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Señores Magistrados

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


-Sala de Casación Penal-
M. P. Dr. Julio Enrique Socha Salamanca

Ref. Demanda de Casación presentada por el


defensor de JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO contra la sentencia del Tribunal
Superior de Bogotá que lo condenó por los
delitos de homicidio y tentativa de homicidio
agravados. Rad. 23974.

Honorables Magistrados:

La Procuraduría Primera Delegada para la Casación Penal rinde concepto


sobre la demanda de la referencia, en los siguientes términos:

1. HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL RELEVANTE

En el proceso quedó demostrado que a eso de las dos de la madrugada


del día 19 de mayo de 1997, en el momento que el señor Víctor Hernando
García Pulido se disponía a tocar la puerta de entrada del edificio “Quintas
de la Salle”, ubicado en la carrera 5ª, No. 60-79 de Bogotá, para anunciar
la llegada del taxi que uno de los residentes había solicitado,
intempestivamente descendieron de un automóvil Renault 9, blanco, 4
personas vestidas con overoles y cachuchas negras, quienes portando
armas de fuego, y aduciendo ser miembros de la Fiscalía General de la
Nación, de manera violenta ingresaron al edificio.

Uno de ellos se quedó en el primer piso sometiendo al portero (Arnulfo


Mora Corredor), al conductor del taxi (Víctor Hernando García Pulido) y al
estudiante que iba a abordar el taxi, quien había salido del apartamento
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

102 (Javier Leonardo Botiva Gil). Los tres restantes subieron


presurosamente al séptimo piso, y tras violentar las cerraduras de las
puertas de acceso del apartamento 702, procedieron a disparar
indiscriminadamente contra las personas que allí se encontraban, dando
muerte a Mario Calderón Villegas, Elsa Alvarado Chacón, Carlos
Enrique Alvarado Pantoja (padre de Elsa), y causando graves heridas a
Elvira Chacón de Alvarado (madre de Elsa), quien gracias a la oportuna
atención médica se salvó de morir, lo mismo que un menor de 20 meses
de edad quien fue ocultado por su madre Elsa en un closet. Mario
Calderón y Elsa Alvarado se desempeñaban como investigadores de la
organización no gubernamental Centro de Investigaciones y Educación
Popular, CINEP, dedicada a la protección, promoción y defensa de los
derechos humanos.

Se afirma en el proceso que esta institución fue declarada objetivo militar,


por estar investigando en forma acuciosa las masacres que cometían los
paramilitares en distintas regiones del país. De ahí que la muerte de estas
personas haya sido el producto de un plan ideado, acordado y planeado
metódicamente por alguno de estos grupos criminales, a través de
sicarios pagados y entrenados para matar, con la más reprochable
asechanza, ferocidad y ensañamiento, pues las víctimas, mientras
dormían, fueron atacadas con múltiples impactos de armas de fuego.

Cuando se estaban ejecutando estos cruentos hechos, a la puerta del


edificio ocasionalmente llegó una motocicleta con dos Agentes de la
Policía Nacional, quienes luego de observar hacia el interior se alejaron.
De inmediato, el delincuente encargado del control del primer piso llamó a
través de un teléfono celular a quienes se encontraban en el apartamento
702 para advertirles: “… pilas que los tombos están abajo…”. En seguida
bajaron por las escaleras, salieron del edificio y raudamente
emprendieron la huida en el mismo vehículo Renault 9, blanco, modelo
1995, de placas BFM-474, el cual había sido hurtado el día anterior al
señor William Laudier Peña Manrique, cuando tanqueaba en la estación

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de servicio Esso de la autopista Bogotá Medellín, aproximadamente a las


9:30 de la noche, por dos individuos de marcado acento paisa, quienes
adujeron ser miembros de la SIJIN. Este automóvil fue encontrado
posteriormente abandonado en la carrera 46 con calle 79, barrio Gaitán
de esta misma ciudad, portando otras placas: BIH-999.

Adelantada la investigación, la Fiscalía Regional acusó, entre otros, a


JUAN CARLOS GONZALÉZ JARAMILLO (alias “El Colorado”), como
coautor material responsable del concurso de delitos de homicidio
agravado, tentativa de homicidio agravado, porte ilegal de armas, hurto
agravado y utilización ilícita de equipos de comunicaciones y trasmisores
o receptores, mediante resolución del 18 de septiembre de 1998, la cual
fue confirmada por la Fiscalía de segunda instancia el 30 de abril de 1999.
Respecto de la autoría intelectual, la investigación se adelantó en forma
separada.

Agotada la etapa del juicio, el Juzgado Segundo Penal del Circuito


Especializado de Bogotá, mediante sentencia del 21 de noviembre de
2000, condenó, entre otros, a JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO a
la pena principal de 60 años de prisión y a la accesoria de interdicción de
derechos y funciones públicas por 10 años, como coautor de los mismos
delitos por los cuales fue acusado.

Al haber sido recurrida esta decisión, entre otros, por el defensor de


GONZÁLEZ JARAMILLO, el Tribunal Superior de Bogotá declaró la
prescripción por los delitos de utilización ilícita de equipos trasmisores o
receptores, hurto agravado y porte ilegal de armas de fuego de defensa
personal, y confirmó la condena impuesta contra JUAN CARLOS
GONZÁLEZ JARAMILLO, como coautor del concurso de homicidios y
tentativa de homicidio agravados, modificándola en el sentido de
imponerle 40 años de prisión.

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Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

El fallo del Tribunal es ahora objeto de estudio en sede extraordinaria de


casación, al haber sido recurrido por el mismo defensor de GONZÁLEZ
JARAMILLO.

2. LA DEMANDA

El demandante formula cuatro cargos por la vía de la Causal Tercera de


Casación, y cinco por la Causal Primera, los cuales serán resumidos por
la Procuraduría de la siguiente manera:

2. 1. Causal Tercera

2.1.1. Primer Cargo

Nulidad del proceso por violación del derecho de defensa técnica y


material durante la investigación previa, la fase de la investigación y la
etapa del juicio, con lo cual se habrían violado los artículos 29 de la Carta
Política, y 129, 127 y 6º de la Ley 600 de 2000, normas medio, y 103, 104,
27 y 31, como normas fin.

En desarrollo del cargo, el actor afirma que el defensor de oficio, doctor


Miguel Antonio Cabezas, fue designado el 9 de febrero de 1998, y
posesionado el 25 de febrero siguiente (fs. 38 y 224 c. o. 15), pero nunca
escribió ni siquiera una sola palabra a favor del sindicado. El cierre de
investigación le fue notificado por estado No. 197 de septiembre 2 de
1998 (f. 91 c. 19), sin que se hubiera enterado del sumario, ni presentado
alegatos precalificatorios, no obstante que la actuación carecía de
pruebas que vincularan a JUAN CARLOS GONZÁLEZ.

Proferida la resolución acusatoria, la Fiscalía designó como nuevo


defensor de oficio al doctor Ciro Alfonso Quiroz Otero, quien se posesionó
el 18 de noviembre de 1998, pero tampoco interpuso ningún recurso, a
pesar de que tal resolución era fácilmente atacable por la inadecuada

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motivación de los cargos que se imputaron a JUAN CARLOS GONZÁLEZ,


lo cual significa que la actitud omisiva y negligente de los mencionados
defensores de oficio no constituye una estrategia táctica, sino un absoluto
desinterés por la suerte del sindicado.

Por tanto, para corregir esta irregularidad, el demandante solicita a la


Corte decretar la nulidad de lo actuado, desde el cierre de investigación,
inclusive.

2.1.2. Segundo Cargo

Nulidad por haber transgredido el Tribunal el derecho de contradicción y


de defensa, al no haber admitido que se incorporaran al proceso las
pruebas aportadas por la defensa desde el 13 de noviembre de 2001
(copia y transcripción de un video y álbum fotográfico), corriendo traslado
de ellas a las partes, las cuales provenían del Proceso número 006-6
adelantado en el Juzgado Sexto Penal del Circuito Especializado de
Bogotá, donde cinco integrantes de la siniestra “Banda la Terraza” de
Medellín, admitían haber sido los autores de los homicidios de los
investigadores del CINEP, por encargo de Carlos Castaño Gil, razón por
la cual JUAN CARLOS GONZÁLEZ nada tuvo que ver con tales
homicidios.

Según el censor, el Tribunal violó así los artículos 4º, 5º y 29, 228 29 de
la Carta Política; 4º, 8º, 9º, 13, 16, 20, 24 y 234 del Código de
Procedimiento Penal; y 103, 104, 27 y 31 del Código penal, en tanto que
la nueva prueba permitía esclarecer la verdad real de lo acontecido, y por
consiguiente, la inocencia de JUAN CARLOS GONZÁLEZ.

Luego de transcribir algunos apartes de jurisprudencia de la Corte


Constitucional, el demandante advierte que el derecho de defensa tiene
prelación sobre el formalismo frío y estático, que es la única barrera que
se erige para impedir que se conozca la verdad real en este caso. Una

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prueba que surge después del fallo de primer grado y antes de la


sentencia de segunda instancia, es algo excepcional, y por ello debe
decretarse, o cuando menos incorporase al proceso para su debida
contradicción, la cual la ejercen las partes y no el Juez de instancia. Dicha
prueba también debe valorarse por economía procesal, pues así se evita
la casación y la revisión, y ante todo, que un inocente permanezca en la
cárcel 5 o más años.

Apoyado en la jurisprudencia constitucional agrega que el Juez, en


términos generales, tiene la obligación positiva de decretar y practicar las
pruebas que conduzcan a determinar la verdad material, puesto que es la
única manera de llegar a una decisión de fondo que resuelva la
controversia planteada, en la que prime el derecho sustancial y el valor
justicia, como lo ordena el artículo 228 de la Constitución Política.

Por consiguiente, solita a la Corte casar la sentencia impugnada, y dictar


fallo absolutorio de reemplazo a favor de JUAN CARLOS GONZÁLEZ,
teniendo en cuenta la prueba surgida después de dictada la sentencia de
primera instancia, en la cual se indica claramente que los autores
materiales del homicidios de los investigadores del CINEP fueron los
miembros de la “Banda la Terraza”, y el autor intelectual Carlos Castaño
Gil.

2.1.3. Tercer Cargo

Nulidad por violación del principio de congruencia, ya que los jueces de


instancia condenaron al acusado por un comportamiento distinto del que
se le imputó en la resolución acusatoria, con menoscabo del derecho de
defensa.

En la resolución de acusación -dice el demandante- se imputó a JUAN


CARLOS GONZÁLEZ, alias “El Colorado”, el concurso de delitos de
homicidio agravado, tentativa de homicidio, porte ilegal de amas de

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defensa personal, hurto agravado y utilización ilícita de equipos de


comunicaciones y transmisores o receptores (f. 220 c. 19).

Tras referirse a la parte motiva de esta providencia, el actor señala que el


cargo específico contra JUAN CARLOS GONZÁLEZ consistió en haber
utilizado el celular No. 934258539, cuando mantuvo sometidos en la
portería al celador, al estudiante y al conductor del taxi, mientras los otros
individuos penetraron al apartamento de la familia Calderón Alvarado para
masacrarlos. Sin embargo, la sentencia de primera instancia omitió el
análisis de este tema, que era central en la imputación que sustenta la
resolución acusatoria, habiendo sido confirmado por el Tribunal de Bogotá
en lo esencial, a pesar de que éste advierte que tal imputación fáctica no
puede formularse a JUAN CARLOS GONZÁLEZ, porque los testigos
incorporados por la Fiscalía la descartan. En cambio, el Tribunal colige
que como los testigos no estaban en capacidad de describir a los tres
asesinos que subieron al séptimo piso, entonces GONZÁLEZ JARAMILLO
fue uno de ellos, con lo cual modifica el marco fáctico de la imputación
que fijó la resolución acusatoria.

Tal yerro -a juicio del demandante- es trascendente, pues el dossier


revela que JUAN CARLOS GONZÁLEZ es ajeno a la conducta atribuida
por la Fiscalía, y por tanto, solicita a la Corte que profiera a su favor fallo
de sustitución absolutorio, en cuanto que la sentencia impugnada vulneró
los artículos 1º, 4º, 5º, 29 y 228 de la Carta Política; 6º, 13, 17, 232, 234,
238 y 404 del Estatuto Procesal Penal; y 103, 104, 27, 28, 29 30 y 31 del
Código Penal.

2.1.4 Cuarto Cargo (corresponde al formulado en el numeral 4.2. de


la demanda como cargo único)

Nulidad por la existencia de irregularidades sustanciales que afectan el


debido proceso, al no haberse determinado con precisión el grado de

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Cas. Nº 23974
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participación y culpabilidad del procesado JUAN CARLOS GONZÁLEZ en


los homicidios y en la tentativa de homicidio que se le imputan.

Las normas que según el censor se habrían violado con tal proceder son
los artículos 6º, 232, 306, 397 y 398 del Código de Procedimiento Penal
de 2000; 29 y 5º de la Carta Política; y 103, 104, 27, 28, 29, 30 y 31 del
Código Penal.

