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RODULFO

INTRODUCCIÓN.

Asume como idea rectora que el “niño no recibe pasivamente significantes ya hechos, sino que recibe un material
significante que activamente extrae y procesa". Re significa, investiga cuidadosamente las fuentes de ese material
significante, sus posibles destinos, así como las operaciones esenciales que realiza el bebé.
En la investigación de esas fuentes ocupa un lugar primordial el concepto de “mito", concepto que sufrió en nuestro
medio -bueno es recordarlo- vicisitudes particulares. Enarbolado en un primer momento para señalar el terreno no
explorado por Klein, fue, con el correr del tiempo, relegado a otras formas de terapia o trivializando y vaciado de
complejidad, o simplemente olvidado o desestimado.
Las articulaciones que propone R. Rodulfo ofrecen una respuesta precisa y detallada: esas “cosas importantes"
suceden antes y desde el nacimiento, y el playing winnicottiano es ese eje de transformaciones que permite la
estructuración del psiquismo.
La definición del juego como “agujerear” (agujero cuyos efectos imaginarios describió notablemente Klein), la
discriminación de funciones en el jugar anteriores al fort-da, la puntualización de las invariantes estructurales a las
que dan lugar, su confluencia en la construcción de la categoría de cuerpo, su resignificación en la adolescencia así
como las relaciones entre juego y trabajo, constituyen un inapreciable aporte (entendiendo por “aporte" un lugar de
encuentro sea de acuerdo, o cuestionamiento, o desacuerdo que puede ofrecer un material teórico).

7. Las tesis sobre el jugar I:


Más acá del juego del carretel

En principio, tendremos que renunciar a la idea de encontrarlo adscripto a una sola función. En los distintos
momentos dela estructuración subjetiva observaremos variantes, transformaciones, en la función del jugar. Insisto
en la importancia de decir jugar y no juego, siguiendo la propuesta de Winnicott, para acentuar el carácter practica
significante que tiene para nosotros esta función; en tanto el juego remite al producto de cierta actividad, a un
producto con determinados contenidos, la actividad en si debe ser marcada por el verbo en infinitivo que indica su
carácter de producción.
Para nosotros el concepto de jugar es el hilo conductor del cual podemos tomarnos para no perdernos en la
compleja problemática de la constitución subjetiva.
Freud mismo hizo una aprehensión más incisiva, cuyas consecuencias no parece haber entrevisto. No ocurrió lo
mismo con sus continuadores: en general, no hubo quien no se ocupara en psicoanálisis de la observación del
fort/da, prácticamente no hay analista importante que no haya vuelto sobre él a fin de retrabajarlo. Y no ha sido por
cierto un ceremonial escolástico.
Durante mucho tiempo este juego de aparición y desaparición quedó consagrado como siendo también la
manifestación de la actividad lúdica en su originariedad, al tiempo que función primera asignable al juego, nada
menos que poder simbolizar una desaparición, una pérdida, dar representación a la ausencia.
Puede decirse que, a partir del jugar, el chico se obsequia un cuerpo a sí mismo, apuntalado en el medio, todo lo que
hace el entorno posibilita u obstruye, acelera o bloquea, ayuda a la construcción o ayuda a la destrucción de ciertos
procesos del sujeto, pero éste no es un eco o un reflejo pasivo de ese medio, el niño va produciendo sus diferencias.
La concepción del niño como pasivo en los primeros tiempos de su vida, el célebre “oral pasivo" (Abraham), una
especulación no justificada por los hechos, ideada por analistas la idea de que el niño es pasivo al mamar es de por sí
absurda sabemos que al mamar trabaja para fabricar la leche que toma. La creencia de que el niño sería más activo
en la etapa fálica y más pasivo en la etapa oral, es falsa. Cuando detectamos en un infans algo que realmente pueda
pensarse como pasividad, es que estamos frente a una perturbación seria, como puede serlo una depresión grave o
un incipiente proceso autista, a menos que -lo más común- se trate de una enfermedad orgánica que lo aquieta,
durante el primer año de vida, hace lo que hemos ya señalado. Eso es precisamente lo que Winnicott aísla como el
factor de la espontaneidad, algo que ni la madre ni el padre le dan al bebé.
