Una Noche con el Presidente Howard W.

Hunter
INVERSIONES ETERNAS
Presidente Howard W. Hunter
Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles
Mensaje dado a los Educadores Religiosos del SEI
10 Febrero 1989
Salón de Asambleas de la Manzana del Templo

Es muy agradable reunirse con los educadores
religiosos. Vosotros sois una maravillosa fuerza
para el bien en todo el mundo. Me siento muy
honrado de haber sido invitado a estar con
vosotros. Perdonadme sí permanezco sentado.
Últimamente he pasado bastante tiempo sentado y
he hallado que es una confortable manera de
asistir a algunas de nuestras reuniones. Con esta
nueva perspectiva que he logrado desde la silla ¿le
ruedas, parecería que los que van a escuchar son
mas prudentes que los que hablamos, ya que
tienen el buen sentido de permanecer sentados.
Me está gustando, de modo que esta noche voy a
permanecer sentado. Por favor, sabed que me
complace estar con vosotros y en reconocer la
importante obra que realizáis.
Tengo conocimiento de que esta noche, nos
acompañan muchos de vuestros cónyuges. Y
quiero reconocer vuestra contribución a la tarea
que realizan vuestros esposos, y también del gran
apoyo que significáis para ellos. Ninguna relación
en el mundo es más sagrada o más dulce que el
amor dentro (de un bien constituido matrimonio
Por tanto, saludo a los esposos y esposas, y (leseo
que lo que vaya a expresar sea de algún interés
para ambas partes.
Trabajad Para La Juventud
Una vez el Presidente Heber J. Grant dijo:
“No existe ninguna tarea a que podamos
dedicarnos que sea más aceptable en la vista de
nuestro Padre Celestial, que el trabajar para la
[juventud] en la Iglesia de Jesucristo....
“...Existe un dicho de que ‘según el lado hacía
el que se inclina el vástago, así crece el árbol’.
Vosotros que enseñáis a nuestra [juventud] estáis
ocupados en la tarea de inclinar el vástago....
“No hay ningún dividendo que persona alguna
pueda ganar con los bonos o acciones, o lo que
sea de la riqueza del mundo, que se compare con
el saber en su corazón que ha sido un instrumento
en las manos de Dios para moldear alguna vida
1
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para el bien” (“To Those Who Teach Our
Children”, Improvement era, Nov. 1970, Pág.. 5—
6).
Vosotros que estáis aquí reunidos esta noche,
sois importantes agentes en esta gran obra.
Vosotros trabajáis cada día para llegar a nuestros
jóvenes, y sí tenéis una profunda influencia en
ellos. Estoy seguro que ya habéis descubierto la
veracidad de las palabras del Presidente Grant -
que ningún dividendo financiero o mundano, de
ningún tipo, puede compararse con la satisfacción
que se siente al moldear estas jóvenes vidas para
el. bien. Vosotros estáis haciendo una gran
inversión en estos alumnos y una gran inversión
en la futura fortaleza de la Iglesia. Algún día
recibiréis una gran retribución personal por esa
inversión —el conocimiento de que ayudasteis
directamente en la eterna salvación de hombres y
mujeres y en el establecimiento del reino de Dios
sobre la tierra.
Estudiad Las Escrituras
A menudo he pensado cuán privilegiados sois,
qué afortunados os debéis sentir, de estar en una
profesión que no solamente les permite sino que
literalmente les compele a estar cada (ha inmersos
en las sagradas escrituras. Hay muchos miembros
en la Iglesia que les envidian ese raro privilegio, y
en algunos días mis hermanos, yo también les
envidio. Nosotros dedicamos una gran parte de
nuestro tiempo en las escrituras, pero no tenemos
el privilegio de estar hora tras hora en el estudio
de las escrituras como sucede con ustedes, que
tenéis el tiempo de preparación de las lecciones y
el de estar en el salón de clases con vuestros
alumnos. ¡Qué gran privilegio! ¡Qué gran
influencia! el experimentar la palabra de Dios
levantándose a través de todas las dispensaciones,
llegando a vuestros ojos y vuestra mente, y
alojándose permanentemente en vuestro corazón.
