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Apertura del Retiro

Acogida y bienvenida

Con gran alegría y un deseo muy grande de participar con ustedes en este día,
iniciamos este retiro en el nombre del Padre...

En primer lugar, quiero esclarecer para todos los aquí presentes, que este retiro fue
elaborado teniendo como base el contenido de las doctrinas que pertenecen al
patrimonio de los Talleres de Oración y Vida, todas de autoría de su fundador, Padre
Ignacio Larrañaga, y con permiso explícito del mismo.

Objetivo del retiro

El objetivo general de este retiro es llenar nuestra alma con la presencia amorosa
y envolvente de Dios, nuestro Padre, para salir de aquí bien con la vida, y de esta
manera poder hacer el bien a todos los que nos rodean.

Para lograr este objetivo ya dimos el primer paso: detenernos. Detenernos en este
día de todas nuestras actividades exteriores para concentrarnos en una gran
actividad interior, pues “lo urgente es dejar que el Señor hable dentro de nosotros”.

Lo importante es comprender y experimentar la oración como diálogo de amor y no


como un esfuerzo para pensar en Dios.

Orar es amar a Dios y dejarse amar por El. Sólo Dios tiene la clave de nuestra alma;
si El no entra, ella estará vacía.

Tenemos que fijar la mirada y el corazón en Dios, no para alejarnos de la realidad,


sino para volvernos a la realidad. Sin embargo, sabemos que sólo llegaremos al
Padre por Jesucristo; estas son sus propias palabras: “Nadie llegará al Padre sino
es por mí”.

¿Cómo haremos para realizar esto en este día?

1. Orando con Jesús y como Jesús, que nos dice: “Cuando vayas orar, entra en tu
aposento y, después de cerrar la puerta, habla a tu Padre que está ahí en lo secreto”
Mateo 6,6; y eso haremos en nuestros momentos de oración a solas.

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2. Como está dicho en el libro “Transfiguración”, estamos partiendo en dirección a


un ideal y queremos hacerlo con una actitud positiva: durante las charlas y también
en los momentos de oración, a través de la meditación y escucha de la Palabra de
Dios en la Biblia, de la lectura meditada de algunos apartes de este librito del Padre
Ignacio, tendremos la oportunidad de conocer orientaciones que nos llevarán a una
autocrítica saludable, de esta forma, veremos cómo estamos en relación a nuestra
vida con Dios y con nosotros mismos. Podremos en este día, “ver a cada instante
si procedes según el Espíritu de del Señor o según tus instintos, y comprobarás si
caminas por rumbos exactos o equivocados”
(Transfiguración – Introducción)

3. Y finalmente, después que estemos con un corazón pacificado por la oración, el


alma purificada por la presencia de Dios en nosotros y por la entrega de nuestra
vida en Sus Manos, nos volcaremos a nuestro prójimo y haremos un gran salto en
la fraternidad, pues “si nosotros queremos participar de Dios, sólo será posible por
el camino del amor”
(Transfiguración – Capítulo 3 – punto 2)

Como todos ya sabemos, es fundamental el silencio para hacer un buen retiro, pues
la única región donde puede acontecer un encuentro profundo entre Dios y el
hombre es en la región del espíritu. Y para llegar a esta región necesitamos de una
gran concentración, la que, a su vez, necesita de una atención purificada e
interiorizada, que se consigue en primer lugar, haciendo silencio interior y exterior.

Nosotros no hacemos un retiro para guardar silencio, sino que guardamos silencio
para hacer un buen retiro. Silencio no sólo con la boca, sino con la mente y el
corazón.

Silencio en la mente para comprender bien la Palabra del Señor y silencio en el


corazón para aceptarla profundamente.

* * *

Ahora vamos a pedir al Espíritu Santo que nos fortalezca y transforme en decisión
nuestro deseo de mantenernos en silencio durante el trabajo de este día.

Oraciones: Invocación al Espíritu Santo – E. 9


Detenerse - E. 40

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INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu divino,


manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones esplendido;
luz que penetras las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,


descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,


divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,


sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
Infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones


según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén

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DETENERSE
¡Qué bueno es detenerse…
Señor; me gustaría detenerme
En este mismo instante.
¿Por qué tanta agitación?
¿Para qué tanto frenesí?
Ya no sé detenerme.
Me he olvidado de rezar:
Cierro ahora mis ojos.
Quiero hablar contigo, Señor.
Quiero abrirme a tu universo,
pero mis ojos se resisten
a permanecer cerrados.

