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POESÍA

SA
VA
NT
Ma nu el de J. Ji ménez
Este libro se escribió con el apoyo del Programa Jóvenes Creadores
del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, periodo 2014-2015.

SAVANT
© Manuel de J. Jiménez

© Sol negro
Email: revistasolnegro@gmail.com
Blog: www.sol-negro.blogspot.com
Facebook: @solnegroblog

Editor: Paul Guillén


Portada: Katherine Medina Rondón

ISBN: XXXXXXXXXXXXXXXXX

Impreso en México, marzo 2019.


a Jocelyn Pantoja, por el tiempo y el amor
a la memoria de Enrique Verástegui, poeta numerálfico

Los pitagóricos creían que los números tenían vida separada y existencia
propia independiente del pensamiento de los hombres. La idea de la
existencia separada de los números, que el pensamiento humano solo
percibe pero no crea, números que no son construcciones lógicas de la
conciencia humana, es defendida por algunos matemáticos (…), pero
la mayoría de los pensadores modernos creen que las matemáticas son
otra forma de lógica humana no necesariamente válida en todas las
partes del universo. Los antiguos pitagóricos también atribuían vida y
una especie de conciencia telepática a esos números.
Pitágoras, PETER GORMAN

Hubo un tiempo
en que la palabra fue miel veraz, infinita colmena,
sin el látigo límite del sonido.
Desde su esfera en la mente,
trasmitía entre los hombres su mensaje
íntegro y radiante
“La Creación”, ENRIQUETA OCHOA

My father and I share the same shadow.


KIM PEEK
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

¡No sé qué expande la idea


cuando vivo y luego pienso,
con escribirme a mí mismo
no podré sentir mis dedos!

Ni estoy bien ni mal conmigo;


mas dice mi entendimiento
que un hombre que pinta cifras
está sumando su cuerpo.

No observo lo que me basta,


y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
siendo un autista confeso.

De cuantas cosas me cansan


fácilmente la voz pierdo;
ya que prefiero guardarme
entre mis pliegues y adentros.

Dirán que no seré yo,


pero con falso argumento,
que cordura y amistad
no caben en mi sujeto.

La diferencia conozco
porque en él y en mí contemplo,
su locura en abundancia,
mis sentidos inconexos.
[…]
Ensayan do en 5 pasos un A R S po é tica
El poeta de j a sus intenciones cl aras

STEP 1: ANTE LA HOJA BLANCA


Escribir poemas, me pensé a mí mismo, olvidándome
del candor numérico o el brainstorm.
Hay que escribir mediante coordenadas,
como cruces de jardines, como lo haría
una mantis religiosa.

STEP 2: AVIVAR LOS RECUERDOS EN EL VERSO


Mi cabeza no tiene filtros, me dije,
cubrirá el plancton en el mar tarde o temprano.
Así construyo mapamundis: zonas, nudos,
electrotransmisores
(cartografiar con la precisión de un escalpelo
que rebana o puntea el monitor)
(diagramar a partir de la memoria de mis mapas o
navegar con los mapas de mi memoria).
Tomar las dos opciones a la vez.
Algo radicalmente diferente aparece,
desconocido para Funes y los lectores de Mr. Borges.
En verdad es fácil escribir poemas:
tan solo hay que desmembrar libélulas con ritmo
(aquí el verso es un guion del poema, entre muchos otros,
nada más).

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STEP 3: OPTAR POR EL VERSO DEL MAGO O EL DEL DICCIONARIO
El primer mago besó con su voz:
“tuning a verse for thee” (Whitman, 2007: 411).
Pero de acuerdo a la letra de la RAE, el verso también es:
“1. m. Pieza ligera de la artillería antigua, que en tamaño y calibre
era la mitad de la culebrina”.
Gira entonces el verso en amar o arma.

STEP 4: UTILIZAR FIGURAS RETÓRICAS


(¿Es posible que se convierta aquello que leí
en un folleto clínico de la University of California, en la tarde del 14
de marzo de 1992: “that the cross-activation of adjacent areas
of the brain process different sensory information
causing a failure. Actually the patient experiences
neuronal pruning due to the growth of
synaptic connections” en una figura retórica?)
Se dice que la sinestesia en poesía es
“Synesthesia. Poem.
Description.
In this free-verse format, poets think of a common object
they usually associate with one particular sense,
and perceive it through an entirely different sense.
There are no set number of lines.” (Lee Cecil, 1997: 84).
Una metáfora entre la ciencia y el arte.

STEP 5: AUTOCONSTRUCCIÓN DEL AUTOR


Verso:
soy el último adversario,
nunca un converso
por cantidades y discursos.
Yo, que firmo para borrar a Lope,
como “Monster Wits”.

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Y o, que nací bajo el astro de la epilepsia, escribo con una afectación
desconocida interpretada por Dustin Hoffman en la película
Rain man, ganadora del Óscar en el año de 1988, donde el personaje
confundía a su hermano Raymond con un provocador de lluvias y
después ganaba miles de dólares en Las Vegas. Yo, que nací 10 años
antes, el 25 de noviembre de 1978, en un sábado frío. Sé que era sábado
porque esa fecha es violeta y los sábados oscilan naturalmente entre
el violeta y el púrpura. Visualizo números en superficies y texturas.
Eso hago todo el tiempo: paladeo el infinito. El 25 de noviembre de
1562, nació Félix Lope de Vega y Carpio, conocido como el “fénix
de los ingenios” y, en otro momento, como “el monstruo de la
naturaleza”. A veces era fénix y a veces monstruo, porque dependía
si escribía verso o prosa, o si escribía teatro o vislumbraba cantidades.
A él se le atribuyen 3000 sonetos, 7 novelas, 9 epopeyas y, según su
editor Montalbán, alrededor de 1800 comedias: paisajes numéricos,
divisibles, multiplicados por el lóbulo parietal. El 25 de noviembre de
1878, exactamente 100 años con 8 minutos antes de mi origen, nació
Georg Kaiser, quien compuso Un día de octubre. Todavía escucho sus
sinuosas oraciones en grises mayores y menores: la música marrón.
Pero yo nací un día de noviembre con la carta astral de Pinochet y
Kennedy, el día en que un avión DC-10 de American Airlines se estrelló
despegando de Chicago y mató a 275 cuerpos divisibles entre 1, 5, 11,
25, 55: 275 cadáveres celestes. Yo nací con un cerebro estrambótico
y húmedo. Nací varias veces, en corto circuito, en el Huntington
Memorial Hospital, en Pasadena, California. Nací cuando mi padre
tenía 33 años y mi madre 25. Nací con un crepúsculo agrietado, en
el iris de las estrellas, secreto. Nací en la solución, en la operación, en
el número primo. Nací con pentagramas en los dedos, con anestesia y

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sinestesia. Hay un síndrome que me afecta: un síndrome que infecta
las palabras que digo y las abrillanta con una balanza de color. Veo
un número, una letra, experimento calor: escalofríos. Experimento
respuestas visuales y emocionales frente a las cifras. Siento las formas
puntiagudas, circulares; las superficies rugosas, estriadas y lisas como
cuando nací y calculé el alegre perímetro del reloj en la pared. Mi madre
lloraba. Aún lo recuerdo como todas las fechas de mi vida. Recuerdo
exactamente el desayuno de cereal y almendras junto a las 8.45 onzas
de jugo de naranja. Recuerdo la espuma de cada conversación, el
eclipse total del 29 de noviembre de 1993, la lluvia del 18 de junio de
1988 y las estadísticas de las copas mundiales de soccer. Porque al igual
que un poeta elige sus palabras, algunas combinaciones numéricas son
más hermosas que otras: hay números oscuros como el 8; secuencias
esplendorosas como el 189; hay también números de guerra, números
agónicos y cantidades porosas o ligeras como las plumas. Yo nací
en el marco de una fotografía, en una isla digital, con respiraciones
sexagesimales. Recuerdo todas las fechas de mi vida. El 25 de diciembre
de 1989, por ejemplo, cuando mi abuelo habló del rey Nezahualcóyotl
y cómo los colores ondulaban en su penacho formando una bandera.
Imaginar el plumaje: una colmena de cifras imaginarias y secuencias
repetidas en el ojo del uróboros. Allí lo aprecio nuevamente: el cosmos
ya no es binario y nazco en el jade, en las 400 voces de los pájaros, en
los acueductos. Las aguas subterráneas que erosionan un poema hasta
que se acaba y nace el 0 como un huevo de otra naturaleza. Toco a
diario su textura y gracias a ella sueño. Yo, que nací bajo el astro de la
epilepsia, escribo un libro de poesía con la sombra de los números y
las letras.

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MO N STER WI TS

Agazapado en el cuarto menguante,


tapias cuarteadas bajo la noche,
el noctámbulo encierra los ojos;
el sonámbulo enciende otros focos.
Cuando palpita el módem
avisando el inicio de la gimnasia,
el monitor se enciende y los pixeles
brillan dentro de la cabeza del monstruo:
bailan, saltan, caen de nuevo
sobre las neuronas,
dañando el cuerpo calloso
que comunica los hemisferios,
arañando las puertas
de la percepción y la redacción
(8 bits) (24 bits) (32 bits).
Agazapado, alineado tras los dígitos,
el monstruo respira y raspa
la mesa con sus uñas largas y astrosas.
Luego se rasca la nuca: piensa
o cree que piensa
(paisajes fibrosos)
o despiensa en los aleros
de una memoria USB
o suspende su pensamiento

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en paréntesis, entre corchetes,
aleteando los puntos suspensivos
(apocalípticos-elípticos).
El monstruo, se dice a sí mismo “monstruo”,
mas firma con alter egos y heterónimos;
es una bestia de talantes y talentos
con las manos hinchadas, sudorosas,
tecleando más números que comas.
Teclea y colorea.
Teclea y bordea
los cómputos de Wall Street,
los cálculos domésticos e insignificantes:
multas, impuestos,
descuentos, filamentos,
retículas, cutículas,
taxímetros, parquímetros.
“Familiariza y factoriza”,
eso murmura el monstruo
y después sonríe discretamente
con la mueca constreñida.
Una y otra vez,
ordena en secreto su escritorio:
los bolígrafos de colores,
la engrapadora,
el pisapapeles de Mickey Mouse,
los Post-it,
el block de notas
aún retractilado.
Una y otra vez,
todo posee una proporción sagrada
que solo él conoce
y que en nada se parece

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a la razón dorada de Fidias.
El monstruo, se dice a sí mismo monstruo
de los ingenios, superior a Lope de Vega
y zarza de los saberes.
El monstruo, príncipe de las estadísticas,
dispone un don de lenguas
alienígenas y terrestres.
No es de este mundo
y puede recordar cada palabra,
jingle o silbido.
Conoce el pajarístico;
es traductor además
de ballenas y delfines;
graba guiones
de películas,
teatro, tesinas,
comerciales
y narraciones
deportivas.
El monstruo lee, escribe.
Cierra los paréntesis.
Enumera solo las hojas.
Traza una órbita en la pared
y cuenta nuevamente
las cuarteaduras
en su alma.

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U n don de lenguas no es cualquier asunto de la mente o la
memoria, se trata de una rutina del yo para urbanizar nombres
en la calle: anuncios, lavanderías, cafés, diarios, barberías, a través de
Google. Todos los poetas tenemos este don. Daniel Tammet en su libro
Born on a blue day dice que: “with certain words and combinations of
words being particularly beautiful and stimulating to me. Sometimes
I will read a sentence in a book over and over again, because of the
way the words make me feel inside. Nouns are my favorite type of
words, because they are the easiest for me to visualize.” (Tammet,
2006: 174). A mí también me gustan los sustantivos, pero prefiero
los verbos. Cruzan la oración como galgos, cristalizándose con puntos
y comas. Los adjetivos siempre me resultan ambivalentes porque no
fijan una posición natural y son tóxicos en abundancia. Confieso que
estas imágenes suceden con frecuencia en un tropel o arrastrándose
en mis sienes. A través de los diccionarios toco una fauna disecada
que después se libera: gutural, nasal o bucal. Mi paladar croa y se
silencia; a veces mis labios se extienden en las notas de la mañana.
Por eso prefiero domesticar palabras en oraciones a fin de captar
cómo retumba la lengua o capturar cómo zumba la lingua. Cuando
leo un poema, dispongo mi tacto al revés, cierro la mirada interna
y se copia un retrato en mi cerebro: fotocopia o fotolectura. No lo
sé. Estas imágenes suceden con frecuencia en un tropel, arrastrando
mis sienes. Una lengua es el trampolín de otra lengua. Así aprehendo
aves y roedores que antes formaban letras, que antes formaban largos
y carcomidos discursos. También sé que existen familias como ocurre
con las personas. El español es sobrino nieto del latín, el portugués
es su primo en segundo grado; pero el inglés nació de otra tribu.

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Los idiomas son ciudades que se traducen a sí mismas, fluyendo y
donándose sonidos entre sí. Existen palabras conquistadoras y bárbaras
como O.K., que es el Gengis Kan de la lengua inglesa. Ok es una carta
abierta: el rey y el planeta enamorándose. Sella el mundo una vez por
segundo al día. Okay es un misterio. Algunos historiadores lo datan
desde la antigüedad mongólica, otros desde la esclavitud. En Misisipi,
los negros cargaban algodones y en francés se les decía: Au quai. Ellos
descargaban la palabra en el muelle y años más tarde morían con la
misma chispa entre sus oídos. O.k. también es el filtro de un cigarrillo
Lucky Strike. En 1819 Cyrus Kingsbury funda “Elliot”, la primera
escuela choctaw, allí escucha algo como okeh cuando los indios
sonreían con los brazos. Yo siento la palabra Ok e imagino una llave
dorada, pero si la veo en papel, percibo un cadáver decapitado. En la
escena criminal leo cadáveres: un golpe frontal. KO.

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Y o, que nací bajo el astro de la epilepsia, observo una esfera en las
nubes. En realidad, prefiero estar en el cielo que en la tierra de
este continente apachurrado; olvidar esta nación con estrellas bordadas
en la palma de la mano. Soy una persona suave: una mente de ojos
rasgados. No me siento de este mundo. Lo digo con cierta pena, con
cierto rubor en las mejillas. Siento que no nací en Pasadena ni en el
hospital Huntington. Mi familia tampoco proviene de Aztlán. Yo nací
bajo el astro de la epilepsia y miro la Gran Nube de Magallanes, que
en realidad se llama Resplandor Alfa, a 163 000 años luz de la Tierra,
descrito en el Libro de las estrellas fijas. En esa mancha dorada y enana,
existe un planeta llamado Zarza, aunque cariñosamente lo conozco
como Zarzatilandia. La superficie de ese planeta es rosa y carmesí,
dependiendo de su curso estelar. La atmósfera es púrpura, puesto que
los días son siempre sábados. No hay semanas ni meses; el tiempo es
un bucle que nunca se pausa. El 25 es el número habitual, aunque
también se conocen muchas entidades que flotan en 81. Otros más lo
hacen en 36, en el 9 se vislumbran obeliscos y ballenas que en realidad
no lo son, porque en Zarzatilandia no hay fauna o flora ni objetos o
sujetos. Todo es insondable como la sombra de Pitágoras y lo único
equiparable para la inteligencia son los números: cantidades insolubles
que forman hermosas rocas y monolitos. No hay días ni años; el tiempo
es un bucle continuo. Mi abuelo solía contarme historias del universo
como el 25 de diciembre de 1990. El viejo, visitante de la luna antes
que el Apolo 11, me explicó que entre la Tierra y Marte hay una franja
de asteroides y ruinas planetarias. Se trataba de Gaya, ser gemelo de la
Tierra, primer hogar de la raza humana. Gaya poseía riquezas en sus
ríos, estanques y lagunas. Por eso algunas tribus codiciosas quisieron

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extraer las fuentes de ese planeta turquesa: juventud y sabiduría. Sin
embargo, gracias a un nómada galáctico, los humanos ocuparon el
planeta azul a tiempo, ante la inminente destrucción de Gaya. Yo
le sigo los pasos a ese viajero: lo invoco y le hablo. Amo la Tierra y
sus coordenadas: se miden de 0° a 90°; al Ecuador le corresponde
la latitud 0°; los polos Norte y Sur tienen latitud de 90° N y 90° S
respectivamente. También amo las zarzas.

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EL C IELO D E Z A R Z AT I L A N D I A

25 50 75 100 125
150 175 200 225 250
275 300 325 350 375
400 425 450 475 500

525 550 575 600 625


650 675 700 725 750
775 800 825 850 875
900 925 950 975 1000

1025 1050 1075 1100 1125


1150 1175 1200 1225 1250
1275 1300 1325 1350 1375
1400 1425 1450 1475 1500

1525 1550 1575 1600 1625


1650 1675 1700 1725 1750
1775 1800 1825 1850 1875
1900 1925 1950 1975 2000

2025 2050 2075 2100 2125


2150 2175 2200 2225 2250
2275 2300 2325 2350 2375
2400 2425 2450 2475 2500

22
2525 2550 2575 2600 2625
2650 2676 2700 2725 2750
2775 2800 2825 2850 2875
2900 2925 2950 2975 3000
3025 3050 3075 3100 3125

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DESC RIP C IÓ N D E L CI E LO D E Z A R Z ATIL ANDIA

Equilibrio de las puntas, estrella sin tiempo que se mantiene


en la plenitud y sigue.
La estrella creciendo amarilla y cobre, en gemelar proporción
de la nieve;
columna que termina en una linterna fluorescente subiendo
y volviendo al origen.
Cuadraturas en el vacío, en lo ascendiente, rematando
con la mesura armónica:
lo cobre que se vuelve rosa en pedazos y termina
en rojo alborado de trenzas.

