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EL DETERIORO ECONÓMICO
Al terminar en 1953 la Guerra de Corea, también se terminó para Uruguay la época (desde 1939) de los
buenos precios y las grandes ventas al exterior provocados por los conflictos bélicos en el mundo.
Hacia mediados de los años 50, Uruguay empezó a sufrir la baja de precios de sus rubros exportables mientras
se mantenían o subían los de las importaciones. Esto significaba que debíamos pagar con más carne o lana la
misma maquinaria, lo que implicaba una evasión de nuestra riqueza al exterior y una menor capacidad de
compra ("deterioro de los términos de intercambio"). Si en 1951 pudimos comprar afuera por el equivalente a
un índice 132, en t959 compramos la mitad (índice 60).
Por el mecanismo que ya conocemos, al reducirse las divisas que proporcionaba el agro (184 millones de
dólares en 1955,98 en 1959), disminuyeron las importaciones de los materiales imprescindibles (combustibles,
máquinas, repuestos) para el funcionamiento de la industria. Comenzó a bajar su producción, a cerrar fábricas,
a descender el empleo y reducir el salario.
Si a los saldos desfavorables de la balanza comercial se le sumaban la declinación de la industria y los déficit
presupuestales del Estado, el resultado tenía que ser un proceso inflacionario. En la década del 40 se registró
un 5% anual, que pasó al 11% en el primer quinquenio y al 31 % en el segundo quinquenio de la década de los
50. En cada período inflacionario se produce una transferencia de ingresos de un sector social a otro, y todos
luchan por mantener o acrecer su parte en el ingreso nacional. Por ejemplo: los ganaderos produjeron y
exportaron menos, y sus precios bajaron; entonces pidieron al Gobierno que devaluara el peso (para recibir así
más pesos por cada dólar que obtenían de afuera). Y para presionarlo -como ya vimos- retuvieron la venta de
la zafra lanera y algunos contrabandearon su ganado al Brasil en busca de mejores precios.
Pero si el Gobierno devaluaba, el industrial tenía que poner más pesos para comprar 105 dólares que le
permitieran traer del exterior los combustibles y las máquinas. Si ya la industria marchaba mal por el
proteccionismo extranjero y por lo reducido del mercado interno, no quería además soportar esta otra carga
adicional. Trató de trasladar ese impacto a los salarios obreros: o despedía o los paralizaba.
Por su parte, los obreros tampoco quisieron aceptar el resultado de una devaluación, que se traducía en suba
del costo de vida, desocupación y congelación del salario. Empezaron a organizarse más, aumentaron los
conflictos gremiales y las huelgas y el clima de tranquilidad social que hizo surgir la frase "Como el Uruguay
no hay", comenzó a desvanecerse.
Otra consecuencia negativa del proceso inflacionario fue que muchos capitales se retiraron del agro y la
industria, estancados, para dedicarse a la especulación. Los Bancos se multiplicaron (entre 1954 y 1961
pasaron de 30 a 61 con 557 sucursales) y se extendieron a negocios inmobiliarios, rurales, comercio exterior y
compra-venta de divisas. En los años siguientes también surgieron las 'financieras , o casas colaterales de
Bancos que no osaban hacer por sí mismos negocios en el filo de la legalidad.
EVOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD
Las principales características demográficas del Uruguay fueron similares a las de los países desarrollados. Por
ejemplo, se acentuó el lento crecimiento de la población. En el Censo de 1963 se relevaron 2.595.510
uruguayos, 10 que indicaba una tasa de natalidad de apenas ¡ ,2% anual. Estaban distribuidos casi por mitades
entre Montevideo y el Interior; y todavía, dentro de éste, la mayoría en ciudades, lo que elevaba la población
urbana a 80% del total. A la expulsión que provocaba una ganadería estancada se había sumado la atracción a
las ciudades por la industria y los servicios.
Otro rasgo similar fue el envejecimiento de la población: los mayores de 60 años alcanzaban al 9%-frente al
7% en el resto de América Latina- y los menores de 15 años eran 26%-frente al 40%-. Esto llevó a un aumento
de las clases pasivas, y de su peso en el déficit presupuestal del Estado puesto que había un pasivo frente a tres
activos.
La ampliación del sector servicios, tanto públicos (los nuevos Entes Autónomos) como privados (banca,
enseñanza, transporte) acreció las clases medias: funcionarios públicos, empleados privados, pequeños
comerciantes e industriales, profesionales, bancarios, docentes, etc.
Los funcionarios públicos pasaron de 100.000 en 1946 a 193.000 en 1961; sumándoles otros tantos jubilados,
alrededor de 400.000 personas dependían del Estado, o sea, un 15% de la población total.
