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Es difícil generalizar a través de todo el periodo de la historia de la Roma antigua, dado que

tanto la naturaleza como el criterio de accesión a la ciudadanía fueron modificados a través de


la legislación ante César, etc, durante el desarrollo de esa historia. Sin embargo, y muy
generalmente, tanto durante el periodo de la República como posteriormente, durante la
época del Imperio, los residentes en Roma podían ser divididos en los siguientes grupos:

 Los hombres libres o ciudadanos (en el sentido de ser habitantes de o nacidos en


Roma) quienes gozaban los derechos que seguían al estatus de ciudadano. Esa
condición podía, en ciertas circunstancias, perderse.

 Los “nativos”: aquellos que vivían o provenían de territorios conquistados


originalmente por Roma, habitantes de estados aliados o “clientes” (dependientes)
incluyendo colonias de Roma, a quienes se les otorgaba una forma limitada de
ciudadanía, que, en la práctica, consistía en una especie de ciudadanía de segunda clase.
El ejemplo más conocido de este tipo de ciudadanía es el que se aplicaba a los nativos del
centro de Italia: el Derecho Latino.

 Las mujeres: constituían una clase aparte -cuyos derechos variaron, como los de la
ciudadanía, a través del tiempo-. Las mujeres, cualquiera fuera su estatus, nunca tuvieron
la totalidad de los derechos ciudadanos otorgados a los varones. No podían, por ejemplo,
votar o ser elegidas en cargos de elección. En teoría las mujeres estaban sujetas al
control de sus “pater familias”, los que, por lo menos durante un periodo histórico, tenían
incluso el derecho a obligarlas a divorciarse y volverlas a desposar. - durante la República
y entre las clases altas era práctica común utilizar los matrimonios para consolidar
relaciones políticas.- Tenían, sin embargo, el derecho de propiedad personal.

 Esclavos: los esclavos se consideraban propiedad y poseían solamente algunos —y


muy limitados— derechos, pero podían comprar su libertad u obtenerla por decreto del
propietario. Los esclavos podían ser vendidos, maltratados, mutilados, violados, torturados
o muertos a voluntad de sus propietarios. La muerte —por el propietario o algún otro— de
un esclavo era tratado como un asunto de destrucción de propiedad, no como un
homicidio. Sin embargo, un esclavo liberado, un liberto, obtenía ciudadanía completa 1

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