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específicamente, el valle del Ebro, se diferencia de otras regiones de la
península Ibérica e incluso presenta características que permiten identificar
varios sectores al interior es debido a los efectos de procesos biológicos y
de formación del suelo que dependen del calor y de la humedad, como
la aceleración de la meteorización del material litológico por parte de los
organismos y las precipitaciones. Finalmente, como factores antrópicos en este
paisaje es posible observar una fuerte presencia de la agricultura y la
viticultura. La agricultura es rica y variada, concentrándose en los valles por
los que discurren los siete ríos que confluyen en el Ebro (Alhama, Cidacos,
Leza, Iregua, Najerilla, Oja y Tirón) y empleando el agua de las lluvias en los
campos (agricultura de secano) para el cultivo de hierbas (trigo, remolacha y
cebada), patatas y, sobre todo, la vid, que constituye el principal producto de
una zona en que predominan tres tipos de comunidades vegetales, como son
los bosques de frondosas, los bosques de coníferas y las comunidades de alta
montaña, cada una de las cuales está directamente relacionada con las
diferentes características térmicas y de humedad de las bandas altitudinales
que se presentan en el territorio de La Rioja y que además hacen posible la
presencia de gran parte de las especies de vertebrados que habitan la
península Ibérica (60%), representados por 21 especies de peces, 10 de
anfibios, 21 de reptiles, 173 de aves y 63 de mamíferos, de entre los cuales se
cuenta el 21% de los vertebrados endémicos de la península Ibérica.