También los empleados privados sumaban 190.000 en 1956:
en el comercio, 140.000; en la industria, 40.000; en la banca, 8.000. Más alrededor de 12.000 profesionales, en
buena parte mujeres, que ya habían pasado del tradicional magisterio a todas las profesiones.
En el campo, el número de integrantes de las clases medias fue menor, pero no era desdeñable la cantidad de
pequeños y medianos productores rurales y empleados de servicios vinculados a esas actividades.
Juntas, urbanas y rurales, las clases medias dieron el tono de las formas de vida y de mentalidad del uruguayo
corriente. Se traducían en la convivencia pacífica de una sociedad integrada
con muchas vertientes diversas de la inmigración y una afirmación sin vacilaciones del sistema democrático,
las instituciones públicas y los partidos políticos tradicionales. La del 50 fue la década final de ese país sin
grandes conflictos, que admiraban los observadores extranjeros en medio de una América Latina tiranizada y
hambreada.
La clase obrera había crecido con la industria. En 1955 había 160.000 asalariados en las manufactureras y casi
30.000 en la construcción. La abundante legislación laboral de la época estimuló la agremiación y hasta los
empleados públicos se organizaron en sindicatos: los del Frigorífico Nacional en 1940; bancarios, en 1942; los
de UTE, en 1944; los de ANCAP, en 1951.
Cuando surgió la crisis económica, a mediados del 50, la desocupación y la inflación empujaron a los obreros
a medidas defensivas como paros y huelgas, y a intentos de unificar sus diversos sindicatos para favorecer su
posición dentro de la sociedad. En 1942 se creó la Unión General de Trabajadores (UGT) que, por su
vinculación con el Partido Comunista, encontró fuerte resistencia. En 1951 se fundó la Confederación Sindical
del Uruguay (CSU), pero esta vez fue su relación con las centrales norteamericanas lo que hizo fracasar los
propósitos de unificación del movimiento obrero. En 1958 coincidieron reclamaciones obreras con la petición
de una Ley Orgánica para la Universidad por los estudiantes. Se encaró así una movilización conjunta que
conmovió a la capital, contribuyó a la derrota del "quincismo" y del Partido Colorado, y obtuvo para los
manifestantes varias conquistas: Ley Orgánica universitaria para los estudiantes; y leyes sobre seguro de paro,
asignaciones familiares para desocupados y salario maternal, para los obreros.
Todos estos cambios sociales (urbanización, industrialización, crecimiento de clases medias y obrera, mejor
nivel de vida) se reflejaron en la educación.
Se expandió la educación primaria al punto que el analfabetismo cayó al 9,5% en 1957 y el 90% de los niños
en edad escolar iban efectivamente a la escuela.
Pero el gran crecimiento correspondió al segundo nivel. Entre 1940y 1960 se multiplicó por 4 el número de
inscriptos en len año de liceo, lo que se correspondía con la fiel creencia de la clase media en que la educación
era el instrumento básico para el ascenso social y económico. El crecimiento de la educación media no fue, sin
embargo, parejo. Muchos más entraron a Secundaria -antesala de la Universidad- que a las escuelas
industriales, porque el prestigio de los oficios manuales era mucho menor que el de las profesiones
universitarias.
-También creció la Universidad: de 4.800 estudiantes en 1939 a 17.000 en 1957; la mitad de ellos a Derecho y
Medicina, mientras que apenas un 10% lo hizo ~n un país agropecuari¾ en Veterinaria y Agronomía. Aunque
venían de antes, ahora empezaron a agravarse otras dificultades: carreras excesivamente largas (ocho o diez
años), egresados relativamente mayores (alrededor de 30 años), recursos financieros insuficientes para atender
el crecimiento estudiantil. Esos fueron otros tantos datos de la realidad universitaria que contribuyeron a
desencadenar una activa movilización estudiantil en 1958 en procura de una Ley Orgánica que afirmara la
autonomía y el co-gobierno (docentes, egresados y estudiantes) en la Universidad, lo que a la postre se obtuvo.
LAS DEBILIDADES DEL MODELO Y EL FRENO DEL NEOBATLLISMO
En 1958, luego de más de 90 años, el Partido Colorado perdió las elecciones nacionales.
El fracaso del neobatllismo, en su búsqueda por resolver los problemas de la crisis
económica de mediados de los años cincuenta, fue el principal factor para el triunfo del
Partido Nacional. Durante dos períodos sucesivos, los blancos tuvieron la mayoría en el
Consejo Nacional de Gobierno, el órgano colegiado que dirigía el Poder Ejecutivo. Fue una
etapa de grandes cambios en el modelo económico del Uruguay.
El triunfo del Partido Nacional en 1958 marcó el final de una etapa en la historia
política y económica del Uruguay. El neobatllismo había perdido el apoyo de
gran parte de la clase media y de los sectores populares, afectados por la suba
de precios y el deterioro de la calidad de vida. También se profundizó el
enfrentamiento con las clases altas vinculadas con la exportación de materias
primas y enemiga del modelo reformista.
