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MONOGRAFÌA:
18) Marcelo de Ancyra (374) dirá que el “logos no es otro en Dios mismo, sino
idéntico con dios, una única ousía, una única persona, sin estar separado de Dios en el ser,
puesto que èl es con dios homousious, sale de Dios con la finalidad de la autocomunicación en
el obrar y hace un hombre para sí, realiza la redención y regresa a reposar junto a Dios. Pero no
especula con lo que sucede con el cuerpo de Jesús, ya que no lo aclaran las Escrituras. Este
“logos” en verdad era el “logos del Padre”. La propuesta será condenada en el Concilio de
Constantinopla I (381) y el Papa Dámaso anatematizará a “los que pretenden que el verbo, Hijo
de Dios, es una extensión o contención y separado del Padre como insubstancial y tendrá fin.
19) Eunomianos: Con el nombre de eunomianos se ha designado a una secta herética,
que no es más que una rama de los arrianos, cuyo jefe era Eunomio, obispo de Ciziсо, elevado a
esta dignidad en el año de 360 y depuesto de ella por sus errores. La amistad del emperador
Valente lo restableció en su obispado cuando sus adeptos y partidarios querían procurarle el de
Samosata; pero muerto Valente, fue nuevamente depuesto el prelado heresiarca y en esta
situación vino a morir en Capadocia.
Los postulados principales de esta secta eran el de sostener que conocían a Dios tan
perfectamente como él se conoce a sí propio: que el hijo de Dios no era realmente Dios y que
tampoco habia tomado naturaleza humana sino asimiládose a ella por su virtud y operaciones.
La fe sola bastaba para la salvación según ellos aunque se cometiesen los mayores crímenes y se
viviese en estado de impenitencia. Hacían volver a bautizar a todos los que lo habían sido en
nombre de la Santísima Trinidad, rechazaban la triple inmersión que se hace en el bautismo, el
culto de los mártires y el honor que se tributaba a las reliquias de los santos. También recibieron
estos sectarios el nombre de trogloditas.
20) Asterio, conocido como el Sofista (?-c. 341) fue un filósofo y teólogo arriano. Son
pocos los escritos de este autor que se han podido recuperar íntegramente. Podría haber sido
alumno de Luciano de Antioquía. Se han conservado fragmentos de su Syntagmation en la obra
de Atanasio y de Marcelo de Ancira.
Según Hanson, había apostatado durante la persecución de Diocleciano y por ello no fue nunca
nombrado presbítero ni obispo. En los fragmentos que se han conservado de su obra, Asterio
afirma que Cristo fue el primero de los seres creados por Dios Padre, y fue creado por un
desbordamiento de su propio poder antes del inicio de los tiempos. Sin embargo, Dios Padre y
Dios Hijo, aun siendo distintos, están siempre en perfecta armonía y entendimiento entre sí, y
por eso se puede afirmar que son "uno" (Jn 10:30). También afirmó que todos los epítetos
aplicados a Cristo pueden aplicarse también a la humanidad.
21) Prisciliano de Ávila (Bética o Lusitánica Gallaecia, aprox. 340 o –† Civitas
Treverorum, actual Tréveris, 385), obispo hereje hispano, fundador del priscilianismo, fue, junto
a otros compañeros, el primer hereje ajusticiado por el gobierno secular en nombre de la Iglesia
Católica. Prisciliano murió decapitado a los cuarenta años en la ciudad de Tréveris (en la futura
Francia) en 385, acusado por los jerarcas de la época de hereje, sectario del Cristianismo,
gnóstico naturalista, esotérico... El emperador Teodosio fue quien ordenó su condena. Martín de
Tours, Jerónimo en Roma y Ambrosio de Milán representaban una facción, dentro del cuadro de
ortodoxos leales a Roma, que se había opuesto desde un principio a la injerencia imperial en
asuntos eclesiásticos y por lo tanto estaban en contra de la orden de ajusticiamiento emanada de
Teodosio, aunque tambien se oponían a la heterodoxia de Prisciliano.
Él y sus seguidores aceptaban a las mujeres en sus reuniones secretas y les daban cargos
religiosos, practicaban el ayuno en domingo, hacían penitencia como eremitas durante la
Cuaresma o comulgaban fuera de las iglesias. Funda una comunidad de tendencia rigorista junto
a su mentor y la mujer de éste, Eucrocia. Se le reconoce una relación con la hija de ambos,
Prócula, aunque San Jerónimo hace mención a una mujer llamada Gala como su pareja oficial.