La trenza se vuelve un tridente, un triángulo después


que se sacude en simetría;
detrás lo rojo se oscurece en la paridad y en los puntos
la negrura se deshace.
El resplandor irrumpe con una lanza nevada y se revuelca
por la unidad inmensa.
Poco a poco la unidad se desbarata y se fractura en piezas más cálidas.
En la estrella, las puntas se retuercen y germina un círculo
que se parte a la mitad.

El círculo descomponiéndose en otros círculos que brillan


y se vuelven capullos;
a lo redondo le emergen vértices, puntas filosas

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que enderezan ángulos rectos
que hacen nuevamente una estrella pero, esta vez, en un bermellón
que palpita.
El rojo es liso como un capote que ondea sus cualidades
con una punta inmensa:
una cordillera de vinos calores se extiende y la penumbra
solo distingue mi voz.

Sin embargo, en este cielo, la opacidad se hunde en la secuencia


y vuelve la luz:
un resplandor que se expande con rayos y después estría
todo en líneas.
Esos surcos paralelos inventan otros reflejos y después espuelas
platinadas,
estrellas pequeñas, gigantes, de ánimo cobalto que se atemperan
en escarlata.
Las formas se vuelven otras formas y se descomponen en cuadros
y trapecios.

En la paridad, como dioses, va construyéndose de nuevo


la atmósfera y su brío,
una silueta flamígera que se confunde con el fuego, componiendo
perímetros
y circunferencias que se opacan en el afeite sanguíneo, un color
estancado
en la negrura, después al rescate, volviéndose rosáceo por la nitidez
crepuscular.
Rojo vivo por la pirámide que descubre el cuadro y abre al fin
la rosa celeste.

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A veces miro la ventana y el cristal protege mi pensamiento. Eso
pienso, los vidrios se empañan y luego se desempañan. Hay un
sonido o una emoción entre lo que se rescata y derrocha en una superficie.
Solo algunas veces, cuando las sombras son demasiado corpulentas,
escucho los sonidos de los autos que aceleran y desaceleran. Una calle
imagino: los domicilios y las personas; las guías sonoras en ebullición;
las luces de las motocicletas que se abren y huyen por una franja de
la puerta. Escucho más por las tardes, cuando los objetos bajan a la
tierra en un sopor macilento. Todos ellos levitan con pequeños puntos
de agua, tras una humedad suave y aritmética. Yo puedo mirar los
atardeceres desde aquí, descubriendo que el sol se desploma entre ecos
mudables. Lo sé por una bitácora secreta: ayer el sol se ocultó con 86
ecos, pero antier lo hizo con 64, el lunes fueron apenas 32. La semana
antepasada, sigilosamente, los números eran de texturas totalmente
porosas: soles que reposan en aros apolillados. Las calles son algo que
solo conozco de noche o después del atardecer. Únicamente en esos
horarios puedo salir y sentir la calle sin el cristal. Conjeturo las vidas
que se desdoblan allá afuera. Pasadena, de acuerdo con el United
States Census Bureau, es una ciudad de 133.936 personas, 51.844
hogares, y 29.862 familias. La media de edad es de 34 años. Por cada
100 mujeres, hay 95.7 hombres. Por cada 100 mujeres de más de 18
años, hay 93.0 hombres. Sin embargo, realizo mis propias estadísticas.
No me conformo con estos números, ajenos a la Pasadena de noche,
cuando todo descansa. Una ciudad miro: los barrios y las calles; los
edificios en construcción; las luces del Colorado Blvd. que titilan hasta
llegar a la Renaissance Arts Academy. Yo hago mis cálculos basándome
principalmente en las guías telefónicas y los periódicos. Después miro

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las bandadas en el cielo que asimilan formaciones. Alzan el vuelo o se
deslizan en una curva para después posarse en cables y árboles. Cada
loro es una voz. En Pasadena, cada loro salvaje aprendió una voz desde
el incendio de 1960, cuando escaparon de su cautiverio y copularon
por la ciudad. Escucharon a la gente, a familias enteras sin que nadie se
percatara. En su memoria diminuta registraron por lo menos algunas
palabras. Entonces las conversaciones dadas se pueden reconstruir
tomando en cuenta las señales que los loros oían. Repetir love, food,
stupid. Repetir más palabras como baby, dog, parrot. Los ripios y las
rimas de los loros de Pasadena en medio de la noche, posados en
los cables, diciendo tantas palabras que nunca sabré, pero imagino:
loro, coro, ignoro. Quizás hay un loro llamándome por mi nombre,
remachando las palabras que encierro en el diccionario. Quizás otro
reconoce mis resonancias y elabora nuevas palabras con ellas. Loros
verdes, envueltos en amarillo, con crestas rojas. Loros o “cotorros”,
como decía el abuelo, imitando mi lengua. Voces silvestres, verdes,
afuera, entre las ramas.

27
SON ETO

(944000) Novecientos cuarenta y cuatro mil


(14558) Catorce mil quinientos cincuenta y ocho
(955000) Novecientos cincuenta y cinco mil
(16658) Dieciséis mil seiscientos cincuenta y ocho

(967000) Novecientos sesenta y siete mil


(24158) Veinticuatro mil ciento cincuenta y ocho
(977000) Novecientos setenta y siete mil
(34158) Treinta y cuatro mil ciento cincuenta y ocho

(50225) Cincuenta mil doscientos veinticinco


(12839) Doce mil ochocientos treinta y nueve
(40225) Cuarenta mil doscientos veinticinco

(12439) Doce mil cuatrocientos treinta y nueve


(60225) Sesenta mil doscientos veinticinco
(12739) Doce mil setecientos treinta y nueve

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C ontinúo observando los códigos postales en las casas vecinas.
Me pregunto si existe una relación entre sus habitantes y las
hechuras de esos números. El ZIP significa Zone Improvement Plan.
Yo preferiría en español Zoológico Interestatal Planificado, pero no
creo que le guste a Mr. Zip mi variación acronómica. Ahora se ha
vuelto cascarrabias y malhumorado como el pato Donald. En realidad,
todos esos números son una fauna en cautiverio. Los códigos nacen
o mueren en jaulas domiciliarias. A veces escucho sus aullidos y
graznidos secuenciales. En 1983, debido al crecimiento de estas bestias
encriptadas en los suburbios, el Sistema Postal amplió su universo para
crear el ZIP+4. Ante el desorden y las burbujas contables, Mr. Zip
enloquecía por esos años. El 6° y 7° dígitos indican en el ZIP un sector
particular de entrega: conglomerado de calles, unidades habitacionales
o rascacielos. A propósito, los rascacielos son las construcciones más
hermosas, ascensos que indagan el radio de la última esfera. Las nubes
se ríen en su cromática geometría a causa de las puntas; los horizontes
se dividen exactamente a la mitad por el reflejo enceguecedor de esas
moles. Los dígitos 8° y 9° habilitan un segmento de la entrega, es decir,
oficinas, pisos o departamentos. Todos estos ajustes cambiaron la vida
o, mejor dicho, la rutina de Mr. Zip, conocido en su juventud como
Zippi, el diligente, quien tuvo que sumar 4 dígitos más en los buzones
de cada hogar y negocio de América. Mucho trabajo para un hombre
que sirvió en Vietnam, en el Golfo, en Yugoslavia, Afganistán e Irak.
Yo tuve el placer de conocerlo el 4 de febrero de 2000 y platicar con
él sobre sus problemas. Me dijo que en realidad cruza por una “crisis
de edad madura”, cosa que no entendí a pesar de que crisis es “7. f.
Situación dificultosa o complicada” y edad es “1. f. Tiempo que ha

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vivido una persona o ciertos animales o vegetales”. Luego pensé en
la vida y los carteros e intenté una ficha curricular del agrado de Mr.
Zip. “Nació en 1960 entre las tintas entusiastas del United States Post
Office Department. En su juventud corría de Florida a Los Ángeles
por 5 pennies, ahora sus ojos se han entumecido y su elegante traje azul
se destiñe bajo la lluvia”. Zippi me confesó que continúa disfrutando
las entregas para Pasadena. También goza las tibias palabras que sueltan
los loros de un cable a otro. Dijo: “ayudan mucho en la mañana”,
asintiendo con su cabeza horneada de panqué. Yo, como él, observo
la torre del Ayuntamiento de Pasadena en el 91101 y a veces entreveo
en medio del código la llave del escudo de la ciudad atravesando la
corona numeraria del 9, 0 y 1. También el Huntington Hospital se
puede observar en el 91105. Yo lo vi desde niño, pero nadie creyó que
los edificios aparecieran en los números.

30
Hay que escribir mediante coordenadas.
La escritura aproximándose a la retícula,
lenta y suave o agreste en sus vértices.
Líneas: la reproducción de un acento en su epicentro.
Planos y ejes que refieren figuras
en el andar cartesiano,
con la tecla Alt y la tecla Enter.
La barra que atraviesa un cuerpo giratorio,
mi eje:

“3. m. Tema predominante en un escrito o discurso”.


¿Cómo redactar un libro de poesía?
Los poemas son cachorros de sonidos:
ladran, gruñen, tuercen la cola.
“2. m. Idea fundamental”:
las palabras pueden explayarse en sus significados.
“8. m. Línea que divide por la mitad el ancho de una calle o camino”:
sin justificarse los párrafos son carreras a campo traviesa
o los versos son columpios oxidándose
que van de un lector a otro, a
punto de romperse.
“6. m. Persona o cosa considerada como el centro de algo”:
el autor de este poema.
“5. m. Designio final de una conducta”:
el ojo en el punto y el rabo en la coma.

31
O tra vida, distinta a la que ahora siento, navega en el televisor:
(…) los blancos totalmente blancos. No es que la televisión tenga
autoconciencia como ocurre en los dibujos animados, no es que esa
caja contenga un mundillo; sí otras pulsaciones para comprender las
acciones que a diario suceden. En la TV no hay ninguna fantasía;
millones de neuronas chocan en las series policiacas, noticieros, shows
y realities. A pesar de ello, la televisión nunca desarrollará un sistema
nervioso por evolución o adaptación. No es un ser orgánico con cerebro.
La TV “es un sistema para la transmisión y recepción de imágenes
en movimiento y sonido a distancia que emplea un mecanismo de
difusión” (Wikipedia). La trasmisión se efectúa por ondas de radio,
cable o satélite. Yo, en todo caso, puedo encender y apagar el televisor
con la palma de mi mano. De eso estoy seguro. John Logie Baird en
1925 efectúa la primera experiencia utilizando dos discos, uno en el
emisor y otro en el receptor, unidos al mismo eje para que su giro
fuera síncrono. El 22 de enero de 1927, la BBC transmitió en vivo el
primer partido de soccer entre Arsenal y Sheffield United. En todo ese
tiempo la televisión pasó de electrónica a analógica y digital, de escala
de grises a color; pero nunca veremos una TV biotécnica. Hay en
blanco y negro, a color, con pantallas LCD, con pantallas de plasma,
constituidas con LEDs y holográficas. La TV no posee voluntad mas
se alimenta del pensamiento de los televidentes. De sus pixeles manan
hiedras llenas de luz: (…) dejan los blancos totalmente blancos. Hay
una armonía en los horarios del mundo y la programación de cada
frecuencia. History Channel es una calcomanía caqui y plateada a las
7 pm; Discovery Channel es una cueva azul y burbujeante; Fox es
un reflector luminoso en medio de la noche; National Geographic

32
es una mandíbula que se abre a las 3 y 6 de la tarde. Animal Planet
curiosamente no tiene apariencia mamífera sino reptiliana. En cambio,
los canales de deportes son picaflores que se escuchan intermitentes
durante el día. La TV también es una alta definición de sentimientos
y emociones. Cuando en el buscador coloco la frase “cantidad de
televidentes en el mundo”, aparecen muchas entradas, pero nunca un
número exacto. El número, supongo, crece cada 5 minutos. De eso
estoy medianamente seguro. Las audiencias televisivas son zumbidos,
nacen de la carta de ajuste: retícula y rayos catódicos. La plenitud de la
TV, sin embargo, se encuentra en sus comerciales, donde se anuncian
sabores únicos como chocolate fresa-vainilla hasta los infomerciales:
Señora ama de casa: ¿está usted cansada de los mismos detergentes que
no dejan los blancos totalmente blancos? La TV y los mensajes de los
patrocinadores reconfortan mis sentidos. La locura de los números
cesa por unos minutos. Nada es en el mundo salvo la señora que gira
triste la cabeza y talla esa camisa percudida: ¿está usted cansada de los
mismos detergentes que no dejan los blancos totalmente blancos?

33
MONSTER WITS

En versales un Post-it:

LA PERSONA
SE PREGUNTA
SOBRE EL HACER

La persona, máscara
que se escucha detrás
de las escamas,
rumia oraciones
recortables,

---c---ables

adherentes,

-------entes

transversales.

La persona dice
tocándose
cabe-
cable-cableza

34
Enter
“hado”.

35
Como cruces de jardines
luminosos y apagados
o en el centelleo de una mancha
que deslustra la esmeralda
escribir verbas en verborreas.
En el Jardín, la noche
tras el camino de El Pireo,
no lejos de la Academia,
la lectura en voz alta
entre las pausas de los empalmes:
hortalizas o lenguas frugales.
La lectura, la vida,
arcos
y banquetes.
La lectura, la doctrina,
comúnmente amasada
en los brazos y las bocas.
Los dioses no se preocupan más:
nadie los mira comer y bañarse
en Asia, en Jonia;
asiste en Mitilene y Lámpsaco.
La amistad tiene ciertos rasgos:
imaginar y conjeturar
la estampa con el otro.
No logro entenderlo.
Imaginar la lectura de un libro:
Máximas para una vida feliz.

36
Como lo haría una mantis religiosa

Mudar en hojas,
suspenso tras la rama:
cifrar el bosque.

37
O bjetos que se complican. Sucesos que no logran armonizarse con
los movimientos. Consulto siempre los mismos resultados. Leo
que es una corbata. Una corbata es “1. f. Tira de seda o de otra materia
adecuada que se anuda o se enlaza alrededor del cuello, dejando caer los
extremos”. El nombre es italiano corvatta o cravatta, porque los croatas
usaban pañuelos de colores en el cuello. El problema vino en el siglo
XVII cuando se impuso la moda de anudar la corbata a la garganta de
los poetas. Los 2 extremos en un ojal o fijados con un broche, dictaba
la etiqueta. Después, durante la Revolución Francesa, la corbata fue
una declaración ideológica, es decir, una manera de vestir un “2. f.
Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento
de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural,
religioso o político”. Negra para los revolucionarios; blanca para los
contrarrevolucionarios. Posteriormente fueron, a fines del siglo XVIII,
los incroyables aquellos extravagantes cuya corbata tenía dimensiones
de alfombra aterciopelada. Pero la corbata moderna existe desde 1924.
Jesse Langsdorf encontró una manera para cortarla con poca tela. La
solución: trazar un ángulo de 45° en la trayectoria del dibujo. La seda se
cortaba en 3 piezas, cosiéndose después en otro proceso. Langsdorf se
enriqueció con su invento y fue sepultado vistiendo una de sus corbatas.
Entonces no hay problema: el uso de la corbata es completamente
estético. ¡No! Existe un sentido práctico según los manuales: cubrir los
botones de la camisa. Para mí, el problema real es el nudo: “1. m. Lazo
que se estrecha y cierra de modo que con dificultad se pueda soltar
por sí solo, y que cuanto más se tira de cualquiera de los dos cabos,
más se aprieta”. Nudo: vínculo, unión frustrada, pesadilla gordiana.
Intenté el nudo simple, inglés, Windsor, trinidad, Pratt y Ediety sin

38
resultados. No entiendo las diferencias. Leí incluso la biografía del
primer Duque de Windsor en búsqueda de alguna recomendación
histórica. ¿Cómo hacer un nudo de corbata? Consulté desde videos
en YouTube hasta tutoriales profesionales. Es sencillo dice un sujeto
con sonrisa esmaltada: 1) Cruza la parte ancha sobre la parte estrecha.
Mantén firme el cruce, y al lado, realiza una hebilla subiendo la parte
ancha bajo la corbata y doblándola. 2) Lleva la parte ancha hacia el otro
lado bajo del cruce. Realiza otra hebilla subiendo la parte ancha sobre
la corbata y doblándola. 3) Pasa horizontalmente la parte ancha sobre
la parte estrecha. 4) Pasa verticalmente la parte ancha bajo la corbata,
estírala y deslízala por la parte ancha de la hebilla. 5) Mantén la parte
estrecha, tira despacio sobre la parte ancha para ajustar la corbata. 6)
Finalmente centra el nudo arriba y al medio del cuello. ¡Listo! ¿Cómo
hacer un nudo de corbata? Lo sé, pero no lo logro hacer. Direcciones
y puntas no coinciden. Sé que es un truco, una manera de dominar
los extremos de seda: encantamiento de serpientes. Mejor dicho, se
trata de una cobra de 2 cabezas. Mis manos quedan paralizadas por
el veneno o el encantamiento. Sudo y el sudor atrae a la víbora tipo
Oxford cuyos colores se mimetizan en mi armario. Hipnotismo en
la corbata. Repito: “1. f. Tira de seda o de otra materia adecuada que
se anuda o se enlaza alrededor del cuello, dejando caer los extremos”.
Nunca uso camisas y no tengo porque ocultar los botones. ¡Listo!

39
MONSTER WITS

El espejo
es ojal
de un
espectro
silente,
equilátero,
donde
el monstruo
reciente
sin leer
los reflejos
empañados.
Ojos
en los
lentes
que miran
serios,
equilibrados,
los monstruos,
videntes
que leen
los destellos
empapelados.
Rojos

40
son los
horóscopos
y los dientes
que estiran
misterios,
equis en la
ecuación
del monstruo,
fuente
que mide
los disparejos
lados.
Loros
como
heliotropos,
ágatas, fuentes
oscuras,
gente que
lee, habla
y gira:
sílabas
equivalentes
al habla
del monstruo.
El espejo
sigue
el ojo
del sol.

