Unidad 6

ELEARNING TOTAL Adicciones en la actualidad desde el psicoanálisis – Unidad 6
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Unidad 6 - El desfallecimiento de lo simbólico en el consumo
DEL SUJETO AL OTRO EN LA TEORÍA LACANIANA
En este apartado, trabajaré el concepto del Otro que, al entender de Lacan, es el lugar
donde se sitúa la cadena del significante que rige todo lo que, del sujeto, podrá hacerse
presente, y es en el campo de ese ser viviente, donde el sujeto tiene que aparecer (Lacan,
1964/2001, p.202). Ser viviente que será llamado a la subjetividad y donde se manifestará
esencialmente la pulsión. Por tal motivo, será necesario explicar varios conceptos, entre los
que se destacan pulsión, Otro, objeto, y, por ende, las operaciones que incluyen dichos
elementos, entiéndase, alienación y separación.
El concepto de objeto se trabajará primeramente desde la obra freudiana, para luego
delimitarlo a partir de las enseñanzas de Lacan, destacando especialmente la invención
lacaniana del concepto de objeto a.
A lo largo de esta investigación, se podrá constatar la íntima relación entre el sujeto,
el Otro y el resto; es decir, el objeto a, como resultado de la operatoria de la constitución
subjetiva. Es necesario plantear este recorrido a los efectos de delimitar la función del objeto
a en los avatares de la pulsión.
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Teorizaciones sobre las nociones de Otro y objeto en Freud y Lacan: un recorrido

