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TRABAJO PRÁCTICO

MONOGRAFÌA:

“QUE FUE CONSIDERADO HEREJÍA EN LA IGLESIA

ENTRE EL SIGLO I Y EL SIGLO V”

Materia: Historia de la Iglesia I


Profesor: Lic. Eduardo TATÁNGELO
Alumno: Walter Aníbal SANYAN

Instituto Bíblico Buenos Aires

1er. Cuatrimestre de 2010.


Si bien este trabajo no pretende ser original, dado que el objeto de estudio, ha sido
pormenorizadamente analizado en varias ocasiones por eruditos acerca del tema, igualmente a
quien esto suscribe, sigue llamándole la atención, en virtud a las amplias repercusiones que
provocó en la Iglesia primitiva.
Desde luego, que las opiniones mayoritarias de entonces, que impusieron sus criterios,
descartando lo que se consideraba “desviado” o “ajeno al dogma”, son los antecedentes mas
sólidos sobre los que se fundamentó la Iglesia de hoy en día.
Lo que hoy resulta ser la Iglesia, tanto la tradicional Católica, como las Reformadas, es
directa consecuencia de los resultados en aquellos combates contra lo que se consideraba
herético. Tanto en la faz teológica, como en los aspectos sociológicos que encierran los
preconceptos en que se desenvuelven los principios de cada comunidad eclesial.
Lo que fue considerado “herejìa” en cada momento histórico, ha influido siempre en la
iglesia, desde los ángulos positivos o negativo.
Siguiendo el Diccionario Bíblico Certeza (página 583, Segunda Edición en castellano),
el término “herejía”, proviene de la palabra griega “hairesis”, lo que significa estrictamente
“elecciòn” (aunque luego con el transcurso del correr de los siglos, la palabra pasó a
significar “desvío”), que es el significado que tiene siempre en la traducción LXX en los
autores clásicos. Sin embargo, puede referirse a la escuela filosófica que el individuo decide
seguir. En forma semejante en el NT se emplea la palabra para denotar un “partido” con la
insinuación de obrar con terquedad o espíritu sectario, pero debe tenerse en cuenta que
ninguno de los grupos asì descriptos, está en estado de cisma con relación a su cuerpo
originario.
Ampliando esta primera aproximación de lo sostenido como “hairesis” y refrendando el
concepto de que inicialmente estas posiciones no significaban cisma alguno, podemos recordar
que en la Epístola a los Gálatas (1:6, 4:17), San Pablo critica a los que predican otras
costumbres, pero deja en claro que no persiguen otro evangelio, sino da a entender que la pelea
transcurre mas bien, dentro del ámbito personal, tratando de ganar adeptos bajo la prédica de
unos principios en detrimento de otros, y obviamente, siguiendo lo que hasta ese momento era
considerado “conducta piadosa” como la circuncisión, atento que en aquellas fechas, se carecía
de dogma alguno.
Los saduceos (Hch 5:17) y los fariseos (Hch 15:5) formaban sectas dentro del
judaìsmo, y la misma palabras e emplea para describir al cristianismo visto desde afuera (Hch
25:5-14). Josefo, sin embargo, empleaba el mismo término para describir a los esenios, que
eran cismáticos (Ant. 13.171, 18.18-22). Cuando aparecen grupos dentro de la iglesia, se los
denominaba herejías (1 Co. 11:19), donde parecerìa que Pablo quiere decir que, aunque
malas, arrojan el buen resultado de poner de manifiesto a los cristianos verdaderos). Tales
divisiones se consideran como obra de la carne (Gal 5:20) y fundamentalmente como falta de
caridad mutua, de modo que el hereje, o sea el hombre que porfiadamente decide formar o
seguir su propio grupo, debe ser rechazado después de dos amonestaciones (Tit 3:10). El ùnico
uso del término “herejìa” en el NT, en el sentido de error doctrinal o de opinión, aparece en 2
Ped 2:1, donde está incluida una negación del Redentor. Entre las herejías incipientes
mencionadas en el NT, dos son las mas prominentes: un gnosticismo de tipo judío (col 2:8-23)
y el docetismo (1 Jn 4:2-3, 2 Jn 7).
No obstante el criterio que luego primó en la Iglesia, acerca de lo que era considerado
como “dogmático” o “lo correcto según las enseñanzas”, querria dejar sentado desde estas
pequeñas líneas, que, luego del análisis de las diferentes posiciones que mas tarde fueron
tomadas como herejías o anatemas, daría la casi plena seguridad que los que promovieron las
doctrinas heréticas, solo tuvieron en miras exponer su criterio o teología, según lo que
sanamente creían que debía predicarse.
Analizando individualmente las distintas escuelas teológicas de lo que mas tarde fue
considerado “hairesis”, concluiríamos claramente (en la opinión de quien suscribe), que en un
ámbito de carencia de dogmas o principios doctrinales -elementos éstos que fueron
enriqueciendo la Iglesia con el transcurrir del tiempo- las doctrinas heréticas, tenían como
finalidad solamente tomar una posición diferenciada a lo que se entendía como tesis
mayoritaria.
No aparece ninguna de las teorías heréticas, como un intento velado de dividir la Iglesia
con primigenios cismas, ni predicar algo diferente a lo que podìa extraerse de la propia literatura
sagrada.
Esta brecha, entre lo que mayoritariamente se debía entender como dogmático, y lo que
quedaba fuera del dogma, recién fue tomando forma definitiva hacia el siglo V de nuestra era.
Va de suyo que la ambigüedad nacía de la poco contundente lectura de la misma Biblia.
Obsérvese que la tesis principal para otorgar el carácter de segundo integrante de la
Trinidad a nuestro Señor Jesucristo (calidad de la que hoy ningún cristiano en el buen sentido se
atrevería a dudar) fue el pasaje de Mateo 28;19 y concordantes, en cuanto se ordena “Id pues y
haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del PADRE, Y DEL HIJO Y
DEL ESPÍRITU SANTO”.
Este escaso pasaje, fue el que se tomó como elemento preponderante en el Concilio de
Nicea en el año 325 D.C., para basar la doctrina de la Trinidad, con el fin de combatir y
descartar las herejías que circulaban por entonces.
Pero resulta evidente que las posiciones mayoritarias y triunfantes, son las que
determinaron luego, que debía entenderse por herejía y que no debía entenderse así. Asimismo,
digamos que la gran mayoría de las anatemas, partieron de altos integrantes de la propia Iglesia
de cada período. No se observa en las posiciones heréticas que luego se transcriben ut-infra, que
se hayan dado como inicio, en oscuros feligreses. Para refrendar este aspecto, digamos que gran
número de obispos de renombre, todos grandes eruditos y lectores de la literatura sagrada,
participaban de los diferentes Concilios, a fin de sostener sus posiciones, que luego, y por
impulso de la mayoría votante, fueron desechadas por “No coincidir con las Sagradas
Escrituras”. Pero entiéndase que lo que decían o no las Sagradas Escrituras,
preponderantemente fue adoptado por la mera imposición de número: Mas votos, doctrina
adoptada.
De cualquier forma, vale reconocer, que todas estas doctrinas, las consideradas heréticas
o las consideradas dogmáticas, fueron producto de la buena fé de cada grupo, y la principal
dificultad, precisamente radica en que hasta llegado al siglo IV D.C. no se contaba con dogma
alguno, sino que la comunidad fue avanzando en ésta formación en forma muy paulatina, bajo el
método de ensayo – error, y aproximación vacilante hacia la verdad del evangelio.
Tan es asì, que nadie dudarìa de la honestidad intelectual y teológica de San Pablo, y a
la luz de las doctrinas heréticas posteriores, en el pasaje de I Cor 15: 25-28, bien podríamos
calificarlo de “subordinacionista”, cuando sostiene: “Pues Cristo debe reinar hasta que haya
puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.Y el último enemigo que será abolido es la
muerte. Porque DIOS HA PUESTO TODO EN SUJECION BAJO SUS PIES. Pero cuando dice
que todas las cosas le están sujetas, es evidente que se exceptúa a aquel que ha sometido a El
todas las cosas. Y cuando todo haya sido sometido a El, entonces también el Hijo mismo se
sujetará a aquel que sujetó a El todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.” (según
traducción Biblia de las Amèricas)
En el libro “La Biblia sin Mitos”, el sacerdote (de la congregación Societas Mariae),
Eduardo Arens, sostiene: “Las interpretaciones que encontramos en la Biblia ni son totales ni
son perfectas. Son aquellas propias del tiempo en que se dieron, limitadas por el nivel de sus
conocimientos y la profundidad de sus percepciones. Esas interpretaciones eran correctas para
ese tiempo. Después de todo provienen de personas concretas y limitadas, y los escritores
compusieron sus obras para sus respectivos tiempos, convencidos de su validez para las
generaciones futuras pero inconscientes de que podrían ser reinterpretadas más profunda y
correctamente”. Y agrega: “La interpretación que Pablo ofrecía era correcta hasta donde
daban sus conocimientos y su percepción. Sin embargo, podemos afirmar que estaba tan
inspirado por Dios como el evangelista Juan, que tenía una comprensión más profunda
habiendo percibido la identidad entre Jesucristo y el Padre. La diferencia entre la Cristología
de Pablo y de Juan se debe a las limitaciones mencionadas” 1
Como vemos, el carácter dogmático o extradogmático, se fue conformando con el lento
paso del tiempo, y finalmente las doctrinas que triunfaron, bien puede admitirse que fue, casi
por efecto del apoyo numérico mayoritario de los que seguían una tendencia u otra.
1
Eduardo Arens: La Biblia sin Mitos, Ediciones Paulinas, Segunda Edición, año 1990, Página 107
De ahí que actualmente, en varios ensayos, se prefiera hablar de “heterodoxias” en lugar
de “herejías”.
Según la opinión de Helmut Koster, la aparición de las herejías obedece a que “no
existían unas fronteras literarias que delimitaran claramente la ortodoxia de la herejía y en el
mejor de los casos las controversias giraban sobre la interpretación de estos escritos”2.
Siguiendo este concepto del eminente autor, es imposible hacerle decir a la Biblia, lo que ésta
no dice, pero resulta un trabajo muy arduo, hacerle decir lo que dice, en virtud a los diferentes
criterios teológicos que contiene.
Esta variedad de interpretación de la literatura sagrada, es lo que ha fomentado desde el
inicio del cristianismo, la presencia de herejías o heterodoxias. En su gran mayoría,
heterodoxias que nacían de la buena fè de quienes la propugnaban, y la amplitud de
interpretaciones que la propia Biblia admite.
Sin embargo, hay que mantener la claridad de pensamiento, en que gran parte de lo que
fue considerado “herejía” en verdad no buscaba separarse de la Iglesia dogmática, no intentaban
plantear un cisma, sino que solamente pretendían brindarle otra interpretación a las lecturas
bíblicas sobre todo del Nuevo Testamento, en razón que éstas lo permitían, dada la falta de
principios contundentes que pudieran extraerse, quizás no tanto por cierta ambigüedad, sino
porque sus letras quedan a mitad de camino, sin ahondar en principios ni reglas.
Es evidente que nuestro lenguaje y pensamiento, expresan formalizaciones
conformadas, partiendo de nuestras propias ideas, interpretaciones o preconceptos de lo que nos
rodea, y utilizando la naturaleza o materialidad como ejemplo de las ideas. Pero el error en que
han caìdo varias heterodoxias, consiste en que no hay formas verbales ni ideas preconcebidas o
posibles de explicitar claramente, sin hesitación o error (voluntario o involuntario) de las cosas
o conceptos que puedan abarcar todo lo perteneciente a Dios o la Trinidad, ni concebir
exactamente la divinidad que habitó entre nosotros, nos redimió y salvó ante el Padre.
Pero lo que también tenemos que conservar como premisa, es que muchas veces, por
mantener el énfasis en lo que se consideraba doctrina dogmática (en la mayoría de los casos por
el simple impulso del número mayoritario de seguidores, en comparación con la doctrina que
luego serìa condenada por herética), se descartó varias escuelas, que bien podrìan haber
renovado la teologìa tempranamente, sin esperar la Reforma Luterana, y en otras ocasiones, no
hubieran permitido el desvío personal de las altas autoridades eclesiásticas. Borradas éstas
disidencias de la historia y de las letras (en razón que ni siquiera por simple curiosidad se han
conservado los escritos de las heterodoxias) se perdió la oportunidad de tener un cristianismo
mas equilibrado y proporcionado, sobre todo entre Oriente y Occidente.
A diferencia del cristianismo, las herejías hebreas, tenían un cariz derivado de las
heterodoxias rituales o litúrgicas (adorar a YHWH, en otro templo que no fuera el de Jerusalén,
2
Helmut Koster: Introducción al Nuevo Testamento, Editorial Sígueme, Página 762
no ofrecer sacrificios, no observar las fechas conmemorativas, etc.), ya que eran poco afectos a
las interpretaciones abstractas.
No obstante cabrìa cierta excepción acerca de los esenios, judíos ortodoxos que
predicaban la abstinencia sexual, el matrimonio y rechazaban los sacrificios, aunque siempre
permanecieron dentro del judaísmo, y tolerados por las posiciones dogmáticas mayoritarias
(fariseos y saduceos), sin que les alcanzara la calificación de herejes.
En el cristianismo incipiente, las herejías que atacaron las posiciones predominantes,
