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Problema prototipo
Una familia se comunica con parientes en Estados Unidos desde el lado mexicano
de la frontera, en Tijuana. CreditGuillermo Arias/Agence France-Presse — Getty
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WASHINGTON — Estados Unidos y México comparten una rica historia. Durante
más de un siglo, la gente ha ido y venido a través de la frontera para trabajar.
Su trabajo arduo y dedicación podrían haber tenido lugar dentro de un mercado
laboral bien regulado y ventajoso para ambos países. Sin embargo, en años
recientes la mayor parte de la mano de obra se ha movido en un vasto mercado
negro, afectando a los trabajadores, las familias, la seguridad y las finanzas
públicas en ambos países.
Hay una decepción justificable ante este resultado. Hemos observado con
frustración, desde los más altos niveles de gobierno de cada lado de la frontera,
cómo los dos vecinos han desaprovechado las oportunidades de ayudarse
mutuamente.
Nuestros países dejaron de cooperar para regular la migración de trabajadores en
1965. Comprensiblemente, rechazaron la historia previa de los acuerdos fallidos
de “braceros” que se adoptaron desde 1942, que contenían salvaguardas
inadecuadas para los trabajadores de ambos países. Sin embargo, en lugar de
trabajar para reparar dichas fallas, desde entonces se han negado a cualquier
reglamento cooperativo de flujos de trabajadores no especializados.
El triste resultado han sido décadas de ilegalidad desenfrenada. Hoy, con base en
algunos cálculos razonables, de los 11,7 millones de personas nacidas en
México que viven en Estados Unidos, casi la mitad (5,6 millones) carecen de
autorización legal. La causa de fondo de esta tragedia es que los gobiernos no
promulgaron conjuntamente un marco bien regulado para los flujos de mano de
obra.
Acá, las diez medidas a través de las que esta situación en el país podría mejorar:
1.- Consolidar un sistema de seguridad social universal efectivo.
2.- Incrementar los recursos de las cinco entidades federativas más pobres del
país para mejorar la infraestructura escolar, aumentar becas y construir nuevos
hospitales.
3.-Incentivar la matriculación escolar en el nivel medio superior.
4.- Una nueva política industrial para que los trabajadores mexicanos puedan
insertarse en el mercado internacional con empleos dignos y de calidad.
5.- Elevar el salario mínimo hasta la línea de bienestar seguido de aumentos
graduales de acuerdo a la inflación del país.
6.- Creación de mecanismos innovadores para la exigencia de transparencia y
rendición de cuentas.
7.- Restablecimiento de un impuesto a la herencia.
8.- Mejor recaudación del impuesto predial sobre la propiedad.
9.- Mayores impuestos a rendimientos de instrumentos de renta fija y variable en
mercados de capital.
10.- Evaluar y diseñar un piloto para implementación del Ingreso Básico Universal.
Hasta hace unos cinco años, poco se hablaba de desigualdad. Los discursos
políticos y las primeras planas de los periódicos replicaban por miles la palabra
“pobreza”. Hoy este tema es parte de la discusión y la preocupación de los
mexicanos. Lo que falta es responder a ello con acciones.
Según Ricardo Fuentes-Nieva, director ejecutivo de Oxfam México, la finalidad del
decálogo que elaboraron es que quienes busquen un puesto de representación
popular este año las integren en sus planes de gobierno.
En el informe de la organización hay un dato que podría desalentar muchos
ánimos: antes de que existiera el programa gubernamental Prospera —que otorga
recursos a casi siete millones de familias mexicanas en los rubros de alimentación,
salud y educación—, casi la mitad de la población vivía en pobreza de ingresos y,
después de invertirle 952 mil millones de pesos (unos 51 mil millones de dólares)
entre 1997 y 2016, la pobreza sigue prácticamente en el mismo nivel.
Sin embargo, dice Fuentes-Nieva, iniciativas como la del decálogo podrían ser un
buen inicio para cambiar el estado de cosas actual. Y la ciudadanía esta vez
tendrá mucha oportunidad para incidir en ello.
Desde ahora, en la página web de Oxfam México se cuenta con la opción de que
los usuarios firmen una petición virtual, mediante la que se podrá solicitar a los
contendientes por la Presidencia de la República tomar en cuenta el decálogo
para sus propuestas de campaña.
“El cambio no se va a dar de la noche a la mañana, pero por algo podemos
empezar”, asegura Fuentes-Nieva.
Bibliografía