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Algo sobe la historia de las epidemias en Colombia y algunas endemias

en el departamento de Nariño

Todo esto fuera bien excusado – respondió Don Quijote -si a mi se me acordara de hacer una
redoma del bálsamo de Fierabrás: que con solo una gota se ahorrarán tiempo y medicinas.

(Cervantes, Don Quijote de La Mancha)

Introducción
Quizá la epidemia más famosa en Colombia sea el cólera, se debió esto al libro
de García Márquez “El amor en los tiempos del cólera”, entonces nos
enteramos que se obligaba a izar una bandera amarilla en los lugares donde
esta peste había tomado asiento, incluso el color de la carátula del libro así lo
anunciaba. Supimos entonces que el amor se sobreponía a las enfermedades,
al tiempo y al olvido, de tal manera que esta breve nota no es sino una muestra
de como hemos superado nuestras dolencias y hemos avanzado como
sociedad.
Una epidemia se define como un daño, desgracia o enfermedad que afecta a
gran parte de una población y que causa un perjuicio grave. Una endemia es
una enfermedad que afecta una región o un país determinados. En este breve
ensayo mostraremos algo sobre las epidemias que se han presentado en
Colombia, desde la época de la conquista a la actualidad, al igual que algunas
endemias en Nariño; lo hacemos con el fin de mostrar como las enfermedades
han acompañado a la humanidad desde siempre, pero no lo hacemos con
sentido fatalista, todo lo contrario, esta breve nota nos permitirá comprender
como las sociedades se han sobrepuesto a epidemias y endemias, y han
logrado superar sus miedos, saliendo de ellas para seguir construyendo la
humanidad.

En la mal llamada “conquista” y en la colonia


Gripa, viruela, sarampión, fiebre amarilla -posiblemente contraída en el África
por los europeos-, fueron las enfermedades que trajeron las huestes de Colón y
de sus conmilitones desde finales del siglo XV e inicios del XVI.
Para no emplear metáforas, diremos que la primera gran peste que se conoce
la trajo Colón en su tercer viaje, nada más y nada menos que la “gripa”,
llamada “gripa del cerdo” por el posible contagio en animales que trajeron los
invasores a nuestro continente, y también conocida como o “influenza suina”,
no sobra recordar que se llamaba así desde antes del medioevo europeo por la
posible influencia de los astros sobre los seres humanos; el número estimado
es imposible de tabular, dado que no existían censos, pero lo que sí se sabe es
que pronto los grandes imperios, México y Perú, así como los medianos y
pequeños poblados, fueron diezmados. Además, es conocida la peste de
“viruela” que diezmó la capital Azteca, precisamente cuando Cortés se
aprestaba a reconquistarla, después de llorar como un niño durante la célebre
“noche triste”; la guerra química, por su parte, tiene antecedentes horrorosos,
como cuando los holandeses lanzaban mantas impregnadas de viruela a los
indígenas en Massachussets; el sarampión también ayudo a exterminar la
población, de tal manera que estas enfermedades intervinieron para que en
menos de 100 años la población nativa se redujera en un 90%. En la década
de 1540, una gripa se extiende desde el Perú, llegando al actual departamento
de Nariño, perteneciente al Virreinato del Perú y poco antes de crearse la Real
Audiencia de Santafé de Bogotá.
En 1630 ocurrió una temible epidemia, llamada de Santos Gil, parece que se
trataba de tifo, entonces llamada tabardillo; los principales afectados fueron los
indígenas habitantes de la sabana de Bogotá, así como de los altiplanos
andinos, sin que se expliciten cuáles fueron, así como entre los españoles;
algunas víctimas fueron el Arzobispo de Bogotá, Julián de Cortázar, dos
alcaldes ordinarios, 4 regidores y 85 sacerdotes. La peste se prolongó hasta
1633, surgiendo brotes en 1639 y en 1688, llamados indistintamente “peste” o
“tabardillo”. Vuelven a aparecer nuevamente durante el periodo de las guerras
civiles: 1854, 1860, 1884, 1889 y 1899.
En 1782 y 1802, se presenta en la Nueva Granada epidemias de viruela, quizá
la más conocida en el país durante la Colonia, en razón a que a ella dirigieron
sus investigaciones y sus publicaciones sabios, como José Celestino Mutis,
célebre entonces por sus escritos: “Método general para curar las viruelas” y
“Sobre las precauciones que deben observarse en la práctica de la inoculación
de las viruelas” (1783), publicados a petición del virrey ilustrado Caballero y
Góngora. Santa Marta, Neiva, entre otras poblaciones, sufrieron los estragos
de esta epidemia. Como anécdota, recordar que don Antonio Nariño, amigo del
sabio gaditano, fungía en ocasiones como médico de pobres, a tal punto que
éstos guardaban las recetas por años, y los santafereños decían de él: “sabía
de medicina como cualquier médico”.