Pensad en la instrucción que habéis recibido a
los píes de los antiguos. Pensad en la compañía
que podéis experimentar en vuestra tarea diaria —
no solamente la compañía de los maravillosos
jóvenes y los dignos colegas en la profesión, sino
la compañía de Moisés y Mosiah y Moroni, Pedro
y Pablo, y Abraham e Isaías. Podéis caminar y
conversar con el Señor Jesucristo, recibir consejo
de él con respecto al plan del evangelio y uniros
con él al observar las pruebas y desafíos de su
pueblo, ¡Y podéis hacer todo eso día tras día!
Sé que tenéis dificultades en vuestro trabajo y
que no toda clase o circunstancia está repleta de
perfección, pero conocéis un secreto: tampoco las
circunstancias o las tareas de los demás son
perfectas. Cada uno enfrenta problemas en su
esfuerzo por ganar el pan con el sudor de su
rostro, de modo que si enfrentáis problemas,
podéis tener la seguridad de que tenéis mucha
compañía. La mayoría de los miembros de la
Iglesia trabajan en un medio que no tiene el
entorno ideal en que vosotros trabajáis.
Enseñad A Confiar En Las Escrituras
Os estímulo firmemente a que uséis las
escrituras en vuestra enseñanza y a que hagáis
todo lo que esté a vuestro alcance para ayudar a
los alumnos a usarlas por ellos mismos y a
sentirse cómodos con ellas. Desearía que nuestros
jóvenes confiaran en las escrituras, y desearía que
interpretéis esa frase en dos maneras.
Primero, deseamos que los alumnos tengan
confianza en la fuerza y verdades de las escrituras,
confianza en que su Padre Celestial les esta
realmente hablando a ellos por medio de las
escrituras, y confianza en que pueden volverse a
las escrituras y encontrar las respuestas a sus
problemas y oraciones. Esta es una clase de
confianza que espero deis a vuestros alumnos, y lo
podréis dar si les demostráis diariamente que
confiáis en las escrituras de esa manera.
Demostradles que vosotros mismos confiáis en
que las escrituras contienen las respuestas a
muchos —en verdad la mayoría— (de los
problemas de la vida. De modo que cuando
enseñéis, enseñad de las escrituras.
Obviamente, otro significado implícito en la
frase “confiar en las escrituras” es hacer que los
alumnos conozcan de tal modo los libros
canónicos que puedan usarlos con confianza,
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conociendo las escrituras y sermones y textos
esenciales que ellos contienen. Esperamos que
ninguno de vuestros alumnos abandone el salón
de clase atemorizado o avergonzado porque no
haya podido encontrar la ayuda que necesita al no
conocer las escrituras lo suficiente para ubicar los
pasajes apropiados. Haced que estos jóvenes
obtengan la suficiente experiencia en la Biblia, el
Libro de Mormón, la Doctrina y Convenios y la
Perla de Gran Precio, de modo que puedan lograr
ambos tipos de confianza que he mencionado.
Muy a menudo he considerado que nuestros
jóvenes en la Iglesia serían muy semejantes a
otros jóvenes de fuera de la Iglesia si no logran
algún grado de dominio y maestría en los libros
canónicos. Todos vosotros recordáis los versículos
que escribió el Profeta José Smith desde su
confinamiento en la Cárcel de Liberty. Entre otros
él escribió: “Porque todavía hay muchos en la
tierra, entre todas las sectas, partidos y
denominaciones, que son cegados por la sutil
astucia de los hombres que acechan para engañar,
y no llegan a la verdad sólo porque no saben
dónde hallarla” (D&C 123:12; cursiva agregada).
