Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Durante los dos o tres primeros años de vida, actúan sobre el niño influencias
que pueden alterar el carácter en la vida futura: si el niño ha sufrido algún trauma o
experiencia violenta, o ha encontrado obstáculos considerables durante ese periodo,
pueden surgir desviaciones. Esto quiere decir que el carácter se desarrolla en
relación a los obstáculos encontrados o a la libertad que ha favorecido su desarrollo.
El problema esta en que después de los 6 años los niños no pueden desarrollar
“espontáneamente” las cualidades del carácter. Cuando los maestros quieren enseñar
se encuentran frente a jóvenes que no consiguen aprender, no porque carezcan de
inteligencia, sino porque no tienen carácter, y cuando no hay carácter, falta la fuerza
propulsiva de la vida.
Las energías del crecimiento, al igual que todas las energías, son
indestructibles. Cuando a los niños se les niega el uso verdadero y correcto de las
energías, estas no se pierden sino que se desvían, y este proceso da como resultado
diversas formas de desorden mental o anormalidad. Estas desviaciones suceden tanto
en la vida animal como en el mundo vegetal y al igual que en el desarrollo del cuerpo
humano, por que, en tales casos las desviaciones del crecimiento normal son
generalmente visibles y por lo tanto se reconocen con facilidad. Pero los efectos de
las energías mal dirigidas no se reconocen con facilidad, puesto que no se manifiestan
de forma visible y debido a que como raza, aun no hemos descubierto los rasgos del
desarrollo mental normal.
Estas desviaciones del crecimiento mental normal son muchas, las
podemos reconocer en la niñez. Primero tenemos una serie de facetas que son
reconocidas como anormales por los psicólogos infantiles, como son:
• la desobediencia
• la timidez
• la riña
• la rebelión
• los berrinches
• las mentiras
• la glotonería
• las pesadillas
• mojar la cama
• posesividad extremada
• temores de varias clases
• tartamudeo
• movimientos desordenados y destructivos
• desobediencia continua
La concentración del niño es una actividad motriz que lo pone en relación con la
realidad exterior, puede superponerse perfectamente que solo existe una razón en el
origen de todas las desviaciones y es que el niño no ha podido realizar el plan
primitivo de su desarrollo, actuando sobre el ambiente en la edad constructiva:
cuando su energía potencial debía desarrollarse a través de la encarnación.
La Doctora Montessori sostiene que los procesos del crecimiento están regidos
por ciertas fuerzas invisibles a las que ella nombra “Directivas Internas”.
FUGAS
El adulto castiga estas acciones; admira y alienta la fantasía, como si fuera una
gran imaginación, como fecundidad creadora de la inteligencia infantil.
El adulto no deja libre al niño más que en sus juegos y solo con sus juguetes.
Esta convencido de que estos constituyen el universo en el que el niño encuentra la
felicidad. El niño se cansa pronto de los juguetes y los rompe. El adulto se muestra
liberal y respetuoso al respecto, dando a su distribución el valor de un triíto. Es la
única libertad que el mundo adulto ha concedido al hombre en la edad de la infancia,
en la época en la que deberían fijarse las directrices de la vida superior. Estos niños
“desviados” son considerados como muy inteligentes y desordenados.
Los órganos del movimiento han salido del caos en el instante en que han
llegado a obedecer a su inspiración interior.
LAS BARRERAS
Cuando hay barreras síquicas en un niño se puede llegar a confundir con niños
deficientes o atrasados.
CURACIONES
¿Cuál de los dos fenómenos de desviación es más grave: las fugas o las
barreras?
En nuestras escuelas normalizadotas, las fugas de la imaginación se han
presentado fácilmente curables.
Generalmente no saben que hacer con sus manos, no las pueden tener quietas ni
hacerlas actuar. No pueden crear nada bello, ni pueden crear la felicidad de su vida,
no sabiendo encontrar la poesía real del mundo. Son personas perdidas si no hay quien
las rescate porque confunden su incapacidad y su debilidad orgánica, con un estado
superior. Este estado se predispone a verdaderas enfermedades síquicas.
Las barreras son más difíciles de vencer. Es una construcción interior que
cierra el espíritu y lo oculta para defenderlo del mundo. Los estudios producen fatiga
y enojo, originando una aversión contra el mundo, en lugar de ser una preparación
para participar en el.
EL AFECTO
El adulto termina haciendo la voluntad del niño, y así el niño avanza en el grave
peligro del decaimiento y de la inercia; inercia que se califica de ociosidad y pereza.
LA POSESION
En los niños existe un impulso que les incita hacia el esfuerzo para actuar por
si mismos. El movimiento hacia el ambiente no es diferente: es un amor penetrante,
una necesidad vital que podría compararse al hambre. El hambre es un sufrimiento
intenso que nos empuja hacina el alimento. Y el niño siente esta especie de hambre
que le impulsa hacia el ambiente, para buscar cosas capaces de nutrir su espíritu y se
nutre con actividad.
“Como los niños recién nacidos, amamos la leche espiritual.” En este impulso, en
el amor del ambiente, reside la característica del hombre. El impulso que origina el
amor del niño por el ambiente, conduce a una actividad constante. Sin este ambiente
de vida síquica, todo es débil en el niño, todo se desvía y se cierra; transformándose
en un ser impenetrable y enigmático, vació, incapaz, caprichoso, aburrido, fuera de la
sociedad. Si el niño se encuentra imposibilitado de encontrar los motivos de actividad
destinados a su desarrollo, solo vera “las cosas” y no deseara su posesión. Entonces la
energía se desvía por otro camino: “¡Yo lo quiero!”, “No, soy yo el que lo quiere”, dice
otro niño, dispuesto a romper el objeto e inutilizarlo, con la sola finalidad de
poseerlo. Así comienza la competencia entre las personas y la lucha destructora de
las cosas.