En idéntica dirección es lo más correcto decir, ajustándose mejor a los hechos, que el analista no analiza al paciente,
es el paciente quien se analiza a sí mismo a través del analista. usando de este circuito de la transferencia mediante.
si no ocurriera así (si la espontaneidad no existiese), la fabricación del sujeto se asemejaría a la de un robot, lo cual es
el sueño de algunas familias con elevado potencial psicótico.
La actividad que hay que pensar como jugar primero es una combinación de dos momentos: agujerear-hacer
superficie, agujerear-hacer superficie.¿qué se pone a hacer? Munida de papel recorta larguísimas tiras delimitando
territorios que constituyen ante todo superficies ininterrumpidas, acabando ulteriormente por quedarse dentro.
si uno lo quiere ver en situaciones menos dramáticas que en la de un niño autista, puede verificarlo en cualquier
bebé de cierta edad que se embadurna con todo entusiasmo y unta luego cuanto está a su alrededor: toma la
papilla, la extiende formando una película homogénea. Ese pegote toma sentido para nosotros, como no podría
tenerlo nunca para la psicología de cuño conductista o comunicacional, porque sólo el psicoanalista está en
condiciones de reconocer lo estructurante de una práctica como la descripta, al descubrir en su clínica que en
realidad el cuerpo mismo no es más que un gran pegada, y nada más engañoso que fascinamos con su unidad
anatómica.
La problemática de los volúmenes en psicoanálisis fue tratada intensivamente por Klein, quien siempre está
interesada en una dialéctica entre el interior del cuerpo y lo exterior a él, así como en relaciones fantasmaticas en
continente/contenido. un niño tiene que autoinscribirse bajo la forma de una superficie, requisito sine qua non para
que sea válido suponer operaciones como de las de tipo dentro/fuera.
Si esto es así, obliga a reformular muy a fondo el estadio del espejo. La fecha relativamente tardía de ese estadio o
fase, entre los seis y los dieciocho meses, nos lo indica. A los seis meses, un bebé ya dispone de un montaje de
superficies hechas por una diversidad de zonas que, junto a lo visceral, hace figurar algo tan diferente como el oído,
por ejemplo. Converjo y concuerdo así con diversos autores (Aulagnier, Sami-Ali, Winnicott) en que el estadio del
espejo no es una formación originaria. Digamos que tienen que pasar una importante serie de cosas para que el niño
llegue a ese encuentro con el espejo en condiciones de tal índole como para que éste exista para él. De fase
inaugural pasa así-con todos los honores- al coronamiento de un complejo itinerario.
Hubo que esperar a 1971 para la explicitación de Winnicott sobre un tiempo previo a los anteriores, cuando
directamente es el otro --o su rostro-- el espejo y la condición del efectivamente llamado así, primer pasó sin el que
la llegada a ése y de este no se produce. Otro ángulo para abordar la compleja constitución y función temprana de
superficies es una observación bastante común en el dibujo de niños psicóticos: me refiero al contorno “en flecos".
En lugar de hacer un borde firme, ininterrumpido de la silueta, esta parece deshilacharse, con temblorosa
consistencia. un histérico, por ejemplo, jamás utilizaría una simbolización así para representarla. Un neurótico
'elegiría' algo como una concavidad o un agujero en panicular, suficientemente conspicuo. Es por esta problemática
de la superficie arcaica que. Invariablemente, cualquier historial de psicosis, infantil o no, de autismo o de depresión,
una vez alcanzada cierta respuesta favorable al análisis, ésta se deja traslucir en series de episodios de
embardumamiento (concreto o figurado) que incluyen al terapeuta y al consultorio junto al propio cuerpo. LIegado a
ese punto, un pequeño paciente inundaba mi consultorio con agua, no tan interesado en divertirse con chorros
discontinuos - es un tipo de actividad en la que el juego se pone al servicio de curar una herida, mientras que en los
casos más comunes y corrientes no se trata de eso, sino de intentar una comunicación orientada desiderativamente
(mojar=coito, por ejemplo, en muchas enuresis).
