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EL CIC 1983 Y SU SIGNIFICADO PARA LA COMUNIDAD DE LA IGLESIA

Alfonso Carrasco Rouco/ Facultad de Teología “San Dámaso”/ Madrid

El CIC de 1983 ha sido presentado por el Papa Juan Pablo II como “el Código del Concilio y,
en este sentido, es el último documento conciliar, lo que constituirá sin duda su fuerza y su valor…" 1.
El camino de preparación del Código, junto con el de las Iglesias católicas orientales, comienza
ya con la alocución en la que Juan XXIII anuncia la convocatoria del Concilio, con la misma intención
de hacer más presente la fuerza y el atractivo del Evangelio y de la Iglesia en medio del mundo. El
trabajo de renovación canónica hubo de esperar, evidentemente, a la aprobación de los documentos
conciliares, que habían de ser guía del nuevo esfuerzo de codificación.
Hay que valorar, en primer lugar, la publicación misma de un nuevo Código, confirmando así el
significado de la existencia de un derecho canónico en la Iglesia, entendido como expresión de las
exigencias vinculantes propias de la obra de Cristo, de la comunión eclesial por Él fundada y que se
construye sobre la Palabra y los sacramentos.
La necesidad de poner de manifiesto el sentido teológico propio de la dimensión jurídica de la
Iglesia, tal como lo enseña de varia manera el Vaticano II, llevó a plantear de modo nuevo la
estructura misma del Código, cambiando la anterior distribución de sus libros, que estaba muy
determinada por el derecho romano. El núcleo del nuevo Código serán ahora los libros sobre el
Pueblo de Dios y sobre los munus sanctificandi y docendi.
Reflejo del nuevo planteamiento conciliar será igualmente que el sujeto principal del Código no
será ya el clericus, como en el de 1917, sino el christifidelis, que no es tratado ya simplemente como
objeto de la cura pastoral. Se integran igualmente, por supuesto, enseñanzas fundamentales del
Vaticano II sobre la misión episcopal en la Iglesia particular y universal, sobre la colegialidad, etc.
Podría decirse, en resumen, que el Código intenta asumir la comprensión de la Iglesia como
“comunión” de fieles, de Iglesias y jerárquica, siguiendo el magisterio conciliar.
El CIC es también, sin embargo, obra humana, y el esfuerzo de renovación que implica muy
grande; por lo que es posible reconocer en él aspectos mejorables o la ausencia de ciertas
cuestiones.
Algunas cosas pueden deberse a la renuncia papal a la LEF, que conllevó la integración tardía
de una serie de cánones fundamentales en el CIC, no sin alguna incoherencia 2. Otras tomas de
posición reflejan dificultades que encuentra la ciencia canónica en temas aún debatidos por las
escuelas, y en los que se ha optado por una de ellas; así, por ejemplo, en la comprensión de la
potestas sacra. Otros aspectos han manifestado sus limitaciones ante la riqueza de la vida de la
Iglesia; es el caso, por ejemplo, de la legislación sobre asociaciones. Puede mencionarse, en
particular, la dificultad para dar su lugar jurídico a realidades tan significativas de la vida eclesial
como los carismas y grandes “movimientos” de fieles.
Algunas cuestiones han sido objeto de una interpretación auténtica por la correspondiente
Comisión pontificia, y el Papa ha introducido también algunas normas complementarias en temas
importantes3, modificando incluso el mismo CIC4.
En realidad, el CIC ha de ser considerado parte viva de la vida de la Iglesia y, concretamente,
instrumento esencial para la recepción del Concilio. En este perspectiva ha de verse su publicación
por el Papa Juan Pablo II, que ha querido situarlo en el horizonte de las constituciones dogmática y
pastoral del Vaticano II 5. El acento pastoral que atraviesa todo el Código no es, pues, sólo una moda
o menos aún algo casual: la vida del Pueblo de Dios, la experiencia real y viva de los fieles cristianos
en la comunión eclesial, ha de ser salvaguardada en la verdad de todos sus rasgos constitutivos, de
modo que pueda constituirse en testimonio vivo y convincente del Evangelio en medio del mundo.

1
Alocución del 21.11.1983 en la Pontificia Universidad Gregoriana: Communicationes 15 (1983) 125
2
Referentes, por ejemplo, a la definición del christifidelis (cc. 96 y 204) o al diferente modo de presentar los ministerios en la Iglesia
particular y el ministerio papal en la universal.
3
Por ejemplo, sobre las conferencias episcopales en Apostolos suos
4
Tal es el caso de Ad tuendam fidem
5
Constitución apostólica Sacrae disciplinae leges

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