Sunteți pe pagina 1din 3

FIGURAS OCULTAS: LA DESCONOCIDA HISTORIA DE LAS MATEMÁTICAS NEGRAS QUE

CONQUISTARON EL ESPACIO
Posted by Raquel C. Pico On enero 24, 2017 In Destacado, Libros y Literatura No
comments

Cuando en la época dorada de la carrera espacial las cámaras entraron hasta las entrañas
de la NASA para grabar lo que ocurría y crear luego un documental relacionado con ello, se
grabó lo que hacían los astronautas y se filmaron las salas de comunicación. Las imágenes
resultantes estaban, por tanto, llenas de hombres, blancos, vestidos con camisas blancas
y corbatas negras, con la cabeza protegida por un casco, que quedaron fijados como los
que hacían que todo aquello funcionase. Ese fue el estereotipo que se creó sobre cómo
eran los trabajadores de la NASA, aunque en realidad los trabajadores de la NASA eran
mucho más variados y mucho más diversos.
La anécdota la cuenta Margot Lee Shetterley en su libro Figuras ocultas, que acaba de
publicar en castellano HarperCollins. El ensayo ha despertado mucho interés entre los
lectores estadounidenses, donde se publicó en origen, y en él está el origen de la también
llamada Figuras ocultas, la película que acaba de llegar a los cines (en España acaba de
hacerlo el pasado viernes) y que ha conseguido hoy tres nominaciones a los premios Oscar
(mejor película, como muchos esperaban, mejor actriz secundaria para Octavia Spencer y
mejor guión adaptado). El filme cuenta, como antes lo hizo el libro, una de esas historias
que rompen con ese cliché de cómo eran los ingenieros de la NASA, los cerebros que
mandaron al hombre a la Luna. Porque esos cerebros eran, explica Lee Shetterley, los de
mujeres. En concreto, los de mujeres negras.
Y este punto es especialmente importante y relevante si se tiene en cuenta la historia
reciente de Estados Unidos y lo que ocurría en el lugar en el que se trabajaba para enviar al
hombre al espacio y, primero, al hombre al aire. Porque, aunque la película habla del papel
de estas mujeres en la conquista del espacio y la carrera espacial, en realidad su trabajo
empieza mucho antes, como cuenta Margot Lee Shetterley.

Las mujeres han tenido un papel muy importante en


la historia del desarrollo de esta industria y en los avances conseguidos a lo largo del siglo
XX, aunque su papel haya sido un tanto eclipsado. Las mujeres trabajaban como
matemáticas, haciendo todos los cálculos que los ingenieros necesitaban. “Eran las mujeres
las que manejaban los números, las que vivían con ellos, las que los escrutaban hasta que
les dolían los ojos, desde que dejaban su bolso sobre la mesa por la mañana hasta que el
momento en el que se ponían el abrigo para marcharse a casa”, escribe Lee Shetterley.
Su papel era fundamental, aunque su trabajo era considerado menos relevante y
rutinario (de ahí que lo dejasen en manos de mujeres) y su función era pagada por debajo
de lo que los hombres podían lograr. De hecho, estas mujeres matemáticas no eran
consideradas tales, sino una especie de auxiliares (como antes lo habían sido las mujeres
que calculaban estrellas).
Y, entre esas mujeres que trabajaban como matemáticas, había muchas mujeres
afroamericanas. La administración estadounidense no podía legalmente discriminar a nadie
en cuestiones laborales, como se descubre leyendo el libro (no se podía pedir una foto, por
ejemplo, a la hora de recoger una candidatura a un puesto), pero a pesar de ello estas
mujeres matemáticas eran discriminadas. La sede de la NACA (el organismo que se
encargaba de la aviación y que después daría paso a la NASA) estaba en Langley, Virginia, y
Virginia era uno de esos estados segregados.

Estas mujeres, por tanto, estaban detrás de los cálculos que hacían que la industria
aeronáutica estadounidense estuviese en primera línea durante la II Guerra Mundial y
detrás de los que enviaron cohetes al espacio, pero al mismo tiempo tenían que sentarse
en la parte trasera de los autobuses y utilizar baños separados. Todo ello continuaba
también en sus puestos de trabajo, donde a pesar de las leyes estatales que lo prohibían
también se movían en un entorno segregado. Los trabajadores blancos estaban en la zona
este, los de color en la oeste. Cuando a Mary Jackson la movieron a un equipo diferente y
tuvo que moverse a la zona este, tuvo que esforzarse para encontrar qué cuarto de baño
podía usar. Y, por supuesto, estas mujeres tenían mucho más complicado que sus
compañeras de la zona este el lograr acceder a ascensos y cargos de importancia.
Cuando la misma Mary Jackson (una mujer altamente preparada con dos carreras) quiso
convertirse en ingeniera (pues ingeniería era el trabajo que estaba haciendo sin ser
reconocida por ello), tuvo que pedir un permiso judicial para poder cursar sus estudios: el
lugar en el que tenía que hacerlo era un ‘instituto de blancos’ y estaba vetado para ella.
Jackson se convertiría después en la primera mujer afroamericana ingeniera de la NASA (y,
con el paso del tiempo y antes de su jubilación, en la responsable de igualdad de
oportunidades del organismo, luchando para visibilizar el papel de la mujer en la carrera
espacial).
La más conocida de todas estas mujeres es Katherine Johnson, que era un genio de las
matemáticas (se graduó en la universidad con los máximos honores a los 18 años) y la mujer
cuyos cálculos estuvieron detrás de los primeros viajes tripulados al espacio de Estados
Unidos y de la llegada del hombre a la Luna. Johnson es la única de las mujeres protagonistas
del libro y de la película que sigue viva y ha sido la protagonista de varios homenajes en los
últimos años, homenajes en los que siempre recuerda el papel de las demás mujeres que
trabajaron con ella.

S-ar putea să vă placă și