Sunteți pe pagina 1din 7

Formas historioriográficas primitivas

En la actualidad se piensa que la historia no es sólo la ciencia que se ocupa de las acciones de los
hombres en el pasado, sino que - como toda ciencia - se plantea problemas, interrogantes, a los que
trata de dar respuesta de una manera racional, es decir, procurando que esas acciones sean
investigadas mediante la interpretación de testimonios; y finalmente es una ciencia, porque su fin
último es el autoconocimiento humano.

Sin embargo, esas cuatro características que Collingwood (2010) le asigna a la historia, en su libro Idea
de la historia (p. 30) cuando sostiene que la misma debe ser científica, humanista, racional y servir para
el conocimiento humano, no ha sido sin embargo la manera en que se ha entendido siempre lo que es
historia.

Pensemos por ejemplo si en los poemas homéricos como la Ilíada o la Odisea, en los Trabajos y los días
de Hesíodo o en el Poema del Cid, no podríamos afirmar que se trata de acontecimientos propiamente
históricos, pues muchos de estos relatos son leyenda, narraciones que poseen un fuerte contenido
imaginario, no de la investigación y por tanto carecen de rigor científico.

Sin embargo, estas historias contienen cierta cantidad de datos que pueden resultar útiles al historiador
para rehacer determinados acontecimientos o elaborar el conocimiento científico.

Por ejemplo si leyeron en el material que les dejé, el primer texto, el documento A que registra una
inscripción de los Sumeria, del siglo III a.C sobre La disputa entre los reyes de Lagash y de Umma?,
podríamos señalar que es una historia teocrática y que de acuerdo a la concepción que hoy en día
tenemos acerca de la historia, este documento no puede calificarse como hecho histórico porque:

a) carece de naturaleza científica; si bien contiene afirmaciones sobre el pasado, (no intenta dar
responder a ninguna cuestión que ignore el narrador);
b) no es histórico en cuanto a su método, porque no es fruto de investigación; no hay ninguna
interpretación de testimonios;
c) no refiere a actos humanos; son los dioses quienes resuelven los conflictos humanos;
d) y tampoco es histórico respecto a su valor, porque no se advierte que su meta sea alcanzar un
autoconocimiento humano (en todo caso es un conocimiento humano acerca de los dioses)

Con respecto a la historia de la historia, comúnmente se dice que esta se inició en Grecia, aunque ello
no significa que con anterioridad al siglo V a.C. no hayan existido relatos o historias, con finalidades
diversas, que registraran acontecimientos, o que simplemente, aportado cronologías o genealogías de
reyes o dinastías.
En la Antigüedad circularon infinidad de historias, entre el Lejano y Cercano Oriente, así como en otras
partes del mundo, trasmitidas por viajeros y comerciantes. Además era frecuente que en la Antigüedad,
los jefes de las más diversas comunidades se hicieran acompañar en sus expediciones, por hombres de
buena memoria y de gran capacidad narrativa, para que pudieran reconstruir los hechos y conformar de
este modo las historias que luego eran transmitidas a través de generaciones.

Junto a esas primitivas manifestaciones seudo-históricas, existieron también las listas de datos (casi sin
ningún valor narrativo), pero útiles para reconstruir la cronología de los hechos. Es el caso de las
inscripciones en monumentos, que registran las hazañas de los faraones egipcios o reyes asirios, o las
listas consulares de Roma.

Para historiadores como Romero (1952), hasta la historiografía griega de la época clásica, – hasta
Heródoto, como referencia – no aparecen testimonios que nos permitan afirmar de manera
contundente, la existencia de una conciencia histórica, tal y como la definimos modernamente. Sin
embargo, autores como Sanz (1985), sostienen que:

“En un sentido amplio el nacimiento de la conciencia histórica, aunque con un carácter pre-científico, se
confunde con los albores de la humanidad, desde que la memoria permitió distinguir entre pasado y
presente, y cuando apareció la voluntad de conservar ese pasado para proyectarlo sobre el presente con
un fin utilitario” (p. 16).