En esta primera victoria del Partido Nacional el sector más votado dentro de este partido fue el
herrero-ruralismo, cuyos dirigentes eran Luis Alberto de Herrera (caudillo blanco y una de las
principales figuras políticas del S. XX) y Benito Nardone, dirigente ruralista que, apodado como
Chico-Tazo, se había hecho muy popular en el Interior del país con sus alocuciones radiales de corte
populista, y que decidido a entrar en la política, se había aliado con los blancos. El otro sector (que
triunfaría cuatro años después) era la UBD (Unión Blanca Democrática), que representaba lo urbano.
De esta forma el Consejo Nacional de Gobierno (recordar que desde 1952 el Uruguay adoptó un
Poder Ejecutivo colegiado, donde el poder era ejercido por un consejo de nueve personas, seis del
lema más votado, tres del que lo seguía) quedó integrado por Martín R. Echegoyen, Eduardo Víctor
Haedo, Justo Alonso (herreristas), Benito Nardone, Faustino Harrison, Pedro Zabalza Arrospide
(ruralistas), y los colorados César Batlle Pacheco, Ledo Arroyo Torres y Manuel Rodríguez Correa.
En estas elecciones, los blancos triunfaron con el 49.7 por ciento de los votos, lo que representa
499.425 ciudadanos, y los colorados obtuvieron un 37.7 por ciento, lo que equivale a 379.062
sufragios.
Sin embargo, el cambio de mando de un partido político a otro estuvo signado por la intranquilidad.
Como ejemplo se puede hablar del relato de Líber Seregni, líder político que por ese entonces era
coronel, al periodista Alfonso Lessa, en el que cuenta que algún militar colorado le propuso a Luis
Batlle Berres no entregar el poder, y éste respondió echándolo "a patadas en el culo" (así se expresó
el testigo).]
1962 1966
El 25 de noviembre de 1962 se llevaron a cabo elecciones, con un paisaje político distinto al de
cuatro años antes. El Partido Socialista (dirigido por Vivian Trías, que había desplazado al líder
histórico Emilio Frugoni) se alió con escindidos nacionalistas para formar la Unión Popular. El
Partido Comunista del Uruguay se presentó como el FIDEL (Frente Izquierda de Liberación), en el
que se agrupaba también a sectores que abandonaban los partidos tradicionales. La vieja Unión
Cívica del Uruguay se reformuló formando el Partido Demócrata Cristiano. En el Partido Nacional,
la UBD se alió con el Herrerismo ortodoxo para disminuir la influencia de Nardone. El resto del
Herrerismo continuó aliado al dirigente rural. Dentro del Partido Colorado continuaron las
fragmentaciones, destacando la creación de la Lista 99, integrada por elementos de la Lista 15 y de la
Lista 14. La recientemente creada lista presentaba un programa renovador que consideraban como
una actualización del batllismo. Por otra parte, también en la interna colorada, la Lista 14 se convirtió
en la Unión Colorada y Batllista.
Las elecciones fueron nuevamente ganadas por los blancos, aunque el margen entre éstos y los
colorados se redujo: de 120.000 votos hacía cuatro años, pasaron a 23.000 sufragios de diferencia.
El nuevo Consejo Nacional de Gobierno fue integrado por Daniel Fernández Crespo, Washington
Beltrán, Carlos María Penadés, Héctor Lorenzo y Losada (UBD), Luis Giannattasio, Alberto Héber
Usher (Herrerismo ortodoxo), Alberto Abdala, Amílcar Vasconcellos y Óscar Gestido (Partido
Colorado).
Este segundo gobierno blanco fue pronto víctima de las enemistades internas. La alianza entre la
UBD y el Herrerismo ortodoxo pronto sucumbió, y los ministros blancos comenzaron a ser
interpelados por los senadores de su propio partido.