Siento que una agitación frenética


invade todo mi cuerpo,
que va y viene, se agita, esclavo de la prisa.
Señor, me gustaría detenerme ahora mismo.
¿Por qué tanta prisa?
¿Por qué tanta agitación?
Yo no puedo salvar al mundo.

Yo soy apenas una gota de agua


en el océano inmenso
de tu maravillosa creación.
Lo verdaderamente importante
es buscar tu rostro bendito.
Lo verdaderamente importante
es detenerse de vez en cuando,
y esforzarse en proclamar
que Tú eres la Grandeza,
la Hermosura, la Magnificencia,
que Tú eres el Amor.
Lo urgente es hacer
y dejar que Tú hables dentro de mí.
Vivir en la profundidad de las cosas
y en el continuo esfuerzo
por buscarte en el silencio de tu misterio.
Mi corazón continúa latiendo,
pero de una manera diferente.
No estoy haciendo nada,
no estoy apurándome.
Simplemente, estoy ante Ti, Señor.
Y qué bueno es estar delante de Ti. Amén.

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Charla I

Vivencia de los Tiempos Fuertes


“La fe, si no se vive, acaba por transformarse en una colección de afirmaciones
que, no rara vez, suenan a palabras vacías”

“Las cosas de la vida sólo comienzan a entenderse en cuanto comienzan a vivirse.


De otra manera, miradas fría e intelectualmente; resultan artificiales”
(Transfiguración – Capítulo I – punto 1)

Estas palabras, serán la plataforma que nos ira lanzando en dirección a una vivencia
íntima con Dios.

¿Por qué? Porque comenzaremos a vivificar nuestra fe a través de la práctica de


los Tiempos Fuertes.

¿Y que son los Tiempos Fuertes? Son espacios de tiempo reservados para estar
a solas con Dios.

¿Para qué sirven? Sirven no sólo para hacernos crecer en el trato de amistad con
el Señor, sino también para hacernos recuperar el equilibrio interior.

¡Hoy en día llevamos una vida tan desconcentrada y desintegrada como nunca se
había visto! Hacemos mil cosas al mismo tiempo; conocemos personas que leen,
ven televisión, ¡comen y beben al mismo tiempo! No aguantan estarse sin hablar,
sin fumar, sin beber, sin leer o hacer cualquier cosa, andan de un lado para el otro,
de aquí para allá.

Es imposible, para un gran número de personas, estar sin hacer alguna cosa. Se
sienten nerviosas, inquietas y tienen que hacer algo con la boca o con las manos.

Esta falta de concentración demuestra claramente nuestra dificultad para estarnos


a solas con nosotros mismos.

Y así, pasan a ser personas desintegradas interiormente, esto es, en lugar de ser
“personas” pasan a ser “pilas eléctricas”. Y es entonces cuando surge la angustia,
el estrés, las quejas y las lamentaciones. A propósito, como dice Padre Ignacio, ¡el
capítulo 1° de los neuróticos son las quejas y las lamentaciones!

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Sin embargo, para recuperar nuestra integridad interior y el dominio de nosotros


mismos, necesitamos parar y retirarnos lejos del barullo y de la dispersión. Y son
los Tiempos Fuertes esos momentos preciosos en donde nos encontramos con
nosotros mismos y con nuestro Dios.

Pero es duro mantener una relación con Dios, porque Él es un formidable


desafiador. ¡Es mucho más cómodo vivir lejos de su fuego! Él siempre nos
cuestiona, nos interpela respecto de nuestras actitudes... ¡es difícil!

Él siempre nos da la paz, más nunca nos deja en paz.

Por otra parte, sabemos que, una vida sin Dios no tiene soporte para aguantar la
presión que la misma vida nos impone. “Entonces, buscaras al Señor tu Dios, y lo
encontrarás con tal que lo busques con todo tu corazón y toda tu alma”
(Deuteronomio 4, 29)

Ustedes ¿quieren ser personas de Dios? ¿Quieren llevar una vida en serio con
Dios? Entonces, para comenzar, retírense por espacios de tiempo, a la soledad y
el silencio.

