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INTRODUCCION.-
En la presente contribución me propongo en primer lugar, distinguir los distintos planos entre los
que oscila esta disputa, para sostener que: (1) en el plano lógico-pragmático, el sentido de ambas
tesituras es básicamente diverso; (2) que en el plano epistémico-teórico, ambas posturas resultan
inconmensurables, pues refieren a objetos diversos; (3) de la independencia de ambas
representaciones de la realidad, resulta que su coexistencia es contingente, esto es, no está
necesariamente excluída ni exigida; (4) la disputa tuvo un papel histórico-ideológico relevante, cuya
motivación hoy no tiene el mismo significado; (5) que el desarrollo y consolidación de una
comunidad científica corrobora la superación de esta disputa.
Como ha mostrado muy elocuentemente la corriente analítica, la diferencia básica radica en que
mientras el IN adopta una actitud normativo-pragmática, el IP aspira a una actitud descriptivo-
teórica (Nino, 1984:43).
Sea por las razones que fuere, parece claro que la postura IN no disputa en torno a la mejor
descripción de la realidad (actitud epistemológica), sino que disputa en torno a una cuestión de fe
(IN teológico) o moral (cómo es mas correcto concebir al derecho); en algún caso, puede reputarse
una actitud teórica, lo cual consideraremos en el apartado siguiente.
Por consiguiente, la cuestión se limita a decidir qué teoría describe mejor la realidad que todos
reconocemos como derecho; en este sentido, algunas de las teorías denominadas positivistas dan
cuenta satisfactoria de dicho objeto, y son presupuestas no sólo por los sedicentes positivistas sino
también por los sedicentes iusnaturalistas, con lo cual, queda claro que en términos
epistemológicos, existe un solo paradigma aceptado en la ciencia jurídica, y que la disputa IP/IN es
una controversia al interior de dicho paradigma, referida sólo a los criterios de decisión de los
jueces, mas no a los caracteres estructurales del fenómeno. Dentro de dicho paradigma, las teorías
mas amplias y vigentes se emparentan con algunas de las teorías llamadas positivistas, como las de
Kelsen, Ross y Hart, dentro de las cuales hallamos suficientes elementos para reconstruir
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Por razones de comodidad, utilizaré las siguientes iniciales: IN por iusnaturalismo /iusnaturalista, y IP por
iuspositivismo/iuspositivista; SN por sistema normativo.
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En una carta que le enviara a mi estimado amigo Agustín Squella, fechada 6/6/90, le expresaba - comentando cierta
discusión en un reciente congreso-: "Esto me lleva cada vez mas al convencimiento de que lo mas interesante en este
tema está en los esfuerzos por aclarar esta discusión y buscar superaciones, disolviendo el problema: éste no puede
proseguir otro siglo más! ¿No estaría bueno un coloquio con aportes convergentes y superadores de esta dicotomía?;
como para decir que antes de finalizar el siglo XX se saldó definitivamente la cuestión, y empesar el XXI sin cuentas
pendientes de este tipo.". La concreción de este volumen especial de la Revista dedicado al tema creo que es una buena
respuesta en tal sentido.
racionalmente el trabajo que realizan la dogmática, los jueces y los legisladores, todo lo cual es
suficiente para hablar de una ciencia jurídica.
Si ahora nos situamos en un plano epistémico-teórico, y aceptásemos que del IN pueden derivarse
tesis acerca de los hechos, vemos que las principales tesis de los positivistas en sentido teórico, no
son afectadas por las tesis del IN, desde que refieren a aspectos secundarios, no esenciales, de su
cuerpo teórico. Sin embargo, en esta zona subsiste todavía cierta ambigüedad sobre la cual será
conveniente detenernos un poco.
En efecto, tanto Bobbio (1961) como Nino (1984) refieren al derecho positivo y al derecho natural
como especies de sistemas normativos, sin reparar que mientras las tesis del IN refieren a un orden
normativo material, lo cual significa nootra cosa que un sistema de pensamiento normativo, las tesis
fundamentales del IP refieren a un orden normativo dinámico, esto es un subsistema social. Veamos
esta cuestión mas de cerca.
Análisis lógicos mas recientes confirman que "normas morales y jurídicas, superficialmente
homólogas, dicen y significan cosas distintas. O si se quiere, entre el 'no matar' del Decálogo y el
enunciado jurídico incompleto que prescribe también no matar, no puede encontrarse, en principio,
ni equivalencia ni equipolencia" (Vernengo, 1991:213).