De acuerdo con la motivación de la resolución acusatoria, el defensor


entendió que la actividad imputada a JUAN CARLOS GONZÁLEZ
consistió en haber adquirido el teléfono que fue usado en el primer piso
del edificio “Quintas de la Salle” para avisar a los sicarios sobre la
presencia de la policía, es decir, para alertar a los sujetos que en el
séptimo piso baleaban a las víctimas. Sin embargo, el debate en el
proceso se extendió a otras hipótesis, incurriendo así en error los
juzgadores de instancia, por cuenta de la falta de claridad, indebida
motivación y anfibología de la resolución acusatoria, lo cual apareja una
evidente vulneración al debido proceso.

En tal providencia -dice el casacionista- no fue precisado el grado de


participación o de culpabilidad, ni la conducta o aporte específico al hecho
punible que se le atribuye al acusado y del cual debe defenderse.

El fallo de primer grado evade el tema de la división material del trabajo


delictivo que en la resolución acusatoria -sin pruebas ni motivación- se le
atribuyó a JUAN CARLOS GONZÁLEZ, concretamente en lo relacionado
con lo que habría sido su actuación en el primer piso del edificio durante
la madrugada del crimen. La sentencia de segunda instancia, a pesar de
que acepta la imposibilidad de que este procesado hubiera realizado
semejante aporte criminal, por la radical diferencia de rasgos morfológicos
con el sujeto descrito por los tres testigos, concluye que como éstos no
estaban en capacidad de describir a los tres asesinos, entonces JUAN

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CARLOS GONZÁLEZ fue uno de ellos, con lo cual se acude al absurdo de


inferir, con apoyo en una negación, una premisa afirmativa.

Las dos sentencias y la resolución acusatoria carecen entonces de


fundamentación lógica y probatoria. Son una manifestación de poder, se
sustentan en argumentos de autoridad, pero no se basan en una reflexión
coherente y/o argumentación jurídica referida a la específica conducta
atribuida al procesado.

Las aludidas irregularidades, según el actor, son sustanciales porque


obstaculizaron la defensa, razón por la cual solicita a la Corte decretar la
nulidad desde la resolución acusatoria, para que se califique de nuevo el
sumario, con observancia de los requisitos que imponen una debida
motivación.

2. 2. Causal Primera

El demandante alega violación indirecta de la ley sustancial por haber


incurrido los juzgadores en plurales errores de hecho, al omitir la
apreciación de varias pruebas legalmente aportadas al proceso y de gran
trascendencia, las cuales, de haber sido valoradas, habrían conducido a
la absolución del acusado.

Luego de transcribir algunos fundamentos probatorios de la sentencia


impugnada, el casacionista dice que la libertad de apreciación probatoria
es una actividad reglada para evitar la arbitrariedad y la dictadura. Dicha
limitación la impone el legislador, cuando establece que la apreciación de
las pruebas debe realizarse de conformidad con las reglas de la sana
crítica, las cuales constituyen diques o barreras infranqueables que limitan
la actividad del juez.

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En seguida el demandante, al amparo de la Causal Primera de Casación,


formula cuatro cargos por falso juicio de existencia y uno por falso
raciocinio, así:

2.2.1. Primer Cargo

Falso juicio de existencia por haber omitido el fallador la valoración de la


certificación expedida por el Fiscal Delegado ante la Unidad Nacional de
Derechos Humanos, con sede en Bogotá, en desarrollo de la indagatoria
que rindió Efraín Fernando González Jaramillo, el 29 de diciembre de
1998, donde el funcionario judicial puso de presente que dicho individuo
padecía de una perturbación funcional permanente en su extremidad
inferior derecha, que lo obligaba a caminar cojeando.

Tal percepción personal y directa del Fiscal Delegado es prueba de


trascendental importancia, pues pone de relieve que Efraín Fernando
González Jaramillo, hermano de JUAN CARLOS GONZÁLEZ, sí pudo
haber estado presente en el escenario del crimen, en la misión de
someter bajo la amenaza con una pistola al portero, al taxista y al visitante
(Arnulfo Mora, Víctor H. García Pulido y Leonardo Botiva), mientras sus
aliados de actividad delictiva baleaban en el séptimo piso a los
investigadores del CINEP.

García Pulido, el taxista, dijo que quien los sometió aquella madrugada
“era renco” o cojo (fs. 31 y 183, c. 1), lo cual indica que se trataba de
Efraín Fernando González, y si ello es así, entonces la exculpación
ofrecida por JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, estaría respaldada
por prueba certificada por el mismo Fiscal Instructor.

De modo que si los juzgadores hubieran tenido en cuenta la referida


certificación del Fiscal, en unión con las otras pruebas omitidas, la
sentencia necesariamente habría sido absolutoria a favor de JUAN
CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, pues éste siempre manifestó que el

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teléfono que compró en diciembre de 1996 realmente quedó para el uso y


manejo de su hermano Efraín Fernando González. Dicho teléfono -según
los testigos Arnulfo Mora, Víctor H. García Pulido y Leonardo Botiva-, fue
usado en el lugar de los homicidios por un “hombre cojo” para avisar a los
otros delincuentes sobre la presencia de la policía, y en dicha descripción
morfológica solo cabe Efraín Fernando González Jaramillo.

Lo anterior, a juicio del censor, condujo a la violación de los artículos 5, 6,


232, 234 y 238 del Código de Procedimiento Penal de 2000; 103, 104, 27
y 31 de la Ley 599 de 2000; y del artículo 29 de la Constitución Nacional.

2.2.2. Segundo Cargo

Falso juicio de existencia, por cuanto el juzgador consideró probado que


para 18 de mayo de 1997 ya estaba institucionalizada en Colombia la
celebración del “Día de la Madre”, el segundo domingo del mes de mayo,
cuando esto es falso, ya que fue en el año 2001 cuando se procuró
institucionalizar ese día mediante una ley del Congreso, y sobre este yerro
se sustentó de manera especial la condena.

Lo anterior es así porque, según afirma el demandante, sólo en el año


2001 fue presentado a consideración del Senado de la República el
Proyecto de Ley No. 23, por medio del cual se pretendía institucionalizar
la Fiesta Nacional del Día de la Madre. Dicho proyecto se publicó en la
Gaceta del Congreso No. 359 del jueves 2 de agosto de 2001, páginas 12
y siguientes, de conformidad con el artículo 157, numeral 1º de la Carta
Política. Agrega el censor que si bien este proyecto no alcanzó a
convertirse en Ley de la República, quedó claro que el “Día de la Madre”
no estaba ni está instituido en Colombia para el segundo domingo del mes
de mayo, aunque los comerciantes procuren que esa celebración se lleve
a cabo.

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Por tanto, todos los juicios que se elaboraron en las sentencias


impugnadas bajo tal presupuesto, parten de un falso juicio de existencia
por suposición, lo cual significa que son falsas las consecuencias que de
allí pretenden derivar los juzgadores, como la de restarle credibilidad a los
testigos que afirmaron que JUAN CARLOS GONZÁLEZ estuvo
celebrando el día de la madre en la noche del 18 al 19 de mayo de 1977,
por considerar que como esta celebración estaba instituida para el
segundo domingo del mes de mayo, entonces esa fiesta debió ocurrir el
11 de mayo anterior, y no el 18.

De este modo, según el censor, se habrían violado los artículos 5, 6, 232,


234, 238 y 287 de la Ley 600 de 2000, y en forma indirecta los artículos
103, 104, 27 y 31 de la Ley 599 de 2000, además de los artículos 4, 29 y
228 de la Carta Política.

2.2.3. Tercer Cargo

Falso juicio de existencia por omisión del informe de captura de Efraín


Fernando González, en el cual se indica que le fue decomisada por la
policía una pistola.

Según el censor, Efraín Fernando González, al momento de su


aprehensión por parte de la Policía de Medellín, el 26 de diciembre de
1998, portaba una pistola marca Heckler & Koch, serie No. 2679K3, tal
como aparece en el respectivo informe (f.270 c. o. 20), y lo acepta
expresamente este procesado en su indagatoria del 29 de diciembre de
1998, en la cual, incluso, reconoció que otra pistola Pietro Beretta también
era de su propiedad.

Esta omisión es trascendente porque el hombre cojo que intervino en los


hechos, intimidó a los testigos con una pistola, mientras avisaba por
celular a los ejecutores materiales de los crímenes, sobre la presencia de

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la Policía, lo cual indica que Efraín Fernando González habría sido tal
individuo.

Por consiguiente, de haber valorado esta prueba el Tribunal, habría


absuelto a JUAN CARLOS GONZÁLEZ de aquellos graves delitos que no
cometió. Tal omisión llevó a la violación de los artículos 5, 6, 232, 234 y
287 de la Ley 600 de 2000; y en forma indirecta de los artículos 103, 104,
27 y 31 de la Ley 599 de 2000.

2.2.4. Cuarto Cargo.

Falso juicio de existencia por haber omitido los jueces de instancia la


valoración integral de los registros de llamadas efectuadas desde el
teléfono número 934258539 -comprado por JUAN CARLOS GONZÁLEZ
en diciembre de 1996-, entre las cuales aparecen varias al teléfono fijo
2547055 de Medellín, donde residía Maribel Duque Cano, compañera
permanente de Efraín Fernando González (fs. 48 y ss. c. 2; 149 y 153 y
ss. c. 49).

Tales llamadas indican que el celular involucrado en los homicidios se


encontraba en poder de Efraín Fernando González, pues aquella dama
era su compañera permanente y madre de su pequeño hijo. La
importancia de esta prueba radica en que de haberse valorado en
conjunto con los demás elementos de juicio, habría impedido a los
juzgadores condenar a un inocente.

Se violaron así -según el actor- los artículos 5, 6, 232, 234 y 287 del
Código penal de 2000; y en forma indirecta los artículos 103, 104, 27 y 31
de la Ley 599 de 2000.

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2.2.5. Quinto Cargo (corresponde al formulado en el numeral 4. 4. de


la demanda como cargo único).

Falso raciocinio, por violación de las normas de la lógica, la ciencia y la


experiencia.

En desarrollo del reproche el demandante aduce que en este proceso no


se ha obtenido ninguna prueba que incrimine de manera directa al
acusado. Los elementos de convicción se reducen a simples indicios, que
pueden ser leves, graves o levísimos, conforme a los criterios de cada
intérprete, pero que, en todo caso, no constituyen un indicio necesario,
apto para generar certeza en torno a la responsabilidad penal del
acusado.

Tras referirse a algunos comentarios de la doctrina sobre la prueba de


indicios, el censor agrega que en este caso a lo sumo habría prueba de
que JUAN CARLOS GONZÁLEZ conversó a través de los teléfonos
involucrados en estos hechos, pero no se sabe sobre qué, lo cual no
alcanza ni para conformar un indicio leve, por no tener conexidad con los
crímenes investigados, pues quien los usó en Bogotá fue su hermano
Efraín Fernando González.

El otro indicio, referido a que el acusado viviera donde había “bandas”


(Barrio “El Socorro” de la comuna occidental de Medellín), carece de
trascendencia y seriedad, pues no existe relación de causalidad, ni
convergencia para estructurar un eventual indicio grave. Se carece, por
tanto, en este punto, de la prueba del hecho indicador.

Bajo tal perspectiva, considera que por respeto a los principios de


legalidad, tipicidad y debido proceso, se debe disponer la casación del
fallo atacado, pues se violentaron las reglas de la experiencia, y la
decisión quedó a merced de las “arenas movidazas” del abuso del poder,
el capricho y las vías de hecho.

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Cas. Nº 23974
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El demandante indica, en tal sentido, que los juzgadores no abordaron la


apreciación conjunta de la prueba, la cual conduce a inferir la inocencia de
JUAN CARLOS GONZÁLEZ: la certificación del Fiscal de Derechos
Humanos sobre la cojera de la pierna derecha de Efraín Fernando
González; el haber estado JUAN CARLOS GONZÁLEZ celebrando el día
de la madre el 18 de mayo de 1997, porque en Colombia no está
institucionalizado que dicha fiesta sea el segundo domingo de mayo,
como erróneamente lo afirman los falladores; y la rueda de prensa, en la
cual los miembros de la “Banda la Terraza”, en diciembre del año 2000,
reconocen haber sido los autores de los homicidios de los investigadores
del CINEP. Derivar responsabilidad penal por el simple hecho de que el
teléfono celular 934258539 figuraba a nombre de JUAN CARLOS
GONZALEZ, constituye una forma de responsabilidad objetiva, pues
tampoco está demostrado el previo conocimiento de la empresa criminal
por parte de este procesado.

El yerro en tales condiciones, según el censor, es trascendente, porque se


infringieron las reglas de la lógica y la experiencia. Si los falladores
hubieran obrado con imparcialidad, evaluando todas las pruebas, no les
habría quedado opción distinta que absolver a JUAN CARLOS
GONZÁLEZ.

Se vulneraron así los artículos 232, 234, 284 a 287, 238 del Código de
Procedimiento Penal; 4, 228 y 229 de la Carta Política; y 103, 104, 27, 28,
29, 30 y 31 del Código Penal.

Al final el demandante aporta como prueba copia de la Gaceta del


Congreso No. 359 del 2 de agosto de 2001, donde aparece el Proyecto de
Ley No. 23 de 2001, con lo cual pretende demostrar que el día de la
madre, para el momento de los hechos, no estaba institucionalizado en
Colombia.