Si ustedes experimentaran, verdaderamente, estar a solas con el Padre, verán


como esos momentos nos inundan el alma de serenidad, paz y fortaleza.

Hay gente que dice que no tiene tiempo, pero el tiempo es una cuestión de
preferencia, sin embargo, el trato con Dios no es sólo una cuestión de tiempo, es
una cuestión de amor, siempre se tiene tiempo para quien se ama. Por lo tanto,
salven los Tiempos Fuertes que los Tiempos Fuertes los salvaran a ustedes.

Concluiremos afirmando que Dios es nuestra única salvación, pero que Él no nos
trae la salvación mágicamente; somos nosotros los que tenemos que buscarlo a
través de nuestros Tiempo Fuertes.

* * *

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Oremos:

NECESITAMOS DE TI

Necesitamos de Ti, de Ti solamente y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas,
puedes sentir por todos nosotros que sufrimos, la compasión que cada uno siente
en relación consigo mismo. Sólo Tú puedes medir qué grande, que
inconmensurablemente grande es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta
hora.

Todos necesitan de Ti, también aquellos que no lo saben, y éstos necesitan bastante
más que los que lo saben.

El hambriento piensa que debe buscar pan y, mientras tanto, tiene hambre de Ti, el
sediento juzga necesitar agua, mientras siente sed de Ti. El enfermo se ilusiona en
desear salud; su verdadero mal, sin embargo, es la ausencia de Ti. Quien busca la
belleza del mundo sin darse cuenta, te busca a Ti, que eres la belleza plena. El que
en sus pensamientos busca la verdad sin darse cuenta te desea a Ti, que eres la única
verdad digna de ser conocida. El que se esfuerza por
conseguir la paz, está buscándote a Ti, Única Paz donde pueden descansar los
corazones inquietos.

Ellos te llaman sin saber que te llaman, y su grito es, misteriosamente, más doloroso
que el nuestro. Te necesitamos. Ven, Señor.

****

Solamente se sabe lo que se vive


Existen numerosos pasajes en la Biblia, como en Isaías, en Josué, en los Salmos,
en que el Señor nos dice con vehemencia: “No tengas miedo”.

Sin embargo, nosotros sabemos que las personas se mueren de miedo.

En verdad el sentimiento de miedo es uno solo: pero lo demostramos de diversas


maneras, como por ejemplo, miedo al bandido, miedo a la oscuridad, miedo a la
policía, miedo a las cucarachas... y también los miedos subjetivos como miedo a
morir, miedo a la enfermedad, miedo a envejecer... Colocamos nuestros miedos en
esas cosas incluso, porque en esa forma nos alivian un poco, pues cuando siento
miedo de algo definido, me engaño creyendo que existe una razón para tener miedo
y así no me siento perdido en mi propio miedo.

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Pero, como dijimos antes, el sentimiento de miedo es uno solo, que quiere decir,
que proviene de una única fuente: la sensación profunda de que solo contamos con
nosotros mismos, que somos y estamos solos.

Por eso el Señor nos dice: “No tengas miedo”, y agrega: “Yo estoy contigo”.

Pero, el que yo sienta al Señor conmigo “va a depender si vivimos o no vivimos la


fe. Es decir: cuando el Señor sea mi Señor, cuando el Señor sea mi Padre, cuando
Dios sea verdaderamente mi Dios; en otras palabras: cuando yo experimente
vivamente que Tú estás conmigo. Tú me envuelves y me compenetras, me habitas
y me pueblas internamente... Entonces sí, ¿miedo a quién?” (Transfiguración –
Capítulo 1 – punto 2)

Ahora, para que el Señor esté conmigo es preciso que yo lo busque


constantemente, y esa Palabra la confirma la Biblia en 1 Crónicas 28, 9: “Si tú lo
buscas, Él se dejará encontrar”-

Y esto se consigue con la oración, desarrollando un relacionamiento profundo con


Dios a través de los momentos de oración, que nosotros en Talleres, llamamos
Tiempos Fuertes.

