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Mariátegui es un autor de origen peruano cuya vida se extiende desde finales del siglo XIX
hasta la década de 1930 el cual, entre otras cosas, participó o dirigió numerosos proyectos editorial,
elaboró numerosos escritos que alcanzarían la trascendencia y participaría activamente en la
conformación y promoción de los movimientos revolucionarios en su país (sobre todo el Partido
Socialista).
Influido por el pensamiento de Georges Sorel y la tradición voluntarista, además del
antipostivismo ilustrado italiano, se caracterizó por elaborar una concepción historicista del marxismo
en la cual rompía con la idea de la fatalidad de la estructura sobre la súper-estructura (que es el llamado
determinismo económico) y, en cambio, reivindicaba el rol de la acción y voluntad humanas en la
transformación de la realidad social.
El valor de su pensamiento reside en su capacidad para apreciar la pluralidad de lo social y
rescatar las particularidades que se dan en ello. Por estas razones, además de su modo de entender al
marxismo, Mariátegui será capaz tanto de comprender la necesidad de considerar las particularidades
históricas y de contexto al momento de procurar comprender la realidad socio-histórica como de
reconocer que la transformación de dicha realidad requiere la construcción de algún tipo de hegemonía
(como Gramsci, Mariátegui entiende las identidades de los sujetos históricos como, fundamentalmente,
indeterminadas y diversas, por lo que su unidad no resultará jamás de ningún desarrollo lógico, sino de
una acción organiza y un discurso capaz de abarcar a múltiples actores). No obstante, es necesario
recalcarlo, Mariátegui tampoco será capaz de abandonar el esencialismo economicista.
La postura que señala una solución administrativa al problema del indio, por ejemplo, olvida que las
diferentes administraciones que ha habido han fracasado en sus intentos de controlar la situación no por
estar mal elaboradas, sino porque el poder de los latifundistas, que por controlar al Estado controlan
también la administración lo impide. Con la postura jurídica sucede algo similar, por cuanto el derecho
liberal, en un orden más bien feudal, posee pocos o nulos efectos, por no mencionar que su carácter
individualista le impide comprender en profundidad el sentido de la reivindicación indígena. Así
sucesivamente con el resto de posturas que son las que encaran el problema según enfoques étnicos,
morales, eclesiásticos o educativos (a los cuales Mariátegui critica con especial énfasis, pues no sólo es
ingenuo creer que por transformar la mente del indio cambiarán sus condiciones, sino que la propia
estructuración de la sociedad jamás consentiría en otorgar educación a los indígenas).
El problema de la tierra
* El problema de la tierra→ Así, comprendiendo al problema del indio como uno esencialmente
socio-económico, Mariátegui emprende una análisis de su realidad nacional a fin de determinar la
configuración específica de dicho problema en el contexto peruano. Su conclusión es que el origen de
las relaciones de explotación y opresión que mantienen en la miseria a la población indígena se halla en
el Gamonalismo (que es la forma en que se refiere a la configuración semi-feudal de la sociedad
peruana).
* La imperativa necesidad de dar fin al Gamonalismo→ ¿Por qué el Gamonalismo? Porque sus dos
componentes principales, el latifundio y la servidumbre, son los que dan origen, sostienen y procuran la
situación desgraciada de la población indígena. A través de la organización semi-feudal de la sociedad,
el indígena pierde tanto su derecho a la tierra y sus relaciones con la misma como su propia libertad,
pues al carecer de medios para subsistir se ve en obligación de participar de un conjunto de relaciones
en las cuales experimenta la dominación, la explotación y, en suma, su miseria. Por ello es que, en el
contexto peruano, el problema del indio es el problema de la tierra, por cuanto es a partir de ella que se
origina su situación.