En los orígenes de la historiografía, podemos entonces distinguir dos tipos de manifestaciones: lo que
algunos historiadores llaman pre-historiografía (o cuasi-historia (Collingwood), y la proto-
historiografía, caracterizada por la aparición de los logógrafos (que vamos a ver con detenimiento en la
próxima Unidad).

El tipo de relato más frecuente en la pre-historiogfrafía era la llamada historia teocrática y el mito.

Ambas formas narrativas predominaron en el Cercano Oriente, hasta el surgimiento de la Grecia clásica.
La Ilíada y la Odisea de Homero, son un claro ejemplo de relatos de tipo teocrático; mientras que la
Teogonía de Hesíodo, se ubica entre los relatos míticos. Las escrituras de los hebreos contienen también
mucha historia teocrática y a la vez mucho mito.

Historia teocrática

Consiste en relatos en los que los dioses impulsan a los hombres a la acción. Informan los actos a través
de los cuales el dios (o los dioses) en los que creen, se manifiestan.
Por ejemplo: en la literatura mesopotámica hay un relato del siglo VII a. C, en el que se describe el éxito
de la campaña que dirigió el rey Nínive contra quienes habían matado a su padre. Un pasaje de ese
relato dice lo siguiente:

Al escuchar el tumulto de mi batalla se pusieron fuera de sí. La diosa Ishtar, diosa de las batallas y de las
peleas, ella que ama mi sacerdocio, permaneció a mi lado y deshizo su línea.

Según vemos en este pasaje, el hombre es un instrumento de la acción o la voluntad de los dioses. Una
de las características del estilo teocrático de los escribas, es que lo atribuían todo a la divinidad.

Mito o leyenda

El mito o leyenda es un relato expresado en lenguaje simbólico, que puede estar basado (o no) en un
suceso real, pero reforzado por elementos de ficción (sobre-naturales), que distorsionan la veracidad de
los hechos. El mito recurre a menudo a recuerdos idealizados que aporta la tradición. Por lo general
alude a los orígenes del universo en su inicial creación divina, o al tema de cómo fueron creados los
seres humanos y animales, o cómo se originaron las creencias, los ritos y las formas de vida de un
pueblo.

Como se diferencia el mito de la historia teocrática

El mito alude hace referencia a hechos ocurridos en el pasado, pero un pasado remoto (que nadie sabe
cuándo ocurrieron), en un tiempo al que suele llamarse “el principio de las cosas”; en tanto que la
historia teocrática se relaciona con un lugar y una época determinados; las acciones que se describen
están situadas dentro de alguna serie temporal. Otra diferencia radica en que el mito se ocupa de
acciones de los dioses, mientras que la historia teocrática refiere a actos humanos (pese a la
intervención divina).

El mito que describe relatos fantásticos, alejados de una historia totalmente creíble y que se propaga a
través de la tradición oral (a veces en forma de poesía épica o mediante el folklore), es anterior a la
escritura.

En su libro Uso y abuso de la historia, Moses Finley (1977) señala que el mito, como tradición histórica:
“… se transmite de una generación a otra, parcialmente por el proceso mismo de vivir en sociedad, sin
que medie esfuerzo consciente alguno por parte de nadie; en parte por hombres cuya función es ésa:
sacerdotes, maestros, padres, jueces, dirigentes de grupos de opinión, censores, vecinos. En este tipo de
tradición nada existe que sea fidedigno; esto es, sus explicaciones o narraciones, como cualquiera
puede juzgar con un mínimo de observación, rara vez son adecuadas y en ocasiones resultan del todo
falaces. Su veracidad, evidentemente, no hace al caso; mientras una tradición se acepta, funciona, y ha
de funcionar si la comunidad no ha de escindirse.” (p. 35).

Los documentos B y C (Repartido)

Podemos apreciar que El documento B (la piedra moabita) es historia teocrática. Porque narra acciones
humanas ocurridas en un tiempo determinado y con referencias temporales.

El documento B (el poema babilónico sobre La Creación) es mito; una creación mitológica sobre el
universo, que se ocupa de los dioses y se ubica en un pasado remoto (no se sabe cuándo ocurrió).