En las depresiones reencontramos inesperadamente y del modo más concreto esto que podría parecer especulativo,
más literario que literal. Forma parte esencial del acceso depresivo el envolverse y taparse. Búsqueda activa de calor
o de una demasía de calor, que personalmente considero una restitución de la más arcaica envoltura corporal a falta
de función de forjarse en un punto de mayor evolución como la mirada materna.
En las antípodas, puede verse en cualquier “linyera” la necesidad de envolverse concienzudamente con diariós o con
lo que tenga a mano
Era por buenas razones que Winnicott insistía en el punto de no tirar indiscriminadamente esos elementos a los que
un pequeño se aferra, aunque suelan oler mal u ofendan Visiblemente la estética familiar. Hay que andar con más
cuidado, lo podemos tirar a él. su pérdida traumática provoca desde una ruptura narcisista hasta una devastación de
tipo psicótico. En los niños autistas, estamos habituados a encontrar esbozos amputados, restos de superficies mal
formadas, por ejemplo, lo que psiquiátricamente se llaman estereotipias.
la actividad de hacer bandas queda luego re significada y recubierta por otras estructuras, puesta al servicio de ellas,
pasando entonces totalmente desapercibida. Pero esto no debe en absoluto entenderse en el sentido de una
desaparición: su subsistencia subterránea es indispensable a la existencia del sujeto, casi diríamos al mantenimiento
dela “tensión“ que lo hace tal.
los testimonios de quienes pasaron por campos de concentración u otras formas de detención sin derechos legales
nos aportan suplementos de prueba. ¿Qué es lo primero que se organiza en esa coyuntura, cuando se desea seguir
viviendo, cuando no se han bajado los brazos y entregado a la muerte? Nada más y nada menos que una rutina, es
decir, algún tipo de banda, una superficie de rutina armada la cual puede pasarse a otra cosa. Lo que la antigua
(aunque aún sobreviviente) psicología estudiaba bajo el nombre de hábitos.
Arriesgaría decir que toda la cotidianeidad en su sentido de plataforma, de apoyo, es heredera de la función
materna, y al insistir en esta nominación estoy diciendo que la cotidianeidad presupone además un desarrollo
simbólico ya muy sofisticado.
La continuidad es un rasgo diferencial del tratamiento psicoanalítico. Las razones prácticas que sería obvio invocar no
alcanzan a explicarla. Esta combinación paradójica de estabilidad, con sorpresa constituye una delas dificultades de
la posición del analista y. en el corazón mismo de la práctica, suministra otra prueba de la función primordial que
hemos reconocido en el origen del jugar.

Tesis sobre el jugar II


El espacio de las distancias abolidas.
Pero debemos seguir adelante con nuestros descubrimientos sobre funciones del jugar mucho más tempranas y
fundantes que el célebre fort/da, ligadas a la edificación del cuerpo propio. Hemos ya logrado establecer una primera
donde se trata en definitiva, del trazado y la inscripción de una superficie sin volumen y sin solución de continuidad:
o como dicen los Lefort: superficie sin agujeros.
Hay que agregar aun lo siguiente, matiz decisivo para que la observación no nos lleve a un engaño. Cuando vemos a
un chico, por ejemplo, embadurnando con papilla el sirio donde come, no hay que pensar que está efectuando una
intervención sobre un objeto del mundo “externo”; lo nuevo que supone el psicoanálisis es la comprensión, la
revelación, diría yo (pues introduce una iluminación diferente en todo un campo de hechos), de que en realidad
trabaja como albañil de su propio cuerpo.
Para Sami-Ali cuerpo = espacio. Debe subrayarse muy especialmente, entonces, que para un niño muy pequeño no
hay ninguna operación sobre el espacio que no sea una operación sobre su cuerpo. El espacio de inclusiones
reciprocas (Sami-Ali), espacialidad donde ninguna de las polaridades que luego van organizando la vida del psiquismo
están vigentes (yo/no-yo, sujeto/objeto, externo/interno); ninguna está constituida. Para la constitución de
polaridades se necesita un espesor, la dimensión tridimensional.