41
A ndar en bicicleta: pedalear y apurar un trayecto. Vehículo de
2 ruedas que debe ser montado sin miedo. Ver hacia el frente.
Andar en bicicleta: pedalear en las variaciones de las líneas y completar
un circuito con los pies. Pedalear: “1. Intr. poner en movimiento un
pedal (…)”. Velocípedos y bicicletas entre un 8 corpulento y rústico,
girando o cayendo. Kirkpatrick Macmillan construyó la primera
bicicleta con pedales en 1839. Macmillan nunca patentó el invento
y fue copiado sucesivamente hasta que el mundo se pobló de 800
000 000 de bicicletas. Una copia de la bicicleta Macmillan se exhibe
en el Science Museum en Londres, como una máquina momificada.
Antes de ella, solo existían los carruajes y la draisiana. Pierre Michaux,
junto con su hijo Ernest, también construyeron una bicicleta en 1861.
No está determinada la paternidad de la bicicleta, que después solo
se conoció como “bici”, por ser su nombre de pila. Las bicicletas
son trasportes sanos, sostenibles, económicos y no usan baterías: un
sistema de transmisión cuya estructura está en un cuadro que integra
los componentes, un manillar para controlar la dirección más sillín.
El desplazamiento se logra al girar la caja de los pedales que a través de
una cadena hace girar un piñón que a su vez hace girar la rueda trasera,
que a su vez hace girar el entorno, que a su vez hace una circunferencia
múltiple en la cabeza… Avanza. El diseño del cuadro “diamante” se ha
mantenido por más de 100 años. El diamante es una de las formas más
estables del carbono, al igual que el grafito. Las minas de los lápices
son también transportes de escritura totalmente legibles. Las bicis, por
su parte, son máquinas hermosas pero indómitas. Mutan sus colores y
formas como fieras en ascenso. Las bicicletas de montaña son las más
salvajes, pocas veces son domesticadas con satisfacción; la BMX es una

42
bici de cuadro y ruedas de diámetro pequeño: demonio de Tasmania;
el triciclo, pariente mamífero de la bicicleta, es una criatura estable y
de ojos pesados que solo son superados por la “Girobici” o bicicleta
que nunca se cae. ¿Cómo montar una bici y no caer? 1) Ajustar la
bicicleta. 2) Buscar un lugar adecuado para practicar. 3) Empujar y
rodar. 4) Dirección y control. 5) Impulsarse y frenar. 6) Pedaleo continuo.
7) Avanzar. El único modo de andar en bicicleta es andando: caer y
volverse a parar. El único modo de domar una bicicleta es olvidarse de
los pasos antes enunciados. Andar: “1. Intr. Dicho de un ser animado:
ir de un lugar a otro dando pasos”. El desplazamiento se logra al girar
la caja de los pedales que a través de una cadena hace girar un piñón que
a su vez hace girar la rueda trasera (…). Andar: “3. Intr. Dicho de un
artefacto o una máquina: moverse para ejecutar sus funciones”. ¿Cómo
no caer de la bicicleta que a su vez hace girar el entorno, que a su vez
hace una circunferencia múltiple en la cabeza?

43
Mi cabeza no tiene filtros
a lo sumo toma cristales que ensanchan
o achican la luz.
Ventanas abiertas, interconectadas,
sin cuerpo calloso.
Un conducto que en realidad son ramos
de fibra óptica:
monitor encendido o apagado
con cantidades y palabras.
Tenues secuencias entre sí:
un número que conquista una letra;
una letra que quiebra un número
deformando pilares
divisibles (2) (6) (12),
pero reproduciéndose vertiginosos:
acoplándose en la memoria.
Cuadros de plata: neuronales.
La palabra cerebro como universo
del conjunto llamando savant
nutrido por subconjuntos pequeñitos.
Áreas numéricas y somáticas:
cuerpos estriados y membranas que se unen
o se liberan para volverse a descubrir
en ese universo insular.
Aleatoriamente es
el lenguaje y la lógica
adentro del hombre:

44
Homorragia.
El cerebro procesa información,
controla movimientos,
comportamientos,
sentimientos finitos.
Homeostasis: latidos,
presión sanguínea,
balance, fluidos,
temperatura de las manos.
Esfera sinfónica que interactúa
entre la memoria y el aprendizaje.
Cabeza sin filtros:
imagen plena de una cifra.

45
MONSTER WITS

Cuando vive, imagina la distancia del 0 al 1.


Cuando sueña, mira la reconciliación del 1 en el 0.

46
P ara mí la numerología es más que una ciencia de la abstracción;
personifica el sentimiento en cantidades o magnitudes. Otra cosa
sucede en este mundo discreto. Un caso fecundo vibra en el diapasón
de las matemáticas celestes. “1. m. Expresión de una cantidad con
relación a su unidad”. La unidad despega una ardorosa sombra donde
se alterna el 0 y el uno formando secuencias. El ser óvulo: dígito
erguido. Bloques que son y no son en la gráfica. Número imaginario:
complejidad cuya parte real es igual a 0. El mundo que se evapora.
Otra cosa es el número natural, designado con la N: entidades que
se usan para contar los elementos de un conjunto; retumbar en una
conjunción copulativa. Manzanas que caen una y otra vez del árbol,
ni terminan de caer ni comienzan a sujetarse de las ramas. Almas
que se intensifican. Lo mismo da que dé lo mismo. Otra cosa es el
número irracional, silencio que no puede ser expresado en fracciones.
“Cualquier número real que no es racional”, eso dice el profesor de
matemáticas que aparece en un horario de números naturales, en el
timer. Un rasgo gramatical, eso hay que buscar, una entidad numérica
referente de una predicación o sintagma. Los números, en su origen,
son mantras anteriores a Pitágoras y Tales de Mileto. La notación es en
realidad una armonía y las secuencias numéricas son mantras, retumbos,
gestos espirituales que redimen los tímpanos desde las cavernas. Una
sucesión azul creciente. 2, 4, 6, 8, 10, 12, 14, 16, 18, 20, 22, 24, 26,
28, 30, 32, 34, 36, 38, 40, 42 (…) La fraternidad es infinita en sus
pabellones índigos, tras el mar de percusiones. Otra música: 2, 3, 5, 7,
11, 13, 17, 19, 23, 29, 31, 37, 41, 43, 47, 53, 59, 61, 67, 71, 73, 79,
83, 89, 97, 101, 103, 107, 109, 113, 127, 131, 137, 139, 149, 151,
157, 163, 167, 173, 179, 181, 191, 193, 197, 199, 211, 223, 227,

47
229, 233, 239, 241, 251, 257, 263, 269, 271. En la naturaleza aparece
una sobrenaturaleza con los cítricos y la lima. En el caracol, las abejas
bordean, los zánganos tienen un árbol dorado al interior de la colmena.
Algoritmos de los ritmos ocultos, de la noche que se balancea entre la
miel. La computación y los juegos de las hormigas y las hojas con
diminutas anotaciones: un cono que se prolonga o hunde en la O: 1,
1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, 610, 987, 1597, 2584,
4181, 6765, 10946, 17711, 28657, 46368, 75025, 121393, 196418,
317811, 514229, 832040, 1346269, 2178309, 3524578, 5702887,
9227465, 14930352, 24157817, 39088169. Leonardo de Pisa viaja a
través del Mediterráneo buscando a los matemáticos árabes. Obras de
Euclides: árabes en Bizancio y Alejandría. En 1202, a los 32 años de
edad, publica Liber abaci. En la práctica, los pesos y medidas, cálculo,
intereses: cambio de moneda. Criterios de divisibilidad: mundos que
se ajustan y desajustan. Notación posicional en descripción del 0, en la
santidad medieval. El mundo con sus templos. Cantidades en la elegía
de los triángulos: ocarinas de piedra.

48
SO N ETO 2

4 0 4 0 3
0 6 0 4 1
3 0 5 0 3
0 5 0 5 1

3 0 1 0 7
0 3 0 2 6
2 0 2 0 7
0 2 0 3 6

0 1 8 2
1 0 5 5
0 0 9 2

3 2 1 5
0 2 7 2
2 0 4 5

49
Cubrirá el plancton la mar tarde o temprano.
Todas las teclas que se oprimen en el día rasgarán con sus signos
grabados
la noche, en las mareas cardinales.
Con el microscopio miraré flotar las palabras en aguas dulces
y saladas.
Bacterias o protistas que generalmente son vocales abiertas;
animalitos en suspensión, en el agua, larvas que se unen formando
consonantes
y después sílabas girando a través del movimiento
de las corrientes.
De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de arriba abajo,
la escritura
colmará los hemisferios y los elementos marinos:
fauna oxidada
en alfabetos.
Fenicio, cirio, arameo, púnico, árabe, avéstico, brahmi, gótico, copto,
armenio, braille.
Las oraciones escapan del sol, de las radiaciones químicas,
se alimentan de
noche,
en los monasterios, en las alcobas vacías, en los escritorios
apertrechados, entre los retratos.
Las especies, oraciones que se alargan fundando figuras, son
traslúcidas y abren
a veces la irisación de sus entrañas.
El microscopio desenvuelve sus colores.

50
Nuctiluca, versicular luminiscencia en las células, lanzando el
tentáculo de las
tildes;
superficies azuladas, cobrizas en las salientes de la roja marea.
Letras halladas en millares de soportes. Irritaciones musicales:
sifonóforos, sinfonolas.
Medusas con hileras de peines, gusanos, letras reptantes que cubrirán
el mar
tarde o temprano.
Comenzarán siendo balbuceos, después palabras anaeróbicas.
Movimientos celulares en la a, en las sílabas más usadas: la o ca o, en
sentido inverso, al.
Después vendrán otras vocales, protoctistas, pardas: de, con, te, lo, no.
Algas que se elevarán como mohosa gramática penetrando
los arrecifes
los bancos de arena, la marea baja.
Erosiones de las olas, afloramientos rocosos, aludes, procesos
abióticos, aluviones
disposición de las arenas.
Ninguno de los organismos está adaptado plenamente al aire
o al mar, están
grabados con las grafías
estrambóticas
Rongo rongo
Inuit in
uk ti tut
silabario ki ka ku
ki ka ku
Gametos sexuales-asexuales en las mareas espumosas bajo
las menguantes
llamas del atardecer.
Algas pluricelulares sin embriones, sin 0 absoluto.

51
Sobre las olas los virus y las bacterias también flotan e inoculan
las palabras, mis
oraciones malversadas.
Códigos maliciosos.
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De_derecha_a_izquierda_,_de_izquierda_a_derecha_,_de_arriba_
abajo_,_la_escritura_colmará_los_hemisferios_y_los_elementos_ma-
rinos_:_la_fauna_oxidada_en_alfabetos.
rinos_:_la_fauna_oxidada_en_alfabetos.
abajo_,_la_escritura_colmará_los_hemisferios_y_los_elementos_ma-
De_derecha_a_izquierda_,_de_izquierda_a_derecha_,_de_arriba_

52
L os sonidos se liberan para existir y entregarse a los oídos de la vida.
Tímpanos que vibran en las cuencas de un joyero. Cajones que
se abren y cierran, oscuridades que salen y entran. Una comprensión
esférica: las olas longitudinales que cubren a los animales y las plantas;
cruzan los continentes y traspasan las millas náuticas bajo las voces de
una ballena. El sonido que no se entiende, la palabra que también es
ruido, chirrido o rugido. Radar de un submarino en el compás de los
océanos. Ondas elásticas a través de un fluido: la física del fenómeno
que puede oírse o no. Sonido: “1.m. Sensación producida en el órgano
del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos”. El eco que se
repite a sí mismo, pero languidece en su nodo bascular. Membranas
que se ponen a prueba por los golpes. Redes que se interconectan sin
revelar el impulso inicial. Cámaras que se cortan y se unen. Sonido:
“2. m. Significación y valor literal que tienen en sí las palabras”. La
RAE dice en su ejemplo: Estar al sonido de las palabras. ¿El calor de las
comuniones silábicas o semánticas es igual al valor de las desuniones
atlánticas? El señor peninsular y el señor mexicano o argentino, el
inglés británico y el inglés norteamericano suenan diferente. El precio
de comunicarse con los demás. Yo por lo menos me hago sentir con
las orejas. Busco una imagen: “Representación esquemática del oído,
propagación del sonido. Azul: ondas sonoras. Rojo: tímpano. Amarillo:
cóclea. Verde: células de receptores auditivos. Púrpura: espectro de
frecuencia (…) Naranja: impulso del nervio” (Wikipedia). La voz
del vocablo no imita el objeto. Salvo las onomatopeyas que imitan
y recrean el sonido. Existen especies en el Caribe que se engendran

53
solas. En esas tierras prospera el pájaro terrestre “Dugk-dugk” y la rana
“coquí”, pero la voz humana se produce únicamente en las cuerdas
vocales. La variante masculina posee un tono entre 100 y 200 Hz,
mientras que las mujeres alcanzan entre 150 y 300 Hz. Las voces de
los niños son aún más agudas. A pesar de ello, las voces poéticas son
a veces humanas, vegetales o animales, dependiendo de la atmósfera e
incubación en el interior del poema. En algunas ocasiones se erosionan
las cuerdas desde una fuente mineral y los sabores se desperdigan. El
poeta distingue el fonema y el grafema. La escritura basada en letras
no siempre es una representación en que la letra y el sonido se acoplan.
En el español la letra h es muda, sin valor, como humano. Ella tuvo su
esplendor en la antigüedad. Ahora los defensores de la lengua olvidan
la sangre real de la h, su aspiración precisa: los albores de su casa en
φ entre oráculos funestos. Queda aun así la fortuna para el hablante:
500 dracmas.

54
MO N STER WI TS

Él, como si nadie lo notara,


teclea sin saber qué transcribe:
nervios, flashazos, siseos.
Entre tanto, supone que teclea
y se pregunta si en efecto lo hace.

Pulsa un cuadro y siente


la traslación eléctrica:

yo (espacio)
fui (espacio) contenido (coma)
alumbrado (coma) (Enter)
tras (espacio) un astro (espacio)
epiléptico (punto) (Enter)

(punto) (punto) (punto)

Pulsa una letra y se encorva


un trueno dactilar.

55
L as letras no lucen igual en cada texto: visten diferentes moldes y
calzados; usan trajes y a veces líneas curiosas en el cuello. Los tipos
de impresión muestran el arte de una escritura entintada: huellas que
se acumulan en una oración tras los golpes que modelan pensamientos.
Lo que se ve claramente allí son los cuerpos inertes de las letras, nada
más. El tipo comprime el papel incólume y vacío, encima de la lluvia
gutenbergiana. El pliego es una sábana de contingencias que se define
por diminutas letras. El metal que se usa para la fabricación de caracteres
se consigue de una aleación especial: 75 partes de plomo, 20 partes de
antimonio y 5 partes de estaño. En Europa los primeros impresos se
realizaron entre 1448 y 1450. Johannes modificó una prensa que se
utilizaba para aplastar uvas. Fundió tipos móviles en metal. Miles de
piezas se adaptaron en la prensa por medio de una caja que llamaba
“tipográfica”. Era el renacimiento de la escritura: un sueño monacal.
Lo primero que imprimió Johannes fue su nombre, pero se maravilló
con la palabra escritura, a tal grado que el primer libro que realizó con
aquel artefacto solo decía escritura en un plano de intersecciones, entre
hileras y columnas. Gutenberg produjo una tinta espesa y pegajosa.
Como alquimista, empleó aceite de linaza, que después coloreaba
con pigmento de humo. Todo aquello hervía y se derramaba en el
suelo. Más tarde las familias tipográficas nacían clásicas y con serifas.
Los tipógrafos crecían capitulares en el Renacimiento. Aldo Manucio
estilizó los tipos romanos, engendrando un estilo ilegítimo: “la
bastardilla”. Esta letra se llama Itálica por el país donde nació o cursiva
por el curso apasionado de las ideas: “f. La de mano que se liga mucho
para escribir de prisa”. Claude Garamond creó entre 1530 y 1550 una
familia francesa basada en el estilo veneciano. En 1784, Firmín Didot

56
inventó el primer tipo moderno. Como en un mar tornasolado, las
letras zarpan y poseen anatomía propia. El asta es el rasgo esencial en
la navegación. Las astas montantes son las líneas vitales y oblicuas de
una letra L, B, V, A; el asta transversal es el rasgo tendido en A, H, f, t.
También las letras están hechas a imagen y semejanza de las criaturas.
Brazo: E, K. Cola o vestigio colgante en: R, K. Oreja: g, r. Empero, en
el mundo tipográfico no todo es naturaleza calmada, también existen
aberraciones que se describen en los tratados y manuales. El trabajo
de enderezar los originales, luchar con las erratas entre galeras, no
logra tapar los agujeros donde se asoman orejas afiladas. Esos duendes,
aunque proceden de Alemania, se han extendido por todas las regiones
y lenguas. Hoy en la mañana encontré uno en el Pasadena Star-News.
Cuando aparezca mi libro de poemas, espero no mirar ninguno a los
ojos. 

57
MONSTER WITS

Una sola es la batalla


del monstruo.

Nombres:
el rescoldo desdobla
y se desploma con la luz.
La palabra escrita
en la pantalla:
nublada y carbonosa.

Antes sondea vocales


con la punta de la lengua
y el paladar
(abiertas) (cerradas)
(afiladas) (radiales)

Al fin saliva,
descubre los dientes:
tensa una cuerda
y otra vez escribe.