posible.
En la obra freudiana se pueden delimitar tres grandes dimensiones del concepto de
objeto. El primero que se puede deslindar es el objeto de deseo para Freud. Es el objeto
perdido de la experiencia de satisfacción alucinatoria.
Dicha vivencia no es la descripción de un acontecimiento, sino que es una experiencia
de valor fundamental y que establece el modo en que se constituye el desear, y esto se
logra, según Freud, en base a la articulación entre vivencias en el propio cuerpo y el pensar
como operación constituyente de ligaduras.
No nos olvidemos que, para explicar esta experiencia, Freud lo hace también para
denotar cómo se inscriben esas vivencias y de esta manera surgen las primeras huellas
mnémicas.
Esta huella mnémica o signo perceptivo, como lo llama Freud en la Carta 52, conlleva
la idea de marca indeleble por un lado o sea que nunca se hace consciente, y por otro nos
remite a la pérdida de objeto.
Esta es para Freud la estructura del funcionamiento del deseo: la búsqueda del objeto
perdido. Tanto es así, que, si no está, se lo alucina.
Sabemos que el objeto es el oral, pero ajeno a la satisfacción de la necesidad. Así
introduce a nivel del organismo, una nueva forma de satisfacción, la realización del deseo.
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Separa la satisfacción, de la necesidad. La búsqueda de la identidad de percepción
va delimitando un intervalo entre lo que se busca y lo que se encuentra. Búsqueda
infructuosa, signada por la repetición.
No nos olvidemos además que para esta vivencia el niño necesita de una ayuda
externa. El grito o llanto son llamadas al Otro. Este “desamparo inicial” dice Freud en El
Proyecto, “es la fuente primaria de todos los motivos morales” (1895/1992, p.363).
El deseo entonces, al investir la huella mnémica desiderativa, produce el olvido del
camino de la satisfacción de la necesidad y así condena al organismo a la desadaptación
desde el inicio.
Así, la nostalgia, el anhelo, la búsqueda del encuentro primero con ese otro, eso
siempre perdido, hace al funcionamiento psíquico freudiano.
Vemos así que la huella es solidaria de una pérdida y constituye una memoria orientada en
sus recorridos, en su búsqueda por el principio del placer.
Observamos claramente en esta conceptualización del objeto, al mismo como
inalcanzable, perdido, y sostiene una búsqueda imposible por estructura.
Se describirá la segunda dimensión del concepto de objeto en Freud, el objeto parcial,
para luego pasar a la tercera que es la del objeto de amor.
En Tres ensayos (1905/1978, p.203), Freud suma un nuevo objeto, muy cercano al
objeto de deseo, pero no idéntico. Es el objeto de la pulsión parcial.
La sexualidad infantil perversa y polimorfa depende de la estructura de la pulsión
parcial y es inseparable de la misma.
La pulsión parcial se organiza con el autoerotismo y el placer de órgano, vinculado
con la zona erógena. Freud en El hallazgo del objeto dice:
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Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con
la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio, el pecho
materno. Lo perdió sólo más tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo
formarse la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano
que le dispensaba satisfacción.
Después la pulsión sexual pasa a ser regularmente autoerótica y sólo luego
de superado el período de latencia se restablece la relación originaria. No sin
buen fundamento el hecho de mamar el niño el pecho materno, se vuelve
paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto es
propiamente un reencuentro (1905/1992, pp.202-203).
Siguiendo con la pulsión parcial y su objeto, vemos que Freud hace una distinción con
la pérdida del objeto de deseo alucinatorio.
La experiencia de satisfacción es anterior al autoerotismo y es condición de las lógicas
que siguen.
En dicha experiencia la pérdida se instala entre necesidad y deseo, entre satisfacción
y realización.
Esta primera pérdida condiciona los procesos primarios como tales y no debe ser
confundida con la pérdida a la que alude Freud al presentar al autoerotismo. Este conlleva
la pérdida del objeto real. O sea, la vivencia tiene que ver con el deseo y el autoerotismo con
la pulsión.
La tercera pérdida para Freud tiene que ver con el amor.
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Por ende, el deseo es el concepto fundante y esta pérdida de objeto condiciona la
posibilidad de las otras dos, el surgimiento mismo de la sustitución, ya que el objeto de la