Prisciliano fundó una escuela ascética, rigorista, de talante libertario, precursora del movimiento
monacal (dado que proponía una moral más laxa para los fieles y otra más estricta para los
“perfectos”), inspirada en la tradición gnóstica, y opuesta a la creciente opulencia de la jerarquía
eclesiástica imperante en el siglo IV. Los aspectos más polémicos, en cuestiones formales, son
el nombramiento de “maestros” o “doctores” a laicos, la presencia de mujeres en las reuniones
de lectura y su marcado carácter ascético. Las fuentes principales que informan de la particular
liturgia del priscilianismo son los cánones promulgados en los sucesivos concilios. En el
concilio de Caesaraugusta de 380, por ejemplo, se hace referencia a costumbres indeseables
como "mujeres que asisten a lecturas de la Biblia en casas de hombres con quienes no tienen
parentesco; el ayuno dominical y la ausencia de las iglesias durante la cuaresma; la recepción
de las especies eucarísticas en la iglesia sin consumirlas de inmediato; el apartamiento en
celdas y retiros en las montañas; andar descalzos .
Abogó por la interpretación personal de los textos evangélicos, planteando el principio del libre
examen. Exigió que la Iglesia volviera a unirse a los pobres. Enfatizó el estudio de los símbolos
y la superación del literalismo en la interpretación de la Biblia. No es fácil separar las aserciones
genuinas de Prisciliano de las atribuidas a él por sus enemigos, ni de las que posteriormente
hicieron grupos que fueron etiquetados como "priscilianistas". El hecho es que, para lograr su
condena, fue acusado de usar magia (delito castigado por la ley romana), de reuniones nocturnas
con mujeres, gnosticismo y maniqueísmo, y posteriormente de negar que las tres personas de
Dios son distintas y con ello negar el misterio de la Trinidad. Su pensamiento real o supuesto es
llamado priscilianismo.
Sus reuniones, frecuentemente nocturnas, en bosques, cuevas o en “villas” alejadas de las
ciudades, y con el baile como una parte importante de la liturgia, incluían tanto a hombres como
a mujeres. Sustituyó la consagración oficial con pan y vino por leche y uvas; acogió a las
mujeres y los esclavos en las sesiones de lectura de textos evangélicos (incluyendo apócrifos).
No obstante la aplicación de la pena de muerte a su iniciador, los seguidores continuaron
multiplicándose, lo que demandó la convocatoria a los dos primeros Concilios de Toledo (no
ecuménicos) en los años 396 y 400 D.C. donde se dispuso el irreconciliable carácter herético de
la doctrina.
22) Pelagio: Se ignora la fecha y lugar exactos de su nacimiento, aunque se cree que
éste pudo acontecer alrededor del 354 D.C. en algún punto de las Islas Británicas aunque se ha
sugerido que podría ser irlandés, y murió probablemente en Palestina en el año 420, según se
desprende de algunas fuentes, aunque otras llegan a adjudicarle veinte años más de vida. En
cualquier caso, se ignoran las causas y circunstancias de su fallecimiento. Algunos autores
sospechan que fue ejecutado, mientras que otros apuntan a que Pelagio pudo huir de los
territorios romanos y empezar una nueva vida exiliado en algún lugar de África. Estudió
teología y hablaba griego y latín con fluidez, pero a pesar de que sirvió como monje durante
años, nunca llegó a ser realmente un clérigo. Comenzó a ser conocido en torno al año 400,
cuando viajó a Roma. Aquí escribió algunas de sus mayores obras, como De fidi Trinitatis libri
III, Eclogarum ex divinis Scripturis liber unus y un comentario sobre las epístolas de San Pablo.
La mayor parte de estos trabajos se han perdido hoy en día, sobreviviendo escasos fragmentos
citados precisamente por sus oponentes.
En Roma, Pelagio observó con preocupación el relajamiento de la moral cristiana en la
sociedad, culpando de éste a la teología de la gracia divina que predicaban San Agustín y otros
monjes. Se dice que en torno al año 405 oyó una cita de las Confesiones de San Agustín que
decía Dame lo que tú órdenes y ordena lo que tú hagas. Pelagio mostró su preocupación ante la
idea que esta nota encerraba, ya que la consideraba contraria a los postulados tradicionales del
Cristianismo sobre la gracia y el libre albedrío y sostenía que reducía al hombre al papel de
mero autómata.
