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Acogida y bienvenida
Con gran alegría y un deseo muy grande de participar con ustedes en este día,
iniciamos este retiro en el nombre del Padre...
En primer lugar, quiero esclarecer para todos los aquí presentes, que este retiro fue
elaborado teniendo como base el contenido de las doctrinas que pertenecen al
patrimonio de los Talleres de Oración y Vida, todas de autoría de su fundador, Padre
Ignacio Larrañaga, y con permiso explícito del mismo.
El objetivo general de este retiro es llenar nuestra alma con la presencia amorosa
y envolvente de Dios, nuestro Padre, para salir de aquí bien con la vida, y de esta
manera poder hacer el bien a todos los que nos rodean.
Para lograr este objetivo ya dimos el primer paso: detenernos. Detenernos en este
día de todas nuestras actividades exteriores para concentrarnos en una gran
actividad interior, pues “lo urgente es dejar que el Señor hable dentro de nosotros”.
Orar es amar a Dios y dejarse amar por El. Sólo Dios tiene la clave de nuestra alma;
si El no entra, ella estará vacía.
1. Orando con Jesús y como Jesús, que nos dice: “Cuando vayas orar, entra en tu
aposento y, después de cerrar la puerta, habla a tu Padre que está ahí en lo secreto”
Mateo 6,6; y eso haremos en nuestros momentos de oración a solas.
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Como todos ya sabemos, es fundamental el silencio para hacer un buen retiro, pues
la única región donde puede acontecer un encuentro profundo entre Dios y el
hombre es en la región del espíritu. Y para llegar a esta región necesitamos de una
gran concentración, la que, a su vez, necesita de una atención purificada e
interiorizada, que se consigue en primer lugar, haciendo silencio interior y exterior.
Nosotros no hacemos un retiro para guardar silencio, sino que guardamos silencio
para hacer un buen retiro. Silencio no sólo con la boca, sino con la mente y el
corazón.
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Ahora vamos a pedir al Espíritu Santo que nos fortalezca y transforme en decisión
nuestro deseo de mantenernos en silencio durante el trabajo de este día.
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DETENERSE
¡Qué bueno es detenerse…
Señor; me gustaría detenerme
En este mismo instante.
¿Por qué tanta agitación?
¿Para qué tanto frenesí?
Ya no sé detenerme.
Me he olvidado de rezar:
Cierro ahora mis ojos.
Quiero hablar contigo, Señor.
Quiero abrirme a tu universo,
pero mis ojos se resisten
a permanecer cerrados.
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Charla I
Estas palabras, serán la plataforma que nos ira lanzando en dirección a una vivencia
íntima con Dios.
¿Y que son los Tiempos Fuertes? Son espacios de tiempo reservados para estar
a solas con Dios.
¿Para qué sirven? Sirven no sólo para hacernos crecer en el trato de amistad con
el Señor, sino también para hacernos recuperar el equilibrio interior.
¡Hoy en día llevamos una vida tan desconcentrada y desintegrada como nunca se
había visto! Hacemos mil cosas al mismo tiempo; conocemos personas que leen,
ven televisión, ¡comen y beben al mismo tiempo! No aguantan estarse sin hablar,
sin fumar, sin beber, sin leer o hacer cualquier cosa, andan de un lado para el otro,
de aquí para allá.
Es imposible, para un gran número de personas, estar sin hacer alguna cosa. Se
sienten nerviosas, inquietas y tienen que hacer algo con la boca o con las manos.
Y así, pasan a ser personas desintegradas interiormente, esto es, en lugar de ser
“personas” pasan a ser “pilas eléctricas”. Y es entonces cuando surge la angustia,
el estrés, las quejas y las lamentaciones. A propósito, como dice Padre Ignacio, ¡el
capítulo 1° de los neuróticos son las quejas y las lamentaciones!
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Por otra parte, sabemos que, una vida sin Dios no tiene soporte para aguantar la
presión que la misma vida nos impone. “Entonces, buscaras al Señor tu Dios, y lo
encontrarás con tal que lo busques con todo tu corazón y toda tu alma”
(Deuteronomio 4, 29)
Ustedes ¿quieren ser personas de Dios? ¿Quieren llevar una vida en serio con
Dios? Entonces, para comenzar, retírense por espacios de tiempo, a la soledad y
el silencio.
Hay gente que dice que no tiene tiempo, pero el tiempo es una cuestión de
preferencia, sin embargo, el trato con Dios no es sólo una cuestión de tiempo, es
una cuestión de amor, siempre se tiene tiempo para quien se ama. Por lo tanto,
salven los Tiempos Fuertes que los Tiempos Fuertes los salvaran a ustedes.
Concluiremos afirmando que Dios es nuestra única salvación, pero que Él no nos
trae la salvación mágicamente; somos nosotros los que tenemos que buscarlo a
través de nuestros Tiempo Fuertes.
