay aún normas y principios
de derecho aplicables» ( ICJ Reports, 1969, pár. 83); y éstos son las normas y principios que regulan la
delimitación de la plataforma continental en el derecho internacional general».

3.9. LECTURAS RECOMENDADAS

KOHEN, M., «La codification du droit des traités: quelques élements pour un bilan global », RGDIP
, 2000, pp. 577-616.

RIQUELME CORTADO, R., «La definición de reserva a examen ¿confirmación o desdibujamiento de


sus elementos esenciales?». El Derecho internacional: normas, hechos y valores. Liber Amicorum J.
A. Pastor Ridruejo , (L. CAFLISCH, R. BERMEJO GARCÍA, J. DÍEZ-HOCHLEITNER RODRÍGUEZ, C.
GUTIÉRREZ ESPADA coords.), Ed. Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Madrid, 2005,
pp. 621-647.

ROLDÁN BARBERO, J., «El consentimiento del Estado y la formación de los acuerdos
internacionales», Pacis Artes. Obra Homenaje al Profesor Julio D. González Campos , t. I,
UAM/Eurolex, Madrid, 2005, pp. 621-640.

VV.AA., Actualité des réserves aux traités , Pedone, París, 2014.

4. LOS TRATADOS INTERNACIONALES EN EL ORDENAMIENTO ESPAÑOL

4.1. INTRODUCCIÓN

Nuestra Constitución se ocupa expresamente de la celebración de los tratados en los artículos 93 a


95 en relación con la autorización de las Cortes y el control de constitucionalidad pero el conjunto
del sistema constitucional exige también la intervención del Gobierno, el Rey y el Consejo de
Estado. Por su parte, el Tribunal Constitucional ha tenido que pronunciarse sobre cuestiones
relevantes relacionadas con la conclusión de las normas convencionales, como son entre otras las
competencias de las Comunidades Autónomas en el plano de las relaciones exteriores, el alcance
de la participación del Rey en la manifestación del consentimiento en obligarse por el tratado, las
exigencias de la tramitación parlamentaria o el control de constitucionalidad. Durante mucho
tiempo, la ausencia de una ley de tratados obligó a seguir aplicando parcialmente el
preconstitucional Decreto 801/1972, de 24 de marzo, sobre ordenación de la actividad de la
Administración en materia de tratados. La Ley 25/2014, de 27 de noviembre, de tratados y otros
acuerdos internacionales ha venido a colmar ese vacío, regulando entre otros aspectos el
procedimiento interno de tramitación de los tratados internacionales, la celebración de los
acuerdos internacionales administrativos y de los acuerdos internacionales no normativos así
como las competencias de los entes subestatales en estos ámbitos.

4.2. LEY 25/2014, DE 27 DE NOVIEMBRE, DE TRATADOS Y OTROS ACUERDOS INTERNACIONALES

PREÁMBULO

La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, de 23 de mayo de 1969, codifica con
vocación universal las cuestiones esenciales del proceso de celebración y entrada en vigor de los
tratados internacionales celebrados entre Estados, así como su observancia, aplicación e
interpretación. Si bien no abarca la regulación de cuestiones como la sucesión de Estados en materia
de tratados o la responsabilidad derivada del incumplimiento, puede seguir considerándose como «el
Tratado de los tratados» y el reflejo del Derecho consuetudinario en la materia.

La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados entre Estados y Organizaciones


internacionales o entre Organizaciones internacionales, de 21 de marzo de 1986, que aún no ha
entrado en vigor, completa el ámbito de aplicación material de la Convención de 1969 y regula los
tratados entre uno o varios Estados y una o varias organizaciones internacionales, así como los
tratados celebrados entre organizaciones internacionales.

España es Estado parte de la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados y prestó
el consentimiento en obligarse por la Convención de 1986 el 24 de julio de 1990. Ambas Convenciones
configuran el marco de referencia de la presente Ley.

En nuestro ordenamiento jurídico, la única norma específica reguladora de los tratados es el Decreto
801/1972, de 24 de marzo, sobre ordenación de la actividad de la Administración del Estado en
materia de tratados internacionales. En su momento, este decreto logró acomodar el ordenamiento
jurídico español a las exigencias de Derecho Internacional en materia de tratados internacionales y
dio respuesta a las remisiones al Derecho interno que hacía la Convención de Viena de 1969.

Sin embargo, con el paso del tiempo el Decreto 801/1972, de 24 de marzo, ha quedado obsoleto tanto
por el notable desarrollo experimentado por el Derecho Internacional a lo largo de las últimas cuatro
décadas, como por los profundos cambios políticos y constitucionales vividos por España desde 1972.
Ello hace de todo punto necesario reemplazar el Decreto por una nueva regulación que, de forma
sistemática y actualizada, regule la actividad del Estado en materia de tratados internacionales y
otros acuerdos internacionales. Esta necesidad se ha subrayado tanto por las propias
administraciones públicas, como por los ámbitos académico y doctrinal.

II

En efecto, el Derecho Internacional contemporáneo ha conocido un desarrollo que lo ha colocado en


una situación que poco tiene ya que ver con la existente en el momento de aprobación del Decreto
801/1972, de 24 de marzo. Las Convenciones de Viena de 1969 y 1986 son, sin duda, el marco de
referencia en materia de tratados internacionales, pero difícilmente puede obviarse la existencia de
determinados fenómenos de nuevo cuño y cambios dentro de la comunidad internacional que
también han tenido profundas consecuencias en la práctica internacional de los Estados y, muy en
particular, en su actividad convencional. Así, en primer lugar, destaca la multiplicación de
organizaciones internacionales con capacidad, en muchos casos, para celebrar acuerdos
internacionales con los Estados. Ejemplo particularmente reseñable es el de la Unión Europea ya que
tanto su naturaleza supranacional como la atribución de amplias competencias en materia exterior
le empujan a la celebración de acuerdos internacionales, destacando por sus consecuencias para los
Estados miembros la peculiar y compleja categoría de los acuerdos mixtos con países terceros.

En segundo término, hay que tener presente que la práctica en materia convencional se ha ido
haciendo cada vez más intensa, compleja y fértil sobre la base del principio de autonomía de la
voluntad, lo cual ha dado origen a nuevas formas de acuerdos y nuevos problemas de aplicación. En
este sentido, el Derecho interno de un Estado puede establecer la distinción entre tratados y otros
tipos de acuerdos internacionales, posibilidad que contemplan expresamente las Convenciones de
Viena de 1969 y 1986 en sus respectivos artículos 2.2. Así, en relación con las nuevas formas de
acuerdos, cabe citar los acuerdos de ejecución de tratados internacionales, normalmente
denominados en la práctica española ‘acuerdos internacionales administrativos’ y la celebración de
acuerdos internacionales no normativos, frecuentemente denominados Memorandos de
Entendimiento o identificados mediante las siglas MOU derivadas de la denominación inglesa
Memoranda of Understanding que instrumentan la asunción de compromisos políticos. Ahora bien,
ello no impide en modo alguno que coexistan categorías diferentes a las tres reguladas por esta Ley
que se rigen, todas ellas, por el Derecho interno de los Estados.

Desde la perspectiva interna, los artículos 56, 63.2 y 93 a 96 de la Constitución Española de 1978
regulan la actividad exterior del Estado en materia de tratados internacionales y en buena medida el
Decreto 801/1972, de 24 de marzo, no resulta compatible con ellos. No en vano, la entrada en vigor de
la Constitución Española significó, en virtud del apartado tercero de su Disposición derogatoria
única, la terminación de vigencia de aquellas partes del Decreto 801/1972, de 24 de marzo, que eran
incompatibles con la Carta Magna; y tal era el caso al menos de los títulos V y VI del citado Decreto.
Hasta el momento este vacío normativo ha sido cubierto en la práctica por tres vías principales. En
primer lugar, por la emisión de un buen número de circulares y órdenes ministeriales que han ido
articulando de forma dispersa los trámites a seguir en la tramitación interna de los tratados
internacionales y de los otros posibles acuerdos internacionales. En segundo lugar, por la tarea
interpretadora del Tribunal Constitucional, así como por la labor asesora del Consejo de Estado y de
la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Y en tercer
lugar, dado el silencio del Decreto 801/1972, de 24 de marzo, a propósito de la aplicación, los jueces
ordinarios también han desempeñado un papel de primer orden.

Asimismo, el diseño territorial del Estado realizado tras la entrada en vigor de la Constitución
Española de 1978 ha significado el reconocimiento a las Comunidades Autónomas, a través de sus
respectivos Estatutos de Autonomía, de relevantes competencias en materia de acción exterior. De
esta forma, como consecuencia de lo previsto en el apartado tercero del artículo 149.1 de la
Constitución Española, el Estado posee una competencia de carácter exclusivo en materia de
relaciones internacionales que, con base en una asentada jurisprudencia del Tribunal Constitucional,
incluye en su núcleo duro precisamente la capacidad de celebrar tratados internacionales, el llamado
ius ad tractatum . No obstante, las Comunidades Autónomas tienen competencia para desplegar
ciertas actividades de acción exterior entre las que cabe, por ejemplo, la celebración de acuerdos
internacionales no normativos. También disponen de competencia para celebrar acuerdos
internacionales administrativos, en concreción o ejecución de un tratado. Gozan, además, de
competencias en otros aspectos de la acción exterior que también tienen consecuencias en la propia
política exterior del Estado en materia de celebración de tratados internacionales y que deben ser
objeto de regulación para garantizar su adecuada inserción dentro de la competencia exclusiva del
Estado derivada de los artículos 97 y 149.1.3.ª de la Constitución Española. Tal es el caso, por ejemplo,
del derecho de las Comunidades Autónomas a proponer la apertura de negociaciones para la
celebración de tratados sobre materias respecto de las que acrediten un interés justificado, el
derecho a ser informadas de la negociación de tratados internacionales que afecten a sus
competencias o el derecho a solicitar al Gobierno formar parte de la delegación española que negocie
un tratado internacional que afecte a competencias de las Comunidades Autónomas.

[...]
Este escenario exige una actualización del instrumento jurídico que regula la ordenación de la
actividad del Estado en materia de tratados internacionales y otros acuerdos internacionales y
aconseja un rango legal para atender lo que ya fueron recomendaciones del Consejo de Estado. En
este sentido, cuando en su momento se estaba preparando el Decreto 801/1972, de 24 de marzo, el
Consejo de Estado llamó la atención sobre el hecho de que «el interés público y la seguridad jurídica
aconsejan que se dicte una disposición de rango legal» en sus dictámenes núm. 37.248 y 37.068, de 19
de noviembre de 1971. De igual modo, una vez en vigor la Constitución Española de 1978, el Consejo
de Estado volvió a pronunciarse en el mismo sentido con ocasión del informe que emitió a propósito
del anteproyecto de ley de tratados que se preparó en 1985, si bien no llegó a remitirse a las Cortes
Generales, en su dictamen núm. 47.392, de 21 de febrero de 1985. Ello obedece, entre otros aspectos, a
que «la materia afecta a las relaciones entre órganos constitucionales y asimismo entre los
ordenamientos jurídicos nacional e internacional, regula la producción y aplicación de normas
jurídicas convencionales (Constitución Española, artículo 96) y, finalmente, porque el artículo 63.2 de
la Constitución Española establece en realidad una reserva de ley». En efecto, esta disposición
establece que «al Rey corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse
internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución Española y las leyes».

[...]

Artículo 2. Definiciones .

A los efectos de esta Ley se entiende por:

a) «tratado internacional»: acuerdo celebrado por escrito entre España y otro u otros sujetos de
Derecho Internacional, y regido por el Derecho Internacional, ya conste en un instrumento único o
en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación.

b) «acuerdo internacional administrativo»: acuerdo de carácter internacional no constitutivo de


tratado que se celebra por órganos, organismos o entes de un sujeto de Derecho Internacional
competentes por razón de la materia, cuya celebración está prevista en el tratado que ejecuta o
concreta, cuyo contenido habitual es de naturaleza técnica cualquiera que sea su denominación y
que se rige por el Derecho Internacional. No constituye acuerdo internacional administrativo el
celebrado por esos mismos órganos, organismos o entes cuando se rige por un ordenamiento jurídico
interno.

c) «acuerdo internacional no normativo»: acuerdo de carácter internacional no constitutivo de


tratado ni de acuerdo internacional administrativo que se celebra por el Estado, el Gobierno, los
órganos, organismos y entes de la Administración General del Estado, las Comunidades Autónomas y
Ciudades de Ceuta y Melilla, las Entidades Locales, las Universidades públicas y cualesquiera otros
sujetos de derecho público con competencia para ello, que contiene declaraciones de intenciones o
establece compromisos de actuación de contenido político, técnico o logístico, y no constituye fuente
de obligaciones internacionales ni se rige por el Derecho Internacional.

[...]

CAPÍTULO II

Competencias en materia de tratados y otros acuerdos internacionales

Artículo 3. Competencias del Consejo de Ministros .

Corresponderá al Consejo de Ministros:

a) Autorizar la firma de los tratados internacionales y actos de naturaleza similar a la firma,


conforme a lo dispuesto en el artículo 14.

b) Aprobar su firma ad referendum.

c)Autorizar su aplicación provisional, en los términos previstos por la presente Ley.


d) Aprobar y acordar la remisión a las Cortes Generales de los proyectos de ley orgánica previstos en
el artículo 93 de la Constitución.

e) Acordar la solicitud de autorización previa y disponer a este efecto la remisión a las Cortes
Generales de los tratados internacionales en los supuestos del artículo 94.1 de la Constitución.

f) Disponer la remisión al Congreso de los Diputados y al Senado del resto de los tratados
internacionales a los efectos del artículo 94.2 de la Constitución Española.

g) Acordar la manifestación del consentimiento de España para obligarse mediante un tratado


internacional y, en su caso, las reservas que pretenda formular.

h) Conocer de los acuerdos internacionales administrativos y de los no normativos cuya importancia


así lo aconseje.

Artículo 4. Competencias del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación .

1. En el ámbito de la Administración General del Estado, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de


Cooperación:

a) Ejercerá la competencia general en materia de tratados internacionales y las atribuciones que no


correspondan a otros ministerios que, por razón de la materia, resulten competentes en la
negociación y seguimiento de los mismos.

b) Prestará asistencia técnica, como departamento especializado en materia de Derecho


Internacional, a los órganos y entes intervinientes en la celebración de tratados y otros acuerdos
internacionales, y les asesorará en dicha materia de conformidad con lo previsto en la Ley 52/1997,
de 27 de noviembre, de Asistencia Jurídica al Estado e Instituciones Públicas.

c) Hará el seguimiento de la actividad convencional, informará de ello a los órganos colegiados del
Gobierno y formulará ante estos las propuestas de decisión que procedan.

2. En relación con las restantes Administraciones Públicas, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de


Cooperación ejercerá tareas de asesoramiento, coordinación y las demás funciones que se le
atribuyen en esta Ley.

Artículo 5. Competencias de los departamentos ministeriales .

Corresponderá a los departamentos ministeriales respecto de los tratados y otros acuerdos


internacionales que les afecten en el ámbito de sus respectivas competencias:

a) La iniciativa en la negociación del tratado o acuerdo.

b) El planteamiento, desarrollo y conclusión de la negociación.

c) La presencia y participación en la celebración, aplicación y seguimiento de los tratados o acuerdos.

d) Mantener informado de la negociación, aplicación y seguimiento de los tratados o acuerdos al


Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.

e) La propuesta al Consejo de Ministros, conjuntamente con el Ministerio de Asuntos Exteriores y de


Cooperación, de los acuerdos de autorización de rúbrica, firma, canje de instrumentos o firma ad
referendum , a los efectos de la autenticación, así como la propuesta de la aplicación provisional.

Artículo 6. Comisión interministerial de coordinación en materia de tratados y otros acuerdos


internacionales .

Se crea la Comisión interministerial de coordinación en materia de tratados y otros acuerdos


internacionales como órgano colegiado de intercambio de información y coordinación de los
departamentos ministeriales, cuya composición y funcionamiento se determinarán
reglamentariamente.
Dicha Comisión establecerá la forma de hacer efectiva la cooperación entre la Administración
General del Estado y las Comunidades Autónomas y las Ciudades de Ceuta y Melilla con finalidad
informativa, y hacer efectiva su participación en el cumplimiento de los compromisos
internacionales formalizados por España.

Artículo 7. Competencias de las Comunidades Autónomas y Ciudades de Ceuta y Melilla y


Entidades Locales .

Las Comunidades Autónomas podrán participar en la celebración de tratados internacionales.


Asimismo, las Comunidades Autónomas y Ciudades de Ceuta y Melilla y las Entidades Locales podrán
celebrar otros acuerdos internacionales en el marco de las competencias que les otorgan los tratados
internacionales, la Constitución Española, los Estatutos de Autonomía y el resto del ordenamiento
jurídico, en los términos establecidos en el título V de esta Ley.

TÍTULO II

De los tratados internacionales

CAPÍTULO I

Representación internacional de España

[...]

Artículo 9. Nombramiento de representantes de España .

El Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, a propuesta del ministerio o ministerios


competentes por razón de la materia, nombrará a los representantes de España para la ejecución de
cualquier acto internacional relativo a un tratado internacional.

Artículo 10. Plenos poderes .

1. Para ejecutar en representación de España cualquier acto internacional relativo a un tratado y, en


particular, para negociar, adoptar y autenticar su texto, así como para manifestar el consentimiento
de España en obligarse por el tratado, la persona o personas que los lleven a cabo deberán estar
provistas de una plenipotencia firmada por el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación en
nombre del Rey.

2. No necesitarán plenipotencia para representar a España:

a) El Rey, el Presidente del Gobierno y el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación.

b) Los Jefes de Misión Diplomática y de Representación Permanente ante una organización


internacional para la negociación, adopción y autenticación del texto de un tratado internacional
entre España y el Estado u organización ante los que se encuentran acreditados.

c) Los Jefes de Misión Especial enviados a uno o varios Estados extranjeros para la negociación,
adopción y autenticación del texto de un tratado internacional entre España y cualquiera de los
Estados a los que ha sido enviada la Misión.

d) Los representantes acreditados ante una conferencia internacional o ante una organización
internacional o uno de sus órganos, para la negociación, adopción y autenticación del texto de un
tratado internacional elaborado en el seno de tal conferencia, organización u órgano.

3. La ejecución de un acto internacional relativo al proceso de celebración de un tratado


internacional por persona no provista de plenipotencia no surtirá efectos jurídicos, salvo que el
Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación convalide el acto.

CAPÍTULO II
Celebración de los tratados internacionales

Artículo 11. Negociación .

1. Los departamentos ministeriales negociarán los tratados internacionales en el ámbito de sus


respectivas competencias, en coordinación con el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.

2. La apertura del proceso de negociación de un tratado internacional se someterá a previo


conocimiento de los órganos colegiados del Gobierno a través de la Comisión General de Secretarios
de Estado y Subsecretarios. A tal efecto, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, a
iniciativa de los ministerios interesados, elevará un informe con la relación de los procesos de
negociación cuya apertura se propone, que incluirá una valoración sobre la oportunidad de cada uno
de ellos en el marco de la política exterior española.

3. Las Comunidades Autónomas y las Ciudades de Ceuta y Melilla podrán participar en las
negociaciones de un tratado internacional en los términos previstos en el título V.

Artículo 12. Adopción .

Corresponderá a los negociadores adoptar el texto de un tratado internacional. En el supuesto de un


texto elaborado por una Conferencia internacional, o en el seno de una organización internacional,
la adopción se realizará de conformidad con el Reglamento de dicha conferencia, las reglas de la
organización y, en su defecto, de acuerdo con las normas generales de Derecho Internacional.

Artículo 13. Autenticación.

1. El texto de un tratado internacional se autenticará mediante el procedimiento que en él se


prescriba o convengan los negociadores. En defecto de previsión o acuerdo el texto quedará
establecido como auténtico mediante la firma, la firma ad referendum o la rúbrica puestas en el
texto del tratado o en el Acta final de la Conferencia internacional en la que figure dicho texto.

2. Los tratados internacionales de carácter bilateral suscritos por España estarán siempre redactados
en español y así se hará constar en ellos, sin perjuicio de que también puedan estarlo en otra u otras
lenguas españolas que sean cooficiales en una Comunidad Autónoma o en lenguas extranjeras.

Artículo 14. Autorización de firma y actos de naturaleza similar.

1. El Consejo de Ministros autorizará la rúbrica, firma o canje de instrumentos, según sea el caso, de
un tratado internacional, y aprobará su firma ad referendum .

La propuesta al Consejo de Ministros será elevada por el Ministro de Asuntos Exteriores y de


Cooperación y, en su caso, conjuntamente con el titular del departamento ministerial que sea
competente por razón de la materia.

2. El Presidente del Gobierno y el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación podrán firmar ad


referendum cualquier tratado internacional. La firma ad referendum por cualquier otro
representante de España precisará la autorización del Ministro de Asuntos Exteriores y de
Cooperación.

El Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, conjuntamente con el titular del departamento


ministerial competente por razón de la materia, elevará la firma ad referendum para su aprobación
al Consejo de Ministros y comunicará la aprobación al depositario o, en su caso, a la contraparte.

3. La aprobación por el Consejo de Ministros de la firma ad referendum de un tratado equivaldrá a la


firma definitiva con efectos de autenticación.

[...]

Artículo 16. Manifestación del consentimiento en obligarse por un tratado .

1. El Consejo de Ministros acordará la manifestación del consentimiento de España en obligarse por


un tratado internacional, de conformidad con la Constitución Española y las leyes, en la forma
convenida por los negociadores.

2. En los supuestos de tratados que pudieran estar incluidos en los artículos 93 y 94.1 de la
Constitución Española, los representantes de España solo podrán convenir aquellas formas de
manifestación del consentimiento que permitan la obtención de la autorización de las Cortes
Generales previamente a la conclusión del tratado.

Artículo 17. Trámites internos previos a la manifestación del consentimiento en obligarse por
un tratado internacional.

1. La manifestación del consentimiento en obligarse por un tratado internacional de los previstos en


los artículos 93 y 94.1 de la Constitución Española requerirá la previa autorización de las Cortes
Generales en los términos establecidos en dichos preceptos.

2. El Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, visto el informe de la Asesoría Jurídica


Internacional acerca de la tramitación del tratado y en coordinación con el ministerio competente
por razón de la materia objeto del tratado, elevará al Consejo de Estado, de acuerdo con el artículo
22.1 de la Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado, la consulta acerca de la
necesidad de autorización de las Cortes Generales con carácter previo a la prestación del
consentimiento en obligarse por un tratado. Asimismo, le corresponderá proponer al Consejo de
Ministros, previo dictamen del Consejo de Estado, el envío del tratado a las Cortes Generales con ese
fin.

3. El Consejo de Ministros remitirá a las Cortes Generales el tratado, acompañado de los informes y
dictámenes existentes, así como de cualquier otro posible documento anejo o complementario del
tratado, las reservas o declaraciones que se proponga formular España o hayan realizado otros
Estados, así como la indicación, en su caso, de la existencia de aplicación provisional del tratado.

Artículo 18. Información al Congreso de los Diputados y al Senado .

1. De conformidad con lo establecido en el artículo 94.2 de la Constitución Española, el Gobierno


informará inmediatamente al Congreso de los Diputados y al Senado de la conclusión de todo tratado
internacional y le remitirá su texto completo, junto con las reservas formuladas y las declaraciones
que España haya realizado, con los informes y dictámenes recabados.

2. Respecto de todo tratado, las Cámaras y sus Comisiones podrán recabar, a través de los Presidentes
de aquellas, la información y colaboración que precisen del Gobierno y sus departamentos y de
cualesquiera autoridades del Estado y de las Comunidades Autónomas y Ciudades de Ceuta y Melilla.

Artículo 19. Control previo de constitucionalidad.

El control previo de constitucionalidad de los tratados internacionales previsto en el artículo 95 de la


Constitución Española se tramitará de conformidad con lo previsto en el artículo 78 de la Ley
Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal Constitucional y en los Reglamentos del Congreso de
los Diputados y del Senado.

Artículo 20. Canje o depósito de los instrumentos de ratificación, aceptación, aprobación y


adhesión.

El Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación adoptará las medidas pertinentes para


proceder al canje, depósito o notificación a los contratantes o al depositario de los instrumentos
mediante los que se manifiesta el consentimiento de España en obligarse por un tratado
internacional.

Artículo 21. Reservas y declaraciones.

1. La manifestación del consentimiento de España en obligarse mediante un tratado internacional irá


acompañada, en su caso, de las reservas y declaraciones que España haya decidido formular.

2. En el caso de tratados internacionales que precisen de la autorización parlamentaria a que se


refiere el artículo 17, la manifestación del consentimiento irá acompañada, en su caso, de las
reservas y declaraciones en los términos en que hayan sido autorizadas por las Cortes Generales.

3. El Gobierno informará a las Cortes Generales respecto de las aceptaciones u objeciones que haya
formulado a las reservas emitidas por las otras partes contratantes en los tratados internacionales
previamente autorizados por las Cámaras.

Artículo 22. Firma del instrumento de manifestación del consentimiento por el Rey.

El Rey, con el refrendo del Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, firmará los
instrumentos de ratificación y de adhesión que manifiesten el consentimiento de España en obligarse
por un tratado internacional.

[...]

Artículo 32. Declaración de inconstitucionalidad .

La declaración de inconstitucionalidad de los tratados internacionales se tramitará por el


procedimiento regulado en el título II de la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal
Constitucional.

[...]

Artículo 33. Efectos jurídicos de las reservas, ámbito territorial, cláusula de la nación más
favorecida y aplicación de tratados sucesivos concernientes a la misma materia.

1. De conformidad con las normas generales de Derecho Internacional y según lo previsto en el


propio tratado, se determinarán:

a) Los efectos jurídicos de las reservas que afecten a las disposiciones de un tratado internacional del
que España sea parte.

b) Los efectos jurídicos de las objeciones a tales reservas.

c) El ámbito de aplicación territorial del tratado.

2. Los efectos jurídicos de la cláusula de la nación más favorecida inserta en tratados internacionales
en los que España sea parte se determinarán de conformidad con las normas de Derecho
Internacional.

3. Cuando España sea parte en dos o más tratados internacionales sucesivos relativos a la misma
materia, la determinación de las disposiciones que hayan de prevalecer se efectuará en la forma
prevista en dichos tratados y, en su defecto, de acuerdo con las normas generales de Derecho
Internacional.

Artículo 34. Retirada de las reservas y de las objeciones a las reservas.

1. La retirada de las reservas, así como de las declaraciones u objeciones que España haya formulado
requerirá la autorización del Consejo de Ministros, a propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores y
de Cooperación. Asimismo, el Consejo de Ministros tomará conocimiento y, en su caso, aceptará la
retirada de reservas y declaraciones formuladas por otras partes.

2. Cuando la retirada afecte a reservas y declaraciones aprobadas por las Cortes Generales, se
requerirá su autorización previa. En los demás casos las Cortes Generales serán informadas de ello.

[...]

TÍTULO III

De los acuerdos internacionales administrativos

Artículo 38. Requisitos .


1. Los órganos, organismos y entes de las Administraciones Públicas podrán celebrar acuerdos
internacionales administrativos en ejecución y concreción de un tratado internacional cuando el
propio tratado así lo prevea.

2. Los acuerdos internacionales administrativos solo podrán ser firmados por las autoridades
designadas en el propio tratado internacional o, en su defecto, por los titulares de los órganos,
organismos y entes de las Administraciones Públicas competentes por razón de la materia.

3. Los acuerdos internacionales administrativos deberán respetar el contenido del tratado


internacional que les dé cobertura, así como los límites que dicho tratado haya podido establecer
para su celebración. Deberán ser redactados en castellano como lengua oficial del Estado, sin
perjuicio de su posible redacción en otras lenguas cooficiales de las Comunidades Autónomas.

4. En los acuerdos internacionales administrativos regulados por la presente Ley se incluirá, en todo
caso, la referencia a «Reino de España» junto con la mención del órgano, organismo o ente que los
celebre.

Artículo 39. Informe .

1. Todos los proyectos de acuerdos internacionales administrativos serán remitidos al Ministerio de


Asuntos Exteriores y de Cooperación antes de su firma para que por la Asesoría Jurídica
Internacional se emita informe preceptivo acerca de su naturaleza y formalización. En particular,
dictaminará sobre si dicho proyecto debería formalizarse como tratado internacional o como
acuerdo internacional no normativo. Asimismo, antes de su firma, el Ministerio de Asuntos
Exteriores y de Cooperación remitirá al Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas aquellos
que conlleven compromisos financieros para que informe sobre la existencia de financiación
presupuestaria adecuada y suficiente para atender tales compromisos.

2. El plazo para la emisión de los informes de la Asesoría Jurídica Internacional y del Ministerio de
Hacienda y Administraciones Públicas será de diez días, respectivamente.

Artículo 40. Tramitación interna.

1. Los acuerdos internacionales administrativos no exigirán la tramitación prevista en el título II de


esta Ley. Los signatarios tendrán autonomía para decidir el procedimiento que habrá de respetar, en
todo caso, lo establecido en el tratado que le dé cobertura.

2. El Consejo de Ministros, a propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, tomará


conocimiento de la celebración de los acuerdos internacionales administrativos cuando su
importancia o alcance así lo aconseje.

[...]

TÍTULO IV

De los acuerdos internacionales no normativos

Artículo 43. Naturaleza .

Los acuerdos internacionales no normativos no constituyen fuente de obligaciones internacionales.

Artículo 44. Competencia.

El Gobierno, los departamentos ministeriales, los órganos, organismos y entes de la Administración


General del Estado, las Comunidades Autónomas, las Ciudades de Ceuta y Melilla, las Entidades
Locales, las Universidades públicas y cualesquiera otros sujetos de derecho público con competencia
para ello, podrán establecer acuerdos internacionales no normativos con órganos, organismos, entes,
Administraciones y personificaciones de otros sujetos de Derecho Internacional en el ejercicio de sus
respectivas competencias.
Artículo 45. Informe.

Los proyectos de acuerdos internacionales no normativos serán informados por el Servicio Jurídico
respectivo del órgano u organismo público que los celebre acerca de su naturaleza, procedimiento y
más adecuada instrumentación según el Derecho Internacional, en particular, dictaminará sobre si
dicho proyecto debería formalizarse como tratado internacional o como acuerdo internacional
administrativo. Asimismo, informará sobre la competencia para celebrarlo y sobre su adecuación al
orden constitucional de distribución de competencias. En el expediente relativo a acuerdos no
normativos que impliquen obligaciones financieras se acreditará la existencia de financiación
presupuestaria adecuada y suficiente para atender los compromisos que se derivan de los mismos
mediante informe del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas.

Artículo 46. Tramitación interna.

1. Los acuerdos internacionales no normativos no exigirán la tramitación prevista en el título II. Los
signatarios tienen autonomía para decidir el procedimiento.

2. El Consejo de Ministros, a propuesta conjunta del Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación


y del competente por razón de la materia, tomará conocimiento de la celebración de los acuerdos
internacionales no normativos cuando su importancia así lo aconseje conforme a la valoración
conjunta de dichos Ministros.

[...]

TÍTULO V

De las Comunidades Autónomas, las Ciudades de Ceuta y Melilla y Entidades Locales

De las Comunidades Autónomas, las Ciudades de Ceuta y Melilla y Entidades Locales

La participación de las Comunidades Autónomas en la celebración de tratados


internacionales

Artículo 49. Propuesta de apertura de negociaciones.

Las Comunidades Autónomas podrán solicitar al Gobierno la apertura de negociaciones para la


celebración de tratados internacionales que tengan por objeto materias de su competencia o interés
específico, o por afectar de manera especial a su respectivo ámbito territorial. El Gobierno resolverá
motivadamente acerca de dicha solicitud, a propuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores y de
Cooperación, previo informe del de Hacienda y Administraciones Públicas sobre su adecuación al
orden constitucional de distribución de competencias, y del competente por razón de la materia.

Artículo 50. Deber de información.

1. El Gobierno, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, remitirá a las


Comunidades Autónomas información sobre la negociación de aquellos tratados internacionales que
tengan por ámbito materias de su competencia o interés específico o por afectar de manera especial
a su respectivo ámbito territorial.

2. Las Comunidades Autónomas podrán remitir al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación


las observaciones que estimen convenientes sobre la negociación. La decisión adoptada sobre las
observaciones deberá ser motivada y comunicada a las Comunidades Autónomas.

3. Las Comunidades Autónomas serán informadas de los tratados concluidos por España que afecten
a sus competencias, sean de su específico interés o incidan de manera especial en su ámbito
territorial.

Artículo 51. Participación en la delegación española.

1. Las Comunidades Autónomas y las Ciudades de Ceuta y Melilla podrán solicitar al Gobierno formar
parte de la delegación española que negocie un tratado internacional que tenga por objeto materias
de su competencia o interés específico o por afectar de manera especial a su respectivo ámbito
territorial.

2. El Gobierno decidirá motivadamente, a propuesta conjunta del Ministerio de Asuntos Exteriores y


de Cooperación y del competente por razón de la materia, acerca de la procedencia de dicha
participación. La decisión adoptada sobre la solicitud deberá ser comunicada a las Comunidades y
Ciudades Autónomas.

CAPÍTULO II

Celebración de acuerdos internacionales administrativos y no normativos por las


Comunidades Autónomas, las Ciudades de Ceuta y Melilla y las Entidades Locales

Artículo 52. Celebración de acuerdos internacionales administrativos.

1. Las Comunidades Autónomas podrán celebrar acuerdos internacionales administrativos en


ejecución y concreción de un tratado internacional cuando tengan por ámbito materias propias de su
competencia y con sujeción a lo que disponga el propio tratado internacional. Asimismo, cuando
tengan por ámbito materias propias de su competencia podrán celebrarlos las Ciudades Autónomas y
las Entidades Locales.

2. Los requisitos, tramitación interna, publicación y entrada en vigor de estos acuerdos


internacionales administrativos, sin perjuicio de lo que se dispone en el apartado siguiente, se
regirán por lo previsto en el título III de la presente Ley.

3. Los proyectos de acuerdos internacionales administrativos serán remitidos al Ministerio de


Asuntos Exteriores y de Cooperación antes de su firma para informe por la Asesoría Jurídica
Internacional acerca de su naturaleza, procedimiento y más adecuada instrumentación según el
Derecho Internacional. En particular, dictaminará sobre si dicho proyecto debería formalizarse como
tratado internacional o como acuerdo internacional administrativo. Para la emisión de su informe, el
Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación recabará cuantos otros juzgue necesarios. El plazo
para la emisión del informe será de diez días.

Artículo 53. Celebración de acuerdos internacionales no normativos .

1. Las Comunidades Autónomas podrán establecer acuerdos internacionales no normativos en las


materias que sean propias de su competencia. Asimismo, cuando tengan por ámbito materias propias
de su competencia podrán celebrarlos las Ciudades de Ceuta y Melilla y las Entidades Locales.

4.3. SENTENCIA TC 137/1989, DE 20 DE JULIO DE 1989

3. Obligados como estamos, pues, a enjuiciar el Comunicado recurrido desde la óptica de la


conformidad o disconformidad con el orden de competencias establecido en el bloque de la
constitucionalidad, se ha de empezar, al respecto, por constatar que el constituyente –en un precepto
de alcance perfectamente meditado e inequívoco, según se deduce de sus antecedentes
parlamentarios– ha reservado en exclusiva a los órganos centrales del Estado la totalidad de las
competencias en materia de relaciones internacionales. Este carácter de la materia citada ya ha sido
observado con anterioridad, si bien escuetamente, por este Tribunal –así en las SSTC 44/1982,
fundamento jurídico 4.º y 154/1985, fundamento jurídico 5.º)–. Ahora tenemos que precisarlo más, en
atención al supuesto contemplado en el presente proceso.

A fin de acotar correctamente la cuestión aquí objeto de debate, se debe señalar que ésta no hace
referencia al papel que corresponde a las Comunidades Autónomas en general, y a la de Galicia en
particular, en los procedimientos internos de elaboración y ejecución de los Tratados
Internacionales. La cuestión es, en efecto, otra: la de si el título competencial contenido en el art.
149.1.3.ª de la C.E. elimina de raíz cualquier forma de ius contrahendi de los entes autonómicos. De
resultar ello así, todo Convenio o Acuerdo celebrado por uno de tales entes con una organización
internacional, un Estado u otro ente intraestatal extranjeros, adolecería de inconstitucionalidad, y
ello con independencia de la competencia del ente aludido sobre el sector material de actividad
concreto objeto de pacción.

4. Ha sido objeto de críticas doctrinales el hecho de que el constituyente, pasando por alto la
heterogeneidad que hoy tienen las relaciones internacionales y la conexión que frecuentemente
guardan las actuaciones a que dan lugar con aquellas competencias que las Comunidades Autónomas
pueden ostentar en sus Estatutos con arreglo a lo dispuesto en los arts. 148.1 y 149.1 de la C. E. haya,
no obstante, definido dicha materia con denominación tan sintética. Tales críticas se mueven, sin
embargo, como es claro, en el plano de Constitutione ferenda ; en la perspectiva de Constitutione lata
existe unanimidad doctrinal en afirmar la exclusiva titularidad estatal de la competencia para
obligarse por medio de Convenios o Tratados internacionales. Nuestra Constitución no contiene
salvedad o excepción alguna al respecto en beneficio de las Comunidades Autónomas, ni en función
de tales o cuales materias, aunque, como es claro, tampoco impide que la cooperación entre el Estado
y las Comunidades Autónomas se proyecte también en este ámbito, mediante estructuras adecuadas,
para las que tanto la propia Constitución (art. 150.2) como el Derecho Comparado (Tratados-marco,
etcétera) ofrecen amplias posibilidades.

La conclusión de que en el Derecho Español el treaty-making power pertenece al Estado y únicamente


a él, no sólo se deduce, sin embargo, del art. 149.1.3.ª del Texto constitucional aisladamente
considerado, sino que encuentra asimismo fundamento y confirmación en otros preceptos de la
Constitución, en los antecedentes de la elaboración de ésta y en la interpretación efectuada al
propósito por el legislador de los Estatutos de Autonomía.

Así, en los arts. 93 y 94.1 de la Constitución se exige la intervención previa de las Cortes Generales
autorizando la celebración de determinado tipo de Tratados, celebración que compete en exclusiva al
ius contrahendi del Estado. Hay otra clase de Tratados para los que no se requiere autorización
parlamentaria, sino la inmediata información a las Cámaras de su conclusión (art. 94.2). También
compete al Estado la celebración de estos Tratados, ya que la ubicación contextual del art. 94.2
permite apreciar sin dificultad que tal celebración corresponde al Gobierno de la Nación. Ello no
supone que el título competencial del Estado en la celebración de Tratados se encuentre en los arts.
93 y 94 de la CE –los cuales regulan simplemente la intervención de las Cortes Generales y del
Gobierno en el proceso decisorio correspondiente–, sino en el art. 149.1.3.ª, cuyo debido alcance
aquellos preceptos contribuyen a perfilar. Como lo hace asimismo el art. 97, que encomienda al
Gobierno la dirección de la política exterior, en éste y en otros aspectos de las «relaciones
internacionales».

En cuanto a los antecedentes de la elaboración de la Constitución cabe observar que los


constituyentes tuvieron ocasión de pronunciarse sobre la cuestión del ius contrahendi de las
Comunidades Autónomas a resultas de una enmienda del Grupo Parlamentario Vasco al
anteproyecto constitucional, enmienda en la que se proponía que la competencia exclusiva del
Estado se entendiese «sin perjuicio de que en aquellas materias comprendidas en el ámbito de la
potestad normativa de los territorios autónomos éstos puedan concertar acuerdos con el
consentimiento del Gobierno del Estado». La enmienda fue derrotada en la Comisión de Asuntos
Constitucionales del Congreso y retirada en el debate plenario por sus promotores.

Por otro lado, los Estatutos de Autonomía se limitan, en la cuestión que examinamos, a facultar, en
general, a las Comunidades Autónomas para instar del Estado la negociación de ciertos Tratados y/o
para recibir información acerca de la negociación relativa a los Tratados referentes a ciertas
materias. En cambio, el Estatuto gallego establece que la Comunidad Autónoma «podrá solicitar del
Gobierno que celebre y presente en su caso, a las Cortes Generales, para su autorización los Tratados
o Convenios que permitan el establecimiento de relaciones culturales con los Estados con los que
mantenga particulares vínculos culturales o lingüísticos» (art. 35.3), precepto este cuya ubicación
sistemática dentro de la regulación de los Convenios y Acuerdos de cooperación entre la Comunidad
Autónoma de Galicia y las demás Comunidades Autónomas (art. 35.1 y 2) resulta expresiva del ceñido
ámbito de pacción a que ha de circunscribirse, de acuerdo con la Constitución y el Estatuto, la
aludida Comunidad.
5. Alcanzada, en virtud de lo expuesto, la conclusión de que sólo al Estado le es dable concertar
pactos internacionales sobre toda suerte de materias (no importa ahora con qué límites, sino que
basta con afirmar la existencia en nuestro Derecho de un único sujeto dotado de ius contrahendi en la
esfera de las relaciones internacionales), es claro que el acto impugnado en este proceso –el
Comunicado suscrito por la Junta de Galicia y la Dirección danesa del Medio Ambiente–, en cuanto
que refleja la existencia de un acuerdo o compromiso recíproco de ambas partes implica el ejercicio
por la Junta de Galicia de una competencia de la que constitucional y estatutariamente carece. Poco
importa aquí que el Acuerdo citado comprometa o no la responsabilidad internacional del Estado. Lo
importante es que su mera existencia revela que la Comunidad Autónoma de Galicia, actuando en
nombre propio y al margen de toda actuación del Estado, ha realizado un acto ilegítimo desde una
perspectiva interna, constitucional, puesto que el ius contrahendi pertenece en nuestro Derecho
exclusivamente al Estado.

4.4. SENTENCIA TC 165/1994, DE 26 DE MAYO DE 1994

3. La resolución del presente conflicto de competencias exige primeramente realizar algunas


consideraciones previas sobre la posibilidad de que las Comunidades Autónomas lleven a cabo
actuaciones que se proyecten fuera del territorio de España, y más concretamente, que supongan
algún tipo de conexión o relación con las instituciones de las Comunidades Europeas.

Para determinar si tal posibilidad existe, y cuáles son sus límites, es necesario partir de que la
estructura del Estado autonómico, o «Estado de las Autonomías», tal como resulta de la Constitución,
de los Estatutos de Autonomía, y de aquellas otras normas que regulan la distribución de
competencias, implica que las Comunidades Autónomas han asumido (con carácter exclusivo, o bien
compartido con el Estado) un conjunto de funciones públicas –de normación o de ejecución– que
suponen la existencia de un ámbito material propio de actuación. Se ha encomendado así
constitucional y estatutariamente a las Comunidades Autónomas la realización de tareas de notable
amplitud y relevancia en la vida económica y social dentro de sus respectivos límites territoriales. Y,
a la vista de ello, y en una primera aproximación a la cuestión más arriba planteada, no puede en
forma alguna excluirse que, para llevar a cabo correctamente las funciones que tenga atribuidas, una
Comunidad Autónoma haya de realizar determinadas actividades, no ya sólo fuera de su territorio,
sino incluso fuera de los límites territoriales de España.

[...]

5. No obstante lo dicho, la posibilidad de que disponen las Comunidades Autónomas, como parte del
ejercicio de sus competencias, para llevar a cabo una actividad con proyección externa, así como el
alcance que esa actividad pueda tener, cuenta con un límite evidente: las reservas que la
Constitución efectúa en favor del Estado, y, señaladamente, la reserva prevista en el art. 149.1.3 de la
Constitución, que confiere al Estado competencia exclusiva en materia de relaciones internacionales.

Ciertamente, para delimitar el alcance de esa reserva, es necesario tener en cuenta que no cabe
identificar la materia «relaciones internacionales» con todo tipo de actividad con alcance o
proyección exterior. Ello resulta tanto de la misma literalidad de la Constitución (que ha considerado
necesario reservar específicamente al Estado áreas de actuación externa que se consideran distintas
de las «relaciones internacionales»: así, «comercio exterior» –art. 149.1.10– o «Sanidad exterior» –art.
149.1.16–) como de la interpretación ya efectuada por la jurisprudencia de este Tribunal, que ha
manifestado que no acepta que «cualquier relación, por lejana que sea, con temas en que estén
involucrados otros países o ciudadanos extranjeros, implique por sí sola o necesariamente que la
competencia resulte atribuida a la regla «relaciones internacionales» [STC 153/1989 (fundamento
jurídico 8.º]. Y, más cercanamente al tema que nos ocupa, hemos sentado que «la dimensión externa
de un asunto no puede servir para realizar una interpretación expansiva del art. 149.1.3 CE, que
venga a subsumir en la competencia estatal toda medida dotada de una cierta incidencia exterior,
por remota que sea, ya que si así fuera se produciría una reordenación del propio orden
constitucional de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas» (STC
80/1993, fundamento jurídico 3.º, que se remite a las SSTC 153/1989, 54/1990, 76/1991 y 100/1991).
Ahora bien, y aun cuando no quepa identificar toda actividad de proyección exterior con la materia
de «relaciones internacionales» que la Constitución reserva a la competencia estatal, no es menos
cierto que esa reserva supone forzosamente que quedarán fuera de las competencias de las
Comunidades Autónomas todas aquellas actuaciones que sí sean incluibles en ese título. Sobre ello ya
se ha pronunciado este Tribunal en varias ocasiones y, sin pretender una descripción exhaustiva de
la reserva en favor del Estado, sí ha identificado alguno de los elementos esenciales que conforman
su contenido (SSTC 153/1989, fundamento jurídico 8.º y 80/1993 fundamento jurídico 3.º). Y aun sin
pretender llevar a cabo ahora esa tarea, sin embargo sí cabe señalar en términos generales que
interpretado el art. 149.1.3 CE en relación con otros preceptos de la Norma fundamental, como es el
caso de los arts. 63, 93 a 96 y 97, de esta interpretación claramente se desprende, de un lado y en
sentido negativo que las «relaciones internacionales», en cuanto materia jurídica, no se identifican
en modo alguno con el contenido más amplio que posee dicha expresión en sentido sociológico, ni
con cualquier actividad exterior. Ni tampoco, obvio es, con la «política exterior» en cuanto acción
política del Gobierno. De otro lado, en sentido positivo, que el objeto de aquella reserva –en términos
generales, como se ha dicho– son las relaciones de España con otros Estados independientes y
soberanos, el aspecto más tradicional de estas relaciones, y con las Organizaciones internacionales
gubernamentales. Relaciones que, en todo caso, están regidas por el «Derecho internacional general»
a que se refiere el art. 96.1 CE, y por los tratados y convenios en vigor para España. Son, pues, las
normas del Derecho internacional, general o particular, aplicables a España, las que permiten
determinar en cada caso tanto el contenido de las mismas como su sujeto. Por lo que este Tribunal ha
podido referirse, en relación con el art. 149.1.3 CE, a materias tan características del ordenamiento
internacional como son las relativas a la celebración de tratados ( ius contrahendi ), y a la
representación exterior del Estado ( ius legationis ), así como a la creación de obligaciones
internacionales y a la responsabilidad internacional del Estado (SSTC 137/1987, 153/1989 y 80/1993).

En suma, pues, las «relaciones internacionales» objeto de la reserva contenida en el art. 149.1.3 CE
son relaciones entre sujetos internacionales y regidas por el Derecho internacional. Y ello excluye,
necesariamente que los entes territoriales dotados de autonomía política, por no ser sujetos
internacionales, puedan participar en las «relaciones internacionales» y, consiguientemente,
concertar tratados con Estados soberanos y Organizaciones internacionales gubernamentales. Y en lo
que aquí particularmente importa excluye igualmente que dichos entes puedan establecer órganos
permanentes de representación ante esos sujetos, dotados de un estatuto internacional, pues ello
implica un previo acuerdo con el Estado receptor o la Organización internacional ante la que ejercen
sus funciones.

En el caso de España tal posibilidad no se contiene, ni explícita ni implícitamente, en la Constitución.


Y ello se corrobora, además, con las previsiones de los Estatutos de Autonomía en materia de tratados
y convenios internacionales y, en concreto, en el del País Vasco. Pues si bien esta Comunidad está
facultada para proceder a la ejecución de dichos tratados «en todo lo que afecte a las materias
atribuidas a su competencia en este Estatuto» y el Gobierno Vasco ha de ser informado de la
elaboración de los tratados y convenios «en cuanto afecten a materias de específico interés para el
País Vasco» (EAPV art. 19. 3 y 5), sin embargo no corresponde a esta Comunidad Autónoma celebrar
tratados y convenios sobre materias de su interés sino sólo instar del Gobierno español que los
celebre (art. 6.5 EAPV).

6. A la vista del alcance de la competencia exclusiva estatal, pues, la posibilidad de las Comunidades
Autónomas de llevar a cabo actividades que tengan una proyección exterior debe entenderse
limitada a aquellas que, siendo necesarias, o al menos convenientes, para el ejercicio de sus
competencias, no impliquen el ejercicio de un ius contrahendi , no originen obligaciones inmediatas y
actuales frente a poderes públicos extranjeros, no incidan en la política exterior del Estado, y no
generen responsabilidad de éste frente a Estados extranjeros u organizaciones inter o
supranacionales.

Evidentemente, no cabe una exposición exhaustiva de cuales sean esas actividades, por cuanto que lo
decisivo para su inclusión en la competencia autonómica será, junto a la efectiva existencia de la
atribución competencial estatutaria, que, por una parte, no incidan en la reserva estatal arriba
expuesta, y por otra, que no la perturben o condicionen: lo que significará que, dentro de esa
competencia exclusiva estatal se sitúa la posibilidad de establecer medidas que regulen y coordinen
las actividades con proyección externa de las Comunidades Autónomas, para evitar o remediar
eventuales perjuicios sobre la dirección y puesta en ejecución de la política exterior que, en
exclusiva, corresponde a las autoridades estatales.

De hecho, la representación del Gobierno Vasco aporta ejemplos de supuestos en que las autoridades
estatales han llevado a cabo ese tipo de actividad coordinadora, reconociendo así implícitamente la
proyección exterior de las competencias autonómicas. Aduce en esta línea la carta de fecha 31 de
octubre de 1983 de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Asuntos Exteriores, a los
Delegados de Gobierno en las Comunidades Autónomas en la que se les insta a que informen a la
Secretaría General Técnica de los viajes y contactos exteriores de las autoridades autonómicas, tanto
legislativas como ejecutivas. Y aduce igualmente las disposiciones del Real Decreto 124/1988, de 12 de
febrero, que en su art. 4.2 establece que «cuando las Comunidades Autónomas realicen actividades
de promoción del turismo de su ámbito territorial en el exterior, la Oficina Española de Turismo
cooperará con las Comunidades Autónomas, siempre que éstas se sujeten a las normas y directrices
de promoción turística exterior que establece la Administración del Estado». En resumen y de lo
expuesto, debe deducirse que no toda «actividad de relación exterior» de una Comunidad Autónoma
supondrá, en todo caso, una infracción de la reserva estatal del art. 149.1.3. CE.

4.5. SENTENCIA TC 31/2010, DE 28 DE JUNIO DE 2010

119. El art. 185.1 EAC dispone que «[l]a Generalitat debe ser informada por el Gobierno del Estado de
las iniciativas de revisión de los tratados de la Unión Europea y de los procesos de suscripción y
ratificación subsiguientes. El Gobierno de la Generalitat y el Parlamento deben dirigir al Gobierno
del Estado y a las Cortes Generales las observaciones que estimen pertinentes a tal efecto».

Las razones en las que se funda la impugnación del precepto y las posiciones de las demás partes han
quedado recogidas en el antecedente 108. Su enjuiciamiento debe partir del reconocimiento, ya
puesto de manifiesto por este Tribunal, de que las Comunidades Autónomas, en cuanto titulares de
una autonomía política para la gestión de sus intereses, se hallan directamente interesadas en la
actividad que llevan a cabo las Comunidades Europeas (STC 165/1994, de 26 de mayo, FJ 4). Pues bien,
en este contexto, el precepto que ahora nos ocupa recoge una medida de información general a la
Generalitat por parte del Gobierno del Estado de las iniciativas de revisión, suscripción y ratificación
de los tratados de la Unión Europea y la facultad de que el Gobierno y el Parlamento de Cataluña
puedan formular al Gobierno y a las Cortes Generales las observaciones que estimen pertinentes al
efecto, que claramente se perfilan, una y otra, como manifestaciones del principio de cooperación
entre el Estado y la Comunidad Autónoma en asuntos, como los europeos, en que resultan
especialmente afectados las competencias y los intereses autonómicos.

Por lo demás, como este Tribunal ha afirmado reiteradamente, aunque el ius contrahendi es una
competencia exclusiva del Estado en virtud del art. 149.1.3 CE, nuestra Constitución no impide que la
cooperación entre el Estado y las Comunidades Autónomas se proyecte en relación con los tratados
internacionales, condición de la que participan los tratados de la Unión Europea. Así, hemos
admitido que las Comunidades Autónomas puedan ejercer ciertas facultades limitadas respecto al
proceso de elaboración de los tratados (capacidad de instar su celebración, recepción de
información, entre otras) siempre que no pongan en cuestión las competencias del Estado para su
celebración y formalización (STC 137/1989, de 20 de julio, FJ 4). El precepto ahora examinado
responde, como ya se ha dicho más atrás, al mismo criterio, ya que los derechos a la información y a
presentar observaciones que en él se recogen están desprovistos de efectos lesivos para la
competencia estatal derivada del art. 149.1.3 CE (STC 165/1994, de 26 de mayo, FJ 8) y, de acuerdo con
la previsión del art. 184 EAC, la participación de la Generalitat se vincula a que se encuentren
implicados las competencias o los intereses de Cataluña. Ni el contenido del precepto penetra en la
reserva estatal del art. 149.1.3 CE, pues, exclusivamente al Estado compete la revisión, suscripción y
ratificación de los tratados de la Unión Europea, ni cabe vislumbrar vulneración alguna del art. 93
CE, fundamento último de nuestra incorporación al proceso de integración europea y de nuestra
vinculación al Derecho comunitario, al que in extenso nos hemos referido en la Declaración 1/2004,
de 13 de diciembre.

En consecuencia, ha de ser desestimada la impugnación del art. 185.1 EAC.

4.6. INFORME DEL MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES Y DE COOPERACIÓN SOBRE EL


PROYECTO DE CONVENIO MARCO DE COLABORACIÓN ENTRE LA CONSEJERÍA DE CULTURA DE
LA JUNTA DE ANDALUCÍA Y EL GOBIERNO REGIONAL DE PIURA (PERÚ)

Fecha: 27/06/2011

Texto:

En contestación a su fax de fecha 17 de mayo, por el que remitía un proyecto de Convenio Marco de
Colaboración entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Gobierno Regional de Piura
(Perú), le informo que se han solicitado diversos informes sobre su contenido y, examinada toda la
documentación, el parecer de este Departamento es el siguiente:

1.– La práctica internacional y española admite que determinados organismos firmen acuerdos con
instituciones extranjeras o internacionales en el ámbito de sus competencias. Son los llamados
acuerdos no normativos. Ahora bien, tales acuerdos no constituyen tratados internacionales y no
pueden por tanto generar obligaciones jurídicas para el Estado en el plano internacional.

Un acuerdo no normativo, como el que es objeto de este informe, no genera obligaciones jurídicas,
sino compromisos políticos o extrajurídicos, que solo vinculan a los firmantes en términos no
jurídicos, sin comprometer al Estado en el plano internacional. El texto remitido no puede constituir,
por tanto, un proyecto de Tratado Internacional, teniendo en cuenta lo dispuesto en el artículo 2.1 a)
de la Convención de Viena de 1969 sobre Derecho de Tratados:

«se entiende por tratado un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el
Derecho Internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o mas instrumentos conexos, y
cualquiera que sea su denominación particular».

En este caso, las entidades que se disponen a firmar el borrador del texto remitido son, de un lado, el
Gobierno Regional de Piura (República del Perú), y de otro, la Junta de Andalucía. Ninguno de ellos es
sujeto de Derecho Internacional con capacidad para celebrar Tratados.

En cuanto al contenido del borrador, tampoco incluye extremos que pudieran hacernos calificar el
texto como un Tratado Internacional. Así, el objetivo del mismo es «establecer las bases para la
colaboración entre la Junta de Andalucía y el Departamento de Piura» (estipulación primera).

Tomando en consideración que la Junta de Andalucía no goza de subjetividad jurídica internacional,


es necesario despejar cualquier duda sobre la naturaleza del texto y, por ello, deben evitarse algunas
formalidades, expresiones o términos característicos de los tratados internacionales, con el fin de
evitar cualquier duda sobre su naturaleza.

En el borrador que ha sido remitido, existen términos y expresiones que son perfectamente
compatibles con la naturaleza del Memorándum de Entendimiento que pretende suscribirse, como
«firmantes», «partes signatarias»; «diferencias» o «modificación». Pero existen otros que deben
modificarse necesariamente, o añadirse, al texto remitido:

a) el texto debe denominarse «Memorándum de Entendimiento» o incluso «Declaración de


intenciones» como se hace al final del mismo (estipulación décima y undécima) en lugar de
«Convenio Marco de Colaboración». Tal denominación deberá, asimismo, sustituir al termino
«Convenio» allí donde aparezca a lo largo del texto.

b) sería conveniente evitar la forma contractual a la que se asemeja este Memorándum. Por ello,
deben eliminarse las expresiones «Reunidos», «De una parte», «de otra», «Exponen» y
«Estipulaciones» y, por el contrario, presentar directamente a los firmantes, y solamente numerar los
distintos apartados sin calificarlos como «Estipulaciones».
c) el término «firmantes» debe utilizarse a lo largo de todo el texto y sustituir, allí donde aparezca, al
termino «partes».

d) Deben eliminarse términos y expresiones como «entrada en vigor», «entrará en vigor», «vigencia»,
«pudiéndose prorrogar», «prórroga» utilizados en los apartados octavo y noveno, y ser sustituidos
por «comienzo de la aplicación», «comenzará a aplicarse», «aplicación», «pudiendo extenderse en el
tiempo» y «extensión en el tiempo» respectivamente.

e) El apartado sexto, referente a los gastos que se deriven de la firma del presente Memorándum de
Entendimiento, debe necesariamente sustituirse por la siguiente cláusula: «las obligaciones
financieras que se pudieran derivar de la aplicación del presente instrumento serán atendidas con
cargo a los presupuestos anuales ordinarios de los firmantes y con sujeción a las respectivas
legislaciones nacionales».

f) Dentro del mismo apartado sexto, que luego desarrolla el apartado séptimo, se hace referencia a la
firma de Convenios Específicos. Tales Convenios serán Memorandos de Entendimiento, es decir
acuerdos políticos no generadores de obligaciones jurídicas. Por tanto, no podrán incluir «cuestiones
de índole judicial respecto a los desacuerdos o diferencias que pudiesen originarse» (estipulación
séptima), puesto que el apartado quinto del Memorándum establece que «cualquier incidencia o
divergencia que surja sobre la interpretación y/o implementación del presente Convenio, será
resuelta por los firmantes de manera amistosa en el seno de la Comisión Interinstitucional de
Cooperación mediante la vía de negociación». Los Memorandos de desarrollo deberán respetar el
marco establecido por el Memorándum del que deriven.

g) Debe añadirse un apartado que disponga que «Este documento no es jurídicamente vinculante y
no está sometido al Derecho Internacional».

h) En la firma deberá suprimirse la expresión «siendo todos los textos igualmente auténticos»; puesto
que es propia del lenguaje de los tratados internacionales.

La Secretaria General Técnica.– Rosa A. Martínez Frutos

(Fuente: MAEC, Informes del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación a los Memorandos de
Entendimiento de las Comunidades Autónomas con Instituciones Extranjeras (2010-2011) , pp. 62-63)

4.7. SENTENCIA D TC 198/2013, DE 5 DE DICIEMBRE 2013

1. Con fecha 30 de enero de 2004, el Abogado del Estado, en la representación que legalmente ostenta
formalizó ante este Tribunal conflicto positivo de competencia contra el acta de la visita del Sr.
Consejero de Agricultura y de Pesca del Gobierno Autónomo del País Vasco, firmado el 21 de
septiembre de 2003, entre el Consejero de Agricultura y Pesca del Gobierno de la Comunidad
Autónoma del País Vasco y el Ministro de Pesca y de Economía Marítima de la República Islámica de
Mauritania (el texto original solo está redactado en francés, bajo la rúbrica: Procès Verbal de la visite
de Monsieur El Consejero de l’Agricultura et de Pêsca du Gouvernement Autonome du Pays Basque . A
partir de ahora se hará referencia a él como el acuerdo de pesca, de 21 de septiembre de 2003, como
así lo denomina el promotor de este conflicto, el Gobierno de la Nación).

[...]

3. Por lo que se refiere a la cuestión de fondo, debe analizarse en primer lugar si, como denuncia el
Gobierno de la Nación, el Consejero de Agricultura y Pesca del Gobierno de la Comunidad Autónoma
del País Vasco al suscribir el acuerdo de 21 de septiembre de 2003 con el Ministro de Pesca y de
Economía Marítima de la República Islámica de Mauritania lesionó la competencia exclusiva del
Estado en materia de relaciones internacionales derivada del art. 149.1.3 CE.

El Tribunal se ha pronunciado en diversas ocasiones sobre el alcance de este título competencial. En


la STC 137/1989, de 20 julio, que enjuició un supuesto que tiene ciertas similitudes con el que ahora se
examina —el objeto del conflicto suscitado era un “comunicado” de colaboración suscrito entre el
Consejero de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente de la Junta de Galicia y la Dirección
General del Medio Ambiente del Gobierno del Reino de Dinamarca—, se llegó a la conclusión de que
«solo al Estado le es dable concertar pactos internacionales sobre toda suerte de materias» (FJ 5). Esta
Sentencia declara que esta conclusión se fundamenta no solo en el «art. 149.1.3.ª del Texto
constitucional aisladamente considerado, sino que encuentra asimismo fundamento y confirmación
en otros preceptos de la Constitución, en los antecedentes de la elaboración de esta y en la
interpretación efectuada a propósito por el legislador de los Estatutos de Autonomía». Esta
afirmación se desarrolla en la Sentencia argumentando: (a) Los arts. 93, 94 y 97 CE, aunque no
constituyen ningún título atributivo de competencias, contribuyen a perfilar el título competencial
que contiene el art. 149.1.3 CE, ya que estos preceptos, al regular la intervención de las Cortes
Generales y del Gobierno en el procedimiento para la celebración de los distintos tratados
internacionales, ponen de manifiesto que corresponde al Estado en exclusiva el ius contrahendi
[derecho de obligarse]. (b) La STC 137/1989, de 20 de julio, FJ 4, pone de manifiesto que «los
constituyentes tuvieron ocasión de pronunciarse sobre la cuestión del ius contrahendi de las
Comunidades Autónomas a resultas de una enmienda del Grupo Parlamentario Vasco al
anteproyecto constitucional, enmienda en la que se proponía que la competencia exclusiva del
Estado se entendiese ‘sin perjuicio de que en aquellas materias comprendidas en el ámbito de la
potestad normativa de los territorios autónomos estos puedan concertar acuerdos con el
consentimiento del Gobierno del Estado'. La enmienda fue derrotada en la Comisión de Asuntos
Constitucionales del Congreso y retirada en el debate plenario por sus promotores.» (c) «[L]os
Estatutos de Autonomía se limitan, en la cuestión que examinamos, a facultar, en general, a las
Comunidades Autónomas para instar del Estado la negociación de ciertos Tratados y/o para recibir
información acerca de la negociación relativa a los Tratados referentes a ciertas materias.»

A la misma conclusión han llegado las SSTC 31/2010, de 28 de junio, FJ 87, y 80/2012, de 18 de abril, FJ
4, esta última con motivo del recurso de inconstitucionalidad contra el art. 16.6 de la Ley del
Parlamento Vasco 14/1998, de 11 de junio, del deporte. En esta resolución, el Tribunal reiterando la
doctrina existente, especialmente en las SSTC 137/1989, de 20 de julio y 165/1994, de 26 de mayo,
afirma que el objeto de la reserva del art. 149.1.3 CE se refiere, aunque no solo, a «materias tan
características del ordenamiento internacional como son las relativas a la celebración de tratados (
ius contrahendi ), y a la representación exterior del Estado ( ius legationis ), así como a la creación de
obligaciones internacionales y a la responsabilidad internacional del Estado (SSTC 137/1987, 153/1989
y 80/1993)» y por ello sostiene que, «la posibilidad de las Comunidades Autónomas de llevar a cabo
actividades que tengan una proyección exterior debe entenderse limitada a aquellas que, siendo
necesarias, o al menos convenientes para el ejercicio de sus competencias, no impliquen el ejercicio
de un ius contrahendi , no originen obligaciones inmediatas y actuales frente a poderes públicos
extranjeros, no incidan en la política exterior del Estado y no generen responsabilidad de este frente
a Estados extranjeros u organizaciones inter o supranacionales» (STC 165/1994, de 26 de mayo, FJ 6).

4. Una vez expuesta la doctrina constitucional sobre el alcance del título competencial regulado en el
art. 149.1.3 CE se va a analizar si la Comunidad Autónoma del País Vasco al suscribir el acuerdo de 21
de septiembre de 2003 con Mauritania vulneró las competencias estatales en materia de relaciones
internacionales.

El acuerdo que ha originado el presente conflicto tenía por objeto, según se deduce de su texto,
adquirir determinados compromisos en relación con la actividad de los barcos vascos en Mauritania.
Según el acuerdo suscrito la parte vasca “se compromete” a favorecer que los buques vascos que
realicen regularmente su actividad en Mauritania integren mejor su actividad en la economía
mauritana y, a tal objeto, la parte mauritana «otorgará» autorizaciones estacionales para la pesca de
atún en beneficio de buques vascos. Igualmente, en lo relativo a la formación marítima, la parte
vasca también «se compromete» a otorgar becas completas de formación y reciclaje para los
naturales mauritanos en las instituciones vascas de formación marítima y, por último, en relación a
los intercambios comerciales las partes «se comprometen a favorecerlos» con la creación de líneas de
transporte apropiadas y en particular una línea «cargo» para facilitar la comercialización de los
productos frescos.

Este acuerdo se sitúa en el ámbito del Derecho internacional, pues no solo excede notoriamente del
ámbito del ordenamiento estatal, sino que cae de lleno en el denominado Derecho internacional del
mar, cuyo finalidad es ordenar el régimen jurídico del mar y, más en concreto, la soberanía y
jurisdicción de los Estados ribereños sobre sus aguas adyacentes, objeto de regulación en el acuerdo
de pesca controvertido.

De este modo, como el acuerdo suscrito tenía como objeto que las partes contrajeran obligaciones en
el ámbito del derecho internacional, la celebración del mismo supuso ejercer el ius contrahendi . Tal
conclusión conlleva que el acto del Consejero de Agricultura y Pesca del Gobierno Vasco de la
Comunidad Autónoma del País Vasco vulnere las competencias que el art. 149.1.3 CE atribuye al
Estado, pues al suscribir el referido acuerdo estaba celebrando un tratado internacional y, como se
ha expuesto al analizar la jurisprudencia constitucional sobre el art. 149.1.3 CE, de acuerdo con la
doctrina de este Tribunal «solo al Estado le es dable concertar pactos internacionales sobre toda
suerte de materias», pues el Estado es «el único sujeto dotado de ius contrahendi en la esfera de las
relaciones internacionales» (STC137/1989, de 20 de julio, FJ 5).

4.8. CANJE DE CARTAS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA TERCERA REUNIÓN PARA COORDINAR LAS
INVESTIGACIONES SOBRE LA DEMOSTRACIÓN DEL COMPORTAMIENTO DEL COMBUSTIBLE
GASTADO Y LOS COMPONENTES DE LOS SISTEMAS CONEXOS DE ALMACENAMIENTO DURANTE
EL ALMACENAMIENTO A MUY LARGO PLAZO, DEL 11 AL 15 DE ABRIL DE 2016, HECHO EN VIENA
EL 29 DE OCTUBRE DE 2015 Y 21 DE ENERO DE 2016

Al Excmo. Sr. Gonzalo de Salazar Serantes

Embajador

Representante Permanente

Misión Permanente de España ante el OIEA

[...]

29 de octubre de 2015

Señor Embajador:

Tengo el honor de comunicarle que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) tiene
previsto celebrar la Tercera Reunión para Coordinar las Investigaciones sobre la Demostración del
Comportamiento del Combustible Gastado y los Componentes de los Sistemas Conexos de
Almacenamiento durante el Almacenamiento a Muy Largo Plazo, en el marco del proyecto
coordinado de investigación T13014, del 11 al 15 de abril de 2016. El objetivo de la reunión, en cuanto
reunión final de coordinación de las investigaciones en el marco de este proyecto, es recopilar todos
los resultados, las conclusiones y las recomendaciones de los investigadores científicos principales
que participarán en el proyecto, comprobar los avances en el logro de los objetivos del proyecto y
preparar el informe final. La reunión se celebrará en inglés. Se prevé que asistan aproximadamente
45 científicos procedentes de los Estados miembros y organizaciones invitados que figuran en la lista
contenida en el anexo A, así como uno o más representantes del OIEA.

De las conversaciones oficiosas mantenidas con la Sra. Consuelo Alejano, del Consejo de Seguridad
Nuclear (CSN), y el Sr. José Conde, de Enusa Industrias Avanzadas, S.A. (Enusa), se desprende que se
podría disponer de locales y medios adecuados en Santander.

Tengo el honor de preguntar si el Gobierno de España (denominado en adelante el Gobierno)


desearía dar acogida a la reunión en cuestión y, en caso afirmativo, si estaría de acuerdo en adoptar
las siguientes disposiciones:

1. En relación con la reunión se aplicará el Acuerdo sobre Privilegios e Inmunidades del Organismo
Internacional de Energía Atómica de 1 de julio de 1959, que fue aceptado por el Gobierno el 21 de
mayo de 1984 y que constituirá la base de este acuerdo administrativo internacional.

2. El Gobierno, con sujeción a sus reglamentos y a la legislación nacional, concederá a los


funcionarios y expertos del OIEA, así como a los delegados designados por los Estados miembros y las
organizaciones, el derecho a entrar y permanecer en territorio español y a salir de él. Los visados
necesarios para los funcionarios y expertos del OIEA, así como para los delegados designados por los
Estados miembros y las organizaciones, se expedirán lo más rápidamente posible y, si la legislación
española lo permitiese, a título gratuito.

El OIEA informará prontamente al Gobierno sobre todas las personas oficialmente designadas para
asistir a la reunión. También comunicará a estas personas que, de ser necesario, deben solicitar el
visado con antelación suficiente a la fecha de inicio de la reunión, y se espera del Gobierno que
expida prontamente dichos visados y facilite así su participación.

3. El Gobierno facilitará los trámites aduaneros en relación con las personas antes mencionadas a su
entrada y salida de España.

4. El Gobierno pondrá a disposición, sin costo alguno para el OIEA y por todo el tiempo que dure la
reunión, locales y medios suficientes y apropiados para su celebración, como se indica en el anexo B.

5. El Gobierno actuará con razonable diligencia para garantizar la seguridad en los locales donde se
celebre la reunión, así como la seguridad de las personas mencionadas en el párrafo 1 supra
mientras se encuentren en dichos locales. El Gobierno adoptará las medidas que sean razonables
según las circunstancias para garantizar dicha seguridad, incluida la supervisión de los locales en la
medida necesaria.

El Sr. Arturo Bevilacqua, de la División del Ciclo del Combustible Nuclear y de Tecnología de los
Desechos, Departamento de Energía Nuclear, ha sido designado Secretario Científico de la reunión.

En caso de que su Gobierno desee dar acogida a esta reunión, le agradecería que me comunicara por
escrito, antes del 27 de noviembre de 2015, la conformidad de su Gobierno con los puntos antes
enumerados, de modo que la Secretaría pueda adoptar oportunamente las disposiciones pertinentes.

El presente acuerdo administrativo internacional, concertado por intercambio de cartas, entrará en


vigor en la fecha de data de su respuesta.

Le ruego acepte el testimonio de mi distinguida consideración.

D. Mikhail Chudakov

Director General Adjunto

Jefe del Departamento de Energía Nuclear

Documentación adjunta:

Anexo A: Lista de Estados miembros y organizaciones que serán invitados.

Anexo B: Lista de instalaciones y recursos que proveerá el Gobierno a título gratuito.

[...]

Viena, 21 de enero de 2016

D. Mikhail Chudakov

Director General Adjunto

Jefe del Departamento de Energía Nuclear

OIEA

OIEA/ /2016

Señor Director:
Me complace confirmar la recepción de la carta que me dirige con fecha 29 de octubre de 2015, y que
contiene lo siguiente:

[...]

Tengo el honor de confirmarle que las propuestas contenidas en su carta son aceptables para el
Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación del Reino de España y que dicha Carta,
conjuntamente con esta Carta de respuesta, constituirán un Acuerdo administrativo Internacional
entre el Reino de España y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que se aplicará
provisionalmente desde la fecha de esta Carta, y permanecerá en vigor durante la duración de la
reunión y por el período adicional que sea necesario para que culminen sus actividades y para
resolver toda cuestión que se derive del Acuerdo.

Aprovecho esta ocasión para reiterarle el testimonio de mi más alta consideración.

Gonzalo de Salazar Serantes

Embajador Representante Permanente

El presente Canje de Cartas entró en vigor el 21 de enero de 2016, fecha de la carta de respuesta
española.

Madrid, 24 de febrero de 2016.–La Secretaria General Técnica del Ministerio de Asuntos Exteriores y
de Cooperación, Isabel Vizcaíno Fernández de Casadevante.

4.9. CONSEJO DE ESTADO. DICTAMEN NÚMERO 46.901, DE 7 DE MARZO DE 1985

Y entrando en las cuestiones sometidas a consulta, el propio enunciado contenido en la parte final de
la orden de remisión las deja deslindadas en los dos puntos diferenciados en determinar, de una
parte, si puede seguir considerándose vigente la doctrina contenida en el antedicho dictamen nº
43.320 que admitía la tramitación consultiva con carácter discrecional para los Acuerdos
internacionales de rango meramente administrativo, y de otra parte de aclarar en forma conveniente
el sentido general de los supuestos contenidos en los epígrafes del artículo 94.1 de la Constitución así
como determinadas expresiones de dichos epígrafes.

La primera cuestión debe determinarse a la luz de lo establecido en la vigente Constitución de 27 de


diciembre de 1978 en sus artículos 93 y 94.1 que regulan la intervención de las Cortes en la
conclusión definitiva de los tipos de Tratados establecidos en los mismos, y en sus artículos 97 y 94.2
que establecen la competencia del Gobierno para la conclusión de los Instrumentos internacionales
no necesitados de la intervención de las Cortes. A dichos preceptos constitucionales hace directa
referencia a su vez el artículo 22.1 de la Ley Orgánica de este Consejo de Estado de 22 de abril de
1980, al establecer la consulta de la Comisión Permanente «en todos los tratados o convenios
internacionales, sobre la necesidad de autorización de las Cortes Generales con carácter previo a la
prestación del consentimiento del Estado». Dicha duda interpretativa sobre el expresado artículo 22.1
venía a centrarse en la cuestión de si los términos «todos los tratados o convenios» deben entenderse
rigurosamente como la totalidad de los Instrumentos internacionales firmados por España, o bien los
expresados términos deben más bien entenderse como «todos los tratados o convenios sobre la
necesidad de autorización de las Cortes», poniendo el énfasis no en la expresión «todos» sino en la
expresión «autorización de las Cortes», entendiéndose en tal caso como incluidos en la consulta
preceptiva de este Alto Cuerpo solamente los Instrumentos internacionales comprendidos en alguno
de los supuestos de los artículos 93 y 94.1 de la Constitución.

Junto a este planteamiento de orden gramatical se producía también el planteamiento sistemático de


que el contenido de los artículos 94.2 y 97 de la Constitución autoriza la conclusión por el Gobierno
de los Acuerdos en forma simplificada igualmente reconocidos por el Convenio de Viena de 23 de
mayo de 1969 en los que la firma misma del Acuerdo constituiría también su conclusión definitiva
por lo que no existiría ningún momento hábil para producir la consulta de este Alto Cuerpo, dándose
asimismo por supuesto que en dichos Acuerdos en forma simplificada no sería precisa la
autorización previa de las Cortes.

El antedicho dictamen 43.320 de este Alto Cuerpo se inclinó por las expresadas tesis que a la sazón
parecían más apreciadas por el Departamento consultante, en definitiva por considerar la consulta
preceptiva de este Alto Cuerpo establecida en el artículo 22.1 de su Ley Orgánica como contraída
exclusivamente a los casos del artículo 94.1 de la Constitución y entendiendo como meramente
potestativa la consulta del Consejo de Estado para los restantes Instrumentos internacionales.

Según se especifica en la Orden de V E. requiriendo la presente consulta de los criterios plasmados en


la consulta de 1981, por cuanto las Cortes habrían expresado su disconformidad con el criterio
aplicado por el Departamento de considerar excluidos de los supuestos del artículo 94.1 de la
Constitución algunos Instrumentos internacionales que por tanto habían sido concluidos
exclusivamente por el Gobierno, y según información complementaria contenida en los expedientes
correspondientes a los Convenios de Desarrollo de sendos Planes de Cooperación integral con
Nicaragua y Honduras, números 47.205 y 47.206, los Cuerpos Colectivos habrían dado la tramitación
correspondiente al artículo 94.1 de la Constitución a algunos Instrumentos remitidos a los mismos
como encuadrados en el artículo 94.2 del Código Político.

Esta situación impone una reconsideración del criterio interpretativo general contenido en la
repetida consulta de 1981.

[...]

Por ello el criterio pertinente para el comentado epígrafe 1 del artículo 22 de la Ley es el de que la
consulta de este Consejo de Estado se produzca en todos los Instrumentos internacionales, en la fase
de su conclusión, como asesoramiento de V E. Y del Gobierno sobre el punto concreto de si el
contenido del Instrumento en fase de conclusión exige para su conclusión definitiva la autorización
de las Cortes exigida por la concurrencia de alguno de los supuestos del artículo 94.1 de la
Constitución (o en su caso del supuesto excepcional del art. 93), o bien si, por no concurrir ninguno
de los expresados supuestos, la competencia para la conclusión definitiva del Instrumento
corresponde únicamente al Gobierno como titular del Poder Ejecutivo.

[...]

La expresada fijación del criterio de interpretación del tan citado epígrafe 1 del artículo 22 de la Ley
Orgánica de 22 de abril de 1980 no representa sin embargo la eliminación radical de problema
también evocado de la discrepancia de criterio que puedan expresar las Cortes con relación a algún
Instrumento internacional sobre el que entiendan les corresponda dar la autorización constitucional
de conclusión definitiva, con respecto al criterio formulado por el Departamento de digno cargo de V
E. sobre falta de necesidad de la autorización de las Cortes para la conclusión de dicho Instrumento.

[...]

Surge entonces la posibilidad de que al ser las Cámaras informadas en cumplimiento del artículo 94.2
de la Constitución de la conclusión definitiva por el Gobierno de un Instrumento internacional de los
supuestos del artículo 94.1 del Código Político, dichas Cámaras puedan manifestar su discrepancia
del criterio aplicado por el Gobierno, y reclamen para sí mismas la competencia de autorización de la
conclusión definitiva de dicho Instrumento.

Además del enfoque político que pueda tener tal discrepancia, el tratamiento jurídico formal de la
misma correspondería a la Jurisdicción Constitucional, por quedar comprendida en los artículos 59.3
y 73 a 75 de la Ley Orgánica de dicho Alto Tribunal, al que corresponde decidir definitivamente el
conflicto.

Sin embargo la formalización de tal situación como un conflicto constitucional debe preverse no sólo
como absolutamente no deseable sino además sumamente improbable en el orden práctico.

En efecto, la cuestión que en su caso concreto pudiese suscitarse obedecería con toda probabilidad a
una discrepancia de carácter interpretativo respecto a la aplicación o no de uno de los epígrafes del
artículo 94.1 de la Constitución al Instrumento internacional, puesto que no es en absoluto
imaginable que el Gobierno pretendiere concluir por sí mismo y sin contar con las Cortes un
Instrumento internacional claramente comprendido en los epígrafes de tan repetido artículo 94.1. y
una simple discrepancia de carácter técnico no tiene material suficiente para pensar que su única vía
de solución –y sin perjuicio de la aplicabilidad jurídica de los citados artículos de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional– haya de consistir en la formalización por las Cortes del conflicto
constitucional dicho cuando pueda contarse con mecanismos institucionales más simplificados y de
más fácil tratamiento que permitan, al menos en un número suficiente de ocasiones, prevenir el
planteamiento formal del conflicto constitucional hipotéticamente evocado.

Por ello el asesoramiento independiente del Gobierno por parte de este Alto Cuerpo establecido en el
artículo 22.1 de la Ley Orgánica de 22 de abril de 1980 proporciona un mecanismo institucional de
prevención de conflictos en la materia, al proveer a una mayor garantía de acierto en la decisión que
en cada caso se adopte sobre si el Instrumento internacional debe concluirse con o sin la
autorización de las Cortes.

[...]

Y en virtud de todo lo expuesto el Consejo de Estado es de dictamen que:

1º. El artículo 22.1 de la Ley Orgánica de este Consejo de Estado de 2 de abril de 1980 establece la
consulta preceptiva de este Alto Cuerpo en trámite de conclusión definitiva de toda clase de
Instrumentos internacionales, como asesoramiento institucional de V E. y del Gobierno respecto a si
el Instrumento en cada caso consultado debe ser concluido con autorización previa de las Cortes, o
por lo contrario puede ser concluido directamente por el Poder ejecutivo.

2.º Para la interpretación genérica de los epígrafes del artículo 94.1. de la Constitución que establecen
los supuestos de autorización previa de las Cortes para la presentación del consentimiento del Estado
en toda clase de Instrumentos internacionales deben tenerse en cuenta las consideraciones expuestas
en el cuerpo del dictamen.

4.10. CONSEJO DE ESTADO. DICTAMEN 683/2013, DE 18 DE JULIO DE 2013

La Comisión Permanente del Consejo de Estado, en sesión celebrada el día 18 de julio de 2013, emitió,
por unanimidad, el siguiente dictamen:

[...]

El Consejo de Estado informa en virtud de lo dispuesto en el artículo 22.1 de la Ley Orgánica 3/1980,
de 22 de abril.

La consulta se refiere a la eventual necesidad de autorización de las Cortes Generales con carácter
previo a la prestación del consentimiento del Estado español para obligarse mediante el Tratado
sobre el comercio de armas, hecho en Nueva York el 2 de abril de 2013.

El Acuerdo sometido a consulta tiene por objeto, según ha quedado expuesto en los antecedentes de
este dictamen, regular el comercio internacional de armas convencionales y prevenir y eliminar su
tráfico ilícito, así como su desvío. A tal fin, obliga a los Estados partes a establecer y mantener
sistemas de control de la exportación de armas, municiones, piezas y componentes y a adoptar las
medidas necesarias para garantizar la aplicación de las disposiciones del Tratado, contemplando
además determinadas prohibiciones de autorización de transferencia de armas convencionales,
entre otras medidas.

Así pues, la incidencia del objeto del Tratado en el ámbito militar es clara y así resulta tanto de su
título como de su contenido, que no es meramente programático o técnico, sino que incluye
previsiones de carácter sustantivo que sin duda tendrán repercusión en la política de defensa de los
Estados signatarios, quedando así subsumido en el supuesto del artículo 94.1.b) de la Constitución,
dado su carácter militar.

Igualmente queda el Tratado incluido en el supuesto previsto en la letra e) del referido precepto
constitucional, habida cuenta de que tiene por objeto una materia regulada por ley en el
ordenamiento español (concretamente, por la Ley 53/2007, de 28 de diciembre, sobre el control del
comercio exterior de material de defensa y de doble uso).

Frente a ello, cabe observar que el Tratado no implica obligaciones financieras para la Hacienda
Pública española, pues aun cuando se prevé la creación de un fondo fiduciario para ayudar a la
aplicación de sus disposiciones, las contribuciones de las Partes a dicho fondo tienen carácter
meramente voluntario, sin que de ello resulte una posición deudora concreta del Estado español ante
los Estados signatarios. Tampoco las previsiones relativas a la aprobación de la reglamentación
financiera de la Conferencia de los Estados partes y a su presupuesto suponen una concreción de
compromisos suficiente para considerar que el Tratado se encuentre incluido en el supuesto del
párrafo d) del artículo 94.1 de la Constitución. Ello no obstante, ha de tenerse en cuenta, como es
lógico, que los instrumentos internacionales que eventualmente puedan determinar que España
asuma obligaciones financieras derivadas de lo dispuesto en el presente Tratado sí requerirán la
previa autorización de las Cortes en virtud del artículo 94.1.d) de la Constitución, sin que tales
compromisos financieros puedan asumirse al amparo de la autorización de las Cortes que ahora se
recabe (en sentido parecido, dictámenes 31/2011 y 1.534/2011).

En virtud de lo expuesto, el Consejo de Estado es de dictamen:

Que la prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio del Tratado sobre el
comercio de armas, hecho en Nueva York el 2 de abril de 2013, requiere la previa autorización de las
Cortes Generales.

4.11. CONSEJO DE ESTADO. DICTAMEN 616/2010, DE 13 DE MAYO DE 2010

La Comisión Permanente del Consejo de Estado, en sesión celebrada el día 13 de mayo de 2010,
emitió, por unanimidad, el siguiente dictamen:

El Consejo de Estado informa en virtud de lo dispuesto en el artículo 22.1 de la Ley Orgánica 3/1980,
de 22 de abril.

La consulta se refiere a la eventual necesidad de autorización de las Cortes Generales con carácter
previo a la prestación del consentimiento del Estado español para obligarse mediante el Acuerdo en
materia de acceso a la universidad entre el Reino de España y el Principado de Andorra.

El Acuerdo consultado tiene por objeto facilitar el acceso a los estudios oficiales universitarios de los
dos países a través del mutuo reconocimiento, a los efectos del acceso a la universidad, de los títulos,
diplomas y certificados que constituyen los requisitos de acceso a la universidad en el sistema
educativo de cada una de las Partes.

El Consejo de Estado, en relación con tratados análogos al que ahora se examina, ha subrayado que
la legislación educativa en España prevé que la regulación de las condiciones del reconocimiento de
títulos académicos extranjeros y de acceso a la universidad desde otros sistemas educativos se hará
mediante normas de rango infralegal.

En efecto, el artículo 38.5 de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, prevé que podrán
acceder a las universidades españolas, sin necesidad de realizar la prueba de acceso, los alumnos
procedentes de sistemas educativos de Estados miembros de la Unión Europea o los de otros Estados
con los que se hayan suscrito Acuerdos internacionales aplicables a este respecto, en régimen de
reciprocidad, siempre que dichos alumnos cumplan los requisitos académicos exigidos en sus
sistemas educativos para acceder a sus universidades. Añade al apartado 6 de dicho artículo 38 que,
de acuerdo con la legislación vigente, el Gobierno establecerá, previo informe del Consejo de
Coordinación Universitaria, la normativa básica que permita a las universidades fijar los
procedimientos de solicitud de plaza de los alumnos que hayan superado la prueba de acceso, con
independencia de donde hayan realizado sus estudios previos, así como los de matriculación e
incorporación a la universidad de su elección.
En tal sentido, el artículo 20.1 del Real Decreto 1892/2008, de 14 de noviembre, por el que se regulan
las condiciones para el acceso a las enseñanzas universitarias oficiales de grado y los procedimientos
de admisión a universidades públicas españolas prevé que, según lo dispuesto en el artículo 38.5 de
la Ley Orgánica 2/2006, los estudiantes procedentes de sistemas educativos de Estados miembros de
la Unión Europea o de otros Estados con los que España haya suscrito Acuerdos internacionales
aplicables a este respecto, en régimen de reciprocidad, que cumplan los requisitos académicos
exigidos en sus sistemas educativos para acceder a sus universidades, podrán hacerlo a la
universidad española en las mismas condiciones que los estudiantes que hayan superado la prueba
de acceso según lo establecido en el artículo 13.2 del real decreto. Añade el apartado 2 de dicho
artículo 20 que el Ministro de Educación, Política Social y Deporte y el Ministro de Ciencia e
Innovación publicarán la relación de sistemas educativos a los que es de aplicación lo dispuesto en el
apartado anterior, así como la denominación de los títulos y certificados respectivos y las escalas de
puntuación, a los efectos de dicho artículo. Continúa el apartado siguiente determinando que, para
poder presentarse a la fase específica, los estudiantes a que se refiere dicho artículo deberán
acreditar el cumplimiento de los requisitos de acceso a la universidad en sus sistemas educativos de
origen.

Por todo ello, el Consejo de Estado considera que el Acuerdo a que se refiere el expediente no
requiere la autorización de las Cortes Generales, por lo que habrá de procederse conforme a lo
dispuesto en el apartado 2 del artículo 94 de la Constitución, en virtud del cual el Congreso de los
Diputados y el Senado serán inmediatamente informados de su conclusión.

En virtud de lo expuesto, el Consejo de Estado es de dictamen:

Que la prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio del Acuerdo en materia de
acceso a la universidad entre el Reino de España y el Principado de Andorra no requiere la previa
autorización de las Cortes Generales."

4.12. AUTO TC 114/1991, DE 11 DE ABRIL DE 1991

2. [...] No obstante, que sea el Rey quien, mediante el correspondiente instrumento, hubiera debido
manifestar la voluntad del Estado para acordar con Alemania que los delitos fiscales son igualmente
susceptibles de extradición de conformidad con el Convenio Europeo de 1957, resulta una tesis
desmesurada, que no puede encontrar fundamento en la Constitución. Ni su art. 63.2 obliga a que sea
el Rey; siempre y en todo caso, quien preste el consentimiento del Estado para obligarse
internacionalmente; ni su art. 94.1 fuerza la intervención regia, siempre que las Cortes autoricen la
realización de un tratado internacional. Por lo que el recurso de amparo carece de contenido que
justifique su admisión [art. 50.1, c) Ley Orgánica del Tribunal Constitucional].

3. Es preciso desbrozar, de manera preliminar, algunos equívocos sembrados en la demanda de


amparo. Que sea el Secretario General Técnico del Ministerio de Asuntos Exteriores quien ordenó la
publicación oficial del acuerdo internacional en cuestión es perfectamente lícito. La inserción en el
«Boletín Oficial del Estado» forma parte de las facultades que le atribuyen la Ley de Régimen Jurídico
de 1957, el Reglamento Orgánico del Departamento Ministerial, y las normas que ordenan la
actividad de la Administración del Estado en materia de tratados internacionales, a partir del capital
Decreto 801/1972, de 24 de marzo, especialmente sus arts. 29 y 32. Es suficiente con observar que el
propio Convenio Europeo de Extradición, y su Segundo protocolo, fueron insertados en el «Boletín
Oficial del Estado» por orden del mismo funcionario de Asuntos Exteriores. Desde luego, en nada
afecta a la vigencia de un tratado internacional en España que su publicación en el «Boletín Oficial
del Estado» sea debida a una autoridad distinta de la que fue su autora, como se desprende del art.
96.1 CE y del art. 1.5 Código Civil.

También resulta inocuo para la determinación del presente recurso que el canje de notas entre el
Ministerio de Negocios Extranjeros de Alemania y la Embajada de España fuera autorizado por las
Cortes Generales, en virtud de la letra c) del art. 94.1 CE, porque no existe una correlación absoluta
entre la autorización prestada por las Cortes, y la declaración de consentimiento manifestada por el
Rey. No cabe duda que existe una aparente ligazón lógica entre las previsiones de los arts. 94 y 63. La
Constitución, en los dos apartados de su art. 94, contempla la existencia de unos tratados o convenios
«menores», de cuya conclusión deben ser informadas las Cortes, y de unos acuerdos «mayores», que
requieren la previa autorización parlamentaria; mientras que su art. 63.2 atribuye al Rey la facultad
de manifestar el consentimiento estatal por medio de tratados de conformidad con la Constitución y
las leyes, que parece lógico inferir que abarcará los acuerdos de mayor importancia. Nada más
natural que conjuntar ambos preceptos, y concluir que al Rey le corresponde intervenir siempre que
se precise la autorización de las Cortes.

Pero esa simetría es sólo aparente; y aunque normalmente pueda darse, no será por imperativo
constitucional. Al aguzar la protección de los derechos ciudadanos frente al Ejecutivo, mediante la
autorización previa que contempla el art. 94.1 para todos los tratados y convenios que afecten a los
derechos y deberes fundamentales, el precepto constitucional persigue un fin que no guarda relación
directa alguna con la cuestión de cuándo corresponde al Rey manifestar el consentimiento
internacional del Estado. El conocimiento y autorización por las Cámaras legislativas del canje de
notas, que permitió ampliar el alcance del Convenio Europeo de Extradición a los delitos fiscales en
las relaciones bilaterales con Alemania, aseguró una fiel garantía de los derechos y libertades
afectados. Ello con total independencia de que el consentimiento estatal se haya plasmado en un
tratado, concluido por el Rey, o en un convenio concluido por el Gobierno –quien dirige la política
exterior del Estado: art. 97 CE– o por sus agentes diplomáticos. Pues sean unas u otras las autoridades
que intervinieron en nombre de España la preceptiva intervención de las Cortes Generales obtuvo el
objetivo perseguido por el art. 94 CE, garantizando el señorío del Legislativo sobre las materias
confiadas a su competencia, y protegiendo los derechos y libertades de los ciudadanos frente a la
potestad normativa del Ejecutivo ejercida con ocasión de las relaciones internacionales del Estado.

La confusión en la que se asientan las alegaciones del recurrente queda desvelada cuando invoca el
art. 91 CE. Pues la aprobación de las leyes, que configura el supuesto de hecho de tal precepto, es una
figura jurídica esencialmente distinta de la autorización parlamentaria de los Tratados
internacionales, que es la regulada por el art. 94 de nuestra ley de Leyes.

4. El quid del presente asunto radica en el art. 63 de nuestra Carta Magna, cuyo apartado 2 atribuye
al Rey la potestad de manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente
«por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las Leyes». Tanto el Convenio Europeo
de Extradición, como su Segundo Protocolo Adicional, fueron concluidos con arreglo a este precepto:
ambos acuerdos internacionales fueron firmados por el Plenipotenciario de España, nombrado en
buena y debida forma al efecto, y posteriormente fueron ratificados mediante sendos Instrumentos,
signados por el Rey y sellados y refrendados por el Ministro de Asuntos Exteriores. Pero, como señaló
acertadamente el Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, el desarrollo del art.
5 del Convenio así concluido por España no requería una formalización tan solemne, siendo
suficiente, desde la perspectiva de la Constitución, la decisión del Gobierno transmitida por el
Embajador acreditado ante las autoridades extranjeras.

Lo que el art. 63.2 CE expresa es una reserva de ley en la materia. Y desde esta perspectiva la tesis
sostenida por el Auto impugnado es, sin duda, la correcta: el Gobierno, y sus agentes diplomáticos,
pueden concluir aquellos convenios que se limitan a desarrollar las previsiones contenidas
previamente en tratados, los cuales sí deben haber sido concluidos mediante los Instrumentos
formales de ratificación o de adhesión previstos en nuestro ordenamiento. Las autoridades estatales
no están limitadas, ni por el art. 63.2 CE, ni por sus arts. 17.1 y 25.1 en cuanto se proyectan sobre
decisiones de extradición, únicamente a los modos de expresar el consentimiento internacional que
regula expresamente el Decreto de ordenación de la actividad exterior de 1972. Pueden también
actuar a través de las formas más flexibles que autoriza el Convenio de Viena sobre los Tratados, que
forma parte de nuestro ordenamiento interno, siempre que su actuación se adecue a los usos y
prácticas arraigados en la acción exterior de España –de conformidad con las normas
consuetudinarias de Derecho Internacional– en defecto de preceptos específicos del Derecho interno.

Es evidente que el art. 5 del Convenio Europeo de Extradición, en su redacción originaria anterior al
Segundo Protocolo, había previsto expresamente la posibilidad de que las Partes incluyeran en su
ámbito los delitos fiscales, en los términos previstos por el propio precepto. Que la remisión se
entienda hecha a acuerdos entre las autoridades administrativas, limitadas a actuar en estricta
dependencia de la regulación contenida en el Convenio, y con una clara subordinación a sus
disposiciones, cumple holgadamente la garantía esencial que el principio de reserva de ley entraña,
como ha expuesto este Tribunal en su STC 42/1987 (fundamento jurídico 2.º).

No podemos ignorar que la interpretación del art. 63.2 CE se ve oscurecida en este caso porque la
figura del canje de notas no se encuentra regulada en nuestro Derecho escrito. Tanto la Ley de
Régimen Jurídico de la Administración del Estado, como la principal disposición en la materia, el
Decreto 801/1972, de 24 de marzo, se limitan a disciplinar las formas solemnes de consentimiento
estatal consistentes en la ratificación y la adhesión de tratados, y sólo contemplan, como modo
informal de manifestación de dicho consentimiento, la firma de un tratado. Pero aunque no regulan
específicamente el canje de los instrumentos que constituyen el tratado, esta fórmula se encuentra en
nuestro Derecho plenamente reconocida como forma de manifestar el consentimiento del Estado
para obligarse internacionalmente, debido a la incorporación al ordenamiento español del Convenio
de Viena sobre el Derecho de los Tratados (23 de mayo de 1969, Instrumento de adhesión de 2 de
mayo de 1972, «Boletín Oficial del Estado» de 13 de junio de 1980, arts. 11 y 13). Tampoco ha sido
aprobado ningún Texto Legal que, en desarrollo del art. 63.2 CE, delimite los acuerdos o tratados que
requieren una manifestación regia de voluntad, de aquellos que no la requieren, por su importancia
menor o por otras razones, como han dejado de destacar quienes han estudiado este tema. Pero
dicho precepto constitucional no puede ser interpretado tal y como sostiene la defensa del
extraditado: Que en defecto de ley que expresamente lo autorice, sólo el Rey puede declarar
válidamente el consentimiento internacional del Estado. Esta interpretación no viene impuesta ni
por el tenor literal del artículo en cuestión, ni por el sistema institucional en el que se enmarca, ni
por la finalidad a la que sirve. Una interpretación de tan extremo rigor formal cegaría la facultad de
alcanzar acuerdos mediante el canje de notas verbales, que es fundamental en la práctica
diplomática cotidiana y que, ejercida en los términos en que lo fue en el presente caso, resulta
plenamente respetuosa con las reservas constitucionales de ley que traza el art. 63.2 CE, por una
parte, y los arts. 17.1 y 25.1 por otra.

Todo lo expuesto muestra claramente que el presente recurso carece de contenido que justifique su
admisión [art. 50.1, c) LOTC], sin necesidad de pronunciarse acerca de la conveniencia de una ley que
regule la acción exterior del Estado de manera más completa que el Decreto de 1972. Su
promulgación podrá ser más o menos conveniente, pero es ajena a la exigencia de ley que los arts.
17.1 y 25.1 establecen como garantía de la libertad.

4.13. SENTENCIA TC 155/2005, DE 9 DE JUNIO DE 2005

5. Comenzando por el examen del recurso dirigido contra el Real Decreto-ley 14/1998, debe
recordarse que la norma impugnada es una norma jurídica con valor de ley a la que está vedada la
afectación de las materias enunciadas en el art. 86.1 CE. Esa afectación no es, sin embargo, el único
límite sustantivo al que la Constitución somete a los decretos-leyes, pues sobre éstos opera también,
como es obvio, el conjunto de las reservas establecidas por el constituyente respecto de determinadas
materias y en beneficio de específicas formas y procedimientos. Entre tales reservas figura la que
para la prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de tratados o convenios
establece el art. 94.1 de la Constitución, en cuya virtud dicha prestación debe ser autorizada, en
determinados casos, por las Cortes Generales. Queda excluida, por tanto, la posibilidad de una
prestación de ese consentimiento sin previa autorización parlamentaria o con la dispensada por un
órgano distinto. Es, pues, evidente que el decreto-ley no es una forma jurídica habilitada para la
autorización requerida por el art. 94.1 CE. De un lado, porque el art. 86.1 CE sólo prevé la figura del
decreto-ley para el dictado de «disposiciones legislativas», categoría jurídica que es distinta de la que
corresponde a las autorizaciones, por lo que no puede considerarse instrumento idóneo para el
acuerdo de autorizaciones. De otro, porque tratándose de una autorización es claro que no puede
concederla quien debe ser autorizado. Por último, porque el decreto-ley es una fuente normativa
propia del Gobierno que sólo precisa de la intervención del Congreso de los Diputados –y no de las
dos Cámaras que integran las Cortes Generales– para la estabilización de su vigencia en el
Ordenamiento. Por ello ni siquiera tras su convalidación parlamentaria es el decreto-ley una forma
jurídica capaz de dispensar una autorización que sólo pueden brindar las Cortes Generales, pues la
convalidación del Congreso de los Diputados nunca puede ser la del órgano complejo en el que se
integra junto con el Senado, de manera que no es posible ver en la convalidación un acto equivalente
a la autorización requerida por el art. 94.1 CE.

A lo anterior ha de añadirse todavía otro argumento, pues la autorización del art. 94.1 CE ha de ser
previa a la prestación del consentimiento, lo que supone que si la autorización contenida en el
decreto-ley sólo se perfecciona tras la convalidación parlamentaria, el decreto-ley no autorizaría per
se la prestación del consentimiento y dejaría así de producir plenos efectos desde su publicación, lo
que difícilmente se avendría con su condición de instrumento para la legislación de urgencia. La
alternativa pasaría entonces por considerar suficiente la autorización contenida en el decreto-ley
antes de su convalidación, esto es, la autorización estrictamente gubernamental, lo que a su vez sería
manifiestamente contrario a la exigencia de una autorización que debe ser de las Cortes Generales y
ha de concederse siempre antes de que el Estado se comprometa internacionalmente cuando se trata
de los supuestos enunciados en el art. 94.1 CE. Admitir, por último, que el decreto-ley aún no
convalidado es inicialmente bastante para autorizar la prestación del consentimiento pero que, sin
embargo, la autorización sólo se perfecciona tras la convalidación de la norma del Gobierno,
implicaría, al cabo, permitir la celebración de un tratado antes de su efectiva autorización
parlamentaria (en todo caso incompleta, por quedar excluida una de las Cámaras).

6. En consecuencia el Real Decreto-ley 14/1998 no es una norma capaz de dar forma jurídica a la
autorización constitucionalmente necesaria para que el Estado se obligue internacionalmente
mediante los tratados o convenios relacionados en el art. 94.1 CE. La cuestión que inmediatamente se
impone es, por tanto, determinar si los arts. 2 y 3 de dicho Real Decreto-ley se refieren a convenios o
tratados de esa naturaleza, en particular, y como alegan los recurrentes, a los referidos en el
apartado d) del art. 94.1 CE, es decir, aquéllos «que impliquen obligaciones financieras para la
Hacienda Pública».

Por lo que hace al art. 2 del Real Decreto-ley 14/1998, los demandantes sostienen que con la adhesión
a los Nuevos Acuerdos para la obtención de préstamos del Fondo Monetario Internacional se
establece un nuevo marco convencional que obliga a la hacienda pública española a poner recursos
financieros a disposición del FMI mediante el otorgamiento de préstamos por un importe máximo de
hasta 672 millones de derechos especiales de giro. El Abogado del Estado, por el contrario, entiende
que estamos ante un supuesto de normal desarrollo del Convenio constitutivo del Fondo Monetario
Internacional, suscrito por España en 1958, cuyo art. VII, sección 1, regula un sistema excepcional y
extraordinario de obtención de recursos que los Nuevos Acuerdos a que se refiere el art. 2 del Real
Decreto-ley 14/1998 se limitan a dar concreta aplicación. Además el representante procesal del
Gobierno alega que no se asume una obligación financiera para la Hacienda pública, pues la entrega
de las cantidades solicitadas en préstamo sólo da lugar a una operación de gestión de la cuenta de
reservas del Banco de España.

Llevan razón los recurrentes al mantener que el art. 2 del Real Decreto-ley se refiere a compromisos
internacionales que suponen la asunción de obligaciones financieras por parte de la hacienda
pública. En virtud de los Nuevos Acuerdos aprobados mediante la Decisión del Directorio del FMI de
27 de enero de 1997 los países que los suscriban adquieren un inequívoco compromiso en orden a
facilitar al Fondo los préstamos que éste pueda precisar para poner a disposición de terceros los
recursos financieros que les sean necesarios. Es evidente que las cantidades puestas a disposición del
Fondo se anotarán en la cuenta de activo del Banco de España, como advierte el Abogado del Estado,
pero ello es así como lógica consecuencia del compromiso previo de esa puesta a disposición, que,
caso de hacerse efectiva, exigirá la correspondiente aportación dineraria, a la que el Estado se obliga.

[...]

No estamos, pues, en el caso de una obligación asumida inmediatamente con la integración del
Convenio constitutivo, ni tampoco ante la necesidad de cumplir inexorablemente con un
compromiso adquirido al tiempo de incorporar, con el Convenio, el procedimiento ordinario de
adopción de decisiones del Fondo Monetario Internacional. Se trata de un nuevo compromiso en el
marco de un compromiso anterior, con entidad suficiente, desde el propio Convenio constitutivo,
para exigir un pronunciamiento expreso de adhesión. Al margen de la utilización por el capítulo
tercero del título III de la Constitución de los términos tratado o convenio, lo determinante es la
existencia de un acuerdo [«cualquiera que sea su denominación particular», según dispone el art. 2.1
a) del Convenio de Viena sobre Derecho de los Tratados, de 23 de mayo de 1969, al que se adhirió
España por Instrumento de 2 de mayo de 1972], en cuya virtud el Estado se obliga frente a otros
Estados en el marco del Derecho internacional, lo que supone la asunción de una responsabilidad
que, en la medida en que pueda quedar comprometido el libre ejercicio de las facultades propias de
todo Estado soberano, sólo es conforme con las exigencias constitucionales, cuando se trata de las
materias previstas en los arts. 93 y 94.1 CE si media la oportuna intervención de las Cortes Generales,
en tanto que representantes del pueblo español (art. 66.1 CE). Constitucionalmente es irrelevante si
ese compromiso se formaliza expresamente en un tratado o en la adhesión a una obligación nacida
en el marco de un tratado que la hace posible pero no necesaria; lo determinante es que el Estado se
comprometa a una conducta que hasta entonces no le era exigible en absoluto; y tal era el caso con
las obligaciones a que se refiere el art. 2 del Real Decreto-ley examinado.

En consecuencia, el art. 2 del Real Decreto-ley 14/1998 es inconstitucional por infracción del art. 94.1
d) de la Constitución.

[...]

8. Procede ahora que nos ocupemos de la Ley 13/1999, de 21 de abril, promulgada como consecuencia
de la tramitación del Real Decreto-ley 14/1998 por el procedimiento de urgencia previsto en el art.
86.3 de la Constitución. Los Diputados recurrentes sostienen que la virtual identidad de contenido
entre la Ley 13/1999 y el Real Decreto-ley 14/1998 responde a la intención de solventar con aquélla los
defectos de constitucionalidad padecidos por éste en razón de su inidoneidad como instrumento
normativo para dar curso a la autorización prevista en el art. 94.1 de la Constitución. En su opinión,
sin embargo, ese efecto reparador nunca podría producirse, pues tampoco la Ley 13/1999 sería el
cauce normativo constitucionalmente adecuado para formalizar la autorización previa del art. 94.1
CE, toda vez que la misma no podría instrumentalizarse a través de cualesquiera procedimientos
parlamentarios –ni siquiera el legislativo–, sino sólo mediante el previsto en los arts. 94.1 y 74.2 de la
Constitución.

[...]

9. La Ley 13/1999 es fruto de la voluntad de las Cortes Generales. Se trata, pues, de una norma
imputable a la misma voluntad que la requerida por el art. 94.1 CE para la autorización previa de la
prestación del consentimiento internacional del Estado. La competencia exclusiva de las Cortes
Generales para autorizar esa prestación no es lo lesionado con el empleo de la ley, a diferencia de lo
que sucede con la legislación gubernamental de urgencia. Pero en todo caso, y según resulta de lo
dispuesto en el art. 74.1 CE debe señalarse que la autorización previa de las Cortes Generales
regulada en el art. 94.1 CE corresponde al ejercicio de una competencia que la Constitución califica
de no legislativa, de modo que no resulta constitucionalmente indiferente la utilización de un cauce
constitucional para el ejercicio de una competencia, reservado constitucionalmente a un cauce
distinto. La cuestión no es ya, en consecuencia, si se ha prescindido o no de la intervención de un
órgano, sino si la concreta competencia ejercida por éste lo ha sido por el cauce específicamente
previsto por la Constitución a esos efectos. En definitiva, si la Constitución impone, en el caso de la
autorización requerida para la asunción de compromisos internacionales, además de una reserva
orgánica, una reserva de procedimiento, por tratarse del ejercicio de competencias constitucionales
distintas.

Para las autorizaciones previstas en el art. 94.1 CE, el art. 74.2 de la Constitución establece un
procedimiento parlamentario específico y diverso del legislativo ordinario o común, del que
singularmente le distingue la circunstancia de que la posición del Senado se define en términos de
mayor equilibrio frente a la que habitualmente es propia del Congreso de los Diputados. Así,
mientras que en el procedimiento legislativo es norma que, de acuerdo con el art. 90.2 CE, las
discrepancias entre ambas Cámaras pueden resolverse en último término por decisión de la mayoría
simple de la Cámara baja –también cuando el Senado ejerce un veto que, en realidad, sólo retrasa por
dos meses la eficacia suficiente de la mayoría simple del Congreso de los Diputados–, en el caso del
art. 94.1 se prevé que las discrepancias se superen por medio de «una Comisión mixta compuesta de
igual número de Diputados y Senadores», cuya propuesta debe ser aprobada por la mayoría de cada
Cámara, imponiéndose finalmente, si la discrepancia persiste, la del Congreso de los Diputados, pero
sólo y siempre por mayoría absoluta (art. 74.2 CE).

Esa potenciación de la voluntad del Senado, en comparación con la más reducida importancia que se
le atribuye en el procedimiento legislativo, hasta el punto de aproximar significativamente su
intervención a la del Congreso –cuya negativa por mayoría simple sólo puede ser superada por una
mayoría cualificada–, determina el proceso de formación de la voluntad parlamentaria en términos
que se separan de cuanto es común en el conjunto de los procedimientos de las Cortes Generales,
confiriéndose a la participación de la Cámara alta en aquel proceso una relevancia verdaderamente
excepcional en nuestro sistema parlamentario, caracterizado por un notorio bicameralismo
imperfecto. En la misma línea de diversidad de los respectivos cauces constitucionales
correspondientes al ejercicio de competencias distintas puede señalarse la diversa índole de la
intervención del Rey en la sanción y promulgación de las leyes y en la manifestación del
consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados,
respectivamente establecidas en el art. 62 a) y en el art. 63.2 CE. A lo que debe añadirse el posible
juego de control previo de inconstitucionalidad, previsto en los arts. 95.2 CE y 78 LOTC, respecto de
los tratados y no así de las leyes. El procedimiento del art. 74.2 CE ofrece, en suma, caracteres de
entidad relevante para configurarlo como reservado para la adopción del acuerdo exigido por el art.
94.1 CE, de manera que, en principio, es obligado entender que la autorización parlamentaria previa
a la prestación del consentimiento internacional del Estado ha de conformarse por ese específico
procedimiento.

No se trata de un posible vicio en el procedimiento legislativo, regulado por normas


infraconstitucionales, que es el caso planteado en la STC 97/2002, de 25 de abril, salvado en aquel
caso, sino de inadecuada elección del procedimiento mismo, directamente establecido en la
Constitución.

[...]

4.14. DECLARACIÓN TC 1/1992, DE 1 DE JULIO DE 1992

1. Este requerimiento que el Gobierno plantea es el primero formulado por el cauce que establece el
art. 95.2 de la Constitución, desarrollado, a su vez, por el art. 78 de nuestra Ley Orgánica. Por ello y
para mejor aclarar también los términos de la presente cuestión, es preciso realizar ahora alguna
consideración previa sobre el procedimiento regulado en aquellas normas y sobre el ámbito de la
cuestión que ha sido sometida al examen de este Tribunal.

Mediante la vía prevista en su art. 95.2 la Norma fundamental atribuye al Tribunal Constitucional la
doble tarea de preservar la Constitución y de garantizar, al tiempo, la seguridad y estabilidad de los
compromisos a contraer por España en el orden internacional. Como intérprete supremo de la
Constitución, el Tribunal es llamado a pronunciarse sobre la posible contradicción entre ella y un
tratado cuyo texto, ya definitivamente fijado, no haya recibido aún el consentimiento del Estado (art.
78.1 de la LOTC). Si la duda de constitucionalidad se llega a confirmar, el tratado no podrá ser objeto
de ratificación sin la previa revisión constitucional (art. 95.1 se la norma fundamental). De este
modo, la Constitución ve garantizada, a través del procedimiento previsto en su título X, su primacía,
adquiriendo también el tratado en la parte del mismo que fue objeto de examen, una estabilidad
jurídica plena, por el carácter vinculante de la declaración del Tribunal (art. 78.2 de la LOTC), como
corresponde al sentido de este examen preventivo.

Aunque aquella supremacía quede en todo caso asegurada por la posibilidad de impugnar [arts. 27.2
c) y 31 y 32.1 LOTC] o cuestionar (art. 35 LOTC) la constitucionalidad de los tratados una vez que
formen parte del ordenamiento interno (art. 96.1 CE), es evidente la perturbación que, para la
política exterior y las relaciones internacionales del Estado, implicaría la eventual declaración de
inconstitucionalidad de una norma pactada: El riesgo de una perturbación de este género es lo que la
previsión constitucional intenta evitar. Esta doble finalidad es, en consecuencia, la que ha de tenerse
en cuenta para interpretar, tanto el art. 95 CE, como el 78 LOTC a fin de precisar cuál es el objeto
propio de nuestra decisión, el alcance de ésta y la función que en su adopción desempeñan este
Tribunal y los órganos legitimados para requerirlo y ser oídos en los requerimientos deducidos por
otros.

En cuanto a este último extremo ha de comenzar por precisarse que lo que de nosotros puede
solicitarse es una declaración, no un dictamen; una decisión, no una mera opinión fundada en
Derecho. Este Tribunal no deja de serlo para transformarse ocasionalmente, por obra del
requerimiento, en cuerpo consultivo. Lo que el requerimiento incorpora es, al igual que acontece en
las cuestiones de inconstitucionalidad, la exposición de una duda razonable, pero lo que de nosotros
se solicita no es un razonamiento que la resuelva, sino una decisión vinculante.

Por ello, y aun cuando este procedimiento no haya de poseer necesariamente naturaleza contenciosa,
no por dicha circunstancia se ve alterada la posición del Tribunal como intérprete supremo de la
Constitución. Al igual que en cualquier otro cauce, el Tribunal actúa aquí como el órgano
jurisdiccional que es y su declaración, por tanto, no puede sino basarse en argumentaciones jurídico-
constitucionales, hayan sido éstas sugeridas o no por el órgano solicitante o por los demás que están
legitimados. Su examen debe ceñirse, en coherencia con ello, al contraste entre la Constitución, en
cualquiera de sus enunciados, y la estipulación o estipulaciones del tratado que hayan sido sometidas
a control previo, pues el art. 95.1 de aquélla ha reservado en exclusiva al Gobierno y a una u otra de
ambas Cámaras la facultad de formular esta duda de constitucionalidad, cuyo planteamiento y
elucidación ex oficio no le corresponde, por tanto, al Tribunal, el cual, al igual que en los demás
procedimientos, carece de iniciativa, y está vinculado al principio constitucional de congruencia. Ello
sin perjuicio de que este Tribunal pueda solicitar nuevas informaciones y aclaraciones o
ampliaciones de conformidad con el art. 78.3 de la LOTC.

Pero, en cualquier caso, bien la resolución emanada de este Tribunal confirme la constitucionalidad
de la norma convencional objeto de examen, y bien declare, por el contrario, su contradicción con
nuestra Ley fundamental, dicha resolución posee los efectos materiales de la cosa juzgada. Aunque la
forma de dicha declaración no puede merecer la calificación legal de «Sentencia» (cfr. art. 86.2
LOTC), es una decisión jurisdiccional con carácter vinculante (art. 78.2 id.) y, en cuanto tal, produce
erga omnes (art. 164.1 in fine CE) todos los efectos de la cosa juzgada, tanto los negativos o
excluyentes, que impedirían trasladar a este Tribunal la estipulación objeto de la resolución a través
de los procedimientos de declaración de inconstitucionalidad, cuanto los positivos o prejudiciales que
han de obligar a todos los poderes públicos a respetar y ajustarse a nuestra declaración; en
particular, si su contenido fuera el de que una determinada estipulación es contraria a la
Constitución, el efecto ejecutivo inmediato y directo ha de ser la reforma de la Constitución con
carácter previo a la aprobación del tratado.

4.15. DECLARACIÓN TC 1/2004, DE 13 DE DICIEMBRE DE 2004

4. [...] Que la Constitución es la norma suprema del Ordenamiento español es cuestión que, aun
cuando no se proclame expresamente en ninguno de sus preceptos, se deriva sin duda del enunciado
de muchos de ellos, entre otros de sus arts. 1.2, 9.1, 95, 161, 163, 167, 168 y disposición derogatoria, y
es consustancial a su condición de norma fundamental; supremacía o rango superior de la
Constitución frente a cualquier otra norma, y en concreto frente a los tratados internacionales, que
afirmamos en la Declaración 1/1992 (FJ 1). Pues bien, la proclamación de la primacía del Derecho de
la Unión por el art. I-6 del Tratado no contradice la supremacía de la Constitución.

Primacía y supremacía son categorías que se desenvuelven en órdenes diferenciados. Aquélla, en el


de la aplicación de normas válidas; ésta, en el de los procedimientos de normación. La supremacía se
sustenta en el carácter jerárquico superior de una norma y, por ello, es fuente de validez de las que le
están infraordenadas, con la consecuencia, pues, de la invalidez de éstas si contravienen lo dispuesto
imperativamente en aquélla. La primacía, en cambio, no se sustenta necesariamente en la jerarquía,
sino en la distinción entre ámbitos de aplicación de diferentes normas, en principio válidas, de las
cuales, sin embargo, una o unas de ellas tienen capacidad de desplazar a otras en virtud de su
aplicación preferente o prevalente debida a diferentes razones. Toda supremacía implica, en
principio, primacía (de ahí su utilización en ocasiones equivalente, así en nuestra Declaración 1/1992,
FJ 1), salvo que la misma norma suprema haya previsto, en algún ámbito, su propio desplazamiento
o inaplicación. La supremacía de la Constitución es, pues, compatible con regímenes de aplicación
que otorguen preferencia aplicativa a normas de otro Ordenamiento diferente del nacional siempre
que la propia Constitución lo haya así dispuesto, que es lo que ocurre exactamente con la previsión
contenida en su art. 93, mediante el cual es posible la cesión de competencias derivadas de la
Constitución a favor de una institución internacional así habilitada constitucionalmente para la
disposición normativa de materias hasta entonces reservadas a los poderes internos constituidos y
para su aplicación a éstos. En suma, la Constitución ha aceptado, ella misma, en virtud de su art. 93,
la primacía del Derecho de la Unión en el ámbito que a ese Derecho le es propio, según se reconoce
ahora expresamente en el art. I-6 del Tratado.

Y así han sido las cosas entre nosotros desde la incorporación de España a las Comunidades Europeas
en 1986. Entonces se integró en el Ordenamiento español un sistema normativo autónomo, dotado de
un régimen de aplicabilidad específico, basado en el principio de prevalencia de sus disposiciones
propias frente a cualesquiera del orden interno con las que pudieran entrar en contradicción. Ese
principio de primacía, de construcción jurisprudencial, formaba parte del acervo comunitario
incorporado en virtud de la Ley Orgánica 10/1985, de 2 de agosto, de autorización para la adhesión
de España a las Comunidades Europeas, pues se remonta a la doctrina iniciada por el Tribunal de
Justicia de las Comunidades con la Sentencia de 15 de julio de 1964 (Costa contra ENEL).

Por lo demás nuestra jurisprudencia ha venido reconociendo pacíficamente la primacía del Derecho
comunitario europeo sobre el interno en el ámbito de las «competencias derivadas de la
Constitución», cuyo ejercicio España ha atribuido a las instituciones comunitarias con fundamento,
como hemos dicho, en el art. 93 CE.

[...]

Así pues, en razón de lo dicho, ha de concluirse que, con base en lo dispuesto en el art. 93 CE,
correctamente entendido, y dadas las concretas previsiones del Tratado ya señaladas en el
fundamento jurídico precedente, este Tribunal no aprecia contradicción entre el art. I-6 del Tratado y
el art. 9.1 CE, no dándose, en definitiva, el supuesto normativo del art. 95.1 CE.

En el caso difícilmente concebible de que en la ulterior dinámica del Derecho de la Unión Europea
llegase a resultar inconciliable este Derecho con la Constitución española, sin que los hipotéticos
excesos del Derecho europeo respecto de la propia Constitución europea fueran remediados por los
ordinarios cauces previstos en ésta, en última instancia la conservación de la soberanía del pueblo
español y de la supremacía de la Constitución que éste se ha dado podrían llevar a este Tribunal a
abordar los problemas que en tal caso se suscitaran, que desde la perspectiva actual se consideran
inexistentes, a través de los procedimientos constitucionales pertinentes, ello aparte de que la
salvaguarda de la referida soberanía siempre resulta a la postre asegurada por el art. I-60 del
Tratado, verdadero contrapunto de su art. I-6, y que permite definir en su real dimensión la primacía
proclamada en este último, incapaz de sobreponerse al ejercicio de una renuncia, que queda
reservada a la voluntad soberana, suprema, de los Estados miembros.

4.16. SENTENCIA TC 38/2007, DE 15 DE FEBRERO DE 2007

3. ...la eventual declaración de inconstitucionalidad de un tratado presupone, obviamente, el


enjuiciamiento material de su contenido a la luz de las disposiciones constitucionales, pero no
necesariamente que los efectos invalidantes asociados a un juicio negativo lleven aparejada de
manera inmediata la nulidad del tratado mismo (art. 96.1 CE). Esta última consideración no debe ser
objeto ahora de un mayor desarrollo, como tampoco es pertinente que entremos a considerar las
soluciones propuestas por el Abogado del Estado para concretar los efectos y el alcance de una
eventual declaración de inconstitucionalidad de los preceptos del Acuerdo con la Santa Sede que aquí
se han cuestionado. Sólo si esa declaración efectivamente se produce tendrá sentido que pasemos a
precisar sus consecuencias, si es que éstas, por algún motivo, no pudieran ser estrictamente las que
en principio se desprenden de las previsiones literales de nuestra Ley Orgánica.
4.17. LECTURAS RECOMENDADAS

DÍEZ-HOCHLEITNER RODRÍGUEZ, J., «Artículo 94», Comentarios a la Constitución Española. XXX


Aniversario , (M. E. CASAS BAAMONDE, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER dirs.),
Fundación Wolters Kluwer, Madrid, 2009, pp. 1584-1595.

ESCOBAR HERNÁNDEZ, C., «La cláusula europea en la Constitución española (Algunas reflexiones
para una eventual reforma constitucional), El Informe del Consejo de Estado sobre la reforma
constitucional. Texto del Informe y debates académicos , (F. RUBIO LLORENTE, J. ÁLVAREZ JUNCO
eds.), Consejo de Estado y CEPC, Madrid, 2006, pp. 483-499.

FERNÁNDEZ TOMÁS, A., «Parliamentary Control of ‘Other International Agreements’ in the New
Spanish Treaties and Other International Agreements Act (TOIAA)», 18 SybIL (2013-2014).

GALLEGO HERNÁNDEZ, A.C., «La Ley española de tratados de 2014», AEDI , nº 31, 2015, pp. 193-
240.

GONZÁLEZ VEGA, J. A. «¿Tratados ocultos? Sobre ciertas manifestaciones de la acción concertada


"no convencional" en el marco de las competencias "reservadas" a los tratados internacionales», El
Derecho internacional en el mundo multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio
Sánchez Rodríguez (S. Torres Bernárdez, J.C. Fernández Rozas, C. Fernández de Casadevante
Romaní, J. Quel López, A.G. López Martín coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 75-101.

IZQUIERDO SANS, C., «Intervención parlamentaria en la celebración de tratados internacionales


en España», REEI , nº 4, 2002, disponible en www.reei.org .

MANGAS MARTÍN, A., «La reforma del art. 93 de la Constitución española», El Informe del Consejo
de Estado sobre la reforma constitucional. Texto del Informe y debates académicos , (F. RUBIO
LLORENTE, J. ÁLVAREZ JUNCO eds.), Consejo de Estado y CEPC, Madrid, 2006, pp. 533-556.

MARTÍN PÉREZ DE NANCLARES, J., «Hacia una nueva concepción del artículo 93 de la
Constitución: comentario a la Declaración 1/2004 del Tribunal Constitucional», REDI , vol. LVII,
2005, pp. 799-818.

MARTÍN Y PÉREZ DE NANCLARES, J., «La Ley de Tratados y otros Acuerdos Internacionales: una
nueva regulación para disciplinar una práctica internacional difícil de ignorar», REDI , vol. 67,
2015, pp. 13-60.

PULIDO QUECEDO, M. «Artículo 95», Comentarios a la Constitución Española. XXX Aniversario , (M.
E. CASAS BAAMONDE, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER dirs.), Fundación Wolters
Kluwer, Madrid, 2009, pp. 1596-1609.

RODRÍGUEZ CARRIÓN, A., «Democracia y política exterior», CEBDI , vol. X, 2006, pp. 555-630.

SALINAS DE FRÍAS, A., «La reafirmación del necesario control parlamentario de la actividad
convencional del ejecutivo. Comentario a la Sentencia 155/2005, de 9 de junio, del Tribunal
Constitucional», REDI , vol. LVII, 2005, pp. 121-143.

VV.AA., Comentarios a la Ley de Tratados y otros Acuerdos Internacionales , (ANDRÉS SÁENZ DE


SANTA MARÍA, J. DÍEZ-HOCHLEITNER, J. MARTÍN Y PÉREZ DE NANCLARES, dirs.) Civitas/Thomson
Reuters, Cizur Menor, 2015.
5. LOS ACTOS DE LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES

5.1. INTRODUCCIÓN

La creación de una organización internacional supone la aparición de un ordenamiento jurídico


particular, generado por sus órganos con el fin de alcanzar los fines asignados a dicha
organización. El fundamento de ese ordenamiento particular es el tratado constitutivo,
instrumento mediante el cual los Estados que crean la organización señalan sus objetivos, regulan
el estatuto de los miembros, determinan los órganos rectores, sus competencias y los actos a través
de los cuales se expresará la voluntad de la organización. De esta forma, la capacidad normativa
de cada organización depende de las reglas de ese concreto ente, sin que se puedan establecer
categorías generales respecto de los tipos de actos y sus efectos jurídicos.

Los actos de las organizaciones internacionales son actos de derecho derivado, en el sentido de
que se adoptan en aplicación de las previsiones contenidas en el tratado constitutivo. Por otra
parte, el derecho de la organización puede ir dirigido a regular la esfera interna y el
funcionamiento de la organización pero también puede orientarse hacia los Estados miembros e
incluso hacia otros sujetos internacionales. Estos actos reciben diversas denominaciones y pueden
estar constituidos por una invitación para seguir una determinada conducta, por la prescripción
de un determinado comportamiento, individual o general, e incluso por la imposición de una
sanción. En las organizaciones internacionales de integración, los actos obligatorios se imponen
incluso a los particulares, mientras que en las de cooperación la mayoría de los actos son
recomendaciones cuyo cumplimiento queda confiado a la buena fe de los Estados miembros,
aunque en el primer tipo de organizaciones también se adoptan actos no obligatorios y en el
segundo tipo puede haber actos jurídicamente vinculantes. También varían las mayorías
requeridas para la adopción del acto. En definitiva, el análisis caso por caso es inevitable.

5.2. CONSTITUCIÓN DE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, DE 11 DE ABRIL DE


1919

Artículo 19

1. Cuando la Conferencia se pronuncie a favor de la adopción de proposiciones relativas a una


cuestión del orden del día, tendrá que determinar si dichas proposiciones han de revestir la forma: a)
de un convenio internacional, o b) de una recomendación, si la cuestión tratada, o uno de sus
aspectos, no se prestare en ese momento para la adopción de un convenio

2. En ambos casos, para que la Conferencia adopte en votación final el convenio o la recomendación
será necesaria una mayoría de dos tercios de los votos emitidos por los delegados presentes.

[...]

5. En el caso de un convenio:

a) el convenio se comunicará a todos los Miembros para su ratificación;

b) cada uno de los Miembros se obliga a someter el convenio, en el término de un año a partir de la
clausura de la reunión de la Conferencia (o, cuando por circunstancias excepcionales no pueda
hacerse en el término de un año, tan pronto sea posible, pero nunca más de dieciocho meses después
de clausurada la reunión de la Conferencia), a la autoridad o autoridades a quienes competa el
asunto, al efecto de que le den forma de ley o adopten otras medidas;
c) los Miembros informarán al Director General de la Oficina Internacional del Trabajo sobre las
medidas adoptadas de acuerdo con este artículo para someter el convenio a la autoridad o
autoridades competentes, comunicándole, al mismo tiempo, los datos relativos a la autoridad o
autoridades consideradas competentes y a las medidas por ellas adoptadas;

d) si el Miembro obtuviere el consentimiento de la autoridad o autoridades a quienes competa el


asunto, comunicará la ratificación formal del convenio al Director General y adoptará las medidas
necesarias para hacer efectivas las disposiciones de dicho convenio;

e) si el Miembro no obtuviere el consentimiento de la autoridad o autoridades a quienes competa el


asunto, no recaerá sobre dicho Miembro ninguna otra obligación, a excepción de la de informar al
Director General de la Oficina Internacional del Trabajo, con la frecuencia que fije el Consejo de
Administración, sobre el estado de su legislación y la práctica en lo que respecta a los asuntos
tratados en el convenio, precisando en qué medida se ha puesto o se propone poner en ejecución
cualquiera de las disposiciones del convenio, por vía legislativa o administrativa, por medio de
contratos colectivos, o de otro modo, e indicando las dificultades que impiden o retrasan la
ratificación de dicho convenio.

6. En el caso de una recomendación:

a) la recomendación se comunicará a todos los Miembros para su examen, a fin de ponerla en


ejecución por medio de la legislación nacional o de otro modo;

b) cada uno de los Miembros se obliga a someter la recomendación, en el término de un año a partir
de la clausura de la reunión de la Conferencia (o, cuando por circunstancias excepcionales no pueda
hacerse en el término de un año, tan pronto sea posible, pero nunca más de dieciocho meses después
de clausurada la reunión de la Conferencia), a la autoridad o autoridades a quienes competa el
asunto, al efecto de que le den forma de ley o adopten otras medidas;

c) los Miembros informarán al Director General de la Oficina Internacional del Trabajo sobre las
medidas adoptadas de acuerdo con este artículo para someter la recomendación a la autoridad o
autoridades competentes, comunicándole, al mismo tiempo, los datos relativos a la autoridad o
autoridades consideradas competentes y las medidas por ellas adoptadas;

d) salvo la obligación de someter la recomendación a la autoridad o autoridades competentes, no


recaerá sobre los Miembros ninguna otra obligación, a excepción de la de informar al Director
General de la Oficina Internacional del Trabajo, con la frecuencia que fije el Consejo de
Administración, sobre el estado de su legislación y la práctica en lo que respecta a los asuntos
tratados en la recomendación, precisando en qué medida se han puesto o se propone poner en
ejecución las disposiciones de la recomendación, y las modificaciones que se considere o pueda
considerarse necesario hacer a estas disposiciones para adoptarlas o aplicarlas.

[...]

5.3. CONSTITUCIÓN DE LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, HECHA EL 22 DE JULIO DE


1946

Artículo 21

La Asamblea de la Salud tendrá autoridad para adoptar reglamentos referentes a:

a) requisitos sanitarios y de cuarentena y otros procedimientos destinados a prevenir la propagación


internacional de enfermedades;

b) nomenclaturas de enfermedades, causas de muerte y prácticas de salubridad pública;

c) normas uniformes sobre procedimientos de diagnóstico de uso internacional;

d) normas uniformes sobre la seguridad, pureza y potencia de productos biológicos, farmacéuticos y


similares de comercio internacional;

e) propaganda y rotulación de productos biológicos, farmacéuticos y similares de comercio


internacional.

Artículo 22

Estas reglamentaciones entrarán en vigor para todos los Miembros después de que se haya dado el
debido aviso de su adopción por la Asamblea de la Salud, excepto para aquellos Miembros que
comuniquen al Director General que las rechazan o hacen reservas dentro del periodo fijado en el
aviso.

Artículo 23

La Asamblea de la Salud tendrá autoridad para hacer recomendaciones a los Miembros respecto a
cualquier asunto que esté dentro de la competencia de la Organización.

5.4. CONVENCIÓN DE LAS NN UU SOBRE EL DERECHO DEL MAR, DE 10 DE DICIEMBRE DE 1982.


ARTÍCULO 160

Facultades y funciones

1. La Asamblea, en su carácter de único órgano integrado por todos los miembros de la Autoridad,
será considerada el órgano supremo de ésta, ante el cual responderán los demás órganos principales
tal como se dispone expresamente en esta Convención. La Asamblea estará facultada para establecer,
de conformidad con esta Convención, la política general de la Autoridad respecto de todas las
cuestiones de la competencia de ésta.

2. Además, la Asamblea tendrá las siguientes facultades y funciones:

[...]

f) i) Examinar y aprobar, por recomendación del Consejo, las normas, reglamentos y procedimientos
sobre la distribución equitativa de los beneficios financieros y otros beneficios económicos obtenidos
de las actividades en la Zona y los pagos y contribuciones hechos en aplicación de lo dispuesto en el
artículo 82, teniendo especialmente en cuenta los intereses y necesidades de los Estados en desarrollo
y de los pueblos que no hayan alcanzado la plena independencia u otro régimen de autonomía. La
Asamblea, si no aprueba las recomendaciones del Consejo, las devolverá para que éste las reexamine
atendiendo a las opiniones expuestas por ella;

ii) Examinar y aprobar las normas, reglamentos y procedimientos de la Autoridad y cualesquiera


enmiendas a ellos, aprobados provisionalmente por el Consejo en aplicación de lo dispuesto en el
inciso ii) del apartado o) del párrafo 2 del artículo 162. Estas normas, reglamentos y procedimientos
se referirán a la prospección, exploración y explotación en la Zona, a la gestión financiera y la
administración interna de la Autoridad y, por recomendación de la Junta Directiva de la Empresa, a
la transferencia de fondos de la Empresa a la Autoridad; [...]

5.5. TRATADO DE FUNCIONAMIENTO DE LA UNIÓN EUROPEA. ARTÍCULO 288

Para ejercer las competencias de la Unión, las instituciones adoptarán reglamentos, directivas,
decisiones, recomendaciones y dictámenes.

El reglamento tendrá un alcance general. Será obligatorio en todos sus elementos y directamente
aplicable en cada Estado miembro.

La directiva obligará al Estado miembro destinatario en cuanto al resultado que deba conseguirse,
dejando, sin embargo, a las autoridades nacionales la elección de la forma y de los medios.

La decisión será obligatoria en todos sus elementos. Cuando designe destinatarios, sólo será
obligatoria para éstos.

Las recomendaciones y los dictámenes no serán vinculantes.

5.6. LECTURAS RECOMENDADAS

KLABBERS, J., «The Life and Times of the Law of International Organizations: On the Character of
a Legal Doctrine», FYBIL , 2003, pp. 129-158.

KLABBERS, J., «The Transformation of International Organizations Law», EJIL , vol. 26, 2015, pp.
109-138.

RODRIGO HERNÁNDEZ, A. J., Las resoluciones obligatorias de las organizaciones internacionales de


cooperación , Madrid, 1997.

6. LAS RELACIONES ENTRE EL DERECHO INTERNACIONAL Y EL DERECHO INTERNO

6.1. INTRODUCCIÓN

Desde la perspectiva de la creación del derecho, el Estado actúa en un doble plano, interno e
internacional, dando lugar a dos ordenamientos distintos y autónomos en atención a su origen
pero llamados a relacionarse, partiendo del principio básico de la coherencia. En esta dirección, la
jurisprudencia internacional ha afirmado la supremacía del derecho internacional, postulado del
que se derivan dos consecuencias: de un lado, que el Estado está obligado a adoptar las medidas
legislativas internas que sean necesarias para asegurar la ejecución de los compromisos
adquiridos en el ámbito internacional; de otro, que el derecho interno no puede prevalecer sobre
las obligaciones internacionales, de forma que el Estado no puede invocar aquel derecho para
dejar de cumplir estas obligaciones.

Se trata de un tema que tiene una dimensión teórica importante, girando las aportaciones
doctrinales en torno a los polos del monismo y del dualismo, pero tiene también una dimensión
jurídico-positiva, habida cuenta de que los ordenamientos internos contienen, en mayor o menor
medida, disposiciones que dan respuesta a las cuestiones que se plantean, que son en particular la
recepción de las normas internacionales y su jerarquía y ejecución en el derecho estatal. También
es relevante la posición de los tribunales internos.

En España, nuestra Constitución parte de la voluntad de colaborar en el fortalecimiento de unas


relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la tierra y aborda las
relaciones de sistemas en su artículo 96, si bien esta disposición no ofrece solución expresa para
todas las cuestiones. El artículo 1.5 del Código Civil es también de aplicación en lo que atañe a los
tratados internacionales. Por su parte, la jurisprudencia de los tribunales españoles se caracteriza
mayoritariamente por una posición abierta a la coordinación de sistemas. La Ley 25/2014, de
Tratados y otros Acuerdos Internacionales regula la publicación de los tratados internacionales en
el BOE, determina su eficacia y proclama su prevalencia sobre cualquier otra norma interna salvo
las de rango constitucional.

6.2. CPJI ASUNTO RELATIVO AL INTERCAMBIO DE POBLACIONES GRIEGAS Y TURCAS. OPINIÓN


CONSULTIVA DE 21 DE FEBRERO DE 1925
La delegación turca, sin embargo, ha pretendido que el Convenio reenvía a las leyes nacionales y se
funda, entre otros, en el artículo 18 que dispone que «Las Altas Partes Contratantes se comprometen
a realizar en sus legislaciones respectivas las modificaciones que sean necesarias para asegurar la
ejecución del Presente Convenio». Pero esta cláusula no hace más que poner de relieve un principio
evidente por sí mismo, conforme al cual un Estado que ha contraído válidamente obligaciones
internacionales está obligado a introducir en su legislación las modificaciones necesarias para
asegurar la ejecución de los compromisos contraídos [...]

Si la delegación turca ha sostenido la tesis de reenvío tácito a la legislación nacional, ello parece ser
principalmente porque la solución contraria, según esta delegación, tendría como efecto el atentar a
la soberanía nacional. Pero como la Corte ha tenido ya ocasión de recordarlo en su sentencia en el
asunto Wimbledon, «la facultad de contraer compromisos internacionales es precisamente un
atributo de la soberanía del Estado» (CPJI, Serie A, nº 1, p. 25). Por lo demás, en el caso actual, las
obligaciones de los Estados contratantes son absolutamente iguales y recíprocas. Por tanto, no es
posible admitir que el Convenio que ha creado tales obligaciones, interpretado conforme a su sentido
natural, haya supuesto un atentado a la soberanía de las Altas Partes Contratantes.

6.3. CPJI ASUNTO RELATIVO AL TRATAMIENTO DE LOS NACIONALES POLACOS Y DE OTRAS


PERSONAS DE ORIGEN O LENGUA POLACA EN EL TERRITORIO DE DANTZIG . OPINIÓN
CONSULTIVA DE 4 DE FEBRERO DE 1932

Sin embargo, debe observarse que, si, por una parte, conforme a los principios generales admitidos,
un Estado no puede prevalerse respecto de otro de las disposiciones constitucionales de este último,
sino únicamente del derecho internacional y de los compromisos internacionales válidamente
contraídos, de otra parte, por el contrario, un Estado no puede invocar respecto de otro Estado su
propia Constitución para sustraerse a las obligaciones que le imponen el Derecho internacional o los
tratados en vigor. La aplicación de estos principios al caso actual tiene como efecto el que la cuestión
del tratamiento de los nacionales polacos y de otras personas de origen o lengua polaca deba ser
resuelta exclusivamente sobre la base de las reglas de Derecho internacional y de las disposiciones
convencionales en vigor entre Polonia y Dantzig.

6.4. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA APLICABILIDAD DE LA OBLIGACIÓN DE ARBITRAJE EN VIRTUD


DE LA SECCIÓN 21 DEL ACUERDO DE 26 DE JUNIO DE 1947 RELATIVO A LA SEDE DE LA
ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS . OPINIÓN CONSULTIVA DE 26 DE ABRIL DE 1988

57. En consecuencia, la Corte concluye que los Estados Unidos deben cumplir la obligación de
recurrir al arbitraje, de conformidad con la sección 21 del Acuerdo de Sede. Sin embargo, el hecho es
que, como ya ha observado la Corte, los Estados Unidos han declarado (carta de su Representante
Permanente de 11 de marzo de 1988) que sus medidas contra la Misión de Observación de la OLP
fueron tomadas «con independencia de cualesquiera obligaciones que el Acuerdo [de sede] pueda
imponer a los Estados Unidos». Si se interpretase esta declaración como referida, no sólo a las
obligaciones sustantivas impuestas, por ejemplo, por las secciones 11, 12 y 13, sino también la
obligación de recurrir al arbitraje establecida en la sección 21, esta conclusión no variaría. Bastaría
recordar el principio avalado por decisiones tan antiguas como la sentencia arbitral de 14 de
septiembre de 1872 en el asunto Alabama entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, y ha sido
frecuentemente citado desde entonces, por ejemplo en el asunto de las Comunidades greco-búlgaras
en el que la Corte Permanente de Justicia Internacional afirmó que:

«es un principio de Derecho Internacional universalmente aceptado el que en las relaciones entre
Potencias que son Partes de un tratado, las normas de derecho interno no pueden prevalecer sobre
las de los tratados» (CPJI, Serie B, nº 17, p. 32).

6.5. SENTENCIA TC 141/1998, DE 29 DE JUNIO DE 1998


5. Según criterio del recurrente, la mencionada garantía no ha sido respetada en su caso porque la
extradición se ha apoyado en una retirada de reserva a un precepto de un Tratado que no ha sido
publicada en un diario oficial y que por lo tanto no constituye derecho vigente. En esta falta de
publicación coinciden las resoluciones judiciales impugnadas, sólo que restan toda relevancia a este
aspecto.

Desde la perspectiva del ordenamiento jurídico español no ofrece dudas que la publicidad de las
normas y la publicación de las escritas es una exigencia constitucional. El art. 9.3 dispone que la
Constitución garantiza la publicidad de las normas. Según el art. 91 el Rey, tras la sanción y
promulgación de las Leyes, ordenará su inmediata publicación. Y el art. 96.1 establece que los
Tratados Internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España,
formarán parte del ordenamiento interno. En el ámbito de la legalidad ordinaria, el art. 1.5 del CC
determina que las normas jurídicas contenidas en los Tratados Internacionales no serán de
aplicación directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno
mediante su publicación íntegra en el «Boletín Oficial del Estado». Y en el art. 2.1 del mismo Código se
prevé que las Leyes entrarán en vigor a los veinte días de su completa publicación en el mismo
boletín, si en ellas no se dispone otra cosa.

Aunque el principio de publicidad de las normas no tiene la naturaleza de derecho fundamental (ATC
647/1986), no cabe duda de que viene exigido constitucionalmente en el art. 9.3 CE. Con carácter
general, esta garantía es consecuencia ineluctable de la proclamación de España como un Estado de
Derecho y se encuentra en íntima relación con el principio de seguridad jurídica consagrado en el
mismo art. 9.3 (SSTC 179/1989 y 151/1994). Desde la perspectiva de los ciudadanos adquiere una
relevancia esencial, ya que éstos sólo podrán asegurar sus posiciones jurídicas, así como su efectiva
sujeción y la de los poderes públicos al ordenamiento jurídico, si los destinatarios de las normas
tienen una efectiva oportunidad de conocerlas en cuanto tales normas, mediante un instrumento de
difusión general que dé fe de su existencia y contenido, por lo que resultarán evidentemente
contrarias al principio de publicidad aquellas normas que fueran de imposible o muy difícil
conocimiento (STC 179/1989).

6. El siguiente paso argumentativo consiste en dilucidar si la retirada de la reserva a un Tratado debe


ser o no publicada oficialmente para que produzca plenos efectos en nuestro ordenamiento,
publicación que –como se ha indicado– no consideran exigible los autos impugnados. En
consecuencia debe quedar al margen de nuestro examen tanto la constitucionalidad del Tratado, que
en ningún momento ha sido cuestionada, como los efectos de la retirada de la reserva en el
ordenamiento internacional.

Si la reserva consiste en una declaración unilateral hecha por un Estado al firmar, ratificar, aceptar o
aprobar un Tratado multilateral, o al adherirse a él, y si tiene por finalidad excluir o modificar los
efectos jurídicos de ciertas disposiciones del Tratado en su aplicación a ese Estado, según disponen
los arts. 2.1 d) y 21.1 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969 (cuyo
Instrumento de Adhesión fue publicado en el «Boletín Oficial del Estado» de 13 de junio de 1980), la
consecuencia es que la reserva, en cuanto modifica o excluye una disposición, forma parte del
Tratado y, por la misma razón, también forma parte de él la retirada de la misma. Se trata en este
caso de una reserva de exclusión de un precepto, plenamente efectiva en las relaciones
extradictorias entre Italia y España, ya que al estar prevista expresamente la posibilidad de
formularla en el art. 9.3 del Segundo Protocolo Adicional al Convenio Europeo de Extradición, no
requiere la aceptación ulterior de los demás Estados parte. En cuanto a la retirada de la reserva, se
puede producir en cualquier momento, sin necesidad de que el Estado que la hubiere aceptado
manifieste su consentimiento respecto a la retirada, de conformidad con el art. 22.1 de la Convención
de Viena. El Segundo Protocolo mencionado indica en su art. 9.3 que la retirada se efectuará
mediante una declaración dirigida al Secretario General del Consejo de Europa, y que surtirá efectos
el día de la fecha de su recepción. La reserva significaba en este supuesto la ausencia, de
consentimiento de la República Italiana para obligarse respecto al título III del Segundo Protocolo,
esto es, la falta de vigencia del mismo en las relaciones extradictorias italo-españolas; en tanto que la
retirada de dicha reserva implicaba, en principio, la entrada en vigor del referido título entre ambos
Estados.
El art. 32.2 del Decreto 801/1972, de 24 de marzo, sobre la ordenación de la actividad de la
Administración del Estado en materia de Tratados Internacionales obliga a que la retirada de las
reservas formuladas por otros Estados a los Tratados multilaterales en que España sea parte, sea
publicada en el «Boletín Oficial del Estado». Pero, lo que es más importante desde el punto de vista
constitucional, el art. 96.1 CE determina que formarán parte del ordenamiento interno aquellos
Tratados Internacionales, válidamente celebrados, una vez que hayan sido publicados oficialmente
en España.

Luego una cláusula de un Tratado –y ya se ha indicado que la retirada de reserva lo es– no entra a
formar parte del ordenamiento jurídico español si no ha sido previamente publicada de forma
oficial. Los Tribunales españoles no pueden aplicar un precepto convencional que no se ha integrado
en nuestro Derecho, especialmente si con él resulta afectado un derecho fundamental de los
particulares como es el de la libertad. Y este caso se enmarca precisamente en el ámbito de Tratados
que afectan a derechos fundamentales individuales, lo que se pone de relieve porque la ratificación
del Segundo Protocolo Adicional al Convenio Europeo de Extradición ha sido autorizada por las
Cortes Generales en virtud del art. 94.1 CE. Ha de tenerse además en cuenta que en el ámbito de la
extradición pasiva el derecho a la libertad no sólo está comprometido por lo que respecta a la
condena a una sanción penal o, más aún como en este caso, al cumplimiento de una pena de
reclusión en el Estado requirente, sino asimismo por lo que se refiere a impedir la permanencia en
territorio español de un extranjero mediante su traslado forzoso a la frontera y entrega a las
autoridades reclamantes. Por otra parte, el incumplimiento de las autoridades españolas de sus
obligaciones respecto a la publicación de las incidencias de un Tratado no puede repercutir
perjudicialmente en la esfera de intereses de un individuo reclamado de extradición.

7. Los argumentos que emplean tanto la Sección Segunda como la Sala de lo Penal en Pleno de la
Audiencia Nacional para dar por válida la retirada de reserva no publicada oficialmente no
modifican la conclusión que se acaba de alcanzar. En efecto, la circunstancia de que sí esté publicado
en el «Boletín Oficial del Estado» el Segundo Protocolo Adicional no sirve para paliar la ausencia de
aparición en un diario oficial español de la retirada de reserva en cuestión, puesto que como ya
hemos dejado sentado, tal retirada afecta a un aspecto esencial del Tratado, a saber, que las partes se
encuentren vinculadas por uno de sus preceptos. A lo que hay que añadir que la publicación en el
«Boletín Oficial del Estado» de 11 de junio de 1985, del Instrumento de Ratificación del Segundo
Protocolo incluyó precisamente la reserva formulada por Italia al título III, lo que daba pie a
entender que el mismo no regía en las relaciones italo-españolas, y eso es lo que ocurre
efectivamente hasta tanto no sea publicada oficialmente en España la retirada de esa reserva.

No hace falta entrar en la cuestión de si se ha cumplido o no la necesaria notificación de la retirada


de la reserva por parte del Secretario del Consejo de Europa a España, obligatoria en virtud de lo
dispuesto por el art. 12 g) del Segundo Protocolo, dado que tal regla no supone en absoluto una
modificación del art. 96.1 CE. Por la misma razón tampoco puede ser suplida la falta de publicación
exigida constitucionalmente por el hecho de que la retirada de la reserva haya sido comunicada
directamente a la Audiencia Nacional por las autoridades italianas, porque los justiciables no tienen
obligación de conocer el Derecho escrito aplicable a través de los precedentes judiciales, sino, en todo
caso, la posibilidad de conocerlo mediante su publicación en los diarios oficiales.

En suma, la Audiencia Nacional declaró procedente la extradición en aplicación de un precepto que,


al no estar publicada oficialmente la retirada de reserva que le afectaba, no formaba parte del
ordenamiento jurídico español y, en consecuencia, vulneró la garantía fundamental de la extradición
de que ésta sólo pueda ser concedida en cumplimiento de un Tratado o de la Ley, atendiendo al
principio de reciprocidad.

La procedencia del amparo por este motivo hace innecesario que nos ocupemos de las restantes
vulneraciones de derechos fundamentales aducidas por el recurrente.

6.6. SENTENCIA TS (SALA DE LO MILITAR, SECCIÓN 1ª), NÚM. 198/2009, DE 19 DE ENERO DE 2009

FUNDAMENTOS DE DERECHO
[...]

SEGUNDO

Al amparo del artículo 88.1 d) de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa alega el


promoviente, en el primero de los motivos casacionales, haberse vulnerado su derecho a la libertad
personal consagrado en el artículo 17 de la Constitución en relación con el artículo 10 de esta
última, que establece que las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la
Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos
Humanos y los tratados y acuerdos sobre las mismas materias ratificados por España, pues siendo así
que el artículo 5.2 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales establece que nadie puede ser privado de su libertad salvo en los casos y con arreglo
al procedimiento establecido por la ley, es decir, si ha sido penado legalmente en virtud de una
sentencia dictada por un tribunal competente y no por una autoridad administrativa, la sanción de
privación de libertad impuesta al recurrente vulnera el citado Convenio –pues España no tiene
realizada reserva alguna al mismo para la Ley Orgánica 8/1998–, el artículo 10 de la Constitución y el
derecho fundamental del artículo 25 del Primer Cuerpo Legal. Finalmente, al amparo del artículo
35.1 de la Ley Orgánica 2/1979, de 3 de octubre, del Tribunal Constitucional, insta a la Sala a plantear
al Juez de la Constitución la cuestión de inconstitucionalidad de los artículos 28 a 36 de la Ley
Orgánica 8/1998, que, a su juicio, vulneran la Constitución Española.

En síntesis, a juicio del recurrente su derecho a la libertad personal se habría visto lesionado porque
la Ley Orgánica 8/1998, de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, entró en vigor sin haberse
renovado la reserva formulada por España al ratificar, mediante Instrumento de 4 de octubre de
1979, el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales hecho en Roma el 4 de noviembre de 1950, reservándose la aplicación de los artículos
5 y 6 del mismo «en la medida en que fueran incompatibles con las disposiciones que, en relación
con el régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas, se contienen en el Título XV del Tratado II y en
el Título XXIV del Tratado III del Código de Justicia Militar» de 1945, a la sazón vigente.

Dicha reserva a los artículos 5 y 6 del aludido Convenio fue mantenida ( BOE núm. 234, de 30 de
septiembre de 1986) en relación con la Ley Orgánica 12/1985, de 27 de noviembre, del Régimen
Disciplinario de las Fuerzas Armadas, que entró en vigor el 1 de junio de 1986, y cuyos Capítulos II
del Título III y II, III y V del Título IV vinieron a sustituir a las mencionadas disposiciones del por ella
derogado Código de Justicia Militar.

Ciertamente, al promulgarse la Ley Orgánica 8/1998, de 2 de diciembre, actualmente vigente, que


derogó la Ley Orgánica 12/1985, no se formuló por España declaración alguna al respecto, de lo que
concluye el recurrente que la facultad de la Administración militar para imponer sanciones
privativas de libertad que, «a contrario sensu», otorga a aquella el artículo 25.3 de la Constitución y
que, a partir de la entrada en vigor para España del Convenio Europeo para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales hecho en Roma el 4 de noviembre de 1950,
encontró cobertura en la reserva que el Estado español formuló a los artículos 5 y 6 del aludido
tratado en el momento de ratificarlo, carecía, en la fecha en que fue sancionado por el Coronel Jefe
del Ala núm. 37 y Base Aérea de Villanubla (Valladolid), de la cobertura de la reserva efectuada en
1979 y mantenida en 1986, por lo que, al serle impuesta con arreglo a la Ley Orgánica 8/1998, de 2 de
diciembre, la sanción privativa de libertad que ahora recurre se habría producido la lesión de su
derecho esencial a la libertad personal puesto que una vez vigente la Ley Orgánica 8/1998 no se
habría llevado a cabo por el Estado español manifestación alguna en relación a los artículos 5 y 6 del
Convenio de Roma.

No comparte la Sala tal inferencia como resulta del tenor de nuestras Sentencias de 6 de febrero, 28
de octubre y 13 de noviembre de 2008. La reserva formulada en 1979 y «mantenida» en 1986, en
ambos casos al amparo del artículo 64 del Convenio Roma de 4 de noviembre de 1950, ha sido
igualmente «mantenida» en 2007 por España ( BOE núm. 267, de 7 de noviembre de 2007) en relación
a la Ley Orgánica 8/1998, de 2 de diciembre. Como dice nuestra Sentencia de 6 de febrero de 2008 «la
reserva española "tenía y ha tenido siempre por objeto el régimen disciplinario de las Fuerzas
Armadas" (F.D. 37, apartado tercero STEDH. 02.11.2006) en un principio regulado en el CJM
(Instrumento de Ratificación de fecha 26.09.1979), posteriormente reemplazado por LO 12/1985, de lo
que se informó el 28.05.1986 a las Partes del Convenio. Esta última LO ha sido sustituida a su vez por
la vigente LO 8/1998, cambio legislativo de que el Consejo de Europa no fue informado con
anterioridad a la entrada en vigor de la reiterada LO. 8/1998, ni tal comunicación se ha producido
hasta el 23.05.2007 fecha en la que el Reino de España mantuvo su reserva en los términos
publicados en el BOE de 07.11.2007, esto es, "España, de conformidad con el artículo 64 del Convenio,
se reserva la aplicación de los artículos 5 y 6 en la medida que resulten incompatibles con la Ley
Orgánica 8/1998, de 2 de diciembre – Capítulos II y III del Título III y Capítulos I, II, III, IV y V del
Título IV– del Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, que entró en vigor el 3 de febrero de
1999"»; tras ello, la indicada Sentencia señala que «ninguna duda creemos que existe sobre el ámbito
material de la reserva, cuya corrección en el momento de ser formulada no ha llegado a
cuestionarse, en la medida en que se presentó en tiempo oportuno, respecto de una disposición
particular del Convenio, en cuanto que una Ley en vigor estaba en desacuerdo con la disposición, se
acompañó la reserva de una breve exposición de la Ley del Estado y la dicha reserva no tenía
carácter general (art. 64 del Convenio, actual art. 57 y SSTEDH recaídas en los casos "Belilos", de
fecha 29.04.1988 y "Weber" 22.05.1990). La duda que suscita el recurrente se sitúa en relación con la
validez de aquella reserva, tras la omisión del Estado español del deber de informar sobre la
sustitución de la LO 12/1985 por la LO 8/1998. Quien recurre sostiene que los efectos de la reserva,
esto es, la exclusión de los efectos jurídicos de aquellas normas convencionales (arts. 5 y 6 del
Convenio), en cuanto a su aplicación al Estado español (vid. art. 2.1. d) de la Convención de Viena),
habrían quedado en suspenso reanudando su virtualidad a raíz de la formalización de lo que la parte
llama reserva hecha en 2007 sin adicionales matizaciones. No compartimos lo que se afirma porque,
sin perjuicio de la competencia del TEDH para declarar la validez de las reservas, en el caso de haber
decaído la misma como consecuencia de aquella falta de comunicación, no creemos que pueda
reactivarse una reserva ya finalizada porque ello sería contrario al texto y al espíritu del Convenio,
que solo consiente reservas hechas al tiempo de su firma o adhesión (actual art. 57 del Convenio)».

La cuestión básica a resolver es, pues, si la falta de notificación por el Estado español al Secretariado
del Consejo de Europa de la modificación legislativa operada a partir de 1998 respecto al Régimen
Disciplinario de las Fuerzas Armadas afecta a la virtualidad de la reserva inicialmente formulada en
1979 y «mantenida» en 1986 a los artículos 5 y 6 del Convenio Europeo de 1950 en relación con dicho
Régimen Disciplinario. Como indica esta Sala en su Sentencia de 13 de noviembre de 2008 en relación
a si el Estado español debió actualizar la reserva inicialmente formulada a los artículos 5 y 6 del
Convenio hecho en Roma el 4 de noviembre de 1950 «respecto al personal militar o si, por el
contrario, tratándose de una ley idéntica no era necesario, dada la homogeneidad de los regímenes
disciplinarios establecidos en ambas leyes, notificar el cambio legislativo», y tras puntualizar que «el
Estado Español siempre ha tenido la voluntad de mantener la reserva a los arts. 5.1 y 6.1 del CEDH,
en el caso de las Fuerzas Armadas, como lo demuestran las sucesivas actualizaciones que hizo a la
reserva inicial, no importa que en el caso de la Ley 8/98 no lo hiciera hasta Mayo de 2.007», concluye
la indicada Sentencia que «el Convenio de Roma no establece obligación por parte de los Estados de
actualizar las reservas hechas al inicio de la ratificación del Tratado. Sin embargo, la praxis y lo que
es más relevante a los efectos aquí examinados, el TEDH (caso Dacosta Silva de 2 de noviembre de
2.006 ) así lo exigen por razones de seguridad jurídica, ya que pudiera ocurrir que la normativa
sustitutiva de la anterior que sí fue objeto de reserva, introdujera modificaciones sustanciales
respecto a la antigua normativa, de suerte que pudiera resultar incompatible con el Convenio de
Roma, de ahí que el Tribunal obligue a los Estados nacionales a comunicar cada cambio legislativo
que se produzca respecto a las leyes objeto de reserva a fin de verificar su acomodación a los
términos del Convenio».

La aludida Sentencia de 13.11.2008 señala que «sentado por las razones dichas que existe obligación
de actualizar las reservas (STEDH Caso Belilos vs Suiza de 29 de abril de 1.988 y Weber vs Suiza 22 de
mayo de 1.990 ) cualquiera que sea la denominación utilizada, la inmediata cuestión a dilucidar es si
la reserva queda suspendida hasta que se actualice o si, por el contrario, continua en vigor en tanto
que el Tribunal declare incompatible la nueva ley con el Tratado», y frente a la tesis del recurrente
que «así lo entiende con la consecuencia de que el arresto impuesto en el tiempo en que la reserva
aún no había sido actualizada es nulo», afirma que «esta Sala por el contrario, tal como dijimos en
nuestras sentencias anteriormente citadas, considera que la reserva a los arts. 5.1 y 6.1 del Convenio
estaba en vigor en la fecha en que tuvo lugar el arresto del recurrente y ello porque las reservas
cumplen una función diferente a la de las actualizaciones. En efecto, las reservas (admitidas en el
Convenio de Roma siempre que no sean generales) tienen como fin excluir en los términos que el
Convenio autoriza la aplicación de algunos preceptos de este último. Por el contrario, las
actualizaciones responden a otra finalidad: la de permitir un control a posteriori por parte del TEDH
de que las modificaciones introducidas en la ley objeto de reserva se ajustan al Convenio, al no
introducir un régimen jurídico diferente al anterior, salvo modificaciones, y, por tanto, no esencial.
Pues bien, desde esta perspectiva, es decir, del fin de la norma, es claro que en el presente caso el
hecho de que el Estado Español se retrasase varios años en la notificación del cambio legislativo
realizado en el régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas, no conlleva como se pretende, la
nulidad del arresto impuesto al recurrente ya que la notificación de la aprobación de la ley permite
al TEDH comprobar, aunque tardíamente bien es cierto, si la mencionada ley se adapta o no al
Convenio, pudiendo ocurrir que el TEDH así lo considerase (lo que por otra parte parece improbable,
pues como señalamos en nuestras sentencias anteriormente referidas, se trata de leyes, la anterior y
la nueva, prácticamente idénticas), en cuyo caso la reserva hecha carecería de efectos respecto a la
ley posterior, siendo de aplicación la integridad del Convenio, pero hasta que esta hipótesis no se de,
la reserva es válida en razón a que su eficacia no queda condicionada, como se sostiene de contrario,
a su actualización ya que esta cumple una función distinta: la de propiciar en su caso que el TEDH
pueda hacer un examen a posteriori respecto a la compatibilidad de la nueva ley con el Convenio.
Efectuada esta actualización, habrá de ser el propio TEDH quien en su caso, declare incompatible la
ley con el Tratado. Hasta que esta eventualidad no se produzca, la reserva inicialmente hecha por el
Estado Español extiende sus efectos a la ley 8/98 de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas».

TERCERO

En relación con lo que ha quedado expuesto, hemos de señalar que el Tribunal Constitucional en su
Sentencia núm. 141/1998, de 29 de junio, seguida por la del Pleno de dicho Tribunal núm. 292/2005,
de 10 de noviembre, afirma que «la reserva consiste en una declaración unilateral hecha por un
Estado al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado multilateral, o al adherirse a él, y si tiene por
finalidad excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado en su aplicación
a ese Estado, según disponen los arts. 2.1d) y 21.1 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
tratados de 1969 (cuyo Instrumento de adhesión fue publicado en el BOE de 13 de junio de 1980), la
consecuencia es que la reserva, en cuanto modifica o excluye una disposición, forma parte del
tratado y, por la misma razón, también forma parte de él la retirada de la misma». En este mismo
sentido se pronuncia el artículo 2 d) de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, a la
que se adhirió España mediante Instrumento de 16 de mayo de 1972 ( BOE núm. 142, de 13 de junio
de 1980).

La reserva formulada por España en 1979 a los artículos 5 y 6 del Convenio de 4 de noviembre de
1950 puede calificarse como una reserva sustantiva de exclusión de cláusulas del Convenio, pues
trata de evitar o excluir algunos de los efectos jurídicos que se derivan de los citados preceptos,
siendo una reserva permitida por el tratado sobre el que opera (artículo 64 del primitivo texto del
mismo, hoy 57 según la modificación del articulado operada por el Protocolo núm. 11, de 11 de mayo
de 1994, ratificado por España el 16 de diciembre de 1996 – BOE núm. 152, de 26 de junio de 1998–) y
compatible con el objeto y el fin del mismo; la reserva española de mérito forma, pues, parte
integrante del Convenio desde 1979.

Dado que, a tenor del artículo 21.1 a) y b) de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados
de 23 de mayo de 1969, la reserva modifica las disposiciones del tratado respecto a las que se
formula, «en la medida determinada por la misma», en las relaciones del Estado autor de la reserva
con los demás Estados Partes en el tratado y viceversa y que, de conformidad con lo preceptuado por
el artículo 23.4 de dicha Convención de Viena, la retirada de la reserva «habrá de formularse por
escrito», es obvio que, en tanto esto último no se hubiere llevado a cabo, la reserva, una vez
formulada por el Estado, surte sus efectos indefinidamente, a menos que el tratado respecto al que se
haga disponga expresamente otra cosa, lo que no es el caso del artículo 57 del Convenio Europeo de 4
de noviembre de 1950.
En efecto, la reserva, en cuanto que, una vez aceptada, forma parte integrante del tratado –y, como
dice la aludida STC 292/2005, de 10 de noviembre, siguiendo la STC 141/1998, de 29 de junio, «no
entra a formar parte del ordenamiento jurídico español si no ha sido previamente publicada de
forma oficial»–, debe, por ende, ser publicada con éste, ya que, como estipula el artículo 29.2 del
Decreto 801/1972, de 24 de marzo, sobre ordenación de la actividad de la Administración del Estado
en materia de tratados internacionales, la publicación en el BOE de los tratados en que España sea
Parte se llevará a cabo «mediante la inserción del texto íntegro del tratado..., así como, en su caso, de
las reservas o declaraciones formuladas...»; como afirma la STC 141/1998, tan nombrada, el principio
de publicidad de las normas a través de su publicación en el BOE viene a ser exigencia del artículo
9.3 en relación con el 96.1, ambos de la Constitución y 1.5 del Código Civil, principio que guarda
íntima relación con el de seguridad jurídica consagrado en el mentado artículo 9.3 de la Norma Legal
Fundamental (SSTC 179/1989, 151/1994 y 141/1998). Y, en idéntico sentido, debe la reserva, para dejar
de surtir sus efectos, ser formalmente retirada mediante la correspondiente publicación en el BOE ,
como estipula el artículo 32.2 del indicado Decreto 801/1972, de manera que, como señala la tan
aludida STC 141/1998, «la reserva, en cuanto modifica o excluye una disposición forma parte del
Tratado y, por la misma razón, también forma parte de él la retirada de la misma», de manera que
«una cláusula de un Tratado –y ya se ha indicado que la retirada de reserva lo es– no entra a formar
parte del ordenamiento jurídico español si no ha sido publicada previamente de forma oficial».

En suma, a tenor de la STC 292/2005 siguiendo la STC 141/1998, «las reservas a un convenio, y
consecuentemente su eliminación, forman parte del convenio mismo, pues delimitan su ámbito de
aplicación, tal y como dispone el art. 21.1 de la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados
de 1969... y por tanto deben ser publicadas. Una publicación que además también resulta preceptiva
a la luz del Derecho interno español, en el que el art. 32 del Decreto 801/1972 exige la publicación no
sólo de las retiradas de las reservas, sino asimismo de cualquier "acto internacional relativo a la
enmienda, modificación, terminación y suspensión de la aplicación de los tratados en los que sea
parte España"», de manera que el formalismo de la reserva –consecuencia de la exigencia de certeza
jurídica en cuanto al alcance del consentimiento del Estado en obligarse que es consustancial al
Derecho de los Tratados–, consistente en la forma expresa y escrita de ésta y su comunicación oficial,
consignándola en un Instrumento diplomático, al momento en que el Estado manifiesta su
consentimiento en obligarse definitivamente por un tratado, impide entender que la reserva
formulada por España en 1979 a los artículos 5 y 6 del Convenio Europeo para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales pudiera encontrarse condicionada en su
virtualidad o eficacia a la, a tales efectos accesoria, circunstancia de la comunicación al Secretariado
del Consejo de Europa de los cambios legislativos que se produzcan en la materia a que dicha reserva
se contrae –en el caso que nos ocupa, el Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas, y, más en
concreto, la imposición con arreglo al mismo por la Administración militar de sanciones privativas
de libertad–, pues, como dice nuestra citada Sentencia de 13 de noviembre de 2008, la actualización
de la reserva en relación a la Ley interna que venga a regular la materia objeto de reserva cumple,
únicamente, la función de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que instituye el
artículo 19 del Convenio de Roma de 1950 pueda examinar el respeto, por el Estado Parte que lleva a
cabo la notificación o comunicación, de los compromisos que resultan del mismo –y no se olvide, a
efectos de dicho examen, que, como hemos dicho, del texto del Convenio forma parte, en relación a
tal Estado, el de la reserva–. Aceptar la tesis de la recurrente comportaría atribuir al hecho de no
comunicar al Secretariado del Consejo de Europa una modificación legislativa afectante a la materia
sobre la que recae la reserva los mismos efectos que hubiera producido la retirada de esta última.

En definitiva, la reserva española de 1979 a los artículos 5 y 6 del Convenio de Roma de 1950 surte
efectos indefinidamente en relación a éste último, puesto que forma parte del mismo, en tanto no se
retire o revoque formalmente en los términos al efecto previstos en el artículo 22 de la Convención
de Viena de 23 de mayo de 1969, como así lo demuestra, a mayor abundamiento, la práctica española
al respecto (retirada, el 5 de enero de 1979 – BOE de 31 de julio de 1979–, de la reserva formulada por
nuestro país, al momento de ratificar, mediante Instrumento de 4 de agosto de 1952, el Convenio III
de Ginebra de 12 de agosto de 1949, en relación a la expresión «derecho internacional vigente»
utilizada en el artículo 99 de dicho tratado, surtiendo efectos dicha retirada a partir de su
comunicación al Depositario del Convenio el 10 de mayo de 1979 ), debiendo tal retirada o
revocación, para surtir sus efectos tanto «in foro domestico» como en el ámbito internacional,
llevarse a cabo de la misma forma en que se produjo la formulación de la reserva, es decir, por las
Cortes Generales, en los términos previstos en los artículos 94.1 de la Constitución y 160 en relación
con el 155.2, ambos del Reglamento del Congreso de los Diputados de 10 de febrero de 1982 y
concordantes del Reglamento del Senado de 3 de mayo de 1994.

No habiéndose retirado, pues, la reserva por el Estado español, ésta surtió sus plenos efectos desde la
entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/1998, de 2 de diciembre, hasta la comunicación al Secretariado
del Consejo de Europa, el 23 de mayo de 2007, de la modificación habida por dicha Ley Orgánica en la
materia objeto de reserva, sin que, por tanto, pueda prosperar la pretensión de la recurrente de que
los arrestos impuestos en tal lapso temporal al amparo de dicha Ley Orgánica fueren nulos.

En suma, el mantenimiento de la reserva de 1979 llevado a cabo por España en 2007 no comporta
sino que el Consejo de Europa y el TEDH en su caso tengan conocimiento de que la materia objeto de
reserva aparece ahora regulada en la Ley Orgánica 8/1998, es decir, una mera notificación de que las
disposiciones de la Ley Orgánica 12/1985 a que se refería la comunicación de 28 de mayo de 1986 han
venido a ser reemplazadas por las de la Ley Orgánica 8/1998 que se mencionan en la comunicación
de 23 de mayo de 2007, manteniéndose la reserva formulada en 1979 a los aludidos artículos 5 y 6 del
Convenio Europeo de 1950 en la medida en que continuaren resultando estos incompatibles con las
disposiciones que se citan de la Ley Orgánica 8/1998, de 2 de diciembre.

Efectuadas las consideraciones que anteceden, concluimos, dentro de nuestra competencia y al


objeto de resolver el motivo casacional, que la materia de los arrestos impuestos a los miembros de
las Fuerzas Armadas en aplicación del Régimen Disciplinario propio de éstas continuaba rigiéndose,
al momento de adoptarse la resolución sancionadora, por la norma específica que la regula
representada por la Ley Orgánica 8/1998, de 2 de diciembre, que forma parte del Derecho interno
nacional en función y como efecto derivado de la reserva formulada por España en 1979 a los
artículos 5 y 6 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales, la cual fue actualizada en 1986 y ha sido mantenida en 2007; de manera que,
conforme a la doctrina del Tribunal Constitucional, recogida en las SSTC 21/1981, de 15 de junio,
44/1983, de 24 de mayo, 31/1985, de 5 de marzo, y 14/1999, de 22 de febrero, y nuestra propia
jurisprudencia (Sentencias citadas de 06.02, 28.10 y 13.11.2008 ), el hecho de la imposición, con
sujeción a la expresada Ley Orgánica 8/1998 y desde la entrada en vigor de ésta, de las reiteradas
sanciones –arrestos– privativas de libertad en el ámbito singular propio del Régimen Disciplinario de
las Fuerzas Armadas no vulnera por sí solo las disposiciones del aludido Convenio Europeo de 4 de
noviembre de 1950 comprendidas en la reserva ni, por ende, el derecho fundamental que se invoca a
la libertad personal del artículo 17 de la Constitución.

Con desestimación del motivo.

6.7. LEY 27/2014, DE 27 DE NOVIEMBRE, DE TRATADOS Y OTROS ACUERDOS INTERNACIONALES.


ARTÍCULOS 23, 24, 28 Y 31

Artículo 23. Publicación en el Boletín Oficial del Estado y entrada en vigor .

1. Los tratados internacionales válidamente celebrados se publicarán íntegramente en el «Boletín


Oficial del Estado». Dicha publicación habrá de producirse al tiempo de la entrada en vigor del
tratado para España o antes, si se conociera fehacientemente la fecha de su entrada en vigor.

2. Si se hubiera convenido la aplicación provisional de un tratado o de parte del mismo, se procederá


a su inmediata publicación. En su momento se publicará la fecha de la entrada en vigor para España
o, en su caso, aquella en que termine su aplicación provisional.

3. Los tratados internacionales formarán parte del ordenamiento jurídico interno una vez publicados
en el «Boletín Oficial del Estado».

Artículo 24. Contenido de la publicación.

1. La publicación de un tratado internacional en el «Boletín Oficial del Estado» incluirá el texto


íntegro del tratado junto a cualesquiera instrumentos y documentos anejos o complementarios, así
como los actos unilaterales dependientes del tratado. Además, se publicará la fecha de entrada en
vigor del tratado y, en su caso, la de aplicación provisional y su terminación.

2. Asimismo se publicará en el Boletín Oficial del Estado cualquier acto posterior que afecte a la
aplicación de un tratado internacional.

[...]

Artículo 28. Eficacia.

1. Las disposiciones de los tratados internacionales válidamente celebrados solo podrán ser
derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con
las normas generales de Derecho Internacional.

2. Los tratados internacionales válidamente celebrados y publicados oficialmente producirán efectos


en España desde la fecha que el tratado determine o, en su defecto, a partir de la fecha de su entrada
en vigor.

[...]

Artículo 31. Prevalencia de los tratados.

Las normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales válidamente celebrados y publicados
oficialmente prevalecerán sobre cualquier otra norma del ordenamiento interno en caso de conflicto
con ellas, salvo las normas de rango constitucional.

6.8. LECTURAS RECOMENDADAS

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «Artículo 96», Comentarios a la Constitución Española. XXX
Aniversario , (M. E. CASAS BAAMONDE, M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO-FERRER dirs.),
Fundación Wolters Kluwer, Madrid, 2009, pp. 1610-1623.

DÍEZ-HOCHLEITNER, J., «Artículo 28. Eficacia», Comentarios a la Ley de Tratados y otros Acuerdos
Internacionales , (ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, J. DÍEZ-HOCHLEITNER, J. MARTÍN Y PÉREZ
DE NANCLARES dirs.) Civitas/Thomson Reuters, Cizur Menor, 2015, pp. 509-520.

DÍEZ-HOCHLEITNER, J., «Artículo 31. Prevalencia de los tratados», Comentarios a la Ley de


Tratados y otros Acuerdos Internacionales , (ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, J. DÍEZ-
HOCHLEITNER, J. MARTÍN Y PÉREZ DE NANCLARES dirs.) Civitas/Thomson Reuters, Cizur Menor,
2015, pp. 575-589.

LIÑÁN NOGUERAS, D.J., «Artículo 23. 1 y 3. Publicación en el Boletín Oficial del Estado y entrada
en vigor», Comentarios a la Ley de Tratados y otros Acuerdos Internacionales , (P. ANDRÉS SÁENZ
DE SANTA MARÍA, J. DÍEZ-HOCHLEITNER, J. MARTÍN Y PÉREZ DE NANCLARES dirs.)
Civitas/Thomson Reuters, Cizur Menor, 2015, pp. 451-473.

LIÑÁN NOGUERAS, D.J., «Artículo 24. Contenido de la publicación», Comentarios a la Ley de


Tratados y otros Acuerdos Internacionales , (P. ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, J. DÍEZ-
HOCHLEITNER, J. MARTÍN Y PÉREZ DE NANCLARES dirs.) Civitas/Thomson Reuters, Cizur Menor,
2015, pp. 477-485.

RODRÍGUEZ CARRIÓN, A., «Democracia y política exterior», CEBDI , vol. X, 2006, pp. 555-630.

ROLDÁN BARBERO, J., «La interacción entre las normas internas e internacionales en el acervo
jurídico europeo», RDCE , vol. 6, 2002, pp. 677-721.
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L. I., «Las relaciones entre el derecho internacional y el derecho interno en
el sistema español», Derecho internacional público: problemas actuales , Servicio de Publicaciones
de la Facultad de Derecho UCM-Eurolex, Madrid, 1993, pp. 69-125.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo IV. La aplicación de las normas internacionales

Capítulo IV

La aplicación de las normas internacionales

Sumario:

1. La responsabilidad internacional
1.1. Introducción
1.2. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente
ilícitos, aprobado por la CDI en segunda lectura en su 53º período de sesiones (2001)
1.3. CIJ Asunto LaGrand (Alemania c. Estados Unidos de América). Auto de 3 de marzo de 1999
1.4. CIJ Asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), fondo. Sentencia de 27 de julio de 1986
1.5. CIJ Asunto relativo a la Aplicación de la Convención para la prevención y sanción del
crimen de genocidio (Bosnia Herzegovina c. Yugoslavia (Serbia y Montenegro)). Sentencia
de 26 de febrero de 2007
1.6. CIJ Asunto de la Barcelona Traction, Light&Power Company, Limited. Sentencia de 5 de
febrero de 1970
1.7. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad de los Estados, aprobado por la CDI en
primera lectura en su 48º período de sesiones (1996)
1.8. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad de las organizaciones internacionales,
aprobado por la CDI en segunda lectura en su 63º período de sesiones (2011)
1.9. CIJ Asunto relativo al Proyecto Gabčíkovo-Nagymaros (Hungría/Eslovaquia). Sentencia de
25 de septiembre de 1997
1.10. CIJ Asunto de las Consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio
palestino ocupado. Opinión Consultiva de 9 de julio de 2004
1.11. CIJ Asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), fondo. Sentencia de 27 de junio de 1986
1.12. CIJ Asunto Avena y otros nacionales mexicanos (México c. Estados Unidos de América).
Sentencia de 31 de marzo de 2004
1.13. CIJ Asunto de las Actividades armadas en el territorio del Congo (República Democrática
del Congo c. Uganda). Sentencia de 19 de diciembre de 2005
1.14. CIJ Asunto relativo a la Aplicación de la Convención para la prevención y represión del
crimen de genocidio (Bosnia-Herzegovina c. República Federal Yugoslava (Serbia y
Montenegro)). Sentencia de 26 de febrero de 2007
1.15. CIJ Asunto relativo a Ciertas cuestiones de asistencia mutua en materia penal (Yibuti c.
Francia). Sentencia de 4 de junio de 2008
1.16. CIJ Asunto de las Plantas de celulosa en el río Uruguay (Argentina c. Uruguay). Sentencia
de 20 de abril de 2010
1.17. CIJ Asunto Ahmadou Sadio Diallo (República de Guinea c. República Democrática del
Congo) (Indemnización debida por la República Democrática del Congo a la República de
Guinea). Sentencia de 19 de junio de 2012
1.18. CIJ Asunto de las Inmunidades jurisdiccionales del Estado (Alemania c. Italia; Grecia
(interviniente)). Sentencia de 3 de febrero de 2012
1.19. CIDH Caso de la Masacre de Mapiripán vs. Colombia. Sentencia de 15 de septiembre de
2005
1.20. Lecturas recomendadas
2. La protección diplomática
2.1. Introducción
2.2. Proyecto de artículos sobre la protección diplomática, aprobado por la CDI en su 58º
período de sesiones (2006)
2.3. Comisión de Conciliación italo-americana. Asunto Florencia Strusky-Mergé. Decisión de
10 de junio de 1955
2.4. Consejo de Estado. Dictamen 727/2005, de 14 de julio de 2005
2.5. CIJ Asunto de la Barcelona Traction, Light & Power Company, Limited (Bélgica c. España).
Sentencia de 5 de febrero de 1970
2.6. CIJ Asunto relativo a Ahmadou Sadio Diallo (República de Guinea c. República
Democrática del Congo). Sentencia de 24 de mayo de 2007
2.7. Lecturas recomendadas
3. Los mecanismos de autotutela y las sanciones internacionales
3.1. Introducción
3.2. Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente
ilícitos, aprobado por la CDI en segunda lectura en su 53º período de sesiones (2001)
3.3. CIJ Asunto relativo al Proyecto Gabčíkovo-Nagymaros (Hungría/Eslovaquia). Sentencia de
25 de septiembre de 1997
3.4. Un mundo más seguro: la responsabilidad que compartimos. Informe del Grupo de alto
nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio (2004)
3.5. Introducción y aplicación de sanciones impuestas por las Naciones Unidas. A/RES/64/115,
Anexo
3.6. Cuestiones generales relativas a las sanciones. S/RES/1730 (2006)
3.7. Amenazas a la paz y la seguridad internacionales causadas por actos terroristas.
S/RES/1904 (2009)
3.8. Amenazas a la paz y la seguridad internacionales causadas por actos terroristas.
S/RES/2253 (2015)
3.9. Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Resolución 1597 (2008). Listas negras del
Consejo de Seguridad y la Unión Europea
3.10. STJCE de 3 de septiembre de 2008 (Kadi y Al Barakaat c. Consejo y Comisión, asuntos
acumulados C-402/05 P y C-415/05 P)
3.11. TJUE Conclusiones del Abogado General Y. Bot, presentadas el 19 de marzo de 2013
(Comisión, Consejo, Reino Unido c. Kadi, asuntos C-584/10 P, C-593/10 P, C-595/10 P)
3.12. No proliferación/República Popular Democrática de Corea. S/RES/2270 (2016)
3.13. No proliferación. S/RES/1696 (2006)
3.14. No proliferación. S/RES/1929 (2010)
3.15. No proliferación. S/RES/1929 (2010)
3.16. Lecturas recomendadas

1. LA RESPONSABILIDAD INTERNACIONAL

1.1. INTRODUCCIÓN

La aplicación de las normas internacionales es un proceso en el que hay que determinar la


existencia de la norma, su vigencia y aplicabilidad al caso concreto y la inexistencia de
circunstancias que excepcionen la aplicación al supuesto de hecho de que se trate. Cuando se trata
de la aplicación de normas consuetudinarias, su condición de derecho no escrito puede suscitar
cuestiones de prueba en relación con su existencia, vigencia y alcance, lo que no suele ocurrir en
el caso de las normas convencionales, respecto de las cuales se cuenta además con las reglas
recogidas en los Convenios de Viena sobre el derecho de los tratados.