nacían de postulados erróneos, como las corrientes “gnósticas” y sus derivados “neoplatónicos”.
Con lo cual se visualiza que ya excedían los conceptos hebreos, en cuanto que la raíz de sus
postulados no derivaban solamente de posiciones encontradas respecto a solo la liturgia.
Cuando se desviaban del monoteísmo, o directamente no cumplían el decálogo de Moisés, no
eran considerados “hijos de Abraham” ni judíos.
Vale aclarar que desde un principio, el cristianismo fue tomado como una herejía para
los judíos ortodoxos.
Pero cuales han sido las principales anatemas de los primeros siglos?
Siguiendo a M.L. Cozens, y su “Manual de Herejías” podríamos mencionar que la
primera de las herejías con las que tuvo que lidiar el cristianismo de inicio, fue la denominada
“Herejía Judaizante”.3
Para los legos apóstoles de una zona perdida del imperio Romano, con escasísima
instrucción, contando únicamente con la ayuda del Espíritu Santo luego de Pentecostés, la
influencia judaica, única base teológica formal con la que contaban en ese entonces, pareció ser
su primera “piedra de toque” con la que fundamentar la inicial teología.
Así, los orgullosos (por linaje y raza) descendientes de Abraham, que cumplían
acabadamente las leyes mosaicas, les resultaba inconducente que los paganos (considerados
“meros temerosos de Dios”) simplemente adhirieran a la nueva doctrina en pié de igualdad, sin
ritos de iniciación, ni mandatos a cumplir mas que la fé. Los gentiles no podían ser aceptados
directamente desde su práctica anterior de idolatrìa.
La propuesta, era que Jesús podìa ser alcanzado y seguido desde los mandatos del
Antiguo Testamento y por intermedio de Moisés.
De admitìrselos, debía ser bajo dentro de un grado de inferioridad, resguardando para si
mismos, aquellos judíos originales, el grupo de la selecta minoría, omitiendo los alcances del
bautismo para todos aquellos que abrazaban la nueva fé.
Ni aún los discípulos y apóstoles “se habían dado completa cuenta de cómo la muerte
en cruz de Cristo había derrumbado las barreras existentes entre judíos y gentiles, y fue así
precisa una revelación especial para preparar a San Pedro a admitir a Cornelio entre los
fieles” (Op. Cit. Pág. 13)
3
M.L. Cozenz, Manual de Herejías, Editorial Herder, 1964.
Pongamos de relieve que el grado de confusión era notorio, desde que los primeros
conversos al cristianismo, aún se lograron en las prédicas de los apóstoles, dentro de las mismas
sinagogas palestinenses.
Luego de la conversión de Saulo de Tarso, esta primera herejía judaizante, se vio
ferozmente combatida en su epístola a los Gálatas y su crítica a la obligatoriedad de la
circuncisión, lo que fue reconocido en el primer Concilio de Jerusalén (49-50 D.C.) donde se
admitió a Pablo, la prédica a los gentiles, que éstos no debían ser circuncidados, el carácter
salvífico del bautismo, y que estos nuevos conversos, solo debían observar tres puntos del
mandato mosaico: Abstenerse de la fornicación, comer de animales estrangulados, y beber la
sangre de los animales que ingirieran.
Sin perjuicio de este resultado del Concilio, muchos judíos conversos al proto-
cristianismo, desconociendo este resultado, continuaron persiguiendo a Pablo, por donde éste
predicara, denostando sus propuestas, sembrando discordia entre sus seguidores, y minando su
autoridad apostólica para destruir su influencia.
Triunfante la doctrina Paulina, éstos cristianos judaizantes, se refugiaron en la ciudad de
Pella, dos años antes de la caída de Jerusalén (año 70 D.C.), perdiéndose su prédica en la
historia de la iglesia hebrea hacia el siglo V D.C., perdiendo los alcances de la Revelación y
abandonando definitivamente las promesas de futuro venturoso.
Otra importante corriente con la que tuvo que lidiar el cristianismo primitivo, fue el
Gnosticismo (en griego = conocimiento).
Esta escuela herética, tuvo su inicial puerta de entrada, por medio del Evangelio de San
Juan, y su famosa frase de “al principio fue el logos”. Este vocablo, de raigambre griega e
importante para todo su desarrollo filosófico, dio lugar a innumerables debates.
Si bien la herejìa se conoce en general como “gnosticismo” este encierra varias
vertientes conocidas por este nombre común, aunque recién se lo consideró como herejía hacia
fines del siglo II D.C., y a partir de allí, continuó con sus embates hasta fines del siglo V D.C.
Todas las opciones del gnosticismo, comparten un postulado inicial: El desprecio por la
materia, siempre decadente creada por un demiurgo, con su escala ascendente o descendente de
las emanaciones materiales y la negativa a la encarnación del Redentor, alcanzando el
conocimiento la igualdad con la fé y encontrando en la razón la verdadera salvación, por ende,
solo se salvaban quienes eran verdaderos iniciados y conocedores de la teoría. Como el cuerpo,
era esencialmente negativo, por ser integrante de la materia, las propuestas extremas de
gnosticismo, iban desde el ascetismo mas acendrado, hasta consentir libremente la liberación
lúdica y erótica, por considerar irrefrenables los deseos de la carne. Pero todos se integraban con
ciertas prácticas esotéricas, más próximas al paganismo y la idolatrìa, que a la liturgia que ya se
empezaba a organizar como iglesia.
Entre los líderes de esta escuela heterodoxa encontramos a los Valentin y Marción.
1) De Valentín, se ignora la fecha de su nacimiento. Hacia 140 llegó a Roma desde
Alejandría, donde tuvo ocasión de recibir el influjo de la filosofía griega y conocer las
religiones pagana, judía y cristiana. Parece probado que en Alejandría, además de una bien
establecida ortodoxia cristiana, había una fuerte tradición gnóstica. De todos modos Valentín
pasó por un proceso de evolución, en el que va distanciándose cada vez más de las afirmaciones
cristianas y centrándose en la vertiente panteísta y mitológica. Así es notable la ausencia de
mitología en el Evangelio de la Verdad (uno de los documentos gnósticos hallados, en
traducciones coptas, cerca de Nag Hammadi, Egipto, en 1945). Cabría atribuir también a
Valentín, situándola en este mismo estado de su evolución, la Epístola a Reginos sobre la
Resurrección, de inconfundible carácter gnóstico, pero cuyo autor manifiesta querer estar dentro
de la Iglesia, sin renunciar al nombre cristiano ni rendirse por entero a la filosofía. De todas
formas, pretendiendo aceptar la doctrina cristiana de la resurrección, le da un sentido diferente
interpretándola a la luz de la concepción gnóstica sobre el Pléroma (mundo divino originario) y
sus relaciones con nuestro mundo. En cualquier caso Valentín unificó muchas opiniones
abstrusas de la llamada gnosis vulgar egipcia en una visión poética no exenta de genialidad. Era
un hombre de gran poder intelectual, que logró combinar materiales provenientes de diferentes
fuentes en una síntesis poderosa y original. Helenizó y tiñó de cristianismo una gnosis más
temprana, de carácter mucho más radicalmente mitológico y de la que estaban ausentes casi por
completo los elementos cristianos y que mostraba en cambio una fuerte influencia de los medios
judíos. Su poema metafísico parece además inspirado por vívidas emociones y experiencias
personales. Valentín era un hombre de vivencias intensas, que expresó su concepción trágica de
la vida en los símbolos de la imaginación creadora. La originalidad y poder de la gnosis
Valentíniana se encuentra en haber dado expresión mitológica a una visión intensamente
personal del mundo, ya una fuerte experiencia del «yo».
El drama de los eones, que ocurre en el Pléroma, es para Valentín la imagen arquetipo de la
condición humana. La gnosis de Valentín se presenta como respuesta a las cuestiones claves del
existir, que uno de sus discípulos orientales enumera así: «¿Qué éramos? ¿Qué hemos llegado a
ser? ¿De dónde éramos y adónde hemos venido a parar? ¿Hacia qué aspiramos? ¿Cómo somos
redimidos? ¿Qué es generación y qué es regeneración?» (Extractos de Teodoto 78,2). Frente a
esas cuestiones Valentín elabora una respuesta de fondo sincretista y en la que predomina lo
mitológico. En resumidas cuentas, el pensamiento valentiniano se sitúa en la dimensión de la
mitología mas que dentro del cristianismo de la época.
2) Marción de Sinope (*c. 85 en Sínope (Ponto); † c. 160 en Roma [ciertos autores dan
95-161]) fue un heresiarca cristiano del siglo II, fundador de la secta marcionista. Su doctrina se
resume en la existencia de dos espíritus supremos, uno bueno y otro malo, y considera al Dios
del Antiguo Testamento un inferior de éstos, simple modelador de una materia preexistente. A
Marción se debe en cierta medida los textos que luego fueron considerados como canónicos, ya
que en una de sus epístolas, menciona una gran cuota de la literatura teológica que circulaba en
la época, y a quien atribuía su autoría.
Rechazaba por tanto el Antiguo Testamento, y del Nuevo sólo aceptaba el Evangelio según san
Lucas y las epístolas de San Pablo. Fue excomulgado por su padre que era obispo de Sínope,
luego readmitido a la iglesia de Roma en 139 y declarado hereje y excomulgado en 144.
Era un griego convertido al cristianismo. Muy rico, ya que era naviero, viajó a Roma entre los
años 120 y 130, con la idea de intervenir en la propagación de la fe.
Marción fue un gran adepto de Pablo, y como griego, no entendía que el cristianismo
mantuviera una conexión judía. Consideraba que la Versión de los Setenta no era auténtica y
carecía de autoridad. Influido por las enseñanzas de los gnósticos, concibió una nueva forma de
entender el cristianismo.
Rechazó de plano el Antiguo Testamento, pues creía que este hablaba de un Dios sangriento y
vengativo y propuso que el Dios Creador no era el mismo que el Dios padre de Cristo (que es
una forma de dualismo). Rechazó el uso del miedo a Dios para imponer la obediencia. Se
apoyaba sólo en el amor como sostén de la ética.
Escribió un primer canon, en el que sólo incluía los escritos de Pablo, dejando sólo algunas
epístolas como auténticas (quitó la a los Hebreos y las llamadas pastorales), y el Evangelio
según san Lucas (sin los dos primeros capítulos). Después de este canon, el cristianismo
ortodoxo se dio cuenta de que era necesario organizar la maraña de escritos que se habían
producido desde el origen del cristianismo y publicó su propio canon, que llegó a ser lo que hoy
conocemos como Nuevo Testamento.
Según un texto antiguo, Marción decía que el Demiurgo robó elementos lumínicos del mundo
verdadero, y con ellos creó el universo físico que conocemos. Debido a la creencia generalizada
en la proximidad de la parusía, no creía en el matrimonio y entendía que la procreación era una
invención del Dios perverso del Antiguo Testamento.
No queda ninguno de sus escritos y todo lo que sabemos de él son los escritos de Tertuliano
condenándolo. Sin embargo, se tienen noticias de al menos dos textos, uno conocido como
Antítesis, y el otro su versión de la Biblia.
Está considerado el mayor peligro que sufrió el cristianismo primitivo, porque estaba muy
organizado y disponía de mucho dinero para predicar sus teorías. Marción fue condenado como
hereje y expulsado de Roma. Su partida fue un duro golpe para las arcas del cristianismo
romano.
Sin embargo, Tertuliano menciona que al final de su vida se convirtió y prometió hacer volver a
la ortodoxia a sus seguidores, tarea que le fue impedida por la muerte. Después de su muerte se
extendieron grandemente sus ideas tanto hacia el este como hacia el oeste. En Oriente la herejía
duró hasta el siglo X.
3) Otro gran “gnóstico” de la primera época fue Basílides. Vivió por los años 120-140
en Alejandría. Sus teorías se conocen por san Ireneo (Adversus haereses) y san Hipólito.
Cosmogonía: Según Ireneo de Lyon, Basílides enseñaba que del Dios supremo habían surgido
365 cielos, uno de los cuales -el nuestro- encierra un mundo "sublunar" y está gobernado por un
demiurgo subalterno: el Yahvé de los judíos.
Según Hipólito de Roma, Basílides hace derivar toda existencia de una divinidad suprema
inconcebible, de la que se engendran, en sucesivos despliegues, numerosos estratos, el último de
los cuales es nuestro mundo, gobernado por el dios de los judíos. Concibe una redención
totalmente intelectual, consistente en la súbita revelación (gnosis) de la existencia de Dios, a
quien desconocemos por el orgullo inconsciente (esto había de traer consigo una gran
ignorancia, que cubriría al universo y a cada ser humano, y no permitiría conocer otros mundos
superiores a éste, y sólo quedarían los deseos de elevarse por encima de tal condición).
La moral de Basílides era austera y aconsejaba abstenerse del matrimonio. Tuvo numerosos
discípulos, tanto en Egipto como en la Europa meridional. Se distinguió por el uso de
expresiones misteriosas y amuletos, como Abraxas (Se creía que Abraxas era el nombre de un
dios que representaba el Bien y el Mal). La secta desapareció en el siglo IV.
4) Posteriormente al gnosticismo, la incipiente Iglesia cristiana, sin entrar a analizar
profundamente los alcances de las Escrituras, cayó en lo que hoy, luego de siglos de debates,
concilios y rios de tinta escritos, es claramente considerado como heterodoxia, aunque nunca se