Adrede acuñe la expresión “ilustración conceptual” cercana al espíritu con que lacan introduce, algo mas que un
recurso visual entretenido. La adquisición de lo interno/externo se hace por un proceso de simbolización bastante
trabajoso. Adecuado sería observar que no se posee a si mismo, demasiado incrustado en el cuerpo del Otro como
esta. Además este espacio de inclusiones reciprocas es simultáneamente tiempo de inclusiones reciprocas en la
medida que enfrentamos un orden en donde las categorías pasado/futuro, no han empezado a fusionar.
Playing de Winnicott supone algo que está continuamente sucediendo.
La segunda función del jugar, concerniente al segundo momento en la estructuración del cuerpo involucra una serie
de juegos de relación continente/contenido, se podrá observar en esta época al niño intentando agarrar la cartera de
la madre, sacar cosas de allí, o descubrir el interior de una caja, extraer cimientos. Continente y contenido es
totalmente reversible. Aquí no rige que “el pez grande se puede comer al pez chico”, ya que el chico se puede comer
al grande también.
La espacialidad prosigue bidimensional. La reversalidad, tanto espacial como temporal, de las relaciones continente
contenido, permite que la fantasía proceda con toda naturalidad.
La equiparación de lo pequeño a lo grande funda esas escenas en que el sujeto derrota fácilmente a un contrincante
gigantesco. Pues la relaciones chico/grande no significa nada demasiado consiente. En procesos psicóticos la fantasía
de ser succionado por el inodoro. Las vivencias esquizofrénicas en torno a ser devorado por la comida que se ingiere,
directamente relacionadas con ciertas anoréxicas psicóticas.
Hacen ver lo erróneo de tantas versiones psicológicas, donde la madre seria el continente y el niño el contenido.
Incluso en el embarazo no es nada raro constatar fantasmas, cuando una mujer relata que para ella el feto que lleva
adentro se la traga.
Segunda paradoja de Winnicott, para poder separarse hay que estar muy unido, muy en fusión, es la fusión lo que
permite la condición de la separación y no al contrario.
Un camino mucho mas plausible sería dar las condiciones para que el sujeto hiciese una regresión en transferencia
una posición fusional, y en todo caso, saliera de ella espontáneamente, no por vía y obra de una conducción del
tratamiento que en el fondo tiende a valorizar únicamente lo adaptativo.
La segunda función de jugar pone de manifiesto, en un espacio bidimensional, cierta dimensión de volumen,
contradicción que no hay mas remedio que aceptar. En un espacio plano donde aun no se ha producido lo diferencial
del espesor, se acusa inesperadamente un modo extraño de volumen, volumen reversible, que tan pronto surge
como se desvanece, donde sin transición se pasa del continente con contenidos a la desaparición del continente
tragado, engullido por ellos.
Las fantasía infantiles que inventario Melanie Klein, esta es una de las propiedades del espacio que ella redescubrió,
que en un régimen bidimensional el volumen como rasgo del cuerpo del sujeto y del Otro primordial es algo que a
cada instante se insinúa solo para deshacerse como un edificio de arena.
Cuando esta segunda función no puede desplegarse por causa de imposición de la diferenciación, el niño
nuevamente resulta agujereado, así lo encontramos a través de diversos fantasmas psicóticos, acribillado, perforado
de un modo irremediable muchas veces.
El eje gravedad/levedad, intersectado por el de curabilidad/incurabilidad es insuficiente por sí solo.
Acostumbrándonos a pensar y soportar mejor la diferencia: la neurosis tiene su propio eje y la psicosis el suyo.
Levedad y gravedad son internas a cada camp, independencia que no significa encasillamiento clasificatorio, ni
excluir sus interacciones y sus reglas de transformación que permiten desde la coexistencia de ambas una
subjetividad, hasta el pasaje que realice de una a la otra.
El inconsiente se resiste a la estructuración, el insonsciente es siempre lo que subsiste tras una estructuración
teórica.