El ordenamiento jurídico internacional cuenta con varios mecanismos para asegurar la aplicación
de las normas internacionales en caso de conflicto. La responsabilidad internacional es el
corolario de la obligatoriedad de la norma internacional. Surge al producirse un hecho
internacionalmente ilícito y entraña el deber de reparar sus consecuencias, partiendo de la base
de que el hecho ilícito genera una nueva relación entre su autor y la víctima.

La CDI ha codificado en sendos proyectos de artículos de contenido paralelo las normas que rigen
la responsabilidad por hechos internacionalmente ilícitos de los Estados y de las Organizaciones
Internacionales, partiendo de que todo hecho ilícito da lugar a responsabilidad y señalando sus
dos elementos constitutivos. El elemento subjetivo del hecho internacionalmente ilícito plantea
cuestiones de atribución del comportamiento, mientras que el elemento objetivo se vincula a la
violación de la obligación internacional, donde se plantea la cuestión específica de las violaciones
graves de obligaciones emanadas de normas imperativas de derecho internacional general, tras la
supresión a lo largo del proceso de codificación de la noción de crimen internacional. Las
circunstancias que excluyen la ilicitud y los efectos del hecho internacionalmente ilícito,
incluyendo las formas de reparación, son otros aspectos relevantes del derecho de la
responsabilidad internacional sobre los que hay amplia práctica.

1.2. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR HECHOS


INTERNACIONALMENTE ILÍCITOS, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA LECTURA EN SU 53º
PERÍODO DE SESIONES (2001)

Artículo 2. Elementos del hecho internacionalmente ilícito del Estado


Hay hecho internacionalmente ilícito del Estado cuando un comportamiento consistente en una
acción u omisión:

a) es atribuible al Estado según el derecho internacional;

b) constituye una violación de una obligación internacional del Estado.

[...]

Artículo 4. Comportamiento de los órganos del Estado.

1. Se considerará hecho del Estado según el derecho internacional el comportamiento de todo órgano
del Estado, ya sea que ejerza funciones legislativas, ejecutivas, judiciales o de otra índole, cualquier
que sea su posición en la organización del Estado y tanto si pertenece al gobierno central como a una
división territorial del Estado.

2. Se entenderá que órgano incluye a toda persona o entidad que tenga esa condición según el
derecho interno del Estado.

[...]

Artículo 7. Extralimitación en la competencia o contravención de instrucciones

El comportamiento de un órgano del Estado o de una persona o entidad facultada para ejercer
atribuciones del poder público se considerará hecho del Estado según el derecho internacional si tal
órgano, persona o entidad actúa en esa condición, aunque se exceda en su competencia o
contravenga sus instrucciones.

[...]

Artículo 12. Existencia de violación de una obligación internacional

Hay violación de una obligación internacional por un Estado cuando un hecho de ese Estado no está
en conformidad con lo que de él exige esa obligación, sea cual fuere el origen o la naturaleza de esa
obligación.

1.3. CIJ ASUNTO LAGRAND (ALEMANIA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA). AUTO DE 3 DE MARZO
DE 1999

28. Considerando que la responsabilidad internacional de un Estado resulta de la acción de los


órganos y autoridades competentes que actúan en dicho Estado, cualesquiera que éstas sean;

Considerando que los Estados Unidos deben adoptar todas las medidas a su disposición para
garantizar que Walter LaGrand no sea ejecutado hasta la adopción de la decisión final en este
proceso;

Considerando que el Gobierno de los Estados Unidos se encuentra obligado a transmitir la presente
providencia a dicho Gobernador;

Considerando que el Gobernador de Arizona se encuentra obligado a actuar de conformidad con los
compromisos internacionales asumidos por los Estados Unidos de Norteamérica;

1.4. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES MILITARES Y PARAMILITARES EN Y CONTRA NICARAGUA


(NICARAGUA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA), FONDO. SENTENCIA DE 27 DE JULIO DE 1986

115. La Corte ha estimado (pár. 110 ut supra) que, incluso preponderante o decisiva, la participación
de los Estados Unidos en la organización, la formación, el equipamiento, la financiación y
aprovisionamiento de los contras , en la selección de sus objetivos militares o paramilitares y la
planificación de todas estas operaciones, resulta insuficiente en sí misma, según las informaciones de
las que el Tribunal dispone, para que puedan ser atribuidos a los Estados Unidos los actos cometidos
por los contras en el curso de las operaciones militares o paramilitares en Nicaragua. Todas las
modalidades de participación de los Estados Unidos que acaban de ser mencionadas, e incluso el
control general ejercido por ellos sobre una fuerza en extremo dependiente respecto a los mismos,
no significarían por sí, a falta de prueba complementarias, que los Estados Unidos hubiesen
ordenado o impuesto la perpetración de actos contrarios a los derechos humanos y al derecho
humanitario, alegados por el Estado demandante. Estos actos, en buen medida, podrían haber sido
cometidos por miembros de la fuerza contra al margen del control de los Estados Unidos. Para que la
responsabilidad jurídica de estos últimos se vea comprometida, debería en principio probarse que
éstos tenían el control efectivo de las operaciones militares o paramilitares, en el cuso de las cuales
las violaciones en cuestión se habrían producido.

1.5. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA APLICACIÓN DE LA CONVENCIÓN PARA LA PREVENCIÓN Y


SANCIÓN DEL CRIMEN DE GENOCIDIO (BOSNIA HERZEGOVINA C. YUGOSLAVIA (SERBIA Y
MONTENEGRO)). SENTENCIA DE 26 DE FEBRERO DE 2007

390. Sin embargo, el Estado demandante desarrolla su argumentación más allá del mero examen del
estatus de las personas que cometieron los actos de genocidio, según el derecho interno del
demandado. Es decir, pretende que la República Srpska y el VRS, así como las milicias paramilitares
conocidas como «Escorpiones», «Boinas rojas», «Tigres» y «Águilas blancas», deben ser considerados,
a pesar de su estatus aparente, como parte de los «órganos de hecho» de la República Federal de
Yugoslavia (RFY), durante el período de tiempo en que los hechos tuvieron lugar. De esta forma, sus
actos, en especial la matanza de Srbrenica, deberían considerarse atribuibles a la RFY, tal y como si
se tratara de órganos de ese Estado según el derecho interno del mismo, primando la realidad sobre
la apariencia. El demandado rechaza esta tesis y sostiene estos entes no eran órganos de la RFY.

391. La primera cuestión que plantea tal argumentación es la de saber si a un Estado se le puede
atribuir, en principio, el comportamiento de personas o grupos de personas que, sin ser órganos del
Estado, actúan bajo un control tan estrecho que deben ser asimilados a éstos, a efectos de dicha
atribución al Estado para generar su responsabilidad internacional. La Corte ha abordado ya esta
cuestión y le ha dado una respuesta general en su sentencia de 27 de junio de 1986 asunto de las
actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de
Norteamérica) (fondo, ICJ Reports, 1986, p. 62-64). En el párrafo 109 de esta sentencia, la Corte indica
que le corresponde a ella

«determinar si los vínculos entre los contras y le Gobierno de los Estados Unidos estaban tan
caracterizados por una la dependencia de una parte y la autoridad de otra, que llevaría a considerar
fundado que los contras actuaban en nombre de aquel Gobierno.»

Continuando, al examinar los hechos a la luz de la información de la que disponía, la Corte halló que
«no [quedaba] claramente probado que los [Estados Unidos] ejerc(ieran) de hecho tal autoridad de
hecho sobre todas las acciones de los contras, como para considerar que actuaban en su nombre»
(par. 109), antes de concluir que «los elementos de juicio de los que disponía... no eran suficientes
para demostrar [la] total dependencia [de los contras] en relación con la ayuda de los Estados
Unidos», ya que «[era] imposible asimilar las fuerzas de los contras a las de los Estados Unidos» (p.
63, par. 110).

392. Resulta de los párrafos citados que, según la jurisprudencia de la Corte, una persona, un grupo
de personas o una entidad cualquier puede asimilarse [...] a un órgano del Estado, incluso si tal
calificación no se infiere del derecho interno, siempre y cuando esta persona, grupo o entidad actúen
de hecho bajo la «total dependencia» del Estado, del que no es más que, en resumen, un simple
instrumento. En tales casos, es necesario ir más allá del mero estatuto jurídico, para captar la
realidad de las relaciones entre la persona y el Estado al que se la vincula tan estrechamente que
aparenta ser uno de sus agentes: cualquier otra solución permitiría que los Estados eludieran sus
responsabilidades internacionales, mediante personas o entidades cuya autonomía sería una pura
ficción.
393. Sin embargo, tal asimilación de estas personas o entidades a los órganos del Estado, cuando el
derecho interno no concede dicha asimilación, sólo puede ser una excepción, que presupone que se
establezca un control de gran alcance por parte del Estado sobre las personas o entidades del caso,
que la sentencia antes citada de la Corte califica como «dependencia total». Resta por averiguar si, en
el presente asunto las personas o entidades que han llevado a cabo el genocidio de Srbrenica poseían,
en la fecha de los hechos, vínculos con la RFY de tal alcance que puedan considerarse como de
«dependencia total» del este Estado: sólo bajo esta condición se podrían asimilar a órganos del
demandado a efectos de la atribución de la responsabilidad internacional.

394. A estos efectos, la Corte sólo puede responde negativamente. En la fecha en cuestión, es decir,
julio de 1995, ni la República Srpska ni la VRS podrían considerarse simples instrumentos de la
acción de la RFY, desprovistos de autonomía. Es cierto, que durante los años precedentes, los vínculos
políticos, militares y logísticos entre las autoridades federales de Belgrado y las de Pale, entre el
Ejército yugoslavo y la VRS, habían sido poderosos y estrechos (...) y que se habían tornado sin duda
fuertes. Pero no era tales, al menos en el período considerado, como para que las estructuras
políticas y militares de los serbios de Bosnia deban asimilarse a órganos de la RFY. En esta misma
época aparecieron divergencias entre los responsables yugoslavos y los dirigente serbios de Bosnia
en torno a las estrategias que evidenciaron, al menos, un margen relativo pero real de autonomía de
parte de éstos último [...]

La Corte concluye, por tanto, que los actos de genocidio cometidos en Srbrenica no puede ser
atribuido al Estado demandado, en tanto que no habrían sido cometidos por personas o entidades
totalmente dependientes de él y, por tanto, dichos actos no deben conllevar su responsabilidad
internacional.

***

4) La cuestión de la atribución del genocidio de Srbrenica al demandado por razón de hacerse bajo sus
instrucciones y control.

396. La Corte debe interrogarse ahora, como ya había advertido, sobre si las masacres de Srbrenica
se cometieron por persona que, aunque no tenían la cualidad de órgano del Estado, actuaban bajo
sus instrucciones o sus directrices o bien bajo su control. Esto lo sostiene la demandante a título
subsidiario, mientras que el demandado lo niega.

397. [...] Habiendo respondido negativamente [a considerar a los autores del genocidio como órganos
de la RFY], la Corte debe resolver ahora una cuestión de naturaleza totalmente diferente: la de saber
si en las circunstancias particulares de los sucesos de Srbrenica, los autores de estos actos de
genocidio actuaron siguiendo instrucciones o bajo la dirección o el control del demandado [...] la
presente cuestión no pretende averiguar si las personas que cometieron el genocidio actuaban como
órganos de la RFY, o podían ser asimilados a tales órganos [a lo que ya se ha contestado]. Se trata de
averiguar si órganos de la RFY –que posean dicho estatuto de conformidad con el Derecho interno de
ese Estado– pudieron estar en el origen del genocidio, al haber impartido instrucciones a los autores
o la haber ejercido la dirección o el control y si, por consiguiente el comportamiento de los órganos
del demandado, en tanto causa de aquellos hechos contrarios a las obligaciones internacionales, a
constituido una violación de las mismas.

398. A este respecto, la norma pertinente, que pertenece al Derecho consuetudinario, ha sido
enunciada en el artículo 8 del Proyecto de artículos de la CDI sobre la responsabilidad del Estado de
la siguiente manera:

«Se considerará hecho del Estado según el Derecho internacional el comportamiento de una persona
o grupo de personas si esa persona o ese grupo de personas actúa de hecho por instrucciones o bajo
la dirección o el control de ese Estado al observar ese comportamiento.»

399. Esta disposición debe entenderse a la luz de la jurisprudencia de la Corte al respecto y, en


particular, de la sentencia de 1986 en el asunto de las actividades militares y paramilitares en y contra
Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de Norteamérica), ya citado (par. 391). En este asunto, tras
haber descartado la tesis según las cual los contras serían asimilables a órganos de Estados Unidos,
pues habrían actuado bajo una «total dependencia» de éstos, la Corte añadió que la responsabilidad
del demandado podría, sin embargo, verse comprometida si se probara que había «ordenado o
determinado la perpetración de las acciones contrarias a los derecho humanos y al derecho
humanitario referidas por el demandante» ( ibid. p. 64, par. 115); lo que ha llevado a la siguiente
conclusión de relevancia:

«Para que la responsabilidad jurídica de estos últimos [los Estados Unidos] se diera, debería, en
principio, establecerse que habían tenido el control efectivo de las operaciones militares o
paramilitares [desarrolladas por los contras] durante las que se dieron las dichas violaciones de las
normas internacionales.»

400. El criterio así definido se distingue de aquel –expuesto más arriba– que permite asimilar una
persona o entidad a un órgano del Estado, cuando el Derecho interno no le confiere tal condición. Por
una parte, no es necesario ya probar que esas personas habían actuado con «total dependencia» del
Estado demandado, sino que debería probarse que esas personas han actuado bajo su «control
efectivo». Pero, por otra parte, es necesario demostrar que ese «control efectivo» se ejerció, o que
esas instrucciones se dieron, en cada una de las operaciones en las que se dieron las violaciones
alegadas y no en general, a la vida del conjunto de las acciones llevadas a cabo por las personas o
grupos de personas autores materiales de dichas violaciones.

401. El demandante ha argumentado, y es cierto, que el crimen de genocidio tiene una naturaleza
particular, en tanto puede consistir en un número elevado de actos separados, en mayor o menor
medidas, en el tiempo y el espacio. Según el demandante, esta naturaleza particular justificaría, entre
otras consecuencias, una valoración del «control efectivo» del Estado presunto culpable no en
relación con cada uno de estos actos singulares, sino respecto del conjunto de acciones llevadas a
cabo por los perpetradores materiales del genocidio. La Corte, por el contrario, no considera que el
caso permita apartarse del criterio fijado en el asunto de las actividades militares y paramilitares en y
contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de Norteamérica) (véase el pár. 399 más arriba). Las
normas para la atribución de una conducta supuestamente ilícita a un Estado no varían en atención
al tipo de acto en cuestión, ante la ausencia de una lex specialis. El genocidio puede considerarse
atribuible al Estado si y en la medida en que los actos que configuran el genocidio han sido cometidos
por los órganos del Estado o por personas que, no siendo agentes del Estado, actuaran total o
parcialmente bajo las instrucciones generales o específicas del Estado, o bajo su control efectivo. Este
es el estado actual del derecho internacional consuetudinario, como muestra el Proyecto de artículo
de la Comisión de Derecho Internacional.

402. La Corte toma nota sin embargo que el demandante ha cuestionado igualmente el fundamento
de la aplicación en el presente caso del criterio adoptado en la sentencia relativa a las Actividades
militares y paramilitares y ha llamado la atención sobre la sentencia dictada el 15 de julio de 1999 por
la sala de apelación del TPIY en el asunto Tadic (IT-94-1-A, sentencia de 15 julio 1999). En esta última,
la sala se ha apartado de la jurisprudencia de la Corte en el asunto de las Actividades militares y
paramilitares : ha juzgado que el criterio adecuado, pertinente según ella a la vez para calificar como
internacional el conflicto armado en Bosnia Herzegovina y para atribuir a la RFY los actos cometidos
por los Serbios de Bosnia bajo el derecho de la responsabilidad internacional, era el del «control
global» ejercido sobre éstos por aquélla, criterio que juzgó que se cumplía en el caso (sobre este
punto, ver ibid. , par. 145). En otros términos, la sala de apelación ha estimado que la responsabilidad
internacional de la RFY podría verse comprometida debido a los actos cometidos por los Serbios de
Bosnia, sobre la base del control global ejercido por ella sobre la República Srpska y la VRS, sin que
sea necesario probar que cada operación en cuyo transcurso se habrían cometido actos contrarios al
derecho internacional ha sido desarrollada por instrucciones o bajo el control efectivo de la RFY.

403. La Corte ha estudiado cuidadosamente el razonamiento de la sentencia de la Cámara de


Apelaciones, pero no puede suscribir esta posición. En primer lugar, considera que al TPAY no se le
solicitó que se pronunciara sobre la responsabilidad de la RFY, ni en el asunto Tadic ni en general, en
tanto su jurisdicción es criminal y afecta sólo a personas físicas. Por tanto, en su sentencia el TPAY
abordó una cuestión que no era necesaria para ejercer su jurisdicción. Como ya se ha señalado, la
Corte atorga la mayor relevancia posible a la investigación y descubrimiento de los hechos y el
derecho realizado por la TPAY al determinar la culpabilidad penal de los acusados en el caso y, en el
presente asunto, la Corte tiene plenamente en cuenta dichas actuaciones del Tribunal tanto en la
sentencia principal como en la apelación. La situación no es la misma para las posturas adoptadas
por la TPAY en cuestiones relativas al Derecho internacional general [por oposición al Derecho
internacional penal] que no caen en el estricto ámbito de su jurisdicción y, aún más, cuya resolución
no es necesaria para determinar la responsabilidad penal.

404. Este es el caso de la doctrina Tadic. En tanto el test de «control global» es empleado para
dilucidar si un conflicto armado es internacional o no, que era la única cuestión que debía decidir la
Cámara de Apelaciones, puede decirse que el test es aplicable y se adecua a sus fines. Sin embargo, la
Corte no lo considera adecuado para abordar las cuestiones del presente caso, pues no debe resolver
este extremo. Por otra parte, el TPAY utilizó el test de «control global» para determinar, en el marco
de la responsabilidad del Estado, cuando podía atribuirse la actuación de grupos paramilitares a un
Estado, fuerzas armadas que no son órganos del Estado. En este contexto, el argumento a favor de ese
test es poco convincente.

405. En primer lugar, debe tenerse presente que la lógica excluye utilizar el mismo test en ambos
supuestos, que son de diferente naturaleza: el alcance y la naturaleza de la participación del Estado
en un conflicto armado en el territorio de otro, requerido para poder calificar dicho conflicto de
internacional, puede bien diferir, sin quiebra lógica alguna, del alcance y naturaleza de la
participación requerida para la generar responsabilidad internacional de un Estado en el curso de
un conflicto.

406. Debe resaltarse que el test del «control global» tiene la desventaja de extender la
responsabilidad del Estado mucho más allá del principio fundamental que la rige: un Estado sólo es
responsable por su conducta, o lo que es lo mismo, por la conducta de las personas que actúan en su
nombre, cualquiera sean las circunstancias. Esto es cierto en cuanto afecta a órganos del Estado y a
personas o entidades que no son reconocidos como tales por el Derecho internacional, pero que
deben equipararse al Estado por estar en total dependencia del mismo. Aparte de estos casos, la
responsabilidad del Estado puede generarse por actos cometidos por personas o grupos de personas
–ni órganos del Estado ni equiparables a ellos– sólo si, dando por hecho el carácter ilícito del acto,
son atribuibles al Estado según el derecho consuetudinario tal y como se recoge en el artículo 8 [del
Proyecto de artículos sobre el hecho internacionalmente ilícito del Estado] (par 389). Esto se da
cuando un órgano del Estado imparte instrucciones o suministra el plan conforme al cual actúan los
perpetradores del ilícito, o cuando ejerció un control efectivo de la acción que implicó el hecho
internacionalmente ilícito. En este sentido, el test de «control global» no es adecuado, por llevar
demasiado lejos, casi hasta romper, la vinculación que debe existir entre la conducta de un órgano
del Estado y la responsabilidad internacional.

407. Por tanto, será sobre la base de la jurisprudencia consolidada de la Corte como se determinará si
el demandado ha incurrido en responsabilidad internacional, según las normas de derecho
internacional consuetudinario recogidas en el artículo 8 del Proyecto de artículo de la Comisión de
Derecho Internacional.

1.6. CIJ ASUNTO DE LA BARCELONA TRACTION, LIGHT&POWER COMPANY, LIMITED. SENTENCIA


DE 5 DE FEBRERO DE 1970

33. [...] debe establecerse una diferencia esencial entre las obligaciones de los Estados respecto a la
comunidad internacional en su conjunto y las que nacen respecto de otro Estado dentro del marco de
la protección diplomática. Por su naturaleza misma, las primeras conciernen a todos los Estados.
Dada la importancia de los derechos en cuestión, todos los Estados pueden ser considerados como
poseedores de un interés jurídico en que tales derechos sean protegidos; las obligaciones de que se
trata son obligaciones erga omnes.

34. Estas obligaciones se desprenden, por ejemplo, en el derecho internacional contemporáneo, de la


proscripción de los actos de agresión y de genocidio y también de los principios y de las normas
relativas a los derechos fundamentales de la persona humana, incluida la protección contra la
práctica de la esclavitud y la discriminación racial. Ciertos derechos de protección correspondientes
se han integrado en el derecho internacional general ( Reservas a la Convención para la prevención y
represión del crimen de genocidio. Opinión consultiva, CIJ Recueil, 1951, p. 23); otros son conferidos
por instrumentos internacionales de carácter universal o cuasi universal.

35. Las obligaciones cuyo respeto debe asegurar la protección diplomática no entran en la misma
categoría. En efecto, si se considera una de ellas en particular, en un caso determinado, no se podría
decir que todos los Estados tengan un interés jurídico en que sea respetada. Un Estado no puede
presentar una petición de reparación por la violación de una de esas obligaciones antes de haber
demostrado que tiene derecho a ello, pues las normas exigidas en la materia presuponen dos
condiciones: ((En primer lugar, el Estado demandado ha violado una obligación para con el Estado
nacional, respecto de sus nacionales. En segundo lugar, sólo la parte hacia la que existe una
obligación internacional puede presentar una reclamación por razón de la violación de ésta))
(Reparación por daños sufridos al servicio de las NU. Opinión Consultiva, CIJ Recueil, 1949, pp. 181 y
182).

En el presente caso, es esencial, por tanto, determinar si las pérdidas supuestamente sufridas por los
accionistas belgas de la Barcelona Traction tuvieron como causa la violación de obligaciones de las
que eran beneficiarios. En otras palabras ¿se ha violado un derecho de Bélgica por razón de la
supuesta violación de los derechos pertenecientes a súbditos belgas, accionistas de una sociedad que
no posee la nacionalidad belga?

36. Así pues, la existencia o inexistencia de un derecho perteneciente a Bélgica y reconocido como tal
por el Derecho internacional es decisiva en lo que respecta al problema de la legitimación de Bélgica.
De ello se deduce que esta misma cuestión es determinante por lo que respecta a la responsabilidad
de España para con Bélgica. La responsabilidad es el corolario necesario del derecho.

1.7. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE LOS ESTADOS, APROBADO POR


LA CDI EN PRIMERA LECTURA EN SU 48º PERÍODO DE SESIONES (1996)

Art. 19. Crímenes y delitos internacionales.– 1. El hecho de un Estado que constituye una violación de
una obligación internacional es un hecho internacionalmente ilícito sea cual fuere el objeto de la
obligación internacional violada.

2. El hecho internacionalmente ilícito resultante de una violación por un Estado de una obligación
internacional tan esencial para la salvaguardia de intereses fundamentales de la comunidad
internacional que su violación está reconocida como crimen por esa comunidad en su conjunto
constituye un crimen internacional.

3. Sin perjuicio de las disposiciones del párrafo 2 y de conformidad con las normas de derecho
internacional en vigor, un crimen internacional puede resultar, en particular:

a) de una violación grave de una obligación internacional de importancia esencial para el


mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, como la que prohíbe la agresión;

b) de una violación grave de una obligación internacional de importancia esencial para la


salvaguardia del derecho a la libre determinación de los pueblos, como la que prohíbe el
establecimiento o el mantenimiento por la fuerza de una dominación colonial;

c) de una violación grave y en gran escala de una obligación internacional de importancia esencial
para la salvaguardia del ser humano, como las que prohíben la esclavitud, el genocidio, el apartheid ;

d) de una violación grave de una obligación internacional de importancia esencial para la


salvaguardia y la protección del medio humano, como las que prohíben la contaminación masiva de
la atmósfera o de los mares.

4. Todo hecho internacionalmente ilícito que no sea un crimen internacional conforme al párrafo 2
constituye un delito internacional.
1.8. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE LAS ORGANIZACIONES
INTERNACIONALES, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA LECTURA EN SU 63º PERÍODO DE
SESIONES (2011)

Artículo 4

Elementos del hecho internacionalmente ilícito de una organización internacional

Hay hecho internacionalmente ilícito de una organización internacional cuando un comportamiento


consistente en una acción u omisión:

a) Es atribuible a esa organización internacional según el derecho internacional, y

b) Constituye una violación de una obligación internacional de esa organización internacional.

[...]

Artículo 6

Comportamiento de órganos o agentes de una organización internacional

1. El comportamiento de un órgano o de un agente de una organización internacional en el ejercicio


de sus funciones se considerará hecho de esa organización según el derecho internacional,
cualquiera que sea la posición del órgano o del agente en relación con la organización.

2. Las reglas de la organización se aplicarán para determinar las funciones de sus órganos y agentes.

Artículo 7

Comportamiento de órganos de un Estado o de órganos o agentes de una organización internacional


puestos a disposición de otra organización internacional

El comportamiento de un órgano de un Estado o de un órgano o un agente de una organización


internacional que hayan sido puestos a disposición de otra organización internacional se considerará
un hecho de esta última organización según el derecho internacional si esta ejerce un control
efectivo sobre ese comportamiento.

Artículo 8

Extralimitación en la competencia o contravención de instrucciones

El comportamiento de un órgano o un agente de una organización internacional se considerará


hecho de esa organización según el derecho internacional si tal órgano o agente actúa a titulo oficial
en el marco de las funciones generales de la organización, aunque ese comportamiento exceda de la
competencia del órgano o agente o contravenga sus instrucciones.

[...]

Artículo 10

Existencia de violación de una obligación internacional

1. Hay violación de una obligación internacional por una organización internacional cuando un
hecho de esa organización internacional no está en conformidad con lo que de ella exige esa
obligación, sea cual fuere el origen o la naturaleza de la obligación en cuestión.

2. El párrafo 1 incluye la violación de toda obligación internacional de una organización con respecto
a sus miembros que pueda resultar para una organización internacional de las reglas de la
organización.

1.9. CIJ ASUNTO RELATIVO AL PROYECTO GABČÍKOVO-NAGYMAROS (HUNGRÍA/ESLOVAQUIA).


SENTENCIA DE 25 DE SEPTIEMBRE DE 1997

49. La Corte examinará a continuación la cuestión de si, en 1989, existía un estado de necesidad que
hubiese permitido a Hungría, sin incurrir en responsabilidad internacional, suspender y abandonar
los trabajos que se estaban desarrollando conforme al tratado de 1977 y a otros instrumentos
concordantes.

50. En el presente caso, las Partes están de acuerdo en considerar que la existencia de un estado de
necesidad debe ser apreciado a la luz del criterio enunciado por la Comisión de derecho
internacional en el artículo 33 del proyecto de artículos sobre la responsabilidad internacional de los
Estados que fue adoptado en su primera lectura. Esta disposición es del siguiente tenor literal:

«Artículo 33. Estado de necesidad .–1. Ningún Estado puede invocar el estado de necesidad como
causa de exclusión de la ilicitud de un hecho de ese Estado que no esté en conformidad con una
obligación internacional del Estado a menos que:

a) ese hecho haya sido el único medio de salvaguardar un interés esencial del Estado contra un
peligro grave e inminente; y

b) ese hecho no afecte gravemente a un interés esencial del Estado para con el que existía la
obligación.

2. En todo caso, ningún Estado puede invocar el estado de necesidad como causa de exclusión de la
ilicitud:

a) si la obligación internacional con la que el hecho del Estado no esté en conformidad dimana de
una norma imperativa de derecho internacional general; o

b) si la obligación internacional con la que el hecho del Estado no esté en conformidad ha sido
establecida por un tratado que, explícita o implícitamente, excluya la posibilidad de invocar el estado
de necesidad con respecto a esa obligación; o

c) si el Estado de que se trata ha contribuido a que se produzca el estado de necesidad.»

En su comentario, la Comisión ha definido el estado de necesidad como

«la situación de un Estado cuyo único medio de salvaguardar un interés esencial amenazado por un
grave e inminente peligro es adoptar una conducta que no esté en conformidad con lo que le es
requerido por una obligación internacional hacia otro Estado» ...

Ha concluido que: «la noción de estado de necesidad está ... profundamente enraizada en la teoría
general del derecho» ...

51. La Corte considera, en primer lugar, que el estado de necesidad es una causa, reconocida por el
derecho internacional consuetudinario, de exclusión de la ilicitud de un hecho no conforme a una
obligación internacional. Observa además que tal causa de exclusión de la ilicitud sólo puede ser
aceptada sobre una base excepcional. La Comisión de derecho internacional expresó la misma
opinión cuando explicó que había optado por una fórmula negativa en la elaboración del artículo 33
de su proyecto «para señalar, sólo desde una perspectiva formal, que en el caso de invocar un estado
de necesidad como justificación debe ser considerado como constitutivo realmente de una excepción
–una excepción más raramente admisible que en otras circunstancias de exclusión de la ilicitud–» [...]

En consecuencia, conforme a la Comisión, el estado de necesidad no puede ser invocado sino en


determinadas circunstancias, estrictamente definidas, que deben ser acumulativamente reunidas; y
el Estado afectado no es el único juez para valorar si esas condiciones están reunidas.

52. En el presente caso, las condiciones básicas son las siguientes enunciadas en el proyecto de
artículo 33: «un interés esencial» del Estado actor del hecho contrario a una de sus obligaciones
internacionales; ese interés debe haber sido amenazado por un «peligro grave e inminente»; el hecho
incriminado debe haber sido el «único medio» de salvaguardar dicho interés; ese interés no debe
haber «afectado gravemente un interés esencial del Estado para con el que existía la obligación»; y el
Estado autor no debe haber «contribuido a que se produzca ese estado de necesidad». Estas
condiciones reflejan el derecho internacional consuetudinario.

La Corte se dedicará ahora a averiguar si esas condiciones estaban presentes en el momento de la


suspensión y abandono, por Hungría, de los trabajos que debía llevar a cabo conforme al tratado de
1977.

53. La Corte no ha visto ninguna dificultad en reconocer que las preocupaciones expresadas por
Hungría en lo que se refiere al medio ambiente natural en la región afectada por el proyecto
Gabčíkovo-Nagymaros tenían un «interés esencial» para ese Estado, en el sentido recogido en el
artículo 33 del proyecto de la Comisión de derecho internacional.

La Comisión, en su comentario, ha indicado que no debería, en ese contexto, reducir el «interés


esencial» del Estado a su mera «existencia», y que en todo caso, la cuestión debía ser juzgada a la luz
de cada caso particular [...]; al mismo tiempo, ha incluido entre las ocasiones que podían ocasionar
un estado de necesidad un peligro grave [...] para la conservación ecológica [del] territorio [de un
Estado] o de una parte del territorio [...] y ha precisado, refiriéndose a la práctica de los Estados, que:
«En las dos últimas décadas la salvaguardia del equilibrio ecológico ha venido a ser considerado
como un interés esencial de todos los Estados» [...]

[...]

54. La verificación de la existencia, en 1989, del «peligro» invocado por Hungría, de su carácter
«grave e inminente», así como la ausencia de cualquier otro «medio» para responder a las medidas
de suspensión y abandono de los trabajos adoptados por Hungría, constituye una operación
compleja.

Como la Corte ha indicado [...] Hungría ha manifestado en reiteradas ocasiones, en 1989, sus
«incertidumbres» en lo que se refiere a las procedencias ecológicas que suponía la puesta en marcha
del proyecto de Gabčíkovo-Nagymaros: ésta es la razón por la que se ha solicitado con insistencia la
realización de nuevos estudios científicos.

La Corte considera, no obstante, que, aunque serias incertidumbres tuvieran lugar, no podrían, ellas
solas, constituir la existencia objetiva de un «peligro» en tanto que elemento constitutivo de un
estado de necesidad. La palabra «peligro» evoca cierta idea de «riesgo», es lo que precisamente
distingue al «peligro» del daño material. Pero un estado de necesidad podría no existir sin un
«peligro» debidamente establecido en un momento determinado; la mera referencia a un «peligro»
no sería considerado suficiente. Existiría de otra manera, cuando el peligro constituya estado de
necesidad debe ser al mismo tiempo «grave» e «inminente». «Inminencia» es sinónimo de
«inmediatez» o de «proximidad», y va más allá que el concepto de «posibilidad». Como ha subrayado
la Comisión de derecho internacional en su comentario, el peligro «extremadamente grave e
inminente» debe «haber sido una amenaza al interés en el momento presente» [...]. Ello no excluye,
en opinión de la Corte, que un «peligro» que apareció a largo plazo sea considerado como
«inminente» tan pronto como se estableció, en el momento considerado, y que la realización de ese
peligro, por lejano que sea en el tiempo, no fuese menos cierta e inevitable.

El argumento húngaro sobre el estado de necesidad no podría convencer a la Corte a menos que se
probase que un «peligro» real, «grave» e «inminente» existía en 1989 y que las medidas adoptadas
por Hungría eran la única respuesta posible al mismo.

1.10. CIJ ASUNTO DE LAS CONSECUENCIAS JURÍDICAS DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN MURO EN EL


TERRITORIO PALESTINO OCUPADO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 9 DE JULIO DE 2004

138. La Corte ha concluido, por lo tanto, que la construcción del muro es una acción incompatible con
diversas obligaciones jurídicas internacionales que incumben a Israel. No obstante, en el anexo I del
informe del Secretario General se afirma que, según Israel, la construcción de la barrera está en
consonancia con lo dispuesto en el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, su derecho
inmanente de legítima defensa y las disposiciones contenidas en las resoluciones 1368 (2001) y 1373
(2001) del Consejo de Seguridad. Más específicamente, el Representante Permanente de Israel ante
las Naciones Unidas afirmó en la Asamblea General, el 20 de octubre de 2003, que la valla era una
medida totalmente en consonancia con el derecho de legítima defensa de los Estados consagrado en
el Artículo 51 de la Carta, y que en las resoluciones del Consejo de Seguridad a las que se hacía
referencia se reconocía claramente el derecho de los Estados a usar la fuerza en defensa propia
contra ataques terroristas, por lo que sin duda se debería reconocer el derecho a usar medidas no
basadas en la fuerza para ese mismo fin (A/ES-10/PV.21, p. 6).

139. De conformidad con el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas:

«Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa,


individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta
tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la
seguridad internacionales.»

En dicho Artículo se reconoce, pues, la existencia de un derecho inmanente de legítima defensa en


caso de ataque armado de un Estado contra otro. Ahora bien, el Estado de Israel no alega que los
ataques dirigidos contra él sean imputables a un Estado extranjero.

La Corte señala también que Israel ejerce el control en el territorio palestino ocupado y que, como
señala él mismo, la amenaza por la que considera justificada la construcción del muro proviene de
dentro, no de fuera, de ese territorio. Por lo tanto, la situación es diferente de la que se prevé en las
resoluciones del Consejo de Seguridad 1368 (2001) y 1373 (2001), razón por la cual Israel no puede en
ningún caso invocar esas resoluciones para apoyar su argumentación de que está ejerciendo su
derecho de legítima defensa.

Por consiguiente, la Corte concluye que el Artículo 51 de la Carta no es pertinente en este caso.

140. No obstante, la Corte ha examinado la cuestión de si Israel podría invocar el estado de necesidad
como motivo de exclusión de la ilicitud de la construcción del muro. A este respecto, la Corte debe
señalar que algunos de los convenios que se examinan en relación con este caso contienen cláusulas
que limitan los derechos garantizados o disposiciones que prevén la suspensión de tales derechos
(véanse los párrafos 135 y 136 supra ). Dado que esos tratados ya contemplan este tipo de
consideraciones en sus propias disposiciones, cabría preguntar si en relación con ellos se puede
invocar el estado de necesidad, reconocido en el derecho internacional consuetudinario, como causa
de exclusión de la ilicitud de las medidas o decisiones que se cuestionan. Sin embargo, no es
necesario que la Corte examine esa cuestión. Como observó la Corte en el asunto relativo al Proyecto
Gabčíkovo-Nagymaros (Hungría/Eslovaquia) , el estado de necesidad es un fundamento reconocido
por el derecho internacional consuetudinario, que, sólo se puede aceptar en casos excepcionales; sólo
se puede invocar en ciertas condiciones estrictamente definidas que deben satisfacerse
acumulativamente; y el Estado interesado no es el único juez de si se han cumplido esas condiciones.
( ICJ Reports 1997 , p. 40, párr. 51). Una de esas condiciones la expuso la Corte en los términos
utilizados por la Comisión de Derecho Internacional, en un texto que en su forma actual requiere que
el hecho que se esté cuestionando sea el único modo para el Estado de salvaguardar un interés
esencial contra un peligro grave e inminente (artículo 25 de los artículos de la Comisión de Derecho
Internacional sobre la Responsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos; véase
también el antiguo artículo 33 del proyecto de artículos sobre la responsabilidad internacional del
Estado, cuyo texto en inglés era algo diferente). A la luz del material que tiene ante sí, la Corte no está
convencida de que la construcción del muro a lo largo del trazado elegido fuera la única forma de
salvaguardar los intereses de Israel contra el peligro que ha invocado como justificación de esa
construcción.

141. Lo cierto sigue siendo que Israel tiene que afrontar muchos actos de violencia indiscriminados y
mortíferos contra su población civil. Tiene el derecho, y en realidad el deber, de responder a esos
actos a fin de proteger la vida de sus ciudadanos. No obstante, las medidas que tome deben estar en
consonancia con el derecho internacional aplicable.
142. En conclusión, la Corte considera que Israel no puede invocar el derecho de legítima defensa ni
el estado de necesidad como causas de exclusión de la ilicitud de la construcción del muro, según lo
que se desprende de las consideraciones mencionadas en los párrafos 122 y 137 supra . Por
consiguiente, la Corte determina que la construcción del muro, y su régimen conexo, contravienen el
derecho internacional.

1.11. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES MILITARES Y PARAMILITARES EN Y CONTRA NICARAGUA


(NICARAGUA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA), FONDO. SENTENCIA DE 27 DE JUNIO DE 1986

248. Los Estados Unidos reconocen que proporcionan su ayuda a los contras que actúan en
nicaragua, pero invocan como justificación la conducta similar que este país observaría –según ellos–
ayudando también a la oposición armada en El Salvador y, en menor medida, a las existentes en
Honduras y en Costa Rica, propiciando ataques transfronterizos contra estos Estados. Los Estados
Unidos presentan esta justificación en la óptica de la legítima defensa [...]

249. En el plano jurídico, la Corte no puede considerar la respuesta a una intervención de Nicaragua
como una justificación de este género. La agresión armada abriría un derecho a la legítima defensa
colectiva, pero el recurso a la fuerza de gravedad menor no podría autorizar contramedidas
colectivas que impliquen el uso de la fuerza, como la Corte indicó anteriormente (pár. 211 ut supra) .
Los hechos que se reprochan a Nicaragua, incluso en el supuesto de que hubieran sido probados y de
que le fueren imputables, sólo justificarían contramedidas proporcionadas por parte del Estado que
hubiera sufrido las consecuencias, es decir, El Salvador, Honduras o Costa Rica. Pero no podría
justificar las contramedidas adoptadas por un Tercer Estado, los Estados Unidos, y en particular una
intervención que implique el uso de la fuerza.

1.12. CIJ ASUNTO AVENA Y OTROS NACIONALES MEXICANOS (MÉXICO C. ESTADOS UNIDOS DE
AMÉRICA). SENTENCIA DE 31 DE MARZO DE 2004

115. Habiendo concluido que en la mayor parte de los cincuenta y dos casos presentados por México
ante la Corte no se han respetado las obligaciones enunciadas en el art. 36.1.b) de la Convención de
Viena, la Corte procede a continuación a examinar las consecuencias jurídicas de dicha violación, así
como las medidas jurídicas a tener en cuenta para remediarla.

116. En sus conclusiones cuarta, quinta y sexta, México solicita a la Corte que juzgue y declare que:

«4) en consideración de los daños sufridos por México actuando en nombre propio y en el ejercicio
de la protección diplomática de sus nacionales, México tiene derecho a una reparación integral de
tales daños bajo la forma de la restitutio in integrum ;

5) esta restitución consiste en la obligación de restablecer el status quo ante , anulando, o privando de
cualquier otra manera el efecto o valor de las sentencias dictadas, y las penas establecidas a los
cincuenta y dos nacionales mexicanos (y)

6) esta restitución comprende asimismo la obligación de adoptar todas las medidas necesarias para
asegurar que una violación previa del art. 36 no tenga efectos sobre los procedimientos
subsiguientes.»

[...]

119. El principio general aplicable a las consecuencias jurídicas de la comisión de un hecho


internacionalmente ilícito ha sido enunciado por la Corte Permanente de Justicia Internacional, en el
asunto de la Fábrica de Chorzow, en los siguientes términos: «Es un principio de derecho
internacional que la violación de un compromiso implica la obligación de reparar de forma
adecuada» ( Fábrica de Chorzow, competencia, 1927, CPIJ Serie A nº 9, p. 21). En cuanto a la
determinación de lo que constituye una «reparación de forma adecuada», ello depende, obviamente,
de las circunstancias concretas de cada asunto, así como de la naturaleza exacta y de la importancia
del perjuicio, ya que de lo que se trata es de determinar cuál es «la reparación de forma adecuada»
que corresponde a dicho perjuicio. En una fase ulterior del mismo asunto, la Corte Permanente
desarrolló este punto como sigue:

«El principio esencial, que se contiene en la propia noción de acto ilícito y que parece desprenderse
de la práctica internacional, especialmente de la jurisprudencia de los tribunales arbitrales, es el de
que la reparación debe, en la medida de lo posible, borrar todas las consecuencias del acto ilícito y
restablecer la situación que previsiblemente existiría si el citado acto no hubiera sido cometido» (
Fábrica de Chorzow, fondo, 1928, CPIJ Serie A nº 17, p. 21).

120. En el asunto LaGrand, la Corte realizó la siguiente declaración general con relación al principio
examinado:

«La Corte considera a este respecto que, si los Estados Unidos, a pesar de [su] compromiso [de
asegurar la implementación de medidas específicas adoptadas en ejecución de sus obligaciones en
virtud del art. 36.1 b)], incumplieron su obligación de notificación consular en detrimento de los
nacionales alemanes, la petición de disculpas no sería suficiente en los casos en los que los
individuos interesados hubieran sido objeto de una detención prolongada, o condenados a penas
severas. En el caso de una condena de este tipo, los Estados Unidos deberían permitir el examen y la
revisión del veredicto de culpabilidad y de la pena teniendo en cuenta la violación de los derechos
previstos por la Convención. Esta obligación puede ser cumplida de diversas maneras. La elección de
los medios debe dejarse en manos de los Estados Unidos» ( CIJ, Recueil 2001, p. 513-514, párrafo 125).

[...]

121. De la misma manera, en el presente asunto, la tarea de la Corte es la de determinar cuál sería la
reparación adecuada de las violaciones del artículo 36. De las observaciones previas se desprende
con claridad que los hechos internacionalmente ilícitos cometidos por Estados Unidos consisten en
que sus autoridades competentes no informaron a los ciudadanos mexicanos implicados, no avisaron
a las oficinas consulares mexicanas y tampoco permitieron que México les prestase asistencia
consular. En consecuencia, la forma de remediar estas violaciones debe residir en la obligación de
Estados Unidos de permitir un nuevo examen y la revisión del caso de estos nacionales por los
tribunales americanos, en la forma que la Corte explicará posteriormente en los parágrafos 128 a 134
infra , con vistas a determinar si en cada caso la violación del artículo 36 cometida por las
autoridades competentes ha realmente causado, en el curso de la administración penal de justicia, un
perjuicio al acusado.

122. La Corte reafirma que el caso presentado ante ella concierne al artículo 36 de la Convención de
Viena, y no a la corrección de todo veredicto de culpabilidad pronunciado o de toda pena impuesta.
La cuestión de saber si debe considerarse, en el encadenamiento causal de los sucesos, que las
violaciones del artículo 36.1 han conducido a los veredictos de culpabilidad y a la imposición de
penas severas, forma parte integrante de los procedimientos penales ante los tribunales de Estados
Unidos, y les corresponde a ellos determinarlo en el marco del nuevo examen y la revisión. Al
hacerlo, corresponde a los tribunales de los Estados Unidos examinar los hechos, y especialmente el
perjuicio y sus causas, teniendo presente la violación de los derechos previstos por la Convención.

123. No debería darse por descontado, pese a lo que afirma México, que la anulación parcial o total
de los veredictos de culpabilidad y de las penas constituya necesariamente el único modo posible de
reparación. A este respecto, México cita la reciente Sentencia de la Corte en el asunto relativo a la
Orden de arresto de 11 de abril de 2000 (República Democrática del Congo c. Bélgica), en la que «la
Corte ha prescrito la anulación de una orden de detención que una autoridad judicial belga había
dictado contra el Ministro de Asuntos Exteriores de la República Democrática del Congo, violando las
inmunidad internacional del interesado». Sin embargo, es necesario distinguir con claridad el
presente asunto del de la Orden de arresto. En este último, la cuestión en discusión era la de la licitud,
según el derecho internacional, del propio acto de emisión, por las autoridades judiciales belgas, de
la orden de arresto contra el ministro congolés de asuntos exteriores. Habiendo concluido la Corte
que tal hecho violaba las reglas del derecho internacional relativas a la inmunidad, la consecuencia
jurídica adecuada era la de ordenar la anulación de la orden de arresto en cuestión ( CIJ, Recueil
2002, p. 33). En el presente asunto, por el contrario, no son los veredictos de culpabilidad dictados o
las penas señaladas para los nacionales mexicanos los que deben ser considerados como una
vulneración del derecho internacional, sino tan sólo determinadas violaciones de las obligaciones
internacionales realizadas con carácter previo.

[...]

131. La Corte, al señalar en la Sentencia LaGrand que los «Estados Unidos de América debían, con los
medios de su elección, permitir un nuevo examen y la revisión del veredicto de culpabilidad y de las
penas» ( C.I.J Recueil 2001, p. 516, párrafo 128, apartado 7º; la cursiva pertenece a la Corte), ha
reconocido que debía permitirse a los Estados Unidos decidir en primer lugar las modalidades
concretas para dicho examen y revisión. Sin embargo, conviene subrayar que esta libertad para
elegir los medios de examen y revisión implica una restricción: tal y como se dice claramente en el
pasaje de la Sentencia que acaba de citarse, este examen y revisión deben hacerse «teniendo en
cuenta la violación de los derechos previstos por la convención» ( CIJ Recueil 2001, p. 514 párrafo
125), incluyendo, en concreto, el problema de las consecuencias jurídicas que haya producido tal
violación en el desarrollo de los procedimientos penales.

[...]

138. La Corte desea subrayar el hecho de que «el examen y revisión» que ha prescrito en el asunto
LaGrand deben ser efectivos. Así pues, deben «tener en cuenta la violación de los derechos previstos
por la convención» ( CIJ Recueil 2001, p. 516, párrafo 128, apartado 7º), y garantizar que tal violación
y el perjuicio resultante serán efectivamente estudiados y tomados en consideración durante el
proceso de revisión y reconsideración. Por último, tal examen y revisión deberán ocuparse a un
mismo tiempo tanto de la pena establecida como del veredicto de culpabilidad pronunciado.

139. En consecuencia, en una situación en la que se han vulnerado los derechos recogidos en el art.
36.1 de la convención de Viena, el acusado no presenta su demanda al respecto a causa del «daño
causado al derecho esencial a un proceso justo» –noción que concierne el disfrute de los derechos de
defensa ( due process ) garantizados por la Constitución americana–, sino en función de la infracción
de los derechos reconocidos en el art. 36.1. Los derechos garantizados por la convención de Viena son
derechos convencionales que los Estados Unidos se han comprometido a respetar frente a los
individuos afectados, sean cuales sean los derechos de defensa previstos por el derecho
constitucional americano. A este respecto, la Corte señalará que lo que ha de ser crucial durante el
proceso de revisión y reconsideración es la existencia de un procedimiento que reconozca la
importancia decisiva de la violación de los derechos definidos en la convención de Viena, sean cuales
sean los resultados finales de dicho examen y revisión.

140. Como explica la Corte en los párrafos 128 a 134 supra, cada vez que la violación de los derechos
individuales conferidos a los nacionales mexicanos por el art. 36.1 b) de la convención, se traduce, en
el marco de los procedimientos judiciales subsiguientes, en una detención prolongada de los
individuos en cuestión, o en un veredicto de culpabilidad y en una condena a penas muy severas, es
necesario examinar las consecuencias jurídicas de tal violación y tomarlas en consideración en el
marco del examen y la revisión que debe ser efectuada. La Corte considera que éste es el
procedimiento judicial correcto para dicha tarea.

[...]

149. La solicitud formulada por México de garantizar la no repetición se basa en la alegación de que,
más allá de los 52 casos examinados, existe una práctica «regular y continua» de violación del art. 36
por parte de los Estados Unidos. A este propósito, la Corte observa que no se ha presentado ante ella
ninguna evidencia que pudiera permitir establecer un patrón general. Aunque existen razones para
la inquietud debido al hecho de que, incluso tras pronunciarse la sentencia en el asunto LaGrand,
subsistan un gran número de casos en los que la obligación de proporcionar la información consular
a los nacionales mexicanos no sea respetada, la Corte toma nota de que los Estados Unidos han
realizado un notable esfuerzo para asegurarse de que las autoridades públicas suministren la
información consular requerida a todo individuo detenido, cuando les conste o tengan motivos para
creer que se trata de un extranjero. Especialmente en lo relativo a la información consular que debe
ser comunicada antes del proceso, es interesante destacar que Estados Unidos ha buscado, de buena
fe, cumplir con las obligaciones que le atañen en virtud del art. 36.1 de la convención de Viena, a
través de ciertas medidas que, por ejemplo, han consistido en poner en marcha, en 1998, un nuevo
programa de sensibilización, que se ha traducido en la difusión entre las autoridades federales,
estatales y locales, de un manual del Departamento de Estado mencionado con anterioridad en el
parágrafo 63. La Corte desea reiterar, en este contexto, las observaciones que ha formulado en el
parágrafo 64, relativas a ciertos esfuerzos hechos en el plano local, al objeto de proporcionar,
paralelamente a la lectura de los «derechos Miranda», la información prevista en el art. 36.1 b).

150. Asimismo, la Corte desea recordar, en este sentido, que en el asunto LaGrand, Alemania quiso
obtener de «Estados Unidos una confirmación categórica de que no repetirían los actos ilícitos» (CIJ,
Recueil 2001, p. 511, párrafo 120). Con relación a esta demanda de carácter general relativa a la
obtención de una garantía de no repetición, la Corte estableció que:

«[Si], en el marco de un procedimiento, un Estado se refiere de manera reiterada ante la Corte a las
actividades sustanciales que está realizando en orden a cumplir con ciertas obligaciones derivadas
de un tratado, ello trasluce un compromiso de continuar con los esfuerzos realizados en tal sentido.
Ciertamente, el programa en marcha no puede proporcionar la seguridad de que nunca más se
incumplirá por parte de las autoridades de Estados Unidos la obligación de notificación prevista en el
art. 36 de la convención de Viena. Pero ningún Estado podría proporcionar tal garantía, y Alemania
no pretende obtenerla. La Corte considera que el compromiso adoptado por Estados Unidos para
asegurar que se pongan en marcha medidas específicas adoptadas en ejecución de sus obligaciones
con base en el art. 36.1 b), debe ser considerada como una satisfacción de la petición de Alemania
dirigida a obtener una garantía general de no repetición» (CIJ, Recueil 2001, pp. 512-513, párrafo 124).

La Corte considera que, respecto a la exigencia mexicana de obtención de garantías y evidencias de


no repetición, lo que ha afirmado en el extracto del asunto LaGrand que acaba de citarse, sigue
siendo aplicable y satisface la citada exigencia.

1.13. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES ARMADAS EN EL TERRITORIO DEL CONGO (REPÚBLICA
DEMOCRÁTICA DEL CONGO C. UGANDA). SENTENCIA DE 19 DE DICIEMBRE DE 2005

251. La Corte, habiendo establecido que Uganda cometió actos internacionalmente ilícitos que
conllevan su responsabilidad internacional (párrafos 165, 220, y 250 supra ), se ocupa ahora de la
determinación de las consecuencias legales que tal responsabilidad supone.

255. La RDC solicita además a la Corte que dictamine que Uganda debe proveer garantías específicas
y seguras de no repetición de los actos ilícitos denunciados. La RDC hace valer que su demanda está
justificada por «las amenazas que acompañaron la retirada de las tropas en mayo de 2003». En este
sentido, alega que en abril de 2003, Mr. James Wapakhabulo, el entonces Ministro de Asuntos
Exteriores de Uganda, hizo una declaración conforme a la cual «la retirada de las tropas de la
República Democrática del Congo no significa que no volveremos allí para defender nuestra
seguridad». Conforme a la forma de las garantías y seguridades de no repetición, la RDC, al referirse
a la práctica internacional existente en la materia, solicita de Uganda «una solemne declaración en la
que ésta afirme que se abstendrá en el futuro de continuar con una política que viola la soberanía de
la República Democrática del Congo y los derechos de su población», además la RDC «solicita que por
parte de las autoridades ugandeses se den instrucciones a tal efecto a sus agentes».

256. En este sentido la Corte ha tomado acta del Acuerdo Tripartito sobre Seguridad Regional en los
Grandes Lagos, firmado el 26 de octubre de 2004 por la RDC, Ruanda y Uganda. En el preámbulo de
este Acuerdo las partes enfatizan «la necesidad de asegurar que los principios de buena vecindad,
respeto a la soberanía, integridad territorial y no injerencia en asuntos internos de los Estados
soberanos sean particularmente respetados en la región». El artículo I indica que uno de los objetivos
del Acuerdo es «asegurar el respeto a la soberanía e integridad territorial de los Estados en la región
y la cesación de cualquier apoyo por parte de grupos armados o milicias, conforme a las resoluciones
de Naciones Unidas relevantes en la materia y otras reglas de derecho internacional». Finalmente, el
párrafo 1 del artículo II, «las partes reiteran su determinación de respetar sus obligaciones y
compromisos existentes conforme a los actuales acuerdos, así como las resoluciones del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas». Las partes acuerdan además establecer una Comisión mixta
Tripartita, la cual, «deberá implementar los términos del presente acuerdo y asegurar que los
objetivos de este Acuerdos son satisfechos».

257. La Corte considera que, si un Estado asume una obligación en un acuerdo internacional de
respetar la soberanía e integridad territorial de otros Estados partes de dicho Acuerdo (obligación
que también existe bajo el derecho internacional general) y un compromiso de cooperar con los
mismos con el objetivo de cumplir esa obligación, esto expresa un claro compromiso vinculante en el
sentido de que no va a repetir ningún acto ilícito. Conforme a la visión de la Corte, los compromisos
asumidos por Uganda bajo el Acuerdo Tripartito satisfacen la demanda de la RDC tendente a obtener
garantías y seguridades específicas de no repetición. La Corte espera y exige a las Partes que respeten
y se adhieran a sus obligaciones conforme a tal Acuerdo y al derecho internacional general.

[...]

259. La Corte observa que es una norma bien establecida de derecho internacional general, aquella
en virtud de la cual un Estado responsable de un acto internacionalmente ilícito tiene la obligación
de reparar en su totalidad el perjuicio causado por tal acto (vid. Fábrica de Chorzow, competencia ,
1927, CPJI serie A, nº 9, p. 21; Proyecto Gabčíkovo-Nagymaros (Hungría/Eslovaquia) , sentencia, CIJ
Recueil 1997, p. 81, par. 152; Avena y otros nacionales mexicanos (México c. Estados Unidos de
América) , Sentencia CIJ, Recueil, 2004, p. 59, par. 119). Después de examinar el dossier del caso,
teniendo en cuenta el carácter ilícito de los actos internacionales por los cuales Uganda ha sido
considerada responsable (uso ilegal de la fuerza, violación de la soberanía e integridad territorial,
intervención militar, ocupación de Ituri, violaciones de derechos humanos y derecho internacional
humanitario, pillaje, saqueo y explotación de los recursos naturales de RDC), la Corte considera que
tales actos suponen un perjuicio para la RDC y para las personas presentes en su territorio. Habiendo
establecido que tal perjuicio fue causado a la RDC por Uganda, la Corte declara la obligación de
Uganda de reparar el perjuicio causado para la RDC.

260. La Corte considera asimismo apropiada la demanda de la RDC tendente a que la naturaleza,
forma y montante de la reparación, en ausencia de acuerdo entre las Partes sea determinada por la
Corte en una fase ulterior del procedimiento. La RDC tendrá así oportunidad de demostrar y probar
el perjuicio exacto sufrido como resultado de las acciones específicas de Uganda constitutivas de
actos internacionalmente ilícitos de las cuales es responsable. Se sobreentiende, sin embargo, que
como la Corte ha tenido ocasión de señalar en el pasado «en la fase de procedimientos destinados a la
reparación, ninguna parte puede solicitar la revisión de las conclusiones del presente acuerdo, pues
se han convertido en res judicata »( Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua
(Nicaragua c. Estados Unidos de América) fondo, sentencia, CIJ Recueil 2004, p. 143, par. 284).

261. La Corte recuerda también que la RDC ha manifestado su intención inicial de resolver la
cuestión de la reparación por la vía de las negociaciones directas con Uganda, y de someter la
cuestión a la Corte sólo «en caso de que las partes no lleguen a un acuerdo sobre el particular». Por lo
tanto, no corresponde a la Corte determinar el resultado final de estas negociaciones que deberán ser
llevadas a cabo por las partes. En tales negociaciones, las Partes deben buscar con buena fe una
solución consensuada basada en las conclusiones de la presente sentencia.»

1.14. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA APLICACIÓN DE LA CONVENCIÓN PARA LA PREVENCIÓN Y


REPRESIÓN DEL CRIMEN DE GENOCIDIO (BOSNIA-HERZEGOVINA C. REPÚBLICA FEDERAL
YUGOSLAVA (SERBIA Y MONTENEGRO)). SENTENCIA DE 26 DE FEBRERO DE 2007

460. El principio que regula la determinación de la reparación de un acto internacionalmente ilícito


consiste, como ha sido manifestado por la Corte Permanente de Justicia Internacional en el asunto de
la Fabrica Chorzow en lo siguiente, «la reparación debe, en la medida de lo posible, eliminar todas las
consecuencias del acto ilícito y restablecer la situación que habría existido con toda probabilidad de
no haberse cometido tal acto» (PCJI Series A, nº 17, p. 47, vid también artículo 31 de los Artículos
sobre responsabilidad del Estado de la CDI). En las circunstancias del presente caso, como el propio
demandante reconoce, resulta inapropiado solicitar a la Corte que declare que el demandado debe
cumplir la obligación de restitutio in integrum . En la medida en que la restitución no es posible,
como la Corte ya señaló en el asunto del Proyecto Gabč íkovo-Nagymaros (Hungria /Eslovaquia) , «es
una norma bien establecida de derecho internacional que un Estado lesionado está en su derecho de
obtener una compensación del Estado que ha cometido el acto internacionalmente ilícito por el daño
causado a causa de este» ( CIJ Recueil 1997, p. 81, para.152; cfr. Consecuencias Jurídicas de la
Construcción de un Muro en el territorio ocupado de Palestina , opinión consultiva, CIJ, Recueil 2004, p.
198, para.152-153; vid también artículo 36 del los artículos de la CDI sobre responsabilidad de los
Estados). Por lo tanto resulta apropiado considerar cuáles fueron las consecuencias del
incumplimiento por parte del demandado de las obligaciones contenidas en el Convenio relativas a la
prevención y represión del crimen de genocidio en Bosnia-Herzegovina y qué daño se puede señalar
que ha sido causado.

461. La Corte encuentra que las autoridades del demandado no podían haber ignorado el grave
riesgo de genocidio desde el momento en que las VRS fuerzas habían decidido tomar posesión del
enclave de Srebrenica, en vista de su influencia en los sucesos posteriores cabe concluir que el
demandado tenía a su disposición los medios de actuación para buscar la prevención del genocidio y
que el demandado se abstuvo de utilizar estos últimos de forma manifiesta (párrafo 438). Por lo
tanto, había incumplido con la obligación de prevención conforme a la Convención. La obligación de
prevenir la comisión del crimen de genocidio conforme al Convenio sobre el Genocidio se impone a
todo Estado parte que en una determinada situación tiene en su poder la posibilidad de contribuir a
frenar en alguna medida la comisión de genocidio. Para llegar a esta conclusión, la Corte no tuvo que
decidir si los actos de genocidio cometidos en Srebrenica habrían ocurrido de todas maneras incluso
si el demandado hubiera hecho tal y como debiera y hubiese empleado todo los medios disponibles
para ello. La razón es que, como se explica más arriba, la obligación de prevenir el genocidio impone
al Estado un deber de actuar, que no depende de la certeza de que la acción a tomar vaya a tener
éxito en la prevención de la comisión de actos de genocidios o incluso en la posibilidad de obtener
resultados. Por lo tanto de la decisión de la Corte por la que se declara que el demandado había
violado la obligación de prevención no se puede derivar que el sufrimiento atroz causado por el
genocidio cometido en Srebrenica no habría ocurrido si tal violación no hubiera tenido lugar.

462. La Corte no obstante no puede dejar su razonamiento aquí. Desde el momento en que tiene que
regular la reclamación de reparación, debe determinar si y en que medida, el perjuicio invocado por
el demandante es la consecuencia de una conducta ilegal del demandado de manera que este último
debería ser requerido para ofrecer una reparación por ello, de acuerdo con el principio de derecho
consuetudinario establecido más arriba. En este contexto, la cuestión que acaba de ser evocada, que
es la de saber si el genocidio en Srebrenica habría tenido lugar si el demandado hubiera tratado de
prevenirlo empleando todas las medidas en su posesión, resulta directamente relevante, para la
definición de la extensión de la obligación de reparación que incumbe al demandante como
resultado de su conducta ilícita. La cuestión es determinar si existen nexos causales lo
suficientemente directos entre el acto ilegal, el incumplimiento por parte del demandante de la
obligación de prevenir el genocidio, y el perjuicio sufrido por el demandante, consistente en todos los
daños de cualquier tipo, material o moral, causados por los actos de genocidio. Este nexo sólo puede
considerarse establecido si la Corte puede concluir del caso en su conjunto y con un suficiente grado
de certeza que el genocidio en Srebrenica podría haber sido evitado si el demandado hubiera
actuado de acuerdo con sus obligaciones legales. Sin embargo es obligado constatar que éste no es el
caso. Como se señala más arriba, el demandado disponía de medios significativos de influencia en las
autoridades políticas y militares serbobosnias tales que había podido y de hecho debería haber
utilizado para intentar prevenir estas atrocidades, sin embargo no se ha demostrado que en el
contexto particular de estos sucesos, dichos medios hubiesen sido suficientes para alcanzar el
resultado que el demandado habría debido perseguir. Por lo tanto no pudiendo la Corte considerar
probada la existencia de un hecho de causalidad entre la violación por parte del demandado de su
obligación de prevención y el daño causado resultante del genocidio de Srebrenica, la compensación
financiera no es una forma apropiada de reparación de la violación de la obligación de prevenir el
genocidio.

463. Sin embargo, resulta claro que el demandante está en su derecho de obtener una reparación en
forma de satisfacción, que puede tomar la forma más apropiada, como el propio demandante ha
sugerido, de una declaración en la presente sentencia que indique que el demandado ha incumplido
la obligación impuesta por la Convención de prevenir el crimen de genocidio. Así como en el asunto
del Estrecho de Corfú (Reino Unido c. Albania) , la Corte considera que una declaración de esta
naturaleza «constituye en sí misma una satisfacción apropiada» (fondo, sentencia, CIJ Recueil 1949,
pp. 35, 36), y como en ese asunto, hará constar esa declaración en la parte dispositiva de esa
sentencia. El demandante ha admitido que el incumplimiento en cuestión ya no se produce y en
consecuencia ha retirado la demanda que había formulado en su réplica dirigida a que la Corte
declarase que el demandado «ha violado y continuaba violando la Convención».

464. La Corte vuelve ahora sobre la cuestión de la reparación de la violación por parte del
demandado de la obligación que le corresponde en virtud de la Convención de castigar los actos de
genocidio; invocando a este respecto la existencia de una violación continuada. El demandante
sostiene ( inter alia ) su solicitud de declaración en este sentido. Como se señala más arriba (párrafo
449), el demandante incluye en ese marco el incumplimiento de la obligación de «trasladar al
Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia a las personas acusadas de genocidio o de
otros actos prohibidos por la Convención y de cooperar plenamente con dicho Tribunal», así pues la
Corte ha concluido a este respecto que el demandado había violado efectivamente el artículo 6 de la
Convención (párrafo 449 supra ). Al igual que en el caso de la violación de la obligación de prevenir el
genocidio, una declaración a tal efecto constituye una forma apropiada de satisfacción. Sin embargo
el demandante solicita en este sentido a la Corte que declare más específicamente que, «Serbia y
Montenegro deben adoptar inmediatamente medidas eficaces para asegurar el cumplimiento total de
su obligación de castigar los actos de genocidio u otros actos prohibidos por la Convención para la
prevención y represión del crimen de genocidio y del traslado al Tribunal Penal Internacional para la
antigua Yugoslavia de las personas acusadas de genocidio o de otros actos prohibidos por la
Convención y de cooperar plenamente con dicho Tribunal»

465. A la vista de las conclusiones formuladas respecto de la cuestión de la obligación de represión


prevista por la Convención, resulta claro que la Corte considera que el demandado tiene
significativas obligaciones en relación con el traslado al TPIY de las personas acusadas de genocidio,
en particular respecto al General Ratko Mladic, al objeto de cumplir los compromisos convenidos en
los términos de los artículos I y VI de la Convención sobre el Genocidio, (párrafo 448). Así pues la
Corte incluirá en la parte dispositiva de la presente sentencia una declaración en estos términos, que
a su juicio constituye una satisfacción apropiada.

466. En sus conclusiones finales, el demandante solicita igualmente que la Corte declare «que Serbia
y Montenegro deben aportar garantías específicas y seguridades de no repetición de los hechos
ilícitos que le han sido reprochados, la forma de esas garantías deberá ser determinada por la Corte».
Tal y como está formulada, esta conclusión abarca la totalidad de los hechos ilícitos, es decir, las
violaciones de la Convención sobre el Genocidio atribuidas por el demandante al demandado,
incluyendo así mismo la alegada violación de la obligación del demandado de no cometer el mismo
genocidio, así como las obligaciones conexas enunciadas por la Convención relativas a la
complicidad, conspiración e incitación. Esta conclusión debe ser descartada en la medida en que lo
han sido las alegaciones. Sin embargo permanece la cuestión de la oportunidad de ordenar al
demandado que aporte las garantías de no repetición respecto a la violación de las obligaciones de
prevenir y castigar el genocidio que han sido establecidas. La Corte toma nota de los argumentos
presentados en la audiencia por el demandante en apoyo de esta conclusión, que se refiere en su
mayor parte a «eventos recientes que no dejan de ser inquietantes en relación con la desaparición
real de movimientos de apoyo al Genocidio en Serbia y Montenegro». Considera que estas
indicaciones no constituyen motivos suficientes para solicitar garantías de no repetición. Asimismo
el demandante ha evocado la cuestión de la falta de respeto de las medidas provisionales, pero esta
cuestión ya ha sido examinada más arriba (párrafos 451 a 458) y será mencionada con posterioridad.
En estas circunstancias la Corte considera que la declaración a la que se refiere el párrafo 465 es
suficiente con relación a la obligación de represión que aún vincula al demandado, y por tanto no
considera que este asunto esté incluido entre aquellos en los que la Corte ordenara que se prevean
garantías de no repetición.
1.15. CIJ ASUNTO RELATIVO A CIERTAS CUESTIONES DE ASISTENCIA MUTUA EN MATERIA PENAL
(YIBUTI C. FRANCIA). SENTENCIA DE 4 DE JUNIO DE 2008

La Corte

[...]

Considera que la República Francesa, al no motivar su negativa a ejecutar la carta rogatoria


presentada por la República de Djibouti el 3 de noviembre de 2004, incumplió sus obligaciones
internacionales en virtud del artículo 17 de la Convención sobre asistencia mutua en asuntos penales
entre las dos partes, firmado en Djibouti el 27 septiembre de 1986, y que la constatación de esta
violación constituye una satisfacción apropiada.

1.16. CIJ ASUNTO DE LAS PLANTAS DE CELULOSA EN EL RÍO URUGUAY (ARGENTINA C.


URUGUAY) . SENTENCIA DE 20 DE ABRIL DE 2010

273. La Corte recuerda que el derecho internacional consuetudinario establece la restitución como
una de las formas de reparación por daño, constituyendo la restitución en el restablecimiento de la
situación que existía antes de ocurrir el acto ilícito. La Corte también recuerda que, cuando la
restitución es materialmente imposible o involucra una carga fuera de toda proporción al beneficio
que se deriva de ella, la reparación toma la forma de compensación o satisfacción, o aún ambas (ver
Proyecto Gabčíkovo-Nagymaros (Hungría/Eslovaquia), sentencia, ICJ Reports 1997 , p. 81, para. 152;
Consecuencias Jurídicas de la Construcción de un Muro en el Territorio ocupado de Palestina, Opinión
Consultiva, ICJ Reports 2004, p. 198, paras. 152-153; Aplicación de la Convención para la Prevención y
Castigo el Crimen de Genocidio (Bosnia y Herzegovina v. Serbia y Montenegro), Sentencia, ICJ Reports
2007 , p. 233, para. 460; ver también artículos 34 a 37 de los Artículos de la Comisión de Derecho
Internacional sobre Responsabilidad de los Estados por Actos Internacionalmente Ilícitos).

274. Como otras formas de reparación, la restitución debe ser apropiada al perjuicio sufrido,
teniendo en cuenta la naturaleza del acto ilícito que la ha causado. Como la Corte ha aclarado,

«lo que constituye una forma adecuada de reparación claramente varía dependiendo de las
circunstancias concretas que rodean cada caso y de la precisa naturaleza y alcance del perjuicio, ya
que la cuestión debe ser examinada desde el punto de vista de que es la forma adecuada de
reparación que corresponde al perjuicio» ( Avena y Otros Nacionales Mexicanos (México v. Estados
Unidos de América). Sentencia, ICJ Reports 2004 , p. 59, para. 119).

275. Como la Corte ha puntualizado (ver parágrafos 154 y 157 precedentes), las obligaciones
procesales bajo el Estatuto de 1975 no acarrean ninguna prohibición subsiguiente luego de la
expiración del período de negociaciones para Uruguay de construir la planta Orion (Botnia) en
ausencia de consentimiento de Argentina. La Corte sin embargo ha observado que la construcción de
la planta comenzó antes de que las negociaciones hubieran concluido, en violación de las
obligaciones procesales establecidas en el Estatuto de 1975. Asimismo, como la Corte ha determinado,
el funcionamiento de la planta Orion (Botnia) no ha resultado en la violación de obligaciones
sustantivas establecidas en el Estatuto de 1975 (parágrafos 180, 189 y 265 precedentes). Como
Uruguay no estaba impedido de continuar con la construcción y el funcionamiento de Botnia después
de la expiración del período de negociaciones y no violó las obligaciones sustantivas bajo el Estatuto
de 1975, ordenar el desmantelamiento de la planta no constituiría, en opinión de la Corte un remedio
apropiado por la violación de las obligaciones procesales.

276. Como Uruguay no ha violado las obligaciones sustantivas emergentes del Estatuto de 1975, la
Corte es del mismo modo incapaz de sostener el reclamo de Argentina respecto de la compensación
por los perjuicios alegados en varios sectores económicos, específicamente el turismo y la
agricultura.

277. Argentina también solicita que la Corte juzgue y declare que Uruguay debe «proporcionar
garantías adecuadas de que se abstendrá en el futuro de impedir la aplicación del Estatuto de 1975,
en particular el procedimiento de consulta establecido en el Capítulo II de ese Tratado».

278. La Corte no alcanza a ver ninguna circunstancia especial en el presente caso que requiera que
ordene una medida como la que reclama Argentina. Como la Corte ha tenido ocasión de recordar
recientemente:

«[S]i bien la Corte puede ordenar, como ha hecho en el pasado, a un Estado responsable por una
conducta internacionalmente ilícita que proporcione al Estado perjudicado seguridades y garantías
de no-repetición, solamente lo ordena si las circunstancias del caso lo requieren, lo que corresponde
a la Corte evaluar.

Como regla general, no hay razón para suponer que un Estado cuyo acto o conducta ha sido
declarado ilícito por la Corte repetirá tal acto o conducta en el futuro, dado que la buena fe se
presume (ver Fábrica de Chorzów, Fondo, Sentencia No. 13, 1928, CPIJ, Series A, No. 17 , p. 63; Ensayos
Nucleares (Nueva Zelanda v. Francia) Sentencia, ICJ Reports 1974 , p. 272, para. 60; Ensayos Nucleares
(Nueva Zelanda v. Francia), Sentencia, ICJ Reports 1974 , p. 477, para. 63; y Actividades Paramilitares
en y contra Nicaragua (Nicaragua v. Estados Unidos de América), Jurisdicción y Admisibilidad,
Sentencia, ICJ Reports 1984 ,p. 437, para. 101). No procede pues, excepto en circunstancias especiales,
ordenar [que se ofrezcan seguridades y garantías de no-repetición]». Controversia relativa a los
derechos de navegación y derechos conexos (Costa Rica c. Nicaragua) , Sentencia de 13 de julio 2009,
para. 150.)

[...]

1.17. CIJ ASUNTO AHMADOU SADIO DIALLO (REPÚBLICA DE GUINEA C. REPÚBLICA


DEMOCRÁTICA DEL CONGO) (INDEMNIZACIÓN DEBIDA POR LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL
CONGO A LA REPÚBLICA DE GUINEA). SENTENCIA DE 19 DE JUNIO DE 2012

3. En su sentencia sobre el fondo de 30 noviembre 2010, la Corte ha juzgado que, teniendo en cuenta
las condiciones en las cuales el Sr. Diallo había sido expulsado el 31 enero 1996, la RDC había violado
el artículo 13 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos (en adelante el «Pacto»), así como
el apartado 4 del artículo 12 de la Carta africana de derechos del hombre y de los pueblos (en
adelante, la «Carta africana») ( Ahmadou Sadio Diallo (República de Guinea c. República Democrática
del Congo), fondo, sentencia, C.I.J. Recueil 2010 (II) , p. 692, par. 165, punto 2 de la parte dispositiva).
Juzgó igualmente que, teniendo en cuenta las condiciones en las cuales el Sr. Diallo había sido
arrestado y detenido en 1995-1996 a fines de expulsión, la RDC había violado los apartados 1 y 2 del
artículo 9 del Pacto y el artículo 6 de la Carta africana ( ibid. , p. 692, par. 165, punto 3 de la parte
dispositiva).

4. La Corte dijo además que la «República democrática del Congo tenía la obligación de proporcionar
una reparación adecuada, bajo la forma de una indemnización, a la República de Guinea por las
consecuencias perjudiciales resultantes de las violaciones de obligaciones internacionales
contempladas en los puntos 2 y 3 [de la parte dispositiva] ( ibid. , p. 693, punto 7 d ela parte
dispositiva), a saber los arrestos, las detenciones y la expulsión ilícitas del Sr. Diallo.

[...]

7. En fin, la Corte decidió, en lo relativo a la indemnización debida a Guinea por la RDC, que, «en el
caso de que las Partes no pudieran ponerse de acuerdo sobre este tema en seis meses a contar de
[dicha] sentencia, [esta] cuestión... sería resuelta por la Corte» ( ibid. , p. 693, par. 165, punto 8 de la
parte dispositiva)...

8. Habiendo cumplido el 30 mayo 2011 el plazo de seis meses así fijado por la Corte sin que las Partes
hayan podido ponerse de acuerdo sobre la cuestión de la indemnización debida a Guinea, el
presidente de la Corte ha tenido una reunión con los representantes de las Partes...

[...]
11. Corresponde a la Corte, en esta etapa del procedimiento, determinar el monto de la
indemnización que debe ser concedida a Guinea por el hecho de los arrestos, las detenciones y la
expulsión ilícitas del Sr. Diallo por la RDC, conforme a las conclusiones formuladas por la Corte en su
sentencia de 30 noviembre 2010 y recordadas más arriba...

[...]

13. La Corte se ocupará ahora de la cuestión de la indemnización debida por las violaciones de los
derechos humanos sufridas por el Sr. Diallo, cuya existencia constató en su sentencia del 30
noviembre 2010. Recuerda que tuvo ocasión de fijar el monto de una indemnización en un asunto, el
del Estrecho de Corfú (Reino Unido c. Albania), fijación del monto de las reparaciones, sentencia, C.I.J.
Recueil 1949 , p. 244). En este caso, Guinea ejerce su protección diplomática a favor de uno de sus
nacionales, el Sr. Diallo, y reclama una indemnización por el perjuicio causado a éste. Como ha
declarado la Corte Permanente de Justicia Internacional en el asunto de la Fábrica de Chorzów (fondo,
sentencia nº 13, 1928, C.P.J.I. série A nº 17 , p. 27-28), «es un principio de derecho internacional que la
reparación de un daño puede consistir en una indemnización correspondiente al daño que los
nacionales del Estado lesionado han sufrido como consecuencia del acto contrario al derecho
internacional». La Corte tendrá en cuenta la práctica de otras jurisdicciones y comisiones
internacionales (tales como el Tribunal internacional del derecho del mar, el Tribunal europeo de
derechos humanos (TEDH), la Corte interamericana de derechos humanos (CIDH), el Tribunal de
reclamaciones Estados Unidos/Irán, la Comisión de reclamaciones entre Eritrea y Etiopía y la
Comisión de indemnización de las Naciones Unidas), que han aplicado los principios generales que
rigen la indemnización cuando han sido llamadas a fijar el monto de una indemnización,
especialmente debido al perjuicio derivado de una detención o de una expulsión ilícitas.

14. Guinea pide ser indemnizada por cuatro pretensiones de perjuicio: un perjuicio inmaterial (que
ha denominado «daño psicológico y moral») y tres perjuicios materiales, a saber, respectivamente, la
pérdida alegada de bienes personales, la pérdida alegada de remuneración profesional... sufrida por
el Sr. Diallo durante sus detenciones y tras su expulsión, y la pérdida alegada de «ganancias
potenciales». Para cada una de estas pretensiones, la Corte examinará si la existencia del perjuicio
está establecida. A continuación, «averiguará si y en qué medida el daño invocado por el
demandante es consecuencia del comportamiento ilícito del demandado», examinando «si existe un
vínculo de causalidad suficientemente directo y cierto entre el hecho ilícito... y el perjuicio sufrido
por el demandante» ( Aplicación de la convención para la prevención y la represión del crimen de
genocidio (Bosnia-Herzegovina c. Serbia y Montenegro), sentencia, C.I.J. Recueil 2007 (I) , p. 233-234,
par. 462). Una vez que se hayan establecido la existencia del perjuicio y la relación de causalidad con
los hechos ilícitos, la Corte procederá a la evaluación de este perjuicio.

15. Con el fin de determinar el monto de la indemnización debida a Guinea en el caso, la Corte deberá
sopesar los hechos alegados por las Partes. Ha recordado en su sentencia del 30 noviembre 2010 que,
como regla general, corresponde a la parte que alega un hecho en apoyo de sus pretensiones
demostrar su existencia (C.I.J. Recueil 2010 (II), p. 660, par. 54; ver también Aplicación del acuerdo
provisional del 13 septiembre 1995 (exRepública yugoslava de Macedonia c. Grecia ), sentencia de 5
diciembre 2011, par. 72; Plantas de celulosa en el río Uruguay (Argentina c. Uruguay), sentencia, C.I.J.
Recueil 2010 (I) , p. 71, par. 162). Ha reconocido igualmente que, en el caso concreto, tendría que ser
flexible en la aplicación de esta regla general y, en particular, que el demandado podría estar en
mejor situación para establecer ciertos hechos ( C.I.J. Recueil 2010 (II) , p. 660-661, par. 54-56).

1.18. CIJ ASUNTO DE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DEL ESTADO (ALEMANIA C. ITALIA;
GRECIA (INTERVINIENTE)). SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO DE 2012

134. En sus conclusiones finales presentadas al final del procedimiento oral, Alemania ha sometido a
la Corte seis demandas, siendo las tres primeras de naturaleza declaratoria y las tres siguientes
tendentes a que se extraigan las consecuencias, en términos de reparación, de las violaciones
constatadas...

135. Por las razones expuestas en la motivación... la Corte acogerá las tres primeras demandas de
Alemania, tendentes a que declare, respectivamente, que Italia ha violado la inmunidad de
jurisdicción reconocida a Alemania por el derecho internacional al permitir que se intenten contra
ella acciones civiles basadas en violaciones del derecho internacional humanitario cometidas por el
Reich alemán entre 1943 y 1945; que Italia ha violado igualmente la inmunidad debida a Alemania
tomando medidas d ejecución forzosa sobre la Villa Vigoni; que Italia, en fin, ha violado la
inmunidad de jurisdicción de Alemania al declarar ejecutivas en el territorio italiano decisiones
judiciales griegas basadas en hechos comparables a los arriba mencionados.

136. La cuarta pretensión de Alemania consiste en que la Corte diga y juzgue que, como consecuencia
de lo anterior, la responsabilidad internacional de Italia está comprometida. No hay duda de que la
violación por Italia de algunas de sus obligaciones jurídicas internacionales compromete su
responsabilidad internacional y pone a su cargo, en virtud del derecho internacional general, la
obligación de reparara íntegramente el perjuicio causado por los hechos ilícitos cometidos. El
contenido concreto de esta obligación de reparación será examinado seguidamente, a propósito del
quinto y sexto núcleo de conclusiones de Alemania. Será establecido en la parte dispositiva. En
cambio, la Corte no considera útil incluir en esta última una declaración específica según la cual la
responsabilidad internacional de Italia está comprometida, que sería meramente redundante, puesto
que esta responsabilidad se deduce automáticamente de la constatación de la violación de ciertas
obligaciones.

137. La quinta pretensión de Alemania se dirige a que la Corte ordena a Italia que tome, por medios
de su elección, todas las medidas necesarias para hacer que el conjunto de las decisiones de sus
tribunales y otras autoridades judiciales que contravienen la inmunidad soberana de Alemania no
puedan ser ejecutadas. Esto debe ser entendido en el sentido de que las decisiones en cuestión deben
ser privadas de efecto.

En virtud del derecho internacional general en materia de responsabilidad internacional del Estado
por hecho internacionalmente ilícitos, que expresa en este punto el artículo 30 a) de los artículos de
la Comisión de derecho internacional relativos a este tema, el Estado responsable de tal hecho tiene
la obligación de ponerle fin si este hecho presenta carácter continuo. Además, incluso si el hecho en
cuestión ha terminado, el Estado responsable debe, a título de reparación, restablecer la situación
que existía antes de que el hecho ilícito se cometiera, cuando tal restablecimiento no sea
materialmente imposible y no imponga a ese Estado una carga desproporcionada respecto a la
ventaja que resulta de una restitución más que de una indemnización. Esta regla se refleja en el
artículo 35 de los artículos de la Comisión de derecho internacional

Se deriva de todo ello que la Corte debe acoger la quinta pretensión de Alemania.

Las decisiones y medidas contrarias a las inmunidades de jurisdicción de Alemania que están todavía
en vigor deben cesar de producir efecto, y los efectos de estas decisiones y medidas que se han
producido ya deben ser suprimidos, de manera que se restablezca la situación que existía antes de
que los hechos ilícitos hubieran sido cometidos. No se ha alegado ni demostrado que la restitución
sería materialmente imposible en el caso o que impondría a Italia una carga desproporcionada
respecto a las ventajas de tal restitución. En particular, la circunstancia de que ciertas violaciones
cometidas sean hechos de órganos judiciales, y que algunas de las decisiones judiciales en cuestión
hayan podido adquirir desde el punto de vista del derecho interno italiano carácter definitivo, no
hace desaparecer la obligación de restitución a cargo de Italia. Por el contrario, la demandada tiene
derecho de elegir los medios que estime mejor adaptados para alcanzar el resultado que debe
obtenerse. Así, tiene la obligación de alcanzar este resultado mediante la promulgación de una
legislación apropiada o por el recurso a cualquier otro método de su elección igualmente capaz de
producir este efecto.

138. Finalmente, la sexta pretensión de Alemania consiste en que la Corte ordene a Italia que tome
todas las medidas necesarias para asegurar que sus tribunales se abstengan en el futuro de conocer
de acciones intentadas contra Alemania por razón de los hechos mencionados en su primera
pretensión (es decir, violaciones del derecho internacional humanitario cometidas por el Reich
alemán entre 1943 y 1945).
Como la Corte ya ha indicado con ocasión de otros asuntos (ver en particular Controversia relativa a
los derechos de navegación y derechos conexos (Costa Rica c. Nicaragua), sentencia, C.I.J. Recueil 2009 ,
p. 267, par. 150), como regla general no hay por qué suponer que el Estado cuyo acto o
comportamiento ha sido declarado ilícito por la Corte repetirá en el futuro ese acto o
comportamiento, puesto que su buena fe debe presumirse. En consecuencia, si bien es posible que la
Corte ordene al Estado responsable de un comportamiento internacionalmente ilícito que ofrezca al
Estado lesionado garantías de no repetición, o que tome medidas específicas para garantizar que el
hecho ilícito no se repetirá, será solamente cuando circunstancias especiales lo justifiquen, lo que le
corresponde apreciar en cada caso. En el caso concreto, la Corte no percibe ninguna razón que
permita considerar que se encuentra en tales circunstancias. Por tanto, no atenderá a la última
pretensión de Alemania.

1.19. CIDH CASO DE LA MASACRE DE MAPIRIPÁN VS. COLOMBIA. SENTENCIA DE 15 DE


SEPTIEMBRE DE 2005

Obligación de reparar

242. De acuerdo con las consideraciones sobre el fondo expuestas en los capítulos anteriores, la Corte
declaró, con base en los hechos del caso, la violación de los artículos 4.1, 5.1 y 5.2, 7.1 y 7.2, 8.1, 25, 19
y 22.1 de la Convención Americana, todos en relación con el artículo 1.1 de dicho tratado. La Corte ha
señalado reiteradamente que toda violación de una obligación internacional que haya producido
daño comporta el deber de repararlo adecuadamente. A tales efectos, el artículo 63.1 de la
Convención Americana establece que:

[c]uando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en esta Convención, la Corte
dispondrá que se garantice al lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá
asimismo, si ello fuera procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la parte
lesionada.

243. Dicho artículo refleja una norma consuetudinaria que constituye uno de los principios
fundamentales del Derecho Internacional contemporáneo sobre la responsabilidad de los Estados. De
esta manera, al producirse un hecho ilícito imputable a un Estado, surge de inmediato la
responsabilidad internacional de éste por la violación de la norma internacional de que se trata, con
el consecuente deber de reparar y hacer cesar las consecuencias de la violación.

244. La reparación del daño ocasionado por la infracción de una obligación internacional requiere,
siempre que sea posible, la plena restitución ( restitutio in integrum ), la cual consiste en el
restablecimiento de la situación anterior a la violación. De no ser esto posible, como en el presente
caso, cabe al tribunal internacional determinar una serie de medidas para que, además de garantizar
el respeto de los derechos conculcados, se reparen las consecuencias producidas por las infracciones
y se establezca, inter alia , el pago de una indemnización como compensación por los daños
ocasionados. La obligación de reparar, que se regula en todos los aspectos (alcance, naturaleza,
modalidades y determinación de los beneficiarios) por el Derecho Internacional, no puede ser
modificada o incumplida por el Estado obligado invocando disposiciones de su derecho interno.

245. Las reparaciones consisten en las medidas que tienden a hacer desaparecer los efectos de las
violaciones cometidas. Su naturaleza y su monto dependen del daño ocasionado en los planos
material e inmaterial. Las reparaciones no pueden implicar ni enriquecimiento ni empobrecimiento
para la víctima o sus sucesores.

246. La Corte no puede dejar de reiterar su consternación por los graves hechos del presente caso, los
cuales tienen una serie de efectos al momento de fijar las reparaciones. Fue establecido que el modus
operandi de la masacre tuvo como objetivo imposibilitar o dificultar, mediante la destrucción de
evidencias, la amedrentación y el desplazamiento de los habitantes del municipio de Mapiripán, la
identificación de las víctimas ejecutadas y desaparecidas, cuyo número reconocido por el Estado
asciende a aproximadamente 49 personas, de las cuales sólo se encuentran individualizadas cerca de
la mitad. Esto fue consecuencia de las faltas del Estado en sus deberes de protección de las víctimas y
familiares durante la masacre, de las acciones y omisiones de sus agentes que colaboraron con los
paramilitares, así como de la falta de diligencia por parte del Estado en las investigaciones, lo que ha
propiciado que, hasta la fecha, la mayoría de los familiares de las demás personas ejecutadas o
desaparecidas no hayan siquiera intentado acudir ante las autoridades a denunciar la falta de su ser
querido y que desde entonces no hayan sido identificadas otras víctimas o familiares.

247. A la luz de los criterios anteriores, y de dichas circunstancias del presente caso, la Corte
procederá a analizar las pretensiones presentadas por la Comisión y por los representantes respecto
de las reparaciones, con el objeto de disponer las medidas tendientes a reparar los daños en el
presente caso. La Corte deja constancia de su profunda preocupación por la situación de las víctimas
no identificadas, por cuya muerte el Estado también reconoció su responsabilidad, así como de los
familiares de aquéllas. Si bien las aproximadamente 49 víctimas reconocidas por el Estado, así como
los familiares de éstos, hayan sido o no identificados o individualizados, serán beneficiarios de otras
formas de reparación y/o de las indemnizaciones que se fijen por daños inmateriales, por falta de
información la Corte se abstiene de ordenar indemnizaciones por concepto de daño material a favor
de las víctimas y los familiares no individualizados o identificados en este proceso. Sin embargo, el
Tribunal aclara que la determinación de las reparaciones en esta instancia internacional no
obstaculiza ni precluye la posibilidad de esos familiares de víctimas no individualizados o
identificados de plantear los reclamos pertinentes ante las autoridades nacionales, a medida que
vayan siendo identificados, incluso a través de los medios que se fijan en esta Sentencia ( infra párrs.
308 y 257.b)).

[...]

294. En este apartado el Tribunal determinará aquellas medidas de satisfacción que buscan reparar
el daño inmaterial, que no tienen alcance pecuniario, así como también dispondrá medidas de
alcance o repercusión pública. Estas medidas tienen especial relevancia en el presente caso por la
extrema gravedad de los hechos.

a) Obligación del Estado de investigar los hechos del caso, identificar, juzgar y sancionar a los
responsables

[...]

298. A la luz de lo anterior, el Estado debe realizar inmediatamente las debidas diligencias para
activar y completar eficazmente la investigación para determinar la responsabilidad intelectual y
material de los autores de la masacre, así como de las personas cuya colaboración y aquiescencia
hizo posible la comisión de la misma. El Estado debe llevar a término el proceso penal sobre la
masacre de Mapiripán, de forma que permita el esclarecimiento de todos los hechos y la sanción de
los responsables. Los resultados de estos procesos deberán ser públicamente divulgados por el
Estado, de manera que la sociedad colombiana pueda conocer la verdad acerca de los hechos del
presente caso.

299. Para cumplir la obligación de investigar y sancionar a los responsables en el presente caso,
Colombia debe: a) remover todos los obstáculos, de facto y de jure , que mantengan la impunidad; b)
utilizar todos los medios disponibles para hacer expedita la investigación y el proceso judicial; y c)
otorgar las garantías de seguridad adecuadas a las víctimas, investigadores, testigos, defensores de
derechos humanos, empleados judiciales, fiscales y otros operadores de justicia, así como a los ex
pobladores y actuales pobladores de Mapiripán.

[...]

b) Identificación de las víctimas de la masacre de Mapiripán y sus familiares

305. La Corte considera indispensable que, para efectos de las reparaciones, el Estado individualice e
identifique las víctimas ejecutadas y desaparecidas, así como sus familiares. El Tribunal ha valorado
las acciones emprendidas por el Estado para recuperar los restos de las personas ejecutadas en
Mapiripán que fueron arrojados al río Guaviare. El Estado deberá completar dichas labores, así como
cualquier otra que resulte necesaria, para lo cual deberá emplear todos los medios técnicos y
científicos posibles, tomando en cuenta las normas pertinentes en la materia, tales como las
establecidas en el Manual de Naciones Unidas sobre la Prevención e Investigación Efectiva de
Ejecuciones Extrajudiciales, Arbitrarias y Sumarias. Esta obligación incluye el deber de identificar a
las víctimas individualizadas con primer nombre, con nombre y apodo, con sólo apodo o con cargo, a
saber, un hombre de raza negra denominado N. N. Nelson (hombre de raza negra), Teresa «la
Muerte», «la Arepa» y el «Presidente de la Asociación Danta, Agustín N. N., el Pacho N. N., Teresa N. N.
o Teresa «la Muerte», N. N. «la Arepa», N. N. Morales, a un cadáver identificado como N. N, a un N. N.
de sexo masculino, a una mujer del corregimiento de Charras y a un hombre de La Cooperativa N. N.
( supra párr. 96.52), así como aquéllas que vayan siendo individualizadas con posterioridad a la
notificación de la presente Sentencia.

[...]

c) Mecanismo oficial de seguimiento del cumplimiento de las reparaciones ordenadas

311. El Estado debe designar, dentro del plazo de seis meses, contado a partir de la notificación de
esta Sentencia, un mecanismo oficial que operará durante dos años, en el cual tengan participación
los familiares de las víctimas del presente caso o los representantes que ellos designen, que estará
encargado de las siguientes funciones:

i. dar seguimiento a los procesos contencioso administrativos relacionados con los hechos de
Mapiripán, para que se resuelva lo pertinente en los términos de la presente Sentencia;

ii. velar porque se haga efectivo el pago, en el plazo de un año, de las indemnizaciones y
compensaciones estipuladas a favor de los familiares de las víctimas ( supra párrs. 259, 274, 278, 288
y 290);

iii. dar seguimiento a las acciones estatales para la búsqueda, individualización e identificación de las
víctimas y sus familiares y velar porque se haga efectivo el pago, en el plazo de un año después de
que hayan sido notificadas, de las indemnizaciones y compensaciones que correspondan a familiares
de víctimas que se vayan identificando ( supra párrs. 288 y 290). Además, deberá llevar un registro de
los familiares que se vayan identificando, con quienes se mantendrá en contacto continuo para
asegurarse que no sean objeto de amenazas, más aún después de que hayan recibido las
indemnizaciones correspondientes;

iv. realizar las diligencias necesarias para que se haga efectivo el tratamiento debido a los familiares
de las víctimas ( infra párr. 312); y

v. coordinar las acciones necesarias para que los familiares de las víctimas, así como otros ex
pobladores de Mapiripán, que se hayan visto desplazados, puedan regresar en condiciones de
seguridad a Mapiripán, en caso de que así lo deseen ( infra párr. 313).

d) Tratamiento adecuado a los familiares de las víctimas

312. La Corte estima que es preciso disponer una medida de reparación que busque reducir los
padecimientos psicológicos de todos los familiares de las víctimas ejecutadas o desparecidas. Con el
fin de contribuir a la reparación de estos daños, el Tribunal dispone la obligación a cargo del Estado
de brindar gratuitamente, sin cargo alguno y por medio de los servicios nacionales de salud, el
tratamiento adecuado que requieran dichas personas, previa manifestación de su consentimiento
para estos efectos, a partir de la notificación de la presente Sentencia a quienes ya están
identificados, y a partir del momento en que realice su identificación en el caso de quienes no lo
están actualmente, y por el tiempo que sea necesario, incluida la provisión de medicamentos. Al
proveer el tratamiento psicológico se deben considerar las circunstancias y necesidades particulares
de cada persona, de manera que se les brinden tratamientos colectivos, familiares e individuales,
según lo que se acuerde con cada uno de ellos y después de una evaluación individual.

e) Garantías estatales de seguridad para los ex habitantes del municipio de Mapiripán que decidan
regresar
313. La Corte es consciente de que los miembros de Mapiripán no desean regresar al pueblo debido a
que tienen temor de seguir siendo amenazados por los paramilitares. Es posible que esta situación no
cambie hasta que se complete una investigación y un proceso judicial efectivos, que tengan como
resultado el esclarecimiento de los hechos y la sanción de los responsables. En el momento en que los
ex habitantes decidan regresar a Mapiripán, el Estado deberá garantizarles su seguridad. A tales
efectos, el Estado deberá enviar representantes oficiales cada mes a Mapiripán durante el primer
año, para verificar el orden y realizar consultas con los residentes del pueblo. Si durante esas
reuniones mensuales los habitantes del pueblo expresan preocupación en relación con su seguridad,
el Estado debe adoptar las medidas necesarias para garantizarla, las cuales serán diseñadas en
consulta con los destinatarios de las medidas.

f) Disculpa pública y reconocimiento de responsabilidad internacional

314. Para efectos de una disculpa pública para los sobrevivientes de los hechos de la masacre de
Mapiripán y los familiares de las víctimas, la Corte valora y aprecia el reconocimiento parcial de
responsabilidad internacional realizado por el Estado durante la audiencia pública celebrada el 7 de
marzo de 2005 en relación con el presente caso. En esa oportunidad, el Estado manifestó que:

Reafirma como su política de Estado la promoción y protección de los derechos humanos y expresa
su profundo respeto y consideración por las víctimas de los hechos ocurridos en Mapiripán en julio
de 1997, y evoca su memoria para lamentar y pedir perdón a sus familiares y a la sociedad
colombiana.

g) Monumento

315. El Estado deberá construir un monumento apropiado y digno para recordar los hechos de la
masacre de Mapiripán, como medida para prevenir que hechos tan graves ocurran en el futuro.
Dicho monumento deberá ser instalado en un lugar público apropiado en Mapiripán, dentro del año
siguiente a la notificación de la presente Sentencia.

h) Educación en derechos humanos

316. En consideración de que la masacre de Mapiripán fue perpetrada por paramilitares que
actuaron con la colaboración, tolerancia y aquiescencia de agentes estatales, en violación de normas
imperativas de Derecho Internacional, el Estado deberá adoptar medidas tendientes a formar y
capacitar a los miembros de sus cuerpos armados y de sus organismos de seguridad sobre los
principios y normas de protección de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario
y sobre los límites a los que debe estar sometido. Para ello, el Estado deberá implementar, en un
plazo razonable, programas de educación en derechos humanos y Derecho Internacional
Humanitario permanentes dentro de las fuerzas armadas colombianas, en todos los niveles
jerárquicos.

i) Publicación de las partes pertinentes de la presente Sentencia

318. La Corte estima que, como medida de satisfacción, el Estado debe publicar dentro del plazo de
seis meses, contado a partir de la notificación de la presente Sentencia, por una vez, en el Diario
Oficial y en otro diario de circulación nacional, la Sección de esta Sentencia denominada Hechos
Probados, sin las notas al pie de página correspondientes, los párrafos 101 y 123 de la Sección
denominada Responsabilidad Internacional del Estado, así como la parte resolutiva de la misma.

1.20. LECTURAS RECOMENDADAS

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «Una nueva contribución a la fijación de la indemnización
por hecho internacionalmente ilícito: la Sentencia de la Corte Internacional de Justicia de 19 de
junio de 2012 en el asunto Ahmadou Sadio Diallo », El Derecho internacional en el mundo
multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. TORRES
BERNÁRDEZ, J. C. FERNÁNDEZ ROZAS, C. FERNÁNDEZ DE CASADEVANTE ROMANÍ, J. QUEL
LÓPEZ, A. G. LÓPEZ MARTÍN coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 203-217.

CASADO RAIGÓN, R., VÁZQUEZ GÓMEZ, E. M., «La impronta del ius cogens en el proyecto de
artículos de la Comisión de Derecho Internacional sobre la responsabilidad del Estado por hechos
internacionalmente ilícitos», Soberanía del Estado y Derecho internacional: Homenaje al profesor
Juan Antonio Carrillo Salcedo (M. VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, A. SALINAS DE FRÍAS coords.),
Servicios de Publicaciones de la Universidades de Córdoba, Sevilla y Málaga, t. I, Sevilla, 2005, pp.
343-360.

GUTIÉRREZ ESPADA, C., « Quo vadis responsabilidad?: la revisión del Proyecto de la CDI», CEBDI ,
vol. VI, 2002, pp. 383-564.

– «Los modos de hacer efectiva la responsabilidad», Derecho intrnacional y comunitario ante los
retos de nuestro tiempo: Homenaje a la profesora Victoria Abellán Honrubia , (A. BADÍA MARTÍ, A.
PIGRAU SOLÉ, A. OLESTI RAYO coords.), vol. I, Marcial Pons, Madrid/Barcelona/Buenos Aires, 2009,
pp. 371-406.

– «Sobre la imputación o atribución de los hechos internacionalmente ilícitos en el caso de las


Organizaciones internacionales», El Derecho internacional en el mundo multipolar del siglo XXI.
Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. TORRES BERNÁRDEZ, J. C.
FERNÁNDEZ ROZAS, C. FERNÁNDEZ DE CASADEVANTE ROMANÍ, J. QUEL LÓPEZ, A. G. LÓPEZ
MARTÍN coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 219-233.

FERNÁNDEZ TOMÁS, A., «El ius cogens y las obligaciones derivadas de normas imperativas: entre
el mito y la realidad», Soberanía del Estado y Derecho Internacional: homenaje al profesor Juan
Antonio Carrillo Salcedo (M. VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, A. SALINAS DE FRÍAS, coords.), Servicios
de Publicaciones de la Universidades de Córdoba, Sevilla y Málaga, Sevilla, 2005, t. I, pp. 619-638.

GAJA, G., «Primary and Secondary Rules in the International Law on State Responsability», RDI ,
vol. 97, 2014, pp. 981-991.

PICONE, P., «Il ruolo dello Stato leso nelle reazioni collettive alle violazione di obblighi ‘erga
omnes’», RDI , 2012, pp. 957-987.

REY ANEIROS, A., Una aproximación a la responsabilidad internacional de las Organizaciones


Internacionales , Tirant lo Blanch, Valencia, 2006.

RICHARD, V., «Les organisations internationales entre responsability et accountability: le régime


de responsabilité esquissé par la CDI est-il adapté aux organisations internationales?», RBDI , vol.
46, 2013, pp. 190-205.

2. LA PROTECCIÓN DIPLOMÁTICA

2.1. INTRODUCCIÓN

La protección diplomática es otro de los procedimientos tradicionales en el derecho internacional


para asegurar la aplicación de las normas. Mediante él, el Estado invoca la responsabilidad de otro
Estado por un perjuicio causado a una persona física o jurídica de su nacionalidad. Así pues, la
institución de la protección diplomática está vinculada con las normas sustantivas que regulan el
trato a los extranjeros y también con las relativas a la responsabilidad internacional del Estado.
Se trata de una acción privativa del Estado que ejerce de modo discrecional, si bien en el orden
interno las decisiones de no ejercer la protección diplomática podrían comprometer la
responsabilidad patrimonial del Estado. El ejercicio de la protección diplomática reposa sobre el
cumplimiento de los requisitos clásicos de la nacionalidad de la reclamación y el agotamiento de
los recursos internos. El primero de ellos suscita varios tipos de cuestiones tanto en relación con
las personas físicas como respecto de las jurídicas. Ambos requisitos han sido consagrados en
numerosas decisiones de la jurisprudencia internacional.

En la actualidad, junto al mecanismo de la protección diplomática, en el ámbito de las inversiones


internacionales ha cobrado particular relevancia el recurso al arreglo arbitral para resolver las
controversias entre un Estado y nacionales de otros Estados, lo que supone un enfoque diferente.

2.2. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA PROTECCIÓN DIPLOMÁTICA, APROBADO POR LA CDI


EN SU 58º PERÍODO DE SESIONES (2006)

Artículo 1. Definición y alcance

A los efectos del presente proyecto de artículos, la protección diplomática consiste en la invocación
por un Estado, mediante la acción diplomática o por otros medios de solución pacífica, de la
responsabilidad de otro Estado por el perjuicio causado por un hecho internacionalmente ilícito de
ese Estado a una persona natural o jurídica que es un nacional del primer Estado con miras a hacer
efectiva esa responsabilidad.

Artículo 2. Derecho a ejercer la protección diplomática

Un Estado tiene derecho a ejercer la protección diplomática de conformidad con el presente proyecto
de artículos.

Artículo 3. Protección por el Estado de la nacionalidad

1. El Estado con derecho a ejercer la protección diplomática es el Estado de la nacionalidad.

2. No obstante lo dispuesto en el párrafo 1, un Estado podrá ejercer la protección diplomática con


respecto a una persona que no sea nacional del mismo de conformidad con el proyecto de artículo 8.

Capítulo II

Personas naturales

Artículo 4. Estado de la nacionalidad de una persona natural

A los efectos de la protección diplomática de una persona natural, se entiende por Estado de la
nacionalidad un Estado cuya nacionalidad ha adquirido dicha persona, de conformidad con la
legislación de ese Estado, en razón del lugar de nacimiento, la filiación, la naturalización, la sucesión
de Estados o de cualquier otro modo que no esté en contradicción con el derecho internacional.

Artículo 5. Continuidad de la nacionalidad de una persona natural

1. Un Estado tiene derecho a ejercer la protección diplomática con respecto a una persona que haya
sido nacional suyo de modo continuo desde la fecha en que se produjo el perjuicio hasta la fecha de
la presentación oficial de la reclamación. Se presume la continuidad si esa nacionalidad existía en
ambas fechas.

2. No obstante lo dispuesto en el párrafo 1, un Estado podrá ejercer la protección diplomática con


respecto a una persona que sea nacional suyo en la fecha de la presentación oficial de la reclamación
pero que no lo era en la fecha en la que se produjo el perjuicio, siempre que esa persona haya tenido
la nacionalidad de un Estado predecesor o haya perdido su nacionalidad anterior y haya adquirido,
por una razón no relacionada con la presentación de la reclamación, la nacionalidad del Estado
reclamante de un modo que no esté en contradicción con el derecho internacional.3. El actual Estado
de la nacionalidad no ejercerá la protección diplomática con respecto a una persona frente a un
anterior Estado de la nacionalidad de ésta en razón de un perjuicio sufrido cuando esa persona era
nacional del anterior Estado de la nacionalidad y no del actual Estado de la nacionalidad.

4. Un Estado deja de tener derecho a ejercer la protección diplomática con respecto a una persona
que adquiera la nacionalidad del Estado contra el cual se haya presentado la reclamación después de
la fecha de la presentación oficial de ésta.

Artículo 6. Nacionalidad múltiple y reclamación frente a un tercer Estado

1. Todo Estado del que sea nacional una persona que tenga doble o múltiple nacionalidad podrá
ejercer la protección diplomática con respecto a esa persona frente a un Estado del que ésta no sea
nacional.

2. Dos o más Estados de la nacionalidad podrán ejercer conjuntamente la protección diplomática con
respecto a una persona que tenga doble o múltiple nacionalidad.

Artículo 7. Nacionalidad múltiple y reclamación frente a un Estado de la nacionalidad

Un Estado de la nacionalidad no podrá ejercer la protección diplomática con respecto a una persona
frente a otro Estado del que esa persona sea también nacional, a menos que la nacionalidad del
primer Estado sea predominante tanto en la fecha en la que se produjo el perjuicio como en la fecha
de la presentación oficial de la reclamación.

Artículo 8. Apátridas y refugiados

1. Un Estado podrá ejercer la protección diplomática con respecto a una persona apátrida que tenga
residencia legal y habitual en ese Estado en la fecha en la que se produjo el perjuicio y en la fecha de
la presentación oficial de la reclamación.

2. Un Estado podrá ejercer la protección diplomática con respecto a una persona a la que ese Estado
reconozca la condición de refugiado, de conformidad con las normas internacionalmente aceptadas,
cuando esa persona tenga residencia legal y habitual en ese Estado en la fecha en la que se produjo el
perjuicio y en la fecha de la presentación oficial de la reclamación.

3. El párrafo 2 no se aplicará cuando el perjuicio haya sido causado por un hecho internacionalmente
ilícito del Estado de la nacionalidad del refugiado.

Capítulo III

Personas jurídicas

Artículo 9. Estado de la nacionalidad de una sociedad

A los efectos de la protección diplomática de una sociedad, se entiende por Estado de la nacionalidad
el Estado con arreglo a cuya legislación se constituyó dicha sociedad. Sin embargo, cuando la
sociedad esté controlada por nacionales de otro Estado u otros Estados, no desarrolle negocios de
importancia en el Estado en el que se constituyó y tenga la sede de su administración y su control
financiero en otro Estado, este Estado se considerará el Estado de la nacionalidad.

Artículo 10. Continuidad de la nacionalidad de una sociedad

1. Un Estado tiene derecho a ejercer la protección diplomática con respecto a una sociedad que tenía
su nacionalidad, o la de su Estado predecesor, de modo continuo desde la fecha en la que se produjo
el perjuicio hasta la fecha de la presentación oficial de la reclamación. Se presume la continuidad si
esa nacionalidad existía en ambas fechas.

2. Un Estado deja de tener derecho a ejercer la protección diplomática con respecto a una sociedad
que adquiera después de la presentación de la reclamación la nacionalidad del Estado frente al cual
se presentó dicha reclamación.
3. No obstante lo dispuesto en el párrafo 1, un Estado seguirá teniendo derecho a ejercer la
protección diplomática con respecto a una sociedad que tenía su nacionalidad en la fecha en la que
se produjo el perjuicio y que, como consecuencia de ese perjuicio, haya dejado de existir según la
legislación del Estado en el que se constituyó.

Artículo 11. Protección de los accionistas

Un Estado de la nacionalidad de los accionistas de una sociedad no tendrá derecho a ejercer la


protección diplomática con respecto a esos accionistas en caso de perjuicio causado a la sociedad, a
menos que:

a) La sociedad haya dejado de existir, de conformidad con la legislación del Estado en el que se
constituyó, por algún motivo no relacionado con el perjuicio; o

b) La sociedad haya tenido, en la fecha en la que se produjo el perjuicio, la nacionalidad del Estado
cuya responsabilidad por el perjuicio se invoca y la constitución de la sociedad en ese Estado haya
sido exigida por éste como condición previa para realizar negocios en dicho Estado.

Artículo 12. Perjuicio directo a los accionistas

En la medida en que un hecho internacionalmente ilícito de un Estado cause un perjuicio directo a


los derechos de los accionistas como tales, derechos que son distintos de los de la propia sociedad, el
Estado de la nacionalidad de cualquiera de esos accionistas tendrá derecho a ejercer la protección
diplomática con respecto a sus nacionales.

Artículo 13. Otras personas jurídicas

Los principios enunciados en el presente capítulo serán aplicables, según proceda, a la protección
diplomática de otras personas jurídicas que no sean sociedades.

Tercera parte

Recursos internos

Artículo 14. Agotamiento de los recursos internos

1. Un Estado no podrá presentar una reclamación internacional en razón de un perjuicio causado a


uno de sus nacionales o a una de las personas a que se refiere el proyecto de artículo 8 antes de que
la persona perjudicada haya agotado los recursos internos, salvo lo dispuesto en el proyecto de
artículo 15.

2. Por «recursos internos» se entienden los recursos legales que puede interponer una persona
perjudicada ante los tribunales u órganos, sean éstos judiciales o administrativos, ordinarios o
especiales, del Estado cuya responsabilidad por causar el perjuicio se invoca.

3. Se deberán agotar los recursos internos cuando una reclamación internacional, o una petición de
sentencia declarativa relacionada con la reclamación, se funde predominantemente en un perjuicio
causado a un nacional o a una de las personas a que se refiere el proyecto de artículo 8.

Artículo15. Excepciones a la regla del agotamiento de los recursos internos

No será necesario agotar los recursos internos cuando:

a) No haya razonablemente disponibles recursos internos que provean una reparación efectiva o los
recursos internos no ofrezcan ninguna posibilidad razonable de obtener esa reparación;

b) En la tramitación del recurso exista dilación indebida atribuible al Estado cuya responsabilidad se
invoca;

c) No existía en la fecha en la que se produjo el perjuicio vínculo pertinente entre la persona


perjudicada y el Estado cuya responsabilidad se invoca;
d) La persona perjudicada esté manifiestamente impedida de ejercer los recursos internos; o

e) El Estado cuya responsabilidad se invoca haya renunciado al requisito de que se agoten los
recursos internos.

2.3. COMISIÓN DE CONCILIACIÓN ITALO-AMERICANA. ASUNTO FLORENCIA STRUSKY-MERGÉ.


DECISIÓN DE 10 DE JUNIO DE 1955

Fundamentos de Derecho.

1) Las reglas del Convenio de La Haya de 1930 y el derecho consuetudinario, manifestado en los
precedentes internacionales y en la obra de los autores, comprueban la existencia y la aplicación
práctica de dos principios relativos al ejercicio de la protección diplomática en caso de doble
nacionalidad.

El primero de estos principios referido exclusivamente a la extensión de la protección diplomática


como cuestión de derecho internacional público, se funda en la igualdad soberana de los Estados en
materia de nacionalidad y prohíbe ejercer esta protección en provecho de quienes son al mismo
tiempo nacionales del Estado demandado.

El segundo de estos principios, que tiene su origen en el derecho internacional privado, se refiere a
los casos en que los Tribunales de un tercer Estado deben resolver un conflicto de leyes en materia
de nacionalidad. De esta forma, el principio de la nacionalidad efectiva ha sido establecido en
función del individuo. Sin embargo, las decisiones judiciales y la doctrina lo han traspasado
inmediatamente a la esfera del derecho internacional público, por razones evidentes de justicia.

2) No se trata en este caso de adoptar una nacionalidad con exclusión de otra, máxime si tenemos en
cuenta que ha sido reconocido por las dos Partes que la reclamante posee dos nacionalidades. El
único problema que debe solucionarse es simplemente el de determinar si la protección diplomática
puede ejercerse en tales casos.

3) Sin embargo, conviene solucionar previamente la cuestión de si los dos principios que acaban de
ser enunciados son incompatibles entre sí, de suerte que la aceptación de uno de ellos implica
necesariamente la exclusión del otro. Si la respuesta es afirmativa, el problema se reduce a una
simple elección; si es negativa será necesario determinar el campo de aplicación de cada uno de estos
dos principios.

La Comisión opina que no existe ninguna oposición irreductible entre ambos principios; cree por el
contrario que se complementan mutuamente. El principio según el cual un Estado no puede proteger
a uno de sus nacionales contra otro Estado que también lo considera ciudadano suyo, y el principio
de la nacionalidad efectiva –en el sentido de nacionalidad dominante–, han sido aceptados por el
Convenio de La Haya (arts. 4. º y 5. º) y por la Corte Internacional de Justicia (Opinión de 11 de abril
de 1949 y sentencia de 6 de abril de 1955 en el asunto Nottebohm). Si estos principios fueran
incompatibles su aceptación simultánea por el Convenio de La Haya y por la CIT sería
incomprensible.

4) La CIJ, en su reciente sentencia relativa al caso Nottebohm , después de afirmar que «el derecho
internacional concede a cada Estado la regulación de la atribución de su propia nacionalidad», añade
«Correlativamente, un Estado no podrá pretender que las reglas por él establecidas deban ser
reconocidas por otros Estados, excepto en el caso de que esté conforme con este fin general de hacer
coincidir esta vinculación jurídica de la nacionalidad con la unión efectiva del individuo respecto al
Estado que asume la protección de sus ciudadanos frente a los demás Estados... Conferida por un
Estado, sólo titula para la protección frente a otro Estado cuando supone la traducción en términos
jurídicos de la adhesión del individuo en cuestión hacia el Estado del que es nacional» (Sentencia de 6
de abril de 1955, p. 23).

Existe una razón aún más decisiva para que esta teoría deba ser entendida como aplicable al
problema de la doble nacionalidad que interesa a los dos Estados en litigio, pues en el supuesto que
examinamos la nacionalidad efectiva no significa solamente la existencia de una vinculación real,
sino también el predominio de una nacionalidad sobre la otra, en razón de los hechos encausados.

5) El principio fundado en la igualdad soberana de los Estados que excluye la protección diplomática
en caso de doble nacionalidad debe ceder ante el principio de la nacionalidad efectiva en aquellas
ocasiones en que esta nacional ida sea la del Estado reclamante, pero no debe ceder cuando este
predominio no esté probado, porque el primero de estos criterios está reconocido generalmente y
puede constituir un criterio práctico de aplicación para la eliminación de una eventual
incertidumbre.

6) Evidentemente, el problema de la doble nacionalidad sólo se plantea en los casos en que el


reclamante poseía dos nacionalidades en el momento en que se produjeron los daños y durante el
período comprendido entre la fecha del armisticio (3 de septiembre de 1943) y la fecha de entrada en
vigor del tratado de paz (15 de septiembre de 1947). Sobre la base de los principios aceptados, debe
considerarse que el Gobierno de los Estados Unidos de América está jurídicamente habilitado para
proteger a sus nacionales ante esta Comisión en caso de doble nacionalidad italo-americana, cuando
la nacionalidad efectiva es la nacionalidad americana.

Con vistas a establecer el predominio de la nacionalidad americana en los casos individuales, podrá
tomarse la residencia habitual como criterio de determinación, pero no será el único. La conducta
del individuo en su vida económica, social, política, cívica y familiar, deberá ser tomada en
consideración, así como la vinculación más estrecha y efectiva con uno de los Estados.

2.4. CONSEJO DE ESTADO. DICTAMEN 727/2005, DE 14 DE JULIO DE 2005

El Consejo de Estado en Pleno, en sesión celebrada el día 14 de julio de 2005, emitió, por unanimidad,
el siguiente dictamen:

[...]

Y, en este estado de tramitación, V. E. remite las actuaciones para consulta de este Consejo de Estado
en Pleno, que pasa a despachar su dictamen en los siguientes términos: La petición del Sr. ...... de
obtener la protección diplomática de España respecto a la sentencia de 13 de septiembre de 2002 de
la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá, República de Colombia, que con reforma parcial de la
sentencia de 4 de diciembre de 2001 del Juzgado 53 Penal del Circuito de Bogotá condenándole como
responsable de un delito de interés ilícito de funcionario en la adjudicación de un contrato público,
redujo la pena de privación de libertad a 39 meses de prisión, que podrían cumplirse como prisión
domiciliaria, y respecto de la cual fue desestimado el recurso de casación interpuesto ante la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia de aquella República, no reúne las condiciones jurídicas
necesarias para poder ser atendida.

Ante todo esta petición de protección diplomática queda vedada por el artículo 2 del Protocolo
adicional de 14 de septiembre de 1998 entre el Reino de España y la República de Colombia,
modificando el Convenio de nacionalidad entre ambos países de 26 de junio de 1979. Dicho artículo
establece: «La persona que posea la nacionalidad española y colombiana no podrá manifestar ante
las autoridades del Estado adoptante su nacionalidad de origen. Igualmente, no podrá manifestar
ante las autoridades del Estado del cual es nacional por nacimiento su nacionalidad adoptiva».

Como ya más arriba ha quedado expuesto, el Sr. ...... es colombiano de origen, habiendo optado
después de su mayoría de edad por la nacionalidad española. Por ello y según establece el inciso
segundo del artículo trascrito del Protocolo, el Sr. ...... no puede hacer valer ante la República de
Colombia, de la cual es nacional por nacimiento, su condición adquirida posteriormente de español, y
consiguientemente tampoco puede España en ningún caso intervenir ante Colombia invocando la
condición de español del Sr. ...... , colombiano de origen.

Por otra parte, esta previsión expresa del Protocolo adicional referido entre España y Colombia
establece el mismo principio que con carácter general está recibido en el Derecho Internacional
sobre exclusión de la protección diplomática para las personas de doble nacionalidad ante el Estado
del cual estas personas sean nacionales. Esta regla está recogida en el artículo 4 de la Convención de
La Haya de 12 de enero de 1930, referente a cuestiones relativas a los conflictos de leyes sobre la
nacionalidad, Convención que recogió anteriores precedentes y en particular la decisión del Tribunal
Permanente de Arbitraje Internacional de 5 de mayo de 1912 en el Caso Canevaro. Y asimismo ha
sido mantenida en el Dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de 11 de abril de 1949 sobre
Reparación de daños sufridos al servicio de las Naciones Unidas, así como en la decisión de la
Comisión de Conciliación Italo-Americana dada en Madrid en 10 de junio de 1955, en el Caso
Strunsky-Mergé.

Y también es la posición recogida en el proyecto de Convenio sobre protección diplomática en curso


de preparación por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas. Por otra parte en
ese proyecto, artículo 6, se prevé una posible excepción aceptando que un Estado pueda ejercer la
protección diplomática de una persona que tiene su nacionalidad contra otro Estado del que la
misma persona tenga también la nacionalidad, siempre que la nacionalidad «predominante» de esta
persona sea la del Estado que ejerce la protección. La posible admisión de esta excepción acoge el
precedente establecido por el Tribunal de Arreglo de Diferencias entre Irán y los Estados Unidos, que
admitió la protección diplomática a favor de una persona que tenía las dos nacionalidades, pero cuya
«nacionalidad dominante» o «efectiva» era la del Estado que ejercía la protección (decisión de 6 de
abril de 1984), recogiendo con ello la doctrina que ya anteriormente, y para situaciones de protección
ante un tercer Estado de personas con nacionalidad plural, ha considerado como más autorizado
para ejercer la protección al Estado con el que la persona afectada mantiene unos ligámenes más
estrechos, siendo de recordar al respecto la sentencia de 6 de abril de 1955 del Tribunal Internacional
de Justicia en el caso Nottebohm.

Con esta perspectiva de nacionalidad «predominante», es obvio que la nacionalidad colombiana del
Sr. ...... tiene una intensa prevalencia en su esfera habitual de actividades respecto a su condición de
español, condición que al tiempo de los hechos que dieron lugar a su condena penal en Colombia, y
asimismo al tiempo en que se produjeron las sentencias ya referidas, era una condición jurídica que
no parece se manifestase a efectos prácticos en la realidad de su vida cotidiana. El Sr. ...... además de
ser colombiano de origen, participaba en forma relevante en la vida política de su país natal
ostentando el cargo de Ministro de Minas y Energía, sin que en cambio se hayan aducido actividades
suyas sociales o económicas en la época en que hiciese valer su condición de español, actividades que
por otra parte difícilmente puede pensarse tuvieran una relevancia mínimamente destacada
mientras ejercía el cargo de Ministro del Gobierno de Colombia.

Y con ello resulta evidente que la nacionalidad «predominante» o «efectiva» del Sr. ...... en la época en
que ejercía responsabilidades políticas del mayor nivel en Colombia era precisamente la
nacionalidad colombiana. Y por tanto, e incluso haciendo hipotética abstracción de lo expresamente
dispuesto en el Protocolo adicional de 14 de septiembre de 1998, es obvio que en modo alguno podría
España inmiscuirse en el enjuiciamiento por los tribunales de Colombia de hechos realizados por el
Sr. ...... en el cargo de Ministro de aquella República.

Con lo cual, y en definitiva, resulta evidente la absoluta falta de fundamento en que se halla la
petición a España de protección diplomática frente a la República de Colombia por parte del Sr. ...... ,
y consiguientemente también la improcedencia del recurso de alzada interpuesto contra la
resolución de la Dirección General de Asuntos y Asistencia Consulares de 13 de agosto de 2004,
confirmada por la de 21 de septiembre siguiente, que denegó la protección diplomática solicitada por
el Sr. ...... .

Y, en su virtud, el Consejo de Estado en Pleno es de dictamen:

Que procede desestimar el recurso de alzada presentado contra la denegación de protección


diplomática a ...... frente a la República de Colombia.

2.5. CIJ ASUNTO DE LA BARCELONA TRACTION, LIGHT & POWER COMPANY, LIMITED (BÉLGICA
C. ESPAÑA). SENTENCIA DE 5 DE FEBRERO DE 1970
47. La situación es diferente si los actos incriminados se dirigen contra los derechos propios de los
accionistas como tales. Es bien conocido que el derecho interno les confiere derechos distintos de los
de la sociedad, entre ellos el derecho a los dividendos declarados, el derecho a tomar parte en las
asambleas generales y votar en ellas, el derecho a una parte del activo residual de la sociedad en
liquidación. Si se vulnera uno de sus derechos propios, los accionistas tienen un derecho de recurso
independiente. No hay divergencias de opinión entre las Partes sobre este punto. Conviene no
obstante distinguir entre una vulneración directa de los derechos de los accionistas y las dificultades
o pérdidas financieras a las que se pueden encontrar expuestos debido a la situación de la sociedad.

[...]

64. La Corte considerará ahora si existen en el presente caso otras circunstancias especiales en las
que la regla general podría no tener efecto. En este contexto, dos situaciones particulares deben ser
estudiadas: el caso en que la sociedad haya dejado de existir y el caso en que el Estado del que es
nacional la sociedad no tenga capacidad para actuar a favor de ésta.

[...]

66. Sin embargo, no se podría sostener que la sociedad ha desaparecido como persona jurídica ni que
haya perdido la capacidad de ejercer la acción social. Era libre de prevalerse de su capacidad ante los
tribunales españoles y lo ha hecho. Por tanto, no ha devenido jurídicamente incapaz de defender sus
propios derechos y los intereses de sus accionistas. En particular, una situación financiera precaria
no puede asimilarse a la desaparición de la entidad social, lo que es la hipótesis considerada: lo único
pertinente es la situación jurídica de la sociedad y no su situación económica, tampoco el hecho de
que pueda estar «prácticamente destruida», expresión sobre la que se ha basado una argumentación
pero que carece de toda precisión jurídica. Solo la desaparición jurídica de la sociedad priva a los
accionistas de la posibilidad de un recurso por medio de la sociedad; es únicamente cuando toda
posibilidad de este género está cerrada cuando la cuestión de un derecho de acción independiente
puede plantearse para ellos y para su gobierno.

[...]

70. Cuando se trata de establecer un nexo entre una sociedad y tal o cual Estado a los fines de la
protección diplomática, el Derecho internacional se basa, aunque en una medida limitada, en una
analogía con las normas que rigen la nacionalidad de los individuos. La norma tradicional atribuye
el derecho de ejercer la protección diplomática de una sociedad al Estado bajo cuyas leyes se ha
constituido y en cuyo territorio tiene su sede. Estos dos criterios han sido confirmados por una larga
práctica y por muchos instrumentos internacionales. Sin embargo, a veces se consideran como
necesarios unos vínculos más estrechos o diferentes para que exista un derecho de protección
diplomática. Así, ciertos Estados tienen como práctica conceder su protección diplomática a una
sociedad constituida conforme a su ley únicamente cuando el domicilio social, la dirección o el
centro de control de dicha sociedad se hallan radicados en su territorio, o cuando la mayoría o una
parte sustancial de las acciones pertenece a súbditos suyos. Solamente en estos casos, se ha dicho,
existe entre la sociedad y el Estado en cuestión un lazo de conexión efectivo como el que es bien
conocido en otros ámbitos del Derecho internacional. Sin embargo, en el plano particular de la
protección diplomática de las personas morales, no ha sido aceptado de manera general ningún
criterio absoluto aplicable al nexo efectivo. Los criterios que han sido adoptados tienen un carácter
relativo y a veces se han puesto en la balanza los vínculos de una sociedad con un Estado y sus
vínculos con otro Estado. A este respecto se ha hecho referencia al asunto Nottebohm, y de hecho las
Partes lo han mencionado frecuentemente en el curso del procedimiento. Sin embargo, habida
cuenta de los aspectos de hecho y de Derecho que presenta la protección en el presente asunto, la
Corte estima que no puede haber analogía con las cuestiones planteadas ni con la decisión adoptada
en aquel asunto.

71. En el presente caso, no se discute que la sociedad se constituyó en el Canadá ni que su sede
estatutaria allí se halla. La constitución de la sociedad conforme al Derecho canadiense fue el
resultado de una libre elección. No solamente la sociedad fue formada tal como querían sus
fundadores; en virtud del Derecho canadiense; sino que además ha seguido rigiéndose por el
Derecho canadiense por espacio de más de cincuenta años. La sociedad ha conservado en el Canadá
su sede, su contabilidad y el registro de sus acciones. Allí se han celebrado durante muchos años
reuniones del Consejo de Administración. La sociedad figura en los expedientes del fisco canadiense.
Así se creó un vínculo estrecho y permanente que se ha reforzado más aún con el transcurso de más
de medio siglo. Dicho vínculo no se ha debilitado en absoluto por el hecho de que la sociedad
ejerciera desde sus comienzos actividades mercantiles fuera del Canadá, pues tal era su objeto
declarado. Las relaciones entre la «Barcelona Traction», y el Canadá son, pues, múltiples...

[...]

90. Es por ello que, en el estado actual del Derecho, la protección de los accionistas exige que se
recurra a estipulaciones convencionales o a acuerdos especiales concluidos directamente entre el
inversor privado y el Estado en que se efectúa la inversión. Los Estados aseguran cada vez más
frecuentemente esa clase de protección en sus relaciones bilaterales o multilaterales, ya sea por
medio de instrumentos especiales, ya sea dentro del marco de acuerdos económicos de alcance más
general. Toda una evolución ha tenido lugar desde la segunda guerra mundial en materia de
protección de las inversiones en el extranjero que se ha traducido en la conclusión de tratados
bilaterales o multilaterales entre Estados, o de acuerdos entre Estados y sociedades. Dichos
instrumentos contienen disposiciones sobre la competencia y el procedimiento en caso de
controversias relativas al trato de las sociedades inversoras por parte de los Estados en que se
realizan las inversiones. A veces, se confiere a las sociedades un derecho directo a defender sus
intereses contra los Estados por medio de procedimientos definidos. En la presente instancia no se
halla vigente entre las Partes ningún instrumento de esta clase.

[...]

92. Puesto que la regla general en la materia no autoriza al Gobierno belga a presentar una
reclamación en el caso concreto, cabe todavía analizar si consideraciones de equidad exigen, como se
ha hecho valer en el curso del procedimiento, que se le reconozca un derecho de protección. Es cierto
que se ha sostenido que, por razones de equidad, un Estado debería poder asumir en ciertos casos la
protección de sus nacionales accionistas de una sociedad víctima de una violación del derecho
internacional. Así, se ha desarrollado una tesis según la cual el Estado de los accionistas tendría
derecho a ejercer su protección diplomática cuando el Estado cuya responsabilidad se invoca es el
Estado del que es nacional la sociedad. Cualquiera que sea la validez de esta tesis, no podría aplicarse
en el presente asunto, puesto que España no es el Estado del que es nacional la Barcelona Traction.

93. En cambio, la Corte estima que, en el ámbito de la protección diplomática como en todos los
demás ámbitos, el Derecho internacional exige una aplicación razonable. Se ha sugerido que, si no se
puede aplicar en determinado asunto la norma general según la cual el derecho de protección
diplomática de una sociedad corresponde a su Estado nacional, podría indicarse, por razones de
equidad, que la protección de los accionistas en cuestión fuese asegurada por su propio Estado
nacional. La hipótesis considerada no corresponde a las circunstancias del presente asunto.

94. Habida cuenta, empero, de la naturaleza de la protección diplomática, las consideraciones de


equidad no pueden exigir más que la posibilidad de ver intervenir a un Estado protector, ya se trate,
en virtud de la norma general arriba expuesta, del Estado nacional de la sociedad, o, a título
subsidiario, del Estado nacional de los accionistas que reclaman protección.

Conviene también tener en cuenta a este respecto las consecuencias prácticas a que podría
llegarse si se dedujera de consideraciones de equidad un derecho más amplio de protección para
el Estado de los accionistas. Procede ante todo, hacer constar que en materia de equidad sería
difícil establecer distinciones conforme a criterios cuantitativos; parece que cada uno de los
accionistas deba tener la misma posibilidad de beneficiarse de la protección diplomática, tanto si
posee un 1 por 100 como si posee un 90 por 100 del capital social. Desde luego el Estado protector
puede no mostrarse dispuesto a adoptar la causa del pequeño accionista aislado, pero parece
difícil negarle un derecho a hacerlo en nombre de consideraciones de equidad. En este plano, la
protección por el Estado nacional de los accionistas no puede apenas ser dosificada según la
importancia absoluta o relativa del número de acciones en juego.

95. Es cierto que el Gobierno belga ha alegado igualmente que las acciones de la «Barcelona Traction»
pertenecían a personas físicas o morales y de nacionalidad belga en una proporción tan considerable
como el 88 por 100, y de ella deduce argumento no sólo para fijar el importe de los daños y perjuicios
que reclama, sino también para tratar de dejar sentado su derecho a actuar en favor de los
accionistas belgas. Sin embargo, ello no afecta a la tesis del Gobierno belga en la materia, tal como ha
sido desarrollada en el curso del procedimiento, que implica en último análisis que podría bastar con
que una sola acción perteneciera a un súbdito de un Estado para que éste tuviera derecho a ejercer
su protección diplomática.

96. La Corte considera que la adopción de la tesis de la protección diplomática de los accionistas
como tales, al abrir la vía a reclamaciones diplomáticas concurrentes, podría crear un clima de
confusión y de inseguridad en las relaciones económicas internacionales. El peligro sería tanto
mayor cuanto que las acciones de las sociedades con actividad internacional se encuentran muy
diseminadas y con frecuencia cambian de manos. Tal vez cabría alegar que, si el derecho de
protección correspondiente a los Estados nacionales de los accionistas no fuera considerado sino
como subsidiario en relación con el del Estado nacional de la sociedad, el peligro de inconvenientes
de la naturaleza indicada sería menor. Sin embargo, la Corte debe hacer constar que la esencia de un
derecho subsidiario es el no nacer sino en el momento en que cesa de existir el derecho originario.
Toda vez que el derecho de protección correspondiente al Estado nacional de la sociedad no puede
ser considerado como extinguido por el hecho de no haber sido ejercido, no es posible admitir que en
caso de no ejercicio los Estados nacionales de los accionistas tendrían un derecho de protección
subsidiario en relación con el del Estado nacional de la sociedad...

[...]

99. Conviene observar asimismo que los fundadores de una sociedad orientada hacia actividades
internacionales deben tener en cuenta el hecho de que los Estados tienen el poder discrecional de
conceder o negar la protección diplomática a sus súbditos. Al establecer una sociedad en un país
extranjero, sus fundadores se mueven normalmente por consideraciones especiales; se trata a
menudo de aprovecharse de las ventajas fiscales o de otra naturaleza ofrecidas por el Estado
anfitrión. No parece en modo alguno contrario a la equidad el que las ventajas así obtenidas tengan
como contrapartida los riesgos creados por el hecho de que la protección de la sociedad, y por tanto
de sus accionistas, quede así confiada a un Estado distinto del Estado nacional de estos últimos.

2.6. CIJ ASUNTO RELATIVO A AHMADOU SADIO DIALLO (REPÚBLICA DE GUINEA C. REPÚBLICA
DEMOCRÁTICA DEL CONGO). SENTENCIA DE 24 DE MAYO DE 2007

61. Como la Corte recordó en el asunto de la Barcelona Traction , «resulta...inútil examinar las
múltiples formas que adoptan las diferentes entidades jurídicas en el derecho interno» ( CIJ Recue il
1970, p. 34, par. 40). Lo que importa, desde el punto de vista del Derecho Internacional, es determinar
si éstas tienen una personalidad jurídica independiente de la de sus miembros. La atribución a la
sociedad de una personalidad jurídica independiente entraña el reconocimiento en su beneficio de
los derechos sobre su propio patrimonio que solo a ella le corresponde proteger. En consecuencia,
solo el Estado de la nacionalidad puede ejercer la protección diplomática de la sociedad, cuando sus
derechos han sido violados como consecuencia de un acto ilícito de otro Estado. A fin de determinar
si una sociedad posee personalidad jurídica independiente y distinta, el derecho internacional
reenvía a las reglas de derecho interno en la materia.

62. La Corte, a fin de precisar la naturaleza jurídica de las sociedades Africom-Zaire y Africontainers-
Zaire, debe referirse al derecho interno de la RDC y, en particular, al Decreto de 27 de febrero de
1887 sobre las sociedades mercantiles. Este texto dispone, en su artículo primero, que «las sociedades
mercantiles legalmente reconocidas conforme al presente Decreto constituyen personas jurídicas con
distinta personalidad de la de sus socios».

63. El Derecho congoleño atribuye a la SRL una personalidad jurídica independiente y distinta de la
de sus socios, en particular porque el patrimonio de los socios está completamente separado del de la
sociedad y porque aquéllos no son responsables de las deudas de la sociedad más que hasta el
montante de su aportación a ésta. Se desprende de ello que los créditos y las deudas de la sociedad
respecto a terceros se corresponden respectivamente con los derechos y las obligaciones de éstas.
Como la Corte ha subrayado en el asunto de la Barcelona Traction , «mientras la sociedad subsista, el
accionista no tiene ningún derecho al capital social» ( CIJ Recueil 1970, p. 34, par. 41). Ésta es una
regla fundamental en este sentido, ya sea una SRL o una sociedad anónima.

64. El ejercicio por un Estado de la protección diplomática de una persona física o jurídica de su
nacionalidad, que es socio o accionista, está dirigida a exigir la responsabilidad del otro Estado por
un perjuicio causado a dicha persona por un acto internacionalmente ilícito cometido por tal Estado.
No se trata por tanto más que de la protección diplomática de una persona natural o jurídica como se
define en el artículo 1 del Proyecto de Artículos de la CDI; el acto internacionalmente ilícito se
corresponde, en el caso de los socios o accionistas, con la violación por el Estado demandado de los
derechos legítimos en su relación con la persona jurídica, derechos legítimos que están definidos en
el Derecho interno del Estado, como además ha sido aceptado por ambas partes. Sobre esta base, la
protección diplomática de los derechos legítimos de los socios de una SRL o de los accionistas de una
sociedad anónima no debe ser considerada como una excepción al régimen jurídico general de la
protección diplomática de las personas físicas o jurídicas, como se deriva del derecho internacional
consuetudinario.

65. La Corte, una vez considerados todos los argumentos planteados por las Partes, constata que
Guinea está legitimada para actuar en la medida en que su acción en cuestión concierne a una
persona de su nacionalidad, el Sr. Diallo, y que se dirige contra los actos presuntamente ilícitos de la
RDC que habían infringido los derechos de esta persona, particularmente sus derechos legítimos en
cuanto socio de las dos empresas Africom-Zaire y Africontainers-Zaire.

66. La Corte pone de manifiesto que el Sr. Diallo, socio de Africom-Zaire y Africontainers-Zaire,
ostentaba la administración en cada una de las citadas sociedades. Como socio de una SRL le
corresponden también las participaciones sociales en el capital social, mientras que el socio
administrador es un órgano de la sociedad que actúa en su nombre. No corresponde a la Corte
determinar, en este momento del procedimiento, qué derechos específicos corresponden al estatus
de socio y cuáles a la posición de administrador de una SRL conforme al derecho congoleño. Será, en
todo caso, en el fondo del asunto cuando la Corte definirá la precisa naturaleza, contenido y límite de
tales derechos. Será también en ese momento del procedimiento cuando la Corte, en caso de que lo
precise, apreciará los efectos en los distintos derechos que la acción contra el Sr. Diallo ha tenido. No
hay necesidad alguna de que la Corte aborde estas cuestiones de fondo para poder pronunciarse
sobre las excepciones preliminares planteadas por el demandado.

67. En visto de lo anterior, la Corte concluye que la objeción de inadmisibilidad presentada por la
RDC en razón de la ausencia de capacidad de Guinea para proteger al Sr. Diallo, no puede ser
aceptada por lo que se refiere a sus derechos legítimos en tanto que socio de las empresas Africom-
Zaire y Africontainers-Zaire.

[...]

86. La Corte recuerda que en materia de protección diplomática, el principio que se recoge en la
Barcelona Traction es el siguiente:

«La responsabilidad se origina no cuando un mero interés se ha visto afectado, sino cuando un
derecho es violado, de tal forma que un acto dirigido contra los derechos de la sociedad no conlleva
responsabilidad en relación con los accionistas, incluso si sus intereses están afectados» ( CIJ Recueil
1970, p. 36, par.46)

87. Tras el dictum en el asunto de la Barcelona Traction (ibid, p. 48, par. 93) (vid. Párrafo 82 supra), la
Corte no ha tenido ocasión de pronunciarse sobre la cuestión de la existencia de una norma de
derecho internacional que reconozca una excepción a la regla general «según la cual el derecho de
protección diplomática de una sociedad corresponde al Estado de su nacionalidad» ( ibid, p. 48,
par.93), excepción que autorizaría una protección de los accionistas por el Estado de su nacionalidad
«por sustitución» y cuál sería el alcance de esta excepción. Es cierto que en el asunto relativo a
Elettronica Sicula S.p. A. (ELSI) (Estados Unidos de América c. Italia) , la Sala admitió un recurso
presentado por los Estados Unidos a favor de dos sociedades norteamericanas (que disponían del
100% de las acciones de una sociedad italiana), en lo relativo a los actos atribuidos a las autoridades
italianas vulneradores de los derechos de tales sociedades. Sin embargo, al aceptar esta demanda, la
Corte fundamentó su razonamiento no en el derecho internacional consuetudinario, sino en el
Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre los dos países que otorgaba directamente a sus
nacionales, corporaciones y sociedades, determinados derechos en relación con su participación en
las corporaciones y sociedades de la nacionalidad del otro Estado. La Corte examinará ahora si la
excepción invocada por Guinea está consagrada en el derecho internacional consuetudinario, como
ella afirma.

88. La Corte no puede dejar de señalar que en el Derecho contemporáneo, la protección de los
derechos de las sociedades y de sus accionistas, y el arreglo de las controversias que en ellas surjan,
se rigen esencialmente por acuerdos bilaterales o multilaterales en materia de protección de las
inversiones extranjeras, como los tratados para promoción y protección de inversiones extranjeras y
la Convención de Washington de 18 de marzo de 1965, sobre Arreglo de Diferencias relativas a
Inversiones entre Estados e inversores extranjeros por el que se creó Centro Internacional de Arreglo
de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), así como por contratos suscritos entre los Estados y los
inversores extranjeros. En este contexto, el rol de la protección diplomática se difumina, ya que en la
práctica sólo se recurre a la misma en aquellos casos poco frecuentes, en que el régimen de los
tratados no exista o se haya demostrado inoperativo. Es precisamente en este contexto particular y
relativamente limitado en el que podría surgir la cuestión de la protección por sustitución. La teoría
de la protección por sustitución busca ofrecer protección a los accionistas extranjeros de la empresa
que no pueden beneficiarse de un tratado internacional y para los cuales no existe ningún otro
recurso disponible, sobre la base de la existencia de actos contra la sociedad cometidos por el Estado
de su nacionalidad. La protección por sustitución constituiría entonces el último recurso para la
protección de esos inversores extranjeros.

89. La Corte, una vez examinada la práctica de los Estados y las decisiones de las Cortes y Tribunales
internacionales en materia de protección diplomática a socios y accionistas, mantiene la opinión de
que tal práctica y tales decisiones no revelan –por lo menos hasta el momento– una excepción a la
norma de derecho internacional consuetudinario que permite la protección por sustitución, tal y
como sostiene Guinea.

90. El hecho del que se vale Guinea, a saber, la existencia de diferentes acuerdos internacionales tales
como los acuerdos sobre promoción de la protección de las inversiones extranjeras y la Convención
de Washington que han establecido un régimen jurídico específico para la protección de las
inversiones, o las disposiciones en este sentido comúnmente incluidas en los contratos concluidos
directamente entre Estados e inversores extranjeros, no son suficientes para demostrar que las
normas consuetudinarias en materia de protección diplomática han cambiado; sino que muestran
todo lo contrario. Los arbitrajes invocados por Guinea constituyen casos especiales, fundados en
acuerdos internacionales específicos entre dos o más Estados, incluyendo uno de los Estados
responsable de los actos ilícitos alegados contra las sociedades interesadas (ver por ejemplo, el
compromiso concluido entre los Gobiernos americano, británico y portugués en el asunto Delagoa o
el concluido entre El Salvador, los Estados Unidos de América en el asunto de la Salvador Commercial
Company ) o los acuerdos concluidos directamente entre la sociedad y el Estado presuntamente
responsable del perjuicio. ( vid ., por ejemplo, el asunto de Biloune v. Ghana Investment Centre ).

91. Cuestión distinta es la si el derecho internacional consuetudinario contiene una norma más
limitada de protección por sustitución, como la incluida en el Proyecto de Artículos sobre Protección
Diplomática de la CDI, que resulta aplicable sólo en aquellos casos en que la constitución de una
Sociedad en el Estado causante de la violación de derecho internacional alegada «fue requerida como
condición previa para ejercer actividades comerciales en tal Estado» (Artículo 11, párrafo b).

92. Sin embargo, este caso especial no parece corresponderse con el planteado ante la Corte. Es un
hecho que el Sr. Diallo, ciudadano guineano, se instaló en Zaire en 1964, cuando contaba con 17 años
de edad, y que no fundó su primera empresa, Africom-Zaire, hasta 10 años después, en 1974. Además
cuando en 1979, el Sr. Diallo participó en la creación de Africontainers-Zaire, no fue más que en
calidad de administrador de la sociedad Africom-Zaire, sociedad sometida al derecho congoleño.
Cuando la empresa Africontainers-Zaire se creó, el 70 % de su capital correspondía a socios de
nacionalidad congoleña, y sólo en 1980, un año después, Mr. Diallo se convirtió en socio de tal
compañía en nombre propio, con un 40 % del capital, tras la retirada de otros dos socios, la sociedad
Africom-Zaire mantuvo las restantes participaciones sociales. En estas condiciones, parece que las
sociedades Africom-Zaire y Africontainers-Zaire fueron creadas en Zaire e inscritas en el registro de
comercio de la ciudad de Kinshasa por el Sr. Diallo, que ejercía allí sus actividades comerciales.
Además y sobre todo no se ha establecido satisfactoriamente ante la Corte que su constitución en este
país, en tanto entidades jurídicas de nacionalidad congoleña, se habría exigido para que sus
fundadores pudieran operan en los sectores económicos señalados.

93. La Corte concluye, sobre la base de los hechos, que las sociedades Africom-Zaire y Africontainers-
Zaire no se han constituido de tal manera que entren dentro del ámbito de aplicación de la
protección por sustitución en el sentido del artículo 11, párrafo b del Proyecto de Artículos sobre
Protección Diplomática señalado por Guinea. Por lo tanto, la cuestión de si el párrafo del artículo 11
refleja el derecho internacional consuetudinario no se plantea en este caso.

94. En vista de lo anterior, la Corte no puede aceptar la pretensión de Guinea de ejercer una
protección diplomática por sustitución. Es por tanto la regla normal de la nacionalidad de la
reclamación la que se aplica a la cuestión de la protección diplomática respecto de las sociedades
Africom-Zaire y Africontainers-Zaire. Las sociedades en cuestión poseen ambas nacionalidad
congoleña. La excepción de inadmisibilidad planteada por la RDC en razón de la ausencia de
legitimación de Guinea para ejercitar la protección diplomática del Sr. Diallo por los pretendidos
actos ilícitos de la RDC dirigidos contra los derechos de las sociedades Africom-Zaire y Africontainers-
Zaire es en consecuencia fundada y debe ser aceptada.

2.7. LECTURAS RECOMENDADAS

CRESPO NAVARRO, E., «El Proyecto de artículos de la Comisión de Derecho Internacional sobre la
protección diplomática: la protección de las personas físicas», REDI , vol. LVII, 2005, pp. 221-238.

DÍEZ-HOCHLEITNER RODRÍGUEZ, J., «Protección diplomática v. Arbitraje de inversiones», El


derecho internacional: normas, hechos y valores. Liber amicorum José Antonio Pastor Ridruejo (L.
CAFLISCH, R. BERMEJO GARCÍA, J. DÍEZ-HOCHLEITNER RODRÍGUEZ, C. GUTIÉRREZ ESPADA
coords.), Ed. Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Madrid, 2005, pp. 469-505.

QUEL LÓPEZ, F. J., «Nueva aproximación a una institución clásica: la necesaria adaptación de la
protección diplomática a los actores y factores presentes en la actual sociedad internacional»,
Cursos de Derecho internacional de Vitoria-Gasteiz, vol. XXII , 2002, pp. 339-377.

– «El agotamiento de los recursos internos. Criterios uniformes en la jurisprudencia y en la


codificación internacional», Obra Homenaje al Profesor Julio D. González Campos , t. I,
UAM/Eurolex, Madrid, 2005, pp. 499-527.

TORROJA MATÉU, H., «La protección diplomática de los derechos humanos de los nacionales en el
extranjero: ¿situaciones jurídicas subjetivas en tensión?», REDI , vol. LVIII, 2006, pp. 205-237.

TOURNIER, A., La protection diplomatique des personnes morales , LGDJ, París, 2013.

VEERMER-KÜNZLI, A., «Restricting Discretion: Judicial Review of Diplomatic Protection», NJIL ,


2006, pp. 279-307.
3. LOS MECANISMOS DE AUTOTUTELA Y LAS SANCIONES INTERNACIONALES

3.1. INTRODUCCIÓN

La estructura descentralizada de la sociedad internacional se traduce en la inexistencia de un


órgano superior que asegure coactivamente la aplicación del derecho internacional, de manera
que la adopción de medidas coercitivas frente al Estado autor de un ilícito tiene carácter
individual por parte del Estado que ha sufrido un perjuicio en sus derechos o intereses. Se trata de
las medidas de autotutela, que son una manifestación de la autoprotección del Estado. En la
terminología de la CDI, estamos ante las contramedidas, denominación que pone de relieve que
estamos ante la reacción jurídica legítima frente a un previo hecho internacionalmente ilícito de
otro Estado.

En la actualidad, la prohibición de la amenaza o uso de la fuerza tiene como consecuencia que las
medidas de autotutela pueden consistir en acciones de carácter político o económico pero ya no
pueden implicar la fuerza armada. La ruptura de relaciones diplomáticas, las medidas de
retorsión y las represalias son las diferentes fórmulas a través de las cuales se manifiestan este
tipo de medidas. Para su validez se requiere que la medida sea la respuesta frente a un hecho
ilícito de otro Estado, se dirija contra éste, su finalidad sea la de incitarle a cumplir la obligación
internacional de que se trate, haya habido una previa intimación al cumplimiento y exista
proporcionalidad respecto del perjuicio sufrido.

Paralelamente, la relativa institucionalización de la sociedad internacional permite que un órgano


de una organización internacional con competencias en la materia pueda adoptar medidas de
carácter colectivo contra un Estado que haya vulnerado gravemente obligaciones que protegen
intereses esenciales para la comunidad internacional en su conjunto. Son las sanciones
internacionales, que el Consejo de Seguridad puede imponer basándose en el Capítulo VII de la
Carta de las NN UU. Desde 1990, este órgano viene generando una significativa práctica de recurso
a medidas que pueden implicar o no el uso de la fuerza contra el Estado infractor, pudiendo ser
estas últimas de contenido político o económico. El Consejo ha ido ampliando el concepto de
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, superando la consideración que lo
reducía a la previa existencia de un ataque armado de un Estado contra otro e incluyendo
situaciones tales como las violaciones graves de los derechos humanos en conflictos armados
internos, la lucha contra el terrorismo internacional o la proliferación nuclear. Al mismo tiempo,
ha ido perfeccionando el mecanismo de las sanciones, pasando de las globales a las selectivas e
incorporando procedimientos para asegurar el respeto de los derechos fundamentales de las
personas afectadas.

3.2. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR HECHOS


INTERNACIONALMENTE ILÍCITOS, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA LECTURA EN SU 53º
PERÍODO DE SESIONES (2001)

Capítulo II. Contramedidas

Artículo 49.Objeto y límites de las contramedidas

1. El Estado lesionado solamente podrá tomar contramedidas contra el Estado responsable del hecho
internacionalmente ilícito con el objeto de inducirlo a cumplir las obligaciones que le incumban en
virtud de lo dispuesto en la segunda parte.
2. Las contramedidas se limitarán al incumplimiento temporario de obligaciones internacionales que
el Estado que toma tales medidas tiene con el Estado responsable.

3. En lo posible, las contramedidas serán tomadas en forma que permitan la reanudación del
cumplimiento de dichas obligaciones.

Artículo 50. Obligaciones que no pueden ser afectadas por las contramedidas

1. Las contramedidas no afectarán:

a) La obligación de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, como está enunciada en


la Carta de las Naciones Unidas;

b) Las obligaciones establecidas para la protección de los derechos humanos fundamentales;

c) Las obligaciones de carácter humanitario que prohíben las represalias:

d) Otras obligaciones que emanan de normas imperativas del derecho internacional general.

2. El Estado que tome contramedidas no quedará exento del cumplimiento de las obligaciones que le
incumban:

a) En virtud de cualquier procedimiento de solución de controversias aplicable entre dicho Estado y


el Estado responsable;

b) De respetar la inviolabilidad de los agentes, locales, archivos y documentos diplomáticos o


consulares.

Artículo 51. Proporcionalidad

Las contramedidas deben ser proporcionales al perjuicio sufrido, teniendo en cuenta la gravedad del
hecho internacionalmente ilícito y los derechos en cuestión.

Artículo 52. Condiciones del recurso a las contramedidas

1. Antes de tomar contramedidas, el Estado lesionado:

a) Requerirá al Estado responsable, de conformidad con el artículo 43, que cumpla las obligaciones
que le incumben en virtud de la segunda parte; y

b) Notificará al Estado responsable cualquier decisión de tomar contramedidas y ofrecerá negociar


con ese Estado.

2. No obstante lo dispuesto en el apartado b) del párrafo 1, el Estado lesionado podrá tomar las
contramedidas urgentes que sean necesarias para preservar sus derechos.

3. Las contramedidas no podrán tomarse y, en caso de haberse tomado, deberán suspenderse sin
retardo injustificado, si:

a) El hecho internacionalmente ilícito ha cesado; y

b) La controversia está sometida a una corte o un tribunal facultados para dictar decisiones
vinculantes para las partes.

4. No se aplicará el párrafo 3 si el Estado responsable no aplica de buena fe los procedimientos de


solución de controversias.

Artículo 53. Terminación de las contramedidas

Se pondrá fin a las contramedidas tan pronto como el Estado responsable haya cumplido sus
obligaciones en relación con el hecho internacionalmente ilícito de conformidad con lo dispuesto en
la segunda parte.
Artículo 54. Medidas tomadas por Estados distintos del Estado lesionado

Este capítulo no prejuzga acerca del derecho de cualquier Estado, facultado por el párrafo 1 del
artículo 48 para invocar la responsabilidad de otro Estado, a tomar medidas lícitas contra este Estado
para asegurar la cesación de la violación y la reparación en interés del Estado lesionado o de los
beneficiarios de la obligación violada.

3.3. CIJ ASUNTO RELATIVO AL PROYECTO GABČÍKOVO-NAGYMAROS (HUNGRÍA/ESLOVAQUIA).


SENTENCIA DE 25 DE SEPTIEMBRE DE 1997

82. Aunque no haya hecho valer a título principal el argumento deducido de las contramedidas por
no considerar la variante C como ilícita, Eslovaquia ha declarado que «la variante C podría ser
considerada como una contramedida justificada como respuesta a los actos ilícitos de Hungría».

La Corte, en el párrafo 78 anteriormente citado, ha llegado a la conclusión de que Checoslovaquia ha


cometido un acto internacionalmente ilícito al poner en funcionamiento la variante C. Por lo tanto,
debe ahora investigar si esta ilicitud puede ser excusada debido a que esta medida habría sido
adoptada como reacción a la falta previa de cumplimiento por parte de Hungría de sus obligaciones
en virtud del derecho internacional.

83. Para poder estar justificada, una contramedida debe satisfacer determinadas condiciones [véase
Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos), fondo,
Sentencia, CIJ Recueil, 1986, p. 127, pár. 249. Véase igualmente la Sentencia arbitral de 9 de diciembre
de 1978 en el asunto relativo al Acuerdo sobre los servicios aéreos de 27 de marzo de 1946 entre Francia
y Estados Unidos, Nations Unies, Recueil des sentences arbitrales (RSA), vol. XVIII, pp. 483 ss., y los
artículos 47 a 50 del Proyecto de Artículos sobre la Responsabilidad de los Estados adoptado por la
Comisión de Derecho Internacional en primera lectura, «Informe de la CDI sobre la labor realizada
en su 48.º período de sesiones, 6 de mayo-26 de julio de 1996». Documentos oficiales de la Asamblea
General, 51 sesión, suplemento nº 10 (A/51/10), pp. 167-168].

En primer lugar, debe ser adoptada para responder a un hecho internacionalmente ilícito de otro
Estado y debe estar dirigida contra dicho Estado. Aunque no haya sido presentada a título principal
como una contramedida, está claro que la variante C ha constituido una réplica a la suspensión y al
abandono de los trabajos por parte de Hungría y que la medida estaba dirigida contra ese Estado;
resulta igualmente evidente, en opinión de la Corte, que las maniobras de Hungría eran
internacionalmente ilícitas.

84. En segundo lugar, el Estado lesionado debe haber invitado al Estado autor del hecho ilícito a
poner fin a su comportamiento ilícito o a proporcionar una reparación al efecto. Se desprende
claramente de los hechos de la causa, tal y como han sido recordados anteriormente por la Corte
(véanse párrs. 61 ss.), que Checoslovaquia ha solicitado en numerosas ocasiones a Hungría que
retome la ejecución de sus obligaciones convencionales.

85. En opinión de la Corte, constituye una condición importante que los efectos de una contra-medida
sean proporcionados a los daños sufridos teniendo en cuenta los derechos en presencia.

[...]

La Corte considera que Checoslovaquia, al tomar unilateralmente el control de un recurso


compartido, y al privar de esta manera a Hungría de su derecho a una parte equitativa y razonable
de los recursos naturales del Danubio –con los efectos continuos que el desvío de sus aguas despliega
sobre la ecología de la región ribereña de Szigetkéiz– no ha respetado la proporcionalidad exigida
por el derecho internacional.

[...]

87. La Corte estima, por tanto, que el desvío del Danubio efectuado por Checoslovaquia no ha sido
una contramedida lícita, al no haber sido proporcionada. En consecuencia, no es necesario que se
pronuncie sobre otra condición de la que depende la licitud de una contra-medida, a saber, que tenga
por finalidad incitar al Estado autor del hecho ilícito a cumplir las obligaciones que le incumben en
derecho internacional, y que la medida sea reversible.

3.4. UN MUNDO MÁS SEGURO: LA RESPONSABILIDAD QUE COMPARTIMOS. INFORME DEL GRUPO
DE ALTO NIVEL SOBRE LAS AMENAZAS, LOS DESAFÍOS Y EL CAMBIO (2004)

VIII. El Papel de las Sanciones

178. Las sanciones son una herramienta vital, aunque imperfecta, para hacer frente
preventivamente a las amenazas a la paz y la seguridad internacionales. Desempeñan una necesaria
función intermedia entre la guerra y las palabras cuando una nación, una persona o un grupo
rebelde infringe las normas internacionales y cuando la falta de respuesta debilitaría esas normas,
alentaría a otros infractores o podría interpretarse como consentimiento.

179. Las sanciones selectivas (sanciones en los ámbitos de las finanzas, los viajes o la aviación, o
embargos de armas) permiten ejercer presión sobre los dirigentes y las élites con consecuencias
humanitarias insignificantes, constituyen una alternativa menos costosa que otras y pueden
adaptarse a circunstancias concretas. Al aislar a los infractores de las normas y las leyes
internacionales, incluso unas sanciones de alcance limitado (como un embargo deportivo) pueden
desempeñar un importante papel simbólico. La amenaza de sanciones puede ser un medio poderoso
de disuasión y prevención.

180. El Consejo de Seguridad debería asegurar que las sanciones se aplicaran y cumplieran
eficazmente:

a) Cuando el Consejo de Seguridad impusiera un régimen de sanciones (por ejemplo, un embargo de


armas) debería, como norma, establecer mecanismos de vigilancia y dotarlos de la autoridad y la
capacidad necesarias para realizar investigaciones a fondo de gran calidad. Es necesario consignar
créditos presupuestarios adecuados para poner en práctica esos mecanismos;

b) Se debería encomendar a los comités de sanciones del Consejo de Seguridad la elaboración de


mejores directrices y procedimientos de presentación de informes para ayudar a los Estados a
aplicar las sanciones y mejorar los procedimientos para mantener listas correctas de personas y
entidades sujetas a la aplicación de sanciones selectivas;

c) El Secretario General debería nombrar a un alto funcionario con recursos de apoyo suficientes
para poder proporcionar al Consejo de Seguridad un análisis de la mejor manera de imponer
sanciones y de ayudar a coordinar su aplicación. Ese funcionario también prestaría asistencia en
relación con las medidas de cumplimiento, determinaría las necesidades de asistencia técnica y
coordinaría la prestación de esa asistencia y formularía recomendaciones sobre los ajustes que
fueran necesarios para hacer más eficaces las sanciones;

d) Los donantes deberían destinar más recursos al fortalecimiento de la capacidad jurídica,


administrativa, policial y de control de fronteras de los Estados Miembros para aplicar las sanciones.
Ese fortalecimiento debería incluir medidas para mejorar la interdicción aérea en zonas de conflicto;

e) En caso de violaciones verificadas y crónicas de las sanciones, el Consejo de Seguridad debería


imponer sanciones secundarias contra los culpables;

f) El Secretario General, en consulta con el Consejo de Seguridad, debería asegurar la existencia de un


mecanismo de auditoría apropiado para supervisar la administración de las sanciones.

181. Los comités de sanciones deberían mejorar los procedimientos para conceder exenciones por
motivos humanitarios y evaluar periódicamente los efectos humanitarios de las sanciones. El Consejo
de Seguridad debería seguir tratando de mitigar las consecuencias humanitarias de las sanciones.

182. Cuando las sanciones se apliquen a listas de personas o entidades, los comités de sanciones
deberían establecer procedimientos para revisar los casos de quienes afirmen que sus nombres se
han incluido o mantenido por error en esas listas.

3.5. INTRODUCCIÓN Y APLICACIÓN DE SANCIONES IMPUESTAS POR LAS NACIONES UNIDAS.


A/RES/64/115, ANEXO

I. Cuestiones generales

1. Las sanciones siguen constituyendo un importante instrumento previsto en la Carta de las


Naciones Unidas para mantener la paz y la seguridad internacionales sin recurrir al uso de la fuerza.
Las sanciones deberían ser cuidadosamente selectivas en apoyo de objetivos claros y legítimos con
arreglo a la Carta, y aplicarse de manera que se logre un equilibrio entre la eficacia en la obtención
de los resultados deseados y las posibles consecuencias adversas, incluidas las socioeconómicas y
humanitarias, para las poblaciones y terceros Estados.

2. El propósito de las sanciones es modificar la conducta del Estado, parte, persona o entidad que
amenace la paz y la seguridad internacionales, y no imponer un castigo ni ejercer ningún otro tipo de
represalia. Los regímenes de sanciones deberían estar en consonancia con esos objetivos.

3. El Consejo de Seguridad puede recurrir a la aplicación de sanciones cuando determine la


existencia de una amenaza a la paz, un quebrantamiento de la paz o un acto de agresión. En tal
sentido, el Consejo de Seguridad debería regirse por el criterio adoptado en el anexo II de la
resolución 51/242 de la Asamblea General, en la que se indica que debería recurrirse a las sanciones
solo con la mayor cautela, cuando otras posibilidades pacíficas previstas en la Carta resulten
inadecuadas. Los motivos que determinen la necesidad de imponer sanciones deberían ser
identificados y declarados con anticipación.

4. El Consejo de Seguridad debería introducir las sanciones de conformidad con las disposiciones de
la Carta, teniendo en cuenta las demás normas aplicables del derecho internacional, en particular
todas aquellas relacionadas con los derechos humanos y las libertades fundamentales.

5. En la elaboración y aplicación de regímenes de sanciones se deberían tener en cuenta las prácticas


idóneas y directrices adoptadas por el Consejo de Seguridad y la Asamblea General en materia de
sanciones, en particular las que figuran en el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005, la
resolución 51/242 de la Asamblea General y las resoluciones del Consejo de Seguridad 1730 (2006),
1735 (2006) y 1822 (2008). A tal fin, podrían considerarse también las prácticas idóneas y los métodos
consignados en el informe del Grupo de Trabajo oficioso del Consejo de Seguridad sobre cuestiones
generales relativas a las sanciones (S/2006/997), del que se toma nota en la resolución 1732 (2006) del
Consejo de Seguridad.

6. Las sanciones deberían aplicarse y vigilarse eficazmente, con puntos de referencia claros, y, en su
caso, tener una fecha de terminación o ser examinadas periódicamente con miras a levantarlas,
mantenerlas o ajustarlas, teniendo en cuenta la situación humanitaria y la respuesta del Estado y las
otras partes a las que van dirigidas a las exigencias del Consejo de Seguridad. Las sanciones deberían
aplicarse durante el plazo más breve posible para el logro de sus objetivos y levantarse una vez que
éstos se hayan cumplido.

7. Por lo que respecta a particulares y entidades, los regímenes de sanciones deberían asegurar que
la decisión de incluir a éstos en las listas se base en procedimientos justos y claros y responda, según
proceda, a una justificación detallada de los Estados Miembros, que se examinen periódicamente los
nombres incluidos en las listas, que, en la medida de lo posible, la identificación de los particulares y
las entidades objeto de sanciones tenga el mayor grado de especificidad y que, desde el comienzo, los
regímenes de sanciones tengan procedimientos justos y claros para suprimir nombres de las listas. Se
debería notificar a los particulares y las entidades la decisión y, con el mayor detalle posible, la parte
que se pueda hacer pública de la justificación. Debería existir un mecanismo adecuado para tramitar
las solicitudes de supresión de nombres presentadas por particulares o entidades.

II. Efectos secundarios indeseados de las sanciones


8. Las sanciones deberían evitar en la medida de lo posible los efectos humanitarios adversos o las
consecuencias indeseadas para los particulares y las entidades que no son objeto de ellas o para
terceros Estados. Una manera de lograrlo es mediante sanciones selectivas.

9. Tanto en la etapa preparatoria, según proceda, como durante la aplicación de las sanciones, el
Consejo de Seguridad y sus comités de sanciones, con la asistencia de la Secretaría, deberían realizar
una evaluación objetiva de las consecuencias socioeconómicas y humanitarias a corto y largo plazo.
En tal sentido, podría ser útil la metodología de evaluación de las consecuencias humanitarias de las
sanciones que figura en el Sanctions Assessment Handbook (2004).

10. Convendría que el Consejo de Seguridad y sus comités de sanciones considerasen la información
sobre las consecuencias humanitarias de la introducción y aplicación de sanciones, incluidas las que
afectan a las condiciones básicas de vida de la población civil del Estado objeto de las sanciones o su
desarrollo socioeconómico, y a terceros Estados que hayan sufrido o puedan sufrir a consecuencia de
su aplicación.

11. En la mayor medida posible, se deberían evitar situaciones en que las consecuencias de la
introducción de las sanciones pudieran ocasionar un daño material y financiero considerable a
terceros Estados o en que la población civil del Estado objeto de las sanciones o de terceros Estados
pudiera sufrir consecuencias adversas considerables.

12. De forma sistemática deberían preverse exenciones de carácter humanitario y de otro tipo para
todas las medidas selectivas, como los embargos de armas, las restricciones de viaje, las
prohibiciones de vuelo y las sanciones financieras, de conformidad con procedimientos justos y
claros.

13. Se debería velar por que los regímenes de sanciones no impidieran la prestación apropiada de
asistencia humanitaria a la población civil. Los Estados y las partes a las que se dirijan las sanciones
deberían cooperar a tal fin. Los órganos competentes de las Naciones Unidas, incluidos los comités de
sanciones, deberían considerar la posibilidad de establecer exenciones para los suministros
indispensables de asistencia humanitaria.

14. La prestación de asistencia humanitaria y médica y de otras formas de apoyo humanitario a todos
los sectores y grupos de la población civil debería regirse por los principios de neutralidad,
independencia, transparencia, imparcialidad y no discriminación.

15. No debería prestarse asistencia humanitaria y médica ni otras formas de apoyo humanitario a
ningún sector o grupo de la población civil sin el consentimiento del Estado receptor o una petición
de su parte.

16. En situaciones de emergencia y casos de fuerza mayor (desastres naturales, amenaza de


hambruna, disturbios en masa que den lugar a la desorganización del gobierno del país), se debería
considerar la posibilidad de suspender las sanciones a fin de evitar un desastre humanitario. La
decisión debe tomarse atendiendo a las circunstancias de cada caso.

17. Las decisiones relativas a las sanciones deberían adecuarse a los propósitos y principios
establecidos en la Carta de las Naciones Unidas. Los regímenes de sanciones deberían idearse de
manera que se eviten consecuencias indeseadas en el Estado objeto de ellas o en terceros Estados que
puedan dar lugar a violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

III. Aplicación

18. Todos los Estados deberían aplicar las sanciones de buena fe.

19. La vigilancia y el cumplimiento son ante todo responsabilidad de cada Estado Miembro. Los
Estados Miembros deberían tratar de prevenir o corregir las actividades que sean de su competencia
e infrinjan las medidas sancionadoras. En tal sentido, se debería tener en cuenta, en su caso, lo
dispuesto en el informe del Grupo de Trabajo oficioso del Consejo de Seguridad sobre cuestiones
generales relativas a las sanciones (S/2006/997).
20. La vigilancia internacional a cargo del Consejo de Seguridad o de alguno de sus órganos
subsidiarios respecto del cumplimiento de las medidas sancionadoras, de conformidad con las
resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad, puede contribuir a la eficacia de las sanciones
impuestas por las Naciones Unidas. Los Estados que necesiten asistencia para la aplicación y
vigilancia de las sanciones podrán solicitar la ayuda de las Naciones Unidas o de las organizaciones
regionales o los donantes pertinentes.

21. Se debería alentar a los Estados y las organizaciones internacionales y regionales competentes
que tengan capacidad para hacerlo a que ofrezcan asistencia técnica y financiera adecuada a otros
Estados a fin de aumentar su capacidad de aplicar eficazmente las sanciones.

22. Se debería alentar a los Estados a que cooperen en el intercambio de información sobre los
aspectos legislativos, administrativos y prácticos de la aplicación de las sanciones.

3.6. CUESTIONES GENERALES RELATIVAS A LAS SANCIONES. S/RES/1730 (2006)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando la declaración de su Presidencia de 22 de junio de 2006 (S/PRST/2006/28),

Destacando que las sanciones son un instrumento importante para el mantenimiento y el


restablecimiento de la paz y la seguridad internacionales,

Destacando además las obligaciones que incumben a todos los Estados Miembros de aplicar
plenamente las medidas obligatorias aprobadas por el Consejo de Seguridad,

Manteniendo su determinación de asegurar que las sanciones sean cuidadosamente selectivas para
apoyar objetivos claros y se apliquen de tal manera que su eficacia compense las posibles
consecuencias adversas,

Decidido a asegurar la existencia de procedimientos justos y claros para incluir a personas y


entidades en las listas de sanciones y suprimir sus nombres de ellas, así como para conceder
exenciones humanitarias,

1. Aprueba el procedimiento para la supresión de nombres de las listas que figura como anexo de la
presente resolución y pide al Secretario General que establezca en la Secretaría (Subdivisión de
Órganos Subsidiarios del Consejo de Seguridad) un punto focal para recibir las solicitudes de
supresión de nombres de las listas y llevar a cabo las tareas descritas en el anexo adjunto;

2. Encarga a los comités de sanciones establecidos por el Consejo de Seguridad, incluidos los
establecidos en virtud de las resoluciones 1718 (2006), 1636 (2005), 1591 (2005), 1572 (2004), 1533
(2004), 1521 (2005), 1518 (2003), 1267 (1999), 1132 (1997), 918 (1994) y 751 (1992), que revisen sus
directrices en consecuencia;

3. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

Procedimiento para la supresión de nombres de la lista

El Consejo de Seguridad pide al Secretario General que establezca en la Secretaría (Subdivisión de


Órganos Subsidiarios del Consejo de Seguridad) un punto focal para recibir las solicitudes de
supresión de nombres de la lista. Las personas que deseen presentar una solicitud para que se
suprima su nombre de la lista podrán hacerlo a través del punto focal que se describe a continuación
o a través del Estado en que residan o del que sean nacionales.

El punto focal llevará a cabo las siguientes tareas

1. Recibir las solicitudes de supresión de nombres de la lista presentadas por un peticionario


(persona o personas, grupos, empresas o entidades que figuren en las listas del Comité de Sanciones).

2. Verificar si se trata de una solicitud nueva o repetida.


3. Si se trata de una solicitud repetida y no contiene información adicional, devolverla al
peticionario.

4. Acusar recibo de la solicitud e informar al peticionario del procedimiento general para su


tramitación.

5. Remitir la solicitud, a título informativo y para que hagan posibles comentarios, al gobierno o
gobiernos que hayan hecho la designación y al gobierno o gobiernos de nacionalidad y residencia. Se
alienta a dichos gobiernos a que celebren consultas con el gobierno o gobiernos que hayan hecho la
designación antes de recomendar que se suprima un nombre de la lista. A tal efecto, podrán dirigirse
al punto focal, el cual los pondrá en contacto con el Estado o Estados que hayan hecho la designación
si estos últimos están de acuerdo.

6. a) Si, después de esas consultas, cualquiera de los gobiernos recomienda que se suprima un
nombre de la lista, dicho gobierno remitirá su recomendación, bien a través del punto focal o
directamente al Presidente del Comité de Sanciones, acompañada de una explicación. El Presidente
incluirá entonces la solicitud de supresión en el orden del día del Comité.

b) Si cualquiera de los gobiernos que hayan sido consultados sobre la solicitud de supresión en virtud
del párrafo 5 supra se opone a la solicitud, el punto focal informará al Comité y le facilitará copias de
la solicitud de supresión. Se insta a cualquier miembro del Comité que posea información en apoyo
de la solicitud de supresión que comparta esa información con los gobiernos que hayan examinado
la solicitud de conformidad con el párrafo 5 supra .

c) Si, tras un período razonable (tres meses), ninguno de los gobiernos que hayan examinado la
solicitud de supresión con arreglo al párrafo 5 supra hace comentarios, o indica que está
considerando la solicitud de supresión presentada al Comité y necesita un plazo adicional concreto,
el punto focal lo comunicará a todos los miembros del Comité y les facilitará copias de la solicitud de
supresión. Cualquier miembro del Comité podrá, tras consultar al gobierno o gobiernos que hayan
hecho la designación, recomendar que se suprima un nombre de la lista remitiendo la solicitud al
Presidente del Comité de Sanciones acompañada de una explicación (Basta con que un miembro del
Comité recomiende la supresión de un nombre de la lista para que la cuestión se incluya en el orden
del día del Comité). Si, después de un mes, ningún miembro del Comité recomienda la supresión, la
solicitud se considerará rechazada y el Presidente del Comité informará al punto focal en
consecuencia.

7. El punto focal transmitirá al Comité todas las comunicaciones que reciba de los Estados Miembros,
a título informativo.

8. Informar al peticionario:

a) De la decisión del Comité de Sanciones de conceder la solicitud de supresión; o

b) De que se ha completado el proceso de examen de la solicitud de supresión en el Comité y que el


peticionario continúa en la lista del Comité.

3.7. AMENAZAS A LA PAZ Y LA SEGURIDAD INTERNACIONALES CAUSADAS POR ACTOS


TERRORISTAS. S/RES/1904 (2009)

El Consejo de Seguridad,

Recordando sus resoluciones 1267 (1999), 1333 (2000), 1363 (2001), 1373 (2001), 1390 (2002), 1452
(2002), 1455 (2003), 1526 (2004), 1566 (2004), 1617 (2005), 1624 (2005), 1699 (2006), 1730 (2006), 1735
(2006) y 1822 (2008), y las declaraciones pertinentes de su Presidencia,

Reafirmando que el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones constituye una de las
amenazas más graves para la paz y la seguridad y que los actos de terrorismo son criminales e
injustificables, cualquiera que sea su motivación y cuando quiera y por quien quiera que sean
cometidos, y reiterando su condena inequívoca de Al-Qaida, Osama bin Laden, los talibanes y otras
personas, grupos, empresas y entidades asociados con ellos por los constantes y múltiples actos
criminales de terrorismo que tienen por finalidad causar la muerte de civiles y otras víctimas
inocentes, destruir bienes y comprometer seriamente la estabilidad,

Reafirmando la necesidad de combatir por todos los medios, de conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas y el derecho internacional, incluidas las normas internacionales de derechos
humanos, el derecho de los refugiados y el derecho humanitario aplicables, las amenazas para la paz
y la seguridad internacionales que constituyen los actos terroristas, y subrayando a este respecto la
importante función que desempeñan las Naciones Unidas en la dirección y coordinación de este
esfuerzo,

[...]

Poniendo de relieve que las sanciones son un instrumento importante para el mantenimiento y el
restablecimiento de la paz y la seguridad internacionales, y destacando a este respecto la necesidad
de que las medidas indicadas en el párrafo 1 de la presente resolución se apliquen enérgicamente
como medio importante de combatir la actividad terrorista,

[...]

Tomando nota de los problemas jurídicos y de otra índole surgidos en la aplicación de las medidas
tomadas por los Estados Miembros de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 1 de la presente
resolución, acogiendo con beneplácito las mejoras de los procedimientos del Comité y la calidad de la
Lista consolidada y expresando su intención de seguir procurando que estos procedimientos sean
justos y transparentes,

Reiterando que las medidas a que se hace referencia en el párrafo 1 de la presente resolución son de
carácter preventivo y no se basan en criterios penales establecidos en el derecho interno,

[...]