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Oremos:
NECESITAMOS DE TI
Necesitamos de Ti, de Ti solamente y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas,
puedes sentir por todos nosotros que sufrimos, la compasión que cada uno siente
en relación consigo mismo. Sólo Tú puedes medir qué grande, que
inconmensurablemente grande es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta
hora.
Todos necesitan de Ti, también aquellos que no lo saben, y éstos necesitan bastante
más que los que lo saben.
El hambriento piensa que debe buscar pan y, mientras tanto, tiene hambre de Ti, el
sediento juzga necesitar agua, mientras siente sed de Ti. El enfermo se ilusiona en
desear salud; su verdadero mal, sin embargo, es la ausencia de Ti. Quien busca la
belleza del mundo sin darse cuenta, te busca a Ti, que eres la belleza plena. El que
en sus pensamientos busca la verdad sin darse cuenta te desea a Ti, que eres la única
verdad digna de ser conocida. El que se esfuerza por
conseguir la paz, está buscándote a Ti, Única Paz donde pueden descansar los
corazones inquietos.
Ellos te llaman sin saber que te llaman, y su grito es, misteriosamente, más doloroso
que el nuestro. Te necesitamos. Ven, Señor.
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Pero, como dijimos antes, el sentimiento de miedo es uno solo, que quiere decir,
que proviene de una única fuente: la sensación profunda de que solo contamos con
nosotros mismos, que somos y estamos solos.
Por eso el Señor nos dice: “No tengas miedo”, y agrega: “Yo estoy contigo”.
Como dice el título del Capítulo 1 del libro Transfiguración: “Solo se sabe lo que se
vive”. Y la vida solo puede ser sentida en sus manifestaciones individuales, en la
persona individual; no existe vida “de masas humanas”, no existe vida de
abstracciones.
Entonces, el mandamiento es uno solo para cada individuo: “amar a Dios sobre
todas las cosas”, y a Dios se le ama de rodillas, adorando. Cuando digo “de rodillas”,
no quiero decir con las rodillas dobladas, sino con el alma y el corazón de rodillas,
postrados delante de nuestro Dios y Padre.
Recuerden: mucha teoría sobre la oración mata la oración. ¡Tenemos que aprender
a orar, orando! ¡A vivir, viviendo!
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En el libro “El Principito” Saint-Exupéry dice que: “Fue el tiempo que perdiste con
tu flor la que la tornó importante para ti”. Y el tiempo que usted “pierde” con su Dios,
es lo que lo vuelve tan importante para usted. Y, alguien dijo, ese es el tiempo que
cuenta para la eternidad. Todo lo demás es pasajero, como decía Francisco de Asís,
“¡solo Dios es y basta!”
Es preciso orar sin ganas para que vengan las ganas de orar.
Sin embargo, algunas personas dicen así: - “¿Orar? Solo cuando tenga ganas”
Y si la gente continúa viviendo en este error, esto es, diciendo: - “¿Estudiar? Solo
cuando tenga ganas”. - “¿Trabajar? Solo cuando tenga ganas”.
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Sin embargo, nosotros sabemos que orar no es fácil. Y no es fácil porque exige
esfuerzo; y nosotros, instintivamente, nos aferramos a la ley del menor esfuerzo.
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Y para superar esto, ya que el instinto aleja la oración, una convicción tiene que
imponerse. Estar convencido de que la oración es importante para usted. Esta
convicción, esta certeza íntima de la presencia de Dios en nosotros, que nos es
transmitida por la fe.
En el momento en que nos aislamos para hacer nuestro Tiempo Fuerte, somos
muchas veces asaltados por la distracción, nos quejamos de cansancio, de sueño,
de dolor de cabeza, de mala digestión, en fin de innumerables males físicos...
Necesitamos conseguir que nuestro cuerpo no sólo no sea estorbo u obstáculo a
nuestra actividad oracional, sino fiel colaborador, expresando nuestros sentimientos
interiores, creando así un clima de armonía y paz, tanto en nuestro interior como en
nuestro exterior.
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ejercicios son de gran ayuda, principalmente para aquellas personas que tienen
dificultad de concentración y que son por naturaleza inquietas. Inclusive, por no
hacer una preparación previa, mucha gente no adelanta en su vida de oración. Mas
adelante, vamos a practicar una de esas técnicas, muy utilizadas por el Padre
Ignacio Larrañaga en su libro “Encuentro” y en sus Talleres de Oración y Vida, para
prepararnos para el Tiempo Fuerte que viviremos enseguida.
1º) Que se apoye en una oración escrita, para poder ser “lectura”.
2º) Asumir, asimilar, vivir el significado, o contenido de las frases.
3º) Hacer mías las palabras leídas, repitiéndolas y dejándose impregnar por ellas,
para de esta forma estar con Dios.
Explicación:
Para la “Lectura Rezada” se toma una oración escrita que nos hable al corazón. Se
comienza a leer despacio, buscando vivenciar lo que se está leyendo, es decir,
sintiendo y percibiendo en profundidad.