En la República: cólera y fiebre amarilla


De 1849 a 1850 se presenta el cólera en Colombia, que ya había hecho
estragos en Asia, Europa y Estados Unidos; en nuestro país afectó
principalmente a la costa Caribe, llegando desde los puertos de Panamá. Los
principales síntomas son fiebre y diarrea, lo que ha llevado a imprecisiones
sobre la presencia de esta enfermedad desde la época de la mal llamada
conquista, donde se le llamaba “mal de cámaras”. En Cartagena murieron 2 mil
500 personas, casi un cuarto de su población, de ahí se extendió por el río
Magdalena, ocasionando la muerte de más de 20 mil personas a lo largo y
ancho de sus riberas, en Barranquilla, Honda y Ambalema. A lomo de mula
llegó a Bogotá, y de ahí a Bucaramanga, además porque se había decretado la
famosa ley de abolición de las cuarentenas, generando más muertes y
desolación. En Bogotá, para diezmar el temor, le cambiaron el nombre y la
bautizaron con el socarrón nombre de “colerín”. Los relatos de Camacho
Roldán, entre otros, le sirvieron a García Márquez como inspiración para su
hermosa novela.
La fiebre amarilla, endémica del África, Centro América y América del Sur,
acompañó el sufrimiento de las personas traídas como esclavas, recrudeciendo
aún más sus penas; en 1875 se presentó a manera de epidemia en el
Putumayo, y algunas zonas del departamento de Nariño, contraída por los
trabajadores del general Rafael Reyes que estaba explorando este territorio
para extraer la quina.

Siglo XX: peste y gripa española


Entre 1913 y 1915, se presenta en la costa del Atlántico colombiano una
epidemia llamada “neumonía infecciosa” o “peste de Santa Marta”, aunque en
Colombia nunca se ha presentado la “peste bubónica”, la misma que asoló a
Europa, pareciera que esta neumonía se asocia a la peste que llegó a las
costas del Pacífico americano en el mismo periodo, así como a las Antillas. El
número de muertos no está estimado, sin embargo, generó mucho pánico en la
región, sobre todo en los Estados Unidos, que restringió la entrada de barcos
con bandera colombiana a sus puertos, inclusive hasta 1920. Esta peste se fue
extendiendo a diferentes poblados, para lo cual el gobierno central ordenó
medidas de aislamiento y de salubridad; en 1914 se conoció como “peste de
Usiacurí”, por los brotes presentados en esta población del Magdalena; en
algunos poblados de Antioquia se presentaron algunos casos, para detenerlo,
las autoridades regionales ordenaron cerrar algunos puertos por el río
Magdalena, sin embargo no hubo colaboración por parte del gobierno central,
de tal manera que la navegación continuó, sobre todo por las presiones hechas
por los comerciantes. Luego se extiende a Aracataca, donde las autoridades
locales no toman las restricciones del caso, y como en una escena
garciamarquiana, se anota: “de tal manera que del cinematógrafo,
cumbiambas, merengues, a donde concurre un número de gentes
extraordinario, salen un poco de trabajadores enfermos". Lo que nunca se
sabrá, como anotan los especialistas, es si realmente se trató de la “peste
bubónica” o de otro tipo de enfermedad.
En 1918 y 1919, se presenta la “gripa española”, se extendió rápidamente por
Europa y Estados Unidos, dejando en total un estimado de 50 millones de
muertos en todo el mundo. En Colombia se presentó principalmente en
Cundinamarca y Boyacá, aunque se registraron también casos en Medellín,
Manizales, Bucaramanga, Barranquilla y Túquerres, extendiéndose luego a
Quito. Entre octubre y noviembre de 1918, el 80% de la población bogotana
presentaba los síntomas, un estimado de más de 100 mil personas. En total, se
estima que murieron 3 mil personas en el país, aunque los servicios
estadísticos eran incipientes y los datos registrados insuficientes. Víctimas de
la gripa española fueron el alcalde de Bogotá, Santiago de Castro Maldonado,
y el hijo del presidente Marco Fidel Suárez, Gabriel, quien había partido a
Estados Unidos a estudiar ingeniería, contrajo la enfermedad y murió en
Pittsburgh.

