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Capítulo 2

El cruce de William y Griselda podría ser llamado el cruce ideal; los suyos, ciertamente,
eran dos corazones que latían como uno solo. Cada día eran más felices en su compañía;
sus mentes como si fluyesen juntas, se mezclaban dichosamente. Mentes tan parecidas y
semejantes que habría sido difícil sin oír la voz que hablaba, distinguir una idea de Griselda
a una idea formulada por William. Sus prominentes ojos azules (los dos tenían prominentes
ojos azules) observaban el mundo desde exactamente el mismo punto de vista; y como
habían sido entrenados por las mismas influencias y eran incapaces de formar un juicio
independiente, podría no haber sido fácil encontrar una causa para un desacuerdo entre
ellos. Hay hombres y mujeres (no pocos) quienes encuentran su complemento en su
contraste, pero por mucho no eran William y Griselda. Su estándar de conducta era rígido y
sus puntos de vista pronunciados. Aquellos quienes no compartieran sus puntos de vista y
actuaran en conformidad con sus estándares estaban fuera de los límites de su gusto. Y eso
no porque fuesen excepcional o esencialmente duros, sino porque habían vivido menos
tiempo como individuos y más como miembros de organizaciones, una forma de vida que
terminaría por succionar la caridad del más dulce corazón.

Era bueno para ellos, así, que su credo, como su código de maneras y moral fuese idéntico
o prácticamente idéntico; era un credo simple y lo mantuvieron con lealtad y fidelidad.
Creían en una identidad grande, vaga y bellamente indefinida, llamada “Gente” por
William y “Mujer” por Griselda, quien en los tiempos venideros iba a lograr mucho bien:
hermoso e indefinido, mientras tanto y en su servicio, estaban preparados a sufrir cualquier
cantidad de deshonra y a decir cualquier cantidad de sin sentidos. Creían que la sociedad
podría enderezarse y encauzarse por los esfuerzos bien intencionados de almas bien
intencionadas como las suyas, ayudado por la votación, la voz del pueblo y la mujer.
Creían, desafiando las enseñanzas de la historia, que “democracia” era otra palabra para
“paz” y en la benevolencia hacia los hombres. Creían (con bastante razón) en la pureza de
sus intenciones, y concluían (muy equivocadamente) que las intenciones de todas las
personas que no estuvieran de acuerdo con ellos debían ser, de acuerdo a eso, malvadas e
impuras. Eran, en resumen, sectarios bastante honestos y devotos: arrogantes, despectivos,
intolerantes, abnegados después del modo de su clase.
Sostuvieron, como he dicho, sus propias opiniones fuertemente, y hubiesen preferido morir
antes que renunciar, o aparentar que renunciaban a ellas, lo que no les impidió resentir la
misma actitud de mente y corazón por parte de los demás. Lo que admiraban en ellos como
lealtad lo denunciaban en los otros como terquedad interesada y maligna. Más aún, no les
impidió disgustar y desprecias excelentes personas, cuyas opiniones, si hubiesen analizado,

habrían resultado cercanas a las suyas. would all but foam at the mouth cuando el
servicio militar obligatorio era el tema de conversación, y “militarismo” para él era de
todos, el trabajo más sombrío del diablo.

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