Cuando las tropas de Alarico I tomaron y saquearon Roma en 410, Pelagio abandonó la ciudad
junto a su discípulo Celestio y se instaló en Cartago, donde continuó expandiendo su doctrina y
llegó a conocer en persona a San Agustín.
La rápida difusión del Pelagianismo en torno a Cartago, zona donde San Agustín tenía su
principal base, hizo que éste y sus seguidores fueran quienes atacaran de forma más pronta y
dura las doctrinas de Pelagio. Entre 412 y 415, San Agustín escribió cuatro obras dedicadas
únicamente a discutir el Pelagianismo: De peccatorum meritis et remissione libri III, De spiritu
et litera, Definitiones Caelestii y De natura et gratia. En ninguna de ellas llega a mencionar a
Pelagio o Celestio por sus nombres, pero resulta evidente que se refiere a ellos en varias
ocasiones. Entre las ideas más fuertemente defendidas por San Agustín (y rechazadas por los
pelagianistas) están la existencia del pecado original, la necesidad del bautismo en la infancia, la
imposibilidad de no cometer pecado si se vive al margen de Cristo y la necesidad de la gracia de
éste.
De lo que resulta de sus escritos, la doctrina de Pelagio se podría resumir en los siguientes
puntos: A) negaba el pecado original, y que la muerte y la concupiscencia se hubieran seguido
como consecuencia de la caída de Adán, B) predicaban que el hombre era capaz por si solo y
sus facultades naturales que se le había concedido, evitar el pecado y alcanzar la vida eterna; C)
enseñaban que el perdón del pecado por medio de la fé, significa el perdón del castigo, pero no
el renacimiento a la gracia divina; D) que la ley tienen el mismo valor que el evangelio como
guía para alcanzar el cielo y E) que el hombre podía si ejercitaba su voluntad, vivir sin pecar ya
que antes de Cristo, varios lo habían logrado según mostraban las Escrituras.
Debido a la oposición surgida en África, Pelagio abandonó Cartago y se instaló en Palestina,
donde ofreció su amistad al obispo Juan de Jerusalén. En julio de 415, el obispo de Jerusalén
convocó un sínodo para discutir la cuestión pelagiana, el que acabó con una cierta inclinación
por las tesis de Pelagio acerca de la ausencia del pecado original. San Agustín y otros cuatro
obispos escribieron una carta al Papa Inocencio I, instándole a condenar el Pelagianismo. Éste
accedió sin mucha presión, pero murió poco después, en marzo de 417. Su sucesor fue Zósimo.
Pelagio defendía que el bautismo infantil era necesario para conseguir la entrada en el Reino de
Dios, pero no para conseguir la vida eterna, pues no acababa realmente con el pecado original,
sino que el fiel debía evitar éste mediante la Gracia obtenida al estudiar las escrituras y oír los
sermones. Tras leer la carta, Zósimo (mucho menos estricto que su predecesor) le declaró
inocente.
El hecho de que Pelagio y Celestio no fueran finalmente juzgados como herejes sorprendió
enormemente a San Agustín, que convocó un nuevo sínodo en Cartago en 418. Allí expuso
nueve creencias defendidas por la Iglesia que eran negadas por el Pelagianismo: A) La muerte es
producto del pecado, no de la naturaleza humana. B) Los niños deben ser bautizados para estar
limpios del pecado original. C) La "gracia justificante" (gratia gratum faciens) cubre los
pecados ya cometidos y ayuda a prevenir los futuros. D) La gracia de Cristo proporciona la
fuerza de voluntad para llevar a la práctica los mandamientos divinos. E) No existen buenas
obras al margen de la Gracia de Dios. F) La confesión de los pecados se hace porque son
ciertos, no por humildad. G) Los santos piden perdón por sus propios pecados. Los santos
también se confiesan pecadores porque realmente lo son. H) Los niños que mueren sin recibir el
bautismo son excluidos tanto del Reino de Dios como de la vida eterna. Este canon fue aceptado
como una creencia universal por la Iglesia, provocando la desaparición del Pelagianismo en
Italia. En la actualidad, la Iglesia Católica sigue defendiendo los ocho primeros puntos, pero
rechaza el noveno al considerar que los niños que mueren sin ser bautizados "quedan confiados
a la misericordia de Dios".