En la práctica, y en la vivencia de esos momentos con Dios, es donde construimos


dentro de nosotros una estructura, una fortaleza para vencer todos los miedos. La
oración es como una red protectora que vamos tejiendo dentro de nosotros; cada
oración es un punto que damos en la red.

Como dice el título del Capítulo 1 del libro Transfiguración: “Solo se sabe lo que se
vive”. Y la vida solo puede ser sentida en sus manifestaciones individuales, en la
persona individual; no existe vida “de masas humanas”, no existe vida de
abstracciones.

Entonces, el mandamiento es uno solo para cada individuo: “amar a Dios sobre
todas las cosas”, y a Dios se le ama de rodillas, adorando. Cuando digo “de rodillas”,
no quiero decir con las rodillas dobladas, sino con el alma y el corazón de rodillas,
postrados delante de nuestro Dios y Padre.

Recuerden: mucha teoría sobre la oración mata la oración. ¡Tenemos que aprender
a orar, orando! ¡A vivir, viviendo!

¡Sólo se aprende a nadar, nadando!

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Cada experiencia de oración es intransferible y también nuestra relación con Dios


es única.

El valor de la oración aparece cuando se descubre que dentro de la realidad existe


el amor, en otras palabras: que Dios es Amor, conforme afirma el apóstol Juan en
sus cartas.

En el libro “El Principito” Saint-Exupéry dice que: “Fue el tiempo que perdiste con
tu flor la que la tornó importante para ti”. Y el tiempo que usted “pierde” con su Dios,
es lo que lo vuelve tan importante para usted. Y, alguien dijo, ese es el tiempo que
cuenta para la eternidad. Todo lo demás es pasajero, como decía Francisco de Asís,
“¡solo Dios es y basta!”

Es un error pensar que no se puede practicar la oración por falta de tiempo. El


verdadero motivo es la falta de preferencia para estar con Dios. Estamos siempre
muy ocupados...
* * *
“Es un círculo vicioso. Cuanto menos se ora menos ganas de orar. Cuantas menos
ganas de orar menos se ora. Cuanto menos se ora, Dios comienza a alejarse. No
es que Dios se aleje, pero la sensación perceptiva que uno tiene es que Dios es
“menos” Dios en mí, como que se ha tornado distante, casi inexistente”.
(Transfiguración – Capítulo 1 – punto) Entonces, ¿qué hacer cuando eso acontece
en nosotros?

Es preciso orar sin ganas para que vengan las ganas de orar.

Sin embargo, algunas personas dicen así: - “¿Orar? Solo cuando tenga ganas”

Y piensan que eso es una demostración de independencia, que tiene cara de


madurez, pero la verdad es que encierra un infantilismo muy grande.

Y si la gente continúa viviendo en este error, esto es, diciendo: - “¿Estudiar? Solo
cuando tenga ganas”. - “¿Trabajar? Solo cuando tenga ganas”.

¿Adónde iríamos a parar? En una anarquía, ¿no es lo mismo?...

Para vivir de una manera equilibrada precisamos establecer una jerarquía de


valores y organizar la vida de acuerdo con esa jerarquía. Y para nosotros los
cristianos, el valor prioritario es y deberá ser siempre Dios.

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Comprendemos entonces, que debemos “dar a Dios lo que es de Dios”.

Oración: Te doy gracias, Señor (Salmo 138) –. En verdad, es un canto, pero


nosotros vamos a rezarlo.

TE DOY GRACIAS, SEÑOR


Estrofas Recitadas
Te doy gracias, Señor,
te todo corazón;
delante de los ángeles,
tañeré para Ti.

1. Me postraré hacia tu santuario,


daré gracias a tu nombre;
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu rama.

2. Que te den gracias, Señor,


los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

3. Cuando camino entre peligros


Me conservas la vid, Señor.
Tu misericordia es eterna,
No abandones la obra de tus manos.

* * *

Sin embargo, nosotros sabemos que orar no es fácil. Y no es fácil porque exige
esfuerzo; y nosotros, instintivamente, nos aferramos a la ley del menor esfuerzo.