le enrostró el epíteto de herejía.
Lo complicado de tomarla bajo esta denominación, es que gran parte de los primeros padres de
la Iglesia, por desconocimiento o falta de previsión de las consecuencias, adoptaron este
postulado: El Subordinacionismo.
Fue un conjunto de opiniones teológicas elaboradas por diversos autores cristianos que, con el
fin de contrarrestar la herejía llamada Modalismo la cual era una posición estrictamente
monoteísta presente no sólo en los cristianos de los primeros siglos sino en toda la historia de la
Iglesia Cristiana, donde Dios es definido como un Espíritu Único e Indivisible, que se
manifiesta al hombre de diversos modos (Hebreos 1:2; 1. Timoteo 3:16; 2. Corintios 5:19; Juan
14:8-9), y que fue manifestado en carne como Jesucristo con el propósito de redimir al hombre
(1. Timoteo. 3:15-16).
Intentaron explicar y defender la doctrina trinitaria. En general, es unánime la opinión de los
estudiosos en el sentido de que el subordinacionismo no constituyó una herejía propiamente
dicha, puesto que si bien contrariaba la ortodoxia de la doctrina, nunca pretendió –por parte de
sus propugnadores- constituirse en una doctrina oficial, sino un intento, una mera opinión
teológica que, al ser llamados sus autores por la Iglesia a atenerse fielmente a las doctrinas
ortodoxas, estos se sometieron a sus dictados pacíficamente. Influenciados por la filosofía
estoica, los subordinacionistas cometían el error de destacar exageradamente la distinción
existente entre el Padre y el Hijo, al punto de llegar a subordinar –en mayor o menor medida- el
Hijo al Padre.
Los textos de de Juan 14:28 (“Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me
amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo”),
Juan 17:3 y en Efesios 4:6, entre otros como el Salmo 8: 5, Proverbios 8, 23-25, Marcos 13:32
(“Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el
Padre”), Mateo 24:36 (“Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos,
ni el Hijo, sino sólo el Padre”), Apocalipsis 1: 1, 5: 3, hicieron depositar sus prédicas y escritos
a la primera patrística de Justino Mártir, Eusebio, Ireneo, Clemente, Teófilo, Taciano,
Tertuliano) en esta concepción.
La iglesia tardo casi trescientos años (hasta el Concilio de Nicea en 325 D.C.), hasta acomodar
los conceptos de la conjugación de la Trinidad dogmáticamente.
5) Hay dudas acerca de la existencia real de Praxeas, aunque si hoy se conservan las
crìticas realizadas por Tertuliano, sobre ésta doctrina monoteísta firme y declarada, que recièn
se verìa confirmada en el Concilio de Nicea en el año 325 D.C.
De haber existido en persona, Práxeas fue un antiguo teólogo cristiano, creyente en la Unicidad
de Dios (o doctrina del Nombre de Jesús) que predicó por Roma y Cartago. Práxeas sostenía
firmemente la creencia monoteísta, afirmando que el Dios único fue manifestado en carne a fin
de traer salvación a la humanidad. Para Práxeas, Jesús es el único Dios. Así, afirmaba que el
único Dios es el Padre. "El Hijo -y por lo mismo el Espíritu Santo- no son más que nombres,
formas de hablar con las que nos referimos a un único ser" («vox et sonus orís»: Adv. Praxeam)
Las obras de Práxeas fueron destruidas por el catolicismo romano, cuando éste se impuso como
la religión oficial de dicho imperio. El catolicismo adoptó el dogma de la Trinidad o de un Dios
en tres personas. La información que actualmente tenemos sobre Práxeas, la obtenemos del
teólogo trinitario Tertuliano (murió cerca del año 225), quien escribió un tratado contra Práxeas.
En dicho tratado, Tertuliano reconoció que la Unicidad de Dios (y no la Trinidad), era la
creencia dominante de su tiempo.
«Los sencillos, de hecho (no los llamaré imprudentes e ignorantes), que siempre constituyen la
mayoría de los creyentes, están alarmados con la dispensación (de los tres en uno), sobre la
misma base en que su misma Regla de Fe les saca a ellos de la pluralidad de dioses del mundo
al único Dios verdadero; no entendiendo que, aunque El es el único Dios verdadero, uno tiene
que creer en El con su propia economía. Ellos consideran que el orden numérico y la
distribución de la Trinidad son divisiones de la Unicidad....»
Un dios Falso Llamado Trinidad. Por Julio César Clavijo S. pág 105. Citando a Alexander
Roberts y Santiago Donaldson “Tertuliano Against Praxeas”
“Puesto que el nombre Práxeas puede significar "entremetido", es posible que Tertuliano utilizó
un nombre ficticio para su opositor. Quizás Práxeas era un líder prominente o popular, al que
Tertuliano no podía atacar abiertamente con éxito, posiblemente fuera el obispo de Roma
Ceferino (Papa sucesor de Víctor I entre los años 190 y 217 D.C.).
Aunque los residentes romanos que estaban familiarizados con la controversia sabían
seguramente a quién se refería Tertuliano, quizás los creyentes de otras áreas no. Si Práxeas fue
mirado con respeto en las diferentes áreas del imperio, quizás Tertuliano no tenía mucha
esperanza de éxito si se oponía directamente a él, por eso sintió que podría alcanzar más
atacando la doctrina de Práxeas, sin mencionar el nombre verdadero de aquel hombre. Según el
informe de Tertuliano, Praxeas vino de Asia Menor a Roma cerca del año 190 y enseñó su
doctrina allí.
De la Persona de Práxeas se sabe poco o nada. Otros eruditos creen que esa persona no existió y
que las críticas a Práxeas, dirigidas por Tertuliano, eran contra otro Obispo de Roma, Calixto
(confesor, confidente y sucesor del Papa Ceferino, luego de su muerte en el año 217 D.C.).
Práxeas había llegado a tener cierto poder en la Iglesia de Roma. Él se oponía al montanismo e
integró su propia interpretación acerca del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Según él, el Padre, Hijo
y Espíritu Santo eran tres modos en el que Dios se manifestaba. Donde Dios una vez se
manifestaba como Padre, otras como Hijo y otras como Espíritu Santo.
6) Ebionismo: Palabra derivada de ebion, "pobre" en hebreo. Esta corriente del
cristianismo primitivo es el nombre con el que eran conocidas algunas comunidades cristianas
primitivas que se mantenían fieles a la Ley mosaica, cumpliendo preceptos judíos tales como la
circuncisión, el sábado, las prohibiciones alimenticias (cashrut) y reglas de conducta ascética.
También tenían una cristología "baja", es decir que los cristianos primitivos afirmaban que Jesús
era el Mesías ("Cristo"), pero rechazaban su preexistencia, que tuviera naturaleza divina y
también negaban su nacimiento virginal.
Consideraban sagrados los libros del Tanaj (Antiguo Testamento) y un Evangelio escrito en
Hebreo, que era considerado como el Evangelio según Mateo (aunque no exactamente igual al
Evangelio según Mateo en Griego que nos llega por el canon actual), al que llamaban
"Evangelio según los Hebreos", y rechazaban tajantemente los escritos del apóstol Pablo,
tratándole como un apóstata de la Ley. Las últimas comunidades ebionitas podrían haber
desaparecido alrededor del siglo V.
Los Ebionitas se deben distinguir, tal y como Ireneo de Lyon deja claro ya en el siglo II, de los
Nazarenos, judíos creyentes en Jesús como Mesías, y descendientes de la primitiva iglesia judía
de Jerusalén, que si creían en la Divinidad de Jesús y además celebraban el sábado como día de
la resurrección del Señor.
Ya que no hay evidencia arqueológica autentificada para comprobar la existencia de los
ebionitas, su naturaleza e historia no pueden ser reconstruidas de referencias que no han
perdurado. Lo poco que se conoce de ellos viene de referencias críticas por influencias de
antiguos teólogos y escritores de la iglesia cristiana, quienes los consideraban "heréticos" y
"judaizantes". Sin embargo, de acuerdo con los estudiosos de la actualidad quienes han
estudiado su pertenencia a la historia, los ebionitas existieron como una comunidad distinta de
la cristiandad temprana, antes y después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra
era, pero fueron marginados y perseguidos por cristianos gentiles a pesar de la posibilidad de
que hayan sido tan fieles a las enseñanzas de Jesús como el mismo Pablo de Tarso.
En el año 140 de nuestra era, Justino Mártir, en su texto más antiguo que conocemos, describe
una secta alejada de la iglesia que observa la Ley de Moisés, y que la sostienen como obligación
universal. En el 180 d. C., Ireneo de Lyon fue el primero en usar el término "Ebionitas" para
describir una secta herética y judeizante, que calificaba como tercamente aferrados a la ley. En
el 212 d. C., Orígenes remarca que el nombre deriva de la palabra hebrea "evyon", que significa
pobre. La más completa pero a la vez cuestionable relato viene de Epifanio de Salamis, quien
escribió un tratado de herética en el s. IV, denunciando 80 sectas heréticas, entre las cuales se
encontraba el Ebionismo. Estas son descripciones generales de su ideología religiosa, aunque en
ocasiones hay citas de sus evangelios, que de otra manera estarían perdidos para nosotros.
7) Cerinto fue considerado un Hereje gnóstico ebionita, contemporáneo de San Juan; se
dice que el Apóstol escribió su Cuarto Evangelio contra sus errores sobre la divinidad de Cristo.
No tenemos información sobre este temprano sectario que se remonta a su propio tiempo. La
primera mención de su nombre y descripción de su doctrina aparece en San Ireneo (Adv. Haer.,
I, c. XXVI; III, c. III, c. XI), escrita hacia el 170. Más información es reunida por el presbítero
Cayo (c. 210) citado por Eusebio (Hist. Eccl., III, XXVIII, 2). San Hipólito en
"Philosophoumena", VII, 33 (ca. 230), prácticamente transcribe a Ireneo. El Pseudo-Tertuliano
habla de Cerinto en "Adv. Omnes Haeres", escrito hacia el 240. Un fragmento de Dionisio de
Alejandría tomado del "De Promissionibus", escrito hacia el 250, es aportado por Eusebio tras
su cita de Cayo. El relato más exacto lo trae Epifanio (Adv. Haeres", XXVIII, escrito hacia
390), pero que por su fecha y carácter ha de ser utilizado con precaución. Teodoreto da un buen
resumen ("Haer. Fab.", II, 3, escrito hacia el 450).
Cerinto era un egipcio judío, si no por su raza, al menos sí por estar circuncidado. Se desconoce
las fechas exactas de su nacimiento y muerte. Fundó una escuela y reunió discípulos en Asia.
No nos ha llegado ningún escrito suyo. Sus doctrinas eran una extraña mezcla de gnosticismo,
judaísmo, milenarismo (N.T.: doctrina que dice que Cristo reinará en la tierra por mil años y
luego vendrá el fin) y ebionismo. Admitía un ser superior, pero el mundo había sido creado por
un poder distinto y muy inferior. No identifica a este creador o Demiurgo con el Yahveh del
Antiguo Testamento. No ha sido Yahveh, sino los ángeles los que han hecho el mundo y le han
dado la ley. Estos ángeles creadores ignoraban la existencia del Dios Supremo. La ley judía era
sagrada y la salvación se obtenía obedeciendo sus preceptos. Cerinto distinguía entre Jesús y
Cristo. Jesús era un simple hombre, aunque de eminente santidad. Él sufrió y murió y fue
resucitado de entre los muertos, o como dicen algunos que pensaba Cerinto, será levantado de
entre los muertos el último día y todos los hombres resucitarán con Él. En el momento del
bautismo, Cristo o el Espíritu Santo era enviado por el Dios Supremo y habitó en Jesús
enseñándole lo que ni los ángeles conocen: el Dios Desconocido. Esta unión entre Jesucristo y
Cristo continúa hasta la Pasión, cuando Jesús sufre sólo y Cristo regresa al cielo. Cerinto creía
en un milenio feliz que se realizaría aquí en la tierra, previo a la Resurrección y al reinado
espiritual de Dios en el cielo (milenarismo).
Apenas se conoce nada sobre los discípulos de Cerinto; parece que se fusionaron pronto con los
nazarenos y los ebionitas y apenas tuvieron influencia en la cristiandad. Florecieron
mayormente en Asia y Galacia.
8) Sabelio fue un sacerdote y teólogo del siglo tercero, que enseñó en Roma alrededor
del 215 d.C., pero pudo haber sido un africano de Libia. Basilio y otros le llaman un libio de
Pentápolis, pero según Dionisio de Alejandría c. 260, esto parece basarse en el hecho de que
Pentápolis fue un lugar donde las enseñanzas que compartía Sabelio prosperaron.
Lamentablemente, actualmente no contamos con copias de los escritos de Sabelio, pues cuando
la teología de la trinidad triunfó en el seno del catolicismo romano, los escritos de todo opositor
fueron destruidos. Lo que se sabe de Sabelio, se extrae principalmente de los escritos polémicos
de sus oponentes. Hay una distinción muy marcada entre lo que alguien escribe, y lo que un
oponente crítico enemigo de sus pensamientos, escribe acerca de esa persona.
Generalmente su creencia ha sido etiquetada como “herejía”, pero debemos recordar que a
nuestra sociedad, "nos ha venido la costumbre de designar con el nombre de “herejía” las
doctrinas que se separan de la Iglesia Católica, tal cual esta doctrina ha sido consagrada por los
concilios [católico romanos], por los papas y por el asentimiento general de los fieles [católico
romanos].
Lo que sí podrìa afirmarse acerca de esta heterodoxia, a juzgar por sus detractores, es que con
Sabelio y sus seguidores, parece haber una reaparición dela vieja idea filónica del logos, no