Observando con preocupación la constante amenaza que, 10 años después de la aprobación de la


resolución 1267 (1999), representan para la paz y la seguridad internacionales Al-Qaida, Osama bin
Laden y los talibanes y otras personas, grupos, empresas y entidades asociados con ellos, y
reafirmando su determinación de hacer frente a todos los aspectos de esa amenaza,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

Medidas

1. Decide que todos los Estados deben adoptar las medidas impuestas anteriormente en el apartado b)
del párrafo 4 de la resolución 1267 (1999), el apartado c) del párrafo 8 de la resolución 1333 (2000) y
los párrafos 1 y 2 de la resolución 1390 (2002) con respecto a Al-Qaida, Osama bin Laden y los
talibanes y otras personas, grupos, empresas y entidades asociados con ellos que figuren en la lista
elaborada en virtud de las resoluciones 1267 (1999) y 1333 (2000) (la «Lista consolidada»):

a) Congelar sin demora los fondos y otros activos financieros o recursos económicos de esas
personas, grupos, empresas y entidades, incluidos los fondos derivados de bienes que directa o
indirectamente pertenezcan a ellos o a personas que actúen en su nombre o siguiendo sus
indicaciones o que estén bajo su control, y cerciorarse de que sus nacionales u otras personas que se
hallen en su territorio no pongan esos u otros fondos, activos financieros o recursos económicos,
directa o indirectamente, a disposición de esas personas;

b) Impedir la entrada en su territorio o el tránsito por él de esas personas, en la inteligencia de que


nada de lo dispuesto en este párrafo obligará a un Estado a negar la entrada en su territorio o exigir
la salida de él a sus propios nacionales y de que este párrafo no será aplicable cuando la entrada o el
tránsito sean necesarios para una diligencia judicial o cuando el Comité determine, para cada caso en
particular, que la entrada o el tránsito tienen justificación;

c) Impedir el suministro, la venta o la transferencia, directos o indirectos, a esas personas, grupos,


empresas y entidades, desde su territorio o por sus nacionales, fuera de su territorio o mediante
buques o aeronaves de su pabellón, de armas y materiales conexos de todo tipo, incluidos armas y
municiones, vehículos y pertrechos militares, pertrechos paramilitares y las piezas de repuesto
correspondientes, así como asesoramiento técnico, asistencia o adiestramiento relacionados con
actividades militares;

2. Reafirma que los actos o actividades que indican que una persona, grupo, empresa o entidad está
«asociado» con Al-Qaida, Osama bin Laden y los talibanes son los siguientes:

a) La participación en la financiación, planificación, facilitación, preparación o comisión de actos o


actividades ejecutados por Al-Qaida, Osama bin Laden o los talibanes o por una célula, entidad
afiliada o grupo escindido o derivado de ellos o realizados en o bajo su nombre, junto con ellos o en
apoyo de ellos;

b) El suministro, la venta o la transferencia de armas y pertrechos a Al-Qaida, Osama bin Laden o los
talibanes o a una célula, entidad afiliada o grupo escindido o derivado de ellos;

c) El reclutamiento en favor de Al-Qaida, Osama bin Laden o los talibanes o de una célula, entidad
afiliada o grupo escindido o derivado de ellos;

d) El apoyo de otro tipo a actos o actividades ejecutados por Al-Qaida, Osama bin Laden o los
talibanes o por una célula, entidad afiliada o grupo escindido o derivado de ellos;

3. Reafirma además que recibirán la misma calificación las entidades o empresas que sean de
propiedad directa o indirecta o estén bajo el control directo o indirecto de una persona, grupo,
empresa o entidad asociada con Al-Qaida, Osama bin Laden o los talibanes, o le presten apoyo de
otro tipo;

[...]

Inclusión en la Lista

8. Alienta a todos los Estados Miembros a que presenten al Comité para su inclusión en la Lista
consolidada los nombres de personas, grupos, empresas y entidades que participen por cualquier
medio en la financiación o el apoyo de actos o actividades de Al-Qaida, Osama bin-Laden, los
talibanes u otras personas, grupos, empresas y entidades asociados con ellos, como se describe en el
párrafo 2 de la resolución 1617 (2005) y se reafirma en el párrafo 2 supra , y alienta además a los
Estados Miembros a que nombren a un punto focal nacional para los nombres de la Lista
consolidada;

[...]

11. Reafirma que, al proponer nombres al Comité para que se incluyan en la Lista consolidada, los
Estados Miembros deberán actuar de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 5 de la resolución
1735 (2006) y el párrafo 12 de la resolución 1822 (2008) y facilitar una justificación detallada de la
propuesta, y decide además que la justificación de la propuesta podrá hacerse pública si así se
solicita, excepto por las partes que un Estado Miembro indique al Comité que son confidenciales, y
podrá utilizarse para elaborar el resumen de los motivos para la inclusión en la Lista descrito en el
párrafo 14 infra ;

12. Alienta a los Estados Miembros que propongan una nueva entrada en la Lista consolidada, así
como a los que hayan propuesto nombres para su inclusión en la Lista consolidada antes de la
aprobación del presente proyecto de resolución, a que especifiquen si el Comité puede revelar a los
Estados Miembros que lo soliciten la identidad del Estado proponente;

13. Exhorta a los Estados Miembros a que, al proponer nombres al Comité para que sean incluidos en
la Lista consolidada, utilicen el nuevo formulario modelo de remisión, una vez aprobado y colocado
en el sitio web del Comité, y solicita que proporcionen al Comité toda la información pertinente que
sea posible sobre la parte a la que se proponga incluir en la Lista, en particular datos suficientes
sobre su identidad, para que se pueda identificar positivamente y con certeza a dichas personas,
grupos, empresas y entidades, y encomienda al Comité que, de ser preciso, actualice el formulario
modelo de remisión en función de lo dispuesto en la presente resolución;

14. Encomienda al Comité que, con la ayuda del Equipo de Vigilancia y en coordinación con los
Estados proponentes, al añadir un nombre a la Lista consolidada publique al mismo tiempo en su
sitio web un resumen de los motivos por los que se han incluido la entrada o las entradas
correspondientes en la Lista consolidada, y encomienda además al Comité que, con la ayuda del
Equipo de Vigilancia y en coordinación con los Estados proponentes pertinentes, siga procurando
que los resúmenes de los motivos de las entradas que se añadieron a la Lista consolidada antes de la
fecha de aprobación de la resolución 1822 (2008) se publiquen en el sitio web del Comité;

15. Alienta a los Estados Miembros y a las organizaciones internacionales pertinentes a que informen
al Comité de toda decisión y actuación judicial pertinente a fin de que éste las pueda tener en cuenta
cuando examine una entrada correspondiente o actualice un resumen de los motivos para la
inclusión en la Lista;

16. Exhorta a todos los miembros del Comité y del Equipo de Vigilancia a que comuniquen al Comité
toda la información de que dispongan sobre las solicitudes de inclusión en la Lista presentadas por
los Estados Miembros, a fin de ayudar al Comité a tomar una decisión informada y proporcionarle
material adicional para el resumen de los motivos de inclusión en la Lista descrito en el párrafo 14;

17. Encomienda al Comité que modifique sus directrices para ampliar el plazo que tienen sus
miembros para verificar si se justifica incluir en la Lista consolidada los nombres propuestos y
aporte datos de identificación suficientes para que puedan aplicarse cabalmente las medidas
previstas, con las excepciones que la Presidencia del Comité considere oportunas cuando se trate de
entradas de emergencia y de entradas en que el tiempo sea un factor, y observa que las solicitudes de
inclusión en la Lista pueden figurar en el orden del día del Comité si así lo solicita uno de sus
miembros;

18. Decide que, después de la publicación pero en el plazo de tres días laborables después de que se
añada un nombre a la Lista consolidada, la Secretaría notifique a la Misión Permanente del país o los
países en que se crea que se encuentra la persona o entidad y, en el caso de las personas, al país del
que sea nacional (en la medida en que se conozca esa información), con arreglo a lo dispuesto en el
párrafo 10 de la resolución 1735 (2006), y solicita a la Secretaría que publique en el sitio web del
Comité toda la información pertinente que pueda hacerse pública, incluido el resumen de los
motivos de la inclusión en la Lista, inmediatamente después de añadir un nombre a la Lista
consolidada;

19. Reafirma además lo dispuesto en el párrafo 17 de la resolución 1822 (2008), en que se exige que
los Estados Miembros tomen todas las medidas posibles, de conformidad con su legislación y
prácticas nacionales, para notificar o informar oportunamente a la persona o entidad que se
proponga incluir en la Lista y adjunten a esa notificación el resumen de los motivos para la inclusión,
una descripción de los efectos de la propuesta, como se establece en las resoluciones pertinentes, los
procedimientos del Comité para examinar las solicitudes de exclusión de la Lista, incluida la
posibilidad de presentar tal solicitud al Ombudsman, de conformidad con los párrafos 20 y 21 y el
anexo II de la presente resolución y las disposiciones de la resolución 1452 (2002) relativas a las
exenciones disponibles;

Supresión de la Lista/Ombudsman

20. Decide que, al examinar solicitudes de supresión de un nombre de la Lista, el Comité contará con
la asistencia de una Oficina del Ombudsman, que se establecerá por un período inicial de 18 meses a
partir de la fecha de aprobación de la presente resolución, y solicita al Secretario General que, en
estrecha consulta con el Comité, nombre a una persona de moral intachable, imparcial e íntegra, que
esté altamente cualificada y tenga experiencia en cuestiones pertinentes, como las jurídicas, de
derechos humanos, de lucha contra el terrorismo y de sanciones, para ocupar el cargo de
Ombudsman, con el mandato especificado en el anexo II de la presente resolución, y decide además
que el Ombudsman desempeñe estas funciones de manera independiente e imparcial, y sin pedir ni
recibir instrucciones de ningún gobierno;

21. Decide que, una vez nombrado el Ombudsman, su Oficina recibirá solicitudes de las personas y
entidades que deseen ser excluidas de la Lista consolidada de conformidad con los procedimientos
descritos en el anexo II de la presente resolución y que el mecanismo de puntos focales establecido
en la resolución 1730 (2006) dejará de recibir esas solicitudes, y observa que el mecanismo sí seguirá
recibiendo solicitudes de las personas y entidades que deseen ser excluidas de otras listas de
sanciones;

[...]

27. Decide que la Secretaría notifique, en el plazo de tres días laborables después de que se excluya
un nombre de la Lista consolidada, a la Misión Permanente del país o los países en que se crea que se
encuentra la persona o entidad y, en el caso de las personas, al país del que sea nacional (en la
medida en que se conozca esa información); y exige que los Estados que reciban dicha notificación
adopten medidas, de conformidad con la legislación y las prácticas nacionales, para notificar o
informar oportunamente de su exclusión de la Lista a las personas o entidades interesadas;

Examen y mantenimiento de la Lista consolidada

28. Alienta a todos los Estados Miembros, y en particular a los Estados proponentes y los Estados de
residencia o de nacionalidad, a que presenten al Comité información adicional, junto con
documentos acreditativos, para identificar a las personas, los grupos, las empresas y las entidades
incluidas en la Lista, e información de otra índole, como datos actualizados sobre el funcionamiento
de las entidades, los grupos y las empresas incluidos en la Lista, los desplazamientos, el
encarcelamiento o el fallecimiento de las personas que figuran en la Lista y otros sucesos
importantes, a medida que se obtenga esa información;

[...]

3.8. AMENAZAS A LA PAZ Y LA SEGURIDAD INTERNACIONALES CAUSADAS POR ACTOS


TERRORISTAS. S/RES/2253 (2015)

El Consejo de Seguridad ,

[...]

Reafirmando que el terrorismo en todas las formas y manifestaciones constituye una de las amenazas
más graves para la paz y la seguridad y que todos los actos de terrorismo son criminales e
injustificables, cualquiera que sea su motivación y cuando quiera, donde quiera y por quien quiera
que sean cometidos, y reiterando su condena inequívoca del Estado Islámico en el Iraq y el Levante
(EIIL, también conocido como Daesh), Al-Qaida y las personas, grupos, empresas y entidades
asociados con ellos por los constantes y múltiples actos criminales de terrorismo que tienen como
finalidad causar la muerte de civiles inocentes y otras víctimas, destruir bienes y socavar
profundamente la estabilidad,

Reconociendo que el terrorismo plantea una amenaza a la paz y la seguridad internacionales y que
para afrontar esta amenaza hacen falta esfuerzos colectivos a nivel nacional, regional e internacional
sobre la base del respe to del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas,

Reafirmando que el terrorismo no puede ni debe asociarse con ninguna religión, nacionalidad o
civilización, Expresando su máxima preocupación por la presencia, la ideología extremista violenta y
los actos del EIIL, Al-Qaida y sus asociados en la región del Oriente Medio y el Norte de África y en
otros lugares,

[...]

Poniendo de relieve que las sanciones son un instrumento importante, con arreglo a la Carta de las
Naciones Unidas, para el mantenimiento y el restablecimiento de la paz y la seguridad
internacionales, en particular en apoyo de la lucha contra el terrorismo, y destacando a este respecto
la necesidad de que se apliquen rigurosamente las medidas indicadas en el párrafo 2 de la presente
resolución,

Recordando que el EIIL es un grupo escindido de Al-Qaida, y recordando también que cualquier
persona, grupo, empresa o entidad que apoya al EIIL o a Al-Qaida cumple los criterios de inclusión en
la Lista,

Condenando los frecuentes atentados terroristas perpetrados recientemente por el EIIL en todo el
mundo, que han causado numerosas víctimas, reconociendo la necesidad de que las sanciones
reflejen las actuales amenazas y, a este respecto, recordando el párrafo 7 de la resolución 2249,

Recordando a todos los Estados que tienen la obligación de adoptar las medidas descritas en el
párrafo 2 con respecto a todas las personas, grupos, empresas y entidades incluidos en la lista
elaborada en virtud de las resoluciones 1267 (1999), 1333 (2000), 1989 (2011), 2083 (2012) y 2161
(2014), (en adelante "Lista de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida"), con independencia de la
nacionalidad o el país de residencia de esas personas, grupos, empresas o entidades,

[...]

Recordando al Comité establecido en virtud de las resoluciones 1267 (1999) y 1989 (2011) (el "Comité")
que excluya con rapidez y caso por caso los nombres de personas, grupos, empresas y entidades que
hayan dejado de cumplir los criterios para figurar en la Lista indicados en la presente resolución,
acogiendo con beneplácito las mejoras de los procedimientos del Comité y el formato de la Lista de
Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida, expresando su intención de seguir procurando que esos
procedimientos sean imparciales y claros, y reconociendo los problemas, tanto jurídicos como de
otra índole, que plantea a los Estados Miembros la aplicación de las medidas establecidas en el
párrafo 2 de la presente resolución,

Reconociendo la importancia de fomentar la capacidad de los Estados Miembros para combatir el


terrorismo y la financiación del terrorismo,

Acogiendo con beneplácito nuevamente que se haya establecido la Oficina del Ombudsman en
cumplimiento de la resolución 1904 (2009) y que se haya ampliado su mandato en las resoluciones
1989 (2011), 2083 (2012) y 2161 (2015), haciendo notar la importante contribución hecha por la
Oficina del Ombudsman en la tarea de mejorar la imparcialidad y la transparencia, y recordando el
firme compromiso del Consejo de Seguridad de velar por que la Oficina del Ombudsman pueda
seguir desempeñando su función con eficacia e independencia, de conformidad con su mandato,

Recordando sus resoluciones 2199 (2015) y 2133 (2014), en las que se condenan enérgicamente los
incidentes de secuestro y toma de rehenes cometidos por grupos terroristas con cualquier propósito,
incluido el de recaudar fondos u obtener concesiones políticas, expresando su determinación de
prevenir los actos de secuestro y toma de rehenes cometidos por grupos terroristas y conseguir la
liberación de los rehenes en condiciones de seguridad y sin rescates ni concesiones políticas, de
conformidad con el derecho internacional aplicable, reiterando el llamamiento hecho a todos los
Estados Miembros para que impidan que los terroristas se beneficien directa o indirectamente del
pago de rescates o de concesiones políticas y para que consigan la liberación de los rehenes en
condiciones de seguridad, y acogiendo con beneplácito el respaldo que dio el Foro Mundial contra el
Terrorismo en septiembre de 2015 a la "Adición del Memorando de Argel sobre las Buenas Prácticas
en la Prevención de los Secuestros Perpetrados por Terroristas a cambio de Rescates y la Denegación
de sus Beneficios",

Gravemente preocupado por que, en algunos casos, el EIIL, Al-Qaida y las personas, grupos, empresas
y entidades asociados siguen obteniendo beneficios de su participación en la delincuencia
organizada transnacional, y expresando preocupación porque en algunas regiones los grupos
terroristas se benefician de la delincuencia organizada transnacional, incluido el tráfico de armas,
drogas y antigüedades y la trata de personas, y del comercio ilícito de recursos naturales como el oro
y otros metales preciosos y gemas, los minerales, la flora y fauna silvestres, el carbón vegetal y el
petróleo, así como del secuestro para obtener rescates y otros delitos que incluyen la extorsión y los
atracos a bancos,

[...]

Expresando preocupación por el flujo de reclutas internacionales hacia el EIIL, Al-Qaida y los grupos
asociados y la magnitud de ese fenómeno, y recordando su resolución 2178 (2014), en la que decidió
que los Estados Miembros deberán, de conformidad con el derecho internacional de los derechos
humanos, el derecho internacional de los refugiados y el derecho internacional humanitario,
prevenir y reprimir el reclutamiento, la organización, el transporte o el equipamiento de
combatientes terroristas extranjeros y la financiación de sus viajes y actividades,

Reiterando la obligación de los Estados Miembros de impedir la entrada en su territorio o el tránsito


por él de toda persona sobre la cual ese Estado tenga información fidedigna que ofrezca motivos
razonables para creer que está tratando de entrar en su territorio, o de transitar por él, con el fin de
participar en las actividades relacionadas con los combatientes terroristas extranjeros que se
describen en el párrafo 6 de la resolución 2178 (2014) y reiterando además la obligación de los
Estados Miembros de impedir la circulación de grupos terroristas, de conformidad con el derecho
internacional aplicable, mediante, entre otras cosas, controles fronterizos eficaces y, en este contexto,
de intercambiar información con rapidez, mejorar la cooperación entre las autoridades competentes
para impedir la entrada y salida de terroristas y grupos terroristas de sus territorios, así como el
suministro de armas a los terroristas y de fondos que pudieran financiar sus actividades,

Condenando cualquier participación en el comercio directo o indirecto, en particular de petróleo y


productos derivados del petróleo, y refinerías modulares y material conexo, incluidos productos
químicos y lubricantes, con el EIIL, el FAN y las personas, grupos, empresas y entidades asociados
que hayan sido designados por el Comité dimanante de las resoluciones 1267 (1999) y 1989 (2011), y
reiterando que tal participación constituiría la prestación de apoyo a esas personas, grupos,
empresas y entidades y podría dar lugar a la inclusión de nuevos nombres en la Lista por el Comité,

[...]

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

Medidas

1. Decide que, a partir de la fecha de aprobación de la presente resolución, el Comité de Sanciones


contra Al-Qaida 1267/1989 se conocerá como el "Comité de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-
Qaida 1267/1989/2253" y la Lista de Sanciones contra Al-Qaida en adelante se conocerá como la "Lista
de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida";

2. Decide que todos los Estados deben adoptar las medidas establecidas anteriormente en el párrafo 8
c) de la resolución 1333 (2000), los párrafos 1 y 2 de la resolución 1390 (2002) y los párrafos 1 y 4 de la
resolución 1989 (2011) respecto del EIIL (conocido también como Daesh), Al-Qaida y las personas,
grupos, empresas y entidades asociados con ellos, a saber:

Congelación de activos

a) Congelar sin demora los fondos y demás activos financieros o recursos económicos de esas
personas, grupos, empresas y entidades, incluidos los fondos derivados de bienes que directa o
indirectamente pertenezcan a ellos o a personas que actúen en su nombre o siguiendo sus
indicaciones o que estén bajo su control, y cerciorarse de que sus nacionales u otras personas que se
hallen en su territorio no pongan esos u otros fondos, activos financieros o recursos económicos,
directa o indirectamente, a disposición de esas personas;

Prohibición de viajar

b) Impedir la entrada en su territorio o el tránsito por él de esas personas, en la inteligencia de que


nada de lo dispuesto en este párrafo obligará a un Estado a negar la entrada en su territorio o exigir
la salida de él a sus propios nacionales y de que este párrafo no será aplicable cuando la entrada o el
tránsito sean necesarios para una diligencia judicial o cuando el Comité determine, para cada caso en
particular, que la entrada o el tránsito tienen justificación;

Embargo de armas

c) Impedir el suministro, la venta o la transferencia, directos o indirectos, a esas personas, grupos,


empresas y entidades, desde su territorio o por sus nacionales fuera de su territorio o mediante
buques o aeronaves de su pabellón, de armamentos y materiales conexos de todo tipo, incluidos
armas y municiones, vehículos y pertrechos militares, equipo paramilitar y las piezas de repuesto
correspondientes, y de asesoramiento técnico, asistencia o adiestramiento relacionados con
actividades militares;

Criterios de inclusión en la Lista

3. Decide que los actos o actividades que determinarán qué personas, grupos, empresas o entidades
están asociados con el EIIL o Al-Qaida y, por lo tanto, cumplen los requisitos para su inclusión en la
Lista de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida serán:

a) La participación en la financiación, planificación, facilitación, preparación o comisión de actos o


actividades ejecutados por Al-Qaida, el EIIL o por una célula, entidad afiliada o grupo escindido o
derivado de ellos, o realizados en o bajo su nombre, junto con ellos o en su apoyo;

b) El suministro, la venta o la transferencia de armas y material conexo a Al-Qaida, el EIIL o a una


célula, entidad afiliada o grupo escindido o derivado de ellos;

c) El reclutamiento para Al-Qaida, el EIIL o una célula, entidad afiliada o grupo escindido o derivado
de ellos, o el apoyo por otros medios de actos o actividades ejecutados por ellos;

[...]

El Comité

37. Encomienda al Comité que se siga asegurando de que existan procedimientos justos y
transparentes para incluir a personas, grupos, empresas y entidades en la Lista de Sanciones contra
el EIIL (Daesh) y Al-Qaida, así como para excluirlos de ella y conceder exenciones con arreglo a la
resolución 1452 (2002), y le encomienda también que siga revisando activamente sus directrices en
apoyo de estos objetivos;

[...]

Inclusión en la Lista

43. Alienta a todos los Estados Miembros a que presenten al Comité, para su inclusión en la Lista de
Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida, los nombres de personas, grupos, empresas y entidades
que participen por cualquier medio en la financiación o el apoyo de actos o actividades del EIIL, Al-
Qaida y las personas, grupos, empresas y entidades asociados con ellos;

[...]

45. Reafirma que, al proponer nombres al Comité para que sean incluidos en la Lista de Sanciones
contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida, los Estados Miembros deberán utilizar el formulario normalizado
para la inclusión en la Lista y facilitar una justificación de la propuesta, que incluya de manera
detallada y concreta los motivos de la inclusión en la Lista y toda la información pertinente que sea
posible sobre el nombre que se proponga incluir, en particular datos suficientes para que se pueda
identificar rigurosa y positivamente a las personas, grupos, empresas y entidades, y, en la medida de
lo posible, la información requerida por INTERPOL para emitir una notificación especial, y reafirma
que la justificación de la propuesta podrá hacerse pública si así se solicita, excepto las partes que un
Estado Miembro indique al Comité que son confidenciales, y podrá utilizarse para elaborar el
resumen de los motivos para la inclusión en la Lista descrito en el párrafo 49;

[...]
53. Reafirma el requisito de que los Estados Miembros tomen todas las medidas posibles, de
conformidad con la legislación y las prácticas nacionales, para notificar o informar oportunamente a
la persona o entidad de su inclusión en la Lista y adjunten a esa notificación el resumen de los
motivos de la inclusión, una descripción de los efectos de la propuesta, como se establece en las
resoluciones pertinentes, los procedimientos del Comité para examinar las solicitudes de exclusión
de nombres de la Lista, incluida la posibilidad de presentar tal solicitud al Ombudsman, de
conformidad con el párrafo 43 de la resolución 2083 (2012) y el anexo II de la presente resolución, y
las disposiciones de la resolución 1452 (2002) relativas a las exenciones previstas, así como la
posibilidad de presentar esas solicitudes por conducto del mecanismo del punto focal de
conformidad con los párrafos 10 y 76 de la presente resolución;

Examen de las solicitudes de exclusión de la Lista – Ombudsman/Estados Miembros

54. Decide prorrogar el mandato de la Oficina del Ombudsman, establecido en la resolución 1904
(2009) y reflejado en los procedimientos que se enuncian en el anexo II de la presente resolución, por
un período de 24 meses a partir de la fecha de vencimiento del mandato actual en diciembre de 2017,
afirma que el Ombudsman seguirá recibiendo solicitudes de personas, grupos, empresas o entidades
que deseen que su nombre se excluya de la Lista de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida de
manera independiente e imparcial y que no solicitará ni recibirá instrucciones de ningún gobierno, y
afirma que el Ombudsman seguirá presentando al Comité observaciones y una recomendación sobre
la exclusión de la Lista de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida de los nombres de las personas,
grupos, empresas o entidades que lo hayan solicitado por conducto de su Oficina, en la que aconseje
que se mantenga el nombre en la Lista o bien que el Comité considere la posibilidad de excluirlo;

[...]

61. Insta encarecidamente a los Estados Miembros y las organizaciones y los órganos internacionales
pertinentes a que alienten a las personas y entidades que estén considerando la impugnación o
hayan iniciado el proceso para impugnar su inclusión en la Lista ante los tribunales nacionales y
regionales a que, en primer lugar, procuren que su nombre se excluya de la Lista de Sanciones
contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida presentando solicitudes de exclusión a la Oficina del Ombudsman;

[...]

Exenciones/punto focal

75. Recuerda que las medidas de congelación de activos enunciadas en el párrafo 2 no serán
aplicables a los fondos y otros activos financieros o recursos económicos que el Comité estime que:

a) Son necesarios para sufragar gastos básicos, incluidos el pago de alimentos, alquileres o hipotecas,
medicamentos y tratamiento médico, impuestos, primas de seguros y gastos de servicios públicos, o
exclusivamente para el pago de honorarios profesionales razonables y el reembolso de los gastos
relacionados con la prestación de servicios jurídicos, o de honorarios o cargos por servicios para la
tenencia o el mantenimiento ordinarios de fondos u otros activos financ ieros y recursos económicos
congelados, después de que se haya notificado la intención de autorizar el acceso a esos fondos y en
ausencia de una decisión negativa del Comité antes de transcurridos tres días laborables de esa
notificación;

b) Son necesarios para sufragar gastos extraordinarios, que sean gastos distintos de los gastos
básicos, después de que se haya notificado la intención de autorizar la liberación de esos fondos y el
Comité haya aprobado la solicitud dentro de los cinco días laborables de hecha esa notificación;

76. Reafirma que el mecanismo del punto focal establecido en la resolución 1730 (2006) podrá:

a) Recibir de personas, grupos, empresas o entidades incluidos en la Lista solicitudes de exención de


las medidas indicadas en el párrafo 2 a) de la presente resolución y definidas en la resolución 1452
(2002), a condición de que la solicitud haya sido sometida antes a la consideración del Estado de
residencia, y reafirma además que el punto focal transmitirá esas solicitudes al Comité para que este
adopte una decisión, encomienda al Comité que examine esas solicitudes, también en consulta con el
Estado de residencia y cualquier otro Estado que corresponda, y encomienda además al Comité que,
por conducto del punto focal, notifique su decisión a tales personas, grupos, empresas o entidades;

b) Recibir de personas incluidas en la Lista solicitudes de exención de las medidas indicadas en el


párrafo 2 b) de la presente resolución y transmitirlas al Comité para que determine, en cada caso, si
se justifican la entrada o el tránsito, encomienda al Comité que examine esas solicitudes en consulta
con los Estados de tránsito y de destino y cualquier otro Estado que corresponda, reafirma además
que el Comité únicamente aceptará exenciones a las medidas indicadas en el párrafo 2 b) de la
presente resolución previo acuerdo de los Estados de tránsito y de destino, y le encomienda además
que, por conducto del punto focal, notifique su decisión a esas personas;

77. Reafirma que el punto focal puede recibir y transmitir al Comité, para que este las examine, las
comunicaciones presentadas por:

a) Personas cuyo nombre haya sido excluido de la Lista de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-
Qaida;

b) Personas que aleguen haber sido sometidas a las medidas establecidas en el párrafo 2 como
consecuencia de una identificación falsa o errónea o de una confusión con las personas incluidas en
la Lista de Sanciones contra el EIIL (Daesh) y Al-Qaida;

[...]

3.9. ASAMBLEA PARLAMENTARIA DEL CONSEJO DE EUROPA. RESOLUCIÓN 1597 (2008). LISTAS
NEGRAS DEL CONSEJO DE SEGURIDAD Y LA UNIÓN EUROPEA

1. La Asamblea Parlamentaria reafirma que el terrorismo puede y debe ser combatido eficazmente
con los medios que respeten y preserven los derechos humanos y el imperio de la ley.

2. Considera que los organismos internacionales como las Naciones Unidas y la Unión Europea
deberían dar el ejemplo a los Estados a este respecto, habida cuenta de los elevados objetivos
establecidos en sus instrumentos fundacionales y la credibilidad que necesitan para alcanzar esos
objetivos.

3. Las sanciones selectivas contra individuos o grupos específicos («listas negras») impuestas por el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) y el Consejo de la Unión Europea son, en
principio, preferibles a las sanciones generales impuestas a los Estados. Las sanciones generales
suelen tener consecuencias nefastas para los grupos más vulnerables en los países afectados,
mientras que las sanciones selectivas dañan únicamente a los presuntos responsables de
determinadas acciones.

4. Por otro lado, las sanciones selectivas (como las restricciones de viaje y la congelación de activos)
tienen un impacto directo en los derechos humanos individuales como la libertad de circulación y la
protección de la propiedad. Aunque no está del todo claro y aún se debate si la imposición de las
sanciones que tienen un carácter penal, administrativo o civil, con arreglo a la Convención Europea
de Derechos Humanos (CEDH) (STE n º 5), así como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, deben respetar ciertos estándares mínimos de protección procesal y seguridad jurídica.

5. Las normas de procedimiento y las normas sustantivas también deben ser garantizadas para
asegurar la credibilidad y la eficacia de las sanciones selectivas.

5.1. Las normas mínimas de procedimiento en virtud de los principios de derecho son el derecho de
toda persona a:

5.1.1. que sea notificada de inmediato e informada de los cargos que se le imputan, la decisión
adoptada y las razones de tal decisión;

5.1.2. disfrutar del derecho fundamental a ser oído y a defenderse a sí mismo;


5.1.3. poder recurrir con la mayor brevedad posible, contra una decisión que afecte sus derechos, y
que será revisada por un órgano independiente, imparcial, con miras a revisarlo o anularlo;

5.1.4. ser indemnizada por cualquier violación de sus derechos.

5.2. Los estándares mínimos de la norma requieren una definición clara de los motivos de la
imposición de las sanciones y las pruebas pertinentes para apoyar esta causa.

5.3. El procedimiento de «lista negra» debe estar limitado en el tiempo. Es inaceptable que las
personas permanezcan en la lista negra durante años cuando las autoridades, incluso después de
largas investigaciones, no hayan encontrado ninguna prueba contra ellos.

5.4. Igualmente importante es la resolución judicial. El Consejo de la Unión Europea y los Estados
miembros la Unión Europea (UE) deben aplicar inmediatamente las decisiones de las instituciones
judiciales europeas y nacionales que afecten al estatus de las personas o entidades en las listas.

6. La Asamblea considera que las normas sustantivas y de procedimiento que aplican actualmente el
Consejo de Seguridad y el Consejo de la Unión Europea, a pesar de algunas mejoras recientes, no
cumplen de ninguna manera con las normas mínimas anteriormente mencionadas y violan los
principios fundamentales de derechos humanos y el imperio de la ley.

6.1. En cuanto a procedimiento, es preciso señalar que lamenta profundamente que incluso los
miembros del comité que decide sobre las listas negras individuales no estén perfectamente
informados de las razones por las que fue presentada una solicitud por un miembro. La persona o
grupo en cuestión no informó de la solicitud, ni se ha dado la posibilidad de ser escuchado, ni
siquiera han sido informados sobre la decisión tomada. No existen procedimientos para realizar un
examen independiente de las decisiones adoptadas o de indemnización por vulneración de los
derechos. Por tanto este procedimiento es totalmente arbitrario y no tiene credibilidad alguna.

6.2. Del mismo modo, los criterios fundamentales para la imposición de sanciones selectivas son al
mismo tiempo amplios y vagos, y además las sanciones pueden ser impuestas sobre la base de meras
sospechas. Esta es una situación deplorable que viola los derechos humanos y las libertades
fundamentales.

7. La Asamblea considera que estas prácticas son indignas de organismos internacionales como las
Naciones Unidas y la Unión Europea. Considerando que es posible para ambas y necesario que los
Estados apliquen los distintos regímenes de sanciones al mismo tiempo que respetan sus obligaciones
internacionales en virtud del Convenio Europeo de Derechos Humanos y la UNCCPR, insta a:

7.1. el Consejo de Seguridad y el Consejo de la Unión Europea a revisar las normas procesales y
sustantivas que regulan las sanciones selectivas, para poder cumplir con los requisitos expuestos en
el párrafo 5 supra;

7.2. a los Estados Miembros del Consejo de Europa que son miembros permanentes y no
permanentes del Consejo de Seguridad, o miembros de la Unión Europea, para que utilicen su
influencia en esos órganos a favor de mantener los valores consagrados en la Convención Europea de
Derechos Humanos, tanto para garantizar las mejoras necesarias en relación con las normas de
procedimiento y de fondo y a través de las posiciones que adoptan para cada caso concreto;

7.3. a la Asamblea General de las Naciones Unidas y al Parlamento Europeo para ocuparse,
respectivamente, en las Naciones Unidas y en el Consejo de la Unión Europea, de los regímenes de
sanciones selectivas con el fin de garantizar las mejoras necesarias en términos de respeto de los
derechos humanos y el imperio de la ley.

8. La Asamblea invita a todos los Estados miembros del Consejo de Europa, así como a la Unión
Europea a establecer procedimientos adecuados de carácter nacional y/o europeo para aplicar las
sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad o el Consejo de la Unión Europea a sus nacionales o
residentes legales, a fin de remediar la deficiencias de los procedimientos a nivel de las Naciones
Unidas o la Unión Europea mientras persistan dichas deficiencias.
9. La Asamblea recuerda a todos los Estados miembros del Consejo de Europa que han firmado y
ratificado el Convenio Europeo de Derechos Humanos y sus protocolos, y por consiguiente se han
comprometido a respetar sus principios, y éstos también se extienden a la aplicación de las sanciones
impuestas por las Naciones Unidas y la Unión Europea.

3.10. STJCE DE 3 DE SEPTIEMBRE DE 2008 (KADI Y AL BARAKAAT C. CONSEJO Y COMISIÓN,


ASUNTOS ACUMULADOS C-402/05 P Y C-415/05 P)

286. A este respecto es preciso subrayar que, en un contexto como el de los presentes asuntos, el
control de legalidad que debe así garantizar el juez comunitario recae en el acto comunitario
destinado a aplicar el acuerdo internacional de que se trate, y no en este último como tal.

287. Más concretamente, tratándose de un acto comunitario destinado a aplicar una resolución del
Consejo de Seguridad aprobada en virtud del capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, como el
Reglamento controvertido, no corresponde, pues, al juez comunitario, en el marco de la competencia
exclusiva que le confiere el artículo 220 CE, controlar la legalidad de la resolución aprobada por
dicho órgano internacional, ni siquiera limitando su control al examen de la compatibilidad de tal
resolución con el ius cogens .

288. Por otra parte, una eventual sentencia de un tribunal comunitario en la que se declarase que un
acto comunitario destinado a aplicar una resolución de tales características viola una norma
superior del ordenamiento jurídico comunitario no implicaría poner en entredicho la primacía de
dicha resolución en el ámbito del Derecho internacional.

[...]

296. Pues bien, si, como consecuencia de la adopción de un acto de este tipo, la Comunidad queda
obligada a adoptar en el ámbito del Tratado CE las medidas que exige dicho acto, esta obligación
implica que, cuando se trate de aplicar una resolución del Consejo de Seguridad aprobada en virtud
del capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, la Comunidad deberá tener en cuenta al elaborar
dichas medidas los términos y objetivos de la resolución de que se trate y las obligaciones pertinentes
derivadas de la Carta de las Naciones Unidas que se refieran a la aplicación de la resolución.

[...]

298. Sin embargo, es preciso poner de relieve que la Carta de las Naciones Unidas no obliga a seguir
un método determinado para la aplicación de las resoluciones aprobadas por el Consejo de Seguridad
en virtud del capítulo VII de dicha Carta, ya que dicha aplicación debe producirse conforme a la
normativa aplicable al respecto en el ordenamiento jurídico interno de cada Miembro de la ONU. En
efecto, la Carta de las Naciones Unidas permite en principio que los Miembros de la ONU elijan
libremente entre los diferentes métodos posibles de recepción de tales resoluciones en su
ordenamiento jurídico interno.

299. Se deduce del conjunto de consideraciones expuestas que los principios que regulan el
ordenamiento jurídico internacional creado por las Naciones Unidas no implican que resulte
imposible proceder a un control jurisdiccional de la legalidad interna del Reglamento controvertido
desde el punto de vista de los derechos fundamentales por el hecho de que dicho Reglamento esté
destinado a aplicar una resolución del Consejo de Seguridad aprobada en virtud del capítulo VII de la
Carta de las Naciones Unidas.

[...]

321. En cualquier caso, el hecho de que en este régimen de las Naciones Unidas exista un
procedimiento de revisión ante el Comité de Sanciones no puede llevar aparejada una inmunidad de
jurisdicción generalizada en el ámbito del ordenamiento jurídico interno de la Comunidad, ni
siquiera teniendo en cuenta las recientes modificaciones de dicho procedimiento.

322. En efecto, dicha inmunidad, que supondría una excepción importante al régimen de protección
jurisdiccional de los derechos fundamentales establecido por el Tratado CE, carece de justificación
desde el momento en que resulta evidente que el mencionado procedimiento de revisión no ofrece
las garantías de una tutela judicial.

323. A este respecto resulta obligado hacer constar que, aunque en la actualidad toda persona o
entidad tiene la posibilidad de dirigirse directamente al Comité de Sanciones presentando su
solicitud de exclusión de la lista consolidada al denominado «punto focal», el procedimiento ante
dicho Comité sigue siendo esencialmente de naturaleza diplomática e interestatal, pues las personas
o entidades afectadas no tienen una auténtica posibilidad de defender sus derechos y el Comité
adopta sus decisiones por consenso, disponiendo todos sus miembros de un derecho de veto.

324. A este respecto, las Directrices del Comité de Sanciones, en su versión modificada en último
lugar el 12 de febrero de 2007, muestran que el peticionario que haya presentado una solicitud de
exclusión de la lista no puede en absoluto defender personalmente sus derechos en el procedimiento
ante el Comité de Sanciones ni hacerse representar al efecto, pues el Gobierno del Estado donde
reside o cuya nacionalidad ostenta es el único que tiene la facultad de presentar sus eventuales
observaciones sobre dicha solicitud.

325. Además, estas Directrices no obligan al Comité de Sanciones a comunicar al peticionario las
razones y las pruebas que justifican su inclusión en la lista consolidada ni a darle acceso a esos datos,
ni siquiera con limitaciones. Por último, en el caso de que el Comité desestime la solicitud de
exclusión de la lista, no tiene obligación alguna de motivar su decisión.

3.11. TJUE CONCLUSIONES DEL ABOGADO GENERAL Y. BOT, PRESENTADAS EL 19 DE MARZO DE


2013 (COMISIÓN, CONSEJO, REINO UNIDO C. KADI, ASUNTOS C-584/10 P, C-593/10 P, C-595/10 P)

75. Al definir el alcance y la intensidad de su control, el Tribunal de Justicia debe tener en cuenta el
origen y el contexto del acto de la Unión que ha de controlar. En el presente caso, el Tribunal de
Justicia no puede hacer abstracción del hecho de que la inclusión en la lista se decide de acuerdo con
un procedimiento centralizado y universal a nivel de las Naciones Unidas, ni de que una decisión de
esta índole se basa en un resumen de motivos redactado por el Comité de Sanciones a partir
elementos de información o de prueba que ha recibido del Estado o de los Estados que han solicitado
la inclusión en la lista, la mayoría de las veces acogiéndose a la confidencialidad, y respecto de los
cuales no cabe presumir que estén a disposición de las instituciones de la Unión.

76. A la vista de dichos elementos, la manera más eficaz, en mi opinión, de conciliar el objetivo de la
lucha contra el terrorismo con una protección óptima de los derechos fundamentales de las personas
incluidas en la lista consiste, según el espíritu de las disposiciones de los Tratados antes citadas, en
desarrollar la cooperación entre la Unión y las Naciones Unidas en el ámbito de que se trata. Señalo,
a este respecto, que el artículo de 220 TFUE, apartado 1, establece que «[l]a Unión establecerá todo
tipo de cooperación adecuada con los órganos de las Naciones Unidas y de sus organismos
especializados». De ello se infiere que la afirmación de la autonomía del ordenamiento jurídico de la
Unión, que, en la sentencia Kadi del Tribunal de Justicia, justificó su negativa a otorgar inmunidad
jurisdiccional a los actos de la Unión que aplican las decisiones del Comité de Sanciones, no es, en mi
opinión, antinómica con el desarrollo de una cooperación más estrecha con esa instancia. Por otra
parte, deseo señalar que, en su sentencia de 19 de julio de 2012, Parlamento/Consejo, el Tribunal de
Justicia señaló que la Posición común 2002/402, el Reglamento nº 881/2002 y el Reglamento UE nº
1286/2009 han establecido un «mecanismo de interacción entre el Comité de Sanciones y la Unión».

77. En tercer lugar, en su sentencia Kadi, el Tribunal de Justicia, tras subrayar que «existen razones
imperiosas relacionadas con la seguridad o con la gestión de las relaciones internacionales de [la
Unión] y de sus Estados miembros que pueden oponerse a que se dé traslado de ciertos datos a los
interesados», consideró que el juez de la Unión debe contribuir a la necesaria conciliación entre la
lucha contra el terrorismo y la protección de los derechos fundamentales. De este modo, le incumbe
«aplicar técnicas que, en el contexto del control jurisdiccional ejercido por él, permitan conciliar, por
una parte, las preocupaciones legítimas de seguridad en cuanto a la naturaleza y a las fuentes de
información tenida en cuenta para adoptar el acto de que se trate y, por otra, la necesidad de
permitir que el justiciable disfrute en grado suficiente de la protección que ofrecen las normas de
procedimiento». En mi opinión, una de estas técnicas consiste, para el juez de la Unión, en modular la
intensidad de su control en función de las circunstancias en las que se ha adoptado el acto de la
Unión impugnado.

78. En cuarto lugar, como han subrayado la Comisión y los Gobiernos coadyuvantes en primera
instancia, la facultad de decidir si una persona está asociada con Al-Qaida y si, por tanto, es necesario
congelar sus activos para impedirle financiar o preparar actos terroristas se ha encomendado al
Consejo de Seguridad y resulta difícil imaginar un ámbito político más importante y complejo que
éste, en el que se llevan a cabo evaluaciones relativas a la salvaguardia de la seguridad internacional.

79. Las listas de congelación de activos forman parte de una política dirigida a prevenir la amenaza
terrorista internacional. El objetivo de las medidas de congelación de los activos de las personas
designadas «es impedir que esas personas tengan acceso a recursos económicos o financieros, con
independencia de su naturaleza, que puedan ser utilizados para apoyar actividades terroristas».

80. En cuanto a la lista elaborada por el Comité de Sanciones, la inclusión en ésta se basa ciertamente
en indicios que señalan aspectos del comportamiento de una persona o de una entidad que acreditan
un vínculo con una organización terrorista y, por lo tanto, una amenaza para la paz y la seguridad
internacionales, pero también obedece, más en general, a decisiones estratégicas y geopolíticas. A
este respecto, la elección de las personas incluidas debe adaptarse a la evolución de la amenaza y
refleja la voluntad de luchar contra tal o cual organización terrorista, situada en tal o cual región del
mundo. De este modo, las inclusiones en la lista se integran en un proceso político que va más allá de
cada caso particular. Pese a su carácter selectivo, que le otorga una dimensión personal, este régimen
de congelación de activos es, ante todo, un medio para luchar contra las organizaciones terroristas,
para debilitarlas e incluso desmantelarlas. La dimensión política de este proceso, en el que la Unión
ha decidido participar, supone, en mi opinión, que el ejercicio por parte del juez de la Unión de su
control jurisdiccional se haga con mesura, de modo que aquél no sustituya, en principio, con su
propia apreciación, la de las autoridades políticas competentes.

81. En quinto lugar, las mejoras experimentadas por el procedimiento ante el Comité de Sanciones
desde 2008 abogan también por un control limitado de la legalidad interna del Reglamento
impugnado por parte del juez de la Unión. Tanto si uno se limita a tener en cuenta, en el marco de los
presentes recursos de casación, la evolución que se produjo antes del Reglamento impugnado como
si se examina únicamente la que ha tenido lugar a partir de éste, es incuestionable que las Naciones
Unidas han iniciado un proceso de mejora de los procedimientos de inclusión y supresión en
términos de equidad y de respeto al derecho de defensa con la adopción por parte del Consejo de
Seguridad de las resoluciones 1822(2008) de 30 de junio de 2008, 1904(2009) de 17 de diciembre de
2009 y 1989(2011) de 17 de junio de 2011.

82. Este proceso demuestra una toma de conciencia en el seno de las Naciones Unidas en cuanto a
que, pese a las exigencias de confidencialidad, los procedimientos de inclusión y supresión deben
establecerse, en adelante, sobre la base de un nivel suficiente de información, debe fomentarse la
comunicación de esta información a la persona afectada y la exposición de motivos ha de estar
suficientemente fundamentada. El Ombudsman, que ejerce sus funciones con toda independencia e
imparcialidad, desempeña a este respecto un papel fundamental. Recaba de los Estados afectados
todos los datos necesarios para su valoración, sobre esta base entabla un diálogo con el solicitante y
dirige a continuación sus propuestas al Comité de Sanciones en cuanto a si es o no necesario
mantener a una persona o a una entidad en la lista. Por lo tanto, en el marco del procedimiento de
supresión, este Comité adopta sus decisiones sobre la base de una evaluación independiente e
imparcial en cuanto a si es o no necesario mantener a las personas afectadas en la lista. El análisis
riguroso realizado por el Ombudsman ha elevado el rasero para la permanencia en la lista,
exigiéndose que se proporcione suficiente información para fundamentar de forma «razonable y
fidedigna» la inclusión de una persona en la lista. Teniendo en cuenta el importante papel
desempeñado por el Ombudsman en las decisiones adoptadas por el Comité de Sanciones, el
procedimiento ante este último ya no puede calificarse, en mi opinión, de puramente diplomático e
interestatal. Por otra parte, procede señalar que la revisión periódica de la lista permite,
concretamente, actualizar regularmente los datos y completar, en su caso, la exposición de motivos.
Las mejoras del procedimiento ante el Comité de Sanciones contribuyen, de este modo, a garantizar
que las inclusiones en la lista se basen en datos suficientemente serios y sean objeto de una
evaluación continua.

83. Como reconoce el Ombudsman, la sentencia Kadi del Tribunal de Justicia ha originado la creación
de la Oficina del Ombudsman, gracias a la cual la calidad de la lista ha aumentado sensiblemente.
Sería paradójico que el Tribunal de Justicia no tuviera en cuenta las mejoras a cuya introducción ha
contribuido directamente, aun cuando la Oficina del Ombudsman no constituya una instancia
jurisdiccional.

84. El Ombudsman ha contribuido a desarrollar la transmisión de información por parte de los


Estados al Comité de Sanciones, lo cual garantiza que las decisiones se adopten sobre bases más
sólidas. Sólo gracias a este diálogo la lista podrá mantenerse actualizada y seguirá disfrutando de
apoyo internacional. Esta dinámica podría verse bloqueada si el Comité de Sanciones estuviera
obligado de facto, como se desprende de la solución adoptada por el Tribunal General en la sentencia
recurrida, a comunicar a las instituciones de la Unión las pruebas o informaciones que los Estados se
han avenido, no sin dificultad, a proporcionarle. Estos Estados podrían mostrarse en el futuro menos
proclives a hacer llegar al Comité de Sanciones información confidencial, lo cual incidiría
negativamente en la calidad y la equidad de los procedimientos de inclusión y supresión. Las
exigencias regionales o nacionales excesivas podrían, en realidad, resultar contraproducentes para la
conciliación entre la lucha contra el terrorismo y la protección de los derechos fundamentales de las
personas inscritas en la lista.

85. Considero que una lucha eficaz contra el terrorismo a escala mundial exige la confianza y
colaboración entre las instituciones internacionales, regionales y nacionales que participan en ellas,
más que desconfianza. La mutua confianza que debe prevalecer entre la Unión y las Naciones Unidas
se justifica por el hecho de que ambas organizaciones comparten los valores relativos al respeto de
los derechos fundamentales.

86. Esto no significa que deba darse un cheque en blanco a las decisiones del Comité de Sanciones,
que haya que aplicarlas automáticamente, sin ningún espíritu crítico, cuando en el procedimiento de
aplicación se ponga en evidencia la existencia de un error manifiesto. Sin embargo, desde el
momento en que los procedimientos de inclusión y supresión ante el Comité de Sanciones permiten
un análisis riguroso de la correcta fundamentación de las inclusiones y de si es o no necesario
mantenerlas, considero que no cabe que los órganos jurisdiccionales de la Unión adopten un nivel de
control que obligue a las instituciones de la Unión a examinar sistemáticamente y en profundidad la
fundamentación de las decisiones adoptadas por el Comité de Sanciones, a partir de las pruebas o
informaciones de las que dispone dicha instancia, antes de ejecutarlas. En efecto, las mejoras en el
procedimiento de inclusión y de supresión permiten reforzar la confianza de las instituciones y del
juez de la Unión con respecto a las decisiones tomadas por el Comité de Sanciones.

87. A la vista de todo ello, considero que los procedimientos de inclusión y supresión ante el Comité
de Sanciones presentan suficientes garantías para que las instituciones de la Unión puedan presumir
que las decisiones adoptadas por esa instancia están fundamentadas. Más concretamente, las
mejoras del procedimiento dentro de las Naciones Unidas permiten presumir que los motivos
invocados en apoyo de una inclusión están suficientemente avalados con datos y elementos de
prueba. En consecuencia, el juez de la Unión no debería ejercer un control en profundidad de la
fundamentación de la inclusión basándose en las pruebas y datos en los que se han basado las
apreciaciones realizadas por el Comité de Sanciones.

88. Sin embargo, se podrá destruir esta presunción de fundamentación con ocasión de un
procedimiento de aplicación dentro de la Unión en el que la persona incluida podrá alegar nuevas
pruebas o nuevos datos. A este respecto, es evidente que cuanto más transparente sea el
procedimiento en el seno de las Naciones Unidas y cuanto más se fundamente en datos
suficientemente numerosos y serios, las instituciones regionales y nacionales de aplicación estarán
menos tentadas de poner en entredicho las apreciaciones realizadas por el Comité de Sanciones.
3.12. NO PROLIFERACIÓN/REPÚBLICA POPULAR DEMOCRÁTICA DE COREA. S/RES/2270 (2016)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando sus anteriores resoluciones pertinentes, incluidas las resoluciones 825 (1993), 1540
(2004), 1695 (2006), 1718 (2006), 1874 (2009), 1887 (2009), 2087 (2013) y 2094 (2013), así como las
declaraciones de su Presidencia de 6 de octubre de 2006 (S/PRST/2006/41), 13 de abril de 2009
(S/PRST/2009/7) y 16 de abril de 2012 (S/PRST/2012/13),

Reafirmando que la proliferación de las armas nucleares, químicas y biológicas, así como de sus
sistemas vectores, constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales, Expresando la
máxima preocupación por el ensayo nuclear realizado por la República Popular Democrática de
Corea ("la RPDC") el 6 de enero de 2016 en contravención de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009),
2087 (2013) y 2094 (2013), y por el reto que un ensayo de ese tipo supone para el Tratado sobre la No
Proliferación de las Armas Nucleares ("el TNP") y para la labor internacional encaminada a fortalecer
el régimen mundial de no proliferación de las armas nucleares, así como por el peligro que
representa para la paz y la estabilidad en la región y fuera de ella,

Subrayando una vez más la importancia de que la RPDC responda a otras preocupaciones
humanitarias y de seguridad de la comunidad internacional, Subrayando también que las medidas
impuestas en virtud de la presente resolución no tienen el propósito de acarrear consecuencias
humanitarias adversas para la población civil de la RPDC,

Lamentando la desviación por la RPDC de recursos financieros, técnicos e industriales con destino al
desarrollo de su programa de armas nucleares y misiles balísticos, y condenando su declarada
intención de desarrollar armas nucleares,

Expresando profunda preocupación por las graves penurias a que está sometida la población de la
RPDC,

Expresando gran preocupación por el hecho de que las ventas de armamentos por la RPDC hayan
producido ingresos que se desvían hacia el desarrollo de armas nucleares y misiles balísticos en
tanto los ciudadanos de la RPDC padecen grandes necesidades insatisfechas,

Expresando grave inquietud porque la RPDC ha continuado violando las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad mediante repetidos lanzamientos de misiles balísticos en 2014 y 2015, así como
el ensayo de eyección de un misil balístico lanzado desde un submarino en 2015, y observando que
todas esas actividades relacionadas con los misiles balísticos contribuyen al desarrollo por la RPDC
de sistemas vectores de armas nucleares y acrecientan la tensión en la región y fuera de ella,

Expresando su persistente preocupación por que la RPDC esté abusando de las prerrogativas e
inmunidades conferidas con arreglo a las Convenciones de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y
Consulares,

Expresando su máxima preocupación porque las actividades relacionadas con las armas nucleares y
los misiles balísticos que está realizando la RPDC han generado un aumento aún mayor de la tensión
en la región y fuera de ella, y habiendo determinado que sigue existiendo una clara amenaza para la
paz y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, y tomando medidas en virtud
de su Artículo 41,

1. Condena en los términos más enérgicos el ensayo nuclear realizado por la RPDC el 6 de enero de
2016 en contravención y flagrante menosprecio de las resoluciones pertinentes del Consejo, y
condena además el lanzamiento por la RPDC el 7 de febrero de 2016, en el que se utilizó tecnología de
misiles balísticos en grave violación de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013) y 2094
(2013);

2. Reafirma sus decisiones de que la RPDC no deberá realizar nuevos lanzamientos en que se utilice
tecnología de misiles balísticos, ensayos nucleares ni ningún otro acto de provocación, y que deberá
suspender todas las actividades relacionadas con su programa de misiles balísticos y, en este
contexto, deberá restaurar sus compromisos preexistentes de moratoria de los lanzamientos de
misiles, y exige que la RPDC cumpla inmediata e íntegramente estas obligaciones;

3. Reafirma sus decisiones de que la RPDC deberá abandonar todas las armas nucleares y los
programas nucleares existentes de manera completa, verificable e irreversible y poner fin de
inmediato a todas las actividades conexas;

4. Reafirma su decisión de que la RPDC deberá abandonar todas las demás armas de destrucción en
masa y programas de misiles balísticos existentes de manera completa, verificable e irreversible;

5. Reafirma que, de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 8 c) de la resolución 1718 (2006),


todos los Estados Miembros deberán impedir toda transferencia a la RPDC por sus nacionales o desde
sus territorios, o desde la RPDC por sus nacionales o desde su territorio, de capacitación técnica,
asesoramiento, servicios o asistencia relacionados con el suministro, la fabricación, el
mantenimiento o la utilización de artículos, materiales, equipos, bienes y tecnología relacionados con
armas nucleares, misiles balísticos u otras armas de destrucción en masa, y recalca que la presente
disposición prohíbe que la RPDC participe en cualquier forma de cooperación técnica con otros
Estados Miembros en relación con lanzamientos que utilicen tecnología de misiles balísticos, incluso
cuando se especifique que se trata del lanzamiento de un satélite o de un vehículo de lanzamiento
espacial;

6. Decide que las medidas enunciadas en el párrafo 8 a) de la resolución 1718 (2006) también se
aplicarán a todas las armas y materiales conexos, incluidas las armas pequeñas y las armas ligeras y
sus materiales conexos, así como a las transacciones financieras, la capacitación técnica, el
asesoramiento, los servicios o la asistencia relacionados con el suministro, la fabricación, el
mantenimiento o la utilización de esas armas y materiales conexos;

7. Afirma que las obligaciones impuestas en los párrafos 8 a), 8 b) y 8 c) de la resolución 1718 (2006),
ampliadas en virtud de los párrafos 9 y 10 de la resolución 1874 (2009), son aplicables al envío de
artículos a o desde la RPDC en lo que respecta a la reparación, el mantenimiento técnico, el
reacondicionamiento, el ensayo, la ingeniería inversa y la comercialización, sin tener en cuenta si se
transfieren o no la propiedad o el control, y recalca que las medidas especificadas en el párrafo 8 e)
de la resolución 1718 (2006) se aplicarán asimismo a toda persona que viaje con el propósito de llevar
a cabo las actividades descritas en el presente párrafo;

8. Decide que las medidas impuestas en los párrafos 8 a) y 8 b) de la resolución 1718 (2006) se
aplicarán también a cualquier artículo, excepto alimentos o medicamentos, si el Estado determina
que dicho artículo podría contribuir directamente al desarrollo de las capacidades operacionales de
las fuerza s armadas de la RPDC, o a exportaciones que apoyen o mejoren la capacidad operacional
de las fuerzas armadas de otro Estado Miembro fuera de la RPDC, y decide también que la presente
disposición dejará de aplicarse al suministro, la venta o la transferencia de un artículo, o a su
adquisición, cuando: a) El Estado determine que esa actividad está destinada exclusivamente a fines
humanitarios o exclusivamente a fines de subsistencia y que no será utilizada por personas o
entidades de la RPDC para producir ingresos y que tampoco guarda relación con ninguna actividad
prohibida en virtud de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o de la
presente resolución, siempre que el Estado notifique antes al Comité tal determinación y lo informe
también de las medidas adoptadas para impedir la desviación del artículo para esos otros fines, o b)
El Comité haya determinado, en cada caso, que un determinado suministro, venta o transferencia no
sería contrario a los objetivos de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o
de la presente resolución;

9. Recuerda que en el párrafo 9 de la resolución 1874 (2009) se exige que los Estados prohíban la
adquisición desde la RPDC de capacitación técnica, asesoramiento, servicios o asistencia relacionados
con el suministro, la fabricación, el mantenimiento o la utilización de armas y materiales conexos, y
aclara que el presente párrafo prohíbe a los Estados acoger a instructores, asesores u otros
funcionarios con el fin de impartirles capacitación militar, policial o paramilitar;
10. Decide que las medidas especificadas en el párrafo 8 d) de la resolución 1718 (2006) se aplicarán
también a las personas y entidades incluidas en los anexos I y II de la presente resolución, a toda
persona o entidad que actúe en su nombre o bajo su dirección y a las entidades que sean de
propiedad o estén bajo el control de esas personas, incluso por medios ilícitos;

11. Decide que las medidas especificadas en el párrafo 8 e) de la resolución 1718 (2006) se aplicarán
también a las personas incluidas en el anexo I de la presente resolución y a las personas que actúen
en su nombre o bajo su dirección;

12. Afirma que los «recursos económicos» mencionados en el párrafo 8 d) de la resolución 1718
(2006) abarcan los bienes de cualquier tipo, ya sean tangibles o intangibles, muebles o inmuebles,
reales o potenciales, que podrían utilizarse para obtener fondos, bienes o servicios, tales como
buques (incluidos los buques de mar);

13. Decide que si un Estado Miembro determina que un diplomático, representante gubernamental u
otro nacional de la RPDC que se desempeñe en carácter oficial está actuando en nombre o bajo la
dirección de una persona o entidad designada, facilitando la evasión de sanciones o contraviniendo
las disposiciones de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o de la
presente resolución, el Estado Miembro deberá expulsar a la persona de su territorio para que sea
repatriada a la RPDC de conformidad con las disposiciones aplicables del derecho nacional e
internacional, en el entendimiento de que nada de lo dispuesto en el presente párrafo impedirá el
tránsito de representantes del Gobierno de la RPDC hacia la Sede de las Naciones Unidas u otras
instalaciones de las Naciones Unidas para realizar actividades relacionadas con las Naciones Unidas,
y decide que las disposiciones del presente párrafo no se aplicarán con respecto a una persona a) si
su presencia es necesaria para el cumplimiento de una diligencia judicial, b) si su presencia es
necesaria exclusivamente para fines médicos, de protección u otros fines humanitarios, o c) si el
Comité ha determinado, en cada caso, que su expulsión sería contraria a los objetivos de las
resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) y de la presente resolución;

14. Decide que si un Estado Miembro determina que una persona que no sea nacional de ese Estado
está actuando en nombre o bajo la dirección de una persona o entidad designada, facilitando la
evasión de sanciones o contraviniendo las disposiciones de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009),
2087 (2013), 2094 (2013) o de la presente resolución, los Estados Miembros deberán expulsarla de sus
territorios para que sea repatriada al Estado de su nacionalidad, de conformidad con las
disposiciones aplicables del derecho nacional e internacional, a menos que la presencia de dicha
persona sea necesaria para el cumplimiento de una diligencia judicial o exclusivamente para fines
médicos, de protección u otros fines humanitarios o que el Comité haya determinado, en cada caso,
que su expulsión sería contraria a los objetivos de las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087
(2013), 2094 (2013) o de la presente resolución, en el entendimiento de que nada de lo dispuesto en el
presente párrafo impedirá el tránsito de representantes del Gobierno de la RPDC hacia la Sede de las
Naciones Unidas u otras instalaciones de las Naciones Unidas para realizar actividades relacionadas
con las Naciones Unidas;

15. Recalca que, como consecuencia de la aplicación de las obligaciones impuestas en el párrafo 8 d)
de la resolución 1718 (2006) y en los párrafos 8 y 11 de la resolución 2094 (2013), todos los Estados
Miembros deberán clausurar las oficinas de representación de las entidades designadas y prohibir
que esas entidades y las personas o entidades que actúan para ellas o en su nombre, de forma directa
o indirecta, participen en empresas conjuntas u otras modalidades de negocios, y recalca que si un
representante de una oficina de esa índole es un nacional de la RPDC, los Estados tendrán la
obligación de expulsarlo de sus territorios para que sea repatriado a la RPDC de conformidad con las
disposiciones aplicables del derecho nacional e internacional, de conformidad y en consonancia con
lo dispuesto en el párrafo 10 de la resolución 2094 (2013);

16. Observa que la RPDC utiliza con frecuencia compañías fantasma, compañías pantalla, empresas
conjuntas y estructuras de propiedad complejas y opacas con el fin de violar las medidas impuestas
en las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad y, a este respecto, encarga al Comité que,
con el apoyo del Grupo de Expertos, identifique a las personas y entidades que intervengan en tales
prácticas y, cuando proceda, las designe para someterlas a las medidas impuestas en las resoluciones
1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) y en la presente resolución;

17. Decide que todos los Estados Miembros deberán impedir que se imparta enseñanza o formación
especializadas a nacionales de la RPDC dentro de sus territorios o por sus nacionales cuando se trate
de disciplinas que puedan contribuir a las actividades nucleares estratégicas desde el punto de vista
de la proliferación de la RPDC o al desarrollo de sistemas vectores de armas nucleares, incluida la
enseñanza o formación en física avanzada, simulación informática avanzada y ciencias informáticas
conexas, la navegación geoespacial, la ingeniería nuclear, la ingeniería aeroespacial, la ingeniería
aeronáutica y disciplinas afines;

18. Decide que todos los Estados deberán inspeccionar las cargas dentro de su territorio o en tránsito
por él, incluso en sus aeropuertos, puertos y zonas francas, que hayan tenido su origen en la RPDC, o
que estén destinadas a la RPDC, o que hayan sido negociadas o facilitadas por la RPDC o sus
nacionales, o por personas o entidades que actúen en su nombre o bajo su dirección, o por entidades
que sean de propiedad o estén bajo el control de esas personas, o por personas o entidades
designadas, o que se transporten en buques de mar o aeronaves que enarbolen el pabellón de la
RPDC, a fin de asegurar que ningún artículo se transfiera en violación de las resoluciones 1718
(2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) y de la presente resolución, y exhorta a los Estados a que
realicen esas inspecciones de manera que se reduzcan al mínimo los efectos sobre la transferencia de
las cargas que el Estado determine que están destinadas a fines humanitarios;

19. Decide que los Estados Miembros deberán prohibir a sus nacionales y a las personas en sus
territorios que arrienden o fleten buques o aeronaves de su pabellón o presten servicios de
tripulación a la RPDC, y decide que esta prohibición se aplicará también con respecto a cualquier
persona o entidad designada, otras entidades de la RPDC, cualesquiera otras personas o entidades
que el Estado determine que han ayudado a evadir las sanciones o a infringir las disposiciones de las
resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o de la presente resolución, las
personas o entidades que actúen en nombre o bajo la dirección de cualquiera de las antes citadas, y
las entidades que sean de propiedad o estén bajo el control de cualquiera de las antes citadas,
exhorta a los Estados Miembros a cancelar la matrícula de todo buque que sea de propiedad de la
RPDC u operado por esta o cuya tripulación haya sido provista por la RPDC, exhorta además a los
Estados Miembros a que se abstengan de matricular a ningún buque cuya matrícula haya sido
cancelada por otro Estado Miembro de conformidad con lo dispuesto en el presente párrafo, y decide
que esta disposición no se aplicará en relación con los contratos de arrendamiento o fletamento o la
prestación de servicios de tripulación que hayan sido notificados con antelación al Comité, caso por
caso, junto con a) información que demuestre que dichas actividades están exclusivamente
destinadas a fines de subsistencia y que no serán utilizadas por personas o entidades de la RPDC para
producir ingresos, y b) información sobre las medidas adoptadas para impedir que esas actividades
contribuyan a la violación de las resoluciones antes mencionadas;

20. Decide que todos los Estados deberán prohibir a sus nacionales, a las personas sujetas a su
jurisdicción y a las entidades constituidas en su territorio o sujetas a su jurisdicción que matriculen
buques en la RPDC, obtengan autorización para que un buque enarbole el pabellón de la RPDC o que
sean propietarios, arrendadores u operadores de buques con pabellón de la RPDC o presten ningún
servicio de clasificación o certificación u otros servicios conexos o provean seguros a un buque que
enarbole el pabellón de la RPDC, y decide que esta medida no se aplicará a las actividades notificadas
con antelación al Comité, caso por caso, tras la presentación al Comité de información detallada
sobre las actividades, así como los nombres de las personas y entidades que participen en ellas,
información que demuestre que dichas actividades están exclusivamente destinadas a fines de
subsistencia y que no serán utilizadas por personas o entidades de la RPDC para producir ingresos y
sobre las medidas adoptadas para impedir que dichas actividades contribuyan a la violación de las
resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o de la presente resolución;

21. Decide que todos los Estados deberán denegar a toda aeronave el permiso para despegar desde su
territorio, aterrizar en él o sobrevolarlo, salvo en relación con el aterrizaje para inspección, si tienen
información que ofrezca motivos razonables para creer que la aeronave contiene artículos cuyo
suministro, venta, transferencia o exportación se prohíba en las resoluciones 1718 (2006), 1874
(2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o en la presente resolución, excepto en caso de aterrizaje de
emergencia, y exhorta a todos los Estados a que, cuando consideren la posibilidad de otorgar
permisos de sobrevuelo, evalúen los factores de riesgo conocidos;

22. Decide que todos los Estados Miembros deberán prohibir a todo buque la entrada a sus puertos si
el Estado tiene información que ofrezca motivos razonables para creer que el buque es propiedad o
está bajo el control, directa o indirectamente, de una persona o entidad designada, o contiene carga
cuyo suministro, venta, transferencia o exportación se prohíba en las resoluciones 1718 (2006), 1874
(2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o en la presente resolución, salvo que la entrada sea necesaria en
caso de emergencia o en caso de regreso al puerto de origen, o para someterla a inspección, o salvo
que el Comité determine con antelación que esa entrada es necesaria con fines humanitarios o con
cualquier otro fin compatible con los objetivos de la presente resolución;

23. Recuerda que el Comité ha designado a la empresa Ocean Maritime Management (OMM) de la
RPDC, hace notar que los buques especificados en el anexo III de la presente resolución son recursos
económicos controlados o explotados por OMM y, por tanto, están sujetos a la congelación de activos
establecida en el párrafo 8 d) de la resolución 1718 (2006), y recalca que los Estados Miembros están
obligados a aplicar las disposiciones pertinentes de esa resolución;

24. Decide que la RPDC deberá abandonar todos los programas de armas químicas y biológicas y los
programas relacionados con armas, y deberá actuar estrictamente de conformidad con las
obligaciones que le incumben como Estado parte en la Convención sobre la Prohibición del
Desarrollo, la Producción y el Almacenamiento de Armas Bacteriológicas (Biológicas) y Toxínicas y
sobre su Destrucción, y exhorta a la RPDC a que se adhiera a la Convención sobre la Prohibición del
Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y sobre su
Destrucción, y seguidamente cumpla de inmediato sus disposiciones;

25. Decide ajustar las medidas establecidas en el párrafo 8 de la resolución 1718 (2006) y la presente
resolución mediante la designación de bienes adicionales, encarga al Comité que lleve a cabo sus
tareas a tal efecto y le presente un informe dentro de los 15 días siguientes a la aprobación de la
presente resolución, y decide además que, si el Comité no ha actuado, el Consejo de Seguridad
procederá a ajustar las medidas en un plazo de siete días a partir de la recepción de ese informe;

26. Encarga al Comité que examine y actualice los artículos que figuran en el documento
S/2006/853/CORR.1 como máximo en un plazo de 60 días contados a partir de la aprobación de la
presente resolución, y posteriormente con una periodicidad anual;

27. Decide que las medidas establecidas en los párrafos 8 a) y 8 b) de la resolución 1718 (2006)
deberán aplicarse también a todo artículo que el Estado determine que podría contribuir a
programas nucleares o de misiles balísticos u otras armas de destrucción en masa de la RPDC, a
actividades prohibidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) y en la
presente resolución, o a la evasión de las medidas establecidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874
(2009), 2087 (2013), 2094 (2013) y en la presente resolución;

28. Reafirma lo dispuesto en los párrafos 14 a 16 de la resolución 1874 (2009) y el párrafo 8 de la


resolución 2087 (2013), y decide que esos párrafos deberán aplicarse también a los artículos cuyo
suministro, venta o transferencia se prohíba en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013),
2094 (2013) o en la presente resolución y se hayan encontrado en las inspecciones realizadas de
conformidad con el párrafo 18 de la presente resolución;

29. Decide que la RPDC no deberá suministrar, vender ni transferir, directa o indirectamente, desde
su territorio o por sus nacionales, o utilizando buques o aeronaves de su pabellón, carbón, hierro ni
mineral de hierro, y que todos los Estados deberán prohibir la adquisición de esos materiales
procedentes de la RPDC por sus nacionales, o utilizando buques o aeronaves de su pabellón, tengan o
no origen en el territorio de la RPDC, y decide que esta disposición no deberá aplicarse a:

a) El carbón que, según confirme el Estado adquirente sobre la base de información fidedigna, haya
provenido del exterior de la RPDC y haya sido transportado a través del territorio de esta únicamente
para su exportación desde el puerto de Rajin (Rason), a condición de que el Estado notifique al
Comité con antelación y de que esas transacciones no estén relacionadas con la generación de
ingresos para los programas nucleares o de misiles balísticos de la RPDC u otras actividades
prohibidas por las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o la presente
resolución, y,

b) Las transacciones que, según se haya determinado, tengan exclusivamente fines de subsistencia y
no estén relacionadas con la generación de ingresos para los programas nucleares o de misiles
balísticos de la RPDC u otras actividades prohibidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087
(2013), 2094 (2013) o en la presente resolución;

30. Decide que la RPDC no deberá suministrar, vender ni transferir, directa o indirectamente, desde
su territorio o por conducto de sus nacionales, o utilizando buques o aeronaves de su pabellón, oro,
mineral de titanio, mineral de vanadio ni minerales de tierras raras, y que todos los Estados deberán
prohibir la adquisición de esos materiales de la RPDC por sus nacionales, o utilizando buques o
aeronaves de su pabellón, procedan o no del territorio de la RPDC;

31. Decide que todos los Estados deberán impedir la venta o el suministro por sus nacionales, o desde
su territorio o empleando buques o aeronaves de su pabellón, de combustible de aviación, incluida la
gasolina de aviación, el combustible para motores a reacción tipo nafta, el combustible para motores
a reacción tipo queroseno y el combustible para cohetes tipo queroseno, tengan o no origen en su
territorio, al territorio de la RPDC, salvo que el Comité haya aprobado previamente, a título
excepcional y caso por caso, la transferencia a la RPDC de tales productos para atender necesidades
humanitarias esenciales verificadas, con sujeción a arreglos especificados para supervisar
eficazmente su suministro y utilización, y decide también que esta disposición no será aplicable a la
venta ni al suministro de combustible de aviación a aeronaves civiles de pasajeros fuera de la RPDC
destinado exclusivamente al consumo durante el vuelo de esas aeronaves a la RPDC y el vuelo de
regreso;

32. Decide que la congelación de activos establecida en el párrafo 8 d) de la resolución 1718 (2006)
deberá aplicarse a todos los fondos, otros activos financieros y recursos económicos que se
encuentren fuera de la RPDC y sean propiedad o estén bajo el control, directa o indirectamente, de
entidades del Gobierno de la RPDC o el Partido Obrero de Corea, o de personas o entidades que
actúen en su nombre o bajo su dirección, o de entidades que sean propiedad o estén bajo el control
de estos, que el Estado determine que están asociados con los programas nucleares o de misiles
balísticos de la RPDC o con otras actividades prohibidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009),
2087 (2013), 2094 (2013) o la presente resolución, decide también que todos los Estados, excepto la
RPDC, deberán asegurar que sus nacionales u otras personas o entidades que se encuentren en su
territorio no pongan fondos, activos financieros o recursos económicos a disposición de esas
personas o entidades, o de personas o entidades que actúen en su nombre o bajo su dirección, o de
entidades de su propiedad o que estén bajo su control, ni los utilicen en su beneficio, y decide que
esas medidas no serán aplicables con respecto a los fondos, otros activos financieros y recursos
económicos necesarios para llevar a cabo las actividades de las misiones de la RPDC ante las
Naciones Unidas y sus organismos especializados y organizaciones conexas u otras misiones
diplomáticas y consulares de la RPDC, ni a los fondos, otros activos financieros y recursos económicos
que el Comité determine previamente, caso por caso, que son necesarios para el suministro de
asistencia humanitaria, la desnuclearización o cualquier otro fin compatible con los objetivos de la
presente resolución;

33. Decide que los Estados deberán prohibir en sus territorios la apertura y el funcionamiento de
nuevas sucursales, filiales y oficinas de representación de banco s de la RPDC, decide también que los
Estados deberán prohibir a las instituciones financieras presentes en sus territorios o sujetas a su
jurisdicción que establezcan nuevas empresas conjuntas y adquieran una participación en la
propiedad o establezcan o mantengan relaciones de corresponsalía con bancos de la RPDC, salvo que
esas transacciones hayan sido aprobadas previamente por el Comité, y decide que los Estados
deberán adoptar las medidas necesarias para cerrar las sucursales, filiales y oficinas de
representación existentes, y para poner fin a las empresas conjuntas, la participación en la propiedad
y las relaciones de corresponsalía bancaria con bancos de la RPDC en un plazo de 90 días contados a
partir de la aprobación de la presente resolución;

34. Decide que los Estados deberán prohibir a las instituciones financieras presentes en sus
territorios o sujetas a su jurisdicción que abran nuevas oficinas de representación, filiales o
sucursales, así como cuentas bancarias en la RPDC;

35. Decide que los Estados deberán adoptar las medidas necesarias para cerrar las oficinas de
representación, filiales o cuentas bancarias que tengan en la RPDC en un plazo de 90 días, si el Estado
en cuestión tiene información fidedigna que ofrezca motivos razonables para creer que esos
servicios financieros podrían contribuir a los programas nucleares o de misiles balísticos de la RPDC,
o a otras actividades prohibidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013)
o en la presente resolución, y decide también que esta disposición no deberá aplicarse cuando el
Comité determine, caso por caso, que esas oficinas, filiales o cuentas son necesarias para el
suministro de asistencia humanitaria o las actividades de las misiones diplomáticas en la RPDC de
conformidad con la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, o las actividades de las
Naciones Unidas o sus organismos especializados u organizaciones conexas, o con cualquier otro fin
compatible con las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o la presente
resolución;

36. Decide que todos los Estados deberán prohibir el apoyo financiero público y privado procedente
de su territorio o prestado por personas o entidades sujetas a su jurisdicción para el comercio con la
RPDC (incluida la concesión de créditos a la exportación, garantías o seguros a sus nacionales o a
entidades que participen en ese comercio) cuando dicho apoyo financiero pueda contribuir a los
programas nucleares o de misiles balísticos de la RPDC, o a otras actividades prohibidas en las
resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o en la presente resolución, incluido el
párrafo 8;

37. Expresa preocupación por la posibilidad de que la transferencia de oro a la RPDC se utilice para
evadir las medidas establecidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013)
y en la presente resolución, y aclara que todos los Estados deberán aplicar las medidas enunciadas en
el párrafo 11 de la resolución 2094 (2013) a las transferencias de oro, incluso las enviadas por
mensajería, que estén en tránsito hacia y desde la RPDC, a fin de asegurar que dichas transferencias
de oro no contribuyan a los programas nucleares o de misiles balísticos de la RPDC o a otras
actividades prohibidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o en la
presente resolución, ni a la evasión de las medidas establecidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874
(2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o en la presente resolución;

38. Recuerda que el Grupo de Acción Financiera (GAFI) ha exhortado a los países a que intensifiquen
la diligencia debida y apliquen contramedidas eficaces para proteger sus jurisdicciones de las
actividades financieras ilícitas de la RPDC, y exhorta a los Estados Miembros a que apliquen la
recomendación 7 del GAFI, su nota interpretativa y las orientaciones conexas para aplicar
efectivamente las sanciones financieras selectivas relacionadas con la proliferación;

39. Reafirma las medidas establecidas en el párrafo 8 a) iii) de la resolución 1718 (2006) con respecto
a los artículos de lujo, y aclara que el término "artículos de lujo" incluye, aunque no exclusivamente,
los artículos especificados en el anexo V de la presente resolución; 40. Exhorta a todos los Estados a
que lo informen, en un plazo de 90 días contado a partir de la aprobación de la presente resolución, y
posteriormente cuando lo solicite el Comité, sobre las medidas concretas que hayan adoptado para
aplicar efectivamente las disposiciones de la presente resolución, y solicita al Grupo de Expertos
establecido en virtud de la resolución 1874 (2009) que, en cooperación con otros grupos de vigilancia
de las sanciones de las Naciones Unidas, prosiga sus esfuerzos por ayudar a los Estados a preparar y
presentar los informes a su debido tiempo, y encarga al Comité que dé prioridad a los contactos con
los Estados Miembros que no hayan presentado nunca informes de aplicación solicitados por el
Consejo de Seguridad;

[...]

48. Subraya que las medidas establecidas en las resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013),
2094 (2013) y en la presente resolución no tienen el propósito de acarrear consecuencias
humanitarias adversas para la población civil de la RPDC, ni de afectar negativamente las
actividades, incluidas las actividades económicas y la cooperación, que no estén prohibidas en las
resoluciones 1718 (2006), 1874 (2009), 2087 (2013), 2094 (2013) o la presente resolución, ni la labor de
las organizaciones internacionales y no gubernamentales que lleven a cabo actividades de asistencia
y socorro en la RPDC en beneficio de la población civil de ese país;

[...]

51. Afirma que mantendrá en constante examen las acciones de la RPDC y que está dispuesto a
reforzar, modificar, suspender o levantar las medidas según sea necesario, en función de su
cumplimiento por la RPDC, y, a este respecto, expresa su determinación de tomar nuevas medidas
significativas en caso de que la RPDC realice más ensayos nucleares o lanzamientos;

[...]

3.13. NO PROLIFERACIÓN. S/RES/1696 (2006)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando la declaración de la Presidencia S/PRST/2006/15, de 29 de marzo de 2006,

Reafirmando su adhesión al Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares y recordando el


derecho de los Estados Partes, de conformidad con los artículos I y II de ese Tratado, de desarrollar la
investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin
discriminación,

Tomando conocimiento con profunda preocupación de los numerosos informes del Director General
del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y las resoluciones de la Junta de
Gobernadores del OIEA relativos al programa nuclear del Irán, de los cuales le dio cuenta el Director
General del OIEA, incluida la resolución GOV/2006/14 de la Junta de Gobernadores del OIEA,

Observando con profunda preocupación que en el informe del Director General del OIEA de fecha 27
de febrero de 2006 (GOV/2006/15) se expone un conjunto de cuestiones pendientes y preocupaciones
relacionadas con el programa nuclear del Irán, entre ellos asuntos que podrían tener una dimensión
nuclear militar, y que el OIEA no está en condiciones de concluir que no existen materiales o
actividades nucleares no declarados en el Irán,

Tomando conocimiento con profunda preocupación del informe del Director General del OIEA de
fecha 28 de abril de 2006 (GOV/2006/27) y sus conclusiones, entre ellas que, después de que todas las
gestiones realizadas por el Organismo durante más de tres años con objeto de obtener aclaraciones
acerca de todos los aspectos del programa nuclear del Irán, aún suscitan preocupación las lagunas de
conocimientos existentes, así como el hecho de que el OIEA no pueda avanzar en sus esfuerzos
tendientes a proporcionar seguridades acerca de la no existencia de materiales o actividades
nucleares no declarados en el Irán,

Observando con profunda preocupación que, según se confirma en el informe del Director General
del OIEA de 8 de junio de 2006 (GOV/2006/38), el Irán aún no ha adoptado las medidas que le pidió la
Junta de Gobernadores del OIEA, reiteradas por el Consejo en su declaración de 29 de marzo, que son
indispensables para crear confianza, y en particular la decisión del Irán de reanudar las actividades
relacionadas con el enriquecimiento, incluidas las de investigación y desarrollo, su reciente
ampliación y los anuncios acerca de tales actividades, así como la de suspender la cooperación con el
OIEA con arreglo al protocolo adicional,

Haciendo hincapié en la importancia de las gestiones políticas y diplomáticas encaminadas a hallar


una solución negociada que garantice que el programa nuclear del Irán está destinado
exclusivamente a fines pacíficos, y observando que una solución de esa índole también redundaría
en beneficio de la no proliferación en otros lugares,
Acogiendo con beneplácito la declaración formulada en París por el Ministro de Relaciones Exteriores
de Francia, Philippe Douste-Blazy, en nombre de los Ministros de Relaciones Exteriores de Alemania,
China, los Estados Unidos, la Federación de Rusia, Francia y el Reino Unido y del Alto Representante
de la Unión Europea, el 12 de julio de 2006 (S/2006/573),

Preocupado por el riesgo de proliferación que plantea el programa nuclear del Irán, consciente de su
responsabilidad primordial, en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, de mantener la paz y la
seguridad internacionales, y decidido a impedir el agravamiento de la situación,

Actuando con arreglo al Artículo 40 del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas a fin de hacer
obligatoria la suspensión requerida por el OIEA,

1. Pide al Irán que adopte sin más demora las medidas solicitadas por la Junta de Gobernadores del
OIEA en su resolución GOV/2006/14, que resultan indispensables para crear confianza en los fines
exclusivamente pacíficos de su programa nuclear y resolver las cuestiones pendientes;

2. Exige , en este contexto, que el Irán suspenda todas las actividades relacionadas con el
enriquecimiento y reprocesamiento, incluidas las de investigación y desarrollo, lo que será verificado
por el OIEA;

[...]

7. Pide que, a más tardar el 31 de agosto, el Director General del OIEA presente a la Junta de
Gobernadores del OIEA, y en forma simultánea al Consejo de Seguridad para su examen, un informe
que verse principalmente sobre si el Irán ha demostrado la suspensión completa y sostenida de todas
las actividades mencionadas en esta resolución, así como sobre el proceso de cumplimiento por parte
del Irán de todas las medidas exigidas por la Junta del OIEA y de las disposiciones antedichas de esta
resolución;

8. Expresa su intención, en el caso de que el Irán no haya cumplido para esa fecha las disposiciones
de la presente resolución, de adoptar entonces con arreglo al Artículo 41 del Capítulo VII de la Carta
de las Naciones Unidas, las medidas apropiadas para persuadir al Irán de cumplir la presente
resolución y las exigencias del OIEA, y subraya que deberán adoptarse otras decisiones si fuera
necesario tomar tales medidas adicionales;

9. Confirma que tales medidas adicionales no serán necesarias en el caso de que el Irán dé
cumplimiento a la presente resolución;

10. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

3.14. NO PROLIFERACIÓN. S/RES/1929 (2010)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando la declaración de su Presidencia S/PRST/2006/15 y sus resoluciones 1696 (2006), 1737


(2006), 1747 (2007), 1803 (2008), 1835 (2008) y 1929 (2010),

Reafirmando su compromiso con el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares y la


necesidad de que todos los Estados partes en ese Tratado cumplan plenamente sus obligaciones, y
recordando el derecho de los Estados partes a desarrollar, de conformidad con los artículos I y II del
Tratado, la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin
discriminación,

Haciendo hincapié en la importancia de las gestiones políticas y diplomáticas encaminadas a hallar


una solución negociada que garantice que el programa nuclear del Irán esté destinado
exclusivamente a fines pacíficos, y señalando que una solución de esa índole redundaría en beneficio
de la no proliferación nuclear,

Acogiendo con beneplácito las gestiones diplomáticas realizadas por Alemania, China, los Estados
Unidos de América, la Federación de Rusia, Francia, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del
Norte, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y el
Irán para alcanzar una solución amplia, a largo plazo y adecuada de la cuestión nuclear iraní, que
culminaron en el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) concertado el 14 de julio de 2015
(S/2015/544, que se adjunta como anexo A de la presente resolución) y en el establecimiento de la
Comisión Conjunta,

Acogiendo con beneplácito la reafirmación hecha por el Irán en el PAIC de que jamás y bajo ninguna
circunstancia procurará obtener, desarrollará o adquirirá armas nucleares,

[...]

1. Hace suyo el PAIC, e insta a que se aplique plenamente dentro de los plazos previstos en él;

[...]

7. Decide , actuando en virtud del Artículo 41 de la Carta de las Naciones Unidas, que, una vez reciba
el informe del OIEA descrito en el párrafo 5:

a) Se terminará la aplicación de las disposiciones de las resoluciones 1696 (2006), 1737 (2006), 1747
(2007), 1803 (2008), 1835 (2008), 1929 (2010) y 2224 (2015);

[...]

8. Decide , actuando en virtud del Artículo 41 de la Carta de las Naciones Unidas, que en la fecha en
que se cumplan 10 años desde el Día de Aprobación del PAIC, tal como se define en el PAIC, se
terminará la aplicación de todas las disposiciones de la presente resolución, y ninguna de las
resoluciones anteriores mencionadas en el párrafo 7 a) será aplicable, habrá concluido su examen de
la cuestión nuclear iraní, y el tema titulado «No proliferación» se eliminará de la lista de asuntos que
se hallan sometidos al Consejo;

[...]

3.15. NO PROLIFERACIÓN. S/RES/1929 (2010)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando la declaración de su Presidencia S/PRST/2006/15 y sus resoluciones 1696 (2006), 1737


(2006), 1747 (2007), 1803 (2008), 1835 (2008) y 1887 (2009), y reafirmando lo que en ellas se dispone,

Reafirmando su compromiso con el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares y la


necesidad de que todos los Estados partes en ese Tratado cumplan plenamente todas sus
obligaciones, y recordando el derecho de los Estados partes, de conformidad con los artículos I y II
del Tratado, a desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con
fines pacíficos sin discriminación,

Recordando la resolución de la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía


Atómica (OIEA) (GOV/2006/14) en la que se señala que una solución de la cuestión nuclear iraní
contribuiría a los esfuerzos de no proliferación mundiales y al logro del objetivo encaminado a crear
en el Oriente Medio una zona libre de armas de destrucción en masa, incluidos sus sistemas vectores,

Observando con profunda preocupación que, según se confirma en los informes del Director General
del OIEA de 27 de febrero de 2006 (GOV/2006/15), 8 de junio de 2006 (GOV/2006/38), 31 de agosto de
2006 (GOV/2006/53), 14 de noviembre de 2006 (GOV/2006/64), 22 de febrero de 2007 (GOV/2007/8), 23
de mayo de 2007 (GOV/2007/22), 30 de agosto de 2007 (GOV/2007/48), 15 de noviembre de 2007
(GOV/2007/58), 22 de febrero de 2008 (GOV/2008/4), 26 de mayo de 2008 (GOV/2008/15), 15 de
septiembre de 2008 (GOV/2008/38), 19 de noviembre de 2008 (GOV/2008/59), 19 de febrero de 2009
(GOV/2009/8), 5 de junio de 2009 (GOV/2009/35), 28 de agosto de 2009 (GOV/2009/55), 16 de noviembre
de 2009 (GOV/2009/74), 18 de febrero de 2010 (GOV/2010/10) y 31 de mayo de 2010 (GOV/2010/28), el
Irán no ha demostrado que se hayan suspendido en forma completa y sostenida todas las actividades
relacionadas con el enriquecimiento y el reprocesamiento ni los proyectos relacionados con el agua
pesada, conforme a lo dispuesto en las resoluciones 1696 (2006), 1737 (2006), 1747 (2007) y 1803
(2008) del Consejo de Seguridad, ni reanudado su cooperación con el OIEA con arreglo al Protocolo
Adicional, ni cooperado con el OIEA en relación con las cuestiones pendientes que suscitan
preocupación, las cuales deben ser aclaradas para excluir la posibilidad de que el programa nuclear
del Irán tenga dimensiones militares, ni adoptado las demás medidas exigidas por la Junta de
Gobernadores del OIEA, ni cumplido las disposiciones de las resoluciones del Consejo de Seguridad
1696 (2006), 1737 (2006), 1747 (2007) y 1803 (2008), que son esenciales para fomentar la confianza, y
deplorando la negativa del Irán a adoptar esas medidas,

Reafirmando que la mejor manera de resolver las cuestiones pendientes y fomentar la confianza en
el carácter exclusivamente pacífico del programa nuclear del Irán es que el Irán responda
positivamente a todos los llamamientos que le han hecho el Consejo y la Junta de Gobernadores del
OIEA,

Observando con seria preocupación la participación de elementos del Cuerpo de Guardianes de la


Revolución Islámica (también denominado «Ejército de Guardianes de la Revolución Islámica»),
entre ellos los que se indican en los anexos D y E de la resolución 1737 (2006), el anexo I de la
resolución 1747 (2007) y el anexo II de la presente resolución, en actividades nucleares del Irán que
son estratégicas desde el punto de vista de la proliferación y en el desarrollo de sistemas vectores de
armas nucleares,

Observando con seria preocupación también que el Irán ha construido una instalación de
enriquecimiento en Qom, incumpliendo así su obligación de suspender todas las actividades
relacionadas con el enriquecimiento, y que el Irán no notificó al OIEA la existencia de la nueva
instalación hasta septiembre de 2009, lo cual no es compatible con las obligaciones que le incumben
en virtud de los arreglos subsidiarios de su Acuerdo de Salvaguardias,

Observando que en la resolución GOV/2009/82 de la Junta de Gobernadores del OIEA se insta al Irán a
suspender inmediatamente las actividades de construcción en Qom y a proporcionar aclaraciones
sobre la finalidad de la planta y la cronología de su diseño y construcción, y se exhorta al Irán a
confirmar, tal como ha solicitado el OIEA, que no ha decidido construir ninguna otra instalación
nuclear que no haya sido aún declarada al OIEA ni autorizar su construcción,

Observando con seria preocupación que el Irán ha enriquecido uranio al 20% y que lo ha hecho sin
notificar al OIEA con tiempo suficiente para ajustar los procedimientos de salvaguardias en vigor,

[...]

Decidido a hacer efectivas sus decisiones adoptando las medidas adecuadas para persuadir al Irán de
que cumpla lo dispuesto en las resoluciones 1696 (2006), 1737 (2006), 1747 (2007) y 1803 (2008), así
como los requisitos del OIEA, y también para impedir que el Irán desarrolle tecnologías estratégicas
en apoyo de sus programas nuclear y de misiles, hasta que el Consejo de Seguridad determine que se
han cumplido los objetivos de esas resoluciones,

Preocupado por los riesgos de proliferación que plantea el programa nuclear del Irán y consciente de
que, con arreglo a la Carta de las Naciones Unidas, le incumbe la responsabilidad primordial de
mantener la paz y la seguridad internacionales,

Destacando que nada de lo dispuesto en la presente resolución obliga a los Estados a emprender
acciones o medidas que vayan más allá del alcance de la presente resolución, incluido el uso de la
fuerza o la amenaza del uso de la fuerza,

Actuando con arreglo al Artículo 41 del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Afirma que, hasta la fecha, el Irán ha incumplido los requisitos de la Junta de Gobernadores del
OIEA y lo dispuesto en las resoluciones 1696 (2006), 1737 (2006), 1747 (2007) y 1803 (2008);

[...]
7. Decide que el Irán no deberá adquirir intereses en actividades comerciales de otro Estado que
comporten la extracción de uranio o la producción o uso de los materiales y tecnologías nucleares
indicados en el documento INFCIRC/254/Rev.9/Part 1, en particular actividades de enriquecimiento y
reprocesamiento de uranio, todas las actividades relacionadas con el agua pesada y tecnologías
relacionadas con misiles balísticos capaces de transportar armas nucleares, y decide también que
todos los Estados deberán prohibir que el Irán, sus nacionales y las entidades constituidas en el Irán
o sujetas a su jurisdicción, así como cualquier persona o entidad que actúe en su nombre o bajo su
dirección y las entidades que sean de propiedad o estén bajo el control de esas personas, realicen ese
tipo de inversiones en los territorios sujetos a su jurisdicción;

8. Decide que todos los Estados deberán impedir el suministro, la venta o la transferencia al Irán, en
forma directa o indirecta, desde su territorio o a través de él, por sus nacionales o personas sujetas a
su jurisdicción o utilizando buques o aeronaves de su pabellón, e independientemente de si tienen o
no origen en su territorio, de carros de combate, vehículos blindados de combate, sistemas de
artillería de gran calibre, aeronaves de combate, helicópteros de ataque, buques de guerra, misiles o
sistemas de misiles, como se definen a los efectos del Registro de Armas Convencionales de las
Naciones Unidas, así como de material conexo, incluidas piezas de repuesto, o los artículos
determinados por el Consejo de Seguridad o el Comité establecido en virtud de la resolución 1737
(2006) («el Comité»), decide también que todos los Estados deberán impedir el suministro al Irán, por
sus nacionales y desde su territorio o a través de él, de capacitación técnica, recursos o servicios
financieros, asesoramiento y otros servicios o asistencia relacionados con el suministro, la venta, la
transferencia, el abastecimiento, la fabricación, la conservación o la utilización de esas armas y
materiales conexos, y, en este contexto, exhorta a todos los Estados a que se mantengan vigilantes y
sean prudentes respecto del suministro, la venta, la transferencia, el abastecimiento, la fabricación,
la conservación y la utilización de las demás armas y materiales conexos;

9. Decide también que el Irán no deberá llevar a cabo actividad alguna relacionada con misiles
balísticos capaces de transportar armas nucleares, incluidos los lanzamientos que utilicen tecnología
de misiles balísticos, y que los Estados deberán adoptar todas las medidas necesarias para impedir la
transferencia al Irán de tecnología o asistencia técnica en relación con esas actividades;

10. Decide que todos los Estados deberán adoptar las medidas necesarias para impedir la entrada en
su territorio, o el tránsito por él, de las personas designadas en los anexos C, D y E de la resolución
1737 (2006), el anexo I de la resolución 1747 (2007), el anexo I de la resolución 1803 (2008) y los
anexos I y II de la presente resolución, así como de las personas designadas por el Consejo de
Seguridad o el Comité de conformidad con el párrafo 10 de la resolución 1737 (2006), salvo en los
casos en que la entrada o el tránsito tenga por objeto realizar actividades directamente relacionadas
con el suministro al Irán de los artículos indicados en el párrafo 3 b) i) y ii) de la resolución 1737
(2006), de conformidad con el párrafo 3 de la resolución 1737 (2006), subraya que nada de lo
dispuesto en el presente párrafo obligará a un Estado a denegar a sus propios nacionales la entrada
en su territorio, y decide que las medidas impuestas en el presente párrafo no serán aplicables
cuando el Comité determine, caso por caso, que el viaje se justifica por razones de necesidad
humanitaria, incluidas las obligaciones religiosas, ni cuando el Comité decida que una exención
ayudaría a cumplir los objetivos de la presente resolución, incluidos los casos en que se aplique el
artículo XV del Estatuto del OIEA;

11. Decide también que las medidas especificadas en los párrafos 12, 13, 14 y 15 de la resolución 1737
(2006) deberán aplicarse también a las personas y entidades enumeradas en el anexo I de la presente
resolución, a cualquier persona o entidad que actúe en su nombre o bajo su dirección, a las entidades
que sean de propiedad o estén bajo el control de esas personas, incluso por medios ilícitos, y a
cualesquiera personas o entidades que, según determinación del Consejo o el Comité, hayan ayudado
a las personas o entidades designadas a evadir las sanciones impuestas en la presente resolución y en
las resoluciones 1737 (2006), 1747 (2007) o 1803 (2008) o a infringir lo dispuesto en ellas;

12. Decide además que las medidas especificadas en los párrafos 12, 13, 14 y 15 de la resolución 1737
(2006) se aplicarán también a las personas o entidades del Cuerpo de Guardianes de la Revolución
Islámica, también denominado «Ejército de Guardianes de la Revolución Islámica», enumeradas en el
anexo II y a cualesquier persona o entidad que actúe en su nombre o bajo su dirección y a las
entidades que sean de propiedad o estén bajo el control de esas personas, incluso por medios ilícitos,
y exhorta a todos los Estados a que vigilen las transacciones que tienen participación del Cuerpo de
Guardianes de la Revolución Islámica y podrían contribuir a actividades nucleares que sean
estratégicas desde el punto de vista de la proliferación o al desarrollo de sistemas vectores de armas
nucleares en el Irán;

13. Decide que, a efectos de las medidas especificadas en los párrafos 3, 4, 5, 6 y 7 de la resolución
1737 (2006), la lista de artículos que figura en el documento S/2006/814 se sustituya por la que figura
en las circulares INFCIRC/254/Rev.9/Part 1 e INFCIRC/254/Rev.7/Part 2, agregando cualquier otro
artículo que, según determinación del Estado, podría contribuir a actividades relacionadas con el
enriquecimiento, el reprocesamiento o la producción de agua pesada o con el desarrollo de sistemas
vectores de armas nucleares, y decide también que, a efectos de las medidas especificadas en los
párrafos 3, 4, 5, 6 y 7 de la resolución 1737 (2006), la lista de artículos que figura en el documento
S/2006/815 se sustituya por la que figura en el documento S/2010/263;

[...]

15. Observa que los Estados, de conformidad con el derecho internacional, en particular con el
derecho del mar, pueden solicitar inspecciones de naves en alta mar con el consentimiento del
Estado del pabellón, y exhorta a todos los Estados a cooperar en esas inspecciones si tienen
información que ofrezca motivos razonables para creer que la carga de esas naves contiene artículos
cuyo suministro, venta, transferencia o exportación se prohíba en los párrafos 3, 4 ó 7 de la
resolución 1737 (2006), el párrafo 5 de la resolución 1747 (2007), el párrafo 8 de la resolución 1803
(2008) o los párrafos 8 ó 9 de la presente resolución, con el fin de asegurar la aplicación estricta de
esas disposiciones;

16. Decide autorizar a todos los Estados a que confisquen y liquiden los artículos descubiertos en las
inspecciones realizadas con arreglo a los párrafos 14 ó 15 de la presente resolución (destruyéndolos,
inutilizándolos, almacenándolos o transfiriéndolos a un Estado distinto del Estado de origen o de
destino para su liquidación) cuyo suministro, venta, transferencia o exportación estén prohibidos en
virtud de los párrafos 3, 4 ó 7 de la resolución 1737 (2006), el párrafo 5 de la resolución 1747 (2007), el
párrafo 8 de la resolución 1803 (2008) o los párrafos 8 ó 9 de la presente resolución, y decide también
que los Estados deberán confiscarlos y liquidarlos de un modo que no sea incompatible con las
obligaciones que les incumben en virtud de las resoluciones aplicables del Consejo de Seguridad,
incluida la resolución 1540 (2004), ni con cualquier obligación de las partes en el Tratado sobre la no
proliferación de las armas nucleares, y que todos los Estados deberán cooperar en tales actividades;

[...]

18. Decide que todos los Estados Miembros deberán prohibir que sus nacionales presten, o que se
presten desde su territorio, servicios de aprovisionamiento, como aprovisionamiento de combustible
o suministros, u otros servicios, a naves de propiedad iraní o contratadas por el Irán, incluidas las
naves fletadas, si tienen información que ofrece motivos razonables para creer que transportan
artículos cuyo suministro, venta, transferencia o exportación estén prohibidos en virtud de los
párrafos 3, 4 ó 7 de la resolución 1737 (2006), el párrafo 5 de la resolución 1747 (2007), el párrafo 8 de
la resolución 1803 (2008) o los párrafos 8 ó 9 de la presente resolución, salvo que la prestación de
esos servicios sea necesaria con fines humanitarios o hasta el momento en que la carga haya sido
inspeccionada y, de ser necesario, confiscada y liquidada, y subraya que el objeto de este párrafo no
es afectar a las actividades económicas legales;

19. Decide también que las medidas especificadas en los párrafos 12, 13, 14 y 15 de la resolución 1737
(2006) deberán aplicarse también a las entidades de la compañía naviera de la República Islámica del
Irán, como se indica en el anexo III, a cualquier persona o entidad que actúe en su nombre o bajo su
dirección y a las entidades que sean de propiedad o estén bajo el control de esas personas, incluso
por medios ilícitos, o que, según determinación del Consejo o el Comité, las hayan ayudado a evadir
las sanciones impuestas en la presente resolución y en las resoluciones 1737 (2006), 1747 (2007), 1803
(2008) o a infringir lo dispuesto en ellas;
[...]

22. Decide que todos los Estados deberán exigir a sus nacionales, las personas sujetas a su jurisdicción
y las sociedades constituidas en su territorio o sujetas a su jurisdicción que se mantengan vigilantes
en sus relaciones comerciales con las entidades constituidas en el Irán o sujetas a la jurisdicción del
Irán, incluidas las del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica y las de la compañía naviera
de la República Islámica del Irán, con cualquier persona o entidad que actúe en su nombre o bajo su
dirección y con las entidades que sean de propiedad o estén bajo el control de esas personas, incluso
por medios ilícitos, si tienen información que ofrezca motivos razonables para creer que esas
transacciones comerciales podrían contribuir a actividades nucleares que sean estratégicas desde el
punto de vista de la proliferación o al desarrollo de sistemas vectores de armas nucleares en el Irán,
así como a infracciones de lo dispuesto en la presente resolución y en las resoluciones 1737 (2006),
1747 (2007) y 1803 (2008);

[...]

37. Afirma que examinará las acciones del Irán a la luz del informe mencionado en el párrafo 36, que
deberá presentarse en un plazo de 90 días, y que:

a) suspenderá la aplicación de las medidas siempre que el Irán suspenda todas las actividades
relacionadas con el enriquecimiento y el reprocesamiento, incluidas las de investigación y desarrollo,
y mientras dure la suspensión, que verificará el OIEA, para permitir la celebración de negociaciones
de buena fe a fin de llegar a un resultado pronto y mutuamente aceptable; b) dejará de aplicar las
medidas especificadas en los párrafos 3, 4, 5, 6, 7 y 12 de la resolución 1737 (2006), así como en los
párrafos 2, 4, 5, 6 y 7 de la resolución 1747 (2007), en los párrafos 3, 5, 7, 8, 9, 10 y 11 de la resolución
1803 (2008) y en los párrafos 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 21, 22, 23 y 24 de la presente
resolución, tan pronto como determine, tras recibir el informe mencionado en el párrafo anterior,
que el Irán ha cumplido cabalmente sus obligaciones en virtud de las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad y los requisitos de la Junta de Gobernadores del OIEA, determinación que
confirmará la propia Junta; y c) en caso de que en el informe se indique que el Irán no ha cumplido
lo dispuesto en las resoluciones 1737 (2006), 1747 (2007), 1803 (2008) y en la presente resolución,
adoptará, con arreglo al Artículo 41 del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, otras medidas
apropiadas para persuadir al Irán de que cumpla lo dispuesto en dichas resoluciones y los requisitos
del OIEA, y subraya que deberán adoptarse otras decisiones si es necesario tomar tales medidas
adicionales;

38. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

3.16. LECTURAS RECOMENDADAS

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «Derecho, moral y eficacia en la práctica de sanciones del
Consejo de Seguridad», Soberanía del Estado y Derecho internacional. Homenaje al Profesor Juan
Antonio Carrillo Salcedo (M. VARGAS GÓMEZ-URRUTIA, A. SALINAS DE FRÍAS coords.), Servicios de
Publicaciones de las Universidades de Córdoba, Sevilla y Málaga, t. I, Sevilla, 2005, pp. 155-176.

– «Sistema de listas y derechos humanos en las sanciones del Consejo de Seguridad: la perspectiva
europea», El proceso de reforma de las Naciones Unidas , (A. Blanc Altemir ed.), Tecnos, Madrid,
2009, pp. 293-314.

CANNIZZARO, E., «The Role of Proportionality in the Law of Countermeasures», EJIL , 2001, pp.
889-916.

FINCK, F., «L'application de sanctions individuelles du Conseil de sécurité des Nations Unies
devant la Cour européenne des droits de l'homme», RTDH , nº 94, abril 2013, pp. 457-476.

GARRIDO MUÑOZ, A., Garantías judiciales y sanciones antiterroristas del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas , Tirant lo Blanch, Valencia, 2013.

HINOJOSA, L. M., «Las sanciones del Consejo de Seguridad contra Al Qaeda y los talibanes: ¿son
realmente inteligentes?», REDI , vol. LVIII, 2006, pp. 737-770.

HINOJOSA MARTÍNEZ, L., PÉREZ BERNÁRDEZ, c., «El derecho a la tutela judicial efectiva en el
Derecho europeo y las sanciones contra "Al Qaeda"», Estudios de Derecho Internacional y de
Derecho Europeo en homenaje al Profesor Manuel Pérez González (AZNAR GÓMEZ, M., CARDONA
LLORÉNS, J., PUEYO LOSA, J., RODRÍGUEZ-VILLASANTE Y PRIETO, J., eds.), Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2012, pp. 1569-1604.

JANER TORRENS, J. D., «La tutela de los derechos fundamentales en la adopción de medidas
sancionadoras por la Unión Europea», RDCE , 2012, pp. 773-806.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo V. El régimen jurídico-internacional de los espacios: el territorio y los espacios marinos

Capítulo V

El régimen jurídico-internacional de los espacios: el


territorio y los espacios marinos

Sumario:

1. El territorio: los modos de adquisición del título a la soberanía y la delimitación del territorio
estatal
1.1. Introducción
1.2. CPJI Asunto del Estatuto jurídico de Groenlandia Oriental. Sentencia de 5 de abril de 1933
1.3. CIJ Asunto del Sáhara Occidental. Opinión Consultiva de 16 de octubre de 1975
1.4. CIJ Asunto de la Controversia fronteriza (Burkina Faso/República de Malí). Sentencia de
22 de diciembre de 1986
1.5. Asunto de la Determinación de la frontera entre Guinea Bissau y Senegal. Laudo arbitral
de 31 de julio de 1989
1.6. CIJ Asunto de la Controversia fronteriza terrestre, insular y marítima (El
Salvador/Honduras; Nicaragua interviniente). Sentencia de 11 de septiembre de 1992
1.7. Comisión de delimitación de las fronteras entre Eritrea y Etiopía. Decisión final de
delimitación de las fronteras entre los dos Estados, de 13 de abril de 2002
1.8. CIJ Asunto relativo a la Controversia territorial y marítima entre Nicaragua y Honduras
en el Mar Caribe (Nicaragua c. Honduras). Sentencia de 8 de octubre de 2007
1.9. CIJ Asunto de la Controversia territorial y marítima (Nicaragua c. Colombia). Sentencia de
19 de noviembre de 2012
1.10. CPA Asunto entre el Gobierno de Sudán y el Movimiento/Ejército de Liberación Popular
de Sudán, sobre la Delimitación del Área de Abyei. Laudo arbitral de 22 de julio de 2009
1.11. Lecturas recomendadas
2. Los espacios marinos
2.1. Introducción
2.2. CIJ Asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), fondo. Sentencia de 27 de junio de 1986
2.3. CIJ Asunto de la Controversia fronteriza terrestre, insular y marítima (El
Salvador/Honduras; Nicaragua interviniente). Sentencia de 11 de septiembre de 1992
2.4. Ley 10/1997, de 4 de enero de 1977, sobre mar territorial
2.5. Ley 44/2010, de 30 de diciembre, de aguas canarias
2.6. Sentencia TC 8/2013, de 17 de enero de 2013
2.7. Declaración española formulada en el momento de la ratificación de la Convención de las
NN UU sobre el Derecho del Mar
2.8. Ley 15/1978, sobre zona económica
2.9. Real Decreto 236/2013, de 15 de abril, por el que se establece la zona económica exclusiva
de España en el Mediterráneo noroccidental
2.10. Ley 14/2014, de 24 de julio, de navegación marítima
2.11. CIJ Asunto relativo a la Frontera terrestre y marítima entre Camerún y Nigeria (Camerún
c. Nigeria; Guinea Ecuatorial interviniente). Sentencia de 10 de octubre de 2002
2.12. CIJ Asunto relativo a la Controversia territorial y marítima entre Nicaragua y Honduras
en el Mar Caribe (Nicaragua c. Honduras). Sentencia de 8 de octubre de 2007
2.13. CIJ Asunto relativo a la Delimitación marítima en el Mar Negro (Rumania c. Ucrania).
Sentencia de 3 de febrero de 2009
2.14. CIJ asunto de la controversia marítima (Perú c. Chile). Sentencia de 27 de enero de 2014
2.15. TIDM Asunto Saiga (San Vicente y las Granadinas c. Guinea). Sentencia de 1 de julio de
1999
2.16. TIDM Asunto de la Controversia relativa a la delimitación de la frontera marítima entre
Bangladesh y Myanmar en el Golfo de Bengala (Bangladesh/Myanmar). Sentencia de 14
de marzo de 2012
2.17. Sentencia AN (Sala Penal, sección 3) nº 1/2015, de 2 de febrero de 2015
2.18. Lecturas recomendadas

1. EL TERRITORIO: LOS MODOS DE ADQUISICIÓN DEL TÍTULO A LA SOBERANÍA Y


LA DELIMITACIÓN DEL TERRITORIO ESTATAL

1.1. INTRODUCCIÓN

El territorio es un elemento esencial para la existencia del Estado pues proporciona la base física
sobre la que el Estado ejerce de manera plena, efectiva y exclusiva sus poderes. Su importancia
como elemento de la soberanía estatal es indiscutible, así como su incidencia sobre la estabilidad
de las relaciones internacionales. Todo ello explica su protección a través del principio estructural
de la integridad territorial del Estado. De otro lado, conviene tener presente que para el Derecho
internacional, el concepto de territorio comprende varios espacios físicos: el terrestre,
determinados espacios marinos y el espacio aéreo suprayacente.

Buena parte de los contenciosos internacionales son de carácter territorial y están vinculados a la
adquisición del título a la soberanía sobre un territorio o a la delimitación del mismo. La
adquisición del título puede obedecer a una situación de hecho, en particular la ocupación
efectiva de un territorio nullius , o de otro título jurídico, principalmente un tratado internacional
o el principio del uti possidetis iuris ; lo anterior permite distinguir entre títulos originarios y
derivados. La ocupación constituye el modo fundamental de adquisición de un territorio, siendo la
efectividad un elemento constitutivo decisivo, de forma que la ocupación física y el animus
occupandi deben ser perfeccionados mediante el ejercicio continuo y pacífico de las funciones
estatales sobre el territorio. La jurisprudencia internacional ha consagrado el concepto de fecha
crítica como momento en el que en un contencioso debe probarse tal ejercicio. Por su parte, el
principio del uti possidetis iuris puede jugar un doble papel, para la adquisición del título y para la
delimitación del territorio. En cuanto a la frontera como línea que marca el límite exterior del
territorio de un Estado, el instrumento para su fijación es el tratado internacional, aunque en
muchas ocasiones su interpretación es fuente de controversias.

1.2. CPJI ASUNTO DEL ESTATUTO JURÍDICO DE GROENLANDIA ORIENTAL . SENTENCIA DE 5 DE


ABRIL DE 1933

Mediante demanda depositada ante la Secretaría de la Corte el 12 de julio de 1931, de conformidad


con lo dispuesto en el artículo 4.º del Estatuto y en el artículo 35 del Reglamento, el Gobierno real de
Dinamarca, refiriéndose a la disposición facultativa del artículo 36, párrafo 2.º del Estatuto, ha
presentado ante la CPJI una demanda contra el Gobierno real de Noruega, basada en el hecho de que
el gobierno noruego había publicado una proclama el 10 de julio de 1931 en la que declaraba haber
procedido a la ocupación de ciertos territorios de Groenlandia oriental, territorios que, en opinión
del gobierno danés, estarían sometidos a la soberanía de la Corona danesa. Habiendo indicado en
estos términos el objeto de la controversia, la demanda concluía con una petición al Tribunal de que,
a reserva de las memorias, contramemorias y medios de prueba que serían presentados
ulteriormente, «afirmará y juzgará que la promulgación de ocupación antes citada, así como las
restantes medidas tomadas en este sentido por el Gobierno noruego, constituían una infracción del
estado jurídico existente y que, en consecuencia, son ilegales y desprovistas de valor».

[...]

El primer argumento de Dinamarca consiste en que la ocupación por Noruega de una parte de la
costa oriental de Groenlandia carece de validez, ya que Dinamarca ha reivindicado y ejercido largo
tiempo derechos soberanos sobre el conjunto de Groenlandia, obteniendo por esta razón un título
válido de soberanía. La fecha en la cual esta soberanía danesa debe haber existido para invalidar la
ocupación noruega, se sitúa en la fecha en que se produjo la ocupación, es decir, el 10 de julio de
1931.

La pretensión de Dinamarca no se apoya sobre un acto de ocupación en particular, sino que invoca
–por servirse de los términos que figuran en la sentencia dictada el 4 de abril de 1928 por el Tribunal
Permanente de Arbitraje en el asunto de la isla de Palmas– un título resultante «de un ejercicio
pacífico y continuo de la autoridad estatal sobre la isla». Se basa en la opinión de que Dinamarca
goza de todos los derechos que tenía el rey de Dinamarca y Noruega sobre Groenlandia oriental hasta
1814. Así pues, conviene examinar la existencia y extensión de estos derechos, al igual que la
pretensión de soberanía danesa desde esta época. No obstante, conviene recordar que siendo la fecha
crítica la de 10 de julio de 1931, no es necesario que la soberanía sobre Groenlandia hayan existido
absolutamente durante el período al que el Gobierno danés alude. Incluso si la documentación
presentada a la Corte pudiera ser considerada como insuficiente para probar la existencia de esta
soberanía en el curso de los períodos más antiguos, ello no impediría llegar a la conclusión de que
esta documentación sea suficiente para establecer un título válido durante el período que ha
precedido inmediatamente a la ocupación.

Antes de pasar al examen detallado de las pruebas presentadas ante la Corte, acaso sea oportuno
indicar que una pretensión de soberanía fundada no sobre un acto cualquiera o sobre un título en
particular, como un tratado de cesión, sino simplemente en un ejercicio continuo de autoridad,
implica dos elementos cuya existencia debe ser demostrada para cada uno de ellos: la intención y la
voluntad de actuar en calidad de soberano, y alguna manifestación o ejercicio efectivo de esta
autoridad.

Otra circunstancia que debe tener en cuenta cualquier tribunal que tenga que decidir acerca de una
cuestión de soberanía sobre un territorio particular, es la medida en la que la soberanía ha sido
reivindicada igualmente por otra Potencia. En la mayor parte de los casos relativos a pretensiones de
soberanía territorial sobre las que haya tenido que pronunciarse anteriormente un tribunal
internacional, se han sometido dos pretensiones concurrentes a la soberanía, y éste debía decidir
cuál de las dos estaba mejor fundada. Una de las características en el presente asunto radica en que
hasta 1931, no ha reivindicado la soberanía sobre Groenlandia ninguna otra Potencia distinta a
Dinamarca. Por otra parte, hasta 1921, ninguna Potencia se ha opuesto a la pretensión de Dinamarca
a la soberanía.

Resulta imposible examinar las decisiones de los asuntos relativos a la soberanía territorial sin
observar que, en muchos casos, el tribunal no ha exigido numerosas manifestaciones de un ejercicio
de derechos soberanos en tanto en cuanto el otro Estado litigante no haya podido hacer valer una
pretensión superior. Esto es particularmente cierto en los casos de reivindicaciones de soberanía
sobre territorios situados en países débilmente poblados o no ocupados por habitantes estables.

[...]

Por estos motivos.

La Corte,

decidiendo por doce votos contra dos,

I) decide que la declaración de ocupación promulgada por el Gobierno noruego el 10 de julio de 1931,
así como las demás medidas tomadas en este sentido, constituyen una infracción del estado jurídico
existente y, en consecuencia, son ilegales y carecen de valor.

1.3. CIJ ASUNTO DEL SÁHARA OCCIDENTAL . OPINIÓN CONSULTIVA DE 16 DE OCTUBRE DE 1975

89. La Corte está llamada a examinar la cuestión de los vínculos jurídicos existentes entre el Sáhara
occidental con el Reino de Marruecos y el conjunto mauritano en el momento de la colonización por
España, teniendo en cuenta las particularidades de este territorio y de la organización social y
política de la población. Como veremos más adelante, al final de la fase oral, Marruecos y Mauritania
han adoptado una posición prácticamente común en relación a la respuesta que la Corte debería dar
a la pregunta II. Sin embargo, ambos defienden tesis diferentes y, en ciertos aspectos, opuestas para
probar la existencia de los vínculos jurídicos que pretenden haber tenido con el Sáhara Occidental en
el momento en que fue colonizado por España. Así pues, la Corte examinará estas tesis
sucesivamente.

90. Marruecos ha presentado ante la Corte los «vínculos jurídicos» que en su opinión le unían al
Sáhara occidental en el momento de la colonización española, como vínculos de soberanía derivados
de su posesión inmemorial del Territorio. Afirma que esta posesión inmemorial se funda no sobre un
acto aislado de ocupación, sino sobre el ejercicio público de la soberanía interrumpido o indisputado,
durante siglos.

91. En apoyo de su tesis, Marruecos invoca una serie de hechos que se remontan a la conquista del
África del Norte por los Árabes en el siglo VII, habiendo sido obtenidos la mayor parte de ellos de
obras históricas, por razones comprensibles. El carácter lejano, irregular y frecuentemente efímero
de muchos hechos, confiere una cierta ambigüedad a los documentos históricos como pruebas de la
posesión del territorio que hoy se discute. Entre otras, Marruecos invoca también la decisión de la
Corte Permanente de Justicia Internacional en el asunto del Estatuto Jurídico de Groenlandia Oriental
( CPJI , serie A/B, nº 53). Subrayando que durante largo tiempo Marruecos ha sido el único Estado
independiente del noroeste de África, hace valer la contigüidad geográfica entre el Sáhara occidental
y Marruecos y el carácter desértico del territorio. A la vista de estas consideraciones, sostiene que los
documentos históricos constituyen base suficiente para fundar la pretensión de Marruecos a un
título que la Corte Permanente ha aplicado para aceptar la pretensión de Dinamarca a la posesión del
conjunto de Groenlandia.
92. El método utilizado por Marruecos para reivindicar lazos de soberanía sobre el Sáhara
occidental, presenta algunas dificultades. Como ha declarado la Corte Permanente en el asunto del
Estatuto Jurídico de Groenlandia Oriental , una pretensión de soberanía fundada sobre un ejercicio
continuo de autoridad implica « dos elementos cuya existencia debe ser demostrada en cada caso: la
intención y la voluntad de actuar en calidad de soberano, y alguna manifestación o ejercicio efectivo de
esta autoridad » ( ibid , pp. 45 y 46). Es cierto que la Corte Permanente ha reconocido que en los casos
de reivindicaciones de soberanía sobre territorios situados en países débilmente poblados o
deshabitados, no resulta siempre necesario exigir «numerosas manifestaciones de un ejercicio de
derechos soberanos» ( ibid , p. 46), en ausencia de cualquier pretensión recurrente. Pero en el
supuesto examinado, el Sáhara occidental, aunque bastante poco poblado, era un territorio a través
del cual se desplazaban sin cesar ciertas tribus organizadas social y políticamente y en el que eran
frecuentes los encuentros armados entre ellas. En la situación particular referida en los párrafos
precedentes 87 y 88, teniendo en cuenta la escasez de pruebas relativas a un ejercicio efectivo de
autoridad que afectaran inequívocamente al Sáhara occidental, resulta difícil encontrar un paralelo
exacto entre las reivindicaciones de Marruecos y la que Dinamarca formulara en el asunto del
Estatuto Jurídico de Groenlandia Oriental . No puede remediarse esta dificultad utilizando el
argumento de la unidad o de la contigüidad geográfica. De hecho, las informaciones que posee la
Corte indican que la unidad geográfica del Sáhara occidental y de Marruecos pudiera ser tomada en
consideración en este caso, resultaría muy difícil conciliar la escasez de pruebas que demuestren un
ejercicio inequívoco de autoridad respecto al Sáhara occidental con la tesis marroquí de la posesión
inmemorial.

93. En opinión de la Corte, el factor determinante en su respuesta a la pregunta II, no se deriva de lo


que indirectamente pueda deducirse de acontecimientos pasados, sino de las pruebas que se refieren
directamente a un ejercicio efectivo de autoridad en el Sáhara occidental en el momento de la
colonización española y durante el período inmediatamente anterior ( vid. Minquiers y Ecréhous, CIJ
Recueil , 1953, p. 57).

[...]

107. Incluso teniendo en cuenta la estructura específica del Estado cherifiano, los elementos
examinados hasta el presente no permiten establecer ningún vínculo de soberanía territorial entre
ese Estado y el Sáhara occidental. No demuestran que Marruecos haya ejercido una actividad estatal
efectiva y exclusiva en el Sáhara Occidental. Sin embargo, indican que existía un vínculo jurídico de
sumisión durante el período considerado entre el Sultán y algunas, pero algunas solamente, de las
poblaciones nómadas del territorio.

[...]

162. Los elementos e informes que han sido puestos a disposición de la Corte demuestran la
existencia de vínculos jurídicos de vasallaje entre el Sultán de Marruecos y ciertas tribus que
habitaban en el territorio del Sáhara occidental, en el momento de la colonización española.
Demuestran igualmente la existencia de derechos, comprendiendo entre ellos ciertos derechos
relativos a la tierra, que constituían los vínculos jurídicos entre el conjunto mauritano, tal como lo
entiende la Corte, y el territorio del Sáhara occidental. Por el contrario, la Corte concluye que los
elementos e informes que ha examinado, no prueban la existencia de ningún vínculo de soberanía
territorial entre el territorio del Sáhara occidental por una parte, y el Reino de Marruecos o el
conjunto mauritano por otra. La Corte no ha comprobado la existencia de vínculos jurídicos de tal
naturaleza que puedan modificar la aplicación de la resolución 1514 (XV) en cuanto a la
descolonización del Sáhara occidental, y, en particular, la aplicación del principio de
autodeterminación por medio de la expresión libre y auténtica de la voluntad de la población del
territorio.

1.4. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA FRONTERIZA (BURKINA FASO/REPÚBLICA DE MALÍ).


SENTENCIA DE 22 DE DICIEMBRE DE 1986

20. Desde el momento en que, como se ha recordado, las dos Partes han solicitado expresamente a la
Sala solucionar su controversia especialmente sobre la base del «principio de intangibilidad de las
fronteras heredadas de la colonización», la Sala no podría prescindir del principio del uti possidetis ,
cuya aplicación tiene precisamente como consecuencia el respeto de las fronteras heredadas.
Aunque no sea necesario, a los fines del presente caso, demostrar que se trata de un principio
claramente establecido en derecho internacional en materia de descolonización, la Sala desea
subrayar el alcance general, en razón de la excepcional importancia que presenta para el continente
africano, así como para las dos Partes. En este sentido, conviene observar que el principio del uti
possidetis parece haber sido invocado por primera vez en un fenómeno de descolonización que
produjo la formación de una pluralidad de Estados soberanos en un territorio perteneciente con
anterioridad a una sola metrópoli. Por consiguiente, este principio no reviste el carácter de regla
particular, inherente a un determinado sistema de derecho internacional. Constituye un principio
general, vinculado lógicamente a la accesión a la independencia donde quiera que ésta se manifieste.
Su fin evidente radica en evitar que la independencia y la estabilidad de los nuevos Estados se
pongan en peligro por luchas fratricidas derivadas de las disputas fronterizas a continuación de la
retirada de la potencia administradora.

21. Esta es la razón por la cual, cada vez que el fenómeno de la descolonización que caracterizó la
situación en la América Hispana en el siglo XIX se continuó en Africa durante el siglo XX, el principio
del uti possidetis recibió aquí aplicación en el sentido antes indicado. En el respeto por los nuevos
Estados africanos de los límites administrativos y de las fronteras establecidas por las potencias
coloniales, no debe verse una simple práctica que contribuyó a la formación gradual de un principio
de derecho internacional consuetudinario limitado al continente africano, como antes lo hubiera
estado a la América hispánica, sino antes bien la aplicación en África de una regla de alcance general.

22. Las numerosas declaraciones formuladas por responsables africanos, con ocasión de la
independencia de su país, contenían el germen de los elementos del uti possidetis : confirmaban el
mantenimiento del statu quo territorial en el momento de la accesión a la independencia, y
formulaban el principio del respeto tanto de las fronteras resultantes de acuerdos internacionales,
como de las derivadas de simples divisiones administrativas internas. La Carta de la Organización
para la Unidad Africana no olvidó el principio del uti possidetis , aunque solamente fuera evocado
indirectamente en su artículo 3, a tenor del cual los Estados miembros afirman solemnemente el
principio del respeto de la soberanía y de la integridad territorial de cada Estado. Pero tras la
primera conferencia en la cumbre que siguió a la creación de la Organización para la Unidad
Africana, los Jefes de Estado africanos, por su resolución antes citada (AGH/Rés. 16[1]), adoptada en
El Cairo en julio de 1964, comenzaron a precisar y a reforzar el principio del uti possidetis que sólo
aparecía de manera implícita en la Carta de su organización.

23. El principio considerado, tal como ha sido aplicado en la América hispánica, está constituido por
diferentes elementos. El primero, que se pone de relieve en el genitivo latino juris, concede al título
jurídico la preeminencia sobre la posesión efectiva como base de la soberanía. Su finalidad en la
época de la accesión a la independencia de las antiguas colonias españolas de América, consistía en
privar de efecto a las eventuales actuaciones de potencias coloniales no americanas sobre las
regiones que la antigua metrópoli había asignado a una u otra de las circunscripciones y que todavía
permanecían inocupadas o inexploradas. Pero el principio del uti possidetis no se agota en el
elemento particular que se ha descrito. Existe otro, a saber: que esencialmente este principio intenta
asegurar ante todo el respeto a los límites territoriales en el momento de la accesión a la
independencia. Estos límites territoriales podían consistir simplemente en delimitaciones entre
divisiones administrativas o colonias, dependientes todas ellas de la misma soberanía. En esta
hipótesis, la aplicación del principio del uti possidetis implicaba la transformación de los límites
administrativos en fronteras internacionales propiamente dichas. Así sucedió respecto a los Estados
formados en las regiones de América dependientes de la Corona española, y en relación a los Estados
partes en el presente asunto, que se constituyeron en vastos territorios del África occidental francesa.
En tanto que principio que transforma en fronteras internacionales las antiguas delimitaciones
administrativas establecidas durante la época colonial, el uti possidetis es, pues, un principio de
orden general vinculado necesariamente a la descolonización en la cual se produce.

24. Los límites territoriales cuyo respeto se pretende garantizar pueden resultar igualmente de
fronteras internacionales que separen la colonia de un Estado y la colonia de otro Estado, o entre el
territorio de una colonia y el de un Estado independiente o de un Estado sometido a protectorado,
pero que hubiere conservado su personalidad internacional. Ahora bien, la obligación de respetar las
fronteras internacionales preexistentes en caso de sucesión de Estados, depende sin duda alguna de
una regla de derecho internacional, ya encuentre o no su expresión en la fórmula del uti possidetis .
Por consiguiente, también en este sentido las numerosas afirmaciones solemnes relativas a la
intangibilidad de las fronteras que existían en el momento de la accesión de los Estados africanos a la
independencia, pronunciadas tanto por hombres de Estado africanos, como por los órganos de la
Organización para la Unidad Africana, presentan manifiestamente un valor declarativo y no
constitutivo: reconocen y confirman un principio existente y no preconizan la formación de un
nuevo principio o la extensión a África de una regla aplicada en otro continente, hasta aquel
momento.

25. Cabe preguntarse, sin embargo, cómo el antiguo principio pudo sobrevivir a las nuevas
concepciones de derecho internacional tal como fueron expresadas en África, lugar en el que las
sucesivas independencias y la emergencia de jóvenes Estados se tradujeron en una cierta
impugnación del derecho internacional clásico. En efecto, a primera vista este principio entra en
conflicto con otro, el del derecho de los pueblos a la libre determinación. Pero en realidad el
mantenimiento del statu quo territorial de África se presenta con frecuencia como una solución
juiciosa, tendente a preservar los logros de los pueblos que lucharon por su independencia, y a evitar
la ruptura de un equilibrio que hubiera hecho perder al continente africano el beneficio de tantos
sacrificios. La necesidad vital de estabilidad para sobrevivir, desarrollarse y consolidar
progresivamente su independencia en todos los campos, es lo que aconsejó a los Estados africanos a
consentir el respeto a las fronteras coloniales, y a tener en cuenta lo anterior para la interpretación
del principio de autodeterminación de los pueblos.

26. El principio del uti possidetis se mantuvo en el nivel de los principios jurídicos más importantes,
pese a la aparente contradicción que implicaba su coexistencia con las antiguas normas. En efecto,
mediante una elección deliberada, los Estados africanos eligieron, entre otros antiguos principios, el
del uti possidetis. Se trata de una realidad que no admite discusión. Teniendo en cuenta lo anterior,
es evidente que no puede discutirse la aplicabilidad del uti possidetis al presente caso por el mero
hecho de que en 1960, año de accesión a la independencia de Mali y de Burkina Faso, no existiera
todavía la Organización para la Unidad Africana, que proclamó este principio, y que la citada
resolución relativa al compromiso de respetar las fronteras existentes fuera adoptada en 1964.

1.5. ASUNTO DE LA DETERMINACIÓN DE LA FRONTERA ENTRE GUINEA BISSAU Y SENEGAL .


LAUDO ARBITRAL DE 31 DE JULIO DE 1989

20. Con anterioridad a los acontecimientos que condujeron a la adquisición de la soberanía y la


independencia internacionales de la República de Senegal y de la República de Guinea-Bissau,
Francia y Portugal habían celebrado ciertos acuerdos de delimitación entre sus respectivas
posesiones de África occidental. De esta forma, por una Convención firmada en París el 12 de mayo
de 1886, Portugal y Francia establecieron una delimitación entre, de un lado, la Guinea portuguesa
(hoy la República de Guinea-Bissau) y, de otro, las colonias francesas del Senegal (hoy, República de
Senegal) al norte y de Guinea (hoy República de Guinea) al sur y al este, y en virtud de la cual la
frontera terrestre entre Guinea-Bissau y Senegal llega en el océano Atlántico al cabo Roxo. Conviene
precisar igualmente que la Convención específica que pertenecerán a Portugal: «todas las islas
comprendidas entre el meridiano del cabo Roxo, la costa y el límite sur formado por una línea que
seguirá el thalweg del río Cajet y se dirigirá a continuación hacia el sudoeste a través del paso de los
Pilotos para alcanzar los 10º 40' latitud norte con el que se confundirá hasta el meridiano del cabo
Roxo».

Ninguna de las partes en la presente controversia contesta el hecho de que la delimitación efectuada
por esta Convención franco-portuguesa en 1886 define la frontera terrestre entre la República de
Senegal y la República de Guinea-Bissau. Ambas convienen igualmente en considerar que la
Convención franco-portuguesa de 1886 no define la frontera marítima entre la República de Senegal
y la República de Guinea Bissau.

[...]

27. Por consiguiente, el único objeto de la controversia sometida por las partes al Tribunal versa
sobre la determinación de la frontera marítima entre la República de Senegal y la República de
Guinea-Bissau, cuestión que éstas no han podido resolver por medio de la negociación. Se trata de
una delimitación entre territorios marítimos adyacentes que afecta a los espacios marítimos situados
en el océano Atlántico frente a las costas de Senegal y de Guinea-Bissau. Con miras a facilitar la labor
del Tribunal, las partes se han cuidado de señalarle, tanto en sus escritos como en el curso de sus
intervenciones en la fase oral, toda una serie de datos geográficos, geológicos y morfológicos en
relación con la zona afectada por la delimitación y sus costas respectivas. En este estadio del
razonamiento, el Tribunal no ve necesidad de ofrecer una definición precisa de la zona en la que la
determinación de la frontera marítima ha de efectuarse, ni de pronunciarse acerca del alcance que
pudieran poseer las distintas peculiaridades, en particular geográficas, sobre la situación jurídica.

[...]

29. De acuerdo con el artículo 2 del compromiso arbitral, el Tribunal ha de contestar en primer
término a la siguiente cuestión: «¿El acuerdo celebrado por un canje de cartas el 26 de abril de 1960 y
relativo a la frontera marítima obliga en las relaciones entre la República de Guinea-Bissau y la
República de Senegal?»

[...]

31. [...] El presente litigio versa sobre un acuerdo entre dos países siendo las Partes sus sucesoras.
Senegal y Guinea-Bissau son, respectivamente, los sucesores de Francia y de Portugal. Aunque
Guinea-Bissau haya declarado la «tabla rasa» en lo que respecta a los tratados celebrados por
Portugal, ambas Partes han reconocido el principio del uti possidetis africano proclamado por la
Organización para la Unidad Africana, reiterándolo expresamente en el curso del presente arbitraje.

Por otra parte, de la conducta observada por la República de Guinea-Bissau y por la República de
Senegal en este arbitraje se desprende que ambas actúan como sucesoras de Portugal y de Francia
respectivamente; es decir, en tanto que Estados que por efecto de la sucesión de Estados, han
sustituido a Portugal y a Francia en la responsabilidad de las relaciones internacionales del territorio
de Guinea-Bissau y del territorio de Senegal, respectivamente. En efecto. el hecho de invocar ante el
Tribunal causas de inexistencia o de nulidad en relación con el Acuerdo de 1960 o de presentarse
ante éste como de tentadoras de derechos derivados de este Acuerdo implica que se reconocen como
sucesoras de los Estados que lo han celebrado.

[...]

61. [...] La cuestión de la sucesión de Estados en materia de límites ha revestido una importancia muy
particular en América durante el siglo XIX en razón de la accesión a la independencia de los Estados
nacidos del imperio colonial español. En algunos casos, los nuevos Estados decidieron de común
acuerdo que los límites internacionales de sus respetivos territorios serían aquellos que existían ya
con objeto de establecer las divisiones administrativas de la época colonial. En otros casos, los
Estados reivindicaron como parte integrante de su territorio nacional lo que con anterioridad
correspondía a un virreinato, a una audiencia o a una capitanía general. En todas estas hipótesis se
recurría al viejo derecho colonial («derecho de Indias») con el fin de determinar los límites
internacionales entre los nuevos Estados. Esta forma de fijar los límites internacionales es conocida
bajo el nombre de uti possidetis o uti possidetis juris .

Por el contrario, en África el uti possidetis posee un sentido más amplio ya que alude tanto a los
límites entre países nacidos de un mismo imperio colonial como a aquellos que ya en la época
colonial poseían un carácter internacional por el hecho de separar colonias pertenecientes a
imperios coloniales diferentes.

[...]
B) Duración del Acuerdo.

67. La cuestión de la antigüedad del Acuerdo es expuesta desde dos puntos de vista por parte de
Guinea-Bissau [...]. Desde el otro afirma que sólo son oponibles al Estado sucesor los tratados
internacionales que posean una cierta duración, duración que no precisa. Así en su memoria,
Guinea-Bissau se refiere al uti possidetis y declara que «... la lógica y los fundamentos del principio
conllevan que sólo se aplique a los Tratados celebrados en fechas muy lejanas» (p. 87). Y más
adelante señala «la necesidad de distinguir las antiguas delimitaciones de aquéllas más recientes que
sería necesario sustraer al campo de aplicación de la regla del uti possidetis » (p. 89).

68. El Tribunal ya ha tenido ocasión de precisar que el Acuerdo de 1960 fue suscrito trece años antes
de la independencia de Guinea–Bissau y en una época en la que el proceso de liberación de la Guinea
portuguesa carecía de efectos desde la perspectiva del Derecho de Gentes.

Los acuerdos sobre límites celebrados por el Estado colonizador antes de que el proceso de liberación
posea alcance internacional no han de cumplir ninguna condición especial para resultar oponibles al
Estado sucesor. En el curso del presente arbitraje, Guinea-Bissau no ha podido probar la existencia
de norma alguna de Derecho internacional en la que se exija tal condición.

1.6. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA FRONTERIZA TERRESTRE, INSULAR Y MARÍTIMA (EL


SALVADOR/HONDURAS; NICARAGUA INTERVINIENTE). SENTENCIA DE 11 DE SEPTIEMBRE DE
1992

[...]

41. No se puede dudar de la importancia del principio del uti possidetis iuris que, en general, ha dado
lugar a fronteras ciertas y estables en la mayor parte de América Central y de América del Sur, ni de
la aplicabilidad de este principio respecto de la frontera terrestre entre las Partes en el presente
asunto.

[...]

43. Aplicar este principio no es tan fácil cuando, como en el caso de América Central española,
existen límites administrativos de diferente naturaleza y grado; por ejemplo, además de las
«provincias» (término que cambia de sentido según las épocas), estaban las Alcaldías Mayores y los
Corregimientos y más tarde, en el siglo XVIII, las Intendencias, así como las jurisdicciones
territoriales de los tribunales superiores (Audiencias), las capitanías generales y los virreinatos; y de
hecho los territorios que conforman El Salvador y Honduras formaban todos parte, antes de 1821, de
la misma región administrativa más extensa, a saber la capitanía general o Reino de Guatemala.
Además, las jurisdicciones de los órganos de administración general, como las que acaban de ser
mencionadas, no coincidían necesariamente, desde el punto de vista del ámbito territorial, con las de
aquellos órganos que poseían competencias particulares o especiales, por ejemplo, las comandancias
militares. Por otra parte, además de las diversas jurisdicciones territoriales civiles –generales o
especiales– estaban las jurisdicciones eclesiásticas, con las que debía coincidir en principio la
jurisdicción territorial de las principales divisiones administrativas civiles de la América española,
según la legislación general; sin embargo, a menudo fue necesario un cierto tiempo para que estos
reajustes se materializaran. Afortunadamente, en el presente asunto, respecto de los sectores de la
frontera terrestre, las Partes han indicado las subdivisiones administrativas coloniales a las que
pretenden haber sucedido; el problema que se plantea es el de identificar las zonas –y sus límites–
que corresponden a esas subdivisiones, denominadas a partir de ahora «provincias» para simplificar
las cosas, que en 1821 se constituyen, respectivamente, en El Salvador y Honduras, inicialmente
Estados constitutivos de la República Federal de América Central. Además, es necesario recordar que
no pudo nunca venir a la mente de los funcionarios de la Corona española que establecieron límites
administrativos, ninguna cuestión de fronteras internacionales; el uti possidetis iuris es
esencialmente un principio retroactivo, que transforma en fronteras internacionales los límites
administrativos concebidos originariamente para otros fines.
44. Sin embargo, ninguna de las Partes ha presentado documentos de carácter legislativo o similar
que indiquen de manera precisa, con la autoridad de la Corona española, la extensión de los
territorios y la localización de los límites de las provincias concernidas en cada uno de los sectores de
la frontera terrestre...

[...]

61. Las dos Partes han invocado, en relación a esta reclamación de El Salvador, el análisis que se
encuentra en la sentencia de la Sala constituida por la Corte en el asunto de la Controversia fronteriza
a propósito de la relación entre los «títulos» y las «efectividades» ( CIJ Recueil , 1986, pp. 586-587).
Como ya se ha observado, la Sala, en este asunto, se ocupó de las «efectividades coloniales», es decir,
del comportamiento de las autoridades administrativas en la época colonial, mientras que los actos
invocados por El Salvador en el presente asunto tuvieron lugar después de la independencia de los
dos Estados, y en algunos casos hace pocos años. La Sala constituida en el asunto de la Controversia
fronteriza también se refirió (inter alia ) a la hipótesis de un territorio en disputa bajo administración
de un Estado (no una subdivisión colonial) mientras otro posee el título jurídico (loc. cit., p. 587);
puede considerarse que ha tenido de igual manera en mente las efectividades postcoloniales. El
pasaje en cuestión se lee como sigue:

«el papel jugado en el presente asunto por tales «efectividades» es complejo, y la Sala deberá pesar
cuidadosamente su valor jurídico en cada caso concreto. Ella debe no obstante indicar ahora, en
términos generales, la relación jurídica que existe entre las «efectividades» y los títulos en que se
funda la puesta en práctica del principio del uti possidetis . A este respecto, deben distinguirse
diversas eventualidades. En el caso en que el hecho se corresponde exactamente con el derecho,
donde una administración efectiva es adicional al uti possidetis iuris , la «efectividad» interviene
únicamente para confirmar el ejercicio del derecho nacido de un título jurídico. En el caso en que el
hecho no se corresponde con el derecho, donde el territorio objeto de la controversia es administrado
efectivamente por un Estado distinto del que posee el título jurídico, debe darse preferencia a la
titularidad del título. En el supuesto de que la «efectividad» no coexiste con ningún título jurídico,
debe ser tomada en consideración. Finalmente, hay casos donde el título jurídico no es capaz de
determinar de forma precisa la extensión territorial a la que se refiere. Las «efectividades» pueden
entonces jugar un papel esencial para indicar cómo se interpreta el título en la práctica» ( CIJ Recueil
, 1986, pp. 586-587).

62. En cuanto a la interrelación de título y efectividad, debe tenerse presente, no obstante, que los
títulos sometidos a la Sala por ambas Partes, incluidos los «títulos oficiales de tierras comunes», no
son aquellos que, en el texto citado, se denominan «títulos en que se funda la puesta en práctica del
principio del uti possidetis »; como ya ha sido explicado, se les puede comparar con las «efectividades
coloniales», en la medida en que son actos de administración efectiva por parte de las autoridades
coloniales, y no actos realizados por particulares. Lo que la Sala debe hacer respecto de la frontera
terrestre, es llegar a una conclusión en cuanto a la localización de la frontera del uti possidetis iuris
de 1821; por las razones ya expuestas, no puede tomar en consideración a este fin las efectividades
coloniales reflejadas en la prueba documental del período colonial presentada por las Partes. La Sala
puede tener en cuenta también, en ciertos casos, la prueba documental de las efectividades
posteriores a la independencia cuando considere que aportan indicios respecto de la frontera del uti
possidetis iuris de 1821, a condición de que exista una relación entre las efectividades en cuestión y la
determinación de esta frontera.

[...]

347. Así, la cuestión de la pertenencia de las islas del golfo a uno u otro de los Estados no adquirió
cierta importancia hasta unos años después de la Independencia de los mismos. Lo que sucedió
entonces parece a la Sala extremadamente pertinente. Las islas no eran terra nullius , y en teoría
jurídica cada isla pertenecía ya a uno de los tres Estados que rodean el golfo en tanto que heredero
de la parte correspondiente de las posesiones coloniales españolas, de manera que la adquisición del
territorio por ocupación no era posible; pero la posesión efectiva de alguna isla del golfo por uno de
los Estados del golfo podía constituir una efectividad, por supuesto postcolonial, reveladora de la
forma en que la situación jurídica se manifestaba en la época. La posesión apoyada en el ejercicio de
la soberanía puede considerarse como una prueba que confirma el título del uti possidetis iuris . La
Sala no considera necesario decidir si tal posesión pudiera ser reconocida incluso en contra de tal
título, pero en el caso de las islas, donde los documentos históricos de la época colonial son confusos
y contradictorios y donde la accesión a la independencia no fue seguida inmediatamente por actos
claros de soberanía, ésta es prácticamente la única forma en que el uti possidetis iuris podía
expresarse formalmente para ser reconocido y determinado judicialmente.

1.7. COMISIÓN DE DELIMITACIÓN DE LAS FRONTERAS ENTRE ERITREA Y ETIOPÍA. DECISIÓN


FINAL DE DELIMITACIÓN DE LAS FRONTERAS ENTRE LOS DOS ESTADOS, DE 13 DE ABRIL DE
2002

[...]

3.29 Con relación a las actividades sobre el terreno, las acciones llevadas a cabo por un Estado à titre
de souverain pueden cumplir un papel bien de confirmación de la posición de dicho Estado bien, de
forma expresa o tácita, contradictorio de la conducta del Estado que se opone. Estas acciones pueden
consistir en actos de autoridades legislativas, administrativas o judiciales sobre el territorio bajo
disputa. No se ha establecido ningún estándar sobre la duración e intensidad que debe tener dicha
actividad. Sus efectos dependen de la naturaleza del territorio y la extensión de su población, del
período durante el cual ha sido realizada, así como del alcance de cualquier conducta contradictoria
(protestas incluidas) del Estado opositor. Es igualmente importante tener presente que la conducta
no produce por sí sola un título absoluto e incontestable, sino tan sólo un título relativo frente al
Estado competidor. La conducta de las Partes debe ser examinada de forma comparativa.
Eventualmente, pero no de forma necesaria, la consecuencia jurídica puede consistir en la variación
de una frontera establecida por un tratado.

1.8. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA CONTROVERSIA TERRITORIAL Y MARÍTIMA ENTRE NICARAGUA


Y HONDURAS EN EL MAR CARIBE (NICARAGUA C. HONDURAS). SENTENCIA DE 8 DE OCTUBRE DE
2007

117. En el contexto de la controversia por la delimitación marítima o de la controversia relativa a la


soberanía sobre el territorio, la importancia de la fecha crítica reposa sobre la distinción entre actos
realizados à titre de souverain los cuales en principio resultan relevantes para la valoración y
confirmación de las effectivités , y los posteriores a esta fecha, los cuales no son generalmente
pertinentes en tanto que son el hecho de un Estado que habiendo hecho valer ciertas
reivindicaciones en el marco de una controversia jurídica, podría haber realizado los actos en
cuestión con el único fin de reforzar sus reclamaciones. La fecha crítica marca pues el punto a partir
del cual las actividades de las Partes dejan de ser pertinentes en tanto que efectividades. Como la
Corte señaló en el asunto Indonesia/Malasia,

«no se pueden tener en cuenta actos que hayan tenido lugar tras la fecha en la que la controversia
entre las Partes cristaliza a no ser que tales actos sean la normal continuación de otros actos
anteriores y que no sean realizados con el propósito de mejorar la posición jurídica de una de las
Partes que se basa en tales actos» ( Soberanía sobre Pulau Ligitan y Pulau Sipadan (Indonesia/Malasia),
Sentencia, CIJ Recueil 2002, p. 682, para.135)

118. Honduras sostiene que hay dos controversias, si bien es cierto que ambas están relacionadas:
una es la relativa a si Nicaragua o Honduras disfruta de un título sobre las islas objeto de disputa; la
otra se refiere a si el paralelo 15 representa la actual frontera marítima entre las Partes. Nicaragua lo
ve como una única controversia.

119. Honduras observa que con respecto a la controversia relativa a la soberanía sobre las
formaciones marítimas en el área objeto de controversia tal vez exista «más de una fecha crítica».
Por lo tanto «en la medida en que la cuestión del título gira en torno a la aplicación del uti possidetis
», la fecha crítica sería 1821– la fecha de la independencia de Nicaragua y Honduras de España. Para
los propósitos de las effectivités postcoloniales, Honduras argumenta que la fecha crítica «es
obviamente mucho más tardía» y que no puede ser «anterior a la fecha de la presentación del
Memorial –21 de marzo de 2001– ya que ésta fue la primera vez que Nicaragua afirmó que disponía
de un título sobre las islas.

120. Con respecto a la controversia sobre la frontera marítima, Honduras mantiene que en 1979,
cuando el Gobierno sandinista alcanzó el poder, constituye la fecha crítica, a partir de la cual
«Nicaragua nunca mostró el menor interés en los cayos e islas al norte del paralelo 15». Para
Honduras, una vez en el poder en 1979 el nuevo Gobierno emprendió «una campaña de acoso
prolongado contra los barcos de pesca hondureños al norte del paralelo 15».

121. Para Nicaragua, la fecha crítica es 1977, cuando las Partes iniciaron las negociaciones sobre la
delimitación marítima, tras el intercambio de Cartas entre los dos Gobiernos. Nicaragua afirma que
la controversia sobre la frontera marítima, por implicación, engloba la controversia sobre las islas en
el área relevante y por lo tanto la fecha crítica de ambas controversias coincide.

122. Honduras rechaza la fecha crítica de 1997 alegada por Nicaragua con respecto a la controversia
sobre las islas, ya que la correspondencia diplomática intercambiada entre los dos países no hace
mención alguna a las mismas. Honduras añade además que el intercambio de Cartas en 1977, y la
aceptación por Honduras de la invitación «a iniciar conversaciones que conduzcan a una
delimitación marina y submarina definitiva entre Nicaragua y Honduras en las zonas del Caribe y
Océano Atlántico» no marcan la «cristalización de ninguna controversia puesto que en aquel
momento no se plantearon reclamaciones concurrentes».

123. La Corte considera que en aquellos casos en que existan dos controversias interrelacionadas,
como ocurre en el presente caso, no existe necesariamente una única fecha crítica y tal fecha puede
ser diferente en las dos controversias. Por estas razones, la Corte considera necesario distinguir dos
fechas críticas distintas, que han de ser aplicadas en dos circunstancias diferentes. Una de las fechas
críticas se refiere a la atribución de la soberanía sobre las islas a uno de los dos Estados enfrentados.
La otra fecha crítica es la relativa a la cuestión de la delimitación del área marítima objeto de
controversia.

[...]

129. Con respecto a la controversia sobre las islas, la Corte considera 2001 como la fecha crítica,
puesto que fue sólo en su Memorial presentado en 2001 cuando Nicaragua expresamente reservó
«los derechos accesorios soberanos vinculados a todos los islotes y peñones reclamados por
Nicaragua en el área objeto de controversia».

130. Con respecto a la controversia relativa a la delimitación marítima, la Corte considera que el
intercambio de cartas de 1997 no marca el punto en el cual la controversia cristalizó, conforme a la
bien establecida definición de controversia señalada por la Corte Permanente Internacional de
Justicia, a saber, «una controversia es un desacuerdo sobre un punto de hecho de derecho, una
contradicción, una oposición de tesis jurídicas o de intereses entre dos partes» ( Concesiones
Mavrommatis en Palestina , Sentencia, No.2, 1924, CPIJ, Series A, nº 2, p. 11). Ninguna reclamación o
contra-reclamación fue articulada por las dos Partes en aquel momento y el proceso de
negociaciones propuesto se malogró.

131. Para la delimitación de la fecha crítica para los propósitos de la controversia sobre la línea de
delimitación, la Corte recuerda que el 17 marzo de 1982, un «barco hondureño estaba pescando en
aguas sometidas a la jurisdicción hondureña, cuando fue capturado por un barco patrulla
nicaragüense tras chocar (que antes había realizado un disparo de advertencia), fue llevado a un
puerto nicaragüense», conforme a una carta oficial de Honduras. El 21 de marzo de 1982, dos barcos
guardacostas nicaragüenses capturaron cuatro barcos pesqueros hondureños en el área de Bobel y el
cayo de Media Luna. El 23 de marzo de 1982, Honduras envió una protesta formal, afirmando que los
patrulleros nicaragüenses habían «penetrado más allá de los Cayos de Bobel y Media Luna, 16 millas
al norte del paralelo 15», el cual «se ha reconocido tradicionalmente por ambos países como la línea
divisoria en el Atlántico». El 14 de abril de 1982, Nicaragua negó la existencia de tal línea tradicional.
Por su parte, Honduras enfatizó en que mientras la frontera no ha sido «legalmente delimitada», al
mismo tiempo «no puede negarse su existencia o por lo menos que solía existir, una línea aceptada
tradicionalmente, que es la que corresponde al paralelo que cruza el cabo Gracias a Dios». Añade que
la existencia de esta línea tradicionalmente aceptada fue la única explicación a las tranquilas
relaciones en la frontera y únicamente en fechas recientes han comenzado a ocurrir incidentes en la
frontera. En opinión de la Corte, es a partir del momento de estos dos incidentes cuando se puede
hablar de la existencia de una controversia respecto a la delimitación marítima.

[...]

151. La Corte ha reconocido que «el principio de uti possidetis iuris ha permanecido entre los
principios jurídicos más importantes» relativos a los títulos sobre el territorio y la delimitación
fronteriza en el momento de la descolonización ( Controversia Fronteriza Burkina Faso/ República de
Malí), Sentencia, CIJ, Recueil 1986, p. 567, para. 26). En ese caso, la Sala de la Corte declaró que:

«no se puede ignorar el principio del uti possidetis iuris , la aplicación del cual da lugar en este
sentido a la intangibilidad de las fronteras... Es un principio general, que está lógicamente conectado
con el fenómeno de la obtención de la independencia y la estabilidad de los nuevos Estados
amenazados por las luchas fraticidas provocadas por el cuestionamiento de la fronteras tras la
retirada del poder administrador» (Ibid, p. 565, para.20).

152. En la misma Sentencia, la Sala de la Corte examinó diferentes aspectos del principio del uti
possidetis iuris . Uno de estos aspectos,

«reconoce al título jurídico la preeminencia sobre la posesión efectiva como base de la soberanía. Su
propósito, en el momento de adquisición de la independencia por las antiguas colonias españolas en
América, era privar de efectos a las eventuales reclamaciones de potencias colonizadoras no
americanas sobre las regiones que la antigua metrópoli había asignado a una o a otra de las
circunscripciones que todavía permanecían inhabitadas o inexploradas» ( ibid , p. 566, para. 23)

153. Conforme a la Sentencia de la Sala de la Corte,

«En su aspecto más esencial, este principio descansa en asegurar el respeto a las fronteras
territoriales en el momento de acceso a la independencia. Estos límites territoriales pueden no ser
más que delimitaciones entre diferentes divisiones administrativas de colonias sometidas a la misma
soberanía. En tal caso la aplicación del principio del uti possidetis iuris conllevaría la transformación
de las fronteras administrativas en fronteras internacionales propiamente dichas» ( Ibid )

154. Indudablemente, el principio del uti possidetis iuris se aplica a la cuestión de la delimitación
territorial entre Nicaragua y Honduras, ambas antiguas provincias coloniales españolas. Durante el
S. XIX las negociaciones entre Honduras y Nicaragua encaminadas a la determinación de la frontera
territorial entre ambas culminó con la conclusión del Tratado Gómez-Bonilla de 7 de octubre de 1984,
en el cual ambos Estados acordaron en el artículo II, párrafo 3 que «cada República [era] propietaria
del territorio que en la fecha de independencia constituyera respectivamente las provincias de
Honduras y Nicaragua». La sentencia dictada por el rey de España en 1906, que reposa en el
principio de uti possidetis iuris tal y como se estableció en el artículo II párrafo 3 del Tratado Gómez-
Bonilla, define la frontera territorial entre los dos países en lo que concierne a las parcelas de tierra
objeto de controversia, a saber, aquellas situadas entre Portillo de Teotecacinte y la costa atlántica. La
validez y carácter obligatorio de la Sentencia de 1906 han sido confirmadas por esta Corte en su
Sentencia de 1960 y las dos Partes presentes en esta controversia reconocen la Sentencia como
jurídicamente obligatoria.

155. La Corte pasará ahora de la cuestión relativa al título territorial establecido en 1906 a la cuestión
de la soberanía sobre las islas presentada ante ella.

156. La Corte comenzará observando que el uti possidetis iuris puede, en principio, aplicarse a las
posesiones territoriales situadas a lo largo de las costas y espacios marítimos (Controversia fronteriza
terrestre, insular y marítima ( El Salvador/Honduras; Nicaragua (interviniente), Sentencia, CIJ, Recueil ,
1992, pp. 558, 589, par.386).
157. Está bien establecido que «un aspecto clave del principio de uti possidetis iuris es la negación de
la posibilidad de un territorio sin dueño» ( ibid , p. 387, para. 42). Sin embargo, el pronunciamiento
no puede conducir a la inclusión en el territorio de los Estados sucesores de aquellas islas respecto de
las cuales no se ha demostrado que estuvieran sometidas al poder español, ni se puede ipso facto
transformar en islas «atribuidas» las islas que no tengan conexión con la costa continental referida.
Incluso si las dos Partes convienen que no existe controversia alguna sobre las islas consideradas
como res nullius , permanecen cuestiones jurídicas a las que se debe dar respuesta.

158. La Corte observa que la simple invocación del principio del uti possidetis iuris no ofrece por sí
mismo una respuesta clara a la soberanía sobre las islas objeto de controversia. Si las islas no son
terra nullius, en lo que las dos Partes están de acuerdo y es generalmente reconocido, entonces debe
asumirse que habían estado sometidas a la Corona Española. Sin embargo, esto no significa
necesariamente que el sucesor en lo que respecta a las islas objeto de litigio solo pueda ser Honduras,
teniendo en cuenta que ha sido el único Estado que ha reclamado formalmente tal estatus. La Corte
recuerda que el uti possidetis iuris presupone las autoridades coloniales centrales habían procedido a
delimitar el territorio entre las provincias coloniales interesadas. Por lo tanto, para aplicar el
principio del uti possidetis iuris a las islas objeto de la controversia debe probarse que la Corona
española las había atribuido a una u otra de las provincias coloniales.

[...]

163. La Corte observa que la Capitanía General de Guatemala parecía ejercer en efecto el control
sobre los territorios terrestres y sobre los territorios insulares adyacentes a las costas con el objeto de
ofrecer seguridad, prevenir el contrabando o adoptar otras medidas dirigidas a asegurar la
protección de los intereses de la Corona Española. Sin embargo no existe evidencia alguna que
sugiera que las islas en cuestión hayan jugado algún papel en desarrollo de alguno de estos objetivos.
Todas las islas se encuentran situadas a una cierta distancia de la desembocadura del Río Coco: el
Cayo de Savanna se encuentra a unas 28 millas, el Cayo Sur a más o menos 41 millas, el Cayo Bobel a
27 millas y el Cayo Puerto Real a 32 millas. Teniendo en cuenta la importancia histórica y actual del
principio de uti possidetis iuris , estrechamente asociado a la descolonización latinoamericana, no se
puede afirmar en este caso que la aplicación de este principio a estas pequeñas islas, situadas
considerablemente lejos y obviamente no adyacentes a la costa continental de Nicaragua o
Honduras, pueda regular la cuestión de la soberanía sobre las mismas.

[...]

165. Habiendo concluido que la cuestión de la soberanía sobre las islas objeto de la controversia no
se puede resolver sobre esta base, la Corte establecerá ahora si existieron effectivités relevantes
durante el período colonial. Estas « effectivités coloniales» han sido definidas como «la conducta de
las autoridades administrativas en tanto que prueba del ejercicio efectivo de competencias
territoriales en la región durante el período colonial» ( Controversia Fronteriza (Burkina
Faso/República de Mali), sentencia, CIJ Recueil 1986, p. 586, para. 63); Controversia Fronteriza
(Benín/Niger), Sentencia, CIJ Recueil 2005, p. 120, para.47). En la actual controversia no existe
información sobre la conducta de las autoridades administrativas coloniales. Esto puede deberse al
hecho de que:

«El territorio de cada Parte había pertenecido a la Corona española. La autoridad del monarca
español había sido absoluta. De hecho y en derecho, el monarca español había poseído todo el
territorio de cada una de ellas. Antes de la independencia, cada entidad colonial constituía
simplemente una unidad administrativa sometida en todos los aspectos a la Rey español, no existía
en el sentido político, posesión de hecho y de derecho que no fuera la del Rey de España. La única
posesión de una entidad colonial antes de la independencia fue la adscrita en virtud de una
autoridad administrativa que disfrutase de tal posesión. El concepto « uti possidetis de 1821», se
refiere por lo tanto a un control administrativo dependiente de la voluntad de la Corona española.
Para poder trazar la línea del « uti possidetis de 1821», debemos asegurarnos de la existencia de un
control administrativo...»

Se plantean dificultades particulares para trazar la línea del « uti possidetis de 1821», como
consecuencia de la falta de información fiable durante el período colonial por lo que respecta a la
gran parte del territorio en litigio. Este territorio en gran medida resultaba inexplorado. Otras partes
habían sido ocasionalmente visitadas, pero eran vagamente conocidas. En consecuencia, no
solamente la Corona española no había determinado de manera precisa los límites de las
jurisdicciones, sino que además existían vastas regiones en las cuales no se había realizado ningún
esfuerzo para asegurar el respeto de algún parecido con la autoridad administrativa» (Sentencia
arbitral dictada el 23 de enero de 1993 por el Tribunal especial de delimitación, constituido en
ejecución del Tratado de arbitraje entre Guatemala y Honduras, RSA, vol. II, p. 1324-1325).

166. La Corte considera que, en vista del emplazamiento de las islas en litigio y la ausencia de
particular significancia económica o estrategia de tales islas en aquel momento, no existían
effectivités en relación con ellas. Por lo tanto la Corte no puede concluir sobre esta base, la existencia
de un título sobre la soberanía de las islas en litigio ni confirmar la existencia de un título sobre el
particular.

167. En vista de las consideraciones anteriores, la Corte concluye que el principio del uti possidetis
iuris resulta de poca ayuda para determinar la soberanía sobre estas islas, pues nada indica
claramente si las islas fueron atribuidas a las provincias de Nicaragua o Honduras antes o después de
la independencia. Tampoco se puede discernir tal atribución en la Sentencia Arbitral del Rey de
España de 1906. De la misma manera, no se ha presentado evidencia alguna de las effectivités
coloniales en relación con estas islas ante la Corte. Por lo tanto, no se ha establecido que Honduras o
Nicaragua posean título alguno sobre estas islas en virtud del uti possidetis.

168. La Corte examinará ahora, a fin de determinar la soberanía sobre las islas en litigio, los
elementos de pruebas relativos a las effectivités postcoloniales que ante ella han sido presentados.

[...]

172. La existencia de un título de soberanía puede deducirse del ejercicio efectivo sobre un territorio
dado de los poderes pertenecientes a la autoridad del Estado. Para que una pretensión de soberanía
sea admitida sobre esta base, deben probarse un cierto número de elementos de manera
concluyente. Como se ha descrito por la Corte Permanente Internacional de Justicia,

«una reclamación de soberanía no basada en un acto particular o un título como un Tratado de


cesión, sino basada en el ejercicio continuado de la autoridad, implica dos elementos respecto de
cada uno de los cuales debe probarse su existencia: la intención y la voluntad de actuar como
soberano, y alguna manifestación o ejercicio de tal autoridad» ( Estatuto Jurídico de Groenlandia
Oriental, Sentencia , 1933, CPJI, serie A/B nº 53, pp. 45-46»

173. Otro elemento adicional establecido por la Corte Permanente Internacional de Justicia en el
asunto del Estatuto Jurídico de Groenlandia Oriental es «la medida en que la soberanía es reivindicada
por otro Poder» (ibid, p. 46). El ejercicio de los derechos de soberanía también debe presentar una
dimensión proporcional a la naturaleza del asunto. En su Sentencia en el asunto de Groenlandia
Oriental , la Corte señaló que:

«es imposible examinar las decisiones dictadas en los asuntos relativos a la soberanía territorial sin
observar que en muchos casos el Tribunal no ha exigido numerosas manifestaciones del ejercicio de
derechos soberanos, siempre que el otro Estado no pueda hacer valer una pretensión superior. Esto
es particularmente cierto en el caso de las reivindicaciones de soberanía sobre áreas escasamente
pobladas o no ocupadas por los habitantes siempre» ( ibid )

174. La soberanía sobre las formaciones marítimas menores, tales como las islas objeto de la
controversia entre Honduras y Nicaragua, puede ser establecida sobre la base de una manifestación
relativamente modesta, tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo, de los poderes
estatales. En el asunto Indonesia/Malasia , la Corte indicó que «en el caso de islas muy pequeñas que
estén inhabitadas o no permanentemente habitadas –como Litigan y Sipadan, cuya importancia
económica (al menos hasta ahora) era reducida– las effectivités son en efecto escasas» ( Soberanía
sobre Pulau Litigan y Pulau Sipadan (Indonesia/Malasia), Sentencia, CIJ Recueil 2002, p. 682, par. 134).
La Corte además especificó que,
«no puede tener en cuenta estas actividades en tanto que manifestación pertinente de autoridad más
que en la medida en que no exista duda de que tales actividades se referían específicamente a las
islas objeto de la controversia en cuanto a tales. Los reglamentos o actos administrativos de
naturaleza general pueden por lo tanto considerarse como effectivités relativas a Litigan y Sipadan
sólo si resulta claro de sus términos y efectos que se referían a estas dos islas» ( Ibid , pp. 682-683,
para.136)

175. Manteniendo el enfoque adoptado por la Corte en el asunto Indonesia/Malasia , la Corte


examinará si en el presente caso las actividades sobre las que se fundan las partes, a pesar de ser
«modestas en número», demuestran una manifestación pertinente de autoridad soberana ( ibid , p.
685, par.148). Resultará también importante determinar en este caso si tales actividades «cubren un
período considerable de tiempo y si muestran un patrón de conducta que revele la intención de
ejercitar funciones estatales con respecto a las dos islas en el contexto de administración de un
conjunto más amplio de islas» ( ibid )

[...]

208. Tras haber examinado los argumentos y los elementos de prueba presentados por las Partes, la
Corte concluye que las effectivités invocadas por Honduras evidencian una «intención y voluntad de
actuar como soberano» y constituyen una manifestación modesta pero real de autoridad sobre las
cuatro islas ( Estatuto Jurídico de Groenlandia Oriental, Sentencia, 1933, CPJI, serie A/B, nº 53, p. 46; ver
igualmente Minquiers y Ecréhous (Francia/Reino Unido), Sentencia, CIJ Recueil 1953, p. 71). Aunque no
se ha establecido que las cuatro islas revistan de importancia estratégica o económica y a pesar de los
escasos actos de autoridad estatal, Honduras ha mostrado en conjunto un patrón de conducta
suficiente para demostrar su intención de actuar como soberano con respecto al Cayo Bobel, Cayo
Savanna, Cayo de Puerto Real, y el Cayo Sur. La Corte señala además que tales actividades
hondureñas que podrían ser consideradas como effectivités y que se presume han sido conocidas por
Nicaragua no habían suscitado protesta alguna de esta última.

[...]

214. En opinión de la Corte los primeros mapas no apoyan las reclamaciones de ninguna de las
Partes. En el presente asunto, ninguno de los mapas presentados por las Partes que incluyen alguna
de las islas objeto de la controversia especifica claramente qué Estado es el que ejerce la soberanía
sobre tales islas. En el asunto Isla de Palmas , la Sentencia Arbitral estableció que,

«solo con la mayor precaución puede se pueden tener en cuenta los mapas para decidir en una
cuestión de soberanía....Todo mapa que no indique de manera precisa la distribución política de los
territorios...claramente marcados como tales, debe ser rechazado»

La primera condición que se exige de los mapas es que éstos sirvan como evidencia sobre puntos de
derecho, es su exactitud geográfica. Se debe señalar aquí también que no solamente los mapas más
antiguos, sino también los modernos, tanto oficiales como semi-oficiales presentan inexactitudes (
Isla de Palmas (Países Bajos/Estados Unidos) , 4 de abril de 1928, RIAA, Vol. II, pp. 852-853).

215. La Corte reafirma la posición que previamente ha adoptado respecto al limitado alcance de los
mapas como título de soberanía:

«[Los mapas] no constituyen jamás –por sí mismos, o en virtud de su sola existencia– títulos
territoriales, esto es, un documento al cual el Derecho Internacional confiere un valor jurídico
intrínseco a los fines del establecimiento de derechos territoriales» ( Controversia Fronteriza (Burkina
Faso/Malí), Sentencia, CIJ Recueil 1986, p. 582, par. 54)

216. Las Partes tienen opiniones contrapuestas con respecto a los mapas y la Corte ha ponderado su
valor probatorio con extrema precaución. En la Sentencia de 1886 de la Sala de la Corte en el asunto
Burkina Faso/Mali, se señaló inter alia que: «Otras consideraciones que determinan el peso de los
mapas como prueba relativa, trataban la cuestión de la neutralidad de las fuentes frente a la
diferente consideración por las partes de la controversia». ( Ibid , p. 583, par. 56)
217. En este asunto, la presentación del material cartográfico por las Partes sirve esencialmente para
reforzar sus respectivas pretensiones y para confirmar sus argumentos. La Corte estima que no se
puede derivar significado jurídico de los mapas oficiales presentados y de los mapas de instituciones
geográficas citados; estos mapas serán tratados con cierta reserva. Tal reserva se encuentra en el
pronunciamiento anterior de la Sala de la Corte cuando afirma que:

«Desde tiempos relativamente lejanos, las decisiones judiciales han tratado a los mapas con un nivel
considerable de reticencia...el valor jurídico de los mapas sigue siendo limitado, siendo únicamente
una prueba corroborante que acompaña a una conclusión a la que la Corte ha llegado por otros
medios, independientes de los mapas. En consecuencia, excepto cuando los mapas entran en la
categoría de expresión física del deseo de un Estado, no pueden ser tratados por sí solos como prueba
de una frontera, puesto que en tal caso constituirían una presunción irrefutable, equivalente en
realidad a un título jurídico» ( Ibid)

218. Ninguno de los mapas presentados por las Partes formaba parte de un instrumento jurídico en
vigor, ni tampoco de un tratado fronterizo concluido entre Nicaragua y Honduras.

219. La Corte concluye que el material cartográfico que se ha presentado por las Partes en el curso de
los procedimientos escritos y orales no puede apoyar por sí mismo las respectivas reivindicaciones
de soberanía sobre las islas situadas al norte del paralelo 15º.

[...]

227. La Corte, una vez examinadas todas las pruebas relativas a las reclamaciones de las Partes con
respecto a la soberanía sobre las islas del Cayo Bobel, Cayo Savanna, Cayo Puerto Real, Cayo Sur,
incluyendo la cuestión de la validez de los mapas y la cuestión del reconocimiento por terceros
estados, concluye que Honduras disfruta de la soberanía sobre estas islas sobre la base de effectivités
post-coloniales.

1.9. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA TERRITORIAL Y MARÍTIMA (NICARAGUA C. COLOMBIA) .


SENTENCIA DE 19 DE NOVIEMBRE DE 2012

B. El uti possidetis juris

57. La Corte se ocupará ahora de las reivindicaciones de soberanía formuladas por las dos Partes
sobre la base del uti possidetis iuris en la fecha de su independencia respecto de España.

[...]

64. La Corte observa, a propósito de las reivindicaciones de soberanía formuladas por las dos Partes
sobre la base del uti possidetis iuris en la fecha de su independencia respecto de España, que ninguna
de las ordenanzas que datan de la época colonial citadas por una u otra hace referencia específica a
las formaciones marítimas en litigio. La Corte ya ha tenido ocasión de hacer la siguiente constatación,
que vale igualmente para el presente caso:

«cuando el principio del uti possidetis iuris está en juego, el jus en cuestión no es el derecho
internacional sino el derecho constitucional o administrativo del soberano antes de la
independencia, en el caso el derecho colonial español, y puede perfectamente suceder que este
derecho no aporte ninguna respuesta clara y categórica a la cuestión de saber a qué entidad
pertenecían zonas marginales o zonas poco pobladas que no tengan más que una importancia
económica mínima» ( Controversia fronteriza terrestre, insular y marítima (El Salvador/Honduras;
Nicaragua (interviniente)), sentencia, C.I.J. Recueil 1992 , p. 559, par. 333).»

65. Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte concluye que, en el presente asunto el principio del uti
possidetis iuris no permite determinar quién detenta la soberanía sobre las formaciones marítimas
en litigio entre Nicaragua y Colombia, pues ningún elemento viene a atestiguar claramente que las
formaciones en cuestión habían sido atribuidas a las provincias coloniales de Nicaragua o a las de
Colombia antes de su independencia o en esa fecha. La Corte estima en consecuencia que ni
Nicaragua ni Colombia han establecido que detentaban un título sobre las formaciones marítimas en
litigio en virtud del uti possidetis iuris.

C. Las efectividades

66. Habiendo concluido que no se podía establecer ningún título sobre las formaciones marítimas en
litigio sobre la base del tratado de 1928 o del uti possidetis iuris , la Corte se ocupará a continuación
de la cuestión de saber si la soberanía puede establecerse sobre la base de las efectividades.

a) La fecha crítica

67. La Corte recuerda que, cuando se trata de una controversia relativa a la soberanía sobre un
territorio, como aquí, la fecha en la cual la controversia ha cristalizado es importante. En efecto, esta
fecha permite distinguir entre los actos realizados a título de soberano antes del nacimiento de la
controversia, los cuales deben ser tomados en consideración para determinar o verificar la
soberanía, y los posteriores al nacimiento de la controversia,

«los cuales no son generalmente pertinentes en tanto que son el hecho de un Estado que, habiendo ya
hecho valer ciertas reivindicaciones en el marco de una controversia jurídica, podría haber realizado
los actos en cuestión con el único fin de respaldarlas» ( Controversia territorial y marítima entre
Nicaragua y Honduras en el mar Caribe (Nicaragua c. Honduras), sentencia, C.I.J. Recueil 2007 (II) , p.
697-698, par. 117).

68. Como ha declarado la Corte en el asunto Indonesia/Malasia:

«no debería tomar en consideración actos que se han producido después de la fecha en la que la
controversia entre las Partes ha cristalizado, a menos que estas actividades constituyan la
continuación normal de actividades anteriores y siempre que no se hayan emprendido con el fin de
mejorar la posición jurídica de las Partes que las invocan» ( Soberanía sobre Pulau Ligitan y Pulau
Sipadan (Indonesia/Malasia), sentencia, C.I.J. Recueil 2002 , p. 682, par. 135).

[...]

71. La Corte constata que nada indica que existiera una diferencia antes del canje de notas de 1969
mencionado por Nicaragua. Estas notas pueden en efecto ser consideradas como la manifestación de
una divergencia de opiniones entre las Partes a propósito de la soberanía sobre ciertas formaciones
marítimas situadas en el sudoeste del mar Caribe. Por otra parte, no parece que Colombia impugne la
fecha crítica propuesta por Nicaragua. Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte concluye que el 12
junio 1969, fecha en la que Nicaragua dirigió una nota en respuesta a la nota de Colombia de fecha 4
junio 1069 (ver apartado 69), constituye la fecha crítica a fines de apreciar las efectividades en el
presente asunto.

b) El examen de las efectividades

72. La Corte señala que es Colombia la que invoca las efectividades para confirmar su título anterior
sobre las formaciones marítimas en cuestión. Nicaragua no ha presentado ningún elemento
demostrando que había actuado a título de soberano respecto a esas formaciones; su reivindicación
de soberanía reposa esencialmente sobre el principio del uti possidetis iuris .

[...]

80. La Corte recuerda que los actos y actividades que se considera que han sido realizados a título de
soberano entran particularmente, pero no exclusivamente, en las categorías siguientes: actos
legislativos o administrativos, aplicación del derecho penal y del derecho civil, regulación de la
inmigración, regulación de las actividades de pesca u otras formas de actividades económicas,
patrullas navales y operaciones de búsqueda y salvamento (ver Controversia territorial y marítima
entre Nicaragua y Honduras en el mar Caribe (Nicaragua c. Honduras), sentencia, C.I.J. Recueil 2007 (II)
, p. 713-722, par. 176-208). Recuerda por otra parte que «la soberanía sobre formaciones marítimas
menores... puede... establecerse sobre la base de una manifestación relativamente modesta, desde un
punto de vista tanto cualitativo como cuantitativo, de los poderes estatales"( ibid. , p. 712, par. 174).
En fin, un elemento importante a considerar es la medida en la cual se han realizado actos a título de
soberano por otro Estado que formula una reivindicación concurrente de soberanía sobre las islas en
litigio. En efecto, como declaró la Corte Permanente de Justicia Internacional en su sentencia en el
asunto del Estatuto jurídico de Groenlandia Oriental :

«es imposible examinar las decisiones adoptadas en los asuntos relativos a la soberanía territorial sin
observar que, en muchos casos, el tribunal no ha exigido numerosas manifestaciones de ejercicio de
derechos soberanos con tal que el otro Estado en cuestión no pueda hacer valer una pretensión
superior. Esto es particularmente cierto en las reivindicaciones de soberanía sobre territorios
situados en países débilmente poblados o no ocupados por habitantes residentes» Estatuto jurídico de
Groenlandia oriental, sentencia, 1933, C.P.J.I. série A/B nº 53 , p. 46).

81. La Corte hace notar que si los actos a título de soberano invocados por Colombia han sido muy a
menudo realizados en la zona marítima que engloba el conjunto de las formaciones contestadas,
varios de esos actos se referían específicamente a las formaciones mismas. De hecho, Colombia ha
actuado a título de soberano tanto respecto a esas formaciones como respecto a las aguas
circundantes...

82. La Corte examinará ahora las diferentes categorías de efectividades invocadas por Colombia...

83. Las actividades realizadas por Colombia a título de soberano relativas a Alburquerque, Bajo
Nuevo, los cayos del Este-Sur-Este, Quitasueño, Ronzador, Serrana y Serranilla –legislación relativa a
la organización territorial, regulación de las actividades de pesca y medidas de aplicación conexas,
mantenimiento de faros y boyas, y visitas navales, particularmente– han sido continuadas después
de la fecha crítica. La Corte ve en estas actividades la continuación normal de actividades anteriores
realizadas a título de soberano. También puede tomarlas en consideración a los fines del presente
asunto (ver Soberanía sobre Pulau Ligitan y Pulau Sipadan (Indonesia/Malasia), sentencia, C.I.J. Recueil
2002 , p. 682, par. 135).

84. Así, queda establecido que, durante numerosos decenios, Colombia ha actuado de manera
constante y coherente a título de soberano respecto a las formaciones marítimas en cuestión. Ha
ejercido públicamente su autoridad soberana, y ningún elemento viene a demostrar que se hubiera
encontrado con la menor oposición por parte de Nicaragua antes de la fecha crítica. Además, los
elementos de prueba que Colombia ha presentado para establecer los actos de administración que ha
realizado respecto a las islas deben considerarse ante la ausencia de elementos de prueba por parte
de Nicaragua que atestigüen que habría actuado a título de soberano.

La Corte concluye que los hecho examinados más arriba respaldan claramente la reivindicación de
soberanía de Colombia sobre las formaciones marítimas en litigio.

1.10. CPA ASUNTO ENTRE EL GOBIERNO DE SUDÁN Y EL MOVIMIENTO/EJÉRCITO DE LIBERACIÓN


POPULAR DE SUDÁN, SOBRE LA DELIMITACIÓN DEL ÁREA DE ABYEI . LAUDO ARBITRAL DE 22
DE JULIO DE 2009

1. La naturaleza no uniforme de las Comisiones de Fronteras.

456. El mero hecho de que la ABC fuera denominada «comisión de fronteras» no clarifica por sí
misma el alcance o la naturaleza de su mandato. Históricamente, a diferentes órganos, con diversas
denominaciones, se les ha conferido la misión de delimitar o demarcar fronteras. El mandato de
estos órganos difiere según el acuerdo de las partes sobre cada específica «comisión de fronteras»,
«comité de fronteras», «comisión mixta», etcétera.

457. Así pues, la Comisión de Fronteras Etiopía-Eritrea, aunque encargada de la delimitación y


demarcación, poseía una clara naturaleza de tribunal internacional: estaba compuesta de abogados y
juristas internacionalistas, el mandato, la función y los procedimientos respondían meticulosamente
a los propios del arbitraje.

458. Por el contrario, la Sala de la CIJ en el asunto de la controversia fronteriza, Burkina Faso c. Malí,
constituyó una comisión de tres expertos con la finalidad específica de demarcar la frontera
delimitada por la CIJ, no teniendo esta comisión ninguna función propia de un órgano arbitral o
judicial.

459. Únicamente en el arbitraje del asunto de Taba , antes de que el tribunal constituido para dictar
sentencia, se pidió a alguno de los árbitros «que estudiasen la posibilidad de un arreglo de la
controversia» y a la «comisión de fronteras» que emprendiese una labor de conciliación paralela.

460. La Comisión Mixta Camerún-Nigeria, creada con el fin de aplicar la sentencia de la CIJ en el
asunto de la frontera terrestre y marítima entre Camerún y Nigeria (Guinea Ecuatorial Interviniente),
tenía como parte de su mandato (además de demarcar la frontera terrestre) el desarrollo de
proyectos para promover iniciativas económicas conjuntas, al retirada de tropas de la zona
fronteriza y la reactivación de la Comisión del Lago Chad.

461. Finalmente, no obstante su nombre, la Comisión de Demarcación Irak-Kuwait desempeñó


funciones de delimitación también.

462. Estos ejemplos demuestran que la denominación «Comisión de fronteras» ha servido para
referirse a órganos con un amplio espectro de funciones; sus mandatos, variando en la formalidad de
los mismos, han variado entre la mera averiguación de los hechos y la atribución plena del territorio
(y en diversas facetas de estos extremos). Como otra comisión de fronteras, la Comisión ABC debe
considerarse como una Comisión singular cuya naturaleza sólo puede deducirse de sus propios
rasgos específicos.

1.11. LECTURAS RECOMENDADAS

BARBERIS, J., « El territorio del Estado », CEBDI , vol. IV, 2000, pp. 223-323.

KOHEN, M., « La relation titres/effectivités dans le contentieux territorial à la lumière de la


jurisprudence récente », RGDIP , 2004, pp. 561-596.