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3. CONCEPTO DE LA PROCURADURÍA PRIMERA DELEGADA


PARA LA CASACIÓN PENAL

3.1. Causal Tercera: nulidad

El demandante plantea varios motivos de nulidad, a saber: Primero:


violación del derecho de defensa técnica y material desde la etapa de
investigación previa. Segundo: Violación del derecho de contradicción y
de defensa, por no haber permitido los juzgadores de instancia que se
incorporaran al proceso algunas pruebas solicitadas por la defensa
durante el trámite del recurso de apelación de la sentencia de primera
instancia. Tercero: Violación del principio de congruencia. Y Cuarto:
Violación del debido proceso, por indebida motivación de la resolución
acusatoria y los fallos de instancia.

Así las cosas, por virtud del principio de prioridad que opera en casación,
la Procuraduría procede a estudiar los cargos de nulidad, no en el orden
propuesto por el demandante, sino comenzando por el que virtualmente
tiene mayor capacidad para invalidar la actuación, desde la etapa más
distante, de la siguiente manera:

3.1.1. Violación del derecho de defensa técnica y material (Primer


motivo de nulidad de la demanda).

El demandante solicita a la Corte decretar la nulidad de lo actuado desde


el cierre de investigación, inclusive, por considerar que los defensores de
oficio designados por la Fiscalía, no escribieron una sola palabra a favor
del procesado JUAN CARLOS GONZÁLEZ, no presentaron alegatos
precalificatorios, ni interpusieron recursos, no obstante que el proceso
carecía de pruebas que lo vincularan, y que la resolución de acusación
era fácilmente atacable por su inadecuada motivación. Tal actitud omisiva
y negligente, en opinión del casacionista, no constituye una estrategia
táctica, sino un absoluto abandono de los intereses del procesado.

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Al respecto conviene recordar que el derecho de defensa es una garantía


fundamental de la mayor significación dentro del concepto amplio del
debido proceso, regulado en el artículo 26 de la Constitución Política de
1886, y actualmente en el artículo 29 de la Carta Política de 1991. La Ley
600 de 2000 lo desarrolla de manera autónoma en el artículo 8º,
asignándole las características de garantía integral, ininterrumpida,
técnica y material.

La jurisprudencia reiteradamente ha venido señalando que el derecho de


defensa se concibe como un verdadero derecho fundamental y, en tal
virtud, es una garantía intangible, permanente y real. Por ello, el
funcionario judicial debe asegurar que durante todo el proceso se ejerza
de manera absoluta, real, continua y unitaria, a través de sus formas
técnica y material, sin que pueda renunciarse a ella.

En tanto que la defensa material o autodefensa puede ser ejercida


directamente por el procesado en el sumario y la causa, la defensa
técnica necesariamente debe ejercerla un abogado, “persona con
sapiencia jurídica y por tanto idónea para afrontar con solvencia un
proceso, en este caso de carácter penal, en procura de una decisión
ajustada a derecho. La omisión injustificada de gestión de asistencia
jurídica para el inculpado durante el proceso por parte del defensor
técnico, genera la invalidación de la actuación cuando su actividad o
silencio es trascendente, la que por no corregirse oportunamente, afecta
las garantías procesales o las bases fundamentales del sumario o la
causa”1.

Sin embargo, dentro del amplio espectro de posibilidades defensivas, el


abogado debe escoger aquella que represente mayores beneficios para
su cliente, teniendo en cuenta las características propias de la
investigación penal que éste afronta, pues resulta innegable que cada

1
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Sentencia del 27 de octubre de 2005,
Proceso 23882. M. P. Dr. Javier de Jesús Zapata Ortiz.

17
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

proceso penal, aunque se rige por reglas generales e invariables,


presenta vicisitudes propias que lo hacen único y distinto de los demás.

Es por eso que la estrategia defensiva adoptada por el abogado en


ejercicio de su libertad profesional, debe ser estudiada en cada caso
particular, pues cuando las aristas de la investigación aconsejan una
actitud pasiva, ésta no afecta el derecho de defensa, tal como igualmente
lo ha señalado la Sala Penal de la Corte:

“La pasividad del defensor no puede concebirse per se como ausencia


de defensa. La falta de alegatos, no interposición de recursos, ni
solicitud de pruebas, ni la falta de notificación de algunas decisiones, no
necesariamente revelan negligencia, pues muchas veces la suficiencia
del acopio probatorio y su fuerza de convicción llevan a asumir tal
posición y dejar para los momentos propicios la exposición de los
argumentos defensivos, sobre todo en aquellos casos en los cuales
existe amplia y sólida demostración de cargo…

El defensor, sea público, de oficio, o de confianza, en ejercicio de la


función de asistencia profesional, goza de total iniciativa pudiendo
aconsejar a su asistido en relación con las actitudes procesales que
considere favorables a sus intereses, al punto que a pesar de tener una
actitud vigilante del desarrollo de la actuación es válido asumir una
pasiva por considerar que esa puede ser la mejor alternativa de defensa,
y no por estar en desacuerdo con la estrategia defensiva asumida, o
haber sido adversos los resultados del juicio, se puede llegar a sostener
que el derecho de defensa ha sido violado por ausencia de defensor
idóneo, debido a que la ley no le impone al abogado derroteros en torno
a la manera de encarar el deber encomendado” 2.

Así pues, aplicadas estas premisas al caso bajo estudio, la Procuraduría


considera que al casacionista no le asiste razón cuando afirma que la
actitud asumida por los abogados de oficio designados por la Fiscalía no
constituye una estrategia defensiva sino un abandono absoluto de los
intereses del procesado GONZÁLEZ JARAMILLO, por no haber
presentado alegatos precalificatorios, o no haber recurrido la resolución
acusatoria, pues, en su opinión, ésta era fácilmente atacable dada su
inadecuada motivación.

2
Sentencia del 20 de octubre de 2005, Proceso 19511, M. P. Dr. Yesid Ramírez Bastidas.

18
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

En efecto, revisado el voluminoso expediente, la Delegada encuentra la


siguiente actuación, tanto del procesado GONZÁLEZ JARAMILLO como
de sus defensores de oficio y de confianza, durante el curso del proceso:

Mediante resolución del 18 de septiembre de 1997, una Fiscalía Regional


de la Unidad Nacional de Derechos Humanos de Bogotá, declaró abierta
la instrucción, entre otros, contra JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO, identificado con cédula de ciudadanía No. 71.777.603 de
Medellín, de anotaciones y demás rasgos personales conocidos en el
expediente, ordenándose su captura con el fin de vincularlo formalmente
al proceso (f. 198 cuaderno original 4).

Mediante resolución del 16 de diciembre de 1977 la Fiscalía ordenó el


emplazamiento de JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, al
encontrarse plenamente identificado (f. 158 c. o. 12).

En razón a que no fue posible obtener su comparecencia, la Fiscalía


Regional, mediante auto del 9 de febrero de 1998, lo declaró persona
ausente y dispuso designarle defensor de oficio con quien continuaría el
trámite del sumario (f. 40, c. o. 15).

El 25 de febrero siguiente se posesionó el doctor Miguel Antonio Cabezas


Balcazar, como defensor de oficio del sindicado JUAN CARLOS
GONZÁLEZ JARAMILLO (f. 224 c. o. 15).

A través de la resolución de fecha 9 de marzo de 1998 se resolvió la


situación jurídica de GONZÁLEZ JARAMILLO con medida de
aseguramiento de detención preventiva como presunto autor responsable
de los delitos de homicidio agravado, en concurso homogéneo y
simultáneo con los delitos de tentativa de homicidio, porte ilegal de amas
de defensa personal, hurto agravado y utilización ilícita de equipos de
comunicaciones (fs. 66 a 89 c. o. 16).

19
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

De esta resolución se notificó personalmente el Doctor Miguel Antonio


Cabezas el 30 de abril siguiente, tal como aparece a folio 90, anverso,
encartado del cuaderno original 16.

El 9 de mazo de 1998 la fiscalía dispuso poner en conocimiento de las


partes el resultado del dictamen grafológico y dactilar proveniente del DAS
ARD-197, y ordenó la práctica de varias pruebas y diligencias para el
perfeccionamiento de la investigación. De esta determinación también se
notificó personalmente el doctor Cabezas, como puede observarse a folio
91 vuelto, ejusdem.

El 21 de agosto de 1998 se dispuso el cierre de investigación parcial


respecto de JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, entre otros (fl. 15
c. 19).

El 1º de septiembre de 1998, la Secretaría de la Unidad Nacional de


Fiscalías de Derechos Humanos dejó constancia de haberse comunicado
con la oficina del doctor Miguel Antonio Cabezas, con el fin de notificarle
la resolución del cierre de investigación (f. 90 ib.).

El 3 de septiembre de 1998 se dejó constancia de haberse desfijado el


estado No. 197 por el cual se notifica el cierre de investigación, venciendo
el término de ejecutoria el 7 de septiembre siguiente, a las seis (6:00) de
la tarde (f. 92 ib.)

El 18 de septiembre de 1998, la Fiscalía Regional de la Unidad Nacional


de Derechos Humanos de Santafé de Bogotá, calificó el mérito probatorio
del sumario, acusando, entre otros, a JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO como presunto coautor responsable de homicidio agravado,
tentativa de homicidio, porte ilegal de armas de defensa personal, hurto
agravado y utilización ilícita de equipos de comunicaciones y trasmisores
o receptores (fs. 172 y ss. c. 19).

20
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

El 11 de noviembre de 1998, el Jefe de Secretaría de la Unidad Nacional


de Derechos Humanos dejó constancia en el sentido de que el doctor Ciro
Alfonso Quiroz Otero, aceptó la designación como defensor de oficio del
señor JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, la cual fue ordenada por
el Fiscal Instructor mediante proveído del 18 de septiembre de 1998. En
tal sentido, aparece la respectiva acta de posesión firmada por el doctor
Quiroz Otero (f. 216 c. 20).

Para notificar a los demás sujetos procesales se fijó el Estado No. 279, el
12 de noviembre de 1998 (f. 223 ib.).

Al haber sido recurrida por otros procesados la resolución acusatoria de


fecha 18 de septiembre de 1998, el 19 de noviembre de 1998 comenzó a
correr el traslado a los apelantes por el término de 5 días, y el 26 de
noviembre siguiente a los no apelantes. (fs. 226 y 229 Ib.).

El 26 de diciembre de 1998, a eso de las diez y media de la mañana, fue


capturado JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO en la carrera 49,
entre calles 56 A y 56, Parqueadero Metropol, de la ciudad de Medellín, a
quien los funcionarios de Policía Judicial le hicieron saber que su captura
había sido ordenada por la Unidad Nacional de Derechos Humanos de
Bogotá, por los homicidios de los funcionaros del CINEP, pese a lo cual se
identificó con una cédula falsa, expedida a nombre de “Jorge Humberto
Zapata Montoya” (fs. 270 y ss. c 20).

La resolución de acusación del 18 de septiembre de 1998, fue confirmada


por la Fiscalía Delegada ante el Tribunal Nacional, mediante proveído del
30 de abril de 1999 (fs. 201 y ss. c. o. segunda instancia Fiscalía). Esta
decisión fue comunicada al señor JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO el 11 de mayo de 1999 (f. 243 ib.).

El 4, 14 y 28 de enero de 1999, el señor GONZÁLEZ JARAMILLO solicitó


su traslado al centro de reclusión de Bellavista o Itagüí, aduciendo que

21
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

ello facilitaría las visitas de sus familiares, petición que le fue resuelta
mediante resoluciones del 28 de enero y 2 de febrero del mismo año, por
parte de la Fiscalía Delegada ante el Tribunal Nacional (fs. 117 y 121 ib.).

El 21 de enero de 1999, JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO confirió


poder a su abogado de confianza, doctor Oscar de Jesús Tobón Builes (f.
114 ib.).

Desde entonces, y durante toda la etapa del juicio, la actividad defensiva


tanto del señor GONZÁLEZ JARAMILLO como de su abogado, doctor
Tobón Builes, ha sido intensa, tal como puede constatarse, por ejemplo, a
folios 115, 116, 120, 128 y 174 del mismo cuaderno. Folios 218 y 258 c.
o. 21. Folios 29, 85, 87, 138, 164 y 190 del c. o. 23. Folios 3, 12, 22, 91 y
119 el c. o. 24.

En la sesión de audiencia pública del 7 de junio de 2000, ante la ausencia


del defensor de confianza por inconvenientes de última hora en el vuelo
Medellín Bogotá, asumió temporalmente el doctor Mario Lewis Mendoza,
y en la sesión del 7 de junio siguiente, nuevamente asumió el doctor
Tobón Builes (fs. 193 y 199 c. o. 24).

Durante la etapa probatoria del juicio, por solicitud del señor GONZÁLEZ
JARAMILLO y su defensor, fueron recibidos los testimonios de Álvaro
Meñetones Flores, Martha del Socorro Duque Gallego, Mildred Andrea
Gallego Duque, Liliana Aidé Duque Gómez, Alba Inés Duque Gallego,
Hernán Salvador Duque Gómez, Gonzalo Alberto Arenas Piedrahita y
Jairo Humberto Pareja Cardona (cuaderno original de la comisión de
Medellín).

