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1. CONTEXTUALIZACIÓN
1. 1. CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA
1. 2. CONTEXTUALIZACIÓN FILOSÓFICA
David Hume es una de las figuras más prominentes de la corriente filosófica que recibe
el nombre de “empirismo británico”. El programa filosófico empirista, programa
elaborado por John Locke, tiene como objetivo la determinación de las capacidades,
límites y campo de aplicación de la razón humana con el fin de asegurar el
conocimiento. El objetivo era muy similar al del proyecto filosófico racionalista
cartesiano, la búsqueda de un saber seguro, pero el empirismo sostendrá, en una fuerte
polémica con el racionalismo, que la base de ese saber seguro es la experiencia y no la
existencia de ideas innatas, de verdades a priori al margen de la experiencia como por el
contrario sostenían los racionalistas. Pero el empirismo no se agotó en una crítica del
conocimiento que hiciese de la experiencia tanto su única fuente como la piedra de
toque de su verdad. Por un lado, el empirismo desplegó una severa crítica de todo el
pensamiento metafísico en tanto construcción especulativa desgajada de la observación.
Por otro lado, mostró un interés por los problemas del mundo humano (la ética, la
política, la religión) a los cuales intentó clarificar mediante el análisis crítico de la
razón. Esta defensa de la razón como el único recurso eficaz para resolver los problemas
de la vida social humana así como su escepticismo con respecto a todo intento de
fundamentar el orden social en instancias externas y ajenas a la razón (como la
tradición, la autoridad o la fe) puede considerarse como el acta de nacimiento y la
puesta en marcha del movimiento ilustrado, vasta corriente ideológica que desde
Inglaterra y Escocia se extenderá primero a Francia y desde allí al resto del mundo y
cuyo espíritu racionalista y crítico será el dominante en el siglo XVIII.
2. CUESTIÓN TEMÁTICA
CRÍTICA A LAS IDEAS DE SUBSTANCIA
Y CAUSALIDAD
mente y por ello se configura como la teoría opuesta al racionalismo. Para el empirismo,
todo el conocimiento procede de la experiencia y nuestro entendimiento es antes de ser
impresionado por ella como una página en blanco en la que no hay nada escrito
(principio de la “tabula rasa”).
Si no hay ideas innatas, entonces todas nuestras ideas tienen que proceder de la
experiencia (si queremos que esas ideas no sean meras ficciones, productos de la
imaginación). De ello se deducen tres importantes tesis:
1. ¿Cómo se originan todas nuestras ideas (hasta las más complejas y
abstractas como la idea de sustancia o de causa/efecto) a partir de la
experiencia? Las ideas se originan a través de los mecanismos psicológicos
de asociación y combinación (psicologismo) a partir de las impresiones
sensibles obtenidas a través de la experiencia (por lo tanto, si queremos
dilucidar la validez de una idea no nos quedará más remedio que
descomponerla hasta encontrar las impresiones simples de la que procede).
2. Nuestro conocimiento es limitado y no puede ir más allá de la experiencia.
3. Sólo podemos conocer con certeza aquello de lo que tenemos experiencia
directa o procede directamente de ella.
Todo este planteamiento es común a la corriente empirista. Veamos ahora cuál fue el
punto de vista particular mantenido por David Hume sobre todas estas cuestiones:
a) Respecto a los elementos del conocimiento, para Hume todo contenido de
la mente debe denominarse “percepción”. Hay dos tipos de percepciones:
1. las impresiones (percepciones que proceden de los sentidos; su
rasgo más característico es su viveza) y
2. las ideas (percepciones que son copias de las impresiones y que son
menos vivas que éstas; las ideas son imágenes o representaciones
de las impresiones).
b) Respecto a los tipos de conocimiento, existen dos modos:
1. Conocimiento de hechos (questions of facts “hoy llueve”). El
conocimiento de hechos se formula en proposiciones sintéticas
contingentes. Es un conocimiento no necesario sino factual y por
ello no puede tener otra justificación que las impresiones, la
experiencia.
2. Conocimiento de relaciones entre ideas (relation of ideas “el todo
es mayor que la parte”). Con respecto a la verdad de las relaciones
entre ideas, Hume concede que aún cuando todas las ideas procedan
de la experiencia, la relación entre ellas es independiente de los
hechos (que el todo es mayor que las partes es verdad
independientemente de que haya todos y partes). Por ello, las
relaciones entre ideas se formulan en proposiciones analíticas y
necesarias. A este tipo de conocimientos pertenecen la lógica y las
matemáticas.
Analicemos seguidamente de qué conocimientos de hechos poseemos certeza:
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA | HUME 4.
sucesión constante exista una conexión necesaria entre ambos hechos es una suposición
incomprobable. Y como nuestro conocimiento acerca de los hechos futuros solamente
tendría justificación si entre la causa y el efecto hay una conexión necesaria, entonces
resulta que propiamente hablando no sabemos que el fuego vaya a quemar sino que
simplemente creemos que el fuego quemará. Que nuestro pretendido conocimiento de
los hechos futuros por inferencia causal no sea en rigor conocimiento sino suposición y
creencia no significa que no estemos absolutamente ciertos acerca de los mismos
(todos tenemos certeza absoluta de que el fuego nos quemará). Pero esta certeza
proviene no de la razón sino del hábito, de la costumbre de haber observado en el
pasado que siempre que sucedió lo primero, sucedió también lo segundo.