como persona distinta, sino como idea del universo en lamente de Dios o como imagen de Dios
en el Universo. Según los alcances, los sabelianos explicaban que las tres personas de la
Trinidad, no eran realidades o relaciones en la divinidiad en su interacción o circunminsesión
(Circuminsessio = de circum, en torno, e insidere - sentarse, estar sobre o dentro de otro, de
manera más estática, como presencia, compenetración o inhabitación mutua), sino simplemente
meras relaciones de Dios con la humanidad. Revelándose a sí mismo como Creador en el A.T.,
Dios es el Padre, y en la creación, toma el nombre de verbo. En el N.T. como Redentor
encarnado, es el Hijo. Como Paráclito o Espíritu Santo, es guía de la iglesia y santificador de las
almas. En resumen para el Sabelianismo NO hay diferencia de persona entre el Padre y el Hijo.
Para ellos, fue el Padre mismo quien se encarnó en María. La única diferencia entre ambos es la
tarea que desempeñarían frente a la humanidad, y asumiendo diferentes condiciones, pero
siempre siendo el mismo ser.
Una vez terminada la tarea del Espíritu, no siendo la Trinidad mas que una apariencia en
función de la actividad a desarrollar, esta diferenciación en tres, desaparecería y sólo seguiría
existiendo Dios indiferenciado en su simplicidad y magnificencia.
Frente a las palabras de Jesús: “El Padre es mayor que el Hijo”, o “Jamás hombre alguno
conoció al Padre, salvo el Hijo”, los Sabelianos contestaban que el Padre era la divinidad y el
Hijo la divinidad actuando en la humanidad como Cristo. Mientras el Hijo sufrió en la cruz, el
Padre y el Espíritu solo compadecieron con Él, no en forma personal. De aquí que tambien se
los conoció bajo la denominación de Patripasianos, la que fue considerada herética tras ser
condenada en 261 por el Concilio de Alejandría
No obstante, aquellos que disienten de la posición trinitaria del catolicismo romano, dicen que
"nada hay tan contrario a la recta razón como la que se enseña entre los cristianos referente a la
Trinidad... [pues] esa doctrina ininteligible no se encuentra en lugar alguno de la Escritura. Que
no se puede mostrar pasaje alguno que la autorice y al cual se pueda, a menos de apartarse de
uno u otro modo del espíritu del texto, dar un sentido más claro, más natural, más conforme a
las nociones comunes y a las verdades primitivas e inmutables. Que sostener, como hacen sus
adversarios, que hay varias personas distintas en la esencia divina... es introducir en la Iglesia de
Jesucristo el error más grosero y peligroso, puesto que es favorecer abiertamente al politeísmo".
El Sabelianismo, está dentro de las heterodoxias denominadas “Monarquistas”, aunque estas
tienen diferentes matices.
9) El Monarquismo constituye un grupo de corrientes doctrinales, totalmente opuestas
entre sí, que tenían como única característica relacionada la creencia de que Dios era un sólo
Rey (monarca, teología proveniente del mas clásico judaísmo, y sin dudas, bajo las influencias
de las doctrinas elaboradas por el A.T.) y que, por consiguiente, no era razonable la prédica de
la Trinidad, no había una pluralidad de personas. Por ser contrarias a la posición trinitaria la
iglesia las consideró heréticas.
Entre los Monarquistas, hay dos corrientes: El Modalismo, que se oponía férreamente al dogma
de la trinidad. De acuerdo con la concepción trinitaria, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son cada
una de las tres personas de la trinidad. En cambio, los modalistas explicaban que, de acuerdo
con la Biblia, estos términos nunca pretendían hacer distinciones de tres personas eternas dentro
de la naturaleza de Dios, sino que simplemente se referían a modos o manifestaciones de Dios.
En otras palabras, Dios es un ser individual y único y los diversos términos usados para
describirle (tales como Padre, Hijo y Espíritu Santo) son designaciones aplicadas a sus
diferentes formas de actuar o a las diferentes relaciones que Él tiene para con el hombre.
La otra corriente, es el Adopcionismo, que afirmaba que Jesús era un ser humano que en su
bautismo había sido "adoptado" por el Padre y que sólo recibió el espíritu divino una vez que
hubo ascendido a los cielos.
10) Docetismo: La herejía docética toma este nombre de la raíz griega dokéō (δοκέω),
que significa 'parecer o parecerle a uno'. Es una doctrina aparecida a finales del primer siglo de
la era cristiana, que afirmaba que Cristo no había sufrido la crucifixión, ya que su cuerpo sólo
era aparente y no real. Es esta idea la que el apóstol Juan (o la escuela por él iniciada) quiere
desestimar cuando escribe su primera carta universal 1 Jn 1:1. Incluso el filósofo gnóstico
Basílides la afirmó, para explicar el traslado de la cruz, ya que fue Simón de Cirene y no Cristo
quien la cargó. La herejía tiene su raíz en la influencia platónica, que afirma que son las ideas
las únicas realidades y nuestro mundo es sólo un reflejo, una imagen; además, se nutría de la
idea, hasta cierto punto generalizada en aquella época, de que la materia era corrupta, que "el
cuerpo es la cárcel del espíritu", como decían los griegos. La doctrina docética, enraizada
también en el dualismo gnóstico, dividía tajantemente los conceptos de cuerpo y espíritu,
atribuyendo todo lo temporal, ilusorio y corrupto al primero y todo lo eterno, real y perfecto al
segundo; de ahí que sostuviera que el cuerpo de Cristo fue tan sólo una ilusión y que, de igual
modo, su crucifixión existió más que como mera apariencia. El Islam conserva también este
punto de vista y sostiene que el cuerpo del profeta Isa (el nombre con que conocen a Jesucristo)
sólo fue crucificado como una ilusión.
San Ignacio de Antioquía escribe a los fieles de Esmirna que Jesucristo "es verdaderamente del
linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad y poder divinos,
verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que se cumpliera en Él toda
justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor a nosotros bajo Poncio Pilatos y
Herodes el Tetrarca (del cual somos fruto, esto es, su más bienaventurada pasión); para que Él
pueda alzar un estandarte para todas las edades por medio de su resurrección, para sus santos y
sus fieles, tanto si son judíos como gentiles, en el cuerpo único de su Iglesia. Porque Él sufrió
todas estas cosas por nosotros [para que pudiéramos ser salvos]; y sufrió verdaderamente, del
mismo modo que resucitó verdaderamente; no como algunos que no son creyentes dicen que
sufrió en apariencia, y que ellos mismos son mera apariencia. Y según sus opiniones así les
sucederá, porque son sin cuerpo y como los demonios".
En la primera carta a los Corintios (Cap. 6 Vs. 19) de Pablo de Tarso, está la idea que el
cristianismo ha promovido, en oposición al ideal grecolatino, de que "el cuerpo es el templo del
espíritu".
11) Una posición intermedia en el cristianismo, que no llega a considerarse herética, la
encabeza Orígenes. En el año 248 escribió ocho libros Contra Celso. En el año 250 fue
encarcelado durante las persecuciones emprendidas por el emperador Decio. Fue sometido a
tortura durante un año y murió cuatro años después como consecuencia del maltrato sufrido.
La mayor parte de su producción literaria se ha perdido, a causa de las violentas polémicas que
se encendieron en torno a su ortodoxia, y que terminaron en la condena de sus obras por el
Concilio de Constantinopla en 553. Es por eso que la que nos ha llegado es más bien escasa. Se
encuentra fundamentalmente en citas registradas en crónicas, tratados de otros autores y las
traducciones de San Jerónimo, Rufino y Ambrosius Traversarius. No obstante, se conservan las
Exaplas, los Principios y la Defensa del Cristianismo. En sus libros aseveró que conocía más de
veinte versiones de los Evangelios, quejándose por el pésimo estado de conservación de esos
documentos y por las malas interpretaciones que hacían aquéllos encargados de escribirlos. En
su libro Principios, refiriéndose a estos, dice: “Hay cosas que se nos refieren como si fueran
históricas y que jamás han sucedido y que eran imposibles como hechos materiales y otras, aun
siendo posibles, tampoco han sucedido”.
Contrario a lo que afirman teosofistas, Orígenes era contrario a la doctrina de la reencarnación.
Conocedor del concepto a partir de la filosofía griega, afirma que la transmigración "...es ajena
a la Iglesia de Dios, no enseñada por los apóstoles, y no apoyada por las Escrituras" (comentario
al Evangelio de Mateo, 13:1:46–53). Las teorías que se plantearon posteriormente sobre sus
trabajos fueron motivo de controversias, en especial durante la Edad Media. Fue un afanoso
combatiente de las teorías anti-cristianas de Celso. En su Comentario sobre el Evangelio de Juan
(libro II, capítulo II ), Orígenes afirma que el Logos (El Verbo de Dios) es theos (dios) sin el
artículo definido ("el"), en cambio el Padre es ho theos (el Dios) con artículo. En la Teología de
Orígenes el Hijo de Dios es inferior al Padre y puede ser considerado un "segundo Dios"
(deuteros theos).
Al igual que en el caso anterior, caminando en un camino sinuoso entre la ortodoxia y la herejía,
se verifica en Lucio Cecilio (o Celio) Firmiano Lactancio (245?-325?), escritor latino y
apologista cristiano nacido en el norte de África, discípulo del maestro africano de retórica
Arnobio.
Sólo se conservan sus obras cristianas. Las principales entre estas son: De opificio Dei (303-
304) (Sobre la obra de Dios), en la que pretende demostrar la existencia de la providencia
divina tomando como base la forma del cuerpo humano; De ira Dei (Sobre la ira de Dios),
sostiene contra algunos filósofos que la ira es un componente necesario del carácter de Dios,
que debe repartir justo castigo contra los malhechores; y las Institutiones divinae (Instituciones
divinas). Esta última es una obra de gran envergadura, una defensa de la doctrina cristiana como
un sistema armonioso y lógico.
Lactancio fue criticado por los cristianos por sus creencias poco ortodoxas, sin embargo
comprendió cuáles parecían ser los principios esenciales de la religión cristiana. Escribió en una
retórica prosa ciceroniana (se le llamó el Cicerón cristiano), en un tono más bien persuasivo que
polémico, procurando justificar la fe por la razón antes que por la autoridad. Una excepción a
este estilo de escribir la encontramos en su De mortibus persecutorum (Sobre las muertes de los
perseguidores) escrita en la Galia en el 318, poco después del triunfo del cristianismo. Se trata
de una espeluznante descripción de los sucesivos destinos de los emperadores que persiguieron
a los cristianos, especialmente en la época de Lactancio.
12) Pneumatómacos o Macedonianismo es un movimiento herético surgido a
mediados del siglo IV que debe su nombre al arzobispo de Constantinopla, Macedonio y que
negaba la divinidad del Espíritu Santo.
Surgido cuando la Iglesia se encontraba inmersa en las disputas teológicas provocadas por el
arrianismo, que negaba la consustancialidad del Hijo con el Padre y por tanto la divinidad de
Jesucristo; el Macedonianismo no negaba dicha consustancialidad, pero sí la del Espíritu Santo
al que consideraban como una criatura del Hijo y por tanto inferior a este. Condenada
formalmente como herética en 381 por el Primer Concilio de Constantinopla que se decretó,
mediante la revisión del Credo niceno, que el Espíritu Santo era consustancial con el Padre y el
Hijo, conformando las tres naturalezas de La Santísima Trinidad.
Los seguidores de esta nueva postura radical fueron también llamados pneumatómacos
(adversarios del Espíritu).
13) El Apolinarismo fue una doctrina considerada herética por la ortodoxia cristiana
debida a Apolinar de Laodicea y surgida como reacción contra el arrianismo.
Esta doctrina afirmaba que en Cristo, el espíritu o intelecto no era humano sino divino al
encarnarse en un cuerpo sin alma que era sustituida por el mismo Verbo. Con este presupuesto
la naturaleza humana del Redentor quedaba mutilada ya que, al negarle un alma humana, su
figura quedaba reducida a una especie de marioneta manipulada por Dios.
La negación del dogma católico de la íntegra naturaleza humana de Cristo hizo que las
enseñanzas de Apolinar fueran oficialmente condenadas por el papa Dámaso I en sendos
concilios celebrados en Roma en 374 y 377, y posteriormente en el Primer Concilio de
Constantinopla celebrado en 381 siendo sus seguidores condenados en 388 al destierro por el
emperador Teodosio.
Existieron comunidades apolinaristas en Constantinopla y Siria. A pesar de que los discípulos
intentaron perpetuar la doctrina a la muerte de Apolinar, acaecida en 392, alrededor de 416 la
mayoría había pasado a la fe de los Concilios de Nicea y Constantinopla y el resto al
monofisismo.
14) Novaciano (Frigia, ¿? - † 258) fue un sacerdote romano y antipapa en la época del
papa Cornelio desde 251 hasta 258, fecha de su muerte. Algunos lo llaman o lo identifican con
Novato, pero otras fuentes, dicen que Novato era un presbítero de origen cartaginés.
Novaciano habría nacido en Frigia a mediados del siglo III y en 248 se trasladó a Roma, donde