Hacer unas oraciones automáticamente durante la Misa, lo mismo en casa,


rápidamente, rezando de pasada un Padre Nuestro, un Ave María, una jaculatoria,
no es difícil, pero parar, tomar un tiempo para un diálogo íntimo con el Señor, orando
en profundidad, no es fácil. Entonces, repito: es por puro instinto, que el ser humano
se agarra a la ley del menor esfuerzo. Y a causa de eso, es que nosotros,

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instintivamente, preferimos cualquier actividad exterior – porque es más fácil- que


la actividad oracional interiorizada.

Y para superar esto, ya que el instinto aleja la oración, una convicción tiene que
imponerse. Estar convencido de que la oración es importante para usted. Esta
convicción, esta certeza íntima de la presencia de Dios en nosotros, que nos es
transmitida por la fe.

Y es que “cuando se comienza a orar, Dios comienza a hacerse “presente” en mí.


En la medida en que se ora más, El es cada vez más “alguien” para mi, “resplandece
la luz de Su Rostro” en mi; es decir, a Dios se le siente cada vez más próximo,
viviente y presente” (Transfiguración – Capítulo 1 – punto 9)

Otro punto importante de la oración es el modo como oramos. No es sólo el alma


la que ora; el cuerpo también debe querer ORAR. Como dice el salmista en el
versículo 3 del salmo 83: “Mi corazón y mi carne claman por el Dios vivo”. Para un
cristiano el cuerpo es, inclusive, “templo del Espíritu Santo” (1 Cor. 3, 16)

En el momento en que nos aislamos para hacer nuestro Tiempo Fuerte, somos
muchas veces asaltados por la distracción, nos quejamos de cansancio, de sueño,
de dolor de cabeza, de mala digestión, en fin de innumerables males físicos...
Necesitamos conseguir que nuestro cuerpo no sólo no sea estorbo u obstáculo a
nuestra actividad oracional, sino fiel colaborador, expresando nuestros sentimientos
interiores, creando así un clima de armonía y paz, tanto en nuestro interior como en
nuestro exterior.

Algunas personas al oírnos hablar de posturas corporales para orar, ya deducen


apresuradamente que se trata de técnicas orientales u otras de este tipo, sin
embargo yo me acuerdo que cuando fui a hacer mi primera comunión la monja que
nos preparaba ya nos enseñaba lo siguiente: “Después de comulgar, regresen con
los ojos bajos, arrodíllense nuevamente, pongan el rostro entre las manos, pues de
esta manera ustedes podrán hablar mejor con Jesús, que está dentro de ustedes”

Yo no sé si la monja sabía, si era consciente, de que estaba dándonos las primeras


reglas para conseguir una mejor colaboración entre nuestro cuerpo y nuestra alma
para entrar en una oración profunda con Jesús.

Hoy en día existen diversas técnicas que acostumbramos a llamar “silenciamientos”


que preparan al cuerpo y a la mente para entrar en un clima de oración. Esos

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ejercicios son de gran ayuda, principalmente para aquellas personas que tienen
dificultad de concentración y que son por naturaleza inquietas. Inclusive, por no
hacer una preparación previa, mucha gente no adelanta en su vida de oración. Mas
adelante, vamos a practicar una de esas técnicas, muy utilizadas por el Padre
Ignacio Larrañaga en su libro “Encuentro” y en sus Talleres de Oración y Vida, para
prepararnos para el Tiempo Fuerte que viviremos enseguida.

Sin embargo, no confundan: silenciamiento no es oración, solo se trata de una


preparación para conseguir un buen clima para la oración.
* * *
En este momento les daré una explicación sobre la modalidad de oración que, en
seguida, irán a practicar en su Tiempo Fuerte. Para este Tiempo Fuerte recibirán
una hoja con la pauta de lo que harán, al salir de esta sala.

Lectura Rezada – Explicación


Los fundamentos de la “Lectura Rezada” son:

1º) Que se apoye en una oración escrita, para poder ser “lectura”.
2º) Asumir, asimilar, vivir el significado, o contenido de las frases.
3º) Hacer mías las palabras leídas, repitiéndolas y dejándose impregnar por ellas,
para de esta forma estar con Dios.