LÓPEZ MARTÍN, A. G., «La labor de la Corte Internacional de Justicia en el arreglo de las
controversias territoriales. Una aproximación a los criterios de solución aplicados en su
jurisprudencia», El Derecho internacional en el mundo multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al
profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. Torres Bernárdez, J.C. Fernández Rozas, C. Fernández
de Casadevante Romaní, J. Quel López, A.G. López Martín coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 513-
533.

SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L. I., « L'uti possidetis et les effectivités dans les contentieux territoriaux et
frontaliers », RCADI , t. 263, 1997, pp. 149-382.

– «Viejos problemas y nuevos elementos: la discusión sobre el territorio en América», Estudios de


Derecho Internacional en Homenaje al Profesor Ernesto J. Rey Caro (Z. DRNAS DE CLÉMENT coord.),
Córdoba, t. I, 2002, pp. 221-234.

2. LOS ESPACIOS MARINOS

2.1. INTRODUCCIÓN

El Derecho del mar es un sector en constante evolución en el que el derecho en vigor se encuentra
en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, de 1982. El texto es fruto de los
trabajos de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y entró en vigor en
1994 pero para vencer las resistencias de algunos Estados reacios a manifestar su consentimiento
debido sobre todo a su disconformidad con la regulación de la Zona Internacional de los Fondos
Marinos y Oceánicos, fue necesario adoptar el Acuerdo relativo a la aplicación de la Parte XI de la
CNUDM. Además, se ha celebrado también el Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la
Convención de las NN UU sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la
conservación y ordenación de las poblaciones de peces transzonales y las poblaciones de peces
altamente migratorios, de 4 de agosto de 1995, el cual desarrolla las disposiciones de la CNUDM en
estas materias.

Tanto en relación con el régimen jurídico de los espacios como respecto al aprovechamiento de los
recursos naturales las normas internacionales realizan una acomodación de los diversos intereses
en presencia: políticos, geoestratégicos y económicos; de los Estados ribereños y de los terceros
Estados. También, los intereses de la comunidad internacional reciben protección en la zona
internacional de los fondos marinos y oceánicos, declarada patrimonio común de la humanidad.

En este ámbito, el análisis de la legislación estatal resulta particularmente relevante para


comprobar el ejercicio de los poderes por parte de los Estados y conocer las tendencias de
evolución. Por otro lado, la CIJ se ha pronunciado sobre diversas controversias de delimitación
marítima, poniendo de relieve la primacía del acuerdo y, en su defecto, la necesidad de acudir a
principios equitativos que tengan en cuenta todas las circunstancias pertinentes, atendiendo a las
particularidades del caso concreto. A su vez, el Tribunal Internacional del Derecho del Mar ejerce
competencias contenciosas y consultivas sobre las materias reguladas en la CNUDM, aunque hasta
el presente su jurisprudencia no es muy nutrida y se centra sobre todo en cuestiones de medidas
provisionales y de pronta liberación de buques apresados.

2.2. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES MILITARES Y PARAMILITARES EN Y CONTRA NICARAGUA


(NICARAGUA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA), FONDO. SENTENCIA DE 27 DE JUNIO DE 1986

80. A la vista de los hechos expuestos, la Corte considera probado que a finales de 1983 o al comienzo
de 1984, el Presidente de los Estados Unidos autorizó a un organismo gubernamental de este país la
colocación de minas en los puertos nicaragüenses; que al principio de 1984 las minas habían sido
esparcidas en los puertos de El Bluff, de Corinto y de Puerto Sandino o en la proximidad de estos
puertos, en las aguas interiores o en su mar territorial, o bien en ambos espacios, por personas
retribuidas por este organismo y actuando según sus instrucciones, bajo la supervisión y con el
apoyo logístico de agentes de los Estados Unidos; que ni antes ni después del minado el Gobierno de
los Estados Unidos advirtió de manera pública y oficial a la navegación internacional de la existencia
y de la ubicación de las minas; y que la explosión de estas minas causó daños personales y materiales
y creó riesgos que motivaron la alza de las primas de los seguros marítimos.

[...]

213. La obligación de todo Estado de respetar la soberanía territorial de los demás resulta relevante
en la decisión a adoptar sobre los hechos relativos a los minados de puertos, efectuados en la
proximidad de las costas de Nicaragua. Las reglas jurídicas en relación a las cuales deben valorarse
estos hechos de minado, dependen de la localización de éstos. La colocación de minas en los puertos
de otros Estados se rige por el derecho relativo a las aguas interiores, que están sometidas a la
soberanía del Estado ribereño. La situación es análoga respecto a las minas colocadas en el mar
territorial. En ambos casos se atenta contra la soberanía del Estado ribereño. Gracias a su soberanía,
el Estado ribereño puede reglamentar el acceso a sus puertos.

214. En cambio, es cierto que para su acceso a los puertos, los buques extranjeros gozan del derecho
consuetudinario de paso inocente por el mar territorial para entrar en las aguas interiores o para
abandonarlas; el artículo 18, párrafo I.b), de la Convención de las Naciones Unidas sobre derecho del
mar, de 10 de diciembre de 1982, no hace otra cosa que codificar el derecho internacional
consuetudinario en este punto. Como la libertad de navegación está garantizada, primero en las
zonas económicas exclusivas eventualmente existentes más allá del mar territorial (art. 58 de la
Convención) y, más allá, en la alta mar (art. 87), se deduce que todo Estado cuyos buques se
beneficien de un derecho de acceso a los puertos, goza al mismo tiempo de la libertad necesaria a la
navegación marítima. Así pues, cabe concluir que si este derecho de acceso a puerto está dificultado
porque otro Estado ha colocado minas, se está violando la libertad de comunicaciones y de comercio
marítimo. En todo caso resulta cierto que las dificultades a la navegación afectan a la soberanía del
Estado ribereño sobre sus aguas interiores, así como al derecho de libre acceso del que pueden
beneficiarse los buques extranjeros.

2.3. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA FRONTERIZA TERRESTRE, INSULAR Y MARÍTIMA (EL


SALVADOR/HONDURAS; NICARAGUA INTERVINIENTE). SENTENCIA DE 11 DE SEPTIEMBRE DE
1992

383. El Golfo de Fonseca es una bahía relativamente pequeña donde el litoral es irregular y complejo
en su parte más interior, y donde existe un gran número de islas, islotes y rocas. El litoral se divide
entre tres Estados, lo que supone un caso extraordinario si no único. En dirección hacia las tres
costas, sólo hay cuatro vías de entrada, de las que sólo dos pueden ser utilizadas por buques de gran
calado. Dado que la entrada al Golfo, entre Punta Amapala (El Salvador) y Punta Cosigüina
(Nicaragua), tiene solamente 19,75 millas de anchura, tales dimensiones y proporciones geográficas
del Golfo lo constituyen jurídicamente, hoy en día, y aunque no fuese así cuando era aplicable la
regla de las 10 millas o incluso la de las 6 millas, en una bahía –en el sentido del artículo 7 de la
Convención de 1958 sobre el mar territorial y la zona contigua, así como del artículo 10 de la
Convención de derecho del mar 1982– lo que tendría como consecuencia que si se tratase de una
bahía de un solo Estado ribereño podría ser cerrada trazando una línea de cierre y, por ende, las
aguas serían «consideradas como aguas interiores». Ni El Salvador ni Honduras, y tampoco
Nicaragua, el Estado interviniente, son partes en alguna de estas dos Convenciones, y la Convención
de 1982 todavía no está en vigor, pero estas disposiciones relativas a las bahías podría considerarse
que expresan el derecho internacional general. Sin embargo, en una y otra Convención se afirma que
el artículo relativo a las bahías sólo se aplica a «las bahías cuyas costas pertenecen a un solo Estado»
y, además, que no se aplica a las bahías llamadas «históricas». El Golfo de Fonseca no es claramente
una bahía cuyas costas pertenecen a un solo Estado; y las partes, así como el Estado interviniente, y
la generalidad de comentaristas consideran que se trata de una bahía histórica en la que las aguas
son, consecuentemente, históricas.

384. En un pasaje citado frecuentemente durante el procedimiento oral en la presente instancia, la


Corte, en el asunto de Pesquerías entre el Reino Unido y Noruega, ha declarado:

«Se designa comúnmente como «aguas históricas» las aguas que se tratan como aguas interiores
cuando en ausencia de un título histórico no tendrían este carácter» (CIJ Recueil, 1951, p. 130).

Sin embargo, este pasaje debe ser interpretado a la luz de lo que la Corte ha dicho en el asunto de la
Plataforma Continental (Túnez/Jamairiya árabe libia), donde evocando también la excepción que
constituyen las «bahías históricas» respecto de la definición de la palabra «bahía» que figura, a la
vez, en la Convención de 1958 y en la de 1982, y siendo todavía esta última un proyecto, se ha
expresado en estos términos:

«Ciertas referencias a las "bahías históricas", a los "títulos históricos" o a razones históricas pueden,
no obstante, asimilarse a reservas a las reglas enunciadas en el resto del proyecto. Parece claro que la
cuestión queda regida por el derecho internacional general, que no prevé un régimen único para las
"aguas históricas" o las "bahías históricas", sino que solamente establece un régimen particular para
cada caso concreto y reconocido de "aguas históricas" o de "bahías históricas"» (CIJ Recueil, 1982, p.
74).

En consecuencia, es manifiestamente necesario analizar la historia particular del Golfo de Fonseca


con el fin de determinar cuál es el régimen que se desprende, más aún cuando la Corte ha declarado
en la misma sentencia: «Los títulos históricos deben ser respetados y preservados, tal y como siempre
lo han sido en virtud de un uso constante» (CIJ Recueil, 1982, p. 73). Además, el régimen histórico
particular establecido en la práctica no puede dejar de ser especialmente importante en el caso de
una bahía cuyas costas pertenecen a varios Estados, categoría de bahías para la cual es notoria la
inexistencia de reglas generales reconocidas y codificadas del tipo de aquéllas, tan bien establecidas,
que conciernen a las bahías cuyas costas pertenecen a un solo Estado.

2.4. LEY 10/1997, DE 4 DE ENERO DE 1977, SOBRE MAR TERRITORIAL

En el ordenamiento jurídico español no existe norma alguna que defina con precisión qué ha de
entenderse por mar territorial español. Las variadas disposiciones relativas al ejercicio de
competencias estatales específicas en la faja marítima que rodea nuestras costas utilizan diversas
denominaciones, como «aguas jurisdiccionales», «zona marítima española», «aguas españolas», «mar
litoral nacional», incluso la de «mar territorial». Por otra parte las disposiciones que utilizan esas
expresiones, y muy particular la de «aguas jurisdiccionales», refieren el concepto al ámbito específico
de la materia regulada por la disposición de que se trate (a efectos pesqueros, fiscales, sanitarios,
etcétera).

Por tanto, es necesario y urgente poner fin a esta situación procediendo a definir con carácter
general la noción del mar territorial, de conformidad con el derecho internacional en vigor y
específicamente con la Convención de Ginebra de 29 de abril de 1958, a la que España se adhirió con
fecha 24 de febrero de 1971.

Al realizar esta definición, procedió fijar de manera clara y terminante la anchura de esa zona,
estableciéndose en doce millas marinas, y ello en atención a que éste es el límite establecido en la
actualidad por la mayoría de los Estados y considerado conforme al derecho internacional vigente.

Tanto a efectos pesqueros (Ley 20/1967, de 8 de abril) como a los fiscales (Decreto 3281/1968, de 26 de
diciembre) tal venía siendo ya el límite establecido para el ejercicio de la jurisdicción española.

Una disposición de índole general que defina jurídicamente el mar territorial español y fije la
anchura de ese espacio marítimo no puede reducirse a esas dos cuestiones, sino que debe también
resolver, en la medida en que un Estado puede hacerlo unilateralmente, la cuestión de la
delimitación, tanto interior (hacia tierra) como exterior (hacia la alta mar o los mares territoriales de
otros Estados) de la zona.

Considerando no solo las ventajas técnicas que el sistema de las líneas de base rectas y las líneas de
cierre de bahías ofrecen a los efectos de la determinación del límite exterior del mar territorial en
una costa accidentada como la española, sino también su importancia a los efectos del trazado de las
líneas de equidistancia para la relimitación de los espacios marítimos respecto de los
correspondientes a los otros Estados, la ley acoge la aplicación de este sistema y por lo que se refiere
a la delimitación exterior del mar territorial, contiene la única norma que unilateralmente cabe
dictar, la de que nuestras aguas no se extenderán, salvo mutuo acuerdo entre los estados interesados,
más allá de la correspondiente línea media entre las respectivas líneas de base, siempre que éstas
sean conformes al derecho internacional.

La ley, que respeta los derechos de los Estados cuyos nacionales pueden hoy pescar en nuestras
aguas en virtud de lo dispuesto en el Convenio europeo de pesca de 9 de marzo de 1964 o en
convenios bilaterales, comprende como disposición final el texto de la declaración relativa a
Gibraltar formulada por España al adherirse a los Convenios de Ginebra de 29 de abril de 1958.

En su virtud, y de conformidad con la ley aprobada por las Cortes Españolas, vengo a sancionar:

Artículo 1.º

La soberanía del Estado español se extiende, fuera de su territorio y de sus aguas interiores al mar
territorial adyacente a sus costas, delimitado de conformidad con lo preceptuado en los artículos
siguientes.
Dicha soberanía se ejerce, de conformidad con el derecho internacional, sobre la columna de agua, el
lecho, el subsuelo y los recursos de ese mar, así como el espacio aéreo suprayacente.

Artículo 2.º

El límite interior del mar territorial viene determinado por la línea de la bajamar escorada y, en su
caso, por las líneas de base rectas que sean establecidas por el gobierno.

Artículo 3.º

El límite exterior del mar territorial estará determinado por una línea trazada de modo que los
puntos que la constituyen se encuentren a una distancia de doce millas náuticas de los puntos más
próximos de las líneas de base a que se refiere el artículo anterior.

Artículo 4.º

Salvo mutuo acuerdo en contrario, el mar territorial no se extenderá, en relación con los países
vecinos y con aquellos cuyas costas se encuentren frente a las españolas, más allá de una línea media
determinada de forma tal que todos sus puntos sean equidistantes de los puntos más próximos de las
líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial de cada uno de dichos
países, trazadas de conformidad con el derecho internacional.

Artículo 5.º

La presente ley no afectará a los derechos de pesca reconocidos o establecidos en favor de buques
extranjeros en virtud de convenios internacionales.

Disposición final 1.ª

El presente texto legal no puede ser interpretado como reconocimiento de cualesquiera derechos o
situaciones relativos a los espacios marítimos de Gibraltar, que no estén comprendidos en el artículo
10 del Tratado de Utrecht, de 13 de julio de 1713, las coronas de España y Gran Bretaña.

Disposición final 2.ª

Se autoriza al Gobierno para acomodar la legislación vigente a las disposiciones de esta ley.

Disposición transitoria

Las líneas de base rectas establecidas por el Decreto que desarrolla la Ley 20/1967, de 8 de abril
(citado), constituirán el límite interior del mar territorial, conforme al artículo 2º de la presente Ley,
en tanto el Gobierno no haga uso de la facultad que le confiere dicho artículo.

2.5. LEY 44/2010, DE 30 DE DICIEMBRE, DE AGUAS CANARIAS

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

En los últimos treinta años se han presentado al menos 40 iniciativas parlamentarias sobre la
delimitación de las aguas canarias; desde preguntas escritas y orales a comparecencias, mociones,
interpelaciones, en su mayoría impulsadas por el senador canario Victoriano Ríos que, incluso,
presentó la primera de las dos Proposiciones de Ley sobre este mismo tema en el año 2003. A pesar
de tomarse en consideración, decayeron al término de las dos últimas legislaturas.

Este es un tema de extraordinaria importancia tanto para Canarias como para el Estado español, que
no puede seguir dilatándose sin perjuicio, especialmente, de todos los canarios, que tienen derecho a
que las aguas estén claramente perfiladas, por razones de muy variado tipo que afectan, sobre todo,
a la seguridad, a la protección medioambiental y a los recursos de dichas aguas.

El artículo 132.2 de la Constitución considera bien de dominio público estatal tanto al mar territorial
como a los recursos naturales de la zona económica exclusiva, lo que viene a significar la
competencia del Estado para su delimitación, de acuerdo con las normas de Derecho Internacional
que regulen la materia.

A su vez, el artículo 147.2.b) de la Constitución establece como contenido necesario de los Estatutos
de Autonomía la delimitación del territorio de la Comunidad Autónoma, ya que éste será límite a la
eficacia de sus normas y al ejercicio de sus competencias.

En desarrollo de esas prescripciones constitucionales, el artículo 2 del Estatuto de Autonomía de


Canarias, en la redacción dada por la modificación operada por la Ley Orgánica 4/1996, de 30 de
diciembre, prescribe que el «ámbito territorial de la Comunidad Autónoma comprende el
Archipiélago Canario, integrado por las siete islas de El Hierro, Fuerteventura, Gran Canaria, La
Gomera, Lanzarote, La Palma y Tenerife, así como las islas de Alegranza, La Graciosa, Lobos,
Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste».

Ese ámbito territorial está incompleto sin la delimitación de las aguas incluidas en el concepto
archipelágico que introduce el referido artículo 2 del Estatuto de Autonomía, que engloba los
espacios terrestres y marítimos de Canarias.

Artículo único. Aguas canarias.

1. Entre los puntos extremos más salientes de las islas e islotes que integran, según el artículo 2 de su
Estatuto de Autonomía, el Archipiélago canario, se trazará un contorno perimetral que siga la
configuración general del archipiélago, tal como se establece en el Anexo de esta Ley. Las aguas que
queden integradas dentro de este contorno perimetral recibirán la denominación de aguas canarias
y constituyen el especial ámbito marítimo de la Comunidad Autónoma de Canarias.

2. El ejercicio de las competencias estatales o autonómicas sobre las aguas canarias y, en su caso,
sobre los restantes espacios marítimos que rodean a Canarias sobre los que distribución material de
competencias establecidas constitucional y estatutariamente tanto para dichos espacios como para
los terrestres.

Disposición adicional única. Respeto al Derecho Internacional.

El trazado del contorno perimetral no alterará la delimitación de los espacios marítimos de las Islas
Canarias tal y como están establecidos por el ordenamiento jurídico español en virtud del Derecho
Internacional vigente.

Disposición final primera. Desarrollo reglamentario.

Se faculta al Gobierno, previo informe del Gobierno de Canarias, para dictar cuantas disposiciones
reglamentarias sean necesarias para el desarrollo de esta Ley.

2.6. SENTENCIA TC 8/2013, DE 17 DE ENERO DE 2013

6. Como expusimos en los antecedentes, el Gobierno de Canarias considera que la doctrina


constitucional hasta aquí expuesta no resulta de aplicación a la Comunidad Autónoma de Canarias
por cuanto su Estatuto, a diferencia de los Estatutos de Autonomía del resto de Comunidades
Autónomas, al definir su territorio, incluye las islas y el mar adyacente. El art. 40 del vigente Estatuto
de Autonomía de Canarias, en la redacción dada por la Ley Orgánica 4/1996, de 30 de diciembre, dice
que «todas las competencias contenidas en el presente Estatuto se entienden referidas al ámbito
territorial de la Comunidad Autónoma, definido en el artículo 2, sin perjuicio de la competencia
exclusiva del Estado sobre las aguas de jurisdicción española». Por su parte, el territorio de la
Comunidad Autónoma de Canarias se define en su art. 2 en la forma que sigue: «el ámbito territorial
de la Comunidad Autónoma comprende el Archipiélago Canario, integrado por las siete Islas de El
Hierro, Fuerteventura, Gran Canaria, La Gomera, Lanzarote, La Palma y Tenerife, así como las Islas
de Alegranza, La Graciosa, Lobos y Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste, agregadas
administrativamente a Lanzarote, salvo la de Lobos, que lo está a Fuerteventura.»

Entiende el Gobierno de Canarias que el Estatuto de Autonomía, tras su modificación por Ley
Orgánica 4/1996, de 30 de diciembre, al sustituir «territorios insulares» por el término «archipiélago»,
que se define en el diccionario de la Real Academia Española como «conjunto generalmente
numeroso de islas agrupadas en una superficie más o menos extensa de mar», no solo incluye las
siete islas que forman parte de su territorio y que menciona expresamente el art. 2 EACan, sino
también el mar. Esta interpretación se deduciría, además, según la recurrente, del art. 40 EACan que,
tras señalar que las competencias se refieren a todo el ámbito territorial y, por tanto, a las islas y al
mar, salva expresamente la competencia exclusiva del Estado sobre las aguas jurisdiccionales, pues,
en caso contrario, de no formar parte las aguas jurisdiccionales del territorio de la Comunidad
Autónoma, esta cautela sería innecesaria. En apoyo de esta argumentación, la demanda recurre a la
definición de archipiélago en el contexto del derecho internacional y, a los debates parlamentarios
que tuvieron lugar en el procedimiento legislativo de aprobación del Estatuto.

Debemos rechazar la interpretación que de los arts. 2 y 40 EACan realiza la demanda, pues no es ésta
la que deriva del tenor de las citadas normas estatutarias, sin que los argumentos invocados de
contrario permitan llegar a otra conclusión. En efecto, aunque el término «territorios insulares» ha
desaparecido del Estatuto, y ha sido sustituido por el término «archipiélago», la definición del
territorio autonómico viene dada, en ambas regulaciones, por las islas («el archipiélago canario
integrado por las siete islas»), sin que se incluya una referencia explícita al mar que las rodea, ni ésta
pueda deducirse del significado común del término archipiélago, que se limita a indicar que las islas
deben estar agrupadas en el mar, más o menos próximas entre ellas. Ello contrasta, sin lugar a dudas,
con el texto del proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía, aprobado por el Parlamento de
Canarias y remitido en dos ocasiones a las Cortes Generales para su tramitación parlamentaria. Su
artículo 2 señalaba que «el ámbito territorial de la Comunidad Autónoma comprende el archipiélago
canario» y en su art. 39, precisaba que «1. Todas las competencias contenidas en el presente Estatuto
se entienden referidas al territorio de Canarias. 2. La Comunidad Autónoma de Canarias ejercerá las
competencias que le sean propias en las aguas de competencia española que rodean a las islas». Sin
embargo, no solo ha desaparecido del Estatuto vigente la atribución de competencias sobre el mar a
la Comunidad Autónoma, sino que se ha introducido una cláusula de salvaguardia expresa de las
exclusivas del Estado sobre las aguas jurisdiccionales.

7. Tampoco cabe deducir de la inclusión del término archipiélago en el art. 2 EACan que el territorio
de la Comunidad canaria comprenda las aguas marinas, como consecuencia necesaria de la
definición que la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, de 10 de diciembre de 1982,
ratificada por España por instrumento de 20 de diciembre de 1996, ofrece en su art. 46 b) del término
archipiélago como «grupo de islas, incluidas partes de islas, las aguas que las conectan y otros
elementos naturales, que estén tan estrechamente relacionados entre sí que tales islas, aguas y
elementos naturales formen una entidad geográfica, económica y política intrínseca o que
históricamente hayan sido considerados como tal».

La definición del art. 46 del Tratado lo es a los solos efectos de la Convención, tal y como establece el
apartado primero de este precepto, razón por la cual debemos descartar la utilización de un concepto
propio del Derecho internacional en un ámbito absolutamente ajeno al mismo como es, en definitiva,
la distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas al que afecta la
definición del territorio como límite natural de la competencia autonómica.

Sin perjuicio de lo anteriormente señalado, debemos recordar que la definición de archipiélago que
contiene el art. 46 de la Convención, a los efectos del trazado de las líneas de base que constituyen el
límite interior del mar territorial, que sirven para delimitar la zona económica exclusiva y la
plataforma continental, solo resulta aplicable a los Estados archipielágicos, pues, como puso de
manifiesto el Consejo de Estado en su informe 2/2005, la Convención de las Naciones Unidas sobre
Derecho del mar rechazó la aspiración de los Estados mixtos, como es el nuestro, de dar a los
archipiélagos de ellos dependientes, el mismo trato que a los Estados archipielágicos.

Abunda en esta conclusión, esto es, que no es posible aplicar para la interpretación del Estatuto
canario la Convención de Derecho del Mar y la definición contenida en su art. 46, que la propia
Convención distingue claramente entre territorio y otros espacios sobre los que los Estados ejercen
soberanía, siendo así que las aguas, aunque sean archipielágicas, no forman parte del territorio. La
soberanía del Estado ribereño –dice el art. 2– se extiende más allá de su territorio y de sus aguas
interiores y, en el caso del Estado archipielágico, de sus aguas archipielágicas, a la franja de mar
adyacente designada con el nombre de mar territorial. Esta misma distinción entre territorio y
espacio en el que se ejerce soberanía viene recogida en el art. 1 de la Ley 10/1977, de 4 de enero,
sobre el mar territorial, a cuyo tenor, «la soberanía del Estado español se extiende fuera de su
territorio y de sus aguas interiores al mar territorial adyacente a sus costas, delimitado de
conformidad con lo preceptuado en los artículos siguientes».

Finalmente, tampoco sería posible concluir, como alega el Gobierno canario, que en aplicación del
principio archipielágico propio del derecho internacional incorporado al Estatuto de Autonomía de
Canarias, a través de la inclusión del término archipiélago en el art. 2 EACan, el territorio de la
Comunidad Autónoma de Canarias esté integrado también por las aguas jurisdiccionales o mar
territorial. En la demanda se utilizan indistintamente los términos «aguas que las rodean», «aguas
marítimas», «espacios marítimos», «aguas jurisdiccionales» y «mar territorial», y se considera, a
partir de la reserva de competencias a favor del Estado sobre las aguas jurisdiccionales españolas,
que el archipiélago canario estaría compuesto por las siete islas y las aguas jurisdiccionales y, en
consecuencia, el mar territorial formaría parte del territorio canario. A pesar de esta alegación debe
concluirse que la condición de archipiélago nada aporta a la regulación que la Convención establece
con respecto al mar territorial y, en consecuencia, la incorporación del término al art. 2 del EACan no
permite justificar en modo alguno la extensión al mar territorial del territorio autonómico. Es por
ello que la única interpretación posible de la cláusula de reserva de competencias al Estado sobre las
aguas jurisdiccionales contenida en el art. 40.1 EACan es que se trata de una cláusula de salvaguardia
de las competencias estatales, debida a la asunción estatutaria de competencias sectoriales, que
pueden tener efectos extraterritoriales sobre aguas interiores y mar.

8. Invoca, por último, el Gobierno canario que la incorporación del mar al territorio de la Comunidad
Autónoma, tras la modificación estatutaria operada por Ley Orgánica 4/1996, de 30 de diciembre,
vendría avalada también por la tramitación parlamentaria en la que no se produjo la supresión de la
referencia expresa a las aguas que figuraban en los textos preliminares, no porque se quisiera
excluirlas del ámbito territorial de la Comunidad Autónoma, sino porque se consideró innecesaria
dicha referencia explícita a lo que ya estaba implícito en el concepto de archipiélago. Tal y como
tenemos señalado (por todas la STC 109/1998, de 21 de mayo, FJ 3), los debates parlamentarios
pueden servir de auxilio para desentrañar el alcance y sentido de las disposiciones constitucionales y
de las integrantes del bloque de la constitucionalidad (STC 68/1996, de 21 de mayo, FJ 10). Pero lo
cierto es que, en este caso, como acertadamente señala el Abogado del Estado, los debates
parlamentarios no son suficientes para contradecir el tenor literal del texto que resultó finalmente
aprobado, pues a pesar de los reiterados intentos de que se incluyera una referencia expresa al mar
que hubiera permitido determinar el alcance y consecuencias jurídicas de la inclusión del propio
término «archipiélago» en art. 2 EACan, la referencia que éste inicialmente contenía resultó
definitivamente eliminada en su tramitación parlamentaria.

9. Por las razones expuestas en los anteriores fundamentos jurídicos, no es posible interpretar que el
Estatuto de Autonomía de Canarias haya configurado el ámbito territorial de la Comunidad
Autónoma integrando las islas y las aguas jurisdiccionales adyacentes. De acuerdo con su art. 2
EACan, el territorio de la Comunidad Autónoma, límite natural de las competencias autonómicas
(STC 38/2002, de 14 de febrero, FJ 6), está integrado por los territorios insulares a los expresamente se
refiere el art. 143 CE, esto es, las siete islas que en él se relacionan y se extiende a la zona marítimo
terrestre que forma parte del mismo. Ello nos permite pronunciarnos ya sobre la constitucionalidad
del art. 3.2. b) de la Ley 34/1998, de 7 de octubre, del sector de hidrocarburos impugnado...

2.7. DECLARACIÓN ESPAÑOLA FORMULADA EN EL MOMENTO DE LA RATIFICACIÓN DE LA


CONVENCIÓN DE LAS NN UU SOBRE EL DERECHO DEL MAR

[...]

3. España interpreta que:

a) El régimen establecido en la parte III de la Convención es compatible con el derecho del Estado
ribereño de dictar y aplicar en los estrechos utilizados para la navegación internacional sus propias
reglamentaciones, siempre que ello no obstaculice el derecho de paso en tránsito.

b) En el artículo 39, párrafo 3.a), la palabra «normalmente» significa «salvo fuerza mayor o dificultad
grave».

c) Lo dispuesto en el artículo 221 no priva al Estado ribereño de un estrecho utilizado para la


navegación internacional de las competencias que le reconoce el Derecho internacional en materia
de intervención en los casos de los accidentes a que se refiere el citado artículo.

4. España interpreta:

a) Los artículos 69 y 70 de la Convención, en el sentido de que el acceso a la pesca en la Zona


Económica Exclusiva de terceros Estados por parte de flotas de Estados desarrollados sin litoral o en
situación geográfica desventajosa está condicionado a que los Estados ribereños en cuestión hayan
facilitado previamente ese acceso a las flotas de los Estados que hubieran venido pescando
habitualmente en la Zona Económica Exclusiva de que se trate.

b) En relación con el artículo 297, y sin perjuicio de lo dispuesto en dicho artículo en cuanto a la
solución de controversias, los artículos 56, 61 y 62 de la Convención no permiten considerar como
discrecionales las facultades del Estado ribereño en cuanto a la determinación de la captura
permisible, de su capacidad de explotación y la asignación de excedentes a otros Estados.

5. Las disposiciones del artículo 9 del anexo III no impedirán la participación de los Estados Parte,
cuyo potencial industrial no les permita participar directamente como contratistas en la explotación
y recursos de la zona, en las empresas conjuntas a que se refiere el párrafo 2 de ese artículo.

[...]

2.8. LEY 15/1978, SOBRE ZONA ECONÓMICA

De conformidad con la Ley aprobada por las Cortes, vengo en sancionar:

Artículo primero.- Uno. En una zona marítima denominada zona económica exclusiva, que se
extiende desde el límite exterior del mar territorial español hasta una distancia de doscientas millas
náuticas, contadas a partir de las líneas de base desde las que se mide la anchura de aquél, el Estado
español tiene derechos soberanos a los efectos de la exploración y explotación de los recursos
naturales del lecho y del subsuelo marinos y de las aguas suprayacentes.

En el caso de los archipiélagos, el límite exterior de la zona económica se medirá a partir de las líneas
de base rectas que unan los puntos extremos de las islas e islotes que respectivamente los componen,
de manera que el perímetro resultante siga la configuración general de cada archipiélago.

Dos. En aplicación de lo dispuesto en el número anterior, corresponde al Estado español:

a) El derecho exclusivo sobre los recursos naturales de la zona.

b) La competencia de reglamentar la conservación, exploración y explotación de tales recursos, para


lo que se cuidará la preservación del medio marino.

c) La jurisdicción exclusiva para hacer cumplir las disposiciones pertinentes.

d) Cualesquiera otras competencias que el Gobierno establezca en conformidad con el Derecho


Internacional.

Artículo segundo.- Uno. Salvo lo que se disponga en tratados internacionales con los Estados cuyas
costas se encuentren enfrente de las españolas o sean adyacentes a ellas, el límite exterior de la zona
económica será la línea media o equidistante.

Dos. A los efectos del presente artículo, por línea media o equidistante se entiende aquella cuyos
puntos son equidistantes de los más próximos situados en las líneas de base, trazadas de
conformidad con el Derecho Internacional desde las que se mide la anchura del mar territorial de
cada Estado.

En el caso de los archipiélagos, se calculará la línea media o equidistante a partir del perímetro
archipelágico trazado de conformidad con el artículo 1º, párrafo 1 «in fine».

Artículo tercero. Uno. En la zona económica, el ejercicio de la pesca queda reservado a los españoles
y previo acuerdo de los Gobiernos respectivos, a los nacionales de aquellos países cuyos buques de
pesca la hayan ejercido de manera habitual.

Dos. Los pescadores extranjeros no comprendidos en el párrafo anterior no podrán dedicarse a la


pesca en la zona económica salvo que así se establezca en los tratados internacionales en los que
España sea parte.

Artículo cuarto.- En la zona económica será de aplicación lo dispuesto en la Ley número 93/1962, de
24 de diciembre, sobre sanciones a las infracciones cometidas por embarcaciones extranjeras en
materia de pesca.

Artículo quinto. Uno. El establecimiento de la zona económica no afecta a las libertades de


navegación, sobrevuelo y tendido de cables submarinos.

Dos. En el ejercicio del derecho de libre navegación, los buques de pesca extranjeros deberán cumplir
las disposiciones españolas destinadas a impedir que dichos buques se dediquen a la pesca en la zona
económica, incluidas las relativas al arrumaje de los aparejos de pesca.

DISPOSICIONES FINALES

Primera.- La aplicación de las disposiciones de la presente Ley se limitará a las costas españolas del
Océano Atlántico, incluido el Mar Cantábrico, peninsulares e insulares, y se faculta al Gobierno par
acordar su extensión a otras costas españolas.

Segunda.- Quedan modificadas, en lo que sea necesario para la aplicación de la presente Ley, la Ley
número 93/1962, de 24 de diciembre sobre sanciones a las infracciones cometidas por embarcaciones
extranjeras en materia de pesca; la Ley número 20/1967, de 8 de abril, sobre extensión de las aguas
jurisdiccionales españolas a efectos de pesca, y cualesquiera otras disposiciones que se opongan a lo
dispuesto en la presente Ley.

Tercera.- El Gobierno y los órganos de la Administración competentes dictarán las disposiciones


necesarias para la aplicación de la presente Ley.

2.9. REAL DECRETO 236/2013, DE 15 DE ABRIL, POR EL QUE SE ESTABLECE LA ZONA ECONÓMICA
EXCLUSIVA DE ESPAÑA EN EL MEDITERRÁNEO NOROCCIDENTAL

La Convención de Naciones Unidas de Derecho del Mar (CNUDM), de 10 de diciembre de 1982, define
la Zona Económica Exclusiva (ZEE), fija los derechos y deberes del Estado ribereño y de terceros
Estados sobre esta zona, y señala los criterios para su delimitación.

Así, en sus artículos 55 y 57 establece que «la zona económica exclusiva es un área situada más allá
del mar territorial y adyacente a éste» que «no se extenderá más allá de 200 millas marinas contadas
desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial». Para el
supuesto de países con costas adyacentes o situadas frente a frente, su artículo 74.1 dispone que la
delimitación de dicha zona habrá de hacerse «por acuerdo entre ellos sobre la base del derecho
internacional, a que se hace referencia en el artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia, a fin de llegar a una solución equitativa».

En lo que a los derechos del Estado ribereño concierne, el artículo 58.1 de la Convención establece los
siguientes: «a) derechos de soberanía para los fines de exploración y explotación, conservación y
administración de los recursos naturales, tanto vivos como no vivos, de las aguas suprayacentes al
lecho y del lecho y el subsuelo del mar, y con respecto a otras actividades con miras a la exploración
y explotación económicas de la zona, tal como la producción de energía derivada del agua, de las
corrientes y de los vientos; b) jurisdicción, con arreglo a las disposiciones pertinentes de esta
Convención, con respecto a: i) el establecimiento y la utilización de islas artificiales, instalaciones y
estructuras, ii) la investigación científica marina, iii) la protección y preservación del medio marino;
c) otros derechos y deberes previstos en esta Convención».

La Ley 15/1978, de 20 de febrero, por la que se regula la Zona Económica del Mar y sus Playas, pese a
ser anterior a la adquisición por España de la condición de Estado Parte en la CNUDM, regula dicha
zona en términos que resultan plenamente acordes con los de la citada Convención al haberse hecho
eco del Derecho Internacional consuetudinario existente en el momento de su promulgación. Y, si
bien su ámbito de aplicación se circunscribe, en principio, tal como establece su disposición final 1.ª
«a las costas españolas del Océano Atlántico, incluido el Mar Cantábrico, peninsulares e insulares»,
esta misma ley «faculta al Gobierno para acordar su extensión a otras costas españolas».

Pues bien, en el ejercicio de la facultad que confiere al Gobierno la Ley 15/1978, de 20 de febrero,
dada la creciente importancia del aprovechamiento de los recursos existentes en la ZEE en el
Mediterráneo y a los efectos previstos en la CNUDM, esto es, el ejercicio de los derechos soberanos del
Estado ribereño, procede establecer por España una ZEE propia en el Mediterráneo noroccidental, lo
que no obsta para su extensión en el futuro a otras costas españolas.

En su virtud, a propuesta conjunta de los Ministros de Asuntos Exteriores y de Cooperación, de


Defensa, de Industria, Energía y Turismo, de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y de
Economía y Competitividad, y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 5 de
abril de 2013,

DISPONGO:

Artículo 1. Establecimiento de una zona económica exclusiva de España en el mar Mediterráneo


noroccidental.

Se establece en el área noroccidental del mar Mediterráneo una zona económica exclusiva de España
que se extiende desde el límite exterior del mar territorial, hasta un punto de coordenadas l: 35º
57,46’N; L: 2º 5,31’W (datum W GS84), situado en demora 173º (S 007 E) de Cabo de Gata y distante 46
millas náuticas del mismo, continuando hacia el este mediante la línea equidistante con los países
ribereños, trazada de conformidad con el Derecho Internacional, hasta la frontera marítima con
Francia, que se detalla en el cuadro que se inserta a continuación.

[...]

Artículo 2. Modificación de la zona establecida en el artículo anterior.

Los límites que se establecen en el artículo anterior podrán ser modificados, en su caso, en función
de los acuerdos de delimitación que puedan concluirse con el Estado ribereño afectado al amparo del
artículo 74 de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, de 10 de diciembre de
1982.

2.10. LEY 14/2014, DE 24 DE JULIO, DE NAVEGACIÓN MARÍTIMA

TÍTULO I

De la ordenación administrativa de la navegación

[...]

CAPÍTULO II

Del régimen de estancia en aguas interiores marítimas y en puerto


Artículo 7. Entrada en puerto .

1. Todos los buques podrán entrar en los puertos españoles abiertos a la navegación marítima
nacional e internacional, con sujeción en todo caso a las prescripciones contenidas en esta ley y a las
demás de la legislación portuaria, de seguridad, de aduanas, de extranjería e inmigración, de policía,
de sanidad, medioambiental y pesquera, así como a las condiciones operativas establecidas.

2. La entrada de buques en los puertos españoles se podrá prohibir o condicionar por razones de
emergencia o riesgos específicos para la salud pública, la seguridad de la navegación, la protección
de los tráficos y las instalaciones portuarias, la represión de la pesca ilegal o la sostenibilidad
ambiental, de acuerdo con lo previsto en la normativa aplicable.

3. La autorización para entrar en puerto se concederá por la Administración portuaria, a solicitud de


los armadores, navieros, capitanes o consignatarios, y quedará siempre supeditada al cumplimiento
de la legislación y demás normativa a que se refieren los apartados anteriores.

Artículo 8. Cierre de puertos.

1. Corresponde a la Autoridad Portuaria correspondiente, de acuerdo con la normativa vigente,


ordenar el cierre temporal de puertos y terminales a la navegación de buques, previo informe de la
Capitanía Marítima, así como adoptar las medidas precisas para dar a dichas decisiones la debida
publicidad internacional.

2. La Administración Marítima podrá proponer provisionalmente la prohibición de la navegación en


los puertos y en sus canales de acceso, así como también la entrada y salida de buques, cuando lo
aconsejen las condiciones meteorológicas o hidrográficas, existan obstáculos para la navegación o
medien razones de protección, emergencia, seguridad pública o medioambiental o de orden público.

3. Dicha propuesta de prohibición podrá asimismo formularse o condicionarse respecto a los buques
que, por presentar graves deficiencias de navegabilidad, pudieran constituir un peligro para la
seguridad de las personas o de los bienes o del medioambiente.

Artículo 9. Arribada forzosa.

1. Con independencia de lo dispuesto en los artículos 186 y 187, en caso de arribada forzosa, el
armador, capitán o consignatario deberá comunicar sus causas a la Administración Marítima, la cual
verificará los motivos que la justifiquen y señalará las formalidades y requisitos especiales que, en su
caso, deban cumplirse para tales supuestos.

2. La Administración Marítima podrá imponer requisitos y condiciones para la entrada en los


puertos o lugares de refugio a los buques potencialmente contaminantes a fin de garantizar la
seguridad de las personas, del tráfico marítimo, del medio ambiente y de los bienes.

3. Reglamentariamente se regularán los criterios, casos, procedimientos y demás extremos


necesarios para desarrollar lo previsto en este artículo.

Artículo 10. Régimen general de visita y de estadía.

1. El régimen de visita y de estadía de los buques en los puertos y terminales de carga y descarga de
mercancías y equipajes, y de embarque y desembarque de pasajeros y vehículos se regirá por lo
previsto en la legislación portuaria y en lo no previsto en la misma por lo regulado en esta ley y en
las demás leyes y reglamentos aplicables.

2. Todo buque extranjero deberá tener un consignatario en los puertos nacionales, con la excepción
de las embarcaciones de recreo, que podrán ser directamente representadas por su propietario o
capitán. La misma obligación de consignación podrá ser reglamentariamente establecida para los
buques nacionales.

Artículo 11. Polizones.

1. El capitán de cualquier buque que se dirija a puerto español deberá informar a la Administración
Marítima con la antelación suficiente de la presencia de polizones a bordo. Igualmente deberá
adoptar las medidas oportunas para mantenerlos a bordo en condiciones dignas hasta su llegada a
puerto y, en el caso de que ello proceda conforme a la normativa en materia de extranjería e
inmigración, entrega a las autoridades competentes.

2. En caso, bien de desembarco de los polizones por ser su situación en el buque inhumana o
degradante, o por precisar asistencia médica o humanitaria, bien de repatriación de los mismos por
parte de las autoridades competentes, el armador y el consignatario del buque que los hubiera
transportado vendrán solidariamente obligados a satisfacer el coste de su manutención, alojamiento,
asistencia jurídica y de intérprete, y repatriación por parte de las autoridades competentes. Para
garantizar el cumplimiento de esta obligación, la Administración Marítima podrá ordenar la
prestación de garantía suficiente so pena de retención del buque en puerto.

3. Lo dispuesto en este artículo se entiende sin perjuicio de las responsabilidades penales o


administrativas en que pudieran incurrir los capitanes u otros miembros de la dotación cuando
existiera connivencia en el embarque de polizones o cuando no se hubieran adoptado las medidas
referidas en el apartado 1.

Artículo 12. Jurisdicción sobre buques extranjeros.

1. Salvo lo previsto para los buques de Estado, la jurisdicción civil y penal de los tribunales españoles
se extenderá a todos los buques extranjeros mientras permanezcan en los puertos nacionales o
demás aguas interiores marítimas.

2. A tal efecto, la autoridad judicial podrá ordenar la práctica a bordo de las diligencias que sean
procedentes así como la entrada y registro en el buque, incluidos sus camarotes, sin más requisito
que la comunicación al cónsul del Estado del pabellón a la mayor brevedad posible.

3. La jurisdicción de los tribunales españoles existirá incluso después de que los buques extranjeros
hayan abandonado las aguas interiores marítimas y se encuentren navegando por el mar territorial,
así como cuando sean detenidos fuera de éste en el ejercicio del derecho de persecución.

Artículo 13. Buques de propulsión nuclear.

Sin perjuicio de las inmunidades aplicables a los buques de Estado, el régimen de navegación y de
entrada y estancia en puerto de los buques de propulsión nuclear se regirá por lo dispuesto en la Ley
25/1964, de 29 de abril, sobre energía nuclear, y por los tratados internacionales que resulten
aplicables.

Artículo 14. Buques que transporten sustancias radioactivas.

1. Los buques que transporten sustancias que comporten riesgos radioactivos o nucleares podrán
entrar en las aguas interiores marítimas y visitar los puertos abiertos de acuerdo con las
prescripciones técnicas y operativas que se establezcan por el Gobierno.

2. En particular, antes de la entrada del buque en la zona de servicio portuaria, los órganos
competentes de la Administración llevarán a cabo el control de los documentos de seguridad del
buque, el control dosimétrico y los demás que procedan para la protección del medio ambiente,
pudiendo efectuar controles complementarios durante la estancia del buque en puerto.

3. Si, como consecuencia del control o por cualquier otra causa, se determina que la estancia del
buque puede tener efectos peligrosos, los servicios de la Administración Marítima ordenarán al
buque que abandone las aguas interiores marítimas en un plazo determinado.

Artículo 15. Buques que transporten mercancías peligrosas.

1. La manipulación y transporte de mercancías peligrosas se ajustará a las prescripciones contenidas


en los instrumentos internacionales aplicables sobre esta materia, incluidos los códigos de la
Organización Marítima Internacional de carácter obligatorio.

2. Reglamentariamente se determinarán las condiciones especiales para la entrada y estancia en


puerto de los buques que transporten esas mercancías, así como para su admisión, manipulación y
almacenamiento tanto a bordo como en tierra.

[...]

CAPÍTULO III

Del régimen general de navegación marítima

Artículo 19. Régimen general de la navegación en los espacios marítimos españoles.

La navegación por los espacios marítimos españoles bien sea para atravesarlos en paso lateral o bien
para entrar o salir de los puertos o terminales del litoral nacional se ajustará a las previsiones de la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, firmada en Montego Bay el 10 de
diciembre de 1982, respetando en todo caso las restricciones y requisitos establecidos en la presente
ley y lo que proceda conforme a la legislación sobre seguridad, defensa, aduanas, sanidad,
extranjería e inmigración.

Artículo 20. Excepciones al régimen general de la navegación en los espacios marítimos


españoles.

1. La Administración Marítima podrá condicionar, restringir o prohibir, por razones de seguridad y


protección marítima, la navegación en ciertos lugares de los espacios marítimos españoles, en
particular en los casos de ejercicios y operaciones navales de las Fuerzas Armadas o siempre que el
paso de los buques extranjeros por el mar territorial no sea inocente.

Las medidas previstas en el párrafo anterior se podrán adoptar también por razones de conservación
de la biodiversidad marina o del patrimonio cultural subacuático, cuando las autoridades
competentes así lo hayan requerido en aplicación de la legislación vigente, con sujeción a los
procedimientos contenidos en los convenios internacionales.

2. Dichas medidas podrán ser asimismo adoptadas por los Ministerios competentes, sin
discriminación de pabellón y respecto a determinadas categorías de buques, cuando ello sea
necesario para prevenir la realización de actividades ilícitas o el ejercicio de cualquier tráfico
prohibido.

3. Reglamentariamente podrán establecerse, asimismo, limitaciones o restricciones a las actividades


subacuáticas por razones de conservación de la biodiversidad marina o del patrimonio cultural
subacuático para la prevención de la realización de actividades ilícitas.

Artículo 21. Detención y fondeo.

1. El derecho a navegar no incluirá el de detenerse o fondear fuera de las zonas de servicio de los
puertos, salvo caso de fuerza mayor, autorización expresa de la Administración Marítima o cuando
se trate de buques y embarcaciones dedicadas exclusivamente al recreo que se detengan con tal
finalidad en calas o lugares de baño, siempre que no estén balizados y no pongan en peligro la
seguridad de la vida humana en la mar o de la navegación.

2. Los buques obligados a detenerse o fondear en caso de peligro o fuerza mayor deberán comunicar
dichas circunstancias, inmediatamente y por cualquier medio, a la Administración Marítima más
próxima.

Artículo 22. Exhibición del pabellón y submarinos.

1. Los buques que naveguen por los espacios marítimos españoles deberán estar abanderados en un
solo Estado y llevar marcado su nombre y puerto de matrícula. Llevarán asimismo izado su pabellón
en lugar bien visible cuando naveguen por las aguas interiores marítimas o se hallen surtos en
puerto o terminal nacional.

2. Los buques extranjeros, salvo los de guerra, enarbolarán, junto al suyo, el pabellón español,
conforme a los usos marítimos internacionales.

3. Los buques submarinos extranjeros y otros vehículos sumergibles deberán navegar en superficie y
con su pabellón desplegado cuando naveguen por las aguas interiores marítimas y por el mar
territorial españoles.

Los submarinos extranjeros que naveguen sumergidos serán invitados y, en su caso, obligados a
emerger. En caso de impedimento debido a avería, tendrán obligación de señalarlo por todos los
medios posibles.

4. Los reglamentos podrán establecer exenciones a la obligación de que las embarcaciones exhiban
las marcas, el nombre y el pabellón.

Artículo 23. Régimen especial de navegación por la zona contigua.

1. En la zona contigua, el Estado ejercerá sobre los buques extranjeros el control para prevenir las
infracciones de las leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, sanitarios y de extranjería e inmigración
que puedan cometerse en el territorio nacional y en el mar territorial, así como su jurisdicción penal
y administrativa, para sancionar a los autores de las infracciones de dichas normas legales.

2. La extracción no autorizada de los objetos arqueológicos e históricos que se encuentren en el lecho


o subsuelo de las aguas de la zona contigua se considerará como una infracción de las leyes y
reglamentos a que se refiere el apartado anterior, así como de la normativa del patrimonio cultural
subacuático.

Artículo 24. Navegación de buques pesqueros.

1. La navegación de los buques pesqueros nacionales se sujetará, además de a las generales de esta
ley, a las prescripciones especiales establecidas en la legislación pesquera.

2. Salvo autorización expresa de la Administración competente y sin perjuicio de lo previsto en el


Derecho de la Unión Europea y en los tratados aplicables, queda prohibida la pesca por los buques
extranjeros en las aguas interiores marítimas españolas y en el mar territorial. No se reputará paso
inocente el que comporte cualquier actividad de pesca realizada por dichos buques en el mar
territorial.

3. El Gobierno velará porque, al ejercer los buques extranjeros sus derechos y al cumplir sus deberes
en la zona económica exclusiva, tengan debidamente en cuenta los derechos del Estado y cumplan
las disposiciones de esta ley y las de la legislación pesquera, que sean conformes con el Derecho de la
Unión Europea e internacional.

4. Salvo autorización de la Administración pesquera, los buques extranjeros en paso por los espacios
marítimos españoles no podrán tener sus aparejos de pesca en estado de funcionamiento o de
operatividad inmediata.

Artículo 25. Navegación de buques de investigación.

1. La realización de actividades de investigación científica desde buques extranjeros en los espacios


marítimos españoles, así como las efectuadas por entidades extranjeras a bordo de buques españoles
en dichas zonas, queda sujeta a autorización de la Administración competente, de acuerdo con el
procedimiento previsto reglamentariamente.

2. En todo caso, la autorización se condicionará a que la investigación se realice con fines


exclusivamente pacíficos e informe sobre sus resultados, contribuya al progreso de los conocimientos
sobre el medio marino y no comporte peligro para la seguridad de la navegación o del medio
ambiente ni obstaculice el ejercicio de los derechos soberanos y de la jurisdicción del Estado.

3. La investigación no autorizada no podrá considerarse incluida en el derecho de paso inocente por


el mar territorial.

Artículo 26. Cese de las actividades de investigación.


La administración autorizante, mediante resolución motivada, podrá ordenar, en cualquier
momento y sin derecho de indemnización alguna para los investigadores, la suspensión o el cese de
las actividades de investigación por incumplimiento de las condiciones establecidas en la
autorización concedida.

[...]

Artículo 35. Medidas especiales a adoptar en la zona contigua.

1. Siempre que la Administración pública competente tenga conocimiento de que un buque


extranjero situado en la zona contigua ha infringido, está infringiendo o se propone infringir las
leyes y reglamentos a que se refiere el artículo 23, tendrá derecho a interceptarlo, solicitar la
información o realizar la inspección apropiada.

2. En caso necesario podrá adoptar las demás medidas que sean necesarias y proporcionales para
prevenir o sancionar la infracción, incluida la detención y conducción a puerto.

[...]

CAPÍTULO IV

Del derecho de paso inocente por el mar territorial

Artículo 37. Derecho de paso inocente.

1. La navegación por el mar territorial de todos los buques extranjeros, incluidos los de Estado, se
sujetará al régimen de paso inocente.

La navegación a través del estrecho de Gibraltar se regirá por lo dispuesto en la Parte III de la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982.

2. A tal efecto, el paso deberá ser rápido y sin interrupción, sin atentar contra la paz, el orden público
o la seguridad de España.

3. La detención y fondeo durante el paso se realizará de conformidad con lo previsto en el artículo 18


de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y en el artículo 21 de esta ley.

Artículo 38. Cumplimiento de leyes y reglamentos.

Los buques que ejerzan el derecho de paso inocente por el mar territorial vendrán obligados a
respetar la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, así como las disposiciones
de esta ley y las demás leyes y reglamentos sobre navegación, extranjería e inmigración, aduanas,
sanidad y demás de seguridad pública, los relativos a la protección del medio ambiente marino y del
patrimonio cultural subacuático.

Artículo 39. Prohibiciones.

1. Además de los supuestos previstos en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del
Mar y demás convenios internacionales aplicables y salvo autorización de la Administración
Marítima, se consideran no inocentes y quedan prohibidas a los buques extranjeros en paso por el
mar territorial, la investigación científica marina, la realización de actividades submarinas, así como
aquellas que puedan averiar los cables, tuberías submarinas o instalaciones y equipos al servicio de
la navegación, de la investigación, de la medición del medio o de la explotación de los recursos
marinos.

2. No se considerará inocente el paso de los buques extranjeros por el mar territorial cuando realicen
cualquier acto de contaminación intencional y grave.

Tampoco será reputado inocente el paso de buques cuyo estado de avería o cuyas condiciones de
navegabilidad supongan una seria amenaza de producción de graves daños al medio ambiente.
3. Queda asimismo prohibida la utilización de embarcaciones auxiliares, salvo en caso de siniestro o
para operaciones de búsqueda y salvamento, la emisión de señales sonoras o luminosas, que no sean
las previstas en las normas y reglamentos sobre seguridad y señalización marítima y prevención de
abordajes, y cualesquiera otras actividades que no estén directamente relacionadas con el paso.

4. Las anteriores prohibiciones serán asimismo de aplicación en las aguas interiores marítimas, de
conformidad con lo previsto en la normativa que les resulte aplicable.

Artículo 40. Buques que comporten riesgos especiales.

1. Los buques que transporten sustancias radioactivas u otras peligrosas o nocivas deberán tener a
bordo los documentos y observar las medidas especiales de precaución previstas para ellos en los
tratados aplicables.

2. Dichos buques deberán efectuar su paso por las vías, dispositivos y sistemas establecidos conforme
a lo previsto en el artículo 30 y seguir las instrucciones especiales de navegación que, en su caso,
puedan ser cursadas por la Administración Marítima.

Artículo 41. Gravámenes a los buques extranjeros.

Los buques extranjeros sólo vendrán obligados al pago de los servicios que se les hayan prestado
durante su paso por el mar territorial. De acuerdo con lo previsto en la legislación portuaria, se
considerará que todos los buques a su paso por el mar territorial utilizan el servicio de señalización
marítima.

Artículo 42. Suspensión del paso inocente.

1. Para la defensa de los intereses generales y, en particular, para velar por la seguridad de la
navegación, el Gobierno podrá suspender, temporalmente y sin discriminación entre pabellones, el
paso inocente en determinadas zonas del mar territorial.

2. El Gobierno velará porque la adopción de tales medidas alcance la debida publicidad


internacional.

Artículo 43. Ejercicio de la jurisdicción civil.

1. Los buques extranjeros que pasen por el mar territorial no podrán ser detenidos o desviados para
ejercer la jurisdicción civil respecto a las personas que se hallen a bordo de los mismos.

2. Podrán adoptarse medidas cautelares o ejecutivas respecto a dichos buques cuando estos se hayan
detenido o hayan fondeado voluntariamente durante su paso por el mar territorial, así como
respecto a los que naveguen por el mar territorial después de haber abandonado las aguas interiores
marítimas del Estado.

3. Dichas medidas podrán ser asimismo adoptadas respecto a los buques en paso lateral, pero sólo
por las obligaciones adquiridas y por las responsabilidades en que hubieren incurrido durante su
paso.

Artículo 44. Ejercicio de la jurisdicción penal.

La jurisdicción penal española en relación con los buques extranjeros que se encuentren en el mar
territorial español se regirá por lo establecido en la Ley Orgánica del Poder Judicial y los tratados
aplicables y, en especial, en el apartado 1 del artículo 27 de la Convención de las Naciones Unidas
sobre el Derecho del Mar de 1982.

Lo anterior no afecta a la posibilidad de que los órganos jurisdiccionales españoles competentes


ordenen detenciones o realicen investigaciones a bordo de un buque extranjero, en relación con un
delito cometido a bordo de dicho buque durante su paso, siempre que pase por el mar territorial
procedente de aguas interiores.

Artículo 45. Intervención a petición del capitán o cónsul.


A petición del capitán del buque o de un representante diplomático o consular del Estado del
pabellón, los órganos jurisdiccionales españoles competentes podrán proceder a ordenar detenciones
o realizar investigaciones en relación con delitos que se hayan cometido a bordo de un buque
extranjero.

Artículo 46. Notificación a un agente diplomático.

1. El órgano judicial competente notificará a un representante diplomático o consular del Estado de


pabellón, a ser posible con anterioridad a su realización, del comienzo de cuantas diligencias y
actuaciones lleve a cabo para ejercer su jurisdicción penal.

2. Dicha notificación se hará asimismo cuando se inicie la instrucción a petición del capitán del
buque y en virtud de lo dispuesto en el artículo precedente.

Artículo 47. Sobrevuelo de aeronaves extranjeras.

En virtud de lo dispuesto por tratados o convenios con otros Estados o mediante permiso especial, se
podrá autorizar el tránsito inocuo de las aeronaves extranjeras sobre el espacio aéreo suprayacente a
las aguas interiores marítimas y el mar territorial.

CAPÍTULO V

Del derecho de persecución y de visita

Artículo 48. Ejercicio del derecho de persecución y de visita.

Los derechos de persecución y de visita se ejercerán por las causas y en la forma en que se establecen
en la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar y demás convenios internacionales
que resulten de aplicación.

Artículo 49. Conducción a puerto nacional.

De conformidad con las disposiciones de este capítulo, el buque, embarcación o artefacto detenido
podrá ser conducido al puerto español más próximo, a los efectos de realizar la pertinente
instrucción para la averiguación de los hechos, imposición de la sanción y exigencia de las
responsabilidades que, en su caso, correspondan.

CAPÍTULO VI

De los buques de Estado extranjeros

Artículo 50. Inmunidad.

Con las excepciones previstas en el Derecho internacional y en la presente ley, los buques de Estado
extranjeros gozarán de inmunidad, quedando sujetos únicamente a la jurisdicción del Estado de su
pabellón.

Artículo 51. Navegación por aguas interiores marítimas y entrada en puerto.

1. Los buques extranjeros de guerra podrán entrar en las aguas interiores marítimas y visitar los
puertos abiertos previa autorización, en cada caso, del Ministerio de Defensa, que se tramitará por
vía diplomática y de acuerdo con las previsiones contenidas en los tratados concluidos por España,
sin perjuicio de su sujeción a las prescripciones contenidas en esta ley y en las demás de la
legislación portuaria. En el caso de otros buques de Estado, bastará con la autorización de la
Administración Marítima, que deberá obtenerse en cada caso y con antelación a la llegada del buque.
La designación del lugar de atraque o fondeo deberá ser acordada con la Autoridad Portuaria
correspondiente.

2. Se exceptúa de las autorizaciones previstas en el apartado anterior el caso de avería, mal tiempo u
otra causa urgente y determinante de la necesidad de arribada forzosa por razones de seguridad. En
estos casos el capitán o comandante del buque deberá informar, sin demora y por todos los medios
posibles, al órgano más próximo de la Administración Marítima o de la Armada, si se trata de un
buque de guerra, debiendo seguir sus instrucciones hasta que se tramite la correspondiente
autorización por vía diplomática.

3. En los supuestos de que se trate de buques o submarinos de Estado que comporten riesgos
nucleares, será además de aplicación lo previsto en los artículos 13 y 14.

Artículo 52. Actividades prohibidas en el mar territorial.

No se considerará inocente el paso de buques de Estado extranjeros por el mar territorial que
comporte la realización de maniobras u otros ejercicios con armas de cualquier clase, la recolección
de inteligencia por medios electromagnéticos o el lanzamiento, recepción o embarque de cualquier
tipo de aeronaves o de dispositivos militares.

Artículo 53. Submarinos de Estado.

En el mar territorial y en las aguas interiores marítimas, los submarinos de Estado extranjeros
deberán cumplir lo previsto en el artículo 22, salvo que se encuentren debidamente autorizados para
participar en ejercicios o maniobras militares.

Artículo 54. Medidas respecto a los buques de Estado extranjeros.

1. Los buques de guerra extranjeros que se encuentren en las aguas interiores marítimas y el mar
territorial españoles e infrinjan las disposiciones de esta ley serán requeridos por la Armada para
que depongan su actitud y, en su caso, a que abandonen sin demora tales aguas.

2. El Estado de pabellón del buque extranjero será responsable de cualquier pérdida o daño que sea
consecuencia del incumplimiento de las leyes y reglamentos nacionales, especialmente de los
relativos al paso por el mar territorial y a la estadía en los puertos y demás aguas interiores
marítimas.

Artículo 55. Reglamentación especial.

El Gobierno reglamentará la navegación, admisión y permanencia de buques de Estado extranjeros


en los espacios marítimos españoles, teniendo en cuenta las previsiones contenidas en esta ley y en el
Derecho internacional.

[...]

Disposición adicional séptima. Plataforma continental.

Los derechos soberanos sobre la plataforma continental española y las ampliaciones de esta más allá
del límite de las doscientas millas náuticas se regirán por lo dispuesto en la Convención de las
Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, firmada en Montego Bay el 10 de diciembre de 1982, en los
restantes tratados internacionales en los que España sea parte y en las normas de Derecho interno
que puedan dictarse de conformidad con tales acuerdos internacionales.

2.11. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA FRONTERA TERRESTRE Y MARÍTIMA ENTRE CAMERÚN Y


NIGERIA (CAMERÚN C. NIGERIA; GUINEA ECUATORIAL INTERVINIENTE). SENTENCIA DE 10 DE
OCTUBRE DE 2002

285. La Corte comienza por observar que las zonas marítimas sobre cuya delimitación ha de
pronunciarse en esta parte del fallo se encuentran más allá del límite exterior de los respectivos
mares territoriales de los dos Estados. Además, la Corte recuerda que las partes están de acuerdo en
que ha de pronunciarse sobre la delimitación marítima de conformidad con el derecho
internacional. El Camerún y Nigeria son partes en la Convención de las Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar, de 10 de diciembre de 1982, la cual ratificaron el 19 de noviembre de 1985 y el 14
de agosto de 1986, respectivamente. En consecuencia, son aplicables las disposiciones pertinentes de
esa Convención y, en particular, sus artículos 74 y 83, que se refieren a la delimitación de la
plataforma continental y de la zona económica exclusiva entre los Estados con costas opuestas o
adyacentes. El párrafo 1 de esos artículos dispone que esa delimitación ha de efectuarse de tal
manera que se logre «una solución equitativa».

286. Además, la Corte observa igualmente que las partes acordaron en sus actuaciones escritas que la
delimitación entre sus zonas marítimas debería efectuarse mediante una línea única. Como tuvo la
oportunidad de recordar en la decisión de 16 de marzo 2001 en el asunto relativo a la Delimitación
marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein (Qatar c. Bahrein) ,

«el concepto de frontera marítima única no dimana del derecho de los tratados multilaterales, sino
de la práctica de los Estados, y que encuentra su explicación en el deseo de los Estados de establecer
una frontera ininterrumpida que delimite las diversas –y parcialmente coincidentes– zonas de
jurisdicción marítima que les pertenecen» ( CIJ Recueil 2001, par. 173)

En este caso, la Corte tiene que determinar, a partir del punto G, una sola línea de demarcación entre
las zonas de jurisdicción que coinciden en el espacio limitado en los que tiene competencia para
pronunciarse.

287. La Sala constituida por la Corte en el asunto de la Delimitación de la frontera marítima en la


región del Golfo de Maine (Canadá/Estados Unidos de América) observa que la determinación de dicha
línea,

«no se puede efectuar mediante la aplicación de un criterio o de una combinación de criterios que
favorezcan a [una de esas zonas]... en detrimento de la otra y que al mismo tiempo sean susceptibles
de convenir una división igualitaria de cada uno de ellos» ( CIJ Recueil 1984, p. 327, par. 194)

La Sala además añadió que «se preferirían a partir de ahora... aquellos criterios que, por su carácter
más neutral, fueran más adecuados para emplearlos en una delimitación con varias finalidades» ( CIJ
Recueil 1984, p. 327, par. 194)

Del mismo modo, después de constatar la línea existente entre la plataforma continental a la zona
económica exclusiva, la Corte observó, en el asunto relativo de la Plataforma Continental (Jamahiriya
árabe Libia/Malta ), que

«aunque el presente asunto se refiere a la delimitación de la plataforma continental y no a la zona


económica exclusiva, no es posible ignorar las normas y principios en los que éste se basa. Así la
Convención de 1982 demuestra, que las dos instituciones de la plataforma continental y zona
económica exclusiva están relacionadas en el derecho moderno» ( CIJ Recueil 1985, p. 33, par. 33).

288. La Corte destaca que, en varias ocasiones, ha dejado claro cuáles son los criterios, los principios
y las normas de delimitación aplicables cuando haya de determinarse una línea que abarque varias
zonas de jurisdicciones coincidentes. Esos criterios, principios y normas se recogen en el denominado
método de los principios equitativos y de las circunstancias pertinentes. Ese método, que es muy
similar al método de las circunstancias equidistantes y especiales aplicable a la delimitación del mar
territorial, entraña, en primer lugar, trazar una línea de equidistancia y después examinar si hay
factores que exijan el reajuste o el cambio de esa línea con el objeto de lograr un «resultado
equitativo».

289. Así, en el asunto de la Delimitación marítima de la zona situada entre Groenlandia y Jan Mayen
(Dinamarca contra Noruega), la Corte, que había pedido que se trazara una línea marítima única,
estimó a propósito de la delimitación de la plataforma continental, que

«incluso si era conveniente aplicar... el derecho consuetudinario relativo a la plataforma continental


como se desprende de la jurisprudencia, esto se ajustaría a los precedentes de comenzar con la línea
mediana como una línea provisional, y luego preguntarse si existen «circunstancias especiales» que
requieran algún ajuste o desplazamiento de esa línea» ( CIJ Recueil 1993, p. 61, par. 51)

En la búsqueda de si existían en el caso factores que llevaran a ajustar o a desplazar la línea media
para llegar a alcanzar un resultado equitativo, la Corte señaló:
«las circunstancias especiales son aquellas circunstancias que puedan distorsionar el resultado
producido por una aplicación incondicional del principio de la equidistancia. El derecho
internacional general, en la jurisprudencia de la Corte y la jurisprudencia arbitral y en los trabajos
de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del mar, ha empleado el concepto
de las «circunstancias pertinentes». Este concepto puede definirse como un hecho que es preciso
tener en cuenta en el proceso de delimitación en la medida en que afecta a los derechos de las partes
sobre ciertas zonas marítimas». ( Ibid., p. 62, par. 55).

En el asunto de la Delimitación marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein (Qatar c.


Bahrein) , la Corte también decidió que

«para la delimitación de las zonas marítimas más allá de la zona de las 12 millas, trazará en primer
lugar, con carácter provisional, una línea de equidistancia y posteriormente considerará si existen
circunstancias que exijan un ajuste de esa línea» ( CIJ Recueil 2001 , par. 230).

290. La Corte observa que aplicará el mismo método en el presente caso.

Antes de trazar una línea de equidistancia y examinar si existen circunstancias pertinentes que
podrían hacer necesario reajustar la línea, la Corte, sin embargo, ha de definir las costas pertinentes
de las partes por referencia a las cuales se determinará la ubicación de los puntos de base que
habrán de utilizarse en el trazado de la línea de equidistancia.

Como la Corte estableció en el asunto de la Delimitación marítima y cuestiones territoriales entre


Qatar y Bahrein (Qatar c. Bahrein) ,

«la línea de equidistancia es [en efecto] la línea en la que cada una de sus puntos es equidistante de
los puntos más próximos de las líneas de base desde las que se mide la anchura de los mares
territoriales de los dos Estados» ( CIJ Recueil, par. 177).

[...]

292. Una vez que esos puntos de base hayan sido establecidos de conformidad con los principios
mencionados por la Corte en el asunto de la Delimitación marítima y cuestiones territoriales entre
Qatar y Bahrein (Qatar c. Bahrein) , será posible determinar la línea de equidistancia entre las costas
pertinentes de los dos Estados. Como ya ha tenido ocasión de explicar la Corte, esa línea de
equidistancia no puede extenderse más allá del punto en que podría afectar a los derechos de Guinea
Ecuatorial. Esta limitación de la longitud de la línea de equidistancia es inevitable,
independientemente de los puntos base utilizados. En este caso la Corte estableció, como puntos de
anclaje terrestre para la construcción de la línea de equidistancia, Punto Este y Punto Oeste ,
determinados en la edición de 1994 del mapa 3433del Almirantazgo Británico . Estos dos puntos,
situados respectivamente por 8º16'38» de longitud y 4º31'59» de latitud norte y por 8º30'14» de
longitud y 4º30'06» de latitud norte, correspondientes a los puntos más meridionales sobre la línea de
bajamar de Nigeria y de la Camerún y de otra parte de la bahía formada por los estuarios de los
Akwayafe y Cross River. Dada la configuración de las costas y el espacio limitado en el que la Corte
tiene competencia para efectuar la delimitación, ningún otro punto de base ha sido necesario para
que la Corte pudiera proceder a esta operación.

293. La Corte considera a continuación si hay circunstancias que podrían hacer necesario reajustar
esa línea de equidistancia con objeto de lograr un resultado equitativo.

Como la Corte declaró en el asunto de la Plataforma Continental (Jamahiriya árabe Libia/Malta ):

«el método de la equidistancia no es el único método aplicable a la presente controversia, y no tiene


si quiera una presunción a su favor. Según el derecho vigente, es preciso demostrar que el método de
la equidistancia supone en este caso un resultado justo». (CIJ Recueil 1985, p. 47, par. 63).

294. La Corte se considera obligada a destacar a este respecto que el hecho de delimitar con miras a
lograr un resultado equitativo, tal como exige el derecho internacional vigente, no es lo mismo que
delimitar con arreglo a la equidad. La jurisprudencia de la Corte ha puesto de manifiesto que, en las
controversias relacionadas con la delimitación marítima, la equidad no es un método de
delimitación, sino únicamente un objetivo que debe tenerse presente al efectuar la delimitación.

295. Ya existe la configuración geográfica de las zonas marítimas que la Corte ha de delimitar. No es
un elemento que pueda ser modificado por la Corte sino un hecho sobre la base del cual la Corte ha
de efectuar la limitación. Como la Corte había tenido ocasión de decir en los asuntos de la Plataforma
continental del mar del Norte , «la equidad no implica necesariamente igualdad», y durante un
ejercicio de delimitación «nunca se trata de rehacer completamente su naturaleza» ( CIJ Recueil , p.
49, par. 91). Si la delimitación geográfica de determinados espacios marítimos que debe tenerse en
cuenta por la Corte, únicamente en circunstancias adecuadas para esos fines, debe en ese caso
ajustar o desplazar la línea provisional de delimitación. Una vez más, como la Corte estableció en los
asuntos de la Plataforma continental del mar del Norte , no todas las particularidades geográficas
deben ser tenidas en cuenta por la Corte para ajustar o desplazar la línea de delimitación
provisional:

«esto no significa modificar la geografía para cualquier situación de hecho, sino en presencia de una
situación geográfica de casi igualdad entre varios Estados para hacer frente a una particularidad no
esencial que pudiera constituir una injustificable diferencia de tratamiento» ( CIJ Recueil 1969 , p. 50,
par. 91)

296. El Camerún sostiene, a este respecto, que la concavidad del Golfo de Guinea en general y de las
costas camerunesas en particular crea un enclave virtual del Camerún, que constituye una
circunstancia especial que ha de tenerse en cuenta en el proceso de delimitación.

Nigeria, por su parte, sostiene que no corresponde a la Corte compensar al Camerún por las
desventajas sufridas por dicho país como consecuencia directa de la geografía de la zona. Nigeria
destaca que el objetivo del derecho internacional no es reformular la geografía.

297. La Corte considera que, aunque no niega que la concavidad de la costa puede ser una
circunstancia pertinente para la delimitación, como estimó en el asunto de la Plataforma continental
del mar del Norte , o como estimó el tribunal arbitral en el asunto de la Delimitación de la frontera
marítima Guinea/Guinea-Bissau , ha de destacar que ese únicamente puede ser el caso cuando dicha
concavidad se encuentre dentro de la zona que ha de delimitarse. Así, en el asunto de Delimitación de
la frontera marítima Guinea/Guinea-Bissau, el tribunal arbitral, no se refirió, en términos generales, a
los problemas ocasionados por la concavidad de la costa, más únicamente en relación con la
delimitación exacta de la línea de delimitación entre la Guinea y la Guinea Bissau (RSA, vol. XIX, p.
187, par. 104). En este caso, la Corte ya determinó que las costas correspondientes por la delimitación
entre el Camerún y Nigeria no se extendían a todo el litoral de las costas de los dos Estados en el golfo
de Guinea. La Corte observa que los sectores de costa pertinentes para la presente delimitación no
muestran ninguna concavidad particular. La concavidad de las costas camerunesas se manifiesta
esencialmente en el área que se enfrenta a Bioko.

La Corte por tanto, no considera que la configuración de las costas pertinentes por la limitación
constituya una circunstancia que justifique el desplazamiento de la línea de equidistancia como
solicita Camerún.

298. Camerún sostiene igualmente que la presencia de la Isla de Bioko constituye una circunstancia
pertinente que debería ser tenida en cuenta por la Corte a los efectos de la delimitación. El Camerún
sostiene que la Isla de Bioko reduce sustancialmente la proyección hacia el mar de la costa del
Camerún.

Nigeria nuevamente opina que no corresponde a la Corte compensar al Camerún por las desventajas
sufridas por dicho país como consecuencia directa de la geografía de la zona.

299. La Corte destaca que, en el caso presente, la Isla de Bioko está bajo la soberanía de Guinea
Ecuatorial, Estado que no es parte en las actuaciones. En consecuencia, el efecto de la Isla de Bioko en
la proyección hacia el mar de la costa camerunense es una cuestión entre Camerún y Guinea
Ecuatorial y no entre Camerún y Nigeria y no es pertinente para la cuestión de la delimitación que se
plantea ante la Corte.
La Corte, por consiguiente considera que la presencia de la Isla de Bioko no es una circunstancia que
justifique el cambio de línea de equidistancia, tal como sostiene el Camerún.

300. Por último, el Camerún hace valer la disparidad entre la longitud de su costa y la de Nigeria en el
Golfo de Guinea, circunstancia pertinente que justifica el cambio de la línea de delimitación hacia el
noroeste.

Por su parte, Nigeria considera que el Camerún no respeta los criterios de proporcionalidad de la
longitud de la costa, que favorecerían a Nigeria.

301. La Corte reconoce que, como ha puesto de manifiesto en los asuntos de la Delimitación de la
frontera marítima en la región del golfo de Maine (Canadá-Estados Unidos de América) (CIJ Recueil
1984, p. 336, par. 221-222) y de la Delimitación marítima de la región situada ente Groenlandia y Jan
Mayen (Dinamarca c. Noruega) (CIJ Recueil 1993, p. 34, par. 68), una diferencia importante de las
longitudes de costa de las respectivas partes puede ser un elemento a tener en cuenta o para ajustar
o desplazar la línea provisional de la delimitación. La Corte toma nota de que, en el presente caso,
cualquiera que sea la costa de Nigeria que se considere pertinente, la costa pertinente del Camerún,
tal como se describe en el párrafo 291, no es más larga que la de Nigeria. Por consiguiente, no hay
razón para cambiar la línea de equidistancia a favor del Camerún por ese motivo.

302. La Corte considera que, antes de pronunciarse sobre la línea de delimitación entre el Camerún y
Nigeria, ha de abordar la cuestión planteada por Nigeria de si la práctica petrolífera de las partes
contiene indicaciones útiles a los efectos de la delimitación de sus respectivas zonas marítimas.

303. Así pues, Nigeria sostiene que la práctica de los Estados en relación con las concesiones
petrolíferas es un factor decisivo para el establecimiento de fronteras marítimas. En particular,
Nigeria opina que la Corte, por conducto de la delimitación marítima, no puede redistribuir esas
concesiones petrolíferas entre los Estados partes en el proceso de delimitación.

Por su parte, el Camerún mantiene que nunca se ha otorgado una importancia particular al hecho de
que existan de concesiones petrolíferas cuando se trata de asuntos relacionados con la delimitación
marítima en el marco del derecho internacional.

304. Tanto la Corte y los tribunales arbitrales han tenido la oportunidad de examinar el papel de la
práctica petrolera en las controversias de delimitación marítima. En el asunto de la Plataforma
continental (Túnez/Jamahiriya árabe libia) (CIJ Recueil 1982, p. 18), la Corte examinó por primera vez
la cuestión de la importancia de las concesiones petrolíferas a los fines de la delimitación marítima.
En esta ocasión, la Corte no tuvo en cuenta «la línea en dirección al norte que sirven de límites a las
zonas petrolíferas libias» ( CIJ Recueil 1982, p. 83, par. 117), porque no «pareció...cumplir las
condiciones que [la hubieran hecho oponible] a la otra parte» (ibid.); sin embargo, la Corte consideró
que, cerca de las costas, las concesiones de las partes revelaban y confirmaban que se había
establecido un modus vivendi (ibid. , p. 84, par. 119). En el asunto de la Delimitación de la frontera
marítima en la región del golfo de Maine (Canadá/Estados Unidos de América), la Sala de la Corte
hizo hincapié en la importancia de estos elementos en los que en este caso no había ninguna base
para concluir la existencia de un modus vivendi (CIJ Recueil 1984, pp. 310-311, par. 149-152). En este
asunto, la Sala estimó que, a pesar de la supuesta coincidencia de las concesiones petrolíferas
americanas y canadienses, la situación era totalmente diferente a la que se planteaba en el asunto
Túnez/Libia . En el asunto de la Plataforma continental ( Jamahiriya árabe Libia/Malta)(CIJ Recueil
1985 , p. 13), la Corte consideró que las indicaciones proporcionada por las partes no podían ser
considerados como una prueba de aquiescencia ( ibid., pp. 28-29, par. 24-25). En el ámbito del
arbitraje, el tribunal arbitral en el asunto Guinea/Guinea Bissau , decidió no tener en cuenta una
concesión petrolífera otorgada por Portugal ( RSA , vol. XIX, p. 174, par. 63). El tribunal arbitral en el
asunto de la Delimitación de los espacios marítimos entre Canadá y la Francia (Saint-Pierre-et-
Miquelon) no dio importancia a las concesiones petroleras otorgadas por las partes ( RSA , vol. XXI,
pp. 295-296, par. 89-91). La Corte considera que, en general, de su propia jurisprudencia y de la de los
tribunales arbitrales se desprende que, aunque la existencia de un acuerdo expreso o tácito entre las
partes sobre la ubicación de sus respectivas concesiones petrolíferas puede indicar un consenso en
relación con las zonas marítimas sobre las que tienen derechos, las concesiones y los pozos
petrolíferos no se consideran por sí mismos circunstancias pertinentes que justifiquen el reajuste o
del cambio de la línea de la delimitación provisional. Únicamente pueden tenerse en cuenta si se
basan en un acuerdo expreso o tácito entre las partes. En el presente caso no existe ningún acuerdo
entre las partes en relación con las concesiones petrolíferas.

Por consiguiente, la Corte opina que la práctica petrolífera de las partes no es un factor que haya de
tenerse en cuenta para la delimitación marítima en el caso planteado.

305. La Corte ha llegado a la conclusión de que no existen otros motivos que pudieran haber hecho
necesario un reajuste de la línea de equidistancia con objeto de lograr un resultado equitativo.

306. La Corte decide que la línea de equidistancia representa un resultado equitativo para la
delimitación de la zona respecto de la que tiene competencia para dictar un fallo.

307. Sin embargo, la Corte observa que el punto G, que fue determinado por las dos partes en la
Declaración de Marua de fecha de 1 de junio de 1975, no se encuentra en la línea de equidistancia
entre el Camerún y Nigeria, sino situado al este de esa línea. Así pues Camerún tiene derecho a pedir
que, desde el punto G, la frontera de las zonas marítimas respectivas de las partes vuelva a situarse
sobre la línea de equidistancia. Esto es lo que se está buscando al trazar una línea divisoria de azimut
de 270º desde el punto G a un punto de coordenadas 8º21'16» de longitud este y 4º17'00» de latitud
norte. Después de haber estudiado cuidadosamente diferentes mapas, la Corte observa que el punto
sobre la línea de equidistancia obtenido después de una línea loxodrómica con un azimut de 270º
desde el punto G se encuentra en unas coordenadas ligeramente diferentes de las ofrecidas por
Camerún. La Corte considera que, a partir del punto G, la línea de delimitación debería juntarse con
la línea de equidistancia en un punto situado en las coordenadas 8º21'20» de longitud este y 4º17'00»
de latitud norte, que se denominaría punto X. La frontera volvería a situarse en el punto X y
continuaría hacia el sur, a lo largo de la línea de equidistancia. No obstante, la línea de equidistancia
adoptada por la Corte no puede extenderse muy lejos. La Corte ya ha señalado que no puede adoptar
una decisión que pueda afectar a los derechos de Guinea Ecuatorial, que no es parte en las
actuaciones. En esas circunstancias, la Corte considera que no puede hacer más que indicar la
dirección general, a partir del punto X, de la frontera entre las zonas marítimas de las partes. La
frontera seguirá una línea loxodrómica con un azimut de 187º52'27.

2.12. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA CONTROVERSIA TERRITORIAL Y MARÍTIMA ENTRE


NICARAGUA Y HONDURAS EN EL MAR CARIBE (NICARAGUA C. HONDURAS). SENTENCIA DE 8 DE
OCTUBRE DE 2007

232. La Corte observa que, en ciertas circunstancias, tales como las vinculadas con las bahías
históricas y el mar territorial, el principio del uti possidetis juris puede desempeñar un papel en la
delimitación marítima. En el presente caso, sin embargo, aunque la Corte pudiera aceptar la
reclamación hondureña de que el Cabo Gracias a Dios constituía la línea divisoria entre las
respectivas jurisdicciones marítimas de las provincias coloniales de Honduras y Nicaragua,
Honduras no ha presentado ningún argumento convincente de por qué la frontera marítima debería
extenderse desde el Cabo a lo largo del paralelo 15º. Simplemente afirma que la Corona Española
solía usar los paralelos y meridianos para fijar las divisiones jurisdiccionales, sin presentar ninguna
prueba de que el poder colonial lo hiciera así en este caso concreto.

[...]

236. Así pues, la Corte considera que la opinión de Honduras de que el principio del uti possidetis
juris ofrece una base para la alegación de una frontera marítima «tradicional» a lo largo del paralelo
15º no puede ser aceptada.

[...]

265. Con relación a la metodología y la tarea global de trazar una frontera marítima única para
delimitar las varias zonas marítimas, la Corte observó, en el Asunto relativo a la Delimitación
marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein (Qatar c. Bahrein) , que:
«el concepto de frontera marítima única no deriva de un tratado multilateral sino de la práctica
estatal, y encuentra su explicación en el deseo de los Estados de establecer una línea fronteriza
ininterrumpida que delimite las diversas –parcialmente coincidentes– zonas de jurisdicción
marítima que les pertenecen. En caso de zonas jurisdiccionales concurrentes, la determinación de
una frontera única para los diferentes objetos de delimitación

"sólo puede realizarse aplicando un criterio, o una combinación de criterios, que no dé un trato
preferente a ninguno de estos... objetos en detrimento de otros, y que al mismo tiempo sea
susceptible de convenir igualmente a una división de cada uno de ellos",

tal y como fue establecido por la Sala de la Corte en el asunto del Golfo de Maine (ICJ Reports 1984, p.
327, parágrafo 194). En ese caso, se pidió a la Sala que trazase una línea única para delimitar tanto la
plataforma continental como la columna de agua suprayacente.

La delimitación de los mares territoriales no presenta problemas similares, toda vez que los derechos
del Estado ribereño en el área en cuestión no son funcionales sino territoriales, e implican soberanía
sobre el lecho marino, las aguas suprayacentes y la columna de aire. Así pues, al realizar esta parte
de la tarea, la Corte debe aplicar en primer lugar los principios y reglas del derecho consuetudinario
marítimo referidos a la delimitación del mar territorial, teniendo en cuenta al mismo tiempo que su
obligación última es la de dibujar una frontera marítima única que sirva también a otros propósitos»
( Delimitación marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein (Qatar c. Bahrein), Fondo,
sentencia, ICJ Reports 2001, p. 93, parágrafos 173-174).

266. La Corte considera que estas observaciones también son pertinentes para el presente asunto.

267. Con relación a la delimitación del mar territorial, el Artículo 15 de la Convención de las Naciones
Unidas sobre Derecho del Mar, establece:

«Cuando las costas de dos Estados sean adyacentes o se hallen situadas frente a frente, ninguno de
dichos Estados tendrá derecho, salvo acuerdo en contrario, a extender su mar territorial más allá de
una línea media cuyos puntos sean equidistantes de los puntos más próximos de las líneas de base a
partir de las cuales se mida la anchura del mar territorial de cada uno de esos Estados. No obstante,
esta disposición no será aplicable cuando, por la existencia de derechos históricos o por otras
circunstancias especiales, sea necesario delimitar el mar territorial de ambos Estados de otra forma.»

Tal y como ya ha sido indicado, la Corte ha establecido que no existe ninguna línea «histórica» o
tradicional a lo largo del paralelo 15º.

268. Como ha observado esta Corte con relación a la aplicación de las disposiciones del Artículo 15 de
la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar: «El enfoque más lógico y ampliamente
utilizado es, en primer lugar, dibujar de forma provisional una línea de equidistancia y, a
continuación, examinar si tal línea debe ser modificada a la luz de la existencia de circunstancias
especiales». (Delimitación marítima y cuestiones territoriales entre Qatar y Bahrein (Qatar c. Bahrein),
Sentencia, Fondo, ICJ Reports 2001, p. 94, parágrafo 176).

269. Los métodos que rigen la delimitación del mar territorial han necesitado, y necesitan, de una
articulación más clara en el derecho internacional que los usados para otras áreas marítimas más
funcionales. El Artículo 15 de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, así como
previamente el Artículo 12.1 de la Convención de 1958, sobre Mar Territorial y Zona Contigua, se
refieren de forma específica y expresa al enfoque de la equidistancia y las circunstancias especiales a
la hora de delimitar el mar territorial. La Corte señaló, en los asuntos relativos a la Plataforma
continental del Mar del Norte, que «ante ciertas condiciones de configuración de la costa, los efectos
distorsionadores de las líneas laterales equidistantes son, sin lugar a dudas, comparativamente
pequeños dentro de los límites de las aguas territoriales, pero alcanzan su máxima eficacia en los
lugares en que las áreas principales de la plataforma continental se extienden mucho más allá».
(Sentencia, ICJ Reports 1969, p. 37, parágrafo 59).

270. Con relación a la zona económica exclusiva y la plataforma continental, los Artículos 74.1 y 83.1
de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar disponen que deberán ser
delimitadas por «acuerdo entre ellos sobre la base del derecho internacional» a «fin de llegar a una
solución equitativa».

271. Respecto del trazado de una frontera marítima única, la Corte ha aclarado en numerosas
ocasiones que, cuando debe establecerse una línea que abarca zonas jurisdiccionales coincidentes, el
conocido como método del principio de equidad y de las circunstancias relevantes puede ser
provechosamente aplicado, ya que este método también permite alcanzar resultados equitativos en
estas zonas marítimas:

«Este método, muy similar al método del principio de equidad y de las circunstancias especiales
aplicable en la delimitación del mar territorial, implica trazar en primer lugar una línea
equidistante, examinando a continuación si existen factores que exijan una corrección o ajuste de tal
línea en orden a alcanzar un «resultado equitativo». (Frontera terrestre y marítima entre Camerún y
Nigeria (Camerún c. Nigeria: Guinea Ecuatorial interviniente), Sentencia, ICJ Reports 2002, p. 441,
parágrafo 288).

272. La jurisprudencia de la Corte establece las razones por las cuales el método de la equidistancia
es ampliamente usado en la delimitación marítima: posee un cierto valor intrínseco, dado su carácter
científico y la relativa facilidad con la que puede ser aplicado. Sin embargo, el método de la
equidistancia no posee prioridad automática sobre otros métodos de delimitación y, en casos
particulares, pueden existir factores que hagan que el método de la equidistancia resulte
inapropiado.

[...]

280. Dado el conjunto de circunstancias que concurren en el presente caso, resulta imposible para la
Corte identificar puntos de base y construir una línea provisional equidistante que sirva como
frontera marítima única para delimitar las áreas marítimas de las Partes más allá de sus costas
terrestres. Incluso aunque las ya señaladas características particulares hacen que no sea posible
trazar una línea de equidistancia como frontera marítima única, la Corte debe, sin embargo,
examinar si sería posible trazar el inicio de la línea fronteriza del mar territorial como una línea de
equidistancia, según lo dispuesto en el Artículo 15 de la Convención de las Naciones Unidas sobre
Derecho del Mar. Podría argumentarse que los problemas de distorsión, en el caso de que los
salientes a ambos lados del Cabo Gracias a Dios fueran usados como puntos de base, son menos
severos junto a la costa (Plataforma continental del Mar del Norte (República Federal de
Alemania/Dinamarca; República Federal de Alemania/Países Bajos), Sentencia, ICJ Reports 1969, pp. 17-
18).

En cualquier caso, la Corte señala, en primer lugar, que existe un desacuerdo entre las Partes con
relación al título de las inestables islas formadas en la boca del Río Coco, que las partes habían
sugerido durante la fase oral que podían ser usadas como puntos de base. Debe recordarse que,
debido a las cambiantes condiciones de la zona, la Corte no ha podido fijar la soberanía sobre estas
islas (véase el parágrafo 145 supra ). Además, cualquiera que fueran los puntos de base usados para
trazar una línea de equidistancia, tanto la configuración como la naturaleza inestable de las costas
afectadas, incluidas las controvertidas islas situadas en la boca del Río Coco, haría que estos puntos
de base (ya fuera el Cabo Gracias a Dios o cualquier otro) fueran inciertos en un breve período de
tiempo.

El propio Artículo 15 de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar prevé una
excepción al trazado de la línea media de equidistancia, a saber «cuando, por la existencia de
derechos históricos o por otras circunstancias especiales, sea necesario delimitar el mar territorial de
ambos Estados en otra forma». Nada en la redacción del Artículo 15 sugiere que los problemas
geomórficos están excluidos per se de ser considerados «circunstancias especiales» incluidas en el
significado de la excepción, ni tampoco que tales «circunstancias especiales» puedan ser utilizadas
exclusivamente como elementos correctivos de una línea ya trazada. De hecho, esta última
interpretación sería frontalmente incompatible con la formulación de la excepción descrita en el
Artículo 15. Se recuerda que el Artículo 15 de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho
del Mar, que fue adoptado sin discusión respecto del método de delimitación del mar territorial, es
virtualmente idéntico (salvo por cambios editoriales menores) al texto del Artículo 12.1 de la
Convención de 1958 sobre Mar Territorial y Zona Contigua.

La génesis del texto del Artículo 12 de la Convención de 1958 sobre Mar Territorial y Zona Contigua
muestra que, de hecho, se previó que una configuración especial de la costa pudiese requerir un
método de delimitación diverso (véase el Yearbook of the International Law Commission (YILC), 1952,
Vol. II, p. 38, comentario, parágrafo 4). Es más, la consideración de este asunto en 1956 no indica otra
cosa. Los términos de la excepción a la regla general permanecieron inalterados ( YILC, 1956, Vol. I, p.
284; Vol. II, pp. 271, 272 y p. 300, en las que los Comentarios al borrador de artículos relativos a la
plataforma continental señalaban que «al igual que en el supuesto de las fronteras del mar
territorial, deben preverse excepciones que puedan ser necesarias debido a una configuración
particular de la costa»). Asimismo, la jurisprudencia de la Corte no refleja una interpretación
discordante con el significado ordinario de los términos del Artículo 15 de la Convención de las
Naciones Unidas sobre Derecho del Mar. Este asunto no ha sido directamente objeto de debate con
anterioridad. La Corte señala, sin embargo, que en algunas ocasiones la línea media de delimitación
del mar territorial no fue usada, ya fuera por razones particulares (véase el asunto de la Plataforma
continental (Túnez/Jamahiriya Árabe Libia), Sentencia, ICJ Reports 1982, p. 85, parágrafo 121, en el que
la Corte volvió sobre la cuestión a partir de una línea de convergencia de las concesiones hechas por
cada parte, reflejándolo en una línea trazada desde un punto submarino definido hasta el punto final
de la frontera terrestre), o por culpa de los efectos adversos de las configuraciones de la costa (véase
el asunto de la Delimitación de la frontera marítima entre Guinea y Guinea-Bisau, International Law
Reports, Vol. 77, p. 682, parágrafo 104. [Traducción inglesa del original francés] ).

281. Por todas las razones citadas, la Corte considera que el supuesto cae dentro de la excepción
prevista por el Artículo 15 de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, es decir,
ante circunstancias especiales en las que el principio de equidistancia no puede ser aplicado. Al
mismo tiempo, la equidistancia sigue siendo la norma general.

2.13. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA DELIMITACIÓN MARÍTIMA EN EL MAR NEGRO (RUMANIA C.


UCRANIA). SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO DE 2009

115. Cuando la Corte tiene que delimitar plataformas continentales o zonas económicas, o una única
línea de delimitación, procede mediante una serie de pasos bien delimitados.

116. Estos pasos, que aparecen a grandes rasgos en el asunto de la delimitación de la plataforma
continental (Jamahiriya árabe Libia/Malta) (sentencia, CIJ Recueil 1985, p. 46, par. 60), se han
precisado a lo largo de las décadas siguientes. La Corte comienza por establecer una línea de
delimitación provisional, utilizando métodos objetivos desde el punto de vista geométrico y
adaptados a la geografía de la zona en la que debe efectuarse la delimitación. En caso de tratarse de
costas adyacentes, se traza una línea equidistante, salvo que razones imperiosas propias del caso no
lo permitan [véase controversia territorial y marítima entre Nicaragua y Honduras en mar Caribe
(Nicaragua c. Honduras), sentencia de 8 de octubre de 2007, par. 281]. En la hipótesis de costas
enfrentadas, la línea provisional de delimitación es una línea mediana. El uso de los términos «línea
mediana» y «línea equidistante» no tiene incidencia jurídica alguna, puesto que el método de
delimitación utilizado es el mismo en los dos casos.

117. Es necesario trazar la línea equidistante y la línea mediana a partir de los puntos más
pertinentes de las costas de los Estados afectado, prestando particular atención a los puntos salientes
más próximos a la zona a delimitar. La Corte se interroga más adelante (párrafos 135-137) en qué
medida puede apartarse de los puntos determinados por las partes para trazar la línea de
delimitación para los mares territoriales respectivos. Cuando debe determinar una línea equidistante
provisional entre los Estados adyacentes, la Corte tiene en cuenta las consideraciones relativas a la
costa de los Estados afectados al elegir sus propios puntos para la delimitación. El trazado que resulta
de estas operaciones depende en gran medida de la geografía física y de los puntos situados más mar
adentro.

118. De acuerdo con la constante jurisprudencia de la Corte en materia de delimitación marítima, la


primera etapa consiste en establecer la línea de equidistancia provisional. En esta fase, la Corte no se
adentra aún en las circunstancias pertinentes, trazando la línea sobre la base de meros criterios
geométricos, sobre los datos objetivos.

119. En el presenta asunto, la Corte comenzará pues por trazar una línea equidistante provisional
entre las costas adyacentes de Rumania y Ucrania, que se prolongará mediante una línea mediana
entre sus costas situadas frente a frente.

120. El trazado de la línea final debe llevar a una solución equitativa (artículos 74 y 83 de la CNUDM).
Así pues, la Corte examinará, durante la segunda fase, si existen factores que conlleven un ajuste o
un desplazamiento de la línea de equidistancia provisional, para alcanzar un resultado equitativo
[asunto de la frontera terrestre y marítima entre Camerún y Nigeria (Camerún c. Nigeria; Guinea
Ecuatorial –interviniente–, CIJ Recueil 2002, p. 441, par. 288)]. Además, la Corte ha clarificado que,
cuando la línea afecta a diferentes zonas sometidas a la jurisdicción del Estado que coinciden, «el
llamado método de «equidad/circunstancias relevantes» puede aplicarse de manera útil,
alcanzándose un resultado equitativo» [ controversia territorial y marítima entre Nicaragua y
Honduras en el mar Caribe (Nicaragua c. Honduras), sentencia de 8 de octubre de 2007, par. 271].

121. Esta es la segunda parte de la operación de delimitación, a la que se dedica ahora la Corte, una
vez trazada la línea de equidistancia provisional.

122. Finalmente, en una tercera etapa, la Corte comprobará que la línea (una línea de equidistancia
provisional, adecuada o no en función de las circunstancias pertinentes) no dé lugar, a la vista de su
trazado, a un resultado inicuo atendiendo a la proporcionalidad observada por la ratio que
corresponde a longitud de las costas y las zonas marítimas atribuidas a cada Estado mediante dicha
línea (véase párrafos 214-215). La verificación final del carácter equitativo del resultado obtenido
debe evitar que pueda establecerse una desproporción significativa a la luz de la proporción de las
costas de cada Estado.

Esto no significa que las zonas así atribuidas deban guardar una proporción a la longitud de la costa:
como ha afirmado la Corte, «es [...] el reparto de la región el que resulta de la delimitación y no a la
inversa [ delimitación marítima en la región situada entre Groenlandia y Jan Mayen (Dinamarca c.
Noruega), CIJ Recueil 1993, p. 67, par. 64].

2.14. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA MARÍTIMA (PERÚ C. CHILE). SENTENCIA DE 27 DE


ENERO DE 2014

180. Para llegar a una solución equitativa, la Corte ha recurrido habitualmente a un método que
implica tres etapas. En primer lugar, traza, salvo razones imperativas contrarias, una línea de
equidistancia provisional. En un segundo momento, examina si existen circunstancias pertinentes
que puedan aconsejar el ajuste de esta línea para llegar a un resultado equitativo. La tercera etapa
consiste en valorar si la línea, una vez ajustada, tiene como efecto crear una desproporción marcada
entre los espacios marítimos atribuidos a cada una de las partes en la zona pertinente, en relación a
la longitud de sus costas pertinentes ( Delimitación marítima en el mar Negro (Rumanía c. Ucrania) ,
sentencia, C.I.J. Recueil 2009, p. 101-103; Controversia territorial y marítima (Nicaragua c. Colombia) ,
sentencia, C.I.J. Recueil 2012 (II), p. 695-696, par. 190-193).

2.15. TIDM ASUNTO SAIGA (SAN VICENTE Y LAS GRANADINAS C. GUINEA). SENTENCIA DE 1 DE
JULIO DE 1999

153. San Vicente y las Granadinas reclaman que Guinea usó una fuerza excesiva y no razonable en la
detención y arresto del Saiga. Se hace notar que el Saiga era un carguero desarmado casi
completamente repleto de gasoil, con una velocidad máxima de 10 nudos. También se hace notar que
las autoridades de Guinea dispararon el barco con munición real, disparando continuamente con
armas automáticas de gran calibre.

154. Guinea niega que la fuerza utilizada en el abordaje, detención y arresto del Saiga fuera excesiva
o no razonable. Mantiene que los oficiales que llevaron a cabo el arresto no tuvieron más alternativa
que utilizar armas de fuego porque el Saiga se negó a detenerse después de repetidos mensajes de
radio y a pesar de las repetidas señales visuales y sonoras del buque patrullero P35. Guinea mantiene
que las armas de fuego se utilizaron como último recurso y niega que se emplease munición de gran
calibre. Guinea atribuye la responsabilidad de cualquier daño resultante del uso de la fuerza al
Capitán y la tripulación del buque.

155. Considerando la fuerza empleada por Guinea en el arresto del Saiga, el Tribunal debe tener en
cuenta las circunstancias del arresto en el contexto de las reglas de derecho internacional aplicables.
Aunque la Convención no contiene disposiciones expresas sobre el uso de la fuerza en el arresto de
los buques, el derecho internacional, que es aplicable en virtud del artículo 293 de la Convención,
requiere que el uso de la fuerza sea evitado en lo posible y, cuando la fuerza sea inevitable, ésta no
debe sobrepasar lo razonable y necesario dadas las circunstancias. Las consideraciones de
humanidad deben aplicarse en el derecho del mar, como ocurre en otras áreas del derecho
internacional.

156. Estos principios se han seguido durante años en las operaciones para hacer cumplir el derecho
en el mar. La práctica normal en la detención de un buque en el mar es la de, primeramente, enviar
una señal visual o sonora de detención, utilizando los signos reconocidos internacionalmente.
Cuando ello no tiene éxito pueden adoptarse varias acciones, incluyendo los disparos a lo largo de la
proa del barco. Sólo después de que hayan fallado las medidas apropiadas el buque perseguidor
puede, como última medida, usar la fuerza. Incluso entonces, el barco debe ser advertido
apropiadamente y deben realizarse todos los esfuerzos para evitar que la vida se ponga en peligro
(SS «I'm alone» case Canada/United States, 1935, UNRIAA, vol. III, p. 1609, The red crusader case
Commission of Enquiry. Denmark–United Kingdom, 1962, ILR, vol. 35. p. 485). El principio básico
concerniente al uso de la fuerza en el arresto de un buque en el mar ha sido reafirmado por el
Acuerdo para la aplicación de las disposiciones de la Convención de Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las
poblaciones de peces transzonales y altamente migratorios. El artículo 22 párrafo 1 del Acuerdo
establece:

«l. El Estado que inspecciona asegurará que sus inspectores debidamente autorizados: [...] evitan el
uso de la fuerza excepto cuando y hasta el punto necesario para garantizar la seguridad de los
inspectores y donde los inspectores se vean impedidos para la ejecución de sus deberes. El grado de
fuerza utilizado no excederá de aquel que sea razonable atendiendo a las circunstancias.»

157. En el presente caso el Tribunal hace notar que el Saiga estaba casi completamente cargado y se
situaba en aguas bajas en el momento que fue alcanzado por el buque patrullero. Su velocidad
máxima era de 10 nudos. Por ello, pudo ser abordado sin mucha dificultad por los oficiales
guineanos. En una fase del procedimiento Guinea buscó la justificación del uso de las armas de fuego
con la alegación de que el Saiga había intentado hundir el buque patrullero. Durante la vista, la
alegación fue modificada en el sentido de que el peligro de hundimiento del patrullero se debía a la
senda producida por el Saiga y que no se debía a un ataque deliberado del barco. Pero en
cualesquiera circunstancias, no hay excusa para el hecho de que los oficiales dispararan al mismo
barco con munición real desde un buque patrullero rápido sin realizar ninguna de las señales o
advertencias requeridos por el derecho y la práctica internacionales.

158. Los oficiales guineanos también utilizaron excesiva fuerza a bordo del Saiga. Habiendo
abordado el barco sin resistencia, y aunque no exista la evidencia del uso o amenaza de la fuerza por
la tripulación, se disparó indiscriminadamente una vez alcanzada la plataforma del barco y se
usaron armas de fuego para parar el motor del buque. Al hacer uso de las armas de esta manera, los
oficiales guineanos parecen haber atribuido poca o ninguna importancia a la seguridad del buque y
de las personas a bordo. En este proceso, se causó un daño considerable al buque y al equipo básico
del cuarto de máquinas y de la radio. Y, más seriamente, el uso indiscriminado del fuego causó daños
severos a dos de las personas a bordo.

159. Por estas razones, el Tribunal concluye que Guinea usó excesiva fuerza y expuso la vida humana
antes y después del abordaje del Saiga, y por ello violó los derechos de San Vicente y las Granadinas
según el derecho internacional.

2.16. TIDM ASUNTO DE LA CONTROVERSIA RELATIVA A LA DELIMITACIÓN DE LA FRONTERA


MARÍTIMA ENTRE BANGLADESH Y MYANMAR EN EL GOLFO DE BENGALA
(BANGLADESH/MYANMAR) . SENTENCIA DE 14 DE MARZO DE 2012

428. Visto el desacuerdo entre las Partes en cuanto al sentido de la expresión «prolongación natural»,
incumbe al Tribunal examinar cómo conviene interpretar esta expresión, tal como se emplea en el
artículo 76 apartado 1 de la Convención...

[...]

432. En cambio, la noción de prolongación natural contemplada en el artículo 76, apartado 1, de la


Convención, no se precisa en los apartados posteriores. A este respecto, el Tribunal recuerda que, si
la referencia a la prolongación natural ha sido introducida por primera vez en tanto que noción
fundamental del régimen de la plataforma continental por la Corte Internacional de Justicia en los
asuntos de la Plataforma Continental del Mar del Norte , esta noción no ha sido definida nunca.

433. El Tribunal constata por otra parte que, durante la tercera Conferencia de las Naciones Unidas
sobre el derecho del mar, la noción de prolongación natural ha sido empleada para respaldar la
tendencia a favor de la extensión de la jurisdicción nacional sobre el margen continental.

434. Así, las nociones de prolongación natural y de margen continental en los términos del artículo
76, apartados 1 y 4, están estrechamente vinculados. Estas dos nociones se refieren a la misma zona.

435. Por otra parte, uno de los principales objetos y fines del artículo 76 es definir el límite exterior
preciso de la plataforma continental, más allá de la cual se encuentra la Zona. En consecuencia, el
Tribunal no puede aceptar que la prolongación natural contemplada en el artículo 76, apartado 1,
constituye un criterio distinto e independiente que un Estado costero debe cumplir para tener
derecho a una plataforma continental más allá de 200 millas marinas.

436. En los términos del anexo II de la Convención, la Comisión ha sido creada especialmente para
examinar los datos y otras informaciones presentadas por los Estados costeros relativos al límite
exterior de la plataforma continental y presentarle recomendaciones conforme al artículo 76. La
Comisión ha adoptado sus Directrices científicas y técnicas de 1999 para ayudar a los Estados
costeros a determinar los límites exteriores de su plataforma continental, en aplicación del artículo
76. El Tribunal toma nota del «test de pertenencia» aplicado por la Comisión, sobre la base del
artículo 76, apartado 4, para determinar la existencia de un título más allá de 200 millas marinas...

437. Por estas razones, el Tribunal estima que la referencia a la prolongación natural que figura en el
artículo 76, apartado 1, de la Convención, debe ser entendida teniendo en cuenta las disposiciones
posteriores de dicho artículo que definen la plataforma continental y el margen continental. El título
sobre la plataforma continental más allá de 200 millas marinas debe pues ser determinado por
referencia al reborde externo del margen continental, el cual debe establecerse conforme al artículo
76, apartado 4. Cualquier otra interpretación no se justifica ni por el texto del artículo 76, ni por su
fin y su objeto.

2.17. SENTENCIA AN (SALA PENAL, SECCIÓN 3) Nº 1/2015, DE 2 DE FEBRERO DE 2015

FUNDAMENTOS DE DERECHO

SEGUNDO.- El delito de piratería marítima y su marco jurídico en el Derecho Internacional.

La definición de actos de piratería, se contiene en el artículo 101 de la Convención de las Naciones


Unidas sobre el Derecho del Mar, hecha en Montego Bay (Jamaica) el 10 de diciembre de 1982 (a la
que se refiere expresamente la Exposición de Motivos de la Ley Orgánica 5/2010, de 22 de junio), en
línea con el artículo 15 de la Convención de Ginebra sobre Alta Mar de 29 de abril de 1958. Dice el
mencionado precepto: "Constituye piratería cualquiera de los actos siguientes: a) Todo acto ilegal de
violencia o de detención o todo acto de depredación cometidos con un propósito personal por la
tripulación o los pasajeros de un buque privado o de una aeronave privada y dirigidos: i) Contra un
buque o una aeronave en la alta mar o contra personas o bienes a bordo de ellos; ii) Contra un buque
o una aeronave, personas o bienes que se encuentren en un lugar no sometido a la jurisdicción de
ningún Estado; b) Todo acto de participación voluntaria en la utilización de un buque o de una
aeronave, cuando el que lo realice tenga conocimiento de hechos que den a dicho buque o aeronave
el carácter de buque o aeronave pirata; c) Todo acto que tenga por objeto incitar a los actos definidos
en el apartado a) o en el apartado b) o facilitarlos intencionalmente".

Partiendo del compromiso internacional plasmado en el artículo 100 de la Convención de las


Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, según el cual "Todos los estados cooperarán, en la medida
de lo posible, a la represión de la piratería en alta mar o en cualquier lugar que no se halle bajo la
jurisdicción de ningún Estado", el Consejo de la Unión Europea aprobó el 10 de noviembre de 2008 la
Acción Común 851, relativa a la Operación Militar de la Unión Europea destinada a contribuir a la
disuasión, prevención y la represión de los actos de piratería y del robo a mano armada frente a las
costas de Somalia. Acción con la que se puso en marcha la creación de la operación naval militar
denominada "EUNAVFOR Somalia", conocida como Operación "Atalanta". La Unión Europea
establece aquella en el marco de las Resoluciones 1814 (2008), 1816 (2008) y 1838 (2008) del Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas, con la finalidad de proteger los convoyes marítimos del Programa
Mundial de Alimentos que transportaban asistencia humanitaria a Somalia, y otros buques
vulnerables, y reprimir los actos de piratería y robo a mano armada en el mar frente a las costas de
Somalia.

El artículo 105 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar preceptúa que
"Todo Estado puede apresar, en alta mar o en lugar no sometido a la jurisdicción de ningún Estado,
un buque o aeronave pirata o un buque o aeronave capturado como consecuencia de actos de
piratería que esté en poder de piratas, y detener a las personas e incautarse de los bienes que se
encuentren a bordo. Los Tribunales del Estado que haya efectuado el apresamiento podrán decidir
las penas que deben imponerse y las medidas que deban tomarse respecto de los buques, las
aeronaves o los bienes, sin perjuicio de los derechos de los terceros de buena fe". Este precepto
habilita pero no obliga a los Estados a apresar un buque pirata o en manos de piratas cuando se
encuentre en alta mar o en un lugar no sometido a jurisdicción, sin embargo, en aguas sometidas a
soberanía o jurisdicción, según el Derecho Internacional, solo el Estado ribereño podrá ejercer las
funciones de policía y luchar contra los actos de violencia, detención o depredación cometidos contra
los buques. El problema surge, cuando estos hechos acontecen en aguas territoriales de Estados,
incapaces de garantizar la seguridad marítima, como es el caso de Somalia. Por ello, el Consejo de
Seguridad, consciente de esa problemática, a través de las Resoluciones citadas, y de otras 1846
(2008), 1851 (2008) y 1897 (2008) habilita a buques de terceros Estados a ejercer funciones de policía
en aguas territoriales somalíes, como medida temporal y excepcional, a la vista de las circunstancias
sociopolíticas por las que atraviesa dicho Estado africano. El citado artículo 105, permite al Estado
que haya realizado el apresamiento determinar las penas que deban imponerse y establecer las
medidas respecto a los buques sin necesidad de determinar ningún vínculo de conexión.

En el caso de autos, la resolución de 12 de octubre de 2012 (folio 135) del Juzgado Central de
Instrucción nº 3 de la Audiencia Nacional declara la jurisdicción española y la competencia de dicho
órgano para el conocimiento de los hechos objeto de denuncia, sobre la base del artículo 23. 4
apartado c) LOPJ, en esos momentos vigentes, al concurrir el vinculo de la nacionalidad, por ser el
pesquero atacado de bandera española, al igual que parte de su tripulación (principio de
personalidad pasiva), jurisdicción y competencia que por otro lado, no ha sido objeto de discusión
por ninguna de las partes.

Además, el barco de guerra de la Real Marina de los Países Bajos "HNLMS Rotterdam" que intervino
en la persecución y detención del esquife pirata, el día 11 de octubre de 2012, tal y como ha quedado
acreditado, actuaba bajo el mandato de la Fuerza Naval de la Unión Europea, en el marco de la
Operación Atalanta (EUNAVFOR -ATALANTA), así como el barco de guerra de la Armada española
"B.A.A.Castilla" al que traspasaron los detenidos.
TERCERO.- Calificación jurídica:

A)Delito de piratería del artículo 616 ter del Código Penal.

Los hechos declarados probados, en cuanto al intento de asalto del barco atunero español "Izurdia"
acaecido el día 10 de octubre de 2012, son constitutivos de un delito de piratería del artículo 616 ter
del Código Penal, en redacción dada por Ley Orgánica 5/2010, de 22 de junio, que introdujo de nuevo
dicho delito, tras manifestarse las carencias punitivas surgidas como consecuencia de un supuesto
típico de piratería, como el caso "Alakrana", que no puedo sancionarse como tal por su inexistencia, y
que dice así: "El que con violencia, intimidación o engaño, se apodere, dañe o destruya una aeronave,
buque u otro tipo de embarcación o plataforma en el mar, o bien atente contra las personas,
cargamento o bienes que se hallaren a bordo de las mismas, será castigado como reo del delito de
piratería con la pena de prisión de diez a quince años.

En todo caso, la pena prevista en este artículo se impondrá sin perjuicio de las que correspondan por
los delitos cometidos".

[...]

El artículo 616 ter del Código Penal , como indican las SSTS 313/2014 de 2 de abril y 1387/2011, de 12
de diciembre, recoge un delito contra la comunidad internacional mediante el que se protege la
seguridad del tráfico marítimo y aéreo, bien jurídico supraindividual.

2.18. LECTURAS RECOMENDADAS

CASADO RAIGÓN, R., «Nuevas tendencias en materia de conservación y gestión de los recursos
marinos vivos», Mares y Océanos en un mundo en cambio: Tendencias jurídicas, actores y factores
(J. M. SOBRINO HEREDIA coord.), Tirant lo Blanch, Valencia, 2007, pp. 73-98.

JIMÉNEZ PIERNAS, C., «La ratificación por España de la Convención de 1982 sobre el Derecho del
mar y del Acuerdo de 1994 sobre la aplicación de la Parte XI: nuevos riesgos de la codificación del
Derecho internacional», REDI , vol. LIII, 2001, pp. 105-124.

JUSTE RUIZ, J., «Libertad de navegación e intereses de los Estados ribereños», Mares y Océanos en
un mundo en cambio: Tendencias jurídicas, actores y factores (J. M. SOBRINO HEREDIA coord.),
Tirant lo Blanch, Valencia, 2007, pp. 259-295.

ORIHUELA CALATAYUD, E., «La delimitación de los archipiélagos marinos en los archipiélagos de
Estado. Reflexiones a la luz de la Ley 44/2010, de 30 de diciembre de aguas canarias», REEI, núm.
21, 2011, disponible en www.reei.org

PASTOR RIDRUEJO, J. A., «El Derecho internacional del Mar y su evolución incesante» La
cooperación internacional en la ordenación de los mares y océanos (J. PUEYO LOSA, J. JORGE
URBINA coords.), Iustel, Madrid, 2008, pp. 25-40.

PIETRI, D. de, «La redefinición de la zona contigua por la legislación interna de los Estados», REDI,
vol. LXII, 2010, pp. 119-144.

PUEYO LOSA, J., «Derecho del Mar y libertad de pesca. Sobre las organizaciones regionales de
ordenación pesquera y el Acuerdo de 1995», Ibid. , pp. 159-183.

ROLDÁN BARBERO, F. J., «España y el nuevo derecho internacional del mar», La ordenación
jurídica del medio marino en España: estudios sobre la Ley 41/2010 de protección del medio
ambiente marino (Arana García, E., et al. coords.), Thomson-Reuters Civitas, Cizur Menor, 2012, pp.
47-77.
SOBRINO HEREDIA, J. M., «La mar, un escenario abierto», Mares y Océanos en un mundo en
cambio: Tendencias jurídicas, actores y factores (J. M. SOBRINO HEREDIA coord.), Tirant lo Blanch,
Valencia, 2007, pp. 23-37.

---- «La participación de las Naciones Unidas en el desarrollo del derecho del mar », Las Naciones
Unidas desde España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España
en las Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en España,
Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp. 449-463.

YTURRIAGA BARBERÁN, J. A. de, «Contribución de España a la elaboración del concepto de Zona


Económica Exclusiva», El Derecho internacional en el mundo multipolar del siglo XXI. Obra
Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. Torres Bernárdez, J. C. Fernández Rozas,
C. Fernández de Casadevante Romaní, J. Quel López, A. G. López Martín coords. I, Iprolex, Madrid,
2013, pp. 285-316.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo VI. La protección de los intereses fundamentales de la comunidad internacional
1. La protección internacional de los derechos humanos
1.1. Introducción

Capítulo VI

La protección de los intereses fundamentales de la


comunidad internacional

Sumario:

1. La protección internacional de los derechos humanos


1.1. Introducción
1.2. Creación del Consejo de Derecho Humanos. A/RES/60/251
1.3. Construcción institucional del Consejo de Derechos Humanos. A/HRC/5/1
1.4. Comité de Derechos Humanos. Dictamen de 20 de julio de 2000 (Comunicación nº
701/1996)
1.5. Sentencia TS (Sala de lo Penal), núm. 1074/205, de 27 de septiembre de 2005
1.6. Ley 41/2015, de 5 de octubre, de modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para
la agilización de la justicia penal y el fortalecimiento de las garantías procesales
1.7. TEDH Asunto Loizidou c. Turquía, excepciones preliminares. Sentencia de 23 de marzo de
1995
1.8. TEDH Asunto Bankovic y otros c. Bélgica, República Checa, Dinamarca, España, Francia,
Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal,
Turquía y Reino Unido. Decisión sobre la admisibilidad (Gran Sala), de 12 de diciembre de
2001
1.9. TEDH Asunto Al-Skeini c. Reino Unido. Sentencia (Gran Sala) de 7 de julio de 2011
1.10. TEDH Asunto Herri Batasuna c. Reino de España. Sentencia de 30 de junio de 2009
1.11. TEDH. Asunto del Río Prada c. España. Sentencia (Gran Sala) de 21 de octubre de 2013
1.12. Auto AN (Sala de lo Penal, pleno) nº 61/2013, de 22 de octubre de 2013
1.13. TS Sala General. Acuerdo de 12 de noviembre de 2013
1.14. Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio, por la que se modifica la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de
julio, del Poder Judicial
1.15. Ley 41/2015, de 5 de octubre, de modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para
la agilización de la Justicia Penal y el fortalecimiento de las garantías procesales
1.16. Lecturas recomendadas
2. La libre determinación de los pueblos y la protección de los grupos humanos
2.1. Introducción
2.2. Declaración sobre los principios de Derecho internacional referentes a las relaciones de
amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las NN UU.
A/RES/2625 (XXV)
2.3. Aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y
pueblos coloniales. A/RES/70/231
2.4. CIJ Asunto del Sáhara Occidental. Opinión Consultiva de 16 de octubre de 1975
2.5. La situación relativa al Sáhara Occidental. S/RES/2218 (2015)
2.6. Sentencia AN (Sala de lo Contencioso), de 10 de diciembre de 2012
2.7. STG de 10 de diciembre de 2015 (Frente polisario c. Consejo de la Unión Europea, asunto
T-512/12
2.8. El derecho del pueblo palestino a la libre determinación. A/RES/70/141
2.9. Consenso sobre Gibraltar adoptado por el Comité especial encargado de estudiar la
situación con respecto a la aplicación de la declaración sobre la concesión de la
independencia a los países y pueblos coloniales en la 291ª sesión, de 16 de octubre de
1964
2.10. Cuestión de Gibraltar. A/RES/2070 (XX)
2.11. Cuestión de Gibraltar. A/RES/2231 (XXI)
2.12. NN UU. Comité especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación
de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos
coloniales. Documento de trabajo preparado por la Secretaría (A/AC.109/2015/13).
Gibraltar
2.13. Cuestión de Gibraltar. Decisión aprobada por la asamblea General de las NN UU el 9 de
diciembre de 2012
2.14. Cuestión de las Islas Malvinas (Falkland). A/RES/2065 (XX)
2.15. Cuestión de las Islas Malvinas (Falkland). A/RES/3160 (XXVIII)
2.16. Tribunal Supremo de Canadá. Dictamen de 20 de agosto de 1998, en el asunto sobre la
secesión de Quebec
2.17. CIJ Asunto relativo a la Conformidad con el Derecho internacional de la declaración
unilateral de independencia de Kosovo. Opinión Consultiva de 22 de julio de 2010
2.18. Lecturas recomendadas
3. La protección del medio ambiente
3.1. Introducción
3.2. Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano,
Estocolmo, 1972
3.3. Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, de 1992
3.4. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio 1996
3.5. CPA Asunto del Rin de Hierro (Bélgica/Países Bajos). Laudo de 24 de mayo de 2005
3.6. OMC Órgano de Apelación. Informe de 22 de octubre de 2001. Asunto Estados
Unidos-Prohibición de las importaciones de determinados camarones y productos del
camarón. Recurso de Malasia al párrafo 5 del artículo 21 del ESD
3.7. OMC Órgano de apelación. Informe de 16 de octubre de 2008. Asunto Estados
Unidos-Mantenimiento de la suspensión de obligaciones en la diferencia CE, Hormonas
3.8. Proyecto de artículos sobre prevención del daño transfronterizo resultante de actividades
peligrosas, aprobado por la CDI en su 53º período de sesiones (2001)
3.9. Proyecto de principios sobre la asignación de la pérdida en caso de daño transfronterizo
resultante de actividades peligrosas, aprobado por la CDI en segunda lectura en su 58º
período de sesiones (2006)
3.10. CIJ Asunto de las Plantas de celulosa en el río Uruguay (Argentina c. Uruguay). Sentencia
de 20 de abril de 2010
3.11. TIDM Sala de controversias de los fondos marinos. Asunto de las Responsabilidades y
obligaciones de los Estados que patrocinan a personas y entidades en el marco de
actividades desarrolladas en la Zona. Opinión Consultiva de 1 de febrero de 2011
3.12. CPA Asunto de las Aguas del Indo Kishenganga (Pakistán c. India). Laudo parcial de 18 de
febrero de 2013
3.13.
3.14. Lecturas recomendadas

1. LA PROTECCIÓN INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

1.1. INTRODUCCIÓN

La evolución de la sociedad internacional ha dado lugar a la aparición de nuevos valores orientados,


fundamentalmente, hacia la protección de la paz, el respeto de la dignidad de la persona humana, la
promoción del desarrollo económico y social de los pueblos y la protección del medio ambiente. De esta
forma, ha surgido un núcleo de normas orientado a asegurar la protección de estos intereses compartidos
que se consideran fundamentales para la comunidad internacional en su conjunto. Como dijo la CIJ en el
asunto de la Barcelona Traction , todos los Estados son poseedores de un interés jurídico en que tales
derechos sean protegidos.

Dentro de esos intereses, la protección internacional de los derechos humanos viene experimentando un
profundo desarrollo tanto en el ámbito universal como en los ámbitos regionales. Junto a los catálogos en
los que se van incorporando derechos de varias generaciones, de carácter individual y colectivo, los
mecanismos de control aseguran su respeto mediante la intervención de instancias internacionales;
además, se reconoce a los particulares legitimación para participar en los procedimientos incluso
presentando denuncias.

En la esfera de las NN UU, tras el hito de la Declaración Universal de 1948, los Pactos de 1966 son la
referencia general central, complementada por diversos convenios específicos. Junto a la labor del Comité
de Derechos Humanos, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y los Comités vinculados a
otros convenios particulares, el nuevo Comité de Derechos Humanos creado en 2006 para sustituir a la
Comisión de Derechos Humanos mantiene los procedimientos especiales de control que desarrollaba este
extinto órgano y añade el mecanismo de examen periódico universal.

En Europa, la extraordinaria labor del Consejo de Europa tiene su núcleo en el Convenio europeo para la
salvaguardia de los derechos humanos y las libertades fundamentales, de 1950, cuyo Protocolo 14 ha
entrado en vigor el 1 de junio de 2010, y en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuya
jurisprudencia deja su impronta no sólo a nivel internacional sino también en las decisiones de los
órganos jurisdiccionales nacionales, partiendo de la consideración del Convenio como instrumento del
orden público europeo, según ha proclamado el propio Tribunal. Conviene apuntar que también en el
plano estatal se plantea la cuestión de la ejecución de las sentencias del TEDH, como ocurre por ejemplo en
nuestro país. A la dimensión del Consejo de Europa hay que añadir los desarrollos logrados en la Unión
Europea, donde la tarea pionera de su Tribunal de Justicia se ha visto reforzada con la incorporación por
referencia de la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE en el art. 6.1 del Tratado de la Unión
Europea, atribuyéndole el mismo valor jurídico que los Tratados y con la previsión de la adhesión de la UE
al Convenio europeo de 1950 (art. 6.2 TUE), cuestión aún pendiente. Por último, la OSCE aporta otros
mecanismos de control, prestando especial atención a la protección de las minorías nacionales y la
democracia.

En otros ámbitos regionales, el Convenio americano de derechos humanos y sus órganos de control (la
Comisión interamericana de derechos humanos y la Corte interamericana de derechos humanos)
garantizan la aplicación de técnicas de control con ciertas singularidades por comparación a las europeas
y con aportaciones jurisprudenciales notables, por ejemplo sobre la flexibilización de la regla de
agotamiento de los recursos internos o sobre la noción de víctima. Por su parte, en África la Carta africana
de derechos humanos y de los pueblos ha sido potenciada por la creación del Tribunal Africano de
Derechos Humanos y de los Pueblos. También, la Liga de Estados Árabes se ha dotado, entre otros textos,
de la Carta Árabe de Derechos Humanos, de 1994.

1.2. CREACIÓN DEL CONSEJO DE DERECHO HUMANOS. A/RES/60/251

La Asamblea General ,

Reafirmando los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, en particular los de fomentar entre
las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre
determinación de los pueblos y realizar la cooperación internacional en la solución de problemas
internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto
a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos,

Reafirmando también la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Declaración y el Programa de Acción


de Viena, y recordando el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales y otros instrumentos de derechos humanos,

[...]

Reconociendo la labor realizada por la Comisión de Derechos Humanos y la necesidad de preservar sus logros
y seguir avanzando sobre la base de éstos, y de remediar sus deficiencias,

Reconociendo también la importancia de garantizar la universalidad, objetividad y no selectividad en el


examen de las cuestiones de derechos humanos y de eliminar la aplicación de un doble rasero y la politización,

Reconociendo además que la promoción y protección de los derechos humanos debe basarse en los principios
de la cooperación y el diálogo genuino y obedecer al propósito de fortalecer la capacidad de los Estados
Miembros para cumplir sus obligaciones en materia de derechos humanos en beneficio de toda la humanidad,

Reconociendo que las organizaciones no gubernamentales desempeñan una función importante en la


promoción y protección de los derechos humanos en los planos nacional, regional e internacional,

Reafirmando el compromiso de reforzar el mecanismo de derechos humanos de las Naciones Unidas a fin de
asegurar el disfrute efectivo por todas las personas de todos los derechos humanos, es decir, los derechos
civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo, y, con ese objeto, la
determinación de establecer un Consejo de Derechos Humanos,

1. Decide establecer el Consejo de Derechos Humanos, con sede en Ginebra, en sustitución de la Comisión de
Derechos Humanos, como órgano subsidiario de la Asamblea General; la Asamblea revisará la situación del
Consejo a los cinco años de su creación;

2. Decide que el Consejo será responsable de promover el respeto universal por la protección de todos los
derechos humanos y libertades fundamentales de todas las personas, sin distinción de ningún tipo y de una
manera justa y equitativa;

3. Decide también que el Consejo deberá ocuparse de las situaciones en que se violen los derechos humanos,
incluidas las violaciones graves y sistemáticas, y hacer recomendaciones al respecto. También deberá
promover la coordinación eficaz y la incorporación de los derechos humanos en la actividad general del
sistema de las Naciones Unidas;

4. Decide además que la labor del Consejo estará guiada por los principios de universalidad, imparcialidad,
objetividad y no selectividad, diálogo internacional constructivo y cooperación a fin de impulsar la promoción
y protección de todos los derechos humanos, es decir, los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales, incluido el derecho al desarrollo;

5. Decide que, entre otras cosas, el Consejo:

a ) Promoverá la educación y el aprendizaje sobre los derechos humanos, así como la prestación de
asesoramiento y asistencia técnica y el fomento de la capacidad, en consulta con los Estados Miembros de que
se trate y con su consentimiento;

b ) Servirá de foro para el diálogo sobre cuestiones temáticas relativas a todos los derechos humanos;

c ) Formulará recomendaciones a la Asamblea General para seguir desarrollando el derecho internacional en


la esfera de los derechos humanos;

d ) Promoverá el pleno cumplimiento de las obligaciones en materia de derechos humanos contraídas por los
Estados y el seguimiento de los objetivos y compromisos relativos a la promoción y protección de los derechos
humanos emanados de las conferencias y cumbres de las Naciones Unidas;

e ) Realizará un examen periódico universal, basado en información objetiva y fidedigna, sobre el


cumplimiento por cada Estado de sus obligaciones y compromisos en materia de derechos humanos de una
forma que garantice la universalidad del examen y la igualdad de trato respecto de todos los Estados; el
examen será un mecanismo cooperativo, basado en un diálogo interactivo, con la participación plena del país
de que se trate y teniendo en consideración sus necesidades de fomento de la capacidad; dicho mecanismo
complementará y no duplicará la labor de los órganos creados en virtud de tratados; el Consejo determinará
las modalidades del mecanismo del examen periódico universal y el tiempo que se le asignará antes de que
haya transcurrido un año desde la celebración de su primer período de sesiones;

f ) Contribuirá, mediante el diálogo y la cooperación, a prevenir las violaciones de los derechos humanos y
responderá con prontitud a las situaciones de emergencia en materia de derechos humanos;

g ) Asumirá la función y las atribuciones de la Comisión de Derechos Humanos en relación con la labor de la
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con arreglo a lo decidido por
la Asamblea General en su resolución 48/141, de 20 de diciembre de 1993;

h ) Cooperará estrechamente en la esfera de los derechos humanos con los gobiernos, las organizaciones
regionales, las instituciones nacionales de derechos humanos y la sociedad civil;

i ) Formulará recomendaciones respecto de la promoción y protección de los derechos humanos;

j ) Presentará un informe anual a la Asamblea General;

6. Decide también que el Consejo asumirá, examinará y, cuando sea necesario, perfeccionará y racionalizará
todos los mandatos, mecanismos, funciones y responsabilidades de la Comisión de Derechos Humanos a fin de
mantener un sistema de procedimientos especiales, asesoramiento especializado y un procedimiento de
denuncia; el Consejo terminará ese examen en el plazo de un año desde la celebración de su primer período de
sesiones;

7. Decide además que el Consejo estará integrado por cuarenta y siete Estados Miembros que serán elegidos de
forma directa e individual en votación secreta por la mayoría de los miembros de la Asamblea General; la
composición estará basada en una distribución geográfica equitativa y los puestos se distribuirán entre los
grupos regionales de la manera siguiente: Grupo de Estados de África, trece; Grupo de Estados de Asia, trece;
Grupo de Estados de Europa oriental, seis; Grupo de Estados de América Latina y el Caribe, ocho; y Grupo de
Estados de Europa occidental y otros Estados, siete; los miembros del Consejo desempeñarán sus funciones
durante un período de tres años y no podrán optar a la reelección inmediata después de dos períodos
consecutivos;

8. Decide que la participación en el Consejo estará abierta a todos los Estados Miembros de las Naciones
Unidas; al elegir a los miembros del Consejo, los Estados Miembros deberán tener en cuenta la contribución de
los candidatos a la promoción y protección de los derechos humanos y las promesas y compromisos
voluntarios que hayan hecho al respecto; la Asamblea General, por mayoría de dos tercios de los miembros
presentes y votantes, podrá suspender los derechos inherentes a formar parte del Consejo de todo miembro de
éste que cometa violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos;

9. Decide también que los miembros elegidos al Consejo deberán aplicar las normas más estrictas en la
promoción y protección de los derechos humanos, cooperar plenamente con el Consejo y estarán sujetos al
mecanismo de examen periódico universal durante el período en que sean miembros;

10. Decide además que el Consejo se reunirá periódicamente a lo largo del año y celebrará como mínimo tres
períodos de sesiones por año, incluido un período de sesiones principal, que tendrán una duración total no
inferior a diez semanas, y podrá celebrar períodos extraordinarios de sesiones, cuando sea necesario, a
solicitud de un miembro del Consejo con el apoyo de un tercio de los miembros de éste;

11. Decide que el Consejo aplicará el reglamento establecido para las comisiones de la Asamblea General, según
proceda, a no ser que la Asamblea o el Consejo decidan posteriormente otra cosa, y que la participación de
observadores y la celebración de consultas con observadores, incluidos Estados que no sean miembros del
Consejo, los organismos especializados, otras organizaciones intergubernamentales, instituciones nacionales
de derechos humanos, así como las organizaciones no gubernamentales, deberá estar basada en las
disposiciones, en particular la resolución 1996/31 del Consejo Económico y Social, de 25 de julio de 1996, y las
prácticas observadas por la Comisión de Derechos Humanos, al mismo tiempo que se asegura la contribución
más eficaz posible de esas entidades;

12. Decide también que los métodos de trabajo del Consejo deberán ser transparentes, justos e imparciales y
posibilitar un diálogo genuino, estar orientados a los resultados, permitir debates ulteriores de seguimiento de
las recomendaciones y su cumplimiento, así como una interacción sustantiva con procedimientos y
mecanismos especiales;

13. Recomienda que el Consejo Económico y Social pida a la Comisión de Derechos Humanos que concluya sus
trabajos en su 62º período de sesiones y que disuelva la Comisión el 16 de junio de 2006;

14. Decide elegir a los nuevos miembros del Consejo, cuyos mandatos serán escalonados, y que la decisión
pertinente se adoptará para la primera elección mediante sorteo, teniendo en consideración la distribución
geográfica equitativa;

15. Decide también que las elecciones de los primeros miembros del Consejo tendrán lugar el 9 de mayo de
2006 y que la primera sesión del Consejo se celebrará el 19 de junio de 2006;

16. Decide además que el Consejo revisará su labor y su funcionamiento cinco años después de su
establecimiento e informará al respecto a la Asamblea General.

1.3. CONSTRUCCIÓN INSTITUCIONAL DEL CONSEJO DE DERECHOS HUMANOS. A/HRC/5/1

[...]

I. Mecanismo de examen periódico universal

A. Base del examen

1. El examen se basará en lo siguiente:

a) La Carta de las Naciones Unidas;

b) La Declaración Universal de Derechos Humanos;

c) Los instrumentos de derechos humanos en que es Parte un Estado;

d) Las promesas y compromisos que hayan asumido voluntariamente los Estados, incluidos aquellos
contraídos al presentar sus candidaturas para el Consejo de Derechos Humanos (en adelante «el Consejo»);

2. Además de lo anterior y dada la naturaleza complementaria y de mutua relación entre el derecho


internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, el examen tendrá en cuenta el
derecho internacional humanitario aplicable.

B. Principios y objetivos

1. Principios

3. El examen periódico universal debería:

a) Promover la universalidad, la interdependencia, la indivisibilidad y la interrelación de todos los derechos


humanos.
b) Ser un mecanismo cooperativo basado en información objetiva y fidedigna y en un diálogo interactivo.

c) Asegurar una cobertura universal y la igualdad de trato a todos los Estados.

d) Ser un proceso intergubernamental dirigido por los Miembros de las Naciones Unidas y orientado a la
acción.

e) Contar con la plena participación del país examinado.

f) Complementar y no duplicar la labor de otros mecanismos de derechos humanos, aportando así un valor
agregado.

g) Desarrollarse de una manera objetiva, transparente, no selectiva y constructiva que evite la confrontación y
la politización.

h) No imponer una carga excesiva al Estado examinado o a la agenda del Consejo.

i) No prolongarse demasiado. Debería ser realista y no consumir una cantidad desproporcionada de tiempo y
de recursos humanos y financieros.

j) No disminuir la capacidad del Consejo para responder a las situaciones urgentes en materia de derechos
humanos.

k) Integrar plenamente una perspectiva de género.

l) Sin perjuicio de las obligaciones previstas en los elementos que constituyen la base del examen, tener en
cuenta el nivel de desarrollo y las particularidades de los países.

m) Asegurar la participación de todos los actores interesados pertinentes, con inclusión de las organizaciones
no gubernamentales y de las instituciones nacionales de derechos humanos, de conformidad con la resolución
60/251 de la Asamblea General de 15 de marzo de 2006 y la resolución 1996/31 del Consejo Económico y Social
de 25 de julio de 1996, así como cualquier decisión que el Consejo pueda adoptar al respecto.

2. Objetivos

4. Los objetivos del examen serán:

a) El mejoramiento de la situación de los derechos humanos en el terreno;

b) El cumplimiento de las obligaciones y los compromisos del Estado en materia de derechos humanos y la
evaluación de los avances y los retos a los que se enfrenta;

c) El fortalecimiento de la capacidad del Estado y de la asistencia técnica, en consulta con el Estado examinado
y con su consentimiento;

d) El intercambio de las mejores prácticas entre los Estados y otros actores interesados;

e) El apoyo a la cooperación en la promoción y protección de los derechos humanos;

f) El fomento de la plena cooperación y el compromiso con el Consejo, otros órganos de derechos humanos y la
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

C. Periodicidad y orden del examen

5. El examen comenzará tras la aprobación por el Consejo del mecanismo de examen periódico universal.

6. El orden del examen debería reflejar los principios de universalidad e igualdad de trato.

7. El orden del examen debería establecerse lo antes posible a fin de que los Estados puedan prepararse
adecuadamente.

8. Todos los Estados miembros del Consejo serán objeto del examen durante el período en que formen parte
del Consejo.

9. Los miembros iniciales del Consejo, especialmente aquellos elegidos por períodos de uno o dos años,
deberían ser examinados en primer lugar.

10. Debería ser objeto de examen una combinación de Estados miembros y Estados observadores del Consejo.
11. Al seleccionar a los países para el examen debería respetarse una distribución geográfica equitativa.

12. Se determinará por sorteo cuáles serán el Estado miembro y el Estado observador de cada grupo regional
que se habrán de examinar primero de modo que se garantice una distribución geográfica equitativa. Luego se
seguirá el orden alfabético, empezando por los países así seleccionados a menos que otros países se ofrezcan
voluntariamente para el examen.

13. El período entre los ciclos de examen debería ser razonable para tener en cuenta la capacidad de los
Estados de prepararse y la capacidad de los otros actores interesados para responder a las peticiones
resultantes del examen.

14. En el primer ciclo la periodicidad del examen será de cuatro años. Ello supondrá el examen de 48 Estados
por año durante tres períodos de sesiones del grupo de trabajo de dos semanas cada uno.

D. Proceso y modalidades del examen

1. Documentación

15. El examen se basará en los siguientes documentos:

a) La información preparada por el Estado examinado, que podrá consistir en un informe nacional, sobre la
base de las directrices generales que adopte el Consejo en su sexto período de sesiones (primer período de
sesiones del segundo ciclo) y cualquier otra información que considere pertinente el Estado examinado, que
podrá presentarse verbalmente o por escrito. La exposición por escrito que resuma la información no deberá
exceder de 20 páginas, a fin de garantizar la igualdad de trato a todos los Estados y evitar la sobrecarga del
mecanismo. Se alienta a los Estados a que preparen la información mediante un amplio proceso de consulta a
nivel nacional con todos los actores interesados pertinentes.

b) Además, una compilación preparada por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos de la información contenida en los informes de los órganos de tratados, los procedimientos
especiales, incluidas las observaciones y comentarios del Estado examinado, y otros documentos oficiales
pertinentes de las Naciones Unidas, que no excederá de diez páginas.

c) La información creíble y fidedigna adicional que proporcionen otros interlocutores pertinentes al examen
periódico universal, que también deba considerar el Consejo en el examen. La Oficina del Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos preparará un resumen de dicha información que no excederá
de diez páginas.

16. Los documentos preparados por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos deberán elaborarse conforme a la estructura de las directrices generales que adopte el Consejo en
relación con la información preparada por el Estado interesado.

17. Tanto la exposición escrita del Estado como los resúmenes preparados por la Oficina del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos estarán listos seis semanas antes del examen por el grupo
de trabajo para que los documentos puedan distribuirse simultáneamente en los seis idiomas oficiales de las
Naciones Unidas, de conformidad con la resolución 53/208 de la Asamblea General de 14 de enero de 1999.

2. Modalidades

18. Las modalidades del examen serán las siguientes:

a) El examen se efectuará en un grupo de trabajo encabezado por el Presidente del Consejo e integrado por los
47 Estados miembros del Consejo. Cada Estado miembro determinará la composición de su delegación.

b) Los Estados observadores podrán participar en el examen, incluido el diálogo interactivo.

c) Otros actores interesados pertinentes podrán asistir al examen en el grupo de trabajo.

d) Se establecerá un grupo de tres relatores, seleccionados por sorteo entre los miembros del Consejo y
procedentes de diferentes grupos regionales ( troika ), para facilitar cada examen, incluida la preparación del
informe del grupo de trabajo. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos prestará a los relatores la asistencia y pondrá a su disposición los conocimientos especializados
necesarios.

19. El país examinado podrá pedir que uno de los tres relatores sea de su propio grupo regional y también
podrá pedir sólo en una ocasión que se sustituya a un relator.
20. Un relator podrá pedir que se le excuse de participar en un determinado proceso de examen.

21. El diálogo interactivo entre el país examinado y el Consejo tendrá lugar en el grupo de trabajo. Los
relatores podrán compilar las cuestiones o preguntas que hayan de transmitirse al Estado examinado para
facilitar su preparación y para centrar debidamente el diálogo interactivo, garantizando a la vez la equidad y
la transparencia.

22. El examen de cada país durará tres horas en el grupo de trabajo. Además se asignará hasta una hora al
examen del resultado por el pleno del Consejo.

23. Se asignará media hora a la aprobación del informe de cada país examinado en el grupo de trabajo.

24. Debería preverse un intervalo razonable entre el examen y la aprobación del informe de cada Estado en el
grupo de trabajo.

25. El resultado final del examen será adoptado por el pleno del Consejo.

E. Resultado del examen

1. Forma de presentación del resultado del examen

26. El resultado del examen se presentará en un informe que consistirá en un resumen de las actuaciones del
proceso de examen, las conclusiones y/o recomendaciones, y los compromisos voluntarios del Estado
examinado.

2. Contenido del resultado del examen

27. El examen periódico universal es un mecanismo cooperativo. Su resultado podrá incluir, entre otros:

a) Una evaluación objetiva y transparente de la situación de los derechos humanos en el país examinado, que
incluya los avances y los retos a los que se enfrenta el país;

b) Intercambio de las mejores prácticas;

c) Énfasis en el fortalecimiento de la cooperación para la promoción y protección de los derechos humanos;

d) La prestación de asistencia técnica y el fomento de la capacidad en consulta con el país examinado y con su
consentimiento;

e) Los compromisos y promesas contraídos voluntariamente por el país examinado.

3. Adopción del resultado del examen

28. El país examinado debería involucrarse plenamente en el resultado del examen.

29. Antes de que el pleno del Consejo apruebe el resultado del examen, el Estado examinado debería tener la
oportunidad de presentar sus respuestas a las cuestiones o preguntas que no se hayan tratado lo suficiente en
el diálogo interactivo.

30. El Estado examinado y los Estados miembros del Consejo, así como los Estados observadores, tendrán la
oportunidad de expresar sus puntos de vista sobre el resultado del examen antes de que el pleno adopte las
medidas correspondientes.

31. Otros actores interesados pertinentes tendrán la oportunidad de hacer observaciones generales antes de
que el pleno adopte el resultado del examen.

32. Las recomendaciones que cuenten con el apoyo del Estado examinado se señalarán como tales. Otras
recomendaciones se recogerán junto con las observaciones correspondientes del Estado examinado. Unas y
otras se incluirán en el informe final que ha de adoptar el Consejo.

F. Seguimiento del examen

33. El resultado del examen periódico universal, que ha de ser un mecanismo cooperativo, debería ser aplicado
principalmente por el Estado examinado y, según corresponda, por otros actores interesados pertinentes.

34. El examen siguiente debería centrarse, entre otras cosas, en la aplicación del resultado del examen
precedente.
35. En la agenda del Consejo debería figurar como tema permanente el examen periódico universal.

36. La comunidad internacional prestará asistencia para la aplicación de las recomendaciones y conclusiones
relativas al fomento de la capacidad y la asistencia técnica, en consulta con el país examinado y con su
consentimiento.

37. Al considerar el resultado del examen periódico universal, el Consejo decidirá si se necesitan medidas de
seguimiento concretas y cuándo se han de adoptar.

38. Tras haber agotado todos los esfuerzos por alentar a un Estado a que coopere con el mecanismo de examen
periódico universal, el Consejo abordará, según corresponda, los casos persistentes de no cooperación con el
mecanismo.

[...]

IV. Procedimiento de denuncia

A. Objetivo y alcance

85. Se está estableciendo un procedimiento de denuncia para abordar los cuadros persistentes de violaciones
manifiestas y fehacientemente probadas de todos los derechos humanos y de todas las libertades
fundamentales que se produzcan en cualquier parte del mundo y en cualquier circunstancia.

86. La resolución 1503 (XLVIII) del Consejo Económico y Social, de 27 de mayo de 1970, revisada por la
resolución 2000/3 de 19 de junio de 2000, sirvió como base de trabajo y se mejoró cuando fue necesario para
asegurar un procedimiento de denuncia imparcial, objetivo, eficiente, orientado a las víctimas y oportuno. Se
mantendrá el carácter confidencial del procedimiento con el objeto de aumentar la cooperación con el Estado
interesado.

B. Criterios de admisibilidad de las comunicaciones

87. Una comunicación relacionada con una violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales
será admisible a los efectos de este procedimiento, siempre que:

a) No tenga motivaciones manifiestamente políticas y su objeto sea compatible con la Carta de las Naciones
Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros instrumentos aplicables en el campo de los
derechos humanos.

b) Contenga una descripción fáctica de las presuntas violaciones, incluidos los derechos que supuestamente se
hayan vulnerado.

c) El lenguaje empleado no sea insultante. Sin embargo, la comunicación podrá ser examinada si cumple los
demás criterios de admisibilidad una vez suprimidas las expresiones insultantes.

d) La presente una persona o un grupo de personas que afirmen ser víctimas de violaciones de derechos
humanos y libertades fundamentales, o una persona o grupo de personas, incluidas ONG, que actúen de buena
fe de conformidad con los principios de derechos humanos, no tengan posturas políticamente motivadas
contrarias a lo dispuesto en la Carta de las Naciones Unidas y que sostengan tener conocimiento directo y
fidedigno de esas violaciones. Sin embargo, las comunicaciones que estén debidamente fundamentadas no
serán inadmisibles sólo porque la información de los autores individuales sea de segunda mano, a condición
de que se acompañen de pruebas claras.

e) No se base exclusivamente en informes difundidos por los medios de comunicación.

f) No se refiera a un caso que parezca revelar un cuadro persistente de violaciones manifiestas y


fehacientemente probadas de los derechos humanos del que ya se esté ocupando un procedimiento especial,
un órgano creado en virtud de un tratado u otro procedimiento de denuncia análogo, de las Naciones Unidas o
regional, en la esfera de los derechos humanos.

g) Se hayan agotado los recursos de la jurisdicción interna, salvo que parezca que esos recursos serían
ineficaces o podrían prolongarse injustificadamente.

88. Las instituciones nacionales de derechos humanos que se han establecido y trabajan conforme a los
Principios relativos al estatuto de las instituciones nacionales (Principios de París), en particular en lo
referente a la competencia cuasi judicial, pueden constituir un medio eficaz para hacer frente a violaciones
individuales de los derechos humanos.
C. Grupos de trabajo

89. Se establecerán dos grupos de trabajo distintos con el mandato de examinar las comunicaciones y señalar a
la atención del Consejo los cuadros persistentes de violaciones manifiestas y fehacientemente probadas de los
derechos humanos y de las libertades fundamentales.

90. Ambos grupos de trabajo operarán, en la mayor medida posible, sobre la base del consenso. De no haber
consenso, las decisiones se adoptarán por mayoría simple de votos. Los grupos de trabajo podrán establecer
sus propios reglamentos.

1. Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones: composición, mandato y atribuciones

91. El Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos nombrará a cinco de sus miembros, uno de cada grupo
regional, para que constituyan el Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones, teniendo debidamente en
cuenta el equilibrio de género.

92. En caso de que se produzca una vacante, el Comité Asesor nombrará de entre sus miembros a un experto
independiente y altamente calificado del mismo grupo regional.

93. Habida cuenta de la necesidad de conocimientos especializados independientes y de continuidad en el


examen y la evaluación de las comunicaciones recibidas, los expertos independientes y altamente calificados
del Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones serán nombrados por un período de tres años, y su mandato
podrá renovarse una sola vez.

94. El Presidente del Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones tendrá el cometido de realizar, junto con la
Secretaría, el examen inicial de las comunicaciones recibidas, basado en los criterios de admisibilidad, antes
de transmitirlas a los Estados interesados. El Presidente rechazará las comunicaciones manifiestamente
infundadas o anónimas, que, por consiguiente, no se transmitirán al Estado en cuestión. Con el fin de asegurar
la rendición de cuentas y la transparencia, el Presidente del Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones
proporcionará a todos los miembros de éste una lista de las comunicaciones rechazadas tras el examen inicial.
En esa lista se debería indicar los motivos de todas las decisiones que hayan dado lugar al rechazo de una
comunicación. Todas las comunicaciones que no hayan sido rechazadas se transmitirán al Estado interesado a
fin de recabar su parecer sobre las denuncias de violaciones.

95. Los miembros del Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones adoptarán una decisión sobre la
admisibilidad de las comunicaciones y evaluarán las denuncias de violaciones en cuanto al fondo, en
particular para determinar si las comunicaciones, por sí solas o en combinación con otras, parecen revelar un
cuadro persistente de violaciones manifiestas y fehacientemente probadas de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales. El Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones proporcionará al Grupo de Trabajo
sobre las Situaciones un expediente en el que figurarán todas las comunicaciones admisibles, así como las
recomendaciones al respecto. Cuando el Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones requiera un examen más
a fondo o información adicional, podrá mantener un caso en estudio hasta su siguiente período de sesiones y
solicitar esa información al Estado interesado. El Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones podrá decidir
desestimar un caso. Todas las decisiones del Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones se basarán en una
rigurosa aplicación de los criterios de admisibilidad y deberán estar debidamente justificadas.

2. Grupo de Trabajo sobre las Situaciones: composición, mandato y atribuciones

96. Cada grupo regional nombrará a un representante de un Estado miembro del Consejo, teniendo
debidamente en cuenta el equilibrio de género, para que integre el Grupo de Trabajo sobre las Situaciones. El
nombramiento será por un año. El mandato podrá renovarse una vez si el Estado en cuestión es miembro del
Consejo.

97. Los miembros del Grupo de Trabajo sobre las Situaciones desempeñarán sus funciones a título personal.
Para cubrir una vacante, el grupo regional al que corresponda la vacante nombrará a un representante de los
Estados miembros del mismo grupo regional.

98. El Grupo de Trabajo sobre las Situaciones, basándose en la información y las recomendaciones que le haya
facilitado el Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones, deberá presentar al Consejo un informe sobre los
cuadros persistentes de violaciones manifiestas y fehacientemente probadas de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales, y formular recomendaciones al Consejo sobre la manera de proceder, normalmente
en forma de un proyecto de resolución o decisión relativo a la situación que se le haya remitido. Cuando el
Grupo de Trabajo sobre las Situaciones requiera un examen más a fondo o información adicional, los
miembros podrán mantener un caso en estudio hasta su siguiente período de sesiones. El Grupo de Trabajo
sobre las Situaciones también podrá decidir desestimar un caso.

99. Todas las decisiones del Grupo de Trabajo sobre las Situaciones deberán estar debidamente justificadas e
indicar las razones de la interrupción del examen de una situación o de las medidas recomendadas al respecto.
Toda decisión de que se deje de examinar un asunto debería adoptarse por consenso o, si ello no es posible,
por mayoría simple de votos.

D. Modalidades de trabajo y confidencialidad

100. Puesto que el procedimiento de denuncia ha de ser, entre otras cosas, un procedimiento orientado a las
víctimas, confidencial y oportuno, ambos Grupos de Trabajo se reunirán al menos dos veces al año, durante
cinco días laborables en cada período de sesiones, a fin de examinar prontamente las comunicaciones
recibidas, incluidas las correspondientes respuestas de los Estados, y las situaciones de las que ya se esté
ocupando el Consejo en el marco del procedimiento de denuncia.

101. El Estado interesado cooperará con el procedimiento de denuncia y hará todo lo posible para
proporcionar respuestas sustantivas en uno de los idiomas oficiales de las Naciones Unidas a cada una de las
solicitudes de los Grupos de Trabajo o del Consejo. Asimismo, se esforzará al máximo por proporcionar una
respuesta dentro de los tres meses siguientes a la formulación de las solicitudes. Sin embargo, de ser necesario,
este plazo podrá prorrogarse a petición del Estado interesado.

102. La Secretaría deberá poner los expedientes confidenciales a disposición de todos los miembros del
Consejo, al menos con dos semanas de antelación, a fin de que cuenten con tiempo suficiente para
considerarlos.

103. El Consejo examinará, con la frecuencia que sea necesaria pero al menos una vez al año, los cuadros
persistentes de violaciones manifiestas y fehacientemente probadas de los derechos humanos y de las
libertades fundamentales que el Grupo de Trabajo sobre las Situaciones señale a su atención.

104. Los informes que el Grupo de Trabajo sobre las Situaciones remita al Consejo se examinarán de manera
confidencial, a menos que el Consejo decida otra cosa. Cuando el Grupo de Trabajo sobre las Situaciones
recomiende al Consejo que examine una situación en sesión pública, particularmente en caso de manifiesta e
inequívoca falta de cooperación, el Consejo examinará esa recomendación con carácter prioritario en su
período de sesiones siguiente.

105. Para garantizar que el procedimiento de denuncia esté orientado a las víctimas, sea eficiente y se lleve a
cabo de manera oportuna, el período de tiempo entre la transmisión de la denuncia al Estado interesado y su
examen por el Consejo no excederá, en principio, de 24 meses.

E. Participación del denunciante y del Estado interesado

106. El procedimiento de denuncia garantizará que tanto el denunciante como el Estado interesado sean
informados de las actuaciones en las etapas clave siguientes:

a) Cuando una comunicación sea considerada inadmisible por el Grupo de Trabajo sobre las Comunicaciones o
cuando pase al examen del Grupo de Trabajo sobre las Situaciones; o cuando uno de los Grupos de Trabajo o el
Consejo decida mantener pendiente la comunicación;

b) Cuando se adopte el resultado final.

107. Además, el denunciante será informado cuando su comunicación quede registrada en el procedimiento de
denuncia.

108. Si el denunciante solicita que no se dé a conocer su identidad, ésta no se comunicará al Estado interesado.

F. Medidas

109. De conformidad con la práctica establecida, la medida que se adopte respecto de una situación particular
debería ser una de las siguientes opciones:

a) Que se deje de examinar la situación cuando no se justifique su examen o la adopción de medidas ulteriores;

b) Que se mantenga la situación en estudio y se solicite al Estado interesado que proporcione información
adicional dentro de un plazo de tiempo razonable;

c) Que se mantenga la situación en estudio y se nombre a un experto independiente y altamente calificado


para que siga de cerca la situación e informe al Consejo al respecto;

d) Que se deje de examinar el asunto en virtud del procedimiento de denuncia confidencial para proceder a su
examen público;

e) Que se recomiende al ACNUDH que preste cooperación técnica, asistencia para el fomento de la capacidad o
servicios de asesoramiento al Estado interesado.

1.4. COMITÉ DE DERECHOS HUMANOS. DICTAMEN DE 20 DE JULIO DE 2000 (COMUNICACIÓN Nº 701/1996)

El Comité de Derechos Humanos, creado en virtud del artículo 28 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos,

Reunido el 20 de julio de 2000,

Habiendo concluido su examen de la comunicación nº 701/1 996, remitida al Comité de Derechos Humanos por
el Sr. Cesáreo Gómez Vázquez acogiéndose al Protocolo Facultativo Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos,

Habiendo tenido en cuenta toda la información escrita que le han remitido el autor de la comunicación y el
Estado Parte,

Aprueba el siguiente:

Dictamen a tenor del párrafo 4 del artículo 5 del Protocolo Facultativo

1. El autor de la comunicación es Cesáreo Gómez Vázquez, ciudadano español nacido en Murcia en 1966,
profesor de educación física. En la actualidad vive escondido en alguna parte de España. Declara ser víctima de
violaciones por España del párrafo 5, del artículo 14, y del artículo 26 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos. El autor está representado por un abogado, Don José Luis Mazón Costa.

[...]

3.1. La reclamación del autor se refiere fundamentalmente al derecho a recurrir de manera efectiva contra el
fallo condenatorio y la pena impuesta. Alega que la Ley de Enjuiciamiento Criminal española viola el párrafo 5
del artículo 14 y el artículo 26 del Pacto porque los casos de las personas acusadas de los delitos más graves
están a cargo de un solo magistrado (Juzgado de Instrucción), quien, una vez llevadas a cabo las
investigaciones pertinentes y considerar que el caso está listo para la vista oral, lo traslada a la Audiencia
Provincial en la que tres magistrados presiden el juicio y dictan sentencia. Esta decisión sólo puede ser objeto
de recurso de casación por razones jurídicas muy limitadas. No hay posibilidad de que el tribunal de casación
vuelva a evaluar las pruebas, ya que toda decisión del tribunal inferior sobre los hechos es definitiva. Por el
contrario, los casos de las personas condenadas por crímenes menos graves, condenas inferiores a los seis
años, son investigados por un solo magistrado (Juzgado de Instrucción) quien, cuando el caso está listo para la
vista oral, lo traslada a un único juez ad hoc (Juzgado de lo Penal), cuya decisión puede recurrirse ante la
Audiencia Provincial lo cual garantiza una revisión efectiva no sólo de la aplicación de la ley sino también de
los hechos.

[...]

Cuestiones de fondo

11.1. En cuanto a si el autor ha sido objeto de una violación del párrafo 5 del artículo 14 del Pacto, porque su
condena y sentencia solamente han sido revisadas en casación ante el Tribunal Supremo, en lo que su
abogado, siguiendo los parámetros establecidos en los artículos 876 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal, denomina un recurso incompleto de revisión, el Comité toma nota de la alegación del Estado Parte de
que el Pacto no exige que el recurso de revisión se llame de apelación. No obstante, el Comité pone de
manifiesto que al margen de la nomenclatura dada al recurso en cuestión éste ha de cumplir con los elementos
que exige el Pacto. De la información y los documentos presentados por el Estado Parte no se refuta la
denuncia del autor de que su fallo condenatorio y la pena que le fue impuesta no fueran revisados
íntegramente. El Comité concluye que la inexistencia de la posibilidad de que el fallo condenatorio y la pena
del autor fueran revisados íntegramente, como se desprende de la propia sentencia de casación citada en el
punto 3.2, limitándose dicha revisión a los aspectos formales o legales de la sentencia, no cumple con las
garantías que exige el párrafo 5, artículo 14, del Pacto. Por consiguiente, al autor le fue denegado el derecho a
la revisión del fallo condenatorio y de la pena, en violación del párrafo 5 del artículo 14 del Pacto.
[...]

14. Teniendo en cuenta que, al constituirse en parte en el Protocolo Facultativo, el Estado Parte ha reconocido
la competencia del Comité para decidir si se ha violado el Pacto y que, de conformidad con el artículo 2 del
mismo, el Estado Parte se ha comprometido a garantizar a todos los individuos que se encuentren en su
territorio o estén sujetos a su jurisdicción los derechos reconocidos en el Pacto, y a proporcionar un recurso
efectivo y ejecutable si se determina que se ha producido una violación, el Comité desea recibir del Estado
Parte en un plazo de 90 días información sobre las medidas adoptadas para aplicar el dictamen del Comité.

1.5. SENTENCIA TS (SALA DE LO PENAL), NÚM. 1074/205, DE 27 DE SEPTIEMBRE DE 2005

OCTAVO

El motivo tercero por infracción de precepto constitucional al amparo de los arts. 852 LECrim y 5.4 LOPJ, por
considerarse infringidos el derecho a la tutela judicial efectúa y el derecho a un proceso con todas las
garantías, dado que en atención a lo establecido en el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, no se ha posibilitado a los acusados el recurrir de manera efectiva contra el fallo condenatorio y la
pena impuesta, citando el dictamen del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 20 de julio de
2000, sostiene que dado que el Tribunal Supremo no vuelve a evaluar las pruebas, lo anterior constituye una
violación del derecho a la revisión de la sentencia y la condena por un Tribunal superior en virtud de la Ley, al
no ser la casación penal una verdadera segunda instancia pues en toda apelación debe haber derecho del
condenado a una revisión plena de la prueba.

El motivo debe ser desestimado.

Como recuerda la STS 2047/2002 de 10 de diciembre, si bien el Dictamen emitido por el Comité de Derechos
Humanos de la ONU el 20 de julio del año 2000 en el caso «Cesáreo Gómez» ha apreciado en un determinado
recurso la vulneración del derecho reconocido en el art. 14.5º del Pacto, pero esta resolución se refiere a un
caso específico, no generalizable, y lo cierto es que en la escuetísima fundamentación de fondo de la resolución
dictada no se entró realmente a valorar las características actuales del recurso de casación penal español tal y
como funciona en la realidad jurisdiccional.

Ha de tenerse en cuenta que el referido Dictamen del Comité se limita, en cuanto a la cuestión de fondo, a
señalar (parágrafo 11.1) que «de la información y los documentos presentados por el Estado Parte no se refuta
la denuncia del autor de que su fallo condenatorio y la pena que le fue impuesta no fueran revisadas
íntegramente». Si acudimos al parágrafo 8.6 para conocer cuál fue la información proporcionada por la
representación procesal del Estado Parte, se aprecia que, según el Comité, «el Estado Parte aduce...que el
recurso de casación español satisface plenamente las exigencias de la segunda instancia aunque no permita
revisar las pruebas salvo en casos extremos que la propia Ley señala».

Ello nos permite deducir que la información proporcionada al Comité sobre nuestro recurso de casación penal
se limitaba a explicitar las limitadas posibilidades de revisión fáctica reconocidas en la Ley (error de hecho
fundado en documento auténtico, art. 849.2º de la LECrim) pero no las posibilidades de revisión fáctica mucho
más amplias abiertas por la Constitución (presunción de inocencia, interdicción de la arbitrariedad, exigencia
de motivación), la jurisprudencia constitucional y la práctica jurisdiccional efectiva del actual recurso de
casación.

Igualmente la STS 1305/2002, reiterando lo ya dicho en auto de 14 de diciembre de 2001, recuerda que el
Tribunal Constitucional ha venido declarando desde la STC 60/1985 que el recurso de casación cumple con la
exigencia del art. 14.5 Pacto y desde la STC 42/1982 ha establecido que esta norma del Pacto no da derecho a
recursos que no se encuentren reconocidos en nuestra legislación (ver también STC 37/1988).

Además ha de tenerse en cuenta que las «observaciones» que en forma de Dictamen emite el Comité no son
resoluciones judiciales, puesto que el Comité no tiene facultades jurisdiccionales (como claramente se deduce
de la lectura de los arts. 41 y 42 del Pacto) y sus Dictámenes no pueden constituir la interpretación auténtica
del Pacto, dado que en ningún momento, ni el Pacto ni el Protocolo facultativo le otorgan tal competencia (ver
SSTC 70/2002 de 3 de abril y STS 1565/2002 de 25 de septiembre).

NOVENO

Finalmente en cuanto a su vulneración denunciada, esta Sala en SS. 1860/2000 de 4 de diciembre, 2194/2001 de
19 de noviembre, 1305/2002 de 13 de julio se ha pronunciando ante dicha invocación afirmando que el derecho
a la doble instancia no está realmente comprendido en el Convenio Europeo, sino en el artículo 14.5 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Nueva York, según el cual toda persona declarada culpable de
un delito tiene derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto, sean sometidas a un
Tribunal Superior, conforme a lo prescrito por la Ley. Ahora bien, dada la diversidad de sistemas procesales
que funcionan en el ámbito territorial del Pacto, la posibilidad del acceso a la doble instancia viene
determinada por las características de las Leyes procedimentales de cada país y aunque esa revisión deba
tener el máximo alcance, no se puede excluir la posibilidad de que existan otras vías de impugnación de
sentencias condenatorias, siempre que se haga a través de un Tribunal Superior que tenga la posibilidad de
anular las resoluciones del inferior. Por ello nuestro Tribunal Constitucional ha declarado que aunque el
recurso de casación penal tenga un carácter extraordinario y de marco limitado, cumple suficiente y
adecuadamente expectativas del referido Pacto Internacional y «satisface la obligación asumida por el Estado
español al incorporar sus previsiones al derecho interno por la vía del artículo 96 de nuestra Constitución».

Ciertamente existen tratados internacionales firmados por España en los que se ha hecho expresa referencia a
la doble instancia en el proceso penal. Concretamente el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el
Protocolo número 7 del Convenio Europeo de Derecho Humanos en el que se expresa que toda persona
declarada culpable de una infracción penal por un Tribunal tendrá derecho a que la declaración de
culpabilidad o la condena sea examinada por un Tribunal superior. El ejercicio de ese derecho, incluidos los
motivos por los que pueda ser ejercitado, se regularán por la Ley. Este derecho podrá ser objeto de excepciones
en caso de infracciones de menor gravedad según las define la Ley, o cuando el interesado haya sido juzgado
en primera instancia por el más alto Tribunal o haya sido declarado culpable y condenado al resolverse un
recurso contra su absolución.

La necesidad de que el fallo condenatorio sea sometido a un Tribunal superior puede ser interpretado con
distinto alcance. Así, cabe hacer una lectura estricta de ese mandato en el sentido de que no se impone
necesariamente la doble instancia sino simplemente la necesidad de que el fallo condenatorio y la pena sean
revisados por otro Tribunal. Otra interpretación más amplia y extensa llevaría a la necesidad de la revisión
completa del juicio.

Examinando los textos de los Tratados internacionales citados vemos que el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos se refiere a «fallo condenatorio y la pena». Si por fallo condenatorio entendemos, además de
la parte dispositiva que contiene la condena, aquellos extremos de la sentencia que examinan la declaración
de culpabilidad, estaríamos ante una interpretación que se extiende más allá de la mencionada como estricta,
en cuanto supera el mero fallo o parte dispositiva, si bien ello permite, al menos, dos lecturas, la que se
identifica con la revisión completa, es decir, un nuevo juicio con repetición de la prueba, que afectaría a las
bases fácticas sobre las que descansa la declaración de culpabilidad; otra que si bien no se ciñe a la parte
dispositiva de la sentencia sin embargo tiene como límite el examen del juicio de inferencia realizado por el
Tribunal de instancia y en concreto si se ajusta a las reglas de la lógica, la experiencia y los conocimientos
científicos.

Pues bien, el texto del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, único de los citados que ha sido
ratificado por España, no requiere un nuevo juicio con repetición de la prueba, satisfaciéndose la exigencia de
que el fallo condenatorio y la pena sean sometidos a un Tribunal superior con la mera revisión del juicio de
inferencias realizado por el Tribunal de instancia. Es cierto que ambos pactos remiten este derecho a la doble
instancia a lo que se prescriba por la Ley de cada Estado signatario, como se recoge en la sentencia de esta Sala
antes citada, y ello nos lleva a examinar si en la legislación procesal española se cumple el mandato, con el
alcance que acabamos de expresar, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

El Tribunal Constitucional viene declarando, desde las sentencias 42/1982, de 5 de julio, 76/1982, de 14 de
diciembre y 60/1985, de 6 de mayo, que el artículo 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
no es bastante para crear por sí mismo recursos inexistentes y que el Tribunal Supremo, al conocer del recurso
de casación, cumple con esta exigencia de intervención de un Tribunal superior, si bien, al desarrollar el
derecho al recurso, ha hecho una interpretación más favorable para la efectividad de ese derecho y con una
interpretación amplia respecto al ámbito del conocimiento del recurso de casación, como son exponentes las
Sentencias 133/2000, de 16 de mayo y 190/1994, de 20 de junio.

El Tribunal Supremo, en sus sentencias, para un mejor cumplimiento del mandato del artículo 14.5 del Pacto
Internacional tantas veces citado y acorde con las declaraciones del Tribunal Constitucional sobre ese artículo,
ha ido elaborando una doctrina que viene ensanchando su conocimiento a la revisión de cómo se ha hecho la
valoración de la prueba por el Tribunal de instancia.

Así en la Sentencia de esta Sala de 25 de abril de 2000 se dice que al invocarse el derecho de presunción de
inocencia ello conduce al Tribunal Supremo a examinar, entre otras cuestiones, si las pruebas se obtuvieron
lícitamente y si las conclusiones probatorias del Tribunal sentenciador no contravienen las Leyes de la lógica,
de la experiencia y de las ciencias.

El cumplimiento por este Tribunal del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se mantiene, con el
alcance del recurso de casación que se ha dejado expresado, tras el Dictamen del Comité de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas de 20 de julio de 2000, sin que este Dictamen, que resuelve un caso concreto y
no si el recurso de casación español en su generalidad se ajusta o no al artículo 14.5 del Pacto, exija, en modo
alguno un cambio de criterio, siendo cuestión bien distinta la conveniencia de que se instaure la segunda
instancia en todo tipo de procesos y se residencia en el Tribunal Supremo como única función, la esencial de
unificación en la aplicación del ordenamiento jurídico.

En ese sentido se ha pronunciado el Pleno de esta Sala, en la reunión no jurisdiccional celebrada el 13 de


septiembre de 2000, en la que se declaró que en la evolución actual de la jurisprudencia en España el recurso
de casación previsto en las Leyes vigentes en nuestro país, similar al existente en otros Estados miembros de la
Unión Europea, ya constituye un recurso efectivo en el sentido del artículo 14.5 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, si bien se añade que procede insistir en la conveniencia de instaurar un recurso de
apelación previo al de casación.

Como precisa la STS 692/2002 de 18 de abril y la doctrina que se expone con detalle en el auto de 14 de
diciembre de 2001, el recurso de casación penal en el modo en que es aplicado actualmente, particularmente
cuando se alega vulneración del derecho a la presunción de inocencia, cumple con lo previsto en el citado art.
14.5. Y ello es así porque en este recurso cabe examinar la prueba practicada en la instancia y la aplicación que
de ella se hizo por el órgano judicial competente, con suficiente amplitud como para satisfacer ese derecho que
tiene toda persona declarada culpable de un delito a que su condena «sea sometida a un tribunal superior
conforme a lo prescrito en la Ley». En nuestro caso la «Ley» a que se refiere el Pacto no está constituida
únicamente por las disposiciones de la LECrim, sino también por la forma en que han sido interpretadas y
ampliadas en los últimos años para su adaptación a la Constitución por la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional y también por esta Sala del Tribunal Supremo [ Aranzadi Westlaw , (RJ 2005, 7552)].

1.6. LEY 41/2015, DE 5 DE OCTUBRE, DE MODIFICACIÓN DE LA LEY DE ENJUICIAMIENTO CRIMINAL PARA


LA AGILIZACIÓN DE LA JUSTICIA PENAL Y EL FORTALECIMIENTO DE LAS GARANTÍAS PROCESALES

PREÁMBULO

IV

Pese a que la Ley Orgánica del Poder Judicial establece las oportunas previsiones orgánicas para la
generalización de la segunda instancia en el proceso penal, en desarrollo del derecho reconocido por el
artículo 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, conforme al cual todo condenado por
delito podrá someter a revisión la causa ante un tribunal superior, la ausencia de regulación procesal del
recurso de apelación contra las sentencias dictadas por las Audiencias Provinciales y por la Sala de lo Penal de
la Audiencia Nacional, previa celebración de juicio ante dichos órganos judiciales, mantiene una situación
insatisfactoria que, al tener que compensarse con mayor flexibilidad en el entendimiento de los motivos del
recurso de casación, desvirtúa la función del Tribunal Supremo como máximo intérprete de la ley penal. Por
ello, se procede a generalizar la segunda instancia, estableciendo la misma regulación actualmente prevista
para la apelación de las sentencias dictadas por los juzgados de lo penal en el proceso abreviado, si bien
adaptándola a las exigencias tanto constitucionales como europeas. Se ha considerado oportuno completar la
regulación del recurso de apelación con nuevas previsiones legales relativas al error en la valoración de la
prueba como fundamento del recurso y al contenido de la sentencia que el órgano ad quem podrá dictar en
tales circunstancias, cuyo fin último es ajustar la reglamentación de esta materia a la doctrina constitucional y,
en particular, a las exigencias que dimanan del principio de inmediación. En relación con lo primero, cuando
la acusación alegue este motivo como base de su recurso ya fuera a fin de anular una sentencia absolutoria, ya
para agravar las condiciones fijadas en una condenatoria, deberá justificar la insuficiencia o falta de
racionalidad de la misma o su apartamiento manifiesto de las máximas de experiencia o la omisión de todo
razonamiento sobre alguna de las pruebas practicadas, siempre que fueran relevantes, o cuya nulidad hubiera
sido improcedentemente declarada. En esta tesitura, el tribunal de apelación verá limitadas sus facultades a
declarar la nulidad de la sentencia cuando fuera procedente, fijando el alcance de esa declaración, esto es, si
afecta exclusivamente a la resolución del órgano a quo o si ha de extenderse al juicio oral y, en este último
caso, si debe darse una nueva composición a ese órgano al objeto de garantizar su imparcialidad.

Artículo único. Modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.


La Ley de Enjuiciamiento Criminal se modifica en los siguientes términos:

[...]

Doce. Se modifica el artículo 847, que queda redactado del siguiente modo:

«1. Procede recurso de casación:

a) Por infracción de ley y por quebrantamiento de forma contra:

1.º Las sentencias dictadas en única instancia o en apelación por la Sala de lo Civil y Penal de los Tribunales
Superiores de Justicia.

2.º Las sentencias dictadas por la Sala de Apelación de la Audiencia Nacional.

b) Por infracción de ley del motivo previsto en el número 1.º del artículo 849 contra las sentencias dictadas en
apelación por las Audiencias Provinciales y la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.

2. Quedan exceptuadas aquellas que se limiten a declarar la nulidad de las sentencias recaídas en primera
instancia.»

Trece. Se modifica el artículo 848, que quedará redactado del siguiente modo:

«Podrán ser recurridos en casación, únicamente por infracción de ley, los autos para los que la ley autorice
dicho recurso de modo expreso y los autos definitivos dictados en primera instancia y en apelación por las
Audiencias Provinciales o por la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional cuando supongan la finalización del
proceso por falta de jurisdicción o sobreseimiento libre y la causa se haya dirigido contra el encausado
mediante una resolución judicial que suponga una imputación fundada.»

Catorce. Se adiciona un párrafo segundo en el artículo 889, que queda redactado en los siguientes términos:

«Artículo 889.

Para denegar la admisión del recurso será necesario que el acuerdo se adopte por unanimidad.

La inadmisión a trámite del recurso de casación en el supuesto previsto en el artículo 847.1.b) podrá acordarse
por providencia sucintamente motivada siempre que haya unanimidad por carencia de interés casacional.»

1.7. TEDH ASUNTO LOIZIDOU C. TURQUÍA, EXCEPCIONES PRELIMINARES. SENTENCIA DE 23 DE MARZO


DE 1995

70. El Tribunal considera que los artículos 25 y 46 son disposiciones esenciales para la eficacia del sistema del
Convenio, dado que delimitan la responsabilidad de la Comisión (Europea de Derechos Humanos) y del
Tribunal: «de asegurar el respeto de las obligaciones que corresponden a las Alta Partes» de la Convención
(art.19), al determinar la competencia para conocer las quejas sobre violaciones de los derechos y libertades
reconocidos en este texto. Cuando interpreta estas disposiciones esenciales, el Tribunal debe tener presente el
carácter singular de la Convención, tratado de garantía de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales.

Como ha declarado el Tribunal en el asunto Irlanda c. Reino Unido , de 18 de enero de 1978 (serie A nº 25, p. 90,
par. 239):

«A diferencia de los tratados internacionales tradicionales, el Convenio desborda el cuadro de la mera


reciprocidad entre Estados contratantes. En lugar de una serie de compromisos sinalagmáticos bilaterales,
crea obligaciones objetivas que, según su preámbulo, generan una "garantía colectiva."

71. Es jurisprudencia bien consolidada del Tribunal que el Convenio es un instrumento vivo que debe
interpretarse a la luz de las circunstancias actuales (véase Tyrer c. Reino Unido , 25 de abril de 1978, serie A no
26, pp. 15-16, par. 31). Esta caracterización, en opinión del Tribunal, no se limita a las disposiciones normativas
de la Convención, sino que también afecta a aquellas otras, como los artículos 25 y 46, que rigen el
funcionamiento del Convenio. De lo que se sigue que el articulado no debe interpretarse sólo de acuerdo con la
intención de sus autores, tal y como fue redactado hace más de cuarenta años.

En consecuencia, incluso aunque se probara cierto que cualquier restricción de la competencia del Tribunal,
además de las ratione temporis, se consideraban admisibles (parece que no hubo tal intención) en la época en
que una minoría de las Partes actuales del Convenio lo había ratificado; esta verificación no sería
determinante.

[...]

Si, como sostiene el Gobierno demandado, estas disposiciones permitirían restricciones territoriales, o sobre el
contenido, de la aceptación de la competencia del Tribunal, las Partes contratantes serían libres de adoptar
diferentes regímenes para la ejecución de las obligaciones convencionales, según el alcance de las obligaciones
que hubieran aceptado. Un sistema semejante, que permitiría a los Estados atemperar su consentimiento
mediante cláusulas facultativas, debilitaría gravemente el papel de la Comisión (Europea de Derechos
Humanos) y del Tribunal e, igualmente, socavaría la eficacia del Convenio en tanto que instrumento
constituyente de un orden público europeo.

[...]

77. [...] La desigualdad que podría engendrarse entre los Estados parte, si se tolerasen tales restricciones a la
competencia del Tribunal, sería contraria a la finalidad del Convenio, explicitada en su preámbulo: la
realización de una unión más estrecha para la salvaguardia y el desarrollo de los derechos humanos.

1.8. TEDH ASUNTO BANKOVIC Y OTROS C. BÉLGICA, REPÚBLICA CHECA, DINAMARCA, ESPAÑA,
FRANCIA, ALEMANIA, GRECIA, HUNGRÍA, ISLANDIA, ITALIA, PAÍSES BAJOS, NORUEGA, POLONIA,
PORTUGAL, TURQUÍA Y REINO UNIDO. DECISIÓN SOBRE LA ADMISIBILIDAD (GRAN SALA), DE 12 DE
DICIEMBRE DE 2001

A. ¿Estaban los demandantes y sus familiares fallecidos bajo la «jurisdicción» de los Estados demandados, en el
sentido del artículo 1 del Convenio?

[...]

3. La apreciación de la Corte.

b) El significado que debe atribuirse a los términos «bajo su jurisdicción».

59. En cuanto concierne al «sentido ordinario» de los términos pertinentes que figuran en el artículo 1 del
Convenio, la Corte considera que, desde el punto de vista del derecho internacional público, la jurisdicción de
un Estado es principalmente territorial. Es cierto que el Derecho internacional no excluye el ejercicio
extraterritorial de su jurisdicción, fundando estos supuestos normalmente sobre elementos (nacionalidad,
pabellón, relaciones diplomáticas y consulares,...) definidos y limitados por los derechos territorial soberanos
de los otros Estados interesados [Mann, « The Doctrine of Jurisdiction in International Law », RdC , 1964, vol. 1;
Mann, « The Doctrine of Jurisdiction in International Law, Twenty Years Later », RdC , 1984, vol. 1; Bernhardt,
Encyclopaedia of Public International Law, edición 1997, vol. 3, pp. 55-59 (« Jurisdiction of States »), y edición
1995, vol. 2, pp. 337-343 (« Extra-territorial Effects of Administrative, Judicial and Legislative Acts »);
Oppenheim's International Law 9ª edición 1992 (Jennings and Watts), vol. 1, § 137; P.-M. Dupuy, Droit
international public , 4ª edición 1998, p. 61; Brownlie, Principles of International Law , 5ª edición 1998, pp. 287,
301 et 312-314].

[...]

61. De esta forma, la Corte entiende que el artículo 1 del Convenio debe considerarse que refleja esta
concepción ordinaria y esencialmente territorial de la jurisdicción de los Estados, los otros títulos de
jurisdicción serían excepcionales y necesitan una justificación especial, en función de las circunstancias del
caso [...]