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V er las letras como una marejada empapando páginas, los párrafos
emergiendo como morrocotudas isletas que se generan por
acumulación. Se trata de una cartografía de flujos y contraflujos.
Pero todo aquello es ordenado por una secuencia ineludible. En el
libro nada está al arbitrio de los mares. Los folios son el pivote de
cualquier publicación sea revista, periódico, libro o enciclopedia. La
naturaleza matemática se impone a la naturaleza literal y de allí se
ordenan los títulos, subtítulos e incisos. Al igual que en la Biblia, en
un inicio el caos oprimía. “Y la Tierra estaba desordenada y vacía,
y las tinieblas estaban sobre la faz de las aguas.” (Gn. 1, 2). Así se
encontraban los libros sin los números, sin la secuencia que los dispone
en un organismo vital. Tierra perturbada entre sus olas de oraciones y
frases repetidas. “Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de
los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las
estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los
cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.” (Gn. 1, 14-15). Gracias
a los folios surge el índice como un Leviatán que somete los océanos
tipográficos. Una vez creado, el monstruo marino no puede ignorarse y
concentra la estructura de los saberes. Así enumera el dedo ordenador
de Dios. Entre los hombres, el folio no poseía este poder cuando se
iniciaron las primeras civilizaciones, únicamente se tocaba el páramo
del pergamino: un cuaderno en blanco sin caligrafía. La foliación es
la manera como el ojo numera manuscritos. Foliación: “4. f. Modo
de estar colocadas las hojas en una planta”. En los bosques gálicos, las
plantas poseían escrituras traslúcidas que brillaban gracias a la clorofila.
Estas no se leían con facilidad, pues el copista esperaba largas horas en
la noche hasta que el vegetal reconocía su bondad. De este modo, las

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plantas medicinales son coberturas de libros encriptados. El copista
únicamente traducía la lengua extraña en beneficio de los enfermos y
ciegos. La paginación, en una vía inversa, es algo más mundano: “2. f.
Serie de las páginas de un escrito o impreso”. La empresa en números
romanos avanza armada con sus escudos y legiones. La verticalidad
de esas letras mayúsculas, sus combinaciones belicosas, conquistan
cualquier territorio bárbaro. Cortan a la mitad la hoja y se colocan
en una atalaya al sur de los dominios. En otras ocasiones, se ubican
en el ángulo inferior de ese imperio rectangular y observan desde lo
alto la formación de las palabras. No permiten callejones que alteren
la plasticidad de las líneas; condenan viudas y encauzan ríos. Abren el
libro con suma dificultad después de visitar las guardas y cruzar el título
de la portada. Contemplan las colinas que serán el horizonte durante
la lectura de la obra. En un momento desaparecen y germinan los
números arábigos que habitan en los ángulos de cualquier publicación.
Allí ya nos encontramos bajo el influjo numerario, hipnóticos y
callados.

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MO N STER WI TS

Todo lo que mira el monstruo


es una letra cabeceando:
en las pestañas
virtualizadas
de guarismos y pixeles,
en los árboles
aritméticos y copulativos
que se apilan entre cadenas.
Al dormir, dicen los antiguos,
se aflojan los ángulos estelares
y el peso numerario decrece en el sueño.
A veces el monstruo
lee las celdas estridentes
de una noche caleidoscópica.
Desvencijadas truenan las palabras,
las sílabas taladas sobre el césped.
Etimológicamente:
observa una imagen hermosa
sin desmantelar el prisma.
El tubo que contiene 3 espejos
(objeto-imagen-símbolo)
delante del ojo del monstruo:
con 45° se generan 4 miradas duplicadas,
con 60° se observan 6 pupilas dilatadas.

61
Otras veces solo suma y se recrea
en las luces fatigadas e hiperbólicas.
No se trata de una gimnasia astronómica
sino de un conteo sideral.
Operación básica:
la suma de astros o la suma
de destellos detrás de la cortina.
La centella, ráfaga prehistórica,
es el envío de una o más estrellas.
Hijo de Zeus, Perseo,
espermatozoide de la lluvia,
calza las sandalias de Hermes
y la hoz de su padre.
Dormida la Gorgona,
en el sueño digital,
queda decapitada y nace Pegaso.
Todo se petrifica con la cabeza.
Perseo posee unos 615° de extensión.
Para localizarlo en el otoño,
se sitúa en el cuerpo de su amante,
Andrómeda, y parte desde Almach.

El monstruo traza una línea imaginaria


y observa la figura del semidiós.
Todo se petrifica con la cabeza.

Algenik es inconfundible
rutilando en la simiente.
Sigue los 3 bazos
formando una “y” invertida:
uno se dirige al norte
para tocar el Doble Cúmulo,

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otro persigue las Pléyades en Tauro
y el último vislumbra a Algol,
la famosa Beta, donde el demonio
musita con el eco de las rocas
y parpadea al ritmo
de la luna fluvial.
Guiño maligno:
el ojo de Medusa
en un péndulo.
Algol,
sistema binario eclipsante,
dedo azul resplandeciente
3 veces mayor que el Sol,
atisbado desde la Tierra.

Perseo es fecundo entre las estrellas


y el monstruo lo mira con prismáticos,
aunque los bordes se funden
en el campo que lo rodean:
caleidoscopia.

Todo se petrifica con la cabeza.

63
D aniel Tammet recita los 100000 decimales y yo escucho la
grabación adentro de mí, releyendo Born on a blue day. “La
primera vez que oí hablar del número pi fue 3,14159265358979
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69

0
TIMER

70
MO N STER WI TS

El segundero es un alfiler que pincha el globo.


Afuera los insectos maquinan un poema camuflado.
Cuando él se acerca, ellos acallan la brújula.
El monstruo regresa a la isla:
una gota de sudor cruza su espalda.
Bosteza y se talla los ojos.
El brillo de la pantalla lo enceguece
durante esos nevados minutos.
Una oración parece asomarse pero se desploma
tras un verbo indeleble.
Afuera los insectos retoman el poema en sus voces.
Ya bosteza con los ojos rojos.

Ya bosteza con los ojos rojos.


Afuera los insectos retoman el poema en sus voces
tras un verbo indeleble.
Una oración parece asomarse
pero se desploma durante esos nevados minutos.
El brillo de la pantalla lo enceguece.
Bosteza y se talla los ojos:
una gota de sudor cruza su espalda.
El monstruo regresa a la isla.
Cuando él se acerca, ellos acallan la brújula.

71
Afuera los insectos maquinan un poema camuflado:
el segundero es un alfiler que pincha el globo.

72
E l origen de los versos es un misterio. Quizás el habla comenzó con
esos murmullos y líneas quebradas por la tribu. En las cavernas,
el eco del verso se representaba con lanzas y flechas a lo largo de una
roca musgosa. Más que la piedra, eran las voces quienes aniquilaban
mastodontes y provocaban el fuego. Conectando hogares y emociones,
esas palabras transformaban los lugares, saliendo sin abandonar el sitio.
Posteriormente se daban reminiscencias y acontecía el déjà vu. Los
poemas calentaban la lengua y estiraban los dedos de los profetas. Un
verso puede dilatarse y crecer más allá de los confines corporales de las
palabras. También se encoge, cayendo en suspiros y balbuceos. Balbucir:
“1. Intr. defect. Hablar y leer con pronunciación dificultosa, tarda y
vacilante, trastocando a veces las letras o las sílabas”. La poesía nace de
la rareza y el defecto. Donde dice murciélago debe entenderse cualquier
cosa salvo “1. m. Quiróptero insectívoro que tiene fuertes caninos y
los molares con puntas cónicas”. Entre una idea y otra se alzan puentes
colgantes que conectan caminos y grutas. Hoy son los cables telefónicos
una vía silábica kilométrica. Otra imagen: una autopista puede leerse
como la silueta de un verso planetario; las casetas de cobro personifican
los acentos. Cuando una conversación larga sucede, se sostiene con
los arcos y los pies de un verso. Por eso fue inevitable un soporte
numerario para que esas columnas no se derrumbaran. Entonces los
versos empezaron a medirse por sus piezas más naturales: las sílabas.
También se necesitó de memoria y recuerdo: sucedió simultáneamente
la rima. En el español, el octosilábico es una respiración nativa. Un
corrido se dice y se canta sin dificultad. El endecasílabo, en cambio,
es de asimilación italiana y costó esfuerzo “domeñarlo”. Otros, como
el alejandrino, deben ser cortados a la mitad para que la respiración

73
no colapse. La cesura es un espacio intermitente. A veces el verso es
un calco del aliento, otras veces, es una espada que corta con crueldad
la garganta. También hay versos en cursivas y aparecen cuando otras
voces irrumpen en la lectura, en el escenario, moviendo los andamios
del lector. Como cualquier cita textual, un verso entre comillas queda
encarcelado por las jurisdicciones de la autoría. Ante esta contención
de sumas y restas, entre el agudo y el esdrújulo, los poetas rasgaron su
camisa clásica. Vino entonces el verso libre. El mundo revolucionó con
aviones y locomotoras. Después llegaron las computadoras y el cyborg.
Contra la electricidad del aire, hay que ser sigilosos y darnos cuenta
cómo no siempre el verso lleva la carga poética. Se dice que el verso es
superior a la prosa. Individuos prosaicos: “5. adj. Insulto, vulgar”. Los
poetas edificaron sus torres de marfil y no salen de ellas. “Go in fear
of abstractions. Do not retell in mediocre verse what has already been
done in good prose” (Pound, 1968: 5). ¿Dónde está ese monstruo de
los ingenios? Un poema que no logra columpiarse.

74
MO N STER WI TS

Él se desalienta.
Piensa que es inexacto
transferir una orla
en el bloc de notas:
estremecimientos
(casco o cascada neuronal).
Durante la operación
los números no son abstractos,
se esponjan, se hunden.
En la suma o la resta,
los moldes se rozan en sus cúspides
y en el hueco oscuro se atesora
la respuesta.

75
E l poema es un sujeto que a veces se revela contra su creador. Las
palabras, como fórmulas prohibidas, al pronunciarse, sueltan sus
significados insospechados. El poema puede dotarse de vida, escribirse
a sí mismo, crecer vertiginosamente. Así como en el siglo XVI sucedió
con el golem. El Rabbi Judah Loew esculpió una figura de barro,
insuflándole una chispa divina, imitando los movimientos que Dios
realizó con Adán. Toda persona que se entregue a la divinidad puede
adquirir algo de la sabiduría eterna y el poder de Elohim. El acto de
crear un golem y escribir un poema tienen ciertos paralelismos: una
facultad capaz de dotar vida a la materia inerte. Sin embargo, el ser
creado solo sería una sombra de aquel erigido por Dios. Por definición
el golem carece de alma. Alma: “1. f. Principio que da forma y organiza
el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”. El soplo
divino da vida, pero no otorga albedrío al barro agreste. Eso lo supo
bien Judah Loew que enseñó a hablar y querer a su criatura. En Praga
nadie creía que el viejo rabino fuese capaz de dicha hazaña, aunque en
varios momentos el golem salía a las calles para contemplar el atardecer
y las fachadas de los hogares. El poema, por el contrario, puede o
no adquirir alma, eso depende de la intención del autor. El golem
es fuerte pero torpe. Los razonamientos matemáticos son imposibles
para esta criatura. Cuando su creador, el rabino, le ordenaba una tarea
específica, el golem la realizaba sin cuestionamiento alguno: lento,
sistemático, literal. El poema, al contrario, desafía la literalidad y
cuestiona cualquier instrucción. Borges en un momento intentó un
poema-golem. Este, a pesar de los deseos de su autor, era mudo: “Tal
vez hubo un error en la grafía/ o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería, no aprendió a hablar el aprendiz de

76
hombre” (Borges, 2011: 194). Dicen que, entre su biblioteca, Borges
ordenaba a este ser antropomorfo, creado con el Verbo, a localizar cada
una de las obras antiguas y copiar las citas que contienen sus cuentos.
Otro caso es Cuerpos de Max Rojas. Sin intención alguna del escritor,
este poema se reveló contra su creador: “el poema me hizo a un lado y
me tomó como a un mero escribiente” (Rojas, 2011: 9). Max nunca
pensó que este poema adquiriera voluntad. La escritura, aunque suya,
lo desconoció como autor. Él pasó a ser un escribiente sin nombre: “1.
com. Persona que tiene por oficio copiar y poner en limpio escritos
ajenos, o escribir lo que se le dicta”. Max estaba subordinado al caudal
borrascoso de los versos, por eso Cuerpos creció hasta convertirse en el
poema más largo del español, en espera de que otro escribiente tome el
teclado. Las imágenes ya no eran materia del hombre; el mismo poema
era quien establecía la morfología de sus estructuras. Los esqueletos de
mamíferos, insectos o reptiles se aglomeraban y formaban quimeras.

77
MONSTER WITS

Monstruosamente envejeció delante de la pantalla.


Después de adelantar y retrasar los verbos, el navegador caducará.
En random mode los cielos empalmando entre ellos hoy.
Anoche las pistas despilfarrarán sus notas acuosas.
Con jugar una vez con el procesador de textos.
Inquebrantable desde el infinitivo, trastabillante con el tiempo.
Monstruosamente rejuveneció en el poema de mañana.

De la pantalla monstruosamente delante envejeció.


Caducará el navegador, adelantar y retrasar después de los verbos.
Empalmando entre los cielos, hoy ellos en random mode.
Las notas acuosas despilfarrarán sus pistas anoche.
Una vez el procesador de textos con jugar con
trastabillante desde el infinito, inquebrantable con el tiempo.
Rejuveneció de mañana, monstruosamente en el poema.

78
E ntre las palabras y las cosas existe un brillo espacial que posibilita
su reconocimiento. Las palabras se difuminan, se hacen
delgadas, se desvanecen con el oxígeno. A veces se incendian, pero
irremediablemente se consumen. Arden y desparecen. Las cosas,
por su parte, se mantienen con sus moléculas fijas, enlazadas en una
precisión atómica. Poseen 3 niveles básicos. Primero: “1. f. Todo lo
que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial,
real o abstracta”. Aquí el ente es sinónimo de cosa. Por ejemplo, un
fantasma es una cosa espiritual; una naranja es una cosa corporal. El
diccionario reconoce la naturaleza de los conceptos. La misma palabra
fantasma es “1 m. Imagen de un objeto que queda impresa en la
fantasía”. Después está el segundo nivel: “2. Objeto inanimado, por
oposición a ser viviente”. Aquí la cosa son las palabras y, en su caso,
las imágenes mentales: conceptos y nociones que no se corporizan.
No es precisamente que no vivan, sino que no pueden sentirse, olerse
o mirarse. Yo, en realidad, encuentro vida en imagen y en número. Es
falso que los números sean cosas abstractas e inanimadas. Yo miro sus
texturas, los huecos fibrosos del 6 y los tonos fluorescentes en el 101.
Además, no soy el único, Daniel Tammet también reconoce que los
números son seres vivientes con formas y movimientos propios. Incluso
a veces me parece escuchar sonidos y voces. Aun no entiendo lo que
algunas cifras me quieren decir, pero logro comunicarme a través de
señas. Finalmente existe un tercer nivel: “3. f. nada”. Las cosas acaban
por reducirse a la nada. Después de que un escritorio es usado, este
se pudre y desaparece. Las termitas corroen las patas y hacen agujeros
que trasminan el vacío con el objeto. Las mariposas nocturnas comen y
digieren el escritorio con sus cajones oxidados. En esa superficie alguna

79
vez un empleado jugó con cifras y proyecciones contables. Fue feliz.
Ahora los números decrecen, van minando el armazón y terminan
por reproducir la perplejidad del 0. Los lápices también se consumen,
se deterioran, y terminan por devolver la escritura que alguna vez
apuntaron con precisión. Allí regresa al estado de naturaleza cada una
de las cantidades sumadas y multiplicadas con ayuda de los dedos. Lo
mismo ocurre con las palabras que se borran sin piedad, volviéndose
ilegibles y piezas de estudio: un caracol que no puede ser reconstruido
en sus significados. Los textos se fermentan y se disuelven poco a poco
debido a las sustancias corrosivas. Sucede que la lluvia cae y disuelve el
espíritu de la letra. Sucede el sol, los incendios y el polvo. Las termitas
se enriquecen con historias, bajan hasta los sótanos o suben a los áticos
para abolir los recuerdos. Las plagas que devoran cualquier cosa; los
libros que se hunden solos. 

80
Así construyo mapamundis,
trazando aún los continentes
que se derrochan en el tizne:
fracciones de tierra movediza,
arcilla inmoldeable,
lodo que burbujea en la boca.
El humo se pega en los sartenes,
dejando una marca en el acero.
El humo, el metal y el agua
representan el clima en 3 tiempos:
vitaminas en nebulosas (nublados),
aleaciones incandescentes (sequías)
y tormentas quitamanchas (ciclones).

El meteorólogo pronostica
para mañana un día caluroso.

Un atlas:
“1. m. Colección de mapas geográficos,
históricos”.

Los continentes no se forman


y mueren prematuramente
en el cutis de Pangea.
Nada se plasma
en el planisferio:

81
mano que cae
y se erige.

El mapa no se estrecha
sumando vistas de paisajes.

Un atlas:
“2. m. Colección de láminas,
la mayor parte de las veces
ajena a una obra”.

Yo,
sombreando un globo cerebral,
terráqueo y en 3 dimensiones,
donde discurre la sangre
y se bombean las versiones
de tierra firme.
El plano se calca
en el espejo
con un corte perpendicular,
dividiendo los hemisferios.

Un atlas:
“3. (Porque sostiene inmediatamente la cabeza)
m. Anat. Primera vértebra de las cervicales,
articulada con el cráneo
mediante los cóndilos del occipital.
No está bien diferenciada
más que en los reptiles, aves y mamíferos”.

El plano, como ves, es una esponja


que humedece los 2 hemisferios.