La situación económica internacional fue adversa a Uruguay, ya que la Comunidad Europea comenzó
a subsidiar a sus productores y aumentó los aranceles, la URSS lanzó un programa para aumentar la
producción de carne y de leche, al tiempo que países como Australia y Nueva Zelanda aumentaron su
productividad. Los precios internacionales cayeron. En 1963 el Banco República debió devaluar la
moneda, y el dólar pasó a valer 16,50 pesos. La conflictivdad aumentó, y las huelgas, paros u
ocupaciones se hicieron comunes (entre enero de 1964 hasta marzo de 1965 se contabilizaron 650
movilizaciones). En 1964 se formó la Convención Nacional de Trabajadores, organismo de
coordinación entre los sindicatos dentro de la Central de Trabajadores del Uruguay (CTU) y los
sindicatos no afiliados a ella (por ejemplo, los bancarios o los trabajadores de la carne). El año 1965
fue devastador. Se inició con una intensa sequía que afectó al país durante el verano y perduró hasta
otoño, con las consiguientes pérdidas económicas en la actividad agropecuaria y la producción de
energía. Además, ese mismo año quebró el Banco Transatlántico, arrastrando tras sí al sistema
bancario nacional (Banco Atlántico, Banco Uruguayo de Administración y Crédito, Banco de
Producción y Consumo, etc.). Con la crisis salieron a luz varias prácticas fraudulentas, como, por
ejemplo, la textil CUOPAR, que tenía vinculaciones dolosas con el Departamento de Negocios con el
Exterior del Banco de la República, o "las bolsas negras", que eran créditos especiales concedidos a
varias personalidades políticas. El Gobierno debió soportar un sismo político al tiempo que la
Asociación de Bancarios del Uruguay declaraba la huelga general. El Gobierno continuó con su
política liberal, pero la economía no logró ser controlada, y en 1966 la deuda aumentó producto del
año electoral (como había sucedido en 1962), al igual que la inflación (entre diciembre de 1964 y
mismo mes de 1965 los precios aumentaron 88%).
También contribuyó a empeorar la situación la muerte, en 1964, de los principales líderes políticos
del país: Benito Nardone, Luis Batlle Berres, Javier Barrios Amorín, Daniel Fernández Crespo (todas
muertes acaecidas en un período de tres meses) y el retiro de la política de César Batlle Pacheco, que
moriría en 1966.
Por otra parte, la movilización obrera provocó la implementación en varias ocasiones de las Medidas
Prontas de Seguridad por parte del Gobierno (por ejemplo, en febrero de 1963, a raíz de la huelga de
los trabajadores de UTE, o en octubre de 1965, ante la presión ejercida por los gremios para aumentar
los salarios). Durante el segundo colegiado blanco fue tomando forma el movimiento obrero, y a la
creación en 1964 de la ya mencionada CNT le siguió la realización del Congreso del Pueblo en 1965,
donde se proponían las salidas a la crisis, lo que desembocaría con el establecimiento, en 1966, de la
CNT como central única de trabajadores.
En este segundo gobierno blanco tomaron lugar robos que luego se sabría eran obra de la guerrilla
urbana tupamaros. Se puede señalar el robo de armas del Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia
(considerado el primer acto de los tupamaros), el bombardeo de la embajada de Brasil después del
golpe de Estado en dicho país, atentados con bombas a domicilios de integrantes del Consejo
Nacional de Gobierno y a sucursales de bancos estadounidenses, etc. Además, por estos años se
llevaron a cabo las marchas cañeras, manifestaciones de trabajadores de la caña de azúcar de Artigas,
que reclamaron en Montevideo por los despidos masivos. Estos trabajadores eran dirigidos por Raúl
Sendic, al punto de que la consigna de la movilización era "por la tierra y con Sendic".
La reforma de 1966
Al llegar las elecciones de 1966, nadie discutía que el Colegiado era un sistema ineficaz, inoperante,
o demasiado deliberativo. En efecto, la imagen que tenía el pueblo uruguayo del Colegiado era una
corporación deliberante incapaz de tomar las medidas necesarias para lidiar con la crisis. Entonces,
junto a las elecciones para definir a los próximos titulares del Poder Ejecutivo, se presentaron cuatro
reformas constitucionales en las que se presentaban nuevos sistemas de gobierno. Todas tenían como
factor común la vuelta al presidencialismo. Cada una fue apodada con el nombre del color de la
papeleta de votación. A continuación, una breve reseña de cada una:
La reforma "amarilla": iniciada por un grupo de sindicatos y apoyada por el FIDEL. Promulgaba un
Poder Ejecutivo unipersonal aunque se le quitaban facultades al presidente, como, por ejemplo, las
Medidas Prontas de Seguridad. Obtuvo el apoyo del 5.21% del total de votantes habilitados.
La reforma "gris": fue presentada por una parte del Partido Nacional. Proponía, principalmente, un
gran fortalecimiento del Poder Ejecutivo, dándole facilidades para disolver las Cámaras, romper con
la autonomía de la educación, etc. Capturó el voto del 10.57%.
La reforma "rosada": obra del Partido Colorado, coincidía con la "gris" en el fortalecimiento del
Ejecutivo, aunque con mayor respeto a las garantías individuales, pero al iniciarse las alianzas con los
blancos para presentar una reforma conjunta, quedó en un segundo plano, siendo una porción
minúscula de las preferencias del electorado.