pulsión y el del amor, son ya forma de sustitución del objeto perdido del deseo.
En el mismo texto de Tres ensayos, Freud, a pie de página, agrega una nota en 1915,
en donde dice que hay dos caminos para el hallazgo del objeto. El primero por
apuntalamiento en los modelos de la primera infancia (anaclítico) y en segundo lugar el
narcisista que busca al yo propio como objeto.
Ya en Schreber (1911b/1992) señalaba con respecto a este tema, que el desarrollo
de la libido implica un paso del autoerotismo al amor objetal.
Del autoerotismo dice que es cuando la pulsión no está dirigida a otra persona y se
satisface en el cuerpo propio. La búsqueda es de placer y el objeto es el instrumento para
alcanzarlo.
Entonces, así como la pulsión parcial se articula en torno a un objeto instrumental que
se despliega entre la variabilidad y la fijación, la elección de objeto de amor se desarrolla
entre la elección narcisista y la elección anaclítica.
Las tres formas de la falta de objeto según Lacan
En base a la estructura edípica freudiana Lacan elabora la lógica del falo. Si nos
remitimos al seminario “La relación de objeto” podemos dar cuenta de las articulaciones que
hace Lacan entre el falo y el objeto.
Dicho seminario lo inaugura con una afirmación: El objeto en psicoanálisis debe
caracterizarse como la falta de objeto (Rabinovich, 1988, p.117).
Lacan dará el nombre de falta de objeto, al objeto perdido del deseo freudiano.
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Se pueden vislumbrar tres formas de objeto desde Lacan a esta altura de sus
formulaciones: el objeto fóbico, el objeto fetiche y el falo. Siendo este último el que adquiere
importancia creciente y central en su teoría (Lacan, 1998).
A estas tres formas de falta de objeto Lacan las articula con el orden imaginario, el
simbólico y lo real. A su vez estas formas de falta sufren un clivaje peculiar, se articulan en
función de la relación de los tres órdenes con tres elementos que inicialmente desconciertan:
la acción, el objeto y el agente.
Bajo la acción se colocan las tres formas de falta. La acción se dirige hacia el sujeto
quien es un sujeto sujetado a la acción de un agente. Este agente según la época será
encarnado por distintos rostros del Otro (Rabinovich, 1988, p.119). El objeto es producido
por la forma de la falta que se introduce en el sujeto por acción del agente. La posición del
agente muestra la dependencia estructural de las formas de la falta del Otro como tal, como
lugar del significante (Rabinovich, 1988, p.120).
De las tres formas sólo la castración es de origen freudiano. La frustración es tomada
de la teoría de la relación de objeto de Klein y el caso de la privación de Ernest Jones.
Voy a tomar en primer lugar a la frustración. En El Seminario 4 Lacan marca una
diferencia interna a la frustración misma. La primera de estas dos vertientes de la frustración
ya se la puede encontrar en términos de frustración del objeto de goce por parte del
semejante. La frustración en relación al objeto real de goce, de satisfacción en cuanto tal.
Real entendido en su uso primero por Lacan. Se está preparando el lugar que luego tendrán
el objeto y el goce en tanto que reales. Es entonces esta vertiente, frustración de goce
(Rabinovich, 1988, p.122). La segunda vertiente nos lleva al objeto en su dimensión
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simbólica. La madre funciona como agente simbólico y genera esa forma de frustración que
Lacan denomina frustración de amor.
Con esto entramos en lo que conocemos como demanda o llamada al Otro. La función
del llamado es inseparable del carácter simbólico del agente de la frustración, o sea la madre
como aquel que en lo real puede responder o no al llamado.
La necesidad es transformada por el paso a través del Otro. El responder o no al
llamado nos vincula con el par presencia-ausencia. Y es justamente la presencia-ausencia
del Otro simbólico lo que constituye el agente de la frustración como tal (Rabinovich, 1988,
p.127). La problemática no es la presencia-ausencia del objeto real sino del Otro simbólico.
La demanda no es de la satisfacción de la necesidad sino de la presencia o ausencia
del Otro como agente. Este Otro conlleva el privilegio de poder responderle o no y lo dota de
un don.
Cuando la madre accede a ese poder, pasa a ser según Lacan real y el objeto que
era real, deviene un objeto simbólico: el don (Rabinovich, 1988, p.131).
En esta vertiente lo que se produce es frustración del objeto de amor y esto abre el
acceso a la realidad simbólica.
