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PRIMERA CRÍTICA AL PRINCIPIO DE DIFERENCIA:

CARACTERIZACIÓN DEL GRUPO MENOS AVENTAJADO.

La crítica más elemental que se ha dirigido al principio de diferencia es la que tiene que ver con la
caracterización del grupo menos aventajado y las implicaciones ligadas al hecho de fijar parámetros
para determinar qué persona estaría en este grupo y quién no. Ahora bien, en el desarrollo de su teoría
de la justicia, Rawls modificó la formulación del principio de diferencia en el sentido de precisar que
los beneficios de la cooperación social deben redundar en las personas menos aventajadas y no a todos
en general. Sin embargo, la caracterización de las personas menos aventajadas está mediada por la
tesis de los bienes sociales primarios dentro de los cuales se encuentra los ingresos; y es desde allí que
se elevan algunos análisis de distintos críticos señalando al índice del ingreso como un criterio ciego
para hacer comparaciones interpersonales (Sen, 1979, p. 150). Por otra parte, en la realidad social de
las personas existen circunstancias que las afectan y que son relevantes para la justicia más allá del
ingreso. Dichas circunstancias son, por ejemplo, las diferencias de género, el peso de las tradiciones, la
mayor o menor fortaleza física, los talentos o las discapacidades. Así, debe considerarse que si dos
personas tienen un mismo ingreso y pertenecen a la misma posición social, al momento de evaluarlas
desde un punto de vista de la justicia una de ellas podría verse afectada por alguna de estas
circunstancias que impiden el desarrollo de una vida digna con bienestar.

Esta primera grieta en la configuración del segundo principio de justicia fue detectada desde muy
temprano en las conferencia de Amartya Sen que llevan por título “Igualdad de qué?” (cita). A partir de
ello han continuado, filósofos y críticos de Rawls, múltiples indagaciones sobre la necesidad de
precisar y ampliar la definición del grupo menos aventajado como objeto del principio de diferencia.
Uno de los autores más representativos es Ronald Dworkin quien examina este asunto desde su
propuesta de igualdad de recursos (Dworkin, ), hasta llegar a la filósofa estadunidense Martha
Nussbaum quien explora decididamente varias razones éticas que justifican la necesidad de asistir a las
personas menos aventajadas de la sociedad y así extender el campo de aplicación del principio de
diferencia (Nussbaum, Las fronteras de la justicia, 2003.

Ahora bien, en las distintas formulaciones del principio de diferencia puede apreciarse una constante
preocupación de Rawls por las personas peor situadas de la sociedad, como también por el origen
moralmente arbitrario de sus desventajas. Por esta razón, una lectura generalizada de sus dos
principios de justicia lleva a una concepción de la justicia que busca neutralizar el impacto de las
circunstancias azarosas sobre la vida de las personas. Quienes asumen esta interpretación defienden
que el objetivo principal de la formulación de los principios de justicia es la neutralización del azar
(Arneson) y prueba que la teoría de Rawls defiende un igualitarismo radical en la medida en que se
puede sostener que los afortunados deben transferir algunas o todas las ganancias que son el resultado
de su actividad en la vida social.

- Crítica de Amartya Sen.

La crítica que realiza este intelectual indio se focaliza sobre la tesis de Rawls del índice de los bienes
primarios, señalando que éste no es sensible a las variaciones en el nivel de salud de los individuos y
por tal motivo se llega a conclusiones contra intuitivas en términos de justicia. Esta objeción la planteo
inicialmente el economista Kenneth Arrow (“Some Ordinalist-Utilitarian Notes on Rawls’s Theory of
Justice” The Journal of Philosophy 1970) pero es Amartya Sen quien logra una mejor articulación y
claridad desde sus primeros escritos hasta sus obras más importantes en las que desarrolla su teoría de
las capacidades.

Para estos dos economistas, la dificultad que plantean las discapacidades y enfermedades aparece
cuando tenemos en cuenta que el uso del dinero y la riqueza son un criterio para definir a los peor
situados. Así, se pasaría por alto a las personas que padecen este tipo de desventajas y no son
identificados como miembros de ese grupo, cuando lo razonable sería que lo fueran. Un ejemplo que
sirve para entender en qué consiste esta crítica está en imaginar a dos personas (A y B) con un salario
medio y un nivel de riqueza igual; pero la diferencia entre ellos es que B tiene buena salud mientras
que A es paralítico. En este caso, la persona B gasta su dinero en aficiones, vacaciones y actividades
para su familia, pero la persona A debe invertir un porcentaje importante de su dinero en mejorar
su calidad de vida: rehabilitación, un automóvil especial, un ascensor, etc.