La reforma "naranja": fue presentada por la mayoría del Partido Colorado y del Nacional. Proponía la
sustitución del Consejo Nacional de Gobierno por un Presidente con mandato de cinco años (con el
Colegiado eran de cuatro) sin posibilidad de relección inmediata. Cambiaba fuertemente la relación
entre el P. Ejecutivo y el Legislativo, dándole más poderes al primero y otorgándole total control en
el orden económico-financiero. Fue la reforma que triunfó, con el 75% de los votos, superando el
35% que era necesario para ser aprobada.
La Constitución de 1967
Las condiciones de vida de los trabajadores del norte del Uruguay eran
terribles. Familias enteras vivían en rancheríos sin agua potable,
atención médica ni escuela.El trabajo de Raúl Sendic con los cañeros
consistió en hacerles tomar conciencia del abuso del que eran víctimas,
informarles sus derechos laborales y organizarlos para luchar por ellos.
Para ello, Sendic convivió y trabajó con los llamados peludos y les
enseñó a leer y a escribir. Se convirtió en su líder político y los ayudó a
fundar, en 1961, la Unión de los Trabajadores del Azúcar de Artigas
(UTAA), el sindicato de los cañeros.
Entre 1967 y 1971, el descontento social se hacía notar. Aumentó el clima de conflictividad sindical y
los reclamos de otros grupos, entre ellos las organizaciones estudiantiles. Como respuesta a esto, los
gobiernos de Jorge Pacheco Areco (1967-1971) y de Juan María Bordaberry (1972-1973)
intensificaron la represión. La violencia del Estado se volvió cada vez más frecuente y llegó
a provocar algunas víctimas fatales entre estudiantes y trabajadores.
En este clima, la democracia como forma de convivencia fue perdiendo prestigio y distintos actores
del espectro político la cuestionaron duramente. Varios sectores dejaron de creer en la democracia
y recurrieron a la violencia política como forma de acción. Así surgieron grupos revolucionarios
que concebían la acción armada para promover la transformación social. Igual que en otras partes
de América Latina, el modelo revolucionario foquista fue inspirador de grupos guerrilleros.
Otras ramas de la izquierda optaron por caminos diferentes. En 1971 se formó una coalición de
partidos de izquierda, el Frente Amplio, que se presentó a las elecciones de ese año. Ese modelo se
inspiraba en el de la izquierda chilena que, en 1970, había triunfado por primera vez en la historia
de América Latina.
Las elecciones de 1971 se desarrollaron en un clima enrarecido y hubo denuncias del Partido
Nacional de fraude electoral. Juan María Bordaberry, representante de los sectores más
conservadores del Partido Colorado, resultó electo. Bordaberry continuó la política autoritaria de
su predecesor Jorge Pacheco y acentuó el papel de las fuerzas armadas en la vida política
encargadas de reprimir la movilización social y las acciones de la guerrilla. El 27 de junio de 1973,
Bordaberry disolvió las Cámaras y dio inicio a una dictadura cívico militar que se extendió hasta
marzo de 1985
PRESIDENCIA DE OSCAR D. GESTIDO,
10 DE MARZO - 6 DE DICIEMBRE DE 1967
Al asumir la Presidencia de la República, el General Gestido representaba la
esperanza popular de que una actuación honesta y eficaz revirtiera los signos
negativos de la crisis nacional. Pero la conformación de su Gabinete ministerial,
donde coexistieron personalidades de ideologías contrapuestas (por ejemplo,
batllistas y fondomonetaristas), no se lo permitió.
La fragmentación de los partidos políticos terminó volviéndolos inocuos. Muchos dirigentes oscilaron
entre el temor a la subversión y el temor al autoritarismo presidencial, lo que los paralizó. Así fueron
aceptando la apropiación desmesurada de facultades por el Ejecutivo frente a un Legislativo vacilante e
ineficaz. Ello también contribuyó al descreimiento popular en los tradicionales valores democráticos y a
la ruptura de las normas de convivencia social que habían caracterizado al país desde comienzos de siglo.
Empezaron a morir estudiantes en las calles, víctimas de la represión policial, y la reacción popular fue
cada vez más apagada - ante la reiteración de la violencia. En el parlamento, algunos políticos protestaron
pero la mayoría calló, temerosa de que sus críticas al Poder Ejecutivo fueran interpretadas como apoyo a
la guerrilla. Ni los partidos tradicionales ni los de izquierda tuvieron peso suficiente pata detener, o
encauzar, al Ejecutivo. Entre otras razones, esto convenció a un sector de la juventud que el camino era
imponer los cambios sociales mediante métodos violentos, al margen de una legalidad menospreciada por
quienes estaban obligados a defenderla.