La frustración de goce en cambio remite al sujeto a la posesión del objeto como tal,
que lo introduce en la dialéctica de la agresividad.
Las otras dos formas de falta de objeto, la privación y la castración están directamente
relacionadas a la castración materna y modifica la articulación del objeto en la enseñanza
de Lacan (Rabinovich, 1988, p.132).
Freud encontró para esa falta al falo como su objeto. El falo es aquello que podría
colmar la falta en el Otro y el camino es como identificarse con él. Si bien su prevalencia se
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impone en lo imaginario comienza ya a esbozarse en lo simbólico. Por el falo el sujeto se
introduce en la dialéctica del don y del intercambio simbólico, más allá de la frustración de
amor.
La falta en lo real de la madre es un punto clave en relación a la acción de castración.
En Lacan dicha falta se vuelve la meta del deseo como deseo del Otro (Rabinovich, 1988,
p.133).
En relación a la privación materna se plantea la dialéctica de ser o no el objeto que
obtura dicha falta, o sea el falo simbólico.
El falo se vincula primeramente con el ser del sujeto en su relación con el deseo del
Otro, ya que el sujeto debe competir con el falo para llegar a situarse como objeto de deseo
del Otro.
Con esto introducimos el objeto fóbico “como el objeto en cuanto significante para
todo uso, para suplir la falta del Otro…” (Lacan, 1977, p.217).
El objeto fóbico es un objeto sintomático, o sea metafórico. Lacan en El Seminario 4
al hacer el análisis del caso Juanito nos muestra la falta de falo en la madre como nexo en
la relación de sujeto con el deseo del Otro. Habla aquí de la madre como insaciable,
devorante e insatisfecha. Este objeto más allá de la significación que se le puede dar es
fundamentalmente un significante comodín que suple la falta del Otro. Este significante se
debe a la operación insuficiente del nombre del padre en la metáfora paterna. Este objeto
sintomático no puede confundirse con el objeto en juego en el fantasma y se presenta como
pasible de ser reabsorbido por el significante (Rabinovich, 1988, p.138).
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El objeto fetiche en cambio lo podemos ubicar como más cercano al objeto del deseo
como tal, al funcionar como el sostén mismo del deseo sexual y se resiste a ser absorbido
totalmente en el Otro del significante (Rabinovich, 1988, p.145).
Aquí Lacan (1998, p.167) ubica siguiendo a Freud un velo delante del objeto y dice
que ahí es el lugar donde se produce la proyección imaginaria. Aquí surge lo que convierte
a la falta en una figura, el fetiche, que es el soporte ofrecido al deseo, pero el deseo como
perverso.
Sobre el velo es donde el fetiche dibuja lo que falta más allá del objeto.
La manifestación de la pulsión
De la teoría de las pulsiones se puede decir que Lacan elaboró la lógica del objeto
petit a. El comienzo de esta tematización puede ubicarse a partir del Seminario Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis (2001).
La noción de objeto es infinitamente compleja y en todo momento tenemos que saber
de qué objeto estamos hablando. En el capítulo El Sujeto y el Otro: la alienación, del
Seminario antes referido, Lacan dice:
El Otro es el lugar donde se sitúa la cadena del significante que rige todo lo
que, del sujeto, podría hacerse presente, es en el campo de ese ser viviente
donde el sujeto tiene que aparecer. Y he dicho que es por el lado de ese ser
viviente, llamado a la subjetividad, donde se manifiesta esencialmente la
pulsión. (2001, p.212)
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En este mismo capítulo aclara que la pulsión es siempre parcial y que ninguna
representa a la función de la reproducción. En el psiquismo no hay representación de esta
función; o sea, no hay nada en el sujeto que le permita situarse como ser macho o como ser
hembra.
Siguiendo a Freud (1915/1979), Lacan dice que el sujeto sólo sitúa en el psiquismo
sus equivalentes: actividad y pasividad. Las vías de lo que hay que hacer como hombre o
como mujer pertenecen por entero al drama edípico, no a la pulsión. Para Lacan la
sexualidad se instaura en el campo del sujeto por vía de la falta (2001).
Las faltas a las que se refiere son dos. Una se vincula al advenimiento del sujeto con
relación al Otro, dado que el mismo nace alienado a los significantes del Otro. El sujeto,
pues, depende del significante y éste se halla primero en el campo del Otro. Podríamos