se convirtió al Cristianismo. Fue el primer teólogo en utilizar el latín como idioma de sus textos.
Escribió Tractatus de Trinitate entre otros escritos.
Descontento con la elección de Cornelio, no reconoció su autoridad. Se hizo nombrar por tres
obispos como papa, por lo que se constituyó en antipapa, y dio origen a la doctrina conocida
como Novacianismo que niega la absolución de los apóstatas o lapsos (así se llamaba a aquellos
cristianos que por miedo al martrio habìan defenestrado la fè en Cristo) y afirma que la Iglesia
no tiene poder para dar la paz a los que renegaron de la fe en la persecución y a los que
cometieron algún pecado mortal.
El enfrentamiento de ambas posturas provocó que Novaciano se hiciera nombrar por tres
obispos como papa y fundara la Iglesia de los puros (katharoi) que perduraría hasta el siglo VII.
Esto hizo que se convocara un sínodo en otoño de 251 en el que se condenó y excomulgó a
Novaciano.
Tras dicho concilio y ser declarado antipapa, fue desterrado de Roma y murió en 258,
martirizado en el período del emperador Valeriano I (253-260). Sus restos fueron llevados a
Roma por sus discípulos. El y sus seguidores fueron excomulgados por el papa Cornelio, siendo
considerado hereje por la Iglesia Católica. San Cipriano, San Ambrosio y San Paciano
impugnaron su doctrina.
Su doctrina fue perdiendo adeptos hasta desaparecer en el siglo VII.
15) Dionisio, (* Grecia, ha. ¿? – Roma, 26 de diciembre de 268). Papa nº 25 de la
Iglesia católica de 259 a 268.
Tras la muerte del papa Sixto II, la sede papal permaneció vacante durante casi un año debido a
las persecuciones que contra los cristianos había desatado el emperador Valeriano.
Sacerdote de gran reputación en la Iglesia de Oriente, Dionisio se trasladó a Roma como
presbítero durante el pontificado de Esteban I destacando en esta etapa en la controversia que
vivía la Iglesia por la cuestión de los lapsos.
Combatió el Modalismo, doctrina que siguiendo las enseñanzas de Sabelio proponía que las tres
personas de la Trinidad no eran sino una cuestión de nombres, distintos modos de nombrar a un
único Dios. También se enfrentó a los subordinacionistas, quiénes presentaban al Hijo como un
ser creador.
Pero el hecho más relevante de su pontificado fue su enfrentamiento con su homónimo, el
obispo de Alejandría, Dionisio, a quien exigió que aclarase su posición sobre la acusación que
pesaba contra él de haber hecho unas declaraciones heréticas respecto a la doctrina trinitaria al
defender el triteísmo, doctrina que propugnaba la separación de la tres personas de la Trinidad
en tres deidades distintas. Este enfrentamiento que se conoce en la historia como "la
controversia de los dos Dionisios", dio lugar a un intercambio de correspondencia entre Roma y
Alejandría en la que Dionisio de Alejandría escribió su “Apología y Refutación”, defendiendo
la ortodoxia de sus ideas al reducir el problema a una simple cuestión semántica entre los
cristianos orientales que usaban como lengua litúrgica el griego y los cristianos occidentales que
usaban el latín.
Dionisio reorganizó las parroquias romanas y obtiene de Galieno libertad para los cristianos.
16) Una doctrina muy seguida durante el Siglo IV y la primera mitad del siglo V en la
iglesia cristiana fue la que propugnó Mani o Manes (en persa ‫مممانی‬, en latín Manichaeus)
(aproximadamente el 25 de abril de 215-276 d.C.) fue un líder religioso iraní, fundador del
maniqueísmo, una antigua religión gnóstica que llegó a alcanzar una gran difusión, aunque se
encuentra extinguida en la actualidad. Si bien sus escritos se han perdido, sus enseñanzas se han
conservado parcialmente en manuscritos coptos, procedentes de Egipto, y en textos más tardíos
del maniqueísmo que se desarrolló posteriormente en China, principalmente en la región de
Turfán (cuenca del Tarim), y en el Turquestán. Mani (nombre cuyo significado es joya)
pertenecía por su origen a la nobleza parta. Su padre, Pattig, procedía de Hamadán, y su madre
pertenecía a la familia de los Kamsaragan, emparentada con la dinastía reinante en el Imperio
Parto, los Arsácidas.
Mani pasó su infancia y juventud en el seno de una comunidad judía ascética conocida como los
elcasitas. Según los relatos biográficos de al-Biruni -conservados en una enciclopedia del siglo
X, el Fihrist, de Ibn al-Nadim-, recibió una revelación de un espíritu al que llamaba Syzygos o
"Gemelo". Cuando tenía alrededor de 25 años, comenzó a predicar su nueva doctrina, basada en
la idea de que podía alcanzarse la salvación mediante la educación, la negación de uno mismo,
el vegetarianismo, el ayuno y la castidad. Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos y los
mandeos- eran dualistas, creerían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e
irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán).
Según ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo.
Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo Testamento (malo) del Dios
del Nuevo Testamento (bueno).
Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del
demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal;
por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de
liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes"
aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.
Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma.
Jesús y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su
liberación espiritual.
En práctica, el maniqueismo niega la responsabilidad humana por los males que cometidos
porque cree que no son producto de la libre voluntad sino del dominio de Satanás sobre nuestra
vida.
Más adelante, anunció que era el Paráclito prometido en el Nuevo Testamento, el Último
Profeta y el Sello de los Profetas, último de una serie de hombres enviados por Dios que incluía
a Set, Noé, Abraham, Shem, Nikotheos, Henoc, Zoroastro, Hermes, Platón, Buda y Jesús.
Durante su vida, los primeros misioneros de Mani difundieron la nueva fe por Persia, Palestina,
Siria y Egipto. En vida de Mani el mismo emperador del Imperio Sasánida, Sapor I, fue amigo y
protector de Mani y favoreció la divulgación de su mensaje por el Imperio. Asimismo el hijo de
Sapor, Ormuz I, rey de Armenia, era amigo y discípulo de Mani, por lo que a la sucesión del
trono de Sapor por éste, el camino para las enseñanzas de Mani parecía estar en condiciones
óptimas debido a la cercanía entre emperador y profeta, pero Ormuz murió al cabo de un año y
le sucedió su hermano Bahram I, enemigo acérrimo de Mani, al que condenó a muerte con el
apoyo de la casta de los magos del zoroastrismo.
Mani tuvo más seguidores entre la nobleza, como la reina de Palmira, Zenobia, que abrazó la fe
de Mani y acometió la empresa de difundirla hacia Egipto y más allá.
Según parece, murió en prisión por orden del emperador sasánida Bahram I. Las fuentes
discrepan en cuanto a la forma de su ejecución.
El escritor libanés Amin Maalouf escribió una novela histórica acerca de la vida de Mani,
titulada Les jardins de lumière/«Los Jardines de Luz», (1991).
17) Una doctrina que hizo profunda huella en el Cristianismo de inicios, y que dio lugar
a la convocatoria del Concilio de Nicea, fue el Arrianismo. Esta heterodoxia explota con Arrio
(256 – 336 D.C., probablemente nacido en Libia), presbítero de Alejandría en el 318, pretende
mantener la confesión de fe del bautismo, pero admitiendo que Dios no ha sido siempre Padre,
ya que hubo un tiempo cuando Dios estaba solo y no era todavía Padre. Después llegó a serlo
cuando engendró el Hijo, quien entonces no ha existido por siempre. El “logos” de Dios ha sido
creado de la nada. Contra los modalistas dice que el Hijo no fue engendrado en apariencia sino
en verdad. Pero no es una emanación como dice Valentín ni una parte consubstancial como dice
Mani. Es único, superior respecto a toda criatura, por eso merece ser llamado Dios, como título
de dignidad, aunque no pueda captar lo fundamental acerca del Padre y haya cosas que
desconozca sobre Èl.
Arrio rechaza el engendrar intradivino y eterno de Orígenes. Cristo es una creatura intermedia.
No tiene una doctrina de enseñanza trinitaria, sino que solo reconoce a un Dios en dos
hypostasis creadas, que median con el mundo creado, una mas alta y otra mas baja. Su
Jesucristo no salva.
Este sacerdote argumentaba que el Hijo es una criatura, creada por Dios antes del inicio de los
tiempos, y por ende, aunque de naturaleza superior a la humana, es inferior al "Padre", por lo
que rehusó utilizar el término homoousia (consustancialidad, o igualdad de sustancia) al definir
la relación de Cristo con Dios. Por lo tanto, el Arrianismo afirmaba la doctrina de que Cristo
está subordinado a Dios Padre y es de una sustancia diferente.
Cometiendo el error de aplicar categorías humanas (en la eternidad no hay un antes ni un
después) a la relación entre Dios Padre y el Hijo Jesucristo, Arrio desarrolló su heterodoxia del
siguiente modo: “Si Dios Hijo fue engendrado por el Padre, no implica esto acaso ¿que el Padre
existió antes que Él? Entonces el Hijo no es eterno. Y si no es eterno, ergo no es igual al Padre.
Si el Hijo era considerado Dios, es por simple condescendencia del Padre, y porque éste lo
quiere, pero no por esencia igualitaria del Hijo por y en sí mismo.
Este planteo, inicialmente Arrio lo sostuvo como hipótesis de análisis intelectual, no con la
intención de desarrollar ninguna heterodoxia organizada, aunque luego fue tomando cuerpo, y
logrando adeptos, incluso entre las autoridades eclesiásticas.
Ante la ausencia de retractación, Alejandro de Alejandría, superior jerárquico de Arrio, no tuvo
otra opción más que la excomunión. Desterrado a Cesarea, logro la adhesión de Eusebio, quien
le autorizó a predicar en la región esta postura, y sostuvo esta posición frente al Concilio en
Nicea.
Las consecuencias las soportó Arrio, morigerando parcialmente su posición, arguyendo que el
Hijo, había sido exaltado por el Padre, en virtud a su obediencia.
Pero antes del Concilio tuvo que soportar las críticas de los eruditos de entonces, ya que se le
planteó a Arrio el siguiente enigma: Si es por consiguiente que la naturaleza de Cristo es
mutable, ¿habría sido posible que cometiera pecado?
Frente a este razonamiento, Arrio desconociendo los verdaderos extremos de su doctrina,
contestó que efectivamente podría haber cometido pecado, aunque no lo cometió por obediencia
al Padre.
Como ésta herejía comenzó a ganar la calle de los menos informados, excediendo el ámbito
académico, logrando día a día, mayores seguidores, se convocó a Concilio, a fin de zanjar la
cuestión.
Intentando un acercamiento a Alejandro, con un profuso intercambio epistolar en el que se
colocaba en el rol de perseguido o incomprendido, ablandó su argumento inicial acerca de la
mutabilidad de Jesús, afirmándolo como “único engendrado” significando en realidad esto
como “el único directamente creado”.
Como oriente se estaba perdiendo en la causa de la Trinidad, y derivado de la conversión de
Constantino, interviniendo en la Iglesia por primera vez, el Emperador convocó a un Concilio
Ecuménico en la Ciudad de Nicea, ordenando a Arrio y a Alejandro, que depusieran sus
cuestiones hasta la reunión del Concilio
El Concilio de Nicea del año 325 se convocó para establecer una doctrina oficial única (Credo)
y condenó aquellas enseñanzas que quedaron excluidas del mismo, principalmente la de Arrio,
que afirmaba que el Hijo era la primera creación de Dios y que, aunque existía desde antes del
inicio de los tiempos, no era Dios mismo.
Las conclusiones alcanzadas por el concilio se expresaron en un texto que especificaba todo lo
que debía creer un cristiano para ser considerado tal; sobre todo las nociones relativas a la
relación entre las potencias divinas, y en eso especialmente la naturaleza divina de Jesús, su
génesis por el Padre y la naturaleza del Espíritu Santo. También estableció aspectos de la
liturgia, la plegaria y la disciplina eclesial.
El canon de Nicea anatematizará estas doctrinas que proponen que hubo un tiempo en que
Cristo no existía antes de ser engendrado, y descartará el platonismo de la época en cuanto éste
proponía la divinidad escalonada, el mundo sin comienzo, y la invariable revelación desde el
inicio del “logos”. Es la especial substancia del Padre aquello por lo que el Hijo le es
consubstancial. La palabra homousious, al no venir de la escritura no excluirá igualmente el
peligro contrario, lo que dará nacimiento al modalismo de Marcelo de Ancyra. Sin perjuicio de
que la igualdad de substancia, no implica obligatoriamente igualdad numérica.
Aun el criterio adoptado de “consubstancialidad” encierra algún rasgo de incertidumbre dado
que permite dejar flotando la posibilidad de otorgarle a la Trinidad, alguna forma de
materialidad y si hay materialidad puede haber temporalidad.
La palabra “homousious” se mantuvo hasta el siguiente Concilio, para descartar y oponerse a la
posición arriana, que admitía cualquier otra denominación (Dios de Dios, Luz de Luz,
Primogénito de toda creación), menos “homousious”, ya que era lo mismo que deponer su
herejía.
Constantino exigió la aceptación de los alcances del Concilio como un deber al Estado.