El bíblico de Reyes en cambio, es historia teocrática, no sólo porque es una narración de acciones
humanas, sino porque además está bien situada en el tiempo

En un principio la tradición oral no distinguía entre diversas formas narrativas; poemas, mitología e
historia compartían un espacio común en el que la narración, más preocupada por el embellecimiento
de la realidad que por la realidad misma, admitía la participación de elementos fabulosos.

Coincidiendo con lo que señala Finley, Pelai Pagés (1985) sostiene que el mito es producto de la
tradición, mezcla de crónica real y de relato fantástico, que en ningún caso pretende aproximarnos a la
realidad histórica, sino que tiene su razón de ser, su función social y política en el pragmatismo
cotidiano que remite a la conservación de unas estructuras sociales o a la justificación de
comportamientos, ritos o costumbres. (p. 105). El autor define el mito como una mezcla de crónica real
y de relato fantástico.

Crónica

Por su parte la crónica, es una narración de hechos presentados en orden cronológico (según el orden
temporal en que se sucedieron), comúnmente suele ser narrada por algún testigo ocular o por un
contemporáneo que registra (sin comentarios) lo que ha visto o le han transmitido.

Además, como expresa Pelai Pagés, el mito histórico, cumple un fin practico, útil a la sociedad y en
particular a sus clases dirigentes, ya que durante muchos siglos, el arte de la escritura estuvo reservado
a una minoría que formaba parte del sector privilegiado y dominante, por lo que los documentos
escritos cuya función era preservar la memoria, se escribieron, inevitablemente en beneficio de los
intereses de dichos grupos sociales.
Cualquier sistema de escritura posibilita – como señalara hace años atrás Childe (1971) – “la confección
de registros fidedignos de hechos importantes no sólo para el individuo que los escribe, sino también
para sus colegas y para sus sucesores” (p., 34).

Para identificar de que tipo de documentos se trata deberíamos tener presente que en la antigua
Mesopotamia, uno de los lugares donde situamos el origen de la escritura, ofrece el ejemplo de las
primeras listas de reyes sumerios, en un documento que se cree fue compilado por un escriba hacia el
año 2000 a.C. En él aparecen mezcladas listas de remotos monarcas sumerios (presuntamente
descendientes de los dioses), una cronología coetánea de reyes (de quienes se aporta algún dato
biográfico), junto con la narración de la Creación del mundo y la destrucción del Diluvio, de forma muy
parecida a como aparecen en las narraciones bíblicas.

Ambas formas de narración pre-historiográfica: las cronologías reales (o crónicas) y las descripciones
míticas, tuvieron una gran tradición en todas las civilizaciones del Cercano Oriente y de Egipto, y se
prolongaron durante varios siglos.

Otras formas de perpetuar el recuerdo de la grandiosidad de las monarquías teocráticas, aparecen en


los grabados en las paredes de templos y palacios. En general, se trata de relatos de guerras y batallas
victoriosas, pero también suelen registrar las obras públicas que cada monarca hacía construir, o
acontecimientos de carácter religioso. Pero poco a poco las crónicas que sobre su reinado hacía esculpir
cada monarca, o que recogían por escrito escribas o sacerdotes, iban formando parte de los anales
reales, tan frecuentes a partir del primer milenio a.C en las antiguas civilizaciones sumerias, babilónicas
o egipcias.

Anales

Denominamos de esta forma a una relación continuada de hechos, realizada en forma escueta. Los
acontecimientos son relatados anualmente. Es un género que aún persiste en la historiografía posterior.

Mitos, sucesiones cronológicas de reinos y monarcas, y crónicas reales, aparecen muchas veces
mezclados, sobre todo cuando el mito pasó, de trasmitirse por tradición oral, a quedar incorporado a los
primeros textos escritos.