El doctor Tobón Builes es el mismo abogado defensor que apeló la


sentencia de primera instancia, y que ahora recurre en casación.

22
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

De acuerdo con esta sinopsis procesal, resulta fácil concluir que no se ha


presentado la vulneración del derecho de defensa que alega el
casacionista, pues, como puede verse, durante todo el trámite del
proceso, el señor GONZÁLEZ JARAMILLO contó con defensa técnica, y
él personalmente, en el momento de producirse su captura, procuró
engañar a las autoridades de policía judicial presentando una
identificación falsa, y luego asumió una actitud defensiva orientada a
desvirtuar la imputación.

Así presentadas las cosas, y contrario de lo afirmado por el demandante,


es evidente que sí existió una “actividad procesal vigilante” por parte de
los defensores de oficio que actuaron en la etapa del sumario, pues ellos
personal y oportunamente se notificaron de las decisiones fundamentales
de la instrucción: la que impuso medida de aseguramiento de detención
preventiva al procesado GONZÁLEZ JARAMILLO, el cierre de la
investigación y la resolución de acusación proferida el 18 de septiembre
de 1998.

En cuanto tiene que ver con la resolución que dispuso el cierre de


investigación, conviene recordar que en el expediente aparece constancia
suscrita por el Secretario de la Unidad Nacional de Fiscalías de Derechos
Humanos, donde informa que éste se comunicó con la oficina del doctor
Miguel Antonio Cabezas, “con el fin de notificarle la resolución del cierre
de investigación" (f. 90 ib.).

Las normas que regulaban la justicia regional, que en aquella época


estaba vigente por virtud del Decreto 2790 de 1990, modificado por el
artículo 1º del Decreto 99 de 1991, a su turno adoptado como legislación
permanente por medio del Decreto Extraordinario 2271 de 1991, artículo
4º, disponían que el cierre de investigación se declaraba por auto de
sustanciación que se “comunicaba” al sindicado detenido “por cualquier
medio eficaz”, y por estado a los demás sujetos procesales y parte civil
reconocida. Tal proveído “no era susceptible de recurso alguno”, y

23
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

simplemente se debía ordenar un traslado común de cinco (5) días para


presentar alegatos.

Por lo demás, el casacionista no demostró de qué otra manera hubiera


podido desvirtuarse, o al menos atenuarse, el compromiso penal del
procesado, si se tiene en cuenta que cuando éste fue capturado, no
obstante que los funcionarios de policía judicial le informaron que se le
estaba investigando por los homicidios de los funcionarios del CINEP, su
actitud estuvo orientada a evadir la acción de la justicia, pues pretendió
engañar a los funcionarios, simulando ser otra persona, y exhibiendo para
ello una cédula falsa; y ante este intento fallido, posteriormente fraguó una
coartada que tampoco tuvo éxito.

Si bien el derecho de defensa técnica es una garantía irrenunciable, es


claro que en este caso particular, la mera “actitud vigilante” del proceso
resulta válida, en razón de la innegable fuerza de convicción del acopio
probatorio, y la conducta procesal asumida por el procesado.

El demandante considera que los defensores de oficio debieron presentar


alegatos precalificatorios o haber recurrido la resolución de acusación, por
cuanto ésta era “fácilmente atacable”. Este reparo, a juicio de la
Procuraduría, es una mera hipótesis de trabajo que, en razón del
resultado final del proceso, ahora se añora, pero que desconoce el real
desenvolvimiento de la actuación procesal, en tanto que para ese
momento procesal ya existía prueba sólida que comprometía seriamente
la responsabilidad del procesado.

De modo que si lo anterior fue valorado en su momento por los doctores


Miguel Antonio Cabezas y Ciro Alfonso Quiroz Otero, y si ellos, como
consecuencia de tal apreciación, decidieron permanecer expectantes al
desarrollo ulterior del proceso, en espera de mejores oportunidades para
intervenir, o para formular una solicitud de fondo, es evidente que esa
actitud defensiva es válida, pues el abogado, como se ha indicado, goza

24
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

de libertad profesional para encarar a su manera la labor que le ha sido


encomendada, atendidas ex ante las vicisitudes de cada proceso, sin que
sea viable que otro profesional del derecho posteriormente la descalifique,
por considerarla equivocada desde su perspectiva intelectual, y en una
valoración ex post.

Así las cosas, y en síntesis, para esta Delegada es claro que no se


vulneró el derecho de defensa, de un lado, porque el expediente muestra
una “actitud vigilante” de los defensores de oficio, en tanto que éstos se
notificaron personalmente de las principales decisiones del sumario, lo
cual, en casos como éste, es considerado por la jurisprudencia como
suficiente para tener por garantizado el derecho de defensa técnica; y del
otro, porque legalmente no está permitido que un abogado descalifique la
labor defensiva de su antecesor, simplemente por considerar que éste
debió presentar alegatos precalificatorios, o porque “era fácil” haber
recurrido la resolución acusatoria.

En la etapa del juicio, por lo demás, existió una labor mancomunada e


intensa por parte del procesado y su abogado de confianza, en procura de
desvirtuar la imputación formulada por la fiscalía regional, sin que ello
hubiese sido posible, lo cual -contrariamente a lo afirmado ahora por el
mismo abogado- demuestra la contundencia de la resolución acusatoria,
razón adicional para considerar la actitud pasiva pero vigilante de los
defensores oficiosos, como una estrategia válida desde el punto de vista
del derecho de defensa técnica.

En consecuencia, el cargo no está llamado a prosperar.

3.1.2. Indebida motivación de la resolución acusatoria y los fallos de


instancia (cuarto motivo de nulidad de la demanda).

El demandante considera que el proceso es nulo desde la resolución


acusatoria, porque a su juicio no precisaron el grado de participación y

25
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

culpabilidad del procesado JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, ni el


aporte específico a las conductas punibles que se le atribuyen. Agrega
que el fallo de primer grado evade referirse al tema de la división material
del trabajo delictivo, y la sentencia del Tribunal modifica la hipótesis del
aporte criminal atribuido a GONZÁLEZ JARAMILLO. Por consiguiente, las
dos sentencias y la resolución acusatoria carecen de fundamentación
lógica y probatoria, todo ello por cuenta de la falta de claridad, indebida
motivación y anfibología de la resolución de acusación, lo cual apareja
una evidente vulneración del debido proceso.

Así presentado el reproche, la demanda cuestiona simultáneamente la


validez de los fallos de instancia por “falta de fundamento lógico y
probatorio”, y la resolución acusatoria por “falta de claridad, indebida
motivación y anfibología”. El motivo central de inconformidad, sin
embargo, parece ser la falta de motivación de la resolución de acusación,
en tanto que el demandante termina solicitando la invalidez de la
actuación desde tal providencia, con el fin de que se califique de nuevo el
sumario con observancia de los requisitos que imponen una debida
motivación.

En tal sentido, conviene advertir que si el casacionista pretendía plantear


la falta de fundamentos probatorios de los fallos de instancia,
específicamente en lo relacionado con el tema del aporte criminal
atribuido a GONZÁLEZ JARAMILLO, dentro de la empresa criminal que
culminó con la muerte de los funcionarios del CINEP, la vía adecuada tal
vez habría sido la causal primera, bien por error de hecho o de derecho,
en cualquiera de sus modalidades.

El demandante dice además que la decisión ilógica de los falladores


deviene de la falta de motivación de la resolución de acusación, y
entonces ha debido demostrar también, en este punto concreto, que la
indeterminación, o la motivación ambigua o anfibológica, definitivamente

26
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

le imposibilitó al procesado defenderse en el juicio de la concreta


imputación contenida en el pliego de cargos.

La jurisprudencia penal ha aceptado la nulidad de la resolución acusatoria


por falta de motivación, como remedio extremo, únicamente cuando se
demuestra uno cualquiera de los siguientes eventos:

- Cuando carece totalmente de motivación, por omitirse las razones


de orden fáctico y jurídico que la sustentan;

- Cuando la fundamentación es incompleta, es decir, cuando el


análisis de uno cualquiera de estos dos aspectos (fáctico o jurídico)
es deficiente al punto que no permite su determinación;

- Cuando la argumentación resulta dilógica o ambivalente, es decir,


se sustenta en argumentaciones contradictorias o excluyentes que
impiden conocer su verdadero sentido; o

- Cuando la motivación es aparente o sofística, es decir, que surge


como consecuencia de una valoración incompleta de la prueba, lo
cual permite construir una realidad diferente a la ocurrida,
arribando así a conclusiones abiertamente equivocadas 3.

La importancia de precisar una cualquiera de estas modalidades, radica


en que cada una de ellas puede conducir a la anulación del proceso, pero
por diferente vía, por razón de sus rasgos particulares, y por ello la
necesidad de fundamentar el reproche de acuerdo con la naturaleza del
error, pues “en la primera el fallador no expone las razones de orden
probatorio ni los fundamentos jurídicos en los cuales sustenta su decisión;
en la segunda, omite analizar uno de los dos aspectos señalados o los
motivos aducidos son insuficientes para identificar las causas en las que
se sustenta; en la tercera las contradicciones que contiene la motivación

3
Sentencia del 13 de septiembre de 2006, Proceso 19955. M. P. Dr. Mauro Solarte Portilla.

27
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

impiden desentrañar su verdadero sentido o las razones expuestas en


ella son contrarias a la determinación finalmente adoptada en la parte
resolutiva; y, en la cuarta, la motivación del fallo se aparta abiertamente
de la verdad probada”4.

Ahora, si bien es cierto que los funcionarios judiciales en sus providencias


deben realizar el análisis de los alegatos y la valoración jurídica de las
pruebas en que ha de fundarse la decisión 5, a fin de garantizar el derecho
de contradicción, como una de las manifestaciones más importantes del
derecho de defensa y del debido proceso, también lo es que por razón del
principio de trascendencia que orienta el instituto de las nulidades 6, el
casacionista debe demostrar que por cualquiera de las causas
anteriormente anotadas, la decisión no permite de ninguna manera
comprender las razones en que ella se fundamenta, en cuanto a los
aspectos fáctico y jurídico que son la base de su estructura.

En esta labor el demandante no puede perder de vista que para


determinar los hechos, lo importante es que la decisión incorpore el
razonamiento sobre las evidencias probatorias, lo más explícito posible,
que el mismo sea cierto y no vacilante, y que no se oponga a los
postulados de la persuasión racional, de manera que materialmente
permita el debate a los sujetos procesales.

Fijados los hechos, el funcionario debe asignarles su consecuencia


jurídica, expresada sin ambigüedad, y obviamente respetando los temas
que fueron objeto esencial de la controversia, pues, de cara a la falta de
motivación, la jurisprudencia ha reiterado que “La irregularidad, sin
embargo, como todo defecto que puede conducir a la invalidación del
proceso, debe ser de contenido sustancial. No se trata de seleccionar
caprichosamente algún segmento de la sentencia para reprocharle su

4
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Sentencia de Casación Discrecional del 12 de diciembre
de 2005, proceso No. 24011, M. P. Dr. Alfredo Gómez Quinero.
5
Artículos 55 de la Ley 270 de 1996 (Estatutaria de la Administración de Justicia) y 170 del
Código de Procedimiento Penal de 2000.
6
Numeral 2º del artículo 310 de la Ley 600 de 2000.

28
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

falta de claridad o de profundidad, su ambigüedad o contradicción. El fallo


es una unidad que, si permite integralmente su comprensión y explica su
contenido, debe tenerse por suficientemente motivado,
independientemente de pequeños vacíos, incongruencias o
contradicciones que pudiera contener”7.

Aún cuando estas últimas consideraciones están referidas a la sentencia,


es evidente que son igualmente aplicables a la resolución de acusación,
toda vez que los motivos que conducen a la invalidez del proceso por falta
de motivación son esencialmente los mismos en ambos casos.

Además, debe tenerse en cuenta que la resolución de acusación en este


caso se profirió el 18 de septiembre de 1998, y se confirmó en segunda
instancia el 30 de abril de 1999, es decir, en vigencia del Decreto 2700 de
1991, que únicamente exigía la imputación fáctica y la calificación jurídica
provisional, con el señalamiento del título y el capítulo correspondientes.
La necesidad de incluir en la resolución de acusación todas las
circunstancias que influyen en la cuantificación de la sanción a imponer,
sólo fue estructurada por la jurisprudencia penal a partir de la vigencia de
Ley 600 de 2000, en razón de la nueva sistemática de este estatuto y los
principios que lo orientan.

En este orden de ideas, la Procuraduría considera que la demanda en


este caso no logra demostrar la trascendencia del yerro que formula, por
cuanto refiere falta de claridad, indebida motivación y anfibología de la
resolución de acusación, pero no desarrolla en concreto uno cualquiera
de los motivos que dan lugar a la nulidad de la resolución acusatoria, por
falta de motivación, como remedio extremo.

Si se trataba de falta de claridad por motivación incompleta ha debido


expresarlo así, y demostrar que el fiscal omitió analizar suficientemente

7
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Auto del 18 de julio de 2001, radicado No. 17.089 y
Sentencia de Casación del 3 de agosto de 2005, Proceso No. 18109, M. P. Dr. Yesid Ramírez
Bastidas, entre otras.