82
Y o, que nací bajo el astro de la epilepsia, escribo un libro de poemas
donde los números sean considerados poesía por sus signos y
texturas; un libro en que cada letra asuma una equivalencia numérica
y nazcan palabras con una cifra pulsando en sus vísceras: valores que
se colocan en un desfile cromático, caracteres sensibles a la luz, al
calor, a la lectura en voz alta. Las palabras y las letras enredadas desde
la escritura maya, egipcia o hebrea. Pienso un alfabeto; invento una
numerología para expresar lo que realmente quiero decir. No sé si lo
logro. Yo, nieto de mexicanos, descendiente del rey Nezahualcóyotl,
escribo con los sabores de la flor y el canto; deletreo las sombras de
las plantas, miro los contornos desvanecerse entre las garras del espejo
humeante. En la noche suceden mis respiros dificultosos y observo el
ojo palpitante del módem: bestia virtual e infinita. Entonces sé que
la hora ha llegado, porque estoy un instante en este mundo y el jade
de los loros, animales que conversan desde la ventana, se agrietará y
oscurecerá algún día. Entonces miro el teclado como una tabla flotante.
Medito en torno a cada uno de los signos. Escudriño un * y después
un +. Un vértigo recorre mis manos. Yo, que nací en el Memorial
Hospital, recuerdo el día de mi nacimiento. Aún tengo la imagen del
reloj en esa habitación blanca y las manecillas dictando la hora exacta
de ese sábado frío de 1978. Un sonido casi mudo en el segundero que
astilla mis pulgares. Oprimo finalmente las teclas y sucede la escritura.
Porque son los sábados los días en que transcurren las metáforas y
las luces en mi cabeza. Las palabras sábado y savant dialogan en sus
sonidos y significados. Días violetas o púrpuras como las nubes de
Zarzatilandia; días en que escribo un poema llamado “Monster Wits”.
Termino y sonrío ante la pantalla. Pienso “he escrito finalmente un

83
poema”. Apago la computadora y me voy a dormir. El sábado siguiente
abro el archivo: releo. Pienso “es un buen poema”, pero la sensación
dura pocos momentos y después los versos lucen imprecisos: se caen
uno a uno. Borro el poema y pienso en un estanque apacible; imagino
cosas hermosas como la diferencia entre el púrpura y el violeta. Respiro
y se borra el poema. Entonces vuelvo a escribir “Monster Wits” en las
sesiones de sábado-savant. El poeta dice que el cielo se repite y aparecen
las oraciones otra vez. Otros días, como hoy, enciendo la computadora
y escribo lo primero que se me viene a la mente. De esta manera las
cosas fluyen con más naturalidad. No hay sábado-savant. A veces
tengo la impresión de que perpetuamente escribiré este libro y que los
poemas, pese a los intentos que haga, se extinguirán sin remedio. Las
aguas turbias, debajo de mi piel, desgastan el poema hasta que muere
y renace una pregunta. ¿Qué escribiré el día de mañana? Toco a diario
la textura de esas palabras y sueño con el siguiente texto. Yo, que nací
bajo el astro de la epilepsia, escribo un libro de poesía con el rostro de
los números y las letras.

84
MO N STER WI TS

Delante
el espacio en zancadas
de estrellas
tropezándose entre sí.

Arriba parpadea el módem


de la computadora.
Bombea una luz
detrás de los planetas.

El monstruo ausculta
la escritura de Algol.

85
P ara escribir se necesita un aliento vital. La escritura no es una
sustancia inerte que solo llena las páginas con historias y anécdotas;
necesita de sangre y huesos. La poesía, dicen los libros, es la existencia
del autor: vida y palabra son los 2 ejes de una poética cualquiera.
Para comprobar un teorema científico se pusieron monos enfrente
de máquinas de escribir y estos solo escribieron sustantivos, verbos
y conjunciones sin emoción: mecánicamente. En ese devenir infinito
los monos reescribieron Hamlet y Macbeth, pero sin la fuerza de las
versiones shakesperianas. Vida y obra son las fuentes del éxito literario
como acontece con Lope de Vega. En un par de páginas se gastan
cada uno de los años que se requieren para el mediano vivir. Yo, Lope
de Vega, monstruo de la naturaleza, ayudo a Félix de Vega, mi padre, a
bordar esos escudos imperiales y entregarlos a tiempo. Juego: me abrigan las
montañas de la Cordillera Cantábrica. Retozo con las liebres y me tropiezo
por el camino hacia Madrid donde mi padre espera a una mozuela de
ojos esmeraldas. Me saluda y me pregunta si tengo hambre. Digo que con
pan y agua me basta. Me equivoco y no me satisface el pan duro que
recibí por estas comedias que he escrito para la compañía de don Jerónimo
Velázquez. Todo lo hago por Filis, aunque su amor me pague mal. Escribo
libelos. El rencor llena mi alma y se limpia con sonetos divertidos. Lejos de
la Corte, del reino de Castilla, recuerdo que en la batalla de San Miguel
perdí muchos amigos y, por mis acciones valerosas, me gané el favor del
marqués de Santa Cruz. ¡Oh, Belisa! Cuando te vi no pude contenerme y
te hice algunos comentarios frívolos sobre las pinturas de tu padre y cómo
la estampa de Su Majestad no podía mejorarse pese a los esfuerzos de las
musas. Soltaste carcajadas. Vomito por la marejada fuerte que azota el
galeón San Juan. Los comediantes se molestan conmigo; demandan orden

86
en las acciones de la obra. No entienden mi nuevo arte de hacer comedias.
Les repito que la vida es mucho más compleja, pero no lo entienden los
cabezotas. Yo, Lope de Vega, fénix de los ingenios, nací en la casa de una
partera, con mucha sangre y dolores. No me canso de escribir obras. La
gente me da más crédito si la comedia se enreda de cabo a rabo. La gente
ríe y mi alma se purifica de vilezas. Juana de Guardo, mi esposa, llena la
cocina de chorizos y aves exquisitas. Yo, mientras tanto, me voy rumbo a
Toledo a ver a Micaela. Después salgo y visito la casa de Jerónima o María.
Mi alma parece que se desquebraja y temo el juicio del Altísimo. Realizo
ejercicios espirituales. Mi hijo, Carlos Félix, muere de fiebres y Juana al dar
a luz a Feliciana. Realizo ejercicios espirituales. Juro que no es sacrilegio,
pero en Marta de Nevares miro el rostro delicado y maternal de la virgen:
ojos esmeraldas que me hablan sobre el hambre de Dios y la devoción. Me
enamoro de Amarilis. Realizo ejercicios espirituales. A instancias del Papa,
el Gran Maestre de la Orden de Malta me recibe. A pesar de los honores del
rey, no soy feliz. Marta está ciega y loca. Casi todos mis hijos han muerto.
Yo, Lope de Vega, he nacido en dos extremos, que son amar y aborrecer; no
he tenido medio jamás.

87
MONSTER WITS

Te-
clea
en
stop
motion:
monstruo
estro-
peán-
dose
solo,
pero
su
cere-
bro es
un ser em-
brionario:
binario
enjambre.

88
Gira el verso en amar o arma.
Si cada palabra es arma,
la cáscara se desama;
al amar, la planta se arma.
¿Monorima o mono en rama?

89
A l igual que el oficinista de El libro vacío me molesta usar la primera
persona y dirigirme con la autoridad de alguien que ya conoce la
historia de principio a fin. Lugares comunes en mis tropos y metáforas.
Nada bueno en realidad. Intenté un ars poética en 5 pasos, pero lo
único que hago es desenmarañar cada uno de esos versos. También
adolezco de trivialidades como autor. Nada sobresaliente sale de la
sesera del monstruo. Muchas personas en el mundo, nacidas el 25
de noviembre de 1978, tienen mejores cosas que decir. Titubeo para
reconocerme poeta y prefiero ser contador de números: tesorero de la
contemplación. Contemplar: “1. tr. Poner la atención en algo material
o espiritual”. ¿Acaso no puedo crear otra realidad o sublimar la que
ya existe? Definitivamente se trata de un don de lenguas. Algo que
seguramente dilapidé con párrafos baldíos. ¿Para qué escribo versos
si me conmueven poemas escritos 100 o 300 años antes? Quizás este
libro que cavilo ya fue pensado por otra persona más y lo escribirá con
más fuerza y belleza. En otro universo, quizás versiones optimizadas
de mí describen mejor las ideas que en este instante se bloquean en
el descomunal gris. En otro tiempo futuro, este libro de poemas será
escrito por otra persona más talentosa y yo estaré adelantándome
solo para hacer una mala versión de sus poemas, destrozando así su
vida. Es una pena, pero sé que las cosas no suceden por generación
espontánea, como las moscas: se necesitan métodos y sistemas. “Caí
rendido, dormido pesadamente un rato y a las nueve de la mañana,
como todos los días, llegué a la oficina, quité la funda de mi máquina
sumadora y empecé a trabajar: 14,312/ 976/1,345” (Vicens, 1986:
158). El trabajo, dicen los ancianos, ennoblece al hombre. Tengo que
redoblar esfuerzos y seguir sumando en mi máquina. Usaré el mismo

90
sistema que utiliza el oficinista. “Hoy he comprado los dos cuadernos.
Así no podré terminar nunca. Me obstino en escribir en este lo que
después, si considero que puede interesar, pasaré al número dos, ya
cernido y definitivo. Pero la verdad es que el cuaderno número dos
está vacío y este casi lleno de cosas inservibles. Creí que era más fácil”
(Vicens, 1986: 15). Yo nombré los 2 cuadernos: uno se llama 9 y el
otro 25. Tengo que habituarme a escribir de puño y letra, como lo hacía
Lope de Vega. Probablemente allí radique todo el secreto. 25 se llenó,
acumulando información cada noche de cifras y gráficas: matemáticas
compasivas que no servirían de mucho. Tiraba el pensamiento sin
aliño ni orden, en ese inmenso pozo de operaciones. Solo era la belleza
aritmética lo que me sobrecogía. Para mí eso es la poesía, pero no
sé si sea suficiente para los demás. 25 quizás no llegué a ver la luz,
aunque sus representaciones están basadas en múltiplos de estrella. El
cuaderno 9 siempre regresaba a su centro: 9 x 9 = 81; 8 + 1 = 9; 9 x 8 =
72; 7 + 2 = 9; 9 x 7 = 63; 6 + 3 =9; 9 x 6 = 54; 5 + 4 = 9 (…).

91
MONSTER WITS

El monstruo escribiendo la línea milimétricamente.

92
A pesar de mis esfuerzos, en los cuadernos 9 y 25 no hay anotaciones
importantes. Si no quiero perder mi tiempo, tendré que cambiar
de sistema de escritura. Hacer pruebas de ensayo y error hasta encontrar
el procedimiento que más se adecue a mis necesidades. Quizás a los
escritores oficinistas, los contadores públicos y a Josefina Vicens les
funcione el sistema de los 2 cuadernos para escribir novelas y poemas,
a mí no me ha resultado ventajoso. Mi cabeza se ha ensimismado
nuevamente en la bondad numérica. Aún no tengo un poema finalizado.
Continúo con mis borradores y versos quebradizos. En las noches he
recapacitado sobre este asunto. ¿No será precisamente que para escribir
hay que suspender cualquier sistema de escritura, dejando que las
palabras y las ideas fluyan sin presión? Los métodos son enemigos de
la literatura: no se tratan de hipótesis ni fórmulas comprobables. ¡En
qué he estado pensando! En poesía el observador solo debe atender al
llamado y hacer, a lo sumo, alguna anotación mental. La clave está en
la inspiración: “2 f. Ilustración o movimiento sobrenatural que Dios
comunica a la criatura”. Las grandes obras de arte se construyen gracias
a la inspiración que poseen los escritores de repente: “3. f. Efecto de
sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que
le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo”. El principio
poético en Poe y la genialidad automática en Yeats. Para los griegos,
la inspiración supone alcanzar un estado de éxtasis o lo que ellos
llamaban furor poeticus. El poeta experimentaba un frenesí o locura que
lo lleva al borde de la contemplación del universo. El artista producía
pensamientos ajenos, dictados por los dioses: calcos e imitaciones en el
momento del papel. Otros pensaban en una posesión: una abducción
de Dionisio y Apolo. El artista se transportaba al mundo de la verdad y

93
temporalmente podía desentrañar los misterios de las cosas. La visión
lo obligaba a crear y, en el caso de los poetas, a escribir versos. Pero
no se invocaba a cualquier deidad. La plegaria estaba en función de lo
que se quería componer. Si uno escribía épica se ponía en manos de
Calíope; si se buscaban canciones amorosas, la opción era Erato; si el
artista intentaba tragedias, el servicio era de Melpómene; si los versos
debían ser bucólicos o comedias, Talía era la musa indicada. De las 9
musas, la que me corresponde es Urania. Eso es lo que creo, aunque
Calíope puede tomar represalias y ocasionar que este libro se malogre
en una planicie deshabitada. Yo la imploro para que me permita la
astronomía y la ciencia poética. ¡Oh Urania, la celestial, que cubres la
bóveda y marcas con pinzas las estrellas! Tú, mujer de cabellera nebular y
boca cerúlea, dame los cálculos de una escritura infinita. Cósmica, musa
joven y de pliegues terráqueos, mide con tu compás el ingenio de mis
manos: interpretación celeste en tu diadema constelada. Dame con tu voz
las chispas de los números y las letras.

94
MO N STER WI TS

Se desliza una línea hasta donde


la mente se abre en dicotómica ebullición.

95
Una metáfora
entre la ciencia
y el arte
estremece.
Más bien cimbra
o, en su caso, arquea
electrotransmisores:
electro, trance.
Las entro misiones:
trotan ecos
en encartes.

¿Qué sucede con la fricción,


Trilce?
“Al ras de batiente nata blindada
de piedra ideal. Pues apenas
acerco el 1 al 1 para no caer”. (Vallejo, 2005: 175)
El Sol, rey barbado,
gira su anillo en la mesa.
Con la Tierra encerada
se mueve más
tor-
pe.

En
la hoja
milimétrica

96
una cifra
escapa
del
cuadro.
El meta
en medio
y la fora
traslada:
tránsito
de letras
y comas.
0 mancia,
¿a dónde
va el 25
sol-o?
0 mático.
El 0
untado
en la
viveza:
ser
un
tar-
do
tar-
ta-
mu-
do.

97
M e cansé de invocar a la musa. Urania nunca atendió mis súplicas,
aunque yo la busqué cada noche con prismáticos. A veces
escuchaba una voz y la esperanza anidaba mis sienes. Paulatinamente
aquello se disipaba: solo yacían las neuronas retumbando entre sí. Solo
con mis pensamientos. Nunca miré una cabellera nebular o una boca
cerúlea. ¿Habré equivocado la fórmula? No, nada de eso. La plegaria se
hizo conforme a lo establecido: grandilocuencia, epítetos y prosopopeya.
Fue ella, musa caprichosa y cruel, la que no quiso darme las chispas
de la creación. Tendré que robarlas sin que se percate. Las deidades
suelen tener algún punto débil. Urania debe tener algún defecto como
ocurre con otros personajes mitológicos. Hesíodo no apuntó nada en
la Teogonía. No hay datos al respecto. En todo caso, puedo pensar en
otro sistema de escritura. Por lo menos en alguna idea vaga que se vaya
perfeccionando poco a poco. Eso es, para escribir hay que recortar: “2.
tr. Cortar con arte el papel u otra cosa en varias figuras”. De este modo
se aglutina el arte. A través de piezas que embonen: cortes y residuos.
Recortar en español. Tomar a Carlos Germán Belli y pegar aquí su
invocación: “Oh, Hada Cibernética, ya líbranos/ con tu eléctrico seso
y casto antídoto,/ de los oficios hórridos y humanos” (Belli, 2007:
35). A ti, Hada Cibernética, te busqué desde niño cuando realizaba
dibujos en la computadora. Pixelada te encontraba, te saturaba de
color sin conocer aún los ardores del internet. Eras hermosa. Oh,
Hado Cibernético, te vuelves masculino y entregas la comunicación
secreta entre los hombres y las máquinas. La fuerza cibernética que
viaja al espacio para sentir los vapores de la materia oscura. Hado: “2
m. Encadenamiento fatal de los sucesos”. Citas algunas fórmulas de
G. M. Hopkins y ahora eres el cosmógrafo, mutilando algún poema

98
de Alfonso D’Aquino: “Estaba viendo las estrellas la otra noche/ y era
como si estuviera viendo las estrellas otra noche/ mentalmente me
veía mirarlas/ y también podía verme mirándome verlas” (D’Aquino,
2011: 81). En el mismo instante, desde Pasadena, un hombre
apodado “el monstruo de los ingenios”, se dispone a mirar esas mismas
figuras de 5 puntas. Parece que Perseo es recortable. Luego Enrique
Verástegui habla por el monstruo: “como un cielo lleno de estrellas,
te contemplaba: paisaje humano donde el mar conceptual estallaba
contra el amor siempre impuro, el hacer por la contemplación lejos de
la urbe, un pobre fin de semana que la escritura recupera para siempre”
(Verástegui, 2013: 120). Ojalá se puedan salvar los sábados en los que
escribí sin darme cuenta que el escrito era yo. Soy una réplica de otro.
Mutilando a José de Jesús Sampedro me encuentro después de todo
en: “breton está en su biblioteca meditando/ reposa un tomo de física
ilustrada/ en absoluto hace nada/ yo estoy enfrente y escribo este libro/
breton me ve y saluda/ cierra su manuscrito pronto terminado/ yo
hago lo mismo (ya vuelvo)” (Sampedro, 1976: 113).

99
MONSTER WITS

Delante de una letra se fragua la disyuntiva


que electriza cactus, diapasones y antenas.
Él camina marcando una “E” en los mosaicos del suelo.