LA GUERRILLA URBANA
Hecho inédito en la vida nacional, pero influido por algunos ejemplos latinoamericanos y especialmente
por la Revolución Cubana, en los primeros años de la década del 60 surgieron grupos armados que
resultaron de la crudeza de la crisis socioeconómica y de la ineficacia de los partidos políticos. Aunque
los hubo representantes de la derecha, que cometieron numerosos actos de vandalismo, el más importante
fue un desprendimiento de partidos e ideologías de izquierda: el Movimiento de Liberación Nacional1
(MLN) Tupamaros. En síntesis, sostuvieron que la lucha armada era "la única vía para la liberación
nacional y continental, con las metas del antiimperialismo, la solidaridad latinoamericana y el socialismo.
Su prédica tuvo aceptación en sectores jóvenes, que aportaron conocimientos técnicos y profesionales al
Movimiento. Cuando recurrieron al asalto de bancos y "financieras" para procurarse dinero, descubrieron
negociados e ilícitos económicos que asombraron a una población que al principio no los miró mal.
Cuando comenzaron los enfrentamientos violentos y resultaron los primeros muertos, se fue produciendo
un retraimiento del uruguayo común que culminó en el aislamiento del movimiento tupamaro.
Los valores de la convivencia pacífica estaban ya demasiado arraigados en la ciudadanía como para
avalar tales acciones.
Los variados intentos de unificar el movimiento sindical se concretaron en 1964 con la fundación de la
Convención Nacional de Trabajadores (CNT). A ella se fueron sumando inquietudes para unificar
movimientos y personalidades políticas surgidas de todo el espectro nacional, que en 1968 establecieron
el Movimiento de Defensa de las Libertades y la Soberanía. A comienzos de 1971, el Partido Demócrata
Cristiano y la Lista 99 de Zelmar Michelini convocaron para la constitución de un "Frente Amplio" como
nueva fuerza política. De la reunión surgió una Declaración constitutiva que esbozaba un programa con
objetivos políticos (vigencia de los derechos individuales), económicos (nacionalización de la banca,
reforma agraria), sociales (fomento del cooperativismo), fiscales (reforma del sistema impositivo), etc.
Adhirieron partidos de izquierda y agrupaciones desprendidas de 'los partidos tradicionales,
personalidades independientes y mucha juventud, descreída de los partidos tradicionales. Eso le dio un
sesgo de novedad en el envejecido panorama político nacional, simbolizado en el "comité de base", una
especie de renacimiento del club seccional como "escuela de civismo" y participación política ciudadana.
CAMPAÑA ELECTORAL Y RESULTADOS
La campaña electoral fue muy intensa y estuvo sembrada de novedades y tensiones: el voto era
obligatorio; por primera vez votarían los soldados; se plebiscitaria una reforma constitucional que
permitiera la reelección de Pacheco; habría una "tregua" decidida por los Tupamaros.
Los Colorados se presentaron con tres fórmulas presidenciales (incluyendo una doble por si se aprobaba
la reelección de Pacheco).
El Partido Nacional presentó dos, claramente distintas. La encabezada por Wilson Ferreira Aldunate, que
presentó un programa de cambios económicos y sociales cuya audacia de soluciones (nacionalización de
la banca por ejemplo) se correspondía con la seriedad de la crisis nacional; y otra, encabezada por un
militar retirado, Mario Aguerrondo, de neto corte conservador y apoyada por el herrerismo.
La izquierda se concentró en el Frente Amplio que presentó un programa claramente antagónico al
régimen político (pachequismo) y económico vigente.
Con el voto obligatorio, el número de sufragios alcanzó a 1.600.000. Fracasó la opción reeleccionista pero
triunfó el Partido Colorado con la fórmula Bordaberry - Sapelli. La diferencia sobre el Partido Nacional
fue tan escasa (12.000 votos) y el recuento de votos tan prolongado, que muchos cuestionaron la
legitimidad de la elección. A Bordaberry apenas lo votó el 22,8% del electorado, frente al 26,5% de
Ferreira Aldunate por su minoría en el Parlamento buscó el apoyo de la conservadora de los blancos. La
izquierda alcanzó el 18% de los sufragios, quebrando su tradicional barrera del 5-7% del electorado. Con
una bancada parlamentaria más numerosa (23 legisladores en 130) que la habitual, su incidencia fue
mayor en Montevideo, donde lo votó la tercera parte de los ciudadanos.
LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA
A las vacilaciones del Gobierno de Gestido en el área económica, sucedió una política netamente
fondomonetarista del Gobierno de Pacheco. El ingreso al Gabinete ministerial de figuras relevantes del
agro y la banca (Carlos Frick Davie, Jorge Peirano Facio, Alejandro Végh Villegas) para dirigir
directamente la economía, no podía dejar dudas al respecto. Frente a una intensa inflación, el remedio fue
decretar una "congelación de precios y salarios" en vísperas de un aumento programado de sueldos junio
1968). Ello coincidía con la recomendación del FMI, pero también con la de los intereses antes
mencionados ya que el decreto dejaba en libertad la tasa de interés bancario así como los bienes que se
vendían "en subasta", es decir, lana y ganado. Con ello se protegía los intereses de la banca y del agro,
representados en el Gabinete, y lo que se "congelaba" efectivamente era el salario de los empleados: su
poder adquisitivo descendió un 17% respecto a 1963 y un 27% respecto a 1957. Se estableció para tales
controles una Comisión de Productividad, Precios e Ingresos (COPRIN), que en los hechos eliminó a los
Consejos de Salarios. Bajo su férreo control, la inflación bajó y subieron la producción y las
exportaciones, sobre todo de carne al Mercado Común Europeo. Para acrecentarías, se implantó una
"veda" (o prohibición de consumo) interna de carne y su exportación pasó de 47 a 87 millones de dólares.
Por un momento pareció que "el modelo estabilizador' aplicado por el Gobierno triunfaba.
Pero 1971 fue un año electoral y el Ejecutivo aflojó sus controles buscando los votos para su reelección:
subió el salario real y también las pasividades. Se agravó el déficit fiscal, se reanudó la inflación y el tipo
de cambio se mantuvo fijo sólo por razones políticas ($250 por dólar en el mercado oficial frente a $ 700
en el paralelo).
Pasadas las elecciones, hubo un reajuste al alza: del dólar, de los precios, de las tarifas públicas. El salario
real volvió a caer en un 17% y las jubilaciones en 22%. La Oficina de Planeamiento y Presupuesto
elaboró un Plan Nacional de Desarrollo para cinco años. Sus objetivos eran limitar el papel del Estado en
la economía, promover el de los agentes privados y abrirla al exterior. Aunque tal Plan se concibió en
1972, recién comenzó a aplicarse en junio de 1974, por lo que se lo analizará más adelante. Ahora,
alcanza con saber que en 1972 la inflación era del 94,7%; el salario real de 70,2 (frente a 100 en 1957); el
desempleo de 8,5% (frente a 6,7% en 1967), y la Deuda Externa seguía creciendo (1967:446 millones de
dólares; 1972:771 millones de dólares).
LA EVOLUCIÓN SOCIAL
El impacto de la crisis económica en la sociedad se manifestó de manera diversa según los sectores
sociales y las áreas de trabajo afectados.
En la industria se produjo una continuada expulsión de mano de obra y desaparición de empresas grandes
(frigoríficos, textiles). Sobrevivieron las pequeñas y una parte importante de trabajadores entró al sector
informal - al margen de la industria- mientras ingresaban a ella mujeres y jóvenes (con menores salarios).
La tasa de desempleo, sin embargo, continuó creciendo (8%) y tampoco pudo contenerla el factor
emigración. Otro efecto fue el crecimiento del sector terciario (servicios), en un proceso llamado por los
sociólogos de "terciarización" de la mano de obra, que la ubicó en actividades no productivas
directamente, tanto en el sector público como en el privado. El empleo público retomó su papel
ocupacional al crecer de 166.000 personas en 1955 a 245.000 en 1984. En los mismos años los jubilados
se triplicaron: de 200.000 a 600.000, llegando a haber un jubilado por cada 1,5 trabajadores activos.
Sumándolos, casi un millón de habitantes en un total de tres cobraban algún tipo de remuneración del
Estado.
En el agro siguió yéndose la gente del campo, a un ritmo de La tierra se concentró en unidades de
mayor tamaño, que emplearon una tecnología extensiva -no necesitada de mano de obra-, y fueron
desapareciendo los predios pequeños.
El desplazamiento mayor fue de las áreas ganaderas a los centros urbanos del Interior y de allí a
Montevideo, siempre buscando ocupación. Quienes se quedaron -minifundistas, peones, habitantes de
"rancherios"- vieron empeorados sus ingresos y sus condiciones de vida.
En Montevideo se registró el arribo de muchos de esos desplazados rurales. Se multiplicaron los
"cantegriles" en los suburbios y la ocupación de viviendas arruinadas en el Centro de la ciudad, que
sirvieron de precario refugio a los "sin techo".
El deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares mostró un fuerte crecimiento de los
niveles familiares de indigencia (ingresos menores al costo de una “canasta básica") y de pobreza
(ingresos menores al costo de dos "canastas básicas"). En ambos casos, se triplicó su número entre 1963 y
1976 fenómeno de la marginación quedó firmemente instalado en el país. Para escapar a la crisis la
sociedad recurrió a varios caminos: aumento del número de miembros de la familia que tuvieron que salir
a buscar trabajo para mantener su salario real ~ no seguir bajando su nivel de vida-; especialmente las
mujeres. Aumento del número de horas trabajadas, para compensar salarios cada vez más insuficientes
(adiós a la jornada legal de las 8 horas).