63. Para concluir, la Corte estima una confirmación clara de esta concepción de la jurisdicción de los Estados,
esencialmente territorial, los trabajos preparatorios del Convenio que revelan cómo el Comité de expertos
intergubernamentales reemplazó los términos «residentes en el territorio» por aquellos otros «bajo su
jurisdicción», con el fin de aplicar el Convenio a las personas que, sin ser residentes en un Estado, en el sentido
jurídico del término, se encontrasen en el territorio del mismo.

64. Es cierto que es un principio consolidado en la jurisprudencia de la Corte que el Convenio es un


instrumento vivo que debe interpretarse a la luz de las condiciones actuales. Ésta lo ha aplicado no sólo a las
disposiciones normativas del Convenio [...], sino también, y es especialmente pertinente al caso, cuando se
trata de interpretar los antiguos artículos 25 y 46 del Convenio, relativos a la aceptación de la competencia de
los órganos del Convenio por un Estado [asunto Loizidou ( excepciones preliminares) ya citado, par. 71]. La
Corte consideró, en la última sentencia citada, que los antiguos artículos 25 y 46 del Convenio no podrían
interpretarse únicamente de conformidad con las intenciones de los redactores, tal y como se habían plasmado
hace más de cuarenta años [...]

65. Además, contrariamente a la cuestión de la competencia de los órganos del Convenio para conocer de un
caso, que se debatía en el asunto Loizidou (excepciones preliminares) , el alcance del artículo 1, que es la base
del presente litigio, es determinante para la cuestión de las obligaciones positivas que afectan a las Partes y,
por lo tanto, para el ámbito y el alcance de todo el sistema de protección de los derechos humanos creado por
el Convenio [...]

67. De acuerdo con la noción esencialmente territorial de la jurisdicción, la Corte admite que, en circunstancias
excepcionales, los actos de los Estados parte que se realicen o produzcan efectos fuera de su territorio pueden
incluirse dentro del ejercicio de su jurisdicción a los efectos del artículo 1 del Convenio.

68. Recuérdese, como ejemplos al efecto [...] algunas situaciones en las que la extradición o expulsión de una
persona por un Estado parte pueden conllevar un problema en relación con los artículo 2 y/o 3 [...] que
comprometería su responsabilidad [..., asunto Soering , ya citado, par. 91, Cruz Varas y otros c. Suecia , de 20 de
marzo de 1991, Serie A nº 201, pars. 69 y 70, y Vilvarajah y otros c. Reino Unido , de 30 de octubre de 1991, serie
A nº 215, par. 103]

La Corte llama la atención, sin embargo, sobre el hecho de que en los casos citados, los Estados demandados
habían generado su responsabilidad por actos que afectaban a estas personas, llevados a cabo sobre la base de
que se encontraba en su territorio y afectaban manifiestamente a su jurisdicción, y que semejantes casos no
afectan al ejercicio real de la jurisdicción extraterritorial de un Estado en el extranjero [...]

69. Otro ejemplo mencionado en el pár. 62 del asunto Loizidou (excepciones preliminares ), ya citado, sería el
asunto Drozd y Janousek , en el que la Corte, citando un cierto número de decisiones sobre la admisibilidad
adoptadas por la Comisión, admitió que la responsabilidad de las Partes contratantes (en el caso concreto
Francia y España) podía entrar en juego por razón de actos que provenían de sus órganos (en este caso
judiciales) habiéndose dado o tenido efectos fuera de su territorio [...] En este asunto, los actos juzgados no
podían ser imputados a los Estados demandados, a la vista de las circunstancias, pues los jueces en cuestión no
habían actuado en calidad de juez español o francés y porque la jurisdicción andorrana actuaba de manera
independiente respecto de ambos Estados.

70. Asimismo, en su primera sentencia Loizidou (excepciones preliminares) , la Corte consideró que, teniendo
en cuenta el objeto y fin del Convenio, una Parte contratante podía ser responsable cuando, por efecto de una
acción militar –legal o no–, ejerciera en la práctica su control sobre una zona situada fuera de su territorio
nacional. La Corte consideró que la obligación de asegurar en tal región el respeto de los derechos y libertades
garantizados por el Convenio provenía del hecho del control, que se ejercía directamente, mediante las fuerzas
armadas de los Estados concernidos o por vía de una administración local subordinada. Concluyó que los actos
denunciados por la demandante eran «de una naturaleza tal que caían bajo la jurisdicción de Turquía en el
sentido del artículo 1 del Convenio».

[...]

71. En resumen, resulta de la jurisprudencia que la Corte admite excepcionalmente que un Estado parte
responda por un ejercicio extraterritorial de su competencia: sólo lo ha admitido cuando un Estado
demandado ejercía el control efectivo sobre un territorio fuera de sus fronteras y sobre los habitantes, por
razón de una ocupación militar o en virtud del consentimiento, de la invitación o de la aquiescencia del
gobierno local, asumiendo el total o algunos poderes públicos propios de éstos.

[...]

75. [...]

La Corte se inclina por la posición de los Gobiernos, según la cual el texto del artículo 1 no casa con un
concepción tal de la noción de «jurisdicción». Ciertamente, los demandantes admiten que semejante
«jurisdicción» y la responsabilidad a la luz del Convenio, que se darían para el Estado en cuestión, se
limitarían a las circunstancias que hubieran rodeado la comisión del acto y a las consecuencias de éste. La
Corte considera, sin embargo, que el texto del artículo 1 no ofrece ninguna posibilidad de apoyo al argumento
de los demandantes, según el cual la obligación positiva que impone esta disposición a los Estados Parte de
reconocer «los derechos y libertades definidos en el título I del [...] Convenio» puede fraccionarse y adaptarse
en función de las circunstancias particulares del acto extraterritorial en cuestión. La Corte considera, a mayor
abundamiento, que la misma conclusión se deduce del tenor del artículo 19 del Convenio. Aún más, la tesis de
los demandantes no explica el empleo de los términos «bajo su jurisdicción» que figuran en el artículo 1 y los
hace superfluos y carentes de finalidad alguna. Por lo demás, si los autores del Convenio hubieran deseado
asegurar una jurisdicción tan extensa como la que preconizan los demandantes, habrían podido adoptar un
texto idéntico o análogo a aquél, contemporáneo, de los artículos 1 de las Cuatro Convenciones de Ginebra de
1949 (pár. 25).

Por otra parte, la interpretación que propugnan los demandantes de la noción de jurisdicción viene a
confundir la cuestión de saber si un individuo «está sometido a la jurisdicción» de un Estado contratante, con
la de saber si el interesado puede considerarse víctima de una violación de los derechos garantizados en el
Convenio. Además, aquí se trata de las condiciones de admisibilidad separadas y distintas que debe cumplir un
individuo para invocar las disposiciones del Convenio frente a un Estado parte.

76. En segundo lugar, a título subsidiario, los demandantes sostienen que el alcance limitado al espacio aéreo
del control ejercido por los Estados partes no les excluiría de la obligación positiva de proteger a los
demandantes, sino que delimitaría su extensión. La Corte considera que este argumento es esencialmente el
mismo que el avanzado a título principal y rechazado por las mismas razones.

77. En tercer lugar, los demandantes desarrollan otro argumento subsidiario, consistente en comparar este
asunto con el asunto Soering ya citado, como un supuesto de ejercicio de jurisdicción de los Estados
demandados. La Corte considera que es un argumento poco convincente, teniendo en cuenta las diferencias
fundamentales ya expuestas entre el asunto Soering y el presente (pár. 68 más arriba).

[...]

79. En quinto lugar, con carácter más general, los demandantes sostienen que una decisión negando la
jurisdicción de los Estados demandados sería contraria a la misión de orden público dispuesta por el Convenio,
y que dejaría una laguna lamentable en el sistema de protección de los derechos humanos instituido por el
Convenio.

80. La obligación de la Corte a estos efectos consiste en tener en cuenta la naturaleza particular del Convenio,
instrumento constitucional de un orden público europeo para la protección de los seres humanos y su papel,
tal como se infiere del artículo 19 del Convenio, es asegurar el respeto por las Partes contratantes de las
obligaciones suscritas por ellas [...] De esta forma, resulta difícilmente sostenible pretender que una decisión
que se niega a admitir la jurisdicción extraterritorial de los Estados demandados fuera contraria al objetivo de
orden público del Convenio, dado este mismo señala la vocación regional del sistema, cuyo artículo 19 no da
indicaciones particulares sobre el ámbito territorial de aplicación de dicho sistema.

Cierto, al dictar su sentencia Chipre c. Turquía ya citada, la Corte era consciente de la necesidad de evitar «una
lamentable laguna en el sistema de protección de los derechos humanos» (pár. 78) en la parte norte de Chipre.
Sin embargo, los Gobiernos lo han hecho notar, esta observación se refería a una situación totalmente
diferente de la que debe juzgarse en este caso. Los habitantes de la parte norte de Chipre habrían sido
excluidos de obtener el cumplimiento de las obligaciones del Convenio, del beneficio de las garantías y del
sistema que resulta de aquél, que hasta entonces disfrutaban, sobre la base del «control efectivo» de Turquía
sobre el territorio en cuestión y la imposibilidad consiguiente de Chipre de dar esa protección.

En resumen, el Convenio es un tratado multilateral que actúa, a reserva del artículo 56, en un contexto
esencialmente regional, y más en concreto en el espacio jurídico de los Estados parte, del que queda claro debe
excluirse a la RFY. No tiene el objetivo de la aplicación universal, ni siquiera en relación con el
comportamiento de los Estados Parte. Igualmente la Corte no ha hecho más que invocar el interés de evitar
esas lagunas o soluciones de continuidad en la protección de los derechos humanos, para determinar la
jurisdicción de un Estado parte sólo en los casos en que, no habiendo sido por las circunstancias especiales, el
territorio en concreto habría caído en el ámbito de aplicación del Convenio.

[...]

82. A la vista de todo lo anterior, la Corte no ha alcanzado la convicción de que exista un vínculo jurisdiccional
entre las víctimas de este acto y los Estados demandados. En consecuencia, considera que los demandantes no
han demostrado que ellos mismos y sus familiares fallecidos "dependieran de la jurisdicción" de los Estados
demandados como consecuencia del acto extraterritorial en cuestión.

1.9. TEDH ASUNTO AL-SKEINI C. REINO UNIDO. SENTENCIA (GRAN SALA) DE 7 DE JULIO DE 2011
(i) Principios general relativos a la jurisdicción según el artículo 1 del Convenio

130. El artículo 1 del Convenio dispone:

«Las Altas Partes Contratantes reconocen a toda persona bajo su jurisdicción los derechos y libertades
definidos en el Titulo I del presente Convenio».

Tal y como dispone este artículo, el compromiso asumido por un Estado parte se limita al «reconocimiento»
[«securing»] («reconnaitre» en la versión francesa) los derechos y libertades que aparecen en el Convenio a las
personas que estén bajo su propia «jurisdicción» (véase Soering c. Reino Unido, 7 de julio de 1989, pár. 86, Serie
A, no, 161; Bankovic and other v. Belgium and others, [GS] (dec) no.52207/99, pár. 66, ECHR 2001-XII).
«Jurisdicción», según el artículo 1, es un criterio de aplicabilidad. El ejercicio de jurisdicción es una condición
necesaria para poder entender que un Estado parte es responsable por cualquier acto u omisión que le sean
imputables y puedan constituir una presunta violación de los derechos creados por el Convenio (véase Illascu y
otros c. Rusia y Moldova [GS] no 48787/99, pár. 311, ECHR 2004-VII).

a) El principio territorial

131. La jurisdicción de un Estado es fundamentalmente territorial, según el artículo 1 del Convenio (véase
Soering, ut supra, pár. 86; Bankovic, ut supra, pár.66; Illascu, ut supra, 312). La jurisdicción normalmente se
presume ejercida a lo largo y ancho del territorio del Estado ( Illascu, ut supra, pár. 312; Assanidze c. Georgia
[GS] no. 71503/01, pár.139, ECHR 2004-II). Por oposición, los actos de los Estados parte realizados o que surtan
efectos más allá de sus territorios pueden constituir un ejercicio de jurisdicción en el sentido del artículo 1 sólo
en casos excepcionales (véase Bankovic, pár. 67).

132. En la actualidad, el Tribunal en su jurisprudencia ha reconocido una serie de circunstancias que pueden
conllevar que un Estado parte ejerza jurisdicción extraterritorial más allá de sus fronteras. En cada caso, la
cuestión de si se dan estas circunstancias excepcionales que impliquen el reconocimiento por parte del
Tribunal de que un Estado ejercía su jurisdicción de manera extraterritorial debe determinarse en atención a
los hechos concretos.

b) Autoridad y control sobre el agente del Estado

133. El Tribunal ha reconocido en su jurisprudencia que, como excepción al principio de territorialidad, la


jurisdicción de un Estado parte de conformidad con el artículo 1 puede extenderse a actos de sus autoridades
que se producen más allá de sus fronteras (véase Drozd y Janousek c. Francia y España, sentencia de 26 de
junio de 1992, Serie A, no 240, pár.91; Loizidou c. Turquía (excepciones preliminares), 23 de marzo de 1995,
pár.62, Serie A, 310; Loizidou c. Turquía (fondo), 18 de diciembre de 1996, pár. 52, Reports of Judgments and
Decisions 1996-VI; y Bankovic, ya citada, pár. 96). La formulación del principio, tal y como aparece en Drozd y
Janousek y demás casos citados, es muy amplia: la corte proclama simplemente que la responsabilidad de los
Estados parte "puede aparecer" bajo estas circunstancias. Es necesario examinar la jurisprudencia del
Tribunal para poner de manifiesto estos principios determinantes.

134. En primer lugar, está claro que los actos de los agentes diplomático y consulares, que se hallan en
territorio extranjero de conformidad con el derecho internacional, pueden erigirse en un ejercicio de
jurisdicción cuando estos agentes ejercen autoridad y control sobre otros ( Bankovic, pár. 73; X c. República
Federal de Alemania , no. 1611/62, Decisión de la Comisión Europea de Derechos Humanos de 26 de septiembre
de 1965, Anuario del Convenio Europeo de Derechos Humanos, vol. 8, pp. 159 y 169; X c. Reino Unido no.7547/76,
Decisión de la Comisión de 15 de diciembre de 1977; WM. C. Dinamarca no. 17392/90, Decisión de la Comisión
de 14 de octubre de 1993).

135. En segundo lugar, el Tribunal ha reconocido el ejercicio de jurisdicción extraterritorial por un Estado
contratante cuando, mediante consentimiento, invitación o aquiescencia del gobierno de un territorio
concreto, ejerza el poder público o parte del mismo con regularidad allí donde debiera hacerlo ese gobierno (
Bankovic, pár. 71). Por tanto, cuando, de conformidad con la costumbre internacional, un tratado u otro
acuerdo, las autoridades de un Estado parte desempeñen funciones ejecutivas o judiciales en el territorio de
otro Estado, el Estado parte será responsable por las violaciones del Convenio en las que allí incurra, siempre
que los actos en cuestión le sean atribuibles a él y no al Estado territorial (véase Drozd y Janousek, ya citado;
Gentilhomme y otros c. Francia, nos. 48205/99, 48297/99 y 48209/99, sentencia de 14 de mayo de 2002; y también
X e Y c. Suiza , nos. 7289/74 y 7349/76, Decisión de admisibilidad de la Comisión, de 14 de julio de 1977, DR 9, p.
57).

136. Además, la jurisprudencia del Tribunal demuestra que, en ciertas circunstancias, el uso de la fuerza por
los agentes de un Estado que actúan más allá de su territorio puede poner a la persona así sometida bajo la
jurisdicción del Estado en el sentido del artículo 1 del Convenio. Dicho principio se ha aplicado cuando un
individuo ha quedado bajo custodia de agentes de un Estado en el extranjero. Por ejemplo, en Öcalan c.
Turquía [GS], no. 46221/99, pár. 91, ECHR 2005-IV, el Tribunal consideró que, «tras haber sido puesto de
disposición de las autoridades turcas por los agente keniatas, el demandante quedo bajo la autoridad efectiva
turca y por ende bajo la "jurisdicción" de dicho Estado a los efectos del artículo 1 del Convenio, incluso aunque
Turquía en las circunstancias en concreto ejerciera su jurisdicción más allá de su territorio». En Issa y otros c.
Turquía, no. 31821/96, de 16 de noviembre de 2004, el Tribunal señaló que, en caso de que se hubiera probado
que los soldados turcos hubieran puesto bajo su custodia a los familiares del demandante en el Norte de Irak,
los hubieran conducido a una cueva cercana y los hubiera ejecutado, los fallecidos habrían estado bajo
jurisdicción turca debido a la autoridad y control que los soldados ejercían sobre ellos. En Al-Saadoon and
Mufdhi c. Reino Unido (dec.), no. 61498/08, párs. 86-89, de 30 de junio de 2009, la Corte sostuvo que dos iraquíes
detenidos en prisiones bajo control británico en Irak, se encontraban bajo jurisdicción del Reino Unido, dado
que este país ejercía control total y exclusivo sobre dichas prisiones y los detenidos en ellas. Finalmente, en
Medvedeyev y otros c. Francia [GS] no. 3394/03, pár. 67, ECHR-2010..., el Tribunal consideró que los
demandantes estaba bajo jurisdicción francesa por virtud del control exclusivo y total que ejercían los agentes
franceses sobre un barco y su tripulación desde el momento de su intercepción en aguas internacionales. El
Tribunal no entiende que la jurisdicción en los casos anteriores provenga exclusivamente del control ejercido
por los Estados parte sobre los edificios, las aeronaves o buques donde se hallaban los individuos en cuestión.
Lo que es decisivo en tales casos es el ejercicio de poder físico y control sobre la persona afectada.

137. Es claro que, cuando quiera que un Estado ejerce a través de sus agentes control y autoridad sobre una
persona, y por tanto jurisdicción, el Estado está obligado por el artículo 1 a garantizar a dicho individuo los
derechos conferidos por la Sección I del Convenio que sean relevantes en su situación. En este sentido, los
derechos de la convención pueden ser «divididos y aplicados a medida» (véase Bankovic, pár. 75).

c) Control efectivo sobre un área

138. Otra de las excepciones a la limitación territorial del artículo 1 tiene lugar cuando, a consecuencia de una
operación militar legal o ilegal, un Estado contratante ejerce el control efectivo sobre un área fuera de su
territorio nacional. La obligación de reconocer, en esa Área, los derecho y libertades contenidos en el
Convenio, deriva de tal control, ora sea ejercido directamente por las fuerzas armadas del Estado parte, ora
corresponda a una administración local subordinada (véase Loizidou (excepciones preliminares), pár. 62;
Chipre c. Turquía [GS] no. 25781/94, pár. 76, ECHR 2001-IV, Bankovic, ya citada, pár. 70; Illascu, ya citada, párs.
314-316; Loizidou (fondo), pár. 52). Cuando dicha dominación sobre el territorio se ha probado de hecho, no es
necesario determinar si el Estado parte ejerce un control al milímetro sobre las actuaciones y políticas de la
administración local subordinada. El hecho de que la administración local sobreviva a consecuencia del apoyo
militar y de otro tipo conlleva la responsabilidad del Estado por esas políticas y acciones. El Estado que ejerce
el control tiene la responsabilidad según el artículo 1 de reconocer, en el área bajo su control, el conjunto de
derechos sustantivos recogidos en el Convenio y sus Protocolos que haya ratificado. Será responsable por
cualquier violación de esos derechos ( Chipre c. Turquía, párs. 76-77).

139. Saber si un Estado contratante ejerce control sobre un área más allá de su territorio es una mera cuestión
de hecho. Para determinar si existe ese control efectivo, el Tribunal tendrá en cuenta la magnitud de la
presencia militar del Estado en el área (véase Loizidou (fondo), ya citada párs. 16 y 56; Illascu, ya citada 387).
Otros indicadores pueden tener relevancia, como el punto hasta el cual el apoyo militar, económico o político
proveen a la administración local con influencia y control efectivo sobre la región (véase Illascu, ya referida,
párs. 388-394).

140. La jurisdicción por aplicación del principio de «control efectivo» descrito arriba no reemplaza al sistema
de declaraciones del artículo 56 del Convenio (antiguo artículo 63), que los Estados decidieron, al redactar el
Convenio, aplicar a los territorios de ultramar cuyas relaciones exteriores estuvieran a su cargo. El artículo
56.1 prevé un mecanismo mediante el cual un Estado puede extender la aplicación del Convenio, «con el
debido respeto... a las circunstancias locales», a alguno o todos los territorios de cuyas relaciones
internacionales es responsable. La existencia de este mecanismo, incluido en el Convenio por razones
históricas, no pueden invocarse en las circunstancias actuales como un límite de la «jurisdicción» a que se
refiere el artículo 1. Las situaciones cubiertas por el principio de «control efectivo» son muy distintas de los
casos en que un Estado parte no ha extendido, siguiendo el artículo 56, el Convenio o alguno de sus Protocolos
a territorios de ultramar de cuyas relaciones exteriores sea responsable (véase Loizidou (objeciones
preliminares), ya citado, párs. 86-89 y Quark Fishing Ltd. C. Reino Unido (dec.), no. 15305/06, ECHR 206-...).

d) El ámbito jurídico del Convenio


141. El Convenio es un instrumento constituyente del orden público europeo (véase Loizidou c. Turquía
(objeciones preliminares), ya citada, pár. 75). No rige las actuaciones de Estados que no son parte ni pretende
ser un medio de imponer los estándares del Convenio a Estados no parte (véase Soering, previamente citada,
pár. 86).

142. El Tribunal ha destacado que, cuando el territorio de un Estado parte es ocupado por otro, el Estado
ocupante debería considerarse en principio responsable según el Convenio por las violaciones de los derechos
humanos en el territorio ocupado, ya que de otra forma se estaría privando a la población del territorio
ocupado de los derechos y libertades que hasta entonces habían disfrutado y pararía en un vacío de protección
dentro del «ámbito jurídico» del Convenio (véase Loizidou (fondo), ya mencionada pár. 78; Bankovic,
previamente citada, pár. 80). Sin embargo, la importancia de determinar la jurisdicción del Estado en tales
casos no implica, a contrario, que la jurisdicción del artículo 1 no pueda existir jamás más allá del territorio
cubierto por los Estados miembros del Consejo de Europa. El Tribunal no ha aplicado en su jurisprudencia un
límite tal (véase entre otros ejemplos Öcalan, Issa, Al-Saadoon y Mufdhi, Medveyev, todos ya citados).

[...]

(iii) Conclusiones sobre la jurisdicción

149. Puede verse, por tanto, que a continuación de la expulsión del poder del régimen Ba'ath y hasta la llegada
del Gobierno provisional, el Reino Unido (junto con los Estados Unidos) asumieron en Irak el ejercicio de parte
de los poderes públicos que en condiciones normales corresponden a la autoridad soberana. En concreto, el
Reino Unido asumió autoridad y responsabilidad por el mantenimiento de la seguridad en el Sudeste de Irak.
En estas circunstancias excepcionales, el Tribunal considera que el Reino Unido, mediante sus soldados, se
involucró en operaciones de seguridad en Basora durante el período en cuestión, ejerció control y autoridad
sobre las personas que fallecieron en el curso de estas operaciones de seguridad hasta el punto de establecer
una vínculo jurisdiccional entre los finados y el Reino Unido a los efectos del artículo 1 del Convenio.

150. Sobre este trasfondo, el Tribunal recuerda que las muertes en cuestión en este caso ocurrieron durante el
período de tiempo bajo examen: los cinco hijos del demandante murieron el 8 de mayo de 2003; los hermanos
del primer y cuarto demandante murieron en agosto de 2003; el hijo del sexto demandante falleció en
septiembre de 2003; y las esposas de los demandantes segundo y tercero lo hicieron en noviembre de 2003. No
se discute que las muertes de los familiares del primer, segundo, cuarto, quinto y sexto demandantes fueron
causadas por las acciones de soldados británicos durante operaciones de seguridad a cargo de las fuerzas
armadas británicas en diferentes partes de Basora. De lo que se sigue que en todos estos casos había un vínculo
jurisdiccional a los efectos del artículo 1 del Convenio entre los finados y el Reino Unido. La mujer del tercer
demandante fue asesinada durante un intercambio de fuego entre una patrulla de soldados británicos y unos
hombres no identificados que portaban ametralladoras, sin poder precisarse de cuál bando provino la fatal
bala. El Tribunal considera que, dado que la muerte tuvo lugar en el transcurso de una operación de seguridad
del Reino Unido, cuando soldados británicos realizaban una patrulla cerca del domicilio de demandante y
participaron en el intercambio mortal de disparos, hay también un vínculo jurisdiccional entre esta fallecida y
el Reino Unido.

1.10. TEDH ASUNTO HERRI BATASUNA C. REINO DE ESPAÑA. SENTENCIA DE 30 DE JUNIO DE 2009

Fundamentos jurídicos

I. Sobre la violación alegada del artículo 11 de la Convención

[...]

b) Apreciación del Tribunal

74. El Tribunal señala de principio que, no obstante su autonomía y la especialidad de su esfera de aplicación,
el artículo 11 se debe interpretar a la luz del artículo 10. La protección de las opiniones y de la libertad de
expresarla constituye uno de los objetivos de la libertad de reunión y asociación consagrada en el artículo 11.
Aún más si cabe en el caso de los partidos políticos, a la vista de su papel esencial para mantener el pluralismo
y el buen funcionamiento de la democracia (véase Partidul Comunistilor (Nepeceristi) et Ungureanu c.
Roumanie , § 44, 3 febrero 2005).

75. Cuando ejerce su control sobre esta materia, el Tribunal no debe tomar el papel de las jurisdicciones
internas competentes, sino verificar, desde la óptica del artículo 11, las decisiones que los tribunales internos
han tomado en virtud de su poder de decisión. De esto no se colige que el Tribunal deba limitarse a determinar
si el Estado demandado utilizó este poder [de decisión] de buena fe, de manera razonable. Debe considerarse
la ingerencia origen del litigio, tomando en consideración todo el asunto, para determinar si dicha decisión
estatal ha sido «proporcional al fin legítimo perseguido» y si los motivos invocados por las autoridades
nacionales para justificarla parecen «pertinentes y suficientes».

Actuando de esta forma, el Tribunal debe alcanzar la convicción de que las autoridades nacionales han
aplicado normas conformes a los principios consagrados por el artículo 11 y ello, obviamente, sobre la base de
una apreciación de los hechos pertinentes (véase, por ejemplo, Sidiropoulos y otros c. Grecia , 10 de julio de
1998, Recueil des arrêts et décisions 1998-IV, Partido comunista unificado de Turquía y otros c. Turquía , 30 de
enero de 1998, § 47, Recueil 1998-I, y Partidul Comunistilor (Nepeceristi) et Ungureanu antes citado, § 49).

76. Conforme a un principio bien establecido en la jurisprudencia de la Corte, no hay democracia sin
pluralismo. En efecto, una de las principales características de la democracia reside en la posibilidad que
ofrece de debatir, mediante el diálogo, sin recurrir a la violencia sobre cualquier cuestión suscitada por las
diferentes corrientes de opinión política, tanto si producen agitación como si no. La democracia requiere la
libertad de expresión. Por este motivo, dicha libertad, consagrada en el artículo 10, con las reservas del párrafo
2, sirve no sólo para las «informaciones» o «ideas» bien acogidas o consideradas inofensivas o indiferentes,
sino también por aquellas que provocan, hieren o inquietan (véase, entre otras, Handyside c. Reino Unido, de 7
de diciembre de 1976, § 49, serie A no 24, y Jersild c. Dinamarca 23 de septiembre de 1994, § 37, serie A no 298).
En tanto que sus actividades participan de un ejercicio colectivo de la libertad de expresión, los partidos
políticos pueden pretender la protección que les dispensan los artículos 10 y 11 del Convenio ( Partido
comunista unificado de Turquía y otros c. Turquía ya citado, §§ 42 et 43).

[...]

78. Por otra parte, conforme a la jurisprudencia consolidada del Tribunal, las medidas más graves, como la
disolución de un partido político, sólo pueden aplicarse ante los casos más graves [...] En este sentido, la
naturaleza y la gravedad de la ingerencia son también elementos que deben tomarse en consideración cuando
se juzga su proporcionalidad (véase, por ejemplo, Sürek c. Turquía (no 1) [GC], no 26682/95, § 64, CEDH 1999-
IV).

79. Sin embargo, el Tribunal debe recordar igualmente que un partido político puede llevar a cabo una
campaña a favor de cambiar la legislación o las estructuras legales o constitucionales de un Estado bajo dos
condiciones: (1) los medios utilizados con tal fin deben ser legales y democráticos a todas luces; (2) el cambio
propuesto debe ser compatible con los principios democráticos fundamentales. De esto se desprende
necesariamente que un partido político, cuyos responsables incitan a recurrir a la violencia, o proponen un
proyecto político que no respeta una o varias reglas de la democracia, o que busca su destrucción y el
desconocimiento de los derechos y las libertades que la democracia reconocer; no puede prevalerse de la
protección del Convenio contra las sanciones infligidas por tales motivos [...]

90. El Tribunal opina que las imputaciones del Tribunal Supremo deben incardinarse en una corriente
internacional de condena de la apología del terrorismo, como lo hacen en el plano europeo la decisión marco
relativa a la lucha contra el terrorismo acordado por el Consejo de la Unión Europea, el 13 de junio de 2002 [...];
la posición común de la Unión Europea de 27 de diciembre de 2001, relativa a la lucha contra el terrorismo [...];
y, también, la Resolución 1308 (2002) de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, relativa a las
restricciones concernientes a los partidos políticos en los Estados miembros del Consejo de Europa, así como el
Convenio del Consejo de Europa para la prevención del terrorismo, que entró en vigor el 1 de junio de 2007,
firmado y ratificado por España [...] En esta óptica, el artículo 10 del mismo reconoce la responsabilidad de las
personas morales que participan en los ilícitos terroristas que figuran en el Convenio y cuya cooperación a la
comisión es penada, también, en el artículo 9.

91. Por consiguiente, el Tribunal comparte los argumentos del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional
y considera que los actos y discursos, imputables a los partidos políticos demandantes, constituyen en su
conjunto y dan una imagen neta de un modelo de sociedad concebido [...] en contradicción con el concepto de
«sociedad democrática» (véase, a contrario , Partidul Comunistilor (Nepeceristi) y Ungureanu , ya citado). Por lo
tanto, la sanción impuesta a los demandantes por el Tribunal Supremo y confirmada por el Tribunal
Constitucional, incluso a la vista del margen de apreciación reducido de que disponen los Estados, puede
considerarse que responde razonablemente a una «necesidad social imperiosa».

[...]

95. A la vista de todo lo anterior, el Tribunal concluye que no ha habido violación del artículo 11 del Convenio.
1.11. TEDH. ASUNTO DEL RÍO PRADA C. ESPAÑA. SENTENCIA (GRAN SALA) DE 21 DE OCTUBRE DE 2013

PROCEDIMIENTO

1. En el origen del caso se encuentra una demanda (nº 42750/09) interpuesta ante el TEDH el 3 de agosto de
2009 por una ciudadana española, la Sra. Inés Del Río Prada («la demandante»), contra el Reino de España, en
virtud del artículo 34 del Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales («el Convenio»).

[...]

3. En su demanda, la demandante alegaba en particular que su mantenimiento en prisión desde el 3 de julio de


2008 desconoce las exigencias de «legalidad» y de respeto del «procedimiento establecido» planteadas en el § 1
del artículo 5 del Convenio. Invocando el artículo 7, se quejaba, además, de la aplicación, a su parecer
retroactiva, de un cambio de jurisprudencia del Tribunal Supremo producido después de su condena, lo que
implicó una prolongación de casi nueve años de su pena de privación de libertad.

4. La demanda fue atribuida a la Sección Tercera del TEDH (artículo 52 § l del reglamento del TEDH. El 19 de
noviembre de 2009, el Presidente de la Sección Tercera decidió comunicar la demanda al Gobierno. Se decidió,
además, que la Sala se pronunciaría al mismo tiempo sobre la admisibilidad y el fondo del asunto (artículo 29 §
1 del Convenio). El día 10 de julio de 2012, una Sala de la Sección Tercera compuesta por Josep Casadevall,
Presidente, Corneliu Bîrsan, Alvina Gyulumyan, Egbert Myjer, Ján Šikuta, Luis López Guerra y Nona Tsotsoria,
jueces, y de Santiago Quesada, Secretario de Sección dictó sentencia. Por unanimidad, declaró admisibles los
agravios extraídos de los artículos 7 y 5 § 1 del Convenio y la demanda inadmisible en lo demás, concluyendo
seguidamente que hubo violación de las disposiciones en cuestión.

5. El día 4 de octubre de 2012, el TEDH recibió por parte del Gobierno una petición de remisión a la Gran Sala.
El 22 de octubre de 2012, el panel de la Gran Sala decidió someter el asunto a la Gran Sala (artículo 43 del
Convenio).

[...]

II. EL DERECHO Y LA PRÁCTICA INTERNOS APLICABLES

[...]

D. La jurisprudencia del Tribunal Supremo

1. La jurisprudencia anterior a la "doctrina Parot"

35. En un auto de 25 de mayo de 1990, el Tribunal Supremo declaró que la acumulación de penas prevista en el
artículo 70.2 del Código Penal de 1973 y el artículo 988 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal no era una
modalidad de «ejecución» de la pena sino una modalidad de determinación de ésta, y por esta razón la
aplicación de este dispositivo era competencia del órgano jurisdiccional sentenciador y no del Juez de
Vigilancia Penitenciaria.

36. Mediante sentencia de 8 de marzo de 1994 (529/1994), el Tribunal Supremo decidió que el límite máximo de
la condena prevista en el artículo 70.2 del Código Penal de 1973 (treinta años de cárcel) se analizaba como una
"nueva pena, resultante y autónoma, a la que se refieren los beneficios penitenciarios previstos por la ley,
como la libertad condicional y las redenciones de pena". Para resolver de este modo, el Tribunal Supremo
destacó que el artículo 59 del Reglamento Penitenciario de 1981 preveía que la acumulación de dos penas
privativas de libertad debía considerarse una nueva pena para la concesión de la libertad condicional.

37. Mediante acuerdo adoptado por el Pleno el 18 de julio de 1996 tras la entrada en vigor del Código Penal de
1995, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo especificó que, para determinar la ley penal más favorable,
había que tener en cuenta el régimen de redención de penas previstas en el antiguo Código Penal de 1973 para
comparar las condenas fijadas por dicho Código y por el nuevo Código Penal de 1995, respectivamente. Añadía
que, en aplicación del artículo 100 del Código Penal de 1973, por cada dos días de detención que hubiera
cumplido un condenado se consideraba de manera irrevocable que había cumplido tres. En su opinión, la
aplicación de esta regla de cálculo creaba un estatuto carcelario adquirido por la persona a quien beneficiaba.
Los órganos jurisdiccionales españoles que tuvieron que ajustarse a este criterio para comparar las condenas
fijadas por el nuevo Código Penal y por el antiguo, respectivamente, tuvieron en cuenta las redenciones de
pena concedidas en aplicación de este último texto. En consecuencia, consideraron que, en el caso en que el
resto de la condena, una vez deducidas las redenciones de pena concedidas antes de la entrada en vigor del
nuevo Código no superase la duración de la pena prevista por dicho texto no se podía considerar que éste
fuese más favorable que el antiguo Código. Este enfoque se confirmó en decisiones del Tribunal Supremo, en
particular en las sentencias 557/199ó de 18 de julio de 1996 y 1323/1997 de 29 de octubre de 1997.

38. El Tribunal Supremo mantuvo esta línea jurisprudencial de interpretación del límite máximo de la
condena, según establece el artículo 7ó del nuevo Código Penal de 1995. En la sentencia 1003/2005 dictada el 15
de septiembre de 2005, declaró que "este límite se consideraba como una nueva pena, resultante y autónoma, a
la que se remitían los beneficios previstos por la ley, como la libertad condicional, los permisos de salida, y las
concesiones del tercer grado penitenciario". Del mismo modo y en los mismos términos, indicó en la sentencia
1223/2005, dictada el 14 de octubre de 2005 que el límite máximo de la condena «se analizaba como una nueva
pena, resultante y autónoma, a la que se remitían los beneficios previstos por la ley, como la libertad
condicional, sin perjuicio de las excepciones previstas en el artículo 78 del Código Penal de 1995».

2. La "doctrina Parot"

39. En la sentencia 197/2006 dictada el 28 de febrero de 2006, el Tribunal Supremo establece una
jurisprudencia conocida con el nombre de «doctrina Parot». Este asunto se refería a un terrorista miembro de
ETA (H. Parot) que había sido condenado en base al Código Penal de 1973. La Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo reunida en sesión plenaria decidió que las redenciones de pena concedidas a los detenidos debían
aplicarse a cada una de las penas dictadas y ya no al límite máximo de encarcelamiento de treinta años fijado
en artículo 70.2 del Código Penal de 1973. Para resolver de este modo, el Alto Órgano jurisdiccional se apoyó,
en particular, en una interpretación literal de los artículos 70.2 y 100 del Código Penal de 1973, según la cual,
ese límite máximo de encarcelamiento no se consideraba como una nueva pena distinta de las penas dictadas
ni como una pena distinta resultante de éstas, sino que correspondía al límite máximo de encarcelamiento de
un condenado en un centro penitenciario. Este razonamiento realizaba una distinción entre la "pena" y la
"condena" indicando la primera de estas expresiones las penas impuestas consideradas de manera aislada,
sobre las que se debían computar las redenciones de pena, y la segunda, por su parte, el límite máximo de
encarcelamiento. El Tribunal Supremo destacó también una interpretación teleológica...

[...]

40. En la sentencia mencionada, el Tribunal Supremo declaró que no existía ningún principio establecido en su
jurisprudencia sobre la cuestión específica de la interpretación del artículo 100 del Código Penal de 1973 en
relación con el artículo 70.2 del mismo texto. Sólo citó una resolución, la de 8 de marzo de 1994, en la que
consideró que el límite máximo previsto en el artículo 70.2 del Código Penal de 1973 se analizaba como una
"nueva pena autónoma" (véase el apartado 3ó anterior). No obstante, descartó la solución a la que había
llegado en esa resolución, aduciendo que ésta era aislada y no se podía alegar como precedente pues nunca se
había aplicado de manera constante. Añadía que, incluso suponiendo que su nueva interpretación del artículo
70 del Código Penal de 1973 pudiera considerarse contraria a la jurisprudencia y la práctica penitenciaria
anteriores, el principio de igualdad ante la ley (artículo 14 de la Constitución) no impedía giros
jurisprudenciales siempre que éstos estuvieran suficientemente motivados. Además, consideraba que el
principio de no retroactividad de la ley penal (artículos 25 § 1 y 9 § 3 de la Constitución) no tenían la vocación
de aplicarse a la jurisprudencia.

41. La sentencia 197/2006 se adoptó por mayoría de doce votos contra tres. Los tres magistrados disidentes
añadieron un voto particular en el que declararon que las penas impuestas sucesivamente se transformaban o
se confundían en otra pena, de igual naturaleza pero distinta en cuanto subsumía las distintas penas para
formar una sola. Indicaban que esa pena, que calificaron de «pena de cumplimiento» era la resultante de la
aplicación del límite establecido en el artículo 70.2 del Código Penal de 1973 que, al cumplirse, implicaba la
extinción de las penas sobrantes. Añadían que esta nueva «unidad punitiva» correspondía a la condena que
tenía que cumplir el condenado y que las redenciones de pena por trabajo en prisión debían aplicarse a ésta,
especificando que las redenciones en cuestión incidían en las penas impuestas pero sólo después de la
aplicación a estas últimas de las reglas relativas a la ejecución sucesiva de las penas «para su cumplimiento».
Por otra parte, los jueces disidentes recordaron que, para determinar la ley penal más favorable tras la
entrada en vigor del Código Penal de 1995, todos los órganos jurisdiccionales españoles – incluido el Tribunal
Supremo (acuerdos adoptados por el Pleno de la Sala de lo Penal el 18 de julio de 1996 y el 12 de febrero de
1999) – partían del principio de que las redenciones de pena se debían aplicar a la pena derivada de la
aplicación del artículo 70.2 del Código Penal de 1973 (es decir al límite de treinta años). Subrayaron que en
aplicación de este principio, no menos de dieciséis personas declaradas culpables de terrorismo se habían
beneficiado recientemente de redenciones de pena por trabajo en prisión aunque habían sido condenadas a
penas de cárcel por un total de más de cien años.
42. Los jueces disidentes consideraron además que, por no haber sido previsto en el antiguo Código Penal de
1973, el método utilizado por la mayoría se analizaba como una aplicación retroactiva e implícita del nuevo
artículo 78 del Código Penal de 1995, modificado por la Ley Orgánica 7/2003 que instituye medidas de reforma
destinadas a garantizar la ejecución íntegra y efectiva de las penas. Por otra parte, estimaron que esa
interpretación contra reum se derivaba de una política de cumplimiento íntegro de las penas que era ajena al
Código Penal de 1973, que podía ser fuente de desigualdades y que iba en contra de la jurisprudencia
establecida del Tribunal Supremo (sentencias de 8 de marzo de 1994, de 15 de septiembre de 2005 y de 14 de
octubre de 2005). Por último, declararon que ninguna consideración de política criminal podía justificar tal
ruptura del principio de legalidad, incluso en el caso de un terrorista sanguinario e impenitente como de quien
se trataba en el asunto en cuestión.

3. Aplicación de la "doctrina Parot"

43. El Tribunal Supremo confirmó la «doctrina Parot» en sentencias posteriores (véase, por ejemplo, la
sentencia 898/2008 de 11 de diciembre de 2008). En la sentencia 343/2011 dictada el 3 de mayo de 2011, se
refirió al giro de jurisprudencia realizado por la sentencia 197/2006 de la manera siguiente:

«En el caso, el recurrente disponía de una previsión inicial de cumplimiento total del límite máximo de
cumplimiento para el 17 de noviembre de 2023, que no ha sido aún rectificada. Lo que se ha modificado es la
forma en la que se aplican los beneficios penitenciarios. Hasta la STS nº 197/2006 ( RJ 2006, 467) , antes citada,
se aplicaban sobre el límite máximo. Tal criterio fue considerado erróneo por la citada sentencia y otras que la
siguieron, que entendieron que aquellos beneficios debería aplicarse sobre las penas efectivamente impuestas,
que debían cumplirse sucesivamente hasta alcanzar el límite máximo fijado por la ley».

44. Según la información suministrada por el Gobierno, la «doctrina Parot» se ha aplicado a noventa y tres
miembros de ETA condenados y a otras treinta y siete personas declaradas culpables de delitos especialmente
graves (narcotraficantes, violadores y asesinos).

[...]

FUNDAMENTOS DE DERECHO

I. SOBRE LA ALEGADA VULNERACIÓN DEL ARTÍCULO 7 DEL CONVENIO

56. La recurrente alegaba la aplicación retroactiva, posterior a su condena, de una desviación de la


jurisprudencia del Tribunal Supremo, cuando se amplió su prisión en casi nueve años, incumpliéndose así el
artículo 7 del Convenio:

«1. Nadie podrá ser condenado por una acción o una omisión que, en el momento en que haya sido cometida,
no constituya una infracción según el derecho nacional o internacional. Igualmente no podrá ser impuesta una
pena más grave que la aplicable en el momento en que la infracción haya sido cometida. 2. El presente artículo
no impedirá el juicio y el castigo de una persona culpable de una acción o de una omisión que, en el momento
de su comisión, constituía delito según los principios generales del derecho reconocidos por las naciones
civilizadas».

>[...]

117. A la vista de cuanto precede, el Tribunal estima que en el momento en que se han dictado las condenas de
la demandante y en el que la misma ha recibido la notificación de la resolución de la acumulación y límite
máximo, nada indicaba la existencia de una tendencia perceptible en la evolución de la jurisprudencia que
fuera en el sentido de la sentencia del Tribunal Supremo de 28 de febrero de 2006. La demandante no podía
por tanto esperar el giro efectuado por el Tribunal Supremo ni, en consecuencia que la Audiencia Nacional
computara las redenciones de pena concedidas, no sobre la pena máxima de treinta años, sino sucesivamente
sobre cada una de las penas dictadas. Como ha constatado el Tribunal anteriormente (§109 y 111), este giro
jurisprudencial ha tenido como efecto la modificación, de forma desfavorable para la demandante, del alcance
de la pena impuesta.

118. De donde se desprende que ha habido violación del artículo 7 del Convenio.

II. SOBRE LA ALEGADA VIOLACIÓN DEL ARTÍCULO 5 § 1 DEL CONVENIO

119. La demandante considera que su mantenimiento en detención desde el 3 de julio de 2008 desconoce la
exigencias de «legalidad» y de respeto del «procedimiento establecido por la Ley». Invoca el artículo 5 del
Convenio, cuyo texto aplicable está así redactado:
«1 .-Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede ser privado de su libertad, salvo en
los casos siguientes y con acuerdo al procedimiento establecido por la ley:

a Si ha sido privado de libertad legalmente en virtud de una sentencia dictada por un Tribunal competente:

(...)»

131. El Tribunal considera que la aplicación a la demandante de la nueva jurisprudencia retrasó de manera
efectiva la fecha de su puesta en libertad en casi nueve años. En consecuencia, ella ha cumplido un período de
prisión superior a aquél que habría cumplido de acuerdo a la legislación en vigor en el momento de su
condena, tomando en cuenta las reducciones de condena que le habían sido ya reconocidas de acuerdo con la
Ley (véase mutatis mutandis, caso Grava citado más arriba § 45).

132. El Tribunal concluye que a partir del 3 de julio de 2008 la privación de libertad de la demandante no ha
sido "legal", con infracción del art. 5 § 1 del Convenio.

[...]

POR ESTOS MOTIVOS, EL TRIBUNAL

1. Falla, por quince votos a favor y dos en contra, que se ha producido una infracción del artículo 7 del
Convenio;

2. Falla, unánimemente, que a partir del 3 de julio de 2008 la privación de libertad de la demandante no ha
sido «legal», con infracción del artículo 5 § 1 del Convenio;

3. Falla, por dieciséis votos a favor y uno en contra que el Estado demandado debe garantizar que la
demandante sea puesta en libertad en el más breve plazo;

4. Falla, por diez votos a favor y siete en contra que el Estado demandado debe pagar a la demandante, en el
plazo de tres meses, 30.000 euros, que se incrementarán con el importe de los impuestos que por su causa
pudieran gravar a la demandante, en concepto de daños morales;

5. Falla, unánimemente, que el Estado demandado debe pagar a la demandante, en el plazo de tres meses,
1.500 euros, que se incrementarán con el importe de los impuestos que por su causa pudieran gravar a la
demandante, en concepto de costas y gastos procesales;

ó. Falla, unánimemente, que una vez transcurrido un plazo de tres meses desde esta sentencia, las cantidades
indicadas en los apartados 4 y 5 de este fallo devengarán interés a un tipo porcentual igual al tipo de interés
marginal aplicado a sus préstamos por el Banco Central Europeo aumentado en tres puntos porcentuales.

7. Desestima, unánimemente, la petición de cantidades superiores que la demandante formuló en concepto de


satisfacción equitativa.

1.12. AUTO AN (SALA DE LO PENAL, PLENO) Nº 61/2013, DE 22 DE OCTUBRE DE 2013

I.― ANTECEDENTES DE HECHO

l.- El día de ayer se ha publicado la sentencia de la Grande Chambre del Tribunal Europeo de derechos
humanos en el caso del Río Prada contra España, con motivo de la demanda de reenvío presentada por el
Gobierno contra la sentencia de la sección 3ª, del mismo Tribunal de fecha 10.7.2012.

[...]

II.― FUNDAMENTOS JURÍDICOS

[...]

2.- Sentencia firme del Tribunal Europeo de derechos humanos.

La sentencia de la Grande Chambre del Tribunal Europeo de derechos humanos de 21.10.2013 (en delante
STEdh) ha venido a confirmar la STEdh 10.7.2012, sección 3ª en el mismo caso del Río Prada contra España , así
como su motivación. Es firme según lo dispone el art. 44 del Convenio Europeo.

El Tribunal estima que la aplicación a la demandante de la doctrina jurisprudencial emanada de la STs


197/2006 (caso Parot) -que considera un giro jurisprudencial que dejó sin contenido a la institución de la
redención de penas por el trabajo-, de manera retroactiva y en su perjuicio, lo que hubiera significado el
alargamiento de la condena durante más de nueve años, ha violado el art.7 del Convenio que enuncia el
principio de legalidad en materia penal. Principio que requiere de la existencia de una ley suficientemente
precisa, anterior a los hechos de condena, que prevea como punible la conducta y que establezca la pena a
imponer, pena cuya duración no podrá nunca exceder de la preestablecida. La garantía de prohibición de
irretroactividad penal desfavorable se vería privada de eficacia, continúa razonando el Tribunal, si la
duración de la pena se hubiera visto modificada posteriormente en su detrimento, como ocurrió en el caso. La
condenada pudo creer razonablemente, según la práctica administrativa y judicial constante que se aplicaba
de modo automático, que la pena que debería cumplir era la del limite de 30 años - que se trataba como una
pena nueva y autónoma- con la aplicación por descuento del dispositivo de la redención de penas por el
trabajo, beneficio previsto en la ley. El nuevo criterio jurisprudencial, que estableció el Tribunal Supremo en el
año 2006, no era previsible para la condenada ni en el momento de ejecución de los hechos ni en el del dictado
de las sentencias condenatorias. La aplicación retroactiva de la nueva interpretación del código penal vulneró
por ello el art.7 del Convenio.

Además, por las mismas razones de ausencia de la posibilidad de prever el alcance de la pena, la decisión
sobre el abono de las redenciones conforme a dicho nuevo criterio violó el art. 5 del Convenio, el derecho a la
libertad, en la medida en que la aplicación del giro jurisprudencial suponía el incremento de la duración de la
pena de prisión más de nueve años. La demandante ha sufrido una pena de privación de libertad de duración
superior a la que debió haber cumplido de acuerdo con el derecho vigente en el momento de los hechos y de
las condenas, por lo que el Tribunal concluye que ha sufrido, y sufre, una detención irregular desde el 3.7.2008.

Por fin, la sentencia considera que dada la naturaleza de la violación que se declara -una privación de libertad
irregular que se mantiene- el Estado demandado sólo tiene una opción para reparar el daño; por lo que el
Tribunal, afirmando la necesidad urgente de poner fin a la vulneración del Convenio, apremia a España para
que se garantice la puesta en libertad de la Sra. del Río Prada en el plazo más breve.

3.- La ejecución del fallo.

Ha de convenirse en el carácter vinculante de la sentencia, de obligado cumplimiento para nuestro Estado, que
adquirió la obligación internacional de dar efectividad y ejecutar las sentencias del Tribunal al prestar su
consentimiento al Convenio Europeo para la protección de los derechos civiles y las libertades fundamentales
(su art. 46.1 establece el compromiso de los Estados parte de acatar las sentencias en los litigios en que sean
demandados; algo que la sentencia se ha visto en la necesidad de recordar).

El Convenio Europeo integra nuestro ordenamiento jurídico, según el art. 96.1 de la Constitución (Ce, en
adelante), y las normas relativas a derechos fundamentales y libertades públicas deben interpretarse de
conformidad con los Tratados internacionales (art. 10.2 Ce); el Tribunal Europeo es el órgano cualificado de
interpretación del Convenio y sus decisiones son obligatorias y vinculantes para todo Estado parte. Los jueces y
los tribunales están sometidos con exclusividad a la ley, única fuente de legitimidad de su actuación (art. 117
Ce). Aquí, sujeción a la ley significa vinculación al Convenio y a las decisiones y doctrina de su órgano de
garantía jurisdiccional.

La resolución es clara y concluyente: incumbe al Estado asegurar la puesta en libertad de la demandante en el


plazo más breve, ya que se encuentra privada irregularmente de libertad desde el 3.7.2008. Misión que
concierne en primer lugar a este tribunal, en tanto órgano de ejecución al que se encuentra sometida la Sra.
del Río Prada.

Ha de advertirse que las decisiones que violaron el Convenio Europeo se dictaron en el proceso de ejecución de
penas privativas de libertad, un proceso judicial por naturaleza dinámico y en evolución, que debe adaptarse
en cuanto a la determinación de la fecha de licenciamiento y extinción de la responsabilidad criminal a las
circunstancias del propio cumplimiento, especialmente cuando concurren beneficios penitenciarios como la
redención de penas por el trabajo, cuyo cómputo provoca una modificación de los tiempos previamente
contemplados.

Es más, si la jurisdicción no ejecutara de manera adecuada la sentencia, seria el Tribunal Constitucional el que
tendría que reaccionar anulando una decisión contraria a derecho, y a los derechos humanos básicos del
Convenio Europeo, para amparar a la interesada. Así lo ha previsto la jurisprudencia constitucional.
Razonando sobre un caso diferente, ya que la vulneración del Convenio -derecho a un proceso equitativo del
art. ó- afectaba a una sentencia condenatoria firme que gozaba de la protección de la cosa juzgada, no a la
libertad, la sentencia del Tribunal Constitucional 245/1991 (en adelante STc, caso Bultó, derivado de la STEdh
Barberá, Messeguer y Jabardo contra España ) estableció que aunque el Convenio no hubiera introducido una
instancia superior supranacional de revisión o control directo de las decisiones judiciales, ni obligase a dar
efecto a las sentencias del TEdh mediante la anulación de la cosa juzgada y de la fuerza ejecutiva de la
resolución judicial nacional, el Estado es responsable de arbitrar los instrumentos jurídicos necesarios para el
restablecimiento del derecho perturbado, ya que el Tribunal Europeo es una jurisdicción obligatoria, a la que
nuestro Estado se ha sometido voluntariamente. Los poderes públicos, continuaba, tienen la obligación de
tutelar los derechos fundamentales y de reparar cualquier lesión contra los mismos, por lo que no pueden
quedarse indiferentes ante la declaración que realice el Tribunal Europeo acerca de la violación de un
derecho, ni puede reputarse conforme a nuestro sistema constitucional el mantenimiento de una situación
que, aún amparada por la cosa juzgada, puede implicar la lesión actual de un derecho fundamental (Fj 2 y 3,
STc 245/1991 ).

De esa manera la doctrina constitucional distingue, es la razón de la decisión que citamos, la existencia de una
lesión actual del derecho fundamental de la simple declaración de que una privación de libertad ya pasada fue
irregular.

Por ello, sigue la sentencia constitucional, ha de analizarse si existen medidas para corregir y reparar la
violación del derecho, en especial cuando se trata, como aquí, del derecho fundamental a la libertad del art.
17.1 Ce, que sigue siendo objeto de una vulneración actual, mientras se mantenga a la condenada en prisión
(Fj. 3, STc 245/1991 ).

Luego, en nuestro sistema constitucional la declaración por el Tribunal Europeo de que se ha violado el
Convenio Europeo, por contradicción del principio de legalidad penal y del derecho a la libertad, implica
(según el art. 10.2 Ce, en relación con el 5 y 7 del Convenio) la constatación de la existencia de una violación del
derecho a la libertad del art. 17.7 Ce, en el contexto del cumplimiento de pena de prisión. Una vez identificada
la presencia de una infracción actual a un derecho fundamental, la jurisdicción debe actuar.

La doctrina constitucional sobre ejecución de sentencias del Tribunal Europeo de derechos humanos se ha ido
perfilando en posteriores pronunciamientos: la STc 96/2001 (caso Castillo Algar, STedh 28.10.1998 ), contra
denegación de un recurso de revisión de sentencia, la queja se refería al derecho a la tutela efectiva; la STc
240/2005 (caso Riera Blume), STc 313/2005 (caso Perote Pe1lón) y STc 197/2006 (caso Fuentes Bobo). La doctrina
parte de la inexistencia en el derecho interno de un mecanismo procesal adecuado para la reapertura del
procedimiento en el que se produjo la lesión del derecho fundamental, por falta de desarrollo legislativo. Lo
que no puede impedir que el propio Tribunal Constitucional, en el ámbito de su espacio de control y siempre
que los tribunales competentes no hubieran dado cumplimiento a la sentencia del Tribunal Europeo, proceda
a rescindir las resoluciones judiciales, de manera excepcional, algo que acometerá cuando concurran los
siguientes requisitos: a) el TEdh haya declarado violado un derecho del Convenio que sea correlativo a un
derecho fundamental constitucionalmente reconocido y susceptible de recurso de amparo, b) la vulneración se
haya producido como consecuencia de una decisión en el orden jurisdiccional penal, c) los efectos de dicha
violación pervivan en el tiempo y permanezcan actuales en el momento de solicitarse la ejecución del fallo de
la sentencia del Tribunal Europeo, y d) que se encuentre afectada la libertad del individuo.

Según esos parámetros, la sentencia del Río Prada contra España es de las que deberían provocar, en un
recurso de amparo si el tribunal de ejecución no hubiese estimado la pretensión de libertad, la rescisión de las
resoluciones judiciales firmes que hubieran provocado la 1esión actual del derecho a la libertad.

Antes, sin necesidad de provocar un recurso de amparo, este tribunal ha de dar leal cumplimiento a la
sentencia que nos ocupa, revisando las decisiones que mantienen la situación de prisión de la condenada.

4.- Conclusión. Libertad y extinción de la responsabilidad penal.

Ha de reiterarse que concierne a todos los poderes públicos, en primer lugar al tribunal sentenciador, reparar
y evitar la actualización de la violación del derecho fundamental a la libertad al hallarse la condenada en
prisión, y para ello cumplir adecuadamente la sentencia del Tribunal Europeo. Es por ello que debe acordarse
de manera inmediata su liberación, declarando extinguida la responsabilidad penal por cumplimiento de la
condena.

5.- Responsabilidad civil e indemnización.

Como señala el Fiscal, en cuanto a la ejecución de la indemnización reconocida en la sentencia a la Sra. del Río
Prada, deberá imputarse en su caso al pago de las responsabilidades civiles decretadas a favor de las victimas
y del derecho de subrogación del Estado.

En atención a lo expuesto la Sala

III.― DISPONE:
l.- En cumplimiento de la sentencia firme de la Grand Chambre del Tribunal Europeo de derechos humanos de
fecha de ayer, la LIBERTAD INMEDIATA de la condenada D. INES DEL RÍO PRADA dejando sin efecto el Auto de
la Sección 1ª de la Sala de lo Penal de esta Audiencia Nacional de 6 de junio de 2008 y la providencia de 23 de
junio de 2008.

2.- Se declaran extinguidas las responsabilidades penales a las que se refiere la presente ejecutoria por
cumplimiento de la condena.

3.- Se imputarán al pago de las responsabilidades civiles pendientes, incluso al derecho de subrogación del
Estado, la indemnización acordada en dicha sentencia en concepto de daño moral.

1.13. TS SALA GENERAL. ACUERDO DE 12 DE NOVIEMBRE DE 2013

Tras la STEDH de 21 de octubre de 2013, Caso Del Río Prada c. España, y en relación con las condenas que se
estén ejecutando con arreglo al CP derogado de 1973, se acuerda lo siguiente:

1. En los casos de sentencias condenatorias en ejecución, dictadas con anterioridad al día 28 de febrero de
2006, en las que se aplique el CP derogado de 1973, por no resultar más favorable el CP de 1995, las
redenciones ordinarias y extraordinarias que procedan se harán efectivas sobre el límite máximo de
cumplimiento establecido conforme al artículo 70 del referido Código de 1973, en la forma en que se venía
haciendo con anterioridad a la sentencia de esta Sala nº 197/2006, de 28 de febrero.

2. Las resoluciones relativas a las acumulaciones y liquidaciones de condena que resulten procedentes con
arreglo al punto anterior, se acordarán en cada caso por el Tribunal sentenciador, oyendo a las partes, siendo
susceptibles de recurso de casación ante esta Sala.

3. El Tribunal considera necesario que el Poder legislativo regule con la necesaria claridad y precisión el cauce
procesal adecuado en relación con la efectividad de las resoluciones del TEDH.

1.14. LEY ORGÁNICA 7/2015, DE 21 DE JULIO, POR LA QUE SE MODIFICA LA LEY ORGÁNICA 6/1985, DE 1 DE
JULIO, DEL PODER JUDICIAL

PREÁMBULO

[...]

Se incluye, también, una previsión respecto de las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que
declaren la vulneración de alguno de los derechos reconocidos en el Convenio Europeo para la protección de
los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales y en sus Protocolos, estableciéndose que serán motivo
suficiente para la interposición del recurso de revisión exclusivamente de la sentencia firme recaída en el
proceso «a quo». Con ello se incrementa, sin lugar a dudas, la seguridad jurídica en un sector tan sensible como
el de la protección de los derechos fundamentales, fundamento del orden político y de la paz social, como
proclama el artículo 10.1 de nuestra Constitución.

Artículo único. Modificación de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial.

La Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, queda modificada como sigue:

[...]

Tres. Se añade un nuevo artículo 5 bis, que queda redactado como sigue:

«Artículo 5 bis.

Se podrá interponer recurso de revisión ante el Tribunal Supremo contra una resolución judicial firme, con
arreglo a las normas procesales de cada orden jurisdiccional, cuando el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos haya declarado que dicha resolución ha sido dictada en violación de alguno de los derechos
reconocidos en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales
y sus Protocolos, siempre que la violación, por su naturaleza y gravedad, entrañe efectos que persistan y no
puedan cesar de ningún otro modo que no sea mediante esta revisión.»

[...]

Disposición final segunda. Modificación de la Ley Orgánica 2/1989, de 13 de abril, Procesal Militar.
La Ley Orgánica 2/1989, de 13 de abril, Procesal Militar, queda modificada en los siguientes términos:

Uno. Se modifica el artículo 328, que queda redactado como sigue:

«Artículo 328.

[...]

2. Asimismo se podrá interponer recurso de revisión contra una resolución judicial firme cuando el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos haya declarado que dicha resolución ha sido dictada en violación de alguno de
los derechos reconocidos en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales y sus Protocolos, siempre que la violación, por su naturaleza y gravedad, entrañe efectos que
persistan y no puedan cesar de ningún otro modo que no sea mediante esta revisión.

En estos casos, los procesos de revisión se sustanciarán conforme a las normas sobre esta materia contenidas
en la Ley de Enjuiciamiento Criminal y no será de aplicación lo previsto en los artículos 329 a 333, 335 y 336. Se
aplicarán las reglas sobre legitimación previstas en dicha Ley para ese tipo de procesos.

Igualmente, las sentencias que se dicten en dichos procesos tendrán los efectos prevenidos para este caso en la
Ley de Enjuiciamiento Criminal.»

[...]

Disposición final tercera. Modificación de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción


Contencioso-administrativa.

La Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa, queda modificada en


los siguientes términos:

[...]

Tres. Se modifica el artículo 102, que queda redactado como sigue:

«Artículo 102.

[...]

2. Asimismo se podrá interponer recurso de revisión contra una resolución judicial firme cuando el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos haya declarado que dicha resolución ha sido dictada en violación de alguno de
los derechos reconocidos en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales y sus Protocolos, siempre que la violación, por su naturaleza y gravedad, entrañe efectos que
persistan y no puedan cesar de ningún otro modo que no sea mediante esta revisión, sin que la misma pueda
perjudicar los derechos adquiridos de buena fe por terceras personas.

3. En lo referente a legitimación, plazos, procedimiento y efectos de las sentencias dictadas en este


procedimiento de revisión, regirán las disposiciones de la Ley de Enjuiciamiento Civil. No obstante, sólo habrá
lugar a la celebración de vista cuando lo pidan todas las partes o la Sala lo estime necesario.

4. La revisión en materia de responsabilidad contable procederá en los casos establecidos en la Ley de


Funcionamiento del Tribunal de Cuentas.»

[...]

Disposición final cuarta. Modificación de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil.

La Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, queda modificada en los siguientes términos:

[...]

Trece. Se modifica el artículo 510, que queda redactado como sigue:

«Artículo 510. Motivos.

1. Habrá lugar a la revisión de una sentencia firme:

1.º Si después de pronunciada, se recobraren u obtuvieren documentos decisivos, de los que no se hubiere
podido disponer por fuerza mayor o por obra de la parte en cuyo favor se hubiere dictado.
2.º Si hubiere recaído en virtud de documentos que al tiempo de dictarse ignoraba una de las partes haber sido
declarados falsos en un proceso penal, o cuya falsedad declarare después penalmente.

3.º Si hubiere recaído en virtud de prueba testifical o pericial, y los testigos o los peritos hubieren sido
condenados por falso testimonio dado en las declaraciones que sirvieron de fundamento a la sentencia.

4.º Si se hubiere ganado injustamente en virtud de cohecho, violencia o maquinación fraudulenta.

2. Asimismo se podrá interponer recurso de revisión contra una resolución judicial firme cuando el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos haya declarado que dicha resolución ha sido dictada en violación de alguno de
los derechos reconocidos en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales y sus Protocolos, siempre que la violación, por su naturaleza y gravedad, entrañe efectos que
persistan y no puedan cesar de ningún otro modo que no sea mediante esta revisión, sin que la misma pueda
perjudicar los derechos adquiridos de buena fe por terceras personas.»

Catorce. Se modifica el artículo 511, que queda redactado como sigue:

«Artículo 511. Legitimación activa.

Podrá solicitar la revisión quien hubiere sido parte perjudicada por la sentencia firme impugnada.

En el supuesto del apartado 2 del artículo anterior, la revisión sólo podrá ser solicitada por quien hubiera sido
demandante ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.»

Quince. Se modifica el apartado 1 del artículo 512, que queda redactado como sigue:

«1. En ningún caso podrá solicitarse la revisión después de transcurridos cinco años desde la fecha de la
publicación de la sentencia que se pretende impugnar. Se rechazará toda solicitud de revisión que se presente
pasado este plazo.

Lo dispuesto en el párrafo anterior no será aplicable cuando la revisión esté motivada en una Sentencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En este caso la solicitud deberá formularse en el plazo de un año
desde que adquiera firmeza la sentencia del referido Tribunal.»

1.15. LEY 41/2015, DE 5 DE OCTUBRE, DE MODIFICACIÓN DE LA LEY DE ENJUICIAMIENTO CRIMINAL PARA


LA AGILIZACIÓN DE LA JUSTICIA PENAL Y EL FORTALECIMIENTO DE LAS GARANTÍAS PROCESALES

PREÁMBULO

[...]

Por último, la necesidad de establecer en el ordenamiento español un cauce legal de cumplimiento de las
sentencias dictadas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, hasta ahora sin otra cobertura que la
interpretación jurisprudencial, impone la reforma de los motivos del recurso de revisión, en el marco de la
mejora técnica de los diversos supuestos y con inclusión también de la posibilidad de impugnación de
sentencias penales que puedan resultar contradictorias con la dictada posteriormente en otro orden
jurisdiccional acerca de una cuestión prejudicial no devolutiva y de las sentencias dictadas en los
procedimientos de decomiso autónomo en el caso de que la ulterior sentencia penal recaída en el
procedimiento principal no considerara acreditado el hecho delictivo que habilitó el decomiso.

Artículo único. Modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

La Ley de Enjuiciamiento Criminal se modifica en los siguientes términos:

[...]

Quince. Se modifica el artículo 954, que queda redactado en los siguientes términos:

«1. Se podrá solicitar la revisión de las sentencias firmes en los casos siguientes:

3. Se podrá solicitar la revisión de una resolución judicial firme cuando el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos haya declarado que dicha resolución fue dictada en violación de alguno de los derechos reconocidos
en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales y sus
Protocolos, siempre que la violación, por su naturaleza y gravedad, entrañe efectos que persistan y no puedan
cesar de ningún otro modo que no sea mediante esta revisión.
En este supuesto, la revisión sólo podrá ser solicitada por quien, estando legitimado para interponer este
recurso, hubiera sido demandante ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La solicitud deberá
formularse en el plazo de un año desde que adquiera firmeza la sentencia del referido Tribunal.»

1.16. LECTURAS RECOMENDADAS

ALIJA FERNÁNDEZ, R. A., «Las quejas interestatales ante órganos judicial o cuasi-judiciales de garantía de
los derechos humanos: ¿un mecanismo útil en situaciones de crisis?», REEI , núm. 23, 2012, disponible en
www.reei.org

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P. ,«Acerca del papel del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y de
la tentación de desacreditar al mensajero» (a propósito de la STEDH (Gran Sala) en el asunto del Río Prada
c. España), Teoría y Realidad Constitucional , nº 33, 2014, pp, 199-218.

CARDONA LLORÉNS, J., «Hacia el fortalecimiento del sistema de órganos de Tratados de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas», en Nuevas fronteras del Derecho de la Unión Europea: liber amicorum
José Iglesias Buhigues (ESPLUGUES MOTA, C., et al. coords.), Tirant lo Blanch, Valencia, 2012, pp. 969-983.

- «La protección internacional de los derechos humanos en Naciones Unidas a los 70 años de su creación:
¿tenemos ya un sistema universal de protección de derechos humanos ?», Las Naciones Unidas desde
España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España en las Naciones Unidas ,
(X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en España, Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp.
331-359.

GIFRA DURALL, J., «La reforma de los procedimientos especiales del Consejo de Derechos Humanos: ¿Una
mejora de los mecanismos extra convencionales?», REEI , nº 17, 2009, disponible en www.reei.org

GONZÁLEZ VEGA, J.A., «¿Colmando los espacios de “no derecho” en el Convenio Europeo de Derechos
Humanos?», AEDI , vol. XXIV, 2008, pp. 141-175.

JARILLO ALDEANUEVA, A., «Aproximación a la ilegalización de Batasuna y Bildu desde la jurisprudencia


del Tribunal Europeo de Derechos Humanos», RGDE , nº 24, junio 2011.

LAVAL, P.-F., «À propos de la juridiction extraterritoriale de l'État. Observations sur l'arrêt Al-Skeini de la
Cour européenne des droits de l'homme», RGDIP , vol. 116, 2012, pp. 61-88.

MARIÑO MENÉNDEZ, F., «Cuestiones actuales de regulación del procedimiento de examen de informes
estatales por el Comité de Naciones Unidas contra la Tortura», El derecho internacional: normas, hechos y
valores. Liber Amicorum José Antonio Pastor Ridruejo (L. CAFLISCH, R. BERMEJO GARCÍA, J. DÍEZ-
HOCHLEITNER RODRÍGUEZ, C. GUTIÉRREZ ESPADA coords.), Ed. Universidad Complutense, Facultad de
Derecho, 2005, pp. 171-183.

PANOUSSIS, I. K., «L'application extraterritoriale de la Convention européenne des droits de l'homme en


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ZGONEC-ROZEJ, M., «Al-Skeini v. United Kingdom», AJIL , vol. 106, 2012, pp. 131-137.
2. LA LIBRE DETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS Y LA PROTECCIÓN DE LOS GRUPOS
HUMANOS

2.1. INTRODUCCIÓN

La ambigüedad de la Carta de las NN UU, que si bien se refiere expresamente al principio de libre
determinación, al mismo tiempo introduce la categoría jurídica de territorios no autónomos y regula el
régimen internacional de administración fiduciaria, se resolvió pronto gracias a las trascendentales
Resoluciones de la Asamblea General 1514 (XV), 1541 (XV) y 2625 (XXV), que convierten en estructural al
principio de libre determinación de los pueblos, informando una norma imperativa de derecho
internacional general. En el plano convencional, el artículo 1 de los Pactos de derechos humanos de 1966,
con el mismo contenido en ambos, proclama el principio respecto de todos los pueblos.

La dimensión del principio orientada hacia la eliminación de las situaciones coloniales y de dominación
extranjera reposa sobre la libre expresión de la voluntad del pueblo para elegir la fórmula política a través
de la cual éste ejerce su derecho a la libre determinación, aunque tanto la Resolución 1514 (XV) como la
práctica se inclinan por la descolonización a través de la independencia. En cambio, en los casos en los que
el territorio hubiera estado vinculado previamente con un Estado, la fórmula es la retrocesión territorial,
como consecuencia del principio de integridad territorial, el cual aparece salvaguardado en los textos de
NN UU. En la actualidad, quedan pocos casos pendientes, si bien dos de ellos –Sáhara Occidental y
Gibraltar– afectan a nuestro país.

En cuanto a la libre determinación como derecho de todos los pueblos, se trata de la dimensión interna del
principio. Tiene una vocación universal en el sentido de que se dirige al conjunto de los pueblos
constituidos en Estados y se vincula al derecho a la democracia y a la existencia de gobiernos
representativos. Por otro lado, el principio de libre determinación tiene una perspectiva económica
centrada en el derecho de los pueblos a disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales.

2.2. DECLARACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE DERECHO INTERNACIONAL REFERENTES A LAS


RELACIONES DE AMISTAD Y A LA COOPERACIÓN ENTRE LOS ESTADOS DE CONFORMIDAD CON LA
CARTA DE LAS NN UU. A/RES/2625 (XXV)

El principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos

En virtud del principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, consagrado en la
Carta, todos los pueblos tienen el derecho de determinar libremente, sin injerencia externa, su condición
política y de proseguir su desarrollo económico, social y cultural, y todo Estado tiene el deber de respetar este
derecho de conformidad con las disposiciones de la Carta.

Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, la aplicación del principio de
la igualdad soberana de derechos y de la libre determinación de los pueblos, de conformidad con las
disposiciones de la Carta, y de prestar asistencia a las Naciones Unidas en el cumplimiento de las obligaciones
que se le encomiendan por la Carta respecto de la aplicación de dicho principio, a fin de:

a) fomentar las relaciones de amistad y la cooperación entre los Estados; y

b) poner fin rápidamente al colonialismo, teniendo debidamente en cuenta la voluntad libremente expresada
de los pueblos a la subyugación de que se trate; y teniendo presente que el sometimiento de los pueblos a la
subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una violación del principio, así como una
denegación de los derechos humanos fundamentales, y es contraria a la Carta de las Naciones Unidas.

Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual, el respeto universal a los
derechos humanos y a las libertades fundamentales y la efectividad de tales derechos y libertades de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

El establecimiento de un Estado soberano e independiente, la libre asociación o integración con un Estado


independiente o la adquisición de cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo
constituyen formas del ejercicio del derecho de libre determinación de ese pueblo.

Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los pueblos
antes aludidos en la formulación de presente principio de su derecho a la libre determinación y a la libertad y
a la independencia. En los actos que realicen y en la resistencia que opongan contra esas medidas de fuerza
con el fin de ejercer su derecho a la libre determinación, tales pueblos podrán pedir y recibir apoyo de
conformidad con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

El territorio de una colonia u otro territorio no autónomo tiene, en virtud de la Carta de las Naciones Unidas,
una condición jurídica distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra, y esa condición
jurídica distinta y separada conforme a la Carta existirá hasta que el pueblo de la colonia o territorio no
autónomo haya ejercido su derecho de libre determinación de conformidad con la Carta y, en particular, con
sus propósitos y principios.

Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta
cualquier acción encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de
Estados soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el principio de la igualdad de
derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descritos y estén, por tanto dotados de un gobierno
que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de raza, credo o
color.

Todo Estado se abstendrá de cualquier acción dirigida al quebrantamiento parcial o total de la unidad nacional
e integridad territorial de cualquier otro Estado o país.

2.3. APLICACIÓN DE LA DECLARACIÓN SOBRE LA CONCESIÓN DE LA INDEPENDENCIA A LOS PAÍSES Y


PUEBLOS COLONIALES. A/RES/70/231

La Asamblea General ,

Habiendo examinado el informe del Comité Especial Encargado de Examinar la Situación con Respecto a la
Aplicación de la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales sobre la
labor realizada en 2015,

Recordando su resolución 1514 (XV), de 14 de diciembre de 1960, en la que figura la Declaración sobre la
Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales, y todas sus resoluciones posteriores relativas
a la aplicación de la Declaración, la más reciente de las cuales es la resolución 69/107, de 5 de diciembre de
2014, así como las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre la cuestión,

Teniendo presente su resolución 65/119, de 10 de diciembre de 2010, en la que declaró el período 2011-2020
Tercer Decenio Internacional para la Eliminación del Colonialismo, y la necesidad de examinar los medios y
modos de determinar los deseos de los pueblos de los Territorios No Autónomos basándose en la resolución
1514 (XV) y las demás resoluciones relativas a la descolonización, Reconociendo que la eliminación del
colonialismo ha sido una de las prioridades de las Naciones Unidas y sigue siéndolo para el decenio que
comenzó en 2011,

Lamentando que las medidas para eliminar el colonialismo a más tardar en 2010, que se pedían en su
resolución 55/146, de 8 de diciembre de 2000, no hayan surtido efecto,

Reiterando su convicción de que es necesario eliminar el colonialismo, así como la discriminación racial y las
violaciones de los derechos humanos fundamentales,

Observando con satisfacción los constantes esfuerzos del Comité Especial por contribuir a la aplicación efectiva
y completa de la Declaración y demás resoluciones de las Naciones Unidas relativas a la descolonización,

Destacando la importancia de la participación oficial de las Potencias administradoras en la labor del Comité
Especial,

[...]

1. Reafirma su resolución 1514 (XV) y todas las demás resoluciones y decisiones relativas a la descolonización,
incluida su resolución 65/119, en la que declaró el período 2011-2020 Tercer Decenio Internacional para la
Eliminación del Colonialismo, y exhorta a las Potencias administradoras a que, de conformidad con esas
resoluciones, adopten todas las medidas necesarias, caso por caso, para que los pueblos de los Territorios No
Autónomos puedan ejercer plenamente y sin más demora su derecho a la libre determinación, incluida la
independencia;

2. Reafirma una vez más que la existencia del colonialismo en cualquiera de sus formas y manifestaciones,
incluida la explotación económica, es incompatible con la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración sobre la
Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales y la Declaración Universal de Derechos
Humanos;

3. Reafirma su determinación de seguir adoptando todas las medidas necesarias para lograr la eliminación
completa y rápida del colonialismo y la observancia estricta por todos los Estados de las disposiciones
pertinentes de la Carta, la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales
y la Declaración Universal de Derechos Humanos;

4. Afirma su apoyo una vez más a las aspiraciones de los pueblos bajo dominación colonial a ejercer su derecho
a la libre determinación, incluida la independencia, de conformidad con las resoluciones de las Naciones
Unidas relativas a la descolonización;

5. Exhorta a todas las Potencias administradoras a que cooperen plenamente en la labor del Comité Especial
Encargado de Examinar la Situación con Respecto a la Aplicación de la Declaración sobre la Concesión de la
Independencia a los Países y Pueblos Coloniales y a que participen oficialmente en sus futuros períodos de
sesiones y seminarios;

6. Exhorta a las Potencias administradoras a que cooperen plenamente con el Comité Especial para formular y
concluir lo antes posible un programa de trabajo constructivo, caso por caso, para los Territorios No
Autónomos, con objeto de facilitar el cumplimiento del mandato del Comité Especial y de las resoluciones
relativas a la descolonización, incluidas las relativas a Territorios concretos;

[...]

8. Solicita al Comité Especial que siga buscando los medios adecuados para aplicar de forma inmediata y plena
la Declaración y que ponga en práctica las medidas adoptadas por la Asamblea General en relación con los
Decenios Internacionales para la Eliminación del Colonialismo Segundo y Tercero en todos los Territorios que
todavía no hayan ejercido su derecho a la libre determinación, incluida la independencia, y en particular que:

a) Formule propuestas concretas para poner fin al colonialismo y la informe al respecto en su septuagésimo
primer período de sesiones;

b) Siga examinando la aplicación por los Estados Miembros de la resolución 1514 (XV) y demás resoluciones
relativas a la descolonización;

c) Siga examinando la situación política, económica y social de los Territorios No Autónomos y le recomiende,
según proceda, las medidas que más convenga adoptar para que las poblaciones de esos Territorios puedan
ejercer su derecho a la libre determinación, incluida la independencia, de conformidad con las resoluciones
relativas a la descolonización, incluidas las relativas a Territorios concretos;

d) Formule y concluya, lo antes posible y en colaboración con la Potencia administradora y el Territorio en


cuestión, un programa de trabajo constructivo, caso por caso, para los Territorios No Autónomos, con objeto de
facilitar el cumplimiento del mandato del Comité Especial y de las resoluciones relativas a la descolonización,
incluidas las relativas a Territorios concretos;

e) Siga enviando misiones visitadoras y especiales a los Territorios No Autónomos de conformidad con las
resoluciones relativas a la descolonización, incluidas las relativas a Territorios concretos;

f) Lleve a cabo seminarios, según proceda, para recibir y difundir información sobre la labor del Comité
Especial y facilite la participación de los pueblos de los Territorios No Autónomos en dichos seminarios;

g) Adopte todas las medidas necesarias con el fin de obtener apoyo, a nivel mundial, de gobiernos y de
organizaciones nacionales e internacionales para el logro de los objetivos de la Declaración y la aplicación de
las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas;

h) Celebre todos los años la Semana de Solidaridad con los Pueblos de los Territorios No Autónomos;

9. Exhorta a las Potencias administradoras a que sigan cooperando con el Comité Especial en el cumplimiento
de su mandato, y, entre otras cosas, a que faciliten la realización de las misiones visitadoras del Comité a los
Territorios, caso por caso, y de conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas relativas a
Territorios concretos;

2.4. CIJ ASUNTO DEL SÁHARA OCCIDENTAL. OPINIÓN CONSULTIVA DE 16 DE OCTUBRE DE 1975

54. Según el artículo 1, párrafo 2, de la Carta de las Naciones Unidas, uno de los fines de las Naciones Unidas es
el de: «Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de
derechos y al de la libre determinación de los pueblos». Los artículos 55 y 56 de la Carta hacen suya y
desarrollan esta idea. Estas disposiciones interesan directa y particularmente a los territorios no autónomos de
los que trata el Capítulo XI de la Carta. Como ha dicho la Corte en su opinión consultiva de 21 de junio de 1971
sobre las Consecuencias jurídicas para los Estados de la presencia continua de África del sur en Namibia (África
del Sudoeste) a pesar de la resolución 276 (1970) del Consejo de Seguridad:

«la evolución ulterior del Derecho internacional respecto a los territorios no autónomos, tal como está
consagrado por la Carta de las Naciones Unidas, ha hecho de la autodeterminación un principio aplicable a
todos estos territorios» (CIJ Recueil, 1971, p. 31).

55. El principio de autodeterminación como derecho de los pueblos y su aplicación para poner fin rápidamente
a todas las situaciones coloniales están enunciados en la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, titulada
«Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales». En esta resolución, la
Asamblea General proclama «la necesidad de poner fin rápidamente e incondicionalmente al colonialismo en
todas sus formas y manifestaciones». A este efecto, la resolución dispone especialmente: [...]

«2. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan
libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.

[...]

5. En los territorios en fideicomiso y no autónomos y en todos los demás territorios que no han logrado aún su
independencia deberán tomarse inmediatamente medidas para traspasar todos los poderes a los pueblos de
esos territorios, sin condiciones ni reservas, en conformidad con su voluntad y sus deseos libremente
expresados, y sin distinción de raza, credo ni color, para permitirles gozar de una libertad y una
independencia absolutas.

6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de
un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.»

Estas disposiciones, en particular las del párrafo 2, confirman y subrayan de esta manera que la aplicación del
derecho a la autodeterminación supone la expresión libre y auténtica de la voluntad de los pueblos
interesados.

56. La Corte tuvo ocasión de aludir a esta resolución en su Opinión consultiva de 21 de junio de 1971,
mencionada más arriba. A propósito de la evolución del derecho internacional relativo a los territorios no
autónomos, la Corte se expresó de la siguiente manera:

«Otra etapa importante de esta evolución ha sido la declaración sobre la concesión de la independencia a los
países y pueblos coloniales [resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, de fecha 14 de diciembre de 1960]
aplicable a todos los pueblos y a todos los territorios «que no hayan accedido aún a la independencia» (CIJ
Recueil, 1971, p. 31)».

La Corte continuó en estos términos:

«La Corte debe tomar en consideración las transformaciones acaecidas en el medio siglo siguiente y su
interpretación no puede dejar de tener en cuenta la evolución que el derecho ha conocido ulteriormente
gracias a la Carta de las Naciones Unidas y a la costumbre» (ibid).

y la Corte concluía así:

«En el ámbito con el que se relaciona el presente procedimiento, los últimos cincuenta años han marcado,
como se ha dicho más arriba, una evolución importante. Debido a esta evolución, apenas existe duda de que
«la misión sagrada de civilización» tenía por objeto último la autodeterminación y la independencia de los
pueblos implicados. En este terreno, como en los demás, el corpus iuris gentium se ha enriquecido mucho y,
para poder cumplir fielmente sus funciones, la Corte no puede ignorarlo» (ibid).

57. La resolución 1514 (XV) de la Asamblea General ha sido la base del proceso de descolonización que se ha
traducido, desde 1960, en la creación de numerosos Estados, hoy Miembros de las Naciones Unidas. Se
completó en algunos aspectos por la resolución 1541 (XV) de la Asamblea General, que ha sido invocada en el
curso del procedimiento. Según esta resolución, existe más de una forma por la que un territorio no autónomo
pueda alcanzar su plena autonomía; puede

a) Convertirse en un Estado independiente y soberano;

b) Asociarse libremente a un Estado independiente;

c) Integrarse a un Estado independiente.

Además, algunas disposiciones de la resolución 1541 (XV) desarrollan el elemento esencial del derecho a la
autodeterminación tal y como lo establece la resolución 1514 (XV): «la libre asociación debe ser el resultado de
la libre y voluntaria elección de los pueblos del territorio interesado expresada con conocimiento de causa y
por procedimientos democráticos.

Siguiendo el principio IX:

«La integración debe producirse en las condiciones siguientes:

[...]

b) La integración debe ser el resultado de los deseos libremente expresados de los pueblos del territorio,
plenamente enterados del cambio de su estatuto, con conocimiento de causa y por procedimientos
democráticos, aplicados imparcialmente y fundados en el sufragio universal de los adultos. Las Naciones
Unidas podrán, cuando lo juzguen necesario, vigilar esos procedimientos.»

58. La resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General titulada «Declaración sobre los principios de Derecho
internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la
Carta de las Naciones Unidas», que también ha sido invocada en el procedimiento, prevé otras posibilidades,
además de la independencia, la asociación o la integración, pero reafirmando siempre la necesidad
fundamental de tener en cuenta los deseos de la población implicada:

«El establecimiento de un Estado soberano e independiente, la libre asociación o integración con un Estado
independiente o la adquisición de cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo
constituyen formas del ejercicio del derecho de libre determinación de ese pueblo» (el subrayado es de la
Corte).

La resolución 2625 (XXXV) dispone además:

«Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción conjunta o individual la aplicación del principio de
la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, de conformidad con las disposiciones de la
Carta, y de prestar asistencia a las Naciones Unidas en el cumplimiento de las obligaciones que se le
encomiendan por la Carta respecto de la aplicación de dicho principio, a fin de:

[...]

b) Poner fin rápidamente al colonialismo, teniendo debidamente en cuenta la voluntad libremente expresada
de los pueblos de que se trate».

59. La validez del principio de autodeterminación, definido en cuanto necesidad de respetar la voluntad
libremente expresada de los pueblos, no ha disminuido por el hecho de que en algunos casos la Asamblea
General no haya creído necesario exigir la consulta de los habitantes de talo cual territorio. Estas excepciones
se explican ya por la consideración de que cierta población no constituía un «pueblo» que pueda pretender
disponer de sí mismo, ya por la convicción de que una consulta no hubiese sido necesaria, en razón de
circunstancias especiales.

60. Después de haber enunciado los principios fundamentales que rigen la política de descolonización de la
Asamblea General, la Corte va a examinar ahora las resoluciones que interesan más especialmente a la
descolonización del Sáhara occidental. Debe analizarlas para apreciar el fundamento de la opinión según la
cual las cuestiones planteadas en la resolución 3292 (XXIX) carecen de objeto. Es útil comparar, en particular,
las diversas maneras en que las resoluciones de la Asamblea General adoptadas de 1966 a 1969 han tratado de
las cuestiones de Ifni y del Sáhara occidental.

61. En 1966, en el Comité especial encargado de estudiar la situación en lo relativo a la aplicación de la


declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, España tomó postura a
favor de la descolonización del Sáhara occidental por medio del ejercicio, por parte de la población del
territorio, de su derecho a la autodeterminación. Esta sugerencia recibió en aquel momento el apoyo de
Mauritania y el asentamiento de Marruecos. En el caso de Ifni, España sugirió una toma de contacto con
Marruecos a título de medida preliminar. Marruecos declaró que la descolonización de Ifni debía realizarse de
acuerdo con el párrafo 6 de la resolución 1514 (XV).

62. A propuesta del Comité especial, la Asamblea General adoptó la resolución 2229 (XXI) que trataba de forma
diferente al Ifni y al Sáhara occidental. En el caso de Ifni, la Asamblea General:

«3. Pide a la Potencia administradora que tome inmediatamente las medidas necesarias para acelerar la
descolonización de Ifni y que determine con el Gobierno marroquí, teniendo en cuenta las aspiraciones de la
población autóctona, modalidades de transferencia de los poderes, conforme a las disposiciones de la
Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General».

Respecto al tema del Sáhara occidental, la resolución:

«4. Invita a la Potencia administradora a determinar lo más pronto posible, de conformidad con las
aspiraciones de la población autóctona del Sáhara español y en consulta con los Gobiernos marroquí y
mauritano y cualquier otra parte interesada, las modalidades de la organización de un referéndum que será
llevado a cabo bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas a fin de permitir a la población
autóctona del territorio ejercer libremente su derecho a la autodeterminación...»

Se enunciaban además respecto a este territorio diversas condiciones con el fin de asegurar la libre expresión
de la voluntad popular y previendo especialmente la concesión de facilidades por la Potencia administradora a
una «misión de las Naciones Unidas para que pueda participar activamente en la organización y desarrollo del
referéndum».

63. La resolución 2229 (XXI) ha servido de modelo a una serie de resoluciones en las que las disposiciones
sobre el Sáhara occidental eran casi idénticas en sustancia. No se diferenciaban de ella más que en algunas
variaciones menores. En 1967 la parte dispositiva de la resolución 2354 (XXII) fue dividida en dos partes, una
relativa a Ifni y otra al Sáhara occidental; ocurrió lo mismo en 1968 con la resolución 2428 (XXIII), que llevaba
consigo un preámbulo señalando «la diferencia de naturaleza del estatuto jurídico de estos dos territorios, así
como los procesos de descolonización previstos por la resolución 2354 (XXII) de la Asamblea General para
estos territorios». A partir de 1969 Ifni, descolonizado a consecuencia de su transferencia a Marruecos, no es
ya mencionado en las resoluciones de la Asamblea General.

64. En el curso de los años siguientes, la Asamblea General no ha cambiado de actitud sobre la cuestión del
Sáhara occidental: ha reiterado en términos más apremiantes la necesidad de consultar a la población del
territorio sobre su futuro político. La resolución 2983 (XXVII) de 1972 reafirmaba de hecho «la responsabilidad
de la Organización de las Naciones Unidas en todas las consultas que deben conducir a la expresión libre de la
voluntad de las poblaciones». En la resolución 3162 (XXVIIi) de 1973, lamentando que la misión de las Naciones
Unidas cuya participación activa en la organización y en el desarrollo del referéndum era recomendada desde
1966 no haya tenido todavía la posibilidad de ir al territorio. La Asamblea General reafirmaba:

«su adhesión al principio de autodeterminación y su preocupación de ver aplicado este principio en un marco
que garantice a los habitantes del Sáhara bajo dominación española la expresión libre y auténtica de su
voluntad, conforme a las resoluciones pertinentes de la Organización de las Naciones Unidas en esta materia».

65. De 1966 a 1973 todas estas resoluciones han sido adoptadas no sin que Marruecos y Mauritania hayan
recordado que, según ellos, el Sáhara occidental constituía una parte integrante de su territorio. Al mismo
tiempo Marruecos y Mauritania consentían en la celebración de un referéndum. Estos Estados, entre otros,
alegando que España no respetaba las recomendaciones de la Asamblea General, han subrayado que el
referéndum debía desarrollarse en condiciones satisfactorias y bajo el control de la Organización de las
Naciones Unidas.

66. Una modificación fue introducida en la resolución 3292 (XXIX) en virtud de la cual se sometió a la Corte la
presente solicitud de Opinión consultiva. En el párrafo 3 de la resolución, la Potencia administradora es
invitada encarecidamente a «diferir el referéndum que había previsto realizar en el Sáhara occidental». Pero
la Asamblea General tuvo mucho cuidado en insertar en el texto disposiciones precisando que tal
aplazamiento no atenta ni afecta al derecho a la autodeterminación de las poblaciones del Sáhara occidental,
conforme a la resolución 1514 (XV).

67. Las disposiciones en cuestión contienen tres menciones expresas de la resolución 1514 (XV). En el curso de
los debates desarrollados en la Asamblea General, uno de los autores de la resolución 3292 (XXIX) –el
representante de Costa de Marfil–, después de haber dicho del texto en discusión que era el resultado de un
compromiso, llamó la atención sobre estas menciones y explicó que se habían introducido en el texto inicial
para permitir que la Asamblea General fuese consecuente consigo misma. Vistos los términos de la resolución
3292 (XXIX), hay que entender que se ha querido asegurar la coherencia de este texto en relación a las
resoluciones anteriores de la Asamblea General.

68. El tercer párrafo del preámbulo de la resolución 3292 (XXIX) reafirma «el derecho a la autodeterminación
de las poblaciones del Sáhara español, conforme a la resolución 1514 (XV). El párrafo 1 de la parte dispositiva
donde se formulan las cuestiones sometidas a la Corte pide a éste que emita una opinión consultiva «sin
perjuicio de la aplicación de los principios contenidos en la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General». Esta
referencia a la resolución 1514 (XV) se relaciona pues con la misma petición de dictamen consultivo. La
referencia a la aplicación de los principios consagrados por la resolución 1514 (XV) debe necesariamente
interpretarse teniendo en cuenta la reafirmación por la Asamblea General, en el tercer párrafo del preámbulo,
del «derecho a la autodeterminación de las poblaciones del Sáhara español, conforme a la resolución 1514
(XV)».

69. En el párrafo 3 de la parte dispositiva, se invita encarecidamente a la Potencia administradora a aplazar el


referéndum «en tanto que la Asamblea General no se haya pronunciado sobre la política a seguir para acelerar
el proceso de descolonización del territorio, conforme a la resolución 1514 (XV)». Esta tercera referencia a la
resolución 1514 (XV), que debe igualmente conectarse con el preámbulo, indica que la resolución rige «el
proceso de descolonización del territorio» y «la política a seguir para acelerar» este proceso.

70. En resumen, el proceso de descolonización que debe ser acelerado y que la Asamblea General contempla
en esta disposición es un proceso que respetará el derecho a las poblaciones del Sáhara occidental a
determinar su estatuto político futuro mediante la libre expresión de su voluntad. Este derecho no está
modificado ni por la presente solicitud de Opinión consultiva ni por la resolución 3292 (XXIX) que por el
contrario lo reafirma expresamente. El derecho de estas poblaciones a la autodeterminación constituye pues
un elemento de base de las cuestiones dirigidas al Tribunal.

71. Queda por verificar si la aplicación a la descolonización del Sáhara occidental del derecho a la
autodeterminación deja sin objeto las dos cuestiones planteadas a la Corte. Esta ha concluido ya que las dos
cuestiones deben ser examinadas en el marco global del proceso de descolonización. El derecho a la
autodeterminación deja a la Asamblea General una cierta amplitud en cuanto a las formas y a los
procedimientos según los cuales este derecho debe ser puesto en práctica.

[...]

162. [...] la Corte conciuye que los elementos e informaciones que se le han presentado no prueban la
existencia de ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara Occidental de un lado, y el
Reino de Marruecos o el conjunto mauritano de otro. Por tanto, la Corte no ha comprobado la existencia de
vínculos jurídicos de tal naturaleza que puedan modificar la aplicación de la resolución 1514 (XV) en cuanto a
la descolonización del Sáhara occidental, y, en particular, la aplicación del principio de autodeterminación por
medio de la expresión libre y auténtica de la voluntad de la población y territorio.

2.5. LA SITUACIÓN RELATIVA AL SÁHARA OCCIDENTAL. S/RES/2218 (2015)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando y reafirmando todas sus resoluciones anteriores sobre el Sáhara Occidental,

Reafirmando su decidido apoyo a los esfuerzos del Secretario General y de su Enviado Personal por aplicar las
resoluciones 1754 (2007), 1783 (2007), 1813 (2008), 1871 (2009), 1920 (2010), 1979 (2011), 2044 (2012), 2099
(2013) y 2152 (2014),

Reafirmando su compromiso de ayudar a las partes a alcanzar una solución política justa, duradera y
mutuamente aceptable, que prevea la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental en el marco de
disposiciones conformes a los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas, y haciendo notar la
función y las obligaciones que incumben a las partes a este respecto,

Reiterando su llamamiento a las partes y a los Estados vecinos para que cooperen más plenamente con las
Naciones Unidas y entre sí e intensifiquen su implicación para poner fin a la actual situación de estancamiento
y avanzar hacia una solución política,
Reconociendo que el logro de una solución política a esta controversia de larga data y la mejora de la
cooperación entre los Estados miembros de la Unión del Magreb Árabe contribuirían a la estabilidad y la
seguridad de la región del Sahel,

Acogiendo con beneplácito los esfuerzos del Secretario General por mantener en atento examen todas las
operaciones de mantenimiento de la paz, incluida la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del
Sáhara Occidental (MINURSO), y reiterando la necesidad de que el Consejo aplique un enfoque riguroso y
estratégico a los despliegues de mantenimiento de la paz y gestione eficazmente los recursos,

Expresando preocupación por las violaciones de los acuerdos existentes y exhortando a las partes a que
respeten sus obligaciones pertinentes,

Tomando nota de la propuesta presentada al Secretario General por Marruecos el 11 de abril de 2007 y
acogiendo con beneplácito los serios y creíbles esfuerzos de Marruecos por hacer avanzar el proceso hacia una
solución; tomando nota también de la propuesta presentada al Secretario General por el Frente Polisario el 10
de abril de 2007,

Alentando en este contexto a las partes a que demuestren una mayor voluntad política para llegar a una
solución, incluso ahondando en sus deliberaciones sobre las propuestas de la otra parte,

Tomando nota de las cuatro rondas de negociaciones celebradas bajo los auspicios del Secretario General y
acogiendo con beneplácito el compromiso de las partes de continuar el proceso de negociación,

Alentando a las partes a que sigan cooperando con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados en la aplicación del Plan de Acción sobre Medidas de Fomento de la Confianza actualizado en
enero de 2012,

Destacando la importancia de mejorar la situación de los derechos humanos en el Sáhara Occidental y en los
campamentos de Tinduf y alentando a las partes a que colaboren con la comunidad internacional para
formular y aplicar medidas independientes y creíbles que aseguren el pleno respeto de los derechos humanos,
teniendo presentes las obligaciones pertinentes que les incumben en virtud del derecho internacional,

Alentando a las partes a que prosigan sus esfuerzos respectivos por mejorar la promoción y protección de los
derechos humanos en el Sáhara Occidental y en los campamentos de refugiados de Tinduf, entre ellos la
libertad de expresión y la de asociación,

Reconociendo y acogiendo con beneplácito , a este respecto, las medidas e iniciativas adoptadas recientemente
por Marruecos para fortalecer las Comisiones del Consejo Nacional de Derechos Humanos en Dajla y El Aaiún,
y la interacción que mantiene Marruecos con los procedimientos especiales del Consejo de Derechos Humanos
de las Naciones Unidas, incluidos los previstos para 2015, así como la visita prevista de la Oficina del Alto
Comisionado para los Derechos Humanos en 2015,

Acogiendo con beneplácito también la ejecución del programa mejorado de protección de los refugiados que
creó la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en coordinación con el Frente
Polisario y que incluye iniciativas de capacitación y concienciación sobre los refugiados y los derechos
humanos,

Reiterando su solicitud de que se considere la posibilidad de proceder a una inscripción de los refugiados en
los campamentos de Tinduf e invitando a que se trabaje en este sentido,

Acogiendo con beneplácito el compromiso de las partes de continuar el proceso de negociaciones en el marco
de conversaciones auspiciadas por las Naciones Unidas,

Reconociendo que la consolidación del statu quo no es aceptable, y observando además que los progresos en las
negociaciones son esenciales para mejorar la calidad de vida del pueblo del Sáhara Occidental en todos sus
aspectos,

Afirmando su pleno apoyo al Enviado Personal del Secretario General para el Sáhara Occidental, Embajador
Christopher Ross, y a su labor de facilitar las negociaciones entre las partes, y acogiendo con beneplácito sus
iniciativas recientes y las consultas que está celebrando con las partes y los Estados vecinos a tal efecto,

Afirmando su pleno apoyo a la Representante Especial del Secretario General para el Sáhara Occidental y Jefa
de la MINURSO, Sra. Kim Bolduc,

Habiendo examinado el informe del Secretario General de 13 de abril de 2015 (S/2015/246),


1. Decide prorrogar el mandato de la MINURSO hasta el 30 de abril de 2016;

2. Reafirma la necesidad de que se respeten plenamente los acuerdos militares concertados con la MINURSO
respecto del alto el fuego y exhorta a las partes a que cumplan plenamente esos acuerdos;

3. Exhorta a todas las partes a que cooperen plenamente con las operaciones de la MINURSO, incluida su libre
interacción con todos los interlocutores, y tomen las medidas necesarias para garantizar la seguridad y la
circulación sin trabas y el acceso inmediato del personal de las Naciones Unidas y el personal asociado en la
ejecución de su mandato, de conformidad con los acuerdos existentes;

4. Acoge con beneplácito el compromiso de las partes de continuar el proceso de preparación de la quinta
ronda de negociaciones y recuerda que hizo suya la recomendación formulada en el informe de 14 de abril de
2008 (S/2008/251) en el sentido de que la visión realista y el espíritu de compromiso de las partes son esenciales
para lograr progresos en las negociaciones;

5. Exhorta a las partes a que sigan dando muestras de voluntad política y trabajen en una atmósfera propicia al
diálogo a fin de iniciar una fase más intensiva y sustantiva de las negociaciones, asegurando así la aplicación
de las resoluciones 1754 (2007), 1783 (2007), 1813 (2008), 1871 (2009), 1920 (2010), 1979 (2011), 2044 (2012),
2099 (2013) y 2152 (2014) y el éxito de las negociaciones;

6. Afirma su pleno apoyo al compromiso del Secretario General y su Enviado Personal de lograr una solución a
la cuestión del Sáhara Occidenta l en este contexto y pide que se reanuden las reuniones y se intensifiquen los
contactos;

7. Exhorta a las partes a que continúen las negociaciones bajo los auspicios del Secretario General, sin
condiciones previas y de buena fe, teniendo en cuenta los esfuerzos realizados desde 2006 y los
acontecimientos posteriores, con miras a lograr una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable,
que prevea la libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental en el marco de disposiciones conformes a
los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas, y haciendo notar la función y las obligaciones
que incumben a las partes a este respecto;

8. Invita a los Estados Miembros a que presten la asistencia adecuada para esas conversaciones;

9. Solicita al Secretario General que lo informe periódicamente, y como mínimo dos veces por año, sobre el
estado y la marcha de las negociaciones que se desarrollan bajo sus auspicios, la aplicación de la presente
resolución, los problemas que afectan a las operaciones de la MINURSO y las medidas adoptadas para
resolverlos, expresa su intención de reunirse para recibir y examinar dicha información, y, a este respecto,
solicita también al Secretario General que presente un informe sobre la situación en el Sáhara Occidental con
suficiente antelación al fin del período del mandato;

10. Acoge con beneplácito el compromiso de las partes y los Estados vecinos de celebrar reuniones periódicas
con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados a fin de examinar y, de ser
posible, ampliar las medidas de fomento de la confianza;

11. Insta a los Estados Miembros a que hagan contribuciones voluntarias para financiar la aplicación de las
medidas de fomento de la confianza acordadas entre las partes, incluidas las que permitan las visitas entre los
familiares separados, así como programas de distribución de alimentos para asegurar que se satisfagan
adecuadamente las necesidades humanitarias de los refugiados;

12. Solicita al Secretario General que siga adoptando las medidas necesarias para asegurar que en la MINURSO
se cumpla plenamente la política de las Naciones Unidas de tolerancia cero frente a la explotación y los abusos
sexuales y que lo mantenga informado, e insta a los países que aportan contingentes a que adopten las
medidas preventivas apropiadas, incluidas las de sensibilización con anterioridad al despliegue, y otras
medidas para asegurar la plena rendición de cuentas en los casos de ese tipo de conducta en que esté
involucrado su personal;

13. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

2.6. SENTENCIA AN (SALA DE LO CONTENCIOSO), DE 10 DE DICIEMBRE DE 2012

FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO: Se impugna mediante el presente recurso contencioso administrativo la resolución del Ministerio
del Interior de fecha 23 de abril de 2008, por la que se deniega al actor el reconocimiento del Estatuto de
Apátrida, por no concurrir en él las condiciones establecidas en la Ley Orgánica 4/2000 ni en la Convención
sobre el Estatuto de los Apátridas de 1954.

En la resolución impugnada se analizan y valoran los hechos alegados y se razona que los saharauis residentes
o procedentes de los campamentos de refugiados situados en territorio argelino disfrutan de los elementos
esenciales de la protección internacional recogidos en la Convención sobre el estatuto de los refugiados, como
son la garantía de no devolución, la asistencia material y la expedición de documentos como el pasaporte, que
los identifican y les permiten viajar fuera de Argelia y regresar; que Argelia, como país de asilo, otorga la
correspondiente protección a los refugiados saharauis, tal y como se reconoce por los diferentes organismos
del Sistema de Naciones Unidas, por lo que en casos como el presente el procedimiento para establecerse en
España debe ser el previsto en la normativa de extranjería para dichos fines; que el interesado no ha solicitado
el reconocimiento de apátrida en Argelia, país que también es parte de la Convención sobre Estatuto de
Apátridas, habiendo formulado su solicitud cuando llevaba más de un mes en situación de ilegalidad en
España, donde llegó el 22 de junio de 2007 con un visado Schengen expedido para 90 días, por lo que, de
conformidad con lo dispuesto en art. 4.2 del Reglamento de reconocimiento del estatuto de apátrida, dicha
solicitud ha de presumirse manifiestamente infundada, presunción que no ha quedado destruida.

En la demanda de este recurso alega el actor, como motivos de impugnación de la anterior resolución, que es
saharaui y ha vivido en el campo de refugiados de Tindouf, en Argelia; de 1989 a 2003 estuvo estudiando en
Cuba, y de 2003 a 2007 estuvo estudiando en México, llegando a España desde este último país el 23 de abril de
2007; salió el 10 de mayo de 2007 y volvió a entrar el 22 de junio del mismo año, procedente de Argelia y
provisto de pasaporte argelino con visado expedido por el Consulado General de España en México el 10 de
abril de 2007, pasaporte que una vez caducado no es renovado por el Consulado de Argelia en España. Invoca
el Real Decreto 865/2001, por el que se aprueba el Reglamento de Reconocimiento del Estatuto de Apátrida, la
Convención de Nueva York de 1954, el artículo 13 de la Constitución Española , en relación con los artículos 4 y
34 de la Ley Orgánica 4/2000 . Asimismo, fundamenta su pretensión en la Jurisprudencia del Tribunal
Supremo, citando expresamente la sentencia de 20 noviembre 2007.

[...]

CUARTO: Sobre la situación de los saharauis residentes en campamentos de refugiados en Argelia, como es el
supuesto que ahora nos ocupa, se ha pronunciado la Sala Tercera del Tribunal Supremo en numerosas
sentencias, entre las que cabe citar la STS de fecha 19/12/08 , en la que se recoge la doctrina expuesta en las
SSTS de 20/11/07 y 18/7/08 , todas ellas en supuestos en los que la Administración basó la denegación del
estatuto de apátrida, en dos razones: que el solicitante ya recibía protección de un organismo de las Naciones
Unidas y que Argelia concede pasaportes a los saharauis. Razones que han sido consideradas insuficientes en
dichas sentencias.

Se dice en las referidas sentencias:

«(...) Argelia nunca ha efectuado manifestación alguna -expresa ni tácita- tendente al reconocimiento u
otorgamiento de la nacionalidad argelina a los saharauis que, como refugiados, residen en los campamentos
de Tinduff.

Lo acontecido con la recurrente -y con otros saharauis en condiciones similares- es que Argelia, por razones
humanitarias, documenta a los saharauis refugiados en su territorio -en concreto, en el desierto cercano a
Tinduff- con la finalidad de poder salir por vía aérea a países que -como España- no tienen reconocido como
país a la República Árabe Saharaui Democrática; documentación consistente en la emisión de pasaporte al que
el Consulado Español en Argel acompaña el correspondiente visado. Mas, con tal actuación, en modo alguno se
está procediendo al reconocimiento de la nacionalidad argelina por los saharauis, la cual, por otra parte, como
ocurre con el Reino de Marruecos, tampoco es solicitada o deseada por los mismos. No se trata, pues, del
otorgamiento del vínculo de la nacionalidad, sino de una mera actuación de documentación de un
indocumentado con la expresada finalidad humanitaria de poder desplazarse para -como en este caso
aconteció- poder recibir atención médica. Por ello, la exigencia, tanto del Ministerio de Interior como de la
sentencia de instancia, de tener que recurrir a las vías administrativas y judiciales argelinas para obtener la
renovación del pasaporte concedido en los términos expresados, en modo alguno resulta aceptable, cuando
consta acreditado que el Consulado de Argelia en Madrid se niega a la mencionada prórroga -por carecer los
solicitantes de nacionalidad argelina- remitiéndolos a la Oficina de la RASD en España que, al no estar
reconocida por España, carece de la posibilidad de emitir pasaportes o renovarlos a quienes - como la
recurrente- devienen indocumentados en España por la expiración del pasaporte con el entraron en nuestro
país.

Resulta conveniente distinguir dos situaciones diferentes: la una es la que -como en el supuesto de autos
acontece- consiste en proceder a documentar a quien por diversos motivos carece de documentación que le
impide su simple desplazamiento e identificación; y otra, diferente, la concesión de la nacionalida de un país.
La primera cuenta con un carácter formal, no exige la solicitud y voluntariedad del destinatario no implica
una relación de dependencia con el Estado documentante; la segunda, el otorgamiento de la nacionalidad, por
el contrario, exige el cumplimiento de una serie de requisitos previstos por la legislación interna del país que
la otorga, e implica su previa solicitud y su posterior y voluntaria aceptación -que se plasma en la aceptación o
el juramento del texto constitucional del país-, surgiendo con el nuevo país un vínculo jurídico de derechos y
obligaciones que la nacionalidad implica y representa. La nacionalidad no originaria implica, pues, la
aceptación -por supuesto, voluntaria- de un nuevo status jurídico si se cumplen las condiciones legales
previstas internamente por cada país, mas, en modo alguno, la nacionalidad puede venir determinada por la
imposición, por parte de un país, con el que se mantienen determinados vínculos - por variados motivos- en
relación con quien no desea dicha nacionalidad, por no concurrir un sustrato fáctico entre ambos que permita
la imposición de la relación jurídica configuradora de la citada relación.

La nacionalidad, pues, es el vínculo jurídico entre una persona y un Estado, según se establece en la legislación
del Estado, y comprende derechos políticos, económicos, sociales y de otra índole, así como las
responsabilidades del Estado y del individuo; mas todo ello, como venimos señalando, en el marco de una
relación de voluntariedad y mutua aceptación.

En consecuencia, desde la perspectiva argelina, y de conformidad con la Convención de Nueva York, la


recurrente no puede ser «considerada -por parte de Argelia- como nacional suyo,... conforme a su
legislación».Y en cuanto a la protección de los saharauis por parte de las Naciones Unidas dijimos:

Por último, tampoco podemos considerar a la recurrente como incluida en el supuesto de la excepción prevista
en artículo 1.2.i) de la Convención de Nueva York de 1954, esto es, como «personas que reciben actualmente
protección o asistencia de un órgano u organismo de las Naciones Unidas distinto del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados, mientras estén recibiendo tal protección o asistencia».

Como ya conocemos la Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU núm. 690 (de 24 de abril de 1991), por la
que se creó - por unanimidad- la Misión de Naciones Unidas para la Organización del Referéndum en el Sahara
Occidental (MINURSO) en modo alguno reconoce a la recurrente la protección y asistencia exigida por la
excepción convencional de precedente cita; si se observan los objetivos de la misma se podrá comprobar que
tal Misión está dirigida a «supervisar» el cese del fuego entre el Reino de Marruecos y los saharauis; a
«verificar» la reducción de tropas de Marruecos en el territorio del Sahara; a «supervisar» la restricción de
tropas marroquíes y saharauis a lugares señalados; a «supervisar» el intercambio de prisioneros de guerra; a
«hacer efectivo» el programa de repatriación; a «identificar y registrar» las personas con derecho a voto; así
como a «organizar y asegurar» la celebración de un referéndum libre y justo, dando a conocer los
resultados.Por tanto, los seis primeros cometidos se relacionan con una situación bélica, que se trata de evitar
o minimizar en sus efectos y consecuencias, y, los dos últimos se relacionan con la celebración de un
referéndum, cuya espera dura ya dieciséis años desde que se creara la MINURSO. No parece, pues, que con tan
específicas competencias la citada Misión pueda otorgar a los saharauis la protección y asistencia que la
Convención requiere para excluir a los mismos de su pase a la situación de apatridia. Escasa protección y
asistencia puede deducirse de tal Misión por parte de quienes -desde hace más de treinta años- viven como
refugiados en el desierto de una país vecino, y sin que el ordenado referéndum se haya celebrado tras los
citados dieciséis años de espera. En todo caso, si descendemos al caso concreto, tal supuesta protección y
asistencia sería predicable en relación con quienes se mantienen como refugiados en Argel, mas sin que los
efectos de la MINURSO, limitada a los ámbitos expresados, abarque a quienes, como la recurrente residen, en
España.Como hemos dicho, las consideraciones expuestas en estas sentencias, que acabamos de transcribir,
resultan plenamente aplicables al caso aquí examinado, por lo que, en definitiva, procede estimar el recurso
de casación y, revocando la sentencia de instancia, estimar el recurso contencioso-administrativo en el sentido
de reconocer el derecho del recurrente al reconocimiento del estatuto de apátrida».

2.7. STG DE 10 DE DICIEMBRE DE 2015 (FRENTE POLISARIO C. CONSEJO DE LA UNIÓN EUROPEA, ASUNTO
T-512/12

Sobre la legitimación activa del Frente Polisario

37. En su demanda, el demandante sostiene que es «un sujeto de derecho internacional que dispone de la
personalidad jurídica internacional reconocida a los movimientos nacionales de liberación en el derecho
internacional». Alega, además, invocando varios textos que incorpora a la demanda, que ha sido «reconocido
como representante del pueblo saharaui para las negociaciones [...] por las instancias de la ONU, de la Unión
Europea y por el [Reino de] Marruecos». Añade que tanto el Consejo de Seguridad como la Asamblea General
de las Naciones Unidas han reconocido la validez del acuerdo de paz que había concluido con Mauritania en
agosto de 1979... Finalmente, invoca el hecho de que, en dos resoluciones, el Parlamento europeo le ha
solicitado, así como al Reino de Marruecos, que cooperase plenamente con el Comité internacional de la Cruz
Roja, así como con la ONU.

38. El demandante no había incorporado a su demanda los documentos previstos en el artículo 44, párrafo
quinto, del reglamento de procedimiento de 2 de mayo de 1991. Tras la fijación de un plazo por el secretario
con el fin de regularizar la demanda, aportó copia de sus estatutos, un poder a su abogado realizado por una
persona habilitada a tal efecto por los citados estatutos, a saber, por su secretario general, así como la prueba
de la elección de este último. Por el contrario, no ha aportado documentos adicionales para probar que gozaba
de personalidad jurídica.

[...]

40. En respuesta a las preguntas del Tribunal, el demandante ha declarado lo siguiente:

«El Frente Polisario no se ha constituido como persona jurídica de acuerdo al derecho de ningún Estado,
reconocido internacionalmente o no. En igual medida que un Estado extranjero o la Unión Europea, el Frente
Polisario no podría basar su existencia legal en el derecho interno de un Estado.»

41. Por otra parte, ha afirmado que era «un sujeto de derecho internacional público» y ha añadido:

«[El] Frente Polisario no tiene en manera alguna que aportar prueba de su constitución según el derecho
interno de un Estado internacionalmente reconocido. Como encarnación de la soberanía del pueblo saharaui,
no puede hacer depender su existencia del ordenamiento jurídico de la antigua potencia colonial, el Reino de
España, que incumple todos sus deberes internacionales desde hace cuarenta años, y menos aún [de] la
potencia ocupante, Marruecos, que impone su ordenamiento jurídico mediante un uso ilegal de la fuerza
armada [...]».

42. El Consejo alega que el demandante «no ha probado la existencia de su capacidad jurídica para presentar el
presente recurso». Según él, el demandante parece asimilar su condición de representante del pueblo del
Sáhara Occidental a la existencia de la personalidad jurídica de pleno derecho según el derecho internacional,
que corresponde a los Estados soberanos. El Consejo discute que estos dos conceptos sean asimilables y que el
demandante pueda ser asimilado a un Estado.

43. El Consejo añade que, incluso suponiendo que el demandante haya sido reconocido en calidad de
movimiento de liberación nacional y que disponga, por ese hecho, de personalidad jurídica, esto no implica
automáticamente una capacidad procesal para actuar ante la jurisdicción de la Unión. Según el Consejo, el
reconocimiento del demandante por la ONU como representante del pueblo del Sáhara Occidental le da, como
mucho, la capacidad de participar en las negociaciones concernientes al estatus del Sáhara Occidental, que son
llevadas a cabo por la ONU, y de ser, junto con el Reino de Marruecos, su interlocutor, con este objetivo. Por el
contrario, este reconocimiento no le conferiría locus standi ante los tribunales que se encuentran fuera del
contexto de la ONU y a los cuales no les corresponde resolver la controversia internacional que le enfrenta con
el Reino de Marruecos.

44. La Comisión declara no discutir «la condición de representante del pueblo saharaui del que goza el Frente
Polisario y que le ha sido reconocida por la Asamblea General de la ONU».

45. Añade, de todas formas:

«[L]a personalidad jurídica del Frente Polisario es dudosa. Como representante del pueblo saharaui se le
supone que tiene, como mucho, una personalidad jurídica funcional y transitoria.»

46. Considerando los argumentos de las partes, en primer lugar conviene precisar que, en el caso de autos, no
se trata de determinar si el Frente Polisario puede ser calificado como "movimiento nacional de liberación", ni
siquiera si tal calificación, de ser exacta, es suficiente como para conferirle personalidad jurídica. La cuestión
que el Tribunal ha sido llamado a resolver es la de saber si el Frente Polisario tiene legitimación activa ante él
para demandar, en virtud del artículo 263 del TFUE, párrafo cuarto, la anulación de la decisión impugnada.

[...]

51. No obstante, si bien la jurisprudencia citada más arriba demuestra que los órganos jurisdiccionales de la
Unión pueden admitir la legitimación activa ante ellas de una entidad que no dispone de una capacidad
jurídica análoga a la que confiere el derecho de un Estado miembro de un Estado tercero, incluso que no
dispone de personalidad jurídica en virtud de ese derecho, conviene hacer notar que, en su auto de 14 de
noviembre de 1963, Lassalle/Parlamento (15/63, Rec, EU:C:1963:47, p. 97, 100), el Tribunal de Justicia ha
señalado que los elementos que constituían la base de la capacidad para ser parte ante los órganos
jurisdiccionales de la Unión eran, en particular, tener autonomía y responsabilidad, incluso restringidas, y
rechazó una demanda de intervención presentada por el comité del personal del Parlamento, el cual, según el
Tribunal, no satisfacía estos criterios. Esta consideración se refleja igualmente en la jurisprudencia citada en el
punto 49, en la medida en la que explica la constatación del Tribunal de Justicia, según la cual los estatutos y la
estructura interna de los sindicatos que presentaron los recursos en los asuntos en cuestión les aseguraban la
autonomía necesaria para actuar en tanto que entidades responsables en el tráfico jurídico.

52. En vista de esta jurisprudencia, conviene concluir que, en ciertos casos particulares, una entidad que no
dispone de la personalidad jurídica según el derecho de un Estado miembro o de un tercer Estado puede, sin
embargo, ser considerada como una "persona jurídica" en el sentido del artículo 263 del TFUE, párrafo cuarto,
y ser admitida para que interponga un recurso de anulación con base en esta disposición (ver, en este sentido,
las sentencias Groupement des Agences de voyages/Comisión , punto 48 supra , EU:C:1982:371, puntos 9 a 12, y
PKK y KNK/Consejo , punto 50 supra , EU:C:2007:32, puntos 109 a 112). Tal es particularmente el caso cuando,
en sus actos o actuaciones, la Unión y sus instituciones tratan a la entidad en cuestión como si fuese un sujeto
distinto, que puede poseer derechos que le son propios o estar sometida a obligaciones o restricciones.

53. Esto presupone, no obstante, que la entidad en cuestión dispone de estatutos y de una estructura interna
que le aseguran la autonomía necesaria para actuar como una entidad responsable en el tráfico jurídico (ver,
en este sentido, auto Lassalle/Parlamento , punto 51 supra , EU:C:1963:47, p. 100; sentencias Union syndicale –
Service public européen y otros./Consejo , punto 49 supra , EU:C:1974:95, puntos 9 a 17, y Syndicat général du
personnel des organismes européens/Comisión , punto 49 supra , EU:C:1974:96, puntos 5 a 13).

54. En el caso de autos, conviene constatar que las condiciones mencionadas en el punto 53 supra se cumplen
en lo que se refiere al Frente Polisario. En efecto, éste posee estatutos propios, de los que ha aportado una
copia; así como una estructura interna fija que dispone, en particular, de un secretario general que ha
otorgado un poder a su representante para la interposición del presente recurso. A juzgar por las apariencias,
esta estructura le permite actuar como una entidad responsable en el tráfico jurídico, y más aún, en la medida
en la que, como atestiguan los diversos textos que ha invocado, ha participado en negociaciones bajo la égida
de la ONU y ha incluso firmado un acuerdo de paz con un Estado internacionalmente reconocido como es la
República islámica de Mauritania.

55. Tratándose de las consideraciones mencionadas en el punto 52 supra , es, por tanto, cierto que el Frente
Polisario no ha sido objeto de actos de la Unión o de sus instituciones de naturaleza análoga a los que se
trataba en los asuntos que dieron lugar a las sentencias Groupement des Agences de voyages/Comisión , punto
48 supra, (EU:C:1982:371), y PKK y KNK/Consejo, punto 50 supra (EU:C:2007:32). Las dos resoluciones del
Parlamento invocadas por el demandante (ver punto 37 más arriba) son de naturaleza diferente, no
produciendo, al menos respecto a él, efectos jurídicamente obligatorios.

56. No es menos cierto que, como se desprende de las informaciones resumidas en los puntos 1 a 16 supra , el
Sáhara Occidental es un territorio cuyo estatus internacional es actualmente indeterminado. Tanto el Reino de
Marruecos como el demandante lo reivindican y la ONU actúa desde hace mucho para lograr una resolución
pacífica de esta controversia. Como se desprende de los escritos del Consejo y de la Comisión, tanto la Unión
como sus Estados miembros se abstienen de toda intervención y toma de posición en esta controversia y, si
llegare el caso, aceptarán toda solución decidida de acuerdo al derecho internacional, bajo la égida de la ONU.
A este respecto, la Comisión añade que apoya los esfuerzos desplegados por el Secretario general de Naciones
Unidas con vistas a alcanzar una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable, que permita la
autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental. Continúa señalando que, «mientras tanto, el Sáhara
Occidental es un territorio no autónomo administrado de facto por el Reino de Marruecos».

57. En primer lugar, es conveniente constatar que el demandante es una de las partes de la controversia que
concierne el futuro de este territorio no autónomo y, en tanto que parte de esta controversia, es evocado
nominativamente en los textos a él referentes, incluidas las resoluciones del Parlamento mencionadas en el
punto 37 supra .

58. En segundo lugar, es conveniente constatar igualmente que, actualmente, le es imposible al Frente Polisario
constituirse formalmente como persona jurídica según el derecho del Sáhara Occidental, ya que este derecho
es todavía inexistente. Si bien es cierto que, como lo señala la Comisión, el Reino de Marruecos administra de
facto prácticamente la totalidad del territorio del Sáhara Occidental, se trata de una situación de hecho a la
cual el Frente Polisario se opone y que está, precisamente, en el origen de la controversia entre él y el Reino de
Marruecos que la ONU pretende resolver. Le sería ciertamente posible al Frente Polisario constituirse en
persona jurídica de acuerdo al derecho de un tercer Estado, pero no podría exigírsele que lo hiciera.

59. En tercer lugar, finalmente, hay que recordar que el Consejo y la Comisión reconocen ellos mismos que el
estatus internacional y la situación jurídica del Sáhara Occidental presentan las particularidades mencionadas
en el punto 58 más arriba y consideran que el estatus definitivo de este territorio y, por lo tanto, el derecho que
es aplicable en él deben ser fijados en el marco de un proceso de paz bajo los auspicios de la ONU. Ahora bien,
es precisamente la ONU quien considera al Frente Polisario como un participante esencial de tal proceso.

60. Teniendo en cuenta estas especialísimas circunstancias, cabe concluir que el Frente Polisario debe ser
considerado como una «persona jurídica», en el sentido del artículo 263 del TFUE, párrafo cuarto, y que puede
interponer un recurso de anulación ante el juez de la Unión, incluso si no dispusiera de personalidad jurídica
de acuerdo al derecho de un Estado miembro o de un tercer Estado. En efecto, tal como se ha sido señalado
más arriba, no podría disponer de tal personalidad más que de acuerdo al derecho del Sáhara Occidental, que
no es, actualmente, un Estado reconocido por la Unión y sus Estados miembros y que no dispone de derecho
propio.

2.8. EL DERECHO DEL PUEBLO PALESTINO A LA LIBRE DETERMINACIÓN. A/RES/70/141

La Asamblea General ,

Consciente de que el fomento entre las naciones de relaciones de amistad basadas en el respeto del principio de
la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos es uno de los propósitos y principios de las
Naciones Unidas enunciados en la Carta,

Recordando , a este respecto, su resolución 2625 (XXV), de 24 de octubre de 1970, titulada «Declaración sobre
los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los
Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas»,

Teniendo presentes los Pactos internacionales de derechos humanos, la Declaración Universal de Derechos
Humanos, la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales y la
Declaración y el Programa de Acción de Viena aprobados por la Conferencia Mundial de Derechos Humanos el
25 de junio de 1993,

Recordando la Declaración con motivo del cincuentenario de las Naciones Unidas,

Recordando también la Declaración del Milenio,

Recordando además la opinión consultiva emitida el 9 de julio de 2004 por la Corte Internacional de Justicia
sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el Territorio Palestino Ocupado, y haciendo
notar en particular la respuesta de la Corte, incluida la referencia al derecho de los pueblos a la libre
determinación, que es un derecho erga omnes ,

Recordando la conclusión de la Corte, expuesta en su opinión consultiva emitida el 9 de julio de 2004, de que la
construcción del muro por Israel, la Potencia ocupante, en el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén
Oriental, junto con las medidas tomadas anteriormente, menoscaba gravemente el derecho del pueblo
palestino a la libre determinación,

Destacando la urgencia de poner fin sin demora a la ocupación israelí que comenzó en 1967 y llegar a un
acuerdo de paz justo, duradero y general entre las partes palestina e israelí, sobre la base de las resoluciones
pertinentes de las Naciones Unidas, el mandato de Madrid, incluido el principio de territorio por paz, la
Iniciativa de Paz Árabe y la hoja de ruta del Cuarteto para una solución permanente biestatal del conflicto
israelo-palestino,

Destacando también la necesidad de que se respeten y preserven la unidad, la contigüidad y la integridad


territoriales de todo el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén Oriental, y recordando a este respecto
su resolución 58/292, de 6 de mayo de 2004,

Recordando su resolución 69/165, de 18 de diciembre de 2014,

Afirmando el derecho de todos los Estados de la región a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas
internacionalmente,

Recordando también su resolución 67/19, de 29 de noviembre de 2012,


1. Reafirma el derecho del pueblo palestino a la libre determinación, incluido su derecho a un Estado de
Palestina independiente;

2. Insta a todos los Estados y a los organismos especializados y las organizaciones del sistema de las Naciones
Unidas a que continúen prestando apoyo y asistencia al pueblo palestino para la pronta realización de su
derecho a la libre determinación.

2.9. CONSENSO SOBRE GIBRALTAR ADOPTADO POR EL COMITÉ ESPECIAL ENCARGADO DE ESTUDIAR LA
SITUACIÓN CON RESPECTO A LA APLICACIÓN DE LA DECLARACIÓN SOBRE LA CONCESIÓN DE LA
INDEPENDENCIA A LOS PAÍSES Y PUEBLOS COLONIALES EN LA 291ª SESIÓN, DE 16 DE OCTUBRE DE 1964

El «Comité Especial», después de haber examinado la situación en el territorio no autónomo de Gibraltar, y de


haber escuchado las declaraciones hechas por el Representante de la Potencia administradora y por el
Representante de España, así como las de los peticionarios venidos del Territorio y de España, afirma que las
disposiciones de la Declaración sobre la concesión de independencia a los países y a los pueblos coloniales se
aplican íntegramente al territorio de Gibraltar.

El examen de estas declaraciones ha permitido al «Comité Especial» comprobar la existencia de un


desacuerdo, incluso de una disputa, entre el Reino Unido y España en lo que se refiere al status y a la situación
del territorio de Gibraltar. En estas condiciones, el «Comité Especial» invita al Reino Unido y a España a iniciar
sin demora conversaciones a fin de encontrar, conforme a los principios de la Carta de la Organización de las
Naciones Unidas, una solución negociada de acuerdo con las disposiciones de la Resolución 1514 (XV), teniendo
en cuenta debidamente las opiniones expresadas por los miembros del «Comité», así como los intereses de los
habitantes del territorio.

Dentro del cuadro del mandato que le fue conferido por la Resolución 1654 (XVI), el «Comité Especial» pide al
Reino Unido y a España que informen al «Comité Especial» y a la Asamblea General del resultado de sus
negociaciones.

2.10. CUESTIÓN DE GIBRALTAR. A/RES/2070 (XX)

La Asamblea General, habiendo considerado la cuestión de Gibraltar, teniendo presente el informe sobre la
situación, de garantía de la independencia de los pueblos y países coloniales; habiendo oído las declaraciones
hechas ante la Cuarta Comisión:

1º Invita al Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y a España a iniciar sin tardanza las
conversaciones proyectadas, en los términos de la propuesta adoptada por el Comité Especial el 16 de octubre
de 1964.

2º Pide al Reino Unido y a España que informen al Comité Especial y a la Asamblea General en su 21 sesión del
éxito de sus negociaciones.

2.11. CUESTIÓN DE GIBRALTAR. A/RES/2231 (XXI)

La Asamblea General,

Habiendo examinado la cuestión de Gibraltar,

Habiendo oído las declaraciones de la potencia administradora y del representante de España,

Habiendo oído las declaraciones de los peticionarios,

Recordando su resolución 2070 (XX) de 16 de diciembre de 1965 y el consenso aprobado el 16 de octubre de


1964 por el Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la Declaración
sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales,

Recordando asimismo su resolución 1514 (XV) de 14 de diciembre de 1960,

Teniendo en cuenta la manifiesta disposición de la Potencia administradora y del Gobierno español para
continuar las actuales negociaciones,

Deplorando que hayan ocurrido ciertos actos que han perjudicado la buena marcha de esas negociaciones,
1. Lamenta la demora en el proceso de descolonización y en la aplicación de la resolución 1514 (XV) de la
Asamblea General;

2. Invita a las dos partes a que continúen sus negociaciones, teniendo en cuenta los intereses de la población en
el Territorio, y pide a la Potencia administradora que acelere, sin ningún obstáculo y en consulta con el
Gobierno de España, la descolonización de Gibraltar, y que informe al Comité Especial encargado de examinar
la situación con respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y
pueblos coloniales lo antes posible y, en cualquier caso, antes del vigésimo segundo período de sesiones de la
Asamblea General;

3. Pide al Secretario General que preste su ayuda para la aplicación de la presente resolución.

2.12. NN UU. COMITÉ ESPECIAL ENCARGADO DE EXAMINAR LA SITUACIÓN CON RESPECTO A LA


APLICACIÓN DE LA DECLARACIÓN SOBRE LA CONCESIÓN DE LA INDEPENDENCIA A LOS PAÍSES Y
PUEBLOS COLONIALES. DOCUMENTO DE TRABAJO PREPARADO POR LA SECRETARÍA (A/AC.109/2015/13).
GIBRALTAR

I. Generalidades

1. Gibraltar es un Territorio No Autónomo administrado por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del
Norte. Según la Potencia administradora, la base de la relación actual entre el Gobierno del Reino Unido y sus
Territorios No Autónomos está consagrada en la constitución de cada Territorio; la soberanía sobre Gibraltar
fue cedida al Reino Unido por España conforme al Tratado de Utrecht de 1713, con aguas territoriales
derivadas de la soberanía sobre la tierra. Por su parte, España afirma que, en virtud del artículo 10 del
Tratado, se cedió solo la ciudad y el castillo de Gibraltar, su puerto, defensas y fortalezas. Con el antecedente
del llamamiento que hace tiempo hizo la Asamblea General a España y al Reino Unido para que celebraran
conversaciones sobre la cuestión de Gibraltar (véase la resolución 2070 (XX), aprobada el 16 de diciembre de
1965), en 2014 la Asamblea, en su decisión 69/523, entre otras cosas, instó a los Gobiernos de España y del
Reino Unido, a que, escuchando los intereses y las aspiraciones de Gibraltar que fueran legítimas conforme al
derecho internacional, llegasen, en el espíritu de la Declaración de Bruselas de 27 de noviembre de 1984, a una
solución definitiva de la cuestión a la luz de las resoluciones pertinentes de la Asamblea y los principios
aplicables, y de conformidad con el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas (véanse las seccs. VIII y IX del
presente informe).

2. El Territorio es una estrecha península que se extiende hacia el sur desde la costa sudoccidental de España, a
la que está unida por un istmo de aproximadamente 1,6 km de longitud. El puerto español de Algeciras se
encuentra a 8 km en dirección oeste, al otro lado de la bahía, y el continente africano está situado a 32 km en
dirección sur, cruzando el estrecho de Gibraltar. Según la Potencia administradora, la superficie de Gibraltar
es de 5,8 km2 ; según España, que reivindica la soberanía del Territorio, es de 4,8 km2 . Continúan siendo
motivo de discordia diversas cuestiones relativas al istmo y las aguas frente a la costa de Gibraltar.

3. Según la Potencia administradora, en 2013 la población del Territorio era de aproximadamente 32.700
habitantes. Su moneda es la libra gibraltareña, cuyo valor mantiene la paridad con la libra esterlina. Las
principales operaciones comerciales del Territorio se llevan a cabo con países europeos, los Estados Unidos de
América y países del norte de África. La Ley sobre los Territorios Británicos de Ultramar de 2002 concedió la
ciudadanía británica a los ciudadanos de los territorios británicos de ultramar.

II. Cuestiones constitucionales, jurídicas y políticas

4. Con arreglo a la Orden Constitucional de Gibraltar de 2006, el Gobierno de Gibraltar está integrado por los
ministros elegidos representados en el Consejo de Ministros y por el Gobernador, que representa a la Corona
británica. El Teniente General Sir James Benjamin Dutton es el Gobernador desde diciembre de 2013. En virtud
de la Constitución de 2006, el Gobernador es responsable de las relaciones exteriores, la defensa, la seguridad
interna (incluida la policía, junto con la Autoridad Policial de Gibraltar) y determinados nombramientos de
cargos públicos, conforme a las facultades que le confiere la Constitución. Según la Potencia administradora, el
Gobierno elegido de Gibraltar tiene pleno control sobre todos los demás asuntos. Después de las elecciones, el
Gobernador, a su discreción, nombra Ministro Principal al parlamentario que, a su juicio, tenga más
probabilidades de inspirar la máxima confianza a los demás miembros del Parlamento. El Gobernador designa
a otros ministros entre los parlamentarios elegidos, con el asesoramiento del Ministro Principal. En virtud de
la Constitución de 2006, la Corona británica conserva poderes legislativos para promulgar ocasionalmente
leyes en favor de la paz, el orden y el buen gobierno de Gibraltar. La Constitución de 2006 también contiene
disposiciones sobre las tierras de la Corona en Gibraltar.
5. Gibraltar tiene un tribunal supremo, cuyas decisiones pueden recurrirse ante un tribunal de apelaciones y
posteriormente ante Su Majestad la Reina, que es asesorada por el Comité Judicial del Consejo Privado.

[...]

7. La Constitución de 2006 reconoce que, sin perjuicio de que la Potencia administradora sea, en última
instancia, responsable de que Gibraltar cumpla la legislación de la Unión Europea, los asuntos que según dicha
Constitución son de competencia de los ministros elegidos seguirán siéndolo aunque se planteen en el contexto
de la Unión. En junio de 2004, tras realizar una campaña jurídica y política para lograr el derecho a votar en
las elecciones europeas, los gibraltareños participaron por primera vez en las elecciones al Parlamento
Europeo gracias a que la Potencia administradora creó, únicamente a los efectos de esos comicios, una nueva
circunscripción electoral integrada por Gibraltar y la región sudoccidental de Inglaterra (la "circunscripción
combinada"). Los gibraltareños volvieron a votar en las elecciones al Parlamento Europeo celebradas en junio
de 2009 y en mayo de 2014.

8. La Potencia administradora, el Reino Unido, sigue considerando que, en su condición de Territorio separado
reconocido por las Naciones Unidas e incluido desde 1946 en su lista de Territorios No Autónomos, Gibraltar
goza de los derechos individuales y colectivos otorgados por la Carta. El Reino Unido también cree que el
pueblo de Gibraltar tiene el derecho a la libre determinación. Para la Potencia administradora está claro que la
Constitución de 2006 establece las competencias pertinentes de los Gobiernos del Reino Unido y Gibraltar.

9. Por su parte, el Gobierno de España sostiene que la Constitución de 2006 no afecta a la capacidad
internacional de Gibraltar, que su aprobación fue una reforma del régimen colonial, que permanece
inalterado, y que tampoco afecta en modo alguno al proceso pendiente de descolonización de Gibraltar, al que
se aplica el principio de integridad territorial y no el de libre determinación. En este contexto, el Gobierno de
España insiste en que la participación de Gibraltar en cualquier instrumento internacional debe hacerse a
través del Reino Unido en calidad de Potencia administradora responsable de las relaciones internacionales
del Territorio, incluso en las esferas de los servicios financieros internacionales, los derechos humanos y el
medio ambiente.

[...]

VIII. Estatuto futuro del Territorio

A. Posición de la Potencia administradora

42. En una declaración formulada en ejercicio del derecho de respuesta ante la Comisión Política Especial y de
Descolonización (Cuarta Comisión) de la Asamblea General el 8 de octubre de 2014, el representante del Reino
Unido, la Potencia administradora, entre otras cosas, recordó que su país tenía soberanía sobre Gibraltar y las
aguas territoriales circundantes y que, como Territorio separado, Gibraltar gozaba de los derechos
individuales y colectivos que le confería la Carta de las Naciones Unidas. La Constitución de Gibraltar de 2006
había establecido una relación moderna y madura entre ese Territorio y el Reino Unido, que no se basaba en el
colonialismo. El Reino Unido nunca celebraría acuerdos por los que el pueblo de Gibraltar quedara sometido
contra su voluntad a la soberanía de otro Estado, ni entablaría negociaciones sobre la soberanía a las cuales se
opusiera la población de Gibraltar.

43. El representante añadió que el Reino Unido y Gibraltar deseaban seguir participando en el Foro trilateral
de Diálogo, que era el medio más creíble, constructivo y práctico de reforzar las relaciones entre el Reino
Unido, Gibraltar y España en beneficio de todas las partes. El Reino Unido lamentaba que el Gobierno de
España se hubiera retirado de esas conversaciones en 2011. No obstante, siguiendo una propuesta formulada a
España por el Reino Unido y Gibraltar en abril de 2012, su país procuraba promover una actitud constructiva
hacia el mantenimiento de conversaciones ad hoc para reforzar la cooperación en cuestiones de importancia
mutua, por medios que reflejaran plenamente los intereses, derechos y responsabilidades del pueblo de
Gibraltar.

44. Además, el Reino Unido rechazaba las alegaciones de España de que había ocupado ilegalmente el istmo y
las aguas circundantes. De conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la
soberanía sobre las aguas territoriales derivaba de la soberanía sobre la tierra. Por tanto, el Reino Unido tenía
la certeza de poseer la soberanía sobre las aguas territoriales del Gibraltar británico. El Reino Unido
continuaría afirmando su soberanía y adoptaría distintas medidas navales, policiales y diplomáticas, en
respuesta a las incursiones y otros incidentes que se produjeran.

[...]
B. Posición del Gobierno del Territorio

46. El 8 de octubre de 2014, en su intervención ante la Cuarta Comisión, el Ministro Principal de Gibraltar dijo,
entre otras cosas, que pretender mantener negociaciones únicamente bilaterales con la Potencia
administradora, el Reino Unido, era un enfoque que iba en contra de las ideas políticas modernas y de los
principios de consentimiento y libre determinación para cuya defensa se había establecido la Comisión, por lo
que debía rechazarse. Afirmó además que los gibraltareños vetarían tales conversaciones bilaterales, ya que
ellos eran los únicos responsables de las decisiones pertinentes para el futuro de Gibraltar,
independientemente de las reclamaciones de soberanía pendientes.

47. El Ministro declaró asimismo que la colaboración respecto de cuestiones ajenas a la soberanía por
conducto del Foro trilateral de Diálogo crearía nuevas relaciones de confianza que generarían valor humano y
económico real a corto, medio y largo plazo. Gibraltar estaba comprometido a dialogar con el Gobierno
español, porque la diplomacia y el diálogo eran los catalizadores de cambios duraderos y de la conciliación de
posiciones previamente irreconciliables. Conjuntamente con su homólogo del Reino Unido, el Gobierno de
Gibraltar había propuesto celebrar conversaciones especiales paralelas al Foro trilateral.

48. El Ministro concluyó diciendo que el deseo de colaborar económicamente y de reconciliarse políticamente
con España era claro y genuino, pero que Gibraltar pertenecía a los gibraltareños (véase A/C.4/69/SR.3).

C. Posición del Gobierno de España

49. El 8 de octubre de 2014, en su declaración formulada ante la Cuarta Comisión, el representante de España,
entre otras cosas, recordó la postura mantenida desde hace tiempo por su país según la cual el principio de
integridad territorial era aplicable a la cuestión de Gibraltar, como la Asamblea General había dejado claro en
sus resoluciones pertinentes. En su opinión, los intentos de perpetuar casos de "colonialismo consentido" al
margen de los principios de las Naciones Unidas eran inaceptables, porque pretendían mantener la situación a
costa de los derechos legítimos de otro Estado y de los habitantes originales de la colonia. El caso de Gibraltar
era diferente al de la mayor parte de los Territorios No Autónomos y por ello las soluciones a él aplicables
habían de ser también diferentes. Era indudable la vigencia del Tratado de Utrecht de 1713, que, como el
propio Reino Unido había reconocido con reiteración, hacía inviable la independencia de Gibraltar sin el
consentimiento de España. Cuando se produjo la ocupación británica en 1704, los españoles que habitaban
Gibraltar habían sido obligados a abandonar el territorio. El Tratado solo había cedido al Reino Unido la
ciudad y el castillo de Gibraltar, junto con su puerto (con sus aguas interiores únicamente), defensas y
fortalezas que le pertenecían. España nunca había cedido las aguas territoriales o el istmo, de los que se había
apropiado ilegalmente el Reino Unido.

50. El representante de España continuó diciendo que, por razones históricas y jurídicas relativas a la
integridad territorial y la doctrina establecida por las Naciones Unidas y reiterada sistemáticamente por el
Comité Especial de Descolonización, la única solución era la restitución tanto del territorio cedido de España
conforme al Tratado de Utrecht como del ocupado posteriormente de forma ilegal por el Reino Unido. El
principio de libre determinación válido para la mayoría de los Territorios colonizados no era aplicable en el
caso de Gibraltar, porque se trataba de un derecho otorgado únicamente a los habitantes colonizados
originales, no a los colonos impuestos posteriormente. Las Naciones Unidas habían propuesto una solución
negociada bilateralmente entre España y el Reino Unido, en el marco de la Declaración de Bruselas de 1984.
Los intereses del pueblo de Gibraltar debían tenerse en cuenta, pero en las negociaciones con España
correspondía al Reino Unido, como Potencia administradora, articular esos intereses.

51. La tensión entre España y la colonia había comenzado a empeorar en marzo de 2012, cuando las
autoridades de Gibraltar dejaron de aplicar el acuerdo informal alcanzado con las cofradías de pescadores
españoles en 1999. En el verano de 2013 se habían sumergido unos 70 bloques de hormigón en aguas que
España consideraba propias, y se habían continuado las obras de relleno en estas aguas como parte de la
política de expansión territorial. Además, los datos mostraban que las autoridades gibraltareñas se limitaban a
hacer declaraciones retóricas en la lucha contra todas las formas de tráfico ilícito, particularmente respecto al
aumento del contrabando de tabaco y el blanqueo de dinero conexo. En consecuencia, España se había visto
obligada a intensificar la vigilancia de las aguas y sus inspecciones obligatorias en la verja, las cuales no
suponían una infracción de la normativa de la Unión Europea, como había corroborado un informe de la
Comisión Europea. El representante de España afirmó que la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude había
indicado, en un informe de 2014, que había encontrado pruebas de que se habían cometido delitos de
contrabando y blanqueo de dinero que afectaban a los intereses financieros y de otro tipo de la Unión
Europea.

52. España seguiría defendiendo el proceso de descolonización por medios pacíficos y legítimos y estaba
dispuesta a mantener unas buenas relaciones con el Reino Unido basadas en el diálogo y la cooperación
regional en aras del bienestar social y el desarrollo económico de los habitantes tanto de Gibraltar como del
Campo de Gibraltar. El Foro trilateral de Diálogo ya no existía, dado que se había convertido en una mera
herramienta para promover la reclamación de soberanía de Gibraltar. Para llegar a una solución política, el
Reino Unido debería reanudar el diálogo bilateral sobre cuestiones de soberanía, teniendo en cuenta las
particularidades del caso.

53. Además, en ejercicio del derecho de respuesta a las observaciones formuladas por el representante del
Reino Unido en la misma sesión y el 10 de octubre de 2014, el representante de España reiteró la postura de su
país sobre los espacios cedidos a Gran Bretaña de conformidad con el Tratado de Utrecht.

54. El representante añadió que el istmo había permanecido siempre bajo soberanía española y que la mera
ocupación continuada por los británicos no cumplía los requisitos del derecho internacional para la
adquisición de soberanía. La ocupación del istmo era ilegal y contraria al derecho internacional. España
rechazaba la referencia hecha por el representante del Reino Unido a incursiones ilegales en las aguas de
Gibraltar: se trataba de operaciones rutinarias de buques españoles en aguas españolas y, como tales,
proseguirían en el futuro. Además, los bloques de hormigón con largas púas rígidas no tenían finalidad
ambiental alguna, sino que más bien buscaban impedir que las embarcaciones españolas pescaran en esas
aguas, lo que reflejaba la actitud de confrontación de las autoridades de Gibraltar. No obstante, España estaba
dispuesta a negociar con el Reino Unido el establecimiento de un nuevo marco regional en el que el Reino
Unido y España, las autoridades locales de Gibraltar y las autoridades locales y regionales españolas se
reunirían para tratar exclusivamente cuestiones de cooperación (véase A/C.4/69/SR.3).

55. El representante de España declaró que el Foro tripartito de Diálogo ya no existía y esperaba por tanto que
en un futuro cercano se pusiera en marcha la cooperación ad hoc entre el Reino Unido, España y Gibraltar
para poder avanzar en la lucha contra el contrabando, el blanqueo de dinero y la contaminación del medio
ambiente (véase A/C.4/69/SR.5).

D. Negociaciones entre el Reino Unido y España

56. En 2014 no se mantuvieron negociaciones bilaterales en el marco del Proceso de Bruselas, que es
independiente del Foro de Diálogo. El Reino Unido ha dejado claro que no se pueden celebrar conversaciones
relacionadas con la soberanía sin el consentimiento de Gibraltar, y que tampoco puede iniciar un proceso de
negociaciones sobre la soberanía con el que Gibraltar no esté de acuerdo.

57. Por su parte, el Gobierno de España continuó pidiendo que se reanudaran las conversaciones bilaterales
sobre la soberanía con el Gobierno del Reino Unido. El Gobierno considera que la posición del Reino Unido va
en contra de la doctrina establecida en las resoluciones pertinentes de la Asamblea General y del compromiso
contraído con España en la Declaración de Bruselas de 1984.

E. Conversaciones entre el Reino Unido y Gibraltar

58. Los Gobiernos del Reino Unido y Gibraltar han reconocido que la Constitución actual establece entre las dos
partes una relación constitucional moderna y madura que no está basada en el colonialismo. Ambos Gobiernos
consideran que los criterios de las Naciones Unidas para la exclusión de la lista de Territorios No Autónomos y
la descolonización son anacrónicos, y reconocen que, en virtud del Artículo 73 e de la Carta, el Reino Unido
tiene la obligación de seguir presentando informes anuales hasta que la Asamblea General elimine a un
Territorio de su lista de Territorios No Autónomos.

2.13. CUESTIÓN DE GIBRALTAR. DECISIÓN APROBADA POR LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NN UU EL 9


DE DICIEMBRE DE 2012

La Asamblea General,

recordando su decisión 69/523, de 5 de diciembre de 2014:

a) Insta a los Gobiernos de España y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a que, escuchando los
intereses y las aspiraciones de Gibraltar que sean legítimas conforme al derecho internacional, lleguen, en el
espíritu de la Declaración de Bruselas, de 27 de noviembre de 1984, a una solución definitiva de la cuestión de
Gibraltar a la luz de las resoluciones pertinentes de la Asamblea General y los principios aplicables, y de
conformidad con el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas;

b) Toma nota de la voluntad del Reino Unido de continuar con el Foro trilateral de Diálogo;
c) Toma nota de la posición de España de que el Foro trilateral de Diálogo ya no existe y debe ser sustituido por
un nuevo mecanismo de cooperación local en el que estén representados los habitantes del Campo de
Gibraltar y de Gibraltar;

d) Acoge con beneplácito los esfuerzos realizados por ambas partes para resolver los problemas actuales y
participar en un tipo de diálogo flexible y receptivo entre todas las partes relevantes y pertinentes, de manera
oficiosa y según las necesidades, y el hecho de que esos esfuerzos estén encaminados a encontrar soluciones
comunes y a avanzar en cuestiones de interés mutuo.

2.14. CUESTIÓN DE LAS ISLAS MALVINAS (FALKLAND). A/RES/2065 (XX)

La Asamblea General,

Habiendo examinado la cuestión de las Islas Malvinas (Falkland Islands),

Teniendo en cuenta los capítulos de los informes del Comité Especial encargado de examinar la situación con
respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos
coloniales concernientes a las Islas Malvinas (Falkland Islands) y en particular las conclusiones y
recomendaciones aprobadas por el mismo relativas a dicho Territorio,

Considerando que su resolución 1514 (XV), de 14 de diciembre de 1960, se inspiró en el anhelado propósito de
poner fin al colonialismo en todas partes y en todas sus formas, en una de las cuales se encuadra el caso de las
Islas Malvinas (Falkland Islands),

Tomando nota de la existencia de una disputa entre los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte acerca de la soberanía de dichas Islas,

1. Invita a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin
demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial encargado de examinar la situación con
respecto a la aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos
coloniales a fin de encontrar una solución pacífica al problema, teniendo debidamente en cuenta las
disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514 (XV) de la Asamblea
General, así como los intereses de la población de las Malvinas (Falkland Islands);

2. Pide a ambos Gobiernos que informen al Comité Especial y a la Asamblea General, en el vigésimo primer
período de sesiones, sobre el resultado de las negociaciones.

2.15. CUESTIÓN DE LAS ISLAS MALVINAS (FALKLAND). A/RES/3160 (XXVIII)

La Asamblea General,

Habiendo estudiado la cuestión de las Islas Malvinas (Falkland),

Recordando su resolución 1514 (XV) de 14 de diciembre de 1960, que contiene la Declaración sobre la
concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales,

Recordando asimismo su resolución 2065 (XX) de 16 de diciembre de 1965, que invita a los Gobiernos de
Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones
recomendadas por el Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la aplicación de la
Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales a fin de encontrar una
solución pacífica al problema de las Islas Malvinas (Falkland), teniendo debidamente en cuenta las
disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514 (XV) así como los
intereses de la población de las Islas Malvinas (Falkland),

Gravemente preocupada por el hecho de que han transcurrido ocho años desde la adopción de la resolución
2065 (XX) sin que se hayan producido progresos sustanciales en las negociaciones,

Consciente de que la resolución 2065 (XX) indica que la manera de poner fin a esta situación colonial es la
solución pacífica del conflicto de soberanía entre los Gobiernos de Argentina y del Reino Unido con respecto a
dichas Islas,

Expresando su reconocimiento por los continuos esfuerzos realizados por el Gobierno de Argentina conforme a
las decisiones pertinentes de la Asamblea General, para facilitar el proceso de la descolonización y promover
el bienestar de la población de las Islas,

1. Aprueba los capítulos del informe del Comité Especial encargado de examinar la situación con respecto a la
aplicación de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales
concernientes a las Islas Malvinas (Falkland) y, en particular, la resolución aprobada por el Comité Especial el
21 de agosto de 1973 en relación con el Territorio;

2. Declara la necesidad de que se aceleren las negociaciones previstas en la resolución 2065 (XX) de la
Asamblea General entre los Gobiernos de Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
para arribar a una solución pacífica de la disputa de la soberanía existente entre ambos sobre las Islas
Malvinas (Falkland);

3 . Insta en consecuencia a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a que, de acuerdo con las
prescripciones de las resoluciones pertinentes de la Asamblea General, prosigan sin demora las negociaciones
para poner término a la situación colonial;

4. Pide a ambos Gobiernos que informen al Secretario General y a la Asamblea General lo antes posible, y a
más tardar en el vigésimo noveno período de sesiones, acerca de los resultados de las negociaciones
encomendadas.

2.16. TRIBUNAL SUPREMO DE CANADÁ. DICTAMEN DE 20 DE AGOSTO DE 1998, EN EL ASUNTO SOBRE LA


SECESIÓN DE QUEBEC

«l. ¿Pueden la Asamblea Nacional, el Poder legislativo provincial, o el Gobierno de Quebec, en virtud de la
Constitución de Canadá, proceder de forma unilateral a la secesión de Quebec del Canadá?

2. ¿Poseen la Asamblea Nacional, el Poder legislativo provincial, o el Gobierno de Quebec, en virtud del
Derecho internacional, el derecho a proceder de forma unilateral a la secesión de Quebec del Canadá? A este
respecto, en virtud del Derecho internacional, ¿existe un derecho a la autodeterminación que atribuya a la
Asamblea Nacional, al Poder legislativo provincial, o al Gobierno de Quebec el derecho de proceder de forma
unilateral a la secesión de Quebec del Canadá?

3. Ante un eventual conflicto entre el derecho interno y el Derecho internacional respecto al derecho de la
Asamblea Nacional, el Poder legislativo provincial, o el Gobierno de Quebec de proceder de forma unilateral a
la secesión de Quebec del Canadá, ¿cuál de ellos prevalecería?»

[...]

I. La secesión en derecho internacional

111. Está claro que el Derecho internacional no otorga, de forma expresa, a las partes constituyentes de un
Estado soberano, el derecho de realizar unilateralmente la secesión del Estado «padre». Así ha sido reconocido
por los expertos que han opinado tanto por cuenta del amicus curiae como por la del Procurador General del
Canadá. Dada la ausencia de autorización expresa para la secesión unilateral, los defensores de la existencia
de tal derecho en Derecho internacional, no han tenido otra opción que fundamentar sus argumentos en a) ya
sea sobre la teoría según la que la secesión unilateral no está expresamente prohibida, y que aquello que no
está expresamente prohibido, por inferencia, está permitido; b) ya sea sobre la obligación implícita que
incumbe a los Estados de reconocer la legitimidad de una secesión llevada a cabo por medio del ejercicio del
derecho, establecido en Derecho internacional, que posee un pueblo a la «autodeterminación». El amicus
curiae ha abordado el derecho a la autodeterminación pero ha sostenido que éste no sería aplicable al caso de
Quebec en el sentir de la federación canadiense, al margen de la existencia o inexistencia de un resultado
referendario en favor de la secesión. Estamos de acuerdo con el amicus curiae en este punto, por las razones
que, brevemente, vamos a exponer.

A) La ausencia de prohibición expresa

112. El Derecho internacional ni prevé ni niega expresamente la existencia de un derecho de secesión


unilateral, aunque, en cierta medida, tal negación deriva, implícitamente, del carácter excepcional de las
circunstancias que se requieren para autorizar una secesión fundamentada sobre el derecho de un pueblo a la
autodeterminación, como el derecho de secesión derivado de la situación excepcional de un pueblo oprimido o
colonizado, que se examina más tarde. Como veremos, el Derecho internacional otorga una gran importancia a
la integridad territorial de los Estados Naciones y, de forma general, deja en manos del derecho interno del
Estado existente del que la entidad secesionista forma parte, decidir la creación o no de un nuevo Estado (R. Y.
JENNINGS: The Acquisition of Territory in International Law, 1963, pp. 8-9). Cuando, como en este caso, la
secesión unilateral fuera incompatible con la constitución interna, el Derecho internacional aceptará
probablemente esta conclusión, a excepción del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos, o derecho
de autodeterminación, tema que vamos a abordar ahora.

B) El derecho de un pueblo a la autodeterminación

113. Aunque, normalmente, el Derecho internacional rija la conducta de los Estados Naciones, éste reconoce
asimismo, en determinadas circunstancias, los «derechos» de entidades que no son Estados Naciones, como el
derecho de un pueblo a la autodeterminación.

[...]

122. Como veremos, en Derecho internacional, el derecho a la autodeterminación pretende ser ejercido por
pueblos, en el interior de Estados soberanos existentes, y conforme al principio del mantenimiento de la
integridad territorial de esos Estados. Cuando esto no es posible, puede nacer un derecho de secesión dentro de
las circunstancias excepcionales examinadas más abajo.

[...]

b) Ámbito del derecho a la autodeterminación

126. Las fuentes del Derecho internacional reconocidas establecen que el derecho de un pueblo a disponer de
sí mismo se realiza normalmente por vía de la autodeterminación interna, es decir, la persecución por parte de
ese pueblo de su desarrollo político, económico, social y cultural en el marco de un Estado existente. El derecho
a la autodeterminación externa (que, en el presente caso, podría tomar forma de la reivindicación de un
derecho de secesión unilateral) no nace sino en casos extremos, y en circunstancias, por otra parte,
cuidadosamente definidas. La autodeterminación externa puede ser descrita mediante el siguiente extracto de
la Declaración sobre las relaciones de amistad:

«La creación de un Estado soberano e independiente, la libre asociación o la integración con un Estado
independiente o la adquisición de cualquier otro estatuto político libremente decidido por un pueblo,
constituyen para ese pueblo medios de ejercer su derecho a disponer de sí mismo.»

127. El principio de autodeterminación en Derecho internacional ha evolucionado dentro de un marco de


respeto por la integridad territorial de los Estados existentes. Los diversos documentos internacionales que
apoyan la existencia del derecho de un pueblo a la autodeterminación, también contienen declaraciones
paralelas de apoyo del principio según el cual el ejercicio de dicho derecho debe estar suficientemente limitado
para prevenir las amenazas contra la integridad territorial de un Estado existente o la estabilidad de las
relaciones entre Estados soberanos.

128. La declaración sobre las relaciones de amistad, la Declaración de Viena y la Declaración en ocasión del 50
Aniversario de la Organización de las Naciones Unidas, ya citados, son explícitas. Justo después de haber
afirmado el derecho de un pueblo a determinar su estatuto político y a perseguir su desarrollo económico,
social y cultural, precisan que este derecho no debe ser:

«interpretado como autorizando o promoviendo cualquier medida tendente a desmembrar o comprometer,


total o parcialmente, la integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos e independientes
respetuosos con el principio de la igualdad de derechos y la autodeterminación de los pueblos y, en
consecuencia, dotados de un gobierno representativo de la totalidad de la población perteneciente al territorio,
sin distinción alguna.»

129. Asimismo, el documento de clausura del reencuentro de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en
Europa llevado a cabo en Viena en 1989, que dio lugar al Acta Final de Helsinki, hacía mención del derecho de
los pueblos a determinar «su estatuto político interno y externo», pero esta declaración viene inmediatamente
seguida por el reconocimiento expreso de que los Estados participantes actuarán en todo momento «conforme
a los objetivos y a los principios de la Carta de las Naciones Unidas y a las normas pertinentes del Derecho
internacional, lo que incluye aquellas referentes a la integridad territorial», como así enuncia el Acta Final de
Helsinki. Se declara en el Principio 5 del documento de clausura, que los Estados participantes (incluyendo
Canadá):

«confirman su compromiso de observar estricta y efectivamente el principio de la integridad territorial de los


Estados. Estos se abstendrán de toda violación de dicho principio y, por tanto, de toda acción encaminada, por
medios directos o indirectos en contravención con los objetivos y principios de la Carta de Naciones Unidas,
otros Estados. Ninguna acción o situación que contravenga este principio será reconocida como legal por los
Estados participantes.»

En consecuencia, el pasaje del Acta Final de Helsinki que se refiere a la determinación por un pueblo de su
estatuto político externo es interpretado como significando la expresión del estatuto político externo de ese
pueblo por medio del gobierno del Estado existente, salvo en las circunstancias excepcionales examinadas más
tarde. Como subraya Cassesse, ya citado, teniendo en cuenta la historia de este documento y de su estructura,
la mención de la autodeterminación externa significa simplemente que «las autoridades centrales de un
Estado no pueden llevar a cabo ningún cambio territorial o cualquier otro, que sea contrario a la voluntad del
conjunto de la población de ese Estado».

130. Mientras que el Pacto Internacional relativo a los Derechos Económicos Sociales y Culturales y el Pacto
Internacional relativo a los Derechos Civiles y Políticos, ya citados, no hacen referencia expresa a la protección
de la integridad territorial, éstos delimitan el alcance del derecho a la autodeterminación en función de
condiciones que normalmente son realizables en el marco de un Estado existente. No existe necesariamente
incompatibilidad entre el mantenimiento de la integridad territorial de Estados existentes, como Canadá, y el
derecho de un «pueblo» de disponer completamente de sí mismo. Un Estado cuyo gobierno represente, dentro
de la legalidad y sin discriminación, el conjunto del pueblo o de los pueblos residentes sobre su territorio y que
respeta los principios de la autodeterminación en sus asuntos internos, tiene derecho, en virtud del Derecho
internacional, a la protección de su integridad territorial.

c) Pueblos oprimidos o colonizados

131. En consecuencia, según el estado general del Derecho internacional, el derecho a la autodeterminación se
aplica dentro de los límites de la protección preponderante garantizada a la integridad territorial de los
Estados «padres». Sin embargo, como subraya Cassese, ya citado, existen ciertos contextos definidos, dentro de
los que el derecho de los pueblos a la autodeterminación otorga el derecho a ejercitarlo «de forma externa», lo
que, en el contexto del presente dictamen, podría significar potencialmente la secesión:

«[...] el derecho a la autodeterminación externa, que comporta la posibilidad de escoger (o de restablecer) la


independencia, sólo se ha reconocido a dos categorías de pueblos (aquéllos bajo dominación colonial o bajo
ocupación extranjera), sobre la base de la hipótesis de que, en ambos casos, estos pueblos constituyen
entidades intrínsecamente distintas de la potestad colonial u ocupacional, y que la «integridad territorial» de
estos pueblos, que ha sido en la práctica destruida por la potencia colonial u ocupante, debe ser plenamente
restablecida.»

132. El derecho de los pueblos colonizados a ejercer su derecho a la autodeterminación para desprenderse del
poder «imperial» es, en la actualidad, incontestable, pero no es relevante para el presente dictamen.

133. El otro caso claro de aplicación del derecho a autodeterminación externa es aquel en que un pueblo se
halla sometido al yugo, a la dominación o a la explotación extranjeras fuera del contexto colonial. Este
reconocimiento encuentra sus raíces en la Declaración sobre las relaciones de amistad, ya citada:

«Todo Estado tiene el deber de favorecer, conjuntamente con otros Estados o separadamente, la realización del
principio de la igualdad de derechos de los pueblos y de su derecho a disponer de ellos mismos, conforme a las
disposiciones de la Carta, y de ayudar a la Organización de las Naciones Unidas a desempeñar las
responsabilidades que le ha conferido la Carta en lo concerniente a la aplicación de este principio, con el fin
de:

a) favorecer las relaciones amistosas y la cooperación entre los Estados; y,

b) poner fin rápidamente al colonialismo tomando debida cuenta de la voluntad libremente expresada por los
pueblos interesados; y tener presente que este sometimiento a los pueblos al yugo, a la dominación o a la
explotación extranjeras constituye una violación de este principio, a la vez que una negación de los derechos
fundamentales del hombre, y es contrario a la Carta.»

134. Numerosos comentaristas han afirmado, además, que el derecho a la determinación puede, en un tercer
caso, dar lugar a un derecho a la secesión unilateral. Aunque este tercer caso ha sido descrito de muchas
formas, reside en la idea de que, cuando un pueblo se ve impedido para ejercer su derecho a la
autodeterminación interna, tienen entonces derecho, en última instancia, de ejercerlo mediante la secesión. El
hecho de que la Declaración de Viena, ya citada, exija que los gobiernos representen «el conjunto de la
población perteneciente al territorio, sin distinción alguna», añade crédito a la afirmación de que un completo
impedimento de este tipo, podría dar nacimiento a un derecho a la secesión.
135. Una situación de este tipo se asimila claramente a las dos otras situaciones reconocidas, en el hecho de
que la capacidad del pueblo de ejercer en el ámbito interno su derecho a la autodeterminación, se ve
absolutamente frustrado. Aunque aún no se sepa con certeza si esta tercera teoría es reflejo, realmente, de una
norma jurídica internacional establecida, decidirlo es irrelevante a los fines del presente dictamen. Aún
suponiendo que esta tercera situación pudiera crear un derecho de secesión unilateral en virtud del Derecho
internacional, no puede afirmarse que el contexto quebequés actual se le aproxime. Como afirmó el amicus
curiae, en el Addendum a su memoria, en los párrafos 15 y 16.

«15. El pueblo quebequés no es víctima de atentados contra su existencia o contra su integridad física, ni de
violación masiva de sus derechos fundamentales. El pueblo quebequés no es, de forma evidente, un pueblo
oprimido.

16. En efecto, durante casi 40 de los últimos 50 años, el Primer Ministro de Canadá ha sido un quebequés.
Durante ese período, quebequeses han ocupado, más o menos asiduamente, los puestos más importantes del
Gabinete Federal. Durante los 8 años precedentes a junio de 1997, el Primer Ministro y el Jefe de la Oposición
Oficial en la Cámara de los Comunes eran ambos quebequeses. Actualmente, el Primer Ministro de Canadá, el
muy honorable Presidente del Tribunal Supremo así como otros dos miembros del Tribunal, el Jefe del Estado
Mayor de las Fuerzas Armadas canadienses y el embajador de Canadá en los Estados Unidos, sin contar la Vice-
Secretaría General de las Naciones Unidas, son todos quebequeses. Los éxitos internacionales de los
quebequeses en la mayor parte de los campos de la actividad humana son demasiado numerosos para ser
enumerados. Desde que el dinamismo del pueblo quebequés se ha dirigido hacia el campo de los negocios, éste
conoce importantes éxitos en Quebec, en el resto de Canadá y en el extranjero.»

136. No se puede, razonablemente, pretender que se haya negado a la población de Quebec el acceso al
gobierno. Los quebequeses ocupan puestos muy importantes en el seno del Gobierno de Canadá. Los
residentes de esta provincia realizan sus opciones políticas libremente y persiguen libremente su desarrollo
económico, social y cultural en el interior de Quebec, en el conjunto de Canadá y en todo el mundo. La
población de Quebec se halla equitativamente representada en las instancias legislativas, ejecutivas y
judiciales. En resumen, para retomar los términos de los instrumentos internacionales que tratan el derecho
de los pueblos a la autodeterminación, el Canadá es «un Estado soberano e independiente respetuoso con el
principio de legalidad de los derechos y de la autodeterminación de los pueblos y a su vez dotado de un
gobierno representativo de la totalidad de la población perteneciente al territorio, sin distinción alguna».

137. Los continuos fracasos en la búsqueda de un acuerdo sobre la modificación de la Constitución, aunque
son un tema de preocupación, no equivalen a una negación del derecho a la autodeterminación. En ausencia
de modificaciones constitucionales, debemos basamos en los acuerdos constitucionales actualmente en vigor y
no podemos concluir, en las actuales circunstancias, que estos acuerdos sitúen a los quebequeses en una
situación de desventaja dentro del ámbito del Derecho internacional.

138. En resumen, el derecho a la autodeterminación en Derecho internacional genera solamente, en el mejor


de los casos, un derecho a la autodeterminación externa para el caso de antiguas colonias; pueblos oprimidos,
como los pueblos sometidos a una ocupación militar extranjera; o también para el caso en que un grupo
definido vea rechazado un acceso real al gobierno para asegurar su desarrollo político, económico, social y
cultural. En estas tres situaciones, el pueblo en cuestión gozaría del derecho a la autodeterminación externa ya
que se le rechaza capacidad para ejercer, en el ámbito interno, su derecho a la autodeterminación. Estas
circunstancias excepcionales no son, con seguridad, aplicables a Quebec. En consecuencia, ni la población de
Quebec, aunque ésta pudiera caracterizarse como «pueblo» o «pueblos», ni sus instituciones representativas, la
Asamblea Nacional, el Poder legislativo provincial, o el Gobierno de Quebec, poseen, en virtud del Derecho
internacional, el derecho a realizar la secesión del Canadá de forma unilateral.

139. No queremos cerrar este aspecto de nuestra respuesta a la Pregunta 2 sin reconocer la importancia de los
argumentos que nos han sido presentados en referencia a los derechos e inquietudes de los pueblos autóctonos
y a los medios apropiados para delimitar las fronteras de Quebec, en caso de secesión, particularmente en lo
concerniente a los territorios nórdicos ocupados principalmente por pueblos autóctonos. Sin embargo, las
inquietudes de los pueblos autóctonos derivan del derecho invocado por el Quebec a realizar la secesión
unilateral. A la luz de nuestra conclusión de que ningún derecho de este género es aplicable a la población de
Quebec, ni en virtud del Derecho internacional ni en virtud de la Constitución de Canadá, y que, al contrario, la
expresión clara de una voluntad democrática en favor de la secesión entrañaría, en virtud de la Constitución,
negociaciones en el curso de las cuales los intereses de los autóctonos serían tenidos en cuenta, resulta inútil
examinar, previamente, las preocupaciones de los pueblos autóctonos en el presente dictamen.
2.17. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA CONFORMIDAD CON EL DERECHO INTERNACIONAL DE LA
DECLARACIÓN UNILATERAL DE INDEPENDENCIA DE KOSOVO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 22 DE JULIO DE
2010

82. Cierto número de participantes en el proceso han alegado, aunque en casi todos los supuestos, sólo de
manera secundaria, que la población de Kosovo tiene el derecho de crear un Estado independiente ya sea en
nombre de un derecho de libre determinación, ya sea en virtud de lo que han presentado como un derecho de
«secesión-remedio» aplicado a la situación en Kosovo.

La Corte ya ha hecho notar (véase el pár. 79 más arriba) que uno de los mayores desarrollos del derecho
internacional, a lo largo del siglo XX, ha sido la evolución del derecho de libre determinación. La cuestión de
saber si, fuera del contexto de los territorios no autónomos y los pueblos sometidos a subyugación, dominación
o explotación extranjera, el derecho internacional relativo a la libre determinación autoriza a una parte de
una población de un Estado existente a separarse de ese Estado es, sin embargo, un asunto sobre el que se han
expresado opiniones radicalmente diferentes por parte de quienes ha intervenido en este proceso y se han
pronunciado sobre el tema. Similares diferencias existen en torno a si el Derecho internacional prevé la
«secesión-remedio» y, de ser así, en qué condiciones se aplicaría. Igualmente se han expresado puntos de vista
muy diferentes en torno a si las circunstancias presentadas por algunos participantes como dando nacimiento
a un derecho de «secesión-remedio» se daban efectivamente en el caso de Kosovo.

83. La Corte considera que no es necesario contestar esta pregunta en el presente caso. La Asamblea General
ha solicitado a la Corte que se pronuncie sólo sobre si una declaración de independencia es conforme o no con
el Derecho internacional. Sin embargo, los debates sobre el alcance del derecho de libre determinación o sobre
la existencia de un derecho a la «secesión-remedio» se refieren en realidad a la cuestión del derecho de
separarse de un Estado. Como la Corte ya ha hecho notar (véanse los párs. 49 a 56 más arriba), y casi todos los
participantes han estado de acuerdo en ello, esta cuestión se sale del marco de la pregunta formulada por la
Asamblea General. Para contestar a esta última, la Corte necesita determinar si la declaración de
independencia ha violado el derecho internacional general o la lex specialis creada por la resolución 1244
(1999) del Consejo de Seguridad.

2.18. LECTURAS RECOMENDADAS

ABELLÁN HONRUBIA, V., «Consideraciones jurídicas internacionales sobre la libre determinación de los
pueblos», Obra Homenaje al Profesor Julio D. González Campos , t. I, UAM/Eurolex, Madrid, 2005, pp. 145-
160.

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «La libre determinación de los pueblos en la nueva sociedad
internacional», CEBDI , vol. 1, 1997, pp. 113-203.

– «¿Derecho de autodeterminación del pueblo de Gibraltar?», Gibraltar 300 años , (A. DEL VALLE GÁLVEZ,
I. GONZÁLEZ GARCÍA eds.), Universidad de Cádiz, Servicio de Publicaciones, 2004, pp. 85-108.

- «Gibraltar y el Derecho de la Descolonización», Cuadernos de Gibraltar. Gibraltar Reports, nº 1, 2015, pp.


69-82, disponible en
http://catedras.uca.es/jean-monnet/revistas/cuadernos-de-gibraltar/contenidos/01/cgib01-numero-completo-
full.pdf

CARDONA LLORÉNS, J., «Le principe du droit des peuples à disposer d'eux-mêmes et l'occupation
étrangère», Droit du pouvoir, pouvoir du droit: mélanges offerts à Jean Salmon , Bruylant, Bruselas, 2007, pp.
855-873.

CARRILLO SALCEDO, J. A., «Sobre el pretendido "derecho a decidir" en el Derecho internacional


contemporáneo», El Cronista del Estado Social y Democrático de Derecho , nº 2013, 2012, pp. 20-22.

JIMÉNEZ PIERNAS, C., «Los principios de soberanía e integridad territorial y de autodeterminación de los
pueblos en la Opinión consultiva sobre Kosovo: una oportunidad perdida», REDI , vol. LXIII, 2011, pp. 29-
54.
RIQUELME CORTADO, R., «Sáhara Occidental. Derechos humanos y recursos naturales», en Estudios de
Derecho Internacional y de Derecho Europeo en homenaje al Profesor Manuel Pérez González (Aznar Gómez,
M., Cardona Lloréns, J., Pueyo Losa, J., Rodríguez-Villasante y Prieto, J., eds.), Tirant Lo Blanch, Valencia,
2012, pp. 1167-1194.

RIVIÈRE, N. de, «La question de la Palestine aux Nations Unies et dans les organisationes internacionales»,
RGDIP , vol. 116, 2012, pp. 549-556.

RUIZ MIGUEL, C., «Las obligaciones legales de España como potencia administradora del Sahara», AEDI ,
2010, pp. 303-331.

SOROETA LICERAS, J., «El plan de paz del Sáhara occidental ¿viaje a ninguna parte?», Cursos de Derechos
Humanos Donostia-San Sebastián , vol. VI, 2005, pp. 205-242.

- «La sentencia de 10 de diciembre de 2015 del Tribunal General de la UE (T-512/12), primer


reconocimiento en vía judicial europea del estatuto del Sahara Occidental y de la subjetividad
internacional del Frente Polisario», RGDE , nº 38, 2016, pp. 202-238.

VALLE GÁLVEZ, A. DEL, «España y la cuestión de Gibraltar, a los 300 años del Tratado de Utrecht»,
Cuadernos de Gibraltar. Gibraltar Reports , nº 1, 2015, pp. 83-96, disponible en
http://catedras.uca.es/jean-monnet/revistas/cuadernos-de-gibraltar/contenidos/01/cgib01-numero-completo-
full.pdf

- «Gibraltar en las resoluciones y decisiones de la Asamblea General de la ONU, 1965-2015. Algunas


valoraciones», Las Naciones Unidas desde España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del
ingreso de España en las Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en
España, Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp. 501-517.

3. LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

3.1. INTRODUCCIÓN

Dejando a un lado algunos precedentes, el derecho internacional del medio ambiente comienza a formarse
a finales de los años sesenta del siglo XX, como consecuencia, de un lado, de la acción de algunas
organizaciones internacionales y, de otro, de ciertas catástrofes ecológicas que sirvieron para concienciar
a la sociedad internacional. A partir de la Conferencia de las NN UU sobre el medio humano, celebrada en
Estocolmo en 1972, se han venido celebrando numerosos textos que en la actualidad configuran un corpus
de principios y normas relativos a la protección del medio ambiente muy relevante, formado por normas
convencionales y por actos y declaraciones de organizaciones y conferencias internacionales. Todo ello
permite afirmar que esta cuestión es hoy un valor asumido por la comunidad internacional en su
conjunto, lo que explica que ya se hayan planteado ante la CIJ varios asuntos relacionados con el medio
ambiente.

Partiendo de la perspectiva clásica de la obligación del Estado de evitar que desde su territorio se causen
daños a otros Estados, que forma parte del derecho consuetudinario, con posterioridad se ha proclamado
el deber de prevención así como el de cooperación para asegurar la protección del medio ambiente,
incluyendo un deber de información y consulta sobre las actividades perjudiciales para el medio ambiente
y también un deber de precaución o de cautela. No obstante, conviene recordar que salvo en los casos en
que han sido consagrados convencionalmente, estos principios todavía forman parte del soft law .

En el ámbito de la responsabilidad internacional, la CDI ha aprobado un Proyecto de artículos sobre


prevención del daño transfronterizo resultante de actividades peligrosas y un Proyecto de principios sobre
la asignación de la pérdida en caso de daño transfronterizo, en los que se recogen y desarrollan los
principios generales. Por otra parte, se han celebrado diversos convenios internacionales universales y
regionales con el fin de atender los principales problemas particulares relacionados con el medio
ambiente, entre los que destacan la prevención de la contaminación del medio marino, la prevención de la
contaminación fluvial y la protección de la atmósfera. Sin embargo, los intereses estatales dificultan en
muchas ocasiones la consecución de avances.

3.2. DECLARACIÓN DE LA CONFERENCIA DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE EL MEDIO AMBIENTE


HUMANO, ESTOCOLMO, 1972

Principio 1

El hombre tiene el derecho fundamental a la libertad, la igualdad y el disfrute de condiciones de vida


adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la
solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras. A este respecto,
las políticas que promueven o perpetúan el apartheid , la segregación racial, la discriminación, la opresión
colonial y otras formas de opresión y de dominación extranjera quedan condenadas y deben eliminarse.

Principio 2

Los recursos naturales de la Tierra, incluidos el aire, el agua, la tierra, la flora y la fauna y especialmente
muestras representativas de los ecosistemas naturales, deben preservarse en beneficio de las generaciones
presentes y futuras mediante una cuidadosa planificación u ordenación, según convenga.

Principio 3

Debe mantenerse y, siempre que sea posible, restaurarse o mejorarse la capacidad de la Tierra para producir
recursos vitales renovables.

Principio 4

El hombre tiene la responsabilidad especial de preservar y administrar juiciosamente el patrimonio de la flora


y fauna silvestres y su hábitat, que se encuentran actualmente en grave peligro por una combinación de
factores adversos. En consecuencia, al planificar el desarrollo económico debe atribuirse importancia a la
conservación de la naturaleza, incluidas la flora y la fauna silvestres.

Principio 5

Los recursos no renovables de la Tierra deben emplearse de forma que se evite el peligro de su futuro
agotamiento y se asegure que toda la humanidad comparte los beneficios de tal empleo.

Principio 6

Debe ponerse fin a la descarga de sustancias tóxicas y de otras materias y a la liberación de calor, en
cantidades o concentraciones tales que el medio no pueda neutralizarlas, para que no se causen daños graves
o irreparables a los ecosistemas. Debe apoyarse la justa lucha de los pueblos de todos los países contra la
contaminación.

Principio 7

Los Estados deberán tomar todas las medidas posibles para impedir la contaminación de los mares por
sustancias que puedan poner en peligro la salud del hombre, dañar los recursos vivos y la vida marina,
menoscabar las posibilidades de esparcimiento o entorpecer otras utilizaciones legítimas del mar.

Principio 8

El desarrollo económico y social es indispensable para asegurar al hombre un ambiente de vida y trabajo
favorable y crear en la Tierra las condiciones necesarias para mejorar la calidad de vida.

[...]