Como educadores religiosos, tenemos una gran
responsabilidad en la Iglesia, asegurarnos que
nuestros propios miembros, nuestros propios
jóvenes, no caigan en esa desafortunada categoría
de estar cegados, de ser buenos, agradables y
dignos hombres y mujeres que no llegan a la
verdad de las escrituras porque no saben donde
hallar esas verdades y porque no poseen la
confianza en lo que está dentro de las tapas de sus
libros canónicos.
Invitad A Cristo
Permitidme expresaros una palabra de
advertencia. Estoy seguro que vosotros reconocéis
el peligro potencial en ser de tanta influencia y tan
persuasivos que vuestros alumnos desarrollen una
lealtad hacia vosotros en lugar de hacía el
evangelio. Ese es un magnífico problema con el
cual tratar, y sólo esperamos que vosotros seáis
unos maestros tan carismáticos. Pero allí existe un
real peligro. Por eso es que vosotros tenéis que
invitar a vuestros alumnos a que participen ellos
mismos de las escrituras, no sólo darles vuestra
presentación e interpretación de ellas. Por eso es
que debéis invitar a vuestros alumnos a sentir el
Espíritu del Señor, no solo darles vuestra reflexión
personal. Por eso es que, en última instancia,
debéis invitar a vuestros alumnos a ir
directamente a Cristo, no solamente a uno que
enseña sus doctrinas, por muy capaz que pueda
ser. Vosotros no siempre estaréis al alcance de
vuestros alumnos. No podréis sostener sus brazos
después que hayan dejado la secundaria. Y
vosotros no necesitáis discípulos personales.
Nuestra tarea principal es afirmar a estos
alumnos en aquello que pueda acompañarles
durante toda su vida, apuntarles hacía aquel que
les ama y puede guiarles donde ninguno de
nosotros podrá llegar. Por favor, aseguraos que la
lealtad de estos alumnos es hacia las escrituras y
el Señor, y las doctrinas de la Iglesia restaurada.
Señalad hacia Dios el Padre y su Hijo Unigénito,
Jesucristo, y hacia el liderazgo de la verdadera
Iglesia. Aseguraos de que cuando el hechizo y el
carisma de vuestra personalidad, las disertaciones
y el ambiente del salón de clase, se hayan
esfumado, que no se encuentren con las manos
vacías para enfrentar al mundo. Dadles los dones
que llevarán con ellos para cuando tengan que
pararse solos. Cuando hacéis esto, toda la Iglesia
es bendecida para todas las generaciones por
venir.
Meted La Hoz Del Estudio
Al invitaros a que introduzcáis a vuestros
alumnos en las escrituras, me siento muy
complacido de que tengamos tan notable conjunto
de libros con los cuales trabajar. Mi querido
hermano y miembro del quórum, Elder Bruce R.
McConkie una vez dijo que en el transcurso de su
vida habían acontecido tres cosas que harían
“mucho más que cualquier otra cosa para la
difusión del evangelio, para el perfeccionamiento
de los santos, y para la salvación de los hombres
[que eran]:
“1. La revelación que hace que el sacerdocio..
.esté al alcance de todos los hombres, sin importar
su raza o ascendencia;
“2. La organización del Primer Quórum de los
Setenta...; y
“3. La publicación de los Libros Canónicos en
su nuevo formato y con las nuevas ayudas que les
acompañan” (Holy Writ: Published Anew
[discurso pronunciado en el Seminario para
3
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Representantes Regionales, 2 de abril 1982], pg.
1).
En verdad que es un elevado elogio, y refleja
el entusiasmo que experimentamos por las nuevas
escrituras según se encuentran ahora a nuestro
alcance. Debemos tener una Iglesia repleta de
hombres y mujeres que conozcan ampliamente las
escrituras, que marquen y relacionen las
referencias, que utilicen la Guía de Temas para
desarrollar sus lecciones y discursos, y que
dominen los mapas, el Diccionario Bíblico, y las
otras ayudas contenidas en este magnífico
conjunto de libros canónicos. Obviamente en todo
ello hay más de lo que podemos dominar en poco
tiempo. Ciertamente el campo de las escrituras
“blanco está ya para la siega”. Necesitamos
maestros del SEI que metan su hoz con todas sus
fuerzas y cosechen lo que tan abundantemente se
ofrece allí.