Cuando el analista impone demasiado que el él quien da al paciente la interpretación, imposición otra vez prematura
favorecida por el esquemático psicológico dar/recibir. La consecuencia es que el paciente se constituye en
permanente agujereado. Es el analista quien lo llena con sus palabras, el paciente no crea.
Donde no se sabe bien ni interesa de quienes la interpretación; se puede decir aproximativamente que se armó
entre los dos pero que no reconoce unívocamente un autor.
Reconstruimos condiciones así en la historia infantil de muchos adolescente drogadictos: este es un agujereamiento
que luego se intenta colmar con la droga en busca de restituir cierto bienestar siempre frágil y perdido desde el
comienzo.
La clínica psicoanalítica, evidencia que la diferencia yo/no-yo forzada de modo prematuro, obtura y complica el
desarrollo. Tropezar con patologías se podría llamar aferramiento.
Melanie Klein: las defensas no solo protegen, traspuesto cierto margen son iatrogénicas.
Si alguien no logró hacer una superficie lo suficientemente continua. ¿cómo y con qué emprenderá una
diferenciación radical del cuerpo materno que amenaza desintegrarlo?
Es por eso mismo que el jugar representa una función tan esencial. En el ejercicio de la cual el niño se va curando por
si solo respecto de una serie de puntos potencialmente traumáticos.
a mayor deterioro patológico, mayor es también la imposibilidad en el juego: el caso límite es el autismo donde la
función se anula y se deforma casi por completo.
El jugar se va resignificando, sobre la base de un reduccionismo conductista del significado que aísla secuencias del
contexto que las esclarecería.
9. Tesis sobre el jugar III
La desaparición simbolizada
La Segunda función del jugar conduce a la formación de un tubo, tubo caracterizado por una relación de continente a
contenido. El efecto de entubamiento se pone de manifiesto en infinitos juegos de inclusiones de unos objetos en
otros, modalidad del agujero descubierta por el psicoanálisis y fundamental en la construcción del cuerpo.
La pulsión está estrechamente enlazada a esa actividad de arrancamiento.
Tercera función, tercer viraje: su punto de partida o su plataforma de arranque lo da encontrar el cuerpo en un
estado de relativa continuidad como superficie y además entubado a través de ciertas relaciones oscilatorias
continente contenido, que insinúan el pasaje al volumen aunque de una sorprendente rebatibilidad: todos estos
logros son fruto de un intenso trabajo subjetivo durante el primer año de vida y de plasmarse consistentemente,
dejan al infans bastante a cubierto de destrucciones autísticas, depresivas o psicóticas.
La tercera función del jugar (que hasta hace poco fue considerada como primera) aparece generalmente en el último
cuarto del primer año: tiene un periodo de aparición más o menos fluctuante.
Cuando nos traen un niño de cierta edad tengo derecho a suponer que se han cumplido en él determinadas
funciones dentro de ciertos límites. Si no el encuentro realizadas debo aplicar mi escucha en ese punto especifico
para descubrir qué sucede.
La forma más sencilla y segura de detección de esta tercera función del jugar es a través de juegos de escondite,
pequeñas prácticas de aparición y desaparición muy típicas por los demás, y reduplicados por el adulto. Juegos más
complejos, reglados inclusive, en los que el goce en ocultarse se mantiene esencial. Merece insistirse sobre lo
significativo del viraje: la desaparición que hasta ese momento no provocaba ningún placer o bien causaba angustia,
pasa ahora a ser un acontecimiento libidinal, el niño “se mata de risa” y reclama la repetición.
“Dejar caer cosas““(Winnicott), primero soltándolas, el placer de arrojarlas con fuerza se vuelve preeminente. Por
una parte, este juego está ligado al destete.
La célebre definición de Winnicott del destete como dejar caer cosas" es muy sapiente en su sencillez y amplitud. Su
principal mérito es poner el asunto sobre sus pies: es el niño quien se desteta, cerca de los dos años, el año y medio,
el año. .. depende del niño y de una serie de situaciones, la psicología en sus formas de divulgación que han logrado
conjuntamente un sistema de intromisiones tan patógeno, que no es ajeno probablemente a ciertos violentos
retornos de la oralidad propios de nuestra época, modulados como adicciones.