Explicación:

Para la “Lectura Rezada” se toma una oración escrita que nos hable al corazón. Se
comienza a leer despacio, buscando vivenciar lo que se está leyendo, es decir,
sintiendo y percibiendo en profundidad.

Al encontrar una frase que nos toque el alma, que repercuta en nuestro ser,
paramos la lectura y asumimos estas palabras como nuestras, repitiéndolas muchas
veces, haciendo de ellas un puente que nos ligue a Dios, hasta que se agote la
fuerza de la frase o que su contenido –qué es Dios mismo inunde nuestra alma.

Veamos el ejemplo del cometa. Comparemos el cometa con nuestra mente y la


cuerda que la sostiene con la frase que estamos diciendo. Cuando comenzamos a
elevar el cometa, le vamos dando más cuerda para que él pueda elevarse cada vez
más hacia el cielo; lo mismo sucede con la mente: para que ella pueda elevarse,
nosotros vamos repitiendo cada vez la misma frase. La frase concentra la mente y
la mantiene elevada, unida a Dios.

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Al llegar el cometa a lo alto, paramos de dar cuerda y quedamos admirados, quietos


contemplando el cometa en lo alto del cielo. Igual con la mente: cuando ella por fin
se eleva, quedamos en admiración unidos a Dios, quietos y concentrados. De
repente el cometa comienza a revolotear, y nosotros volvemos a estirar la cuerda
para mantenerlo en lo alto; así también con la mente: cuando percibimos que
estamos distraídos y que la mente ha comenzado a dar vueltas, revoloteando,
retomamos la frase para mantenerla en lo alto, elevada, nuevamente unida a Dios
y así quedamos.

Cuando esto sucede, podemos dejar de lado las palabras escritas que estábamos
utilizando y permitir que el Espíritu Santo clame dentro de nosotros, orando con
palabras espontáneas e inspiradas.

Entonces, ahora ustedes saldrán de aquí y buscarán un rincón donde hacer su


Tiempo Fuerte. Jesús irá delante de ustedes, déjense conducir por El.

Tiempo Fuerte
a) A solas, y después de invocar al Espíritu Santo con una oración espontánea,
comenzar a practicar su “Lectura rezada” con las siguientes oraciones:

TÓMAME
Tómame, Señor Jesús, con todo lo que soy;
con todo lo que tengo y lo que hago,
lo que pienso y lo que vivo.
Tómame en mi espíritu,
para que se adhiera a Ti;
en lo más íntimo de mi corazón,
para que solo te ame a Ti.
Tómame, Dios mío, en mis deseos secretos,
para que sean mi sueño y mi fin único,
mi total adhesión y mi perfecta felicidad.
Tómame con tu bondad, atrayéndome a Ti.
Tómame con tu dulzura, acogiéndome a Ti.
Tómame con tu amor, uniéndome a Ti.
Tómame mi salvador, en tu dolor,
tu alegría,
tu vida, tu muerte, en la noche de la cruz,
en el día inmortal de tu Resurrección.
Tómame con tu poder, elevándome hasta Ti;
tómame con tu ardor, inflamándome de Ti,

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tómame con tu grandeza, perdiéndome en Ti.


Tómame para la tarea de tu gran misión,
para una entrega total
a la salvación del prójimo
y para cualquier sacrificio
al servicio de tus hermanos.
Tómame, oh, Cristo mi Dios,
sin límites y sin fin.
Toma lo que puedo ofrecerte;
no me devuelvas jamás lo que tomaste,
de manera que un día
pueda poseerte a Ti en el abrazo del cielo,
tenerte y conservarte para siempre. Amén

A LA LUZ DE TU FIGURA
Señor Jesucristo,
que tu presencia inunde por completo mi ser,
y tu imagen se marque a fuego
en mis entrañas,
para que pueda yo caminar
a la luz de tu figura,
y pensar como Tú pensabas,
sentir como Tú sentías,
actuar como Tú actuabas,
hablar como Tú hablabas,
soñar como Tú soñabas,
Y amar como Tú amabas.
Pueda yo, como Tú
despreocuparme de mí mismo
para preocuparme de los demás;
ser insensible para mí y sensible para los demás;
sacrificarme a mí mismo, y ser al mismo tiempo
aliento y esperanza para los demás.
Pueda yo ser; como Tú,
sensible y misericordioso;
paciente, manso y humilde;
sincero y veraz.
Tus predilectos, los pobres,
sean mis predilectos;
tus objetivos, mis objetivos.
Los que me ven, te vean.
Y llegué yo hacer una transparencia
de tu Ser y tu Amor. Así sea.