Ni en esta dispensación, y seguramente en
ninguna de las anteriores, han estado las escrituras
—la perdurable e iluminadora palabra de Dios—
tan alcance y tan admirablemente estructuradas
para el uso dc todo hombre, mujer y niño que
desee escudriñarlas. La palabra escrita de Dios
está en la forma mas accesible y más fácil de leer
de lo que nunca estuvo en la historia del mundo.
Seguramente que se nos tomara en cuenta si no las
leemos, y seguramente que se os hará
responsables como maestros profesionales si no
involucráis totalmente a vuestros alumnos en
ellas.
Considerad la secuencia de escrituras que
comienza con estar atentos a la palabra de Dios y
luego prosigue con la promesa de que sí lo
hacemos, iremos a su misma presencia:
“Y ahora os doy el mandamiento...., de estar
diligentemente atentos a las palabras de vida
eterna.
“Porque viviréis de toda palabra que sale de la
boca de Dios.
“Porque la palabra del Señor es verdad, y lo
que es verdad es luz, y lo que es luz es Espíritu, a
saber, el Espíritu de Jesucristo....
“Y todo aquel que escucha la voz del Espíritu,
viene a Dios, sí, el Padre.” (D&C 84:43—45,47.)
Ese es un excelente camino iniciado por la
palabra de Dios y que culminará en la exaltación.
“Las palabras de Cristo os dirán todas las cosas
que debáis hacer” (2 Nefi 32:3). Yo os comento
estas palabras y espero que vosotros las comentéis
a vuestros alumnos.
Enseñad Con El Espíritu
Utilizando esos versículos de la Doctrinas y
Convenios como una transición, quisiera animaros
a que os preparáis y viváis de tal manera que
podáis tener el Espíritu del Señor cuando
enseñáis. ¡Existe tanta cosa en nuestro mundo que
destruye el sentimiento del Espíritu, y tanto que
nos mantiene alejados de la posibilidad de tener al
Espíritu con nosotros! Es necesario que hagamos
todo lo que está a nuestro alcance por estos
jóvenes que son asaltados y cercados por la
mundanalidad que les rodea. Necesitamos hacer
todo lo posible para que experimenten la dulce y
reconfortante presencia del Espíritu del Señor.
Vuestros salones son santuarios diarios donde
deberían encontrar eso.
En una de las revelaciones más básicas de esta
dispensación, el Señor dijo: “Y se os dará el
Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el
Espíritu, no enseñaréis” (D&C 42:14).
Uso este versículo no solamente para decir que
no deberíamos enseñar sin el Espíritu, sino
también que realmente no podemos enseñar sin él.
El aprendizaje de las cosas espirituales
simplemente no tiene lugar sin la presencia
instructiva y confirmativa del Espíritu del Señor.
José Smith parece confirmarlo: “Todos deben
predicar el Evangelio por el poder y la influencia
del Espíritu Santo; y ningún hombre puede
predicar el Evangelio sin el Espíritu Santo”
(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 131).
Permitidme decir una palabra de advertencia a
este respecto. Yo creo que si no somos cuidadosos
como maestros profesionales al trabajar cada día
en el salón de clases, podemos comenzar a tratar
de falsear, por medios indignos y artificiosos, la
verdadera influencia del Espíritu del Señor. Yo
comienzo a preocuparme cuando parece que las
fuertes emociones o las lágrimas fáciles son
equiparadas con la presencia del Espíritu.
Ciertamente que el Espíritu del Señor puede
producir fuertes sentimientos emotivos,
incluyendo las lágrimas, pero esa manifestación
exterior no debe ser confundida con la propia
presencia del Espíritu.