100
L os recortes fueron de ayuda, pero solo produjeron collages sin
sentido. Millones de citas que a veces se ensamblaban y otras tantas
se extraviaban entre sus conexiones. Todas esas voces terminaron por
abrumarme. Los lienzos se llenaron de señales equívocas, traspapeladas
en las tormentas de una textualidad fecunda. Si en verdad quería
un sistema de escritura debía recurrir a teoremas. Todo el tiempo
tuve la solución. De hecho, ya la había esbozado con anterioridad.
Las lecturas, sin lugar a dudas, me habían distraído de mi verdadero
objetivo: el teorema del mono infinito. Este es demostrable
directamente, sin necesidad de resultados o avances significativos.
Si existe independencia entre 2 acontecimientos estadísticos sin que
ninguno de ellos afecte el resultado del otro, la probabilidad de que
ambos sucedan es igual al producto de las probabilidades particulares
de que cada uno ocurra. En un teclado de 50 letras se debe escribir
la palabra banana. Los monos, mecanografiando al azar, poseen una
probabilidad de 1/50 de teclear la letra i, lo mismo con la n, etc. “De
acuerdo con el segundo enunciado Borel-Cantelli, con suficiente
tiempo, un chimpancé escribiendo al azar podría escribir una obra
de Shakespeare (o cualquier otro texto)” (Wikipedia). Yo encontré un
libro en internet escrito por monos amaestrados. Visité el sitio “The
Monkey Shakespeare Simulation”, entre otras cosas, los monos habían
escrito después de 958, 399, 000, 000 billones de años-monos, el
siguiente fragmento de Pericles: “To sing a song that old was sung,/
From ashes ancient Gower is come;/ Assuming man’s infirmities,/
To glad your ear, and please your eyes”. Entonces adiestraré monos
virtuales en esta laptop. No importa el tiempo que tarde. Primero les
daré alguna identidad, los monos llevarán nombres: habrá uno que se

101
llame Wilde, otro Blake, Tablada, Lezama, Ginsberg, Adán, Thomas,
Plath, Vallejo, Huidobro, Williams, Cardoza, Eliot, Borges, Pound,
Neruda, Pizarnik, Paz. Después se colmarán los nombres de poetas
en español e inglés y se duplicarán necesariamente. Habrá uno que se
llame Wilde2, otro Blake2, Tablada2, Lezama2, Ginsberg2, Adán2,
Thomas2, Plath2, Vallejo2, Huidobro2, Williams2, Cardoza2, Eliot2,
Borges2, Pound2, Neruda2, Pizarnik2, Paz2. Se triplicarán: habrá uno
que se llame Wilde3, otro Blake3, Tablada3, Lezama3, Ginsberg3,
Adán3, Thomas3, Plath3, Vallejo3, Huidobro3, Williams3, Cardoza3,
Eliot3, Borges3, Pound3, Neruda3, Pizarnik3, Paz3. Habrá uno que
se llame Wilde4, otro Blake4, Tablada4, Lezama4, Ginsberg4, Adán4,
Thomas4, Plath4, Vallejo4, Huidobro4, Williams4, Cardoza4, Eliot4,
Borges4, Pound4, Neruda4, Pizarnik4, Paz4. Habrá uno que se
llame Wilde5, otro Blake5, Tablada5, Lezama5, Ginsberg5, Adán5,
Thomas5, Plath5, Vallejo5, Huidobro5, Williams5, Cardoza5, Eliot5,
Borges5, Pound5, Neruda5, Pizarnik5, Paz5 (...)

102
MO N STER WI TS

Tras la maqueta del rostro


el monstruo hojea ojos por labios:
operaciones mixturando sentidos
cuando la caspa cae en copos y estrellas.

103
Soy el último adversario.
Tengo incontables alias
anotados en la barbilla,
cometas
en envases
fluorescentes,
tickets de compra ilegibles
por la sudoración,
acidez en las llamas
falangosas,
lápices mordidos y sin punta.
Tengo un bolígrafo barrigón
con tintas multicolores,
llamaradas o banderas;
algodón, pelusas, poliéster;
monedas curvas y oxidadas
apuntadas en los bolsillos.
Los lípidos, cantidad vocálica,
se amontonan
en el bulto versador.

Giro cosmoversacional:

Versatilidad es una forma elegante


de decir “verso y futilidad”.
Versa sobre la blandura del silabario:
ver satinados los labios

104
que una vez fueron tristes
orugas en el horizonte.
Reversa en la boca, sentido contrario,
inversamente se escriben las cosas,
radares sumergiéndose en el abismo,
tras la universalidad, un revés
a las burbujas de los buzos,
escafandras que oprimen las sienes.

105
H e seguido varios métodos de escritura y los resultados son parciales.
Escribí algunas cosas atractivas, pero nada nació en ese caudal.
Por más intentos que realicé, no soplaron las hélices poemáticas. El
problema es que no toco la materia original. Si logro entender el inicio
de la escritura, quizás mis miedos y dudas se disipen. Imagino entonces
a los primeros hombres comunicándose con sonidos guturales bajo
un arte primitivo, hermoso y bermejo, articulado en los lienzos de las
grutas, en los balbuceos y estampidas fluviales. La escritura aún no
sucede, pero deambula en el viento como una libélula cromática. De
repente se posa en las cavernas y unas manos recónditas se disponen a
trazar la silueta del animal. La escritura: un insecto que muere por sus
contornos; la sombra de una criatura que huye de la sangre: “2. f. Linaje
o parentesco”. Aparecieron paulatinamente otros organismos: bisontes,
ranas, serpientes y murciélagos. Entre el animal y su representación
se encontraban irrecuperables diferencias. La escritura se aferró al
símbolo y por último al sonido. Aparecieron nuevos organismos:
cebras, cuervos, llamas y perros. Después del hundimiento en Babel,
los hombres buscaron el sentido en las palabras. Dotarse de nombres,
relatos y significados. Antes que Heródoto, los logógrafos escribieron
la historia, iniciando particularmente con la historia de la escritura.
Entre Jonia y las islas circundantes se halló un alfabeto casi completo.
Uno a uno, los logógrafos encontraron todos los signos y empezaron a
articular mitos desde las palabras. Preservaron la mancha poética dada
por los primeros hombres; racionalizaron sus leyendas y tradiciones,
fundaron con letras miles de ciudades y fabularon las genealogías de los
reyes. Sin embargo, la palabra logógrafo no se localiza en el diccionario.
Cadmo de Mileto, de acuerdo a los antiguos modernos, fue el primer

106
logógrafo. Poseía una barba tenebrosa y enigmática, de la que nacían
mensajes enroscados que no siempre eran atendidos. Su nombre, como
un lunar diminuto, se extravió entre la escritura. Si consideramos una
nota en la Suda, existieron 3 personas con ese nombre. Un Cadmo
de Mileto, sabio y titánico, compuso el alfabeto en una iluminación
nocturna, utilizando los pliegues de su aliento, hasta ese momento
iniciáticos. Otro Cadmo de Mileto, hijo de Pandión, fue el primero
en escribir en prosa. Los primeros hombres, como es natural, se
comunicaban en verso, fragmentarios en su maremágnum. Fue Orfeo
quien le otorgó este don al logógrafo, quien apuntó todo lo que veían
y registraban sus sentidos. Gracias a la prosa redactó la historia de la
fundación de Mileto y Jonia en 4 tomos. La escritura se purificaba
y amasaba a través de los párrafos. El último Cadmo escribió en 14
tomos la historia de Ática y después se retiró a su casa de campo, para
volver a lo elemental: amar la rústica cumbre de la poesía.

107
MONSTER WITS

1) La noche es una palma constelada.


2) Más bien es una calma helada y en refrigeración.
3) El monstruo está a la mitad de la línea que corta el cerebro
ambidiestro.
4) Con una mano escucha la corteza visual
y dobla el cálculo matemático estimado.
5) Con la otra mira la corteza auditiva y cómo
el área del lenguaje se deforma.

108
D espués de que los logógrafos cifraron cosmogonías y puntuaron
la historia de la escritura, hubo un tiempo de silencio. Este duró
aproximadamente un siglo. Los logógrafos habían escrito suficiente
sobre los temas más importantes. No existía necesidad de añadir
alguna aclaración o rectificar pasajes dudosos. Todo era claro como
el cielo polar. Entre otros temas, redactaron algunas crónicas sobre
el estado del tiempo; narraron el inicio de las naciones más antiguas,
cómo los reyes se volvieron poderosos y conquistaron tierras. También
comentaron la bondad y la maldad en las costumbres de los pueblos;
rivalizaron con los poetas en las versiones sobre cómo se engendró la
Tierra y cómo los dioses adquirieron su lugar en el mundo. Incluso
algunos logógrafos compilaron definiciones de palabras “invocantes”
en enormes tesauros que se perdieron con el paso de los siglos. Estas
palabras tienen una facultad especial; son peligrosas si se hace mal
uso de ellas. La persona que, por ejemplo, pronunciaba la palabra
invocante equivalente a caballo, probaba como acudía al unísono un
equino a auxiliarlo. Lo mismo ocurría con la palabra equivalente a
lluvia. Ferécides de Leros, último logógrafo, controlaba de este modo
el temporal, llamando al trueno e incluso a los dioses. Gracias a esta
habilidad escribió sobre la edad de los dioses y los héroes. Algunos
diccionarios se hallaban en la Biblioteca de Alejandría antes del
incendio, pero todo aquello se consumió entre el fuego de una nueva
era. Después del Gran Paréntesis, periodo de silencio en la escritura,
floreció una nueva época dominada por los glosadores. Incluso se
formaron escuelas. Los glosadores, a diferencia de los logógrafos, no
inventaban textos, comentaban los significados y alcances con notas
en los márgenes: reescribían los hechos sin borrar ni un punto o una

109
coma. Glosar: “2. tr. Comentar palabras y dichos propios o ajenos,
ampliándolos”. Los glosadores, por definición, no podían actuar solos.
Perpetuamente necesitaban de una fuente: un texto engendrador, una
joya bruta que brindara luz a sus vidas eruditas. Sin el texto original,
el glosador se descomponía hasta la desarticulación. Sin retórica y
gramática, el glosador adelgazaba sus medidas; perdía la proporción
de las cosas hasta desvanecerse y derramarse entre los humedales del
silencio. Por esta razón los glosadores siempre llevaban consigo el texto
que todos los días, a una hora cierta y temprana, empezaban a glosar.
Las personas fácilmente reconocían a estos individuos porque no
soltaban nunca el manuscrito que les daba vida. Dormían y defecaban
con el texto. Entonces se formaron varias escuelas de glosadores. Existió
una que ennobleció el sentido auténtico del autor, otra privilegiaba el
contexto sobre el texto, otra más remarcaba la libertad del intérprete,
otra se adecuaba al sentido normativo de la lengua, etc. Ortodoxia
y heterodoxia se confrontaban en grandes batallas verbales. Poco a
poco los glosadores fueron extinguiéndose debido a los comentarios
maliciosos de autores que rechazaban cualquier añadidura en sus
cuerpos literarios.

110
Nunca un converso
por cantidades y discursos
en el alba mental,
en el palabrear,
retahíla cifrada del pescuezo,
cacareo con plumas adhesivas
cháchara reptiliana,
lenguarda,
baratijas que se mascullan,
serpentarios
desenredándose
despacio en el templete.
Los huesos anochecidos
donde el vocabulario rebota,
grillado,
pronombres que rotulan
con la calculadora:
el 73
de cabeza dice “ÉL”,
un enchufe de números
negativos,
una suma que no cabe en la pantalla,
biombo decimal,
charla que se escucha
con escuadras,
¿pulgadas o picas?
A lo lejos

111
un cartucho derrapándose,
secándose la tinta.
Afuera
los edificios se calcan
en los ábacos.
Yo, tras el plano,
converso con el otro:
cambio de signo,
se desdoblan los restiradores.

112
L os glosadores fueron quedándose solos. La potestad que se les
confería era demasiado para una persona. Soportar las dificultades
de escribir todos los días a partir de un mismo texto, enfermaba a estas
personas: enajenación y arrogancia. El conocimiento fue creciendo a la
par de la soberbia y la obsesión, siempre en una invariable trayectoria.
Los glosadores comenzaron a profesar un amor insano por los escritos.
Depositaban su vida, alma y medios al servicio de los textos. Los
manuscritos, más que recipientes de palabras y definiciones, eran
fetiches. A través de sus glosas establecían la verdad o, por lo menos,
lo que ellos entendían como conocimiento real y comprobado. Las
palabras fueron reduciéndose en su riqueza y pasaron a entenderse en
un único sentido, es decir, el que los glosadores habían determinado
previamente. De este modo, al estar imposibilitados para reconocerse
como autores, se instituyeron como autoridades. Aparentemente,
bajo sus doctrinas, la palabra autoridad germinaba de la palabra autor.
Muchos lectores refutaron esta teoría, pero el poder ya estaba repartido
entre los sacerdotes. Durante esta época los glosadores inventaron la
jurisprudencia y otras artes como la teología y la gramática. Lo cierto
es que glosar pasó a ser: “3. tr. Interpretar o tomar en mal sentido y con
intención siniestra una palabra, una proposición o un acto”. Después
de esto, la historia de la escritura siguió sin cambios significativos.
Sobrevivieron algunos glosadores a la Purga Hermenéutica y a veces
se escuchaba algún rumor de los logógrafos ya en calidades míticas.
A pesar de ello, entre las universidades y las cortes surgió un nuevo
personaje: el clasicista. Estas personas anhelaban, más por una
nostalgia fantaseada que por razones concretas, las glorias pretéritas.
Clasicismo: “1 m. Estilo literario o artístico fundado en la imitación

113
de la Antigüedad”. Los clasicistas renegaban de cualquier innovación.
La historia, las hazañas de héroes y príncipes, les habían embebido el
seso. Incluso llegaba a vestirse y hablar como lo hacían sus ancestros.
Para ellos, la guerra, las costumbres y las comarcas eran hermosas en
los tiempos pasados; ahora el hombre estaba sumido en la decadencia.
Para verificar esta situación, el clasicista se remitía a la Biblia y
explicaban cómo Matusalén y los primeros hombres habían vivido
tantos años. La ancianidad solo se lograba a través del ejercicio cabal
de las virtudes: prudentes y sabios los seres se vuelven longevos. No
hay nada nuevo bajo el sol, en la Tierra ya todas las palabras fueron
escritas o pronunciadas. El discurso que se escribe, ya fue inventado
y leído por un orador antiguo. Grecia y Roma fueron los pináculos
de la civilización. Los hombres posteriores, su cultura y literatura,
solo aspiran a ser una sombra o una nota al pie de la magnificencia
acontecida y rememorada.

114
MO N STER WI TS

Admite el monstruo que su punto


no corta el flujo gramático-numeral:

(…)

Un brazo de venas reventándose en una mancha


flota bajo una bóveda magnética;
encima silban los alcatraces
donde retoñan las neuronas que se imaginaban
yermas.

(…)

Él pregunta sobre un detalle:


el nombre del punto de la letra i.
Se sabe que es un planeta móvil,
índigo centinela, sobre las ruedas
del internet.

(…)

Entonces truena los dedos:


pone los puntos sobre las íes.

115
L os clasicistas atesoraban en sus corazones los relicarios de una
oración perfecta. Cualquier situación que mellara la memoria, era
considerada profanadora y desechada por el bien del arte. La edad de oro
resonaba en las escalinatas de los templos. Hesíodo refería un tiempo
en el que la humanidad era pura e inmortal. Según el poeta, la primera
edad se reconocía por esa estirpe dorada de hombres y mujeres que
medían sus zancadas en el Olimpo. No existía la maldad y el dolor. Las
tribus vivían y dilatan el reloj de Cronos encima de una sábana celeste
que envolvía los 4 puntos cardinales. La tierra era una superficie estéril
y a nadie le importaba su cultivo. El néctar y la ambrosía germinaban
directamente en la boca para ser saboreados y comidos. Sin embargo,
la civilización y las artes pervirtieron al hombre. Una devastación cayó
sobre las vértebras de la humanidad. Entonces sucedió la caída y el
hombre tuvo que vivir entre las bestias. Los clasicistas repetían esta
fábula en las villas y los pueblos. Aleccionaban a los crédulos e incautos.
Además, construyeron cánones y reglas para que el arte no se depravara
más. Canon: “4. m. Modelo de características perfectas”. A través del
canon, los clasicistas establecían qué estaba bien y qué estaba mal en la
escritura de los poetas. Si el poema no cumplía con ciertos requisitos,
con las cualidades prístinas, simplemente no se consideraba como tal.
El escritor era acusado de delitos mayores: malversación de fuentes y
litericidio en distintas modalidades. Cansados de no pasar la prueba y
ser recluidos en mazmorras, algunos poetas empezaron a imaginar la
literatura fuera de los márgenes impuestos por los clasicistas. Entonces
se vislumbraron en una batalla donde las letras fueran la arena y los
versos las armas de combate. Ellos irían al principio del contingente,
avanzando sin miedo ni titubeos. En ese devenir, una vez completado

116
el Círculo Hermenéutico, boa que se muerde la cola, los poetas habrían
vencido a la retaguardia. Entonces los clasicistas quedarían reducidos en
las bibliotecas y los cenáculos. A ese grupo de osados se les conoció como
vanguardistas, aunque ellos, por la misma inercia de su corriente, no
daban pleno reconocimiento a los calificativos. Vanguardia: “1 f. Parte
de una fuerza armada, que va adelante del cuerpo principal”. Peleaban
con manifiestos y proclamas. Uno decía: qué era el vanguardismo,
otro refutaba con los mismos argumentos en favor del retaguardismo.
Nadie se ponía de acuerdo sobre ese movimiento que se hallaba
fuera del cuerpo, de la tradición que ellos calificaban como vetusta y
anquilosada. Anquilosis: “1 f. Med. Disminución o imposibilidad de
movimiento de una articulación normalmente móvil”. Al referirse al
canon, nunca lo hacían de ese modo. Empleaban eufemismos como
“queso rancio” y “bastón vacuno”. Los vanguardistas y retaguardistas
diseñaron máquinas para volar y atravesar las capas del cielo. Solo
estaban de acuerdo en un asunto inobjetable: mecanografiar un poema
sobre las colinas cremosas de la luna.

