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Empezábamos esta serie de artículos diciendo que el trans-

humanismo es uno de esos términos de moda de los que se va a


hablar mucho en los próximos años. Responde a una necesidad real:
afrontar los cambios tecnológicos y asumir la redefinición de “lo
humano”. Pero, en su conjunto, puede decirse que, las vías por las
que ha irrumpido y que está explorando son erróneas e, incluso,
peligrosas. En esta segunda entrega vamos a centrarnos en la
orientación central de esta corriente.
Básicamente, el punto de acuerdo entre todas las tendencias
trans-humanistas radican en que la evolución de las ciencias
en las últimas décadas permite que superemos la condición
humana mediante la tecnología. El pensamiento humano, no será,
a partir de ahora, producto de un cerebro, sino que podrá estar
interconectado a otros cerebros y, en especial, al “cerebro del
mundo”, Internet, mediante interfaces neuronales. La vida humana
no estará reducida a un tiempo que depende de los telómeros
celulares, sino que podremos aspirar a vivir eternamente: será
posible transferir la conciencia de un soporte informático y, a partir
de aquí, prolongar la vida, cuando el cuerpo físico esté
irremediablemente deteriorado. Así mismo, tendremos la ocasión de
sustituir progresivamente partes de nuestro cuerpo por prótesis
mecánicas, después de que nanomáquinas se introduzcan en
nuestros tejidos y órganos fisiológicos para rectificar y prolongar el
funcionamiento de lo que pueda haberse dañado. Incluso podremos
aspirar a suspender la vida de nuestro cuerpo físico, si nos
encontramos ante alguna enfermedad grave para la que no se haya
encontrado una cura: bastará con hibernarnos durante todo el tiempo
en el que la ciencia tarde en encontrar un remedio; en ese momento,
podremos reavivarnos. La ingeniería genética podrá reproducir
nuestro cuerpo y ofrecernos un doble que nos dotará de organismo
de reemplazo e incluso podrá ejecutar tareas que, por algún motivo
no nos interesa realizar.

En este contexto ¿seguirá siendo útil la definición de “lo


humano” que mantenemos hasta hoy? Podemos dudarlo. De
ahí que los transhumanistas sostengan que nos aproximamos
a un momento en que lo humano quedará atrás y se producirá
la superación de lo humano. El logotipo del movimiento es
significativo: “H+”, esto es “más allá de lo humano”.

Por increíble que pueda parecer, algunas de las perspectivas que


contemplan los trans-humanistas ya se están produciendo: desde los
años 90, la empresa Alcor criogeniza los cadáveres de sus clientes
(que antes de fallecer han abierto un seguro de vida a nombre de la
empresa para garantizar los gastos de criogenización,
almacenamiento y mantenimiento del cuerpo), sin olvidar que las
prótesis óseas, válvulas artificiales, audífonos, son las avanzadillas de
una revolución generalizada de la ortopedia y de la cirugía que en las
próximas décadas, es de prever, que aumente su impacto. La
ingeniería genética asegura que podamos tener “hijos bajo demanda”
y el desciframiento del genoma humano realizado en la bisagra del
milenio anterior y de éste, abre el camino a la modificación genética
de las características de los hijos. Existen “adminículos” destinado a
grabar todos los instantes de la vida del usuario y a “subirlos a la
nube” para que todos sus recuerdos persistan más allá de la memoria
cerebral… Así pues, justo es reconocer que, por increíbles que
puedan parecer algunas de las propuestas o de los puntos de vista
trans-humanistas, en cierta medida, ya se encuentran en estado
embrionario en el presente…

Una perspectiva así se puede aceptar como un hecho consumado o


con el entusiasmo del converso. La actitud de los trans-
humanistas es ésta última: celebrar que se está a punto de
superar los límites de lo humano. Lo que pueda ocurrir después
es algo que no les preocupa. Si la ciencia ha realizado un nuevo
avance, bienvenido sea, e incorporémoslo sin más dilación a nuestra
cotidianeidad. ¿Por qué? Por qué en el fondo del ser humano late un
ansia de inmortalidad. O, dicho con otras palabras: el ser humano
huye del dolor y se refugia en el placer. Y la perspectiva de la muerte
-esto es, de perder todo lo que tiene- le genera un dolor extremo.
Porque, a fin de cuentas, lo que los trans-humanistas
proponen es aceptar que el ser humano puede ser eterno y no
tiene por qué morir.

En estas posiciones identificamos algunos elementos que nos


permiten viajar a los orígenes de la corriente. Podemos identificar
tres “sugestiones” en el nacimiento de esta corriente:
 Por una parte vemos una concepción extrema del
“progresismo” (actitud ideológica que consiste en considerar que la
humanidad siempre sigue una trayectoria ascendente y que cualquier
avance y nueva filosofía, por el mero hecho de serlo, suponen un
“progreso” en relación a los estadios anteriores).
 Vemos, así mismo, en el trans-humanismo una
consecuencia de la idea “evolucionista” (desde los organismos
unicelulares creados en la “sopa primitiva” se ha ido progresando a
través de distintas especies, pero nada impide pensar que la llegada
del Homo Sapiens 
 Y, finalmente, se nos aparece como una consecuencia
extrema del “materialismo”, esto es de la creencia de que
solamente existe la materia tangible y que cualquier expresión
humana es una simple expresión de esa materia, incluido el propio
“espíritu” humano.
Recapitulando, podemos decir que el “padre” (la matriz de
todo) es el materialismo, el “hijo” (la consecuencia lógica) el
progresismo y el “espíritu santo” (la visión del futuro) el
evolucionismo. Con esto ya tenemos una nueva “trinidad”.
Con razón se decía que “Satán es Dios invertido”. Incluso desde una
perspectiva agnóstica como la de quien escribe estas líneas, ésta es
la conclusión a la que, inevitablemente, se llega: después de milenios
marcados por la presencia de las religiones como una de las mientras
que han acompañado inevitablemente a “lo humano”, la superación
de “lo humano” lleva, no sólo a la irreligiosidad, sino a la creación de
una religión laica (que ya estaba presente en algunos positivistas
franceses de finales del XIX. Una vez más se cumplía la ley de Oswald
Spengler: cuando cae la religión tradicional, lo que la sustituye no es
una época de racionalismo y objetividad, sino un tiempo de
supersticiones y mixtificaciones.

Leer Trans-Humanistas y Post-Humanistas (Parte I)


Leer Trans-Humanistas y Post-Humanistas (Parte II)
Leer Trans-Humanistas y Post-Humanistas (Parte III)
Leer Trans-Humanistas y Post-Humanistas (Parte IV)

Leer Trans-Humanistas y Post-Humanistas (Parte V)

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