Este caso permite ver que se trata de un estándar de comparaciones interpersonales con base en la idea
de Rawls de los recursos materiales, para así evaluar las desigualdades. De esta manera, las dos
personas son igualmente aventajadas y estarían mejor que la persona C que percibe, sea el caso, la
mitad del salario de A y B. No obstante, es aquí cuando salta a la vista los resultados contra intuitivos,
pues existe la posibilidad de que la cantidad de dinero que le resta a la persona A después de costear los
gastos de su discapacidad sea la misma que la que tiene C, quien cuenta con una salud excelente. En
conclusión, la métrica rawlsiana solo identifica a éste último como el “peor situado”.
En síntesis, en su artículo seminal Amartya Sen argumenta que el enfoque de los bienes primarios de
Rawls no tiene en cuenta la diversidad de las personas y advierte que Rawls no solo ignora unos
cuantos casos difíciles, sino que pasa por alto diferencias reales entre las personas (Sen, 1979, p. 150).
Así mismo, el hecho de asumir las discapacidades y enfermedades graves constituye una clara razón
para dar cuenta de las diferencias existentes entre las personas en su capacidad de usar los bienes
primarios de una manera que les permita vivir una vida plena. De hecho, son las capacidades y no la
cantidad de bienes primarios, lo que tiene relevancia moral para los asuntos de la justicia distributiva.
Una última consecuencia de este análisis consiste en la necesidad de revisar la propuesta rawlsiana de
los bienes sociales primarios, que es asunto de la segunda crítica al principio de diferencia.

- Crítica de Ronald Dworkin

Este filósofo del derecho presenta una serie de observaciones críticas al principio de diferencia en el
sentido de cuestionar las limitaciones propias de éste. Su análisis parte de una propuesta igualitaria
conocida como “igualdad de recursos” en contraste con la teoría de la justicia de John Rawls y sería
la respuesta a los problemas internos de esta teoría (Kymlicka, p. 100). No obstante, más allá de ser
vista como una reacción crítica a la teoría rawlsiana, la propuesta de Dworkin comparte varias
intuiciones fundamentales de Rawls para formular el principio de diferencia. Una de ellas es que las
desigualdades sociales y económicas son moralmente arbitrarias. Este es el sentido del análisis en su
obra Virtud soberana. La teoría y la práctica de la igualdad.

Las observaciones de Dworkin sobre las deficiencias en la configuración del grupo menos aventajado
que entraña el principio de diferencia dejan ver su aspecto insuficientemente igualitario e
insuficientemente liberal. Son dos las razones por las cuales el principio de la diferencia fijaría un
criterio de justicia insuficientemente igualitario: i) en la caracterización del grupo de los menos
aventajados no se reconoce la relevancia a las dotaciones naturales de las personas (discapacidades,
enfermedades físicas y mentales, etc.) y ii) es un criterio que no tiene en cuenta la privación relativa,
esto quiere decir, que justifica cualquier grado de desigualdad siempre que los que se encuentran en
situación de desventaja mejoren su situación por mínima que sea, en términos absolutos, de no
establecerse la referida desigualdad (Ronald Dworkin, Los derechos en serio, p. 271.). Finalmente, el
principio de diferencia sería un criterio de justicia insuficientemente liberal porque al configurar la
posición de desventaja no atribuye la necesaria relevancia a la responsabilidad individual, en palabras
de Dworkin, “el principio de la diferencia prescinde de toda consideración sobre la responsabilidad
individual”(Ronald Dworkin, Virtud soberana. La teoría y la práctica de la igualdad, op. cit., p. 15.).
Ahora bien, el asunto de fondo en la configuración excluyente del grupo de los menos aventajados
tiene por explicación la noción de “normalidad” de la que parte Rawls. En ella los seres humanos son
tomados a partir de un modelo de situación ideal que permite la definición de las posiciones sociales
significativas en el esquema de distribución. Así, la justificación que Rawls utiliza para realizar esta
configuración excluyente del grupo de los menos aventajados tiene como centro la “normalidad” de
los seres humanos, suponiendo que todos tienen necesidades físicas y capacidades psíquicas dentro del
ámbito normal; para así no plantearse el problema del cuidado especial de la salud y del tratamiento de
las personas con enfermedades mentales. Rawls justifica esta exclusión sosteniendo que, aunque
difíciles, se trata de casos aislados: “la consideración de estos casos difíciles, además de introducir
prematuramente problemas que podrían conducirnos más allá de la teoría de la justicia, puede distraer
nuestra percepción moral haciéndonos pensar en personas distantes de nosotros y cuyo destino
despierta angustia y compasión” (Rawls, 1971, p.100). Sin embargo, aquí se puede detectar una
incoherencia entre la postulación del criterio de los menos aventajados para la distribución del ingreso
y el supuesto de que la teoría de la justicia se funda sobre un modelo de normalidad como el descrito
por Rawls. En efecto, si se toma como punto de partida la idea de normalidad que en el caso de las
personas consiste en estar sano y ser intelectualmente funcional; este punto de partida es el resultado
de que existan condiciones sociales justas y no su presuposición