29
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

los fundamentos fácticos o jurídicos que sustentan su decisión, o que los


motivos aducidos no permiten entender la razón de la imputación. O si se
trataba de motivación anfibológica, entonces ha debido probar que la
motivación expuesta por el fiscal contiene contradicciones que
imposibilitan conocer el verdadero sentido de la acusación, o que las
razones expuestas en la parte motiva son contrarias a la determinación
finalmente adoptada en la parte resolutiva.

Sin atender esta exigencia metódica, el demandante atribuye al pliego de


cargos falta de precisión en cuanto al grado de participación, culpabilidad
y aporte específico del procesado JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO, en las conductas punibles que se le imputan.

Sin embargo, tampoco le asiste razón en este aspecto, pues la resolución


de acusación al respecto señaló:

“A efectos de precisar la responsabilidad de los aquí implicados, el


despacho citará y concretará a cada uno de ellos los hechos con
connotación penal, por los cuales deberán responder en la etapa de la
causa ante un Juez Regional:

JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO.

Del teléfono celular 934258539, que portaba uno de los sujetos que
ingresó aquella madrugada al edificio Quintas de la Salle, cuando
mantuvo en la portería al celador, el estudiante y el conductor del taxi,
mientras los otros individuos penetraron al apartamento de la familia
CALDERÓN ALVARADO, para masacrar inmisericordemente a sus
moradores, se realizó a las 2.02 a.m., una llamada al teléfono celular
9340721 que llevaba consigo otro de los asesinos que se encontraba en
el aludido apartamento, para advertirles de la presencia en el sector, de
una motocicleta de la policía, que coincidencialmente pasaba por allí
atendiendo un llamado rutinario.

El propietario y usuario de este teléfono celular, resultó ser JUAN


CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, de quien se averiguó en la ciudad de
Medellín, apareciendo como empelado de WALTER JOSUE ÁLVAREZ
RIVERA…

Sus relaciones con los hechos investigados, no se quedan allí, sino que
se reflejan además con el tráfico de llamadas entrantes y salientes de su
teléfono celular a las demás personas aquí vinculadas, días antes y
posteriores al de los asesinatos; por ejemplo….

30
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

Entonces, no estábamos equivocaos en que JUAN CARLOS


GONZÁLEZ JARAMILLO, aunó esfuerzos en división de trabajo con sus
compañeros, desde días antes en la organización del hecho, el
desplazamiento a Bogotá y su regreso a Medellín, a fin de cumplir
cabalmente con el trabajo sicarial encargado.

La prueba aquí es técnica e indiciaria, a partir de los documentos como


los formularios de compra y suscripción que presenta GONZÁLEZ
JARAMILLO para adquirir el celular o del registro de sus llamadas en
forma reiterada a los demás procesados, especial y gravemente, la
realizada la noche de los hechos para advertir de la presencia de los
uniformados de la Policía, que pasaron por allí coincidentemente y lo
cual está respaldado por el dicho de los testigos que permanecieron
reducidos en su inmovilidad en la portería del edificio.

Entonces no es descartable la presencia de JUAN CARLOS GONZÁLEZ


JARAMILLO, en aquella madrugada en el sitio de los hechos, pues
téngase en cuenta que estos testigos, solo vieron a uno de los miembros
del grupo de sicarios que penetraron al edificio, los tres restantes que
subieron al apartamento y el que permaneció en el automotor
esperándolos, a pesar de que llevaban sus rostros descubiertos, no
pudieron ser observados de cerca, pues precisamente al ser sometidos a
la indefensión en la portería sólo observaron a quien les apuntaba y
luego realizó la llamada…. (subrayamos - fs. 193 a 197 c. o. 19).

Y en la parte resolutiva, la Fiscalía dispuso:

PRIMERO: Proferir Resolución de Acusación en contra de JUAN


CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO alias EL COLORADO, como presunto
coautor responsable del concurso de delitos de homicidio agravado en
concurso homogéneo y simultáneo con los delitos de tentativa de
homicidio, porte ilegal de armas de defensa personal, hurto agravado y
utilización ilícita de equipos de comunicaciones y transmisores o
receptores, de acuerdo a lo considerado en la parte motiva de este
proveído y a lo previsto en el artículo 441 del Código de Procedimiento
Penal.

De estos delitos trata el código penal en su libro segundo, título XIII,


capítulo I, bajo la denominación genérica de delitos contra la vida y la
integridad personal. El título V, capítulo I, bajo la denominación genérica
de delitos contra la seguridad pública. Título XIII, Capítulo I, bajo la
denominación genérica de delitos contra el patrimonio económico y por
el artículo 16 del decreto 180 de 1988, declarado como legislación
permanente por el artículo 4º del decreto 2266 de 1991….” (subrayamos
- fs. 220 y 221 ib.) .

31
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

La Fiscalía de segunda instancia, como se sabe, confirmó esta decisión,


mediante resolución del 30 de abril de 1999 (fs. 201 y ss. c. o. segunda
instancia Fiscalía).

Tan clara y coherente resulta esta imputación de la Fiscalía en sus


aspectos fácticos, probatorios y jurídicos, que ella fue objeto de amplia
controversia en el juicio, en segunda instancia, y ahora en casación, por
parte del procesado GONZÁLEZ JARAMILLO y su abogado de confianza,
doctor Tobón Builes.

El expediente indica en efecto que, frente a la contundencia de los cargos


formulados en la resolución de acusación, el señor GONZÁLEZ
JARAMILLO pretendió demostrar que el día de los hechos no se
encontraba en Bogotá, sino en Medellín en una reunión familiar
celebrando el día de la madre. En este sentido, en su segunda
intervención procesal, en desarrollo de la audiencia pública, solicitó
entonces que se recibieran varios testimonios de parientes y amigos
suyos, tales como Álvaro Muñetones Flores, Martha del Socorro Duque
Gallego, Mildred Andrea Gallego Duque, Liliana Aidé Duque Gómez, Alba
Inés Duque Gallego, Hernán Salvador Duque Gómez, Gonzalo Alberto
Arenas Piedrahita y Jairo Humberto Pareja Cardona.

Tal pretensión defensiva, sin embargo, fue calificada en primera y


segunda instancia como una simple “coartada”, sin posibilidades de éxito,
por la fuerza demostrativa del caudal probatorio que se allegó al plenario
en contra de GONZÁLEZ JARAMILLO.

Es evidente que si la resolución de acusación careciera de motivación, o


si esta fuera incompleta o anfibológica, seguramente no hubiera permitido
esta controversia en el juicio, pero ello no fue así, como lo demuestran los
argumentos razonables que la Fiscalía consignó en la providencia, a
efectos de estructurar la imputación fáctica y jurídica contra GONZÁLEZ
JARAMILLO.

32
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

En suma, el casacionista no atendió las formalidades lógico objetivas


exigidas por la jurisprudencia para esta clase de reproches, ni demostró la
manera como la supuesta falta de motivación que alega, habría impedido
al procesado defenderse en el juicio de la imputación fáctica y jurídica
efectuada por la Fiscalía, y por consiguiente, ha de concluirse que el
reparo es inane.

El cargo en consecuencia no puede prosperar.

3.1.3. Violación del derecho de defensa, por haber negado solicitud


de pruebas durante el trámite del recurso de apelación interpuesto
contra el fallo de primera instancia (segundo motivo de nulidad de la
demanda).

El demandante considera que para acceder a la verdad material, el juez


está en la obligación de decretar, o al menos incorporar al proceso, las
pruebas que surjan después del fallo de primer grado y antes de la
sentencia de segunda instancia, pues en su opinión, es la única manera
de adoptar racionalmente una decisión de fondo que resuelva la
controversia planteada, en la que prime el derecho sustancial y el valor
justicia, como lo ordena el artículo 228 de la Constitución Política.

Por consiguiente, solicita a la Corte casar la sentencia impugnada, y dictar


fallo absolutorio de reemplazo a favor de JUAN CARLOS GONZÁLEZ,
teniendo en cuenta que después de proferida la sentencia de primera
instancia, surgió nueva prueba que indica que los autores materiales de
los hechos aquí investigados fueron los miembros de la “Banda la
Terraza”, y el autor intelectual Carlos Castaño Gil.

En relación con este aspecto, el Tribunal Ad quem recordó que el derecho


al debido proceso es una de las garantías supremas del ciudadano, y
como tal, está orientado a protegerlo de los excesos que eventualmente

33
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

pueda cometer la autoridad que conoce y resuelve una situación jurídica


concreta sometida a su decisión. En desarrollo de esta garantía
constitucional, tanto el Código de Procedimiento Penal de 1991 como el
de 2000, disponen una serie de reglas para que el proceso pueda
desarrollarse, desde su inició hasta su terminación, acorde con una serie
de actos procesales preclusivos que se cumplen en forma sucesiva,
siendo unos presupuesto de otros, por lo que cada uno de ellos debe
verificarse en un momento procesal concreto y determinado, a la luz de la
estructura lógica en que se enmarca el proceso penal.

El principio de preclusión de un acto procesal significa que, una vez


cumplido, no es posible volver a realizarlo, así sea con el pretexto de
mejorarlo o integrarlo con elementos omitidos en la debida oportunidad. El
debido proceso está instituido precisamente para limitar la actividad del
juez y preservar las garantías constitucionales que permitan un orden
social justo, a través de una sucesión ordenada y preclusiva de actos, que
no son pasos de simple trámite, sino verdaderos actos procesales
metodológicamente orientados a obtener la declaración de justicia
material contenida en la sentencia que le pone fin al proceso. Por ello
entonces, tales actos son reglas legalmente preestablecidas, que de
ninguna manera puede reemplazar el arbitrio judicial.

Con razón el Tribunal señaló que durante el Trámite del recurso de


apelación interpuesto contra la sentencia de primera instancia -que en
este caso fue sustentado oralmente- no se pueden practicar pruebas, en
tanto que carecería de sentido la segunda instancia, pues el A quo toma
la decisión con base en el acervo probatorio oportunamente recaudado
durante las etapas de instrucción y de juzgamiento, y es precisamente ese
caudal probatorio el que es objeto de revaloración por parte del Ad quem
en el curso de la segunda instancia, a fin de verificar si es legal y jurídica
la decisión tomada en primera instancia, y si en consecuencia, debe
mantenerse o revocarse. El Tribunal al respecto agrega:

34
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

“No tendría sentido la apelación, si se cambia el cúmulo probatorio que


sirvió de base a la primera instancia para adoptar determinadas
decisiones, por cuanto las que se tomaran en segunda instancia
necesariamente tendrían otro fundamento probatorio: el practicado en la
segunda instancia. Así las cosas, le está vedado al Juez Ad-quem tener
en la cuenta pruebas diferentes a las que han servido de base a las
decisiones tomadas en primera instancia por el juez A-quo. No se olvide
que la Constitución Nacional en el último inciso del artículo 29 dispone
que …“… es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación
del debido proceso…”, y no cabe dudar, que la prueba practicada en
segunda instancia durante el trámite del recurso de apelación interpuesto
contra la sentencia de primer grado, sería de tal estirpe, por cuanto que,
para su aducción habría que violentar el debido proceso” (pág. 59
Sentencia impugnada).

A pesar de ello, el Tribunal, “en gracia de discusión”, estimó que aún en el


supuesto de que el video y las imágenes impresas de la llamada “Banda
de la Terraza” pudieran ser valoradas en segunda instancia, ninguna
trascendencia tendrían, por cuanto las pruebas que demuestran la
responsabilidad del señor JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, legal
y oportunamente recaudadas, “tienen mayor alcance probatorio que las
gaseosas afirmaciones del vocero de la banda “La Terraza” (págs. 59 a
62 ib.).

Los argumentos del Tribunal relacionados con la imposibilidad de


practicar pruebas durante el trámite de la segunda instancia, encuentran
respaldo en la postura mayoritaria de la Sala de Casación Penal de la
Corte Suprema de Justicia, la cual, en el proceso adelantado por la
muerte del senador Manuel Cepeda Vargas, en el cual también se atribuía
la participación de Carlos Castaño Gil, señaló:

“1. El inciso 2º del artículo 29 de la Constitución Política estipula que


nadie podrá ser juzgado sino conforme a las leyes preexistentes al acto
que se le imputa, ante juez o tribunal competente y con observancia de
la plenitud de las formas propias de cada juicio.

Esa garantía fundamental impide a los funcionarios judiciales apreciar un


medio de convicción que no haya sido legal y oportunamente allegado al
proceso, o cuando se hubiese obtenido con violación de los derechos
fundamentales.

De ahí que para los jueces de esta causa, incluida la Sala de Casación
Penal, el contenido del libro “Mi Confesión” sencillamente no existe en

35
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

términos jurídicos, y por lo mismo no se puede derivar de esa


información ningún efecto sobre el juzgamiento de CARLOS CASTAÑO
GIL.

5. Sin embargo, es la propia normatividad la que prevé la solución –por


dentro del sistema jurídico- para un caso como el presente: la acción de
revisión es el medo idóneo y eficaz para que quien acredite interés
jurídico pueda debatir los tópicos inherentes al eventual carácter de
prueba que pudiera tener el libro “Mi confesión” escrito, no por el señor
CARLOS CASTAÑO GIL, sino por el comunicador social Mauricio
Aranguren Molina”8.