Pelagio escribió dos obras perdidas hace tiempo, "De la Naturaleza" y "Del Libre Albedrío", en
las que volvía a defender su concepción de la naturaleza del pecado y arremetía una vez más
contra San Agustín, acusándole de estar bajo la influencia del Maniqueísmo al elevar el mal al
mismo nivel que Dios, y de contaminar la doctrina cristiana con un fatalismo de origen pagano,
según él.
San Agustín se convirtió efectivamente al cristianismo desde el maniqueísmo, doctrina que
sostenía la existencia de un espíritu puro creado por Dios en oposición a un cuerpo corrupto y
malvado, no creado por éste de forma directa. Pelagio discutió la idea de que los humanos
pudiesen ser condenados al infierno por hacer algo que en realidad no podían evitar, el pecado,
y la identificó con ideas típicas del maniqueísmo como el fatalismo y la predestinación,
totalmente ajenas al concepto de libre albedrío de la humanidad. De acuerdo con los
pelagianistas, estos restos de creencia fatalista se apreciaban especialmente en las enseñanzas de
Agustín sobre la caída de Adán, que todavía no eran de uso corriente en el momento de iniciarse
la confrontación entre ambos. En oposición a ello, Pelagio y sus seguidores defendían que la
humanidad era capaz de evitar el pecado, y que la elección de obedecer las órdenes de Dios era
responsabilidad de cada persona. Tal idea, sin embargo, no era original de Pelagio.
Un ejemplo de la visión pelagiana acerca de la "habilidad moral" para no pecar se puede
encontrar en su Carta a Demetria, la cual es un excelente discurso sobre la moralidad,
enfatizando sus ideas sobre la santidad del hombre y su capacidad para elegir una vida donde
primase ésta. Esta carta es probablemente el único escrito que sobrevive de la propia mano de
Pelagio, gracias a que, irónicamente, se creyó durante siglos que su autoría correspondía a
Jerónimo de Estridón, si bien el propio San Agustín ya hacía referencia al texto y su autoría en
su trabajo De la gracia de Cristo.
Si bien para la tradición de la Iglesia Cristiana, Pelagio pasó al a historia como un heresiarca,
vale salir en su defensa que desde los inicios, el cristianismo había predicado como elemento de
salvación, el inicial “libre albedrío” del hombre, que se habría perdido por la caída entecado de
desobediencia de Adán, reconquista llevada a cabo por nuestro mediador Jesucristo. Los
preconceptos fatalistas, clara influencia del pensamiento oriental, sostenían la doctrina de la
libertad y responsabilidad humana, al contrario del preconcepto occidental, cuya mentalidad se
aproxima mas a insistir en la profunda incapacidad del hombre para la realización de obras que
lo encaminen hacia su salvación, atento que la idea no es fatalista ni está tan sujeta a la
predestinación.
El Concilio de Cartago de 418, no cerró la discusión que aún hoy se mantiene como arena
movediza bajo los pies de la iglesia, esperando todavía una definición.
No obstante, Pelagio es recordado como Heresiarca, y San Agustín es reconocido como “Doctor
de la Gracia” y uno de los principales de la literatura patrística.
Bastante poco riguroso resulta hoy analizar a la luz de los debates de aquel Concilio diocesano,
que una de las defensas del bautismo de niños, fuera porque acarreaban sobre sí el “pecado
original” y los infantes que morían sin bautizar, eran llevados al “limbo” figura proveniente de
los descartados “Evangelios Apócrifos” y que en tales condiciones, la voluntad del Señor, era
disponer su muerte, porque “seguramente era preferible ir al limbo, en lugar de llevar una vida
que nunca abrazara la fé, y perderse eternamente, si morían adultos, porque el deseo de Dios, es
que todos sean salvos”.
Estos conceptos, que hoy suenan forzados, fueron los que se utilizaron para hacer desaparecer la
doctrina impulsada por Pelagio y sus seguidores.
Aun así, habría que reconocer en Pelagio, lo acertado y canónico de sus propuestas, ya que fue
uno de los primeros que mencionó la salvación por la “sola fé”. Por justificación mediante la
sola fe hemos sido indudablemente limpiados de nuestros pecados personales, pero este perdón
(gratia remissionis) no implica una renovación interior de la santificación del alma. Hasta qué
punto la doctrina de la sola fides tuvo su acierto por Pelagio, que luego fue retomada mas de mil
años mas tarde por otro gran teólogo de la Iglesia Cristiana: Lucero.