La clase obrera tomó una actitud militante. Desde su unificación en la CNT de 1964-66, se produjeron en
su seno cambios a nivel programático y organizativo. Se integraron a ella nuevos funcionarios públicos y
privados (bancarios, docentes) y ya no se reclamó sólo por mejores salarios, sino por una solución de la
crisis económica nacional, para la que se ofrecieron propuestas que abarcaban a toda la sociedad. Esta
nueva postura se vio como peligrosa en los sectores sociales altos y como prueba de "infiltración
marxista" en el movimiento sindical por parte del Gobierno, que apeló con mayor frecuencia a las
Medidas Prontas de Seguridad, como se dijo, para contener tales demandas (en 1963, 65, 67, 68 en
adelante. Era clara la proximidad de ideas o de propuestas entre la central obrera y la nueva formación
política de la izquierda, el Frente Amplio que el ataque a uno involucrara al otro, se acentuara la
polarización de la sociedad, y las Fuerzas Armadas clasificaran a ambos como enemigos.
Los estudiantes habían alcanzado un alto nivel de movilización cuando la lucha por obtener la Ley
Orgánica de la Universidad en 1958. La crisis nacional también los empujó a levantar la mira de sus
problemas estrictamente universitarios y concentraría en el análisis de las causas y los remedios que ella
demandaba, en propuestas para las que estaban técnica e intelectualmente mejor preparados -por su
formación- que muchos políticos.
En los años de la década de 1960 se fueron intensificando las movilizaciones estudiantiles, que
enfrentaron una represión creciente de los Gobiernos, especialmente el de Pacheco Areco, con el
argumento de que sufrían una fuerte infiltración comunista.
Los estudiantes muertos en esos choques conmovieron la conciencia nacional pero, como se dijo, la
repetición de tales hechos la atemorizó al punto de acallar sus primeras protestas. También el movimiento
estudiantil entró en la mira de las Fuerzas Armadas, romo sector peligroso.
A las anteriores formas de lucha o presión, se agregó otra modalidad que, si no era desconocida en el
Uruguay, adquirió una fuerza inusitada: la emigración. Entre 1963 y 1975 se fueron del país 200.000
uruguayos, el 8% de la población total. Hay acuerdo en que el estancamiento económico, el desempleo
creciente y la rebaja constante del nivel de vida fueron los principales factores que explican el fenómeno.
A ellos deben agregarse motivos de orden político, a medidas que se enrarecía el clima y luego se instaló
la dictadura militar.
La mitad de los emigrantes fueron jóvenes (entre 15 y 29 años) a quienes estaba casi cerrado el mercado
de trabajo; más hombres (54,5%) que mujeres (45,5%); con preparación académica o técnica o
administrativa (profesionales universitarios, técnicos industriales o agrarios, gerentes o administradores)
en un volumen que sobrepasó la mitad de las personas que integraban esa categoría...
La pérdida de gente joven y calificada fue grave para la economía, pero también para la demografía
uruguaya: la tasa de crecimiento anual, que ya era muy baja en 1963 (1,7%) descendió al 0,5% diez años
después. Correlativamente, creció la porción de gente de mayor edad: de 7,7% a 9,7% entre los mismos
años. Menor número de gente activa tuvo que sostener a mayor número de gente pasiva.
Ambos sectores se fueron agrupando cada vez más en los centros urbanos, hasta llegar a una población
urbana que sobrepasó al 80% de la población total; produjo un "vaciamiento" del campo y la zona centro
del país; y llevó a una redistribución de la población en su litoral oeste (Salto, Paysandú), Sur
(Montevideo, Canelones, Maldonado) y Noreste (Rivera).
La educación no pudo permanecer al margen de la crisis que, de económica en los 50, había pasado a ser
social y política en los 60. Aunque creció la matrícula en la escuela, subió extraordinariamente en la
enseñanza media y se amplió en la Universidad, los recursos para la educación se fueron retaceando en el
Presupuesto Nacional, en un intento del sistema político de frenar la movilización estudiantil,
especialmente la universitaria. Otros medios fueron la creación de organismos centralizados que pusieron
la educación en manos del poder político, como el Consejo Superior de Educación (COSUPEN) de 1969;
la directa intervención en el Consejo de Secundaria, en 1970; o la Ley del Educación General, de 1973,
que eliminó las autonomías de la educación media, estableció un Consejo Nacional de Educación
(CONAE) designado por el Poder Ejecutivo y fijó normas para la elección de autoridades universitarias.
Es decir que la enseñanza fue ligada a la "doctrina de la seguridad nacional", recién enunciada por las
Fuerzas Armadas, y cada vez quedó más sujeta al control y la orientación de éstas.