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Cuentan que cierto momento, un científico loco pero feliz, después de tanto indagar y pensar,

creía que podía escuchar a los árboles.

Era considerado, una eminencia en su ciencia, ya que podría reconocer cualquier tipo de
enfermedad y malestar de estos particulares hermanos.

Cierto día agobiado por las críticas y cansado de que ser considerado UN ORATE, se le ocurrió una
grandiosa idea.

Construir unas máquinas para escuchar a los árboles. “No puede ser tan difícil decía”, inventaron
una máquina para volar, que tan distinto podría ser…

Él podría escucharlos, era su verdad, pero quería que todos también lo hicieran.

Se propuso, comentar su idea a los amigos vegetales, tal vez con su ayuda, podría avanzar más
rápido.

Desgraciadamente, después de este suceso, no pudo escucharlos más.

Ingenio un plan maestro. Tal vez están enojados, eS común en una amistad. Pero si le doy las
mejores cosas, seguramente, me perdonaran y volveremos a la normalidad.

Construyo un enorme dique, con un complejo sistema de filtrado, con unos indicadores de última
tecnología para controlar la calidad y pureza del agua, es decir lo mejor para sus amigos.

Respecto al alimento, diseño un sistema de control automático, el cual mediante unas sondas
altamente resististe a la corrosión del suelo, media los distintos parámetros del suelo. Con esto
consiguió una comida altamente nutritiva y saludable.

Sus amigos crecían fuertes, sanos y vigorosos, pero no los escuchaba.

Veía a los pájaros, como disfrutaban, gozosos y alegres de los nuevos beneficios creados por el
árbol. Hojas más verdes, ramas más fuertes, frutos más sabrosos.

Día a día, su voluntad decaía, por lo cual, desistió de su deseo de hablar y se dedicó puramente a la
maquina en cuestión.

Estudio a su amigo íntegramente. Desde la raíz hasta la mínima hoja en cuestión.

Basado en el método científico, ya que era un investigador, se basó puramente en la observación,


notando, muchas cosas que antes pasaba por desapercibido.

En un principio, noto las cicatrices de su compañero, siempre estuvieron ahí, siempre, eran las
cicatrices de la vida, de la vida que lo toco vivir, y lamento no darse cuenta antes de que lo deje de
hablar.

Noto que seguidamente fluía un líquido, sabia, el cual eran sus lágrimas. Siempre estuvieron
moldeando su tronco, su ser, pero él nunca tuvo la capacidad de verlo.

Noto que las hojas eran distintas, con una historia cada una que contar, algunas tenían una familia
de insectos que habían perdido algún compañero por una araña, o alguna extremidad por un
descuidado pájaro que lo confundió con comida. Otras hojas eran hermosas, vistosas,
inmaculadas, pero de cerca, muy de cerca, estaban enfermas y marchitas por que el flujo del árbol
que no llegaba con la misma intensidad.

Otras hojas, estaban mordidas y marchitas por el clima y la situación donde le toco florecer y así
millones de casos y casos particulares, pero no únicos, cada hoja tenía su historia, pero era parte
del árbol también,

También descubrió, tantas cosas que le dijo su amigo, y no le prestó atención. Para el cada salida
de sol era una ceremonia única y particular, donde el primer rayo de luz era recibido como una
caricia espiritual, y cada vez que se escondía, daba gracias al creado Árbol superior por esta nuevo
día de luz.

Con la luna, la relación no era distinta, el sabia, no por libros sino intuitivamente, espiritualmente,
que ella era la encargada de regular los ciclos marítimos, por lo cual la veneraba, por tan grande
tarea, anónima y sin recibir nada a cambio. Por eso cada vez que alguna ardilla, quería hacer un
nido en su tronco, le pedía encarecidamente, si podía extraer un simple hoja de su amiga rosa,
para tallar mediante un amigo insecto la figura a de la luna.

El creía que existía un dios árbol, que era bueno con todos, sin importar la raza, el credo, la
opinión, su fe ni ideas.

Este dios árbol, no pedía nada, ni limosnas, ni diezmos, ni alabanzas, no había alumnos ni
maestros.

Su política era DAR… El árbol da para vivir, por que guardar es morir. La rosa se complementa con
la abeja, necesita d la abeja, sino deja de existir, por lo cual nos brinda su aroma para vivir.

El dios árbol no tenía días de alabanza, ni festividades, todos los días eran únicos, para vivirlos
exclusivamente. Sostenía que para charlar con el dios árbol, tenías que quedarte en silencio,
mucho tiempo, y darte cuentea que se trata de vivir, nomas. Después de esto, te comunicabas con
el, pero ya no era necesario pregúntale nada, después de tanto tiempo de silencio habías
entendido todo.

Recordó estas palabras y el científico lloro, cuanta sabiduría le transmitía su amigo, cuantas cosas
escucho pero no percibió.