La iglesia se hubiera ahorrado años de discusiones inútiles, si se hubieran contemplado ambas
posiciones, las que en el fondo encierran gran cuota de verdad. De haberse congeniado las
propuestas de Pelagio con lo que luego se denominó la doctrina ortodoxa, sin dudas la prédica
de la iglesia habría alcanzado mayores cuotas de sentido teológico, aplicables a la vida cotidiana
de cada creyente.
23) Eutiques: Fue un archimandrita (título usado principalmente en la Iglesia Ortodoxa
y las Iglesias orientales católicas, aludía originalmente a un abad superior al que un obispo
designaba para supervisar varios abades «ordinarios»y monasterios) de la zona de
Constantinopla. Nació probablemente en esa ciudad, entre los años 378 y murió hacia el 451).
En sus inicios como jerarquía eclesiástica, combatió fielmente los resabios del Nestorianismo
que se mantenía en la zona de funciones religiosas. Hacia el año 448, su obsesión por combatir
lo que no resultaba dogmático, lo llevó a una disputa con su superior, Eusebio, obispo de
Dorilea, imputación falsa, ya que este Eusebio, había sido uno de los adalides contra las
heterodoxias. Este obispo, con justa indignación propuso una reuniòn sinodal en Constantinopla
para limpiar su nombre, al que fue convocado Eutiques para brindar sus argumentos acusatorios.
Luego de varios emplazamientos, a los que se rehusó a participar, ambos se presentaron ante el
conjunto de integrantes del Sínodo, donde cada uno tuvo que exponer su dogma de fe.
Al consultárselo a Eutiques, acerca del reconocimiento sobre la figura de Cristo en sus dos
naturalezas, Eutiques expone la controversia que tomó por nombre Monofisismo: “Cristo en
dos naturalezas según la carne, consustancial a nosotros los hombres, pero no EN dos
naturalezas”. Considera una única naturaleza en Cristo, después de la unión de la divinidad con
la humanidad; no sólo en las formulaciones, sino en la realidad misma.
Luego de esta ausencia de acatamiento a lo que por entonces ya era parte del dogma, Eutiques
fue excomulgado y depuesto. Apeló la resoluciòn del sínodo ante el papado, que se hallaba en
cabeza de León I, al Emperador y ante el Obispo de Constantinopla.
La controversia continuó, el Emperador Teodosio II, convocó a un nuevo Sínodo en Efeso en
el año 449, y el papado envió a representantes, con cartas de León I, donde se detallaba
claramente que era el dogma sobre las dos naturalezas de Cristo. El sínodo se reunió finalmente
presididos por un monje de nombre Dióscoro, y con amplia mayoría de representantes del
Monofisismo.
Se le prohibió al representante de Roma que leyera las cartas que traía de León I, se aprobó la
tesis de Eutiques, restaurándolo en su anterior jerarquía, y se depuso a Eusebio de Dorilea del
obispado. Esto es conocido en la historia de la Iglesia como el “Latrocinio de Efeso”. Bien vale
resaltar que es el primer sínodo que aprueba conclusiones claramente heréticas (bajo el prisma
de lo que hoy consideramos dogmático o como se decía por entonces “de acuerdo a la razón”),
como prueba de que los principios de la ortodoxia, finalmente podrían responder a simples
cuestiones de número y los apoyos alcanzados.
Al llegar a Roma las informaciones, incluyendo la muerte de su representante (Flaviano) en el
camino de regreso, mediante un sínodo local en esa ciudad, se anulan las conclusiones del
Sínodo de Efeso, en razón que sus decretos no se habían cumplido, solicita al Emperador, a la
reuniòn de un nuevo Concilio. Este emperador, que había abrazado la causa monofisista de
Eutiques, no lo convoca, pero muere en el año 450. Su sucesor, Marciano, satisface los deseos
de León I, y cita a un nuevo Concilio ecuménico, en Calcedonia en el año 451. Si bien este
Concilio estaba integrado principalmente por representantes orientales, se aceptó la presidencia
del delegado pontificio. La exclamación general al final del concilio, luego de leías las cartas
enviadas por León I, fue: “Pedro ha hablado por medio de León”.
Eutiques y Dióscoro fueron depuestos, excomulgados y declaradas como heréticas sus posturas
y teorías, aprobándose la doctrina de las dos naturalezas de Jesús en una sola persona.