- Respuesta de Rawls

En Teoría de la Justicia es posible encontrar dos criterios puntuales para la caracterización del grupo
menos aventajado. La primera de ella dice que “una posibilidad es la de escoger una posición social
particular, digamos la de los trabajadores no calificados, y entonces contar como menos favorecidos a
todos aquellos que tengan aproximadamente el ingreso y la riqueza de quienes están en esta posición, o
incluso menos”. La segunda habla de “términos de ingreso y la riqueza relativos, sin hacer referencia a
las posiciones sociales. Por ejemplo, todas las personas con menos de la mitad de la media, podrían ser
considerados como el sector menos aventajado” (Rawls, 1970, p. 101). Ante esta propuesta, Dworkin
señala que se trata de dos criterios cuya naturaleza es fundamentalmente de carácter económico
(Dworkin, Virtud Soberana, p. …). No obstante, el mismo Rawls ofrece un tercer criterio que supera
el anterior enfoque al incluir tres tipos de contingencias que generan desigualdades entre las personas.
Considera en primer lugar el origen familiar y de clase como factor de desventaja entre unos y otros, en
segundo término estarían las dotes naturales que no permiten llevar una vida normal y finalmente la
suerte y la fortuna como elemento de adversidad a lo largo de la vida (Rawls, 1970, p.100).
Esta tercera caracterización del grupo menos aventajado que incluye tres tipos de contingencias ofrece
un contenido más preciso para el principio de diferencia y así podrían resolverse algunas de las críticas
dirigidas en este punto hacia la teoría de Rawls. Sin embargo, la ventaja aparente de esta formulación
abre más interrogantes de lo que llega a explicar, pues en realidad no hay precisión sobre quienes son
las personas que pertenecen al grupo menos aventajado. De hecho, queda el interrogante de si se
incluyen en este grupo las personas que padecen una, alguna o las tres contingencias mencionadas por
Rawls.

- El problema de las desigualdades sociales por razón de las dotaciones naturales.

Las dotes naturales son aquellas características propias de cada persona que forman su constitución,
incluyéndose allí los atributos o cualidades positivas (las habilidades, la fuerza y el atractivo físico) y
las desventajas (enfermedades y discapacidades graves). La tesis de Rawls en su teoría de la justicia es
que las dotes naturales también son bienes primarios al igual que las libertades básicas o el dinero,
pues son recursos útiles para llevar a cabo cualquier plan de vida. Sin embargo, existe una diferencia
entre las dotaciones y los recursos que integran la lista de bienes primarios. Ella consiste en que las
dotes naturales no son distribuidas directamente por las instituciones, mientras que los bienes
primarios son características de las instituciones (Rawls, 1971, p.68). Ahora bien, tanto las dotes como
los bienes primarios se relacionan entre sí ya que éstas influyen en la cantidad de bienes primarios
sociales que tiene una persona. Aquellas con un talento muy valorado por la sociedad podrán tener más
éxito en el mercado laboral, en contraste con aquellos que sufren enfermedades graves pues tendrán
dificultades en este campo y es muy probable que tengan que gastar parte de sus recursos en
combatirlas. Ante esto, Rawls es consciente de que el diseño de las instituciones determina el grado y
el tipo de influencia de los recursos personales sobre los sociales (Rawls, 1971, p 104). De ahí que en
el fondo de su propuesta de justicia se busca que las instituciones tengan el deber de mitigar las
consecuencias socioeconómicas que tiene la distribución desigual de estas dotes, más allá de que las
instituciones no tengan la posibilidad de igualar talento, vigor e imaginación.

Otra forma de abordar este problema se encuentra en el argumento de Rawls contra el modelo político
del laissez faire, ya que el problema más grave allí es que da lugar a distribuciones influidas
directamente por las dotes naturales de cada persona. Estos factores son moralmente arbitrarios, por
lo cual no debe permitirse que la distribución de bienes se encuentre influida de manera indebida por
ellos (TJ: 63). De nuevo encontramos aquí una razón más de Rawls para afirmar que son las
instituciones las encargadas de mitigar las consecuencias que lleguen a tener las dotes naturales en la
posición de las personas (TJ: 64). En este razonamiento hay implícitas dos premisas: a) estos factores
son moralmente arbitrarios ya que las personas no son responsables de ellos, y b) su influencia sobre
la distribución de bienes es indebida. La conclusión que se sigue de ellas es que se debe mitigar las
consecuencias de estos factores, es decir, neutralizar totalmente la influencia de las dotes naturales en
la distribución de bienes.