Si esta tipología es válida, pues debería concluírse que no existe verdadera disputa teórica entre IP y
IN, ya que éste no tiene una tesis alternativa acerca de cómo institucionalizar las decisiones
normativas en una sociedad, lo cual, por el contrario es la cuestión básica en el IP. Podríamos
formalizar mas la cuestión diciendo que mientras el IP pone el acento en las normas de competencia
o habilitantes, el IN ignora éstas y se atiene a las normas que prescriben conductas (5).
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Importa señalar que ha habido una evolución en el propio Kelsen al respecto; mientras que al comienzo de su teoría
postulaba la coexistencia equivalente de los dos criterios en el derecho, evolucionó hacia cierta preferencia del sistema
dinámico (1945:171), y hacia el final sostiene que el derecho es esencialmente dinámico (1979:.
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La distinción fue introducida por Kelsen en su Teoría Pura del Derecho de 1934 y reiterada hasta el final de su obra.
Para una discusión a fondo mas reciente de esta cuestión: Letizia Gianformaggio (comp.) Sistemi normativi statici e
dinamici, Turín, Giappichelli, 1991.
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EN EL PLANO FACTICO, NO EXISTE INCOMPATIBILIDAD ENTRE LA TEORIA
POSITIVISTA Y LA DIRECTIVA IUSNATURALISTA DEL DERECHO
A mi modo de ver, luego de demostrar que IN y IP hablan de objetos diversos, podemos ver que de
hecho, no hay inconveniente en reconocer que un sistema institucional de decisiones normativas
(derecho positivo) puede funcionar siguiendo criterios materiales no positivos (derecho natural),
porque lo único irrenunciable para una teoría positivista es sostener que la experiencia jurídica se
caracteriza por la existencia instituciones que deciden con fuerza de autoridad acerca de lo lícito en
casos concretos, lo cual no es negado por el IN contemporáneo ( 6). La disputa que tanto encandiló
tiempo atrás, acerca de si los jueces deben atenerse únicamente a normas generales promulgadas
(exégesis), no afecta a las corrientes positivistas mas evolucionadas, para las cuales es
perfectamente posible tanto que los jueces se dejen motivar por principios eticos iusnaturalistas,
como que el propio SN positivo así lo disponga (7). En suma, es válido sostener que las normas
creadas positivamente pueden tener cualquier contenido, incluso, claro está, el del derecho natural
(8).
Sólo puede establecerse una excluyencia lógica entre (1) una tesis fuerte del IN que sostuviera que
sólo es derecho aquél derivable o al menos compatible con un orden normativo de orígen divino,
implicando en ello la propia validez de las normas de competencia judicial, y (2) una tesis fuerte
del IP que sostuviera que sólo es derecho un conjunto de normas generales sancionadas y
promugadas explícitamente por una autoridad competente.
El examen histórico (Kelsen,1927; Bobbio, 1961; Luhmann, 1969) muestra que la formación no ya
de la teoría positivista sino de un subsistema social de pensamiento, acción y legitimación
normativo-dinámico corresponde a la autonomización del poder político estatal respecto del poder
político teológico.
Cuando Nino (1984:16) enumera las principales tesis adscriptas al IN vemos que ninguna refiere siquiera a la
institucionalización del derecho. Y cuando termina aislando las dos tesis que -conjuntamente- caracterizan al IN sólo
menciona (1) la postulación de principos morales de justicia universales y cognoscibles por la razón humana, y (2) que
sólo es derecho un sistema normativo que no los contradiga. Estas tesis para nada contradicen los rasgos caracterizantes
que Nino (1984:101 y ss.) adscribe a una definición en términos no valorativos. Testimonio elocuente de lo que vengo
de decir, se halla en el permanente reclamo oficial de la Iglesia para que se respete la independencia del Poder Judicial,
lo cual significa reivindicar la necesidad de decisiones humanas acerca de las normas particularizadas; ver al respecto,
el impactante documento 'Reflexiones sobre la Justicia' de la Conferencia Episcopal Argentina emitido el 26/4/97.
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El propio Kelsen, muchas veces tenido por un positivista a ultrance admite expresamente que ello es posible (Kelsen,
1960:234, 354). En igual sentido: Vernengo, 1986:324.
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Dado que esta independencia no está en cuestión en la actualidad, la disputa en términos históricos
está saldada, porque el IN contemporáneo no discute las bases constitutivas de la experiencia
jurídica, esto es, la existencia de un sistema institucionalizado de decisiones dotadas de autoridad,
respaldada por la fuerza social. Mas bien que lo que el IN pretende es que ese poder actúe a favor
de sus posturas; esto es: se trata de una directiva de política jurídica, y no un paradigma alternativo
al sistema institucionalizado de decisión, que es el derecho.