Así las cosas, a juicio de la Procuraduría, el reproche en este caso carece


de fundamento, y por tanto, deberá ser desestimado.

3.1.4. Violación del principio de congruencia (tercer motivo de


nulidad de la demanda).

El casacionista considera que se violó el principio de congruencia, ya que


los jueces de instancia condenaron a GONZALEZ JARAMILLO por un
comportamiento distinto del que le fuera imputado en la resolución
acusatoria. Dice que la Fiscalía imputó a JUAN CARLOS GONZÁLEZ
específicamente el haber utilizado el celular No. 934258539, cuando
mantuvo sometidos en la portería al celador, al estudiante y al conductor
del taxi, mientras los dos individuos penetraron al apartamento de la
familia Calderón Alvarado para masacrarlos.

Sin embargo, la sentencia de primera instancia omitió tratar este tema, y


el Tribunal de Bogotá estima que como los testigos no estaban en
capacidad de describir a los tres asesinos que subieron al séptimo piso, y
entonces JUAN CARLOS GONZÁLEZ fue uno de ellos, con lo cual
cambia el marco fáctico de la imputación que fijó la resolución acusatoria.

8
Sentencia de Casación del 10 de noviembre de 2004, Proceso No. 18428, M. P. Dr. Edgar
Lombana Trujillo, con salvamento parcial de voto de los magistrados Herman Galán Castellanos,
Álvaro Orlando Pérez Pinzón y Mauro Solarte Portilla.

36
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

El planteamiento de la demanda, así presentado, es a todas luces


sofístico, y por ende, carente de fundamentación razonable.

En verdad, el fundamento fáctico de la resolución de acusación es del


siguiente tenor:

“Del teléfono celular 934258539, que portaba uno de los sujetos que
ingresó aquella madrugada al edificio Quintas de la Salle, cuando
mantuvo en la portería al celador, el estudiante y el conductor del taxi,
mientras los otros individuos penetraron al apartamento de la familia
CALDERÓN ALVARADO, para masacrar inmisericordemente a sus
moradores, se realizó a las 2.02 a.m., una llamada al teléfono celular
9340721 que llevaba consigo otro de los asesinos que se encontraba en
el aludido apartamento, para advertirles de la presencia en el sector, de
una motocicleta de la policía, que coincidencialmente pasaba por allí
atendiendo un llamado rutinario.

El propietario y usuario de este teléfono celular, resultó ser JUAN


CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, …

La prueba aquí es técnica e indiciaria, a partir de los documentos como


los formularios de compra y suscripción que presenta GONZÁLEZ
JARAMILLO para adquirir el celular o del registro de sus llamadas en
forma reiterada a los demás procesados, especial y gravemente, la
realizada la noche de los hechos para advertir de la presencia de los
uniformados de la Policía, que pasaron por allí coincidentemente y lo
cual está respaldado por el dicho de los testigos que permanecieron
reducidos en su inmovilidad en la portería del edificio.

Entonces no es descartable la presencia de JUAN CARLOS GONZÁLEZ


JARAMILLO, en aquella madrugada en el sitio de los hechos, pues
téngase en cuenta que estos testigos, solo vieron a uno de los miembros
del grupo de sicarios que penetraron al edificio, los tres restantes que
subieron al apartamento y el que permaneció en el automotor
esperándolos, a pesar de que llevaban sus rostros descubiertos, no
pudieron ser observados de cerca, pues precisamente al ser sometidos a
la indefensión en la portería sólo observaron a quien les apuntaba y
luego realizó la llamada…. (subrayamos - fs. 193 a 197 c. o. 19).

Siendo así las cosas, contrariamente a lo afirmado por el casacionista, lo


que la Fiscalía concluyó fue lo siguiente:

1. Que en el preciso momento en que se estaban ejecutando los


homicidios (2:02 a.m.), el delincuente que se quedó en el primer
piso del edificio (sin especificar cuál), llamó por el teléfono celular
No. 934258539 a los otros asesinos que estaban en el séptimo

37
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

piso, y que a su turno portaban el teléfono celular 9340721, para


advertirles de la presencia de la policía.
2. El propietario del teléfono No. 934258539 resultó ser JUAN
CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO.
3. Lo anterior está probado con prueba técnica e indiciaria, a partir de
documentos como los formularios de compra y suscripción del
citado teléfono, el registro de sus llamadas en forma reiterada a los
demás procesados, y, en especial, y gravemente, la realizada la
noche de los hechos.
4. Los testigos que permanecieron reducidos en la portería del primer
piso (celador, estudiante y conductor del taxi), corroboran la
llamada telefónica que hizo uno de los delincuentes (el que se
quedó en el primer piso), para advertir a los otros asesinos (los que
estaban en el séptimo piso) de la presencia de la policía que a esa
hora coincidencialmente pasaba por allí.
5. De lo anterior se colige entonces que: no es descartable la
presencia de JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, en aquella
madrugada en el sitio de los hechos, …

La Fiscalía entonces en ningún momento afirmó, y menos


concluyentemente, como lo pretende acreditar el demandante, que JUAN
CARLOS GONZÁLEZ hubiera sido la persona que se quedó en el primer
piso amenazando con arma de fuego al portero, estudiante y taxista,
mientras los demás integrantes del grupo de sicarios ejecutaban los
repudiables homicidios en el séptimo piso, o que él hubiese realizado la
aludida llamada telefónica. No. Lo que sí aseguró categóricamente fue
que “no era descartable la presencia de JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO, en aquella madrugada en el sitio de los hechos”, pues la
prueba técnica, indiciaria y testimonial analizada, así lo indicaba en ese
momento del proceso.

Así las cosas, que JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO se hubiera


quedado en el primer piso, o que hubiera ido al séptimo piso, es

38
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

indiferente a la hora de atribuir responsabilidad penal, pues para estos


efectos, lo verdaderamente importante es que la Fiscalía concluyó que no
se podía descartar su presencia en el sitio de los hechos, a la hora en que
ésos tuvieron ocurrencia, lo cual por lo demás fue ampliamente
controvertido en el juicio.

En efecto, el juez de primera instancia valoró no sólo las pruebas que


sirvieron de fundamento a la acusación de la Fiscalía, sino además las
que se llevaron al juicio, como por ejemplo: las constancias de las
reiteradas llamadas efectuadas en Bogotá desde el celular de JUAN
CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, antes y después de sucedidos los
hechos, a los demás implicados en este proceso; lo ocurrido al momento
de su captura en Medellín; los testimonios de sus familiares y amigos, a
través de los cuales se pretendió probar que JUAN CARLOS GONZÁLEZ
para el momento en que se sucedieron los hechos se encontraba en
Medellín y no en Bogotá, etc. Y al final concluyó:

“Las motivaciones que anteceden nos dan certeza en relación con la


responsabilidad del acusado, en la medida en que resaltan, que este
personaje (JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO) fue uno de los
integrantes del grupo de sicarios que no solo participó en las horas de la
noche del 18 de mayo de 1997, en el hurto del automóvil Renault 9, color
blanco previamente hurtado, sino que además, en la madrugada del 1 de
mayo de 1977 segó la vida de la pareja Calderón – Alvarado, del padre
de Elsa Constanza, e hirieron de muerte a su madre Elsa Alvarado de
Pantoja, por lo que se proferirá en su contra SENTENCIA
CONDENATORIA por los delitos considerados en la acusación” (el
paréntesis y las subrayas son nuestras - f. 141 c. o. 26).

El Tribunal después amplió el análisis probatorio, e igualmente señaló:

“Así las cosas, al establecerse que probatoriamente se ha infirmado la


coartada presentada por el procesado, no es descartable ni
descabellado afirmar que el señor Juan Carlos González Jaramillo,
recorrido delincuente, perteneciente a la banda del barrio el Socorro de
Medellín, formaba parte de los ejecutores materiales que llevaron a cabo
los asesinatos de los investigadores del CINEP. La valoración conjunta
de las pruebas que contiene la investigación llevan a la Sala a
considerar que existe certeza para declarar la responsabilidad del
procesado y por ende confirma la sentencia emitida por la funcionaria A-
quo, salvo lo relacionado con las conductas punibles de hurto calificado,

39
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

porte ilegal de armas, que por hallarse prescritas así se declarará,


ordenándose cesar todo procedimiento por las mismas y a favor del
procesado” (resaltamos – pág. 136 sentencia de 2ª. Instancia).

De manera entonces que independientemente de que GONZÁLEZ


JARAMILLO se hubiera quedado en el primer piso, o hubiese ido al
séptimo, o lo que es lo mismo, que de propia mano hubiera disparado
contra los investigadores del CINEP, o vigilado al portero, estudiante y
taxista, mientras sus compañeros disparaban contra aquellos, lo
incontrovertible es que, en cualquiera de los dos casos, “fue uno de los
integrantes del grupo de sicarios” o “formó parte del grupo de ejecutores
materiales que llevaron a cabo los asesinatos de los investigadores del
CINEP”.

Así las cosas, resulta ostensible que la imputación fáctica efectuada tanto
por la Fiscalía como por los falladores, no sólo es idéntica, sino además
de una claridad meridiana.

Igual ocurre con la imputación jurídica, pues el señor JUAN CARLOS


GONZÁLEZ JARAMILLO, alias “El Colorado”, fue condenado por los
mismos delitos que se le imputaron en la resolución de acusación, es
decir, como coautor del concurso de delitos de homicidio y tentativa de
homicidio agravados, en tanto que por los punibles de utilización ilícita de
equipos trasmisores o receptores, hurto calificado y porte ilegal de armas
de defensa personal, el Tribunal declaró la prescripción (fs. 220 c. o. 19;
175 c. o. 26; y 407 c. o. Tribunal).

En consecuencia, este último cargo de nulidad tampoco tiene vocación de


éxito.

3.2. Causal Primera: violación indirecta de la ley sustancial

Por la vía de la Causal Primera de Casación, el demandante postula


cuatro cargos por falso juicio de existencia y uno por falso raciocinio. La

40
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

Delegada, con el fin de evitar repeticiones innecesarias, los responderá de


la siguiente manera:

3.2.1. Cargos Uno a Cuatro: falso juicio de existencia.

En el primero el censor aduce que el fallador omitió valorar la


certificación expedida por el Fiscal Delegado ante la Unidad Nacional de
Derechos Humanos en desarrollo de la indagatoria rendida por Efraín
Fernando González Jaramillo el 29 de diciembre de 1998, en la cual puso
de presente que dicho individuo padecía de una perturbación funcional
permanente en su extremidad inferior derecha, que lo obligaba a caminar
cojeando.

En el segundo alega falso juicio de existencia por suposición, ya que a su


juicio, el juzgador consideró probado que para el 18 de mayo de 1997 ya
estaba institucionalizada en Colombia la celebración del “Día de la
Madre”, el segundo domingo del mes de mayo, cuando eso es falso,
porque sólo hasta en el año 2001 se intentó institucionalizar ese día por el
Congreso, y sobre este yerro se sustentó de manera especial la condena.

En el tercero el demandante estima que el fallador omitió apreciar el


informe de captura de Efraín Fernando González, en el cual se indica que
le fue decomisada una pistola. Esta omisión es trascendente porque el
hombre cojo que intervino en esos hechos, intimidó a los testigos con una
pistola, mientras avisaba por celular a sus compañeros de sicariato sobre
la presencia de la Policía, lo cual indica que Efraín Fernando González
habría sido tal individuo.

Y en el cuarto el censor dice que el juzgador omitió valorar el registro de


llamadas efectuadas desde el teléfono número 934258539 -comprado por
JUAN CARLOS GONZÁLEZ en diciembre de 1996-, entre las cuales
aparecen varias al teléfono fijo 2547055 de Medellín, donde residía
Maribel Duque Cano, compañera permanente de Efraín Fernando

41
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

González. Tales llamadas indican que el celular involucrado en los


homicidios se encontraba en poder de Efraín Fernando González, pues
aquella dama era su compañera permanente y madre de su pequeño hijo.
La importancia de esta prueba radica en que de haberse valorado en
conjunto con los demás elementos de juicio, habría impedido a los
juzgadores condenar a un inocente.

En síntesis, el demandante alega que si los juzgadores hubieran valorado


en conjunto todos estos elementos de prueba, la sentencia
indefectiblemente habría sido absolutoria en favor de JUAN CARLOS
GONZÁLEZ JARAMILLO, quien siempre manifestó que el día de los
hechos se encontraba en Medellín celebrando el día de la madre, y que el
teléfono que compró en diciembre de 1996 realmente quedó para el uso y
manejo de su hermano Efraín Fernando González Jaramillo. Dicho
teléfono -según los testigos Arnulfo Mora, Víctor H. García Pulido y
Leonardo Botiva-, fue usado en el lugar de los homicidios por un “hombre
cojo” para avisar a los otros miembros de la banda sobre la presencia de
la policía, y en dicha descripción, según el casacionista, solo cabe Efraín
Fernando González Jaramillo.