Pero las conclusiones del Concilio de Calcedonia, provocó finalmente un severo cisma del
cristianismo, ya que las propuestas monofisistas, fueron aceptadas y seguidas por un gran
número de núcleos cristianos, principalmente de Egipto (que luego abrazaron la heterodoxia del
Monotelismo hacia el siglo VII) y diversos lugares de oriente medio.
Son muchos los que consideran que Eutiques fue tratado con excesiva dureza, ya que su
intención inicial, fue resguardar el honor de Cristo, lo que a su parecer, no lo contemplaba, si se
aceptaban dos naturalezas.
Pero los riesgosos alcances que evitó las propuestas del Concilio de Calcedonia, se podrían
agrupar dentro del siguiente esquema.
Si bien “una sola naturaleza (la divina) después de la unión”, puede resultar a simple vista,
menos herética que la que niega directamente la divinidad de Cristo, ambas son insuficientes
para lograr la salvación mediante el sacrificio de la cruz.
Decían los monofisistas, que la carne de Cristo, no poseía idéntica calidad que la nuestra, dado
que era incorruptible e impasible. Entonces, el sacrificio de la cruz, simplemente consiste en un
sufrimiento humano y por ende, insuficiente para redimir del pecado al mundo, sin valor alguno
la misma crucifixión.
Dentro de este criterio, las palabras de San Pablo, suenan como erróneas, cuando proclama a
Cristo el Nuevo Adán, ni sería el Sumo Sacerdote, sometido a tentaciones como todos los
humanos, y sin embargo, libre de pecado. Los alcances entonces sería que Jesús no es verdadero
Dios, ni verdadero Hombre, o bien alguna de las dos naturalezas estaría sobre la otra,
prevalecería o la anularía. En este caso, entonces: ¿Que validez o necesidad habría tenido la
encarnación? Estos serían los riesgos que entrañan las doctrinas monofisistas.
Los Concilios de Efeso y Calcedonia, dieron desde el comienzo un marco a la fé, dictando las
normas directrices que hoy acompañan a toda la cristiandad. Ya no se discute el carácter divino
de Jesús, sino que quedó aclarado su condición divina y humana, para nuestra salvación.
24) Capítulo aparte merece Nestorio (c 386- c 451) y su doctrina llamada cristianismo
ortodoxo de dogma nestoriano, también conocido como nestorianismo o difisismo (del griego
δύς, dys, 'dos', y φύσις, physis, 'naturaleza'). Es una doctrina que considera a Cristo
radicalmente separado en dos personas, una humana y una divina, completas ambas de modo tal
que conforman dos entes independientes, dos personas unidas en Cristo, que es Dios y hombre
al mismo tiempo, pero formado de dos personas (prosopōn) distintas. Enmarcado dentro de las
disputas cristológicas que sacudieron al cristianismo en los siglos III, IV y V, el nestorianismo
fue propuesto por el monje Nestorio, oriundo de Alejandría, una vez entronizado como obispo
de Constantinopla. Esto le llevó a enfrentarse con Cirilo de Alejandría, obispo de dicha ciudad,
que defendía la tesis de la unicidad entre la persona humana y la divina de Cristo.
Principalmente Nestorio sostenía que Cristo era un hombre en el que había ido a habitar Dios,
escindiendo la persona divina de la persona humana. Tanto los nestorianos como los partidarios
de Cirilo fueron llamados al concilio de Éfeso, en el año 431. La disputa se centró
fundamentalmente en torno al título con el cual debía tratarse a María, si sólo Christotokos
(madre de Cristo, es decir, de Jesús humano y mortal) como defendían los nestorianos, o
además el de theotokos (madre de Dios, o sea, también del Logos divino), como defendían los
partidarios de Cirilo. Finalmente se adoptó como verdad de doctrina la propuesta por Cirilo, y se
le concedió a María el título de Madre de Dios, y los nestorianos, o difisitas, fueron condenados
como herejes.