A través de los años he observado mucho a las
Autoridades Generales, y juntos hemos
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experimentado algunas preciosas e indescriptibles
experiencias espirituales. Esas experiencias han
sido todas diferentes, cada una especial a su
propia manera, y tales sagrados momentos han
estado o no acompañados de lágrimas. Muchas
veces lo son, pero otras veces van acompañados
de un silencio total. Otras veces van acompañados
de regocijo. Pero siempre están acompañados por
una gran manifestación de la verdad, de
revelación al corazón.
Dad a vuestros alumnos del evangelio la
verdad enseñada en forma poderosa; esa es la
manera de darles una experiencia espiritual. Dejad
que venga en una forma natural y como Lo desee,
quizás con el derramamiento de lágrimas, pero
quizás no. Si lo que vosotros decís es la verdad, y
si la decís en su pureza y con una honesta
convicción, esos alumnos sentirán que el espíritu
de la verdad les está enseñando y reconocerán que
la inspiración y revelación ha venido a sus
corazones. Así es como edificamos la fe. Así es
como fortalecemos los testimonios — con el
poder de la palabra de Dios enseñada en su pureza
y con convicción.
Escuchad la verdad, dad oídos a la doctrina, y
dejad que las manifestaciones del Espíritu vengan
como sea en todas y sus variadas formas.
Permaneced con los sólidos principios; enseñad
con un corazón puro. Luego el espíritu penetrará
vuestra mente y vuestro corazón y cada mente y
cada corazón de vuestros alumnos.
Llegad Al Individuo
Quisiera también alentaros a que penséis en los
alumnos a quienes enseñáis, y que procuréis llegar
a ellos en un nivel individual. Aun cuando yo
trabajo con unidades grandes, como ser las
estacas, regiones y áreas de la Iglesia, debo estar
constantemente recordándome a mí mismo que
esas unidades consisten de personas individuales
con problemas individuales y esperanzas y sueños
individuales. Vosotros tenéis clases grandes.
Tenéis que prepararos y también tenéis que
corregir pruebas. Los números pueden ser
abrumadores, pero sin embargo debéis recordar
que estáis enseñando —y tratando de llegar — a
alumnos individuales.
Siempre me ha impresionado el observar que
el Señor trata con nosotros en forma personal,
individualmente. Es cierto que en la Iglesia
hacemos muchas cosas en grupo, y necesitamos
organizaciones de cierto tamaño para permitirnos
administrar bien la Iglesia, pero ¡tantas de las
cosas importantes — las cosas más importantes —
son hechas en forma individual! Bendecimos a los
niños uno por vez, mismo que sean mellizos o
trillizos. Bautizamos y confirmamos un niño por
vez. Tomamos el sacramento, somos ordenados al
sacerdocio, o pasamos por las ordenanzas del
templo como individuos —cada persona
desarrollando una relación con nuestro Padre
Celestial. Puede haber otros a nuestro lado durante
esas experiencias, así como hay otros en vuestro
salón de clases, pero el énfasis del cielo está dado
en cada individuo, en cada persona en particular.
Cuando Cristo se apareció a los nefitas, les
dijo:
“Levantaos y venid a mí, para que podáis
meter vuestras manos en mi costado, y para que
también podáis palpar las marcas de los clavos en
mis manos y en mis pies...
“Y aconteció que la multitud se adelanto; y
metieron sus manos en su costado, y palparon las
marcas de los clavos en sus manos y en sus pies; y
esto hicieron, yendo uno por uno, hasta que todos
hubieron llegado; y vieron con sus ojos y palparon
con sus manos, y supieron con certeza y dieron
testimonio de que era él” (3 Nefi 11:14—15;
cursiva agregada).
Esa experiencia l1evó tiempo, pero fue
importante que cada individuo tuviera la
experiencia, que cada par de ojos y cada par de
manos tuviera ese testimonio reafirmativo y
personal. Posteriormente Cristo trató a los niños
nefitas de la misma manera. “Tomó a sus niños
pequeños, uno por uno, y les bendijo, y rogó al
Padre por ellos” (3 Nefi 17:21; cursiva agregada).