La Procuraduría en primer término estima conveniente recordar que el


falso juicio de existencia puede presentarse por omisión o por suposición.
El primero surge cuando el Juez omite la valoración de la prueba
legalmente aportada al proceso, y el segundo cuando supone elementos
de juicio que no existen en el proceso. En cualquiera de los dos eventos,
es necesario probar que el yerro del juez es tan grave y ostensible, que
de no haberse presentado habría sido imposible llegar a la parte
resolutiva de la sentencia que se impugna, sin olvidar que los jueces en
su labor intelectual de estimar las pruebas gozan de relativa libertad,
solamente limitada por las reglas de la sana crítica.

Reiteradamente ha señalado la jurisprudencia que el falso juicio de


existencia por omisión no consiste simplemente en la ausencia de

42
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

invocación formal de la prueba que se alega como omitida en la


sentencia, sino en el desconocimiento absoluto de los contenidos
probatorios que ella suministra. Su presencia, por tanto, requiere
demostrar que si la prueba omitida se hubiese apreciado en forma
correcta, las restantes pruebas valoradas por el Tribunal no serían
suficientes para sostener el fallo impugnado.

Igual ocurre con el reproche por falso juicio de existencia por suposición,
en el cual corresponde al demandante demostrar cuál fue la prueba
supuesta, el valor persuasivo que le fue asignado, y de qué manera, al
excluirla, la decisión del Tribunal finalmente favorecería los intereses del
procesado que recurre en casación.

De no cumplirse estos presupuestos metodológicos, los reproches en uno


u otro sentido pierden consistencia, y simplemente se convierten en una
oposición informal a la valoración probatoria efectuada por el Juez
colegiado de segunda instancia, sin vocación de éxito en sede
extraordinaria de casación, tal como ocurre en el presente caso.

En efecto, lo que el actor en esencia pretende con los reproches por falso
juicio de existencia por omisión (cargos uno, tres y cuatro), es acreditar
que no fue JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO quien intervino en
los hechos objeto de este proceso, sino su fallecido hermano Efraín
Fernando González, porque este era cojo y tenía una pistola, y los
testigos (portero, estudiante y taxista), aseguran que quien los intimidó
con una pistola fue un hombre “renco” o cojo.

Y con el reproche por falso juicio de existencia por suposición (segundo


reparo), lo que pretende acreditar es que el Tribunal dio por establecido
que en Colombia el día de la madre se celebra el segundo domingo del
mes de mayo, es decir, que ello debió ocurrir el 11 y no el 18 de mayo de
1977, cuando ello no es cierto, porque en este país aún no está
legalmente institucionalizada dicha fiesta. En razón de tal suposición, el

43
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

Tribunal -según el actor- restó credibilidad a los testigos que afirmaron


que JUAN CARLOS GONZÁLEZ en la noche del 18 de mayo de 1977
estuvo en Medellín celebrando el día de la madre.

En cuanto a lo primero (faso juicio de existencia por omisión), ha de


indicarse que los reproches carecen de trascendencia, porque aún en la
hipótesis de que Efraín Fernando González hubiese intervenido en los
hechos objeto de este proceso, ello de ningún modo descarta ni
desestima la intervención de JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO,
incluso en el supuesto de que aquél hubiese sido quien realizó la llamada
telefónica desde el primer piso, o hubiese sido la persona que amenazó al
portero, estudiante y taxista con la pistola, mientras los restantes
miembros de la banda consumaban los homicidios en el séptimo piso,
como lo plantea el demandante, apoyado en las pruebas cuya valoración
ahora echa de menos.

Al respecto conviene recordar que los hermanos Efraín Fernando y JUAN


CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO fueron capturados cuando se
desplazaban juntos en la ciudad de Medellín, a eso de las 10:25 de la
mañana del 26 de diciembre de 1998, en la carrera 49, entre calles 56 A y
56, parqueadero Metropol, en cumplimiento de la orden proferida por la
Unidad Nacional de Derechos Humanos, por estar ambos sindicados de
los homicidios de los investigadores del CINEP. En ese momento, tanto
Efraín Fernando como JUAN CARLOS GONZÁLEZ se identificaron con
cédulas falsas (fs. 270 a 275 c. o. 20).

Oído en indagatoria, la Fiscalía resolvió la situación jurídica de Efraín


Fernando González el 7 de enero de 1999, con medida de aseguramiento
de detención preventiva sin beneficio de excarcelación, por los delitos de
falsedad material de particular en documento público, uso de documento
público falso, porte ilegal de armas y conservación de sustancia
estupefaciente. En la misma providencia se dispuso tramitar por separado
la investigación contra Efraín Fernando González, y en tal virtud se

44
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

compulsaron copias ante la Fiscalía Seccional de Medellín. (fs. 42 a 58 c.


o. 21).

Efraín Fernando González, quien “comandaba” la banda de delincuentes


del Barrio el Socorro de Medellín, de la cual formaba parte JUAN
CARLOS GONZÁLEZ, fue asesinado a mediados del mes de octubre de
1999 (pág. 133 fallo de segunda instancia).

El 18 de mayo de 2000 -después de la muerte de Efraín Fernando-, JUAN


CARLOS GONZÁLEZ afirmó que quien realmente utilizaba el celular que
él compró era su hermano Efraín Fernando (fs. 119 a 125 c. o. 24). El
Tribunal, sin embargo, consideró que ello no es cierto, porque el propio
Efraín Fernando en su indagatoria lo desmiente:

“Téngase bien presente como Efraín Fernando González Jaramillo, a


quien el proceso muestra no como el simple ciudadano dedicado a la
venta de “mercancías” que traía de Maicao, sino como el activo
delincuente que formaba parte de una de las bandas de delincuencia
común que operaba en las zonas marginales de Medellín, a quien le tocó
salir huyendo del barrio el Socorro debido al enfrentamiento que sostuvo
con la banda de los “kukitas”, en su versión de indagatoria (folios 291 y
ss del cuaderno original No. 20) desautoriza por completo el discurso
expresado por su hermano Juan Carlos y coloca de manifiesto que el
planteamiento hecho por su hermano está al margen de la verdad, pues
refiere que Juan Carlos por medio de Walter Álvarez decidió sacar un
celular para el trabajo de las cocinas integrales y por lo que sabe, él
(Juan Carlos) no era capaz de pagar ese celular “… y él decidió volverlo
a vender a MARTIN, el alias de él es el PILLO, a ese muchacho lo
asesinaron más o menos en el mes de AGOSTO DE 1997, por lo que yo
tengo entendido el no le acabó de pagar el celular y nunca quiso hacer
traspaso, hasta el día que lo asesinaron…” (las mayúsculas sostenidas
son originales del texto citado).

En este orden de ideas, debe decir la Corporación que los argumentos


que expone el letrado defensor del ciudadano González Jaramillo
quedan en el vacío y no tiene vocación de prosperidad. Frente a la
verdad que muestra el proceso cómo poder argumentar que el teléfono
celular No. 934258539 que comprara Juan Carlos González Jaramillo
era usado por Efraín Fernando y Martín Nolasco Pulgarín? Por el
contrario, el proceso pone en evidencia que este teléfono siempre estuvo
en poder de Juan Carlos, incluso luego de haberse realizado los
homicidios de los investigadores del CINEP” (pág. 127 c. o. fallo del
Tribunal).

45
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

Lo anterior naturalmente no descarta la posibilidad de que Efraín


Fernando González hubiera intervenido en los hechos objeto de este
proceso -como lo advierte el demandante-, y que en tal virtud esa
madrugada, dentro de la división de trabajo criminal, hubiese sido quien
efectuó la llamada desde el referido celular para alertar a sus compañeros
del séptimo piso de la ocasional presencia de la policía en el lugar. Desde
luego, tampoco descarta la intervención de JUAN CARLOS GONZÁLEZ,
como en efecto ocurrió según la realidad probatoria.

Lo que tal análisis demuestra es que las explicaciones que este último
ofreció en relación con la propiedad y tenencia del teléfono celular No.
934258539, y de que “no sabía cuáles eran las actividades de su
hermano”, solo que “vendía ropa”, carecen de soporte probatorio en el
dossier, independientemente de quien hubiera realizado la aludida
llamada la madrugada de los hechos.

En relación con el segundo aspecto alegado por el demandante (falso


juicio de existencia por suposición), referido al hecho de que el Tribunal
supuso que en Colombia se celebra el día de la madre el segundo
domingo del mes de mayo, cuando ello no es cierto porque no está
legalmente institucionalizado, la Delegada considera que igualmente tal
dato carece de importancia, toda vez que el Tribunal -para descartar la
“coartada” propuesta por el procesado- fundamentalmente tuvo en cuenta
la falta de credibilidad de los “testigos” que fueron llevados al juicio con tal
fin: Álvaro Muñetones Flores, Martha del Socorro Duque Gallego, Mildred
Andrea Gallego Duque, Liliana Aidé Duque Gómez, Alba Inés Duque
Gallego, Hernán Salvador Duque Gómez, Gonzalo Alberto Arenas
Piedrahita y Jairo Humberto Pareja Cardona.

Si bien el Tribunal señaló que de acuerdo con las costumbres comerciales


y la sociedad de consumo, (y no con la ley, como hábilmente lo enfatiza el
demandante), el día de las madres universalmente se celebra el segundo
domingo del mes de mayo, el cual correspondió al 11 de mayo de 1977, y

46
Cas. Nº 23974
Juan Carlos González Jaramillo

no al 17 de mayo, como lo señaló el procesado, lo cierto y


verdaderamente importante es que desvirtuó la coartada de GONZÁLEZ
JARAMILO, a través del detenido examen a la versión de los citados
“testigos”, la mayoría de ellos familiares de la compañera permanente de
JUAN CARLOS GONZÁLEZ. Así abordó su análisis:

“Como toda “coartada” que se respete requiere ser probada, obsérvese


que se traen al proceso una serie de socorridos “testigos” con el objeto
de afianzar y corroborar los argumentos que en forma “corregida”
expusiera el señor Juan Carlos González en su segunda salida
procesal, en la cual, tal vez, luego de haber recibido alguna preparación
que le hace ver los “errores” en que había incurrido, es que procede a
citar los nombres de quienes deberán declarar” (pág. 130 fallo
impugnado).

Tras resaltar las extrañas coincidencias (o buena labor abogadil), y la


prodigiosa memoria de los “testigos”, pese a declarar tres años después
de la supuesta “fiesta de la madre”, el Tribunal desechó el valor probatorio
de estos declarantes, no solo porque dicha fiesta debió ocurrir el 11 de
mayo de 1977, sino esencialmente porque ellos “no merecen ninguna
seriedad, atendibilidad y mucho menos credibilidad” (págs. 130 a 132
ibídem). Es decir, desechó los aludidos testimonios, no por haber incurrido
en la suposición que anota el demandante, sino por ser inverosímiles los
relatos que ellos aportan.

Álvaro Muñetones, padrino de confirmación de JUAN CARLOS


GONZÁLEZ, dijo, por ejemplo, que no había estado en la fiesta, pero que
desde su casa lo había viso pasar “bastante mariado” ese 18 de mayo de
1977, como a las dos y pico de la mañana, y que lo llevaban su esposa y
la suegra. El Tribunal, al respecto señaló: “Este “testigo” vigilante y
noctámbulo a morir, tres años después de tal suceso, termina
recordándolo como si hubiese acontecido el día anterior, lo evoca por una
tríada de detalles: era el día de la madre, por los mariachis y por ver a
Juan tomado. Mientras que el procesado González Jaramillo refiere que
salió de la “reunión” a las 3 ½ de la mañana y lo llevaban su suegra,
esposa y una tía,…”. En seguida el Tribunal continúa con el análisis de

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Juan Carlos González Jaramillo

los otros testigos (Martha del Socorro Duque Gallego, Mildred Andrea
Gallego Duque, Liliana Aidé Duque Gómez, Alba Inés Duque Gallego,
Hernán Salvador Duque Gómez, Gonzalo Alberto Arenas Piedrahita y
Jairo Humberto Pareja Cardona).

Al no haber desvirtuado en este punto la crítica testimonial del fallador de


segunda instancia, el reparo del actor, referido a la falta de
institucionalización “legal” del día de la madre, como ya lo anotamos,
carece de trascendencia.