Principio 13

A fin de lograr una más racional ordenación de los recursos y mejorar así las condiciones ambientales, los
Estados deberían adoptar un enfoque integrado y coordinado de la planificación de su desarrollo de modo que
quede asegurada la compatibilidad del desarrollo con la necesidad de proteger y mejorar el medio humano en
beneficio de su población.

Principio 14

La planificación racional constituye un instrumento indispensable para conciliar las diferencias que puedan
surgir entre las exigencias del desarrollo y la necesidad de proteger y mejorar el medio.

[...]

Principio 21

De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y con los principios del derecho internacional, los Estados
tienen el derecho soberano de explotar sus propios recursos en aplicación de su propia política ambiental y la
obligación de asegurar que las actividades que se lleven a cabo dentro de su jurisdicción o bajo su control no
perjudiquen al medio de otros Estados o de zonas situados fuera de toda jurisdicción nacional.

Principio 22

Los Estados deben cooperar para continuar desarrollando el derecho internacional en lo que se refiere a la
responsabilidad y a la indemnización a las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales que las
actividades realizadas dentro de la jurisdicción o bajo el control de tales Estados causen a zonas situadas fuera
de su jurisdicción.

Principio 23

Sin perjuicio de los criterios que puedan acordarse por la comunidad internacional y de las normas que
deberán ser definidas a nivel nacional, en todos los casos será indispensable considerar los sistemas de valores
prevalecientes en cada país y la aplicabilidad de unas normas que si bien son válidas para los países más
avanzados pueden ser inadecuadas y de alto costo social para los países en desarrollo.

[...]

3.3. DECLARACIÓN DE RÍO SOBRE EL MEDIO AMBIENTE Y EL DESARROLLO, DE 1992

Principio 1

Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible.
Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.

Principio 2

De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y los principios del derecho internacional, los Estados
tienen el derecho soberano de aprovechar sus propios recursos según sus propias políticas ambientales y de
desarrollo, y la responsabilidad de velar por que las actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su
control no causen daños al medio ambiente de otros Estados o de zonas que estén fuera de los límites de la
jurisdicción nacional.

Principio 3

El derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal que responda equitativamente a las necesidades de
desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras.

Principio 4

A fin de alcanzar el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante
del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada.

[...]

Principio 7

Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la
salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. En vista de que han contribuido en distinta medida a la
degradación del medio ambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que les cabe en la búsqueda internacional del
desarrollo sostenible, en vista de las presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de
las tecnologías y los recursos financieros de que disponen.

[...]

Principio 11

Los Estados deberán promulgar leyes eficaces sobre el medio ambiente. Las normas, los objetivos de
ordenación y las prioridades ambientales deberían reflejar el contexto ambiental y de desarrollo al que se
aplican. Las normas aplicadas por algunos países pueden resultar inadecuadas y representar un costo social y
económico injustificado para otros países, en particular los países en desarrollo.

[...]

Principio 13

Los Estados deberán desarrollar la legislación nacional relativa a la responsabilidad y la indemnización


respecto de las víctimas de la contaminación y otros daños ambientales. Los Estados deberán cooperar
asimismo de manera expedita y más decidida en la elaboración de nuevas leyes internacionales sobre
responsabilidad e indemnización por los efectos adversos de los daños ambientales causados por las
actividades realizadas dentro de su jurisdicción, o bajo su control, en zonas situadas fuera de su jurisdicción.

[...]

Principio 15

Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución
conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica
absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los
costos para impedir la degradación del medio ambiente.

[...]

Principio 17

Deberá emprenderse una evaluación del impacto ambiental, en calidad de instrumento nacional, respecto de
cualquier actividad propuesta que probablemente haya de producir un impacto negativo considerable en el
medio ambiente y que esté sujeta a la decisión de una autoridad nacional competente.

Principio 18

Los Estados deberán notificar inmediatamente a otros Estados de los desastres naturales u otras situaciones de
emergencia que puedan producir efectos nocivos súbitos en el medio ambiente de esos Estados. La comunidad
internacional deberá hacer todo lo posible por ayudar a los Estados que resulten afectados.

Principio 19

Los Estados deberán proporcionar la información pertinente, y notificar previamente y en forma oportuna, a
los Estados que posiblemente resulten afectados por actividades que puedan tener considerables efectos
ambientales transfronterizos adversos, y deberán celebrar consultas con esos Estados en una fecha temprana
y de buena fe.

[...]

Principio 24

La guerra es, por definición, enemiga del desarrollo sostenible. En consecuencia, los Estados deberán respetar
las disposiciones de derecho internacional que protegen al medio ambiente en épocas de conflicto armado, y
cooperar en su ulterior desarrollo, según sea necesario.

[...]

3.4. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES. OPINIÓN


CONSULTIVA DE 8 DE JULIO 1996

27. Tanto en sus exposiciones escritas como orales, algunos Estados señalaron además que todo uso de armas
nucleares sería ilegal en virtud de las normas vigentes en materia de salvaguardia y protección del medio
ambiente, normas que son de importancia vital.

Se hicieron referencias concretas a diversos tratados e instrumentos internacionales en vigor, como el párrafo
3 del artículo 35 del Protocolo adicional I de 1977 a los Convenios de Ginebra de 1949, en el que se prohíbe el
empleo de «métodos o medios de hacer guerra que hayan sido concebidos para causar, o de los que quepa
prever que causen, daños extensos, duraderos y graves al medio ambiente natural», y la Convención de 18 de
mayo de 1977, sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros
fines hostiles, en la que se prohíbe la utilización de armas que «tengan efectos vastos, duraderos o graves»
para el medio ambiente (artículo 1).

También se citaron el Principio 21 de la Declaración de Estocolmo de 1972 y el Principio 2 de la Declaración de


Río de 1992, en los que se expresa la convicción común de los Estados interesados de que tienen la obligación
de «velar por que las actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su control no causen daños al
medio ambiente de otros Estados o de zonas que estén fuera de los límites de la jurisdicción nacional». Se
afirmó que esos instrumentos y otras disposiciones relativas a la protección y la salvaguardia del medio
ambiente se aplicaban en todo momento, tanto en tiempos de guerra como de paz, y que el empleo de armas
nucleares que tuvieran consecuencias amplias y efectos transfronterizos supondría violarlos.

28. Otros Estados cuestionaron la naturaleza vinculante de esas normas del derecho ambiental o, en el marco
de la Convención sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u
otros fines hostiles, negaron que ésta se refiriera en absoluto al empleo de armas nucleares en épocas de
hostilidades; o, por lo que se refiere al Protocolo Adicional I negaron que estuvieran en general obligados por
esas disposiciones, o recordaron que habían hecho reservas con respecto al párrafo 3 de su artículo 35.

Algunos Estados sostuvieron también que el principal objetivo de los tratados y las normas en materia de
medio ambiente era proteger el medio ambiente en tiempo de paz. Se dijo que en esos tratados no se
mencionaban las armas nucleares. También se señaló que en sus textos no se hacía referencia a la guerra en
general, ni a la guerra nuclear en particular, y que resultaría desestabilizador para el imperio del derecho y
para la confianza depositada en las negociaciones internacionales que esos tratados se interpretaran ahora en
el sentido de que prohibían el empleo de armas nucleares.

29. La Corte reconoce que el medio ambiente está sujeto a amenazas cotidianas y que el empleo de armas
nucleares podría constituir una catástrofe para el medio ambiente. La Corte reconoce, también, que el medio
ambiente no es un concepto abstracto, sino que representa el espacio viviente, la calidad de vida y la salud
misma de los seres humanos, en particular, de las generaciones venideras. La existencia de la obligación
general de que los Estados velen por que las actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su control
no dañen el medio ambiente de otros Estados o zonas que estén fuera de su jurisdicción nacional forma parte
ya del corpus de normas internacionales en materia de medio ambiente.

3.5. CPA ASUNTO DEL RIN DE HIERRO (BÉLGICA/PAÍSES BAJOS). LAUDO DE 24 DE MAYO DE 2005

223. Al aplicar los principios del derecho internacional del medio ambiente, el Tribunal observa que no se
trata, en el presente caso, de una situación de efecto transfronterizo de una actividad económica en el
territorio de un Estado respecto del territorio de otro Estado, sino del efecto de un derecho de un Estado
garantizado por un tratado en el territorio de otro Estado y del posible impacto del ejercicio de ese derecho en
el territorio de ese Estado. El Tribunal estima que, por analogía, cuando un Estado ejerce un derecho de
conformidad con el derecho internacional dentro del territorio de otro Estado, deben aplicarse también las
consideraciones relativas a la protección del medio ambiente. El ejercicio por parte de Bélgica del derecho de
tránsito, como ha formulado en su demanda, puede en efecto requerir por parte de los Países Bajos medidas de
protección ambiental a las que Bélgica tendrá que contribuir como elemento integral de su solicitud. La
reactivación del ferrocarril del Rin de hierro no puede verse de manera separada de las medidas de protección
ambiental requeridas para el uso previsto de la línea de ferrocarril. Estas medidas deben ser completamente
integradas en el proyecto y en sus costes.

3.6. OMC ÓRGANO DE APELACIÓN. INFORME DE 22 DE OCTUBRE DE 2001. ASUNTO ESTADOS UNIDOS-
PROHIBICIÓN DE LAS IMPORTACIONES DE DETERMINADOS CAMARONES Y PRODUCTOS DEL CAMARÓN.
RECURSO DE MALASIA AL PÁRRAFO 5 DEL ARTÍCULO 21 DEL ESD

124. Como declaramos en Estados Unidos–Camarones , «la protección y conservación de especies altamente
migratorias de tortugas marinas [...] exige esfuerzos de concertación y colaboración por parte de los muchos
países cuyas aguas son atravesadas reiteradamente con ocasión de las migraciones de tortugas marinas».
Además, «la necesidad y conveniencia de tales esfuerzos han sido reconocidas dentro de la propia OMC, así
como en un número importante de otros instrumentos y declaraciones internacionales». Por ejemplo, el
Principio 12 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo establece, entre otras cosas que
«las medidas destinadas a tratar los problemas ambientales transfronterizos o mundiales deberían, en la
medida de lo posible, basarse en un consenso internacional». Resulta claro que hay una marcada preferencia
«en la medida de lo posible» por un enfoque multilateral. No obstante, una cosa es que sea preferible un
enfoque multilateral en la aplicación de una medida que esté justificada provisionalmente al amparo de uno
de los párrafos del artículo XX del GATT de 1994 y otra que se exija la conclusión de un acuerdo multilateral
como condición para evitar la «discriminación arbitraria o injustificable» en el sentido del preámbulo del
artículo XX. No consideramos que en el presente caso haya una exigencia de esa naturaleza.

3.7. OMC ÓRGANO DE APELACIÓN. INFORME DE 16 DE OCTUBRE DE 2008. ASUNTO ESTADOS UNIDOS-
MANTENIMIENTO DE LA SUSPENSIÓN DE OBLIGACIONES EN LA DIFERENCIA CE, HORMONAS

La segunda frase del párrafo 7 del artículo 5 exige que la información pertinente de que disponga el Miembro,
que sirve de base a su medida sanitaria o fitosanitaria provisional, se complemente con «la información
adicional necesaria para una evaluación más objetiva del riesgo», «en un plazo razonable». Como señaló el
Órgano de Apelación, estas dos condiciones «guardan relación con el mantenimiento de una medida [sanitaria
o] fitosanitaria provisional y ponen de relieve el carácter provisional de las medidas adoptadas de
conformidad con el párrafo 7 del artículo 5». La prescripción de que los Miembros de la OMC «tratarán de
obtener la información adicional necesaria para una evaluación más objetiva del riesgo» supone que, en el
momento de adoptar la medida provisional, el Miembro de la OMC debe esforzarse al máximo por suplir las
insuficiencias de los testimonios científicos pertinentes con investigaciones científicas adicionales o mediante
el acopio de información procedente de organizaciones internacionales pertinentes o de otras fuentes. De lo
contrario, el carácter provisional de las medidas adoptadas con arreglo al párrafo 7 del artículo 5 perdería su
significado. La «insuficiencia» de los testimonios científicos no es una situación perpetua, sino de transición, y
sólo dura hasta el momento en que el Miembro que impone la medida obtiene los testimonios científicos
adicionales que permiten realizar una evaluación más objetiva del riesgo. El Órgano de Apelación ha señalado
que el párrafo 7 del artículo 5 no estipula «requisitos previos explícitos en relación con la información
adicional que debe obtenerse o acerca de un procedimiento específico de obtención de la misma». Sin
embargo, el Miembro de la OMC que se propone adoptar una medida sanitaria o fitosanitaria provisional debe
estar en condiciones de identificar las insuficiencias de los testimonios científicos pertinentes y las medidas
que se propone adoptar para obtener la información adicional que necesitará para resolver esas deficiencias a
fin de realizar una evaluación más objetiva y revisar la medida provisional en un plazo razonable. La
información adicional que se reúna «debe permitir» efectuar la evaluación del riesgo concreto. El párrafo 7 del
artículo 5 obliga a los Miembros a tratar de obtener información adicional, pero no se pretende que garanticen
resultados específicos. Tampoco se pretende que en el momento en que adoptan la medida sanitaria o
fitosanitaria puedan predecir los resultados efectivos de sus esfuerzos para reunir información adicional. Por
último, el Miembro que adopta la medida sanitaria o fitosanitaria provisional debe revisarla en un plazo
razonable.

Sin embargo, estas cuatro condiciones establecidas en el párrafo 7 del artículo 5 deben interpretarse teniendo
presente que el principio de cautela se encuentra reflejado en esa disposición. Como destacó el Órgano de
Apelación:

«el Grupo Especial que se ocupe de determinar, por ejemplo, si existen "testimonios científicos suficientes"
para justificar que un Miembro mantenga determinada medida sanitaria o fitosanitaria puede, por supuesto, y
debe tener presente que los gobiernos responsables y representativos generalmente actúan desde una
perspectiva de prudencia y precaución cuando se trata de riesgos de daños irreversibles, por ejemplo la
terminación de la vida, para la salud de los seres humanos.»

En las situaciones de emergencia, por ejemplo, los Miembros de la OMC pueden adoptar medidas sanitarias y
fitosanitarias provisionales sobre la base de una información limitada, y las disposiciones que adopten para
cumplir su obligación de tratar de obtener información adicional y revisar la medida habrán de evaluarse a la
luz de las exigencias de la situación de emergencia.

3.8. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE PREVENCIÓN DEL DAÑO TRANSFRONTERIZO RESULTANTE DE


ACTIVIDADES PELIGROSAS, APROBADO POR LA CDI EN SU 53º PERÍODO DE SESIONES (2001)
Artículo 1. Alcance

Los presentes artículos se aplicarán a las actividades no prohibidas por el derecho internacional que entrañen
el riesgo de causar, por sus consecuencias físicas, un daño transfronterizo sensible.

[...]

Artículo 3. Prevención

El Estado de origen adoptará todas las medidas apropiadas para prevenir un daño transfronterizo sensible o,
en todo caso, minimizar el riesgo de causarlo.

Artículo 4. Cooperación

Los Estados interesados cooperarán de buena fe y recabarán, según sea necesario, la asistencia de una o más
organizaciones internacionales competentes, para prevenir un daño transfronterizo sensible o, en todo caso,
minimizar el riesgo de causarlo.

Artículo 5 . Aplicación

Los Estados interesados adoptarán las medidas legislativas, administrativas o de otra índole necesarias,
incluido el establecimiento de mecanismos de vigilancia apropiados, para aplicar las disposiciones de los
presentes artículos.

Artículo 6. Autorización

1. El Estado de origen establecerá el requisito de su autorización previa para:

a) Cualquier actividad comprendida en el ámbito de aplicación de los presentes artículos que se lleve a cabo en
su territorio o en otros lugares bajo su jurisdicción o control;

b) Cualquier cambio importante en una actividad mencionada en el apartado a);

c) Cualquier plan de efectuar un cambio en una actividad que pueda transformarla en otra comprendida en el
ámbito de aplicación de los presentes artículos.

2. El requisito de la autorización establecido por un Estado será aplicable con respecto a todas las actividades
preexistentes que queden comprendidas en el ámbito de aplicación de los presentes artículos. Se revisarán las
autorizaciones ya concedidas por el Estado para actividades preexistentes a fin de cumplir lo dispuesto en los
presentes artículos.

3. En el caso de que no se observen las condiciones de la autorización, el Estado de origen tomará todas las
medidas que resulten apropiadas, incluido, cuando sea necesario, el retiro de la autorización.

Artículo 7. Evaluación del riesgo

Cualquier decisión con respecto a la autorización de una actividad comprendida en el ámbito de aplicación de
los presentes artículos deberá basarse, en particular, en una evaluación del daño transfronterizo que pueda
causar esa actividad, incluida la evaluación del impacto ambiental.

Artículo 8 . Notificación e información

1. Si la evaluación a que se refiere el artículo 7 muestra que existe un riesgo de causar daño transfronterizo
sensible, el Estado de origen deberá hacer la oportuna notificación del riesgo y de la evaluación al Estado que
pueda resultar afectado y le transmitirá la información técnica disponible y toda otra información pertinente
en que se base la evaluación.

2. El Estado de origen no tomará decisión alguna con respecto a la autorización de la actividad antes de que
reciba, dentro de un plazo que no exceda de seis meses, la respuesta del Estado que pueda resultar afectado.

[...]

3.9. PROYECTO DE PRINCIPIOS SOBRE LA ASIGNACIÓN DE LA PÉRDIDA EN CASO DE DAÑO


TRANSFRONTERIZO RESULTANTE DE ACTIVIDADES PELIGROSAS, APROBADO POR LA CDI EN SEGUNDA
LECTURA EN SU 58º PERÍODO DE SESIONES (2006)
Principio 1. Ámbito de aplicación

El presente proyecto de principios se aplicará a los daños transfronterizos causados por actividades peligrosas
no prohibidas por el derecho internacional.

[...]

Principio 3. Propósitos

Los propósitos del presente proyecto de principios son los siguientes:

a) Garantizar una indemnización pronta y adecuada de las víctimas de un daño transfronterizo; y

b) Preservar y proteger el medio ambiente en caso de que se produzca un daño transfronterizo, teniendo en
cuenta especialmente la atenuación del daño causado al medio ambiente y la restauración o restablecimiento
de éste.

Principio 4. Pronta y adecuada indemnización

1. Cada Estado debería adoptar las medidas necesarias a fin de que las víctimas de daños transfronterizos
causados por actividades peligrosas realizadas en su territorio o sujetas de otro modo a su jurisdicción o
control reciban una pronta y adecuada indemnización.

2. Estas medidas deberían incluir la asignación de la responsabilidad al explotador o, cuando proceda, a otra
persona o entidad. Esta responsabilidad no debería requerir la prueba de la culpa. Las condiciones,
limitaciones o excepciones a que pueda estar sujeta esta responsabilidad deberán ser compatibles con el
proyecto de principio 3.

3. Estas medidas deberían incluir también el requerimiento al explotador o, cuando proceda, a otra persona o
entidad, de constituir y mantener un seguro, fianza u otras garantías financieras para hacer frente a las
demandas de indemnización.

4. En los casos apropiados, tales medidas deberían incluir el requerimiento de crear en el ámbito nacional un
fondo financiado por la correspondiente rama de actividad.

5. En el caso de que las medidas mencionadas en los párrafos anteriores sean insuficientes para garantizar una
indemnización adecuada, el Estado de origen también debería velar por que se asignen recursos financieros
adicionales.

[...]

Principio 7. Elaboración de regímenes internacionales específicos

1. Cuando, en relación con determinadas categorías de actividades peligrosas, acuerdos específicos de carácter
bilateral, regional o mundial permitan tomar disposiciones eficaces acerca de la indemnización, las medidas
de respuesta y los recursos internacionales e internos, habría que hacer todo lo posible por concertar esos
acuerdos específicos.

2. Estos acuerdos deberían incluir, según proceda, disposiciones para aportar una indemnización
complementaria con fondos de la rama de actividad y/o del Estado en caso de que los recursos financieros del
explotador, incluidas las medidas de garantía financiera, sean insuficientes para cubrir las pérdidas sufridas
de resultas de un incidente. Estos fondos podrán tener por objeto complementar o sustituir los fondos
nacionales financiados por la rama de actividad.

[...]

3.10. CIJ ASUNTO DE LAS PLANTAS DE CELULOSA EN EL RÍO URUGUAY (ARGENTINA C. URUGUAY).
SENTENCIA DE 20 DE ABRIL DE 2010

101. La Corte señala que el principio de prevención, como norma consuetudinaria, tiene su origen en la
diligencia («due diligence») que se requiere a un Estado en su territorio. Se trata de la «obligación de cada
Estado de no dejar utilizar su territorio para realizar actos contrarios a los derechos de otros Estados» (
Estrecho de Corfú (Reino Unido c. Albania), fondo, sentencia, C.I.J. Recueil 1949 , p. 22). En efecto, un Estado está
obligado a usar todos los medios a su disposición para evitar que las actividades que se desarrollan en su
territorio, o en cualquier espacio sometido a su jurisdicción, causen un perjuicio sensible al medio ambiente de
otro Estado. La Corte ha establecido que esta obligación «forma ahora parte del cuerpo de normas del derecho
internacional del medio ambiente» ( Legalidad de la amenaza o del uso de armas nucleares, opinión consultiva,
C.I.J. Recueil 1966 (I) , p. 242, par. 29).

[...]

204. La Corte considera que, para cumplir adecuadamente las obligaciones que tienen conforme al artículo 41
a) y b) del Estatuto de 1975, las Partes deben, con el fin de proteger y preservar el medio acuático cuando
contemplan actividades que podrían eventualmente causar un daño transfronterizo, proceder a una
evaluación del impacto sobre el medio ambiente. Como ha señalado la Corte en el asunto de la Controversia
relativa a los derechos de navegación y derechos conexos ,

«existen casos en los que la intención de las partes en el momento mismo de la conclusión del tratado ha sido,
o puede presumirse que ha sido, conferir a los términos empleados –o a alguno de ellos– un sentido o un
contenido evolutivo y no intocable, para tener en cuenta especialmente la evolución del derecho
internacional» ( Controversia relativa a los derechos de navegación y derechos conexos (Costa Rica c.
Nicaragua), sentencia, C.I.J. Recueil 2009 , p. 242, par. 64).

Así, la obligación de proteger y preservar, enunciada en el artículo 41 a) del Estatuto, debe interpretarse
conforme a una práctica tan ampliamente aceptada por los Estados en estos últimos años que se puede ahora
considerar que existe, en derecho internacional general, una obligación de proceder a una evaluación de
impacto ambiental cuando la actividad industrial proyectada puede tener un impacto adverso significativo en
un contexto transfronterizo, en particular sobre un recurso compartido. Además, no se puede considerar que
una parte ha cumplido con su obligación de diligencia, y con el deber de vigilancia y prevención que esta
obligación implica, cuando al prever realizar una obra suficientemente importante como para afectar al
régimen del río o a la calidad de sus aguas, no ha procedido a una evaluación del impacto sobre el medio
ambiente que permita apreciar los eventuales efectos de su proyecto.

3.11. TIDM SALA DE CONTROVERSIAS DE LOS FONDOS MARINOS. ASUNTO DE LAS RESPONSABILIDADES
Y OBLIGACIONES DE LOS ESTADOS QUE PATROCINAN A PERSONAS Y ENTIDADES EN EL MARCO DE
ACTIVIDADES DESARROLLADAS EN LA ZONA. OPINIÓN CONSULTIVA DE 1 DE FEBRERO DE 2011

125. El Reglamento relativo a los nódulos y el Reglamento relativo a los sulfuros contienen disposiciones que
establecen una obligación directa que incumbe a los Estados que patrocinan. Esta obligación se relaciona con
la ejecución de la obligación de «velar» por que los contratantes patrocinados respeten las obligaciones que les
incumben en virtud de la parte XI de la Convención y de los instrumentos que se refieren a ella. Se trata del
artículo 31, apartado 2, del Reglamento relativo a los nódulos y del artículo 33, apartado 2, del Reglamento
relativo a los sulfuros, que ambos requieren que la Autoridad y el Estado que patrocina «apliquen medidas de
precaución, conforme al principio 15 de la Declaración de Río» con el fin de «proteger eficazmente el medio
marino contra los efectos nocivos que podrían resultar de las actividades desarrolladas en la Zona».

126. El principio 15 de la Declaración de Río sobre el medio ambiente y el desarrollo, adoptada en 1992, se
enuncia de la manera siguiente...

127. Las disposiciones de los Reglamentos citados transforman en obligaciones constriñentes la formulación no
constriñente del enfoque de precaución que figura en la Declaración de Río. La aplicación del enfoque de
precaución definido en estos Reglamentos forma parte integrante de las obligaciones que incumben a los
Estados que patrocinan.

[...]

135. La Sala señala que el enfoque de precaución ha sido incorporado en un número creciente de tratados y
otros instrumentos internacionales, muchos de los cuales reflejan la formulación del Principio 15 de la
Declaración de Río. En opinión de la Sala, este ha creado un movimiento que tiende a incorporar este enfoque
en el derecho internacional consuetudinario. Esta tendencia se ha reforzado manifiestamente por la inclusión
del enfoque de precaución en los Reglamentos relativos a los nódulos y a los sulfuros y en la «cláusula tipo» del
artículo 5, apartado 1, del anexo 4 del Reglamento relativo a los sulfuros. También, por la declaración
enunciada en el apartado 164 de la sentencia de la CIJ en el asunto relativo a las Plantas de celulosa en el río
Uruguay , donde se precisa que «un enfoque de precaución... puede resultar pertinente para interpretar y
aplicar las disposiciones del Estatuto» (es decir el tratado bilateral relativo a la protección del medio ambiente
cuya interpretación era el principal tema de litigio entre las partes). Este enunciado puede ser examinado en el
contexto del artículo 31, apartado 3, letra c), de la Convención de Viena, según cuyos términos la interpretación
de un tratado debe tener en cuenta no solamente el contexto sino también «toda norma pertinente de derecho
internacional aplicable en las relaciones entre las partes».

3.12. CPA ASUNTO DE LAS AGUAS DEL INDO KISHENGANGA (PAKISTÁN C. INDIA). LAUDO PARCIAL DE 18
DE FEBRERO DE 2013

(b) La preservación del caudal río abajo

445. El derecho de la India, de conformidad con el tratado, de desviar las aguas del Kishenganga/Neelum para
poner en marcha la planta hidroeléctrica está sometido a las restricciones especificadas en el Tratado, incluido
el párrafo 15 (iii) del Anexo D como ya se argumentó más arriba y, además, a los principios pertinentes de
derecho internacional consuetudinario que deben ser aplicados por la Corte, conforme al párrafo 29 del Anexo
G, cuando interprete el Tratado. Como se argumentará en los párrafos siguientes, ambas limitaciones exigen
que la India ponga en marcha el KHEP [proyecto hidroeléctrico Kishenganga] de manera que garantice un
caudal mínimo de agua del Kishenganga/Neelum río abajo desde la planta.

446. Admitiendo que el KHEP cristalizó con anterioridad al NJEHP [proyecto Hidroeléctrico Neelum/Jehlun]
durante el análisis del período crítico determinado más arriba, sin embargo Pakistán conserva su derecho a un
caudal mínimo más allá del territorio de la India respecto del río Kishenganga/Neelum. Este derecho proviene,
parcialmente, del párrafo 15 (iii) del Anexo D, que es el fundamento del derecho de la India para construir y
poner en marcha estos proyectos de manera tal que se eviten los efectos negativos sobre los "entonces
existentes" usos agrícola e hidroeléctricos de Pakistán. Este requisito no puede, sin embargo, privar a la India
de sus derechos de poner en marcha el KHEP –un derecho consagrado durante el período crítico comprendido
entre 2004 y 2006. Los títulos de ambas partes a la luz del Tratado deben realizarse de manera tan efectiva
como sea posible: el derecho de la India a desviar el agua para el funcionamiento del KHEP queda atemperado
por el derecho de Pakistán a los usos agrícola e hidroeléctricos sobre las aguas de los ríos occidentales, a su
vez, el derecho de Pakistán sobre estos ríos queda atemperado por el derecho de la India a desviar tales aguas
para el funcionamiento del KHEP. Cualquier interpretación que minore cualquiera de estos derechos sería
incompatible con los principios del Párrafo 15 (iii) del Tratado, en detrimento de una u otra parte.

447. El deber de la India de garantizar que ese caudal mínimo llegue a Pakistán proviene también de la
interpretación del Tratado a la luz del derecho internacional consuetudinario. Según el párrafo 29 del Anexo G
del Tratado,

[s]alvo que las Partes lo acuerden de otra forma, la Corte aplicará el presente Tratado y, cuando sea necesario
para la aplicación o aplicación, pero sólo en la medida que sea necesario a tales efectos, las siguientes fuentes
en el orden en que son aliteradas:

(a) Tratados internacionales que contengan normas expresamente reconocidas por las Partes.

(b) El derecho internacional consuetudinario.

448. Mucho antes de que el Tratado se negociara, se había enunciado un principio fundamental del derecho
internacional consuetudinario del medio ambiente en el arbitraje Trail Smelter. En él, el Tribunal consideró
que

ningún Estado tiene el derecho de usar o permitir que se use su territorio de manera tal que se cause daño
alguno por humos en o al territorio de otro o a las propiedades o personas en el mismo, cuando el caso tenga
serias consecuencias y el daño se determine mediante pruebas claras y convincentes.

Una formulación más amplia del deber de evitar daños transfronterizos aparece en el Principio 21 de la
Declaración de Estocolmo de 1972, según el cual los Estados, cuando explotan sus recursos naturales, deben
«garantizar que las actividades bajo su jurisdicción o control no causea daños al medio ambiente de otros
Estados o de áreas más allá de los límites de su jurisdicción nacional».

449. No hay duda que los Estados tienen la obligación, impuesta por el derecho internacional consuetudinario,
de tomar en consideración la protección medioambiental cuando planifican y ejecutan proyectos que pudieran
causar daños a un Estado fronterizo. Desde los tiempos del asunto Trail Smelter, una serie de convenciones
internacionales, declaraciones y decisiones judiciales y arbitrales han versado sobre la necesidad de gestionar
recursos naturales de manera sostenible. En concreto, la Corte Internacional de Justicia abordó el principio de
«desarrollo sostenible» en el asunto Gabčikovo-Nagymaros , refiriéndose a la «necesidad de reconciliar el
desarrollo económico con la protección del medio ambiente».
450. Aplicado a los proyectos de gran magnitud, el principio de desarrollo sostenible debe leerse, como
recientemente ha puesto de manifiesto la Corte Internacional de Justicia en el asunto de las Plantas de
Celulosa, como «una exigencia derivada del derecho internacional general que conlleva la necesidad de
efectuar un estudio de impacto ambiental cuando haya riesgo de que la actividad industrial en cuestión pueda
tener un impacto adverso significativo en una contexto transfronterizo, en especial, cuando se trate de una
recurso compartido». La Corte Internacional de Justicia afirmó que «la debida diligencia, y el deber de
vigilancia y prevención que conlleva, no pueden entenderse satisfechos si una parte, que planea efectuar obras
que probablemente afectarán al régimen del río o a la calidad de sus aguas, no emprende un estudio de
impacto ambiental sobre los posibles efectos de tales obras». Finalmente, la Corte Internacional de Justicia
enfatizó que estas obligaciones de diligencia debida, vigilancia y prevención continúan «una vez puesta en
marcha la obra y, cuando proceda, a lo largo de toda la vida del proyecto».

451. De manera similar, esta Corte recuerda que el reconocimiento por parte del Tribunal en el asunto del Rin
de Hierro del «principio de derecho internacional general» que conlleva que los Estados tienen «un deber de
prevenir o, al menos, mitigar», los daños graves al medio ambiente cuando emprenda actividades
constructivas a gran escala. Como determinó el Tribunal en el asunto del Rin de Hierro, este principio «se
aplica no sólo a las actividades de iniciativa individual de cada Estado sino también a las adoptadas como
ejecución de tratados internacionales concretos», como es el supuesto del presente Tratado.

452. Es asumido que los principios de derecho internacional del medio ambiente deben tenerse en cuenta
incluso cuando (a diferencia del presente caso) se interpreten tratados cuya conclusión fuera anterior a la
aparición de este cuerpo legal. En el asunto del Rin de Hierro el Tribunal empleó conceptos de derecho
internacional consuetudinario del medio ambiente a tratados de mediados del siglo XIX, cuando los principios
de protección del medio ambiente eran rara vez, si lo eran en alguna medida, objeto de consideración en los
tratados internacional y no formaban parte del derecho internacional consuetudinario. De igual manera, la
Corte Internacional de Justicia en el asunto Gabčikovo-Nagymaros consideró que, siempre que fuera necesario
para aplicar un tratado, «las normas posteriores deberían tomarse en consideración y... dar la importancia
adecuada a los nuevos estándares». Corresponde por tanto a esta Corte interpretar y aplicar este Tratado de
1960 a la luz de los principios de derecho internacional consuetudinario en vigor hoy día en materia de
protección del medio ambiente.

3.13.

101. Con carácter general, las Partes están de acuerdo en reconocer la existencia en el derecho internacional
general de una obligación de proceder a una evaluación del impacto sobre el medio ambiente en relación con
las actividades desarrolladas dentro de la jurisdicción de un Estado que pudieran causar un daño significativo
a otros Estados, en especial en áreas o regiones donde las condiciones ambientales se comparten.

[...]

104. La Corte ha tenido ocasión de señalar en la sentencia del caso de las Plantas de celulosa en el Río Uruguay
(Argentina c. Uruguay) que:

«el principio de prevención, como norma consuetudinaria, tiene su origen en la diligencia («due diligence»)
que se requiere a un Estado en su territorio. Se trata de la «obligación de cada Estado de no dejar utilizar su
territorio para realizar actos contrarios a los derechos de otros Estados» ( Estrecho de Corfú (Reino Unido c.
Albania), fondo, sentencia, C.I.J. Recueil 1949 , p. 22). En efecto, un Estado está obligado a usar todos los medios a
su disposición para evitar que las actividades que se desarrollan en su territorio, o en cualquier espacio
sometido a su jurisdicción, causen un perjuicio sensible al medio ambiente de otro Estado. ( CIJ Recueil 2010 (I)
, pp. 55-56, par. 101).

A mayor abundamiento, la Corte concluyó en aquel asunto que «se puede ahora considerar que existe, en
derecho internacional general, una obligación de proceder a una evaluación de impacto ambiental cuando la
actividad industrial proyectada puede tener un impacto adverso significativo en un contexto transfronterizo,
en particular sobre un recurso compartido» ( CIJ Recueil 2010 (I) , p. 83, par. 204). Aunque la afirmación de la
Corte en el caso de las Plantas de celulosa se refiere a actividades industriales, el principio de fondo se aplica
de manera general a toda actividad proyectada susceptible de tener un impacto perjudicial importante en un
marco transfronterizo. Por tanto, para satisfacer tal obligación de actuar con la debida diligencia para
prevenir daños transfronterizos significativos, un Estado, antes de emprender una actividad que pueda tener
un impacto perjudicial sobre el medio ambiente de otro Estado, debe valorar si hay un riesgo significativo de
daño transfronterizo, lo que desencadenaría la obligación de realizar una evaluación de impacto ambiental. La
determinación del contenido del estudio de impacto ambiental debe hacerse de acuerdo con las circunstancias
específicas de cada caso. Como la Corte sostuvo en el asunto de las Plantas de celulosa ,

«corresponde a cada Estado determinar, en el marco de su legislación nacional o en el proceso de autorización


del proyecto, el alcance exacto de la evaluación de impacto ambiental requerida en cada caso, teniendo en
cuenta la naturaleza y la magnitud del proyecto en cuestión y su impacto negativo probable sobre el medio
ambiente, así como la necesidad de actuar con la debida diligencia al proceder a dicha evaluación» ( CIJ Recueil
2010 (I) , p. 83, par. 205).

Si la evaluación de impacto ambiental confirma la existencia de un riesgo de daño transfronterizo importante,


el Estado que planea llevar a cabo la actividad debe, de conformidad con su obligación de debida diligencia,
informar y consultar de buena fe con el Estado susceptible de verse afectado, cuando sea necesario para
determinar las medidas apropiadas para prevenir o reducir ese riesgo.

3.14. LECTURAS RECOMENDADAS

CAMPINS ERITJA, M., «El mecanismo de cumplimiento del Protocolo de Kioto: un nuevo paso en aras al
control de cumplimiento de los acuerdos internacionales ambientales», REEI , nº 14, 2007, disponible en
www.reei.org.

- «La protección del medio ambiente en el seno de las Naciones Unidas», Las Naciones Unidas desde
España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España en las Naciones Unidas ,
(X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en España, Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp.
309-327.

DUPUY, P. M., «Le principe de précaution, règle emergente du Droit international général», Le principe de
précaution. Aspects de Droit International et Communautaire (Ch. LEBEN dir.), Éd. Panteón-Assas, París,
2002, pp. 95-125.

JUSTE RUIZ, J., BOU FRANCH, V., «El caso de las plantas de celulosa sobre el río Uruguay: Sentencia de la
Corte Internacional de Justicia de 20 de abril de 2010», REEI , núm. 22, 2011, disponible en www.reei.org

FITZMAURICE, M. A., «International protection of the environment», R. des C. , vol. 293, 2001, pp. 9-488.

MORÁN BLANCO, S., «El largo camino de la protección medioambiental y la lucha contra el cambio
climático», REDI , vol. LXIV, 2012, pp. 103-131.

PAOLILLO, F., «Fuentes y evolución del Derecho internacional del medio ambiente», CEBDI , vol. II, 1998,
pp. 349-429.

PONTE IGLESIAS, Mª. T., «La prospección y explotación de la zona internacional de los fondos marinos y
oceánicos de una manera ambientalmente responsable: aportes de la primera opinión consultiva de la
Sala de Controversias de Fondos Marinos», Protección de intereses colectivos en el derecho del mar y
cooperación internacional (Jorge Urbina, J. y Ponte Iglesias, Mª. L., coords.), Iustel, Madrid, 2012, pp. 63-108.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo VII. El arreglo pacífico de controversias internacionales

Capítulo VII

El arreglo pacífico de controversias internacionales

Sumario:

1. El principio de arreglo pacífico y los procedimientos no jurisdiccionales


1.1. Introducción
1.2. Declaración de Manila sobre el arreglo pacífico de controversias internacionales.
A/RES/37/10
1.3. CIJ Asunto del Sudoeste africano (Liberia c. África del Sur) (Etiopía c. África del Sur),
excepciones preliminares. Sentencia de 21 de diciembre de 1962. Opinión disidente del
Juez G. MORELLI
1.4. CIJ Asunto relativo a Ciertos bienes (Liechtenstein c. Alemania). Sentencia de 10 de
febrero de 2005
1.5. CIJ Asunto relativo a la Aplicación de la convención internacional sobre todas las formas
de eliminación de la discriminación racial (Georgia c. Federación de Rusia), excepciones
preliminares. Sentencia de 1 de abril de 2011
1.6. Principios y directrices para las negociaciones internacionales. A/RES/53/101
1.7. Asunto de las Plantas de celulosa en el Río Uruguay (Argentina c. Uruguay). Declaración
de Madrid, de 20 de abril de 2007
1.8. Fortalecimiento de la función de mediación en el arreglo pacífico de controversias, la
prevención de conflictos y su solución. A/RES/65/283
1.9. Fortalecimiento de la función de mediación en el arreglo pacífico de controversias, la
prevención de conflictos y su solución. A/RES/66/291
1.10. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Prevención de conflictos.
S/RES2171 (2014)
1.11. Normas modelo de las Naciones Unidas para la conciliación de controversias entre
Estados. A/RES/50/50
1.12. Lecturas recomendadas
2. El arbitraje internacional
2.1. Introducción
2.2. Acuerdo entre el Gobierno de la República Federal Democrática de Etiopía y el Gobierno
del Estado de Eritrea, hecho en Argel el 12 de diciembre de 2000
2.3. Canje de notas constitutivo de acuerdo entre España y Portugal sobre creación de una
comisión arbitral para evaluar las indemnizaciones correspondientes a los españoles
cuyos bienes fueron confiscados en la revolución de 1974, hecho en Lisboa el 8 y 9 de
octubre de 2002
2.4. Asunto del Rin de Hierro. Compromiso de arbitraje. Canje de Notas entre Bélgica y los
Países Bajos de 22-23 de Julio de 2003
2.5. Comisión de Reclamaciones Eritrea-Etiopía. Decisión nº 1: el mandato de la
Comisión/ámbito temporal de jurisdicción
2.6. Lecturas recomendadas
3. El arreglo judicial de controversias internacionales
3.1. Introducción
3.2. CIJ asunto de la controversia fronteriza (Burkina Faso/níger), sentencia de 16 de abril de
2013
3.3. Declaración de España aceptando la jurisdicción obligatoria de la CIJ
3.4. CIJ Asunto de la Competencia en materia de pesquerías (España c. Canadá). Sentencia de
4 de diciembre de 1998
3.5. CIJ asunto de la caza de ballenas en la antártida (Australia c. Japón; Nueva Zelanda
(interviniente)). Sentencia de 31 de marzo de 2014
3.6. CIJ Asunto de las Actividades armadas en el territorio del Congo (República Democrática
del Congo c. Ruanda) (Nueva demanda 2002). Sentencia de 3 de febrero de 2006
3.7. CIJ Asunto relativo a Ciertas cuestiones sobre la asistencia mutua en materia penal (Yibuti
c. Francia). Sentencia de 4 de junio de 2008
3.8. CIJ Asunto LaGrand (Alemania c. Estados Unidos de América). Sentencia de 27 de junio de
2001
3.9. CIJ Asunto relativo a la Licitud del uso de la fuerza (Yugoslavia c. España), medidas
provisionales. Auto de 2 de junio de 1999
3.10. CIJ Asunto de las Cuestiones relativas a la obligación de enjuiciar o extraditar (Bélgica c.
Senegal). Auto de 28 de mayo de 2009
3.11. CIJ Asunto de Ciertas actividades desarrolladas por Nicaragua en la región fronteriza
(Costa Rica c. Nicaragua), medidas provisionales. Auto de 8 de marzo de 2011
3.12. CIJ Asunto de la Demanda de interpretación de la Sentencia de 15 junio 1962 en el asunto
del Templo de Preah Vihear (Camboya c. Tailandia) (Camboya c. Tailandia), medidas
provisionales. Auto de 18 de julio de 2011
3.13. CIJ Asunto de la Controversia terrestre, insular y marítima (El Salvador c. Honduras),
demanda de intervención de Nicaragua. Sentencia de 13 de septiembre de 1990
3.14. CIJ Asunto de la Controversia territorial y marítima (Nicaragua c. Colombia), demanda de
intervención de Honduras. Sentencia de 4 de mayo de 2011
3.15. CIJ Asunto de las Inmunidades jurisdiccionales del Estado (Alemania c. Italia), demanda
de intervención de Grecia. Auto de 4 de julio de 2011
3.16. CIJ Asunto de la Caza de la ballena en el Antártico (Australia c. Japón), declaración de
intervención de Nueva Zelanda. Auto de 6 de febrero de 2013
3.17. CIJ Asunto de las Inmunidades jurisdiccionales del Estado (Alemania c. Italia), demanda
reconvencional. Auto de 6 de julio de 2010
3.18. CIJ Asunto de la Demanda de revisión de la sentencia de 11 de septiembre de 1992 en el
asunto de la controversia fronteriza terrestre, insular y marítima (El Salvador/Honduras;
Nicaragua interviniente) (El Salvador c. Honduras). Sentencia de 18 de diciembre de 2003
3.19. CIJ Asunto de la Demanda de interpretación de la Sentencia de 31 de marzo de 2004 en el
asunto Avena y otros nacionales mexicanos (México c. Estados Unidos de América).
Sentencia de 19 de enero de 2009
3.20. CIJ demanda de interpretación de la sentencia de 15 de junio de 1962 en el asunto del
templo de preah vihear (Camboya c. Tailandia) (Camboya c. Tailandia). Sentencia de 11
de noviembre de 2013
3.21. CIJ Asunto relativo a la Licitud de la utilización de las armas nucleares por un Estado en
un conflicto armado. Opinión Consultiva de 8 de julio de 1996
3.22. CIJ Asunto relativo a las Consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el
territorio palestino ocupado. Opinión Consultiva de 9 de julio de 2004
3.23. CIJ Asunto relativo a la Conformidad con el Derecho internacional de la declaración
unilateral de independencia de Kosovo. Opinión Consultiva de 22 de julio de 2010
3.24. CIJ Asunto de la Decisión nº 2867 del Tribunal Administrativo de la Organización
Internacional del Trabajo relativa a una demanda contra el Fondo Internacional de
Desarrollo Agrícola. Opinión Consultiva de 1 de febrero de 2012
3.25. Lecturas recomendadas

1. EL PRINCIPIO DE ARREGLO PACÍFICO Y LOS PROCEDIMIENTOS NO


JURISDICCIONALES

1.1. INTRODUCCIÓN

Corolario de la prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza, el principio de arreglo pacífico de


las controversias internacionales consagrado en el artículo 2.3 de la Carta de las NN UU reposa
sobre la libertad de elección de procedimiento al tiempo que exige de las partes un arreglo pronto
y justo. La noción jurídica de controversia internacional ha sido perfilada por la jurisprudencia
internacional, de forma que requiere una oposición de actitudes entre dos o más sujetos en
relación con un determinado punto de hecho o de derecho y la exteriorización de tal controversia,
de forma que quede patente que la reclamación de una de las partes se enfrenta con una
oposición manifiesta de la otra.

El artículo 33 de la Carta de las NN UU ofrece una enumeración no exhaustiva de procedimientos


de arreglo, siendo habitual clasificarlos atendiendo a su carácter jurisdiccional o no, según que el
arreglo del conflicto se alcance mediante la aplicación del derecho internacional por el juez o el
árbitro o por cauces predominantemente políticos o diplomáticos, en cuyo caso las partes
conservan libertad para aceptar o no la solución propuesta.

Dentro de los procedimientos no jurisdiccionales de arreglo pacífico, la negociación constituye un


medio especialmente relevante, por su flexibilidad y carácter directo; por otra parte, es el único
procedimiento en el que el arreglo se confía exclusivamente a las partes en la controversia. Los
demás procedimientos se caracterizan por la intervención en menor o mayor medida de un
tercero. Mientras que en los buenos oficios este tercero sólo trata de establecer o restablecer el
contacto entre las partes, en la mediación el tercero presenta propuestas de arreglo; no obstante,
en la práctica reciente la frontera entre estos dos procedimientos es cada vez más borrosa. La
determinación de los hechos supone confiar a una comisión esa tarea, la cual elaborará un
informe no vinculante para las partes. Por su parte, la conciliación supone la sumisión de la
controversia a una comisión de expertos que presentará un informe no obligatorio
pronunciándose sobre los hechos y el derecho aplicable.

Las NN UU contribuyen al arreglo pacífico de las controversias internacionales mediante las


previsiones del Capítulo VI de la Carta respecto del Consejo de Seguridad, más las competencias
generales de la Asamblea General. Aparte de ocuparse de casos concretos, este órgano ha
adoptado diversas resoluciones que recogen los principios y características de los diferentes
procedimientos de arreglo.

1.2. DECLARACIÓN DE MANILA SOBRE EL ARREGLO PACÍFICO DE CONTROVERSIAS


INTERNACIONALES. A/RES/37/10

La Asamblea General ,

Reafirmando el principio de la Carta de las Naciones Unidas de que todos los Estados arreglarán sus
controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la
paz y la seguridad internacionales ni la justicia,

Consciente de que la Carta de las Naciones Unidas contiene los medios y un marco esencial para el
arreglo pacífico de las controversias internacionales cuya continuación pueda poner en peligro el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales,

Reconociendo el importante papel de las Naciones Unidas y la necesidad de aumentar su eficacia en


el arreglo pacífico de las controversias internacionales y el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales, con arreglo a los principios de la justicia y del derecho internacional, de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas,

Reafirmando el principio de la Carta de las Naciones Unidas de todos los Estados, en sus relaciones
internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad
territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible
con los propósitos de las Naciones Unidas,

Reiterando que ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir, directa o
indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de ningún otro Estado,

Reafirmando la Declaración sobre los principios del derecho internacional referentes a las relaciones
de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas,

Teniendo en cuenta la importancia de mantener y fortalecer la paz y la seguridad internacionales y de


fomentar el desarrollo de relaciones de amistad entre los Estados independientemente de sus
sistemas políticos, económicos y sociales o de su nivel de desarrollo económico,

[...]

Declara solemnemente:

1. Todos los Estados obrarán de buena fe y de conformidad con los propósitos y principios
consagrados en la Carta de las Naciones Unidas con miras a evitar controversias entre ellos que
puedan afectar a las relaciones amistosas entre los Estados, contribuyendo de tal modo al
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Convivirán en paz como buenos vecinos y se
esforzarán por adoptar medidas efectivas para fortalecer la paz y la seguridad internacionales.

2. Todos los Estados arreglarán sus controversias internacionales exclusivamente por medios
pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la
justicia.

3. El arreglo de las controversias internacionales se basará en la igualdad soberana de los Estados y


se hará según el principio de la libre elección de los medios de conformidad con las obligaciones
contraídas en virtud de la Carta de las Naciones Unidas y con los principios de la justicia y el derecho
internacional. El recurso a un procedimiento de arreglo aceptado libremente por los Estados, o la
aceptación de tal procedimiento, con respecto a las controversias existentes o futuras en que sean
partes, no se considerará incompatible con la igualdad soberana de los Estados.

4. Los Estados partes de una controversia seguirán observando en sus relaciones mutuas sus
obligaciones de acuerdo con los principios fundamentales de derecho internacional relativos a la
soberanía, la independencia y la integridad territorial de los Estados y con otros principios y normas
generalmente reconocidos de derecho internacional contemporáneo.

5. Los Estados procurarán, de buena fe y con un espíritu de cooperación, el arreglo pronto y


equitativo de sus controversias internacionales por cualquiera de los medios siguientes: la
negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso
a acuerdos u organismos regionales u otros medios pacíficos que ellos mismos elijan, incluidos los
buenos oficios. Al procurar llegar a este arreglo, las partes convendrán en valerse de los medios
pacíficos que resulten adecuados a las circunstancias y a la naturaleza de la controversia.

6. Los Estados partes en los acuerdos u organismos regionales harán cuanto esté a su alcance por
lograr el arreglo pacífico de sus controversias locales mediante dichos acuerdos u organismos
regionales antes de someterlas al Consejo de Seguridad. Esto no impide a los Estados llevar cualquier
controversia a la atención del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General, con arreglo a la Carta
de las Naciones Unidas.

7. En caso de que las partes en una controversia no lleguen prontamente a una solución recurriendo
a cualquiera de los medios de arreglo anteriormente mencionados, las partes seguirán buscando una
solución pacífica y celebrarán de inmediato consultas sobre medios mutuamente convenidos de
resolver pacíficamente la controversia. Si las partes no logran solucionar por ninguno de los medios
anteriormente mencionados una controversia cuya continuación pueda poner en peligro el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, someterán la controversia al Consejo de
Seguridad, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y sin perjuicio de las funciones y los
poderes del Consejo establecidos en las disposiciones pertinentes del Capítulo VI de la Carta.

8. Los Estados partes en una controversia internacional, así como otros Estados, se abstendrán de
adoptar cualquier medida que pueda agravar la situación hasta el punto de poner el peligro el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y haga así más difícil o impida el arreglo
pacífico de la controversia, y a este respecto actuarán de conformidad con los propósitos y principios
de las Naciones Unidas.

9. Los Estados deberían considerar la posibilidad de concertar entre ellos acuerdos sobre el arreglo
pacífico de las controversias. Deberían también incluir, según correspondiera, en los acuerdos
bilaterales y las convenciones multilaterales que concertasen, disposiciones eficaces para el arreglo
pacífico de las controversias a que pudiesen dar lugar la interpretación o la aplicación de tales
instrumentos.

10. Los Estados, sin perjuicio del derecho de libre elección de los medios, deberían tener presente que
las negociaciones directas son un medio flexible y eficaz de arreglo pacífico de sus controversias.
Cuando opten por las negociaciones directas, los Estados deberían negociar efectivamente a fin de
llegar a un pronto arreglo aceptable para las partes. Los Estados deberían estar dispuestos asimismo
a procurar el arreglo de sus controversias por los otros medios mencionados en la presente
Declaración.
11. Los Estados, de conformidad con el derecho internacional, cumplirán de buena fe todas las
disposiciones de los acuerdos concertados por ellos para el arreglo de sus controversias.

[...]

1.3. CIJ ASUNTO DEL SUDOESTE AFRICANO (LIBERIA C. ÁFRICA DEL SUR) (ETIOPÍA C. ÁFRICA
DEL SUR), EXCEPCIONES PRELIMINARES. SENTENCIA DE 21 DE DICIEMBRE DE 1962. OPINIÓN
DISIDENTE DEL JUEZ G. MORELLI

1. Tanto África del Sur como Etiopía y Liberia se han referido a la definición de controversia dada
por la Corte Permanente en su sentencia de 1942 relativa al asunto de las Concesiones Mavrommatis .
Pero ésta no es más que una primera tentativa de definición. Después de tantos años, no es posible,
en mi opinión, atenerse a tal definición descuidando el análisis profundo al que, posteriormente, la
noción de controversia internacional ha sido sometido por la doctrina.

La definición dada por la Corte Permanente es la siguiente: «Una controversia es un desacuerdo


sobre un punto de derecho o de hecho, una contradicción, una oposición de tesis jurídicas o de
intereses entre dos personas» (CPIJ, serie A, nº 2, p. 11). Dado que un desacuerdo sobre un punto de
derecho y una oposición de tesis jurídicas es la misma cosa, se puede decir que, según la definición
dada por el Tribunal permanente, una controversia puede consistir bien en un desacuerdo sobre un
punto de derecho o de hecho bien en una contradicción u oposición de intereses.

Por lo que se refiere al desacuerdo sobre un punto de derecho o de hecho, es preciso señalar que, si
tal desacuerdo puede acompañar y acompaña normalmente (pero no necesariamente) a la
controversia, no se identifica con ella. En todo caso, es completamente evidente que un desacuerdo
sobre un punto de derecho o de hecho, desacuerdo que podría ser incluso puramente teórico, no
basta para que se pueda considerar que existe controversia.

En cuanto a la oposición de intereses, es bien cierto que, como se verá seguidamente, una
controversia se encuentra necesariamente en una cierta relación con un conflicto de intereses (real o
supuesto). Pero el conflicto de intereses tampoco se identifica con la controversia. De otro lado, un
conflicto de intereses puede muy bien existir sin que haya una controversia correspondiente. Esta
hipótesis no tiene nada de excepcional; es, por el contrario, la hipótesis normal. Basta con pensar que
toda la sociedad internacional resulta de las relaciones existentes entre los intereses de los diferentes
Estados; intereses que están muy a menudo en oposición entre ellos sin que se deba pensar, por esto,
que existan litigios entre los Estados interesados.

2. En mi opinión, una controversia consiste, no en un conflicto de intereses en tanto que tal, sino más
bien en un contraste entre las actitudes respectivas de las partes por relación a un cierto conflicto de
intereses. Las actitudes opuestas de las partes, por relación a un conflicto de intereses dado, pueden
consistir, una y otra, en manifestaciones de voluntad por las cuales cada una de las partes exige que
su propio interés sea realizado. Es el caso de una controversia resultante, de un lado, de la pretensión
de una de las partes y, de otro, de la contestación, por la otra parte, de tal pretensión. Pero puede
también que una de las actitudes opuestas de las partes consista, no en una manifestación de
voluntad, sino más bien en una conducta, por la cual la parte, que adopta tal conducta, realiza
directamente su propio interés. Es el caso de una pretensión seguida, no de la contestación a tal
pretensión, sino de una conducta de la otra parte contraria a la misma pretensión. Y es el caso
también en que hay, en primer lugar, una conducta de una de las partes realizando el interés de ésta,
conducta a la cual la otra parte opone su protesta.

Resulta de lo que se acaba de decir que la manifestación de voluntad, al menos de una de las partes,
manifestación de voluntad consistente en una pretensión o bien en una protesta, constituye un
elemento necesario para que se pueda considerar que existe una controversia. Por esta
manifestación de voluntad, la parte que la realiza afirma la exigencia de la realización de un interés
que le es propio. Afirma, en el caso de la pretensión, la exigencia de que semejante interés sea
realizado mediante cierta conducta a seguir, o bien, en el caso de la protesta, la exigencia de que su
interés habría debido ser canalizado por una conducta de la otra parte contraria a la que se ha
seguido de hecho.

1.4. CIJ ASUNTO RELATIVO A CIERTOS BIENES (LIECHTENSTEIN C. ALEMANIA). SENTENCIA DE 10


DE FEBRERO DE 2005

21. Alemania sostiene que no hay controversia alguna entre las partes. En concreto, Alemania alega
que, aunque los hechos que subyacen a la demanda tuvieron lugar en Checoslovaquia sobre la base
de los Decretos Beneš de 1945, Liechtenstein sostiene sus pretensiones sobre un pretendido «cambio
de posición» de Alemania durante los años 90 en relación con la aplicación de la Convención sobre el
Arreglo de Controversias a este patrimonio, mientras que Alemania afirma que dicho cambio no ha
existido [...]

22. Liechtenstein argumenta que su disputa con Alemania se sustenta sobre un cambio de posición
de ésta, mediante el cual, en 1995 por primera vez, Alemania habría empezado a tratar los bienes de
Liechtenstein en el extranjero como bienes alemanes en el extranjero, a los efectos de la Convención
sobre arreglo de controversias, por lo tanto infringiendo la neutralidad de Liechtenstein y su
soberanía. Liechtenstein asevera también que, desde 1995, ha dado a conocer su opinión en derecho
al Gobierno alemán, que reiteradamente se ha opuesto. Esta oposición y la contraposición de puntos
de vista sobre si ha habido o no cambio de posición por parte del Gobierno alemán en relación con
las propiedades de Liechtenstein, es la clara evidencia de una controversia.

Liechtenstein reconoce la existencia de otra controversia, entre este país y la República Checa, pero
hace notar que esto no excluye la existencia de una controversia entre Alemania y Liechtenstein,
basada en la conducta ilegal de Alemania con respecto a Liechtenstein.

[...]

24. De acuerdo a la reiterada jurisprudencia de la Corte y de la Corte Permanente de Justicia


Internacional, una controversia es un desacuerdo sobre un punto de hecho o derecho, un conflicto de
puntos de vista legales o de intereses entre partes (véase Concesiones Mavrommatis en Palestina,
Sentencia nº 2, 1924, CPJI, Serie A, nº 2, p. 11[...]) Aún más, para verificar la existencia de una
controversia jurídica, corresponde a las Cortes examinar «si la pretensión de una parte se opone, en
realidad, a la de otra» (Sentencia Sudoeste africano, excepciones preliminares, ICJ Reports, 1962, p.
328).

25. La Corte recuerda que Liechtenstein presenta el objeto de su controversia con Alemania como
vinculado a una violación de su soberanía y de su neutralidad por parte del demandado, el cual, por
primera vez en 1995, dispensó el trato de bienes alemanes en el exterior, a efectos de la Convención
sobre arreglo de controversias, a las propiedades de Liechtenstein confiscadas por los Decretos
Beneš, a pesar del estatuto de neutralidad de Liechtenstein. Alemania, por su parte, niega de plano, la
existencia de una controversia con Liechtenstein. Afirma que el «objeto de este asunto» es la
confiscación de las propiedades de Liechtenstein, sin compensación, mediante los Decretos Beneš de
1945. Alemania considera, además, que, en el caso de Liechtenstein, los Tribunales alemanes
simplemente han aplicado su jurisprudencia constante a lo que se consideraba «bienes alemanes en
el exterior», de acuerdo con la Convención sobre arreglo de controversias. La Cortes, por tanto,
considera que las demandas de hecho y derecho formuladas por Liechtenstein son negadas por
Alemania. De conformidad con la jurisprudencia bien establecida (véase párrafo 24), la Corte
concluye que «debido a esta negativa, hay una controversia legal» entre Liechtenstein y Alemania.

1.5. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA APLICACIÓN DE LA CONVENCIÓN INTERNACIONAL SOBRE


TODAS LAS FORMAS DE ELIMINACIÓN DE LA DISCRIMINACIÓN RACIAL (GEORGIA C.
FEDERACIÓN DE RUSIA), EXCEPCIONES PRELIMINARES. SENTENCIA DE 1 DE ABRIL DE 2011

23. La primera excepción preliminar de la Federación de Rusia consiste en decir que «antes del 12
agosto 2008, fecha en la que Georgia ha depositado su demanda, no existía entre los dos Estados
ninguna controversia relativa a la interpretación o aplicación de la CIEDR, en relación con la
situación existente en Abjazia, en Osetia del Sur y en los alrededores"...

[...]

30. La Corte recuerda su jurisprudencia constante sobre esta cuestión, comenzando por el
pronunciamiento frecuentemente citado de la Corte Permanente de Justicia Internacional en el
asunto de las Concesiones Mavrommatis en Palestina , de 1924: «Una controversia es un desacuerdo
sobre un punto de derecho o de hecho, una contradicción, una oposición de tesis jurídicas o de
intereses entre dos personas» ( Sentencia nº 2, 1924, CPJI série A nº 2, p. 11). La cuestión de saber si
existe una controversia en un asunto dado debe ser «establecida objetivamente» por la Corte (
Interpretación de los tratados de paz concluidos con Bulgaria, Hungría y Rumania, primera fase,
opinión consultiva, CIJ Recueil 1950 , p. 74). Conviene «demostrar que la reclamación de una de las
partes choca con la oposición manifiesta de la otra» ( Sudoeste africano (Etiopía c. África del Sur;
Liberia c. África del Sur), excepciones preliminares, sentencia, CIJ Recueil 1962 , p. 328) (y, más
recientemente, Actividades armadas sobre el territorio del Congo (nueva demanda: 2002) (República
democrática del Congo c. Ruanda), competencia y admisibilidad, sentencia, CIJ Recueil 2006 , p. 40, par.
90). La Corte, para pronunciarse, debe atenerse a los hechos. Se trata de una cuestión de fondo, y no
de forma. Como ha reconocido la Corte, (ver, por ejemplo, Frontera terrestre y marítima entre
Camerún y Nigeria (Camerún c. Nigeria), excepciones preliminares, sentencia, CIJ Recueil 1998 , p. 315,
par. 89), la existencia de una controversia puede deducirse de la ausencia de reacción de un Estado a
una acusación, en circunstancias en que tal reacción se imponía. Aunque la existencia de una
controversia y el mantenimiento de negociaciones son por principio dos cosas distintas, las
negociaciones pueden ayudar a demostrar la existencia de una controversia y a circunscribir su
objeto.

En principio, la controversia debe existir en el momento en que se presenta la demanda ante la Corte
( Cuestiones de interpretación y aplicación del convenio de Montreal resultantes del incidente aéreo de
Lockerbie (Jamahiriya árabe Libia c. Reino Unido), excepciones preliminares, sentencia, CIJ Recueil
1998, p. 25-26, par. 42-44; Cuestiones de interpretación y aplicación del convenio de Montreal
resultantes del incidente aéreo de Lockerbie (Jamahiriya árabe Libia c. Estados Unidos de América), ),
excepciones preliminares, sentencia, CIJ Recueil 1998, p. 130-131, par. 42-44), en lo que las Partes
convienen. Además, en lo que atañe a su objeto, la controversia debe, por retomar los términos del
artículo 22 de la CIEDR, «referirse a la interpretación o la aplicación de la... convención». Aunque no
es necesario que un Estado mencione expresamente, en sus intercambios con otro Estado, un tratado
particular para que se le admita a continuación invocar dicho tratado ante la Corte ( Actividades
militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América),
competencia y admisibilidad, sentencia, CIJ Receueil 1984 , p. 428-429, p.ar. 83), debe no obstante
haberse referido bastante claramente al objeto del tratado para que el Estado contra el que formula
una reclamación pueda saber que una controversia existe o puede existir al respecto. Una referencia
expresa eliminaría cualquier duda sobre lo que, según este Estado, constituye el objeto de la
controversia y permitiría informar al respecto al otro Estado. Las Partes están de acuerdo en que tal
referencia no se ha hecho en el presente caso.

2. Los elementos de prueba relativos a la existencia de una controversia

31. La Corte averiguará ahora si los elementos de prueba que la han presentado las Partes
demuestran que, en el momento del depósito de la demanda, es decir el 12 agosto 2008, una
controversia relativa a la interpretación o a la aplicación de la CIEDR oponía a Georgia, como ella
sostiene, contra la Federación de Rusia. Debe determinar 1) si el dossier del asunto revela la
existencia de un desacuerdo sobre un punto de derecho o de hecho entre los dos Estados, 2) si este
desacuerdo se refiere a « la interpretación o a la aplicación» de la CIEDR, como exige su artículo 22, y
3) si tal desacuerdo existía en la fecha de depósito de la demanda. A este efecto, debe establecer si
Georgia ha formulado una reclamación en este sentido y si ésta ha chocado con la oposición
manifiesta de la Federación de Rusia, de forma que existe una controversia en el sentido del artículo
22 de la CIEDR entre los dos Estados.

[...]
105. La Corte, habiendo examinado los documentos y declaraciones de las Partes y otros
intervinientes relativos al período que va de 1999 a julio 2008, concluye, por las razones indicadas a
propósito de cada uno de ellos, que no existía entonces ninguna controversia de orden jurídico entre
Georgia y la Federación de Rusia sobre el tema del respeto por ésta de sus obligaciones en virtud de
la CIEDR.

[...]

113. La Corte observa que, si bien las reclamaciones planteadas por Georgia entre el 9 y el 12 agosto
2008 se referían esencialmente sobre el pretendido recurso ilícito a la fuerza, se referían también
expresamente a una pretendida limpieza étnica perpetrada por las fuerzas rusas. Estas
reclamaciones se dirigían directamente a la Federación de Rusia y no a tal o tal otra parte en los
conflictos anteriores, y fueron rechazadas por la Federación de Rusia. La Corte concluye de ello que
los intercambios que tuvieron lugar el 10 agosto 2008 entre los representantes de Georgia y de la
Federación de Rusia en el Consejo de Seguridad, las acusaciones formuladas los días 9 y 11 de agosto
por el presidente de Georgia y la respuesta que se le dio por el ministro ruso de asuntos exteriores
atestiguan que, ese día, es decir el día en que Georgia depositó su demanda, existía una controversia
entre estos dos Estados relativa al respeto por la Federación de Rusia de sus obligaciones en virtud de
la CIEDR invocadas por Georgia.

1.6. PRINCIPIOS Y DIRECTRICES PARA LAS NEGOCIACIONES INTERNACIONALES. A/RES/53/101

La Asamblea General ,

Recordando los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas,

Reafirmando las disposiciones de la Declaración sobre los principios de derecho internacional


referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la
Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración de Manila sobre el arreglo pacífico de controversias
internacionales,

Teniendo en cuenta los objetivos del Decenio de las Naciones Unidas para el Derecho Internacional,

Considerando que las negociaciones internacionales constituyen un medio flexible y eficaz de lograr,
entre otras cosas, el arreglo pacífico de las controversias entre Estados y de crear nuevas normas
internacionales de conducta,

Teniendo presente que los Estados se deben guiar en sus negociaciones por los principios y normas
pertinentes del derecho internacional,

Consciente de la existencia de diferentes medios para el arreglo pacífico de las controversias, según
han sido consagrados en la Carta y reconocidos en el derecho internacional, y reafirmando en este
contexto el derecho a elegir libremente esos medios,

Teniendo presente el importante papel que pueden desempeñar las negociaciones constructivas y
eficaces en la consecución de los propósitos de la Carta mediante la contribución a la gestión de las
relaciones internacionales, el arreglo pacífico de las controversias y la creación de nuevas normas
internacionales de conducta para los Estados,

Señalando que la identificación de principios y directrices que tienen importancia para las
negociaciones internacionales podría contribuir a lograr que las negociaciones fueran más
previsibles para las partes en la negociación, a reducir la incertidumbre y a promover una atmósfera
de confianza en las negociaciones,

Reconociendo que lo siguiente podría brindar un marco general, no exhaustivo, de referencia para
las negociaciones,

1. Reafirma los siguientes principios de derecho internacional que tienen importancia para las
negociaciones internacionales:
a ) La igualdad soberana de todos los Estados, pese a sus diferencias de orden económico, social,
político o de otra índole;

b ) Los Estados tienen la obligación de no intervenir en los asuntos que son de la jurisdicción interna
de los Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas;

c ) Los Estados tienen la obligación de cumplir de buena fe las obligaciones que han contraído en
virtud del derecho internacional;

d ) Los Estados tienen la obligación de abstenerse en sus relaciones de recurrir a la amenaza o al uso
de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en
cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas;

e ) Será nulo todo acuerdo cuya celebración se haya obtenido mediante la amenaza o el uso de la
fuerza en contravención de los principios de derecho internacional incorporados en la Carta;

f ) Los Estados tienen el deber de cooperar entre sí, independientemente de las diferencias de sus
sistemas políticos, económicos y sociales, en las diversas esferas de las relaciones internacionales, a
fin de mantener la paz y la seguridad internacionales y de promover la estabilidad y el progreso de la
economía mundial, el bienestar general de las naciones y la cooperación internacional libre de toda
discriminación basada en esas diferencias;

g ) Los Estados arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que
no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia;

2. Afirma la importancia de realizar las negociaciones de conformidad con el derecho internacional


en forma que facilite el logro del objetivo declarado de las negociaciones, sea compatible con dicho
objetivo y se ajuste a las directrices siguientes:

a ) Las negociaciones se habrán de realizar de buena fe;

b ) Los Estados deberían tener debidamente en cuenta la importancia de lograr la participación en


las negociaciones internacionales, en una forma apropiada, de los Estados cuyos intereses vitales
resulten afectados directamente por los asuntos en cuestión;

c ) El propósito y el objeto de todas las negociaciones deberán ser plenamente compatibles con los
principios y las normas de derecho internacional, incluidas las disposiciones de la Carta;

d ) Los Estados deberían atenerse al marco mutuamente convenido para la realización de las
negociaciones;

e ) Los Estados deberían procurar mantener un ambiente constructivo durante las negociaciones y
abstenerse de cualquier comportamiento que pudiera dificultar las negociaciones y sus avances;

f ) Los Estados deberían facilitar la realización o la conclusión de las negociaciones manteniendo en


todo momento centrada la atención en los objetivos principales de las negociaciones;

g ) Los Estados deberían hacer todo lo posible por seguir avanzando hacia una solución justa y
mutuamente aceptable en caso de que se llegue a un punto muerto en las negociaciones.

1.7. ASUNTO DE LAS PLANTAS DE CELULOSA EN EL RÍO URUGUAY (ARGENTINA C. URUGUAY).


DECLARACIÓN DE MADRID, DE 20 DE ABRIL DE 2007

Bajo los auspicios de S.M. el Rey de España, en el marco de su labor de buenos oficios para la
facilitación del diálogo entre la República Argentina y la República Oriental del Uruguay, los días 18 a
20 de abril de 2007 se han reunido en Madrid los representantes personales designados por los
Señores Presidentes de ambas Repúblicas.

En esta reunión, la República Argentina y la República Oriental del Uruguay han restablecido el
diálogo directo entre ellas en torno a las diferencias que actualmente mantienen.
En un ambiente de respeto mutuo, sinceridad y cordialidad, las partes han expuesto sus respectivos
puntos de vista y sus preocupaciones en relación con ese contencioso y su evolución reciente.

Ambas partes coinciden en lamentar profundamente la situación creada entre los dos países y
expresan su voluntad inequívoca de empeñarse en resolver de manera amistosa, promoviendo el
diálogo, las diferencias que separan a las dos naciones hermanas, unidas por fuertes vínculos y
deseosas de desarrollar una estrecha cooperación en los ámbitos bilateral, regional e internacional.

Las partes proponen la continuidad de la facilitación en el proceso de diálogo directo y estarán, en


cuanto a las futuras reuniones, al lugar y fecha que sean señalados por el facilitador, Embajador Juan
Antonio Yáñez Barnuevo.

Las partes aceptan que el proceso de diálogo directo se desarrolle a dos niveles: por un lado, con la
participación de delegaciones técnicas que profundicen en los distintos grupos de materias
identificados; y, por otro, con la presencia y dirección, cuando sea necesario, de responsables
políticos.

Se entiende que el diálogo directo se establece con agenda abierta, por el que cualquiera de las partes
podrá plantear cualquier cuestión que considere de interés en relación con las materias objeto de
controversia entre ellas.

Sin perjuicio de lo anterior, y sobre la base de las respectivas exposiciones realizadas por las partes,
el facilitador ha identificado los siguientes grupos de cuestiones sobre los cuales versará
principalmente el diálogo:

A. Cuestiones relacionadas con el proyecto Orion, incluidas su localización y otras cuestiones


relevantes.

B. Cuestiones relacionadas con la circulación por las rutas y puentes que unen los dos países.

C. Cuestiones relacionadas con la aplicación del Estatuto del Uruguay.

D. Cuestiones relacionadas con la protección ambiental del río Uruguay y la Promoción del desarrollo
sustentable de sus áreas de influencia.

El orden de exposición precedente no determina la prelación en que las cuestiones enunciadas vayan
a ser examinadas conjuntamente por las partes.

Queda entendido que el examen de estas cuestiones, así como de otras que puedan surgir en el curso
del diálogo directo, se efectuará sin perjuicio de las posiciones adoptadas por las partes.

En cualquier caso, las partes reconocen que nada de lo manifestado por ellas, en la presente reunión
o en encuentros futuros similares, prejuzgará sobre o supondrá abdicar de las posiciones de los
respectivos países en la controversia y, en particular, reconocen que lo dicho por una parte no podrá
ser invocado por la otra en apoyatura o en beneficio de las presentaciones, escritas u orales, que
realicen ante la Corte Internacional de Justicia.

Ambas partes se comprometen a abstenerse de adoptar medidas o actitudes que puedan contribuir a
profundizar las diferencias existentes o a incrementar las tensiones y, por el contrario, a esforzarse
en mantener una atmósfera de distensión y confianza mutua que favorezca el diálogo entre los dos
países.

La próxima reunión del diálogo directo bilateral, que se celebrará a nivel técnico, será convocada por
el facilitador en el plazo de un mes.

Las delegaciones de la República Argentina y de la República Oriental del Uruguay expresan su


reconocimiento a S.M. el Rey y al Gobierno de España por su hospitalidad y por el esfuerzo de
facilitación del diálogo que están llevando a cabo.

1.8. FORTALECIMIENTO DE LA FUNCIÓN DE MEDIACIÓN EN EL ARREGLO PACÍFICO DE


CONTROVERSIAS, LA PREVENCIÓN DE CONFLICTOS Y SU SOLUCIÓN. A/RES/65/283

La Asamblea General ,

Guiada por los propósitos y principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas,

Reafirmando su compromiso de respetar la soberanía, integridad territorial e independencia política


de todos los Estados,

Recordando el Capítulo VI de la Carta, incluido el Artículo 33, párrafo 1, y demás Artículos


concernientes a la mediación,

Teniendo presentes las responsabilidades, funciones y poderes que le confiere la Carta y, por
consiguiente, recordando todas sus resoluciones sobre asuntos relacionados con el arreglo pacífico
de controversias, la prevención de conflictos y su solución, incluso por conducto de la mediación,

[...]

Recordando todas las resoluciones de la Asamblea General y las declaraciones de la Presidencia del
Consejo de Seguridad relacionadas con la mediación,

Reconociendo el creciente interés en la mediación, el recurso a ella y su utilización como una


herramienta prometedora y eficaz en función del costo para el arreglo pacífico de controversias, la
prevención de conflictos y su solución, sin perjuicio de los otros medios mencionados en el Capítulo
VI de la Carta, incluido el uso del arbitraje y las funciones de la Corte Internacional de Justicia,

Reconociendo también la útil función que puede cumplir la mediación para evitar que las
controversias se intensifiquen hasta pasar a ser conflictos y estos sigan intensificándose, así como
para promover la solución de los conflictos y, de esa forma, prevenir o reducir el sufrimiento
humano, y crear condiciones favorables para una paz duradera y un desarrollo sostenible, y, a este
respecto, reconociendo que la paz y el desarrollo se refuerzan mutuamente,

[...]

Recordando que el arreglo pacífico de controversias, la prevención de conflictos y su solución, de


conformidad con la Carta y el derecho internacional, por medios como la mediación, siguen siendo
una responsabilidad primordial de los Estados Miembros, sin perjuicio de lo dispuesto en el Artículo
36 de la Carta,

Destacando la importancia de las actividades de mediación en los procesos de consolidación de la paz


y recuperación, en particular en la prevención de la reanudación de los conflictos en los países que
salen de situaciones de conflicto, y, a este respecto, reconociendo la función consultiva de la
Comisión de Consolidación de la Paz en el apoyo de las actividades de paz en los países de que se
ocupa,

Recordando los buenos oficios del Secretario General y la labor que realiza, por conducto del
Departamento de Asuntos Políticos de la Secretaría y su Dependencia de Apoyo a la Mediación, para
desarrollar la capacidad de mediación de las Naciones Unidas, de conformidad con los mandatos
acordados,

[...]

1. Reitera que todos los Estados Miembros deben cumplir estrictamente las obligaciones que les
incumben en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, incluido el arreglo pacífico de controversias,
la prevención de conflictos y su solución;

2 Invita a los Estados Miembros, según corresponda, a que utilicen de manera óptima la mediación y
otros instrumentos mencionados en el Capítulo VI de la Carta para arreglar pacíficamente las
controversias, prevenir los conflictos y solucionarlos;

3. Acoge con beneplácito las contribuciones de los Estados Miembros a las actividades de mediación,
según proceda, y los alienta a que, cuando sea apropiado, desarrollen la capacidad nacional de
mediación, según corresponda, a fin de garantizar una capacidad de respuesta y una mediación
coherentes;

[...]

5. Alienta también a los Estados Miembros a que, cuando proceda, utilicen la capacidad de mediación
de las Naciones Unidas, así como de las organizaciones regionales y subregionales, si corresponde, y
promuevan la mediación en sus relaciones bilaterales y multilaterales;

6. Invita a todos los Estados Miembros a que consideren la posibilidad de aportar recursos suficientes
y oportunos para la mediación, a fin de asegurar su éxito, así como para las actividades de las
Naciones Unidas y las organizaciones regionales y subregionales de creación de capacidad de
mediación, con miras a asegurar la sostenibilidad y previsibilidad de todos los recursos
catalizadores;

7. Solicita al Secretario General que continúe ofreciendo sus buenos oficios, de conformidad con la
Carta y las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, y que siga prestando apoyo para la
mediación, cuando sea apropiado, a los enviados y representantes especiales de las Naciones Unidas,
y mejorando las asociaciones con las organizaciones regionales y subregionales, así como con los
Estados Miembros;

8. Destaca la importancia de contar con especialistas en la mediación y sus procesos a todos los
niveles que estén bien preparados y sean imparciales, experimentados y geográficamente diversos
para asegurar la prestación de un apoyo de alta calidad y oportuno a las actividades de mediación,
apoya las actividades del Secretario General para mantener una lista actualizada de mediadores y
alienta a que se siga tratando de mejorar el equilibrio entre los géneros y la representación
geográfica equitativa;

[...]

11. Solicita al Secretario General que, en consulta con los Estados Miembros y demás agentes
pertinentes, elabore directrices para hacer más efectiva la mediación, teniendo en cuenta, entre otras
cosas, las enseñanzas obtenidas en los procesos de mediación anteriores y en marcha;

12. Reconoce que la mediación responsable y digna de crédito requiere, entre otras cosas, el
consentimiento de las partes en una controversia o conflicto particular, la imparcialidad de los
mediadores, su cumplimiento de los mandatos acordados, el respeto de la soberanía nacional, el
cumplimiento de las obligaciones de los Estados y demás agentes pertinentes en virtud del derecho
internacional, incluidos los tratados aplicables, y la preparación operacional, incluidos los
conocimientos especializados de fondo y de procedimiento, de los mediadores;

[...]

1.9. FORTALECIMIENTO DE LA FUNCIÓN DE MEDIACIÓN EN EL ARREGLO PACÍFICO DE


CONTROVERSIAS, LA PREVENCIÓN DE CONFLICTOS Y SU SOLUCIÓN. A/RES/66/291

La Asamblea General ,

Recordando su resolución 65/283, de 22 de junio de 2011, relativa al fortalecimiento de la función de


mediación en el arreglo pacífico de controversias, la prevención de conflictos y su solución,

Apreciando la labor que realizan el Secretario General, los Estados Miembros, las organizaciones
regionales y subregionales y los demás agentes pertinentes para promover la utilización de la
mediación,

1. Toma nota del informe del Secretario General , incluidas las Directrices para una mediación eficaz
que figuran en el anexo de dicho informe;
2. Invita a los Estados Miembros, las Naciones Unidas y las organizaciones regionales y subregionales
a que sigan promoviendo y utilizando la mediación, así como los demás medios mencionados en el
Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, para arreglar pacíficamente las controversias y
prevenir y solucionar los conflictos, según corresponda y de conformidad con los propósitos y
principios consagrados en la Carta;

3. Observa y alienta las iniciativas de los Estados Miembros, así como las de las organizaciones
regionales y subregionales, para fomentar y fortalecer la mediación en sus regiones;

4. Alienta a que todos los agentes que intervienen en la mediación utilicen las Directrices para una
mediación eficaz en esa labor, el desarrollo de la capacidad conexa y la cooperación, en particular en
contextos específicos de mediación, según corresponda y de conformidad con los propósitos y
principios consagrados en la Carta;

1.10. MANTENIMIENTO DE LA PAZ Y LA SEGURIDAD INTERNACIONALES. PREVENCIÓN DE


CONFLICTOS. S/RES2171 (2014)

El Consejo de Seguridad,

Recordando todas sus anteriores resoluciones y declaraciones de la Presidencia sobre la prevención


de los conflictos armados, la diplomacia preventiva, la mediación y la solución pacífica de
controversias, en particular las resoluciones 1366 (2001) y 1625 (2005), y las declaraciones de su
Presidencia de 22 de febrero de 1995 (S/PRST/1995/9), 30 de noviembre de 1999 (S/PRST/1999/34), 20
de julio de 2000 (S/PRST/2000/25), 13 de mayo de 2003 (S/PRST/2003/5), 20 de septiembre de 2005
(S/PRST/2005/42), 21 de abril de 2009 (S/PRST/2009/8), 22 de septiembre de 2011 (S/PRST/2011/18) y 15
de abril de 2013 (S/PRST/2013/4),

Recordando la determinación de los pueblos de las Naciones Unidas de salvar a las generaciones
venideras del flagelo de la guerra y reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentales,

Recordando todos los propósitos y principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas,

[...]

4. Reafirma que todos los Estados tienen el deber de resolver sus controversias internacionales por
medios pacíficos, como la negociación, la investigación, los buenos oficios, la mediación, la
conciliación, el arbitraje y e l arreglo judicial, o por otros medios pacíficos de su elección;

5. Recuerda el Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, en particular los Artículos 33 y 34, y
reafirma su compromiso con la solución de controversias por medios pacíficos y la promoción de las
medidas preventivas necesarias en respuesta a las controversias o situaciones cuya continuación
pueda poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales;

6. Reconoce que aún no se han utilizado plenamente algunos de los instrumentos que, según el
Capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, pueden usarse para prevenir conflictos, como la
negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial y el recurso
a las organizaciones y los acuerdos regionales y subregionales, así como los buenos oficios del
Secretario General, y destaca su determinación de hacer y pedir un uso mayor y más eficaz de esos
instrumentos;

[...]

9. Alienta al Secretario General a que siga aumentando la utilización de sus buenos oficios, enviando
a representantes, enviados especiales y mediadores, para ayudar a facilitar soluciones duraderas,
inclusivas e integrales, y alienta también al Secretario General a que mantenga su participación
temprana en la prevención de posibles conflictos;

[...]
11. Reconoce que la mediación es un instrumento importante para la solución pacífica de
controversias, incluso en la medida de lo posible a título preventivo y antes de que las controversias
degeneren en violencia, y aprecia los esfuerzos del Secretario General por seguir reforzando la
capacidad de apoyo a la mediación de las Naciones Unidas, incluida la Dependencia de Apoyo a la
Mediación, que proporciona apoyo a la mediación para todo el sistema de las Naciones Unidas, con
arreglo a los mandatos convenidos;

[...]

1.11. NORMAS MODELO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA CONCILIACIÓN DE CONTROVERSIAS


ENTRE ESTADOS. A/RES/50/50

Capítulo I

Aplicación de las normas

Artículo 1

1. Estas Normas se aplican a la conciliación de controversias entre Estados en que los mismos hayan
expresamente convenido por escrito en su aplicación.

2. Los Estados que acepten aplicar estas Normas pueden en cualquier momento, por mutuo acuerdo,
convenir en excluir o enmendar cualesquiera de sus disposiciones.

Capítulo II

Comienzo del procedimiento de conciliación

Artículo 2

1. El procedimiento de conciliación comenzará lo antes posible después de que los Estados


respectivos (de aquí en adelante: las partes) hayan convenido por escrito en la aplicación de las
presentes Normas, con enmiendas o sin ellas, en la definición del objeto de la controversia, el
número y los emolumentos de los miembros de la comisión de conciliación, su sede y la duración
máxima del procedimiento, de conformidad con el artículo 24. Si es preciso, el acuerdo contendrá
disposiciones relativas al idioma o idiomas en que el procedimiento ha de llevarse a cabo así como a
los servicios lingüísticos necesarios.

2. Si los Estados no logran ponerse de acuerdo sobre la definición del objeto de la controversia,
podrán, por mutuo acuerdo, solicitar la asistencia del Secretario General de las Naciones Unidas para
resolver la dificultad.

Podrán también, por mutuo acuerdo, pedirle su asistencia para resolver cualquier otra dificultad que
puedan tener en lograr un acuerdo sobre las modalidades de la conciliación.

Capítulo III

Número y designación de los conciliadores

Artículo 3

Puede haber tres conciliadores o cinco conciliadores. En ambos casos los conciliadores formarán una
comisión.

Artículo 4

Si las partes han convenido en que se designen tres conciliadores, cada una de ellas nombrará un
conciliador, que no podrá ser de su nacionalidad. Las partes nombrarán de común acuerdo el tercer
conciliador, que no podrá ser de la nacionalidad de ninguna de las partes ni de la de los otros
conciliadores. El tercer conciliador actuará como presidente de la comisión.

De no lograrse su nombramiento dentro de dos meses del nombramiento de los conciliadores


nombrados individualmente por las partes, el tercer conciliador será designado por el gobierno de
un tercer Estado escogido por acuerdo entre las partes, o, de no alcanzarse tal acuerdo dentro de dos
meses, por el Presidente de la Corte Internacional de Justicia. Si este último es nacional de una de las
partes, la designación la hará el vicepresidente o el siguiente Magistrado de la Corte en orden de
antigüedad que no sea nacional de las partes. El tercer conciliador no residirá habitualmente en el
territorio de las partes. Tampoco estará, ni habrá estado, en su servicio.

Artículo 5

1. Si las partes han convenido en que se designen cinco conciliadores, cada una de ellas designará un
conciliador, que podrá ser de su nacionalidad. Los otros tres conciliadores, uno de los cuales será
escogido con vista a que actúe como presidente, serán designados por acuerdo entre las partes entre
nacionales de terceros Estados y serán de nacionalidades diferentes. Ninguno de ellos residirá
habitualmente en el territorio de las partes. Tampoco estará, ni habrá estado, en su servicio. Ninguno
de ellos tendrá la misma nacionalidad que cualesquiera de los otros dos conciliadores.

2. Si la designación de los conciliadores que las partes han de designar conjuntamente no se realiza
dentro de tres meses, serán designados por el gobierno de un tercer Estado, escogido por acuerdo
entre las partes, o, de no alcanzarse tal acuerdo dentro de tres meses, por el Presidente de la Corte
Internacional de Justicia. Si este último es nacional de una de las partes, la designación la hará el
vicepresidente o el siguiente Magistrado de la Corte en orden de antigüedad que no sea nacional de
una de las partes. El gobierno o el miembro de la Corte Internacional de Justicia que haga la
designación también decidirá cuál de los tres conciliadores ha de actuar como presidente.

3. Si al expirar el plazo de tres meses al que se refiere el párrafo anterior las partes sólo han podido
designar un conciliador o dos conciliadores, se procederá, para la designación de los dos
conciliadores o del conciliador faltantes, de la manera señalada en el párrafo anterior. Si las partes
no han acordado que el conciliador o uno de los dos conciliadores que han designado actuará como
presidente, el gobierno o el miembro de la Corte Internacional de Justicia que hace la designación de
los dos conciliadores o del conciliador faltantes también decidirá cuál de los tres conciliadores ha de
actuar como presidente.

4. Si al expirar el plazo de tres meses al que se refiere el párrafo segundo de este artículo las partes
han designado tres conciliadores pero no se han podido poner de acuerdo sobre cuál de ellos ha de
actuar como presidente, se procederá, para escoger al presidente, de la manera señalada en dicho
párrafo.

Artículo 6

Las vacantes que puedan ocurrir en la comisión a consecuencia de muerte, renuncia o cualquier otra
causa serán llenadas a la brevedad posible del modo fijado para el nombramiento de los miembros
faltantes.

Capítulo IV

Principios fundamentales

Artículo 7

La comisión, actuando de manera independiente e imparcial, se esforzará por que las partes lleguen
a un arreglo amistoso de la controversia. Si no se logra un arreglo durante la consideración del
asunto, la comisión podrá elaborar y presentar a las partes recomendaciones pertinentes para su
examen.

Capítulo V
Procedimiento y poderes de la Comisión

Artículo 8

La comisión determinará su procedimiento.

Artículo 9

1. Con anterioridad al inicio de la labor de la comisión, las partes designarán sus agentes y
comunicarán el nombre de los mismos al presidente de la comisión. El presidente determinará, de
común acuerdo con las partes, la fecha de la primera reunión de la comisión, a la cual los miembros
de la misma y los agentes serán invitados.

2. Los agentes de las partes pueden ser asistidos por consejeros y expertos nombrados por ellas.

3. Antes de la primera reunión de la comisión, sus miembros podrán reunirse informalmente con los
agentes de las partes, acompañados, si fuera necesario, por sus consejeros y expertos, para atender
asuntos de orden administrativo y procesal.

Artículo 10

1. En su primera reunión, la comisión nombrará un secretario.

2. El secretario de la comisión no tendrá la nacionalidad de ninguna de las partes, no residirá


habitualmente en su territorio y no estará, ni habrá estado, en su servicio. Podrá ser un funcionario
de las Naciones Unidas si las partes acuerdan con el Secretario General de la Organización las
condiciones en que dicho funcionario ejercerá sus funciones.

Artículo 11

1. En cuanto la información que le han proporcionado las partes se lo permita, la comisión, teniendo
en cuenta, en especial, el plazo que fija el artículo 24, decidirá en consulta con las partes, si las partes
han de ser invitadas a presentar alegatos escritos y, en caso afirmativo, en qué orden, y dentro de
qué plazos, así como las fechas en que, si es preciso, los agentes y los consejeros serán oídos. Las
decisiones que tome la comisión a este respecto podrán ser enmendadas en cualquier etapa posterior
del procedimiento.

2. Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo 1 del artículo 20, la comisión no permitirá que el agente
o consejero de una parte asista a una reunión sin haberle también dado a la otra la oportunidad de
ser representada en la misma.

Artículo 12

Las partes, actuando de buena fe, facilitarán la labor de la comisión y, en especial, le procurarán, en
la mayor medida posible, cuantos documentos, información y explicaciones sean pertinentes.

Artículo 13

1. La comisión podrá pedir a las partes cualesquiera información o documentos pertinentes así como
las explicaciones que considere necesarias o útiles. Podrá también hacer observaciones sobre los
argumentos presentados así como las declaraciones o propuestas hechas por las partes.

2. La comisión podrá acceder a toda solicitud de una parte tendiente a que sean oídas las personas
cuyo testimonio considere necesario o útil, y a que se consulten peritos.

Artículo 14

En los casos en que las partes estén en desacuerdo sobre cuestiones de hecho, la comisión podrá
recurrir a todos los medios de que disponga, incluidos los expertos asesores mencionados en el
artículo 15, o consultar con expertos, para averiguar los hechos.

Artículo 15
La comisión puede proponer a las partes que nombren expertos asesores para que le presten
asistencia en la consideración de aspectos técnicos de la controversia. Si la propuesta es aceptada,
será preciso, para que se lleve a efecto, que las partes de común acuerdo nombren a los expertos
asesores, que los mismos sean aceptados por la comisión y que las partes fijen sus emolumentos.

Artículo 16

Cada parte puede, de su propia iniciativa o a iniciativa de la comisión, hacer en cualquier momento
propuestas para el arreglo de la controversia.

Cualquier propuesta hecha de conformidad con este artículo será inmediatamente comunicada a la
otra parte por el presidente, quien podrá, al efectuar esa diligencia, transmitir cualquier comentario
que la comisión desee formular al respecto.

Artículo 17

En cualquier etapa del procedimiento la comisión puede, de su propia iniciativa o a iniciativa de una
de las partes, señalar a la atención de éstas cualesquiera medidas que a su juicio pudieran ser
convenientes o facilitar un arreglo.

Artículo 18

La comisión se esforzará por tomar sus decisiones unánimemente, pero, de resultar imposible la
unanimidad, podrá tomarlas por mayoría de votos de sus miembros. No se permitirán abstenciones.
Salvo en lo que respecta a asuntos de procedimiento, la presencia de todos los miembros es necesaria
para que una decisión sea válida.

Artículo 19

La comisión puede, en lo que respecta a los aspectos administrativos o procesales de su labor, pedirle
en cualquier momento al Secretario General de las Naciones Unidas que le preste asesoramiento o
asistencia.

Capítulo VI

Conclusión del procedimiento de conciliación

Artículo 20

1. Al concluir el examen del asunto, la comisión, de no haberse logrado un arreglo total, podrá
proponer y presentar a las partes recomendaciones pertinentes para su consideración. Con tal fin,
podrá proceder a un intercambio de opiniones con los agentes de las partes, que podrán ser oídos
conjunta o separadamente.

2. Las recomendaciones adoptadas por la comisión serán objeto de un informe comunicado por el
presidente de la comisión a los agentes de las partes, con la solicitud de que le participen, dentro de
un plazo determinado, si las partes las aceptan. El presidente podrá incluir en el informe las razones
que, en opinión de la comisión, pueden inducir a las partes a aceptar las recomendaciones
presentadas. La comisión se abstendrá de asentar en su informe conclusiones definitivas respecto de
hechos o de decidir formalmente cuestiones de derecho, a menos que las partes conjuntamente se lo
hayan pedido.

3. Si las partes aceptan las recomendaciones presentadas por la comisión, se levantará un acta que
contenga los términos de la aceptación. El acta será firmada por el presidente y el secretario. Una
copia del acta firmada por el secretario será entregada a cada parte, con lo cual quedará clausurado
el procedimiento.

4. En el caso de que la comisión acuerde no hacer recomendaciones a las partes, su decisión en tal
sentido se consignará en un acta, firmada por el presidente y el secretario. Una copia del acta
firmada por el secretario será entregada a cada parte, con lo cual quedará clausurado el
procedimiento.

Artículo 21

1. Las recomendaciones de la comisión se someterán a las partes para su consideración a fin de


facilitar un arreglo amistoso de la controversia. Las partes se comprometen a estudiarlas de buena
fe, detenida y objetivamente.

2. Si una de las partes no acepta las recomendaciones y la otra las acepta, pondrá en su conocimiento,
por escrito, las razones por las cuales no ha podido aceptarlas.

Artículo 22

1. Si las recomendaciones no son aceptadas por ambas partes pero las mismas desean que se siga
tratando de lograr un arreglo sobre bases distintas, se reanudará el procedimiento. Al procedimiento
reanudado se aplicará el artículo 24, corriendo el plazo respectivo, que las partes pueden, de común
acuerdo, ampliar o reducir, a partir de la primera reunión de la comisión luego de la reanudación del
procedimiento.

2. Si las recomendaciones no son aceptadas por ambas partes y ellas no desean que se siga tratando
de lograr un arreglo sobre bases distintas, se levantará un acta, firmada por el presidente y el
secretario, indicando, sin dar cuenta de las bases propuestas, que las partes no pudieron aceptarlas y
no desearon que se siguiera tratando de lograr un arreglo sobre bases distintas.

Quedará clausurado el procedimiento al recibir cada parte una copia del acta firmada por el
secretario.

Artículo 23

Al clausurarse el procedimiento, el presidente de la comisión entregará, con el consentimiento previo


de las partes, los documentos que tenga en su poder la secretaría de la comisión, al Secretario
General de las Naciones Unidas o a otra persona o entidad convenida por las partes. Sin perjuicio de
la posible aplicación del párrafo 2 del artículo 26, se preservará el carácter secreto del documento.

Artículo 24

La comisión concluirá sus labores dentro del período convenido por las partes. Toda prórroga de
dicho período será convenida por las partes.

[...]

Capítulo VIII

Obligación de no actuar de manera que pudiera tener un efecto negativo sobre la conciliación

Artículo 27

Durante el procedimiento de conciliación las partes se abstendrán de cualquier medida que pudiere
agravar o ampliar la controversia. En especial, las partes se abstendrán de cualquier medida que
pueda tener un efecto negativo sobre las recomendaciones presentadas por la comisión, siempre y
cuando esas recomendaciones no hayan sido explícitamente rechazadas por cualquiera de las partes.

[...]

1.12. LECTURAS RECOMENDADAS

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «Las Naciones Unidas y el arreglo pacífico de controversias
internacionales : setenta años de esfuerzos normativos e institucionales», Las Naciones Unidas
desde España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España en las
Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en España, Imprenta
de la OID, Madrid, 2015, pp. 411-432.

CAFLISCH, L., «Cents ans de règlement pacifique des différends interétatiques», R. des C. , t. 288,
2001, pp. 245-468.

ORREGO VICUÑA, F., «A New System of International Dispute Settlement for the Twenty-First
Century», Liber Amicorum In Memoriam of Judge Jose María Ruda , Kluwer, La
Haya/Boston/Londres, 2000, pp. 235-246.

RODRÍGUEZ CARRIÓN, A., TORRES CAZORLA, M. I., «Una readaptación de los medios de arreglo
pacífico de controversias: el caso de Isla Perejil y los medios utilizados para la solución de este
conflicto», REDI, vol. LIV, 2002, pp. 717-731.

2. EL ARBITRAJE INTERNACIONAL

2.1. INTRODUCCIÓN

Constituye el procedimiento jurisdiccional de arreglo de las controversias internacionales más


antiguo. Tras su regulación en los Convenios de La Haya sobre arreglo pacífico de controversias de
1899 y 1907, conoció un gran auge durante la época de la Sociedad de Naciones y en la actualidad
sigue siendo un medio de solución recogido en un elevado número de tratados internacionales y
aplicado en la práctica en diversos casos. La flexibilidad para componer el órgano arbitral y
determinar el procedimiento lo hace atractivo para los Estados, al tiempo que también es útil para
resolver controversias en las que estén implicadas organizaciones internacionales, dadas las
restricciones que éstas tienen para acceder a la CIJ. Así pues, el arbitraje internacional atraviesa
una etapa de revitalización y también de adaptación a las nuevas necesidades de las relaciones
internacionales, como prueban los cambios introducidos en la Corte Permanente de Arbitraje.

Siendo el Compromiso arbitral la pieza esencial del procedimiento, el tipo de órgano más
frecuente en la actualidad es el tribunal arbitral, aunque las fórmulas de árbitro único o de
comisión mixta no han desaparecido. El carácter obligatorio de la sentencia es el elemento
fundamental para distinguir este procedimiento de los no jurisdiccionales. El efecto de cosa
juzgada y las obligaciones de ejecución derivadas del principio de buena fe no eliminan la
posibilidad de interponer recursos contra la sentencia, ya sea de interpretación o de revisión, a lo
que pueden añadirse problemas de nulidad.

2.2. ACUERDO ENTRE EL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA FEDERAL DEMOCRÁTICA DE ETIOPÍA Y EL


GOBIERNO DEL ESTADO DE ERITREA, HECHO EN ARGEL EL 12 DE DICIEMBRE DE 2000

El Gobierno de la República Federal Democrática de Etiopía y el Gobierno del Estado de Eritrea (las
«partes»),

Reafirmando su aceptación del Acuerdo Marco y de las modalidades para su ejecución de la


Organización para la Unidad Africana («OUA»), aprobados durante el 35º período ordinario de
sesiones de la Asamblea de Jefes de Estado y Gobierno, reunidos en Argel, Argelia, del 12 al 14 de
julio de 1999,

Manifestando de nuevo su compromiso con el Acuerdo de cesación de hostilidades, firmado en Argel


el 18 de junio de 2000,
Dando la bienvenida al compromiso de la OUA y las Naciones Unidas, manifestado a través de la
aprobación del Acuerdo Marco y del Acuerdo de cesación de hostilidades, de trabajar conjuntamente
con la comunidad internacional para movilizar recursos para el realojamiento de las personas
desplazadas, así como para la rehabilitación y construcción de la paz en ambos países,

Han acordado lo siguiente:

[...]

Artículo 5

1. De conformidad con el Acuerdo Marco, por el que las partes se comprometen a afrontar el
negativo impacto socio-económico sobre la población civil, incluido el impacto sobre las personas
que han sido deportadas, se establecerá una Comisión neutral de Reclamaciones. El mandato de la
Comisión es el de decidir, a través de un arbitraje vinculante, todas las reclamaciones por pérdidas,
daños o lesiones realizadas por un Gobierno contra otro, así como por los nacionales (incluyendo
tanto personas físicas como jurídicas) de una de las partes contra el Gobierno de la otra parte, o
contra entidades que pertenezcan o estuvieran bajo control de la otra parte que (a) se refieran al
conflicto objeto del Acuerdo Marco, las Modalidades para su ejecución y el Acuerdo de cesación de
hostilidades, y (b) resulten de violaciones del derecho internacional humanitario, incluyendo la
Convención de Ginebra de 1949, u otras violaciones del derecho internacional. La Comisión no
tendrá en cuenta reclamaciones relativas al coste de las operaciones militares, de la preparación de
operaciones militares o del uso de la fuerza, salvo en la medida en que tales reclamaciones afecten a
violaciones del derecho internacional humanitario.

2. La Comisión estará compuesta por cinco árbitros. A través de comunicación escrita dirigida al
Secretario General de las Naciones Unidas, cada parte nombrará a dos miembros en el plazo de 45
días desde la entrada en vigor de este acuerdo, ninguno de los cuales podrá ser nacional o residente
permanente de las partes firmantes del acuerdo. En el caso de que alguna de las partes deje sin
nombrar a uno o a ambos de los árbitros en el plazo establecido, el Secretario General de las
Naciones Unidas procederá a realizar el nombramiento.

3. El presidente de la Comisión será elegido por los árbitros nombrados por las partes o, en caso de
que éstos no alcancen un acuerdo en el plazo de 30 días, por el Secretario General de las Naciones
Unidas, una vez consultadas las partes. El presidente no podrá ser nacional ni residente permanente
de ninguna de las partes.

4. En caso de muerte o dimisión de alguno de los árbitros, deberá nombrarse o elegirse un árbitro
substituto, siguiendo el procedimiento establecido en este artículo para el nombramiento o elección
del árbitro que debe ser reemplazado.

5. La Comisión tendrá su sede en La Haya. De forma discrecional podrá mantener audiencias y


realizar investigaciones en el territorio de cualquiera de las partes, o en cualquier otra localización
que juzguen conveniente.

6. La Comisión tendrá competencia para contratar el personal profesional, administrativo y de


oficina que considere necesario para realizar su trabajo, incluyendo el establecimiento de un
registro. Asimismo, la Comisión puede contratar a consultores y expertos para facilitar la rápida
finalización de sus trabajos.

7. La Comisión adoptará sus propias reglas de funcionamiento basadas en el Reglamento facultativo


de la Corte Permanente de Arbitraje para el arbitraje de las controversias entre dos Estados. Todas
las decisiones de la Comisión deberán ser adoptadas por mayoría de sus miembros.

8. Las reclamaciones serán presentadas a la Comisión por cada una de las partes en su propio
nombre o en nombre de sus nacionales, incluyendo tanto a personas físicas como jurídicas. Todas las
reclamaciones deberán ser presentadas a la Comisión en el plazo máximo de un año desde la entrada
en vigor de este acuerdo. A excepción de aquellas reclamaciones para las que se fije de mutuo
acuerdo otro mecanismo de resolución, con base en el parágrafo 16º, o presentadas a otro foro antes
de la entrada en vigor del presente acuerdo, la Comisión será el único foro para resolver las
reclamaciones descritas en el parágrafo 1º o las que se presenten con base en el parágrafo 9º de este
artículo, y toda reclamación que pudiera ser presentada y no lo fuera antes de la fecha límite se
considerará extinguida, de conformidad con el derecho internacional.

9. En determinados casos, ambas partes podrán presentar reclamaciones en nombre de personas de


origen etíope o eritreo que no posean su nacionalidad. Estas reclamaciones serán tenidas en
consideración por la Comisión de igual forma que las presentadas por los nacionales.

10. Al objeto de facilitar una rápida resolución de estas controversias, la Comisión está autorizada
para adoptar los métodos de gestión y de procesamiento de reclamaciones masivas que considere
oportunos, tales como procedimientos abreviados para procesar las reclamaciones así como para
controlarlas sobre la base de una muestra, sujeta a una eventual verificación posterior si las
circunstancias lo requieren.

11. A petición de cualquiera de las partes, la Comisión podrá tomar en consideración de forma
prioritaria determinadas reclamaciones o categorías de ellas.

12. La Comisión iniciará su trabajo antes de que transcurran 15 días desde su constitución, y se
esforzará para terminar su labor dentro los tres años posteriores a la fecha en la que, con base en el
parágrafo 8º, se cierre el período de presentación de reclamaciones.

13. Al tomar en consideración las reclamaciones, la Comisión aplicará las reglas de derecho
internacional pertinentes. La Comisión no tendrá el poder de adoptar decisiones ex aequo et bono.

14. Los intereses, gastos y tasas deberán ser indemnizados.

15. Los gastos de la Comisión serán asumidos por igual entre las partes. Ambas partes deberán pagar
las facturas a la Comisión dentro de los 30 días siguientes a su recepción.

16. En cualquier momento, las partes pueden acordar resolver las reclamaciones extraordinarias, de
forma individual o por categorías, a través de una negociación directa o remitiéndolas a cualquier
otro mecanismo de resolución mutuamente acordado.

17. Las decisiones y las indemnizaciones establecidas por la Comisión serán definitivas y vinculantes.
Las partes se comprometen a dar cumplimiento a todas las decisiones, así como a pagar toda
indemnización económica a su cargo con prontitud.

18. Ambas partes reconocerán a la Comisión y a sus empleados los mismos privilegios e inmunidades
reconocidos al personal diplomático por el Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas.

2.3. CANJE DE NOTAS CONSTITUTIVO DE ACUERDO ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL SOBRE


CREACIÓN DE UNA COMISIÓN ARBITRAL PARA EVALUAR LAS INDEMNIZACIONES
CORRESPONDIENTES A LOS ESPAÑOLES CUYOS BIENES FUERON CONFISCADOS EN LA
REVOLUCIÓN DE 1974, HECHO EN LISBOA EL 8 Y 9 DE OCTUBRE DE 2002

NOTA VERBAL

La Embajada de España en Lisboa saluda atentamente al Ministerio de Negocios Extranjeros de


Portugal y tiene el honor de acusar recibo a su Nota Verbal de 8 octubre de 2002 que dice lo
siguiente:

"El Ministerio de Negocios Extranjeros de Portugal saluda respetuosamente a la Embajada de España


en Lisboa y, tras la decisión adoptada por los Gobiernos portugués y español en la XVII Cumbre
hispano-portuguesa, celebrada en Sintra, los días 29 y 30 de enero de 2001, con el fin de crear una
comisión arbitral para evaluar las solicitudes de indemnización por los perjuicios resultantes de la
ocupación en Portugal de fincas urbanas en la década de los 70, formuladas por ciudadanos
españoles, tiene el honor de proponer lo siguiente:
1. Portugal y España reconocen la existencia de quince casos de pequeños propietarios urbanos
españoles afectados en este proceso y confirman su voluntad de resolver los mencionados casos con
recurso a la institución arbitral.

2. A tal efecto convienen en crear una comisión arbitral compuesta por tres árbitros. El Gobierno
portugués propondrá la designación de un árbitro portugués y el Gobierno español la de un árbitro
español. Ambos Gobiernos, por su parte, designarán al presidente de la comisión arbitral.

3. Los dos Gobiernos acuerdan sufragar, a partes iguales, los honorarios del árbitro presidente.

4. El Gobierno portugués proporcionará a la comisión arbitral los medios administrativos y


financieros necesarios para el fiel desempeño de sus funciones.

5. Antes del comienzo de la instrucción de los expedientes, la comisión arbitral determinará su


régimen de funcionamiento interno, con la siguiente información:

- criterios de actuación;

- nombre, apellidos y direcciones de las personas titulares en los 15 casos anteriormente


mencionados;

- pretensiones de cada una de ellas, junto con los documentos y medios de prueba oportunos;

- objeto y valor de la reclamación.

6. En la decisión relativa a cada uno de los expedientes que resuelva, la comisión arbitral deberá
pronunciarse sobre la existencia del derecho a indemnización y, en caso afirmativo, sobre su cuantía,
de conformidad con los criterios que previamente establezca.

7. Las decisiones definitivas de la comisión arbitral deberán recogerse en acta, que deberá contener
toda la información pertinente sobre cada uno de los casos sometidos a arbitraje; el acta será
firmada por cada uno de los árbitros, tras lo cual se considerará firme y definitiva.

8. El Gobierno portugués procederá a liquidar las indemnizaciones fijadas en el plazo de 60 días


contados a partir de la fecha de entrada en vigor del Acuerdo mediante Canje de Notas.

9. La comisión arbitral realizará un arbitraje de equidad y celebrará sus reuniones en Lisboa; sus
lenguas de trabajo serán el portugués y el español.

Si el Gobierno español da su conformidad a lo anteriormente expuesto, el Ministerio de Negocios


Extranjeros de Portugal propone que la presente Nota y la correspondiente Nota de respuesta
constituyan un Acuerdo mediante Canje de Notas, el cual entrará en vigor en la fecha de recepción de
la última Nota en la que se comunique el cumplimiento de los requisitos exigidos por las respectivas
normas constitucionales.

El Ministerio de Negocios Extranjeros de Portugal aprovecha la ocasión para presentar a la Embajada


de España en Lisboa el testimonio de su más elevada consideración."

La Embajada de España en Lisboa comunica que España está conforme con lo que antecede y, por
consiguiente, la Nota Verbal de ese Ministerio y la presente Nota de respuesta constituyen un
Acuerdo mediante Canje de Notas, el cual entrará en vigor en la fecha de recepción de la última Nota
en la que se comunique el cumplimiento de los requisitos exigidos por las respectivas normas
constitucionales.

La Embajada de España en Lisboa aprovecha esta oportunidad para reiterar al Ministerio de


Negocios Extranjeros de Portugal el testimonio de su más alta consideración.

Lisboa, 9 de octubre de 2002.

[...]

El presente Canje de Notas entró en vigor el 22 de julio de 2004, fecha de recepción de la última Nota,
cruzada entre las Partes, de comunicación de cumplimiento de los requisitos exigidos por las
respectivas normas constitucionales, según se establece en sus textos.

Lo que se hace público para conocimiento general.

Madrid, 29 de julio de 2004.-El Secretario general técnico, Ignacio Matellanes Martínez.

2.4. ASUNTO DEL RIN DE HIERRO . COMPROMISO DE ARBITRAJE. CANJE DE NOTAS ENTRE
BÉLGICA Y LOS PAÍSES BAJOS DE 22-23 DE JULIO DE 2003

Embajada del Reino de Bélgica

Alexanderverld, 97

2585 DB The Hague

22 de Julio de 2003

LT/Sr.

A.71.92/3110

La Embajada del Reino de Bélgica presenta sus saludos al Ministro de Asuntos Exteriores y, en
referencia al Acuerdo oficial resultante de las negociaciones de 11 de abril de 2003 relativas a la
conocida como línea de ferrocarril Rin de Hierro, tiene el honor de sugerir lo siguiente.

El Reino de Bélgica y el Reino de Países Bajos han acordado someter las controversias relativas a la
reactivación del Rin de Hierro a un Tribunal arbitral que ellas señalarán bajo los auspicios de la
Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, requiriendo una decisión obligatoria sobre las siguientes
cuestiones formuladas conjuntamente.

«Bélgica y Países Bajos están de acuerdo en que Bélgica tiene derecho a utilizar, restablecer, adaptar
y modernizar la parte correspondiente a la sección holandesa de la histórica ruta de Rin de Hierro,
en beneficio de todos los belgas y de otras operadoras ferroviarias que cumplan con las reglas de
acceso al mercado.

A la vista de las futuras inversiones en el Rin de Hierro las dos partes han decidido plantear las
siguientes cuestiones al Tribunal Arbitral bajo los auspicios de la Corte Permanente de Arbitraje de
La Haya:

1. ¿En qué medida la legislación holandesa y el poder para tomar decisiones con respecto al uso,
restablecimiento, adaptación y modernización de las líneas de ferrocarril en territorio holandés es
aplicable de la misma manera al uso, restablecimiento, adaptación y modernización de la histórica
ruta del Rin de Hierro en territorio holandés?

2. ¿En qué medida tiene Bélgica derecho a realizar o encargar trabajos dirigidos al uso,
restablecimiento, adaptación y modernización de la histórica ruta del Rin de Hierro en territorio
holandés y de establecer planes, especificaciones y procedimientos relativos a estas cuestiones
conforme al ordenamiento jurídico belga y con el poder de decisión a él asociado? ¿Debería
establecerse una distinción entre los requerimientos, estándares, planes, especificaciones y
procedimientos relativos a, por un lado, la funcionalidad de la infraestructura del ferrocarril en sí
misma, y por otro lado la ordenación del territorio y la integración de las infraestructuras
ferroviarias? En tal caso, ¿cuáles serían las implicaciones que ello tendría? ¿Pueden los Países Bajos
imponer unilateralmente la construcción de túneles subterráneos y en superficie, desviaciones y
similares, así como la ya propuesta asociación de estándares de construcción y seguridad?

3. A la luz de las respuestas a las preguntas anteriores, ¿en qué medida deberían los costes y riesgos
financieros asociados al uso, restablecimiento, adaptación y modernización de la histórica ruta del
Rin de Hierro en territorio holandés, ser asumidos por Bélgica o por Países Bajos? ¿Está Bélgica
obligada a financiar inversiones además de las necesarias para la funcionalidad de la histórica ruta
ferroviaria?

Se solicita que el Tribunal Arbitral ofrezca una decisión sobre la base del Derecho Internacional,
incluyendo el Derecho Europeo si es necesario, teniendo en cuenta las obligaciones de las partes
conforme al artículo 292 del TCE».

El Reino de Bélgica y el Reino de Países Bajos han acordado conjuntamente adoptar un reglamento
para el arbitraje sobre la base del «Reglamento facultativo para arbitrar controversias entre dos
Estados en la Corte Permanente de Arbitraje». Este reglamento se establecerá en un documento
adjunto.

El Reino de Bélgica y el Reino de Países Bajos han acordado ejecutar la Decisión del Tribunal Arbitral
tan pronto como sea posible, tomando una decisión sobre la ruta definitiva, y la temporalidad y
restringida reutilización de la histórica ruta.

La Embajada propone que esta nota y la nota afirmativa del Ministerio constituyan conjuntamente
un acuerdo entre el Reino de Bélgica y el Reino de los Países Bajos que se aplicará provisionalmente
desde el día de recepción de tal Nota por el Ministerio, y que entrará en vigor en primer día del
segundo mes de la fecha en la cual ambos Gobiernos se han comunicado ya sea por vía diplomática
una vez que las formalidades constitucionales relevantes han sido completadas.

La Embajada del Reino de Bélgica aprovecha esta oportunidad para volver a mostrar al Ministerio de
Asuntos Exteriores su más alta consideración.

La Haya, 22 Julio de 2003

Ministerio de Asuntos Exteriores

Post Box 20061

2500EB La Haya

2.5. COMISIÓN DE RECLAMACIONES ERITREA-ETIOPÍA. DECISIÓN Nº 1: EL MANDATO DE LA


COMISIÓN/ÁMBITO TEMPORAL DE JURISDICCIÓN

Con base en el Artículo 5 (1) del Acuerdo de 12 de diciembre de 2000 («El Acuerdo»), la Comisión
posee jurisdicción sobre «todas las reclamaciones por pérdidas, daños o lesiones realizadas por un
Gobierno contra otro, así como por los nacionales (incluyendo tanto personas físicas como jurídicas)
de una de las partes contra el Gobierno de la otra parte... que (a) se refieran al conflicto objeto del
Acuerdo Marco, las modalidades para su ejecución y el Acuerdo de cesación de hostilidades, y (b)
resulten de violaciones del derecho internacional humanitario, incluyendo la Convención de Ginebra
de 1949, u otras violaciones del derecho internacional».

A. Ausencia de jurisdicción supervisora sobre la interpretación o la aplicación del Acuerdo de


diciembre. La Comisión decide que las reclamaciones relativas a la interpretación o la ejecución del
Acuerdo no pertenecen a su ámbito de jurisdicción. Esta importante competencia jurisdiccional no
puede ser implícita. Ni el texto del artículo (5) 1 del Acuerdo, ni ninguna otra parte del Acuerdo
otorgan tales facultades de supervisión a la Comisión. Difiere de la jurisdicción del Tribunal de
Reclamaciones Irán – Estados Unidos, al que se autorizó expresamente para que resolviera las
controversias relativas a la interpretación y aplicación de la Declaración de resolución de
reclamaciones.

B. Reclamaciones surgidas durante el conflicto. La Comisión considera que el punto de referencia


para determinar el ámbito de su mandato con base en el artículo (5) 1 del Acuerdo es el conflicto
entre las partes. En el contexto general de los documentos relevantes citados en el artículo (5) 1, la
Comisión entiende por tal el conflicto armado iniciado en mayo de 1998 y formalmente concluido por
el Acuerdo de 12 de diciembre de 2000. Se presume que las reclamaciones surgidas durante este
período «se refieren» al conflicto y pertenecen al ámbito de jurisdicción de la Comisión.

C. Reclamaciones posteriores a diciembre de 2000. La Comisión ha considerado que ciertas


reclamaciones vinculadas con los sucesos posteriores al 12 de diciembre de 2000 pueden resultar
igualmente «referidas» al conflicto, si una de las partes puede demostrar que tales reclamaciones
surgieron como resultado del conflicto armado entre las partes, o que tuvieron lugar durante el
transcurso de las medidas de retirada de las fuerzas combatientes o, en todo caso, con el objeto de
poner fin al enfrentamiento militar entre las dos partes. Aquéllas pueden incluir, por ejemplo,
reclamaciones por cualquiera de las partes referidas a las alegaciones de violación del derecho
internacional perpetradas mientras las fuerzas armadas se retiraban de territorio ocupado o hacían
efectiva la retirada, de cualquier otra forma, durante el período posterior al 12 de diciembre de 2000.
Cualquier reclamación de este tipo deberá ser presentada en el período establecido por el Acuerdo.
Además, como se ha señalado en la Parte A supra, la Comisión no posee jurisdicción sobre las
reclamaciones que aleguen un incumplimiento del Acuerdo.

D. Reclamaciones previas a mayo de 1998.La Comisión considera que las reclamaciones surgidas
antes de mayo de 1988 poseen un carácter diferente y no pertenecen a su jurisdicción. Lógicamente,
estas reclamaciones no se «refieren» al conflicto en el sentido estricto indicado supra para ciertas
reclamaciones surgidas con posterioridad al 12 de diciembre de 2000, toda vez que el conflicto
armado que es el foco central para determinar la jurisdicción de la Comisión no había tenido lugar
aún. En consecuencia, la Comisión deberá examinar si existen o no otras vías para interpretar el
término «referido a», que podrían armonizarse con el significado ordinario de dicho término y el
propósito y estructura del Acuerdo de diciembre.

Tanto en sus documentos como en los argumentos orales, ambas Partes reconocen que este concepto
puede ser interpretado de manera más amplia, de modo que la jurisdicción de la Comisión abarque
las controversias más antiguas, no ya las de julio y agosto de 1997, sino tal vez remontándose varias
décadas en el tiempo. Ninguna de las Partes sugirió que la Comisión adoptara una interpretación tan
amplia. De hecho, tal interpretación no podría ser desarrollada de forma efectiva, dada la limitada
capacidad y recursos de los cinco miembros de la comisión de reclamaciones creada por el Acuerdo
de 12 de diciembre. En todo caso, los argumentos presentados para apoyar la jurisdicción sobre los
asuntos acaecidos antes de mayo de 1998, no indicaron a la Comisión ninguna vía principal de
interpretación del texto que evitara este resultado extremo, en apariencia no deseado por ninguna de
las Partes.

Además, el mandato de la Comisión basado en el artículo 5 debe construirse en armonía con la


estructura institucional general establecida por el Acuerdo. A este respecto, las Partes han dado
mandatos claros y más extensos a otras dos instituciones, con relación a asuntos que tuvieron lugar
antes del estallido del conflicto armado. Resulta complicado señalar cómo podría esta Comisión
indagar en juicios pasados relativos a sucesos previos a mayo de 1998, y hacerlo sin menoscabar el
mandato de tales instituciones.

Por ejemplo, durante los argumentos orales, se pidió con insistencia que ciertas reclamaciones
surgidas antes de mayo de 1998 se incluyeran en el ámbito de jurisdicción de la Comisión. Sin
embargo, tales disputas resultaban, en esencia, del desacuerdo de las Partes con relación a la
ubicación de su frontera. El artículo 4 del Acuerdo crea una Comisión de Fronteras neutral, y
atribuye a tal Comisión en exclusiva la responsabilidad de fijar la frontera. No sería coherente con la
estructura creada por el Acuerdo que esta Comisión intentara arbitrar una controversia cuyo núcleo
central se refiere a la correcta ubicación de la frontera.

Las Partes asignaron otras importantes responsabilidades relacionadas con los sucesos anteriores a
mayo de 1998 a otra institución más. Con base en el artículo 3 del Acuerdo, un cuerpo imparcial
independiente, nombrado por el Secretario General de la OUA, deberá llevar a cabo una
investigación «sobre los incidentes del 6 de mayo de 1998, así como sobre cualquier otro incidente
previo a esa fecha que pudiera haber contribuido al malentendido entre las partes con relación a su
frontera común, incluyendo los incidentes de julio y agosto de 1997». De nuevo, resulta complicado
establecer cómo podría ejercer la Comisión jurisdicción respecto de los sucesos más controvertidos
entre las partes, acaecidos antes del 6 de mayo de 1998, sin menoscabar el mandato del cuerpo de
investigación autorizado por el artículo 3.

Así pues y de manera expresa, las Partes han confiado a mecanismos diferentes de esta Comisión la
responsabilidad primaria para decidir los asuntos relativos a la frontera, así como para valorar el
carácter y las consecuencias de las controversias entre las Partes acaecidas antes del estallido del
conflicto armado en mayo de 1998. Por todo lo cual, la Comisión considera que no sería apropiado
interpretar las palabras del artículo 5 de forma tal que se entiendan incluidas las reclamaciones en
las que se aleguen violaciones sucedidas antes del inicio del conflicto armado en mayo de 1998, sobre
la base de que tales reclamaciones «se refieren» a dicho conflicto.

2.6. LECTURAS RECOMENDADAS

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «El arreglo arbitral de las controversias internacionales:
aspectos recientes», El arreglo pacífico de controversias internacionales , (VÁZQUEZ GÓMEZ, E. M.,
ADAM MUÑOZ. M. D., CORNAGO PRIETOautor>, N. coords.), Tirant lo Blanch, Valencia, 2013, pp.
79-98.

BADENES CASINO, M., «La Corte Permanente de Arbitraje: una institución decimonónica en el
siglo XXI», Nuevas controversias internacionales y nuevos mecanismos de solución (V. BOU FRANCH
coord.), Tirant lo Blanch, Valencia, 2005, pp. 21-66.

QUEL LÓPEZ, J., «El arbitraje internacional: consideraciones a la luz de la práctica reciente»,
Cursos de Derecho Internacional de Vitoria/Gasteiz , 1999.

– La interpretación, revisión y nulidad de las sentencias arbitrales , Servicio Editorial de la UPV,


Bilbao, 2000.

SMIT DUIJZENTKUNST, B. L., DAWKINS, S. L. R., «Arbitrary Peace? Consent management in


International Arbitration», EJIL , vol. 26, 2015, pp. 139-168.

3. EL ARREGLO JUDICIAL DE CONTROVERSIAS INTERNACIONALES

3.1. INTRODUCCIÓN

Dentro del arreglo judicial de controversias, la CIJ, principal órgano judicial de las NN UU, es el
único tribunal internacional cuya jurisdicción tiene carácter general. Su gran actividad judicial
pone de relieve el respeto de que goza en la sociedad internacional y su universalidad en lo que
atañe a los Estados que le someten controversias. Desde 1946 y hasta diciembre de 2015, la Corte
ha dictado 119 Sentencias sobre cuestiones relativas a fronteras terrestres, delimitaciones
marítimas, soberanía territorial, uso de la fuerza, derecho internacional humanitario,
intervención en asuntos internos, relaciones diplomáticas, derecho de asilo, nacionalidad, etc.,
resultando significativo que junto a las materias clásicas, la CIJ se ocupa ahora igualmente de
aspectos como las violaciones masivas de los derechos humanos incluido el genocidio o de la
gestión de recursos naturales compartidos. También ha emitido 27 Opiniones Consultivas en
temas como la admisión de Estados en las NN UU, la reparación por daños sufridos al servicio de
esta organización, el estatuto del Sudoeste africano (Namibia) y del Sáhara occidental, ciertos
gastos de NN UU, las sentencias dictadas por tribunales administrativos internacionales, la
interpretación de acuerdos de sede de organizaciones internacionales, el estatuto de un relator
especial de un órgano de NN UU, la licitud de la amenaza o el empleo de armas nucleares, las
consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en Palestina o la conformidad con el
derecho internacional de la declaración unilateral de independencia de Kosovo..

El principio del consentimiento sobre el que todavía reposa la jurisdicción internacional incide
sobre la competencia contenciosa de la CIJ en cuanto que las partes en la controversia concreta
deben expresar su consentimiento para someterla a la Corte, lo que pueden hacer a través de
varias fórmulas recogidas en su Estatuto: el compromiso, los tratados bilaterales o multilaterales
que cuentan con cláusula compromisoria, la declaración de aceptación de la jurisdicción
obligatoria de la Corte o el forum prorogatum . En su jurisprudencia, la Corte ha tenido ocasión de
precisar diversos extremos en relación con estas distintas posibilidades. Asimismo, ha aclarado
temas de procedimiento, especialmente los relacionados con incidentes procesales como son las
medidas provisionales, la intervención de terceros o los recursos frente a la Sentencia. Las
Sentencias de la CIJ son obligatorias y producen el efecto de cosa juzgada, aunque caben recursos
de interpretación y revisión.

Mediante su competencia consultiva, la Corte emite Opiniones Consultivas para responder a


consultas formuladas sobre cualquier cuestión jurídica por la Asamblea General o el Consejo de
Seguridad, y también sobre cuestiones de derecho que se planteen dentro del ámbito de las
actividades de cualquier otro órgano de NN UU o de los organismos especializados que hayan sido
autorizados al efecto por la Asamblea General. En diversos asuntos, la Corte ha concretado
aspectos relevantes en relación con el ejercicio de su competencia consultiva.

Finalmente, conviene señalar que la CIJ no es hoy el único tribunal internacional existente en
relación con el arreglo judicial de controversias, pues la Convención de las NN UU sobre el
derecho del mar ha creado, con carácter sectorial, el Tribunal Internacional del Derecho del Mar,
cuya jurisdicción depende de su aceptación expresa mediante una declaración escrita por el
Estado parte en la citada Convención.

3.2. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA FRONTERIZA (BURKINA FASO/NÍGER), SENTENCIA DE 16


DE ABRIL DE 2013

45. Sin embargo, eso no sería suficiente para que la Corte pudiera acoger tal demanda. Aún tendría
que verificarse que el objeto de la misma se vincula a la función judicial de la Corte, tal como es
definida en su Estatuto.

Como la Corte ya ha tenido ocasión de declarar en un contexto diferente, pero en términos que
tienen un alcance general:

«incluso si la Corte, una vez esté conociendo de un caso, considera que tiene jurisdicción, la Corte no
está obligada a ejercer dicha jurisdicción en todo caso. Hay limitaciones inherentes al ejercicio de la
función judicial que la Corte, como tribunal, no puede ignorar. Puede así haber incompatibilidad
entre, de un lado, los deseos de un demandante o incluso de ambas partes y, de otro, la obligación de
la Corte de mantener su carácter jurisdiccional. Es la propia Corte y no las partes quien debe velar
por la integridad de la función judicial de la Corte» ( Camerún Septentrional (Camerún v. Reino Unido),
Excepciones preliminares, Sentencia, I.C.J. Reports 1963 , p. 29).

46. Estas consideraciones son perfectamente aplicables al presente caso, a pesar de que, a diferencia
del asunto del Camerún Septentrional , la Corte tiene jurisdicción en virtud de un compromiso. Este
compromiso permite a las partes definir libremente los límites de la competencia, stricto sensu , que
tienen intención de conferir a la Corte. No se puede permitir que las partes modifiquen los límites de
la función judicial de la Corte: estos límites, en tanto definidos por el Estatuto, no están a la libre
disposición de las partes, incluso cuando medie un acuerdo entre ellas, y son obligatorios para ellas
en la misma medida que lo son para la propia Corte.

47. A la luz de lo expuesto, la Corte debe determinar si el objeto de la pretensión contenida en el


artículo 2.2 del Compromiso se vincula con la función judicial atribuida a la Corte por su Estatuto.

48. En materia contenciosa, la función de la Corte, tal como está definida en el artículo 38.1 del
Estatuto, es «decidir de acuerdo con el derecho internacional las controversias que se le sometan». En
consecuencia, las pretensiones que las partes plantean a la Corte no sólo deben estar amparadas por
una base de competencia válida, sino que además deben referirse a la función de decidir
controversias. Como la Corte ya ha indicado, igualmente en un contexto diferente del del presente
asunto:

«La Corte, como órgano jurisdiccional, tiene la función de resolver las controversias existentes entre
los Estados. Por tanto, la existencia de una controversia es la primera condición para el ejercicio de
su función judicial» ( Ensayos Nucleares (Australia c. Francia), Sentencia, I.C.J., Reports 1974, pp. 270-
271, par. 55; Ensayos Nucleares (Nueva Zelanda c. Francia), Sentencia, I.C.J. Reports 1974 , p. 476, par.
58).

49. Es a la Corte a quien corresponde determinar objetivamente si existe una controversia, sin que
las afirmaciones de las partes sean vinculantes ( ibid ., pars. 55 y 58).

50. En el presente caso, la labor de la Corte es tanto más clara, puesto que ninguna de las partes
pretende, ni ha pretendido nunca, que continuase existiendo entre ellas una controversia relativa a
la delimitación de la frontera en los dos sectores en cuestión en la fecha en que se inició el
procedimiento judicial –ni que dicha controversia surgiera posteriormente. La ausencia de
controversia es ampliamente confirmada por los documentos suministrados por las partes. El
compromiso, debidamente ratificado por las dos partes (véase el parágrafo 33 más arriba), indica de
la manera más clara que «los trabajos de la Comisión Técnica Conjunta de Demarcación...... han
permitido a las partes llegar a un acuerdo sobre los sectores [en cuestión] de la frontera». Igualmente
indica que «las dos partes aceptan como definitivos los resultados de los trabajos efectuados en
dichos sectores». Su artículo 2.2, ya citado, prevé que se solicite a la Corte que «deje constancia del
acuerdo entre la Partes» sobre el resultado del trabajo de la Comisión en relativo a estos dos sectores.
Afirmar que las partes han «alcanzado un acuerdo», o que han alcanzado una «entente», significa
necesariamente que ya no hay una controversia entre ellas en lo que se refiere al objeto de esa
«entente».

[...]

53. Poco importa desde el punto de vista de la función judicial de la Corte que la «entente» alcanzada
entre las partes haya sido incorporada ya a un instrumento jurídicamente vinculante o que no lo
haya sido todavía. Si tal instrumento ya ha entrado en vigor entre la partes, no sería tarea de la Corte
dar constancia de este hecho en la parte dispositiva de la Sentencia, puesto que tal pronunciamiento
caería fuera de su función jurisdiccional, que es dirimir controversias. Y si el instrumento legal que
recoge la «entente» no ha entrado aún en vigor, no le correspondería a la Corte sustituir a las partes:
puesto que ambas reconocen que han encontrado un terreno de acuerdo, les corresponde, si es
necesario, adoptar las medidas necesarias para que ese acuerdo entre en vigor. En este sentido, no
puede instarse una decisión judicial como un substitutivo del cumplimiento de las formalidades
necesarias para la entrada en vigor de un acuerdo entre Estados. Por lo demás, puesto que hay una
obligación de respetar tanto los acuerdos internacionales como las sentencias de la Corte, la
«autoridad de cosa juzgada» de la que se revestiría, según Burkina Faso, la delimitación efectuada en
los dos sectores afectados si la Corte estimara la demanda de este Estado no reforzaría el carácter
obligatorio de dicha delimitación.

[...]

58. En las circunstancias del presente caso, no es necesario que la Corte se pronuncie sobre tal
hipótesis. Lo que prevé el compromiso es que la Corte deje constancia de la entente alcanzada por las
partes al final de sus negociaciones, antes de que se iniciara el procedimiento judicial. Según Burkina
Faso, esta mención debería figurar en la parte dispositiva de la sentencia. Pero por las razones
expuestas más arriba, la Corte considera que tal pretensión no es compatible con su función judicial.
3.3. DECLARACIÓN DE ESPAÑA ACEPTANDO LA JURISDICCIÓN OBLIGATORIA DE LA CIJ

En fecha 29 de octubre de 1990, España depositó en la sede de las Naciones Unidas la siguiente:

DECLARACIÓN

1. Tengo el honor de declarar en nombre del Gobierno español, que el reino de España reconoce
como obligatoria ipso facto , y sin necesidad de convenio específico, la jurisdicción del Tribunal
Internacional de Justicia, conforme a lo dispuesto en el párrafo 2, del artículo 36 del Estatuto de dicho
Tribunal, respecto a cualquier otro Estado que haya aceptado la misma obligación, bajo condición de
reciprocidad, en las controversias de orden jurídico no comprendidas en los supuestos y excepciones
siguientes:

a) controversias respecto de las cuales el reino de España y la otra u otras partes hayan convenido o
convengan recurrir a un medio pacífico distinto de arreglo de la controversia.

b) controversias en las que la otra parte o partes hayan aceptado la jurisdicción obligatoria del
Tribunal únicamente en lo que concierne a la controversia de que se trate o para los fines exclusivos
de la misma.

c) controversias en las que la otra parte o partes hayan aceptado la jurisdicción obligatoria del
Tribunal con menos de doce meses de antelación a la fecha de presentación de la solicitud escrita
incoando el procedimiento correspondiente ante el tribunal.

d) controversias surgidas antes de la fecha de remisión de la presente Declaración al Secretario


General de las Naciones Unidas para su depósito, o relativas a hechos o situaciones acaecidas con
anterioridad a dicha fecha, aunque dichos hechos o situaciones puedan seguir manifestándose o
surtiendo efectos con posterioridad a la misma.

2. El reino de España podrá completar, modificar o retirar, en cualquier momento, en todo o en


parte, las reservas arriba mencionadas, así como cualesquiera otras que pudiese formular en el
futuro, mediante notificación dirigida al Secretario General de las Naciones Unidas. Estas
modificaciones tendrán efectos a partir de la fecha de su recepción por el secretario general de las
Naciones Unidas.

3. La presente declaración, que se remite para su depósito al Secretario General de las Naciones
Unidas, de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 4 del artículo 36 del Estatuto del Tribunal
Internacional de Justicia, permanecerá en vigor mientras no sea retirada por el Gobierno español o
reemplazada por otra Declaración de dicho gobierno.

La retirada de la Declaración tendrá efectos una vez transcurrido un periodo de seis meses, contados
a partir de la recepción por el Secretario General de las Naciones Unidas de la notificación
correspondiente del Gobierno español. Sin embargo, respecto a Estados que hubieran establecido un
periodo inferior a seis meses entre la notificación y la producción de efectos de la retirada de su
declaración, la retirada de la declaración española surtirá efectos una vez transcurrido dicho plazo
más breve.

3.4. CIJ ASUNTO DE LA COMPETENCIA EN MATERIA DE PESQUERÍAS (ESPAÑA C. CANADÁ).


SENTENCIA DE 4 DE DICIEMBRE DE 1998

44. La Corte recuerda que la interpretación de las declaraciones formuladas en virtud del párrafo 2
del artículo 36 del Estatuto y de las reservas que contiene tiene como fin establecer si ha sido
prestado un consentimiento mutuo a su competencia.

Corresponde a cada Estado, cuando formula su declaración, decidir los límites que asigna a su
aceptación de la jurisdicción de la Corte: «la jurisdicción no existe más que en los términos en que ha
sido aceptada» (Fosfatos de Marruecos, sentencia, 1938, CPJI, serie AIB, n.º 74, p. 23). Las condiciones o
reservas, por el hecho de su redacción, no tienen por efecto derogar una aceptación de carácter más
amplio ya dada. Sirven ante todo para determinar el alcance de la aceptación por el Estado de la
jurisdicción obligatoria de la Corte; no existe, por lo tanto, ninguna razón para atribuirles una
interpretación restrictiva. Todos los elementos de una declaración formulada en virtud del párrafo 2
del artículo 36 del Estatuto, que, tomados en conjunto, comportan la aceptación de la competencia de
la Corte por el Estado autor de la declaración, deben ser interpretados como formando un todo, al
que deben ser aplicados los mismos principios jurídicos de interpretación.

45. Esto es cierto incluso cuando, como en el presente caso, los términos pertinentes de la aceptación
por un Estado de la competencia de la Corte, así como los límites incluidos en esta aceptación,
modifican la expresión anterior de un consentimiento dado de forma más amplia. Una reserva
adicional incluida en una nueva declaración de aceptación de la jurisdicción de la Corte, que
reemplace a una declaración anterior, no debe ser interpretada como derogatoria de una aceptación
más general dada en la declaración anterior; no existe, pues, ninguna razón para interpretar tal
reserva de forma restrictiva. Así, es la declaración tal y como existe la única que constituye el
conjunto a interpretar, y las mismas reglas de interpretación deben ser aplicadas a todas sus
disposiciones, incluidas las reservas que contiene.

46. Una declaración de aceptación de la jurisdicción obligatoria de la Corte, haya sido o no provista
de límites precisos, constituye un acto unilateral que compete a la soberanía del Estado. Al mismo
tiempo, establece un vínculo consensual y abre la posibilidad de una relación jurisdiccional con los
otros Estados que hayan formulado una declaración en virtud del párrafo 2 del artículo 36 del
Estatuto. Y constituye una «oferta permanente a los otros Estados partes en el Estatuto que no hayan
remitido todavía declaración de aceptación» [Frontera terrestre y marítima entre Camerún y Nigeria
(Camerún c. Nigeria), excepciones preliminares, CIJ Recueil, 1998, par. 25]. El régimen que se aplica a la
interpretación de las declaraciones formuladas en virtud del artículo 36 del Estatuto no es idéntico al
establecido para la interpretación de los tratados por la Convención de Viena de 1969 sobre el
derecho de los tratados ibid., par. 30). En sus exposiciones, España ha declarado que «esto no significa
que las reglas jurídicas y el arte de interpretación de las declaraciones (y las reservas) no coincidan
con aquellas que rigen la interpretación de los tratados». La Corte hace notar que las disposiciones de
la Convención de Viena únicamente pueden aplicarse por analogía en la medida en que resulten
compatibles con el carácter sui generis de la aceptación unilateral de la jurisdicción de la Corte.

47. De hecho, la Corte ha precisado en sentencias anteriores las reglas a seguir para la interpretación
de las declaraciones y de las reservas en ellas contenidas. Toda declaración «debe ser interpretada tal
y como se presente, teniendo en cuenta las palabras efectivamente empleadas» (Anglo-Iranian Gil Co.,
excepción preliminar, sentencia, CIJ Recueil, 1957, p. 27). Así, las declaraciones y las reservas deben ser
consideradas como un todo. Además, «la Corte no podrá fundarse sobre una interpretación
puramente gramatical del texto. Debe buscar la interpretación que esté en armonía con la manera
natural y razonable de leer el texto» (Anglo-lranian Gil Co., excepción preliminar, sentencia, CIJ
Recueil, 1952, p. 104).

48. Por otra parte, dado que una declaración en virtud del párrafo del artículo 36 del Estado es un
acto redactado unilateralmente, la Corte no ha dejado de poner el acento sobre la intención del
Estado que deposita tal declaración. De nuevo, en el asunto de la Anglo-Iranian Gil Co., la Corte ha
juzgado que los términos restrictivos elegidos en la declaración de Irán eran «una confirmación
decisiva de la intención del Gobierno de Irán, cuando ha aceptado la jurisdicción obligatoria de la
Corte» (ibid., p. 107).

49. La Corte interpreta, pues, los términos pertinentes de una declaración, comprendiendo las
reservas que figuren en ella, de una manera natural y razonable, teniendo debidamente en cuenta la
intención del Estado concernido en la época en que éste ha aceptado la jurisdicción obligatoria de la
Corte. La intención del Estado que ha formulado una reserva puede ser deducida no solamente del
texto mismo de la cláusula pertinente, sino también del contexto en el que ésta debe ser leída y del
examen de los elementos de prueba relativos a las circunstancias de su elaboración y a los objetivos
buscados. En el asunto de la Plataforma continental del Mar Egeo, la Corte afirmó que resultaba
claramente de su jurisprudencia que para interpretar la reserva en causa,

«convenía tomar en consideración la intención del Gobierno de Grecia en la época en que éste
depositó su instrumento de adhesión al Acta General. En efecto, habida cuenta de esta jurisprudencia
la Corte ha solicitado a este gobierno que le proporcione todos los elementos de los que dispone
respecto de las explicaciones dadas en la época relativas al instrumento de adhesión.» (Plataforma
continental del Mar Egeo, sentencia, CIJ Recueil, 1978, p. 29, par. 69).

En el presente asunto, la Corte dispone de tales explicaciones bajo la forma de declaraciones


ministeriales, de debates parlamentarios, de proyectos legislativos y de comunicados de prensa
canadienses.

50. Por otra parte, cuando una declaración existente ha sido reemplazada por una nueva declaración
que contiene una reserva, como en el presente asunto, se pueden establecer también las intenciones
del gobierno interesado comparando los términos de los dos instrumentos.

51. La regla contra proferentem puede jugar cierto papel en la interpretación de las disposiciones
convencionales. Sin embargo, del análisis precedente resulta que esta regla no juega ningún papel en
este caso respecto de la interpretación de la reserva contenida en la declaración unilateral formulada
por Canadá en virtud del párrafo 2 del artículo 36 del Estatuto.

52. Las dos Partes se han referido delante de la Corte al principio del efecto útil. Este principio juega
ciertamente un papel importante en el derecho de los tratados y en la jurisprudencia de esta Corte,
sin embargo, tratándose de una reserva a una declaración formulada en virtud del párrafo 2 del
artículo 36 del Estatuto, lo exigido en primer lugar es que ésta sea interpretada de manera
compatible con el efecto buscado por el Estado autor.

53. España sostiene que en caso de duda las reservas que figuran en las declaraciones deben ser
interpretadas de manera que sean compatibles con el derecho existente y que ninguna
interpretación incompatible con el Estatuto de la Corte, la Carta de las Naciones Unidas o el Derecho
internacional general puede ser admitida. Llama la atención sobre la conclusión siguiente de la Corte
en el asunto del Derecho de paso por territorio indio, en el que la Corte debía pronunciarse sobre la
compatibilidad de una reserva con el Estatuto:

«Es una regla de interpretación que un texto que emana de un gobierno debe, en principio, ser
interpretado como produciendo y estando destinado a producir efectos conformes y no contrarios al
Derecho existente.» (Derecho de paso por territorio indio, excepciones preliminares, sentencia, CIJ
Recueil, 1957, p. 142).

España hace valer que, para conformarse a estos preceptos, hay que interpretar la expresión «las
controversias a las que podrían dar lugar las medidas de gestión y de conservación adoptadas por
Canadá para los buques que pesquen en la zona de reglamentación OPANO... y la ejecución de tales
medidas» como referida solamente a medidas que, desde el momento en que afectan a espacios del
alta mar, deben inscribirse en un marco convencional o estar dirigidas a buques apátridas.
Asimismo, hace valer que una ejecución de tales medidas en alta mar que implicase el recurso a la
fuerza contra buques que enarbolen pabellón de otros Estados no sería compatible con el Derecho
internacional y que, por igual motivo, la reserva debe recibir una interpretación distinta de la que le
atribuye Canadá.

54. La tesis de España no es compatible con el principio de interpretación según el cual una reserva
que figure en una declaración de aceptación de la jurisdicción obligatoria de la Corte debe ser
interpretada de manera natural y razonable teniendo debidamente en cuenta las intenciones del
Estado autor de la reserva y la finalidad de la reserva. En efecto, los Estados pueden formular
reservas que excluyan la competencia de la Corte por diversos motivos; puede suceder que lo hagan,
precisamente, porque la conformidad con el Derecho de su posición o de su política sea apreciada
como aleatoria. La Corte nunca ha dado a entender, en su jurisprudencia, que una interpretación que
privilegie la conformidad con el Derecho internacional de actos excluidos de la competencia de la
Corte sea la regla que se impone para la interpretación de tales reservas:

«Las declaraciones de aceptación de la jurisdicción obligatoria de la Corte son compromisos


facultativos, de carácter unilateral, que los Estados tienen entera libertad para suscribir o no. El
Estado es libre, por otra parte, sea para formular una declaración incondicional y sin límite de
duración, sea para incorporar condiciones o reservas.» [Actividades militares y paramilitares en y
contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América), competencia y admisibilidad, sentencia,
CIJ Recueil, 1984, p. 418, par. 59.]

La conclusión de la Corte en el asunto del Derecho de paso por territorio indio, que invoca España y
que trata sobre la cuestión del eventual efecto retroactivo de una reserva, no deroga este principio. El
hecho de que un Estado pueda tener dudas en cuanto a la compatibilidad de ciertos de sus actos con
el Derecho internacional no constituye una excepción al principio del consentimiento a la
jurisdicción de la Corte y a la libertad para formular reservas.

55. Existe una distinción fundamental entre la aceptación por un Estado de la jurisdicción de la Corte
y la compatibilidad de ciertos actos con el Derecho internacional. La aceptación exige el
consentimiento. La compatibilidad sólo puede ser apreciada cuando la Corte examina el fondo,
después de haber establecido su competencia y de haber oído a las dos partes hacer valer
plenamente sus argumentos en derecho.

3.5. CIJ ASUNTO DE LA CAZA DE BALLENAS EN LA ANTÁRTIDA (AUSTRALIA C. JAPÓN; NUEVA


ZELANDA (INTERVINIENTE)). SENTENCIA DE 31 DE MARZO DE 2014

31. Para fundar la competencia de la Corte, Australia invoca las declaraciones efectuadas por ambas
partes de conformidad con el artículo 36.2 del Estatuto. Los apartados pertinentes de la declaración
de Australia de 22 de marzo de 2002 dicen lo siguiente:

«El Gobierno de Australia declara que reconoce como obligatoria ipso facto y sin compromiso,
respecto de cualquier otro Estado que acepte la misma obligación, la jurisdicción de la Corte
Internacional de Justicia de conformidad con el numeral 2 del artículo 36 del Estatuto de la Corte,
hasta el momento en que se dé cuenta al Secretario General de las Naciones Unidas de la retirada de
la presente declaración. Esta declaración desplegará sus efectos de inmediato. La presente
declaración no se aplica a:

(b) cualquier controversia concerniente o relativa a la delimitación de zonas marítimas, incluido el


mar territorial, la zona económica exclusiva y la plataforma continental, o que surja, concierna o esté
relacionada con la explotación de cualquier zona controvertida o adyacente a tal zona marítima
pendiente de delimitación.»

El apartado pertinente de la declaración de Japón de 9 de julio de 2007 dice lo siguiente:

«Japón reconoce como obligatoria de pleno derecho y sin convenio especial, respecto de cualquier
otro Estado que acepte la misma obligación, la jurisdicción de la Corte respecto de todas las
controversias que surjan a partir del 15 de septiembre de 1958 en relación con situaciones o hechos
posteriores a la misma fecha y que no se hayan dirimido mediante otros medios de arreglo pacífico».

32. Japón impugna la competencia de la Corte sobre la controversia presentada por Australia en
relación a JARPA II, argumentando que se incluye en el ámbito de aplicación del apartado b) de la
declaración australiana, que invoca sobre la base de la reciprocidad. Si bien reconoce que esta
controversia no se refiere a la delimitación de zonas marítimas, y no se vincula con tal delimitación,
Japón entiende que es una controversia «que surja, concierna o esté relacionada con la explotación
de cualquier zona controvertida o adyacente a tal zona marítima pendiente de delimitación».

Según Japón, la segunda parte de la reserva australiana, introducida por la segunda conjunción «o»,
es distinta de la primera, de suerte que la reserva se aplica tanto a las controversias sobre la
delimitación como a otra clase de controversias que impliquen la explotación de zonas marinas
pendientes de delimitación o de zonas adyacentes a éstas. Japón añade que esta interpretación es
conforme a la intención de Australia en el momento en que hizo la declaración. En cuanto a la
expresión «pendiente de delimitación», solamente describe un momento temporal, y no el objeto de
la controversia excluida de la jurisdicción de la Corte. Japón pretende que la presente controversia
“se relaciona con la explotación” de una zona marítima reclamada por Australia o de una zona
adyacente a la misma. Japón argumenta que éste sería el caso a la luz de la caracterización que
Australia ha hecho de JARPA II como programa para la explotación comercial de ballenas, así como
según la caracterización que el propio Japón hace de JARPA II como programa de investigación
científica, dado que la investigación desarrollada por JARPA II es «un elemento de un proceso
conducente a la explotación».

33. Japón afirma además que la controversia entre las partes está relacionada con una zona objeto de
una controversia, en el sentido de la reserva, puesto que

«JARPA II [se] desarrolla en espacios marítimos o en la proximidad de espacios marítimos que, según
Australia, forman parte de la zona económica exclusiva (ZEE) a la que le daría derecho su pretendida
soberanía sobre una gran parte del continente antártico».

Considera que estas zonas marítimas son litigiosas puesto que él no reconoce la reivindicación
australiana y considera que dichas áreas forman parte del alta mar. Concediendo que el ámbito de
JARPA II y que las áreas del Océano Antártico reclamadas por Australia no se superponen de manera
exacta, Japón juzga sin embargo que esto es irrelevante porque la reserva australiana también
incluye las aguas que son «adyacentes» al área objeto de la controversia, siendo este adjetivo
entendido de manera extensa por Australia.

34. Australia rechaza esta interpretación hecha por Japón, manteniendo que su reserva

«sólo opera en relación a controversias que [la] opongan a otro país a propósito de reclamaciones
marítimas concurrentes – dicho de otra forma, en una situación en la cual hay una cuestión de
delimitación. Ninguna [cuestión de este tipo] la enfrenta con Japón y, por tanto, la reserva del
apartado (b) no es aplicable».

Añade que “[e]n particular, la reserva no se aplica a una controversia relativa a la validez o falta de
validez del programa japonés JARPA II respecto a la convención de 1946, controversia sin vínculo
alguno con cualquier situación de delimitación”.

Según Australia, la intención subyacente a la reserva era dar cauce a su convicción de que “las
reclamaciones marítimas concurrentes debían resolverse preferentemente mediante la negociación”,
teniendo presente, en la época de su declaración, la complejidad de las delimitaciones marítimas que
estaban en marcha entre ella y Nueva Zelanda o Timor-Leste. Es pues en este contexto como debe,
según ella, interpretarse el tenor de la reserva. Así, el objeto de la segunda parte de esta reserva sería

«precisar que [ésta] abarca no solamente las controversias relativas a la delimitación de espacios
marítimos propiamente dichos, sino también las controversias conexas relativas a la explotación de
los recursos que puedan surgir entre Estados con reivindicaciones marítimas concurrentes, a la
espera de una delimitación».

Australia también rechaza el punto de vista de Japón según el cual la controversia relativa a JARPA II
se centra en la "explotación" en el sentido que esta noción tiene en su reserva, la cual, según ella, se
refiere a "la explotación de recursos susceptible de ser incluida en un acuerdo de delimitación y no
cualquier explotación sin relación alguna con esta cuestión de delimitación, que pueda tener lugar en
el área geográfica en cuestión".

35. Australia añade que el área geográfica donde se desarrolla JARPA II, que en cualquier caso va
más allá de las zonas marítimas que reivindica, no puede determinar la competencia de la Corte para
conocer de una controversia respecto de un tratado que no afecta al estatuto de las aguas en las que
tienen lugar esas actividades. Según Australia "[l]a presente controversia relativa a la conformidad
de JARPA II con la convención sobre la caza de la ballena existe ya sea que Australia reivindique o no
espacios marítimos próximos a la Antártida e independientemente de cualquier delimitación con
Estados que reivindiquen espacios adyacentes". Australia subraya que la palabra "delimitación", en
el contexto marítimo, tiene un significado específico, y designa únicamente el hecho de "fijar
fronteras entre Estados vecinos, ya estén sus costas adyacentes o frente a frente".

36. La Corte recuerda que, cuando interpreta una declaración de aceptación de su jurisdicción
obligatoria, "debe buscar la interpretación que esté en armonía con el sentido natural y razonable
del texto, prestando la debida atención a la intención" del Estado que la formula ( Anglo-Iranian Oil
Co. (Reino Unido c. Irán), Excepciones preliminares, Sentencia, ICJ Reports, 1952, p. 104). La Corte puso
de manifiesto en el asunto de Competencia en materia de pesquerías que "no había dejado de poner el
acento sobre la intención del Estado que deposita semejante declaración" ( Competencia en materia de
pesquerías (España c. Canadá), competencia de la Corte, Sentencia, ICJ Reports 1998, p. 454, par. 48). La
Corte fue más lejos al observar que

"[l]a intención del Estado que ha formulado una reserva puede ser deducida no solamente del texto
mismo de la cláusula pertinennte, sino también del contexto en el que ésta debe ser leída y del
examen de los elementos de prueba relativos a las circunstancias de su elaboración y a los objetivos
buscados" ( ibid., p. 454, para. 49).

37. La reserva contenida en el apartado b) de la declaración de Australia (véase el párrafo 31 más


arriba) se refiere a las controversias relativas a "la delimitación de zonas marítimas" o a las
controversias "derivada de la explotación de cualquier zona objeto de una controversia adyacente a
tales zonas marítimas pendiente de delimitación o formando parte de la misma, relativa a tal
explotación o relacionada con ella". El tenor literal de la segunda parte de la reserva está
íntimamente ligado al de la primera parte. La reserva debe ser leída como una unidad: las
controversias a las que se refiere deben afectar bien a la delimitación marítima en un área donde
concurran varias reclamaciones o bien a la explotación de tal área o de un área adyacente a la
misma. La existencia de una controversia concerniente a la delimitación marítima entre las partes es
necesaria tanto en los términos de la primera como de la segunda parte de la reserva.

38. El sentido que se deduce del texto de la reserva se confirma por la intención expresada por
Australia cuando hizo su declaración de aceptación de la jurisdicción obligatoria de la Corte. Según
un comunicado de prensa emitido por el Ministro de Justicia y el Ministro de Asuntos Exteriores el 25
de marzo de 2002, la reserva excluía "las controversias concernientes a la delimitación de una
frontera marítima o relativas a la explotación de una zona en litigio o adyacente a una zona en
litigio". Así se desprende igualmente del documento denominado "National Interest Analysis"
(análisis del interés nacional) presentado al Parlamento por el Ministro de Justicia el 18 junio 2002,
en cuyos términos la reserva se refiere a las "controversias en materia de delimitación marítima".
Por tanto, la reserva tiene como finalidad abarcar, además de las controversias relativas a la
delimitación de zonas marítimas, aquellas otras relativas a la explotación de una zona marítima
objeto de tal controversia o de una zona marítima adyacente a la misma. Ello implica claramente que
debe existir una controversia en materia de delimitación entre las partes en presencia respecto a las
zonas marítimas implicadas.

39. Ambas partes reconocen que ninguna delimitación marítima está en cuestión en la controversia
planteada ante la Corte. La cuestión que resta por dilucidar es si JARPA II implica la explotación de
los recursos de un área que forme parte de una controversia relativa a la delimitación o de un área
adyacente a ésta.

Parte de la caza de ballenas incluida en JARPA II tiene lugar en la zona marítima reivindicada por
Australia en relación con el Territorio antártico australiano sobre el que ésta hace valer derechos o
en una zona adyacente. Aún más, la captura de ballenas, especialmente cuando se hace en un
número elevado, puede ser considerada como una forma de explotación de una zona marítima,
incluso si esto ocurre en el marco de un programa desarrollado con fines de investigación científica.
Sin embargo, aunque Japón ha impugnado las reivindicaciones de Australia respecto a los espacios
marítimos generados por el Territorio antártico australiano sobre el que ésta invoca derechos, no ha
pretendido ostentar derechos soberanos. Así pues, del hecho de que Japón impugne estas
reivindicaciones, no se deriva que la delimitación de los espacios marítimos en cuestión sea objeto de
una controversia entre las Partes. Como la Corte declaró en el caso de la Controversia territorial y
marítima, "la labor de delimitación consiste en resolver reclamaciones concurrentes mediante el
trazado de una línea que separa las áreas afectadas" ( Controversia territorial y marítima (Nicaragua
c. Colombia), Sentencia, ICJ Reports 2012 (II), pp. 674-675, par. 141). No hay reclamaciones
concurrentes de las partes en el presente procedimiento judicial que hagan aplicable el apartado b)
de la reserva.
40. A mayor abundamiento, importa destacar que Australia alega que Japón ha violado ciertas
obligaciones que le impone la convención; no afirma que JARPA II es ilegal por el hecho de que las
actividades de caza previstas en el marco de este programa se desarrollen en las zonas marítimas
sobre las que reivindica derechos soberanos o en áreas adyacentes a éstas. La naturaleza y la
extensión de las zonas marítimas objeto de una reivindicación no son por tanto pertinentes a los
fines de la presente controversia, que se refiere a la cuestión de saber si las actividades de Japón son
o no compatibles con las obligaciones que le incumben a tenor de la convención.

41. La Corte, por tanto, concluye que la excepción de incompetencia de Japón no puede ser admitida.

3.6. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES ARMADAS EN EL TERRITORIO DEL CONGO (REPÚBLICA
DEMOCRÁTICA DEL CONGO C. RUANDA) (NUEVA DEMANDA 2002). SENTENCIA DE 3 DE FEBRERO
DE 2006

18. La Corte llama la atención sobre el hecho de que, tanto en su contramemoria como en la vista
oral, la República Democrática del Congo trató de sustentar la competencia de la Corte sobre dos
causas adicionales: respectivamente, la doctrina del forum prorogatum y el auto de la Corte de 10 de
julio de 2002 sobre las medidas provisionales solicitadas por la República Democrática del Congo. La
Corte examinará a continuación estas dos alegaciones sobre su competencia alegada por la República
Democrática del Congo para examinar después las cláusulas compromisorias que también invoca.

De acuerdo con la jurisprudencia consolidada, la Corte examinará la cuestión de la admisibilidad de


la demanda de la República Democrática del Congo, y sólo si tiene competencia conocerá de la
misma.

19. La República Democrática del Congo argumenta, en primer lugar, que la voluntad de un Estado
para someter un asunto a la Corte puede colegirse no sólo de una declaración expresa sino de un acto
conclusivo, como puede ser la conducta del Estado una vez la Corte ha admitido el asunto a trámite.
En concreto se invoca, que «las actuaciones procesales de la demandada indican que ha aceptado la
jurisdicción de la Corte». Al respecto la República Democrática del Congo alega que Ruanda «ha
satisfecho todos los actos procesales ordenados por la Corte», que ha «participado de manera plena y
correcta en cada uno de los diferentes procedimientos de este caso, sin que lo haya hecho por medio
de terceros o haya decidido no comparecer», y que «no ha rehusado comparecer ante la Corte o
someterle pretensiones procesales».

20. Por su parte, Ruanda opone que los argumentos de la República Democrática del Congo carecen
de fundamento, pues en este caso no ha habido «aceptación voluntaria y concluyente de la
jurisdicción de la Corte». Ruanda recalca que, por el contrario, ha reiterado de manera sistemática
que la Corte no tiene jurisdicción y sólo ha comparecido para promover esta excepción. Incluso
Ruanda que «si se admitiera el argumento de la República Democrática del Congo no habría manera
de que un Estado compareciera ante la Corte con el mero objeto de negar su jurisdicción, sin que al
mismo tiempo este acto se interpretara como un reconocimiento de la misma», y por lo tanto «la
única vía... para que un Estado negase la jurisdicción de la Corte sería la rebeldía». Ruanda opone
que este argumento entra en contradicción con el Estatuto de la Corte, su Reglamento y su
Jurisprudencia.

21. La Corte invoca su jurisprudencia, así como la de su predecesor, la Corte Permanente de Justicia
Internacional, relativa a la forma en que las partes puede manifestar su consentimiento a la
jurisdicción de la Corte. Conforme a dicha jurisprudencia, «ni el Estatuto ni el Reglamento requieren
que dicho consentimiento se preste de una forma concreta», así como que «nada impide que la
aceptación de la jurisdicción... se haga mediante dos actos separados y sucesivos, en vez de
previamente y de una sola vez mediante un acuerdo» [ Asunto del Estrecho de Corfú (Reino Unido c.
Albania) Excepciones preliminares, Sentencia, ICJ Reports, 1947-1948, pp. 27-28; véase también
Derechos de las minorías de la Alta Silesia (Escuelas para minorías), Sentencia nº 12, 1928, PCIJ Series
A, nº 15, p. 23)]. La actitud del Estado que responde a la demanda, sin embargo, debe poder ser
apreciada «de manera inequívoca» como expresión de su deseo de aceptar la jurisdicción de la Corte
de manera «voluntaria e incuestionable» ( Asunto del Estrecho de Corfú [Reino Unido c. Albania]
Excepciones preliminares, Sentencia, ICJ Reports, 1947-1948 [...]).

24. En el presente caso la Corte se ceñirá a confirmar que Ruanda se ha limitado a negar la
jurisdicción de la Corte de manera expresa y reiterada en cada momento procesal del asunto [...] La
actitud de Ruanda ante la Corte no puede ser considerada «una manifestación inequívoca» de su
deseo de aceptar la jurisdicción de la Corte de manera «voluntaria e inequívoca». El hecho de que la
República Democrática del Congo haya indicado que Ruanda ha «participado de manera plena y
correcta en cada uno de los diferentes procedimientos de este caso, sin que lo haya hecho por medio
de terceros o haya decidido no comparecer», y que «no ha rehusado comparecer ante la Corte o
someterle pretensiones procesales», no se puede interpretar como una forma de consentir a la
jurisdicción de la Corte sobre el fondo, en la medida en que dicha participación tenía por objeto
cuestionar dicha jurisdicción [Sentencia Anglo-Iranian Oil Co. (Reino Unido c. Irán), Excepciones
preliminares, ICJ Reports 1952, pp.113-114].

3.7. CIJ ASUNTO RELATIVO A CIERTAS CUESTIONES SOBRE LA ASISTENCIA MUTUA EN MATERIA
PENAL (YIBUTI C. FRANCIA). SENTENCIA DE 4 DE JUNIO DE 2008

(b) Forum prorogatum como fundamento de la jurisdicción de la Corte.

60. La jurisdicción de la Corte se basa en el consentimiento de los Estados a la misma. Sin embargo, ni
el Estatuto ni el Reglamento de la Corte exigen que dicho consentimiento revista una forma concreta
[ Estrecho de Corfú (Reino Unido c. Albania), excepciones preliminares, ICJ Reports, 1947-1948, p. 27]. El
Estatuto no menciona expresamente los medios mediante los cuales los Estados pueden prestar su
consentimiento a la jurisdicción de la Corte. Así pues, de acuerdo con el artículo 36, párrafo 1, del
Estatuto, dicho consentimiento puede provenir de un acuerdo explícito de las partes, pudiendo
constatarse mediante diferentes medios. Aún más, los Estados pueden reconocer la jurisdicción de la
Corte mediante las declaraciones el artículo 36.2 del Estatuto.

61. La Corte ha interpretado el artículo 36.1 del Estatuto en el sentido de permitir deducir el
consentimiento del Estado de determinados actos, aceptando por tanto la posibilidad del forum
prorogatum. Esta modalidad se puede dar cuando el Estado demandado ha actuado ante la Corte o en
relación con la otra parte de una manera tal que ha aceptado la jurisdicción de la Corte [ derechos de
las minorías en la Alta Silesia (escuelas para minorías), Sentencia nº 12, 1928, PCIJ, Series A, nº 15, p.
24].

62. El consentimiento permitiendo la jurisdicción de la Corte debe ser claro. Así es, ni más ni menos,
para los casos de jurisdicción basada en el forum prorogatum. Como ha puesto de manifiesto la Corte
recientemente, cualquiera que sea el fundamento de la jurisdicción, la actitud del Estado demandado
debe ser considerada «una manifestación inequívoca» del deseo de este Estado de aceptar la
jurisdicción de la Corte de una «manera voluntaria e incontrovertida» [ Actividades armadas en el
territorio del Congo (Nueva demanda: 2002) (República Democrática del Congo c. Ruanda), jurisdicción
y admisibilidad, ICJ Reports, 2006, p. 18] [...] Para que la Corte pueda tener jurisdicción sobre la base
del forum prorogatum , el elemento consensual debe ser explícito o bien deducirse de la conducta del
Estado [ Anglo-Iranian Oil Co. (Reino Unido v. Irán), excepciones preliminares, ICJ Reports, 1952, pp.
113-114; véase también Oro monetario tomado en 1943 (Italia c. Francia, Reino Unido y Estados Unidos
de América) ICJ Reports, 1954, p. 30].

63. La Corte hace notar también que es la primera vez que debe decidir sobre el fondo de un asunto
sobre la base del artículo 38.5 del Reglamento de la Corte. Esta previsión se introdujo en el
Reglamento en 1978. El fin de esta modificación era permitir a un Estado iniciar un proceso ante la
Corte a la espera del consentimiento de otro Estado, dejando sentadas sus pretensiones así como
invitando al otro Estado a admitir la jurisdicción de la Corte, sin perjuicio alguno para la
administración de justicia. Antes de esta modificación la Corte trataba estas demandas como
cualesquiera otras: la Secretaría evacuaría las correspondientes notificaciones y el «caso» se
inscribiría en la lista. Sólo podía excluirse de la lista si el Estado demandado expresamente
contestaba la jurisdicción de la Corte. La Corte estaba obligada, por tanto, a incluir en la lista «casos»
para los que evidentemente no tenía jurisdicción y en los que, por ende, no podía tomarse ninguna
acción posterior; por lo que subsiguientemente debía dictar autos excluyendo dichos «casos» de la
lista [véase trato en Hungría de un avión norteamericano y su tripulación (Estados Unidos de América
v. Hungría), auto de 12 de julio de 1954, ICJ Reports 1954, p. 99) trato en Hungría de un avión
norteamericano y su tripulación (Estados Unidos de América c. Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas), auto de 12 de junio de 1954, ICJ Reports 1954 , p. 103; Incidente aéreo del 10 de marzo de
1953 (Estados Unidos de América c. Checoslovaquia), auto de 14 de marzo de 1956, ICJ Reports 1956 , p.
6; asunto Antártida (Reino Unido c. Argentina), auto de 16 de marzo de 1956, ICJ Reports 1956 , p. 12;
Antártida (Reino Unido c . Chile), auto de 16 marzo de 1956, ICJ Reports 1956 , p. 15; Incidente aéreo de
17 de octubre de 1952 (Estados Unidos de América c. Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), auto
de 14 marzo 1956, ICJ Reports 1956 , p. 9; Incidente aéreo del 4 de septiembre de 1954 (Estados Unidos
de América c. Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), auto de 9 diciembre de1958, ICJ Reports 1958
, p. 158; Incidente aéreo de 7 de noviembre de 1954 (Estados Unidos de América c. Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas), auto de 7 de octubre de 1959, ICJ Reports 1959 , p. 276]. El artículo 38.5 prevé en
la actualidad, en primer lugar, que no se realiza la inclusión en la lista a no ser y hasta que el Estado
demandado consienta a la jurisdicción de la Corte; en segundo lugar, que no se realiza ninguna
acción salvo notificar la demanda. El Estado que es preguntado de esta manera sobre la jurisdicción
de la Corte puede responder como estime conveniente. Si consiente a la jurisdicción de la Corte, le
corresponde determinar a qué aspectos se ciñe la competencia de la Corte. La naturaleza diferida y
ad hoc del consentimiento del Estado demandado, tal y como se recoge en el artículo 38.5 del
Reglamento, permite identificar el consentimiento del Estado demandado y es una de las vías de
prueba del forum prorogatum.

64. El artículo 38.5 del Reglamento debe leerse e interpretarse a la luz del apartado 2 del mismo
artículo que dice así: «La demanda especificará en la medida de lo posible los fundamentos de la
jurisdicción de la Corte; determinará igualmente la naturaleza de la demanda, junto con una
exposición sucinta de los hechos y derechos sobre los que se basa el documento». La expresión «en la
medida de lo posible» empleada en esta provisión proviene del Reglamento de procedimiento de la
Corte Permanente de Justicia Internacional en 1936, precisamente para permitir que la Corte
ejerciera su jurisdicción sobre la base del forum prorogatum [...] Esta expresión se reiteró en el
Reglamento de la Corte Internacional de Justicia de 1946 y ha permanecido así desde entonces.
Obviamente, la jurisdicción de la Corte puede sostenerse sobre la base del forum prorogatum a través
de diversos mecanismos que no encajan en el artículo 38.5. La Corte se permite añadir que, mientras
previamente podían generarse dudas, con la revisión de 1978, el tenor literal del artículo 38.2 excluye
la posibilidad de que la expresión «en la medida de lo posible» se aplique a «la naturaleza de la
demanda» y a «una exposición sucinta de los hechos y derechos sobre los que se basa el documento».
Aplicar así esta locución no sería compatible con el ánimo original de la modificación en 1936.
Ningún Estado puede dirigirse a la Corte sin indicar el Estado contra el que actúa y el objeto del
asunto, así como la naturaleza de la demanda y los hechos y derechos sobre los que la basa.

3.8. CIJ ASUNTO LAGRAND (ALEMANIA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA). SENTENCIA DE 27 DE


JUNIO DE 2001

92. La Corte considerará ahora el tercer argumento sometido por Alemania, en el que solicita a la
Corte que declare:

«que los Estados Unidos, evitando adoptar todas las medidas a su disposición para asegurar que
Walter LaGrand no fuese ejecutado estando pendiente la decisión final de la Corte de Justicia sobre el
asunto, violó su obligación internacional de cumplir con el Auto sobre Medidas Provisionales dictada
por la Corte el 3 de marzo de 1999, y se abstuvo de cualquier otra acción que pudiese interferir con la
materia objeto de controversia mientras el proceso judicial estuviese pendiente».

93. En su Memoria, Alemania sostenía que «las medidas provisionales señaladas por la Corte
Internacional de Justicia eran obligatorias en virtud del derecho de la Carta de las Naciones Unidas y
del Estatuto de la Corte». En apoyo de esta posición, Alemania desarrolló un número de argumentos
en los que se retiró al «principio de efectividad», a los «requisitos procesales» para la adopción de
medidas provisionales, a la naturaleza obligatoria de las medidas provisionales como una
«consecuencia necesaria de la obligatoriedad de la decisión final», al «artículo 94 (1), de la Carta de
las Naciones Unidas», al «artículo 41 (J), del Estatuto de la Corte» y a la «práctica de la Corte».

[...]

96. Los Estados Unidos... mantiene sin embargo que aquellas órdenes no pueden tener tales efectos y,
en apoyo de tal posición, desarrolla argumentos relativos al «lenguaje y a la historia del artículo 41
(1) del Estatuto del Tribunal y el artículo 94 de la Carta de las Naciones Unidas», «la práctica de la
Corte y de los Estados según tales preceptos», y el «peso de los comentarios de los publicistas»,

[...]

98. Ni la Corte Permanente de Justicia Internacional, ni la actual Corte hasta la fecha, han
considerado el tema de los efectos legales de las órdenes dictadas conforme al artículo 41 del
Estatuto. Como el tercer argumento esgrimido por Alemania se refiere expresamente a la obligación
internacional «de cumplir con la Orden sobre Medidas Provisionales dictada por la Corte el 3 de
marzo de 1999» y como los Estados Unidos discuten la existencia de tal obligación, la Corte está
llamada ahora a regular expresamente tal cuestión.

[...]

102. El objeto y el propósito del Estatuto es permitir a la Corte cumplir con sus obligaciones previstas
en aquél, y en particular, la función básica de arreglo judicial de controversias internacionales por
medio de decisiones obligatorias conforme al artículo 59 del Estatuto. El contexto en el que el artículo
41 tiene que ser examinado dentro del Estatuto es evitar que la Corte sea obstaculizado en el ejercicio
de sus funciones porque los respectivos derechos de las partes en una controversia ante la Corte no
son preservados. Del objeto y propósito del Estatuto se deduce, así como de los términos del artículo
41 cuando se lee en su contexto, que el poder para dictar medidas provisionales implica que tales
medidas serían obligatorias, puesto que el poder en cuestión está basado en la necesidad, cuando
tales circunstancias llamen a ello, para salvaguardar, y evitar perjudicar los derechos de las partes
resueltos en la sentencia final de la Corte. La pretensión de que las medidas provisionales dictadas
conforme al artículo 41 no fuesen obligatorias sería contrario al objeto y propósito de aquel artículo.

3.9. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA LICITUD DEL USO DE LA FUERZA (YUGOSLAVIA C. ESPAÑA),
MEDIDAS PROVISIONALES. AUTO DE 2 DE JUNIO DE 1999

7. Considerando que, según su demanda en indicación de medidas provisionales, Yugoslavia precisa


que:

«Si no se adoptan las medidas solicitadas, habrá nuevas pérdidas de vidas humanas, nuevos
perjuicios a la integridad física y mental de la población de la República Federal de Yugoslavia, más
destrucciones de blancos civiles, una fuerte contaminación del medio ambiente y la prosecución de
la destrucción física de la población de Yugoslavia;»

y considerando que, aun reservándose el derecho a modificar y completar su demanda, ruega a la


Corte que indique la medida siguiente:

«El Reino de España debe cesar inmediatamente de recurrir al uso de la fuerza y debe abstenerse de
todo acto que constituya una amenaza de recurso o un recurso al uso de la fuerza contra la República
Federal de Yugoslavia;»

[...]

19. Considerando que, en virtud de su Estatuto, la Corte no tiene automáticamente competencia para
conocer de las controversias jurídicas entre los Estados partes en el mencionado Estatuto o entre los
otros Estados que han sido admitidos a promover acciones ante ella; que la Corte ha declarado en
numerosas ocasiones que «uno de los principios fundamentales de su Estatuto es que no se puede
resolver una controversia entre Estados sin que éstos hayan aceptado su jurisdicción» (Timor
Oriental, sentencia, CIJ Recueil, 1995 p. 101, par. 26); y que la Corte no puede por tanto ejercer su
competencia respecto a Estados partes en una controversia salvo si estos últimos tienen no sólo
acceso a la Corte, sino que han aceptado además su competencia, ya sea de forma general o para la
controversia particular de que se trate;

20. Considerando que, en presencia de una demanda en indicación de medidas provisionales, no es


necesario en absoluto para la Corte, antes de decidir si indica o no tales medidas, asegurarse de
manera definitiva que tiene competencia en cuanto al fondo del asunto, pero que sólo puede indicar
tales medidas si las disposiciones invocadas por el demandante parecen constituir prima facie una
base sobre la cual pudiese fundarse la competencia de la Corte;

21. Considerando que Yugoslavia, en su demanda, pretende en primer lugar fundar la competencia
de la Corte en el párrafo 2 del artículo 36 del Estatuto; que cada una de las dos Partes ha hecho una
declaración reconociendo la jurisdicción obligatoria de la Corte en virtud de tal disposición; que la
declaración de Yugoslavia fue depositada ante el Secretario General de la Organización de Naciones
Unidas el 4 de abril de 1999, y la de España el 29 de octubre de 1990;

[...]

23. Considerando que España hace valer que la competencia de la Corte no podrá fundarse en el
párrafo 2 del artículo 36 del Estatuto de la Corte en este caso, en consideración de las reservas que
contiene su declaración; que recuerda en particular que de acuerdo con los términos del punto del
párrafo 1 de esta declaración, no reconoce la competencia de la Corte en lo que se refiere a

«c) las controversias en las que la otra parte o las otras partes en cuestión hayan aceptado la
jurisdicción de la Corte menos de doce meses antes de la fecha de la presentación de la demanda
escrita que introduce la instancia ante la Corte;»

que expone que «esta limitación tiene un carácter temporal bien concreto y no equívoco y no debería
ser objeto de interpretación ni de duda» y que «la intención de España al formular su declaración no
podría ser más clara»; y que hace observar que manifiestamente no han transcurrido doce meses
entre la fecha en que Yugoslavia ha aceptado la jurisdicción de la Corte y la del depósito de su
instancia;

24. Considerando que Yugoslavia no ha presentado ningún argumento al respecto;

25. Considerando que, Yugoslavia, habiendo depositado su declaración de aceptación de la


jurisdicción obligatoria de la Corte ante el Secretario General el 26 de abril 1999, y habiendo
sometido su demanda introductoria de la causa ante la Corte el 29 de abril de 1999, no existe duda
alguna de que las condiciones de exclusión de la jurisdicción de la Corte especificadas en el punto c)
del párrafo 1 de la declaración de España se cumplen en el caso; considerando que, como la Corte
recordó en su sentencia de 4 de diciembre de 1998 en el asunto de la Competencia en materia de
pesquerías (España c. Canadá),

«Corresponde a cada Estado cuando formula su declaración, decidir los límites que asigna a su
aceptación de la jurisdicción de la Corte: la jurisdicción no existe más que en los términos en que
haya sido aceptada» (Fosfatos de Marruecos, sentencia 1938, CPJI, serie A/B, n.º 74, p. 23);

Y que, como ha señalado en su sentencia de 11 de junio de 1998 en el asunto de la Frontera terrestre y


marítima entre Camerún y Nigeria (Camerún c. Nigeria), «desde 1952, juzgó en el asunto de la Anglo-
Iranian Gil Co. que «la competencia es conferida a la Corte solamente en la medida en que [las
declaraciones formuladas] coinciden en conferírsela» (CJJ Recueil, 1952, p. 103)» (CJJ Recueil, 1998, p.
298, párr. 43); y considerando que las declaraciones hechas por las Partes de conformidad con el
párrafo 2 del artículo 36 del Estatuto no podrían manifiestamente constituir base de competencia en
el presente asunto, ni siquiera prima facie;

[...],

29. Considerando que Yugoslavia, en su demanda, pretende en segundo lugar, fundar la competencia
de la Corte en el artículo IX de la Convención sobre el genocidio, en cuyos términos:
«Las controversias entre las Partes contratantes relativas a la interpretación, a la aplicación o a la
ejecución de la presente convención, comprendiendo aquellas relativas a la responsabilidad de un
Estado en materia de genocidio o de cualquier otro de los hechos enumerados en el artículo III, serán
sometidos ante la Corte Internacional de Justicia, a instancia de una parte en la controversia»;

que no se pone en duda que tanto Yugoslavia como España son partes en la convención sobre el
genocidio; pero el instrumento de adhesión de España a la convención, depositado ante el Secretario
general el 13 de septiembre de 1968 incluye una reserva «que afecta a la totalidad del artículo IX;»

30. Considerando que España sostiene que esta reserva, no habiendo dado lugar a objeción por parte
de Yugoslavia, el artículo IX de la convención sobre el genocidio «no es aplicable a las relaciones
mutuas entre España y... Yugoslavia» y que el mencionado artículo no puede, por tanto, fundar la
competencia de la Corte en el caso, ni siquiera prima facie; y considerando que España hace valer
además que la controversia presentada ante la Corte por Yugoslavia no está «... comprendida en el
ámbito de aplicación de la convención»;

31. Considerando que Yugoslavia ha contestado la interpretación dada por España a la convención
sobre el genocidio, pero no ha presentado ninguna argumentación en relación con la reserva de
España al artículo IX de la convención;

32. Considerando que la Convención sobre el genocidio no prohíbe las reservas; que Yugoslavia no
formuló objeción a la reserva hecha por España al artículo IX; y que esta reserva tuvo como efecto
excluir este artículo de las disposiciones de la convención en vigor entre las Partes;

33. Considerando que el artículo IX de la Convención sobre el genocidio no podría, en consecuencia,


fundar la competencia de la Corte para conocer de una controversia entre Yugoslavia y España que
entrara en sus previsiones; y que esta disposición manifiestamente no constituye base de
competencia en el presente asunto, ni siquiera prima facie;

34. Considerando que España además precisa que «no acepta la competencia de la Corte según los
términos del párrafo 5 del artículo 38 del Reglamento»; que esta disposición está así redactada:

«Cuando el demandante pretenda fundar la competencia de la Corte sobre un consentimiento no


dado o manifestado todavía por el Estado contra el que se formula la demanda, la demanda se
transmite a este Estado. No obstante, no se inscribirá en el registro general de la Corte y no se
efectuará ningún acto de procedimiento en tanto que el Estado contra el que se formula la demanda
no haya aceptado la competencia de la Corte a los fines del asunto;»

y que resulta manifiesto que, en ausencia de consentimiento de España dado de conformidad con el
párrafo 5 del artículo 38 del Reglamento, la Corte no podría tener competencia en el presente asunto,
ni siquiera prima facie;

35. Considerando que se deduce de lo anterior que la Corte manifiestamente no tiene competencia
para conocer de la demanda de Yugoslavia; que no podría por tanto indicar medida provisional
alguna al efecto de proteger los derechos que son invocados en la misma; y que, en un sistema de
jurisdicción consensual, mantener en el registro general un asunto sobre el que resulta cierto que la
Corte no podrá pronunciarse sobre el fondo no correspondería ciertamente a una buena
administración de justicia.