Puede ser difícil para vosotros dar toda la
atención personal que algunos de vuestros
alumnos requieren y necesitan, pero procurad
hacer lo mejor para pensar en ellos
individualmente, dejad que ellos sientan que son
algo personal y especial a vuestros ojos. Orad para
saber que clase de ayuda necesita algún
estudiante, y permaneced sensibles a los susurros
cuando quiera que vengan.
No caigáis en la trampa que algunos de
nosotros caemos en atender siempre a los que son
brillantes y están ansiosos y listos para dar la res-
puesta correcta. Mirad e indagad por aquellos que
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siempre van quedando rezagados, que son tímidos
y aislados y quizás perturbados en el espíritu. Si el
llamarles en clase no es lo más adecuado —y en
algunos casos es mejor no hacerlo— entonces
buscad un motivo para hablar con él o ella antes o
después de la clase, en el pasillo o, quizás mejor
aún, en vuestra oficina. Recordad que la mejor
enseñanza es de uno a uno, y menudo tiene lugar
fuera del salón de clases.
Las exigencias sobre vuestro tiempo son
grandes. No podréis hacer mucho de esto como os
gustaría, pero pensad en ello. Mantenedlo en el
primer plano de vuestra mente. Buscad la
oportunidad de eventualmente tocar perso-
nalmente a alguno durante este periodo de clases.
No deberéis estar calculando en ello, como si
vuestros alumnos estuvieran en una lista de la
lavandería para recibir una marca de verificación,
sino que debéis ser sistemáticos en alguna manera
para recordar a quiénes habéis dados
asignaciones, a quiénes habéis pedido la oración o
una respuesta, y de que manera podéis llegar en
forma eficaz a cada alumno individualmente.
En vuestra búsqueda por enseñar
individualmente a cada alumno, ciertamente
vais a descubrir que algunos no lo están
haciendo tan bien como otros y que algunos no
se están calificando en absoluto. Tomad un
interés personal en tales alumnos; haced la
segunda milla para invitar y ayudar a que la
oveja perdida vuelva al rebaño. “Recordad que
el valor de las almas es grande a la vista de
Dios” (D&C 18:10). Nuestro Salvador ha
pagado un precio incalculable por cada uno de
nosotros, y nos concierne a nosotros hacer todo
lo que podamos para ayudarle en su obra. Nos
concierne a nosotros asegurarnos que el don de
la Expiación se extienda a cada joven o
jovencita sobre los cuales tenemos la
responsabilidad. En vuestra posición, eso
significa mantenerles en plena actividad en
vuestras clases.
Dad especial atención a aquellos que puedan
estar luchando, e id a buscar tantas veces como
sea necesario a la oveja perdida. Una tarjeta, una,
llamada telefónica, o, si es posible, una visita
personal al hogar, en muchos casos puede dar
resultados excelentes. La atención personal a un
joven que comienza a apartarse, puede ahorrar
horas y horas —en verdad, años y años— en los
esfuerzos posteriores por lograr que esa persona
vuelva a la actividad. Haced todo lo que podáis
para fortalecer a los fuertes y volver a anclar a los
indecisos en esta edad. Puede ser infinitamente
mucho más difícil llegar a ellos más tarde.
“Vivid Lo Que Enseñáis”
Permitidme finalizar estos consejos con una
amonestación de representar en vuestras propias
vidas lo que estáis tratando de enseñar que otros
hagan en las suyas. El Presidente Ezra Taft
Benson dijo hace más de diez años a un grupo
semejante:
“Vuestra responsabilidad es vivir lo que
enseñáis. Que vuestra vida sea consistente con el
mensaje que declaráis a vuestros alumnos. La
mayoría de vosotros habéis probado ser firmes y
elogiables ejemplos de lo que debería ser la vida y
el hogar de un Santo de los Últimos Días.