llamar simbólica a esta falta, que a su vez nos remite a otra anterior, real, relacionada con el
advenimiento del ser viviente, fundado en la reproducción sexuada. Esta falta real, entonces,
es lo que pierde el ser viviente por su reproducción sexuada y, por ello mismo, queda remitido
a la propia muerte; nace, se reproduce y muere. Esta parte perdida de sí mismo constituye
la búsqueda permanente del sujeto, o sea, no se busca el complemento sexual, sino eso
perdido que lo lleva a la mortalidad.
A la luz de lo anteriormente dicho la pulsión es siempre pulsión de muerte. El mito de
la laminilla, como lo llama Lacan, es el mito que encarna la parte perdida.
Lacan considera a la libido como un órgano y no como un campo de fuerzas que se
atraen en sus formas macho y hembra. Y agrega que la libido es el órgano esencial para
comprender la naturaleza de la pulsión. Este órgano es irreal, se articula con lo real y se
encarna. Como ejemplo de esto sitúa al tatuaje.
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La dialéctica de la pulsión es circular pero no recíproca, es asimétrica (Lacan, 2001,
Cap.16). Se trata de un movimiento de reversión que partiendo del sujeto regresa a él. Es
una dialéctica que nada tiene que ver con lo que pertenece al registro del amor, como
tampoco al bien del sujeto.
Trabajo N° 2
MASTURB-A-TON: LA NO RELACIÓN CON EL OTRO
En su artículo ¿Felices de torturar? Zizek (2008) introduce el comentario de un evento
particular que quiero comentar. Dice allí que se está imponiendo una nueva moda en EE.
UU., la participación en lo que dieron en llamar la “masturbaton”, como un encuentro
colectivo en el que cientos de mujeres y hombres practican el onanismo con propósitos
benéficos a fin de reunir fondos para entidades de salud sexual y reproductiva. También se
proponen crear conciencia y eliminar la vergüenza y los tabúes que aún existen en torno a
la actividad sexual más común, natural y segura.
El Dr. Queen justifica y reivindica el onanismo de la siguiente forma. Dice que vivimos
en una sociedad que reglamenta y limita las manifestaciones sexuales, que la búsqueda del
puro placer es censurada y calificada de egoísta e infantil. Afirma que muchas personas que
dicen no tener problemas sexuales se han limitado a cambiar la ecuación “El sexo sólo es
bueno si incluyen a dos personas que se aman”, por la masturbación. Continúa diciendo que
“la misma es nuestra primera actividad sexual, una fuente natural de placer que está a
nuestra disposición durante toda la vida y una forma única de expresarse a sí mismo de
forma creativa. Siempre que nos masturbamos festejamos nuestra sexualidad y nuestra
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capacidad innata para el placer. ¡Así que démonos una mano! La masturbación puede llegar
a ser un acto subversivo y la cultura que reprime la masturbación también es capaz de
reprimir otras libertades personales. Mientras celebramos el Mes Nacional de la
Masturbación y cumplimos con nuestro deber de sacar el autoerotismo del clóset,
recordemos que la libertad erótica es inherente al verdadero bienestar en todos lados”.
Dice Zizek que esta concepción ideológica del concepto de masturbación implica un
conflicto entre la forma y el contenido, que constituye un colectivo de individuos dispuestos
a compartir con otros el egoísmo solipsista de su estúpido placer. Para el autor no sólo se
puede estar solo, sino que se puede estar solo en la multitud. El aislamiento del sujeto con
su inmersión en la multitud excluye la intersubjetividad propiamente dicha, el encuentro con
el Otro. Zizek cita a Badiou diciendo que hoy más que nunca debemos insistir en el amor
como centro de atención, es el amor, el encuentro de dos, el que transubstancia el tonto
placer masturbatorio en un acontecimiento propiamente dicho.
Haciendo referencia a que el sólo hecho de masturbarse delante de otro es más difícil
que realizar el acto sexual con esa persona, concluye, que el acto de la masturbación marca
el fin de la vergüenza propiamente dicha. Y relaciona este evento con los indicios más claros
de una ideología que atraviesa nuestra experiencia personal más íntima. El autor da una
lista de hipótesis que Queen maneja para sostener esta concepción. Paso a enumerar
algunas: 1) el placer sexual es el derecho natural de la persona, 2) la masturbación es el
sexo seguro por excelencia, 3) la masturbación es la gozosa expresión del amor por sí
mismo, 4) brinda grandes beneficios a la salud, que incluyen alivio de los calambres
menstruales, reducción del estrés, liberación de endorfinas, músculos pélvicos más fuertes,