[...]

40. Por estos motivos,

La Corte,

1) Por catorce votos contra dos,

Rechaza la demanda en indicación de medidas provisionales presentada por la República Federal de


Yugoslavia el 29 de abril de 1999.
3.10. CIJ ASUNTO DE LAS CUESTIONES RELATIVAS A LA OBLIGACIÓN DE ENJUICIAR O
EXTRADITAR (BÉLGICA C. SENEGAL). AUTO DE 28 DE MAYO DE 2009

Vínculo entre el derecho invocado y la medida solicitada.

56. Considerando que el poder de la Corte para dictar medidas provisionales conforme al artículo 41
tiene por orden la preservación de los derechos respectivos de las partes, en tanto pende el litigio;
considerando que la Corte debe tomar estas medidas que afectarán a la demandante o a la
demandada [ Demanda sobre la aplicación del Convenio para la prevención y sanción del crimen de
genocidio (Bosnia Herzegovina c. Yugoslavia (Serbia y Montenegro), medidas provisionales, auto de 8
de abril de 1993, ICJ Reports 1993, p. 19, par. 34; frontera marítima y terrestre (Camerún c. Nigeria),
medidas provisionales, auto de 15 de marzo de 1996, ICJ Reports 1996 (I), p.22, par. 35] [...];
considerando que debe haber un vínculo entre las medidas y los derechos invocados en el fondo del
asunto y pendiente ante la Corte;

57. Considerando que la potestad de la Corte de ordenar medidas provisionales sólo puede ejercerse
si considera que hay apariencia de buen derecho;

* * *

58. Considerando que Bélgica pone de manifiesto que su solicitud pretende que se satisfaga su
derecho mediante el encausamiento del Sr. Habré ante las autoridades senegalesas o, en su defecto,
mediante la extradición; considerando que Bélgica sostiene que la Convención contra la tortura
otorga a todas las partes el derecho a obtener garantía de Senegal de cumplir con dicho tratado; y
considerando que Bélgica afirma que su solicitud de extradición del Sr. Habré, que proviene del
procedimiento penal iniciado en Bélgica por víctimas de su nacionalidad, le confiere un derecho
específico de obtener el encausamiento ante las autoridades senegalesas o en su defecto el derecho a
la extradición, conforme al artículo 7 de dicha Convención;

59. Considerando que Senegal argumenta que el único derecho que podría concederse sobre la base
de la Convención contra la tortura es el de requerir, a otro Estado parte, para que encause a un
torturador, cuando esté en su territorio, o en su defecto, reclamar su extradición; y que, por lo tanto,
si se considera que el artículo 5.2 y el artículo 7.1 de la Convención crean un derecho para una parte,
sólo puede ser el derecho de reclamar la extradición, que no puede prevalecer sobre el derecho de un
Estado que decide ejercer su obligación de juzgar al torturador.

* *

60. Considerando que en esta fase del procedimiento la Corte no necesita determinar con carácter
definitivo la existencia del derecho reclamado por Bélgica, o determinar la legalidad de la invocación
de dicho Estado; y considerando que los derechos invocados por Bélgica, en tanto que fundados
sobre una posible interpretación de la Convención contra la tortura, parecen por tanto plausibles;

61. Considerando que las medidas provisionales solicitadas en las presentes actuaciones procesales
pretenden asegurar que se toman todas las medidas necesarias para garantizar que el Sr. Habré
permanece bajo el control de las autoridades senegalesas hasta que la Corte decida definitivamente;
considerando que el posible abandono del territorio senegalés por parte del Sr. Habré podría afectar
a los derechos que podrían corresponder a Bélgica en el fondo del asunto, incluso conforme al punto
de vista senegalés; considerando, por tanto y a la vista del objeto del asunto, las medidas
provisionales solicitadas pueden ser ordenadas si las circunstancias lo requieren;

* * *

Riesgo de daño irreparable y urgencia.

62. Considerando que el poder de la Corte de dictar medidas provisionales sólo se ejercitará si hay
urgencia, en el sentido de que existe un riesgo inminente de que pudiera causarse un daño
irreparable a los derechos en litigio mientras la Corte dicta sentencia definitiva [...]; y considerando
que la Corte debe determinar si tal urgencia existe en este caso;

[...]

72. Considerando, como se ha indicado más arriba, que sólo cabe dictar medidas provisionales si hay
urgencia; considerando que la Corte, habiendo tomado nota de las garantías ofrecidas por Senegal,
encuentra que el riesgo de un daño irreparable a los derechos reclamados por Bélgica no parece
posible a fecha de este Auto;

[...]

76. Por estas razones

LA CORTE

Por trece votos a uno

Considera que las circunstancias, tal y como se presentan a la Corte, no son tales como para requerir
la aplicación del artículo 41 del Estatuto y conceder medidas provisionales.

3.11. CIJ ASUNTO DE CIERTAS ACTIVIDADES DESARROLLADAS POR NICARAGUA EN LA REGIÓN


FRONTERIZA (COSTA RICA C. NICARAGUA), MEDIDAS PROVISIONALES. AUTO DE 8 DE MARZO DE
2011

19. Considerando que, al final de su demanda de solicitud de medidas provisionales, Costa Rica
solicita a la Corte «a la espera de la decisión que dictará sobre el fondo del asunto, ordenar de forma
urgente las medidas provisionales siguientes, de manera que se remedie el atentado actualmente
cometido contra su integridad territorial y se impida que se causen a su territorio nuevos daños
irreparables...

[...]

48. Considerando que al final de su segundo turno de alegaciones Nicaragua ha presentado las
conclusiones siguientes:

«... rechazar la demanda de solicitud de medidas provisionales presentada por la República de Costa
Rica»;

[...]

76. Considerando que la Corte concluye que, en estas circunstancias, procede indicar medidas
provisionales; que recuerda que su Estatuto le atribuye el poder de indicar medidas total o
parcialmente diferentes de las solicitadas, o medidas que se dirijan a la parte misma de la que
proviene la demanda, lo que el apartado 2 del artículo 75 del Reglamento menciona expresamente,
(ver, por ejemplo, Aplicación de la convención para la prevención y represión del crimen de genocidio
(Bosnia-Herzegovina c. Yugoslavia (Serbia y Montenegro), medidas provisionales, auto de 8 abril 1993,
CIJ Recueil 1993, p. 22, par. 46);

[...]

83. Considerando que, teniendo en cuenta lo que la Corte ya ha observado a propósito de la última
medida provisional solicitada por Costa Rica (ver apartado 62 supra ) y las conclusiones a las que ha
llegado más arriba a propósito de las medidas provisionales a indicar, procede, teniendo en cuenta
las circunstancias, indicar además, a cargo de las dos Partes, medidas complementarias tendentes a
que se abstengan de cualquier acto que pueda agravar o extender la controversia o hacer más difícil
la solución;

[...]
3.12. CIJ ASUNTO DE LA DEMANDA DE INTERPRETACIÓN DE LA SENTENCIA DE 15 JUNIO 1962 EN
EL ASUNTO DEL TEMPLO DE PREAH VIHEAR (CAMBOYA C. TAILANDIA) (CAMBOYA C.
TAILANDIA), MEDIDAS PROVISIONALES. AUTO DE 18 DE JULIO DE 2011

11. Considerando que, al final de su demanda de solicitud de indicación de medidas provisionales,


Camboya pide a la Corte que tenga a bien indicar las medidas siguientes hasta el pronunciamiento de
su sentencia sobre la demanda de interpretación:

«– una retirada inmediata e incondicional de todas las fuerzas tailandesas de las partes del territorio
camboyano en la zona del templo de Préah Vihéar;

– la prohibición de toda actividad militar de Tailandia en la zona del templo de Préah Vihéar;

– la abstención de todo acto o acción por parte de Tailandia que pudiera entorpecer los derechos de
Camboya o agravar la controversia en la demanda principal»;

y que solicita a la Corte, debido a la gravedad de la situación, que tenga a bien examinar con toda
urgencia su demanda solicitando medidas provisionales;

[...]

18. Considerando que al final de su segundo turno de observaciones orales el Reino de Tailandia ha
solicitado a la Corte,

«conforme al artículo 60 del reglamento de la Corte, vista la demanda de solicitud de medidas


provisionales presentada por el Reino de Camboya y teniendo en cuenta las alegaciones de éste... que
archive la demanda presentada por el Reino de Camboya el 28 abril 2011»;

[...]

57. Considerando que, teniendo en cuenta las conclusiones a las que ha llegado más arriba, la Corte
estima que, en el caso, puede indicar medidas provisionales, como está previsto en el artículo 41 de
su Estatuto, y que las circunstancias exigen que lo haga;

58. Considerando que la Corte recuerda que su Estatuto le atribuye el poder de indicar medidas total
o parcialmente diferentes de las solicitadas, o medidas que se dirijan a la parte misma de la que
proviene la demanda, lo que el apartado 2 del artículo 75 del Reglamento menciona expresamente, y
que ya ha ejercido este poder en varias ocasiones (ver, por ejemplo, Ciertas actividades llevadas a
cabo por Nicaragua en la región fronteriza (Costa Rica c. Nicaragua), medidas provisionales , auto del 8
marzo 2011, par. 76);

59. Considerando que, cuando indica medidas provisionales con el fin de salvaguardar determinados
derechos, la Corte, independientemente de las demandas de las partes, dispone también el poder de
indicar medidas provisionales con el fin de impedir el agravamiento o la extensión de la controversia
cuando estima que las circunstancias lo exigen ( Frontera terrestre y marítima entre Camerún y
Nigeria (Camerún c. Nigeria), medidas provisionales , auto de 15 marzo 1996, CIJ Recueil 1996 (I) , p. 22-
23, par. 41; Actividades armadas en el territorio del Congo (República democrática del Congo c.
Uganda), medidas provisionales, auto del 1 julio 2000, CIJ Recueil 2000 , p. 128, par. 44; Ciertas
actividades llevadas a cabo por Nicaragua en la región fronteriza (Costa Rica c. Nicaragua), medidas
provisionales , auto del 8 marzo 2011, par. 83);

60. Considerando que la Corte ha examinado el tenor de las medidas solicitadas por Camboya; que no
estima que, en las circunstancias del caso, las medidas a indicar deban ser idénticas o limitarse a las
solicitadas por Camboya; y que la Corte, habiendo examinado los elementos que le han sido
sometidos, juzga oportuno indicar medidas dirigidas a las dos Partes;

[...]

69. Por estos motivos,


LA CORTE,

[...]

B) Indica a título provisional las medidas provisionales siguientes:

1) Por once votos contra cinco,

Las dos Partes deben, inmediatamente, retirar su personal militar actualmente presente en la zona
desmilitarizada provisional, tal como se define en el apartado 62 del presente auto, y abstenerse de
cualquier presencia militar en esta zona y de toda actividad armada dirigida contra ésta;

[...]

2) Por quince votos contra uno,

Tailandia no debe obstaculizar el libre acceso de Camboya al templo de Préah Vihéar ni su


posibilidad de revituallar a su personal no militar;

[...]

3) Por quince votos contra uno,

Las dos Partes deben continuar la cooperación que han emprendido en el marco de la ANASE y en
especial permitir a los observadores mandatados por esta organización acceder a la zona
desmilitarizada provisional; [...]

4) Por quince votos contra uno,

Las dos Partes deben abstenerse de todo acto que pudiera agravar o extender la controversia
sometida a la Corte o hacer más difícil la solución;

[...]

C) Por quince votos contra uno,

Decide que cada Parte informará a la Corte de la forma como asegurará la ejecución de las medidas
provisionales arriba indicadas;

[...]

3.13. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA TERRESTRE, INSULAR Y MARÍTIMA (EL SALVADOR C.


HONDURAS), DEMANDA DE INTERVENCIÓN DE NICARAGUA. SENTENCIA DE 13 DE SEPTIEMBRE
DE 1990

35. En su demanda de intervención, presentada el 17 de noviembre de 1989, Nicaragua afirmaba que


la demanda se realizaba al amparo del artículo 36, párrafo 1, y artículo 62 del Estatuto. Una demanda
al amparo del artículo 62 debe ser presentada, según el artículo 81, párrafo 1, del Reglamento de la
Corte, «tan pronto como sea posible, y nunca después de la finalización de la fase escrita del
procedimiento». La demanda de Nicaragua fue presentada en el Registro de la Corte dos meses antes
del plazo fijado por la presentación de las contestaciones de las partes.

[...]

93. La Sala debe examinar todavía ahora el argumento de El Salvador según el cual, para que
Nicaragua pudiese intervenir en la presente instancia entre El Salvador y Honduras, le es necesario
establecer la existencia de un «vínculo de jurisdicción válido» entre Nicaragua y estos dos Estados. La
Sala ha mencionado ya (párrafo 39 supra ) la condición que plantea el apartado c) del párrafo 2 del
artículo 81 del Reglamento de la Corte, según el cual la demanda a fines de intervención debe
especificar «toda clase de competencia que, según el Estado que solicita intervenir, existiera entre él
y las partes», así como la actitud de Nicaragua a este respecto. En su demanda, Nicaragua no alega la
existencia de otra base de competencia que no sea el Estatuto mismo y expresa la opinión de que el
artículo 62 no exige un título de competencia distinto. En el párrafo 24 de su demanda, Nicaragua
recuerda también que ha hecho una declaración válida e incondicional de aceptación de la
jurisdicción del Tribunal; por tanto, no se funda en esta declaración en el presente procedimiento. El
Salvador y Honduras han hecho también declaraciones en virtud de este artículo, pero éstas
contienen reservas que, según cada uno de estos Estados, impedirían invocar estas declaraciones
para someter a la Corte cuestiones que son objeto de la presente instancia.

94. Se trata de saber si la existencia de un vínculo jurisdiccional válido con las partes en la instancia,
dicho de otra forma la existencia de una base de competencia que un Estado que solicita intervenir
podría invocar para introducir una instancia contra una u otra parte constituye una condición
esencial para que un Estado pueda ser admitido a intervenir en virtud del artículo 62 del Estatuto. Es
pues en este sentido como se emplean en adelante las expresiones «vínculo jurisdiccional» y «vínculo
de competencia». La cuestión ha sido planteada en el curso de asuntos en los cuales una demanda a
fines de intervención había sido presentada a la Corte en virtud del artículo 62. En el asunto de la
Plataforma Continental (Túnez/Jamahiriya Arabe Libia ), la Corte ha estimado que no era necesario
solucionar la cuestión, puesto que había llegado, por otros motivos, a la conclusión de que la
demanda de Malta a fines de intervención no era de esas a las que podía acceder ( CIJ Recueil , 1981,
p. 20, par. 36). En el asunto de la Plataforma Continental (Jamahiriya Arabe Libia/Malta ), la Corte ha
estimado de nuevo posible «pronunciarse sobre la presente demanda» sin resolver la cuestión
delicada del «vínculo de competencia válido» ( CIJ Recueil , 1984, p. 28, par. 45). Sin embargo, lo ha
hecho indicando dos argumentaciones posibles, de las cuales una se funda en el hecho de que tal
vínculo sería necesario y otra sobre el hecho de que no lo sería y observando que, en las
circunstancias del caso, las «dos maneras... tienen una y otra por resultado necesario obligar a la
Corte a rechazar la demanda de intervención de Italia» ( CIJ Recueil , 1984, p. 22, par. 34). Esta última
sentencia contiene útiles observaciones en la materia, pero la cuestión no está resuelta. Como, en el
caso presente, la Sala ha llegado a la conclusión de que Nicaragua ha establecido la existencia de un
interés de orden jurídico susceptible de ser afectado por la decisión, y como la intervención de
Nicaragua tiene un objeto apropiado, sólo se plantea todavía la cuestión de la necesidad de un
vínculo jurisdiccional; y como se admite que no existe ningún vínculo de este género, la Sala está
obligada decidir sobre la cuestión. A este efecto, debe examinar el principio general de la jurisdicción
consensual en sus relaciones con la institución de la intervención.

95. La importancia de este principio general, sobre el cual el Estado que solicita intervenir ha
insistido mucho él mismo en su demanda, no puede ponerse en duda. Como ha dicho la Corte
Permanente de Justicia Internacional, la Corte actúa «considerando el hecho de que su jurisdicción es
limitada, que se basa siempre en el consentimiento del demandado y no existe fuera de los límites en
los cuales este consentimiento ha sido dado» ( Concesiones Mavrommatis en Palestin a, sentencia nº 2,
1924, CPJI, serie A, n.º 2, p. 16).

El arreglo judicial internacional previsto en el Estatuto obedece por tanto al esquema siguiente: dos o
más Estados convienen que la Corte conozca una controversia particular; su consentimiento puede
ser dado sobre una base ad hoc , por vía de compromiso o de otra manera, o resultar de la
invocación, en presencia de esta controversia particular, de una cláusula jurisdiccional de un tratado
o del mecanismo del artículo 36, párrafo 2, del Estatuto de la Corte. Estos Estados son las «partes» en
la instancia y estarán vinculados por la decisión que la Corte dictará de modo definitivo, porque han
convenido en dar a la Corte competencia para resolver el asunto por una decisión que tendrá fuerza
obligatoria, como prevé el artículo 59 del Estatuto. Normalmente, ningún otro Estado puede pues
mezclarse en el asunto sin el consentimiento de las partes iniciales.

96. No obstante, en los artículos 62 y 63 del Estatuto de la Corte están previstos procedimientos que
permiten a un «tercer» Estado intervenir en un proceso. En materia de intervención, la competencia
de la Corte no deriva del consentimiento de las partes en el asunto, a diferencia de su competencia
para conocer del asunto que le ha sido sometido, sino del hecho de que al convertirse en partes en el
Estatuto de la Corte han consentido en que éste ejerza los poderes que le confiere el Estatuto. No es
necesario interpretar la mención de los «tratados... en vigor», que figura en el artículo 36, párrafo l
del Estatuto, como incluyendo al Estatuto mismo; la aceptación del Estatuto implica aceptación de la
competencia que el artículo 62 confiere a la Corte. La Corte es pues competente para admitir una
demanda de intervención incluso si una de las partes en la instancia, o las dos, se oponen a ello;
como la Corte ha declarado en 1984 «la oposición (a una intervención) de las partes en causa, aunque
muy importante, no es más que un elemento de apreciación entre otros» ( CIJ Recueil, 1984, p. 28, par.
46). La naturaleza de la competencia así creada por el artículo 62 del Estatuto se define por
referencia al fin y al objeto de la intervención, como resulta del artículo 62 del Estatuto.

97. El fin de una intervención fundada en el artículo 62 del Estatuto es el de proteger un «interés de
orden jurídico» de un Estado susceptible de ser afectado por una decisión, en un asunto pendiente
entre otros Estados, a saber las partes en este asunto. Su fin no es el de permitirle añadir un nuevo
asunto sobre el precedente, convertirse en una nueva parte y obtener así que la Corte se pronuncie
sobre sus propias pretensiones. Un asunto con una nueva parte y nuevas cuestiones a resolver sería
un asunto nuevo. La diferencia entre la intervención en virtud del artículo 62 y la constitución de
una nueva parte en un asunto no es solamente una diferencia de grado; es una diferencia de
naturaleza. Como la Corte ha señalado en 1984:

«Nada en el artículo 62 indica que este texto haya sido concebido como otro medio de someter a la
Corte un litigio suplementario –materia que pertenece al artículo 40 del Estatuto– o como un medio
de hacer valer los derechos propios de un Estado no parte en el asunto» [ Plataforma continental
(Jamahiriya Arabe Libia/Malta ), demanda a fines de intervención, CIJ Recueil , 1984, p. 23, par. 37].

98. Hay que destacar que la intervención se trata en el Capítulo III del Estatuto de la Corte, que lleva
por título «Procedimiento». En la misma línea la Corte ha redactado y después revisado su
Reglamento: la intervención figura allí en la sección D, titulada «Procedimientos incidentales». Por
definición, los procedimientos incidentales son los que sobrevienen incidentalmente en el curso de
un asunto ya llevado ante la Corte o una Sala. Un procedimiento incidental no puede ser un
procedimiento que transforma este asunto en un asunto diferente con partes diferentes.

99. La intervención no puede haber sido concebida para servirse de ella en lugar de un
procedimiento contencioso. La aceptación del Estatuto por un Estado no crea en sí competencia para
conocer de un asunto particular: el consentimiento expreso de las partes es necesario a este efecto. Si
se considerase que un interviniente se convierte en parte en un asunto por el simple hecho de que
está autorizado a intervenir en este asunto, se produciría una distorsión grave de este principio de la
jurisdicción consensual. El hecho de que la competencia incidental conferida por el artículo 62 del
Estatuto está limitada por el principio general de la jurisdicción consensual en materia de
controversias particulares ha sido afirmado por la Corte en la sentencia que ha dictado sobre la
demanda a fines de intervención de Italia en el asunto de la Plataforma Continental (Jamahiriya
Árabe Libia/Malta ); la Corte ha tenido cuidado de no adoptar una posición tal que: «admitiese que el
procedimiento de intervención fundado en el artículo 62 constituye una excepción a los principios
fundamentales que establecen la base de su competencia: en primer lugar el principio del
consentimiento, pero también los principios de reciprocidad y de igualdad entre los Estados. Pues la
Corte considera que una excepción de este género no podría ser admitida más que si estuviera
claramente expresada» ( CIJ Recueil , 1984, p. 22, par. 35).

Es pues patente que el Estado admitido a intervenir en un caso no se convierte también en parte por
el solo hecho de que es un interviniente. Recíprocamente, es cierto que, a reserva del consentimiento
requerido de las partes en el asunto, el interviniente no está impedido por su calidad de interviniente
de convertirse él mismo en parte en el proceso. Nicaragua también parece considerar que la
competencia que el artículo 62 del Estatuto atribuye a la Corte no es extensible hasta el punto de que
un interviniente se convierte en parte en el caso, a menos que las partes en el asunto hayan
consentido en este cambio; ha declarado en el curso del procedimiento oral que «el artículo 62 forma
parte de la competencia incidental y (que) nada, en buena lógica, obliga a contemplar sus
disposiciones como una «excepción» al principio del consentimiento»...

100. Se deriva pues también de la naturaleza jurídica y de los fines de la intervención que la
existencia de un vínculo jurisdiccional entre el Estado que solicita intervenir y las partes en causa no
es una condición del éxito de su demanda. Al contrario, el procedimiento de intervención debe
permitir que el Estado cuyos intereses corren el riesgo de resultar afectados pueda ser autorizado a
intervenir, incluso aunque no exista vínculo jurisdiccional y no pueda en consecuencia convertirse
en parte en el asunto. En los términos del párrafo 2.c) del artículo 81 del Reglamento de la Corte, una
demanda a fin de intervención con base en el artículo 62 del Estatuto debe especificar «toda clase de
competencia que, según el Estado que solicita intervenir, existiese entre él y las partes»; el empleo de
las palabras «toda base de competencia que... existiese» (en el texto inglés la fórmula any basis
muestra que el vínculo de jurisdicción válido no es considerado como una condición sine qua non de
una intervención) [ver también Plataforma Continental (Túnez Jamahiriya Árabe Libia), demanda de
intervención, CIJ Recueil , 1981, p. 16, par. 27].

101. La Sala concluye en consecuencia que la ausencia de vínculo jurisdiccional entre Nicaragua y las
Partes en el presente caso no constituye un obstáculo para la concesión de la autorización de
intervenir.

102. Como es la primera vez en la existencia de la Corte y de su antecesora que un Estado habrá sido
autorizado a intervenir en virtud del artículo 62 del Estatuto, parece apropiado dar alguna indicación
sobre la extensión de los derechos procedimentales adquiridos por el Estado interviniente una vez
autorizado a intervenir. Esto es particularmente deseable dado que la intervención permitida afecta
sólo a ciertas cuestiones de las muchas sometidas a la Sala. En primer lugar, como ya se ha explicado,
el Estado interviniente no llega a ser sujeto de las obligaciones, las cuales afectan al status de una
parte, según el Estatuto y Reglamento de la Corte, o los principios generales de procedimiento.
Nicaragua, como interviniente, tiene por supuesto derecho a ser oída por la Sala. Este derecho es
regulado por el artículo 85 del Reglamento de la Corte, que prevé para el sometimiento la
presentación de una declaración escrita, y participación en las audiencias. Los plazos límites serán
fijados para la presentación de la declaración escrita por Nicaragua, y las correspondientes
observaciones por las Partes, de acuerdo con el artículo 85, tras las consultas apropiadas que tendrán
lugar después del conocimiento de esta sentencia.

103. El alcance de la intervención en este caso particular, en relación con el alcance del caso en su
conjunto, necesariamente implica limitaciones del derecho del interviniente a ser oído. Una
limitación inicial consiste en que no corresponde al interviniente defender ante la Sala tesis sobre la
interpretación del compromiso concluido entre las Partes el 24 de mayo de 1986, en tanto que el
compromiso es para Nicaragua res inter alios acta .

104. Nicaragua ha rechazado cualquier intención de implicarse en la controversia sobre la frontera


terrestre. La Sala ha encontrado que Nicaragua no ha mostrado la existencia de un interés de orden
legal que pudiera ser afectado por su decisión sobre «la situación legal de las islas». En relación con
la decisión requerida de la Sala relativa a la situación legal de los espacios marítimos en el Golfo, la
Sala ha indicado (en el parágrafo 72) que Nicaragua tiene un interés legal que puede ser afectado por
una decisión sobre el régimen legal de esas aguas, por ejemplo, una decisión en favor de la tesis de El
Salvador, que las aguas del Golfo están sujetas a un régimen de condominio, o una decisión en favor
de la tesis de Honduras, que existe una «comunidad de intereses» entre los tres Estados sobre las
aguas del Golfo. Nicaragua no ha demostrado satisfactoriamente a la Sala la existencia de un interés
legal que pueda ser afectado por una decisión de la Sala delimitando las aguas del Golfo de Fonseca
entre El Salvador y Honduras, o por cualquier decisión sobre la situación legal de los espacios
marítimos fuera del Golfo, incluyendo cualquier decisión sobre los derechos o delimitación entre El
Salvador y Honduras, y la intervención a estos efectos no ha sido justificada. La Sala encuentra por lo
tanto que Nicaragua debe intervenir, pero únicamente en lo que concierne al examen por la Sala del
régimen jurídico de los espacios marítimos situados en el interior del Golfo de Fonseca, y a participar
en el presente asunto conforme al artículo 85 del Reglamento de la Corte.

3.14. CIJ ASUNTO DE LA CONTROVERSIA TERRITORIAL Y MARÍTIMA (NICARAGUA C. COLOMBIA),


DEMANDA DE INTERVENCIÓN DE HONDURAS. SENTENCIA DE 4 DE MAYO DE 2011

27. La Corte destaca que ni el artículo 62 del Estatuto ni el artículo 81 del Reglamento precisan a qué
título puede el Estado solicitar intervenir. Sin embargo, en su sentencia del 13 septiembre 1990 sobre
la demanda a fines de intervención de Nicaragua en el asunto de la Controversia fronteriza terrestre,
insular y marítima (El Salvador/Honduras) , la Sala de la Corte se ocupó del estatuto del Estado que
solicita intervenir y admitió que un Estado puede ser admitido a intervenir a título del artículo 62 del
Estatuto ya sea en tanto que no parte ya en tanto que parte...

28. En opinión de la Corte, el estatuto de interviniente en tanto que parte necesita, en todo caso, la
existencia de una base de competencia entre los Estados interesados, cuya validez es establecida por
la Corte en el momento en que autoriza la intervención. Sin embargo, incluso si el artículo 81 del
Reglamento prevé que la demanda debe indicar cualquier base de competencia que exista entre el
estado que solicita intervenir y las partes en el procedimiento principal, esta base de competencia no
es una condición de la intervención en tanto que no parte.

29. Si es autorizado por la Corte a ser parte en el proceso, el Estado interviniente puede pedirle que
reconozca sus propios derechos en su decisión futura, la cual será obligatoria respecto a él en lo
relativo a los aspectos para los que se admite la intervención, en aplicación del artículo 59 del
Estatuto. A contrario , como subrayó la Sala de la Corte encargada de conocer del asunto de la
Controversia fronteriza terrestre, insular y marítima (El Salvador/Honduras) , el Estado autorizado a
intervenir en el procedimiento en tanto que no-parte «no adquiere los derechos y no está sometido a
las obligaciones que se derivan de la cualidad de parte en virtud del Estatuto y del Reglamento de la
Corte o de los principios jurídicos generales de procedimiento ( demanda a fines de intervención,
sentencia, CIJ Recueil 1990 , p. 136, par. 102).

30. Siendo así, también lo es que, cualquiera que sea el título por el que un Estado solicita intervenir,
debe cumplir la condición establecida en el artículo 62 del estatuto y probar que tiene un interés de
orden jurídico susceptible de ser afectado por la decisión futura de la Corte. Así, en la medida en que
el artículo 62 del Estatuto y el artículo 81 del Reglamento trazan el marco jurídico de la demanda de
intervención y determinan sus elementos constitutivos, éstos se imponen cualquiera que sea el título
por el que el Estado solicita intervenir: en todos los casos, este Estado debe establecer el interés de
orden jurídico que está en cuestión para él en el procedimiento principal y el objeto preciso de la
intervención solicitada.

[...]

35. Contrariamente al artículo 63 del Estatuto, el artículo 62 no confiere al tercer Estado un derecho a
intervenir. En efecto, no le basta a este Estado considerar que tiene un interés de orden jurídico
susceptible de resultar afectado por la decisión de la Corte en el procedimiento principal para tener
ipso facto un derecho a intervenir en este procedimiento. Por otra parte, el apartado 2 del artículo 62
reconoce claramente la prerrogativa de la Corte para pronunciarse sobre cualquier demanda de
intervención, en función de los elementos que se la hayan presentado.

36. Ciertamente, como ya lo ha subrayado, la Corte «no considera que el apartado 2 [del artículo 62]
le confiere una especie de poder discrecional que le permita aceptar o rechazar una demanda a fines
de intervención por simples razones de oportunidad» ( Plataforma continental (Tunez/Jamahiriya
árabe Libia), demanda a fines de intervención, sentencia, CIJ Recueil 1981 , p. 12, par. 17). Es la Corte, a
la que le corresponde velar por la buena administración de justicia, quien decide si se cumple la
condición establecida por el apartado 1 del artículo 62. Por ello, el apartado 2 de esta disposición se
diferencia netamente del apartado 2 del artículo 63, que reconoce claramente a ciertos Estados «el
derecho de intervenir en el proceso» para las necesidades de interpretación de un convenio en el que
son partes.

[...]

46. La razón de ser de la intervención, como la Corte ya ha subrayado, es permitir a un tercer Estado,
cuyo interés jurídico corre el riesgo de verse afectado por la decisión que la Corte podría adoptar,
participar en el procedimiento principal para proteger este interés...

47. La Corte destaca que el Estado que solicita intervenir no puede, bajo la apariencia de
intervención, intentar introducir una instancia nueva junto al procedimiento principal. Ciertamente,
el Estado que ha sido autorizado a intervenir como parte puede someter a la Corte, para que decida,
demandas que le son propias, pero éstas deben estar vinculadas al objeto de la controversia
principal. Por el hecho de que un Estado esté autorizado a intervenir no puede desnaturalizar el
procedimiento principal, pues la intervención «no puede ser un procedimiento que transforma [un]
asunto en un asunto diferente con partes diferentes» ( Controversia fronteriza terrestre, insular y
marítima (El Salvador/Honduras), demanda a fines de intervención, sentencia, CIJ Recueil 1990 , p. 134,
par. 98; ver también Plataforma continental (Jamahiriya árabe Libia/Malta), demanda a fines de
intervención, sentencia, CIJ Recueil 1984, p. 20, par. 31).

48. Así, la apreciación del vínculo entre el objeto preciso de la intervención y el objeto de la
controversia está destinado a permitir a la Corte asegurarse de que el tercer Estado busca
efectivamente la protección de sus intereses jurídicos susceptibles de ser afectados por la sentencia
que se dicte.

3.15. CIJ ASUNTO DE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DEL ESTADO (ALEMANIA C. ITALIA),
DEMANDA DE INTERVENCIÓN DE GRECIA. AUTO DE 4 DE JULIO DE 2011

25. Considerando que la Corte, en la sentencia que dictará en el procedimiento principal, podría
estimar necesario examinar, a la luz del principio de la inmunidad del Estado, las decisiones
adoptadas por la justicia griega en el asunto Distomo , con el fin de pronunciarse sobre la tercera
demanda formulada en las conclusiones de Alemania, relativa a la cuestión de saber si, al declarar
ejecutivas en el territorio italiano decisiones judiciales griegas basadas en hechos comparables a los
mencionados en la primera de las demandas, Italia ha cometido otra violación de la inmunidad de
jurisdicción de Alemania; y que esto bastaría para indicar que Grecia posee un interés de orden
jurídico que podría verse afectado por la sentencia que se dicte en el procedimiento principal;

26. Considerando que, según la Corte, está suficientemente establecido que Grecia tiene un interés de
orden jurídico susceptible de ser afectado por la sentencia que dictará en el procedimiento principal;
y que este interés se limita a lo que se indica en el apartado 25 supra ;

27. Considerando que, conforme al apartado 2 b) del artículo 81 del Reglamento, el Estado que solicita
intervenir en virtud del artículo 62 del Estatuto especifica «el objeto preciso de la intervención»;

28. Considerando que, en su demanda a fines de intervención, Grecia señala el objeto preciso de su
intervención consistente en «informar a la Corte de la naturaleza de [sus] derechos e intereses de
orden jurídico... que podrían verse afectados por la decisión de la Corte, teniendo en cuenta las
demandas presentadas por Alemania en el asunto presentado ante ella»;

29. Considerando que la Corte destaca que siendo el objeto de la intervención de Grecia el informar
de la naturaleza de su interés de orden jurídico susceptible de ser afectado, este objeto es conforme
al papel de la intervención ( Controversia territorial y marítima (Nicaragua c. Colombia), demanda de
Costa Rica a fines de intervención, sentencia de 4 mayo 2011 , par. 34).

30. Considerando que, conforme al apartado 2 c) del artículo 81 del Reglamento, el Estado que solicita
intervenir en virtud del artículo 62 del Estatuto especifica «cualquier base de competencia que...
exista entre él y las partes»;

31. Considerando que la Corte destaca que no es necesario que se establezca la existencia de una base
de competencia entre las partes en el procedimiento y el Estado que intenta intervenir en tanto que
no-parte ( Soberanía sobre Pulau Ligitan y Pulau Sipadan (Indonesia/Malasia), demanda a fines de
intervención, sentencia, CIJ Recueil 2001 , p. 589, par. 35; Controversia territorial y marítima
(Nicaragua c. Colombia), demanda de Costa Rica a fines de intervención, sentencia de 4 mayo 2011 , par.
38); y que, desde el momento en que Grecia ha indicado claramente que deseaba intervenir en tanto
que no-parte, no es necesario en el caso que se establezca tal base de competencia;

32. Considerando que «la Corte, cuando autoriza la intervención, puede circunscribir el alcance y
concederla para solamente uno de los aspectos del objeto de la demanda que se le ha presentado» (
Controversia territorial y marítima (Nicaragua c. Colombia), demanda de Costa Rica a fines de
intervención, sentencia de 4 mayo 2011 , par. 42); y que la Corte, teniendo en cuenta el alcance de la
intervención solicitada, tal como se especifica en las observaciones escritas de Grecia, y las
conclusiones a las que ha llegado más arriba en los apartados 25 y 26, estima que Grecia puede ser
autorizada a intervenir en tanto que no-parte, en la medida en que su intervención se limita a las
decisiones que emanan de jurisdicciones griegas tal como se evocan más arriba en el apartado 25;

3.16. CIJ ASUNTO DE LA CAZA DE LA BALLENA EN EL ANTÁRTICO (AUSTRALIA C. JAPÓN),


DECLARACIÓN DE INTERVENCIÓN DE NUEVA ZELANDA. AUTO DE 6 DE FEBRERO DE 2013

1. Considerando que, el 20 noviembre 2012, el Gobierno de Nueva Zelanda, basándose en el apartado


2 del artículo 63 del Estatuto de la Corte, depositó ante el Secretario de la Corte una declaración de
intervención en el asunto relativo a la Caza de la ballena en el Antártico (Australia c. Japón) ...

2. Considerando que Nueva Zelanda, en su declaración, recuerda que la presente Corte ha reconocido
que el artículo 63 confiere un «derecho» de intervención, cuando el Estado interesado limita su
intervención a la cuestión de interpretación que se plantea en el asunto en cuestión y que este
derecho no autoriza una intervención general en el asunto; y que Nueva Zelanda subraya que «no
desea convertirse en parte en el procedimiento», pero confirma que, conforme al artículo 63,
apartado 2, del Estatuto, «al prevalerse de su derecho a intervenir, acepta como igualmente
obligatorio respecto a él la interpretación que contendrá la sentencia en cuestión»;

[...]

7. Considerando que la intervención basada en el artículo 63 del Estatuto es un procedimiento


incidental que constituye el ejercicio de un derecho ( Controversia territorial y marítima (Nicaragua c.
Colombia), demanda de Honduras a fines de intervención, sentencia de 4 mayo 2011, par. 36;
Plataforma continental (Tunez/Jamahiriya árabe Libia), demanda a fines de intervención, sentencia, CIJ
Recueil 1981 , p. 15, par. 26; Haya de la Torre (Colombia/Perú), sentencia, CIJ Recueil 1951 , p. 76; Vapor
Wimbledon, sentencias, 1923, CPJI série A n o 1 , p. 12); que la Corte, cuando es destinataria de una
«declaración» de intervención basada en el artículo 63 del Estatuto, no tiene que averiguar si el
Estado autor de la misma posee «un interés de orden jurídico» que está «en cuestión para él» en el
procedimiento principal, como tiene que hacerlo cuando se le presenta una «demanda» solicitándole
que autorice una intervención a título del artículo 62 del Estatuto; que, en los casos relativos al
artículo 63 del Estatuto, el objeto limitado de la intervención es permitir a un tercer Estado al
proceso, pero parte en una convención cuya interpretación está en cuestión en éste, que presente a la
Corte sus observaciones sobre la interpretación de dicha convención;

8. Considerando sin embargo que no basta que la intervención a título del artículo 63 del Estatuto sea
de derecho para que la presentación de una «declaración» a este efecto confiera ipso facto al Estado
del que emana la condición de interviniente; que tal derecho a intervenir sólo existe, en efecto, si se
considera que la declaración entra en las previsiones del artículo 63; y que la Corte debe, en
consecuencia, asegurarse de que tal es el caso antes de acoger como admisible una declaración de
intervención ( Haya de la Torre (Colombia/Perú), sentencia, CIJ Recueil 1951 , p. 76-77; Activdades
militares et paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América), declaración
de intervención, auto de 4 octubre 1984, CIJ Recueil 1984 , p. 216); y que le incumbe igualmente
verificar que se reúnen las condiciones enunciadas en el artículo 82 del Reglamento;

[...]

19. Considerando que Nueva Zelanda ha cumplido las condiciones enunciadas en el artículo 82 del
Reglamento; que su declaración de intervención entra en las previsiones del artículo 63 del Estatuto;
que, por otro lado, las Partes no han elevado objeciones a la admisibilidad de la declaración; y que se
desprende de todo ello que la declaración de intervención de Nueva Zelanda es admisible;

20. Considerando que al ejercer su derecho de intervenir en el caso, Nueva Zelanda está vinculada,
en los términos del apartado 2 del artículo 63 del Estatuto, por la interpretación de la convención que
será retenida por la Corte en su sentencia;

3.17. CIJ ASUNTO DE LAS INMUNIDADES JURISDICCIONALES DEL ESTADO (ALEMANIA C. ITALIA),
DEMANDA RECONVENCIONAL. AUTO DE 6 DE JULIO DE 2010
14. Considerando que en los términos del apartado 1 del artículo 80 del Reglamento deben cumplirse
dos condiciones para que la Corte pueda conocer de una demanda reconvencional al mismo tiempo
que de la demanda principal; que en sus pronunciamientos anteriores ha calificado esas condiciones
como condiciones de «admisibilidad de una demanda reconvencional como tal» ( Plataformas
petrolíferas ((República islámica de Irán c. Estados Unidos de América), demanda reconvencional, auto
de 10 marzo 1998, CIJ Recueil 1998 , p. 203, par. 33; Actividades armadas en el territorio del Congo
(República democrática del Congo c. Uganda), demandas reconvencionales, auto de 29 noviembre 2001,
CIJ Recueil 2001 , p. 678, par. 35); que el término «admisibilidad», en este contexto, debe ser entendido
en sentido amplio, abarcando a la vez la condición de competencia y la de conexidad directa; y que la
Corte lo utilizará igualmente en este sentido en el caso;

15. Considerando que la Corte ya ha tenido ocasión de exponer como sigue las razones por las que la
admisibilidad de una demanda reconvencional en tanto que tal está subordinada a dos condiciones:

«Considerando que el demandado no debería poder sacar partido de la acción reconvencional para
llevar ante el juez internacional demandas que excederían los límites en los cuales las partes han
reconocido su competencia; y que el demandado no debería poder además imponer por esta vía al
demandante cualquier demanda, a riesgo de afectar a los derechos de éste y de comprometer la
buena administración de justicia; y considerando que es por este motivo por lo que se exige, en el
apartado 1 del artículo 80 del Reglamento, que la demanda reconvencional «esté dentro de la
competencia de la Corte» y «esté en conexidad directa con el objeto de la demanda de la parte
adversa» ( Aplicación de la convención para la prevención y la represión del crimen de genocidio
(Bosnia-Herzegovina c. Yugoslavia), demandas reconvencionales, auto de 17 diciembre 1997, CIJ Recueil
1997, p. 257-258, par. 31);

[...]

30. Considerando que resulta de lo anterior que la controversia que le pretende someter Italia por vía
de demanda reconvencional se refiere a hechos y situaciones anteriores a la entrada en vigor de la
convención europea entre las Partes; y que dicha controversia está por tanto excluida del ámbito de
aplicación temporal de la convención;

31. Considerando que la Corte concluye por tanto que la demanda reconvencional presentada por
Italia no entra dentro de su competencia a título del apartado 1 del artículo 80 de su Reglamento;

3.18. CIJ ASUNTO DE LA DEMANDA DE REVISIÓN DE LA SENTENCIA DE 11 DE SEPTIEMBRE DE


1992 EN EL ASUNTO DE LA CONTROVERSIA FRONTERIZA TERRESTRE, INSULAR Y MARÍTIMA (EL
SALVADOR/HONDURAS; NICARAGUA INTERVINIENTE) (EL SALVADOR C. HONDURAS).
SENTENCIA DE 18 DE DICIEMBRE DE 2003

15. Por sentencia de 11 de septiembre de 1992, la Sala de la Corte constituida para juzgar el asunto de
la controversia fronteriza terrestre, insular y marítima (El Salvador/Honduras; Nicaragua
interviniente), decidió sobre el curso de la frontera terrestre entre El Salvador y Honduras en seis
sectores controvertidos de dicha frontera. Mediante la misma sentencia la Corte puso fin a la
controversia en torno al estatuto legal de varias islas del Golfo de Fonseca y las aguas de dentro y
fuera del Golfo.

16. El Salvador ha remitido a la Corte una demanda de revisión de la Sentencia de 1992, respecto del
sexto sector de la frontera terrestre que comprende la zona entre Los Amates y el Golfo de Fonseca. A
lo largo de los actos procesales originales, Honduras argumentó que «la frontera... sigue la presente
corriente [del Río Goascorán], fluyendo hacia el Golfo al noroeste de las Islas Ramaditas en la Bahía
de La Unión». El Salvador sostenía, sin embargo, que la frontera quedaba definida «por un cauce que
previamente seguía el río..., este curso una vez abandonado por la corriente, puede ser trazado y
alcanza el Golfo en Estero La Cutú» (Sentencia, par. 306).

En la sentencia cuya revisión ahora se solicita, la Sala acogió la postura de Honduras (Sentencia pár.
321, 322 y 430).
17. En su demanda de revisión de la sentencia de 1992, El Salvador invoca el artículo 61 del Estatuto,
que prevé:

«1. Sólo podrá pedirse la revisión de un fallo cuando la solicitud se funde en el descubrimiento de un
hecho de tal naturaleza que pueda ser factor decisivo y que, al pronunciarse el fallo, fuera
desconocido de la Corte y de la parte que pida la revisión, siempre que su desconocimiento no se
deba a negligencia.

2. La Corte abrirá el proceso de revisión mediante una resolución en que se haga constar
expresamente la existencia del hecho nuevo, en que se reconozca que éste por su naturaleza justifica
la revisión, y en que se declare que hay lugar a la solicitud.

3. Antes de iniciar el proceso de revisión la Corte podrá exigir que se cumpla lo dispuesto por el fallo.

4. La solicitud de revisión deberá formularse dentro del término de seis meses después de
descubierto el hecho nuevo.

5. No podrá pedirse la revisión una vez transcurrido el término de diez años dese la fecha del fallo.»

18. El artículo 61 prevé un procedimiento de revisión que comienza con una sentencia de la Corte en
la que declara admisible la revisión sobre los fundamentos recogidos en el Estatuto; el artículo 99 del
Reglamento de la Corte hace una previsión expresa sobre el procedimiento que está en el fondo del
asunto, en caso de que la Corte haya estimado la demanda admisible.

Por tanto, el Estatuto y el Reglamento de la Corte prevén «un procedimiento en dos fases». La
primera fase del procedimiento de revisión de una sentencia de la Corte «se limita a conocer su
admisibilidad» [...]

19. Por lo tanto, en esta fase, la decisión de esta Cámara se limita a la cuestión de si la solicitud de El
Salvador satisface las condiciones contempladas por el Estatuto. Conforme al artículo 61, éstas son las
condiciones:

«a) la demanda debe fundarse sobre el «descubrimiento» de un «hecho»;

b) el descubrimiento del hecho debe ser de tal «naturaleza como para ser un factor decisivo»;

c) el hecho debía haber sido «desconocido» en el momento en que se dictó sentencia, para la Corte y
para la parte que solicita la revisión;

d) el desconocimiento de dicho hecho no puede «deberse a una negligencia»; y

e) la demanda debe interponerse «en los seis meses inmediatamente posteriores al descubrimiento
del hecho» y antes de que transcurran diez años desde que se dictó sentencia».

[...]

25. En la demanda de revisión, el Salvador, actuando sobre la base del artículo 61, se sirve de unos
hechos que considera nuevos en el sentido de dicho artículo; éstos comprenden de una parte la
avulsión del río Goascorán y de otra parte la «Carta Esférica» y el diario de la expedición de El Activo
de 1794.

[...]

40. Resulta de estos hechos que, si la Sala rechazó en 1992 las pretensiones del El Salvador, según las
cuales la frontera de 1821 no seguía el curso del río en esta última fecha, lo hizo sobre el fundamento
del comportamiento de este Estado durante el siglo XIX. Dicho de otra forma, la Sala, al aplicar la
regla general que fijó en el pár. 67 de la sentencia, procedió en el sexto sector de la frontera terrestre
mediante un razonamiento análogo al empleado en el primer sector. En el sexto sector, este
razonamiento condujo a la Sala a acoger las conclusiones de Honduras, en tanto que, en el primer
sector, fue favorable a las tesis de El Salvador.
En definitiva, poco importa si ha habido avulsión o no del Goascorán. Incluso si ahora pudiera
probarse la avulsión, e incluso si sus consecuencias legales fueran aquellas que sugiere El Salvador,
los descubrimientos en este supuesto no aportarían base alguna para poner en cuestión la decisión
tomada por la Sala en 1992 sobre fundamentos absolutamente distintos. Los hechos aducidos por El
Salvador en este contexto no son «factores decisivos» respecto de la sentencia cuya revisión
pretende. A la luz de la sentencia de 1992, la Sala no puede llegar a tal conclusión, con independencia
de las posiciones tomadas por las partes a lo largo de estas actuaciones procesales.

* *

41. En apoyo de su demanda de revisión, El Salvador invoca un «segundo nuevo hecho», que es el
descubrimiento, en la Colección Ayer de la Biblioteca Newberry de Chicago, de una copia de época de
la «Carta Esférica» y de una copia de época del informe de la expedición de El Activo , mediante las
cuales se complementa las copias del Museo Naval de Madrid a las que la Corte hizo referencia en los
párs. 314 y 316 de su sentencia (véase el pár. 24 supra).

El Salvador afirma que en 1992, la Sala tenía ante sí sólo copias de los documentos que habían
obtenido de Madrid y habían sido producidos en Honduras. El Salvador opone que sobre esta base la
Sala decidió «el punto en el que el Goascorán desemboca en el Golfo» y el trazado de la frontera.
Según El Salvador el documento descubierto en Chicago difiere de aquellos de Madrid sobre ciertos
puntos significativos. El Salvador sostiene que:

«El hecho de que la «Carta Esférica» y el informe de la expedición de El Activo sobre el Golfo de
Fonseca presenten diferencias así como anacronismos, pone en tela de juicio el valor probatorio que
la Sala dio a los documentos aportados por Honduras, esenciales en la sentencia (de 1992).»

Más aún, el valor probatorio es considerado de lo más dudoso en tanto no eran documentos oficiales
y no se certificó que fueran originales. Consecuentemente, sostiene El Salvador, existe «un segundo
nuevo hecho, cuyas implicaciones para la sentencia deben considerarse una vez se admita la
demanda de revisión».

[...]

53. La Corte llama la atención también que el Estero La Cutú y la desembocadura del río Goascorán
se muestran en la copia de Chicago, exactamente como en la copia de Madrid, con su localización
actual. La nueva carta producida por El Salvador no contradice por tanto las conclusiones a las que
llegó la Sala en 1992; las confirma.

3.19. CIJ ASUNTO DE LA DEMANDA DE INTERPRETACIÓN DE LA SENTENCIA DE 31 DE MARZO DE


2004 EN EL ASUNTO AVENA Y OTROS NACIONALES MEXICANOS (MÉXICO C. ESTADOS UNIDOS DE
AMÉRICA). SENTENCIA DE 19 DE ENERO DE 2009

11. La Corte recuerda que en su Sentencia en el asunto Avena , pár. 153 (9), entendió que

«la reparación adecuada en este caso consiste en la obligación de los Estados Unidos de Norteamérica
de proveer, por los medios que estime pertinente, revisión de las condenas y sentencias de los
nacionales mexicanos referidos en los párrafos 4, 5, 6 y 7, teniendo en cuenta la violación de los
derechos determinados en el artículo 36 de la Convención de Viena (sobre relaciones consulares) y en
los párrafos 138 a 141 de la presente Sentencia».

12. México pide que se interprete el pár. 153 (9) con el fin de saber si enuncia una obligación de
resultado y pide a la Corte que así lo declare y dicte ciertas instrucciones a los Estados Unidos
«conforme a la obligación de resultado ya mencionada» (...)

13. La solicitud de interpretación, hecha por México, del pár. 153 (9) de la Sentencia del 31 de marzo
de 2004, se hizo de conformidad con el artículo 60 del Estatuto. Este artículo dispone: «el fallo será
definitivo e inapelable. En caso de desacuerdo sobre el sentido o el alcance del fallo, la Corte lo
interpretará a solicitud de cualquier de las partes».
14. Los Estados Unidos informaron a la Corte que estaban de acuerdo con considerar a la obligación
del pár. 153 (9) una obligación de resultado y, no habiendo controversia alguna en torno a las
palabras sobre las que México demandaba la interpretación, el artículo 60 del Estatuto no confería
jurisdicción a la Corte (véase pár. 41 del Auto de 16 de julio de 2008). En sus observaciones escritas de
29 de agosto de 2008, los Estados Unidos opusieron también que la ausencia de una controversia en
torno al significado y alcance del pár. 153 (9) convertía la solicitud mexicana en inadmisible.

[...]

16. En su Auto de 16 de julio de 2008, la Corte abordó si las condiciones fijadas en el artículo 60 «para
que la Corte conozca de un asunto en interpretación se daban» ( ibid. par. 45), observando que «la
Corte puede conocer de cualquier demanda de interpretación en tanto haya un «desacuerdo sobre el
contenido o alcance del fallo» ( ibid. par. 46).

17. En el mismo Auto, la Corte llamaba la atención sobre el hecho de que «las versiones en inglés y
francés del artículo 60 del Estatuto no están en armonía total» y que la existencia de una
«disputa/contestación» no estaba sujeta al mismo criterio en cuanto al requisito de la existencia de la
«controversia» («différend» en el texto francés), a la que se refiere el artículo 36.2 del Estatuto (Auto,
par. 53). La Corte, a pesar de todo, observó que «ambas partes consideran la obligación del pár. 153
(9) como de resultado» ( ibid. par. 79).

18. La Corte sin embargo puntualizó que:

«las partes, no obstante, parecen sostener diferentes concepciones del alcance y significado de la
obligación, sobre si dicha obligación incumbe a la Federación y las autoridades de los Estados
federados y sobre si recae sobre ellas».

19. La Corte sostiene que la decisión adoptada con ocasión de la solicitud de medidas provisionales
«no prejuzga de ninguna forma ninguna cuestión que la Corte deba decidir en el marco de un
recurso de interpretación» ( ibid. par. 79).

20. Por tanto, resulta apropiado que la Corte examine de nuevo si existe algún desacuerdo en torno a
si la obligación del pár. 153 (9) es de resultado. La Corte debe examinar de nuevo si en este punto hay
una diferencia de opinión por lo que respecta a si la obligación del pár. 153 (9) corresponde a todas
las autoridades federales y de los Estados federados.

21. Como queda claro en la jurisprudencia consolidada de la Corte, debe existir un desacuerdo para
que se entienda admisible una solicitud de interpretación [...]

3.20. CIJ DEMANDA DE INTERPRETACIÓN DE LA SENTENCIA DE 15 DE JUNIO DE 1962 EN EL


ASUNTO DEL TEMPLO DE PREAH VIHEAR (CAMBOYA C. TAILANDIA) (CAMBOYA C. TAILANDIA).
SENTENCIA DE 11 DE NOVIEMBRE DE 2013

55. La Corte recuerda que el proceso de interpretación se basa en la "primacía del principio de
autoridad de la cosa juzgada " que "debe ser preservado" ( Demanda de interpretación de la Sentencia
de 11 de junio de 1998 en el asunto relativo a la Frontera terrestre y marítima entre Camerún y
Nigeria (Camerún c. Nigeria), Excepciones preliminares (Nigeria c. Camerún), Sentencia, I.C.J. Reports
1999 (I), pp. 36-37, par. 12). Así pues, como la Corte ya ha indicado:

«el verdadero propósito de la demanda debe ser la interpretación de la sentencia, lo que significa que
el objeto debe ceñirse sólo a obtener la explicación del significado y el alcance de lo que la Corte ha
decidido con fuerza vinculante en la sentencia, y no a obtener la solución de puntos que no han sido
decididos. Cualquier otra forma de interpretar el artículo 60 del Estatuto tendría como consecuencia
anular la disposición de este mismo artículo según la cual la sentencia es definitiva sin que quepa
recurso alguno» ( Demanda de interpretación de la Sentencia de 20 de noviembre de 1950 en el asunto
del Derecho de asilo (Colombia c. Perú), Sentencia, ICJ Reports 1950, p. 402; Demanda de interpretación
de la Sentencia de 11 de junio de 1998 en el asunto relativo a la Frontera terrestre y marítima entre
Camerún y Nigeria (Camerún c. Nigeria), Excepciones preliminares (Nigeria c. Camerún), Sentencia,
I.C.J. Reports 1999 (I), pp. 36-37, par. 12)

56. Teniendo en cuenta las opiniones divergentes de las partes en torno al significado y alcance de la
Sentencia de 1962, identificadas más arriba (véase el parágrafo 52), la Corte considera que es
necesario interpretar el segundo punto de la parte dispositiva de la Sentencia de 1962 así como el
alcance jurídico de lo que la Corte afirmó en relación con la línea del mapa del Anexo I. Dentro de
estos límites, la demanda de Camboya es admisible. En cambio, como la Corte ya ha tenido ocasión de
precisar, en la medida en que la demanda de interpretación de Camboya "fuera más allá y buscase
"obtener la solución para cuestiones que no han sido [decididas con fuerza vinculante]", o conseguir
una revisión de la Sentencia, no podría concedérsele ningún efecto" ( Demanda de revisión e
interpretación de la Sentencia de 24 de febrero de 1982 en el asunto relativo a la Plataforma
Continental (Túnez/Jamahiriya Árabe Libia) ( Túnez c. Jamahiriya Árabe Libia), Sentencia, ICJ Reports
1985, p. 223, par. 56).

3. Conclusión

57. A la luz de lo expuesto, la Corte concluye que existe entre las partes, en torno al significado y
alcance de la Sentencia de 1962, una controversia que entra en las previsiones del artículo 60 del
Estatuto. En consecuencia, la Corte es competente para pronunciarse sobre la demanda de Camboya
en torno a la interpretación de la Sentencia de 1962, y ésta es admisible.

3.21. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA LICITUD DE LA UTILIZACIÓN DE LAS ARMAS NUCLEARES POR
UN ESTADO EN UN CONFLICTO ARMADO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996

12. Así no hay duda de que la OMS ha sido debidamente autorizada, de acuerdo con el artículo 96.2
de la Carta para solicitar opiniones consultivas de la Corte. La primera condición que debe reunirse
para fundar la competencia de la Corte ha sido cumplida, en este caso.

[...]

15. Por tanto, en primer lugar, la Corte debe comprobar que la opinión consultiva solicitada se
refiere, efectivamente, a una cuestión jurídica en el sentido de lo dispuesto en su Estatuto y en la
Carta de Naciones Unidas.

[...]

16. La cuestión planteada a la Corte por la Asamblea Mundial de la Salud constituye de hecho una
cuestión jurídica, pues se le ha solicitado a la Corte que decida si

«en vista de los efectos para la salud y el medio ambiente [...] el uso de armas nucleares por un
Estado en un conflicto armado constituiría una violación de sus obligaciones de derecho
internacional incluida la Constitución de la OMS.»

Para ello, la Corte debe identificar las obligaciones de los Estados según las reglas de derecho
invocadas, y valorar si el comportamiento en cuestión se conforma a aquellas obligaciones, de
manera que se dé una respuesta jurídica a la cuestión planteada. El hecho de que esta cuestión tenga
aspectos políticos como sucede, por la naturaleza de las cosas, con tantas cuestiones que surgen en la
vida internacional, no basta para privarle del carácter de cuestión jurídica ni para «privar a la Corte
de una competencia expresamente atribuida por su Estatuto» ( Demanda de revisión de la Sentencia
núm. 158 del Tribunal Administrativo de Naciones Unidas , opinión consultiva, ICJ Reports , 1973, p.
172, pár. 14).

Cualesquiera que sean los aspectos políticos, la Corte no puede dejar de admitir el carácter jurídico
de una cuestión que le invita a desarrollar una tarea esencialmente judicial, específicamente, una
valoración de la legalidad de la posible conducta de los Estados en relación con las obligaciones a que
están sometidos en virtud del derecho internacional (cf. Condiciones de la admisión de un Estado
como miembro de las Naciones Unidas, (art. 4 de la Carta), opinión consultiva, 1948, ICJ, Reports , 1947-
1948, pp. 61-62; Competencia de la Asamblea General para admitir a un Estado como miembro de las
Naciones Unidas, opinión consultiva, ICJ Reports , 1950, pp. 6-7; Ciertos gastos de las Naciones Unidas,
art. 17, párrafo 2, de la Carta, opinión consultiva, ICJ Reports , 1962, p. 155).

Asimismo, como afirmó la Corte en la Opinión de 1980 relativa a la Interpretación del Acuerdo de 25
de marzo de 1951 entre la OMS y Egipto:

«Realmente, en las situaciones en las que las consideraciones políticas son muy relevantes puede ser
particularmente necesario para una organización internacional la obtención de una opinión
consultiva de la Corte en cuanto a los principios jurídicos aplicables con respecto a la materia objeto
de debate, especialmente cuando ello conlleve la interpretación de su constitución» ( ICJ Reports ,
1980, p. 87, par. 33).

Igualmente, la Corte entiende que ni la naturaleza política de los motivos que pueda decirse que han
inspirado la solicitud, ni las implicaciones políticas que la opinión emitida pueda tener, son
relevantes en la determinación de su competencia para emitir tal opinión.

18. La Corte intentará determinar ahora si la opinión consultiva solicitada por la OMS se refiere a
una cuestión que surge «en el marco de las actividades» de aquella Organización, de acuerdo con el
artículo 96.2 de la Carta.

[...]

19. Para la determinación del campo de actividad o el área de competencias de una organización
internacional, hay que referirse a las normas relevantes de la organización y, en primer lugar, a su
Constitución. Desde un prisma formal, los instrumentos constitutivos de las organizaciones
internacionales son tratados multilaterales, a los que se les aplican las normas bien establecidas de
interpretación de tratados. Como ha afirmado la Corte en relación con la Carta:

«En ocasiones previas en las que la Corte ha tenido que interpretar la Carta de Naciones Unidas, ha
seguido los principios y reglas aplicables de modo general a la interpretación de los tratados, ya que
ha reconocido que la Carta es un tratado multilateral, aunque con ciertas características especiales» (
Ciertos gastos de Naciones Unidas, art. 17.2 de la Carta, opinión consultiva, ICJ Report s, 1962, p. 157).

Pero los tratados constitutivos de las organizaciones internacionales son también tratados de un tipo
particular; su objeto es la creación de nuevos sujetos del derecho provistos de una cierta autonomía,
a los que las partes confían la tarea de la consecución de objetivos comunes. Tales tratados pueden
dar lugar a problemas específicos de interpretación relativos, entre otras cosas, a su carácter, que es
a la vez convencional e institucional; la propia naturaleza de la organización creada, los objetivos
asignados por sus fundadores, los imperativos asociados con el desarrollo efectivo de sus funciones,
así como su propia práctica, son todos ellos elementos que pueden merecer una especial atención
cuando llegue el momento de interpretar estos tratados constitutivos.

De acuerdo con la norma consuetudinaria de interpretación expresada en el artículo 31 de la


Convención de Viena del Derecho de los Tratados de 1969, los términos de un tratado deben
interpretarse «en su contexto y a la luz de su objeto y fin» y

«Juntamente con el contexto habrá de tenerse en cuenta:

[...]

b) toda práctica ulteriormente seguida en la aplicación del tratado por la cual conste el acuerdo de
las partes acerca de la interpretación del tratado»

La Corte ha tenido ocasión de aplicar esta regla de interpretación en varias ocasiones [...]; la aplicará
igualmente en el presente caso a fin de determinar si, según la Constitución de la OMS, la cuestión a
la que se le ha pedido que responda se plantea «en el marco de [la] actividad» de esta Organización.

[...]

21. Interpretada de acuerdo con su significado ordinario, en su contexto y a la luz del objeto y el fin
de la Constitución de la OMS, así como de la práctica seguida por la Organización, las provisiones de
su artículo 2 pueden leerse como que autorizan a la Organización a ocuparse de los efectos sobre la
salud del uso de las armas nucleares, o de cualquier otra actividad peligrosa, y a adoptar medidas
preventivas dirigidas a la protección de la salud de la población en el caso de que sean utilizadas
tales armas o se realicen tales actividades.

La cuestión planteada a la Corte en el presente caso se refiere, sin embargo, no a los efectos del uso
de las armas nucleares sobre la salud, sino a la licitud del uso de tales armas teniendo en cuenta sus
efectos sobre la salud y el medio ambiente. Cualesquiera que sean aquellos efectos, la competencia de
la OMS para ocuparse de ellos no depende de la legalidad de los actos que los causaron.
Consecuentemente, a la Corte no le parece que las disposiciones del artículo 2 de la Constitución de la
OMS, interpretadas de acuerdo con el criterio antes mencionado, pueden ser entendidas como que
confieren a la Organización una competencia para ocuparse de la legalidad del uso de las armas
nucleares, y por tanto, para preguntar a la Corte sobre el tema.

22. La Resolución WHA 46.40 de la Asamblea Mundial de la Salud en virtud de la cual se ha solicitado
a la Corte esta opinión, se refiere expresamente en su Preámbulo, a las funciones indicadas en los
subpárrafos a), k), p) y v) del artículo 2 objeto de consideración. Estas funciones son definidas como:

«a) actuar como la autoridad de directiva y coordinadora en la tarea de la salud internacional;»

[...]

26. De los diversos instrumentos mencionados anteriormente se desprende que la Constitución de la


OMS solamente puede ser interpretada, en la medida en que concierna a las competencias atribuidas
a esta Organización, tomando debida cuenta no sólo del principio general de especialidad, sino
también de la lógica del sistema general contemplado por la Carta. Si de acuerdo con las reglas en
que se basa el sistema la OMS dispone, en virtud del artículo 57 de la Carta, de «amplias
responsabilidades internacionales», aquellas responsabilidades están necesariamente restringidas a
la esfera de la «salud» pública y no pueden entrometerse en las responsabilidades de otras partes del
sistema de Naciones Unidas. Y no hay duda de que las cuestiones relativas al uso de la fuerza, la
regulación de armamentos y el desarme entran dentro de las competencias de Naciones Unidas y
quedan fuera de las de los organismos especializados. Además, cualquier otra conclusión convertiría
la noción de organismo especializado en algo casi sin sentido; es difícil imaginar qué otro significado
podría tener esta noción si un organismo especializado sólo necesita demostrar que el uso de ciertas
armas podría afectar a sus objetivos para ser capacitada para ocuparse de la legalidad de tal uso. Por
tanto, es difícil mantener que con la autorización a varios organismos especializados para solicitar
opiniones a la Corte, en virtud del artículo 96.2 de la Carta, la Asamblea General trató de permitirles
el acceder a la Corte para plantear cuestiones pertenecientes a la competencia de Naciones Unidas.

Por todas estas razones, la Corte considera que la cuestión planteada en la solicitud de la opinión
consultiva sometida por la OMS no surge «en la esfera de las actividades» de esta Organización como
se define en su Constitución.

3.22. CIJ ASUNTO RELATIVO A LAS CONSECUENCIAS JURÍDICAS DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN


MURO EN EL TERRITORIO PALESTINO OCUPADO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 9 DE JULIO DE 2004

36. A continuación la Corte pasa a ocuparse de otra cuestión relacionada con la jurisdicción en el
presente caso, a saber, la alegación de que la solicitud de una opinión consultiva formulada por la
Asamblea General no se refiere a una «cuestión jurídica» en el sentido del párrafo 1 del artículo 96 de
la Carta y del párrafo 1 del artículo 65 del Estatuto de la Corte. Se ha argumentado a este respecto
que, para que una cuestión se considere «cuestión jurídica» a los efectos de esas dos disposiciones,
debe ser razonablemente precisa, puesto que de no ser así no se prestaría para que la Corte le diera
una respuesta. En cuanto a la petición formulada en el presente procedimiento consultivo, se ha
afirmado que no es posible determinar con certeza razonable el significado jurídico de la pregunta
que se plantea a la Corte por dos motivos.

En primer lugar, se alega que la cuestión referente a las «consecuencias jurídicas» de la construcción
del muro sólo admite dos posibles interpretaciones, cualquiera de las cuales determinaría que la
Corte siguiese una línea de conducta que no le corresponde adoptar. La cuestión planteada podría
interpretarse en primer lugar como una petición dirigida a la Corte para que ésta determine si la
construcción del muro es ilegal y a continuación exponga su opinión sobre las consecuencias
jurídicas de dicha ilegalidad. En este caso se ha sostenido que la Corte debería abstenerse de
responder a la cuestión planteada por diversas razones, algunas de las cuales tienen que ver con la
jurisdicción y otras con una cuestión de prudencia judicial. En cuanto a la jurisdicción, se afirma que,
si el objetivo de la Asamblea General hubiese sido obtener la opinión de la Corte sobre la cuestión
sumamente compleja y delicada de la legalidad de la construcción del muro, la Asamblea debería
haber solicitado expresamente una opinión sobre ese punto (cf. ( Intercambio de poblaciones griegas y
turcas, Opinión Consultiva, 1925, CPJI, Series B, N.º 10, pág. 17). También se ha indicado que una
segunda interpretación de la solicitud podría ser la de que la Corte debería partir del supuesto de que
la construcción del muro es ilegal y a continuación dar su opinión sobre las consecuencias jurídicas
de dicha ilegalidad que se ha dado por supuesta. Se ha alegado que, en tal hipótesis, la Corte debería
también abstenerse de dar respuesta a la solicitud planteada, porque ésta se basaría en una
presunción discutible y porque, en cualquier caso, sería imposible pronunciarse sobre las
consecuencias jurídicas de una ilegalidad sin especificar la naturaleza de dicha ilegalidad.

En segundo lugar, se ha sostenido que la cuestión que se plantea a la Corte no tiene carácter
«jurídico» debido a su imprecisión y a su naturaleza abstracta. En particular, se ha afirmado a este
respecto que en la cuestión no se especifica si se pide a la Corte que determine las consecuencias
jurídicas para «la Asamblea General o algún otro órgano de las Naciones Unidas», «los Estados
Miembros de las Naciones Unidas», «Israel», «Palestina» o «alguna combinación de los anteriores, u
otra entidad diferente».

37. En cuanto a la supuesta falta de claridad de los términos de la solicitud de la Asamblea General y
sus consecuencias sobre la «naturaleza jurídica» de la cuestión planteada ante la Corte, esta última
observa que dicha cuestión se refiere a las consecuencias jurídicas derivadas de una situación de
hecho determinada teniendo en cuenta los principios y normas del derecho internacional, en
particular, el Convenio de Ginebra sobre la protección de personas civiles en tiempo de guerra, de 12
de agosto de 1949 (en adelante el «Cuarto Convenio de Ginebra»), y las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad y la Asamblea General. Así pues, la cuestión planteada por la Asamblea
General, siguiendo la terminología utilizada por la Corte en su Opinión Consultiva sobre el Sáhara
Occidental, está planteada en términos jurídicos y suscita «problemas de derecho internacional», de
modo que «por su misma naturaleza» es susceptible de obtener una respuesta fundada en el derecho;
en realidad difícilmente puede dársele una respuesta que no se funde en el derecho. En opinión de la
Corte, se trata en efecto de una cuestión de carácter jurídico (véase ( Sáhara Occidental, Opinión
Consultiva, ICJ Reports 1975, pág. 18, párr. 15).

38. La Corte desea señalar que la falta de claridad en la redacción de una cuestión no podría privar a
la Corte de su jurisdicción. En todo caso, en razón de tal incertidumbre la Corte deberá precisar la
interpretación que debe darse a la cuestión, cosa que ha hecho con frecuencia. En el pasado, tanto la
antigua Corte Permanente como la actual Corte han observado en algunos casos que en el texto de
una solicitud de opinión consultiva no se enunciaba con precisión el tema sobre el que se pedía la
opinión de la Corte ( (Interpretación del Acuerdo greco-turco de 1 de diciembre de 1926, Protocolo
Final, Artículo IV, Opinión Consultiva 1928, CPJI, Series B, N.º 16 (I), págs. 14 a 16), que dicho texto no
se corresponde con la «verdadera cuestión jurídica» sometida a examen ( (Interpretacion del Acuerdo
de 25 de marzo de 1951 entre la OMS y Egipto, Opinión Consultiva, ICJ Reports 1980, págs. 87 a 89,
párrs. 34 a 36). En un caso, la Corte afirmó que «la cuestión que se ha sometido a la Corte,
considerada en sí misma», parecía «a la vez mal planteada y vaga» ( (Demanda de revisión de la
Sentencia N.º 273 del Tribunal Administrativo de las Naciones Unidas, Opinión Consultiva, ICJ Reports,
1982, pág. 348, párr. 46).

En consecuencia, la Corte se ha visto con frecuencia obligada a ampliar, interpretar e incluso


reformular las cuestiones que se le plantean (véanse las tres opiniones citadas más arriba; véanse
también ( Jaworzina, Opinión Consultiva, 1923, CPJI, Series B, N.º 8; Admisibilidad de audiencia de
peticionarios por el Comité sobre el Sudoeste Africano, Opinión Consultiva, ICJ Reports 1956, pág. 25;
Ciertos gastos de las Naciones Unidas (Artículo 17, párrafo 2, de la Carta), Opinión Consultiva, ICJ
Reports 1962, págs. 157 a 162).

En el caso que nos ocupa, la Corte sólo tendrá que hacer lo que ya ha hecho a menudo en el pasado,
es decir, «determinar los principios y las normas vigentes, interpretarlos y aplicarlos..., para dar así
una respuesta con fundamento jurídico a la cuestión planteada» ( (Legalidad de la amenaza o el
empleo de armas nucleares, ICJ Reports 1996 (I), pág. 234, párr. 13).

39. En el presente caso, si la Asamblea General pide a la Corte que determine las «consecuencias
jurídicas» derivadas de la construcción del muro, el uso de estos términos implica necesariamente
una evaluación sobre si dicha construcción viola o no ciertas normas y principios del derecho
internacional. Así pues, a la Corte se le pide en primer lugar que determine si tales normas y
principios han sido y siguen siendo violados en virtud de la construcción del muro a lo largo del
trazado previsto.

40. La Corte no considera que la naturaleza supuestamente abstracta de la cuestión que se le


presenta plantee una cuestión de jurisdicción. Incluso cuando el tema se formuló como una cuestión
de prudencia más que de jurisdicción, en el caso relativo a la Legalidad de la amenaza o el empleo de
armas nucleares, la Corte consideró que el argumento de que no debía entender de cuestiones
enunciadas en términos abstractos era «una mera afirmación, desprovista de toda justificación» y
que «la Corte debe emitir una opinión consultiva sobre cualquier cuestión jurídica, sea abstracta o
no» [...] En cualquier caso, la Corte considera que la cuestión que se le plantea en relación con las
consecuencias jurídicas de la construcción del muro no es abstracta, y, además, que a la Corte le
incumbe determinar para quiénes se derivan tales consecuencias.

41. Además, la Corte no puede aceptar la opinión, que también se ha expresado en el presente
procedimiento, de que carece de jurisdicción debido al carácter «político» de la cuestión planteada.
Como se desprende con claridad de su jurisprudencia bien asentada en la materia, la Corte considera
que el hecho de que una cuestión jurídica también presente aspectos políticos

«como, por la naturaleza de las cosas, ocurre con tantas cuestiones que surgen en la vida
internacional, no basta para privarla de su carácter de «cuestión jurídica» ni para «privar a la Corte
de una competencia que le ha sido expresamente conferida por su Estatuto» ( (Demanda de revisión
de la Sentencia N.º 158 del Tribunal Administrativo de las Naciones Unidas, Opinión Consultiva, ICJ,
Reports 1973, pág. 172, párr. 14). Cualesquiera que sean los aspectos políticos de la cuestión, la Corte
no puede negarse a admitir el carácter jurídico de una cuestión que la invita a desempeñar una tarea
esencialmente judicial, a saber, una evaluación de la legalidad del posible comportamiento de los
Estados con respecto a las obligaciones que les impone el derecho internacional.» [...]( (Legalidad de
la amenaza o el empleo de armas nucleares, ICJ Reports 1996 (I), pág. 234, párr. 13.)

En su Opinión relativa a la Interpretación del Acuerdo de 25 de marzo de 1951 entre la OMS y Egipto,
la Corte resaltó que «en situaciones en que las consideraciones políticas son importantes puede ser
especialmente necesario para una organización internacional obtener una opinión consultiva de la
Corte acerca de los principios jurídicos aplicables al asunto que se debate....» ( (ICJ Reports 1980, pág.
87, párr. 33). Además, en su opinión sobre la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas
nucleares la Corte afirmó que «la naturaleza política de los motivos que pueda decirse que han
inspirado la petición y las consecuencias políticas que la opinión emitida podría tener no son
relevantes a la hora de determinar su competencia para emitir dicha opinión»( (ICJ Reports 1966 (I),
pág. 234, párr. 13). La Corte opina que en las presentes actuaciones no existen elementos que
permitan apartarse de esta conclusión.

42. En consecuencia la Corte tiene jurisdicción para emitir la opinión consultiva solicitada en virtud
de la resolución ES-10/14 de la Asamblea General.

3.23. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA CONFORMIDAD CON EL DERECHO INTERNACIONAL DE LA


DECLARACIÓN UNILATERAL DE INDEPENDENCIA DE KOSOVO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 22 DE
JULIO DE 2010

25. Corresponde igualmente a la Corte asegurarse de que la cuestión sobre la que se le ha pedido su
dictamen es una «cuestión jurídica» en los términos del artículo 96 de la Carta y el artículo 65 del
Estatuto. En el presente caso, la cuestión que se formula a la Corte por la Asamblea General pide que
se determine si la declaración de independencia a la que se refiere es «conforme al Derecho
internacional». Una pregunta en la que se pide expresamente a la Corte que responda si una acción
particular es compatible con el Derecho internacional, ciertamente, parece ser una cuestión jurídica;
como la Corte ha declarado en ocasiones previas, las cuestiones «planteadas en un marco legal y que
suscitan problemas de Derecho internacional... son por su naturaleza susceptibles de una respuesta
basada en el Derecho» (Asunto del Sáhara Occidental, Opinión Consultiva, ICJ Reports 1975, p. 18,
para. 15) y, por tanto, parecen ser cuestiones jurídicas a los efectos del artículo 96 de la Carta y del
artículo 65 del Estatuto.

26. Sin embargo, algunos de los participantes en este proceso han sugerido que esta pregunta
formulada por la Asamblea General no es, en realidad, una cuestión jurídica. De acuerdo con sus
escritos, el Derecho internacional no regula las declaraciones de independencia, que deben ser
consideradas actos políticos; sólo el derecho constitucional regula el acto por el que se procede a tal
declaración, mientras que la jurisdicción de la Corte, cuando emite una opinión consultiva, se
circunscribe a cuestiones de Derecho internacional. En este caso, sin embargo, a la Corte no se le ha
pedido que se pronuncie sobre si la declaración de independencia es conforme a ningún derecho
interno, sino sólo que determine si lo es en relación con el Derecho internacional. La Corte puede
responder a esta pregunta por referencia al Derecho internacional, sin necesidad de entrar en
cuestiones de ningún sistema jurídico interno.

27. Más aún, la Corte ha afirmado repetidamente que el hecho de que la cuestión tenga
connotaciones políticas no es suficiente para negarle su carácter jurídico ( Demanda de revisión de la
Sentencia nº 158 del Tribunal Administrativo de las Naciones Unidas, Opinión Consultiva, ICJ Reports,
1973, p. 172, para.14). Con independencia de sus caracteres políticos, la Corte no puede negarse a
responder a los elementos jurídicos de una pregunta que incoa una de sus tareas judiciales
fundamentales, a saber, en el presente caso, al determinar si se trata de una cuestión jurídica, la
Corte no debe ocuparse de la naturaleza política de los motivos que han llevado a plantear la
cuestión o de las implicaciones políticas que su opinión podría acarrear [ Condiciones de la admisión
de un Estado como Miembro de Naciones Unidas (artículo 4 de la Carta), Opinión Consultiva, 1948, ICJ
Reports 1947-1948, p. 61, y Legalidad de la amenaza o el uso de armas nucleares, Opinión Consultiva,
ICJ Reports, 1996 (I), p. 234, para. 13].

28. La Corte considera, por lo tanto, que tiene jurisdicción para dictar su opinión consultiva en
respuesta a la solicitud de la Asamblea General.

[...]

31. La Corte debe asegurarse de la oportunidad de ejercer su función judicial en el presente caso. Por
tanto, ha prestado especial atención a si, a la luz de su jurisprudencia previa, hay razones que la
conminen a rehusar responder a la solicitud de la Asamblea General.

[...]

36. Una cuestión importante que la Corte debe considerar es si, a la vista de los respectivos papeles
del Consejo de Seguridad y la Asamblea General, en relación con la situación de Kosovo, la Corte,
como principal órgano judicial de las Naciones Unidas, debería declinar responder la cuestión que se
le ha formulado, sobre la base de que la solicitud de la opinión de la Corte proviene de la Asamblea y
no del Consejo.

[...]

39. En este contexto, se ha sugerido que, dadas las respectivas competencias del Consejo de Seguridad
y de la Asamblea General, si la opinión de la Corte hubiera de dictarse en relación con la legalidad
internacional de la declaración de independencia, debería haber sido solicitada por el Consejo de
Seguridad y éste sería un motivo suficiente para que la Corte no respondiera a la solicitud de la
Asamblea General. Se afirma que esta conclusión se obtiene tanto de la naturaleza de la acción del
Consejo de Seguridad en este caso como del hecho de que, para responder a la cuestión, la Corte
debe, necesariamente, interpretar y aplicar la resolución 1244 (1999), con el fin de dilucidar si la
declaración de independencia es conforme o no al Derecho internacional.

40. Mientras la solicitud formulada a la Corte afecta a un aspecto de una situación que el Consejo de
Seguridad ha caracterizado como una amenaza para la paz y la seguridad, y que continúa estando en
la agenda del Consejo como tal, esto no conlleva que la Asamblea General no tenga un interés
legítimo en la cuestión. Los artículos 10 y 11 de la Carta, a los que la Corte ya se ha referido, confieren
a la Asamblea General amplias competencias para tratar asuntos diversos que caen en el ámbito de
acción de las Naciones Unidas, incluyéndose cuestiones relativas a la paz y a la seguridad
internacionales. Estas competencias no se hallan restringidas por la responsabilidad de
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales de que se ha revestido al Consejo de
Seguridad por el artículo 24.1. Como la Corte ha tenido ocasión de dejar claro en su Opinión
Consultiva sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio ocupado de
Palestina, párrafo 26: «el artículo 24 se refiere a la competencia primaria, pero no necesariamente
exclusiva». El hecho de que la situación de Kosovo esté en la agenda del Consejo de Seguridad, y que
el Consejo haya ejercido al respecto sus poderes conferidos en el Capítulo VII al respecto, no excluye
que la Asamblea General pueda tratar cualquier aspecto de la situación, incluida la declaración de
independencia. El límite que la Carta ha trazado, y que afecta a la Asamblea General frente al
Consejo de Seguridad, es el del artículo 12 y restringe la competencia de la Asamblea General para
hacer recomendaciones tras abordar un asunto, no su competencia para tratarlo.

41. Más aún, el artículo 12 no bloquea todas las acciones de la Asamblea General respecto de las
amenazas para la paz y la seguridad internacionales que estén siendo tratadas por el Consejo de
Seguridad. La Corte abordó esta cuestión en cierto detalle en los párrafos 26 a 27 de su Opinión
Consultiva sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio ocupado de
Palestina, donde la Corte declaró que se ha experimentado una tendencia creciente conforme a la
cual la Asamblea General y el Consejo de Seguridad actúan de manera paralela sobre el mismo
asunto que afecta al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y observó que, con
frecuencia, se daba el caso de que, mientras el Consejo de Seguridad prefería centrarse en aspectos
que afectaban a la paz y la seguridad internacionales, la Asamblea General adoptaba un visión más
amplia, tomando en cuenta los aspectos humanitarios, sociales y económicos.

[...]

46. En este mismo sentido, el hecho de que la Corte tenga necesariamente que interpretar y aplicar
las disposiciones de la resolución 1244 (1999) del Consejo de Seguridad, para responder a la pregunta
que le formula la Asamblea General, no constituye, según ella, una razón decisiva para no responder
a la solicitud que le ha sido dirigida. Mientras que la interpretación y aplicación de una decisión de
un órgano político de las Naciones Unidas es, en primer lugar, una responsabilidad del órgano que la
adoptó, la Corte, como órgano judicial principal de las Naciones Unidas, ha sido requerida para
pronunciarse sobre la interpretación y efectos jurídicos de tales actos. Lo ha hecho en ejercicio de su
función consultiva [véase por ejemplo, ciertos gastos de las Naciones Unidas (artículo 17.2 de la
Carta), Opinión Consultiva, ICJ Reports 1962, p.175; y consecuencias jurídicas de la presencia contínua
de Sudáfrica en Namibia (Sudoeste africano) a pesar de la Resolución 276 (1970) del Consejo de
Seguridad, Opinión Consultiva, ICJ Reports 1971, pp. 51-54, paras. 107-116], y en ejercicio de su
competencia contenciosa [véase por ejemplo, cuestiones relativas a la interpretación y aplicación de la
Convención de Montreal de 1971 resultantes del incidente aéreo de Lockerbie (Jamahiriya Árabe de
Libia c. Reino Unido), medidas provisionales, Auto de 14 de abril de 1992, ICJ Reports 1992, p.15, paras.
39-41; y cuestiones relativas a la interpretación y aplicación de la Convención de Montreal de 1971
resultantes del incidente aéreo de Lockerbie (Jamahiriya Árabe de Libia c. Estados Unidos), medidas
provisionales, Auto de 14 de abril de 1992, ICJ Reports 1992, p. 15, paras. 42-44].

47. Por tanto, no hay incompatibilidad alguna con la integridad de la función judicial si la Corte lleva
a cabo tal labor. La cuestión es, más bien, si debería declinar aceptar tal tarea salvo en caso de que
fuera el órgano que ha tomado la decisión el que solicita la opinión de la Corte. En su Opinión
Consultiva sobre ciertos gastos de las Naciones Unidas , sin embargo, la Corte respondió a la pregunta
formulada por la Asamblea General, incluso aunque ello implicaba la interpretación de ciertas
resoluciones del Consejo de Seguridad (a saber, resoluciones 143, 145 y 146 de 1960; y 161 y 169 de
1961) [ Ciertos gastos de las Naciones Unidas (artículo 17.2 de la Carta), Opinión Consultiva, ICJ Reports
1962, pp. 175-177]. La Corte también hace notar que, en su Opinión Consultiva sobre las condiciones
de admisión de un Estado como miembro de las Naciones Unidas (artículo 4 de la Carta) (ICJ Reports
1947-1948, pp. 61-62) respondió a una solicitud de la Asamblea General, incluso aunque la solicitud se
refería a declaraciones que se habían hecho en las sesiones del Consejo de Seguridad y que se había
argumentado que la Corte debía, por tanto, utilizar su facultad discrecional de declinar responder [
condiciones de admisión de un Estado como miembro de las Naciones Unidas (artículo 4 de la Carta),
Escritos, Acuerdos Orales, Documentos, p. 90]. En caso de que la Asamblea General tenga un interés
legítimo en la respuesta de su pregunta, el hecho de que la respuesta pueda, en parte, incidir sobre
una decisión del Consejo de Seguridad no es suficiente para justificar que la Corte deba inhibirse de
dictar una opinión solicitada por la Asamblea General.

3.24. CIJ ASUNTO DE LA DECISIÓN Nº 2867 DEL TRIBUNAL ADMINISTRATIVO DE LA


ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO RELATIVA A UNA DEMANDA CONTRA EL
FONDO INTERNACIONAL DE DESARROLLO AGRÍCOLA. OPINIÓN CONSULTIVA DE 1 DE FEBRERO
DE 2012

44. Como la Corte ha declarado en el único otro caso en que una institución especializada había
solicitado su opinión en virtud del artículo XII del anexo al estatuto del TAOIT «el principio de
igualdad entre las partes se deriva de las exigencias de una buena administración de justicia»
(opinión consultiva de 1956, CIJ Recueil 1956 , p. 86). La igualdad de acceso a los procedimientos de
apelación o a otros recursos disponibles, salvo excepción basada en motivos objetivos y razonables,
debe ser considerada en adelante como parte integrante de este principio (ver más arriba apartado
39). Por las razones expuestas, hoy cabe preguntarse si el sistema establecido en 1946 satisface
efectivamente el principio moderno de igualdad de acceso a cortes y tribunales. No corresponde a la
Corte reformar este sistema, pero puede velar para que la igualdad sea asegurada lo más posible en
los procedimientos que se desarrollan ante ella. La Corte se interesará ahora por esta cuestión.

45. En el presente caso, la Corte ha tomado dos decisiones que, como fue el caso cuando se ocupó de
las cuatro demandas anteriores de reforma de una decisión de un tribunal administrativo, han
atenuado sensiblemente la desigualdad ante ella del funcionario y de la institución que lo emplea,
desigualdad que se deriva de las disposiciones de su Estatuto. En primer lugar, en su auto de 29 abril
2010, indicó que el presidente del Fondo debía transmitirle cualquier declaración exponiendo el
punto de vista de la Sra. Sáez García que ésta quisiera llevar a su atención y concedió los mismos
plazos a la interesada y al Fondo para someterle sus exposiciones escritas en la primera fase y sus
observaciones escritas en la segunda. A continuación decidió que no habría procedimiento oral,
decisión de principio que reiteró cuando el Fondo reiteró su solicitud de desarrollo de audiencias. En
efecto, está claro desde 1956, fecha en la cual la Corte se ocupó por primera vez de la cuestión del
procedimiento a seguir cuando se la pide la reforma de decisiones de tribunales administrativos, que
el Estatuto no permite a las personas físicas participar en tal caso en las audiencias, mientras que las
organizaciones internacionales afectadas podrían (opinión consultiva de 1956, CIJ Recueil 1956 , p.
86; ver igualmente Demanda de reforma de la decisión nº del Tribunal administrativo de las Naciones
Unidas, opinión consultiva, CIJ Recueil 1973, par. 34).

46. El procedimiento no ha estado exento de dificultades. La Corte mencionará tres. La primera se


refiere a la documentación incluida en el dossier: ha habido que esperar al mes de julio 2011, y tres
solicitudes de la Corte, para que se aportaran todos los documentos «que puedan servir para
dilucidar la cuestión» en virtud del apartado 2 del artículo 65 del Estatuto de la Corte – es decir
quince meses en total tras el depósito d la demanda de opinión consultiva (ver apartados 13-15 más
arriba). La segunda dificultad se relaciona con el hecho de que el FIDA no informó a la Sra. Sáez
García en tiempo útil de las demandas procedimentales que presentaba a la Corte. La tercera se
refiere al hecho de que, en un primer momento, el FIDA no transmitió a la Corte ciertas
comunicaciones de la Sra. Sáez García...

47. No obstante estas dificultades, la Corte concluye que, al final de este procedimiento, dispone de
todas las informaciones requeridas para decidir sobre las cuestiones planteadas; que el Fondo y la
Sra. Sáez García han podido cada uno presentar sus argumentos y responder a las alegaciones de la
otra parte de manera apropiada y, en buena medida, en condiciones de igualdad; y que, en esencia,
se ha satisfecho el principio de igualdad ante ella en el procedimiento, así como lo exigen su
condición de órgano judicial y la buena administración de justicia.

48. A la luz del análisis anterior, la Corte reafirma su preocupación ante la desigualdad de acceso a la
Corte que se deriva del procedimiento de reforma previsto en el artículo XII del anexo al estatuto del
TAOIT. Por otra parte, sigue preocupada por el tiempo empleado por el Fondo para respetar los
procedimientos tendentes a asegurar la igualdad en el marco del presente procedimiento. No
obstante, teniendo en cuenta el conjunto de las circunstancias del caso, en particular las medidas que
ha tomado con el fin de reducir la desigualdad en el procedimiento que se desarrolla ante ella, la
Corte considera que las razones que podrían impulsarla a rechazar emitir una opinión consultiva no
son suficientemente decisivas para llevarla a hacerlo.

3.25. LECTURAS RECOMENDADAS

AMR, M. S. M., The Role of the International Court of Justice as the Principal Judicial Organ of the
United Nations , Kluwer, La Haya, 2003.

ESPÓSITO MASSICCI, C., La jurisdicción consultiva de la Corte Internacional de Justicia , McGraw-


Hill, Madrid, 1996.

MARIÑO MENÉNDEZ, F., «Sobre la función de los tribunales internacionales y en particular del
Tribunal Internacional de Justicia en el actual sistema jurídico internacional», Las Naciones
Unidas desde España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España
en las Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en España,
Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp. 433-447.

NORODOM, A.-T., «La Cour Internationale de Justice, à la croisée du droit des Nations Unies et du
droit international», Les 70 ans des Nations Unies: quel rôle dans le monde actuel?. Journée d’études
en l’honneur du Professeur Yves Daudet , Pedone, París, 2014, pp. 229-240.

– «El discreto ejercicio de la función consultiva de la Corte Internacional de Justicia en el asunto


Kosovo», REDI , vol. LXIII, 2011, pp. 125-147.

ORIHUELA CALATAYUD, E., «Tratados, cláusulas compromisorias y declaraciones como


fundamento de la jurisdicción obligatoria de la Corte Internacional de Justicia. Reflexiones sobre
su posible conexión», El derecho internacional: normas, hechos y valores. Liber Amicorum José
Antonio Pastor Ridruejo (L. CAFLISCH, R. BERMEJO GARCÍA, J. DÍEZ-HOCHLEITNER Rodríguez C.
GUTIÉRREZ ESPADA coords.), Ed. Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Madrid, 2005,
pp. 561-590.

TORRESBERNÁRDEZ, S., «La Corte Internacional de Justicia en el sistema establecido en la Carta de


las Naciones Unidas», Las Naciones Unidas y el Derecho Internacional (C. FERNÁNDEZ DE
CASADEVANTE, J. QUEL eds.), Ariel, Barcelona, 1997, pp. 121-151.

© 2016 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Paz Andrés Sáenz de Santa María]© Portada: Thomson Reuters (Legal) Limited
2017 - 01 - 25

Derecho Internacional Público. Textos y materiales. 3ª ed., mayo 2016


Capítulo VIII. El uso de la fuerza en la comunidad internacional y el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales

Capítulo VIII

El uso de la fuerza en la comunidad internacional y el


mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales

Sumario:

1. La prohibición del uso de la fuerza en el derecho internacional y sus excepciones


1.1. Introducción
1.2. Tratado general de renuncia a la guerra, hecho en París el 27 de agosto de 1928
1.3. Carta de las NN UU, de 26 de junio de 1945. Artículo 2.4
1.4. Declaración sobre los principios de Derecho internacional referentes a las relaciones de
amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las NN UU.
A/RES/2625 (XXV)
1.5. Definición de la Agresión. A/RES/3314 (XXIX)
1.6. Corte Penal Internacional. Definición del crimen de agresión. Asamblea de los Estados
Partes. Resolución RC/Res.6 (2010)
1.7. Carta de las NN UU, de 26 de junio de 1945. Artículo 51
1.8. CIJ Asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua
c. Estados Unidos de América), fondo. Sentencia de 27 de junio de 1986
1.9. CIJ Asunto de las Plataformas petrolíferas (República Islámica de Irán c. Estados Unidos
de América). Sentencia de 6 de noviembre de 2003
1.10. Tratado del Atlántico Norte, hecho en Washington el 4 de abril de 1949
1.11. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996
1.12. Sobre las amenazas a la paz y la seguridad internacionales creadas por actos terroristas.
S/RES/1368 (2001)
1.13. Lecturas recomendadas
2. El capítulo VII de la Carta de las NN UU y el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales
2.1. Introducción
2.2. Iraq-Kuwait. S/RES/678 (1990)
2.3. Iraq-Kuwait. S/RES/687 (1991)
2.4. La situación entre el Iraq y Kuwait. S/RES/1441 (2002)
2.5. La situación entre el Iraq y Kuwait. S/RES/1483 (2003)
2.6. La situación entre el Iraq y Kuwait. S/RES/1511 (2003)
2.7. Declaración del Secretario General de la OTAN, Sr. Solana Madariaga, de 23 de marzo de
1999
2.8. La situación humanitaria de Kosovo (República Federativa de Yugoslavia). S/RES/1244
(1999)
2.9. CIJ Asunto relativo a la Conformidad con el Derecho internacional de la declaración
unilateral de independencia de Kosovo. Opinión Consultiva de 22 de julio de 2010
2.10. Paz y seguridad en África. S/RES/1970 (2011)
2.11. La situación en Libia. S/RES/1973 (2011)
2.12. La situación en Libia. S/RES/2009 (2011)
2.13. La situación en Malí. S/RES/2085 (2012)
2.14. Informe del Grupo de Alto Nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio. Un mundo
más seguro: la responsabilidad que compartimos (2004)
2.15. Documento Final de la Cumbre Mundial 2005
2.16. Un compromiso vital y perdurable: hacer efectiva la responsabilidad de proteger. 7º
informe del secretario general de las NN UU (a/69/981-S/2015/500, de 13 julio 2015)
2.17. Sobre las amenazas a la paz y la seguridad internacionales creadas por actos de
terrorismo. S/RES/1373 (2001)
2.18. No proliferación de las armas de destrucción en masa. S/RES/1540 (2004)
2.19. Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. S/RES/2240 (2015)
2.20. Lecturas recomendadas
3. El derecho internacional humanitario
3.1. Introducción
3.2. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de las armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996
3.3. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996. Declaración del Presidente, Sr. Bedjaoui
3.4. CIJ Asunto de la Legalidad de la amenaza o el empleo de armas nucleares. Opinión
Consultiva de 8 de julio de 1996. Opinión disidente de la Juez R. Higgins
3.5. CIJ Asunto de las Consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio
palestino ocupado. Opinión Consultiva de 9 de julio de 2004
3.6. Comisión de Reclamaciones Etiopía-Eritrea. Laudo parcial sobre los prisioneros de guerra
(reclamación nº 4 de Etiopía), de 1 de julio de 2003
3.7. TEDH Asunto Al-Skeini c. Reino Unido. Sentencia (Gran Sala) de 7 de julio de 2011
3.8. Lecturas recomendadas
1. LA PROHIBICIÓN DEL USO DE LA FUERZA EN EL DERECHO INTERNACIONAL Y SUS
EXCEPCIONES

1.1. INTRODUCCIÓN

Tradicionalmente, el derecho internacional se caracterizó por reconocer una competencia


discrecional de los Estados para declarar la guerra, de manera que el uso de la fuerza armada como
forma de solución de conflictos era considerado como algo lícito. El incremento de los armamentos y
su capacidad destructiva, así como la toma de conciencia de los enormes daños sobre las personas
dio lugar a finales del siglo XIX a movimientos encaminados tanto a regular internacionalmente el
desarrollo de la guerra ( ius in bello ) como a establecer normas de arreglo pacífico de las
controversias internacionales. A raíz de la primera guerra mundial, a estas tendencias se une la de
limitar o prohibir la guerra, lo que se va a llevar a cabo de forma progresiva. Así, ya en el Pacto de la
Sociedad de Naciones se contemplaba la prohibición de la guerra contra los Estados que hubieran
sometido la controversia al arreglo arbitral o judicial o al Consejo aceptando su decisión y poco
después el Tratado general de renuncia a la guerra, de 1928, recogió una declaración general de
ilicitud del uso de la fuerza para los Estados partes. Esta evolución termina con el artículo 2.4 de la
Carta de las NN UU, que consagra el principio de prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza
entre los Estados, el cual se reafirma y concreta con posterioridad en la Resolución 2625 (XXV), la
Resolución 3314 (XXIX) sobre la definición de la agresión y la Resolución 42/22, que contiene la
Declaración sobre el mejoramiento de la eficacia del principio de la abstención de la amenaza o de la
utilización de la fuerza en las relaciones internacionales. Por su parte, la CIJ ha subrayado la triple
dimensión de la prohibición, como norma convencional, como norma consuetudinaria y como
principio fundamental.

La Carta establece dos excepciones a la regla general de la prohibición de la amenaza o el uso de la


fuerza. La primera es el derecho de legítima defensa, al que el artículo 51 reconoce como «derecho
inmanente» en caso de ataque armado al tiempo que lo relaciona con las competencias del Consejo
de Seguridad en el sentido de que la acción en legítima defensa debe ser comunicada a este órgano y
es provisional, pues sólo podrá durar hasta que el Consejo haya adoptado las medidas adecuadas y
no puede afectar a la autoridad del Consejo para el mantenimiento de la paz; a lo que hay que añadir
la proporcionalidad exigida por el derecho consuetudinario. De otro lado, a tenor de la Carta la
legítima defensa puede tener también un enfoque colectivo, lo que conduce a la celebración de
tratados que recogen el compromiso de las partes de asistir a cualquiera de ellos que sea objeto de un
ataque armado. La segunda excepción aparece en el artículo 42 y se vincula con las competencias del
Consejo de Seguridad para decidir medidas que impliquen el uso de la fuerza con el fin de mantener
la paz y la seguridad internacionales, esto es, como sanción institucional. Junto a estas dos
excepciones, debe apuntarse también que la Resolución 2625 (XXV) ha afirmado la prohibición del
uso de la fuerza por parte de las potencias colonizadoras y la legalidad de la lucha armada por los
pueblos sometidos a dominación colonial, a los que se les podrá prestar ayuda para que ejerzan su
derecho a la libre determinación.

1.2. TRATADO GENERAL DE RENUNCIA A LA GUERRA, HECHO EN PARÍS EL 27 DE AGOSTO DE 1928

El Presidente del Reich alemán, el Presidente de los Estados Unidos de América, S.M. el Rey de los belgas,
el Presidente de la República Francesa, S.M. el Rey de Gran Bretaña, Irlanda y los territorios británicos
de ultramar, Emperador de las Indias, S.M. el Rey de Italia; S.M. el Emperador del Japón, el Presidente de
la República de Polonia y el Presidente de la República de Checoeslovaquia.

Sintiendo profundamente el solemne deber que les incumbe de desarrollar el bienestar de la


humanidad;

Persuadidos de haber llegado el momento de proceder a una franca renuncia a la guerra como
instrumento de política nacional, a fin de que las relaciones pacíficas y amistosas que existen
actualmente entre sus pueblos puedan ser perpetuadas;

Convencidos de que todos los cambios en sus relaciones mutuas sólo deben buscarse por
procedimientos pacíficos y realizarse en el orden y la paz, y que toda Poten​cia signataria que en lo
sucesivo tratase de desenvolver sus intereses nacionales recurriendo a la guerra deberá ser privada del
beneficio del presente Tratado;

Esperando que, animados por su ejemplo, todas las demás naciones del mundo se unirán a estos
humanitarios esfuerzos y, adhiriéndose al presente Tratado desde su entrada en vigor, pondrán a sus
pueblos en situación de aprovechar sus bienhechoras estipulaciones, uniendo así a las naciones
civilizadas del mundo en una renuncia común a la guerra como instrumento de su política nacional;

Han decidido concluir un tratado y a este fin han designando sus respectivos Plenipotenciarios los
cuales, después de haberse comunicado sus poderes, reconocidos en buena y debida forma, han
acordado los artículos siguientes:

Art. 1. Las Altas Partes Contratantes, declaran solemnemente en nombre de sus pueblos respectivos, que
condenan el recurso de la guerra para el arreglo de las diferencias internacionales y renuncian a ella
como instrumento de política nacional en sus relaciones mutuas.

Art. 2. Las Altas Partes Contratantes reconocen que el arreglo o la solución de las diferencias o conflictos,
sea cual fuere el origen o naturaleza de ellos, que pudieran surgir entre las mismas, sólo deberá
buscarse por medios pacíficos.

[...]

1.3. CARTA DE LAS NN UU, DE 26 DE JUNIO DE 1945. ARTÍCULO 2.4

Para la realización de los Propósitos consignados en el Artículo 1, la Organización y sus Miembros


procederán de acuerdo con los siguientes Principios:

[...]

4. Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la


amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.

1.4. DECLARACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE DERECHO INTERNACIONAL REFERENTES A LAS


RELACIONES DE AMISTAD Y A LA COOPERACIÓN ENTRE LOS ESTADOS DE CONFORMIDAD CON LA
CARTA DE LAS NN UU. A/RES/2625 (XXV)

El principio de que los Estados, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o
al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en
cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas

Todo Estado tiene el deber de abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al
uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en
cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las naciones Unidas. Tal amenaza o uso de la
fuerza constituye una violación del Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones Unidas y no se
empleará nunca como medio para resolver cuestiones internacionales.

Una guerra de agresión constituye un crimen contra la paz, que, con arreglo al Derecho Internacional,
entraña responsabilidad.

Conforme a los propósitos y principios de las Naciones Unidas, los Estados tienen el deber de abstenerse
de propaganda a favor de las guerras de agresión.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza para violar las
fronteras internacionales existentes de otro Estado o como medio de resolver controversias
internacionales, incluso las controversias territoriales y los problemas relativos a las fronteras de los
estados.

Asimismo, todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza para
violar las líneas internacionales de demarcación, tales como las líneas de armisticio, que se establezcan
por un acuerdo internacional del que sea parte o que esté obligado a respetar por otras razones, o de
conformidad con ese acuerdo. Nada de lo anterior se interpretará en el sentido de que prejuzga las
posiciones de las partes interesadas en relación con la condición y efectos de dichas líneas de acuerdo
con sus regímenes especiales, ni en el sentido de que afecta a su carácter temporal.

Los Estados tienen el deber de abstenerse de recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los
pueblos aludidos en la formulación del principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación
de su derecho a la libre determinación y a la libertad y a la independencia.

Todo Estado tiene el deber de abstenerse de organizar o fomentar la organización de fuerzas irregulares
o de bandas armadas, incluidos los mercenarios, para hacer incursiones en el territorio de otro Estado.

Todo Estado tiene el deber de abstenerse de organizar, instigar, ayudar o participar en actos de guerra
civil o en actos de terrorismo en otro Estado, o de consentir actividades organizadas dentro de su
territorio encaminadas a la comisión de dichos actos, cuando los actos a que se hace referencia en el
presente párrafo impliquen el recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza.

El territorio de un Estado no será objeto de ocupación militar derivada del uso de la fuerza en
contravención de las disposiciones de la Carta. El territorio de un Estado no será objeto de adquisición
por otro Estado derivada de la amenaza o el uso de la fuerza. No se reconocerá como legal ninguna
adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso de la fuerza. Nada de lo dispuesto anteriormente
se interpretará en un sentido que afecte:

a) a disposiciones de la carta o cualquier acuerdo internacional anterior al régimen de la Carta y que sea
válido según el Derecho Internacional; o

b) los poderes del Consejo de Seguridad de conformidad con la Carta.

Todos los Estados deberán realizar de buena fe negociaciones encaminadas a la rápida celebración de
un tratado universal de desarme general y completo bajo un control internacional eficaz, y esforzarse
por adoptar medidas adecuadas para reducir la tirantez internacional y fortalecer la confianza entre los
Estados.

Todos los Estados deberán cumplir de buena fe las obligaciones que les incumben en virtud de los
principios y normas generalmente reconocidos del Derecho Internacional con respecto al
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, y tratarán de aumentar la eficacia del sistema
de seguridad de las Naciones Unidas basado en la Carta.

Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se interpretará en el sentido de que amplía o
disminuye en forma alguna el alcance de las disposiciones de la Carta relativas a los casos en que es
legítimo el uso de la fuerza.

1.5. DEFINICIÓN DE LA AGRESIÓN. A/RES/3314 (XXIX)

Art.1º. La agresión es el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad
territorial o la independencia política de otro Estado, o cualquier otra forma incompatible con la Carta
de las Naciones Unidas, tal como se enuncia en la presente Definición:

Nota explicativa : En esta definición el término «Estado»:

a) Se utiliza sin perjuicio de las cuestiones de reconocimiento o de que un Estado sea o no Miembro de
las Naciones Unidas;

b) Incluye el concepto de un «grupo de Estados», cuando proceda.


Art. 2º. El primer uso de la fuerza armada por un Estado en contravención de la Carta constituirá prueba
prima facie de un acto de agresión, aunque el Consejo de Seguridad puede concluir, de conformidad con
la Carta, que la determinación que se ha cometido un acto de agresión no estará justificada a la luz de
otras circunstancias pertinentes, incluido el hecho de que los actos de que se trata o sus consecuencias
no son de suficiente gravedad.

Art. 3º. Con sujeción a las disposiciones del artículo 2 y de conformidad con ellas, cualquiera de los actos
siguientes, independientemente de que haya o no declaración de guerra, se caracterizará como acto de
agresión:

a) La invasión o el ataque por las fuerzas armadas de un Estado, del territorio de otro Estado, o toda
ocupación militar, aun temporal, que resulte de dicha invasión o ataque, o toda anexión, mediante el
uso de la fuerza, del territorio de otro Estado o de parte de él;

b) El bombardeo, por las fuerzas armadas de un Estado, del territorio de otro Estado, o el empleo de
cualesquiera armas por un Estado contra el territorio de otro Estado;

c) El bloqueo de los puertos o de las costas de un Estado por las fuerzas armadas de otro Estado;

d) El ataque por las fuerzas armadas de un Estado contra las fuerzas armadas terrestres, navales o
aéreas de otro Estado, o contra su flota mercante o aérea;

e) La utilización de fuerzas armadas de un Estado, que se encuentran en el territorio de otro Estado con
el acuerdo del Estado receptor, en violación de las condiciones establecidas en el acuerdo o toda
prolongación de su presencia en dicho territorio después de terminado el acuerdo;

f) La acción de un Estado que permite que su territorio, que ha puesto a disposición de otro Estado, sea
utilizado por ese otro Estado para perpetrar un acto de agresión contra un tercer Estado;

g) El envío por un Estado, o en su nombre, de bandas armadas, grupos irregulares o mercenarios que
lleven a cabo actos de fuerza armada contra otro Estado de tal gravedad que sean equiparables a los
actos antes enumerados, o su sustancial participación en dichos actos.

Art. 4º. La enumeración de los actos mencionados anteriormente no es exhaustiva y el Consejo de


Seguridad podrá determinar qué otros actos constituyen agresión, con arreglo a las disposiciones de la
Carta.

1.6. CORTE PENAL INTERNACIONAL. DEFINICIÓN DEL CRIMEN DE AGRESIÓN. ASAMBLEA DE LOS
ESTADOS PARTES. RESOLUCIÓN RC/RES.6 (2010)

La Conferencia de Revisión,

[...]

Resuelta a activar la competencia de la Corte respecto del crimen de agresión a la mayor brevedad
posible,

1. Decide aprobar de conformidad con el párrafo 2 del artículo 5 del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional ( en adelante «Estatuto»), las enmiendas del Estatuto que figuran en el anexo I de la
presente resolución, que estarán sujetas a ratificación o aceptación y entrarán en vigor de conformidad
con lo dispuesto en el párrafo 5 del artículo 121 del Estatuto; y señala que cualquier Estado Parte podrá
depositar una declaración como establece el artículo 15 bis antes de la ratificación o aceptación,

2. Decide además aprobar las enmiendas a los Elementos de los Crímenes que figuran en el anexo II de
la presente resolución;

3. Decide además aprobar los entendimientos respecto de la interpretación de las enmiendas


mencionadas, contenidos en el anexo III de la presente resolución.

4. Decide asimismo revisar las enmiendas relativas al crimen de agresión siete años después del inicio
del ejercicio de la competencia de la Corte;
5. Exhorta a todos los Estados Partes a que ratifiquen o acepten las enmiendas contenidas en el anexo I.

Anexo I. Enmiendas al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional relativas al crimen de agresión

1. Suprímase el párrafo 2 del artículo 5 del Estatuto.

2. Insértese el texto siguiente a continuación del artículo 8 del Estatuto:

Artículo 8 bis. Crimen de agresión

1. A los efectos del presente Estatuto, una persona comete un «crimen de agresión» cuando, estando en
condiciones de controlar o dirigir efectivamente la acción política o militar de un Estado, dicha persona
planifica, prepara, inicia o realiza un acto de agresión que por sus características, gravedad y escala
constituya una violación manifiesta de la Carta de las Naciones Unidas.

2. A los efectos del párrafo 1, por «acto de agresión» se entenderá el uso de la fuerza armada por un
Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado, o en
cualquier otra forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas. De conformidad con la
resolución 3314 (XXIX) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 14 de diciembre de 1974,
cualquiera de los actos siguientes, independientemente de que haya o no declaración de guerra, se
caracterizará como acto de agresión: [...]

3. Insértese el texto siguiente a continuación del artículo 15 del Estatuto:

Artículo 15 bis. Ejercicio de la competencia respecto del crimen de agresión (Remisión por un Estado,
proprio motu)

1. La Corte podrá ejercer su competencia respecto del crimen de agresión de conformidad con los
apartados a) y c) del artículo 13, con sujeción a las disposiciones de este artículo.

2. La Corte únicamente podrá ejercer su competencia respecto de crímenes de agresión cometidos un


año después de la ratificación o aceptación de las enmiendas por treinta Estados Partes.

3. La Corte ejercerá su competencia respecto del crimen de agresión de conformidad con el presente
artículo, a condición de que se adopte una decisión después del 1º de enero de 2017 por la misma
mayoría de Estados Partes que se requiere para la aprobación de una enmienda al Estatuto.

4. La Corte podrá, de conformidad con el artículo 12, ejercer su competencia sobre un crimen de
agresión, resultante de un acto de agresión cometido por un Estado Parte, salvo que ese Estado Parte
haya declarado previamente que no acepta esa competencia mediante el depósito de una declaración en
poder del Secretario. La retirada de esa declaración podrá efectuarse en cualquier momento y el Estado
Parte dispondrá de un plazo de tres años para tomarla en consideración.

5. Respecto de un Estado no Parte en el presente Estatuto, la Corte no ejercerá su competencia respecto


del crimen de agresión cuando éste sea cometido por los nacionales de ese Estado o en el territorio del
mismo.

6. El Fiscal, si llegare a la conclusión de que existe fundamento razonable para iniciar una investigación
sobre un crimen de agresión, verificará en primer lugar si el Consejo de Seguridad ha determinado la
existencia de un acto de agresión cometido por el Estado de que se trate. El Fiscal notificará al Secretario
General de las Naciones Unidas la situación ante la Corte, adjuntando la documentación y otros
antecedentes que sean pertinentes.

7. Cuando el Consejo de Seguridad haya realizado dicha determinación, el Fiscal podrá iniciar la
investigación acerca de un crimen de agresión.

8. Cuando no se realice dicha determinación en el plazo de seis meses desde la fecha de notificación, el
Fiscal podrá iniciar los procedimientos de investigación respecto de un crimen de agresión, siempre y
cuando la Sección de Cuestiones Preliminares, de conformidad con el procedimiento contenido en el
artículo 15, haya autorizado el inicio de la investigación sobre un crimen de agresión, y el Consejo de
Seguridad no haya decidido lo contrario de conformidad con el artículo 16.

[...]
4. Insértese el texto siguiente a continuación del artículo 15 bis del Estatuto:

Artículo 15 ter. Ejercicio de la competencia respecto del crimen de agresión (Remisión por el Consejo de
Seguridad)

1. La Corte podrá ejercer su competencia respecto del crimen de agresión de conformidad con el
apartado b) del artículo 13, con sujeción a las disposiciones de este artículo.

2. La Corte únicamente podrá ejercer su competencia respecto de crímenes de agresión cometidos un


año después de la ratificación o aceptación de las enmiendas por treinta Estados Partes.

3. La Corte ejercerá su competencia respecto del crimen de agresión de conformidad con el presente
artículo, a condición de que se adopte una decisión después del 1º de enero de 2017 por la misma
mayoría de Estados Partes que se requiere para la aprobación de una enmienda al Estatuto.

[...]

5. Insértese el texto siguiente a continuación del párrafo 3 del artículo 25 del Estatuto:

3 bis. Por lo que respecta al crimen de agresión, las disposiciones del presente artículo sólo se aplicarán
a las personas en condiciones de controlar o dirigir efectivamente la acción política o militar de un
Estado.

Anexo II. Enmiendas a los Elementos de los Crímenes

Artículo 8 bis. Crimen de Agresión

Introducción

1. Se entenderá que cualquiera de los actos a los que se hace referencia en el párrafo 2 del artículo 8 bis
se caracteriza como un acto de agresión.

2. No existe obligación de demostrar que el autor haya llevado a cabo una evaluación en derecho de la
incompatibilidad del uso de la fuerza armada con la Carta de Naciones Unidas.

3. La expresión «manifiesta» es una calificación objetiva.

4. No existe obligación de demostrar que el autor haya llevado a cabo una evaluación en derecho de la
naturaleza «manifiesta» de la violación de la Carta de Naciones Unidas.

Elementos

1. Que el autor haya planificado, preparado, iniciado o realizado un acto de agresión.

2. Que el autor sea una persona que estaba en condiciones de controlar o dirigir efectivamente la acción
política o militar del Estado que cometió el acto de agresión

3. Que el acto de agresión –el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad
territorial o la independencia política de otro Estado, o en cualquier otra forma incompatible con la
Carta de Naciones Unidas– se haya cometido.

4. Que el autor haya tenido conocimiento de las circunstancias de hecho que determinaban la
incompatibilidad de dicho uso de la fuerza armada con la Carta de Naciones Unidas.

5. Que el acto de agresión, por sus características, gravedad y escala, haya constituido una violación
manifiesta de la Carta de Naciones Unidas.

6. Que el autor haya tenido conocimiento de las circunstancias de hecho que constituían dicha violación
manifiesta de la Carta de Naciones Unidas.

1.7. CARTA DE LAS NN UU, DE 26 DE JUNIO DE 1945. ARTÍCULO 51

Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o
colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el
Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y seguridad
internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho de legítima defensa
serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad y no afectarán en manera alguna la
autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta para ejercer en cualquier
momento la acción que estime necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y seguridad
internacionales.

1.8. CIJ ASUNTO DE LAS ACTIVIDADES MILITARES Y PARAMILITARES EN Y CONTRA NICARAGUA


(NICARAGUA C. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA), FONDO. SENTENCIA DE 27 DE JUNIO DE 1986

193. La regla general de la prohibición del uso de la fuerza comporta ciertas excepciones. Habida cuenta
de la argumentación avanzada por Estados Unidos para justificar los hechos que le son reprochados por
Nicaragua, la Corte ha de pronunciarse sobre el contenido del derecho de legítima defensa, y más
precisamente sobre el derecho de legítima defensa colectiva. En primer término y en relación con la
existencia de este derecho se constata que, de acuerdo con el enunciado del artículo 51 de la Carta de
Naciones Unidas, el derecho armado se predica tanto de la legítima defensa individual como colectiva
[...].

194. Por lo que respecta a las características de la reglamentación del derecho de legítima defensa, las
Partes, dando por demostrada la existencia de este derecho en el plano consuetudinario, se han
centrado en las modalidades que condicionan su ejercicio. En razón de las circunstancias en que ha
surgido su controversia no se refieren más que al derecho de legítima defensa en el caso de un ataque
armado ya producido y no se plantean la cuestión de la licitud de una reacción a la amenaza inminente
de un ataque armado. Por consiguiente, la Corte no se pronunciará sobre el particular. Las Partes se
muestran asimismo de acuerdo al admitir que la licitud de la respuesta al ataque depende de la
observancia de los criterios de necesidad y proporcionalidad de las medidas adoptadas en legítima
defensa [...] la Corte ha de definir las condiciones particulares que han de concurrir en su ejercicio,
además de las condiciones de necesidad y proporcionalidad recordadas por las Partes.

195. En el caso de la legítima defensa individual, este derecho no puede ser ejercido sino en el caso de
que el Estado interesado haya sido víctima de un ataque armado. La invocación de la legítima defensa
colectiva evidentemente no supone ninguna modificación al respecto. En la actualidad parece existir un
acuerdo general en torno a la naturaleza de los actos susceptibles de ser considerados como
constitutivos de un ataque armado. En particular puede, considerarse como reconocido que por ataque
armado no sólo ha de entenderse la acción de fuerzas armadas regulares a través de una frontera
internacional sino también «el envío por un Estado, de fuerza armada contra otro Estado de tal
gravedad que sean equiparables «(entre otros) a un auténtico ataque armado llevado a cabo por fuerzas
regulares, o (a) su sustancial participación en dichos actos». Esta descripción que figura en el artículo 3,
letra g) de la definición de la agresión anexa a la resolución 3314 (XXIX) de la Asamblea General puede
ser considerada como la expresión del derecho internacional consuetudinario. La Corte no ve
inconveniente en admitir que en el derecho internacional consuetudinario la prohibición de la agresión
pueda aplicarse al envío por un Estado de bandas armadas al territorio de otro Estado si la operación es
tal, por sus dimensiones y sus efectos, que habría sido calificada como ataque armado y no como un
simple incidente fronterizo si hubiera sido llevado a cabo por fuerzas armadas regulares. No obstante, la
Corte no cree que la noción de «ataque armado» se refiera además de a la acción de bandas armadas en
el caso de que esta acción revista una amplitud particular, a la asistencia a rebeldes en forma de
suministro de armas, asistencia logística u otro tipo de apoyos. En este caso es posible ver en tal
asistencia una amenaza o un uso de la fuerza, o el equivalente de una intervención en los asuntos
internos o exteriores de otros Estados. También es evidente que corresponde al Estado víctima del
ataque armado el constar la existencia del ataque; no existe en derecho internacional consuetudinario
ninguna regla que habilite a otro Estado para ejercer el derecho de legítima defensa contra el
pretendido agresor remitiéndose a su propia apreciación de la situación. En caso de invocación de la
legítima defensa colectiva, ha de esperarse a que el Estado en beneficio del cual se ejerce este derecho se
declare víctima del ataque armado.

196. Queda por determinar si la licitud del ejercicio de la legítima defensa colectiva por parte de un
tercer Estado en beneficio del Estado atacado depende igualmente de una solicitud que este último le
hubiera formulado. Puede citarse aquí una disposición de la Carta de la Organización de Estados
americanos. Ciertamente, la Corte carece de competencia para aplicar este instrumento en la
controversia, pero puede considerarse en orden a determinar si aclara el contenido del derecho
internacional consuetudinario. La Corte constata que en la Carta de la Organización de Estados
Americanos se contiene el artículo 3. f) en el que se enuncia el principio de que: «un acto de agresión
contra un Estado americano constituye una agresión contra todos los demás Estados Americanos» y el
artículo 27 en virtud del cual «toda agresión cometida por un Estado contra la integridad o la
inviolabilidad del territorio o contra la soberanía o la independencia política de un Estado americano
será considerada como un acto de agresión contra los demás Estados americanos».

197. Por otra parte, la Corte advierte que de acuerdo con los términos del artículo 3, párrafo 1. Del
Tratado Interamericano de asistencia recíproca, firmado en Río de Janeiro el 2 de septiembre de 1987,
las Altas Partes Contratantes:

«Convienen en que un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado americano será
considerado como un ataque armado contra todos los Estados americanos, y en consecuencia, cada una
de dichas Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque, en ejercicio del derecho
inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el artículo 51 de la Carta de las
Naciones Unidas»

De acuerdo con el párrafo 2 de dicho artículo:

«A solicitud del Estado o Estados directamente atacados, y hasta la decisión del Órgano de consulta del
Sistema Interamericano, cada una de las Partes Contratantes podrá determinar las medidas inmediatas
que adopte individualmente, en cumplimiento de la obligación de que trata el párrafo precedente y de
acuerdo con el principio de solidaridad continental».

(El Tratado de Río de 1947 ha sido modificado por el protocolo de San José de Costa Rica, de 1975, pero
este último aún no ha entrado en vigor).

198. La Corte constata que en los términos del Tratado de Río de Janeiro las medidas de legítima defensa
que va a adoptar cada Estado lo son «a solicitud del Estado o Estados directamente atacados». Es
significativo que esta exigencia de petición por parte del Estado atacado figure en un convenio
especialmente dedicado a las cuestiones de asistencia mutua; no se encuentra en cambio en el texto más
general (la Carta de la Organización de Estados Americanos). Sin embargo, el artículo 28 de la Carta de la
Organización de Estados Americanos prevé la aplicación de las medidas y procedimientos previstos por
los «tratados especiales que regulen la materia».

199. En todo caso, la Corte advierte que en el derecho internacional consuetudinario, sea general o
particular del sistema jurídico interamericano, ninguna regla permite el ejercicio de la legítima defensa
colectiva en ausencia de solicitud por parte del Estado que se considera víctima de un ataque armado.
De ello la Corte concluye que la exigencia de una solicitud por parte del Estado víctima del ataque
alegado es un requisito adicional a la exigencia de declaración por la que un Estado se pretende atacado.

200. En este momento, la Corte puede preguntarse si existe en el derecho internacional consuetudinario
una exigencia semejante a la prevista por el derecho convencional de la Carta de Naciones Unidas por la
que se impone al Estado que pretende valerse del derecho de legítima defensa individual o colectiva
informar a un órgano internacional facultado para pronunciarse sobre la conformidad al derecho
internacional de las medidas nacionales que este Estado pretende justificar de este modo. Así el artículo
51 de la Carta de Naciones Unidas impone a los Estados que adoptan medidas en ejercicio del derecho de
legítima defensa que éstas sean «comunicadas inmediatamente» al Consejo de Seguridad. Como la Corte
ya ha resaltado (párrafos 177 y 178), un principio consagrado por un Tratado pero existente en el
derecho internacional consuetudinario puede perfectamente verse desprovisto de la condiciones y
modalidades previstas en el tratado. Cualquiera que sea el influjo de la Carta sobre el derecho
consuetudinario en estas materias, es evidente que respecto a este derecho la licitud del ejercicio de
legítima defensa no se supedita al respecto de un procedimiento tan estrechamente vinculado al
contenido de un compromiso convencional y a las instituciones que éste establece. Mas, por otra parte,
sin un Estado invocara la legítima defensa para justificar medidas que normalmente contrariarían tanto
el principio del derecho internacional consuetudinario como el mismo de la Carta, habría de esperarse
que las condiciones enunciadas por la Carta fueran observadas. Por consiguiente, en el examen
efectuado desde la perspectiva del derecho consuetudinario, la ausencia de informe al Consejo de
Seguridad puede ser uno de los elementos que indiquen si el Estado interesado se mostraba en sí mismo
convencido de actuar en el marco de la legítima defensa.

1.9. CIJ ASUNTO DE LAS PLATAFORMAS PETROLÍFERAS (REPÚBLICA ISLÁMICA DE IRÁN C.


ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA). SENTENCIA DE 6 DE NOVIEMBRE DE 2003

51. A pesar de haberse referido así a los ataques contra buques o aviones de otras nacionalidades, los
Estados Unidos no han pretendido ejercer la legítima defensa colectiva en nombre de los Estados
neutrales que no han entrado en la navegación en el Golfo pérsico; esto habría requerido la existencia
de una petición a los Estados Unidos «por el Estado que se considera a sí mismo como víctima de un
ataque armado» ( CIJ, Recueil , 1986, p.105, para.199). Por lo tanto, para probar que efectivamente el
ataque a las plataformas iraníes se realizó en ejercicio del derecho de legítima defensa individual, los
Estados Unidos deben demostrar que ellos habían sido atacados y que Irán era responsable de esos
ataques, y que estos ataques fueron de tal naturaleza que podrían ser calificados como «ataques
armados» dentro del significado de la expresión contenida en el artículo 51 de la Carta de Naciones
Unidas, y tal y como son entendidos conforme al derecho consuetudinario sobre uso de la fuerza. Como
la Corte observó en el asunto relativo a las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua ,
es necesario distinguir entre las formas más graves de uso de la fuerza (constitutivas de un ataque
armado) de otras formas menos graves» ( CIJ, Recueil , 1986, p. 101, para. 191), puesto que «en el caso de
legítima defensa individual, el ejercicio de este derecho es condicionado a que el Estado interesado haya
sido víctima de un ataque armado» ( ibid, p. 103, para. 195). Los Estados Unidos deben demostrar
igualmente que sus acciones fueron necesarias y proporcionales al ataque armado en respuesta del cual
se realizaron, y que las plataformas eran un objetivo militar legítimo abierto al ataque en ejercicio del
derecho de legítima defensa.

[...]

64. Bajo la hipótesis de que todos los incidentes denunciados por los Estados Unidos deben ser objeto de
atribución a Irán, y por lo tanto dejando al margen la cuestión, examinada más arriba, de la atribución a
Irán del ataque específico sobre el Sea Isle City , la cuestión es saber si este ataque, ya sea por sí mismo o
en combinación con el resto de «series de ...ataques» invocados por los Estados Unidos pueden ser
calificados como «ataque armado» contra los Estados Unidos, agresión que justificaría el recurso a la
legítima defensa. La Corte constata en primer lugar que el Sea Isle City se encontraba en aguas kuwaitíes
en el momento del ataque y que un misil Silkworm lanzado desde (como se alega) más de 100 km no
podría haber sido dirigido contra dicho buque, sino simplemente programado para atacar algún
objetivo en aguas kuwaitíes. En segundo lugar, el Texaco Caribbean , cualquiera que sea su propiedad,
no ondeaba bandera americana, así que el ataque contra este buque no puede equipararse con un
ataque contra los Estados Unidos. Se trataba de disparos dirigidos contra los helicópteros
estadounidenses desde las lanchas rápidas iraníes y desde la plataforma petrolífera de Reshadat, los
Estados Unidos no han aportado ninguna prueba convincente para apoyar esta alegación. No existen
evidencias de que la colocación de minas que según se alega habría sido llevada a cabo por el Iran Air ,
en el tiempo en que Irán estaba en guerra con Iraq, hayan sido dirigidos específicamente a los Estados
Unidos; de manera similar no se ha establecido que la mina alcanzada por el Bridgeton fuese lanzada
con la intención específica de dañar aquel buque, o a otros buques estadounidenses. Incluso tomados
acumulativamente, y reservando, como ya se ha dicho anteriormente la cuestión de la responsabilidad
iraní, estos incidentes no parecen ser a los ojos de la Corte constitutivos de una agresión armada contra
los Estados Unidos, comparables a lo que la Corte, en el asunto relativo a las Actividades militares y
paramilitares en y contra Nicaragua , calificó como las formas «más graves» de uso de la fuerza (ver
párrafo 51 supra ).

[...]

76. La Corte no está suficientemente convencida de que las evidencias disponibles apoyen las
alegaciones de Estados Unidos sobre el significado de la presencia y actividad militar en las plataformas
petrolíferas de Reshadat; y apunta que ningún elemento se ha producido en este sentido con respecto a
los complejos de Salman y Nasr. Sin embargo, incluso aceptando esta consideración, para los propósitos
de esta discusión, la Corte admite las alegaciones americanas. La Corte no puede mantener que los
ataques hechos en las plataformas podrían haber sido justificados en cuanto que actos de legítima
defensa. Las condiciones para el ejercicio del derecho de legítima defensa están bien establecidas: como
la Corte observó en su Opinión Consultiva sobre la Legalidad de la amenaza o empleo de armas nucleares
«la sumisión del ejercicio del derecho de legítima defensa a las condiciones de necesidad y
proporcionalidad es una regla de derecho internacional consuetudinario» ( CIJ Recueil , 1996 (I), p. 245,
para. 41); y en el asunto relativo a las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua , la
Corte se refirió a la regla específica «por medio de la cual la legítima defensa justificaría sólo aquellas
medidas que son proporcionales al ataque armado y necesarias para responder al mismo», como «una
regla bien establecida de derecho internacional consuetudinario» ( CIJ Recueil , 1986, p.94, para.176). En
los casos del ataque al Sea Isle City y el minado del USS Samuel B. Roberts, la Corte no está de acuerdo
con que los ataques sobre las plataformas fueran necesarios para responder a estos incidentes. En
conexión con esto, la Corte pone de manifiesto que no existe evidencia alguna de que los Estados Unidos
se hayan quejado a Irán por la actividad militar en las plataformas, de la misma manera como reclama
repetidamente la colocación de minas y ataques en buques neutrales, lo cual no sugiere que la selección
de las plataformas fuera vista como un acto necesario. La Corte observa también que en el caso del
ataque del 19 de octubre de 1987, las Fuerzas de los Estados Unidos atacaron la plataforma R-4 como un
«objetivo de oportunidad», no como un objetivo militar apropiado previamente identificado ( vid.
párrafo 47 supra ).

77. Por lo que se refiere al requisito de proporcionalidad, la Corte había encontrado que el ataque del 19
de octubre de 1987 era necesario en respuesta al incidente del Sea Isle City al ser visto como ataque
armado cometido por Irán, por lo tanto cabe entender que cumple el requisito de proporcionalidad. Sin
embargo, en el caso de los ataques del 18 de Abril de 1988, éstos fueron concebidos y ejecutados como
parte de una operación más extensa denominada operación « Praying Mantis » ( vid. párrafo 68 supra ).
La cuestión de la legalidad de otros aspectos de esta operación no se ha plantado a la Corte, puesto que
sólo la acción contra los complejos de Salman y Nasr se presenta como una violación del Tratado de
1955; pero la Corte no puede evaluar aisladamente la proporcionalidad de tal acción con respecto al
ataque respecto del cual se entendía como respuesta; la Corte no puede cerrar sus ojos a la escala de
toda la operación, que involucraba, inter alia , la destrucción de dos fragatas iraníes y numerosos
buques navales y aviones. En respuesta a la colocación de minas, por un autor no identificado, que
debían alcanzar a un solo buque de guerra estadounidense, el cual fue severamente dañado pero no
hundido, y no sufrió pérdidas humanas, ni la « Operation Praying Mantis » en su totalidad, ni incluso la
parte de la misma que supuso la destrucción de las plataformas de Salman y Nasr, pueden ser
consideradas, atendiendo a las circunstancias del caso, como un uso proporcionado de la fuerza en
legítima defensa.

1.10. TRATADO DEL ATLÁNTICO NORTE, HECHO EN WASHINGTON EL 4 DE ABRIL DE 1949

Art. 5. Las Partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en
Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y en
consecuencia acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de
legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas,
asistirá a la Parte o Partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las
otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada para restablecer
y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte. Todo ataque armado de esta naturaleza y toda
medida adoptada en consecuencia se pondrán inmediatamente en conocimiento del Consejo de
Seguridad. Estas medidas cesarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias
para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.

Art. 6. A efectos del art. 5 se considera ataque armado contra una o varias de las Partes, un ataque
armado contra el territorio de cualquiera de las Partes en Europa o en América del Norte, contra los
departamentos franceses de Argelia, contra las fuerzas de ocupación de cualquiera de las Partes en
Europa, contra las islas bajo jurisdicción de cualquiera de las Partes en la región del Atlántico Norte al
Norte del Trópico de Cáncer o contra los buques o aeronaves de cualquiera de las Partes en la citada
región.

Art. 7. El presente Tratado no afecta ni se podrá interpretar que afecte de modo alguno, a los derechos y
obligaciones derivados de la Carta para las Partes que son miembros de las Naciones Unidas, ni a la
responsabilidad primordial del Consejo de Seguridad en el mantenimiento de la paz y de la seguridad
internacionales.

1.11. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES.


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996

37. A continuación la Corte se ocupará de la cuestión de la legalidad o ilegalidad del recurso a las armas
nucleares a la luz de las disposiciones de la Carta que se refieren a la amenaza o uso de la fuerza.

38. La Carta contiene varias disposiciones relativas a la amenaza y el uso de la fuerza. En el párrafo 4 del
artículo 2, se prohíbe recurrir a la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la
independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos
de las Naciones Unidas. Ese párrafo dice así:

«Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la


amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de Naciones Unidas»

Esta prohibición del uso de la fuerza debe examinarse a la luz de otras disposiciones pertinentes de la
Carta. En el artículo 51, la Carta reconoce el derecho inmanente de legítima defensa, individual o
colectiva, en caso de ataque armado. En el artículo 42 está previsto otro uso legítimo de la fuerza: el
Consejo de Seguridad podrá ejercer la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la
seguridad internacionales, de conformidad con el Capítulo VII de la Carta.

39. Esas disposiciones no se refieren a armas concretas. Se refieren a cualquier uso de la fuerza, con
independencia de las armas empleadas. La Carta ni prohíbe ni autoriza expresamente el uso de un arma
concreta, inclusive las armas nucleares. Un arma que ya es ilícita per se , sea en virtud de un tratado o
de la costumbre, no se vuelve lícita por utilizarse para un propósito que sea legítimo con arreglo a la
Carta.

40. El ejercicio del derecho de legítima defensa a las condiciones de necesidad y proporcionalidad es una
norma del derecho internacional consuetudinario. Como afirmó la Corte en el caso Actividades militares
y paramilitares en y contra Nicaragua (Nicaragua c. Estados Unidos de América) ( CIJ Recueil , 1986, p.94,
párr.176), existe una norma específica en virtud de la cual la legítima defensa sólo justificaría medidas
que fueran proporcionadas al ataque armado y necesarias para responder a éste, una norma bien
establecida en el derecho internacional consuetudinario. Esta doble condición se aplica igualmente al
artículo 51 de la Carta, sea cual sea el medio por el que se emplea la fuerza.

42. El principio de proporcionalidad pues, tal vez no excluya en sí mismo el uso de armas nucleares en
legítima defensa en todas las circunstancias. Pero al mismo tiempo, un uso de la fuerza que sea
proporcionado con arreglo a las normas en materia de legítima defensa debe, a fin de considerarse
lícito, cumplir también las condiciones de las leyes que rigen los conflictos armados, que comprenden en
particular los principios y normas del derecho humanitario.

43. Algunos Estados han sugerido en sus alegatos escritos y orales que, en el caso de las armas nucleares,
la condición de proporcionalidad debe evaluarse a la luz de varios factores más. Afirman que, por la
misma naturaleza de las armas nucleares y la gran probabilidad de que se produzca una escalada de los
intercambios nucleares, el riesgo de destrucción total es sumamente elevado. Así, el factor de riesgo
impide que se cumpla la condición de proporcionalidad. La Corte no considera necesario detenerse en la
cuantificación de esos riesgos ni examinar la cuestión de si existen armas nucleares tácticas que tengan
precisión suficiente para limitar esos riesgos: hasta que la Corte señale que la naturaleza misma de
todas las armas nucleares y los graves riesgos que entrañan son otras consideraciones que también
deben tener en cuenta los Estados que creen pueden dar una respuesta nuclear en la legítima defensa de
conformidad con la norma de proporcionalidad.

44. Además de las condiciones de necesidad y proporcionalidad, el artículo 51 exige específicamente que
las medidas que adopten los Estados en ejercicio del derecho de legítima defensa sean comunidades
inmediatamente al Consejo de Seguridad; ese artículo dispone además que esas medidas no afectarán en
manera alguna la autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a la Carta para ejercer en cualquier
momento la acción que estime necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad
internacionales. Esos requisitos del artículo 51 se aplican sea cual sea el medio de fuerza que se utilice
en legítima defensa.

45. La Corte toma nota de que, en el contexto de la prórroga del Tratado sobre la no proliferación de las
armas nucleares, el Consejo de Seguridad aprobó el 11 de abril de 1995 la resolución 984 (1995) en la
cual, por un lado:

« Toma nota con reconocimiento de las declaraciones hechas por cada uno de los Estados poseedores de
armas nucleares (S/1995/261, S/1995/262, S/1995/623, S/1995/624, S/1995/265), en que dan garantías de
seguridad contra el uso de armas nucleares a los Estados que no poseen este tipo de armas y que son
Partes en el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares»

y por otra parte,

« Acoge con beneplácito el propósito manifestado por ciertos Estados de prestar asistencia inmediata, o
de apoyar esa asistencia, de conformidad con la Carta, a cualquier Estado no poseedor de armas
nucleares Parte en el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares que fuera víctima de un
acto de agresión u objeto de una amenaza de agresión con uso de armas nucleares.»

46. Algunos Estados afirmaron que el uso de armas nucleares en la ejecución de represalias sería
legítimo. La Corte no tiene que examinar, en este contexto, la cuestión de las represalias armadas en
tiempo de paz, que se consideran ilegítimas. Tampoco tiene que pronunciarse sobre la cuestión de las
represalias bélicas salvo para observar que, en cualquier caso, todo derecho de recurso a estas
represalias estaría gobernado al igual que la legítima defensa, entre otras cosas por el principio de
proporcionalidad.

47. A fin de reducir o eliminar el riesgo de una agresión ilícita, los Estados a veces indican que poseen
ciertas armas que podrían utilizarlas en legítima defensa contra cualquier Estado que violase su
integridad territorial o amenazase su independencia política. El que la intención declarada de recurrir a
la fuerza en caso de que se produzcan ciertos acontecimientos constituya o no una «amenaza» con
arreglo al párrafo 4 del artículo 2 de la Carta depende de varios factores. Si el uso previsto de la fuerza
es en sí ilegítimo, la afirmación de estar dispuesto a recurrir a ella sería una amenaza prohibida en
virtud del párrafo 4 del artículo 2. Así, sería ilegal que un Estado amenazase con la fuerza para
asegurarse territorio de otro Estado, o para hacer que siga o abandone ciertas vías políticas o
económicas. Los conceptos «amenaza» y «uso» de la fuerza con arreglo al párrafo 4 del artículo 2 de la
Carta van unidos en el sentido de que, si el mismo uso de la fuerza en ciertos casos es ilícito, cualquiera
que sea la razón, la amenaza de recurrir a esa fuerza será igualmente ilícita. En resumidas cuentas, para
que se considere legítimo, el anuncio por un Estado de que está dispuesto a recurrir a la fuerza debe
referirse a un uso de la fuerza que esté de conformidad con la Carta. En cuanto al resto, ningún Estado,
defendiera o no la política de disuasión, sugirió a la Corte que fuese legítimo amenazar con el uso de la
fuerza si el uso de la fuerza previsto fuese ilegítimo.

48. Algunos Estados presentaron el argumento de que la posesión de armas nucleares constituye por sí
mismo una amenaza ilegítima de uso de la fuerza. La posesión de armas nucleares puede efectivamente
justificar la inferencia de que existe la disposición a utilizarlas. Para que sea eficaz, la política de
disuasión, por la que los Estados que poseen o se encuentran protegidos por armas nucleares pretenden
desalentar la agresión militar demostrando que ésta no tendría ningún objeto, exige que la intención de
utilizar armas nucleares sea creíble. El que eso sea una «amenaza» contraria al párrafo 4 del artículo 2
depende de que el uso particular de la fuerza que se ha previsto estuviera dirigido contra la integridad
territorial o la independencia política de un Estado, o contra los Propósitos de las Naciones Unidas, o de
si, en caso de que su intención fuera como medio de defensa, violaría forzosamente los principios de
necesidad y proporcionalidad. En cualquiera de esas circunstancias, el uso de la fuerza y la amenaza de
usarla serían ilegítimas con arreglo a lo dispuesto en la Carta.

49. Además, el Consejo de Seguridad en virtud del Capítulo VII de la Carta, puede tomar medidas de
aplicación. Basándose en las declaraciones que les han presentado, la Corte no considera necesario
examinar cuestiones que, en un caso dado, pudieran derivarse de la aplicación del Capítulo VII.

50. Los términos de la cuestión planteada a la Corte por la Asamblea General en la resolución 49/75 K
podría en principio abarcar también la amenaza de uso o el uso de armas nucleares por un Estado
dentro de sus propias fronteras. No obstante, este aspecto particular no ha sido mencionado por
ninguno de los Estados que se dirigieron a la Corte oralmente o por escrito en estos procedimientos. La
Corte opina que no se le ha encomendado ocuparse del uso interno de armas nucleares.

[...]

96. Además, la Corte no puede perder de vista el derecho fundamental de todo Estado a su supervivencia
y, por ende, su derecho a recurrir a la legítima defensa de conformidad con el artículo 51 de la Carta en
el caso de que su supervivencia se vea amenazada;

Tampoco puede hacer caso omiso de la práctica conocida como «política de disuasión», a la que durante
muchos años ha recurrido una parte apreciable de la comunidad internacional. Además, la Corte toma
nota de las reservas formuladas por algunos Estados que poseen armas nucleares o a los compromisos
que habían contraído particularmente con arreglo a los Protocolos de los Tratados de Tlatelolco y de
Rarotonga y a las declaraciones que formularon en relación con la prórroga del Tratado sobre la no
proliferación de las armas nucleares, de no recurrir a la utilización de esas armas.

97. En consecuencia, habida cuenta de la situación actual del derecho internacional en su conjunto,
examinada más arriba por la Corte, y de los elementos de hecho de los que la Corte tiene constancia, ésta
considera que no puede pronunciarse definitivamente sobre la licitud o ilicitud de la utilización de
armas nucleares por un Estado en circunstancias extremas de legítima defensa, en las que su propia
supervivencia correría peligro.

1.12. SOBRE LAS AMENAZAS A LA PAZ Y LA SEGURIDAD INTERNACIONALES CREADAS POR ACTOS
TERRORISTAS. S/RES/1368 (2001)

El Consejo de Seguridad ,

Reafirmando los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas,

Decidido a combatir por todos los medios las amenazas a la paz y la seguridad internacionales creadas
por actos de terrorismo,

Reconociendo el derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva de conformidad con la


Carta de las Naciones Unidas,

[...]

5. Expresa que está dispuesto a tomar todas las medidas que sean necesarias para responder a los
ataques terroristas perpetrados el 11 de septiembre de 2001 y para combatir el terrorismo en todas sus
formas, con arreglo a las funciones que le incumben en virtud de la Carta de las Naciones Unidas;

6. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

1.13. LECTURAS RECOMENDADAS

ABELLÁN HONRUBIA, V., «Uso de la fuerza armada, prohibición y excepciones», El Derecho


internacional en el mundo multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez
Rodríguez (S. Torres Bernárdez, J.C. Fernández Rozas, C. Fernández de Casadevante Romaní, J. Quel
López, A.G. López Martín coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 599-612.

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «Las normas relativas al uso de la fuerza: la seguridad
colectiva y la legítima defensa en el contexto de la reforma de las Naciones Unidas», La seguridad
comprometida. Nuevos desafíos, amenazas y conflictos armados , (C. GARCÍA, A. J. RODRIGO eds.),
Tecnos, Madrid, 2008, pp. 113-125.

CARDONA LLORÉNS, «Las excepciones al principio que prohíbe el uso de la fuerza: Reflexiones a la
luz de la práctica reciente», Völkerrecht als Rechtsodnung, Festschrift für Christian Tomuschat , Kehl,
Estrasburgo, 2006, pp. 723-748.

CASANOVAS Y LA ROSA, O., «El principio de la prohibición del uso de la fuerza tras el conflicto de
Irak 2003», El imperio inviable: el orden internacional tras el conflicto de Irak (A. J. RODRIGO
HERNÁNDEZ, C. GARCÍA SEGURA), Tecnos, Madrid, 2004, pp. 125-140.

DÍEZ-HOCHLEITNER RODRÍGUEZ, J., «El Derecho internacional público en las postrimerías del ius ad
bellum», Ejército y Derecho a principios del Siglo XX ( VV.AA.), La Ley, Madrid, 2012, pp.61-86.

FERNÁNDEZ ARRIBAS, G., «Entrada en vigor y ejercicio por la Corte Penal Internacional de la
jurisdicción sobre el crimen de agresión», REEI , nº 25, 2013, disponible en www.reei.org

GARCÍA RICO, E., «La legítima defensa en el Derecho internacional: ¿Algo nuevo bajo el sol tras la
Sentencia de la CIJ sobre el asunto de las plataformas petrolíferas?», REDI , vol. LV, 2003, pp. 819-838.

GONZÁLEZ VEGA, J., «Los atentados del 11 de septiembre, la operación «Libertad Duradera» y el
derecho de legítima defensa, REDI , vol. LIII, 2001, pp. 247-271.

GUTIÉRREZ ESPADA, C., «Del uso de la fuerza en las relaciones internacionales (práctica versus
jurisprudencia)», El proceso de reforma de las Naciones Unidas (A. BLANC ALTEMIR ed.), Tecnos,
Madrid, 2009, pp. 227-248.

- «Sobre la prohibición del uso de la fuerza armada en los últimos setenta años (1945-2015)», Las
Naciones Unidas desde España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de
España en las Naciones Unidas , (X. Pons Rafols dir.), Asociación para las Naciones Unidas en España,
Imprenta de la OID, Madrid, 2015, pp. 125-150.

GUTIÉRREZ ESPADA, C., CERVELL HORTAL, Mª. J., «La prohibición del uso de la fuerza en la Sentencia
de la CIJ de 19 de diciembre de 2005 [asunto sobre las actividades armadas en el territorio del Congo
(República Democrática del Congo c. Uganda) ], REDI , vol. LVIII, 2006, pp. 239-256.

REMIRO BROTÓNS, A., «Crimen de agresión, crimen sin castigo», Política exterior , vol. 19, 2005, pp.
135-156.

– «El crimen de agresión en el Estatuto de la CPI revisado: «nascetur ridiculus mus», Estudios de
Derecho Internacional y de Derecho Europeo en homenaje al Profesor Manuel Pérez González ( Aznar
Gómez, M., Cardona Lloréns, J., Pueyo Losa, J., Rodríguez-Villasante y Prieto, J., eds.), Tirant Lo
Blanch, Valencia, 2012, pp.115-1130.

2. EL CAPÍTULO VII DE LA CARTA DE LAS NN UU Y EL MANTENIMIENTO DE LA PAZ Y


LA SEGURIDAD INTERNACIONALES

2.1. INTRODUCCIÓN

En coherencia con la prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza, la Carta diseña un sistema de


seguridad colectiva en cuyo centro se halla el Consejo de Seguridad, al que se confiere la
responsabilidad primordial en el mantenimiento de la paz. El Capítulo VII de la Carta desarrolla estas
competencias del Consejo para los casos de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de
agresión, pudiendo hacer recomendaciones o tomar decisiones que impliquen o no el uso de la
fuerza. Para las hipótesis de recurso a la fuerza, la Carta contiene unas previsiones que nunca han
sido desarrolladas, consistentes en que los Estados miembros pusieran a disposición del Consejo de
Seguridad contingentes de fuerzas armadas mediante convenios especiales, al tiempo que un Comité
de Estado Mayor prestaría asesoramiento y asistencia en cuestiones militares y llevaría la dirección
estratégica de las operaciones. Este Comité jamás ha tenido la oportunidad de ejercer estas tareas, lo
que explica que el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 haya propuesto su supresión.

No obstante, los cambios operados en la comunidad internacional desde 1990 dieron pie a que el
Consejo de Seguridad autorizara el uso colectivo de la fuerza armada contra Irak con ocasión de la
invasión de Kuwait. Así pues, no se trató de un ejercicio directo de la fuerza por parte de este órgano
conforme a las previsiones expresas de la Carta sino de una autorización a una coalición de Estados,
cuya actuación fue lícita pues actuaban bajo la cobertura de la decisión del Consejo. Con
posterioridad, el Consejo ha venido autorizando, con distintas modalidades y condiciones, medidas
que incluyen el uso de la fuerza armada, bien para proteger a la población en un conflicto armado y
asegurarle la ayuda humanitaria, bien para garantizar la eficacia de las operaciones de
mantenimiento de la paz o de las sanciones económicas. Por otra parte, el Consejo ha realizado una
ampliación del concepto de amenazas a la paz y a la seguridad, para incluir cuestiones como las
violaciones graves y masivas de los derechos humanos en conflictos internos, la lucha contra el
terrorismo internacional, la proliferación nuclear, la piratería o el tráfico de migrantes y la trata de
personas por mar. La consagración del concepto de la responsabilidad de proteger se orienta en esta
dirección.

La parte menos positiva de la acción del Consejo estriba en que la práctica no es homogénea,
pudiendo señalarse casos de actuación cuando no había realmente amenazas a la paz y de no
actuación en supuestos que realmente la ponen en peligro; en este sentido, el Consejo ha dependido
en diversas ocasiones de los intereses particulares de sus miembros permanentes. A todo lo anterior
hay que añadir que en la práctica internacional se han producido casos de actuaciones unilaterales
por parte de coaliciones de Estados (Kosovo 1999, Irak 2003) cuyas consecuencias han sido endosadas
luego por el Consejo de Seguridad a través de diversas Resoluciones en las que se autorizaba el
establecimiento de fuerzas internacionales de asistencia o se creaban regímenes de administración
internacional en el territorio correspondiente.

2.2. IRAQ-KUWAIT. S/RES/678 (1990)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando y reafirmando sus resoluciones 660 (1990),de 2 de agosto de 1990, 661 (1990), de 6 de agosto
de 1990, 662 (1990), de 9 de agosto de 1990, 664 (1990), de 18 de agosto de 1990, 665 (1990), de 25 de
agosto de 1990, 666 (1990), de 13 de septiembre de 1990, 667 (1990), de 16 de septiembre de 1990, 669
(1990), de 24 de septiembre de 1990, 670 (1990), de 25 de septiembre de 1990, 674 (1990), de 29 de
octubre de 1990 y 677(1990), de 28 de noviembre de 1990.

Observando que a pesar de todos los esfuerzos de las Naciones Unidas, Iraq, en abierto desacato del
Consejo de Seguridad se niega a cumplir su obligación de aplicar la resolución 660 (1990) y las
resoluciones pertinentes que la siguieron y a que se hace referencia en el párrafo precedente.

Consciente de los deberes y obligaciones que le incumben con arreglo a la Carta de las Naciones Unidas
en cuanto al mantenimiento y la preservación de la paz y seguridad internacionales.

Resuelto a lograr el pleno cumplimiento de sus decisiones,

Actuando con arreglo al capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Exige que Iraq cumpla plenamente la resolución 660 (1990) y todas las resoluciones pertinentes que la
siguieron y, decide, como muestra de buena voluntad y al tiempo que mantiene todas sus decisiones dar
una última oportunidad a Irak para que lo haga.
2. Autoriza a los Estados miembros que cooperan con el gobierno de Kuwait, para que a menos que Iraq
cumpla plenamente para el 15 de enero de 1991 o antes las resoluciones que anteceden, como se indica
en el párrafo 1 de la presente resolución, utilicen todos los medios necesarios para hacer valer y llevar a
la práctica la resolución 660 (1990) del Consejo de Seguridad y todas las resoluciones pertinentes que la
siguieron y para restablecer la paz y la seguridad internacionales en la región.

3. Pide a los Estados que proporcionen apoyo adecuado para las medidas se adopten de conformidad
con el parágrafo 2 de la presente resolución,

4. Pide a los Estados interesados que le mantengan periódicamente informado de lo que ocurra respecto
de las medidas que se adopten de conformidad con los parágrafos 2 y 3 de la presente resolución.

5. Decide mantener en examen la cuestión.

2.3. IRAQ-KUWAIT. S/RES/687 (1991)

« El Consejo de Seguridad,

Recordando sus resoluciones 660 (1990), 661 (1990), 662 (1990), 664 (1990), 665 (1990), 666 (1990), 667
(1990), 669 (1990), 670 (1990), 674 (1990), 677 (1990), 678 (1990) y 686 (1991).

Acogiendo con beneplácito el restablecimiento de la soberanía, la independencia y la integridad


territorial de Kuwait y el regreso a ese país de su legítimo Gobierno.

Afirmando el compromiso asumido por todos los Estados Miembros en relación con la soberanía, la
integridad territorial y la independencia política de Kuwait y el Iraq y tomando nota del propósito
manifestado por los Estados Miembros que cooperan con Kuwait de conformidad con el párrafo 2 de la
resolución 678 (1990) de poner fin a su presencia militar en Iraq a la brevedad posible en consonancia
con el párrafo 8 de la resolución 686 (1991).

Reafirmando l a necesidad de tener seguridades de que las intenciones del Iraq son pacíficas, habida
cuenta de que ese país invadió ilegalmente Kuwait.

[...]

Consciente de la necesidad de adoptar las medidas siguientes de conformidad con el Capítulo VII de la
Carta.

[...]

2. Exige q ue el Iraq y Kuwait respeten la inviolabilidad de la frontera internacional y la asignación de


islas establecidas en las «Minutas convenidas entre el Estado de Kuwait y la República de Iraq sobre el
restablecimiento de las relaciones de amistad, el reconocimiento y asuntos conexos», firmado por esos
países en el ejercicio de su soberanía en Bagdad el 4 de octubre de 1963 registradas en las Naciones
Unidas y publicadas por las Naciones Unidas en el documento 7063, correspondientes a United Nations
Treaty Series , 1964.

3. Pide al Secretario General que preste su asistencia para hacer arreglos con el Iraq y Kuwait a fin de
demarcar la frontera entre el Iraq y Kuwait, utilizando para ello material apropiado, incluido el mapa
que figura en el documento S/22412 del Consejo de Seguridad y que informe al respecto al Consejo de
Seguridad en el plazo de un mes.

4. Decide garantizar la inviolabilidad de la frontera internacional mencionada y toma según


corresponda, las medidas necesarias para ese fin de conformidad con la Carta.

5. Pide a l Secretario General que, tras consultar al Iraq y Kuwait, presente dentro del plazo de tres días
al Consejo de Seguridad, para su aprobación, un plan para el despliegue inmediato de una unidad de
observación de las Naciones Unidas que se encargue de vigilar la zona de Khor Abdullah y una zona
desmilitarizada que se establece por la presente resolución y que tendrá 10 kilómetros de ancho en el
Iraq y 5 kilómetros de ancho en Kuwait a contar desde la frontera mencionada en las «Minutas
convenidas entre el Estado de Kuwait y el reconocimiento y asuntos conexos» de 4 de octubre de 1963;
de impedir las violaciones de la frontera con su presencia y con la supervisión de la zona
desmilitarizada, y de observar todo acto hostil o que pudiera ser hostil, emprendido desde el territorio
de un Estado contra el otro, y pide al Secretario General que informe al Consejo sobre el funcionamiento
de esa unidad en forma periódica, e inmediatamente si se producen violaciones graves de la zona o
posibles amenazas a la paz.

6 . Señala que tan pronto como el Secretario General notifique al Consejo que ha concluido el despliegue
de la unidad de observación de las Naciones Unidas, se establecerán las condiciones para que las fuerzas
de los Estados Miembros que cooperan de conformidad con la resolución 678 (1990) ponga fin a su
presencia militar en Irak en consonancia con la resolución 686 (1991).

[...]

8. Decide que el Iraq deberá aceptar incondicionalmente la destrucción o neutralización, bajo


supervisión internacional, de

a) Todas las armas químicas y biológicas, todas las existencias de agentes y de todos los subsistemas y
componentes conexos y todas las instalaciones de investigación, desarrollo, apoyo y fabricación.

b) Todos los misiles balísticos con un alcance de más de 150 kilómetros y las principales partes conexas,
así como las instalaciones de reparación y producción.

9. Decide , para la aplicación del párrafo 8, lo siguiente:

a) Que Iraq deberá presentar al Secretario General, dentro del plazo de 15 días a contar de la aprobación
de la presente resolución, una declaración sobre el lugar de emplazamiento, la cantidad y el tipo de
todos los elementos especificados en el párrafo 8, y deberá acceder a que se realice una inspección
urgente sobre el terreno como se especifica a continuación.

b) Que el Secretario General, en consulta con los gobiernos pertinentes y cuando corresponda, con el
Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), elabore y presente al Consejo para su
aprobación, dentro del plazo de 45 días a contar de la aprobación de la presente resolución, un plan
para la finalización de las siguientes actividades dentro del plazo de 45 días a contar de la aprobación
del plan:

– El Establecimiento de una comisión Especial que realizará una inspección inmediata sobre el terreno
del potencial del Irak en materia de armas biológicas y químicas y misiles, sobre la base de las
declaraciones del Iraq y de la designación de otros lugares por la propia Comisión Especial.

– La entrega por el Iraq a la Comisión Especial, para su destrucción, remoción o neutralización, teniendo
en cuenta las necesidades de la seguridad pública, de todos los elementos que se indican en el inciso a)
del párrafo 8, incluidos los elementos que se encuentren en los otros lugares designados por la Comisión
Especial con arreglo al apartado i) del inciso b) del párrafo 9 y la destrucción por el Iraq, bajo la
supervisión de la Comisión Especial, de todo su potencial de misiles, incluidos los lanzamisiles, según se
especifica en el inciso b) del párrafo 8.

– La prestación por la Comisión Especial al Secretario General del Organismo Internacional de Energía
Atómica (OIEA) de la asistencia y la cooperación requeridas en los párrafos 12 y 13.

10. Decide que el Iraq deberá comprometerse incondicionalmente a no utilizar, desarrollar, construir ni
adquirir los elementos especificados en los párrafos 8 y 9 y pide al Secretario General que, en consulta
con la Comisión Especial, elabore un plan para la vigilancia y verificación permanentes en el futuro del
cumplimiento por el Iraq de las disposiciones del presente párrafo, plan que se presentará al Consejo
para su aprobación dentro del plazo de 120 días a contar de la aprobación de la presente resolución.
[...]

12. Decide que el Iraq deberá acceder incondicionalmente a no adquirir ni desarrollar armas nucleares
ni material que pueda utilizarse para armas nucleares, ni subsistemas, componentes o instalaciones de
investigación, desarrollo, apoyo o fabricación relacionados con esos elementos, a presentar al Secretario
General y el Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dentro del plazo
de 15 días a contar de la aprobación de la presente resolución, una declaración sobre el lugar de
emplazamiento, la cantidad y el tipo de todos los elementos especificados anteriormente; a colocar todo
su material utilizable para armas nucleares bajo el control exclusivo del OIEA, que se ocupará de su
custodia y remoción con la asistencia y cooperación de la Comisión Especial según lo dispuesto en el
plan del Secretario General mencionado en el inciso b) del párrafo 9; a aceptar, de conformidad con los
arreglos estipulados en el párrafo 13 la inspección urgente in situ y la destrucción, remoción o
neutralización de todos los elementos especificados anteriormente; y a aceptar el plan examinado en el
párrafo 13 para la vigilancia y verificación permanentes en el futuro del cumplimiento de esos
compromisos.

[...]

15. Pide al Secretario General que informe al Consejo de Seguridad sobre las medidas que se adopten
para facilitar la restitución de todos los bienes kuwaitíes de que se ha apoderado el Iraq, incluida una
lista de los bienes que Kuwait sostiene que no se han restituido o que no se han restituido intactos.

16. Reafirma que el Iraq, sin perjuicio de las deudas y obligaciones surgidas antes del 2 de agosto de
1990, que se considerarán por los conductos normales, es responsable ante los gobiernos, nacionales y
empresas extranjeros, con arreglo al derecho internacional, de toda pérdida directa y daño directo,
incluidos los daños al medio ambiente, la destrucción de recursos naturales, y de todo perjuicio directo
resultante de la invasión y ocupación ilícitas de Kuwait por el Iraq.

17. Decide que las declaraciones formuladas por el Iraq desde el 2 de agosto de 1990 en que repudió su
deuda externa son nulas y carentes de validez y exige que el Irak adhiera escrupulosamente a todas sus
obligaciones relativas al servicio y la amortización de su deuda externa.

18. Decide crear un Fondo para pagar indemnizaciones en respuesta a las reclamaciones que se
presenten con arreglo al párrafo 16 y establecer una Comisión que administrará el Fondo.

[...]

32. Exige que el Iraq informe al Consejo que no cometerá ni apoyará ningún acto de terrorismo
internacional ni permitirá que funcione en su territorio ninguna organización orientada hacia la
realización de tales actos, y que condene inequívocamente y renuncie a todos los actos, métodos y
prácticas propios del terrorismo.

33. Declara que una vez que el Iraq haya notificado oficialmente al Secretario General y al Consejo de
Seguridad su aceptación de las disposiciones anteriores entrará en vigor una cesación oficial del fuego
entre el Iraq y Kuwait y los Estados Miembros que cooperan con Kuwait de conformidad con la
resolución 678 (1990).

34. Decide seguir considerando esta cuestión y adoptar las medidas ulteriores que sean necesarias para
la aplicación de la presente resolución y para garantizar la paz y la seguridad en la región.

2.4. LA SITUACIÓN ENTRE EL IRAQ Y KUWAIT. S/RES/1441 (2002)

El Consejo de Seguridad ,
Recordando todas sus resoluciones anteriores en la materia, en particular sus resoluciones 661 (1990), de
6 de agosto de 1990, 678 (1990), de 29 de noviembre de 1990, 686 (1991), de 2 de marzo de 1991, 687
(1991), de 3 de abril de 1991, 688 (1991), de 5 de abril de 1991, 707 (1991), de 15 de agosto de 1991, 715
(1991), de 11 de octubre de 1991, 986 (1995), de 14 de abril de 1995, y 1284 (1999), de 17 de diciembre de
1999, así como todas las declaraciones de su Presidencia sobre la cuestión,

Recordando también su resolución 1382 (2001), de 29 de noviembre de 2001, y su intención de aplicarla


plenamente,

Reconociendo la amenaza que el incumplimiento por el Iraq de las resoluciones del Consejo y la
proliferación de armas de destrucción en masa y misiles de gran alcance plantean para la paz y la
seguridad internacionales,

Recordando que en su resolución 678 (1990) autorizó a los Estados Miembros a que utilizaran todos los
medios necesarios para hacer valer y llevar a la práctica la resolución 660 (1990), de 2 de agosto de 1990,
y todas las resoluciones pertinentes aprobadas ulteriormente y para restablecer la paz y la seguridad
internacionales en la región,

Recordando además que en la resolución 687 (1991) se imponían obligaciones al Iraq como paso
necesario para cumplir su objetivo declarado de restablecer la paz y la seguridad internacionales en la
región,

Deplorando que el Iraq no haya hecho una declaración exacta, cabal, definitiva y completa, como se
exigía en la resolución 687 (1991), de todos los aspectos de sus programas de desarrollo de armas de
destrucción en masa y misiles balísticos con un alcance de más de ciento cincuenta kilómetros ni de las
armas de esa índole que tuviera en su poder, sus componentes e instalaciones y lugares de producción,
así como de todos los demás programas nucleares, incluidos aquellos que, según afirme, obedecen a
fines no relacionados con material utilizable para armas nucleares,

Deplorando además que el Iraq haya obstruido reiteradamente el acceso inmediato, incondicional e
irrestricto a sitios designados por la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM) y el Organismo
Internacional de Energía Atómica(OIEA), no haya cooperado plena e incondicionalmente con los
inspectores de la UNSCOM y el OIEA, como se exigía en la resolución 687 (1991), y finalmente haya
puesto término en 1998 a todo tipo de cooperación con la UNSCOM y el OIEA,

Deplorando que, desde diciembre de 1998, no haya habido en el Iraq ninguna forma de vigilancia,
inspección y verificación, como requerían las resoluciones pertinentes, de las armas de destrucción en
masa y misiles balísticos, a pesar de las repetidas exigencias del Consejo al efecto de que el Iraq
proporcionara acceso inmediato, incondicional e irrestricto a la Comisión de las Naciones Unidas de
Vigilancia, Verificación e Inspección (UNMOVIC), establecida en la resolución 1284(1999) como
organización sucesora de la UNSCOM, ni al OIEA, y deplorando la consiguiente prolongación de la crisis
en la región y los sufrimientos del pueblo iraquí,

Deplorando también que el Gobierno del Iraq no haya cumplido los compromisos que contrajo en virtud
de la resolución 687 (1991) con respecto al terrorismo, en virtud de la resolución 688 (1991) de poner fin
a la represión de su población civil y dar acceso a las organizaciones humanitarias internacionales a
todos los que necesitaran asistencia en el Iraq, y, en virtud de las resoluciones 686 (1991), 687 (1991) y
1284 (1999) de devolver a los nacionales de Kuwait y de terceros países que tenía detenidos ilícitamente
o devolver bienes de propiedad de Kuwait de los que se había incautado ilícitamente o de cooperar para
determinar su paradero,

Recordando que en su resolución 687 (1991) había declarado que una cesación del fuego estaría
subordinada a que el Iraq aceptara las disposiciones de esa resolución, incluidas las obligaciones de su
cargo que en ella figuraban,

Decidido a lograr que el Iraq cumpla plena e inmediatamente y sin condiciones ni restricciones las
obligaciones que le imponen la resolución 687 (1991) y otras resoluciones en la materia y recordando
que las resoluciones del Consejo constituyen la norma para determinar el cumplimiento por parte del
Iraq,

Recordando que el funcionamiento efectivo de la UNMOVIC, en su calidad de organización sucesora de


la Comisión Especial, y del OIEA es esencial para la aplicación de la resolución 687 (1991) y otras
resoluciones en la materia,

[...]

Decidido a lograr que se cumplan plenamente sus decisiones,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Decide que el Iraq ha incurrido y sigue incurriendo en violación grave de sus obligaciones con arreglo
a las resoluciones en la materia, entre ellas la resolución 687 (1991), en particular al no cooperar con los
inspectores de las Naciones Unidas y con el OIEA y no llevar a cabo las medidas previstas en los párrafos
8 a 13 de la resolución 687 (1991);

2. Decide , al tiempo que reconoce lo indicado en el párrafo 1 supra , conceder al Iraq, en virtud de la
presente resolución, una última oportunidad de cumplir sus obligaciones en materia de desarme con
arreglo a las resoluciones pertinentes del Consejo; y decide en consecuencia instaurar un régimen de
inspección reforzado con el objetivo de llevar a una conclusión cabal y verificada el proceso de desarme
establecido por la resolución 687 (1991) y las resoluciones ulteriores del Consejo;

3. Decide que, a fin de comenzar a cumplir sus obligaciones en materia de desarme, además de presentar
las declaraciones semestrales requeridas, el Gobierno del Iraq deberá proporcionar a la UNMOVIC, el
OIEA y el Consejo, dentro de los treinta días siguientes a la fecha de la presente resolución, una
declaración que a esa fecha sea exacta, cabal y completa de todos los aspectos de sus programas para el
desarrollo de armas químicas, biológicas y nucleares, misiles balísticos y otros sistemas vectores como
vehículos aéreos no tripulados y sistemas de dispersión diseñados para ser utilizados en aeronaves,
incluidas todas las existencias y ubicaciones precisas de este tipo de armas, componentes,
subcomponentes, reservas de agentes, y del material y equipo conexo, de las ubicaciones y la labor de
sus instalaciones de investigación, desarrollo y producción, así como de todos los demás programas
químicos, biológicos y nucleares, incluidos aquellos que, según afirme, obedecen a fines no relacionados
con material para armamentos o la producción de armamentos;

4. Decide que las falsedades u omisiones en las declaraciones presentadas por el Iraq en cumplimiento
de la presente resolución y el hecho de que el Iraq deje en cualquier momento de cumplir la presente
resolución y de cooperar plenamente en su aplicación constituirán una nueva violación grave de las
obligaciones del Iraq y se comunicarán al Consejo para su evaluación de conformidad con los párrafos
11 y 12 infra ;

5. Decide que el Iraq deberá proporcionar a la UNMOVIC y al OIEA acceso inmediato, sin trabas,
incondicional e irrestricto a todas y cada una de las zonas, incluidas las subterráneas, instalaciones,
edificios, equipo, registros y medios de transporte que deseen inspeccionar, así como acceso inmediato,
sin trabas, irrestricto y privado a todos los funcionarios y otras personas a quienes la UNMOVIC o el
OIEA deseen entrevistar en la forma o el lugar que decidan la UNMOVIC o el OIEA en relación con
cualquier aspecto de sus mandatos; decide además que la UNMOVIC y el OIEA, ejerciendo su discreción,
podrán realizar entrevistas dentro o fuera del Iraq y podrán facilitar el traslado de las personas
entrevistadas y de sus familiares fuera del Iraq y que queda librado exclusivamente a la discreción de la
UNMOVIC y el OIEA hacer que esas entrevistas tengan lugar sin que estén presentes observadores del
Gobierno del Iraq; y encomienda a la UNMOVIC y pide al OIEA que reanuden las inspecciones dentro de
los cuarenta y cinco días siguientes a la aprobación de la presente resolución y que le pongan al
corriente dentro de los sesenta días siguientes a esa fecha;

[...]

9. Pide al Secretario General que notifique inmediatamente al Iraq la presente resolución, que tiene
fuerza obligatoria para el Iraq; exige que el Iraq confirme en un plazo de siete días a partir de dicha
notificación su intención de cumplir plenamente la presente resolución; y exige además que el Iraq
coopere inmediata, incondicional y activamente con la UNMOVIC y el OIEA;

[...]

12. Decide reunirse inmediatamente una vez recibido un informe presentado de conformidad con los
párrafos 4 a 11 supra a fin de examinar la situación y la necesidad de que se cumplan plenamente todas
sus resoluciones en la materia con objeto de asegurar la paz y la seguridad internacionales;

13. Recuerda , en este contexto, que ha advertido reiteradamente al Iraq que, de seguir infringiendo sus
obligaciones, se expondrá a graves consecuencias;

14. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

2.5. LA SITUACIÓN ENTRE EL IRAQ Y KUWAIT. S/RES/1483 (2003)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando todas sus resoluciones anteriores sobre la cuestión,

Reafirmando la soberanía e integridad territorial del Iraq,

Reafirmando también la importancia de eliminar las armas de destrucción en masa iraquíes y, en su


momento confirmar el desarme del Iraq,

Destacando el derecho del pueblo iraquí a determinar libremente su propio futuro político y a controlar
sus propios recursos naturales, observando con satisfacción el compromiso de todas las partes
interesadas de apoyar la creación de un entorno en que pueda hacerlo lo antes posible y manifestando
su determinación de que llegue pronto el día en que los iraquíes se gobiernen a sí mismos,

Alentando al pueblo iraquí a formar un gobierno representativo basado en el Estado de derecho que
ofrezca igualdad de derechos y justicia para todos los iraquíes sin distinción de raza, religión o género y,
a este respecto, recordando su resolución 1325 (2000), de 31 de octubre de 2000,

Acogiendo con satisfacción los primeros pasos del pueblo iraquí en ese sentido y observando a este
respecto la declaración de Nasiriyah de 15 de abril de 2003 y la declaración de Bagdad de 28 de abril de
2003,

Decidido a que las Naciones Unidas desempeñen un papel fundamental en la prestación de asistencia
humanitaria, la reconstrucción del Iraq y el restablecimiento y la creación de instituciones nacionales y
locales para un gobierno representativo,

Tomando conocimiento de la declaración de 12 de abril de 2003 de los Ministros de Finanzas y


Gobernadores de los Bancos Centrales del Grupo de los Siete países industrializados, en que sus
miembros reconocían la necesidad de una acción multilateral para ayudar a la reconstrucción y el
desarrollo del Iraq y de la asistencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para esa
tarea,

Observando con satisfacción la reanudación de la asistencia humanitaria y la continua labor del


Secretario General y los organismos especializados para suministrar alimentos y medicinas al pueblo
del Iraq,

Observando con satisfacción que el Secretario General ha nombrado su Asesor Especial para el Iraq,

Afirmando la necesidad de que se rindan cuentas por los crímenes y las atrocidades cometidos por el
anterior régimen iraquí,

Subrayando la necesidad de que se respete el patrimonio arqueológico, histórico, cultural y religioso del
Iraq y se protejan en todo momento los lugares arqueológicos, históricos, culturales y religiosos, los
museos, las bibliotecas y los monumentos,

Tomando conocimiento de la carta de 8 de mayo de 2003 dirigida a su Presidente por los Representantes
Permanentes de los Estados Unidos de América y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
(S/2003/538) y reconociendo la autoridad, la responsabilidad y las obligaciones específicas que, en virtud
del derecho internacional aplicable, corresponden a esos Estados en su calidad de potencias ocupantes
bajo un mando unificado (la «Autoridad»),

Señalando además que otros Estados que no son potencias ocupantes están realizando tareas, o quizás lo
hagan en el futuro, en el marco de la Autoridad,

Observando complacido además que hay Estados Miembros dispuestos a contribuir a la estabilidad y
seguridad en el Iraq mediante la aportación de personal, equipo y otros recursos en el marco de la
Autoridad,

Observando con preocupación que sigue sin conocerse, desde el 2 de agosto de 1990 el paradero de
numerosos kuwaitíes y nacionales de terceros Estados,

Determinando que la situación en el Iraq, aunque haya mejorado, sigue constituyendo una amenaza
para la paz y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Hace un llamamiento a los Estados Miembros y las organizaciones interesadas para que ayuden al
pueblo del Iraq en la labor de reformar sus instituciones y reconstruir su país y contribuyan a que
existan en el Iraq condiciones de estabilidad y seguridad de conformidad con la presente resolución;

[...]

8. Pide al Secretario General que nombre un Representante Especial para el Iraq, cuyas funciones
independientes consistirán en informar periódicamente al Consejo de las actividades que realice en
virtud de la presente resolución, coordinar las actividades de las Naciones Unidas en los procesos
posteriores al conflicto en el Iraq, encargarse de la coordinación entre los organismos de las Naciones
Unidas e internacionales dedicados a actividades de asistencia humanitaria y reconstrucción en el Iraq
y, en coordinación con la Autoridad, prestar asistencia al pueblo del Iraq:

a) Coordinando la asistencia humanitaria y para la reconstrucción de organismos de las Naciones


Unidas y entre organismos de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales;

b) Promoviendo el retorno, ordenado, voluntario y en condiciones de seguridad de los refugiados y


desplazados;

c) Trabajando intensamente con la Autoridad, el pueblo del Iraq y otros interesados a fin de avanzar en
la tarea de restablecer y formar instituciones nacionales y locales para un gobierno representativo y
colaborando para facilitar un proceso que culmine en un gobierno del Iraq internacionalmente
reconocido y representativo;

d) Facilitando, en colaboración con otras organizaciones internacionales, la reconstrucción de


infraestructuras fundamentales;

e) Promoviendo la reconstrucción de la economía y condiciones para un desarrollo sostenible, incluso


mediante la coordinación con organizaciones nacionales y regionales, según proceda, la sociedad civil,
los donantes y las instituciones financieras internacionales;

f) Alentando la labor internacional para contribuir a las funciones de administración civil básicas;

g) Promoviendo la protección de los derechos humanos;

h) Alentando la labor internacional de reconstrucción de la capacidad de la fuerza de policía civil iraquí;

i) Alentando la labor internacional de promoción de la reforma legal y judicial;

9. Apoya la formación por el pueblo del Iraq, con la ayuda de la Autoridad y en colaboración con el
Representante Especial, de una administración provisional del Iraq que actúe como autoridad de
transición dirigida por iraquíes hasta que el pueblo del Iraq establezca un gobierno reconocido
internacionalmente y representativo que asuma las funciones de la Autoridad;

10. Decide que, a excepción de las prohibiciones relacionadas con la venta o el suministro al Iraq de
armas y material conexo, salvo el que requiera la Autoridad para cumplir los fines de la presente
resolución y de otras resoluciones conexas, dejen de ser aplicables todas las prohibiciones relativas al
comercio con el Iraq y a la prestación de recursos financieros o económicos al Iraq impuestas en virtud
de la resolución 661 (1990) y resoluciones ulteriores en la materia, incluida la resolución 778 (1992), de 2
de octubre de 1992;

[...]

2.6. LA SITUACIÓN ENTRE EL IRAQ Y KUWAIT. S/RES/1511 (2003)

El Consejo de Seguridad,

Reafirmando sus resoluciones anteriores relativas al Iraq, entre ellas las resoluciones 1483 (2003), de 22
de mayo de 2003, y 1500 (2003), de 14 de agosto de 2003, y a las amenazas a la paz y la seguridad
causadas por los actos terroristas, incluida la resolución 1373 (2001), de 28 de septiembre de 2001, y
otras resoluciones pertinentes,

Subrayando que la soberanía del Iraq reside en el Estado del Iraq, reafirmando el derecho del pueblo
iraquí a determinar libremente su propio futuro político y controlar sus propios recursos naturales,
reiterando su determinación de que el día en que los iraquíes tengan un gobierno propio llegue
rápidamente, y reconociendo la importancia del apoyo internacional, en particular de los países de la
región, los vecinos del Iraq y las organizaciones regionales, para avanzar en este proceso con rapidez,

Reconociendo que el apoyo internacional para el restablecimiento de las condiciones de estabilidad y


seguridad es esencial para el bienestar del pueblo del Iraq y para la capacidad de todos los interesados
de llevar a cabo su labor en nombre del pueblo del Iraq, y acogiendo con satisfacción las contribuciones
que los Estados Miembros hagan a este respecto en virtud de la resolución 1483 (2003),

[...]

Determinando que la situación en el Iraq, si bien ha mejorado, sigue constituyendo una amenaza a la paz
y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Reafirma la soberanía y la integridad territorial del Iraq y subraya en ese contexto que la Autoridad
Provisional de la Coalición (la Autoridad) se hace cargo con carácter temporal de las funciones,
atribuciones y obligaciones específicas en virtud del derecho internacional aplicable reconocidas y
establecidas en la resolución 1483 (2003), que cesarán cuando un gobierno representativo y reconocido
internacionalmente, establecido por el pueblo del Iraq, preste juramento y asuma las funciones de la
Autoridad, entre otras cosas, mediante las disposiciones previstas en los párrafos 4 a 7 y 10 infra ;

[...]