Al encontrar una frase que nos toque el alma, que repercuta en nuestro ser,
paramos la lectura y asumimos estas palabras como nuestras, repitiéndolas muchas
veces, haciendo de ellas un puente que nos ligue a Dios, hasta que se agote la
fuerza de la frase o que su contenido –qué es Dios mismo inunde nuestra alma.
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Cuando esto sucede, podemos dejar de lado las palabras escritas que estábamos
utilizando y permitir que el Espíritu Santo clame dentro de nosotros, orando con
palabras espontáneas e inspiradas.
Tiempo Fuerte
a) A solas, y después de invocar al Espíritu Santo con una oración espontánea,
comenzar a practicar su “Lectura rezada” con las siguientes oraciones:
TÓMAME
Tómame, Señor Jesús, con todo lo que soy;
con todo lo que tengo y lo que hago,
lo que pienso y lo que vivo.
Tómame en mi espíritu,
para que se adhiera a Ti;
en lo más íntimo de mi corazón,
para que solo te ame a Ti.
Tómame, Dios mío, en mis deseos secretos,
para que sean mi sueño y mi fin único,
mi total adhesión y mi perfecta felicidad.
Tómame con tu bondad, atrayéndome a Ti.
Tómame con tu dulzura, acogiéndome a Ti.
Tómame con tu amor, uniéndome a Ti.
Tómame mi salvador, en tu dolor,
tu alegría,
tu vida, tu muerte, en la noche de la cruz,
en el día inmortal de tu Resurrección.
Tómame con tu poder, elevándome hasta Ti;
tómame con tu ardor, inflamándome de Ti,
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A LA LUZ DE TU FIGURA
Señor Jesucristo,
que tu presencia inunde por completo mi ser,
y tu imagen se marque a fuego
en mis entrañas,
para que pueda yo caminar
a la luz de tu figura,
y pensar como Tú pensabas,
sentir como Tú sentías,
actuar como Tú actuabas,
hablar como Tú hablabas,
soñar como Tú soñabas,
Y amar como Tú amabas.
Pueda yo, como Tú
despreocuparme de mí mismo
para preocuparme de los demás;
ser insensible para mí y sensible para los demás;
sacrificarme a mí mismo, y ser al mismo tiempo
aliento y esperanza para los demás.
Pueda yo ser; como Tú,
sensible y misericordioso;
paciente, manso y humilde;
sincero y veraz.
Tus predilectos, los pobres,
sean mis predilectos;
tus objetivos, mis objetivos.
Los que me ven, te vean.
Y llegué yo hacer una transparencia
de tu Ser y tu Amor. Así sea.
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¿Dónde orar? Escuchemos al maestro: «Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, habla a tu Padre que está ahí en lo secreto» (Mt 6,6). Hay por ahí, continúa el
Maestro, Gentes que gustan de orar en las sinagogas y en las plazas para ser vistos y alabados por
los hombres. en realidad, no buscan el Padre; se buscan a sí mismos. su vanidad satisfecha será su
única recompensa. No así vosotros.
El Consejo de Jesús es, pues, terminante: ¿Dónde orar? en el silencio de tu cuarto. Nadie te ve. te
basta saber que el Padre está ahí, contigo. El mismo será tu saciedad y recompensa.
Tiempos Fuertes diarios, no de cualquier manera, sino con una ordenada programación. Tú mismo
tienes que programarte espontáneamente. Dices, por ejemplo: Realmente hoy me encuentro de
buen ánimo; Voy a orar con la modalidad oración de elevación. En este día estoy de mal humor
porque tengo dolor de cabeza: haré la lectura rezada lo mejor que pueda. Hoy se me presenta una
jornada difícil, con probables conflictos; necesito el control de los nervios y la serenidad de Jesús;
oraré con la oración de acogida. Durante tres semanas seguidas me dedicaré a la práctica de la
lectura meditada precisamente con la Carta de los filipenses. Toda esta semana me dedicaré a orar
con la oración auditiva. hoy es domingo y me siento admirablemente bien; intentaré hacer oración
de contemplación. y así sucesivamente: siempre con una ordenada programación, según las
modalidades que ya conoces.
Al salir del cuarto, Una vez terminado el Tiempo Fuerte, Todos los días dirás, a ser posible en voz
alta y decidida, Estas palabras: «Ahora comienzo a hacer como Jesús. Mi Señor, que los que me
ven, te vean; que los que me oyen, te oigan». Y saldrás dispuesto y resuelto a ser y actuar como
Jesús, Preguntándole en cada nueva situación: qué haría Jesús en mi lugar. no habrá derrota en tu
camino.
Tiempos Fuertes diarios, con una obstinada tenacidad, sin que ninguna emergencia te haga desistir.
esas circunstancias pueden ser diversas: desgana, temporadas de sequedad o aridez, dolores de
cabeza, malestar general, situaciones familiares, urgencias de la vida. Si comienzas por fallar a los
Tiempos Fuertes a la menor dificultad, ya has empezado a rodar cuesta abajo. No te olvides: para
ser fiel a los Tiempos Fuertes diarios, necesitarás una santa terquedad.
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