18) Marcelo de Ancyra (374) dirá que el “logos no es otro en Dios mismo, sino
idéntico con dios, una única ousía, una única persona, sin estar separado de Dios en el ser,
puesto que èl es con dios homousious, sale de Dios con la finalidad de la autocomunicación en
el obrar y hace un hombre para sí, realiza la redención y regresa a reposar junto a Dios. Pero no
especula con lo que sucede con el cuerpo de Jesús, ya que no lo aclaran las Escrituras. Este
“logos” en verdad era el “logos del Padre”. La propuesta será condenada en el Concilio de
Constantinopla I (381) y el Papa Dámaso anatematizará a “los que pretenden que el verbo, Hijo
de Dios, es una extensión o contención y separado del Padre como insubstancial y tendrá fin.
19) Eunomianos: Con el nombre de eunomianos se ha designado a una secta herética,
que no es más que una rama de los arrianos, cuyo jefe era Eunomio, obispo de Ciziсо, elevado a
esta dignidad en el año de 360 y depuesto de ella por sus errores. La amistad del emperador
Valente lo restableció en su obispado cuando sus adeptos y partidarios querían procurarle el de
Samosata; pero muerto Valente, fue nuevamente depuesto el prelado heresiarca y en esta
situación vino a morir en Capadocia.
Los postulados principales de esta secta eran el de sostener que conocían a Dios tan
perfectamente como él se conoce a sí propio: que el hijo de Dios no era realmente Dios y que
tampoco habia tomado naturaleza humana sino asimiládose a ella por su virtud y operaciones.
La fe sola bastaba para la salvación según ellos aunque se cometiesen los mayores crímenes y se
viviese en estado de impenitencia. Hacían volver a bautizar a todos los que lo habían sido en
nombre de la Santísima Trinidad, rechazaban la triple inmersión que se hace en el bautismo, el
culto de los mártires y el honor que se tributaba a las reliquias de los santos. También recibieron
estos sectarios el nombre de trogloditas.
20) Asterio, conocido como el Sofista (?-c. 341) fue un filósofo y teólogo arriano. Son
pocos los escritos de este autor que se han podido recuperar íntegramente. Podría haber sido
alumno de Luciano de Antioquía. Se han conservado fragmentos de su Syntagmation en la obra
de Atanasio y de Marcelo de Ancira.
Según Hanson, había apostatado durante la persecución de Diocleciano y por ello no fue nunca
nombrado presbítero ni obispo. En los fragmentos que se han conservado de su obra, Asterio
afirma que Cristo fue el primero de los seres creados por Dios Padre, y fue creado por un
desbordamiento de su propio poder antes del inicio de los tiempos. Sin embargo, Dios Padre y
Dios Hijo, aun siendo distintos, están siempre en perfecta armonía y entendimiento entre sí, y
por eso se puede afirmar que son "uno" (Jn 10:30). También afirmó que todos los epítetos
aplicados a Cristo pueden aplicarse también a la humanidad.
21) Prisciliano de Ávila (Bética o Lusitánica Gallaecia, aprox. 340 o –† Civitas
Treverorum, actual Tréveris, 385), obispo hereje hispano, fundador del priscilianismo, fue, junto
a otros compañeros, el primer hereje ajusticiado por el gobierno secular en nombre de la Iglesia
Católica. Prisciliano murió decapitado a los cuarenta años en la ciudad de Tréveris (en la futura
Francia) en 385, acusado por los jerarcas de la época de hereje, sectario del Cristianismo,
gnóstico naturalista, esotérico... El emperador Teodosio fue quien ordenó su condena. Martín de
Tours, Jerónimo en Roma y Ambrosio de Milán representaban una facción, dentro del cuadro de
ortodoxos leales a Roma, que se había opuesto desde un principio a la injerencia imperial en
asuntos eclesiásticos y por lo tanto estaban en contra de la orden de ajusticiamiento emanada de
Teodosio, aunque tambien se oponían a la heterodoxia de Prisciliano.
Él y sus seguidores aceptaban a las mujeres en sus reuniones secretas y les daban cargos
religiosos, practicaban el ayuno en domingo, hacían penitencia como eremitas durante la
Cuaresma o comulgaban fuera de las iglesias. Funda una comunidad de tendencia rigorista junto
a su mentor y la mujer de éste, Eucrocia. Se le reconoce una relación con la hija de ambos,
Prócula, aunque San Jerónimo hace mención a una mujer llamada Gala como su pareja oficial.
Prisciliano fundó una escuela ascética, rigorista, de talante libertario, precursora del movimiento
monacal (dado que proponía una moral más laxa para los fieles y otra más estricta para los
“perfectos”), inspirada en la tradición gnóstica, y opuesta a la creciente opulencia de la jerarquía
eclesiástica imperante en el siglo IV. Los aspectos más polémicos, en cuestiones formales, son
el nombramiento de “maestros” o “doctores” a laicos, la presencia de mujeres en las reuniones
de lectura y su marcado carácter ascético. Las fuentes principales que informan de la particular
liturgia del priscilianismo son los cánones promulgados en los sucesivos concilios. En el
concilio de Caesaraugusta de 380, por ejemplo, se hace referencia a costumbres indeseables
como "mujeres que asisten a lecturas de la Biblia en casas de hombres con quienes no tienen
parentesco; el ayuno dominical y la ausencia de las iglesias durante la cuaresma; la recepción
de las especies eucarísticas en la iglesia sin consumirlas de inmediato; el apartamiento en
celdas y retiros en las montañas; andar descalzos .
Abogó por la interpretación personal de los textos evangélicos, planteando el principio del libre
examen. Exigió que la Iglesia volviera a unirse a los pobres. Enfatizó el estudio de los símbolos
y la superación del literalismo en la interpretación de la Biblia. No es fácil separar las aserciones
genuinas de Prisciliano de las atribuidas a él por sus enemigos, ni de las que posteriormente
hicieron grupos que fueron etiquetados como "priscilianistas". El hecho es que, para lograr su
condena, fue acusado de usar magia (delito castigado por la ley romana), de reuniones nocturnas
con mujeres, gnosticismo y maniqueísmo, y posteriormente de negar que las tres personas de
Dios son distintas y con ello negar el misterio de la Trinidad. Su pensamiento real o supuesto es
llamado priscilianismo.
Sus reuniones, frecuentemente nocturnas, en bosques, cuevas o en “villas” alejadas de las
ciudades, y con el baile como una parte importante de la liturgia, incluían tanto a hombres como
a mujeres. Sustituyó la consagración oficial con pan y vino por leche y uvas; acogió a las
mujeres y los esclavos en las sesiones de lectura de textos evangélicos (incluyendo apócrifos).
No obstante la aplicación de la pena de muerte a su iniciador, los seguidores continuaron
multiplicándose, lo que demandó la convocatoria a los dos primeros Concilios de Toledo (no
ecuménicos) en los años 396 y 400 D.C. donde se dispuso el irreconciliable carácter herético de
la doctrina.
22) Pelagio: Se ignora la fecha y lugar exactos de su nacimiento, aunque se cree que
éste pudo acontecer alrededor del 354 D.C. en algún punto de las Islas Británicas aunque se ha
sugerido que podría ser irlandés, y murió probablemente en Palestina en el año 420, según se
desprende de algunas fuentes, aunque otras llegan a adjudicarle veinte años más de vida. En
cualquier caso, se ignoran las causas y circunstancias de su fallecimiento. Algunos autores
sospechan que fue ejecutado, mientras que otros apuntan a que Pelagio pudo huir de los
territorios romanos y empezar una nueva vida exiliado en algún lugar de África. Estudió
teología y hablaba griego y latín con fluidez, pero a pesar de que sirvió como monje durante
años, nunca llegó a ser realmente un clérigo. Comenzó a ser conocido en torno al año 400,
cuando viajó a Roma. Aquí escribió algunas de sus mayores obras, como De fidi Trinitatis libri
III, Eclogarum ex divinis Scripturis liber unus y un comentario sobre las epístolas de San Pablo.
La mayor parte de estos trabajos se han perdido hoy en día, sobreviviendo escasos fragmentos
citados precisamente por sus oponentes.
En Roma, Pelagio observó con preocupación el relajamiento de la moral cristiana en la
sociedad, culpando de éste a la teología de la gracia divina que predicaban San Agustín y otros
monjes. Se dice que en torno al año 405 oyó una cita de las Confesiones de San Agustín que
decía Dame lo que tú órdenes y ordena lo que tú hagas. Pelagio mostró su preocupación ante la
idea que esta nota encerraba, ya que la consideraba contraria a los postulados tradicionales del
Cristianismo sobre la gracia y el libre albedrío y sostenía que reducía al hombre al papel de
mero autómata.
Cuando las tropas de Alarico I tomaron y saquearon Roma en 410, Pelagio abandonó la ciudad
junto a su discípulo Celestio y se instaló en Cartago, donde continuó expandiendo su doctrina y
llegó a conocer en persona a San Agustín.
La rápida difusión del Pelagianismo en torno a Cartago, zona donde San Agustín tenía su
principal base, hizo que éste y sus seguidores fueran quienes atacaran de forma más pronta y
dura las doctrinas de Pelagio. Entre 412 y 415, San Agustín escribió cuatro obras dedicadas
únicamente a discutir el Pelagianismo: De peccatorum meritis et remissione libri III, De spiritu
et litera, Definitiones Caelestii y De natura et gratia. En ninguna de ellas llega a mencionar a
Pelagio o Celestio por sus nombres, pero resulta evidente que se refiere a ellos en varias
ocasiones. Entre las ideas más fuertemente defendidas por San Agustín (y rechazadas por los
pelagianistas) están la existencia del pecado original, la necesidad del bautismo en la infancia, la
imposibilidad de no cometer pecado si se vive al margen de Cristo y la necesidad de la gracia de
éste.
De lo que resulta de sus escritos, la doctrina de Pelagio se podría resumir en los siguientes
puntos: A) negaba el pecado original, y que la muerte y la concupiscencia se hubieran seguido
como consecuencia de la caída de Adán, B) predicaban que el hombre era capaz por si solo y
sus facultades naturales que se le había concedido, evitar el pecado y alcanzar la vida eterna; C)
enseñaban que el perdón del pecado por medio de la fé, significa el perdón del castigo, pero no
el renacimiento a la gracia divina; D) que la ley tienen el mismo valor que el evangelio como
guía para alcanzar el cielo y E) que el hombre podía si ejercitaba su voluntad, vivir sin pecar ya
que antes de Cristo, varios lo habían logrado según mostraban las Escrituras.
Debido a la oposición surgida en África, Pelagio abandonó Cartago y se instaló en Palestina,
donde ofreció su amistad al obispo Juan de Jerusalén. En julio de 415, el obispo de Jerusalén
convocó un sínodo para discutir la cuestión pelagiana, el que acabó con una cierta inclinación
por las tesis de Pelagio acerca de la ausencia del pecado original. San Agustín y otros cuatro
obispos escribieron una carta al Papa Inocencio I, instándole a condenar el Pelagianismo. Éste
accedió sin mucha presión, pero murió poco después, en marzo de 417. Su sucesor fue Zósimo.
Pelagio defendía que el bautismo infantil era necesario para conseguir la entrada en el Reino de
Dios, pero no para conseguir la vida eterna, pues no acababa realmente con el pecado original,
sino que el fiel debía evitar éste mediante la Gracia obtenida al estudiar las escrituras y oír los
sermones. Tras leer la carta, Zósimo (mucho menos estricto que su predecesor) le declaró
inocente.
El hecho de que Pelagio y Celestio no fueran finalmente juzgados como herejes sorprendió
enormemente a San Agustín, que convocó un nuevo sínodo en Cartago en 418. Allí expuso
nueve creencias defendidas por la Iglesia que eran negadas por el Pelagianismo: A) La muerte es
producto del pecado, no de la naturaleza humana. B) Los niños deben ser bautizados para estar
limpios del pecado original. C) La "gracia justificante" (gratia gratum faciens) cubre los
pecados ya cometidos y ayuda a prevenir los futuros. D) La gracia de Cristo proporciona la
fuerza de voluntad para llevar a la práctica los mandamientos divinos. E) No existen buenas
obras al margen de la Gracia de Dios. F) La confesión de los pecados se hace porque son
ciertos, no por humildad. G) Los santos piden perdón por sus propios pecados. Los santos
también se confiesan pecadores porque realmente lo son. H) Los niños que mueren sin recibir el
bautismo son excluidos tanto del Reino de Dios como de la vida eterna. Este canon fue aceptado
como una creencia universal por la Iglesia, provocando la desaparición del Pelagianismo en
Italia. En la actualidad, la Iglesia Católica sigue defendiendo los ocho primeros puntos, pero
rechaza el noveno al considerar que los niños que mueren sin ser bautizados "quedan confiados
a la misericordia de Dios".
Pelagio escribió dos obras perdidas hace tiempo, "De la Naturaleza" y "Del Libre Albedrío", en
las que volvía a defender su concepción de la naturaleza del pecado y arremetía una vez más
contra San Agustín, acusándole de estar bajo la influencia del Maniqueísmo al elevar el mal al
mismo nivel que Dios, y de contaminar la doctrina cristiana con un fatalismo de origen pagano,
según él.
San Agustín se convirtió efectivamente al cristianismo desde el maniqueísmo, doctrina que
sostenía la existencia de un espíritu puro creado por Dios en oposición a un cuerpo corrupto y
malvado, no creado por éste de forma directa. Pelagio discutió la idea de que los humanos
pudiesen ser condenados al infierno por hacer algo que en realidad no podían evitar, el pecado,
y la identificó con ideas típicas del maniqueísmo como el fatalismo y la predestinación,
totalmente ajenas al concepto de libre albedrío de la humanidad. De acuerdo con los
pelagianistas, estos restos de creencia fatalista se apreciaban especialmente en las enseñanzas de
Agustín sobre la caída de Adán, que todavía no eran de uso corriente en el momento de iniciarse
la confrontación entre ambos. En oposición a ello, Pelagio y sus seguidores defendían que la
humanidad era capaz de evitar el pecado, y que la elección de obedecer las órdenes de Dios era
responsabilidad de cada persona. Tal idea, sin embargo, no era original de Pelagio.
Un ejemplo de la visión pelagiana acerca de la "habilidad moral" para no pecar se puede
encontrar en su Carta a Demetria, la cual es un excelente discurso sobre la moralidad,
enfatizando sus ideas sobre la santidad del hombre y su capacidad para elegir una vida donde
primase ésta. Esta carta es probablemente el único escrito que sobrevive de la propia mano de
Pelagio, gracias a que, irónicamente, se creyó durante siglos que su autoría correspondía a
Jerónimo de Estridón, si bien el propio San Agustín ya hacía referencia al texto y su autoría en
su trabajo De la gracia de Cristo.
Si bien para la tradición de la Iglesia Cristiana, Pelagio pasó al a historia como un heresiarca,
vale salir en su defensa que desde los inicios, el cristianismo había predicado como elemento de
salvación, el inicial “libre albedrío” del hombre, que se habría perdido por la caída entecado de
desobediencia de Adán, reconquista llevada a cabo por nuestro mediador Jesucristo. Los
preconceptos fatalistas, clara influencia del pensamiento oriental, sostenían la doctrina de la
libertad y responsabilidad humana, al contrario del preconcepto occidental, cuya mentalidad se
aproxima mas a insistir en la profunda incapacidad del hombre para la realización de obras que
lo encaminen hacia su salvación, atento que la idea no es fatalista ni está tan sujeta a la
predestinación.
El Concilio de Cartago de 418, no cerró la discusión que aún hoy se mantiene como arena
movediza bajo los pies de la iglesia, esperando todavía una definición.
No obstante, Pelagio es recordado como Heresiarca, y San Agustín es reconocido como “Doctor
de la Gracia” y uno de los principales de la literatura patrística.
Bastante poco riguroso resulta hoy analizar a la luz de los debates de aquel Concilio diocesano,
que una de las defensas del bautismo de niños, fuera porque acarreaban sobre sí el “pecado
original” y los infantes que morían sin bautizar, eran llevados al “limbo” figura proveniente de
los descartados “Evangelios Apócrifos” y que en tales condiciones, la voluntad del Señor, era
disponer su muerte, porque “seguramente era preferible ir al limbo, en lugar de llevar una vida
que nunca abrazara la fé, y perderse eternamente, si morían adultos, porque el deseo de Dios, es
que todos sean salvos”.
Estos conceptos, que hoy suenan forzados, fueron los que se utilizaron para hacer desaparecer la
doctrina impulsada por Pelagio y sus seguidores.
Aun así, habría que reconocer en Pelagio, lo acertado y canónico de sus propuestas, ya que fue
uno de los primeros que mencionó la salvación por la “sola fé”. Por justificación mediante la
sola fe hemos sido indudablemente limpiados de nuestros pecados personales, pero este perdón
(gratia remissionis) no implica una renovación interior de la santificación del alma. Hasta qué
punto la doctrina de la sola fides tuvo su acierto por Pelagio, que luego fue retomada mas de mil
años mas tarde por otro gran teólogo de la Iglesia Cristiana: Lucero.
La iglesia se hubiera ahorrado años de discusiones inútiles, si se hubieran contemplado ambas
posiciones, las que en el fondo encierran gran cuota de verdad. De haberse congeniado las
propuestas de Pelagio con lo que luego se denominó la doctrina ortodoxa, sin dudas la prédica
de la iglesia habría alcanzado mayores cuotas de sentido teológico, aplicables a la vida cotidiana
de cada creyente.
23) Eutiques: Fue un archimandrita (título usado principalmente en la Iglesia Ortodoxa
y las Iglesias orientales católicas, aludía originalmente a un abad superior al que un obispo
designaba para supervisar varios abades «ordinarios»y monasterios) de la zona de
Constantinopla. Nació probablemente en esa ciudad, entre los años 378 y murió hacia el 451).
En sus inicios como jerarquía eclesiástica, combatió fielmente los resabios del Nestorianismo
que se mantenía en la zona de funciones religiosas. Hacia el año 448, su obsesión por combatir
lo que no resultaba dogmático, lo llevó a una disputa con su superior, Eusebio, obispo de
Dorilea, imputación falsa, ya que este Eusebio, había sido uno de los adalides contra las
heterodoxias. Este obispo, con justa indignación propuso una reuniòn sinodal en Constantinopla
para limpiar su nombre, al que fue convocado Eutiques para brindar sus argumentos acusatorios.
Luego de varios emplazamientos, a los que se rehusó a participar, ambos se presentaron ante el
conjunto de integrantes del Sínodo, donde cada uno tuvo que exponer su dogma de fe.
Al consultárselo a Eutiques, acerca del reconocimiento sobre la figura de Cristo en sus dos
naturalezas, Eutiques expone la controversia que tomó por nombre Monofisismo: “Cristo en
dos naturalezas según la carne, consustancial a nosotros los hombres, pero no EN dos
naturalezas”. Considera una única naturaleza en Cristo, después de la unión de la divinidad con
la humanidad; no sólo en las formulaciones, sino en la realidad misma.
Luego de esta ausencia de acatamiento a lo que por entonces ya era parte del dogma, Eutiques
fue excomulgado y depuesto. Apeló la resoluciòn del sínodo ante el papado, que se hallaba en
cabeza de León I, al Emperador y ante el Obispo de Constantinopla.
La controversia continuó, el Emperador Teodosio II, convocó a un nuevo Sínodo en Efeso en
el año 449, y el papado envió a representantes, con cartas de León I, donde se detallaba
claramente que era el dogma sobre las dos naturalezas de Cristo. El sínodo se reunió finalmente
presididos por un monje de nombre Dióscoro, y con amplia mayoría de representantes del
Monofisismo.
Se le prohibió al representante de Roma que leyera las cartas que traía de León I, se aprobó la
tesis de Eutiques, restaurándolo en su anterior jerarquía, y se depuso a Eusebio de Dorilea del
obispado. Esto es conocido en la historia de la Iglesia como el “Latrocinio de Efeso”. Bien vale
resaltar que es el primer sínodo que aprueba conclusiones claramente heréticas (bajo el prisma
de lo que hoy consideramos dogmático o como se decía por entonces “de acuerdo a la razón”),
como prueba de que los principios de la ortodoxia, finalmente podrían responder a simples
cuestiones de número y los apoyos alcanzados.
Al llegar a Roma las informaciones, incluyendo la muerte de su representante (Flaviano) en el
camino de regreso, mediante un sínodo local en esa ciudad, se anulan las conclusiones del
Sínodo de Efeso, en razón que sus decretos no se habían cumplido, solicita al Emperador, a la
reuniòn de un nuevo Concilio. Este emperador, que había abrazado la causa monofisista de
Eutiques, no lo convoca, pero muere en el año 450. Su sucesor, Marciano, satisface los deseos
de León I, y cita a un nuevo Concilio ecuménico, en Calcedonia en el año 451. Si bien este
Concilio estaba integrado principalmente por representantes orientales, se aceptó la presidencia
del delegado pontificio. La exclamación general al final del concilio, luego de leías las cartas
enviadas por León I, fue: “Pedro ha hablado por medio de León”.
Eutiques y Dióscoro fueron depuestos, excomulgados y declaradas como heréticas sus posturas
y teorías, aprobándose la doctrina de las dos naturalezas de Jesús en una sola persona.
Pero las conclusiones del Concilio de Calcedonia, provocó finalmente un severo cisma del
cristianismo, ya que las propuestas monofisistas, fueron aceptadas y seguidas por un gran
número de núcleos cristianos, principalmente de Egipto (que luego abrazaron la heterodoxia del
Monotelismo hacia el siglo VII) y diversos lugares de oriente medio.
Son muchos los que consideran que Eutiques fue tratado con excesiva dureza, ya que su
intención inicial, fue resguardar el honor de Cristo, lo que a su parecer, no lo contemplaba, si se
aceptaban dos naturalezas.
Pero los riesgosos alcances que evitó las propuestas del Concilio de Calcedonia, se podrían
agrupar dentro del siguiente esquema.
Si bien “una sola naturaleza (la divina) después de la unión”, puede resultar a simple vista,
menos herética que la que niega directamente la divinidad de Cristo, ambas son insuficientes
para lograr la salvación mediante el sacrificio de la cruz.
Decían los monofisistas, que la carne de Cristo, no poseía idéntica calidad que la nuestra, dado
que era incorruptible e impasible. Entonces, el sacrificio de la cruz, simplemente consiste en un
sufrimiento humano y por ende, insuficiente para redimir del pecado al mundo, sin valor alguno
la misma crucifixión.
Dentro de este criterio, las palabras de San Pablo, suenan como erróneas, cuando proclama a
Cristo el Nuevo Adán, ni sería el Sumo Sacerdote, sometido a tentaciones como todos los
humanos, y sin embargo, libre de pecado. Los alcances entonces sería que Jesús no es verdadero
Dios, ni verdadero Hombre, o bien alguna de las dos naturalezas estaría sobre la otra,
prevalecería o la anularía. En este caso, entonces: ¿Que validez o necesidad habría tenido la
encarnación? Estos serían los riesgos que entrañan las doctrinas monofisistas.
Los Concilios de Efeso y Calcedonia, dieron desde el comienzo un marco a la fé, dictando las
normas directrices que hoy acompañan a toda la cristiandad. Ya no se discute el carácter divino
de Jesús, sino que quedó aclarado su condición divina y humana, para nuestra salvación.
24) Capítulo aparte merece Nestorio (c 386- c 451) y su doctrina llamada cristianismo
ortodoxo de dogma nestoriano, también conocido como nestorianismo o difisismo (del griego
δύς, dys, 'dos', y φύσις, physis, 'naturaleza'). Es una doctrina que considera a Cristo
radicalmente separado en dos personas, una humana y una divina, completas ambas de modo tal
que conforman dos entes independientes, dos personas unidas en Cristo, que es Dios y hombre
al mismo tiempo, pero formado de dos personas (prosopōn) distintas. Enmarcado dentro de las
disputas cristológicas que sacudieron al cristianismo en los siglos III, IV y V, el nestorianismo
fue propuesto por el monje Nestorio, oriundo de Alejandría, una vez entronizado como obispo
de Constantinopla. Esto le llevó a enfrentarse con Cirilo de Alejandría, obispo de dicha ciudad,
que defendía la tesis de la unicidad entre la persona humana y la divina de Cristo.
Principalmente Nestorio sostenía que Cristo era un hombre en el que había ido a habitar Dios,
escindiendo la persona divina de la persona humana. Tanto los nestorianos como los partidarios
de Cirilo fueron llamados al concilio de Éfeso, en el año 431. La disputa se centró
fundamentalmente en torno al título con el cual debía tratarse a María, si sólo Christotokos
(madre de Cristo, es decir, de Jesús humano y mortal) como defendían los nestorianos, o
además el de theotokos (madre de Dios, o sea, también del Logos divino), como defendían los
partidarios de Cirilo. Finalmente se adoptó como verdad de doctrina la propuesta por Cirilo, y se
le concedió a María el título de Madre de Dios, y los nestorianos, o difisitas, fueron condenados
como herejes.
La doctrina nestoriana, que sigue las enseñanzas del exegeta Teodoro de Mopsuestia, insiste en
el carácter distintivo de la divinidad y humanidad de Jesús, lo que mueve a los críticos de esta
confesión a acusar a los nestorianos de creer que Cristo era dos personas distintas: el Hijo de
Dios y el hijo de María. Concretamente Nestorio se oponía a que María fuera llamada
Theotokos (Madre de Dios) porque le resultaba una incongruencia lógica y una blasfemia. El
nestorianismo fue desterrado del Imperio romano, y la diáspora nestoriana encontró refugio en
el Imperio sasánida. Gran parte de los habitantes del imperio persa (en especial en Iraq) y los
Lajmidas abrazaron la denominación cristiana conocida en Occidente (incluyendo aquí a Siria y
al Imperio bizantino como partes del Occidente) con el adjetivo de "nestorianismo".
La Iglesia Siria Oriental y la Iglesia Católica Apostólica Asiria del Oriente -difisitas, es decir
"nestorianas"- prosperaron acatando ciertas reglamentaciones de los "shahs" persas, entre otras
aquella según la cual sus sacerdotes debían estar casados. En ese período prospera la escuela
teológica de Edessa (hoy Urfa) y se destaca la figura del patriarca Bar Saumas quien tenía su
sede en "Babilonia" (en realidad Ctesifonte y Nísibis). Aún en los primeros siglos de la
conquista árabe del Cercano y Medio Oriente la iglesia que mantenía la doxología (conjunto de
opinión) difisita o "nestoriana" mantuvo un fuerte impulso misional logrando importante éxito
en Asia central (por ejemplo en la ciudad de Samarcanda).
Los cristianos "nestorianos" fueron una genuina correa de transmisión del conocimiento
científico y filosófico grecorromano (particularmente del aristotelismo) a la entonces incipiente
cultura islámica (luego desde Islam este acervo de conocimiento volvió a Europa); en el periodo
inicial de los grandes califas omeyas se destacaban familias de médicos (seguidores de las
doctrinas científicas de Galeno) cristianos "nestorianos" curando a los califas y magnates.