117
MONSTER WITS

La espina dorsal de pie


saltando.
Neurotransmisores:
karatazo
Trenzándose en la nuca
serotonina y endorfina.
Muestra el monstruo
estro
oestrus
“1. m. Inspiración ardiente del poeta o del artista”.

118
S oy quien ha venido a perturbar el sueño. Yo, que nunca pensé
en caminar tantos pasos, estoy aquí: turbado, con el cerebro
confundido. Vengo con los ojos ávidos y la boca seca; vengo con las
manos entumecidas y los pies marchitos. Tengo muchos días sin beber
agua. Tampoco recuerdo los sabores y las formas de los alimentos, salvo
la vainilla. A pesar de ello, mi mirada se regocija ante las maravillas
que jamás conocí en mi mundo solitario, secuencial y numerario. Las
plantas resecas por caminar encima de las dunas calientes, por transitar
a través de los desiertos binarios. El calor sofocante no me dejaba
pensar bien. La noche era mi único mapa. Algunas estrellas me servían
de guía y la constelación de Perseo me avisaba de los peligros en esos
parajes desconocidos. El ojo palpitante de Medusa transformaba en
piedra a mis enemigos. En mi camino reconocí el espacio y muchos
tamaños y géneros. A veces eran cíclopes y serpientes amenazantes, en
otros momentos eran ideas, pensamientos amorfos, desconocidos, que
abrían su hocico como peces abisales. Si volvía la mirada atrás, podía
reconocer mis pasos. Los contaba, llevaba en la bitácora el registro
exacto. 195 pasos; 197 pasos. Además, se fundó un rastro vainilla
y dulce atrás de mi ruta. Las huellas reventaban en aromas cálidos.
Yo, en realidad, no sabía bien hacia dónde dirigirme, pero sí tenía
claro lo que buscaba: la palabra de mi tribu. 238 pasos; 240 pasos.
¿Cómo encontrar mi tribu? Yo, hasta el momento, no conocía a nadie
de mi raza. Quizás Kim y Daniel pertenecían a la tribu de la gente
alfabeto-numérica, conocidos como “numeralfas”. ¿Acaso ese era el
nombre? Mi familia anhelada, por mucho tiempo escruté cifras para
mis hermanos y estaban allí, siempre acompañándome. Conozco sus
caras y he leídos sus libros. Sin duda ellos son mi tribu. 307 pasos;

119
309 pasos. Ellos me regalan los secretos de la palabra “numerálfica”,
totalmente desconocida para mí. No es una cuestión sencilla, pues
cada palabra tiene no solo una conversión numérica, como ocurre con
varias religiones, sino también una metamorfosis animal. Detrás de
cada palabra hay un guardián, un tótem que cuidará a la persona de
los riesgos del mundo. Daniel me dijo que el pacto de la tribu debe ser
sellado. 379 pasos; 381 pasos. Ante eso, empecé a sentirme mal y en un
momento casi me desmayo. Imaginaba que, para pertenecer a la tribu,
Daniel debía pincharme el pulgar y verter algo de sangre. Daniel, que
podía leer mis pensamientos, me tranquilizó y me dijo: “No sufras,
este es tu lugar”. Mientras tanto, Kim leía un tomo de la Enciclopedia
Británica con su mirada de camaleón. Parecía que no se inmutaba
por lo sucedido, pero empezó a recitar los teléfonos del directorio de
Pasadena. Gracias a él pude tranquilizarme y sentirme querido. Detuve
así los pasos: 475. Daniel y Kim me concedieron la iniciación tribal:
encendieron el fuego donde ardían mis facciones.

120
MO N STER WI TS

La simetría perforada
con el lente;
las púas yacen
insignificantes
sobre la piel.
Después de la alegría
viene el reposo
muscular.
El monstruo imprime
el documento
y la visión
se atora
con tantas dioptrías.

121
E l fuego era glorioso. Comenzó como una antorcha, prendía con
llamas azules; se estabilizaba inmediatamente con flamas ungidas
que se recogían y dilataban como una medusa: morados o magentas los
tentáculos. El viento daba los tonos del color y calor zarzatilandiano.
En el centro de la arena, un círculo se encendía y se hizo una fogata
que después se transformó en una hoguera. En la fogata miraba mis
recuerdos de niño en recuadros sostenidos por quetzales: mis minutos
más felices, imágenes a flote con mi padre, sensaciones cálidas como
sonrisas, mitologías del abuelo, mimos de mamá. Con la hoguera
el clima cambiaba y las llamas se ennegrecían en carbones. Sucedía
precisamente lo contrario: la arrogancia, el miedo y el dolor de ser
uno mismo sin rasgar aún el embrión numeral. El pavor de mirarme
en plenitud sacudía mi espina dorsal en un afán de vaciar el cuerpo.
Daniel me dijo, sin hablar y metiendo su voz en mi cabeza: “no
sufras, tú puedes pasar la prueba”. Kim seguía revisando los tomos
de la Enciclopedia Británica, deteniéndose en la historia de Ricardo
I, the Lionheart. Leía algunos pasajes recitando a la par los nombres y
números telefónicos de los residentes de Pasadena. Llegó el momento
en que, sin razón o causa, se depositó una idea en mi cerebro: basta, no
tienes que demostrar nada ahora. “La prueba es una rueda”. Entonces
no supe cómo interpretar esa idea que se inseminaba en mi cabeza
como un bonsái, golpeando y empujando otros pensamientos. Miré la
cara de Daniel que asentía con un gesto de alegría y compasión. Kim,
a lo lejos, me hizo una seña con las manos y soltó unas carcajadas que
agitaron el reloj de arena desde donde conversábamos. Entonces me
dieron una ficha de dominó que traía una leyenda al reverso: “Círculo
de Poetas Numerálficos”. Yo sonreí, aunque no sabía bien por qué o

122
a causa de qué lo hacía. Daniel me explicó que en ese círculo podría
escrutar a Dante, Newton, Sor Juana, Llull, Lucrecio, Descartes,
Caramuel, Pitágoras y Spinoza, las veces que fuesen necesarias.
Pregunté entonces por qué solo eran 9. En ese momento Daniel
empezó a describirme en una hoja blanca la majestuosidad del número
9 y comprendí sin esfuerzos sus paisajes. Incluso ajustaba algunos
trazos de sus dibujos y él me concedía una mirada que yo descifré
como de complicidad, aunque desconozco la exactitud de una “mirada
de complicidad”. Kim gritó los números telefónicos donde el 9 florecía
con más frecuencia. Posteriormente Daniel expuso una teoría sobre la
muerte del 10 y cómo no se podía completar el círculo hasta que el 10
dejara de existir en la Tierra. Yo, que no resisto los misterios, pregunté
sobre la identidad del 10 y Daniel se quedó pensando si era correcto
o no revelarme esa información a mí, que hace 5 minutos había sido
investido con los honores numerálficos. Volvió entonces a entrar a mi
cabeza y me dijo con suavidad: “el 10 nació el 24 de abril de 1950. Tú
lo conoces bien”.

123
MONSTER WITS

Él lee una y otra vez el mismo poema.


Ya conoce la opacidad de la tinta
en cada una de las oraciones invernadas.
Devuelve los ojos en la capitular
y se rasca detrás de la oreja izquierda:
es la hinchazón de una picadura de mosquito.
Recuerda el pensamiento inicial,
reconociendo que hay un error
en la equivalencia.
Una y otra vez el mismo poema:
un monstruo en el vaivén sin anclas,
entre equivocidades.
El sentido se disuelve entre las 24
variaciones que escribió sobre el asunto.
Reconsidera una enmienda
pero se paraliza con las yemas
encima del teclado y fantasea
la desfiguración de su rostro.
Abre de las cuencas
una escritura caníbal,
espiral y rubicunda,
hasta que su cráneo,
ya sin carne,
refleje las fracturas del poema.

124
E n esos instantes pude indagar las teorías de los 9 poetas numerálficos
con un solo parpadeo. Entre otros deleites, pude caminar sobre el
plano cartesiano descomponiendo las moléculas de mi voz; también
habité la inmanencia, sin candelabros ni ventanas, donde se colaba
El Primero Sueño en murmullos asimétricos y fragmentarios. Daniel
me observaba con una curiosidad científica, tratando de resumir el
rastro numérico en series o sumatorias. El contingente era demasiado
y terminaba por surfear encima de las olas de números y letras. Me
preguntaba sobre la experiencia numerálfica en distintas lenguas:
español, finés e inglés. Yo, sin saber cómo, respondía en una lengua
que era la combinación de esas 3 e intrigaba más a Daniel que no
supo qué hacer conmigo y mis emociones. Para ese entonces, Kim
leía el último tomo de la Enciclopedia Británica. Yo lo importunaba,
solo para ganarme su amistad, con algún dato histórico y literario; él
no me respondía. Continuaba leyendo con un ojo de escáner y me
atisbaba con el otro como un camaleón, negándose a mudar de color.
Ambos cuchichearon algún asunto que yo intuía grave y trascendente.
Entonces se detuvo mi viaje num-poético. Caí en un sopor tremendo y
dormité por unos minutos con la boca reseca. Afuera del reloj, fueron
años de descanso. Ellos se acercaron a mí, alejándose de mi mirada y
tacto. Kim me ofreció un vaso de agua diciéndome que era el aliento de
un dios mexicano. Exclamó “Tloque Nahuaque”. Era el momento de
evocar a Numeralfa. Daniel, alojándose en mis neuronas y zumbando
la voz, me explicó que Numeralfa era una entidad pletórica e infinita.
No tiene forma humana ni voz. No es una diosa a quien se le rogara
por el don de lenguas o por cuartillas de signos e ideas. Numeralfa
no escucha a nadie, solo actúa en la circunferencia de sus misterios:

125
se evoca, pero no se invoca. Numeralfa es la esfera y la cuadratura en
equilibrio, que no hay que confundir con la “cuadratura del círculo”.
La proporción se otorga por el anverso de su cabeza que a la vez es el
reverso de sus cuerpos. Entonces pensé que Numeralfa era la sucesión
de Fibonacci: una representación más de sus encorves dorados. Daniel
me comentó que de ningún modo se podría reducir Numeralfa a los
lindes de ese número, pues a lo sumo era una centella en uno de sus
dedos. Entonces me pregunté cómo alguien puede tener los dedos tan
chuecos y me reí de ese detalle imperfecto de la no-diosa. Después de
pensar largos momentos en Numeralfa, perdiendo el compás de los
segundos y las horas, Daniel me preguntó si ya conocía el tótem que
me pertenecía por la palabra dicha el día de mi nacimiento. Yo le dije
que no lo conocía aún y que para mí todo aquello era algo nuevo y
asombroso.

126
MO N STER WI TS

La solución es simple,
piensa el monstruo:
absoluto desescribir.

No encuentra el valor
y abandona el texto
para su germinación
debajo de la cama.

Espera.

127
T odo estaba dicho para entonces. No había una coma que añadir
ni un signo que cambiar en el tablero cimentado por los 3. Daniel
se despidió recitando el fragmento más bello de Pi y Kim me extendió
su mano, deseándome un buen viaje de regreso. Eso lo tomé como un
verdadero halago, ya que Kim no era de esas personas que ofrece un
saludo por mera cortesía. Antes de embarcarme a Pasadena a bordo de
la nave numerálfica, corrí hacia el tablero gritando que por descuido
olvidaba mis anteojos y tomé, sin que nadie se percatara, el doble
6 con el que habíamos iniciado la partida, es decir, la primera ficha
obsequiada por la gente de mi tribu. No recuerdo mucho lo que pasó
a continuación, pero sí tengo claro que desperté con la boca reseca.
Volteé la cabeza y pude ver en mi buró un vaso de agua. Lo tomé y
refresqué mi garganta. Entonces, como si me hallara en el guion de
una película de 1988, me pregunté si todo aquello no había sido un
sueño. Sentí angustia al saber que Daniel vivía del otro lado del mar y
que Kim había muerto hace varios años. Metí las manos en los bolsillos
y supe que estaba en un error. Allí encontré la ficha de dominó que
decía en la parte trasera “Círculo de Poetas Numerálficos”. Encendí la
computadora y revisé los artículos en Wikipedia de cada uno de los 10
miembros. No encontraba nada sobre la sociedad secreta. Entonces
coloqué en Google la frase “Círculo de Poetas Numerálficos”,
apareciéndome lo siguiente: “No se han encontrado resultados
para tu búsqueda”. Intenté por 2ª vez colocando solo “círculo de
poetas” y aparecieron entradas que en nada tenían que ver con lo
que buscaba: poetas circulando delante de mecenas. Era demasiado
aburrido. Entonces decidí intentarlo por una 3ª y última vez. Tecleé:
“numerálficos” y apareció el número Pi con unos recortes insertados

128
del libro Born on a blue day. Todo ello formaba parte de un proyecto
más extenso llamado Savant. Me pareció gracioso porque un savant no
es un cuaderno de escritura, sino un síndrome que padecen algunas
personas con diferentes grados de autismo. Por excepción, el savant
Daniel Tammet no es autista. No me quedó duda de que la persona
que escribió ese libro no tiene ni una idea de lo que es ser savant. Yo
tampoco tengo clara la idea, pero sé que nací en Pasadena, California,
un sábado frío bajo el astro de la epilepsia. ¿Eso me hace savant? No
lo sé. En fin, rememoré que todavía faltaba mi guardián. Me di cuenta
que para localizar a mi protector no bastaba con volver a los libros o
salir de mi habitación. El tótem era un objeto que debía ser tallado y
pintado con mis recuerdos. Por más que reprodujera los detalles y las
conversaciones de mi vida, no eran suficientes para mirar los ojos de
esos animales, protectores de mi tribu. Decidí calcular los números
presentes en cada aniversario. Recordé que en mis cumpleaños mi
mamá solía comprarme pasteles con formas de animalitos. Allí la efigie
me sonreía desde el aire. Tocaba su piel y se erizaban las cifras. Toqué
el tótem y las voces replicaron detrás de la ventana.

129
CU M P L E A Ñ O S
(A niversarios para encontrar
un tótem e x traviado)

PERSONAS:

Yo
Abuelo
Mamá
Papá, hombre umbroso
Hermana
Striker
Tío David
Arthur Rold
Primos

131
(1 979)
Recuerdo mi cumpleaños 1 como una acrisolada burbuja que cambia
de tonalidades y volúmenes para reventar en el naranja. Ese día fue
domingo: un fruto cítrico que sabe agridulce en el centro. Yo aún no
pronunciaba las palabras mamá o papá, pero paladeaba numeroides
más exactos en ternura y amor. Ante la mirada de mi madre, descubría
un astro bailarín que salía de las órbitas marrones. Yo reía frente a
ese pedrusco de luz. Aquel día, mi padre, hombre umbroso de mi
casa, decidió visitar en familia el Huntington Memorial Hospital para
agradecer a los médicos que yo estuviera sano. Allí calculé otra vez el
alegre perímetro del reloj en la pared. Era un pez bebiendo aire. Mi
madre me sonrió.


(1 980)
Recuerdo mi cumpleaños 2 en el comedor de mi casa. Fue un día
martes. Aquel día la Stoutenburgh House, localizada en 255 S.
Marengo Ave, se incorporó al National Registrer of Historic Places. La
casa fue diseñada por el arquitecto Bradbeer siguiendo el estilo Queen
Anne. Eso decían los periódicos. Yo copié las letras en mi cabeza, pero
aún no sabía qué significaban. Miré la imagen de la fachada abrirse
en 2 partes como la casa de muñecas de mi hermana. De allí salieron
colores y texturas que me arroparon. Dormí cómodamente.

133
(1 9 8 1)
Recuerdo mi cumpleaños 3 como un pollito con forma de pastel. Ese
día fue un miércoles agripado. Yo tenía mocos que sacaba de mi nariz
y pegaba en la mesa reproduciendo las puntas de una granja. El pollito
no hacía cluck cluck, sino otros sonidos que buscaba imitar sin éxito.
Envidiaba a esa avecilla porque tenía una garganta más fina que la mía.
Intenté seguir su tono y silbé un jingle que se repetía hasta perderse
entre otras voces. Solo de ese modo me tranquilicé ante las bocas
ansiosas de mis primos y hermana. Después se comieron las partes del
pollito y no volví a cantar.


(1 9 8 2)
Recuerdo mi cumpleaños 4 en el jardín trasero de la casa cuando mi
padre, hombre umbroso, decidió colgar 2 columpios para que mi
hermana y yo jugáramos con los niños del vecindario. Fue un día jueves
con el sol caído como un pulgar hinchado y herido por el cerrojo
otoñal. Yo aún era pequeño para divertirme con otros niños, pero,
según mi papá, eso cambiaría pronto. Escucho todavía su voz flotante
declarando que crecería más que él y el abuelo. La forma de los pies
nunca miente, me decía. Mi abuelo estaba a su lado observándome con
un pastel de oso cubierto de cacao, como él solía decirle al chocolate.
Yo me alegré y pensé en ser un niño grandote.


(1 9 8 3)
Recuerdo mi cumpleaños 5 rebotando una pelota de estrellas que se
estiraba o achicaba como el universo. Fue mi regalo preferido y el abuelo
lo sabía. Aquel día fue viernes con manteles de cuadros y cubiertos de
plástico. A lo lejos mi mamá y mi hermana escuchaban All night long
en el televisor. Cruzando la puerta, un caracol, disfrazado de 5, dejaba
una estela fluorescente que trazó una curva hacia mi habitación. Mi

134
hermana bailaba con una amiga. Tuve curiosidad y seguí al molusco.
Adentro de mi cuarto, en el interior de un baúl, en la hendidura de mi
conciencia más primitiva, un campo numerario crecía como musgo
geométrico. Acaricié las figuras y volví a la fiesta sin decírselo a nadie.