Casi todas las desviaciones morales son consecuencia de este primer paso que
ha de decidir entre el amor y la posesión que pueden conducir a dos caminos
divergentes. La parte activa del niño se proyecta al exterior queriendo agarrar todo
lo que le rodea. Los sentimientos de propiedad le adhieren a las cosas, y las defiende
como defendería a su propio ser.
Los niños más fuertes y activos defienden y luchan por sus cosas, pelean con
quien quiera sus cosas, originando reacciones bien distintas a las del amor; son la
explosión de sentimientos anti- fraternales.
Los niños de carácter sumiso, tienen otra manera distinta de “poseer”, que no
se deriva hacia una lucha de competencia. Se aficionan por esconder y guardar
objetos, haciéndoselos pasar por coleccionistas; pero es muy diferente del verdadero
coleccionismo, que clasifica los objetos guiados por los conocimientos. La patología
describe el coleccionismo, ilógico y vació, conceptuándolo como manía, como una
anomalía síquica.
EL PODER
Para el niño desviado el adulto que tiene enfrente es el ser potente por
excelencia y que tiene disposición de todas las cosas. El niño comprende cuan grande
seria su propio poder si le fuera permitido actuar a través del adulto. El niño siempre
va a buscar obtener del adulto más de lo que puede obtener de si mismo. Esto es
totalmente normal y se comprende, esto se insinúa lentamente en todos los niños;
tanto que se considera como el hecho más corriente y más difícil de corregir: es el
capricho clásico del niño. El niño comienza a imponerse y querer siempre más. En
efecto estos deseos no tienen límites; el niño fantasea y ve al adulto como el ser que
lo puede todo y que podrá llevar a cabo los deseos de sus sueños. En una relación
maravillosa con el adulto el niño recurre a buscar lo que quiere bajo formas
seductoras. Esto parece la proyección idealizada del niño que vive entre adultos.
COMPLEJO DE INFERIORIDAD
Cuando el niño no llega a cumplir con las expectativas de los padres, en lugar de
conservar el sentimiento de su dignidad, lleva en sí mismo una convicción obscura de
inferioridad y de impotencia. En efecto, para asumir cualquier responsabilidad, es
preciso tener la plena convicción de que es el dueño de sus propias acciones y tener
confianza en sí mismo.
Este procedimiento arraiga en el alma del niño la convicción de que no sólo sus
actos no tienen valor alguno, sino que también su personalidad es inepta e incapaz de
actuar. Así se engendra el desaliento y la falta de confianza en sí mismo. Pero si el
adulto persuade al niño de que la imposibilidad reside en él, se forma una niebla que
turbia las ideas, una timidez, una especie de apatía y un temor que se convierte en
constitutivos y todas esas cosas juntas construyen aquellos “obstáculos interiores”
que el psicoanálisis califica de “complejo de inferioridad”.
EL MIEDO
Estas mentiras son casi opuestas a otras, inspiradas por la pereza, para no
tener que pensar en cuál sería la verdad, “por que sí”.
Uno de los disfraces más singulares es el que adopta el adulto con relación al
niño. El adulto sacrifica las necesidades del niño a las suyas propias; pero no viene en
estado de reconocerlo, porque sería intolerable.
*****************************************
No se ha construido un concepto definido que pueda ser aceptado por todos los
científicos. En cambio estos presienten la importancia de este conjunto, intuido, que
se llama carácter. Bajo esta palabra se han considerado elementos físicos, morales e
intelectuales; la voluntad, la personalidad y la herencia. Todos parten del hombre,
bien como figura abstracta, bien como persona concreta. En el conjunto hay un salto
de la herencia a la formación de la personalidad, y queda un vacío inexplorado.
Aunque el carácter de cada período sea radicalmente distinto del de los otros
dos, cada uno pone los fundamentos sucesivos. Para que se pueda desarrollar
normalmente en el segundo período, es necesario que se desarrolle bien el primero.
Cuanto más cuidemos las necesidades de un período, mayor éxito tendrá el período
siguiente.
El modo en que se desarrolla el embrión se halla condicionado a la concepción.
Luego el niño podrá ser influido, pero sólo por el ambiente, o sea durante la
gestación, por las condiciones de la madre. Si el ambiente es favorable, surgirá un
ser fuerte y sano; de ese modo, la gestación y la concepción condicionan la vida
postnatal.
Durante los dos o tres primeros años actúan sobre el niño influencias que
pueden alterar el carácter en la vida futura: si el niño ha sufrido algún trauma o
experiencia violenta, o ha encontrado obstáculos considerables durante este período,
pueden surgir desviaciones. Por esto, el carácter se desarrolla en relación a los
obstáculos encontrados en la libertad que ha favorecido su desarrollo.
En nuestras escuelas cuando nos llegan niños a los 3 años, casi todos presentan
características no normales, pero corregibles.
Cuando no llega a haber carácter, falta la fuerza propulsaba de la vida. Sólo los
que a través de tempestades y errores de su ambiente, han podido salvar alguna o
todas las dotes fundamentales del carácter, tienen una personalidad.
Desgraciadamente, la mayoría, no la tienen. Ahora no podemos pedirles que se
concentren, porque lo que les falta es precisamente la concentración.