25) Proclo (8 de febrero de 410, en Constantinopla; † 17 de abril, de 485 en Atenas),


llamado "El sucesor" o "Diádoco" (griego Πρόκλος ὁ Διάδοχος Próklos ho Diádokhos), fue un
filósofo neoplatónico griego, uno de los últimos grandes filósofos clásicos. Proclo fue tras el
Neoplatonismo plotiniano el representante más importante de la Escuela de Atenas, junto a
Plutarco de Atenas, Siriano (sucesor de este último), y Donino. Después de la creación del
neoplatonismo por parte de Plotino, tres seguidores de este destacan en la expansión de dicha
corriente filosófica: Porfirio, Jámblico y Proclo. Porfirio fue el más intelectual, centrándose en
los elementos filosóficos del neoplatonismo. Sin embargo, Jamblico y Proclo se atrevieron a
vincular la filosofía neoplatónica con las diferentes teologías y movimientos religiosos de la
época. En esta labor, el que destaca por la amplitud de su visión ontológica, es Proclo. En su
sistema se intenta, con bastante acierto, una vinculación del monoteísmo neoplatónico con el
politeísmo grecorromano propio de la época. Su teoría de la participación de los seres respecto
de los principios originarios, en forma de series descentes, intenta ofrecer una visión completa
de todo lo existente desde el UNO hasta la materia inerte. Es peculiarmente destacable el papel
generativo de los diferentes dioses, que en absoluto estorba en su sistema racional.
Su obra fundamental es Elementos de Teología. Obra, por cierto, muy leída por Hegel, según
indica él mismo. La influencia de esta obra procliana en la Fenomenología del Espíritu de
Hegel resulta, tras una lectura atenta, más que evidente, tanto en la idea hegeliana de las tres
fases de la Idea -en sí, fuera de sí y de vuelta a sí-, que en Proclo hacen referencia a "el Uno en
sí", "la procesión de los seres", y "la reversión hacia el origen", como en el intento de armonizar
filosofía con teología, dentro de un esquema de clara tendencia panteísta. Durante la Edad
Media, a partir del XII, circuló una versión resumida y en latín de los Elementos de Teología, en
este caso con el nombre de Liber de Causis, y siendo atribuido equívocamente a Aristóteles. La
obra tuvo un gran peso sobre el desarrollo de la filosofía y teología medievales.