(1 984)
Recuerdo mi cumpleaños 6 bajo las pisadas de un zorro que se deslizó
por un iceberg amarillo. Era tan veloz que no alcanzaba a ver si en
el hocico traía un ave muerta. Ese día fue domingo y las máquinas
podadoras gruñeron desde el jardín del vecino de al lado. Mi mamá
trajo un pastel que en esta ocasión no era de ningún animalito, como
a mí me gustaba, sino un rectángulo que solo decía “Eres el amor de
nuestras vidas, tus padres deseamos conocerte”. Tenía mucho chantillí
que se desparramó por los costados. Durante la noche algunos insectos
vocalizaron mi nombre.


(1 985)
Recuerdo mi cumpleaños 7 bajo el invierno que sacudía en una esfera
con una Estatua de la Libertad en miniatura: “Happy Christmas, New
York”. Bonito suvenir del tío David. Aquel día fue lunes y el sol titilaba
como una vela más del pastel. Mi madre me dijo que era de un sabor
especial y que adivinara de qué estaba hecho. Yo nunca lo supe, aunque
había algo de vainilla o chocolate, o quizás fueron galletas de choco-
chips las que disfruté esa tarde en la que pensé si la tierra de Nueva
York se parecía a la de Pasadena o si el York de Inglaterra, al otro lado
del océano, era igual al nuestro, pero con té en vez de café.

(1 986)
Recuerdo mi cumpleaños 8 entre el tumulto de mis compañeros de

135
salón. Ese día fue martes y pensé que cada objeto de la San Rafael
Elementary School, incluyendo los pizarrones, los pupitres, los
libreros y las lapiceras cabían en mi casa, en maravillosas posiciones:
antigravitacionales. El sonido se volvía efervescente en mis orejas.
Supe de mis compañeros no por sus nombres, sino por sus fechas de
nacimiento. Yo invité a los números primos, los llamé de ese modo,
y nadie quiso comprender mi secuencia. Al final llegaron 3 personas-
fechas. Mi papá, hombre umbroso, estuvo orgulloso de mí y me regaló
un pastel de gorila golpeándose el pecho. 

(1 9 8 7)
Recuerdo mi cumpleaños 9 como un cactus que espinó mi mano
derecha. Era un día sábado y miré otra vez, al igual que el día en que
nací, el púrpura tras los celajes. Otras nubes encima de ellos calcaban
los trazos, tornándose siluetas cobalto. La planta, cactácea con una flor
lila al centro, fue un regalo de mi madre, quien se enteró que por las
noches hablaba lenguas arbóreas. Yo, desde aquel momento, amé a mi
Night-blooming cereus. Entonces me puse a estudiar sobre estos seres
que pinchan el espacio y el tiempo. Leí el poema de Robert Hayden
we spoke/ in whispers when/ we spoke/ at all… y le pedí a mamá la nueva
novela The Night-Blooming Cereus.

(1 9 8 8)
Recuerdo mi cumpleaños 10 seguido de una enredadera de números
primos que terminaban al otro lado de la casa. Era una visión
encantadora y divisible entre cada rama como una hidra de crestas
luminosas. Mi hermana decía que eran simples luces navideñas. Estaba
equivocada. Fue un día viernes y las familias salían a decorar las puertas
con tapetes que deseaban fortuna y prosperidad. Esa tarde el hombre
umbroso no llegó a la casa como mamá había predicho. Pero allí

136
estaba el abuelo y me platicó de un coyote mexicano que bajaba de las
montañas y se volvía hombre.


(1 989)
Recuerdo mi cumpleaños 11 con la sensación de atestiguar una visita
relámpago. Ese día fue sábado y en el horizonte, como si llegara del
espacio, un manto púrpura ondeó escarchados tonos tras los rayos de
la mañana; después se detuvo encima del vecindario. Yo le comenté a
mi abuelo lo que estaba sucediendo, pero me explicó que solo era un
efecto óptico que puede ser estudiado con la teoría del color. Sucedía
lo mismo cuando mamá preparaba un licuado de betabel: un tono frío
consume otro cálido. Nada que temer. El cielo no siempre se reduce
al azul y es una pintura que resiente el paso de las mantarrayas que
navegan a través del universo.


(1 990)
Recuerdo mi cumpleaños 12 con el fuego de una chimenea, mis
primos, mi hermana y algunos extraños que musitaban sobre mí: si
era mudo, fenómeno o estúpido. Ese día fue domingo y parecía buena
oportunidad para hacer una fiesta diferente, puesto que el tío David
llegaba de Argentina. Mi madre le preguntaba al tío, parodiando el
voseo, si las mujeres argentinas eran bellas y si había aprendido a bailar
tango. De repente sonó un casete llamado Tangos y boleros, pero nadie
se atrevió a abandonar su asiento hasta que yo dupliqué el sonido de las
cuerdas de la guitarra con mi voz. Así gané las palmas de los extraños.


(1 991)
Recuerdo mi cumpleaños 13 a lo lejos, con unos cuernos meciéndose
en el televisor. Ese día fue lunes y en el periódico, que le llegaba todos

137
los días al abuelo por ser el suscriptor más antiguo de la ciudad,
apareció la esquela del profesor Joseph Mayfield, distinguido hijo del
Pasadena College, especialista en religión y griego antiguo. Yo pensé si
en la muerte las cosas se dicen igual que en la vida o si hay que guardar
mucho silencio para atravesar la habitación. Esa tarde mi pastel fue
completamente blanco. En el televisor había muerto Eleanor Audley,
antigua Maléfica, cuyas cejas arqueadas se desquebrajaron con la luz.


(1 9 9 2)
Recuerdo mi cumpleaños 14 con una música de fondo. Ese día fue
miércoles y mi hermana escuchaba, sola y en su habitación, los acordes
a todo volumen de Guns N’ Roses. Mi madre iba y regresaba de su
habitación, para advertirle que solo era un momento en el año. Si
no quieres bajar a estar con tu hermano, por lo menos permite que
los demás estemos con él. Una puerta azotada. A mí en realidad me
incumbían las notas, las ondas y el pentagrama. Al final escuchaba
los ritmos de su respiración y de ese modo conjeturaba su ánimo. No
siempre acerté. Nothin’ lasts forever/ and we both know hearts can change.


(1 9 9 3)
Recuerdo mi cumpleaños 15 inquietado por la sombra de un hombre
que fisgoneaba el jardín. Aquel día fue jueves, una tarde que parecía
reventar como una palomita de mantequilla. Pasaba ese sujeto delante
de nuestra casa y dedicaba largo rato a apreciar las plantas que mamá y
el abuelo cultivaban durante los mejores meses del año y que después
se marchitaban con el repique de la campana invernal. Por la noche el
sujeto seguía merodeando la zona, llevaba una gorra y la barba crecida:
unos ojos se difuminaban, disipándose en mi ventana. Pensé en el
hombre umbroso, sabía que vagaba en el desierto nevado.

138
(1 994)
Recuerdo mi cumpleaños 16 en una carretera de estadísticas con la
nariz de Striker olfateando las cifras. Ese día fue viernes y mi abuelo
llegó contento a la casa, silbando una balada ranchera, botando un
balón Adidas Questra para mí. El pastel también fue un balón para
jugar, sabor merengue. El 17 de julio miré por el televisor el Rose Bowl
rebosante, con sus 91 794 números explotar en la serie de los penales:
Baresi 0-Santos 0, Albertini 1-Romario 1, Evani 2-Branco 2, Massaro
2-Dunga 3. Baggio 2. 4 veces campeón Brasil y en el barrio la gente
danzaba en un carnaval con tambores y botellas quebradas. A partir de
allí, aprecié la belleza del soccer en los números.

(1 995)
Recuerdo mi cumpleaños 17 marcando el número telefónico de mi
hermana. Ella nos había dejado por un novio de San Francisco. Ese
día fue sábado: los arbustos expulsaron tinta de sus hojas y el viento
despedazaba las esferas para regar el campo de un vino amargo. Una
canica azul y violeta rodó enfrente de mí con su peso atómico. Mi
madre dijo: Llámale a tu hermana para que sepa que tiene un hermano
que la espera en casa. Entonces marqué 554-4164. Antes de que alguien
contestara volví a marcar 554-4164 y otra vez 554-4164. Your call
cannot be completed as dialed. Please check the number and dial again.


(1 996)
Recuerdo mi cumpleaños 18 con un amigo y 2 rebanadas de pastel.
Ese día fue lunes y llegó puntual Arthur. Conocí a Arthur el 9 de
febrero, llegó como el doctor Rold a entrevistar a mi madre. Después
se acercó a mí y me propuso que fuéramos amigos. Yo nunca tuve un
amigo y no sabía qué significaba ser amigo, aunque por definición
amistad es “1. f. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido

139
con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Supo de mis
paisajes en números, el musgo geométrico y el valor de las letras oculto
en el abecedario. Me comentó que en la Universidad de Wisconsin los
científicos aseguraban que todo eso era posible. Yo sonreí como un 9
luminoso. 

(1 9 9 7)
Recuerdo mi cumpleaños 19 enceguecido por una chispa que apagó la
energía eléctrica del vecindario. El cometa Hale-Bopp ya había pasado
con su estela extraterrestre. Ese día fue martes; comí el pastel sumido
entre velas, porque una falla eléctrica ennegreció los cuerpos de mi
madre, mi abuelo y Arthur. Fue el trasformador el que tronó como un
truco de magia. De allí salieron loros electrocutados. Para mí las cosas
eran mejores, aunque la oscuridad me atemorizaba un poco. Apreciaba
claramente los números en los objetos y sonidos. La luz confundía mis
sentidos, perdiéndose bajo la forma y el color. The colour and the shape
fue un disco que apareció el 20 de mayo.

(1 9 9 8)
Recuerdo mi cumpleaños 20 siguiendo un impulso en la superficie
marciana. Aquel día fue miércoles y desde el cuartel general de
Washington se enviaba el siguiente informe al Laboratorio del Jet
de Propulsión en Pasadena, CA: El sistema de propulsión iónica en
Deep Space 1, nave espacial de la NASA, llegó con vida este martes
24 de noviembre y ha seguido funcionando sin problemas. Eso era
información confidencial, pero de algún modo, había entendido el
mensaje claramente e imaginé el Deep Space 1 probando la tecnología
espacial en las dunas escarlatas, cubriéndose sus celdas ya sin sol. El
óxido de hierro carcomiendo los circuitos y las tormentas destruyendo
cualquier mensaje para los seres humanos. 

140
(1 999)
Recuerdo mi cumpleaños 21 delante de los sombreros que coleccionaba
el abuelo. En voz baja, afirmó que nadie sabe dónde está la cabeza
del general Villa, pero ¿qué había sido de su último sombrero? Allí,
ignorado y triste, se empolvaba el salacot del Centauro del Norte. Ese
día fue jueves. Arthur no había llegado a tiempo y las luces de los
autos parecían decirme “adiós, amigo”. Pensé que tal vez podía seguir a
Arthur con cálculos: su fecha de nacimiento, su número de empleado
de la Universidad de Wisconsin, su código postal y los folios de cada
uno de los tickets que en su presencia imprimían los supermercados,
lavanderías, cafeterías, cines. En fin, cada uno de los dígitos cedidos en
los préstamos bibliotecarios.


(2 000)
Recuerdo mi cumpleaños 22 atravesado por el magenta más perplejo.
Un clavel que se derrama en pleno sol, quieto y malicioso, delante
de los teclados. Y2K: esponja fucsiana. Ácido que tamizó mi espina
binaria: 01110110 01100101 01101001 01101110 01110100
01101001 01100100 11000011 10110011 01110011. RGB.
Magenta sustractivo en 245, 0, 135. Magenta aditivo en 255, 0, 255.
No existe el error en sábado. Sollocé con la vieja computadora, la que
mamá tanto usó para editar sus vivencias, como ella decía. Windows
versión 2.0. Los programadores omitieron el milenio. Demasiado
tarde para esa historia. En el primer segundo del año 2000, la fecha en
el escritorio será 1/4/1980. Los residuos de tiempo y Jyotiba.


(2 001)
Recuerdo mi cumpleaños 23 tras el aleteo estridente de los loros. Ese
día fue domingo y, del otro lado del mundo, como sucedió el año
pasado, el mismo terremoto sacudía otra vez la playa de Bakú. El pastel

141
se llenaba de miedo y las aves oscilaban macilentas. 7.0 en la escala de
Richter. El epicentro ocurrió en el mar Caspio, en una puntuación
diáfana: 15.5 millas al sur-sureste de Bakú. Los signos no alcanzaban a
verse desde los satélites y el mar Caspio languidecía alrededor de una
mancha vascular. Muchos esturiones murieron aquel día. En Pasadena
nadie sabía de la catástrofe salvo las aves, que sienten con sus plumas la
cantidad de fuego que se acumula en el suelo.


(2 0 0 2)
Recuerdo mi cumpleaños 24 con los mariachis girando sobre el patio.
Fue lunes. Ese día a los 76 años de edad muere Karel Reisz. También,
desde hace 251 días, murió mi abuelo de un ataque cardíaco. Al sepelio
fue mi madre, mi hermana y el hombre umbroso llegó tarde con un
traje negro de raya de gis. Una estrella en el techo dudaba entre caerse
y no caerse. Después tropezarán las nubes. Una piedra en el camino. El
gis, aquella tarde, se despintó con la lluvia. Mi madre guardó silencio;
mi hermana tapaba mis oídos: me enseñó que mi destino. Entonces miré
pletórico al abuelo en dos números: 1923-2002. Era rodar y rodar.


(2 0 0 3)
Recuerdo mi cumpleaños 25 en martes: perfectamente numérico.
Recuerdo 25 en martes, mi cumpleaños, perfectamente numérico.
Recuerdo mi cumpleaños en 25 martes, numérico, perfectamente.
Recuerdo en mi 25 cumpleaños numérico: perfectamente martes. 25:
en martes recuerdo mi cumpleaños perfectamente numérico.

142
06:00
MONSTER BITS

143
12:00
MONSTER BITS

144
18:00
MONSTER BITS

145
24:00
MONSTER BITS

146

(…)
Verdad es que yo he escrito algunas veces
siguiendo el arte que conocen pocos,
mas luego que salir por otra parte
veo los monstruos, de apariencia llenos,
adonde acude el vulgo y las mujeres
que este triste ejercicio canonizan,
a aquel hábito bárbaro me vuelvo;
y, cuando he de escribir una comedia,
encierro los preceptos con seis llaves;
saco a Terencio y Plauto de mi estudio,
para que no me den voces (que suele
dar gritos la verdad en libros mudos),
y escribo por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron,
porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.
Ya tiene la comedia verdadera
su fin propuesto, como todo género
de poema o poiesis, y este ha sido
imitar las acciones de los hombres
y pintar de aquel siglo las costumbres.
También cualquiera imitación poética
se hace de tres cosas, que son plática,
verso dulce, armonía, o sea la música,
índice

Ensayando en 5 pasos un ars poética. 11


Yo, que nací bajo el astro de la epilepsia... 13
Monster Wits 15
Un don de lenguas no es cualquier... 18
Yo, que nací bajo el astro de la epilepsia... 20
El cielo de Zarzatilandia 22
Descripción del cielo de Zarzatilandia 24
A veces miro la ventana y el cristal... 26
Soneto 28
Continúo observando los códigos postales... 29
Hay que escribir mediante coordenadas 31
Otra vida, distinta a la que ahora siento... 32
Monster Wits 34
Como cruces de jardines 36
Como lo haría una mantis religiosa 37
Objetos que se complican... 38
Monster Wits 40
Andar en bicicleta: pedalear... 42
Mi cabeza no tiene filtros 44
Monster Wits 46
Para mí la numerología es... 47
Soneto 2 49
Cubrirá el plancton la mar tarde o temprano 50
Los sonidos se liberan para existir... 53
Monster Wits 55
Las letras no lucen igual en cada texto... 56
Monster Wits 58
Ver las letras como una marejada... 59
Monster Wits 61
Daniel Tammet recita los 10000 decimales... 64
0 Timer 70
Monster Wits 71
El origen de los versos es un misterio... 73
Monster Wits 75
El poema es un sujeto que a veces... 76
Monster Wits 78
Entre las palabras y las cosas existe... 79
Así construyo mapamundis 81
Yo, que nací bajo el astro de la epilepsia... 83
Monster Wits 85
Para escribir se necesita un aliento vital... 86
Monster Wits 88
Gira el verso en amar o arma 89
Al igual que el oficinista de El libro vacío... 90
Monster Wits 92
A pesar de mis esfuerzos, en los cuadernos... 93
Monster Wits 95
Una metáfora entre la ciencia y el arte 96
Me cansé de invocar a la musa... 98
Monster Wits 100
Los recortes fueron de ayuda, pero... 101
Monster Wits 103
Soy el último adversario 104
He seguido varios métodos de escritura... 106
Monster Wits 108
Después que los logógrafos cifraron... 109
Nunca un converso por cantidades y discursos 111
Los glosadores fueron quedándose solos... 113
Monster Wits 115
Los clasicistas atesoraban en sus corazones... 116
Monster Wits 118
Soy quien ha venido a pertubar el sueño... 119
Monster Wits 121
El fuego era glorioso. Comenzó como una antorcha.... 122
Monster Wits 124
En esos instantes pude indagar las teorías... 125
Monster Wits 127
Todo estaba dicho para entonces... 128
Cumpleaños (aniversarios para encontrar un tótem extraviado) 131
6:00 143
12:00 144
18:00 145
24:00 146
SAVANT de Manuel de J. Jiménez se terminó
de imprimir en marzo de 2019
en Literatura y Alternativas en Servicios Editoriales S.C.
Av. Melchor Ocampo 379,
Col. Romero de Terreros,
Coyoacán. Ciudad de México
C.P. 04310

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