¡Cuántos alumnos han sido inducidos a tomar
decisiones correctas por causa de los ejemplos de
sus maestros de seminario e instituto!...
“...Como maestros debéis preguntaros
constamente, ¿Cómo quisiera el Salvador que yo
aparezca ante los otros? ¿Cómo quisiera el
Salvador que yo actuara?’...
“Habéis sido aconsejados repetidamente a
‘vivir en el mundo, pero no ser del mundo’....
Vivid según los convenios que habéis hecho en el
templo” (“The Gospel Teacher and His Message”
[discurso a los educadores religiosos, Set. 17,
1976], pgs. 12,14-15).
Nuestros jóvenes necesitan grandes ejemplos
vivientes, héroes morales y religiosos, quienes
establezcan una norma ante ellos y les muestren la
gracia y belleza de una vida digna.
El Presidente David O. McKay, hablando a los
estudiantes de BYU, dijo:
Existe una responsabilidad que ningún hombre
puede evadir, y esa responsabilidad es la
influencia personal. La influencia inconsciente del
hombre es la silenciosa, sutil radiación de su
personalidad -el efecto de sus palabras sus actos.
Esto es tremendo. En cada momento de la vida el
hombre está cambiando, hasta cierto grado, la
vida de todo el mundo.
“Todo hombre tiene una atmósfera que afecta a
las demás personas. No puede escapar por un
momento de esa radiación de su carácter, está
constantemente fortaleciendo o debilitando a los
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demás. No puede evadir esa responsabilidad por
meramente decir que es una influencia
inconsciente.... Esta [influencia] viene de lo que la
persona realmente es, no de lo que pretende ser”
(“The Mission of Brigham Young University”, 27
Abril 1948, Scrapbooks, 1928—70, LDS
Historical Department, Salt Lake City, pg.3;
cursiva agregada).
¿No es ese un pensamiento memorable cuando
nos detenemos a considerarlo? “En cada momento
de la vida el hombre está cambiando, hasta cierto
grado, la vida de todo el mundo.” Es lo suficiente
como para hacer humilde a cualquier hombre o
mujer. Es lo suficiente como para hacer que nos
detengamos y consideremos cuidadosamente que
clase de influencia estamos irradiando, si para
bien o para mal.
Vosotros sois vitalmente importantes para el
gran plan educativo de esta Iglesia, y llegáis a
nuestros alumnos secundarios y universitarios en
un momento crucial de sus vidas. Que Dios os
bendiga para que viváis de tal manera como para
hacer que el curso del mundo se altere para bien.
Que Dios os bendiga para que podáis irradiar la
fortaleza y estabilidad y poder salvador de las
verdades del evangelio de Jesucristo. Que Dios os
bendiga por vuestra inversión en la obra de la vida
eterna, por vuestra inversión en la futura felicidad
y salvación de la juventud de la Iglesia.
Esta noche nos hemos reunido, unos veinte mil
o más, como personas que influenciarán a las
futuras generaciones de la Iglesia. ¡Cómo os
admiro! ¡Que gran amor tengo por vosotros y por
la obra en la que estáis involucrados! Sumo mi
testimonio a los de todos vosotros —aquellos que
están aquí y los que están en los diversos lugares
de este hemisferio. Todos nosotros compartimos
un deseo.
Nuestros corazones laten al unísono en
respuesta al glorioso mensaje del evangelio y al
ayudar a nuestros jóvenes con la formación y el
testimonio para enfrentar a la vida.
Dios vive. Jesús es el Cristo. El evangelio ha
sido restaurado en estos últimos días por medio
del profeta que el Señor levantó con ese propósito.
Este es nuestro testimonio colectivo, que creemos
-que sabemos que es verdadero. Que el Señor os
bendiga en vuestro gran empeño, lo ruego
humildemente en el nombre de Jesucristo, amén.
Traduccion no Oficial Area Sudamérica Oeste