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reducción de la infección de próstata y resistencia a las infecciones vaginales en las mujeres,
5) es un excelente ejercicio cardiovascular 6) cada persona es su mejor amante.
Se ve claramente en esta enumeración la exclusión de la otredad. El razonamiento
en el que se basa esta argumentación es el ejemplo por excelencia dice Zizek de una nueva
disciplina académica que apareció en la última década: “El estudio de la felicidad”.
Justamente hay que tener en cuenta que en países occidentales o sea capitalistas e
individualistas, la felicidad depende del logro personal. Se ocupan del tema la sociología y
desde la psicología las llamadas “ciencias cerebrales” que combinan la investigación
cognitiva con la sabiduría de la meditación New Age y el budismo. El propósito de la vida es
ser feliz.
Es claro a la luz de lo expuesto que el Otro es lo traumático, lo ajeno, perturba el
equilibrio homeostático del sujeto. En nada es tenido en cuenta lo ético ya que el deseo es
lo de menos y por ende el prójimo no cuenta. Este punto ha sido trabajado en secciones
anteriores donde se refirió al Complejo del semejante y sus implicancias en la constitución
subjetiva (Freud, 1895/1992).
La nostalgia, y el anhelo hacen al funcionamiento freudiano. El objeto droga trata de
suturar ese intervalo, insensibilizando al sujeto de la angustia que provoca no encontrarse
con el objeto, el cual por estructura está perdido.
Cuando Lacan nos dice que la droga rompe el matrimonio del cuerpo con el “hace
pipi” hay que pensar que rompe con la ensambladura simbólica. Lo que no se puede tramitar
por la palabra. Las adicciones entonces se aproximan a los síntomas de las neurosis
actuales: libido objetal no aplicada decía Freud. Se produce una génesis tóxica producto del
autoerotismo. Eso tóxico en la sexualidad corresponde a lo no elaborado en el otro, en el
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lenguaje. De esto se sirve el toxicómano. Freud hace una referencia al uso de drogas como
recurso para soportar el sufrimiento.
Con esto retomamos el tema del comienzo y el incentivo de la época a ser felices con
lo que se tenga a mano para apalear los sufrimientos. El programa de placer maratónico
masturbatorio responde a un superyó lacaniano que ordena gozar. El ideal de renuncia
freudiano ha sido remplazado por un empuje al consumo y a adicciones de todo tipo. Este
superyó promueve el goce autista rechazando el lazo social y el amor.
Miller en su artículo Una fantasía (2005b) hace alusión a lo expuesto anteriormente.
Dice allí: “los sujetos contemporáneos, posmodernos, incluso hipermodernos son
desinhibidos, neodesinhibidos, están desamparados y se pregunta ¿desde cuándo estamos
sin brújula? Respondiendo “sin duda desde que la moral civilizada como decía Freud se
quebró, se disolvió.” Con Miller podemos decir que la civilización actual va hacía la
inmoralidad por el desfallecimiento del Nombre del Padre. La moral de Freud daba una
brújula, un punto de apoyo a los desamparados. En la época que nos toca vivir el plus de
gozar ha subido al lugar dominante. El psicoanálisis según Miller se inventó para responder
a un malestar en la civilización y para hacer existir la relación sexual hay que frenar e inhibir
el goce. Pero nos encontramos con nuevos reales que testimonian el nuevo discurso de la
civilización hipermoderna. Se juega en una dimensión de un real que falla, de suerte que la
relación entre los sexos se volverá cada vez más imposible y el –uno– totalmente solo será
el estándar humano. Pero con Lacan podemos decir que hay sentido en lo real, y esto quiere
decir algo, lo cual hace a una condición de posibilidad del psicoanálisis. El sentido en lo real
es el soporte del ser del síntoma. Hay saber en lo real, pero con un agujero y es que la
sexualidad agujerea ese saber. Para el último Lacan lo que hace existir al inconsciente como
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saber, es el amor. En Aún (1972-73/2012) dice que el amor puede mediar entre los uno-
totalmente-solo. Para que el inconsciente devenga un saber hace falta el amor, es decir, la
relación al Otro, al semejante. A la luz de lo dicho por Miller se ve que la droga gana terreno
en el momento de vacilación del fantasma, este tipo de síntoma que prescinde de una
relación al Otro es estragante.
Autora: Dra. Mabel Levato
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Unidad 6 - El desfallecimiento de lo simbólico en el consumo