Se dio cuentas de cuantas heridas, llantos, relatos le intento transmitir su amigo, pero él estaba
más preocupado en pensar lo que el resto decía de él.

Cuantas veces me quiso hablar desde su alma y yo estaba ciego, con los ojos abiertos.

Se dijo” soy un científico altamente capacitado, fui a las mejores escuelas del mundo, me he
codeado con los más grandes maestros de la humanidad, conocí a gente maravillosa, educadores,
filósofos, ingenieros, empresarios. Esta situación no me puede superar.

Tomo la gran decisión de construir el aparato para poder pedirle perdón a su amigo y prometió al
dios árbol que si lo podía hacer, no lo iba a utilizar para mundo humano, sino para retomar la
amistad con su amigo. Era lo único que importaba.
Empezó, entusiasmado, despolvo todos sus apuntes de científico. Pero entiendo que de cualquier
forma que intente construir una maquina iba a lastimar a su amigo.

El quería introducir unos electrodos en su tronco, extraer muestras, analizar datos, pero todo,
todo causaba daño, no había forma de llegar a él sin dañarlo.

Esto lo entristeció demasiado, el comprendía que no había forma de hablar con él, sin que el diera
el primer paso. Por lo cual abandono la idea por un tiempo.

En su ventana, estaba su compañero, radiante por todos los cuidados que le proporciono para
comenzar el proyecto científico y lamento no hacer esto antes de que lo dejara de hablar.

Lamento pensar por que quería que los demás lo escuche, para qué? Si él era feliz charlando con
él.

Cuanto tiempo perdido con mi amigo. Desistió la idea del experimento científico. Pero ahora era
distinto, recordó las palabras de su amigo árbol, El SILENCIO DEL DIOS ARBOL.

Se sentó en silencio al lado de su amigo por mucho tiempo y observo y escucho.

En un principio era aburrido, tedioso, hasta cansador. Pero después de varios días de esta
agobiante rutina, ya que paraba para comer únicamente, comenzó a notar ciertas cosas.

El sol no iluminaba las hojas, las acariciaba. El pájaro no cantaba, daba gracias al creador. El viento
no era una molestia, era la caricia del árbol cuando lloraba. Todo estaba conectado, cada cosa era
dependiente de la otra, una flor bailaba y se alegraba de la abeja, no le tenía miedo.

La gente lo tildo de loco, la gente que antes él quiera agradar, ahora lo juzgaba hasta
criminalmente, “¿Quién es este loco que charla con los arboles?, siempre estuvo loco, pero ahora
habría que internarlo”. La misma gente que lo juzgaba por hablar con su amigo, ahora lo sigue
juzgando de igual forma

Se dio cuenta del famoso silencio, ese que no se puede describir, ese silencio universal del dios
padre, el silencio que lo cubre todo y no tiene principio ni fin.

Valoro su vida de nuevo, se olvidó que era científico, padre, hermano, hijo, argentino, francés.

Dio gracias de estar vivo y le dio gracias al dios árbol por ese nuevo comienzo que se le regalo.

Estaba tan contento de todo lo que descubrió, hasta el punto que se acordó de su amigo, el cual
era indiferente a él.

Miro hacia tras y vio su proceso de cambio. Ahora era uno con todo. Era universal.

Comprendió que la vida es eso, que no puedes manejar estas cosas, tal vez el DIOS ARBOL no
quería que hable con él , sintió lastima por las charlas pendientes, pero al ver cuánto creció junto
con su amigo lloro de alegría.

Un día, después de tanto tiempo se acercó y le dijo las más bellas palabras que ninguna facultad,
instituto, rectorado le pudiera enseñar, fue el lenguaje del corazón, ese lenguaje universal.
No puedo obligarte a que me hables, lo sé, es inevitable. Sé que era importante para mí que todos
te escuchen, pero no sé si yo te podía escucharte.

Tendría que haber dado lo mejor de mí para ti, siempre, no después de tu inexplicable silencio.
Lamento todas las heridas y lágrimas que siempre tuviste y yo, por ser ciego, civilizado, no las
pude ver.

Lamento no haberte escuchado, porque se trataba de eso, de escuchar. Nunca pude dejar de ser
científico para estar contigo, tú necesitabas un amigo, no un letrado, hay muchos, sobran.

Quiero decirte que aprendí mucho de ti amigo, tu silencio es mi esperanza, porque sé que aunque
nunca podamos hablar voy a seguir alimentándote y cuidándote de igual mejor forma. Y ya no me
preocupa lo que dice le resto son palabras, nada más.

Te seguiré observando desde la ventana con la esperanza de retomar el diálogo, pero sino lo
haces, no importa, descubrí un lenguaje mayor, el del universo, es decir el tuyo.

Con lágrimas en los ojos, se despidió de su amigo, acariciando casi con recelo y ternura su tronco,
como tratando de restaurar una cicatriza producto de un leñador borracho.

Giro y contento por su nueva vida, a ols pocos metros escucho “HOLA”…

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