Quizás un caso particular entre estas primeras manifestaciones de la historiografía sea la Biblia, que en
buena medida puede considerarse historia, ya que a través de la narración de los sucesos de la vida del
pueblo de Israel, se advierte una idea básica constante que conduce el relato, como un intento por
hallar el sentido íntimo de la historia.
Por esta razón Arrillaga (1982), señala que no es de los antiguos griegos de donde derivamos en
Occidente nuestro fuerte sentido histórico. Para rastrear sus orígenes hay que ir a los hebreos del
Antiguo Testamento, ya en el Génesis aparece el principio del mundo y del ser humano como un hecho
en el tiempo. Esta tendencia se acentúa en los libros proféticos.

Los llamados libros históricos que se recogen en el Antiguo Testamento constituyen en su esencia, la
historia religiosa del pueblo de Israel. Reyes I y II por ejemplo, relatan la historia de Israel desde la
muerte de David hasta el cautiverio en Babilonia. Estos dos libros cubren 400 años de vida pública.

En otros libros proféticos se despliega la visión del futuro histórico, como por ejemplo en el libro de
Daniel, en el que se traza el futuro de los grandes imperios. En estas obras sagradas – dice Arrillaga
(1982) – “…el pueblo hebreo crea una concepción teológica de la historia donde se señala la importancia
del tiempo en el acontecer humano. La vida de los pueblos y de los seres se presenta como el
desenvolvimiento de un plan divino, que comienza en el tiempo con un acto de creación y avanza
inexorablemente hacia su fin, en un juicio final. La historia del mundo es la epifanía de este drama
escatológico” (pp. 18-19).

Según Collingwood (2010), los elementos de cuasi – historia que aparecen en el Antiguo Testamento, no
difieren demasiado de los hallados en la literatura mesopotámica o egipcia, a excepción del carácter que
asume el elemento teocrático.

En la literatura hebrea el elemento teocrático tiende a ser universalista, mientras que en las anteriores
es más particularista, es decir los antiguos dioses eran considerados como los jefes divinos de
sociedades particulares, mientras que el dios de los hebreos, no sólo es el dios de los israelitas, sino que
es considerado como el jefe divino de la humanidad. Por ejemplo, cuando utiliza a los otros pueblos
para castigar a Israel por sus pecados, Dios demuestra su poder universal.

Me gustaría que volvieran a leer el último documento del Repartido extraído del Eclesiastés sobre
que Todo tiene su tiempo y si bien es un tema que abordaremos en próximas clases, lo analicen
tomando en cuenta la concepción que hoy tenemos acerca del conocimiento histórico

1. ¿Es de naturaleza científica?, ¿trata de responder a preguntas?


2. ¿Es histórico en cuanto a su método?, ¿es fruto de investigación?
3. ¿Posee valor histórico?, ¿su meta es el autoconocimiento humano?
4. ¿A qué hace referencia?, ¿a actos humanos o divinos?
En la próxima semana vamos a repasar la delimitación entre fuente y elaboración historiográfica.
En el curso de Teoría y Metodología estudiaron la definición y clasificación y el tratamiento de las
fuentes. En este caso me interesa que tomen en cuenta la Ficha Especificidad y alcances de la
historia de la historiografía: Clasificación de fuentes que se las envío en adjunto y que la tienen
además en el repartido N° 3 de la Fotocopiadora y para leer, el capítulo XV del libro de
Metodología de la Historia de Jerzy Topolsky (R.4), referido a la Teoría del conocimiento basado en
fuentes.

Bibliografía

Arrillaga, R. (1982). Introdución a os problemas de la historia. Madrid: Alianza.


Collingwood, R. (2010). Idea de la Historia. México: Fondo de Cultura Económica
Childe, G. (1971). Teoría de la Historia. Buenos Aires: La Pléyade.
Finley, M. (1985).Uso y abuso de la historia. Barcelona: Crítica.
Pagés, P. (1983). Introducción a la Historia. Barcelona: Barcanova.
Romero, J.L (1952). De Herodoto a Polibio. Buenos Aires: Espasa Calpe.
Sanz, V. (1985). La historiografía en sus textos.Desde los orígenes hasta el Renacimiento.Carcas: Facultad
Humanidades y Educación.

S-ar putea să vă placă și