El otro gran avance en esta concepción no conductista del destete es no centrarlo exclusivamente en el
acontecimiento oral, pues es mucho más que eso cubre toda una serie de aspectos en la vida del sujeto. Tan
legítimo como en su circunscripción primera es localizarlo también en los juegos de “taparse“ ya mencionados, que
tematizan una desaparición ahora gozada y el desprendimiento trascendental de la mirada del Otro y de su ligadura
fuerte con el ser: soy mirado, existo. Lo escópico es así tan decisivo en la operación jugada del destete como la
oralidad clásicamente establecida, al punto que hoy en el psicoanálisis para todo lo que hace al primer tiempo del
narcisismo “ser es ser mirado', “soy mirado, luego existo.
Hoy ya no es del todo correcto el concepto de una primera etapa oral. Parecería más exacto referirse, en todo caso, a
un tiempo de la constitución designable como oral-visual.
Esta nueva adquisición, la capacidad de desaparecer, se vuelve decisiva para la cuestión de que haya algo real: algo
es real sólo a partir de que demuestra y hace valer la posibilidad efectiva de su desaparición, tanto desde el lado del
sujeto como del objeto. Pero por otra parte también y por primera vez, se constituye un par opositivo
presencia/ausencia antes inexistente: cuando alguien desaparecía no estaba incluida la posibilidad de su retorno.
Varios autores han señalado como Lefon y Tosquelles, la incidencia de tempranos abandonos en el
desencadenamiento de meningitis u otras enfermedades infecciosas graves, sin contar las secuelas depresivas, con
frecuencia de no desdeñable importancia. Treinta años después pude verificar en un paciente la repetición crónica
de pequeñas -a veces apenas perceptibles diarreas que eran en realidad todo un testimonio de una gran diarrea de
lactante que duró dos meses y puso en peligro su vida, consecutiva a la partida de la madre para un largo viaje.
El primer fenómeno regularmente destacable de esta época, reconocido y bautizado por René Spitz como angustia
del octavo mes, exteriorizable ante el extraño. Sobre ella, Sami-Ali nos enseñó que, más que lo que la descripción
connota, esta angustia es un índice de que se está inscribiendo por vez primera algo como extraño a la madre. En
efecto, un bebé pasa de brazo en brazo sin inmutarse mayormente por la diferencia: para él todos los brazos son los
de la madre. Hay aquí una confusión a evitar, dado que la relación del padre con el infans puede ser muy activa
desde el comienzo de la vida siempre que el padre así lo quiera, un bebé lo reconoce muy pronto, de hecho casi tan
pronto como a su madre.
La escritura psíquica del extraño, la mutación que experimenta el mismo al que poco antes sonreía y que ahora le
provoca llanto, configura otro trazo fundamental en la operación destete.
“si no todo es madre, si hay elementos no madre, al menos uno, hasta con uno, yo no soy ella tampoco y ella no es
yo", la fusión ha perdido ingenuidad.
El examen detenido de este proceso muestra que invariablemente en primera instancia el niño pone el acento en el
arrojar; la dialéctica presencia/ausencia no es neutra en su establecimiento: valoriza el fort que es precisamente lo
nuevo, lo que incluso el mismo Freud ya pudo notar.
¿A qué dificultad lógica tiene el chico que enfrentarse en determinado momento y que con su Jugar intenta
resolver?
Cada punto crítico de la estructuración subjetiva es susceptible de esta aproximación
Otro tipo de fenómeno lúdico fácilmente reconocible por su proliferación en el segundo año de vida y en el que la
operación fort/da se pone enteramente en juego, nos conduce al descubrimiento de “la puerta”, en particular en su
función de cierre. Una dedicación incansable a cerrar cuanta puerta se encuentre, desapareciendo y haciendo
desaparecer al Otro.
En el segundo año de vida se hace sentir la irrupción del jugar con el no, “del jugar al no” diría incluso del jugar al no
ser. Este tiempo de jugar al no querer, aunque luego toma lo que se le ofrece, es decisivo en la constitución
subjetiva desde el texto Freudiano de 1925.

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