Conclusiones:
Es claro y seguro que la gran inculturización en la fe, producto de las diferentes
regiones por donde se iba expandiendo el cristianismo, fue la causante de las herejías que en
cada etapa de la Iglesia, fue combatida en mayor o menor medida. Esto constituye un conflicto
tanto para la propia fè como para la razón, ocasionando graves problemas de armonización entre
el dogma y el pensamiento que traía cada comunidad, y que poco a poco, intentaba hacerlo
coincidir o encajar con las prédicas nuevas provenientes del cristianismo incipiente.
No obstante, en su gran mayoría de casos, lo que fue considerado Herejía, resultaba ser,
lo que se contraponía a Roma, Antioquia o Alejandría, como centros de poder teológico, en
virtud a que eran las únicas metrópolis que podían determinar en que se debía creer, y bajo que
ritual o modalidad. Poco a poco este lugar lo pasó a detentar solo Roma.
Pero a riesgo de resultar redundante, luego del análisis somero en que se han sometido
las doctrinas mas arriba expuestas, se aprecia una enorme buena fe en sus prédicas, en atención
que únicamente intentaban organizar la teología bajo algunos postulados, cuando la teología
precisamente se estaba recién formando. Lo que implica que lo que fue considerado herético,
era el resultado de simples acuerdos “democráticos” sobre cuantos eran los votaban a favor de
una u otra postura, en los diferentes Sínodos Ecuménicos o Diocesanos.
Lo que si resulta casi evidente, que la Iglesia se hubiera enriquecido enormemente de
aprovechar y amalgamar algunas posiciones heterodoxas, con lo que luego fue adoptado como
dogmático.
Muchas de las heterodoxias, provienen a su vez, del cambio copernicano que ocasionó
el cristianismo, frente a monoteísmo judío, que lo caracterizó como pueblo único en la historia.
Imponer la nueva concepción de la Trinidad, conllevó cataratas de herejías, seguidas de varios
ajusticiamientos, nada mas que por sostener la compatibilidad entre el A.T. y el N.T.
A partir del prólogo de Jn 1:14, se elaboró la doctrina patrística del Cristo Logos sobre
un doble trasfondo: la Biblia judía (la sabiduría divina, creadora, reveladora, legisladora) y la
filosofía helenistica preponderante en toda la cuenca del Mar Mediterráneo. Pero, si bien el
concepto de “logos” será un puente cultural entre ambos pueblos y culturas, acarreó serios
peligros para la explicación íntegra de la fé cristiana y los términos vertidos en la literatura
sagrada.

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA.

M. L. Conzenz: Manuel de Herejías, Editorial Herder, año 1964

Eduardo Arens: La Biblia sin Mitos, Ediciones Paulinas, Segunda Edición, año 1990.

Sergio Zañartu: Textos de Conferencias de la Universidad Católica de Chile

Artículos aparecidos en la Red: Wikipedia.

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