Recapitulando entonces, para concluir en la responsabilidad de JUAN


CARLOS GONZÁLEZ, además de estos indicios, el Tribunal tuvo en
cuenta otros elementos de juicio, como por ejemplo:

1. El tráfico de llamadas entrantes y salientes de ese teléfono celular,


días antes y posteriores a los asesinatos, incluso a varios
abonados telefónicos que utilizaban otras personas implicadas en
los hechos;
2. La identificación falsa que presentó JUAN CARLOS GONZÁLEZ el
día en que fue capturado en Medellín;
3. En un enfrentamiento armado entre bandas de Medellín, en el que
también habría participado Efraín Fernando González, alias
“Nando”, JUAN CARLOS GONZÁLEZ estuvo a punto de ser
eliminado el 25 de julio de 1997, precisamente cuando huía con
Eduardo Gutiérrez Cano del sitio donde fue asesinado Martín
Nolasco Pulgarín;
4. Los testigos Javier Leonardo Botiva Gil, Arnulfo Mora Corredor y
Víctor Hernando García Pulido, confirman la llamada telefónica que
hizo uno de los delincuentes, (el que se quedó en el primer piso)
para advertir a los otros asesinos (los que fueron al séptimo piso),
sobre la presencia de la policía que a esa hora coincidencialmente
pasaba por allí. Esa llamada, como se sabe, fue realizada del

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Juan Carlos González Jaramillo

teléfono celular No. 934258539 de propiedad de JUAN CARLOS


GONZÁLEZ JARAMILLO;
5. Los rasgos morfológicos de quien se quedó custodiando a estas
personas “indiscutiblemente no corresponden a los del señor JUAN
CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO”. Los tres declarantes no hacen
referencia de los otros delincuentes, porque “la luz estaba
apagada”, empero, Botiva Gil afirma que los tres que subieron
“eran más corpulentos”, lo cual, unido al conjunto probatorio, no
descarta la intervención de JUAN CARLOS GONZÁLEZ.
6. Y finalmente, el análisis pormenorizado de los testimonios de
Álvaro Muñetones Flores, Martha del Socorro Duque Gallego,
Mildred Andrea Gallego Duque, Liliana Aidé Duque Gómez, Alba
Inés Duque Gallego, Hernán Salvador Duque Gómez, Gonzalo
Alberto Arenas Piedrahita y Jairo Humberto Pareja Cardona, a
través del cual desvirtuó la “coartada” que fraguó JUAN CARLOS
GONZÁLEZ en la etapa del juicio, para demostrar que el día de los
hechos no estaba en Bogotá sino en Medellín.

A juicio de la Procuraduría, el demandante orientó sus esfuerzos a


establecer la posible intervención en los hechos objeto de este proceso de
Efraín Fernando González Jaramillo, alias “Nando”, asesinado a mediados
del mes de octubre de 1999, pero no desvirtuó el análisis probatorio a
través del cual el Tribunal concluyó en la responsabilidad penal de su
hermano JUAN CARLOS GONZÁLEZ JARAMILLO, alias “El Colorado”.

En tal virtud, la posible intervención del primero no excluye la del


segundo, y por tanto, las pruebas que el casacionista afirma fueron
omitidas o supuestas por el Tribunal, carecen de trascendencia, en cuanto
no favorecen los intereses de su representado.

En conclusión, ninguno de los reparos por error de hecho, en las


modalidades de falso juicio de existencia por omisión y por suposición,
están llamados a prosperar.

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Juan Carlos González Jaramillo

3.2.2. Quinto Cargo: falso raciocinio.

Según el actor, se infringieron las reglas de la ciencia, la lógica y la


experiencia, porque el Tribunal no valoró el conjunto de la prueba que
permitía inferir la inocencia de JUAN CARLOS GONZÁLEZ.

Afirma que en este proceso no existe prueba directa que incrimine al


procesado, pues los elementos de convicción se reducen a simples
indicios incapaces de generar certeza sobre su responsabilidad penal. A
lo sumo, se podría concluir que usó el teléfono celular involucrado en
estos hechos, pero no se sabe para qué, pues quien lo usó en Bogotá fue
su hermano Efraín Fernando González. El hecho de que JUAN CARLOS
GONZÁLEZ viviera en un barrio de Medellín donde había “bandas” carece
de trascendencia. No hay relación de causalidad, ni convergencia para
estructurar siquiera un eventual indico grave. Por tanto, en este punto se
carece de prueba del hecho indicador.

La certificación del Fiscal de Derechos Humanos sobre la cojera de la


pierna derecha de Efraín Fernando González; el haber estado JUAN
CARLOS GONZÁLEZ celebrando el día de la madre el 18 de mayo de
1977 en Medellín; y la rueda de prensa ofrecida por los miembros de la
Banda la Terraza en diciembre del año 2000, en la cual éstos admiten ser
los autores de las muertes de los investigadores del CINEP, en opinión
del actor, acreditan probatoriamente, sin lugar a dudas, la inocencia de
JUAN CARLOS GONZÁLEZ.

A juicio de la Procuraduría, el casacionista, a pesar de haber postulado la


vulneración de las reglas de la sana crítica, no demostró cuál ley de la
ciencia, regla de la experiencia o principio de la lógica habría sido
soslayado por el Juez Ad quem, ni por qué a causa de ello se arribó a
conclusiones totalmente apartadas del caudal probatorio allegado al
proceso. Tampoco dijo cuál o cuáles leyes, reglas o principios habrían

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Juan Carlos González Jaramillo

sido los aplicables al caso concreto. Lo que propone el actor simplemente


es un nuevo debate probatorio exento de las fórmulas metodológicas
exigidas en esta sede extraordinaria, lo cual, como es doctrina pacífica, no
puede encontrar eco en el tribunal de casación.

Con la misma informalidad critica la prueba de indicios, sin precisar si se


trata de la prueba de los hechos indicadores, o si su crítica está orientada
a la inferencia lógica o al valor probatorio otorgado al conjunto de indicios.
Si se trataba de lo primero, es evidente que ha debido, en relación con
cada indicio, identificar las pruebas que le sirvieron de sustento, y luego
demostrar algún error de hecho o de derecho en su apreciación, es decir,
falso juicio de existencia, de identidad, de raciocinio, de legalidad o de
convicción. Si era lo segundo, debió acreditar la divergencia existente
entre las deducciones y declaraciones de la sentencia, y las que
corresponde hacer de acuerdo con las reglas de la sana crítica.

Todos y cada uno de los hechos indicadores debieron ser analizados en


forma separada, para luego demostrar que la inferencia sustentada en el
conjunto de todos ellos, está en franca divergencia con la verdad
probatoria que muestra el expediente, en lugar de converger hacia la
responsabilidad penal del procesado. Empero, nada de esto está
evidenciado en la demanda.

La certeza exigida por el estatuto procesal, tanto el de 1991 como el de


2000, corresponde a la creencia subjetiva de estar frente a la verdad,
explicitada de forma coherente y racional, de conformidad con el principio
de la libertad probatoria, y no a hipótesis confirmadas científicamente por
las ciencias empíricas.

Así las cosas, es claro que la ley procesal permite acudir a la prueba
indirecta para obtener el grado de certeza impuesto legalmente para
condenar. El indicio entonces no es una prueba incompleta o imperfecta,
sino un medio tan importante como la inspección, la peritación, los

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Juan Carlos González Jaramillo

documentos, el testimonio o la confesión. Algunos autores, incluso,


conceden al indicio mayor importancia que a la prueba directa, en la
medida en que no es subjetivo, sino lógico crítico, porque partiendo de un
hecho debidamente probado, y pasando por las reglas de la experiencia,
tiene la virtualidad de mostrarnos otro, que es el que interesa a la
investigación.

El artículo 284 de la Ley 600 de 2000 señala los elementos del indicio
(hecho indicador, inferencia lógica y hecho indicado); el artículo 287 del
mismo estatuto procesal establece que “el funcionario apreciará los
indicios en conjunto teniendo en cuenta su gravedad, concordancia y
convergencia, y su relación con los demás medios de prueba que obren
en la actuación procesal”; y el artículo 238 ejusdem dispone que el juez
debe realizar la valoración probatoria de acuerdo con las reglas de la
sana crítica, exponiendo razonadamente el mérito que le asigne a cada
prueba.

El Tribunal en este caso, como ya lo anotamos, explicó in extenso las


razones de orden probatorio que lo llevaron a confirmar la sentencia de
condena proferida por el Juzgado Segundo Penal del Circuito
Especializado de Bogotá en contra de JUAN CARLOS GONZÁLEZ
JARAMILLO, como coautor de los delitos de homicidio y tentativa de
homicidio agravados (págs. 122 a 136 sentencia de 2ª instancia).

En resumen, del examen ponderado de diversos medios de prueba


(testimonios, documentos, prueba técnica, inspecciones, informes de
policía, etc.), los jueces de instancia encontraron debidamente
acreditados los siguientes indicios:

 A las 2:02 a.m. del 19 de mayo de 1977, en el preciso momento en


que se estaban ejecutado los homicidios de los investigadores del
CINEP en el apartamento 702 del edificio Quintas de la Salle,
ubicado en la carrera 5ª, No. 60-79 de Bogotá, un delincuente que

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se quedó en el primer piso del edificio llamó por el teléfono celular


No. 934258539 a los otros asesinos que estaban en el séptimo
piso, quienes a su turno portaban el celubiper 9340721, para
advertirles de la ocasional presencia de la policía en el lugar. El
propietario del teléfono No. 934258539 resultó ser JUAN CARLOS
GONZÁLEZ JARAMILLO. Las personas que permanecieron
reducidas en la portería del primer piso (celador, estudiante y
conductor del taxi), corroboran esta llamada telefónica (indicio de
presencia en lugar).

 JUAN CARLOS GONZÁLEZ y su hermano Efraín Fernando


formaron parte una banda de sicarios del barrio El Socorro de
Medellín; el 25 de julio de 1997, en un enfrentamiento armado con
otra banda, ocurrido en el barrio San Javier de Medellín, resultó
muerto Martín Nolasco Pulgarín Arroyave y herido JUAN CARLOS
GONZÁLEZ con 6 impactos de arma de fuego, quien al ingresar al
hospital suministró otro nombre y dijo desconocer el motivo de sus
heridas (capacidad para delinquir).

 Los hermanos Efraín Fernando y JUAN CARLOS GONZÁLEZ


JARAMILLO fueron capturados el 26 de diciembre de 1998, a eso
de las 10:25 de la mañana, en la carrera 49, entre calles 56 A y 56,
parqueadero Metropol de la ciudad de Medellín, en cumplimiento
de la orden proferida por la Unidad Nacional de Derechos
Humanos, por estar ambos sindicados de los homicidios de los
investigadores del CINEP. En ese momento, tanto Efraín Fernando
como JUAN CARLOS GONZÁLEZ se identificaron con cédulas
falsas (indicio de suplantación).

 Por razón de las características morfológicas de Efraín Fernando


González (cojo), el parentesco con JUAN CARLOS, su pertenencia
a la misma banda de sicarios de Medellín, y la suplantación de
identidades en el momento de sus capturas, no se descarta la

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posibilidad de que Efraín Fernando González hubiera intervenido


en los hechos objeto de este proceso -como lo advierte el
demandante-, y que en tal virtud esa madrugada, dentro de la
división de trabajo criminal, hubiese sido quien efectuó la llamada
desde el referido celular para alertar a sus compañeros del séptimo
piso, sobre la fortuita presencia de la policía en el lugar. Esta
posibilidad, sin embargo, tampoco descarta la intervención de
JUAN CARLOS GONZÁLEZ (indicio de participación criminal).

 Las explicaciones ofrecidas por JUAN CARLOS GONZÁLEZ en


relación con la propiedad y tenencia del teléfono celular No.
934258539, así como de las actividades comerciales de su
hermano Efraín Fernando, carecen de soporte probatorio en el
expediente, independientemente de quien hubiera realizado la
aludida llamada la madrugada de los hechos. En cambio, se
acreditó que días anteriores y posteriores a los asesinatos se
efectuaron y recibieron varias llamadas de ese teléfono celular,
desde y hacia otros teléfonos de personas vinculadas a estos
hechos. Y, por último, se desvirtuó la coartada a través de la cual
se pretendió demostrar que el día y hora de los hechos JUAN
CARLOS GONZÁLEZ no estaba en Bogotá sino en Medellín
(indicio de falsa justificación).

La valoración conjunta de todos estos elementos de convicción llevó al


Tribunal a establecer que existía la certeza requerida por la ley para
confirmar la sentencia de la Juez A quo, en tanto que la gravedad,
concordancia y convergencia de los citados indicios, indican, sin lugar a
dudas, que JUAN CARLOS GONZÁLEZ “formó parte de los ejecutores
materiales que llevaron a cabo los asesinatos de los investigadores del
CINEP”.

El demandante no desvirtúa esta conclusión. Simplemente considera que


quien formó parte de esta empresa criminal fue Efraín Fernando González

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(fallecido), y no JUAN CARLOS GONZÁLEZ, porque el proceso indica que


aquél era cojo, usaba una pistola y los miembros de la “Banda la Terraza”
se habrían adjudicado la autoría material de estos homicidios en el año
2000. Esto último, como se recordará, -pese a haberse pretendido
demostrar, en forma tardía, durante el trámite del recurso de apelación-
también fue desechado por el Tribunal, por considerar que no tenía
“mayor alcance probatorio”.

En consecuencia, a juicio de la Procuraduría, la sentencia impugnada


debe permanecer incólume, no solo porque no se desvirtuó la presunción
de acierto y legalidad que la ampara, sino fundamentalmente porque ella
está edificada sobre la base de un juicioso y reflexivo examen probatorio,
efectuado a la luz de las reglas de la sana crítica.

Este último cargo tampoco puede prosperar, y por tanto, la demanda


deberá ser desestimada.

4. CONCLUSIÓN

En razón de lo anotado, comedidamente sugiero a la Sala Penal de la


Corte Suprema de Justicia NO CASAR la sentencia objeto de
impugnación.

De los Honorables Magistrados, atentamente,

FRANCISCO JAVIER FARFÁN MOLINA


Procurador Primero Delegado para la Casación Penal

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Bogotá, D. C., 21 de junio de 2007


Expediente No. 043/06
FJFM/capr

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