Pese a la abrumadora gestión publicitaria en materia de prevención, el consumo de
drogas en la población adolescente aún constituye un problema social de primer orden a resolver. Observatorio Español sobre Drogas indican un descenso del consumo de determinadas drogas , se han incrementado los casos de intoxicación aguda por marihuana, abuso de cocaína en la población adulta y el policonsumismo de fin de semana. Estos resultados contrastan con el hecho de que la población juvenil se caracteriza por acceder con mayor facilidad a información sobre los efectos perjudiciales del consumo de drogas,especialmente las ilegales. Es, precisamente, este papel meramente informativo-normativo el que se usa mayoritariamente en la publicidad preventiva del consumo de drogas mientras que la publicidad comercial de bebidas de alta gradación alcohólica es de carácter emotivo y persuasivo.
El consumo de drogas puede describirse como una conducta psicosocial enmarcada en
un entorno sociohistórico determinado. El contenido y las formas de consumo juvenil de drogas reproduce metafóricamente una dialéctica individuo-sociedad en la que se generan múltiples discursos a favor y en contra y que, inicialmente, sirven de base a los adolescentes para la expresión individual y grupal. Pese a ser ampliamente reconocido la idea de que en la etapa adolescente las decisiones de consumir drogas son tomadas racionalmente en función de las consecuencias y el autocontrol, está claro que a la luz de las evidencias debemos localizar dicha racionalidad en aquellos mensajes que subyacen a la conducta manifiesta, muchas veces en vueltos en patrones irracionales. Varios estudios coinciden en afirmar que las campañas publicitarias de prevención de drogodependencias deberían detectar problemas emocionales en los jóvenes y analizar el abuso de drogas como acto que facilita mecanismos de afrontamiento de dichos conflictos .
Por lo tanto, una forma de diseñar la publicidad preventiva en materia de
drogodependencias supone la consideración de los significados juveniles del acto de drogarse, de las representaciones sociales que subyacen a dicho comportamiento. Como afirman Leeming, Hanley y Lyttle , los diseñadores de los programas de prevención de drogas deben poseer un conocimiento profundo de los puntos de vista mantenidos por la audiencia respecto del objeto de actitud y cambio conductual considerados.Las representaciones sociales serán obtenidas a modo de discursos encubiertos, a partir de los patrones actuales de consumo de drogas y en consideración con las vicisitudes del periodo adolescente y de la sociedad que les ha tocado en suerte. Un estudio con cerca de 400 adolescentes finlandeses acerca de las razones para beber y drogarse permitió afirmar que éstas tenían que ver con la búsqueda de experiencias sensoriales, subjetivas referidas a «un sentimiento de bienestar» y «de diversión» . La descripción de sensaciones puede proceder de las drogas actualmente de moda, más consumidas así como del modo de consumo. El patrón de consumo adolescente describe una tendencia cada vez más evidente al policonsumismo de fin de semana. De mayor a menor consumo de drogas en nuestro país, las sensaciones pretenden individual y conjuntamente estimular la socialización destruida y alimentar la autoestima , prolongar el placer de disfrute y estimular la comunicación, al disminuir la fatiga, el sueño, el apetito y aumentar la locuacidad, reducir el dolor y recrearse en la euforia , no pensar, no sentir, no recordar, alterar el mundo, detener el tiempo y relajarse , deseo de velocidad de vida al potenciar efectos cardiovasculares y parasimpáticos , de actuar con actitud agresiva y confundirse con ideas delirantes y descoordinar la propia acción.
En general, se describe un intento de perder el control, de huir de una realidad
agonizante, amenazante por rutinaria e insulsa, de narcotizar o sedar la propia vida y abandonar la mente en sensaciones de placer en un mundo socializado, abierto, propio del pensamiento platónico adolescente. En algunos casos, sobre todo en sujetos de consumo reincidente, dicho patrón supone una extensión de las relaciones de inestabilidad, asocialización y aislamiento social vivido en familia y en sociedad. Por ejemplo, los bebedores problemáticos identificados por Steinhausen y Metzke junto con otros tres grupos de bebedores adolescentes , fueron caracterizados con baja autoestima, baja aceptación parental percibida unido a un elevado rechazo de estos. En Diego, Field y Sanders , los adolescentes más propensos a beber alcohol, fumar tabaco y consumir marihuana eran aquellos adolescentes populares con niveles elevados de depresión y fracaso .
Los jóvenes utilizan el consumo de drogas como vehículo para la materialización de
discursos y creencias nacidas de la tensión dialéctica entre su estado de transformación y la sociedad en su más pura imagen represora. La constatación de estos discursos juveniles permite identificar con mayor acierto aquellos mensajes que contrarresten la publicidad estimuladora de consumo de drogas, ofreciendo alternativas sanas desde el propio pensamiento de los usuarios. Además, se precisa la manifestación de mensajes con informaciones claras sobre las verdades y falsedades del consumo de drogas a lo largo de la historia. En este sentido, resulta fundamental la promoción de las drogas legal y socialmente instauradas en nuestra cultura tales como el vino y la cerveza que, por otra parte, gozan de numerosas virtudes para el mantenimiento de la salud.
Se trata más bien de incidir en aspectos emocionales de autocontrol en el consumo de
drogas, más que de insistir en moralinas informativas sobre los efectos adversos del consumo de drogas y que la sociedad constantemente desacredita.