Nuestra “certeza acerca de hechos no observados” no se apoya en la razón (en
un conocimiento de estos) sino en la creencia. En la práctica, esto no es realmente grave
ya que tal creencia y certeza nos bastan y sobran para vivir. Pero ¿Hasta dónde es
posible extender esta certeza y creencia basada en la inferencia causal? Sólo entre
aquellas impresiones de las que hemos tenido repetidamente experiencia (hábito y
costumbre) de que se dan unidas. Lo que no es legítimo es querer pasar de una
impresión a algo de lo que nunca ha habido impresión, experiencia. ¿Quién comete este
error? El pensamiento metafísico. ¿Cuándo lo comete?:
1. cuando afirma categóricamente la existencia de una realidad distinta de
nuestras impresiones sensibles y exterior a ellas (la afirmación de que “la
realidad extramental es la causa de nuestras impresiones” es una inferencia
inválida ya que apela a la idea de causa aplicada no “entre dos impresiones”
sino “entre las impresiones y una pretendida realidad que está más allá de
ellas y de la cual no tenemos experiencia alguna”. ¿De dónde vienen
entonces nuestras impresiones? La respuesta de Hume es que no lo
sabemos. Tenemos impresiones, no sabemos de dónde proceden, eso es
todo.
2. cuando afirma la existencia de Dios (como causa de la existencia del mundo
y de mi existencia).
3. cuando afirma la existencia de mi “yo” como una sustancia que subyace a
mis impresiones e ideas y que es distinto de ellas. Su existencia era
considerada tanto por Descartes como por Locke objeto de una certeza
intuitiva directa (tengo una experiencia interna directa de mi yo, una
intuición inmediata de mi yo como una sustancia cognoscente distinta de
sus actos). Para Hume, en cambio, no tenemos impresión alguna que
corresponda a mi yo como sustancia, una intuición directa de mi yo como
sujeto permanente de nuestros actos psíquicos. Sólo tenemos intuición del
fluir de nuestras ideas e impresiones (ninguna de las cuales es además
permanente sino que se suceden unas a otras ininterrumpidamente).
Entonces ¿Cómo todos tenemos la conciencia de nuestro yo, de nuestra
identidad personal a través de las sucesivas y distintas impresiones e ideas
(soy el mismo, ahora que estoy estudiando estos apuntes que antes que
estaba escuchando música)? No a través de ninguna experiencia pues la
conciencia de la propia identidad, la certeza de que tengo un yo (como
ocurría en la certeza de que el fuego quema) se basa también en la memoria:
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA | HUME 6.
2. TEXTO DE HUME
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA | HUME 8.
Me gustaría preguntar a esos filósofos que basan en tan gran medida sus
razonamientos en la distinción de sustancia y accidente, y se imaginan que
tenemos ideas claras de cada una de estas cosas, si la idea de sustancia se
deriva de las impresiones de sensación o de las de reflexión. Si nos es dada
por nuestros sentidos, pregunto: ¿por cuál de ellos, y de qué modo? Si es
percibida por los ojos, deberá ser un color; si por los oídos, un sonido; si
por el paladar, un sabor; y lo mismo con respecto a los demás sentidos.
Pero no creo que nadie afirme que la sustancia es un color, un sonido o un
sabor. La idea de sustancia deberá derivarse, entonces, de una impresión
de reflexión, si es que realmente existe. Pero las impresiones de reflexión
se reducen a nuestras pasiones y emociones, y no parece posible que
ninguna de éstas represente una sustancia. Por consiguiente, no tenemos
ninguna idea de sustancia que sea distinta de la de una colección de
cualidades particulares, ni poseemos de ella otro significado cuando
hablamos o razonamos sobre este asunto.
La idea de sustancia, como la de modo, no es sino una colección de
ideas simples unidas por la imaginación y que poseen un nombre particular
asignado a ellas, mediante el cual somos capaces de recordar —a nosotros
o a otros— esa colección. Pero la diferencia entre estas ideas consiste en
que las cualidades particulares que forman una sustancia son referidas por
lo común a un algo desconocido en que se supone inhieren; o bien,
concediendo que esa ficción no tenga lugar, se supone que al menos están
estrecha e inseparablemente conectadas entre sí por relaciones de
contigüidad y causalidad. El resultado de todo esto es que, cuando
descubrimos que una nueva cualidad simple —sea cual sea— guarda la
misma conexión con las demás, la incluimos entre ellas, aunque no entrara
en la primera concepción de la sustancia. Así, nuestra idea del oro puede
ser en principio la de color amarillo, peso, maleabilidad, fusibilidad; sin
embargo, al descubrir su solubilidad en agua regia, añadimos esta cualidad
a las restantes, y suponemos que pertenece a la sustancia, como si su idea
hubiera formado parte del compuesto desde el primer momento. Al ser
considerado el principio de unión como parte fundamental de la idea
compleja permite la entrada de cualquier cualidad que aparezca
posteriormente, y es comprendida bajo esa idea del mismo modo que las
otras, presentes desde el comienzo.