Las teorías iusnaturalistas al uso aceptan sin discusión la existencia de jueces positivamente
designados, y por ende, las normas de competencia que los habilitan. Si esto fuera correcto, pues no
vemos dónde podría estar el embate contra el positivismo, al menos el positivismo como teoría que
identifica su objeto con la existencia de un sistema dinámico de decisiones obligatorias bajo
condición de sanciones efectivas.
Pero lo que en definitiva demuestra la prioridad del criterio positivista, es que el derecho dependerá
de Si aceptamos como posible criterio para dirimir una competencia entre teorías científicas aquél
según el cual cabe atribuir mas crédito a aquella teoría que permite explicar no sólo su objeto, sino
también el objeto propuesto por su competidora y aún aquello que no explica ésta, pues entonces
resulta indudable que una teoría positivista -la de base kelseniana, pongamos por caso- es
claramente preferible a cualquier teoría iusnaturalista. En efecto, mientras que la teoría positivista
explica perfectamente el fenómeno crucial para la teoría iusnaturalista (esto es, que los jueces
apelen a principios y no a normas positivas), la iuspositivista no explica de manera independiente,
cómo son tenidas por derecho, normas contrarias a principios suprapositivos, ni menos aún, nos
brinda un criterio claro para decidir cómo ha de reconocerse el derecho natural en el caso
-lógicamente ineludible- en que concurren dos o mas principios para su resolución.
Es mas, una teoría IN no tiene criterios evaluatorios para las normas de competencia o de
autorización para decidir (10). Por el contrario, una teoría positivista contemporánea -las de Kelsen o
Ross- por ejemplo, no sostienen que sólo sea derecho lo que sanciona explícitamente el parlamento,
sino que -en última instancia- fincan la positividad en la certeza que da la existencia de un sistema
de jueces o aplicadores oficiales de las normas, cualesquiera sean éstas: reveladas, ideales,
consuetudinarias o promulgadas.
Por otra parte, el examen histórico muestra que el reconocimiento de la existencia o validez de un
SN jurídico no descansa sobre el respeto de un supuesto SN natural, sobre cuyo contenido y alcance
tampoco existe consenso.
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Esta cuestión recién aparece tematizada en la ética discursiva (Habermas), pero ésta -precisamente- no tiene
pretensiones IN, y mas bien termina subordinando la moral al derecho, en cuanto control o salvaguarda del
procedimiento; ver al respecto: Vernengo, 1991:219 y ss.
Pero ello ya nos lleva al último escenario en que la disputa puede tener relevancia: el de la ciencia
jurídica.
En el primer caso, se busca una respuesta de base empírica, en el segundo, una respuesta normativa.
Para responder a la primera pregunta, habría que examinar cómo de hecho se comportan los
operadores jurídicos y cómo la ciencia jurídica; para la segunda, habría que encarar una estrategia
de fundamentación ética, ya sea de tipo racional o ya de tipo emotivista.
Para nosotros, sólo tiene sentido aquí discutir si de hecho los operadores condicionan el
reconocimiento del derecho a su adecuación con algún tipo de derecho natural, y cómo se comporta
la ciencia al respecto.
Es mas, sostendría que la existencia de este orden normativo positivo reclama la invocación de un
orden normativo no positivo, discernible racionalmente, como patrón de crítica acerca de aquél, con
lo cual quedaría en evidencia que la postulación de la identidad entre uno y otro eliminaría toda
posibilidad de crítica acerca del orden establecido (11).
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Tal la observación atinada de Herbert Hart, ante el supuesto renacimiento del iusnaturalismo en la II posguerra.
En la práctica vemos que, mas allá de posturas personales, todos quienes se plantean problemas
referidos al derecho, lo hacen bajo un paradigma positivista, esto es, presuponen una solución
disponible por los jueces, y por lo tanto, se plantean decisiones contingentes a cargo de jueces
determinados normativamente. Jamás hemos visto sustentar, por ejemplo, que alguien presuponga
que una sentencia fundada en una norma positiva en contradicción con un principio iusnaturalista, o
fundada en un prinicipio que posterga otro que se considera mas valioso no sea derecho, o que deba
desconocerse. En general, las tesis iusnaturalistas no van mas allá de posturlar que el juez debería
evaluar la consistencia de su fallo con principios mas valiosos, pertenecientes a un orden superior.
BIBLIOGRAFIA
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