En Nariño: tifo y bartonelosis


Encontramos algunos registros de epidemia de tifo en Nariño en 1920, además
por la tradición oral transmitida en el hogar, ya que mi tío abuelo materno,
Arístides Bustos Cabrera, falleció de tal enfermedad en dicho año; además,
encontramos que el médico nariñense Enrique Arsenio Miranda, quien fuera
médico del presidente ecuatoriano Eloy Alfaro, además de participar en las
guerras internas del Ecuador, alcanzando el grado de Mayor, fue director del
Hospital San Pedro de Pasto, profesor de la Universidad de Nariño, murió a la
edad de 64 años en Pasto, contagiado de esta mortal enfermedad.
Entre 1936 y 1946, una feroz epidemia se vierte por algunos municipios del
departamento de Nariño, especialmente en Samaniego: la bartonelosis,
conocida también como enfermedad de Carrión, por el nombre del médico
peruano que se la inoculó para poder definirla, o verruga peruana, es
transmitida por la picadura de algunos insectos. Se la considera, por algunos
especialistas, la epidemia con mayor letalidad en Nariño, llamada en la región
“fiebre del Guáitara”; en 1939 los médicos Luis Patiño Camargo y Hernando
Groot Liévano descubren que es la misma bartonelosis, encontrando los
siguientes casos reportados: Samaniego (490), Consacá (249), Sandoná (149),
La Unión (131), Guaitarilla (80), Córdoba (67), Linares (49), Funes (27), Santa
Cruz (27), Túquerres (26), Imués (23), San Pablo (20), Ancuya (17), Iles (15) y
Tangua (14).
Dentro de las posibles causas, según Arroyo (2014) están: la llegada de
combatientes con el Perú (1932 – 1934), la apertura de carreteras municipales
e intermunicipales que favorecieron la comunicación, la llegada de la rata
doméstica al departamento, así como las migraciones desde Ecuador y Perú.
Como lo anota el investigador, éstas fueron descartadas, sin embargo, “Quedó
como hipótesis probable un hallazgo histórico, que fue la introducción de 2000
soldados peruanos en la posguerra a Nariño a hacer prácticas amistosas
durante 5 meses. La posibilidad de que en esa época pre-antibiótica de 2.000
reclutas portadores sanos era muy alta y quedó esta como la hipótesis más
probable ya que socializaron exactamente en los municipios donde existía el
vector.” Murieron por esta epidemia casi 6 mil personas, la mayoría hombres
campesinos, siendo los que más se exponían al vector. La señora Irma
Zambrano, en su página de Facebook hace una nota sobre la bartonelosis en
el municipio de Ancuya, anotando que se la bautizó como “fiebre perniciosa”,
llamado propiamente así el paludismo; contradice su información con la
anterior, ya que dice que en el solo municipio murieron más de ochocientas
personas. Como en varios casos de la historia nacional, nunca se sabrá la
verdad a ciencia cierta.
En 1944 se encuentra una epidemia de tifo en Guachucal, donde enfermaron
varios niños de la escuela rural de Colimba, contagiando a las personas que los
cuidaban en sus casas, sin que en el informe consultado se registren victimas
mortales. Se reconoce al piojo como transmisor de la enfermedad y se
recomienda el baño cada dos días, la ventilación de los hogares y el cuidado
de los enfermos.

Finis non est finis


Hasta aquí algo de pandemias y endemias en Colombia y Nariño, seguros que
el Covid 19 no será la excepción para salir adelante, para enfrentar la vida con
todos sus retos; confiados, además, en que el Estado y sus gobernantes
recapacitarán y antepondrán la vida a los intereses comerciales y mercantiles,
para no caer en el marasmo que muestra la historia -de ahí la pertinencia de su
estudio- en donde se levantaban cuarentenas o se imponía la salud por ley,
dejando únicamente desolación y muerte, especialmente en el campo, en las
periferias y en los hogares de los menos favorecidos, por este odioso y terrible
apego al capital.

En el Bosque Popular, Bogotá, abril 7 de 2020.

Referencias
Arroyo Erazo, César (2014). La bartonelosis, epidemia olvidada con una
letalidad sin precedentes en el departamento de Nariño, 1936-1946. Bogotá:
Academia Nacional de Medicina de Colombia.
Ibarbo Estupiñán, María (2015). Historia de la medicina en Pasto. (El texto
parece ser tomado de: Hernán Erazo Rojas en su trabajo “Breve recuento de la
medicina en Nariño”.
Márquez Valderrama Jorge (marzo - junio 2001). ¿Rumores, miedo o
epidemia? La peste de 1913 y 1914 en la costa atlántica de Colombia. História,
Ciências, Saúde — Manguinhos, 8, 1, 133-71.
Martínez Martín, Abel, et. al. (2019). Análisis histórico epidemiológico de la
pandemia de gripa de 1918-1919 en Boyacá, un siglo después. Revista
Ciencias de la Salud Universidad del Rosario, 17, 2.
Mera Samaniego, Benjamín (1945). Informe sobre una epidemia en el
municipio de Guachucal del departamento de Nariño. Revista Facultad de
Medicina, 13, 8, 699-702.
Patiño Camargo, Luis (1941). Brote epidémico de tifo negro o exantemático en
Bogotá. En: Revista de la Facultad de Medicina, 10, 6, 425-441.
Silva, Renán (1992). Las epidemias de viruela de 1782 y 1802 en el Virreinato
de Nueva Granada: contribución a un análisis histórico de los procesos de
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Serpa Flórez, Fernando (1992). Historial del colera en Colombia. Biomédica,
12, 3-4, 95-101.
Sotomayor, Hugo Armando (1998). Historia geopolítica de las enfermedades en
Colombia. Maguare, 13, 73-84.

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