La doctrina nestoriana, que sigue las enseñanzas del exegeta Teodoro de Mopsuestia, insiste en
el carácter distintivo de la divinidad y humanidad de Jesús, lo que mueve a los críticos de esta
confesión a acusar a los nestorianos de creer que Cristo era dos personas distintas: el Hijo de
Dios y el hijo de María. Concretamente Nestorio se oponía a que María fuera llamada
Theotokos (Madre de Dios) porque le resultaba una incongruencia lógica y una blasfemia. El
nestorianismo fue desterrado del Imperio romano, y la diáspora nestoriana encontró refugio en
el Imperio sasánida. Gran parte de los habitantes del imperio persa (en especial en Iraq) y los
Lajmidas abrazaron la denominación cristiana conocida en Occidente (incluyendo aquí a Siria y
al Imperio bizantino como partes del Occidente) con el adjetivo de "nestorianismo".
La Iglesia Siria Oriental y la Iglesia Católica Apostólica Asiria del Oriente -difisitas, es decir
"nestorianas"- prosperaron acatando ciertas reglamentaciones de los "shahs" persas, entre otras
aquella según la cual sus sacerdotes debían estar casados. En ese período prospera la escuela
teológica de Edessa (hoy Urfa) y se destaca la figura del patriarca Bar Saumas quien tenía su
sede en "Babilonia" (en realidad Ctesifonte y Nísibis). Aún en los primeros siglos de la
conquista árabe del Cercano y Medio Oriente la iglesia que mantenía la doxología (conjunto de
opinión) difisita o "nestoriana" mantuvo un fuerte impulso misional logrando importante éxito
en Asia central (por ejemplo en la ciudad de Samarcanda).
Los cristianos "nestorianos" fueron una genuina correa de transmisión del conocimiento
científico y filosófico grecorromano (particularmente del aristotelismo) a la entonces incipiente
cultura islámica (luego desde Islam este acervo de conocimiento volvió a Europa); en el periodo
inicial de los grandes califas omeyas se destacaban familias de médicos (seguidores de las
doctrinas científicas de Galeno) cristianos "nestorianos" curando a los califas y magnates.
Conclusiones:
Es claro y seguro que la gran inculturización en la fe, producto de las diferentes
regiones por donde se iba expandiendo el cristianismo, fue la causante de las herejías que en
cada etapa de la Iglesia, fue combatida en mayor o menor medida. Esto constituye un conflicto
tanto para la propia fè como para la razón, ocasionando graves problemas de armonización entre
el dogma y el pensamiento que traía cada comunidad, y que poco a poco, intentaba hacerlo
coincidir o encajar con las prédicas nuevas provenientes del cristianismo incipiente.
No obstante, en su gran mayoría de casos, lo que fue considerado Herejía, resultaba ser,
lo que se contraponía a Roma, Antioquia o Alejandría, como centros de poder teológico, en
virtud a que eran las únicas metrópolis que podían determinar en que se debía creer, y bajo que
ritual o modalidad. Poco a poco este lugar lo pasó a detentar solo Roma.
Pero a riesgo de resultar redundante, luego del análisis somero en que se han sometido
las doctrinas mas arriba expuestas, se aprecia una enorme buena fe en sus prédicas, en atención
que únicamente intentaban organizar la teología bajo algunos postulados, cuando la teología
precisamente se estaba recién formando. Lo que implica que lo que fue considerado herético,
era el resultado de simples acuerdos “democráticos” sobre cuantos eran los votaban a favor de
una u otra postura, en los diferentes Sínodos Ecuménicos o Diocesanos.
Lo que si resulta casi evidente, que la Iglesia se hubiera enriquecido enormemente de
aprovechar y amalgamar algunas posiciones heterodoxas, con lo que luego fue adoptado como
dogmático.
Muchas de las heterodoxias, provienen a su vez, del cambio copernicano que ocasionó
el cristianismo, frente a monoteísmo judío, que lo caracterizó como pueblo único en la historia.
Imponer la nueva concepción de la Trinidad, conllevó cataratas de herejías, seguidas de varios
ajusticiamientos, nada mas que por sostener la compatibilidad entre el A.T. y el N.T.
A partir del prólogo de Jn 1:14, se elaboró la doctrina patrística del Cristo Logos sobre
un doble trasfondo: la Biblia judía (la sabiduría divina, creadora, reveladora, legisladora) y la
filosofía helenistica preponderante en toda la cuenca del Mar Mediterráneo. Pero, si bien el
concepto de “logos” será un puente cultural entre ambos pueblos y culturas, acarreó serios
peligros para la explicación íntegra de la fé cristiana y los términos vertidos en la literatura
sagrada.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA.
Eduardo Arens: La Biblia sin Mitos, Ediciones Paulinas, Segunda Edición, año 1990.