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ESTÁS CON NOSOTROS


Estás con nosotros todos los días
hasta el fin del mundo.
Estás con nosotros, Omnipotencia divina,
con nuestra fragilidad.
Estás con nosotros, amor infinito
que nos acompañas en todos nuestros pasos.
Estás con nosotros, protección soberana
y garantía de éxito en las tentaciones.
Estás con nosotros, energía que sostiene
nuestra vacilante generosidad.
Estás con nosotros,
en nuestras luchas y fracasos,
en nuestras dificultades y pruebas.
Estás con nosotros,
en nuestras decepciones y ansiedades
para devolvernos el coraje.
Estás con nosotros en las tristezas
para comunicarnos el entusiasmo
de tu alegría.
Estás con nosotros en la soledad
como compañero que nunca falla.
Estás con nosotros
en nuestra misión apostólica
para guiarnos y sostenernos.
Estás con nosotros
para conducirnos al Padre
por el camino de la sabiduría
y de la eternidad. Amén

b) Profundizar en la lectura del libro Transfiguración. Lea, subraye lo que le llame la


atención, y anote en el cuaderno lo que se propone hacer en relación con lo que ha
leído.

Capítulo 1, ítem: 5 – Entra en tu cuarto


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¿Dónde orar? Escuchemos al maestro: «Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, habla a tu Padre que está ahí en lo secreto» (Mt 6,6). Hay por ahí, continúa el
Maestro, Gentes que gustan de orar en las sinagogas y en las plazas para ser vistos y alabados por
los hombres. en realidad, no buscan el Padre; se buscan a sí mismos. su vanidad satisfecha será su
única recompensa. No así vosotros.

El Consejo de Jesús es, pues, terminante: ¿Dónde orar? en el silencio de tu cuarto. Nadie te ve. te
basta saber que el Padre está ahí, contigo. El mismo será tu saciedad y recompensa.

Tiempos Fuertes diarios, no de cualquier manera, sino con una ordenada programación. Tú mismo
tienes que programarte espontáneamente. Dices, por ejemplo: Realmente hoy me encuentro de
buen ánimo; Voy a orar con la modalidad oración de elevación. En este día estoy de mal humor
porque tengo dolor de cabeza: haré la lectura rezada lo mejor que pueda. Hoy se me presenta una
jornada difícil, con probables conflictos; necesito el control de los nervios y la serenidad de Jesús;
oraré con la oración de acogida. Durante tres semanas seguidas me dedicaré a la práctica de la
lectura meditada precisamente con la Carta de los filipenses. Toda esta semana me dedicaré a orar
con la oración auditiva. hoy es domingo y me siento admirablemente bien; intentaré hacer oración
de contemplación. y así sucesivamente: siempre con una ordenada programación, según las
modalidades que ya conoces.

Al salir del cuarto, Una vez terminado el Tiempo Fuerte, Todos los días dirás, a ser posible en voz
alta y decidida, Estas palabras: «Ahora comienzo a hacer como Jesús. Mi Señor, que los que me
ven, te vean; que los que me oyen, te oigan». Y saldrás dispuesto y resuelto a ser y actuar como
Jesús, Preguntándole en cada nueva situación: qué haría Jesús en mi lugar. no habrá derrota en tu
camino.

Tiempos Fuertes diarios, con una obstinada tenacidad, sin que ninguna emergencia te haga desistir.
esas circunstancias pueden ser diversas: desgana, temporadas de sequedad o aridez, dolores de
cabeza, malestar general, situaciones familiares, urgencias de la vida. Si comienzas por fallar a los
Tiempos Fuertes a la menor dificultad, ya has empezado a rodar cuesta abajo. No te olvides: para
ser fiel a los Tiempos Fuertes diarios, necesitarás una santa terquedad.

c) Terminar rezando el Padre Nuestro y el Gloria al Padre.

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