13. Determina que la provisión de seguridad y estabilidad es esencial para llevar a buen término el
proceso político indicado en el párrafo 7 supra y para la capacidad de las Naciones Unidas de contribuir
eficazmente a ese proceso y a la aplicación de la resolución 1483 (2003), y autoriza a una fuerza
multinacional bajo mando unificado a que tome todas las medidas necesarias para contribuir al
mantenimiento de la seguridad y la estabilidad en el Iraq, incluso con el fin de asegurar las condiciones
necesarias para la aplicación del calendario y el programa y para contribuir a la seguridad de la Misión
de las Naciones Unidas de Asistencia para el Iraq, el Consejo de Gobierno del Iraq, y otras instituciones
de la administración provisional iraquí, y la infraestructura humanitaria y económica fundamental;

14. Insta a los Estados Miembros a que presten asistencia en virtud del presente mandato de las
Naciones Unidas, incluso fuerzas militares, a la fuerza multinacional mencionada en el párrafo 13 supra
;

15. Decide que examinará las necesidades y la misión de la fuerza multinacional mencionada en el
párrafo 13 supra a más tardar un año después de la fecha de la presente resolución y que, en todo caso,
el mandato de la fuerza expirará una vez terminado el proceso político descrito en los párrafos 4 a 7 y
10 supra y se manifiesta dispuesto a considerar, en esa ocasión, si será necesario que en el futuro se
mantenga la fuerza internacional, teniendo en cuenta las opiniones de un nuevo gobierno del Iraq,
representativo y reconocido internacionalmente;

[...]
2.7. DECLARACIÓN DEL SECRETARIO GENERAL DE LA OTAN, SR. SOLANA MADARIAGA, DE 23 DE
MARZO DE 1999

Buenas tardes, señoras y señores,

Acabo de ordenar al SACEUR, General Clark, iniciar las operaciones aéreas en la República Federal de
Yugoslavia. He tomado esta decisión tras amplias consultas en los últimos días con todos los Aliados, y
de que resultara infructuoso el esfuerzo diplomático final del Embajador Hollbrooke en Belgrado. Todos
los esfuerzos por conseguir una solución política negociada a la crisis de Kosovo han fracasado, y no hay
más alternativa que emprender una operación militar.

Hemos entrado en acción después del rechazo de la RFY a las exigencias de la Comunidad Internacional:

– Aceptación del Acuerdo político interino que ha sido negociado en Rambouillet;

– Pleno cumplimiento de los límites (impuestos) al Ejército y a las Fuerzas de Policía Especial Serbias
convenidos el 25 de octubre;

– Fin del uso excesivo y desproporcionado de la fuerza en Kosovo.

Como advertimos el 30 de enero, el incumplimiento de estas exigencias conduciría a la OTAN a tomar


cualesquiera medidas para impedir una catástrofe humanitaria. La OTAN ha apoyado plenamente todas
las resoluciones relevantes del Consejo de Seguridad de NN UU, los esfuerzos de la OSCE, y los del Grupo
de Contacto. Lamentamos profundamente que estos esfuerzos no hayan tenido éxito, a causa de la
intransigencia del Gobierno de la RFY. Esta acción militar tiene como intención respaldar los objetivos
políticos de la comunidad internacional. Se dirigirá a interrumpir los violentos ataques que están siendo
cometidos por el Ejército y las fuerzas de Policía Especial Serbia, y a debilitar su capacidad de causar
una catástrofe humanitaria mayor.

Por consiguiente apoyamos los esfuerzos internacionales que aseguren un acuerdo yugoslavo para un
arreglo político interno. Como hemos declarado, un arreglo político viable debe contar con la garantía
de una presencia militar internacional. Al Gobierno yugoslavo le cabe, en cualquier momento, mostrar
que se encuentra dispuesto a cumplir las exigencias de la comunidad internacional. Espero que tendrá
la prudencia de hacerlo.

Al mismo tiempo, estamos apelando a los albaneses kosovares para que se mantengan firmemente
comprometidos en el camino de la paz que han elegido en París. Urgimos sobre todo a los elementos
armados kosovares a que se abstengan de cualquier acto militar de provocación.

Permítanme que sea claro: la OTAN no está emprendiendo una guerra contra Yugoslavia. No estamos en
conflicto con el pueblo de Yugoslavia que durante tanto tiempo ha estado aislado de Europa a causa de
las políticas de su gobierno. Nuestro objetivo es impedir más sufrimiento humano y más represión y
violencia contra la población civil de Kosovo. Debemos también actuar para impedir que se extienda la
inestabilidad en la región. Detrás de esta acción está la OTAN unida. Debemos parar la violencia y poner
fin a la catástrofe humanitaria que ahora se está revelando en Kosovo. Conocemos los riesgos de la
acción pero todos coincidimos en que la pasividad provocaría aún peligros mayores. Debemos detener
un régimen autoritario que reprime a su pueblo en Europa al final del siglo XX. Tenemos el deber moral
de hacerlo.

La responsabilidad descansa sobre nuestros hombros y la asumiremos.

2.8. LA SITUACIÓN HUMANITARIA DE KOSOVO (REPÚBLICA FEDERATIVA DE YUGOSLAVIA).


S/RES/1244 (1999)

El Consejo de Seguridad ,

Teniendo presentes los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, y la responsabilidad
primordial del Consejo de Seguridad respecto del mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales,
Recordando sus resoluciones 1160 (1998), de 31 de marzo de 1998, 1199 (1998), de 23 de septiembre de
1998, 1203 (1998), de 24 de octubre de 1998, y 1239 (1999), de 14 de mayo de 1999,

Lamentando que no se hayan cumplido cabalmente las disposiciones de esas resoluciones,

Resuelto a solucionar la grave situación humanitaria de Kosovo (República Federativa de Yugoslavia) y a


lograr el regreso libre y en condiciones de seguridad de todos los refugiados y las personas desplazadas
a sus hogares,

Condenando todos los actos de violencia contra la población de Kosovo, así como los actos terroristas de
todas las partes,

Recordando la declaración formulada por el Secretario General el 9 de abril de 1999, en que expresó
preocupación por la tragedia humanitaria que tenía lugar en Kosovo,

Reafirmando el derecho de todos los refugiados y personas desplazadas a regresar a sus hogares en
condiciones de seguridad,

Recordando la competencia y el mandato del Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia,

Acogiendo con beneplácito los principios generales relativos a una solución política para la crisis de
Kosovo aprobados el 6 de mayo de 1999 (S/1999/516), anexo 1 de la presente resolución) y acogiendo con
beneplácito también el hecho de que la República Federativa de Yugoslavia acepte los principios
establecidos en los puntos 1 a 9 del documento presentado en Belgrado el 2 de junio de 1999 (S/1999/649,
anexo 2 de la presente resolución) y esté de acuerdo con ese documento,

Reafirmando la adhesión de todos los Estados Miembros al principio de la soberanía e integridad


territorial de la República Federativa de Yugoslavia y los demás Estados de la región, expresada en el
Acta Final de Helsinki y en el anexo 2,

Reafirmando el llamamiento formulado en resoluciones anteriores en favor de una autonomía


sustancial y una verdadera administración propia para Kosovo,

Determinando que la situación en la región sigue constituyendo una amenaza para la paz y la seguridad
internacionales,

Resuelto a velar por la seguridad del personal internacional y por el cumplimiento por todos los
interesados de sus obligaciones con arreglo a la presente resolución, y obrando con esos propósitos en
virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Decide que la solución política de la crisis de Kosovo debe basarse en los principios generales que
figuran en el anexo 1 y su elaboración ulterior en los principios y demás elementos necesarios
enunciados en el anexo 2;

2. Acoge con beneplácito la aceptación por la República Federativa de Yugoslavia de los principios y
demás elementos necesarios a que se hace referencia en el párrafo 1 supra y exige la plena cooperación
de la República Federativa de Yugoslavia en su pronta aplicación;

3. Exige en particular que la República Federativa de Yugoslavia ponga fin, de forma inmediata y
verificable, a la violencia y a la represión en Kosovo y emprenda y concluya el retiro gradual verificable
de Kosovo de todas las fuerzas militares, policiales y paramilitares con arreglo a un calendario rápido,
con el que se sincronizará el despliegue de la presencia internacional de seguridad en Kosovo;

4. Confirma que, después del retiro, se autorizará el regreso a Kosovo de un número acordado de
elementos militares y policiales para llevar a cabo las funciones señaladas en el anexo 2;

5. Decide desplegar en Kosovo, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, presencias internacionales, una
civil y otra de seguridad, con el equipo y el personal que sea necesario, y acoge con beneplácito que la
República Federativa de Yugoslavia esté de acuerdo con esas presencias;

6. Pide al Secretario General que designe, en consulta con el Consejo de Seguridad, a un Representante
Especial para que controle el despliegue de la presencia internacional civil y pide además al Secretario
General que dé instrucciones a su Representante Especial para que coordine estrechamente la labor de
esa presencia con la de la presencia internacional de seguridad para que las actividades de las dos
presencias se orienten hacia los mismos objetivos y se apoyen mutuamente;

7. Autoriza a los Estados Miembros y a las organizaciones internacionales competentes a establecer la


presencia internacional de seguridad en Kosovo mencionada en el punto 4 del anexo 2 con todos los
medios necesarios para que cumpla las obligaciones enunciadas en el párrafo 9 infra ;

8. Afirma la necesidad del despliegue rápido y temprano de presencias internacionales civil y de


seguridad efectivas en Kosovo y exige que las partes cooperen cabalmente en ese despliegue;

9. Decide que las obligaciones de la presencia internacional de seguridad que se desplegará y


desarrollará actividades en Kosovo incluirán las siguientes actividades:

a) Disuadir a las partes de que reanuden las hostilidades, manteniendo y, en caso necesario, imponiendo
la cesación del fuego, y asegurar el retiro y evitar el regreso a Kosovo de las fuerzas militares, policiales
y paramilitares de la Federación y de la República, excepto según lo previsto en el punto 6 del anexo 2;

b) Desmilitarizar el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) y otros grupos armados de albaneses de


Kosovo como se establece en el párrafo 15 infra ;

c) Establecer un entorno seguro de modo que los refugiados y las personas desplazadas puedan regresar
a sus hogares en condiciones de seguridad, la presencia internacional civil pueda desarrollar sus
actividades, se pueda establecer una administración de transición y se pueda prestar ayuda
humanitaria;

d) Mantener el orden y la seguridad públicos hasta que la presencia internacional civil pueda asumir
esa responsabilidad;

e) Supervisar la remoción de minas hasta que la presencia internacional civil pueda, cuando proceda,
asumir esa responsabilidad;

f) Prestar apoyo, según corresponda, a la labor de la presencia internacional civil y mantener una
coordinación estrecha con ella;

g) Realizar las actividades de vigilancia fronteriza que sean necesarias;

h) Velar por su propia protección y libertad de circulación y por las de la presencia internacional civil y
otras organizaciones internacionales;

10. Autoriza al Secretario General a establecer, con la asistencia de las organizaciones internacionales
competentes, una presencia internacional civil en Kosovo a fin de que Kosovo tenga una administración
provisional bajo la cual su pueblo pueda gozar de una autonomía sustancial en la República Federativa
de Yugoslavia y la cual se encargará de administrar la transición al tiempo que establecerá y
supervisará el desarrollo de instituciones provisionales de gobierno democrático autónomo a fin de
crear condiciones propicias para que todos los habitantes de Kosovo puedan vivir una vida pacífica y
normal;

11. Decide que entre las principales responsabilidades de la presencia internacional civil estarán las
siguientes:

a) Promover el establecimiento, hasta que se llegue a una solución definitiva, de una autonomía y un
autogobierno sustanciales en Kosovo, teniendo plenamente en cuenta el anexo 2 y los acuerdos de
Rambouillet (S/1999/648);

b) Cumplir funciones administrativas civiles básicas donde y mientras sea necesario;

c) Organizar y supervisar el desarrollo de instituciones provisionales para el autogobierno democrático


y autónomo hasta que se llegue a una solución política, incluida la celebración de elecciones;

d) Transferir, a medida que se establezcan esas instituciones, sus funciones administrativas, y al mismo
tiempo supervisar y apoyar la consolidación de las instituciones provisionales locales de Kosovo y otras
actividades de establecimiento de la paz;
e) Facilitar un proceso político encaminado a determinar el estatuto futuro de Kosovo, teniendo en
cuenta los acuerdos de Rambouillet (S/1999/648);

f) En una etapa final, supervisar el traspaso de autoridad de las instituciones provisionales de Kosovo a
las instituciones que se establezcan conforme a una solución política;

g) Apoyar la reconstrucción de la infraestructura básica y otras tareas de reconstrucción económica;

h) Apoyar, en coordinación con las organizaciones humanitarias internacionales, la ayuda humanitaria


y el socorro en casos de desastre;

i) Mantener la ley y el orden público, incluso mediante el establecimiento de un cuerpo de policía local
y, entre tanto, mediante el despliegue de agentes de policía internacionales en Kosovo;

j) Proteger y promover los derechos humanos;

k) Asegurar el regreso seguro y libre de todos los refugiados y personas desplazadas a sus hogares en
Kosovo;

[...]

19. Decide que las presencias internacionales civil y de seguridad se establezcan por un período inicial
de 12 meses, y se mantengan después a menos que el Consejo de Seguridad decida otra cosa;

20. Pide al Secretario General que le presente periódicamente informes sobre la aplicación de la
presente resolución, incluidos los informes de los jefes de las presencias internacionales civil y de
seguridad, los primeros de los cuales se presentarán en un plazo de 30 días a partir de la aprobación de
la presente resolución;

21. Decide seguir ocupándose activamente de esta cuestión.

2.9. CIJ ASUNTO RELATIVO A LA CONFORMIDAD CON EL DERECHO INTERNACIONAL DE LA


DECLARACIÓN UNILATERAL DE INDEPENDENCIA DE KOSOVO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 22 DE
JULIO DE 2010

97. En primer lugar, la resolución 1244 (1999) establece una presencia internacional civil y de seguridad
en Kosovo con plena autoridad política y civil y con la sola responsabilidad de la gobernanza de Kosovo.
Como se describió previamente (véase el pár. 60), el 12 de junio de 1999, el Secretario General presentó
al Consejo de Seguridad su visión operacional para la organización general de la entidad bajo UNMIK. El
25 de julio de 1999, el Representante Especial del Secretario General promulgó el reglamento UNMIK
1999/1, que se considera entró en vigor el 10 de junio de 1999, la fecha en que se adoptó, por el Consejo
de Seguridad, la resolución 1244 (1999). Bajo este reglamento, «toda la autoridad legislativa y ejecutiva
respecto a Kosovo, incluida la administración judicial», era consagrada a UNMIK y se ejercía por el
Representante Especial. Vistas conjuntamente, la resolución 1244 (1999) y el reglamento 1999/1 UNMIK
tuvieron el efecto, por tanto, de sustituir al orden legal en vigor en aquel entonces en Kosovo y de
instaurar una administración territorial internacional. Por esta razón, el establecimiento de las
presencias civiles y militares en Kosovo, desplegadas sobre la base de la resolución 1244 (1999) debe
entenderse como una medida excepcional en relación a los aspectos civiles, políticos y securitarios,
destinada a hacer frente a la crisis que tuvo lugar en el territorio en 1999.

98. En segundo lugar, la solución recogida en la resolución 1244 (1999), a saber, la aplicación de un
régimen provisional de administración territorial, se pensó con fines humanitarios proveer medios para
la estabilización de Kosovo y para restablecer el orden público básico en el área donde había tenido
lugar la crisis. Esto parece claro en el texto de la resolución 1244 (1999) mismo, que en su segundo
párrafo preambular, recuerda la resolución 1239 del Consejo de Seguridad, adoptada el 14 de mayo de
1999, en la que el Consejo había puesto de manifiesto «su grave preocupación por la crisis humanitaria
dentro y en las inmediaciones de Kosovo». Las prioridades que se definían en el párrafo 11 de la
resolución 1244 (1999) se profundizaron en los llamados «cuatro pilares» relativos a la gobernanza de
Kosovo, descritos en el Informe del Secretario General de 12 de junio de 1999 (pár. 60 más arriba). Al
poner énfasis en estos «cuatro pilares», a saber, la administración civil transitoria, los asuntos
humanitarios, la creación de las instituciones y en la reconstrucción, y al distribuir la responsabilidad
de estos cometidos entre diferentes organizaciones internacionales y agencias, la resolución 1244 (1999)
pretendía claramente propiciar la estabilización y la reconstrucción. La administración transitoria de
Kosovo se pensó para suspender temporalmente la autoridad de Serbia, proveniente de su soberanía
continua sobre el territorio de Kosovo. La finalidad del régimen legal establecido en la resolución 1244
(1999) era establecer, organizar y supervisar desarrollo de las instituciones locales de autogobierno en
Kosovo bajo el signo de la presencia internacional transitoria.

99. En tercer lugar, la resolución 1244 (1999) establece claramente un régimen transitorio, no puede
entenderse como el establecimiento de un marco institucional permanente en el territorio de Kosovo.
Esta resolución otorgó el mero mandato a UNMIK de facilitar la salida negociada ansiada para el futuro
estatus de Kosovo, sin perjuicio del resultado del proceso negociador.

100. La Corte concluye, por tanto, que el objeto y fin de la resolución 1244 (1999) era establecer un
régimen legal temporal y excepcional que, salvo en la medida en que expresamente lo preveía,
reemplazó el régimen legal de Serbia y que se orientó a la estabilización de Kosovo, y se diseñó para
hacerlo con carácter transitorio.

2.10. PAZ Y SEGURIDAD EN ÁFRICA. S/RES/1970 (2011)

El Consejo de Seguridad ,

Expresando grave preocupación por la situación en la Jamahiriya Árabe Libia y condenando la violencia
y el empleo de la fuerza contra civiles,

Deplorando la grave y sistemática violación de los derechos humanos, incluida la represión de


manifestantes pacíficos, expresando profunda preocupación por la muerte de civiles y rechazando
inequívocamente la incitación a la hostilidad y la violencia contra la población civil formulada desde el
más alto nivel del Gobierno libio,

Acogiendo con beneplácito la condena por la Liga de los Estados Árabes, la Unión Africana y el Secretario
General de la Organización de la Conferencia Islámica de las graves violaciones de los derechos
humanos y el derecho internacional humanitario que se están perpetrando en la Jamahiriya Árabe
Libia,

Tomando nota de la carta de fecha 26 de febrero de 2011 dirigida a la Presidenta del Consejo de
Seguridad por el Representante Permanente de la Jamahiriya Árabe Libia,

Acogiendo con beneplácito la resolución A/HRC/RES/S-15/1 del Consejo de Derechos Humanos, de 25 de


febrero de 2011, incluida la decisión de enviar urgentemente una comisión internacional independiente
de investigación para que investigue todas las presuntas violaciones de las normas internacionales de
derechos humanos en la Jamahiriya Árabe Libia, a fin de determinar los hechos y las circunstancias de
esas violaciones y de los crímenes perpetrados, y, en los casos en que resulte posible, identificar a los
responsables,

Considerando que los ataques generalizados y sistemáticos contra la población civil que están teniendo
lugar actualmente en la Jamahiriya Árabe Libia pueden constituir crímenes de lesa humanidad,

Expresando preocupación por la difícil situación de los refugiados que se ven obligados a escapar de la
violencia en la Jamahiriya Árabe Libia,

Expresando preocupación también ante los informes de que escasean los suministros médicos para tratar
a los heridos,

Recordando la responsabilidad de las autoridades libias de proteger a su población,

Subrayando la necesidad de respetar las libertades de reunión pacífica y de expresión, incluida la


libertad de los medios de comunicación,

Destacando la necesidad de hacer que las personas responsables de los ataques contra los civiles,
incluidos los efectuados por fuerzas bajo su control, rindan cuentas por ello,
Recordando el artículo 16 del Estatuto de Roma, según el cual la Corte Penal Internacional no puede
iniciar ni proseguir investigación ni enjuiciamiento alguno durante un plazo de 12 meses después de
que el Consejo de Seguridad le haya formulado una petición a tal efecto,

Expresando preocupación por la seguridad de los ciudadanos extranjeros y sus derechos en la


Jamahiriya Árabe Libia,

Reafirmando su firme compromiso con la soberanía, la independencia, la integridad territorial y la


unidad nacional de la Jamahiriya Árabe Libia,

Teniendo presente que, con arreglo a la Carta de las Naciones Unidas, le incumbe la responsabilidad
primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, y adoptando medidas con arreglo
al Artículo 41,

1. Exige que se ponga fin de inmediato a la violencia y pide que se tomen medidas para satisfacer las
demandas legítimas de la población;

2. Insta a las autoridades libias a:

a) Actuar con la máxima mesura, respetar los derechos humanos y el derecho internacional
humanitario y permitir el acceso inmediato de veedores internacionales de derechos humanos;

b) Garantizar la seguridad de todos los ciudadanos extranjeros y sus activos, y facilitar la salida de los
que deseen dejar el país;

c) Garantizar la entrada segura al país de los suministros humanitarios y médicos y de los organismos y
trabajadores humanitarios; y

d) Levantar inmediatamente las restricciones impuestas a los medios de comunicación de todo tipo;

3. Solicita a todos los Estados Miembros que, en la medida de lo posible, cooperen en la evacuación de
los ciudadanos extranjeros que deseen dejar el país;

Remisión a la Corte Penal Internacional

4. Decide remitir la situación imperante en la Jamahiriya Árabe Libia desde el 15 de febrero de 2011 al
Fiscal de la Corte Penal Internacional;

5. Decide que las autoridades libias deben cooperar plenamente con la Corte y el Fiscal y prestarles toda
la asistencia necesaria de conformidad con la presente resolución, y, aunque reconoce que los Estados
que no son partes en el Estatuto de Roma no tienen obligación alguna en virtud de él, insta a todos los
Estados y organizaciones regionales y demás organizaciones internacionales competentes a que
cooperen plenamente con la Corte y el Fiscal;

6. Decide que los nacionales, los ex funcionarios o funcionarios o el personal de un Estado que no sea la
Jamahiriya Árabe Libia y no sea parte en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional quedarán
sometidos a la jurisdicción exclusiva de ese Estado respecto de todos los presuntos actos u omisiones
derivados de operaciones en la Jamahiriya Árabe Libia establecidas o autorizadas por el Consejo o
relacionados con ellas, a menos que ese Estado haya renunciado expresamente a la jurisdicción
exclusiva;

7. Invita al Fiscal a que le comunique, en un plazo de dos meses a partir de la aprobación de la presente
resolución y, posteriormente, cada seis meses, las medidas adoptadas en virtud de la presente
resolución;

8. Reconoce que ninguno de los gastos derivados de la remisión a la Corte, incluidos los gastos relativos a
las investigaciones o los enjuiciamientos relacionados con dicha remisión, serán sufragados por las
Naciones Unidas, y que dichos gastos serán sufragados por las partes en el Estatuto de Roma y por
aquellos Estados que deseen aportar contribuciones voluntarias;

Embargo de armas
[...]

Prohibición de viajar

[...]

Congelación de activos

[...]

2.11. LA SITUACIÓN EN LIBIA. S/RES/1973 (2011)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando su resolución 1970 (2011), de 26 de febrero de 2011,

Deplorando que las autoridades libias no hayan acatado la resolución 1970 (2011),

Expresando grave preocupación por el deterioro de la situación, la escalada de la violencia y el elevado


número de víctimas civiles,

Reiterando que las autoridades libias tienen la responsabilidad de proteger a la población libia y
reafirmando que las partes en los conflictos armados tienen la responsabilidad primordial de adoptar
todas las medidas posibles para asegurar la protección de los civiles,

Condenando la grave y sistemática violación de los derechos humanos, incluidas las detenciones
arbitrarias, las desapariciones forzadas, los casos de tortura y las ejecuciones sumarias,

Condenando también los actos de violencia e intimidación cometidos por las autoridades libias contra
periodistas, profesionales de los medios de comunicación y su personal asociado e instando a esas
autoridades a cumplir las obligaciones que les impone el derecho internacional humanitario enunciadas
en la resolución 1738 (2006),

Considerando que los ataques generalizados y sistemáticos contra la población civil que están teniendo
lugar actualmente en la Jamahiriya Árabe Libia pueden constituir crímenes de lesa humanidad,

Recordando el párrafo 26 de la resolución 1970 (2011), en que el Consejo expresó que estaba dispuesto a
examinar la posibilidad de adoptar otras medidas apropiadas, según fuera necesario, para facilitar y
apoyar el regreso de los organismos humanitarios y suministrar asistencia humanitaria y ayuda conexa
en la Jamahiriya Árabe Libia,

Expresando su determinación de asegurar la protección de los civiles y de las zonas pobladas por civiles,
así como el tránsito rápido y sin trabas de la asistencia humanitaria y la seguridad del personal de
asistencia humanitaria,

Recordando que la Liga de los Estados Árabes, la Unión Africana y el Secretario General de la
Organización de la Conferencia Islámica condenaron las graves violaciones de los derechos humanos y
el derecho internacional humanitario que se han cometido y se están cometiendo en la Jamahiriya
Árabe Libia,

Tomando nota del comunicado final de la Organización de la Conferencia Islámica de fecha 8 de marzo
de 2011, y del comunicado del Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana de fecha 10 de marzo de
2011, en que se estableció un Comité especial de alto nivel sobre Libia,

Tomando nota también de la decisión adoptada por el Consejo de la Liga de los Estados Árabes el 12 de
marzo de 2011 de pedir que se impusiera una zona de prohibición de vuelos de la aviación militar libia,
y de establecer zonas seguras en los lugares expuestos a bombardeos como medida de precaución para
proteger a la población libia y a los extranjeros que viven en la Jamahiriya Árabe Libia,

Tomando nota además del llamamiento en favor de una cesación del fuego inmediata realizado por el
Secretario General el 16 de marzo de 2011,
Recordando su decisión de remitir la situación imperante en la Jamahiriya Árabe Libia desde el 15 de
febrero de 2011 al Fiscal de la Corte Penal Internacional y destacando que los responsables de los
ataques contra la población civil, incluidos los ataques aéreos y navales, y sus cómplices, deben rendir
cuentas de sus actos,

Reiterando su preocupación por la difícil situación de los refugiados y los trabajadores extranjeros que se
ven obligados a huir de la violencia que se está produciendo en la Jamahiriya Árabe Libia, acogiendo con
beneplácito la respuesta de los Estados vecinos, en particular Túnez y Egipto, para atender las
necesidades de esos refugiados y trabajadores extranjeros, y exhortando a la comunidad internacional a
que apoye esos esfuerzos,

Deplorando que las autoridades libias continúen utilizando mercenarios,

Considerando que el establecimiento de una prohibición de todos los vuelos en el espacio aéreo de la
Jamahiriya Árabe Libia constituye un elemento importante para la protección de los civiles, así como
para la seguridad del suministro de asistencia humanitaria, y un paso decisivo para la cesación de las
hostilidades en Libia,

Expresando preocupación también por la seguridad de los ciudadanos extranjeros y sus derechos en la
Jamahiriya Árabe Libia,

Acogiendo con beneplácito que el Secretario General haya nombrado al Sr. Abdel-Elah Mohamed Al-
Khatib Enviado Especial a Libia y apoyando sus esfuerzos por encontrar una solución sostenible y
pacífica a la crisis de la Jamahiriya Árabe Libia,

Reafirmando su resuelto compromiso con la soberanía, la independencia, la integridad territorial y la


unidad nacional de la Jamahiriya Árabe Libia,

Habiendo determinado que la situación imperante en la Jamahiriya Árabe Libia sigue representando una
amenaza para la paz y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Exige que se establezca de inmediato una cesación del fuego y se ponga fin completamente a la
violencia y a todos los ataques y abusos contra civiles;

2. Destaca la necesidad de intensificar los esfuerzos por encontrar una solución a la crisis que responda
a las demandas legítimas del pueblo libio y observa las decisiones del Secretario General de despachar a
su Enviado Especial a Libia, y del Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana de enviar al país a su
Comité especial de alto nivel con el fin de facilitar un diálogo que conduzca a las reformas políticas
necesarias para encontrar una solución pacífica y sostenible;

3. Exige que las autoridades libias cumplan las obligaciones que les impone el derecho internacional,
incluido el derecho internacional humanitario, las normas de derechos humanos y el derecho de los
refugiados, y adopten todas las medidas necesarias para proteger a los civiles, satisfacer sus necesidades
básicas y asegurar el tránsito rápido y sin trabas de la asistencia humanitaria;

Protección de los civiles

4. Autoriza a los Estados Miembros que hayan notificado previamente al Secretario General a que,
actuando a título nacional o por conducto de organizaciones o acuerdos regionales y en cooperación con
el Secretario General, adopten todas las medidas necesarias, pese a lo dispuesto en el párrafo 9 de la
resolución 1970 (2011), para proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo
amenaza de ataque en la Jamahiriya Árabe Libia, incluida Benghazi, aunque excluyendo el uso de una
fuerza de ocupación extranjera de cualquier clase en cualquier parte del territorio libio, y solicita a los
Estados Miembros interesados que informen al Secretario General de inmediato de las medidas que
adopten en virtud de la autorización otorgada en este párrafo, que serán transmitidas inmediatamente
al Consejo de Seguridad;

5. Reconoce la importante función que desempeña la Liga de los Estados Árabes en cuestiones relativas
al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales en la región y, teniendo presente el Capítulo
VIII de la Carta de las Naciones Unidas, solicita a los Estados miembros de la Liga de los Estados Árabes
que cooperen con otros Estados Miembros en la aplicación del párrafo 4;

Zona de prohibición de vuelos

6. Decide establecer una prohibición de todos los vuelos en el espacio aéreo de la Jamahiriya Árabe Libia
a fin de ayudar a proteger a los civiles;

7. Decide además que la prohibición impuesta en virtud del párrafo 6 no se aplicará a los vuelos cuyo
único propósito sea humanitario, como el suministro o la facilitación del suministro de asistencia,
incluido el material médico, los alimentos, los trabajadores humanitarios y la asistencia conexa, o la
evacuación de ciudadanos extranjeros de la Jamahiriya Árabe Libia, y tampoco se aplicará a los vuelos
autorizados en virtud de los párrafos 4 u 8, ni a otros vuelos que los Estados que actúen al amparo de la
autorización otorgada en el párrafo 8 consideren necesarios para el bienestar del pueblo libio, y que
esos vuelos se coordinarán con todo mecanismo establecido en virtud del párrafo 8;

8. Autoriza a los Estados Miembros que hayan notificado al Secretario General y al Secretario General de
la Liga de los Estados Árabes, actuando a título nacional o por conducto de organizaciones o acuerdos
regionales, a adoptar todas las medidas necesarias para hacer cumplir la prohibición de vuelos
impuesta en el párrafo 6 supra , según sea necesario, y solicita que los Estados interesados, en
cooperación con la Liga de los Estados Árabes, coordinen estrechamente con el Secretario General las
medidas que estén adoptando para aplicar la presente prohibición, incluso mediante el establecimiento
de un mecanismo apropiado para aplicar las disposiciones de los párrafos 6 y 7 supra ;

9. Exhorta a todos los Estados Miembros a que, actuando a título nacional o por conducto de
organizaciones o acuerdos regionales, presten asistencia, incluidas las autorizaciones de sobrevuelo
necesarias, a fin de aplicar los párrafos 4, 6, 7 y 8 supra ;

10. Solicita que los Estados Miembros interesados coordinen estrechamente entre sí y con el Secretario
General las medidas que estén adoptando para aplicar los párrafos 4, 6, 7 y 8 supra , incluidas las
medidas prácticas para supervisar y aprobar los vuelos humanitarios o de evacuación autorizados;

11. Decide que los Estados Miembros interesados informen inmediatamente al Secretario General y al
Secretario General de la Liga de los Estados Árabes de las medidas adoptadas en ejercicio de la
autoridad conferida en el párrafo 8 supra, incluida la presentación de un concepto de operaciones;

12. Solicita al Secretario General que lo informe inmediatamente de toda medida adoptada por los
Estados Miembros interesados en ejercicio de la autoridad conferida en el párrafo 8 supra y que lo
informe en un plazo de 7 días y todos los meses a partir de entonces sobre la aplicación de la presente
resolución, incluida la información relativa a las violaciones de la prohibición de vuelos impuesta en el
párrafo 6 supra ;

Cumplimiento del embargo de armas

[...]

Prohibición de vuelos

[...]

Congelación de activos

[...]

2.12. LA SITUACIÓN EN LIBIA. S/RES/2009 (2011)

El Consejo de Seguridad ,

Reafirmando su firme determinación de preservar la soberanía, la independencia, la integridad


territorial y la unidad nacional de Libia,

[...]
Reafirmando que las Naciones Unidas deberían encabezar el esfuerzo de la comunidad internacional
para dar apoyo a la transición dirigida por los libios y el proceso de reconstrucción encaminado a
establecer una Libia democrática, independiente y unida, acogiendo con beneplácito las contribuciones a
este respecto de la reunión de alto nivel del Secretario General con las organizaciones regionales,
celebrada el 26 de agosto, y la Conferencia de París del 1 de septiembre, y acogiendo con beneplácito
también los esfuerzos de la Unión Africana, la Liga de los Estados Árabes, la Unión Europea y la
Organización de Cooperación Islámica,

Expresando preocupación por la proliferación de armas en Libia y sus posibles efectos sobre la paz y la
seguridad regionales,

Recordando sus resoluciones 1970 (2011), de 26 de febrero de 2011, y 1973 (2011), de 17 de marzo de
2011,

[...]

Teniendo presente que, con arreglo a la Carta de las Naciones Unidas, le incumbe la responsabilidad
primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas y tomando medidas en virtud de
su Artículo 41,

1. Toma nota de los acontecimientos en Libia, acoge con beneplácito la mejora de la situación en ese país
y aguarda con interés que reine la estabilidad en Libia;

2. Aguarda con interés el establecimiento de un Gobierno de transición inclusivo y representativo en


Libia, y pone de relieve la necesidad de que el período de transición se sustente en un compromiso en
pro de la democracia, la buena gobernanza, el estado de derecho y el respeto de los derechos humanos;

[...]

Mandato de las Naciones Unidas

12. Decide establecer una Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), encabezada por
un Representante Especial del Secretario General, por un período inicial de tres meses, y decide también
que el mandato de la UNSMIL será prestar asistencia y apoyo a los esfuerzos nacionales libios para:

a) Restaurar la seguridad y el orden públicos y promover el estado de derecho;

b) Entablar un diálogo político inclusivo, propiciar la reconciliación nacional y emprender el proceso


constituyente y electoral;

c) Afianzar la autoridad del Estado, incluso mediante el fortalecimiento de instituciones responsables


emergentes y el restablecimiento de los servicios públicos;

d) Promover y proteger los derechos humanos, en particular los de los grupos vulnerables, y apoyar la
justicia de transición;

e) Adoptar las medidas inmediatas que sean necesarias para poner en marcha la recuperación
económica; y

f) Coordinar el apoyo que se pueda solicitar a otros actores multilaterales y bilaterales, según proceda;

[...]

2.13. LA SITUACIÓN EN MALÍ. S/RES/2085 (2012)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando sus resoluciones 2056 (2012) y 2071 (2012), las declaraciones de su Presidencia de 26 de
marzo de 2012 (S/PRST/2012/7) y 4 de abril de 2012 (S/PRST/2012/9), así como sus comunicados de prensa
de 22 de marzo de 2012, 9 de abril de 2012, 18 de junio de 2012, 10 de agosto de 2012, 21 de septiembre
de 2012 y 11 de diciembre de 2012 sobre Malí,

Reafirmando su firme compromiso con la soberanía, la unidad y la integridad territorial de Malí,

Poniendo de relieve que la situación y el afianzamiento de grupos terroristas y redes criminales en el


norte de Malí siguen suponiendo una amenaza grave y acuciante para la población en todo Malí, y para
la estabilidad en la región del Sahel, el resto de la región de África y la comunidad internacional en su
conjunto,

Condenando enérgicamente la continua injerencia de los miembros de las Fuerzas de Defensa y de


Seguridad de Malí en la labor de las autoridades de transición de Malí, destacando la necesidad de
trabajar con diligencia hacia el restablecimiento de la gobernanza democrática y el orden constitucional
en Malí, y tomando nota de los esfuerzos que está realizando el Secretario General, incluso por conducto
del Representante Especial del Secretario General para África Occidental, con el fin de ayudar a las
autoridades de transición de Malí a elaborar una hoja de ruta para el proceso electoral y el diálogo
nacional,

Profundamente preocupado todavía por la inseguridad y la grave crisis humanitaria que se vive en la
región del Sahel, situación que se complica aún más por la presencia de grupos armados, incluidos
movimientos separatistas y redes terroristas y criminales, y por el incremento de sus actividades, así
como la continua proliferación de armas procedentes de dentro y fuera de la región que amenazan la
paz, la seguridad y la estabilidad de los Estados de esa región,

Condenando enérgicamente todos los abusos de los derechos humanos cometidos en el norte de Malí por
rebeldes armados, grupos terroristas y otros grupos extremistas, incluidos los actos de violencia contra
civiles, en particular mujeres y niños, las matanzas, la toma de rehenes, el pillaje, el robo, la destrucción
de lugares culturales y religiosos y el reclutamiento de niños soldados, reiterando que algunos de esos
actos pueden constituir crímenes de conformidad con el Estatuto de Roma y que deberá obligarse a sus
autores a rendir cuentas, y observando que, el 13 de julio de 2012, las autoridades de transición
malienses remitieron a la Corte Penal Internacional la situación imperante en Malí desde enero de 2012,

Recordando la carta de fecha 18 de septiembre de 2012 dirigida al Secretario General por las autoridades
de transición de Malí, en que se solicitaba la autorización para el despliegue, mediante una resolución
del Consejo de Seguridad, actuando en virtud del Capítulo VII, como se dispone en la Carta de las
Naciones Unidas, de una fuerza militar internacional para ayudar a las Fuerzas Armadas de Malí a
recuperar las regiones ocupadas en el norte de Malí, y recordando también la carta de fecha 12 de
octubre de 2012 dirigida al Secretario General por las autoridades de transición de Malí, en la que se
destacaba la necesidad de apoyar, incluso con una fuerza militar internacional, los esfuerzos nacionales
e internacionales desplegados para enjuiciar a los autores de crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad cometidos en el norte de Malí,

Tomando nota de la aprobación del concepto estratégico para la solución de la crisis en Malí en la
segunda reunión del Grupo de Apoyo y Seguimiento de la Situación en Malí, celebrada en Bamako el 19
de octubre de 2012, a la que asistieron los Estados miembros de la Comunidad Económica de los Estados
de África Occidental (CEDEAO), los países de la región y otros asociados internacionales, así como su
aprobación por el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana el 24 de octubre de 2012,

Tomando nota del comunicado final de la Reunión Extraordinaria de los Jefes de Estado y de Gobierno
de la CEDEAO, celebrada en Abuja el 11 de noviembre de 2012, y del ulterior comunicado emitido por el
Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana el 13 de noviembre de 2012, en el que hizo suyo el
concepto estratégico conjunto de operaciones para la fuerza militar internacional y las Fuerzas de
Defensa y de Seguridad de Malí,

Acogiendo con beneplácito el nombramiento de Romano Prodi como Enviado Especial del Secretario
General para el Sahel, así como el nombramiento de Pierre Buyoya como Alto Representante de la Unión
Africana para Malí y el Sahel, y alentándolos a trabajar en estrecha coordinación con el Representante
Especial del Secretario General para África Occidental y el mediador de la CEDEAO,

Acogiendo con beneplácito la labor de mediación dirigida por la CEDEAO, con el apoyo del Representante
Especial del Secretario General para África Occidental, la Organización de Cooperación Islámica (OCI) y
los países vecinos de Malí,

Tomando nota del informe del Secretario General sobre la situación en Malí, de 28 de noviembre de 2012
(S/2012/894), en el que se marcan las pautas para proseguir la labor en los ámbitos político y de
seguridad y lograr una solución general a la crisis que afecta a Malí,

Poniendo de relieve que las autoridades malienses tienen la responsabilidad primordial de resolver las
crisis interconectadas que afronta el país y que toda solución sostenible a la crisis de Malí debe ser
dirigida por Malí,

Alentando a la comunidad internacional a que preste apoyo para resolver la crisis de Malí mediante
medidas coordinadas para atender las necesidades inmediatas y a largo plazo, que abarcan cuestiones
humanitarias, de seguridad y de desarrollo,

Habiendo determinado que la situación en Malí constituye una amenaza para la paz y la seguridad
internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

I. Proceso político

1. Insta a las autoridades de transición de Malí, de conformidad con el acuerdo marco de 6 de abril de
2012 firmado bajo los auspicios de la CEDEAO, que ultime una hoja de ruta de transición mediante un
diálogo político inclusivo y de base amplia, restablezca plenamente el orden constitucional y la unidad
nacional, incluso mediante la celebración de elecciones presidenciales y legislativas pacíficas, creíbles e
inclusivas, de conformidad con el acuerdo antes mencionado en el que se pide la celebración de
elecciones a más tardar en abril de 2013 o tan pronto como sea técnicamente posible, pide al Secretario
General que, en estrecha coordinación con la CEDEAO y la Unión Africana, siga prestando asistencia a
las autoridades de transición de Malí en la preparación de dicha hoja de ruta, incluida la celebración de
un proceso electoral basado en normas básicas establecidas por consenso, e insta además a las
autoridades de transición de Malí a que aseguren su aplicación oportuna;

2. Exige a los grupos rebeldes malienses que corten todos sus vínculos con organizaciones terroristas, en
particular Al-Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) y sus grupos asociados, y adopten medidas concretas
y visibles al respecto, toma nota de la inclusión del Movimiento para la Unidad y la Yihad en África
Occidental (MUYAO) en la lista relativa a las sanciones contra Al-Qaida que compila y mantiene el
Comité dimanante de las resoluciones 1267 (1999) y 1989 (2011), y reitera además su disposición a seguir
aprobando nuevas sanciones selectivas, con arreglo al régimen antes mencionado, contra esos grupos
rebeldes y las personas que no corten todos sus vínculos con Al-Qaida y sus grupos asociados, como
AQMI y el MUYAO;

3. Insta a las autoridades de transición de Malí a que pongan en marcha rápidamente un marco creíble
para las negociaciones con todas las partes del norte de Malí que han cortado todos sus vínculos con
organizaciones terroristas, en particular AQMI y SUS grupos asociados como el MUYAO, y que
reconocen, sin condiciones, la unidad y la integridad territorial del Estado maliense y, con miras a
atender las preocupaciones de larga data de las comunidades del norte de Malí, solicita al Secretario
General que, por conducto de su Representante Especial para África Occidental, en coordinación con el
mediador de la CEDEAO y el Alto Representante de la Unión Africana para Malí y el Sahel, y la OCI,
adopte medidas apropiadas para ayudar a las autoridades de transición de Malí a mejorar su capacidad
de mediación y a facilitar y fortalecer ese diálogo;

4. Condena las circunstancias que condujeron a la dimisión del Primer Ministro y la disolución del
Gobierno el 11 de diciembre de 2012, reitera su exigencia de que ningún miembro de las Fuerzas
Armadas de Malí debe interferir en la labor de las autoridades de transición y expresa su disposición a
considerar la adopción de medidas apropiadas, según sea necesario, contra quienes emprendan
impidan la instauración del orden constitucional en Malí;

5. Exhorta a todos los Estados Miembros a que cumplan las obligaciones que les incumben en virtud de
la resoluciones 1989 (2011) y 2083 (2012) y condena enérgicamente los incidentes de secuestro y toma de
rehenes cometidos por Al-Qaida en Malí y en toda la región del Sahel con el fin de recaudar fondos u
obtener concesiones políticas;
II. Proceso de seguridad

Adiestramiento de las fuerzas malienses

6. Pone de relieve que la consolidación y el redes pliegue de las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de
Malí en todo el territorio maliense es vital para velar por la seguridad y la estabilidad de Malí a largo
plazo y para proteger al pueblo de Malí;

7. Insta a los Estados Miembros y a las organizaciones regionales e internacionales a que proporcionen a
las Fuerzas Armadas y de Seguridad de Malí asistencia coordinada, conocimientos especializados,
capacitación, incluso en materia de normas de derechos humanos y derecho internacional humanitario,
y apoyo para la creación de capacidad, acorde con sus necesidades internas, con el fin de restablecer la
autoridad del Estado de Malí en la totalidad de su territorio nacional, defender la unidad e integridad
territorial de Malí y reducir la amenaza que representan las organizaciones terroristas y sus grupos
asociados, y los invita además a informar periódicamente a la Secretaría de sus contribuciones;

8. Toma nota del compromiso de los Estados Miembros y las organizaciones internacionales con la
reconstrucción de la capacidad de las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de Malí, incluido el despliegue
previsto por la Unión Europea de una misión militar a Malí para proporcionar adiestramiento militar y
asesoramiento a las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de Malí;

Despliegue de la Misión Internacional de Apoyo a Malí con Liderazgo Africano

9. Decide autorizar el despliegue de una Misión Internacional de Apoyo a Malí con Liderazgo Africano
(AFISMA) por un período inicial de un año, que tomará todas las medidas necesarias, en cumplimiento
del derecho internacional humanitario y las normas de derechos humanos aplicables y respetando
plenamente la soberanía, la integridad territorial y la unidad de Malí, con el fin de llevar a cabo las
siguientes tareas:

a) Contribuir a la reconstrucción de la capacidad de las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de Malí, en


estrecha coordinación con otros asociados internacionales que participan en este proceso, incluidos la
Unión Europea y otros Estados Miembros;

b) Apoyar a las autoridades malienses a recuperar las zonas del norte de su territorio controladas por
grupos terroristas y extremistas y grupos armados, y reducir la amenaza que representan las
organizaciones terroristas, incluidos AQMI, el MUYAO y sus grupos extremistas asociados, tomando
además medidas adecuadas para reducir el impacto de la acción militar en la población civil;

c) Llevar adelante la transición hacia actividades de estabilización para ayudar a las autoridades
malienses a mantener la seguridad y consolidar la autoridad del Estado mediante capacidades
adecuadas;

d) Prestar apoyo a las autoridades malienses en su responsabilidad primordial de proteger a la


población;

e) Prestar apoyo a las autoridades de malienses para crear un entorno seguro que permita la prestación
de asistencia humanitaria dirigida por civiles y el retorno voluntario de los desplazados internos y los
refugiados, cuando se solicite, en la medida de sus posibilidades y en estrecha coordinación con los
agentes humanitarios;

f) Proteger al personal, las instalaciones, los locales, el equipo y la misión, y velar por la seguridad y la
circulación de su personal;

10. Solicita a la Unión Africana que, en estrecha coordinación con la CEDEAO, el Secretario General y
otras organizaciones internacionales y asociados bilaterales involucrados en la crisis de Malí, informe al
Consejo de Seguridad cada 60 días sobre el despliegue y las actividades de la AFISMA, incluido, antes del
comienzo de las operaciones de ofensiva en el norte de Malí, sobre lo siguiente: i) el avance en el
proceso político de Malí, incluida la hoja de ruta para el restablecimiento del orden constitucional y las
negociaciones entre las autoridades malienses y todas las partes del norte de Malí que hayan cortado
todos sus vínculos con organizaciones terroristas; ii) el adiestramiento efectivo de las unidades militares
y de policía tanto de la AFISMA como de las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de Malí en lo que
respecta a sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario, las normas de derechos
humanos, y el derecho de los refugiados; iii) la preparación operacional de la AFISMA, incluida la
dotación, el liderazgo y el equipamiento de las unidades, su adaptación operacional al clima y las
condiciones del terreno y su capacidad para realizar operaciones armadas conjuntas con apoyo logístico
y de fuego aéreo y terrestre; iv) la eficacia de la cadena de mando de la AFISMA, incluida su interacción
con la de las Fuerzas de Defensa y de Seguridad de Malí, y expresa además su intención de observar de
cerca esos parámetros antes del comienzo de las operaciones de ofensiva en el norte de Malí;

11. Pone de relieve que la planificación militar tendrá que afinarse aún más antes del comienzo de la
operación de ofensiva y solicita que el Secretario General, en estrecha coordinación con Malí, la
CEDEAO, la Unión Africana, los países vecinos de Malí, otros países de la región y todas los demás
asociados bilaterales y organizaciones internacionales interesados, siga apoyando la planificación y los
preparativos para el despliegue de la AFISMA, y lo informe periódicamente de la marcha del proceso, y
solicita que el Secretario General confirme también con antelación que el Consejo está conforme con la
operación de ofensiva militar prevista;

12. Solicita al Secretario General que proporcione, cuando y según losoliciten las autoridades de Malí, el
apoyo en aspectos fundamentales que se necesitará para acompañar o seguir a una operación militar en
el norte de Malí, con respecto a la extensión de la autoridad del Estado maliense, incluidos el estado de
derecho y las instituciones de seguridad, las actividades relativas a las minas, la promoción del diálogo
nacional, la cooperación regional, la reforma del sector de la seguridad, los derechos humanos y el
proceso inicial de desmovilización, desarme y reintegración de los excombatientes;

Apoyo internacional

13. Exhorta a los Estados Miembros, incluidos los de la región del Sahel, a que aporten contingentes a la
AFISMA a fin de que esta pueda cumplir su mandato, acoge con beneplácito las contribuciones de
contingentes que ya han prometido los países de la CEDEAO y alienta además a los Estados Miembros a
que cooperen estrechamente para tal fin con la Unión Africana, la CEDEAO, las Naciones Unidas, los
países que aportan contingentes y otros donantes;

14. Insta a los Estados Miembros y las organizaciones regionales e internacionales a que presten apoyo
coordinado a la AFISMA, incluso adiestramiento militar, suministro de equipo, inteligencia, apoyo
logístico y toda la asistencia necesaria en los esfuerzos para reducir la amenaza que representan las
organizaciones terroristas, incluidos AQMI y el MUYAO y los grupos extremistas asociados, de
conformidad con el párrafo 9 b), en estrecha coordinación con la AFISMA y las autoridades malienses;

15. Exhorta a las autoridades de transición de Malí y a las demás partes de Malí a que cooperen
plenamente en el despliegue y las operaciones de la AFISMA, en particular velando por su seguridad,
protección y libertad de circulación con acceso irrestricto e inmediato en todo el territorio de Malí para
que pueda ejecutar plenamente su mandato, y exhorta además a los países vecinos de Malí a que tomen
medidas apropiadas para apoyar a la AFISMA en la ejecución de su mandato;

16. Exige que todas las partes de Malí adopten medidas apropiadas para velar por la protección y la
seguridad del personal y los suministros humanitarios, y exige además que todas las partes de Malí
velen por un acceso seguro y sin trabas para la entrega de la ayuda humanitaria a las personas que
necesitan asistencia en todo Malí, de conformidad con el derecho internacional humanitario, las normas
de derechos humanos y el derecho de los refugiados, y los principios rectores de la asistencia
humanitaria;

[...]

2.14. INFORME DEL GRUPO DE ALTO NIVEL SOBRE LAS AMENAZAS, LOS DESAFÍOS Y EL CAMBIO.
UN MUNDO MÁS SEGURO: LA RESPONSABILIDAD QUE COMPARTIMOS (2004)

IX. El uso de la fuerza: normas y directrices

183. Los autores de la Carta de las Naciones Unidas reconocieron que la fuerza podía ser necesaria para
«prevenir y eliminar amenazas a la paz y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de
la paz». La fuerza militar, utilizada legítima y debidamente, es un componente esencial de cualquier
sistema viable de seguridad colectiva, ya sea que la definamos en el sentido estricto tradicional o en
forma más lata, como preferiríamos. Sin embargo, son pocas las cuestiones de política contemporánea
que susciten más dificultades o en las que haya más en juego que los principios relativos al uso de la
fuerza y su aplicación en cada caso.

184. El mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales depende en gran medida de que haya
aceptación y un concepto común en el mundo de cuándo es legal y legítimo utilizar la fuerza. Si existe
uno de estos elementos, pero no el otro, el orden jurídico internacional siempre quedará debilitado y la
seguridad del Estado y del ser humano quedará expuesta a un riesgo mayor.

A. La cuestión de la legalidad

185. La Carta de las Naciones Unidas prohíbe expresamente en el párrafo 4 del artículo 2 a los Estados
Miembros recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza en sus relaciones internacionales y autoriza
únicamente dos excepciones: la legítima defensa en virtud del artículo 51 y las medidas de índole militar
que autorice el Consejo de Seguridad en virtud del Capítulo VII (y por extensión las organizaciones
regionales en virtud del Capítulo VIII) en respuesta a «toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz
o acto de agresión».

186. Durante los 44 primeros años de las Naciones Unidas, los Estados Miembros infringieron muchas
veces estas normas y emplearon la fuerza militar literalmente cientos de veces ante un Consejo de
Seguridad paralizado que aprobaba muy pocas resoluciones en virtud del Capítulo VII y en las cuales
pocas veces el artículo 51 servía de justificación verosímil. Desde que terminó la guerra fría, sin
embargo, ha crecido la aspiración de un sistema internacional que se rija por el imperio de la ley.

La idea de que la mejor forma de preservar la seguridad sea un equilibrio de poderes o una
superpotencia única, aunque esté animada de buenos motivos, cuenta con poca aceptación
internacional evidente.

187. Sin embargo, al tratar de aplicar el texto expreso de la Carta, se suscitan en la práctica tres
cuestiones particularmente difíciles: en primer lugar, la del Estado que aduce el derecho a recurrir a la
fuerza a título preventivo, en legítima defensa, en atención a una amenaza que no es inminente; en
segundo lugar, la del Estado que parece estar planteando una amenaza externa, real o posible, a otros
Estados o pueblos más allá de sus fronteras, pero no hay acuerdo en el Consejo de Seguridad acerca de
cómo reaccionar y, en tercer lugar, la de la amenaza de índole primordialmente interna, para la propia
población de un Estado.

1. El Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas y la legítima defensa

188. El texto de este artículo es restrictivo: «Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho
inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de
las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para
mantener la paz y la seguridad internacionales». Sin embargo, según un principio de derecho
internacional bien establecido, el Estado amenazado puede recurrir a la acción militar siempre que la
amenaza de agresión sea inminente , no haya otro medio de impedirla y la acción sea proporcional. El
problema se plantea cuando la amenaza no es inminente pero se puede aducir que es real como
ocurriría, por ejemplo, con la adquisición, con un propósito presuntamente hostil, de la capacidad
necesaria para fabricar armas nucleares.

189. ¿Puede un Estado aducir en esas circunstancias, sin recurrir al Consejo de Seguridad, el derecho de
actuar anticipadamente en legítima defensa no sólo para evitar una amenaza inminente o próxima sino
también para prevenir una amenaza que no sea inminente ni próxima? Quienes responden en la
afirmativa aducen que el daño que puede dimanar de algunas amenazas (terroristas con un arma
nuclear, por ejemplo) es tan grande que simplemente no se puede correr el riesgo de esperar hasta que
la amenaza sea inminente y que ese daño puede ser menor (evitar un intercambio nuclear o la
precipitación radiactiva como consecuencia de la destrucción de un reactor) si se actúa antes.

190. La respuesta en pocas palabras es que si existen buenos argumentos para una acción militar
preventiva y buenas pruebas que los corroboren hay que presentarlos al Consejo de Seguridad, que
puede autorizar esa acción si decide hacerlo. Si el Consejo de Seguridad decide no hacerlo, por
definición habrá tiempo para estudiar otras estrategias, entre ellas la persuasión, la negociación, la
disuasión y la contención, antes de volver a la opción militar.

191. A quienes esa respuesta suscita impaciencia hay que decirles que, en un mundo lleno de amenazas
que se consideran posibles, el riesgo para el orden mundial y para la norma de la no intervención en
que sigue basándose simplemente es demasiado grande como para aceptar la legitimidad de la acción
preventiva unilateral, en contraposición a la aprobada colectivamente. Dejar que uno lo haga es dejar
que lo hagan todos.

192. No somos partidarios de modificar el texto ni la interpretación del artículo 51.

2. El Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas y las amenazas externas

193. En el caso de un Estado que represente una amenaza para otros Estados, para poblaciones fuera de
sus fronteras o más en general para el orden internacional, el texto del Capítulo VII es en sí
suficientemente amplio y ha sido interpretado con suficiente latitud como para que el Consejo de
Seguridad pueda aprobar todo tipo de acción coercitiva, incluida la acción militar, contra un Estado
cuando lo considere «necesario para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales». Así
ocurre con prescindencia de que la amenaza tenga lugar en este momento, en un futuro inminente o en
un futuro más remoto, de que esté implicado el proceder del propio Estado o el de agentes no estatales a
los que dé amparo o apoyo o de que revista la forma de un acto u omisión, un acto real o potencial de
violencia o simplemente de un desafío a la autoridad del Consejo.

194. Queremos insistir en que las inquietudes que expresamos acerca de la legitimidad y la utilización
preventiva de la fuerza militar en el caso de legítima defensa en virtud del artículo 51 no son aplicables
en el caso de la acción colectiva autorizada en virtud del Capítulo VII. En el mundo del siglo XXI la
comunidad internacional tiene que preocuparse por visiones apocalípticas que aúnan terroristas, armas
de destrucción masiva y Estados irresponsables, y mucho más, que puedan concebiblemente justificar el
uso de la fuerza no sólo como reacción sino también a título preventivo y antes de que una amenaza
latente cobre carácter inminente. No se trata de saber si se puede tomar esa medida; si se puede y es el
Consejo de Seguridad quien tiene que tomarla como voz de la comunidad internacional en el ámbito de
la seguridad colectiva y en cualquier momento en que a su juicio haya una amenaza a la paz y la
seguridad internacionales.

El Consejo tal vez tenga que estar preparado en este contexto para adoptar una actitud mucho más
proactiva que lo que lo ha estado en el pasado y para adoptar decisiones más resueltas antes.

195. Dejando de lado las cuestiones de legalidad, habrá cuestiones de prudencia o legitimidad en cuanto
a si se deberían adoptar medidas preventivas de esa índole y entre ellas reviste importancia crucial la de
si existen pruebas verosímiles del carácter real de la amenaza (teniendo en cuenta tanto la capacidad
como la intención específica) y la de si la respuesta militar es la única razonable en las circunstancias.

Más adelante nos referiremos a estas cuestiones.

196. Bien puede ocurrir que algunos Estados consideren siempre que tienen la capacidad y la obligación
con sus propios ciudadanos de hacer lo que les parezca necesario sin sujetarse a las restricciones que
impone el proceso colectivo del Consejo de Seguridad. Sin embargo, por comprensible que ello haya sido
en la época de la guerra fría, en que evidentemente las Naciones Unidas no estaban funcionando como
sistema eficaz de seguridad colectiva, el mundo ahora ha cambiado y las expectativas respecto del
cumplimiento del derecho son mucho mayores.

197. Una de las razones por las cuales los Estados quieran tal vez soslayar el Consejo de Seguridad es la
falta de confianza en la calidad y objetividad de su proceso de adopción de decisiones. Las decisiones del
Consejo muchas veces no han sido tan uniformes y tan convincentes como debían y muchas veces no
han tenido cabalmente en cuenta necesidades de seguridad de los Estados y de los seres humanos que
eran muy reales. Sin embargo, la solución no consiste en reducir el Consejo a la impotencia y la
intrascendencia; la solución consiste en trabajar desde adentro para reformarlo, incluso de la manera
que proponemos en el presente informe.

198. El Consejo de Seguridad tiene plenas facultades en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones
Unidas para hacer frente a las diversas amenazas a la seguridad que preocupan a los Estados. La tarea no
consiste en encontrar alternativas al Consejo de Seguridad como fuente de autoridad sino en hacer que
funcione mejor que hasta ahora.

3. El Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, las amenazas internas y la obligación de proteger

199. La Carta de las Naciones Unidas no es tan clara como podría cuando se trata de salvar vidas en
situaciones de atrocidad masiva en un país. Reafirma «la fe en los derechos fundamentales del hombre»,
pero no hace mucho para protegerlos y en el párrafo 7 del artículo 2 prohíbe intervenir «en los asuntos
que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados». Como consecuencia, durante mucho
tiempo ha habido un debate en la comunidad internacional entre quienes insisten en el «derecho de
intervenir» en catástrofes causadas por el hombre y quienes aducen que el Consejo de Seguridad, por
más que el Capítulo VII le confiera atribuciones para «mantener o restablecer la seguridad
internacional», no puede autorizar medidas coercitivas contra Estados soberanos por lo que ocurra
dentro de sus fronteras.

200. Los Estados han acordado en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio
que el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un crimen de derecho
internacional que se comprometen a prevenir y a sancionar. Se ha entendido desde entonces que el
genocidio en cualquier lugar representa una amenaza para la seguridad de todos y no puede ser
tolerado. El principio de la no intervención en los asuntos internos no puede utilizarse para proteger
actos genocidas o atrocidades de otra índole, como infracciones en gran escala del derecho internacional
humanitario o la depuración étnica en gran escala, que bien pueden considerarse una amenaza para la
seguridad internacional y, como tal, dar lugar a que el Consejo de Seguridad tome medidas.

201. Los sucesivos desastres humanitarios que han tenido lugar en Somalia, Bosnia y Herzegovina,
Rwanda y Kosovo y ahora en Darfur (Sudán) han hecho que la atención se centre no en la inmunidad de
los gobiernos soberanos sino en sus obligaciones, tanto respecto de su propio pueblo como de la
comunidad internacional en general. Existe un reconocimiento cada vez mayor de que el problema no
es el «derecho de intervenir» de un Estado sino la «obligación de proteger» que tienen todos los Estados
cuando se trata de seres humanos que sufren una catástrofe que se puede evitar, ya se trate de
homicidios o violaciones en masa, de la depuración étnica mediante el terror y la expulsión por la
fuerza, de matarlos deliberadamente de hambre o de exponerlos a enfermedades. Está cada vez más
aceptado por otra parte que si bien incumbe a los gobiernos soberanos la responsabilidad primordial de
proteger a sus propios ciudadanos de catástrofes de esa índole, cuando no pueden o no quieren hacerlo
es la comunidad internacional en general la que debe asumir esa responsabilidad, que comprende un
proceso que va de la prevención y la respuesta a la violencia de ser necesaria a la reconstrucción de
sociedades devastadas. Lo primordial debe ser ayudar a que se ponga término a la violencia, sea por
conducto de la mediación o de otro mecanismo, y proteger a la población con medidas tales como el
envío de misiones humanitarias, de derechos humanos o de policía. La fuerza, si hay que usarla, debe
constituir un último recurso.

202. Hasta ahora el Consejo de Seguridad no ha sido ni muy sistemático ni muy eficaz al hacer frente a
esos casos y muchas veces ha actuado demasiado tarde o con demasiada vacilación o no lo ha hecho
para nada. Sin embargo, paso a paso el Consejo, y la comunidad internacional en general, han llegado a
aceptar que en virtud del Capítulo VII, y en cumplimiento de la norma de una obligación internacional
colectiva de proteger, que se está imponiendo, siempre pueden autorizar una acción militar para
reparar una situación interna de enorme iniquidad si está dispuesto a declarar que constituye «una
amenaza para la paz y la seguridad internacionales», lo que no resulta particularmente difícil cuando se
está vulnerando el derecho internacional.

203. Aprobamos la norma que se está imponiendo en el sentido de que existe una responsabilidad
internacional colectiva de proteger, que el Consejo de Seguridad puede ejercer autorizando la intervención
militar como último recurso en caso de genocidio y otras matanzas en gran escala, de depuración étnica o
de graves infracciones del derecho internacional humanitario que un gobierno soberano no haya podido o
no haya querido prevenir.

B. La cuestión de la legitimidad

204. La eficacia del sistema mundial de seguridad colectiva, al igual que la de cualquier otro
ordenamiento jurídico, depende en última instancia no sólo de la legalidad de las decisiones sino
también de que haya una idea común de que son legítimas y de que se adoptan sobre la base de pruebas
sólidas y por buenas razones, tanto morales como jurídicas.

205. Si el Consejo de Seguridad ha de ganarse el respeto con que debe contar en su calidad de órgano
primario del sistema de seguridad colectiva, es esencial que sus decisiones más importantes e
influyentes, las que surten efectos de vida o muerte en gran escala, se adopten de mejor forma, estén
mejor corroboradas y haya mejor comunicación. En particular, al decidir si ha de autorizar o no el uso
de la fuerza, el Consejo debe aprobar y tener sistemáticamente en cuenta una serie de directrices
convenidas que se refieran directamente ya no a si se puede usar legalmente la fuerza sino a si se debe
usarla por cuestiones de conciencia y sentido común.

206. Las directrices que proponemos no han de producir conclusiones convenidas que se puedan
predecir automáticamente. No se trata de que haya que aprobarlas para garantizar que siempre se
obtendrá el mejor resultado objetivo; se trata más bien de aumentar al máximo la posibilidad de lograr
consenso en el Consejo de Seguridad acerca de si procede o no utilizar la acción coercitiva, incluida la
fuerza armada, de aumentar al máximo el apoyo internacional para lo que decida el Consejo de
Seguridad y de reducir al mínimo la posibilidad de que un Estado Miembro actúe fuera del seno de éste.

207. El Consejo de Seguridad, al debatir si ha de autorizar o aprobar el uso de la fuerza militar, debe tener
siempre en cuenta, además de cualesquiera otras consideraciones, por lo menos los cinco criterios básicos
de legitimidad que se indican a continuación:

a) Gravedad de la amenaza. La amenaza de daño a la seguridad del Estado o del ser humano, ¿es de índole
tal y es suficientemente clara y grave como para justificar a primera vista el uso de la fuerza militar? En el
caso de las amenazas internas, reales o que se consideren inminentes, ¿entrañan genocidio u otras
matanzas en gran escala, actos de depuración étnica o infracciones graves del derecho internacional
humanitario?

b) Propósito correcto. ¿Queda de manifiesto que el objetivo primordial de la acción militar que se propone
consiste en poner fin a la amenaza o evitarla, cualesquiera que sean los demás motivos o propósitos que
estén en juego?

c) Último recurso. ¿Se han considerado todas las demás opciones no militares para hacer frente a la
amenaza y hay fundamentos razonables para creer que no arrojarán resultados?

d) Proporcionalidad de los medios. La escala, la duración y la intensidad de la acción militar que se


propone ¿constituyen el mínimo necesario para hacer frente a la amenaza?

e) Balance de las consecuencias. ¿Hay posibilidades razonables de que la acción militar logre hacer
desaparecer la amenaza sin que sus consecuencias sean peores que las de no hacer nada?

208. Las directrices para autorizar el uso de la fuerza que anteceden deberían quedar incorporadas en
resoluciones declaratorias del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General.

209. También creemos que sería útil que cada Estado Miembro, sea o no miembro del Consejo de
Seguridad, se adhiriera a ellas.

2.15. DOCUMENTO FINAL DE LA CUMBRE MUNDIAL 2005

Responsabilidad de proteger a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y
los crímenes de lesa humanidad

138. Cada Estado es responsable de proteger a su población del genocidio, los crímenes de guerra, la
depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. Esa responsabilidad conlleva la prevención de
dichos crímenes, incluida la incitación a su comisión, mediante la adopción de las medidas apropiadas y
necesarias. Aceptamos esa responsabilidad y convenimos en obrar en consecuencia. La comunidad
internacional debe, según proceda, alentar y ayudar a los Estados a ejercer esa responsabilidad y ayudar
a las Naciones Unidas a establecer una capacidad de alerta temprana.

139. La comunidad internacional, por conducto de las Naciones Unidas, tiene también la
responsabilidad de utilizar los medios diplomáticos, humanitarios y otros medios pacíficos apropiados,
de conformidad con los Capítulos VI y VIII de la Carta, para ayudar a proteger a las poblaciones del
genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. En este
contexto, estamos dispuestos a adoptar medidas colectivas, de manera oportuna y decisiva, por
conducto del Consejo de Seguridad, de conformidad con la Carta, incluido su Capítulo VII, en cada caso
concreto y en colaboración con las organizaciones regionales pertinentes cuando proceda, si se
demuestra que los medios pacíficos son inadecuados y que las autoridades nacionales no protegen
manifiestamente a su población del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los
crímenes de lesa humanidad. Destacamos la necesidad de que la Asamblea General siga examinando la
responsabilidad de proteger a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración
étnica y los crímenes de lesa humanidad y las consecuencias, teniendo en cuenta los principios de la
Carta y el derecho internacional. También tenemos la intención de comprometernos, cuando sea
necesario y apropiado, a ayudar a los Estados a crear capacidad para proteger a su población del
genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad, y a prestar
asistencia a los que se encuentren en situaciones de tensión antes de que estallen las crisis y los
conflictos.

140. Apoyamos plenamente la misión del Asesor Especial del Secretario General para la Prevención del
Genocidio.

2.16. UN COMPROMISO VITAL Y PERDURABLE: HACER EFECTIVA LA RESPONSABILIDAD DE


PROTEGER. 7º INFORME DEL SECRETARIO GENERAL DE LAS NN UU (A/69/981-S/2015/500, DE 13
JULIO 2015)

3. Los Estados Miembros reconocieron el imperativo de prevenir y poner fin a los crímenes atroces
cuando adoptaron el principio de la responsabilidad de proteger en la Cumbre Mundial 2005. Los jefes
de Estado y de Gobierno afirmaron su responsabilidad primordial de proteger a sus poblaciones del
genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad y aceptaron la
responsabilidad colectiva de ayudarse mutuamente a cumplir esa responsabilidad. También declararon
su disposición a adoptar medidas oportunas y decisivas, de conformidad con la Carta de las Naciones
Unidas y en cooperación con las organizaciones regionales pertinentes, según procediera, cuando fuera
evidente que las autoridades nacionales no protegían a sus poblaciones.

4. Ha llegado el momento de hacer un balance de las iniciativas encaminadas a cumplir ese compromiso.
El presente informe evalúa cuánto ha avanzado la responsabilidad de proteger en los últimos diez años,
señala cuáles son los problemas pendientes respecto de la aplicación del principio y define seis

prioridades fundamentales para orientar la prevención de crímenes atroces y la respuesta a ellos en el


próximo decenio.

5. La importancia de la responsabilidad de proteger se ha reiterado en numerosas ocasiones desde la


Cumbre Mundial 2005. El Consejo de Seguridad ha aprobado 30 resoluciones y 6 declaraciones de la
Presidencia que hacen referencia a la responsabilidad de proteger, y en los últimos años se ha
expresado en términos más enérgicos y con creciente frecuencia el respaldo al principio y a los asesores
especiales sobre la prevención del genocidio y la responsabilidad de proteger. En varias resoluciones
que autorizan operaciones de paz de las Naciones Unidas, el Consejo ha hecho hincapié en la necesidad
de respaldar a las autoridades nacionales en el cumplimiento de su responsabilidad de proteger. La
Asamblea General ha seguido examinando el principio, ha celebrado un debate oficial y ha convocado a
seis diálogos interactivos oficiosos anuales. El Consejo de Derechos Humanos ha aprobado 13
resoluciones que se refieren a la responsabilidad de proteger, entre ellas 3 relativas a la prevención del
genocidio y 9 a situaciones concretas de países. En el plano regional, la Comisión Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos ha aprobado una resolución sobre el fortalecimiento de la responsabilidad de
proteger en África y el Parlamento Europeo ha recomendado la aplicación cabal del principio por la
Unión Europea.

6. En mis informes anuales sobre la responsabilidad de proteger se ha presentado un marco de


aplicación basado en tres pilares equitativos y que se refuerzan mutuamente. El primer pilar se refiere a
la forma en que los Estados pueden cumplir su responsabilidad primordial de proteger a su población.
El segundo pilar describe la responsabilidad colectiva de la comunidad internacional de alentar y
ayudar a los Estados a cumplir su responsabilidad de proteger. El tercer pilar describe en detalle las
opciones que existen para dar una respuesta oportuna y decisiva. También he proporcionado
orientación sobre la alerta temprana y la evaluación en relación con la comisión de crímenes atroces y
la función de los mecanismos regionales y subregionales. Como resultado de ello, ha surgido un
consenso sobre los aspectos fundamentales de este marco, por ejemplo sobre la necesidad de dar
prioridad a la prevención, utilizar una amplia gama de medidas diplomáticas, políticas y humanitarias,
considerar la posibilidad de utilizar la fuerza militar únicamente como último recurso y velar por que el
cumplimiento de la responsabilidad de proteger se ajuste a la Carta y a otros principios establecidos del
derecho internacional.

7. Dicho consenso existe en todas las regiones. El último decenio demuestra que los argumentos que se
han presentado sobre las circunstancias nacionales particulares no sustituyen las obligaciones
universales de salvaguardar a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración
étnica y los crímenes de lesa humanidad. Ya no cabe duda alguna de que la protección de las
poblaciones frente a los crímenes atroces es una responsabilidad tanto nacional como internacional.

8. En los últimos diez años, la comunidad internacional ha respondido ante situaciones que presentan
un riesgo elevado o crímenes atroces que se están perpetrando, lo que ha permitido alcanzar logros
notables. La colaboración internacional concertada en Côte d’Ivoire, Guinea, Kenya y Kirguistán ayudó a
evitar que se volvieran a cometer crímenes atroces. Sin embargo, en otros casos, las iniciativas
internacionales no proporcionaron una protección adecuada. Los estallidos de violencia entre
comunidades en la República Centroafricana y Sudán del Sur representan grandes fracasos en la
prevención de los crímenes atroces, aun cuando las Naciones Unidas y las organizaciones regionales
han tratado de mitigar la magnitud de las crisis ofreciendo protección a las poblaciones vulnerables. La
acción internacional no ha demostrado ser eficaz para responder a la situación en la República Popular
Democrática de Corea, a pesar de las conclusiones de la comisión de investigación de que se están
cometiendo violaciones sistemáticas, generalizadas y graves de los derechos humanos que en muchos
casos constituyen crímenes de lesa humanidad. En el Iraq y la República Árabe Siria, el surgimiento del
Estado Islámico del Iraq y el Levante (EIIL) y de otros grupos extremistas violentos ha dado lugar a un
aumento de crímenes atroces y ataques dirigidos deliberadamente contra minorías religiosas. Los
conflictos en el Yemen y el Territorio Palestino Ocupado de la Franja de Gaza han producido un elevado
número de bajas civiles, suscitando con ello preocupación acerca del uso indiscriminado de la fuerza
por todas las partes y la posible comisión de crímenes de guerra.

9. Hacer efectiva la responsabilidad de proteger también ha planteado importantes cuestiones prácticas,


en particular en lo relativo a la necesidad de dar una respuesta oportuna y decisiva. La intervención en
Libia autorizada por el Consejo de Seguridad en la resolución 1973 (2011) ha generado debates sobre
cómo y cuándo debería recurrirse a la fuerza para asegurar la protección, y ha suscitado preocupación
entre algunos Estados Miembros acerca del uso indebido del principio. También ha recordado a los
agentes la necesidad vital de examinar qué tipo de apoyo sostenido puede necesitarse después de
utilizar la fuerza. Además, la incapacidad de la comunidad internacional de responder efectivamente a
la continua crisis en la República Árabe Siria ha llevado a algunos a poner en tela de juicio la utilidad del
principio para lograr la adopción de medidas en los casos más difíciles. Estas dos crisis también han
contribuido a aumentar la percepción errónea de que la responsabilidad de proteger se refiere
principalmente a medidas coercitivas.

10. Esa constatación no debería debilitar nuestra determinación de cumplir las responsabilidades
asumidas por los Estados Miembros en 2005. De hecho, la evolución de la responsabilidad de proteger
demuestra por qué sigue siendo un recurso tan esencial para prevenir y detener el genocidio, los
crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad.

11. En primer lugar, el alcance restringido del principio, establecido en el Documento Final de la
Cumbre Mundial 2005, limita la responsabilidad de proteger únicamente a los crímenes internacionales
más graves. El objetivo principal de la responsabilidad de proteger es cerrar la brecha entre las
obligaciones que incumben a los Estados en virtud de instrumentos jurídicos como la Convención para
la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio y los Convenios de Ginebra de 1949, y el continuo
sometimiento de las poblaciones a la violencia y el terror de los crímenes atroces.

12. En segundo lugar, la responsabilidad de proteger es una aclaración que recibimos con agrado de las
normas y responsabilidades relativas a la protección, que se centra en las poblaciones vulnerables y
refuerza la soberanía de los Estados. Se basa en la convicción de que la soberanía del Estado se refuerza
mediante una protección más eficaz de las poblaciones contra los crímenes atroces. Por consiguiente, la
responsabilidad de proteger y la soberanía del Estado son aliadas, no adversarias.

13. En tercer lugar, los párrafos 138 y 139 del Documento Final de la Cumbre Mundial (véase la
resolución 60/1 de la Asamblea General) establecen importantes restricciones a las medidas unilaterales.
Hace diez años, los Jefes de Estado y de Gobierno hicieron hincapié en que la comisión de actos de
genocidio, crímenes de guerra, depuración étnica y crímenes de lesa humanidad ya no podían
considerarse cuestiones que concernían exclusivamente a cada país; al mismo tiempo, deseaban evitar
que se abusara del principio. El consenso cuidadosamente elaborado que sustenta la responsabilidad de
proteger responde a esas preocupaciones creando una alianza para la protección entre los Estados y los
agentes internacionales y proporciona un marco de acción para la protección de las poblaciones que
refuerza las responsabilidades actuales de los Estados, se rige por las disposiciones de seguridad
colectiva enunciadas en los Capítulos VI, VII y VIII de la Carta de las Naciones Unidas y limita el uso de
medidas coercitivas a las acciones autorizadas por el Consejo de Seguridad. Por consiguiente, la
responsabilidad de proteger sigue siendo un principio vital para alentar la adopción de medidas
nacionales e internacionales encaminadas a prevenir la comisión de crímenes atroces de conformidad
con el derecho internacional y responder a ellos.

[...]

44. Por último, si bien en el Documento Final de la Cumbre Mundial 2005 se exhortó al Consejo de
Seguridad a que afrontara los crímenes atroces caso por caso, la respuesta incoherente del Consejo ante
las situaciones en las que se han cometido genocidio, crímenes de guerra, depuraciones étnicas y
crímenes de lesa humanidad sigue afectando a la situación de la responsabilidad de proteger. Con
demasiada frecuencia, el Consejo de Seguridad no ha cumplido la responsabilidad que tiene en el
mundo, lo que ha permitido que intereses estratégicos más limitados impidan llegar a un consenso y dar
una respuesta colectiva sólida. Asimismo, los dirigentes de los países vecinos y las organizaciones
regionales deben apoyar manifiestamente los mensajes y las medidas procedentes del Consejo de
Seguridad a fin de que la comunidad internacional hable al unísono.

[...]

62. La forma de poder dar una respuesta más oportuna y decisiva es empezar por reconocer la gran
variedad de instrumentos que están incluidos en el tercer pilar, invirtiendo en medios para que sean
más eficaces y comprendiendo cómo se pueden combinar mejor. Aunque diferentes agentes pueden
emplear estos mecanismos, se ha conferido una responsabilidad especial al Consejo de Seguridad. La
creciente aceptación que recibe la responsabilidad de proteger hace mucho más difícil ahora que el
Consejo de Seguridad justifique la inacción ante el genocidio, los crímenes de guerra, la depuración
étnica y los crímenes de lesa humanidad. Cuando los miembros del Consejo de Seguridad están unidos,
pueden mejorar las condiciones de inseguridad y poner de manifiesto la determinación de la
comunidad internacional. Sin embargo, cuando no encuentran un objetivo común, como ocurre con
demasiada frecuencia con respecto a la República Árabe Siria, las consecuencias pueden ser
devastadoras, incluso para la reputación y el prestigio del propio Consejo de Seguridad.

63. Aun en situaciones excepcionalmente complejas, en que la dinámica de la política distancia a los
agentes, el Consejo de Seguridad tiene la responsabilidad de preparar una respuesta eficaz y colectiva.
Por tanto, aliento a los miembros permanentes a que usen el veto con moderación en situaciones en que
se hayan cometido crímenes atroces y acojo con beneplácito toda iniciativa diseñada para mejorar la
capacidad del Consejo a la hora de desempeñar sus funciones. Si los Estados ejercen su derecho al veto
en situaciones como estas, deberían explicar públicamente qué estrategia alternativa proponen para
proteger a las poblaciones en situación de riesgo. Todos los miembros del Consejo de Seguridad deben
seguir esforzándose todavía más para elaborar de forma concertada un curso de acción eficaz.

[...]

75. No somos impotentes espectadores de la comisión de crímenes atroces, incluso en casos que parecen
ser demasiado grandes o muy difíciles de abordar. Los Estados Miembros tienen la obligación jurídica
bien establecida de proteger a su propia población. También tienen la capacidad y el ingenio suficientes,
si actúan colectivamente, para ayudar a proteger a las poblaciones de los actos que la comunidad
internacional en su conjunto ha condenado por constituir los crímenes más atroces. No debemos eludir
esa responsabilidad ni actuar como si estuviera fuera de nuestro alcance. Así como ningún Estado está
exento del riesgo de que se cometan crímenes atroces en él, ninguno está eximido tampoco de cumplir la
responsabilidad de proteger, que comparte con los demás.

2.17. SOBRE LAS AMENAZAS A LA PAZ Y LA SEGURIDAD INTERNACIONALES CREADAS POR ACTOS
DE TERRORISMO. S/RES/1373 (2001)

El Consejo de Seguridad ,

Reafirmando sus resoluciones 1269 (1999) de 19 de octubre de 1999 y 1368 (2001) de 12 de septiembre de
2001,

Reafirmando también su condena inequívoca de los ataques terroristas ocurridos en Nueva York,
Washington, D.C., y Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001, y expresando su determinación de
prevenir todos los actos de esa índole,

Reafirmando además que esos actos, al igual que todo acto de terrorismo internacional, constituyen una
amenaza para la paz y la seguridad internacionales,

Reafirmando el derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva reconocido en la Carta de


las Naciones Unidas y confirmado en la resolución 1368 (2001),

Reafirmando la necesidad de luchar por todos los medios, de conformidad con la Carta, contra las
amenazas a la paz y la seguridad internacionales que representan los actos de terrorismo,

Profundamente preocupado por el aumento, en diversas regiones del mundo, de los actos de terrorismo
motivados por la intolerancia o el extremismo,

Exhortando a los Estados a trabajar de consuno, con un sentido de urgencia, para prevenir y reprimir los
actos de terrorismo, en particular acrecentando su cooperación y cumpliendo plenamente las
convenciones internacionales pertinentes contra el terrorismo,

Reconociendo la necesidad de que los Estados complementen la cooperación internacional adoptando


nuevas medidas para prevenir y reprimir en su territorio, por todos los medios legales, la financiación y
preparación de todo acto de terrorismo,

Reafirmando el principio establecido por la Asamblea General en su Declaración sobre los principios de
derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, de 24 de octubre de 1970, y confirmado por el Consejo
de Seguridad en su resolución 1189 (1998), de 13 de agosto de 1998, de que todos los Estados tienen el
deber de abstenerse de organizar, instigar y apoyar actos terroristas perpetrados en otro Estado o de
participar en ellos, así como de permitir actividades organizadas en su territorio a fin de cometer dichos
actos,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta,

1. Decide que todos los Estados:

a) Prevengan y repriman la financiación de todo acto de terrorismo;

b) Tipifiquen como delito la provisión o recaudación intencionales, por cualesquiera medios, directa o
indirectamente, de fondos por sus nacionales o en su territorio con la intención de que dichos fondos se
utilicen, o con conocimiento de que dichos fondos se utilizarán, para perpetrar actos de terrorismo;

c) Congelen sin dilación los fondos y demás activos financieros o recursos económicos de las personas
que cometan, o intenten cometer, actos de terrorismo o participen en ellos o faciliten su comisión; de las
entidades de propiedad o bajo el control, directos o indirectos de esas personas, y de las personas y
entidades que actúen en nombre de esas personas y entidades o bajo sus órdenes, incluidos los fondos
obtenidos o derivados de los bienes de propiedad o bajo el control directo o indirecto de esas personas y
de otras personas y entidades asociadas con ellos;

d) Prohíban a sus nacionales o a toda persona y entidad que se encuentre en su territorio que pongan
cualesquiera fondos, recursos financieros o económicos o servicios financieros o servicios conexos de
otra índole, directa o indirectamente, a disposición de las personas que cometan o intenten cometer
actos de terrorismo o faciliten su comisión o participen en ella, de las entidades de propiedad o bajo el
control directo o indirecto de esas personas, y de las personas y entidades que actúen en nombre de esas
personas o bajo sus órdenes;

2. Decide también que todos los Estados:

a) Se abstengan de proporcionar todo tipo de apoyo, activo o pasivo, a las entidades o personas que
participen en la comisión de actos de terrorismo, en particular reprimiendo el reclutamiento de
miembros de grupos terroristas y poniendo fin al abastecimiento de armas a los terroristas;

b) Adopten las medidas necesarias para prevenir la comisión de actos de terrorismo, en particular
advirtiendo de ello cuanto antes a otros Estados mediante el intercambio de información;

c) Denieguen cobijo a quienes financian, planifican o cometen actos de terrorismo, o prestan apoyo a
esos actos, o proporcionan cobijo con esos fines;

d) Impidan que quienes financian, planifican, facilitan o cometen actos de terrorismo utilicen su
territorio para esos fines, contra otros Estados o sus ciudadanos;

e) Velen por el enjuiciamiento de toda persona que participe en la financiación, planificación,


preparación o comisión de actos de terrorismo o preste apoyo a esos actos, y porque, además de
cualesquiera otras medidas de represión que se adopten contra esas personas, dichos actos queden
tipificados como delitos graves en las leyes y otros instrumentos legislativos internos, y por que el
castigo que se imponga corresponda a la gravedad de esos actos;

f) Se proporcionen recíprocamente el máximo nivel de asistencia en lo que se refiere a las


investigaciones o los procedimientos penales relacionados con la financiación de los actos de terrorismo
o el apoyo prestado a éstos, en particular para la obtención de las pruebas que posean y que sean
necesarias en esos procedimientos;

g) Impidan la circulación de terroristas o de grupos terroristas imponiendo controles eficaces de


fronteras y controles en la expedición de documentos de identidad y de viaje, y adoptando medidas para
evitar la falsificación, la alteración ilegal y la utilización fraudulenta de documentos de identidad y de
viaje;

[...]

2.18. NO PROLIFERACIÓN DE LAS ARMAS DE DESTRUCCIÓN EN MASA. S/RES/1540 (2004)

El Consejo de Seguridad ,

Afirmando que la proliferación de las armas nucleares, químicas y biológicas, así como sus sistemas
vectores, constituye una amenaza a la paz y la seguridad internacionales,

Reafirmando , en este contexto, la Declaración de su Presidencia, aprobada en la sesión del Consejo


celebrada a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno el 31 de enero de 1992 (S/23500), incluida la necesidad
de que todos los Estados Miembros cumplan sus obligaciones en relación con el control de armamentos
y el desarme y eviten la proliferación en todos sus aspectos de todas las armas de destrucción en masa,

Recordando también que en la Declaración se destacó la necesidad de que todos los Estados Miembros
resuelvan por medios pacíficos, de conformidad con la Carta, los problemas en ese contexto que
amenacen o alteren el mantenimiento de la estabilidad regional y mundial,

Afirmando su determinación de adoptar medidas adecuadas y efectivas para luchar contra toda
amenaza a la paz y la seguridad internacionales causada por la proliferación de armas nucleares,
químicas y biológicas y sus sistemas vectores, de conformidad con sus funciones primordiales
enunciadas en la Carta de las Naciones Unidas, nucleares, químicas o biológicas, diseñados
especialmente para ese fin. Agente no estatal: persona física o entidad que no actúa bajo la autoridad
legítima de un Estado en la ejecución de actividades comprendidas en el ámbito de la presente
resolución.

Afirmando su apoyo a los tratados multilaterales que tienen por objeto eliminar o prevenir la
proliferación de armas nucleares, químicas o biológicas y la importancia de que todos los Estados partes
en esos tratados los apliquen integralmente a fin de promover la estabilidad internacional,

Acogiendo con beneplácito los esfuerzos en este contexto de los mecanismos multilaterales que
contribuyen a la no proliferación,

Afirmando que la prevención de la proliferación de las armas nucleares, químicas y biológicas no debe
obstaculizar la cooperación internacional relativa a materiales, equipo y tecnología con fines pacíficos y
que, al propio tiempo, los objetivos de la utilización con fines pacíficos no deben servir para encubrir la
proliferación,

Sumamente preocupado por la amenaza del terrorismo y el riesgo de que agentes no estatales como los
identificados en la lista de las Naciones Unidas elaborada y mantenida por el Comité establecido en
virtud de la resolución 1267 (1999) del Consejo de Seguridad y aquéllos a los que se aplica la resolución
1373 (2001) puedan adquirir, desarrollar o emplear armas nucleares, químicas y biológicas y sus
sistemas vectores o traficar con ellas,

Sumamente preocupado por la amenaza del tráfico ilícito de armas nucleares, químicas o biológicas y sus
sistemas vectores y materiales conexos, que añade una nueva dimensión a la cuestión de la
proliferación de esas armas y plantea también una amenaza a la paz y la seguridad internacionales,

Reconociendo la necesidad de estrechar la coordinación de las medidas en los planos nacional,


subregional, regional e internacional con miras a dar una respuesta global más fuerte a este grave
desafío y amenaza a la seguridad internacional,

Reconociendo que muchos Estados han contraído obligaciones jurídicamente vinculantes en virtud de
tratados en los que son partes o han contraído otros compromisos para prevenir la proliferación de las
armas nucleares, químicas o biológicas y han adoptado medidas efectivas para contabilizar los
materiales peligrosos, garantizar su seguridad y protegerlos físicamente, tales como las medidas
requeridas por la Convención sobre la protección física de los materiales nucleares y las recomendadas
por el Código de Conducta del OIEA sobre la seguridad tecnológica y física de las fuentes radiactivas,

Reconociendo además la apremiante necesidad de que todos los Estados adopten medidas eficaces
adicionales para prevenir la proliferación de las armas nucleares, químicas o biológicas y sus sistemas
vectores,

Alentando a todos los Estados Miembros a que apliquen integralmente los tratados y los acuerdos de
desarme en que son partes,

Reafirmando la necesidad de combatir por todos los medios, de conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas, las amenazas a la paz y la seguridad internacionales causadas por actos terroristas,

Resuelto a facilitar de ahora en adelante una respuesta efectiva a las amenazas mundiales en el ámbito
de la no proliferación,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Decide que todos los Estados deben abstenerse de suministrar cualquier tipo de apoyo a los agentes no
estatales que traten de desarrollar, adquirir, fabricar, poseer, transportar, transferir o emplear armas
nucleares, químicas o biológicas y sus sistemas vectores;

2. Decide también que todos los Estados, de conformidad con sus procedimientos nacionales, deben
adoptar y aplicar leyes apropiadas y eficaces que prohíban a todos los agentes no estatales la
fabricación, la adquisición, la posesión, el desarrollo, el transporte, la transferencia o el empleo de
armas nucleares, químicas o biológicas y sus sistemas vectores, en particular con fines de terrorismo, así
como las tentativas de realizar cualquiera de las actividades antes mencionadas, participar en ellas en
calidad de cómplices, prestarles asistencia o financiarlas;

3. Decide también que todos los Estados deben adoptar y hacer cumplir medidas eficaces para instaurar
controles nacionales a fin de prevenir la proliferación de las armas nucleares, químicas o biológicas y
sus sistemas vectores, incluso estableciendo controles adecuados de los materiales conexos, y, con tal
fin, deben:

a) Establecer y mantener medidas apropiadas y eficaces para contabilizar esos artículos y garantizar su
seguridad en la producción, el uso, el almacenamiento o el transporte;

b) Establecer y mantener medidas apropiadas y eficaces de protección física;

c) Establecer y mantener medidas apropiadas y eficaces de control fronterizo y de policía con el fin de
detectar, desalentar, prevenir y combatir, incluso por medio de la cooperación internacional cuando sea
necesario, el tráfico y la intermediación ilícitos de esos artículos, de conformidad con su legislación y su
normativa nacionales y con arreglo al derecho internacional;

d) Establecer, desarrollar, evaluar y mantener controles nacionales apropiados y eficaces de la


exportación y el transbordo de esos artículos, con inclusión de leyes y reglamentos adecuados para
controlar la exportación, el tránsito, el transbordo y la reexportación, y controles del suministro de
fondos y servicios relacionados con esas exportaciones y transbordos, como la financiación y el
transporte que pudieran contribuir a la proliferación, así como controles de los usuarios finales y
establecer y aplicar sanciones penales o civiles adecuadas a las infracciones de esas leyes y reglamentos
de control de las exportaciones;

4. Decide establecer, de conformidad con el artículo 28 de su reglamento provisional y para un período


no superior a dos años, un Comité del Consejo de Seguridad, integrado por todos sus miembros, que,
recurriendo a otros expertos cuando corresponda, le presente informes sobre la aplicación de la
presente resolución para su examen y, para ello, exhorta a los Estados a que presenten al Comité un
primer informe, en un plazo no superior a seis meses desde la aprobación de la presente resolución,
sobre las medidas que hayan adoptado o tengan previsto adoptar para aplicarla;

5. Decide que ninguna de las obligaciones enunciadas en la presente resolución se interpretará de modo
que contradiga o modifique los derechos y las obligaciones de los Estados partes en el Tratado sobre la
no proliferación de las armas nucleares, la Convención sobre las Armas Químicas y la Convención sobre
las armas biológicas y toxínicas, o que modifique las atribuciones del Organismo Internacional de
Energía Atómica o la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas;

[...]

2.19. MANTENIMIENTO DE LA PAZ Y LA SEGURIDAD INTERNACIONALES. S/RES/2240 (2015)

El Consejo de Seguridad ,

Recordando su comunicado de prensa de 21 de abril sobre la tragedia marítima ocurrida en el mar


Mediterráneo,

Reiterando su firme compromiso con la soberanía, la independencia, la integridad territorial y la unidad


nacional de Libia,

Recordando que el derecho internacional, consagrado en la Convención de las Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar, de 10 de diciembre de 1982, establece el marco jurídico aplicable a las actividades que
se realizan en el océano,

Reafirmando que la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada


Transnacional y su Protocolo contra el Tráfico Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire son los
principales instrumentos jurídicos internacionales para combatir el tráfico de migrantes y las conductas
afines, y que el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente
Mujeres y Niños, que complementa la Convención, es el principal instrumento jurídico internacional
para combatir la trata de personas,
[...]

Deplorando las tragedias marítimas que siguen ocurriendo en el Mar Mediterráneo, que han causado
centenares de muertos, y observando con preocupación que en algunos casos las muertes se produjeron
a causa de la explotación o la información engañosa de organizaciones delictivas transnacionales que
facilitaron el tráfico de los migrantes empleando métodos peligrosos con fines de lucro personal y con
un cruel desprecio por la vida humana,

Expresando honda preocupación por la reciente proliferación del tráfico de migrantes en el mar
Mediterráneo, en particular frente a las costas de Libia, y por el peligro que representa para la vida de
esos migrantes, y reconociendo que entre ellos puede haber personas que responden a la definición de
"refugiado" formulada en la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y su Protocolo de
1967,

Poniendo de relieve a ese respecto que los migrantes, incluidos los solicitantes de asilo, sea cual sea su
estatus migratorio, deben ser tratados con humanidad y dignidad y que sus derechos deben respetarse
plenamente, instando a ese respecto a todos los Estados a que cumplan las obligaciones que les
incumben en virtud del derecho internacional, en particular el derecho internacional de los derechos
humanos y el derecho internacional de los refugiados, según proceda, y destacando la obligación de los
Estados de proteger los derechos humanos de los migrantes, sea cual sea su estatus migratorio, incluso
al aplicar sus políticas de migración y seguridad fronteriza, según proceda,

Reafirmando a ese respecto la necesidad de promover y proteger de manera eficaz los derechos
humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes, sea cual sea su estatus migratorio,
especialmente los de las mujeres y los niños, y de responder a la migración internacional con la
cooperación y el diálogo internacional, regional o bilateral y con un enfoque integral y equilibrado,
reconociendo las funciones y responsabilidades de los países de origen, tránsito y destino en la
promoción y protección de los derechos humanos de todos los migrantes, y evitando aplicar enfoques
que puedan agravar su vulnerabilidad,

Recordando el Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar y el Convenio


Internacional sobre Búsqueda y Salvamento Marítimos,

Expresando preocupación por el hecho de que la situación en Libia se vea agravada por el tráfico de
migrantes y la trata de personas hacia, desde y por el territorio libio, lo que podría apoyar a otras redes
delictivas y redes terroristas en Libia,

Teniendo presente que la Carta de las Naciones Unidas le confiere la responsabilidad primordial de
mantener la paz y la seguridad internacionales, Subrayando que el Gobierno de Libia tiene la
responsabilidad primordial de adoptar medidas apropiadas para evitar la reciente proliferación del
tráfico de migrantes y la trata de personas a través del territorio de Libia y su mar territorial, y el
peligro que representan para la vida de esas personas,

Consciente de la necesidad de apoyar nuevos esfuerzos para fortalecer la gestión de las fronteras de
Libia, tomando en consideración las dificultades del Gobierno de Libia para gestionar eficazmente las
corrientes migratorias en tránsito por el territorio libio, y señalando su preocupación por las
repercusiones de este fenómeno en la estabilidad de Libia y la región del Mediterráneo,

Acogiendo con beneplácito el apoyo ya prestado por los Estados Miembros más afectados, incluidos los
Estados miembros de la Unión Europea, teniendo en cuenta en particular el papel de la Agencia Europea
para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados Miembros de la
Unión Europea (FRONTEX) y el mandato específico de la Misión de la Unión Europea de Asistencia y
Gestión Integrada de las Fronteras en Libia (EUBAM Libia) en apoyo del Gobierno de Libia, así como el
prestado por los Estados vecinos,

[...]

Teniendo presente que, en virtud del derecho internacional vigente, los Estados tienen la obligación de
actuar con la diligencia debida para prevenir y combatir el tráfico de migrantes y la trata de personas,
investigar esos delitos y castigar a los responsables, identificar a los migrantes y a las víctimas de la trata
y proporcionarles asistencia eficaz, y cooperar en la mayor medida posible para prevenir y reprimir el
tráfico de migrantes y la trata de personas,

Afirmando la necesidad de poner fin a la reciente proliferación del tráfico de migrantes y personas en el
mar mediterráneo frente a las costas de Libia y al peligro que representa para la vida de esas personas,
y, con ese propósito específico, actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Condena todos los actos de tráfico de migrantes y trata de personas hacia, desde y por el territorio
libio y frente a las costas de Libia, que socavan aún más el proceso de estabilización del país y ponen en
peligro la vida de miles de personas;

2. Exhorta a los Estados Miembros a que, actuando individualmente o por conducto de organizaciones
regionales, incluida la Unión Europea, ayuden a Libia, si lo solicita, en particular a desarrollar la
capacidad necesaria para garantizar la seguridad de sus fronteras y prevenir, investigar y enjuiciar los
actos de tráfico de migrantes y trata de personas a través de su territorio y en su mar territorial, a fin de
evitar una mayor proliferación del tráfico de migrantes y la trata de personas hacia, desde y por el
territorio libio y frente a las costas de Libia, y el peligro que representan para la vida de esas personas;

3. Insta a los Estados Miembros y las organizaciones regionales a que cooperen, con un espíritu de
solidaridad internacional y responsabilidad compartida, con el Gobierno de Libia y entre sí, en
particular intercambiando información sobre actos de tráfico de migrantes y trata de personas en el
mar territorial de Libia y en alta mar frente a las costas de Libia, y proporcionen asistencia a los
migrantes y las víctimas de la trata rescatados en el mar, de conformidad con el derecho internacional;

4. Insta a los Estados y las organizaciones regionales cuyos buques de guerra y aeronaves operan en alta
mar y en el espacio aéreo frente a las costas de Libia a que permanezcan atentos a los actos de tráfico de
migrantes y trata de personas y, en este contexto, alienta a los Estados y las organizaciones regionales a
que intensifiquen y coordinen sus esfuerzos para impedir los actos de tráfico de migrantes y trata de
personas, en cooperación con Libia;

5. Exhorta a los Estados Miembros a que, actuando individualmente o por conducto de organizaciones
regionales que combaten el tráfico de migrantes y la trata de personas, inspeccionen, como permite el
derecho internacional, los buques en alta mar frente a las costas de Libia que no enarbolen pabellones
cuando tengan motivos razonables para creer que han sido, están siendo o serán utilizados
inminentemente por grupos delictivos organizados para el tráfico de migrantes o la trata de personas
desde Libia, con inclusión de barcos, botes y balsas inflables;

6. Exhorta también a esos Estados Miembros a que inspeccionen, con el consentimiento del Estado del
pabellón, los buques en alta mar frente a las costas de Libia cuando tengan motivos razonables para
creer que han sido, están siendo o serán utilizados inminentemente por grupos delictivos organizados
para el tráfico de migrantes o la trata de personas desde Libia;

7. Decide , con miras a salvar la vida amenazada de los migrantes o de las víctimas de la trata de
personas a bordo de los buques mencionados anteriormente, autorizar a los Estados Miembros, en estas
circunstancias excepcionales y específicas y por un período de un año a partir de la fecha de aprobación
de la presente resolución, a que, actuando individualmente o por conducto de organizaciones regionales
que combaten el tráfico de migrantes y la trata de personas, inspeccionen los buques en alta mar frente
a las costas de Libia cuando tengan motivos razonables para creer que han sido, están siendo o serán
utilizados inminentemente para el tráfico de migrantes o la trata de personas desde Libia, siempre que
los Estados Miembros y las organizaciones regionales intenten de buena fe obtener el consentimiento
del Estado del pabellón del buque antes de ejercer la autoridad conferida en el presente párrafo;

8. Decide también autorizar, por un período de un año a partir de la fecha de aprobación de la presente
resolución, a los Estados Miembros a que, actuando individualmente o por conducto de organizaciones
regionales, apresen los buques inspeccionados con la autoridad conferida en el párrafo 7 cuando se
confirme que están siendo utilizados para el tráfico de migrantes y la trata de personas desde Libia, y
subraya que al adoptar nuevas medidas respecto de los buques inspeccionados bajo la autoridad
conferida en el párrafo 7, incluida su enajenación, se respetará el derecho internacional aplicable,
teniendo debidamente en cuenta los intereses de terceros que hayan actuado de buena fe;

9. Exhorta a todos los Estados del pabellón de esos buques a que cooperen en las actividades previstas en
los párrafos 7 y 8, decide que los Estados Miembros que actúen individualmente o por conducto de
organizaciones regionales bajo la autoridad conferida en esos párrafos mantendrán informados a los
Estados del pabellón de las medidas adoptadas con respecto a sus buques, y exhorta a los Estados del
pabellón que reciban solicitudes a que las examinen y respondan a ellas de manera rápida y oportuna;

10. Decide autorizar a los Estados Miembros que actúen individualmente o por conducto de
organizaciones regionales a emplear todas las medidas que dicten las circunstancias para hacer frente a
los traficantes y tratantes al llevar a cabo las actividades previstas en los párrafos 7 y 8 respetando
plenamente el derecho internacional de los derechos humanos, según proceda, recalca que las
autorizaciones mencionadas en los párrafos 7 y 8 no serán aplicables con respecto a los buques con goce
de inmunidad soberana en virtud del derecho internacional, y exhorta a los Estados Miembros y las
organizaciones regionales que llevan a cabo actividades conformes con los párrafos 7 y 8 y el presente
párrafo a que den absoluta prioridad a la seguridad de las personas a bordo y eviten dañar el medio
marino o perjudicar la seguridad de la navegación;

11. Afirma que las autorizaciones conferidas en los párrafos 7 y 8 se aplicarán solo a la situación del
tráfico de migrantes y la trata de personas en alta mar frente a las costas de Libia y no afectarán los
derechos, obligaciones o responsabilidades de los Estados Miembros que se derivan del derecho
internacional, incluidos los derechos u obligaciones derivados de la Convención de las Naciones Unidas
sobre el Derecho del Mar, incluido el principio general de la jurisdicción exclusiva del Estado del
pabellón sobre sus buques en alta mar, con respecto a otros buques y en cualquier otra situación, y
afirma también que la autorización conferida en el párrafo 10 se aplicará solo a la lucha contra los
traficantes y tratantes en alta mar frente a las costas de Libia;

12. Recalca que la presente resolución tiene por objeto desarticular los grupos delictivos organizados
que se dedican al tráfico de migrantes y la trata de personas, y evitar la pérdida de vidas, y no tiene
como fin socavar los derechos humanos de las personas o impedirles que soliciten protección en virtud
del derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional de los refugiados;

13. Pone de relieve que los migrantes, incluidos los solicitantes de asilo, deben ser tratados con
humanidad y dignidad y que sus derechos deben respetarse plenamente, e insta a ese respecto a todos
los Estados a que cumplan las obligaciones que les incumben en virtud del derecho internacional, en
particular el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional de los
refugiados, según proceda;

14. Insta a los Estados Miembros y las organizaciones regionales que actúen ejerciendo la autoridad
conferida en la presente resolución a que tengan en cuenta los medios de vida de las personas que se
dedican a la pesca u otras actividades legítimas;

15. Exhorta a todos los Estados que tengan la jurisdicción pertinente en virtud del derecho internacional
y la legislación nacional a que investiguen y enjuicien a todas las personas responsables de actos de
tráfico de migrantes y trata de personas en el mar, conforme a las obligaciones que les incumben en
virtud del derecho internacional, en particular el derecho internacional de los derechos humanos y el
derecho internacional de los refugiados, según proceda;

16. Pide a los Estados Miembros que consideren la posibilidad de ratificar el Protocolo contra el Tráfico
Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire, que complementa la Convención de las Naciones Unidas
contra la Delincuencia Organizada Transnacional, y el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la
Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños, o de o adherirse a ellos, y a los Estados partes que los
apliquen eficazmente;

17. Solicita a los Estados que asuman la autoridad conferida en la presente resolución que lo informen
en un plazo de tres meses a contar desde la fecha de su aprobación y después cada tres meses sobre la
marcha de las acciones emprendidas en ejercicio de la autoridad conferida en los párrafos 7 a 10;

18. Solicita al Secretario General que, once meses después de la aprobación de la presente resolución, lo
informe sobre su aplicación, en particular en lo que respecta a la aplicación de los párrafos 7 a 10;

19. Expresa su intención de volver a examinar la situación y considerar la posibilidad, según proceda, de
renovar la autoridad conferida en la presente resolución por períodos adicionales;
20. Decide seguir ocupándose de la cuestión.

2.20. LECTURAS RECOMENDADAS

ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, P., «El Consejo de Seguridad en la guerra contra Irak: ¿ONG
privilegiada, convalidador complaciente u órgano primordial?», REDI , vol. LV, 2003, pp. 205-222.

D. BONDÍA GARCÍA, «La progresividad en la adopción de las medidas para dar efecto a las decisiones
del Consejo de Seguridad: de las sanciones económicas al recurso a la fuerza armada», en El proceso
de reforma de las Naciones Unidas (A. BLANC ALTEMIR ed.), Tecnos, Madrid, 2009, pp. 265-292.

BERMEJO GARCÍA, R., «La protección de la población civil en Libia como coartada para derrocar un
gobierno: un mal inicio para la responsabilidad de proteger», AEDI , 2011, pp. 9-55.

DÍAZ BARRADO, C., «La responsabilidad de proteger en el Derecho internacional contemporáneo:


entre lo conceptual y la práctica internacional», REEI , nº 24, 2012, disponible en www.reei.org

GARCÍA SEGURA, C., PAREJA ALCARAZ, P., «Las Naciones Unidas como potencia normativa : el papel
de la Organización en la construcción de la ‘responsabilidad de proteger’», Las Naciones Unidas desde
España. 70 aniversario de las Naciones Unidas. 60 aniversario del ingreso de España en las Naciones
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Madrid, 2015, pp. 361-387.

GUTIÉRREZ ESPADA, C., «La "contaminación" de Naciones Unidas o las resoluciones 1483 y 1511
(2003) del Consejo de Seguridad», ADI , 2003, pp. 71-88.

– «El «uso de la fuerza» en los Informes del Grupo de Alto Nivel (2004), del Secretario General (2005)
y, a la postre, en el documento final de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno (Naciones Unidas,
Nueva York, septiembre de 2005)», AEDI , 2005, ADÍ , pp. 13-50.

– «Sobre el «núcleo duro» de la resolución 1973 (2011) del Consejo de Seguridad y acerca de su
aplicación en la práctica», AEDI , 2011, pp. 57-75.

GUTIÉRREZ ESPADA. C., CERVELL HORTAL, M. J., Nacimiento, Auge y Decadencia de la


Responsabilidad de Proteger , Comares, 2014.

LÓPEZ-JACOISTE DÍAZ, E., «La crisis de Libia desde la perspectiva de la responsabilidad de proteger»,
AEDI , 2011, pp. 109-152.

MARIÑO MENÉNDEZ, F., «La responsabilidad de proteger: una noción todavía ineficaz», Tiempo de
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MENÉNDEZ DEL VALLE, E., Responsabilidad de proteger: la ONU en acción , Real Instituto Elcano,
Documento de Trabajo 2/2016, 15 de febrero de 2016.

ODENDAHL, K., «La notion de menace contra la paix selon l’article 39 de la Charte des Nations Unies.
La pratique du Conseil de Sécurité», Les 70 ans des Nations Unies: quel rôle dans le monde actuel?.
Journée d’études en l’honneur du Professeur Yves Daudet , Pedone, París, 2014, pp. 37-45.

REMIRO BROTÓNS, A., «Un nuevo orden contra el derecho internacional: el caso de Kosovo», REEI ,
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SCOVAZZI, T., «Quale Ruolo per le Nazioni Unite?», en El proceso de reforma de las Naciones Unidas ,
(A. BLANC ALTEMIR ed.), Tecnos, Madrid, 2009, pp. 249-264.
TORRES BERNÁRDEZ, S., «Problemas actuales del recurso a la fuerza en Derecho internacional: la
autorización del recurso a la fuerza por las Naciones Unidas», El Derecho internacional en el mundo
multipolar del siglo XXI. Obra Homenaje al profesor Luis Ignacio Sánchez Rodríguez (S. Torres
Bernárdez, J.C. Fernández Rozas, C. Fernández de Casadevante Romaní, J. Quel López, A.G. López
Martín coords.), Iprolex, Madrid, 2013, pp. 631-644.

3. EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

3.1. INTRODUCCIÓN

En relación con el desarrollo de los conflictos armados, el derecho internacional regula la conducta
de los Estados durante las hostilidades ( ius in bello ) y se ocupa también de la protección de las
víctimas de la guerra (derecho internacional humanitario). El derecho de la guerra fue objeto de
codificación principalmente en las Conferencias de Paz de La Haya, de 1899 y 1907, que dieron lugar
a catorce convenios internacionales; por su parte, las normas humanitarias se contienen en los
cuatro Convenios de Ginebra de 1949, actualizados por dos Protocolos de 1977, cuyo contenido
permite afirmar que ya se ha superado la división tajante entre los llamados Derecho de La Haya y
Derecho de Ginebra.

Las normas que regulan los conflictos armados parten de la distinción entre objetivos militares y
bienes civiles, de un lado, y combatientes y población civil de otro, además de regular los métodos y
medios de guerra. En este ámbito, los avances científicos van aportando nuevos armamentos que
causan devastación y gravísimos daños a las personas; es lo que ocurre por ejemplo con las armas
láser cegadoras, las bombas de racimo o las minas antipersonal, sobre las que ya se han celebrado
tratados con miras a su prohibición. Junto a las nuevas armas convencionales, están las armas de
destrucción masiva, ya sean químicas, bacteriológicas o nucleares; de estas últimas se ocupó la CIJ en
1996.

En cuanto al derecho humanitario bélico, la distinción básica se plantea entre conflictos armados
internacionales e internos, ofreciendo una regulación más detallada de los primeros, a los que se
asimilan los conflictos de los pueblos contra la dominación colonial, extranjera o racista. La práctica
actual está poniendo de relieve el fenómeno de los llamados conflictos asimétricos, entre un Estado y
grupos armados no estatales, constatándose los vacíos reguladores existentes al respecto. En este
sector del derecho internacional es muy relevante el papel del Comité Internacional de la Cruz Roja,
desarrollando en los conflictos armados iniciativas que son reconocidas por los Convenios de
Ginebra y sus Protocolos, lo que contribuye a potenciar el papel de las organizaciones no
gubernamentales en el plano de la creación y aplicación de las normas de este ordenamiento.

3.2. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE LAS ARMAS NUCLEARES.


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996

74. Al no haber encontrado una norma convencional de alcance general, ni tampoco una norma
consuetudinaria que proscriba específicamente la amenaza o el empleo de armas nucleares, la Corte
pasará a abordar la cuestión relativa a saber si el empleo de armas nucleares se ha de considerar ilegal
habida cuenta de los principios y normas del derecho internacional humanitario aplicable en caso de
conflicto armado y del derecho de la neutralidad.

75. Son muchas las normas consuetudinarias que se han establecido mediante la práctica de los Estados
y que forman parte integrante del derecho internacional relacionado con la cuestión que se plantea. Las
«leyes y usos de la guerra» –como se han denominado tradicionalmente– fueron objeto de las
actividades de codificación que se llevaron a cabo en La Haya (incluidas las Convenciones de 1899 y
1907) y se basaron parcialmente en la Declaración de San Petersburgo de 1868 y en los resultados de la
Conferencia de Bruselas de 1874. En este «derecho de La Haya», y, sobre todo, en las Reglas del Convenio
de La Haya, relativas a las leyes y usos de la guerra terrestre, se establecieron los derechos y las
obligaciones de los beligerantes para la conducción de sus operaciones y se impusieron limitaciones a
los métodos y medios que podían utilizar para causar daño al enemigo en un conflicto armado
internacional. Cabría añadir las «Normas de Ginebra» (los Convenios de 1864, 1906, 1929 y 1949), que
protegen a las víctimas de la guerra y tienen por objeto ofrecer protección al personal incapacitado de
las fuerzas armadas y a las personas que no toman parte en las hostilidades. Esas dos ramas del derecho
aplicable en casos de conflicto armado han llegado a estar tan relacionadas entre sí que se considera
que poco a poco se han convertido en un régimen complejo único, conocido actualmente como derecho
internacional humanitario. Las disposiciones de los Protocolos adicionales de 1977 reflejan y atestan la
unidad y la complejidad de ese derecho.

76. Desde principios de siglo, la aparición de nuevos medios de combate hizo necesario que, sin poner en
tela de juicio los inveterados principios y normas del derecho internacional, se establecieran
prohibiciones concretas con respecto al uso de ciertas armas, como los proyectiles explosivos de menos
de 400 gramos, las balas dum-dum y los gases asfixiantes. A continuación, se prohibieron las armas
químicas y bacteriológicas en el Protocolo de Ginebra de 1925, Más recientemente, en la Convención
sobre prohibiciones o restricciones del empleo de ciertas armas convencionales que puedan
considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados, de 10 de octubre de 1980, se prohibió
o limitó, según el caso, el empleo de armas que dejaran «fragmentos no localizables», otros tipos de
«minas, armas trampa y otros artefactos» y «armas incendiarias». Recientemente, el 3 de mayo de 1996
se modificaron las disposiciones de la Convención relativas a «minas, armas trampa explosivas y otros
artefactos», en la que ahora está regulada de forma más detallada, por ejemplo, la utilización de las
minas terrestres antipersonal.

77. Todo ello demuestra que las operaciones militares se rigen por un cuerpo de normas jurídicas,
porque los beligerantes no gozan del derecho ilimitado de elegir los medios de perjudicar al enemigo,
como se afirma en el artículo 22 de las Reglas del Convenio de La Haya relativas a las leyes y usos de la
guerra terrestre de 1907. En la Declaración de San Petersburgo ya se había condenado el empleo de las
armas «que acentúan innecesariamente el sufrimiento de los hombres incapacitados o hacen que su
muerte sea inevitable». Las citadas reglas, que figuran en el anexo del Convenio IV de La Haya de 1907,
prohíben el empleo de «armas, proyectiles o materiales que causen daños superfluos» (art. 23).

78. Los principios cardinales contenidos en los textos que constituyen la esencia del derecho
humanitario se enumera a continuación. El primero, relacionado con la protección de la población civil
y los bienes de carácter civil, distingue entre combatientes y no combatientes; los Estados no deben
nunca hacer objeto de sus ataques a los civiles y, por consiguiente, no deben utilizar jamás armas que no
permitan distinguir entre objetivos civiles y objetivos militares. De acuerdo con el segundo principio,
está prohibido causar daños superfluos a los combatientes: así pues, no se permite utilizar armas que les
causen esos daños o que acentúen innecesariamente su sufrimiento. En aplicación de ese segundo
principio, los Estados no gozan de libertad ilimitada de elección en cuanto al tipo de armas que utilizan.

En relación con esos principios, la Corte hace referencia también a la Cláusula Martens, que se incluyó
por primera vez en el Convenio II de La Haya relativo a las leyes y usos de la guerra terrestre de 1899 y
que ha demostrado ser un medio eficaz para reflejar la rápida evaluación de la tecnología militar. En el
párrafo 2 del artículo 1 del Protocolo adicional I de 1977 figura una versión moderna de esa cláusula,
que dice lo siguiente:

«En los casos no previstos en el presente Protocolo o en otros acuerdos internacionales, las personas
civiles y los combatientes quedan bajo la protección y el imperio de los principios del derecho de las
gentes derivados de los usos establecidos, de los principios de humanidad y de los dictados de la
conciencia pública».

De conformidad con los citados principios, el derecho humanitario prohibió, desde muy pronto, algunos
tipos de armas, bien por sus efectos indiscriminados para los combatientes y los civiles, bien por los
daños innecesarios causados a los combatientes, es decir, por ocasionar daños mayores que los
inevitables para conseguir objetivos militares legítimos. Si las armas que se prevé usar no reúnen los
requisitos del derecho humanitario, la amenaza de emplearlas sería también contraria a ese derecho.
79. Es indudable que el hecho de que un gran número de normas del derecho humanitario aplicable en
caso de conflicto armado sean tan fundamentales para el respeto de la persona y constituyan
«principios elementales de humanidad», como señala la Corte en su fallo de 9 de abril de 1949 en la
causa del Canal de Corfú (I.C.J. Reports 1949, p. 22), ha sido la causa de que los Convenios de La Haya y
de Ginebra hayan sido ratificados de forma tan amplia. Además, todos los Estados han de cumplir esas
normas fundamentales, hayan o no ratificado los convenios que las estatuyen, porque constituyen
principios intransgredibles del derecho internacional consuetudinario.

80. El Tribunal Militar Internacional de Nuremberg determinó ya en 1945 que las normas humanitarias
contempladas en las Reglas del anexo del Convenio IV de La Haya de 1907 «contaban con el
reconocimiento de las naciones civilizadas y eran consideradas declarativas de las leyes y usos de la
guerra» (Tribunal Militar Internacional, Trial of the Major War Criminals, 14 de noviembre de 1945 a 1º
de octubre de 1946, Nuremberg, 1947, vol. I, p. 254).

81. En el informe del Secretario General presentado de conformidad con el párrafo 2 de la resolución
808 (1993) del Consejo de Seguridad, con el que éste dio a conocer el Estatuto del Tribunal Internacional
para el enjuiciamiento de los presuntos responsables de las violaciones graves del derecho internacional
humanitario cometidas en el territorio de la ex Yugoslavia desde 1991, y que fue aprobado
unánimemente por el Consejo de Seguridad [resolución 827 (1993)], se afirmó:

«En opinión del Secretario General, la aplicación del principio nullum crimen sine lege exige que el
Tribunal Internacional aplique las normas del derecho internacional humanitario que sin duda alguna
forman parte del derecho consuetudinario (...).

El derecho internacional humanitario convencional que fuera de toda duda ha pasado a formar parte
del derecho internacional consuetudinario es el derecho aplicable en los conflictos armados consagrado
en los siguientes instrumentos: Convenios de Ginebra, de 12 de agosto de 1949, para la protección de las
víctimas de la guerra; Cuarta Convención de La Haya relativa a las leyes y usos de la guerra terrestre y
Reglamento conexo, de 18 de octubre de 1907; la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito
de Genocidio, de 9 de diciembre de 1948 y Estatuto del Tribunal Militar Internacional, de 8 de agosto de
1945».

82. Dada la amplia codificación del derecho humanitario y el alcance de la ratificación de los tratados de
él derivados, y el hecho de que las cláusulas de denuncia que existían en los instrumentos de
codificación no se hayan usado jamás, la comunidad internacional cuenta con un corpus de
disposiciones contenidas en los tratados que en su mayoría han cobrado carácter consuetudinario y que
aparecen reflejadas en los principios humanitario más reconocidos a nivel universal. En esas normas se
indican la conducta y el comportamiento normales que se esperan de los Estados.

83. En las actuaciones que nos ocupan se ha dicho que estos principios y normas del derecho
humanitario forman parte del ius cogens , según la definición del artículo 53 de la Convención de Viena
sobre el derecho de los tratados, de 23 de mayo de 1969. La cuestión de si una norma forma parte del ius
cogens guarda relación con el carácter jurídico de la norma. La petición dirigida a la Corte por la
Asamblea General plantea la cuestión de la aplicabilidad de los principios y las normas del derecho
humanitario en los casos en que se utilicen armas nucleares y las consecuencias de que se apliquen esos
principios y normas para la legalidad del empleo de esas armas. Sin embargo, no se plantea la cuestión
del carácter del derecho humanitario que se aplicaría al empleo de las armas nucleares. Por lo tanto, es
innecesario que la Corte se pronuncie sobre esta cuestión.

84. Tampoco es necesario que la Corte ahonde la cuestión de la aplicabilidad del Protocolo adicional I de
1977 a las armas nucleares. Únicamente tiene que observar que, aunque en la Conferencia Diplomática
de 1974-1977 no hubo deliberaciones sustantivas sobre la cuestión nuclear y no se propusieron
soluciones concretas al respecto, el Protocolo adicional I no sustituye en modo alguno a las normas
consuetudinarias generales aplicables a todos los medios y métodos de combate, incluidas las armas
nucleares. En particular, la Corte recuerda que todos los Estados están obligados en virtud de las
disposiciones del Protocolo adicional I, que, cuando se adoptaron, era simplemente la expresión del
derecho consuetudinario preexistente, como la Cláusula Martens, que se reafirmó en el artículo 1 del
Protocolo adicional I. Que en la Conferencia de 1974-1977 no se tratara específicamente de ciertos tipos
de armas no permite sacar ninguna conclusión jurídica en relación con las cuestiones sustantivas que
plantearía el empleo de esas armas.
85. Por lo que se refiere a la aplicabilidad de los principios y normas del derecho humanitario a una
posible amenaza o empleo de armas nucleares, la Corte observa que hay quienes en ocasiones han
manifestados sus dudas al respecto debido a que esos principios y normas se establecieron antes de que
se inventaran las armas nucleares y a que en las Conferencias de Ginebra de 1949 y de 1974-1977, en las
que adoptaron respectivamente los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y sus dos Protocolos
adicionales, no se trató expresamente de las armas nucleares. No obstante, sólo unos pocos defienden
esta tesis. La gran mayoría de los Estados y los autores no tienen dudas acerca de la aplicabilidad del
derecho humanitario a las armas nucleares.

86. La Corte comparte esta opinión. Es cierto que las armas nucleares se inventaron cuando ya se había
establecido la mayoría de los principios y normas del derecho humanitario aplicable a los conflictos
armados, que las Conferencias de 1949 y 1974-1977 dejaron de lado esas armas y que existen diferencias
tanto cualitativas como cuantitativas entre las armas nucleares y todas las armas y principios
establecidos del derecho humanitario aplicable en los conflictos armados no se aplique a las armas
nucleares. Esa conclusión sería incompatible con el carácter intrínsecamente humanitario de los
principios jurídicos en cuestión, que está presente en todo el derecho relativo a los conflictos armados y
es válido para todas las formas de guerra y todos los tipos de armas, las del pasado, las del presente y las
del futuro. A ese respecto, es importante que en estas actuaciones no se haya defendido la tesis de que
las normas del derecho humanitario no se aplican a las armas nuevas, debido a su carácter reciente. Por
el contrario, el carácter reciente de las armas nucleares se ha rechazado expresamente como argumento
para que no se les aplique el derecho internacional humanitario.

«En general, el derecho internacional humanitario guarda relación con la amenaza o el empleo de
armas nucleares, al igual que con las demás armas.

El derecho internacional humanitario ha evolucionado para adaptarse a las circunstancias


contemporáneas y su aplicación no se limita a las armas de épocas anteriores. Se mantienen los
principios fundamentales de ese derecho, que son mitigar y restringir la crueldad en las guerras por
razones humanitarias» (Nueva Zelanda, Exposición escrita, p. 15, párrs. 63 y 64)

En ninguna de las exposiciones presentadas ante la Corte se defendió en modo alguno la libertad de
utilizar armas nucleares sin tener presentes las limitaciones de carácter humanitario, sino más bien
todo lo contrario, ya que se declaró explícitamente que:

«Las restricciones establecidas por las normas aplicables en los conflictos armados con respecto a los
medios y métodos de guerra se aplican también sin duda a las armas nucleares» (Federación de Rusia,
CR 95/29, p. 52);

«Por lo que atañe al derecho consuetudinario, el Reino Unido ha aceptado siempre que el empleo de
armas nucleares está sujeto a los principios generales del ius in bello (Reino Unido, CR 95/34, p. 45); y

«Estados Unidos ha compartido durante largo tiempo la opinión de que el derecho aplicable en los
conflictos armados rige el empleo de las armas nucleares, al igual que el de las armas convencionales»
(Estados Unidos de América, CR 95/34, p. 85).

87. Por último, la Corte hace referencia a la Cláusula Martens , cuya existencia y aplicabilidad
ininterrumpidas no se deben poner en duda, como afirmación de que los principios y normas del
derecho humanitario se aplican a las armas nucleares.

[...]

90. Aunque apenas se objeta la aplicabilidad de los principios y normas del derecho humanitario y del
principio de neutralidad a las armas nucleares, las conclusiones que pueden extraerse de esa
aplicabilidad son, por otra parte, controvertidas.

91. Según un punto de vista, el hecho de que el recurso a la utilización de las armas nucleares esté
contemplado y regulado por el derecho de los conflictos armados no significa necesariamente que ese
recurso esté prohibido. Así, un Estado manifestó ante la Corte:

«Dando por sentado que la utilización de armas nucleares por un Estado obedece a necesidades de
legítima defensa, ha de considerarse si esa utilización se ajusta a los principios fundamentales del
derecho a los conflictos armados que regulan el desarrollo de las hostilidades» (Reino Unido,
declaración escrita, p. 40, párr. 3.44);

La legalidad de la utilización de las armas nucleares debe pues, examinarse a la luz de los principios del
derecho internacional aplicables al empleo de la fuerza y al desarrollo de las hostilidades, como ocurre
en caso de otros métodos y medios bélicos» (Reino Unido, declaración escrita, p. 75, párr. 4.2 [3]); y

Lo cierto...es que las armas nucleares podrían utilizarse en numerosas circunstancias con resultados
muy diferentes por lo que respecta a las posibles víctimas civiles. En algunos casos, como ocurre cuando
se utiliza un arma nuclear de baja potencia contra buques de guerra en alta mar o contra tropas en
zonas escasamente pobladas, es posible considerar que el ataque nuclear causaría un número
relativamente bajo de víctimas entre la población civil. Eso no significa en modo alguno que la
utilización de armas nucleares contra un objetivo militar cause inevitablemente un gran número de
víctimas entra la población civil» (Reino Unido, declaración escrita, p. 53, párr. 3.70; véase también
Estados Unidos de América, declaración oral, CR 95/34, pp. 89 y 90).

92. Según otra opinión, el recurso a la utilización de las armas nucleares nunca es compatible con los
principios y normas del derecho humanitario y, por ello, queda prohibido. Cuando se utilizan las armas
nucleares, éstas no distinguen entre la población civil y los combatientes ni entre los objetivos civiles y
militares; sus efectos son en buena medida incontrolables y no pueden limitarse temporal ni
especialmente a legítimos objetivos militares. Esas armas producen la muerte y destrucción de una
manera forzosamente indiscriminada, habida cuenta de la onda expansiva, de la elevada temperatura y
de la radiación ocasionadas por la explosión nuclear y sus correspondientes efectos; y sería muy elevado
el número de víctimas que se producirían. Por consiguiente, la utilización de armas nucleares estaría
prohibida en cualquier caso, a pesar de que no existiese ninguna prohibición expresa en una
convención. Esta opinión se basa en las afirmaciones de ciertos Estados ante la Corte de que las armas
nucleares son, por su propia naturaleza, ilícitas con arreglo al derecho internacional consuetudinario,
habida cuenta del principio fundamental de humanidad.

[...]

94. La Corte observa que ninguno de los Estados que propugnan la legalidad de la utilización de las
armas nucleares en determinadas circunstancias, incluida la utilización «limpia» de armas nucleares
tácticas más pequeñas y de escasa potencia, han indicado, suponiendo que esa utilización limitada sea
posible, cuáles son las circunstancias concretas que justifican esa utilización; tampoco han indicado si
esa utilización limitada daría lugar a una utilización generalizada de las armas nucleares de alta
potencia. En consecuencia, la Corte considera que no cuenta con elementos suficientes para
pronunciarse sobre la validez de esa opinión.

95. Tampoco puede pronunciarse la Corte sobre la validez de la opinión de que el recurso a la utilización
de las armas nucleares es ilícito en cualquier circunstancia, dado que es intrínseca y totalmente
incompatible con la legislación aplicable a los conflictos armados. Ciertamente, como ya ha indicado la
Corte, los principios y normas que se aplican a los conflictos armados –cuyo núcleo está presidido por
una consideración de humanidad– hacen que el desarrollo de las hostilidades armadas se supedite a
requisitos estrictos. Así pues, quedan prohibidos los métodos y medios de combate, que excluyen
cualquier distinción entre objetivos civiles y militares o dan lugar a sufrimientos innecesarios de los
combatientes. Habida cuenta de las características singulares de las armas nucleares, a las que se ha
referido anteriormente la Corte, la utilización de esas armas parece, de hecho, escasamente compatible
con el respeto de tales requisitos. No obstante la Corte considera que no cuenta con elementos
suficientes para llegar con toda certeza a la conclusión de que la utilización de las armas nucleares está
forzosamente reñida con los principios y normas aplicables a los conflictos armados en cualquier
circunstancia.

3.3. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES.


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996. DECLARACIÓN DEL PRESIDENTE, SR. BEDJAOUI

19. El derecho internacional humanitario es un corpus de normas particularmente estrictas con


vocación de aplicarse en todas las circunstancias. La Corte ha reconocido plenamente la naturaleza de
esas normas.
20. Por naturaleza –al menos en el estado actual de la ciencia–, las armas nucleares pueden causar
víctimas en forma indiscriminada, afectando tanto a combatientes como a no combatientes y dando
lugar, por añadidura, a padecimientos inútiles a unos y a otros. Las armas nucleares, armas ciegas,
desestabilizan, pues, por naturaleza, el derecho humanitario, un derecho que exige discernimiento en el
empleo de las armas. Las armas nucleares, mal absoluto, desestabilizan el derecho humanitario derecho
del mal menor. Por lo tanto, la existencia misma de las armas nucleares constituye un gran desafío a la
existencia misma del derecho humanitario , sin contar los efectos perjudiciales a largo plazo para el
medio ambiente humano en el cual se puede ejercer el derecho a la vida. Si la ciencia no descubre armas
nucleares «limpias» que ataque al combatiente sin afectar al no combatiente, es evidente que las armas
nucleares tienen efectos indiscriminados y constituyen un desafío absoluto al derecho humanitario.
Guerra nuclear y derecho humanitario parecen, en consecuencia, dos antítesis que se excluyen
radicalmente entre sí, pues la existencia de una supone necesariamente la inexistencia de la otra.

21. Es indudable para mí que la mayor parte de los principios y reglas del derecho humanitario y, en
todo caso, los dos principios que prohíben, por un lado, el empleo de armas de efectos indiscriminados
y, por el otro, el empleo de armas que causan padecimientos superfluos, forman parte del ius cogens . La
Corte ha mencionado esa cuestión en la presente opinión consultiva; con todo, ha declarado que no
debía pronunciarse sobre esa cuestión en la medida en que la cuestión relativa a la naturaleza del
derecho humanitario aplicable a las armas nucleares no entraba en el marco de la petición que le había
hecho la Asamblea General de las Naciones Unidas. La Corte tampoco ha considerado expresamente
esas reglas fundamentales como «principios intransgredibles del derecho internacional
consuetudinario».

3.4. CIJ ASUNTO DE LA LEGALIDAD DE LA AMENAZA O EL EMPLEO DE ARMAS NUCLEARES.


OPINIÓN CONSULTIVA DE 8 DE JULIO DE 1996. OPINIÓN DISIDENTE DE LA JUEZ R. HIGGINS

9. No basta, para responder a la cuestión que se ha planteado, que la Corte se limite a enunciar los
requisitos del derecho de los conflictos armados (incluido el derecho humanitario) y sacar después,
simplemente, la conclusión de que la amenaza y el empleo de armas nucleares sería generalmente ilícito
por referencia a estos principios y normas. La Corte se limita a afirmar que los principios y normas del
derecho humanitario se aplican a las armas nucleares. En el párrafo 95 llega a la conclusión, por
referencia a las «características únicas de las armas nucleares», de que su empleo es «apenas
conciliable» con los requisitos del derecho humanitario y que «sería generalmente contrario» al derecho
humanitario (párrafo 2E de la parte dispositiva). En la Opinión de la Corte no se aborda en ningún
momento el aspecto que constituye la base de la cuestión: la aplicación sistemática de la legislación
perteneciente a la utilización o amenaza de armas nucleares. La Corte formula sus conclusiones sin
haber procedido a un análisis detallado. Se ha omitido un paso esencial del proceso judicial el
razonamiento legal.

10. Lo que, a mi juicio, debería haber hecho la Corte es explicar, elaborar y aplicar los elementos clave
del derecho humanitario a que hace referencia. Estoy de acuerdo con la Corte en que ciertos principios
generales, que emanan de los tratados sobre el derecho de los conflictos armados y del derecho
humanitario, son obligatorios, bien como obligaciones contractuales continuas o como prescripciones
del derecho internacional consuetudinario. Estos principios emanan de diversas fuentes
incontrovertidas (con lo que quiero decir que no dependen en forma alguna de las disposiciones del
Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra de 1949, ni de las opiniones que se sostengan con
respecto a la aplicación de estas disposiciones a las armas nucleares). Cabe hacer referencia, en
particular, a la Declaración de St. Petersburgo de 11 de diciembre de 1868 y a los artículos 22 y 23 e) del
Reglamento que figura como anexo a la Convención IV de La Haya de 1907. La Corte recuerda que el
Tribunal Militar de Nuremberg sostuvo en 1946 el Reglamento anexo al Convenio IV de La Haya había
pasado a formar parte del derecho internacional consuetudinario en 1939 (Opinión, párr. 80).

11. El principio jurídico en virtud del cual las partes en un conflicto armado no tienen una elección
ilimitada de armas o métodos de guerra no basta en sí mismo para responder a la pregunta planteada
ante la Corte. Su finalidad es garantizar que las armas, tanto en el contexto de su utilización como en los
métodos de guerra, se ajusten a las demás normas sustantivas.

12. En la elección de las armas no está permitido causar sufrimientos innecesarios a los combatientes
enemigos, ni hacer su muerte inevitable, ni agravar su sufrimiento una vez que han quedado
incapacitados. Del mismo modo, el Informe de la Comisión Militar Internacional de St. Petersburgo dejó
claramente sentado en 1868 que el causar daños al personal civil como medio de lograr la victoria sobre
el enemigo no era un derecho lícito de la guerra; y que incluso tratar de incapacitar al personal militar,
tampoco eran lícitos todos los medios. En muchas de las declaraciones escritas y verbales hechas ante la
Corte se han combinado estos dos elementos. Pero la propia Corte indica claramente en el párrafo 78 de
su Opinión que la prohibición de los métodos de guerra que causan sufrimientos innecesarios tiene por
objeto el cumplimiento del segundo elemento, de carácter progresivo, a saber, que incluso cuando se
trata de incapacitar a las fuerzas militares del enemigo, hay un límite en cuanto a los medios que
pueden utilizarse. Estas disposiciones no están destinadas a proteger al personal civil, para lo cual
existen otras disposiciones. En todo caso, está absolutamente prohibido atacar al personal civil, ya sea
con armas nucleares o con otras armas. La ilicitud de los ataques contra el personal civil no depende de
una prohibición de los «daños superfluos», o del hecho de agravar los sufrimientos de las personas ya
incapacitadas.

13. Así pues, si la disposición relativa al «sufrimiento innecesario» no opera como una prohibición
generalizada, sino que más bien se dirige a proteger a los combatientes, cabe entonces preguntarse si no
es cierto que los terribles efectos primarios de un arma nuclear –onda expansiva, incendios, radiación o
precipitación radiactiva– no causan extensos sufrimientos innecesarios. A decir verdad, estos efectos
causan sufrimientos horribles. Pero esto no significa necesariamente que se trate de «sufrimientos
innecesarios», en el sentido en que debe entenderse este término en el contexto de la legislación de 1868
y 1907, cuya finalidad era limitar los medios empleados contra un objeto legítimo, el personal militar.

14. El antecedente del párrafo a) del artículo 23 del Reglamento de La Haya era la célebre disposición del
artículo 22 (que abre un nuevo capítulo en lo referente a los medios de causar daños al enemigo) en el
sentido de que los medios de causar daños al enemigo no son ilimitados. En el ejercicio de la legítima
defensa se permite necesariamente un cierto nivel de fuerza; el derecho humanitario trata de limitar
esta fuerza (así como el empleo ilícito de la fuerza), estableciendo a tal efecto un conjunto «equilibrado»
de normas. Así pues, no es lícito causar sufrimiento y devastación en exceso de lo que se requiere para
lograr estos objetivos legítimos. La aplicación de este principio exige un equilibrio entre la necesidad y
la humanidad. Este planteamiento para interpretar debidamente el término «sufrimiento innecesario»,
ha sido apoyado en particular por los Países Bajos (solicitud de una Opinión consultiva sobre la
legalidad de la utilización por un Estado de armas nucleares, declaraciones escritas (artículo 66, párrafo
2º del Estatuto), párr. 27; Reino Unido, ibid ., párr. 36 y declaración oral [CR 95/34]; Estados Unidos, ibid .,
párr. 25; y Nueva Zelanda, solicitud de una Opinión consultiva sobre la legalidad de la amenaza o la
utilización de armas nucleares, declaración escrita, párr. 69).

15. La práctica diplomática ulterior confirma esta interpretación del término «sufrimientos
innecesarios» conforme a lo dispuesto en el Reglamento de 1907. En la Conferencia de expertos
gubernamentales sobre el empleo de ciertas armas convencionales, de 1974, los expertos se mostraron
de acuerdo sobre el significado de «sufrimiento» y de «innecesario». A este último aspecto se hacía
referencia en los siguientes términos:

«Esto implica una especie de ecuación entre, por una parte, el grado de daño o sufrimiento infligido (el
aspecto humanitario) y, por otra parte, el grado de necesidad que exige la elección de una arma
determinada (el aspecto militar)». (Informe de la Conferencia, publicado por el CICR, 1975, párr. 23).

Los expertos estuvieron de acuerdo en que el concepto implicaba un «equilibrio» o «ecuación» más que
una prohibición de un grado determinado, o incluso de un grado enorme, de sufrimiento. El desacuerdo
se refería más bien a si, en el término de la ecuación relativo a la necesidad militar, lo único que se
permitía era dejar al personal enemigo fuera de combate o si también estaba permitido atacar el
material, las líneas de comunicación y los recursos del enemigo ( ibid., párr. 25).

16. Esta interpretación del principio es lo que explica por qué los Estados han podido prohibir
específicamente las balas dum-dum, en tanto que otras armas que causan sufrimiento mucho mayores
nunca han sido objeto de una prohibición concreta, ni, en la práctica general de los Estados, se han
considerado claramente prohibidas por la aplicación del principio de los sufrimientos innecesarios. Así
pues, sigue siendo objeto de debate la situación de los proyectiles incendiarios, lanzallamas, napalm,
armas de alta velocidad, todos ellos medios especialmente repugnantes de hacer la guerra.
17. La prohibición de los sufrimientos innecesarios y de los daños superfluos es una medida de
protección en beneficio del personal militar, que debe evaluarse con referencia a la necesidad de atacar
un objetivo militar determinado. Este principio no implica que un objetivo legítimo no deba ser atacado
si este ataque provoca grandes sufrimientos.

18. Queda sin contestar la cuestión crucial: ¿qué necesidad militar es tan grande que pueda llegar
alguna vez a justificar el sufrimiento que el empleo de armas nucleares infligiría al personal militar?
Esta cuestión, a su vez, exige conocer el alcance del sufrimiento de que se está hablando, y las
circunstancias que lo ocasionan. Se ha sugerido que el sufrimiento podría ser relativamente limitado en
el teatro táctico de la guerra. La Corte considera con razón las pruebas aducidas como inciertas. Si el
sufrimiento es el que tradicionalmente se asocia al empleo de armas nucleares –onda expansiva,
radiación, choque, así como el riesgo de escalada y el riesgo de dispersión en el espacio y en el tiempo–
en tal caso únicamente las circunstancias más extremas (defensa contra sufrimientos indecibles y
contra el aniquilamiento de un Estado o de un pueblo) podían teóricamente «equilibrar» la ecuación
entre necesidad y humanidad.

19. Para mostrar cómo llegó a sus conclusiones en el párrafo 2E de la parte dispositiva, la Corte debería,
después de analizar las disposiciones del derecho humanitario relativas a la protección de los
combatientes, haber aplicado sistemáticamente las normas y principios humanitarios aplicables a la
protección del personal civil. Las principales cuestiones legales en este contexto que cabría haber
esperado que la Corte abordase son las siguientes: ¿acaso la disposición que prohíbe atacar objetivos
civiles impide atacar un objetivo militar si se considera que este ataque implicará inevitablemente,
como efecto indirecto, víctimas civiles? Y, de acuerdo con la respuesta a esta pregunta, ¿cómo se
interpreta en tal caso el requisito de que un arma debe poder distinguir entre objetivos civiles y
militares? Y ¿cómo se aplicará este requisito a las armas nucleares?

20. Algunos Estados que hicieron declaraciones ante la Corte, afirmaron que el gran número de víctimas
civiles mostraba en sí mismo que el daño indirecto era excesivo. Pero la ley de los conflictos armados se
ha enunciado en términos de una prohibición general –que el personal civil no puede ser objeto de un
ataque armado– y la cuestión del número de víctimas o del sufrimiento causado (siempre y cuando se
cumpla esta obligación primordial) debe considerarse como un elemento del «equilibrio» o de la
«ecuación» entre las necesidades de la guerra y las exigencias humanitarias. Son pertinentes a este
respecto los artículos 23 g), 25 y 27 del anexo a la Cuarta Convención de La Haya. El principio de la
proporcionalidad, aunque no se menciona específicamente, se refleja en muchas disposiciones del
Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra de 1949. Así, ni siquiera un objetivo legítimo puede ser
atacado si las víctimas civiles indirectas fuesen desproporcionadas en comparación con las ventajas
militares concretas del ataque. Esto conduce inevitablemente a la pregunta de si, en el caso de que el
objetivo sea legítimo y el empleo de armas nucleares sea el único medio de destruir ese objetivo, puede
haber alguna necesidad tan grande que permita ocasionar daños indirectos masivos al personal civil.

21. Debe tratarse, por lo tanto, de que, para cumplir el requisito legal de que un objetivo militar no
puede ser atacado si las víctimas civiles indirectas fueses excesivas en comparación con las ventajas
militares, estas «ventajas militares» deben referirse en realidad a la supervivencia misma de un Estado,
o a la necesidad de evitar daños masivos y graves a su propia población (ya sea con armas nucleares o
con otras armas de destrucción en masa); y de que no se disponga de ningún otro medio para eliminar
este objetivo militar.

22. Se ha dicho que los daños indirectos al personal civil, aunque sean proporcionales a la importancia
del objetivo militar, nunca deben ser intencionales. «La intencionalidad se define en función de lo que
se decide hacer, o de lo que se trata de conseguir mediante lo que uno decide hacer». ( Finnis, Boyle y
Grisez, Nuclear Deterrance, Morality and Idealism [1987], pp. 92 y 93). Esta definición se aproxima
bastante a la doctrina jurídica de la previsibilidad, en virtud de la cual se supone que las consecuencias
previsibles de las propias acciones son intencionales. ¿Se desprende de aquí que el hecho de saber que,
en ciertas circunstancias concretas, el empleo de un arma nuclear causará la muerte de civiles equivale
a una intención de atacar al personal civil? En derecho, el análisis debe hacerse siempre en su contexto,
y la cuestión filosófica que aquí se plantea no es diferente en el caso de las armas nucleares que en el de
otras armas. El deber de no atacar al personal civil como tal se aplica también a las armas
convencionales. El daño indirecto provocado por estas armas se ha considerado siempre como no
«intencional», a condición de que se cumplan los requisitos de la proporcionalidad.
23. También es muy importante en este contexto el requisito del derecho humanitario de que no se
utilicen armas que sean incapaces de distinguir entre objetos civiles y militares.

24. El requisito de que el arma sea capaz de distinguir entre objetivos militares y civiles no es un
principio general del derecho humanitario especificado en la legislación de 1899, 1907 ó 1949, pero se
desprende de la norma básica de que el personal civil no debe ser el objetivo de un ataque. Se ha
debatido mucho la cuestión, todavía por resolver, de si este principio se refiere a las armas que, por la
forma en que se utilizan normalmente, afectan indiscriminadamente al personal civil y a los
combatientes ( Weapons that May Cause Unnecessary Suffering or have Indiscriminate Effects , informa
del Grupo de Expertos publicado por el CICR, 1973). O si se refiere a las armas que «habida cuenta de sus
efectos en el tiempo y en el espacio pueden utilizarse con una precisión suficiente o predecible contra el
objetivo elegido» (Conferencia de expertos gubernamentales sobre el empleo de ciertas armas
convencionales (Lucerna, 1974), informa publicado por el CICR, 1975, pp. 10 y 11, párr. 31; véase
también Kalshoven, «Arms, Armaments and Interpretation of Law» Recueil des Cours , 1985, II, pág. 236).
Para que este concepto tenga una existencia separada, distinta de la del daño indirecto (con el que
coincide en cierta medida) y cualquiera que sea la interpretación del término, cabe llegar a la
conclusión de que un arma será ilícita per se si no puede ser dirigida contra un objetivo militar
exclusivamente, aunque produzca daños indirectos. Pese al carácter único y profundamente destructivo
de todas las armas nucleares, este término abarca una diversidad de armas que no son idénticas en sus
efectos. En la medida que un arma nuclear concreta sea incapaz de esta distinción, su uso sería ilícito.

25. No creo que tenga sentido, jurídicamente, afirmar que el empleo de armas nucleares es
«generalmente contrario a las normas del derecho internacional aplicable a los conflictos armados,
particularmente los principios y normas del derecho humanitario». ¿Qué sentido tiene la expresión
«generalmente»? ¿Se trata de una alusión numérica o de una referencia a diferentes tipos de armas
nucleares, o es una indicación de que las normas de derecho humanitario sólo pueden cumplirse
excepcionalmente? En tal caso ¿dónde está el análisis de la Corte de estas normas, debidamente
entendidas, y de su aplicación a las armas nucleares? ¿Y cuáles son las excepciones que admite la
expresión «generalmente»? ¿Debe vincularse a una capacidad excepcional para cumplir las normas de
derecho humanitario? ¿O acaso la expresión «generalmente», en particular habida cuenta del párrafo
96, sugiere que la utilización de armas nucleares en circunstancias extremadas de legítima defensa
fuese lícita, ese hecho en sí mismo, haría que, excepcionalmente, esa utilización fuese compatible con el
derecho humanitario? La fraseología del párrafo 2E de la parte dispositiva plantea todas estas
cuestiones y no responde a ninguna.

26. Hay otra razón por la que me ha sido imposible votar a favor del párrafo 2E de la parte dispositiva.
Este párrafo enuncia una consecuencia negativa del derecho humanitario y las posibles excepciones (sin
especificar). La función del derecho humanitario (en contraste con los tratados que prohíben armas
específicas) es establecer normas legales de conducta, más que dar respuestas «generalizadas» acerca de
las armas concretas. Sin embargo, no excluyo la posibilidad de que esta arma pueda ser ilícita por
referencia al derecho humanitario, si su utilización no puede cumplir nunca sus requisitos,
independientemente del tipo concreto de esta clase de armas que se utilice y del lugar en que pueda
utilizarse. Creemos que en la fase actual del desarrollo de las armas, son muy escasas las posibilidades
de que un Estado pueda cumplir los requisitos del derecho humanitario. Pero esto es algo distinto de
concluir que el empleo de armas nucleares es «generalmente ilícito».

27. El significado de la segunda oración del párrafo 2E de la parte dispositiva, y por lo tanto el
significado de las dos oraciones del párrafo 2E de la parte dispositiva en su conjunto, es poco claro. La
segunda oración no se refiere, al parecer, a la legítima defensa en unas circunstancias excepcionales,
implícitas en la expresión «generalmente», que pudieran permitir que la amenaza o el empleo de armas
nucleares fuesen compatibles con el derecho humanitario. Si como la Corte ha indicado en el párrafo 42
(y en el párrafo 2C de la parte dispositiva), las disposiciones de la Carta per se no hacen ilícito el empleo
de armas nucleares, y si una utilización concreta se ajustase a las disposiciones del artículo 51 y fuese
también compatible con el derecho humanitario, la Corte difícilmente puede afirmar como hace en la
segunda oración del párrafo 2E, que no sabe si esta utilización sería lícita o ilícita.

28. Así pues, parece que la Corte se refiere a las circunstancias «generales» en un supuesto determinado,
a saber que una amenaza o empleo de armas nucleares constituya una violación del derecho
humanitario, y a la cuestión de si, en estas circunstancias, la utilización de la fuerza in extremis y de
conformidad con el artículo 51 de la Carta podría, no obstante, considerarse como lícita o no. La Corte
responde que no sabe.

29. Lo que la Corte ha hecho es llegar a una conclusión de «incompatibilidad general» con el derecho
humanitario; y a continuación pronuncia en efecto un non liquet sobre la cuestión de si el empleo de
armas nucleares en legítima defensa, cuando corre peligro la supervivencia de un Estado, podría seguir
siendo lícito, aunque ese empleo concreto fuese contrario al derecho humanitario. Con esta fórmula de
no pronunciarse, la Corte deja necesariamente abierta la posibilidad de que una utilización de armas
nucleares contraria al derecho humanitario sea, no obstante, lícita. Esta conclusión va más lejos que
cualquier afirmación de los Estados poseedores de armas nucleares que comparecieron ante la Corte y
que reconocieron plenamente que cualquier amenaza o utilización lícita de armas nucleares tendría
que ajustarse tanto al ius ad bellum como al ius in bello (véase el párrafo 86).

3.5. CIJ ASUNTO DE LAS CONSECUENCIAS JURÍDICAS DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN MURO EN EL


TERRITORIO PALESTINO OCUPADO. OPINIÓN CONSULTIVA DE 9 DE JULIO DE 2004

123. La construcción del muro plantea también varias cuestiones en relación con las disposiciones
pertinentes del derecho internacional humanitario y los instrumentos de derechos humanos.

124. Con respecto a las Reglas de La Haya de 1907, la Corte recordará que se ocupa, en la sección II, de
las hostilidades, y en particular, de los medios de hacer daño al enemigo, de los sitios y de los
bombardeos. La sección III se ocupa de la autoridad militar sobre el territorio ocupado. Sólo la sección
III es actualmente aplicable en la Ribera Occidental y el apartado g) del artículo 23, en la sección II, no es
en consecuencia pertinente.

La sección III de las Reglas de La Haya incluye los artículos 43, 46 y 52 que son aplicables al territorio
palestino ocupado. El artículo 43 impone al ocupante la obligación de tomar todas las medidas que estén
a su alcance a fin de restablecer y conservar, en cuanto sea posible, el orden y la vida públicos,
respetando, salvo impedimento absoluto, las leyes vigentes en el país. El artículo 46 añade que debe
respetarse la propiedad privada y que ésta no puede ser confiscada. Por último, el artículo 52 autoriza,
dentro de ciertos límites, los empréstitos en especie y servicios para satisfacer las necesidades del
ejército de ocupación.

125. Se hace también una distinción en el Cuarto Convenio de Ginebra entre las disposiciones que se
aplican durante las operaciones militares que llevan a la ocupación y las que siguen siendo aplicables
durante todo el período de la ocupación. Así pues, en el artículo 6 se establece que:

«El presente Convenio se aplicará desde el comienzo de todo conflicto u ocupación mencionados en el
artículo 2.

En el territorio de las partes en conflicto, la aplicación del Convenio terminará con el cese general de las
operaciones militares.

En territorio ocupado, la aplicación del Convenio terminará un año después del cese general de las
operaciones militares; no obstante, la Potencia ocupante estará obligada mientras dure la ocupación, si
esta Potencia ejerce las funciones de gobierno en el territorio de que se trata, por las disposiciones de los
siguientes artículos del presente Convenio: 1 a 12, 27, 29 a 34, 47, 49, 51, 52, 53, 59, 61 a 77 y 143.

Las personas protegidas, cuya liberación, cuya repatriación o cuyo reasentamiento tenga lugar después
de estos plazos, disfrutarán, en el intervalo, de los beneficios del presente Convenio».

Dado que las operaciones militares que condujeron a la ocupación de la Ribera Occidental en 1967
terminaron hace mucho tiempo, sólo los artículos del Cuarto Convenio de Ginebra, mencionados en el
párrafo 3 del artículo 6, siguen siendo aplicables en ese territorio ocupado.

126. Estas disposiciones incluyen los artículos 47, 49, 52, 53 y 59 del Cuarto Convenio de Ginebra. En
virtud del artículo 47:

«No se privará a las personas protegidas que estén en un territorio ocupado, en ninguna circunstancia
ni en modo alguno, de los beneficios del presente Convenio, sea en virtud de un cambio ocurrido a causa
de la ocupación, en las instituciones o en el Gobierno del territorio de que se trate, sea por acuerdo
concertado entre las autoridades del territorio ocupado y la Potencia ocupante, sea a causa de la
anexión por esta última de la totalidad o de parte del territorio ocupado».

El artículo 49 dice como sigue:

«Los traslados en masa o individuales, de índole forzosa, así como las deportaciones de personas
protegidas del territorio ocupado al territorio de la Potencia ocupante o al de cualquier otro país,
ocupado o no, están prohibidos, sea cual fuere el motivo.

Sin embargo, la Potencia ocupante podrá efectuar la evacuación total o parcial de una determinada
región ocupada, si así lo requieren la seguridad de la población o imperiosas razones militares. Las
evacuaciones no podrán implicar el desplazamiento de personas protegidas más que en el interior del
territorio ocupado, excepto en casos de imposibilidad material. La población así evacuada será devuelta
a sus hogares tan pronto como hayan cesado las hostilidades en ese sector.

La Potencia ocupante deberá actuar, al efectuar tales traslados o evacuaciones, de modo que, en la
medida de lo posible, las personas protegidas sean acogidas en instalaciones adecuadas, que los
desplazamientos se lleven a cabo en satisfactorias condiciones de salubridad, de higiene, de seguridad y
de alimentación, y que no se separe, unos de otros, a los miembros de una misma familia.

Se informará a la Potencia protectora acerca de los traslados y de las evacuaciones tan pronto como
tengan lugar.

La Potencia ocupante no podrá retener a las personas protegidas en una región particularmente
expuesta a los peligros de guerra, a no ser que la seguridad de la población o imperiosas razones
militares así lo requieran.

La Potencia ocupante no podrá efectuar la evacuación o el traslado de una parte de la propia población
civil al territorio por ella ocupado».

En virtud del artículo 52:

«Ningún contrato, acuerdo o reglamento podrá atentar contra el derecho de cada trabajador, sea o no
voluntario, dondequiera que esté, a dirigirse a los representantes de la Potencia protectora para solicitar
su intervención.

Se prohíbe toda medida que tienda a provocar el paro o a restringir las posibilidades de empleo de los
trabajadores de un país ocupado con miras a inducirlos a trabajar para la Potencia ocupante».

El artículo 53 dispone que:

«Está prohibido que la Potencia ocupante destruya bienes muebles o inmuebles, pertenecientes
individual o colectivamente a personas particulares, al Estado o a colectividades públicas, a
organizaciones sociales o a cooperativas, excepto en los casos en que tales destrucciones sean
absolutamente necesarias a causa de las operaciones bélicas».

Por último, en el artículo 59 se establece que:

«Cuando la población de un territorio ocupado o parte de la misma esté insuficientemente abastecida, la


Potencia ocupante aceptará las acciones de socorro en favor de dicha población, facilitándolas en toda la
medida de sus medios.

Tales operaciones, que podrán emprender, sean Estados, sea un organismo humanitario imparcial,
como el Comité Internacional de la Cruz Roja, consistirán, especialmente, en envíos de víveres, artículos
médicos y ropa.

Todos los Estados contratantes deberán autorizar el libre paso de estos envíos y garantizar su
protección.

Una Potencia que permita el libre paso de envíos destinados a un territorio ocupado por una parte
adversaria en el conflicto tendrá, no obstante, derecho a verificar los envíos, a reglamentar su paso
según horarios e itinerarios prescritos, y a obtener de la Potencia protectora garantías suficientes de que
la finalidad de tales envíos es socorrer a la población necesitada, y que no se utilizan en provecho de la
Potencia ocupante».

[...]

135. No obstante, la Corte observa que el derecho internacional humanitario aplicable contiene
disposiciones que permiten tener en cuenta exigencias militares en circunstancias determinadas.

Ni el artículo 46 de las Reglas de La Haya de 1907, ni el artículo 47 del Cuarto Convenio de Ginebra
contienen ninguna disposición restrictiva de este tipo. Respecto del traslado forzoso de la población y las
deportaciones, que prohíbe el párrafo 1 del artículo 49 del Convenio, en el párrafo 2 de ese artículo se
prevé una excepción en los casos en que «así lo requieren la seguridad de la población o imperiosas
razones militares». Sin embargo, tal excepción no es aplicable al párrafo 6 de ese artículo, en que se
prohíbe que la Potencia ocupante efectué la evacuación o el traslado de una parte de la propia población
civil al territorio por ella ocupado. En el artículo 53, relativo a la destrucción de bienes personales, se
prevé una excepción «en los casos en que tales destrucciones sean absolutamente necesarias a causa de
las operaciones bélicas».

La Corte considera que las exigencias militares previstas en esos textos pueden hacerse valer en los
territorios ocupados incluso después del fin general de las operaciones militares que llevaron a su
ocupación. No obstante, sobre la base del material que tiene ante sí, la Corte no ha llegado al
convencimiento de que las operaciones militares hicieran absolutamente necesarias las destrucciones
llevadas a cabo contraviniendo la prohibición que figura en el artículo 53 del Cuarto Convenio de
Ginebra.

[...]

137. En resumen, basándose en el material de que dispone, la Corte no está convencida de que el trazado
concreto que ha escogido Israel para el muro fuera necesario para conseguir sus objetivos en materia de
seguridad. El muro, a lo largo del trazado elegido, y su régimen conexo, infringen gravemente diversos
derechos de los palestinos que residen en el territorio ocupado por Israel y las infracciones derivadas de
ese trazado no pueden justificarse por exigencias militares o necesidades de seguridad nacional u orden
público. Así pues, la construcción de ese muro constituye una violación por parte de Israel de varias de
las obligaciones que le incumben con arreglo al derecho internacional humanitario y los instrumentos
de derechos humanos aplicables.

3.6. COMISIÓN DE RECLAMACIONES ETIOPÍA-ERITREA. LAUDO PARCIAL SOBRE LOS PRISIONEROS


DE GUERRA (RECLAMACIÓN Nº 4 DE ETIOPÍA), DE 1 DE JULIO DE 2003

23. La fuente de derecho más relevante en el presente asunto es el III Convenio de Ginebra. Ambas
Partes se refieren de forma extensa a este Convenio en sus escritos, y la prueba es que ambas Partes se
basaron en el mismo para la instrucción de sus fuerzas armadas y para las normas aplicables a los
campamentos en los que tuvieran prisioneros de guerra. Las Partes están de acuerdo en que el Convenio
es aplicable a partir del 14 de agosto 2000, fecha de la adhesión de Eritrea, pero discrepan en cuanto a su
aplicación antes de esa fecha.

[...]

29. En consecuencia, la Comisión considera que, con respecto a los asuntos anteriores al 14 de agosto de
2000, la ley aplicable al conflicto armado entre Eritrea y Etiopía es el derecho internacional
consuetudinario. En sus escritos, Eritrea reconoce que, a efectos prácticos «la distinción entre el derecho
consuetudinario relativo a los prisioneros de guerra y el III Convenio de Ginebra no es significativo.» Sí
ofrece sin embargo, ejemplos de disposiciones más técnicas y detalladas de la Convención que no
considera derecho consuetudinario como el derecho del CICR a visitar a prisioneros de guerra, la
autorización del uso del tabaco en el artículo 26, y el requisito de los comedores del artículo 28. También
sugiere que el pago por el trabajo de los prisioneros de guerra y algunos requisitos establecidos para el
entierro de los prisioneros de guerra fallecidos tampoco sea considerado como parte del derecho
internacional consuetudinario. Eritrea cita la decisión von Leeb del Tribunal Militar Aliado en 1948
como un apoyo a su posición sobre esta cuestión.
30. Dada la aceptación casi universal de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, la cuestión de en qué
medida sus disposiciones se han convertido en parte del derecho internacional consuetudinario se
plantea hoy en día sólo en raras ocasiones. La Comisión observa que el asunto von Leeb (en el cual se
determinó sobre la base del Convenio de 1929 que numerosas disposiciones habían adquirido carácter
consuetudinario) se refirió al alcance, con el que las disposiciones de un Convenio celebrado en 1929 se
habían convertido en parte del derecho internacional consuetudinario durante la Segunda Guerra
Mundial, es decir, en un conflicto que ocurrió de diez a dieciséis años más tarde. En el presente asunto,
la Comisión se enfrenta a la cuestión de en qué medida las disposiciones de un Convenio celebrado en
1949 y al cual se han adherido casi todos los Estados, se había convertido en parte del derecho
internacional consuetudinario durante un conflicto que ocurrió cincuenta años después. Por otra parte,
los tratados, como los Convenios de Ginebra de 1949, que desarrollan el derecho internacional
humanitario, por su naturaleza, son documentos jurídicos que se constituyen sobre las base de tratados
anteriores y del derecho internacional consuetudinario. Estos tratados se celebran con el fin de crear un
derecho convencional para las partes del convenio y con fines relacionados con la codificación y el
desarrollo del derecho internacional consuetudinario aplicable a todas las naciones. Los Convenios de
Ginebra de 1949 han superado con éxito ambos fines.

31. Ciertamente, importantes y modernos expertos, postulan que los Convenios de Ginebra de 1949 son
en gran parte expresión del derecho internacional consuetudinario, y ambas Partes en este caso están
de acuerdo. El mero hecho de que han obtenido una aceptación casi universal apoya esta conclusión.
Expertos similares afirman que las normas que se encomiendan a la comunidad internacional en
general, como las normas del derecho internacional humanitario, pasan más rápidamente a formar
parte del derecho consuetudinario internacional que otros tipos de normas de los tratados. La Comisión
está de acuerdo.

32. En consecuencia, la Comisión sostiene que el derecho aplicable a esta reclamación es el derecho
internacional consuetudinario, incluido el derecho internacional humanitario consuetudinario tal como
se recoge en las partes pertinentes de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949.

La frecuente invocación de las disposiciones del III Convenio de Ginebra por ambas partes en apoyo de
sus pretensiones es plenamente coherente con esta posición. Siempre que una Parte afirme que una
disposición de especial importancia de estos Convenios no debiera considerarse como parte del derecho
internacional consuetudinario, la Comisión decidirá sobre esta cuestión, y la carga de la prueba estará
en la afirmación de las Partes.

3.7. TEDH ASUNTO AL-SKEINI C. REINO UNIDO. SENTENCIA (GRAN SALA) DE 7 DE JULIO DE 2011

A. Derecho internacional humanitario de la ocupación bélica

89. Las obligaciones de la Potencia Ocupante pueden encontrarse fundamentalmente en los artículos 42
a 56 del Reglamento sobre las leyes y costumbres de la guerra terrestre (La Haya, 18 de octubre de 1907,
en adelante «Reglamento de La Haya») y los artículos 27 a 34 y 47 a 78 de la IV Convención relativa a la
protección de los civiles en tiempo de guerra (Ginebra, 12 de agosto de 1949, en adelante «IV Convención
de Ginebra»), así como en alguna de las previsiones del Protocolo Adicional a las Convenciones de
Ginebra de 12 de agosto de 1949, relativo a la protección de las víctimas de conflictos bélicos (Protocolo
I), de 8 de junio de 1977 (en adelante, «Protocolo Adicional I»).

Los artículos 42 y 43 del Reglamento de La Haya disponen lo siguiente:

Art. 42. Se considera como ocupado un territorio cuando se encuentra colocado de hecho bajo la
autoridad del ejército enemigo.

La ocupación no se extiende sino a los territorios donde esa autoridad esté establecida y en condiciones
de ejercerse.

Art. 43. Desde el momento en que la autoridad legítima pase de hecho a manos del ocupante, éste
tomará todas las medidas que estén a su alcance a fin de restablecer y conservar, en cuanto sea posible,
el orden y la vida públicos, respetando, salvo impedimento absoluto, las leyes vigentes en el país.

El artículo 64 de la IV Convención de Ginebra prevé que la Potencia ocupante podrá derogar o


suspender las leyes penales sólo en caso de que constituyan una amenaza para la seguridad o un
obstáculo para la aplicación del Convenio. También especifica los casos en los que la potencia ocupante
puede adoptar medidas legislativas:

«[las] disposiciones que son indispensables para permitirle cumplir con sus obligaciones derivadas de la
presente Convención, y asegurar la administración regular del territorio así como la seguridad bien de
la potencia ocupante, bien de los miembros y los bienes de las fuerzas o de la administración de
ocupación así como de los establecimientos y de las líneas de comunicación utilizadas por».

Los acuerdos entre la Potencia Ocupante y las autoridades locales no pueden conllevar que la población
civil quede privada de la protección que el Convenio les concede, así como las personas especialmente
protegidas por el derecho internacional humanitario no podrán en ningún caso renunciar a la
protección que se les confiere (IV Convención de Ginebra, artículos 8 y 47). La ocupación no genera
ningún cambio en el estatus del territorio (artículo 4 del Protocolo Adicional), que sólo podrá verse
afectado por un tratado de paz o por una anexión seguida de reconocimiento. El soberano anterior
continúa como soberano y no se produce ningún cambio en la nacionalidad de los habitantes.

B. Jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia relativa a la interrelación entre el derecho


internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos y las obligaciones
extraterritoriales de los Estados según el derecho internacional de los derechos humanos

90. En el procedimiento relativo al caso de la Corte Internacional de Justicia sobre las consecuencias
jurídicas de la construcción de un muro sobre el territorio ocupado palestino (9 de julio de 2004), Israel
negó que los instrumentos de derechos humanos de los que era parte, incluido el Pacto de Derechos
Civiles y Políticos, pudieran aplicarse a los territorios ocupados palestinos y afirmó que:

«el derecho internacional humanitario es la protección conferida en una situación de conflicto como la
que tiene lugar en Cisjordania y la Franja de Gaza, mientras que los instrumentos de derechos humanos
fueron concebidos para la protección de los ciudadanos frente a sus gobiernos en tiempo de paz».

Con el fin de determinar si los tratados de derechos humanos eran aplicables en el territorio palestino
ocupado, la Corte Internacional de Justicia procedió primero a delimitar la relación entre el Derecho
internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos, sosteniendo lo
siguiente:

«106. ...la Corte considera que la protección ofrecida por los tratados de derechos humanos no cesa en
caso de conflicto armado, salvo a través de las previsiones previstas con el fin de derogar los mismos
previstas en el artículo 4 del [Pacto de Derecho Civiles y Políticos]. Por lo que respecta a la relación entre
el Derecho internacional humanitario y el derecho de los derechos humanos, hay por tanto tres
situaciones posibles: algunos derechos puede existir exclusivamente en el Derecho internacional
humanitario; otros pueden darse exclusivamente en el derecho de los derechos humanos; y otros
pueden existir en ambas ramas del Derecho internacional. Para responder a la preguntar que se le
formula, la Corte debe prestar atención a ambas ramas del Derecho internacional, a saber, al Derecho de
los derechos humanos y, como lex specialis, al Derecho internacional humanitario».

La Corte Internacional de Justicia pasó, a continuación, a ocuparse de la cuestión relativa a la aplicación


del Pacto de Derechos Civiles y Políticos más allá del territorio nacional y de la aplicación al territorio
palestino ocupado. Se pronunció así (referencias y citas omitidas):

«108. El ámbito de aplicación del [Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos] está definido en el
artículo 2.1 que prevé:

«Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a respetar y a garantizar a todos los
individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos a su jurisdicción los derechos reconocidos
en el presente Pacto, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social».

Esta disposición puede interpretarse como protectora sólo de los individuos que están dentro del
territorio del Estado y sujetos a su jurisdicción. También puede construirse en el sentido de cubrir a los
individuos dentro del territorio y a los que se encuentran fuera del mismo pero bajo la jurisdicción del
Estado. La Corte determinará el significado que debe atribuirse.
109. La Corte debe poner de manifiesto que, mientras que la jurisdicción de un Estado es
fundamentalmente territorial, puede ser ejercida fuera del territorio en ciertas ocasiones. Teniendo en
cuenta el objeto y fin del [Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos], parecería natural que,
incluso en este caso, los Estados parte debieran cumplir con las previsiones del Pacto.

La práctica constante del Comité de Derechos Humanos corrobora esto. En efecto, el Comité ha
considerado que el Pacto debe aplicarse cuando el Estado ejercite su jurisdicción fuera de su territorio.
Ha decidido sobre casos en los que oficiales uruguayos realizaban arrestos en territorio brasileño o
argentino... Actuó de igual manera en el caso de la retirada de un pasaporte uruguayo en Alemania...

...

110. La Corte toma nota en este sentido de la posición adoptada por Israel, en relación con la
aplicabilidad del Pacto, en sus comunicaciones al Comité de Derechos Humanos y de la posición del
Comité. En 1998, Israel afirmó que, en el momento de preparar su informe al Comité, tuvo que afrontar
la cuestión de si «los individuos que residían en los territorios ocupados estaban realmente bajo la
jurisdicción de Israel» a efectos de la aplicación del Pacto... Israel manifestó que «el Pacto e instrumentos
similares no se aplicaban directamente a la situación actual en los territorios ocupados»... El Comité, en
sus observaciones finales al informe, expresó su preocupación ante la actitud de Israel y llamó la
atención sobre «la duradera presencia de Israel en los territorios [ocupados], la actitud ambigua de
Israel respecto a su futuro estatus, así como sobre el ejercicio efectivo de jurisdicción por las fuerzas de
seguridad israelíes en la zona»... En 2003, a la vista de la posición invariable de Israel en relación con la
«inaplicabilidad del Pacto más allá del territorio propio, en especial respecto Cisjordania y la Franja de
Gaza...», el Comité llegó a la siguiente conclusión:

«en las circunstancias actuales, las disposiciones del Pacto se aplican sólo en beneficio de la población de
los Territorios Ocupados respecto de todos los actos de las autoridades o agentes del Estado parte que
afecten al disfrute de los derechos conferidos por el pacto, al igual que estos actos entran dentro de la
esfera de aquellos de los que es responsable Israel según los principios del Derecho internacional
público...»

111. En conclusión, la Corte considera que el [Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos] es
aplicable a los actos llevados a cabo por un Estado en el ejercicio de su jurisdicción más allá de su
territorio».

Además, la Corte Internacional de Justicia pareció dar por sentado que, incluso en el caso de actos
extraterritoriales, sería posible que un Estado derogase parte de sus obligaciones del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos de conformidad con su artículo 4.1 que prevé:

«En situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y cuya existencia haya sido
proclamada oficialmente, los Estados Partes en el presente Pacto podrán adoptar disposiciones que, en
la medida estrictamente limitada a las exigencias de la situación, suspendan las obligaciones contraídas
en virtud de este Pacto, siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás
obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna fundada
únicamente en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social».

Así, en el párrafo 136 de la Opinión, tras haber considerado si los actos en cuestión eran conformes al
Derecho internacional humanitario a título de imperativos militares, la Corte Internacional de
Justicia sostuvo:

«La Corte considera necesario observar que algunos convenios sobre derechos humanos, en particular
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, contienen previsiones específicas que los Estados
parte pueden invocar para derogar, bajo ciertas condiciones, algunas de sus obligaciones. En este orden
de ideas, la Corte debe recordar que, sin embargo, la comunicación enviada por Israel al Secretario
General de Naciones Unidas de conformidad con el artículo 4 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos afecta sólo al artículo 9 del mismo, relativo al derecho a la libertad y la seguridad
personales; por tanto, Israel está obligado a respetar todas las demás previsiones del Pacto».

91. En su sentencia en el caso de las actividades armadas en el territorio del Congo (República
Democrática del Congo (DRC) c. Ruanda), (9 de diciembre de 2005), la Corte Internacional de Justicia
consideró que, durante el período de tiempo en cuestión, Uganda había sido una «potencia ocupante» de
parte del territorio de la República Democrática del Congo, en el sentido que recoge el derecho
internacional consuetudinario, como lo manifiesta el artículo 42 del Reglamento de La Haya (párrafos
172-173). La Corte Internacional de Justicia concluyó que las tropas de Uganda estaban aposentadas en
la provincia de Ituri y ejercían autoridad allí, en el sentido de haber sustituido a las del gobierno
congoleño (párrafos 174-176). La Corte Internacional de Justicia prosiguió así:

«178. La Corte concluye, por tanto, que Uganda era la Potencia Ocupante en Ituri en el momento bajo
examen. Como tal, tenía la obligación, de acuerdo con el artículo 43 del Reglamento de La Haya de 1907,
de tomar todas las medidas necesarias para restablecer y garantizar, en la medida de lo posible, el orden
público y la seguridad en el área ocupada, mientras respetaba, salvo caso de ser absolutamente
imposible, las leyes de la República Democrática del Congo. Esta obligación incluía la de garantizar el
respeto de las normas de derecho internacional de los derechos humanos y de derecho internacional
humanitario relativas a la protección de los habitantes del territorio ocupado frente a actos de violencia
y de no tolerar dichos actos de terceras partes.

179. La Corte, tras haber concluido que Uganda era una potencia ocupante en Iture en el momento en
concreto, considera a Uganda responsable de todos los actos de sus militares que violaran obligaciones
internacionales y por la falta de vigilancia para impedir que se cometieran violaciones de los derechos
humanos y del derecho internacional humanitario por parte de otros actores presentes en el territorio
ocupado, incluidos grupos rebeldes que actuaban por su propia cuenta.

180. La Corte manifiesta que Uganda es responsable en todos los casos por todas las acciones u
omisiones de su militares en el territorio de la República Democrática del Congo que conllevaran una
violación de sus obligaciones recogidas en el Derecho internacional de los derechos humanos o en el
Derecho internacional humanitario que fueran relevantes y aplicables en tal situación».

La Corte Internacional de Justicia determinó los hechos que podían constituir graves violaciones de los
derechos humanos presuntamente atribuibles a Uganda, en la región ocupada de Ituri o en otras partes
(párrafos 205-212). Con el fin de determinar si la conducta en cuestión constituía una violación de las
obligaciones internacionales de Uganda, la Corte recordó su posición en la Opinión Consultiva sobre la
construcción de un muro sobre la necesidad de tener en cuenta tanto el Derecho internacional de los
derechos humanos como el derecho internacional humanitario y que los tratados de derechos humanos
pueden desplegar efectos extraterritoriales, «en especial en los territorios sometidos a ocupación»
(párrafo 216). La Corte Internacional de Justicia a continuación determinó cuáles eran «las normas de
derecho internacional de los derechos humanos y de derecho internacional humanitario aplicables»,
haciendo una lista de instrumentos de derecho internacional humanitario y de derecho internacional de
los derechos humanos respecto de los cuales tanto Uganda como la República Democrática del Congo
eran partes, así como las normas relevantes del Derecho internacional consuetudinario.

C. La obligación de investigar las presuntas violaciones del derecho a la vida en situaciones de conflicto
armado y ocupación en derecho internacional humanitario y derecho internacional de los derechos
humanos

92. El artículo 121 de la III Convención de Ginebra prevé una investigación oficial por parte de la
potencia ocupante tras el presunto homicidio de un prisionero de guerra. El artículo 131 de la IV
Convención de Ginebra prevé:

«Toda muerte o toda herida grave de un internado causada, o que haya sospecha de haber sido causada,
por un centinela, por otro internado o por cualquier otra persona, así como todo fallecimiento cuya
causa se ignore, será inmediatamente objeto de una investigación oficial por parte de la Potencia
detenedora.

Acerca de este asunto se informará inmediatamente a la Potencia protectora. Se recogerán las


declaraciones de todos los testigos y se redactará el correspondiente informe, que se remitirá a dicha
Potencia.

Si la investigación prueba la culpabilidad de una o de varias personas, la Potencia detenedora tomará


las oportunas medidas para incoar las diligencias judiciales contra el responsable o los responsables».
Las Convenciones de Ginebra imponen una obligación a las Altas Partes Contratantes de investigar y
perseguir violaciones graves de las Convenciones, incluidos los homicidios intencionados de personas
protegidas (artículo 49 y 50 de la I Convención de Ginebra, artículo 50-51 de la II Convención de Ginebra,
artículo 129-130 de la III Convención de Ginebra, y artículo 146 y 147 de la IV Convención de Ginebra).

93. En el informe no. E/CN.4/2006/53 sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias (8 de


marzo de 2006), el Relator Especial de Naciones Unidas, Philip Alston, observó en relación con el
derecho a la vida del artículo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en tiempo de
conflicto armado y ocupación (notas a pie de página omitidas):

«36. Los conflictos armados y la ocupación no liberan al Estado de su obligación de investigar y


perseguir las violaciones de los derechos humanos. El derecho a la vida no es derogable, en ninguna
circunstancia. Esto prohíbe cualquier práctica de no investigación de las presuntas violaciones durante
un conflicto armado o una ocupación. Como ha puesto de manifiesto el Comité de Derechos Humanos,
«es inherente a la protección de los derechos reconocidos como no derogables... el reconocimiento de
ciertas garantías procesales... Las disposiciones del [Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos]
relativas a estas garantías procesales no pueden someterse a ninguna medida que conllevase una
vulneración de los derechos no derogables». Es innegable que durante los conflictos armados las
circunstancias impedirán la investigación. Estas circunstancias no liberan al Estado de esta obligación
–de no ser así, se enervaría el carácter no derogable del derecho a la vida–, pero pueden tener efecto
sobre el tipo de investigación que se desarrolle. Además de ser totalmente responsable de la conducta de
sus agentes, respecto del comportamiento de actores privados, los Estados deben actuar conforme a un
estándar de diligencia tanto en los conflictos armados como en tiempo de paz. Sobre la base del análisis
caso por caso, un Estado podría recurrir a medios menos efectivos de investigar debido a este tipo de
circunstancias mencionadas. Por ejemplo, cuando fuerzas hostiles controlen el escenario de un disparo,
realizar una autopsia puede ser imposible. Con independencia de las circunstancias, sin embargo, la
investigación debe realizarse de la manera más efectiva posible y nunca debe reducirse a una mera
formalidad...»

94. En su sentencia en el caso de la matanza de Mapiripán c. Colombia, de 15 de septiembre de 2005, la


Corte Interamericana de Derechos Humanos afirmó, inter alia, en relación con la falta de investigación
por parte del Estado demandado de la masacre de civiles por paramilitares con la presunta ayuda de las
autoridades que:

«238. En este sentido, la Corte reconoce las difíciles circunstancias por las que atraviesa Colombia en las
que su población y sus instituciones hacen esfuerzos por alcanzar la paz. Sin embargo, las condiciones
del país, sin importar qué tan difíciles sean, no liberan a un Estado Parte en la Convención Americana
de sus obligaciones establecidas en ese tratado, que subsisten particularmente en casos como el
presente. El Tribunal ha sostenido que al llevar a cabo o tolerar acciones dirigidas a realizar ejecuciones
extrajudiciales, no investigarlas de manera adecuada y no sancionar, en su caso, a los responsables, el
Estado viola el deber de respetar los derechos reconocidos por la Convención y garantizar su libre y
pleno ejercicio, tanto de la presunta víctima como de sus familiares, impide que la sociedad conozca lo
ocurrido y reproduce las condiciones de impunidad para que este tipo de hechos vuelvan a repetirse».

3.8. LECTURAS RECOMENDADAS

ALEXANDER, A., «A Short History of International Humanitarian Law», EJIL , vol. 26, 2015, pp. 109-138.

ARENAL, C. del, «La Cruz Roja y la paz en el mundo actual», I Jornadas de Derecho Internacional
Humanitario 1988 , Sevilla 1990, pp. 19-42.

DÍEZ DE VELASCO, M., «El derecho internacional humanitario y su relación con las minas antipersonal y
las municiones de racimo», El Derecho internacional ante los retos de nuestro tiempo. Homenaje a la
Profesora Victoria Abellán Honrubia , A. Mª BADÍA MARTÍ, A. PIGRAU SOLÉ, A. OLESTI RAYO coords.),
vol. I, Marcial Pons, Madrid/Barcelona/Buenos Aires, 2009, pp. 133-157.

LABBÉ, J., DAUDIN, P., «Applying the humanitarian principles: Reflecting on the experience of the
International Committee of the Red Cross», International Review of the Red Cross , vol. 97, 2015, pp. 183-
210.
PÉREZ GONZÁLEZ, M., «Las relaciones entre el Derecho Internacional de los derechos humanos y el
Derecho Internacional humanitario», CEBDI , vol. I, 1997, pp. 315-393.

– « Ius in Bello , Ius ad Bellum y derechos humanos (A propósito de la Opinión de la Corte Internacional
de Justicia sobre el muro), Pacis Artes. Homenaje al Profesor Julio D. González Campos , t. I, UAM/Eurolex,
Madrid, 2005, pp. 479-498.

VITÉ, S., «Tipología de los conflictos armados en el derecho internacional humanitario: conceptos
jurídicos y situaciones reales», Revista Internacional de la Cruz Roja , 2009, pp. 39-65.

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