DEL SUJETO AL OTRO EN LA TEORÍA LACANIANA

elementos, entiéndase, alienación y separación.

El concepto de objeto se trabajará primeramente desde la obra freudiana, para luego

delimitarlo a partir de las enseñanzas de Lacan, destacando especialmente la invención

lacaniana del concepto de objeto a.

A lo largo de esta investigación, se podrá constatar la íntima relación entre el sujeto,

el Otro y el resto; es decir, el objeto a, como resultado de la operatoria de la constitución

a en los avatares de la pulsión.

Teorizaciones sobre las nociones de Otro y objeto en Freud y Lacan: un recorrido

En la obra freudiana se pueden delimitar tres grandes dimensiones del concepto de

perdido de la experiencia de satisfacción alucinatoria.

Dicha vivencia no es la descripción de un acontecimiento, sino que es una experiencia

de valor fundamental y que establece el modo en que se constituye el desear, y esto se

como operación constituyente de ligaduras.

remite a la pérdida de objeto.

perdido. Tanto es así, que, si no está, se lo alucina.

Sabemos que el objeto es el oral, pero ajeno a la satisfacción de la necesidad. Así

Separa la satisfacción, de la necesidad. La búsqueda de la identidad de percepción

va delimitando un intervalo entre lo que se busca y lo que se encuentra. Búsqueda

infructuosa, signada por la repetición.

El deseo entonces, al investir la huella mnémica desiderativa, produce el olvido del

camino de la satisfacción de la necesidad y así condena al organismo a la desadaptación

siempre perdido, hace al funcionamiento psíquico freudiano.

sus recorridos, en su búsqueda por el principio del placer.

Observamos claramente en esta conceptualización del objeto, al mismo como

inalcanzable, perdido, y sostiene una búsqueda imposible por estructura.

Se describirá la segunda dimensión del concepto de objeto en Freud, el objeto parcial,

para luego pasar a la tercera que es la del objeto de amor.

objeto de deseo, pero no idéntico. Es el objeto de la pulsión parcial.

La sexualidad infantil perversa y polimorfa depende de la estructura de la pulsión

parcial y es inseparable de la misma.

La pulsión parcial se organiza con el autoerotismo y el placer de órgano, vinculado

con la zona erógena. Freud en El hallazgo del objeto dice:

Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con

formarse la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano

que le dispensaba satisfacción.

Después la pulsión sexual pasa a ser regularmente autoerótica y sólo luego

de superado el período de latencia se restablece la relación originaria. No sin

buen fundamento el hecho de mamar el niño el pecho materno, se vuelve

paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto es

propiamente un reencuentro (1905/1992, pp.202-203).

la pérdida del objeto de deseo alucinatorio.

La experiencia de satisfacción es anterior al autoerotismo y es condición de las lógicas

En dicha experiencia la pérdida se instala entre necesidad y deseo, entre satisfacción

La tercera pérdida para Freud tiene que ver con el amor.

Por ende, el deseo es el concepto fundante y esta pérdida de objeto condiciona la

posibilidad de las otras dos, el surgimiento mismo de la sustitución, ya que el objeto de la

apuntalamiento en los modelos de la primera infancia (anaclítico) y en segundo lugar el

narcisista que busca al yo propio como objeto.

Ya en Schreber (1911b/1992) señalaba con respecto a este tema, que el desarrollo

de la libido implica un paso del autoerotismo al amor objetal.

satisface en el cuerpo propio. La búsqueda es de placer y el objeto es el instrumento para

se despliega entre la variabilidad y la fijación, la elección de objeto de amor se desarrolla

entre la elección narcisista y la elección anaclítica.

Las tres formas de la falta de objeto según Lacan

hace Lacan entre el falo y el objeto.

Dicho seminario lo inaugura con una afirmación: El objeto en psicoanálisis debe

caracterizarse como la falta de objeto (Rabinovich, 1988, p.117).

importancia creciente y central en su teoría (Lacan, 1998).

la acción, el objeto y el agente.

lugar del significante (Rabinovich, 1988, p.120).

De las tres formas sólo la castración es de origen freudiano. La frustración es tomada