En la última década, América Latina ha sido el escenario de dos grandes expansiones: la
económica y la delictiva. La región, en su conjunto, ha experimentado un crecimiento económico notable, así como la reducción en sus niveles de desigualdad, pobreza y desempleo. Pese a ello, han aumentado el delito y la violencia. ¿Cuáles son algunos de los principales factores que han provocado que en la mayoría de los países de América Latina se observen altas tasas de criminalidad? ¿Por qué la intensidad de la criminalidad en algunos países, ciudades o subregiones es superior a la de otras? Para responder a estas preguntas, el presente capítulo desarrolla cuatro argumentos:
Las mejoras Economicas de la región son condiciones necesarias, pero no
suficientes, para contener el delito. Variables como la pobreza, la desigualdad y el desempleo no explican por sí mismas la intensidad y la dinámica del delito. La unión de estas variables, así como el aumento de las expectativas de consumo combinadas con la falta de movilidad social en contextos específicos, aumenta los factores de riesgo e incentiva, sobre todo, el delito aspiracional.
Las transformaciones en la comunidad a raíz del crecimiento urbano acelerado y
desordenado, así como los cambios en la estructura familiar y fallas en el sistema escolar, han generado condiciones que inciden en la criminalidad.
Los falicitadores de delito, como parte de armas de fuego, el consumo de alcohol
y el tráfico de drogas, sin ser sus causales, lo han impulsado.
Las capacidades de los estados latinoamericanos no han estado a la altura del
desafío de la inseguridad: la corrupción y la impunidad, así como la falta de proporcionalidad en las sanciones, han mermado su efectividad y legitimidad.
La inseguridad ciudadana en nuestro querido país el Perú, lamentablemente es un
problema grave, complejo y crónico, sobre el cual, ahora todos comentamos, opinamos, criticamos, etc., pero que realmente en la práctica, muy pocos conocemos y participamos proactivamente; y así en ese devenir de las cosas, vemos con estupor como este fenómeno social sigue permanentemente afectando la paz y tranquilidad de los peruanos y más aún condenando el desarrollo y bienestar nacional en nuestra patria.
Debemos comenzar diciendo que la expresión “Seguridad Ciudadana” es un binomio
jurídico novísimo en el cuerpo de leyes nacional, aparece recién en la última y vigente Constitución Política del Perú del año 1993; pero sintomáticamente, no se encuentra en el capítulo XII donde la ley de leyes norma sobre la Seguridad y a la Defensa Nacional, sino en el capítulo XIV referido a la Descentralización y por ende, referido al quehacer municipal; lo cual, ya sería un mayúsculo error conceptual que viene tergiversando el entendimiento de las cosas; y es más, ofendiendo la institucionalidad de las entidades públicas, y por ende la acción y reacción del Estado Peruano, que se ha convertido en difusa, burocrática y sobre todo en ineficaz; dado un accionar desarticulado y descoordinado. El problema de la Seguridad Ciudadana cuyo enfoque debería ser -a diferencia de lo que actualmente es- de acción y reacción del Estado, donde este estamento debe ser consciente de que es un tema globalizado, multisectorial, holístico, transversal, intergubernamental, integral e inclusivo; y que tiene aristas no solamente de índole policial, sino que contiene aspectos con dimensiones normativas-jurídicas-legales; políticas-técnicas-profesionales; sociales-culturales ambientales-educativas; y económicas-financieras-presupuestarias donde se debe 2 enfrentar los escenarios de las consecuencias pero también de las causas de estos riesgos, peligros y amenazas para la vida, la salud, la integridad y el proyecto de vida de las personas.