Las dos premisas iniciales están de acuerdo con el argumento de Rawls en contra del sistema de
libertad natural, pero no sucede lo mismo con la conclusión. Con relación a los talentos, Rawls piensa
que no tienen una influencia indebida en la distribución de bienes. En concreto, piensa que está
justificada cuando contribuye a lograr distribuciones más eficientes o permite la motivación de las
personas para que realicen tareas socialmente deseables. De igual manera reconoce que las
discapacidades y enfermedades graves constituyen un problema, pero la solución sugerida no consiste
en la exigencia de erradicar sus efectos sino más bien en el papel de las instituciones justas para
mitigar o aminoran tales efectos. En pocas palabras, Rawls está convencido de la su teoría de la
justicia es compatible con algunas desigualdades cuyo origen está en la diferencia de las dotes
naturales.

Finalmente, es claro que Rawls enfatiza el rol de las instituciones políticas y sociales para tratar con
este problema de justicia; de manera que podemos preguntar: ¿cómo es posible lograr una métrica
sensible a las necesidades especiales generadas por las discapacidades que esté en el orden de lo
público? o también ¿puede el modelo político de igualdad democrática acomodar nuestras intuiciones
respecto a estas desventajas?

- La extensión de la teoría:

Esta primera crítica al principio de diferencia y especialmente a la caracterización del grupo menos
aventajado, conduce a nuevos desarrollos teóricos que pueden entenderse como una ampliación para la
aplicación justa de los principios de justicia. En efecto, ante la necesidad de reconocer y extender la
noción del grupo menos aventajado han surgido al menos dos propuestas concretas que parten de una
revisión de las carencias que Rawls tuvo en este asunto. En primer lugar podemos hablar de Norman
Daniels, pionero en los estudios críticos sobre la obra del filósofo estadunidense (), quien propone
“mínimo sanitario decente” como un criterio afirmado desde el principio de la justa igualdad de
oportunidades. Con esto se busca el establecimiento de un sistema sanitario que logre mantener,
restaurar o compensar a los integrantes de la sociedad por la pérdida del “funcionamiento normal de la
especie”, sea desde el nacimiento o a lo largo de la vida. La idea central es, entonces, que el estado
debiera garantizar a todos un mínimo sanitario con el cual se atiendan las desigualdades en el
funcionamiento normal fruto de las enfermedades y discapacidades, para así procurar la igualdad de
oportunidades entre las personas (Daniels, 1985: 80-2). En segundo lugar encontramos a la filósofa
Martha Nussbaum, quien también señala este problema en su libro Las fronteras de la justicia, como
uno de los tres problemas no resueltos de la teoría de la justicia de John Rawls. Para ella, la tradición
del contrato social excluyó desde su inicio a ciertos grupos de la sociedad, y solo hasta ahora se toman
en cuenta las personas que viven con ciertas deficiencias físicas o discapacidades mentales (pp. 34-37).
El camino para afrontar estos casos es la teoría de las capacidades

Ahora bien, es claro que el sistema de igualdad democrática defendido en la teoría de la justicia de
Rawls no tiene previsto alguna clase de compensación que corrija las desventajas causadas por las
discapacidades. Además, aunque se hable del grupo menos aventajado como objeto del principio de
diferencia, siempre se parte de la presunción de que las personas comparten un grado mínimo de
capacidades físicas e intelectuales dentro del marco de lo normal. Sin embargo, la existencia de
personas con discapacidades es una realidad persistente en la sociedad. Así pues, nos hallamos por
una parte con una cierta idealización de las personas que conforman una sociedad, que puede asumirse
como una cuestión metodológica en el momento de la posición original en que se formulan los dos
principios de justicia. De otro lado está el reconocimiento de que el problema de las discapacidades y
enfermedades graves comporta múltiples aristas, lo cual implica que se debe tener información relativa
a las causas y la severidad de estas desventajas para ser abordado adecuadamente. La complejidad de
este asunto muestra que es más adecuado tratarlo en la fase legislativa de la teoría de la justicia y no
en el marco abstracto de la posición original. Recordemos que la intención de Rawls al proponer su
teoría de la justicia, incluidos sus principios fundamentales, es la de comenzar por el caso más sencillo
de ver los términos justos de cooperación entre ciudadanos libre e iguales; para luego identificar y
amplia el alcance de la teoría a los casos difíciles.

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